Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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ABRIL路 JUNIO, 1969


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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Guillermo Silva, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - El~as López Sobá Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua

Director Ejecutivú: Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO XII

SAN JUAN DE PUERTO RICO 1969 ABRIL-JUNIO

Núm. 43

SUMARIO La época de los conquistadores por Eugenio Fernández Méndez Escorzos de unidad en la obra de Jorge Luis Morales por José Emilio González ... ... ... ... ...

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Apuntes sobre el desarrollo histórico del cuento li· terario puertorriqueño y la generación del 40 por Emilio Díaz Valcárcel ... ... ... ... ." ...

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La pesca en Puerto Rico en los primeros años del siglo XIX por Bibiano Torres... ... ... ... ... ...

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Un poema a Daniel por Marigloria Palma

22

Exposición de López del Campo

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Betances en Nueva York y Haití por Ada Suárez Diaz

27

Teatro de Méndez BalIester por Francisco Arril'i

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Los ríos redimidos por Jorge Luis Morales ...


El libro y nuestra cultura literaria por Lidio Cruz Monclova

47

Bibliografía Puertorriqueña 1968

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SEPARATA DE MÚSICA

TRES CANCIONCITAS DEL MAR 1. - Los CATAÑECITOS Música de Jack Delano Letra de Nimia Vicens

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Ilustraciones de Carlos Marichal Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual

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Pl'ecio del ejemplar ........

$2";0 $0.75

[Application for second class mail privilege pending at San Juan, P. R.]

IlEPÓSITO LEG.I!.: B.

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COLABORADORES


BIBIANO TORRES RAMíREZ. Licenciado en Fi· losofía y Letras, ha sido profesor ayudante de la cátedra del doctor Calderón Qui· jano en la Universidad de Sevilla. Especializado en historia de América, en 1953 logró una beca del Instituto de Cultura Hispánica que le permitió viajar durante un año por Argentina, Brasil, Chile y otros países de la América del Sur. El Instituto de Cultura Puertorriqueña acaba de publicar su obra: La Isla de Puerto Rico (1765-1800), trabajo con el cual obtuvo el autor su doctorado en Historia de Améri· ca en la Universidad de Sevilla.

MARIGLORIA PALMA. Poetisa y dramaturga. Nace en Canóvanas. Toma cursos de filosofía en la Universidad Francesa de Nueva York y de pintura en el Art Institute de Los Angeles. Ha trabajado como traductora y realizado viajes culturales por Eu· ropa y América. Su primer libro -Agua suelta- fue premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. Otros poemarios: Canto de los olvidos, Arboles míos, San Juan entre dos azules, Palomas frente al eco y La razón del cuadrante. Obras de, teatro: Entre Francia y Suiza, Teatro para niños.

ADA SU,\REZ DÍAz. Historiadora y escritora, forma parte del profesorado de la Facultad de Estudios Generales de la Universi· dad de Puerto Rico. Ha viajado extensamente por Estados Unidos y Europa en su búsqueda de material sobre la vida y obra del patricio puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, sobre el cual prepara un estudio a fondo. El Ateneo Puertorriqueño publicó en 1968 su conferencia: El doctor Ramón Emeterio Betances - Su vida y su obra. En el número que la revista Asomante dedicó al centenario de José de Diego publicó su estudio: "El Instituto José de Diego".


EUGENIO FERNÁNDEZ MÉNDEZ. Nació en Cayey, y realizó estudios superiores en las Universidades de Puerto Rico y Columbia. Fue presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Ha publicado: Filiación y sentido de una isla: Puerto Rico, Tras siglo (poemas), Salvador Brau y su tiempo, La identidad y la cultura: críticas y valoraciones en torno a Puerto Rico, Conceptos fundamentales de antropología física, Historia de la cultura en Puerto Rico, Crónicas de Puerto Rico (2 vols.), Ensayos de antropología popular, Las encomiendas y la esclavitud de los indios de Puerto Rico, Antología de la poesía puertorriqueña. Es profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico.

JOSÉ EMILIO GONZÁLEZ. Nace en Gurabo. Hizo estudios superiores en las Universidades de Puerto Rico, Chicago, Columbia, California y París, especializándose en filosofía, literatura y ciencias sociales. En la Universidad de Boston se recibió de Maestro en Artes con la disertación: Hostos como filósofo. En la actualidad, dirige el Departamento de Humanidades de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado: Profecía de Puerto Rico (1954), Cántico mortal a Julia de Burgos (1956) y Parábola del canto (1960), en poesía. En crítica: Los poetas puertorriqueños en la década del treinta (1960) y Josefina Romo Arregui en el arte de su palabra (1961).

EMILIO DíAz VALCÁRCEL. Cuentista puertorriqueño. Desde 1949 publica sus cuentos en revistas del país. Su producción fue interrumpida varios años mientras servía en Corea con el ejército norteamericano. Ha publicado tres libros de cuentos: El asedio (1963), Proceso en diciembre (1963) y El hombre que trabajó el lunes (1966). Sus cuentos han sido premiados por el Ateneo Puertorriqueño y algunos han sido traducidos al inglés, holandés y portugués. Adscrito a la División de Educación de la Comunidad, actualmente disfruta de una beca fuera del país.


FRANCISCO ARRIVÍ. Nace en San Juan. Dramaturgo, poeta, ensayista, director de escena y luminotécnico. Se recibió de Bachiller en Artes en la Universidad de Puerto Rico. Becado por la Fundación RockefeIler, estudia radio y teatro en la Universidad de Columbia. Fundó la sociedad dramática Tinglado Puertorriqueño. Es autor de las piezas de teatro: El diablo se humaniza, Alumbramiento, María Soledad, Caso del muerto en vida, Club de Solteros, Bolero y plena, Vejigantes, Sirena y Cóctel de Don Nadie. En poesía: Isla y nada, Frontera, Ciclo de lo ausente y Escultor de la sombra. Ensayos: Entrada por las raíces, Areyto Mayor, Conciencia puertorriqueña del teatro contemporáneo. Dirige el programa de teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

JORGE LUIS MORALES. Nace en Ciales en 1930. Obtuvo su bachillerato en arte en la Universidad de Puerto Rico. En la Universidad Central de Madrid se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis titulad!'!: El concepto de la literatura española en el humanista mexicano Alfonso Reyes. Representó a Puerto Rico en el Encuentro de Poetas celebrado con motivo de las Olimpiadas. Está adscrito a la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Entre sus obras poéticas figuran: Metal y piedra, Mirada en el olvido, Inspiración del viaje, Decir del propio ser, La ventana y yo, Jornada precisa, Discurso a los pájaros y Antología poética.

LIDIO CRUZ MONCLOVA. Nació en Río Piedras. Fue durante muchos años profesor de historia y literatura puertorriqueña en la Universidad de Puerto Rico. Su obra principal ha sido la Historia de Puerto Rico - Siglo XIX, publicada en seis volúmenes aparecidos entre 1952 y 1964. Es también autor de las obras Historia del año 1887, Luis Muñoz Rivera: diez años de su vida política. Con Antonio J. Colorado, es co-autor de Noticia y pulso del movimiento político de Puerto Rico (18081890), y con Reece B. Bothwell, es ca-autor de Los documentos ¿qué dicen? Es editor de las Obras Completas de Luis Muñoz Rivera, que viene publicando el Instituto de Cultura Puertorriqueña.



Tres cancioncitas del mar 1 Los Catañecitos Música de .IACK DELANO

Letra de NIMIA VICENS

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA San Juan de Puerto Rico 1969


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JACK DELANO Nació en 1914 en una aldea cerca de la ciudad de Kiev, Ucrania. A la edad de nueve años emigró a los Estados Unidos y la familia se estableció en Philadelphia, Pennsylvania. Continuó sus estudios musicales, que ya había comenzado con su padre, en la Settlement Music School, con una beca. Allí, desde el 1923 hasta el 1932, estudió violín, armonía, teoría, composición y viola, con profesores del Curtis Institu te of Music. Luego formó parte, como violinista, de un cuarteto de cuerdas, mientras estudiaba arte con una beca en la Pennsylvania Academy of the Fine Arts donde recibió un premio de un viaje a Europa para estudiar y visitar los grandes m\lseos. De 1940 hasta 1943 trabajó como fqtógrafo-artista con la Farm Security Administration del gobierno federal y en 1941 fue asignado por dicha agencia para pasar tres meses en Puerto Rico para hacer un reportaje fotográfico de las condiciones sociales en la isla. Estas fotografías se encuentran ahora en la Biblioteca del Congreso. Después de tres años de servicio militar durante la guerra volvió a Puerto Rico con su esposa, habiendo recibido una beca de la Fundación Guggenhaim para continuar su labor fotográfica en la isla. Reside en Puerto Rico desde el año 1946. Ocupó el puesto de director de la Sección de Cinematografía en la División dé Educación de la Comunidad desde sus comienzos hasta 1953, donde aprovechó su preparación musical para componer la música de las varias películas que dirigió. Empezó a trabajar con la emisora del gobierno, la WIPR-TV, en 1957 y era Administrador General del Servicio de Radio y Televisión desde 1962 hasta marzo de 1969. Además de las partituras para películas, sus· obras musicales incluyen: 1. Los ballets La Cucarachita Martina, La Bruja de Loíza, Sanjuaneras y El Sabio Doctor Mambrú. 2. Música incidental para el cuent0 de Tomás Blanco "Los Aguinaldos del Infante". 3. Sonata para viola y piano (premio del concurso WIPR). 4. Cuarteto para cuerdas y piano. . 5. Las canciones: Oración de Jimena (del Cantar de Mio Cid), Nocturno (letra de Luis Palés Matos; premio del certamen Festival de Navidad del Ateneo) Esta Luna es Mía (letra de José P. H. Hernández; premio del certamen, Albertus Magnus College), Tres Cancioncitas del Mar (letra de Nimia Vicéns, Esther Feliciano Mendoza y Carmelina Vizcarrondo). 6. Sonatina para flauta y piano (premio de publicación del Ateneo). 7.

Son~ta paTa violín solo.

8. Ofrenda Musical a la memoria de Luis Palés Matos (para viola, trompa y orquesta de cuerdas). 9. Arreglo para orquesta sinfónica de dos danzas de Juan Morel Campos (La incógnita y Laura y Georgina). 10. Tres tiempos para la suite "Fiestas Patronales" para quinteto de vientosmadera. 11. Cuatro Sones de la Tierra (letra de Tomás Blanco). 12. Concertino Classico para trompeta y orquesta. 13. Obertura "La Reina Tembandumba". Sinfónica.


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SEPARATA DE MUSICA DEL NUMERO 43 DE LA REVISTA DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

M. PAREJA - Printed in Spain


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La época de los conquistadores Por

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EUGENIO FERNÁNDEZ MáNDEZ

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los conquistadores. ¡Cada hombre un Rey!, parece haber sido el lema de los españoles de aquella época. No había límite para la imaginación, para la aventura o la ambición. La conquista no fue puramente una empresa guerrera, aun cuando sea cierto que "con sangre y cólera se evangelizaron las Indias". La conquista fue deseo de mejoramiento económico, anhelo de ganar honra y fama, celo misionero, afán de aventura, "lucha por la justicia", proyección de la cultura cristiana de Europa sobre las tierras de los indios. España derramó su sangre generosa en las nuevas tierras. Los conquistadores, exploradores y ca· pitanes atrevidos, revestidos de cota de malla y barbudos, forjaban clavos con la empuñadura de sus espadas y fabricaban su propia pólvora. Se lanzaban a la conquista de nuevos reinos indígenas, dominando a millares de indios, y descubrían conti-. nentes inexplorados.! Al comienzo de la conquista, los indios celebraban en sus aldeas, cada año, fiestas solemnes en honor a sus dioses. Los españoles presenciaron estas lindas ceremonias donde los indios, pintados y adornados con coronas de plumas multicolores y oro, hacían sus danzas o areytos. En 1502, con el nuevo gobernador de La Española, fray Nicolás de Ovando, vinieron a América "personas religiosas y caballeros e hidalgos, y hombres de honra; y tales, cuales convenía para poblar tierras nuevas, y cultivarlas santa y rectamente en lo espiritual y temporal". 1. Arturo Torres Rfoseco. La gran literatura iberoamericana, Emece Editores, S. A., Buenos Aires, 1951.

El Conquistador Don Juan Ponce de León

Después de pacificada la isla Española, puso el gobernador Ovando por teniente suyo en la Villa de Salvaleón de la provincia del Higüey, a un capitán hombre de bien e hidalgo llamado Juan Ponce de León, que había pasado a América con el Almirante don Cristóbal Colón en su segundo viaje en 1493. Ponce de León había peleado valientemente contra los moros en la guerra de Granada. Era un hidalgo pobre, y tuvo deseos de hacer fortuna en el Nuevo Mundo. En Santo Domingo, Ponce de 1 .


León tuvo noticias de los indios de que en la isla de Puerto Rico había mucho oro y se decidió a poblarla. Partió de Santo Domingo después de obtener licencia del Comendador Mayor don Nicolás de Ovando, el IS de junio de 1508, para ir a poblar a la Isla de San Juan de Puerto Rico. "Partí de la villa de Santo Domingo -escribepara ir a la Isla de Puerto Rico." En la Villa de Salvaleón del Higüey tomó cuarenta y dos personas y ocho marineros y se hizo a la mar. El 12 de agosto de 1508 desembarcó en tierras del cacique Agueybana en el puerto de Guánica de la costa sur de la isla. La conquista no fue una tarea incontrolada. Existieron unos organismos estatales vigilantes, y unos métodos de control eficaces, que canalizaron y encauzaron el esfuerzo. Entre los organismos de gobierno que los Reyes crearon primero, en 1503, la Casa de Contratación era la agencia encargada de otorgar licencias para el tráfico comercial con las islas. Más tarde, en 1524, los Reyes crearon un cuerpo de Secretarios, El Consejo de Indias, para aconsejarles sobre la mejor manera de dirigir la colonización. La cultura española marchaba por el Nuevo Mundo, a compás con el conquistador español. El conquistador -soldado, sacerdote o navegantefue el representante de una nueva civilización que trajo consigo a América. El conquistador, en nuestro caso Juan Ponce de León, primer Gobernador de Puerto Rico y capitán poblador de la Isla, era siempre quien ponía la parte material, obligándose a reclutar la gente para la empresa, armar y equi. par navíos, fundar un determinado número de poblaciones, llevar animales y plantas, y evangelizar y cristianizar a los indios repartidos entre los colonizadores. A cambio recibía poderes para hacer nombramientos, repartir tierras yaguas, cobrar derechos y perdonar ofensas. Tenemos las cartas y relaciones que algunos conquistadores escribieron. Ponce de León nos cuenta con palabras vivas su desembarco en Puerto Rico en tierras de Guánica, reino del cacique indio Agueybana, quien le recibió amablemente trocando con él en señal de amistad su nombre. Luego Ponce de León reconoció parte de la Isla. Le acompañaban ayudantes indios que le ba· bía provisto el cacique Agueybana. En los ríos, encontró cantidades de oro; esto estimuló la sed de riquezas de los pobladores, quienes soñaban con volver ~ día ricos a España. Describiendo Ponce de León la fundación de la primera ciudad española de Puerto Rico, Ca· parra, nos dice en 1508: "Hice una casa mediana, con su terrado y pretil y almenas, y su barrera delante de la puerta, y toda encalada, de adentro y de afuera... hice coger oro y dos pedazos de labranza. uno junto al pueblo, de cuatro o cinco mil 2

montones de matas de yuca para los pobladores; y otro a cuatro leguas en el río Toa para mi." Por orden del Rey Católico, Ponce de León ha· bía establecido, ya en 1510, una granja en las ri· beras del río Toa (sitio que aún lleva el nombre de los Reyes Católicos) y en ella a expensas de las rentas reales se fomentaron por labradores exper· tos los cultivos, de árboles, frutas y hortalizas y otras plantas útiles 'traídas de Europa, dando así ejemplo y enseñanza práctica a los colonos y estimulando el desarrollo de una economia agrícola. Esta granja del Toa sirvió como estación experimental para la aclimatación en las nuevas tierras de América de las plantas y animales que los colonizadores trajeron de España. Para activar el trabajo en las minas de oro, los españoles implantaron el repartimiento de indios en encomienda como ya se usaba en Santo Domin· go. Los repartimientos consistían en conceder a los funcionarios y a los vecinos pobladores determinado número de indios, cincuenta o más, para hacer los trabajos agrícolas y especialmente para sacar el oro de las arenas de los ríos. Era obli· gación de los españoles que recibían estas encomiendas de indios pagarles su trabajo y enseñarles la doctrina cristiana. Los trabajos a que fueron sometidos los indios se convirtieron en una carga penosa para éstos. Frecuentemente los esposos eran separados de las esposas, los padres de los hijos, y se les obligaba a trabajar alejados de sus familiares y seres queridos. Pronto los indios concibieron la idea de rebelarse contra los españoles y echarlos de la isla. Favoreció esta coyuntura la muerte del cacique Agueybana 1, que había sido muy leal y fiel a los españoles. Agueybana 11, que heredó de su hermano el mando de los caciques de la Isla, celebró secreta· mente, en Guánica, una asamblea de los jefes indígenas en febrero de 1511, y los instó a rebelarse contra los españoles. Había, sin embargo, una creencia generalizada entre los indios. que impedía los planes de Agueybana. Los indios creían que los españoles eran inmortales, pues pensaban que eran seres venidos del cielo, y que no estaban expuestos a morir. Un día el joven español Diego Salcedo salió solo del pueblo de Sotomayor de la Aguada, y pasaba por la comarca .que hoy se llama Añasco en las tierras del cacique Urayoán, camino a las minas. Urayoán facilitó al joven algunos indios naborias para que le sirviesen de guía y le ayudaran con el cargamento de víveres. Los indios que acompaña· ban a Diego Salcedo al llegar al río Guaorabo lo sumergieron en las aguas, sujetándolo allí hasta ahogarlo. Esta prueba demostró a los indios que los españoles no eran inmortales. Difundida rápidamente la noticia entre los indios éstos pronto


se mostraron más rebeldes contra los invasores, decidiéndose a ir a la guerra. Las Leyes de Burgos Contra el problema de justicia y libertad crea· do por el repartimiento de indios en Santo Domingo y Puerto Rico protestó ya el 30 de noviembre de 1511, el fraile dominico Antonio de Montesinos. Fray Antonio vino luego a España y expuso con ardor la realidad candente al rey Católico quien decidió la convocatoria de la Junta de Burgos de 1512, para dilucidar la suerte de los indios. Atendiendo a los razonamientos y quejas de Mon· tesinos y los frailes dominicos de la Isla Española, las Leyes de Burgos, promulgadas el 17 de diciembre de 1512, fueron el primer Código amplio que reglamentó conforme a una orden el trabajo de los indígenas. Poco después, depuesto Nicolás de Ovando del gobierno de Santo Domingo, y reinstalado, como sucesor del primer Almirante y Virrey su hijo don Diego Colón, nombró éste por teniente de gobernador de Puerto Rico a Juan Cerón, y por alguacil mayor de la Isla a Miguel Díaz. Ponce de León entregó a éstos el mando de la Islll, pero confirmado en la gobernación por nu~va carta del Rey, el 14 de agosto de 1509, prendió a Cerón y a Miguel Díaz enviándolos presos en una nave a España. En todos lados no fue idéntico el recibimiento que los indios hicieron a los españoles. La reacción violenta y obstinada se dio junto a la sumisión pacífica. Si los caciques don Alonso de Utuado, y Caguax de la región del Turabo escucharon complacidos las promesas de buen trato que les hizo Ponce de León, los caciques Guarionex, Agueybana n, Mabodamoca y muchos otros se juramentaron a combatir al español hasta expulsarlos de la tierra. Pero la batalla era desigual. En 1511 los indios de Puerto Rico se rebela· ron contra los españoles. Asaltaron el segundo poblado, el de Sotomayor en tierras de Aguada, fun· dado por el caballero don Cristóbal de Sotomayor y mataron allí a todos los españoles. Enterado de estos sucesos Juan Ponce de León les hizo la gue· rra y se produjeron algunos encuentros entre in· dios y españoles en Coay'uco, territorio cercano al pueblo de Yauco, en Yacue~a cerca del actual pueblo de Añasco, y en Guajataca y otros lugares. Como era natural, los indios sufrieron en todos los casos una aplastante derrota. Las asperezas de la tierra, las montañas y los ríos, las intolerables hambres y necesidades que padecieron los pobladores, no bastaron para entorpecer el proceso de la colonización y la conquista de Puerto Rico, hasta quedar fundada la nueva sociedad.

El mismo año de IS 11, regresa de Españ3 con su título a la Gobernación de Puerto Rico convalidado por las Cortes de España; Juan Cerón, a quien Ponce de León se vio en la obligación de entregar el mando supremo de la Isla. Desde entonces Ponce de León quedó como un simple poblador más. Pero deseando el Rey compensarle por sus fatigas y trabajos le otorgó permiso para poblar en Florida.

Fundación de San Germdn Juan Cerón, nuevo gobernador de Puerto Rico, decidió fundar de nuevo la ciudad de Sotomayor de la Aguada, que los indios habian destruido. Miguel Diaz, su ayudante y alguacil mayor de Puerto Rico, recibió esta encomienda. El nuevo poblado llamado ahora San Germán, se fundó en la ribera del actual río Guaorabo, en lo que hoy son las tierras de Añasco, el año de 1512. Años más tarde, en 1528, este pueblo fue quemado por piratas franceses, que saquearon la ciudad y finalment~ se estableció en 1571 en el lugar de las lomas de Santa Marta donde hoy queda como el segundo poblado más antiguo de Puerto Rico.

Descubrimiento de La Florida ~n

1512, Juan Ponce de León, que ya habia

dejado de ser gobernador de Puerto Rico. fue premiado por el Rey con el título de Adelantado de la Florida. Ponce de León, que habia capitulado su conquista e interesado en colonizar en la Tierra Firme, equipó tres naves y salió de Puerto Rico el 3 de mayo de 1513. Pasó en su viaje por el Archipiélago de las Islas Bahamas y el 27 de marzo de 1513 descubrió la Florida, desembarcando allf el 2 de abril. día de la Festividad de la Pascua Flori· da, por lo que puso nombre a aquella tierra Florida. En 1514, ya en Puerto Rico Ponce de León, añadió el Rey a sus honores el titulo de Regidor del Consejo de San Juan por toda la vida, y jefe de las primeras milicias que se organizaron en aquella época. Tuvo Ponce de León dos encargos más: el de rectificar el repartimiento de los indios, y el de hacer la división territorial de la isla en los partidos de San Juan y San Germán, encargo que cumplió en 1515. Aunque ostentaba muchos honores, Ponce de León no había llevado una existencia muy feliz debido a los numerosos enredos entre sus parti. darios y los nuevos gobernadores. Las noticias de las hazañas de Hernán Cortés, el conquistador de México, despertaron de nuevo el espiritu aventu· 3


Grabado que apareci贸 impreso junto a la carta de Colon anunciando el DeIcubrimiento de Am茅rica


rero de Ponce de León y una vez más salió con dos pequeños barcos de San Juan llegando de nue· va en 1521 a las costas de Florida. Mientras los colonizadores que él había llevado construían su campamento, los indios guerreros de la Florida cayeron por sorpresa sobre ellos. Muchos españoles murieron en el combate y Ponce de León fue mortalmente herido de un flechazo en el muslo. Temiendo la muerte cercana el capitán poblador se refugió en el puerto de la ciudad de Puerto Príncipe en la Isla de Cuba, donde murió en el año de 1521. Su nieto hizo trasladar sus restos a San Juan de Puerto Rico en 1559, donde fueron depositados en la Capilla Mayor del monasterio dominico de Santo Tomás de Aquino, hoy conocido como Iglesia de San José. En el año de 1908, en el cuarto centenario de la fundación de la primera ciudad de Puerto Rico, el gobierno de la Isla ordenó que los restos de Ponce de León fueran trasladados a la Catedral de San Juan donde hoy se hallan depositados. En su tumba puede leerse hoy una dedicatoria en latín que el poeta español Juan de Castellanos traduce de la siguiente ma· nera: Aqueste lugar estrecho es sepulcro del varón que de nombre fue León y mucho mds en el hecho.

Describiendo el paisaje y la naturaleza de la Isla de Puerto Rico nos dice el historiador Gon· zalo Fernández de Oviedo: :' Es aquesta Isla muy rica de oro, y hase sacado en ella gran cantidad, en especial en la costa o banda del Norte. De la parte que esta Isla tiene mirando al Sur, es muy fértil de mantenimientos, de mucho pan casabe y maíz y de todo lo demás que los indios cultiva· ban... y es de muy buenas pesquerías a causa de lo cual vivía y señoreaba en aquella parte el mayor señor de la Isla, al cual obedecían muchos otros caciques." En el proceso de la conquista los frailes de la iglesia siguieron el paso de lo~ soldados y a veces se les adelantaron, tratando de convertir a la fe cristiana a las multitudes de indios. Eruditos, hombres de ciencia, escritores, soldados y labradores llegaron a las nuevas colonias y comenzaron su grandiosa obra cultural. Dado que la mujer blanca estuvo en minoría en el proceso de la colonización correspondió a la india actuar con más frecuencia, ya como esposa, ya como sirvienta y concubina del hombre blanco.

