Revista Clave Visual CV07 Bokeh - Mayo 2021

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Grupo fotográfico de Almería

CV07 mayo 2021

MI CERNÍCALO DE HOJALATA UN MEDIO INESTABLE ORQUÍDEAS SILVESTRES HÁLENDI + BRUCE PERCY GALERÍA: BOKEH ENTREVISTA


CLAVE VISUAL MAGAZINE

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Nº7 BOKEH - MAYO 2021

Bienvienido a

Magazine

Mayo 2021

Poco a poco vamos recobrando la normalidad en nuestra vida cotidiana y, cómo no, también se ve afectada (positivamente), nuestra vida fotográfica con lo que parece el principio del final de esta triste situación. Aunque no podremos recuperar nunca la primavera de 2020, hemos disfrutado enormemente esta última estación de florecimiento y de vuelta a la vida en nuestros campos, aprovechando para traeros interesantes contenidos. En este número os vamos a ofrecer una triple visión desde tierra, mar y aire de nuestra amada naturaleza: con Agustín Barrajón nos vamos a dar un chapuzón en el Mar Mediterráneo y nos mostrará cómo fotografiar fauna desde la cubierta de una embarcación; de la mano de Enrique Capilla y José A Sánchez vamos a dar un paseo por el campo y nos adentraremos en el apasionante y espectacular universo de las orquídeas silvestres; por último, Manuel Ismael Gómez nos llevará a dar una vuelta por las alturas y nos enseñará cómo se ve el planeta a vista de pájaro. Subiendo un escalón más en cuanto a los ilustres fotógrafos que visitan nuestras páginas, en esta ocasión contamos con una entrevista a uno de los fotógrafos británicos más importantes, Bruce Percy, y echaremos un ojo a su último libro: Hálendi. Por último, adelantaros un par de noticias. La primera está relacionada con el colectivo Portfolio Natural, que acaba de sacar a la venta uno de los libros que seguramente será de referencia en el panorama fotográfico hispano hablante en los próximos años -El arte de fotografiar la naturaleza-. La otra es una invitación a la inauguración, el próximo 23 de junio, de nuestra primera exposición grupal, que además será al aire libre: Natural -Naturaleza almeriense-, abierta a todos en el Paseo de Almería hasta finales de julio. Un abrazo muy fuerte a todos. Disfrutad con estas páginas. El equipo de Clave Visual.

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FCLAVE OTVISUAL O MAGAZINE DE PO RTADA Manuel Ismael Gómez

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Diseño y maquetación Manu Méndez Edición Federico García Maroto

Manu Méndez

Equipo de redacción Paco Fernández Miguel Rubio Agustín Barrajón Edu Hernández de Haro Javier Blanes José A. Sánchez Pérez Fran Rubia Luis Saracho

Juan Tapia Germán Rubia Manuel I. Gómez Joaquín Hortal Joaquín Fernández Caparrós Enrique Capilla Federico García Maroto Manu Méndez

Artistas invitados Bruce Percy

© Todos los derechos de las fotografías y textos están reservados a sus respectivos autores. Queda prohibida, salvo autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción o el uso por cualquier medio, mecánico o electrónico, de las fotografías y textos incluidos en esta publicación. Se autoriza, no obstante, la distribución electrónica en redes sociales o por cualquier otro medio, respetando en cualquier caso lo referido en el párrafo anterior. Puedes ponerte en contacto con nuestro equipo o enviar contenido a través de nuestro email: clavevisualalmeria@gmail.com El grupo Clave Visual se fundó en Almería entre finales de 2018 y principios de 2019. La revista Clave Visual se publica online cuatrimestralmente (enero, junio y septiembre).

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8 MI CERNÍCALO DE HOJALATA Por Manuel Ismael Gómez

26 ORQUÍDEAS SILVESTRES Por Enrique Capilla y José A. Sánchez Pérez

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ENTREVISTA

HÁLENDI + Bruce Percy Por Federico García Maroto

64 UN MUNDO INESTABLE Por Agustín Barrajón

84 GALERÍA: BOKEH

Portfolio con fotografías de los componentes del grupo

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MI CERNICALO

DE HOJALATA Por Manuel Ismael Gómez

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MI CERNICALO DE HOJALATA La capacidad de poder volar es sin duda una de las más deseadas y añoradas desde nuestros orígenes más primigenios, uno de los sueños más antiguos desde que el ser humano tiene uso de razón. Un sueño asociado a multitud de emociones y sensaciones, pero que podrían resumirse como una expresión de la libertad más absoluta, o incluso mucho antes, estaría quizás ligado a una necesidad más básica y primitiva como es la de escapar de situaciones de peligro en los que la vida estaba en juego. Podemos retroceder unos cuantos miles de años y evocar cómo los hombres del final del Neolítico oteaban la avifauna de la laguna de la Janda (antigua laguna localizada en la provincia de Cádiz) y luego la pintaban en sus cuevas. Las figuras de aves en el arte cuaternario europeo son algo excepcional, casos únicos y evidentes en la pintura rupestre de la Península y que prueban cómo las aves ya fascinaban a nuestros antepasados.

Pinturas rupestres que podrían ser las primeras manifestaciones sobre el sueño de volar y a las cuales siguieron muchas otras a lo largo de la historia de la humanidad, descritas en los jeroglíficos egipcios o por ejemplo en la mitología griega, tal vez con una de las primeras y más famosas historias sobre el sueño de volar, la de Ícaro y su padre Dédalo: En la isla de Creta durante el mandato del rey Minos vivía un inventor llamado Dédalo. El rey, para asegurarse la propiedad de sus inventos lo encerró junto con su hijo Ícaro en una cueva que asomaba al mar desde un alto acantilado. Después de algún tiempo, cuando Ícaro llegó a la adolescencia y sintió el deseo de ser libre, Dédalo decidió imitar a los pájaros y construyó dos pares de alas y dos arne-

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ses. Recolectó plumas de los pájaros que anidaban en el acantilado y las pegó con cera. Cuando estuvieron listos salieron volando desde el acantilado y Dédalo aterrizó en la playa de una isla cercana, pero Ícaro, entusiasmado con el vuelo competía con las aves y se acercaba al sol; el calor derritió la cera y se desprendieron las plumas. Del desdichado Ícaro, que cayó al mar, solo quedaron unas cuantas plumas flotando en las aguas. Tal y como cuenta la mitología griega el deseo humano de imitar a los pájaros ha tenido trágicas consecuencias, pero no por ello se dejó de intentar, al contrario, la fantasía de volar pasó a convertirse en un reto. Se han perdido muchas vidas y se han dilapidado fortunas en pos de esta quimera pero, incluso a día de hoy, científicos, inventores y aventureros persisten en el intento. Leonardo da Vinci, el genio del Renacimiento, dibujó cientos de imágenes de aves en pleno vuelo, analizando la anatomía de sus alas empeñado en desentrañar sus secretos. Realizó meticulosos planos de máquinas voladoras que guardan cierto parecido con los actuales planeadores y helicópteros. El “ornitóptero” fue una de las máquinas diseñadas por Da Vinci en la que pretendía simular el movimiento de un ave batiendo sus alas. Pero Leonardo no llegó a comprender bien la física del vuelo. En su lecho de muerte, en 1519, dijo que una de las cosas que más lamentaba era no haber podido volar.


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En el siglo V, diez siglos antes del nacimiento de nuestro querido Leonardo, ya se había diseñado el primer aparato volador: la cometa o papalote. Pero la primera ascensión de un aparato tripulado no se produjo hasta el 15 de octubre de 1783 en París. Se trataba de un globo diseñado en base a los principios físicos descritos por los hermanos Montgolfier. Esos principios afirmaban que un objeto podría elevarse siempre que este pesase menos que el aire atmosférico que le rodease. Sabido que el aire caliente pesa menos que el aire frío, se construyó un globo con una envoltura de tela y se calentó el aire de su interior. Se dice que sus inventores se inspiraron al ver trozos de papel flotando sobre la corriente ascendente de una hoguera. El éxito fue inmediato, apareciendo numerosos seguidores que imitaron y mejoraron el invento. Hicieron falta muchos experimentos fallidos más para que unos años después, sobre 1799, Sir George Cayley averiguara que el vuelo requiere sustentación, propulsión y control. Este ingeniero británico construyó un planeador con un ala curva para generar la sustentación. Luego, ordenó a su cochero que se montara en el aparato y pidió a unos campesinos que lo empujaran colina abajo hasta que adquirió suficiente velocidad para volar. Por desgracia, faltaba el control. El planeador se estrelló después de surcar el aire varios cientos de metros. El cochero sobrevivió, pero dicen que la experiencia no le hizo ninguna gracia. Después, en los primeros años del siglo XX, vinieron los hermanos Wright (Wilbur y Orville) y montaron un motor y unas hélices en un planeador. Aquella máquina humeante y ruidosa marcaría el inicio de la aviación moderna. Aviones, helicópteros, aparatos de propulsión a motor y de propulsión humana… la evolución en las últimas décadas ha sido increíble.

medía la actividad cerebral y los movimientos de cabeza de los pájaros mientras volaban. El aparato electrónico fue ajustado temporalmente sobre la cabeza de hembras de fragata común en período de anidamiento. Como si se tratara de la caja negra de un avión, el dispositivo reveló que los pájaros pueden dormir mientras vuelan. Durante la noche echaron unas breves cabezadas de apenas unos minutos, pero sumadas, dormían una media de 42 minutos cada noche y parece ser que mantienen un ojo abierto para evitar colisiones con otros pájaros. • El ornitólogo británico Ronald Lockley planteó la siguiente hipótesis hace casi cincuenta años: que, a excepción de la temporada de cría, el vencejo común pasa la mayor parte de su vida en el aire. Por primera vez, unos investigadores de la Universidad de Lund (Suecia) han podido corroborar científicamente esta suposición y comprobar que el vencejo común permanece en vuelo ininterrumpido durante diez meses completos y sólo se posa dos meses para poner los huevos y criar a sus polluelos. Y no solo ocurre cuando hablamos de aves, nos pasa igual cuando nos fijamos en los insectos, valga como ejemplo excelso el caso de las libélulas, auténticas maravillas de la ingeniería aerodinámica. El adulto bate sus dos pares de alas y puede controlar la navegación a la perfección, corrigiendo el ángulo de sus alas de forma independiente, lo que le permite asombrosas maniobras aéreas y espectaculares cambios de dirección. Pero si, a pesar de nuestra torpeza, ya sabemos surcar los aires, ¿cuándo empezamos a hacer fotos de lo que vemos mientras volamos?

