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PRESENCIA APOSTÓLICA

Revista bimestral núm. 79 SEP-OCT 2016 Donativo: $15.00•$2.50 US

Sanar y crecer

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Las experiencias difíciles La verdad libera


San Judas Tadeo Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México

Un libro que ofrece una visión de la devoción a san Judas Tadeo,

fundamentada en el conocimiento de la identidad e importancia del santo apóstol.

Desde 1892, los Misioneros Cla­ retianos se encuentran a cargo del Templo de San Hipólito, un recinto ubicado en el corazón de la Ciudad de México que forma parte de su patrimonio históri­ co y cultural, y que actualmente se distingue por la veneración al apóstol san Judas Tadeo, cuya de­ voción se manifiesta visiblemente por toda la ciudad.

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Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México Misioneros Claretianos de México

TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO 4/4/14 7:50:34 AM


PRESENCIA APOSTÓLICA Director

Ramón Rivera Barriga, CMF

CONTENIDO 2. Editorial

Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF Adolfo Villaseñor Rangel, CMF Oscar Rodríguez Linares, CMF Humberto Rodríguez Pérez, CMF Fernando Pinto Barrientos, CMF Enrique Mascorro López, CMF José Juan Tapia, CMF Ernesto Bañuelos C.

3. Vida cotidiana

4. Aventuras de un misionero

Editora

Marisol Núñez Cruz

6. Sanar y crecer

Arte y Diseño

Raúl Méndez Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Distribución

8. Las experiencias difíciles nos hacen crecer

10. La verdad sana y libera

Liga Nacional de San Judas Tadeo PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmona Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • ventas@ carmonaimpresores.com.mx • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen­ te, citando la fuente y sin fines comerciales. ¡Te invitamos a suscribirte! mail: ligasanjudastadeo@gmail.com Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

12. El aguilucho

14. Yo también soy mortal

16. Nuestra devoción

18. De la Palabra a la acción

Presencia Apostólica

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Editorial

Vivir con

plenitud

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stamos aquí en la tierra para vivir plenamente, comprendiendo cómo cada aspecto de nuestra vida nos ofrece oportunidad de nutrirnos, fortalecernos y crecer. Con esta publicación deseamos compartir con nuestros lectores recursos para vivir con más conciencia y apoyarnos unos a otros en nuestro proceso de transformación personal, alimentando siempre nuestro espíritu con el Espíritu de Jesús para poder producir sus frutos y compartirlos con todas las personas y con toda la creación. Deseamos profundizar para ir al encuentro con el Espíritu que está en lo profundo y nutrirnos con su fuerza, esperanza y amor, para seguir adelante en esta jornada que es nuestra vida, disfrutando, agradeciendo y aprendiendo, mientras estemos aquí.

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Vida cotidiana

El tren

de la vida

La vida es como un viaje en tren: lleno de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques y profundas tristezas en otros. Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas, quienes en un principio creemos que siempre estarán con nosotros en el viaje: nuestros padres. Después nos enteramos de que ellos se bajarán en alguna estación, dejándonos huérfanos de su cariño y de su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide que se suban otras personas que serán muy especiales para nosotros. Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá quienes lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que, circulando por el tren, estarán siempre listos para ayudar a

quien lo necesite. Muchos, al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta de que desocuparon el asiento. Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son muy queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, tenemos que hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos hasta ellos... aunque a veces ya no podremos sentarnos a su lado, pues habrá otra persona ocupando el asiento. El viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos. Entonces, hagámoslo de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo mejor que tengan. Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y necesitaremos entenderlos, ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda. El gran misterio, al fin, es que no sabemos en qué estación bajaremos ni dónde bajarán nuestros compañeros de viaje. Esto nos provoca mucha nostalgia, pero tenemos la esperanza de que nos encontraremos un día en la estación principal y podremos compartir lo que hayamos aprendido durante el viaje. Autor anónimo Presencia Apostólica

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Aventuras de un misionero

La tremenda abuela, mamá Pancha Jesús García Vázquez, CMF

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ola! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Yo, feliz porque nos volvemos a encontrar por este medio… Hasta estoy pensando en hacer un libro con todas mis aventuras.

Mis abuelos

Hoy te voy a platicar de mis abuelos, los papás de mi madre. A ver cómo me va cuando me los encuentre en el cielo... Primero te 4

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los describo para que me entiendas lo que te voy a platicar. Doña Francisca Hernández y don Félix Vázquez, llenos de amor a Dios, de misa y comunión cada domingo y, muchas veces, entre semana. Tuvieron cinco hijos, a quienes educaron en los valores de honradez, honestidad, amor a Dios y fundamentos cristianos. A mi abuelo no lo conocí personalmente, pero sé que, aunque no estudió más que la primaria, fue un

gran arquitecto e ingeniero lírico, con lo que se ganó la envidia de alguien por haber sido escogido para construir un templo en Guadalajara, Jalisco. Ya casi para terminarlo, le cortaron la soga cuando subía por el malacate que usaban para subir a los trabajadores y llevar el material hasta el techo del templo. El golpe fue tan duro que quedó muerto al instante. Murió muy joven, sólo tuvo tiempo de engendrar cinco hijos, Si no, yo creo que se hubiera aventado docena y media… En cuanto a los principios cristianos, fue tanto el amor por la Eucaristía que les inculcaron a sus hijos que me atrevo a decir que mi tío Vicente, el único hijo varón, fue mártir de la Eucaristía. Lo asesinaron saliendo de la primera misa dominical, cuando unos dizque amigos lo invitaron a tomarse unas copas a lo que contestó que no podía porque acababa de comulgar. Aquellos maleantes se encolerizaron tanto que allí mismo lo apuñalaron. En paz descanse mi tío. Quiero agregar aquí lo que dijo santa María Goretti sobre la Eucaristía: “Es la perfecta expresión del amor de Jesucristo por las personas; es la quintaesencia de todos los misterios de su vida.”

Mi tremenda abuela

Mi abuela Pancha ¡tremenda! Yo la conocí ya arrugadita, pero debió ser muy hermosa. Bueno, aparte de que no hay abuela fea, ¡que quede claro!... Si así arrugadita se me hacía bonita, ¡imagínense, de joven!: tez morena, pelo negro y lacio, ojos negros, trabajadora como su espo-