Fundación del Obispado de- San Juan

El año de 1512 llegó a Puerto Rico con su nombramiento de obispo (el primero en pisar tierra

americana) don Alonso Manso, religiosa persona y buen prelado. Algo prematura fue la erección de un obispado en 1512 pues debía sostenerse con el die,mo o renta que pagaban los colonos, de cada diez cosas una, y las rentas así resultantes eran tan escasas que sólo se había podido constituir en Caparra con honores de capilla de San Juan Bautista, una catedral rustica de paja y madera. El obispo electo don Alonso Manso, al encontrarse con tan mezquina catedral y tan pobres diocesanos se volvió a España a ocupar su canongía de Salamanca, encargando que le enviasen las rentas. Cuando re· gresa más tarde en el año 1521 vendrá a Puerto Rico investido del título de Inquisidor General de las Indias, título por el cual tenía poderes para castigar a los que faltaban a las buenas cC?&tumbres o a las prácticas de la fe religiosa. El celo religioso de. los pobladores blancos de Puerto Rico los llevó a ver en las creencias de los indios maldades e idolatrías· del demonio. Así, siguiendo los mandatos de la fe se destruyeron sistemáticamente los adoratorios y los ídolos que los indios tenían para su adoración. Las leyes mismas disponían quitar a los indios sus beáterías y vicios: .. ordenamos y mandamos -dicen- que en todas aquellas provincias hagan derribar y derriben, quitar y quiten los ídolos, aras y adoraciones de la gentilidad (es decir, de los indios) y privarles de sus sacrificios". En cada nuevo poblado que fundaban los españoles se formaba un gobierno municipal o Cabildo, a base de dos jueces llamados alcaldes, y de regidores o administradores, que eran los propietarios con casa, familia y encomienda de indios, los cuales celebraban las juntas, donde se tomaban los acuerdos. Levantadas las ciudades, el nuevo poblador traía a sus mujeres o se casaba con la mujer indígena, construía iglesia, enseñaba a los indios y se convertía en "americano", sembraba las semillas y veía crecer los frutos. En el aire sonaba su lengua, hermanada con la indígena, y se aprendían nuevas voces o palabras para los productos nuevos de la tierra: hamaca, canoa, bohío. El conquistador, una vez pacificado y anexado el territorio, se transformaba en un poblador clavado al suelo. Sometida la tierra procedían a escoger sitios que reunieran condiciones favorables, e introducían animales y cultivaban la tierra. Se repartían solares para casas, y campos para el cultivo y crianza del ganado, dejando libre un terreno común de pastos como tierras de la comunidad o el municipio. Siguiendo el derecho medieval, el capitán poblador y los miembros de su hueste o compañía de pobladores tomaban posesión de las tierras y los mares. Los indios se incorporaban a la tarea 5


colonizadora como' nuevos vasallos del Rey de España. Hay hennosos ejemplos de estos actos donde el conquistador, bajo las banderas verdes y rojas que lucían las coronas de los Reyes Católicos, tomaban posesión de la tierra a nombre de los Reyes. Si había escribano o secretarios, éstos se encargaban de legalizar, mediante documentos, el acto. El título de donación Papal era en todo caso preferido y alegado ante los asombrados indios, por los capitanes conquistadores. Los choques entre conquistadores y frailes fue cosa corriente. La enseñanza y cristianización de los indios corría comúnmente a cargo de la Iglesia. Los frailes desconocían al principio las lenguas de los indios y para poder cristianizarlos fue necesario que las aprendieran. El evangelizador comenzó por indÜlni,arse -aprendió las lenguas y costumbres de los indios- para mejor educar al indígena. En 1528 los frailes dominicos de San Juan de Puerto Rico fundan en la parte alta de la ciudad un monasterio al que pusieron el nombre de Santo Tomás de Aquino. Tenían en las tierras del monasterio crianza de ganados que cuidaban indios cris· tianizados. En los tiempos de prosperidad fue un monasterio de buenos edificios y solfa mantener hasta veinticinco religiosos. La capilla mayor del monasterio, de bóveda, llamada hoy Iglesia de San José, fue fundada por Garcfa Troche, yerno del con· quistador don Juan Ponce, casado con su hija Juana. El soldado y colonizador porta un bagaje civili· zado que va sembrando al mismo tiempo que ad· quiere lo que los indios le ofrecen. El maíz, el pan casabe, el tabaco, la piña y muchos frutos y coso tumbres se adquieren de los indios, a cambio de lo cual el poblador hispano introduce los frutos de España, el trigo, la cebada, el arroz, las naranjas, los limones, los almendros y hasta el lirio y la rosa. A los pobladores españoles que se distinguían como soldados o guerreros se les premiaba con tí· tulos de nobleza o regalos de tierras e indios. De España se introducían en buques que afanosamente cuidaban de enviar los encargados del gobierno de las Indias: animales (caballos, yeguas, cerdos, va· cas y becerros), semillas de toda clase de árboles y plantas e instrumentos de labranza: arados, hachas de hierro, armas de fuego, pólvora, clavos y todo lo demás necesario para la fundación de nuevas ciudades y poblados. Incluso trajeron los pobladores sus juegos de naipes, y sus fiestas de teatro, toros y cañas, donde dos cuadrillas de jinetes a caballo hacían toda suerte de escaramuzas y juegos con grandes lanzas de madera, recuerdo de las justas y torneos medievales de España y Europa. Los españoles de la época de la conquista trajeron, además, consigo algunos libros famosos de España: El Quijote, el AmadIs de Gaula, el Lazarillo 6

de Tormes y muchas obras de poesía y de teatro que se representaban en las ciudades en los días de fiesta y de descanso. El típico conquistador brotó del común de la clase del pueblo y venía principalmente de provincias españolas como Castilla, Extremadura, Galicia y Andalucía. Fue por lo general un individuo joven, duro para el trabajo y endurecido en los tratos de la guerra. Incluso vinieron algunos caballeros miembros de la nobleza española, y médicos, boticarios, sastres, carpinteros y labradores. Algunos sabían de letras, como los abogados o los escriba· nos; otros, marineros, sabían de las cosas del mar; otros, de la agricultura o de la fabricación de muebles o la confección de ropas y vestidos. Algunos sabían labnu: los metales, otros manejaban el martillo, la escuadra y otras herramientas del oficio de carpintero. Fueron los conquistadores valerosos. individualistas, defensores del honor, estoicos y su· fridos, decididos y audaces, dignos, como los modelos de los libros de caballer1~ que habían leído. Las armas de artillería, las escopetas, los mas· quetes y los arcabuces, fueron decisivos en la con· quista. Para el indígena el ruido atronador de la pólvora era algo diabólico e inexplicable. Para ellos las balas eran rayos que obedecían al mandato de los invasores. Al hablar de las armas de los pobladores españoles debemos hacer mención de los caballos y los perros. En un principio los in· dios creyeron que el hombre y el caballo formaban una sola pieza y les tenían un gran temor. Los conquistadores supieron aprovechar con astucia la admiración y temor que causaban las bestias entre los indios y en más de una ocasión éstos fueron un factor importante en las victorias guerreras. Perro hubo en la conquista de Puerto Rico como "Becerrillo", que en las batallas y persecuciones de los indios jugó un importante papel, maravillando el instinto del animal para distinguir a un indio guerrero de otro pacífico. Cobraron los indios tan· to miedo a estos perros de ayuda, que en la bata· lla que venía algún perro desmayaban y se teman por vencidos sin ofrecer resistencia. Algunos conquistadores realizaron proezas iguales a muchas de las que se contaban en las novelas de caballería. Dignas de recordación son las hazañas del espa· ñol Diego de Salazar, que solo y aguerrido libró del cautiverio entre los indios al joven español Pedro Suárez, dando muestra de gran audacia y valor al entrar solo con su espada en el poblado de los indios. En una ocasión uno de los soldados que había leído en un libro sobre las hazañas de los caballeros, quiso imitar al héroe del libro y así, en Uno de los asaltos que dieron a los poblados de los indios, se mostró tan valeroso que difícilmente lo sacaron con vida. Al reprenderle su temeridad con· testó: "¡Ea, dejadme, que no hice la mitad de lo


que cada noche lefa de cualquier caballero de nuestro libro." Muchos de los grandes escritores de España utilizaron como tema y motivo de sus obras la conquista de América. Hubo historiadores como Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Femández de Oviedo y Bartolomé de las Casas que nos dejaron relatos detallados de todo el proceso de expansión y colonización que realizaron los españoles en las Antillas yen Centro y Sudamérica. Lope de Vega, llamado el Fénix de los Ingenios, nos muestra en sus dramas lo que los españoles de entonces pensaban sobre el Nuevo Mundo. Así, no elogia a los conquistadores, sino más bien los condena por su avaricia y sed de riquezas: So color de religión van a buscar plata y oro del encubierto tesoro.

Bartolomé de las Casas, el famoso apóstol de los . indios, que luchó incansablemente por conseguir la libertad de los indios encomendados, vino a América con fray Nicolás de Ovando en 1502. Después acompañó a Diego Velázquez en la conquista de Cuba donde tuvo indios de encomienda a los cuales renunció. Este noble fraile dominico levantó su voz de protesta contra los repartimientos y encomiendas ante el Cardenal Cisneros. Abogó por la lib6rtad de los indios y propuso un nuevo plan de colonización de las tierras de América con labradores y aro tesanos. Estuvo en Puerto Rico en 1502, en 1516, en 1521. En 1520 se proclamó la libertad de los indios encomendados los cuales fueron puestos en pueblos especialmente creados para ellos en Santo Domingo y Puerto Rico. Años más tarde, en 1542, por disposición de las Nuevas Leyes, se otorgaría completa li· bertad a todos los indios que todavía se encontra· ban en cautiverio.

"El Nuevo Mundo" Se percata de la importancia de la mezcla de razas, indias con españoles, y pide que los pobladores se casen allá: Con nuestras hiias, a donde, mezcldndose nuestra sangre, seamos todos españoles.

Le llamaron la atención a los conquistadores de Puerto Rico, unos animalitos o insectos que alumbraban de noche. Eran las luciérnagas que los indios de las Antillas llamaban cucubanos. Describiéndolos dice un conquistador: .. Este en un animal... tan grande como la cabeza del dedo pulgar o algo menor. Tienen dos alas duras, debajo de las cuales están otras dos más delgadas, que guarda y encu· bre con las de encima cuando deja de volar; tiene los ojos (sic) resplandecientes como candelas ... de tal modo que encerrado en una cámara oscura resplandece tanto que se ve muy bien a leer y escribir una carta... Cuando la. guerra se hacía en estas islas, se servían de esta lumbre los cristianos y los indios. Y en especial los indios, como eran más diestros para tomar estos animales, hacían collares de ellos, cuando querían ser vistos a gran distancia." Los sacerdotes españoles tomaron muchos niños indios a su cargo para enseñarlés la lengua española y convertirlos a la fe. Muchos de los pobladores españoles se casaron con indias y de la mezcla de las dos sangres se logró la fusión de las dos civilizaciones. Desde libros, en juntas y cátedras, se ventiló entonces el problema de la libertad y el derecho de los indios. Uno de los pobladores, conquistador él mismo de Cuba, hasta 1514, fue Bartolomé de las Casas, quien puso tanto fervor en defender a los indios que fue nombrado por el Cardenal Cisneros (Regente de España) protector de los indios.

Traslado de la ciudad de Caparra: Fundación de San Juan En tiempos del Cardenal Cisneros, que había quedado por Regente de España a la muerte de los Reyes Católicos, dispuso este gobernante que vinieran a América con poderes como gobernantes de las Indias tres frailes jerónimos. El día 11 de noviembre de 1516, salen para América como reformadores del gobierno los frailes Fray Luis de Figueroa, natu· ral de Sevilla; Fray Alonso de Santo Domingo, prior del monasterio de San Juan de Ortega; Fray Bernar~ dino de Manzanedo, profeso del Convento de San Leonardo, y por compañero de los antes mencionados Fray Juan de Salvatierra, fraile viejo profeso en el monasterio de la Mejorada de Sevilla. Los vecinos de Caparra, que habían tratado varias veces de conseguir el traslado de la población a un sitio más favorable, expusieron sus argumentos ante los tres frailes quienes dispusieron en 1519 el traslado de la ciudad a la actual isleta de San Juan. La ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico tardó tres años en quedar oficialmente instalada en su nuevo asiento. Entre las razones que los vecinos alegaban para su traslado era la principal la del mucho costo de los transportes de las mercancías de la bahía de San Juan hasta el poblado de Caparra. También se quejaban los vecinos de las malas aguas y de los muchos mosquitos. Ponce de León que se oponía a esta medida, quedó viviendo en su hacienda de Caparra hasta el año de 1521 en que hizo su expedición de conquista a la Florida donde, como hemos visto, halló su muerte. Consta la intención benéfica de los Reyes para con sus nuevos vasallos los indios de las Antillas en las Leyes de. IndÚ2S: "por justas causas y considera· ciones conviene, que en todas las capitulaciones o 7


contratos de conquista que se hicieren se excuse esta palabra Conquista, y en su lugar se use la de pacificación y población, puesto que habiéndose de hacer todo con toda paz y caridad, es nuestra volun. tad que aun este nombre de conquista no ocasione ni dé color a lo capitulado, para que no se pueda hacer fuerza ni agravio a los indios". Con el tráfico de oro, frutos, esclavos, vinos, aceites y harinas, muchos mercaderes españoles de Sevilla se enriquecieron. Traían y llevaban de España a Puerto Rico sus productos, vendiéndolos por el oro que de las minas sacaban los pobladores. En algunas ocasiones fiaban provisiones y esclavos cobrando intereses de usura. De acuerdo con las leyes humanas del Renaci· miento, si los indios ofrecían resistencia al trabajo de las encomiendas, o a la predicación de la fe, se les podía hacer la guerra. Bartolomé de las Casas, el fraile defensor de los indios, no quería conquista guerrera, sino penetración misionera. Hay por eso en todo el proceso de la colonización de Puerto Rico en el siglo XVI una razón espiritual: el deseo de propagar la religión cristiana; pero también existía un anhelo, muy humano, de mejorar económicamente de situación por medio de la riqueza, y un deseo muy renacentista de cobrar honra y dejar fama. Hacia la tercera década del siglo XVI varias causas produjeron la decadencia de la sociedad puertorriqueña. El descubrimiento y conquista de Mé· xico, por Hernán Cortés, atrajo a numerosos pobla-. dores que de las Antillas pasaron a la Tierra Firme. La conquista de Perú emprendida en 1527 por Francisco Pizarra hizo igualmente atractiva la emi· gración para los puertorriqueños. Tan general fue este deseo entre los pobladores que muchas veces se les oyó decir a coro: "Dios me lleve al Perú". Otras dos causas contribuyeron a promover la ruina general de la isla: la extinción de los indios, que habían sido libertados, hacía que escaseara la mano de obra para la agricultura y la minería. Tres tormentas a las que los indígenas llamaban huraca· nes azotaron a Puerto Rico en 26 de julio y 22 Y 31 de agosto de 1530, y fue tal su violencia y tal el grado de miseria que produjeron que la isla quedó empobrecida por muchos años. Fracasada la economía minera que había servi· do a los pobladores como base y sustento de su riqueza, fue necesario buscar una nueva base para

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la economía. La caña de azúcar, que había sido introducida en Santo Domingo por Cristóbal Colón en su segundo viaje, fue traída a Puerto Rico en 1520. Tomás de Castellón fundó la primera fábrica de azúcar en San Germán en el año de 1524. Pocos años más tarde, en 1548, Gregorio de Santolaya fundó el ingenio azucarero de Santa Ana en Bayamón, y en 1549 el ingenio de Nuestra Señora de Valhermaso en tierras del partido de San Juan. El modelo de estos ingenios azucareros provino de Valencia y Andalucía en España, donde habían sido conocidos por los árabes. En Santo Domingo se fundaron también numerosos ingenios o trapiches de caballos y de agua. Los maestros azucareros, expertos en la fabricación del azúcar, vinieron de las Islas Canarias. Para trabajar las tierras fueron necesarios nuevos esclavos. Asi se dio estímulo a la introducción de negros esclavos traidos de las costas de Africa. Los mercaderes que los introducen son portugueses, ingleses y holandeses. Todos se enriquecen. Los trapiches o fábricas de azúcar se construyen con maderas del pais: cedro, tabonuco y úcar. Tam· bién los hornos de los ingenios azucareros, fabrica· dos con ladrillos, se alimentan con maderas del pais. Para alimentar a los negros esclavos se importan harinas y se crían cerdos y vacas. Para mover la masa de los trapiches se usa la fuerza de los caballos o de los molinos de agua. Con frecuencia los negros esclavos se escapan y se van a los montes. También los perros de los primeros pobladores se alzan y se vuelven jíbaros. El azúcar que produce Puerto Rico se exporta en cajas de ocho arrobas ó 200 libras que llevan los mercaderes en sus barcos a Sevilla. En Europa la introducción del té, el café y otras bebidas hace cada vez mayor el consumo de azúcar. Este nuevo mercado ofrecía el estímulo necesario para el creci· miento de la industria azucarera en todas las islas del Caribe. Ya en 1582 habia en Puerto Rico once fábricas de azúcar que producían quince mil arrobas al año. En 1549 don Diego Lorenzo, canónigo de Cabo Verde, enseñó a los puertorriqueños cómo se fabricaban los ingenios de agua para hacer azúcar; al mismo tiempo introdujo en la isla las palmas de coco, que se han hecho tan proverbialmente tipicas de Puerto Rico.


Escorzos de unidad en la obra de Jorge Luis Morales* Por JosÉ EMILIO GONZÁLEZ

LA PUBLICACIÓN

DE LA ESPERADA "ANTOLOGÍA POéTIca" de Jorge Luis Morales, por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, en el año que acaba de pasar, constituyó, a mi juicio, un acontecimiento literario, al que no se le dio el debido realce. Lo cierto es, sin embargo, que la Antología llegó a fines de año a Puerto Rico y a esto probablemente se ha debido el que no hubiera tiempo suficiente para llamar la atención sobre la misma. Jorge Luis Morales es, sin duda alguna, uno de los poetas mayores del grupo que empieza a publicar en la década del cincuenta. Se inicia, en 1952, con un libro excelente, y luego sigue publicando con gran tesón y sin desfallecimientos notables en su calidad expresiva. Ahí están Mirada en el olvido (1953), Inspiración del viaje (1953), Decir del propio ser (1954), La ventana y yo (1960), Jornada precisa (1962) y Discurso a los pájaros (1965) como testimonios de un aliento indeclinable. Pero como los libros de poesía se hacen escasos en Puerto Rico a los cuatro o cinco años de ser publicados, era evidente que hacía falta un volumen que juntara lo mejor de una obra de dieciséis años, que lo pusiera a la disposición del lector actual. Hacía falta también el momento recapitulativo. La oportunidad de echar una mirada retrospectiva al conjunto de esa obra. La Antología cumple estas funciones. Desde luego, no vaya entrar aquí en el análisis minucioso de la poesía de Jorge Luis Morales. Aparte de que la ocasión no es propicia, la verdad es que he escrito sobre prácticamente todos los cuadernos que Jorge Luis ha publicado. En cierto modo, ese análisis minucioso ya está hecho.

* Palabras en el Ateneo Puertorriqueño, la noche del 15 de enero de 1969.

Lo cual, naturalmente, no implica que no quede mucho por decir. Ya he señalado que una de las funciones que desempeña esta Antología es la de abrir la posi. bilidad de obtener una visión de conjunto de la creación del poeta. Lo que apareció sucesivamente, fragmentado, a 10 largo del tiempo, se agolpa ahora en la Antología, continuo, compacto. Como que es posible visualizar mejor los contornos de una obra. Me doy cuenta en seguida de su esencial unidad, no carente, por cierto, de importantes varia· ciones. Pero, ¿en qué consiste esa unidad? ¿Cómo definirla? O acaso se trate de diversas posibili. dades de unidad. ¿Cómo estar seguro de que lo que afirme o niegue no es sino el eco de meras impresiones mías? He ahí el problema. Exploremos algunas de estas posibles visiones de unidad. Podría resaltarse, por ejemplo, que, casi impecablemente el poeta se halla polarizado hacia lo excelso, hacia el reino de la Belleza Pura, de Dios, con anhelo de perfección. Su concepto de la realidad arraiga en Platón y los neoplatónicos, pasando luego por San Agustín y los místicos cristianos, sobre todo San Juan de la Cruz, Fray Luis y Santa 'teresa. Hay una versión hacia la luz, como símbolo del Ser, como prenda de la gracia, como guía de la Inteligencia y como la engendra. dora de la forma y el color de las cosas. Hay en esta poesía añoranza de lo celeste, de lo transo parente, hambre del Ser, afán de que el a1ma cumpla su destino integrándose a las realidades superiores. La unidad podría residir también en la fun· damental actitud contemplativa del poeta. El título La ventana y yo es, en este sentido, muy revela· dar. Contemplación, por una parte, del mundo de 9


la naturaleza y de los hombres, como "paisaje irreparable", y, por ]a otra, visión de lo trascendente, de un más allá divino, "abismo de lo eterno". Esta contemplación no es, desde luego, no puede ser, un pasivo registrar del espectáculo, sino que, por ser activa, encendida actividad, en· marca dos momentos: 1) el diálogo con la:5 cosas y con 10 divino, y 2) la meditación. En toda esta poesía encontramos al poeta dialogando constantemente con su circunstancia, consigo mismo y con la ultimidad de lo Absoluto. La relación dialéctica Yo-Realidad se ventila una y otra vez. De ese enfrentamiento brota también la meditación, o sea la consideración de lo que significa las experien. cias de la contemplación y del diálogo. Ese mo· mento meditativo se destaca en Mirada en el 01· vida, Inspiración del viaje y Discurso a los pájaros. O podríamos pensar que se trata de una unidad de proceso: el hacer mismo del poeta se va desarrollando con sentido de continuidad. No hay importantes quiebras advertibles. Ese hacer evoluciona dentro de ciertos límites. Por lo menos, nos sospechamos que el sentimiento de contención y que el anhelo de perfectividad abonan la intui· ción del despliegue formal. Para decirlo de otro modo: la visión neo-clásica de lo real y el ideal de Belleza como armonía determinan los horizontes de la creación. Pero en esta coyuntura es justo recalcar que no hay término visible al proceso. Sigue abierto todavía, en expectativa de posibilidades. Dentro de ese marco, el proceso puede adquirir y adquiere enorme complicación. La sensibilidad exquisitamente templada del poeta recoge miríadas de mensajes y reacciona a ellos. Mas no se re· duce a esperar a que lleguen; sale a su encuentro. Investiga. Explora. Observa. Anota. Elige. Vibra. Resuena. Y es manantial riquísimo de vivencias. La subjetividad concede a cada segmento de la realidad un matiz característico. Pero además de la intuición sensible, tenemos otra vertiente de unidad en el perpetuo manar de la imaginación fabuladora. Aquí tocamos la clave de ]a espontaneidad creadora del poeta. Borbotón. Chisporroteo. Riquísima inmanencia que por viro tud de su propia generosidad se trasciende. For· mas, seres, colores, imágenes, fragmentos, espacios,

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confines en infinita suceslon aparecen, desapareo cen, para ser siempre seguidos por otros, sin repetición, con semejanzas, pero nunca idénticos. y me atrevería a decir que a través de ese chorro infatigable de creaciones, el poeta busca, sueña, persigue la unidad, su unidad con lo Absoluto. Por fin, es posible también hablar de la unidad de dicción. Quien recorra de punta a punta la Antología se irá dando cuenta de que la lengua poética de Jorge Luis Morales obedece a tendencias características. Desde Metal y piedra hasta los últimos poemas tenemos la sensación de vivir en un mismo medio lingüístico. Hay muchas variaciones dentro de ese medio, sin duda, pero nunca pasa· mas a un continente distinto. No sé hasta qué punto sea exacto decir que puede percibirse en la poesía de Jorge Luis Morales una especie de dila· tación progresiva de la lengua, a partir del primer libro. Se van imponiendo los ritmos expansivos, aunque el cultivo del soneto, donde la conciencia de la forma se afirma soberanamente, contrarresta aquella inclinación. Esa dilatación puede deberse a que la poesía de Jorge Luis Morales se va cundiendo cada vez más de más mundo, abarcando más dimensiones, buscando en la concreción el oculto camino de lo trascendente. A mí me parece que la lengua se va haciendo más suave, más dúctil, y que los sonetos, las décimas y los poemas de verso corto representan una tentativa de recuperación de fuerzas, de apretujamiento de energías, que refleja, tal vez, en el fondo, la voluntad del creador masculino. Hay probablemente otros escorzos de unidad que puedan señalarse. Sirvan estas palabras sola· mente de índices en esa dirección. La Antología poética ofrece entre sus tapas no solamente un tesoro para el lector, sino una cantera para el que quiera bucear más hondo en las aguas peligrosas de la poesía. No cabe duda de que Jorge Luis Morales es uno de los poetas más importantes del Puerto Rico del siglo xx. En la América Hispánica, Jorge Luis Morales se puede sostener entre los mejores. Esta Antología poética, al igual que los libros y cuadernos que ]a precedieron, son prueba al canto de que nuestra patria, no por pequeña, deja de producir voces capaces de iluminar a un continente.


Apuntes sobre el desarrollo histórico del cuento literario puertorriqueño y la generación del 40 Por

S

UCEDE

A

MENUDO

QUE

SE

CALIFICA

DB

CUENTO

a una estampa, un cuadro o una escena aunque éstos no se ajusten a las características del género que nos ocupa. Antes que nada, pues, intentemús precisar sus contornos esenciales y dar una definición aunque sea aproximada. En sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos J señala el escritor dominicano Juan Bosch que un cuento es "el relato de un hecho de indudable importancia... la importancia del hecho es desde luego, relativa, mas ha de ser indudable, convincente 'para la generalidad de los lectores». Advierte que el cuento es «un género escueto y que no debe construirse sobre más de un hecho». Comentando la conocida aseveración de que la novela (inevitable punto de comparación) es un género que pretende mostrarnos la totalidad de unos destinos humanos, el chileno Antonio de Undurraga declara que cel cuento no busca esas totalidades, le basta con tratar un momento, un trozo de vida, un lapso especial, un episodio, una anécdota, una circuns-' tanda capital».2 Horacio Quiroga manifestó que un cuento es una novela despojada de ripios. Estos tres autores coinciden en un punto fundamental: a saber, que contrario a lo que suele suceder en la novela, la acción en el cuento, psicológica o física, no se detiene nunca y es intensa. Una vez iniciada la narración marchará decididamente, sin digresiones, hacia el final, en crecimiento constante. Para decirlo en las acertadas palabras de Quiroga, cel cuento es una flecha disparada hacia 1. Bosch, Juan: Cuetltos escritos en el ailio. Librería Dominicana. Editora; Santo Domingo. R. D. 1962. 2. De Undurraga. Antonio: Contribución de Latinoaml!· rica al Cuento de Occidente. Espiral. núm. 86. Bogotá, Colombia. mano, 1963.

EMILIO

DíAZ VALCÁRCEL

un blanco».3 Y en esa trayectoria no puede haber desviación so pena de que la flecha no llegue su destino. A diferencia de la novela, cuyos persona· jes suelen elegir su propio camino a espaldas del autor, los personajes del cuento son criaturas exclusivas del narrador, quien los lleva tiránicamente de la mano desde el comienzo al fin, sin darles respiro.

a

Primeros pasos y evolución del cuento en Puerto Rico Contrario a lo que se piensa comúnmente, en nuestro país siempre ha sido difícil vivir del cuen· too Me refiero al cuento literaIjo. Durante el dominio español fuimos considerados un baluarte militar, de modo que el aspecto del desarrollo de la cultura fue descuidado. No fue ese el caso de México, Santo Domingo, Perú y otros paises del continente que contaban con centros universitarios, periódicos y otros medios de difusión y estío mulo culturales. No es hasta 1806 que en Puerto Rico se publica un periódico, pero esa publicación tuvo un propósito oficialista y poco ayudó al de. sarrollo de la actividad literaria. Sin embargo, hay que mencionar ciertas instituciones que promovie. ron el trabajo intelectual como lo fueron la Saciedad de Amigos del País (1813), el Seminario Conciliar (1832), y la Academia Real de Buenas Letras (1851). Más tarde se fundaría el Ateneo Puertorriqueño (1876), cuya función cultural ha sido notable. Es El Aguinaldo P u e r t o r r i q u eño (1843), la primera publicación en que el cuento 3. Bosch, Juan: Ob. cit.

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da sus primeros pasos al publicar cinco narraciones. Según Concha Meléndez -tres de ellas son cuentos románticos parecidos en el tono a los de Heredia (José Maria) y como aquéllos con predominio de 10 narrativo, desdibujados por falta de sentido estructural e intervención continua del narrador..." 4 Una de esas narraciones de Martín Travieso "se aproxima más al cuento por los recursos que el autor usó", según la doctora Meléndez, aunque carece de la concentración y las esce· nas dialogadas características del cuento tal como lo conocemos hoy. Otras manifestaciones, con in· tenciones nativistas, se dan en el Album Puertorriqueño, publicado en Barcelona en 1844, en el que Manuel Alonso narra con humor los escollos que han afrontado para su publicación. Con "La Fiesta de Utuao". publicado en el Album, señala Concha Meléndez. da comienzo la línea criollista. De modo que el cuento se inicia tratando de plasmar la realidad puertorriqueña tal como la entendían los autores de su época, a través del criollismo. Es con El gíbaro (1849), libro de estampas, relatos y poemas, de Manuel Alonso (1822-1889), que cuaja la preocupación por la expresión de lo nacional. A partir de Alonso, con las naturales al· zas y bajas, continúa cultivándose la prosa narrativa con autores notables como Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882) a quien algunos críticos consideran el padr~ de nuestra literatura por sus ideales estéticos y su conciencia del oficio. Tapia prefería los temas de ambientes exóticos, aunque no dejó de fijarse en la descripción de lo isleño. Mencionemos a Manuel Femández Juncos (1846. 1938) con sus Tipos y caracteres (1882), y Costumbres y tradiciones (1883), como un notable narrador que cultivó el costumbrismo iniciado por Alonso. Dos antologías vienen a ofrecer la primera vi· sión de conjunto del arte cuentístico de Puerto Rico en el primer tercio de este siglo. Ellas son Florilegio de cuentos puertorriqueños (1924), de Carlos N. Carreras, y Antología p u e r t o r r i q u eiia (1928), de Rosita Silva. En ellas se advierten dos tendencias fundamentales que marchan paralelamente: regionalismo y universalismo. Federico de Onís, prologuista de la Antología puertorrique1ia, en sus observaciones sobre lo puertorriqueño en esos cuentos señala que: -No es la materia de los cuentos lo que los hace puertorriqueños, sino el alma que en ellos ponen sus autores, y ésta se encuentra lo mismo en los cuentos de una clase que de la otra cuando los autores han logrado ponerla en ellos, es decir, cuando tienen verdadera originalidad...' 4. Meléndez. Concha: Antología de Autores Puertorriqueños; 111 El Cuento. Ediciones del Gobierno, E. L. A., San Juan. Puerto Rico, 1957, pág. 3. 5. Mcléndcz, Concha: Ob. cit.

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En esa etapa definitiva del desarrollo del cuento como género autónomo, con sus propias características y exigencias, se destacan Matías Gonzá· lez García (1866-1938), y Pablo Morales Cabrera (1866-1933). Morales Cabrera tuvo conciencia de su vocación, que dirigió por los canales del criollismo. Parte de su obra tiene origen en fábulas popula· res narradas oralmente por sus paisanos, otra parte es producto de su imaginación; en su obra resaltan la preocupación formal y la corrección del idioma sin que los cuentos perdieran el sabor de 10 regional. Sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes: Cuentos populares (1914) y Cuentos

criollos (1925). Maüas González García cultiva el regionalismo en su cuento "La Primera Cría" P892), en la que denuncia la vida de zozobras del campesino. Más tarde adopta un tono humorístico-satírico en los que describe tipos de campo y de pueblo, con visos tanto x:ealistas como románticos. Estos rela· tos fueron publicados bajo el título Mis cuentos (1899). En su libro Cosas de antaño y cosas de ogaño (1922), crea González García una atmósfera llena de humorístico realismo. Otros autores de la época abordan lo exótico. Entre ellos Mariano Abril, romántico que enmarca sus creaciones en tierra española; Eugenio Astol, en Cuentos y fantasías (1909), se aleja de lo estrictamente isleño y se ubica en la línea universal. Una personalidad relevante lo es Miguel Meléndez Muñoz (1884-1966). Al igual que a Morales Cabrera y González García, le tocó vivir la experiencia que Francisco Manrique Cabrera llama "el tránsito y el trauma", el cambio de poderes de una metrópolis a otra, la ocupación de nuestro país por las tropas norteamericanas en 1898. A la vez que unos volvieron nostálgicamente los ojos a Es. paña en busca de un asidero espiritual que oponer a la nueva influencia política y cultural, otros se dieron a la tarea de revalorizar la cultura nacional; así, modernistas. criollistas y románticos con visos naturalistas se entregaron al inventario de lo autóctono. Meléndez Muñoz, en el marco del nativismo, fue un agudo intérprete de nuestra realidad; su obra refleja preocupación ante el desti. no de lo autóctono y dramatiza la confusión de valores que empieza a permear nuestra sociedad como resultado del choque de culturas. Publicó Cuentos del cedro (1936) y Cuencos de la Carrete· ra Central (1941). En verdad sus llamados cuentos son más bien artículos, crónicas y estampas costumbristas en las que con un fino sentido del hu· mor describe la triste masa campesina que espe· ra el momento de su redención.