Pero la capacidad de despegar del suelo como una alondra, lanzarse en picado como un halcón y revolotear como un colibrí se nos sigue resistiendo. Las aves vuelan con más eficiencia y precisión que cualquier aparato construido por nosotros. Hay muchos ejemplos increíbles en la naturaleza y que los científicos han demostrado: • La pardela sombría recorre 64.000 kilómetros en su migración de ida y vuelta desde Nueva Zelanda hasta Alaska. • Los investigadores dirigidos por Niels Rattenborg, desarrollaron un pequeño dispositivo que 11


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¿Cuándo nace y qué es la fotografía aérea? Si la fotografía es un invento reciente, del primer cuarto del siglo XIX, más aún lo es la fotografía aérea. La más antigua que se conserva es una de Boston, de 1860, de James Wallace Black, que hizo desde un globo aerostático que subió hasta unos 650 metros. Se conserva en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Pero quien está considerado como el pionero de la fotografía aérea es Gaspard-Félix Tournachon (1820-1910), más conocido por su pseudónimo, Nadar. En 1855 se le ocurrió patentar las fotos aéreas desde un globo para trabajos de cartografía y topografía. Pero no fue hasta tres años después cuando logró elevarse con un globo unos 80 metros y fotografiar una población cercana a París llamada Petit Bicêtre. Desgraciadamente la foto no se conservó y la suya más antigua que se conoce es una del Arco de Triunfo de 1868. Sus experimentos fotográficos desde globos aerostáticos le dieron a Nadar mucha fama, hasta el punto de inspirar a Julio Verne para su libro “Cinco semanas en globo” (1862).

Antes de que llegase la fotografía desde los aviones hubo dos experiencias sin demasiado éxito. Por un lado, las imágenes tomadas con palomas mensajeras, en las que se colocaba una cámara atada a las 12

palomas que iba disparando con un temporizador, pero no dio mucho resultado por el movimiento errático de las aves. Por otro lado, otro intento fue a partir de las cometas, pero no alcanzaban demasiada altura. Aun así, son muy conocidas las fotos de San Francisco tras el terremoto de 1906 realizadas con cometa por Jorge R. Lawrence. El salto definitivo de la fotografía aérea se da con la llegada de la aviación y especialmente con la Primera Guerra Mundial, cuando se confirma la importancia de disponer de información precisa del terreno y de la posición de los ejércitos enemigos. A esta fotografía desde aviones o helicópteros se le van sumando con los años las realizadas desde satélites, drones, etc.


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Vivimos en una sociedad en la que el manejo de información es cada vez más elevado, fundamental para realizar multitud de gestiones y en muchas de ellas es clave contar con información georreferenciada. La fotografía aérea es una de las bases para la información geográfica en general, utilizándose en urbanismo, ordenación del territorio, catastro, gestión forestal, hidrografía, etc. formando ya parte de nuestra vida cotidiana.

cialistas, siendo poco accesible y bastante cara. Sin embargo, gracias a los últimos modelos de drones, esta alternativa fotográfica está adquiriendo cotas hace años impensables, al ser más asequible para los fotógrafos aficionados. No es de extrañar que hayan aparecido categorías definidas o especiales para fotografía aérea dentro de los concursos de fotografía, o directamente concursos específicos de fotografía con drones.

La fotografía aérea nos ayuda a explorar la tierra, a conocer maravillas naturales o ciudades desde arriba. Ya sea usando un avión, un helicóptero o un dron, siempre es una actividad distinta. Desde el punto de vista del arte, esta modalidad puede ayudar a darle una nueva perspectiva al fotógrafo, ya que permite imágenes realmente distintas. Puede incluir fotos totalmente cenitales o en modo vertical pero también con un ángulo más oblicuo donde, por ejemplo, se pueda ver el horizonte.

Hoy en día ya nos empezamos a acostumbrar a este tipo de imágenes, sobre todo desde que Google Earth (una herramienta fundamental para todo fotógrafo de drones) nos diera la posibilidad de explorar desde el aire y palmo a palmo, todos los rincones de este maravilloso planeta. Pero es que la madre naturaleza es tan bella, asombrosa y sobre todo cambiante en todas sus escalas conocidas que, aunque este tipo de fotos aéreas inundan las redes y cargan de imágenes espectaculares nuestro bagaje visual, aun así, siguen despertando nuestro asombro y algún que otro ¡WOW!

Pero desde sus inicios, la fotografía aérea ha sido prácticamente exclusiva de profesionales y espe-

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Y después de todo este recorrido por la historia de los vuelos y la fotografía aérea os voy a contar un poquito más acerca de la fotografía con drones. Pero no me voy a centrar en cuestiones técnicas: legislación, leerse bien los manuales del propio dron, practicar primero en sitios seguros, disparar en raw, enfocar bien, ajustar bien la velocidad de obturación, limpiar el objetivo antes de despegar, no apurar las baterías, mucho cuidado al aterrizar, mucho cuidado con las hélices y un larguísimo etcétera. Más bien me voy a centrar en contaros mis sensaciones a la hora de volar un dron. Os recomiendo, eso sí, utilizar Google Earth como una de las herramientas elementales para planear vuestras “rutas de revoloteo”. Por varios motivos:

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- Para localizar lugares que fotográficamente os puedan llamar la atención. Y es que a pie de pista, sobre el terreno, nuestra vista no está acostumbrada y la mayoría de las veces, aunque lo tengas delante de las narices, no eres capaz de imaginar el espectáculo visual que tienes enfrente hasta que no alzas el vuelo con el dron. - Para localizar el sitio que vais a tener como base para lanzar el dron. Puesto que te puede gustar mucho una zona para intentar hacer fotos, pero si el lugar al que puedes llegar para poner la base del dron está muy lejano o está cercano a muchos obstáculos (como árboles, tendido eléctrico, etc…), pues harán mucho más complicada o imposible la navegación.


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¿Y cómo es eso de volar un dron y fotografiar con él? Pues una auténtica pasada, como ser humano y como aficionado a la fotografía: - Como ser humano porque para mí es una de las vivencias más próximas a sentir la libertad de un pájaro, ver lo que verían sus ojos y explorar con la independencia que dan sus alas aquellos sitios a los que no sería fácil acceder. Y es que, no he tenido la posibilidad de probarlo con unas gafas virtuales (con la que se deben de aumentar las sensaciones), pero aun así, simplemente con la pantalla del móvil, al ser tú el que dirige, el que se mueve de un lado a otro, te llega a sumergir tanto en la experiencia, que a veces, al sortear una colina o meterme en las grietas de un glaciar, he llegado a sentir verdadero vértigo. - Y ya como aficionado a la fotografía ni os cuento. Sobre todo porque me encanta esa variante más artística y/o abstracta, el hecho de poder tener esos puntos de vista tan diferentes, el hacer que las personas que vean las fotos se queden pensando ¿pero esto qué es? ¿qué escala tiene? ¿es un metro cuadrado del suelo? ¿son 100 metros? ¿pero es de este planeta? Una vez que tienes todo preparado y conectado, empiezas a escuchar los sonidos que se van generando en todo este ritual, tanto desde el dron (cuando pulsas el botoncito y se activan las luces) como desde el móvil conectado al mando. Todos y cada uno de esos soniquetes empiezan a grabarse en tu cerebro y a emitirle señales cual campanilla al perro de Pavlov. Comienza a correr la adrenali-

na por tu cuerpo, te aumenta el ritmo cardiaco, la tensión arterial, la respiración, tu cerebro inicia el proceso de generar dopamina y empiezan a convertirse en melodías que llegan a confundirse con la 5ª sinfonía de Beethoven. Ni que decir tiene cuando las hélices del dron se aceleran y aquello empieza a levantar el vuelo ¡pufff! qué ruido más angelical, parece que uno no fuese a cansarse nunca de escucharlo y de ver “al bicho” despegar y alzarse hacia el cielo. Por más veces que lo haya visto iniciar el ascenso no consigo evitar tener dos reacciones: una es la de abrir la boca y mirar al cielo cual niño que ve por primera vez los fuegos artificiales de una feria y otra la sensación del que se despide de un soldado que va a combatir en la guerra ¡suerte compañero! y allá que se va el tío a cumplir con su misión a pesar de las inclemencias: viento, lluvia, incluso nevando… ¡qué valiente! ¡joeee! Pero es que lo más bonito viene después, cuando empiezas a observar en la pantallita de tu móvil lo que está viendo tu cernícalo de hojalata. Cada vuelo es una aventura visual sin igual. Los 15-20 minutos que suele durar el viajecito pasan en un suspiro y uno desearía tener una maleta llena de baterías esperando en el coche. Llegados a este punto, ya solo os queda relajaros, disfrutar y dejaros llevar por vuestra intuición fotográfica. Porque como decía Leonardo da Vinci: “Una vez hayas probado el vuelo siempre caminarás por la tierra con la vista mirando al cielo, porque ya has estado allí y allí deseas volver”.

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NATURAL NATURALEZA ALMERIENSE

EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA AL AIRE LIBRE

Paseo de Almería Del 23 de junio al 31 de julio

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ORQUÍDEAS SILVESTRES

Por Enrique Capilla y José A. Sánchez Pérez 29


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ORQUÍDEAS SILVESTRES Visible e invisible belleza

Desde la posición erguida del ser humano, nuestra vista nos informa del mundo que nos rodea y es útil que así sea para nuestro día a día; pero desde esa posición también perdemos conciencia de un mundo lleno que vida que bulle a ras de suelo, vegetales qua alcanzamos a ver como pequeñas manchas de color, formas de vida animal que apenas percibimos en sus rápidos movimientos, otras que, por su tamaño, nos resulta imposible percibir... Basta situarse cuerpo a tierra para que se nos manifieste una nueva perspectiva de nuestra realidad, un mundo en ebullición lleno de vida, formas, colores y detalles sorprendentes. Si desde esta posición miramos a través de una lente fotográfica, el descubrimiento se enriquece sobremanera con detalles que difícilmente alcanza nuestra vista. Hablamos, sí, de fotografía macro y de aproximación, una parcela dentro de la fotografía que nos abre las puertas a un mundo en el que las dimensiones son pequeñas en tamaño y enormes en belleza e interés.

tal ocupa un lugar destacado por ofrecernos estampas de gran colorido, ricas texturas, originales formas y gran atractivo; y dentro de este mundo se hallan las orquídeas, una familia muy especial que sorprende y fascina tanto por aspectos visibles como por características particulares no visibles.

En esta especialidad fotográfica, el mundo vege-

La familia orchidaceae se extiende por, prácticamente, todos los continentes a excepción de la Antártida y las zonas desérticas y, según los últimos estudios, se estima que existen más de 25.000 especies agrupadas en más de 500 géneros, lo que implica que sea, junto a las compuestas, una de las dos familias más grandes de fanerógamas (plantas con flores y semillas cuyo aparato vegetativo posee raíz, tallo y hojas verdaderas). Su nombre procede del término griego “orkhis”, que significa testículo y que Teofrasto de Ereso (siglo III antes de Cristo) empleó en su descripción de una orquídea que presentaba dos raíces tuberosas engrosadas típicas en muchas orquídeas mediterráneas.