Aventuras de un misionero

so. La herencia que dejaron a sus hijos fue: ganarse la vida con el sudor de su frente y no con el sudor del de enfrente. Un día en que andaba yo muy triste porque mataron a mi tío Vicente, quien me quería un montón, le pregunté a mi abuela: “Mamá Pachita, ¿por qué la gente se muere?” Le gustaba que le dijéramos, de cariño, Pachita. ¡Ah! Pero además, no le gustaba que le dijéramos abuela, sino, mamá. Parecida a algunos políticos que después de terminada su gestión quieren seguir gobernando, ja, ja, ja. Nunca renunció a su título de madre. ¡Pero

era a todo dar mi abuelita! Y, aunque era mal hablada, era un alma de Dios y supo, a su modo, educar muy bien a sus hijos. Pero vamos a la respuesta de mamá Pancha. Con una mirada como la de Cristo, quien sabía cuándo le preguntaban para tantearlo o para aprender, me contestó: “Hijo, la gente se muere, porque ya les toca o porque se ponen en el tocadero.” Me dejó pensativo y en eso pensé en mi tío, recientemente asesinado. Y le hice otra pregunta: y a mi tío ¿ya le tocaba? o se puso en el tocadero? No sé si hice bien o mal en haberle preguntado eso porque, aunque ella era más fuerte que un roble, fue la primera vez que la vi llorando y, con lágrimas en los ojos, que la hicieron verse más hermosa porque mostró toda su ternura y su amor a su hijo y además, con orgullo me dijo: “Mire mijo, aprenda de su tío, él murió por amor a Cristo que, acabando de comulgar, aún permanecía en su corazón”. Allí mismo nos abrazamos y lloramos juntos y limpiándose las lágrimas mientras enjugaba las mías, añadió: “pero no se preocupe mijo, él está muy contento en el cielo y que bueno que me ayudó a llorar, así terminamos más rápido. Dios perdone a sus asesinos”. Y luego, compartimos una muy grata sonrisa. Por último, según yo para darle más colorido al momento, le

tomo su áspera mano, labrada de arrugas por el duro trabajo y los años y le pregunto: “Y, a qué se debe que está usted tan arrugadita?” Lo malo fue que se lo pregunté con cierto sarcasmo y una sonrisa medio burlona. Y, ¡ándale!, ¡así me fue! Que me responde con una seriedad que hasta miedo me dio: “Mire, mijo, respete las arrugas de sus mayores. Nunca se burle de ellas, porque son el signo del tiempo que hemos dedicado a los hijos para que no les falte amor educación, salud y sustento. Y dele gracias a Dios que tiene esta abuela y además, tenga bien en cuenta y no olvide lo que le voy a decir. Así como usted se ve, me vi yo, y así como usted me ve, se verá”. ¡Santo Dios! —dije para mis adentros—. A mi abuela ya le salió lo vanidosa y lo orgullosa. ¡Claro que eso ya no se lo dije! Capaz que hubiera sacado la cuchara, con que estaba meneando el atole que hacía para vender, y me la hubiera roto en la espalda, como se la rompió un día a mi hermano el mayor… Amigo, sea cual sea la experiencia que hayas tenido con tus abuelos, comenta con tus amigos y con tus hijos, si los tienes, las aventuras que viviste con ellos, suelen ser pozos de sabiduría que nos pueden servir para vivir mejor, si seguimos sus buenos consejos y los malos evitarlos, si alguna vez te los dieron. Los abuelos son una oportunidad de que Dios te dé una larga y hermosa vida, si los tratas bien. Pero, ¡aguas! También te va a ir muy mal, si los tratas mal. Con mucha tristeza me ha tocado ver a ancianitos con un montón de nietos e hijos, y ellos solos y olvidados en sus casas o en los asilos de ancianos. ¡No, eso jamás! Porque así como los trates, te tratarán a ti tus nietos o tus hijos. Mucho ánimo y ¡hasta la próxima! Presencia Apostólica

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Filosofía de vida

Sanar y crecer Lourdes García Avendaño

“La salud es la riqueza real y no piezas de oro y plata.” Mahatma Gandhi

¿H

as enfermado alguna vez? Con toda seguridad la respuesta a esta pregunta es sí. Esa enfermedad puede haber sido sencilla y pasajera o también puede ser que haya sido más compleja o problemática.

El cuerpo humano, en cada uno de sus órganos, estructuras y funciones, es maravilloso. Es como una maquinaria perfecta y sofisticada que debemos cuidar y respetar. No obstante, nuestro organismo puede desequilibrarse, perder la armonía y enfermar. Cuando eso sucede, contamos con innumerables recursos que los profesionales de la salud pueden utilizar, tanto para hacer un diagnóstico, como para establecer un tratamiento para ayudarnos a recuperar la salud.

Ilustración: Leticia Asprón

Sanar en todos los aspectos de nuestro ser

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Presencia Apostólica

Pero las personas no somos solamente estructuras, órganos, tejidos y funciones físicas. Las personas somos seres tridimensionales, constituidos por cuerpo, mente y espíritu. Nuestra mente, al igual que el cuerpo, puede desequilibrarse y enfermar. Y, como sucede con el cuerpo, también existen los medios para que sane. Pero ¿qué es sanar? Si acudimos al diccionario encontraremos que es restituir o recobrar la salud que se había perdido. Pero además de restituir la salud, es necesario también restituir la función o habilidad, o cuando eso no es posible encontrar una nueva manera de funcionar; así que tengamos también en mente el concepto de rehabilitación. El espíritu humano no solamente no enferma, sino que es la fuente de “transmisión” de la sa-


Filosofía de vida

lud de la persona. Es nuestro gran recurso; el elemento sanador por excelencia. El espíritu humano es, también, el responsable de nuestro crecimiento o madurez como seres humanos. El potencial de nuestro espíritu va más allá de la recuperación de la salud física y mental, ya que nos puede llevar a alcanzar el estado de bienestar total y pleno que toda persona desea lograr: La paz interior.

proceso de sanar y crecer también. Pero, ¿qué significa realmente descubrir el sentido de estas “enfermedades”? ¿Cómo es que la culpa puede tener sentido?, ¿o cómo puede tenerlo el sufrimiento tan grande que se ha vivido?, etc. Por ejemplo, cuando experimentamos culpa, podemos detenernos a reflexionar si esa culpa tiene o no fundamento, razón de ser. Cuando lo tiene, debemos reconocerlo y realizar todo aquello que tengamos Descubrir el sentido de las que hacer para repararla. Acercarexperiencias difíciles A lo largo de los años vamos vi- nos a la persona o situación en la viendo experiencias negativas y que se generó nuestra culpa, ofresufriendo sus consecuencias. Su- cer una disculpa, reparar o enmenfrimos heridas profundas que fre- dar en la medida de nuestras posicuentemente quedan abiertas o no bilidades, ya sea con palabras o con “cicatrizan”, impidiendo nuestra acciones, las consecuencias que generamos. Todo evolución o deLa respuesta, la esto acompañasarrollo humano. ¿A qué tipo de cura, inicia con la do con la firme de no experiencias me activación de tu intención volver a ocasiorefiero? A las experiencias difíci- propia conciencia nar daño o a coles que nos dejan y de tu voluntad meter los mismos errores. Y, cuansecuelas como la para sanar. do no podemos culpa, el resentimiento, el rencor, el sufrimiento, hacer todo este proceso, tenemos, el sacrificio, etc. Muchas veces también, la posibilidad, para erradipasamos por esas experiencias su- car nuestra culpa, de hacerlo “mofriéndolas —porque no vemos otra ralmente”, es decir, de arrepentiralternativa— sin descubrir su ver- nos de corazón del mal ocasionado dadero sentido y así se convierten y tener la firme intención y decisión en “enfermedades” del alma que de no volver a hacerlo. Todo esto representa descubrir nos limitan. ¿Lo has vivido?, ¿lo estás vivien- y realizar el sentido que tiene la do? Alguno de estos elementos culpa, y significa también vivir el “patógenos” te está “infectando” proceso de sanación y crecimienimpidiéndote crecer y llegar a lo- to personal. Lo mismo sucede con todas aquegrar la mejor versión de ti mismo? El remedio y cura para estos ma- llas situaciones que se mencionales es analizar y descubrir el senti- ron. Descubrir el sentido, el ¿para do de cada uno de ellos y realizar qué? del sufrimiento, del sacrificio, este sentido. Al hacerlo sanaremos del rencor, etc., y el “¿cómo?”, la y además nos llenará de la tan an- mejor manera de vivirlos y sobresiada paz interior que no sólo nos llevarlos. Hacer esto sanará nuestro mantendrá sanos, sino que nos ser y lo mantendrá “saludable”, a permitirá acompañar a otros en su pesar de la adversidad.

