Melissa de la Cruz
Lost in Time
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Saga
Blue Bloods
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Índice Agradecimientos Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20
Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39 Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42
Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47 Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50 Capítulo 51 Capítulo 52 Capítulo 53 Capítulo 54 Capítulo 55 Capítulo 56 Capítulo 57 Capítulo 58 Epílogo Próximamente Info. RyR Sobre la autora Créditos
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Agradecimientos Paradise Summerland Mais02029
Katiliz94 Izzi Evamedina Mais02029
Emi_93 Laura Soto Violet~ Krispipe
Pili Isane33 Evamedina
MewHiine
Tamis 11
Violet~
Emi_93
MewHiine
Anaizher
Edgli
Marthatithy1
Judyher
Ale Rose
Isane33
MewHiine
Dika18 Sarii
MewHiine
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Agradecimientos Dream Book Side Katiliz14
Kristel98
Cpry
amnl3012(Anita)
Beautifuliarx
NayeliR
Katiliz94
DarkAngelGirl
Sitahiri
Ninrah
Edgli
Rihano
Violet
Sarii
Katiliz94
Bells767
MewHiine
Viqijb
Hanna Marl
Angekes Rangel
Sttefanye
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Sinopsis Después de su hermosa pero breve ceremonia de vinculación en Italia, Schuyler Van Alen y Jack Force están obligados a separarse. Para cumplir con el legado de lo Van Alen, Schuyler viaja a Alejandria en busca de Catherine de Siena y la Puerta de La Promesa. Pero Schuyler rápidamente descubre que todo lo que creía que era verdad, y daba por sentado, se convierte en algo peligroso y arriesgado.
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Prólogo. Nunca digas adiós. Traducido por Mais02029 Corregido por tamis11
Florencia, Diciembre
S
chuyler no durmió en toda la tarde. En lugar de eso, se recostó despierta, mirando hacia las vigas de madera cruzadas en el techo, o afuera por la ventana, la vista de Duomo, que brillaba con el oro rosado en el amanecer. Su vestido era un amontonado arrugado de seda en el suelo, al lado de la chaqueta de esmoquin negra de Jack. Anoche, después que se habían ido los invitados, después que las mejillas fueron presionadas afectuosamente contra las de ella en amorosas despedidas, y manos habían bendecido y palmeado su anillo en un gesto de buena suerte, la nueva pareja había flotado sobre las calles empedradas de regreso a su habitación, impulsados por la felicidad que habían encontrado en sus amigos y en cada uno, en turnos regocijados y exhaustos por los eventos rodeando su unión. En la tenue luz de la mañana, ella curvó su brazo a través del de él, y él volteó hacia ella así estaban presionados uno contra el otro, su mentón recostado en su frente, sus piernas entrelazadas debajo del edredón de lino. Ella colocó su mano en su pecho para sentir el constante y ordenado latido de su corazón, y se preguntó cuándo serían capaces de mentir así de nuevo. —Tengo que irme—dijo Jack, su voz aún áspera por el sueño. Él la jaló más cerca, y su respiración hizo cosquillas en su oreja—. No quiero, pero necesito. — Hubo una disculpa no dicha en sus palabras. —Lo sé—dijo Schuyler. Ella había prometido ser fuerte para él, y mantendría esa promesa, ella no lo defraudaría. Si tan sólo mañana nunca
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llegara; si tan solo ella pudiese aferrarse a la noche sólo un poco más. —Pero aún no. Verás, aún está oscuro afuera. Fue el ruiseñor al que escuchaste, y no a la alondra—susurró ella, sintiéndose como Julieta esa mañana cuando le había rogado a Romeo que se quede con ella, soñoliento y amoroso, pero con miedo por el futuro y de lo que pasaría después. Schuyler estaba intentando aferrarse a algo precioso y frágil, como si la noche sería capaz de proteger su amor de la inminente perdición y la angustia que el día traería. Ella podía sentir a Jack sonreír contra su mejilla cuando reconoció la línea de Shakespeare. Mientras ella trazaba sus labios con sus dedos, sintiendo su suavidad, él movió su cuerpo sobre el suyo, y ella se movió con él hasta que estuvieron unidos. Él colocó sus brazos encima de su cabeza, sus manos agarrando sus muñecas con fuerza, y cuando él besó su cuello, ella se estremeció al sentir sus colmillos en su piel. Ella lo acercó aún más, aferrando su cabello fino y suave como bebé, mientras él tomaba profundamente de su sangre. Después, su cabeza rubia descansaba en su hombro, y ella cruzó sus brazos alrededor de su espalda y lo sostuvo con fuerza. Ahora, la luz del día fluía en la habitación. Ya no se podía negar; la noche había terminado, y pronto sería tiempo para partir. Gentilmente, él se retiró de su abrazó y besó las heridas que aún estaban frescas en su cuello hasta que se curaron. Ella lo observó vestirse, entregándole sus botas y su suéter. —Hará frío. Necesitarás una nueva chaqueta—dijo ella, quitando la suciedad de su impermeable negro. —Conseguiré uno cuando esté de regreso en la ciudad—él acordó—. Ey— dijo, cuando vio su cara triste. —Estará todo bien. He vivido un largo tiempo y tengo la intención de seguir haciéndolo—. Logró una rápida sonrisa. Ella asintió; el bulto en su garganta hacía difícil el respirar, difícil hablar; pero ella no quería que él la recuerde de esta manera. Adoptó un tono alegre y le entregó su mochila. —Coloqué tu pasaporte en el bolsillo delantero—Ella ya amaba el rol de pareja de vínculo, de compañera, de esposa. Él asintió su agradecimiento y se colocó al hombro su mochila, jugueteando con el cierre mientras insertaba los últimos de sus libros, sin encontrar sus ojos. Ella quería recordarlo exactamente como estaba, viéndose dorado y hermoso con la luz de la mañana, su cabello platinado un poco despeinado, y sus ojos verdes brillante destellando con determinación.
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—Jack…—La determinación de Schuyler vaciló, pero ella no quería hacer de su último momento más fúnebre de lo que tenía que ser. —Te veré pronto — dijo ligeramente. Él sacudió su mano una última vez. Luego Jack se había ido y ella estaba sola. Schuyler guardó su vestido de vinculación, gentilmente doblándolo en su maleta. Ella estaba lista para avanzar, pero mientras reunía sus cosas, se dio cuenta de una verdad que Jack había rehusado reconocer. No era que él tenía miedo de enfrentar su destino; es que él simplemente se inclinaría hacia éste. Jack no pelearía a Mimi. Jack dejaría que ella lo mate en lugar de pelear con ella. En la luz clara del día, Schuyler comprendió la realidad de lo que él estaba por hacer. Encontrarse con su gemela significaba encontrarse con su perdición. Todo no iba a estar bien. Nunca iba a estar bien. Él había intentado esconder esto con sus valientes palabras, pero Schuyler sabía muy en el fondo que él estaba marchando a su final. Que la última noche era la noche final que tendrían juntos. Jack estaba yendo a casa a morir. Por un momento, Schuyler quería gritar, desgarrar su ropa, y arrancar su cabello en dolor. Pero después de unos estremecedores sollozos, se controló a sí misma. Se limpió las lágrimas y se mantuvo unida. Ella no dejaría que suceda. No podía aceptarlo. Ella no lo aceptaría. Schuyler sintió una oleada de excitación llenar sus venas. No podía dejar que él se haga esto a sí mismo. Oliver había prometido que él haría lo mejor para distraer a Mimi, y ella estaba agradecida por sus esfuerzos en asegurar su felicidad. Pero esto era algo que ella tenía que hacer por sí misma y por su amor. Ella tenía que salvar a Jack. Tenía que salvarlo de sí mismo. Su vuelo saldría en unos pocos minutos, y sin pensarlo, corrió todo el camino hacia el aeropuerto. Ella lo detendría de algún modo. Él aún estaba vivo, y ella planeaba mantenerlo de esa forma. Jack estaba de pie en la pista, esperando subir las escaleras hacia el jet privado que lo llevaría primero a Roma, luego a Nueva York. Dos Venatores vestidos de negro, estaban esperándolo en el avión y miraron curiosamente a Schuyler, pero Jack no se vio sorprendido de verla aparecer de pronto a su lado. —Schuyler…—Él sonrió. No preguntó qué estaba haciendo aquí. Él ya lo sabía, pero esta vez su sonrisa era triste.
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—No te vayas—dijo ella. No puedo dejar que enfrentes tu destino, solo. Ahora estamos vinculados. Lo enfrentaremos, juntos. Tu destino es mío también. Debemos vivir o morir, juntos. No hay otra manera, le envió, dejándolo escuchar las palabras en su cabeza. Jack empezó a sacudir su cabeza, y Schuyler dijo ferozmente. —Escucha. Encontraremos una manera fuera del juicio de sangre. Ven a Alejandría conmigo. Si no somos exitosos y tienes que regresar a Nueva York, entonces compartiré tu destino. Si eres destruido, entonces yo también, y el legado de mi madre no significará nada. Yo no te dejaré. No temas el futuro; lo enfrentaremos, juntos. Ella podía verlo midiendo sus palabras, y sostuvo el aliento. Su destino –y tal vez el destino de todos los vampiros– estaba en sus manos. Ella había hecho su caso, había peleado por él, y era su turno ahora de pelear por ella. Jack Force tenía un destino oscuro ante él, pero Schuyler Van Alen esperaba –rezaba– ella creía que juntos podrían cambiar eso.
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Capítulo 1 Paraíso Traducido por Edgli Corregido por Violet~
ejaron Alejandría justo cuando las masas llegaron para escapar del calor del Cairo.
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—Siempre parece que vamos en la dirección errónea —dijo Schuyler, viendo el tráfico arrastrarse, pulgada por pulgada, del lado opuesto de la autopista. Era mitad de Julio, y el sol estaba alto en el cielo. El aire acondicionado en su Sedán rentado apenas funcionaba, y tuvo que colocar sus manos justo en la ventanilla del lado del pasajero para poder enfriarlas. —Tal vez es lo contrario. Tal vez estamos yendo en la dirección correcta esta vez. —sonrió Jack y le dio un poco más de gas al pedal. En comparación con las hordas descendiendo hacia la ciudad playera, el tráfico yendo a la capital era ligero, y para Egipto, estaban prácticamente de crucero, si esa es la correcta manera de describir la escena caótica de la autopista. La vía del desierto de Alejandría era conocida por los temibles choques de autobuses y accidentes fatales, y era sencillo ver porque: los autos aceleraban salvajemente, moviéndose dentro y fuera de las vías a su antojo, mientras que camiones enormes parecían que se lanzarían y rodarían a cada momento para lograr la más mínima ventaja. Una que otra vez mientras que alguien trata de alcanzar una velocidad tope al azar, ya sea un enorme cráter sin marcar o escombros que nunca fueron aclarados, y el tráfico se detendría sin advertencia, causando un congestionamiento masivo. Schuyler estaba agradecida de que Jack fuera un buen conductor; parecía saber instintivamente cuándo acelerar y cuándo no, y ondeaban a través de los vehículos sin un rasguño o siquiera una falla. Al menos no manejaban de noche, cuando los autos ni siquiera tenían sus faros encendidos, ya que los conductores egipcios creían que los faros quemaban la gasolina muy rápido, así que se las arreglaban sin ello. Estaba bien
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para los vampiros, claro, pero Schuyler siempre se preocupaba por los pobres humanos que se deslizaban por la oscuridad, manejando a ciegas, como murciélagos en una cueva. Por siete meses, ella y Jack vivieron en Alejandría, viajando a través de pintorescos cafés y museos espaciosos. La ciudad había sido diseñada para rivalizar con el peso de Roma y Atenas. Cleopatra la había hecho asiento de su trono, y aunque aún había unos pequeños rastros de los puntos antiguos visibles, esfinges dispersas, estatuas y obeliscos, en realidad había muy poco que quedaba del mundo antiguo en la atestada metrópolis. Cuando llegaron al principio, Schuyler se había llenado de esperanza, y enternecía por la fe de Jack y su presencia, estaba segura de que pronto encontrarían lo que buscaban. Florencia había sido un señuelo, y Alejandría era la única otra posibilidad con respecto a la verdadera localización de la Puerta de la Promesa de acuerdo a los archivos de su abuelo, los cuales había documentado de los viajes de Catherine de Siena desde Roma hasta el Mar Rojo. La madre de Schuyler le había confiado el legado de su familia: encontrar y proteger lo que quedaba de las Puertas del Infierno, las cuales mantenían el mundo seguro de los demonios del Inframundo. Se habían registrado en el hotel Cecil, uno de los favoritos de Somerset Maugham y uno que había sido popular durante la era colonial británica. Schyuler había estado encantada por el elevador estilo 1930 y su espléndido vestíbulo de mármol, el cual ostentaba la vieja grandeza de Hollywood. Se podía imaginar a Marlene Dietrich llegando con una docena de trajes de baño, un lacayo sólo para que cargara sus sombreros de pluma. Schuyler empezó su búsqueda en la Biblioteca Alejandrina, un intento de recrear la gran librería que había estado perdida por más de dos mil años (o así pensaban los Sangre Roja, mientras que la biblioteca aún existía en los Depósitos de Historia del Aquelarre de Nueva York). Como la institución original, los pisos de la librería se abrían para incluir acres de jardines, al igual que un planetario y un centro de conferencias. Una madrina local secreta y rica ha sido instrumental en su fundación, y Schuyler estaba segura de que había encontrado a Catherine al fin. Pero cuando visitaron a la gran patrona en su elegante salón con vista al Puerto Este, era obvio desde el principio que era humana, y no inmortal, ya que estaba enferma y muriendo, yaciendo en cama, atada a una serie de tubos. Mientras Jack y ella salían del cuarto de la vieja mujer, Schyuler sintió el primer fogonazo de ansiedad de que estaba decepcionando no sólo a su amado
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abuelo y su enigmática madre, si no al chico que amaba tan cariñosamente. Hasta ahora, encontrar a la Guardiana de la Puerta se había vuelto una difícil, si no imposible, tarea. Jack no dijo nada ese día, no que alguna vez expresara algún arrepentimiento por su decisión. De vuelta en Florencia, en el aeropuerto, había escapado de los Venatores y aceptado su desafío, accediendo a su plan. No quería fallarle. Había prometido que encontraría un modo de salir del jucio de sangre, una forma de estar juntos, y lo haría. La Guardiana de la Puerta, Catherine de Siena, les ayudaría, si sólo Schuyler pudiera encontrarla. Su vida en Egipto se había asentado en una cómoda rutina. Cansados de la vida en el hotel, rentaron una casa pequeña cerca de la playa y se concentraron en mezclarse lo mejor que pudieran. La mayoría de sus vecinos dejaron a los guapos extranjeros jóvenes en paz. Tal vez sentían la fuerza vampírica detrás de sus amigables sonrisas. En las mañanas, Schuyler peinaría la biblioteca, leyendo libros de la era romana, cuando Catherine había sido dispuesta por primera vez con el cargo de Guardiana, y comparándolos con los archivos del diario de Lawrence. Jack tomó el trabajo a pie, usando su entrenamiento como Venator para localizar cualquier pista sobre su paradero, caminando por la ciudad, hablando con los lugareños. Los inmortales eran carismáticos e inolvidables seres, Lawrence Van Alen había sido muy popular durante su exilio en Venecia, y Schuyler apostaba que Catherine, o como fuera que se llamara en estos días, era igual: una personalidad magnética la cual nadie podría olvidar fácilmente. Al final de la tarde, Jack se detendría en la biblioteca, y se dirigirían a un café para almorzar. Compartiendo platos de mulukhiya servida sobre arroz o khoshary especiado, y luego volverían a sus labores. Vivían como los lugareños, cenando a la medianoche, tomando fragrante té de anís hasta altas horas de la madrugada. Alex1, como todos llamaban a la ciudad, es una ciudad resort, y mientras la primavera llegaba y una brisa volaba desde el mediterráneo, autobuses y botes de turistas llegaban para llenar los hoteles y playas. Sus siete meses juntos eran algo así como una luna de miel, Schuyler se daría cuenta después. Un pequeño pedazo de cielo, un descanso breve y brillante de los días oscuros por venir. Su matrimonio era aún lo suficientemente joven que celebraban cada mes que estaban juntos, marcando el momento con pequeños gestos, pequeños regalos el uno al otro: un pequeño brazalete hecho de corales para ella, una primera edición de Hemingway para él. Si Schuyler pudiera mantener a Jack a su lado,
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Alex, de Alexandria en inglés.
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creía que lo podría mantener a salvo. Su amor por él era un escudo que lo mantendría completo. Incluso mientras su relación se volvía mas fuerte y profunda, y empezaban a dejarse llevar por la comodidad del día a día, el corazón de Schuyler aún se saltaba un latido cada vez que lo veía acostado junto a ella. Admiraría la silueta de su espalda, la fina escultura de sus hombros. Luego, reflejado en su tiempo en la ciudad, se preguntaría si de alguna manera habría sabido lo que pasaría, como terminaría; como si no importara lo que pasara en Egipto; si encontrara a Catherine o no, si tenían éxito o no, había sabido desde el principio que su tiempo juntos no duraría; que no podía durar, y que sólo se mentían a sí mismos. Así que mantuvo sus recuerdos alejados por seguridad: la forma en que la veía cuando la desvestía, mientras lentamente bajaba un tirante de su camisola. Su mirada era voraz, y estaba enferma de deseo, lo quería muchísimo. El fuego brillante que sentía se igualaba a la intensidad de su mirada, igual que la primera vez que había coqueteado con ella frente a ese club en Nueva York, y la apabullante oleada de amor ciego que experimentó la primera vez que bailaron juntos, la primera vez que se besaron, la primera vez que se encontraron para una cita secreta en su apartamento de la calle Perry. La gentil pero aún así fuerte manera en que la sostuvo cuando personificaron la Caerimonia Osculor. En los días por venir, repetiría esos momentos en su mente, como fotografías que nunca quitaría de su billetera y las vería una y otra vez. Pero en el presente, de noche cuando yacían juntos, su cuerpo caliente junto al de ella, cuando presionaba sus labios contra su piel, se sentía como si nunca se separarían, que lo que más temía nunca pasaría. Tal vez estaba loca por pensar que duraría, que cualquier cosa, su amor, su alegría juntos, permanecería, dada la oscuridad que había sido parte de su unión desde el principio. Y luego desearía que lo hubiera disfrutado mas, que hubiera pasado menos tiempo indagando libros, pasando horas sola en la biblioteca, menos tiempo apartando las manos de él de su cintura, diciéndole que esperara, o perdiendo la cena para que pudiera revisar papeles una y otra vez. Desearía una noche más pasada en el café a un lado de la carretera, sosteniéndose las manos bajo la mesa; una mañana mas compartiendo el periódico. Apreciaría los pequeños momentos juntos, los dos sentados lado a lado en la cama, sólo el simple toque de su mano en su rodilla enviando temblores hasta su espina. Recordaría a Jack leyendo sus libros, subiendo sus lentes, su visión le había estado molestando últimamente, la arena y la contaminación causando que sus ojos se aguaran.
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Si sólo hubieran permanecido en Alex por siempre, caminando por los jardines llenos de flores, mirando las multitudes de caderas en San Stefano. Schuyler, quien había estado desesperanzada en la cocina, disfrutaba la soltura con que se podía preparar una comida. Había aprendido como armar un festín apropiado, comprando platos pre hechos de kobeba y sambousek, acompañado por tahini y tamiya, ensaladas picadas y pierna asada de cordero o venado, paloma rellena y pescado sayadeya y pane de pollo del mercado local. Su vida le recordaba un poco de su año con Oliver, y se sentía angustiada por eso. Su más querido y más dulce amigo. Desearía que hubiera alguna manera de mantener su amistad, había sido tan cortés con su vinculación, pero no habían intercambiado una palabra desde que había regresado a Nueva York. Oliver le había dicho un poco de lo que estaba sucediendo en casa, y se preocupaba por él, y esperaba que se mantuviera a salvo ahora que no estaba allí para asegurarse de que lo hiciera. Extrañaba a Bliss también, y esperaba que su amiga, su hermana, encontrara una manera de llenar su parte del destino de su madre de alguna manera. Mientras los meses pasaban, Schuyler trabajó cada ángulo, hizo más suposiciones erróneas, y conoció a más mujeres que no resultaron ser Catherine. Ella y Jack no hablaban de lo que pasaría si fallaban. Y así los días pasaron, como arena entre sus dedos, como polvo en el aire, y luego era verano. Las noticias goteaban lentamente del mundo que habían dejado atrás, que los Aquelarres estaban en caos, reportes de incendios y misteriosos ataques. Y con Charles aún desaparecido y Allegra perdida, no había nadie que liderara la pelea. Nadie sabía qué pasaría con los vampiros, y aún Schuyler y Jack no estaban cerca de encontrar a la Guardiana. Antes de dejar Florencia, habían ordenado a los sacerdotes Petruvianos que mantuvieran a MariElena segura, que dejaran a la joven que había sido tomada por el Croatan llevar su embarazo a término. Ghedi les había dado su palabra de que la chica no sufriría ningún daño bajo su cuidado. Schuyler aún no creía que lo que habían jurado los Petruvianos fuera verdad, que los Sangre Azul habían ordenado la masacre de mujeres inocentes y niños para mantener la línea de sangre pura. Tenía que haber otra razón para eso, algo se había equivocado en la historia del mundo, y una vez que encontraran a Catherine, la Guardiana de la Puerta que había encontrado la Orden Petruviana, les diría la verdad. Pero mientras los días pasaban y aún no encontraban a la Guardiana de la Puerta, Schuyler empezó a sentirse sin coraje y letárgica. No ayudaba que había pasado mucho tiempo desde que usara sus colmillos. No había tomado un
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familiar desde Oliver, y cada día se sentía menos vampira y más humana, más vulnerable. Mientras tanto, Jack se hacía más delgado, y círculos oscuros se habían formado bajo sus ojos. Ella sabía que tenía problemas para dormir por las noches. Se sacudía y volteaba, murmurando bajo su aliento. Empezó a preocuparse de que pensara que ella era cobarde por pedirle que se quedara. —No, te equivocas. Es valiente que lo hicieras, que te mantuvieras firme por tu amado —Habría dicho, leyendo su mente como siempre—. Encontraras a Catherine. Tengo fe en ti. Pero finalmente Schuyler tenía que admitir la derrota, que había leído los documentos de su abuelo incorrectamente. Que había aceptado que Alejandría era otro señuelo, otro arenque rojo. Habían caminado los callejones oscuros de la ciudad y cazado sus brillantes y nuevos centros comerciales, pero no habían encontrado nada, y el rastro estaba frío. Estaban tan atascados como al principio, cuando dejaron Nueva York. En su última noche en la ciudad, Schuyler había estudiado los documentos de nuevo, vuelto a leer la sección que le había hecho creer que la elusiva puerta estaba localizada en Alejandría. —En la costa del rio de oro, la ciudad del vencedor una vez más elevará su umbral de la Puerta de la Promesa. —Schuyler miró a Jack—. Espera. Creo que estoy sobre algo. —Cuando había leído por primera vez el pasaje inmediatamente había pensado en Alejandro el Grande, el conquistador del viejo mundo, y había estado segura de que la puerta estaba en la ciudad a la cual le había dado su nombre. Pero durante sus siete meses en Egipto, había aprendido un poco de árabe, y la respuesta estaba tan clara que inmediatamente se reprendió a si mísma por perder tanto tiempo. —El Cairo, Al-Qahira, literalmente se traduce como ganador —La ciudad de la vencida. La ciudad del vencedor. Le dijo a Jack mientras su corazón palpitaba con emoción—, la Puerta está en El Cairo. Se fueron en la mañana.
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Capítulo 2 Inferno. Traducido por Katiliz94 Corregido por tamis11
olar desde Nueva York al Cairo siempre fue un poco surreal, Mimi Force lo sabía, sentada en su asiento de primera clase y moviendo el hielo en su vaso de cóctel. Durante horas ahora habían estado volando sobre interminables desiertos –suaves doradas dunas de arena que pasaban por millas— cuando de repente una completa ciudad se elevó del polvo, extendiéndose por todas direcciones, tan inmensa e infinita como la nada que la había precedido. La capital de Egipto era una extensión de altísimos edificios marrones dorados maniobrando por espacio; permaneciendo hombro con hombro, parecían como si estuviesen apilados unos sobre otros al igual que los bloques de niños, cortados por los verdes bordes del Nilo.
V
Ver la ciudad le dio a Mimi una explosión de esperanza en su corazón. Eso era. Esta vez, iba a conseguir que Kingsley regresase. Le extrañaba más de una vez, y se aferró a una fiera esperanza brillante de que vería su sonrisa de nuevo, y sentir la calidez de su abrazo. Su valiente, desinteresado acto durante el ataque de los Sangre Plata a su desastrosa unión había salvado al Aquelarre, pero había entregado su alma al séptimo círculo del Infierno. El Infierno no era para los débiles, y mientras supiese que Kingsley era fuerte y resistiría, no quería tenerlo más tiempo atrapado ahí. El Aquelarre necesitaba su coraje e ingenio. Kingsley Martin había sido su más valiente y más efectivo Venator, pero Mimi le necesitaba más. Nunca olvidaría la manera en la que la había mirado antes de desaparecer, con tanto amor y tristeza; con el tipo de amor que ella nunca había experimentado con Jack. Estaba segura de que su gemelo nunca se había sentido de esa manera sobre ella en todo su tiempo juntos. Con Kingsley, Mimi había tenido una visión de lo que era el auténtico amor, pero le había sido arrebatado tan rápido que no había captado completamente su realidad. ¿Cómo se había burlado y bromeado con él... Cuánto tiempo habían
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perdido... Por qué no había ido con él a París como él le había pedido antes del vínculo? No importaba. Había hecho todo el camino a Egipto para salvarle, y se sentía eufórica ante la posibilidad de su reunión. Aunque, su entusiasta estado de humor amenazaba por desaparecer con las irritaciones que venían con un viaje internacional. En la aduana le dijeron que no tenía visa adecuada, y en el momento que dejo pasar el control de pasaporte y había recogido su equipaje, el conductor enviado por el hotel había recogido a otro invitado. Mimi dejo de luchar con la multitud por encontrar un taxi. Una vez hubo conseguido detener a uno, termino discutiendo con el conductor sobre el precio de todo el camino hasta el hotel. Él había citado una cantidad descabellada, y al menos, Mimi no nació ayer. Cuando finalmente llego a la Casa Oberoi, Mimi salió, echo el dinero por la ventana, y simplemente se alejó. Cuando le dijo al recepcionista del hotel lo que ocurrió, el tonto inquirió porque no había usado al conductor del hotel. Mimi estaba tentada de gruñir y lanzar algo, pero recordó que se suponía que ahora tenía dieciocho años. Era la Regente del Aquelarre, y no lo haría pisotear por los alrededores como una adolescente malcriada. Cansada del viaje, había caído directamente en la cama, solo para ser despertada por el ama de llaves, quien llego para hacer la cama y ahuecar las almohadas. La sirvienta era afortunada de que hubiese llevado chocolates. Pero ahora era una nueva mañana, un nuevo día deslumbrante, y con la vista de las pirámides reluciendo por el sol, Mimi se preparó para el día más importante de su vida. La bruja no le mentiría, Mimi pensó mientras se cepillaba el pelo hasta que relucía como el hilo dorado. ―Helda hizo una vez una excepción, y desde entonces la Enmienda de Orfeo se ha mantenido.‖ Ingrid Beauchamp, la ratona de librería de North Hampton, Nueva York, quien podía ver el futuro, le había dicho, aunque a regañadientes y solo después del humillante servilismo por parte de Mimi, que había de hecho una manera para liberar a un alma desde más allá del séptimo círculo del infierno. Era porque Mimi se había permitido ser arrastrada hasta el monstruo de los Hamptons la semana pasada para consultar con Ingrid en primer lugar. La bruja podía tenerla aversión, podía haber pensado que la arrogante joven vampiro era nada más que una molestia, pero no podría haberla mentido. Las brujas seguían una serie de reglas más
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viejas incluso que el Código de los Vampiros. Mimi se aseguró de eso mientras se sentaba en la cálida cama durante un minuto más. Los pasados siete meses no habían sido fáciles, y Mimi apenas los había mantenido juntos. La muerte de los Nephilim había hecho calmar un poco el creciente temor y la inestabilidad en el Aquelarre; los Ancianos estaban a punto de revelarse; hablar de la disolución y de esconderse en las sombras estaba ganando más terreno cada día; pero la traición de los hermanos Lennox rayo más que todo. En lugar de asegurar a su traidor hermano, como les había ordenado hacer, habían desaparecido en el éter, con una mala excusa por su resignación —algo sobre cazar a más demonios nacidos de Nephilim escondidos por el mundo, con los Venators de Shanghai— una causa lo bastante noble, sin duda. Pero las órdenes eran órdenes, y la subordinación era motivo para un arresto de orden judicial. No es que Mimi tuviese muchos Venatores para enviar tras ellos. Los pocos que quedaban estaban muy ocupados protegiendo al resto del Aquelarre. Las noticias de los puestos eran deprimentes: los vampiros estaban siendo sacrificados en cada rincón del mundo —un fuego en Londres durante una reunión de la Cónclave, los más jóvenes se encontraron drenados en Buenos Aires— la amenaza de los Sangre Plata, lejos de ser extinguidos, solo habían crecido. El Príncipe Oscuro quedó atrapado detrás de las Puertas del Infierno, pero parecía hacer una pequeña diferencia, como en los Aquelarres, sumidos en miedo y luchas internas, estaban en peligro de autodestrucción por sí mismos. Lucifer había golpeado el corazón de los Sangre Azul cuando había enviado a su némesis, el arcángel Michael, a la blanca oscuridad que había reclamado al verdadero amor de Mimi. Para Gabrielle, supuestamente Allegra había despertado y dejado el hospital, pero su paradero actual se desconocía. Abrumada y sobrecargada, Mimi había decidido que no podía liderar a los vampiros sola. Le quería de regreso. No tenía nada para vivir de otra manera, y solo Kingsley Martin —el de la sonrisa arrogante y el acento sexy— podía ayudarla a reconstruir el Aquelarre y crear un verdadero refugio para los vampiros, ahora que su cobarde hermano gemelo había abdicado su deber con el fin de estar con su furcia media humana. Si Mimi creía los rumores, Jack realmente hizo a esa Abominación de criatura su esposa. Su maldita compañera de vínculo. No es que Mimi sintiese más alguna pizca de amor por Jack, pero todavía era humillante escuchar que había acabado con eso. Rompió su vínculo y ensombreció todo con ese monstruo. Primero Gabrielle había roto su vínculo
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para casarse con su familiar humano, ahora Abbadon estaba haciendo lo mismo... ¿Qué era lo siguiente? ¿Nada más importaba? ¿Qué había del Código de los Vampiros? ¿Deberían deshacer también eso en el Fuego Negro? ¿Vivirían como indulgentes Sangre Rojas ahora, quienes hicieron y rompieron sus votos sin el menor pensamiento o culpa? Quizá deberían renunciar, abandonar la civilización y las viejas maneras, y vivir como bárbaros. El consejo de Oliver, Mimi había ido a Egipto en Diciembre para hacer su primer intento de que Kingsley escape del Infierno, segura de que cuando regresase a Nueva York, Jack estaría en las cadenas. Pero los Venators que se estacionaron en Italia habían reportado que Jack se había escabullado de ellos en Florencia, y no tenían idea de a donde había ido. Mimi estaba sorprendida, ya que en el fondo había creído que Jack regresaría para enfrentar su crimen por su propio honor. Él no era un cobarde, y ella estaba segura de eso, por lo menos, él respetaría el Código y se defendería ante un juicio de sangre. Obviamente ella era fuerte. Tal vez no le conocía tan bien como pensaba. Tal vez su nueva esposa le había vuelto de débil coraje ante la desilusión de que podía vivir una vida de paz sin cualquier consecuencia de sus acciones. No ayudaba que el primer viaje de Mimi a Egipto hubiera sido estropeado, y que hubiese vuelto con las manos vacías. Su madre la había convencido para regresar al colegio, asi que en mayo se había graduado desde Duchesne — aceptó la corona de flores blancas y estuvo de pie en las baldosas del patio en su vestido de té largo, guantes y zapatos blancos de satín, como hizo en otras vidas. Era una farsa, al igual que todos los eventos del Comité —los Ancianos Sangre Azul aferrándose a su calendario social y a sus rituales temporales mientras el mundo se caía en pedazos. Mimi nunca se sintió tan mayor en su vida como lo hizo ese día. —El futuro esta ante vosotros —el hablador de la graduación había hablado de la asamblea—. Estan llenos de promesas y tienen la habilidad de cambiar el mundo. —Blah, blah, blah. Como un montón de palabrerías. El futuro estaba acabado. No había futuro sin el Aquelarre, sin el Código, sin Kingsley. Antes de partir al Cairo otra vez, Mimi había dado instrucciones para que los restantes de la Conclave la debiesen contactar por si algo increíblemente estúpido o terrible les ocurría mientras ella estaba lejos. No podían disolver el Aquelarre, mientras había llevado las llaves del Repositorio con ella, con lo que desbloquea los archivos de los ciclos que contenía en los Registros de la Casa, junto con los restantes materiales sagrados. Los cobardes podían ir bajo tierra,
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seguro, pero dejarían saber que tenían poca esperanza de volver a un nuevo ciclo; y no todos eran lo bastante fuertes para vivir como un Inmortal. Mimi caminó hacia el amplio balcón para conseguir una cercana visión de las tres pirámides de Giza, grandes e intimidando en la distancia próxima. Había querido permanecer tan cerca de ellos como fuese posible. En un claro día, uno podía ver las pirámides de Giza desde muchos puntos de la ciudad; aparecían como amenazantes sombras un poco más allá del horizonte. Pero aquí las pirámides estaban tan cercas que sentía como si casi pudiese alcanzarlas y tocarlas con la mano, y se sentía tan cerca de Kinsgsley con solo mirarlas. Ahora no estaría mucho tiempo. Bostezó, sintiéndose fatigada desde su llegada el día anterior, aún lenta con el desfase horario, cuando el teléfono zumbó. Golpeó el altavoz. —¿Desayuno en la terraza?—preguntó su Conducto, Oliver Hazard— Perry—. Vi que tienen t'aaiyyas hoy. —Mmm. Me gustan esos pequeños pastelitos fritos.—sonrió Mimi. Cuando Mimi caminó hacia el buffet, encontró a Oliver sentado en la mesa en frente de los jardines haciendo frente a las pirámides. Estaba llevando una chaqueta safari de lino, un sombrero alto de paja, y botas de desierto. Se levantó cuando la vió y aparto una silla para ella. El restaurante del hotel estaba lleno de turistas buscando aventuras —Americanos extendiendo fül y cocidos garbanzos (un ―desayuno de garbanzos‖ pensó Mimi, divertida), un crujiente pan de pita; familias inglesas consultando mapas; grupos de Alemanes riendo a carcajadas ante las imágenes que tomaban en sus cámaras digitales. Un murmullo general de complaciente autosatisfacción impregno la lujosa atmósfera del hotel. Mimi había aprendido que no importaba en que país estuviese, todos los bufets de los hoteles de cinco estrellas eran iguales, con ofrendas de caras carnes frías y delicados pasteles junto con las bases de personalizadas tortillas y una selección de comidas ―nativas‖, atendiendo a los mismos sectores acicalados de la burguesía internacional. Había viajado por todo el mundo y ya nunca podría escapar de los habitantes de Upper East Side —del monte Kilimanjaro hasta el Circo Ártico, la privilegiada tribu podía ser encontrada encallada en las orillas de las maldivas o el submarinismo en Palau. El mundo era plano, de acuerdo, y lo mejor recorrido en sandalias de Jack Roger.
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—No parece que acabaras de salir de una novela de Agatha Christie—, le dijo a Oliver, colocando una servilleta en su regazo y asintiendo con la cabeza hacia el camarero para que vierta una copa de su fuerte café negro. —¿Planeando ya mi muerte en el Nilo?—pregunto Oliver con una sonrisa. —Todavía no —gruñó. —Porque primero me gustaría conseguir un mordisco de comida, si todo eso está bien contigo—. Asintió hacia el suntuoso buffet.—¿Deberíamos? Llenaron sus platos e hicieron su camino de regreso a la mesa. Mimi lanzó una escéptica mirada al plato de Oliver, el cual se alzaba peligrosamente con montones de huevos, fresas, gofres, tostadas, pan e pita, queso, croissants y roscas de pan. Los chicos eran esas máquinas de palear comida, pero quizá él había tenido una buena idea. ¿Quién sabía cuándo serían capaces de obtener otra carne? Intento comer pero solo pudo escoger los deliciosos pequeños trocitos de su plato, como si tuviese mariposas en el estómago y hubiese perdido el apetito. No importaba: antes de que dejase Nueva York había visitado a su actual familiar y se había ―cargado de sangre‖ para el viaje, como un maratón de corredores llenándose de carbohidratos la noche antes de la carrera. —Lástima que no vayamos a quedarnos mucho tiempo —dijo Oliver, dando un robusto bocado de una galleta de hojaldre. —Escuché que en la noche hay algunos tipos de luz de laser que muestran a las pirámides. El conserje dice que es narrado por la Esfinge. La cual plantea la pregunta, ¿si la Esfinge pudiese hablar, que diría? —Es sorprendente lo que los Sangre Roja harían a algo tan sagrado. ¿No hay límite? —preguntó Mimi. —Podría ser peor. Ahí podría haber un concierto de Sting, como la última vez —le recordó Oliver. Ahora, eso era un verdadero desastre, pensó Mimi. Cuando habían llegado al Cairo la primera vez, el área rodeada de pirámides había estado en caos –no solo por el insoportable calor, intentar empujar a través de la multitud para que pudiesen llegar a la entrada, pero todo el tiempo Sting estuvo levantado ahí cantando a todo pulmón esas carreras de los mil hundidos de mediana edad melodias de yoga*. Se estremeció ante el recuerdo. Las estrellas de rock no deberían envejecer. Deberían morir antes cumplir los treinta, o desaparecer en
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sus castillos en mustique, regresando solo con los tomos del tamaño de los topes de la puerta llenos de alimenticias desaventuras de heroínas*. — Te podrías quedar —ofreció Mimi, antes de que pudiese cambiar de opinión—. Puedo bajar yo sola, como antes. —Podía encontrar otra manera de cumplir el intercambio, pensó. Él no tenía que hacer eso. Oliver era un poco mojigato, un poco rígido, pero era dulce y atento, y había sido su idea visitar a la bruja blanca; y gracias a él, Mimi ahora sabía exactamente lo que necesitaba para conseguir sacar a Kingsley del Inframundo. Esta es tu última oportunidad, pensó. Oliver empapó algo de huevo con su tostada. Había hecho un esfuerzo heroico y su plato casi estaba vacío. —Dijiste que necesitabas a alguien que bajase contigo. Y además, no es que cada día vaya a visitar el Infierno. ¿Consigo un recuerdo? Mimi resopló. Si solo él lo supiese. Oliver era el recuerdo. Había algo que la bruja le había contado sobre su misión que había guardado de él todo ese tiempo. La Enmienda de Orfeo demanda un sacrificio en pago por la liberación de un alma. Un alma por un alma. Oliver lo había hecho todo tan fácil, pensó Mimi. En verdad, era desafortunado perderle ya que le había comenzado a gustar, al igual que habían sido amigos durante un corto tiempo, especialmente después de que prácticamente hubiese salvado su vida no hacía mucho tiempo. Ok, partir de cero ―prácticamente‖. Él había salvado su vida, y demostró ser valioso para el Aquelarre, descubriendo pistas que habían conducido al final a los ocultos Nephilim. Era un buen chico, y un buen amigo para Mimi. Aun así, tenía que hacerlo. Ella habría ignorado su creciente afición por él si fuese a conseguir que Kingsley regresase. No hubo respuesta. Era tan conveniente del tener que ofrecerse para hacer el viaje con ella, y Mimi no se iba quejar por caballo regalo no se mira colmillo. Además los Conductos humanos vivían para servir a sus amos vampiros, ¿cierto?
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Capítulo 3 Beatrice Traducido por kristel98 Corregido por Violet~
llegra Van Alen había visitado San Francisco muchas veces en sus pasados ciclos de vida, sin embargo, evitó la ciudad en su actualidad, casi como si fuera alérgica a ella. Cada vez los asuntos del Cónclave la llevaban a un viaje al Oeste, ella siempre encontraba una manera de zafarse de ello, encontrar a alguien que tomara su lugar, o una manera de manejar los asuntos a través de llamadas de conferencia.
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Pero ahora que ella tenía veintiún años y, en el otoño de 1989, recién despierta de sus recuerdos completos y poderes, ella no veía el daño. Se había graduado de la universidad en la primavera, de pie alto y orgullosa con su hermano en el estrado, agarrando su alumni pin (diplomas que serían entregados después a través del registrador). Increíble que ella había logrado mucho, teniendo en cuenta su educación secundaria la cual había improvisado a partir de una mezcla de escuelas de preparación de diversa reputación académica. Después de abandonar abruptamente la Academia Endicotten en su tercer año, se había negado a regresar a Duchesne, y en cambio había saltado sin rumbo alrededor de los pasillos de la escuela privada Northeastern, en ocasiones pasándose a mitad de semetre por un capricho. Cordelia había tenido la certeza de que no había manera que Allegra podría ser admitida en la prestigiosa universidad que acababa de rodar la alfombra roja para Charles. Pero su madre se había olvidado de alguna manera el poder de un nombre ilustre, o la fuerza de la historia ilustre de la familia (junto con sus generosas donaciones a través de los años), y una carta de aceptación había sido enviada. La universidad había sido motón de fiestas y drama, y Allegra se había arrojado a la vida universitaria con gusto, mostrando una energía y motivación
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que le había eludido durante sus años de escuela secundaria itinerantes. Fue como si estuviese finalmente corrigiendo el terrible error que había cometido en Endicott, de caer enamorada de su familiar humano y poniendo su vínculo en riesgo. Allegra había aceptado su destino y posición en la sociedad Sangre Azul, y Charles estaba contento. No pasaría mucho tiempo antes de que ella se uniera a su hermano gemelo y reclamar su legítima herencia. Allegra tenía ganas de otra vida productiva con Charles, los dos de ellos a la cabeza, dando el ejemplo para el resto de su especie, como lo habían hecho desde el principio de los tiempos. Habían tenido muchos nombres a través de los años, Junia y Casio, Rose y Myles, pero ellos siempre serían Michael y Gabrielle, protectores del Jardín, los Incorruptos, Arcángeles de la Luz. Ella estaba en San Francisco debido a Charles. Ellos rara veces se separaban en estos días, y cuando le pidió que fuera con él, ella dijo que sí. Había salido temprano esa mañana para reunirse con un grupo de Ancianos locales acerca de una emergencia que afectaba a su último lote de vampiros. Allegra se había preocupado, pero Charles le había asegurado que era probablemente nada más que las cuestiones habituales que acompañan a la transformación. Siempre había unos pocos problemas aquí y allá: algunos se despertaban a los recuerdos demasiado pronto, provocando confusión o catatonia, mientras que otros tendrían problemas para controlar su sed de sangre. Los Ancianos eran unos nerviosos. Allegra y Charles se alojaban en Nob Hill, en uno de los muchos apartamentos de lujo y residencias en todo el mundo que estaban ahora a su disposición como cabezas del Aquelarre. Como tenía tiempo sola, Allegra había decidido pasar la tarde paseando por el bonito barrio, familiarizándose de nuevo a sí misma con las empinadas calles, haciendo un poco de compras, haciendo una pausa para admirar la vista. Había cruzado a Union Square y se dirigió a un cuadro de pequeña joyas de un callejón llamado Maiden Lane, una calle encantadora llena de pequeñas tiendas y galerías de arte. Ella caminó dentro de la más cercana. El asistente de galería, una elegante chica morena de gafas con bordes rojos y un vestido negro con un escote interesante, saludó a su llegada. —Hola. Acabamos de poner las exhibiciones. Siéntase libre de mirar alrededor.
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—Gracias —dijo Allegra, pensando que sólo tendría un rápido vistazo por el lugar. Charles era el único que coleccionaba arte, había empezado desde niño y había construido una colección impresionante durante los años. Su gustos iba hacia lo que era actualmente popular y caro, ofrecía en gran medida a los artistas modernos de la época. Su mansión de vuelta en Nueva York se llenó de Schnabels y Basquiats, pinturas llenas de loza rota y el estilo grafiti callejero. Podía entender su valor, pero las piezas no eran algo que a ella le importaba que vivir por el resto de su vida. La Galería Vespertine parecía especializarse en la nueva ola de pinturas realistas y Allegra examinaba varios retratos antes de que una en particular le llamara la atención. Era un lienzo diminuto, cinco pulgadas cuadradas, y la pintura era de una chica adolescente sentado en una cama de hospital, con la cabeza apoyada en una venda. Allegra miró otra vez, sin poder creer lo que estaba viendo. Todo estaba allí, el plato de galletas, los muebles de mimbre. La joven tenía una sonrisa perpleja en su cara, como si ella no podía entender lo que estaba haciendo en un hospital. La pintura hacía referencia a la iconografía religiosa, un halo dorado rodeado cabeza de la joven, y los colores brillantes de la habitación estaban pintados en un estilo similar a las ilustraciones que se encuentran en los libros de oración medieval, con delicadas imágenes de santos y ángeles. La pintura fue llamada Siempre hay algo ahí para recordarme. Allegra se quedó sin aliento y se puso rojo brillante, sintiendo como si alguien estuviera jugando una broma cósmica en ella, y casi tropezó con sus tacones mientras se alejaba de la pieza. No podía ser... ¿verdad? Pero tenía que ser.... Esta canción había sido una broma secreta entre ellos.... —¿Conoce su trabajo? —preguntó la muy joven asistente de la galería, apareciendo de repente a su lado. La chica tenía una sonrisa obsequiosa en su rostro, como si instintivamente sabía cuándo ―mirar‖ se convirtió en ―comprar‖. —No estoy segura —dijo Allegra, su corazón palpitaba debajo de su suéter de cachemira fina. Su cara estaba caliente y su boca se había vuelto seca—. ¿Cuál es su nombre? —Stephen Chase. Es de aquí. Obtuvo una crítica muy favorable de Art Forum en su demostración la temporada pasada. Increíble trabajo. Todo el mundo está hablando de ello. Ha hecho un gran impacto.
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Allegra asintió con la cabeza, sin poder hacer más que eso en este momento. Stephen Chase. Ahora bien, había un nombre que nunca olvidaría, aunque cuando ella lo había sabido que había ido por su segundo nombre, Bendix. Era la pintura de Ben, por supuesto. Lo supo el momento en que ella lo había visto. —¿Cuánto? —preguntó ella, antes de que pudiera pensarlo. Pero no había ninguna duda. Una vez que ella vio la pintura, tenía que comprarlo. El asistente galería había nombrado una suma considerable, y murmuró algo acerca de los honorarios adicionales para el enmarcado y el envío de los servicios, en caso de ser necesario. —Me lo llevo —dijo Allegra, hurgando en su bolso por su tarjeta de crédito—. Y me gustaría tomarlo ahora. Conmigo, quiero decir. —¡Qué maravilla! Es una pieza increíble. Felicitaciones. Pero me temo que no puedo dejar que se lo lleve todavía. La muestra se prolongará hasta el próximo mes, y vamos a enviar todo a los compradores después. ¿Espero que todo esté bien? Allegra asintió con la cabeza, aunque estaba decepcionada. Ella había querido poseerla en ese momento, meterlo en sumaleta y alejar al espíritu para que ella pudiera estudiarlo en privado. Todo desde ese año fatídico llegó de golpe. Ben no la había olvidado después de todo. La pintura era del día en que se conocieron, el día en que ella había sido golpeada en la cabeza con una pelota de hockey sobre césped y enviada a la clínica. Habían sido compañeros de habitación de suerte, compartiendo la misma televisión. Se había roto la pierna, recordaba ahora, y había solicitado al equipo de hockey de campo, su equipo, para que firmara su yeso. Todo volvió a ella en un instante como si fuera ayer. —¿Cuánto tiempo estás en la ciudad? —le preguntó la ayudante, mientras corría la tarjeta de crédito de Allegra y comprobaba su identidad. —Nos vamos mañana. —Es una lástima. Hay una cena para él la noche del sábado, y le encanta conocer a sus clientes. La mente de Allegra se aceleró. Podía pedirle a Charles si podían quedarse por unos días más. Él había mencionado querer asistir a la inauguración de la nueva exposición Olmec en el Young. Por supuesto que él querría que lo
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acompañara, pero tal vez ella podría fabricar algún tipo de excusa y escapar de la fiesta en su lugar. —Mi horario es flexible —dijo a la secretaria—. Y me gustaría darle las gracias por esta obra... La joven de la galería le dio a Allegra la dirección, anotándolo en su recibo. —¡Maravilloso! Él va a estar emocionado. —Allegra no estaba segura de sí ―emocionado‖ era la palabra correcta. Recordó la última vez que había visto a Ben: era la primera vez que lo marcó como su familiar, la primera vez que había bebido su sangre y lo había llevado a la suya. Luego había desaparecido de la faz de la tierra. Ella nunca pensó que volvería a verlo. Corrección, ella había esperado que nunca lo viera otra vez. No después de la terrible visión que había visto de su futuro, un futuro que ella había estado huyendo desde hace cinco años. Cada fibra de su ser inmortal, y todo el conocimiento que ella llevaba en su alma, le dijo que cogiera el siguiente avión fuera de la ciudad. Era peligroso ver a Ben de nuevo. Ella se había enamorado de él una vez, y su corazón estaba en su lugar ahora mismo. Ella amaba a Charles, y ellos renovarían su vínculo como lo habían hecho desde el principio de los tiempos, ya que habían viajado desde el Reino de los Cielos para traer esperanza a los Caídos. Su corazón estaba comprometido a amar a su gemelo, como antes, y sin embargo, fue este mismo corazón obstinado que argumentó para quedarse, que no la dejaba salida. Vería a Ben el sábado por la noche, estaba segura de ello. Si no había tal cosa como el destino, Allegra sentía que ella se empujaba en una dirección nueva, que la llevaría lejos de la vida que había planeado, lejos del Aquelarre y el ángel que había amado por toda la eternidad. Allegra pensó que se sentiría atormentada por la ansiedad y la culpa, pero en cambio, al salir de la galería, sintió una extraña emoción que ella no había sentido en mucho tiempo: se sentía feliz.
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Capítulo 4 Puñales en el mercado. Traducido por Izzi Corregido por MewHiine
l área de descanso del Zambeze2 era diferente de cualquiera que Schuyler había visto nunca. No sólo era un extenso complejo de restaurantes y parques con grupos de grandes familias de picnic en la hierba, disfrutando del aire de la tarde, sino que además albergaba un detallado estilo de safari africano. El amable personal explicó que los zoológicos ya eran comunes en algunas áreas de descanso que atendían a la multitud que viajaba entre las ciudades más grandes de Egipto. El propietario había diseñado este imitando las llanuras africanas, con cebras, leones y todo.
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—Según parece los viernes por la tarde hay caza de león.— dijo Jack, leyendo el folleto —Ponen un cerdo en el redil del león, y la leona… —¡Para!— dijo Schuyler, intentando no reír —Eso es horrible. Sonrieron y se cogieron las manos a través de la mesa, teniendo cuidado de no manifestar ninguna muestra pública de afecto aparte de esa. La capacidad de Schuyler de cambiar sus rasgos, junto con su variado vestuario, le permitía integrarse fácilmente, especialmente con el pañuelo de seda alrededor de su pelo. Durante su tiempo en Egipto, ella había notado que no todas las chicas elegían el velo, aunque por supuesto había algunas mujeres cubiertas de pies a cabeza con burkas. Pero la mayoría llevaban elegantes pañuelos en la cabeza brillantemente coloreados, con pantalones vaqueros normales y camisetas de 2
El río Zambeze es un largo río del África austral, el cuarto por su longitud de todo el continente africano (tras el Nilo, el Congo y el Níger) y el más largo de los que desembocan en el océano Índico.
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manga larga. Las mujeres ricas enjoyadas con alhajas llevaban el pelo pulcramente secado en peluquería, y en absoluto llevaban pañuelos. El único inconveniente que Schuyler había encontrado de vivir en Egipto era que no podía viajar sola sin tomar la apariencia de una mujer anciana, lo cuál la cansaba. No es que fuese peligroso, pero las mujeres jóvenes simplemente no andaban por la calle a solas. O viajaban en grupos o con un pariente masculino. Schuyler y Jack querían llamar la atención sobre sí mismos lo menos posible, así que intentaban seguir las costumbres locales. Acabaron su almuerzo tardío en el área de descanso y volvieron a la carretera, luchando con la locura del tráfico otra vez. Cuando llegaron a la ciudad, Schuyler encontró El Cairo tan abrumadora como la primera vez que llegaron al país, las calles y las aceras extremadamente atestadas, ruidosas y contaminadas, rebosando de gente y coches, y el incesante pitido de los cláxones. Con alguna dificultad, Jack devolvió su coche a la tienda de alquiler, y encontraron un taxi para llevarles a un hotel. Ya que estaban intentando ser cuidadosos con el dinero, se dirigieron al centro de la ciudad, donde Schuyler había oído que había opciones más económicas, más que los hoteles de alta gama a lo largo de las orillas este y oeste del Nilo. Los hoteles económicos estaban ubicados en viejos y destartalados edificios de apartamentos, en calles ocupadas y ruidosas. Allí había varios antros mochileros que Jack rechazó, aunque Schuyler le dijo que le daba igual. Finalmente llegaron a un acuerdo sobre un pequeño hotel en una manzana relativamente tranquila, cuyo vestíbulo parecía más limpio que los de alrededor. Jack llamó al timbre, y tras una larga espera, un gerente soñoliento apareció de una habitación trasera. —¿Sí? ¿En qué puedo ayudarles?— preguntó malhumoradamente. —Querríamos una habitación.— dijo Jack —¿Tiene alguna disponible, señor? —¿Para cuánto tiempo? —Una semana por ahora, quizá más. ¿Está bien? —¿Es su esposa?— preguntó el recepcionista, lanzando una mirada sospechosa a Schuyler.
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—Sí.— dijo Jack lacónicamente. Levantó su anillo de boda para que el recepcionista pudiera verlo mejor. Schuyler intentó parecer modesta y recatada mientras el recepcionista la miraba con recelo. Jack golpeó el mostrador —¿Eso será un problema, señor? Su voz era educada, pero Schuyler podía sentir la irritación tras ella. Ella sabía que a Jack no le gustaba usar la coacción con humanos, pero había sido un largo viaje y se estaba poniendo irritable. Después de tomarse un largo rato contando su dinero, el recepcionista finalmente sacó una llave y les guió al segundo piso. La habitación era sencilla pero limpia, y Jack y Schuyler fueron directos a la cama, así podrían levantarse temprano a la mañana siguiente. Al día siguiente, Jack salió para hablar con los miembros del Aquelarre local. —Voy a hacer unas cuantas llamadas. Veré si puedo encontrar a alguien que pueda ayudarnos a rastrear pistas sobre Catherine.— dijo —Descansa un poco. Pareces cansada, amor. La besó y salió por la puerta. Con su pelo rubio oculto por una gorra y sus ojos verdes protegidos con unas gafas aerodinámicas, vestido con kakis ligeros y una camisa Oxford blanca, parecía competente y preparado; sin embargo Schuyler sintió miedo por él. Ella sabía que estaría seguro –como Abbadon, él era el único del que debería tener miedo— pero ella no podía controlarlo, tenía miedo por la vida de él. Sabía que haría lo correcto ayudándole a cambiar de opinión sobre enfrentarse a la juicio de sangre, pero le preocupaba que no fuese suficiente, que de alguna manera, por alguna razón, le fuese arrebatado sin aviso, y que no le volviese a ver otra vez. Mientras él estaba fuera, Schuyler estudió el resto de los diarios de su abuelo. Podía no haberlos leído nunca sin Lawrence desaparecido. Podía imaginárselo animándola, desafiándola a encontrar lo real, significados ocultos tras las crípticas palabras. ―Normalmente, lo que buscamos está justo delante de nosotros‖, era uno de sus lemas favoritos. Jack volvió por la tarde. Se quitó la gorra y se frotó los ojos. —La sede del Cónclave está abandonada. Pero fui capaz de localizar un intermediario humano que solía servir a un viejo amigo mío. Dijo que el
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Aquelarre ha sido atacado durante el último mes y los vampiros se están preparando para irse de la ciudad. Malas noticias por todas partes.— pareció abatido por un momento. Las noticias de que otro Aquelarre se iba a ocultar era duro de oír, Schuyler lo sabía —De todas formas, le pregunté si alguna vez había oído de alguien llamada Catherine de Siena. Fue una apuesta arriesgada, pero algunas veces las leyendas duran mucho tiempo en las partes más antiguas del mundo. —¿Así que la encontraste?— dijo Schuyler esperanzada. —Quizá, me dio un nombre: Zani, una mujer santa con muchos seguidores. Nos reuniremos con un guía que puede llevarnos a su templo en el zoco dentro de una hora.— la miró directamente —Hay algo más. —¿Qué es?— preguntó Schuyler, con su alarma interior sonando, ya que Jack parecía tan sombrío. —Creo que mi hermana está aquí. Puedo sentirla… Está buscando algo. Schuyler se precipitó a su lado. —Entonces iremos. —No.— dijo Jack —De alguna manera percibo que ella no está aquí por mí. —No podemos arriesgarnos… —Sí que podemos.— dijo él suavemente —No tengo miedo de Mimi ni de su ira. Nos encontraremos con la mujer santa. Tú encontrarás tu Guardián. Salieron, dirigiendo su camino a pie a través de las calles desordenadas de El Cairo, donde no había pasos de peatones, semáforos, señales de stop, carriles para no girar; y junto a los coches, autobuses y los microbuses destartalados, las carreteras estaban atascadas con burros y carros de caballos, bicicletas y motos dirigiéndose en direcciones opuestas. Justo como en la autopista, cada cuál en la calles se abría paso y empujaba hasta su camino. Schuyler notó un coche en mitad de la carretera, con el propietario arreglando una rueda pinchada, él no había pensado en moverse a un lado, por lo tanto todos los demás tenían que rodearle. Usando su velocidad vampírica, zigzaguearon rápidamente a través de los vehículos, y llegaron al mercado a tiempo. El Khan el—Kalili era un zoco laberíntico y sinuoso, que una vez fue el centro del comercio en El Cairo durante la Edad Media, pero ahora mayormente existía para atender a la comunidad turística, con docenas de
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tiendas vendiendo objetos faraónicos y baratijas egipcias: escarabajos, pirámides de cristal, juegos de té de la reina Nefertiti, y cartuchos de oro y plata con tu nombre inscrito en jeroglíficos. Anteriormente organizado en distritos, las tiendas ahora estaban mezcladas juntas, con comerciantes de alfombras al lado de tiendas de ordenadores. Solo los orfebres, los artesanos del cobre y los comerciantes de especias mantenían aún sus lugares históricos. Schuyler caminó rápidamente, igualando el paso de Jack, intentando ignorar a los vendedores que le ponían sus mercancías en la cara e intentaban persuadirla de que entrase en sus tiendas. Ella no le dejaría fuera de su vista. Él estaba convencido de que Mimi no iba tras él, pero Schuyler no estaba tan segura, y no confiaba en que Mimi les dejase en paz. Intentaron permanecer juntos, pero la muchedumbre era densa y a menudo estaban separados por los tenderos agresivos que se interponían entre ellos, sosteniendo una ―auténtica‖ baratija de algún tipo. —Muy bonito, anillo muy bonito, ¿sí? De auténtica piedra de jade. ¡Cien por cien hechos en Egipto! —No, lo siento.— dijo Schuyler, intentando aferrarse a la mano de Jack y sintiendo sus dedos resbalándose de su agarre cuando un vendedor se metió entre ellos. —Señorita, señorita, señorita… Venga a ver… Vaso de alabastro de las tumbas mismas. Muy raro. Muy raro.— dijo otro, sosteniendo lo que tenía que ser un adorno barato probablemente hecho en China. ¿Dónde estaba Jack? Schuyler miró alrededor, intentando no dejarse llevar por el pánico. —Un Ankh3. Repele el mal de ojo, señorita… Venga a ver. Entre, mucho más para usted. Muy bonito. — No, no, lo siento…— dijo ella, rozándose e intentando abrirse paso por una multitud de turistas rusos que se habían detenido a mirar boquiabiertos una copia del féretro de oro de Tutankamón. ¿Jack?, envió ella.