La Revista "Indice» Con la aparición de la revista de cultura Indice (1925) empieza a perfilarse el contorno del cuento como lo entendemos hoy. Entre los autores que colaboran en esa publicación están Alfredo Collado Martel, quien perteneció a la redacción de la misma, Antonio Oliver: Frau, Humberto Pa· dró, además de dos figuras que por sus aporta· ciones al género pueden considerarse dentro de la esfera creadora de la Generación del Cuarenta, Tomás Blanco y Emilio S. Belaval, aunque cronológicamente pertenecen a la generación de los años treinta. Antonio Oliver Frau (1902-1945) publicó una sola obra: Cuentos y leyendas del cafetal (1938), en la que narra peripecias de hombres y mujeres campesinos que conoció de primera mano. Su prosa es escueta y enérgica, comparable en cierta medida a la que se escribía en Hispanoamérica en esa época, sobre todo en Ecuador con narradores tan sagaces como De la Cuadra, Gil Gilbert y otros. Alfredo Collado Martell (1900-1930) manifiesta gusto por lo exótico, objetos de arte, pedrerías, misterios de la magia, bohemios, preocupaciones filosóficas, y otros elementos identificables con el Modernismo. De Collado Martell quedó un libro, Cuentos absurdos, publicado póstumamente. Tan· to Oliver Frau como Collado Martell murieron jóvenes, tronchándose dos vidas magníficas para las letras nacionales. . Humberto Padró (1900·1957) publicó un solo libro, Diez Cuentos (1929), pero por razones que ignoramos abandonó el cultivo de las letras. En· rique Laguerre señala que "escribió unos relatos de ágil desarrollo temático, de escasos personajes y acción rápida que casi siempre reservaba una sorpresa para el final ".6 Tomás Blanco (1900) es dueño de una prosa cuidada y tersa, resultado de su profundo conocimiento del idioma y un intelecto cultivado. Conocedor de las técnicas del género, ha logrado crenr personajes de carne y hueso, fácilmente identificables en campos y pueblos de nuestro país. Esas características las revela en narraciones como "Cultura. Tres Pasos y un Encuentro", en la que nos presenta una frívola pareja de ciudad, un camA pesino arraigado a su tierra, y una negra despren· dida y humanitaria, que atiende con eficacia su hogar y sirve amorosamente a su comunidad; el jí· baro del monte y la negra sintetizan la herencia afroeuropea de nuestro pueblo, repudiada simbólicamente por esa renegada pareja de ciudad como puesta por un joven mediocre y una chica cursi, 6. Citado de Rosa Nieves, Cesárco y Franco Oppenh.ci. mer, Félix: Antología general del CUI!nlo "uerlorrlqueno. Editorial Campos, San Juan, Puerto RICO, 1959.

afectados por peslmas influencias foráneas. Es nn relato en que se intenta una definición de nuestra personalidad a través de los elementos ya señala· dos. Otros relatos de Blanco, igualmente logrados, son "Naufragio", .. La Hiel de los Carnes" y "Los Aguinaldos del Infante". Emilio S. Belaval (1903) narra con ironía asuntos de colegiales y campesinos. En su libro Cuen· tos para fomentar el turismo (1936) asistimos al clásico conglomerado de hombres de la tierra víc· timas de la miseria, la ignorancia y la explotación. Es obvia la ironía del título; a lo largo de los cuentos el autor deja ver con meridiana claridad sus hondas simpatías por esa desamparada masa de conterráneos. La prosa está matizada por la imaginación de los personajes y resaltan las alu· siones y las frases llenas de color; el diálogo es ágil, recortado fonéticamente con afán de exactitud documental. "El niño morado de Monsona Quintana", "Santiagua de Santigüero", "Tormenta Plantanera", constituyen admirables creaciones de esperpentos que no dejan de recordarnos a Valle Inclán. Son lectura obligada para los que quieran conocer una de las manifestaciones más originales y, perdonen la palabra, "sabrosa" de nuestro quehacer literario. Otros libros de Belaval son Cuentos para colegiales (1922), Los cuentos de la Universidad (1935), y Cuentos de la Plaza Fuer-

te (1963). Con Blanco y Belaval el cuento puertorriqueño ha definido su contorno y alcanzado la categoría estética de que careció hasta esa fecha.

La Generación del Cuarenta

La Generación del Cuarenta cuenta con cien años de substrato de narración nacional en .prosa y, naturalmente, con el fondo literario universal en el que guardan lugar destacado la literatura norteamericana contemporánea con Faulkner, Hemingway, Dos Passos, y la francesa actual con Sartre y Camus; la hispanoamericana con Asturias, Icaza, Quiroga, Mallea, así como la narración tra· dicional rusa. En lo que respecta al estímulo in· suflado a nuestra literatura por diversas instituciones, debemos señalar en primer término al Ateneo Puertorriqueño; revistas como la extinta Puerto Rico Ilustrado, Alma Latina, Asomante, y la desaparecida página literaria de El Mundo, abrieron sus páginas a la nueva hornada de creadores. Resulta digno de estudio que cien años después de El gibara de Alonso, los nuevos escritores persistan en el tema del jíbaro desgarrado por la miseria. Dan prueba de esto Abelardo Díaz Alfara y José Luis González, primeras voces en manifestarse con una visión nueva del arte del cuento y 13


que anunciaban el surgimiento de toda una promoción de perfiles muy definidos. La generación que nos ocupa cuenta entre sus logros la ampliación temática y la profundización en el alma de sus caracteres. Técnicamente, el monólogo interior viene a descubrir remotas zonas del subconsciente, y la sucesión de cuadros narrativos dentro de una misma estructura, sin explicaciones obvias, así como las escenas retrospectivas, nos recuerdan que el cine ha dejado su huella. Hombres que empiezan su etapa creadora en una década estremecida por escalofriantes genocidios, en el umbral de la angustiosa era atómica con la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. En Puerto Rico, esos hechos se mezclaban con la experiencia relativamente reciente de la Masacre de Ponce y con el surgimiento a la vida pública de un nuevo partido que proclamaba pan, tierra y libertad para 105 puertorriqueños. La esperanza un poco egoísta en la salvación de la personalidad nacional sirvió de contrapeso al desastre universal. Pero pronto los hombres de esa generación se vieron defraudados por un cúmulo de palabras dirigidas a oscurecer los hechos, empezó a jugarse a la semántica, a la palabra libertad se le puso un largo rabo explicativo, el pueblo, en mayor o menor grado, siguió a los lideres sin hacerse demasiadas preguntas. No había, al parec~r, razones para el optimis. mo, Nuestra literatura abandonó la mera crónica de lo cotidiano para asirse, en muchos casos, al símbolo y a la metáfora. Ante la general admiración por el "cromio y la formica", para usar una frase de Andreu Iglesias, el escritor pensó en la dignidad humana sin dejarse arrastrar por espejismos de progreso material. Esta generación ha abordad~ diversos temas: el sexo, el crimen, las desvia. clones y degradaciones morales, la muerte, la soledad, el suicidio, la emigración, el patriotismo, la guerra y la locura, convencida de que todo asunto es literario siempre que se le trate como tal. La década del cincuenta comienza mientras los nacionalistas llevaban su protesta hasta un punto de sacrificio máximo. entregando sus vidas unos y su libertad otros en la revuelta del 30 de octubre; para esa época estalla la guerra de Corea, experiencia que la juventud puertorriqueña, reclutada por el ejéréito norteamericano, sufre en carne viva. Dos escritores de nuestra promoción, Pedro Juan Soto y Emilio Díaz VaIcárcel fueron incorporados obligatoriamente a las filas del ejército norteamericano. La guerra viene a ampliar el horizonte temático de la nueva cuentística. . Todos esos hechos influyen decididamente en nuestra generaCión. El escritor comprendió que había que abandonar de una vez por todas un criollismo que r\huye la realidad puertorriqueña. un jibarismo que no tenía otro propósito que ex14'

plotar de una nueva manera al campesino. Aun los más apegados a los temas terrígenos así lo han comprendido, de modo que expresan la ruralía en términos comprensibles universalmente. Abandonaron lo accesorio, el decorado de cromos turís· ticos, para abrazar al hombre vital en su problemática humana, en sus pasiones, alegrías, sueños, mitos y sufrimientos. Con esa misma decisión la generación que nos ocupa abrazó su oficio, lo consideró tan digno como cualquiera otro, descuidó en ciertos casos carreras universitarias que pudieron representar ganancias materiales. Aceptar sin vaci· lación el llamado de la vocación y prometerse a sí mismo el desarrollarla a plenitud, trabajar día a día, informarse de las corrientes literarias que cir.· culan por el orbe, mantener lazos con publicaciones y escritores de otras tierras, y la difusión de la obra nacional, son cualidades atribuibles a la nueva hornada. La producción cuentistica de esta generación ha sido diseminada en libros, revistas y periódicos del país y del extranjero; varios de 105 autores han sido traducidos a diversos idiomas. Pero la labor de conjunto ha quedado plasmada en antologías como las siguientes: Asomante 3-1956, San Juan, Puerto Rico; Paul J. Cook, Antología de cuentos puertorriqueños, Monticello College, IIIinois, 1956; René Marqués, Cuentos puertorriqueiios de /toy, Club del Libro de Puerto Rico, San Juan, 1959; Concha Meléndez, op cit; Y El arte del cuento en Puerto Rico, Las Américas Publishing Ca., New York, 1961. Componen esta generación (menciono a los más destacados. según juicio de los críticos), José Luis González (1926), Abelardo Díaz Alfara (1918). René Marqués (1919), Edwin Figueroa (1925), Pedro Juan Soto (1928), Salvador de Jesús (1927), José Luis Vivas Maldonado (1926), Emilio Díaz Valcárcel (1929) . José Luis González puede ser considerado el iniciador de la generación. En su libro En la sombra 7 despoja al relato de todos los elementos superfluos para presentarnos el hombre de campo viviendo o malviviendo en su medio, aguijoneado por carencias vitales, tomado en serio y no como mero depositario de tradición y color. En Gonzá· lez se advierte desde el primer momento un estado de alerta respecto a lo que se publica en el mundo, sobre todo en nuestro continente. En sus priml.:ros relatos es obvio el influjo de Juan Bosch, llegando a utilizar asuntos y titulos similares a los que utiliza el dominicano en su obra Camino real. Una falla que puede señalarse en ese libro pri· merizo es su excesivo esquematismo. Su segundo libro es Cinco cuentos de sangre,! en el que Gon·

7. Imprenta Venezuela. San Juan, Puerto Rico, 1943. 8. Imprenta Venezuela, San Juan, Puerto Rico, 1945.


zález muestra una prosa más depurada y precisa y desarrolla las situaciones a través de cuadros que van sucediéndose cinematográficamente. Con su libro El hombre en la calle,9 nos da los problemas que afronta el hombre humilde en la ciudad, los choques entre clases, las huelgas, y en el cuento "El ~scritor" hace un magnífico retrato del escritor burgués que, aun ante la escena de un obrero muerto por la policía, se resiente de que en este país .. no hay nada de qué escribir". En dicho libro explora la problemática del emigrante, del puertorriqueño en Nueva York. No se trata de la calle nativa solamente, sino la calle donde el puertorriqueño humilde ha ido con esperanzas de una mejor vida y en la que, en muchos casos, termina aplastado bajo el peso de una sociedad que no le comprende. El estilo, como en los anteriores libros, es sencillo y directo, carente de artificios. Paisa,ID cuento largo o novela corta, afirma una vez más esas características estilísticas del autor. Trata de unos emigrados boricuas que planean y llevan a cabo un asalto a mano armada. Su quinto libro es En este lado,ll en el que se incluyen dos cuentos antológicos: "En el fondo del caño hay un negrito" y "Una caja de plomo que no se podía abrir". En el primero, González hace gala de una tierna poesía, que, al parecer, ha tratado de reprimir en sus otros cuentos; el otro es un emocionante re)ato sobre un joven que asiste al velorio de un amigo muerto en la guerra y enviado en una caja de plomo que no se podía abrir. El personaje narrador nos cuenta la estupefacción de los vecinos ante ese particular ataúd y ante la disimulada arrogancia del oficial norteamericano, quien insistía, ante el desconsuelo de la madre del muerto, en que la caja no podía ser abierta. Al final, después de la descripción minuciosa del sufrimiento de esa noche, el protagonista-narrador nos informa que ese mismo día ha recibido la convocatoria del Ejército, dándole a la narración un final sorpresivo. Abelardo Díaz Alfara publicó Terrazo 12 y abrió un nuevo camino en la literatura terrígena. El volumen está compuesto de cuentos y estampas, en los que se narran los avatares del campesino de la década, hombres explotados criminalmente y lanzados luego al desamparo como inservible bagazo. La descripción en Díaz Alfara es colorista, llena de matices, luces, sombras y profundos olores a cañaverales agostados. Su mundo vibra de calor, el trópico está perfectamente registrado, y los hombres que en ese paisaje se mueven parecen consustanciados con esa tierra, esa brisa caliginosa, ese sol que "cIa9. 10. 11. 12.

Editorial Bohique, Santurce, Puerto Rico, 1948. Fondo de Cultura Popular, México, 1950. Los Presentes, México, 1954. Editorial Yaurel, San Juan, Puerto Rico, 1948.

va banderillas de luz" sobre la tierra. Sin duda el más logrado de sus cuentos es "El josco", el toro nativo que luego de un combate con el toro americano, y amenazado con el yugo, decide matarse; los críticos han dicho que ese relato encierra un gran símbolo: la lucha de lo autóctono contra lo extranjero. El retrato que Díaz Alfara hace del "jincho" Marcelo se encuadra dentro de la ya conocida línea criollista; su lengua es, o trata de ser, copia exacta de la lengua atribuida al campesino. En su cuento ..Los perros", Díaz Alfara incorpora a su equipo de narrador la técnica del monólogo interior en una narración lenta, recargada, adjetivada tal vez en exceso, a través de la cual nos va mostrando el retrato existencial del paso del tiempo en la vida humana (representada aquí por un caballo) en un ambiente hostil. Díaz Alfara ha publicado también Mi isla soñada, un libro de estampas y crónicas con sabor criollo. René Marqués ha abordado el cuento en dos libros: Otro día nuestro lJ y En una ciudad llamada San Juan,14 y su influencia sobre su generación es fácilmente comprobable. Una obsesión flota en las páginas de ambos libros: lo nacional contrapuesto a lo extranjero. El tema del nacionalismo ha producido sus mejores páginas, tema que Marqués ha disuelto en algunos casos en planteamientos existencialistas, como en su cuento "La muerte". Sin duda ha sido Marqués el primero en expresar estéticamente en nuestro medio las ideas que en Europa encabeza Sartre con sus doctrinas existencialistas. No se trata de un caso de importación arbitraria de encajar en nuestro lar una manera de, pens~ propia de los gastados países europeos; se trata, ~ás bi~n, de .la sensibilidad del autor, que respon. dió de mmedJato a aquella disciplina y la incorporó a su ser con plena convicción. Recordamos que Arturo Uslar Pietri señala como una de las características de la literatura hispanoamericana el hecho de que convivan en una misma época distintas tendencias estéticas. Nos interesa señalar esas características en Marqués porque en él se conjugan, más que en otros contemporáneos suyos, diferentes tendencias estéticas. Si en un cuento como "Pasión y huida de Juan Santos, Santero", encontramos una fuerte narración de tipo realista, en "Purificación en la calle del Cristo", nos sorprende un ambiente sugestivo, el diálogo poético, lo exótico, las joyas, la cultura y la aristocracia de la sangre, hacen pensar en un retorno a la primera etapa del modernismo. En "Isla en Manhattan" Marqués es realista, nos cuenta del hombre que claudica el ideal independentista; sin duda el cuento que le ha dado fama en el género es "Otro día nuestro", en que se expone una visión personal, que no pretende ser histórica, del 13. Imprenta Venezuela, San Juan, Puerto Rico, 1955. 14. Editorial Universitaria, Universidad Nacional, Méxi-

co, 1960.

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adalid nacionalista Pedro A1bizu Campos. Escrito en tono de profunda comprensión y diríamos que de solidaridad con el gran hombre, Marqués utiliza comedidamente el monólogo interior; la prosa es sobria, funcional. matizada por un dejo nostálgico. Otro cuento que llamó profundamente la atención y que llegó a escandalizar a ciertos críticos es "En la popa hay un cuerpo reclinado", en el que en un supremo momento de angustia el personaje reniega radicalmente de su virilidad a través de un espantoso acto de mutilación propia; esa narración tipifica la violencia moral que Arturo Uslar Pietri menciona como otro elemento característico de la literatura hispanoamericana. En algunos cuentos de Marqués flota un tono melancólico, de nostálgica evocación de tiempos idos, una tácita comparación entre dos modos de vida: la nuestra, en la que le gusta resaltar 10 característico español, y la norteamericana, que sus personajes han llamado bárbara. En su libro Spiks," Pedro Juan Soto aborda la realidad del emigrante. "Spiks" es el nombre despectivo con que los norteamericanos de Nueva York han bautizado a los puertorriqueños. El libro consta de ocho relatos apretados en una prosa en la que no es raro encontrar giros, frases y "pensa. mientas" propios del idioma inglés. El relato "Los inocentes" es, sin duda, el más logrado del libro, en el que Soto hace una incursión experimental por los caminos del monólogo interior, incursión que despertaría el interés de otros narradores de su generación. Los puertorriqueños que aparecen en estos relatos, malviven en los lugares más inhóspitos de la gran ciudad, aferrados a sus tradiciones, perplejos ante esa realidad hablada en inglés que ellos no comprenden, acorralados en zaguanes, en edificios matusalénicos, obstinados en conservar ciegamente el patrimonio de la cultura insular, totalmente aislados de ese brillante mundo de la Quinta Avenida y de WaU Street. Para ellos, el esplendor de la urbe está vedado. En todos estos cuentos Soto da muestras de dominio del género; son narr~ciones magras, escuetas, con personajes puer. torriqueños y universales, que a veces rayan en el documento fotográficamente realista. El diálogo parece haber sido recogido en cinta magnetofónica por su afanado verismo. De Soto conocemos otros dos cuentos: "Destino adentro, destino afuera", inédito, y "Esa antigua fragancia", una poética narración que trata de un hipotético futuro en que las flores naturales serán suplantadas por las artificiales. Es, a nuestro ver, el relato mejor logrado de Soto, en el que hace hincapié en sutilezas de caracterización que no le conocimos en Spiks. Por lo 15. Los Presentes, México, 1956.

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pronto, Soto parece haber abandonado el cuento por la novela. Edwin Figueroa ha publicado un libro de cuentos Sobre este suelo.16 Llama la atención el pausado ritmo de sus narraciones, tejidas minuciosamente, con sentido poético. Figueroa aborda el campesinado en sus narraciones; nos habla de un campesino vivo, afectado por los cambios propios de la época, como es el caso de Lolo Manco, jíbaro forzado fuera de su tierra, que trabaja en una fábrica y pierde una extremidad. Su cuento justamente premiado, Agui. naldo Negro", es modelo de precisión narrativa, en el que la atmósfera está dada en escasos trazos expresionistas y la trama se desarrolla en un doble plano de realidad y magia. En ese cuento antológico las palmeras, el delo, esa garza final que saluda al alba batiendo sus alas, sirven de ajustado "correlato objetivo", para usar el término de Eliot, del esta. do de ánimo de los personajes. Para Figueroa el hombre de la tierra no es un ente extraño; lo conoce bien, despojado de los ripios coloristas, y lo describe como tal, sin mixtificaciones. Figueroa tampoco ha podido substraerse a la fuerte tentación de abor. dar el tema del nacionalismo en cuentos como "Salón Boricua" y "El Rebelde". En "Raíz Amarga", trata el tema apasionante del tiempo en una anécdota en que se funden la soledad, que es a la vez el nombre de un personaje, y la nostalgia. Figueroa describe con gusto el ambiente en ruinas en que viven estos rezagos humanos, ambiente de puertas carcomidas, de molduras desconchadas; en el fondo palpita la imagen del joven cadete que motivó la tragedia de ambas hermanas. José Luis Vivas Maldonado ha publicado un volumen titulado Luces en sombra.'7 En su cuento "El fósforo quemado" se advierte la l\uelJa de la narrativa sartreana, asimilada afortunadamente al ambiente nuestro. En Mamisa, el autor vuelve por los predios campesinos y nos describe una conmovedora anciana de la tierra, aferrada a su perfil nativo, alma suave, profundamente humana, que se incorpora fácilmente al cúmulo de personajes que vive en cada uno de nosotros. Mamisa es una dulce encarnación de la ternura. En "A1sino Sin Alas", Vivas Maldonado elabora una poética narración basada en la novela de Pedro Prado. En "Creciendo está un matorral", el autor, como otros de sus compañeros de generación, toma como base el movimiento nacionalista. Pero tal vez el más conmove· dar de sus relatos sea "Intermeso", que nos cuenta de las relaciones entre un niño y un enajenado; el niño muere, el enajenado queda definitivamente solo, hablando el idioma de Jas ratas que ha aprendido en el basurero municipal. Salvador de Jesús es el <mico cuentista de esta It

16. Imprenta La Milagrosa. San Juan. 1962. 17. Editorial Yaurel, Puerto Rico, 1955.


generación que hasta hoy no ha recogido su produc. ción en libro. En mi opinión, De Jesús es uno de los cuentistas más originales de su generación y de más "garra", para usar una palabra gustada por los críticos. Tiene el poder de la síntesis sin caer en el esquematismo de los primeros cuentos de José Luis González. Su prosa contiene una subterránea vena poética, una dura poesía cotidiana. En su cuento "Lágrimas de mangle" es notable el enfoque limpio que hace de una situación en que otros menos experimentados hubieran caído en la estampa colorista. Se trata de un negro de los mangles de Cataño que elabora ron clandestino, y de su hijo. El diálogo y las descripciones están salpicadas de palabras criollas, válidas para describir nuestra realidad, pero De Jesús no se queda en lo epidérmico, en el color por el color, y penetra las rendijas de esas almas visitadas por la desgracia. La narración se salva luego de ]a consabida amenaza de derivar hacia lo meramente cromático. De la acción física de este relato, De Jesús vuelve su talento hacia la acción psicológica en "La otra hija de Jairo". Otro de sus mejores cuentos es "El fósforo apagado", en la que el autor nos muestra una de esas muertes horrendas, por fuego, que no es raro encontrar en esta generación. Menciono mis libros de cuentos. El primero, El asedio y otros cuentos/' trata mayormente de la soledad del hombre y de la muerte. En su Historia de la Literatura Hispanoamericana,l9 Enrique An· derson Imbert expresa que ese libro primerizo es "una negra antología de horrores". Dice que el au· tor se "hunde en deprimentes, mórbidas yasquero· sas realidades y de allí saca unos cuentos de gran fuerza narrativa". Concluye que "lo más poderoso del libro es su aguda comprensión de la soledad". En el cuento "El sapo en el espejo", que obtuvo una irónica acogida entre algunos críticos y que fUe francamente repudiado por otros, es fácil señalar la violencia moral, rasgo que ya apuntamos en el cuento "En la popa hay un cuerpo reclinado" 18. Editorial Arrecife, Mé:'l:ico, 1958. 19. Tomo 11; Breviario del Fondo de Cultura Económica, México, 1961.

de René Marqués y que se ad\'ierte también en los cuentos" El fósforo apagado" de Salvador de Jesús, "Dios en Harlem" de Pedro Juan Soto, "Santa Claus visita a Pichirilo Sánchcz" de José Luis González. Mi segundo libro de cuentos se titula Proceso en di· ciembre,20 y trata de soldados puertorriqueños en la guerra de Corea. Señalan los editores lo siguiente: ..Autor y temas nuevos en la narrativa actual, tan llenos ambos de originalidad como sorprendentes por el puesto que exigen en la presente valoración literaria." Un tercer libro de cuentos se titula El hombre que trabajó el lunes.1J En la contraportada los editores manifiestan que El IlOmbre que trabajó el lunes es, por su contenido y sus recursos expresivos, una obra representativa de la nueva literatura puertorriqueña". Añaden que "en la novela corta y los relatos que componen este libro el profundo compromiso moral con la angustiosa realidad de Puerto Rico no contradice una firme voluntad de expresión artística". No queremos terminar sin mencionar otros cuen· tistas que, aunque no se han dedicado consecuentemente al cultivo del género o no han publicado con regularidad, han tenido logros en su producción. Ellos son Josemilio González. Juan Martínez Capó, Julio Marrero Núñez, Arturo Parrilla, Gerard Paul Marin, María Teresa Serrano de Ayala, Ester Feliciano Mendoza, Juan Enrique Colberg, Charles Rosario y otros que por razón de espacio no podemos mencionar. Nos resta señalar a un narrador posterior a la generación del cuarenta. Nos referimos a Luis Rafael Sánchez, quien ha dejado demostrado en su libro En cuerpo de camisa sus cualidades de narrador atento a las corrientes literarias del mundo, su capacidad para captar las realidades en que viven día a día hombres y mujeres de su país. Pensamos que este narrador es el adelantado de una nueva generación, como fue .Tasé Luis González en su época. el vínculo entre la generación del cuarenta y la siguiente. de la que esperamos logros mayores que los obtenidos por las generaciones anteriores. 20. Ediciones Taurus, Madrid, 1963. 21. Ediciones Era, México.


en los

La pesca en l>uet1:o : ¡'eo -merós años del siglo KlX Por

L

A PESCA EN PUERTO RICO, EN LA ACTUALIDAD NO SIG-

nifica un renglón importante en su economía, ya que los mares cercanos a sus costas no son ricos en bancos pesqueros.! Es un grave inconveniente para la población, como la de cualquier país que no disfruta de grandes reservas de ganado y buscan las proteínas en las carnes de los animales marinos. Esta preocupación ya era experimentada en el siglo XVIII, y un número importante de vecinos de la isla, que residían en la costa o en los cursos bajos de sus muchos ríos, se dedicaban a la pesca y surtían a la población de este importante alimento. El problema de la falta de carnes quizá fuese entonces tan acuciante como ahora. A pesar de que la población en esos momentos apenas llegaba a los 100.000 habitantes, existían períodos de escasez por una deficiente política gubernativa española, que ponía muchas trabas a aquellos ganaderos, los cua· les sacaban mucho más provecho ofreciendo sus ganados a los contrabandistas que a aquellas costas se acercaban, o enviándolos ellos mismos a las vecinas islas extranjeras. La pesca debía de hacerse en Puerto Rico, a fines del XVIII y en los primeros años del XIX, de una forma anárquica, incontrolada, y por ello, para que su rendimiento fuese mayor, en 1803 el Gobernador de la isla recibió una Real Cédula para que informase sobre el estado de la pesca allí.% No parece que sea una orden aislada a este gobernador. Corresponde, seguramente, a un momen1. Picó, Rafael: Geograffa de Puerto Rico. Rfo Pie· dras. 1954. 2. Minaya, 3 de enero de 1803. R. Cédula al Gobernador de Puerto Rico. A. G. l. Santo Domingo, 2.322.

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BIBIANO 'tORRES

to de preocupación de la Corte por conseguir un incremento notable en la industria pesquera en todas las costas del imperio español. No hemos conseguido ninguna bibliografía para confirmar exacta· mt:nte nuestras afirmaciones. Creemos que no existe ningún trabajo que estudie el tema en general, y sólo artículos sobre la pesca en lugares determinados, como sobre los establecimientos balleneros de las costas peruanas y patagónicas. Por ello las aseveraciones que pasamos a relatar se apoyan sólo en varios documentos generales que el azar nos ha proporcionado en el Archivo (jeneral de Indias, y en uno en particular relativo a Puerto Rico, en el que su gobernador informa. a través de los datos que le refiere el Auditor de Marina, de la situación en que se encontraba la pesca en la isla.' El interés del asunto ha hecho surgir en nesotros deseos de poder llevar a cabo una investigación sistemática y averiguar lo realizado en materia de pesca en América durante el siglo XVIU. La preocupación de la corte española debió de comenzar en la época de Carlos III, que ofreció grandes auxilios y franquicias para favorecerla, y fue continuada en época de su sucesor, Carlos IV, en cuyo reinado fue fundada la Compañía Marítima, por Real Cédula de 19 de septiembre de 1789. Con esta creación se quiso restablecer las ventajas que Carlos III había otorgado, y bajo la protección real se puso la Compañía.• Aunque como ya hemos dicho, sólo tenemos noticias de establecimientos pesqueros en las cos3. Puerto Rico, 15 de marzo de 1804. Carta del gober· nador Castro a don Miguel Cayelano Soler incluyendo el testimonio hecho sobre la pesca por el Auditor de Marina. Santo Domingo, 2.322. 4. Indiferente General 2.491.


tas peruanas y en las patagónicas, ambas relacionadas con la pesca de la ballena, amén de los anti· guas establecimientos vascos en Terranova, consi· deramos que la orden recibida por el Gobernador de Puerto Rico, y su inmediato informe, es una repercusión de la preocupación en ese momento por la pesquería.

