Afrodescendientes: sociedad civil y movilización social en el Ecuador Por
John Antón Sánchez biografía Jhon Antón Sánchez es periodista y antropólogo afrocolombiano, candidato al Doctorado en Ciencias Sociales en FLACSO Ecuador, activista del movimiento afroamericano, y miembro de la Alianza Estratégica Afrodescendiente y Caribeña.
El alcance del presente ensayo se centra en las organizaciones de los afrodescendientes en Ecuador, quienes bajo condiciones específicas de accionar político y discursivo caracterizan el sentido de representación de su sociedad civil. Un ámbito desde donde logran posicionar temas importantes de una agenda definida en el reconocimiento de derechos, en la lucha contra el racismo, la exclusión social y la pobreza. Demostraremos que bajo esta perspectiva la sociedad civil afroecuatoriana traza su acción colectiva en intentos de presión y exigencia al Estado por el cumplimiento de las garantías y obligaciones adquiridas en instrumentos internacionales, que como la Declaración y el Plan de Acción de Durban, firmado en el 2001 durante la III cumbre mundial de Naciones Unidas contra el racimo y la discriminación, obligan a los Estados nacionales a reducir los niveles de exclusión, discriminación y pobreza de aquellas sociedades que por el impacto de la esclavitud fueron explotadas, marginadas socialmente y restringidos sus derechos de igualdad y limitadas sus oportunidades de desarrollo humano integral. De este modo, las organizaciones, líderes, activistas, políticos y académicos de la sociedad civil afroecuatoriana han trazado como eje gravitacional de sus demandas la necesidad de la implementación de políticas públicas incluyentes y equitativas que den cuenta de la garantía de sus derechos humanos, en especial el derecho a la diversidad étnica y cultural, pero muy particularmente al derecho de ejercer y Journal of Latin American and Caribbean Anthropology,Vol. 12, No. 1, pp. 233–245. ISSN 1935-4932, online ISSN 1925-4940. © 2007 by the American Anthropological Association. All rights reserved. Please direct all requests for permissions to photocopy or reproduce article content through the University of California Press’s Rights and Permissions website, http://www.ucpressjournals.com/reprintinfo/asp. DOI: 10.1525/jlaca.2007.12.1.233
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proteger su identidad y su territorio, el derecho a la participación y representación política, el derecho de asegurar el uso sostenible de los recursos naturales, el derecho a los servicios sociales y al empleo, entre otros. Bajo esta perspectiva, de manera general el ensayo se propone conceptuar los principales elementos que caracterizan a la sociedad civil de los afroecuatorianos Específicamente se pretende alcanzar dos puntos: (1) identificar los distintos momentos históricos por el cual ha pasado su proceso de madurez política como sociedad civil, y (2) precisar sus roles y propuestas de movilización identificando sus desafíos internos y externos. Para ello será importante ubicar antecedentes históricos contemporáneos que caracterizan el proceso organizativo afrodescendiente. Un primer momento se precisa antes de los años 70 donde las movilizaciones por los derechos civiles y políticos de los afronorteamericanos y el movimiento por la negritud y la descolonización africana en Europa determinó rasgos importantes en el asociativismo afro latinoamericano. Un segundo momento tiene que ver con las décadas de los 1970 y 1980 cuando emergen importantes organizaciones negras urbanas, se ventila una crisis en la acción colectiva, para finalmente avanzar en la concreción de un discurso relevante contra la discriminación racial y el racismo. Luego, a partir de los años 1990, las organizaciones afrodescendientes del Ecuador, ubicadas en el contexto del neoliberalismo y el multiculturalismo que afectó críticamente la sociedad y la nación ecuatoriana, logran reivindicaciones notorias en el plano de los derechos colectivos, la participación y la representación política. Contexto: Sociedad Civil y Movilización política en América Latina En América Latina, el concepto de “sociedad civil” fue alimentado desde una visión gramsciana, gracias al auge de las ideologías de la izquierda marxista revolucionaria. Particularmente se entendió desde las distintas formas de acción colectiva como la capacidad de movilizar, desequilibrar y desinstitucionalizar. La sociedad civil se comprendió como una arena donde