Guerra a voces

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Audiolibro incluido

Diana Ospina Dylan Quintero

GUERRA A VOCES




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GUERRA A VOCES Diana Ospina Ilustraciones por Dylan Quintero


GUERRA A VOCES Primera edición, septiembre de 2020 © Diana Ospina, por los textos, 2020 © Dylan Quintero, por las ilustraciones, 2020 © ClickArte S.A.S. ISBN: 978-958-52747-4-7 www.guerraavoces.co www.clickarte.co Carrera 16 # 85 – 15 Oficina 301, Bogotá, Colombia. Teléfono: +571 6917191 Correo: info@clickarte.co

Dirección Lisa Neisa Emmanuel Neisa Historia Diana Ospina Edición Katia Rodríguez Investigación y pedagogía Catalina Buitrago Corrección de estilo Helena Rodríguez Katia Rodríguez

www.puntoaparte.com.co Asesor Editorial Andrés Barragán Dirección de arte Diego Cobos Diagramación y diseño Valeria Cobo Ilustraciones Dylan Quintero

Audiolibro Gabriel Ruiz Laura Robayo Juliana Vargas Julio Caicedo Óscar Gómez Juan Andrés Santos Juan Carlos Moreno Guillermo Talero Impresión La Imprenta Editores S.A.

Agradecimiento especial a Jesús Abad Colorado por permitirnos ilustrar una de sus fotografías, de la colección Mata que Dios perdona, para el capítulo XI, titulado: El señor es mi protector, quien me entrena y me prepara para la batalla (págs. 96-97). Todos los derechos reservados. Bajo las condiciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares de copyright, la reproducción total o parcial de esta obra.


Guerra a voces

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ÍNDICE I II III IV

«Por lo menos esto lo puedo quemar pero la carta si no hubiera podido hacerlo»

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«Al que robe lo vamos a castigar»

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«Ya no nos controlarán esos burgueses»

28

«Claro que van a morir inocentes, ¿en qué guerra no pasa eso?»

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V VI VII VIII IX X XI

48 «Solo alcanzó a avanzar medio metro 56 cuando le dieron en la espalda» «A todo se acostumbra uno» 62 «Eso es extorsión, vil y cruda extorsión» 70 «Por andar con un guerrillo» 76 «Usted ya es parte de la familia 84 de nosotros» «El Señor es mi protector, quien me 92 entrena y me prepara para la batalla» «Años de vivir así lo dejan a uno sicosiado»

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“En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”. Gabriel García Márquez

"La violencia nunca estalló así como estalla un taco de dinamita en un barranco. La violencia fue cayendo despacio, fue haciendo nudos, fue amarrando a la gente sin que se diera cuenta. Comenzó a caer por la noche y cuando despertamos estaba metida en medio de nosotros, manejando las cuerdas". Alfredo Molano


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«AÑOS DE VIVIR ASÍ LO DEJAN A UNO SICOSIADO» .

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Hoy, mientras caminaba por la trocha, me miré las botas, creo que nunca las había tenido tan sucias, están llenas de barro endurecido, apestan. Las tengo puestas desde hace dos semanas, no me las quito ni para dormir y sé que me faltan muchos más días así. Ni soñar con lavarlas. ¿Qué pensaría mi mamá si me viera? A ella siempre le gustó verme limpio y arreglado, me acuerdo lo orgullosa que estaba cuando me puse el uniforme: «Ay mijo», me dijo, «qué orgullo».

Hace ocho meses que camino sin parar por el monte y no sé lo que es ponerse un par de tenis o un pantalón de dril, solo botas y camuflado; viera usted el calor que hace y cómo sudo con eso. Ayer, también pensé en mi mamá, la pensé con tanta fuerza que me pareció sentir el olor de los fríjoles que le gusta prepararme los domingos, lo que daría por un bocado de ese plato. Hace meses que solo como dos comidas al día, café y saltinas de desayuno; arroz, yuca y plátano por la noche. Ni carne, ni huevos, no hay cómo conservarlos y se dañarían en las caminatas. Así es esto por acá.

