Transformando el Dolor de la Guerra en esperanza, reconciliación y aprendizajes de paz

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Transformando el dolor de la guerra en esperanza, reconciliación y aprendizajes de paz. MEMORIA HISTÓRICA DE POLICÍAS Y MILITARES EX SECUESTRADOS, DESAPARECIDOS, ASESINADOS EN RESCATES A SANGRE Y FUEGO, MUERTOS EN CAUTIVERIO Y DE LAS FAMILIAS ASFAMIPAZ.

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EQUIPO DE TRABAJO Coordinadora Marleny Orjuela Manjarrés Asistentes de Coordinación Neisi Yisney Páez Naranjo (Villavicencio) Edna Margarita Sánchez Rivas (Bogotá) Diseño, Aplicación y Transcripción de Entrevistas Ángela Puentes Investigación y Escritura del Documento Ángela Puentes Registro Audiovisual Juan Camilo Heredia Carvajal Registro Fotográfico Ivonne Lorena Mancera O. Juan Camilo Heredia Carvajal Apoyos Profesionales Psicosociales Migdonia Rueda Bolaños Claudia Leguízamo Parra DISEÑO - DIAGRACIÓN - IMPRESIÓN LANDMARK INGENIERÍA PUBLICITARIA ALFARUBIO@GMAIL.COM Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de la Fuerza Pública Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros - ASFAMIPAZ 2017

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ASFAMIPAZ

Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de La Fuerza Publica Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros

PROGRAMA DE PARTICIPACIÓN Y REPARACIÓN COLECTIVA A LAS VÍCTIMAS Esta publicación es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Los contenidos son responsabilidad de CODHES y no reflejan necesariamente las opiniones de USAID o del Gobierno de los Estados Unidos.

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TABLA DE CONTENIDO Introducción

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Los rostros y las voces que cuentan esta historia

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- Los ex secuestrados - Los Y LAS familiares

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I. Memorias de guerra, dolor y dignidad: la reconstrucción de los hechos que antecedieron al secuestro - Familiares caminando desde el sur. La toma de Patascoy y la surcolombiana - Buscando resultados en la boca del lobo. La toma de El Billar, Caquetá - Miraflores: el secuestro de 129 policías y militares fue también el fortalecimiento de la movilización por el acuerdo humanitario y la paz de Colombia - Falso retén vía doncello-florencia - Mitú: ya la toma estaba anunciada - Puerto Rico Meta: ¿Y entonces qué hace uno? Uno se aferra a la vida - Curillo, Caquetá II. El cautiverio

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- El recorrido selva adentro - La vida en cautiverio - La cotidianidad del secuestro: cualquier día en cautiverio - Las relaciones entre guerrilleros y miembros de las fuerzas policiales y militares - Alimentación - Permanencia en condiciones de inhabitabilidad - Salud física y emocional - Dimensión física - Dimensión mental-emocional - Relaciones entre compañeros de cautiverio - Formas de afrontar y resistir el cautiverio: recursividad, tranquilidad y alegría en medio de la selva - ASFAMIPAZ: la principal forma de afrontar y resistir el cautiverio desde la perspectiva de las familias - ASFAMIPAZ y las pruebas de supervivencia - Camino a San Vicente - El encuentro con las FARC-EP - ASFAMIPAZ rumbo a las jaulas de secuestro - La lucha libertaria de ASFAMIPAZ durante el secuestro: mediación entre el estado, la guerrilla y la sociedad civil - ACCIONES PÚBLICAS MÁS DESTACADAS DE ASFAMIPAZ

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III. Los desenlaces del cautiverio - Intercambio humanitario y liberaciones unilaterales - La desaparición - Edgar Bayron Murcia Canencio - Luis Hernando Peña Bonilla - La muerte en cautiverio - Julián Ernesto Guevara - Los rescates a sangre y fuego - Los últimos liberados. Terminación del secuestro y comienzo de los diálogos de paz IV. Las arduas luchas que llegaron después de la liberación - Las secuelas psicológicas del secuestro - Afrontar las pérdidas y asumir nuevos roles o posiciones - Debilitamiento o deterioro de los lazos afectivos con el círculo cercano - Dificultades económicas - La respuesta estatal e institucional - El papel de ASFAMIPAZ después de la liberación: la lucha por la libertad con dignidad de 1998 a 2017

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V. Aprendizajes de paz

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- Institucionalidad - Medios de comunicación - Sociedad civil

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Referencias - Entrevistas - Prensa escrita, medios de comunicación y recursos web - Jurisprudencia - Literatura académica

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INTRODUCCIÓN ASFAMIPAZ hace parte de las múltiples iniciativas de paz que la sociedad colombiana ha visto nacer en el transcurso de más de medio siglo de conflicto armado. Nació en 1998, en pleno auge y agudización de la confrontación entre el Estado Colombiano y las dos organizaciones guerrilleras más renombradas del país: las Farc-Ep y el ELN. Para entonces, su principal objetivo fue lograr la liberación de los más de 400 policías y militares que cayeron en poder de las guerrillas durante dicho periodo de agudización de la guerra, abanderando una postura favorable a la solución política y negociada al conflicto armado y al intercambio humanitario. Casi dos décadas después se sigue hablando de ASFAMIPAZ. Como se relatará durante las siguientes páginas, el final del cautiverio y la vuelta a la libertad ha sido una etapa de luchas tan arduas o más que las que se libraron durante los años de secuestro. En medio de una Colombia en guerra, el regreso a la libertad significó confirmar que no habrá reparación completa ni garantías de no repetición, hasta que el país deje de relacionarse a través de la violencia y logre construir la paz. Este gran objetivo, que motiva la continuidad de ASFAMIPAZ y que nos convoca a todos quienes conocemos las dolorosas consecuencias de la guerra, implica reflexionar y actuar sobre un gran abanico de aspectos, dentro de los que se incluyen, por mencionar algunos ejemplos, el funcionamiento de las entidades estatales, la exclusión política y económica, la humanización de los actores del conflicto armado, el papel de los medios de comunicación y de la sociedad civil en la reproducción de la guerra o la construcción de paz, e incluso las pautas y emociones a través de las que los actores colectivos y los habitantes del país, asumimos, resolvemos y superamos los conflictos. Colombia ha vuelto a hablar de la posibilidad de poner fin a la confrontación armada entre diferentes actores del conflicto, específicamente el Estado Colombiano y los grupos guerrilleros de las Farc-Ep, el ELN y el EPL. Gracias al trabajo de ASFAMIPAZ y otras organizaciones de víctimas y de la sociedad civil, la paz ha vuelto a nombrarse en conversaciones cotidianas entre colombianas y colombianos, medios de comunicación, debates políticos, colegios y universidades. La paz no ha vuelto sola; por el contrario, se ha acompañado de fuertes discusiones y cuestionamientos, preguntas, miedos, dolores, esperanzas, expectativas, tareas por hacer, vacíos evidentes, responsabilidades que asumir. La larga trayectoria de ASFAMIPAZ, su hermanamiento con las víctimas de los diferentes actores del conflicto, y la experiencia vital de sus integrantes, posibilitan un acercamiento a la paz y a todos los interrogantes y esperanzas que la acompañan, desde la certeza de que es posible trabajar para transformar el dolor y el resentimiento en solidaridad, perdón y reconciliación. Las siguientes páginas se proponen hacer memoria de paz para el presente y el futuro, tomando como bases, tanto la experiencia de los policías y militares que experimentaron el cautiverio por razones del conflicto armado, como su incesante lucha por la paz, la reparación y la libertad que emprendieron ellos y sus familiares hace 19 años. Con el presente documento, se espera poner a disposición una visión compleja del secuestro, que se diferencie de las versiones del mismo que han alimentado los imaginarios y las realidades de la guerra, prolongando el conflicto armado, y con ello, el sufrimiento de las víctimas. Esta visión, construida a partir de los testimonios reales de policías y militares ex secuestrados, muertos en cautiverio, desaparecidos y asesinados en rescates a sangre y fuego y sus familias, incluye los aprendizajes de paz que trajo consigo el secuestro, la liberación y los años posteriores hasta la actualidad. ASFAMIPAZ y sus integrantes, esperan que ellos sean útiles para recorrer el camino que conduzca a resolver y asumir las preguntas y responsabilidades que nos trae, a todas y todos, la necesidad de construir una Colombia en paz.

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LOS ROSTROS Y LAS VOCES QUE CUENTAN ESTA HISTORIA Los ex secuestrados

Jairo René Roa Sierra Secuestrado en la toma de Miraflores (Guaviare). Duró privado de la libertad 2 años y 10 meses.

Luis Mendieta, General (r) de la República Secuestrado en la toma de Mitú (Vaupés). Duró 12 años y 7 meses privado de la libertad.

José Yesid Buitrago Burgos. Secuestrado en la toma de Miraflores (Guaviare). Duró privado de la libertad 2 años y 10 meses.

José Ramírez Gualí Secuestrado en la toma a Puerto Rico (Meta). Duró 2 años y 10 meses privado de la libertad.

Josué Trinidad Amaya Secuestrado en la toma a Puerto Rico, (Meta). Duró 2 años y 10 meses privado de la libertad.

Jairo Cárdenas López Secuestrado en la toma a Puerto Rico (Meta). Duró 2 años y 10 meses privado de la libertad.

Luis Alfonso Díaz Secuestrado en la toma a Puerto Rico (Meta). Duró 2 años y 10 meses privado de la libertad.

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Wilson Chilito Secuestrado en la toma a Mitú (Vaupés). Duró 2 años y 8 meses privado de la libertad.

Frank Giovanni Trejos Mariño Secuestrado en la toma de Puerto Rico (Meta). Duró 13 años privado de la libertad.

Omar Barrera Barrera Secuestrado en la Toma a Mitú (Vaupés). Duró 2 años y 8 meses privado de la libertad.

Nelson Martínez Vanegas Secuestrado en la toma a Mitú (Vaupés). Duró 2 años y 8 meses privado de la libertad.

Héctor Torres Tunjacipa. Secuestrado el 3 de agosto de 1998 y liberado por acuerdo humanitario unilateral el 28 de junio de 2001.

Elver Torres Tunjacipa. Secuestrado el 3 de agosto de 1998 y liberado por acuerdo humanitario unilateral el 16 de junio de 2001.

Luis Arturo Arcia Secuestrado en la toma a El Billar (Caquetá). Duró 14 años privado de la libertad.

Jair Santiago Sánchez Braga Secuestrado en la toma a Mitú (Vaupés). Duró 2 años y 8 meses privado de la libertad.

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LOS ROSTROS Y LAS VOCES QUE CUENTAN ESTA HISTORIA Los Y LAS familiares

Marleny Orjuela Manjarrés. Prima de Alexander Zambrano Manjarrés. Secuestrado en la toma de Miraflores (Guaviare).

Neisi Páez. Esposa de José Ramírez Gualí. Secuestrado en la toma de Puerto Rico (Meta).

Lina María Silvina Sánchez Rivas. Sobrina de Elkin Sánchez Rivas. Secuestrado en falso retén ubicado en la vía Doncello – Florencia (Caquetá) y asesinado en noviembre de 2011 en un rescate a sangre y fuego.

Pedro González, David González. Hijos de Pedro González Rincón. Secuestrado en la toma de Puerto Rico, Meta.

Edna Margarita Sánchez Rivas. Hermana del Mayor de la Policía ELKIN HERNÁNDEZ RIVAS, asesinado en rescate a sangre y fuego en Solano - Caquetá, el 26 de noviembre de 2011.

Janeth Arteaga. Hermana de José Miguel Arteaga. Secuestrado en la toma a El Billar (Caquetá) y quien duró 10 años y 3 meses en cautiverio.

Yamile Hernández. Esposa de Huber Gordillo Niño. Secuestrado en la toma de Curillo (Caquetá) y quien duró 2 años en cautiverio.

José Uriel Pérez “Yuyo”. Tío de Luis Alfonso Beltrán. Secuestrado en la toma de El Billar (Caquetá) y quien duró 14 años privado de la libertad.

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Ángela Gómez. Viuda del policía José Niño. Asesinado en la toma a Puerto Rico (Meta).

Ana María Guevara. Hija de Julián Ernesto Guevara. Secuestrado en la toma a Mitú (Vaupés) y muerto en cautiverio por falta de atención médica.

Betty Roa Sierra. Hermana de Jairo René Roa Sierra. Secuestrado en la toma de Miraflores (Guaviare).

Carlos Andrés Amaya. Hijo de Salvador Amaya. Secuestrado en la toma a Puerto Rico (Meta).

Carlos Manuel Ramírez Páez. Hijo de José Ramírez Gualí. Secuestrado en la toma a Puerto Rico (Meta).

Emperatriz Castro de Guevara. Madre de Julián Ernesto Guevara. Secuestrado en la toma a Mitú (Vaupés) y muerto en cautiverio por falta de atención médica.

Gladys González Urrego. Esposa de Josué Trinidad Amaya. Secuestrado en la toma de Puerto Rico, Meta.

Héctor Emiliano Cabrera. Tío de Pablo Emilio Moncayo. Secuestrado en la toma de Patascoy (Nariño).

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I. MEMORIAS DE GUERRA, DOLOR Y DIGNIDAD: LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS QUE ANTECEDIERON AL SECUESTRO La oleada de violencia política de mediados de los 80 y principios de los 90, antecedió a un nuevo repunte de las acciones bélicas propias del conflicto armado, que entre 1996 y 1999 alcanzaron su cúspide. En esos tres años se produjeron, entre otras, 11 acciones guerrilleras entre pescas milagrosas, ataques a bases militares, estaciones de policía o puestos de comunicaciones, cuyo rasgo común es haber sumado más de 400 miembros de la Fuerza Pública secuestrados. El auge del conflicto, también incluye la escalada del paramilitarismo, que en ese mismo periodo, transitó desde sus formas regionales para consolidarse como fenómeno nacional, con la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en 1997. Las noticias sobre las acciones bélicas guerrilleras y paramilitares, acompañaban a los escándalos de corrupción de la clase política, al tiempo que empezaba a hablarse de los diálogos de paz y del acuerdo humanitario en el marco de la campaña presidencial para el periodo comprendido entre 1998 y 2002. Mientras tanto, los familiares de los policías y militares implicados en las acciones bélicas guerrilleras, empezaban a ver la necesidad de organizarse ante la falta de claridad institucional, en medio de la que no encontraban ninguna información cierta sobre la condición de sus parientes, debiendo sobrellevar estados profundos de angustia e incertidumbre. Provenientes de todas las partes del país, madres, padres, hijos, hijas, esposas, primas, hermanos y personas solidarias, empezarían a recorrer diferentes rutas institucionales y geográficas, al final de las cuales pudieron encontrarse a ellos mismos resilientes y ocupando la escena pública, para descubrir la fuerza de la organización, la unión, el amor filial, la solidaridad, la acción no-violenta, la mediación pacífica, la autonomía política y el diálogo, como forjadores de libertad, paz, dignidad y reconstrucción de país.

Familiares caminando desde el sur. La toma de Patascoy y La Surcolombiana: La madrugada del 21 de diciembre de 1997, 300 guerrilleros del Bloque Sur de las Farc-Ep atacaron la base de comunicaciones del Ejército del cerro de Patascoy, ubicada en la cima de la montaña, a más de 3.800 msnm1, entre los departamentos de Nariño y Putumayo. El lugar era custodiado por 30 soldados, de los cuales 22 fueron asesinados y 18 secuestrados. De entrada, es evidente la cantidad desproporcionada de guerrilleros frente a la inferioridad numérica de los soldados a cargo de la base. Lo excesivo y cruel del ataque se pone aún más de manifiesto si se rememora la declaración de alias “Rodolfo”, uno de los organizadores de la toma, según quien las Farc-Ep estaban preparadas para un asalto de dos horas, pero solamente duró 15 minutos (Emmanuelson, 2010). Las noticias sobre la toma a Patascoy, no empezaron a circular sino hasta el 22 de diciembre, con información imprecisa sobre los impactos reales del ataque. Los familiares de los soldados, se vieron sumergidos en un mar de información mediática incierta, y un vaivén de emociones e 1 - Msnm: Metros Sobre el nivel del mar.

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incertidumbre sobre la vida o muerte de los militares, que se fue disipando gradualmente, pero que se extendió durante más de seis días, sin versiones oficiales del Ejército, ni comunicación directa entre la Institución y las familias, según lo relata Héctor Emiliano Cabrera, tío de Pablo Emilio Moncayo: “Sí, yo lo recuerdo, porque (…) el 27 de Diciembre del 97 yo me estaba graduando como economista, ese día hice una fiesta en la casa y al otro día en la mañanita, el domingo, fue cuando mi hermana me llamó a decirme que habían secuestrado a Pablo Emilio, que habían asaltado la base de comunicaciones de Patascoy y que no se sabía si Pablo Emilio estaba vivo o estaba muerto”. (Cabrera, 2016)

Los familiares de los soldados secuestrados se dieron a la tarea de convertir la angustia y el dolor en lucha militante por la libertad de sus seres queridos, conformando la Asociación Surcolombiana de Familiares de Policías y Militares Retenidos, más conocida como “La Surcolombiana”; lograron construir canales de interlocución con el Gobierno Nacional, e hicieron parte de los grupos de presión a favor del intercambio humanitario y la salida dialogada al conflicto. Se organizaron en un Comité Operativo que funcionaba en Nariño, agrupando a la mayoría de familiares de los soldados secuestrados de Patascoy, y por medio del cual se coordinaba la participación en el Comité Institucional impulsado por el Gobierno del entonces Presidente, Andrés Pastrana. Con el tiempo, y ante la imposibilidad de continuar sosteniendo financiera y humanamente los desplazamientos de miembros de la organización hacia Bogotá, se aliaron con la naciente ASFAMIPAZ, que tenía su vocería en la capital del país (Cabrera, 2016). La Surcolombiana también empezó a hacer ver que la toma guerrillera y el drama humanitario de los asesinatos y el secuestro, se debían a otros factores además de la crueldad y la impiedad de las Farc-Ep. Revelaron las precarias condiciones de los soldados, que debían soportar temperaturas bajo cero en una casa pequeña y sencilla, en la que experimentaban hacinamiento, y la cual no tenía trincheras para resguardarse de un posible ataque; pusieron en conocimiento el hecho de que la mayoría habían ingresado al Ejército hacía menos de seis meses con el fin de prestar el Servicio Militar Obligatorio (El Tiempo, 1997), y por tanto no contaban con la formación para hacer presencia en una zona de alto riesgo, de la que era bien conocido el control territorial ejercido por el Bloque Sur de las Farc-Ep, una de las estructuras guerrilleras con más poderío económico y militar (Cabrera, 2016). Después de la toma, las autoridades militares de la zona confirmaron lo que varios de los soldados le habían dicho a sus familias: que sentían temor ante la posibilidad de un ataque guerrillero, y que hacía más de un mes había anuncios sobre la realización de la toma, de los cuales estaban enterados los altos mandos militares, quienes no respondieron a la solicitud de enviar un helicóptero que posibilitara patrullar el empinado y agreste terreno (El Tiempo, 1997). “Sí claro, toda esa zona, allá el bloque sur de las Farc-Ep la recorrían y la dominaban. De Patascoy, lo que yo sé es que era un cerro inhóspito y que el Ejército había informado con muchos días de anticipación que se avecinaba una toma, pero no hubo respuesta de parte de la comandancia del Ejército y los dejaron a su suerte. Después de la toma, cuando fueron a recuperar los equipos de comunicaciones que tenían allá, pues que eso había quedado destrozado todo”. (Cabrera, 2016)

Casi 16 años después, a finales de octubre de 2014, el Consejo de Estado emitió un fallo que incluye más detalles sobre las condiciones de vida de los soldados de Patascoy: El difícil acceso a la base impedía la provisión adecuada de alimentos, ocasionando que los militares pasaran días enteros sin comer; los relevos o refuerzos no llegaban oportunamente debido a la misma

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dificultad. Se conoció también que previo a la toma hubo soldados muertos por hipotermia, es decir, que no habitaban en una infraestructura acorde a las condiciones climáticas, y que tampoco contaban con la dotación adecuada (Consejo de Estado, 2014). Ante Las reiteradas omisiones del Estado Colombiano, se le responsabilizó por la muerte y el secuestro de los miembros del Ejército Nacional, en tanto incumplió su papel de garantizar protección a los soldados, y de buscar alternativas para evitar la prolongación del Conflicto Armado, contexto en el cual se produjeron ese y otros hechos de guerra, dando lugar a múltiples casos de victimización. En 2015 otro fallo del Consejo de Estado ratificó, por un lado, la atrocidad y desproporcionalidad de las Farc-Ep, y por otro, la responsabilidad del Estado Colombiano en la muerte, desaparición y secuestro de otras varias decenas de miembros de la Fuerza Pública, esta vez de El Billar, Caquetá. Veamos.

Buscando resultados en la boca del lobo. La toma de El Billar, Caquetá: Las votaciones para elegir al presidente de la república y a los representantes al Senado y la Cámara, se realizaron en medio de un contexto de crisis institucional nacional y descontento generalizado: crecía la indignación por los escándalos de corrupción estatal, mientras que la violencia se arreciaba a lo largo y ancho del país. Las campañas electorales tenían como tema central la guerra. Aunque con diferentes propuestas y vías, cada uno de los candidatos adoptó como bandera de campaña el fin de la confrontación armada. La guerra no sólo era el principal eje de las elecciones: las votaciones, en tanto mecanismo para la elección de quienes ejercen el poder, fueron blanco de múltiples acciones bélicas. A medida que la fecha de las elecciones se acercaba, aumentaba el afán de los candidatos por consolidar sus votos; del Estado Colombiano para recuperar legitimidad y recobrar la confianza ciudadana; y de los grupos armados ilegales, incluidas guerrillas y paramilitares, por mellar la fuerza electoral de los actores políticos contrincantes. En esa disputa por el reconocimiento y la legitimidad, en la que la violencia fue el principal recurso, una de las estrategias que el Estado Colombiano utilizó para restaurar la percepción de seguridad de la ciudadanía, fue que la Fuerza Pública mostrara resultados concretos de la denominada lucha contra el terrorismo. Así, a finales de 1997 se creó el Batallón de Contraguerrilla No. 52, adscrito a la Brigada Móvil No. 3 (El Tiempo, 1997), el cual sería protagonista en la toma del 3 de marzo de 1998, ocurrida en El Billar Caquetá. 153 miembros de la fuerza pública afrontaron el ataque de 600 guerrilleros de las Farc-Ep. Luis Arturo Arcia recuerda lo sorpresivo del ataque y la reacción rapidísima que tuvieron que tener él y sus compañeros, quienes desde el primer momento se vieron absolutamente rodeados por la guerrilla; su memoria evoca los altísimos niveles de presión psicológica y temor por su vida a la que se vieron sometidos durante y después de la toma, pues temían que, en caso de ser asesinados, sus cuerpos pararan en una fosa común y no llegaran a sus familiares (Arcia, 2016). Guarda también la imagen de compañeros que combatieron junto a él hasta terminar muriendo en sus brazos, y la de otros que permanecieron defendiendo su vida hasta el final, pese a sus graves heridas de combate.

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A medida que el tiempo pasaba, las municiones y provisiones se agotaron sin que llegara ningún tipo de refuerzo. Así, los sobrevivientes tuvieron que adoptar una táctica de combate mucho más defensiva, cubriéndose o resguardándose entre la maleza, con la idea de racionar al máximo su armamento. Entre la angustia de esa alarmante espera, varios de ellos fueron encontrados y capturados por las Farc-Ep. Desde el principio, aunque sin renunciar a las amenazas, ni a los repertorios y tratos violentos, la guerrilla le explicó a los uniformados que perseguía un objetivo con su retención: presionar la realización de un “negocio”, que consistía en concertar con el Estado, de forma que éste liberara a varios guerrilleros presos en condición de enfermedad, a cambio de la libertad de los miembros de la Fuerza Pública (Arcia, 2016). La toma, que se extendió por tres días, terminó con 64 muertos, 19 heridos y 43 secuestrados de la Fuerza Pública y un aproximado de 30 muertos y 80 heridos de las Farc-Ep. El cautiverio de varios de los secuestrados de esta toma, se extendió hasta por más de una década. En enero de 2008, el Juez Segundo Especializado de Florencia condenó a 40 años de prisión a los miembros de la cúpula de las Farc-Ep por el ataque de El Billar (Caracol Radio, sección judicial, 2008). Sin embargo, los familiares de los secuestrados, y los propios miembros de la Fuerza Pública que sobrevivieron a la toma, tienen claro que, en este caso, además de la atrocidad y desproporcionalidad de las Farc-Ep, se trató de un acto apresurado, arriesgado e improvisado. El Estado Colombiano y los altos mandos militares insistieron en mostrar, a como diera lugar, resultados de la lucha contrainsurgente, llegando a poner en riesgo la integridad de los miembros de la Fuerza Pública. Luis Arturo Arcia, quien llegó a ser uno de los secuestrados más antiguos en poder de las Farc-Ep, relata: “Al superior en ese momento, al que yo tenía, al Mayor Aguilar, que era el comandante del batallón, a él le exigían que debía tener resultados. Estábamos en una región que la guerrilla controlaba netamente, en una parte donde la guerrilla estaba, pero entonces a él le exigían que debía tener resultados. Entonces él tomó la decisión de meternos... La misma población civil le decía “Si quieren ir a buscar a la guerrilla, váyanse para el caño del Billar, allá no van a encontrar diez ni veinte, sino de a doscientos o trescientos guerrilleros”. (Arcia, 2016). “(…) pues resulta que había un bastión guerrillero en Billar Caquetá. A un señor oficial del Ejército le llegó la idea de que tenía que atacarlos y acabarlos ahí. Reunió gente de todas partes, porque a Luis Alfonso lo llevaron desde Santander, y a él lo trasladaron para allá, él no sabía para qué iba: era para atacar ese bastión guerrillero. Resulta que el tiro les salió por la culata, porque ellos no pudieron acabar con ese bastión, sino que la guerrilla acabó con el batallón que entró a atacarlos. Ahí murieron 82 militares, hubo 47 heridos y el resto secuestrados, o retenidos (…)”. (Pérez, 2016)

Luis Arturo recuerda que antes del combate recibieron numerosas comunicaciones de los altos mandos militares, en las que se ordenaba la realización de numerosas misiones militares. Ante la escasez de personal, armamento y apoyo aéreo, la Brigada Móvil redactó y envió varias respuestas. En ellas manifestaba no contar con los recursos necesarios para ejecutar las peticiones. Los altos mandos militares no respondieron más que con nuevas misivas que contenían tareas cada vez más complicadas, sin reparar en las peticiones de la Brigada. El Mayor Aguilar, a cargo del Batallón de Contraguerrilla No. 52, presionado por la insistencia de sus superiores, convocó a los mandos de la Brigada Móvil a reunirse, con el fin de darle a conocer un precipitado plan para cumplir con los requerimientos:

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”(…) y en una reunión que tuvimos los mandos antes de entrar a esa parte a donde fue el combate, le dijimos “no entremos allá mi Mayor, porque no entramos cuando habían 1.200 hombres, y ahorita apenas habemos (sic) 150”, entonces él se enojó y dijo “no, no, no. Entre más vacas menos leche”. O sea quiso decir que no era por el hecho. Y tomó la decisión. Regañó a más de uno de los Oficiales, de los Sub Oficiales, y nos metimos ahí si como dijo el Mono Jojoy: en la boca del lobo”. (Arcia, 2016)

