El hostigamiento sexual: ... (1984?)

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Muñoz Vázqu32, Marya El hostigamiento sexual ; sus manifestaciones y características en la

sociedad, en los centros de empleo y los centros de estudio

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Muñoz Vázquez. Marya El hostigamiento sexual : >us

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manifestaciones y características en la

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sociedad, en los centros de empleo y los centros de estudio

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EL HOSTIGAMIENTO SEXUAL:

sus manifestaciones y características en la sociedad,en los centros de

empleo y los centros de estudio

RECINTO DE RIO PIEDRAS

[•rotsco.

NO SE PRESTA FOtRA DE LA SALA ■s

MARYA MUÑOZ VAZQUEZ-RUTH SILVA BONILLA

íWrtro de investigaciones sociales



EL HOSTIGAMIENTO SEXUAL:

SUS MANIFESTACIONES Y

CARACTERISTICAS EN LA SOCIEDAD, EN LOS CENTROS DE EMPLEO Y LOS CENTROS DE ESTUDIO

Marya Muñoz Vázquez y Ruth Silva Bonilla

Introducción

Escrutar la problemática del hostigamiento sexual conlleva

adentrarnos en el análisis de una situación nueva como parte del

debate social en las modernas sociedades capitalistas, aunque

vieja como problema para los vastos conjuntos de mujeres que suelen ser sus victimas (Brewer y Beck, 1982).

De hecho, no

es sino hasta mediados de la pasada década que se generaliza el uso del término hostigamiento sexual, para traer a foco una variada estructura de relaciones sociales en las que los hombres

utilizan su acondicionamiento masculino, y particularmente su

acondicionamiento

sexual, como herramienta para la agresión,

dominación y sometimiento de la mujer.

Analizar el fenómeno del

hostigamiento sexual dentro de esta perspectiva implica inscri

birlo socialmente en la extensa gama de expresiones violentas que por muchos siglos han caracterizado las relaciones hombremuJ er.

Cuando examinamos el proceso de representación ideológica

de estas expresiones violentas, encontramos que contuvo por varios siglos dos ejes fundamentales.

Por un lado, se las


posibilitado el que se renombre como "hostigamiento" variedades

de expresiones de relaciones de poder entre los géneros antigua mente ignorados en su dimensión de violencia. Hostigar está definido en diversos diccionarios como azo

tar, dar latigazos, perseguir, molestar, empalagar.

Al ubicar

el hostigamiento sexual dentro del marco de esa definición

general del término, se denota y se connota el carácter violento e indeseado del acto, así como se denuncia su capacidad de vul neración de quien recibe la acción.

El hostigamiento sexual se expresa de diversas formas. En sus manifestaciones más simples incluye piropos, guiñadas e

insinuaciones sexuales indeseadas. Pero estas formas de asedio suelen ser sustituidas por expresiones de agresión sexual más directas y más violentas según aumenta el grado de poder del

hombre sobre la mujer. En estos casos, la víctima puede con

frontar frases de cariño no invitadas, pellizcos, roces corpo rales no solicitados, invitaciones insistentes a salidas que no desea, así c<mio besos, abrazos y apretones forzados. En los casos más extremos, la mujer puede confrontar las formas

más agravadas de violencia física y psíquica que vienen unidas a la violación o a los intentos de violación sexual.

A pesar de que el hostigamiento sexual ha sido socialmente iíivisibilizado y que sólo recientemente empieza a ser objeto de

investigación sistemática (Brandeburg, 1982; Brewer y Beck, (1982), crece rápidamente el número de trabajos dedicados al mismo.


En los Estados Unidos se ha dado énfasis a la investiga ción del tema en los centros de trabajo asalariado y en los centros de estudios.

En el primer conjunto de investigaciones

sobresalen los estudios de Lindsay (1977), Crull (1979, 1981), HacKinnon (1979), Hoyman y Robinson (1980), Renick (1980), Bishop y otros (1982),

Brewer y Beck (1982),

Jansen (1982),

Livingstone (1982) y Weymar (1983). Entre las Investigaciones en el contexto de los centros

de estudios, nos parece prudente destacer los trabajos de Middleton (1980), Arditti y otros (1982), Brandeburg (1982), Lott, Reilly y Howard

(1982), Scmers (1982),

Crocker (1983)

y McCain (1983). •

En Puerto Rico, el único trabajo de investigación de cuya publicación conocemos, es el de Alvarado (1982), El presente trabajo estará dividido en dos partes.