Variedad de peces y métodos Por dicho informe sabemos la variedad de peces que en las cercanías de la isla vivían, los distintos sistemas que usaban, y un número aproximado de los que a este menester se dedicaban. La pesca estaba considerada como muy abun· dante, con una gran variedad de especies, pero no existían verdaderos pescadores de profesión. Por ello el valor del conjunto de la pesca era escaso. En los últimos años del XVIIT, concretamente en 1796, se había establecido en la isla el gremio de la Gente de Mar. Los matriculados en él eran los úni· cos, en teoría, que tenían derecho a disfrutar del ejercicio de la profesión hasta donde alcanzase la mar salada. Esta advertencia se hacía porque tanto se pescaba en las costas como en las bocas de los ríos. El informe señala veintidós bocas, destacando los siete más caudalosos: Boca·Habana, Ma· natí, Arecibo, Añasco, Coamo, Aguada y Loísa. Pero en la práctica todos los vecinos que vivían en la costa o en los sitios cercanos a las dea;embocaduras de los ríos, sin estar matriculados, se dedicaban a la pesca, a pesar de las circulares que en contrario los subdelegados de marina dictaban. Estas no eran atendidas. Muchos vecinos, sobre todo los que formaban parte de las Milicias establecidas en los pueblos, consideraban que su régimen militar les libraba de tener que acatar esas órdenes y continuaron, como hasta entonces lo habían venido haciendo, practicando la pesca. Esta era la razón fundamental por la que la pesca no prosperaba. Pox:: temor a esa competencia el número de pescadores profesionales era insigni. ficante, ya que después de muchos esfuerzos las ventas que podían hacer no ofrecían un rendimiento suficiente para sostener sus casas y obligaciones. Una larga lista nos muestra la gran variedad de peces que existían, con indicación de su peso medio, expresado en libras:

Tareas 2 Lebranches o Colirrubios 20 Mojarras 2 Jureles 25 Mojarras blancas 1 Meros 100

Chernas Tiburón Cazabes Chincharros Salmonetes Macabies Cabezones

25 400 1 1 1 10

1

50 Pargos Abacoras o 100 bonitos Rabi-Xubias 12 Parguetes 6 Chapas 6 Cotorreras 2 Pampanos 4 Carites 7S Balajú 8 onzas Chafarotes 2 Dajaos morenos 4 Lisas 8 2S Robalos 2 Corbinas Pargos Prietos SO 100 Sabalos 100 Picudas 25 Cazón 1 Coreabados 1 Berreteados

Barbudos Franceses Sanjuaneros Colorados Guagiles Cabrillas Chichas Roncadores Rayas Papagallos Cofinnas Aujas Anjones Dajaos Guavina Congles Lenguados Capitanes Sagas Esmedregal Manatí

1 1 1 7 50 4 100 6 100

25 25 100 8 onzas 1 4 10 5 3

2 25 75

y otras especies, sin señalar su peso:

Langostas Morrudas Muniama Sardinas Negras Picuda Parda Arencón Sardinas boca culebra.'

Aguillas Arrayados Palometas Chillas Biegas Cueriduros Seti o anehoa

Y, por último, un grupo de testáceos, todos ellos de un gran valor: los careyes, las tortugas, los fanducos, los cabezones, todos con un peso aproxi· mado a los cuatro quintales; y las hicoteas, de peso de 12 libras. Unas especies se daban con mayor profusión en las cercanías de unos partidos que en otros, y también cada región y cada especie utilizaba un método distinto de pesca. Los más usados, todos ellos muy simples, eran el de chinchorro, la tarraya, la malla, cordel, corral y nasas. El sistema del chinchorro consistía en una especie de red barredera que era arrastrada por los marineros hasta la playa, tirando desde ésta con sogas, semejante al tipo de pesca que aún hoy se practica en algunos litorales de la costa española, llamada la jábega. El método del cordel

5. Muchas de estas especies nos son desconocidas. Por ello nos hemos limitado a transcribir los nombres de todos con la' misma ortografía que aparecen en el documento. Debe de haber muchos errores, pues como el mismo Auditor dice, da relación está hecho con los nomo bres que le han dado los pescadores-o

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y corral es una simple pesca con anzuelo, que se tiraba desde las pequeñas embarcaciones que usaban. Las nasas consistían en unas canastas de bejucos, hechas a modo de celosía, dejando un conducto, una especie de tragadero, por el que entraba el pez. Iban en sus pequeñas barcas a registrarlas cada dos días, y despescándolas las situaban en otros lugares. El método de la malla era muy variado según la red que disponían y el modo de u"tilizarla. La variedad más característica era la tarraya, atarralla le llamaban, que consistía en tina red redonda con muchos plomos en su parte más ancha y que era tirada por sorpresa sobre los posibles bancos de peces. También se usaba en los canales estrechos como arte de arras· tre, amarrándosele dos cabos a sus extremos de los que se tiraba. Es un sistema como el que hoy se emplea con el nombre de esparavel.

na, porque los milicianos aprovechándose de sus antiguos privilegios no reconocían las nuevas órdenes. Para colmo de mal~s, la proximidad de esta costa a las islas vecinas extranjeras hacía que muchos habitantes de éstas acudieran allí a pescar y hasta robar las nasas que los pescadores de Fajardo tenían puestas. Para evitar esto, Tomás de Ribera Colón, subdelegado de marina del partido, solicitaba una lancha de ronda armada que impidiese tanto a éstos como a los furtivos de Puerto Rico la práctica de la pesca.

En la región septentrional

De la costa norte, la menos favorecida por la geografía para la pesquería, tenemos los informes suministrados por San Juan, Arecibo y Loísa. En San Juan, a las trabas que ya hemos visto en otros lugares hay que añadir que el Cabildo de la ciudad, desde hacía mucho tiempo, arrendaLa pesca, en la costa oriental ba para propios por el sistema de subasta, cada Pequeñas particularidades sobre la pesca en tres años, el asiento de corral de Martín Peña y cada partido se reflejan en el informe a que nos los pasajes de Pueblo Viejo, Palo Seco y Boca Hareferimos, y por él conocemos cuáles eran los lubana. Todos estos asientos llevaban consigo asien. 'gares de mayor actividad pesquera. to de pesquería, no pudiendo entrar en ello los En el partido de Humacao sólo existían ocho • pescadores matriculados. A pesar de que algunas matriculados: Manuel Ortiz, Juan Bufil, Estado quejas fueron resueltas a favor de éstos, los arren· Robles de la Torre, Nicolás de Espinosa, Bartolodatarios de aquellos lugares continuaron pescan· do, y por lo tanto entorpeciendo el desarrollo de mé de Ayala, Joaquín de Rojas y Marcos de Ribera. esta industria. Sin embargo, en la relación que el subdelegado de marina, José Santana, envió al gobernador, cita Otro estorbo particular para los pescadores de a un número basfante amplio de vecinos de aquel San Juan era la prohibición de vender su produclugar y de Naguabo que practicaban con frecuen· to en la playa de la Marina. obligándolos los recia la pesca desobedeciendo las órdenes dadas. gidores a trasladarse a la ciudad y venderlos allí Los sistemas que más se usaban allí eran las na· a la mañana siguiente, hasta con horario impuessas, los chinchorros de arrastre, otros de malla más to: de ocho a diez. Los inconvenientes que con abierta, especial para la pesca de los careyes, ano este traslado les surgían, como sería el pescado zuelas en cordeles de cala y la tarraya. A pesar de que se les estropease, el tiempo que ~n ello pero hoy ser uno de los lugares de más pesca de Puerto dían o los gastos del transporte, hizo que el nú· Rico, en estos años que estudiamos, bien por la mero de pescadores profesionales fuese cada día falta de pescadores profesionales o por los métomás bajo y llegase a escasear el pescado en la dos primitivos que usaban, la pesca era muy defi. ciudad, como así lo hace constar don José María ciente. "En este partido los matriculados pueden Vertiz, teniente de navío de la Real Armada y cocoger en las nasas y chinchorros algunos dlas mandante del Real Arsenal. cuatro arrobas como máximo", dice Santana en su El informe del subteniente de Arecibo es el informe. más completo de' todos. Especifica que el estado La situación en el otro puerto pesquero oriende la mar, por los fuertes vientos que allí correo, tal de la isla, Fajardo, no era mucho más favorano permitía el salir a pescar desde septiembre ble. Allí las principales especies eran los testáceos, hasta marzo, y .si alguno se arriesgaba era coo es decir, los peces de conchas, principalmente el muy poco provecho. En el resto del año la pesca se llevaba a cabo, sobre todo, en el golfo de Ancarey y el janduco, ambos muy cotizados tanto por el valor de sus conchas como por su carne. zuelo y en el Cordel de Trina. Pero el número de pescadores era muy pequeño por falta de avías: Se usaban los métodos de cala y chinchorros, pero seguían predominando las nasas. Existía el missólo tenían varios chinchorros y por este sistema pescaban picuas, sierras, jureles, corcobados, momo problema' que en Humacao. Los menos aprovechados . eran los matriculados, que llegaban al jarras, meros, pargos y sardinas, que eran las es· pecies más frecuentes. número de. veinte en esa subdelegación de mari-

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También usaban las nasas, pero las fuertes corrientes que allí· había se llevaban muchas de ellas, y como éstas no abundaban, el sistema era raro vérselo usar. Sólo había cuatro matriculados en Arecibo, y aunque clandestinamente otros pescaban, puede suponerse que el pescado obtenido no era suficiente en la región, siendo alimento sólo usado los viernes y los demás días de vigilia. Juan Lorenzo del Olmo, el autor de este informe, era del parecer de señalarse alguna gratificación para que se matriculasen más vecinos y prosperase con ello la pesquería. En Loísa, aunque la mayoría de los vecinos que habitaban en la Ribera Baja eran hombres de mar, muy pocos había matriculados. A pesar de los esfuerzos hechos por el subdelegado Gregario de Matos, no había conseguido acabar con la clandestinidad. Tanto unos como otros usaban los chinchorros como método más frecuente, y como en los demás puertos de la costa norte no debía de tener ninguna importancia el total de la industria pesquera.

La pesca en el Oeste y en el Sur En la región occidental, Aguadilla y Mayagüez eran los dos centros pesqueros. Respecto a Aguadilla los informes existentes refieren una abundante pesca. Se conseguían grandes cantidades de neo granes y bonitos por el sistema de cala en ballestilla. También usaban otros sistemas: las nasas para la pesca del salmonete y el manchego; el del chinchorro para los bravíos, y la atarraya para las caballas y los barbudos. Todas estas especies eran muy abundantes y en su pesca se ocupaban treinta matriculados. Sólo la escasez de medios para obtener mejores barcos hacía que no fuera más próspera esta industria. Andrés de la Rosa, el subdelegado del partido, solicitaba medios para que aquellos marineros consiguiesen jávegas, chinchorros de tortugas y de palangre, con lo que el fomento sería inmediato. En Mayagüez también la pesca era considerada como uno de los medios más importantes para la

subsistencia de aquellos vecinos. La pesca era abundante y de gran calidad, a pesar de que la dedicación no era muy grande por carecer aquella gente de destreza en el oficio y de medios. Sólo usaban chinchorros pequeños de arrastre, los de tortuga y algunas nasas. A pesar de ello todo el vecindario estaba bien surtido de este alimento. El número de pescadores que nos señala el in· forme que venimos siguiendo es excepcional comparado con los que llevamos reseñados de los otros pueblos. Mil hombres se dedicaban a este menester, aunque no todos ellos estaban matriculados. Pero aquí se hacía de una forma legal. Se consentía a cada patrón que llevase,a algún paisano, reglamentándose la obligación de un mínimo de hombres matriculados. Como en los demás lugares el gran inconveniente estaba en la falta de medios. Las canoas y cayucos usados eran insuficientes para poder retirarse de la costa, y cuando esto ocurría el más pequeño temporal les hacia volver de inmediato sin tiempo siquiera para recoger las nasas o los chinchorros. Esta había sido la causa de que muchos hubiesen d~iado el oficio de pescador. Por ello el fomento aquí también estaba en auxiliar a estos vecinos en la compra de botes de vela con mayor seguridad para la navegación por las cercanías de las costas. Ya sólo nos queda reseñar la información que de la pesca en Ponce nos da Salvador Blanch. subdelegado de marina en este lugar. En el sur de la isla las especies más frecuentes eran los careyes y las tortugas, para cuya pesca se valían de pequeños chinchorros. Por ello poca gente se dedicaba a ella: la mayoría eran labradores que algunos días salían a pescar, no haciéndose referencia a que existiese ninguno matriculado. Este es un breve resumen de la pesca en Puerto Rico en los primeros años del siglo XIX. Por él sacamos la conclusión de que la pesca era suficiente para aquella población y muy variada en es. pecies. Pero faltando pescadores de profesión no se abastecía el consumo de la isla. Los 1.500 pescadores que en total existirían, por su falta de medios e ignorancia, en término gene. ral apenas si podían mantener a sus familias, aunque un grupo de ellos habían conseguido con su trabajo ocupar una posición desahogada.

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Un poema a Daniel Por MAIuGLORIA

DURA y

PALMA

AZUL TU MUERTE REGRESANDO EN LA LLUVIA.

Dura y azul, a nutrir la campiña de horizontes [ dispersos. Cuajada y transparente como rocío en el alba. Hecha temblor y rasgo de rosas sin esencia... Entre la fuente espesa de tus negras pestañas [cayó como paloma disparada del eco. Te sorprendió y quedaste como árbol aterrado por [el hacha rotunda.

\

Soñando vas de espalda, blanco en tu mecliodfa¡ los pies de roto incienso, el perfil militante y las manos regadas por la celeste lumbre, regadas y agresivas como jóvenes cánticos. Ramas nuevas te visten los miembros impolutos [hechos perenne ráfaga. Te seguiré en la noche por verte suelto y ágil como [potro de vidrio. Tu boca reidora de ayer, ya mariposa entre nuevas [campiñas; continuamente cándida. ahora celeste nido. Entre clavos de angustia tu cara me sorprende: blanca, blanca, blanquísima, con transfiguraciones y vaivén de abanico. No compartimos nada: ni la hora ni el canto, ni pirueteamos juntos en la melancolía. Reías casi siempre asustando la noche... Reías y [reías... ¡Oh, siento que te fueras arrasando jardines! Tu voz tenía el contorno de la rama maestra. Arrinconada y gris entre mi estancia histórica.


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yo no siento tu muerte en dimensión humana (so[mos muerte alentada), me duele solamente que tú nunca la amaste... Eras, [eras, ¡reías! Moriste malamente, diciendo ¡no! a la muerte y tu grito rebelde, herido y transhumano va rompiendo vidrieras por la curva del cielo. Preguntas sin respuesta suben de entre ·tu aliento [escarchado y rendido, y en ti mi voz disuelve su última pu[ñalada: nadie pudo salvarte... Dura y azul tu muerte, honda de carcajada por detrás de tu lengua hecha ya pez dormido. Eres fragata suelta sin timón y sin puerto.,. Eres fragata suelta por la hora absoluta de tu muerte sin día. Eres, eres y eres... Aquí todos decimos que Daniel se fue al cielo a [contar golondrinas. Es boni ta la imagen. Otras veces decimos que Daniel fue a observar la [mañana desnuda. Siempre decimos algo escondiendo los ojos, ya [violetas marchitas.,. Deshacemos estrellas en la hora angustiada. Arboles negros lloran en nuestras emociones cada vez que miramos tu ventana despierta. """""~~.. Ella sigue las huellas por donde va tu muerte fatalmente asombrada.

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j Exposición de López' del Campo EN EL INSTITUTO DE CULTURA HA VUELTO A EXPONER

-esta vez individualmente- Rafael López del Campo, uno de nuestros más destacados y promete. dores artistas jóvenes, quien ya en 1961 había presentado en nuestros salones su obra escultórica conjuntamente con una muestra del pintor Luis Germán Cajigas. López del Campo, nacido hace treinta y tres años en Barranquitas, estudió su arte en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, bajo la dirección del maestro Compostela. Al cabo de cinco años, y becado por el mismo Instituto, marchó becado a Italia, donde tres años después obtuvo el -diploma de profesor de escultura de la Academia de Bellas Artes de Roma. De regreso a Puerto Rico se dedicó a su disciplina, cultivando también el grabado, en que ya en el año 1959 había sido iniciado por un maestro ,de la talla de Lorenzo Homar. Aparte de la exposición ya mencionada, López del Campo ha expuesto en Cuba (1961-1962) y en Roma (1964), ciudad en la que alcanzó el Premio Internacional de Escultura otorgado en ese mismo año por la Feria de Arte de Via Margutta. Piezas suyas figuran además, de modo permanente, en colecciones privadas de sur América, Estados Unidos y Puerto Rico, donde también poseen obras suyas el Instituto de Cultura y el Museo de Arte de Ponee. Recientemente el Ateneo Puertorriqueño y el Departamento de Hacienda le han encomendado la realización de dos obras escultóricas próximas a ¡naugurarse: el busto de don Manuel de Elzaburu, fundador del Ateneo, y la estatua, en tamaño heroico, de don Alejandro Ramírez, reorganizador de la Hacienda pública puertorriqueña.


En esta última exposición López del Campo se nos ha presentado en su doble carácter de escultor y grabador. La muestra, integrada por cerca de un centenar de piezas (37 esculturas,' 34 grabados, 8 serigrafías y 15 dibujos), aparte de dar testimonio de la capacidad creadora y la versatilidad del artis· ta, documentó fielmente su notable evolución conceptual y estilística, principalmente en el campo de la escultura. Se nota así, cómo, manteniendo la temática nacionalista y los motivos autóctonos de inspiración, se ha movido López del Campo con seguridad hacia formas más libres y atrevidas dentro de una estilización sobria y personalísima que sin identificarlo con lo abstracto, lo acerca a ello.

Santos, grabados


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Aguila

Mallo y mujer

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Betauces en Nueva York y Haití* Por ADA SUÁREZ DCAZ

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L NUEVO CENTRO DE ACCIÓN DE BETANCES SERA. LA CIU·

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dad de Nueva York. Hay allí un grupo activo de cubanos y puertorriqueños que luchan por la libertad de las Antillas; está constituida la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico. Su presidente es el cubano Don José Morales Lemus y su Secre: tario el puertorriqueño Dr. J. Francisco Basora. Precisamente con fecha 1.0 de abril de 1869 -paco antes de llegar Betances a Nueva York- expide la Junta una circular que alarma grandemente a los conservadores, por cuanto se ordena Que se forme un registro o padrón por orden alfabético de todos los cubanos y puertorriqueños que se encuentran en circunstancias de prestar auxilios pecuniarios a la causa de la revolución. Que desde luego se dirijan esquelas de invita· ción a todos los que se conocen como capaces por sus recursos de prestar esa ayuda... 1

La insurrección iniciada en Cuba con el Grito de Vara, en 10 de octubre de 1868, sigue viva; extendiéndose cada vez más. Y los cubanos y puertorriqueños emigrados en Nueva York, además de la ayuda económica que prestan a los rebeldes, mantie· nen un periódico -La Revolución, Cuba y Puerto Rico Lo- órgano de la propaganda separatista.

* En el capItulo siguiente, del libro próximo a publicarse, El Antillano (Biografía del Dr. Ramón Emeteno Be· lances}, la autora enfoca las actividades del patriota puer· torriqueño durante su estadía en Nueva York y Haití, de 1869 a 1872. Desterrado en 1867 por el Capitán General, don José María Marchessi, Betances comienza errtonces su des· tierro de treinta y un años, durante el cual reside en Santo Domingo, San Thomas, Nueva York, Haití y París. Muere en París en 1898. ], cEI traidor José Morales Lemus, con el título de Presidente de la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, ha e.~pedido una circular impresa en Nueva York, fecha ],0 del corriente...• El Moro Muza, Satirico_y Literario, Habana, 18 de abril de 1869. Año VI, Núm. n. 2. Trisemanario; propietario, J. M. Mestre. Con fecha 23 de noviembre de 1869 cambió de nombre; se llamó en· tonces La Revolución.

La primera colaboración de Betances que aparece en este periódico es un artículo que se titula A los patriotas americanos. Cuba y Puerto Rico, fechado en Caracas, a 25 de marzo de 1869. La visita a Venezuela -forzada por las autoridades danesas de San Thomas en connivencia con el Capitán General de Puerto Rico J, lo lleva a reflexionar sobre los ideales bolivarianos y a comprender que la libertad de Cuba y Puerto Rico es necesaria no sólo para las Islas sino para la América toda:

Cuba y Puerto Rico... han sido el arsenal en que se han armado todas las expediciones contra los pueblos de América; alU han depositado los ingleses pertrechos de guerra para los esclavistas de la Luisiana y de las Carolinas; allí han repues· to sus fuerzas los franceses para imponerle a Méjico un emperador; allí se han organizado bs tropas que pretendieron, en vano, oprimir a Santo Domingo; allí se ha preparado el bombardeo de VaIparaíso y del Callao...• Va madurando la idea de que las Antillas no deben aspirar a destinos diferentes -que sólo unidas, confederadas, formando una nación fuerte, podrán conservar su ser. Y surge el seudónimo- de todos los que usa el que mejor lo define: El Anti· llano. La patria se le agranda; deja de ser meramente puertorriqueño para convertirse en antillano. 3. El 12 de mayo de 1869 daba cuenta el San Thomas Tidende de la discusión que suscitó la eltJlulsión de Betances en el seno del Consejo Colonial de San Tbomas y San Juan. Cuatro miembros propusieron que se enmen· dara la Ley Colonial de n de noviembre de 1863, de manera que en el futuro no pu~ii¡;ra procederse a una. <:ltp~l. sión tan arbitraria. basada umcamente en la requlSltona del Capitán General de Puerto Rico. Vol. 23, No. 38. Pues~a a votación la proposición, una sema~a más tarde, s~hó derrotada con dos volos a favor y diez en contra. lbld., 19 de mayo de 1869, Vol. 23, No. 40. 4. La Revolución. Cuba y Puerto Rico, Nueva York, 5 de mayo de 1869, 2. época, núm. 6.

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Con este seudónimo firma las correspondencias que publica periódicamente en La Revolución, Cuba y Puerto Rico, dirigidas al Director, y fechadas en San Juan de Puerto Rico. Debe haber contado con informantes meticulosos y confiables. Los artículos contienen noticias fidedignas, y comentarios al margen de la situación política y social de la Isla, que los hacen históricamente valiosos. Durante su estadía en Nueva York se ocupa en hacer algunas traducciones. En La Revolución aparece El Partido liberal, su progreso y su porvenir, de Eduardo Laboulaye, s que se publica por entregas, con un formato expresamente señalado, de modo que los lectores 10 puedan recortar y copilar. Betances, como Hostos, como Martf, piensa que a los pueblos hay que educarlos y prepararlos para la práctica de sus derechos, ya que sólo así puede lograrse el progreso. El lema de la obra _" El mejor Gobierno es el que enseña a los hombres a gobernarse por si mismos"-6 es prueba de la intención didáctica del autor y del traductor. También traduce, estando en Nueva York, el discurso de Wendell Phillips sobre el haitiano Toussaint L'Ouverture, discurso que habia gozado de gran popularidad en los Estados Unidos de Amé· rica en los años de las luchas abolicionistas. 7 La Revolución publica una reseña, advirtiendo a sus lectores que "la traducción se ha publicado en un elegantísimo folleto, 8 que se distribuirá gra~ tis entre los cubanos y puertorriqueños", a quienes se recomienda su lectura, "porque es lectura fortificante la de los actos, pensamientos y sentimientos del grande hombre de la raza etiópica". Y añade: Toussaint L'Ouverture sirvió inmensamente a la conciencia, a la razón, a la dignidad, a la libertad y a la civilización del mundo, cuando, batallando triunfalmente por la independencia de su patria, demostró que las ideas hacen a los hom· bres, y que aquel hombre vale más, es más hombre y es mejor, que, negro o blanco, con más decisión se sacrifica por los principios que dirigen y favorecen la marcha del mundo.' A pesar del fracaso material de Lares, Betances no ha perdido la esperanza de llevar la revolución a Puerto Rico. 5. Traducido de la séptima edición por el Dr. R. E. Betances. Nueva York, Imprenta de la Revolución, 40 y 42 Broadway, 1869. 6. Goethe. 7. Wendell PhiUips nació en Bastan en 1811. Se recibió de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard en 1833, pero su carrera la hizo como orador de multitu· des. Fue presidente de la Asociación Antiesclavista en 1865. 8. Toussaint L'Ouverture, Discurso de Wendell Phillips, traducido del inglés por un puertorriqueño. New York, Levy Voytits, impresores, No. 19 Ano Street, 1869. 9. La Revolución, Nueva York, 2 de diciembre de 1869. 2." época, Num. 75.

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Con vosotros o sin vosotros la revolución se hará en Puerto Rico... Se necesitan cuanto antes todos los fondos que podáis reunir; en dinero, letras, en azúcar, en café, en algodón, de cualquier modo. Decidíos, ya es tiempo; pues todo se está preparando. Con vosotros o sin vosotros.'· Una de las labores de la Junta Revolucionaria de Nueva York es conseguir ayuda económica y armas del Gobierno de los Estados Unidos, para sosteper la lucha en Cuba. Y aunque en Puerto Rico no se está peleando, Betances hace lo posible para que se incluya también a la Pequeña Antilla en los proyectos revolucionarios: Si las desgracias y el valor son los que excitan las simpatías de la Gran República Americana, nosotros también, amigo, tenemos derecho a ellas." El 23 de agosto se encuentra en Washington -según carta que interceptan las autoridades en Puer-

to Rico- "con varios miembros de la Junta tratando asuntos de la mayor importancia para el mejor éxito de Nuestra Santa Causa." u Y el 14 de septiembre el Capitán General de Cuba transmite al Capitán General Don José Laureano Sauz copia de una comunicación que ha recibido . del Cónsul español en Nueva York: Tengo la honra de participar a V. E. que una expedición se está fraguando, según aseguran, contra la Isla de Puerto Rico. No he podido ave· riguar aún en qué vapor se verificará ni dónde desembarcará; pero tan pronto como llegue a mi conocimiento, lo comunicaré a V. E. sea por telégrafo o, si da tiempo, en oficio.u Los rumores parecen multiplicarse -se le atribuyen proyectos revolucionarios por todas partes. El señor M. M. Gautier, Ministro de Relaciones Exteriores de Santo Domingo, denuncia al General Sauz un plan que, según él, auspicia Betances, de acuerdo con los Generales Cabral, Luperón y Pimentel,I4 para derrocar su gobierno: 10. Carta de Betances al señor don José Ramos, fecha· da en Nueva York el 28 de abril de 1869. Luis Bonafoux, Betances, Barcelona, Imp. Modelo, 1901, p. 213-214. 11. La Revolución, Cuba y Puerto Rico, 22 de mayo de 1869, 2.. época, Núm. 11. 12. Copia de la carta de don José Dlaz, secretario interino de la Junta Revolucionaria de Nueva York, al señor don Carlos González, fechada en Nueva York, a 23 de a~os­ to de 1869. Archivo Histórico Nacional, Madrid, le~ajo 5UO, Ultramar, Gobierno (Puerto Rico). Hay la posibilidad de que esta carta fuera espuria. Las varias personas que en ella se mencionan fueron encarceladas inmediatamente. A este respecto dice Betances en La Revolución: .Todo esto, por una carta enviada maliciosamente, se~n dicen, de Nueva York, en que se habla de dinero ofreCIdo y recogido para la revolución, de armas remitidas a Puerto Rico, etcétera, etcétera.• 30 de noviembre 'de 1869, 2." época, Núm. 72. 13. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Legajo 5110, Ultramar, Gobierno (Puerto Rico). ~ 14. El general don Buenaventura Báez habia comenzado a gobernar el 2 de mayo de 1868, pero en continu~1 lucha con dos focos revolucionarios: el general Cabral en la frontera sur y el general Gregorio Luperón en la línea noroeste. La oposición condenaba la política de Báez, «l~·n·


Puesto ya de acuerdo en el pensamiento se neo cesitaba un medio y lo fue a buscar a Mayagüez, centro de sus influencias, como médico y como revolucionario, y ha encontrado allí dóciles instrumentos que se presten a sus miras. El plan es provocar una emigración de hombres que salien· do de Mayagüez y otros pueblos de Puerto Rico, afluya a Puerto Plata en número de unos 300. Una vez posesionados de igual lugar en clase de pacificas habitantes, Luperón se presentaría ante aquella plaza para apoyar el movimiento. intesti· no que se operaría a su vista. Un hermano del mismo doctor Betances" se encuentra ya en Puer· to Plata con un número sospechoso de puertorriqueños, y el vapor del 4 debía conducir más de cien auxiliares de la misma procedencia. Mi Gobierno, que ha tenido formales y anticipadas denuncias dadas desde Puerto Rico sobre esa evolución, ha dictado sus órdenes a las autoridades civiles y militares de Puerto Plata y San- . tiago, disponiendo que con excepción de los suje. tos que ejercen un oficio o industria útil, c,¡e notifique a todo puertorriqueño recién venido de aquella Isla que dentro de cuatro días deberá trasladarse a esta Capital en donde fijará su residencia, disponiendo que a todo inconforme se le expida su pasaporte. Se ha encargado, especialísimamente en dicha medida que de ningún modo se haga extensiva la medida contra los españoles, pues no inspiran sospecha alguna, aunque vengan directa e inmediatamente de Puerto RiCO.16 Insiste en que la medida "no se ha estatuido contra españoles, sino contra mayagüezanos e hijos de Puerto Rico y que se muestren enemigos de este Gobierno." 17 Y, finalmente, hace élaro su propósito. Le inte· resa un canje de puertorriqueños por dominicanos refugiados en Puerto Rico, enemigos de su régimen: El objeto de mi Gobierno es que V. S. se sirva ser el intérprete de su conducta e intenciones, y que al hacerlo, interponga su oficiosa influencia a fin de que en justa compensación se digne obrar con reciprocidad tratando de conocer a sus verdaderos enemigos, y cooperando en la parte que corresponda a la Capitanía General de Puerto Rico, a la consecución del fin político deseado. Hay en aquella Isla un número de dominica· nos refugiados, que por el hecho mismo de haber sido empleados del Gobierno español en este país, quieren ponerse en buena posición con sus compatriotas hostilizando al Gobierno de España y secundando las miras de Betances. Es admira· ble y difícil de explicar por qué la autoridad tle Puerto Rico ha arrojado de aquel suelo a dominidente siempre a extranjerizar el país., promoviendo la ve.nta a los Estados Umdos de América -del valioso distnto que comprende la bahía de Samaná.... Protesta ante el mundo, lanzada en Jamaica, a 5 de agosto de 1868. por Greg~rio Luperón. Copia en Archivo Histórico Nacional, Madnd, Legajo 5091, Ultramar, Gobierno (Puerto Rico). 15. Adolfo Betances y Torres, hermano de padre de Betances. 16. Copiador de oficios de Relaciones Exteriores. Libro 22, pp. 274-276, Archivo General de la Nación, República Dominicana. Copj.a en Archivo Histórico Nacional, Madrid, Legajo 5110, Ultramar, Gobierno (Puerto Rico). 17. Ibid.