¡Atrévete a iniciar tu proceso de sanación! ¡Sólo tú puedes hacerlo! La cura para tu “enfermedad” no está sólo al alcance de médicos o medicamentos ni se vende en farmacias. La respuesta, la cura, inicia con la activación de tu propia conciencia y de tu voluntad para sanar. Sin duda, no se trata de una tarea fácil, pero tampoco es imposible. ¡Tú puedes lograrlo! ¡Atrévete!, ¡Llévala a cabo! Los beneficios de recuperar la paz interior y de sanar y crecer bien valen la pena.

Al sanar crecemos

Lo interesante es que el mismo proceso de sanación y rehabilitación nos aporta un crecimiento y nos lleva más allá de donde estábamos al principio. En nuestra lucha por recobrar la salud, la función, o lo que hayamos perdido, evolucionamos y crecemos. En mi experiencia en el trabajo de rehabilitación he podido constatar cómo las personas que trabajan, luchan y se comprometen por recuperar la salud y volver a funcionar a menudo nos sorprenden, sacando, como se dice coloquialmente, “fuerzas de la flaqueza”; reponiéndose activamente, no sólo soportando lo que el destino y la vida les puso delante, logrando superar hasta aquello que nunca imaginaron, y muchas veces transformándose totalmente. Para mí, ha sido un privilegio y un gran ejemplo de vida ser testigo y, en ocasiones, parte de esa rehabilitación y transformación. Eso me ha hecho crecer a mí también, y no sólo como profesionista sino como persona. Esto es un tesoro que llevo siempre en mi corazón. La autora es licenciada en Terapia Física y Logoterapeuta. luluwatty1@yahoo.com Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

Las experiencias difíciles nos hacen crecer Gylda Valadez Lazcano

“Ningún mar en calma hizo experto a un marinero.”

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na vida sin obstáculos y adversidad no nos permitiría adquirir experiencia y habilidades en la vida… Como seres humanos, en algún momento de nuestra vida nos enfrentamos a situaciones difíciles y dolorosas: enfermedades, pérdidas materiales o afectivas, accidentes, expectativas rotas, situaciones que muchas veces cimbran nuestra estructura y hacen que nuestro 8

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mundo se venga abajo. Ante todo eso solemos perder la brújula y sentirnos desolados.

La experiencia está hecha de dificultades

Tengamos siempre presente la frase del epígrafe de este artículo: “Ningún mar en calma hizo experto a un marinero.” Es importante aprender a ver las situaciones complicadas de la vida desde una perspectiva diferente, no como mala suerte

o castigo, ya que eso nos hace sentir que la vida es injusta y nos coloca en una posición de víctimas. Recordemos que las víctimas que se conciben como tales no tienen poder y lo más seguro es que con esa actitud sólo logren atraer más experiencias negativas. En la mayoría de los casos solemos ver las experiencias difíciles desde un enfoque negativo, y automáticamente las etiquetamos como forma de castigo o injusticia. En nuestra desesperación y frustración, no alcanzamos a ver que justamente los momentos más difíciles son los que nos hacen crecer como personas. Estos obstáculos suelen ser nuestros mejores maestros, ya que nos hacen recurrir a todo nuestro potencial y creatividad, para reinventarnos. Entonces, tomemos conciencia de que aquello que con frecuencia nos parece lo más duro puede ser lo que más nos aporte, lo que más nos alimente y fortalezca. Si dentro de nuestra respuesta a la adversidad incluyéramos el agradecimiento por el aprendizaje que nos aporta cada experiencia, alcanzaríamos mayor evolución y estaríamos listos para darle una nueva dirección a nuestra vida, deshaciéndonos de creencias limitantes.

Equivocarse es una forma más de aprender…

Y por supuesto no olvidemos que equivocarnos también nos aporta experiencia, porque aprendemos a como no hacerlo, pero depende de cómo veamos el desacierto se convierte en fracaso o en error a partir del cual aprendemos y al hacerlo desarrollamos una filosofía de vida más resiliente.


Historia de motivación

La clave es la aceptación La aceptación nos evita caer en pensamientos dramáticos o negativos, ante una situación que no resulta como esperamos. Cuando aceptamos la situación y dejamos de nadar contra corriente, podemos pasar a la acción para que esa lección este aprendida y lo más seguro es que no se repita. Porque, desde luego, la idea es evitar tropezarnos dos veces con la misma piedra y no encariñarnos con la piedra que nos hizo tropezar… Entonces el dolor que nos genera una vivencia, será aprendizaje y no necesitaremos anclarnos en el sufrimiento.

Comenzar ahora

Por último hay que señalar que tampoco vamos a estar esperando las tormentas y dificultades de la vida para entonces crecer y adquirir experiencia. Tenemos que ser proactivos, buscar los retos y resolver nuestros pendientes. Para esto necesitamos pensamientos y acciones positivas, coraje y disciplina. Es importante ir resolviendo todo aquello que nos retrasa y nos bloquea a nivel emocional, ya que perdemos mucha energía en cuestiones que no hemos resuelto y lo peor es que muchas veces no somos conscientes de esto. Vivir aquí y ahora con la capacidad de asombrarnos de estar vivos, agradecer y celebrar nuestra vida y la vida de los seres que amamos. Tomar conciencia de lo que deseamos lograr y luchar por sacar la mejor versión de nosotros mismos. Por supuesto que son los tsunamis emocionales y los ciclones los que nos hacen romper con nuestras visiones estáticas de la realidad. Las tormentas personales nos hacen tener conciencia de a dónde y cómo queremos llegar.