En la

primera parte examinaremos materiales de investigación que ilustran cómo opera el hostigamiento sexual en las modernas

sociedades capitalistas, dando atención primordial a sus formas de expresión en los centros de empleo y en los centros de

estudio,^

En la segunda parte examinaremos los principales

En este trabajo hemos omitido el análisis del hostigamiento

sexual en la calle, ya que no existen estudios sistemáticos sobre el tema conocidos por las autoras. No obstante, enten«

demos que estudiar este tipo de hostigamiento es tan importante como el hostigamiento en los centros de empleo y en los centros de estudios.


marcos teóricos desde los cuales se ha intentado explicar la

problemática, sugiriendo limitaciones y alcances de los mismos. Manifestaciones sociales del hostigamiento sexual

Antes de proceder a la presentación de una síntesis de los hallazgos de diversas investigaciones relacionadas con la

problemática del hostigamiento sexual, nos parece útil repro

ducir algunas de las ilustraciones que ofrecen trabajadoras que han estado en contacto con el mismo en sus centros de

trabajo.

Nos parece valioso reproducir el lenguaje que éstas

utilizan en la descripción de una situación que, c<xao señalá ramos, sólo recientemente comienza a ser "nombrada" desde la

perspectiva de denuncia social.

El valor de las ilustraciones

preliminares se amplia más cuando observamos que el paquete social "forma-contenidd* del hostigamiento se presenta muchas

veces de una manera en apariencia sutil, en una madeja de hilos supuestamente invisibles, que dan a muchos la impresión de qu^ la victima "inventa" las acusaciones formuladas por maldad o por locura.

Las siguientes ilustraciones forman parte de las descrip ciones hechas por un conjunto de secretarias de distintos

sectores.^ Sus descripciones fueron clasificadas en cuatro Estos datos fueron recogidos por una de las autoras de

este escrito, la Dra. Marya Muñoz Vázquez, en ocasión de participar en un escenario de aprendizaje con un grupo de secretarias. La doctora Muñoz les pidió que


categorías de hostigamiento tomando en cuenta la forma de

manifestación percibida por la informante, así como el nivel de violencia que se informa. Veamos:

1.

Hostigamiento a través de comentarios e insinuaciones

"Con una mujer así haría cualquier cosa"

"El dice que no pierde las esperanzas de

algún

día tenerme"

"Insinuaciones de que necesitan una mejor solu ción para quitarse las presiones de encima" 2.

Hostigamiento a través de acercamientos corporales; tocar, rozar o apretar

"Cuando era estudiante, en mi práctica el jefe estando- yo parada frente a su escritorio hablando con él sobre unas llamadas, hizo que iba a buscar

una revista y me pasó por detrás y me rozó," "El jefe le gustaba tomar y cuando llegaba un poco pasado de copas a la oficina me quería tocar y besar."

"Su jefe (refiriéndose a otra mujer) se enamoró locamente de ella, y hasta intentó besarla en la oficina de él. Todo el dictado tenía que ser a puerta cerrada, para así aprovecharse y pedirle que saliera con él. El hizo eso con otras secre tarias anteriores. Lo tuvieron que trasladar a otra oficina fuera de Puerto Rico por esta condición,"

3.

Hostigamiento a través de invitaciones a salir o a tener relaciones sexuales

"Cuando primero empecé a trabajar para él, lo primero que insinuó fue que como yo era divorciada,

él me podía invitar a salir.

Luego me mandaba a

llenaran un cuestionario que constaba de cuatro preguntas Unas cuarenta y nueve, del total de sesenta asistentes, entregaron respuestas al mismo.


buscar algo en ciertas gavetas y cuando la

abría, había condones regados, nunca le hice caso, luego me causo una situación indeseable

que me causó mucho sufrimiento." "Yo tenía una situación económica bien mala y este jefe me insinuó que podría mejorar con su

ayuda. También me dijo que me podía ayudar a asegurar mi empleo." "Se me han ofrecido puestos más altos o trans

ferencias a cambio de almuerzos, comidas, bailes, etc. Hasta el punto de ofrecer la oportunidad de aumentos de salario a cambio de actos sexuales de parte del supervisor directo que es jefe de una compañía."

"Invitan muqho a salir, a café, a un trago, a almorzar, se aceptas una cena... sabes a lo que vas... si sales una vez, tienes que seguir saliendo, uno puede cometer un error." 4. ' Hostigamiento a través del ataque sexual y la seducción

"La paciente se reportó enferma de los nervios, por acercamiento sexual en el ascensor con el

supervisor, no volvió al trabajo, continuó

callada y sin hablar con nadie (tuvo depresión) y no aceptó nunca que la ofendieron." "Hace dos años fui ingresada al Club X de la

compañía y uno de los compañeros, me dio pon para regresar a la oficina y en lugar de eso, me dijo que íbamos a celebrar la ocasión.

