Revista bimestral núm. 88 Mar-abr 2018 • Donativo: $15.00•$2.50 US
APOSTÓLICA
Reflexiones de Cuaresma y Pascua Lo que causan nuestros hábitos La importancia del autocuidado 7 701000 24 1037
San Judas Tadeo Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México
Un libro que ofrece una visión de la devoción a san Judas Tadeo,
fundamentada en el conocimiento de la identidad e importancia del santo apóstol.
Desde 1892, los Misioneros Cla retianos se encuentran a cargo del Templo de San Hipólito, un recinto ubicado en el corazón de la Ciudad de México que forma parte de su patrimonio históri co y cultural, y que actualmente se distingue por la veneración al apóstol san Judas Tadeo, cuya de voción se manifiesta visiblemente por toda la ciudad.
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Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México Misioneros Claretianos de México
TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO 4/4/14 7:50:34 AM
Somos una asociación civil sin fines de lucro Ayúdanos a seguir ayudando con el programa BECA A UN niño o joven SORDO PARA TERMINAR SUS ESTUDIOS DE: primaria, secundaria o preparatoria. DONATIVOS: BANAMEX CUENTA 02834280577 SUC. 0283 CLABE: 002180028342805779 PIDE TU RECIBO DEDUCIBLE DE IMPUESTOS MAIL centroclotet@yahoo.com.mx
Heriberto Frías 711 Col. Del Valle 03100, Delegación Benito Juárez. Tel.55233060
APOSTÓLICA
Director
Ramón Rivera Barriga, CMF
CONTENIDO 2. Editorial
Consejo Editorial
Alejandro Cerón Rossainz, CMF Adolfo Villaseñor Rangel, CMF Oscar Rodríguez Linares, CMF Humberto Rodríguez Pérez, CMF Fernando Pinto Barrientos, CMF Enrique Mascorro López, CMF José Juan Tapia, CMF
3. Vida cotidiana
4. Aventuras de un misionero
Editora
Marisol Núñez Cruz Arte y Diseño
6. Equivocarse
Raúl Méndez Colaboradores
Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF
8. Lo que causan nuestros hábitos
Distribución
10. La importancia del autocuidado
Liga Nacional de San Judas Tadeo PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Casiano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmona Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • ventas@ carmonaimpresores.com.mx • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen te, citando la fuente y sin fines comerciales. ¡Te invitamos a suscribirte! mail: ligasanjudastadeo@gmail.com Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).
12. Reflexiones
14. Buscamos la unidad
16. Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2018
19. De la Palabra a la Acción Presencia Apostólica
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Editorial
El poder de la
Resurrección
L
a Resurrección cambia nuestra visión de la vida. Creer en ella es vivir con el alma abierta a nuevas experiencias; romper las cadenas del miedo; no vivir obsesionados con los males del mundo. Cuando experimentamos todo esto, comenzamos a vivir la Resurrección que nos da más vida desde ahora; que nos hace estar verdaderamente vivos. Porque precisamente nuestra misión es vivir y ser felices, y hacer todo lo posible para que otros vivan y sean felices. Recordemos la frase de san Irineo: “La gloria de Dios es que el hombre viva.” Entonces, nuestra fe en la Resurrección la proclamamos viviendo, creyendo que el bien triunfará y que el amor es invencible. Jesús resucitado nos trae paz, nos llena de su Espíritu y nos envía a llevar su perdón. Que la luz de la Resurrección nos ilumine para realizar nuestra misión y que su fuego mantenga encendidos nuestros corazones con un amor que no excluya a nadie. 2
Presencia Apostólica
Vida cotidiana
Quiero
ser
Quiero ser pastor que vele por los suyos; árbol frondoso que dé sombra al cansado; fuente donde beba el sediento. Quiero ser canción que inunde los silencios; libro que descubra horizontes remotos; poema que deshiele un corazón frío; papel donde se pueda escribir una historia. Quiero ser risa en los espacios tristes, y semilla que prende en el terreno yermo. Ser carta de amor para el solitario, y grito fuerte para el sordo… Pastor, árbol o fuente, canción, libro o poema… Papel, risa, grito, carta, semilla… Lo que tú quieras, lo que tú pidas, lo que tú sueñes, Señor… eso quiero ser. José María Olaizola, sj
Metáfora de Pascua Creador de la primavera, Cómo puede ser que cada año yo olvide los milagros que visitan la tierra en forma de hojas frescas, sonrientes flores, pastos que reverdecen. El invierno tiene un gran poder sobre mí. Pierdo la memoria del vibrante vigor, de la energía invisible que resucita las mundanas cosas que despiertan a la vida. Resucitado, que moras en mí, cómo puede ser que yo te olvide, tu apasionada gracia cuidando mi alma, tu constante corriente de esperanza que hace volver a la vida a la tierra árida de mi oración. Me vuelvo a ti en esta primavera y me inclino agradecida ante cada planta que crece y cada flor que florece, porque cada una canta una metáfora de Pascua, Llena de memoria, proclamando tu abrazo a mi vida interior, una vida que encierra la promesa de un eterno retorno a la primavera. Hna. Joyce Rupp Traducción de Easter Metaphor Presencia Apostólica
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Aventuras de un misionero
La miel Jesús García Vázquez, CMF
¡H
ola!, ¿qué tal?, ¿con buen ánimo para vivir nuestra aventura? Hoy vamos a aventurarnos con las abejitas y su miel. Pero antes, piensa: ¿Para ti, qué es más importante, el dinero o la salud? Piensa en la salud física y la espiritual. ¿De qué te sirve tener mucho dinero si no lo disfrutas y solo lo repartes entre empresas farmacéuticas y servicios médicos? o ¿de qué te servirían muchos millones si los vas a usar, como lo hacen algunas personas, para obtener placeres egoístas que solo enferman a tu alma? Las enfermedades, físicas y espirituales, si no se curan a tiempo, acaban destruyendo a la persona. La enfermedad espiritual la puedes 4