La vasija agrietada

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ace mucho tiempo, un cargador de agua en la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras que la otra era perfecta y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón. En cambio, la vasija rota contenía, al llegar, sólo la mitad del agua. Por dos años completos esto fue así cada día. La vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros. Era perfecta para el fin para el que había sido creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía conseguir la mitad de lo que se suponía que debía hacer. Después de dos años le dijo al aguador: —Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo... —¿Por qué? —le preguntó el aguador—. —Porque debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga. Debido a mis defectos, sólo obtienes la mitad del valor de lo que deberías —dijo la vasija—. El aguador le dijo con gran compasión: —Cuando regresemos a la casa del patrón quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Así lo hizo y en efecto vio muchísimas flores hermosas a todo lo largo, pero de todos modos se sintió muy apenada porque al final sólo llevaba la mitad de su carga. El aguador le dijo: —¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Sempre he sabido de tus grietas y quise obtener ventaja de ello, sembré semillas de flores a todo lo largo del camino y todos los días tú las has regado. Sin ser exactamente como eres, no hubieras producido esa belleza. Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, Pero en la gran economía de Dios nada se desperdicia. Autor anónimo www.motivador.galeon.com

La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Tanatología

La verdad sana y libera Ana Laura Rosas Bucio

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esde niña me inculcaron la importancia de decir siempre la verdad. En el camino de la vida descubrí que si bien es cierto que la mayoría de la gente quiere saber la verdad de las cosas, no es así en todos los casos ni en todos los momentos. Y también me dijeron que no siempre se puede decir la verdad y que para eso hay las famosas “mentiras piadosas”… Pero que nunca se me olvide que ¡mentir es algo malo! Y aquí es en donde empieza una serie de confusiones y uno termina no sabiendo qué hacer. Decir la verdad o mentir… Después de una charla acerca del tema y a invitación de la editora de esta publicación, decidí dedicar este artículo a platicar de la verdad en tanatología y empezaré por definirla. La palabra verdad se usa para significar la coincidencia entre una afirmación y los hechos. Así, decir que un ser humano que acaba de nacer es un bebé es una verdad, o que el médico tenga en sus manos los resultados que indican la presencia de una 10

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avanzada enfermedad incurable y le diga al paciente que pronto va a morir es también decir la verdad. Hay la coincidencia entre los hechos y la información. Entonces, una mentira es una declaración dicha por alguien que sabe que es falsa y que espera que se crea totalmente. Y la mentira piadosa es una afirmación falsa dicha con una intención “benévola”, que la decimos aun sabiendo que es falsa, supuestamente para no causar un mal. ¿Estamos de acuerdo con mentir de esa manera? Imaginemos a una persona que abusó de nuestra confianza y cariño, tomando nuestro dinero, o algún objeto de valor, pero que a la hora que le preguntamos “¿fuiste tú?”, nos contesta que no, sólo porque sabe que saber la verdad nos lastimaría… ¿Estamos de acuerdo con decir y aceptar mentiras piadosas, en el nombre del cariño y con la intención de no lastimar? Al final, aún teniendo una buena intención, una mentira es una mentira. La mentira nos quita libertad Hay una cita bíblica que dice “La verdad nos hará libres” (Jn 8,32). En cambio, la mentira, aún cuando sea dicha con el afán de no lastimar, nos atrapa y nos quita libertad, desde al que la dice hasta al que la recibe. Explico esto con un ejemplo muy común en el ámbito tanatológico. La señora Lupita es una persona mayor y es diagnosticada con cáncer en fase terminal. La familia toma la decisión de no decirle la verdad y aunque es obligación del médico decirla y un derecho de doña Lupita saberla, el médico, quien también tiene dificultades para decir la verdad, apoya a la familia y colabora para llenarla de mentiras “piadosas” para que la señora no sufra. Y creyendo que hacen un bien, y supuestamente para evitar mayor sufrimiento, todos callan. Pero Lupita sabe que lo que le está pasando es grave, lo siente en su cuerpo, y aunque no sabe qué nombre tiene su enfermedad, lo padece y lo vive. Al responder a sus preguntas con mentiras, sus familiares hacen que ella ya no pueda hablar con nadie de lo que le sucede. Todo esto la encierra en sí misma, la deja sola, y entonces Lupita también le miente a los demás diciéndo que ella


Tanatología

también cree que todo va a estar bien… Las “buenas intenciones” de su gente la hacen estar sola en ese proceso. Sus hijos no quieren lastimarla con la verdad, pero la lastiman de otra manera, la dejan sola con sus temores y sin la posibilidad de cerrar sus pendientes. Y ellos, a su vez, tienen que fingir que todo está bien, gastando así su energía en algo inservible, sin poder compartir sus emociones, sin poder despedirse. Así, cada uno de los familiares se queda solo también y todo esto en el nombre del amor. Al no querer lastimar, terminan lastimados todos. La verdad a veces duele, pero conocerla nos permite actuar de acuerdo con ella, reparar, decir y hacer lo consecuente para resolver lo que pueda no estar bien o, al menos, acompañar. El temor al dolor que nos pueda dar una verdad, en realidad no es más que el reflejo del miedo que nos da enfrentar las emociones, tanto nuestras como de los demás. Muchas veces callamos más por miedo de no saber qué hacer con la verdad y con las emociones que va a provocar que por proteger a los demás. Si revelar esa verdad dejará al descubierto mis errores e incapacidades, aparentemente decido mentir para que al otro no le duela, cuando en realidad también es para que a mí no me duela, para no tener que hacerme cargo del dolor del otro o para no asumir responsabilidad. Y es por eso que inventamos las mentiras “piadosas”, para huir y no para proteger a los demás. Las decimos más bien para protegernos a nosotros mismos. Pero con eso nos atrapamos en una red de mentiras, de fingimientos, que nos imposibilitan para enfrentar, nos encierran en nuestras propias emociones complicadas, y así nos metemos en un círculo vicioso del cual no podremos escapar con facilidad.

La verdad libera La verdad nos da la libertad de expresar lo que está sucediendo, lo que nos hace sentir, y nos permite actuar. Y si bien no siempre las cosas tienen solución, sí nos permite al menos acompañar, dejar ir o expresar con libertad. Decir la verdad es un acto de honestidad, de educación, de buenos principios morales y éticos, pero también es un acto liberador psicológica y emocionalmente y saludable física, emocional y mentalmente. Imaginemos que vamos al doctor y no le decimos toda la verdad acerca de nuestro padecimiento, ¿cómo podrá ayudarnos? Lo mismo pasa en el ámbito psicológico. Hace años conocí a una chica que pensaba que decir la verdad de lo que le había sucedido iba a hacer que yo pensara que estaba muy mal; además de que para ella era un tema vergonzoso…. Pero no decir la verdad lo único que generó es que fuera muy difícil poder ayudarla, porque ni yo entendía, ni ella solucionaba. Fue complicado, pero cuando ella decidió decir la verdad, el hecho de hablar la empezó a sanar y también fue más fácil entender y poder ayudarla. Nada hay nada tan terrible que no se pueda solucionar, acompañar, o enfrentar, pero si nos envolvemos en mentiras, complicamos las cosas. Decir la verdad es un acto de sanación y de libertad. Mentir en cambio, estresa, requiere de mucha atención y buena memoria, causa malestares físicos como dolores de cabeza, además de que al descubrirse las mentiras se deterioran las relaciones. La sinceridad crea intimidad. Compartir la verdad con alguien hace que el otro confíe también y eso facilita el crecimiento de la relación. Nos volvemos más auténticos. Además, tomemos en cuenta que las personas nos recuperamos mucho más fácil de esas heridas de la verdad que del daño que provoca una mentira. Tampoco es que estemos obligados a decir y compartir absolutamente todo. Se trata de tener como un valor prioritario la verdad y la honestidad, pero con tacto, en el momento oportuno, siempre cuidando a las otras personas y a nosotros mismos. Decir esa verdad exactamente como nos gustaría que nos la dijeran a nosotros. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora General del Centro de Capacitación Profesional Industrial y Personal S.C. CECAPIP. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Historia para meditar