se podría dar perfectamente un movimiento contra-hegemónico en contra de la sociedad burguesa. Sin embargo, luego fue necesario comprender la sociedad civil desde distintas formas de acción colectiva que contribuyeran al fortalecimiento de la sociedad, de modo que pudiera comprender su importancia no solo por su capacidad de veto, sino también por constituir una fortaleza institucional, es decir, un proyecto político institucional enmarcado por una cultura política específica, guiada bajo formas distintas de pensamiento político y cultural. Ahora bien, la manera como en América Latina se configura un moderno concepto de sociedad civil no puede leerse por fuera del contexto de las lógicas de la globalización y del neoliberalismo, los cuales han impuesto e introducido un nuevo tipo de relación entre el Estado y la sociedad civil, definiendo una esfera 234
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distinta de la política y sus participantes. Para Arturo Escobar (1998), al amparo del neoliberalismo los ciudadanos se obligan a reacomodarse construyendo ámbitos diferentes en tanto que como sociedad civil puedan impulsar nuevos movimientos sociales que propugnan por la instauración de un sistema político y de prácticas económicas, sociales y culturales alternativas que permitan ampliar la frontera democrática en la región. Los nuevos movimientos sociales aparecen entonces en el escenario de lo público como expresión de la acción colectiva de una nueva sociedad civil provista de sentido y conceptos políticos y democráticos que buscan una concepción distinta del quehacer político, de una práctica que provenga de las bases sociales auténticas, alejadas de aquellas prácticas agenciadas por los partidos tradicionales de las élites hegemónicas. Se trata de movilizaciones propias de una “sociedad civil”, que en términos de Cohen y Arato (2000) se estructura como moderna, la cual lucha por cambiar y redefinir el sentido tradicional de la ciudadanía, representación política, participación y democracia. Cambios que—desde Escobar, Alvarez, y Dagnino 2001—exige el establecimiento de una política cultural1 que vela por democratizar la sociedad y redefinir los límites del sistema político hasta llegar a transformar la cultura política. Para Evelina Dagnino (2001), el rasgo distintivo de estos nuevos movimientos sociales está en el hecho de no buscar tanto la democratización del régimen político sino de la sociedad como un todo, incluyendo las practicas culturales que encarnan la exclusión y la desigualdad bien sea de género, de clase y etnia o raza. Estos son propuestas de democratización que implican la definición de nuevos conceptos de “ciudadanía” y de “derechos ciudadanos”. Esta percepción de cambio cultural como elemento fundamental en los procesos de democratización ha sido crucial para los movimientos afrodescendientes, homosexuales, y de mujeres. Se trata del reconocimiento de sus luchas como políticas culturales capaces de afectar la cultura política de la sociedad. Desde la visión de Danigno, la apropiación de una noción moderna de la ciudadanía fundamentó nuevas identidades de sujetos colectivos portadores de nuevos derechos tales como los derechos a la autonomía, al desarrollo, a la identidad, a la igualdad, a la diferencia, a la no discriminación, a la vivienda, al territorio, etcétera. Dentro de este escenario los afrodescendientes, por medio de sus expresiones de sociedad civil, emergen y se movilizan con fuerza en el espacio público latinoamericano. Irrupción de los afroecuatorianos como sociedad civil Los afroecuatorianos comenzaron a estructurar un concepto moderno de sociedad civil desde finales de los años 1970, cuando el interés étnico e identitario se asentó entre ellos. Pese a la novedad de este fenómeno, su proceso debe analizarse desde la Afrodescendientes