Presencia Apostólica
curar con un buen cambio de vida, ayudando a los necesitados, convirtiéndote y acercándote a los sacramentos... y, aunque no lo creas, todo esto también ayuda para la salud física. Y para la salud física, además de los medios espirituales, Dios ha puesto en el mundo un sinfín de alimentos naturales que, si los usáramos correctamente, viviríamos más de cien años disfrutando la vida, o los que Dios disponga, pero con muy buena calidad. En mi experiencia los dos alimentos más nutritivos en el mundo son en primer lugar Cristo y su Palabra, ya que comulgar y escuchar su Palabra nos dará mucha vida y no solo para unos años, sino para toda la eternidad. Y, en segundo lugar, la miel. Come este
alimento y siempre tendrás mucha energía para bendecir a Dios y agradecerle por tantas cosas buenas que te ha dado, y claro, para ayudar a tus hermanos. Hoy quiero hablarte un poco más de este bellísimo alimento tan nutritivo y tan saludable que es la miel. Los claretianos, en nuestro trabajo misionero, además de alimentar a la gente anunciando la Palabra, promovemos el desarrollo integral de las personas. Ya he platicado algunas de las actividades que hemos realizado en tierras de misión, luchando contra el gigantesco monstruo del mercantilismo que nos ofrece con engaños tanto alimento chatarra que lo único que nos proporciona son enfermedades que destruyen nuestra vida… (¡Ah! ¡Pero ahí va-
Aventuras de un misionero
mos a comernos todo lo que la propaganda nos ofrece!) Hoy quiero hablarte de algo que me fascinó en la montaña de guerrero: la apicultura. Resulta que cuando llegué a la montaña, me encontré con un gran misionero, el padre Macario Sánchez, que en paz descanse (el año pasado se nos fue al cielo). Entendía de abejas como el mejor apicultor de la montaña. Muchos indígenas aprendieron de él a trabajar en apicultura y, hasta la fecha, muchos viven de este maravilloso alimento. El padre Macario trataba a las abejitas con tanto cariño que cuando se paseaba entre los cajones, ellas lo rodeaban como haciéndole fiesta. Un día le pregunté: —¿Cómo le haces para que no te piquen? —Háblales bonito. Diles cosas que crees que les van a gustar — me contestó muy sereno y convencido de lo que me decía. —Pero, yo no sé cómo hablarle bonito a alguien a quien le tengo miedo y que además me ha hecho daño, pues ya antes me han picado —le contesté confundido. —Bueno —me contestó, como queriéndome dar una lección— si te han picado, es porque las has agredido primero. Diles que te perdonen y que tú también las perdonas, diles que te encanta su modo de trabajar, su organización, su dedicación y sus productos como: la miel, el polen, el propoleo, la cera, el ruidito que hacen con sus alas y lo que se te ocurra, diles que Dios las creó para alagarnos con su dulzura en la miel, y verás que jamás te volverán a picar. “¡Vaya, qué interesante!” Pensé en mis adentros mientras recordaba a mi abuelo Agapito (Gapo, le decíamos con cariño), que se paseaba por los cajones llenos de
abejas sin cubrirse la cara con un velo, como lo hace la mayoría de los apicultores. Ahora recuerdo que, cuando mi abuelo sacaba la miel de los cajones, la gente del rancho que me vio nacer, hacía fila con sus olorosos jarros de barro para que mi abuelo les regalara miel; nunca la vendió. Lo primero que hacía era apartarle su ración al cura del pueblo, a quien se la llevaba como primicia. En fin, volvamos con el padre Macario: me explicó que a las abejitas hay que cuidarlas, ver que no se enfermen y, si se enferman, curarlas, ver que las hormigas u otros insectos depredadores no se metan a sus cajones. Bueno, me dijo tantas cosas hermosas que tardaría mucho en contarlas. Solo te diré lo que más me impresionó. Me dijo: —Si todos hiciéramos lo que sabemos hacer, para bien de los demás, como las abejitas, si nos organizáramos, como ellas, para alabar a Dios cumpliendo cada uno con su deber, no habría guerras ni odios ni rencores. ¡Qué hermoso, vivir todos para todos!
También podemos aprender del trato del padre Macario a las abejas a valorarnos y a respetarnos unos a otros, y no por miedo, sino por amor. Bueno, me enamoré tanto de las abejitas que me llevé, como mascota, un cajón a mi cuarto; lo puse cerca de la ventana que todos los días miraba la salida del sol. Por las mañanas les abría la ventana para que se fueran a traer miel y por las noches la cerraba para que no tuvieran frío. Todos los días les platicaba y daba gracias a Dios por insectos tan hermosos que creó para bien de todos nosotros y para mayor gloria suya. Bueno, por ahora te comparto una receta para curar la tos, ya que esa es una de las tantas bondades de la miel: Pon tres cucharadas de miel en un pequeño recipiente de peltre o porcelana, le mezclas dos cucharadas de alcohol lo más batido que se pueda, le prendes fuego hasta que solito se apague; esto lo repites una segunda vez. Una vez apagada, le mezclas el jugo de dos limones y está listo el jarabe para curar la tos. ¡Mucho ánimo! Y hasta la próxima.
Presencia Apostólica
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Filosofía de vida
Equivocarse Lourdes García Avendaño
“Un hombre nunca debe avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es más sabio de lo que fue ayer.” Alexander Pope
E
quivocarse quiere decir tomar una decisión errónea, considerar algo de manera incorrecta o desacertar. Todos hemos escuchado que es humano equivocarse. Pues sí, como seres humanos somos falibles. No somos perfectos, pero siempre podemos mejorar, si trabajamos continuamente en nuestro desarrollo y crecimiento personal. 6
Presencia Apostólica
Cuando acertamos en algo recibimos elogios y consecuencias positivas, por ejemplo ganancias económicas, pero ¿qué pasa cuando erramos?, ¿las consecuencias de nuestros errores son siempre negativas?, ¿tú, qué piensas?