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Ankh: Jeroglífico egipcio que significa ―vida‖, muy utilizado en la iconografía de esta cultura. También se la denomina cruz ansada (cruz con la parte superior en forma de óvalo, lazo, asa o ansa), crux ansata en latín, la "llave de la vida" o la "cruz egipcia".
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Estoy aquí. No te preocupes. Jack apareció a su lado, y Schuyler pudo respirar de nuevo. —¡Señorita! Usted quiere… tome, ¡zafiro perfecto a juego con sus ojos! —No, lo siento. Por favor…— dijo Schuyler, empujando al hombre —Por dios, son insistentes.— dijo ella. —Siempre están un poco más desesperados en la temporada baja. Ah, aquí está la tienda.— dijo Jack, deteniéndose delante de un pequeño escaparate que vendía todo tipo de adornos religiosos, desde crucifijos hasta menorás4. — ¿Quién es el guía?— preguntó Schuyler. —Roberston dijo que es uno de los seguidores de Zani, como un sumo sacerdote de su templo o algo.— él señaló hacia su gorra de béisbol de los Yankees sobre su cabeza —Él debe buscar a los Yankees.— explicó Jack con una sonrisa irónica. —¡Compre! ¡Cien por cien auténtico!— exigió el propietario de una tienda particularmente agresivo, agitando una alfombra persa en la cara de Schuyler. —No, gracias, señor…— dijo ella, intentando echarle. Al lado de ella, Jack era abordado por otro vendedor intentando venderle un narguile5. Jack estaba siendo educado, pero Schuyler estaba a punto de perder los estribos con el insistente vendedor de alfombras. Intentaba eludirle, cuando notó que Jack había desaparecido otra vez. —¿Jack?— le llamó, sintiendo su ansiedad triplicarse. Estaba segura de que él estaba bien, por supuesto, pero Mimi estaba en El Cairo. Él mismo lo había dicho, y Schuyler comenzó a sentir un pavor frío en el estómago —¿¡JACK!? ¿Jack?, envió. ¿Dónde estás? Cuando se giró, su reloj de pulsera se enganchó en la alfombra, deshaciendo parte de la lana. —¡Compre! ¡Usted rompe, usted compra!— gritó el vendedor —¡Compre!
Menorá: Candelabro o lámpara de aceite de siete brazos, uno de los elementos rituales del judaísmo y asimismo uno de sus símbolos más antiguos; representaría los arbustos en llamas que vio Moisés en el Monte Sinaí. 4
El narguile o narguilé, también llamado narguileh, cachimba, hookah, shisha o narguila, es un dispositivo que se emplea para fumar, por lo general tabaco especial de distintos sabores. 5
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—¡Jack!— gritó Schuyler, apartando al vendedor. ¿Había encontrado al guía? ¿Dónde había ido? ¿Por qué no respondía a su llamada personal? —¡Señorita! ¡Compre esto! ¡Lo rompe, lo compra! ¡Cien dólares!— el comerciante de alfombras agarró su brazo y chilló en su oído. Schuyler le empujó, mandando al tipo rechoncho contra un expositor de lámparas. —Oh, dios mío. Lo siento mucho.— dijo ella, lo que le enfureció aún más, y ahora había dos vendedores demandado pagos por objetos rotos. Empezaba a sentirse como si le hubieran tendido una trampa, buscó a Jack frenéticamente alrededor, y cuando finalmente le vio, se horrorizó de encontrar a un asaltante encapuchado acercándose tras él, la luz del sol destellando en una espada plateada. El mercado estaba tan ocupado, que nadie lo notó. Los turistas y los compradores pasaban al lado, ajenos al peligro que les rodeaba. Ella estaba paralizada, demasiado asustada para gritar, pero en el último momento, Jack se giró, desarmó velozmente a su atacante y le sacó ventaja. Pero entonces alzó la vista en su dirección y rápidamente liberó su agarre. ¿Qué estaba haciendo? Schuyler estaba a punto de llamarle cuando le pusieron una capucha negra sobre la cabeza y se encontró siendo arrastrada, pateando y gritando. El ruido del mercado y el caos creado por los vendedores enfurecidos de alfombras y lámparas ahogó sus gritos, y fue apartada de la multitud hasta un tranquilo callejón trasero. Su atacante mantenía un sólido agarre alrededor de su cuello, pero Schuyler ordenó a su mente serenarse, e intentar alcanzar la empuñadura de su espada. En un instante, estaba agarrando su empuñadura dorada. —Tu amigo ya ha rendido su arma.— dijo una fría voz femenina —Te sugiero que hagas lo mismo. Schuyler dejó caer la espada de su madre.
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Capítulo 5 Las Pirámides de Giza Traducido por Katiliz94 Corregido por sttefanye
abía una elegante limusina negra esperando en la entrada del hotel, y un uniformado chófer les saludó con una reverencia y sostuvo la puerta abierta mientras ellos entraban.
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—Mucho mejor —dijo Mimi, agradeciendo que no tendría que jugar al juego de las tarifas de taxi al menos hoy.
—Pensé que lo haría. —Sonrió Oliver—. Después de ti. Incluso si las pirámides estaban localizadas prácticamente ante la puerta del hotel, el coche se movía al paso de una hormiga por las abarrotadas calles. Mientras las percepciones populares sostenían que las pirámides estaban localizadas en medio de un paisaje de vasto desierto, los solitarios pilones contra un blanco cielo, en realidad estaban localizadas junto a los atestados suburbios de Giza, y la escena ante lo complejo era distintivamente parecido a un carnaval, no solo lleno con turistas de todo el mundo, sino de excursiones escolares, halcones de recuerdo, escupidos de camellos, y de guías turísticos agitando banderas. Si a Mimi le importara hacer sus ejercicios de memoria, recordaría que siempre había sido de esta manera. Las pirámides habían sido construidas por faraones de Sangre Azul al igual que los óculos en el Crepúsculo, faros para los espíritus, para encontrar su camino a casa. Pero desde que habían sido construidas, los Sangre Roja habían descendido sobre ellos como motas de luz, maravillando ante su tamaño y hermosura. Los vampiros lo habían encontrado antiguo, pero desde el principio, las pirámides siempre habían sido atracciones turísticas. El conductor aparcó tan cerca como pudo de la entrada del sitio, y salieron del coche. Mimi se protegió los ojos del resplandor del sol y miró las magnificas estructuras. Eran inmensas, cada piedra más grande que el hombre más alto.
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Recordó que habían sido mucho más hermosas en su encarnación original, cubiertas con brillantes bloques blancos de piedra caliza. Era una lástima que hubiesen sido despojadas alrededor de un milenio para usarlas en otros proyectos de construcción. Solo la segunda pirámide más alta, Khafra, aún tenía piedra caliza cubriendo en su apogeo. A través del complejo de las pirámides era el Refugio de Giza, como todos llamaban al Pizza Hut localizado al otro lado de la calle. Durante su primer viaje al Cairo, Mimi y Oliver habían tomado el almuerzo ahí, y Oliver había tomado una foto que mostraba el alegre logo del moderno restaurante junto a la ventana con una vista de las tumbas. No tenías que ser un Sangre Azul para apreciar la deliciosa ironía o la humeante pizza. Por supuesto, era pura suerte que Mimi y Oliver hubiesen descubierto esta entrada al Inframundo en absoluto. Oliver había estudiado los archivos del Repositorio y concluyó que la Puerta de la Promesa estaba localizada en la ciudad de Alejandría, pero cuando aterrizaron en el Cairo, Oliver de repente cambió de opinión cuando un compañero de viaje llamó a la ciudad el ―Gran mango‖, lo cual condujo a una conversación sobre las raíces del nombre de la ciudad. No había sido capaz de esconder su emoción cuando descubrió que el Cairo era llamado ―la ciudad victoriosa‖. La ciudad de la victoria en la orilla del rio de oro, había explicado Oliver, leyendo de sus apuntes. No es que Mimi hubiese entendido una palabra de todo eso del alboroto de las Puertas del Infierno. Nunca fueron a Alejandría, como Oliver había estado convencido de que la Puerta estaba en el Cairo, y Mimi había seguido su ejemplo. Mientras caminaban por el atestado bazar, Mimi reflexionó relativamente en su fácil camino hacia abajo al Infierno. ¿No era esta una de esas famosas Puertas que la pareja de vínculo de su hermano estaba buscando? ¿Del supuesto Legado Van Alen? ¿Podía ser posible que Jack estuviese cerca? Ella podía sentir algo en el aire, algo en el Encantamiento que se sentía como su firma, pero no estaba segura. Había pasado mucho tiempo desde que habían sido capaces de comunicarse telepáticamente, tanto tiempo desde que había sido capaz de leer sus pensamientos. Mimi sintió el viejo burbujeo de odio aumentando como la bilis en su garganta. Lo que sea que había pensado de su gemelo, su boca se volvió seca, como las cenizas y la arena. Un día tendría la vida de él, se prometió a sí misma. Pero por ahora dejó de lado sus venenosos pensamientos. Descender al Inframundo requería toda su atención. Incluso si su viaje y el de Oliver no requería un Camino de la Muerte, eso era la aventura más peligrosa que solo los grandes Venatores calificados podían
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manejar, aunque uno tuviese que esconder el rastro del espíritu a fin de simular la muerte, todavía estaba lejos de ser fácil y sin duda sería difícil para su compañero humano. Mimi planeó para ellos caminar hacia el Crepúsculo con sus propios físicos intactos; no habría división entre la mente y el cuerpo. Los Muertos Andantes tenían la habilidad de estar en cualquier lugar del Inframundo en cualquier momento. De esta manera ella y Oliver serían unos objetivos más lentos y fáciles, pero no tenían muchas oportunidades, ya que Oliver era humano e incapaz de separar su espíritu de su envoltura física. De cualquier manera, ella no tenía la ambición de llegar a ser una Muerta Andante. Era muy arriesgado. Pero primero tenían que alcanzar la Puerta. La mejor manera de alcanzar su destino era en caballo o camello, y otra vez, Oliver probó su valía, como si ya hubiera dispuesto las guías y dos hermosos caballos Árabes negros para que los llevaran a las tumbas. Mimi había ganado algunas medallas ecuestres y era rápida trotando su caballo, mientras que Oliver parecía un poco incómodo en la silla y tenía más dificultad para controlar a su yegua. —Debería haber permitido a mi madre hablarme sobre lecciones de equitación en lugar de bailes de salón, ¿huh? —Hizo una mueca. Mimi chasqueó la lengua. —Necesitas sostener las riendas un poco más fuertes. Demuéstrale quién es el jefe. Eligieron el camino que pasa las entradas publicas al lado de la gran pirámide de Khufu, la más alta de las tres, y la otra por la Esfinge, la cual, a diferencia de las pirámides, se veía más pequeña en la vida real de lo que lo hacía en las imágenes. No había mucho que ver dentro de las pirámides, ya que eran esencialmente tumbas vacías y no para claustrofóbicos. El camino al Inframundo estaba localizado en Micerinos, la pirámide más pequeña. Dejaron a los caballos atados a un árbol, asegurándose de que los guías tenían comida y agua para ellos, y caminaron hacia la entrada. —Fuera de los límites. Los tours privados dentro son de esa manera, señorita —dijo un guardia, bloqueando su acercamiento y señalando la otra pirámide. —Vamos a estar sólo un segundo —dijo Mimi, usando la compulsión para hacerle ver el otro camino. En realidad era muy fácil: la mente de los Sangre
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Roja era tan manejable. Cuando él volvió, ella desbloqueó las puertas con un hechizo, y Oliver les dejo dentro y bajo las escaleras subterráneas. Las Puertas del Infierno habían sido construidas sobre los Caminos de la Muerte por la Orden de los Siete durante el reinado de Calígula, para asegurar el dominio terrenal de los demonios del Inframundo. Las puertas de los Sangre Plateada seguían atrapados detrás de ellos, pero nadie podía caminar desde el otro lado y en el Infierno si sabían la manera; aunque los Sangre Roja normalmente tenían que esperar hasta el final de sus vidas para alcanzar el Reino de la Muerte. Mimi tiró de Oliver a través de la estancia del Crepúsculo, el mundo alternativo escondido de uno físico. —¿Cómo te estás sintiendo? —pregunta ella, mientras se dobla, sujetándose el estomago. —Naúseas. Pero viviré —dijo él, limpiándose la boca con el pañuelo. Por ahora, al menos, pensó Mimi. En la distancia había una pequeña puerta de metal, no muy diferente a la puerta del jardín, asegurado con un cierre de gancho. —¿Es eso? —preguntó Oliver con escepticismo—. ¿Es esa la Puerta de la Promesa? Parece que mantiene a los niños fuera de una piscina. —Sí, bueno. —Mimi se encogió de hombros, desenganchando el cerrojo—. Creo que se ve diferente a todos. Desde el otro lado se ve como una fortaleza. ¿Listo? Podrías sentirte un poco enfermo. —¿Incluso más de lo que estoy ahora? Deberías haberme dicho de empacar una bolsa para vomitar. —Oliver frunció el ceño y tomó unas profundas respiraciones. Mimi rodó los ojos. Mantuvo la puerta abierta, y cruzaron juntos el umbral. Un paso se sentía igual que un kilómetro, o siete medidas, y después estaban en el Limbo, el primer círculo del Reino del Infierno. El espacio entre los mundos se manifestaba como un paisaje de vasto desierto, no muy diferente a lo único que habían dejado, con una solitaria carretera cortándose a través de la arena, pero sin las pirámides. —Es más fácil en la transición si se ve de donde provenimos —explicó Mimi.
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Oliver pensó que se parecía un poco al desierto de Mojave en el Valle de la Muerte, rocosa y abandonada. Había palmeras en la distancia, y los cardos soplaban junto a las carreteras; el calor era opresivo, y estaba sudando por el chaleco del safari. —Vamos —dijo Mimi, tintineando las llaves de un mustang rojo convertible que se había materializado por el lado de la carretera—. Entra. Yo conduzco. Conozco el camino. —Por supuesto que sí. —Oliver tosió, pero la siguió. Azrael, Ángel de la Muerte, había vuelto a casa.
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Capítulo 6 Retrato del artista como un joven heredero Traducido por: EvaMedina Corregido por marthatithy1
llegra llegó tarde a la fiesta. Ella tardó demasiado tiempo en frente del espejo, preguntándose qué ponerse y sintiéndose nerviosa. Nada de lo que había comprado en Nueva York se sentía bien: ella odiaba toda su ropa. Charles se había ido a la apertura de la exposición como estaba planeado. Allegra había sido capaz de convencerlo de que ella no se sentía bien como para el parloteo social esa tarde y que prefería estar en casa y ponerse al corriente con su lectura. Afortunadamente, él había estado demasiado entusiasmado con la oportunidad de ver la destacable colección del antiguo arte sudamericano para presionarla para que lo acompañe. Charles disfruta del ajetreo de la vida social, disfruta de la atención de una convención adorada, y ella sabía que él no la extrañaría.
A
El minuto que la puerta se cerró detrás de Charles, Allegra fue como un vendaval hacia su armario. La última vez que Ben la había visto fue cuando ella tenía 16 años, sin experiencia, rebosante de juventud, vida y energía; y mientras ella sabía que 5 años no era mucho tiempo, ella se sentía mayor, mucho más consciente de su belleza y de la reacción que eso generaba en el sexo opuesto. Ella usaba el cabello más corto ahora, cerca del cuero cabelludo, casi varonil, y Charles lo odiaba, él había adorado sus dorados cabellos largos, había amado pasar sus dedos entre el fino grosor. Él se había decepcionado cuando ella volvió de la peluquería con su nuevo corte de cabello.
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Sin embargo, Allegra amaba el alivio liberador: no más de esa pesadez detrás de su cuello — ella siempre había tenido demasiado calor en verano — y no había más frenazos en el tráfico en una parada cuando ella corría a través de la calle, ni las cabezas se volvían cuando caminaba por la acera, su dorado cabello volaba detrás de ella como una vela. Ella disfrutaba siendo un poco menos llamativa, un poco más fácil de olvidar, un poco más ordinaria, casi como si ella fuera alguien más para variar. Sin embargo, ahora, cuando ella frotaba los afilados bordes de su corte de pelo, ella se sentía inquieta porque quizá Charles estaba en lo correcto, que sin su cabello ella no parecía ella misma, que había cortado su mayor atractivo, ella lucía común y corriente. Ella decidió bajo un viejo recurso, una camisa blanca de seda, un par de Levi's de hombre, un grueso cinturón de cuero y unas maltratadas botas de vaqueros. La fiesta era en una mansión en la cima de una montaña en Pacific Heights. Allegra se deslizó por las puertas doradas y agarró una copa de champagne de una camarera que llevaba una bandeja plateada. Ella hizo su camino entre la multitud bien parecida y adinerada: mujeres en piel y terciopelo y hombres en entalladas chaquetas japonesas. La fiesta se centraba en la sala de estar, un confortable espacio lleno de libros con una vista del Golden Gate que quita el aliento y un Monet real por encima de la chimenea. Además de todas las raras antigüedades y el impresionante arte expuesto, esto se las arreglaba para ser cálido y acogedor al mismo tiempo.
— Me pareces familiar. Soy Decca Chase. Bienvenida a nuestra casa.— una de las madrinas de la principal sociedad de San Francisco, que también era la madre de Ben, sonrió a Allegra. — ¿Tú eres la chica en las pinturas, verdad? ¿Había más de ellas? Allegra se preguntó. Ella había visto sólo una en la galería. — Señora Chase — ella dijo — es tan agradable verla otra vez. — ¡Así que nos hemos conocido antes! — la madre de Ben dijo con placer. Ella era alta, como su hijo, y compartía con él su belleza larguirucha del típico estadounidense, y estaba impecablemente vestida en una franja de blanco cachemira. Allegra recordó algo que su compañera de cuarto de preparatoria le dijo, que la madre de Ben era la heredera de una gran fortuna de San Francisco, y que su segundo nombre venía del lado materno de su familia. — He ido a la escuela con Ben. En Endicott. — Allegra explicó, sintiéndose un poco intimidada por su amistosa anfitriona.
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— ¡Por supuesto que lo has hecho! Él está contento de ver a una vieja amiga. — Decca Chase giró hacia la fiesta, sujetando la mano de Allegra y finalmente se detuvo en frente de un chico alto con una chaqueta azul gastado, que estaba entreteniendo a una gran y adorada multitud con una fascinante historia que los tenía resoplando en sus cocktails. — Mira a quien he encontrado. — dijo ella triunfalmente. De repente, Allegra se sintió muy cohibida y deseó que hubiese asistido a aquella inauguración del museo con Charles. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? Ella no pertenecía a este lugar. Su madre estaba siendo amable y eso fue doloroso. Quizá ella podría simplemente desaparecer de la fiesta y nadie nunca recordaría que ella estuvo allí. Pero ella se quedó clavada donde estaba y Ben se estaba girando para saludarla. Él se veía exactamente igual: alto y con cabello dorado, con la misma amistosa sonrisa feliz, los mismos brillantes ojos azules, su persona entera tan clara y soleada como una tarde de verano. — ¡Piernas! — dijo él. A Allegra le dolió un poco escuchar ese viejo sobrenombre, y escucharlo a él usarlo tan fácilmente. Él le dio un abrazo cordial y un rápido beso en la mejilla, como si ellos fueran sólo viejos compañeros de escuela y nada más... Como si ella nunca lo hubiese marcado, nunca tomado su sangre y hacerla suya. Ella se preguntó qué la había poseído para venir esta noche. ¿Por qué había venido? ¿A qué le había temido? ¿Había venido para ver si él estaba arruinado de alguna manera o si ella lo había destruido? ¿Estaba ella decepcionada al encontrarse con que ella no lo había hecho? No. Ella había hecho lo correcto dejando Endicott cuando ella lo había hecho, después de que ella fuera advertida por una visión. Mira, él estaba mejor sin ella. Él era el mismo viejo Ben, con sus mejillas rojizas y sus hoyuelos al sonreír. Él vestía una gastada corbata de representante y un cinturón: todavía el mismo viejo niño pijo. Los jeans estaban pulcramente salpicados de pintura, por supuesto. Pero si allí había alguna pretensión o cálculo, ella no pudo encontrarlo. Él era natural y amistoso, tan difícil de no gustar, uno de esos chicos a quien todo el mundo quiere, lo que causó que Charles lo detestara desde el principio. — Ben, hola. — dijo Allegra, devolviéndole su beso en la mejilla, su sonrisa enmascarando el descontrol de emociones que ella sentía bajo la superficie. — Ya nadie me llama así. — dijo él, bebiendo un sorbo de su vaso de cerveza y contemplándola pensativamente. — Nadie me llama "Piernas" tampoco, sólo tú. — dijo ella débilmente.
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Ben sonrió. — Sólo estoy tomándote el pelo. Llámame cualquier cosa que quieras. O no me llames en absoluto. — él bromeó. La multitud de a su alrededor se dispersó, cuando era obvio que la hermosa chica nueva (y Allegra nunca debió haber dudado, ella todavía estaba despampanante incluso con el cabello corto) tuvo toda su atención.
— Bueno, ustedes chicos reencuéntrense. Yo debo ir a ver qué está haciendo tu padre, asegurarme de que él no se come todos los pasteles de caviar. — dijo Decca Chase, mirándonos con satisfacción a los dos. Allegra se había olvidado de que su madre estaba allí. Ben y ella la vieron moverse fácilmente entre la multitud, pellizcando un codo aquí, riendo a una broma allí, la anfitriona consumada. Una camarera se deslizó para rellenar la copa de champagne de Allegra y ella se alegró por la distracción. No sabía qué decirle a Ben. Todavía no sabía qué estaba haciendo aquí. Sólo que había surgido la oportunidad de verlo otra vez, y que ella tenía que aprovecharla, como un hombre ahogándose alcanzando un conservante vital. — Tu mamá es genial. Nunca dijiste que fuese genial. — ella recordó que él había dicho que sus padres no habían tenido mucho tiempo para él mientras crecía. Tal vez ellos estaban compensándolo ahora, con esta fiesta ostentosa.
— Olvidé mencionarlo. — Ben sonrió. — Oh, cierto. ¿Te di la impresión del Pobre Niño Rico, verdad? Allegra se rió. Él siempre puedo hacerla reír y ella extrañó su calmada camaradería. — Bonita casa. — dijo ella, levantando su cejas al Picasso sobre la mesa del comedor. Ben rodó sus ojos. — Mis padres — dijo él — Lo peor de tener dinero es que no me vuelva un artista hambriento. — ¿Es así de malo? — dijo Allegra, con un leve tono burlón. — Oh, es lo peor — dijo Ben alegremente. — Estoy acostumbrado a comer bien, y mi madre usa sus contactos para que todos escriban sobre mí o compren mi trabajo. Es duro, te lo digo yo—.
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Allegra sonrió. El fondo de Ben era sólo parte de él. Él no era responsable por quienes eran sus padres, él sólo era afortunado de ser su hijo. Ben miró a ella de cerca. — Te cortaste el cabello. — dijo él, arrugando su frente — Pensé que era tiempo para un cambio. — dijo ella, intentando sentirse valiente. Dios, él lo odiaba, ella podía decir. ¿Por qué tuvo que cortarse el cabello? ¿En qué estaba pensando? — Me gusta. — dijo él con un asentimiento de aprobación. — Por cierto, la galería me dijo que compraste una pintura. — Lo hice. — ella asintió, notando que había un grupo de personas paseando alrededor de ellos, esperando a que Ben la liberase, así ellos podrían lanzarse sobre él. — Bien, necesito el dinero—. — Mentiroso. — ella hizo un gesto hacia su multitud de admiradores. — Creo que te estoy alejando de tus fans. — Ah, que se jodan. — Ben sonrió. — Es realmente bueno verte, Piernas. — dijo él cariñosamente. — ¿Quieres venir al estudio mañana? ¿Ver algunas cosas? Prometo que no voy a intentar vendértelas. Bueno, tal vez no todo. Él quería verla otra vez. El corazón de Allegra dio un brinco. — Claro. ¿Por qué no? — ella se encogió de hombros despreocupadamente, como si ella sólo iría si no tuviese nada mejor que hacer. Su cara se iluminó y el parecía descaradamente jovial. — ¡Genial! Le diré a la galería que te dé la dirección. Finalmente, uno de los invitados que se cernían sobre nosotros, un caballero más viejo con una barba estilizada, se cansó de la espera. — Stephen, perdona mi interrupción, pero deberías conocer a uno de nuestros mejores clientes, él está encantado con tu trabajo e insiste en comprar la colección entera. — Un segundo. — Ben le dijo a su comerciante. — Perdona por esto. — le dijo a Allegra.
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— El trabajo llama. Pero quédate. Disfruta de la fiesta. Algunos de la vieja pandilla está aquí, un grupo de Peithologians6, al menos. Los encontrarás en el bar tomándose tragos. Los viejos hábitos son duros de matar—. Entonces él se fue, alejado por sus invitados, que había venido a celebrar su éxito. Ben estaba feliz, era simpático, estaba bien. Él estaba bien. Allegra decidió sentirse feliz por él, contenta con que ella había hecho lo correcto cortando su pequeña aventura, o lo que sea que haya sido, justo desde la raíz. Cuando ella deambulaba en la dirección del bar para encontrar a sus viejos amigos, ella no pudo evitar sonreír a sí misma. Ella estaba contenta porque a él le había gustado su cabello.
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Una sociedad secreta de los poetas y aventureros
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Capítulo 7 Reflejos Traducido por Edgli Corregido por sttefanye
us secuestradores los guiaron lejos de la tienda, y Schuyler fue sacudida dentro de un vehículo que rápidamente aceleró sobre las vías llenas de baches. Pensó que podía sentir la presencia de Jack a su lado, pero no estaba segura. La capucha que habían lanzado sobre su cabeza la desorientaba, no era una hecha de tela normal oscura, sino una que estaba hecha para cegar a un vampiro; y otra arma en el arsenal Venator. No estaba segura de cuánto tiempo pasó, pero finalmente fue sacada del auto y guiada dentro de algún sitio. Schuyler empezó a sentirse asustada, pero quería ser fuerte.
S
¿Estás bien? Preguntó la voz calmada de Jack dentro de su cabeza. Si te lastimaron los destrozaré miembro por miembro. Así que Jack estaba aquí. Alivio revoloteó sobre ella mientras respondía. Estoy bien. ¿Dónde estamos? ¿Quién nos secuestró? Su mente volaba, ¿Venatores de Nueva York? ¿O se habían reagrupado las fuerzas de la Condesa? Antes de que Jack pudiera responder, la capucha fue removida de su rostro, pero fue rápidamente reemplazada por un cuchillo bajo su barbilla, y su agresora estaba jalando de su cabello para que su cuello fuera vulnerable. Jack estaba sentado al otro lado de ella, similarmente sometido, sus manos atadas. Sus ojos verde claro brillaron con ira, pero mantuvo su temible poder en sus mejillas. Podía haberlos matado con una palabra, pero de nuevo, había sido restringido por su debilidad, su amor por ella. Con Schuyler en peligro, Jack era efectivamente nada poderoso, y era lo que más odiaba sobre sí misma, que podía ser usada para controlarlo.
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La chica que sostenía un cuchillo contra la garganta de Schuyler era una hermosa Venator china, vestida con un uniforme que denotaba un alto comando, con tres cruces de plata talladas en el collar. —Espera. Este es uno de nosotros. —Su compañero, un chico rechoncho con un rostro abierto, hizo un gesto hacia Jack—. General Abbadon. Esta es una sorpresa. Deming, ¿no lo reconociste? —Rujiel —dijo Jack, usando el nombre angelical del Venator mientras cuidadosa y expertamente removía las ataduras de sus manos como si estuvieran hechas de cadenas—. No me di cuenta de que los Vientos del Oeste habían reunido sus tropas con traidores. Estoy decepcionado de verte a ti y a tu hermano responder a la orden de Drusilla. —No somos traidores —replicó Sam Lennox agudamente—. La Condesa pudo haber convertido al clan europeo, pero no hacemos su licitación. Y tampoco trabajamos ya para tu hermana nunca más. —Bueno, también, o estarías en el siguiente avión a la ciudad —dijo Ted con un gruñido. —Entonces bien, ¿podrías pedirle amablemente a tu amiga que deje ir a mi esposa? —preguntó Jack—. Si es verdad que no somos opositores, no hay necesidad de esta animosidad. La chica china miró interrogativamente a Sam, quien asintió, y ella guardó su cuchillo. Schuyler exhaló. —La espada de mi madre. ¿Dónde está? Otra chica, con el mismo rostro exacto que la otra Venator que la había abordado, le lanzó la espada, y Schuyler la atrapó con habilidad y la dejó reducir a su tamaño, luego la colocó en su bolsillo. Las Venators chinas y los gemelos Lennox eran una pareja interesante. Reflejos de los unos de los otros, se movían con gracia y destreza complementaria, como una máquina bien aceitada llena de siglos de experiencia. Se veían reforzados por la batalla y drenados. Jack se hizo cargo de la situación, asumiendo que naturalmente el manto de liderazgo cayó en sus hombros, y presentó a todo el mundo. —Schuyler, estos son Sam y Ted Lennox, también conocidos como los hermanos Rujiel y Ruhuel, los Ángeles del Viento del Oeste. Buenos soldados.
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Son parte de mi legión desde hace mucho tiempo. Creo que fueron los últimos del equipo de Kingsley en Rio. Y si no me equivoco, estas encantadoras damas son Deming y Dehua Chen. Las recuerdo del Four Hundred Ball. —Hizo un gesto hacia Schuyler—. Esta es Schuyler Van Alen. Mi alma gemela. —El famoso Jack Force—dijo Deming, su voz saliendo con agravio. Mientras que los hermanos Lennox podían haber diferido a Jack como su antiguo comandante, esta obvio que ella no sentía el mismo respeto. Se veía más fuerte y fiera que su gemela, Dehua, quien tenía un ademán más gentil. Schuyler no tenía duda de que Deming habría magullado su garganta sin vacilación. —Te recuerdo también —le dijo Deming a Jack—. Dicen en Nueva York que habías huído con la abominación de Gabrielle y habías roto tu vínculo con Azrael. No creí que fuera cierto. —Lo miró con tanto desagrado que Schuyler entendió completamente por primera vez la enormidad de a lo que Jack había renunciado por ella, su lugar altivo y honorable en la comunidad vampira, su honor y su palabra. A los ojos de los Venatores no era más que un bajo cobarde, alguien que había roto su promesa celestial. —Cuidado. No me gusta esa palabra o acusación. No dejaré que mi esposa sea insultada de esa manera. —habló Jack suavemente, pero sus palabras cargaban el peso de una amenaza. —Es la verdad —dijo Deming—. El error de Gabrielle fue lo suficientemente malo, pero lo has hecho peor rompiendo tu juramento y yéndote con su engendro. —¡Te disculparas por tu rudeza! —ordenó Jack, saltando sobre sus pies. Deming sacó su barbilla, viéndose tan altanera como una emperadora china. —Olvidas que no respondemos ya a tu mandato. Azrael mantuvo su honor. ¿Dónde está el tuyo? —Déjame mostrarte. —Sonrió Jack y fue por su espada. En un destello, los dos habían cruzado espadas, y chispas volaron del acero celestial. —No amenaces a mi hermana —advirtió Dehua, soltando su arma también, mientras Sam y Ted Lennox hacían lo mismo.
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—Cuidado Abbadon —dijo Sam—. No somos tus enemigos, pero protegemos a los nuestros. Esto había ido lo suficientemente lejos. Schuyler saltó entre los ángeles guerreros, sus manos estiradas para que se vieran forzados a bajar sus espadas. —Jack, está bien. Deming, no me conoces, pero espero que podamos estar en paz de alguna manera. Hay algo más importante aquí que cualquiera de nosotros —dijo Schuyler—. Por favor. Si peleamos entre nosotros, perdemos todo. Deming se alzó, pero Jack se retrajo. —Tienes razón como de costumbre —le dijo a Schuyler, con una suave mirada en su rostro. Se volvió a sus adversarios—. Te advierto, Kuan Yin, que insistiré en que mi esposa reciba tu máximo respeto. Pero me disculpo por amenazarte. Las armas fueron rápidamente enfundadas, y las parejas se reagruparon, Sam con Deming y Ted con Dehua yendo instintivamente al lado del otro. Miraban a los recién llegados con cuidado, inseguros de qué hacer con ellos. —Bien —dijo Jack, como si nada hubiera pasado—. Si ustedes cuatro no están aquí para arrástrame al servicio de la Condesa, o llevarme de regreso al juicio de sangre de mi hermana, ¿Por qué nos emboscaron? —Cazamos Nephilim —dijo Deming. Apuntó su espada a Schuyler, y por un momento pareció como si otra pelea estallaría. Pero la Venator dijo simplemente—. Su rastro de Encantamiento estaba enturbiada, una mezcla de lo divino y lo humano, como la suya. Pensamos que era una de ellos.
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Capítulo 8 Punto de control Traducido por Laura Soto Corregido por Ale Rose liver recordó el viaje a el Mojave. Fue una de esas excursiones de última hora. Sus padres tenían amigos que vivían en Palm Springs, y sus hijos ―un par de adolescentes mimados de California, eran bohemios con el pelo desgreñado y costosos juguetes que vivían en el área de Brentwood― le preguntaron si quería ir a ver el Death Valley con ellos. Hablaron de buscar una abandonada ciudad fantasma y Oliver aceptó ir, ya que cualquier cosa era mejor que quedarse sentado mientras los adultos bebían un Primm’s Cup7 y hablaban sobre torneos de tenis.
O
Al principio Oliver se había preocupado de que habia cometido un error. Los caminos de tierra que atraviesan los barrancos se inundaron por una tormenta, y lo que se suponía que sería un viaje de dos horas se convirtió en una odisea de ocho horas y en una pesadilla. Pero, por suerte, sus anfitriones resultaron estar de buen humor y animaron a seguir con la aventura, en vez de estar de mal humor y molestos. Se divirtieron conduciendo por el enorme desierto que se parecía un poco a las imágenes que había visto de la superficie de la luna: solo y vacío y extraño. ―¿Fue como la primera vez que estuviste aquí? ―le preguntó Oliver a Mimi mientras miraba por la ventana polvorienta. ―No. Siempre es diferente. Creo que se ve así porque estás conmigo. Esto utiliza cosas que tu mente pueda procesar. Oliver jugueteó con el sintonizador de la radio en el salpicadero, pero la única música que sonaba era la de Wagner.
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Primm’s Cup: es una bebida producida en Inglaterra hecha a partir de ginebra seca, un licor Primm, jugos de frutas y especias.
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―Imagínate ―dijo Mimi―. Helda es una fan. Puede ser que también necesites descansar un poco. No llegaremos allí por un tiempo. ―¿Cuánto tiempo hemos estado aquí? ―El tiempo no es el mismo ―explicó Mimi―. No es como allá. En el Inframundo, no hay pasado ni futuro; sólo el presente. Llegamos allí cuando lleguemos. Es una prueba de resistencia. Podríamos conducir en círculos para siempre como un castigo. ―Dios mío. ―Tipo equivocado. ―Mimi sonrió―. Pero no estás muerto y yo no soy humana, así que creo que Helda sólo está jugando con nosotros. ―¿Quién es esta Helda de la que sigues hablando? ―Ella es la gobernante. Ese es su apodo. ―Correcto. Oliver tomó una serie de siestas, pero el tiempo ya no era un factor, era difícil decir cómo se debía sentir. ¿Estaba hambriento? Había tenido un enorme desayuno, pero la transición a través del Crepúsculo había tomado mucho de él. ¿Tenían almuerzo en el Infierno? ¿Debería haberse preparado una merienda? ¿Por qué de repente pensó en la comida? Se percató que estaba cansado y confundido; esto se sentía como si tuviera los síntomas de jet lag8 , lo cual para él era una lucha. Esperaba que Mimi supiera a dónde iba. Había accedido a ir con ella. Después de la graduación, cuando Mimi se enteró de que le habían aplazado su aceptación a Harvard, ella le ofreció el puesto de ser su Conducto y él había aceptado. Sus padres habían tratado de disuadirlo, querían que él mantuviera su puesto en el Repositorio, donde estaría a salvo. Pero los empleados solo estaban interesados en el almacenamiento y archivo, en la preparación para la posible disolución del Aquelarre. Era desalentador. No estaba seguro de lo que pasará si los vampiros se marcharan bajo tierra, y parecía que sus padres no sabían tampoco. Juntarse con Mimi parecía la tarea más aventurera, y él quería estar de servicio. No quería pasar horas haciendo inventario.
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Jet Lag: es un desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona (que marca los periodos de sueño y vigilia) y el nuevo horario que se establece al viajar en avión a largas distancias, a través de varias regiones horarias.
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También era cada vez más evidente para Oliver que Mimi no podría manejar sola la Regencia, y que ella necesitaría la mano dura de Kingsley junto con la de ella para guiar al estropeado Aquelarre. Oliver tomó en serio su deber como Conducto humano. No dejaría que el Aquelarre cayera, y estaba decidido a cumplir con su deber para con los Sangre Azul, asegurándose que Mimi tenía lo que necesitaba para mantener al Aquelarre seguro, no importa qué tipo de sacrificio tendría que hacer. Además, consideraba a Mimi como una amiga. Se habían llegado a entender, y Oliver se sorprendió de lo bien que se llevaban. Se había dado cuenta de que debajo de la princesa había una criatura vieja y práctica, y él la respetaba. Cuando ella lo había invitado a bajar al Inframundo con ella, había aceptado, por el deber, la curiosidad y el deseo para asegurarse de que ella estuviera a salvo. Podría ser el temible Ángel de la Muerte, pero aún Mimi tenía un corazón que puede ser roto y Oliver no quería que ella estuviera sola si fallaba rescatando a Kingsley. Ella necesitaba un amigo. ¿Qué tenía que perder? Ya había perdido a Schuyler. Aun así, se conducieron por lo que parecieron horas. Durante millas y millas no había nada, pero en ―La cabalgata de las valquirias,‖ la cual definitivamente se vuelve aburrida después de la enésima ronda. Oliver podía sentir la creciente frustración de Mimi, y fue un alivio de que por fin llegaban a un puesto de control de aspecto primitivo ―con sólo un caballete de madera a la orilla de la carretera― y más allá una pequeña gasolinera. Habían dos hombres ―Oliver pensó que parecían hombres, pero una mirada más cercana ellos no eran hombres del todo― le hablaron a Mimi en una lengua que él no podía entender. Tenían casi nueve metros de altura, y sus grandes cuerpos voluminosos estaban cubiertos de una piel mate marrón, mientras que sus rasgos faciales eran nudosos y retorcidos, con narices bulbosas y pequeñas y brillantes ojos amarillos. Usaban dolorosos collares hechos de alambre de púas de plata. Mimi hizo algunos ruidos extraños que parecían gruñidos. Después de un momento, los hombres se alejaron para hablar con su supervisor. ―¿Qué son? ―susurró Oliver. ―Trolls. Trabajan aquí... para los demonios. ―Qué feos. ―Oliver se estremeció―. Esos collares. ―Es lo único que evita es que nos ataquen ―dijo Mimi en un tono flemático.
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Los collares se enrollaban apretadamente alrededor de los cuellos de los trolls, y les sacaba sangre cada vez que se movían. Oliver no pudo evitar sentir repulsión y piedad por las criaturas. Miró a su alrededor. ―Así que esta Helda que conoces, ¿es un demonio? ―No. ―Mimi negó con la cabeza―. Ella es más como... la abuela de los demonios. Oliver palideció, y Mimi continuó explicando. ―Ella es una de los dioses. De los viejos, antes de que nosotros llegáramos, como la bruja que visitamos en North Hampton. ―Hay tantas cosas que no sé sobre el mundo ―murmuró Oliver. Los trolls volvieron e hicieron un gesto a una estación de servicio más allá del puesto de control. Mimi aparco el coche. ―Espera aquí ―dijo. ―¿Con ellos? ―Resistió Oliver. Se lamentó no haber pensado en poner el techo, pero ya era demasiado tarde. Los trolls lo olfatearon, uno se inclinó hacia adelante tan de cerca, que Oliver podía sentir su aliento caliente en la mejilla. ―Un Humano ―le dijo al otro, en perfecto Inglés. ―Vivo. ―Su amigo asintió con una sonrisa socarrona. ―Él es mío, ¡bestia! Tócalo a él y probarás un poco de Azrael ―espetó Mimi. Los trolls retrocedieron, pero Oliver no estaba seguro de si se sentía más seguro. Ellos seguían mirándolo como si fuera la cena. ―Sólo te están tomando del pelo. No comen carne ―aseguró. Mimi olvidó añadir "sólo almas," pero Oliver no tenía que saber eso ya que lucía aterrado―. Deja de ser un cobarde. Trolls, déjenlo en paz. Mimi se acercó a la pequeña oficina ubicada en la parte posterior de la estación de gas. No quería decirle a Oliver que la interminable conducción le había molestado. Se había preocupado de que fuera un signo de que Helda que no le permitiría ir más allá de los niveles inferiores, y tendría que llegar a la séptima si iba a encontrar a Kingsley. Otro troll, una mujer fuerte con una melena de bronce, aguardaba en la puerta de la oficina de Helda. La trol llevaba una faja de hierro pesado cargado con balas y lleva lo que parecía como un AK—47. Ella le hizo a Mimi un cacheo para detectar armas. ―¿Qué es esto? ―preguntó, con la mano sobre la espalda de Mimi.
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Es increíble que el troll hubiera encontrado la aguja que Mimi había clavado en su sujetador. ―Es mi espada. ―Vas a tener que dejarlo aquí. Puedes tenerlo de nuevo cuando termines con Helda. Mimi cumplió y entregó la aguja, jalándola de debajo de su camisa. ―¿Puedo entrar ahora? El troll asintió y pateó la puerta abierta. Helda no parecía contenta de verla. La Reina de la Muerte era una mujer mayor vestida de negro intenso, el pelo recogido en un moño gris apretado. Tenía el rostro arrugado y estirado, y tenía los labios delgados y fruncidos por fumar de toda la vida, así como los duros ojos pequeños y brillantes de un apostador que había gastado su último dólar en un caballo perdedor. No se parecía en nada a su sobrina que vive en el norte de Hampton. Había algo cruel y antigua de ella, como si hubiera visto el mundo en su peor momento y se había limitado a encogerse de hombros. Estaba sentada detrás de un escritorio que estaba sucio con libros, recibos, notas y sobres arrugados y rasgados. Parecía como el escritorio de un contador agobiado, lo cual, cuando Mimi lo pensó, era lo que estaba haciendo Helda, ya que el Reino de los Muertos era un poco como una burocracia que recogen almas en vez de impuestos. ―Has vuelto ―dijo rotundamente. " ―Gracias a su sobrina ―dijo Mimi. ―¿Cuál? ―Erda. ―Qué decepcionante. Erda fue siempre la más inteligente. Freya, lo haría sólo para fastidiarme. ―Helda miraba a Mimi con frialdad. Mimi pensaba que Helda era como esas mujeres ricas que dirigían los comités de caridad y se complacía en excluír los que suben posiciones sociales del grupo. ―Así que. ¿Qué es lo que busca de mi dominio, Azrael? ―Sabes lo que quiero. La misma cosa que he querido desde la última vez. He venido a recuperar un alma más allá del subvertio .
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―Regresas por Araquiel, ¿verdad? Qué Vergüenza. Él ha estado muy activo aquí abajo, es una gran ayuda para mantener a los demonios en línea. ¿No hay manera de que pueda disuadirte de tu misión? Mimi negó con la cabeza. ¿Esperaba Helda que ella creyera esta mierda? Kingsley estaba sufriendo aquí. Quién sabía qué especie de tormento y agonía estaba sufriendo. No sabía qué tipo de juego Helda estaba jugando, pero decidió mantener la boca cerrada para que el viejo pájaro la dejara pasar. ―Estás preparada esta vez. ¿Tienes tu trueque? ―preguntó Helda. ―Sí ―dijo Mimi, haciendo un gesto hacia la ventana. Helda observó a Oliver tratando de apoyarse lo más lejos de los trolls como sea posible sin que parezca que les estaba evitando. ―Ya veo ―suspiró ella―. Un humano es un pobre sustituto para el alma que estás tomando de mí. Pero muy bien. Si eres capaz de convencer a Araquiel de volver contigo, puedes tenerlo.
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Capítulo 9 Sesión en el estudio Traducido por DarkAngelGirl Corregido por Violet~
a dirección que el asistente de la galería le había dejado en su contestador a Allegra la trajo a un almacén cerca del la calle del mercado. Tomó el ascensor chirriante de la fábrica que subía lentamente hasta el último piso.
L
Anoche se había pasado recordando de la fiesta del reencuentro sobre la escuela secundaria con sus viejos amigos, muchos de los cuales ya habían comenzado sus vidas en el mundo: de nuevo los inversionistas banqueros y los estudiantes de derecho, una dispersión de la televisión PA y el club de periodistas, junto con los asistentes de la moda y la señoras y caballeros que se autodenominan que habían recibido sus herencias y los que entretenían sus días en el circuito social, sus vidas son una sucesión de fiestas, beneficios y festivales; una multitud de jet-set que frecuentaban Wimbledon, Art Basel, y el Festival de Cine de Venecia. Sus amigos arrullaban sobre su nuevo corte de pelo y querían saber por qué había desaparecido de sus vidas sin una explicación. Personas como Allegra se suponía que no hacían cosas desagradables. Su especie se mantiene en contacto por costumbre, siempre contando los días de gloria cuando uno había sido un brabucón en St. Paul o Endicott. Ella se disculpó profusamente y prometió tenerlos a todos, en Nueva York, una vez que se termine la renovación de la casa de la ciudad, en la Quinta Avenida, donde se supone que ella y Charles viven después de su vinculación. El ascensor se abrió justo en el estudio de Ben. —¿Hola? —¡Estoy aquí! —llamó Ben. Ella caminó hacia adentro hasta encontrarlo de pie en frente de un gran cuadro, limpiándose las manos con un trapo húmedo.
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—Estás aquí —dijo, como si él no lo creyera. Tiró el trapo lejos y se limpió las manos en los vaqueros. Estaba nervioso y ella se sorprendió al descubrirlo. Él no tenía ninguna de la indiferencia que había mostrado la noche pasada. —Tú me invitaste. —No estaba seguro de que vendrías —admitió él. —Bueno, estoy aquí ahora. —Ella le dedicó una sonrisa vacilante. No sabía por qué el estaba actuando tan extraño. ¿Lo había leído mal? Él la había invitado a ver el estudio, y ella había pensado que era una invitación sincera, no una de esas casuales, de esas que la gente dice por cortesía el uno al otro en las fiestas de cenas. ¿Fue este otro error? Ella se había despertado esta mañana entusiasmada ante la perspectiva de volver a verlo, y con la esperanza de que él estaría solo. Se quedaron mirando el uno al otro durante tanto tiempo que Allegra finalmente sintió que estaba siendo grosera. —Bueno, ¿vas a mostrarme tu trabajo? Ben se ruborizó. —Lo siento, parece que he olvidado mis modales. Por favor, por todos los medios. —Allegra caminaba por la habitación. El estudio era un gran desván blanco con ventanas desde el piso al techo con vista a la bahía. Había latas de pintura y pinceles en todas partes, y plástico en el suelo. El olor aceitoso de gesso llenaba el aire. —Lo siento, está un poco desordenado —dijo él. Ella asintió, sin saber qué decir. El desván estaba lleno de un surtido de telas de todos los tamaños, algunos se extendían de dos metros y medio de altura por tres metros de ancho. Habían pequeñas pinturas apoyadas en caballetes o pegadas en las paredes. Algunos estaban enmarcadas y con revestimiento de plástico. Como Allegra miraba a su alrededor, se dio cuenta de un tema en toda su obra. Cada pintura del mural mostraba a una chica soñadora acostada en una cama, como una moderna odalisca, los más pequeños, eran como la que ella había comprado, todos y cada uno de los retratos en el estudio era una pintura de ella. Caminó a través del espacio, estudiando las pinturas y los dibujos en completo silencio y estupefacción. Ben la siguió sin decir nada, esperando para escuchar su reacción. Por ahora, ella no tenía ninguna. Se limitaba a procesar la información que él le estaba dando. Las pinturas celebraban la amplitud de su corta historia de amor: Allegra en la cama, en su camisola blanca, Allegra en el bosque, la noche de su iniciación en los Peithologians, una sociedad secreta de
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poetas y aventureros, lo que significaba que se había emborrachado en el bosque después del toque de queda; Allegra sosteniendo un libro de un texto latino, riéndose de lo terrible que ella era en el lenguaje; Allegra desnuda, de espaldas al espectador. Había un pequeño cuadro negro, todo negro excepto por el pelo rubio y brillante y los colmillos de marfil. Allegra la princesa vampira. Ella entendía ahora. El artista despreocupado y alegre heredero-de-laciudad de la noche anterior fue todo un acto. El Beso Sagrado lo había marcado, lo había cambiado, con el fin de hacerle frente a su abandono, el había creado un santuario dedicado a ella. Esta obsesiva recolección de cada momento de su relación fue su manera de mantenerla cerca de él. Él la pintó una y otra vez para nunca olvidarla. Todo estaba allí: su amor y su necesidad de ella. Este era su verdadero corazón, abierto y expuesto y sangrando. Ahora entendía lo que la madre de él había tratado de decirle a ella cuando dijo—: Tú eres la chica de las pinturas. —Decca Chase estaba preocupada por su hijo, y había pensado que tal vez si traía a Allegra, él encontraría una manera de estar con ella o salir de ella. Mujer inteligente. Ben movió los pies, con la cara tornándose lentamente en una sombra brillante de color carmesí. Él tragó saliva. —Bueno, ¿qué te parece? —Siento mucho haberte dejado —dijo Allegra lentamente, no del todo capaz de mirarlo a los ojos—. Siento mucho haber desaparecido esa noche. No lo entiendes, no soy libre... no tengo la opción de elegir a quien puedo amar. Tienes que olvidarte de mí... Es mejor para todos. Para ti. Ben frunció el ceño. —No... no... no entiendes. Pero Allegra estaba de vuelta en el ascensor, y esta vez no iba a volver. Ella había cometido un error en ir a verlo, en poner en peligro todo su futuro y ella no lo haría de nuevo. A veces era mejor mantener cerrada la caja de Pandora.
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Capítulo 10 Ciudad de la Muerte Traducido por krispipe Corregido por Violet~
ue sólo después de que los Venators hubieran relajado su postura hostil que Schuyler notó los alrededores. Estaban dentro de una pequeña habitación de piedra, y no estaba segura, pero parecía como si los estantes se hubieran hecho a partir tumbas marcadas, y dos lápidas vistosamente talladas formaban una mesa. —¿Estamos dónde creo que estamos? —preguntó.
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Sam asintió, se disculpó por el olor, y explicó por qué estaba viviendo en un mausoleo, llamado la Ciudad de la Muerte, en una necrópolis que sirvió como hogar para personas cuyos antepasados fueron enterrados en las catacumbas del sótano, o para aquellos que habían sido forzados a salir de las zonas concurridas de El Cairo, incapaces de pagar apartamentos. En cualquier lugar había desde treinta mil a un millón de personas viviendo entre los muertos, explicó Sam. Los cementerios estaban equipados con un mínimo sistema de alcantarillado y agua, mientras que los cables eléctricos conectados a las mezquitas cercanas proporcionaban luz y calor. Dado que las tumbas habían sido construidas para dar cabida al tradicional período de luto, cuando la gente se alojaba en el cementerio con sus muertos para el requisito cuarenta días y noches, vivir en ellos fue una progresión natural cuando no había otras opciones. —Tenemos un pista en una colmena Nephilim en Teherán. Cerramos ése, hicimos lo mismo con uno en Trípoli, luego vinimos aquí cuando oímos rumores de que chicas han estado desapareciendo en la Ciudad de los Muertos —explicó que las desapariciones y los secuestros no se ajustaban a los típicos crímenes Sangre Roja.
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Había un aspecto sistemático, incluso ritualizado que despertó el interés de los Venators. —Esto tiene ―nacido en el infierno‖ escrito sobre él, así que hemos estado pasando la noche aquí para estar cerca del objetivo. —La semana pasada asaltamos su nido los agarramos a todos, excepto uno que se escapó —les dijo Deming. —Pensaste que era yo —dijo Schuyler. Deming asintió. —Sí —No se disculpó por el error. Relató los acontecimientos en Nueva York, como había capturado al Nephilim que había ido detrás de los vampiros. —Así es como sospechábamos —dijo Schuyler, recuperando el aliento a las noticias—. Esto ha estado ocurriendo por algún tiempo ahora —Les contó lo que había descubierto en Florencia, y confirmó lo que los Venators ya sabían sobre el trabajo sangriento de los sacerdotes Petruvianos, que cazaban y mataban a las mujeres humanas que habían sido tomadas por Croatan, junto con su descendencia—. La chica que había sido tomada tenía una marca en ella: tres círculos entrelazados que contenían el sello de Lucifer, una oveja, y el símbolo para unión de Sangre Azul. —Paul, el Nephilim en Nueva York, llevaba el mismo símbolo en su brazo —dijo Deming—. Parecía como una marca de nacimiento en lugar de un tatuaje. Todos los Nephilim lo llevan en sus cuerpos. —Pero ellos no han nacido malvados —dijo Schuyler—. Estas mujeres y niños son víctimas de un crimen atroz; son inocentes. —No sé nada sobre inocencia —argumentó Deming—. Paul Rayburn tomó dos vidas inmortales. ¿Quién sabe cuántos vampiros más ha asesinado a lo largo de los años? —Por lo tanto, esos Petruvianoss… sacerdotes asesinos quienes creían que hacían era la obra de Dios. —dijo Sam. —Nunca había escuchado hablar de ellos hasta que Deming nos contó lo que dijo ese bastardo, y estoy seguro que en ningún Aquelarre tampoco, lo que
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significa que no son parte oficial de la historia. ¿Cómo puede ser? —preguntó a su ex comandante. —No lo sé —Jack frunció el ceño—. Yo no era parte de la Orden de los Siete y no estaba enterado de las decisiones tomadas en la época. —De todos modos, la limpieza Petruviana va en contra de todo en el Código de los Vampiros, que obliga a proteger la vida humana —sostuvo Schuyler. —Los Nephilim no son humanos —dijo Deming—. Tengo cicatrices para probarlo —Ella levantó la manga para mostrar la marca blanca que llevaba de luchar con sus enemigos. —¿Alguien ha visto los informes Venator en esta área? —preguntó Jack—. Traté de encontrar las oficinas locales del Conclave, pero nadie me dijo donde se habían trasladado. Sam negó con la cabeza. —El Aquelarre aquí apenas puede mantenerse. Muchos de sus miembros han sido brutalmente asesinados, quemados, y no sólo los jóvenes sino los Ancianos. Hubo un ataque en la Torre del Cairo el mes pasado, su cuartel general. Es por eso que no los pudiste encontrar. Ellos están listos para pasar a la clandestinidad. Es así en todas partes. Nuestra especie está retrocediendo, volviendo a las sombras. —¿Qué es lo último que se sabe de Nueva York? —Jack quería saber. Deming y Sam se miraron. —La Regente ha desaparecido y, supuestamente ella se llevó las llaves del Depósito con ella, para mantener al Aquelarre de disolverse. Nadie sabe a dónde fue. Pero sin tu hermana, Nueva York no va a durar mucho tiempo —dijo Deming. Así que. Mimi era la Regente. Oliver había dicho la verdad. Schuyler vio a Jack procesar esta información. Creía saber lo que estaba pensando, que debería haber estado con Mimi; que sin los gemelos, el Aquelarre no tenía a nadie. —Pensamos que Azrael había llegado después de ti —le dijo Ted a Jack—. Para el jucio de sangre, cuando no volviste a Nueva York. —No hemos visto a Mimi —dijo Schuyler—. Todavía no, de todos modos.