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perspectiva sociológica de larga duración (Elías 1997), en la cual a los afrodescendientes les correspondió la superación de la dura prueba de la dispersión y “deconstrucción” cultural que representó el período esclavista, para luego con creatividad reconstruir sus principales rasgos ontológicos e identitarios hasta lograr un espacio de reconocimiento importante en las sociedades latinoamericanas. Este proceso de larga duración en Ecuador tiene sus raíces en la época de la trata esclavista, cuando los esclavos procedente de África en el siglo XVI pisan las costas ecuatorianas y al mando de cimarrones como Antón y Alonso de Illescas (1553–1582) y otros héroes africanos, surcaron el camino de la libertad y la construcción de una nueva autonomía territorial desde los palenques (Savoia 1992). Seguido de esta lucha por la libertad y la dignidad como sujetos, el proceso continúa luego con la abolición de la esclavitud2. El desafío más grande será talvez la lucha contra el concertaje, la discriminación y el racismo, producto de una sociedad post esclavista que cuando trató de cimentar a la nación se negó a reconocer el aporte del afroecuatoriano a la consolidación de la república. Este proceso continúa con la etapa contemporánea más crítica: la lucha por el derecho al territorio y la autonomía política y cultural, la cual según Jesús Chucho García (2001), se caracterizó por la estructuración de un discurso identitario basado en la consagración de derechos como pueblo: territorio, autonomía y desarrollo. En cuanto a la manera como las organizaciones de la sociedad civil afro se fueron estructurando en la esfera pública de la sociedad ecuatoriana, es importante anotar que su génesis y contexto se desenvuelve en medio de un complejo ambiente cargado de conflictos identitarios, de intereses particulares y grupales. También influyeron las condiciones regionales, que determinan una especificación de dependencias políticas y de subordinaciones a los aparatos del poder y de las elites hegemónicas. De modo que para hacer una caracterización de las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana se debe partir desde lo local, de lo regional y de lo nacional. Estas organizaciones se estructuran como organizaciones de primer, segundo y tercer grados, con relativos vínculos de independencia, frágiles lazos de coordinación y diferentes enfoques ideológicos. Encontramos así una pluralidad de organizaciones que representan intereses urbanos, campesinos, juveniles, académicos, de género, productivo, e incluso, aquellas que sirven de plataforma para las prácticas políticas al servicio de barones y caciques políticos que ostentan los beneficios de la representación electoral. Las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana dentro de su proceso de maduración recibieron influencia de movilizaciones tanto de las comunidades afroamericanas de América del Norte (ver Draper 1970), como de los movimientos panafricanistas europeos quienes a lo largo de la primera mitad del siglo XX y la década de los 60 desarrollaron un discurso global en contra de la discriminación racial, la segregación, la intolerancia étnica, el colonialismo europeo en África y por la libertad de la diáspora africana mundial.(Rodríguez 2000).
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Bajo esta coyuntura, durante los 1970s jóvenes intelectuales e influenciados por las lecciones del marxismo y del movimiento literario panafricano deciden organizar en Quito el Centro de Estudios Afroecuatorianos, que actuó como una escuela para el análisis de las circunstancias que rodeaban al mundo africano y afroamericano. En el fortalecimiento de este centro fue importante la realización del Congreso de Cultura Negra de las Américas que se desarrolló en Cali en 19773. De estos círculos se destacan figuras como Juan García, Jacinto Fierro, Jaime Hurtado, Juan Montaño, Washington Caicedo, Pablo de la Torre, entre otros jóvenes activistas (Cuadernos de Etnoeducación del pueblo Afroecuatoriano 2003). Durante los 1980s el proceso organizativo de los afroecuatorianos sufre dispersión y debilitamiento, dando pie a que la Iglesia Católica los impulse de manera especial promocionando un discurso identitario afroecuatoriano a partir de estrategias evangelizadoras. En 1981, con la llegada de los Misioneros Combonianos, se crea el Movimiento Afroecuatoriano Conciencia (MAEC) y luego el Centro Cultural Afroecuatoriano, cuya misión fue organizar grupos poblacionales afros asentados en Quito, Guayaquil y Esmeraldas4. Producto de este ejercicio nacen varias organizaciones de base en distintas provincias. En los años 1990 el proceso organizativo de los afroecuatorianos recibe influencias de el movimiento afrocolombiano, en especial del Proceso de Comunidades Negras (PCN) que desde Tumaco se relaciona con las organizaciones del Norte de Esmeraldas. En el contexto de esta relación se realizan varios encuentros binacionales durante los cuales comparten en conjunto una agenda alrededor de los derechos colectivos, la