Ophrys riojana

Serapias cordigera

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Cephalantera rubra

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Androrchis cazorlensis

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Orchis simia

Aceras antrophorum


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La mayor diversidad la encontramos en los bosques tropicales, donde abundan las orquídeas epifitas (viven por encima del suelo), mientras que en las zonas templadas donde habitamos encontramos orquídeas geófitas (viven en el suelo donde se enraízan). Lo primero que se hace visible son sus hojas que forman frecuentemente una roseta basal. Las hojas seguirán apareciendo, aunque de menor tamaño, envainando un único tallo que culminará con una inflorescencia que puede ir desde una sola flor (caso del Cypripedium calceolus) hasta cincuenta o sesenta flores en espiga o racimo con forma cilíndrica, cónica o incluso en espiral, caso del género Spiranthes.

ANATOMÍA DE UNA ORQUÍDEA Las flores, sin duda, son el elemento más atractivo de la planta. Son hermafroditas y zigomorfas (un solo plano de simetría), se componen de tres sépalos y tres pétalos, dos de ellos laterales y generalmente de menor tamaño que los sépalos y otro, el superior, más desarrollado y completamente diferente, llamado labelo. Las formas de este labelo presentan gran atractivo y variedad y servirán a la planta para atraer a los polinizadores. La flor se une al tallo mediante el ovario que, en la mayor parte de las especies, está resupinado, es decir, presenta una torsión de 180 grados, de manera que el labelo que vemos en la parte inferior realmente es el pétalo superior de la flor. Según la bibliografía consultada y atendiendo a la morfología del labelo se pueden distinguir tres tipos de estructuras florales:

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- Flores del tipo Ophrys caracterizadas por carecer de espolón y tener un labelo muy complejo cuya forma se asemeja a insectos, siendo este muy coloreado con zonas brillantes y zonas cubiertas de vellosidad (1). - Flores del tipo Epipactis/Limodorum/Serapias/ Cephalantera caracterizadas por un labelo con un estrechamiento en su zona media que lo divide en dos partes, la superior o epiquilo y la inferior o hipoquilo (2). - Flores del tipo Orchis/Dactylorhiza caracterizadas por la presencia de un espolón que es una invaginación del propio labelo (3).

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No obstante, y debido a los continuos avances en las investigaciones botánicas con el auge de la taxonomía filogenética que usa herramientas como los análisis de ADN molecular y poderosos métodos computacionales, los nombres van cambiando y pueden no coincidir con los de las fuentes consultadas. Hasta aquí el espectáculo visible de las orquídeas, pero no menos fascinante es lo que no podemos ver de ellas: aspectos que nos hacen pensar en una inteligencia particularmente refinada. Empezaremos por sus minúsculas semillas, de las más pequeñas del reino vegetal, con un peso entre 0,3 y 15 microgramos y que se producen en gran cantidad en el fruto en cápsula que, llegado el momento, las liberará por miles y serán dispersadas por el viento a distancias de hasta cientos de kilómetros. Normalmente una semilla de cualquier planta solo necesita unas condiciones de humedad, temperatura y terreno propicio para germinar aprovechando los nutrientes que ella misma posee como reserva. Himantoglossum robertianum

Orchis itálica

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Orchis provincialis


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Ophrys bombyliflora Ophrys castellana

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Epipactis kleinii


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En el caso de las orquídeas, la minúscula semilla carece casi por completo de estos nutrientes por lo que sus posibilidades de éxito dependen de alcanzar un terreno propicio en el que exista un hongo específico con el que poder micorrizar (establecer una relación de simbiosis entre un hongo y una raíz). En esta relación de simbiosis el hongo obtiene de la planta hidratos y proteínas y la planta recibe del hongo agua, sales minerales y algunas sustancias orgánicas simples. Tras la germinación de la semilla comienza a formarse la parte subterránea de la planta, unas raíces que por engrosamiento darán lugar a un tubérculo que será el origen de la parte externa de la planta; pero esto no ocurrirá hasta haber pasado varios años y cuando las condiciones ambientales sean propicias. Una vez comenzada la parte exterior de la planta, se irá engrosando otra raíz y formando un nuevo tubérculo donde se almacenarán los nutrientes que permitirán la planta aérea del año siguiente, aunque hay que señalar que el ciclo no es siempre anual, tanto por cadencia natural como por adaptación a las condiciones ambientales de cada año. En estas variadas estrategias de polinización las orquídeas se sirven de diversidad de insectos que utilizan como vehículos de polinización y a los que raramente ofrecen beneficio a cambio.

Ophrys speculum con polinizador

Ophrys picta

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Así vamos a encontrar orquídeas que tienen néctar, aunque son las menos; orquídeas que simulan tener néctar y en algún caso emiten aromas, método de engaño bastante frecuente; orquídeas que simulan tener polen; orquídeas que simulan ser hembras de insectos para atraer a los machos a copular; orquídeas que ofrecen refugio durante la noche con varios grados de diferencia con el exterior e incluso orquídeas que se polinizan a sí mismas. En el espacio de este artículo no se puede abarcar la diversidad de información que requiere un conocimiento profundo de estas maravillosas plantas por lo que recomiendo las obras y sitios web que han servido de base para elaborar este artículo: -Guía de campo de las orquídeas de la provincia de Granada (Equipo de Granada Natural) -Guía de campo de las orquídeas silvestres de Andalucía (Manuel Becerra y Estrella Robles) -Orquídeas del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas (Alfredo Benavente) -https://www.orquideasibericas.info/ (web con géneros y claves para identificación) -https://www.almerinatura.com/orquideas (web centrada en la flora de Almería, que contiene un monográfico sobre las orquídeas presentes o citadas en esta provincia).

Desde el punto de vista fotográfico no es necesario un equipo muy especializado. Dada la variedad de tamaños y las posibilidades fotográficas que van desde la macrofotografía, a la de aproximación y la de ambiente, podemos utilizar tanto una cámara bridge como una cámara de objetivos intercambiables. No es necesario un objetivo macro, aunque sí recomendable. Tampoco reflectores, flashes, paneles led, aunque a veces resultan útiles. La utilización de fondos artificiales es una solución si la situación de la planta no permite un fondo natural atractivo; por supuesto, antes esto que destruir el espacio vital de la planta. Ni que decir tiene que el acercamiento a estas plantas ha de ser respetuoso con su integridad y con la del espacio que ocupan, pues, como todo ser vivo, merecen llevar a cabo su ciclo vital en beneficio propio y en el del mundo natural al que pertenecemos. Desgraciadamente, la ignorancia anima a algunos desalmados a quererse llevar la planta a casa, desconociendo su íntima relación con el hongo que nunca van a poder proporcionarle fuera de su espacio natural y frustrando, de esta manera, no solo su floración en años posteriores, sino también las posibilidades de supervivencia de la especie mediante sus semillas.

Limodorum abortivum

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Orchis morio


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Orchis purpurea


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Epipactis distans

Cephalantera longifolia

Serapias vomeracea

Ophrys vernixia

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Por Juan Tapia

Cañamares: Pasión por el color La primera vez que viajé a Cañamares fue a través de la obra de David Santiago. Sus impactantes imágenes cargadas de romanticismo han contribuido, con el paso de los años, a mitificar un nuevo “hito fotográfico”. Este maravilloso lugar de la península ibérica es ya una nueva ruta de peregrinación para los amantes del color. El 19 de enero de 2017 visité por primera vez estas tierras llenas de tradición por el cultivo del mimbre. Esta escapada fue breve porque David Santiago y yo nos dirigíamos a Sigüen-

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za para una reunión anual de Portfolio Natural. Mis primeras impresiones del entorno no fueron para nada positivas, ya que el entorno no se encontraba con sus mejores galas. Muchas de las parcelas de mimbre se encontraban recolectadas y el otoño, ya ausente, había dejado al paisaje huérfano de color. Aun así, me animé a tomar algunas fotografías, aunque únicamente se salvó una de ellas. El 1 de noviembre de 2017 regresé por segunda vez a Cañamares. David Santiago y yo nos unimos, como docentes, para impartir dos


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talleres consecutivos en esta tierra. Entre una convocatoria y la otra, decidimos visitarlo para realizar obra personal. En esta ocasión, mis sensaciones vividas fueron más intensas y positivas porque el entorno se encontraba en su máximo explendor. Los caducifolios estaban en su mejor momento y se aunaban con el mimbre para crear bellísimas sinfonías cromáticas. Fueron jornadas muy productivas y llegué a conseguir más de una decena de imágenes que me satisfacían. La imagen que os muestro en la página anterior corresponde a mi primera visita y pienso que es la fotografía más creativa que he realizado en este lugar. Paradójicamente surgió cuando tenía menos opciones y cuando más desmotivado me encontraba. Experimentando con distintos planos de desenfoque descubrí la posibilidad de subjetivar la significación de la imagen. Trabajé con un teleobjetivo medio a

máxima apertura para conseguir desenfocar el mimbre y evocar así el fuego. En ese momento me pareció interesante buscar un fondo que interactuara con el elemento metafórico. Muchas veces nos creamos demasiadas expectativas de aquellos lugares que visitamos. Estos pensamientos están influidos por aquellas imágenes que vimos y pueden llegar a bloquear nuestra creatividad cuando los elementos del paisaje no se encuentran como esperábamos. La capacidad de adaptación frente al “nuevo entorno” es fundamental para extraer de él algo interesante. Existen lugares con mayor interés que otros, pero su belleza puede estar condicionada por la estética que el fotógrafo ha sabido otorgarle. Por este motivo considero, que nuestra visión más artística puede llegar a engrandecer y mitificar cualquier lugar del mundo.

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BiVisual blioteca

B

ruce Percy es un fotógrafo paisajista escocés con una ya larga trayectoria, y con un estilo personal y reconocible, algo cada vez más difícil de encontrar en este tipo de fotografía. Aunque las escenas que capta proceden de la naturaleza, sus imágenes trascienden ese medio, y pertenecen más bien al mundo etéreo de los sueños. A menudo se le ha comparado con Michael Kenna, un claro referente de la fotografía minimalista en blanco y negro, y fuente innegable de su inspiración, como él mismo reconoce sin disimulo. Sin embargo, el estilo de Percy ha seguido un camino propio, y no sólo por la elección de la película en color como soporte para su fotografía. La elegancia y sutileza de sus imágenes, la comprensión profunda de las relaciones tonales, y su tendencia hacia la abstracción, sin duda le confieren un sello propio e inconfundible. Bruce ha publicado hasta la fecha cinco libros de autor, de los que “Hálendi”, aparecido a finales de 2020, es su último proyecto. Cuenta también con nueve libros en formato e-book, centrados principalmente en aspectos técnicos y didácticos, algunos de los cuales resultan muy interesantes para quienes, además, estén interesados en la forma en que este autor entiende y se aproxima a la fotografía.