El aguilucho Enrique A. Eguiarte, OAR

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lar? Nunca he visto a ninguno de mis hermanos pollos volar. Yo tampoco puedo volar ni alcanzar grandes alturas. —¿Cómo que no? Tú no eres un pollo. Tú eres un águila y has nacido para buscar la mejor de las comidas y para ser la reina de las aves —respondió enfadada la lechuza— . Mira, vamos a hacer una prueba. Sube a ese arbusto e intenta volar. El aguilucho, obediente, subió con mucho trabajo al arbusto, y desplegó sus enormes alas, provocando gusto a la lechuza y admiración a todos. En su interior el aguilucho se empezaba a convencer de que era verdaderamente diferente de sus hermanos pollos. No obstante, al saltar del arbusto para comenzar a volar, cayó al suelo y se dio un gran golpe, pues sus alas, a pesar de su gran tamaño, estaban débiles, ya que nunca las había ejercitado para volar. Todas las aves del corral se rieron de él y el aguilucho maltrecho y herido en su orgullo se dirigió a la lechuza: —¡Me has engañado y has hecho que todos se rían de mí! —dijo enojado—. La lechuza lo miró con compasión y calmadamente le dijo: —No, no te he engañado. Tú has nacido para volar. Ilustración: Leticia Asprón

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l hombre tiene la grandeza y la altura que tengan sus metas y sus ideales. Sin embargo, a veces nuestra propia sociedad —al servicio de ciertos intereses— nos va planteando fines demasiado bajos y nos hace olvidar el sentido de nuestra vida. Nos sucede lo que cuenta esta vieja historia: Un día un hombre encontró un huevo y lo llevó a su casa. Como tenía unas gallinas, se lo puso a una de ellas para que lo empollara. Finalmente, de ese huevo salió un ave que, por cierto, no era como los demás pollos, sino que de principio podía parecer fea y poco agradable… Con el paso del tiempo se fue desarrollando y ella misma no se explicaba por qué era diferente a las demás. Un buen día, mientras comía con los otros pollos la mala comida que le daban sus dueños, se acercó una lechuza que vivía también en aquella granja y le preguntó con mucha extrañeza: —¿Qué haces aquí? Nuestra ave se quedó sorprendida ante esa pregunta y le respondió: —Yo he nacido aquí, esta es mi casa y estos —señalando a los polluelos— son mis hermanos. La lechuza lo miró con compasión y movió la cabeza de un lado para otro, mientras le decía: —No, no. Este no es tu lugar. Puedes haber nacido aquí, pero este no es tu lugar. Tú has nacido para alcanzar las grandes alturas. Tú has nacido para volar. A esto, nuestra ave respondió: —¿Cómo grandes alturas?, ¿vo-

El aguilucho le contestó enfadado: —¿Para volar? ¿No has visto cómo me he caído y el terrible golpe que me he dado? Yo no he nacido para volar, sino para vivir en este corral, comer lo que me dan y


Historia para meditar

la montaña acariciaba sus plumas. Entonces la lechuza se echó a volar también y se le unió en el aire. —Ya ves que fácil era. Y tú que tenías tanto miedo —le dijo—. El aguilucho sobrevoló el corral, ante la admiración de quienes hacía poco se habían reído de sus intentos y de su fracaso. Se despidió de ese lugar, que había sido su casa, para no volver a él. Ahora sabía para qué había nacido: para volar.

Tal vez nosotros, como el aguilucho del relato, también nos hemos conformado con lo que la sociedad nos da y con los objetivos tan bajos que muchas veces nos plantea, en lugar de unos ideales mucho más altos que somos capaces de lograr… Ejercitemos nuestras alas interiores para poder elevarnos a una altura que nos dé una mayor perspectiva de la realidad y una existencia más plena.

Sumérgete en la lectura

de Presencia

Apostólica y profundiza en tu

fe.

Ilustración: Leticia Asprón

algún día morir sin salir de aquí. ¡Y eso es lo que haré! Ya se marchaba enfadado, cuando un gran búho que vivía en el bosque se acercó y le dijo: —Espera, la lechuza tiene razón. Tú has nacido para volar, pero tienes que tener paciencia. Tus alas necesitan ejercicio y tienes que trabajar mucho contigo mismo, si es que quieres volar… ¿O es que prefieres seguir viviendo esta vida sin otra esperanza ni otro horizonte? Las palabras sabias del búho hicieron reflexionar al aguilucho, quien sintiéndose cansado y hastiado de su vida monótona y triste del corral, le dijo: —Estoy dispuesto a trabajar y a esforzarme. ¡Quiero salir de aquí! La lechuza comenzó a trabajar con él todos los días, ejercitándolo en el arte de volar. Pasaba el tiempo y, en ocasiones, el aguilucho se desesperaba, pero la lechuza lo animaba a que siguiera adelante: —Pronto estarás listo para volar —le decía—. Finalmente, después de algunas semanas, la lechuza lo llevó a una montaña alta, desde la que se podía ver el amplio valle en el que estaba situada la granja y le dijo: —Es hora de volar. El aguilucho sintió vértigo y miedo al ver la altura. La lechuza agregó: —No tengas miedo. Ya estás preparado para volar. Tú has nacido para eso. Extiende tus alas, déjalas que se llenen de viento y del aire fresco de la montaña y vuela hacia el sol. El aguilucho se acercó hasta la orilla del monte y, confiando en las palabras de la lechuza, se lanzó hacia el vacío, cerrando los ojos y abriendo las alas. Cuando volvió a abrir los ojos ya se encontraba volando apaciblemente sobre el valle, deslizándose confiadamente por las alturas, mientras el viento suave de

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Fe y vida

Yo también soy mortal Román Ángel Moreno, CMF

“Y

o también soy mortal.” Esta frase la puede repetir todo ser humano que desde temprana edad es capaz de darse cuenta de que la muerte lo alcanzará en un día, hasta el momento desconocido, pero que ciertamente llegará. El hombre es la única criatura que tiene ese conocimiento. El es el único ser viviente que, desde las épocas más remotas, entierra a sus muertos con determinado tipo de ritos religiosos. Desde el comienzo de su existencia el ser humano ha relacionado la muerte con la religión. La muerte confronta al hombre, en forma contundente que no puede evadir, con la pregunta: “¿Por qué?” “¿Por qué todo lo que he logrado y he soñado realizar debe terminar con la muerte?” “¿Qué sentido tiene entonces mi 14

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vida?” “¿Para qué mis esfuerzos y mis anhelos?” Todas las religiones dan en este sentido una respuesta esperanzadora: después de la muerte hay un “más allá” es decir, una vida más allá de la muerte.

¿Por qué debemos morir?