Actitud ante los errores
¿Qué significa para mí equivocarme?, ¿cuál es mi actitud ante los errores de los demás? Quizá soy de la idea de que equivocar-
se no es una opción y de que acertar y hacer lo correcto son las únicas opciones posibles. Eso se llama ser perfeccionista y, aunque a primera vista puede hasta parecer una cualidad, en realidad es una trampa en la que se quedan atrapados muchos sueños. El perfeccionismo se alimenta de miedo y, de acuerdo con él, la gente termina no actuando por temor a equivocarse.
Filosofía de vida
Cada persona tiene su visión en relación con este tema. Yo creo que equivocarse no debe ser considerado como algo necesariamente negativo o como algo vergonzoso. Pero tampoco vamos a aprovechar para ir por la vida cometiendo errores de manera despreocupada ni vamos a menospreciar el hecho de que podemos cometer equivocaciones graves, cuyas consecuencias cambien el rumbo de nuestras vidas o, lo que es peor, el de las vidas de terceros inocentes. Cuántas veces hemos escuchado, por ejemplo, en las noticias que alguna tragedia fue ocasionada por un error humano…
Transformar la experiencia
Lo cierto es que de toda equivocación puede obtenerse un aprendizaje, una valiosa experiencia que al haberse vivido nos recuerda que no tomamos la decisión más adecuada y que no debemos ir otra vez por ese camino. Esa actitud de aprender ante el error nos traerá beneficios personales y también puede beneficiar a los que nos rodean, pues puede ser que ellos también aprendan de nuestros errores. Aunque hemos escuchado que “nadie experimenta en cabeza ajena”, seguramente este es uno de los dichos que no hay que tomarse al pie de la letra. Entonces, si no perdemos la oportunidad de aprender, transformamos la experiencia de equivocarnos en algo positivo y trascendente.
Responder por nuestros errores
Aparte del aprendizaje ante el error y de la humildad al reconocerlo, otra actitud clave es la responsabilidad. Esto implica aceptar las consecuencias de nuestros errores y hacer todo lo posible por reparar los daños. O sea que la lista de
beneficios de habernos equivocado y de haber mantenido, ante ese hecho, la actitud adecuada crece: aprender, ser responsables, adquirir madurez emocional, etc. Por todo eso, aunque a veces aprendamos de los errores de los demás, cada persona debe vivir todo el proceso y aprender, asumiendo las consecuencias de sus propios errores. Tal vez nos hemos preguntado si ¿no sería maravilloso evitarles totalmente a otros cometer errores? La respuesta es que evitarle a otro que se equivoque, también implica evitar que llegue a ser alguien mejor por su propio esfuerzo. Los errores forman parte de la vida y de la experiencia de ser humano. Es una muestra de madurez emocional reconocer que nos equivocamos, y enderezar el rumbo con nuevas y atinadas decisiones, arrepentirnos de corazón y, como ya mencionamos, reparar en la medida de lo posible el daño causado por nuestra equivocación. Para esto es necesario también que la persona que se haya equivocado asuma una actitud de humildad… por lo que agregaremos a la lista de beneficios de equivocarse el de tener que poner en práctica muchos valores que darán como resultado una transformación personal.
En conclusión
Todo el proceso de adquirir la actitud adecuada ante el error no se da ni fácil ni inmediatamente. Requiere detenernos a reflexionar y he ahí otro beneficio que nos brinda la equivocación. El error es también una oportunidad de crecimiento personal. También me encontré otra frase que dice: “Errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico." Así que no por reconocer los beneficios del error vamos a “encariñarnos” con él. Hay que aprender y
salir del error, evitando cometerlo en la medida de lo posible. Por último, te invito a reflexionar en esta otra frase anónima: “Equivocarse es de humanos, reparar es de sabios y perdonar es divino.” Entonces: comprender, hacer lo posible por reparar y completar el proceso perdonando, ya sea a nosotros mismos o a los demás, según sea el caso. La autora es licenciada en Terapia Física y Logoterapeuta. luluwatty1@yahoo.com
Equivocaciones No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua que, por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna. No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta; se equivoca la que, por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida. No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo; se equivoca aquel que por temor a caerse renuncia a volar por la seguridad del nido. No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para alcanzar sus metas; se equivoca aquel que por temor a equivocarse nunca acciona. Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan que ser hombre es buscarse a sí mismo cada día, sin encontrarse nunca plenamente. Creo que al final del camino no te premiarán por lo que encuentres, sino por aquello que hayas buscado honestamente. El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos. Rabindranath Tagore
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Desarrollo humano
Lo que causan nuestros hábitos Gylda Valadez Lazcano
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uando hablamos de un hábito nos referimos a algo que acostumbramos realizar. Los hábitos le dan estructura a nuestra vida, pero también pueden ser conductas de evitación que nos impidan enfrentar aspectos importantes.
El dicho “el hábito no hace al monje” se refiere estrictamente al vestido… pero el hábito —modo de conducirse adquirido por la repetición de un acto— sí determina cómo es la vida de una persona. Así que ya hay que ir olvidando aquella sentencia que dice “genio y figura hasta la sepultura”.
Detengámonos a reflexionar en que los hábitos son causa de algún efecto. Es una ley natural. En otras palabras, cosechamos lo que sembramos. De manera que a buenos hábitos, corresponden buenos resultados y a malos hábitos, malos resultados. Los hábitos, como casi todo en la vida, van instalándose en nosotros poco a poco, en el día a día, pero si los observamos, tenemos la oportunidad de darles la intención que más convenga a nuestro desarrollo y bienestar. Podemos crear conciencia e iniciar un proceso de cambio de aquellos hábitos que creamos necesario cambiar. Permanecer inconscientes de los mecanismos por los que nuestros hábitos crean consecuencias, así como de la posibilidad que tenemos de cambiarlos, nos hace estar esclavizados sin entender por qué.