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—¿Qué estás haciendo en El Cairo? Schuyler se cuidó de no revelar la razón exacta de su viaje. —Estamos buscando a alguien. Catherine de Siena, una amiga de mi abuelo. Jack oyó de una mujer santa llamada Zani, que nos pareció que podría ser ella. Uno de sus discípulos se suponía que nos encontraría en el mercado y nos llevaría a ella. Ustedes deben haberlo asustado. ¿Saben dónde podemos encontrarla? —El nombre me suena, ¿dónde lo hemos oído antes? —preguntó Sam. —Es el nombre de una sacerdotisa del templo de Anubis —dijo Deming—. Donde las chicas han estado desapareciendo.
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Capítulo 11 Boda Blanca Traducido por Cpry Corregido por Katiliz94
Y ahora? ¿Existe un mapa? —Preguntó Oliver.
—¿
Cuando vio la mirada en el rostro de Mimi se sintió escarmentado.
—Está bien, te prometo que dejare dejar de hacer preguntas estúpidas. Sólo daré conversación. —Habrá un segundo punto de control o algo así, —explicó Mimi. Todavía estaban conduciendo por el desierto, pero después de unos pocos kilómetros, Oliver notó que el camino era ahora a lo largo de la orilla del mar, y podía ver las olas de un océano azul, y una brisa que soplaba. Si se desciende al infierno más profundo, se estaba haciendo mejor en vez de peor. Mimi condujo hasta que vio un elegante hotel en la playa. —¿Estoy soñando? Parece el Viñedo de Martha —dijo Oliver que reconoció el hotel. Fue un famoso en la isla. Casi esperaba que un grupo de adolescentes caminaran ebrios llevando Camisetas de Black Dog. Mimi y Oliver se detuvieron en la entrada y ella miró a su alrededor con expectación. Cuando nadie vino a aparcar el coche, suspiró.
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—¿En el Infierno no hay aparcacoches? —preguntó ella, condujo hacia el estacionamiento. Oliver se rió entre dientes. —¿No es igual que el de la viña? ¿Qué es este lugar? —Lo sabremos muy pronto, —dijo Mimi. Se bajaron del coche y se dirigieron a la entrada del complejo. Había música sonando, un cuarteto de cuerda, y una camarera en una impecable camisa blanca y pantalón negro apareció con una bandeja de champán. —La fiesta está en la parte posterior. Ven y únete a nosotros. Oliver tomó un vaso. El champán olía delicioso, crujiente y burbujeante, con un toque de manzana y fresas, junto con una resaca de algo terroso almizclado y encantador. No se sorprendió al descubrir que llevaba un traje de color caqui y una camisa blanca presionada, mientras que Mimi ahora llevaba un vestido de lino claro y sandalias, y tenía una flor en el pelo. —Si esto es lo que es la vida en el mundo terrenal, no parece demasiado malo, —dijo, haciendo tintinear el vaso de Mimi. —Eso es lo que se podría pensar, por supuesto, —dijo Mimi, rodando los ojos. —Pero espera a que hayas visto el Paraíso. —¿Cómo era? —Ha pasado tanto tiempo que ni me acuerdo ya. Era simplemente diferente. Pacífico, —dijo con nostalgia. —Aburrido. —No. No fue así. Por supuesto, la gente piensa que sería aburrido, pero no lo es. Es como el mejor día de tu vida, para el resto de su vida, —dijo Mimi. —De todos modos, parece que estamos aquí por algún tipo de boda. —Habían seguido a la multitud a la parte trasera del hotel, junto a la playa, donde las blancas sillas plegables de madera se habían establecido, y un pasillo arenoso llevaba a un enrejado de flores. Los clientes de rubicundas mejillas eran de un grupo de hombres de Nueva
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Inglaterra y las mujeres estaban en modestos vestidos de día. Los niños corrían alrededor de burbujas redondas. Era hermoso y festivo, y además no demasiado caliente. Sin embargo, había algo en la escena que se sentía familiar, que se sentía demasiada cerca de algo que Oliver no quiso reconocer, y él nunca tomó un sorbo de su vaso. —¿De quién es esta boda? —dijo, apretando los dientes, cuando el cuarteto de cuerda empezó a tocar "All Things Bright and Beautiful", su himno favorito. —La nuestra, por supuesto. —Apareció una chica a su lado, y era exactamente como Schuyler. Tenía el pelo largo y oscuro de Schuyler y sus brillantes ojos azules, y llevaba su vestido de boda, lo que le hacía de lo más pálida con la seda de color azul que colgaba de sus hombros. Ella tenía un rocío de pecas en las mejillas que siempre tenía durante los veranos que solían pasar juntos en esta playa. Oliver no sabía qué hacer ni a dónde mirar. Sus mejillas ardieron, y sintió como si su corazón se hubiese puesto en exhibición sólo para ser humillado y roto. —Ollie, ¿qué pasa? —Miro hacia ella y sonaba exactamente como Schuyler. ¿Qué era esta?: ¿quién era esa? Un espejismo cierto. ¿Qué diablura había creado este doble?, pensó Oliver, tratando de alejarse de ella. ¿Dónde estaba Mimi? Miró alrededor salvajemente, pero no pudo encontrarla. La falsa Sky lo tomó del brazo y lo unió con los de ella en la forma en que solía hacerlo, y apoyó la cabeza contra su hombro. —Te extrañé, —dijo. —Yo también, —dijo Oliver, sin pensar. —Estoy tan contenta de que estés aquí, —susurró. Repitió de nuevo sus palabras. Este era el Infierno. Sabía exactamente donde estaba ahora, y exactamente lo que era. Ese fue su deseo más profundo, su secreto más profundo, el que había enterrado profundamente dentro de su corazón para que lo pudiera celebrar plenamente con su amiga más querida en su día especial.
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Ahora, al ver su deseo hecho realidad tan cruelmente, le obligó a reconocer que aunque fue curado, no sufriría por ella nunca más, aunque ya no era su familiar ni su conducto, y sólo como su amigo, que todavía la amaba y siempre la amaría. ¿Cómo era posible sentir el amor y el deseo, pero no el dolor? Freya, la bruja que había conocido en el East Village, había sanado su sangre de la marca del Beso Sagrado, pero su corazón siempre recordaría y siempre la haría añorar. Mientras él viviese, sabía que le amaría Schuyler Van Allen. —No me odies, pero no creo que pueda llegar hasta el final. Amo a Jack. Lo sé. Pero al verte hoy ... Ollie... Lo siento mucho. La chica que no era Schuyler le miró profundamente a los ojos, y le quitó el aliento. —¿Sobre qué? —Preguntó, y fue entonces cuando se dio cuenta de estaban repitiendo la misma conversación que habían tenido la noche anterior a su vinculación, sino que iba de otra manera, y él sabía exactamente lo que iba a decir ella antes de que lo dijese, porque fueron las palabras que él había querido que ella dijera. —Hacer el mayor error de mi vida, —dijo con voz ronca, apretando su agarre en su brazo. Podía oler su perfume. Ella había comenzado a usarlo recientemente. Un perfume hecho por Catalina de Médicis que había comprado del convento de Santa María Novella. —No, —dijo con voz ahogada, y tiró de su cuello, cuando había encontrado de pronto dificultad para respirar. —No hagas esto. No eres Sky. Déjame en paz. —No, tienes que escuchar, —dijo, y puso su boca justo en su oído. Podía sentir su suave aliento mientras susurraba las palabras que él deseaba que ella le hubiera dicho ese día de diciembre, en Italia. —Nunca debí haberme ido. Te quiero. Te amo. Entonces ella le beso, y eran labios de Schuyler, y ella olía como Schuyler, y su cabello era sedoso y suave como el de Schuyler, y él sabía que cuando ella estaba de espaldas, vería un lunar entre sus omóplatos que era como el de Schuyler. Ella era Schuyler, y le devolvía su amor, y Oliver no veía por qué
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tenía que fingir que no quería querer eso, que no la quería, no quería exactamente lo que estaba sucediendo ahora mismo.
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Capítulo 12 Servicio de sangre Traducido por Pili Corregido por Emi_93
Charles! Has vuelto pronto —dijo Allegra, cuando regresó al apartamento. Ella no esperaba tener que verlo. Cuando se sacó su abrigo y su bufanda, esperó que él no notara que sus manos temblaban.
—¡
—Todo terminó antes de lo esperado. —Sus ojos se iluminaron al verla entrar en su habitación. — ¿Dónde has estado? —Mirando pinturas. —dijo ella. Ya que ellos sabían leer cada pensamiento del otro hasta un cierto punto era más fácil ocultar mentiras con medias verdades. — ¿Has comprado alguna cosa más? —Él sabía sobre la compra que había hecho el día anterior, pero no quién era el artista, o cuál era el tema de la pintura. —No era el día. —Es bueno que hayas tomado un nuevo interés por el arte. —dijo él, sonriendo cariñosamente hacia ella. Charles había convertido en él mismo en los últimos años, alzándose hasta su altura completa. Finalmente había perdido la torpe formalidad y rigidez que tenía cuando era adolescente. Estos días se movía con confianza y gracia. A los veintiún años él había conseguido mantener sustancialmente el fondo Van Alen, que constituye el mayor volumen de la herencia, y habló sobre la creación de una compañía de medios; la diferencia en el mundo. Recientemente nombrado como uno de los solteros más deseados de New York en una revista de sociedad, Charles Van Alen, era hermoso y sorprendente, con sus ojos azul oscuros y su cabello negro y fuertes rasgos romanos. Él no tenía la genialidad afable de Bendix Chase, pero en cambio
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mostraba una benevolencia real que le había valido el respeto y ser temido más allá de la comunidad de los vampiros.
Él acarició el espacio del sofá próximo a él, sus brazos se cernieron sobre los hombros de ella. Ellos encajaban juntos, ellos siempre lo habían hecho, le había llevado demasiado tiempo para verlo en esta vida. Ella comenzó a relajarse, el sentimiento de angustia de las revelaciones del día comenzaron a desvanecerse en su presencia. Lo que sucedió con Ben había sido un error desde el principio, un flechazo de colegiala, indigno de su atención. Se sentía mal por Ben, por supuesto. La marca del Beso Sagrado era difícil de llevar, pero Ben estaría bien. Él tenía dinero y comodidad y en un tiempo se olvidaría de ella. Si ella no hubiera entrado en aquella galería… — ¿Todo está bien con los mayores? —se preguntó ella. — ¿Qué era lo que querían? Una sombra oscura se posó sobre la cara de Charles, pero se borró sin que Allegra se diera cuenta. —Sólo los problemas habituales de la transformación. Ni siquiera sé porque ellos me quisieron aquí. Están malgastando mi tiempo. — ¿Señor Van Alen? Su coche está aquí. —dijo el mayordomo, entrando silenciosamente en la habitación. — ¿Vas a salir? —preguntó Allegra, inclinándose lejos de él. Charles sabía que ella tenía planes esa noche con sus compañeros de equipo de jockey sobre césped, y era natural que él hiciera planes para él sólo. — ¿Dede estará? Charles asintió con la cabeza. Él había empezado a tomar con familiares, y parecía robusto, sonrojado con sangre y vida; poderoso e invencible. Como el líder del Aquelarre, le eran permitidos ciertos privilegios, y lo aguardaba un séquito de familiares en cada ciudad, una muchacha en cada puerto. Él era bueno con ellos, les llenaba con regalos, atenciones, y ocasionalmente de adornos de Cartier o Bucellati. Allegra había visto las facturas, ella era quién las pagaba; un reloj de pulsera de oro con un bisel de diamante, tan pesado como confortable; brillantes pulseras sutilmente labradas con zafiros y esmeraldas; aretes de delicados pétalos de Van Cleef. — ¿A ella le gusto el reloj que le diste para su cumpleaños? ——preguntó ella, pensando que con treinta mil dólares se compra un regalo muy generoso. Pero, una vez más, las Sangre Roja le darían algo más valioso. Charles parecía preocupado por la agudeza de su tono.
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—No puedes estar celosa Allegra. —Él sonaba confundido, ya que ella había cambiado las reglas. —No lo estoy. —dijo ella, dedicándole una sonrisa fácil y alcanzándolo para revolver su cabello. De este modo. Así era. Es el modo en el que ellos siempre vivieron. El modo de la Sangre Azul. Estaba la obligación de un vínculo, y a continuación estaban los familiares humanos. Uno proporcionado para alimentar el alma, el otro, para alimentar la sangre inmortal. Charles descanso sus tibias manos en su cara. —Pareces pálida y fría. —dijo él, frotándole las mejillas. —Necesitas un bocado. Y no hablo de cena. —Lo sé. —Ella dejó caer la cabeza. Era un desacuerdo entre ellos. Allegra sabía que a Charles no le gustó que ella no hubiera tomado un familiar desde aquel condenado desastre en el instituto. Ellos nunca hablaron de Ben, pero ella sabía que Charles se aliviaría una vez ella tomase un nuevo familiar. Allegra había estado posponiéndolo, vacilando, por miedo de enamorarse de la persona equivocada de nuevo. Un temor ridículo, seguramente. Había tenido miles de familiares humanos en sus múltiples vidas y solo había caído una vez. Había otra razón, por supuesto —–una que no quería reconocer ni siquiera a sí misma —ella no quería olvidarse de Ben, y tomando la sangre de otro se borrarían parte de los recuerdos de su conexión. Charles frunció el ceño. —Si no quieres pasar por la molestia, siempre existe el servicio. Deja que los Conductos cuiden de ti. Te sentirás mucho mejor. Allegra asintió con la cabeza. Las Sangres Azules cuyos familiares no estaban disponibles o habían fallecido tenían la opción de usar un servicio de transfusión sanguínea fundado por los Conductos, en donde seres humanos seleccionados se ofrecían a los vampiros con discreción. El servicio no tenía el sórdido trasfondo de las casa de sangre; eran transacciones clínicas, en nada diferente a pedir un bistec al servicio de habitación. —Pensaré en ello. — prometió ella. Charles la besó en la frente.—Sé que todavía estás preocupada por lo que pasó en tiempos pasados, pero necesitas avanzar. No había ningún secreto entre ellos. No más. Charles sabía que ella había estado enamorada de Ben, que su relación con su familiar humano había puesto en peligro casi todo, incluyendo su obligación para con la Fundación del Aquelarre y su relación con él. Que él la perdonara, que él todavía la amara, era algo con lo que Allegra tenía que vivir cada día.
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Ella se sentó en el sofá, aliviada de haber dejado el estudio de Ben rápidamente, como tenía que hacer. No tenía ninguna tentación de permanecer allí. Ella estaba en casa y segura. Se encontraría con sus amigos para una cena rápida y tal vez llamara al servicio, como Charles había sugerido. Ya era tiempo. —Bien, cárgalo a mi cuenta. —dijo Charles. Había leído su mente, como de costumbre. Cuando Allegra regresó de una ruidosa noche con sus viejos compañeros de equipo. Encontró una nota en su mesita de noche. Era una tarjeta de visita con el nombre del servicio y un número de teléfono. Los Conductos podrían ser de confianza para proporcionar un buen familiar, tal vez alguien podría. Ellos podrían enviarla a New York con su escolta. Tomó el teléfono para marcar, cuando se produjo un golpe en la puerta y apareció el mayordomo. —Una carta llegó para usted, señorita Van Alen. Allegra abrió el sobre. En su interior había una nota garabateada de prisa en una tarjeta con un monograma en relieve. SBC Stephen Bendix Chase.
Reúnete conmigo en la Sala Secoya antigua. Por favor. Es importante —Ben
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Capítulo 13 Casa del Ciclo Traducido por amnl3012(Anita) Corregido por Violet~
ocos días después de que se encontraron con los Venators, Jack regresó de un viaje de reconocimiento con noticias inquietantes. El conducto humano Alastair Robertson, quien le había dicho a Jack sobre la santa mujer que podría ser Catherine de Siena, había sido encontrado muerto en su casa. La Policía Sangre Roja estaba convencida de que la violencia había sido al azar, una invasión de la casa que había ido mal. Pero debido a los Nephilim, y el Aquelarre en ruinas, Jack creía lo contrario. Se asoció con los gemelos Lennox para rastrear una pista sobre Gezira, una isla al otro lado del Nilo, como el barro encontrado en la escena del crimen tenía arcilla roja indicadora de la ribera norte.
P
Con Jack lejos, Schuyler era la única en su habitación de hotel cuando Dehua Chen entró por la puerta. El Ángel de la Inmortalidad parecía extrañamente trastornada. Una manga de su blusa estaba rota, y su rostro estaba cubierto de arañazos. —¿Qué pasó? —preguntó Schuyler, saltando inmediatamente y buscando su arma. —La casa de ciclo de El Cairo se encuentra bajo ataque, ese Nephilim que se escapó volvió con algunos nuevos amigos —resopló—. Los muchachos no serán capaces de volver a tiempo. Deming está luchando contra ellos, pero pronto será vencida. Vine tan rápido como pude. Ven. Ayúdanos. Schuyler siguió a Dehua mientras corrían por las sinuosas calles de El Cairo, las dos una mancha de seda negro y plata. La casa del ciclo se encontraba en la Ciudadela, un antiguo complejo construido en lo alto de los acantilados que se elevaban sobre el borde oriental de la ciudad. Construido por Saladino para protegerse de los Cruzados, era el lugar más dominante en el horizonte. ¡La casa de ciclo estaba bajo ataque! Los Nephilim realmente estaban decididos a vengarse si buscaban los espíritus de Sangre Azul no nacidos que estaban almacenados allí. No más espíritus de sangre significaba que no habría más nacimientos en este Aquelarre.
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Dehua llevó a Schuyler a través de los senderos que conducían a las cámaras secretas ocultas. Los Venators explicaron que habían recibido una señal de socorro desde todos los puntos de los Guardianes de la Ciudadela. Cuando Schuyler y Dehua llegaron, los vampiros que trabajaban para la Casa de los Registros ya estaban muertos, y un equipo fuerte de Venators egipcios se dedicaba a la batalla contra un grupo de Nephilim. Los demonios nacidos portaban antorchas encendidas con el Fuego Negro, pero hasta el momento no habían podido irrumpir en la sacristía, donde los botes que sostienen los espíritus de sangre se mantenían. El calor era insoportable, y el humo negro cubría el pasillo. Dehua abrió paso en la antecámara. —Oh no —gritó, mientras ella y Schuyler pasaron por encima de los cuerpos caídos de Venators muertos, cuyos cadáveres habían sido descuartizados o decapitados, con sus ojos arrancados o quemados. La puerta de la sacristía había sido abierta, y Schuyler temía que hubiesen llegado demasiado tarde para salvar a nadie, y menos a sí mismos. Deming estaba rodeada por un enjambre de los demonios. Ella estaba luchando contra ellos, pero se acercaban uno por uno. Llevaba una urna de oro bajo el brazo, mientras cortaba a sus enemigos con su espada. —¡NEXI INFIDELES! —gritó ella. ¡Muerte a los infieles! ¡Muerte a los traidores! Los Nephilim gritaron, y su furia llenó la habitación de humo negro. Eran diez, veinte, treinta de ellos, y cayeron sobre Deming con una rabia, como cucarachas en un frenesí. Pronto Schuyler no podía ver a la valiente Venator china o a su espada de oro. —Querido Dios, hay demasiados de ellos —exclamó Dehua, cayendo de rodillas—. ¡No vamos a lograrlo! ¡Deming! —se lamentó. Schuyler se mantuvo firme. —¡Contrólate! —le ordenó a la Venator agitada. Deseó que Jack estuviera aquí, pero como no estaba, tenía que ser valiente para todos ellos. Abbadon nunca dejaría que los espíritus no nacidos murieran. No abandonaría la casa del ciclo. Él moriría defendiéndola, y así lo haría ella. No tenían mucho tiempo, mientras el humo del Fuego Negro cubría la habitación, Schuyler tuvo que entrecerrar los ojos para ver, y tratar de no respirar. Tenían que salir de allí lo más rápido posible. No era una luchadora entrenada, pero ella era ligera y rápida, y si ella y Dehua trabajaban juntas, podrían sorprender a sus enemigos. —Tú vas por ese camino, yo me quedo al frente.
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La Venator afectada asintió con la cabeza, se secó las lágrimas, y desenvainó la espada. Se separaron y se arrastró hacia su respectiva posición. Cuando estuvieron listas, Schuyler levantó la espada de Gabrielle y tomó la manifestación Venator. —¡MUERTE! ¡MUERTE! ¡MUERTE AL DESLEAL! ¡MUERTE A LOS INFIELES! Dehua se unió a Schuyler al grito de batalla Sangre Azul. Eran ángeles y guerreros, y si caían, lo harían luchando. No había otra manera. Y con la poderosa arremetida, se abrieron paso a través de la muchedumbre oscura y palpitante.
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Capítulo 14 Doppelgangers9 Traducido por Edgli Corregido por Emi_93 imi se quitó sus sandalias mientras caminaba por la fiesta, disfrutando de la sensación de la arena en sus pies desnudos. No sabía adonde había desaparecido Oliver, y pensó que empezaría a buscarlo pronto, en caso de que se hubiese metido en algún problema.
M
Tan lejos como podría decir, habían llegado a una perfectamente placentera y ordinaria boda de Nueva Inglaterra. Era un extraño lugar para su misión; pero luego notó a un caballero de cabello oscuro, vestido en un traje preciosamente entallado, que caminaba hacia ella, y repentinamente se dió cuenta de que se trataba esto. —Mimi. —dijo el hombre, con una sonrisa ruda que recordaba muy bien. Por un momento su corazón saltó de alegría por verlo, su amor volviendo a ella, pero fue rápidamente extinguido cuando lo miró a los ojos —No soy una idiota. Sé lo que es esto. No eres él —dijo llanamente. Sus palabras eran más fuertes que su convicción, sin embargo. Era una buena imitación. El chico a su lado tenía el cabello negro de Kingsley y sus ojos oscuros, con la chispa traviesa. Incluso olía como Kingsley, a cigarrillo y whisky, azúcar quemada y café. Y la combinación hizo que el corazón de Mimi latiera un poco más rápido. Ver a este doble era doloroso. Solo le recordaba el tiempo que había pasado desde que había visto al Kingsley real. El tiempo que había pasado desde que la había sostenido en sus fuertes brazos. El tiempo que había pasado desde que la había molestado y la había engatusado con una sonrisa.
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Doble idéntico.
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— ¿Cómo sabes? Viniste aquí para recuperarme. Bueno, aquí estoy —dijo con esa sonrisa familiar y coqueta — ¿Cómo estás? —Soy de aquí, ¿recuerdas? Este juego no funcionará conmigo. —Hablando de jugar, sé lo mucho que te gustaban nuestros pequeños juegos. —dijo, tomando su mano y acariciando su palma. Cuando la tocó, tuvo un destello de memoria, de una bata de baño cayendo al suelo, y sus colmillos en su cuello… de su cuerpo apoyado y duro contra el de ella. Sacudió la cabeza. —No vine aquí por cualquier doppelganger —gruñó. El no—Kingsley le guiñó un ojo. —Sé bienvenida. Pero no serás capaz de bajar más sin tu amigo. Estoy bastante seguro de que ya lo hemos reclamado. —dijo, haciendo señas hacia la terraza, donde Oliver estaba besando a la chica que no era Schuyler. —Oh ¡Por amor a Dios! ¡Esto ha ido suficientemente lejos! —Mimi lanzó su vaso de Champaña al suelo y embistió hacia donde estaba su acompañante para decirle lo que pensaba. — ¡Oliver Hazard—Perry! —gritó, sintiéndose avergonzada por él. Oliver y el espectro estaban en una tumbona, atrapados en un abrazo apretado, y la acción caliente ya había alcanzado casi el estado de ―ve a una habitación‖. Si Mimi no supiera la verdad, habría jurado que la fantasma estaba a punto de clavarle los colmillos al cuello de Oliver. —Tenemos que movernos, amigo. — dijo, sacudiéndolo. Oliver abrió los ojos. Se veía drogado y mareado, como si Mimi lo hubiese despertado de un maravilloso sueño. Sacudió la cabeza lentamente. —No puedo irme. Me caso hoy. —Esta chica no es quién crees que es. Lo sabes. Sé que lo sabes. No eres un idiota. —soltó Mimi. —No tiene idea de lo que dice. Nunca la tuvo. —dijo la falsa Schuyler, con una sacudida despreciativa de su cabeza. —Quédate aquí y envejece conmigo, Ollie. Como siempre lo hablamos. —Déjalo ir, sirena. —dijo Mimi. —No escuches a esta perra. Sé que la odias. Siempre la hemos odiado.
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Oliver suspiró pesadamente y la empujó lejos. —No. No lo hacemos. Nunca odiamos a Mimi. Podríamos haber estado un poco temerosos de ella, y sé que le tenías lastima al final. Pero nunca la odiamos. —Se giró hacia Mimi. — No te odiamos, Mimi. Schuyler no te odia. Mimi asintió mientras lo ayudaba a levantarse del mueble. —Lo sé. Es por eso que la provoqué. Pensé que ayudaría si esta cosa decía algo que Schuyler nunca diría. Vamos. La doppelganger miró a Oliver. — ¿Te atreves a desafiar los deseos de una sirena? —Sí. —dijo él, encontrando su voz. La sirena le rasguñó en desaprobación y le clavó los colmillos en el brazo. — ¡LIBÉRALO! —gruñó Mimi, mientras Oliver trataba de alejarse, palideciendo ante la visión del rostro de su amada metamorfoseándose en una máscara anciana. La sirena chilló con ira. Mimi soltó la aguja de su sostén para que se convirtiera en su espada, y la aventó hacia la arpía. La hoja brilló con destellos plateados. La sirena siseó y soltó acido, pero se retrajo ante el arma mientras Mimi la blandía hacia adelante. Sostuvo la cuchilla contra la garganta de la criatura, y ésta finalmente soltó a Oliver, desapareciendo en una flama plateada. En un parpadeo, los cielos se volvieron negros, y retumbantes truenos gruñeron en la distancia. Relámpagos centellaron, y la lluvia empezó a caer en fragmentos punzantes. La ilusión se había roto, derritiéndose en las sombras una vez más. Oliver y Mimi caminaron rápidamente a través de la multitud dispersa hacia donde el Mustang había sido estacionado, en la entrada. Mimi subió el techo antes de que estuvieran completamente empapados. — ¿Estás bien? Sé que es difícil —dijo Mimi, mientras salía del estacionamiento. Ésta solo había sido la primera prueba, la primera tentación. Sabía que el camino sería difícil, y que Helda no dejaría ir el alma de Kingsley tan fácilmente. Oliver frotó su brazo donde los colmillos de la criatura habían cavado en su piel. Estaba empezando a darse cuenta de que podría haber mordido más de lo que podía masticar en su pequeña aventura en el Inframundo. Pero vio con
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alivio que estaba usando sus viejas ropas de nuevo. El horripilante espejismo de la boda estaba verdaderamente acabado. — ¿Dónde estabas? —Trataron de tentarme con una versión falsa de Kingsley. — ¿Por qué fue tan fácil para ti alejarte de él cuando yo no pude? Mimi lo pensó. —Yo… nací aquí. Los Ángeles de la Oscuridad fueron hechos de la misma arcilla que el Inframundo. Así que sabía que era uno falso. Sé sus trucos, lo cual me dio una ventaja. — “Había otras señales, también”, pensó ella. El Kingsley real siempre estaba sin afeitar, y el de la boda tenía una piel que era suave y lisa al tacto. Muy suave. Kingsley era un chuchillo brillante con un borde de diamante, y su piel era rugosa como el papel de arena. Incluso así, resistir a la sirena no había sido tan fácil como lo hacía parecer; recordando que, cuando vio al doppelganger por primera vez bajo el árbol, había estado convencida de que su amor había vuelto a ella al fin. —Lo siento —dijo Oliver rígidamente. —Por un momento no supe dónde estaba. No pasará de nuevo. —Bien, porque puedes estar tan seguro como el infierno de que no quieres quedar atrapado aquí bajo. Además, no lo vale, lo sabes. Te dejó. —dijo Mimi. No lo había querido decir de manera poco simpática; solo establecía un hecho. Verdaderamente, Schuyler y Jack se merecían el uno al otro. Ambos eran desleales y de poco valor. Oliver decidió ignorar el planteamiento y cambió el tema. — ¿Qué habría pasado? —preguntó. —Si me quedaba con… esa cosa. —No estoy segura, pero no habría sido bonito. Oliver podía imaginarlo. Se habría casado con la sirena bajo la creencia de que estaba viviendo la vida real con Schuyler a su lado. Pero, poco a poco, la ilusión se habría desvanecido, no de un solo golpe, como había ocurrido hoy, pero sí lentamente, con el tiempo. El fantasma se cansaría de la burla, y la máscara empezaría a deslizarse. Descubriría que estaba atado a una arpía, a un monstruo, que se había enlazado a una criatura sin alma que se mofaría de él día y noche, lo molestaría por su tonto amor. Gracias a Dios que Mimi lo había interrumpido antes de que lo hubiese hecho. Además, no quería pensar en Schuyler de esa manera. No quería admitir que, incluso aunque se hubiera curado del beso familiar, aún la amaba. La había amado antes de que tomara su sangre, así que el amor siempre sería parte de él,
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así fuera su familiar o no. Se esforzaba para mantener los recuerdos de su felicidad por su amiga y su enlace, cuando se había sentido fuerte y valiente y generoso. Había sido capaz de ser verdaderamente ser feliz por ella entonces, y el doppelganger le había quitado ese sentimiento. No estaba orgulloso de sí mismo y se odiaba por sucumbir a sus fantasías oscuras. No era ese hombre. Había dejado ir a Schuyler, le había estrechado la mano a Jack. Oliver se sentía como si los hubiese traicionado a todos por rendirse a su deseo más profundo y secreto. Peor, se había traicionado a sí mismo. Era mejor que eso. —No tienes que disculparte o explicar nada. —dijo Mimi, gentilmente. — Esa prueba por la que acabas de pasar… fue cruel. —Trató de no pensar mucho en eso, especialmente desde que planeaba dejarlo aquí abajo, lo que significaba que estaría condenado a vivir exactamente ese tipo de miseria por toda la eternidad. —No importa ahora. —dijo él, encogiéndose de hombros. —Sólo encontremos a Kingsley y salgamos de aquí. El Infierno no es tan divertido como pensé. Terminemos con esto.
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Capítulo 15 El Diamante Bendix Traducido por amnl3012 Corregido por Viqijb
a altísimas secuoyas eran una maravilla, algunos de los seres más hermosos y majestuosos en toda la gracia de la Tierra. Allegra recordó cuando fueron plantados, en los albores del Universo, y una vez cada pocos ciclos se esforzaba a visitarlos, a oler el aire que era lo más cercano al Paraíso en la Tierra. De ahí, el Redwood Room era uno de sus bares favoritos en San Francisco. Ella estaba feliz de saber que seguía siendo el mismo: un espacio altísimo con esa barra larga y enorme. La leyenda decía que se hizo a partir del tronco de un árbol secoya1. El bar había pasado por diferentes propietarios, pero desde que se encontraba alojado en el medio del hotel Clift, se consideraba lo suficientemente joven y de moda tanto que a Charles nunca se le ocurriría entrar. Su gemelo era un tradicionalista firme, y odiaba esas cosas como muebles Louis Quatorze2 hechos en plástico, lo que encontraría en abundancia en el Redwood Room.
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Allegra encontró a Ben sentado en una mesa del fondo, y se deslizó en la banqueta, sintiéndose avergonzada. Dos veces había huido de él, y ya dos veces había regresado. —Lo siento, por lo de esta mañana. No quise irme tan pronto —dijo ella. —Me parece que provoco eso en ti —dijo Ben, sonando divertido. Parecía haberse recuperado de su vergüenza anterior. La fachada fina estaba de vuelta en su lugar, junto con su sonrisa de medio lado—. ¿Qué quieres? —preguntó. —Martini.
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Es uno de los árboles más viejo, grande y alto que existe . Rey Luís XIV de Francia, su estilo de muebles quedo marcodo en la historia.
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—La vieja escuela. —Él sonrió e hizo un gesto a la camarera, luego colocaron sus órdenes. Se miraron el uno al otro a través de la mesa, un silencio pesado colgando entre ellos hasta que Allegra no pudo soportarlo más. —Ben... —Piernas, espera. Antes de que digas nada, permiteme explicarme. Yo quería que vieras las pinturas porque eran tuyas. Pero las hice hace tantos años, justo cuando me dejaste. —Se inclinó sobre la mesa y estaba a punto de decir algo más, cuando una chica se unió a su mesa. Era la hermosa morena de la galería. —Hola cariño —dijo, besando a Ben en los labios y sonriéndole a ella. —Allegra, esta es Renny. Renny, ya has conocido a Allegra —dijo Ben, alzando las cejas. —¡Renny y Benny! —dijo Renny riendo—. Me alegro de verte de nuevo. Ben dijo que estaban aquí reunidos. Deberías haberme dicho que eras su amiga cuando compraste la pintura. —La chica le sonrió y puso una mano posesiva sobre el hombro de Ben. Allegra siguió sonriendo y asintiendo con la cabeza, sin habla por un momento, y se sintió aliviada cuando Renny se excusó para charlar con los amigos que tenía por toda la sala. La vieron ir, y Ben se volvió hacia Allegra. —Yo no quiero dar la impresión equivocada. Renny no ha visto las otras pinturas de ti. Madre quería que las botara a la basura hace años, pero yo quería que las vieras. Necesitaba que se las vieras. Pero como he dicho, eran el trabajo que hice justo después de Endicott, después de que desapareciste. —Lo siento mucho. —Está bien... —Hizo un gesto de su disculpa—. Se que cambié. Podía sentirlo. A veces me despertaba y sólo... te necesitaba tanto. Pero entonces comencé a pintar y logre mejorar, poco a poco. —Y estás bien —dijo ella alegremente. —Sí. —Él la estudió—. No quiero que te vayas de nuevo a Nueva York preocupada por mí. Quería que supieras que yo pasé por el infierno, pero no
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pasa nada, sobreviví —Ben se ruborizó—. Siento ser tan melodramático, pero es por eso que te invitamos al estudio. Sólo quería que los vieras. Allegra le dio una sonrisa brillante. —Estoy muy contenta. Ella parece una chica maravillosa. —Lo es. Inteligente. Me mantiene conectado a la tierra. —Se aclaró la garganta—. Nos vamos a casar en la primavera. Allegra asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su copa de martini, forzando el líquido frío en su garganta. No podía envidiar esa boda, sobre todo porque ella misma se iba a casar con Charles pronto. —Pensé, ¿por qué esperar, no? Cuando has conocido a la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida, ¿por qué esperar en absoluto —Ben suspiró—. Renny es buena para mí. —¿Y tu familia? —Allegra tenía que preguntar. ¿Les gusta? ¿Tu madre desea que fuera yo? Ben sonrió. —Madre no esta terriblemente complacida. Ella piensa que debo esperar. Trató de no mostrar que estaba de acuerdo con la Sra. Chase. Sentía como si Ben estaba corriendo con esto, y ¿cuál era la razón para ello? —Pero yo no quiero hacerlo. —Bien por ti. —Terminó el resto de su bebida—. Estoy tan feliz por ti. Me alegro por los dos. Renny se dirigió de nuevo a la mesa y se sentó junto a Ben. —¿Qué me perdí? —Felicitaciones. Ben me contó la buena noticia. —Él le sonrió a Allegra mientras besaba la mano de su novia. No pudo evitar notar el diamante del tamaño de un meteorito sobre el dedo de la chica. Renny rió y agitó la mano, enviando olas de luz por la habitación. —Sé que es un poco mucho, ¿no es así? —preguntó a Allegra con tono conspirador—. Le dije a Ben que no necesitaba un anillo, pero él insistió. Es el diamante Bendix. Fue diseñado para su bisabuela por el mismo Alfred Van Cleef.
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—Es hermoso. —Allegra llamo a la camarera—. Una botella de su mejor champán, por favor. Estamos celebrando. Ben miró complacido y avergonzado al mismo tiempo, mientras que Renny sonrío. La camarera puso una botella de champaña en un cubo de plata en el centro de la mesa, y Ben hizo los honores, haciendo estallar el corcho y sirviendo tres copas del líquido espumoso y burbujeante. El champán estaba perfecto: refrescantemente frío, ácido y lleno de gas. Allegra no sabía como era capaz de mantener una sonrisa plasmada en su rostro durante toda la noche, pero se las arregló, ordenando botella tras botella de champán, su sangre de vampiro inmune al alcohol. Sintió una pequeña y oscura satisfacción al escuchar a Renny quejándose de que la habitación giraba después de unas cuántas rondas. A medida que la feliz pareja dejaba la mesa, Allegra decidió que llamaría al servicio mañana a primera hora. Charles tenía razón, como siempre. Ella no sabía por qué había tardado cinco años para averiguarlo, pero ya era hora de seguir adelante. Ben lo hizo.
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Capítulo 16 Agua Bendita Traducción SOS por Pili y Mais020291 Corregido por MewHiine
os hijos del demonio tenían los ojos carmesís con pupilas de plata y cuando silbaban mostraban sus lenguas viperinas. Se separaron fácilmente cuando Schuyler y Dehua pasaron a través de ellos, sólo cuando Schuyler puso una mano en la muñeca de Deming ella entendió por qué.
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Deming era una doppelganger, y se disolvió en la niebla cuando Schuyler la tocó. Era una trampa. En segundos, Schuyler y Dehua fueron rodeados por los Nephilim. Hubo un grito desde un rincón lejano, y vieron a la Deming real atada a una columna, llamas de fuego Negro pellizcando sus tobillos. —¡NO! — Dehua gritó cuando se movió para salvar a su hermana. Pero pronto ella también se perdió en una furia de golpes con sus enemigos. Schuyler empujó hacia adelante con su espada, y su hoja se encontró con el acero pesado de un hacha del demonio. El humano nacido en el Infierno se rió horriblemente y acuchilló, y Schuyler sintió un frío y un dolor punzante cuando su arma se encontró con su marca cortándola profundamente en medio de su pecho. El Nephilim levantó su hacha otra vez para rematarla, pero de repente una espada — brillando con la luz pura del cielo — apareció y cortó el hacha negra con habilidad en la mitad. ¡Ayuda por fin! El Venator hizo un trabajo rápido con los demonios a su alrededor, y pronto el cuarto estuvo lleno del olor de muerte y sangre. Los Nephilim romperon filas y huyeron. Dehua, ensangrentada y rasguñada, había sobrevivido, y corrió para desatar Deming. —¿Cuántas perdidas? —su héroe desconocido preguntó a las gemelas.
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Era alto y moreno, con una cara clásicamente hermosa —un mentón hendido y una dulzura de ensueño en sus profundos ojos. Deming sacudió la cabeza. —Quemaron todo lo demás. Fui capaz de guardar un recipiente—, dijo, sacando una pequeña urna de oro de su mochila. —El regente de El Cairo esta de viaje en una felucca hacia la casa de seguridad en Luxor, —dijo el extraño. —Tomar las carreteras secundarias al río y darle esto. El Venators saludó con la cabeza y se fue para entregar el último de los espíritus de la sangre al Aquelarre egipcio al líder superviviente. Desde el suelo, Schuyler gruñó. La espada del Nephilim cargaba el Fuego Negro en su punta envenenada. Quemó con un dolor sordo y punzante, mientras su sangre brotaba de la herida, acumulándose debajo de su camisa. — ¿Qué tan malo es?—, preguntó el guapo Venator, arrodillándose al lado de ella. —Tu sangre es roja. Eres la Dimidium Cognatus. La hija de Gabrielle—. Dijo él como un hecho, sin prejuicio. —Sí—, dijo ella. —¿En dónde estás herida?— Alzó su camisa y le enseñó dónde había sido cortada—justo al lado de su corazón, una herida profunda y horrible. —Tienes suerte—, dijo él, presionando sus dedos en la herida. —Unas cuantas pulgadas a la derecha y el veneno hubiese entrado en tu corazón. No hubieses sobrevivido. Aún así, debemos trabajar con rapidez. — La miró amablemente. Sus manos eran gentiles, pero Schuyler sintió sus ojos hacerse agua por el dolor mientras él atendía su herida. Sacó una pequeña botella, grabada con una cruz dorada. —Eres un curador—, Schuyler tosió. Los Venators se organizaban así: investigador, curador, soldado, alto comando. Él asintió y vertió unas cuantas gotas. Schuyler tuvo que morderse su mano para evitar gritar. Quemó como ácido en la herida. Pero lentamente la herida se disolvió y disipó la herida hasta que no quedo nada más que una pequeña cicatriz. —Me temo que no curará completamente. Siempre cargarás con esa marca—, dijo el curador. —Pero las cosas podrían ser peor—. Le dio la botella.
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—Toma, bebe un poco de esto. Aclarará cualquier cantidad de veneno que quede. Es agua bendita— Schuyler tomó un trago. —Esto no es lo que tienen en las iglesias— —No—. Sonrió. —Sangres Rojas…— Se encogió de hombros. —Esta agua es de la fuente—, dijo él. —De los jardines del Paraíso, de hace mucho tiempo. El agua era la más pura, más clara de lo que Schuyler jamás había probado. Se sintió renovada y revivida, como si cuerpo estuviera tejiéndose a sí mismo. Ella jaló su camisa y se sentó. —Gracias. El hombre asintió. —De nada. Los Venators me dijeron que viniste del Cairo buscando a Catherine de Siena. —Sí. ¿Qué sabes de Catherine? —Desafortunadamente, también la estoy buscando.— Él estiró su mano. — Parece haberme olvidado de mis modales. En esta parte del mundo soy conocido como Mahrus Abdelmassih. Ahora vivo en Jordania, pero hace mucho tiempo fui un curador en Roma. Catherina de Siena es mi hermana.
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Capítulo 17 El demonio de la avaricia Traducido por kristel98 Corregido por Viqijb
a lluvia no paraba, y condujeron durante horas bajo el cielo oscuro y tormentoso. El camino estaba cambiando y no estaban solos, ya que había tráfico en todas las direcciones.
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Oliver se preguntaba dónde iban. Ya no estaban en el falso Nantucket. No, ni en cualquier lugar parecido a la costa este de los Estados Unidos, y aún la lluvia continuaba cayendo a mares e inundando las carreteras. Pero tan repentinamente como había comenzado, la lluvia se detuvo abruptamente, y la carretera de dos carriles se expandió a una rugiente autopista de ocho carriles, con pasos a desnivel que se balanceaba a todas las direcciones. Mimi levantó la vista hacia un signo que parpadeaba en la autopista. Decía lo siguiente: ―TOME LA SIGUIENTE SALIDA‖. —Creo que eso es para nosotros —dijo ella, acelerando hacia el carril derecho. La salida los llevó a una amplia avenida de rascacielos y un sirviente con una chaqueta color rojo brillante les hizo señas hacia la entrada del edificio más alto y brillante en la calle. La línea del aparcacoches se llenó de una fila de automóviles europeos caros y raros. —Justo allí —dijo el sirviente, apuntando hacia las puertas de cristal—. Ellos están esperando. —Te equivocaste, sí tienen sirvientes en el Infierno —bromeó Oliver. Se fijó en el sirviente: llevaba puesto un collar de plata alrededor de su cuello. Así que los duendes ejecutaron el lugar. Ellos eran las manos invisibles que se aseguraban que los trenes corrieran a tiempo y la cena nunca llegará tarde. La mano de obra esclava de los Infiernos. Oliver se rascó la cara, sintiendo una repentina sombra a las cinco en punto en la barbilla. Al pasar por la puerta se dio cuenta de su reflexión. Llevaba una camisa de
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franela, una boina, gafas de sol de aviador, anchos pantalones vaqueros y zapatillas caras. —Me veo como un idiota —dijo. —Deja de quejarte —respondió Mimi, frunciendo los labios en el espejo. Para esta parte del viaje ella estaba vestida con un traje de moda: jeans ajustados, tacones altos, un suéter negro holgado y cómodo. Tenía gafas de sol en su cabeza y un bolso caro en el brazo. Casi se sentía como ella misma. A través de las puertas de vidrio había un amplio vestíbulo de mármol. Mimi se dirigió al ascensor y presionó. Cuando las puertas se abrieron en el último piso, se encontraron en otro vestíbulo sobrio y hermoso. Todo en el lugar había sido diseñado para intimidar y desconcertar, para que una persona se sienta pequeña y humilde y no del todo lo suficientemente bonita. Oliver siguió a Mimi a la recepción, donde tres bellas troles en auriculares desplegaban llamadas. Estos eran de plata y envueltos alrededor de su cuello como collares de perro. Nada de sangre, sin embargo. La más cercana sonrió cuando ellos se acercaron. —¿Sí? —Mimi Force y uh ... Oliver Hazard-Perry. Nos espera —dijo Mimi. —Por supuesto. Toma asiento y voy a hacerle saber que estás aquí. Caminaron hacia el mobiliario incómodo pero hermoso. Otra chica trol, increíblemente hermosa en un traje elegante y poco probable, se acercó a ellos. Su collar era una gargantilla de plata y, Oliver, podría jurar que brillaban como diamantes. —¿Mimi? ¿Oliver? —preguntó—. ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Agua? ¿Café? ¿Té helado? Mimi negó con la cabeza. —Estoy bien. —Nada para mí, gracias —dijo Oliver. Cuando el asistente los dejo, se volvió hacia Mimi—. ¿Qué es todo esto? ¿Dónde estamos? —Creo que Helda me va a hacer una oferta —respondió Mimi. Era otra tentación, otro obstáculo para impedir lo que ella realmente quería. En cuanto Mimi explicó, de repente hubo un click, y Oliver comprendió por qué todo se veía tan familiar. Dado que Helda estaba haciendo una oferta a Mimi, su
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entorno había sido diseñado para verse y sentirse como una elegante agencia de Hollywood. Esperaron una hora, los asistentes continuaron merodeando y trajeron bebidas a pesar de que no los habían ordenado. Oliver sintió comezón en sus vaqueros como la tela rayada. —¿Cuánto tiempo tenemos que esperar? —Esperaba que no fuera tan largo como su conducción a través del Limbo. —Impredecible —resopló Mimi. Al final, el asistente volvió, y esta vez no les preguntó qué querían beber. —Venga de vuelta —dijo ella, con una sonrisa fácil de una azafata o anfitriona de un restaurante. —Espera aquí. No bebas eso —advirtió Mimi. Oliver escupió el café de su boca, y ella siguió a la asistente a una oficina grande con una vista espectacular de las verdes colinas salpicadas de españoles azulejos en los tejados. El demonio sentado en el escritorio se alejó de ella, con sus piernas sobre el reposabrazos de su silla. Girar alrededor y le guiñó un ojo. —Ella está aquí en mi oficina ahora mismo. Sí, se lo diré. Suena bien. Nosotros haremos el almuerzo. Hay un lugar nuevo que todo el mundo habla. Tú no puedes conseguir una reserva, pero yo conozco el propietario. Está bien. Adiós. Hablamos más tarde. —Se quitó el auricular y se volvió hacia Mimi con una sonrisa astuta en su cara. Tenía el pelo peinado hacia atrás y un traje brillante, y él era guapo en la forma en que los hombres poderosos lo son. Tenía un aura de confianza, riqueza y crueldad. Sus mancuernillas brillaban en la luz del sol, un duro plata resplandeció. —¡Azrael, sexy! Ha pasado mucho tiempo, cariño —dijo él, levantándose y dándole un abrazo de oso. —Mamon —dijo—. Veo que has re decorado. —¿Te gusta la cosa ninja? Es muy de ahora, o es lo que mi carísimo diseñador me dice. —Su rostro esbozó una amplia sonrisa—. Entonces, ¿cómo ha ido tu vida? He oído que las cosas no son tan grandes allí arriba últimamente. Michael y Gabrielle se han ido, los Aquelarres se están dirigiendo bajo tierra, etcétera, etcétera. —Yo no sabía que te importaba. Pensé que era chisme debajo de ti. —Me gusta mantener mi oreja en el suelo, o en este caso, el límite máximo. — Sonrió—. Entonces, ¿cómo va el viaje hasta ahora? —Incómodo.
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—Lo suficientemente bueno, lo suficientemente bueno —dijo, al revolver papeles sobre su escritorio—. Bueno, tú sabes que no puedes esperar por la alfombra roja. Mimi echaba chispas. —¿Qué es lo que quieres, demonio? ¿Por qué estoy aquí? Tengo que llegar hasta el séptimo círculo, y me estás ocultando lo que quiero. No me gusta eso. —Está bien. Para el carro. Te he llamado aquí porque Helda quiere hacerte una oferta. Y antes de decir que no, escúchame. Ella levantó una ceja. —A menos que Kingsley esté de vuelta y seguro, no estoy interesada. El Demonio de la Avaricia movió un dedo. —Bueno, tú sabes que no puede ser eso. Pero tenemos algo mejor para ti. Regis del Aquelarre. —Ya soy Regente —dijo—. Me ofrecieron el puesto más alto el año pasado y no lo tomé. —Cruzó las piernas con molestia. —Ah, pero no te lo han solicitado de nuevo, ¿verdad? Ahora que has tomado como rehén por espíritu la llave. Pero si te hacen Regis, tu palabra sólo los unirá y tú ni siquiera necesitaras el Repositorio. El alma del Aquelarre estará en tus manos. Mimi se encogió de hombros. —Sé cómo te has sentido en los últimos años, Azrael. Nunca han confiado en ti, no desde la caída, no desde que tú nos traicionaste. Todos esos siglos trabajando para el Incorrupto, y ¿para qué? Ellos todavía te ven como uno de nosotros. Pero con Michael perdido y Gabrielle quién sabe dónde, y tú como Regis, podrías tener el respeto y el poder que has querido todos estos años. Tú podría dar lugar a los Caídos. Podrías ser su reina. Contigo al frente, nadie se acordará de Gabrielle. Gabrielle, ¿quién es ésa? Alguna puta que quedó embarazada muchas veces, esa es. Ella no quería mostrar que estaba de acuerdo con él, incluso si lo hacía. Tenía que concentrarse en lo que ella había venido aquí. Esto no era más que una distracción. —¿Qué más tienes? —Mamon frunció el ceño. —¿Eso no es suficiente? —Ni por una milla. El apuesto diablo la miró astutamente. —Muy bien, entonces. ¿Qué tal esto? Tu difunto hermano en tus manos.
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—¿Puedes traerme a Jack? —preguntó Mimi, incapaz de ocultar la emoción arrastrándose en sus palabras. —¿Abbadon? Claro. Pedazo de torta. Sólo di la palabra, cariño. Tú sabes que nosotros podemos. Enviamos nuestros mejores sabuesos después de él. Ellos lo buscaran. —Cuando él sonrió, sus dientes eran dagas afiladas, como cuchillos pequeños en su boca, brillando en la luz. Él saltó de su asiento. Mimi se estremeció. El poder de los sabuesos y de su capacidad para el mal era mítico en la dimensión. —Ven, toma un viaje conmigo —dijo, y la tomó de la mano. Cuando ella abrió los ojos, estaba de pie junto al altar. Fue el día después de lo que habría sido su vinculación, el día en que Jack la había dejado para ir a Florencia con Schuyler. Mimi estaba allí para cumplir con su deber, pero él la había dejado. La antigua ira y el odio burbujeo a la superficie. Jack estaba con su híbrido, su pequeña abominación mientras esperaba en la iglesia sola. Qué curioso que Schuyler no la odiaba. Pero Mimi no era tan generosa. Odiaba a Schuyler con cada gramo de su alma inmortal. Lo odiaba por lo que hizo ella: había hecho que Abaddon abandonara su vínculo y le permitió olvidar el Código. Sin bien, entonces los vampiros no eran nada. Nadie merecía eso. No iba el amor a valer mucho. La sangre de los ángeles estaba en las manos de Schuyler. La hija de Allegra que decía que era el Salvador de los caídos. Sí, claro. —Se rieron de ti, ya sabes —le dijo Mamon al oído—, cuando se enteraron de que Abaddon te abandonó en el altar. Que tú fuiste plantada. Ellos se dijeron unos a otros: por supuesto que la dejaría. Azrael, ¿quien podría amarla?, no, él siempre amo a Gabrielle. ¿No era la debilidad de Abaddon la luz? Todavía se ríen de ti a tus espaldas. Te llaman ―Azrael la no deseada‖. Mimi cerró los ojos y podía sentir las lágrimas y la rabia detrás de ellos. Ella sabía que cada palabra que el demonio decía era cierta. Por supuesto, ella no fue la primera en haber sido humillada de tal manera, incluso el mejor de todos los ángeles había sido plantado en su vinculación, pero Mimi no había estado en el ciclo entonces y no pudo verlo. Lo único que sabía era lo que había experimentado. El frío nauseabundo de la vergüenza y el rechazo. —Helda podría cambiar todo eso. Cuando abrió los ojos de nuevo, Jack estaba tendido en el suelo delante de ella. Su espada yacía rota en dos, y él la miró con miedo en sus ojos. Ella se asomó por encima de él, con la espada en alto, y sin previo aviso, se abalanzó sobre él, justo en el centro de su pecho, directo a su corazón, tan profunda que lo cortó en dos, causándole la muerte. El calor de su espada dejó su cuerpo y su sangre en llamas.
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Mimi sentía la sangre de su hermano en la cara, sintió el calor de las llamas oscuras. Jack ya no estaba. Su alegría era oscura, profunda y triunfante. —¡Mimi! ¡Mimi! ¿Qué estás haciendo? —Oliver corría hacia ella, con los ojos muy abiertos por el miedo y la preocupación—. ¡Mimi! ¡Para esto! ¡Para esto de una vez! ¡No quieres hacer esto! Mimi se puso sobre el muerto, el cuerpo roto de Abbadon y gritó. —¡Sí, lo quiero! ¡Él me dejó! Los siglos que estábamos unidos, hechos de la oscuridad y por destino a nuestro deber. ¡ÉL TIENE QUE MORIR! Ella apuntó su espada a Oliver. —¡No me detengas! —No quieres esto. Quieres a Kingsley, ¿recuerdas? Estamos aquí por Kingsley. —Has tu elección, Azrael —tronó el demonio—. Di la palabra y Abbadon es tuyo, y todo lo que vistes antes se hará realidad. Sí. ¡Sí! ¡Sí! —Mimi, piensa en Kingsley. Kingsley. Si ella tomaba lo que Mamom le estaba ofreciendo, nunca llegaría a él. Ella tendría su poder y su venganza, pero no su amor. No tendría nada para vivir una vez que la sangre se secara de su cara y su espada fuese limpiada. —Recuerda lo que vinimos a buscar —declaró Oliver—. Recuerda por qué estamos aquí. —Di la palabra y es tuyo. Su muerte te traerá gloria —susurró Mamon. Gloria. Venganza. Sangre. La risa se detendría. La humillación iba a terminar. Ella tendría su orgullo de regreso y su nombre. Lo vio todo, Abbadon le mostró lo que pasó con los que no siguen su vínculo. Kingsley... Pero cuando pensaba en Kingsley no sentía rabia y calor. Cuando pensaba en él imaginaba su sonrisa y sus palabras, y una suavidad vino a ella, un manto de frescura que hizo que la ira y el calor desapareciera. Pensó en su sacrificio, el que había hecho por ella, para ellos, para el Aquelarre. De sus palabras en el día de su vinculación. Ven conmigo, y vivamos una nueva aventura. Ella había ido al infierno por él. No iba a dejar el mundo terrenal sin él a su lado. —No hay acuerdo —dijo, escupiendo las palabras—. ¡Sácame de aquí!
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En cuanto las palabras salieron de sus labios, la visión se aclaró, y era como si pesadas cortinas de terciopelo se hubieran separado en un escenario, y fueron hasta el séptimo círculo. Estaban de pie en una colina, mirando hacia abajo a una alta ciudad. Tártaro. La capital del Infierno. —Qué extraño —dijo Oliver—. Se ve exactamente como Nueva York.
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Capítulo 18 Verdades y Mentiras Traducido por: EvaMedina & Pili Corregido por MewHiine
asaron los meses y Allegra volvió a su vida en New York. El retrato llegó con una nota alentadora de Renny: Gracias otra vez por la divertida noche. ¡Espero volver a verte pronto!