apropiación territorial, la etnoeducación y los espacios de participación. Este impulso logró que las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana se fortalecieran. Varias de sus más importantes reivindicaciones fueron exitosas como su consagración como “pueblo” y una serie de derechos colectivos al amparo de la Constitución de 1998. En marzo de 1999 se organiza el Primer Congreso Unitario del Pueblo Negro, realizado en Quito. Este evento crea la Confederación Nacional Afroecuatoriana (CNA) que se convierte en un proyecto de organización étnica de tercer grado que buscaba neutralizar la dispersión y centralizar un comando unitario del centenar de organizaciones de primer y segundo grado existentes en el Ecuador. La CNA se consolida a partir de la reunión de varios líderes influyentes y de organizaciones urbanas de la Ciudad de Esmeraldas, del Carchi, Imbabura y Pichincha. Desde la perspectiva de género, las mujeres afroecuatorianas han logrado importantes avances en sus procesos organizativos. En septiembre de 1999, en el Valle del Chota, realizan el Primer Congreso de Mujeres Negras, producto de este encuentro se crea la Coordinadora Nacional de Mujeres Negras del Ecuador (CONAMUNE), con cobertura nacional y varias filiaciones regionales. La Coordinadora buscó incorporar a la mujer afro en el cúmulo de reivindicaciones de los derechos colectivos
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y en torno de una agenda política alrededor de la capacitación, formación y participación, la capacidad de desarrollo en distintas áreas de la producción, la cultura y las tradiciones sociales (Agenda Política de las Mujeres Negras del Ecuador 2000). Referencias institucionales dan cuenta de catálogo de al menos 317 organizaciones de la sociedad civil afroecuatorianas verificadas (Secretaría Técnica del Frente Social 2005). Geográficamente estas se sitúan en mayor medida en la provincia de Esmeraldas, seguidas por Guayas, Pichincha y el Valle del Chota. Solo en Pichincha existe una federación que agrupa un poco mas de 41 organizaciones. Se precisa que el mayor porcentaje de organizaciones corresponden a los sectores populares en correspondencia al hecho de que el 68.3 porciento de la población afro de Ecuador es urbana. Las organizaciones de mujeres son las que ocupan el segundo lugar en importancia. Luego se destacan las culturales y las campesinas, las cuales se concentran en la provincia de Esmeraldas, Imbabura y Carchi. A nivel transnacional el proceso organizativo de la sociedad civil afroecuatoriana ha logrado conectarse a la red continental de organizaciones afroamericanas y muy especialmente afrolatinoamericanas. Esta red, cuya pretensión es estructurar una sociedad civil afroamericana de carácter global, tiene sus antecedentes en 1994 cuando en Uruguay se reunieron mas de 130 delegados de países latinoamericanos y caribeños con el fin de realizar el Seminario Continental sobre Racismo y Xenofobia. Luego de este encuentro se fundó la Red de Organizaciones Afroamericanas, como una estrategia transnacional para posicionar temas como el racismo, la discriminación, la desigualdad racial y la pobreza. Esta red logró fortalecerse en el contexto preparatorio y desenlace de la III Cumbre Mundial Contra el Racismo, la Discriminación Racial y la Xenofobia celebrada por las Naciones Unidas en Durban, Sudáfrica, en 2001. A partir de este importante evento el proceso continental de afrodescendientes se estructura en tres espacios concretos transnacionales: (1) La Alianza Estratégica Latinoamericana y Caribeña, con sede en Montevideo, (2) El proceso Afro América XXI, y (3) la Iniciativa Global Afro Latina y Caribeña (GALCI).
Sociedad civil afroecuatoriana, agenda y demandas políticas La década de los 1990s y el comienzo del siglo XXI han demarcado una época de interesantes cambios y transformaciones en la vida del Ecuador, caracterizada por un ambiente de globalización neoliberal en el cual se ha canalizado con profundidad una crisis de corte económico y político5. Pero igualmente en esta década la irrupción de los movimientos sociales ha sido notoria en tanto planteaban la transformación del modelo de Estado y Nación. Dentro de este contexto los afroecuatorianos desde las expresiones organizativas de su sociedad civil han hecho aportes