Intenté persuadirlo y no lo logré. Me llevó a un motel donde intentó violarme y no lo logró porque usé toda mi psicología, después de eso

mis relaciones han sido malas hasta ahora que he ido olvidando lo sucedido."

"Una vez esta persona me ofreció llevarme a mi casa, por el camino cogió por un sitio no muy

agradable y lo amenacé con tirarme del carro, entonces se arrepintió y me llevó a mi casa."

"Ofrecen diamantes, etc., un hombre ofreció ccmprar un apartamento, por tal de tener una

muchacha, retiran el pronto después.


8

"Te invitan a tomar un trago al Holiday Inn y ya han conseguido cuarto."

"Las tienen que salen con los Jefes de las grandes compañías. Van a la oficina, la escogen y le dicen: tenemos una reunión esta tarde y quisiéramos que tú vinieras."

"Mientras estuve en un Hospital del Gobierno de Puerto Rico, conocí una mujer de aproximadamente treinta años

que luego de estar gravemente herida por un disparo, fue seducida por el médico cirujano que la atendió y opero y ahora tiene una niña suya."

Incidencia y formas de expresión del hostigamiento en los centros de trabajo

En su estudio del 1982, la investigadora Alvarado informa que de 900 trabajadoras que recibieron el cuestionario, 135 lo contestaron. . Esto constituye un 15% del total que lo

recibió.^

El 44% de las que contestaron informó haber sido

victima de hostigamiento sexual; de éstas, 53% afirma haber

sido victima en una ocasión, y 47% en más de una ocasión. En la muestra del estudio de Muñoz antes descrito

(Supra, 5) el 61.2% de las informantes indicó haber sido vic

tima de hostigamiento sexual en el marco de su centro de empleo

y el 16.3% informó conocer a otras mujeres que hablan sido acosadas sexualmente en su centro de empleo, para un total de

1

A pesar de que esta tasa de respuesta es semejante a la obte nida en estudios análogos, vale la pena señalar que si supo nemos que la expresión de la problemática es semejante a lo que se da en países c<Hao los Estados Unidos, el relativamente bajo nivel de respuesta obtenido puede deberse al uso de las

nuevas categorías de denuncia, "tradición" que puede resul tarle ideológicamente chocante a un crecido conjunto del grupo trabajador.


77.6% Que informó

sido victima, d© hostigamisnto sexual

o al menos haber conocido casos del mismo en los centros de empleo.

En los Estados Unidos se calcula que entre el 75 y el

88% de las mujeres son victimas de esta forma de atropello en

sus centros de empleo (Lindsay, 1977; Hoyman y Robinson, 1980) A pesar de que en un estudio específico un 15% de los trabaja dores del género masculino señaló que había sido victima de

hostigamiento sexual (Women*s Legal Defense Fund, 1983), ios estudios invariablemente indican que las mujeres reciben una proporción sustancialmente más alta de hostigamiento que los

trabajadores del género masculino. Gutek y Nakamora (1982) por ejemplo, indican que sólo un 2% de los trabajadores varo-,

nes experimentarán alguna forma de genuino hostigamiento sexual en sus marcos de empleo.^ Los datos sobre el hostigamiento sexual en los centros de empleo parecen indicar, adicionaImente, que las mujeres son

blanco de ataque en todas las diversas áreas de trabajo asala riado que ejecutan.

No obstante, se observa el recrudeci

miento de la actividad hostigadora en aquéllos marcos de

1

El lector debe recordar que lo que define el hostigamiento se^al como tal es su carácter coactivo; el hecho de que quien lo recibe tiene socialmente pocas alternativas nara

éxito. Se excluyen, por tanto, de la definición aquellas situaciones en las que ambas partes deciden

Iniciar y mantener relaciones de acercamiento sexual erótico.


10

empleo en el que la mujer aparece socialmente representada

como más "improtegida," Este

es,

por ejemplo,

el

caso

de

en servicios clericales, en

trabajos

trabajos

hospitales

de

servicios

(Crull, 1979),

conjunto

en

los

quías que

de

de

que

de

el

Lo

acontece

trabajadoras

en

otros

una

prestigio

y

hostigamiento

la

y

posición

aún,

socialmente

al trabajador

a

colación

por Crull

a

la

participación y

participación y policial. ser

una

En

empleo por forma

indicador

las

mujer en

dos casos, por

el

ocupaciones

casos en al otorgado

traídos masculinas

la industria masculinas

en el

para

social"

de

la

a la

aparato

hostigamiento

hombre

al "sitio

informa

respuestas

el

jerar

parece

intentar previamente

para ella.