Aparte de la considerable disminución del personal del batallón, hubo un sinnúmero de condiciones adversas que no fueron tenidas en cuenta por los altos mandos militares, y que jugaron en contra de la integridad de los uniformados que combatieron en primera línea. En primer lugar, es necesario hacer referencias al contexto territorial: una zona altamente controlada por el Bloque Sur de las Farc-Ep, en la que ya habían ocurrido anteriores y significativos ataques a la Fuerza Pública como las tomas de Las Delicias y Patascoy, y que contaba con grupos de guerrilleros con altos niveles de formación militar, entrenados para custodiar al Mono Jojoy (El Tiempo, 1998), quien en su momento fue uno de los principales líderes de la guerrilla de las Farc-Ep. Indagaciones posteriores evidenciaron que “los hombres enviados a combatir a la guerrilla no contaban con la experiencia suficiente para hacerlo en una zona que, en ese momento, era uno de sus santuarios”. (Jiménez Herrera, 2014) Siendo una Brigada Móvil, y teniendo a su cargo un batallón contraguerrilla, se encontraba en condiciones de absoluta precariedad, sin tener a su disposición ni los implementos mínimos, ni los vehículos aéreos propios de una unidad móvil: se halló que además de la ausencia de apoyo aéreo, tampoco contaban con radios que posibilitaran comunicación con los niveles superiores del Ejército; y que, como ya se mencionó, las carencias de material de guerra, e incluso de alimentos, no fueron atendidas por las instancias correspondientes de la Institución Estatal (Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, 2015). Finalmente, se ha logrado comprobar que la operación militar en la que fueron secuestrados los uniformados, se realizó sin contar con información de inteligencia militar alguna, por lo cual se desconocían los movimientos recientes de la insurgencia en la zona y el número de guerrilleros en armas que hacía presencia en la zona. De este modo, la planeación del operativo resultó ser completamente deficiente, aumentando el riesgo sobre la vida y la integridad de los miembros de la Fuerza Pública a causa de la negligencia en todos los niveles de la cadena de mando militar (Consejo de Estado, 2015). Los fallos militares, no solamente perjudicaron a los militares que fueron secuestrados, sino a los familiares, que duraron tres meses sin tener información certera sobre el paradero y el estado de sus parientes. Así lo relata Janeth González, hermana de José Miguel Arteaga: “Duramos casi tres meses que no sabíamos dónde estaban, no me daban razón de el de ninguna clase. Hasta el Ejército me dijo que él había desertado, pero eso era mentira, porque él me había llamado días antes y me dijo “Estoy en el Billar”. El Ejército me dijo que a él lo habían trasladado para Santa Marta y que no se había presentado, entonces que por eso concluían se había desertado. No sabíamos cómo demostrarle al Ejército que él si estaba allá. Hasta los primeros días de agosto del 98 tuvimos información cierta sobre el estado de mi hermano. Mi tío trajo un periódico con un listado y ahí estaba el nombre. Fui hasta la Cruz Roja, estuve en RCN. Llevando yo el listado del periódico, en la Cruz Roja me dijeron que él estaba muerto. Yo no me acuerdo qué fue lo que pasó, pero mi tía que me estaba acompañando, me dijo que duré una hora desmayada. Luego de eso me fui para el Ejército y ahí me confirmaron y me dijeron que sí, que él estaba secuestrado”. (González, 2016)

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Simultáneamente, los familiares de los miembros de la Fuerza Pública, empezaban su trayectoria organizativa. La “campaña liberatoria” como la recuerda Uriel Pérez, fue el mecanismo por medio del cual los familiares pudieron tramitar y elaborar el impacto psicológico y emocional ante la ausencia de sus seres queridos, además de ejercer presión política para encontrar una solución pacífica, tanto a la condición de sus parientes retenidos, como al conflicto en el marco del cual se producen victimizaciones y dolores de toda índole. “¿Cómo afrontaron el secuestro de su familiar? ¿Qué hicieron?: Pues trabajar, luchar por la campaña liberatoria, y hacer lo que se pudo (…) Eso es una actividad bastante pesada, a veces de gratos momentos y a veces de rabias; de ratos malos (…) Fue una lucha dura, ir a todas partes del país, como Boyacá; Sogamoso fue uno, el Retorno fue otro; hubo una cosa por allá en el Guaviare, en el rincón de la Selva, donde hacía mucho calor; Tulcán, Ecuador, [allá] estuvimos dos veces. [También] en Cali, en Villavicencio, en San José del Guaviare, en Puerto Rico, San Vicente del Caguán (…)”. (Pérez, 2016)

Miraflores: el secuestro de 129 policías y militares fue también el fortalecimiento de la movilización por el Acuerdo Humanitario y la Paz de Colombia En los cinco meses posteriores a la toma de El Billar Caquetá, no volvieron a registrarse ataques ni tomas guerrilleras a la infraestructura de la Fuerza Pública o a poblaciones. Sin embargo, ello no significó el cese de la dinámica violenta propia del conflicto armado colombiano. Por ejemplo, entre marzo y julio de 1998, los grupos y organizaciones armadas ilegales (Farc-Ep, ELN y grupos paramilitares) cometieron un total de 19 masacres en todo el territorio nacional y ocurrió una nueva masacre en Mapiripán, Meta2 (Proyecto RutasDelConflicto.com); se produjeron 3 asesinatos de defensores de Derechos Humanos, entre los que se encontraba Eduardo Umaña Mendoza, destacado abogado penalista (El Tiempo, 1998); también hubo varios combates entre el Ejército y la guerrilla, con bajas y heridos de ambas partes3. El primero de agosto de 1998, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atacó la Estación de Policía de Cocorná, Antioquia, iniciándose así una nueva oleada de ataques guerrilleros a estaciones de la Policía y el Ejército (El Tiempo, 1998). Entre el 3 y el 5 de agosto, fueron atacados puestos de la fuerza pública ubicados en 18 departamentos del país (El Tiempo, 1999). Uno de los más trágicos fue la toma a la Base Antinarcóticos de Miraflores, Guaviare, ocurrida cuatro días antes de que Andrés Pastrana se posesionara como presidente de Colombia. Miraflores fue, tristemente, otra crónica de una toma anunciada. De acuerdo con los testimonios, los policías y militares de Miraflores emitieron numerosas comunicaciones y poligramas durante un año, notificándoles reiteradamente a los niveles centrales del Ejército y la Policía sobre la amenaza que se alzaba sobre el municipio de Miraflores. Solicitaban que se tomaran medidas al respecto, mas su llamado no fue atendido.

2 - El municipio de Mapiripán ha sido fuertemente golpeado por la violencia en varias ocasiones. Aunque la más recordada es la masacre de aproximadamente medio centenar de personas el 12 de julio de 1997, hubo otras dos matanzas: una en mayo de 1998, en la que 27 campesinos fueron asesinados en el corregimiento de Caño Jabón, y otra en octubre de 2002, con un saldo de seis personas muertas. 3 - Ver http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-749183 : 22 muertos en combates en el meta; http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-794743 : FARC paralizaron vía al llano; http://www.eltiempo.com/archivo/ documento/MAM-761127 : Nueve muertos en atentados del ELN.

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A medida que pasaba el tiempo, los rumores sobre la proximidad de la toma fueron intensificándose. Llegó agosto, y con él, reportes de grandes cantidades de armamento no convencional cerca de la infraestructura militar. Así, se ordenó la realización de dos recorridos de exploración y reconocimiento en las zonas que circundaban las tres bases de la Fuerza Pública ubicadas en Miraflores, a saber, la Base Antinarcóticos, la sede del Batallón de Selva No. 51, y la Unidad de Infantería de Marina. El primer recorrido salió el primero de agosto con el objetivo de examinar las proximidades selváticas; el segundo recorrido comenzó el 3 de agosto y su propósito era revisar los establecimientos comerciales. Los 68 miembros del Ejército encargados del primer recorrido, duraron patrullando dos días hasta el comienzo de los primeros enfrentamientos, el 3 de agosto a las 7:30 p.m., hora en que se presentaron los primeros enfrentamientos, cuando se toparon de frente con parte de los combatientes de las Farc-Ep. Entretanto, el recorrido por las tiendas y negocios continuó hasta entrada la noche, cuando los guerrilleros empezaron a atacar la estación antinarcóticos y a sitiar la población. Igual que en las tomas de las que ya se ha hablado, había un número mayor de combatientes del lado de la guerrilla. Esta vez, aproximadamente 1300 jóvenes que se batían en guerra: 1000 de las Farc-Ep y 300 de la Fuerza Pública: “Realmente lo que yo puedo decir: que nosotros éramos 300 y ellos eran como 1000, 1100 más o menos. Cuando terminó el combate fue que nos dimos cuenta de la intensidad del combate y de la cantidad de las personas que venían con ellos. Eran muchos ¡muchos! salían linternas de todos lados, salían como luciérnagas, salían de todo lado, ahí nos dimos cuenta la cantidad de ellos. Nos triplicaban”. (Roa Sierra, 2016)

Los miembros del Ejército que se encontraban haciendo el primer recorrido, estaban en medio de la guerrilla y de la base, por lo que no solamente eran impactados por las armas de la guerrilla, sino que también recibieron proyectiles y granadas que se disparaban desde la Base Antinarcóticos. A eso de las 2 de la madrugada, absolutamente menguados, se quedaron sin munición y fueron secuestrados por las Farc-Ep. “Ya éramos 25 en ese momento, el resto habían muerto o desaparecido, y otros se habían ido por aparte y escondido, de a uno, por partecitas. (…) Hay que sumarle que se puso a llover, que el apoyo aéreo no llegó, y que cuando llegó nos disparó a nosotros; lanzaban granadas desde la base y nos caían a nosotros, no se ubicaron en la posición que era…. de todo se prestó para eso. Nos llevaron y nos tenían en una trinchera, estábamos rodeados. Ahí llegaron dos lanchas llenas de cilindros, y nos dijeron “miren lo que era pa’ ustedes, pero como ustedes ya no están en la base, tocó mandárselos a los otros”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016)

Mientras tanto, otras escuadras de militares dispersas alrededor del municipio, continuaban aguantando el combate. Poco a poco, las municiones fueron acabándose, hasta que finalmente cayeron en poder de las Farc-Ep. De fondo se escuchaba el intercambio de disparos, granadas, cilindros y morteros entre la guerrilla y los miembros de la Fuerza Pública ubicados en el Batallón y la Base Antinarcóticos. “Nosotros éramos un grupito de 15. Ya no teníamos munición. (…) Lo que hicimos fue agruparnos y esperar el desenlace del combate. Nosotros callados ahí hasta cuando ya nos encontraron. Ellos nos dijeron que no nos iban a matar, que nos iban a respetar la vida, que tranquilos, que no iba a pasar nada grave, que confiáramos en ellos, que pues había sido un combate duro y tremendo, que lo único que querían de nosotros era nuestro armamento, nuestra pechera y nuestras granadas. Ya luego ellos llegaron allí, le designaban como diez guerrilleros a un soldado para que lo requisaran, para que lo investigaran a uno: ‘¿Usted quién es? ¿De dónde es? ¿Qué es, soldado regular, profesional?’… preguntas que nos hacían. Ya cuando nos requisaron volvieron a reagruparnos otra vez. Ya nos tuvieron ahí por un tiempo, mientras en la Base habían quedado algunos policías y soldados. Allá se sentía que seguía el combate. Ahí fue cuando nos cogieron y ya alistaron para llevarnos”. Roa Sierra, 2016)

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Quienes soportaron el combate hasta el final refieren fuertes confrontaciones y arremetidas de la guerrilla, separadas por momentos de ‘descanso’ que duraban entre media hora y 45 minutos aproximadamente. Si bien en la Base y el Batallón las municiones duraron más, éstas empezaron a escasear. Los policías y soldados recordaron que había armas nuevas, y fueron a buscarlas, sin embargo sólo encontraron frustración y desespero: el armamento que les habían dado no funcionaba. “Yo estaba con ‘Tumaco’, vimos una [ametralladora] M-60, él la cogió, iba a disparar y eso estaba encascarado, no disparaba. Él la cogió y la destrozó contra el piso porque eso no servía. Y pues nos dieron algo parecido a una bazuca, pero tampoco, ¡y nuevas y eso no disparaba! Por ahí teníamos un arma de piso, íbamos a utilizarla y eso se cayó ahí todo dañado ¡teníamos un montón de armamento dañado!”. (Buitrago Burgos, 2016)

A la zozobra, la frustración, el afán de preservar sus vidas y los pensamientos sobre sus seres queridos, se sumó la necesidad de defenderse de los aviones oficiales, cuyos proyectiles impactaron en repetidas ocasiones a los miembros de la Fuerza Pública: “El apoyo por parte de las Fuerzas Militares no lo sentimos, llegó el avión fantasma como a las 3 de la mañana y después llegó un avión OB10 de antinarcóticos, pero nos disparaban a nosotros. No nos sentimos apoyados por las Fuerzas Militares ni por la Policía, entonces continuamos hasta que nos coparon, nos secuestraron”. (López Solano, 2016) “Yo en lo único en que pensé en ese momento era en mi madre, en mi familia, y “¡nos van a matar! ya lo que fue, fue” (…) Pensábamos en los compañeros y las familias (…) y sentir el susto, porque de todas maneras hubieron ratos que pasaba el avión y a uno le tocaba esconderse, ya sin fusil ni nada. Todo el mundo apuntándole”. Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016)

El combate se extendió por 24 horas, hasta cuando la munición de los policías y militares se acabó. Los diferentes lugares en que se resguardaban los sobrevivientes de la toma, fueron identificados e inspeccionados por las Farc-Ep, quienes capturaron 129 policías y militares para quienes empezaba un largo tiempo en cautiverio. Inicialmente, los medios de comunicación difundieron la dramática situación sin mayores certezas ni cifras claras. Durante varios días, los hogares de los policías y militares que habían participado en la toma no tuvieron contacto más que con el dolor, la angustia y la incertidumbre, pues ni en el Ejército ni en la Policía pudieron encontrar información cierta sobre el estado de sus hijos, hermanos, sobrinos, padres, amigos y esposos. A lo largo de los años, las angustias y dolores de cada familia, empezaron a encontrar espacios de conversación y apoyo en las puertas de algunas instituciones, pero especialmente en la comunidad internacional. La inquietud por la situación de sus familiares, sus preocupaciones, sus propósitos comunes y la ausencia de respuestas satisfactorias, empezaron a hacer de los familiares de la toma de Miraflores una colectividad que empezaba a transformar el dolor en solidaridad y valentía. Progresivamente, empezarían a encontrarse con los demás familiares afectados por esta misma situación en diferentes partes del país: “(…) y nos dedicamos al día siguiente a ir a lugares, a ir a la Cruz Roja Colombiana, a la Cruz Roja Internacional. Realmente era una desubicación total… a la Policía Nacional… no nos daban razón de lo que había pasado, qué sabían, qué muertos, qué secuestrados, qué vivos, nada. Ahí empezamos a conocernos con las familias… aquí en Bogotá teníamos una ventaja y era que la mayoría de familias estaban en Bogotá, y otras en el Valle, en diferentes zonas del país y aquí nos encontramos muchas familias y empezamos a ir a la Defensoría del Pueblo, la Cruz Roja Internacional (…)”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

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Cinco meses después, en enero de 1999, nacería ASFAMIPAZ con 171 asociados. Dieciocho años después, por recomendación de la Procuraduría y para evitar que el Estado Colombiano tuviera que enfrentar a los Tribunales internacionales, el Consejo de Estado emitió un fallo en el que declaró responsable a la Nación de la toma de Miraflores. Aunque la Sentencia reconoce la atrocidad de los hechos cometido por las Farc-Ep y dispone que la organización guerrillera debe, entre otros, pedir perdón a las víctimas, también ofrece un conjunto de argumentos que demuestran que las actuaciones y omisiones del Estado Colombiano, contribuyeron a configurar la situación de grave violación de Derechos Humanos que tuvieron que padecer los miembros de la fuerza pública y varias personas civiles. Entre las razones que fundamentan esta decisión, se encuentran las siguientes: 1. Se demostró que no se tomaron precauciones, pese a que existían informes de inteligencia que avisaban sobre la toma (W Radio, 2016). 2. Gran cantidad del armamento del que disponían las Bases estaba dañado (Revista Semana, 2016), la W Radio reportó que “los fusiles no sirvieron y las granadas nunca estallaron” (W Radio, 2016). 3. La mayoría de la tropa estaba recién incorporada al Ejército, por lo que no contaban con la preparación ni el entrenamiento adecuado, más aun tratándose de un contexto de alta intensidad del conflicto (VerdadAbierta.com, 2016). 4. Los refuerzos y el apoyo enviados no fueron eficaces (ElPaís.com.co, Colprensa, 2016).

Falso retén vía Doncello - Florencia: El 14 de octubre de 1998 Andrés Pastrana se reunió con las Farc-Ep para reafirmar el inicio de los Diálogos de paz en el Caguán; ese mismo día, en la vía Doncello – Florencia había un retén falso de las Farc-Ep, en el que fueron secuestrados dos miembros de la Policía: el coronel Edgar Yesid Duarte y el Mayor Elkin Hernández. Ninguno de los dos volvería a abrazar a sus seres queridos. En varias oportunidades las familias de los secuestrados habían respondido que no a la pregunta del Ejército Nacional: ¿estarían de acuerdo con que la institución intente rescatar a sus familiares a sangre y fuego? En contra de la reiterada respuesta negativa de las familias, el 26 de noviembre de 2011 el Estado Colombiano decidió aventurarse a rescatar a varios uniformados por la vía militar, en una operación fallida y de resultados catastróficos. Elkin y Edgar Yesid fueron asesinados luego de soportar 13 años de cautiverio, junto al sargento del Ejército Libio José Martínez, que casi completaba 14 años secuestrados, y el subintendente de la Policía Álvaro Moreno que llevaba 12 años privado de la libertad. Luis Alberto Erazo Maya, quien era compañero de cautiverio de los policías y militares asesinados, logró escaparse y preservar su vida.

Mitú: Ya la toma estaba anunciada Aunque los habitantes y miembros de la fuerza pública que habitaban Mitú llevaban dos años viviendo con zozobra ante una inminente toma de las Farc-Ep, la antesala del domingo 1 de noviembre de 1998, experimentaron variantes extrañas de calma y hasta de felicidad.

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Omar y Santiago4 empiezan el relato de su secuestro, recordando el sábado 31 de octubre: su participación en las celebraciones del día de los niños. La Policía de Mitú, a través de la División de Participación Comunitaria, había planeado una serie de actividades infantiles festivas, que se extenderían desde la mañana hasta el final de la tarde. Ese día los miembros de la Policía fueron los encargados de hacer todo tipo de juegos y presentaciones para los niños y niñas de Mitú. Ya entrada la noche y de forma imprevista, sus superiores les solicitaron que acompañaran también el evento para los hijos de los miembros de la Institución, y reconociendo su agotamiento, les ofrecieron un incentivo: tendrían tres días libres si se ponían de nuevo las sonrisas y las narices de payaso para los hijos e hijas de sus compañeros. El trato fue aceptado y al final de la extensa jornada, los policías decidieron compartir un rato de baile en la discoteca, para luego irse a sus casas a descansar. Esa noche, a diferencia de las anteriores, los jóvenes auxiliares y patrulleros, se quitaron el uniforme y la prevención a la hora de dormir. Esa madrugada, también a diferencia de las anteriores, la inminente toma de Mitú tuvo fecha y hora. Las 4:40 a.m. llegaron con los estruendosos sonidos de la guerra. “Había sido el día de los niños. Días previos el pueblo había estado un poco tenso porque había informaciones: que venían bajando, que eran muchos, que traían cilindros. Ya sabíamos todo eso, pero el día de Halloween estuvo todo muy tranquilo… más allá de lo normal. Muchos niños en la calle. Los días anteriores yo me había acostado a dormir uniformado, ese día yo me acosté a dormir en pijama, normal… y a las 4:40 nos levantaron con los disparos de fusil y ráfagas de [ametralladora] M-60. Nos tocó vestirnos, coger el armamento y salir a reaccionar a los puntos que se nos habían designado”. (Barrera Barrera, 2016)

Nelson y Wilson narran su experiencia desde otra posición: ellos se encontraban en la Estación de Policía de Mitú, haciendo turno de guardia nocturna. Desde los sitios de vigilancia, pudieron observar cómo desde la 1 a.m., una gran cantidad de habitantes de Mitú salían de sus casas llevando sus enseres; muchos de ellos les advirtieron que la toma se realizaría pronto, y que más valía que se fueran o resguardaran muy bien, pues la guerrilla disponía de una gran cantidad de armas y de personas, dispuestas a atacarlos en cualquier momento (Martínez Vanegas, 2016). A las 4:30 empezaron a sentir los primeros movimientos de los guerrilleros que empezaban a rodearlos, ocupando posiciones de ataque. Transcurridos 15 minutos, se escucharon las primeras ráfagas, acompañadas por los primeros cilindros bomba, que se alzaron por los aires en dirección a la Estación. La capital del Vaupés estaba en poder de 1900 combatientes de las Farc-Ep. Los 120 policías que se encontraban en la Estación, combatieron con alrededor de 500 guerrilleros durante 24 horas, tiempo en el que lograron resistir en medio de condiciones completamente adversas: No contaron con el apoyo de refuerzos militares; no habían recibido entrenamiento militar acorde a las condiciones de confrontación que vivieron durante la toma, pues la Policía es un cuerpo civil, y Mitú, pese a ser para ese entonces un territorio con presencia de grupos armados ilegales, no contaba con presencia directa del Ejército Nacional; el armamento era insuficiente, estaba viejo o dañado; la infraestructura de la estación era absolutamente frágil, pues estaba construida mayoritariamente en madera; la guerrilla relevaba sus combatientes, mientras que los policías se encontraban en condiciones de inferioridad numérica que se lo impedían. La intención de los policías de salvar sus vidas o de sobrevivir para sus familias se mantuvo, 4 y 2 Omar Barrera B., Jair Santiago Sánchez, Nelson Martínez Vanegas y Wilson Chilito Díaz, ex secuestrados por las Farc-Ep. Al momento de la toma, hacían parte de la Policía de Mitú como Auxiliar Bachiller y patrulleros de la Policía, respectivamente.

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pero no ocurría lo mismo con las viejas y deterioradas armas, que terminaron por no servir; ni con las municiones que, siendo pocas desde el inicio, fueron acabándose. En esas condiciones y sin refuerzos ni apoyo, algunos policías optaron por refugiarse en el búnker, una de las pocas partes de la Estación que estaban construidas en concreto, o por salir de la Estación y albergarse en los escombros de las casas abandonadas o destruidas, donde finalmente fueron hallados y secuestrados o asesinados. Entre tanto, y mientras afianzaba su control sobre la población, la guerrilla se dirigió a cada una de las casas donde vivían los Auxiliares Bachilleres. Una de ellas fue la de Santiago Sánchez, quien se encontraba prestando el servicio militar junto a sus tres primos, también Auxiliares. Los cuatro fueron sacados de sus casas y llevados a donde se encontraban los demás secuestrados (Sánchez Braga, 2016). Hoy los Braga se esfuerzan por superar y asumir positivamente, con sus secuelas y enseñanzas, la experiencia de un cautiverio que duró casi tres años. El fin de la toma se produjo 72 horas después, con la retoma de la ciudad por parte del Ejército. En ese momento, entre las fuerzas oficiales y las Farc-Ep, quemaron una maloca ancestral, generando una pérdida cultural irreparable en un territorio mayoritariamente habitado por indígenas5 (Betancur, 2016). Aquellos días de confrontación, dejan las siguientes cifras oficiales: 51 muertos (11 civiles, 16 policías y 24 militares), 47 uniformados heridos y 61 secuestrados. De éstos últimos, Julián Ernesto Guevara, murió por desatención médica en la selva, después de más de 7 años de cautiverio. El número de guerrilleros muertos es desconocido, aunque tanto los pobladores de Mitú, como los policías que pudieron presenciarlo, coinciden en que las Farc-Ep dispuso una volqueta para transportar a sus muertos (Betancur, 2016; Martínez Vanegas, 2016). Quedó también una Mitú que estuvo semidestruida durante años, y secuelas psicológicas, económicas y materiales para quienes estuvieron presentes en el ataque y sobrevivieron. Pese a la particularidad de los hechos, los antecedentes y los impactos que caracterizaron a la toma de Mitú, tristemente, ésta comparte el mismo signo que las tomas de las que ya hemos hablado: Fue una toma anunciada, frente a la que el Estado no tomó precaución alguna, ni por la vía militar, ni por la vía del diálogo con la insurgencia, que siempre evitará muertos, devastación y dolor, y nos dará lecciones sobre cómo resolver los conflictos a través de formas constructivas, o al menos sobre cómo tratar de hacerlo sin violencia. Los ex secuestrados que compartieron su testimonio y experiencia, rememoran: “Mitú siempre estuvo amenazada que (sic) se iba a meter la guerrilla. Durante los dos años que yo viví [allá], siempre hubo informaciones de que la guerrilla se iba a meter. Se reportaba todo a la Dirección General de Bogotá. (…) Pedimos refuerzos, nunca nos los enviaron. Esperar lo inevitable. Siempre mantenía uno prevenido, desconfiando, no salía uno solo a la calle”. (Barrera Barrera, 2016). “(…) era una realidad latente porque Mitú es una zona donde la influencia guerrillera era… o no sé, me imagino que aún continuará siendo altísima; entonces que hubiera una toma guerrillera… ¡eso iba a pasar en cualquier momento! independientemente de que nosotros estuviéramos prestando servicio militar o no. Eso era algo que [en Mitú] ya habíamos vivido en el 86’: la primera toma guerrillera ya la habíamos vivido en el 86’ y se venía otra en cualquier momento.” (Sánchez Braga, 2016) 5 - La maloca es una construcción sagrada indígena, que sirve como epicentro ritual y político de las comunidades. Su estructura está hecha de madera y su techo es de paja: “La maloca representa al mundo, con sus distintos niveles y reproduce la organización de los distintos seres que lo habitan. Además es el lugar de encuentro, de celebración de los grandes bailes en los que “se cura el mundo” -se previenen las enfermedades y los accidentes, se lo limpia de males que producen otros seres sobrenaturales o personas-, de manejar las relaciones sociales y mantener el control ecológico.” (Vieco, Franky, & Echeverri, 2000, pág. 32)

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Poco tiempo después de la toma, María Eugenia Jaramillo, quien fuera en su momento representante a la Cámara por el Vaupés, hizo varias declaraciones ante la prensa escrita que complementan los testimonios de quienes vivieran el cautiverio, y por medio de las cuales, ratificó que las autoridades de la región estaban al tanto de que la guerrilla ejercía un fuerte control territorial, de lo que se deduce un número importante de combatientes en la zona (El Tiempo, 1998). Otro de los elementos que genera dudas sobre la actuación estatal en el marco de la toma, son las versiones contradictorias sobre el estado de la pista de aterrizaje. Las versiones oficiales han sostenido que los refuerzos se demoraron en llegar, debido a que uno de los primeros objetos de ataque de las Farc-Ep, fue precisamente el aeropuerto; dado que Mitú es accesible solamente por vía aérea, atacar la pista le garantizaría a la guerrilla la ausencia de refuerzos militares que pudieran contraatacar. Es necesario reconocer que la reconstrucción de los hechos a partir de la revisión de prensa es muy limitada, pero vale la pena citar las notas de prensa sobre Teddy Tormbaum, entonces presidente de la Cruz Roja Colombiana seccional Meta, quien logró llegar a Mitú en avioneta durante el ataque guerrillero, contradiciendo el hecho de que la pista estuviera inservible. El Tiempo, reseñó así su visita a la ciudad sitiada: “Tormbaum logró aterrizar el domingo en una avioneta en Mitú cuando todavía la guerrilla atacaba el puesto de Policía, con 132 uniformados. El funcionario de la Cruz Roja dijo que fue imposible contar tantos muertos pero que hoy aspiran a volver a Mitú para establecer el número de las víctimas de la incursión. (…) Tormbaum dijo que vio un avión quemado, pero no de manera intencional sino a causa de un cilindro de gas que se cayó accidentalmente. La pista no se encuentra averiada. Al atardecer de ayer 6, la avioneta de la Cruz Roja pudo despegar de Mitú con los primeros civiles heridos, pues la pista no estaba bombardeada”. (El Tiempo, 1998)

En otro de los artículos aparecidos en la edición del 3 de noviembre de 1998 de El Tiempo, figura información contradictoria y confusa sobre el sobrevuelo y aterrizaje de aeronaves en Mitú, que nuevamente abre interrogantes sobre las causas por las que la intervención estatal no fue oportuna, y contraría las versiones oficiales. Por un lado, se mencionan sobrevuelos del Ejército, a través de los que pudieron darse cuenta de la situación; por otro, también se hace referencia a la llegada de Tormbaum en una avioneta, y para concluir, de forma muy incoherente, se dice que ninguna nave había podido aterrizar en la zona. Aquí las citas correspondientes: “Tras el ataque, el puesto de Policía fue completamente destruido. De acuerdo con el coronel Sánchez Gutiérrez7, los pilotos que han intentado llegar hasta Mitú manifestaron que por lo que se alcanza a observar desde el aire, el puesto de la institución quedo completamente destruido. (…) Una avioneta de la Cruz Roja Colombiana, fue la única aeronave que pudo llegar hasta Mitú, el domingo en la tarde. La aeronave regresó ayer con cuatro heridos identificados como: Darwin Ancízar Pérez, de 3 años; Yesid Vladimir Rodríguez, de 6 años, Dayana Londoño, de 7 años y Emilia Pérez Benjumea, de 20 años, quienes reciben atención en el hospital de Villavicencio. (…) Al cierre de esta de esta edición no había podido aterrizar allí ninguna aeronave y la guerrilla todavía tenía dominado el pueblo, según lo dijo en San José del Guaviare, el comandante operativo de la Policía Nacional, General Rafael Pardo”. (El Tiempo, 1998) 6 - “Ayer” corresponde al 2 de noviembre de 1998, un (1) día después de que empezaran las confrontaciones; las Fuerzas Militares se hicieron presentes 72 horas después. Subrayado nuestro. 7 - Comandante del Batallón de Infantería No. 19 “General José Joaquín París”, de San José del Guaviare.