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importantes, sobre todo en el marco de la construcción de un nuevo carácter identitario de la nación. En efecto, desde finales de los años 1990s, la sociedad civil afroecuatoriana junto con los movimientos indígenas6 del Ecuador, han desarrollado movilizaciones étnicas con demandas centradas en un conjunto de reivindicaciones de derechos económicos, sociales, políticos, territoriales y culturales. En teoría, el resultado de estas demandas ha causado un impacto significativo tanto en la cultura política de la nación como en las políticas culturales del Estado, las cuales se han orientado en la incorporación de programas específicos en materia de participación política, fortalecimiento de su sociedad civil, garantía al derecho al territorio, la identidad cultural, el respeto por los derechos humanos y el fomento del desarrollo productivo. Uno de los mayores logros de la sociedad civil afrodescendiente lo constituyó la coyuntura de la Asamblea Nacional Constituyente de 1998, la cual escribió una Constitución7 que instaura una nueva cultura política y la legitimidad de una sociedad civil diferente amparada en la diversidad de sus expresiones. Con la nueva Constitución el Estado se abre al pluralismo legal y se fija un marco de derechos colectivos tanto de los indígenas, como de los afroecuatorianos. Empero, las transformaciones sociales, políticas y jurídicas que han obligado el cambio de modelo de Estado tanto en Ecuador como en otras naciones de la Región, no han sido fáciles, e incluso han sido limitadas. Pues en el terreno de lo práctico la instauración de un estado multiétnico garante de los derechos humanos y colectivos de los indígenas y afrodescendientes ha encontrado la barrera de posiciones dominantes, tradicionales y hegemónicas que se resisten al rompimiento del orden jurídico y político imperante. Por lo tanto, muchas veces la adopción de políticas públicas incluyentes han quedado solo en el plano de la formulación y del discurso, dejando enormes vacíos entre la expedición de la norma y la concreción de la misma (Antón Sánchez 2003). Retos y desafíos de la sociedad civil afroecuatoriana El hecho que se evidencie un examen crítico en la adopción de políticas públicas incluyentes por parte del Estado y que estas no pasen del plano discursivo, legal y en papeles, es decir que no avanzan de la formulación, exige pensar también la capacidad de respuesta y presión de la misma sociedad civil afroecuatoriana. El efecto, el hecho de la poca efectividad de tales políticas públicas denuncia un bajo índice de destreza y efectividad política de las organizaciones y determina escasez de habilidad política y de accountability, o escenarios de rendición de cuentas. Esta mirada crítica hacia adentro de la estructura de la sociedad civil afroecuatoriana refleja un conjunto de desafíos internos y externos que las organizaciones
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tienen que superar y afrontar. El primer escenario de dichos desafíos tiene que ver con la debilidad política que el proceso organizativo ha demostrado con enormes síntomas de carencia de cuadros políticos suficientes, constructivos y con basamentos ideológicos claros, así mismo implica la proliferación de organizaciones carentes de estructuras e infraestructuras y poca agilidad en la abogacía política sostenida al interior del establecimiento oficial. Pero quizá la problemática mayor a superar sea la distancia y la falta de identificación política de las mismas organizaciones con el grueso de una población afroecuatoriana que no se ve representada orgánicamente en sus líderes y espacios organizativos (Antón Sánchez 2003). El otro escenario de desafíos tiene que ver con la conjugación de una serie de factores externos a los que a diario las organizaciones de la sociedad civil se ven enfrentadas sin definición alguna de una estrategia sólida para superarlos. Es decir, los afroecuatorianos desde siglos atrás se han enfrentado a una sociedad enteramente excluyente, racista (De la Torre 2002). Una sociedad que niega la presencia activa de una población en la vida económica del país; una sociedad que excluye su participación y los invisibiliza como actores políticos. Superar estos desafíos que obstruyen el desarrollo de políticas públicas incluyentes implica un reto para la sociedad civil afroecuatoriana: el fortalecimiento de su capacidad interna, la misma que les permita reingeniería, sinergia y planificación estratégica para la identificación precisa de escenarios de lucha, mayor planeación y efectividad en la gestión.