P
Allegra rompió la nota a la mitad y alejó la pintura, poniéndola en el ático, antes de que Charles pudiera preguntarle al respecto. El declive de la temporada social estaba lleno de giros y había mucho que hacer: trabajo de caridad, supervisar las renovaciones de sus propias casas en la parte alta de East Side, vigilar a los varios comités que hacían las paces con la sociedad vampírica. La rutina inmortal, pensó Allegra, encontrando ornamental mucho de su trabajo esos días, y no diferente de la diaria frivolidad que disfrutaban los cabezas huecas de la Sociedad de las Sangre Roja, quienes hacían su camino por la vida en nombre de la filantropía. Ella intentó sacarse a Bendix de su cabeza, y la mayoría del tiempo lo conseguía. Él estaba viviendo como debería: él se casaría, tendría hijos y viviría una vida feliz y sin novedades. Él no la necesitaba, nunca lo hizo. Ella sólo podía haberle traído desesperación y locura. Era una suerte que él haya sido lo suficientemente fuerte para sobrevivir al ser elegido como su familiar en primer lugar. En este fresco día de Octubre, Allegra estaba caminando de vuelta a casa de visitar al Almacén, cuando notó una enorme furgoneta blanca bloqueando la entrada de la calle 101. Parecía una ambulancia, pero no llevaba el nombre de ningún hospital o clínica. Mientras que la calle de ellos no era una particularmente transitada, todavía necesitaba ambas líneas de tránsito para funcionar apropiadamente, y con una curiosa muchedumbre de mirones se juntaban alrededor de la furgoneta, esperando a ver si alguien salía en una camilla. Ellos olieron sangre y desastre, y Allegra le repugnaba un poco su ansioso interés. Ella también estaba empezando a preocuparse. ¿Qué si algo le había pasado a Charles o a
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Cordelia? Hizo su camino entre el gentío y entró por la puerta principal, con inquietud en su pecho. Sin embargo, nada parecía incorrecto. Cordelia estaba discutiendo el menú de la cena con el staff en la cocina, y Charles estaba en su estudio, donde mantenía una profunda discusión con Forsyth Llewellyn. Charles estaba intentando coaccionar a Forsyth para que se mude a New York y se uniese al Cónclave. Forsyth no era una de sus personas favoritas, y Allegra deseaba que Charles no dependa tanto de él. Había algo en la forma en la que Forsyth la miraba que ella encontraba inquietante. Es como si él supiera cosas acerca de ella, cosas secretas y oscuras que ni ella misma sabía. Charles había intimado con Forsyth en este ciclo. Ella recordó que a su padre nunca la había gustado. Lawrence no hubiese estado contento. Ellos dejaron de hablar en el momento en el que ella entró en la estancia. Charles, ¿qué es esa furgoneta de fuera? ¿Tiene algo que ver con nosotros? Está bloqueando la calle entera. Hay una muchedumbre reunida alrededor de ella ahora. — Forsyth, ¿la moverías? — preguntó Charles. — Por supuesto. — dijo Forsyth, saltando de su silla. Él parecía nervioso, pensó Allegra. ¿Por qué estaba nervioso? — ¿Qué está pasando? — le preguntó a Charles cuando Forsyth se fue. — Hubo un accidente. — dijo Charles. — Pero nada de lo que tengas que preocuparte, cariño. — él no dijo nada más, y Allegra se sintió molesta. — Estás haciéndolo otra vez, excluyéndome. Sabes que lo odio. Charles parecía herido. — No es mi intención. Es que... Allegra mordió el interior de sus mejillas en frustración. Ella sabía porqué Charles actuaba así. Siempre se trataba de lo que había pasado en Florencia, durante el Renacimiento, cuando ella había cometido ese horrible error que pudo haberles costado todo. Ella nunca lo superaría. Nunca se perdonaría a sí misma. Era un recuerdo que debía cargar toda su inmortal vida. Lo peor de eso era que ella ni siquiera sabía todo lo que había pasado. Ella sabía lo que había hecho, por supuesto, pero había más en la historia, estaba segura de ello. Charles lo negaba y se guardaba secretos, le decía que ella sabía todo lo que necesitaba saber, y ella intentaba fisgonear una vez cada tanto, intentaba ver si podía
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acceder a las escondidas esquinas de su memoria, pero nunca lo encontró. O él era bueno escondiendo sus pensamientos, o él le estaba diciendo la verdad. Ella no sabía qué era peor. Charles suspiró. — De todos modos, la situación está bajo control. Pero tú preguntaste, así que te lo voy a decir. Hay alguna clase de enfermedad que afecta los humanos que ha afectado a muchos vampiros jóvenes en San Francisco. Hay un familiar humano en la ambulancia que murió de eso. Tenemos a doctores analizando su sangre. Allegra levantó una ceja. — Sabes tan bien como yo que no hay ninguna enfermedad humana que pueda afectar a los vampiros. — No una de la que sepamos. — Charles frunció el ceño. — Charles, incluso tú sabes que es imposible. No seamos obtusos. — ella se cruzó de brazos. — Dime que hay en realidad en la furgoneta. Él miró directamente a sus ojos. — ¿Me estás acusando de mentir? — su voz era calma, pero tensa, y Allegra pudo ver el dolor pasar rápidamente por sus ojos gris oscuro. Sus hombros se desplomaron. — No... no lo hago. Sabes que no dudo de ti. — dijo ella, reculando. — Sólo que es raro. — Estoy de acuerdo, por eso estamos mirándolo de cerca. — él se aclaró la garganta. — ¿Qué es lo que realmente te está molestando? Has estado irritable desde que nos fuimos de viaje a California. ¿Pasó algo? No he querido fisgonear. Imaginé que tú me lo dirías si fuese importante. Allegra movió la cabeza. Había querido decirle, pero no quería causar una escena, y aún así sin pretenderlo, se dio cuenta que se había distanciado de él nuevamente. —Vi a Ben—finalmente confesó— revistiéndose con una coraza de la desaprobación de Charles. — No es lo que piensas...no sucedió nada... él se va a casar—Ella respiró—Pero esa no es la razón por qué. Quiero decir... ya sabes lo que quiero decir. Charles tomó la información
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con calma asintiendo pensativo. —lo siento estás disgustado. Sé que te preocupas por mí. Allegra sentía como si una enorme carga se hubiera levantado de su alma. Ella se sentó junto a su gemelo y apoyó su cabeza en su brazo. —¿Estás bien?—él preguntó suavemente. —Si sólo que... me asustaba. Verlo de nuevo. Después de lo que sucedió la vez pasada, ¿tú sabes? —Había olvidado lo cercanos que estaban. Charles era su mejor amigo, la persona a la que le contaba sus secretos, la persona en quien más confiaba, quien más la conocía íntimamente. Eran dos caras de la misma moneda. Compartían una vida inmortal: incontables recuerdos que se remontaban hasta el inicio, cuando por primera vez fueron vinculados. Ella no tenía nada para ocultarle. La acercó a él. —No tengas miedo. Forsyth volvió, girando sus llaves. —Todo despejado. Encontre un gran espacio para aparcar en Riverside. Charles de mala gana se separó de Allegra. —Querida, Te importaría dejarnos solos por un rato Forsyth y yo tenemos algunos negocios que atender. Allegra cerró la puerta tras ella. Se sentía mejor después de confesarle a Charles, y lo que él le había dicho era verdad: él nunca le había mentido. Pero mentir por omisión era pecados igualmente. Ella no podía sino sentir que había algo más en esa historia, y que Charles algo guardaba, algo importante y ella tenia que averiguar lo que era. En toda su historia nunca había oído hablar de algo asi como una enfermedad que podría afectar a la fisiología de un vampiro. Nada podía afectar a los vampiros. Oh, ellos agarraban resfriados comunes y gripes como todos los demás. Se hicieron del mismo material básico como Los Sangres Rojas, con una diferencia crucial, por supuesto, pero en general eran inmunes a una enfermedad grave. Cuando los ciclos concluían y era tiempo de descansar "la muerte" era sólo un sueño profundo hasta que la sangre azul despertaba nuevamente en un nuevo cascarón. No había ninguna cosa tal como cáncer o problemas cardiacos entre los caídos. ¿Le mentiría Charles? Eso la hizo ponerse triste ella estaba incluso contemplando esa posibilidad. Eso los mostraba como extraños. Ellos se habían convertido. Ella no confiaba en él ya, no completamente, y ni siquiera era su culpa. Allegra se puso en marcha .Le gustaba correr por el Parque para despejar la cabeza. — Salgo—dijo así nadie se preocuparía. Ella trotaba hacia abajo de la colina, planeando bajar corriendo serpenteando por el río que llevaba hasta el estanque.
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Había algunos otros corredores en el camino, algunos patinadores y ciclistas, las mamás trotaban con sus lujosos cochecitos. Mantuvo una velocidad constante, sus zapatillas de deporte golpeando el pavimento en un ritmo intermitente. En el camino de regreso a la casa, había pasado la camioneta, que Forysth había aparcado entre Riverside y la 99.Vaciló durante un momento, pero su curiosidad y el escepticismo ganaron, y se dirigió hacia ella. No había nadie más en la calle, y era bastante fácil hacer reventar la cerradura. Tiró abriendo la puerta trasera y se coló dentro. Había una bolsa de plástico en el piso. Contenía un cuerpo humano, Charles había dicho. Un familiar que tenía una enfermedad. Tenía un recuerdo siendo una Venator en Florencia, cuando la habían llamado Tomasia. Con su equipo había pasado noches saltando sobre los tejados, cazando los Sangre Plata renegados quienes estaban atrapados en este lado de las Puertas. Como Venators habían capturado y matado a todos los Croatan que restante en la tierra — o así lo habían creído. Como Charles, había estado segura que estaban finalmente seguros del daño, pero entonces hubo ese incidente en Roanoke. Habían perdido una colonia entera. Cordelia y Lawrence siempre habían creído que Las Sangres de Plata nunca fueron derrotadas, que el Aquelarre se había puesto en peligro, dañado de alguna manera. Charles creyó que era ridículo, por supuesto. Puso su fe en las Puertas. Pero y ¿si Lawrence y Cordelia tenía razón y Charles estaba equivocado?¿A quién — o más probablemente qué —era el cuerpo que estaba en la bolsa de plástico? Allegra desbrochó la bolsa, su corazón latiendo. No estaba segura de lo que estaba buscando, o lo que ella esperaba encontrar. Había visto los cuerpos sin vida de vampiros que se habían consumido por completo antes: había escuchado sangres de plata que hablaban en las voces de sus amigos caídos, sus camaradas muertos que habían sido absorbidos para formar parte de un monstruo, su espíritu inmortal atrapado para siempre, encadenado en el espíritu del diablo. Pero nada había pasado ya desde que Roanoke y Charles se habían convencido de que quizás la colonia perdida había decidido simplemente pasar a la clandestinidad, incluso con ese mensaje en el árbol, que decía lo contrario. Los Sangre Plata fueron erradicadas de sus libros de historia. Charles no quería viejos miedos a la peste sus nuevas vidas en el Nuevo Mundo.
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¿Lo que estaba en la bolsa? ¿Podría ser? Incluso no quería expresar su miedo. Finalmente, retiro la apertura para ver. Había una chica en la bolsa. Una chica humana, su piel ya gris. Había dos pequeñas cicatrices, casi imperceptibles, en el cuello, que indicaban que había sido familiar de un vampiro. Que enfermedad la llevó, Allegra se preguntó. Morir así, tan joven y tan sola. Era una lastima. Los Sangre Roja tenían vidas lo suficientemente cortas como para eso. Allegra tiro de la cremallera de la bolsa hacia arriba. Ella no podía admitírselo así misma, pero parte de ella casi esperaba encontrar un vampiro muerto allí, tan imposible como sonaba, y sintió un gran alivio al descubrir que Charles había estado diciendo la verdad después de todo.
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Capítulo 19 El último Venator Traducido por kristel98 Corregido por Sarii
ra tarde en la noche cuando Jack volvió de Gezira, y lo primero que hizo fue revisar la herida de Schuyler, despegando los vendajes alrededor de su torso y estudio la obra de Mahrus. La piel estaba todavía nudosa pero ya no roja, y si bien la cicatriz era notable, no era fea.
E
Una herida de guerra dijo . Estoy orgulloso de ti. Has sido valiente para luchar contra la forma en que lo hizo. Schuyler abrochó su blusa y se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama del hotel. La pequeña habitación había empezado a sentirse como en casa a pesar de que la recepcionista en el mostrador de recepción todavía lanzaba miradas sospechosas a su manera. No tenía otra opción
dijo
. Sabía que habrías hecho lo mismo.
Debería haber estado allí contigo -dijo Había escuchado su historia sin interrupción, y había mantenido un frente estoico, pero ahora toda la carga de ello-lo que podía haber perdido, estaba lentamente golpeándolo, y Schuyler pudo ver lo difícil que fue para él mantener sus emociones en cuenta. No te preocupes, mi amor Schuyler sonrió y puso una mano en su mejilla . Sentí que tu fuerza estaba conmigo. No podría haberlo logrado sin ti. Qué hay de ti... ¿Has encontrado lo que estabas buscando en el Nilo? Jack sacudió la cabeza con enojo . Cuando llegamos a la casa de seguridad, los Nephilim se habían ido. Creo que ellos pretendían llevarnos por mal camino. Los hermanos Lennox visitaron el templo, pero ellos dicen que no hay sacerdotisa llamada Zani, que ellos habían oído mal.
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Tal vez Mahrus tendrá una noticia que nos puede ayudar en ese terreno dijo Schuyler. Si él ha estado trabajando en este área durante el tiempo que él tiene, espero que él lo haga Jack asintió con la cabeza. Planeaban reunirse con el Cazador después de que Jack habría vuelto, para que pudieran intercambiar información y discutir sobre su futura estrategia. Los gemelos Lennox se habían ido después de Deming y Dehua, quienes aún estaban tratando de localizar a los restantes miembros del Aquelarre de Egipto, para entregar a los espíritus de la sangre. La cafetería estaba repleta de estudiantes, antiguos hombres comerciaban historias de guerras, las familias que tienen su cena tardía, así como franco-árabe de música sonaron por los altavoces. Jack y Schuyler tomaron una mesa en la parte de atrás, donde pudieron ver todas las entradas. Hasta el momento, los Nephilim no se aparecieron en la áreas de los Sangre Roja parecían limitar sus ataques y violencia en las fortalezas de vampiros, pero era mejor estar preparado y en guardia. Mahrus llegó puntualmente a la hora señalada. Era tan apuesto que muchos en la tienda se volvieron a mirarlo. Jack se levantó de su asiento para saludarlo, y extendió su mano. Te debo la vida. Gracias, sanador. Sé que nunca te lo podré recompensar, pero mi espada es tuya siempre que lo necesites, tienes mi palabra. Mahrus hizo una reverencia
. El honor es mío, Abbadon.
La camarera llegó con las tazas de humeante café turco, y durante unos minutos los tres se sentaron y disfrutaron del temprano aire en la noche, bebiendo la fuerte oscura mezcla. Schuyler se sintió mejor con un poco de cafeína en su sistema. El café hizo que sus sentidos se sientan más alerta. Ya que ella no tomó la sangre más, tuvo que recurrir a otras fuentes para un alza de la energía. No he oído hablar de la sacerdotisa llamada Zani
dijo Mahrus.
Si ella es una santa mujer famosa, entonces los Vigilantes lo sabrían. Voy a preguntar. Pensamos que podría ser Catalina
dijo Schuyler.
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Interesante dijo . Podría ser. Yo pensaba que iba a encontrar a mi hermana en el museo de El Cairo. Era aficionado a la historia egipcia, y un amante del arte. Pero ella no estaba allí Mahrus les habló de su vida en Jordania. Después de salir de Roma durante el reinado de Calígula, que había viajado al frente oriental, encontrando una casa en un puesto de vigilancia del ex Imperio Otomano. Éramos un Aquelarre pacífico en armonía, hasta que...
dijo
. Durante siglos hemos vivido
Adelante. Los ojos de Mahrus se nublaron . Todo sucedió tan lento e insidioso que ni nos dimos cuenta al principio. Fuimos ciegos ante la amenaza-el Aquelarre no nos advirtió. No había nada en Nueva York, y nadie nos informó de lo sucedido en Río o en París. Si lo hubiéramos sabido, habríamos sido capaces de prepararnos dijo con amargura . Así las cosas, estábamos sentados como patos. Schuyler agarró la mano de Jack bajo la mesa mientras escuchaba la historia de Mahrus. Todo comenzó con los primeros humanos, las chicas desaparecidas. Era un problema de los Sangre Roja, pensamos, pero mantuvimos un ojo sobre él. Entonces descubrimos un nido de Nephilim, pero como mis Venators estaban luchando contra ellos, el Croatan oculto de nuestro Cónclave aprovechó la oportunidad para atacar también. Él los miró con gran tristeza . Todo el mundo en mi Aquelarre está muerto Cerró los ojos . Yo soy el único que queda. La posición antigua de Venator Suspiró . Es sólo gracias a mis compañeros Venators que estoy vivo. ¿Deming y Dehua, quieres decir? Y Sam y Ted? Sí. Lucharon contra los Nephilim, eran la única ayuda que hemos recibido desde el exterior. Se dirigían a El Cairo, tras la pista de una nueva colmena de Nephilim. Vine con ellos también, ya que sabía que Catherine estaba aquí, y yo tenía que advertirle de lo que estaba sucediendo. Hay algo más importante aquí que incluso el Aquelarre. Tu sabía que ella era parte de la Orden de los Siete.
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Sí Él asintió con la cabeza . Yo estaba allí cuando se construyó la Puerta de Lutetia. Yo sabía que ella había sido llamada para hacerlo. ¿Crees que los Nephilim están aquí por la puerta Schuyler.
preguntó
Estoy seguro de ello. En toda ciudad, el patrón es el mismo. Atacan primero los jóvenes, entonces los Ancianos, luego, los no nacidos. Los Nephilim sabían exactamente dónde golpear la casa de ciclo. Ellos son despiadados y fuerte, pero no saben nuestros trabajos ocultos. Ellos necesitan una mano para guiar su maldad. Esta fue la obra de un Croatan. Uno de los más poderosos aliados de Lucifer, que albergaba el Príncipe Oscuro y se mantiene vivo su espíritu en la tierra. Mi suposición es que es el mismo que ha destruido sistemáticamente todos los Aquelarres, comenzando en Nueva York.
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Capítulo 20 Club nocturno al Final del Universo Traducido por Ale Rose Corregido por MewHiine
liver estaba equivocado. Mientras caminaban alrededor de las concurridas calles, él cambió de opinión. El Tártaro no era como la ciudad de New York en todo, no del todo como la ciudad que llamaba su hogar.
O
New York era dinámica, viva: se respiraba una ambición y fuego, su energía contagiosa. Estaba elegantemente estructurada, proyectada en una red de río a río, aparte de un encanto excepcional de los senderos antiguos de las vacas que formaba parte del West Village. New York tenía un orden y una lógica a existencia. Tú siempre sabias dónde estabas. Al menos, Oliver lo sabía. Al crecer, él había explorado muchos rincones y escondites. Conocía Manhattan como la palma de su mano, y él estaba orgulloso de eso. Amaba New York. Como muchos residentes, él no podría imaginar vivir en otro lugar. El Tártaro, en comparación, estaba muerto, estropeado desde el interior y lleno de gusanos. No era sólo la capital de los muertos, sino un cadáver de una ciudad diseñada sobre una losa funeraria. Allí no había sol, pero era caliente y pegajoso, y todo el mundo se apiñaba junto. Los cuerpos en las aceras se movían apáticamente; todos lucían cansados, derrotados. No habían niños. Oliver pensó que nunca había estado en un lugar tan desprovisto de esperanza. Era un terrible lugar, feo y abrumador. Olía como a basura, y habían moscas por todos lados —las moscas más grandes que nunca había visto: ellas se movían rápido, pequeñas portadoras de enfermedad. Mirando hacia abajo a las torcidas calles, pensó que uno podría fácilmente perderse por siempre en sus callejones serpenteantes. Como Mimi decía, en Infierno no hay pasado ni futuro; sólo el ahora. Y así El Tártaro era un revoltijo, una mezcolanza, un mosaico de edificios feos que no tenía pies ni cabeza para estar de pie uno al lado del otro. Todo choca
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—los colores, estilos, zonificación— allí no hay orden, no hay diseño estético. Partes de ella lucen como un estropeado centro comercial con esteroides: todas las luces parpadeantes y diminutas fachadas de tiendas con descamada pintura y carteles anticuados de vídeo. De otro modo, había docenas de lotes baldíos abandonados, y casi todo —las paredes, las aceras, las calles— estaban cubiertas de mugre y hollín.
—Vamos, este sólo es el anillo exterior. Necesitamos llegar al centro de la ciudad —dijo Mimi, conduciéndolo hacia lo que parecía una estación del metro. El tren que rugió en la estación estaba cubierto de grafiti por dentro y por fuera. Cada asiento había sido banalizado y las ventanas estropeadas. Cuando el aviso crepitó, era todo estático; nadie podía entender lo que había sido dicho. Ellos se subieron. Mimi parecía saber a dónde se dirigía, y Olivier confiaba en ella para liderar el camino. Ella atrajo algunas miradas por su platino pelo —la cosa más brillante en la oscura ciudad— pero aparte de eso ellos estaban solos. Nadie era una amenaza para Oliver. La única emoción aceptable que él pudo sentir fue la masiva indiferencia. Nadie le restaba importancia. Su indiferencia era un ente físico. Oliver casi pudo sentir su despreocupación; no estaban en nada interesados o curiosos acerca de su presencia. Había una activa, hostil desinterés, personas de lo cual él nunca había conocido. Eso le producía escalofríos. El metro se tambaleó hacia adelante, y ellos viajaron por unas pocas paradas. Finalmente llegaron a su destino. —Es aquí, salgamos —dijo Mimi. Oliver notó una señal justo encima de la salida del metro: ―ABANDONEN TODOS LA ESPERANZA AL ENTRAR AQUÍ‖. No por primera vez que él se preguntaba qué estaba haciendo aquí. Este no era lugar para un humano, y mucho menos para uno que estaba vivo. En el exterior, el centro estaba aun más horrible que el centro de la ciudad, o donde sea que ellos habías estado. Las calles estaba aún más estrechas, el aire olía a ceniza y escoria, y se estaba volviendo mucho más y más difícil respirar. Oliver vio los trolls encadenados con sus dolorosos collares de plata. Ellos trabajaban como taxistas y camareros y barredores de calles, lo cual lucía imposible de limpiar. Reconoció los demonios con sus rostros ligeramente rojos y los pequeños cuernos que sobresalen por encima de su frente; sus horribles ceños fruncidos. Pero lo peor eran la criaturas con caras tan hermosas que eran difíciles de ver. Sus ojos eran planos y fríos; su indiferencia era la más fuerte de todas.
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—Croatan —susurro Mimi. Oliver se estremeció. Los demonios eran de aspecto rudo y bestiales, pero los Sangre de Plata, que una vez habían sido ángeles, tenían una belleza corrupta, al igual que las pinturas que estaban untadas de excremento. —Ellos no pueden molestarnos aquí —dijo Mimi—. Aún si nosotros vemos al mismo Príncipe Oscuro, no le importaría. —¿Es por eso que ellos quieren la tierra? —preguntó Oliver. —SÍ. El Infierno está muerto. Nada crece aquí —le contó Mimi —. No siempre fue así, pero así es como el mundo se dividió en un principio. Toda la luz arriba y la oscuridad debajo. —¿Dónde está Lucifer? —preguntó Oliver. —Probablemente, más allá de la novena. —¿Qué es eso? —El núcleo —dijo Mimi—. El centro del Inframundo. Donde los Ángeles Oscuros fueron hechos. Nadie entra allí. Apenas nos dieron permiso para llegar hasta aquí, en el séptimo. —Ella explicó la jerarquía del Infierno. Los superiores eran los Croatan, Lucifer y sus Sangre de Plata. Y justo debajo de ellos estaban los demonios de hielo y fuego, quienes vivían en el Inframundo. Luego estaban las almas perdidas, humano que fueron juzgados a ingresar al Reino de los Muertos y fueron consignados a la subcapa por toda la eternidad. Después estaban los trolls encadenados, que no eran ni ángeles ni demonios ni humanos, sino otra criatura, nadie sabe a ciencia cierta, salvo que se llevaron a cabo los deseos de los demonios. Eran más bajo de lo bajo, la clase baja, la casta inferior, los intocables—. Están los sabuesos del Infierno, también, por supuesto —le dijo a él—. Pero ellos son muy raros, probablemente en la novena entrada con Lucifer. Después de que ellos se rebelaron y se quedaron con nosotros en Roma, él los llevó a la vereda. Gabrielle mantenía la esperanza de que ella pudiera traerlos de vuelta a nuestro lado un día, pero quién sabe si eso ocurrirá alguna vez. Oliver recuperó su compostura. Si El Tártaro fuera New York, esto se vería como si ellos ahora estuvieran en el Lower East Side, antes que los hipsters y los bares de vino de moda y hoteles de fantasía se hubieran trasladado, pero sin las agradable charcuterías italianas con los hombres hechos en sudores jugando carta en las puertas delanteras.
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En medio del vecindario estaba un edificio oscuro con una gran multitud de pie delante del edificio. Música zumbando, música sin melodía, pero la música, no obstante, retumbaba desde las puertas. Oliver notó que la multitud esperaba con ansiedad, y que una hermosa demonio, sus cuernos afilados en pequeños puntos sexy, estaba sentada en una silla de salvavidas, mirando con desdén propio a la multitud. Una vez cuando ella moviera la cola, y los fornidos trolls —los porteros— empujarían a través de la multitud para ayudar al elegido hacer su camino a la parte delantera de la cuerda aterciopelada. Oliver estaba muy familiarizado con la práctica. Ellos lo llamaban ―control de fachada‖ o ―trabajando en la puerta,‖ y traficaba el rechazo y la humillación, distribuyendo ambos en palas, junto con la baja autoestima. Era el Infierno, y Oliver pensó que debería realmente dejar de pensar en eso. Se estaba haciendo un poco cliché. Lo siguiente que él sabía era que sería atrapado en un ascensor con extraños. Mimi estaba haciendo su camino hacia la multitud ansiosa. —Bueno, ¿vienes? — preguntó ella, dándose la vuelta cuando ella notó que él estaba perdiendo el tiempo detrás, vacilante. —Sí —dijo él, resignado. Tal vez con Mimi el no tendría que estar de pie en la multitud por siempre. —Esto luce como un buen lugar para empezar. Dios sabe que Kingsley ama el club nocturno —dijo ella—. Sólo hay que conseguir que la perra malvada se fijé en mí. —Mimi metió dos dedos en la boca y dejó escapar un silbido enorme, penetrante. Todo el mundo se volvió hacia ellos, incluyendo la demonio engreída, que les miró hacia arriba y hacia abajo por lo que pareció una eternidad. Por un momento, Oliver se sintió pequeño e indigno y con catorce años de edad de nuevo, tratando de colarse en Moomba y fallando. Pero al final, el la demonio chasqueó su cola en su dirección. Mimi se pavoneó. La multitud se abrió como el Mar Rojo, los gorilas los recogieron y así sin más, ellos fueron lanzados en su interior.
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Capítulo 21 La casa de los sueños.
E
Traducido por Ninrah Corregido por Sarii
n la primavera del año siguiente, Charles compró una compañía de medios y planeó su toma de control de las ondas de radio, también un competidor para el cable de corriente de veinticuatro horas canal de noticias, una quinta red, y múltiples radios y periódicos explotaciones. Su objetivo era dirigir la conversación global, e influir en la cultura Sangre Roja a través de su mecanismo más insidioso para las comunicaciones. Se estaba comprando un púlpito. La Quinta Avenida de la ciudad casa estaba casi lista, y Allegra pasó la mayor parte de su tiempo con los decoradores, debatir color de las paredes, cortinas y muebles. Tenían previsto mantener algunas de sus cosas de la mansión de Riverside. Cordelia les había prometido el sofá y la plata como regalos de vinculación, pero Allegra tenía ganas de empezar de nuevo. Allí estaban los que creían que comprar muebles era una práctica de adinerados. En ciertos círculos, solo heredar muebles considerablemete apropiado, pero Allegra no estaba de acuerdo. Mientras que la tradición estaba muy bien, todo lo que quería para la casa nueva era nueva y confiable, con nada que estuviera escondido en equipaje pesado, o mantuviera demasiados recuerdos del pasado. Hay algunas tradiciones que se mantienen, sin embargo. Desde Egipto, cuando habían gobernado por Menes y Menis10, su vínculo fue sellado por la novia moviendo sus pertenencias a su nuevo hogar. Los de la mudanza se haría cargo de las cosas pesadas, pero Allegra planeado traer algunos artículos: su caja de joyas, el jarrón de cristal de aceite, una taza de arroz y una jarra de agua, para traer suerte a su nuevo hogar. Esa tarde, Allegra estaba en la pronto-a-ser terminada sala de estar. 10
Menes: era un antiguo egipcio, faraón del período dinástico temprano.
Melissa de la Cruz Charles caminó
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. No sabía que estabas aquí.
Yo sólo quería comprobar el fondo de pantalla. Yo estaba preocupada eso podría ser demasiado brillante para la habitación, pero creo que está bien. Se ve precioso
dijo.
¿Te gusta? Mucho
Él asintió con la cabeza.
Bien dijo. Charles sonrió Estoy feliz
. Me alegro de verte feliz. dijo Allegra.
Si ella lo decía muchas veces, tal vez ella lo creería.
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Capítulo 22 Sangre enferma. Traducido por Isane33 Corregido por Anaizher as estado calmada durante toda la noche —dijo Jack al regresar a su habitación. Schuyler asintió con la cabeza y se sentó en el borde de la cama, quitándose los zapatos y los pendientes. Todavía estaba asimilando todo lo que Mahrus les había dicho acerca de la extinción sistemática de los Aquelarres. Río, París, Kiev, Shanghai, Ammán y El Cairo no existían o habían pasado a la clandestinidad. Nueva York estaba apenas resistiendo (uno de los pocos refugios seguros que quedaban) y nadie sabía cuánto tiempo seguiría sobreviviendo. Tenían que encontrar a Catherine y asegurar la Puerta antes de que el resto de los Sangre Plateada fueran capaces de irrumpir por el otro lado.
—H
Jack vio su angustia y le puso una mano en el hombro. —No pierdas la esperanza. Es un momento triste en nuestra historia, pero tengo fe en que vamos a encontrar una manera de detener este mal y vamos a sobrevivir. Schuyler asintió. Tenía que pensar en una forma de llegar a Catherine. ¿Dónde se escondía? Estaba en la ciudad, lo sabía, incluso Mahrus había estado de acuerdo en que su teoría era sólida. La actividad Nephilim era más fuerte aquí. Este era el lugar. Schuyler tenía que encontrar la manera de sacarla. —¿No crees que es extraño? —preguntó Jack de repente—, si es más fácil mantener a los demonios fuera de este mundo destruyendo por completo los
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caminos, como hizo Kingsley cuando lanzó el subvertio ¿Por qué Michael creó las puertas? —Debe haber tenido una buena razón. La ley de la Creación ordena que lo que fue hecho por el Todopoderoso no debe ser destruido. Las Puertas del Infierno han mantenido este mundo seguro durante siglos. Michael puso su fuerza en su fundación. Se han debilitado, debido a que él se ha debilitado — dijo Jack pensativo. —¿Crees que Mahrus tiene la razón? Acerca de que los Sangre Plateada es quién está detrás de esto de Nueva York —preguntó Schuyler. Después de todo era el lugar donde los asesinatos habían comenzado, donde las primeras muertes por Consumo Total se habían producido. En Italia, Oliver les había dicho que Forsyth Llewellyn había desaparecido y cómo Mimi y los Venators lo habían sido señalado como el traidor. Bliss lo había confirmado, que su padre ciclo, Forsyth, el más grande de los socios de Charles, era en realidad el Croatan oculto entre ellos, que había estado guardando el espíritu de Lucifer vivo en su hija. —¿Crees que Forsyth está aquí? —preguntó estremeciéndose— ¿que es él el que está planeado todo esto? —Ya veremos —dijo Jack—y si lo es, vamos a destruirlo —prometió—. No tenemos nada que temer y mucho menos de ese traidor. Schuyler se acurrucó junto a él y Jack acomodó la cabeza contra su cuello. Ella le puso una mano en la mejilla, sintiendo la barba incipiente. Se volvió hacia él y poco a poco cayeron en la cama. Pronto sintió los colmillos perforando la piel y extrayendo su sangre. Sintió la misma felicidad soñolienta que sentía siempre después de realizar el Beso Sagrado. Sintió a Jack soltarla, dándose la vuelta para poder apagar la luz. Ella estaba a punto de rendirse al sueño cuando sintió un dolor agudo en el estómago y se sentó doblándose, apretando la cintura. —¿Qué pasa? —preguntó Jack alarmado— ¿Te he hecho daño? Schuyler... háblame.
Ella negó con la cabeza. No podía hablar, era demasiado doloroso. Se sentía como si estuviera siendo dividida en dos. Se sentía mareada y desorientada, con náuseas y tomó unas bocanadas de aire.
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—Estoy bien... estoy bien... —dijo justo antes de que vomitara la cena por todo el suelo. —¡Schuyler! —gritó Jack sintiéndose impotente. Se aferró a la mesa de noche con los hombros temblando, ignorando a Jack por un momento. La oleada de náusea pasó y aprovechó el momento para respirar. Otra oleada llegó, esta vez más fuerte, más aterradora... sangre y bilis, un charco viscoso oscuro. Jack rápidamente limpió el desastre con una toalla de baño. Levantó la vista hacia ella. —Acuéstate. —No puedo. Se siente mejor estar de pie. Tiró la toalla en una esquina y se acercó a su lado. —Entonces, apóyate en mí. Ella lo agarró temblando. Se había sentido rara desde que habían llegado de El Cairo, pero ahora se sentía más enferma que nunca en su vida. Esto era peor que la Transformación, peor que el tiempo que había estado fuera del Aquelarre y su sangre había disminuido. Sentía como si se estuviera muriendo. Pero la sensación pasó y se le asentó el estómago. Se sentía mucho mejor. —Estoy bien —dijo, todavía agarrada de él—. Probablemente es una especie de virus. Tal vez el Belly del Cairo finalmente me pasó factura. —¿Estás segura? —Sí. Estoy bien. Solo un poco de náusea. Ya me había pasado—le dirigió una sonrisa tranquilizadora. Jack no ocultó su preocupación. No se había dado cuenta de que se sintiera enferma y lo compartían todo. Estaba consternado por la profundidad de su ignorancia, pero tenía que haber una razón. Entonces lo supo. —¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo? —Preguntó en voz baja—. Dime mi amor. Schuyler se encogió de hombros. —Unas pocas semanas, quizá un mes como máximo. —Tenía razón. Se lo había escondido y por eso no lo sabía.
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—No quise preocuparte, con todo lo que está pasando. Estoy bien, lo prometo. Jack no respondió, pero continuó abrazándola, los dos en silencio. Cada uno tenía secretos que no compartía con el otro; secretos que escondían por amor. Pero lenta y seguramente, ambos los sacarían a la luz.
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Capítulo 23 En el centro de atención. Traducido por Beautifuliarx Corregido por Sarii
olo cuando estuvieron dentro, Oliver se dio cuenta de que el club nocturno estaba situado en un lugar que parecía una vieja catedral; Una desconsagrada iglesia que se había convertido en el refugio del pecado. La música era ensordecedora y el club olía a humo y sudor corporal. Apenas se podían mover, la gente estaba pegada muy cerca. Era pura miseria. Oliver tenía miedo de mirar abajo y ver lo que estaba vistiendo, pero no tenía por qué preocuparse: Llevaba puesto lo mismo que esa mañana, un chaleco y unos vaqueros. Sus ropas normales. Quizá en el Tártaro las ilusiones no les importaban, ¿o quizá el estilo del Inframundo había pasado de moda hoy? Quería preguntarle a Mimi, pero ella tenía la intención de seguir adelante. Ella giró su cabeza a todos lados, buscando a Kingsley. Parecía conocer el camino por el club, y les guió por las escales, donde estaba la zona VIP.
S
Las habitaciones privadas estaban construidas como las muñecas matrioska rusas, cada nuevo espacio daban lugar a otro. Oliver tenía la sensación de que uno podría pasarse la eternidad vagando por la sucesión de habitaciones cada vez más pequeñas, más oscuras, más calientes, mientras que el monótono sonido del ritmo tecno —bumf, bumf, bumf— resonaba en el cerebro hasta que uno se volviera loco como los demonios que rodeaban el lugar. Cada habitación era custodiada por una Door Bitch11 y un guarda, pero Mimi se deslizó a través de ellos como si fuera la dueña del sitio. Finalmente paró, y Olvider casi se estampa contra su espalda. Ella debió de llegar al final de las habitaciones VIP. No había más puertas al final. Allí acababa la cosa. Ella tomó asiento en una mesa y le hizo un gesto a Oliver para que hiciera lo mismo. Estaban sentados en las gruesas banquetas de terciopelo rojo. En cuanto se sentaron, un bedel con su feo y brillante traje se acercó a ellos.
Door Bitch: Es una persona, masculina o femenina, que actúa como guarda espaldas en los clubs, solo que ésta se encarga de determinar quién es lo suficientemente guapo/a como para entrar en la sala. 11
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—Caída —dijo él, señalando a Mimi—. No eres uno de nosotros. ¡Lárgate! —gritó—. No hay servicio para los de tu tipo aquí. Mimi se levantó, le hizo frente y comenzó a discutir. —Helda me ha dado permiso para… —Helda está aquí —respondió el demonio, señalando con su pulgar—. No me importa lo que dijo Helda. No quiero Caídos en mi club. A no ser que tu sangre sea de plata, cosa que no es probable, cariño. Pones incómodo a todo el mundo —él señaló a los dos feos trolls que estaban en las puertas, a quienes les acababan de dejar entrar, de hecho, y empujaron a Mimi y a Oliver de sus asientos. — ¡Soltadme! —Demandó Mimi—. ¡No podéis hacer esto! ¿Sabéis quién soy? — ¿Qué hay de él? —uno de los trolls le preguntó a su jefe, asintiendo hacia Oliver. — ¿Qué pasa con él? —gruñó el demonio. —Está vivo —dijo el troll hambriento—. ¿Podemos comérnoslo? —Sí, no me importa. Los trolls gruñeron con su aprobación y empezaron a babear. Mimi pataleó, pero los trolls eran demasiado fuertes. Comenzaron a llevarles fuera de la zona VIP cuando una suave y grave voz cortó el zumbido. —Liberadles, Beelzebub —La voz les era familiar, y Mimi se congeló. No pudo respirar por un momento, creyendo a penas que después de todas las dificultades en su camino, ella por fin sería recompensada. Ella se dio la vuelta lentamente para ver al hermoso hombre que estaba de pie al lado, con su cara escondida entre las sombras. Nada pasó. El demonio se quejó. —He dicho, liberadles. ¿O quizá no lo he dejado claro? —Bajadles, chicos —dijo el demonio, y los trolls soltaron sus agarres. Oliver miró a la oscura figura que les había salvado. Él estaba bastante seguro de quién hablaba, pero por un momento no supo si sentirse aliviado o seguir asustado. Decidió que cualquier cosa era mejor que tener a los trolls babeando sobre él. —Pero jefe, están apestando el lugar —gimoteó el demonio, acobardado y asustado. —Solamente es estás oliendo a ti mismo —dijo el hombre guapo, con una sonrisa entretenida a su delicioso insulto—. Ahora, vete, y busca a otros invitados a los que acosar, pero deja a mis amigos en paz.
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Él camino a la luz y sostuvo su mano. —Force —dijo Kingsley Martin, mirándose suave y elegante como siempre. Había algo nuevo y diferente acerca de él, pero no era su mirada: Seguía siendo la misma bestia sexy con la misma melena descarada, los mismos ojos oscuros y brillantes. Kingsley siempre estaba listo para divertirse, pero ahora parecía relajado, a gusto con sus nuevos alrededores. No parecía ni miserable ni torturado, y Mimi se controló para no ir corriendo a sus brazos mientras veía algo que su cara que la hizo controlar sus emociones. Kingsley no parecía sorprendido de verla. O en shock, o emocionado, o cualquiera de las emociones que ella pensó que podría mostrar cuando se reunieran. Él parecía como si algo de menor interés estuviera andando por ahí —Qué bien veros por aquí. ¿Queréis algo de beber?
Mimi se preguntó a qué jugaba. ¿No querría mostrar como se sentía en cuanto a ella frente a los trolls y los demonios que le rodeaban? ¿Era ese el chico de los rápidos dedos e insaciable lujuria? Se acordó de lo rápido que podía desvestirla cuando la necesitaba, y como él la necesitaba muy a menudo entonces. ¿Era este el chico que se sacrificó para que ella pudiera vivir? Bueno, ella podía hacer lo mismo. Era Mimi Force, después de todo, y si Kingsley iba a jugar a ese juego, si él quería una persecución, entonces se la daría. —Claro, ¿qué estás bebiendo? —preguntó ella, moviendo su pelo sobre su hombro y sentándose en la mesa de la esquina. Kingsley chasqueó los dedos y una hermosa arpía apareció. La Amazonas medía casi seis pies de alto y estaba vestida con un vestido plateado que dejaba ver sus abundantes atributos. —Sirena, asegúrate de que mis amigos tengan todo y cualquier cosa que deseen — dijo él, arrastrando las palabras. —Por supuesto, jefe —La mesera puso dos menús de bebidas de cuero encuadernados sobre la mesa—. ¿Qué queréis? Tenemos de todo. Mimi abrió el libro para elegir una libación12, y cuando levantó la mirada, Kingsley había desaparecido. Ella se giró hacia Oliver para preguntarle, pero él solo se encogió de hombros. — ¿Sois amigos de Araquiel? Tenéis mucha suerte —susurró la mesera.
La libación: ritual religioso o ceremonia de la antigüedad que consistía en la aspersión de una bebida en ofrenda a un dios. 12
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— ¿Por qué? ¿Es dueño del club? —preguntó Oliver. —Algo mejor. Es el asesor —dijo la mesera. — ¿Es un gángster? —Oliver parecía confuso. —Algo así. Es el la mano derecha de Helda. Qué hay de eso —dijo Mimi, echándose hacia atrás en la cabina y tomándose un momento para analizar la situación. No era de extrañar que el Inframundo hubiera luchado duro durante su viaje. Helda no quería perder su más cercano solo porque Mimi quisiera a su novio de vuelta. —Huh. Bueno, está bien tener amigos en lugares altos, ¿verdad? —preguntó Oliver, con una sonrisa nerviosa. Mimi no contestó. Había encontrado a Kingsley, pero parecía que Helda había dicho la verdad. Kingsley estaba más que perdido, y no quería ser encontrado.
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Capítulo 24 La novia vestía de naranja Traducido por Emi_93 Corregido por Anaizher
e ves hermosa—dijo Charles cuando encontró a Allegra parada frente al espejo de su cuarto de vestir, arreglándose para la tarde.
—T
Ella giró y sonrió al tiempo que terminaba de ponerse los aretes.
— ¿Recuerdas estos? —preguntó ella—tú me los regalaste en Roma. —Los recuerdo —asintió con la cabeza—, los hicieron unos artistas griegos y me costaron una fortuna. —Qué suerte que Cordelia no los subastó. Me preocupaba no poder encontrar nada después de que hiciera la limpieza en primavera. —Allegra sacó cuidadosamente una gargantilla de su caja de joyas. Era una gargantilla Carneliana de Egipto—. Ayúdame con este ¿quieres? Charles lo puso cuidadosamente en su cuello y enganchó el cierre en su lugar. Besó con ternura la parte de atrás de su cuello. —Ahora, ocupémonos de ti. ¿No es mala suerte ver a la novia antes de la boda?— sonrió Allegra aunque estaba lejos de creer en supersticiones, este era, después de todo, uno de los innumerables vínculos que se compartían desde el comienzo de los tiempos. Se sintió más ligera y, desde lo de Florencia, no dudaba de sí misma. Miraría hacia adelante para seguir su vida, así como la fiesta que seguía a la ceremonia. El Aquelarre se reuniría en el Templo de Dendur y tan pronto como ella hiciera el camino hacia el altar, diría las palabras que la unirían a su alma gemela para toda la vida Ella se había vestido de forma que pudiera recordar a todas las personas que habían formado parte de su dilatada vida, con los aretes romanos, la gargantilla egipcia, un vestido hecho de seda y lino cortado al cuerpo. Hattie había entretejido
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lavanda en su cabello para que Allegra luciera como lo había hecho en su vinculación en Roma. No se puso un vestido blanco, pero lució un deslumbrante vestido naranja, tal como había hecho en el Nilo. Brillante, feliz y festivo. Y el velo era una cortina de seda que cubriría su cabeza. Como era la costumbre, Charles recorrería el camino hacia el vinculación solo con sus asistentes y Allegra llegaría un par de minutos después. Debían encontrarse en los escalones del frente del templo al atardecer. Estaba casi lista cuando sonó un golpe en la puerta de su habitación. —Hay alguien abajo que pregunta por ti. Dice que es un viejo amigo tuyo —dijo Hattie, sonando un poco escéptica. — ¿Quién es? —No lo dijo. Le dije a Julius que no lo dejara entrar. No quiero que llegues tarde. —Este no es un buen momento —dijo Allegra— ¿No puedes deshacerte de él? —Lo intentamos, pero no se mueve. Tal vez sea mejor que tú hagas el intento. Allegra caminó escaleras abajo cuidadosamente, con los pies enfundados en enjoyadas zapatillas. Salió por la puerta principal para encontrar a Ben Chase al final de la escalinata con Julius, su chofer, manteniendo un cuidadoso ojo sobre él. —Hola—dijo ella tocándolo en el hombro— ¿Qué estás haciendo aquí? —Hola. Perdona ¿es un mal momento? —miró el vestido con velo— ¿Vestido de fiesta? —No, es… —ella no podía decirle qué estaba usando. Por supuesto, él no lo sabía. Este era su vestido de vínculo, pero los Sangre Roja vestían de blanco en sus casamientos— ¿Qué estás haciendo aquí? Él metió las manos en los bolsillos de su saco e inclinó la cabeza hacia el parque. —¿Quieres dar un paseo conmigo? —¿Ahora? —Allegra miró su reloj. Debería estar de camino al encuentro en ese mismo momento. Julius la miró con curiosidad. —Llegaremos tarde señorita. —¿Pero que novia llegaba a tiempo a su enlace? Y si había un momento para escuchar lo que Ben tenía que decir, era ahora. Después de esa noche sería demasiado tarde.
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—Seguro.—Se sacó sus tacones altos de un puntapié y se los cambió por un par de sandalias que guardaba en el vestíbulo. Caminaron un par de cuadras abajo hacia Riverside Park y deambularon por la orilla del agua. Las hojas habían empezado a cambiar de color. Pronto sería invierno frío. Sus zapatos crujieron sobre las hojas. Su vestido hizo un ruido de traqueteo en el pasto. En una hora, ella estaría vinculada a Charles. Allegra habló primero. —¿Qué estás haciendo aquí? —No me casé —dijo él. —Hmm —dijo ella sin saber qué pensar y de alguna forma, sin sorprenderse. Cuando lo vio en la escalinata su corazón había dado un salto y supo, instantáneamente, lo que le iba a decir. De alguna forma, incluso aunque ella creyó que esa parte de su vida había terminado y el peligro había pasado, esto había sido como si alguien mantuviera abierto el libro por la misma página. Alguien estaba insistiendo para se vieran de nuevo. ¿Quién era de los dos? ¿Era ella? ¿Era él? ¿Por qué, de pronto, era tan fácil olvidar los cuidadosamente orquestados planes para su día de vinculación? Ella debía estar en el coche en ese momento. En unos minutos, supuestamente, debía estar parada en el templo. Charles estaría frente al altar en su esmoquin. Sus invitados estarían rodeándolos, sosteniendo velas. Ellos se dirían las palabras. Ya había movido sus pertenencias a la casa esa mañana. Un cuidadoso ritual que mantenían desde los tiempos antiguos de Egipto, cuando el vínculo estaba representado por el momento en que la esposa llevaba sus cosas a la casa del esposo y no se necesitaba ceremonia Que sensibles habían sido entonces. Verdaderamente. Y aún así, en un suspiro ella había tirado sus planes al viento y había aceptado dar un paseo con Ben. Tal vez deberían ser supersticiosos después de todo. Tal vez les había traído mala suerte el hecho de que Charles la viera esa mañana. O tal vez les trajo buena suerte, sino ¿por qué razón estaba Ben aquí, en tan inoportuno momento? Si hubiera llegado mañana, no lo hubiera reconocido. O si hubiera llegado ayer tal vez hubiera tenido más tiempo para pensar antes de actuar. Tiempo para entrar en razón y reunir su ingenio. Pero el momento era ahora. No había tiempo que perder, no había tiempo para pensar. Solo estaba el sonido del tambor de su corazón. Vestía su vestido de vínculo. Tenía lavanda entretejida en el cabello. Ben encontró un banco y la instó a que se sentara con él.
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—No pude decírtelo entonces porque no creí que importara. Pero importa ahora. Renny estaba embarazada. O creyó que lo estaba. — ¿Qué pasó? —No lo sé. No estoy seguro. Sonaba como si nunca hubiera estado embarazada, para empezar. Solo creyó que lo estaba. Mamá cree que ella estaba tratando de casarse con el hijo del jefe. Mamá siempre cree eso de todas las chicas con las que salgo —Ben suspiró—. Yo iba a seguir adelante con los planes de boda de todos modos. ¿Qué importaba si estaba embarazada o no? … Yo la amaba. Allegra asintió. Fue duro escucharlo declarar su amor por otra mujer, pero ella lo había visto por sí misma esa tarde en el bar Redwood; su caballerosidad para con Renny, el obvio afecto entre ambos. Él se recostó en el respaldo del banco y sacó su bufanda, enredándola en las manos. —Al final… no pude hacerlo. Lo cancelé. Me di cuenta que tenía que perseguir mi propia felicidad, que es la razón por la que estoy aquí —se volteó hacia ella y sus ojos eran del azul más brillante y claro que había visto nunca. —Ben… no digas nada que no quieras decir —advirtió ella—. Están pasando por un mal momento. No es fácil romper con alguien con quien vas a casarte —y ella debería saberlo, pensó Allegra— no sabes lo que estás diciendo. —Esa es la cuestión, creo —dijo él—. Sé lo que quiero ahora. Y es lo que siempre quise. Solo que nunca creí que pudiera tenerlo. Allegra empezó a entrar en pánico. Esto no era lo que buscaba. Estaba usando los óleos, las espadas habían sido bendecidas, los anillos habían sido tomados de la caja fuerte. —Estás complicando las cosas y yo quiero que seamos amigos. No sabes lo que estás haciendo. —Solo escúchame por favor Piernas —dijo él. Ella asintió con el corazón palpitando. Debía irse en ese momento. No podía quedarse y escuchar, eso solo complicaría las cosas. Pero en lugar de pensar en los invitados, en el Templo o en la ordenada secuencia de eventos que ahora estaban empezando a acelerarse, estaba deseando desesperadamente escuchar lo que Ben tenía para decir. —Esa noche cuando regresaste a mi vida… nunca pude olvidarte. Se metió tanto en mí… —dijo él, sus manos haciendo movimientos circulares sobre el pecho. —Ben. No puedo. Te lo dije… —la voz de Allegra se elevó, estrangulada por la emoción. —No puedo…
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—Sé lo que eres y te amo. Te deseo. No importa que no seas… humana —no pudo forzarse a decir la palabra. Ella negó con la cabeza. —Es más que eso. Es mucho más que eso —ladeó la cabeza—, hay algo que debes saber. Le contó la visión que había tenido la primera vez que se habían encontrado, la primera vez que ella había bebido su sangre. Ella le contó sobre su bebé, sobre haberse visto a sí misma en coma en la cama y su certeza de que, si ellos estaban juntos, él podría morir; que su amor por él significaría su muerte, que estar juntos podría significar el fin para él. Ben se quedó en silencio por un momento. Finalmente habló. — ¿Así que si estamos juntos moriré? —No lo sé —mantuvo su cara dura y resuelta—. Eso creo. —Hey —Ben sonrió y fue como si el sol saliera entre las nubes. Se rascó la barbilla—. Escucha Piernas, de todas formas me voy a morir. Soy humano. No sé tú, pero yo no creo en visiones del futuro. Yo creo que elegimos nuestro destino. No me dejaste elección la última vez. Solo te fuiste. Pero estoy aquí ahora. Y te amo. Quédate conmigo. No temas al futuro, lo enfrentaremos juntos. Él le secó las lágrimas. Sus manos eran cálidas y suaves.
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Capítulo 25 El templo de doncellas Traducido por kristel98 Corregido por Sarii
urante una semana, el equipo de El Cairo peinó por cualquier rastro del Nephilim, cazando todas las pistas que pudieron encontrar, pero era como si el demonio nacido se hubiera desvanecido en el aire. A medida que cada avenida resultaron ser infructuosas, y pasaban los días sin resolución o progreso, Schuyler decidió que significaba que iban sobre el camino equivocado. Todavía se sentía mal del estómago y con náuseas por las mañanas, y el olor de la carne le hacía vomitar.
D
Pero su cabeza estaba clara. Tenía la sensación de que sabía lo que su enfermedad era, pero mantuvo sus esperanzas para sí misma. Ella no quería decirle a Jack hasta que estuviera segura. Mientras tanto, tenían un trabajo que hacer. Si no podían encontrar los Nephilim, ellos tendrían que encontrar una manera de hacer que el enemigo llegue a ellos. Ella recordó de algo que Sam les había dicho la primera vez que se habían conocido-que habían seguido los Nephilim a la Ciudad de los Muertos, ya que estaban trabajando en una corazonada de que las chicas que habían ido desapareciendo de la necrópolis se han adoptado para el Inframundo. Las chicas que fueron secuestradas eran seguidores del templo de Anubis, el dios egipcio de los muertos. Si bien el Egipto moderno había pasado de las viejas costumbres, el pueblo de los cementerios nunca se había olvidado, y un grupo de doncellas del templo aún se conserva vivo la llama sagrada. Schuyler formuló un plan y lo compartió con el equipo, y pasaron una noche a explicitar todos los detalles. Cuando estuvieron satisfechos, todo el mundo se fue a casa.
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No me gusta esto dijo Jack, a la mañana siguiente peligroso. Te estás poniendo en demasiado riesgo.
. Es demasiado
No hay otra manera de encontrar la Puerta a menos que me lleve allí le recordó . Voy a estar bien No había más tiempo para preguntar o esperar. Tenían que actuar ahora, antes de que el Sangre Plateada oculto rompiera la barrera. Pero todavía estás enferma
sostuvo Jack
. No es seguro.
Viene y va dijo con una sonrisa . Voy a estar bien. Tendré a Deming y Dehua conmigo. Están a la altura de cualquier demonio Ella se puso las vestiduras blancas de las doncellas del templo y escondió su rostro detrás de un velo . Además, tú estarás justo detrás de nosotros. Una vez que nos lleve a la Puerta, tú y el resto del equipo serán capaces de hacerlos caer. Schuyler había pedido al sacerdote que sirvió el templo no enviar a otras chicas por ese día, mientras ella y los dos Venators planeaban para llevar a cabo todas las funciones. Ellos se habían enterado que las chicas eran secuestradas por lo general en las noches, cuando se dirigían desde el templo a las afueras del sur del cementerio, donde reunían leña para la mañana siguiente. El templo estaba situado en una concurrida zona del cementerio, al lado de tiendas y cafeterías. Era una simple estructura cuadrada, con un patio donde el público se reunía, y un santuario interior donde sólo los sacerdotes y las doncellas se les permitía. En el antiguo Egipto, sólo los faraones y sacerdotes ordenados podían ofrecer regalos al dios con cabeza de chacal, pero en el siglo XIX, las reglas habían cambiado para que chicas de tan sólo catorce fueran llamadas al servicio para llevar a cabo muchos de los rituales de limpieza y oración, ya que se creía que sólo las oraciones de la pura y virginal sería contestada por el dios de las tumbas. Cuando Schuyler y los Venators llegaron, ellos sumergieron sus manos y sus pies en la piscina de poca profundidad en la base del templo, una práctica purificación que estaba en su mayoría de naturaleza metafórica (en el pasado, la piscina era profundo y los sacerdotes se bañaban en ella antes de entrar el templo). Schuyler se lavó lo más rápido que pudo y siguió a Deming y Dehua por un pasillo enorme llena de columnas de piedra. El templo era anticuado de la época de Ptolomeo, y era preservado con esmero por el pueblo de los cementerios.
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Desde que Schuyler y las chicas fingían ser discípulos, ellas tenían que hacer todo lo de doncellas ordinarias del templo habría hecho que en caso de que los Nephilim estaban viendo, ellos no sospecharían que nada estaba mal. La primera tarea consistía en encender las velas y purificar el aire, y los tres de ellos procedieron a las cámaras interiores con sus velas encendidas, cantando en voz baja mientras se abrían camino a la capilla que albergaba la estatua de Anubis. Colocaron sus velas en los titulares y esperaron unos momentos antes de comenzar a limpiar la estatua. Anubis tenía el cuerpo de un hombre y la cabeza de una bestia, y Schuyler se sintió un poco incómoda cuando comenzaron a limpiar y el aceite por la piedra. Deming trajo la ropa doblada de la habitación trasera y vistió la estatua mientras que Dehua estaba a cargo de frotar colorete en las mejillas y la aplicación de aceite sagrado sobre su frente. Schuyler trajo los regalos de cestas de alimentos y de bebidas – cestas de pan y unas cuantas botellas de vino que habían dejado en el templo como ofrendas- las colocó delante de la estatua. ¿Y ahora qué?
Preguntó Dehua, inspeccionando su obra.
La estatua brillaba en la penumbra. Los fieles están esperando
dijo Schuyler
. Vamos a ir a trabajar.