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A mediados de 2015, el Consejo de Estado ratificó la responsabilidad del Estado Colombiano, no solamente frente a los policías y auxiliares bachilleres que hacían parte de la Fuerza Pública y que resultaron muertos, heridos o secuestrados, sino frente a la población civil, todo ello, en respuesta a la demanda que interpuso la familia de María Beatriz Tovar, mujer asesinada en el marco de la toma. De acuerdo a la Sentencia8, aunque efectivamente el ataque se produjo por voluntad y acción de las Farc-Ep, el Estado Colombiano dejó a la población a la deriva frente al ataque. Aun cuando los anuncios sobre la toma se estaban haciendo hacía más de dos años, y era de conocimiento público el hecho de que las Farc-Ep tenían una fuerte presencia en el territorio, el Estado no hizo nada para prevenir o mitigar los daños (VerdadAbierta.com, 2015). Como se ha visto, los argumentos mediáticos e incluso jurídicos que demuestran la desatención estatal frente a la situación de los miembros de la Fuerza Pública, son mayoritariamente de carácter militar. Este fallo del Consejo de Estado es particularmente elocuente en el sentido de que evidencia que las soluciones militares o armamentistas son limitadas e insuficientes cuando se trata de la población civil, de la humanización del conflicto y de avanzar hacia la comprensión compleja de las causas y el devenir de los conflictos armados, para intervenir sobre la realidad y construir bases sólidas de paz. Es pertinente preguntarse cuál habría sido el devenir de la toma en términos del impacto a los habitantes de la población aún si los cuerpos de la Fuerza Pública estuvieran adecuadamente dotados ¿Habría estado protegida y a salvo la población civil? ¿Se habrían evitado los daños emocionales y culturales contra los pueblos indígenas de Mitú? ¿Se habría evitado la destrucción de una buena parte de la ciudad?, más aún ¿Mitú habría sido reconstruida con prontitud y no como ocurrió? Más allá de la población civil ¿Cómo evitar al máximo el sufrimiento y dolor de las familias de los combatientes de todos los bandos ante la pérdida de sus parientes en situaciones tan atroces? La reflexión sobre las preguntas anteriores, a las que se podrían sumar muchas más, conduce a pensar que la acción estatal de protección a la población civil, no se reduce a dotar adecuadamente a las fuerzas militares, sino que a ello, deben agregarse esfuerzos mayores: Velar por condiciones de vida digna, educación, recreación y empleo para sus habitantes, de forma que no tengan que vincularse a ningún grupo armado, y que no haya familias enteras que deban enviar sus hijos a la guerra porque no existen otras opciones; redoblar esfuerzos para establecer canales de diálogo con los grupos armados ya existentes, que conduzcan a la construcción de pactos y acuerdos para la paz, en los que situaciones como estas sean poco probables; invertir dineros en vivienda y construcciones adecuadas, resistentes a las posibles catástrofes naturales y sociales, etc., en síntesis: hechos que demuestren que el bienestar de la ciudadanía es prioritario, y debido a ello, que el uso de la violencia, aunque sea oficial, es el último recurso.

8 - Ver Sentencia 500012331000 199940094 01 (33819), disponible en http://www.verdadabierta.com/documentos/victimarios/Farc-Ep-1/1234-sentencia-contra-el-estado-por-la-toma-de-mitu-mayo-2015

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Puerto Rico Meta: ¿Y entonces qué hace uno? Uno se aferra a la vida Durante los primeros días de 1999 se adelantaron todas las acciones necesarias para materializar la mesa de negociaciones entre el Gobierno Nacional y las Farc-Ep, propuesta que había sido dada a conocer al país días antes de las votaciones para la segunda vuelta de elección presidencial, y que había contribuido decisivamente a la victoria definitiva de Andrés Pastrana sobre Horacio Serpa (Boudon, 2000). Los diálogos del Caguán, como fueron conocidos por colombianas y colombianos, se desarrollaron dentro de la también recordada “Zona de despeje o Zona de distensión”: un área ocupada por los y las combatientes de las Farc-Ep, sin presencia de la Fuerza Pública, con una extensión de aproximadamente 42.000 kilómetros cuadrados, que comprendía los municipios de Mesetas, La Uribe, La Macarena, Vista Hermosa y San Vicente del Caguán. La medida de despejar un área equivalente a la extensión de Suiza para destinarla a la permanencia de una organización en armas al margen de la ley, causó gran polémica y revuelo, sin embargo, para las familias de los policías y militares que se encontraban retenidos por las Farc-Ep, la medida significó luz y esperanza de ver libres a sus seres queridos: aumentaban significativamente las posibilidades de entrar en diálogo con las Farc-Ep y presionar a la organización guerrillera para que liberara a sus parientes. Así, la instalación de la Mesa de Diálogos del Caguán, fue también el comienzo de una nueva etapa organizativa y de lucha para ASFAMIPAZ; precisamente, fue en enero de 1999 cuando ASFAMIPAZ se constituyó legal y formalmente como organización. Mientras los miembros de la recién formalizada ASFAMIPAZ trabajaban incansablemente para lograr reunirse con los miembros del secretariado de las Farc-Ep, continuaban ocurriendo episodios violentos atroces, pues una de las condiciones de la Mesa de Diálogos era negociar en medio de la confrontación armada. Así, entre el 10 y el 12 de julio de 1999 se produjo una nueva gran arremetida de las Farc-Ep: 22 municipios fueron atacados por la agrupación guerrillera (El Tiempo, 1999), entre ellos Puerto Rico, Meta. Lamentablemente, la toma de Puerto Rico es otro caso en que la respuesta defensiva de los policías no se vio mínimamente favorecida, ni por las condiciones en las que vivían, ni por la actuación institucional antes y durante de la incursión guerrillera. De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes de la toma, la inteligencia de la Fuerza Pública estaba enterada sobre la inminencia del ataque muchos meses antes de que ocurriera, pese a lo cual no hizo nada para prevenirlo. Se repite la historia de las reiteradas solicitudes de armamento y personal no atendidas. En el caso de Puerto Rico ello tuvo un agravante, pues los policías habían pedido materiales de construcción para reparar la infraestructura de la Estación que presentaba un grado considerable de deterioro. Aunque era bien sabido que Puerto Rico era una zona de alta intensidad del conflicto, y que más allá de la anunciada toma podían presentarse enfrentamientos en cualquier momento, los materiales no les fueron suministrados. Así, el día de la toma no sólo presentaban precariedad de personal y armamento, sino que ya se encontraban en una situación riesgosa y de desventaja por cuenta del mal estado de la edificación.

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Policías secuestrados en la toma de Puerto Rico, Meta. Jaulas en las selvas de Colombia. Visita en Septiembre de 2000.

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“Pues lo más lógico, lo que uno espera es que el Estado sabiendo eso, sabiendo antes, debió haber tomado las medidas necesarias para ayudar a la gente, para que no maten a sus hombres, pero en ningún momento se vio el apoyo. Es más, ni siquiera fueron capaces de mandarnos unas varillas, un cemento y unos ladrillos que estábamos pidiendo para reforzar nuestras instalaciones”. (Ramírez Gualí, 2016) “Si, allá todos los días mandaban poligramas, el Ejército y todo, que se iban a meter y que se iban a meter y uno ya estaba pendiente allá. Y pues esa noche antes nos había llegado la información que se iban a meter y preciso”. (Amaya Vela, 2016)

Otro de los antecedentes que revela la negligencia y omisión estatal, está referido a una de las armas más poderosas utilizadas por las Farc-Ep en el ataque. Se trataba de una tanqueta hechiza, elaborada por la misma guerrilla. La inteligencia de la Fuerza Pública la había detectado con varios días de anterioridad y contaban con la información de la ubicación exacta, sin embargo, no evitaron que dicha tanqueta fuera utilizada en la toma, y tampoco proveyeron a los policías de munición suficiente para defenderse. “(…) El Estado sabía que había tanquetas, que ellos estaban haciendo tanquetas. El Ejército sabía la ubicación, imagínese que nos mandó un informe de las coordenadas, tenían las coordenadas de donde estaban haciendo las tanquetas. (…) Lo que más hizo que gastáramos munición, porque el domingo ya a medio día más o menos, no había munición, y eso fue la tanqueta porque se gastó mucha munición ahí, las granadas esas de… unas granadas que se lanzan con true flite, se gastaron fue todas en eso”. (Ramírez Gualí, 2016) “El viernes o sábado atacó la subversión. Estábamos en el bunker cuando llegó una tanqueta que lo derribó, posteriormente corrimos más hasta la Estación y como no teníamos armamento, pasó lo que pasó”. (Trejos Mariño, 2016)

Igualmente, surgen muchas dudas sobre la cualificación e idoneidad del personal que se encontraba custodiando la Estación de Policía. El caso de José Ramírez es bastante elocuente al respecto: Luego de llevar 10 años vinculado a la Policía desempeñando labores administrativas y de oficina, es repentinamente trasladado a un contexto de alta intensidad de confrontación, sin contar con la trayectoria ni la formación requeridas; además, la institución también estaba al tanto de que su esposa estaba próxima a dar a luz. Indudablemente, con la asignación de José Ramírez a Puerto Rico, se puso en riesgo su integridad y su vida, y se expuso a su familia a una situación de vulnerabilidad y abandono9. Otros testimonios también lo confirman: “Antes de la toma llevábamos como dos o tres meses. (…) Nosotros éramos nuevos, estábamos relevando a un grupo de compañeros”. (Cárdenas López, 2016) -

“(…) A uno simplemente lo notifican y lo mandan a hacer un curso breve ahí de contraguerrilla y listo. ¿De cuánto tiempo fue tu curso? ¿Te acuerdas qué te enseñaron? R: Eso fue cortico, pero eso por ahí a hacer polígono, a hacer un arrastre bajo y ya no más”. (Amaya Vela, 2016)

Con los antecedentes ya descritos, los cilindros y los disparos llegaron durante la madrugada del 10 de julio a Puerto Rico. Entre las 4 y las 5 de la mañana comenzaron los ataques de la guerrilla, luego de una noche sin luz y de desvelo para los uniformados que se encontraban allí. Igual que en los relatos anteriores, los avisos sobre la incursión guerrillera, llegaban con insistencia hacía meses, sin embargo, las informaciones se habían tornado mucho más puntuales días antes, e incluso hablaban del momento específico de la toma. 9 - Luis Alfonso Díaz, vivió una situación similar: “Ya después de dos meses tenía que ir a hacer el relevo a Puerto Rico, no recuerdo en esa reunión qué dijeron, pero fue como el 8 o el 7 de Junio, yo le dije que no me mandara porque mi esposa estaba en el embarazo, que me sacara, que cuando naciera el bebé que me mandara para cualquier hueco del departamento; entonces él me dijo que no, entonces yo me fui.” (Díaz, 2016)

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“(…) se fue la luz. Estábamos esperando porque ya nos habían dicho que se nos iban a meter esa noche. Esa noche casi no dormimos. Yo estuve despierto como hasta las doce de la noche, ahí me acosté y me levanté como a la una. Porque a esa hora tenía que levantarme a recibir la guardia, y de ahí en adelante… ya como a las cinco que se inició la toma”. (Cárdenas López, Entrevista a Jairo Cárdenas López. Reconstrucción memoria historica ASFAMIPAZ, 2016)

José Ramírez Gualí, recuerda el tipo de armamento con el que atacaron la estación de Policía, y al que lograron resistir durante tres días: “(…) Cilindros llenos de metralla, otros cilindros… los lanzaban prendidos, con la llave abierta y prendidos. Otros [estaban] llenos como de algo como pegante, eso explotaba y quedaba una sustancia como ver bóxer pero color verde, verdusco, y eso echaba como humo, no sé qué sustancia sería. El sábado todo el día fue lanzamiento de cilindros y morteros”. (Ramírez Gualí, 2016)

Como se enunciaba párrafos atrás, la actuación institucional durante la toma tampoco fue adecuada. El apoyo enviado fue percibido como insuficiente, además de que cometió dos errores importantes: 1) el apoyo aéreo disparó algunos de sus proyectiles contra miembros de la fuerza pública, y 2) podrían haber facilitado que la guerrilla se apropiara de municiones destinadas a la defensa de los policías: “(…) el avión fantasma por momentos aparecía y desaparecía y simplemente rafagueaba, pero eso es perdido, eso es plata perdida. El fantasma tiene una munición que se llama trazadora10, con la que el enemigo mira o uno mismo mira por donde viene la bala, entonces uno le hace el quite. Inclusive yo le digo eso porque el avión a nosotros también nos disparó. Dijo un guerrillero ‘vea este avión, los quiere matar a ustedes’, y pues [el avión] sí se puso a disparar como loco, pero afortunadamente uno miraba dónde venía la línea de fuego y le hacía el quite, pero eso no sirve para nada”. Ramírez Gualí, 2016). “(…) ¿La munición? supuestamente enviaron un poco de munición por aire y cayó en otro lado, supuestamente la guerrilla la cogió para ellos”. (Ramírez Gualí, 2016)

Los combates se extendieron hasta que los policías se encontraron completamente desprovistos de munición para continuar. Con el paso de las horas, las malas condiciones de la edificación se habían agravado considerablemente, llegando a afectar hasta a los lugares que deberían ser, en teoría, los más seguros de la Estación. “(…) Había 3 puntos de lanzamiento de cilindros y eso no cesaba, ya había unas defensas rotas, la plancha de la Estación estaba rota, era muy inseguro estar dentro de la Estación. Todos estábamos dentro de los búnkeres, pero había un bunker, por lo menos el bunker donde yo estaba, estaba roto el techo, en la plancha pues cayó un mortero y la rompió, recuerdo que yo el domingo por la tarde con una macheta partí un tablón y lo remendé para seguir ahí defendiendo”. (Ramírez Gualí, 2016)

El desenlace de la toma se produjo una vez los policías fueron encontrados y capturados por la guerrilla. “Y se nos dirigió un comandante ahí y nos dijo “ustedes son prisioneros de guerra de nosotros a partir de este momento. A partir de este momento se les va a respetar la vida como prisioneros de guerra. Si ustedes atentan contra nosotros, si hacen algo contra nosotros, si no hacen lo que les decimos, se mueren, si tratan de volarse se mueren, si atentan contra alguien de nosotros, se mueren”, y entonces ¿qué hace uno?, uno se aferra a la vida”. (Ramírez Gualí, 2016).

10 - “La munición trazadora es un tipo especial de bala, modificada para llevar una pequeña carga pirotécnica en su base. Esta se enciende al ser disparada, ardiendo y haciendo el proyectil visible para el ojo humano.” Tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Munici%C3%B3n_trazadora. Consultado el 22 de abril de 2017.

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La tensión de la toma se replicaba casi de forma simultánea en cada uno de los hogares de los policías. La noticia llegó temprano en la mañana a las casas de Neisi y Gladis11, quienes de inmediato empezaron a hacer averiguaciones, valiéndose de su red más cercana de contactos y familiares. Los intentos de comunicarse telefónicamente con Puerto Rico fueron infructuosos debido a la desconexión de las redes telefónicas, una de las prácticas más comunes de la guerra. Algunas familias optaron por permanecer en sus casas a la espera de cualquier llamada o anuncio; otras decidieron desplazarse hasta el Comando de Villavicencio, donde compartían la vigilia de los policías que combatían y lograron escuchar los mensajes que los Policías de Puerto Rico enviaban por radioteléfono, en los que pedían que les enviaran refuerzos, y a través de los que fue evidente el agotamiento progresivo, físico y emocional, con el que se fue desarrollando la toma hasta desembocar en el secuestro. “(…) después terminamos entrando allá al comando, al CAD, donde [estaban] los radios y ahí uno escuchaba todo (…) cómo estaba la toma, lo que ellos pedían. Ellos pedían que los apoyaran, que no los dejaran solos. (…) El domingo en la noche ya definitivamente los escuchamos a ellos agotados, totalmente agotados. Ya después de media noche no se volvía a saber nada. El lunes era callado todo mundo, nadie hablaba nada, nadie decía nada. Hasta el martes nos dijeron, pero ya el lunes no faltaban los susurros, las voces, los cursos12 que conocían a las esposas… y ya como al medio día nos dijeron “los muchachos ya no están”. (Páez, 2016)

En medio de la preocupación y la incertidumbre, empezaron a construirse lazos de solidaridad y confianza entre las esposas y madres de los policías y todos sus familiares. Los grupos de amistad y apoyo surgieron entre 28 mujeres de diversas condiciones socioeconómicas, con hijos pequeños o por nacer, madres de quienes habían tenido que vivir la toma. En adelante, no sólo emprenderían acciones por la libertad de sus hijos y esposos, sino que se acompañarían y darían fuerza en momentos vitales cruciales y difíciles: embarazos complicados, nacimientos de hijos con el padre en cautiverio, dificultades económicas severas, crisis emocionales, enfermedades, cambio de actividad económica principal para dedicarse al activismo por la paz y la libertad. Ángela Gómez, viuda del policía José Niño, fallecido en la toma, recuerda los momentos de incertidumbre: “Eso fue un sábado, fueron tres días duros de no saber qué pasa con ellos, de averiguar cómo están, qué pasa y hasta el lunes o martes es cuando nos dan la noticia de quiénes eran los fallecidos, los muertos, y empieza nuestro dolor grande. Pero eso fueron días en que… de tanta zozobra, de tanta angustia, porque ni el mismo comando, ni los comandantes sabían qué era lo que realmente pasaba, porque no tenían la información precisa de todo lo que estaba ocurriendo en esa estación, entonces ya es cuando nos reunimos, y ya en el comando sobre el doce de julio… trece de julio nos reúnen en las instalaciones del comando acá en Villavicencio, me acuerdo que como cuando eso era la toma de Puerto Lleras y la de Puerto Rico, eso era un montón de gente, familiares, una angustia terrible… y es cuando nos citan allá, pero entonces estábamos desde muy temprano, pero igual nadie nos informaba nada porque todo el mundo estaba a la expectativa, de no sabemos nada, entonces tampoco podían enfrentar a las familias y decirles cosas sin tener certero nada”. (Gómez, 2016)

Luego de intercambiar nombres, direcciones y teléfonos, empezó a germinar la organización de los familiares de los policías secuestrados en la toma de Puerto Rico. Las salas de las casas se abrieron para dar paso a reuniones y encuentros, la planeación de marchas y movilizaciones, las jornadas para pintar pancartas y carteles, la elección de vocerías, la recolección de cuotas, el cuidado colectivo de niños y niñas, la lucha y la solidaridad.

11 - Neisi Páez y Gladis González Urrego, esposas de José Ramírez Gualí y de Josué Trinidad Amaya. 12 - “Curso” es una palabra de la jerga policial, con la que los miembros de esta institución se refieren a los demás policías que tomaron con ellas las capacitaciones de ascensos.

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“Acordamos una cuota para tener fondos para pancartas, para tener las fotos de ellos más grandes, para hacer camisetas, para muchas actividades; entonces algunos daban, otros no daban y así… pero nunca ninguno de los muchachos que la familia no diera se dejaba a un lado. Ellos se volvieron parte de esta familia, entonces, si alguien no dio por su familiar que está allá, los demás daban para que todo fuera igual. (…) En esta casa a veces venían y se quedaban, yo les cocinaba a los niños chiquiticos, todos unos con otros. Mandábamos mensajes. Nos despertábamos a las 4 para empezar, o nos quedábamos despiertos hasta las 12. (…) ¿Las actividades aquí en Villavo? aquí, eran marchas por toda la ciudad, por todo lado, eran 2 o 3 o 4 horas marchando. Íbamos todas las familias. Reuníamos hartas personas, y a veces salían unos colegios. Hicimos una marcha muy grande, que nos apoyó mucho civil”. (Páez, 2016)

Curillo, Caquetá: El 9 de diciembre de 1999, guerrilleros de las Farc-Ep adscritos a los frentes 49, 32 y 13, irrumpieron en el área urbana del municipio de Curillo en el Caquetá, atancando principalmente el puesto de policía. En el transcurso de la toma, varias viviendas fueron destruidas, lo mismo que la oficina de Telecom (Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del CINEP/PPP, 1999). El saldo sólo puede contarse en tragedia humana: Bienes civiles destruidos o semidestruidos, tres muertos de la población civil, tres policías muertos (quemados vivos), cuatro heridos, y nueve secuestrados, también de la institución policial (Esguerra Villamizar, 2014). Ésta, al igual que las demás tomas, comparte características irregulares que habrían aumentado la condición de vulnerabilidad de los policías que se encontraban en la toma. En este caso, resaltan los traslados con premura de efectivos de la Policía al lugar de los hechos, así como las versiones confusas sobre el estado de los uniformados. Yamile Hernández, relata: A él lo mandaron para Curillo, Caquetá en diciembre, al segundo día de estar trasladado, fue la toma guerrillera. (…) nos enteramos al otro día que lo habían secuestrado. Primero las versiones eran que lo habían matado, que en el medio de la Estación se había caído, se había quemado, fueron muchas versiones. (Hernández, 2016).

Con la toma de Curillo, Caquetá, empezaría a cerrarse el capítulo caracterizado por la realización de numerosas tomas guerrilleras acompañadas del secuestro de policías y militares. Dolorosamente y de forma simultánea, empezaría a abrirse otro. Aunque efectivamente el plagio de militares y policías continuó luego de la toma a Curillo, disminuyó sustancialmente como resultado de un cambio en la estrategia de las Farc-Ep, que en adelante, optaron por secuestrar a personalidades de la vida política nacional, para terminar por completar una lista de “canjeables”. El número de ataques a poblaciones civiles también decreció, aunque su disminución cuantitativa no se acompañó de la disminución del dolor y la tragedia que sembraron las tomas que hubo en adelante.

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Policias secuestrados en la toma de Curillo / Caquetá - Diciembre de 1999 (Validar esta reseña)

Policias secuestrados en la toma de Curillo / Caquetá - Diciembre de 1999 (Validar esta reseña)

Policias secuestrados en la toma de Curillo / Caquetá - Diciembre de 1999 (Validar esta reseña) Policias secuestrados en la toma de Curillo / Caquetá - Diciembre de 1999 (Validar esta reseña)

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II. EL CAUTIVERIO Con el fin de las tomas en ciudades y municipios empezaba el cautiverio, tiempo difícil de afrontar dentro y fuera de la selva. Aunque quienes permanecieron años privados de su libertad en las selvas de Colombia fueron los policías y militares, junto a civiles y figuras políticas, los familiares de las y los cautivos, también tuvieron que padecer a causa del secuestro. De igual forma la sociedad colombiana, sus instituciones y su ciudadanía, fueron impactadas de diversas maneras por este episodio de la historia. Con el paso del tiempo, dichos impactos han sido elaborados o procesados, dando como resultado lecciones constructivas y taras lesivas; varias han dejado marcas que son visibles en la actualidad, y de las que todavía es posible y necesario aprender. Si existe una memoria nacional, o al menos una memoria nacional generacional, ésta tendría entre sus imágenes más importantes las seleccionadas por los grandes medios de comunicación para hablar del cautiverio y el secuestro. A continuación se hace un esfuerzo por poner, junto a las imágenes que reposan en la memoria colectiva, otras imágenes que, por muchas razones, el país no ha visto por completo, y que complementan complejizando, el cuadro del secuestro, de la guerra y de la paz. Las imágenes y relatos que se incluyen en el presente apartado, provienen de los recuerdos profundos de los policías y militares que estuvieron por años y hasta décadas en las selvas de Colombia; también de sus familiares, que aunque no visitaron la selva ni fueron privados de la libertad, consideran que, de muchas formas, ellos también experimentaron una especie de secuestro. ASFAMIPAZ espera que ésta visión pueda circular e impactar tanto o más que las imágenes del secuestro que ya se conocen, motivando así a la ciudadanía a construir una paz completa basada en el reconocimiento mutuo, la reparación adecuada de las víctimas, el perdón y la reconciliación.

El recorrido selva adentro: Muchos de los policías y militares, se consideraron en cautiverio a partir del momento en que fueron capturados, durante las tomas guerrilleras. La intuición de que empezarían momentos difíciles para ellos y sus familias, llegaba en medio de municipios destrozados y desolados, con habitantes empobrecidos, asustados y golpeados por la violencia, de cerca o de lejos; una, dos, tres o más veces. En cada una de las tomas, y luego de ser capturados, los miembros de las fuerzas policiales y militares fueron conducidos hacia el frente de alguna iglesia, parque o banco. Escuchando de fondo el silencio de la desolación o el fuego cruzado que no se detenía, y sin poder confiar por completo en la promesa de que no serían asesinados, recibían la notificación de que se les iba a respetar la vida, pues habían sido tomados prisioneros con un propósito: presionar al Estado Colombiano para la realización de un Acuerdo Humanitario, que consistía en liberar a un grupo de guerrilleros enfermos y presos en las cárceles del país a cambio de los policías y militares. Así, los uniformados empezaban a comprender que, a causa del conflicto armado, su libertad y su vida se habían reducido a la condición de bienes de intercambio, y que se encontraban en medio de la sangrienta y cruel pugna entre el Estado Colombiano y las Farc-Ep. A merced de la voluntad impredecible de cualquiera de los dos bandos. “(…) según lo que nos decía esa gente era que ellos necesitaban sacar a sus guerrilleros de las cárceles. Y, pues, necesitaban retenernos a nosotros para después cambiarnos. Lo que nos dio a entender ellos es que nos secuestraban para podernos

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canjear, que en ese entonces estaban hablando mucho de un canje, de cambiar policías y soldados por guerrilleros de las cárceles”. (Martínez Vanegas, 2016)

Mientras salían del escenario en que se habían desarrollado los combates, los policías y militares veían otras imágenes igualmente impactantes: Los cuerpos de otros policías y militares, que a diferencia de ellos no habían logrado sobrevivir; en Mitú, el avión fantasma del Ejército disparaba a escasos metros o centímetros de los uniformados, que llegaron a pensar que había sido en vano llegar vivos hasta ese punto, pues podían ser asesinados por proyectiles de la institucionalidad; adentrándose en la espesura de la selva, algunos policías o militares pasaron por la “tras escena” del combate, es decir, por las áreas donde se ubicaron las Farc-Ep para atacar. Allí, vieron otra cantidad de jóvenes que habían caído en la trampa de la guerra: muchos heridos o muertos, otros tantos llorando a quienes hacía poco habían perdido la juventud y la vida combatiendo del lado de las Farc-Ep. Y cogimos río arriba. Empezamos caminando río arriba, íbamos subiendo e íbamos viendo los montones de guerrilla que había. Muertos, ¡montones! Como cuando usted compra un viaje de arena, de balasto o de piedra y lo botan ahí y queda el montón. ¡Así, así los mirábamos! Y veíamos mucha guerrilla alrededor de ellos llorando. Llorando… o sea como cuando uno pierde un familiar ¡horrible! Y aparte de eso, nosotros pensábamos que éramos los que habíamos cometido eso ¡pues imagínese cómo nos miraba esa gente! imagínese cómo nos miraba a nosotros esa gente: con odio y de todo. Entonces esa era otra parte donde nosotros decíamos “no, eso nosotros qué nos vamos a salvar de esto”, “nosotros de esta no nos vamos a salvar”. (Martínez Vanegas, 2016)

En su travesía hasta las profundidades de la selva, la incertidumbre fue la gran compañera: Evidentemente se trataba de una situación de guerra de décadas y que los superaba por completo, décadas en que se había construido y reafirmado la idea de que el uno para el otro era el bando enemigo, al que aniquilar. La guerrilla, también les advertía que “no se hicieran matar” lo que abría una posibilidad de que la promesa de perdonarles la vida no fuera cierta, o tuviera muchas condiciones: ¿Cómo comportarse para no “hacerse matar”? Aún si se mantenían vivos su futuro era incierto. No sabían cuál sería su paradero, ni cuándo ni cómo regresarían las cosas a la normalidad, mucho menos tratándose del conflicto colombiano, en medio del cual se han cometido tantas atrocidades que rozan el límite de lo inimaginable. Pensaban también en sus familias y en la angustia o el dolor que pudieran estar experimentando. Algunos viajaban en volquetas y otros río arriba. Para que no fueran detectados, las Farc-Ep les ordenaron acostarse en el piso de los vehículos y los cubrieron completamente. Aunque la duración de los recorridos variaba, los policías y militares recuerdan que la llegada al campamento final fue larga, y algunos hablan de varias semanas navegando. Hacían paradas en campamentos provisionales, donde los guerrilleros se relevaban la vigilancia y el transporte. En algunos casos se hacían transbordos hacia naves más grandes, con más capacidad de carga. De parada en parada y cuando coincidían dos o más grupos, policías y militares despejaban dudas sobre quiénes habían muerto, quiénes habían sobrevivido, y quiénes se encontraban haciendo el mismo viaje por otros ríos o vías. A punta de comida enlatada, sardinas, atún, jamón, galletas y fresco Royal, llegaron a las jaulas que había construido la guerrilla para mantenerlos allí retenidos. Después de tanto viaje ya más de uno nos decía “tranquilo hermano que por allá se van a reunir con unos compañeros de ustedes” y nosotros “¿cómo así?”, incluso le da a uno como un poquito de esperanza, “hay más vivos” decíamos nosotros. Eso, entre tanto dolor le da a uno como un poquito de esperanza, la felicidad es grande porque uno en esa guerra y en esa

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magnitud que nos tocó vivir a nosotros, encontrar más gente que estuvo con nosotros, viva, eso era motivo de alegría. Yo me sentí súper bien cuando me encontré con más compañeros después de eso. Pero era una felicidad como entre paréntesis ¿no?, porque habíamos visto mucho compañero muerto y lo que más le duele a uno es que se mueren los pelaos es porque hay un gobierno que no hace nada, que nunca ha hecho nada y que nunca hará nada. (Martínez Vanegas, 2016)

Por lo general tiempo después de haber llegado a los lugares de cautiverio, los secuestrados tenían encuentros con altos mandos militares de las Farc-Ep. Luis Arturo Arcia, recuerda cómo fue su primer encuentro con Víctor Julio Suárez Rojas, más conocido como el Mono Jojoy: “Ya después con el tiempo, pues me reunieron allá con el resto de soldados y ya como a los 8 o 15 días fue cuando distingo por primera vez al Mojo Jojoy. (…) nos dijo muy claro: “¿Se acuerdan ustedes de los soldados de la toma de Las Delicias? por ellos pedimos el despeje de Cartagena del Chairá. Por ustedes vamos a pedir otra cosa más” y pues a nosotros se nos vino el mundo encima, porque si se demoraron tanto para el despeje de Cartagena del Chairá13 y para entregar 70 soldados, ahora imagínese con nosotros… En ese tiempo, me acuerdo mucho, estaba Monseñor Castro en el Caquetá, el que hoy es el Presidente de la Conferencia Episcopal. A él le habían entregado a los soldados de Las Delicias, entonces él decía que iba por nosotros, el Presidente Samper también, pero no. Así fue pasando el tiempo”. (Arcia, 2016)

La vida en cautiverio: Inicialmente, policías y militares fueron divididos en grupos, de acuerdo a la toma en la que se efectuó su secuestro. Aunque hacían parte del grupo de cientos de secuestrados por la organización guerrillera, en adelante, convivirían casi exclusivamente con sus compañeros de toma: compartirían las difíciles condiciones de la cotidianidad en la selva bajo el poder de las Farc-Ep, realizarían juntos las extensas caminatas, y también habitarían los diferentes lugares de reclusión que se les asignaron. Pasado un año, los policías y militares de rango superior fueron separados de su grupo original y se conformó un nuevo grupo integrado sólo por ellos.

