Los libros: mundos que se abren a la mente de los hombres

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Los LIBROS mundos nuevos que se abren a la mente del HOMBRE


ESTE LIBRO PERTENECE A:

CREDITOS Editor y Escritor:

René Marqués

Ilustradores:

Lorenzo Homar Carlos Raquel Rivera


Mundos Nuevos Que Se Abren a la Mente del Hombre U E N TA N que un sabio de Oriente, muy rico y muy famoso fue condenado a muerte por el Rey de un país enemigo que había conquis­ tado el suyo. El Rey invasor se apoderó de toda la riqueza del Sabio, quemó todos sus li­ bros y ordenó que fuese ahorcado. Pero antes de su ejecución el Sabio pidió hablar al Rej'.

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“ Me has quitado todas mis riquezas y me quitas también la vida. Dejas a los míos huérfanos y en la miseria’* — dijo el Sabio al Rey malvado— . “ Pero hay algo que no podrás quitarle a mis hijos: la sabiduría que aprendieron en los libros que tú has quemado. Fíjate cuán poco es tu poder que no puedes destruir lo que el fuego ha devorado.,,


Tenía razón el Sabio de Oriente. Podrán morir los hom­ bres y podrá el fuego y el tiempo destruir libros, cartas y manuscritos. Pero las ideas y los conocimientos no morirán jamás. Nuevos libros se escribirán para trasmitir a los hom­ bres ideas nuevas u conocimientos viejos. Y esos libros, leídos en silencio por un individuo, leídos en voz alta en el círculo de la familia, o leídos en voz más alta para beneficio de la comunidad, van ensanchando las expe­ riencias y los conocimientos del individuo, de la familia y d:_* la comunidad. Desde que el hombre primitivo empezó a dibujar en la avena o en la roca figuras y símbolos que expresaban una idea o describían un objeto surgió el milagro de la palabra escrita.


Miles de años después la palabra escrita a mano pudo ser reproducida fácilmente por una máquina. Esta máqui­ na fue la imprenta, inventada por el alemán Gutenberg en el 1450, hace exactamente 516 años. Gracias a la imprenta, el libro, que siglos atrás fue un artículo raro y de lujo, que por su alto costo era poseído sólo por reyes y nobles ricos, hoy es artículo de primeva necesidad que llega a todo el pueblo. En épocas antiguas el escribiL y leer era un arte que sólo podían cortear los nobles o los funcionarios de alto rango. Hoy el leer y escribir es una necesidad en el diario trajín tanto para el trabajador del campo como para el periodista de la ciudad. Haata hace algunos años se creía que sólo los niños de­ bían ir a la e>cuela. Hoy los mayores van con entusiasmo a escuelas de adultos. Y donde no ha)' escuelas de adultos los


mayores organizan sus propias escuelas para aprender lo que no pudieron aprender de niños. Esta nueva actitud hacia el leer y escribir podemos no­ tarla tanto en nuestros campos como en nuestros pueblos. Y tiene su razón de ser. El hombre es un ser que no puede vivir aislado. Su verdadera misión como miembro de la comunidad sólo puede realizarse estando en contacto y comunicación directa con los demás. Para ello utiliza la palabra hablada y la palabra escrita. La palabra hablada la utiliza corrientemente en el grupo ' pequeño compuesto por su familia y sus vecinos. Pero el hombre necesita mayor comunicación con sus se­ mejantes. Para saber del hijo que ha ido a la guerra necesita recibir y contestar cartas. Para enterarse de las noticias que afectan a su país y al mundo necesita leer los periódicos. Para

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conocer la historia de la humanidad, los principios de su religión, los adelantos de la ciencia, las bellezas del arte ne­ cesita la ayuda de los libros. Para conocerse mejor a sí mismo y para conocer a los hombres del resto del mundo los libros le serán también de gran valor. En el trabajo, en el negocio, en el comercio, la palabra escrita es hoy más importante y necesaria que nunca. Por eso ya nadie se avergüenza de su edad para asistir a la es­ cuela. Por eso el dicho de “ nunca es tarde para aprender” es hoy una realidad que palpamos y vivimos en nuestros cam­ pos y nuestros pueblos. Por eso ancianos puertorriqueños de más de 70 años empiezan a aprender de letras con el en­ tusiasmo de una nueva juventud. Y es que los libros abren nuevos mundos para la mente del hombre. Nuevas vidas, conocimientos viejos, ideas pro­ vechosas pasan de las palabras escritas en un libro a la experiencia del hombre que las lee o del hombre que las es­ cucha leer. Y el hombre siente la satisfacción no sólo de aprovechar lo que lee sino de compartirlo con los demás. Leer en voz alta un libro para la familia o para un grupo de amigos era


una costumbre de nuestros abuelos. No hay razón para que nosotros no revivamos esa hermosa costumbre. Hoy en nuestros barrios, en nuestras comunidades, hay un movimiento colectivo mediante el cual nos ayudamos unos a otros. Hoy nos damos cuenta de nuestros problemas y nos reunimos para discutirlos, para tratar de ver cómo resolver esos problemas. Hoy nuestros vecinos y nosotros organiza­ mos grupos que nos ayudan en la labor comunal de trabajar todos juntos. Hoy, por lo tanto, estamos en mejores condi­ ciones que nunca de compartir entre todos los beneficios de un libro. Porque los que sabemos leer y escribir no vamos, desde luego, a creernos que somos mejores o más inteligentes que los que no saben de letras. Lo único que ha pasado es que, por una razón u otra, hemos tenido más oportunidad que al­ gunos de nuestros compañeros. Y esa oportunidad ¿por qué no compartirla con nuestros vecinos? Compartir un libro es tan importante como compartir un pedazo de pan con el pró­ jimo. Porque el libro es pan espiritual que generosamente debemos compartir con nuestros semejantes. Un lector en la familia, varios lectores en la comunidad, pueden hacernos pasar ratos de expansión y de gozo cuando descansamos de nuestra diaria faena: expansión com partida por todos, para beneficio de todos.

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