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Por Federico García Maroto

Hálendi es como llaman los habitantes de Islandia a sus Highlands o Tierras Altas. Es un área deshabitada, con una elevación de unos 400-500 m, que cubre la mayor parte del interior de la isla. En realidad puede considerarse como un desierto volcánico donde el agua escasea debido a que se filtra tan rápidamente que no llega a estar disponible para las plantas. Un territorio formado por tierras grises, negras o marrones procedentes de la lava y las cenizas volcánicas, cubierto por completo de nieve en la época invernal, y surcado en la época de deshielo por numerosos ríos. Las “Highlands“ de Islandia se han convertido en extremadamente populares para los fotógrafos, principalmente a raíz del trabajo de Hans Strand, debido a las impactantes escenas abstractas y de gran cromatismo del área de Landmanalaugar, con sus montañas pintadas con toda la gama de ocres imaginables y por pinceladas de nieve. Las fotografías de Hálendi han sido realizadas principalmente en la reserva natural de Fjallabak, una zona en realidad muy próxima a Landmanalaugar, y que Bruce ha visitado asiduamente desde el año 2016. Sin embargo, las imágenes de este libro poco tienen que ver con lo visto previamente y vienen, de hecho, a demostrar que no todo está hecho en esta popular isla.

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“La mayoría de los paisajes raramente están “acabados”. El simple hecho de encontrarme a mí mismo viendo las cosas de una forma nueva, es un recordatorio. El paisaje siempre tiene algo que mostrarnos, solo tenemos que escuchar.” Bruce Percy

No es la primera vez que Percy fotografía el paisaje de Islandia puesto que ya en 2012 publicó “Iceland. A Journal of Nocturnes”, una colección de imágenes con la particular atmósfera que caracteriza su obra, captadas en lugares reconocibles de la periferia más accesible de la isla. En ese primer trabajo predomina el interés por los sujetos en sí mismos, los cuales plasma de forma generalmente objetiva, así como por las relaciones entre los distintos elementos y su distribución cuidadosa dentro de la imagen. En Hálendi, sin embargo, Percy se interna en las zonas más remotas de la isla en busca de una mayor simplicidad, de un lienzo vacío que le permite explorar y expandir su creatividad. Los sujetos se difuminan y pierden su identidad, pasando a convertirse en sencillos elementos gráficos como líneas y texturas, todo ello enmarcado dentro un cuidadoso sentido del equilibrio y de las relaciones tonales dentro de la imagen. Los textos de introducción del libro comienzan con una interesante descripción de las experiencias personales en las “highlands” por parte de Haukur Parelius, el guía y naturalista islandés que introdujo a Percy en la exploración de estos lugares, y un personaje seguramente imprescindi-

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ble en el desarrollo de este proyecto. ”No hay nada allí. Creo que te gustará”, con esta irresistible propuesta Haukur convence a Bruce de que el interior en invierno sería el territorio ideal para desarrollar su trabajo fotográfico. A continuación, un breve texto de Hans Strand, referencia obligada de la fotografía en Islandia, nos habla de las sensaciones que transmite el paisaje de esta isla y de la importancia de fotografiarlo en situaciones de bajo contraste. Finalmente, a modo de introducción, Percy describe el origen del proyecto y sus motivaciones. Otros breves textos de Percy, encabezando las tres secciones del libro, nos ayudan a entender sus sensaciones en los diferentes ambientes. El libro comienza con su capítulo más extenso, “The dark interior” (El interior oscuro), que incluye fotografías realizadas en la época más cálida del año, cuando la nieve se retira del interior haciéndose visibles los materiales que forman el terreno, entre ellos los característicos depósitos aluviales. Se trata de extensas planicies formadas por las negras arenas volcánicas, que son arrastradas por las frecuentes riadas debidas a la fusión repentina

del hielo que cubre las zonas geotérmicas activas. Entre estas imágenes predominan paisajes desolados, oscuros y misteriosos, de una belleza áspera y triste a la vez. La gama cromática es en general limitada, con pinceladas de color aportadas ocasionalmente por los líquenes, o por los minerales de hierro que afloran en ciertos lugares y que aportan matices ocres. A medida que avanzamos en la serie los tonos claros se van haciendo más patentes, debido a un mayor protagonismo del agua o de la nieve, transitando así de forma gradual hacia las imágenes de la siguiente sección. “The white interior” (El interior blanco) nos traslada al ambiente invernal, donde la nieve es el elemento espacial predominante, en el que el horizonte desaparece y el cielo no es más que la prolongación de un tapiz blanco donde se dibujan con trazo oscuro los perfiles sutiles y elegantes, apenas reconocibles de las montañas. El paisaje deja de ser reconocible entrando de lleno en la abstracción, creando un mundo de formas suaves rodeadas de un ambiente onírico. Aquí también el color se reduce a su mínima expresión, pero

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cuando surge lo hace de forma sutil delimitando el cielo, o proporcionando un fondo para el más sencillo de los elementos gráficos, la luna. Por último, “Scars on land” (Cicatrices sobre la tierra) es una corta prolongación del capítulo anterior donde Bruce trabaja entorno a una reflexión sobre este territorio, ¿Qué es el paisaje sino fracturas y abrasiones? Aquí las texturas cobran un papel esencial en las imágenes, y cobra sentido pleno la afirmación de Percy de que “todos los paisajes, incluso los difíciles, son bellos”. El libro ha sido publicado por Half-Life Press y, tanto en el concepto como en su diseño, ha participado su amigo y fotógrafo Darren Ciolli-Leach. La obra consta de 112 páginas, 96 imágenes en color, y se encuentra elegantemente encuadernado en tapa dura forrada en tela. Como viene siendo tradición en las últimas publicaciones, podemos encontrar tres ediciones: la estándar que incluye solo el libro y otras dos, más exclusivas, en las que se añaden, además de una elegante funda, copias de algunas de las fotografías. En todos los casos las tiradas son muy limitadas, siendo de apenas 200 ejemplares para la edición estándar.

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Para más información sobre el autor y sus publicaciones: https://www.brucepercy.co.uk/books

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ENTREVISTA

BRUCE

PERCY "Todos podemos pensar que queremos hacer buenas fotos, ganar concursos o lo que sea, pero en el fondo: es la busqueda de algo que importe. Algo que signifique algo. Nuestra propia verdad." Bruce Percy

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n esta ocasión tenemos el placer de contar con la colaboración de Bruce Percy, uno de los fotógrafos de paisaje actuales más reconocibles en cuanto a su estilo. En primer lugar, queremos agradecer a Bruce su gran amabilidad al concedernos esta entrevista ¿Puedes contarnos brevemente cómo comenzaste en el mundo de la fotografía? BP: Hay en realidad dos momentos en los que puede decirse que comencé. La primera vez, como amateur casual, cuando tenía unos veintidós años. Un amigo de la escuela vino a mostrarme su Pentax ME Super (esto ocurría sobre 1987) y él fue quien consiguió interesarme en los libros de Ansel Adams que ojeaba en la biblioteca de la Universidad. Por la misma época me crucé en un quiosco de prensa con una revista en blanco y negro que tenía en su portada la imagen más atractiva que había visto nunca: una fotografía en B&N de Michael Kenna. Eso me atrapó y, desde ese momento, supe que me interesaban mucho más las imágenes con una cierta atmósfera y que evocaban algún tipo de ambiente fuera de lo ordinario. Tengo que decir que no soy amigo de fotografiar con la mera finalidad de documentar. Pero esto fue en realidad un interés esporádico, y tampoco era demasiado bueno

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en ello. Conseguía una imagen de la que me sentía orgulloso cada varios años, pero la mayor parte de mi trabajo eran fracasos más que éxitos. Entonces, alrededor del año 2000, me interesé en la fotografía analógica, lo que en realidad coincidió con cuando empecé a viajar. Mi primer viaje al extranjero fue a Australia, y volví a casa con una renovada pasión por la fotografía de paisaje y, desde ese momento, las cosas simplemente se sucedieron. Has hablado a veces de tu práctica, durante la juventud, de otras disciplinas artísticas como la pintura o la música y, sin embargo, tu actividad profesional hasta el año 2008 estuvo ligada al mundo de la informática ¿Qué fue lo que motivó tu paso a la fotografía profesional? BP: La crisis económica de 2008 desencadenó la terminación inevitable de mi carrera como informático. No es lo que hubiese pretendido. Había estado pensando durante algún tiempo sobre la posibilidad de organizar tours fotográficos, y tenía un plan para dejar eventualmente mi trabajo. Pero no pensaba llevarlo a cabo tan pronto. Intenté encontrar otro trabajo en la informática, pero la puerta estaba firmemente cerrada. Al mismo


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tiempo, había estado experimentando en la organización de workshops fotográficos durante mi tiempo libre, y me percaté de que había una demanda en lo que estaba haciendo. Hay que tener en cuenta que, en esa época, no existían tantos fotógrafos como ahora realizando giras o workshops. Así fue como llegué, creo que demasiado pronto, a esta faceta profesional. Después de un año de búsqueda infructuosa, tratando de reiniciar mi carrera informática, mi plan a largo plazo de construir una empresa dedicada a los workshops fotográficos cambió desde cinco años a seis meses. A finales de 2009 ya me dedicaba a tiempo completo a la realización de viajes y workshops, y desde entonces nunca he mirado atrás. Parece que, a veces, los malos acontecimientos pueden actuar como grandes catalizadores. Para aquellos que han seguido tu trabajo desde el comienzo -aún recuerdo algunas de tus imágenes de 2008- resulta evidente una evolución en tu fotografía hacia una mayor simplicidad y abstracción, así como hacia una mayor atención a las relaciones tonales frente a la composición ¿Podrías explicarnos qué es lo que ha impulsado esta evolución? BP: Simplemente el flujo creativo. Viendo hacia dónde te lleva tu creatividad, y concediéndose a uno mismo permiso para experimentar. Eso es todo lo que he hecho. No tiene sentido tener un plan ya que la creatividad es el arte de la experimentación, y de ver qué ocurre cuando haces algo. Esa es la razón por la que,

bajo mi punto de vista, el fracaso artístico no existe. Las fotos malas son tan importantes como las fotos buenas. Todo es en realidad un peldaño intermedio hacia