Entre los hábitos positivos, los primeros que nos vienen a la mente son los que determinan la buena alimentación y favorecen la salud: elegir alimentos nutritivos y balancearlos adecuadamente, dormir bien, hacer ejercicio, tener hábitos de higiene y cuidado personal. También hay que considerar los hábitos de orden y responsabilidad, los hábitos de estudio y autonomía y los hábitos productivos. También están los hábitos que repercuten en nuestro medio ambiente, que podemos llamar ecológicos como reusar, aprovechar y reciclar. Asimismo, podemos decir que hay hábitos emocionales, pues las maneras como procesamos y expresamos nuestras emociones también se vuelven habituales. Por último, y muy importante, también debemos considerar nuestros hábitos espirituales, como orar y meditar.
Los hábitos son causas
Tipos de hábitos
En cuanto a los hábitos negativos podemos enlistar: mentir, guardar resentimientos, fumar, comer o alcoholizarse en exceso, sentirse víctima, enojarse continuamente, flojear, difamar, postergar, etc.
No nacemos con hábitos
Los hábitos refuerzan aprendizajes y desarrollan actitudes, pero es muy importante tomar conciencia de que no nacemos con ellos… los aprendemos. Tienen que ver con la influencia del ambiente que nos rodea y con nuestros valores y decisiones. Entonces, podemos cambiar nuestros hábitos y adquirir nuevos. Últimamente se ha escuchado que un hábito nuevo tarda veintiún días en instalarse… lo importante es que si perseveramos, podemos conseguir aquello en lo que nos concentramos. Una vez que sabemos que tenemos libertad para elegir, el siguiente paso es ser proactivos.
Diferencia entre ser reactivo y ser proactivo
La persona reactiva no decide actuar, sino que espera a ver qué pasa… Con esta actitud se entrega el poder a cualquier factor ajeno a nosotros, situación que genera estrés, frustración y baja autoestima. Ser proactivo es lo contrario a ser reactivo. La persona proactiva, decide y actúa, haciendo con esta actitud que pase algo. Así se asume el poder, quitándoselo a factores externos.
En conclusión
Comencemos con visualizar lo que queremos lograr en relación con nuestros hábitos, teniendo presente que todo se crea dos veces, primero en nuestra mente y luego en la realidad. Y hagamos que las cosas buenas sucedan en nuestra vida. La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com
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Cuento para pensar
ECO
tras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres tener una sonrisa en el alma, dirige una sonrisa al alma de los que conoces. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti. Alguien dijo: "Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa muy bien lo que estás dando.”
U
Sumérgete en la lectura
de Presencia
Apostólica y profundiza en tu
fe.
Ilustración: Leticia Asprón
n hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De pronto el hijo se cae, se lastima y grita: —Ah. Para su sorpresa, oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: —Ah. Con curiosidad, el niño grita: —¿Quién está ahí? Y escucha: —¿Quién está ahí? Enojado con la respuesta, el niño grita: —¡Cobarde! Y recibe de respuesta: —¡Cobarde! El niño mira a su padre y le pregunta en voz baja: —¿Qué sucede? El padre le contesta: —Presta atención hijo. Y grita: —¡Te admiro! Y la voz responde: —¡Te admiro! El padre grita: —¡Eres un campeón! Y la voz repite: —¡Eres un campeón! Y el padre le explica: Eso se llama eco. La vida funciona igual. Te devuelve todo lo que dices y haces... Nuestra vida es un reflejo de nues-
Presencia Apostólica
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Crecimiento personal
La importancia del autocuidado Ana Laura Rosas Bucio
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uchas veces nos sucede que vivimos muy conscientes de la importancia de cuidar a los demás, a los niños, a los jóvenes, a los enfermos, a los discapacitados, a las personas mayores, etc., y aunque sea cierto que una parte de la vida adulta sí se trata de cuidar y procurar a los demás, no debemos olvidar cuidarnos a nosotros mismos, ya que, si nosotros enfermamos o estamos mal, ¿cómo podríamos apoyar a los demás? Debemos aprender primero a cuidarnos, para después poder brindar cuidados a los demás. No podemos dar lo que no tenemos. El cuidado y sus implicaciones Por definición, cuidar implica poner atención, apoyar, conservar, prevenir, mirar por la propia salud, darse buena vida, etc. El cuidado es una actitud ante la vida que se desarrolla en las relaciones cotidianas que vive el ser humano con sigo mismo, con 10
Presencia Apostólica
los demás y con el entorno. El cuidado como atención implica tener en cuenta o considerar como importante o valiosa la vida de uno mismo y la del otro; el cuidado como preocupación implica mantener una relación de responsabilidad por uno m ismo y por el otro, generada por el amor a uno mismo y a los demás; el cuidado como apoyo hace referencia a la capacidad de pedir y ofrecer ayuda en momentos críticos de la vida; el cuidado como prevención implica actuar frente a la probabilidad de futuras consecuencias, con el fin de preservar la vida de las personas. Cuando se tiene una actitud de cuidado, se cuida de sí mismo, de los cercanos, de los lejanos, del medio ambiente y de los animales. El autocuidado implica procurar el propio bienes tar en todas las dimensiones de nuestra persona: cuerpo, mente y espíritu. Implica cuidar el cuerpo,
Crecimiento personal