Pasaron todo el día en el patio, llevando las oraciones, manteniendo el fuego encendido, la unción con el óleo santo adoradores. Schuyler había pedido al sacerdote para decirle a su rebaño de no programar un funeral o memorial en el día de hoy, ya que ella no se sentía bien sobre liderar los conjuros y oraciones para los verdaderos creyentes. Hace calor aquí ella dijo, cuando los tres estaban solos en la cámara interior. Estaba sudando bajo sus capas. Pero los gemelos sólo se encogieron de hombros, ya que, como vampiros, fueron capaces de regular su temperatura corporal. Schuyler empezó a sentirse un poco mareada y aturdida, y se preguntó si Jack tenía razón en preocuparse por ella en esta tarea. Ella misma se había convencido de que no tenía elección. Aunque Deming y Dehua eran combatientes entrenados, ella era la que tenía que
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llevar a cabo el legado de su abuelo. Ella no podía dejar que encontrar la Puerta sin ella. ¿Cómo va todo ahí dentro? Envió Jack. Tranquilo, le contestó. ¿Ustedes ven algo? Ninguna cosa. Los Venators eran tensos, con respecto a cada creyente con recelo. Sin embargo, el día transcurrió sin incidentes, y luego fue la puesta de sol, y tuvieron que compensar a recoger la leña. Jack y los hermanos Lennox seguirían unos pasos detrás. Las chicas caminaron lentamente por las oscuras calles deshabitadas. La mayoría de la gente vivía en la parte norte de la necrópolis, y no era una buena idea para recorrer la zona sur en la noche, que se decía que era el hogar de los traficantes de drogas y ladrones. No había farolas, y había una calma silenciosa que era irritante. Las chicas no se susurraban el uno al otro, y Schuyler sintió los pelos en la parte posterior de su cuello levantarse. Pero llegaron a la pila de leña sin molestias, reunieron lo que necesitaban para encender, y regresaron al templo ileso. ¿Y ahora qué? chimenea.
Preguntó Dehua, fijando su haz de leña en la
Schuyler se encogió de hombros. ¿Estaban haciendo algo mal? ¿Los Nephilim sospechaban que algo era diferente? No están mordiendo el anzuelo, Jack envió. Él y los chicos volvieron a la guardia del templo desde una azotea de enfrente. No, ellos vendrán por nosotros, lo puedo sentir, Schuyler envió. Ella cerró los ojos y escuchó el viento. Ella podía sentir algo en el aire, las expectativas tal vez, como la calma antes de una batalla, tenso todo el mundo hasta que el primer disparo. Deming intercambiaron una mirada escéptica con su hermana. Tal vez se han ido. Han destruido los espíritus de sangre y el Aquelarre se fue bajo tierra. ¿Qué más quieren? Tenemos que seguir adelante. Mahrus piensa que ellos están hacia Jerusalén como objetivo.
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Schuyler estaba a punto de protestar cuando un fuerte viento sopló todas las velas en el templo, sumiendo la habitación en la oscuridad. Esto es todo, ella envió. No luchéis, ella les recordó a las chicas. No se muevan. Déjelos nos lleven. Recuerden, para este fin somos humanos y débiles. Un grupo de hombres los rodearon con aspecto de la niebla. Schuyler se sorprendió al encontrar que sus captores eran humanos y no tenían las lenguas viperinas y brillantes ojos carmesí del Nephilim. Manos ásperas la sostuvo por ambos lados. Ella gritó de terror, al igual que los gemelas chinas. Fue una buena actuación. La sala resonó con sus gritos de pánico. Schuyler no tenía que tratar de fingir muy duro, como un miedo frío se apoderó de su alma, pero ella confiaba en los Venators y en su amado para encontrarlos. ¡El zaniyat tendrá su cosecha! Anunció su líder, y el grupo aplaudió vigorosamente. Su risa tenía una cualidad enfermiza, demencial, como la de las hienas aullando a un cadáver, y se estremeció Schuyler. Se dió cuenta de que los hombres tenían tatuajes en sus brazos, el símbolo triglifo que había visto en María Elena. La marca de Lucifer junto con el símbolo de Sangre Azul para la humanidad, para simbolizar la unión impía de las dos razas. ¡Vamos!
Exclamó ella
. ¡Déjennos en paz!
Deming y Dehua pretendían resistir, así, luchando contra sus atacantes. Los hombres no les hicieron caso, y el líder cacareó así como golpeó la lanza en la chimenea y el suelo del templo cayó. Schuyler dió un grito esta vez de verdad, ya que todo desapareció en un agujero en la tierra, y cayó directamente a través del Crepúsculo hacia el Inframundo. ¡Jack! ¿Puedes oírme? ¡Ya están aquí! envió, pero sabía que era inútil. Estaban fuera de la vista y fuera de su alcance. Ella podía luchar, y ella lucharía, pensó. Tal vez había estado todavía lejos de usar su debilidad en una ventaja. Los sirvientes Nephilim creían que habían secuestrado a tres chicas humanas indefensas. Es siempre bueno ser subestimada.
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Capítulo 26 La única chica en el mundo Traducido por EvaMedina Corregido por Isane33
Así que está bien beber éstos? —preguntó Oliver, haciendo señas hacia los cócteles puestos en frente de ellos. Uno de ellos parecía como si estuviese hecho de lava caliente: era de una tonalidad escarlata oscuro y le salían burbujas y humo del cáliz de plata. El segundo era de un tono verde brillante y le salían chispas de menta que crepitaban. Él nunca había visto algo parecido a ninguno de ellos y mientras un profundo miedo a todo en el lugar todavía estaba arraigado en él, estaba curioso por saber a qué sabían. No habían bebido ni comido nada desde su llegada y él todavía estaba mareado y hambriento.
—¿
—No lo sé. Realmente no me importa —dijo Mimi bruscamente, moviendo su cabeza alrededor del club para buscar a Kingsley. Oliver tomó un vacilante sorbo. El brebaje parecido a lava era tibio y mantecoso, delicioso, pero casi demasiado dulce. El cóctel verde sabía como un melón dulce, excepto que otra vez, ahí estaba el sentido de que los melones estaban demasiado maduros y casi, pero no mucho, podridos. Era un patrón que él estaba empezando a notar en El Tártaro, que incluso si algo era agradable, no estaba muy bien. El club estaba o demasiado caliente o demasiado frío, uno nunca podía estar cómodo. Era como si la temperatura ideal, el estado ideal de todo, realmente, no existiese. Siempre estaba justo un pelo fuera, de una forma u otra. «Esto podía llevar a una persona a la locura», pensó, si todos lo que uno comía era o demasiado sabroso o demasiado insulso, demasiado salado o demasiado dulce, demasiado crujiente o demasiado blando y nada estaba sencillamente bien nunca. Bueno, ¿dónde creía que estaba... verdad? Oliver se reprendió por hacer bromas, pero no podía evitar divertirse. Era todo lo que tenía, a esta altura.
Melissa de la Cruz
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No estaba seguro de qué hacer con Kingsley. No lo había conocido tan bien cuando estuvieron juntos en Duchesne, pero el acto de chico genial no lo sorprendió. Oliver no sabía si Kingsley estaba fingiendo que no le importaba, o si él había estado en el Inframundo tanto tiempo que de verdad ya no sentía lo mismo por Mimi. Pobre chica. Ella no esperaba esto. Parecía un poco perdida, un poco desolada, mientras buscaba por el club. Su cara se hundió, su frágil armadura estaba agrietándose y Oliver lo sentía por ella. No se merecía esto después de todo el duro trabajo por el que tuvo que pasar para llegar hasta aquí. Deseó poder animarla, ofrecerle algún tipo de consuelo. Cuando el DJ puso algo nuevo, algo que no era tan asqueroso o diseñado para molestar, una canción que realmente tenía un ritmo y una melodía, Oliver vió una oportunidad. —Vamos —dijo él—. Bailemos. Mimi no pudo resistir unos giros en la pista de baile y si al principio había estado inclinada a decirle que no a Oliver, se tragó su frustración y molestia. Si Kingsley quería jugar a este estúpido juego, uno donde él fingía no sentir lo que sentía por ella, entonces no había nada que ella pudiera hacer al respecto. Había empezado a dudar de sus recuerdos de su supuesto amor. ¿Qué habían tenido entre ellos de todas formas? Habían conectado un par de veces y sí, él había vuelto a Nueva York para convencerla de que renunciara a su vínculo, y sí, él se había sacrificado para salvarla, para salvarlos a todos, pero Kingsley nunca prometió nada, todavía no le había dicho lo que sentía por ella. ¿Qué si ella había estado equivocada? ¿Qué estaba haciendo aquí? Mimi tomó unas respiraciones profundas. No quería pensar sobre lo que eso significaba, así que en vez de ello, tomó la mano de Oliver e ingresaron en la pista de baile, en el medio de los cuerpos retorciéndose. Les daría a esos demonios algo por lo que recordarla. Oliver era una buena pareja de baile. A diferencia de la mayoría de los chicos, no parecía que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Tenía ritmo y se movían juntos elegantemente, Mimi meneándose a su lado mientras que él ponía sus manos ligeramente sobre su cintura. Ella giró y giró, sintiendo la música en sus venas, sintiendo la liberación que viene con moverse al sonido del ritmo, lentamente convirtiéndose en uno con la música. Su cara sonrojada, sus pechos lanzados, ella empezó a brillar con una luz interior y por primera vez en su viaje al Inframundo, su cara estaba relajada y sonreía. Oliver sonrió y aplaudió.
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«Esto era divertido», pensó Mimi. Ha pasado mucho tiempo desde que había hecho algo sólo por el puro placer de hacerlo y por un momento era una adolescente otra vez, sin una preocupación en el mundo. Cuando cerró sus ojos pudo fingir que estaba de vuelta en la cuidad. Ahí había habido un club justo como éste una vez. Gracioso cómo el paisaje de Nueva York cambió tanto. Mientras los edificios en sí mismos se mantenían igual, las sinagogas del siglo XIX se convirtieron en lugares de calientes shows de moda. Bancos y catedrales ahora albergaban bares de cocteles y discotecas. El baile se volvió más frenético y la multitud presionaba firmemente así que Mimi fue empujada contra Oliver, empujándolo. Cuando ella se giró para disculparse, lo vió brevemente en su banqueta, sorbiendo su coctel demoníaco. (Probablemente debió haberle advertido de ellos, pero era demasiado tarde ahora). Él se encogió de hombros como si no tuviese idea de cómo eso había pasado. ¿Entonces de quién eran las manos que estaban en si cintura? ¿Quién estaba presionando su cuerpo contra el suyo con un peso familiar y posesivo? Se volvió lentamente, aunque ya sabía la respuesta. Kingsley le dió su sonrisa endiablada y ella pudo sentir su cuerpo respondiendo al suyo como si ellos giraran y giraran al ritmo de la música. Él se agachó y descansó su barbilla en la base de su cuello. Ella pudo sentir su suave transpiración caliente sobre su piel. Sus manos deambulaban, cayendo de su cintura hasta sus caderas, poniéndola más cerca de él. Pudo sentir el ruido sordo de su corazón junto con la música, pero también en sintonía con el de él, como si estuvieran solos juntos, el ritmo de la pista de baile y la oscuridad era un capullo que los rodeaba. —Bonitos movimientos, Force —murmuró él. Ella se alejó, no queriendo rendirse tan fácilmente. Él la giró alrededor expertamente, girándola y bajándola tan lejos al fondo que su nariz estaba prácticamente en su escote. Maldición, él era delicado. Pero entonces, ¿qué había esperado ella? Se dió cuenta que en el tiempo en el que habían estado separados, había construido una imagen ideal de él, sólo había recordado las partes brillantes de su personalidad y la manera en la que la había mirado esa última vez, antes de que él desapareciera en la Blanca Oscuridad. Había puesto todas sus esperanzas y su corazón en eso, en esa última mirada. Había olvidado lo que era él en realidad. Impredecible. Engreído. Astuto. Nunca le había dicho que la amaba, después de todo. Ella sólo había asumido...
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Pero ahora él la estaba jalando hacia él otra vez y estaba cara a cara, su cabeza descansando sobre su hombro y su mano estaba en su espalda. La música era algo que ella reconoció. "Let's Get It On", de Marvin Gaye. A muchos familiares humanos de ella les gustaba ponerla antes de la Caerimonia. La clásica canción para enrollarse, casi tan cliché como "Moondance" de Van Morrison. Kingsley cantó suavemente en su oreja y su voz tenía esta cualidad baja y humeante que le gustaba tanto desde el principio. —―Entregarte a mí nunca puede estar mal si el amor es verdadero...‖ Mimi intentó no reírse. Él era realmente un personaje, este chico. ¿Era realmente serio? ¿Sólo pensaba en una cosa y en una cosa solamente? ¿Eso era todo lo que era? ¿De verdad creía que ella había venido codo el camino al Inframundo para que pudieran enrollarse? Intentó no sentirse muy insultada. La música se detuvo y ella se alejó de su abrazo. Aceptando su pista, Kingsley se alejó también. Él todavía estaba sonriendo con suficiencia. No necesitaba decirlo: ella sabía que él pensaba que ella estaba siendo tonta al fingir que ellos no acabarían en la cama tarde o temprano. ¿Estoy equivocado? Su voz era alta y clara en su cabeza y ella pudo oír la confianza detrás de ello. Pero Mimi lo ignoró por ahora. No quería caer otra vez en sus viejas costumbres, fingir que a ellos no les importaba demasiado el otro, fingir que todo eso fue sólo Venators-con-beneficios, que él no había sacrificado tanto por ella, o que ella estaba en el Inframundo por cualquier otra razón que sacarlo de allí. Todos los acontecimientos del día: la falsa boda de Oliver, la propuesta de Mamon, el viaje al Tártaro y en efecto ver a Kingsley otra vez; eran repentinamente apabullantes. Se sentía un poco mareada y como si fuera a echarse a llorar. Esto era demasiado y sentía sus rodillas empezar a ceder bajo suyo. Iba a desmayarse. —Hey —dijo Kingsley, pareciendo preocupado. Le dio un brazo amistoso alrededor de sus hombros y la jaló hacia él—. Ahora vámonos. Sólo estaba bromeando. ¿Estás bien? Ella asintió. —Sólo necesito un poco de aire. Hace calor aquí. —No bromees —Kingsley la condujo de vuelta a su mesa—. ¿Dónde te vas a quedar en la ciudad?
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Mimi se encogió de hombros. —No lo sé. —Ella no había planificado eso. —Ve a ver a mi amigo al Duke's Arms. Él les dará una buena habitación. Asegúrate de que Hazard-Perry no se haga objetivo de los trolls, o peor, de los Hellhounds —dijo Kingsley, escribiendo una dirección en el reverso de una tarjeta de presentación y se la tendió a ella. —¿Qué ha dicho? —preguntó Oliver cuando Kingsley se fue. —Que nos quedemos en un hotel —dijo Mimi, sintiendo otra vez lo absurdo de la actual situación. Había arriesgado todo por él y ahora... —Así que, ¿qué hacemos, jefa? —preguntó Oliver. Mimi toqueteó la tarjeta. Su cabeza dolía. Había viajado todo el camino hacia abajo. No se iba a rendir ahora. Tenía que averiguar lo que Kingsley sentía por ella. Si él la quería de la manera que ella lo quería y no sólo para sexo ocasional o una aventura sin sentido y sin amor. La verdadera cosa. El amor que la había eludido toda su inmortal vida en sus años con Jack. Si Kingsley no la quería a su alrededor, él no le pediría que se quedara, ¿verdad? Chicos. Incluso en el Inframundo era difícil descifrar sus intensiones. Pensó en la manera en la que se habían movido juntos, en cómo se sentía. Ahí tenía que haber más que atracción física entre ellos. Eso tenía que significar algo, ¿verdad? Pensó en cómo se había reído de las chicas que pensaban que sólo porque un chico durmió con ellas eso significaba que él las amaba. Ahora era una de esas chicas necesitadas y dependientes. Qué ridículo era encontrar que su corazón era mucho más vulnerable de lo que había imaginado que podía ser. ¿Cómo demonios se había permitido enamorarse de alguien como Kingsley Martin? Esto era exasperante. Él era como una estrella fugaz que intentabas agarrar con tus manos. Ella sólo podría conseguir quemarse. Pero ella estaba hecha de algo más severo que eso. Mimi podría jugar el juego. Podría quedarse hasta que él le dijera que tenía que irse. Hasta que le dijera la verdad de lo que había en su corazón. Ella se fijó en la dirección y puso la tarjeta en su bolso. —Supongo que deberíamos instalarnos. Parece que estaremos por aquí por un tiempo.
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Capítulo 27 El Palomar Traducido por kristel98 Corregido por Katiliz94
E
l momento favorito de Allegra de la jornada fue justo antes del atardecer.
Ese verano en Napa, casi un año desde que había salido de Nueva York, los días eran tan largos que serían las nueve cuando el tiempo oscuro descendía sobre el valle. El calor del día se disipaba en la tarde, y el susurro de una brisa soplaba entre los árboles. Las colinas estaban cubiertas de un resplandor rojizo cálido, en una belleza efímera y eterna. Las habitaciones del viñedo y las bodegas de degustación serían felizmente vacíadas. Los turistas y amantes del vino se fueron, junto con los trabajadores del campo y vinateros que se habían convertido en sus amigos y colegas, y que eran simplemente dos de ellos. Ben reorganizaría a partir de su estudio, y Allegra abriría una botella de su nuevo Chardonnay, y cenaría bajo los árboles mirando el revoloteo de colibríes de flor en flor. La vida no podría ser más dulce. —Tuvimos suerte de que tu familia comprase este lugar, —dijo Allegra, sumergiendo un pedazo de pan francés crujiente en su aceite de oliva casero. — Es como un sueño. Se habían trasladado a la viña con el pretexto de ayudar a prepararse para la cosecha de otoño, cuando las uvas serían regordetas y llenas de jugo. El padre de Ben había comprado toda la extensión por un capricho, una tarde hace unos años, cuando se había detenido por tomar una copa en su enoteca favorito sólo para descubrir que su usual copa de Syrah ya no estaba disponible, ya que la viña estaba cerrando debido a la bancarrota. Era algo que sus padres hacían a menudo, explicó Ben —compraban las cosas que disfrutaban con el fin de
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tenerlas en su existencia. Sus pasatiempos e intereses los habían llevado a asumir la propiedad de un restaurante griego en Nueva York que todavía servía cremas de huevo, y una línea de cosméticos de conjunto francés. Eran conservadores y tradicionalistas. Uno de los grandes beneficios de ser tan privilegiado era su capacidad de proteger las cosas bellas que amaba en el mundo y evitar que desapareciesen para siempre. La cuestión de dónde Allegra y Ben vivirían fue respondida cuando Allegra le mencionó que tenía un poco de conocimiento de la vinicultura. En ese momento se decidió que no iban a asentarse en el área de la bahía, sino que se trasladarían hacia el norte para ayudar a dirigir la bodega. Allegra había dejado su vida esa tarde cuando había dado un paseo en el Riverside Park, y nunca había regresado. No había dejado una nota de explicación, y había cortado la comunicación telepática que compartía con Charles, incluso yendo tan lejos como para disimular su Encantamiento. Había tomado la precaución extrema para asegurarse de que nunca la encontraría. Estaba segura de que Charles podria enviar un ejército de investigadores y Venators tras ella y ni siquiera se acercarían a la búsqueda de su verdadera ubicación. Él nunca la perdonaría por esto —por caminar sobre él el día de su vinculación y no quería pensar en el dolor que ella estaba causando. Lo único que sabía era que algo dentro de ella ya no podía soportar la vida que había estado viviendo, y aunque cada fibra de su sangre y de su inmortalidad le dijera que estaba cometiendo un gran error, su corazón se mantenía firme en su resolución. Había sido una locura, realmente, el salir de su vida sin nada. Todavía llevaba su vestido de vinculación al saltar en un taxi con Ben. No llevo nada con ella: ni un cepillo de dientes o un cambio de ropa, ni el dinero suficiente ni para un billete de autobús. No importaba. El dinero no importaba ya que Ben había arreglado todo. Habían salido de la ciudad por la noche, y se alejaron en el avión de su familia en direccion a Napa. Ahora los dos estaban escondidos en el palomar, penso Allegra. Dos enamorados. Durante el día, Ben pintaba en una pequeña cabaña en la propiedad. La habitación tenía buena luz, y desde los ventanales podía ver viñas creciendo en la ladera. Allegra salió hacia la tienda: tenía un sentimiento instintivo para el comercio del vinatero, y disfrutó cada parte de ella, de la poda y el cuidado de
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las viñas para el diseño de las etiquetas, la comprobación de los barriles para ver cómo estaban fermentando la venta de las cosechas en la pequeña sala de catas. Había conseguido un bronceado oscuro del trabajo en los campos, y era conocida en la pequeña comunidad campesina por su queso y pan. Había invitado a los niños del barrio para la aglomeración anual al final de la temporada, ya que el suyo era uno de los viñedos hechos para mantener la tradición de pisotear las uvas después de la cosecha. Su viticultor, el enólogo de renombre mundial, había nombrado a su más reciente Chardonnay después de ella. Chica Dorada, se leia en la etiqueta. El sol finalmente fijó la noche, y ellos trajeron platos y botellas vacías. Después de limpiar, Ben dijo que quería trabajar un poco más, y Allegra se reunió con él en su estudio. Se acurrucó en el sofá desvencijado cubierto de lona y lo vio pintar. Él estaba trabajando en una serie más abstractas en esos días, y sabía que era bueno. Iba a ser famoso, y no sólo por su familia, sino por su talento. Ben se dió la vuelta y limpió los pinceles en la trementina. —¿Cómo te sientes acerca de otro retrato?, —Dijo. —¿Crees que es prudente? — bromeó ella, coqueteando un poco. —Podría traer de vuelta los viejos recuerdos. —Precisamente. —Sonrió el. Él era tan hermoso, pensó, de pelo muy claro y tostado, con su risa generosa. Le encantaba la forma en que la hacía sentir: mareada y alegre. La forma en que estaban juntos: fácil, riendo. Se sentía humana con él. No pensaba en el futuro, o lo que había en la tienda para ellos. Se había alejado de todo eso. Aquí, en el corazón ensoñecedor del valle de Napa, ella no era Gabrielle la Incorrupta, no era la reina vampiro, sino simplemente Allegra Van Alen, una ex periodista de Nueva York que se había trasladado al país para hacer vino. Se mudó a la hoja en la plataforma y lentamente se quitó la ropa. Los monos se desengancharon y se dejaron caer al suelo junto con la vieja camiseta que llevaba en los días en que trabajaba en el campo y no en la tienda. Retorció su torso y preguntó —¿Esto es bueno?
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Ben asintió lentamente. Allegra sostuvo su postura. Cerró los ojos y respiró profundamente. Podía sentir cómo la miraba, memorizando cada línea, cada curva de su cuerpo por su trabajo. No hubo ningún sonido durante el resto de la hora más que el de los tranquilos y suaves trazos de un pincel sobre lienzo. —Bien, —dijo, lo que significaba que podría liberar la pose. Ella se envolvió en una bata y se acercó a mirar su pintura. —El mejor hasta ahora. Ben guardó sus pinceles y la atrajo hacia su regazo. —Estoy tan contento de que estés aquí. —Yo también, —dijo ella, hundiéndose en sus brazos. Trazó las venas en su cuello. Luego hundió sus colmillos profundamente en la piel y se puso a beber profundamente. Ben se echó hacia atrás, y pronto el manto cayó y estaban juntos. Era lo más feliz que ella había sentido nunca. Allegra casi podía convencerse de que serían capaces de vivir aquí juntos durante el resto de sus vidas.
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Capítulo 28 Las novias de Lucifer Traducido SOS por Emi_93 Corregido por Violet~
staban profundo bajo tierra, en un camino por debajo de la necrópolis que lleva a una escalera subterránea. Schuyler tropezó con una piedra y se cortó el tobillo. Era difícil mantener el equilibrio con ese hombre que la tironeaba y la cargaba alternativamente para llegar a su destino.
E
Sus atacantes les habían vendado los ojos antes de que cayeran a través del vacío y, mientras que estaba segura de que estaban en el Inframundo, no estaba segura de cuán profundo la estaban llevando. ¿Habrían pasado ya por la puerta? ¿Había funcionado su plan? Pero, si habían violado la Puerta de la Promesa, ¿dónde estaba su Guardián? ¿Y qué harían ahora que Jack y su equipo no sabían dónde se habían ido? ¿Lucharían? ¿Esperarían? Schuyler decidió esperar. Finalmente, la marcha se detuvo, y su venda fue retirada. Ella miró a su alrededor. Estaba en alguna clase de sala de espera, y no vio a Deming o Dehua en ningún lado. Estaba sola con sus captores, dos hombres morenos que la miraron apreciativamente. El Sangre Roja que estaba a su lado babeó sobre ella. —Nuestros maestros nos recompensarán. Tú eres una bonita. El estómago de Schuyler se apretó y se consoló a sí misma con el conocimiento de que tenía la espada de Gabriel escondida en su bata. Cuando el momento fuera el correcto, ella tendría la oportunidad de luchar para salir de allí.
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La puerta se abrió y una mujer demonio entró. Schuyler nunca había visto una antes. Jack le había contado acerca de las diferentes criaturas del Inframundo, de demonios que vivían en Helmhein, que habían sido hechos de oscuridad y que respiraban el Fuego Negro. —¿Qué trajiste? —preguntó ella—. Tenemos gemelas en el otro cuarto. Una bonita. A los muchachos les gustará eso. ¿Qué tenemos aquí? Los atacantes de Schuyler la empujaron hacia adelante. —Vale el precio más alto de la novia. Esta lo es. —Quítate tu hijab. —ladró la demonio—. Quiero ver qué estamos comprando. Vamos, ahora. Schuyler deslizó la prenda por sobre su cabeza, empequeñeciendo la espada de Gabriel, que se había convertido en un pequeño cuchillo en su mano. Ella se quedó parada en ropa interior y con los brazos cruzados sobre el pecho. El demonio se inclinó hacia adelante y olisqueó. —¿Qué tienes en la mano, señorita? Antes de que Schuyler pudiera reaccionar, la mano del demonio atrapó su muñeca y la apretó con fuerza. Las rodillas de Schuyler se doblaron por el dolor, y ella no tuvo más opción que abrir la mano y entregar su arma. La demonio la levantó y el arma se convirtió en un brillante sable. —Justo como pensé. Esta es una espada de los Caídos. Baal tiene que ver esto. Y advierte a los otros, ellos pueden ser iguales a ella. —Ella puso su mano carnosa en sus muslos y sonrió—. Gracias, chicos, lo hicieron bien. Los jefes encontrarán algunos ángeles en sus camas esta noche. —Ella sonrió—. Sigamos entonces, volvemos contigo. Los trolls pagarán por ti en la caja. El hombre arrastró los pies, y la demonio estudió a Schuyler. —Esta es una proposición interesante. Tú no eres exactamente lo que pedimos, pero supongo que encontraremos a alguien a quien le gustes así como eres. —Ella abandonó la habitación, golpeando la puerta detrás de ella.
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Una vez que Schuyler se quedó sola, se paseó por toda la habitación, tratando de encontrar una salida, pero la puerta estaba cerrada con un hechizo invisible y los muros estaban hechos de roca sólida. Ella intentó todo, pero ninguno de sus intentos movió la roca un milímetro. Trató de controlar el pánico que amenazaba con invadirla, y se forzó a pensar. Había perdido la espada, pero seguramente podía encontrar algo más con que defenderse antes de que fuera demasiado tarde. Pero, antes incluso de que pudiera empezar a desarrollar un plan, la demonio regresó, y esta vez no estaba sola. Era un Croatan, un ángel de pelo plateado, hermoso pero con unos duros y planos ojos carmesí, y cicatrices en la cara que lo marcaban como uno de los pertenecientes a Lucifer. El Corrompido la miró de reojo, y Schuyler pudo oler su lujuria como un ataque psíquico, al recibir imágenes de él de las cuales no podía escapar. Ella no pudo cerrar los ojos, ya que las imágenes habían penetrado en su mente y vio exactamente lo que él quería que viera si no conseguía alejarse. Sintió que su coraje empezaba a disminuir. Ella estaba atrapada allí, desarmada, vulnerable, pero elevó la barbilla y sus ojos brillaron con ira. Ella lucharía con cada gramo de su cuerpo y alma. —Ella lo hará. —dijo el Croatan. Su voz era baja y melodiosa, pero escarchada con malicia—. Prepárenla. —Él la sostuvo sujetando su barbilla—. Los muchachos estaban en lo correcto. Eres bonita. Pero no pagaré el precio de la novia por ella. Los Caídos no serán capaces de conseguirme los niños que necesito. —Pero mira ese cabello, esos ojos. Es la viva imagen de Gabrielle. — protestó la demonio—. Seguramente… —Sin negociación. Tú eres afortunada. Estoy sacándotela de las manos. — dijo él, y apretó la mejilla de Schuyler una última vez antes de irse. —Bueno, ya oíste al tonto, vamos. —refunfuñó la demonio—. Vamos. Vamos a llevarte a la casa de Zani. —¿Zani? —preguntó ella—. ¿Te refieres a la sacerdotisa del Templo de Anubis? —Sintió que su corazón latía con más fuerza ante la posibilidad de encontrar a la mujer que podía ser Catherine de Siena.
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—¿De qué hablas niña? —La demonio chasqueó la lengua—. Aquí abajo, el Zaniyat Babel es lo que nosotros llamamos un burdel. Las rameras de Babilonia. Las novias de Lucifer. Por supuesto, no todas son elegidas por el Príncipe Oscuro. Tú estarás casada con Danel, por ejemplo. Afortunada, él es el más mirón, ¿no crees? Schuyler se tragó la impresión para digerir la información. ―Zani‖ no era sacerdotisa, era una palabra clave para esta operación, tomar esposas humanas para demonios. No. La Zaniyat Babel no era una santa. No encontraría a Catherine de Siena allí. ―Zaniyat" era un nombre antiguo, está bien. Había habido muchos nombres para la mujer que había sido tomada por el Croatan a lo largo de los siglos. Deming le había contado que los Nephilim habían llamado a su madre ―La Amante‖. La amante de Satán. Las remeras de Babilonia. Eran todos lo mismo. La amante de Florencia debía haber sido la primera en dar a luz un híbrido entre demonio y humano pero, desde entonces, había habido muchos que ocuparon su lugar, y ahora Schuyler sería una de ellos. La demonio la llevó hacia abajo por otro pasillo subterráneo y, cuando emergieron, se encontraron en el medio de un bazar propio de un pueblo pequeño, rodeada de edificios polvorientos, que no se veía diferente a los mercados del Cairo. La captora de Schuyler golpeó la puerta de uno de los edificios y, luego de unos instantes, fueron invitadas a entrar. Un grupo de matronas humanas duras y vestidas con escasa ropa las recibieron al entrar. Schuyler pensó que la presencia de los Sangre Roja significaba que estaban en el Limbo, el primer círculo del Infierno, justo más allá de la esfera viva. Los humanos no podían sobrevivir mucho tiempo más profundo en el Inframundo. —Danel la quiere lista para el enlace en unas horas. —les dijo la demonio—. Y no la quiere drogada. Las matronas asintieron y dos de ellas la guiaron a un pequeño tocador con un vestidor. Ellas la empujaron sobre el taburete acolchado, enfrente de un espejo de vanidad.
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—Veamos qué tenemos aquí. —dijo la mujer más vieja, oscura y gorda, tintineando los brazaletes dorados. —Demasiado delgada. —dijo su compañera—. Bueno, tendremos que usar las chuletas. —Danel siempre elige a las más jóvenes. Schuyler se sentó en el taburete y las miró. —Déjenme ir. —ordenó, pero también los poderes de compulsión se difuminaron en el Inframundo, o los humanos habrían aprendido a proteger sus mentes de ella. Fue inútil. Las mujeres simplemente se rieron. Schuyler no pudo creer la facilidad con que se tomaban lo que estaban haciendo. —Ustedes entregan a sus hijas a estos demonios. —les dijo—. Deberían estar avergonzadas. La señora de las Sangre Roja le cruzó la cara de una bofetada. —Háblame así de nuevo y perderás la lengua. —¡Detente! —Le advirtió su compañera—. Le dejarás un labio gordo. Al jefe no le gustan cuando están golpeadas. Recuerda, tenemos que hacer que luzca bonita.
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Capítulo 29 El palacio del río Traducido por kristel98 Corregido por Katiliz94
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L Duke’s Arms resultó no estar en un hotel.
En cambio, estaba en un palacio, un auténtico castillo en el cielo, un lujoso ático de cuatro pisos en un magnífico rascacielos situado en el borde extremo de la ciudad, cerca del rio Styx. El edificio era llamativo, dorado y espantosamente feo y de mal gusto, con elevadas columnas rosadas, querubines dorados, gárgolas de miradas lascivas, decorados con la extravagancia de los nuevos ricos, pensó Mimi. Una monstruosidad realmente costosa. No pensaba que fuera culpa de Kingsley: el lugar probablemente siempre se veía así sin importar quien estuviese instalado como asesor. Sin embargo, se dió cuenta de que estaba en una buena parte de la ciudad; el aire a lo largo del río no era tan gris o neblinoso. El portero les dijo que eran esperados, y les hizo pasar al ascensor. Cuando las puertas se abrieron, Mimi y Oliver se encontraban de pie en el vestíbulo de un magnífico apartamento con escaleras de tres pisos curvadas. Un grupo de troles sirvientes vestidos con uniforme de pie en una fila: mayordomos y lacayos de librea, las camareras y las cocineras en vestidos negros con delantales almidonados. Todos llevaban gargantillas de plata con el sello de la casa grabado en la frente. —Bienvenidos, —dijo el jefe de los mayordomos. —Hemos estado esperándoos, señorita Azrael. Mimi le hizo un gesto de reina. Ahora, esto era más como eso, pensó Oliver. —¿Requerís la cena, o debo mostraros vuestros dormitorios?
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Mimi levantó una ceja hacia su compañero de viaje. Oliver bostezó. —Estoy muerto de hambre, pero creo que prefiero dormir en primer lugar. —Nuestras habitaciones, entonces. —Por aquí, por favor, dijo una criada, haciendo una reverencia. La siguieron por el pasillo hacia otro ascensor que los llevó a una serie de habitaciones que daban a la orilla oriental del río. —Aquí es donde se queda Helda cuando nos visita, —susurró la doncella mientras abría las puertas dobles de una habitación de lujo con una gran vista del río. Mimi asintió. Kingsley lo entendía como un honor, sin duda, y mientras ella estaba tan agradecida de estar tan bien cuidada, solo estaba un poco decepcionada de que él se hubiese ido de su lado tan rápidamente. Habría apreciado tener una choza a solas con él en lugar de todos esos pertrechos frufrú. Dio las buenas noches a Oliver y se preparó para la cama. Oliver se volvió también. Su suite de un dormitorio era lujosa y bien equipada, pero como era de esperar, las almohadas eran demasiado blandas, la cama demasiado grande y el aire acondicionado estaba demasiado alto. Sin embargo, no se quejó. No era más que feliz de tener un lugar para descansar por fin, aunque sea en un sucedáneo de la Torre Trump con un espeluznante personal doméstico troglodita. Cuando su cabeza tocó la almohada, no le importó que fuera demasiado suave, se durmió de inmediato, como los muertos, sin moverse de un lugar. Por su parte, Mimi se sentó en la cama durante horas. Había encontrado una selección de camisones de seda transparentes de camino al vestidor, y después de un largo baño en la bañera de mármol, que la había convertido en la más sexy, se deslizó bajo las sábanas, y esperó. Finalmente, después de lo que parecieron horas, pudo oír las puertas del ascensor abrirse —y reconoció los pasos de Kingsley. Esperó a que él se metiera en su habitación e hiciese su camino con ella. Ella le diría que se detuviese, por supuesto, y le exigiría que explicase sus sentimientos hacia ella antes de ir más lejos. Pero al final, después de que él le prometiese su devoción y le pidiese perdón por aquel saludo casual ambivalente en el club, ella le dejaria hacer lo que quisiera—y tenía que admitir que no podía esperar para ser violada. Se retorció con anticipación, recordando
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la forma en que habían bailado juntos —la sensación de sus fuertes brazos rodeando su cintura, y la forma en que su cuerpo se había movido con el de ella—y se acomodó sobre la almohada para parecer tan soñolienta e inocente como era posible. Pero los pasos se alejaron más en lugar de acercarse, y luego se hizo el silencio. Mimi ladeo un ojo abierto con enfado. Arregló su pelo y las almohadas de nuevo, asegurándose de que su camisón cayera sobre su cuerpo en un ángulo atractivo, sensual, y que volviese a su posición. ¿Tal vez esto era parte del juego? ¿Burlarse de ella? Pero los minutos pasaban y todavía no había nada. Mimi prácticamente durmió con un ojo abierto toda la noche, pero Kingsley no visitó su habitación. Ni esa primera noche, ni las siguientes noches. De hecho, no le vio en absoluto en el siguiente par de días. Bien jugado, Martin, pensó Mimi. Bien jugado. Decidió no preguntar por su paradero o dar algún indicio de que le estaba esperando para dar el primer paso. Él la había invitado a su casa, así que obviamente él la quería allí. Ella creía saber por qué él estaba haciéndola esperar. Quería que ella se desmoronase y rindiese así su victoria sobre su corazón estaría completa. Mimi tenía un poco más de orgullo que eso. Una semana después de haber sido instalada en el Duke’s Arms—así se llamaba, Mimi aprendió, porque era tradicionalmente el asiento del Duque del Infierno—una semana después de su encuentro incómodo, Mimi tropezó con Kingsley en la sala de desayuno, y fue capaz de igualar su tono cortés. —¿Mis troles están cuidando bien de ti?, — preguntó Kingsley, sentándose en la mesa grande del comedor con su cuenco de fruta y cereales. —Sí, muy bien, gracias. — Mimi asintió. Él preguntó acerca de la comodidad de las habitaciones y la instó a hacerla como su casa, y ordenar al personal a hacer lo que su corazón desease. Kingsley era el anfitrión consumado. Era totalmente deprimente. —¿Cómo encuentras la vista?, —preguntó él. Mimi levantó la vista de su granola (que Oliver describiría como pasas secas y no las suficientes) y se encogió de hombros. —Todo está bien. —Sé que no es el Central Park.
Melissa de la Cruz
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—No me esperaba que lo fuera. —Bajó la mirada hacia su plato, sin saber cómo abordar el tema de su relación. Era como si hubiera un muro impenetrable alrededor de él. No se habían visto desde la primera noche, y todavía no le había preguntado la razón de su presencia, no había hablado con ella de una manera real. Era el Duque del Infierno y ella no era más que una invitada de honor. No sabía cuánto tiempo tenía previsto llevar a cabo esa farsa. Él cogió un trozo de fruta de su copa y comenzó a comerlo. —Sé que todo es un espejismo, y que no estoy comiendo realmente esta manzana. Pero ayuda, ¿no es así? Para que los rituales cotidianos tengan un poco de orden del día. La oscuridad nunca alcanza aquí, ni la luz. No hay sol, por supuesto. Sólo la luz del Fuego Negro, que nunca se apaga. Algunas veces se quema pero nunca se permanece, —murmuró. —Mmm, —dijo Mimi. —Disfruta de tu tiempo aquí, —dijo él. Luego se fue, y Mimi se quedó a comer su yogur ligeramente amargo sola. *** Por su parte, Oliver pasó la mayor parte de los días nadando en la piscina de agua salada en la planta superior. Después del entusiasmo inicial de vivir en un palacio —no es que fuese tan diferente de la forma en la que vivía en el Upper East Side, en realidad— había comenzado a sentirse letárgico y lento. Como si sus músculos se hubieran atrofiado por no tener que ir a ninguna parte ni hacer nada o usar su mente para cualquier otro motivo que el de preguntar a los troles por sus zapatillas. No había galerías de arte, ni salas de música, ni ópera, ni teatro, ni bibliotecas, ni había diversiones literarias o artísticas de cualquier tipo en el Tártaro. Peor, no había nada que leer. Solo había clubes nocturnos y bares de carne, partidos de gladiadores y eventos deportivos. La televisión mostraba las repeticiones del mayor proxenetismo tipo de programación: comedias sin gracia, espectáculos realistas brutos, y en Internet sólo había pornografía. Fue muy divertido al principio, pero luego el vicio era tan aburrido cuando no había virtud que equilibrar. Cuando no había más que indulgencia pecaminosa, la indulgencia pecaminosa se convirtió en una tarea. Oliver pensó que iba a morir de aburrimiento. Por eso dio vueltas en la piscina de tamaño olímpico —cualquier cosa para hacer que sus músculos doliesen. Deseaba que Kingsley simplemente volviera con Mimi ya. Bueno, ¿a qué estaba esperando? ¿Estaba sólo teniendo que esperarles? Claro, Mimi era una especie
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de... bueno, molesta era la palabra que estaba buscando, pero no era tan mala, y, obviamente, Kingsley se sentía atraído por ella. Un hombre podría hacer mucho peor que Mimi Force. No es que eso nunca hubiese pasado por la mente de Oliver -era un chico, después de todo, y Mimi era una hermosa muchacha, pero la idea de los dos como pareja era tan extraña y ridícula, que no podía ver su amistad desarrollándose más. Y eso es todo lo que eran, amigos. A Oliver le gustaba Mimi, pero no la encontraba atractiva de esa manera (ella le diría que el sentimiento era mutuo, por supuesto). Esa era sólo la forma en la que era. Sin embargo, Kingsley era un diablo con suerte. Después de todo, Mimi había dejado toda su vida para estar con él. Estaba aquí ahora. Su historia se aseguraría de tener un final feliz si sólo Kingsley dejase de ser, bueno, Kingsley. Mientras que él, Oliver, nunca conseguiría lo que quería; no en esta vida o en cualquier otra. No era la primera vez que Oliver se había preguntado si los chicos buenos realmente acababan el final.
Mimi decidió que el motivo por el que Kingsley estaba actuando con tan poco interés era que tal vez ya no la encontraba irresistible. Cuando una noche tras otra, iban y venían, y esperaba hasta que él se deslizase a través de su puerta y se metiera debajo de sus sábanas, comenzó a pensar que tal vez nunca iba a suceder. Tal vez había llevado sus deberes con el Aquelarre demasiado a pecho y había descuidado el trabajo a tiempo completo necesario para mantener su aspecto de la chica más hermosa de Nueva York. Bueno, entonces. Eso se solucionó fácilmente. Desgasto al personal con sus peticiones de acondicionador de huevo y miel para el pelo, cáscaras de naranja para la cara, baños de leche y almendras para hacer de su piel suave y flexible. Quemo lápices de kohl en la punta con la llama de una vela y dibujó en delineador, y se puso un pintalabios hecho de pétalos de rosa triturados. Observó que por lo general Kingsley dejaba la casa para beber antes de ir a su club a cenar o a donde fuese que no la invitaba, y planeó bajar la gran escalera una noche en un estupendo vestido. Las costureras troles prometieron que la seda se tejía a partir de las nubes de Elysium, esas que el mismísimo Príncipe
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Oscuro nunca había usado para un traje de tela muy fina. El vestido estaba cortado casi hasta el ombligo, y Mimi llevaba el pelo en rizos—tirabuzones—de la forma que hizo en Roma, cuando Kingsley había puesto los ojos en ella primero. Como si fuese una señal, Kingsley tenía una copa de coñac en la parte inferior de las escaleras cuando Mimi hizo su impresionante entrada. Sus ojos brillaron con reconocimiento. Por fin, una reacción, pensó Mimi, y una sonrisa de suficiencia jugó en sus labios. Ahora bien, eso le gustaba más. —Oh, hola, —dijo ella, como si no hubiese planeado eso toda la semana, y simplemente hubiese deambulado pareciendo exquisita, como una diosa quien le había honrado a él con su presencia. —Vas a alguna parte esta noche, —preguntó él con suavidad. —Sí. Pensé que echaría un vistazo al nuevo lugar de Mamom que está causando furor, insinuó ella. —¿Tú? —Bien, disfrútalo, —dijo, bostezando. —Yo he tenido un gran día. Voy a ir adelantándome. Sin embargo, diviértete. No te metas en demasiados problemas Force, —dijo él, meneando el dedo. Mimi lo vió desaparecer por el pasillo hacia sus aposentos personales. Ahora estaba vestida sin tener adónde ir. Idiota, pensó. La daga que había empujado dentro de su corazón se retorció un poco más. ¿Qué demonios le había hecho pensar que para él valía la pena el viaje?
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Capítulo 30 Reina Implacable Traducido por krispipe Corregido por Violet~
odos los cuentos de hadas terminan en algún momento, y el mundo de Allegra se estrelló un día cualquiera de finales de otoño, cuando estaba recontando los recibos. La aglomeración anual el pasado sábado había sido un éxito rotundo, con cientos de personas en el viñedo bailando y pisando uvas. Allegra había reído y bailado con ellos, y había pasado la noche en la cercana y cálida compañía de amigos. El martes siguiente, el viñedo estaba cerrado al público. Ben estaba en el pueblo buscando los suministros para la semana, y Allegra acababa de abrir el libro cuando la oscuridad cayó.
T
Ellos eran una mancha, demasiado rápida para que el ojo humano la viera, y aún para Allegra aparecieron como en cámara lenta. Podía ver cada una de sus estoicas caras claramente, así como las armas que llevaban, antorchas de Fuego Negro. Esto era una emboscada, un ataque furtivo que ella misma había diseñado una vez para someter a un demonio. Ella era la reina y ellos habían llegado como si no fuera más que una bestia nacida en el Infierno. Allegra corrió hacia la puerta, enviando una hilera de botellas chocando contra las mesas. No había nada en el mundo que pudiera usar para defenderse del Fuego Negro. Su única oportunidad para la libertad era hacer una rápida salida. —Tut tut —dijo Kingsley Martin, encontrándola en la parte superior de la puerta. Estaba sosteniendo una espada lánguidamente a su lado. Para su crédito, no apuntaba hacia ella—. No creo que sea una buena idea, ¿verdad? — preguntó.
Melissa de la Cruz
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—¿Qué significa esto? —susurró ella, mientras era capturada por el equipo Venator, sus muñecas puestas en esposas plateadas. —Sabes porque estamos aquí, Allegra —respondió Kingsley—. Sólo estoy siguiendo órdenes. Allegra escaneó los rostros impasibles. Kingsley Martin, el Sangre Plateada reformado; Forsyth Llewellyn. Por supuesto que él estaba enredado en este lío. Parecía que estaba disfrutando un poco demasiado; Nan Cutler, quien nunca le había gustado desde Florencia. Bien, el sentimiento era mutuo. La rodearon con sus espadas y no hablaban con ella, no escucharon sus súplicas, o le mostraron un poco de simpatía. —Después de ti —dijo Kingsley, señalando el equipo bajando las escaleras de la bodega. La metieron en una habitación pequeña donde el Syrah y el pinot noir13 estaban almacenados, y la esposaron a una silla. Trabajaron rápida y sistemáticamente, creando salas alrededor de todo el área asegurándose de nadie fuera capaz de entrar en la habitación. Allegra notó que los Venators sabían exactamente donde estaba todo, lo que significaba que habían estado observando desde hace algún tiempo. Ellos sabían que Ben iba a la ciudad para comprar provisiones. Sabían que el viñedo no estaba abierto los martes. Sabían que estaría sola. —¿Qué va a pasar con Ben? —preguntó. Kingsley negó con la cabeza. —Sabes que no puedo hablar sobre la operación. —Por favor —Allegra sintió un apretón de pánico en su garganta. Había comandado una vez misiones como esta, y aunque sabía que la formación Venator no permitía simpatía o fracaso, ahora estaba en la misma situación que todos los criminales que ella había cazado en el pasado, trató de apelar a la mejor naturaleza de Kingsley por el bien de su amor. Sabía que esto era un castigo y retribución. Había dejado su propia vinculación para estar con un familiar humano, y ahora iba a pagar el precio. Nadie estaba por encima del Código de los Vampiros. 13
Tipos de Vino.
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Kingsley comprobó sus ataduras y asintió con la cabeza, satisfecho de que aguantarían. Entonces los Venators se fueron, cerrando la puerta detrás de ellos, y Allegra esperó a su hermano sola en la oscuridad. La noche llegó, pero Charles no apareció, ni tampoco los Venators la molestaron de nuevo. No estaba preocupada por ella misma, pero no podía descansar pensando en Ben. ¿Dónde estaba? ¿Estaba a salvo? Ellos no le harían daño… ¿verdad? Había ido a la ciudad, ¿la estaría buscando ahora? ¿Por qué la mantenían en el sótano? ¿Lo habrían llevado ya a otro lugar? Qué he hecho, pensó Allegra. Qué he fallado en hacer. La mañana siguiente, Allegra supuso que era después de la salida del sol, Kingsley regresó con una taza de agua y pan. Sin decir palabra, los puso al lado de su silla. No había aceite de oliva con el pan, y Allegra recordó con amargura la última vez que había tenido una comida: en la terraza, con Ben a su lado, los dos tan inocentes como niños. Ella nunca lo debería haber metido en esto. Este mundo de secretos y sangre y oscuridad e inmortalidad. Él era como el sol mientras ella era como un meteoro, escombros, una estrella fugaz. Ella acababa de terminar su comida cuando la puerta se abrió con una explosión y Charles entró en la habitación. Su pelo negro estaba veteado de gris incluso cuando no era un cuarto siglo de viejo. Entró como si fuera su casa. Allegra estaba sorprendida en lo dominante que se había convertido. Había crecido en su poder y lo disfrutaba. Se divertía mostrándole con qué facilidad la había localizado. ¿Cómo la habían encontrado? ¿Incluso con todos sus cuidadosos preparativos? ¿Qué error había cometido? ¿O el error fue pensar que alguna vez estaría libre de él? ¿Qué la dejaría en paz? Estaban atados entre sí. Su vínculo podría deshilacharse, pero nunca se rompería, ella lo estaba aprendiendo ahora. No había escondite de su gemelo. —Desátala —le ordenó a Kingsley, quien rápidamente quitó sus esposas. Allegra masajeó sus muñecas con enojo. —Voy a hacer esto más fácil para ti —dijo Charles. —¿Cómo? —Tengo a tu familiar.
Melissa de la Cruz
Lost in Time
Allegra sintió una punzada en el corazón. Así que tenían a Ben. Por supuesto. No había duda de que era parte del plan. Ben era un ser humano… Él no tenía defensas contra los vampiros. No era rival para ellos. Allegra no podía creer que Charles caería tan bajo como para amenazar a un Sangre Roja. Esto iba en contra de todas las leyes que habían creado. Esto era indigno de su poder. —No, no —dijo Allegra con vehemencia—. Nunca lo harías. —Todo depende de ti, realmente; lo que pase con él —dijo Charles, su rostro impasible—. No me importa una manera u otra. —Nunca harías daño a un humano. Va en contra del Código. El Código que has escrito con tu propia sangre, Michael. Charles inclinó la cabeza. Cuando levantó la vista hacia ella, había lágrimas en sus ojos. Se dirigió a ella igual que ella a él, con los nombres que les habían dado cuando la tierra y los cielos fueron creados, y ellos mismos nacieron en la belleza de la Luz. —Gabrielle, esta farsa ha durado lo suficiente. Sé que quieres hacerme daño, y lo has hecho. Pero por favor. El enamoramiento es una molestia infantil. Termínalo. Ella vio lo que él estaba viendo: la ruinas amargas de sus días de vínculo: Cordelia esperando en las escaleras del museo, entonces Charles, su cara blanca y su pelo revuelto volviéndose gris en un instante. El dolor fue tan profundo, un golpe devastador. Los invitados horrorizados y confusos, el Aquelarre en armas. Allegra había desaparecido, ¿había sido tomada? El miedo… y luego… la sorprendida comprensión de lo que había hecho. Lo había dejado. Había vuelto la espalda al Aquelarre —Lo amo, Michael —dijo—. Nunca te habría dejado, nunca podría haber hecho lo que hice, si no lo hiciera. Lo amo con todo mi corazón, alma, y sangre. —No puedes —dijo Charles secamente—. No sabes de lo que hablas. Él está por debajo de ti. Tienes el deber de tu vínculo y tu Aquelarre —Tienes un deber conmigo, pensó él, pero no lo dijo.
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—Lo amo —dijo Allegra—. Lo amo más de lo que te he amado —Olvidó el vínculo, olvidó el Aquelarre. Allegra estaba cansada de ser una reina; ella sólo quería ser una chica otra vez. Charles estaba impasible. —Ámalo todo lo que quieras, Gabrielle. Aún te amo. Siempre te amaré, y eso es lo que importa. Te perdonaré cualquier cosa, y te perdonaré esto. Allegra sintió que su estómago se retorcía. Sabía que él estaba diciendo la verdad, y podía ver lo mucho que esto lo estaba dañando. Ella puso la mano sobre su brazo. —Si me amas, cuéntame lo que pasó en Florencia, lo que pasó realmente. ¿Por qué no lo recuerdo? Sé lo que hice, pero hay partes de mi memoria que están escondidas de mí, y puedo sentirte en ellas, Michael. Puedo sentir tu magia dentro de mí. Estás ocultando mis recuerdos de mí. No tienes derecho. Charles no respondió. En su lugar, mientras salía de la habitación y cerró la puerta, Allegra le escuchó decir en voz baja—: Tengo todo el derecho. Fue entonces que ella supo que nunca descubriría la verdad de su propia historia. Y mientras ella aún creía que bajo ninguna circunstancia Michael, Puro de Corazón, el mayor ángel que jamás había existido, dañaría a un simple humano, Allegra tenía de repente mucho, mucho miedo.
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Capítulo 30 Reina Implacable Traducido por krispipe Corregido por Violet~
odos los cuentos de hadas terminan en algún momento, y el mundo de Allegra se estrelló un día cualquiera de finales de otoño, cuando estaba recontando los recibos. La aglomeración anual el pasado sábado había sido un éxito rotundo, con cientos de personas en el viñedo bailando y pisando uvas. Allegra había reído y bailado con ellos, y había pasado la noche en la cercana y cálida compañía de amigos. El martes siguiente, el viñedo estaba cerrado al público. Ben estaba en el pueblo buscando los suministros para la semana, y Allegra acababa de abrir el libro cuando la oscuridad cayó.
T
Ellos eran una mancha, demasiado rápida para que el ojo humano la viera, y aún para Allegra aparecieron como en cámara lenta. Podía ver cada una de sus estoicas caras claramente, así como las armas que llevaban, antorchas de Fuego Negro. Esto era una emboscada, un ataque furtivo que ella misma había diseñado una vez para someter a un demonio. Ella era la reina y ellos habían llegado como si no fuera más que una bestia nacida en el Infierno. Allegra corrió hacia la puerta, enviando una hilera de botellas chocando contra las mesas. No había nada en el mundo que pudiera usar para defenderse del Fuego Negro. Su única oportunidad para la libertad era hacer una rápida salida. —Tut tut —dijo Kingsley Martin, encontrándola en la parte superior de la puerta. Estaba sosteniendo una espada lánguidamente a su lado. Para su crédito, no apuntaba hacia ella—. No creo que sea una buena idea, ¿verdad? — preguntó.
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—¿Qué significa esto? —susurró ella, mientras era capturada por el equipo Venator, sus muñecas puestas en esposas plateadas. —Sabes porque estamos aquí, Allegra —respondió Kingsley—. Sólo estoy siguiendo órdenes. Allegra escaneó los rostros impasibles. Kingsley Martin, el Sangre Plateada reformado; Forsyth Llewellyn. Por supuesto que él estaba enredado en este lío. Parecía que estaba disfrutando un poco demasiado; Nan Cutler, quien nunca le había gustado desde Florencia. Bien, el sentimiento era mutuo. La rodearon con sus espadas y no hablaban con ella, no escucharon sus súplicas, o le mostraron un poco de simpatía. —Después de ti —dijo Kingsley, señalando el equipo bajando las escaleras de la bodega. La metieron en una habitación pequeña donde el Syrah y el pinot noir14 estaban almacenados, y la esposaron a una silla. Trabajaron rápida y sistemáticamente, creando salas alrededor de todo el área asegurándose de nadie fuera capaz de entrar en la habitación. Allegra notó que los Venators sabían exactamente donde estaba todo, lo que significaba que habían estado observando desde hace algún tiempo. Ellos sabían que Ben iba a la ciudad para comprar provisiones. Sabían que el viñedo no estaba abierto los martes. Sabían que estaría sola. —¿Qué va a pasar con Ben? —preguntó. Kingsley negó con la cabeza. —Sabes que no puedo hablar sobre la operación. —Por favor —Allegra sintió un apretón de pánico en su garganta. Había comandado una vez misiones como esta, y aunque sabía que la formación Venator no permitía simpatía o fracaso, ahora estaba en la misma situación que todos los criminales que ella había cazado en el pasado, trató de apelar a la mejor naturaleza de Kingsley por el bien de su amor. Sabía que esto era un castigo y retribución. Había dejado su propia unión para estar con un familiar humano, y ahora iba a pagar el precio. Nadie estaba por encima del Código de los Vampiros. 14
Tipos de Vino.
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Kingsley comprobó sus ataduras y asintió con la cabeza, satisfecho de que aguantarían. Entonces los Venators se fueron, cerrando la puerta detrás de ellos, y Allegra esperó a su hermano sola en la oscuridad. La noche llegó, pero Charles no apareció, ni tampoco los Venator la molestaron de nuevo. No estaba preocupada por ella misma, pero no podía descansar pensando en Ben. ¿Dónde estaba? ¿Estaba a salvo? Ellos no le harían daño… ¿verdad? Había ido a la ciudad, ¿la estaría buscando ahora? ¿Por qué la mantenían en el sótano? ¿Lo habrían llevado ya a otro lugar? Qué he hecho, pensó Allegra. Qué he fallado en hacer. La mañana siguiente, Allegra supuso que era después de la salida del sol, Kingsley regresó con una taza de agua y pan. Sin decir palabra, los puso al lado de su silla. No había aceite de oliva con el pan, y Allegra recordó con amargura la última vez que había tenido una comida: en la terraza, con Ben a su lado, los dos tan inocentes como niños. Ella nunca lo debería haber metido en esto. Este mundo de secretos y sangre y oscuridad e inmortalidad. Él era como el sol mientras ella era como un meteoro, escombros, una estrella fugaz. Ella acababa de terminar su comida cuando la puerta se abrió con una explosión y Charles entró en la habitación. Su pelo negro estaba veteado de gris incluso cuando no era un cuarto siglo de viejo. Entró como si fuera su casa. Allegra estaba sorprendida en lo dominante que se había convertido. Había crecido en su poder y lo disfrutaba. Se divertía mostrándole con qué facilidad la había localizado. ¿Cómo la habían encontrado? ¿Incluso con todos sus cuidadosos preparativos? ¿Qué error había cometido? ¿O el error fue pensar que alguna vez estaría libre de él? ¿Qué la dejaría en paz? Estaban atados entre sí. Su vínculo podría deshilacharse, pero nunca se rompería, ella lo estaba aprendiendo ahora. No había escondite de su gemelo. —Desátala —le ordenó a Kingsley, quien rápidamente quitó sus esposas. Allegra masajeó sus muñecas con enojo. —Voy a hacer esto más fácil para ti —dijo Charles. —¿Cómo? —Tengo a tu familiar.