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la siguiente cosa que hacemos. Permitirnos a nosotros mismos cometer errores es importante. Por ejemplo, si nunca cometes errores entonces, por definición, no estás experimentando. Porque experimentar implica no conocer cuál será el resultado. Por eso, darnos permiso para cometer errores es importante. Mantiene la frescura de las cosas y nos permite descubrir quienes somos. Cuando vuelvo atrás y reviso mi trabajo anterior, ciertamente es diferente de lo que estoy haciendo ahora, pero todavía hay una parte de él que es fundamentalmente -yo-. En otras palabras, hay pistas en nuestro trabajo anterior sobre hacia donde nos dirigimos. Creo que se pueden ver rastros de quien soy ahora en mi trabajo anterior. Pero, en definitiva, no pienso demasiado en esas cosas. No puedes hacerlo. Uno tan solo tiene que responder, reaccionar, y tomar nota de los cambios. Hay lugares, aparentemente muy dispares, como Hokkaido, las Highlands de Islandia o el Altiplano de Bolivia, a los que sueles volver con frecuencia ¿Qué tienen en común y qué es lo que te empuja a revisitar estos lugares? BP: Los paisajes que elegimos fotografiar, o bien nos ayudan a desarrollarnos como fotógrafos o, por el contrario, bloquean nuestro desarrollo. Encuentra un paisaje que parezca proporcionarte algo que te permita crecer, y entonces vuelve repetidamente. Sin embargo, muchos fotógrafos simplemente coleccionan nuevos lugares cada año para ir y fotografiar, por lo que algunos de esos sitios acaban

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siendo en realidad demasiado complejos para su habilidad actual, o simplemente no se ajustan a sus preferencias estéticas. Nunca planeé ser un "minimalista", como se me suele denominar. De hecho, no me considero un "minimalista". No me gustan las etiquetas en absoluto, simplemente me considero una "persona creativa". Pero reconozco que cuando visité Bolivia en 2009, esto pareció proporcionarme un fuerte direccionamiento, y me di cuenta de que mi trabajo comenzó a ser más simplista, más "mínimo". Bolivia me enseño mucho sobre el espacio y los graduales cambios tonales. Pero he encontrado que cada paisaje con el que acabo teniendo una larga relación es a menudo un peldaño intermedio. Me explico: no podría haber fotografiado Hokkaido sin haber ido antes a Bolivia. Bolivia comenzó mi viaje en la simplificación y estableció la base del trabajo. Sin ello habría estado perdido en Hokkaido, o perdido en las highlands centrales de Islandia. Por eso a menudo cuento a los fotógrafos que los paisajes son muy importantes en nuestro desarrollo. Encuentra el paisaje correcto en el momento preciso de tu desarrollo y crecerás como fotógrafo. Trabaja con el paisaje equivocado -tal vez algo que es demasiado avanzado, demasiado pronto-, y te encontrarás bloqueado. Creo que soy bueno en afinar en lo que funciona para mí, y en lo que no, y qué lugares tienen más para mostrarme y enseñarme.


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¿Ha habido paisajes que te han gustado pero te han resultado difíciles o no has podido fotografiar? BP: Muchos. Soy extremadamente selectivo y también creo en mis instintos. Creo que es mejor no obtener la imagen, y tener que continuar adelante, que forzarme a mí mismo a trabajar en algo que no me encaja. He estado también en muchos lugares que he fotografiado, pero no ha salido nada de ese trabajo. O bien no me gustaba lo que había fotografiado, o tenía la sensación de que no había podido comprender el lugar. Solo publico aquello con lo que estoy realmente satisfecho. Has dicho alguna vez que aprendiste de Michael Kenna que no hay nada malo en editar tus imágenes. ¿Qué importancia tiene para ti el trabajo en el cuarto oscuro digital y qué es lo que pretendes cuando procesas una imagen?

BP: La manipulación de la imagen ha sido siempre una parte esencial de la fotografía desde el comienzo de su historia. Por alguna razón, hace varias décadas, la gente se olvidó de que el cuarto oscuro ha sido siempre un lugar creativo donde muchos fotógrafos modificaban su trabajo. Estamos acostumbrados a ver páginas web donde el fotógrafo proclama -sin colores artificiales ni edición-, pero para mí es algo sin sentido. Las cámaras no ven de la manera en que lo hacemos nosotros, y no pueden capturar lo que ven nuestros ojos, ni mucho menos transmitir lo que pretendemos. La manipulación es parte del proceso creativo para mí. Dedico el 150% de mi esfuerzo en el paisaje obteniendo la mejor imagen que puedo, y dedico el 150% de mi esfuerzo en el cuarto oscuro digital siendo tan creativo como puedo. No considero la edición de la imagen como un proceso de corrección y, personalmente, no me gusta

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el término "procesamiento", porque hace que un aspecto creativo de la fotografía suene como un proceso. La edición es altamente creativa y a menudo me paso horas jugando con mis imágenes. Pero solo trabajo sobre las imágenes que me inspiran. Como digo, no trato de corregir o solucionar ningún problema de la ima-

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gen, sólo trato de transmitir mi propia estética creativa. Hay determinados aspectos en la forma de fotografiar que compartes con Paul Wakefield, como el gusto por las condiciones de luz escasa y bajo contraste, la apreciación de variaciones tonales


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sutiles, o la búsqueda de una atmósfera especial. Al margen de estas preferencias, ¿crees que existe una conexión más profunda entre tu trabajo y el de Paul en cuanto a la forma de entender la fotografía de paisaje? BP: Desde luego, llevo siguiendo el trabajo de Paul desde hace más de veinte años. Oí hablar de él alrededor de 2003. Fue sólo al comprar su libro "The landscape" cuando me di cuenta de que habíamos visitado a menudo los mismos lugares, y que había una cierta similitud entre mi trabajo y el suyo. No creo que fuese idéntico, pero me percaté de que había tenido una mayor influencia de lo que pensaba. Paul es un maestro de las formas gráficas en un paisaje donde uno no vería las conexiones. Sus imágenes son más complejas que las mías, pero él es capaz de extraer la esencia o la simplicidad a partir de una escena compleja. También prefiere dominantes de color frías y escenas oscuras en su trabajo. Yo solía estar bastante identificado con ese estilo, pero creo que ahora he evolucionado hacia hacer algo más personal. Al comienzo de tu carrera trabajaste con diferentes formatos de imagen, aunque a partir de cierto momento, cuando adquieres una Hasselblad 500CM, te centras exclusivamente en el formato cuadrado ¿Qué es lo que encuentras en ese formato particular? BP: Una amiga canadiense de Ontario me comentó que tenía esa vieja Hasselblad en su armario, y que quería deshacerse de ella. Así que me la vendió por muy poco dinero. Siempre había querido tener una, simplemente porque sabía que la usaba

Michael Kenna. Durante los primeros diez años de mi fotografía había fotografiado exclusivamente en 6:7 con una Mamiya 7. Es una cámara que todavía me gusta, y creo que los formatos 6:7 y 5:4 son mucho mejores que el 3:2, una ratio dentro de la que creo es más difícil componer. Cuando adquirí la Hasselblad no estaba muy seguro con ella porque yo solía fotografiar paisaje sobre todo en formato vertical. La transición se ha ido producido con el tiempo, y creo que hay algunas razones por las que me he quedado con el formato cuadrado. En primer lugar no mucha gente trabajan en ese formato, lo que me ha ayudado a distinguirme del resto. Pero además creo que también el formato cuadrado funciona para casi cualquier cosa que fotografías, y es fácil de colocar el trabajo cuando no tienes que preocuparte por la orientación. Pero sobre todo, creo que proporciona consistencia a mi trabajo. Una vez que eliges una localización concreta: ¿Trabajas de acuerdo con una planificación, buscando escenas que previamente has imaginado?, o por el contrario, ¿se trata más bien de aprovechar lo que encuentras? Como dijo Michael Kenna una vez: todas las condiciones son perfectas. En otras palabras, mejor ir allí sin planificar nada. Planificar no ayuda. Si no sabes qué es lo que te va a gustar hasta que lo veas, ¿para qué poner restricciones a uno mismo? También estoy de acuerdo con Michael en que la previsualización es similar a un resfriado creativo. Yo no previsualizo nada. El paisaje no sabe qué es lo que estoy buscando, así que no tiene sentido esperar algo del paisaje. Es mejor para 59


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mí simplemente ir y ver qué es lo que me ofrece. A menudo he creído que demasiada gente pone expectativas sobre el paisaje, en cuanto a que éste les de lo que quieren. La habilidad consiste en ser capaces de ver algo donde los demás no ven nada.

En "Hálendi" has fotografiado el paisaje de Islandia de forma muy diferente a tu trabajo anterior "Iceland. A journal of nocturnes" ¿Se debe esto a un cambio en la forma de ver las cosas, o está más influenciado por las características particulares del paisaje de las highlands?

Desde el año 2016 has estado visitando Islandia cada año para fotografiar la región de Fjallabak y Veidivötn en las tierras altas. ¿Cómo fue el proceso hasta decidir que tus fotografías estaban listas para ser publicadas en Hálendi, tu último libro?

BP: Simplemente buscaba cosas distintas. El primer libro salió en 2011, y por tanto incluía fotografías realizadas an-

BP: Sabía que el trabajo acabaría siendo publicado en algún momento en un libro, aunque no sabía cuándo. Creo que es simplemente inevitable que, a medida que se profundiza en la relación con un paisaje, uno encuentre que lo conoce tan bien que el material que ha reunido sea suficiente para transmitir a otros lo que se experimenta al estar allí. Hay ciertos aspectos del interior de Islandia que quería transmitir, pero no tenía imágenes sobre ello. Por ejemplo, la región del interior en invierno. Había tenido un breve encuentro con este paisaje y sabía que necesitaba volver. Siempre que me ha pasado esto, el proyecto del libro se extiende un año más hasta que obtengo las imágenes que necesito. A veces, como en el caso del libro Altiplano, me llevó ocho años completarlo, porque cada temporada que volvía se me presentaba algo que no había visto o no conocía, y eso significaba que necesitaba otro año más para volver y fotografiarlo.

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FLASHES ¿Un lugar al que volver continuamente? Escocia, mi hogar. ¿Un pintor que llegue al corazón? Edward Hopper. ¿Un libro inspirador? “At the loch of the green corrie”, de Andrew Grieg. ¿Una película favorita? Local Hero (Un tipo genial).


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tes incluso de esa fecha. El último libro se publica en 2020, lo que significa un salto de nada menos que nueve años. Simplemente soy diferente. Busco diferentes cosas. Esa es una de las razones por las que fui al interior. Me había desarrollado a partir de las imágenes de la costa. Pero sé que no habría podido fotografiar Hálendi hace nueve años. Tenía menos experiencia, y no creo que entonces tuviese la estética necesaria para saber incluso cómo empezar el trabajo. Hay dos partes diferenciadas en el libro. Una, "The black interior" representada por las oscuras planicies de arenas volcánicas, y otra, "The white interior", con la nieve como elemento predominante donde los sujetos aparecen apenas esbozados. A la hora de utilizar los diferentes lienzos, blanco o negro ¿Con cuál de ellos te sientes más a gusto, o te ofrece mayores posibilidades artísticas?