MacKinnon

como

1)

empleo

en las

ejemplos

desempeño de las mujeres estos

de

un estatus similar

respuestas

la trabajadora

elaborado

el

las

táctica usada

devolver a

son

en las

Dos

el vasto

(1981)

aquéllos

varón.

de la

2)

en

todo

sectores

Crull

es rampante

más

a

inferior

salario.

mujer' ha obtenido

construcción

y restaurantes

le

ocupan

trabajadoras

secretariales y en

mismo

cuello azul,

donde

en

las

de

(1979)

los

hombres

manejo

empírico

interpreta

de

del

que

hostigamiento

situacional

su

temor

en estos casos,

puede

y

ser

confusión

sexual un

ante

la


11

competencia

técnica,

la preparación

y las

destrezas

que pueda exhibir la trabajadora.^ Otros estudios sugieren que la experiencia de hostiga miento y de violación sexual es diferente para las mujeres

en las diferentes categorías raciales socialmente elaboradas.

Jackson (1983) trae evidencia de cómo en una sociedad racista

la forma de inserción de las mujeres negras las coloca en una posición de mayor improtección social, trasladándose esta

improtección a tasas más altas de vulneración personal en situaciones de hostigamiento y de violación sexual.

De forma parecida se explica la variación en la propor

ción de mujeres hostigadas tomando en cuenta el estado civil

de cada una. En una sociedad donde se prepara a la gente con el entendimiento ideológico de que la mujer nace para ser

"poseída" eventualmente por un hombre y que llegar a ser esposa, madre y ama de casa es el destino "natural" de toda

mujer, no es raro encontrar que la mujer soltera, la viuda, la divorciada o la separada de su cónyuge aparezca social mente re-presentada como "tierra de nadie" y, por tanto, "territorio" que puede reclamar cualquier varón.

En estos

casos, la menor proporción de hostigamiento que reciben las

Cabe destacar que en estos casos la confusión exhibida por los h^bres es anticipable, pues tanto hombres como mujeres son ideológicamente preparados para "entender" que la mujer no nació para realizar estos trabajos; y verla desempeñán* dolos con destreza le resulta entonces una cuestión incom prensibles y antinatural.


12

casadas parece evidenciar el "reconocimiento" ideológico por los trabajadores masculinos de que esa mujer es "mujer con

dueño".

Es ya la propiedad de algún otro.

El vínculo marital

no sólo recoge y reproduce la noción de la mujer como propie dad, sino que se proyecta socialmente como forma de "protec ción" de la mujer frente al hostigamiento.

Los estudios sobre el hostigamiento en los centros de

trabajo sugieren, además, que la mayor parte del mismo proviene de Jefes o de personas en posiciones de mayor poder que la

mujer (Bishop y otros, 1982).

En la muestra de Muñoz (1984)

el 87.5% de los hostigadores estaban claramente ubicados en

posiciones superiores: unos como gerentes o camo supervisores inmediatos, otros como clientes de alto rango en la empresa;

comparados con 21.4% que eran compañeros de trabajo de igual

o parecido rango ocupacional.^ En el trabajo de Alvarado (1982) el 62% informó haber

sido hostigada por supervisores; el 27% por compañeros de trabajo; el 2%, por clientes

y el 7% por combinaciones de

las anteriores.

Los datos que arrojan estos diversos estudios parecen

confirmar un señalamiento general que hacía Renick unos años

En este último conjunto, el desarrollo de la actividad hos

tigadora por parte del trabajador varón se constituye social mente sobre su Jerarquía de género; mientras que en los

primeros casos se agrava la situación de la mujer por la convergencia de dos Jerarquías de "superioridad" de quien

la hostiga: la de género y la de rango ocupacional.


13

atrás (1980). Afirma Renick que la marcada presencia del hostigamiento sexual de las mujeres en los diversos centros

de empleo apunta a la existencia de facto de sistemas norma tivos diferenciados por género para el reclutamiento y evalua

ción del funcionamiento del personal: un estándard para las mujeres que incluye requerimientos sexuales y uno para los hombres que excluye estos requerimientos.

A pesar de que esta generalización parece demasiado amplia, y a muchos les puede parecer totalmente infundamentada y gratulta, basta con adicionar datos que traen los estudios consul

tados sobre cñmo se lidia en los diversos centros de trabajo con las querellas que inician las mujeres victimas de esta

forma de atropello, para indicar que la sugerencia de Renick puede tener mucho de realidad y de validez.