La cotidianidad del secuestro: cualquier día en cautiverio La cotidianidad del cautiverio puede definirse como el conflicto constante entre tedio y zozobra. Las rutinas marcadas y constantes se desarrollaban en un ambiente tenso, incómodo y hostil, siempre amenazante.

“(…) es muy doloroso, para mí todos los días fueron duros, no hubo un día fácil. Uno con un fusil apuntándole las 24 horas. Pensar que en cualquier momento lo fueran a matar”. (Díaz, 2016)

En medio de los largos periodos rutinarios, se producían iniciativas e ideas creativas para poder pasar el tiempo de una forma más llevadera, y también se introducían cambios abruptos e intempestivos, que marcaban profundamente la experiencia del cautiverio una vez ocurrían: el traslado a otra área de reclusión, los castigos de la guerrilla, los bombardeos o intentos de rescates militares, el anuncio de nueva correspondencia o la lista con los nombres de quienes pronto estarían libres. Como generalidad, el día de los cautivos empezaba temprano. Algunos grupos despertaban a las 4 de la mañana, otros a las 5:00 o a las 5:30 a.m. Las construcciones de madera dentro de las 13 - El 30 de agosto de 1996, dos frentes de las Farc-Ep atacaron la Base del Batallón de Selva número 49 del Ejército, en la base militar “Las Delicias”, en Puerto Leguízamo, Putumayo. 60 militares fueron privados de la libertad, 28 fueron asesinados y 16 fueron heridos. Tiempo después, las Farc-Ep comunicaron que los retenidos eran “canjeables”, proponiendo un eventual intercambio entre éstos y guerrilleros enfermos, presos en las cárceles de Colombia. El 16 de enero de 1997, 10 uniformados fueron secuestrados en un ataque de las Farc-Ep a un grupo de infantes de Marina ubicados en Juradó, Chocó. Las Farc-Ep anunció que la lista de canjeables se ampliaba, incluyendo ésta decena. El ejecutivo y las Farc-Ep desarrollaron un proceso de negociación que duró 289 días, al final del cual las partes acordaron la liberación del grupo de 70 uniformados a cambio del despeje de un área de 13.161 kilómetros cuadrados, incluyendo el municipio de Cartagena del Chairá. El despeje estuvo vigente entre el 23 de mayo y el 24 de junio. El 15 de junio se realizó el operativo de liberación (Cardona Alzate, Jorge ; González Navarro, Catalina ; El Espectador, Colombia 2020, 2016).

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jaulas eran abiertas por los miembros de la guerrilla; los uniformados salían de ellas para cumplir con la rutina diaria, en la que cada uno de sus movimientos era vigilado y restringido. Primero el aseo personal: el baño diario con poca agua, siempre y cuando no hubiera algún castigo o condición que lo impidiera o impusiera mayores austeridades. Lavarse los dientes haciendo uso de las canecas que transportaba la guerrilla hasta el lugar de reclusión. En algunos grupos, los uniformados solicitaban a los guerrilleros lavar ropa o implementos de aseo personal, en otros, el domingo era el día de lavado. A las 6 de la mañana llegaba el tinto. Posteriormente la guerrilla hacia el conteo de los uniformados, y a las 7 les proporcionaban el desayuno. Como se especificará mejor en la sección de Alimentación, los uniformados recibían comestibles en condiciones inadecuadas e indignas: “comida muy salada o sin sal, medio cruda, pasta con gorgojos, comida con bichos…”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016)

Entre las 7 de la mañana y las 12 del día los uniformados retenidos buscaban actividades en las que ocuparse; concentrarse en alguna actividad que los ayudara a desamargar y dejar pasar el tiempo, y a alivianar los sentimientos y los pensamientos. El primer recurso era la conversación con sus compañeros de toma, pero el paso del tiempo y la monotonía del encierro, los llevaron a inventarse un montón de estrategias y recursos para hacer más llevadero el cautiverio. Sobre ellos se hablará en el apartado de Formas de resistir y afrontar el cautiverio. Al medio día o antes recibían el almuerzo. La tarde transcurría con el mismo afán de mantenerse ocupados y distraídos. Llegaba el momento de cenar. A las 6 de la tarde se les ordenaba volver al área de dormir, y eran encerrados de nuevo hasta el otro día.

Las relaciones entre guerrilleros y miembros de las fuerzas policiales y militares: Evidentemente, la mayoría de encuentros e interacciones entre la guerrilla de las Farc-Ep y los policías y militares, empezando por el secuestro, estuvieron basados en la naturalización e interiorización de los comportamientos violentos, y en la pérdida de valor de la dignidad y la vida humanas. Las condiciones físicas y psicológicas a las que estuvieron sometidos policías y militares desde el momento mismo de su captura, hablan de la antipatía y la agresión permanente que marcaron las relaciones entre los dos actores durante el transcurso del cautiverio. Desde la planeación misma de las tomas, las Farc-Ep se aprovechó de la condición de abandono Estatal e indefensión en la que se encontraban los miembros de la Fuerza Pública para arremeter contra ellos y tomarlos secuestrados. Durante los años siguientes, la actuación sistemática de las Farc-Ep se centró en agudizar dicha condición, disminuyendo moral y físicamente a los que consideraba sus enemigos, reparando pocas veces en el trato digno y humanitario que merece toda persona, incluso en situaciones de guerra y conflicto. Aunque durante todo el cautiverio la lógica de disminuir moral, emocional y físicamente a los secuestrados se mantuvo, hubo algunas excepciones en las interacciones más cercanas entre las Farc-Ep y los secuestrados, es decir, las rutinas regulatorias y las condiciones de vida eran inhumanas, sin embargo, hubo algunos intercambios productivos entre la guerrilla y los secuestrados; así mismo, y en medio de la situación de indignidad generalizada, algunos

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Policías y militares secuestra

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Policía secuestrado en Jaulas en las selvas de Colombia. Visita en Septiembre de 2000.

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.

Visita en Septiembre de 2000

de Colombia. Visita en julio de 2001.


comandantes de la guerrilla se mostraban un poco más humanos y receptivos frente a las necesidades de los secuestrados. Hubo un tiempo en que hablamos con un comandante. Se le preguntó al man si había posibilidad de que hiciera un campo, un campo ahí como de micro, para que nos dejaran jugar. Eso lo hicieron. Estuvimos en un lugar donde hicieron ahí como un campamento de micro y nos dejaron jugar micro ahí. Lógico seguíamos encerrados, pero nos dejaban jugar y eso era muy des estresante, para uno era muy bueno. (Martínez Vanegas, 2016) Otro de los ejemplos está relacionado con la práctica degradante de añadir vidrios o piedras a la comida: al comienzo del cautiverio, los comandantes guerrilleros encargados de la custodia de los secuestrados, implementaron dicha práctica indiscriminadamente, sin embargo, con el transcurso del tiempo, las Farc-Ep asignaron a otros comandantes guerrilleros; algunos de ellos dejaron de incurrir en esa práctica, lo que los retenidos reconocieron como un acto de humanidad: “(…) encontraba uno vidrios, piedras, babas, pelos en la comida (…). Ya después de un buen tiempo, también le cambiaban a uno el comandante de la guerrilla y ya a veces se da uno cuenta que había gente más humana”. (Martínez Vanegas, 2016)

Igualmente, y sobre todo al principio del cautiverio, se produjeron intercambios en que policías y militares conocieron otra cara de algunos de los miembros de las Farc-Ep: las razones que los habían motivado a enlistarse a la guerrilla eran diversas, y muchas de ellas, tenían que ver, precisamente con la degradación del conflicto, y otras con la difícil condición económica y la falta de oportunidades que se vive en las zonas más apartadas de Colombia. “La mayoría de ellos tenía una versión diferente. Uno decía “muchachos, uno en un pueblo aguantando hambre, viene una gente y le ofrece a uno un futuro, le ofrece a uno plata… pues uno dice ¡Aquí es! Se mete uno y cuando está adentro, se da cuenta que es mentira y ya pailas, ya perdí, ya me tocó; se va a querer uno salir y vea… ¡pailas, lo matan a uno!” Otros contaban “Uno en un pueblo es bobo: le muestran a uno una cámara y le dicen “si quiere se la regalo pero camine” y se iba uno así”. Le contaban a uno muchas historias que si yo me pusiera a contar aquí, nunca termino. Son historias reales. Hay unas historias muy tristes y otras historias que….por lo menos una de un paisa que me contó que era del Ejército y que llegaron a un pueblo. Yo no sé qué había pasado en ese pueblo, pero el comandante le había dado la orden al paisa de que cogiera una gente a patadas. El paisa respondió “¿y por qué los voy a coger a pata si no me están haciendo nada?” Y el superior le dice “¡Es que es una orden que le estoy dando, y si no me la cumple, lo levanto a pata yo a usted!”. Y sí, ¡lo levantó a pata el comandante! el paisa me dijo “yo de la rabia levanté mi fusil, le pegué un tiro y lo maté”. Y pues usted sabe que eso es de una vez consejo de guerra en el Ejército, pero dos compañeros lo ayudaron a volarse. [El paisa decía] “Y cogí de Puerto López pa’ abajo y pensé: en el primer grupo que pase me meto. Yo pensaba en otros grupos, pero cuando me metí, me di cuenta que no que eran ellos y aquí estoy hermano, y aquí me jodí porque donde me salga me coge el Gobierno y me encierra”. Historias así, muchas historias. Otro dizque “Porque me enamoré. La guerrillera era muy bonita, me vine detrás de ella y ¡vea!”, o también estaba la guerrillera que decía “me enamoré del tipo, me prometió esto y véame”. (Martínez Vanegas, 2016)

Así mismo, policías y militares tuvieron la oportunidad de compartir sus historias y sus motivaciones para hacerse miembros de la Fuerza Pública, al tiempo que cuestionaban el accionar de las Farc-Ep, incidiendo también en los jóvenes guerrilleros. En varias oportunidades, más allá de las conversaciones individuales, la guerrilla organizó reuniones en las que pretendían explicarle a policías y militares su doctrina. Estas reuniones terminaban de forma polémica, pues los uniformados en cautiverio afirmaban que ellos, aunque pertenecían a una institución militar, provenían de sectores sociales populares: “Si las Farc-Ep son el Ejército del Pueblo ¿Por qué nos someten a nosotros, qué también somos del pueblo? Nosotros no le importamos a nadie sino a nuestras familias”. Luego de las contundentes respuestas de policías y militares, las Farc-Ep desistieron de continuar haciendo ese tipo de reuniones, y también le prohibieron a los secuestrados establecer cualquier tipo de conversación con los guerrilleros

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encargados de su custodia. De acuerdo con Luis Arturo Arcia, la prohibición también estuvo motivada por la fuga de varios guerrilleros. Pese a la mencionada prohibición, en varias oportunidades los guerrilleros informaron a los policías y militares sobre las noticias del exterior, especialmente luego de que se les decomisaran los radios. Luis Mendieta, General retirado de la Policía Nacional, se enteró por palabras de un guerrillero que había sido ascendido (Mendieta, 2015). Varias noticias sobre las acciones de ASFAMIPAZ llegaron a oídos de los uniformados por boca de los guerrilleros que los custodiaban, igual que el contenido – una veces fidedigno, otras veces tergiversado - de los mensajes radiales que sus familiares transmitían a través de diferentes emisoras. “Sí, nosotros incluso por la misma boca de los guerrilleros, ellos nos contaban qué hacían, sobre la toma, las mamás, ellos nos comentaban básicamente, y nos permitían escuchar un radio, nos dieron un radio para escuchar noticias, todo lo que decían las mamás, el gobierno, diferentes personas… por ahí era que nos enterábamos qué hacía cada quien. (Este pedazo también da pa’ lo de las relaciones entre guerrilleros, policías y militares)”. (Roa Sierra, 2016)

La permanencia de los policías y guerrilleros en el mismo lugar a causa del secuestro, muestra imágenes que hablan de la dureza de la guerra: Personas muy jóvenes, que en otros contextos no serían percibidos como amenazas, eran vistos como sus potenciales asesinos por los secuestrados. Efectivamente, ellos eran los encargados de llevar a cabo los castigos crueles y arbitrarios contra los uniformados. De igual forma, muchos de los uniformados secuestrados eran jóvenes: auxiliares bachilleres, jóvenes con 18 años cumplidos, muchos de ellos sin haber terminado la secundaria, etc. Los actos de comunicación y negociación entre ambos grupos (guerrilleros y miembros de las fuerzas policiales y militares), son las más grandes enseñanzas y testimonios de que es posible abrir brechas de convivencia y paz, aún en medio de feroces conflictos. Sin embargo, para ser fieles con el relato del secuestro, esos actos no fueron suficientes, pues la guerra continuaba, y con ella, la concepción del enemigo al que hay que aniquilar, y las relaciones violentas y utilitaristas, basadas en la represión, el abuso, la prevención, la prohibición, la estigmatización y el miedo, todas ellas propias de un conflicto armado degradado. “Todos los días uno hablaba con personas asesinas, enemigos de nosotros que nos podían matar en cualquier momento, eran muchachos de catorce, quince años, con el fúsil… Lo que más nos dolió a nosotros, fue cuando Murcia se escapó, él pintaba mucho… a él lo querían mucho por pintar. También cuando el Ejército mataba guerrilla: nos obligaban 15 o 20 días a no bañarnos. Nos daban una pasta de Jabón Rey para todo el mes, una crema dental, para todos. Las cosas que nos mandaba la familia, todo eso la guerrilla nos lo robó. Que dizque porque las cosas traían chips y podían rastrearlos. Se nos perdieron muchas cosas que las familias nos mandaban, medicamentos, radios, todo…”. (Díaz, 2016)

¿Posibilitará la paz que siga el intercambio de palabras y de aprendizajes que fue truncado? ¿Nos sumariamos nosotros a ese intercambio? ¿Se sumaría usted?

Alimentación: La mayoría de los ex secuestrados recuerdan cómo los primeros días encontraron vidrios, piedras, pelos, saliva, y demás elementos o ingredientes desagradables en la comida que les ofrecía la guerrilla, atentando así contra su dignidad humana.

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La rotación de los comandantes a cargo de los secuestrados y el paso del tiempo, hizo que esta condición cesara hasta desaparecer, sin embargo, nunca recibieron una alimentación digna, lo que los hizo más vulnerables a las agrestes condiciones de la selva, y por lo tanto, a un deterioro generalizado de su estado de salud. Las enfermedades eran difíciles de superar, entre otras cosas, debido a la mala alimentación, que también perjudicó el estado anímico de los policías y militares cautivos. Al comienzo era muy malo. Uno encontraba vidrios, piedras, babas, pelos… y uno sin derecho a quejarse. Al principio uno no comía a no ser que fueran enlatados. Uno decía “pues esto es enlatado, imposible que le hayan hecho algo”. Ya después el hambre lo hace comer a uno ¡lo que sea! El hambre es cosa verraca. Ya después de un buen tiempo también le cambiaban a uno el comandante de la guerrilla y dejaban de salir esas cosas. Se da uno cuenta que había gente más humana. (Martínez Vanegas, 2016) “Al principio, la comida a veces nos la daban con vidrios, a el agua de panela le echaban sal (…), pasta cocinada ahí con sal y color, simplemente sancochaban,… o lentejas ¡mucho grano! unas lentejas cocinadas ahí no más, con agua y sal. Comida pésima, pésima”. (Ramírez Gualí, 2016) “(…) a veces era caldo de pescado con escamas o caldo de pasta con gorgojos. Los granos eran duros y la pasta pues llegaba gorgojeada, entonces a uno le tocaba separar los gorgojos de la sopa, o sacarle las escamas y ¡tómese la sopa! Yo no comía pescado y allá me enseñaron a comerlo. Y había veces que traían el ganado y duraba toooda la semana, lo preparaban y rendía tanto, que los huesos llegaban a oler a descompuesto, pero eso uno cogía el hueso, lo botaba ¡y coma!”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016).

Permanencia en condiciones de inhabitabilidad: A lo largo de su cautiverio los uniformados fueron trasladados por varios lugares de reclusión. Aunque todos fueron distintos, todos tenían al hacinamiento, la incomodidad extrema, la insalubridad, y la ausencia de seguridad como común denominador. Al principio cada grupo vivía en un área delimitada, separada varios cientos de metros de las áreas de campamento guerrillero y de los demás sitios de reclusión. Allí había una construcción tipo cambuche, hecha de madera, cuerdas y grandes extensiones de plástico. Los uniformados dormían sobre tablas y bajo el plástico, con poco o ningún espacio que los separara al uno del otro. La delimitación del área estaba dada por un tipo de cerca, que los uniformados no podían atreverse a cruzar, so pena de recibir un disparo de los guerrilleros que los custodiaban. Aunque evidentemente en las primeras construcciones no había condiciones mínimas de habitabilidad digna, éstas empeoraron a medida que el conflicto colombiano se agudizó y se desarrollaban coyunturas políticas que dificultaban aún más el diálogo entre el Gobierno Nacional y las Farc-Ep. Por un lado, se intensificaron los desplazamientos de la guerrilla y los secuestrados, con el fin de escapar a las fuerzas militares Estatales. Las largas caminatas que se prolongaron hasta por meses, sumadas a las deficientes condiciones de alimentación, representaron un descenso en la ya deficiente o nula calidad de vida de los secuestrados. Los policías y militares identifican varios momentos de aumento exacerbado tanto de los mecanismos de control y represión aplicados por las Farc-Ep, como del deterioro de su salud y del riesgo sobre sus vidas por cuenta de la agudización del conflicto:

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• El retorno a la confrontación entre el Estado y la guerrilla luego del cierre de la zona de despeje del Caguán. • La puesta en marcha de la política de Seguridad Democrática por parte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. • Los intentos de fuga de varios policías y militares, producto de la frustración y la desesperación que aumentaban a medida que pasaba el tiempo. • La poca acción del Gobierno Nacional por lograr la liberación de policías y militares, llevó a que las Farc-Ep se dieran cuenta de que no era estratégico mantener en cautiverio a los uniformados, pues éstos no servían para presionar al Estado, que se mostraba indiferente respecto de su condición. Así se conformó la lista de los “canjeables”: policías y militares profesionales de alto o mediano rango, personalidades políticas y extranjeros. Este grupo tuvo que sufrir los rigores de un secuestro altamente prolongado, en medio de la agudización del conflicto. Todas esas condiciones, repercutían negativamente sobre el ánimo de los entonces secuestrados, propiciándoles altos niveles de estrés, y llevando a algunos a tener comportamientos límites, como intentar fugarse. Igualmente, el auge de la confrontación y la pésima decisión de mantener a los policías y militares bajo su poder, hizo que las Farc-Ep agudizaran sus mecanismos represivos y de control, al tiempo que trataba de hacer frente a las nuevas tecnologías de combate. En primera instancia, la guerrilla implementó formas de control corporal sobre los secuestrados, utilizando cadenas con candados en sus cuellos, además de cuerdas y nudos para reducirles la movilidad. Evidentemente, además de las consecuencias físicas, ello tiene fuertes impactos emocionales, psicológicos. Posteriormente construyó “las jaulas”, varias de las cuales el país conoció por medio de fotografías en las que se veían imágenes semejantes a los campos de concentración. “Con el tiempo ya ellos, digamos, al año o 6 o 9 meses nos tenían amarrados por unas hombreras, les decíamos, que era unos poliésteres en una especie de mariposa acá y al cuello y ahí ya después ya nos hicieron los campos de concentración. Más o menos al año, menos del año, nos hicieron los campos de concentración”. (Arcia, 2016)

Desde el momento de su secuestro, los mandos militares y policiales fueron tratados con mucha más precaución, represión y vigilancia que los demás uniformados14, sin embargo, como producto de las condiciones anteriormente descritas, y específicamente de la conformación de la lista de canjeables, la guerrilla construyó jaulas como de “máxima seguridad”, a las que fueron enviados los secuestrados de más rango, junto a Alan Jara15. Las Farc-Ep consideraban que ambos eran fichas clave para lograr el Acuerdo Humanitario. En estas construcciones se vivían mayores condiciones de encierro, incomodidad, hacinamiento, falta de iluminación y ventilación, entre otras. “De todas las cárceles que tuvo las Farc-Ep, el sitio donde yo estaba era el más seguro, porque era alambre de púas por el piso, por arriba, por todos los cuatro lados. Era demasiada la seguridad, era muy estricta por eso. O sea, habían otras jaulas, que aunque no eran grandes, si eran más amplias, y no tenían alambre de púas por encima: sí tenían en una parte pero no lo tenían en toda, mientras en el caso de nosotros todo era totalmente cubierto de alambre de púa más una malla (…) la jaula de nosotros era la más segura y a esa jaula llegaron el resto de Sub Oficiales después de que entregaron a los policías. Ahí 14 - Luis Arturo Arcia, explica las razones del trato diferencial entre policías y militares de alto rango y bajo rango. Además de que el alto rango aparentemente otorga más importancia política, también implicaría un grado mayor de riesgo para la guerrilla. De acuerdo con él: “Un soldado regular está por una libreta militar, mientras que los soldados profesionales están por un sueldo. Nosotros estábamos devengando un sueldo. Soldados regulares son por ejemplo los auxiliares de Mitú, o los que estaban prestando servicio como en Miraflores. Ellos tienen menos preparación a diferencia de nosotros que éramos soldados profesionales y además de eso teníamos un entrenamiento” (Arcia, 2016). 15 - Alan Jara Urzola, ex gobernador del meta y ex secuestrado por las Farc-Ep, que lo mantuvieron privado de la libertad durante 7 años y medio.

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trajeron a Alan Jara, trajeron a la congresista que se llama Consuelo González, a otro congresista que es Orlando Beltrán, trajeron a los mandos de la toma de Miraflores, la toma de Mitú, a todos los mandos. ¿Por qué? por ser ese sitio el de máxima seguridad”. (Arcia, 2016)

El suministro de agua era altamente deficiente. Los cautivos contaban con una cantidad limitada de agua que debían hacer rendir para sus necesidades básicas de higiene (Baño corporal y uso del sanitario). “Si querían bombear agua… porque del río bombeaban esa agua turbia, la bombeaban a 3 canecas de 55 galones, las llenaban y con eso teníamos que bañarnos y tenía que sobrar agua para echarle al sanitario que tenían ahí. Pero eso es una vaina que ellos manejaban, tortura, yo llamo tortura a eso, eso es psicológico”. (Ramírez Gualí, 2016). “En caso de que se presentara algún acontecimiento que las Farc-Ep consideraran merecedor de castigo, el suministro de agua era cortado por varios días. Josué Trinidad Amaya, hace memoria sobre la fuga de Edgar Bayron Murcia Canencio, uno de sus compañeros. Los uniformados del grupo de Murcia recibieron varios castigos, entre ellos bañarse cada tercer día y no poder lavar la ropa hasta nueva orden”. (Amaya Vela, 2016)

Salud física y emocional16: El cautiverio fue una situación absolutamente desafiante, que propinó marcas en el cuerpo, la mente y la emoción de quienes lo padecieron, y que también evidenció su altísima capacidad de resistencia. Tomando como precedente las condiciones alimenticias y de inhabitabilidad, e insertándolas en el cuadro absolutamente indeseable del secuestro, es claro que los uniformados tuvieron que librar luchas tenaces para afrontar durante tanto tiempo las hostiles condiciones de vida en la selva. La presente sección, se propone enumerar algunos de los múltiples desafíos físicos y emocionales que configuraron el secuestro como experiencia vital, emocional, corporal e incluso relacional. En el apartado titulado “los desenlaces del cautiverio”, se incluyen los casos de los uniformados cuyos cautiverios acabaron fatalmente: siendo asesinados, muriendo o desapareciendo en medio del cautiverio; y también la descripción de las valiosas estrategias de resistencia que desarrollaron quienes permanecieron vivos hasta poder ver su liberación. Dimensión física: La mayoría de los policías y militares secuestrados experimentó padecimientos relacionados con las condiciones ambientales selváticas, y con el ritmo de vida al que estaban siendo sometidos: paludismo, leishmaniasis, diarreas severas, enfermedades. De acuerdo a los testimonios, la guerrilla buscó proveer atención y tratamiento médico por su propia cuenta, sin embargo éste no fue suficiente debido a la escasez de medicamentos, a la ausencia de infraestructura adecuada, y a los continuos desplazamientos y caminatas que realizaban. “Al mes de quedar secuestrado me dio paludismo y ¿qué hace uno? ¿Uno allá qué hace? muy duro, porque le tocaba a uno caminar y enfermo… o quedarse allá encerrado. Y le pedía uno droga allá a los guerrilleros... le daban, sí, pero no se la daban completa, entonces la enfermedad quedaba ahí. No se curaba uno. Por ahí me aplicaban el suero y me daban las pastillas esas para el paludismo, pero no el tratamiento completo y entonces le volvía. Era seguido que le daba a uno la fiebre, escalofríos, no podía uno comer ni nada. Duro”.(Amaya Vela, 2016) 16 - Por razones de claridad y orden en la exposición, hay dos apartados distintos para la dimensión física y la dimensión mental o emocional de la salud. Sin embargo, es claro que ambas dimensiones interactúan y se influencian mutuamente.