BP: Encuentro interesante que la mayoría de quienes compraron el libro prefieren las imágenes negras. Porque podría decirse que son más "tradicionales", o fáciles de digerir. Las imágenes blancas por el contrario suponen un viaje al minimalismo abstracto, y un aprendizaje sobre cuán lejos puedo llegar en una imagen ¡donde no hay nada en absoluto! Así que para mi gusto, disfruto más con las fotografías blancas. Tengo la teoría de que independientemente de lo que crees como artista, si tienes una audiencia, ésta a menudo se sitúa un paso por detrás. Siempre siguiendo tu último movimiento y no por delante de ti. Por eso creo que las imágenes minimalistas blancas representan un punto de vista más cercano a donde estoy actualmente como artista, mientras que las imágenes negras son más "seguras" o "esperadas", y forman parte de un estilo bien trazado con anterioridad.

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Estás a punto de publicar un nuevo libro sobre tu trabajo en Hokkaido titulado "The Sound of Snow". ¿Puedes avanzarnos algo sobre lo que encontraremos? BP: Tengo un querido amigo que a menudo me dice: “Bruce, no importa donde

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vayas, siempre creas las mismas imágenes”. Sé que se refería a que no importa donde vaya las imágenes siempre parecen mías. Así que creo que encontrareis que el nuevo libro es una continuación de mi estilo. En este caso se trata fundamentalmente de un estudio sobre los árboles.


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f22 and be there Tras muchos años fotografiando la naturaleza, he tenido ocasión de aproximarme a ella de diferentes maneras. Sin embargo, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de cuál es el tipo de fotografía que más nos llena, o de qué es lo que en realidad pretendemos capturar y transmitir con nuestras imágenes. Como muchos, creo que siempre he buscado la belleza en el paisaje, aunque en mi caso de una forma objetiva. Es un tipo de fotografía aparentemente poco “creativa”, en parte porque no resulta evidente que la construcción de una imagen no es algo inmediato sino el resultado de un proceso, a veces de años, conociendo los lugares, buscando el momento, persiguiendo un sueño, una visión. Y es que en el tema de la creatividad, nunca he tenido demasiado claros, tampoco los denominados críticos de arte, los límites entre la simplicidad y la simpleza, o entre lo artístico y lo esperpéntico. Quizás por eso prefiero que sea la propia naturaleza la que hable, y el arte lo dejo para los artistas. Seguramente, porque ya no lo recuerdo, esas debieron ser mis motivaciones cuando un día gris del año 2000 decidí trepar por las rocas de una empinada ladera del Cabo de Gata, para intentar acceder a una vista diferente de nuestro emblemático Arrecife de las Sirenas. Lo que sí recuerdo es que la visión me resultó sobrecogedora, en parte influido por las condiciones que rodeaban la experiencia, bajo una tormenta y con las últimas luces del atardecer. Hacía ya un buen rato que venía persiguiendo desde las calas vecinas un arcoíris que aparecía y desaparecía, y que no era capaz de situar dentro de un encuadre de64

Por Federico García Maroto cente. Como mi posición tan solo me permitía ver una parte del arco, pensé en desplazarme todo lo posible, de manera que, al menos, su extremo quedase situado sobre la llamativa silueta triangular de la “Punta Baja” al fondo de la imagen. Para ello me encaramé al lugar desde el que realicé la fotografía, aunque en un princi-

pio no conseguí mi propósito ya que el arcoíris quedaba algo desplazado. No sabiendo ya hacia donde moverme, desde esa posición precaria, me quedé allí quieto, viendo cómo desaparecía el arcoíris y todo se convertía en gris, como mi ánimo. Sin embargo, cuando ya pensaba que el sol había desaparecido definitivamente entre las nubes, una pequeña raja en el cielo iluminó el arrecife como nunca lo había visto, apareciendo de inmediato ese arcoíris que ahora sí, con el movimiento del sol, parecía impactar sobre “Punta Baja”. El juego de luces entre las nubes y el extremo del arcoíris creaba, además, la ilusión de que el humo surgía del cono volcánico como


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si, viajando atrás en el tiempo, su erupción fuese inminente. Aunque el mar estaba en calma, las rachas de viento que soplaban desde tierra adentro, hacían inviable el uso de la funda de lluvia, y aún sin ésta la mayoría de las fotos que hice salieron movidas. Sujetando con una mano el paraguas, que a duras penas evitaba la lluvia, y manejando la cámara con la otra, me las arreglé para encuadrar y enfocar desde una posición bastante inestable. Limpiando cada vez las gotas, que continuamente cubrían el objetivo, logré realizar varios disparos rápidos antes de que el arcoíris desapareciera definitivamente. Solo dos imágenes se salvaron de la trepidación y las gotas. El regreso, ya de noche, tampoco estuvo exento de ”emoción”. Entretenido con las últimas luces, no fui consciente del entumecimiento en las piernas causado por el frío y la prolongada postura en la misma posición. A pesar de la dificultad de la bajada, cuando de nuevo pisé tierra firme, pensé que el esfuerzo realmente había valido la pena. No obstante, cuando volví a ver esta imagen algunos años después, con la objetividad que proporciona el paso del tiempo, algunos defectos se me hicieron demasiado evidentes. El irónico título de la imagen, “f22 and be there”, encierra un error de principiante, ya que ese diafragma tan cerrado no favorecía la nitidez de la fotografía con el equipo digital utilizado. Tampoco me convencía demasiado el plano, demasiado cerrado desde esa posición, y que no acababa de transmitir una sensación de lugar acorde con la escala y grandiosidad del arrecife. Pero si había algo que resultaba claramente mejorable era la distribución de elementos en la composición, sobre todo por el solapamiento de la aguja de piedra en primer plano con el arrecife, que añadía confusión y bloqueaba el recorrido de la imagen.

Ciertamente, aunque la fotografía me evocaba, y aún lo hace, la emoción del instante, durante bastante tiempo no pude evitar la sensación de pérdida de una buena ocasión, y siempre la he considerado como una imagen inacabada. Años después, en 2015, volví a ese mismo lugar, esta vez cuando aún era de noche, y el amanecer me

regaló una nueva oportunidad, que en este caso no desaproveché. Sin embargo, nunca podré olvidar la experiencia de aquel momento vivido 15 años antes; y es que la fotografía en su versión más objetiva posee una autenticidad y capacidad de transmitir sensaciones que ningún otro estilo fotográfico podrá recrear jamás. 65


UN MEDIO INESTABLE Por Agustín Barrajón


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Un medio inestable Desde que tengo uso de razón, mi vida ha estado ligada de un modo u otro al medio marino. Para alguien con escasa destreza en deportes “convencionales” y con una marcada tradición familiar ligada al mar, no es de extrañar que me enfundara antes un traje de neopreno que unas botas de fútbol. He practicado numerosos deportes acuáticos, y además, toda mi actividad profesional se ha centrado en la conservación del medio marino. A pesar de que siempre me ha llamado la atención, mi verdadera afición por la fotografía de la naturaleza surge con mi llegada a Almería en el año 2006. Por un lado, fue entonces cuando tuve la posibilidad de adquirir un equipo fotográfico apropiado, y por otro, la belleza de los paisajes que iba descubriendo a lo largo de toda la provincia hacían casi imprescindible la necesidad de inmortalizarlos. Poco después, y tras sentirme poco menos que como un personaje de alguna novela de Hemingway cuando contaba algunas de mis vivencias embarcado, comencé a registrar algunas de ellas.

Aunque he practicado distintas disciplinas que podríamos englobar en lo que se conoce como “fotografía de la naturaleza”, en este artículo me voy a centrar en instantáneas de fauna marina realizadas desde embarcación. En esencia, los principios básicos no difieren mucho de la fotografía realizada en tierra firme, pero hay algunas consideraciones a tener en cuenta, y que trataré de desarrollar a continuación teniendo en cuenta mis experiencias, y animado entre otras cosas por distintos comentarios que he recibido durante años sobre algunas de mis fotografías de este tipo.

Equipo y técnica El equipo fotográfico a emplear no difiere prácticamente en nada del que se utiliza en tierra firme. Ahora bien, una de las primeras cosas a tener en cuenta cuando realizas fotografías desde una embarcación, y esto es algo que cuesta asumir para un fotógrafo de naturaleza, es que salvo en muy contadas ocasiones, tendremos que prescindir de

Delfines comunes (Delphinus delphis) siguiendo la estela de una embarcación en un día de calma.

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nuestro preciado trípode. Generalmente, ni las condiciones ni el comportamiento de las especies objetivo van a permitir su uso, y en la mayoría de ocasiones es poco recomendable ya que es muy fácil acabar con el equipo reposando en las profundidades. El uso de teleobjetivos es prácticamente imprescindible, ya que los sujetos a fotografiar estarán normalmente a cierta distancia, aunque no está de más llevar alguna focal intermedia para aquellos casos en los que algunos animales se aproximan a la embarcación. Dado que gran parte de las fotos van a incluir la superficie marina, se pueden evitar reflejos empleando un filtro polarizador, aunque hay que tener en cuenta que su uso nos obligará a bajar la velocidad en las tomas, y esto es un aspecto crítico en condiciones de escasa iluminación, con elementos

generalmente en movimiento y sin posibilidad de usar trípode. En líneas generales no se trata de una disciplina muy exigente a nivel técnico. Si bien esto depende del tipo de embarcación empleada y de las condiciones ambientales, en general nos vamos a encontrar con situaciones de elevada inestabilidad en las que, además de hacer fotografías, nos enfrentaremos en una lucha constante por mantenernos a pie, evitar mareos y por no acabar nadando con nuestra cámara al cuello. Aunque trato siempre de trabajar en modo manual cuando hago fotografías, en este caso, y después de muchas jornadas embarcado, creo que hay que sacar partido a las ventajas de los modos automáticos o semiautomáticos que nos ofrecen los equipos actuales. En este sentido, casi siempre acudo al enfoque automático continuo, por las mismas razones que ya he comen-

El pez luna (Mola mola) es una especie cosmopolita que habita en aguas templadas y tropicales de todo el planeta. Se trata del pez óseo más grande del mundo, pudiendo superar una tonelada de peso, y es totalmente inofensivo. Como en esta fotografía, a menudo nadan muy próximos a la superficie con la aleta dorsal fuera del agua, lo que en ocasiones provoca alarma al confundirlos con tiburones, aunque es sencillo distinguirlos ya que los peces luna nadan muy despacio y su aleta se va tumbando continuamente de un lado a otro.