La mujer que se querella del hostigamiento sexual en los

diversos centros de trabajo recibe con frecuencia las siguientes respuestas:

indicar que "tratar bien" a quienes

hostigan es "parte" de su trabajo (Lindsay, 1977), puede indicar que "ella se lo busca por no

íiinSa» 1977; Renick, Situación" (Lindsay,, 1980).o por ser "provocadora" plantear que el suceso es parte "normal"

^iao® hjOTbre-mujer que le1982). haga caso omiso (Lindsay, 1977; Brewer yyBeck, ^

o j trabajo

despedir del trabajo por tener "mal

i P?*"

"personalidad inadecuada"

crear problemas" en el centro de (Lindsay, 1977),


14

5,

Se le puede transferir de la unidad especifica de trabajo para "evitar" fricciones entre compa ñeros (Lindsay, 1977),

6o

No se le recluta porque no es suficientemente femenina y porque otras trabajadoras son más "competentes" (Lindsay, 1977)

El hostigamiento sexual en los centros de estudio

Una lectura "literal" de las investigaciones sobre la

Incidencia del hostigamiento sexual en los centros de estudio parecería sugerir que es menos prevaleciente como problemática que en los centros de empleo»

Los estudios consultados ubican

entre 10 y 35% las proporciones de las estudiantes que informan

ser victimas del hostigamiento (Somers, 1982) y entre 3 y 28% la proporción que informa conocer otra persona victima del mismo (Lott y otros, 1982)

No obstante, estos datos sobre la incidencia del problema en los centros de estudio deben ser tomados con cautela»

Es

posible que la incidencia real de la problemática en estos

contextos sea más alta de lo que los estudios sugieren, mostrañdose cifras por debajo de lo real debido a que se trata de una

situación por siglos reforzada a través de prácticas convencio nales y donde muchas mujeres aún funcionan bajo las antiguas

estructuras de clasificación del fenómeno, haciéndoseles difí cil el "re-conocerlo" y ubicarlo dentro de las nuevas catego

rías de denuncia social»

Es preciso recordar que gran parte

de la población estudiantil —superior, universitaria, en centros de preparación técnica— es relativamente joven y


15

que esta población es blanco Ideal para la reproducción más directa de sistemas ideológicos que afirman la subordinación

de la mujer al hombre (Silva Bonilla, 1981; Muñoz, 1984). £1 hostigamiento sexual en los centros de estudio no se

dirige sólo contra las mujeres-estudiantes.

En muchos casos

los mismos que hostigan estudiantes, amplían su marco de

acción, incluyendo mujeres en rango docente y mujeres en las otras diversas categorías de trabajo asalariado dentro de ese centro de empleo.

En todos los casos, concordamos con Croker

(1983) cuando interpreta que el hostigamiento en estos contex tos fundamentalmente expresa un menoscabo y un menosprecio a

la capicidad intelectual de la mujer, reproduciendo totalmente la concepción de la mujer como un mero objeto sexual.

El acercamiento teórico a la explicación del hostigamiento sexual de la mujer

Una premisa general que comparten las teorías que inten

tan explicar la problemática del hostigamiento sexual de la

mujer es que la ubican como parte del problema más amplio

de la opresión que enfrenta.

A pesar de la difusión masiva

de toda una extensa mitología que ubica la opresión de las mujeres como asunto de sociedades "anteriores o tradicionales"

y como algo en proceso de liquidación en el mundo "modernizado"

diversidad de trabajos investigativos arrojan bastante luz acer ca de su preservación y reorganización en las sociedades contem poráneas (Leacock, 1877, 1978; Mies, 1979).


16

Algunos de esos estudios especifican el carácter multifacético de las estructuras de opresión de la mujer, eviden

ciando 1) cómo se restringe el acceso de las mujeres al mercado de trabajo capitalista (Graciarena, 1975; Kirsch,

1975 y Picó y Rivera, 1978) y cómo los contingentes de mujeres que entran a este mercado de trabajo tienen que hacerlo enfren tando la continuada segmentación sexual del mismo (Oakley, 197^

Safa, 1977); 2) otros estudios evidencian que las tasas de explotación económica de las trabajadoras suelen ser mayores que la de los trabajadores del género masculino (Elson y

Pearson, 1980;

Pearson, 1980);