Melissa de la Cruz
Lost in Time
Allegra sintió una punzada en el corazón. Así que tenían a Ben. Por supuesto. No había duda de que era parte del plan. Ben era un ser humano… Él no tenía defensas contra los vampiros. No era rival para ellos. Allegra no podía creer que Charles caería tan bajo como para amenazar a un Sangre Roja. Esto iba en contra de todas las leyes que habían creado. Esto era indigno de su poder. —No, no —dijo Allegra con vehemencia—. Nunca lo harías. —Todo depende de ti, realmente; lo que pase con él —dijo Charles, su rostro impasible—. No me importa una manera u otra. —Nunca harías daño a un humano. Va en contra del Código. El Código que has escrito con tu propia sangre, Michael. Charles inclinó la cabeza. Cuando levantó la vista hacia ella, había lágrimas en sus ojos. Se dirigió a ella igual que ella a él, con los nombres que les habían dado cuando la tierra y los cielos fueron creados, y ellos mismos nacieron en la belleza de la Luz. —Gabrielle, esta farsa ha durado lo suficiente. Sé que quieres hacerme daño, y lo has hecho. Pero por favor. El enamoramiento es una molestia infantil. Termínalo. Ella vio lo que él estaba viendo: la ruinas amargas de sus días de enlace: Cordelia esperando en las escaleras del museo, entonces Charles, su cara blanca y su pelo revuelto volviéndose gris en un instante. El dolor fue tan profundo, un golpe devastador. Los invitados horrorizados y confusos, el Aquelarre en armas. Allegra había desaparecido, ¿había sido tomada? El miedo… y luego… la sorprendida comprensión de lo que había hecho. Lo había dejado. Había vuelto la espalda al Aquelarre —Lo amo, Michael —dijo—. Nunca habría dejado, nunca podría haber hecho lo que hice, si no lo hiciera. Lo amo con todo mi corazón, alma, y sangre. —No puedes —dijo Charles secamente—. No sabes de lo que hablas. Él está por debajo de ti. Tienes el deber de tu vínculo y tu Aquelarre —Tienes un deber conmigo, pensó él, pero no lo dijo.
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—Lo amo —dijo Allegra—. Lo amo más de lo que te he amado —Olvidó el vínculo, olvidó el Aquelarre. Allegra estaba cansada de ser una reina; ella sólo quería ser una chica otra vez. Charles estaba impasible. —Ámalo todo lo que quieras, Gabrielle. Aún te amo. Siempre te amaré, y eso es lo que importa. Te perdonaré cualquier cosa, y te perdonaré esto. Allegra sintió que su estómago se retorcía. Sabía que él estaba diciendo la verdad, y podía ver lo mucho que esto lo estaba dañando. Ella puso la mano sobre su brazo. —Si me amas, cuéntame lo que pasó en Florencia, lo que pasó realmente. ¿Por qué no lo recuerdo? Sé lo que hice, pero hay partes de mi memoria que están escondidas de mí, y puedo sentirte en ellas, Michael. Puedo sentir tu magia dentro de mí. Estás ocultando mis recuerdos de mí. No tienes derecho. Charles no respondió. En su lugar, mientras salía de la habitación y cerró la puerta, Allegra le escuchó decir en voz baja—: Tengo todo el derecho. Fue entonces que ella supo que nunca descubriría la verdad de su propia historia. Y mientras ella aún creía que bajo ninguna circunstancia Michael, Puro de Corazón, el mayor ángel que jamás había existido, dañaría a un simple humano, Allegra tenía de repente mucho, mucho miedo.
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Capítulo 31 Portero Traducido por kristel98 Corregido por Katiliz94
S
chuyler se estremeció cuando las damas de honor lo hicieron peor.
Pintaron con colorete sus mejillas y sus labios, peinaron el cabello con aceite de hipopótamo (un secreto de belleza de Nefertiti se decía que había popularizado), después lo enroscaron en rizos y empaparon en perfume aceitoso su piel. Le dijeron que se quitara su ropa interior y la forzaron a entrar en un vestido de encaje blanco con un corsé que le mordisqueaba la cintura y tenía un escote peligrosamente bajo. Como amenaza, rellenaron su busto con un par de chuletas de mama en forma de espuma. —Trabajamos con lo que tenemos, —se burló la mujer mayor, apretando las estancias hasta que Schuyler sintió que no podía respirar. La más joven trajo unos zapatos de tacón alto para que se los pusiese. —Recuerda, es mejor no pelear, —dijo amablemente. —No hay manera de salir de eso, por lo que también podrías tratar de disfrutarlo. Schuyler no respondió. Cuando la dejaron sola, se acercó al espejo, horrorizada por su reflejo. Se parecía a una perversión de una novia: el vestido bordeado sobre lo indecente, con una abertura en la pierna que alcanzaba su muslo, y la tela era casi transparente. Nunca había usado algo tan revelador en su vida, ni siquiera en la playa. Se preguntó cómo les iba a Deming y Dehua, y esperaba que fueran capaces de cuidar de sí mismas. ¿Las había conducido al peor peligro de todos? Pensó en lo que iba a suceder, y trató de no entrar en pánico. Encontraría una manera de salir de eso, se dijo, con una mano en su estómago. Podría sobrevivir a cualquier lesión que estaba esperando .Iba a ser fuerte para que pudiera vivir. Trató de no pensar mucho in Danel, la mirada cruel, y las imágenes que había enviado a su mente. Pasará lo que pasara, iba a pelear con él. Y si no podía, entonces se concentraría en vivir por encima de él. No iba a ceder ante el miedo y la desesperación.
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La puerta se abrió, y Schuyler inhaló bruscamente, preguntándose si su tiempo se había acabado. Susurró una oración a su madre para ayudarla a mantenerse fuerte. Otra de las damas de honor, una mujer de pelo blanco de vestido de gasa con túnica de seda y brazaletes jangly, entró en la habitación. Sin embargo, no había venido a arreglar el cabello de Schuyler o comprobar que estaba perfumada adecuadamente. —Ven pronto, —dijo. —Tenemos un poco de tiempo antes de que el Croatan llegue. Tenemos que liberar a las demás. Schuyler siguió a su salvador por el laberinto de pasillos. —¿Quién eres tú?, —Preguntó. La mujer sonrió. Tenía una serenidad y gracia que Schuyler encontró familiar. —Creo que lo sabes. —Eres Catherine de Siena, —susurró Schuyler, un poco asombrada de que, al final, su plan hubiese funcionado. —La Guardiana. Catalina le recuerda a Schuyler a su propia madre. Allegra tenía el mismo sentido elegante de propósito, le daba la misma impresión de que estaba flotando por encima de los problemas del mundo. —Lo siento, no pude venir antes, —dijo Catherine. —Pero cuando te quitaron la espada sabía que tenía que esperar hasta que te hubiesen entregado a las damas. Entonces tendría una mejor oportunidad de sacarte fuera. —He venido con dos amigas… —Sí. Están siendo mantenidas por aquí, —dijo Catherine, corriendo unos pasos que llevaron a otro largo pasillo. Probó algunas puertas en una fila y finalmente encontró el más adecuado. Irrumpieron en la habitación para encontrar Dehua vestida de manera similar. Su vestido de novia era aún más indecente —un bikini y una falda enjoyada de baja cintura. Arrancó el velo enjoyado de encaje tan pronto como vio a sus salvadoras, y lo tiró sobre sus pies. —¿Estás ilesa? —Preguntó Catherine. —Deje que ellas trataran tocarme, —dijo Dehua con desprecio. —Nosotras necesitamos nuestras espadas de regreso —Las tengo, —dijo Catherine. —Estaban en la armería. Tuve la oportunidad de recuperarlas antes de que los demonios codiciosos se las llevaran, —dijo ella, entregándoles a las chicas sus armas. Dehua metió el filo en su liga y asintió con la cabeza a Schuyler.
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—¿Se dieron cuenta de que eras un Caído también? —Sí. —¿Dónde está mi hermana?, —Le preguntó a Schuyler. —Pensé que estaba con ustedes, —dijo Catherine, interrumpiendo. —Pensé que las mantendrían a los dos juntas. Me enteré de que estaban vendiendo dos como una unidad. —No. Nos separaron cuando nos entregaron a las siervas del diablo. Les oí decir algo acerca de llevarla al "Castillo Styx." Creo que Deming luchó contra ellos… Yo oí una pelea… y eso fue su castigo. Ella nunca espera. Me gustaría que no hubiera mostrado su fuerza tan pronto. " Catherine negó con la cabeza. — Es demasiado. El castillo está más allá de Limbo y justo en la frontera del Reino de los Muertos. No podemos ir allí y volver por la Puerta a tiempo. —No vamos a dejarla, —exclamó Dehua. Schuyler estuvo de acuerdo. —No podemos dejarla aquí. Yo las he traído aquí. Tengo que asegurarme de que salgan, —dijo a la Guardiana. —Si vas tras ella, no puedo garantizar tu seguridad, —dijo Catherine. Ya era demasiado tarde para discutir, sin embargo, para cuando dobló una esquina, tuvo que retroceder rápidamente lejos, encontrando el siguiente pasaje lleno de troles. Su desaparición no había pasado inadvertida durante mucho tiempo. Schuyler nunca había visto criaturas como estas antes. Eran salvajes y asilvestrados, y olfateaban el aire, en busca de pistas. —Demasiado tarde… Tenemos que irnos ahora, —dijo Catherine. —Vamos a tomar el camino subterráneo hacia la puerta. Una vez hayamos pasado, no serán capaces de seguirnos. Los troles doblaron la esquina, se hicieron ruidos guturales el uno al otro, y luego uno de ellos dejó escapar un largo y poderoso grito ensordecedor. —Esa es la alarma. En un segundo tendremos también a los demonios aquí, y Croatan, —dijo Catherine, empujándolos hacia abajo, hacia un camino de tierra. —Tenemos que pasar por la puerta. Ahora. Schuyler y Dehua no tuvieron más remedio que seguirla, y su velocidad les llevó rápidamente a través del estrecho pasillo hasta llegar a una apertura. Corrieron hacia
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lo que parecía una fortaleza enorme que bloquea todo el cielo. Parecía como si estuviera hecha de impenetrable roca pura, menos que una puerta y más como una montaña de granito. —¿Dónde está la puerta? —Jadeó Schuyler. —Esta es, —dijo Catherine. — Sólo detiene la sangre demoníaca. Vamos a ser capaces de pasar. —Empujó a las chicas hacia ella. Schuyler pensaba que ella iba a golpear el firmamento, pero en vez de eso pasó a través de lo que parecía un campo de telarañas, una gasa de algodón esponjoso. Entonces lo atravesó y estuvo de pie sobre un suelo de piedra dura, con una pared transparente detrás de ella. Podía oír sus voces. —¡NO!, —Dijo Dehua. —¡No me voy de aquí sin mi hermana! Los troles se encontraban a un aliento, escuchándose gruñendo feos y ásperos. Detrás de ellas hubo un grito desgarrador, el sonido de una mujer moribunda. Schuyler sintió correr la sangre fría. Era la voz de Deming, y pronto Dehua estaba gritando también un grito que hizo temblar los cielos. —¡Mi hermana! —Schuyler…. ¡ayúdame! —Llamó Catherine, ya través de la pared. Schuyler vio a la Guardiana empujando al Venator a través de la puerta. Cogió a Dehua por el otro lado, y juntas fueron capaces de arrastrar deseperada gemela hacia la seguridad. Las tres cayeron al suelo cuando los troles golpearon contra la puerta y un demonio gritó. Pero la puerta resistió. La fuerza de los ángeles mantenía a las criaturas del otro lado por ahora. Los troles se estrellaron contra ella, pero no sirvió de nada. Dehua cayó al suelo, llorando. Schuyler quería llorar también. Trató de consolar a la chica y puso sus brazos alrededor de ella, pero Dehua la apartó bruscamente. Catherine presionó sus manos contra la pared y murmuró un encantamiento. La visión de los troles desapareció y la pared permaneció fija, al igual que la Puerta de la Promesa cerrada. Ahora que estaba fuera del Crepúsculo Schuyler miró a su alrededor. Se encontraban en una habitación pequeña de piedra y el techo era mordaz. Reconoció la forma del espacio, incluso desde el interior de una de las pirámides de Guiza. Era tal como lo había pensado. La Puerta de la Promesa no podría haber estado en una zona más prominente y popular de El Cairo. Había estado justo en frente de ella todo el tiempo.
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Capítulo 32 El Duque del Infierno Traducido por Pili Corregido por Judyher
egún el reloj interno de Mimi, había pasado un mes desde que llegaron al Inframundo, y desde entonces nada había cambiado, nada había ocurrido. No entendía que era lo que Kinsgley quería de ella ― Parecía como si la respuesta fuese nada, y su ego estaba sufriendo un terrible golpe. Oliver estaba cada vez más agitado, y si ellos permanecían más tiempo nunca encontrarían su camino de vuelta a la superficie.
S
Se acostumbrarían al aire aquí abajo; Sus almas comenzarían a enredarse con la tela del lugar. Era tiempo de irse. Mimi se tragó el orgullo y concertó una cita en la oficina del Consegliere1 así podría tener tiempo a solas con Kingsley. Ella vivía en su casa pero él nunca estaba allí, y nunca busco su compañía. Estaba cansada de ser una huésped olvidada. Si él no quería hablar de ella, entonces lo haría ella. Ella no podía continuar jugando al juego del gato y el ratón más tiempo. Tenía que pensar en el Aquelarre, tenía responsabilidades para con la comunidad en general y no sólo para pensar en las complacencias de su corazón. No sabía que esperar más, y si Kingsley no sentía lo mismo por ella, bien, entonces tendría que hacerle frente. Kingsley se sentó detrás de una larga mesa de ébano. Él parecía contento de verla cuando entró. ― ¿Cuánta formalidad? tengo que admitir que cuando vi tu nombre en la agenda me desconcerté. Si hubieras querido dirigirte a mí estoy al final del pasillo ― Dijo descansando sus piernas largas sobre la mesa y poniendo sus manos detrás de su cabeza. Se meció hacia atrás en su silla, exasperadamente como de costumbre.
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― Correcto ― Dijo Mimi, sentada rígidamente frente a él. ― Excepto que tú nunca estas en casa. ― El infierno es un lugar grande. Estoy ocupado ―Dijo ― ¿Qué estas pensando? Ahora que tenía su atención, dudó. Ella había ensayado sus líneas esa mañana; decidida a poner la verdad sobre la mesa; Pero ―te amo‖ parecía demasiado avanzando para empezar con ello, mientras ―¿Qué piensa sobre mí?‖ Demasiado flojo. Ella no podía decirle lo que sentía, no con él sonriéndole con satisfacción, dicho así. Era demasiado humillante y aunque ella se había jurado así misma no permitir que su vanidad o su despreocupación se interpusiesen en el camino de declarar su amor, repentinamente decidió que simplemente no valía la pena. Esto era una broma. Todo este tiempo ella había imaginado que él había sufrido enormemente, que la había echado de menos, y que la recibiría con los brazos abiertos derramando bendiciones sobre los héroes conquistadores que liberaron a los ciudadanos. Nada más lejos de la realidad. Se levantó de la silla. ― Sabes que, tienes razón. Esto es ridículo. Estoy perdiendo el tiempo. Kingsley se inclinó hacia delante, casi cayéndose de la silla y perdiendo esa actitud prepotente por un momento. Se enderezó a sí mismo, pero manteniendo sus pies en el suelo en lugar de balancearlos en su escritorio otra vez. ― Espera, ahora. Antes de que te vayas, tengo una pregunta. Ella permaneció de pie esperando a que él hablara. ― ¿Qué estás haciendo aquí, realmente? ― Preguntó ― En el Inframundo, quiero decir. Mimi se mofó. Fulminándolo con la mirada. ― ¿Qué tipo de pregunta es esta? ¿Qué quiere decir que hago aquí? ¿A ti que te parece? ¿Qué crees? Por supuesto vine por ti. Parecía confuso ― ¿Por mí? ¿Cómo así? ― Él paso un dedo por su mejilla. Ella lo aborreció. ¿Realmente pensaba humillarla con esto? Siempre había sido distante, pero no cruel. Tenía un perverso sentido del humor, pero él nunca fue maleducado. Bien. Si quería que se lo deletreara ella le daría la satisfacción. Al menos eso significaba que tendría que escuchar lo que tenía que decir.
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― Quiero decir… Te echaba de menos. Quería volver a verte. Vine aquí por ti. Ya sabes, por lo que pudimos… ― Ella dudó, ya que un nudo se había formado en su garganta y las lágrimas habían brotado de sus ojos ― mayoritariamente porque él estaba mirándola con tanta hostilidad ella no podía soportarlo ― Eso no importa ahora. Quiero decir, es ue nobvio qo… ― no podía permitirse continuar y hizo su camino hacia la puerta. Kingsley saltó de su asiento y le puso una mano sobre su brazo para impedir que se escapase. Sus ojos se habían empequeñecido, y su rostro estaba enojado ― ¿Espera un segundo? Yo pensé que estabas aquí por el Aquelarre. Sé lo que está sucediendo allá arriba. Pensé que tal vez necesitabas algo del Reino de los Muertos. Pero tú quieres hacerme creer que no estás aquí por ninguna otra razón además de… ¿Lo que quiere decir que todo esto… fue por mí? Mimi quería morir de la vergüenza. Kingsley la miraba fijamente como si nunca hubiese oído algo tan estúpido. Había tantas cosas no dichas en su relación ― Si se podía llamar así ― Y era evidente que mientras ella lo consideró el amor de su vida, en su opinión era simplemente una chica con la que había conectado un par de veces. La discrepancia era tan grande que fue doloroso aprender que había vivido con una ilusión errónea todo el tiempo. Había pasado el último año tratando de hacerle volver, y ahora esto. ― Si. Todo fue por ti. ¿Contento? ― ¿Pero por qué? ― Él preguntó, aún desconcertado. ― Para rescatarte. A su favor, él no se rió de ella. Su frente arrugada ― No es ninguna pequeña tarea viajar más allá del séptimo. Seguramente ya tienes una razón más importante para tu viaje. ¿Por qué no ser honesto sobre tu orden del día? Tú siempre tienes un truco o dos en tus mangas. ¿Qué es esto? ¿Qué es lo que realmente quieres del Inframundo? Tal vez pueda ayudarte. Mimi movió la cabeza. Ella se lo había dicho todo y él no la creía. Por un momento estaba demasiada sorprendida para responder. Finalmente dijo ― No sé lo que puedo decir que te haga creerte que estoy aquí por ti y sólo por ti ― Su labio inferior comenzó a temblar. Ella no sabía que era peor, que le había dicho la verdad a él, o que él no le creía. Kingsley suspiró y paso una mano a través de su cabello oscuro.
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― Pensé que nuestra antigua amistad significaría que serías honesta conmigo. ― Estoy siendo honesta. ― Así la Gran Azrael viaja al Reino de los Muertos ¿Por amor? ¿Es eso así? ― Sus labios se curvaron con una burla ― ¿Por eso ibas a vincularte con Abbadon, verdad? ¿Debido a tu gran amor por mí? Mimi lo abofeteó con fuerza en la cara. ― Bastardo. Vine aquí por ti. Sabes que, ya no me importa. Púdrete en el infierno. Kingsley sonrió y limpió su boca con el puño de la camisa ― Ahora, esta es la Azrael que recuerdo.
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Capítulo 33 Acuerdo Declaratorio Traducido por Kristel98 Corregido por Angeles Rangel
E
llos la hicieron pasar hambre.
No había más agua. No más pan. No más aceite de oliva. Kingsley Martin había dejado de cumplir con sus pequeños actos de bondad. Charles no había vuelto a verla tampoco. Ella no sabía cuánto tiempo se había quedado en esta habitación, pero Allegra sintió el cambio comenzar dentro de ella. Desde que ella había empezado a tomar la sangre regularmente, el hambre profunda había comenzado. Necesitaba beber. Para realizar la Caerimonia Osculor y tomar la sangre viva en su cuerpo. Parecía como si los Venators también lo sabían, ya que la mañana siguiente trajo un golpe en la puerta. —Me dijeron que te trajera esto —dijo Nan Cutler, mientras empujaba un hombre de sangre roja en la habitación—. Bebe de él. Has pasado sin ello demasiado tiempo. — Metió la muestra bajo la nariz de Allegra. El chico humano era precioso y era exactamente como Ben: alto, rubio y guapo. Él había sido drogado y la miró aturdido. —No —dijo Allegra, sintiéndose asqueada y excitada al mismo tiempo. Podía oler su sangre por debajo de su piel, espesa y viscosa y tan llena de vida; allí estaba ella, tan mareada y débil y sedienta. Podía rasgar su garganta y llevárselo, vaciarlo hasta que estuviera casi al borde de la muerte. Pero se contuvo. Si tomara otro familiar, entonces Ben dejaría de ser especial para ella. Sabía que eso era lo que Charles quería. El vínculo con el conocido era fuerte, pero se diluye por cada Sangre Roja que el vampiro toma. Charles quería se olvidara de Ben, o por lo menos tener a alguien más en su sistema.
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Quería decirle: Esto es todo lo que es para ti: una fuente de sangre. Nada más. —¡Hazlo! —dijo Nan. Empujó a Allegra hacía el chico, que había caído al suelo. Querido Dios, ella lo quería mucho, ella quería probarlo, ¿tal vez sólo un poco? ¿Era eso tan malo? Lo que estaba pensando, no. No. Ella no quería esto. Esto era una verdadera tortura. Ella se sentó a horcajadas sobre el pecho del muchacho y se inclinó, poniendo su boca sobre su cuello, sus colmillos y salivando. Estaba tan hambrienta. Pero finalmente se apartó y se tambaleó contra la pared opuesta, medio delirante y su rostro blanco como el papel. Charles quería convertirla en un monstruo. Quería demostrarle que su amor era falso. Eso fue un error y una ilusión. Quería mostrar lo que eran: los ángeles caídos, maldecidos por el Señor, alimentándose de sangre para sobrevivir. ¿Hasta dónde habían caído? ¿Qué tan bajo se había convertido? Ella no haría esto. —¡NO! —dijo, con más claridad, poniéndose de pie y cruzó los brazos—. Llévalo lejos de mí. —Bien —dijo Nan, encogiéndose de hombros—. Si no lo quieres, yo lo tendré para mí. —El vampiro arrastró al muchacho a un rincón y le dio el Beso Sagrado. Muy pronto el ruido de sorber ruidosamente llenó la habitación. Allegra se sentía enferma. Ella había estado en la habitación por lo que pareció cuarenta días y cuarenta noches. No tenía ni idea de lo que le había ocurrido a Ben, o lo que Charles estaba planeando, pero por ahora estaba segura de que Ben todavía estaba vivo. Sabía que ella los sentiría si estuviera muerto. Estaba vivo por ahora, pero no sabía cuánto tiempo. ¿Debía ella confiar en Charles lo suficiente para mantenerlo con vida? ¿O el dolor de su amor por Ben era demasiado para que lo sobrellevara Charles? Después de todo, era demasiado fácil romper el cuello de Ben o vaciarlo hasta la muerte, incluso hacer que pareciera un accidente por lo que nunca se sabría a ciencia cierta. Pensó en todo lo que ella y Charles habían pasado juntos y se preguntó cómo era que habían llegado a esto. Ella lo había dejado en el altar, ella lo había humillado ante el Aquelarre y hasta ahora se negaba a volver con él, como él tenía todas las cartas y ella no tenía opciones a la izquierda.
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¿Por qué se resiste de todos modos? ¿Qué parte de su corazón creía que iba a ser capaz de hacer su propio destino? Ella no iba a estar con Ben, pudo ver eso ahora. Sólo estaba haciendo daño a todos —a su gemelo, su amor, ella misma, su Aquelarre— negándose a reconocer la verdad: que ella no podía tener esto. No había escapatoria de un destino inmortal y esto, sea lo que era, esos meses de oro en Valle Verde viviendo como una viticultora como si fuera nada más que una chica normal, era tan falsa como pretender que no sentía ningún amor vestigial por su compañero inmortal. Ella amaba a Charles, pero no podía negar que el amor que sentía por Ben era mucho más fuerte y más profundo dentro de lo más profundo de su ser. Era tan simple como eso. Pero, por desgracia, Allegra Van Alen no era una chica normal. Tenía que aceptar eso, o Ben moriría. Estaba segura de ello ahora. No había nada que le importara a Charles tanto como el mantenimiento de la totalidad del Aquelarre. Sacrificaría cualquier cosa por ella, incluido el Código de los Vampiros. No había manera de que él dejara que Ben viviera, porque mientras él estaba vivo, Charles sabía que Allegra se sentiría atraída por él y ella nunca se entregaría a él por completo. Ella tomó una decisión. —Quiero hablar con mi hermano —le dijo al guardia. Kingsley Martin saludó—. Lo traeré enseguida. —Allegra se sentía agradecida de que fuera Kingsley quien custodiaba su prisión y no cualquiera de los otros. Habían sido amigos una vez. En Roma lo había ayudado con la corrupción en su alma. Pocos confiaban en la Sangre Plateada reformado, pero Allegra siempre había sido afín a él. Ella lo recordaba como un muchacho joven, Gemellus, el débil. Cuando Charles entró en la habitación, Allegra se arrojó a sus pies e inclinó su frente tan bajo que tocó el borde de sus tobillos y sus lágrimas bañaron los cordones de su zapato. —Lo siento. Lo siento mucho —sollozó. —Allegra, no hagas esto, no hace falta. Levántate, por favor. No puedo soportar verte de esta manera —dijo Charles, arrodillándose a su nivel y tratando de quitar los brazos de sus piernas—. Por favor, no lo hagas. —Su cara estaba llena de angustia y ella no sabía quién encontraba esto más difícil de soportar, él o ella. Compartían estos dolores juntos, ya que habían compartido todo lo demás. Él sintió todo lo que ella ha hecho, por supuesto que lo hizo. Él era su gemelo y su angustia era la suya. Él estaba sufriendo de verla menospreciarse a sí misma de esta manera. Pero era su amor el que estaba en la línea y ella no tenía ya vergüenza ni orgullo—. No lo mates. No lo mates, Charlie. Por favor. Voy a ir contigo. Voy a decir las palabras y vamos a estar vinculados. Solo. No le hagas daño. Por favor.
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Capítulo 34 Una guerra justa Traducido por Isane33 Corregido por Judyher
ack notó que algo había salido mal cuando vio las luces apagarse en el templo.
J
— Algo está pasando. Sigamos — Le dijo al grupo. Pero el templo estaba vacío cuando llegaron allí y no había ni rastro de las chicas o de cualquier tipo de pelea. Incluso las velas estaban encendidas y el lugar estaba silencioso y pacífico. Sólo estaba la premonitoria mirada del dios chacal, mirando hacia abajo, como si se burlara de ellos. — ¿A dónde fueron? — Dijo Sam, pasando las manos por su pelo. — No puedo sentirlas a través del Encantamiento — Las conexiones telepáticas habían sido cortadas el momento en que las luces se apagaron. No es una buena señal. — Tiene que haber un camino oculto en algún lugar del templo. Si no los vimos salir, entonces tuvieron que pasar por debajo — Dijo Jack. Se arrodilló en el suelo y comenzó a golpearlo, pero sólo había un ruido sordo lo que significaba que era roca sólida. Si había un pasadizo subterráneo, sólo debía abrir por un cierto encantamiento o hechizo. Lo intentó varias veces, sin éxito. Ted había recorrido el perímetro, pero informó que no había nada allí tampoco — no había ninguna señal en el cementerio que alguien había llegado aún al templo. Habían estado vigilando el lugar durante horas y aún así las chicas se les habían escapado de las manos, desapareciendo en el aire. No. Ellos sabían exactamente donde habían sido llevadas: al Inframundo, para convertirse en novias de demonios. Jack estabilizó su respiración. Se consoló con el conocimiento de que las tres chicas eran peligrosas, también: dos eran Venators entrenadas, las más mortíferas de su especie y armadas. Schuyler lucharía, lo sabía y trató de no sentirse enojado e impotente. Tenía que pensar. Si el pasaje iba bajo tierra,
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entonces eso significaba que la puerta no podía estar muy lejos, lo que significaba Schuyler tenía razón: estaba en la ciudad en alguna parte. Probablemente sólo bajo sus pies. No había pasado un minuto cuando de pronto lo vio: la chispa se puso en marcha y en su mente vio a Schuyler irrumpiendo a través de una pared, en una habitación dentro de una pirámide, seguida de Dehua y una mujer mayor. —Están en Giza —le dijo al equipo.
**** Cuando Jack y los hermanos Lennox llegaron a la tumba, Schuyler y Catherine estaban hablando en voz baja. Jack no comentó sobre la forma en que estaban vestidas, todos sabían la razón por la que los Nephilim estaban llevándose a las chicas, pero ver las grotescas parodias de vestidos de novia blancos era demasiado. Jack no creía que había habido tiempo suficiente para su preparación elaborada, pero recordó que el tiempo se movía de manera diferente en el Inframundo. Las chicas probablemente habían estado allí durante horas. Mataría a todos los demonios en el infierno si uno de ellos llegara a tocar un pelo de la cabeza de Schuyler. — ¿Dónde está Deming? — Preguntó Sam inmediatamente. —Tuvimos que dejarla — Explicó Schuyler. — Fue mi culpa. Los demonios nos desarmaron antes de que pudiéramos movernos. Lo siento. No creí que los perderíamos chicos. — La vamos a recuperar — Dijo Dehua, su ronca voz y sus ojos rojos y secos. — No te preocupes, Sam. Deming puede cuidar de sí misma. — Confié en ti — Dijo Sam, su voz tensa, mirando directamente a Schuyler. — De ahora en adelante, haremos las cosas a mi manera. — Lo siento — Dijo Schuyler. — Lo siento mucho. No pensé que esto iba a pasar. — No necesito una disculpa. Tengo que encontrar un camino de vuelta al Inframundo. La puerta está aquí, ¿verdad? Vamos. — Él asintió con la cabeza a su hermano gemelo y Dehua. — Muéstranos el camino — Dijo, notando a la
Melissa de la Cruz Guardiana
por
primera
Lost in Time vez.
—
Este
es
tu
trabajo,
¿no
es
así?
Catherine dijo: —Si se van ahora, sólo se harán daño a sí mismos y tendrán pocas posibilidades de recuperarla, ya que cada demonio en el limbo está buscando a estas dos ahora. — Ella hizo un gesto a Schuyler y Dehua. — El catillo Styx se encuentra en la zona fronteriza. Si ella ha sido llevada allí, significa que ha sido seleccionada como la novia para la Cosecha de la Vinculación y tenemos un poco de tiempo, ya que no es hasta Lammas. Ella será dejada en paz hasta entonces. Nadie la va a tocar y pueden rescatarla durante la Noche Virgen justo antes, cuando el castillo estará vacío, ya que los demonios estarán festejando en el Tártaro. Vieron Sam procesar esta información. Finalmente exhaló. — Está bien. Vamos a esperar hasta entonces. Pero voy a dirigir esta misión. No más errores. Jack puso su abrigo sobre los hombros de Schuyler para ayudarla a cubrirse y los Venators se fueron para deliberar por su cuenta. El grupo parecía haberse dividido y una vez más los gemelos Lennox desconfiaban de Jack y Schuyler, dejando claro que preferirían mantener su propio consejo. Dehua se negó a mirarlos mientras se iban. — ¿Estás bien? — Preguntó Jack. Él se había abstenido de mostrar alguna emoción hasta ahora. — Gracias a Catherine. — Schuyler apretó su mano, en silencio, dándole las gracias por la chaqueta. — Sólo tengo que salir de este traje miserable. — Así que tú eres Halcyon — Dijo Jack, volviéndose hacia el guarda. — No sé si te acuerdas de mí. — Sería difícil de olvidar al Abbadon del Inframundo. — Catherine sonrió mientras estrechaba la mano de Jack. — Siento que nos hayamos reunido en estas circunstancias, pero supongo que no se puede evitar. Ven, vamos a encontrar un mejor lugar para hablar.
**** Catherine vivía en un apartamento en las afueras de Giza. El edificio era uno que había sido construido en el siglo XIX, y dividido en espacios habitables
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para alojar a los profesores de la universidad y las familias jóvenes. Era pequeña, pero cómoda y parecía como si la Guardiana había vivido allí durante mucho tiempo. Había revistas Life de la década de 1930 en la mesa de café y un reproductor de cintas de ocho pistas y teléfono de disco. Catherine puso en una olla de agua a hervir. — Como pueden ver, la puerta está en grave peligro ahora que los Sangre Plateada han encontrado su ubicación en la Tierra — Dijo. — Es una lástima que nunca encontramos al Croatan que se habían infiltrado en nuestros aquelarres hasta que fue demasiado tarde. — Pero Michael dijo que todos los Croatan fueron destruidos durante la crisis en Roma — Dijo Jack, sabiendo lo débil que sonaba. — Michael dijo un montón de cosas — Dijo Catherine con una sonrisa irónica. — No todas eran ciertas. Él no quería que el Aquelarre le temiera al enemigo. Razón por la cual creó la Orden de los Siete. Cuando las puertas fueron creadas, hubieron Sangres Plateadas que quedaron atrapados en nuestro lado, y Michael y Gabrielle formaron un equipo para darles caza. Fue nuestro primer deber como Guardianes. Schuyler vio decaer el rostro de Jack mientras él aprendía esta información — Saber que lo habían mantenido en la oscuridad durante siglos. — Es cierto, entonces, lo que Mimí siempre decía. El Incorrupto nunca confió en nosotros, es por eso que no nos dijeron nada de esto — Dijo Jack. — Todavía nos ven como traidores. Generales de Lucifer, a pesar de que tratamos de cambiar el curso de la guerra. — Tu hermana siempre estaba atenta — Coincidió Catherine. Trajo servilletas y platos. — Es sólo cuestión de tiempo antes de que sean capaces de derribarlo. Los sabuesos se cuelan con regularidad, y ahora incluso un demonio o dos pueden lograrlo — Dijo. — Ellos nunca fueron capaces de hacer eso antes. Hice lo que pude a través de los años para quitarles de encima el rastro. — La trampa en Florencia — Dijo Schuyler. — Sí. Mantuvo a nuestros enemigos fuera de balance por un tiempo. — ¿Y los Petruvianos, eran parte de ella? ¿Parte del plan? — Preguntó Schuyler, sintiéndose un poco frenética. — ¿Sabes que matan a mujeres inocentes y a sus hijos en el nombre del Bendito?
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— Como dije, hice lo que pude. Entrené a los Petruvianos. — Catherine vertió agua hirviendo en una gran tetera de porcelana. — Y aquí hago lo mismo. Trato de sacar a las chicas antes de que se unan al Croatan. — ¿Pero qué pasa si ya han sido seducidas? — Schuyler quería saber. Si ya están embarazadas con el niño Nephilim? ¿Qué haces entonces, Guardiana? Catherine puso la mesa, sacando galletas de una lata y colocándolas en platos con diseños de flores de lis. — Corto sus gargantas — Dijo, sin dejar rastro de culpa o vergüenza. — Vengan, coman — Dijo, sentándose a la mesa y haciéndoles señas para que hagan lo mismo. — ¿Y los bebés? — La voz de Schuyler tembló. —Lo mismo — Dijo Catherine. Schuyler se puso pálida y no podía respirar. Ella vio en un instante la larga y sangrienta historia de Catalina y los sacerdotes Petruvianos: los bebés clavados en bayonetas, las chicas con sus vientres cortados de cadera a cadera, la sangre y las quemas, la amarga guerra librada en secreto. — Tiene que ser un error — Dijo Schuyler, mirando a Jack, que sólo bajó la cabeza. Yo no lo sabía. No hay excusa para este tipo de brutalidad, ni siquiera para la supervivencia de los vampiros. La Guardiana sumergió una galleta en su té con leche y le dio un mordisco antes de contestar. — No hay ningún error. La Orden Petruviana fue fundada por el propio Michael. Me encargaron de mantener su existencia.
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Capítulo 35 Los Vivos y los Muertos Traducido por Sitahiri Corregido por Angeles Rangel
Nos vamos? —preguntó Oliver con alivio evidente después de que Mimi hubiera resumido el plan. Entró en su habitación hecha una furia luciendo letal y él había estado preocupado por su seguridad durante un momento. Afortunadamente, todo lo que había hecho fue patear las almohadas que se habían caído al piso y después de eso solamente se dejó caer en el sofá al lado de él, un pequeño globo rojo desinflado con toda la lucha drenada.
—¿
—Soborné a uno de los demonios con un vial de mi sangre. Dios sabe para qué lo quiere —Mimi se estremeció—. Dijo que si queríamos salir de aquí, todo lo que necesitamos hacer es tomar un tren que nos llevará directo a Limbo. —¿Qué pasa con Kingsley? —preguntó. —¿Qué pasa con Kingsley? —Ahí estaba de nuevo esa mirada asesina. Oliver apagó la televisión. El programa que había estado viendo, sobre un alienígena que era parte de la familia e interpretado por una marioneta, estaba más o menos a la altura de la idiotez y estaba contento de encontrar una razón para dejar de verlo. Se acercó a Mimi con cuidado. —¿No va a regresar con nosotros? —No —dijo Mimi y pateó la mesa de centro—. ¡Ouch! —gritó, agarrándose el pie—. No quiero hablar de ello, ¿está bien? Oliver asintió. —Está bien.
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Mimi regresó a su cuarto. Quería estar sola. Su corazón estaba roto, destrozado en pedazos, pero no sentía nada. Sólo entumecimiento. Había estado aferrándose a este amor, esta esperanza, de que encontraría la felicidad un día. De que tendría un final feliz. Pero en su lugar no había nada para ella aquí. Estaba claro que nunca estuvo ahí. Había interpretado todo mal. Kingsley nunca la había amado. Él ya no se sentía del mismo modo sobre ella y posiblemente nunca lo hizo. Su viaje terminó y había fallado. Regresaría al Aquelarre, donde con suerte sería capaz de reconstruir su vida de nuevo y reconstruir a los vampiros de nuevo también. No sabía qué hacer después. ¿Buscar a su hermano? ¿Encontrar venganza? Se sentía demasiado agotada para pensar en vengarse por el momento. Necesitaba llorar por un largo rato, pero no quería darle a Kingsley la satisfacción de escuchar su sollozo. Esperaba haberlo lastimado cuando lo había golpeado. Su mejilla se había puesto de un escarlata intenso, pero la mirada sorprendida en su rostro fue aún mejor. Hubo un discreto golpe en la puerta. —Vete —gruñó Mimi—. ¡Oliver, dije que no quería hablar de ello! La puerta se abrió de todos modos. —No es Oliver. Soy yo —Kingsley estaban en la puerta, viéndose cansado y nervioso. Su mejilla izquierda, notó Mimi, estaba ligeramente rosa. —¿Qué quieres? —preguntó. —Vine a disculparme —dijo, encorvándose contra la pared—. Fue grosero de mi parte menospreciar tus esfuerzos. No quise burlarme. —Como sea. Kinsgley la miró amablemente. —Sinceramente lamento decepcionarte. Estoy… bastante halagado porque te preocuparas tanto por venir hasta aquí. —¿Así que no me extrañaste… para nada? —dijo, atreviéndose a hacer una de las preguntas que había querido hacer desde que se reunieron. ¿Había malinterpretado todo? El modo en que la había visto antes de desaparecer y el hecho de que le había pedido romper su vínculo y escaparse con él, ¿todo fue un sueño? Todo ese tiempo que había llorado por él, lamentándose por él,
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soñado con él, urdiendo un modo para regresarlo… ¿Y todo fue para nada? ¿Nunca había sentido lo mismo por ella? ¿Cómo pudo haber sido tan estúpida? —Lo siento mucho —dijo, dándole un golpecito en la espalda como si fuera una niña. Por Dios, si había intentado consolarla, se estaba ocupando de ello exactamente del modo incorrecto. La estaba haciendo sentir como una colegiala estúpida que había estado enamorada de su maestro. —Bien —asintió Mimi. Sólo quería que saliera de su habitación y de su vida. No quería volver a verlo nunca. Si había una cosa que odiara más que la indiferencia de Kinsgley, era su lástima—. Creo que deberías irte ahora. Pero Kinsgley obstinadamente se negó a irse. —Escucha, ven a dar una vuelta conmigo. Quiero mostrarte algo. Puede que lo explique mejor de lo que yo puedo hacerlo. Mimi soltó un suspiro. —¿Tengo que hacerlo? —Prometo dejar de molestarte si lo haces. —Bien. Los condujo fuera de la ciudad, más allá de las fronteras del séptimo, a las infinitas franjas de nada que rodeaban Tártaro. El incalculable vacío donde nada creció y nada vivió y sólo estaban los muertos y aquellos que cuidaban a los muertos. Entraron al terreno libre y estéril, a la irradiada tierra negra, los devastados valles donde el Fuego Negro había ardido desde el principio de los tiempos. Detuvo el coche en medio de la oscuridad infinita y se bajó, haciéndole señas a Mimi para que lo siguiera. Se arrodilló al lado del camino y le pidió que hiciera lo mismo. Se agachó a su lado. —¿Ves eso? —preguntó, señalando la pequeña flor roja que brotaba en el desierto cubierto de ceniza negra—. ¿Recuerdas cómo era antes? Nada podía crecer aquí. Pero ahora es diferente. Está cambiando. El Inframundo está cambiando y soy parte del motivo por el que lo hace. Era sólo una hierba, pero Mimi no quería quitarle a Kinsgley el feroz orgullo de su existencia.
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—Va a llevar mucho tiempo, y quizá nunca va a ser tan hermoso como la tierra, pero quién sabe —tocó el pétalo de la flor con la punta de su dedo—. No hay nada para mí allá arriba, sabes —dijo en voz baja—. Aquí abajo es tranquilo. Pertenezco aquí. Podía leer entre líneas: esta era la razón por la que él nunca regresaría con ella a la Tierra. Regresar a su antigua existencia sólo le traería dolor. En el mundo medio, Kingsley Martin era un paria, ni ángel ni demonio sino un Sangre Plateada, un vampiro que era rechazado y recelado por su propia gente. Quizá la había amado alguna vez, o quizá no lo había hecho, pero ahora todo era irrelevante. Cualquier amor que él tenía se fue. Quizá nunca había sido real. Sólo su orgullo por esta pequeña flor en crecimiento… eso era real. Mimi vio finalmente lo que había estado negando desde el momento en que había puesto los ojos en él otra vez. Kingsley se veía diferente porque era diferente. Aquí abajo, estaba completo, era él mismo. No estaba acosado por los gritos de los miles en su alma. Mientras era Croatan, también era libre. Ahora comprendía por qué Helda había dicho: Si puedes persuadirlo para que se vaya contigo, puedes tenerlo. Kingsley nunca dejaría el Inframundo. Aquí tenía todo: aventuras, nuevas experiencias; como el Ángel Araquiel traería de nuevo vida a este suelo muerto. No quería arrebatarle eso. Si lo amaba del modo en que decía que lo hacía, lo quería completo, quizás esto era lo que significaba el amor después de todo: sacrificio y falta de egoísmo. No significaba corazones y flores y un final feliz, sino el conocimiento de que el bienestar de otro es más importante que el propio. Era tan horrible madurar y darte cuenta de que no puedes tener todo lo que quieres, pensó Mimi —Estoy contenta de que seas feliz —dijo ella finalmente, mientras regresaban al auto. —Nadie es feliz aquí, lo sabes. Pero estoy contento y quizás eso es suficiente para mí. Condujeron de regreso a Tártaro en silencio, Mimi tenía miedo de decir algo de lo que pudiera arrepentirse y Kingsley estaba perdido en sus pensamientos. Cuando estuvieron de regreso en el palacio, los trolls parecieron percibir su humor y se apartaron de su camino. No había ningún sirviente a la
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vista, cuando por lo general estaban constantemente merodeando, ofreciendo pasteles, champaña o prostitutas y jacuzzis. Kingsley acompañó a Mimi a su habitación. —¿Así que creo que esta es la despedida, entonces? —Sí, bueno. Él se detuvo en la puerta. —Fue bueno de tu parte venir. Fue agradable verte de nuevo, Force. Ven a verme de nuevo alguna vez si en algún momento andas por el vecindario. Pedante. Él sabía que nunca se verían otra vez. Había venido al Infierno persiguiendo un sueño y ahora era hora de despertar. Su Aquelarre la necesitaba; había perdido tiempo suficiente. Mimi supo que esta era la despedida, pero no sabía cómo decirlo… no sabía si tenía la capacidad para no romper a llorar si continuaban por demasiado tiempo. Así que sólo le dio un pequeño encogimiento de hombros y comenzó a darse la vuelta. Entonces se acordó. —Oh, también podría regresar esto —buscó en su bolsillo y sacó un pequeño llavero de pata de conejo. Lo había encontrado entre sus pertenencias y se había aferrado a ello, recordando el modo en que él solía darle vueltas; el modo en que lo lanzaría al aire y lo atraparía. —Perdí esto en Nueva York —dijo. Había sido especial para él: le había traído suerte una y otra vez, le había dicho una vez. Él había mantenido cierto cariño perverso por la fea cosa. —Lo sé. Lo encontré. —¿Lo conservaste? ¿Todo este tiempo? —Me recordaba a ti —se encogió de hombros. Lo había conservado pensando que quizás era una señal de que lo vería de nuevo. Él aún continuaba viéndolo con asombro y todo lo que Mimi quería hacer era desaparecer en su habitación tan rápido como fuera posible. Toda esta dura experiencia había sido atroz. —Espera —le dijo con voz ronca y estiró la mano por la de ella.
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Ella entrelazó sus dedos a través de los de él y le dio una buena sacudida para dejarle saber que no había resentimiento. Eran amigos. Eso es lo que ella siempre parecía tener. Amigos. Tenía suficientes de esos. La mano de él continuaba agarrando la suya. Trató de apartarse, pero él sólo reforzó su agarre y fue entonces que ella sintió el primer retoño de esperanza florecer en su corazón. Pero no quería andar por ese camino de nuevo. Ese camino no llevaba a ningún lado. Y Kingsley todavía no la soltaba. Era como si estuvieran arraigados en ese lugar, congelados en el tiempo. Finalmente, Mimi se atrevió a alzar la vista. Cuando lo hizo, vio que había lágrimas bajando por su hermoso rostro. Y cuando sus ojos se encontraron, fue como si todo su espíritu se derrumbara; como si ver la raída pata de conejo le hubiera recordado algo a él, su tiempo juntos en Nueva York, quizás, o tal vez lo hubiera convencido finalmente de que ella había bajado al Infierno por él después de todo. Pero lo que fuera, la arrogante fachada se rompió y él se rindió al amor que había estado sintiendo todo este tiempo; al amor que había estado escondiendo detrás de una apariencia arrogante e indiferente. Pero en lugar de sentirse victoriosa de que Kingsley le hubiera dicho por fin la verdad y le estuviera mostrando la verdadera naturaleza de su corazón ahora que estaban diciendo adiós para siempre… en lugar de sentirse justificada y ganadora, Mimi sólo sentía ternura por él y se sentía protectora. —Por supuesto que te extrañé —susurró—. ¿Cómo podría olvidar…? —Kingsley —dijo ella, pero ya la había jalado hacia él y esta vez no lo apartó de un empujón.
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Capítulo 36 El Prisionero Traducido por Pili Corregido por Judyher
A
llegra se sentía mareada. Ella no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado desde que ella había visto la luz del sol, cuánto tiempo había transcurrido desde que los Venators había irrumpido en el lugar, cuánto tiempo desde que ella había sido encarcelada en la bodega de vinos. ¿Qué estaba sucediendo con Ben? ¿Dónde lo habían llevado? Que estaba pasando con la viña, ella se preguntó. ¿El personal se preocuparía, no? ¿Seguramente la familia de Ben estaba buscándolos? Los Sangre Rojas no estaba totalmente desprovistos de recursos. Ella no entendía porque Charles no había aceptado su oferta. Ella se había arrastrado a sus pies y le había suplicado por la vida de Ben, pero su gemelo simplemente se había arrodillado y retirado suavemente sus manos de sus tobillos. Había colocado su espalda en la silla y luego se fue. Allegra estaba agotada. No sabía lo que iba a suceder a continuación. Y ella permitió que Charles entrara en su mente para enviarle sin esperanza mensajes ansiosos a través de su propio interior, rogándole y suplicándole, diciéndole que haría lo que él quisiera. Pero Charles no respondió esta vez. Ella no sería perdonada, pensó. Ella le había empujado demasiado lejos, nunca volvería a ella, ya era demasiado tarde. Él estaba empeñado en vengarse. Quién sabía lo que él le haría a ella, o a Ben. Finalmente, en algún momento después a que ella se había rogado a Charles por la vida de Ben, la puerta de la bodega se abrió con un crujido. Pero no era Charles o cualquiera de sus Venators quién andaba a zancadas dentro. -¡Oh, hola, no te veía allí!,- dijo Ben, pareciendo sorprendido cuando él tomó una botella de vino de un estante inferior
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Allegra pestañeó, no muy segura de que eso fuera real. — ¿Ben? ¿Eres realmente tú? ¿Estás bien? Él sonrió. — ¿Me has extrañado mucho? Apenas regresé de la tienda. Nadie lo había llevado. Nadie lo había amenazado. Él no sabía que el tiempo había pasado. Allegra comprendió con un choque que todo había sucedido en su interior, en el Crepúsculo donde el tiempo no actúa de la misma manera. Si bien parecía que habían pasado meses, eran sólo horas en el mundo real. Ben llevaba puestas las mismas ropas que la última vez que lo había visto: una camisa de franela roja, vaqueros sucios, y botas de trabajo. — Henderson quiere realizar un pedido de otra rueda de su queso. Si no tenemos cuidado, no tendremos un viñedo nunca más pero una cueva de queso, — él dijo mientras saco otra botella. — Pensé que podría ser el momento para tratar el ochenta y ocho Syrah. — Él alzo la vista con una sonrisa, pero su expresión cambió cuando cazó el rostro de ella. — ¿Piernas…? ¿Qué está mal? Estas mirándome divertida. — Ella movió la cabeza y acarició su brazo. —No, pienso que tengo claustrofobia. No pude encontrar la botella que estaba buscando, así que entre en pánico al estar aquí abajo demasiado tiempo. Estaré bien. Ellos subieron las escaleras, para volver a la sala de degustación juntos. Ben besó a Allegra en la frente y volvió a su estudio para pintar. Ella no podía aceptar que ella era realmente libre, se sorprendió al encontrar que nunca había estado en peligro, que ella había estado equivocada. Por supuesto Charles nunca haría tal cosa como dañar a un Sangre Roja. La habitación Oakpaneled estaba casi vacía, excepto por un cliente, sentado en un taburete lejano: Kingsley Martin. Él leía despreocupadamente un periódico. Él parecía como cualquier vecino, sólo otro residente que vendría a probar los nuevos vinos. Allegra se acercó vacilante. — ¿Qué está sucediendo? — ¿No es obvio? — Kinnsley sonrió, con su sonrisa torcida. — Eres libre para irte. Pensé que tendría una bebida antes de marcharme: ver si el Cabernet esta a la altura de las expectativas.
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— ¿Por qué? — Pregunto. Ella no estaba hablando sobre el vino. — Órdenes de Charles. — ¿Dónde está Charles? Kinsley se encogió de hombros. — No lo sé. Probablemente de regreso a Nueva York. — Todo había sucedido en el Crepúsculo, Charles nunca puso un pie en California. — ¿Pero qué pasará ahora? — Allegra preguntó. El Venator dejo su periódico. — A mi parecer, nada, es decir, creo que no tienes nada de qué preocuparte más. En cuanto al vínculo, depende de ti y Charles. Pero entre tú y yo, creo que él se ha encargado. Kingsley arremolinó el vino en su vaso y tomo un largo sorbo. Lo probó durante un momento, dejando cubrir su paladar. — Pero por desgracia las pupilas gustativas nunca vuelven una vez que tienes sangre de Croatan. Ni siquiera puedo olerlo. ¿Es bueno? — No hemos tenido quejas, — dijo Allegra. — Estoy seguro. Espero que no piense demasiado mal de nosotros. No hemos tenido la posibilidad de elegir, tú sabes. Sólo hacemos lo que el Regis quiere de nosotros. Allegra asintió con la cabeza y comenzó a limpiar el mostrador. Kingsley leyó el periódico y bebió su vino. Un pensamiento vino a ella, ella se preguntó de repente. — ¿Los chicos no han averiguado qué ha sucedido con aquellos familiares enfermos? — ¿Qué familiares? — Charles mencionó que los Sangres Rojas estaban muriendo de un nueva enfermedad y que algunos de los guardianes estaban preocupados ya que la enfermedad parecía que estaba afectando a nuevos miembros del Comité. Kingsley sacudió la cabeza. — No he visto nada acerca de ello en cualquiera de mis informes. — Forsyth sabe. — Probablemente sea su operación, entonces. — Kingsley asintió con la cabeza.
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Allegra encontró curioso que Charles no le había dicho nada a su principal Venator. Tal vez la amenaza de la enfermedad había resultado ser intrascendente, tal y como ella había pensado. Ella se desplomó contra el mostrador, sosteniendo la cabeza con sus manos. Ella podía sentir que el agotamiento emocional comenzaba a tomar ventaja. Ella sintió como si acabase de bajarse de una montaña rusa, y fuese vaciada y aliviada en igual medida. — Ah, antes de que se me olvide, Charles quiso que tuvieras esto. — Kingsley deslizó un sobre. Ella lo rasgo para abrirlo. Había un anillo en su interior. Era el anillo de vinculación. El anillo que le otorgó en cada vida. Él se lo estaba devolviendo a ella. Parece que no soy, para el cual está destinado. Charles había escrito. Allegra sentía el dolor en su estómago detrás de esas palabras. Ella conservaría el anillo, pensó, pero no se lo daría a Ben. Ella formaría uno nuevo para marcar su felicidad. Pero se quedaría con el anillo como un recuerdo de su antiguo amor, su antigua vida. — Gracias, — Allegra dijo. Gracias Charles. Finalmente Charles, no pudo encargarse de matar a su rival, él no podía matar a Ben, y él nunca le había amenazado. Nunca hubo un peligro real. Ben no tenía ni idea. Allegra se sintió profundamente agradecida. El anillo devuelto significaba que ella estaba libre de su vínculo, libre de estar con el chico al que amaba. No habría ningún juicio de sangre, estaba segura de ello. Charles nunca la citaría a uno. El regreso del anillo así lo decía. Ella lo deslizo en su bolsillo. — ¿Qué más puedo yo hacer por ti, Kingsley? Va por la casa.
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Capítulo 37 Una elección imposible Traducido por rihano Corregido SOS MewHiine
ra algo difícil mentirle a tu amada, pensó Jack.
E
Él no quería que ella viera lo mucho que se había visto afectado por los acontecimientos que habían ocurrido aquella noche. Fue sólo gracias a la suerte que Schuyler hubiera salido del Inframundo ilesa. No había manera de que él fuera a dejarla salir de su vista de nuevo, tanto como pudiera evitarlo.
— Estoy bien, no te preocupes por mí,- le dijo Schuyler, saliendo del baño vestida con una holgada camiseta y pantalones vaqueros. Catherine se había ofrecido a prestar algo de ropa, y Schuyler había aprovechado la ocasión para lavarse, también, dejando su cara libre de maquillaje para que su rostro resplandeciera. — Nunca permitiría que algo pasara,- dijo ella, y con una tímida y pequeña sonrisa, acarició su vientre. Todavía tenía que decirle, pero le había dicho todo en esa sonrisa.
Era como Jack había temido. Querido dios, ella piensa que lleva a mi hijo. Su corazón se rompió un poco ante esto, y mientras caminaban hacia la mesa juntos, él quería decirle en ese momento que esto no era una posibilidad, no para él, no para ellos dos. Nunca estaría en su futuro. No podría ser. Jamás lo sería. A los ángeles no se les dio el don de la creación de una nueva vida. Schuyler no estaba embarazada. Ella estaba enferma. El vínculo estaba destruyéndola, comiéndosela por dentro y por fuera. El vómito, la bilis y la sangre: eran la señal de la enfermedad degenerativa.
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Allegra había caído en un coma unos pocos años después de que había roto el vínculo, y antes de que hubiera perdido el conocimiento ella había mostrado las señales de esta misma enfermedad. Jack había visto sus archivos, había leído los síntomas, eran los mismos que los que Schuyler mostraba: náuseas, vómitos, sangre. Él había creído que el vínculo lo destruiría, lo debilitaría, pero esto mucho peor. El enlace estaba destruyendo a su amada, tal y como había afirmado Allegra. El Vínculo Reclamaría por su Propia Cuenta. Pero Jack guardaba sus sentimientos para sí mismo. Este era su problema, la oscuridad que había traído a su vida, y él se haría cargo de ésta. Él ya había pedido tanto al pedirle que lo amara. — ¿Alguien quiere más té?- Preguntó Catherine. Después de revelar la verdad sobre los Petruvianos, la conversación había decaído, aunque la Guardiana no parecía perturbada por sus reacciones. En su mente, ella estaba llevando a cabo el trabajo de su Regis, órdenes del Arcángel, y estaba lejos de ser el culpable. Pero Jack tenía otras cosas en su mente que el Nephilim. — ¿Té?- preguntó Catherine de nuevo. — Sí,- dijo él rápidamente. — Voy a buscarlo,- se ofreció Schuyler, poniéndose de pie y caminando hacia la cocina. Jack estaba contento por la oportunidad de tener una palabra a solas con Catherine. Sin embargo, la Guardiana habló primero. — Sabes, tu hermana estuvo aquí. La vi bajar al reino de Helda,- dijo Catherine con una sonrisa cómplice. — ¿Cuándo? Catherine nombró una fecha, y fue casi al mismo tiempo en que ellos habían llegado a El Cairo, pensó Jack. — Quiero hablar contigo acerca de Azrael,- dijo él. Catherine asintió. Miró fijamente al anillo vinculante que él llevaba en el dedo. Este no era usado por los caídos. Fue hecho por el hombre, un anillo humano ordinario. — Por supuesto. Tú tratas de romper tu vínculo. Para liberar a tu amor de la suerte de Gabrielle, ¿me imagino?