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tado, y a menudo, debido a las cambiantes condiciones de luz que te sueles encontrar siguiendo a determinados animales, en mi caso me suelo ayudar del modo de prioridad a la obturación, al ser la velocidad un factor determinante en estos casos. Del mismo modo, recomiendo disparar en modo ráfaga. Existen distintas alternativas para proteger el equipo de las inclemencias ambientales. Es cierto que el uso de fundas dificulta en ocasiones el manejo de los controles de la cámara, pero en determinadas situaciones con fuerte viento y olas en las que las salpicaduras son inevitables, se pueden usar fundas, de las cuales existen distintos tipos en el mercado, más o menos económicas. En ningún caso recomiendo emplear carcasas submarinas si-

tuaciones con fuerte viento y olas en las que las salpicaduras son inevitables, se pueden usar fundas, de las cuales existen distintos tipos en el mercado, más o menos económicas. En ningún caso recomiendo emplear carcasas submarinas.

El entorno Todo fotógrafo de naturaleza está habituado a lidiar con los condicionantes ambientales, y a menudo planificamos nuestras sesiones fotográficas atendiendo a éstos. En el caso del medio marino no es muy diferente, aunque existen más limitaciones, ya que, además de buscar unas condiciones óptimas para localizar una especie concreta o una luz apropiada, el estado del mar es fundamental, y debe permitir no sólo navegar, sino tener cierta estabilidad para poder al menos realizar algún encua-

Los delfines listados (Stenella coeruleoalba) son unos de los cetáceos más comunes en nuestras aguas.

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dre decente. El tipo de embarcación es importante, aunque esto, salvo que tengamos un elevado poder adquisitivo, o un amigo con yate, no suele estar en nuestra mano. Evidentemente, cuanto más grande es el barco, menos se mueve por la acción del oleaje, pero, por mi propia experiencia, se pueden hacer muy buenas fotografías independientemente de este hecho. Algo que me apasiona de hacer fotos en el mar, es que generalmente las salidas son del todo impredecibles. Las condiciones son muy cambiantes, la superficie del mar puede presentarse como un auténtico espejo, lucir distintas tonalidades, y uno nunca sabe cuándo podrá aparecer un banco de niebla o el mar se encrespará jaleando a distintos grupos de aves. En cualquier caso, como se suele decir, “al mar no hay que tenerle miedo, pero nunca perderle el respeto”. Digo esto porque, si bien se puede disfrutar mucho realizando fotografías de este tipo, al igual que en otros que pueden ofrecer condiciones más o menos extremas, es importante tener en cuenta

que siempre hay que hacerlo tomando todas las precauciones posibles, especialmente para aquellos que no estén habituados a este medio. Una de las cosas que me llama más la atención cuando enseño algunas fotografías de fauna marina, es que a menudo me hacen comentarios del tipo: “¿eso lo has hecho aquí?” Es cierto que el medio marino es un gran desconocido a nivel general, pero, además, en mi opinión tendemos a valorar cosas de fuera que no sabemos que tenemos delante de nuestros ojos. El litoral andaluz tiene más de 800 kilómetros de costa. En él, se mezclan dos masas de agua de características muy distintas, atlántica y mediterránea, y además, nos encontramos en el extremo suroccidental del continente europeo, a escasos kilómetros del continente africano. La diversidad biológica, ecológica, geológica y climatológica no sólo es destacable a nivel nacional, es que estamos en un enclave privilegiado en este sentido a nivel global.

El calderón común o ballena piloto (Globicephala melas) es un cetáceo relativamente común en nuestras aguas, aunque no suelen acercarse mucho a costa. Es uno de los delfínidos más grandes del Mediterráneo, pudiendo superar los 6 metros de longitud y entorno a dos toneladas de peso. Se trata de animales muy sociales, y a menudo se pueden observar en grupos descansando en superficie. Son capaces de bucear a gran profundidad.

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Tortuga boba (Caretta caretta) nadando muy cerca de la superficie


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y escoltada por un grupo de llampugas (Coryphaena hippurus).

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Dejando a un lado los plásticos, que por desgracia son cada vez más abundantes y omnipresentes en nuestras masas de agua, desde una embarcación podemos observar varios grupos de animales: mamíferos y reptiles marinos, aves, peces y algunos invertebrados. Las poblaciones de aves marinas en Andalucía comprenden más de 40 especies diferentes, aunque si tenemos en cuenta las observaciones accidentales (especies que se observan de manera esporádica), hablaríamos de entorno a un centenar. Si a esto sumamos los pasos migratorios entre el continente europeo y africano de numerosas especies continentales, se trata del grupo animal más diverso de

los que nos encontraremos navegando. Hay especies tan dispares como el alcatraz, que posee una envergadura de casi dos metros, a los paíños, que son poco más grandes que una golondrina. En general, podremos observar aves marinas en cualquier sitio, aunque hay zonas y momentos en los que se dan grandes concentraciones, como al levantar los artes de pesca especialmente de barcos de arrastre, o en lo que se conocen como “pajareras”, que no son más que bancos de peces asediados por peces, mamíferos depredadores y aves marinas. Se trata de situaciones ideales para realizar fotos tanto por el número de especies como por la acción de las escenas que suelen producirse.

Juvenil de delfín común (Delphinus delphis) junto a un ejemplar adulto de delfín listado (Stenella coeruleoalba). Los delfines son animales muy sociales y hay documentados casos de adopciones entre distintas especies.

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Gaviota cabecinegra (Ichtyaetus audouinii)

Pardela cenicienta (Calonectris diomedea)

Alcatraz (Morus bassanus)

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En el caso de los cetáceos, en nuestras costas se han detectado más de 20 especies, aunque generalmente se observan entorno a 10. Entre estos mamíferos hay especies relativamente comunes como los delfines, otras imponentes como el cachalote o el rorcual común (el segundo animal más grande del planeta), y otras realmente esquivas como los zifios. Es importante recordar que todas estas especies están protegidas y hay una normativa concreta acerca de cómo comportarnos en caso de que tengamos la suerte de encontrarnos con ellas en mar abierto. A la hora de fotografiarlos, probablemente los delfines son los que dan más juego, ya que tienden a seguir a las embarcaciones, saltan con frecuencia, y son realmente curiosos. Hay que tener en cuenta que muy probablemente no vamos a poder observarlos en nuestro visor previamente a la captura, con lo cual, hay que hacer un ejercicio de predicción del lugar en el que pensamos que pueden salir a la superficie y tener a punto los reflejos, ya que de lo contrario, acabaremos con la tarjeta de memoria llena de salpicones en el agua. Sin duda, se trata de un “disparo instintivo” en toda regla.

Cuando hablamos de avistamiento de cetáceos en nuestra región, resulta imprescindible mencionar el Estrecho de Gibraltar. Además de las poblaciones estables que viven en esta zona, todo el paso migratorio entre Atlántico y Mediterráneo de estas especies pasa obligatoriamente por una estrecha franja de poco más de 10 kilómetros de ancho. Se trata de un lugar excepcional, y existen distintas empresas en la zona, especialmente en Tarifa, dedicadas a organizar salidas para observar a estos mamíferos en su medio natural, lo que supone una excelente oportunidad para fotografiarlos. Aunque se trata de un área mucho más amplia, el espacio comprendido entre el poniente almeriense y la isla de Alborán también supone un punto caliente de biodiversidad de cetáceos. En esta zona buena parte de los avistamientos se producen a cierta distancia de costa. En cualquier caso, estos encuentros son muy imprevisibles, y se pueden producir en cualquier momento y cualquier lugar. Por poner un ejemplo, en los últimos años, y especialmente en la época estival, se han producido numerosos encuentros con rorcuales comunes, y yo mismo he presenciado alguno a varios cientos de metros de la costa.

Calderón común (Globicephala melas)

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A pesar de que se ha detectado alguna otra especie de tortuga marina en aguas andaluzas, casi exclusivamente observaremos ejemplares de tortuga boba. No se trata de una especie muy abundante, pero ocasionalmente se pueden localizar descansando en superficie. Hay una gran diversidad de especies de peces en nuestro litoral, si bien la mayoría no se acercan mucho a la superficie, o no son atractivos desde el punto de vista fotográfico. Aunque en ocasiones tratar de inmortalizarlos puede acabar con nuestra paciencia, los peces voladores, que comienzan a aparecer especialmente a final de verano, son al menos para mí un gran atractivo. Debido a su reducido tamaño, comportamiento y velocidad, suponen un reto fotográfico, y cuando aparecen bancos

abundantes, una excelente oportunidad para afinar la técnica de esta disciplina. Entre los túnidos, en los últimos años no resulta difícil observar bancos de atunes rojos alimentándose, y de vez en cuando, algún pez espada se dejará ver o incluso nos deleitará con impresionantes saltos. Por último, señalar la relativa frecuencia de encuentros con peces luna, una de las especies más cosmopolita de nuestras costas. Y, como se suele decir, “como muestra un botón”. A pesar de que es algo que pueda chocar a muchos, prácticamente todas las fotografías de esta sección han sido realizadas en la costa de Almería, así que, para aquellos que se sientan atraídos por instantáneas de este tipo, cuentan con un escenario ideal para llevarlas a cabo.

Charranes comunes (Sterna hirundo) alimentándose sobre un banco de peces.

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Gaviota de audouin (Larus audouinii) junto a atunes rojos (Thunnus thynnus) alimentándose

Pez volador (Cheilopogon sp.) Estos peces poseen unas aletas pectorales muy largas con las que planean sobre la superficie del agua distancias superiores a 50 metros, hecho que les permite escapar de los depredadores.

Delfines comunes durante el ritual reproductivo

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82 A la hora de realizar fotografías desde una embarcación, además de la técnica, exigen una elevada atención y reflejos dado que a menudo, con mayor aproximación el momento y el lugar en el que pueden suceder.