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Las difíciles condiciones de vida y emocionales, hacían que los cautivos se sintieran más vulnerables a la enfermedad, y fuera en efecto, más difícil superarla. Los momentos de enfermedad son identificados por la mayoría de policías y militares, como uno de los más difíciles dentro del cautiverio. “Enfermos sí, hubimos muchísimos, me incluyo. Para mí fue durísimo. Para mí fue el día más duro. Yo decía que ya no aguantaba más, no sé si por la intensidad del dolor que sentía. No sé si el dolor era espiritual, o si el dolor era físico; no sé cuál era más duro. Yo quería que se acabara eso, no quería más, yo quería que se acabara todo, yo pensé en morirme. Pues… soportábamos y era llevadero, porque los mismos guerrilleros nos suministraban medicamentos, ellos nos trataban lo que eran las enfermedades como la leishmaniosis, como fiebres, como dolor de huesos, gripas”. (Roa Sierra, 2016)

Dimensión mental-emocional: En cuanto al bienestar emocional, y como ya se ha venido sugiriendo a lo largo del texto, uno de los rasgos característicos del secuestro es la exposición permanente a presiones emocionales y psicológicas. Todos los escenarios que hemos referenciado son altamente estresantes e implican el riesgo permanente de perder la vida: la alta incidencia del conflicto en los municipios y poblaciones donde se produjeron las tomas; las tomas mismas, sus antecedentes y las circunstancias en que se desenvolvieron, hasta llegar al secuestro. El cautiverio como tal se produce en el marco anteriormente esbozado, sin embargo agrega otras particularidades: medidas regulatorias, punitivas y de control y represión sobre los cuerpos y los comportamientos, altos niveles de frustración e incertidumbre por la vida propia y la vida de los parientes, rupturas abruptas con la cotidianidad, el proyecto de vida y los planes a futuro. Estas particularidades, conllevan impotencia y pérdida de control (Diazgranados Ferráns, 2004), y se constituyen en hechos traumáticos que pueden ocasionar graves secuelas, cuyo tratamiento requieren programas integrales de acompañamiento económico y psicosocial. Hasta el momento, dichos programas y estrategias de intervención y reparación no han sido pensadas ni implementadas por el Estado. “Uno no puede olvidar, pero sí tiene que adaptarse y continuar con su vida, persistirán los impactos psicológicos, pero toca sobrellevarlos”. (Trejos Mariño, 2016) “Pues mi mamá siempre ha sido el eje de nuestro hogar, ella ayudo a mi papá a salir de estos momentos de depresión. Mi papá muchas veces se levanta llorando, triste, deprimido, él tiene secuelas del secuestro, él se acuerda y tiene pesadillas”. (González Benavides & González Benavides, 2016) “El secuestro sea de dos tres cuatro años, un año, 10, 15, 14, como ha pasado con los nuestros, deja muchas secuelas daños psicológicos, psiquiátricos, y yo creo que esa es una de las falencias de las instituciones estatales, y es fortalecer realmente el apoyo psicosocial con mucha ética, porque falta en psicólogos y psicólogas de las fuerzas armadas mucha ética, no comentar los problemas que les comentan los que han estado secuestrados a nivel de la institución, mucha ética tienen que tener no solamente ética sino mucha preparación para el manejo de los que han estado secuestrados y sus familias, ha sido una falencia enorme que las instituciones tienen que mirar y re mirar”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

La desvalorización de la vida en un contexto de conflicto armado degradado como el colombiano, exacerba los rasgos anteriormente descritos. Los dos bandos en conflicto incorporaban prácticas y discursos que, de fondo, menospreciaban la vida y la dignidad humana de quienes se encontraban en situación de cautiverio, ocasionándoles un fuerte temor por su vida, unido a una profunda sensación de impotencia: Las Farc-Ep amenazaban constantemente con asesinatos,

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y el Estado Colombiano se aventuró varias veces a hacer rescates a sangre y fuego, e incluso llegó a bombardear los sitios donde se encontraban los uniformados, atentando contra su vida, y sumando temores y preocupaciones a la larga lista. “(…) digamos esa incertidumbre de saber cuándo vamos a salir, cuándo la familia, la preocupación el sufrimiento de la familia, para mí más que todo era la familia, digamos mi madre biológica, mi madre de crianza… sin saber qué sería de la vida de ellos e igualmente para ellos también era una incertidumbre. También para uno era saber que de pronto se intente un rescate porque ellos [las Farc-Ep] decían que “en caso de un rescate, de una toma a ustedes los matamos. A ustedes no los dejamos que se los lleven así vivos”” (Arcia, 2016). “A nosotros el quince de septiembre nos bombardearon. El quince estábamos en el campamento y llego el avión fantasma; en la noche del catorce vio las velas encendidas, porque nos ponían velas alrededor como muertos, para vigilarnos; el avión vio las velas encendidas, y dijeron en las noticias que era un campamento cocalero, pero realmente ellos sabían que nosotros estábamos ahí. Ellos llegaron, bombardearon y se fueron, eso duró como una hora. ¡Correr! Esa parte es la más traumática en la vida de nosotros, porque a partir de ahí el avión era el susto mortal para nosotros. Todo por cinco segundos y no estábamos contando el cuento: El avión soltó la bomba cinco segundos antes, y cayó a 200 metros, en el río”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016) “(…) eso fue como para esta fecha más o menos, como para septiembre, como en el segundo año de cautiverio. Para ese mismo tiempo hacia los ocho días, pasó un avión muy cerca y ahí fue que yo me iba a morir, porque el avión pasó tan cerca de nosotros, puedo decir que lo vi claramente, y yo dije ‘aquí fue’ y nunca botó la bomba. No sé si era que iba a tomar fotos o coordenadas o alguna cosa, pero sí lo vimos muy cerquita”. (Roa Sierra, 2016) “Siempre que pasaban bombardeos, ametrallamientos… pues nosotros ya estábamos casi que preparados a que pasara lo que pasara. Estábamos en manos de Dios… pensábamos que en cualquier momento nos fusilaban”. (Mendieta, 2015)

El abismo que se abrió entre la vida exterior y la vida en cautiverio es muy difícil de gestionar, tanto para quienes permanecen privados de la libertad, como para sus familias. Mientas policías y militares enfrentaban el tedio y la zozobra del cautiverio en medio de una vida detenida, afuera, sus familiares y allegados continuaban viviendo, alternando la lucha por la libertad de sus seres queridos al diario vivir. La comunicación escrita o audiovisual entre secuestrados y familiares fue un componente fundamental que contribuyó a cerrar las distancias entre el encierro y el resto del país, y por tanto, beneficiaba el bienestar emocional y psicológico en la selva: ofrecía elementos de certeza sobre el estado de los seres queridos, facilitaba el intercambio de palabras de aliento y afecto, proporcionaba a los prisioneros información nueva, que oxigenaba y renovaba su mente, y servía como material nuevo para establecer conversaciones no rutinarias con sus compañeros de jaula. Metafóricamente hablando, la comunicación con el exterior, y especialmente las pruebas de supervivencia, les posibilitaba a los secuestrados “salir” del reducido mundo del cautiverio, y a las familias, lograr un mínimo de certeza sobre el estado en que se encontraban sus seres queridos privados de la libertad. En el caso colombiano, el intercambio de correspondencia fue muy reducido, perjudicando emocional y psicológicamente a los secuestrados y sus familias. Aunque coyunturas políticas como la Zona de Despeje favorecieron el flujo de correspondencia, la frecuencia de comunicación entre cautivos y sus familias no alcanzó a cumplir con el mínimo de 1 mes, estipulado en la normatividad del Derecho Internacional Humanitario. Hubo coyunturas políticas que fueron muy adversas a la circulación de pruebas de supervivencia, llegando a pasar años sin que la familia del secuestrado tuviera noticias por ese medio, única forma real de sosegar la incertidumbre sobre si sus parientes se encontraban vivos o muertos.

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“(…) pues nosotros en medio de esa desgracia, fuimos afortunados porque estábamos en la zona de despeje y cada 3 meses teníamos correspondencia, acceso a correspondencia”. (Ramírez Gualí, 2016) “Sí, me acuerdo. Pues esas pruebas eran muy interesantes, muy importantes ¡alegraban la vida! pero tan pronto entró el señor Uribe se acabaron las pruebas de supervivencia. Porque antes de entrar Uribe uno se comunicaba con ellos por correspondencia. Tanto llegaban las cartas allá [la selva], como de allá para acá (…)”. (Pérez, 2016)

Sin restar la importancia ni el bienestar que, en general, caracterizaba a las pruebas de supervivencia, éstas también contenían noticias difícilmente asimilables para los uniformados. El bienestar emocional de quienes se encontraban en cautiverio era fuertemente golpeado por la ocurrencia de acontecimientos importantes en el exterior. En el caso de los acontecimientos positivos como, por ejemplo, el crecimiento de un hijo, podían desarrollarse sentimientos de tristeza y frustración por no poder vivirlo presencialmente. En el caso de los acontecimientos negativos, el encierro impedía que los sujetos se enteraran oportunamente para prepararse o anticiparse a las pérdidas; tampoco podían resolver dudas, ni recibir afecto y apoyo de su círculo más cercano. La elaboración del duelo se complicaba ante la imposibilidad de participar en los rituales religiosos o sociales de cierre y despedida. Además la vida en cautiverio es sumamente demandante, y entre la incertidumbre, la enfermedad y la zozobra, difícilmente se podían encontrar “el tiempo y el permiso” necesarios para elaborar las pérdidas de forma adecuada. “Doña Marleny Orjuela nos iba a visitar allá con sus bultos de cartas y cuando ella llegaba nosotros ya teníamos las de nosotros, entonces entraba un bulto y salían como 3 bultos. Entonces, imagínese 3 meses uno escribiéndole que al hijo, que a la esposa, que a la mamá, que a los hermanos, que a los amigos, entonces eso era cada 3 meses una alegría inmensa, recibir las cartas, recibir noticias de las personas, fotos, miré crecer a mi hijo por fotos…”. (Ramírez Gualí, 2016) “Sí, claro. Hubo muchos compañeros que… pues digamos las cartas eran motivo de alegría pero también de tristeza, porque empezábamos a leer y sabíamos que a cualquier momentico alguno pegaba el grito: “¡No! ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Dios mío!”. Íbamos a ver y a darle apoyo y eso: “no, que se le murió la mamá”, “que se le murió el papá”, “que se le murió el hermano”, “que le mataron al hermano”… que la abuela y eso. Entonces, eso era muy duro, esas eran partes también muy duras de un encierro. A parte pues del encierro ¿no?”. (Martínez Vanegas, 2016)

Otro de los medios para mantenerse en contacto con el exterior fue la radio. Aunque era una relación unilateral en el sentido de que los policías y militares no podían responder a los mensajes, y los familiares no tenían certeza de si sus parientes recibirían o no sus palabras, escuchar tanto los mensajes de sus seres queridos, como las noticias nacionales y otro tipo de programas, contribuía a hacer más llevadera la permanencia en la selva. En varias ocasiones y como medida de castigo, la guerrilla decidió arrebatar los radios a policías y militares, lo que aumentaba la monotonía y el desánimo causados por el cautiverio en sí mismo. La situación de los policías y militares que tuvieron que soportar más de una década de secuestro, era especialmente estresante: A parte de los elementos que ya se mencionaban, los niveles de ansiedad e incertidumbre se elevaban a medida que se producían las liberaciones del resto de secuestrados o se producían operaciones militares. “(…) de los momentos de la zozobra, de la Operación Jaque, de las otras liberaciones, de que liberaban y liberan personas, militares, policías… ¡y nosotros ser los últimos!… ahí sí: que fui el último al que liberaron las Farc-Ep.”. (Arcia, 2016)

Las gravísimas implicaciones mentales y emocionales del secuestro, son visibles en las profundas secuelas con las que aún viven la mayoría de uniformados. La mayoría sufre cuadros severos de estrés post-traumático, que no se han desvanecido a pesar de los años. Las pesadillas también se mantienen, pese a que han pasado incluso décadas desde que fueron liberados. Permanece

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también la sensación de que están siendo perseguidos (paranoia), o de que en cualquier momento puede ocurrir una tragedia (ansiedad). Sobre éstas y otras secuelas psicológicas y de índole relacional, se hablará en el apartado “las arduas luchas que llegaron después de la liberación”. “(…) lo decía Arturo Arcia: lo más difícil del secuestro es desde el primer día hasta el último. En nuestro caso fueron 12 años perdidos… sin prepararse académicamente, 12 años perdidos de trabajo, de lectura, de escritura, de todo lo que usted se pueda imaginar. Son 12 años irrecuperables. Las secuelas físicas, psíquicas que quedan, precisamente por la vivencia de ese cautiverio, pues son imborrables… Por eso son considerados crímenes graves: porque quienes viven las secuelas de la toma de rehenes, como pasó con nosotros, quedan con secuelas que son imborrables, que quedan de por vida según lo han expresado expertos: médicos, psicólogos y psiquiatras”. (Mendieta, 2015)

Relaciones entre compañeros de cautiverio: Sobra decir que quienes compartieron la condición de cautiverio, vivieron juntos experiencias muy significativas e intensas. Para cada uno de los policías y militares que estuvo en poder de las Farc-Ep, el secuestro representó debilitamientos, transformaciones profundas o rupturas con proyectos de vida, relaciones de pareja, e incluso familias. En todos esos procesos de adaptación, transformación y ruptura, estuvieron presentes los compañeros de cautiverio. Paulatinamente fueron conformándose redes de confianza y apoyo, que ayudaron a suplir el vacío ocasionado por el alejamiento de la familia y los seres queridos, y a partir de las cuales afrontaron las situaciones hostiles del aislamiento en la selva. El proceso no fue nada fácil, pues como ya se ha visto, militares y policías se enfrentaban a un entorno enormemente desfavorable, que generó grandes cambios físicos y emocionales en la mayoría de ellos. Las descripciones y testimonios que ofrecen policías y militares sobre las relaciones que establecieron ellos mismos estando en cautiverio, abarcan las dos caras: la de la dificultad anímica de formar vínculos estables en condiciones tan adversas, y la de la hermandad, cariño y apoyo incondicional que terminaron por forjarse y que perduran hasta la actualidad. Existen varios recuerdos y memorias acerca de los conflictos entre compañeros de cautiverio. Aunque en general los ex secuestrados consideran que hubo una buena convivencia entre ellos, rememoran las peleas, desacuerdos y discusiones. Según ellos, éstos se explican por la variabilidad anímica propia del cautiverio, las malas condiciones de vida, y la constante tensión; otro de los elementos que originaba conflictos, era la heterogeneidad de los grupos, compuestos por numerosas personas provenientes de diferentes regiones y con diferentes orígenes sociales. “Pues a veces alguien se levantaba como malgeniado y no aguantaba de pronto chanzas de otro. De todas formas, encerrados y en grupo, siempre hay encontrones. Pero no, así graves no”. (Amaya Vela, 2016) “La convivencia (…) porque el temperamento de todos no es el mismo. En el caso mío había paisas, había vallunos, había costeños, había rolos, había boyacenses, difícil”. (Trejos Mariño, 2016)

También hubo un esfuerzo consciente de policías y militares por superar de la mejor manera los conflictos ya pasados y evitar que volviera a haber nuevas peleas o discusiones, pues comprendían que la falta de unión y camaradería entre ellos, podía hacer el cautiverio mucho más difícil de sobrellevar.

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“El genio de todos es muy diferente. Muchas veces uno se levanta de buen genio y el otro no, y el que se levanta de buen genio empieza a hacerle chanzas al otro que se levantó que no se aguanta nada y ahí está el problema. Había mucho conflicto a veces, pero eso se superó. Se iba superando, se iba superando porque entre nosotros mismos les decíamos “la pelea no es entre nosotros”” (Martínez Vanegas, 2016) “(…) la convivencia de diferentes personas, con diferentes formas de pensar, mentalidades, carácter, siempre genera fricción y disgustos. Lo bueno era que nosotros discutíamos o había una pelea, pero eso ya pasaba y seguíamos como los niños, que pelean y al rato están jugando otra vez, así éramos nosotros”. (Barrera Barrera, 2016) “Si habían [problemas] eran insignificantes, tratábamos de llevarnos lo mejor que pudiéramos, porque eso era lo que nos mantenía viva la esperanza”. (Roa Sierra, 2016)

La forma de llevar sus relaciones de convivencia, fue una de las principales maneras de sobrellevar el cautiverio, y de fortalecer los vínculos. Las condiciones de encierro, aislamiento, y exceso de tiempo disponible, posibilitaron que se pudiera interactuar y dialogar a profundidad con cada uno de los miembros del grupo, y también que se identificaran claramente las afinidades y compatibilidades entre personas, formando diadas de amistad y apoyo incondicional. “Al principio, de todos los que estábamos allá escogíamos a uno, y de pronto pasábamos un mes o dos hablando con él. Después hablábamos con otro”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016) “(…) al principio era el uno con el otro, intercambiando ideas, qué piensa usted de esto, qué piensa de lo otro, cómo es su familia, cómo es su mamá, cómo es su papá, con quién vive, con quién no vive, era como más de conocernos unos con otros. Luego como hermanos, habíamos parejas de hermanos, pero también buena relación entre todos”. (Roa Sierra, 2016) “Por lo general todos teníamos como una especie de parcero. El parcero mío, con el que más compartía era de Buenaventura, de donde soy yo, la íbamos más porque éramos paisanos”. (Trejos Mariño, 2016)

Así, se construyeron vínculos de cercanía sobre la base de entender a los demás como víctimas de los mismos hechos. “(…) a veces podía estar quieto todo el día, solo mirando pa’ arriba y no me daban ganas de comer ni de nada, ni de pararme, pero afortunadamente había un amigo, un compañero, el que estaba ahí al lado mío que se daba cuenta y entonces él iba hasta allá, se me sentaba al lado, el colchón mío era un plástico sobre unas tablas, ese era el colchón y hasta que no… se ponía a decir cualquier pendejada, cualquier bobada y hable y hable y hasta que no me sacaba de ese estado, no quedaba tranquilo”. (Ramírez Gualí, 2016)

Siempre hubo hermandad, el que estuviera mal los otros lo cobijaban para que no estuviera tan desprotegido. Cuando alguien se enfermaba lo cuidábamos que se tomara las pastas, si es que habían, porque a veces no había medicamento. Actualmente, todavía uno siente la hermandad y una afinidad especial con los que estuvimos en esa situación así no seamos de la misma toma, siento una hermandad con los de Puerto Rico, Miraflores, porque uno sabe que las experiencias son parecidas. (Barrera Barrera, 2016) Se forjaron lazos de fraternidad cercanos a los de una familia. Jair Santiago Sánchez Braga define esa hermandad con las siguientes palabras: “Yo creo que se puede resumir en una frase que es muy común y dice que la unión hace la fuerza. Y cuando todos nos unimos, cuando todos le ponemos ganas a algo, lo sacamos adelante. Eso es fundamental: si queremos, podemos. Si queremos podemos lo que sea… lo que sea. Entonces en medio de esa situación, eso fue lo que hicimos, nos creamos un

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escudo, una coraza protectora entre nosotros, nos expresábamos cariño, ese mismo apoyo nos lo expresábamos allá. Cuando alguien estaba bajoneado, cuando alguien estaba triste, cuando llegaban malas noticias -porque también recibimos malas noticias- éramos una sola red, éramos uno solo. Con todo y que había diferencias allá adentro también. Somos humanos, somos humanos… pero sabíamos que incluso dentro de esas diferencias, cuando teníamos un solo objetivo éramos todos uno solo ¿por qué? Porque era el bien común, porque era un objetivo que nos iba a beneficiar a todos. Entonces, por eso, eso lo tratamos de hacer y de hecho lo hicimos, y eso, pienso yo, que fue lo que a la postre logró que pudiéramos sobrevivir”. (Sánchez Braga, 2016)

Formas de afrontar y resistir el cautiverio: recursividad, tranquilidad y alegría en medio de la selva Para transformar el dolor de la guerra en aprendizaje de paz, es necesario reconocer el papel activo de las víctimas, y las diferentes estrategias y recursos que utilizaron para hacer frente a la guerra. Las personas y el país, deben conocer las historias de resiliencia y paz de quienes han padecido en su propia piel el dolor del conflicto. Uno de los más importantes alicientes para resistir, que apareció desde el momento mismo de las tomas, es el amor filial o amor por la familia. La principal motivación de policías y militares de primera línea, aun combatiendo, no cabe en los discursos guerreristas “patrióticos” o de aniquilamiento del enemigo, reproducidos por las élites militares y los medios masivos de comunicación. La principal fuente de tenacidad y resistencia, fue la motivación de sobrevivir, para de esa forma, continuar estando presentes para sus familias, evitarles sufrimiento, y seguir alimentando los lazos de afecto que los vinculan con sus esposas, hijos, padres, madres, hermanos, etc. Aferrarse al amor de la familia, era aferrarse a la vida, al futuro, y a la idea de que debían estar bien para llegar al encuentro de quienes los estaban esperando afuera, en la libertad. “Sentía mucho miedo a morir, pensaba mucho en mi familia, en mi hijo, en ese tiempo tenía un niño, pensaba era en ellos, porque prácticamente mis papás vivían en zona de distención. Me angustiaba pensar que ellos ya sabían que se nos habían tomado la estación”. (Cárdenas López, 2016) “Para mantenerme vivo y bien, pensaba en mi familia, en cosas que uno no había hecho y que quería hacer como hijo, como hermano, como padre, yo estaba esperando un hijo, pensar en que tenía que hacer las cosas que no había hecho, me mantenía con la moral para poder salir de esa situación”. (Barrera Barrera, 2016)

El diálogo, la negociación y el intercambio con los comandantes guerrilleros, fue otro de los grandes recursos utilizados para procurarse bienestar y buen ánimo durante el secuestro. En varias oportunidades, los grupos de secuestrados se dirigieron a los comandantes para hacer solicitudes encaminadas a mejorar su condición de vida en cautiverio. Como resultado de ellas, un grupo logró que se adecuaran espacios a manera de canchas, en los que podían jugar microfútbol y voleibol con autorización de las Farc-Ep (Martínez Vanegas, 2016) (Cárdenas López, 2016); también lograron obtener varios juegos de mesa, entre los que se encontraban el parqués y el ajedrez. Realizaron intercambios de productos manufacturados o de mano de obra. Los policías y militares cavaban trincheras o tejían correas para ocupar su tiempo libre y mantenerse activos, a cambio, pedían a la guerrilla que les consiguiera o devolviera objetos varios: “(…) a veces ellos necesitaban tejer correas, pero no podían, porque tejer una correa se gastan hasta 2 o 3 días; ellos no tienen tiempo para eso. Entonces nos pedían el favor a nosotros y nosotros, “claro, nosotros le tejemos pero necesitamos eso y esto. Necesitamos agua, necesitamos esferos, necesitamos hojas…” entonces, era favor por favor, ellos al tener la necesidad

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de las correas, porque ellos se dedicaban a otras cosas, accedían. Entonces eso era una forma de intercambio y convivencia”. (Ramírez Gualí, 2016) La construcción de vínculos fuertes y solidarios entre compañeros de cautiverio, posibilitó que se pusiera en marcha un gran repertorio de mecanismos colectivos para resistir las adversidades del secuestro y “olvidar la jaula que estaba afuera”. (Sánchez Braga, 2016)

• El humor y el esparcimiento colectivo, desempeñaron un rol esencial. Policías y militares recuerdan los espacios de chistes, risas y “recochas”, en los que se encontraban para darse ánimo en medio del cautiverio. En el marco de los encuentros grupales también se inventaban sus propios juegos (Arcia, 2016) (Ramírez Páez, 2016), o surgían las diferentes ideas y propuestas para plantearle a la guerrilla. “(…) nosotros éramos muy unidos, veíamos cosas muy graciosas, jocosas. Nos distraíamos haciendo parqués, dominó. Los guerrilleros nos daban juegos de mesa. Hablándonos, todos supimos la vida de todos, fueron dos años de estar conversando uno con otro”. (Barrera Barrera, 2016)

• Policías y militares construyeron bingos y diferentes juegos con sus propias manos, aprovechando de manera muy recursiva los pocos materiales disponibles en la selva. “Jugaban parqués, jugaban dominó, ellos hacían y sacaban juegos, hasta tenían los nombres propios de sus juegos” . Ramírez Páez, 2016)

• Se realizaron varios intercambios de saberes entre los secuestrados, que les permitieron elaborar múltiples manualidades. Hay varios ejemplos de ese intercambio de saberes: quienes sabían tallar, pero no sabían dibujar, intercambiaban sus habilidades para lograr hacer cuadros de madera en relieve. Dado que Mitú es un municipio habitado mayoritariamente por indígenas, muchos de los policías secuestrados pertenecían a las etnias nativas. Los indígenas enseñaron a sus demás compañeros a extraer hilo de las prendas de vestir, y a tejer manualidades como manillas, correas, bolsos, tapices en forma de animales, entre otros. “Con nosotros se llevaron los 16 auxiliares bachilleres, entre esos a auxiliares bachilleres habían indígenas. Ellos sabían hacer mucha cosa artesanal, con hebritas de hilo, con esto, con aquello. Ellos rompían la camisa y sacaban hebras de hilo y con eso empezaba a hacer manillas, búhos, entonces ellos le enseñaban a uno, ellos nos enseñaban y uno se metía en ese cuento y se olvidaba uno de que estaba uno encerrado”. (Martínez Vanegas, 2016)

• Los secuestrados crearon una “escuelita” en medio de la selva. En ella se reunían los cautivos a recibir clases de diferentes materias, entre ellas idioma ruso e inglés, prehistoria e historia, matemáticas, lecto-escritura y juegos de concentración y agilidad mental (Orjuela Manjarrés, 2016) (Arcia, 2016) (Mendieta, 2015). • Policías y militares se unieron en torno a las navidades por medio de la elaboración artesanal del pesebre y el árbol de navidad, así como de la realización de la novena de aguinaldos. “Me acuerdo de la navidad allá, de una foto que tenemos con un pesebre que hicimos con barro”. (Barrera Barrera, 2016)

Individualmente, también se pusieron en marcha diferentes mecanismos de resistencia, que se combinaban con las actividades colectivas ya mencionadas: • Varios de los secuestrados se concentraron en poner su mente bajo control, manteniéndola en el momento presente sin pensar en el futuro ni dar rienda suelta a la incertidumbre de

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cuánto tiempo iban a permanecer internados en la selva (Cárdenas López, 2016). • Otros optaron por resignificar la experiencia, tratando de concentrarse en las cosas buenas y bonitas que ocurrieron durante y después del secuestro; mantener los buenos recuerdos o apreciar los valores naturales del sonido de la lluvia, el agua, el canto de los pájaros, la pureza del aire, la ausencia de ruido, etc. “(…) uno trata de tener los recuerdos bonitos, porque feos hay muchos, pero uno trata de mantener lo bonito y de sacarle alguna enseñanza a todo eso”. (Barrera Barrera, 2016)

Para algunos de los familiares de los ex secuestrados, el hecho de que exista una red de apoyo y de camaradería tan fuerte, y que ésta se mantenga hasta la actualidad, es una bella consecuencia del secuestro: “Mi papá nos cuenta muchas historias, vivencias graciosas y deprimentes, felices y tristes. Las experiencias que ellos vivieron allá no son solo malas, son buenas porque también conoció nuevas personas y una nueva familia, es bonito saber que uno puede contar con una nueva familia”. (González Benavides & González Benavides, 2016) “Pues todos son los mejores amigos, porque digamos que esa experiencia que tuvieron ellos los hace que sean muy unidos, pues no todos pero si en un grupo y para mi todos es como decir mi otra familia porque ellos siempre están pendientes de uno, uno siempre está pendiente de ellos, compartimos viajes, almuerzos, cuando alguien necesita algo pues uno está pendiente y trata de colaborar, somos 6 o 7 más o menos, y entonces uno cuando se reúne pues ellos comienzan a contar sus historias, sus hazañas que hacían por allá”. Ramírez Páez, 2016)

• Algunos uniformados, prefirieron aceptar la situación tal y como se les presentaba, tratando de aprender de ella, sacar lecciones para su vida, y valorar lo poco y sencillo que tenían a su disposición. Este proceso de reflexión llevaba a pensar en que había situaciones peores que el secuestro, que afortunadamente no estaban viviendo (Chilito Díaz, 2016) (Arcia, 2016). • Varios policías y militares fortalecieron su fe religiosa por medio de la oración y la devoción (Díaz, 2016). • Otros replantearon su proyecto de vida, y se mantuvieron soñando con su libertad y la posibilidad de materializar planes en el futuro. • La mayoría de policías y militares se valieron del ejercicio físico y el deporte para mantenerse activos y tranquilizar su mente.

ASFAMIPAZ: la principal forma de afrontar y resistir el cautiverio desde la perspectiva de las familias Como ya se decía, uno de los principales alicientes para soportar el secuestro desde dentro de la selva y desde fuera de ella, fue el amor de familia. Éste no fue solamente añoranza y fin, sino también medio en la lucha por la libertad. Ante el desinterés estatal y la obstinación de la guerrilla, los familiares de los entonces secuestrados, decidieron convertir el amor de familia en organización social y lucha por la libertad. Yendo más allá de los discursos polarizadores del odio, la división y el resentimiento, se propusieron dialogar con los altos dirigentes del Estado y de la guerrilla, para conseguir la libertad de sus parientes. El camino no sería ni corto, ni fácil. Sin embargo lo recorrerían con altura y dignidad, logrando no solamente la libertad de los policías y militares, sino fortalecer el movimiento social por la paz, y

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Prueba de supervivencia de Raymiundo Malagón y Julián E. Guevara C. (Q.E.P.D). Visita Julio de 2001.

ados. Jaulas en las selvas de Colombia.