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— Sí.- Él se veía cansado y triste, pero había un destello de esperanza en sus ojos. — Tú estabas allí cuando el vínculo se hizo. Sabes que estoy en contra. ¿Puedes ayudarme? Dime, ¿hay alguna otra manera? Catherine limpió su boca con una servilleta y no respondió. Jack continuó presionando por su caso. — Porque no quiero matar a mi hermana. Es la única forma de detenerla. La prueba de sangre significará que sólo uno de nosotros quedará en pie. Pero no puedo hacerle daño. No quiero tener su muerte en mis manos. Pero no quiero que ella me mate o a mi... mi esposa— Ante la mención de su compañera, su rostro se suavizó con amor. Catherine suspiró. — La única manera de terminar un vínculo es servir en una tarea de lealtad a la persona que lo consagró. Sólo él puede deshacer lo que fue hecho. ¿Quien selló tu destino?- Por la cara de preocupación de Jack, Catherine supo la respuesta. — Tu amo anterior. Pues bien, ya sabes lo que tienes que hacer. Encuentra a Lucifer y ofrécele tus servicios a cambio de una terminación.— ¿Es esa mi única opción? ¿Servir a Lucifer o matar a Azrael? Ella asintió con la cabeza. — Me temo que sí. — Entonces debe ser,- dijo él, y su rostro estaba lleno de dolor; porque aunque él no la amaba más, Azrael fue parte de él. Pero si tenía que destruirla para mantener a Schuyler viva, haría lo que tenía que hacer.
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Capítulo 38 Corazón de Ángel Traducción Mais020291 Corregido por mrthatithy1
lla se derritió en sus brazos, pero fue Kingsley quién la besó primero; y cuando sus labios se encontraron, Mimi cerró sus ojos, cada sensación de su cuerpo hormigueando. Era como si ella nunca hubiese sido besada, como si se estuvieran besando por primera vez. Sus labios eran suaves contra los de ella, y cuando ella abrió su boca para él, ambos cayeron hambrientos uno en el otro, y se presionaron con una pasión que eclipsó cada emoción anterior, junto con cada beso que había venido con anterioridad. Si Mimi alguna vez dudó de su amor, ahora estaba segura de ello. Ella envolvió sus piernas alrededor de él mientras sus fuertes brazos la cargaban hacia su habitación, y pateó la puerta detrás de ellos.
E
Él la lanzó contra la pared, colocando su peso completo en su cuerpo, aplastándola. Ella estaba sin aliento de deseo, pero aún era Mimi Force, y cuando él se movió para besar su cuello, ella tiró de las raíces de su cabello así podía llevar su boca a su oreja. ―Te tomó mucho tiempo―, ella gruñó. ―Yo no quería…― Él intentó terminar su oración pero, en lugar de eso, inhaló bruscamente. Estaba todo bien. Ella lo sostuvo cerca, gentilmente acariciando el fino cabello en la parte de atrás de cuello. Kingsley tenía miedo. Él estaba tan asustado que su cuerpo entero estaba temblando. Mimi lo tranquilizó y lo sostuvo estrechamente. ―Sólo estaba haciendo una broma.― Kingsley cerró sus ojos y presionó su frente contra ella. ―Nunca pensé soñar que tú vendrías por mí. Nunca esperé verte de nuevo. Cuando te vi en el club, no podía creerlo. Aún no puedo creer que realmente estés aquí.― Él apretó
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sus dientes. ―No creía que estabas aquí para mí. Pensé que tenías que estar aquí por algo más. No me di cuenta…―
Mimi casi ríe. Todo este tiempo habían estado jugando un juego de su propia creación. Kingsley era justo como ella – él había albergado las mismas dudas que ella – porque cuando él había terminado las duras matemáticas de su relación, también había notado que nunca se habían dicho al otro lo que sentían. Si él nunca había dicho las palabras, nunca había revelado la verdadera pasión natural de su corazón, ella tampoco. Ella ahuecó su rostro con sus manos y lo miró profundamente a los ojos. Atrás quedó el atorrante galán, el listo jefe de crimen, el eterno Venator, el inamovible Duque del Infierno. Ahí sólo estaba Kingsley Martin: sólo un niño enamorado de una chica. Enamorado de ella. ―Te amo―, dijo él, una y otra vez, mientras besaba su cara, sus ojos, su nariz, su boca, su cuello, sus hombros. ―Te amo, te amo, te amo― Mimi dijo lo mismo: sus voces mezclándose en un coro. ―Te amo, te amo, te amo―, como si estuvieran rehaciendo todos esos tiempos en los que no se había dicho, cuando lo habían escondido del otro. Aún se estaban besando cuando sus manos se deslizaron debajo de su blusa, y ella sonrió al pensar que incluso tan vulnerable como estaba él ahora, aún era Kingsley. ― ¿Puedo ayudarte con eso?―, ella preguntó. Se movió para permitir que él jale su blusa por la cabeza, y luego ella frenéticamente lo estaba ayudando a desvestirse, removiendo su chaqueta y desabotonando su camisa, porque ahora quería sentirlo – su piel contra su piel – tanto, que casi era un susto. Ella lo necesitaba y lo quería ahora. Kingsley la cargó hacia la cama, la recostó en las cubiertas, y se ayudaron mutuamente a remover el resto de sus prendas, sonriendo tímidamente al otro, y luego él estaba recostado encima de ella y besándola de nuevo. ―Eres tan hermosa―, dijo él. ― ¿Incluso entre todas las arpías y sirenas que tienes ahí? No me digas que has sido fiel. No Kingsley Martin―, se burló, pellizcando su cuello. ―Fue fácil. Ninguna de ellas eras tú―
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Ella colocó sus manos sobre su plano estómago, trazando los finos músculos de su abdominal y tiritando ante las cicatrices de su piel. Él se veía como si hubiese sido desgarrado: había grandes crestas de quemadura, carne cicatrizada entrecruzando su torso y su espalda. ― ¿Qué sucedió?―, preguntó ella, sintiendo las lágrimas llegando a sus ojos ante el daño y el dolor que él había sostenido. ―Es lo que sucede cuando te acercas mucho a un subvertio― ―Son como fragmentos de vidrio―, dijo ella, trazándolos gentilmente. ― ¿Son dolorosos? ―Sí― Ahora era ella quién no dejaría de llorar por él y por todo lo que había resistido. Ella besó cada cicatriz, deseando curar cada una con su amor. ―No―, dijo él. ―No puedo soportar verte triste― Ella cerró sus ojos con fuerza y asintió. ―Yo sólo…te amo tanto― Él gritó mientras entró en ella, y Mimi jadeó y lo sostuvo con mayor fuerza. Se sacudieron uno contra el otro, y sus lágrimas cayeron en su rostro. Cuando se besaron, sabía como a sal y sacrificio, y ella se perdió ante el placer exquisito de su cuerpo y su amor – cargado bajo un alto éxtasis que estaba más allá de cualquier cosa que ella haya sentido antes. Recostados, juntos, en la cama, su cabeza descansando en el hueco de su hombro, Mimi se sintió en paz. Kingsley estaba profundamente dormido al lado de ella. Chicos. Ella acarició su cuello y él le dio un beso somnoliento. Una suertuda pata de conejo15, pensó Mimi. Mimi no podía recordar alguna vez haberse sentido tan feliz. La felicidad era profunda y nutritiva, y ahora se dió cuenta que después de innumerables años en la Tierra, ella nunca se había sentido de esta manera. Que nadie la había amado de esta manera, tan completo y tan a fondo. Ella nunca había compartido un momento con esto con nadie, y el amor que sentía por Kingsley era un regalo precioso – una burbuja delicada, hermosa que cubría a los dos, pero crecía para expandirse hacia el mundo entero y al universo entero,
Es considerado como un amuleto que da buena suerte. En inglés, ―Lucky rabbit´s foot― 15
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pasando el Reino de los Muertos y el Jardín del Edén, abarcando todo y a cada uno alrededor. Ella amaba y era amada, y eso era todo lo que importaba. Realmente, qué simple. ¿Pero, esa no la razón por la que había viajado al Inframundo en primer lugar? Su alma estaba en paz. Estaba feliz y satisfecha con su vida. Todo funcionaría. Ella había obtenido lo que quería. Pedid y se os dará. Ella lo había recibido en abundancia. Había algo más, algo inesperado: la oscuridad en su alma, el odio corrosivo y enojo, amargura y humillación con la que había estado viviendo por la mayor parte del año – se había ido. Había desaparecido. Mimi tenía otro pensamiento: uno tan nuevo y sorprendente que no podía creer que lo estuviera pensando. Pero estaba ahí, completamente igual. Ella dejaría vivir a Jack. Ella amaba tanto a Kingsley que tenía suficiente amor en su corazón para su rebelde gemelo también. No había necesidad de gastar energía buscando a Jack y planear asesinarlo. Ella lo soltaría de su lazo. No habría un juicio de sangre. No había necesidad. ― ¿En qué estás pensando, Force?―, preguntó Kingsley. ―Te ves muy seria― Ella se volteó hacia él y le dio otro beso – uno de tantos que compartirían en una vida inmortal. ―Estaba pensando en que deberíamos hacerlo eso de nuevo― Y lo hicieron.
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Capítulo 39 Crepúsculo en el Jardín Traducido por Sitahiri Corrección SOS MewHiine
ejar el Aquelarre no era un pequeño asunto, e incluso si Allegra no había tenido dudas de que estaba haciendo lo correcto, habría momentos cuando se encontraría a sí misma preguntándose cómo le estaría yendo a Charles. Esperaba que de algún modo él encontrara un modo de recuperar y encontrar algo de paz. Había pensado que estar libre del vínculo aligeraría su carga, pero en su lugar su corazón estaba pesado. Mientras que ella tendría su amor, había perdido todo lo demás que era valioso para ella, incluyendo una ilustre, célebre historia que era una parte indeleble de su identidad.
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Ben la amó y pensó que la conocía, pero había tanto que nunca pudo saber, comprender, lo que era el motivo por el que lo amó en primer lugar. Lo amó por ver la parte de ella que nadie notaba nunca, la parte humana, la chica vulnerable detrás del caparazón del vampiro. Una mañana, no mucho tiempo después de su encarcelamiento, un telegrama llegó al viñedo. Era un citatorio. Estoy en el Fairmont. Te esperaré en la sala de té a las cuatro en punto. —¿Quién manda telegramas en estos días? —preguntó Ben, mirando a Allegra leer la pequeña nota mecanografiada. —Mi madre —dijo Allegra, rompiendo la nota a la mitad y tirándola a la basura. No había hablado con su madre desde que dejó Nueva York, y Cordelia nunca había intentado contactarla antes de ahora. —¿Cuándo voy a conocerla? —preguntó Ben. —No en un futuro cercano —dijo ella—. Lo siento, es sólo que… ella en realidad no es la mejor persona para que conozcas en este momento.
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Ben asintió, pero pareció herido, y no hablaron de ello por el resto del día.
Cuando Allegra llegó al gran vestíbulo del hotel, su madre estaba sentada en un diván, rígida, correcta e implacable como siempre. Allegra se agachó para besar la mejilla de Cordelia, y la encontró parecida al papel y delgada, oliendo a talco y Channel No. 5. Pero aparte de unas cuantas delgadas líneas alrededor de sus ojos de ave azules, Cordelia se veía exactamente igual. Allegra tuvo un destello por un momento de Cordelia viéndose un poco mayor y hablándole a una chica que era sólo unos cuanto años más joven de lo que Allegra era. La chica observaba a Cordelia en el mismo modo que Allegra hacía, con un poco de miedo y amor. ¿Quién era esa chica? Se preguntó Allegra. ¿Era la hija que daría a luz con Ben? ¿El bebé que había visto en esa visión? ¿Por qué estaba la chica con Cordelia? Pero claro, Allegra recordó ahora, porque no sería capaz de criar a la niña ella misma, recordando la imagen de sí misma yaciendo comatosa en la cama de esa cama de hospital. ¿Había algo que pudiera hacer para cambiarlo? ¿Para cambiar el futuro? Ben le había dicho que no tuviera miedo, pero él no tenía ni idea a lo que se enfrentaban. —¿Un bísquet? —preguntó Cordelia, rompiendo el ensimismamiento de Allegra. —No, gracias. —Lástima. Están bastante buenos. Allegra miró comer a su madre con pequeños movimientos, precisos, y, como en represalia, tomó un gran trago ruidoso de su vaso de agua. —Sé por qué estás aquí —le dijo finalmente. —¿Ah? —Cordelia bajó su taza de té—. Supongo que no estoy sorprendida. Allegra asintió. —No vas a convencerme de que cambie de parecer. Charles y yo hemos… terminado. Él me dejó ir —dijo, incluso cuando ni ella misma lo creía completamente. —Sí. Lo sé. Todo el Aquelarre lo sabe, Allegra —el tono de voz de Cordelia se volvió frío—. Sabes que no siempre he concordado con las decisiones de Charles a través de los años, y también te concederé la misma cortesía. No voy a
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hablar sobre la elección que has hecho. Tú de entre todas las personas sabe a lo que has renunciado por esta… relación que continúas persiguiendo con tu familiar humano. Y supongo dado que ya sabes por qué estoy aquí, pero aún no has actuado, que entonces quizás este es un desperdicio de nuestra tarde. —Sí —dijo Allegra—. Lamento desperdiciar tu tiempo, madre. Cordelia suspiró. —Creía más de ti. Pensé que te importaría. No esperé que fueras tan insensible, Allegra. Eso nunca fue propio de ti. —Me preocupo por Charles, siempre lo haré —declaró Allegra—. Pero ya no puedo hacerlo más. Él entiende eso. Amo a alguien más. No sé cómo pasó, pero así es. —Charles se está muriendo —espetó Cordelia. Allegra levantó la cabeza. —¿Qué? —Pensé que sabías por qué estaba aquí. —Porque pensé que estabas aquí para llevarme de regreso a Nueva York. —Lo estoy. —Quiero decir… para renovar mi vínculo… —dijo Allegra. Esto era un truco, una manera de hacerla regresar. Cordelia estaba mintiendo—. Somos inmortales. Él regresará en otro ciclo. —Tú no comprendes. Si no renuevas su vínculo, se debilitará. Se convierte en la mitad de una persona. La sangre inmortal, la sangre azul, se debilitará en él. Pensé que sabías eso. —Pero si el vínculo se rompe, ¿entonces por qué no estoy enferma también? —Aún no —dijo Cordelia. Allegra sintió un penetrante miedo agarrarla. El vínculo se los llevaría a ambos. La sangre se adelgazaría, y el espíritu inmortal que llevaba dentro de ella se extinguiría. Con razón Cordelia había venido hoy. Allegra no lo había sabido… o no lo quiso saber. Ya sabía bastante y aun así seguía adelante. Su
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propia sangre le había mostrado visiones del futuro. Comatosa en la cama. Su niña creciendo sin una madre. Y Ben… quién sabe lo que le sucedería a Ben… —No vine hasta San Francisco para juzgarte, Allegra, o reprenderte por tus pobres decisiones. Pero sí te pido que lo veas antes del final. Por lo menos le debes eso. Allegra le dijo a Ben que había una emergencia en casa, y que regresaría tan pronto como pudiera. Partió hacia Nueva York esa tarde, y la siguiente mañana salió a una visita a Charles en su gran casa nueva en la Quinta Avenida. No tenía recuerdos del pasado en los que no estuviera ella. No tenía ninguna vida, ninguna identidad aparte de la solitaria figura sentada en la oscuridad, en la suntuosa recámara. Esta era la habitación que ella había elegido, decorado, había cariñosamente imaginado que la harían su hogar. La entristeció verlo en ella, tan solo. Ella había hecho esto. Era la única que lo había dejado. Charles Van Alen la escuchó entrar, el suave pisar de sus pies en la alfombra de fieltro. —Cordelia te envió —dijo, cerrando el libro en su regazo. —Sí. Pero vine por mi cuenta. No lo sabía —dijo—. No sabía lo que pasaría si no renovaba el vínculo. No sabía que te lastimaría de este modo. —¿Por qué estás aquí? —tosió Charles. Allegra se sentó en su cama. —No quería que sufrieras —dijo ella, tomando su mano, que se había debilitado desde la última vez que se habían visto—. No quería que sufrieras por mí. Su corazón dolió. Charles le había dado la libertad que había pedido, y a cambio él se había sacrificado a sí mismo. Había asumido que era libre; pero nunca sería libre; no con un Vínculo Celestial en riesgo. El Código de los Vampiros había sido escrito por una razón… para mantener a salvo de daño no sólo a los humanos sino también a los vampiros. —Tiene que haber otra manera —dijo ella. Charles negó con la cabeza.
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—Sólo hay una manera. Allegra asintió. Eso pensaba y perdió las esperanzas. No podía amar a dos hombres al mismo tiempo, y por esa razón había elegido al único que la hacía más feliz. Pero ahora, viendo las consecuencias de sus acciones, no sabía qué pensar, qué hacer. No había esperado que Charles sufriera. Había creído que todo el riesgo era para ella. —Puedes detener esto —dijo ella, poniendo su otra mano sobre la de él—. Eres más fuerte que cualquiera de nosotros. Tú eres Miguel de los Ángeles… Eres más fuerte que el vínculo. —Regresa a mí —susurró. Era una petición, no una orden. Estaba suplicando por su amor. —Entonces dime lo que quiero saber —dijo ella—. Dime qué pasó en nuestro pasado que nos volvimos tan separados. Ayúdame a encontrar mi camino de regreso a ti. Ella atrapó un destello de la memoria sanguínea, y por un momento lo vio como había sido: como Michael, Protector del Jardín, el único que la había reclamado para sí mismo, en aquel entonces en que el mundo era nuevo. Recordó su fuerza y su poder, pero más que nada recordó cómo había sido atraída por su innato sentido de la justicia, su bondad, la pura luz que emanaba de su alma. Él era el arcángel principal del Señor. Había triunfado sobre el dragón, había lanzado a Lucifer y los ángeles rebeldes fuera del Paraíso. La Mano de Dios. Había escogido la Tierra sobre el Paraíso para estar con ella. Durante toda su vida inmortal se había sentido digna de su amor, lo había regresado y reflejado. Pero algo había cambiado entre ellos desde Florencia en el siglo quince. Y desde entonces, en cada ciclo, se había alejado cada vez más de él. Algunas veces ya no sabía que amó: al hombre o al mito. El ángel que había dirigido los ejércitos del Edén o al chico que estaba en esta cama, viéndose enfermizo y pálido, y sin embargo aún tan querido por su corazón. Aún tan querido por ella. Pero estaba cansada de vivir en el pasado, cansada de estar en la oscuridad. Quería que él fuera la luz que era, el ángel al que había amado con todo su corazón, cuando nada se había interpuesto entre ellos. —Dime lo que pasó, mi amor —suplicó ella—. Ayúdame a regresar a ti. —Sí, sí. Te contaré todo.
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Allegra se agachó y lo besó en los labios. Era la primera vez que lo había besado de este modo en esta vida. Habían estado guardando esto para su vinculación, para su regreso el uno hacia el otro. Charles rodeó la cintura de Allegra, y ella dejó que tirara de ella hacia la cama.
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Capítulo 40 La llave de los gemelos Traducido por Laura Soto Corregido por marthatithy1
Schuyler regresó con una segunda olla de té para encontrar a Jack contemplativo y Catherine comiendo sus galletas. Ella les sirvió otra taza a cada uno, tratando de pensar en qué decirle a Catherine que no sea grosero u ofensivo. ¿Cómo fue lo que había sido enviada para advertir a los Guardianes quizás debería haber sido advertida acerca de ellos? Aparte de Lawrence, la Orden de los Siete era un grupo variopinto: Kingsley, la Sangre Plateada, Catherine, la asesina de bebés.... la mente de Schuyler zumbó. No había más. ―Hay un curandero aquí... un Venator desde Amman. Dice que es tu hermano. ― Catalina frunció el ceño. ―¿Mi hermano?― ―Sí―. ― ¿Qué más dijo este Venator?― ―Dijo que la Aquelarre en Amman fue destruida, y que un Sangre Plateada estaba detrás de su destrucción, así como la destrucción de todos los aquelarres. Y él nos dijo que sabía lo que protegías. Perdonarme ― por eso pensé que era su hermano, porque él sabía su secreto. ― ―Yo no confiaría en este Venator. El no es hermano mío. Mi hermano murió en la Guerra de los Cielos. ― Schuyler pensó mucho. Ella había aceptado que Mahrus estaba diciendo la verdad, e incluso fue tan lejos como para pensar que podría ser Onbasius, el sanador de Roma, que había formado parte de la Orden de los Siete y ser el Guardián. Pero, por supuesto que no estaba en lo correcto, porque de lo que le había dicho a Allegra desde el principio: una puerta por familia. No. Mahrus no
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era Onbasius y no el Guardián, y de acuerdo con Catalina de Siena, él era un mentiroso. Schuyler le contó a Catalina lo que los Venator habían informado de que Mimi Force había sido atacada por el hechizo de sangre en el Créspusculo, y que el Nephilim había apuntado a Deming como Venator le dijo que nunca había descubierto por qué la Regente había sido atacada, pero ella pensó que podría tener algo que ver con la información que habían encontrado de Paul Ray en las notas relativas a una llave estrellada que abriría una de las Puertas del Infierno. Le preguntó Catalina al respecto. ―Los archivos, dijo que la llave estrellada abre la Puerta de la Promesa. ¿Usted ha oído hablar de esta llave? ¿Lo tienes? ― ―Ellos tienen la traducción incorrecta. Se llama la Llave de los Mellizos, no es la Llave de la Estrella ―, dijo Catherine.― Es bastante fácil conseguir confundirse. Los Nephilim no son conocidos por su gran inteligencia. ― ―Así que por eso atacaron a Mimi.... Ellos pensaban que era la clave de alguna forma. Y Deming, porque ella era una estrella gemela. ―Estaban buscando un significado, tratando darle sentido de alguna forma―, dijo Schuyler. ―Pero ¿por qué se necesita una llave si ya están usando a los humanos para llevar a las mujeres a través de la Puerta?― La Guardiana duda por un momento antes de responder. ―Supongo que si eres hija de Allegra y digna del secreto de los siete, tú lo encontrará muy pronto de todos modos. ― ―¿ Hay más que mi madre no me dijo?― Catherine puso su taza de té, así que sacudió el platillo. ―La Puerta de la Promesa es un camino bifurcado. Esto conduce a dos lugares diferentes. Éste, en Giza, guarda el Inframundo. El otro está escondido de mí. No sé dónde está o dónde se dirige. Pero sí sé una cosa: quién tiene la Llave de los Gemelos es el Guardián fiel de la Puerta de la Promesa ―.
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Capítulo 41 Secretos del Inframundo Traducido por Sitahiri Corregido por Bells767
ompletamente embelesada, Mimi pensó que nunca se sentiría tan cansada o agotada o saciada. Cada músculo de su cuerpo dolía. Estaba magullada de besos y marcas de amor, pero había un placer en saber que se habían disfrutado el uno al otro totalmente; que habían más que compensado todo el tiempo separados al descubrir nuevos y secretos placeres. Tenía que recuperar el aliento; estaba jadeando. Podría hacer esto todo el día y toda la noche, y tenía un presentimiento de que, al menos en el futuro cercano, esto era exactamente lo que harían. El amor era como una droga, una adicción física. Quería a Kingsley cerca de ella todo el tiempo, quería sentir su piel junto a la suya, saber que era real.
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—¿Agua? —preguntó Kingsley, tirando de sí mismo hasta estar sentado. La miró y le apretó el hombro cariñosamente. —Por favor. Se envolvió a sí mismo en una sábana y silbó mientras se dirigía a la cocina. Mimi se cambió con una bata de seda, sintiéndose un poco fría en la habitación ahora que se había ido. Kingsley regresó con dos vasos de vidrio llenos con agua y le tendió uno. Saltó de nuevo a la cama. —Sabes, la primera vez que llegué aquí, traté de salir. Llegué hasta la puerta. Pero no pude atravesarla —le contó él—. La sangre Croatan lo hará. Ella se acurrucó a su lado, y él suavemente le acarició el pelo mientras le contaba su historia.
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—Intenté todo. Negocié con Helda. Es por eso que acepté este cargo. Pensé que si podía probar que era de utilidad, podría ganar algunos favores. Pero los años pasaron, sabes que el tiempo aquí abajo es diferente, y nada pasó. Más que nada me di por vencido. Entonces te vi. Al principio pensé que estaba soñando. —Típico —sonrió—. Nunca crees lo que está justo frente a ti. —Estoy acostumbrado a la decepción —dijo, vaciando su vaso y poniéndolo en la mesita de al lado. —¿Tan siquiera quieres regresar conmigo? —preguntó Mimi, temiendo su respuesta y pensando en la flor floreciendo en el páramo—. Qué pasa con todas las cosas que estás haciendo aquí abajo, y el modo en que te sientes allá arriba… con las voces. La Corrupción será parte de ti de nuevo. —Lo sé —dijo—. Pensé en ello. —¿En serio? ¿Cuándo? —lo provocó—. ¿Cuándo tuviste el tiempo? —Justo ahora —dijo—. Y está bien. Puedo manejar la Corrupción. He lidiado con ella toda mi vida. —¿Estás seguro? —Nunca he estado más seguro —besó su hombro desnudo—. Quiero ir a casa. Quiero estar contigo. El Inframundo puede sobrevivir sin mí. Ella le acarició la mejilla con la nariz, la felicidad regresando de nuevo. —¿Así que sólo salimos caminando de aquí, cierto? —preguntó Kingsley. —Ese es el plan —dijo, pellizcándole la nariz. En verdad él era tan guapo. Suspiró. Su propio diablo bien parecido. —Parece demasiado fácil —meditó—. ¿Helda de verdad dijo que me podía ir? ¿No va a detenernos? —Oye, tengo algo de fuerza por aquí —dijo. Como el Ángel de la Muerte, Mimi le recordó que la oscuridad era parte de su derecho de nacimiento. —Puedo ver eso —sonrió de nuevo—. Está bien, entonces. Si estás segura de que esto va a funcionar… —¡Silencio! —dijo Mimi, haciendo un mohín—. No seamos negativos. Vístete y vámonos. Tenemos un tren al Limbo que tomar.
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Oliver no pareció sorprendido de verlos juntos en el desayuno. Discretamente no mencionó nada cuando aparecieron en la mesa, brillando de satisfacción y bullendo de energía. —¿Entonces sólo tomamos un tren? ¿Eso es todo? —preguntó. Kingsley frunció el ceño. —Es un poco más complicado que eso, pero lo resolveremos cuando lleguemos ahí. No sé qué te dijo el demonio —le dijo a Mimi. Entonces miró a los trolls que estaban en posición firme alrededor del lugar, sus manos en las espaldas—. Déjennos —ordenó. Observó a Mimi y Oliver con seriedad. —Hay algo que necesitan saber. He estado queriendo contárselos, pero quería esperar hasta estar seguro. —¿De qué se trata? —Ha estado habiendo… actividad inusual abajo en el noveno. —¿Lucifer? —preguntó Mimi. Oliver obligó a su alimento a bajar por la garganta. El pensamiento del Príncipe Oscuro aún era aterrador. Había visto lo que pasó en la vinculación, cuando el Croatan se les había revelado y capturado a Schuyler, tirando de ella dentro del resplandor. Kingsley asintió. —Tiene que estar… creo que está intentando escapar de nuevo. —Bien. Sólo lo patearemos de regreso aquí cuando lo haga —Mimi se encogió de hombros y partió su croissant a la mitad, como si imaginara que era su enemigo. Kingsley negó con la cabeza. —No. He escuchado que Lucifer tiene ambiciones más grandes.
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—¿Cómo qué? —quería saber Oliver. El Duque del Infierno frunció el ceño. —He oído rumores de que han creado nuevas armas que pueden ser usadas contra los divinos, aún más poderosas que el Fuego Blanco del Cielo, y que está reuniendo a sus demonios para la batalla. —Si es guerra lo que quiere, la tendrá. Esto es todo, entonces. Apocalipsis. Prepararemos los caballos —dijo Mimi. —No. Lucifer ya no tiene interés por el mundo medio —dijo Kinsgley, mirando alrededor nerviosamente, como si los espías estuvieran en todos lados. —¿No? ¿Por qué no? —preguntó Oliver—. ¿Los humanos lo han arruinado demasiado? —sonrió por su broma. Kingsley no la encontró divertida y no respondió al comentario burlón. —Me temo que es algo mucho más valioso —hizo una pausa para dejar que se entendiera—. El Príncipe Oscuro se está preparando para conquistar Paraíso. —¿Pero cómo? —quiso saber Mimi. Tiró su croissant medio comido de nuevo en su plato, habiendo perdido el apetito por las noticias—. Eso es imposible. Paraíso está cerrado a los Caídos. Si los ángeles no pueden ser redimidos, ¿cómo pueden los demonios y la Corrupción acercarse siquiera al Edén? No hay manera. No serán capaces de encontrarlo. Nadie puede. —No lo sé. No confían en mí lo suficiente como para contarme sus planes — señaló Kingsley, frustrado—. Pero están seguros de la victoria.
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Capítulo 42 Una Llamada Telefónica Traducido por Edgli Corregido por Ale Foster
uando Allegra volvió a casa en Riverside Drive, Ben estaba esperando por ella. Estaba sentado en el pórtico y tenía sus manos entrelazadas en su regazo.
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—Sé dónde estabas anoche —dijo—, sé que fuiste con él… —No es así… —Está bien. Por favor. Me está matando. Ni siquiera sé que pensar de eso. No quiero saber que pensar de eso —dijo Ben—. Pero es enfermizo, lo que sea que haya entre ustedes. No está… bien. —Ben, por favor. —Pero escucha esto… —Ben tosió dentro de su pañuelo. Allegra vio que la tela estaba roja con sangre. Empezó a toser la semana pasada y se suponía que iría a un doctor, pero había estado muy ocupado para hacerlo. Allegra tendría que recordarle. Empezaba a preocuparle tanto que ni siquiera quería pensar en eso. Lo guió dentro de la casa, y se sentaron juntos en la sala formal de Cordelia. —Allegra —dijo Ben. Le dolía escuchar su nombre completo saliendo de sus labios. Nunca la había llamado así antes —. Te amaré sin importar
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qué. No me importa que estuvieras con Charles anoche. De verdad no me importa. Solo te quiero —dijo. Allegra tragó sus lágrimas. No podía hacerlo pensó. No podía. Había estado tan segura cuando dejó a Charles de que renovaría su vínculo con él de nuevo, que había escogido el camino correcto, pero ahora, viendo a Ben, su resolución se tambaleaba. No podía dejar a Ben. Lo amaba demasiado. Justo entonces, el teléfono de la planta alta sonó. Era la línea del Conclave, la que solo los Venatores y los Guardianes usaban. —Ben, lo siento mucho. Tengo que tomar esto. Creo que es importante. Ben movió su mano. —Ve —dijo, tosiendo de nuevo. Corrió escaleras arriba y tomó el receptor —. ¿Sí? —Aquí Martin. Lamento molestarte, pero creo que podrías encontrar esto interesante —dijo Kingsley —. Quería decírtelo antes de irme a mi siguiente asignación y lo olvidara. —Este no es un buen momento —dijo ella —. ¿No puede esperar? — ¿Cuándo lo es? —El Venator suspiró —. Lo siento… prometo que lo que tengo que decir no tomará mucho. —Dilo entonces. Aclaró su garganta —. Así que miré esta cosa que me dijiste, ¿los Sangre Roja muertos? — ¿Y? —No pude encontrar nada de eso, no en los archivos oficiales. Allegra mordió sus uñas —. ¿No? —Forsyth se rió. Dijo que nunca había oído semejante cosa. Dijo que estaba dejando que las voces de mi cabeza me volvieran loco —dijo Kingsley, sin sonar terriblemente insultado. Durante los siglos, Allegra sabía, que debe haberse acostumbrado a los balbuceos y comentarios de los Sangre Azul —. No le dije que lo había oído de ti. No quería meterte en problemas.
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—Está mintiendo. Había un cuerpo en esa van. Lo vi. —Sí —dijo Kingsley —. Encontré las grabaciones de la ambulancia, la de la clínica que usan los Conductos. Esta es la cosa: las grabaciones muestran que había un cuerpo muerto en esa van, pero revisé San Francisco; no hay ningún familiar que haya sido reportado perdido o muerto recientemente. Allegra no podía creer lo que escuchaba. Charles le había dicho en su cara que había un familiar humano en la bolsa del muerto. Lo había visto ella misma, trataba de recordar, el cadáver ciertamente lucía humano — ¿Entonces qué? —No lo sé— no puedo conseguir respuestas. Pero pregunté un poco más y… no sé qué pensar de eso, pero aparentemente hay un par de vampiros perdidos. —Exhaló Kingsley. — ¿Perdidos? —No. No podía ser. Allegra pensó en el miedo que la había llevado a revisar el cuerpo. El miedo de que aquellos que cazaban vampiros estuvieran sueltos en el mundo de nuevo; un enemigo que habían erradicado hacia siglos atrás. No podía estar pasando de nuevo. Pensó en Roanoke y la colonia perdida. Y ha habido otras durante los años, una o dos aquí y allá. Vampiros que habían salido de la Secta, tal vez, o no se reportaban con los Guardianes. No era nada, le había asegurado Charles. No había nada que temer. Había tenido sus dudas, había tenido muchas dudas durante los años, se dio cuenta, pero no había hecho nada por ellas. Todas esas dudad sobre lo que de verdad había pasado en Florencia; el secreto que le guardaba Charles. —Sí. Un par de miembros del nuevo Comité que acababan de ser inducidos no pueden ser contados. — ¿Qué dicen los ancianos? —No hablan conmigo —dijo Kingsley —. De cualquier forma, no sé qué pensar de eso. Estoy seguro que no es nada. Tal vez unos niños gastando bromas. Pero creí que debía decirte. Le dirás a Charles, ¿verdad? Quiero decir, debería saber que alguien no dice la verdad.
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—Sí. Sí lo haré —dijo Allegra. Se despidieron y colgaron. Bajó las escaleras, casi sorprendida de encontrar a Ben sentado en el sofá de la sala —. Lo siento mucho, pero tengo que ir con Charles en este momento. —Entiendo —dijo Ben valientemente. Allegra quería consolarlo, pero no tenía tiempo para explicar.
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Capítulo 43 El Castillo de Barba Azul Traducido por NayeliR. Corregido por Bells767
am se inclinó sobre el mapa en la mesa e informó al equipo de su misión de rescate. Ellos estaban en la necrópolis, apiñados en la pequeña habitación dentro de las dependencias de los Venators. Era casi una semana desde que Deming había sido secuestrada, y Mahrus se había unido a ellos también, después de regresar de un corto viaje a Jerusalén para comprobar el Aquelarre ahí. Schuyler decidió no confrontar a Mahrus con lo que Catherine le había dicho por ahora, mientras que ella no sabía y lo creía.
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—Catherine dice que el castillo está localizado en el borde el Limbo, justo en la desembocadura del río Styx —dijo Sam—. Sólo hay dos entradas al castillo. El puente levadizo sobre el foso es la principal, pero hay una segunda, entrada secreta desde el Palacio Zaniyat de Babel que conduce directamente a los calabozos. La vinculación Harvest es establecida para Lammas, y como sugirió, nos moveremos el día antes. Catherine dejará todas las puertas desbloqueadas en el sótano del burdel así que podemos llegar a través. —No habrá un nuevo lote de chicas hasta el próximo mes, por lo que el lugar estará bastante desierto —dijo ella. Él apuntó al siguiente lugar en el mapa. —Una vez que entremos en los calabozos, haremos nuestro camino hacia arriba al castillo. Estará fuertemente custodiado afuera, pero dentro habrá sólo la multitud usual de domésticos. Probablemente unos cuantos trolls, nada de lo que no podamos encargarnos. Deming debe estar ahí. —Él apuntó a la torre más alta—. La habitación de Barba Azul. —¿Barba Azul… quieres decir, como el cuento de hadas? —preguntó Schuyler.
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—No todos los cuentos de hadas son inventados —explicó Jack—. Eso es el… ―apodo‖ de Baal. Él ha tenido numerosas novias. —Las novias… ¿están todas muertas? ¿Como en la historia? —¿Tú que crees? —dijo Sam irritado—. Por lo que Catherine me dice, la mayoría de las mujeres humanas sólo soportan un nacimiento de demonio. Muchas de ellas mueren en el parto, e incluso cuando sobreviven, no viven por mucho. —Especialmente si los Petruvianos las asesinan —dijo Dehua. —Dehua y Ted liderarán el ataque y doblarán a los trolls. Jack, tú y Schuyler se mantendrán vigilando mientras Mahrus y yo vamos a la torre y conseguimos a Deming —Él enrolló el mapa—. ¿Claro? El equipo asintió y preparó el descenso dentro del submundo.
***
No tomó mucho para darse cuenta de que el mapa estaba mal. Ellos estaban en lo profundo de los calabozos del castillo cuando Jack escuchó la maldición de Sam mientras colgaba el rollo bajo su brazo. —¿Cuál es el problema? —preguntó, caminando hacia arriba al Venator. Jack estaba ya en alerta máxima desde que no pudo disuadir a Schuyler de unirse a la misión. Como Sam, él no quería ningún error esta vez. Los riesgos eran demasiado grandes. Sam entregó el mapa a Jack, quien lo desenrolló y escrutó el dibujo. Mostraba los calabozos como una serie de anchos anillos que imitaban las paredes del castillo arriba. Cortos pasillos conectados a los anillos, haciendo fácil el moverse rápido a través de cualquier parte. Pero el calabozo en el cual ellos estaban tenía poco que ver con ese plan. Masivas paredes de piedra bloqueaban los anillos, forzando al equipo a hacer un tortuoso camino a través de los corredores forrados de piedra. —No me gusta esto —dijo Sam—. Deberíamos haber estado fuera de los calabozos para ahora. Todos estos pequeños bloqueos nos están forzando más profundo dentro del círculo, sin una garantía de que seremos capaces de conseguir salir.
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—¿Crees que esto es deliberado? Que ellos plantaron el mapa equivocado para que Catherine lo encontrara? —preguntó Jack. —No lo sé, pero hay algo mal. El calabozo está vacío; nadie está en ninguna de estas celdas. —De repente hubo un fuerte ruido desde algún lugar profundo bajo tierra. —¿Qué fue eso? —preguntó Schuyler. —Quédate cerca —dijo Jack. Todos estaban nerviosos ahora. Sam trató de conducirlos fuera del círculo, pero se encontraron frente otra masiva pared de piedra. —Necesitamos regresar por donde vinimos —dijo Jack—. Ellos nos están dirigiendo a donde no queremos ir. —¡No! —protestó Sam—. Encontraremos un camino a través. Esta es nuestra única oportunidad… —se detuvo a media oración mientras seguía la mirada de Jack a la izquierda, donde el oscuro corredor estaba inundado de trolls. Sus ojos plateados y piel oscura brillaban con luz sobrenatural, sus collares centelleando. Comenzaron a farfullar con entusiasmo. Sin a donde correr, el grupo formó un estrecho círculo mientras se preparaban para el ataque de los trolls. —No son sino un puñado de zoquetes —murmuró Sam—. Nada que temer. —Sólo hay una manera de salir, y es a través —dijo Jack. Sacó su espada y empujó su camino al frente del grupo. Después de él, el resto del equipo hizo lo mismo, sus hojas de plata brillando en la oscuridad. Los trolls vacilaron por un momento; la plata era el único metal al que temían. Pero habían sido entrenados para luchar, y se precipitaron hacia enfrente, dientes y garras al descubierto. —¡Jack! —gritó Schuyler, mientras el más grande de los trolls voló hacia él. —¡Lo tengo! —dijo Jack, apretando los dientes. Tendió su espada directamente mientras el troll atacaba. Inclinó la rodilla para conducirla hacia arriba a través del esternón de la bestia, usando el propio impulso del troll para embestirlo en la pared.
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El grupo luchó tan ferozmente como los trolls, pero por ahora, ninguno parecía tener el sartén por el mango. Los Venators no estaban en su elemento. Ellos estaban en territorio desconocido, y podían pronto estar dominados. Sólo había seis de ellos, pero podría haber cientos de trolls. Jack trató de recoger sus pensamientos. Acababan de ser emboscados y necesitaba hacer un balance, tratar de encontrar alguna ventaja. Los trolls escogieron un amplio tramo del corredor para atacar, que les daba a sus largos números una ventaja y la habilidad de llegar a ellos desde todos lados. Giró alrededor y encontró un estrecho pasillo, un pequeño espacio creado por uno de los bloqueos, el cual estaba a sólo unos pocos pies detrás de ellos. —¡Detrás de esa pared! —llamó, conduciéndolos a la hendidura. Sam le disparó una mirada enloquecida. —¡Pero estaremos atrapados contra el bloqueo! —Exactamente —replicó Jack—. ¡Ellos serán forzados a atacarnos uno por uno! No hay tiempo para discutir —. El equipo siguió mientras Jack empujó hacia atrás, y lucharon su camino dentro del callejón sin salida. —Tomaremos turnos —ordenó Mahrus, entendiendo la estrategia. El espacio era tan apretado que solo dos de ellos podrían luchar a la vez. Uno lucharía del lado derecho, mientras otro cubriría la izquierda. Eran capaces de ralentizar la oportunidad de los trolls, y coreografiaron cada movimiento. Cuando era su turno, Schuyler y Jack lucharon como un equipo. Schuyler reduciría a continuación mientras Jack iba a matar, su espada de plata forzando a los trolls al suelo. Estaban haciéndolo bien cuando su grupo fue repentinamente atacado por la espalda por varios trolls que irrumpieron a través de la pared de atrás. Jack maldijo. Había olvidado la exagerada fuerza de los trolls para aplastar la piedra. —¡Sam! ¡Ted! ¡Cubran la espalda! —Los trolls seguían avanzando, forzando al equipo a hacer un círculo más apretado—. ¡Los sorprenderemos cuando salgan, regresen a la pared! —gritó Jack. Sam y Ted empujaron duro, girando sus espadas oblicuamente. Golpearon a los trolls al suelo, empujándolos a un lado mientras los seis regresaban hacia la pared. El olor de la muerte y la sangre llenaba el aire. Estaban luchando bien, pero Jack sabía que los trolls tenían más almacenado. Encontró su respuesta
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cuando miró hacia arriba y vio a los trolls cayendo dentro de la caverna desde un hoyo que hicieron en el techo. —¡Tengan cuidado! —advirtió mientras una docena de ellos impactaban sobre el equipo, forzando a Sam y Ted al suelo, golpeando a Dehua fuera de balance, y golpeando a Mahrus en la cabeza. Los trolls llovieron y se insertaron entre los compañeros, conduciéndolos aparte. Jack y Schuyler lucharon espalda con espalda y perdieron de vista a los otros. —Jack, hay demasiados de ellos. No hay forma de que vayamos a luchar nuestro camino fuera de aquí. Ellos pueden sólo seguir enviando más —dijo Schuyler—. Tenemos que conseguir encontrar a Deming y salir. —Está bien —dijo él, cortando el torso de un troll—. Vamos. —No. Necesitas quedarte y luchar; mantenerlos fuera del resto del equipo. La encontraré y traeré de regreso. Jack giró para mirarla. Eso era lo que él más temía… y ella lo estaba sugiriendo. —¡No! No puedo permitir que vayas sola. Hubo un ruido desde las profundidades del calabozo: un oscuro bajo gruñido que envió escalofríos hacia arriba por la columna de Schuyler. —¿Qué es eso? —Es un perro infernal… —dijo Jack, palideciendo un poco—. Soltado desde el noveno círculo. —Entonces necesitarán que bajes ahí. Seré rápida. Lo prometo. No había tiempo para despedidas. Schuyler tejió a través de la manada, dejando a Jack detrás. —¡Por aquí! —Ella lo escuchó llamar desde atrás. Él acercaba a los trolls a su lado para cubrir su escape. Schuyler siguió el rastro viscoso de los trolls a través del calabozo, suponiendo correctamente que eso la conduciría a la salida, y encontró una escalera de caracol que llevaba hacia arriba. Eso tenía que ser. Tomó las escaleras de tres a la vez, corriendo hacia arriba a la torre. Podía escuchar los sonidos de la batalla abajo, y el rugido del Abbadon desatado… Jack se había
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transformado en su verdadera forma. Había varios rellanos en el camino, y Schuyler trató con unas cuantas puertas. Abrió la primera para encontrar un esqueleto colgando de una soga. Ahogó un grito. El castillo de Barba Azul, recordó. La segunda contenía un ataúd. La tercera… Schuyler no abrió la tercera. Había más, siete en total, y la final estaba en el rellano más alto. La puerta fue pintada de rojo para indicar la Novia de Harvest. La más nueva novia, sacrificada en la víspera de Lammas, para soportar el hijo de un demonio. Schuyler dijo las palabras que la desbloquearían. La puerta voló abierta, y ella corrió dentro de la habitación. —¡Deming! ¡Estamos aquí! Pero la habitación estaba vacía. Deming ya había sido tomada a la vinculación Harvest.
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Capítulo 44 Tren Fuera De Control Traducido Sos por katiliz94 Corregido por Judyher
—Este es el extremo de la línea. — Kingsley dio un paso desde el tren mientras las puertas del metro se abrían frente a ellos. Mimi y Oliver le siguieron hasta el andén. Mimi notó que era igual al que habían llegado cuando viajaron primero al Tártaro. — ¿Ahora qué? — Preguntó Oliver, mirando por toda la estación vacía. — Parece que el rastro se voltea de regreso a la ciudad. — Exactamente. El Infierno es un circuito cerrado. Ninguno de sus caminos conduce a la superficie. — Kingsley explico que tendrían que encontrar el camino fuera del túnel y localizar el tren sobre el suelo, el cual seguía al único camino que salía del Infierno. Mimi miró a Kingsley interrogativamente, preguntándose porque él estaba tan nervioso de repente. Después de todo, solo era cuestión de atrapar al tren. — Vamos. ¿Qué estamos esperando? Kingsley dudó. — Eso es a lo que me refería antes cuando dije que era complicado. No puedes continuar. El tren está repleto de cientos de troles, y demonios vigilando en cada puerta. Es la línea de Charon. El único camino por el que las almas son llevadas al Reino de los Muertos, más rápido que los antiguos transbordadores. El tren llega lleno, pero siempre sale vacío. Creo que sería un poco sospechoso si ven a tres de nosotros apropiándonos de nuestro camino de regreso a la superficie. Una vez que estéis aquí abajo, se supone que permaneceréis aquí abajo. — ¡Bien! — Dijo Oliver, golpeando su frente. — ¡Helda nunca mencionó esto! — Se quejó Mimi.
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— ¿Por qué lo haría? — Dijo Kingsley amablemente, ni siquiera un poco perturbado. — ¡Estamos atrapados aquí! — Refunfuño Oliver. Había tenido todo lo que pudo tomar del Infierno. Ya estaba listo para volver a casa, volver a la Tierra. Iba a volver a casa, ¿verdad? Mimi había estado actuando rara esa mañana… Ella había encontrado sus ojos cuando él había dicho algo sobre esperar a dormir en su propia cama otra vez. — No del todo. — Kingsley camino por la longitud del andén y encontró unas escaleras al final del túnel. — Vamos a subir. Vamos, necesitamos movernos rápidamente. Las escaleras les llevaron a una acera vacía en el extremo de la ciudad. No había coches en la calle, y los edificios parecían vacíos y abandonados. Las pantallas de metal fueron extraídas de los escaparates, y las barras negras cubrían las ventanas del piso superior. Justo sobre ellos estaban los andamios de acero que extendían tres historias hacia el cielo, lanzando una red de sombras por la calle. La estructura ubicaba un andén en ambos lados, y las vías del tren que desaparecían lejos en el norte. — Ese es el tren que queremos. — Kingsley presiono su espalda con la fría rejilla de metal que cubría la ventana de la tienda más cercana. Mimi y Oliver siguieron su mirada. La torre negra era cubierta por un denso alambre de púas, y una montaña de basura obstruía la mitad inferior de la torre, bloqueaba todas las escaleras. — ¿Cómo alguien entra o sale de esa cosa? Parece imposible, — dijo Oliver. — Los troles solo lo golpean, llevándose las almas con ellos. Como dije, es un tren de un único sentido. Nadie se embarca desde este extremo, y el tren de vuelta está siempre vacío. — Kingsley levanto la mirada mientras un tren rugía en la estación, el motor liberando una ondeante nube de humo negro. Se detuvo con una sacudida, las ruedas enviando rojas chispas calientes volando por el aire. Oliver observó como las puertas se abrían y un grupo de troles salían, llevando a los muertos con ellos. De repente el andén estaba lleno de guardias y sus prisioneros; el lugar fue desde una vacía ciudad fantasma a la hora punta atascada en solo unos pocos segundos. Los troles siguieron caminando directamente hacia abajo, desapareciendo en una escalera subterránea. Mientras tanto, el tren se puso en marcha, el antiguo motor disparando una segunda
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nube oscura en el aire como si lo impulsase fuera de la estación, acelerando hacia delante por debajo del espeso humo negro. Tres de ellos lo observaron marcharse. — ¿Ahora qué? — Preguntó Oliver. — Hmm, no estoy muy seguro, — dijo Kingsley, rascándose la barbilla. — Creo que el Infierno está comenzando a deteriorar tu cerebro, — dijo Mimi, protegiéndose los ojos y mirando de cerca bajo la línea. — ¿Ves lo que está pasando a través de ese edificio? — Señaló la dilapidada construcción de ladrillos unos pocos bloques desde la estación. — Podemos subir al siguiente tren una vez que este fuera de la estación. Solo son unos pocos alejados; el tren no estará todavía a toda velocidad. — ¿Has visto la cosa dejar la estación? — Le preguntó Oliver. — No hay manera de que pueda correr tan rápido. Kingsley sonrió. — Vamos a hacerlo. Oliver negó con la cabeza. — Sabes que no puedo moverme así. ¿Tenéis alguna otra idea? Pero Kingsley ya estaba corriendo hacia delante, y Mimi le devolvió la mirada a Oliver mientras corrían hacia debajo de la calle lateral. — No te preocupes. Sostendré tu mano. Oliver hizo una mueca durante un momento, luego corrió detrás de ellos. Corrieron por un par de edificios abandonados cubiertos con chatarra y rebasaban las malas hierbas. Mimi sostuvo su nariz mientras saltaban sobre los restos de los oxidados coches y los refrigeradores. — ¡Deprisa, Oliver! Miró atrás. El siguiente tren estaba a punto de retumbar en la estación. Kingsley desapareció delante de ellos a través de una abertura en el lado del edificio. Mimi le siguió hasta arriba y sobre unas escaleras de fuego de metal en el tercer piso, Oliver quedándose atrás. Kingsley cogió una silla y la tiró para que se rompiese el cristal de una alta ventana, reventando el panel. — Vamos, es hora de saltar al tren. Mimi y Oliver se reunieron detrás de él ante la ventana. Oliver se giró hacia Mimi. — No puedo hacer esto.
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— Si puedes. Debes, — dijo Mimi. — No puedo dejar el mundo subterráneo sin ti, — dijo, lo cual era verdad, pero no en la manera en la que Oliver pensaba. Aún estaba ahí la cuestión del pago de Helda. Delante de ellos, el sonido del tren aproximándose creció más alto al igual que una ráfaga de aire que se abría paso hacia ellos. Kingsley asomo la cabeza fuera de la ventana para mirar. — Salta primero, llevaré a Oliver, — le dijo a Mimi. El tren estuvo sobre ellos; no había tiempo para discutir. Mimi saltó desde la ventana al tejado del tren. Levantó la mirada y vio a Oliver sacudir la cabeza. — ¡SALTA! — Grito. — ¡DEPRISA! Kingsley se apartó del ladrillo, agarró a Oliver directamente por los hombros, y les impulsó a ambos a través del aire hasta que aterrizó no demasiado lejos de donde Mimi estaba agachándose. Para los ojos de Oliver todo era un borrón, un rápido destello de metal y ladrillo, y luego estaban en la parte superior del acelerado tren. — Tenemos que movernos… ¡mira detrás de ti! — Chilló Mimi, con el viento sacudiendo su rubio pelo sobre su rostro. — Oh dios, creo que son los Sabuesos del Infierno. Oliver se giró para mirar. Mimi estaba en lo cierto. Esos no eran troles. Las tres descomunales criaturas de apariencia lobuna que estaban persiguiéndoles eran demasiado grandes y aterradores para pasar a los troles de clase baja. Los sabuesos se movían rápida y silenciosamente, corriendo por el edificio vacío por donde el trío había hecho su salto. Oliver maldijo mientras se ponía detrás de Mimi y Kingsley, quienes estaban brillando a un lado y entrando al vagón del tren por una ventana. No tuvo elección más que seguir, y Kingsley y Mimi sacaron las piernas a través de la ventana por seguridad. — ¿Ahora qué? — Preguntó Mimi. — Si cogen este tren, nos llevaran de regreso al Tártaro con seguridad. Tenemos que correr. Kingsley se enderezó en todo su longitud, y su voz estaba enfadada. — El Duque del Infierno no está a punto de huir de unos pocos perros sarnosos. Se van arrodillar. Los pesados golpes hicieron eco desde el techo del tren. Mimi se respaldaba contra Oliver, protegiéndole. Kingsley no podía temer a los sabuesos, pero fácilmente podían arrancar a Oliver.
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El aire parecía brillar durante un momento, y entonces un par de sabuesos pasaron por el tejado del tren y se pusieron de pie frente a ellos. Los sabuesos sonrieron a los tres fugitivos. Tenían caras lobunas, y a diferencia de los torpes troles, eran elegantes, rápidos y guapos. Vestían collares plateados, pero las cadenas ataban a los que estaban rotos. Oliver pensó que nunca había visto una criatura tan aterradora. Eran hombres y lobos, y sus sonrisas eran viciosas. — ¿Vais a alguna parte? — Les preguntó uno de ellos. — Regresa hasta Leviatán y dile que les he dejado. — Las fosas nasales de Kingsley quemaban y su voz era dominante y atronadora, armada con todo el poder de su posesión. — ¿Dejado? Pero estamos aquí para buscarte, — replicó el Sabueso del Infierno. — Tienes que volver con nosotros. Mimi notó que las dudas habían comenzado a introducirse en su áspero y ladrado discurso. Todavía estaban en el Infierno, y Kingsley aún era su maestro, pero se mantuvieron firmes. — ¡Vamos! — Bramó Kingsley. — ¡DIJE AHORA! — El Duque del Infierno desencadenó su espada de la funda y la envió volando por el aire, donde golpeó contra la pared el pelo del sabueso más cercano sin aliento. — Toma eso como una advertencia, — dijo. — Mimi, dame tu espada. Esta vez los sabuesos temblaron, y se desvanecieron, brillando a través de las paredes del tren al igual que los fantasmas desvaneciéndose de la luz. Kingsley se arrojó sobre un banco y sonrió a Mimi, quien estaba resplandeciendo con orgullo por su representación. Se cogieron las manos al otro lado del asiento. Oliver simplemente estaba feliz de estar de una pieza. — Bueno, creo que acabamos de obtener nuestro billete unidireccional fuera de aquí, — dijo Kingsley. — Pero Leviatán no va a estar feliz al saber que me estoy marchando. Sé demasiado sobre lo que está ocurriendo aquí abajo.