canos amigos de la Administración Báez, que siempre han sido dignos en su conducta, y tolera y respeta a los partidarios de expediciones aventureras contra Cuba y Puerto Plata.u El General Sanz, de acuerdo con el Presidente Báez, envía a Santo Domingo el vapor de guerra Sirena a recoger los puertorriqueños apresados. Algunos logran escapar, burlando la vigilancia de las autoridades, y llegan a Nueva York. Con ellos se hallan los jefes de la insurrección de Lares, los señores Manuel Rojas y Clodomiro Abril. 19 Puerto Rico se va despoblando de elementos se· paratistas. Unos salen desterrados oficialmente por el Capitán General; otros motu proprio .por no resistir más la vida en el presidio que es la Isla. Y aun otros claudican de sus principios -demasiado débiles para vencer las presiones materiales y psicológicas a que son sometidos por el Represen· tante de la Revolución de Septiembre en Puerto Rico. 211 A principios de noviembre del 69, Betances piensa que es necesario tomar una determinación en cuanto a su vida privada y en cuanto al problema de Puerto Rico. Por lo que respecta a la Isla, hay tres caminos aseguir, según su parecer: 1.0 La Junta lo hace todo pOF poseer en breve a Puerto Rico. 2.° Los 500 fusiles, etc. prometidos y nuestros 2 ó 3,000 duros se emplean en favor de la revolución dominicana, debiendo, después que se le ofrecieran allí ventajas que ella (la Junta) no ha queri· do aún calcular, organizar el desembarco en Puerto Rico. 3.0 Ir con 30 ó 40 desesperados a hacemos matar, debiendo ser luego Puerto Rico, el baluarte eterno contra Cuba." 21 De las tres alternativas, la que le parece viable es la segunda: obrar Cuba y Puerto Rico de acuer· do, y arrastrar a la República Dominicana, "para tener bandera en el mar". 22 Pero los miembros de la Junta de Nueva York no están de acuerdo con el plan, y no se toma en consideración. Para esta época se hace evidente un cambio notable en la ideología de Betances. Empieza a ver fallas importantes en la política de los· Estados Unidos de América, que por un lado estimula las 18. Ibid. 19. La Revolución, Cuba y Puerto Rico, Nueva York, 21 de julio de 1869. 2." época, núm. 28. 20. El Capitán General don José Laureano Sanz ·fue nombrado Gobernador de Puerto Rico a raíz de la RevolO-' ción de septiembre de 1868, también llamada La Gloriosa, la cual derrocó el régimen de la reina Isabel 11. 21. Carta de Belances al doctor J. Francisco 'Basara, fechada el 2 de noviembre de 1869. En Bonafoux, op. cit., p. 215. 22. .:..entre las dos (Cuba y' Puerto Rico) si hubiera querido comprenderlo la Junta de Nueva York arrastrábamos a la República Dominican~ y _teníamos bandera en el mar.. Carta de Betances a don Manuel SanguiJy,' fechada 14 de agosto de 1891. Ibid., pp. 429431.

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esperanzas de los cubanos, y por otro hace el juego a España. Los cubanos presionan al Gobierno norteamericano para que les reconozca status de beligerantes, pero Estados Unidos evade la cuestión, y no toma acción alguna. El General Grant encuentra que la insurrección cubana, rechazando, venciendo durante ('ataree meses, a un ejército europeo bien disciplinado, de más de cien mil hombres, no tiene de facto una organización bastante fuerte para justificar el reconocimiento de beligerancia. Poco trabajo costaría recordar el estado de la revolución americana, cuando sin recursos, y despreciada de los gobiernos, sin congresos fijos, sin organización real, fue reconocida y sostenida por la Francia. ¡Quién se atrevería hoy a pretender que la Francia no obró con justicia! Esa es su gloria imperecedera.u Frente a esta situación, Betances se siente hondamente decepcionado -él que veía a la Gran República como portaestandarte de las libertades de los pueblos oprimidos. Considera que es oportuno advertir a los cubanos amantes de su patria, que no prefijen, "desde ahora, para ella, un medio único de salvación." Le parece que los cubanos están dominados por la idea de que su independencia ha de venir necesariamente bajo los auspicios de Washington, y quizás sería conveniente hacer un recuento de la política norteamericana, en el pasado, respecto de Cuba y Puerto Rico, para que se pueda apreciar que, en realidad, no ha cambiado. Y escribe en La Revolución -esta vez bajo su finna, para asumir completa responsabilidad- un artículo que titula Cubanos Erudimini. 24 En él recuerda las palabras de Mr. Clay 25 a los comisionados enviados al Congreso de Panamá (1828), instruyéndoles para que hicieran claro que los Estados Unidos estaban satisfechos con la condición colonial de las Islas,16 "abiertas ahora al comercio y empresas de sus ciudadanos, por 10 que no desean haya cambio político". Por respeto a la tradición, volvemos a cerca de cincuenta años atrás. El presente es hijo -hijo legítimo- del pasado. Una política que renace la misma a cincuenta años de intervalo, no tiene trazas de cambiar en un día, y en esto hay una lección que será sin duda provechosa para los cubanos. ¿No serán ellos los que deberían modificar su táctica, y buscar, donde ellas existan en realidad, efectivas simpatías para nuestra causa? El porvenir dirá. Pero, no hay que dudarlo, los hombres eminentes que se hallan, en Cuba, y fuera de Cuba, al frente de la Revolución, sabrán 23. La Revolución, Nueva York, 11 de diciembre de

dominar los acontecimientos, sin esperar jamás arrastrarse tras ellos. Para esto importa ver claro en el presente. ¡Cubanos: ErudiminWf Pero no es sólo la política de los Estados Unidos respecto de la guerra de Cuba lo que hiere su sensibilidad. Está también dándose cuenta de que los norteamericanos tienen como objetivo anexionarse las Islas del Caribe. Y, en tono satírico, se refiere a la cuestión en una de sus correspondencias a La Revolución: Nueva fiebre. Un yankee en la luna. Con las últimas noticias de los Estados Unidos ha disminuido aquí un tanto una enfermedad contagiosa que amenazaba ya invadir toda la Isla; hablo de la fiebre de yankismo. Lástima grande, en los días del gran descubrimiento de Alfonso Karr. Todo el mundo sabe o, si no 10 sabe, debería saber que el célebre escritor y jardinero Alfonso Karr, con .las solas indicaciones dadas en el "Cosmos", por mister Gross, se ha puesto, desde su jardín de Niza, en comunicación con los habitantes de la Luna, usando al efecto una combinación ingeniosa de espejos que reflejan la luz eléctrica. No puedo decir con seguridad cuál fue la primera pregunta del savant francés, pero ¡cuán grande fue su sorpresa al ver reproducida en uno de los espejos la ruda, pero despejada y satisfecha figura de un yankee! Inmediatamente dio parte al Gobierno de los Estados Unidos que puede desde ahora pensar en anexarse alguna pequeña parte del territorio de los lunáticos, capaz siquiera de contener otros quinientos millones de habitantes.:I Finaliza el 69. Ha pasado más de un año desde el Grito de Lares, y de la Isla no vienen palabras de estimulo, ni palabras de esperanza. Betances, perseverante, lanza una proclama el día 1.0 del año 70, recordando a los puertorriqueños que todavía son colonos sin derechos: Patria, Justicia y Libertad. Puerto·riqueños: Voló como un sueño el año 1869. Y todavía somos esclavos. Los hijos de Cuba, pasando por encima de todos los dolores, marchan muertos de gloria a la inmortalidad. Ni la tenacidad ni las crueldades de España los arredran, ni el apoyo y socorros que prestan a la tiranía los gobiernos egoístas son capaces de contener el impulso indomable de su resoludón. Ellos serán libres. i Puerto-riqueños! ¿Permaneceremos impasibles espectadores de esa lucha sublime en que nuestros hermanos, inmolados o vencedores, mártires o héroes, exci tan a cada paso la admiración del mundo liberal? ¿Al recibir una Constitución ilusoria, nos dejaremos engañar por las frases vanas de un Ministro sin fe y sin conciencia? Constitución nos dicen. Una sola cosa, notadlo bien, consta en ella clara uente: la imposibilidad

1869, 2," época, Núm. TI.

24. 25. reunió 26.

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Ibid. Henry Clay (lm-I852). Para la época en gue se el Congreso de Panamá era Secretario de Estado. Cuba y Puerto Rico.

27. La Revolución, Nueva York, 11 de diciembre de . 28. Ibid., 3D de diciembre de 1869, 2." época. Núm. 85.

1869, 2." época, Núm. 77.


de dar a una provincia tan apartada de la Metrópoli, como la nuestra, las mismas libertades que a las provincias españolas; las facultades excepcionales y siempre omnímodas de nuestros gobernadores.a i Elevemos nuestra alma que se degrada en la servidumbre! Si el amor a la libertad, como lo dicen con desprecio nuestros opresores, no tiene ya en nuestra Borinquen amada otro refugio que el corazón más infortunado de todos, el del afri· cano, esclavo de esclavos, sacudamos el yugo de deshonra que nos dobla, y sepamos combatir por conquistar nuestro honor y nuestra dignidad! Sólo así, en el año de 1870, podremos en breve saludar a Cuba y a Borinquen independientes. iViva la República! ¡Viva la Independencia!1D Con el nuevo año, decide buscar un lugar donde vivir: donde ejercer la medicina. Necesita ganarse la vida. La revolución lo ha arruinado. ¡Todo lo he perdido!... ¡hasta la reputación! Pero como siempre he pensado el día en que me faltara lo mío propio, retirarme a ganar con qué poder seguir, más luego... 10 pondré todo en ma· nos de Cabrera e iré a buscar la vida donde pueda, mientras sea posible meterse en Puerto Rico.~l No quiere alejarse de las Antillas -sus islas amadas-, pero ¡qué cuadro presentan éstas! Cuba en plena insurrección; Santo Domingo, en lucha fra· tricida; Puerto Rico, dócil a la voluntad de su Capitán General Don José Laureano Sanz disfruta de "paz" -una paz que mata los espíritus; que deforma los hombres-. Queda Haití -la patria de Toussaint L'Ouverture- alli la situación, por el momento, ofrece mayores esperanzas. El 19 de marzo de 1870 se inaugura un nuevo presidente, Nissage Saget, que muestra simpatias por la revolución cubana y que es contrario a los planes anexionistas del Presidente Báez. y Betances va a Haití, a esperar el momento propicio en que pueda darse un nuevo grito de libertad en Puerto Rico. . 29. Betances hace referencia al proyecto de Constitu. clón para Puerto Rico presentado por el Ministro de Ultramar, don Manuel Becerra Bermúdez, el cual ordenaba aplicar a Puerto Rico la Constitución de 1.. de junio de 1869 y declaraba a la Isla provincia española, pero prescribía, al mismo tiempo, que la Constitución se aplicara con modificaciones. El derecho de libertad de imprenta se limitaba por la prohibición de discutir la esclavitud, la integridad del territorio y la independencia. Estas restric. ciones se hacían extensivas a la libertad de palabra. Y la libertad de asociación estaba limitada por el poder que se confería al Capitán General para decretar la disolución de cualquier asociación que considerara peligrosa para la seguridad del Estado. Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), 3 vals., Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1952, 1957, 1962; Tomo II,

p. 79-80. 30. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Legajo SilO, Ultramar, Gobierno (Puerto Rico). Mss. 20,128, Biblioteca

Nacional, Madrid. 31. Carta de Betances al doctor J. Francisco Basora, fechada el 2 de noviembre de 1869. En Bonafoux, p. 215.

Recién llegado, aun antes de buscar un trabajo que le permita ganarse la vida, se entrevista con el Presidente para exponerle el caso de Cuba y solicitar su ayuda para la insurrección. Fernández no está aquí, y aunque Nissage me haya recibido muy bien (llevé también una carta de Luperón), tal vez un título de agente de la Junta no signifique gran cosa para ellos. Yo creo que ni de tal Junta sabían, y Nissage me presentó a dos o tres que llegaron mientras estaba yo con él, como Hl'envoyé de Cuba".J2 Quiere ganar todas las simpatfas posibles para Cuba, y en Port-au-Prince se entrevista con uno de los miembros más influyentes del cuerpo diplomático allf acreditado -con el cónsul inglés, Mr. Spen· cer Sto Joho. Pero Mr. Sto John está reacio a toda propaganda- tiene el convencimiento de que los cubanos quieren independizarse de España para anexionarse a los Estados Unidos. Y esto no convendría a los intereses de su país. ...nos será difícil establecer lo contrario de lo que piensa mister Sto Joho coo un periódico .:ubano que respira el anexionismo hasta por los poros de Hostos y que parece estar eternamente ocupado, lo mismo que todos los folletos allí publicados, en tratar la sola, la única HCuban question befare the United States", cuestión coja, pues no se apoya más que en un pie y le falta un segundo continente para colocar el otro. Verdaderamente ya estamos hartos de Fish y fatigados :le Summer o Sammer; no recuerdo bien la ortogra. fía. Vista pues otro traje el periódico y que nos sirva, por Dios, otro plato. No parece sino que Cuba ha considerado a los Estados Unidos como su brazo derecho. En el extremo del brazo está la mano, fuerte pero inmóvil o tan brutal en sus movimientos que cada vez que sale de la inmovilidad, es para lastimar a Cuba. Sin embargo, Cuba enamorada se ha puesto a mirarla, a contemplarla, y en esta contemplación se ha ido acercando a ella, hallándola cada vez más gran· de, hasta que se ha encontrado con ella delante de la cara. La mano es inmensa y le tapa los ojos. Convencido de esto, el cónsul inglés -tengo motivos para creerlo-, nos ha hecho ya algtin daño entre los hombres de este gobierno, haciéndoles ver que el triunfo de Cuba con los ameri· canos es la pérdida de Haití.» Las primeras gestiones en el nuevo país han sido en favor de Cuba; sus asuntos personales, que urgen solución inmediata, han tenido que esperar: No puedo decir todavía si habrá o no trabajo para mí. Necesito ver más detenidamente el país. Claro está que si puedo permanecer aquí seguiré trabajando en el mismo sentido, en favor de 32. Carta de Betances al doctor J. Francisco Basara. el 20 de febrero de 1870. En Bonafoux, pp. 54-56. 33. Carta de Betances al doctor J. Francisco Basara, fechada en Port-au-Prince, 8 de abril de 1870. En Bonafoux, pp. 216-218.

f~hada

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Cuba, si no quieren nada en Puerto Rico. Pero si no puedo ganar la vida, imposible seguir aquí. Mientras esté en él; haré cuanto pueda.)< Para el mes de junio está establecido en Iacmel, ciudad donde practicará la medicina hasta el año 1872.]S El 8 de junio de 1870 escribe a Hostos, quien convencido ya de que nada tiene Puerto Rico que esperar de España, 36 propone -entre otras cosascomo medida salvadora, aplazar la revolución hasta que Inglaterra, Estados Unidos y España decidan, tal vez pacíficamente, que la Isla debe ser independiente. A lo que Betances, más realista y con más sentido político contesta: ...si hoy mismo tuviera el poder de llevar ia revolución a Puerto Rico, no vacilaría un solo instante. Yo creo que ni Inglaterra, ni España, separadas o reunidas, son las que nos han de dar nuestra independencia, sino nosotros mismos." Piensa que los pueblos, como los hombres, tienen que buscar su salvación por si mismos. La visión de Betances respecto de los Estados Unidos sigue evolucionando durante el tiempo de su permanencia en Haití. Quizás el haber vivido casi un año en suelo norteamericano haya contribuido a esa transformación que se deja ver en su nueva manera de apreciar la "Gran República". Antes de la experiencia neoyorquina veía a los Estados Uni· dos como indiscutible campeón de la igualdad social. Sin embargo, en un memorial que envía al cónsul inglés en Port-au·Prince, después de su entrevista con él -tratando de convencerlo de que los cubanos no desean la anexión- hay ciertas fra· ses que evidencian su observación de la desigualdad social existente en los Estados Unidos: La République (cubaine) ne confére point des honneurs ni des privileges; ces hommes qui ne jurent déja que par le drapeau de l'Etoile solio taire -par opposition peut litre a la constellation 34. Carta de Betanccs al doctor J. Francisco Basora fcchada el 20 de febrero de 1870. En Bonafoux, pp. 54-56: . ~S. A su llegada. a Port·au·Prince. comienza a encontrar dificultades: ~Qucndo amigo: Desde que llegué aquí caí ma~o. De la. cama Ic escribo...» Carta de Betances a Gregon!> Luperon, .en Manuel Rodríguez Objío, Gregario Luperol.l .e HIstoria de la Restauración, Santiago. Republica DomInicana, 1939, p. 336. 36. Hostos publica en Nueva York, con fecha 10 de marzo. de 187~, ~n manifiesto A los Pucrto·riquciios, en el que dice lo slgulenle: ~ ...Yo he pasado en España los años necesarios para saber que no es posible esperar nada dc España.," ~ ...Entonces fui a la emigración, y allí, sondeando el espíritu de OIózaga, de Sagasta, de Ruiz Zorrilla, de Castelar, de cuan los mis amigos de la desgracia, quería yo que fueran amigos de las Antíllas en su fortuna, libera· dores pacíficos de Puerto Rico, me empapé en el acíbar de la verdad. me convencí que era necesaria la revolución de las Antillas, de que nunca serían libres con España porque todas las promesas verbaJes y escritas de aquellos hombres, eran meros compromIsos que contraían conmigo... La Revolución, Nueva York, 10 de marzo de 1870, 2.· época, Núm. 114. Esto es lo que había dicho Betances en 1863: ~España no puede dar lo que no tiene.» 37. Carta de Betances a don Eugenio María de Rostos, fechada en Jacmel, 8 de ,'unio de 1870. Doclor M. Guzmán Rodríguez, Epistolario de doctor Betances, Mayagüez, PuerlO Rico, 1943, p. 2.

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amencaine-; ces hommes qui, sur le meme drapeau portent le triangle de l'égalité et ne font absolument de distinction entre les noirs et les blancs, en opposition aussi a ce qui, encore aujourd'hui et malgré I'abolition de l'esclavagc, arrivc aux Etats·Unis... » Conviene señalar que Betances -al igual que los demás revolucionarios hispanoamericanos de su época- está consciente de los valores de la civilización norteamericana. Pero es precisamente a me· diados del Siglo XIX cuando los norteamericanos, habiendo completado su increíble expansión hacia el Oeste, lanzan su doctrina imperialista del Manifest Destiny, complementaria de la Doctrina Monroe, en virtud de la cual sienten una imperiosa e insoslayable "misión" de "redimir" otros pueblos, especial. mente los de la América española. Sin embargo, muy pronto los hispanoamericanos ven que las banderas que enarbolan los norteamericanos -libertad, soberanía y felicidad material- no son compatibles con la actitud que el mismo pueblo toma frente a los que anhelan realizarlas, ya que este mesianismo se traduce en una voluntad de dominio y de expan· sión económica. El desengaño es general, y requiere un nuevo enfoque de parte de los hispanoamericanos que, de ahora en adelante, tienen que distinguir claramente entre el orden social y político logrado en el territorio nacional norteamericano y los anhelos imperialistas de la joven y poderosa nación. Convencido Betances de que los Estados Unidos no desisten en su empeño de dominar el Mar Caribe y de poseer sus Islas, acuña la frase: "Las Antillas para los antillanos": No puedo terminar mi carta sin recordarle d principio que es mi objetivo y el de todo verda· dero patriota. A los falsos intérpretes de la Doc· trina Monroe debemos contestar siempre: "¡Si! La América para los americanos; pero las Antillas para los antillanos". Esa es nuestra salvación;" y en ocasIOn de dirigir la palabra a los hermanos masones de Haití: ...Unissons-nousl Aimons-nous! Formons a nous tous un seul peuple, un peuple de véritables ma¡;ons, et nous pourrons alors élever un temple aux bases si solides que toutes les forces de la race saxone et des espagnols réunies ne parviendront jamais a I'ébranler. Naus le dedierons a l'Independance et sur le frontispice nous grave· rons cette inscription, impérissable comme La Patrie, que nous dictent a la fois notre intéret et notre creur, I'intelligence la plus généreuse el le plus egoiste instinct de conservation: "Les An· tilles pour les fils des Antilles,"'" 38. Fechado Port·au·Prince, 24 de abril de 1870. En Bonafoux, pp. 219·228. 39. Carla de Betances al general don José M.· Cabral, fechada el l.~ de abril de 1870. En Bonafoux, p. 91. 40. Ibid., pp, 229·235.


El templo no podrá edificarse. Los enviados diplomáticos de los Estados Unidos trabajan activamente para entorpecer la libre determinación de Santo Domingo y Haití. Favorecen los gobiernos que colaboran con sus proyectos. Y de no ser así, ponen en juego cuantos recursos tienen -económicos y de toda índole- para que fracasen. En 1870 hacen la guerra oculta al General Gregario Luperón y al Gobierno establecido en Haití, porque están en contra del Presidente Báez, patrocinador del proyecto de venta de Samaná. El cónsul norteamericano en Cape Haitien escribe, en 24 de marzo de 1870, al Almirante C. H. Poor, Comandante de la Flota americana, entonces en aguas del Caribe. pidiéndole que envíe, con la mayor frecuencia posible, buques de guerra a Cape Haitien y a Jacmel, lugares desde los cuales podría ofrecerse ayuda a las fuerzas revolucionarias dominicanas: 1 beg to be allowed to suggest to you the visit here. as often as possible, of a vessel of war, and 1 would recommend also, the visit of one at the port of Jacmel, this and that, bcing the principal points whence succour can be conveniemly obtained for the feeding of insurrection on the frontier. 41 Se aplican presiones fuertes a países débiles. En

27 de febrero de 1871, el mismo funcionario remite al Secretario de Estado una larga relación de todos los obstáculos que ha puesto a las gestiones del General Luperón en Haití, encaminadas a obtener municiones y hombres para su lucha contra Báez. La cuenta que incluye por los servicios pagados a espías monta a 597.52 dólares. 42 Las Antillas tenían derecho a esperar otra política de parte de los Estados Unidos -pueblo fun· dado por perseguidos políticos y religiosos, "pueblo de puritanos, que con la Biblia en las manos y la oración en los labios" había atravesado "valles y montañas haciendo concebir grandes esperanzas de libertad y redención"; 41 pueblo que aún no ha cumplido la misión que él mismo se señaló. Una actitud de auténtico "buen vecino" hubiera bastado- no hubieran tenido las Islas que recorrer su trayectoria trágica. Por el momento, el Gobierno de Haití hace lo que puede: 41. Nationa[ Archives, Washington, D. C., Consular Despatches, Vol. 11, Cape Haitien, January 15. 1870 to September 19, 1873. 42. Ibid. «Besides having Luperón watched, 1 had the Commander oE the Departmcnt, and the Commander of the Arrondisement's movcmcnts looked into; and thcre I'emains not the shadow of a doubt, that both of them. but more especially the former, are as active in the movement of opposition to annellation, as those immedjate[y interestcd.» Ibid. 43. Mariano Abril, Crórlica Literaria, La Corresponderlo cia de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico. 12 de junio de ]898. Año VIII, Núm. 2.741, p. 1.

En este país, el gobierno y el pueblo nos muestran gran simpatía, y no son éstas como las simpatías yanquis sino más tangibles." Protegen, ~n cuanto pueden, la revolución cubana, y son los que sostienen verdaderamente la dominicana. Este pueblo tiene todo lo necesario para salvarse si no se lo lleva algún torrente despedido de lejos. Grant siempre quiere a Santo Domingo, y ese es el peligro." En cuanto a Puerto Rico, no puede menos que indignarse ante la falta de perspectiva con que los puertorriqueños ven su situación -satisfechos con las medidas más insignificantes, sin preocuparse de lo verdaderamente fundamental: Puerto Rico está en una borrachera completa. Allí están borrachos con las reformas que no les han dado. Se han embriagado por el olfato. Es el espectáculo más raro y triste. el de todo un pueblo -chicos y grandes- celebrando las libertades que creen tener y que no tienen." El 15 de marzo de 1871 circula una proclama, en lenguaje que remeda el lenguaje bíblico,47 atacando el manifiesto de los "liberales conservadores" de Puerto Rico, que sólo apoyan reformas económicoadministrativas. En lo político, son partidarios del "principio de autoridad". Pero la propaganda de un proscrito no produce efecto alguno. Poco puede hacer un hombre, él solo, frente a problemas tan complejos; a fuerzas tan desiguales. En 1872, perdida toda esperanza de poder hacer la revolución en Puerto Rico, decide marchar a París. Su mujer lo acompañará. Durante cuatro años su vida ha sido un continuo esperar; un diario preguntar si habría llegado el día señalado para la liberación de Puerto Rico. Pero la Isla no responde, y ya no e'i posible aguardar más. 48 44. La política inconsistente de los Estados Unidos de América en relación con la cuestión cubana -unas veces manifestando sus simpatías y otras arrestando a los miem· bros de la Junta- culmina en 1870 en una declaración de neutralidad. Con fecha 18 de octubre de 1870 el señor don Mauricio López Roberts, embajador de España en Washington, comunica al Ministro de Estado que ]a Junta Republicana de Cuba y Puerto Rico había aprobado por unanimidad lo siguiente: «Que a consecuencia de la nueva proclama de neutralidad del Presidente de los Estados Unidos en su parte relativa a Cuba, esta sociedad llamada Junta Cubana queda disuelta.» (Archivo del Ministerio de Negocios Extranjeros, Madrid, Sección de Ultramar, Cuba (1897), Legajo 2950. 45. Carta de Betances a don Eugenio M.. de Hostos, fechada en Jacmel, a 1.- de abril de 1871. Guzmán Rodrí· guez, op. cit., pp. 4-5. 46. Ibid. 47. Bonafoux, pp. 132-135. 48. Con fccha 8 de junio de 1870, el señor Manuel de J. Galván, cónsul de Esp~ña en Haití. había escrito al Ministro de Estado, en Madrid: .EI médico puertorriqueño Betances, sigue en Jacmel, donde ha fijado su residencia desde el mes pasado, y los informes que sobre él tengo indican que se halla en la más incompleta incapacidad de acometer ninguna empresa contra la tranquilidad que felizmente disfruta [a isla de su nacimiento. por la falta d<: recursos y el consiguiente desaliento...» Archivo del Ministerio de Negocios Extranjeros, Madrid, Correspondencia Consulados. Port-au·Prince, 1867·1879, Legajo 2022.

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Abandonar Jacmel es un poco dejar la patria -las Antillas tienen una misma geografía; un mismo clima; son hermanas. Y es dejar un núcleo familiar que no encontrará en París: su hermano Adolfo, el Dr. Basora, varios otros puertorriqueños. Son parte de la diáspora de Lares, de los separatistas que han tenido que abandonar la Isla para convertirse en desterrados. Acaso eso es lo único que podían esperar. "Para nosotros... ¡Seamos la generación

del sacrificio, y firmes y constantes en nuestros propósitos, para nosotros esperemos solamente la lucha nefasta, incansable, los dolores sin tregua, el destierro, el martirio, la muerte." 49 París será la más larga etapa del largo destierro. 49. R. E. Betances, A Cuba Libre, Ensayo sobre AJejandro Petion. M. M. Zarzamendi, impresor, Broadway, 1871, p. 24.