Visita en julio de 2001 a policías y militares secuestr

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Visita en julio de 2001 a policías y militare

Visita en julio de 2001 a policías y militares secuestrados.

Visita en julio de 2001 a policías y militares secuestrados. Jaulas en las selvas de Colombia.

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Jaulas en las selvas de Colombia.


reunir el acervo necesario de experiencias y argumentos para demostrar que la guerra nos afecta a todos, y que es posible y necesario transformar el dolor en esperanza y paz. Alejándose de la retórica del odio, ASFAMIPAZ también logró materializar iniciativas que mejoraron definitivamente la calidad de vida de los policías y militares que se encontraban en cautiverio y de las familias asociadas. Veamos un poco de la historia de la organización a través de dos de sus más importantes logros: debilitar el cerco comunicativo y humano que los separaba de sus familiares y llegar a visitar a sus familiares en las jaulas de secuestro.

ASFAMIPAZ y las pruebas de supervivencia: El Derecho Internacional Humanitario (DIH) estipula que los prisioneros o retenidos por razones del conflicto, tienen derecho a intercambiar correspondencia con sus familiares cada tanto como sea posible. Esta medida, contenida en la legislación que pretende regular las confrontaciones armadas, está revestida de una gran importancia emocional, tanto para quienes se encuentran privados de la libertad, como para sus familiares. Desde el comienzo del cautiverio las familias se vieron en la necesidad de recibir información cierta y confiable, que diera cuenta del paradero o condición de sus seres queridos. Sin embargo, como ya se ha demostrado en la reconstrucción de los hechos de las diferentes arremetidas guerrilleras, ni la Institucionalidad Estatal ni la organización guerrillera, proveyeron dicha información de manera oportuna, causando malestares emocionales prolongados a los familiares de los uniformados. La ausencia de dicha información podría explicarse por el estado de conmoción institucional y social que ocasionan los acontecimientos bélicos, y que llega a prolongarse por varios días. Sin embargo la incertidumbre se mantuvo y llegó a extenderse a la fase del cautiverio a través de la escasez de pruebas de supervivencia. Las pruebas de supervivencia también eran importantes para los militares y policías en poder de las Farc-Ep. El hecho de poder ocupar su tiempo preparando historias y anécdotas para sus familiares, hacía parte de las estrategias para afrontar el secuestro. Sin embargo, más que un pasatiempo, elaborar las pruebas de supervivencia era la oportunidad de entregar lo mejor de sí a sus familiares y allegados: dar mensajes de aliento, paciencia y tranquilidad; expresar sus afectos, mostrar interés por sus seres queridos dando consejos o haciendo bromas y chistes; e incluso, enviando el producto materializado de sus aprendizajes y resistencias en la selva: Las cartas o videos casi siempre se acompañaban de dibujos y otras elaboraciones artesanales, hechas por los propios secuestrados. La recepción de la correspondencia enviada por las familias, también revestía una gran importancia para los militares y policías: “Para nosotros las pruebas de supervivencia eran una alegría, un aliciente; tanto enviar como recibir. Era paradójico, llegaba Marleny con la correspondencia y durábamos 5 o 6 días sin comer porque lo que a nosotros nos interesaba era lo que nos enviaban las familias. Nos llegaba la comida, nos metían la comida por una puertica chiquita, nos la abrían y pasaban las ollas allá, el arroz, la lenteja, el fresco royal, la cancharina y nosotros no comíamos… para nosotros la alimentación era saber de nuestras familias”. (Arcia, 2016)

Las dificultades para recibir información veraz sobre las condiciones de quienes permanecían

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encerrados, tuvo consecuencias negativas sobre la emocionalidad de las víctimas directas e indirectas del secuestro. Tanto el Estado como la guerrilla, mostraron poca iniciativa e interés en permitir que se cumplieran las disposiciones del DIH respecto a la comunicación entre los secuestrados y sus familiares: en varias oportunidades el Estado impidió que las pruebas de supervivencia llegaran a sus destinatarios finales; otras veces la guerrilla impidió la visita de organismos humanitarios, con los cuales se podían enviar pruebas de supervivencia a los diferentes municipios del país. De acuerdo a algunos testimonios de familiares de secuestrados, las primeras pruebas de supervivencia fueron recibidas cinco meses después de la toma guerrillera (Cabrera, 2016); existen casos en los que la incertidumbre se extendió hasta por un año (González Urrego, 2016). Los relatos de los policías y militares revelan que más de la mitad de las pruebas de supervivencia fueron interceptadas y se truncó su entrega efectiva. “Fueron alrededor de… yo le apuntaría en esos 14 años, como a unas 8 o 10 [pruebas de supervivencia]. Pero realmente con Marleny salieron como unas 4 o 3. Las otras nos las tomaban por el camino, el Ejercito recogía la información, se las quitaban, no llegaban a las familias… fueron muchas pero realmente de esas 9, 10 o 12 yo creo que si llegaron 4 fueron muchas”. (Arcia, 2016)

Ante este panorama se formó ASFAMIPAZ. Uno de sus primeros propósitos fue reunirse con el Estado Colombiano en cabeza del entonces presidente Andrés Pastrana, y con las Farc-Ep en cabeza de Manuel Marulanda Vélez y el Mono Jojoy17. Tras un año de espera, en diciembre del año 1999, se produjo la cita con la guerrilla de las Farc-Ep. Camino a San Vicente: Los miembros de ASFAMIPAZ se armaron de “La camiseta, el corazón y la razón” (Orjuela Manjarrés, 2016) y empezaron a planear el viaje a San Vicente del Caguán, con la idea de interpelar la humanidad de los comandantes de la guerrilla e interceder por la liberación de sus hijos, esposos, hermanos y padres. Acordaron llevar tres peticiones a la Zona de Despeje: 1. Que se estableciera un canal directo con ASFAMIPAZ para el envío y recepción de la correspondencia, de forma que las pruebas de supervivencia y demás correos pudieran intercambiarse exitosamente, sin interferencias ni manoseos estatales o mediáticos. 2. Que la guerrilla permitiera el ingreso de un grupo de familiares a los sitios de cautiverio de sus hijos para cerciorarse sobre su estado de salud, pues no contaban con información debido a las restricciones que las Farc-Ep le habían puesto a los Organismos Humanitarios para acercarse a los secuestrados, y a la escasez de pruebas de supervivencia. 3. que se hicieran todas las gestiones necesarias para lograr la libertad de todos los secuestrados lo más pronto posible. También acordaron que el diálogo que sostendrían con las Farc-Ep tendría como principal objetivo tocar el corazón de la guerrilla, y que la interlocución estaría basada en el respeto, la dignidad, y el reconocimiento de la humanidad de los miembros de la organización armada. 17 - Marleny Orjuela explica las razones por las que ASFAMIPAZ buscaba entrevistarse con los dos líderes guerrilleros: “¿Por qué hablar con ellos dos? Porque Manuel Marulanda era el jefe de la guerrilla de las Farc-Ep, y con el Mono Jojoy porque era del Bloque Oriental, que tenía la mayor cantidad de policías y militares en su poder.” (Orjuela Manjarrés, 2016)

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“Nos vacunamos contra el paludismo y les dije “nos vamos con tres armas, la camiseta, la razón y el corazón, y nos vamos a ir a hablar de seres humanos a seres humanos, ante todo eso, y con mucho respeto y con mucha dignidad”, entonces las familias deciden que vamos a decirles a ellos toda la situación, y vamos a tocarles el corazón y el sentimiento, así que ese fue uno de los primeros propósitos… tocarle el corazón a la gente, a la guerrilla y a los comandantes de las Farc-Ep”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

Los integrantes de ASFAMIPAZ viajaron apenas con los recursos para transportarse en bus; lo importante era llegar a la Zona de Despeje. Luego de veinte horas de trayecto, se instalaron en la plaza principal de San Vicente con las pancartas de la organización y se pusieron las camisetas con los rostros de sus familiares estampados. Mientras llegaba el momento de encontrarse con los jefes de las Farc-Ep, marcharon e hicieron plantones, clamando por la libertad de sus seres queridos. La solidaridad de los habitantes de San Vicente del Caguán les proveyó el alimento y el hospedaje para el que no tenían dinero.

Estampado frontal de las camisetas

Estampado posterior de las camisetas

El encuentro con las Farc-Ep: La reunión con los dos jefes de las Farc-Ep logró concretarse. Durante un día entero, cuatro delegadas de ASFAMIPAZ se reunieron con Manuel Marulanda Vélez y el Mono Jojoy. Hablaron con el corazón de sus experiencias y dolores. Querían saber qué querían las Farc-Ep a cambio de la libertad de sus parientes, y estaban dispuestos a todo por conseguirlo. Pensaron en la posibilidad de realizar una gran colecta nacional en carreteras y lugares diversos del país, para reunir la suma de dinero que tal vez pudiera regresar a sus hijos, esposos y hermanos a la libertad (Orjuela Manjarrés, 2016). “Lloramos mucho, les contamos las situaciones que vivíamos en los hogares. Cómo estaban las madres, las esposas, los hijos, las que estaban embarazadas e iban a tener a sus hijos… Les contamos todo eso. (…) Les dijimos que nosotros les pagábamos ¡Así nos tocara recoger plata en las carreteras! que les pagábamos pero que nos entregaran a nuestros hijos. Ellos nos dijeron “No, el secuestro no es económico, es político”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

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Ante las propuestas de los familiares, las Farc-Ep reiteraron que el secuestro de los militares y policías no obedecía a motivaciones económicas, sino que buscaba un fin político: la realización del Acuerdo Humanitario. En ese sentido, no había monto de dinero capaz de devolver a los policías y militares a sus casas, sino que dependía de la voluntad del Estado Colombiano de intercambiar la libertad de los uniformados por la libertad de los guerrilleros enfermos y presos en las cárceles del país. La respuesta que ASFAMIPAZ dio a los jefes de las Farc-Ep resultó ser profética: “Aquí pueden pasar muchos años, porque los nuestros son gente pobre, son gente humilde, son gente campesina y ellos no le interesan para nada al Estado, al Gobierno Colombiano”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Las Farc-Ep aceptaron la primera petición, y aprovechando la coyuntura de la Zona de Despeje, se logró agilizar el intercambio de correspondencia entre los secuestrados y las familias. Marleny Orjuela Manjarrés18 y Amparo Rico19 fueron las encargadas de transportar correspondencia, y de enviar utensilios de aseo y camisetas de los equipos de fútbol que más le gustaban a los policías y militares. Gracias a ello, muchas familias conocieron las pruebas de supervivencia de sus seres queridos. Yamile Hernández, esposa de uno de los secuestrados en la toma de Curillo (Caquetá), recuerda: “Por ASFAMIPAZ empezaron a llegar las primeras pruebas de supervivencia, los videos. Por medio de ASFAMIPAZ y doña Marleny yo conocí esos videos”. (Hernández, 2016)

Esta tarea aunque aparentemente sencilla, requirió grandes esfuerzos económicos y de desplazamiento por parte de ASFAMIPAZ. Fue uno de los más importantes alimentos para el ánimo y la voluntad de persistir luchando por la paz libertad, dentro y fuera de las selvas. “Eso fue una moral y una fuerza inmensa que nos daban cuando nos llevaban esas cartas, o cuando sacaban pruebas de nosotros para las familias. Nosotros sabíamos que eso para ellos era… ¡Que a mi mamá le llegara una carta mía o algo mío! Eso la mantenía viva a ella. Mis hermanas en las cartas me decían “hermanito, por favor cuídese, cuídese. No vaya a cometer locuras, no se vaya a hacer matar que si usted se muere, se nos muere mi mamá y ¿qué vamos a hacer nosotros?”. Para nosotros fue la mejor ayuda que tuvimos nosotros en ese encierro, en ese cautiverio.” (Martínez Vanegas, 2016)

El flujo abundante de correspondencia se terminó durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez, tal y como se relata en el apartado de “La vida en el cautiverio”, en el subtítulo “Dimensión mentalemocional”.

ASFAMIPAZ rumbo a las jaulas de secuestro: En la reunión con Manuel Marulanda y el Mono Jojoy, las familias también plantearon la posibilidad de que varias madres entraran a visitar a los policías y militares en los lugares del secuestro. Las Farc-Ep respondieron que era una propuesta complicada, pero que iban a examinarla. Luego de la primera reunión, se llevaron a cabo otros encuentros entre las Farc-Ep y ASFAMIPAZ. Las familias insistían en la necesidad de que liberaran a sus seres queridos y se aferraban a la idea de poder visitarlos. Por su parte, las Farc-Ep aprovechaban para entrevistar a las madres y tantear las posibilidades de llevar a cabo el encuentro. 18 - Marleny Orjuela Manjarrés. Prima de Hernán Alexander Zambrano Manjarrés, secuestrado en la toma de Miraflores. Actualmente se desempeña como representante legal de ASFAMIPAZ. 19 - Amparo Rico. Madre de Pablo Alberto Gamero Rico, soldado secuestrado en la toma de Miraflores.

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Finalmente las Farc-Ep también permitieron la visita de ASFAMIPAZ a los lugares de cautiverio. En uno de los encuentros con Amparo Rico y Marleny Orjuela, les comunicaron que ellas serían las autorizadas para entrar a los campamentos, y les pidieron que, en adelante, cada vez que se acercaran a llevar y traer correspondencia, fueran preparadas para emprender el viaje. El día menos esperado empezó la emocionante y dolorosa travesía. “(…) Ibamos y nada, íbamos y nada... ¡Bueno! al fin un día nos dijeron “van para adentro” Caminamos, fuimos en carro, pasamos ríos en lanchas, en canoas y caminamos mucho. Fueron ocho días largos de caminatas para llegar, noches de desvelo pensando en cómo los íbamos a encontrar cuando llegáramos y lloramos mucho en esas noches con Amparo. Íbamos llegando y nos angustiábamos más. Yo me los imaginaba a todos enfermos, tendidos y acostados… enfermos. Y bueno, ya nos dijeron “estamos a quince minutos de llegar al lugar””. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Antes del viaje, las delegadas de ASFAMIPAZ y el Mono Jojoy dejaron en claro los términos de la visita: • Cualquier información sobre la ubicación de los secuestrados que pudiera llegar a filtrarse, no era responsabilidad de ASFAMIPAZ. • Amparo y Marleny tomarían registro audiovisual y fotográfico de la visita y lo difundirían públicamente sin ninguna restricción. • Las mujeres dormirían una noche en un campamento guerrillero cercano. Al día siguiente partirían temprano al área donde se encontraban los secuestrados. Allí desayunarían y almorzarían con sus familiares, Alexander Zambrano Manjarrés y Pablo Alberto Romero Rico. Posteriormente visitarían a los demás militares y policías. La meta era encontrarse con todos los uniformados secuestrados. Tal y como estaba planeado, en las horas de la mañana se encontraron con sus familiares cercanos. La incredulidad y la emoción los embargaban. “(…) Yo me retiré de ahí y vi el encuentro de ellos, el reencuentro. Lloraban, se cogían y se abrazaban; él la alzaba. Pablo Alberto empezó a tocarla y a preguntarle que si era verdad que estaba ahí, que era increíble, que parecía que fuera mentira. Ella le decía “sí, aquí estoy, aquí estoy, soy tu mamá”. Ya después me acerqué, nos abrazamos los tres. De pronto vi a Alex y de tanto que lloraba al verlo venir yo lo veía pequeñito. Yo sentía que tenía miedo de que lo devolvieran ¡hasta que llegó! Nos abrazamos y también lloramos; hizo lo mismo que Pablo: me tocaba para ver si era cierto que yo estaba allá”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Transcurrieron varias horas de conversación entre el almuerzo y la comida. En medio de la emoción, Amparo y Marleny les contaban los detalles de su llegada hasta allí, y los actualizaban sobre la situación de sus familiares y allegados. Alex y Pablo les pidieron que fueran a visitar también a sus compañeros, y ellas, a manera de respuesta, les mostraron la cantidad de cartas y cosas que les habían enviado las familias. Así, se dispusieron a hacer el recorrido por las seis jaulas en la que se encontraban distribuidos 276 policías y militares. “(…) llevamos nuestras cosas, llevábamos muchísimas, demasiadas cosas de las familias para ellos. Hacía un invierno terrible, entonces íbamos absolutamente embarradas con botas de caucho, pantaneras. Llevábamos una pancarta que decía “Policías y soldados: nunca los dejaremos abandonados”. Ellos estaban sorprendidísimos de vernos allá, sus ojos se abrían mucho”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Marleny y Amparo recorrieron cada una de las jaulas y compartieron con los policías y militares secuestrados. En algunas de ellas sirvieron el almuerzo, en otras rezaron la novena frente al pesebre. Cada paso del recorrido las llenaba de razones para seguir luchando por el fin del

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ías y militares secuestrados.

Visita en julio de 2001 a polic

bia.

Jaulas en las selvas de Colom

Primera visita a Jaulas de secuestro. Septiembre de 2000.

Primera visita a Jaulas de

secuestro. Septiembre de

2000.

secuestro. Pudieron ver directamente el deteriorado estado de salud en que se encontraban sus parientes, y las pésimas condiciones de vida a la que estaban sometidos; también pudieron ver el espíritu y empeño de los policías y militares por resistir a la penosa situación del cautiverio. Las cartas recibidas en aquella visita y en los demás intercambios, fueron releídas una y otra vez. Eran fuentes de inspiración y fortaleza en medio del cautiverio. Los recuerdos de aquella visita perduran hasta la actualidad: “Doña Marleny Orjuela nos iba a visitar allá con sus bultos de cartas y cuando ella llegaba nosotros ya teníamos las cartas nuestras. Entraba un bulto y salían como 3. ¡Imagínese! 3 meses uno escribiéndole que al hijo, que a la esposa, que a la mamá, que a los hermanos, que a los amigos. ¡Eso era una alegría inmensa!”. (Ramírez Gualí, 2016) «Eso nosotros llorábamos como unos niños pequeños cuando entró Marleny. En el campamento en que estábamos éramos puro policías, estábamos cerca varios campamentos. Ya cuando entró Marleny y nos llevó las cartas y eso… ¡mucha emoción! Ella compartió con nosotros, nos sirvió el almuerzo, nunca se me va a olvidar eso. También me acuerdo que las alzamos a ellas… Éramos como unos niños pequeños”. (Díaz, 2016) “Eso fue una moral y una fuerza inmensa que nos daban cuando iban allá, cuando nos llevaban esas cartas, cuando sacaban pruebas de nosotros para las familias de nosotros. Si Doña Marleny y Doña Amparo entraban y nos veían a nosotros vivos, ellas les iban a decir personalmente a nuestras familias “Están bien”. ASFAMIPAZ fue la mejor ayuda que tuvimos nosotros en

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ese encierro, en ese cautiverio. Cuando llegaban era una felicidad la verraca y cuando se iban era un dolor tremendo”. (Martínez Vanegas, 2016) “Me acuerdo de la navidad allá, de una foto que tenemos con un pesebre que hicimos con barro, y doña Marleny una vez estuvo allá y rezamos la novena con ella”. (Barrera Barrera, 2016)

Otro de los recuerdos memorables de una de las visitas a las jaulas de secuestro, tiene como protagonista a Jair Santiago Sánchez Braga, uno de los auxiliares bachilleres que fueron sacados de su casa en la toma de Mitú. En medio del encuentro se acercó a Marleny Orjuela para anunciarle que tenía el sueño de estudiar medicina una vez estuviera libre, y para pedirle el favor de que lo ayudara a ingresar a una facultad de medicina cuando se acabara su cautiverio. Años después, Jair Santiago pasaría por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, y pasados algunos semestres, el Gobierno Cubano le concedería una beca para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde finalizó su carrera como profesional de la salud. “Y yo me acuerdo que una de las últimas veces que fui a esa jaula, uno de los últimos que se despidió de mí fue Santiago. Me llamó allá, me acuerdo perfectamente a cuál esquina de esa jaula y me dijo “Doña Marleny”, serio, “cuando yo salga de aquí yo voy a ser médico. ¿Usted me puede hacer el favor y me ayuda?” y yo le dije “Claro Santiago, con mucho gusto” ya. Y esas palabras a mí nunca se me olvidan y cuando salí dije “Amparo, tengo un compromiso muy grande” y me vine a averiguar, me las ingenie para averiguar cómo era como hijo, como estudiante y por todos lados súper bien, por ningún lado salió Santiago mal. Después llegó Santiago y dijo acá, “Doña Marleny, ya estoy libre, ¿Y ahora? Entonces me voy a presentar y voy a hacer el pre universitario” luego “me voy a presentar a la Nacional”. Se presentó a la Nacional y entró. Yo ya había hecho las gestiones allá con un asesor político de la Embajada de Cuba que se llama Tony López, que lo llevo en mi corazón. Y bueno, ya fue cuando Santiago se va a estudiar a Cuba”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Jair Santiago Sanchez Braga

La lucha libertaria de ASFAMIPAZ durante el secuestro: mediación entre el Estado, la guerrilla y la sociedad civil. Además de los acercamientos con la guerrilla que se referían en el subtítulo anterior, ASFAMIPAZ desplegó un gran repertorio de acciones orientadas a la visibilización, la sensibilización y la incidencia política. Por medio de ellas construyó lazos de diálogo con otras víctimas del conflicto, la sociedad civil y el gobierno nacional. Desde una posición absolutamente independiente, sin apoyo del Estado y con los escasos recursos que las familias lograban gestionar por su propia cuenta, se realizaron innumerables acciones públicas incontables vigilias, ocupaciones pacíficas del Congreso de la República, de sitios emblemáticos e históricos, y de diferentes iglesias; audiencias públicas, marchas, plantones libertarios (todos los martes en la Plaza de Bolívar), misas, foros, conversatorios en diferentes colegios y universidades del país.

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La organización también participó en numerosas reuniones con la Comunidad Internacional: Presidentes, Cancilleres, Diputados y Congresistas de otros países; ha visitado diferentes países, entre ellos Venezuela, Costa Rica, Estados Unidos (Washington, Nueva York) y Suecia, todo ello para dar a conocer la situación de los secuestrados y de sus familias, y construir correlaciones y alianzas políticas que fortalezcan el fin ético superior de poner fin de la guerra en Colombia. Todas esas formas de acción pública se alejaron de los discursos del resentimiento o el odio, y se centraron en sensibilizar a la sociedad colombiana sobre la atrocidad de la guerra como fenómeno en que todos pierden, además de hacer llamados a que las partes se reconocieran mutuamente por medio del diálogo y el acuerdo, superando así el conflicto. De igual modo, establecieron alianzas con otros sectores sociales y organizaciones de la sociedad civil, para trabajar en pro de la construcción de una Colombia en paz, más solidaria y gratificante.

al y liberados y sus familias. Bogotá.

Reunion entre comunidad internacion

Reunión de ASFAMIPAZ con Comunidad Internacional. Bogotá.

Acciones públicas más destacadas de ASFAMIPAZ: Las familias ASFAMIPAZ aprovecharon los espacios abiertos por los medios de comunicación, especialmente los radiales, para posicionar el tema del secuestro a nivel nacional, y enviar voces de aliento y persistencia a sus seres queridos en cautiverio. Entre las acciones públicas más destacadas de ASFAMIPAZ, se encuentran: • La ocupación pacífica de la Quinta de Bolívar, en Bogotá. • La ocupación pacífica de la Iglesia del 20 de julio, en Bogotá. • Plantones libertarios, todos los martes a medio día en la Plaza de Bolívar de Bogotá. • Marchas por la libertad y la paz de Colombia en ciudades y municipios como Pasto (Nariño), Ipiales (Nariño), Paujil (Caquetá), Cartagena del Chairá (Caquetá), san José del Guaviare (Guaviare), Pitalito (Huila), Villavicencio (Meta), Cabuyaro (Meta), Puerto Rico (meta), Sogamoso (Boyacá), Gigante (Huila). También se realizaron marchas y plantones en Tulcán, Ecuador. • También construyó canales de interlocución con la iglesia Colombiana, logrando hacer varias misas por la libertad y la paz de Colombia a lo largo del país. Entre las ciudades y municipios donde se celebraron las misas, se encuentran: Villavicencio, Meta; Chiquinquirá, Boyacá; Pitalito, Huila, el santuario de Las Lajas, ubicado en Ipiales, Nariño; y la Catedral Primada de Colombia, ubicada en Bogotá.

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Plantones y ocupaciones pacíficas en Bogotá Marchas por la vida, la libertad y la paz de Colombia:

Plantón Libertario

r - Bogotá

- Plaza de Bolíva

Plantón Libertario

Plantón Libertario - Plaza de Bolívar - Bogotá

Plantón Libertario ASFAMIPAZ - Plaza de

- Plaza de Bolíva

r - Bogotá

a de Bolívar - Bogotá

Plantón Libertario - Plaz

Plantón Libertario por la vida, la libertad y la paz de Colombia - Bogotá

Bolívar - Bogotá

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Plantón Libertario - Madre de policía desaparecido.

Plantón Libertario - Plaza de Bolívar - Bogotá

Ocupación pacífica Catedral Primada de Bogotá.

Plantón Libertario - Madre de asesinado en rescate a sangre y fuego - Bogotá.

Plantón Libertario por

rescate a icía asesinado en as (Q.E.P.D.), pol - Bogotá. Plantón libertario

sangre y fuego.

la vida, la libertad y la

paz de Colombia - Bog

Plantón Libertario ASFAMIPAZ - Plaza de

nández Riv Padre de Elkin Her

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otá

Bolívar - Bogotá


plantones fuera de Bogotá:

Plantón Libertario

- Pasto / Nariño

Plantón Libertario

Plantón libertario - Santuario de las Lajas / Ipiales.

es.

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- Pasto / Nariño

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64

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la vida, la lib

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- Pitalito / Hu

Plantón libertario por la vida y la paz de Colombia - Pitalito / Huila.

Marchas por la vida, la libertad y la paz de Colombia:

Marcha por la vida y la libertad. Sogam

oso, Boyacá.

Marcha por

del Chairá / Caquetá. la vida y la libertad - Cartagena

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ila.


Marcha por la vida y la libertad. Villavicencio, Meta

Actividad en Sogamoso Boyaca.

Marcha por la vida y la libertad. Puerto Rico, Meta.

Marcha por la vida y la libertad. Villavicencio, Meta

Marcha por la vida, la paz

de Colombia y la libertad.

Villavicencio, Meta.

Marcha por la vida y la libertad. Puerto Rico,

66

Meta


Marcha por la vida, la paz de Colombia y la libertad.San José del Guaviare.

Marcha por la vida, la paz de Colombia y la libertad.San José del Guaviare.

Marcha por la vida, la paz de Colombia y la libertad. Bogotá.

Marcha de Oliva Solarte desde

Gamarra hasta Bogotá.

Marcha por la vida, la libertad y la paz de Colombi

a. Cabuyaro, Meta.

Colombia. Cabuyaro, Meta. a por la vida, la libertad y la paz de

March

Marcha por la vida, la libertad y la paz de

67

Colombia. Bogotá.


Misas por la libertad y la paz de Colombia:

Misa por la vida, la libertad y la paz de Colombia. Bogotรก.

Misa por la vida, la libertad y la paz de Colombia. Bogotรก.

Misa por la vida, la libertad y la paz de Colombia. Villavicencio. Misa por la vida, la libertad y la paz de Colombia. Bogotรก.

Misa por la vida, la libertad y la

paz de Colombia. Chiquinquirรก,

Boyacรก.

Misa por la vida, la libertad y la paz de Colombia

. Pitalito, Huila.

Misa por la vida, la libertad y la paz de Colomb

Misa por la vida, la libertad

ia. Pitalito, Huila.

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y la paz de Colombia. Pitalito,

Huila.


Otras actividades:

Actividad de conmemoración. Puerto Rico, Meta.

é del Guaviare.

Actividad. San Jos

Mural por el Acuerdo

Humanitario. Bogotá. Audiencia en

Mujeres ASFAMIPAZ. Los Pozos

, Caquetá.

69

Los Pozos,

Caquetá.


Otras actividades:

Siluetazo por el Acuerdo Humanitario, Bogotรก.

Siluetazo por el

Familias ASFAMIPAZ

y la libertad acciones por la vida reunidas para acordar de Colombia. secuestrados, y la paz

tario. Bogotรก.

Acuerdo Humani

de los

Siluetazo por el Acu

erdo Humanitario

Siluetazo por Acuerdo Humanitario. Barrio

San Cristรณbal Sur, Bogotรก.

70

. Barrio Kennedy,

Bogotรก.