3) algunas otras investiga

ciones dejan al descubierto que el trabajo de la mujer en el hogar, aunque socialmente invisibilizado, (Silva, 1981) pro duce excedentes que se dividen, tanto entre los miembros de la unidad doméstica (Santamaría, s.t,), como entre las diver sas fracciones de la clase capitalista (Harrison, 1975;

Larguia y Demoulin, 1977 y Dixon, 1980 y 1983); 4) otras publicaciones ilustran el carácter opresivo del conjunto de las relaciones sociales en que participa la mujer en su

vida doméstica (Beavoir, 1974; Oakley, 1974 y Bernard, 1971), dejándose sin cubrir muchas de las necesidades femeninas y

limitando su potencial de desarrollo integral (Gove y Tudor, 1973; Muñoz, 1978 y Silva, 1981).

Como apuntáramos previamente, son los movimientos feminis tas los que se ocupan de re-definir como "hostigamiento" las


17

diversas estructuras de coacción sexual que van desarrollando

los hombres en sus relaciones con las mujeres (Brewer y Beck, 1982).

Dentro del marco del feminismo, no obstante, el hosti

gamiento sexual, y particularmente la violación como una de sus expresiones más agravadas, no ha sido explicado de manera

uniforme. Respondiendo a un propósito de simplificación, ^ agruparemos los diversos acercamientos teóricos en dos grandes categorías.

Del primero de esos conjuntos sólo haremos una breve expo sición porque sus limitaciones parecen ser muy marcadas y porque a nuestro juicio el segundo marco recoge los elementos que aporta, obviando, sin embargo, sus limitaciones.

De ese primer conjunto teórico nos parece prudente desta car las siguientes premisas;

1.

Se considera el hostigamiento sexual primariamente como una expresión de violencia, más que como una

expresión de interés sexual genuino o exclusivo. 2.

El acercamiento sexual tiene, por tanto, más un propósito de intimidación y sometimiento de la

mujer que la mera gratificación sexual del hombre.

Expresado de otra forma, se plantea que la gratifi cación sexual se obtiene primariamente de la ca

^ Reconocemos que puede ser limitadora, como todo intento de esquematización excesiva.


18

capacidad de intimidar y ocasionar daño y sólo secundariamente del contacto con la mujer. 3.

El hostigamiento sexual viene conectado a una estructura de poder en el que el hombre aparece ubicado en situación de ventaja.

4.

La sexualidad es usada por el hombre como uno de los mecanismos o instrumentos de convalida

ción continuada de su poder.

5.

Ese poder del hombre es producido por unas estructuras culturales patriarcales que lo refuerzan de modo continuado en todos los

contextos institucionales, y primordialmente, en la familia.

Ese acercamiento teórico está muy

difundido en una gran

parte de los movimientos feministas estadounidenses, asi como

en mucha de la investigación sobre la problemática de la mujer producida en centros docentes e investigativos de ese país

(Hyde y Rosemberg, 1980;

Benson y Thomson, 1982).

Ese tipo de explicación también ha sido usada en otros

países —Puerto Rico incluido— que quedan dentro del eje de influencia o de dominación económica e ideológica de los Estados Unidos.

Si bien en este tipo de formulación se adelanta en la

comprensión de la dinámica de poder dentro de la que se

inscriben las relaciones hombre-mujer, nos parece que tiene


19

grandes limitaciones.

Por un lado, quienes la utilizan tien

den a absolutizar el poder de los hombres sobre las mujeres y a darlo como algo que viene desde siempre.

En unos casos se

señala que depende de razones "culturales", donde las institu ciones partriarcales aparecen como una especie de casualidad

histórica.

En otros casos las explicaciones al poder masculino

son ubicadas sobre diferencias biológicas entre los géneros.

Bajo esta fórmula explicativa, se cae invariablemente en una

situación de soporte a los mismos sistemas ideológicos que se pretende cuestionar (Firestone, 1970).

Por otra parte, las utilizadoras de este modelo teórico

suelen ignorar, o al menos subestimar, las diferencias de clase que se dan en los patrones de subordinación de las mujeres por los hcHnbres.

El segundo tipo de acercamiento teórico podría ser resu

mido a través de las premisas que enumeramos a continuación: 1. Se sugiere que las relaciones de violencia dentro de las que se inscribe el hostigamiento sexual de las mujeres no es de naturaleza bio

lógica, sino social; y no ha existido siempre, sino que ha ido desarrollándose históricamente^ no es la función reproductora de la mujer la

base, aunque posteriormente se vincula socialmente a la subordinación de la mujer.


