Hay una casa en el árbol.

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Hay una casa en el รกrbol Claudia Leal





Hay una casa en el รกrbol Claudia Leal



Y una deliciosa ma単ana de verano Laura y Miguel estaban aburridos.



Sus padres no tenían tiempo para llevarlos al parque y salir solos no era una buena idea. Entre una cosa y otra, no se sabe por qué, Suflé, el conejo, terminó colgado en el gigantesco árbol del patio de atrás.


—¡No te preocupes, Laura, lo alcanzaré! —dijo Miguel mientras trepaba al enorme árbol. —¡Miguel! —lo llamaba su madre desde la ventana al no encontrarle y sin imaginarse dónde estaba. ¡Miguel había descubierto un lugar mágico!




Sólo necesitaban unas tablas de madera del desván, un cajón roto, una cesta de mamá, una sábana de la abuela, un cubo, una cuerda, la bici, otras cosas más... Y Laura y Miguel comenzaron a armar una maravillosa casa en el árbol. Takomi es el niño de la casa de al lado. Y desde que Laura y Miguel comenzaron a armar la maravillosa casa del árbol, él los mira desde abajo con timidez… —¿Quieres

venir a jugar? —le preguntó Miguel.



Takomi subió y les enseñó a hacer figuritas de papel. Laura y Miguel le enseñaron a tocar la flauta. Y siguieron armando la maravillosa casa del árbol con luces de colores y un cascabel que trajo Takomi para el timbre. Javier vive en la casa de atrás. Y desde que Laura, Miguel y Takomi juegan en la maravillosa casa del árbol, Javier los mira con atención desde el patio, pues no puede concentrarse para leer. Un día, Laura y Takomi le llamaron a la vez desde arriba: —Holaaaa,

¿cómo te llamas?

—Javiiiieer —respondió Javier. —¿Quieres

subir al árbol a jugar? —preguntó Laura.



Javier subió al árbol, con sus juegos y sus libros, seguido por su gata Kena. Laura, Miguel y Takomi leyeron los cuentos de Javier y dieron de comer a Kena mientras Javier aprendió a tocar la flauta y a hacer figuritas de papel. En la casa del otro lado vive Luna. Y desde que Laura, Miguel, Takomi y Javier hacen la maravillosa casa del árbol, Luna los mira desde abajo mientras acompaña a su madre a poner semillas en el huerto.


Un día Luna subió a la casa del árbol y les preguntó: —Chicooos,

¿puedo subir a jugar con vosotros? —Y le dijeron que sí.


Luna trajo flores, pinturas y pinceles y entre todos hicieron dibujos enormes. Y Luna aprendi贸 a tocar la flauta, a jugar damas chinas, a tocar el ukulele de Miguel y a hacer figuritas de papel.


—¡Laura!

¡Miguel! ¿Dónde estáis? —los llamaba su madre, pues tenian que hacer los deberes.


—¡Y esta será la llave para abrir la maravillosa casa de árbol! —decía al mismo tiempo Miguel bajo la mirada atenta de los niños.


—¿Dónde

te has metido, Javier? —preguntaba suspicaz el padre de Javier.


—¿Dónde

está Takomi?— se preguntaba, preocupada, la madre de Takomi —. ¡Es la hora del té!


—¡¿Y

tú qué haces subiéndote allí?! —le preguntó a Luna su madre al sorprenderla montada en la escalera del patio.

—¡Mira, mamá, hay una casa en el árbol! —le dijo Luna.


Desde entonces Laura, Miguel, Takomi, Javier y Luna suben a la maravillosa casa del árbol todos los días. Juegan, meriendan y hacen los deberes juntos. También Suflé, Kena y el grillo de Takomi.




A veces, s贸lo cuando llueve, salen todos juntos con sus padres a pasear...



Porque los dĂ­as que no llueve ellos cantan, leen y juegan en la maravillosa casa del ĂĄrbol...



¡ Busca en el jardín ! ¡ tú también puedes tener una maravillosa casa en un árbol !





Los niños han conocido un nuevo amigo en el jardín. Pronto todos pasarán largos ratos disfrutando con él. Un gran amigo que no sólo marcará sus vidas sino también las de sus familias.


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