reconocerlo como el lugar donde acontece la vida; cuidar la mente y aprender a procesar y expresar nuestras emociones de manera adecuada, cultivar el conocimiento para beneficio propio y para servir a otros. Implica también cuidar el espíritu y esto hace referencia al desarrollo de un sentimiento de conexión con Dios, con el todo y con todos. El autocuidado entonces es la práctica de actividades que se realizan para el mantenimiento de nuestra propia vida, salud y bienestar; todo con la finalidad de seguir viviendo y de llevar una buena vida, lo que hará posible cuidar a otros. El autocuidado es una conducta que realiza o debería realizar la persona para sí misma con la intención de controlar, en la medida de lo posible, los factores internos o externos que pueden comprometer su vida y su desarrollo personal. El autocuidado es liberador Además de cuidarnos, debemos enseñar a los demás a cuidarse a sí mismos. El autocuidado es algo que se debe enseñar a cada una de las personas. No debemos esperar que alguien más nos cuide, porque así solo establecemos relaciones basadas en la dependencia. Debemos asumir la responsabilidad de ver por nosotros mismos. Es nuestra vida y por lo tanto nosotros somos los responsables de su calidad. Si todos practicamos el autocuidado, mejoramos nuestra vida y la de los demás, pues nos liberamos al adquirir autonomía y liberamos a los otros de cuidarnos innecesariamente. Además, cada uno es la persona que está más cerca de sí mismo, quien mejor conoce los propios deseos y necesidades. ¿Qué hacer? Todos tenemos la capacidad de autocuidarnos y es algo que se aprende a lo largo de nuestra vida. Depende de cómo nos enseñaron a cuidarnos y de cómo vimos a nuestras figuras de autoridad cuidarse. El ejemplo es la mejor manera de enseñar el autocuidado. Las actividades del autocuidado se encaminan a la promoción de la salud y a la prevención de la enfermedad, pero no son exclusivas de estas áreas. Deben llevarse a cabo en todas las áreas de la vida, en nuestras relaciones interpersonales, en el trabajo, etc. Entre las prácticas de autocuidado están: la alimentación adecuada, medidas de higiene, manejo del estrés, habilidades para establecer relaciones sociales positivas y resolver problemas interpersonales, el ejercicio y actividad física, seguimiento a las prescripciones de salud, sexualidad responsable, recreación y manejo del tiempo libre, comunicación asertiva, búsqueda de información etc.
La familia, la escuela, el entorno social, el ámbito de la salud pueden favorecer y capacitar a las personas para un mayor y mejor autocuidado. Es un proceso voluntario, pero que debe ser alentado durante toda la vida. La educación para el autocuidado debe tener en cuenta las capacidades y conocimientos de la persona; sus creencias y valores; sus preferencias y el entorno y apoyo social del que dispone. La esencia del autocuidado es el control sobre la salud, el empoderamiento, el respeto al derecho de todas las personas, que debe fomentarse al máximo, desde el principio hasta el final de la vida Una persona con buenos hábitos de autocuidado será capaz de tomar mejores decisiones acerca de su salud y por esta razón será más sana y con mayor esperanza de vida. Entonces, depende de cada uno de nosotros asumir de manera voluntaria el cuidado y mantenimiento de nuestra salud y tomar las desiciones relacionadas con ella. Para autocuidarnos es fundamental tener una buena autoestima, valorarnos positivamente El autocuidado debe ser parte del estilo de vida que llevamos cada uno de nosotros e implica tomar tiempo para uno mismo y dedicarlo a hacer actividades que nos nutran o nos gusten. Ejemplos de cosas que podemos hacer para empezar a construir un estilo de vida basado en el autocuidado: • Caminar un rato al aire libre • Disfrutar nuestros alimentos y darnos un rico baño relajante • Leer • Tener algún pasatiempo • Escribir • Agradecer lo que tenemos • Contemplar la naturaleza Nuestras estrategias de autocuidado deben ser el resultado de una valoración de nuestros estilos de vida, nuestros gustos y nuestras decisiones, pero recordando que son principalmente el compromiso que hacemos con nosotros mismos y deben abarcar todas las áreas de nuestra vida. El cuidado personal es una necesidad permanente, cuidarnos hoy y descuidarnos después no servirá de nada. Hay que hacerlo todos los días, poco a poco, siempre. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora General del Centro de Capacitación Profesional Industrial y Personal S.C. CECAPIP. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica
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Ilustración: Leticia Asprón
Reflexión
El vaso, el canal y la fuente
H
abla san Alberto Magno* de que existen tres géneros de plenitudes. «la plenitud del vaso, que retiene y no da; la del canal, que da y no retiene, y la de la fuente, que crea, retiene y da». ¡Qué tremenda verdad! 12
Presencia Apostólica
Efectivamente, yo he conocido muchos hombres-vaso. Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos. Saben cuanto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten
sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo. También he conocido hombrescanal: es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas, que nunca rumia lo que sabe, que cuanto le entra de vital por los oídos se le va por la boca sin dejar pozo dentro. Padecen la neurosis de la acción. Tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa. Creen estar sirviendo a los demás, pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus picores del alma. Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos. Qué difícil, en cambio, encontrar hombres-fuente, personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su agua sin quedarse secos. Cristo —pienso— debió de ser así. Él era la fuente que hace brotar inextinguible el agua que calma la sed para la vida eterna. Nosotros —ah— tal vez ya haríamos bastante con ser uno de esos hilillos que bajan chorreando desde lo alto de la gran montaña de la vida. José Luis Martín Descalzo. Razones para vivir
*San Alberto Magno
Vivió en Alemania en el siglo XIII y fue maestro de santo Tomás de Aquino. Es el santo patrono de los científicos. El papa Francisco dedicó su Audiencia General del 24 de marzo de 2010 a hablar sobre él.