20

2,

Se propone que su desarrollo va asociado no meramente al surgimiento de una división sexual

del trabajo

(Leacock, 1977 y 1978), sino a un

particular desarrollo en la división social del

trabajo que permitió a los hombres el desarrollo

y el monopolio de armas depredadoras.

Si bien

estas armas tenían en principio la función de ayudar a proveer los efectivos de alimentos

necesarios a la sobrevivencia social,

las

mismas son gradualmente utilizadas para el sometimiento de las personas —hombres y muje res—

de otros

conjuntos humanos, así como

para el sometimiento de las mujeres de sus

propios conjuntos

3o

(Mies,

1980),

La existencia de una división sexual del trabajo unidos al surgimiento de las actividades depre

dadoras de los hombres, va entretejiéndose en todas las áreas de la vida social, de modo que la violencia contra la mujer, igual que la vio lencia contra los grupos sometidos, va cobrando el carácter de violencia estructural,

4, A la mujer se la va excluyendo de la participación en diversidad de esferas productivas y definiéndose su papel social en virtud de su función reproductora


21

5, Con el desarrollo de formaciones clasistas se intersectan las Jerarquías de género con las

Jerarquías de clase, produciéndose significa tivas líneas de diferenciación en las formas

y tasas de violencia que reciben las mujeres

y los hombres dentro de los diferentes conjun tos de clase a los que pertenecen.

En el caso particular de las formaciones burgue sas se añade:

a. Mucha de la violencia que se da en las

relaciones sociales queda excluida de las nomenclaturas con las que oficialmente se clasifica la violencia.^

b. En las clases sociales más oprimidas econó

micas y socialmente, el "poder" social que objetivamente se confiere a los hombres sobre las mujeres de su clase (al confe rirles el tutelaje y el dominio de las mismas), si bien beneficia a éstos en

diversas órdenes de su vida, no cancela la impotencia económico-social que deriva

sin TOderla^clasifira^^*^^^ recibe violencia continuamente

ción^e invisih?ifí''^L'''^^

(Román, 1984),

responder a una sitúa-

social de esos tipos de violencia


22

de su modo de inserción a la estructura

productiva, sirviendo en muchos casos de mecanismo adicional de convalidación de su

explotación económica

(Dalla Costa, 1975;

Sacks, 1979),

En formaciones capitalistas, mientras la

explotación económica de unos conjuntos

depende del acceso diferencial a los me dios de producción y a lo producido, la

explotación sexual de las mujeres incluye, entre otras:

1)

la reducción de la mujer

a otojeto sexual, 2) la confiscación de su sexualidad que pasa a ser definida y

utilizada por los hombres, 3) las rela ciones sexuales se enmarcan dentro de un "sexo-forzado",

4) acompañado de ideo

logías que explican cómo a la mujer le "encanta" ser dominada y forzada sexualmente,

5) esa confiscación de la sexua

lidad femenina no es un mero reflejo de

la opresión de las mujeres, sino un fac tor de gran importancia en la construcción

y mantenimiento de todas las formas y rela ciones de poder en nuestra sociedad

(Jackson, 1983;

González Duro, 1976),


23 i I

I

d.

El hecho de que se confisque socialmente 1

la sexualidad femenina y se le haga un 1 i

traspaso al hombre para que determine

|

cómo y cuándo usarla, no puede ser inter pretado como indicativo de libertad sexual

en el hcxnbre, pues históricamente ha ido

construyéndose todo un complicado sistema

de represión sexual especifica a los hombres, que es preciso ubicar en un

análisis más extenso de esta temática o ^ Si analizamos el sentido de estas premisas para la expli cación de la dinámica de violencia que se da en las situaciones de hostigamiento sexual de las mujeres por los hombres en los

modernos países capitalistas, notaremos que de las mismas se desprende que en el mundo burgués, el contexto no coactivo o

no forzado en la expresión sexual hombre-mujer se torna esquivo (MacKinnon, 1983)« Esto implicarla que en muchas circunstancias la mujer

"percibe" que no tiene otra opción que la de aceptar la coac ción, prefiriendo someterse a ella antes que lidiar con el riesgo de ser agredida o humillada:

su sometimiento más que

indicativo de consentimiento, es figurado como pre-condición de sobrevivenciao

1

Este tipo de análisis es imprescindible para la comprensión más cabal de la dinámica de las relaciones sociales hcmibre mujer en las diferentes clases sociales.


24

El hombre, por otro lado, preparado para ejercer de modo continuado su poder sobre la mujer ^'percibe" que a la mujer

le agrada su persecución: si le dice que no, es "por hacerse la difícil".