Nuestra vida depende, entre otras cosas de la forma en que se vayan comportando las células. El envejecimiento se asocia, por ejemplo, con la degeneración progresiva y la pérdida de la capacidad regenerativa. No obstante si ocurren alteraciones, aunque la persona sea joven, se enferma, por ejemplo de cáncer, y puede morir. Y si no se realiza esto tempranamente, ¡muere de todas formas! El envejecimiento a nivel celular provoca la muerte a más tardar entre los 115 y los 130 años de existencia. Pero regularmente la mayoría de las personas mueren mucho antes de esa

edad, sea por enfermedad o por algún accidente. Y aunque, debido a los progresos de la ciencia, el promedio de vida se haya alargado en unos treinta años y se pueda alargar aún más, la hora y el momento final llegarán de todos modos. ¿Y cuál es la causa “moral” de la muerte? El Nuevo Testamento relaciona la muerte con el pecado: «Así como por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así también la muerte se extendió a toda la humanidad, ya que todos pecaron (Rom 5,12).» Aquí no se está presentando una causa biológica, sino teológica. Es decir, se relaciona la muerte con el mal porque ella significa separación del amor, depresión, dolor, rompimiento de relación, y muchas veces es causada por conductas viciosas. En nuestra experiencia, la muerte pertenece al dolor esencial del mundo. Pero esto no es siempre así, quien ha estado varias veces cercano a moribundos, se ha percatado de que también puede haber una muerte tranquila y apacible “de una feliz ancianidad” como la de Abraham (Gen 25,8).


Fe y vida

Actualmente algunos afirman que la muerte habría existido aún sin la existencia del pecado, es decir, como la conclusión de un ciclo menos perfecto de desarrollo para pasar a uno más perfecto. Las afirmaciones de san Pablo deben ser entendidas, según los teólogos, en conexión con la resurrección de Cristo, quien al morir por amor a nosotros, incluye en la muerte una nueva vida sin culpa, ni mancha, ni dolor: «Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado.» (Ap 21,4).

¿La muerte es el fin?

Cuando los teólogos hablan de la muerte, ellos no se involucran en la discusión médica, de que si la muerte sucede en el momento en que el cerebro está muerto o la circulación se ha detenido o cosas por el estilo. El hecho es que es irreversible, es decir, no se puede echar marcha atrás ante el fin del proceso biológico del individuo. Ese individuo deja de existir ya sea que a esa muerte se le considere abarcando la totalidad de su ser, ya sea que se le considere afectando sólo a su cuerpo sin afectar el alma. Al ocurrir la muerte ese ser humano deja de existir. Por ello ya no hablamos, por ejemplo, de “Pedro” sino del “cadáver de Pedro” o, en dado caso, del “alma de Pedro”. Y en esa forma se habla del fin del peregrinar humano.

Pero el fin no es el término

¿Es la muerte la última palabra? Ya lo decíamos antes: todas las religiones protestan contra ello. Las respuestas concretas son diversas. Otras religiones creen en la reencarnación, afirmación que también se encuentra en muchas religiones antiguas (celtas, germanos, etc.). En contraposición, la Iglesia Católica presenta la doctrina esperanzadora de la resurrección de los muertos, es decir, la venida de una nueva vida,

completamente diversa a lo ya conocido. Esta esperanza está basada en la fe en el amor de Dios como se nos ha manifestado en Jesucristo. Si Dios es amor se sigue que todo lo que procede de su mano es amor – todo el mundo creado incluido cada ser humano– entonces su amor, ¡como todo amor!, incluye la fidelidad, es decir, la duración: El amor pide eternidad... La tragedia del amor de las criaturas consiste en que incluso esa voluntad de amor eterno es irrealizable. El amor humano pasa, se interrumpe, o al menos es limitado por la muerte. Por el contrario, el amor de Dios no conoce esas fronteras o condicionamientos; es incondicional e ilimitado, va más allá del tiempo y del espacio. De allí se sigue que él quiera ver a la criatura de su amor siempre viva, ¡aun cuando ella, por ser criatura, sea mortal! ¡El amor creador de Dios es tan grande que él hace que sus criaturas vayan más allá de sus fronteras! ¡De otra manera su amor habría fracasado! La doctrina de la existencia del hombre más allá de la muerte está basada, por ello, en la enseñanza bíblica de que el ser humano, por ser criatura, es perecedero en su forma actual.

Y después, ¿cómo?

Nadie ha vuelto de ese paso, del “otro lado”, para decirnos cómo es o en qué consiste exactamente. Y si alguien volviera, ¿lo podríamos entender? ¿No estaría inmerso en otras categorías? ¿No nos estaría hablando en un lenguaje ininteligible para nosotros que estamos en el espacio y en el tiempo todavía? “Aunque un muerto resucite, no le harán caso… (Lc 16,31).” De cualquier manera, mientras tengamos entendimiento, se pueden hacer conjeturas o cálculos. Hay quienes afirman que el hom-

bre muere completamente, es decir, en cuerpo y alma y que Dios le proporciona una vida totalmente nueva, entonces el que vive no es el muerto, sino otra persona, quien en el mejor de los casos se le parece. Y otros que dicen que lo que muere es sólo el cuerpo y no el alma. Entonces estaría muriendo sólo una parte del hombre. La dificultad permanece, pues no se nos ha dicho por la revelación en qué va a consistir exactamente esa transformación. Solo se podrá uno apoyar en mitos o suposiciones. Por ejemplo, el famoso escritor Deepak Chopra en su libro Jamás moriremos sostiene su afirmación apoyado en la filosofía védica y en las ciencias. Por otro lado san Pablo nos dice que el hombre a causa de la muerte será otro. Por lo cual en él se daría tanto la continuidad como la novedad. Y este fenómeno se nos describe como una transformación. Y para ello presenta la comparación de la semilla sembrada que se convierte en planta (cfr. 1 Cor 15,35-58). Algo del grano sigue existiendo en la planta... y en el hombre, ¿sería la conciencia?... La liturgia interpreta esto diciendo: “La vida no acaba, se transforma” (Prefacio de difuntos). El hecho de la muerte es contundente. Lo que después viene sigue siendo un misterio. Por ello es bastante ilustrativa la frase con que el famoso escritor francés, León Bloy, profundo creyente convertido, al ser interrogado por un amigo: “¿Qué sientes ahora, ante el momento de tu muerte?”, le responde: “¡Una gran curiosidad!” Y yo, “mortal”, ¿espero fatídicamente mi hora, como quien tiene que toparse con un muro que se le interpone repentinamente? ¿o corro, “tomando vuelo”, para impulsar el salto de longitud y caer victorioso del otro lado? Presencia Apostólica

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Nuestra devoción

El Templo de San Hipólito y

la fiesta de san Judas Tadeo Irving Santiago Patraca, CMF

E

l pasado mes de agosto en este templo, recordamos a san Hipólito y san Casiano, quienes son los santos patronos, y dan nombre al templo. Estos dos hombres fueron mártires que entregaron su vida por ser fieles a Cristo.