Balance y perspectivas: fortalezas y debilidades del proceso organizativo afroecuatoriano Tanto en el Ecuador como en la Región Latinoamericana en general encontramos una convergencia de movimientos sociales y una sociedad civil moderna que hacen reivindicaciones y exigen mayor apertura democrática y cambios estructurales en los aparatos gubernamentales y en las políticas públicas. Los afroecuatorianos, desde sus procesos organizativos de sociedad civil, comenzaron a movilizarse con una perspectiva étnica desde finales de los años 1970s. Este sin duda ha sido un proceso de larga duración con claros antecedentes históricos, caracterizado por la construcción y revaloración de una identidad cultural que les ha permitido autodefinirse como actores sociales con identidad étnica y colectiva. De este modo, la sociedad civil afroecuatoriana ha logrado importantes movilizaciones políticas de carácter étnico. A través de sus procesos organizativos han logrado demandas por mayor inclusión social, participación política y mejor amplitud democrática en la estructura de la nación. Ahora bien, un adecuado balance de la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana y la perspectiva de su movilización étnica, exige una
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lectura de sus debilidades y fortalezas, de la correlación de fuerzas que la enmarcan, de la estructuración de espacios de concertación en la esfera pública, pero sobre todo un examen situado desde las coyunturas y los retos y circunstancias que la nación ecuatoriana y el mundo globalizado determinan. El camino recorrido hasta hoy por las organizaciones y los líderes de la sociedad civil afroecuatoriana, teniendo en cuenta sus desaciertos y victorias, demuestran indicadores de logros relevantes durante el proceso de edificación de su agenda política y de su proyecto de vida colectivo8. No obstante, aun se está en los inicios de una compleja transformación social, cultural y política de la mentalidad tanto de los ecuatorianos como de los afroecuatorianos, que además requiere liberarse del lastre del post esclavismo, la exclusión y la discriminación. Por otra parte, la reflexión debe estar dirigida a la manera como la acción del las organizaciones afrodescendientes han incidido en los distintos espacios de la vida nacional, sobre todo desde aquellos donde se toman las decisiones y se ejecutan las políticas públicas. En este sentido, es necesario advertir críticamente el comportamiento de los distintos espacios institucionales de participación y concertación que se han habilitado para el encuentro y el desencuentro Estado/Sociedad. Estos espacioshan sido evidenciados a pesar de la vigente reproducción de prácticas políticas fundadas en una cultura política propia del clientelismo, el corporativismo, la corrupción y la dependencia institucional, situación que termina captando y distrayendo la atención de los actores sociales, neutralizando la acción colectiva y desmovilizando a la sociedad civil afroecuatoriana. Toda esta reflexión en perspectiva presupone un reto a la misma sociedad civil afro en su proceso de examinar, hacia adentro, las debilidades y los desaciertos. Otro aspecto importante en este examen tiene que ver con que en Ecuador las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana tienen abonadas condiciones para avanzar en la movilización étnica, las cuales no han sido bien aprovechadas. Existen circunstancias favorables para la exigencia del cumplimiento de los instrumentos internacionales como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Declaración de la Cumbre de Durban y su Plan de Acción (2001), así mismo están los reconocimientos especiales en materia de derechos territoriales (titulación de tierras comunitarias y las Circunscripciones Territoriales) y derechos culturales, económicos y de participación contemplados en el artículo 83 y 84 de la Constitución de 1998 y en la Ley de Derechos Colectivos Afroecuatorianos (2006). Evidentemente que estas oportunidades constituyen una gran fortaleza no solo para avanzar en la perspectiva de la transformación social del Estado y de la Nación, sino para construir una verdadera propuesta de autonomía y de etnodesarrollo, hoy más urgente que nunca, dada las extremas condiciones de pobreza que se presentan en sus comunidades. El terreno abonado que actualmente gozan las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana para avanzar en reivindicaciones étnicas, que luego repercutirán
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en otros países de la región, debe ser complementado por grandes esfuerzos que las mismas organizaciones deben hacer en el plano de superar factores adversos que impiden la concreción de los derechos colectivos. En estos momentos existe gran dificultad en el consenso entre líderes, asociaciones y las bases sociales. Se denota que priman más los intereses y motivaciones personales, corporativistas y paternalistas en el seno del movimiento social, que la perspectiva de una agenda política unitaria y una estructura de coordinación centralizada. Incluso los desafíos a superar son más profundos, los cuales se arraigan en la dispersión, en el autismo político y en la desconfianza. A diario se denotan conspiraciones y peleas entre líderes y organizaciones, las cuales se desprestigian públicamente y dejan entrever sus debilidades internas a la luz de una opinión nacional e institucional que no les encuentra consistencia ideológica ni punto crítico a sus discursos reivindicatorios. Es urgente que el proceso organizativo busque el camino para consolidarse como movimiento social, el cual requiere mayor fortaleza. Para ello se debe dejar los espejismos distractores y avanzar en la constitución de una plataforma ideológica y un plan estratégico que les permita mayor conducción política, liderazgo y acercamiento a las bases sociales. Para ello, habrá que aprovechar más las oportunidades de conexión con las demás expresiones organizativas de los afrodescendientes de los países latinoamericanos (Colombia, Brasil, Venezuela, Uruguay, Honduras, Costa Rica, etc) donde experiencias como los Encuentros Binacionales y las redes continentales (Alianza Estratégica Afroandina y el Proceso Afroamérica XXI) han dejado saldos positivos en el contexto político nacional e internacional. En suma, el escenario actual en que se desenvuelven las organizaciones de la sociedad civil afroecuatoriana está alumbrado por una luz optimista por cuanto en el país existen factores relevantes que posibilitan la maduración de circunstancias conducentes hacia la instauración de una verdadera nación multiétnica y pluricultural. Sin embargo, se trata de un optimismo moderado, pues depende de la misma sociedad civil que debe ser capaz de sobreponerse las coyunturas internas, despojarse de sus limitaciones personales, tejer alianzas estratégicas con otros sectores, poder encontrar caminos de incidencia políticas en el gobierno y posicionarse como actor político de relevancia en el conjunto de la opinión pública y en la ciudadanía.