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V

Supe que era domingo porque otro soldado me lo dijo, porque aquí uno no sabe ni qué día, ni qué fecha es. Lo que sí sé es que no falta mucho para navidad. No es que eso me emocione, aquí nada cambia en esas fechas. En el monte no hay fiestas especiales, ni días de descanso. No hay con quién bailar o tomarse unos tragos. ¿Imagínese ponerse uno en esas y que el enemigo ataque?

No me quejo, no, uno se acostumbra a vivir así. A lo que sí nunca me he podido acostumbrar es a vivir con la incertidumbre de nunca saber qué va a pasar,

¿será que hoy nos atacan

y me pegan un tiro? .

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¿Será que hoy piso una mina?


¿Será que no vuelvo a ver

a mi mamá?


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Claro, la sensación se pone peor porque es imposible descansar. En el monte eso es muy difícil: uno se acuesta con el morral, las botas puestas, el fusil cerca y sabiendo que el que está de guardia está tan mamado y hambriento como uno, o peor, puede que hasta esté enfermo. Es que aquí no se puede parar así se tenga fiebre o diarrea. ¿Qué va a decir uno? «¿Permiso para quedarme descansando?». No, eso no se puede. Entonces el que está de guardia de pronto va y se queda dormido, no aguanta más y ¡ZAS!, llega el enemigo y nos ataca por sorpresa. Así que lo que se llama dormir, más bien poco por acá, es que todos estamos alertas, prevenidos. El enemigo conoce bien la zona y nuestras necesidades. No se puede ir tranquilo a tomar agua a una quebrada o acercarse a un árbol de frutas porque fijo hay una mina enterrada, así quieren deshacerse de nosotros, sin dar la cara, volándonos en pedazos. Avanzamos sin saber para dónde vamos y con miedo de encontrárnoslos. Con los campesinos tampoco es fácil saber qué hacer. Nos miran con desconfianza, no nos quieren contar nada. Estamos acá para protegerlos, ¿por qué no lo entienden? En algunas casas, ni siquiera nos han querido abrir la puerta para darnos un vaso de agua. ¿No confían en nosotros?, ¿por qué?, ¿uno cómo hace para saber de qué lado están? Solo falta que estén apoyando al enemigo. Una vez, alguien que ya se había retirado, me dijo que años de vivir así lo dejan a uno sicosiado. —A mí sí que me costó volver a la vida de civil —me confesó—. Cogía bus y pensaba que todo el mundo sabía quién era yo. Si alguien pasaba rápido a mi lado, de una metía la mano buscando la pistola, paniquiado todo el tiempo.

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V

¿Será que yo voy a quedar así? ¿Que si un día vuelvo a dormir en mi cama, voy a sentirme como en el monte, donde nunca descanso y me espero siempre lo peor? Igual prefiero eso a que me maten por aquí, como un perro. .

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En Colombia, lo que se oye de la guerra son las cifras, los titulares, las imágenes sin rostro, sin historia ni contexto. Rara vez se escuchan los relatos inalterados de quienes la viven y, entre todo ese ruido, quedan silenciadas sus voces. ¿Alguna vez nos hemos detenido siquiera a imaginar quiénes son esas personas que la padecen y que la libran? ¿Qué situaciones las han llevado allí y de qué manera la guerra ha dejado su marca indeleble en ellas? Por eso, este libro es un ejercicio de escucha. A través de once relatos, basados en testimonios reales, pretende ponernos en los zapatos de sus protagonistas y acercarnos a su vida cotidiana. El audiolibro, que los acompaña, da vida a los personajes contenidos en las páginas; nos permite vivir su historia, contemplarlos y conocer el vínculo entre sus luchas, dilemas y decisiones. ¿Qué pasaría si Martín hubiera llevado la carta que le dio el hombre armado? ¿Si Elkin no se hubiera enamorado de Patricia? ¿Y si Doris no hubiera nacido en ese pueblo? ¿Habrían sido los mismos? ¿Habríamos sido nosotros los mismos de haber vivido esas circunstancias?


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