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LA VIRGEN BLANCA
Allí estaba, en su blanco ataúd. Como albo lirio en su lecho de muerte. Muerta, si, con sus ojos cer:ados y sus manecitas cruzadas sobre el pecho.
La luz amarillenta de los cirios reflejábase en su blonda cabellera, cuyos bucles de oro resaltaban sobre la nitidez de la* almohoda.
El silencio era profundo.
Por instantes, la fúnebre luz brillaba con fulgor lívido y las tinieblas retrocedían hasta el fondo de la habitación, apareciendo entonces, el cuerpo de la virgen en toda su blancura, como estatua de mármol resurgiendo de la oscuridad.
Los cirios chisporroteaban.
Era cerca del amanecer.
Ni un suspirs, ni un lamento, ni un ay! siquiera.
Allí estaba ella, sola, completamente sola.
Tendida sobre el blanco ataúd.
De pronto, una sombra aparece, se acerca, se agita.
A la luz de los lirios deja ver su angustiosa faz.
Es él.....
Cae de hinojos y exclama balbuciente:
Amor mío. ...iLaura, Laura de mi alma....! Tú hasde vivir....!
Y los ojos le bailan en las órbitas.
La Vírgen Blanca abre los suyos lentamente.
Y sus labios se cubren de carmín.
Amor mío....!vuelve á exclamar la sombra. h
El corazón de la virgen empieza á palpitar. De su pecho escápase un suspiro y con el suspiro el nombre de la sombra:
Lorenzo.-..!
El la estrecha por la cintura.
Poco á poco, la Virgen Blanca, como si des-
Monarquicos portugueses
¡Tienen gracia estos ciudadanos!
¿Pues no pretenden, cuando todos los pueblos luchan por sacudirse esa albarda, volver á la monarquía?
Pero los republicanos portugueses, que no son tan anunciadores como los monarquicos: pertase de su sueño de muerte, acaba por sen-. tarse en el ataúd.
En esto escúchase un ruido atronador.
Los cirios se apagan.
La sombra, arrebatando á la vírgen de su fúnebre lecho, rompe los cristales de unña ventana y desaparece en el vacío..... - ....
Lorenzo ! Lorenzo....! Por Dios...! Que me matas....! Mehas roto una costiHa:...! No seas bruto ..... Despierta, hombre, despierta..
X efect¡vameute ambos esposos Trodado desde la cama al suelo.
Doña Hipólita le arrima pu f su esposo para que acabe de despertar.
Por fin abre éste los ojos, y al verse en tal percance, se pasa las manos por la calva, poniéndose de pie.
Enseguida. contemplando á su mujer, que se aprieta la parte agravida, empieza á decir:
Perdóname. Hipólita. ... ha sido un sueño terribie, un sueño de mi juventud....
Y con quien soñabas, Lorenzo....?
Con la Virgen Blanca....! Con la que fué mi primer amor....Estaba tísica. ...Hace cuarenta años que me la robé....
Ah, bandido....! Conque te robastes una física....! -
Ay, H1pol¡ta - .., Si tú supieras qmeu era la Virgen Blanca
Tú si que me tienes cara de Vlrgen Blanca.
Y desdeentonces doña Hipólita 10 volvió á subir al tálamo con su esposo.
Hay sueños muy pesados.
M. GONZÁLEZ
saben contestar á esas pretensiones.
1No faltaba más'!
Pero no es eso solo.
Ahora resulta que !a corona no le pertenece, según un tal Braganza, que mo debede ser muy bragado, al niño Manuel
Lo dicho, tienen mucha gracia estos ciudadanos.