A partir de su conciencia de ser hermanos en la existencia de los demás sujetos involucrados en el conflicto, articularon discursos de interpelación a la guerrilla y el Estado en el marco del respeto y la dignidad, hablando de humanidad a humanidad; igualmente, han interlocutado con la institucionalidad colombiana. Durante cada una de las acciones, buscaron posicionar consignas como: • “Acuerdo Sí, Guerra NO” • “¡Vivos se los llevaron, vivos los esperamos!” • “No al rescate a sangre y fuego” • “Por la vida, la paz y la dignidad” • “¡Acuerdo Humanitario YA!” • “Soldados y policías, nunca los dejaremos abandonados” Los miembros de ASFAMIPAZ, también llegaron a aparecer en los medios como “Los otros negociadores”: “En medio de una negociación interrumpida varias veces por la desconfianza mutua entre el Gobierno y los grupos insurgentes, las líderes de Asfamipaz lograron moverse como peces en el agua tanto en los salones del Palacio de Nariño como en los campamentos de la zona de despeje. Dos años de reuniones con emisarios del Ejecutivo y las Fuerzas Armadas, de derechos de petición para obtener alguna respuesta del presidente Pastrana, y de viajes a San Vicente del Caguán y fuera del país le bastaron a esta asociación para alcanzar su meta: convertirse en un interlocutor válido de las partes en conflicto y presionar el regreso de sus seres queridos”. (El Tiempo, 2002)

Afiche por el Acuerdo Humanitario con fotos de policías, militares y políticos secuestrados.

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Collage Acciones ASFAMIPAZ

Todas estas acciones se realizaron a contracorriente de muchos factores. La guerra ha puesto muchas trampas en la vida pública y privada del país, que ASFAMIPAZ logró esquivar con mucho esfuerzo, dedicación, amor y persistencia. Veamos algunas de ellas: Estigmatización y amenazas: La gran polarización política del país y los discursos guerreristas que han imperado en la cultura política nacional, llevaron a que los integrantes de ASFAMIPAZ fueran fuertemente estigmatizados. Algunos miembros de las instituciones policiales y militares los tildaron de guerrilleros, lo mismo que muchas personas con inclinaciones políticas de derecha. Del otro lado, eran vistos con sospecha y prevención, y fueron considerados informantes del Ejército o de la Policía por varias personas adscritas a los sectores políticos que decían tener una posición liberal, progresista o de izquierda. Dichos señalamiento completamente falsos, no solamente restaron legitimidad y apoyo a las luchas de los familiares, sino que ocasionaron amenazas reales contra su vida. Indiferencia política y social frente a la situación de los secuestrados: La naturalización de la guerra no sólo ha afectado a las partes en conflicto. También ha golpeado fuertemente a la ciudadanía, que se mostró indolente frente a la presencia de los miembros de ASFAMIPAZ en las calles y plazas del país. La respuesta generalizada fue la intolerancia y la indiferencia, pero también hubo una gran cantidad de personas que los apoyaba o les expresó su solidaridad.

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Dificultades económicas, emocionales y familiares producto de los impactos de la guerra: Aunque los policías y militares son quienes tuvieron que soportar directamente las atrocidades del conflicto, las dinámicas económicas y familiares también sufren fuertes impactos. La necesidad de involucrarse de lleno en la lucha por la libertad de los miembros de la Fuerza Pública secuestrados, implicó que la vida de los asociados a ASFAMIPAZ se modificara sustancialmente. Cambiaron o se truncaron los proyectos de vida de los miembros de las familias, hubo daños y pérdidas económicas, aparecieron problemas de salud derivados de los altos niveles de angustia y estrés que debieron manejarse. “Mi papá tenía una fábrica de calzado pero a raíz de eso, la fábrica se fue a pique, decayó y con el tiempo tuvimos que cerrarla, porque mi papá ya se involucró de lleno en las actividades de ASFAMIPAZ y no podía estar al frente”. (Sánchez Rivas E., 2016) “Enrique: Cuando nosotros nos fuimos a prestar servicio mi mamá ya estaba enferma, le habían detectado el cáncer, ya le habían hecho quimios, le habían quitado el seno. A raíz del problema de nosotros ella se agravó más”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016) “Empecé a vivir mal, me eché mucho al dolor y casi no trabajaba, viví mal. Fueron días duros para nosotras. Mis hermanas y yo empeñamos lo que no teníamos para poder estar en las actividades de ASFAMIPAZ. Hasta yo empeñé mi máquina de coser, iba a empeñar hasta la estufa pero no me la recibieron. Estuve económicamente mal para todo y mi hermana la de Medellín… ella vive casada con un militar, entonces ella juntaba y nos mandaba para las vueltas que teníamos que hacer. (…) Mi hija le tocó ponerse a trabajar para que yo pudiera sacar mis espacios de irme a los plantones”. (González, 2016) “De ahí aprendí a trabajar haciendo uñas [manicura]. Antes yo trabajaba en almacenes, pero ya no pude seguir. Yo tenía que buscar un trabajo para no irme todo un día a trabajar y dejar al niño solo o dejar de participar en las marchas, entonces ahí aprendí, por eso inicié con ese trabajo. Así me fui ayudando porque yo disponía de mi tiempo, entonces era más fácil para mi estar con mi hijo, y muchas otras cosas”. (Páez, 2016)

A pesar de tantas dificultades, ASFAMIPAZ alcanzó uno de sus más grandes logros e hizo un aporte invaluable a la historia política del país: facilitar y presionar la negociación entre el gobierno nacional y las guerrillas de las Farc-Ep y el ELN, para la concreción de un Acuerdo Humanitario durante el gobierno de Andrés Pastrana.

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III. LOS DESENLACES DEL CAUTIVERIO Intercambio humanitario y liberaciones unilaterales: La primera liberación de uniformados ocurrió en junio de 2001, en plena vigencia de la Zona de Despeje y del fallido proceso de paz entre las Farc-Ep y Andrés Pastrana. ASFAMIPAZ fue un actor central en este proceso, por medio del cual más de 300 policías y militares recuperarían su libertad, tal y como lo reconocieron los mismos medios de comunicación: “Una sociedad de parientes de policías y militares retenidos por la guerrilla, sin sede ni presupuesto, fue protagonista de uno de los hechos nacionales más importantes del año que pasó: la liberación de 360 prisioneros de las Farc-Ep y el ELN. Lo que el país conoció como el intercambio humanitario fue el punto más alto del trabajo realizado durante los últimos tres años por ASFAMIPAZ, asociación que recibió una de las cuatro menciones de honor del Premio Nacional de Paz 2001”. (El Tiempo, 2002)

La Asociación Colombiana de Familiares de Policías y Militares Retenidos por razones del conflicto, también participó en calidad de mediadora en los procesos de liberación unilateral de otros policías y militares. “(…) nosotros hicimos muchas actividades pacíficas, siempre de cara al país y al mundo. Con nuestra lucha logramos un Acuerdo Humanitario entre la guerrilla de las Farc-Ep y Andrés Pastrana, el presidente de ese momento. Entregaron 55 policías y militares enfermos a cambio de 14 guerrilleros enfermos que sacaron de diferentes cárceles. De manera unilateral, la guerrilla de las Farc-Ep también liberó 304 policías y militares más, para un total de 359 seres queridos de nosotros, de familiares que lograron estar tranquilos de alguna manera, sin embargo no hubo tranquilidad hasta que no salieron los últimos liberados, y aun así después de los 14 años, tampoco fue una alegría completa, porque muchos nos los entregaron en bolsas negras o quedaron desaparecidos”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

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La desaparición: La desaparición fue la manera en que terminaron los cautiverios de Edgar Bayron Murcia Canencio y de Luis Hernando Peña Bonilla. Edgar Bayron Murcia Canencio

Edgar Byron Murcia Canencio Secuestrado Toma de Puerto Rico Meta - DESAPARECIDO

Edgar Byron Murcia Canencio - Secuestrado Toma

de Puerto Rico - Meta DESAPARECIDO.

Sus compañeros lo recuerdan como “Murcia”. Tenía 24 años y hacía parte del grupo de secuestrados de la toma de Puerto Rico. De acuerdo a los relatos de quienes convivieron con él antes de la fuga, Murcia era un buen dibujante y, en general, tenía una gran destreza con sus manos. Tanto los guerrilleros como sus compañeros le pidieron muchas veces hacer dibujos o tareas manuales que requerían habilidad y motricidad fina. Su personalidad y sus talentos hacían que fuera querido y respetado por todos en el campamento. Años atrás Murcia se había perdido en el Amazonas y había logrado sobrevivir. Esa experiencia lo hizo pensar que también era posible fugarse del campamento, y se dio a la tarea de planificar minuciosamente su fuga. Consiguió un pequeño maletín en el que fue recolectando los refrigerios y alimentos no perecederos que les daban las Farc-Ep, hasta que logró reunir lo suficiente para alimentarse, como mínimo, una vez diaria durante medio mes. Observó minuciosamente las rutinas y comportamientos de los guardias de las Farc-Ep, y prestó especial atención a sus reacciones en momentos poco comunes. Así descubrió que cuando llovía los guerrilleros de las Farc-Ep se concentraban para darse calor, relajando la vigilancia sobre los secuestrados. La lluvia también hacía que los guardias perdieran capacidad de visibilidad y de audición. Su ejercicio de observación también lo llevó a identificar los puntos débiles o de fuga, y se dio cuenta de que había una parte de la construcción donde dormían que no estaba construida firmemente sobre la tierra, sino que era un desnivel. Valiéndose de su simpatía y sus talentos, hizo un intercambio: Un guerrillero de las Farc-Ep le pidió el favor de hacer un dibujo y Murcia aceptó a cambio de que le diera un martillo, argumentando que lo necesitaba para reparar una puntilla que tenía en su lugar de dormir y le tallaba en la espalda. Durante varias noches, Murcia se dedicó a perforar la madera que había debajo del sitio donde dormía. La última noche, Murcia salió de la construcción de madera por el hueco que había abierto, y aprovechando su delgadez, se escapó del campamento por entre uno de los espacios más anchos de la cerca que los rodeaba (Ramírez Gualí, 2016).

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Los guerrilleros no se dieron cuenta de la ausencia de Murcia sino dos días después. Los policías y militares que permanecieron en el campamento, recibieron una serie de fuertes castigos. “Ahí nos dejaron encerrados casi toda la tarde y duramos creo que 4 días sin bañarnos, sin cepillarnos, nos recogieron todos los lápices, todo, todo, la correspondencia, nos dejaron únicamente con la ropa. Yo había hecho una, con los pantalones… cada 6 meses nos daban dotación, con los pantalones había hecho una sábana camuflada porque hacía mucho frío y esa me la quitaron, me dejaron fue una sábana vieja casi transparente y no nos bombeaban agua, duramos 4 días sin… imagínese 28 personas haciendo del cuerpo ahí en una tacita, sanitario, imagínese sin poderle echar agua. Entonces, son cosas que son atropellos, porque imagínese, ¿yo qué culpa tengo de que el compañero se haya volado?”. (Ramírez Gualí, 2016)

El 24 de marzo de 2001, el Bloque Oriental de las Farc-Ep publicó un comunicado dirigido a los “familiares y amigos del policía Edgar Bayron Murcia Canencio”, en el que informaba que se había fugado del campamento donde se encontraba retenido (Revista Semana, 2001). Once años después, Helí Mejía, alias Martín Sombra, declaró durante una diligencia judicial en la fiscalía séptima de Justicia y paz, y se refirió al caso de Bayron Murcia Canencio. Así reportó la noticia la prensa escrita: “(…) cuando Murcia escapó, llegó a una vía a pedir ayuda, pero tuvo la mala fortuna de ser encontrado por un miliciano al que llamaban ‘Monomiro’, quien lo retuvo. Según ‘Sombra’, el miliciano le entregó a Murcia a otro guerrillero conocido como El Músico’, quien luego llevó al policía ante el ‘Mono Jojoy’”. (El Tiempo, 2012)

ASFAMIPAZ continúa exigiendo que se esclarezca la situación. Luis Hernando Peña Bonilla Marleny Orjuela Manjarrés se refiere a la desaparición de policías y militares, incluyendo el caso de Peña Bonilla:

Luis Hernando Peña Bonilla Secuestrado en toma de Mitú - Vaupés DESAPARECIDO

“Todos los civiles y políticos desaparecidos han tenido una voz y una organización dedicada a buscarlos, como es el caso de ASFADDES. En cambio nadie da razón de los policías y militares que han venido desapareciendo, y al que menos le interesa dar razón es al Estado. Por ejemplo, hoy deberíamos oír decir del Ministerio de Defensa cuántos policías y militares desaparecidos hay. Nosotros exigimos que nos digan qué pasó con ellos y si seguramente los mataron porque no recibimos más pruebas de supervivencia. Si es así, que nos entreguen los restos óseos de Edgar Byron Murcia Canencio de la toma de puerto Rico meta, pero también los de Luis Fernando peña Bonilla de la toma de Mitú, Vaupés. Luis Hernando tenía problemas psiquiátricos, psicológicos… tenía problemas con sus compañeros y tenía dificultades. En una de esas peleas lo sacaron de esa jaula y nunca más lo regresaron. Yo la última vez que traje una prueba de supervivencia de él fue en el año 2001 cuando los visité por última vez y traje la prueba de supervivencia de él. Amparo Rico y yo somos testigas de que ellos estaban allá, en las jaulas, con muchos compañeros.

Cuando fui a La Habana en septiembre de 2014, también le exigí a la guerrilla de las Farc-Ep, no solamente que nos entregara los restos óseos de ellos y nos diera razón de ellos dos, sino de todos los policías y militares que ellos hubieran hecho fosas comunes y hubieran sepultado. De igual manera tiene que darse la información de los guerrilleros que corrieron con la misma suerte, porque si se trata de un proceso de paz, hay un acuerdo entre las partes. Esa es una de las verdades que nosotros en la comisión de la verdad vamos a exigir como familias.» (Orjuela Manjarrés, 2016)

Hay varias versiones sobre el que posiblemente fue el destino de Luis Hernando. Al llegar, uno de los liberados de la Operación Jaque, declaró que el Mono Jojoy y Martín Sombra habían

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ordenado fusilarlo. Cuatro años después, estas afirmaciones fueron contradichas por el propio Martín Sombra en audiencia de Justicia y Paz. Según el exguerrillero, los problemas mentales de Peña Bonilla suscitaban múltiples altercados entre sus custodiados, por lo que decidió informarle a Manuel Marulanda. El jefe de Farc-Ep le pidió a Martín Sombra que le notificara al Mono Jojoy, y este último envió a una camioneta con cuatro hombres que se llevaron al agente Peña Bonilla. A partir de allí no se supo nada más del uniformado (VerdadAbierta.com, 2012).

La muerte en cautiverio: Julián Ernesto Guevara Fue secuestrado el 1 de noviembre de 1998, en la toma de Mitú, Vaupés. En el transcurso del cautiverio su salud se deterioró progresivamente. Sin la atención médica adecuada, ni ningún gesto humanitario que lo hubiera liberado pronto del cautiverio, Julián terminó por morir en cautiverio luego de varios años de sufrir varios malestares y padecimientos. Su madre y su hija participaron activamente de cada una de las actividades de ASFAMIPAZ con la esperanza de que éstas contribuyeran a la libertad de él y de sus compañeros, sin embargo no fue así. “Lo más terrible fue no haberlo podido recibir como muchos, vivo. Nos tocó tristemente recibir sus restos. Créamelo: lo más terrible, traumatizante para mí ha sido eso, porque la muerte es muy terrible, yo he tenido oportunidad de acompañar a muchos parientes míos que se han muerto y yo sé que es un momento muy difícil. Seguramente le tocó solo. Eso es lo único que yo no he podido superar”. (De Guevara, 2016)

Julián Ernesto Guevara Castro (Q.E.P.D.) Secuestrado en la toma de Mitú - Vaupés y muerto en cautiverio por enfermedad el 20 de enero de 2006.

“Es muy duro porque es perder la rutina. Estás acostumbrado a esperar a alguien, a hacer planes para cuando llegue, y tienes que saber que lo que hiciste durante diez años ya no va a ser, que no va a ser ni ahora ni nunca. Lo más difícil es eso, pensar “¿Ahora qué hago?”. Todos nos tenemos que morir, pero no haber podido desearle suerte en su dolor y no haberle podido decir que estábamos con él, es lo peor”. (Guevara, 2016)

La señora emperatriz de Guevara, madre de Julián Ernesto y Ana María Guevara, su hija, son hoy unos íconos de la paz, el perdón y la reconciliación en Colombia. El dolor ocasionado por la muerte de su hijo y su padre, es la principal razón por la que le apuestan a la paz. Saben lo que es ser víctimas del conflicto y no quieren que otras personas sufran lo que sufrieron ellas. “Yo creo que los toros se ven diferentes desde la barrera, entonces la gente dice que no, es porque a ellos no les importa, no entienden lo que es la guerra. Si intentas ponerte en los zapatos del otro, tratas de apoyar las iniciativas para cambiar lo que está mal; no es necesario que hayas vivido un momento de guerra, simplemente es ver todas las cosas horribles que pasan en medio de la guerra, y entender que la mayoría de gente es víctima de las circunstancias. Uno no puede acabar la guerra, pero sí hacer la paz y la paz empieza desde cada uno”. (Guevara, 2016)

Los rescates a sangre y fuego: Hubo pocas oportunidades en que la institución policial y militar buscara por su propia cuenta a las familias de los policías y militares secuestrados. En varias de ellas, el objetivo era preguntar si estaban de acuerdo o no con que el Ejército intentara rescatar a su pariente por la vía militar. La mayoría de familias agrupadas en ASFAMIPAZ siempre se opuso a ello, e incluso lo convirtieron en una de sus consignas principales.

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Para la organización de familiares era claro que, de cualquier manera, las operaciones de rescate a sangre y fuego ponían en riesgo la vida de los secuestrados: podían morir como resultado de los proyectiles o las bombas estatales, pero además las Farc-Ep habían sido claras con los familiares con los que habían tenido oportunidad de hablar. Les advirtieron que en caso de que el Gobierno Nacional intentara hacer rescates por la vía militar, ellos fusilarían a los secuestrados, pues su retención era una medida de presión para sentar a negociar al Gobierno, y no iban a permitir que los retenidos salieran de la selva a menos que se lograra concretar el Acuerdo Humanitario. Janeth González, recuerda: “A mí me visitaban cada año, pero siempre iban era a preguntar que si yo estaba de acuerdo con que lo sacaran a sangre y fuego. Me senté a hablar con mi hermana y ella me dijo que había que ser sensatas. Llegamos a la conclusión de que no podíamos estar de acuerdo con esos rescates. Lo mejor era que nos lo entregaran vivo”. (González, 2016)

La fatalidad de los rescates a Sangre y fuego ya tenía un precedente: La masacre de Urrao, Antioquia. El Estado Colombiano efectuó la operación militar pese a que los familiares de las víctimas de habían opuesto tajantemente a ello y a que sabían que las Farc-Ep iba a asesinar a los secuestrados ante cualquier intento de rescate militar por parte del Gobierno.

ados - Urrao Antioquia.

Familias ASFAMIPAZ de militares y políticos secuestr

“La masacre de Urrao fue en mayo de 2003. El ex presidente Álvaro Uribe Vélez, autorizo el rescate a sangre y fuego de ocho militares que llevaban pudriéndose en las selvas de Colombia más o menos cuatro años. Desafortunadamente también se encontraba con ellos el Gobernador Guillermo Gaviria, que había trabajado mucho con el tema de la no violencia, y el ex Ministro de Defensa Echeverry. Los mataron a todos. Quedaron 3 militares vivos. Fueron 7 asesinados y el mismo número de viudas, huérfanos, madres con su dolor, que nunca tienen una reparación porque yo creo que nunca hay una reparación de ninguna clase para una mamá que le maten su hijo. La única reparación era que le devolvieran a su hijo vivo”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Actuando a expensas de la anterior experiencia y pasando por encima del criterio de los familiares, quienes consideraron inadecuado intentar otro rescate militar, el Estado Colombiano efectuó otra operación de rescate a Sangre y fuego, en la que morirían: • El Sargento del Ejército Libio José Martínez • El Coronel de la Policía Édgar Yesid Duarte Valero • El Mayor de la Policía Elkin Hernández Rivas • El Subintendente de la Policía Álvaro Moreno.

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Coronel Edgar Yesid Duarte Valero (Q.E.P.D.)

Mayor de policía Elkin Hernández Rivas (Q.E.P.D.)

Sargento de policía Álvaro Moreno (Q.E.P.D.)

Sargento Livio José Martínez Estrada (Q.E.P.D.)

“El presidente Santos autorizó ese rescate irresponsable también y los mataron después de estar viviendo 14 años de secuestro. Tristemente también los trajeron en bolsas negras”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Al igual que con la masacre de Urrao y que con todos los asesinatos y hechos de victimización de la guerra, la muerte de cuatro hombres, significa la multiplicación de dolores: madres, esposas y demás familiares resultan fuertemente golpeados. “Hubo un rescate el 26 de noviembre de 2011, y aunque el gobierno al principio no quería aceptar que fue un rescate militar, después se comprobó que sí lo era. Allí murieron todos sus compañeros, excepto uno: Erazo, que volvió a la libertad, no sólo se fue Elkin, le agradezco mucho a la experiencia porque se fue la mejor etapa de mi vida con eso. Con la muerte de mi tío nos tocó replantear nuestra vida, nuestros hábitos y nuestro diario vivir. Para mi mamá, para mi tía, para todos en cierto grado y medida nos tocó replantearnos incluso qué era la vida y cuál era nuestro motor. En mi caso, mi motor y lo que me movía académicamente y para hacer mil cosas, era él, y cuando te quedas sin ese motor te toca, o conseguir otro motor, o convertirte tú misma en tu motor”. (Sánchez Rivas L. M., 2016)

Los últimos liberados. Terminación del secuestro y comienzo de los Diálogos de Paz: El quehacer de ASFAMIPAZ y su papel de mediación, se extendió hasta abril de 2012, cuando se produjo la liberación de los últimos secuestrados en poder de las Farc-Ep. Esta liberación fue uno de los principales antecedentes del proceso de paz de la Habana. Luis Arturo Arcia hizo parte del grupo de seis policías y cuatro militares cuyo secuestro se prolongó por más de una década. Entró a los 18 años a la institución militar, duró nueve años en ella antes de la toma, y catorce años secuestrado por las Farc-Ep. Luis Arturo es consciente de que su libertad y la de sus nueve compañeros, dio paso al proceso de negociación de paz en La Habana, y se enorgullece de ello. Se enorgullece también de los aportes que ASFAMIPAZ hizo para lograr que el Gobierno Nacional, las Farc-Ep y el país entero, volvieran a tener a la paz como primer punto de su agenda. Cuando le preguntan cuál sería la reparación ideal y cómo evitar que los hechos se repitan, contesta que la única solución es la paz. Considera que si Colombia hubiera apoyado la alternativa del diálogo para superar el conflicto con fuerza y anterioridad, le hubiera evitado tantas décadas de sufrimiento y tortura a las víctimas del conflicto, entre ellas, a quienes padecieron el secuestro.

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“Yo anhelo la paz, anhelo la reconciliación, sé que es la mejor forma. Las Farc-Ep decían que iban a llegar al poder por la parte militar, no lo lograron. Pero yo prefiero verlos allá en la parte política, hablando, siendo un gobernador, siendo un congresista, y no el guerrillero colocando minas quiebra patas, secuestrando y matando a soldados y policías”. (Arcia, 2016)

Robinson Salcedo Guarín Sargento Viceprimero del Ejército

Luis Alfonso Beltrán Franco Sargento Viceprimero del Ejército

Jorge Romero Romero Intendente de Policía

Cesar Augusto Lasso Monsalve Sargento de Policía

Luis Alfredo Moreno Chagüezá Sargento Viceprimero del Ejército

Wilson Rojas Medina Intendente de Policía

Luis Arturo Arcia Sargento Viceprimero del Ejército

José Libardo Forero Carrero Sargento de Policía

Jorge Trujillo Solarte Intendente de Policía

Carlos José Duarte Intendente de Policía

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IV. LAS ARDUAS LUCHAS QUE LLEGARON DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN La forma en la que el secuestro y la liberación fueron narrados, dejó la idea generalizada de que la liberación es el punto final del proceso. Durante las primeras horas y días de cada liberación, la mayoría de los habitantes del país eran inducidos a un estado emocional de júbilo acrítico e irreflexivo, que no dejaba espacio a la pregunta por la reparación de las víctimas y el restablecimiento de sus derechos. Efectivamente, la liberación representa un momento de suma importancia para la vida de los ex secuestrados, en el que dejan atrás terribles condiciones de existencia y se reúnen con sus seres queridos y sus allegados. Sin embargo, es sobre todo un periodo crítico, en el cual se manifiestan fuertemente cada una de las secuelas del cautiverio prolongado. Asimismo, comienza un proceso de readaptación a la vida cotidiana, que se caracteriza porque el ex secuestrado regresa abruptamente a un entorno social, familiar y laboral que ha sufrido diversos cambios en su ausencia y al que se ha deshabituado. En la dirección contraria, los parientes y allegados del secuestrado, reciben a una persona cuyo carácter ha sido impactado profunda e íntimamente por la pesadez de la guerra. El complejo proceso de readaptación, en el que se producen choques constantes entre las expectativas de libertad y la realidad de la misma, requiere una gran cantidad de recursos que permitan transitarlo de la mejor forma, además de rutas o metodologías concretas a corto, mediano y largo plazo, que permitan que el ex secuestrado y su familia recuperen estabilidad y se restablezcan en sus dimensiones relacionales, psicológicas, económicas y sociales. Ese sería un modelo ideal de reparación y restablecimiento de los derechos arrebatados por la guerra. La experiencia de los policías y militares de ASFAMIPAZ le habla al país de una realidad completamente contraria a la que se describe en los párrafos anteriores, y por lo tanto, de un gran número de víctimas del conflicto armado que no han sido reparadas después de más de una década de haber sufrido la victimización principal. En seguida, se encuentran los retos y dificultades que motivaron la continuidad de ASFAMIPAZ aún después de terminado el cautiverio, y que hacen que hoy la organización sea el más contundente testimonio de que no es posible aspirar a construir un país en paz sin la reparación integral para las víctimas, y viceversa. El retorno a la libertad estuvo revestido de grandes alegrías, pero también de muchas dificultades. Regresar a la que era su vida habitual, les impuso un gran desafío a los ex secuestrados: reconocer y aceptar los cambios de la realidad a la que llegaban, y desprenderse de los hábitos y las secuelas que había dejado el cautiverio. Los familiares tuvieron que enfrentarse al mismo reto pero en dirección contraria. Aunque parece simple, este reto se impuso en diferentes esferas de la vida. Veamos.

Las secuelas psicológicas del secuestro: La permanencia prolongada de los individuos bajo altos niveles de presión, hostilidad, temor y violencia, produce cambios y afectaciones profundas. Es muy conocido el testimonio de parientes cercanos que manifiestan “haber recibido una persona distinta”, “que la persona que se fue, no es la misma que volvió” o que “una parte de la persona se quedó en el cautiverio”.

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Estos cambios pueden expresarse o ser evidentes en varios sentidos. Estos son los que manifestaron las familias ASFAMIPAZ: • Dificultad para adaptarse a las nuevas situaciones. • Predominancia de emociones y estados de ánimo relacionados con el estrés, la irritabilidad y la frustración. • Dificultad para recordar cosas o concentrarse. • Trastornos de sueño: pesadillas recurrentes, insomnio, dificultad para conciliar el sueño. • Sensación de estar siendo vigilado o perseguido. • Incomodidad, ansiedad o pánico provocados por el ruido de vehículos, la presencia de grupos numerosos de personas, los espacios públicos o la calle. • Sensación de estar en riesgo permanente o de que su círculo cercano lo está. • Sentimientos de rabia y dolor, que pueden llegar a motivar actitudes y comportamientos agresivos. • Ensimismamiento y negación. Por lo general, los individuos que padecieron el cautiverio presentan simultáneamente varios elementos de la lista. La mayoría de los ex secuestrados han sido diagnosticados con estrés post traumático crónico, trastorno depresivo severo o trastorno de ansiedad generalizada, entre otros; todos los cuadros afectan de forma severa la calidad de vida. A partir de este estado psicológico y emocional deben hacer frente a cambios drásticos que ocurrieron en su ausencia y que demandaban un esfuerzo importante para adaptarse a ellos.