Ramón Emeterio Betances. Oleo de Jorge Rechany. 34


Teatro de Méndez 8allester Por

FRANCISCO

.ARIuvt

INTRODUCCIÓN MANUEL M~NDEZ BALLESTER QUIEN HACE SU PRIMEJ. ra incursión significativa en el teatro puertorri-

queño con el drama El clamor de los surcos, premiado y presentado en el año 1938 por el Ateneo Puertorriqueño, reafirma a la altura del año 1968 su consecuente voluntad de creación literaría para la escena con la comedia satírica Arriba las muje· res, montada durante el Undécimo Festival de Teatro Puertorriqueño. A lo largo de tres décadas, durante las cuales ha desempeñado, entre otros, los cargos de Director de la Escuela del Aire, Director de Radio El Mundo, AuXiliar del Secretario del Tra· bajo y Representante a la Cámara Legislativa, no deserta un solo momento su vocación de teatro. Esta religión artística se traduce, además de las obras mencionadas, en Tiempo muerto, drama en tres actos estrenado por la Sociedad Dramática Areyto en el año 1940; Hilarión, tragedia en tres actos estrenada en el año 1943 por la Sociedad General de Actores (fundada por Méndez Ballester) la que igualmente le estrena Nuestros días (1944). drama en un acto, y El misterio del castillo (1946), farsa en tres actos repuesta luego con el título de Un fantasma decentito (1950); Es de vidrio la mujer, farsa en tres actos, y Este desamparo, nueva versión de Nuestros días, estrenadas ambas piezas en 1952 por la Compañía María Ladrón de Guevara (Empresa Méndez Ballester); Encrucijada, drama en tres actos estrenado por el Pnmer Festival de Teatro Puertorriqueño (1958); El milagro, comedia en dos jornadas premiada por el Festival de Navidad (1957) Y estrenada por el Teatro Experimental del Ateneo (1958); La Feria o el mono con la lata en el rabo, comedia en tres actos, y Bienvenido, Don

Manuel Méndez Balleslcr

Goyito, comedia satírica en tres actos estrenadas respectivamente por el Sexto y el Octavo Festival de Teatro Puertorriqueño (1963-1965). Hay que sumar la adaptación de El misterio del castillo a guión de zarzuela, música de Arturo Somohano, y la de Es de vidrio la mujer, a guión de comedia musical, música de Rafael Hernández, adaptaciones ambas debidas al autor, la una representada 35


Tiempo Muerto. En escena de Alberto Zayas (Ignacio) y Esther Sandoval (Juana) Escenografía: Ríos Rey.

en el año 1947, la otra pendiente de representarse con el titulo de Por aquí pasó el amor. De este impertérrito crear contra viento y marea, motivador y sostenedor en gran parte del xilovimiento de teatro en que confluyen el Club Dramático del Casino de Puerto Rico y el Ateneo Puertorriqueño bajo el nombre de Areyto (1940), impulso que ha de pugnar luego a través de las organizaciones dramáticas Sociedad General de Actores (1943), Tinglado Puertorriqueño (1945), Comedia Estudiantil Universitaria (1947), Teatro Nuestro (1940) y Teatro Experimental del Ateneo (1951) hasta desembocar en los areytos mayores llamados Festivales de Teatro Puertorriqueño, selecciona el Consejo Editorial del Departamento de Instrucción Pública seis obras para circulación en la escuela superior las que agrupa en dos volúmenes, incluyente el primero de Tiempo muerto, Encrucijada y Bienvenido, Don Goyito. y, el segundo de El milagro, La Feria o el mono con la lata en el rabo y Arriba las mujeres. Para entender lo significativo de la selección, tenemos, en primer lugar, que ubicar a Manuel Méndez Ballester como figura acorde con el espí36

ritu de la generación puertorriqueña de los treinta a tono con la cual se proyecta en El clamor de los surcos y Tiempo muerto, maduración la s.egunda pieza del punto de vista dramático y la expresión estilística que afloran en la primera. Manifiesta la generación puertorriqueña de los treinta un doble afán, aún válido, aún forcejeante, aún por cumplirse a totalidad: primero, el de conocerse profundamente como resultado de un proceso histórico-cultural de cuatro siglos en el cual los colonizadores españoles, influidos por habitantes indígenas y núcleos de esclavos africanos, fructifican en criollos, y, segundo, el de conocerse extensivamente en relación al mundo internacional del cual forma parte con conciencia propia pero fundida en el denominador común de humanidad universal. Es lema indiscutible de esta generación el de patria y universo 10 que hay que vivir volviendo 'ojos, corazón e intelecto sobre la realidad puertorriqueña en todas sus dimensiones, -historia, sociedad, arte, ciencia, política- para poder aprehenderla cabalmente y con su conocimiento, expresión y dignificación incorporarla a la gran familia de los pueblos, al consorcio que engrandece por interacción de 10 humano eterno. Se impulsa Méndez Ballester a efectuar el manda to anímico de su generación a través de la difícil y compleja creación literaria para la escena cuando ya lo ha efectuado, en lo cual tiene éxito, a través de la novela Isla Cerrera con la que reconstruye por vía de ficción aconteceres de la colonización de Puerto Rico. Es éste un momento en que ha tomado ímpetu la investigación histórica a la par con la confrontación social y el ansia de definirse el futuro. La revista [ndice (1929) ha "indicado" el camino. Carmen Gómez Tejera presenta su tesis La novela en Puerto Rico (1929), Antonia Sáez la suya, El teatro en Puerto Rico, Notas para su estudio (1930), Antonio S. Pedreira las sigue con Hostos, ciudadano de América (1932), María Cadilla de Martínez aporta La poesía folkIórica en Puerto Rico (1933), Antonio S. Pedreira se aventura en el análisis de su presente con Insularismo (1934), Tomás Blanco aclara la dimensión del pasado con Prontuario histórico de Puerto Rico (1935), Enrique Laguerrc traduce la voluntad social en la nove· la La llamarada (1935), Concha Meléndez abre ventanas hacia la inmensa compatibilidad cultural de Puerto Rico e Hispanoamérica con Signos de [beroamérica (1936), Francisco Manrique Cabrera es· puma la flor de la poesía jíbara en Poemas de mi Tierra·Tierra (1936), Luis Palés Matos en Tun - Tun de Pasa y Grifería (1937) transforma una raíz cultu· ral en mundo onomatopéyico soñado, Augusto Ro· dríguez funda el Coro de la Universidad (1937) y 10 afina a contribución suprema con extraordinarios arreglos corales inspirados en música puertorri-


queña, Vicente Géigel Polanco publica en la prensa los ensayos sobre figuras próceres del país que luego recogerá en Valores de Puerto Rico, Emilio S. Belaval, los ensayos sobre la expresión artística que luego juntará en Areyto, libro que contiene el manifiesto teatral de la generación. Méndez BaIlcster crea, luego de tanteos escénicos en el Centro de Educación para Trabajadores (1935) donde comparte ideas dramatúrgicas con Fernando Sierra Berdecía, autor dramático también, y Francisco Manrique Cabrera, de gran afición teatral, la pieza escénica más notable de la marea de los treinta: Tiempo muerto.

El clamor de los surcos anuncia el enfoque social y la perfección técnica de Tiempo muerto. Ya en El clamor de los surcos Méndez BaIlester mira de frente a su medio social. Nos descubre la dolorosa vicisitud de una familia hacendada a la cual un sistema económico canceroso tennina por des· poseer de su finca de caña. El sumidero de miseria humana que ha engendrado la industria azucarera de entonces espolea al autor de Isla cerrera, emoción del pasado, a tomar partido por el mundo que lo rodea. Al hacerlo, devela en el teatro puertorri. queño un vasto panorama de' la realidad puertorriqueña. A la sinceridad y valentía de enfoque suma Méndez Ballester el afán de adecuación escé· nica que le caracteriza lo cual ha tenido gran influencia en los dramaturgos que le han seguido, quienes han concentrado. con Tiempo muerto de modelo, en los procedimientos creativos y aspectos fonnales de la pieza teatral. He dicho sobre Tiempo muerto en la revista Semana (19 de octubre de 1955, págs. 8 y 9):

Encnte/jaúa.

Escena Raúl Carbonell (Antonio) y '~¡:Ih Caios (Marta).

"Tiempo muerto expone la agonía de una familia jíbara, náufraga en el agrio mar de yerbas dulces que en nuestra isla colinda con el de espumas. fascinación perenne. El tiempo sin paga, llamado muerto en los cañaverales, ha 'pasado año tras año sobre la vida del bohío con hálito de apocalipsis. En ,la estela de hambre y desesperanza. Samuel, único hijo varón, iza la ilusión de rescatar a Juana e Ignacio, sus padres, y a Rosita, su hermana, del letal sumidero. Ha conseguido trabajo en el otro mar, libre y azul, cuando descubre la deshonra de su hermana. Enloquecido, pide cuentas al culpable y muere a manos de éste. Ignacio venga la muerte de su hijo y se entrega a la justicia. El suicidio de la madre pone punto final al desolado drama en que confligen las fuerzas del hambre y del honor frente a un sistema de explotación indiferente al dolor humano." En la conferencia La generación de los treinta: el teatro (Literatura Puertorriqueña, 21 Conferencias, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1960) afirmo: "Es obvio que el suceso dramatizado por Mén· dez BaIlester había de apelar poderosamente en la época que se llevaba a la escena. Lograba fundir el gran tema del teatro español, el honor, con la protesta social iniciada en la escena por Los Tejedores, de Hauptman, y sostenida luego por obras como Tobacco Road y Waiting for Lefty. Sobre estos apoyos temáticos, lograba., además, comunicarnos una clara visión de vida puertorriqueña. Debemos señalar la excelencia técnica de la obra como resorte adicional para atraer público. Méndez Ballester la había podido desarrollar con certera economía de materia dramática v un diálogo


Bienvenido, Don Goyito. En escena Alicia Moreda (Doña Carlota). Elín Orliz Reyes (Don Goyito) y Jorge Ortiz (Mickey). Escenografía: Nina.

realista, sobrio, conciso, expurgado, revelador del alma de los personajes en cada parlamento, exclamativo de la acción continua que progresa hacia un clímax de fuerzas encontradas." Con Tiempo muerto se afinna una época teatral . de dos modos: en la realización dramatúrgica, pues se consigue redondez en la presentación de tema, desarrollo de argumento, y en la realización escénica, pues la dirección annoniza actuación, escenografía, luces y trajes a los fines de una expresión cabal de lo primero. El logro mueve al teatro puertorriqueño hacia mayores realizaciones. Ambas piezas constelan claramente lo que ha de conmover la conciencia dramática de Méndez Ballester a través de su odisea teatral de treinta años, en la cual, fiel a una generación cuya vigencia sigue en pie, busca entrañarse al tiempo que internaci\Jnalizarse: las crisis del ser' puertorriqueño. En El clamor de los surcos expone el desgarre de la patria por la pérdida de la tierra; en Tiempo muerto la degeneración de la familia rural por la indiferencia socio-económica; en Encrucijada, la agonía del emigrante boricua ante la fuerza asimila· dora de un medio extraño industrial; en Bienvenido, Don Goyito, la tragedia de la asimilación cultural en el propio suelo, crisis la más peligrosa. Aun cuando Méndez Ballester, iQf1uido, sin duda, por las corrientes teatrales de vanguardia que se insinúan en Puerto Rico como resultado de un ma· yor contacto con el mundo exterior, se expresa más abstractamente como en El milagro (posición cristiana del autor frente a la angustia hennética del Esperando a Godot, de Samuel Beckett) o en La feria o· el mono con la lata en el rabo (reminis-

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cente de una trayectoria dramatúrgica - La má· quina de St.lmar, de Elmer Rice; Dynamo, de Euge· ne O'Neill- que desemboca en el teatro del absur· do) no hace sino reflejar su preocupación por el destino espiritual del hombre puertorriqueño el cual siente en peligro de desnaturalizarse, de des· dibujarse, de desvanecerse en un coctel de la nada. Ambas piezas no son sino un intento de comunicar la dramática experiencia de su particular ser geográfico, social y anímico en lenguaje artístico que se acerque a comprensión universal. Es lo último un fenómeno que se da en casi todos los creadores de la generación de los treinta quienes se encuentran compelidos por el vertigi. noso cambio económico-social del país a renovar aceleradamente sus puntos de vista sobre la realidad puertorriqueña, a buscar una nueva síntesis expresiva la cual retenga la esencia del Puerto Rico que no debe morir dentro del proceso de adaptación necesario para sobrevivir. De ahí el movimiento pendular de Méndez BaIlester en su dramaturgia en cuanto a fisonomía y estilo a partir del año 1957 cuando crea en !luce· sión El milagro (la menos fisonómica), La Feria o el mono con la lata en el rabo, un tanto welta a lo fisonómico, pero fundamentalmente abstraccionista, Bienvenido, Don Goyito, antípoda, histriónica y estilística de El milagro, y Arriba las mujeres, nuevo señalamiento de la crisis del ser puertorriqueño en ténninos de lo fisonómico. No es la primera vez que este dramaturgo, con velada angustia encubierta por aparente escepticismo, pendulea de la confrontación con la realidad puertorriqueña, de la que ha extraído resonantes obras como Tiempo muerto y Bienvenido, Don Goyito (expresivas de dos momentos asaz crít.icos), a


"extemarse" en la antología universal del drama, esfuerzo por cargar con Puerto Rico de una vez y sumarlo a la más avanzada contemporaneidad. Hay unos años previos a Encrucijada, obra con la que vuelve de un alejamiento, cuando lucha, como en los años posteriores de El milagro y La feria o el mono con la lata en el rabo, por fundir "de una vez la patria con el universo. Escribe Hilarión, drama en tres actos inspirado en Edipo, Re.v, de Sófocles, escribe El misterio del castillo respondiendo al criterio de un teatro ligero desconectado de la presión social, escribe Es de vidrio la mujer, ensa· yo de drama sicológico en abstracto inspirado en El curioso impertinente, noveleta contenida en El Quijote. Termina por sentiro;e insatisfecho y res· ponde nuevamente al llamado existencial de como prometer la vida individual con 1:1 vida colectiva que se vive. El regreso en sí mismo dentro del ser puertorriqueño se traduce en Encrucijada (1958) título con un sentido muy profundo para el "cuer· po" geográfico, social y anímico del Borikén lo mismo que el título de Tiempo muerto en el año 1940 y el de Bienvenido, Don Goyito en el año 1965. En Encrucijada, Méndez Ballester dramatiza en términos de un ambiente lejano, el de Nueva York, lo que luego ha de dramatizar en Bienvenido, Don Goyito en términos del escenario inmediato, el de Puerto Rico: la lucha de culturas que puede con· ducir a la desaparición de una de ellas si no se toman grandes providencias por parte de los puertorriqueños. Sobre Encrucijada he escrito en el prólogo de Teatro Puertorriqueño (Tomo l, Instituto de Culo

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El Milagro.

En escena Efra;n Berrios (Policía), José de San Antón (Rufo) y Ricardo Palmerola (Tomás). Escenografía: Nina.

tura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1959):

.. Encrucijada nos desnuda los conflictos de adaptación de una familia puertorriqueña emigrada a la vorágine urbana de Nueva York. Las fuerzas disolventes de la ciudad nos subrayan por contraste los valores morales que apoyan la vida isleña. El drama surge de la resistencia de estos valores a las presiones invencibles del monstruo erizado de rascacielos." Si ayer fue tema de la literatura la redención de la necesidad física y social del puertorriqueño lo es hoy preponderantemente la lucha por la sal· vación de su identidad, esto es, de su naturaleza espiritual. la que trasciende la biología y la convivencia en comunidad. A tal demanda, en cumplimiento de la cual se ha profundizado la creación literaria del país. responden Encrucijada, con su familia típica puertorriqueña descomponiéndose anfmicamente en Nueva York, y Bienvenido, Don Goyito, con su familia tfpica puertorriqueña descomponiéndose anímicamente en el Condado, fron· tera de culturas en pugna. Encrucijada, reminiscente de Esta noche juega el jóker (1938), de Fernando Sierra Berdecía, ade· lanta de modo patético -vena trágica de Méndez Ballester-, lo que se expone satíricamente -vena humorística de Méndez Ballester- en. Bienvenido, Don Goyito. El autor se hace la misma pregunta que Sierra Berdecía: ¿sobrevivirá la puertorriqueñidad en la emigración? Sierra Berdecía la salva en el reino de su imaginación, quijotescamente. En Méndez Ballester deja un punzante escepticismo. una nostalgia de impotencia que le hará volver los


La Feria. Al centro, en la máquina José Luis Marrero (Faustino). Escenografía: Carlos Mancha!.

ojos a los puertorriqueños en Puerto Rico: ¿sobre. vivirá la puertorriqueñidad en Puerto Rico? En el tercer acto de Bienvenido, Don Goyito afirma que sí, que hay presencia y energía de ella en el fondo de los no emigrantes para salvaguardarla de la. desaparición. Con la rebeldía anímica de Don Coyito, superficialmente asimilado en el segundo acto -acto de un poder cómico extraordinario- y su partida a la altura de la Isla en el tercero para comunión con su ser puertorriqueño, nos señala el dramaturgo la fuerza de la tierra en las montañas. Apunto en Teatro Puertorriqueño (Tomo VIII, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1966): "Con Bienvenido, Don Goyito, Manuel Méndez Ballester nos trae al presente, época en que se ha establecido una lucha entre la identidad puertorri· queña, que fraguara tan fuertemente en el siglo XIX, y las influencias culturales disolventes de ella... Méndez Ballester la expone cargada en caricatura, pero con aliento positivo a través de la fi· gura de don Goyito, campesino nuevo rico que se bate a la jíbara contra las deformaciones que lo asedian al convertirse en señor adinerado. Bierzve· nido, Don Goyito es obra presentista, fiel a la pino tura de la vida actual en la llamada Costa de Oro, ex Condado, con hondo sabor en la caracterización y el lenguaje de un Puerto Rico que se resiste a constelarse en un cielo extraño." Méndez Ballester ha devenido con los años, jun· to a un número de autores escénicos responsables del expansivo movimiento teatral, figura notable en la voluntariedad de constituir un acervo drama· túrgico puertorriqueño en la lucha por el cual -como Eugene O'NeilJ en la h~cha por constituir un acen'o dramatúrgicp norteamericano - ha sido 40

modelo de toda una generación de escritores puer· torriqueños, no se cierra a los adelantados en la conciencia de Universo, sino que se reta a con· quistar sus alturas. De esta fase de su pugna es conveniente mostrar obras representativas y nin· gunas con más significado que El Milagro y, sobre ésta, La feria o el mono con la lata en el rabo donde Méndez Ballester se asoma a la síntesis. Tal cosa se ofrece en el segundo volumen de la selección de sus obras a las cuales acompaña Arriba las mujeres, como ya expresé de ésta y Bienvenido, Don GCJ.o yito, muestra en contrario, producto del movimiento oscilatorio que hoy tiene la sensibilidad del dramaturgo vuelta sobre su particular, existencial mundo -sus raíces y su destino de conciencia. Respecto a El Milagro afirmo en el artículo in· troductorio a Teatro Puertorriqueño (Tomo IV, Ins· tituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1962): "En El milagro, escrito en 1958, Manuel Méndez Ballester se abstrae de la circunstancia puertorri. queña y concibe la escena como estrado universal para la disquisición sobre el origen divino o no del ser humano. Se vale de dos atorrantes contrapuestos sicológicamente, el primero racional y disolvente, el segundo voluntarioso e inocentón, para proyectar a través de un proceso dialéctico, que en este caso podría llamarse diálogo del alma, la 'necesidad de la fe en Dios. Tomás y Rufo deambulan inermes en la in· mensa soledad de su mundo, símbolo de la caída anímica del hombre a partir del Renacimiento. Les sirve de vago norte una ciudad metafísica, Montebelo, cuyo magnetismo parece no operar en la brú· jula de sus espíritus hasta que la iluminación milagrosa de Tomás al palpar el cuerpecillo cálido de


un ave le imparte júbilo religioso a sus vidas y los impulsa hacia la ciudad celeste." Respecto a La feria o el mono con la lata en el rabo afirmo en Teatro Puertorriqueño (Tomo VI, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964): "En La feria o el mono con la lata en el rabo, Manuel Méndez BaIlester reduce al absurdo la re· lación del hombre con la máquina. Un gigante aro tefacto mecánico, abstracto e indiferente, pero capaz de contestar fría y vertiginosamente cualquier pre· gunta, subvierte finalmente el orden precario de una familia moderna típica y el de la sociedad en que marido y mujer, sobre una ola avasalladora de objetos eléctricos -necesarios para soportar la vida- apenas pueden comunicarse. El imperio de la máquina desplaza la condición humana hacia el ridículo metafísico. No rige Dios, sino un gélido y desorbitado cientificismo que re· convierte al hombre en mono y que se le prende a]borotosamente del rabo, para trágico, pero a ]a vez risible escándalo. El desmedro del ser particu· lar consciente trae por resultado la locura social, el desconocerse en la esclavitud del espíritu a una externidad vacua, el moverse y gesticular en exceso sin plan ni propósito, y por ende, sin efecto, fuera de acrecentar el trastorno general y ampliar, en fin, las dimensiones del vacío. La escena de Méndez Ballester, como en El mi· lagro, ha dejado de ser copia de realidad para convertirse en metáfora de ideas sociales y filosóficas sorprendidas esta vez en el espejo cóncavo, defor· mista de la farsa. Atrás queda -la imitación fotográfica del trozo de vida-, como la ejercitara en Tiempo muerto y Encrucijada, para ensayar la

Arriba las Mujeres. En escena Víetor Arrillaga (Periodista), Lydia Eehevarría (Alejandra), OfcHa O'Aeosta (Rigoberta) y Rolando Dchoa (Fortunato). Escenografía: Carlos Maricha!'

transformación del espacio histriónico a tenor con la voluntad demiúrgica del artista, capaz de crear nuevos mundos, de revolucionar el alma del espec· tador con la subjetiva expresión de la suya. En El milagro, Méndez Ballester ha parteado muñecos desde la angustia, desde una atorrante y vagabunda soledad por los desiertos caminos de un Dios enanejado. En La feria, o el mono con la lata en el rabo, los impulsa a la luz desde la re· flexión humorística; claro, de un humor que nace de un trasfondo seria y religiosamente preocupado por el destino del hombre a quien desorienta en la época actual un fenómeno canceroso de su in· teligencia: la ciencia deshumanizada." Bienvenido, Don Goyito y Arriba las mujeres constituyen el antivuelo de este elevarse al drama intelectual en alas del cual Méndez Ballester suele sentirse sin suelo afectivo-sentimenta], sin existen· cia cotidianamente comprometida. Hay algo del oscilar de Cervantes del desamparo de la realidad de sus novelas pastoriles al humanismo .iugoso de los episodios de Don Quijote y Sancho. Arriba las mujeres, obra en que el autor cae en el discurso escénico, es ya un sumergirse totalmente en críti· cas vi vencias sociales de su país como en afán de encontrar el revés de la crisis y fijar una posición intermedia entre las exigencias de lo afectivo direc· to y ]0 intelectual abstracto que le han atraído ambivalentemente. Yo entiendo Arriba las mujeres como una discusión en corte de la descomposición moral de una clase que vive un vacío de patria a ]a vez que un vacío de universo, un limbo que por drama tiene eso: estar en el limbo. En un artículo publicado en El Mundo (Puerto Rico Ilustrado, 4 de mayo de 1968) pre-estreno de


Arriba las mujeres en el Undécimo Festival de Tea-

tro Puertorriqueño presenté el siguiente análisis: "Méndez Ballester. sensitivo radar de las afecciones de su patria puertorriqueña se siente atraído en ese momento, a examinar la contextura moral de UIla clase que ha tomado excepcional vigor en los últimos treinta años cuando el país ha disfrutado de la era de la opulencia: la clase media alta. ¿Qué nos sucede por el techo de las clases? se pregunta el autor, siempre atento a los malestares de la vida puertorriqueña, y gira a proyectar su curiosidad anímico-social en un santuario de comunes vivencias" situado en un reparto de los llamados aristocráticos" por influencias de un ayer boricua ligado a la monarquía, tal y como se !e llama peso al dólar. Satirizador irrefrenable, nos deja conocer sus Ir

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observaciones a tono con enfoques caricaturistas que llaman a risa al igual que en Bienvenido, Don Goyito, nunca deformaciones avinagradas, cáusticas, misantrópicas sino desde un fondo de tolerancia para las limitaciones humanas, pero firmes en la idea de que no se ponga en peligro la naturaleza de Puerto Rico ante la influencia de lo tooto, lo frívolo Y lo farisaico." Quizás por la intensificación de la fuerza que lo devuelve tan hondamente a ~as raíces de 10 puertorriqueño luego de su angustia por incorporarse e incorporar a Puerto Rico -que dentro lo lleva permanentemente- a la corriente universal del teatro, encuentre este autor de obra valiosa en el desarrollo de una conciencia escénica a partir de la década de los treinta, el punto donde patria y universo irradian juntos.

CUrle! de Rujael Tujii¡o

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Los ríos redinlidos* A Ricardo, con la esperanza de la recons· trucción de Puerto Rico. Fratentalmente.

Por

JORGE LUIS MORALES

1. Preludio

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ENGO DE PUERTO RIco. Vengo de la tierra del moriviví. Allí levantó su patria la paloma. Allí nacieron y se poblaron de amor todas las [ventanas. Allí, tremolando una jornada precisa, se enloquecieron de luz todos los pájaros. , Vengo de la tierra de Yahuba Bayael.

Cundeamoreando arcoiris, vengo. Vengo a regar el Valle del Anáhuac, con musicales flores de mi Frontón nativo. Yo desparramo en México todas las transparencias de cielo y tierra y mar, de palmeras y mariposas, de manantiales y yagru[mas, de múcaras y torcaces y metal y madera y [murmurios y rutilantes piedras lejanísimas que se agarraron de mi sangre en el Cerro de las [Maravillas. ¡Qué religión de aromas me asalta en esta tierra! Corno azotados por un viento magnánimo, zumban en mi pecho los panales de México. Del Pacífico al Golfo, del Río Grande a Tehuantépec, navegan complacidas abejas, enhebrando pirámides que se acarician en el fervor último de los néctares. ¡X de México! ¡Santa X de México! El acanto y el espliego, el sándalo y el cáctus se besan ya en tus praderas. ¡Eres la tierra del colibrí! * Entrega Hrica al Encuentro Mundial de Poetas cele· brado en México, sede de los Decimonovenos Juegos OHmpicos de 1%8.

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Solemnes sales entusiastas se acrisolan de voces coronadas de tiempo. Júbilas aguas, tus ríos ejercen vocación de flores consumadas donde, nuevos narcisos, se iluminan tus rostros. Rostros que se encabritan de arieles rutilantes, erguidos en el sueño gozoso de las frutas, levantados a cima de soles absolutos, ¿por qué, rostros amados, tan perfección vibrátil? ¡He llegado a la región más transparente del aire! ¡Esta es la tierra de Netzahualcóyotll

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2. Las tierras son anchas

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No hablemos de geografía. I ~ ~ 'J~~ ~". ~ Mejor hablar de sueños. ¡Y cuidado! ~~~ L ~ ¿Por qué no limitamos a los s~eños que chupan los/i.; 11/ "j j h . '- ....;7 [niños en las estrellas?/" --.~. ~ ¡Y cuidadoI !/!/f"" ~ y ¡: lo:. ¡Son más hermosos los sueños de los niños que' í/~r.-.---~.;;:; .•,: {t{{ (:,{ .__ ~ [sueñan tener los niños, (~ ~ '/í. ~\.. ~ Hasta confío más en los sueños de .l~s sueños de_los ~tJ JI I /~f

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Sólo es verdad el sueño. Sueña una sola vez. ¡Quintaesencia de [mandamientos! ¿Estamos en el 1968? ¡Y todavía no soñamos! ... ¡No, sí que soñamos! ¿Qué es esta horda terriblemente enceguecedora [que se cierne sobre el cielo de México? ¿Angeles o demonios? Una secreta mano transparente logra columbrar. Cada legión se posa, como el rocío, en sus [vibrantes pétalos. La mano se va cerrando lentamente, lentamente, [lentamente... ¡Y, de pronto, una antorcha sonreídal ¿Quién no ha soñado, alguna vez, con el fuego? ¿Quién no ha presentido el toque de la llama cuando la vida y la muerte se redimen en [plenitudes delirantes? (Yo sé de una ventana -era, más bien, una pira[donde las mariposas, y las culebras, las manzanas y las [estrellas, el zapato y el peine, la esperanza y el oro, y una espada y un reloj y una ballesta y una [sortija se alimentaban de sacrificios, hasta que no se supo de más realidad que. de [aquella ventana.)

Ya es tiempo del agosto. Metálicos, los campos abren sus vientres [maternales

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y en un triunfal revuelo de campanas que oliscan los rincones del planeta, se maduran de amor los viñedos celestes. La mano se va cerrando lentamente, lentamente, [lentamente... ¡Las tierras son anchas, pero todas caben en una [mano!

3. Pasión de rios Un río es, definitivamente, la palabra más [emocionante que ha pronunciado la tierra. Sus alas son más poderosas que las de los [cóndores, albatros y avestruces. Riando cantan los ríos con melodías indescifrables que estrangulan el do re mi fa sol. Mercuriales como el pitirre, penetrantes como los [múcaras, suelen descender a los abismos, conversan con el suspiro de las pirámides, y el sol se las aprieta en la garganta, para que [visiten la Isla de Patnos. Los ríos son el alma de las tierras. ¡Funesto destino el de los ríos! ¡Andan tan solitarios!