Los pequeños detalles
E
l alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno, el cuadro había cambiado notablemente. El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime. Casi con reverencia le dijo al maestro: —¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro? —Es que en esos pequeños detalles está el arte —contestó el maestro. Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta de que todo en la
Ilustración: Leticia Asprón
Historia para meditar
vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia. Todas las relaciones, familia, matrimonio, noviazgo o amistad, se basan en detalles. Tu amigo no espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo. Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su amor por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran oca-
sión, dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar toda la vida sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, sin embargo, se quedó esperando que le devolvieras una llamada. Se piensa a veces que la felicidad es como sacarse la lotería, un suceso majestuoso que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se finca en pequeñeces, en detalles que sazonan día a día nuestra existencia. Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. No desestimes jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son insignificantes. En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se marchitará, las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de ambas permanecerá durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las recibió. ¿Qué esperas entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, toma el teléfono... Hazlo ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. No lo dejes para después por parecerte poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente existen las que se hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones... Nestor Armstrong Presencia Apostólica
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Reflexión
Buscamos la unidad
Román Ángel Moreno, CMF
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esús nos habla sobre la unidad, pero de una unidad muy especial, la que tiene él con el Padre: “Que todos sean uno, como tú Padre estás en mí y yo en ti…” (Jn 17,21). Y san Pablo, a su vez nos dice: “…les pido que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo espíritu, un único sentir” (Flp 2,2).
Muchos han buscado la unidad…
Sabemos que en la vida humana existen una serie de modelos de unidad. Hasta el fascismo deseaba la unidad. Hitler decía: “un partido, un pueblo, un guía”. Todos los dictadores han deseado la unidad, una unidad a su manera, a su medida, según sus reglas…; el que no la aceptaba era un disidente, alguien peligroso. Quien atentaba contra la unidad debía, por tanto, ser eliminado. El ejército desea la unidad de la uniformidad: la de los movimientos al unísono, la de los uniformes, la de una sola voz que ordena y se hace obedecer. El patriotismo fomenta también una unidad; la de todos los ciudadanos, la de los que están dispuestos incluso a morir por esa unidad de la patria y que consideran traidor a quien no piensa como los conciudadanos. En los imperios se ha buscado siempre la unidad con la metrópoli, con 14
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el guía único a quien muchas veces se le atribuían cualidades divinas o tener sangre azul. En la sociedad familiar se ha buscado siempre la unidad de sus miembros y según uno de los modelos de familia tiene que haber una cabeza que manda y los demás (esposa e hijos) que obedecen. Incluso en la democracia, donde se aceptan las opiniones, partidos y tendencias diversas, así como el derecho a disentir, se busca la unidad, la aceptación de reglas comunes, de gobernantes únicos. Si tanto buscamos la unidad en la vida es porque la consideramos un valor, una ganancia.
Por ello decía Abraham Lincoln: “¿Acaso no destruyo a mis enemigos cuando los convierto en mis amigos?” Es decir, ¿no salgo entonces ganando?
Una nueva unidad
Pero Cristo, al hablarnos en el Evangelio nos presenta la unidad no solo como una ganancia, sino como signo de credibilidad: “… para que el mundo crea que me has enviado.” La nuestra debe, por tanto, ser una unidad especial que convenza a los demás de que detrás de ella hay “algo”. Es una nueva unidad como la que está anunciando Esteban al ser apedreado: la unidad con los enemigos.
Reflexión
Pensemos cómo sería la unidad que tenían los primeros cristianos que resultaba sorprendente para los demás que exclamaban: “Miren como se aman.” Como es la unidad de algunas comunidades religiosas. En Praga conocí una comunidad de paulinas en la que una hermana era italiana, otra española, otra eslovaca y había una quinta hermana de la India, y todas ellas convivían en fraternidad. Igualmente, los claretianos estamos acostumbrados a convivir con hermanos misioneros de diversos países. Hoy se ha vuelto actual aquel slogan: “La unidad en la diversidad.” Pero ¿es esto posible cuando nos topamos con diferentes maneras de pensar, con variadas ideologías, con diversas religiones?
Dar prioridad a la unidad de los corazones
Creo que buscar que todos pensemos igual es un afán inútil. ¡Nunca se logrará! Los que se afanan por imponer su verdad a todos están errados. Jamás se podrá lograr la “concefalitis”, es decir la conversión de todas las cabezas en una unidad. Dios nos ha hecho diversos. Pero lo que sí se puede lograr es la concordia. Es decir, hacer convergir los corazones en la unidad. Los acuerdos provienen de la condicionante de aceptar primero a la persona del otro, antes de aceptar lo que él dice. El papa Juan XXIII decía “Abracémonos primero y después discutamos.” Se trata, por tanto, de dar prioridad a la unidad de los corazones y de las personas: “Como el padre y yo somos uno.” ¿Es eso demasiado pedir? ¿Nos parece muy remoto alcanzar este modelo de unidad que Jesús nos presenta? Ciertamente que cuando se trata de cuestiones importantes es ne-
cesario discutir sobre ellas, estando a la vez abiertos a la diversidad de opiniones y posturas… pero a la vez necesitamos un “director de orquesta” para que las diversas cualidades, opiniones y puntos de vista se armonicen en un único amor firme. Genialmente afirmaba Roberto Mendenius (1628): “en las cosas necesarias, unidad, en las no necesarias, libertad; pero en todo, caridad”. Lo que realmente nos une es la caridad al reconocer el amor de Cristo y configurarnos con él. Entre más lo amemos a él y al Padre, mayormente nos llenaremos de su Espíritu y así iremos conociendo y comprendiendo su plan de salvación, y seremos capaces de armonizar los sonidos procedentes de nuestros diversos instrumentos para que suene una única melodía, y de esa manera ser capaces de buscar la voluntad de Dios para todos. Por ello es necesario un mismo sentimiento de amor; un mismo corazón que suene al unísono: ¡concordia! De otra manera, nos estaremos dirigiendo al caos y al desmoronamiento… y allí tendría el enemigo la oportunidad de jugar su juego: el de desfigurar la partitura, destruyendo la armonía; el de desafinar con los tonos del conformismo, del fracaso, de la necedad, del fanatismo, y de tantas otras formas de egoísmo y disgregación.