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, las escenas trascurren en décimas de segundo. En ocasiones es cuestión de suerte, pero el conocimiento de las especies ayuda a predecir


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Por

Fran Rubia

H

¿Recuerdas el subidón de ese día al llegar a una localización para hacer una foto deseada y que no encontrabas la forma de poder llevártela a casa? Pequeñas historias de fotos fallidas... En el primer intento.

e escuchado muchas veces en conferencias, tertulias de fotografía… que las mejores imágenes son aquellas que están por venir, las que haremos mañana. La verdad, suena transcendental, muy poético y el eslogan convence bastante rápido pero, sinceramente, a mi parecer no es así. Creo que las mejores imágenes son aquellas que nos cogió in situ, situ, que tuvimos la oportunidad de realizarlas. Podíamos estar en el lugar perfecto, la luz era fantástica, la atmósfera apabullaba, todo frente a nuestras retinas, pero hubo un detalle, un matiz que nos lo impidió y lo frustró todo. Esas sí que no se nos olvidan jamás y, por contra, nos martirizan el cerebro constantemente durante años, porque nuestro cerebro -que es muy inteligente-, además, confabulado con nuestra memoria, las va mitificando mes a mes. No trato de convencer a nadie vendiendo un mensaje pesimista frente a uno optimista, simplemente quiero dejar constancia de la huella que deja una imagen en el corazón, una imagen que nunca tuvimos en la pantalla de nuestra cámara. Porque una imagen que harás mañana no tiene luz, ni tiene colores, ni encuadre, ni composición; no tiene momento ni protagonista, pero una que atrapaste con tu memoria -pero solo con ella-, creo que es la peor de las torturas a la que se nos puede someter en vida cuando eres fotógrafo, puesto que estaba “ahí” a unos metros, frente a tí y se diluyó entre las nubes. Os voy a contar una pequeña historia que transcurre en un precioso pueblo de Arizona llamado Sedona a 1300 mts de altura y en pleno invierno. 84

Aunque la historia comienza antes, organizando la logística del viaje y previendo las condiciones atmosféricas en esa época y a esas alturas, alquilamos a nuestra multinacional de confianza de rent a car un todoterreno con tracción 4WD para nuestro futuro viaje unos meses antes (digo de confianza porque en nuestro caso teníamos hasta una tarjeta platino, lo máximo en prestaciones en este sentido). Pues bien, aterrizamos en Phoenix a finales de enero de 2017, y el vehículo que nos habían preparado era solo tracción delantera, lo que vino a ser una clara negligencia (existen las dos versiones, delantera e integral), pero quizás debido al jet lag de tantas horas y transbordos en aeropuertos, a nuestra ilusión de arrancar y empezar “ya” la aventura, no lo averiguamos en el momento de recogerlo en el aeropuerto, y pasamos ese detalle por alto. Llegamos de noche y nevando y justo el coche nos empezó a patinar en la pequeña loma de acceso al hotel (hay un desnivel de 1000 mts en esos casi 200 kms que separan Phoenix de Sedona), con más nieve de la cuenta por estar menos transitada, a unos 50mts de desnivel por encima del pueblo, así que dejamos el vehículo en el pueblo y un “taxi especial “ nos subió al hotel. Mal presagio empezar así. No me afectan esos augurios, pero el hecho es que estábamos sin coche para nuestro viaje, y teníamos que gestionar de alguna manera y rápida la situación, porque al día siguiente salíamos para el Gran Cañón entre tormentas de nieve y no queríamos perder ni un minuto en gestiones previas. A la mañana siguiente volvió a amanecer ne-


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vando. Nos bajaron hasta nuestro vehículo en el pueblo y teníamos que conseguir llegar hasta el aeropuerto de Flagstaff a 2100 mts de desnivel, porque era allí donde había una oficina de la compañía y podríamos solucionar el cambio de coche, así que os podéis imaginar la tensión de no quedarnos patinando en cualquier descanso de la carretera. Y es en este punto, al amanecer, al salir de Sedona y coger la carretera del valle de Oak Creek Canyon junto al río, cuando en mi ignorancia empecé a ver uno de los paisajes más mágicos que haya visto en mi vida, montañas de arenisca de un color rojo intenso, como catedrales aderezadas de nieve por todos sus flancos y rodeadas de niebla, con rayos de luz discontinuos a través del bosque, junto a un río de una belleza sobrecogedora. Y nosotros no podíamos parar, porque esa carretera no tenía arcenes y, si había algún punto, no podíamos arriesgarnos a quedarnos sin tracción y sin cobertura durante horas, así que fue un flash de pura felicidad pero “solo para nuestras retinas”.

El grado de impotencia fue aún mayor. Para colmo, justo en ese tramo conducía yo y ni siquiera podía bajar mi adrenalina disparando por la ventana -y creo que de alguna manera afecta aún más-, pero la responsabilidad de salvar la situación y llegar al destino para el cambio de vehículo era muy prioritaria. Además, después nos esperaba el plato fuerte y el cúmulo de sensaciones era indescriptible. Para los que desconocen el lugar, es el segundo lugar más visitado del estado de Arizona, después del Gran Cañón y famoso por sus icónicas montañas rojas, donde se han rodado decenas de películas del viejo oeste. Os dejo con una fotografía de Michael Wilson, que ha tenido el detalle de prestárnosla para la sección (¡muchas gracias, Michael, por no dejar el artículo huérfano de imagen!), pero podéis investigar el lugar por la red y os podréis hacer una idea de esas imágenes envueltas en esa atmósfera que os cuento y que siempre nos atormentarán en nuestro interior...

Sedona Mittons © Michael Wilson

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El anglicismo bokeh, del japonés (boke), es un concepto que significa ‘desenfoque’. En fotografía se utiliza este concepto para hacer referencia a la calidad subjetiva de un objetivo por la estética de las zonas desenfocadas que produce en una fotografía. De un modo más gráfico y práctico se puede entender como la clásica imagen en la que el elemento principal es lo único que aparece enfocado y el resto de los elementos “desaparecen”, totalmente desenfocados, o lo hacen en forma de superficies luminosas poco definidas que hacen la labor de marco compositivo.


Libelloide a contraluz, por Manu Méndez


Asomada al abismo, por Luis Saracho


Pesadilla entre cardos, por Eduardo H. de Haro

Oteando, por Enrique Capilla

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Inside, por Paco Fernández

Retrato montés, por Javier Blanes


El primer vuelo, por Luis Saracho


Filabres, por Manu Méndez



Diagonales, por Luis Saracho


Farolillos, por Germán Rubia

Ocaso en Sierra de Gádor, por Fran Rubia


Fungipompas, por Enrique Capilla



Alucinógena, por Manu Méndez


Micomundo, por Enrique Capilla

Sueños, por Juan Tapia

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Ilusiones vegetales, por Eduardo H. de Haro


Linaria pedunculata, por Federico García Maroto

Vinagrera, por Federico García Maroto



Alce al atardecer, por José Antonio Sánchez Pérez


Lirio silvestre, por Manuel I. Gómez


Día de pesca, por Luis Saracho

Sueños de jardín, por Manu Méndez

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Bosque encantado, por José Antonio Sánchez Pérez

Dactylhoriza elata, por José Antonio Sánchez Pérez


La vie en rose, por Manuel I. Gómez

Flor de invierno, por Javier Blanes

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Fuego, por Juan Tapia



Telas de colores, por Eduardo H. de Haro

Pinceladas de clorofila, por Juan Tapia


Bosque de ensueño, por Fran Rubia


Preparando el desayuno, por Fran Rubia


El duende, por Miguel Rubio

Flamenconiria, por Miguel Rubio

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Roquero solitario curioseando en el Torcal, por Fran Rubia


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A FONDO

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EL TRAZO IMPRESIONISTA Por Juan Tapia


A lo largo del año 2011 se fue apagando poco a poco mi pasión por el mundo de las aves. Quizás el factor más determinante fue la falta de motivación que surgió tras no haber sido capaz de superar la monotonía estética de mis imágenes. El verano pasado, David Santiago y yo, realizamos un viaje a Francia para preparar uno de nuestros talleres. La Camarga fue nuestra primera localización. Este impresionante humedal está situado al oeste de la Provenza, concretamente al sur de Arlés, y forma parte del delta del Ródano. Un auténtico paraíso ornitológico en el que convive una gran diversidad de especies. Este entorno fue muy especial para mí, porque de alguna manera me reencontré con mis orígenes como fotógrafo. Evidentemente aprovechamos para hacer algunas fotografías; y me propuse, en ese momento, renunciar al pasado para encontrar estímulo entre las páginas de mi evolución. Para ello, tuve que desenfocar la mirada para poder ver más allá. La inspiración surgió con el catadióptrico, un objetivo antiguo que se fabricó para reducir el peso y las dimensiones de los grandes teleobjetivos. Para ello, remplazaron las lentes internas por espejos. Pero este nuevo sistema también desencadenó algunos inconvenientes como la falta de luminosidad, limitaciones de la profundidad de campo, enfoque crítico y un bokeh poco valorado. Durante toda la jornada utilicé este objetivo en busca de una estética pictórica basada en difuminados. Esta imagen que os muestro la realicé con las últimas luces del atardecer. Entre el primer plano (flamenco) y fondo (vegetación) habría unos 20 metros de distancia aproximadamente. Con este objetivo se obtienen unos fondos texturizados muy llamativos trabajando entre esas distancias. No quise buscar un primer plano nítido, sino que fui girando el anillo hacia el desenfoque hasta conseguir un difuminado que me gustase y que respetase el carácter figurativo que buscaba. La escasa luz en la escena y las restricciones de un diafragma fijo, precisamente f8, me obligó a subir el iso hasta 1600 para obtener una velocidad más o menos segura a 1/400sg.

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EL ARTE DE FOTOGRAFIAR LA

NATURALEZA Por Manu Méndez

La primera sensación que tuve cuando cayó en mis manos esta recopilación del trabajo de lo más granado del paisaje fotográfico de naturaleza en España, fue precisamente la de encontrarme ante uno de los antiguos libros de texto -lo de texto es por llamarlo de algún modo, ya que tan importante o más es su fotografía- que utilizaba en aquellos tiempos pasados de estudiante. Una auténtica enciclopedia de savoir-faire fotográfico, básicamente... y posiblemente se trate del libro de fotografía de naturaleza más completo y actual en lengua hispana. Da igual si tu nivel fotográfico es el de iniciación, medio o avanzado; de cada capítulo estoy seguro que vas a extraer algún tip, alguna enseñanza o alguna idea que hará que sufra alguna variación tu flujo de trabajo y, siempre, para mejorar tu trabajo final. Tampoco importa mucho en qué área de la fotografía de naturaleza quieras progresar o iniciarte; no importa que seas paisajista, macrero, que tengas un dron o que tu pretensión sea zambullirte en la creatividad pictórica. Para cada uno de esos fotógrafos hay un capítulo en el libro. Y lo vas a disfrutar todos por igual. Los treinta y ocho autores miembros de Portfolio Natural intervienen de un modo u otro en la elaboración del libro. En Clave Visual tenemos la suerte de contar con varios de ellos en nuestras filas: Juan Tapia, Fran Rubia y Joaquín Fernández Caparrós tiñen el libro con un poquito de acento y color almeriense. Y catorce son esos capítulos de los que hablábamos -catorce pequeños mini-libros que puedes leer como si de pequeñas novelas se tratasen- y que van a versar sobre temas tan interesantes como los controles de la cámara, la luz, la composición o el propio flujo de trabajo; o tratan disciplinas como la fotografía de autor, la creativa, la fauna silvestre, macro de insectos y flora, submarina, paisaje, nocturna o fotografía con dron. En resumen, un libro indispensable en la biblioteca de todo fotógrafo de naturaleza. Para no dejar de leerlo y de consultarlo cada cierto tiempo. Si quieres adquirirlo, puedes encontrarlo aquí.

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