La tierra no comprende el pensamiento de los ríos, reduciendo a la espuma el milagro de sus frutos. No es insólito que se confunda a las serpientes [con los ríos. Se les erigen templos en todas las ciudades; se les sacrifican las más bellas criaturas. El silbido de las serpientes tiene algo de [apocalíptico. Las tierras han engañado los requerimientos del [fuego. Yo he visto saCJificar los ríos, para complacencia [de las serpientes. Los estrangulan, como si fueran un estigma, como si en ellos la infernal noche se erizara y, a su paso, ladraran todos los cataclismos. ¡Vergüenza, cómo te persuaden sermones de [cunetas! iVergüenza, cómo te sobornan el orín y ]a miasma! (, Cuándo habrá de restaurarse la dignidad total del [fuego? Es menester que las tierras consagren sus templos [a las divinidades de los ríos, y entonces, los ríos, libertos, irán al mar, y, [redimidos, en eclosión sublime de rojas amapolas, vendrán a desposarse con las tierras. con ]a tierra. Cuando los ríos se hinchen de mar, tocará ]a [salvación a las puertas de la tierra. ¡No más ríos destrozados por la tierra! ¡Dulces ríos blancos, negros, amarillos! ¡Presiento una paloma cantando! ¡Y es un río, un [solo río!

4. Duele la realidad Este año de 1968 ha sido la corneja de los ríos. ¿Dónde, trigo, tu áurea espiga? ¿Dónde, azúcar, tu guajana luciente? ¿Cumplisteis el deber, azada y pico? ¿Qué hicisteis de las horas, monte y nube? ¿Honra de tu sudor, camisa, heriste? Dime, calzón, del barro de las abras prendiendo en cólera contra los azahares. Este año de 1968, ¡dolor, dolor! ¡Ay, faro del veneno! Las serpientes han celebrado la más gloriosa de [sus orgías. El ruedo ha sido fantástico. El triángulo... perfecto. Estados Unidos, Vietnam, Checoslovaquia. ¡Procesión de ríos decapitados que nunca [pudieron llegar al mar!

Arroyos de Puerto Rico, manantiales del Caribe, furibundas corrientes de andina cordillera, Danubio y Rin, Ganges, Guadalquivir y Valga. Ríos de Toro Negro y Grande de Loíza, ríos todos de mí, poesía en llanto, servida a los murciélagos hambrientos. ¡Detente, hisopo! ¡Despierta, tierra! ¡Destrúyete, tierral ¡Ríos, volad, volad!

5. Profecía Tengamos fe en los ríos. Tengamos fe en el mar. Urden sueños los ríos; los estremece el mar. ¡Tierra, libra los ríos! ¡Déjalos ir al mar! Al flore~er los ríos, cuaja su fruto el maI'. Sé amante de los ríos; ama, también,. al mar. Más te amarán los ríos, si corren por el mar, que deseos de ríos sólo los cumple el mar. Los peces de los ríos y los peces del mar, caudalosos de ríos, caudalosos de mar, Tierra, te darán ríos: Tierra, te darán mar. ¡Qué abundancia de ríos! ¡Qué abundancia de mar! Tengamos fe en los ríos. Tengamos fe en el mar. 6.

Un régimen de alas

¿Azul? ¿Verde? ¡Me resisto al idioma de los [coloresI Odio los cementerios que ingieren las miradas, esas miradas absurdas, terriblemente lánguidas, [exornadas de estiércol. Sonidos transparentes, absolutos, hilanderos del" [destino, transfiguran las fechas, los lugares, sobrepujan. audaces, los designios de las playas. Como briosos corceles saltan a tierras [despavoridas. ¡El mar! ¡El marl ¡Lengua preciosa! Evangelicemos con la cruz de las consonantes y [la vocal del mar, diáfanamente expresivas en su emoción de espuma.

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Llueve. Más bien, se despedaza, como estrella, un fino [orvallo. ¡Qué cintilar de aromas pluviales en el ámbito! ¿Es esto un sueño alzado a maravilla o es maravilla que se eleva a sueño? El mar, en milagro de sales, amamanta a los ríos que se trastornan, súbitos, deificados de mar. Vigilante, cacarea la brújula. ¡Campo abierto, donde el zurear de los pájaros y el gozo de las [flores se libertan! ¡Si ya son ruiseñores los reptiles de ayer! ¡Cimbran en la luna desfiladeros y escarpas! Eurídices perdidas rescatan los peñascos, al punto en que una ola se corona de fuego. Paloma, con su cría de ríos, el mar, en un delirio [de blancura, traza un círculo perfecto. ¡Allí anidan las tierras!

7. Despierto canto Tengo la certeza de que no estoy soñando. Sueños que le larvan albean mariposas. ¡Moriviví, hinca tu espina, déjame el goce de tu flor menuda! ¡Nútreme, cundeamor, con tu fragancia roja! ¡Zumba, zumba, colibrfl ¡Si crucé el mar, cómo he de estar dormido! Tierra, ríos, mar. Islas que en beso exacto se coronan, fervor de amaneceres que van al mediodía, contrapunto celeste, cifra de amor en la emoción lograda. De la tierra al mar, del mar a la tierra, ardiendo en entusiasmo de azucenas veloces, jinetes de los aires, se descubren los ríos, ¡y cantan! ¡Ríos del corazón! ¡Blancos, negros, amarillos! Al abrir vuestra biografía, salvada en los claveles de Tenochtitlán, me deslumbra, tronador relámpago, la palabra mágica de Yahuba Bayael: ¡Moriviví! ¡Abeja, deslíe miel! ¡Colma este pana: único de los ríosl

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El libro y nuestra cultura literaria Por LIDIO CRUZ MONCLOVA

S I DURANTE El. PRIMER TERCIO DEL SIGLO XIX El.

tráfico bibliográfico es empresa común de los comerciantes que, aquí en la Isla, como en otros muchos países, exhiben el libro en sus estableci· mientas juntamente con las demás mercancías y lo ofrecen a sus parroquianos como cualquier otro artículo de consumo, hacia fines de este período, el libro se emancipa de la promiscuidad a que viene sometido, y adquiere, consecuentemente, el lugar especial que le corresponde por su propia naturaleza. Así ocurre a mediados del año de 1837, cuando se verifica, en la casa número 23 de la calle de La Fortaleza, la fundación de la Librería de don Fran· cisco Márquez, la primera gran librería establecida en San Juan, y muy probablemente en toda la Isla. Dos años más tarde se funda la Librería y Ga· binete de Lectura de don Santiago Dalmau, el que además de ejercer el comercio bibliográfico se dedicaba al préstamo de libros mediante el pago de una módica suma mensual; útil y provechoso recuro so, por el que este establecimiento hubo de prestar eficaces servicios a la difusión de la cultura li· teraria e intelectual, poniendo la nutrida colección de sus obras al alcance del lector de escasos medios económicos. A la de Dalmau, si~e, un año después, la Libre· ría de don Juan González Cháves. Y, ya tras éstas, San Juan es cuna en turno sucesivo de otras muchas librerías, entre las que bien pueden citarse con orgullo las librerías Fundadas respectivamente por don Florentino Guimbernat, don José Sólves, don Francisco Ramos, don José M. Sánchez Enríquez, don Federico Asenjo Arteaga, don Bernardino Sanjurjo Vidal y el Presbíte· ro don Manuel de Jesús Ríos, así como las libre·

rías denominadas de El Boletín, propiedad de empresa editora del periódico el Boletín Instructivo y Mercantil de Puerto Rico: la Esperanza Puertorri· quei'ia, propiedad de don Ramón Nolla; la de El Buscapié, propiedad de don Manuel Fernández Jun· cos; la Hispano-Francesa, propiedad de don José Mariano Ferrer; y, La Ilustración Puertorriqueña y La Propaganda Literaria, propiedad ambas de don Saturnino G. de Mantilla. El resto de la Isla, por su parte, no fUe extraño al intenso movimiento bibliográfico del siglo. Ponee contó con varias librerías, entre las que vale citar las de don Manuel López, don Olimpo Otero Ver:gés y la denominada La Juventud Liberal. En Ma· yagüez funcionaron las de don Alberto Colón, don Eleuterio Balzae, don Joaquín Serra y don Leandro Montalvo. Guayama co~tó con la de Castillo & Luzunaris; San Germán, con la librería El Aguila, propiedad de don Rodulfo Dávila Ramírez; Yauco, con la librería nombrada La Nueva Era, propiedad de don Manuel Torres; y, así también tuvieron las suyas propias otras localidades. La recapitulación, aunque sea breve y sumaria, del material bibliográfico que figuró en los ana· queles de esas librerías, ofrece al investigador im· parcial, revelaciones tan sorprendentes como admi· rativas. Pues, si cuantitativamente los libros allí acumulados sobrepasan los cálculos más liberales, desde el punto de la calidad, honran, en general, la discreción y el tino de los libreros insulares del siglo XIX. Consignemos, por vía de ejemplo, que los fono dos de la Librería de Márquez y la Librería de Dalmau, alcanzan al tiempo de su fundación en 1837 y 1839, más de quinientos volúmenes respectivamente, sobre las diversas materias, y de los más

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diversos autores, tanto antiguos como contemporáneos. La sección de literatura de la Libreria de Dalmau, en particular, además de numerosas obras clásicas, incluía, entre otras muchas, obras de Sir Walter Scott, de Madame de Stabl, Madame de Gen· lis, Jovellanos, Fenimore Cooper y Mesonero Remanos. La sección de historia incluía obras de Plutarco, Martínez de la Rosa, el Conde de Toreno, el Conde de Segur, Anquetil, Hurtado de Mendoza, Moneada, Mela, Virei, Norvis, Guisot y Thiers. La sección de sociología, economía y legislación, incluía obras de Escrihe, Ferrer, De la Croix, Macarél, Solórzano, Maquiavelo y Bentham. En tanto la sección de ciencias estaba repleta de obras de diversos autores. Cuando se funda en 1848, la Librería de S61ves cuenta con una colección bibliográfica de más de mil volúmenes, en la cual figuraban, entre otras muchas, obras de Cervantes, Arriaza, Lista, Meléndez Valdés, Quintana, Espronceda, Larra, Chateaubriand, Soulié, Dumas, Hugo, Lamartine, Michelet y Manzone; al paso que las colecciones de las librerías de González, del Boletín, de Nolla y de Mantilla, en crecimiento constante, llegan a alcan· zar, durante el transcurso de su existencia, cifras verdaderamente considerables, como lo prueba el examen imparcial de sus catálogos. A la serena luz de estos hechos, es necesario pues, en obsequio a la verdad histórica, que repudiemos las exageradas declaraciones de don Ma· nuel Fernández Juncos, en el sentido de que todavía en el año de 1840 -es decir, cuando ya estaban' funcionando las librerías de Márquez y de Dal· mau-, no existía en este país comercio de libros. Es necesario que rectifiquemos las inexactas afirmaciones de don Sotera Figueroa de que hacia el año 1850 -es decir, cuando ya estaban establecidas además las librerias de González, de Guimbernat y de Sólves-, conseguir un buen libro en Puerto Rico era un señalado triunfo y el movimiento bi· bliográfico no ya can Europa, sino con España, era totalmente desconocido en esta colonia. Y, es necesario, asimismo, que- en obsequio a la verdad histórica, revaloremos la infiel declaración de que los libros españoles eran en esta Isla poco menos que artículos de contrabando, formulada por don CarIas Peñaranda en el año de 1885, cuando estaban precisamente en su apogeo las mejores de nuestras librerías. Estas revisiones se imponen, no en virtud de lucubraciones intrincadas, esotéricas o abstrusas, sino en nombre de hechos especificos, apodícticos e irrefutables. Al amparo de las ventajosas condiciones que en este orden ofrece el siglo XIX, esos libros que forman el acervo de nuestras librerías, pudieron cumplir su estimuladora función cultural con mejor y más feliz éxito que durante los siglos XVI, XVII Y XVIII; y. hubieron de contribuir eficazmente a se· 48

ñalar a la literatura puertorriqueña de la época, los rumbos y tendencias que animaban las literaturas de España, en particular, y en general de Europa y América. En el proceso de nuestra literatura el ambiénte de la tradición clásica 10 fraguan, especialmente. los antiguos escritores latinos y españoles, cuyas obras tienen destacada representación en los ana· queles de casi todas las librerías insulares. En 1837 la Librería de Márquez anuncia a la venta, entre otras, las obras de Horacio, Ovidio, Virgilio y Quin. tiliano juntamente con las de CerVantes, Lope, Garcilaso y Herrera. En 1848, la Librería de González ofrece las obras de Séneca, Timón, Santa Teresa y Fray Luis de León. Y, para el año de 1872, la primera de dichas librerías que había pasado a la propiedad de don José Julián Acosta, anuncia si· multáneamente las obras de Quevedo, Tirso, GÓn· gora, Vélez de Guevara, Alarcón, Rojas, Téllez y Moreto, y, las de Terencio, Cicerón, Tácito, Suetonio, Lucano, Tito Livio, PUnio, Marcial, Juvenal y Tíbulo. En los libros de estos autores que, al decir de Victoriano Sardou, fijaron para siempre, en obras maestras, las reglas del buen gusto, de la templanza y de la sobria elocuencia, hicieron su aprendizaje y tornearon su afición, nuestros clacisistas más representativos, como don José Gualberta Padilla, don José María Monge y don Julio Padilla Iguina. La predilección por el romanticismo se debe, en gran parte, al abundante caudal de obras de esta escuela, que aquí ponen en circulación las librerías de la época. El 17 de agosto de 1839, el Boletín Instructivo y Mercantil de Puerto Rico publica un artículo en el que, después de dar cuenta de su CODversión romántica, el autor consigna haber sustituido en su biblioteca los libros de Feijóo, Saavedra y el Padre Seio con los de Soulié, Dumas, Víctor Hugo y Garcia Gutiérrez. Por estos mismos días la Librería de Dalmau anuncia a la venta las obras de Scott, Madame de Stahl, Silvio Pellico y Mesonero Romanos. Poco más adelante, la Librería de Guimbernat anuncia las obras de Mora, Maurí y el Du· que de Rivas. La del Boletín las obras de Zorrilla, Campoamor y Gil Y Zárate. La de Sólves, las obras de Chateaubriand, Martínez de la Rosa, Ochoa, Larra, Dumas y Mansoni. La de Márquez, las obras de Quintana, Lamartine y Young. La de Ramos, las obras de Rousseau, Constant, Musset y Byron. La de Furnagueras, las obras de Bécquer, Baralt, Lozano. Selgas y Núñez de Arce, al propio tiempo que los periódicos se ocupan de divulgar las obras de Goethe, Hoffman y Poe. El estudio de estos autores contribuye a crear la atmósfera propicia al romano ticismo. Y, dentro de ella perfilan su ademán. nuestros románticos más señeros, como don Alejandro Tapia Rivera, don Manuel Alonso Pacheco, don José Gautier Benítez, don Salvador Brau Asencio, don


Luis Muñoz Rivera, don Francisco Gonzalo Marín y don Vicente Palés Anés. El movimiento realista se estructura bajo la in· f1uencia de Balzac, Pereda y la Pardo Bazán; y, asimismo. de Fernán Caballero, quien aquí vivió en su juventud, y de Pérez Galdós, a quien tuvimos por diputado en las Cortes nacionales españolas. Las obras de dichos autores, divulgadas por nuestras librerías y periódicos, marcan la pauta a que han de ceñirse nuestros escritores realistas de más fuste, como Francisco del Valle Atiles, don Federico Degetau González, doña Ana Roqué y doña Carmela Eulate Sanjurjo. La tendencia naturalista, por su parte, se forja bajo el patronazgo de Emile Zola. cuyas obras, circuladas por nuestras librerías, sirven de modelo a nuestros escritores naturalistas más destacados como don Juan Braschi, don Matias González García y don Manuel Zeno Gandía. En este sentido nuestra cultura literaria es la resultante de relaciones y elementos de coordinación no sólo con España, sino con otras naciones de Europa y América. Y, como tal, ella, 10 mismo que nuestra cultura general, forma parte de esa entidad intelectual constituida por el mundo de

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Occidente, sin que esto obste para que bajo las variadas formas de esas influencias, pueda percibirse el aliento de nuestra conciencia regional, cuyas primeras manifestaciones habian alumbrado en los mismos portales del siglo XIX. No cabe entrar ahora a considerar el valor intrínseco de nuestra cultura general o literaria. Pero al intentar la empresa en el futuro, tengamos bien presente, como afirma Gerard en el magnifico prólogo a la Historia de las Literaturas Comparadas. del profesor Lollié, que la civilización no es obra exclusiva de ningún pueblo y que si algunos 'Ian contribuido a ella con mayor poder o brillo, no hay ninguno, ni siquiera entre los menos rencmtbrados, que no hayan llevado a ella su parte de labor útil y provechosa. Y, adviertan claramente los que, por puro snobismo o mala fe pregonan que la Isla de Puerto Rico vivió demasiado tiempo sepultada intelectualmente en las tinieblas. estas admonitorias palabras de nuestro ilustre paisano don Salva· dar Brau Asencio: Los que en nuestra tierra tie· nen a gala renegar en absoluto del pasado. no deben, seguramente. haber consumido mucho tiempo en estudiarlo.

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Bibliografía Puertorriqueña 1968 ABELLA, Lorenzo: Isla sin alba. - Hato Rey, Editorial Cenit, 60 págs. Poemas dedicados a Cuba por un exilado de ese país, y escritos en Puerto Rico y Nueva York. ACADEMIA DE ARTES y CIENCIAS DE PUERTO RIco: Primera exposición de acuarelistas de las Islas Canarias, presentada por la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico. - Puerto Rico, 48 págs. Notas por Emilio S. Belaval, Ramón Ruiz del Arbol, Juan R. Meléndez, Guillermo Sureda y Washington Lloréns. Album en el cual aparece cada acuarelista, con su fotografía y biografía, y una reproducción a colores de una obra exhibida. Figuran 19 acuarelistas.

Tlle Writing Process - A Manual for Composition and Grammar Review. - Puerto Rico, Editorial Edil, 212 págs. La obra es un proyecto de la Facultad del Departa. mento de Inglés, Colegio de Estudios Generales, Uni· versidad de Puerto Rico, con el fin de mejorar la composición en inglés. ADAMS, Rhena Lee y SOLER DE URBlsrONDO, Ursula:

AGOSTINI DE DEL Rto, Amelia y UCELAY, Margarita: Visión de Espaiía. - Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 268 págs. Obra "basada en las grandes obras de la literatura española, en un orden cronológico" destinada a iniciar al estudiante en esa literatura. AGRAIT ALDEA, Ricardo: Cultivos literarios. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 215 págs. Primer poemario del autor, escrito, según la introducción, "durante días libres de mi labor como abogado y juez". ALBORNOZ, Aurora de: La presencia de Miguel de Una. muna en Antonio Macltado. - Madrid, Editorial Gredas, Biblioteca Románica Hispánica, 373 págs. La escritora puertorriqueño-española continúa su examen en la obra de Machado, sobre el cual ya ha publicado: Poes{as de guerra de Antonio Machado, La prehistoria de Antonio Machado, y una edición de las Obras Completas, con Guillermo de Torre.

so

ALVARADO, Arcilio: El doctor Figueroa. - Publicación de la Cámara de Representantes de Puerto Rico, 80 págs. Contiene la presentación biográfica hecha por el entonces Presidente de la Cámara de Representantes, al entregársele al doctor Leopoldo Figueroa el galardón como Servidor Público Distinguido, en septiembre de 1968. Al\lY, Francisco Javier: Aurología poética (Sus bellas traduccio,!es). - Río Piedras, Editorial Edil, 122 pá. ginas; notas biográficas por M. Fernández Juncos, Eugenio Astol y Adolfo de Hostos. Los poemas incluidos son en su mayor parte los que aparecen en Musa bilingüe, publicada en 1903 por Arny ( 1837·1912). ARANA-SOTO, Salvador: Catdlogo de poetas puertorri. queños. - San Juan, Sociedad de Autores Puertorriqueños, 257 págs. El catálogo "reúne cerca de 2,000 puertorriqueños que se han expresado en verso, incluyendo a los jóvenes de escuela secundaria que ya han ganado premios en certámenes poéticos".

- - : Defensa de los Capitanes Generales españoles, con una Nueva interpretación del siglo XIX puertorriquello, una Nota sobre los visionarios en la historia de Hispanoamérica, y El plebiscito celebrado en Puerto Rico. Cree el autor que 19; euatro ensayos, aunque parecen inconsexos. tratan' del mismo tema general; afirma que el ensayo clave es "Los visionarios en la historia de Hispanoamérica", que según él "explica lo sucedido en Puerto Rico en el siglo XIX". - - : Historia de nuestras calamidades. - San Juan, 210 págs. El autor hace el relato de la "serie ininterrumpida de nuestras desgracias, zozobras, sustos y terrores", incluyendo los huracanes, terremotos, epidemias e in· vasiones armadas sufridas por Puerto Rico. - - - : Luis Muñoz Rivera - Savia y sangre de Puerto Rico. - 1 • Patria y Pensamiento. San Juan, 206 pá. ginas.


Primer volumen de una trilogía sobre el prócer puertorriqueño. El segundo volumen será "La Disiden· cia Anexionista", y el tercero: "La Disidencia Indepen· dentista". ARNALDO MEVNERS, José: Siluetas y ensayos. - San Juan, Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 258 pá· ginas. Tres siluetas -de Cervantes, Baldorioty de Castro y de Frutos, camarero de "La Mallorquina"- seguidas de una serie de ensayos escritos en distintas épocas y países. ARZOLA, Marina: Palabras vivas. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 159 págs. Primer poemario de esta joven poetisa, quien recoge aquí versos escritos durante los años 1961 a 1963. ARR1Vl, Francisco: Tres piezas de teatro puertorrique. ¡io. - Puerto Rico, Editorial Departamento Instrucción Pública, 330 págs. El libro, destinado a las escuelas, contiene las obras: Club de solteros, María Soledad y Vejigantes.

- - : Veiigantes. - Comedia en tres actos. San Juan, Editorial Tinglado Puertorriqueño, lB págs. Nueva edición de la obra estrenada originalmente en el Teatro Tapia en 1958, durante el Primer Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura. BAGUÉ, Jaime: Del ingenio azucarero patriarcal a la central azucarera corporativa. - Mayagüez, Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, 102 págs. El autor subtitula la obra: "Glosa alrededor de las azucareras del año 1900". Publicación conjunta con el Departamento de Agricultura.

BRASCHl. Wilfredo: Metrópoli. - San Juan, Ediciones Juan Ponce de León, 202 págs.; prólogo: Concha Me· léndez. Colección de cuentos en los cuales, según la prologuista, "el enfoque se concentra en íntimos conflictos, a veces dolorosos, resueltos con humorismo unos, o ironía otros, pero siempre tratados con habilidad y gracia de narrador". BRUNO DE SEUO, Angeles: Vibraciones del alma. - San Juan, 69 págs.; prólogo: Nimia Vicéns. La prologuista describe los versos como ..ambien· tándose en la tradición puertorriqueña de aquellos hogares austeros y modestos en los objetos, pero resplandecientes y generosos en los sentimientos, donde las cosas diarias y pequeñas de la vida tenían sentido de ritual y noble categoría". Buso NEGR6N, Aída: ¡Madre! - Ilustraciones por la autora. Puerto Rico, Editorial del Departamento de Instrucción Pública. 55 págs.; prólogo: Carmen Gómez Tejera. La prologuista describe este libro de versos como "un hermoso diálogo entre el niño y la mujer que le dio vida y sabe comprenderlo". CANINO SALGADO, Marcelino J.: La copla y el romance populares en la tradición oral de Puerto Rico. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 176 páginas. Se propone el autor "demostrar en este estudio cómo conservamos en la tradición oral de Puerto Rico la copla y el romance, dos aspectos de la herencia culo tural española", y "cómo el pueblo", adaptando unas, adoptando otras y creando otras, ha seguido usando estas dos formas heredadas para expresar en ellas su sentir poético".

BALADO, Maria T.: Azares del tiempo. - Poemas. San Juan, Ediciones Juan Ponce de León, 117 págs.; prólogo: Carmen A. Cadilla. Primer libro de versos de la autora, en los cuales la prologuista halla que "no hay complicaciones téc· nicas, ni excesivo cultismo, ni distorsiones efectistas".

CEREZO DE PONCE, Engracia y CARRILLO DE CARLE, Ricar· da: La comunicación escrita. Un Enfoque dindmico. - Río Piedras, Editorial Edil, 166 págs. Manual sobre la psicología de la comunicación escrita, redactado principalmente en beneficio del em· pleado público por ambas profesoras de español comercial de la Universidad de Puerlo Rico.

BARONESA nE AVATAR (seudónimo de Colita Mercado Di· mas·Aruti>: Federico. - México, Editorial Améri· ca, 103 págs.; ilustrada. Es la biografía del dentista puertorriqueño Dr. Fe· derico M. Dimas-Aruti, escrita por su esposa.

CERVONI, Fran: Siete gritos al eco. - Poemas patrióli. ticos. San Juan, Editorial Claridad, 69 págs. Primer poemario de este pintor puertorriqueño. Entre los temas figuran la Masacre de Ponce y Griselio Torresola.

BLANCO, Enrique T.: Los tres ataques británicos a la ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico. San Juan, Editorial Coquí, Ediciones Borinquen, 112 páginas; introducción: Emilio M. Colón. Segunda edición de la obra publicada originalmente en 1947. Trata de los ataques de Drake (1595), Clifford (1598) y Abercromby (1797).

COfRESt, Emilio: Maltusianismo o Neomaltusianismo. Nuestro gran dilema. - San Juan, 217 págs.; prólogo de José L. Janer. El autor hace un estudio del problema del creci· miento poblacional en Puerto Rico, colocándolo dentro de un contexto mundial.

BLANCO, Tomás: Los cinco sentidos. - Cuaderno suelto de un inventario de cosas nuestras, con decoraciones de Irene Delano. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, Serie Biblioteca Popular, 77 págs. Segunda edición de la obra publicada originalmente en 1955 y que consta de cinco ensayos: "Entraña de la guajana", "Serenata del coquí", "Esencia de la mañana y musaraña de la noche", "Aventuras de jugos y de pulpas" y "Ditirambo decorativo de las brisas".

COlóN DELGADO, Raúl: Hojas de mi huerto (para gustos y disgustos). Poemas y pensamientos. - Río Pie· dras, Negrón, Impresor, 133 págs. El autor, hermano del pintor Osear Colón Delgado, colecciona aquí sus versos de índole política, patriótica, satírica; incluye décimas, epigramas y fábulas. CÓRDOVA UNDRóN, Arturo: Salvador Brau, su vida y su época. - San Juan, Editorial Coquí, Ediciones Borinquen, 152 págs.; segunda edición.

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La primera edición es de 1949. La nueva trae fotos y grabados de la época, títulos en cada capitulo, un índice y una bibliografía, además de dos criticas por Antonia Sáez y María Teresa Babín. CÓRDOVA, Pedro Tomás de: Memorias geogrdficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puer· to Rico. - San Juan, Instituto de Cultura Puertorri· queña. Tomo 1: 264 págs. Tomo II: 456 págs. Tomo 111: 498 págs. Tomo IV: 463 págs. Tomo V: 422 págs. Tomo VI: 482 págs. Introducción: Emilio M. Colón. Edición facsimilar en seis tomos de las Memorias publicadas por Córdova, Secretario Honorario de S. M. y del Gobierno, entre los años 1831·1833. Antonio S. Pedreira dijo que "desde el punto de vista tipográfico, esta obra constituye el esfuerzo más grande y puede decirse que sin paralelo, de la imprenta en Puerto Rico en casi todo el siglo XIX". El primer tomo re· produce íntegra la Historia de Puerto Rico de Fray Iñigo Abbad y Lassierra, publicada por primera vez en Madrid en 1788. CORRETJER, Juan A.: Proyecciones históricas de Lares. - Liga Puertorriqueña Socialista, 8 págs. Conferencia leída en octubre de 1968 ante la Sacie· dad Honoraria de Historia de la Universidad de Puerto Rico con motivo del centenario del Grito de Lares.

- - : La Revolución de Lares. - Liga Puertorriqueña Socialista, 10 págs. Conferencia ante la Sociedad de Estudiantes Uni· versitarios Lareños en marzo de 1968, en la Universidad de Puerto Rico, en conmemoración del Grito de Lares. DÁVILA L6PEZ, Antonio: La lumbre innominada (Poemas). - Utuado, Publicaciones del Centro Cultural Utuadeño Jesús María Muñoz, 113 págs.; prólogo: Rafael A. González Torres. Primer libro de este poeta utuadeño. "Es poesía la suya intimista -dice el prólogo- que nos va dando en jalones de límpido decir su asombro frente a la realidad". DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN POBUCA: Manual de gramdtica para la escuela secundaria. - Puerto Rico, Departamento de Instrucción Pública, 220 págs. Preparado por el Departamento de Español de la Escuela Superior Juan Ponce de León y revisado por el profesor universitario Eliezer Narváez Santos, para uso en las escuelas superiores. D1Az, Manuel Orlando: Introducción al seguro de con· tingencias. - Rfo Piedras, Editorial Edil, 156 págs. Cuarta obra del autor sobre el tema del seguro. Ha publicado: Introducción al seguro. Sus fundamentos teóricos y prdcticos; Introducción al seguro de propiedades e Introducción al seguro de vida.

sión de intimidad hogareña que los caracteriza y los distingue". . DIAZ-PLAJA, Fernando: La sociedad española. Desde 1500 hasta nuestros días. - Universidad de Puerto Rico, Ediciones La Torre, 249 págs. Una "excursión por el pasado español... pero no a través del solemne y poco aburrido cuadro de reyes y batallas, sino por el de la vida diaria de nuestros abuelos..... ENTRAMBASAGUAS, Joaquín de: Poemas con contorno de isla. - Palencia, 35 págs.; edición de 100 ejempla. res numerados. El escritor español escribió este poemario dedicado a Puerto Rico durante su estancia en la Isla como profesor visitante del Recinto Universitario de Mayagüez. ESTRELLA, Arturo: Antitrusl Law in Puerto Rico. Revista del Colegio de Abogados de Puerto Rico, Vol. XXVIII, mayo de 1968, núm. 3, 208 págs. El Colegio de Abogados dedica un número entero de su revista, en forma de libro, a este examen de la Ley contra los Monopolios de Puerto Rico. FELICIANO MENDOZA, Esther: Antonio Pére4 Pierrt1t.-Vida y obra. - San Juan, Editorial Coquí, Ediciones Borinquen, 178 págs.; introducción: Emilio M. Colón. Estudio sobre el poeta modernista (1885-1937), sometido como tesis para la Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico. Se publica conjuntamente con Bronces y olros poemas, de Pérez Pierret (V.).