Notas 1En América Latina hoy todos los movimientos sociales ponen en marcha su política cultural, tanto por aquellos denominados viejos movimientos (como los convencionales urbanos, populares, campesinos, de mujeres) sino también por los nuevos (indígenas, étnicos, gays, ecologistas, de derechos
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humanos, afro americanos, católicos de base, etc). Se trata de movimientos sociales contemporáneos que en la modernidad despliegan toda una estrategia de redefinición de sus identidades y propósitos de lucha en el marco inevitable de la cultura. 2La liberación de los esclavos se decretó en 1851 siendo presidente el General José María Urbina. Sin embargo el proceso de la esclavización se mantuvo hasta 1890 en la provincia de Esmeradas y en forma de concertaje hasta 1964 en el valle del Chota cuando se establece una nueva reforma agraria. Ver Costales y Costales 1964; Chalá Cruz 2006. 3El primer congreso de Cultura Negra de las Américas fue organizado por la Asociación de Jóvenes Negros Peruanos, El Centro de Estudios Afrocolombianos y la Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas, se realizó en 1977 en Cali, siendo su presidente Manuel Zapata Olivella. El segundo congreso se realizó en 1980 en Panamá, su presidente fue Gerardo Maloney. El tercer congreso fue en Sao Pablo en 1982, teniendo como presidente Abdías do Nascimiento. 4A partir de Julio de 1980 la Conferencia Episcopal Ecuatoriana crea el Departamento de Pastoral Afroecuatoriana, que actualmente funciona como la Unidad Operativa de Pastoral Afroecuatoriana. En este trabajo pastoral, se destaca la iniciativa de los padres combonianos: el Padre Rafael Savoia, el Padre Martín Valba, este último director del Centro Cultural Afroecuatoriano y encargado de la Pastoral Social Afroecuatoriana. 5Como es sabido, durante los 1990s los ecuatorianos debieron sobreponerse a la peor crisis política y económica de su historia. Para 1999 más de una decena de bancos cerraron, la inflación fue superior al 67 porciento, la desocupación aumentó al 17 porciento y más del 62.5 porciento de la población estaba –y se mantiene aún—en la pobreza. A estos factores negativos de la economía del país se le agrega el desbalance comercial de pagos, el déficit comercial, una apertura económica desequilibrada y la obligatoriedad de renunciar a la soberanía monetaria para imponer el modelo de la dolarización como medida para salir de la crisis. 6En el Ecuador existen alrededor de 13 nacionalidades y pueblos indígenas distribuidos en tres regiones naturales: Sierra (Otavalo, Cayambe, Cotopaxi, Salasaca, Chimborazo, Cañar, Saraguro) Costa (Awa-Kwaiker, Chachi, Tsachila, Epera) Amazonas, Cofán, Siona y Secoyas, Quichuas, Huaorani, Shuar, Ashuar, Záparos. Los cuales según el último censo de 2001 alcanzan los 1.525.421 personas. 7La Constitución Política del 1998 en primer lugar determina al Ecuador como un Estado Multiétnico y Pluricultural (Art. 1) y además reconoce y legitima el carácter de “pueblo” tanto a los afroecuatorianos como a los indígenas (art. 83). 8Quizá el mayor logro haya sido la aprobación por parte del Congreso Nacional de la Ley de Derechos Colectivos del Pueblo Afroecuatoriano, en mayo del 2006.
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