Si existe el sincero deseo de aplicar en nuestras vidas aquella frase paulina: “tened los mismos sentimientos”, iremos siendo capaces de recibir aquel don de Dios que nos dará la delicada sensibilidad para poder comprender mejor las opiniones y posiciones de otras personas, y así ir progresando en dirección hacia aquella Iglesia de Pentecostés que entiende todas las lenguas, que se siente en casa en cualquier lugar del mundo y que es manifestación del Espíritu. ¡Y esa unidad no será ciertamente la de la dictadura del mercado, la de la aparente unidad de la globalización ni la de ningún grupo que excluya al resto! Todavía hay mucho camino por andar…
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Cuaresma
El pasado 6 de febrero se dio a conocer el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este año. A continuación reproducimos el texto completo.
Mensaje del Santo Padre
FRANCISCO para la Cuaresma
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«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12) Queridos hermanos y hermanas: Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida. Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12). Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos,
Cuaresma
algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.
Los falsos profetas
Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas? Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad. Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.
Un corazón frío
Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros? Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a
esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas. También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte. El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].
¿Qué podemos hacer?
Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno. El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida. El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Presencia Apostólica
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Cuaresma
Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6] El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre. Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.
El fuego de la Pascua Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo. Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental. En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad. Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí. Vaticano, 1 de noviembre de 2017 Solemnidad de Todos los Santos Francisco [1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta. [2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29). [3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014). [4] Núms. 76-109. [5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33. [6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III. [7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.
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Presencia Apostólica
Año de la misericordia Reseña
La
Palabra marzo-abril
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3er. Domingo de Cuaresma Jn 2,13-25 Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.” En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así? Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré.” Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.
Como auténtico profeta, Jesús nos recuerda el cuidado y respeto que debemos tener para mantener libres de corrupción los espacios sagrados. La corrupción ocurre cuando los medios se utilizan para otros fines —como el provecho económico— distintos a la naturaleza o esencia para las que fueron creados. Pero en esta lectura, Jesús habla también del “templo de su cuerpo”. Él es el verdadero templo en el que se manifiesta plenamente la presencia de Dios, como lo podemos ser cada uno de nosotros. Y cuando Jesús nos habla de que será reconstruido, nos habla de su resurrección, Reflexionemos también en la profunda comprensión que Jesús tiene de nuestra naturaleza: “…no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.” ¿Qué podemos hacer para preservar todo lo que es sagrado?
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4° Domingo de Cuaresma Jn 3,14-21 (…) Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su hijo para condenar al mundo, sino para Presencia Apostólica
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Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org
que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es esta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.” El evangelio según san Juan nos ayuda a profundizar en el significado de Jesús. En el libro de Números la imagen de la serpiente de bronce era un símbolo al que los israelitas debían mirar para ser salvados, tras ser mordidos por una serpiente. Es un símbolo que recuerda el poder salvador de Dios. Esta lectura nos invita a mirar hacia Jesús; a confiar en el poder salvador de su muerte y su resurrección; a acercarnos siempre a su luz. Acercarnos a la luz implica también ser coherentes en nuestras obras, porque la luz descubrirá si ellas son acordes a la verdad. ¿Confío en Jesús?
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5° Domingo de Cuaresma Jn 12,20-33 Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos 20
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griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús.” Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre.” (…)* Este evangelio nos habla de la muerte de Jesús en la cruz. Mediante la comparación con el grano de trigo nos hace comprender que tiene que pasar por la muerte para triunfar y dar fruto eterno. La semilla es símbolo de esperanza que nos ayuda a comprender el sentido de procesos dolorosos —esfuerzos, sufrimientos o incluso la muerte—. Jesús reconoce que tiene miedo, pero sabe que no se puede dejar mover por el miedo, sino por el amor. Esto solo lo puede comprender quien ha desarrollado la capacidad de amar, pero no únicamente a sí mismo. A esto le podemos llamar trascendencia, a que nuestro amor alcance a los demás y nuestra existencia beneficie también a otros. ¿Tengo la capacidad de amar a otros?
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Domingo de Ramos Mc 14,1-15,47
(…) Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar.” (…) Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo.” Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza que se derrama por todos. (…) Después de cantar el himno, salieron hacia el
De la Palabra a la acción
monte de los Olivos y Jesús les dijo: “Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero, cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea.” Pedro replicó: “Aunque todos se escandalicen, yo no.” Jesús le contestó: Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres.” (…) (…) Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. (…)* El domingo de Ramos nos presenta por una parte el triunfo de Jesús en la tierra, quien es recibido con honores de rey al entrar a Jerusalén, y por otra parte se nos muestra el verdadero sentido de esta entrada que es camino hacia la Resurrección, pero pasando por el rechazo del mundo y por la muerte. Estos dos aspectos ponen de manifiesto la contradicción humana, primero: “hosanna” y a los pocos días: “crucifícalo”. Jesús vivió lo más amargo de nuestra existencia humana: el rechazo, la incomprensión, la injusticia y la muerte, pero su pasión no es un acontecimiento lejano, sino algo que sucede cada día, porque él está en todos los que sufren y nosotros tenemos la posibilidad de elegir nuestras actitudes ante el sufrimiento y la injusticia: indiferencia o apoyo solidario. ¿Qué posición asumo frente a la pasión de Jesús? ¿Permanezco como simple espectador?