- - : Cajita de música. - Puerto Rico, Editorial Departamento Instrucción Pública, 74 págs. Colección de cuentos para niños, donde la autora recoge "las melodías, el colorido, las sensaciones gustativas y táctiles" que enriquecieron la niñez de sus cuatro hijos. - - : Sinfonla de Puerto Rico. - Mitos y leyendas. Puerto Rico, Departamento Instrucción Pública, 71 páginas; introducción: Concha Meléndez. La autora escribió la colección "al calor de mi amor por mi isla y de la preocupación intensa que me llena ante el desconocimiento que de nuestra flora y fauna tenemos". FERNÁNDEZ M~DEZ, Eugenio: Antología de la poesía puertorriqueña. - Selección, introducción y edición de San Juan, Ediciones El Cemí, 172 págs. El autor ofrece una selección de poetas puertorriqueños en aproximado orden cronológico, desde el romanticismo; se propone, dice, "sin ensayar un estudio critico... dar una idea general del desarrollo hasta el presente de nuestra poesía".

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D1Az MONTERO, Anibal: La brisa mueve las guajanas.Novela. San Juan, 157 págs. Nueva edición revisada de la novela publicada ori· ginalmente en 1953, y que el autor dedicó "a los agricultores puertorriqueños".

FIGUEROA, Loida: Breve historia de Puerto Rico. Tomo 1 - Desde sus comienzos hasta 1800. - Río Piedras, Editorial Edil, 198 págs. La autora aspira a escribir "una breve historia de Puerto Rico que llegue al presente mediato y que tenga un sumario y análisis de las últimas investigaciones hechas en ese campo".

- - : Veredas de la finca (Cuentos). - San Juan, 114 págs.; prólogo: Tomás de Jesús Castro. El prologuista 'clasifica los cuentos como del tipo "de. abuelo para nieto" y señala "que dan esa impre-

FINLAY, Mercedes: Preludios infantiles. - San Juan, Editorial Cordillera, 57 págs. Primer libro de la autora, que dedica a temas rela· cionados con sus hijos y nietos.

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FONFRfAs, Ernesto Juan: Anglicismos en el idioma es· pañol de Madrid. (Afluencia e influencia de anglicismos en el español hablado y escrito en Madrid). - San Juan, Editorial Club de Prensa, 96 págs. El autor advierte que su estudio no obedece ni a "capacitación académica ni exigencia filológica", sino que lo realizó "viendo, oyendo aquí y allá y leyendo con preocupada atención los diarios..."

- - : Puerto Rico en la defensa del imperio español en América (ensayo breve). - San Juan, Editorial Club de Prensa, lOS págs.; prólogo: Julio F. Guillén. El autor describe la obra como "un meterme en las hojas de nuestro acervo histórico... para entender la verdad de nuestra razón de pueblo". - - : Rosendo Matiem.o Cintrón. - Ponce, Editorial Club de Prensa, 23 págs. Conferencia dictada ante el "Círculo Lumen", de Ponce, en la que se enfoca la obra de Matienzo como espiritista. - - : Tintillo bravo (Del quehacer puertorriqueño). - San Juan, Editorial Club de Prensa, 182 págs.; prólogo: José A. Romeu. Colección de ensayos entre 105 cuales figuran los temas de la danza, Rubén Daría, el idioma español en América, Joaquín Monteagudo, Rafael Hernández y Santiago Iglesias. FONT, Cecilia R.: Entre cuentos y versos. - Buenos Aires, Argentina, 53 págs. Colección de cuentos y poemas; segundo libro del autor, cuya obra Veinte cuentos y una angustia, apareció en 1966. GARetA MORALES, Mariano: Deudas pagadas o Historia de la expiación de un espíritu. - San Juan, Editorial García, segunda edición, 201 págs. La primera edición es de 1910. Lleva el subtitulo: "Obra mediumnística dictada por el espíritu de Ma· riano García Morales; recibida por el médium Francisco del Rosario González en el Centro Fraternidad, Isabela, Puerto Rico, 1890". GIL DE RUBIO, Víctor M.: Arpegios (Versos).-Barcelona, Ediciones Rvmbos, 58 págs. Entre los poemas dedicados a figuras puertorriqueñas los hay a Corresí, Victor Rojas, Rafael Hernández, Joaquín Monteagudo y José de Diego.

- - : Cuentos. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 67 páginas. Primer volumen de cuentos del autor de cuatro obras de verso: Perfiles, Redobles, Matices y Arpegios. GONZÁLEZ CONCEPCIÓN, Felipe: Versos por Cuba y para Cuba. - San Juan, Martín Printing Inc., 34 págs. Versos escritos por el autor en Cuba y en el exilio en Puerto Rico. GONZÁLEZ MALDONADO, Edelmira: El arte del estilo en José Enrique Rodó (Análisis de "El Camino de Paros"). - San Juan, Editorial Edil, 131 págs.; prólogo: Enrique A. Laguerre. Estudio de los medios expresivos del escritor uru· guayo, centrados en la obra que para la autora "cons· tituye la síntesis temática del autor". Tesis para la Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico.

GONZÁLEZ DE TOLEDO, Rosa: Al final de mi jornada. Puerto Rico, Esmaco Printers, 270 págs. La autora recoge "páginas que abarcan largos años de acción social en instituciones gubernamentales, cío vicas y benéficas de Puerto Rico". Al final incluye cuentos y artículos. GRANDA, Germán de: Transculturacíón e interferencia lingüfstica en el Puerto Rico contemporáneo (1898· 1968). - Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, XXIV, 226 págs.; prólogo: Rafael Lapesa. El autor dedica das capítulos a los componentes culturales en Puerto Rico en los períodos 1898-1940 y 1940-1968; dos capítulos al complejo de actitudes en los mismos períodos, y otros capitulas al cambio y transculturación; sociedad, actitud y lengua; el bilingüísmo puertorriqueño y a Jos resultados del proceso de interferencia lingüística. Hay una amplia bibliografia sobre antropología, sociología y lingüística. GULWN, Ricardo: El último Juan Ramón. Así se fueron los rEos. - Madrid, Alfaguara, Estudios de literatura Contemporánea, 181 págs. Dice el autor: uHe querido escribir el capítulo de la biografía de Juan Ramón correspondiente a sus via· jes y residencia en Puerto Rico; una crónica rigurosamente documentada de su vida y un pequeño frag. mento de historia literaria". HERNÁNDEZ AQUINO, Luis: Entre la elegía y el réquiem (Poemas). - REo Piedras, Editorial Edil, 60 págs. Nuevo poemario que incluye tres secciones: la pri. mera, que lleva el título del libro; la segunda, que consta de doce sonetos, y la última -"Las Revelaciones"-, entre las que figuran cantos al general don Manuel Rojas y a Martin Luther King.

- - : La muerte anduvo por el Guasio. - Santo Domingo, R. D., Editorial del Caribe, 188 págs. Segunda edición de la novela publicada originalmente en 1959, y que se centra en el hecho histórico de la invasión norteamericana de Puerto Rico en 1898. Hoyos, Milva Edet: Tómame. - San Juan, Puerto Rico Litho, 103 págs.; prólogo: Ramón Cancel Negrón. El prologuista describe la poesía de este primer libro como "desafiante y sensitiva"; el tema es el amor. IOARBOUROU, Juana de: Elegía. - Universidad de Puer· to Rico, Editorial U.P.R., SS págs. Libro con que se conmemora en Puerto Rico las bodas de oro de la poetisa uruguaya con la poesía. INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA: Cómo se formó Puerlo Rico. - Preparado por Rosa Navarro de Haydon, Libros del Pueblo, núm. 7, 43 págs. Introducción a la geología de Puerto Rico que trata los temas: topografía, procesos geológicos, origen geológico, formaciones geológicas, rocas y suelos, yacimientos de minerales.

- - : Tipos puertorriquelios (Prosa costumbrista del siglo xx). - Libros del Pueblo, núm. 8, 48 págs.; ilustraciones por Carlos Marichal. Selección de trabajos de Miguel l\leléndez Muñoz, María Teresa Babín, José S. Alegría, Antonia Sáez, Ernesto J. Fonfrías, Abelardo Díaz Alfara, Aníbal Díaz Montero, Esther Feliciano Mendoza, Salvador Arana-

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Soto y Amelia Agostini de Del Río. Complemento de Fiestas y costumbres de Puerto Rico (Prosa costumbrista del siglo XIX), con que se inició esta serie. INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA: Teatro Puerto· rriqueño, Noveno Festival. - San Juan, 445 págs. Incluye las obras: Los soles truncos, de René Marqués; Mi señoría, de Luis Rechani Agrait; Vejigantes, de Francisco Arriví, y Bienvenido, Don Coyito, de Manuel Méndez Ballester. Trae además una crónica sobre los Ballets de San Juan, cuya presentación incluyó Los renegados, basado en un cuento de Ricardo E. Alegría, coreografía de Juan Anduze y música de Carlos Suri· nacho JEStlS, Aída Maria de: Mi soledad y tti. - Barcelona, Ediciones Rumbos. 80 págs. Segundo poemario de la autora de Poemas para ti, publicados en 1965, que también trataban el tema amoroso. VILLAMIL, Rafael: Un cuento y cuatro poemas. - San Juan. Ediciones Arasibo, 31 págs. Además del cuento y los poemas del título, el autor incluye un articulo titulado: "El Carnaval de Arecibo". JIM~NEZ

LAGUERRE, Enrique A. y MELON. Esther: El jibaro de Puerto Rico: símbolo y figura. - Sharon, Conn.• Troutmann Press. 249 págs. Primera antología del jibarismo en la literatura puertorriqueña, incluyendo ensayo, poesía, narraciones y teatro, en las fases de pintoresquismo, enfoque social. creación poética, estudio científico y protesta social por las que ha pasado el tema. LÁZARO, José M.: La confección de tesis en las humani· dades. - Universidad de Puerto Rico, Editorial U.P.R., 65 págs. Manual dirigido a los estudiantes de humanidades y sobre todo a los de filosofía. que tienen que escribir una monografía en el campo de su especialidad. El autor falleció en diciembre de 1968. lóPEZ, Julio César: La patria en dos poetas y Un para· lelo modernista. - San Juan, 38 págs. Contiene tres ensayos: "Francisco Matos Paoli y el vanguardismo literario (Sobre el Canto a Puerto Rico)", "El tema de la patria en José de Jesús Esteves" y "Un paralelo modernista: Imagen de un cura en Virgilio Dávila y en Herrera y Reissig". LORANP PE OUZAGASTI, Adelaida: El indio en la narrativa guatemalteca. - Universidad de Puerto Rico, Editorial Universitaria, 277 págs. Estudio de la presencia indígena en las letras guatemaltecas, desde el Popal Vuh hasta Miguel Angel As· turias. La autora presentó el trabajo como tesis para el doctorado en letras en la Universidad de Puerto Rico. LLo~Ns,

Washington: El habla popular de Puerto RICO. - Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico, Cuaderno núm. 3, 104 págs.; prólogo: Cesáreo RosaNieves. Colección de trabajos sobre la lengua en Puerto Rico, entre ellos: "Palabras y locuciones propuestas por la Academia de Puerto Rico", "Puertorriqueñismos y americanismos que fallan en el Diccionario de la Real Academia Española". "Lenguaje de germanla en Puerto Rico" y otros.

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MARGENAT, Alfredo: El Maestro habló así. - San Juan. Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 118 págs. Artículos publicados en la prensa. Según el autor "estas páginas han sido escritas por el eterno autor de todo lo creado: el silencioso Ser refulgente y que subyace el santuario de cada conciencia individual". MARQUÉS, René: Mariana o el alba. - Editorial Anti. llana, 238 págs. Edición del drama con motivo del Centenario del Grito de Lares, tema de la obra. Trae un nuevo prólogo sobre el centenario y la obra, y un nuevo apéndice -La bandera de Lares-, por René Marqués. MARRERO ..Canflen: Luis Lloréns Torres, vida y obra. San Juan, Editorial Cordillera, 187 págs. Nueva edición de la obra originalmente publicada en 1953 y que contiene además bibliografía preparada por Félix L. Alegría y una breve antología. Es la misma obra que precede las obras completas de Lloréns publicaqas por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. MARTfNEZ AVIl.Éi, Emiliano: Pitirre. - San Juan, Edi. torial Ramallo Hnos., 69 págs.; prólogo: Cesáreo Rosa·Nieves. Según el prologuista, los dos temas principales del poemario son el paisaje y el amor, y la tónica es modernista. MÉNDEZ M~DEZ, Irma: En mis horas quietas. - Puerto Rico, 73 págs. Primer poemario de la autora, descendiente de Aurelio Méndez Martínez, líder del Grito de Lares de 1868. M~NDEZ

SANTOS, Carlos: Los inmigrantes puertorrique· ¡íos en los Estados Unidos. - Ponee, Universidad Católica, Ciencias Sociales, Folleto núm. 1, s. p. Es una conferencia dictada en The National Catholic University of America, Washington, D. C., en 1967.

- - : Tradiciones ponceñas. - Universidad Católica de Puerto Rico, Ciencias 'Sociales, Folleto núm. 2, 20 págs. El ensayo "recoge un cúmulo de tradiciones y coso tumbres, sucesos y estampas que son parte del diario vivir de la Perla del Sur". El autor es profesor de la Universidad Católica. MORAllS, Jorge Luis: Antología poética. - Universidad de Puerto Rico, Editorial U.P.R., 273 págs. Primera antología del poeta, que incluye poemas de sus obras: Metal y piedra, Mirada en el olvido, Inspira. ción del viaje, Decir del propio ser, La ventana y yo, Jornada precisa, Discurso a los pájaros y otros poemas. MORÁN, Roberto E.: Manual 01 Mental Subnormality. Its Causes, Treatment and Prevention with Questions and Answers. University of Puerto Rico, Editorial U.P.R., 482 págs. El autor, profesor de la Universidad de Puerto Rico, estudia en su obra las causas, tratamiento y preven· ción de la retardación mental. MuÑoz RIVERA, Luis: Obras Completas. Prosa. FebreroDiciembre, 1897. - San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 315 págs. Noveno volumen de las Obras Completas que viene publicando el Instituto de Cultura, con introducción y notas por el doctor Lidio Cruz Monclova, recopilador.


NEGRONl DE MATTE1, Iraida: Un estudio de las prescripciones y de las tendencias que sigue la práctica de la farmacia en Puerto Rico. - Universidad de Puerto Rico, Escuela de Farmacia, 166 págs. La autora del estudio es catedrática asociada en la Escuela de Farmacia de la Universidad de Puerto Rico. NIETO PEÑA, Roque: Retorno de Ariel. Viejos y nuevos poemas. - San Juan, Edicioaes Juan Ponce de León, 214 págs.; presentación por Luis Muñoz Marin; prólogo: Salvador Tió. El editor español residente en la Isla dedica una de las secciones del libro a "Poemas de Puerto Rico y América". NIEVES FALCÓN, Luis: Fabián. Un libro para mis mnos. - Editado por - - ; fotografía: Angel Aponte; texto: Wenceslao Serra Deliz; diseño gráfico: Ra· fael Rivera Rosa. Universidad de Puerto Rico, Editorial Edil, 20 págs. Album gráfico sobre un día en la vida de un niño campesino puertorriqueño. NoRAT MART1NEZ, José: General de División César Cordero Dávila • Un soldado patriota. - Puerta de Tierra, Imprenta Cromos, 189 págs.; ilustrado. Biografía del militar puertorriqueño (1904-1965), que incluye también una sección de discursos y apuntes históricos sobre la Guardia Nacional de Puerto Rico. NIlÑEZ, Guillenno: Esta voz-Amor. - San Juan, Esta· blecimiento Gráfico Argenta, 154 págs.; prólogo: A. Rodríguez Forteza. Tercer poemario del autor; está dedicado exclusivamente a composiciones de índole amorosa.

Credo estético de la poetisa expresado con ilustraciones de su propia poesía. Conferencia dictada en el Recinto Universitario de Mayagüez. PALMA, Marigloria: Teatro para niños. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 153 págs. Contiene las piezas: "La mosquita tonta", "La ma· riposa y la abeja", "El conejito infeliz", "La familia", "Doña Carolita y los gigantones", "Mamá Cloco", "Las lágrimas de doña Toronja". PEDRElRA, Antonio S.: Insularismo, Vol. 111, Obras Completas. - San Juan, Puerto Rico, Edil, 148 págs.; prólogo: Angélica Barceló de Barasorda. Aunque lleva el número 111, es el primer volumen que se publica de esta edición de las Obras Completas de Pedreira, y que constará de siete volúmenes. P~REZ

PIERRET, Antonio: Bronces y otros poemas. San Juan, Editorial Coquí, Ediciones Borinquen, 104 páginas; introducción: Emilio M. Colón; prólogo: Miguel Guerra Mondragón. Nueva edición de la obra publicada en 1914 por el poeta modernista (1885-1937), a la cual se le añaden 27 nuevos poemas hasta ahora no coleccionados. Se publica conjuntamente con Antonio Pérez. Pierret, Vida y obra, de Esther Feliciano Mendoza (V.). QUILES DE LA Luz, LiJJian: El cuento en la literatura puertorriqueña. - Universidad de Puerto Rico, Edi· torial U.P.R., 293 págs. Vista panorámica del cuento en nuestras letras desde 1843 hasta la época actual, acompañado de un in· dice bibliográfico del género en la Isla.

OROOÑEZ, Eduardo: La escalera amarilla. Obra en tres actos. Edición del autor, 83 págs. Obra estrenada en abril de 1968 en el Colegio San Ignacio de Loyola, de Río Piedras, donde el autor ense· ñaba. Ordóñez falleció durante el año pasado.

QUIÑONES, Samuel R.: Dos discursos en la Conferencia Judicial de las Américas. - Talleres Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico, 43 págs. Los discursos se titulan: "Misión de Puerto Rico Legislar y juzgar· Dictadura y militarismo", y "Nues· tro moderno mundo de violencia visto desde el teatro de la antigua Grecia".

PABON, Milton; ANDERSON, Robert W., y RIVERA RODRí· GUEZ, Víctor J.: Los derechos y los partidos políticos elt la sociedad puertorriqueña. Río Piedras, Edi· torial Edil, 172 págs. Versión original del informe preliminar que los au· tares sometieron en 1958 a la Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico.

RAMíREZ DE ARElLANO DE NOLLA, OIga: En mis ojos verás todos los mundos. - Puerto Rico, edición de la autora, 56 págs. Poema que explora diversas fases del amor: entre hombre y mujer, maternal, filial, fraternal, de abuelo.

PALMA, Marigloria: Entre Francia y Suiza. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 105 págs. Comedia en tres actos, primera que publica la poetisa, y que se desarrolla en el hogar de un profesor en Beverly HiJls, California.

RMoItREZ BRAU, Enrique: Memorias de Ult periodista. San Juan, 123 págs. Además de sus memorias como redactor de periódicos durante más de medio siglo, el autor añade una genealogía del gobernador Francisco Torralbo, de quien es descendiente, y una historia, biografía y genealogía de su abuelo, don Salvador Brau.

- - : Palomas frente al eco. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 128 págs. Libro que, cronológicamente, sIgue a la primera obra poética de la autora -Agua suelta-, publicada en 1942, en Puerto Rico. - - : La razón del cuadrante. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 51 págs. El poemario viene precedido de una elogiosa carta del poeta español Rafael Alberti sobre la obra. - - : Recital de poesia con comentario al margen. Mayagüez, sobretiro de Atenea, Año V, nueva serie, marzo-junio, 1968, págs. 21·39.

RAMOS HERNÁNDEZ, Manuel: El alma y después el rumbo. - Poemas. Quebradillas, 86 págs.; prólogo: Juan Díez de Andino. El autor de Almas y remansos (1962), trata en este nuevo poemario, entre otros temas, el bíblico, el de la familia, el de la naturaleza isleña y el patriótico. REAL D1AZ, José J.: Catálogo de las cartas y peticiones del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico en el Archivo General de Indias (siglos XVI-XVIII). Edición conjunta Municipio de San Juan e Instituto de Cultura Puertorriqueña, 3101 págs.

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Relación de las cartas y peticiones que el Cabildo puertorriqueño envió a los supremos organismos gubernativos indianos en la Península durante tres siglos.

Colección de "meditaciones radiales" por el presidente del Concilio de Ministros de Puerto Rico.

RIBERA CHEVREMONT, Evaristo: Río volcado. - Universidad de Puerto Rico, Editorial Universitaria, 123 páginas; prólogo: Concha Meléndez. Dice la prologuista que .. todo lo que en el poeta he llamado universo del canto, encuentra lugar y voz" en este nuevo libro del poeta puertorriqueño.

RosELLó, Juan A.: Manual de psiquiatria social. - Uni· versidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas, 711 págs. El doctor Roselló, profesor y director del Departamento de Psiquiatrfa de la Escuela de Medicina, ha dirigido la recopilación de esta obra en la que varios autores estudian la psiquiatria social, con referencia especial a Puerto Rico.

RIBES TOVAR, Federico: El libro puertorriqueño de Nueva York - Tomo 1. (The Handbook of the Puerto Rican Community J. - Nueva York, El Libro Puertorriqueño, Colección Grandes Emigraciones, 394 páginas. Primera parte de una historia bilingüe ilustrada de los puertorriqueños en Nueva York y que arranca del movimiento de exilados boricuas como Hostos y Betances en el siglo pasado, y Jlega a nuestros días. Rfos OCAÑA, Manuel: El ingrato oficio (Guía secreta para el estudiante de periodismo de Puerto Rico). s. p. i., 117 págs. Memorias de un periodista puertorriqueño, nacido a principios de siglo, quien se inició en la carrera en el año 1918 en el antiguo Bolean Mercantil. RODRíGUEZ BERNIER, Paulino: Historia del pueblo de Patillas. - Hato Rey, Ramallo Bros. Printing, Inc., 244 págs. El autor narra la historia de su pueblo, que adquirió condición de municipio en 1811, aunque "todo indica que el villorrio de Patillas existió hacia mediados del siglo xvm". RODRíGUEZ MORALES, Luis M.: El idioma y otros temas. - Barcelona, Ediciones Rvmbos, 124 págs. Señala el autor que aunque no todos los trabajos en el libro tratan sobre el idioma "creo, sin embargo, que el elemento unificador es el tratar asuntos de nuestra cultura de pueblo, de la que el idioma es la base primera". RODRíGUEZ NIETZSCHE, Vicente; TORRES SANTIAGO, José M., y CASTRO Rtos, Andrés: Trovas lareñas. - San Juan, Colección Guajana, s.p. Colección de décimas escritas por tres integrantes del Grupo Guajana para conmemorar el centenario del Grito de Lares. RODRíGUEZ PASTOR, José: Honorable a medias. - Segunda edición corregida. San Juan, Editorial Cordillera, 406 págs. El autor ha fundido la primera parte de la novela, publicada en 1936, con la .segunda, publicada en 1959, y ha hecho "considerables alteraciones en el texto". RODRíGUEZ DE Tld, Lola: Obras completas. Tomo 1. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 455 páginas; prólogo: Aurelio Tió. Este primer tomo de las obras completas de la poetisa sangermeña incluye los poemarios: Mis cantares (1876), Claros y nieblas (1885) y Mi libro de Cuba (1893). ROSARIO RAMOS, Tomás: Antena en lo alto. - Santo Domingo, R. D., Editorial Librería Dominicana, 202 páginas. 56

RUSSELL, Dora Isella: Habia una vez una isla. - Uni. versidad de Puerto Rico, Editorial Universitaria, 158 páginas. Serie de artículos, ensayos y crónicas en los cuales la poetisa uruguaya recoge sus observaciones sobre Puerto Rico, adonde ha realizado varios viajes. Incluye dos poemas dedicados a la Isla. SÁNCHEZ, Luis Rafael: La pasión según Antígona Pérez. - Hato Rey, Ediciones Lugar, 132 págs. La obra se estrenó el 30 de mayo de 1968 en el Tea· tro Tapia, durante el Undécimo Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura, y trata sobre una dictadura hispanoamericana. SANTOS TIRADO, Adrián: El decir infinito (Decimario Ií· rico). - Vega Baja, Editorial Cibuco, 70 págs.; prólogo: Julio Meléndez. El decimario, primera obra del autor, obtuvo mención honorífica en el certamen auspiciado por la Sociedad de Autores Puertorriqueños. SASTRE DE BALMACEDA, Margarita: Tierra y alma. - Poe· mas. San Juan, Ediciones Juan Ponce de León, 73 páginas: prólogo: Oiga Ramírez de Arellano de Nolla. Primer poemario de la autora, que lo divide en poe· mas a la .tierra, de amor, religiosos y filosóficos. SILEN, Juan Angel: Lares. - Apuntes para su historia.s.p.i., 15 págs. El autor se propone "un primer intento de producir unos apuntes sobre un tema que se ha pretendido ocul· tar en el ridículo, la mentira, la verdad a medias... ". Conmemora el centenario del Grito de Lares. SUÁREZ DfAz Ada: El doctor Ramón Emeterio Betances. - Su vida y su obra. - San Juan, Ateneo Puertorri· queño, 53 págs. Conferencia dictada en el Ateneo Puertorriqueño, bajo los auspicios de la Sección de Histo.ria, e~ 30. ~e noviembre de 1965. La autora prepara una lOvestlgaclon exhaustiva sobre Betances. TAPIA y RIVERA, Alejandro: Obras Completas. Tomo 1.San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 905 páginas. Incluye las novelas: Cofresi, La antigua si· rena, Póstumo el transmigrado y Póstumo envirginiado.

- - : Obras Completas. Tomo 11. - San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 773 págs. Incluye los dramas: Vasco Núñez de Balboa, La parte del león, Roberto D'Evrewc, Bernardo de Palissy, Camoens, La cuarterona y el monólogo trágico Bero. Primeros dos volúmenes de las obras completas del escritor que se considera el "padre de la literatura


puertorriqueña", nacido en 1827 y muerto en 1882, y quien se distingUió como novelista, dramaturgo, poeta, cuentista, periodista, historiador, biógrafo, preceptista literario y filósofo. VALENT1N, Ramón R.: Astro Printing, 96 El autor dice que "en épocas distantes, ven la hacía hervir a

Rima erótica. - Mayagüez, El págs. escribió muchos de estos versos cuando el ardor de la sangre jocada instante en las venas".

Ana: Miguel Pou - Su vida y su obra. - San Juan, Arte Puertorriqueño 180 págs.; introducción: Ricardo E. Alegría; prólogo: Juan A. Gaya Nuño. Documentos, críticas e ilustraciones de las obras del pintor puertorriqueño nacido en Ponce en 1880 y fallecido en San Juan en 1968, recopilados por su señora viuda. VAUDEJULLI DE POU,

Aguinaldo puertorriqueño. - Colección de producciones originales en prosa y en verso. San Juan, Editorial Caqui, Ediciones Borinquen, 168 págs.; in· traducción: Emilio M. Colón. Tercera edición de la obra con la cual tradicional· mente se sitúa el comienzo de la literatura puertorri· queña, aunque no fue el primer libro impreso en la Isla. Publicado originalmente en San Juan en 1843 por la Imprenta Gimbernat y Dalmau. VARIOS:

Album puertorriqueño. - Colección de ensayos poéticos. San Juan, Editorial Caqui, Ediciones Barinquen, 159 págs.; introducción: Emilio M. Colón. Segunda edición de la obra publicada originalmente en 1844 en Barcelona, en la Librena Española, con el estímulo del éxito del Aguinaldo puertorriqueño. VARIOS:

- - : El cancionero de Borinquen. - Composiciones originales en prosa y verso. San Juan, Editorial Coqui, Ediciones Borinquen, 183 págs.; introducción: Emilio M. Colón. Segunda edición de la obra publicada originalmente en Barcelona en 1846 y que la completa la trilogia ini· cial de colecciones literarias nuestras. Rafael: Décimas. - Puerto Rico, Editorial Departamento de Instrucción Pública, 115 págs.; prólogo: Socorro Girón de Segura. Cien décimas en las que el autor incluye temas lite· rarios, como décimas a la décima y a la lengua; moti· vos puertorriqueños y temas pedagógicos. VEGA UNCARA,

Mario: Puerto Rico y su reforma agraria. - Río Piedras, Editorial Edil, 196 págs. Dentro de un marco histórico, el autor, natural de Cuba, estudia el proceso de la reforma agraria en la Isla, desde 1940 a nuestros días.

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