San Hipólito y san Casiano

San Hipólito abrazó junto con su familia la fe en Cristo. Según algunas biografías, vivió alrededor del año 170 d.C. y su martirio tuvo lugar por el año 236 d.C., desempeñando la función de soldado romano; fue condenado a muerte por desobedecer las órdenes de sus superiores, encadenado de sus cuatro extremidades fue jalado por caballos bravíos. 16

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San Casiano, maestro de oficio, nació por el año 240 d.C. y murió alrededor de 362 d.C., fue acusado de cristiano y quienes lo perseguían lo condenaron a muerte. Los verdugos fueron sus mismos discípulos, quienes en su mayoría eran niños. Fue atado de manos y los discípulos le lanzaban los punzones que utilizaban como instrumento para la escritura. Ambos mártires de la Iglesia son recordados el día 13 de agosto. San Hipólito es patrono de los soldados y san Casiano de los maestros. También un 13 de agosto, pero de 1521, Hernán Cortés mandó construir una ermita en el lugar en que está levantado el actual templo, para recordar en este día la toma de Tenochtitlán y poner bajo la protección de estos santos la


Nuestra devoción

tierra que acababan de conquistar, por lo que, desde ese, año san Hipólito y san Casiano son considerados patronos de la Ciudad de México.

La fiesta de san Judas Tadeo

Por otra parte, en el Templo de San Hipólito y San Casiano, desde hace medio siglo, tenemos la tradición de recordar con mucho cariño al apóstol san Judas Tadeo, abogado de las causas imposibles y desesperadas. Esta misma tradición, que año con año se incrementa, ha llevado a que la gente reconozca al templo como la Iglesia de San Juditas o Iglesia de San Judas Tadeo. Debido a esta devoción, cada día 28, durante el año tenemos la conmemoración mensual del santo apóstol, aunque es en el mes de octubre cuando conmemoramos su martirio y celebramos su fiesta. Cabe señalar que aunque existen en la actualidad muchas iglesias dedicadas a san Judas Tadeo, cada año se suma un gran número de personas a esta celebración, comenzando a llegar peregrinaciones desde los últimos días de septiembre, hasta los primeros días de noviembre, y es sorprendente ver que los peregrinos son de muchos lugares de nuestro país, principalmente de Puebla, Veracruz, Estado de México, Morelos, Guanajuato, entre otros. Entre la gran diversidad de los asistentes a esta fiesta hay diferentes razones que los mueven a visitar el templo, pero la principal, es agradecer a Dios el gran número de favores recibidos y al santo apóstol su intercesión. Ya sea porque les fue bien en el año, porque tienen un buen trabajo, por un familiar enfermo, mujeres que tienen un embarazo de alto riesgo, personas que no encuentran paz en su vida, jóvenes inquietos que, además de dejarse llevar por sus amigos, se sienten atraídos por san Judas Tadeo y que sienten confianza en poder dejar algún vicio de droga o alcohol mediante la realización de juramentos. También es grato ver como las personas mayores han transmitido esta devoción a sus hijos y nietos. En este ambiente de fiesta no puede faltar, los obsequios que hacen muchas personas a través de mandas, dando dulces, regalando imágenes pequeñas, pulseras, rosarios y estampas, así como alimentos para los peregrinos provenientes de muchos lugares del país. Tampoco faltan las misas cantadas con Mariachi y al término de cada una los devotos entonan todos juntos las Mañanitas. Este día es común ver personas cargando inmensos arreglos florales que son ofrecidos a Dios y al santo, y escuchar en las calles que vienen desde diferentes colonias peregrinaciones que a su paso lanzan cohetes, anunciando así su alegría y la vez su arribo a la fiesta.

Oración a san Judas para el día de hoy Venerado san Judas, mi devoción a ti es la fuente de mi esperanza. Tú me das el valor para enfrentar mis desafíos y la alegría para celebrar mis éxitos con gracia. Sé que mis oraciones a ti imploran el consuelo del amor de Dios. Ayúdame a vivir con bondad y compasión para que así pueda honrar mi propia santidad. Ruego para que hoy pueda compartir con el mundo el ser humano que Dios me destinó a ser. Dios vive en mí, y es sólo en Él que encontraré la satisfacción plena. Ayúdame a darme cuenta de las bendiciones de Dios por medio de tu compañía, San Judas, para que así mi jornada de fe se fortalezca con el poder de la unión de nuestras oraciones y la misericordia de nuestro Dios de amor. Amén A veces nos preguntamos ¿por qué en san Hipólito se vive la fiesta de esta manera? Quizá la respuesta sea que aquí los devotos no se sienten señalados ni juzgados, y viven y expresan su fe como mejor pueden y quieren, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Sin importar la edad, el sexo, el color, o si son pobres o ricos, todos quieren vivir este día de fiesta. Por eso no dudan en esperar horas y horas o recorrer kilómetros de distancia para ver aunque sea un instante la imagen de san Judas Tadeo, quien preside el altar, junto con san Hipólito y san Casiano. Que estos tres mártires de Dios, sigan intercediendo por cada uno de los devotos y fieles que visitan cada día, cada mes y cada año las instalaciones de este histórico Templo de San Hipólito y San Casiano. Presencia Apostólica

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Reflexión

Año de la misericordia Reseña

La

Palabra septiembre-octubre

Domingo Lc 14,25-33

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(…) Caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: «Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar.» O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.” Esta lectura suele desconcertarnos, como nos desconciertan muchas veces las palabras de Jesús. Preferir a Jesús, por encima de nuestras familias y de nosotros mismos, implica ampliar nuestra visión; es acerca de interesarnos por el bienestar de todas las personas y no únicamente por el de nuestra familia y el propio. Si reflexionamos un poco, es fácil darnos cuenta de que hasta las personas que proceden 18

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Septiembre

injustamente suelen preocuparse por lo que consideran que es el bienestar propio y familiar… el problema es que no ven más allá. Jesús nos invita a ver las cosas de otra manera; nos habla de ser más conscientes, nos habla de nuestras prioridades y de nuestro nivel de compromiso. Está hablando del camino que nos propone seguir, sin ocultar lo difícil que es… ¿acaso fue fácil para él? ¿Estamos listos para extender nuestro amor y cuidado más allá de nuestro círculo familiar?


Domingo Lc 15,1-32

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(…) Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos.” Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla?” (…) Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. (…) También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la herencia que me toca.» Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: «¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores.» Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre les dijo a sus criados: «¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.» Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: «Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo». El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: «Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo». El padre repuso: «Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado».”*

¿A lo largo de nuestra vida, hemos estado en la misma situación que alguno de estos personajes?

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Septiembre

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Hemos escuchado muchas veces la historia del hijo pródigo y siempre podemos reflexionar en algo más, relacionado con ella. La historia nos habla del amor generoso e incondicional de un padre que no sólo está dispuesto a perdonar, sino que hace del perdón una fiesta. Observemos en esta ocasión qué aprendió el hijo que se fue. Aprendió a valorar todo lo que recibía en casa de su padre y aprendió que su padre siempre estaría dispuesto a recibirlo. También tuvo la oportunidad de valerse por sí mismo en el viaje… ¿Cómo lo habrá cambiado la experiencia? Y el otro hijo, el que sintiéndose “bueno” despreciaba a su hermano, ¿qué habrá aprendido?