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PAZ / 2015

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Apoyo psicosocial policías y militares liberados Villavicencio ASFAMIPAZ / 2015

“Porque yo creo que lo más importante es lograr que ellos puedan perdonar, porque el perdón es lo único que genera una liberación absoluta, ellos traen muchos problemas a partir de su liberación, muchos problemas personales, de pareja, familiares porque no han podido perdonar; hay resentimiento, heridas abiertas que no han podido sanar esperando siempre un cambio de afuera hacia adentro, me parece importante que logren sensibilizarse interiormente y darse cuenta de que ellos deben liberarse perdonando porque así pueden sanarse”. (Leguízamo Parra, 2016)

Afrontar las pérdidas y asumir nuevos roles o posiciones: De manera reiterada, se ha querido mostrar cómo el secuestro puede llegar a impactar y perjudicar gravemente a las personas del círculo cercano de quien se encuentra en cautiverio. Así, aparecen o se agudizan enfermedades físicas y emocionales en los parientes de los retenidos, llegando a causar la muerte en algunos casos. A su regreso y experimentando las secuelas emocionales ya enunciadas, varios de los ex secuestrados debieron enfrentarse a la ausencia definitiva de uno o varios seres queridos. La experiencia de otros ex secuestrados es, de alguna forma, inversa. Debieron adaptarse a la presencia de nuevas personas en su vida y a nuevos roles en relación con estas personas: hijos, sobrinos y demás familiares nacidos mientras estaban en cautiverio. Aparentemente, este proceso de adaptación es mucho más sencillo, sin embargo también implicó grandes dificultades, puesto que la lejanía no permitió que ninguna de las personas (padre-hijo, tío-sobrino) viviera el proceso afectivo, de confianza y asimilación requeridas por este tipo de relaciones. Varias de las esposas de los ex secuestrados y los ex secuestrados mismos, cuentan cómo el encuentro entre padres e hijos nacidos en cautiverio se caracterizó por el rechazo y la aversión, y cómo ha sido difícil construir y sustituir esas relaciones por otras basadas en la confianza y la aceptación. “Que es algo muy duro, que fue para ellos muy duro porque en el caso de mi papá los alejaron de la familia y de todos, y muchos de ellos dejaron sus hijos nacidos o las esposas embarazadas y no pudieron conocer su hijo al nacer y no pudieron estar las primeras etapas de ellos, eso es duro para ellos y a muchos otros que se les murieron los familiares, no estuvieron presentes para esas ocasiones, principalmente es muy duro para todos ellos”. (Amaya, 2016)

En el caso de los cautiverios excesivamente prolongados, los ex secuestrados se encontraron con personas de mucha más edad que las que dejaron. Ello implicó hacer un reajuste de la posición y de la relación que se tenía con esas personas antes del cautiverio. Por ejemplo, las

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hermanas o hermanos que dejaron siendo niñas, al regreso eran personas adultas con vidas independientes. Los tíos o padres habían envejecido notoriamente, etc. Debilitamiento o deterioro de los lazos afectivos con el círculo cercano: Pese a que hubo un esfuerzo significativo de familiares y secuestrados por mantener la comunicación con sus allegados, y ello fue una fuente importante de ánimo y motivación para ambas partes, es un hecho que se produjo una separación abrupta y no voluntaria bajo condiciones extremas, en las que las diferentes partes de las relaciones tuvieron que asumir efectos no deseados y difíciles. La psicóloga Silvia Díazgranados Ferránz demuestra cómo el cautiverio tiene un impacto directo sobre la red de relaciones de los secuestrados, y produce rupturas definitivas, bien sea en los círculos extra familiares, en los intrafamiliares o en ambos (La vida relacional despues de un trauma crónico: el caso de un grupo de soldados secuestrados tres años por las FARC, 2004). Luego de la liberación las relaciones de pareja afrontaron agudos problemas y conflictos relacionales, que en varias ocasiones terminaron en rupturas amorosas y en la separación de los núcleos familiares. Los círculos de amigos también se afectan y generalmente, se presenta una disminución de las personas externas a la familia que se consideran como fuente de apoyo o de confianza.

Dificultades económicas: El secuestro, como ya se ha visto, implica una ruptura abrupta con la forma de vida que se llevaba, y una suspensión de los proyectos de vida por un periodos prolongados. Es obvio que quienes experimentaron el cautiverio dejaron de percibir una cantidad importante de ingresos dada su imposibilidad de trabajar o mejorar su formación profesional. Es importante tener en cuenta que muchos de los policías y militares secuestrados eran el sostén de sus familias, o hacían contribuciones económicas a sus hogares. A nivel familiar y de los parientes del secuestrado, se produjo un escenario extraordinario que exigió la realización de otras actividades adicionales a las del sostenimiento económico (marchas, viajes, reuniones), para lo cual se debieron adoptar actividades económicas que permitieran disponer del tiempo de manera flexible. Estas actividades, por lo general, pertenecieron al grupo de los trabajos informales, que ofrecían menos dinero y garantías. Con un aportante menos (el secuestrado) y una remuneración menor, los familiares debieron asumir los gastos de su sostenimiento económico y el de sus parientes, además de los costos propios de las actividades organizativas (estampado de camisetas, elaboración de pancartas, viajes, transportes, etc.). Así, se produjo un desmejoramiento de la calidad de vida de las familias. La liberación implicaba llegar a esos entornos con múltiples necesidades económicas. Como se verá en el próximo apartado, las respuestas estatales no fueron las más adecuadas. Aunque se supone que algunos de los policías y militares están cubiertos por regímenes especiales, se presentaron varios casos de negligencia y desprotección estatal.

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La respuesta Estatal e institucional: Si se considera que, en este caso, las personas secuestradas le estaban prestando un servicio al Estado y se encontraban vinculadas a sus instituciones, se esperaría que existiera una respuesta Estatal adecuada para afrontar las diferentes secuelas y dificultades de las que ya se ha hablado. Los agravantes que prueban que el Estado tuvo responsabilidad en la ocurrencia de las tomas, pues sabía de ellas pero no hizo nada por evitarlas, se convierten en argumentos que refuerzan la idea de que debería haber propósitos explícitos de reparación y medidas eficaces para lograrla. Sin embargo, a su regreso los ex secuestrados se encontraron, nuevamente, con una institucionalidad incapaz de actuar, esta vez en pro de su reparación. El rasgo característico del retorno a la libertad, ha sido la persistencia de las debilidades legales e Institucionales, que la mayoría de veces acentúan los efectos de la guerra, lejos de mitigarlos. En el caso de los policías y militares secuestrados y de sus familias, ha sido plenamente insuficiente la existencia de un régimen especial, pues éste ha impedido que los policías y militares víctimas del conflicto –especialmente del secuestro- sean incluidos en la ley de víctimas, y por tanto, se encuentren doblemente desprotegidos en el sentido de que además de sufrir la privación de la libertad, durante su cautiverio la institucionalidad policial y militar ha incurrido en acciones y omisiones que han vulnerado su bienestar y el de sus familias, llegando incluso a ocasionar su muerte con los rescates a sangre y fuego. Adicionalmente, se registra una gran cantidad de casos de policías y militares que una vez puestos en libertad han carecido de todo apoyo psicosocial para su reintegración a la vida civil, y de respaldo profesional para garantizar la recuperación de su estabilidad económica –individual/familiar-, emocional, psicológica y profesional. No se ofreció apoyo psicosocial capaz de tratar las secuelas psicológicas y emocionales del secuestro, ni a nivel individual ni a nivel familiar. Como resultado, muchos hogares se han desintegrado y otros han permanecido unidos, pero reproduciendo relaciones conflictivas o distantes a su interior. A nivel individual, muchos de los ex secuestrados continúan padeciendo las secuelas psicológicas del secuestro, aun cuando han pasado quinquenios o décadas desde su liberación. La persistencia de los padecimientos psicológicos y emocionales genera malestar e incapacidades en los ex secuestrados, además de sobrecargar a su círculo familiar cercano, que tampoco ha recibido ningún tipo de atención psicosocial por parte del Estado. Algunos niños y jóvenes también se ven afectados, pues su desarrollo se produce en hogares conflictivos. El abandono y la falta de reconocimiento estatal, ha producido la prolongación de las secuelas emocionales del secuestro, llegando a afectar a las nuevas generaciones. La desatención psicosocial, también ha dificultado que las emociones y los pensamientos de dolor, resentimiento y dolor sean superados. El estancamiento emocional, impide que puedan desarrollarse procesos de perdón y reconciliación favorables a la construcción de paz en los niveles públicos y privados de la vida social y nacional. Tampoco hubo actuaciones estatales que contribueran a estabilizar económicamente a las familias. La mayoría de veces las instituciones policiales y militares desvincularon a los ex secuestrados definitivamente de la institución sin ofrecerles ninguna alternativa de trabajo. En los pocos casos en que hubo ofrecimientos laborales, éstos no tuvieron en cuenta la condición psicológica de los ex secuestrados, y terminaron por agravarla.

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Las instituciones policiales y militares se negaron a pagar el valor justo de las indemnizaciones y pensiones por disminución de capacidad laboral. La mayoría de los ex secuestrados, han tenido que interponer recursos legales para que se les reconozca lo justo y se tomen las medidas necesarias que resarzan las pérdidas económicas y materiales producto de sus años en cautiverio. Varias demandas contra el Estado Colombiano se encuentran en curso. Dado que el Estado Colombiano no ha provisto el apoyo psicosocial, y las secuelas del secuestro tienen afectaciones tan graves, las familias se han visto en la obligación de pagar por sí mismos tratamientos psicológicos y psiquiátricos que se han extendido por no haber empezado oportunamente, generando gastos importantes a los núcleos familiares. Muchos de los ex secuestrados fueron pensionados por montos bajos e injustos. Los ingresos reducidos, han impedido que muchas de las familias le puedan brindar educación superior a sus hijos, limitando así las posibilidades de mejoramiento de calidad de vida y de ascenso social por medio de la educación. Adicionalmente, y durante muchos años, el Estado Colombiano en cabeza de sus representantes, enarboló e impuso discursos y prácticas tendientes a la prolongación de la guerra y el desconocimiento de las víctimas, obstaculizando el cumplimiento de los derechos a la reparación y no repetición. Las anteriores actuaciones estatales, hacen que los ex secuestrados y sus familias vivan constantemente situaciones de revictimización por cuenta de la acción u omisión estatal, sin que se hayan reparado o restablecido los derechos vulnerados en las tomas guerrilleras y el posterior cautiverio.

El papel de ASFAMIPAZ después de la liberación: La lucha por la libertad con dignidad de 1998 a 2017 Desde 1998 hasta el 2012, ASFAMIPAZ y sus miembros habían experimentado una transformación radical. De ser individuos dispersos y desorientados, habían pasado a ser una organización unida y consolidada, capaz de mediar grandes conflictos y propiciar salidas negociadas y pacíficas a los mismos. Toda una hazaña en un país con un conflicto armado degradado y de más de medio siglo. Además de ser una organización consolidada y con grandes logros en su haber, ASFAMIPAZ se había convertido en una familia y un refugio de dignidad. Los lazos y experiencia que se habían forjado en la lucha por la libertad de los policías y militares, se mantuvieron y renovaron para afrontar esta nueva etapa de lucha, en la que se jugaba la posibilidad de disfrutar de la libertad con pleno ejercicio y goce de los derechos. “A ASFAMIPAZ… la verdad desde que tengo memoria de todo lo que pasó, he estado vinculada a ASFAMIPAZ y ha sido una casa, un hogar donde te reciben y hay cierta identidad dentro de la organización”. (Sánchez Rivas L. M., 2016)

El quehacer de ASFAMIPAZ se orientó en dos direcciones: 1. Una interna, con los propios miembros de la organización, mediante la cual se intentaría paliar los efectos de la desatención estatal en materia psicosocial y educativa. Aquí también se incluye el fortalecimiento organizativo para la incidencia política, que buscó que los miembros

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de ASFAMIPAZ fueran capaces de participar en iniciativas que los beneficiaran, en perspectiva de la reparación y la construcción de paz. 2. Una externa, que buscó incidir políticamente en el proceso que comenzó luego de la liberación de los últimos secuestrados y que desembocó en la Mesa de Diálogos de La Habana. El objetivo era lograr la reparación para sus miembros, y aportar en la construcción de la construcción de una paz completa y sin exclusiones para el país; asimismo, se propuso visibilizar nacional e internacionalmente la vulneración de derechos a la que los ex secuestrados y sus familias continuaban sometidos, aún después del fin del cautiverio. Pese al difícil panorama y a las nuevas contrariedad que traía la liberación, los miembros de ASFAMIPAZ siguieron siendo una potente red de apoyo, que se había ampliado a las nuevas generaciones, pues los hijos y sobrinos de los ex secuestrados sienten que cuentan con una segunda familia. Las familias continuaron reuniéndose y fortaleciendo los lazos afectivos y de hermandad. Esto contribuye a alivianar la carga emocional y material de los momentos posteriores a la liberación, todo a través de relaciones espontáneas de amistad y solidaridad. “(…) eso es algo que a mí me llama la atención porque es un grupo muy unido, ellos buscan es la manera de distraerse, eso me llama la atención de ellos, que buscan cualquier cosa para salir adelante y no siempre se quedan en lo mismo”. (Amaya, 2016)

La organización también gestionó recursos para desarrollar talleres de acompañamiento psicosocial que acompañaran los procesos de dolor, duelo y emocionalidad propios de las diferentes situaciones asociadas a la experiencia del secuestro. Aunque estos talleres no sustituyen los procesos sistemáticos de tratamiento psicológico o psiquiátrico, sí contribuyen a armonizar los estados emocionales individuales, familiares y colectivos, para que se facilite la generación de aprendizajes, el trabajo organizativo en favor de la paz, y las relaciones de apoyo mutuo entre los miembros de la organización. Se han propiciado espacios de diálogo y construcción colectiva entre ASFAMIPAZ y las diferentes instituciones creadas en el marco del proceso de paz. En ellos se han identificado las falencias estructurales de la legislación y la institucionalidad, que reproducen la exclusión de las víctimas, e impiden su reparación adecuada. Se han desarrollado iniciativas de memoria histórica de la organización, que sirvan a la pluralización y democratización de los relatos de la guerra y de la construcción de paz. Recientemente, finalizó el proceso de diálogos de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc-Ep, principales responsables de la retención de los miembros de la fuerza pública. Como parte de la delegación de víctimas, ASFAMIPAZ participó en diversos encuentros, reuniones y jornadas de trabajo de la mesa de negociaciones, y planteó las deficiencias y problemáticas que ha evidenciado el marco legal vigente y el tratamiento estatal al conflicto y a los diferentes hechos altamente victimizantes que se derivan del estado de confrontación armada interna, especialmente del secuestro.

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V. APRENDIZAJES DE PAZ Los aportes de ASFAMIPAZ a la construcción de paz para el país, son invaluables en la medida en que representan la posibilidad de revertir o resignificar muchas de las actitudes y comportamientos personales y públicos que han sostenido la prolongación de la guerra. En primer lugar, supera el lugar común de la ciudadanía que se queja del Estado, la guerrilla, la pobreza, etc., pero no hace nada por involucrarse activamente en la solución de sus propios problemas. Las críticas al accionar estatal y de las guerrillas, no se convirtieron en resignación ni pasividad, sino que motivaron la acción para la transformación: Ante la falta de voluntad de diálogo de las dos partes, ASFAMIPAZ presionó a los dos actores a que se encontraran, e incluso se puso en el papel de mediadora; ante la ineficiencia en la comunicación entre secuestrados y sus familias, se apropió del transporte de la correspondencia, favoreciendo así el ánimo de sus asociados y de los policías y militares en cautiverio. En respuesta a la invisibilidad de las víctimas en los medios de comunicación y las políticas oficiales, se tomó las calles y acudió a la comunidad internacional para mostrar la justeza de su lucha y buscar aliados que le ayudaran a concretarla. Otro de los aprendizajes de paz que nos deja la lucha libertaria de la organización, es que la polarización política, el odio, y la división, no son medios eficaces para construir una sociedad en paz, y que esos discursos guerreristas han afectado principalmente a las víctimas. El caso de los secuestrados es elocuente al respecto: la prolongación de la guerra, sólo extendió la duración del cautiverio de los policías y militares, y la implementación de iniciativas militares de rescate, dejó como resultado más muertos y asesinados que policías y militares liberados. Por el contrario, la concertación de las partes logró, en el 2001, la liberación de más de 300 policías y militares, y en 2012, la liberación de los secuestrados cuyo cautiverio ya sobrepasaba los diez años. Podemos preguntarnos qué habría pasado con los policías y militares secuestrados si no se hubieran producido esos acercamientos. ASFAMIPAZ, también demuestra que es posible y necesario construir discursos pacíficos, y métodos pacíficos, cuestionando a todos los actores de la guerra y evitando todo tipo de acción violenta. Mientras la cultura política colombiana se basa en la polarización y la estigmatización del otro basada en prejuicios, ASFAMIPAZ abrió canales de diálogo y concertación fundamentados en el reconocimiento de la humanidad del otro, lo que le permitió, que sus propios argumentos y humanidad, fuera tomada en cuenta por los demás actores, logrando resultados que más que beneficiar a cualquier partido u organización, beneficiaron la dignidad humana y el cumplimiento de los derechos de la ciudadanía. Los familiares de policías y militares que poca o ninguna responsabilidad han tenido en el origen del conflicto armado ni en su prolongación durante más de cinco décadas, resultaron afectados por el mismo. Inevitablemente, la privación de la libertad de sus seres queridos, los impulsaron a movilizarse; lejos de lo que se podría pensar, sus formas de acción pública, se alejaron del resentimiento o el odio, y se centraron en sensibilizar a la sociedad colombiana sobre la atrocidad de la guerra como fenómeno en que todos pierden, además de hacer llamados a que las partes se reconocieran mutuamente por medio del diálogo y el acuerdo, superando así el conflicto. De igual modo, se lograron unir como colectividad y a su vez establecer alianzas con otros sectores sociales y organizaciones de la sociedad civil, para trabajar en pro de la construcción de una Colombia en paz “más solidaria y gratificante”.

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Pese a la dificultad de elaborar adecuadamente las pérdidas y cambios, los miembros de ASFAMIPAZ, han propendido por superar los efectos de la guerra en sus vidas personales y familiares, transformando el dolor del pasado, en esperanza de perdón, memoria y reconciliación para el futuro. Los hijos y esposas de los ex secuestrados, han sabido trabajar para reponerse a los múltiples impactos de la guerra, lo mismo que quienes experimentaron directamente esta situación. La historia de ASFAMIPAZ, deja ver la estrecha relación existente entre las tendencias políticas del país, y las emociones que cultivamos a diario las colombianas y colombianos. Nos enseña que el conflicto armado colombiano se ha prolongado a causa del accionar de los grupos armados ilegales, pero también, que la ciudadanía tiene una gran responsabilidad en ello, pues se ha acostumbrado a cultivar sentimientos de odio y resentimiento, que solo le permiten escuchar a los bandos violentos. Si se cultivaran emociones como el perdón, la reconciliación y la compasión, seguramente la sociedad colombiana sería sensible a las peticiones de las víctimas, quienes mayoritariamente han alzado su voz a favor del fin de la guerra y la construcción de la paz. El hecho de que la ciudadanía sólo sea sensible a los discursos de guerra, ha permitido que se haga un uso inescrupuloso de las víctimas y su sufrimiento para perpetuar la guerra. Nuevamente, el caso de los secuestrados es un gran ejemplo: Si se hace una revisión juiciosa de las pruebas de supervivencia de policías y militares secuestrados, se encontrará que en todas ellas, los uniformados le piden a los presidentes –especialmente al presidente Uribe- que se siente a negociar con las Farc-Ep y encuentren una salida concertada para el conflicto armado. Sus argumentos no solamente se refieren a su propia situación: hablan de los millones de víctimas que ha producido el conflicto, de que la guerra ya demostró ser un mecanismo inútil para solucionar los problemas, y del daño y el dolor que pudieran evitarse si el diálogo primara. Sin embargo, durante el proceso de diálogos de paz, los sectores que están a favor de la guerra han argumentado que no es posible negociar con quienes tuvieron secuestrados por tantos años a los policías y militares. La ciudadanía, pasa por alto el clamor de las víctimas directas, en este caso, los secuestrados, mientras que hace caso a los discursos guerreristas, que utilizan la imagen y el dolor de las víctimas, sin ser coherentes con su llamado al diálogo y la paz. El contacto que ASFAMIPAZ mantuvo con diversos actores de la vida política del país, permite extraer enseñanzas para cada uno de ellos:

INSTITUCIONALIDAD: Vale destacar que en el marco de las negociaciones de Paz de la Habana han aumentado las iniciativas estatales de diseño institucional para la Paz. Sin embargo, es necesario: • Revisar las implicaciones de los discursos masivos con que se ha visibilizado a la fuerza pública ante el país entero. El discurso de los héroes de la patria, termina por deshumanizar la figura de los policías y militares, y en el caso de los policías y militares víctimas del secuestro, transmite el mensaje a la sociedad de que, por ser héroes, no tienen necesidades de reparación ni han sido afectados por el conflicto. Además de invisibilizar las penosas situaciones por las que han tenido que pasar debido a la guerra y su condición humana, el discurso de los héroes de la patria impide que los ciudadanos de a pie generen sentimientos auténticos de compasión

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y empatía con el sufrimiento o la lucha de los policías y militares; por el contrario, alienta los sentimientos e imaginarios guerreristas y de confrontación. • Fomentar ejercicios de reflexión histórica al interior de las instituciones estatales, especialmente dentro de las instituciones policiales y militares. Estos ejercicios deben poner en diálogo las distintas perspectivas del conflicto, y permitir que las versiones oficiales sean cuestionadas y complementadas, construyendo nuevos relatos más incluyentes y realistas. Ello permitirá que las instituciones reconozcan concienzudamente sus responsabilidades en los hechos de victimización y prolongación del conflicto, y se comprometan a llevar a cabo planes concretos para evitar la repetición de los hechos. Si la sociedad civil y los policías y militares victimizados ven disposición del Estado para dialogar y reconocer sus errores, puede producirse incluso, una ganancia de legitimidad de la institución, basada en la confianza. La construcción de relatos más realistas, también contribuirá a desvanecer la lógica de bandos a través de la que funciona la cultura política nacional. En tanto múltiples relatos se pongan en juego, se observará que todas las partes del conflicto tienen responsabilidad en su sostenimiento, y que seguramente, todas también han dado pasos que contribuyeron a salir del estado de guerra y confrontación. • Revisar y reformular participativa y ampliamente los marcos normativos de reparación para las víctimas, especialmente la ley 1448 de junio de 2011 o Ley de Víctimas, pues no reconoce las violaciones de los derechos humanos que han sufrido los policías y militares, ni sus familias. Igual que en el punto anterior, esta reformulación, debe tratar de integrar el mayor número de perspectivas posibles, de forma que la legislación resultante, logre abarcar las múltiples formas de victimización producidas en un conflicto tan prolongado y degradado como el colombiano, incluyendo las de los policías y militares. Sobre el último particular, la normatividad debería integrar la jurisprudencia que el Consejo de Estado ha producido sobre la vulneración de los derechos de los uniformados y los civiles en las diferentes tomas guerrilleras y durante el cautiverio. • La revisión y reformulación participativa debe basarse en un enfoque intergeneracional, es decir, comprender que los impactos de la guerra se expresan hasta tres generaciones después de que se producen los hechos victimizantes. Esta perspectiva, permite acelerar los resultados concretos de la implementación de una política de paz, y reparar integralmente a las víctimas directas, en este caso, del secuestro, bajo el entendido de que el hecho victimizante, al afectar las finanzas de la víctima directa, afecta el futuro de sus descendientes. Para el caso de los policías y militares, se propondría reparar directamente a los policías y militares (generación de los padres), y también a sus descendientes (generación de los hijos) por medio de becas educativas, facilidad en acceso a oportunidades laborales con el Estado, y seguros de desempleo. • Debe comprenderse que la concreción de la paz, el perdón y la reconciliación, dependen de que se hayan realizado procesos adecuados de reparación, no repetición y rehabilitación. Para lograrlo, debe disponerse de equipos profesionales cualificados e interdisciplinarios, que construyan y viabilicen rutas de atención y reparación. En el caso de los policías y militares, debe haber una política que priorice la reparación de los policías y militares que llevan más de diez años esperando su reparación.

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Medios de comunicación: Los medios de comunicación desempeñaron papeles diversos, especialmente durante la etapa de lucha por la liberación de los policías y militares. Por un lado, de manera solidaria, pusieron su capacidad de difusión en función de las necesidades de comunicación de las familias y de los policías y militares en cautiverio. Ello lo hicieron especialmente los medios radiales, que abrieron varias franjas horarias y programas destinados a que las familias pudieran dejarle sus mensajes a los secuestrados; por otro, hicieron eco a los discursos polarizadores que funcionalizaron el secuestro como argumento para azuzar la continuidad de la guerra, aun cuando sabían que las víctimas directas e indirectas del secuestro, enviaban mensajes que llamaban al diálogo, la concertación y las salidas pacíficas. Vale señalar que el manejo de la información, no fue cuidadoso ni considerado con los familiares de los policías y militares. A partir de allí, se sugieren varias cosas: • Difundir información de forma ética y veraz, que tome en consideración las consecuencias que ella puede tener sobre la vida de las víctimas. En el caso del secuestro, la reproducción de información que llamaba a agudizar la confrontación armada, ponía en riesgo la vida de los secuestrados, y creó una opinión pública desfavorable a las iniciativas de paz e intercambio, las cuales sí beneficiaban a los secuestrados. Igualmente, debe dar voz a las diferentes perspectivas sobre el fenómeno periodístico, y propiciar espacios en que la opinión pública pueda informarse suficientemente y de forma equitativa, acerca de las perspectivas de las diferentes partes, preferiblemente a través del intercambio de ideas y posiciones. • Hacer un cubrimiento más equilibrado de los diferentes hechos y vivencias que abarcan los hechos victimizantes. Los familiares de policías y militares secuestrados, sentían que los medios de comunicación solamente cubrían las historias que podían causar sensacionalismo, descuidando aspectos relevantes del proceso de mediación entre la guerrilla y el gobierno, o de las situaciones extremas por las que llegaron a atravesar varios policías y militares ante el abandono estatal luego de su liberación. • Revelar la información sobre hechos bélicos y de guerra, solamente cuando esta esté absolutamente confirmada, pues las familias de los policías y militares, vieron gravemente afectada su salud emocional, debido al manejo apresurado de contenidos altamente sensibles. • Evitar los discursos polarizadores sobre el conflicto y la violencia. Los medios de comunicación deben poder transmitir una impresión acertada de las dinámicas de la violencia. Para ello, no solamente debe mostrar la diversidad de posiciones, tal y como se sugiere en el primer ítem, sino también cubrir equitativamente la información sobre los diferentes actores del conflicto: • Fuerzas de seguridad del Estado. • Grupos y organizaciones paramilitares. • Escuadrones de la muerte. • Grupos vigilantes o milicias populares. • Asociaciones guerrilleras. • Organizaciones de autodefensa creadas por la guerrilla. • Carteles de narcotraficantes y su entorno armado. • Sicarios.

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Mensajes radiales - Med

icina para la vida de los secuestrados Voces del Secuestro - Bogo tá

Mensajes radiales - Emisora MARANDÚA STEREO San José del Guaviare

dos para la vida de los secuestra Mensajes radiales - Medicina Carrilera de las 5, RCN Cali Mensajes a través de la cadena radial de

RCN - Bogotá.

Mensajes radiales, alimento para la vida de los secuestrados Caracol Radio - Radio Recuerdos - Bogotá.

Nota periodística. El Tiempo.

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Sociedad civil: Como pudo verse a lo largo del documento, las decisiones electorales y políticas de la sociedad civil definen el rumbo que el país toma, y si se inclina por la paz o se inclina por la guerra. Es importante que se tome conciencia del poder y capacidad decisoria, y de ese modo impulsar decisiones que favorezcan a las víctimas y el cumplimiento de los derechos a la reparación y la no repetición. Así mismo, la sociedad civil debe adquirir una concepción ampliada de paz, que aunque incluya el cese de conflicto entre dos actores armados, también tenga en cuenta las diferentes dimensiones de la vida social en las que pueden llegar a reproducirse condiciones que favorezcan la guerra, tales como la educación, la salud, la satisfacción de necesidades básicas, el derecho al trabajo y la vivienda, entre otros. Tener una concepción ampliada de paz, posibilitará que las elecciones políticas que se tomen, tengan una eficacia real, y contribuyan a desmontar los factores que causan el surgimiento de la guerra, o facilitan su prolongación. La concepción ampliada de paz, debe expresarse en la esfera pública, como se mencionaba en el párrafo anterior, pero también debe tener asiento en la dimensión y la vida privada. Es necesario ejercitar y fortalecer el ejercicio del pensamiento crítico, al tiempo que se desarrollan sentimientos y emociones como el perdón, la compasión y la humanización. La sensibilidad política y emocional de la ciudadanía colombiana, debe dejar de servir a los intereses de los grupos violentos, y empezar a construir un discurso pacífico e independiente, que recoja las voces de las víctimas. Así mismo, debe propenderse por educar en prácticas de resolución de conflictos basadas en el diálogo y en el respeto de los derechos del otro/a y la defensa de los propios. La sociedad civil colombiana debe abandonar su papel de indiferencia y conformismo, y convertirse en un actor central que demande tanto a las instituciones, como a los grupos armados y los medios de comunicación, comportamientos y acciones consecuentes con las aspiraciones de paz de las víctimas.

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