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EL AMOR MODERNO
La distracción es la panacea, señor! Tal oigo que me dice mi óraculo en medicina. Doctor:ese mismo eepecífico lo eneayé ayery el resultado no impedirá un segundo ensayo. ¿La raza del diablo tiene cabellera de oro ó negra como el cuervo?
¿Y por qué una mejilla rosada, tal como cierta concha marina, 6 tan clara como el clielo viudo parece más divina? ¿Poco importa, puesto que en ella beberé el olvido. Y si el diablo me coge en su añaganza, en cuerpo y alma, aquí, con agradecimiento, lo certifico: Parecióme bené= fico cuando no hubo ni una alma que me consolara en miangustia. Oh! suave mun-= do nuevo, donde de nuevo me veo! Oh! señora; antes yo daba el amor; ahora lo recibo. Señora: necesito ser halagado. Aunque despertareis una pasión demoniaca, no os temo.
Necesito ser halagado: El imperioso deseo habla con mucha audacia. Señora: me siento feliz al juzgar con vos la partida del sentimiento, y al entrar junto con vos en peligrosos senderos; pero que si al través de vuestra belleza proyecto yo la luz para hacerla triple, es necesario que toda esa belleza sea mía: Primero secreto y en seguido confesión. Porque es menester que yo brille envidiado, yo, ¡tan decaido á mis propios ojos!, cuido de vuestra belleza adorada, señora. Vos misma no sabríais devir todo lo que depende de ella. Enca. recidamente os lo suplico: cuidad mucho y asiduamente de ella. Los hombres van á verme como á un globo de fuego; los hombres advertirán vuestros ojos clavados sobre mí y gemirán ansiando ser el dios de girasol tan sublime. Yo siento cómo se ejercerán mis poutencias satánicas, mientras vos me prodiguéis el homenaje del amor á mi solo.
* Z *
¿Qué somos primero? Primero animales; y en seguida, de un salto, inteligencias, sobre las cuales se extiende pálida la som bra lejana- del sepulero, y todo lo que se saca del sepulero, como de un texto. En estas condiciones sSobreviene el amor, corona del sol, y por debajo de su lu7 la sombra pierde sus formas. Somos señores de la vida y la vida es cálida. La inteligencia y el instinto son cosas momentáneas. Pero la naturaleza dice: Tanto más perecen mis hijos cuanto menos me conocen; por lo cual decreto que deben sufrir. El joven Amor huye rápidamente y al punto despertamos, estremecidos, de nuestro ensueño.
Así, pues, sólo estudiando la naturaleza seremos prudentes y sabios. Así obra el contado número de los que no viven sino con el dia; son los animales científicos. Señora mía. he aquí mi soneto á vuestros ojos.
Es la. estación de la suave rosa salvaje, emblema de la señora mía en mi corazón. Tal así coronada de oro, brilla gloriosa y en un muelle ensueño de sangre resplandece dulee, como un cielo nocturno en torno á Véspero rutilante. Cojo la flor y la respiro, y vuelvo á ver los tiempos en que yo estaba siempre vivo en el fondna/ de sus ojos.
Paréceme que la contemplo desde el fondo de la noche., He aquí á mi adorada que marcha con premura. Su capricho me reclama la fior: yola dejo caer á tierra. Y al ponerme en marcha, siento que ella se detiene vivamente y que, los miembros todos tembiorosos, la destroza con su talón. Viene á juntarse á mi con ademanes de gata, y conversa del mundo en que vive, y hasta condesciende á publicar un escándalo ridículo referente 4 algunos viejos amigos. Tales son los dias del estío y tales nuestros placeres.
GEORGE MEREDITH.