Si la sexualidad expresa una relación de poder entre

hombre y mujer, el consentimiento (cuando se da) es una comuni cación bajo condiciones de desigualdad.

Explícito en este

modelo está la afirmación de que no hay unas lineas claras de demarcación entre unas relaciones sexuales de violación y

hostigamiento y otras limpias de ese contenido:

es cuestión

de grados mayores o menores de expresión de la coacción.

Día a día los hombres no se percatan del significado dis

tinto que sus actuaciones tienen para las mujeres. A los hcxabres se les condiciona sistemáticamente a no darse cuenta , a

no notar lo que quieren las mujeres. Puede que no tengan el menor indicio de la indiferencia o repulsión de la mujer.

Muchos violadores piensan que a la mujer le gustó (Gages y

Schun, 1979, citado en MacKinnon, 1983), La creencia de los hombres, de que las mujeres "fabrican" cargos de violación contra ellos luego de consentir, se explica en muchos casos

precisamente a partir de un eje perceptivo desigual producto de su acondicionamiento ideológico particular. Aquí la sub

jetividad se convierte en la objetividad de lo "que sucedió verdaderamente".

Se trata en este caso de unos procesos de

significación social que se transforman en materia de


25

política sexual.

De esta forma, las doctrinas o situaciones

que parecen un enigma, desde la lógica del silogismo se con vierten en coherentes como ideología.

Por otra parte, el conjunto de esas premisas nos ayuda a

entender la permanencia de estas formas de violencia, no empece al extenso conjunto de afirmaciones socialmente difundi

das sobre la igualdad social de la mujer en el mundo contempo ráneo,

Se trata de una violencia vinculada estructuraImente

a la violencia que genera un orden de explotación económica; su erradicación, por tanto, no puede ser lograda por la vía

de meros intentos de re-educación sexual o por la vía exclu-

siva de legislación de avanzada, importantes como son ambos esfuerzos.

Con la opresión de la mujer se benefician los hombres a

los que se le ha concedido su tutelaje, pero se beneficia también a las clases dominantes.

Las estructuras sexuales

patriarcales que se mantienen —entre otras maneras—

del

control de la sexualidad de la mujer, beneficia a los hombres como individuos, del trabajo que hacen para ellos las mujeres

dentro de la casa. Por otro lado, los capitalistas se bene fician del patriarcado de varias maneras: 1) a través del

dominio del trabajo doméstico (que incluye producción y repro ducción de fuerza de trabajo), trabajo socialmente útil por el cual no tienen que pagar; 2) por una mano de obra barata de la mujer que entra al trabajo asalariado;

3) a través de


26

la, reproducción de la ideología dominante en el seno de la familia;

4) a través de mantener una división entre los

hombres y las mujeres de la clase trabajadora, lo que le resta bríos a la lucha en contra de la agresión de clase

dominante;

5) debido a que los hombres de clase trabajadora

mantienen la ilusión de que tienen poder social -—ya que lo tienen sobre la mujer— y con esto se oscurece el hecho de su opresión de clase (Larguía y Demoulin, 1976; Dalla Costa,

1980; Elnsestein, 1980;

Dixon, 1983),

Vemos cómo en esta articulación el hombre de la clase

trabajadora, al contribuir a la opresión de la mujer, contri buye a su propia- opresión de clase y esto sin entrar en un análisis de otras formas en que el patriarcado perjudica al hombre.

Es preciso también señalar que el control de la sexualidad

por vía de la visión imperante de sexo forzado suele producir como uno de sus corolarios el equiparamiento del placer sexual con la dominación y con la agresión.

Con esta asociación, el

mundo capitalista logra entrar a dominar el plano más íntimo

de las relaciones entre hombres y mujeres, controlando simul

táneamente la sexualidad y el trabajo de la mujer, A través

de la agresión se logra la intimidación y la internalización del miedo y el temor actuando como represión ante cualquier gesto de protesta de los(as) oprimldos(as) (Reich, 1971)»

En palabras de Crull (1981) el hostigamiento sexual es un


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ejemplo claro de la intersección de dos fuentes de opresión, el trabajo y la sexualidad, donde se usa la sexualidad para controlar el trabajo de la mujer.

Los planteamientos esbozados en este escrito son, eviden temente, de carácter preliminar. Los lanzamos con la intención de provocar reflexión y discusión en torno al asunto. Un

debate en torno a los puntos presentados podria resultar fruc tífero, no sólo para el desarrollo de la teoría feminista sobre el hostigamiento sexual, sino también en la diflcl tarea

de adelantar la búsqueda de soluciones a tan grave situación.


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