Domingo Lc 16,1-13

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(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador.» Entonces el administrador se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosa. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien 20

En esta parábola Jesús no está aplaudiendo las maniobras del mal administrador… nos dice que este personaje tiene las habilidades de quienes pertenecen a este mundo y hace énfasis en que el dinero está “lleno de injusticias”. Con el ejemplo del ad-

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Septiembre

que me reciba en su casa, cuando me despidan.» Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: «¿Cuánto le debes a mi amo?» El hombre respondió: «Cien barriles de aceite.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta.» Luego preguntó al siguiente: «Y tú, ¿cuánto debes?» Éste respondió: «Cien sacos de trigo.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo y haz otro por ochenta.» El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz. Y yo les digo: Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes? No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.”


De la Palabra a la acción

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ministrador queda claro que el perdón provoca una reacción en cadena: el que ha sido perdonado, perdonará a su vez. En resumen, la lectura nos invita a estar al servicio de Dios y no al servicio del dinero, pues estas actitudes se excluyen una a la otra. Si elegimos estar al servicio del dinero caeremos muchas veces en la injusticia. Recordemos que la avaricia es una forma de idolatría.

El afán de dinero conduce a graves injusticias, cuyas víctimas son siempre los pobres.

Septiembre Domingo Lc 16,19-31

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(…) Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él. Entonces gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.» Pero Abraham le contestó: «Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá.» El rico insistió: «Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos.» Abraham le dijo: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.» Pero el rico replicó: «No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán.» Abraham repuso: «Si no escuchan

a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto.»” Con esta parábola, el Evangelio nos invita una vez más a ayudar a quienes lo necesitan, y nos hace comprender que eso es servir a Dios. Tengamos presente este ejemplo cada vez que nos encontremos en nuestro camino con esos “Lazaros” que muchas veces ignoramos con la seguridad que nos da sentir que tenemos todo bajo control y que no necesitamos a nadie… Una vez más, el Evangelio nos hace comprender que es una contradicción llamarnos cristianos e ignorar las necesidades de los más pobres. Nosotros —como los hermanos del rico— aún estamos en esta vida y todavía tenemos la oportunidad de comprender que abrir nuestro corazón a los más necesitados es abrirlo para Dios.

¿Quiénes son los Lázaros de nuestro tiempo?

Octubre Domingo Lc 17,5-10

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(…) Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe.” El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, Presencia Apostólica

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él les señala que no es cuestión de tamaño o cantidad, que la fe que ya tenían, aunque a ellos les pareciera pequeña, tenía un gran poder y, precisamente, el potencial de una semilla, como lo enfatiza el ejemplo.

podrían decirle a ese árbol frondoso: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y los obedecería. ¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: «Entra enseguida y ponte a comer»? ¿No le dirá más bien: «Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú»? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque este cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: «No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer».” Se suele decir que la fe mueve montañas y en este caso la lectura nos dice que un poco de fe puede hacer que un árbol frondoso se cambie de lugar… son ejemplos que nos hacen comprender que la fe, por pequeña que parezca, puede lograr lo que parece imposible. Todos tenemos nuestras propias montañas que mover, los ejemplos nos vendrán a la mente de inmediato: problemas de salud, relaciones familiares complicadas, objetivos difíciles de lograr, etc. Los apóstoles le piden a Jesús que les aumente la fe y 22

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Octubre Domingo Lc 17,11-19

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(…) Cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes.” Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un Samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.” Nos dice el evangelio que de los diez leprosos curados por Jesús en esa ocasión sólo uno regresó a dar gracias… lo otros nueve seguro se alegraron y muy probablemente se sintieron agradecidos, pero se limitaron a hacer lo que Jesús les había dicho: ir a presentarse ante los sacerdotes. ¿Qué hacía diferente al personaje que volvió agradecido? La lectura nos dice que era un samaritano, o sea que el que de entrada se podía haber considerado como “menos digno” del favor de Jesús, por los prejuicios de aquella sociedad, fue precisamente el que sorprendió teniendo la actitud ejemplar. Jesús suele romper esquemas para señalarnos lo esencial…

No olvidemos dar las gracias por todo lo que recibimos, por lo cotidiano y por los milagros.


(…) Para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola. “En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: «Hazme justicia contra mi adversario.» Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando.» Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?” Esta lectura nos habla del poder de la oración. Jesús nos habla de orar siempre, todo el tiempo, clamando a Dios día y noche. Y la pregunta con la que finaliza la lectura nos sugiere que la señal de que hay fe es una oración continua y la señal de que no la hay es la falta de oración. Por otra parte, una de las razones por las que Jesús usaba estas parábolas era para hacer pensar a sus oyentes. Con frecuencia les preguntaba ¿qué

¿Entendemos la importancia de orar siempre?

Octubre

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Domingo Mundial de las Misiones Lc 18,9-14

(…) Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno

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Domingo Lc 18,1-8

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Octubre

piensan sobre esto? Así que si a veces estas historias nos confunden y nos hacen pensar un poco, pues de eso se trata. Estas historias también nos hacen reír a veces por las actitudes que reflejan o al menos sonreír… por ejemplo en este caso, al imaginar que el juez actuó más por hartazgo que por justicia o misericordia, diciendo algo así como “qué lata da esta señora”. Entonces la parábola nos presenta un contraste: si un juez injusto termina cediendo, imagínense que hará Dios que es justo y ama a los hombres. Recordemos que la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios.

Presencia Apostólica

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En muchas ocasiones Jesús nos advierte contra la actitud de sentirnos superiores a los demás. En esta historia, la arrogancia del fariseo de inmediato nos provoca rechazo y nos incomoda. Todos estamos de acuerdo en esto… pero, ¿qué hay en este personaje si lo miramos más de cerca?: Es riguroso y cumplido en su práctica de la religión, pero es infantil e inmaduro, ¡tiene mucha necesidad de aprobación! El otro personaje tampoco es perfecto, pero tiene la ventaja de no sentirse perfecto ni superior. Tiene la cualidad de ser humilde, reconoce su realidad y se acerca a Dios en busca de lo que le hace falta. Este domingo celebramos el DOMUND, domingo mundial de las misiones. Recordemos que la principal misión de la Iglesia es evangelizar. Pidamos a Dios que surjan más vocaciones para la vida misionera.

¿Nos damos cuenta de que con actitudes presuntuosas no logramos engañar a nadie ni —mucho menos— a Dios?

Octubre Domingo Lc 19,1-10

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(…) Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, 24

Presencia Apostólica

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias.» El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: «Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador.» Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquel no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.”

porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.” Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.” Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más.” Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Como publicano, Zaqueo era un personaje mal visto por su sociedad… Jesús le muestra amor y aceptación. En el encuentro con Jesús, Zaqueo se transforma en un gran personaje; primero por su deseo de acercarse a Jesús y conocerlo, después porque comprende que seguir a Jesús implica ser justo y misericordioso con los demás, en especial con los pobres. Una vez más vemos que la actuación de Jesús nunca se sujeta a las hipócritas expectativas de quienes juzgan a los demás, sino a su misión de “salvar lo que se había perdido”.

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica.



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