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Capítulo 45 La Promesa del Arcángel Traducido por rihano Corregido por Angeles Rangel
—Querida. —Charles se levantó de la mesa del desayuno cuando vio a Allegra. Se veía fortalecido, volvió a su antigua fuerza, pero su sonrisa de confianza flaqueó cuando vio la angustia en su cara. Allegra se adelantó y dijo a los sirvientes que los dejaran solos. Charles asintió con la cabeza y la habitación se despejó. —Anoche, pensé que te daría una noche para que pudieras ser honesto conmigo y me dijeras lo que pasó. Te creí anoche, Charlie. Yo creía todo lo que dijiste. Anoche, cuando estaban juntos, él había jurado que nada había pasado en Florencia; que ella sabía toda la verdad, y esta sensación que tenía, de que algo terrible había ocurrido, era solo su culpa manifestándose como miedo. Él le dijo que nunca le mentiría, que ni una vez le había mentido. Ella creyó que era su culpa por su error lo que los estaba manteniendo distanciado. Él le había pedido que se perdonara a sí misma, para que juntos pudieran seguir manteniendo su mundo seguro. Ella lo había curado, y podía sentir el vínculo fortaleciéndose entre ellos con cada beso que intercambiaban. Ayer por la noche, después de haber jurado su honestidad y su amor, se habían vuelto el uno al otro. Ella había pensado que había llegado al final de su separación al menos. Pero ahora parecía que estaban de pie en el precipicio, una vez más. —Yo te dije la verdad. No entiendo, ¿con quién has hablado? —preguntó él. —¿Qué has hecho, Charles? ¿Quién estaba en la ambulancia? ¿Que sucedió realmente entre nosotros en Florencia? —Ella apretó los puños—. No puedo ser parte de una mentira. No sé lo que es verdad, no sé qué creer. Pero estoy empezando a pensar que tal vez Cordelia y Lawrence tenían razón todos aquellos años atrás. —¿Estás lanzando a Roanoke en mi cara otra vez? ¿Eso es todo? —acusó Charles—. Sabes que nunca hubo ninguna prueba sustancial de…
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—No importa lo que digas, sé que estás ocultando algo, y no lo estás compartiendo conmigo, y esa es la verdadera razón por la que estamos distanciados. No es mi error. No es mi culpa. Algo que hiciste, Charles. Algo que hiciste ha cambiado la historia de nuestro mundo. Lo puedo sentir. Esa es la razón por la que no te amo de la forma como lo hacia antes. Porque aunque no me acuerdo de lo que pasó, lo sé. —Allegra, por favor. Escúchate a ti misma. Esto es absurdo, estas cosas de las que me están acusando, cómo puedes odiarme tanto. Te prometí que mantendría a nuestro pueblo a salvo, y lo he hecho. —Vas a destruirnos con tu ceguera y tu orgullo. —¡Las puertas se han mantenido! Le di mi fuerza a su creación. No hay nada que temer. Ella no lo oyó. —Nos destruirás hasta que no seamos nada más que sombras de nuestra antigua gloria. Hemos perdido mucho ya. El paraíso está cerrado para nosotros para siempre y tú aún no lo entiendes —exclamó ella—. Tú no eres la misma persona que solías ser. Algo te ha pasado... y no me permitirás que te ayude. El tono de Charles se volvió helado. —Allegra, ¿por qué estás aquí? Si no volviste por mí, ¿por qué? —No lo sé. Creo que sólo quería verte de nuevo por última vez. —Te vincularás con tu familiar humano, ¿es eso? —Sí. Charles sostuvo su cabeza entre las manos y se frotó las sienes. Cuando habló, su voz era oscura y terrible. —Haz lo que quieras, pero sé que estoy destruido si te vinculas con él. Nunca me verás de nuevo. Estaremos alejados para siempre. No voy a ser capaz de sobrevivir a esto, Allegra. Sabes que mi vida está en tus manos. Has visto lo que el vínculo pueda hacer. —Es demasiado tarde, Charlie. Me has mentido por última vez. Hiciste tu elección. Esta es la mía. —El vínculo reclamaría lo suyo. Tal vez ella moriría, y tal vez Charles lo haría también. No lo sabía. A pesar de eso, dependía de ella encontrar una manera de detener lo que él había puesto en marcha, lo que fuera que estaba escondiendo de ella, lo que sea que estaba causando que los vampiros desaparecieran. Ella era Gabrielle la Incorrupta, Reina del Aquelarre.
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Tenía un deber con su pueblo. No sabía si tendría éxito, pero tenía que intentar deshacer lo que él había hecho. Mientras Allegra salía de la habitación, estaba segura de una cosa. Nunca vería a Charles Van Alen, Michael, su ex amado, de nuevo. No en este mundo y no en esta vida o cualquier otra. No fue sólo el corazón inmortal de Charles el que se rompió ese día.
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Capítulo 46 Cosecha peligrosa Traducido Sos por Violet~ Corregido por Judyher
eming Chen se quitó sus zapatos de tacón con piedras preciosas.
D
Había corrido tan lejos que no tenía idea de que todavía los llevaba puestos, hasta que tropezó con una piedra en patio interior. Durante su semana en el castillo, había aprendido diversas cosas.
Lo más importante, que era mejor que se callara. Había luchado, mostrado sus garras y fuerza antes de tiempo, por lo que ella había sido elegida para este castigo. Había oído que Dehua y Schuyler habían podido escapar de sus damas de honor, quienes habían sido culpadas de la pérdida, y ella estaba molesta consigo misma por haber hecho las cosas más difíciles atacando demasiado pronto. Debería haber esperado hasta que hubiese estado sola con únicamente las Sangre Roja en lugar de tratar de pinchar a ese feo sapo de un demonio que la había elegido como su novia. Había aguantado toda una semana en la compañía de aquellas damas que sonríen tontamente, que ya la odiaban porque sus amigos habían escapado y los metieron en problemas. Las mujeres jalaron su cabello mientras la peinaban y se rieron de su incapacidad de andar en tacones altos. Su novio, el demonio Baal, la había visitado una vez que ella había sido transformada a una pequeña puta apropiada: su cabello de un negro brillante, sensuales labios escarlata, pechos pulverizados con colorete, levantados y presentados en un top ajustado a la piel. Baal era grande y aterrador, con dos grandes cuernos en la ancha frente, y una barba negra y larga. Se alzaba sobre ella, pero Deming no tenía miedo.
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Cuando inspeccionó su forma y ahuecó sus pechos, ella escupió en su cara. Pero él sólo se había reído. — Disfrutaré esto. — dijo él. — Una vez que seas mía, aprenderás a amarme, mi dulce ángel caído. — Deming aguardó su tiempo y esperó por el momento correcto. Dejó que las damas de honor de mala gana alimentaran sus ciruelas y duraznos; las dejó rizar y fijar su cabello. Había aguantado los tratamientos de belleza y su resentimiento hervía a fuego lento. Su vestido de vinculación era blanco, el color de la muerte, el símbolo no perdido de los Sangre Azul, quienes tradicionalmente sólo vestían de blanco en los funerales. Este no era un vestido de novia, era un atuendo de funeral. Al demonio no le importaba si ella no era humana y que no sería capaz de dar a luz a cualquier Nephilim. La habían vendido a él como una novedad, la oportunidad de vincularse a uno de los Caídos. La víspera de la Virgen, la tradicional noche antes de la unión, era su oportunidad, ella lo sabía. Las damas no hablaban de otra cosa que la fiesta que esperaba a los Sangre Plateada y demonios en el Tártaros. En la víspera de la Virgen, las damas regresarían al burdel para su propia celebración, su trabajo realizado durante la semana. Deming vio la oportunidad una vez que estuvo sola, pero un troll había sido enviado a hacer guardia. Había hecho un rápido trabajo del monstruo, usando su propio collar para ahogarlo a su muerte. Escondió el cuerpo en una de las habitaciones que conducen a la torre, las que tienen los cuerpos sin vida de las ex novias de Baal. Ella empezó a correr y no paró. Pero con el vestido era difícil correr, así que Deming arrancó el dobladillo sobre el muslo y se quitó los zapatos de tacón. Iba descalza, pero ahora lo único que tenía que hacer era encontrar el camino de vuelta a la puerta y sería libre. Estaba casi en la entrada del puente levadizo cuando oyó el sonido de gritos viniendo desde el interior del castillo. Sus rescatadores. Maldita sea. ¿No sabían qué podía cuidar de sí misma? Esto sólo iba a complicar las cosas. Hizo su camino de regreso a la gran sala y casi tropezó con Sam. — ¡Deming!
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— ¡Sam! El Venator rompió en una de sus raras sonrisas. — ¿Estás…? — Estoy bien. — le aseguró. — Aparte de algunos tanteos no deseados, estoy bien. ¿Crees que dejaría qué un demonio me toque y viva? Él la abrazó con fuerza. — Lo sé. No estaba preocupado… — Vamos a buscar a todos y salgamos de aquí. Me acabo de enterar de algo, unos de los trolls me dijo que no estaba destinada a Baal después de todo. Me estaba comprobando para alguien más alto que me buscaba para él — dijo con urgencia. El troll que había ido a buscarla se fue de lengua con una sonrisa engreída, que había hecho a su muerte aún más satisfactoria. Pero antes de que pudiera decir nada más, hubo un destello de plata y una fuerte explosión desde la gran sala, que sacudió el castillo hasta su núcleo. Deming y Sam se dieron la vuelta. Jack se había equivocado. No era un Perro del Infierno que se había levantado de sus profundidades. Vieron una gran bestia con cuernos, más grande que cualquier demonio, cerniéndose sobre la aglomeración. — Eso no es un demonio — dijo Sam. — Eso es un Croatan. — Eso es lo que estaba tratando de decirte — dijo Deming. Este fue Malakai, el Encargado. En la tierra él había sido conocido como Forsyth Llewellyn, el más fuerte aliado de Lucifer, y su aparición en el Inframundo significaba que era incluso más fuerte ahora, ya que demostró que era capaz de romper el muro entre los mundos libremente y ninguna puerta podía con él. Después de tomar a Deming él iba a tomar su sangre y espíritu, y planeaba consumir su fuerza en él. El Sangre Plateada apestaba a muerte. Su fétido hedor llenaba el aire. Tenía una cabeza de toro, y cuando se echó a reír, sus dientes amarillos brillaban con saliva. Su lengua bífida estaba perforada con un anillo de bronce oscuro. Su rostro estaba cubierto con piel oscura y coágulos de sangre. Cuando gritó él exhaló Fuego Negro. Sam y Deming corrieron hacia la batalla para ayudar a sus amigos, sus espadas desvainadas, pero ya era demasiado tarde. La cola de púas de la bestia ya estaba enterrada en el pecho de Mahrus.
Melissa de la Cruz El Venator cay贸 a su muerte.
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Capítulo 47 El Precio del Portero Traducido por NayeliR Corregido por Angeles Rangel
amos a tener que saltar fuera otra vez, antes de que llegue al final de la línea. El menor número de sabuesos que vemos, el mejor. No sé cuánto tiempo me escucharán si me voy —les dijo Kingsley, mientras el camino comenzaba a bajar. La tierra afuera era el mismo desierto polvoriento como al principio de su viaje, notó Oliver. Él no estaba mirando realizara algún otro truco súper humano, el cual vino tan fácil a los dos vampiros; pero supuso que no tenía una opción.
—V
—Las damas primero —dijo Oliver, dejando a Mimi tener la ventana. Ella se empujó a sí misma al borde y entonces voló fuera, rodando en una bola mientras caía en la arena. Miró hacia arriba a ellos. —¡No es tan malo! ¡Vamos! Oliver trató de hacer lo mismo, pero al contrario de rodar, cayó duro sobre su tobillo, el cual torció en el rellano. Kingsley saltó después, y cayó sobre sus pies, de pie, por supuesto. Él ayudó a Oliver a levantarse. —¿Está roto? —preguntó, refiriéndose al tobillo. —No. Sólo es un esguince, creo —dijo Oliver, cojeando un poco. Caminaron lejos de las vías y pronto llegaron a un puesto de control de aspecto familiar… la estación de gasolina y caballete resguardados por los dos
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trolls que Mimi y Oliver habían encontrado primero en su viaje dentro del submundo. —¿Qué con ellos? —preguntó Oliver. —Esos chicos trabajan para Helda. No responderán a Leviathan —dijo Kingsley—. Hola —dijo levemente a los trolls. Los trolls les permitieron pasar sin comentarios. Lucían un poco aburridos. Mimi dejó que Kingsley caminara adelante, quedándose con Oliver, con el pretexto de ayudarlo con su esguince. —Inclínate sobre mí —dijo ella. —Gracias —dijo Oliver—. Me alegra que consiguieras lo que querías. —No todavía —dijo Mimi. Ella sintió sus manos entumiéndose un poco por lo que estaba a punto de hacer. No le había dado mucha importancia hasta ahora, desde que eso era tan desagradable, incluso para ella. Oliver había sido un buen amigo a lo largo de toda su aventura. Pero ella no tenía opción. Era tiempo de pagar al portero. Un alma por un alma. Mimi se preparó para hacer lo peor. —Escucha, antes de que podamos ir, hay algo que necesito que hagas por mí —dijo, sin mirarlo directamente—. Espero entiendas que no es personal. Oliver suspiró. Él había tenido la sensación de que algo como esto estaba por pasar. Le gustaba Mimi, pero confiaba en ella hasta donde podía tirarla, y durante su tiempo en el submundo él había sopesado cuidadosamente sus opciones. Sabía que no tenía muchas, pero había estado esperando que de algún modo Mimi pudiera cambiar su opinión, que podía encontrar otra manera de sacarlos del reino de Helda. Pero era evidente por la determinaciónde Mimi que ese no sería el caso. —Vas a dejarme aquí —dijo él. Mimi no se acobardó. —Sí. —¿Kingsley sabe? —preguntó Oliver, mirando al antiguo Duque del Infierno burlándose de algunos trolls colgando en la estación de gasolina. Todo era muy divertido para todos los demás, ¿no lo era?, pensó Oliver, tratando de no sentir la ira. Sabía en lo que se había metido. Mimi le había dado una opción
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al comienzo y él había elegido descender dentro del Reino de los Muertos con ella. —No. Él no sabe esa parte de esto. No le dije —dijo Mimi—. No creo que me dejara hacerlo si supiera. —Probablemente no —acordó Oliver. Kingsley era un tipo de chico caballeroso, y Oliver apostaba que su orgullo nunca le permitiría aceptar su liberación por la vida de otro y menos un humano. —Entonces… ¿Está esto siendo un problema? —preguntó Mimi. Oliver trató de no reír. Mimi era de cuidado. Qué pequeña perra egoísta. A ella no le importaba lo que hiciera o a quién lastimara, con tal de conseguir lo que quería. —¿Hablas en serio acerca de esto, no? —Te dije que no vinieras conmigo —dijo ella, sonando como una niña a quien le habían dicho que no irían a celebrar su cumpleaños después de todo—. Es tu culpa por confiar en mí. Él quitó su brazo lejos de su hombro. Su tobillo seguía doliendo. Si tenía que quedarse aquí abajo, ¿Qué era todo esto de estar saltando, entonces? ¿Todo la huida del Infierno? Oliver miró alrededor. El submundo, cuando pensaba en esto, no era tan malo, en realidad. Tal vez podría acostumbrarse a vivir en ligera molestia; conectar con una de las sirenas; conseguir acostumbrarse a vivir con el olor de los trolls. —Tal vez yo debería dejarte. No es como si tuviera algo por qué vivir arriba de todos modos —musitó. ¿No era por eso que había venido abajo con Mimi en primer lugar? ¿Porque no tenía un propósito más? ¿Porque quería hacer su parte de salvar a los Sangre Azul? Los aquelarres se derrumbaban, los vampiros se retiraban, Schuyler se fue. ¿Qué le quedaba a él? Estaba resignado pero sentía su ira comenzar a crecer. Había pensado que él y Mimi eran amigos. Había creído que ella no tiraría su vida lejos como un arrugado pedazo de papel. ¿No significó para ella más que eso? —¿Cómo puedes hacerme esto? —preguntó, sin rodeos. —En verdad desearía no tener que hacerlo —dijo Mimi. —¿No hay otra manera, verdad? —preguntó él.
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—No. —Mimi miró hacia abajo a sus pies. Ahora que finalmente llegaron al final, ella deseó con todo su corazón que hubiera otra manera; que lo hiciera pasar diferentemente; que hubiera tratado más duro de persuadirlo. Ella le permitió venir a su perdición desde que él vino de buena gana, y eso significaba que ella no tenía que ir a través del reto de tener que secuestrar un Sangre Roja por este propósito—. ¿Ayuda si digo que lo siento? —preguntó. —Un poco —dijo él, mostrando el fantasma de una sonrisa. —En verdad lo siento. Si tuviera una opción, los traería a ambos de regreso, pero no puedo. Oliver negó con la cabeza. —Está bien, entonces, lidera el camino. Yo debo acostumbrarme a mi nuevo hogar. Sólo asegúrate que no pongan uno de esos collares en mí, ¿está bien? Parece que pican.
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Capítulo 48 Soldado del Señor Traducido Sos por Violet~ Corregido por Judyher
l cuerpo del sanador se desplomó en el suelo mientras el Sangre Plateada retrocedía para atacar de nuevo, su imponente forma lanzaba una sombra sobre el grupo. La bestia llevaba una negra espada en una mano y en la otra un garrote dentado. Al levantar el arma hacia la luz, apareció su verdadera forma. El garrote de madera fue adornado con las calaveras de sus víctimas, un arma espeluznante que advertía a los atacantes de su destino.
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Abbadon, sus alas negras extendidas y sus garras goteando con sangre de trolls, aceptó el reto. Se quedó sin miedo mientras la cabeza de toro del Croatán bramó hacia él, los ojos del demonio ardieron de un furioso color rojo. La criatura era casi el doble de su altura, y Jack se agachó para conseguir una mejor palanca. Metió su espada de lado a lado a través de la garganta del toro, dividiendo su cuello, chorreando sangre y con un silbido chocó contra el suelo. Sintió que el garrote se estrellaba contra su espalda, la cara dentada se alojó en su armadura. Jack clavó al espada negra al suelo, dejando a la bestia indefensa mientras hacía su empuje final hacia arriba. Le cortó la cabeza al demonio, enviando la poderosa cabeza cornuda rodando a la tierra. El rostro de Malakai era una máscara de incredulidad. Entonces el cuerpo explotó mientras el Fuego Negro tomaba otra vida. La criatura que era Forsyth Llewellyn, el más cercano aliado del Príncipe Oscuro en la tierra, y el destructor de los Aquelarres, estaba muerto. — Todos sosténganse entre sí — ordenó Abbadon. El grupo unió manos, Schuyler tomó las garras de Abbadon. Con su otra mano se aferró a la muñeca derecha de Mahrus.
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La fuerza de Abbadon los levantó y sacó de las fronteras, a través del Crepúsculo, y de vuelta al otro lado de las puertas, de regreso al interior de la pirámide. — Oh dios mío —dijo ella. — Oh dios mío. Los ojos del Venator parpadearon abiertos, y él la miró y sonrió. — Todo está bien, hija mía. Me voy a casa. — suspiró. — Siento no poder quedarme más tiempo a ayudarte en tu viaje. — Su cuerpo estaba cubierto por un momento de una brillante luz blanca. — Este no es uno de nosotros — dijo Jack, arrodillándose junto al cuerpo del Venator caído y colocando dos monedas para mantener los párpados cerrados. — Este no es uno de los Caídos. — Los Venators se arrodillaron y se reunieron ante el cuerpo. — ¿Quién era, entonces? — preguntó Schuyler. — No sé porque no lo vi antes. Pero ninguno de nosotros lo reconoció. Es Raphael de las musas — dijo Jack. — Un soldado del Señor. Un verdadero ángel del Cielo. Hermano de Catherine. Debe haber sobrevivido a la guerra sólo para encontrar la muerte en la Tierra. — Su nombre era Mahrus Abdelmassih: Aquel protegido del Señor, Siervo del mesías. — Así que si él es un verdadero ángel del cielo y no uno de los Caídos — dijo Schuyler, — ¿Cómo llegó hasta aquí? Los caminos entre el cielo y la tierra fueron cerrados en la Rebelión de Lucifer. Entonces ella se acordó de lo que Catherine había dicho. La Puerta de la Promesa estaba en un camino bifurcado. Un sendero conducía al Infierno. El otro… ¿Dónde llevaba…? ¿Podría ser…?
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Capítulo 49 El Intercambio Traducido por amnl3012(Anita) Corregido por Hanna Marl
—¿
Qué está pasando? —Preguntó Kingsley. Encorvado contra la pared de la estación de servicio—. Ustedes están tramando algo. ¿Qué es? —No seas celoso —dijo Mimi, abrazándolo—. Oliver y yo estábamos teniendo una pequeña charla.
Oliver resopló, pero no estaba en desacuerdo. Kingsley asintió. —Está bien. Helda está ahí.... ¿Supongo que deberíamos decir adiós? —Espera aquí. Creo que ella sólo quiere ver a dos de nosotros —dijo, señalando a Oliver. Entraron en la oficina de Helda. Era exactamente igual que antes, con el escritorio desordenado lleno de carpetas de archivos, libros, recibos, libros de contabilidad, y sobres. Helda era la misma señora vieja y severa con un lápiz detrás de la oreja. Estudió a los dos. —¿Ésta es el alma que cambiarás por el alma de Araquiel? —preguntó, abriendo un libro y empezando a hacer una nota. —Ese soy yo —dijo Oliver. Mimi se mordió el labio. Ella vio a Oliver, cansado y agotado en su chaqueta safari y pantalones vaqueros polvorientos. ¿Cuánto tiempo habían estado aquí abajo? Entonces miró por la ventana, donde Kingsley estaba sentado en un banco, esperándola para que pudieran iniciar su nueva vida juntos.
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Ella amaba a los dos. Uno como un amigo, el otro como su compañero. Había querido negar su afecto por Oliver, pero sabía que no había manera de que pudiera haber bajado al Infierno, encontrado a Kingsley, y estar en esta posición sin él. Mimi le debía mucho. —¿Y bien? —preguntó Helda, con la pluma levantada. Una vez que ella escribiera el nombre de Oliver en el Libro de los muertos, no había vuelta atrás. Esta tinta no se borraba. Estaría escrito para siempre. —Un momento —dijo Mimi—, tengo que decirte algo Kingsley. —Salió corriendo de la oficina y cerró la puerta detrás de ella. —¿Está todo bien? —preguntó Kingsley. Mimi levantó las manos. —Tú sabes que Te Amo, ¿verdad? más que nada en el mundo. Sólo quiero que sepas eso. —Por supuesto, ¿por qué, qué está pasando? —preguntó Kingsley, empezando a sentir una sensación de pánico. —Y tú me quieres, ¿no? No importa lo que pase. Me quieres —dijo. —Te Amo —dijo Kingsley—. Te Amo —Él se puso de pie y la miró a los ojos. —¿Qué es todo esto, Force? —Está bien —dijo Mimi—. Sólo quería asegurarme. Que recordarás que Te Amo, no importa lo que pase. —¿Qué va a pasar? Mimi. Dime lo que está pasando. En respuesta, Mimi besó a Kingsley fuertemente en los labios. Entonces ella voló de regreso a la oficina de Helda antes de que pudiera cambiar de opinión, dejando a Kingsley confuso y un poco asustado. —Oliver, tengo que hablar con Helda a solas —dijo cuando regresó. —Está bien —dijo Oliver, excusándose. Salió para encontrar a Kingsley molesto. —¿Qué está pasando? —Exigió Kingsley. —Ni idea —Se encogió de hombros Oliver. Helda golpeó con los dedos sobre la mesa. —Bueno, Azrael, ¿qué será?
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Mimi no podía creer que iba a hacer lo que estaba a punto de hacer, pero había aprendido algo sobre sí misma en el tiempo que había pasado en el Inframundo. No podía renunciar a Oliver. No podía relegarlo a este destino oscuro. Nadie le pediría eso a un amigo. No iba a ser la chica que Kingsley amaba si lo hacía. —Se necesita un alma por la suya, ¿no? Cualquier alma —dijo casualmente, como si se le acabara de ocurrir a ella—. Para que Araquiel pueda dejar el mundo terrenal. —Y su amigo podría dejar el infierno sin daños. No había otra manera. —Sí. Mimi inclinó la cabeza. —Entonces toma la mía.
The New York Times Bodas ALLEGRA VAN ALEN y STEPHEN CHASE
Allegra Elizabeth Van Alen y Stephen Bendix Chase, se casaron ayer por la noche en una casa privada en San Francisco. La ceremonia fue llevada a cabo por el juez Andrew R. Hazard, del Noveno Circuito, un amigo de la familia. La novia, de 23 años, es una vinicultora de Napa y se graduó Cumlaude de Harvard. Ella es la hija de Cordelia y Lawrence Van Alen de Manhattan. La madre de la novia es miembro de la Central Park Conservancy y del Comité de Banco de Sangre. El difunto padre de la novia era un profesor de lingüística e historia en Columbia. El novio, de 25 años, es un artista cuya obra es presentada por la Galería Vespertine en San Francisco, y se incluyen en la colección del museo de arte moderno de San Francisco. Él es graduado de la Universidad de Stanford. Es el hijo de Ronald y Deborah Chase de San Francisco, Napa y Aspen. Su padre es un artista. Su madre, conocida como "Decca", está en el Consejo de Síndicos en el SFMOMA, la Ópera de San Francisco, y el Ballet de San Francisco. El bisabuelo del novio fundó el Grupo Bendix, una empresa multinacional con
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explotaciones de acero y las reservas de petr贸leo que fueron vendidas a British Petroleum en 1985.
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Capítulo 50 Desalmados Traducido por Izzi Corregido por Violet~
imi Force, Azrael, conducía a través de las llanuras del desierto del Sahara el Beyda, el desierto blanco. Las dunas ondulantes de polvo blanco se asemejaban a colinas y valles cubiertos de nieve. Era un lugar tan bello como inhóspito. Torres fantasmales de tierra blanca calcárea se alzaban por todos lados, y la suave piedra cremosa, desgastada por siglos de viento desértico, formaba torres de sal blanca con forma de hongo.
M
Ella no quería llegar tarde a su cita con Jack. Mientras presionaba el pedal hasta el fondo, sintió el calor y la excitación creciendo en sus venas. Eso era. Después de todo este tiempo, finalmente tendría su venganza. El Inframundo y todo lo que había pasado no era sino un recuerdo distante. Había despertado en su cama en el Oberoi, para encontrar a Kingsley Martin, de todo el mundo, sentado al lado de su cama. Él le dijo que ella se había desmayado a la salida del Inframundo, y él la había traído de vuelta a su habitación. ―¿Qué demonios estás haciendo aquí? ―Había gritado ella―. ¡Lárgate! El ridículo idiota había intentado convencerla de que ella estaba enamorada de él. ¡Qué risa! ¿De él? ¿El traidor Sangre Plateada? ¿Kingsley Martin? Oh, era guapo, de acuerdo, pero más allá de su buena pinta, no había nada que ella encontrase ni remotamente atractivo en él. ¿De qué gran amor estaba hablando él? El chico estaba loco.
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Mimi Force no tenía ningún amor admitido en su cuerpo. Sólo había una cosa en su mente cuando se despertó. Venganza. Destruiría a su hermano y le daría muerte en la prueba de sangre. Kingsley se había puesto pálido. ―¿Qué te hiciste? ¿Qué le diste a Helda? ―exigió él―. Mimi. ¡Dímelo! Ella había reído. ―No te diré nada, ya que no te debo nada, y ahora sal de aquí antes de que llame a seguridad. Entonces pasó otra cosa ridícula: ese intermediario humano imbécil de la mestiza Van Alen, cuál era su nombre, Oliver Algo-estúpido, había llegado parloteando sobre cómo había conseguido noticias de que el Aquelarre de New York se había disuelto, y que todos los Aquelarres por todo el mundo se habían ido a la oscuridad, y tenían que volver a la ciudad inmediatamente para ver qué podían rescatar de su comunidad y de su historia. Le expulsó de su habitación también. ¿Cuándo había obedecido ella órdenes de un Sangre Roja? No. Qué oportuno que en el momento en que ella había limpiado su habitación de todos esos tipos, Jack se había puesto en contacto. Mimi, acabemos con esto, había enviado él. El desierto blanco. Prueba de sangre hasta la muerte. Ella dio palmadas de alegría. Al fin. Tendría lo que se merecía. Bailaría sobre su cuerpo mancillado esta noche. Azrael tendría al fin su venganza. De algún modo, era lo mejor que podría haber pasado.
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Capítulo 51 El amor de una vida Traducido por amnl3012(Anita) Corregido por Hanna Marl
in darse cuenta, la pequeña habitación de hotel en El Cairo se había convertido en un hogar, un refugio para ella y Jack, pensaba Schuyler. Ella hacia café para ambos cada mañana con la pequeña máquina, y compartían el desayuno en el pequeño escritorio. Echaría de menos este lugar, otra de las cosas que mantendría archivadas en su memoria de su vida con Jack.
S
Su última noche juntos se habían amado sin palabras, dejando que sus cuerpos dijeran lo que no podían soportar hablar en voz alta, e incluso entonces habían tratado de fingir que no era la última vez. Esta era una noche cualquiera, sólo una de las muchas por vivir. Pero a medida que se quedaron dormidos en los brazos del otro, no se apartaron ni por un momento, como si cada uno se tratara de memorizar cada curva y la superficie del otro. La mañana siguiente no se podía posponer por más tiempo. Jack estaba decidido y no dudaba. Algo había cambiado en él desde que había conocido a Catherine. Había una nueva resolución en él, y ella no quería añadir más a su carga. Se había equivocado acerca de sus síntomas, se dio cuenta ahora. Había creído que era algo maravilloso y esperanzador, porque no quería pensar que significaba lo contrario. Que se estaba muriendo. Todo había sido condenado al fracaso desde el principio, como Lawrence le había advertido. Nunca habría un felices para siempre para ellos, eso estaba todo demasiado claro.
Ella le ayudó a entrar en la chaqueta y le abrochó el botón superior. Sus dedos temblaban. Jack le apretó las manos entre las suyas y se las llevó a los labios para besarle los dedos. —Confía en mí para volver a ti —dijo.
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—Esperaré por siempre —prometió—. Todo el tiempo que sea necesario. —Pero Schuyler sabía que cualquiera que fuera el resultado de la jornada, aunque Mimi fuera destruida y Jack viviera, no habría victoria. Jack nunca volvería a ser el mismo después de matar a su gemela. Mimi era una parte de Jack, y matarla mataría a una parte de él también. —¿Catherine no podía ayudarnos? —Ella había puesto sus esperanzas en que la Guardiana sabría cómo liberarles de su vínculo. Jack negó con la cabeza. —Pase lo que pase, todo lo que oigas de mí, que sepas que hay una razón para ello. —¿Qué vas a hacer? —preguntó Schuyler, sintiendo un tipo diferente de miedo. Jack nunca había hablado así antes. —No puedo decirlo sin ponerte aún más en peligro —dijo, y su rostro era tan desgarradoramente triste que Schuyler se arrojó sobre él para abrazarlo con más fuerza. —Tú eres tan importante en esta guerra —le dijo—. Tienes que sobrevivir para guiarnos. Con las puertas fallando, no hay tiempo más oscuro en nuestra historia. Pero tú eres la hija de Gabrielle, y creo que vas a llevar a los vampiros a la redención, mi vida es inmaterial. —Lo siento mucho. Lo siento mucho por amarte, lo siento mucho —dijo, y las lágrimas comenzaron a fluir libremente, empapando su camisa—. Pero fue un sueño maravilloso, mi amor —susurró ella—. Un sueño maravilloso. —No lo siento por ningún momento —dijo Jack con fuerza—. Valió la pena cada momento, cada segundo que estuvimos juntos. Yo no lo cambiaría por una vida inmortal. Se besaron por última vez. Entonces Jack Force fue al Sahara para conocer su destino.
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Capítulo 52 La Batalla de Abbadon y Azrael Traducido por Ale Rose Corregido por Violet~
lla entrecerró sus ojos, protegiéndolos de la brillante luz del sol que se reflejaba en su cabello y lentes de sol. Jack siempre parecía vestido para matar, pensó Mimi, encontrándose todavía admirándolo, aún después de todo lo que había pasado entre ellos.
E
―Abbadon ―saludó ella, saliendo del Jeep. ―Azrael. ―Él asintió, como si ellos hubieran tropezado unos con otros en una cafetería. ―¿Qué te mantuvo tanto tiempo? ―Estaba retrasado. ―Se encogió de hombros. ―Bueno. ―Ella dio unos golpecitos con el pie―. ¿Vamos a terminar con esto? Jack asintió con la cabeza. Se enfrentaron entre sí, Azrael, la feroz y aterradora Ángel de la Muerte, y su hermano gemelo, Abbadon, el Ángel de la Destrucción. Entonces Mimi desapareció. Jack contempló a las arenas cristalinas, buscando. El desierto blanco estaba lejos de la muchedumbre del El Cairo, un lugar adecuado y aislado para una
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confrontación final. Nadie podía oírlos. Nadie vendría a la ayuda de nadie. Esto era una pelea de muerte. La prueba de sangre. Él encontró a Mimi agazapada en la parte superior de una de las torres de roca y arena. Detrás de ella, los anaranjados rayos de la puesta del sol se atenuaban por debajo del horizonte. El calor del día se desvanecía mientras un viento frío barría el suelo del desierto. Él miraba la sombra de Mimi, el ángel oscuro esperando por la batalla. Me está haciendo llegar a ella. Me está obligando a hacer el primer ataque. Que así sea. Si hubiera habido otra manera, él la habría tomado hace mucho tiempo. Pero no había manera de salir de esto. Azrael tenía que morir para que su amor viva. En un instante él estuvo sobre ella. Chocando en la roca donde ella estaba, él rompió el pilar con su espalda. Una nube de blanco polvo llenó el aire; roca y arena rebotó en su pecho mientras el pilar colapsaba en frente de él. Mimi rió mientras ella se subía a la columna colapsada al suelo. ―¿Esto es todo lo que puedes hacer, Jack? ―preguntó ella―. ¿O no tienes el coraje para atacarme directamente? ―Ella levantó la espada reluciente y giró a su garganta, la hoja atravesó su piel. Primera sangre. Un pequeño chorro corría por debajo de su cuello mientras él caía hacia atrás. ―¡Golpea! ―gritó Mimi con rabia cuando ella giró una vez más, y Jack no hizo más que esquivar el golpe. Se lanzó a ella, pero en el último momento su espada se volvió de lado y golpeó en la piedra blanda, enviando una lluvia de rocas ásperas hacia Mimi. El aire se llenó con la explosión de polvo de brillante conchas marinas. ―Sólo harás esto más difícil si te rehúsas a pelear conmigo ―dijo Mimi, jadeando fuertemente―. De todos modos, esto termina esta noche. ¿Por qué no luchas por lo que quieres, Abbadon? Si tu amor a tu pequeña Abominación es tanto, ¡entonces debes pelear!
Melissa de la Cruz
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―Si eso es lo que quieres ―dijo Jack, mientras se trasformaba en su verdadera forma, brotando las alas de pluma negra en su espalda y los cuernos en su cabeza, un verdadero ángel de la oscuridad. Se alzó sobre ella, su negra espada brillando con chispas de ébano. Su poderosa energía azotaba la arena en un tornado a sus pies. Esto es, pensó él. Lo que él había temido durante tanto tiempo por fin había llegado a ser. Mimi chilló cuando ella se convertía en Azrael, dorada y aterradora, y Jack giró su espada mortal e hizo un barrido limpio sobre su pecho. Ella cambió devuelta a su forma humana y mordió con fuerza su labio. Ella no le daría el placer de oírla gritar. ―Eso me gusta más ―rió ella. Luego ella era Azrael de nuevo, y Abbadon la lanzó contra la torre. Ella atravesó la piedra blanca y la próxima columna colapsó, cayendo como fichas de dominó a su alrededor. Abbadon levantó una de torres roca para aplastarla definitivamente, pero Azrael voló hacia arriba al oscuro cielo, con Abbadon siguiéndola de cerca. Ellos volaron alto y más alto, y el desierto se arremolinaba como una bola de nieve debajo de ellos. Aún así subieron más alto, y Azrael atacó, volando en un amplio arco. Acuchilló a Jack y él lo evadió, ambos bailando uno cerca del otro en un violento ballet. No había más burlas, No más conversación. Sólo la pura, magnífica rabia de dos criaturas una vez unidos por la sangre, ahora empeñados en destruirse mutuamente. De lejos, la danza de la batalla se veía hermosa para aquellos con ojos que eran lo suficientemente rápidos para seguir la acción. Los dos ángeles luchaban en silencio, moviéndose a una velocidad mortal mientras ellos cortaban y esquivaban a través el aire frío de la noche. Abbadon cortó a Azrael, y ella cayó del cielo. Sus inmensas alas emplumadas dejaron de batir, y en el suelo ella era Mimi de nuevo.
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Ella estaba sangrando de la cabeza y el pecho, y miró a Abbadon con tanto odio. Ella había olvidado cuán fuerte era él, que ésta era una batalla que no podría ganar. Ella no era rival para el Ángel de la Destrucción. Jack volvió a su forma humana también. La visión de esa gloriosa criatura que caía del cielo tiró a su corazón. ¿Podría él hacer esto? Tenía que hacerlo. Debía. Su corazón se endurecía. Hazlo rápido, entonces, se dijo a sí mismo, mientras él se lanzó a ella una vez más. Con cada golpe, pudo sentir su debilitamiento debajo de él. La espada de ella se inclinó hacia él hasta que su muñeca se rompió y la espada cayó. Mimi chilló de dolor. Ya no podría esconderse más. Estaba perdiendo. Jack era muy fuerte, y ella supo que su vida había terminado. Se armó de valor para el final. Buscó su arma, tratando de agarrarla en la arena... No iba a morir de esta manera, desarmada e indefensa. Jack levantó la espada de nuevo, pero esta vez, cuando se vino abajo, la punta de la hoja negra sólo cortó el borde del cuello de la camisa. No puedo, Jack agonizaba. No puedo matarla. Nunca podría.
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Capítulo 53 Tiempo en una botella Traducido por rihano Corregido por Sarii
ra el momento de salir de Egipto. Schuyler había empacado sus maletas y se dirigía al aeropuerto de nuevo. No podía dejar de pensar en Jack, pero tenía que ser fuerte, estaba todo en sus hombros ahora. Los demonios estaban a las puertas. Tenía que hacer su parte, continuar con el legado de Van Alen, y encontrar la verdadera Puerta de la Promesa.
E
En la terminal se topó con una cara conocida —. ¿Ollie? — ¿Sky? — ¡Ollie! aeropuertos.
Ella se rió y lo abrazó
. Tenemos que dejar de vernos en los
Él la besó en la mejilla, pero vio que bajo la sonrisa su cara estaba dibujada con la más profunda tristeza . ¿Dónde está Jack? Preguntó él. Ella negó con la cabeza—. Soy sólo yo ahora. Te lo diré más tarde, ¿de acuerdo? Él asintió con la cabeza, no queriendo entrometerse y sin dejar que su corazón se esperanzara. Él estaría allí para ella como un amigo. — ¿Qué estás haciendo en Egipto?
Preguntó ella.
— Lo mismo que tú, creo. Acabamos de venir del Inframundo. — ¿Quiénes? Entonces se dio cuenta. Mimi. Por supuesto. Ese es el por qué ella estaba aquí. Jack había dicho que iba a reunirse con ella en el Sahara. — Es una larga historia. Te la diré cuando lleguemos a la sala de estar prometió Oliver—. ¿Qué hay de ti? — Vamos a tomar un café y vamos a ponernos al día
dijo ella.
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Schuyler le dijo lo que había aprendido hasta el momento de su legado, y el secreto de Catherine de Siena acerca del camino bifurcado—. La Puerta de la Promesa es un camino hacia el Paraíso. — Por supuesto encontrar.
Asintió Oliver—. No me extraña que sea tan difícil de
— Es por eso que Michael puso las puertas en lugar de destruir los caminos. Debido a que sospechaba que uno de ellos podría llevar de regreso al cielo dijo Schuyler. Todo había encajado en su lugar. Ella sintió la piel de gallina formándose en sus brazos ante la enormidad de la tarea verdadera que su madre había puesto delante de ella para que la cumpliera. Oliver parecía impresionado y por un momento ninguno de los dos dijo nada. Por último, Schuyler rompió su ensimismamiento—. ¿A dónde te diriges? Le preguntó. — De regreso a Nueva York mi familia está bien.
dijo Oliver—. Tengo que asegurarme de que
— ¿Qué ha pasado? — ¿Ustedes no lo han oído? El Aquelarre se ha ido a pique, e incluso los Conductos no están a salvo. Todas las cosas y todas las personas asociadas con los vampiros están siendo objetivos. — ¿Tus padres? — Seguros por ahora, pero ellos quieren que me una a ellos en la clandestinidad.
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Capítulo 54 EL SACRIFICIO DE ABBADON Traducido por EvaMedina Corregido por marthatithy1
― ¿A qué estás esperando? ― Mimi gritó. ― ¡HAZLO! Ella estaba indefensa en el suelo y, por un momento, ella no quería otra cosa que su propia muerte. Ella lo deseó con toda sus fuerzas. Ella levantó la vista hacia las débiles estrellas e intentó imaginarse el final de todo, la libertad del vínculo y todo el odio que había surgido de eso. Ella deseó el final, pero nunca llegó. Jack había dudado. Mientras él se estaba debatiendo, Mimi vio una oportunidad y la tomó. El dolor en su pecho le dio renovada fuerza. No pereceré en este desierto. Ella no tenía nada más, ¿por qué entregar la única cosa que aún tenía, su vida? Jack puede ser un loco de amor, pero ella no lo era. Ella golpeó a Jack, venciendo a su espada con la suya propia, a pesar del dolor en su muñeca, porque su cuerpo vampírico funcionaba para curarse rápido. Ella envió su espada en espiral descendente hasta el suelo desértico, el brillante acero desapareciendo entre una nube de arena y roca triturada. Mimi saboreó la victoria, pero ella sabía que era falsa. Había sido demasiado fácil desarmarlo. ― ¿A qué juego estás jugando? ― ella exigió. ― ¡PELEA! ― No necesito un arma para pelear contra ti. ― Jack fue resuelto. Él no podía matar a su gemela, pero su muerte, el vínculo podría liberar a Schuyler, y ella se curaría. Él sacrificaría su vida por la de ella. Es lo que había estado planeando todo el tiempo. Era su solución a una elección imposible. Mimi se lanzó hacia él en un último ataque de furia, presionando el filo de la espada en su garganta cuando ella lo derribó hasta la arena.
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Ella escuchó un chasquido peligroso cuando él golpeó una roca irregular y supo que su espalda estaba rota cuando él golpeó la dura piedra. Aún así, ella empujó hasta que la espada comenzó a cortar la piel de su garganta. Un momento antes, la victoria había sido de él, pero él no la había tomado. Él no había podido matarla, y esa fue su debilidad. Pero Mimi no compartía su humanidad, y se apretó contra él con toda su fuerza y enfado, canalizando el negro corazón de su furia en la espada. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron y la transpiración se juntó en su ceja. El enfado recorrió su rostro. ― ¡MUERE! ― gritó ella y levantó la espada hacia arriba para el golpe de muerte. Pero cuando cayó, ésta golpeó el suelo a su lado. ― ¡MALDITA SEA! ― gritó ella cuando lanzó la espada hacia atrás sobre su hombro. Ella era igual de débil que él. Ella no podía matar a su hermano. Mimi se derrumbó en la dura piedra. La batalla había terminado.
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Capítulo 55 El Portero Oculto Traducido por rihano Corregido por Sarii
—¿
A dónde irán tus padres y tú? — dijo Schuyler. — No estoy seguro todavía. Toda nuestra vida está en Nueva York. Yo no creo que ellos realmente puedan sobrevivir fuera de la ciudad —
sonrió Oliver—. ¿Y tú?
— No lo sé — dijo ella—. ¿Ese es... Kingsley Martin? — preguntó, al ver al Venator de cabello oscuro haciendo su camino hacia ellos con tres tazas grandes de café. — Me olvidé de decirte, estoy aquí con Kingsley. Mimi lo sacó del Infierno. Pero ella tenía de alguna forma darle algo para hacer. Yo creo que era su alma o algo así. — ¿Ella tenía una? — Preguntó Schuyler con una pequeña risa. Pero Oliver no se unió a ella, y supo que algo había cambiado. Seguían siendo amigos, pero sus experiencias los habían transformado—. Lo siento — le dijo—. Yo no tenía la intención de sacar las cosas. Kingsley se sentó entre ellos y colocó las bebidas. — Hola, Schuyler. — Hola — dijo—. Ya tenemos café. — Oh, todo esto es para mí — Sonrió Kingsley—. Así que aquí estamos. ¿El peligroso Perry poniéndote al día? — Más o menos— dijo Schuyler fríamente, sin saber si ella confiaba en conversador Venator.
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— Está bien. Kingsley es genial — le aseguró Oliver—. Es uno de nosotros ahora. — Me alegro tener tu sello de aprobación— dijo Kingsley. — De todos modos, me acabo de encontrar con mi antiguo equipo. Los chicos Lennox están aquí con sus mujeres, no sabía que a los chicos les gustaba tener ese tipo de compañía — Él guiñó un ojo—. De todos modos, me dijeron lo que pasó allá abajo, con el ángel siendo asesinado y todo. Schuyler frunció el ceño—. Su nombre era Mahrus. — Raphael — dijo Kingsley—. Nunca me gustó. Pero eso no era ni de aquí ni de allá — Tomó un largo sorbo de su café—. Mira, hablé con unos pocos más de mis amigos venatores en todo el mundo. Las cosas están muy mal en todas partes, al parecer; aquelarres cayendo y todo eso. Pero hay algo más importante. ¿Le dijiste, Oliver? Oliver sacudió la cabeza—. No, pero tú puedes. Kingsley le dijo a Schuyler lo que había aprendido durante su tiempo en el Inframundo. — Eso es todo, entonces — dijo Schuyler—. Creo que el Nephilim, todo este asunto con la toma de las chicas, tan terrible como es, creo que es sólo una distracción. Incluso la destrucción de los aquelarres es sólo una manera de mantener a los vampiros buscando el otro camino...
— Tienes toda la razón — dijo Kingsley, bajando de golpe su taza —. Es un truco.
— Porque, según tú, y lo que ellos intentaban hacer en Nueva York, encontrar la llave de la estrella, que es como se llama a la Llave de los Mellizos, por cierto, es lo mismo que estamos haciendo. Ellos quieren la Puerta de la Promesa.
— Y creo que la han encontrado, ese es el por qué estaban tan confiados — reflexionó Kingsley—. Ahora todo lo que necesitan es al Guardián.
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Capítulo 56 Prueba de sangre Traducido por emi_93 Corregido por marthatithy1
llos se recostaron en la arena por lo que pareció un tiempo muy largo, dejando que su fortaleza vampírica curara sus heridas. Finalmente, Mimi se sentó. Ella se sintió extraña –diferente- algo estaba ocurriendo -su cuerpo estaba sanando -, pero había algo más.
E
Su alma había vuelto. Ella lo había sentido justo en el momento en que había dudado antes de matar a Jack. En el último segundo, cuando decidió que no podía matarlo; cuando ella había clavado su espada en el suelo, en vez de en el pecho de él. Ella había ganado su alma de vuelta con ese pequeño gesto de perdón. Ella la recuperó, el espíritu que ella había dejado en el Inframundo para que Kingsley pudiera regresar a la Tierra con ella, y para que Oliver pudiera conservar su vida. Había regresado a ella. -Esto no es obra de Helda-, pensó ella. -Helda no es tan generosa-. Mimi no sabía a quién agradecerle este fantástico regalo. Estaba agradecida por tener otra oportunidad. Como inmortal, ella podía vivir para siempre -no necesitaba su alma para sobrevivir -, así que la había entregado sin saber las consecuencias. Pero cuando sintió su regreso, se dio cuenta de lo que había perdido: Su amor. Su razón para vivir. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba Kingsley? ¿Se las había arreglado para escapar del infierno? ¿Ella había tenido éxito? No podía recordar nada. Su corazón sufría pensando en él. Ella deseaba tanto verlo, para asegurarse de que estaba sano y salvo.
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Mimi miró a su hermano. Jack estaba respirando pesadamente, y tenía un feo corte en la cara. Ellos habían enfrentado la prueba de sangre y el vínculo persistía entre ambos. ― ¿Estás bien? ―le preguntó a Jack, quien se sentó, gimiendo. ―Unos cuantos golpes y cortes, una espalda rota, pero nada fatal, se está curando rápido. Afortunadamente, somos vampiros. ―Sonrió él―Me alegro que no me hayas matado. ―Sí, sí pero, ¿qué hacemos ahora? Desde que, obviamente, fallamos en matarnos el uno al otro. Jack se puso de pie y ayudó a Mimi a pararse.―Solo hay una manera de salir de éste vínculo. ―No te referirás… ―Mimi palideció. ―Sí. ―dijo él. ―Nuestro antiguo maestro es el único que puede deshacer lo que hizo. El vínculo era más grande que ellos ―más grande que sus deseos ―y no tenían elección. ―Tal vez sea lo mejor. ―dijo Mimi. ―Algo está ocurriendo ahí abajo. Tal vez podamos detenerlo desde dentro. ―Doble agentes ¿quieres decir? ―preguntó Jack con una sonrisa. ―Suena un poco tonto cuando lo dices así, pero sí . Ella se sacudió la arena de los pantalones. Quería ver a Kingsley de nuevo antes de volver al Inframundo, pero sabía que no era posible. Aún así, podía sentir que estaba vivo ―en la Tierra ―y que ella había tenido éxito en traerlo de vuelta. Mientras el vínculo perdurara, ni ella ni Jack podrían estar con aquellos que amaban. ―Bueno, yo estoy listo si tu lo estás. ―No hay mejor momento que el presente. ―combinó él. Ellos desaparecieron en la bruma y, de forma tan simple, los Gemelos del Apocalipsis regresaron al Infierno.
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Capítulo 57 El secreto de Gabrielle Traducido SOS por Katiliz94 Corrección SOS MewHiine
L
a Llave de los Mellizos. La mente de Schuyler se aceleró. Pensó en todo lo que su madre le había contado sobre el Legado de los Van Alen y la Fuerza de Charles. Michael y Gabrielle. Los ángeles más fuertes que jamás habían mentido. Los Incorruptos. Los Arcángeles de la Luz.
—La Llave de los mellizos es la llave de Michael y Gabrielle, —dijo Schuyler, un poco asombrada. —El Todopoderoso dejo un camino abierto para ellos porque eran vampiros por elección y no por pecar. Un camino para regresar a casa. —¿Cómo sabes eso? —Preguntó Kingsley, viéndose un poco asombrado. Schuyler no podía explicarlo. Era algo que Allegra había dicho hace tiempo, justo desde el principio -en aquellos sueños que Schuyler había tenido sobre su madre, y durante su última conversación antes de que Allegra la enviase en esta búsqueda a cumplir su Legado. Se dio cuenta de que este era su verdadero Legado, una secreto tan importante, Allegra no pudo decírselo ella misma. Había confiado en Schuyler para averiguarlo por si mísma. El Legado de los Van Alen era parte de eso buscando las Puertas del Infierno la conduciría a descubrir esto. Todo estaba ahí, un rompecabezas cuyas piezas estaban escondidas, pero estaban lentamente cayendo en su sitio. Allegra había dicho de Charles: Hay algo roto en el universo que solo podemos arreglar juntos. Esto también es parte de tu viaje. Y ¿Cuál era la última cosa que Allegra le había dicho? Hija mía, estoy contigo. Nunca olvides eso. —Esta en… mi. —dijo. —Mi madre era la Guardiana de las Puertas de la Promesa. Ahora sé eso. Es cierto. Ese es el porqué hay dos puertas… porque ella
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ocultó una de la Orden. —Allegra había escondido el conocimiento de su salvación en su hija. Lo que sea que hiciese Allegra la Guardiana -se lo había dado a Schuyler para custodiarlo. La Orden de los Siete había sido dispersados por el mundo para encontrar los Caminos de la Muerte y construir las puertas para mantener a los demonios en el mundo subterráneo. Pero, ¿Qué si uno de ellos había encontrado algo más… no un camino a la muerte sino un camino de regreso al Edén? ¿Entonces qué? ¿Por qué Allegra no había elegido usar la llave por si misma? ¿Qué estaba ocultando? ¿Por qué lo escondió en su hija? La hija de Gabrielle nos traerá la salvación, le había dicho Lawrence. Conducirá a los Caídos de regreso al Paraíso. En resumidas cuentas era ella. Schuyler Van Alen era la Guardiana y la llave. La Llave de los Mellizos. —Tenemos que encontrarlo antes de que los Sangre de Plata y los Nephilim lo hagan. Y tenemos que defenderlo. Oliver, Kingsley… tenéis que ayudarme. —Ya esta, Sky, —dijo Oliver. Levantó la vista de las notas que Lawrence había dejado, y leyó el pasaje que les había llevado del Cairo. —―En la orilla del rio de oro, la ciudad del vencedor una vez debera levantarse sobre la entrada de las Puertas de la Promesa.‖ El Támesis es nombrado después de Isis, la diosa dorada. Y en cuanto a la ciudad de los vencedores… la Ciudad de Londres fue establecida por los Romanos en el año 43 D.C. —¿Qué decís, chicos? —Preguntó Schuyler. —La Ciudad de Londres, —reflexiono Kingsley. —Buen lugar como cualquiera. —Conseguiré nuestros billetes cambiados, —dijo Oliver, permaneciendo de pie y sintiéndose eufórico por encontrarse útil de nuevo. Schuyler sintió a su corazón calmarse. Había mucho que hacer antes del final. Pensó en Bliss ahí fuera había sido encargada de encontrar a los lobos pero desde lo que había visto de los Sabuesos del Infierno, sabía que su hermana tenía una difícil tarea por delante. Necesitarían a los Sabuesos del Infierno al final si van a destruir a los Sangre de Plata, había dicho su madre. Cuando el tiempo llegue, cuando la batalla sea luchada, tuvo la esperanza de tener a Bliss a su lado.
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Kingsley juntó sus copas vacías y las lanzó a la basura. Schuyler se tomo un momento mientras estaba sola. No podía sentir más a Jack en la penumbra. El vínculo telepático entre ellos había muerto, y no sabía si él estaba vivo o muerto. Tenía que continuar sin él. Le había prometido eso. Al igual que antes, habría encontrado una manera de sobrevivir, y estaba contenta de que esta vez tendría a sus amigos con ella.
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Capítulo 58 Siervos Unidos Traducido por katiliz94 Corregido por Isane33
l Príncipe Oscuro se sentó en su trono dorado. Un día, no en un futuro lejano, podría no necesitar esa copia del Paraíso. Un día, regresaría a su antigua gloria.
E
—Estaba preguntándome cuando ambos se darían cuenta de que los Incorruptos nunca los apreciarán como yo. —Lucifer sonrió cuando vio las últimas incorporaciones a su corte real. Abbadon y Azrael resplandecían en sus vestiduras doradas. Estaban vestidos para la batalla, al igual que lo habían estado ese día hace muchos años, durante la gloriosa rebelión, cuando Lucifer había intentado por primera vez tomar el Paraíso por su propia cuenta. Sus alas latían contra sus espaldas y sus armaduras doradas resplandecían como faros en la noche. Sus rostros eran tranquilos y serenos, extraordinariamente hermosos. Sus adorados ángeles oscuros. Lucifer se sentó en su túnica blanca, reluciente, brillando con una luz más maravillosa que cualquiera que hubiese visto jamás. Esta era la estrella de la mañana. El príncipe perdido del Cielo. Caminaron hacia el trono y se arrodillaron a sus pies. —Vinimos a declarar nuestra alianza a cambio nuestra liberación. —dijo Abbadon. —Nuestras espadas están a tus órdenes —añadió Azrael. —¿Qué prueba tengo de su fidelidad? Me traicionaron una vez antes — demandó Lucifer. Jack estaba preparado.
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—Mantendrás nuestras almas como réhenes hasta que seamos libres. Cuando nuestra deuda esté pagada, las recuperaremos junto con nuestra libertad del vínculo y de cada uno. Mimi asintió. —Que así sea. —Sonrió el Príncipe Oscuro. Con Azrael y Abbadon a su lado, su vuelta al Paraíso estaba asegurada—. Levántense, amigos míos. Bienvenidos de nuevo a la lucha.
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Epílogo La Blanca Oscuridad Traducido por Katiliz94 Corregido por Violet~
A
llegra caminó hacia la Blanca Oscuridad. Era alrededor de veinte años desde que había roto su Vínculo. No hace mucho, había dejado a dos hijas de regreso a la Tierra con sus tareas, y había viajado al centro de Tártaro. Encontró a Charles en un humeante club nocturno. No se habían visto el uno al otro desde aquella noche cuando le dejó en Nueva York. —Ahí estas —dijo ella con gentileza. Charles vestía un nítido traje negro y estaba sentado frente a un piano, tocando las teclas distraídamente. —¿Cómo me encontraste aquí? —preguntó él. —Es uno de nuestros recuerdos favoritos, ¿verdad? —Allegra miró alrededor—. 1923. El Club del Algodón. Antes del fuego. Charles suspiró. —¿Debería tocar algo contigo? —preguntó Allegra, sentándose al lado de él—. ¿Cantarás para mí? Charles asintió. Se puso de pie para coger el micrófono y comenzó a cantar. —Unstop the day, you’ll raise again… Allegra escuchó, sus ojos brillaban con lágrimas mientras ella tocaba. Cuando el terminó, aplaudió.
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—¿Debería contarte la historia? De Florencia —preguntó Charles—. No sé si eres lo bastante fuerte para escucharlo. —Empieza por el principio —dijo Allegra—. Sólo conozco mi lado.
Continuará... No te pierdas la continuación de esta fabulosa saga y únete.
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Próximamente Gates of Paradise Schuyler Van Alen se está quedando sin tiempo. El príncipe oscuro del infierno está asaltando las puertas del paraíso con la intención de ganar el trono celestial para siempre. Esta vez tiene sus grandes ángeles a su lado, Abbadon y Azrael Jack y la fuerte Mimi, como se les conoce en el Aquelarre. O eso es lo que piensa. A pesar de que Lucifer ordena matar a los verdaderos amores de Jack y Mimi, los gemelos Force hacen un voto secreto para derrotar al Príncipe Oscuro de una vez por todas. Pero ¿hasta dónde pueden Mimi y Jack ocultar sus lealtades reales? Mientras tanto, Llewellyn Dicha ex vampiro ha unido fuerzas con Lawson, el gran lobo de los infiernos para liberar a su pueblo de su prisión en el infierno. En su lucha contra viento y marea, un mensaje antiguo, en la trama misma del tiempo, revela hasta qué punto dependen del éxito de su misión. Lucifer busca la llave de la puerta de la Promesa, y cuando Schuyler es tomada prisionera y entregada directamente al mismísimo infierno, ella debe tomar una decisión impensable — la misma que el arcángel Miguel se vio obligado a hacer durante la Crisis en Roma. ¿Schuyler encontrar la fuerza para hacer lo que él no pudo? La serie épica y desgarradora Sangre Azul llega a su fin con esta última novela sobre el coraje asombroso, sacrificio insoportable, y la inmortalidad del amor verdadero. Continuará sólo en Paradise Summerland.
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