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Jueves Santo Jn 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena (…) se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. (…) Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Us-
tedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.”* Con una acción simbólica –lavarles los pies a sus discípulos– Jesús nos muestra de manera contundente cuál debe ser nuestra actitud como seguidores suyos: la acción en servicio de los demás. Después es de este gesto, el mismo Jesús pregunta: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?” Jesús decidió hacer y no solo decir. Hemos escuchado que las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra. Prediquemos nuestra fe y nuestras convicciones realizando continuamente acciones en favor de los demás, especialmente de los más necesitados. Esa es la manera de amarnos los unos a los otros. ¿Somos capaces de tener siempre una actitud de servicio?, o solo muy de vez en cuando…
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Viernes Santo Jn 18,1-19,42
(…) Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. (…) Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo.” (…) Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. (…)* El relato de la pasión según san Juan nos permite contemplar cómo Jesús fue capaz de aceptar y abrazar aquella “hora” a la que estaba llamado: la hora de su pasión y muerte, y nos hace comprender que el momento de la crucifixión es el momento de la glorificación de Jesús. Presencia Apostólica
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Vigilia Pascual Mc 16 1-7 Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo.’” ¡Es Pascua! La luz del día de la Resurrección nos deja ver con claridad el verdadero sentido de la Pasión de Jesús; nos deja ver la victoria que se escondía detrás de su muerte. La Resurrección no es solo el final feliz de una historia que ya conocemos; es el principio de una nueva manera de vivir. Es algo que nos puede dar vida desde ahora; algo que nos hace saber que la vida es más fuerte que la muerte. Se requiere que la piedra que nos impide ver esto sea removida. Pensemos qué representa esta piedra en el caso de cada uno: puede ser la incredulidad, el miedo, el rencor, etc. Permitamos que la fuerza de la Resurreción nos mueva y nos ponga en acción al servicio de los demás; que nos haga felices y que la contagiemos a los que nos rodean. ¿Cómo podemos participar en la Resurrección de Jesús desde esta vida? 22
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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor Jn 20,1-9 El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto.” Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. Es significativo que el evangelio no nos diga el nombre de “el otro discípulo” que creyó ante la primera experiencia del sepulcro vacío. El “discípulo amado” no tiene nombre propio; su nombre puede ser el de cualquiera de nosotros que con el corazón cree que Jesús ha resucitado y se llena de amor y de alegría. Ver, creer y entender las Escrituras aparecen como parte de un mismo suceso: el milagro de Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org
Jesús es libre ante la muerte, como buen pastor da voluntariamente la vida por sus ovejas (cfr. Jn10,1418). Asimismo, a lo largo de su Pasión, Jesús elige en todo momento sus actitudes, poniendo en evidencia con su autenticidad a quienes le acusan y le juzgan. En su pasión y muerte Jesús acepta el dolor y muestra compasión por los que le rodean. ¿El Viernes Santo nos invita a reflexionar en las injusticias que atestiguamos todos los días y en las actitudes que asumimos ante ellas?
creer en la Resurrección. Creer en la Resurrección es participar de ella. ¿La Resurrección de Jesús cambia nuestra visión de la vida?
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2º Domingo de Pascua Jn 20,19-31 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.” Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto.” (…) Horas después de que Pedro y “el otro discípulo” habían encontrado vacío el sepulcro de Jesús, vemos a los discípulos reunidos, pero encerrados y con miedo. En esas circunstancias se presenta Jesús, trayendo consigo la alegría y la paz del Espíritu que todo lo transforma. El miedo desaparece. Ya no tiene sentido seguir encerrados, hay que llevar afuera el Espíritu recibido, Jesús nos envía a hacerlo. La segunda parte de la narración nos muestra que creer en Jesús no es fácil para todos, pero él responde a nuestra incredulidad, como la de Tomás, con la generosidad de su presencia.
Jesús nos envía a llevar su amor y su perdón por donde vayamos.
Abril
15
3er Domingo de Pascua Lc 24,35-48 Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo.” Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto.” Los dos discípulos a quienes se apareció Jesús en Emaús cuentan a los apóstoles el encuentro que han tenido con él. En esa situación se presenta repentinamente Jesús con su saludo de paz. La reacción inicial del grupo fue de sorpresa y miedo, pero del desconcierto pasaron a la alegría y, posteriormente, a la comprensión. Notemos que la resurrección de Jesús no es simplemente volver a la vida de antes; es entrar a una nueva forma de vida en la que la muerte queda definitivamente superada. Presencia Apostólica
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En esta ocasión el énfasis está en la relación de Jesús con las Escrituras, es decir con el Antiguo Testamento; en la importancia que tiene comprenderlas plenamente, para así entender más profundamente a Jesús Resucitado. ¿Avanzamos cada día en nuestra comprensión de Jesús?
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4º Domingo de Pascua Jn 10,11-18 (…) Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.” La figura del pastor fue un símbolo muy importante en el contexto en el que vivió Jesús y como comparación nos ayuda mucho a comprender. Jesús es el modelo de buen pastor que mantiene con sus ovejas una relación de conocimiento y amor, como la que mantiene con el Padre. No puede guiar a alguien quien no se ha tomado el trabajo de conocer, y este trabajo ¿qué implica? Implica observar, escuchar, percibir, procesar… El pastor que no hace ese trabajo está centrado en sí mismo y solo busca el propio beneficio. El buen pastor conoce y al mismo tiempo ama a sus ovejas, por eso es capaz de dar la vida por ellas. La lectura nos habla también de que a Jesús no le importan sólo las ovejas de un cierto rebaño: “Tengo además otras ovejas…”. Esto nos habla de la universalidad de su misión. ¿Cómo es mi actitud cuando tengo que guiar a otros? 24
Presencia Apostólica
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5º Domingo de Pascua Jn 15,1-8 (…) Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí, se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos.” La vid es la planta o arbusto, cuyo fruto es la uva, de la cual se obtiene el vino. El ejemplo que nos pone Jesús, utilizando esta planta, nos habla de una manera de estar tan conectados con él que seremos como las ramas de la vid que es él. Como ramas de ese árbol, daremos un fruto dulce y útil que proviene de Jesús. En esta lectura, Jesús nos invita a permanecer en él. Si una rama se mantiene en el árbol, está viva y saludable; si se separa de él, se seca y muere. La manera de permanecer conectados con Jesús es amándonos y respetándonos unos a otros. Ahora reflexionemos en la última frase de esta lectura: “La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos.” Jesús nos dice que viviendo plenamente, realizando nuestros sueños personales, desarrollando nuestras aptitudes y poniéndolas al servicio de los demás –que sería la forma de manifestarnos como discípulos suyos– es la manera en que podemos dar gloria a Dios. ¿Entendemos la importancia de mantenernos unidos a Jesús?
* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica.