Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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ANTROPOLOGIA HISTORIA UTERATURA ARTES PLÁSTICAS I

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JULIO-SETIEMBRE. 1972

San luan d,e Puerto Rico

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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Carlos Conde, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría SAN JUAN DE PUERTO RICO

Apartado 4184

1972

AÑO XV

Núm. 56

JULIO-SETIEMBRE

SUMARIO La Ardilla (cuento) por Edwin Figueroa Rerríos Los Salmos de Martorell por Marta Traba ...

5

Hostos, El Antillano por Manuel Maldonado-Denis

10

Camino por Julio César López

19

Eugenio Fenández Méndez: el hombre y su obra por Labor Gómez Acevedo

20

Exposición de Julio Acuña ... ... ... ... ... Puerto Rico, su gente y sus problemas en 1680 por Estela Cifre de Loubriel ...

25 27

Acerca de los huesos por Juan Antonio Corretjer

32

Exposición de Natividad Gutiérrez ...

33

El convento de San Francisco en el viejo San Juan por Lino Gómez Canedo ... ... ... ... ... ... ...

36


Ca~ción

de Baquiné. Exposición de grabados,de José R. Alicea ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. .

44

El Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño (1969) por Francisco Arriví .. , ... ... ... ... ... ...

46

Bibliografía Puertorriqueña 1961. Segunda Parte

50

SEPARATA DE MÚSICA

SEIS DE ANDINO Aire de Danza, por Julián Andino

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUElil:A Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar

$2.50 $0.75

[Applioation for second class mail privilege pending at San Juan, P. R.]

DEPÓSITO LEGAL: B.

3343 -1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA


COLABORADORES


JULIO CÉSAR LóPEZ, nació en Cayey, Puerto Rico en 1926. Es graduado de Ciencias Sociales en -la Universidad de Puerto Rico donde ha realizado también estudios para la Maestría en español. Realizó además estudios en la Universidad Central de Caracas, donde en la actualidad dirige una biblioteca. Trabajó en el periódico El Mundo y dirigió la Oficina de Relaciones Públicas del Departamento de Comer· cio de Puerto Rico. Es autor de las si. guientes obras: Pasión de Poesía (Joma. da Crítica), 1960; Temas y Estilos en Ocho Escritores, 1967; Peregrino de Sombras, 1967.

LABOR GóMEZ ACEVEDO, naclO en Aguadi· lla. Bachiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico (1935), en-1950 se recibió de doctor en Filosofía y Letras en la Uni· versidad de Madrid. Desde hace varios años es catedrático de Historia de la Uni· versidad de Puerto Rico, y miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia. En 1956 publicó el libro Sanz, promotor de la conciencia separatista en Puerto Rico, obra premiada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. El Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó su obra Organización y reglamentación del traba· jo en el Puerto Rico del siglo XIX.

ESTELA CIFRE DE LOUBRIEL, naclO en Sao bana Grande. Bachiller en Artes de la Uni· versidad de Puerto Rico (1944), en 1950 obtuvo de la Universidad de Columbia (Nueva York) el título de Maestra en Ar· tes, con especialización en Historia. Ocho años más tarde se recibió de doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Actualmente está adscrita a la Facultad de Humanidades de la l1niversi· dad de Puerto Rico. Es autora de la obra La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX, publicada por la editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña.


JUAN ANTONIO CORRETJER nació en Ciales. Poeta, ensayista y periodista. Ha. recogido gran parte de su obra poética en los libros Agueybana, Ulises, Amor de PUérto Rico, Cántico de guerra, El Leñero y en la serie Imagen de Borinquen, de la cual ya han aparecido varios títulos. Es además autor de véJ.rios libros de prosa política, entre ellos La revolución de Lares, Nuestra bandera, La lucha por la independenda de Puerto Rico, Contestación al miedo, La sangre en huelga y Mitología del Grito de Lares. Pausa para el amor es su último poemario.

LINO GóMEZ CANEDO, sacerdote franciscano que se ha distinguido en el estudio de la historia colonial de Latinoamérica. Escribió por 'encomienda del Instituto de Cultura Puertorriqueña la obra Guía para los Archivos históricos ,de Puerto Rico. Actualmente está destacado en la Ameri· can Academy of Franciscan History, en Mashington. '

FRANCISCO ARRIví, nació en San Juan. Dramaturgo, poeta, ensayista, director de escena y luminotécnico, Se recibió de Ba. chiller en artes especializado en Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico. Beca· do por la Fundación Rockefeller estudió radio y teatro en la Universidad' de Columbia. Fundador de la Sociedad Dramá· tica Tinglado Puertorriqueño (1944) es autor de las piezas de teatro El diablo se humaniza (1940), Alumbramiento (1945), María Soledad (1947), Caso del muerto en vida (1951), Olub de Solteros (1953), Bolero y plena (1956), Vejigantes (1958), Sirena (1959), Cóctel de Don Nadie (1964). De poesía ha publicado "Isla y nada", "Frontera", "Cielo de lo ausente", "Escultor de la sombra". De ensayos el libro titulado Entrada por las raíces, Conciencia Puer· torriqueña del teatro contemporáneo y Areyto Mayor. Es Director del Programa de Artes Teatrales del Instituto de Cultu, ra Puertorriqueña.


EDWIN FIGUEROA BERRfos, nació en Guayama. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo en 1948 el grado de Bachiller en Artes y en 1955 la Maestría en estudios hispánicos. Para optar a este grado presentó el trabajo titulado Estudio lingüístico 'de la zona de Cayey. Corno cuentista ha recibido varios galardones del Ateneo Puertorriqueño. Es autor del libro de cuentos sobre este suelo. Actualmente está adscrito a la Facultad de Estudios Hispá. nicos de la Universidad de Puerto Rico.

MARTA TRABA es natural de Argentina. Escritora y crítica de arte. Fue directora de Cultura de la Universidad Nacional de Colombia y del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Es autora de las novelas Las ceremonias del verano (Premio Casa de las Américas de Cuba) y La jugada del sexto día. En Puerto Rico se destacó corno profesor en el Departamento de Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico y corno crítica. Publicó su libro de crítica Propuesta Polémica sobre arte

puertorriqueño.

MANUEL MALDONADO DENIS, nació en Santurce, Puerto Rico, el 27 de mayo de 1933. Obtuvo su bachillerato en artes en la Uni· versidad de Puerto Rico y la maestría y el doctorado en la Universidad de Chicago. Es autor de los libros Puerto Rico:

una interpretación histórico sociaJ y Puerto Rico: Mito y Realidad. En la actualidad ocupa una cátedra en la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico.



SEIS DE ANDINO AIRE DE DANZA por

Juliรกn Andino

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA San Juan de Puerto Rico


SEIS DE ANDINO por

Julián Andino Aire de Danza ~.

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SEPARATA DE MUSICA DEL NUMERO 56 DE LA REVISTA DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORR1QUEÑA


Cuento

La Ardilla Por

EL

FUGITIVO CRUZÓ COMO UN CELAJE SOBRE LOS

cuadros de las talas hacia el declive más eme pinada del monte. Al llegar al lindero se hundió vertiginosamente bajo la oscura masa de vegeta. ción amenazado por la proximidad de su persegui. dar. La Ardilla le seguía los pasos guardando la distancia sin perderlo de vista. No se dejaba confundir con los repentinos cambios de rumbo, ni los breves silencios para despistarlo 9 el nervioso desplazamiento de animal acorralado que llevaba el otro. -Hoy tendrá que ser y será hoy sin más ni más. Allá arriba nos encontraremos. Donde nunca habías llegaD, llegarás con tu miedo, no con· migo. Yo llegaré después pero bajaré solo. Los dos hombres conocían los escondrijos y dobleces del terreno que pisaban, palmo a palmo. Era difícil engañarse uno al otro eligiendo una sao lida imprevista o un resguardo seguro para ganar fuerzas. Los dos nacieron y se criaron en el contorno de las vegas de caña, junto al río y frente al misterio de las cuevas altas del monte. Ambos aprendieron las primeras letras en la escuela de don Rómulo en aquel punto blanco que ninguno quería mirar ahora, tres pasos de río hacia el poniente. Pero desde entonces había llovido mucho en Pedernales y cada uno había seguido su propia vereda y la sangre no le corría con el mismo pulso a los dos. A medida que el primero avanzaba, el monte se le hacía más enmarañado, cerrándole toda salida a las rocas. A duras penas se abría paso entre la maleza. las pringamosas y abrojos de espinas invisibles que rasguñaban su cuerpo dejándole la piel ardiendo. El esfuerzo por llegar se hacía más pe·

EDWIN FIGUEROA BERIDOS


naso en el ascenso errático. La opresión fatigante de la subida le entorpecía la respiración mientras en la cabeza la sangre le golpeaba las sienes sin descanso. Mas no había evasión posible. Su suerte estaba echada. Sin embargo, a cada paso el cuerpo lo empujaba a una esperanza que su conciencia anulaba al final de cada esfuerzo. Sabía que el peligro que pesaba sobre su vida era definitivo. Lo adivinó en la acometida feroz de la Ardilla; en sus ojos centelleantes, de animal montaraz fulminándolo cuando esquivó la primera puñalada y pudo iniciar la huida. Lo vio en su boca y sus dientes agudos apretados contra los labios como las mangostas infestadas de rabia. Recordó la historia del caballo de Melquiades atravesando los montes, cruzando ríos y hondonadas, repechando lomazos con el" terrible animal pegado a su cuello bajo las crines sudorosas, enma· rañadas de cadillos y hojas hasta el final de todo; del dolor de la mordida implacable, de la sangre

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envenenada en el cuerpo, de la fatiga intt'rminable de dos noches y dos días en agobiante carrera hacia la muerte segura. Para la Ardilla no habia obstáculo en" su resuelta y calculada persecución. Unas veces se movía agarruñando la tierra cuando se le empinaba demasiado en el costillar del cerro. Otras se hurtaba deliberadamente a su vista para confundirlo y reaparecer sorpresivamente cada vez más cerca. Cuando lo perdía de nuevo olfateaba el rastro en la magulladura de las hojas rotas y se tomaba su tiempo. Quería llevarlo hasta donde él sabía que el otro había de encontrar un enemigo más; su propio miedo a las cuevas de las serpientes en el roquedal más alto del monte donde nadie se aveno turaba a entrar.

*

*

*

-Lo llago por el viejo, madre, pero la verdá' que uslé no se lo merece. Lo hago por limpiar la


desvergüenza que se ha dejao 'echar encima y que rtos ha caído a todos. Por sacar la cara por el viejo que fue decente y bueno con usté y lo fue conmigo también. Pero este cabrón no 'es quien pa ofender a mi pai que en paz descanse. Ni él ni nadie sépalo listé. ."

."

."

El perseguido intentó evitar la proximidad de las cuevas pero no podía adivinar los arteros movimientos, el punto seguro por donde había de rea· parecer la Ardilla. La agitación de la carrera empezaba a emotarle los sentidos. Sentía flaquearle el brío inicial en las extremidades. La fatiga lo hacía acezar sin descanso. Las rodillas sangrantes, descubiertas entre las rasgaduras, le ardían terriblemente. -El monte se me ha virao en contra. Ni un ojo de agua pa tomar un trago! El cuerpo y la conciencia del fugitivo parecían reconciliarse en la desesperanza.

Su figura antes garbosa, diestra en el galanteo y la conquista se había hecho irreconocible. Desde el fondo de su abatimiento se vio lejano en un pasado estacionario, el cabello ondulado, frente al espejo acicalándose, la mano pronta para el rasgueo de la guitarra, la mesa con los amigos en torno, los tragQs, la vieja tonada, aquella que le gustaba a ella... en tu huerto sembré flor de amo• res y flor de dolores tu 'merto me dio. El bulto del hombre se movía penosamente s~ bre el peñascal más alto reflejando en el rostro angustia y desesperación infinitas. La inminente aparición del enemigo lo empujaba hacia la boca oscura unos pasos más arriba. Los ojos de la Ardilla lo espiaban.

."

*

."

--Son inofensivas, Nac'lO, son bobas y no ',acen ná. El hombrecito rajaba las culebras muertas que había traído del cerro para ponerlas al sol y con· vertir su .cuerpo mantecoso en aceite medicinal. -Dioen que allá hay unas bien grandes en la cueva más a,lta. Tiran un vaho por la boca y te dejan sin respiro y después te van tragando suavecito. Un día te voy a llevar a verlas... Entonces el niño corría despavorido hasta perderse por la ve· reda a su casa, a refugiarse en el regazo acogedor de la m&dre. El viejo en el batey amolaba el ma· chete. -Las culebras, se arrastran y se pueden pisar, Nac1lito. Los llOmbres andamos derec'los y sin mik'Jo. En Pedernales no ',ay sitio pa los cobardes. El tiempo sin fronteras, tan lejos como el cielo quieto allá arriba. Aquí en el aire sólo el aliento de la Ardilla acosándolo como un vaho maligno a sus espaldas; la fuerza avasallante de su rabia, su inconmovible determinación a la venganza.

*

*

*

-¡,A", las buenas llOras cuando la Ardma st: iba a las islas! ¡Sante¡ Cruz, .San Juan, Santo Tomás! ¡,Qué lejos parecían las islas! Y en el camastro los cuerpos rechinando. ¡San Alejo, aléjalo! Si sólo hubiese sido viuda y sin hijo, la muy putona. Pero siempre con el barrunto. de que el hijo iba a llegar. -No vuelvas, Nacho, lW vuelvas, por lo más que tti quieras, que un día de estos... mi Ilijo. -Tu hijo es muy pendanga y está lejos. Pero las ganas de volver eralz tremendas, ntUc1lac1zos; y la puerta cerrada y las dos de la maiiana y yo solo con la luna afuera y la botella.. Con la luna que 110 tiene con qué y estaba muy alta sobre el cerro. Por eso cuando los gallos terminaron de clarear 3


el día, borracho y amanecía como estaba le dije allí trente a la casa, a los cuatro vientos, lo que tenia que decirle a la muy canalla.

* *

*

Nacho Perales se arrastró penosamente hasta la escarpadura. El río serpenteaba allá abajo, perdiéndose entre las vegas, como sus esperanzas. Los ventarrones le secaban la sangre y el sudor sobre la piel. Le parecía que 10 amortajaban. Cuando

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dejó el filo de la roca el hálito húmedo de la profundidad le reconfortó el semblante. Penetró en el silencio. La visión se le fue oscureciendo. Sólo oía el latir de su cuerpo como un eco en el vacío. No habia tales serpientes. Retrocedió unos pasos y vol· vió al exterior. Al salir abrió los brazos buscando un asidero en las rocas. Sintió entonces Ja hoja fría del puñal penetrándole el pecho una y otra vez, encamizadamente. Su cuerpo ya sólo habitado por la fuerza ~e su conciencia pudo esperar de pie hasta la última estocada.


Los Salmos de Martorell Por MARTA TRABA

TODA VEZ QUE ESTIMULO Y ALABO EN MIS NOTAS EL

recrudecimiento actual del grabado en el con· tinente, estoy pensando, antes que en las posibi. lidades técnicas llevadas a fondo y modernizadas, en el sentido subyacente de tal auge. Me importa mucho que un pintor abandone temo porariamente los medios pictóricos y se dedique al grabado, y que un escultor o un fabricante de objetos haga lo mismo; me entusiasma aún más que la mejor gente nueva de Latinoamérica haya resuelto comenzar por el principio, o sea por el dibujo y el grabado. Me importa menos, en cam· bio, la perfección técnica que alcancen en tal o cual sistema de grabar, o los defectos que puedan resentir persiguiendo meros virtuosismos; considero que la adhesión actual al grabado está muy lejos de ser inocente, y que es ahí donde hay que poner el acento. Volver al grabado después de tantos experimentos idiotas de l.as ultra-vanguardias es, francamente, el mayor intento de recuperación de lenguaje

Grabado anunciador de la serie

que se conoce en el momento presente. Y volver al lenguaje es tratar, nuevamente, de decir cosas y comunicarlas; y comunicarlas es concebir otra vez el arte como un sistema expresivo que tiene poder de plantear formulaciones, de aclarar, revelar y dirigir una determinada visión del mundo. Si todo esto es como yo lo pienso, el prestigio creciente del grabado (yen consecuencia del dibujo), tiene todo el carácter de una cruzada. Como tal, la promueve una fuerte intención ética, al menos en la misma medida que un propósito estéti· ca. Además, la exploración de la verdad, la experiencia de transitar en un mundo de significados que deben ser explicados y compartidos por medio del arte lleva, sin remedio posible, a un buceo en profundidad de lo real, y a un cuestionamiento dramático de la existencia. El arte óptico, por ejemplo, tiene que terminar en el juego; el arte «pobre» o el conceptual, en el exhibicionismo; el arte de «plotters», en la criptografía o la pseudociencia; pero el grabado tiene que terminar casi fatalmente en manifestaciones protestatarias, en lúcidas tomas de la realidad, no importa cuán diversas sean las modalidades para expresarla, desde la nunca superada delicadeza del grabador Lasansky en sus «Dibujos nazis», o la escritura angustiada de Cuevas en su interpretación de Ouevedo, hasta las versiones más directas de la protesta, visibles en la obra 'notable de los grabadores colombianos Alcántara y Quijano, o del puertorri· queño Martorell. + Al decir protesta franca siempre pienso, naturalmente, en la relatividad que el arte confiere a la protesta. MartoreIl, por ejemplo, expresaba antes su protesta en eficaces carteles para apoyar las luchas independentistas de la isla. pero no siempre se podía juzgar su protesta como arte. Ahora, en Jos grabados que ilustran algunos textos de los 5


Salmo 16

«Salmos» del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, Martorell, en cambio, siempre piensa y actúa en términos de arte; es decir, en términos de protesta, no atenuada, pero sí convertida, por el tratamiento estético, en materia de arte. Partimos, pues, del punto obligatorio para considerar los grabados de esta serie, como arte;. no se ha trabajado en ellos para formular una protesta, sino que se ha trabajado de manera que la protesta está dada a través de sistemas y estructuras artísticas, 10 cual lleva, instantáneamente, a que la protesta trascienda el episodio al cual se refiere y revista la magnitud, peso y espesor de una formulación de valores, aplicables a múltiples situaciones y múltiples episodios. Muchos artistas protestatarios demasiado jóvenes o enceguecidos por las consignas inmediatas a las cuales responden, creen que tal elaboración conspira contra la fuerza de la protesta, cuando en realidad sucede todo lo contrario. Toda protesta que, pretendiendo ser artística, queda esclavizada

Salmo 36

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Salmo 78

a una circunstancia, es tal olvidable y perecem:aa manera que, entre frase y frase, corren anchas bancomo intensa y profunda consigue ser aquella cuya das negras, verticales como el texto; hasta que, formulación, siendo plenamente llistórica no CS, en imprevistamente, surge, desvaída y descalza, una figura de mujer. ¿Qué tiene que hacer esa figura cambio, ni episódica ni partidista. humana entre la frase «y los condenados a muerVeamos el caso concreto de los «Salmos» de te». y la frase ¡,y la oración en el campo de conMartorell. centracion .. ? Explícitamente, nnda. Aparece de golMartoren usa para sus grabados, sólo unas fra· pe; quieto contorno humano, inesperado, cortando ses extraídas de los «Salmos» del poeta Cardenal; el Salmo repensado por el grabador, después del de manera que, para quien desconoce los poemas o no los tiene a la mano, la elipsis del texto com- " poeta, como un ritmo fúnebre pero vertical, altivo. Sin embargo. por el mecanismo poético de la inpleto hace aún más turbias y misteriosas las' palavención libre, la mujer se yergue leve, entre los bras dibujadas. condenados y los muertos; diríamos que se en<t Llegue a tus oídos el gemido de los presos frenta a algo, inescrutable oscura, tan cierta y al (dibuja, por ejemplo, tomando el Salmo 78) .mismo tiempo tan inexplicable como los gemidos »y la oración de los condenados a trabajos forzados de los presos y los condenados. Martoren, que ex»y los condenados a muerte . plicaba todo en los dibujos políticos, ha dejado de »y la oración en el campo de concentración». hacerlo, felizmente, en este fructífero connubio entre poesía y política. El Salmo de Cardenal, que El grabado en madera está compuesto de tal 7

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Salmo 113

era texto escrito, o sea significado textual, de escritura, se vuelve imagen; habla de otra manera, de una manera visual, no sólo a través de su propia estructura inventada de bandas negras, pausas de espacios, imagen, sino exigiendo al texto escrito, a través de la invención de la letra, que él también

sea imagen. En el Salmo 16, por ejemplo (que comienza con las palabras «el gobernante gordo lleno de condecoraciones» >, el artista obliga al texto a tomar una forma circular, de cinta que rodea la figura, idea que coincide mejor con la tesitura de los textos medioevales dispuestos en cintas y arabescos, que con la transformación letra-forma de Apollinai· re o con los juegos actuales de John Cage; aunque el texto sea tan' importante en los grabados de Martorell, se lee, pues, como forma; es decir, se ve. El contenido espiritual que quiere trasmitir Martorell en este caso, a saber la repugnancia por 8

el gobernante gordo y sus banquetes, llega a nosotros a través de la forma. Por eso el lenguaje de su grabado que, como todo género plástico, es forma y estructura, se enriquece de tal modo, y va revistiendo esta fuerza, este empuje y esta economía dramática tan visible en el Salmo 30. -«Estamos de luto en la mesa de comer con el puesto vacío»; en el Salmo 21, «Me han fotografiado entre los alambrados»; en la Cruz del Salmo 48, en la calle con sangre del Salmo 78. Pero el carácter plástico-protestatario de los magníficos grabados de Martorell, y las decisiones personales que toma para inventar nuevos canales de comunicación a los textos de Cardenal, tienen, además, otro gran mérito: el de resolverse según un estado de ánimo donde reconozco las virtudes y los defectos de la isla, así como In situación crítica de Puerto Rico. Solamente naciendo de profundos problemas éticos y políticos que se debaten a


nivel de comunidad, puede tocarse ese carácter vibrante y rudo, ese contorno salvaje que siempre subrayo frente a las mejores obras puertorriqueñas, y que insiste en negar, bárbara y pasionalmen. te, tanto esteticismo barato ~made in USA» que los Estados Unidos les exportan generosamente. También se da. como explosivo resultado del medio, una rudeza excesiva (Salmo 21, aMe tao tuaron un número»), que surge de este modo sólo en quienes se sienten tatuados y no están repitiendo una frase como mero giro literario. También la excesiva y susceptible dignidad; (Salmo 30, «Estamos de luto en la mesa de comer... ). También la desesperanza de los protagonistas de las causas perdidas y, por consiguiente, ganadas; (Salmo 43, «Y tú eres ahora un Dios clandestino»). Este último grabado, especialmente, es admirable síntesis de estas virtudes precedentemente enumeradas. El portafolio de grabados de los ~Salmosl> es

magnífico, c::>mo material y como propuesta de un destino para el grabado latinoamericano. Me pa. rece mezquino y errado juzgarlo severamente a la luz de un amílisis técnico y considero inadecuado hasta señalar la condición despareja de unas solu· ciones inventivas y formales respecto a otras. En cambio creo importantísimo destacar que su gran impacto protestatario emerge de su uro gencia estética, de su. áspero sentido de la inven. ción formal, de su voluntad de trasmitir verdades reales y conmovedoras que están íntimamente liga. das con la vida de su grupo. Debo decir, finalmente, que Lorenzo Homar, el más prestigioso grabador de la isla, está presen. te en muchos logros del portafolio; en la pasión letrista, en el espíritu de combate, en la impresión levantada a mano y en la emoción artesanal que da ese leve y seductor tono arcaico a toda la gente • que pasó por su taller de maestro.

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Hostos, El Antillano* Por

CUANDO

HABLAMOS DE «EL ANTILLANO» NUESTRA

imaginación invariablemente se fija en Betan· ces, puesto que fue el Padre de la Patria quien utilizó como seudónimo el término que para él representaba algo más que un mero calificativo, implicando como implicaba no sólo una teoría acerca de nuestras Antillas, sino un compromiso práctico para la liberación de éstas. No obstante, la idea Antillana no fue en modo alguno patrimonio ex· clusivo del gran caborrojeño, sino que sirvió como norte inspirador a otros grandes espíritus Anti· llanos como Luperón en Santo Domingo, Martí en Cuba, y el más grande entre los pensadores puerto· rriqueños del diecinueve: Eugenio María de Hostos. Es por ese motivo que he utilizado el sustantivo como adjetivo de uno de los grandes patriotas puertorriqueños de todos los tiempos, ya que me parecería de justicia dejar 'consignado que el abra· zo de aquel peregrino de la libertad de América unía en su efusión amorosa a aquellas tres Antillas que, como diría Martí, juntas habrían de salvarse o juntas habrían de perecer en el recuento de los pueblos libres. La preocupación Antillanista de Hostos se hace patente desde la aparición de su primer libro pu· blicado en 1863: La Peregrinación de Bayoán. En el prólogo que escribe años más tarde desde Chile, Hostos nos patentiza el profundo sentido simbólico que esta obra juvenil encierra desde el punto de vista de la gestión común de liberar a las patrias irredentas de la férula colonial española. Así, nos dirá refiriéndose a su novela: «Quería que Bayoán, ... Conferencia pronunciada en el Ateneo Puertorriqueño ellO de enero de 1972, con motivo de la celebración del na· talicio dc Eugenio Maria de Hostos. Todas las citas se hacen de la edición dc las Obras Completas de Eugenio María de Hostos, editadas por el Instituto de Cultura Pucrtorri· queña, cn 20 tomos. Nos referiremos de ahora en adclante a ésta con la abreviación O. C.

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MANUEL MALOONADO - DENIS

personificación de la duda activa, se presentara como juez de España colonial en las Antillas, y la condenara; que se presentara como intérprete de los deseos de las Antillas en España, y 10 expre. sara con la claridad más transparente: las Antillas estarán con España, si hay derechos para ellas; contra España, si continúa la época de domina· ción.» Esta obra, que podemos considerar en gran medida como autobiográfica, representa ya el clamor de aquel joven de 24 años en pro de la libertad de Cuba y Puerto Rico. Pero el autor muestra aún alguna esperanza en la posibilidad de lograr alguna fórmula conciliadora con España que evite 10 que más tarde aquél verá como inevitable: la :evolución emancipadora. Los propios desenga. ños en suelo español terminarán por convencerlo de la inutilidad de toda gestión conciliadora, y su centelleante discurso en el Ateneo de Madrid en 1868, la seca respuesta de Castelar: «Soy español primero que republicano» y la arrogante actitud del General Serrano al ser interpelado por Hostos en defensa del porvenir Antillano sellan definiti· vamente el porvenir del gran patriota. Es en extremo interesante la reacción de Betances ante La Peregrinación de Bayoán, tal y como nos la relata Hostos al referirse éste a su libro como «un grito sofocado de independencia por donde empecé yo mi vida pública». Nos dice Has· tos que Betances le dijo en respuesta a su libro: ",Cuando se quiere una tortilla, hay que romper los huevos: tortillas sin huevos rotos o revolución sin revoltura no se ven.» Hostos reconocerá que Betances estaba en 10 cierto al escribir su opúsculo «Recuerdos de Betances» una vez muerto el Padre de la Patria, pues allí escribe cómo persistió por unos años «en la ilusión de hacer tortilla sin romo per huevos, porque escrito ha sido a costa de un millón de seres inhumanos a quienes no se les ha


ocurrido verter sangre por su patria, que la independencia con sangre entra, y que Borinquen no había de ser independiente por voluntad ni sacrifi· cios de unos cuantos, sino por voluntad y sacrificio de todos, por sangre y lágrimas de todosD. A partir del momento en que Hostos se convence de que -para usar las palabras de Betances- «España no puede dar lo que no tieneD, comienza en su peregrinación por tierras de América con el dolor de sus Antillas a cuestas y con el convencimiento de que sólo la revolución podía salvar a nuestras sociedades de la ignominia del coloniaje. El amor de Hostos por estas tierras es algo más que amor por el terruño que le vio nacer. Es, más bien, lo que hoy llamaríamos un sentir existencial por todo cuanto une a las tres Antillas: la geografía, la fauna y la flora, sus mujeres, sus razas acrisoladas, su tierra feraz, su mar eterna· mente azul. Por eso Marién se siente desfallecer ante las nebulosas europeas y parece renacer nue· vamente cuando ve y siente salir el sol vibrante de nuestras tierras. Como el legendario Anteo, el peregrino de la libertad Antillana anhela, necesi·

ta pisar nuevamente nuestro suelo para revivir sus fuerzas exangües, y por eso se extasía en el valle del Cibao, describe amorosamente la emoción del Oriente cubano, anhela pisar nuevamente el suelo de aquella ..madre isla» que aún hoy espera sus restos. Hombre de profulldo sentido patriótico cree, al igual que Martí, que no hay mar entre Cuba, Sañto Domingo y Puerto Rico. Luchar por la liberación de cualquiera de las islas -como' luchar por la liberación de la Patria grande que es la América Latina- es, no sólo un derecho que le asiste a todo hombre nacido en estas tierras que se extienden desde el Río Bravo hasta la Patagonia, si. no un deber insoslayable e impostergable. El porvenir de los pueblos latinoamericanos está íntima e inextricablemente ligado al porvenir de las Antillas. Así lo comprendió el Libertador Bolívar, así ]0 comprendieron también aquellos hombres preclaros que, como Hostos, vincularon nuestra suerte como Nacionalidad a la más amplia nación que nos servía como tronco cultural y espiritual. En carta al Redactor de El Argentino, José Manuel

Eugenio María de Hostos (Dibujo de Carlos Manchal)

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Estrada, fechada el 9 de diciembre de 1873, Hostos manifiesta su profunda indignación por .el fusilamiento de los expedicionarios del vapor «Virginiuslf y recaba la solidaridad de todos los pueblos latinoamericanos para con «la Cuba armada y el Puerto Rico inerme", añadiendo que su exilio doloroso es un intento de llamar la atención de la América Latina hacia los desmanes y atropellos cometidos por el imperio español contra nuestras dos Antillas. He aquí sus palabras desde el exilio: "Durante esos tres años [de exilio en el Sur del Continente], a toda hora, en todos los momentos, asociándome con presurosa conciencia a cuanto intento he secundado, rechazando con indignada conciencia cuanto mal para América me ha salido al paso; durante esos tres años, cansa· grados con mi voz, con mi pluma y con el ejemplo de una vida desinteresada a ·la confraterni· dad de todos estos pueblos, a la defensa de todos los desheredados, fueran rotos y huasos y arau· canos en Chi·le, fueran chinos o quechuas en Pe· rú, sean gauchos o indios en la Argentina: durante esos tres años dedicados a pedir práctica leal de los principios democráticos, formación de un pueblo americano para la democracia, educación de la mujer americana para precipitar el porvenir de América, nunca, en un solo momento, en la vida activa y en la vida sedentaria, ha· blando para uno o para todos, ante el público lJ ante un alma ignorante y generosa, nunca he dejado de invocar a América para que me secun· dara en ·la santa obra que no debe un solo hombre realizar. No debe, porque el porvenir de América no es competencia de un solo america· no, sino de todos ·los americanos, y todos ellos tienen el derecho de poner su óbolo en la obra de redimir a las Antillas. Redención de las Anti· llas y porvenir de América Latina son hechos idénticos. El tiempo, mejor argumentador que ningún hombre, argumentará por mL" (O. C., IV, página 44). Con este llamamiento, Hostos quiere despertar la conciencia aletargada de nuestra América para que ésta se alce en una gestión común capaz de poner fin en forma definitiva a los últimos vestigios del colonialismo español en las Antillas. Asimismo, el prócer mayagüezano se opone tenazmente a cualquier intento de anexar a las Antillas a los Estados Unidos o de que se perpetre el desafuero de un Santo Domingo re-colonizado por España. Su oposición tenaz a la artería entreguista de Santana y Báez en Santo Domingo y su apoyo y simpatía por el gran patriota dominicano, el General Gregario Luperón, son pruebas fehacientes que ca· rroboran este último aserto. De ahí que, cuando habla de «situarme en mi teatro, en esa América a cuyo porvenir he dedicado el mío", Hostos no concibe cómo puede labrarse el porvenir de ésta sin que se hayan incorporado Cuba y Puerto Rico «en el recuento de los pueblos libresJl del continente.

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Para Hostos, las Antillas constituyen una entidad cultural con personalidad propia, o para ser más preciso, una nacionalidad. Su ubicación geográfica, su composición étnica, sus comunes expe. riencias históricas, así lo han determinado. En lo que hoy podríamos llamar una sociología del ..hamo caribiensisJl Hostos procede a señalar los rasgos culturales que nos hacen una comunidad, re. servándonos de paso un papel de capital importancia en el devenir histórico de las dos Américas. La cuestión queda precisada en las siguientes palabras extraídas del Diario: "En las Antillas, la nacionalidad es un prin. cipio de organización en la naturaleza; porque completa una fuerza espontánea de -la civilización; porque sólo en un pacto de razón puede fundarse, y porque coadyuva a uno de los fines positivos de las sociedades antillanas, y al fin histórico de la raza -latinoamericana. El principio de organización natural a que convendrá la nacionalidad en las Antillas, eS el principio de unidad en la variedad. La fuerza es· pontánea de civilización que completará, es la paz. El pacto de razón en que exclusivamente puede fundarse, es la confederación. El fin positivo a que coadyuvará, es el progreso comercial de las tres islas. El fin histórico de raza que contribui· rá a realizar, es la unión moral e intelectual de la raza latina en el Nuevo Continente:' (O. C., 11, página 253). ¿Qué son las Antillas?, se preguntará también en la obra ya citada. Y contesta: «El lazo, el me· dio de unión entre la fusión de tipos y de ideas europeas de Norte América y la fusión de razas y camcteres dispares que penosamente realiza Colombia (la América latina); medio. geográfico natural entre una y otra fusión trascendental de razas, las Antillas son políticamente, el ficl de la balanza, el verdaderO lazo federal de la gigantesca federa· ción del porvenir; social, llUmanamente, el crisol definitivo de las razas." Como hombre de avanzada de su tiempo, el gran pensador puertorriqueño entiende correctamente que la fusión de las razas no implica ni remotamente la degeneración de alguna de éstas, sino que por el contrario habla con gran admiración de Jos grandes patriotas negros que sirvieron heroicamente a la causa de la emancipación de las Antillas: Plácido, el martirizado poeta, Luperón y Maceo, los grandes guerreros. Las Antillas son en ese sentido «crisol de razas" porque en éstas puede darse una verdadera democracia racial que sirva como modelo para otras sociedades descorroídas por el germen del racismo. Más aún, el corazón de Hostos va hacia el cholo y el huaso, hacia todos ..los condenados de la tierra» de su época, y su alegato en pro de la liberación de los pueblos y de los hombres es hecho desde una perspectiva universa-


lista, internacionalista. El papel de las Antillas es pues uno de carácter positivo, ya que les toca el carácter de fuerza equilibradora en el hemisferio. Pero las Antillas no podrán ejercer esta fuerza equi. libradora mientras se hallen dominadas por España o en inminente peligro de ser anexadas por los Estados Unidos. De ahí que la independencia sea un imperativo categórico sin cuya obtención continuaremos sumidos en ese círculo vicioso del colonialismo que procrea y genera la abyección y el servilismo como su secuela inevitable de vicios. Es muy significativo el hecho de que tanto Hos· tos, como Betances y Martf, hayan tenido la visión profunda de las nefastas consecuencias que el colonialismo acarrea para los pueblos que lo sufren. Mucho antes que ese gran profeta portavoz de los anhelos de los pueblos colonizados que se -llama Franz Fanon, hombres como Hostos y Mar· tí habían también hecho a su manera el «retrato del colonizado». Escuchemos pues a Hostos en el en· juiciamiento de los efectos deletéreos del colonia· lismo sobre uno de los Inas finos espíritus de su tiempo, el gran poeta y mártir cubano Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), que en los primeros momentos de su desarrollo intelectual padeció ese mal que hoy llamamos «colonización intelectual». Dice Hostos: En cuanto sirven para demostrar, por con· traste, hasta qué punto se descomponían en aquella atmósfera infecta el sentimiento de la dignidad por la indignidad reinante; la noción de lo bueno y de lo justo, por C'l mal omnipotente y por la iniquidad procaz; el concepto del derecho individual y social por el desprecio de la autori· dad hacia el derecho, por el abatimiento de 'la sociedad, por la fuerza del egoísmo individual; la abjuración de la libertad, por el instinto de segu· ridad; el orden moral, por el soborno de caracteres y conciencias; ola moralidad intelectual, por el escepticismo, en cuanto sirven para demostrar la hedionda laceria que gangrenaba a aquella infortunada sociedad, aun no formada y ya postrada, aun no organizada y ya desorganizada, cadá· ver de un cuerpo no desarrollado, esqueleto de un muerto que no había vivido, infante contaminado desde el claustro materno por la mortal enfermedad de sus generadores, las páginas dedicadas por Plácido a adular el mal circunstante, el vicio circunstante, ola injusticia omnipotente, son preciosas. Con ellas en la mano, y sín otro dato que ellas y sin otro instrumento de análisis que la comparación de esos versos bochornosos con las demás poesías que constituyen la honra y -la gloria del poeta, puede el hombre de espíritu elevado conocer la horrenda situación de las Antillas, odia:-la, condenarla y maldecirla. El efecto corruptor, degradante, inmoral del colonialismo puede captarse en este pasaje Hostosiano. Como podemos notar, el fenómeno en cuestión afecta aún a las personas de extraordinario talento y pureza personal como Plácido. Es este el vi-

cio principal que sume a nuestros pueblos en el abatimiento, en la docilidad, en eso que Pedreira llamaría años más tarde «aplatanamiento». Las sociedades coloniales, nos dice Hostos, por ser hijas del despotismo nacen muertas. Son cadá. veres antes de nacer porque se han desenvuelto en un ambiente que apoca y disminuye al colono frente al colonizador. «Los pueblos educados en el espectáculo de la esclavitud» nos dice, «están obligados a sufrir una lenta reconstitución de sus órganos morales. Sólo la independencia puede proporcionarla.» Vale decir, que sólo la independencia puede proporcionar a nuestros pueblos la fuerza moral regeneradora necesaria para aniquilar los vicios del régimen colonial, vicios que Bostos resume de la siguiente manera: «Ese régimen es una imposición de los antecedentes sociales que esta· bleció el coloniaje. Entre ellos, los tres que hacen al caso: el primero, la costumbre hecha derecho y hecha ejemplo, de una autoridad personal, indiscutida e indiscutible; el segundo, la desigual. dad en el goce del poder; el tercero, la falta o carestía de hombres aptos para el manejo de una cosa pública a que nadie tenía acceso, fuera del número diminuto de privilegiados.» Si éste es el legado del coloniaje, y si no hay alternativas para su erradicación sino la independencia de todas las Antillas, ello es debido a que los vicios y los hábitos del despotismo calan hondo en la conciencia colectiva de los pueblos. La li· quidación del colonialismo es pues la clarinada para el nacimiento de una nueva sociedad que ha· brá de surgir, como el ave Fénix, de entre las ceniza:. de la natimuerta. Como todo hombre imbuido de un profundo sentido libertario, Hostos confiere un papel regenerador a la independencia y a la libertad. «Libertar» nos dice, «es sanar: sanar es devolver a un organismo el uso regular, normal, natural, de cada uno de los órganos que conjuntamente fabrican la salud.» Que la independencia es posible 10 demuestran las antiguas colonias españolas que, habiendo superado el peso muerto del coloniaje que, «habiendo salido del claustro materno tan muerta, estén tan vivas y sin enamorarse apasionadamente, de sociedades tan estúpi. damente menospreciadas por las superficiales, y tan merecidamente admiradas por los reflexivos». Por eso mismo -añade Hostos- «eSos antecedentes gustarían para alentar a los que no han querido sacrificar el presente al porvenir; pero hay en los mismos elementos compositivos de la vida antillana, 10 que sobra para una reconstrucción sólida de los órganos, para una reconstrucción sana de la vida, y para un restablecimiento efectivo, o (dicien· do la verdad con la exactitud de la verdad) por el establecimiento efectivo en un Estado de derecho y de cultura». 13


Es decir, que están presentes las condiciones para la emancipación de las Antillas una vez que Cuba y Puerto Rico se hallen liberadas. Dicha liberación es una condición indispensable para la creación de esa Federación Antillana que fue sueño Hostosiano y Martiano, y que más tarde serviría también de inspiración a José de Diego y Pedro Albizu Campos. Hemos visto cómo Hostos concibió durante al· gún tiempo la posibilidad de que la liberación de las Antillas pudiese alcanzarse en paz y amistad con la Metrópoli. También notamos anteriormente los rudos despertares que hubo de sufrir ante su sue· ño. Una vez convencido Hostos de la imposibilidad e inutilidad de lograr un entendido con España respecto a la libertad de las Antillas, llega por fuerza a la misma conclusión a que llegaron Betances y Ruiz Belvis: no hay otro camino hacia la independencia que no sea la revolución. Rev~ lución que no puede ser sino Antillana, puesto que deberá contar con el concurso y la colaboración activa de cubanos, puertorriqueños, dominicanos y haitianos. En un elocuente pasaje de su Diario, Hostos nos justifica de esta manera la necesidad de llevar a cabo una revolución en las Antillas: "En las Antillas se viola la justicia: violación contumaz en 'la subsistencia de la esclavitud: .....iolación irritante en la gestión económica; viola. ción feroz, en la represión horrenda que se hace en Cuba, que se prepara en Puerto Rico; violación insensata en esta isla aplazando indefinidamente 'la satisfacción de sus tímidos deseos, mintiendo intenciones que nunca se realizan, disfrazando en apariencias de derecho la burla que se hace a su necesidad de justicia y libertad. ¿Se argumenta con la pasividad del país y lo poco dispuesto que estaría en seguirme? Respondo que todos los pue· bias son pasivos antes de la revolución. ¿Que me espera la ingratitud! Respondo que éste es un vicio necesario, de que son irresponsables, hasta hoy, todos los pueblos, porque para agra· decer es necesario conocer el servicio recibido, y la vida y sentimiento que hacen las sociedades conocidas, que hacen más las sociedades nacien· tes, obedecen harto poco a la razón para que sea ella la que 'las guíe en los juicios que forman de los hombres y de los hechos. Hay injusticia en culpar a los pueblos por su pasividad y por su ingratitud, manifestaciones ambas de la necesidad de las revoluciones... las revoluciones son tanto má~ necesarias cuanto lTlayor sea la pasi. vidad de' los pueblos antes de ,la revolución, y mayor la ingratitud que, después de ella, se prevea." (O. C., 1, páginas 120, 121). En suma, que para sacar a los pueblos del ma· rasmo colonial, no hay otro remedio, no existe otra cura que no sea la revolución. En el caso pa· tético de los pueblos coloniales la revolución es una necesidad. No surge por lo tanto del capricho de unos pocos hombres que anhelan ensangrentar la tierra amada, sino que es un deber impuesto por

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las circunstancias mismas. Meditando sobre la muerte del Titán de Bronce, Hostos no expresará claramente su sentir sobre la revolución muchos años más tarde de haber escrito el pasaje recién citado. En sus Temas Cubanos escribe: "Todo un siglo, o casi todo un siglo, consagra· do por un pueblo a soñar y realizar una revolu· ción, es un dato bastante en demostración de su necesidad. A la revolución, aunque efectivamente no fuera, como es, un hecho necesario, una cri· sis fatal en el desarrollo de las colonias; a la revolución no va por gusto ningún pueblo. Van, por la fuerza de la necesidad, entrando en ella, primero, los más altos de pensamiento y 'Ios más prontos de corazón; después, los peor hallados en su suerte; en seguida, los afines en ideas, sentimientos e intereses; por último, la masa. Cuando la masa se pone en movimiento, -la revolución es un hecho incontrastable... La revolución habría seguido hasta el fin, y habría triunfado, si la masa hubiera tenido tiempo para entrar en ella; pero el desamparo, el cansancio, el soborno y la traición, precipitaron la revolución en aquel pacto lastimoso que dejó en suspenso :la guerra de Independencia, y que mostró a la luz ,la evidencia que aún no tenía Cuba la fuerza orgánica que desprende de su nú· cleo de formación a los organismos sociales ya constituidos por su fuerza interna. Hoy, cuando concurren en la revolución todas las condiciones de la ley histórica que la produce, es imposible que la Independencia caiga en la fosa de Maceo," (O. C., IX, páginas 473,474,475). He aquí la claridad Hostosiana: denuncia del Pacto del Zanjón, exaltación del pueblo como fuerza motriz de toda revolución, fe en que la muerte de Maceo no marca el fin de la Revolución Cubana. La convicción de que nada puede hacerse sin el pueblo, sin las, ~asas. Esa es la cuestión. Cuando miramos hacia atrás logramos compren· der la ·corrección del juicio de Hostos. No retrocede ante las consecuencias inevitables de toda revolución y se resigna -aun siendo un hombre de paz- a que Maceo tenía razón cuando afirmaba que la libertad se conquistaba con el filo del machete. _Son perjuros de la revolución cuantos no quie. ren sus fines lógicos», nos dirá en su Diario. Y cuá· les son esos -fines lógicos» de todo revolucionario. O, mejor dicho, ¿quiénes no son revolucionarios al no cumplir con los imperativos de ésta? Comentando las efemérides del 10 de octubre de 1868 (El Grito de Yara) nos dice el Maestro rnayagüezano: No un artículo de periódico, una arenga de combate es lo que falta. No aquí, en la corrupta emigración; en Cuba, tomando posesión. del sue-lo vedado de ·Ia patria, es como esperábamos, como anhelábamos, como exigíamos que se con· memorara esta fecha sacrosanta. No el patriotismo charlatán, no la literatura engalanada, no la oratoria de los días de fiesta; el patriotismo mudo, la literatura de la concien·


cía imperativa. la oratoria de los días de luto, es 10 que debe jnspirar a los revolucionarios. No son revolucionarios los que. teniendo un deber que cumplir, un propósito que realizar, una alta aspiración que satisfacer, ven pasar horas y <lías y semanas y meses y años. años enteros, años eternos para la patria mártir, sin sentir otra cosa que la aniquilación del sentimiento. sin idear otra cosa que la muerte de la idea en el cansancio, sin jlacer otra cosa que sobornar la conciencia para ahogarla. No son revolucionarios aquellos. cuya tibieza. cuya lentitud. cuya infecundidad de medios y re· cursos, los declara inferiores al deber. No son revolucionarios aquellos que no saben llevar a cabo sus propósitos. No somos revolucionarios los que de la misma grandeza de nuestras aspiraciones no sabemos sacar otro fruto que la estúpida virtud de la pa· ciencia. No somos revolucionarios los que, a pesar de las congojas diarias, tenemos paciencia para ver. con .los brazos cruzados, en tanto que chorrea sangre el corazón, pasando inútilmente los días en que el más leve de los sacrificios aceptados con resignación imbécil, bastaría para hacer poderosa la impotente inercia en que nos desespe· ramos y nos debilitamos. En efecto, la definición de Hostos, centrada en la característica de quienes «no son revolucionarios., cuadra perfectamente a todos cuanros, ante el atropello padecido por Cuba y sufrido por Puerto Rico, se confonnaban con solicitar meras re· formas del régimen colonial sin pretender erradi· car de raíz los males que éste necesariamente apareja. Los refonnistas, los autonomistas, los liberales de aquel entonces eran los que -tanto en Cuba como en Borinquen- consentían mediante su política contemporizadora a la continuidad del régimen degradante que padecíamos. Es esta indig. nación, esta ira santa frente a la insensibilidad y cobardía de los políticos oportunistas de la colonia lo que pone a Hostos, a Betances y a Martí en una categoría aparte de los Muñoz Rivera y los Morales Lemus. En su momento, Hostos no puede permanecer neutral en la contienda que se libra en Cuba. Por· que Cuba representa en aquel instante la vanguardia de la lucha revoludonaria Antillana. Allí. junto al Titán de Bronce, se halla el bravo general puertorriqueño Juan Rius Rivera, de igual fonna que los había hecho, en su día, el General Valero de Bernabé al lado del Libertador Bolívar. Bastos ci· fra sus esperanzas en que la liberación de Cuba será la clarinada definitiva para el imperio español en América. El destino de Cuba y el de Puerto Rico están inextricablemente entrelazados. Y también el de Santo Domingo. Por eso recaba -como Betances- la cooperación y el activo concurso de los patriotas dominicanos, pero sobre todo de ese gran soldado de la libertad de Quisqueya que fue el General Gregorio Luperón.

En su viaje por el Sur del continente americano, Hostos se convierte en el más celoso, en el más ferviente propagandista de la causa cubana. Su in· dignación no tiene límites cuando se entera del asesinato de los expedicionarios del vapor «Virginius». Exalta las figuras heroicas del poeta Plácido y de todos los fusilados junto con él por la libertad de Cuba y la abolición de la esclavitud. Su gri. to es un grito de guerra ante la política geneocida del imperio español iniciada por Valeriano Weyler, iniciador de esa política de Cltierra quemada ll que hoy indigna a la humanidad que presencia sus efectos en Vietnam. Su labor en pro de la Cuba in· surrecta es incansable, inagotable. Estudia la historia de Cuba, de sus grandes héroes y mártires. Ama a Cuba como su propia tierra porque en ver· dad era su tierra, tierra Antillana. Lucha a su vez contra la anexión de Santo Domingo e influye decisivamente sobre el pensámiento del General Gregorio Luperón en lo que a Fe· deración Antillana respecta. Nos dice el Dr. Hugo Tolentino en su ensayo Perfil Nacionalista de Gregario Luperópz que Luperón en Puerto Plata, junto a Bostas y a través de .La Liga de la Paz, insuflaba a toda una nueva generación el espíritu patrióti. co y el amor a la nacionalidad. A la nacionalidad dominicana, propia, pero también a aquellas de los pueblos que como Cuba y Puerto Rico buscaban florecer por los caminos de la libertadll. El estudioso dominicano afinna además que Hostos redactaba muchos de los manifiestos del insigne patriota dominicano, a quien le unía una muy es· trecha amistad. Conforme con esta realidad, Bostas se mantuvo en irreductible oposición a los enemi· gos del patriota dominicano y a los que representaron la antítesis de su obra libertadora: Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heraux. Espíritus alertas como los de Hostos, Betances, Martí y Luperón estaban conscientes de que pesa· ba sobre las Antillas el peligro perenne de la anea xión a los Estados Unidos. Martí, sibilino, había dado la voz de alerta al expresar que había quienes tenían puestas en Cuba Clmiras de factoría y de pontón estratégico ll . La cuestión no escapaba al juicio perspicaz de Bostos. Le toca muy de cerca la tramoya de Báez al intentar anexar a Santo Domingo. Se sabe ademá¡; que dicho sentimiento ve· nía haciendo mella entre algunos sectores de la oligarquía criolla en Cuba y Puerto Rico. Consciente de lo que significaba para la independencia de nuestros pueblos el enorme poderío de los Estados Unidos -ya en franca actitud expansionistale escribe Hostos al señor Francisco Sellés el 12 de julio de 1896 las siguientes proféticas palabras: «Nacer bajo su égida (la de los Estados Unidos) es nacer bajo su dependencia: a Cuba, a las Antillas, a América, al porvenir de la Civilización no conviene

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que Cuba y las Antillas pasen del poder más positivo que habrá pronto en el mundo. A todos y a todo conviene que el noble Archipiélago, haciéndose digno de su destino, sea el fiel de la balanza: ni norte ni suda· mericanos: antillanos; usa nuestra divisa, y sea ese el propósito de nuestra lucha, tanto de la de hoy por la independencia, cuanto la de mañana por la libertad.•. Esta postura anti·anexionista de Hostos servi· rá como el eje central de su quehacer patriótico. En su Diario correspondiente al miércoles 12 de enero de 1870, anota: «Las Antillas tienen condi· ciones para la vida independiente. y quiero absolutamente sustraerlas a la acción americana. Los otros creen que sólo se trata de libertarlas y libertaros de la opresión de España. y conculcan la lógica. la dignidad y la justicia con tal de canse· guir su fin. Yo creo que la anexión sería la absorción, y que la absorción es un hecho real, material. patente. tangible. numerable, que no sólo consiste en el sucesivo abandono de las islas por la raza nativa, sino es el inmediato triunfo económico de la raza anexionista. y por lo tanto, en el empobrecimiento de la raza anexionada.• O lo que no es sino lo mismo, que la anexión de las Antillas significa la asimilación cultural de éstas, su desaparición como nacionalidad latinoamericana. Bajo tales circunstancias, el Patricio Mayagüezano se re· siste a la idea de la anexión y clama una yO!? vez por la independencia y la liberación de las An· tillas. Anexar a las Antillas, dice, usería uha indignidad y una torpeza», y son «apóstatas de la patria-suelo y de la patria-libertad cuantos venden los dolores de la independencia por la felicidad de la anexión•. No. Hostos ni por un momento flaquea en su creencia de que la independencia y la libertad son el único camino a seguir por las Antillas. Cuando retoma a Puerto Rico de Chile por vía de Nueva York concibe la necesidad de un plebiscito para que los puertorriqueños puedan decidir entre la independencia y la anexión a los Estados Unidos. Concibe el plebiscito como una consulta necesaria para pulsar la opinión de quien nunca fue consultado por las potencias que participaron en su canje. A bordo del vapor «Philadelphia., el 11 de septiembre de 1898, presiente la inutilidad de su retorno patrio cuando escribe que «vamos camino de la tierra infeliz que parece condenada· a no ser nun· ca poseída por sus hijos». Su magnánima creación uLa Liga de Patriotas» se estrella contra la indife· rencia de los políticos coloniales ahítos por abrazar el nuevo amo que hoy se asentaba en La Forta· leza. La Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí con el propósito manifiesto dé «auxiliar y fomentar la independen16

cia de Puerto Rico» quedaba disuelto al predominar en su seno el sector anexionista. Hostos no acepta la anexión porque hacerlo equivaldria a convertir en derecho un acto de fuerza. La fuerza no crea el derecho, ni es digna tamo poco de admiración cuando se usa para subyugar un pueblo pequeño y débil. Luego de su paso efímero por Borlnquen. y convencido ya de que, coino hubiese hecho Martí, «cambiar de dueño' no es ser libre», escribe en octubre de 1900, desde Santo Do. mingo, ]a siguiente misiva al Director de La Correspondencia de Puerto Rico: "Yo no creo digna de admiración a la fuerza bruta, ya la vea en la historia de cada día, ya me la presenten adornada, adulada .y admirada en la historia escrita, pero creo digno de la mayor atención o del mayor cuidado el hecho manifiesto de que los norteamericanos enviados a Puerto Rico y los norteamericanos del Gobierno que .Jos envía, están procediendo en Puerto Rico como fuerza bruta. ¿En que dirección va encaminada esa fuerza bruta? En dirección al exterminio. Eso no es ni puede ser un propósito confeso; pero es una convicción inconfesa de los bárbaros que in· tentan desde el Ejecutivo de la Federación popularizar la conquista y el imperialismo, que para absorber a Puerto Rico es necesario exterminarlo; y naturalmente. ven, como hecho que concurre a su designio. que el ·hambre y la envidia exterminan a los puertorriqueños, y dejan impasibles que el hecho se consume." (O. C., V, página 301). Nótese que el gran pensador Antillano se en· cuentra de nuevo en Quisqueya, a donde ha re· tornado a requerimiento de sus discípulos y amigos. Va allí también a su Patria, pero a aquella porción de ésta que podía considerarse libre. Des· de allí vuelve por sus fueros independentistas al afinnar: uHay que insistir todos los días en decir y repetir que Puerto Rico ha sido robada de lo suyo, de su libertad nacional; de su dignidad nacional; de su independencia nacional, que ni los españoles ni los americanos podrán ni han podido poner en mercería.lt Así muere en suelo quisque. yana -como un convencido defensor de la independencia de las Antillas. Hostos amó profundamente a estas tierras del Caribe, pero no hay duda de que su amor por San· to Domingo era un amor entrañable, profundo. Por eso acepta la invitación que le hace el Presidente Horado Vázquez para que retorne a Quisqueya, y 10 hace con profundo sentir Antillanista al escribir: "La patria se me escapa de las manos. Siendo vanos mis esfuerzos de 'Un año entero por dete:terla, el mejor modo de seguir amándola y sirviéndola es seguir trabajando por el ideal que. independente Cuba y restaurada Quisqueya en su libertad y en su dignidad republicana. ni siquiera es ya un ideal; tan en la realidad de la histo·


ria está Ja Confederación de las Antillas. Hacia ella, por distinto camino, ya que así lo quieren la mayor parte de sus hijos, caminará Borinquen, aunque su generación actual no comprenda que ese es el porvenir positivo de las Antillas, y que a él asentiría desde ahora el nobilísimo pueblo americano, si se le ,probara, como yo quería le probáramos, que el lógico propósito de nuestra vida es, como debe ser, constituir una confedera· ción de pueblos insulares que ayuden a los pueblos continenta'.les de nuestro hemisferio occiden· tal a completar, extender, y sanear la civilización; a completarla, dando a la rama latina de América la fuerza jurídica que tiene la rama anglosajona; a extenderla, llevándola a Oriente, asa· nearla, infundiéndole el aliento infantil de pue· bias nuevos. A ese propósito sagrado contribuirá en las An· tillas cualquier antillano que empiece por amar· las a todas como su patria propia; por amar su patria en todas ellas juntas, y cumplir en todas y en cada una, con la misma devoción filial y el mismo desinterés de toda gloria y todo bien, el deber de tener tan clara razón y tan sólida con· ciencia como de todos 'la exigen el presente sombrío y el porvenir nublado de la familia latina en todo el continente." (O. C., IV, páginas 229· 230).

Algunos años antes de escribir esta carta, Hastos le había escrito a Luperón una carta profética donde le hace ver al patriota dominicano su deseo de yacer en tierra Ouisqueyana. Dice así Has· tos: «Para mí, que amo tanto a Santo Domingo como a mi propio Borinquen y que probablemente la eligiré, como patria nativa de la mayor parte de mis hijos, para residencia final y sepultura, empezar por la libertad de Ouisqueya es tan natural, que no hago, con pensarlo y desearlo, más que un acto de egoísmo paternal; pero, en el fondo de las cosas, es tan esencial la libertad de Quisqueya para la Independencia en Cuba y Puerto Rico, que si acaso la de Cuba sobreviene sin ella, lo que es la de Puerto Rico y la Confederación no.. Su exilio voluntario a Santo Domingo es a manera de un acto de protesta contra la perpetuación del colonia· lismo en Puerto Rico. Se retira a suelo querido de Ouisqueya' hasta tanto Puerto Rico pueda ser digno de él. Ello puede colegirse de la carta que es· cribe al señor Ramón Vélez López, de Sabanahoyos, fechada el 21 de noviembre de 1899, cuando le escribe: «Mucho me complace su reiterada adhesión a mis doctrinas. Yo, para hacerlas más han· radas en la sociedad que mejor las ha adoptado, aceptaré el llamamiento que a ese país me hacen los dominicanos. Entre ellos trabajaré, como siempre lo hice, por Puerto Rico, por Cuba, por las An· tillas confederadas, por la civilización americana, pero no, de ningún modo, por la absorción de nuestras islas. Cuando par;¡ eso me necesite Puerto Rico, que me llame.• Pero el llamado nunca llegó. Hostos muere en

tierra quisqueyana, donde aún reposan sus restos. Cayó en oídos sordos su admonición. Era ilusorio pensar que en aquel momento los puertorriqueños, los líderes puertorriqueños, iban a llamar a Hostos. Pues con la anexión forzada de la isla a los Estados Unidos, los puertorriqueños de fines de siglo se parecían a aquellos de quien Betances había escrito en 1872, con amargura: «Puerto Rico está en una borrachera completa. Allí están borrachos. con las reformas que no les han dado. Se han embriagado por el olfato. Es el espectáculo más raro y triste, el de todo un pueblo --chicos y grandes- celebrando las libertades que creen tener y que no tienen.» Hostos no era de aquellos que «se embria· gaba con el olfato» y vio con toda claridad lo que avizoraba el porvenir. Cuántas veces habrá recordado el Patricio, durante su último y definitivo pe· regrinaje a la República Dominicana, sus palabras ante la tumba de Segundo Ruiz Belvis: ¡Ruiz, Segundo Ruiz! ¡La Patria está en peligro de perpetua esclavitud! Pero quedó allí el Patricio. El hombre de quien Rufino Blanco Fombona pudo afirmar que había enseñado a pensar a un Continente. El esclavo del deber y el adalid del derecho. El educador progresista cuya obra pedagógica hizo alterar las más arraigadas nociones imperantes bajo un sistema educativo caduco. El pensador que puso en jaque el oscurantismo escolástico que pesaba como un íncubo sobre la formación intelectual de tantas generaciones de jóvenes latinoamericanos. El crío tico literario que haría historia con su interpretación del Hamlet. El sociólogo positivista que contribuiría a la creación de un enfoque científico de la realidad latinoamericana. El moralista insigne que hizo del deber el primer imperativo de toda moral social. Sobre todo, quedó allí el Patriota, el Patriota Antillano. Sería preferible, en ese sentido, que de· jásemos al propio Maestro Antillano hablamos acerca de quienes él admiraba. Pues en estos jui. cios podemos hallar un reflejo del propio Hostos. En efecto, sobre Hostos puede decirse sin temor a equivocamos 10 que él dice acerca del General Gregario Luperón: «no tuvo Luperón más incen· tivo que la resuelta resplución de no consentir amos en su tierra». Igualmente aplicable a Hostos es el siguiente juicio de éste sobre Garibaldi, el gran revolm:ionario italiano -el soldado de la libertad, como aquél le llama: "Pudo ser poderoso y no quiso; pudo poner precio a sus servicios y no lo puso; pudo gozar de todos los bienes materiales que se piden a -la fama o que se obtiene de ella, y los desdeñó. Ca· rencia tan completa de ambición, unida a tal ap· titud para fabricar- poderes, sólo en los' tiempos heroicos se nos presentan como ideal inaccesi-

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ble: desinterés tan absoluto, acompañando a tal capacidad de mover y c~nmover los intereses más estimulantes, pocos son capaces de apreciar· "10 en este siglo codicioso: abnegación tan fácil de los bienes y placeres y delicias con que adulan los hombres las debilidades de los héroes, sólo con· su fácil heroísmo -.se concibe." (O. C., XIV, página 34). Asi es, en efecto, que mejor se rinde homenaje a Eugenio María de Rostos. El colonialismo, esa hidra de mil cabezas, ha contribuido a la total distorsión de la figura de Eugenio María de Ros. tos, reservando su recuerdo para los discursos de ocasión y haciendo de su obra como patriota y revolucionario una infeliz insignificancia. No obstante, el gran luchador anticolonialista no ha podio do ser vencido por el sistema que él tanto combatió y su recuerdo cobra viveza en las nuevas generaciones que quieren emularle en su gesta en pro de la Patria liberada.

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En una de sus páginas leemos lo siguiente: .Tener antecesores gloriosos, tener ejemplares eternos de la humanidad virtuosa en sus anales, es feliz proficencia de todos los pueblos que tienen historia; pero ser siempre merecedores de ellos y contribuir con su vida a hacerlos recordar perpetuamente, no es gloria que saben recoger todos los pueblos.» Puerto Rico es un pueblo con historia. Aun cuando nuestra auténtica, nuestra verdadera his. toria de pueblo que lucha por su libertad está aún por escribirse. Dentro de esa historia de lucha por nuestra liberación tiene un lugar prominente Eugenio Maria de Rostos. llegará el día en que seremos merecedores de él, como de otros muchos héroes de la historia puertorriqueña. En ese día glorioso, el Maestro verá cumplido su sueño de li· bertad y podrá reposar al fin en esta Antilla que le vio nacer.


Camino Por

JULIO C~SAR LóPEZ

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Camino de rabo quieto para descolgar la infancia. Los bueyes lo contemplaban desde el verde de su estancia. Hacia allí íbamos niños a conquistar los celajes con unas armas muy frágiles: volantines de colores. Rabo el buey lo nominaban para apacentar agujas de las pastoriles horas. Nosotros lo convocábamos como trinchera del juego para dispararle al cielo.

Astronautas de ternura pueblerina, unos aires azules mecían nuestras naves. III

Otros caminos para las sombras grandes agitaron después, mucho después, sus rabos de malicia y apareció un villano cercenando cordajes porque su empresa era y sigue siendo elevar las navajas para dejar los sueños sin sus alas decapitando palomas en el aire.

II

Capuchinos, chiringas, volantines: ingeniería de la infancia para escalar las nubes. Con el cordaje trémulo en la tarde, una sutil telegrafía instalábamos para atrapar los aires.

IV

Camino de rabo-buey, camino de rabo quieto, caminito de mi infancia, mi camino Cayeyano polvoriento de recuerdos, ¡qué mucho te han retorcido las manos sucias del tiempo! 19


Eugenio Fernández Méndez: el hombre y su obra Por LABOR GÓMEZ ACEVEDO

pARA Mí ES TAREA AGRADABLE INTENTAR HACER Aouí

una semblanza y un comentario evaluativo de la creación literaria y la obra histórica de Euge. nio Fernández Méndez. Primero, porque Eugenio Fernández Méndez es mi amigo personal y fue, hace ya muchos años, mi discípulo en la Universidad de Puerto Rico. Y segundo, porque toda su obra como antropólogo y como historiador. es un llamado al pueblo de Puerto Rico para que haga pesar vital y funcionalmente en sus actos y en su vida colectiva, su continuidad histórica, su patrimonio cultural. Eugenio Fernández Méndez, es un puertorrique. ño vitalmente comprometido con un servicio -un servicio intelectual y personal a su pueblo- para lo cual se encuentra excepcional y profesionalmente dotado como antropólogo y escritor. El mismo lo ha dicho, en su medular y atractivo libro de ensayos, La Identidad y la Cultura (1959): «Mi preocupación ha sido.siempre, que los hombres de mi pueblo logren hallar una meta y un futuro, política y socialmente deseable»; y con este fin, la mayor parte de su obra se ha dirigido a la pIomoción del saber histórico, al servicio educativo y formativo que reconoce -como reconocemos todos los que hemos dedicado nuestra vida a la enseñanza académica en este campo- la validez del estudio de la historia. En el prólogo que escribió a la Historia de Cayey. pueblo natal de Fernández Méndez, el humanista español Dr. Pío López Martínez ha dicho: «Mi interés por la historia de Puerto Rico tiene una justificación intelectual. Creo que la historia ofrece un gran número de enseñanzas y tiene un extraordinario valor formativo en la vida de los hombres y los pueblos.» A esto añade en el mismo prólogo: «Al hombre siempre le ha interesado conocer los fastos del pasado, y este interés tiene

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una preclara raíz humanística: el amor a la .tradición de los mayores. sin lo cual es imposible preservar y dar sentido y hondura a la vida humana misma.» El interés de Eugenio Fernández Méndez por la historia. campo en el que ha producido la mayor parte de sus obras, no es otro que el de aclararse y de aclarar a los puertorriqueños, su deuda con los hombres del pasado, que le legaron una tradi· ción histórica y cultural de la cual él se siente, no sólo heredero, sino custodio y colaborador solidario. «La cultura humana -nos dice en 1970, en su discurso de Barranquitas sobre Luis Muñoz Rivera-, la grandeza y la nobleza de los pueblos, de· penden en buena medida de que las enseñanzas y las virtudes cívicas y sociales de esos hombres -se refiere a nuestros próceres y precursores en la his· toria de Puerto Rico entre los cuales cuenta Luis Muñoz Rivera- sean conocidas. estimadas y practicadas. Nada ennoblece más a un pueblo que el reconocer la gloria de quien gloria y estimación merece.» En el mismo prólogo aclara: «Como se ha dicho proverbialmente en la lengua castellana "honrar honra", y esto es un principio pedagógicopolítico de gran alcance en la vida histórica y civilizada de las sociedades del hombre. ¿Cuántas juventudes no se sienten engrandecidas en sus ambiciones y en su deseo de servir fiel y lealmente a sus pueblos, cuando ante ellos se presenta un esclarecido grupo de hombres que en sus ejecutorias en el campo de la política y la cultura dejaron estampada en la historia una aureola de grandeza humana? La educación para la libertad, exige de nosotros, los hombres de hoy, un profundo respeto por los valores y los valedores esforzados de los pueblos de América. Cuantas veces un pueblo confronta dificultades, angustias o perplejida-


Eugenio Femández Méndez

des en su camino, el retomo a sus maestros le se· ñalará con claridad, el camino que hay que escoger, le ayudará a calibrar en su justa medida, con cordura y sabiduría, la realidad justa de la situación que confronta. Y armado con un conocimiento seguro, con pie firme y voluntad entera sabrá atender a la solución de sus dilemas. La educa· ción humana -para que sea fecunda y engrandecedora- debe ser continuidad, porque el proceso de la civilización humana es un proceso de acumu· laciones sucesivas y de sucesivos progresos. Es neo cesario -proclama él, como conclusión- que los pueblos. amantes de la libertad y amantes de la Democracia, escuchen y hagan conocer a las nuevas generaciones la voz y la ejemplaridad de sus meno tores.» He citado tan extensamente los párrafos anteriores porque en ellos se encierra gran parte de la justificación intelectual de la. obra de Eugenio Fernández Méndez. Como maestro -y lo ha sido por más de dos décadas- siente un profundo res· peto por los que le guiaron en su formación, y aspira, a su vez, a formar moral e intelectualmente a las nuevas generaciones enseñándoles a amar aquellos valores que justifican, frente a todas las posibles derrotas y frente a todas las posibles de· bilidades del ser humano, la existencia misma del hombre. Buena parte de la fibra moral e intelectual de

Eugenio Femández Méndez proviene de sus pa· dres: don Benigno Fernández Garda y doña Ma· ría Luisa Méndez. Y antes de decir algunas breves cosas sobre su obra, de la cual sólo haremos ligeros apuntes, con una invitación y llamado a su conocimiento, hablaremos de su formación moral y humana. Eugenio Femández Méndez, nació en Cayey el día 11 de julio de 1924. Cursó su educación elemen· tal en las escuelas de Cayey, Ponce y San Juan. Relativamente joven fue a estudiar a los Estados Unidos, donde hizo tres años de estudios preparatorios para medicina en las Universidades de Louisiana y de Duke. Fue esa formación la que le dio parte de su disciplinada cultura científica que más tarde le sería de gran utilidad en su adiestramiento profesional como antropólogo. En sus años de escolar -como él mismo me ha contado- le preocupó siempre el llegar a vencer las deficiencias idiomáticas que la enseñanza obligatoria del inglés imponía en el sistema escolar de Puerto Rico de aquellos años. Inspirado en sus estudios universi· tarios en Puerto Rico por maestros como Pedro Salinas, Federico de Onís, Jaime Benítez, Concha Meléndez, Margot Arce y otros, se dispuso adquirir las destrezas del escritor que tan valiosas le han sido en su carrera profesional. Eugenio Fernández Méndez, reconocidamente, es aparte de his· toriador y antropólogo, un gran ensayis~a y un

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gran prosista de Puerto Rico. Así lo han reconocido entre otros: René Marqués, Elías Entralgo, Fede· rico de Onís, Enrique Anderson Imbert y Germán Arciniegas. La juventud de Eugenio Femández Méndez transcurrió en su pueblo natal de Cayey, donde se vivía una. vida más bien provinciana con un profundo sentido de la vida comunal. Esto dejó un claro sedimento en su carácter y en su espíritu, pues Eugenio, más que hombre de ciudad, es emocionalmente un hombre de pueblo. De ahí que no haya en su obra ni cinismo ni amargura. Su ancha y profunda cultura histórica y humanística lejos de «sofisticarlo., lo mantiene inscrito en la lista de los hombres optimistas, sencillos y nada afec· tados. Es un amigo que sabe valorar la amistad y pocas veces, si alguna, se escuchará en sus labios cz:itica o menosprecio de persona alguna. Al morir su padre, Benigno Fernández García en 1944, Eugenio dejó de estudiar medicina y re· gresó a la Universidad de Puerto Rico, donde Jaime Benítez le otorgó una beca para proseguir sus estudios. Graduado Cum Laude, de la Universidad de Puerto Rico en 1946, con su concentración aca· démica en economía, el Pueblo de Puerto Rico hizo posible sus estudios graduados de Antropología en la Universidad de Columbia en Nueva York, en los años de 1947 a 1951. La doctora Ruth Benedict, uno de sus maestros en Columbia University, escribió en 1947 al entonceS Canciller de la Universidad de Puerto Rico Jaime Benítez: (traducimos) «Es un placer tener ocasión de escribirle de nuevo. Quiero informarle personalmente a usted del trabajo académico de Eugenio Femández Méndez, quien estudia en este Departamento Graduado de Antropología este año. Estoy francamente compla· cida con su trabajo. Es un estudiante cuidadoso e inteligente y sus trabajos escritos son excelentes.• «Estoy segura. que la beca que le ha sido otorgada en Puerto Rico está excelentemente bien empleada al brindarle estas oport~nidades de trabajo académico y espero que cuando regrese a Puerto Rico, él pueda interesar a sus clases en el campo de su elección.• Fueron muchos en esos años de estudio los reconocimientos oficiales de parte de maestros y condiscípulos de Eugenio quienes aprendieron a estimarlo. El a su vez ha mantenido. lealmente su amistad con esos profesionales que son hoy día destacados profesores en algunas de las más conocidas universidades de los Estados Unidos. En Puerto Rico, Eugenio forma parte de una genera· ción de intelectuales, historiadores, novelistas, poe· tas y ensayistas entre los que cuentan: Enrique Laguerre, José A. Balseiro, Salvador Tió, Arturo Morales Carnón, Luis M. Díaz Soler, Francisco Amví, Emilio Colón, Gustavo Agrait, María Teresa Ba-

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bin, Josefina Rivera °de Aivarez, René Marqués, Abe. lardo Díaz Alfara, Pedro Juan Soto, Juan Martínez Capó y muchos otros. En 1954, publicó Eugenio Fernández Méndez, por encomienda de Jaime Benítez, su Antología d'el pensamiento contemporáneo de Puerto Rico; Unidad y esencia del Ethos puertorriqueño, en cuatro nutridos volúmenes de una edición privada -importante- pero lamentablemente poco conocida. En 1955 publicó unos ensayos sobre temas de antropología y política titulados; Filiación y sentido de una Isla: Puerto Rico; Cuatro ensayos en busca de una comunidad auténtica. Luis Muñoz Marín, entonces Gobernador de Puerto Rico, le nomo bró por esa fecha primer Presidente del Instituto de Cultura de Puerto Rico, en cuya creación él tomó parte destacada, junto a Enrique Laguerre, Salvador Tió, Arturo Morales Carrión, José Trias Monge, Teodoro Vidal y otros. En 1956, ganó el premio del Instituto de Literatura de Puerto Rico con su obra Salvador Brau y su tiempo, por la cual recibió elogios de Federico de Onís, Luis Recasens Siches, Ricardo Gullón, René Marqués, Emilio Belaval y 'muchos otros intelectuales de dentro y fuera de Puerto Rico. La obra como ha dicho el profesor George M. Foster de la Universidad de California: ClEs una verdadera historia cultural de Puerto Rico del siglo XIX•• De ella ha dicho el historiador y notable ensayista cubano Elías Entralgo: «Su libro demuestra muy diversas calidades: capacidad para la ubicación de ideas y definiciones; comprensivas síntesis a las que no se llega sino tras meditado análisis; seriedad del enfrentamiento con el fenómeno histórico; juicios acerados, observaciones certeras... Está escrito con estilo brillante, ,!meno, atractivo, abundante en rasgos propios, y en él resaltan vocablos audaces. Es libro fundamentalmente interpretativo y critico.. . El gran sociólogo español residente en México Dr. Luis Recasens Siches, le escribe entonces: ClMuy sinceramente le felicito a usted por su magistral introducción a dicho libro (Disquisiciones sociológicas, de Salvado~ Brau), la cual constituye un trabajo espléndidamente logrado, en' cuya lectura he aprendido muchas cosas y muy importantes.• Un año más tarde (1957) publica las' Crónicas &e Puerto Rico. Recoge aquí una selección de fuentes primarias para la historia de Puerto Rico que van desde las antiguas Crónicas de Michoacán (de 1493), año del descubrimiento de la isla, hasta un artículo sobre las relaciones de Puerto Rico y los Estados Unidos, publicado en 1954 por el entonces gobernador don Luis Muñoz Marín. La obra es reconocida por sus compañeros y colegas del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico como valiosa, y se ha incorporado a los textos


de lectura y consulta de los cursos de Historia de Puerto Rico desde aquel año. Germán Arciniegas le escribe entonces sobre di· cha obra: «Ha prestado usted un gran servicio a las letras de América con su selección de Crónicas de Puerto Ríco y particularmente a este servidor: suyo que está gozándoselas de veras. Recogidas, como lo ha, hecho usted, esas páginas adquieren un nuevo valor. Ojalá su ejemplo sea seguido en otras partes como un camino excelente de conoci· miento y divulgación.» El Dr. Demetrio Ramos Pérez, Catedrático de Historia de la Universidad de Barcelona, comenta: «Las Crónicas de Pelcrto Rico me parecen espléndidas. Es un trabajo de verda· dero lucimiento del que puede estar usted orgulloso.» El libro, del cual se han hecho varias ediciones, ha figurado entre las obras de más venta en Puer· to Rico y ha sido adoptado como libro de referen· cia y consulta, por el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico en los cursos de enseñan· za de la historia. Otra de sus obras principales, Ensayos de Antropologia Popular (1961), se agota en poco tiem· po, por lo cual se publica en 1962 una segunda edición revisada y aumentada. José A. Balseiro le es· cribe una amistosa carta de-elogio sobre la obra; y el poeta puertorriqueño Jorge Luis Morales pu· blica en la Revista La Torre de la Universidad de Puerto Rico una excelente reseña que no podemos reproducir aquí por falta de espacio pero que reconoce el gran valor informativo e introductorio de la obra para los estudios antropológicos. También publica en 1964, una breve Introducción a la Antropología Física que nos lo muestra como un profundo conocedor de las ciencias biológicas y sociales. A éstas siguen otras obras importantes como La esclavitud y las encomiendas de los indios de Puerto Rico que se publica primero en el número Conmemorativo del Cuarto Centenario de la muer· te de Bartolomé de las Casas por la Escuela de Es-. tudios Hispanoamericanos de la Universidad de Sevilla en 1966. Luego publica en 1970 una de sus más importantes obras, Historia Cultural de Puer· to Rico, de la cual ha dicho la profesora de historia de la Universidad de Sevilla, Dra. Enriqueta Vila Vilar «Que es una de las más completas historias generales de las que hasta ahora se han he: cho de Puerto Rico.» De esta historia, acogida con gran interés por el público de Puerto Rico, se han hecho hasta hoy tres ediciones y ha sido ampliamente usada como texto en varios cursos de ni· vel universitario en las Facultades de Estudios Generales, Humanidades y Ciencias Sociales de nues· tra Universidad. Sobre esa obra ha escrito el Dr. Robert Manners, Catedrático de Antropología de la Universidad de

Brandeis, Massachussets, la siguiente carta: «Ha sido tan sólo en los últimos diez días que he tenido oportunidad de leer el libro. Y estoy impresionado (aunque no ciertamente sorprendido) por la calidad de su erudición. Sería cosa excelente si más antropólogos y más historiadores escribieran esta clase de historia. Por fortuna, sí parece haber in· 'dicios de que esto ya empieza a hacerse, pero pocas obras por mí conocidas ofrecen tan valioso modelo para los antropólogos como la que usted ha escrito. ¡Calurosas felicitaciones!. En 1967, publica The Sources al Puerto Rican Cultut4e History, a Critical Appraisal, donde hace una valoración de las fuentes para la historia culo tural de Puerto Rico y una presentación cronológi. ca y reconocimiento de la obra de cuatro de los más importantes historiadores de Puerto Rico: Fray Iñigo Abbad y Lasierra, Salvador Brau, Caye. tano Coll y Toste y Lidio Cruz Monclova. Su Antología de la Poesía Puertorriqueña, publicada en 1968, recibió una entusiasta acogida del público que todavía la sigue procurando en las librerías aun cuando la obra se ha agotado. La obra entra ya en su segunda edición. Este año acaba de publicar una muy breve pero densa obra de interés filosófico titulada Antropología, psiquiatria y el porvenir del hombre; su obra Art and Mythology DI the Taíno Indians o{ the Greater West Indies, en inglés -que fue sometida como tesis doctoral al Departamento de Antropología de Cblumbia University, está prÓxima a publicarse. Esta obra es un amplio tratamiento científico y un estudio documental del arte, el pensamiento y la religión de los indios de l ü s grandes Antillas: Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, con lo cual contri· buye a enriquecer la tradición de los estudios antropológicos iniciados en Puerto Rico por Agustín Stahl, Cayetano Coll y Toste, y continuados por Adolfo de Hostos, Ricardo Alegría, Jesse Walter Fewkes y el sueco Sven Loven. Durante 20 ó más años Eugenio Fernández Méndez, desde su cátedra de antropología y sociología en la Universidad de Puerto Rico, ha contribuido a la formación de jóvenes intelectuales del país y de otros sitios, hoy profesionales, los cuales le es-. timan y le recuerdan con afecto. En 1971, fue ele· gido en Inglaterra para figurar en el volumen de ese año de Outstanding Men 01 Acltievement, y en 1972, lo selecciona la Universidad de Puerto Rico para figurar en un volumen de Outstanding Educa· tors o{ America como profesor distinguido. Eugenio Femández Méndez está casado con María Emilia Rivera, cayeyana como él, quien ha sido su silenciosa pero eficaz colaboradora en todas sus obras. Es padre de una hija, Gradissa, que es.tudia actualmente en la Universidad de Puerto Rico. Ha

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sido Director o colaborador, en otros casos, de revistas como La Torre, Cuadernos de París, Revis-

ta del Instituto de Cultura Puertorriqueña y Re. vista de Ciencias Sociales, y ha traducido y aportado numerosos artícúIos para las mismas sobre los m~ variados temas y asuntos. No podemos valorar aún su contribución de una manera final, pues su labor intelectual continúa ininternunpida; pero sí podemos decir Ci :e ~u obra forma ya parte del patrimonio intelectual de Puer.to Rico pues como bien dice Josefina Rivera de Alvarez, en su Historia de la Literatura Puertorriqueña: «El ensayo de interpretaciones pulíticosociales e histórico-cuIturales tiene por esto" años

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su cultivador más importante en Eugenio Fernández Méndez.1l Al tributarle hoy a Eugenio Femández Méndez este reconocimiento a nombre de la Sociedad de Escritores de Puerto Rico por gestión e iniciativa de su Presidenta Isabel Cuchí CoIl, quien nos invitó gustosa para hacer esta presentación, queremos testimoniarle a Eugenio nuestro aprecio pero sonal y amistoso, y nuestro reconocimiento por su gran laboriosidad y capacidad creadora. Vaya pues hoy, a Eugenio Fernández Méndez, nuestra felicitación y homenaje cordial a nombre de sus compañeros Escritores de Puerto Rico. Muchas gracias.


Exposición de Julio Acuña

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AJO

LOS AUSPICIOS DEL INSTITUTO

DE CULTURA

Puertorriqueña ha expuesto en el Museo de Bellas Artes de San Juan un conjunto de sus obras el pintor Julio Acuña. Conocido principalmente como retratista, Acu· ña reveló en esta exposición su capacidad para la pintura abstracta, de la que nos ofreció unas 43 obras cuyos títulos, relacionados con estados de ánimo, lugares, personajes y situaciones disímiles quiso el autor -tal vez para denotar su vocación cosmopolitista- expresar en alguno de cinco idiomas diferentes. Acuña nació en San Juan de Puerto Rico. Por espacio de diez años estudió en la Art Students League, de Nueva York, bajo la tutela de Roberto Brackman. Realizó más tarde nuevos estudios en España con Julio Moisés. Ha expuesto en Puer., to Rico, Nueva York, Caracas y Madrid. Graduado de la Universidad de Puerto Rico, donde obtuvo la Maestría en Artes, es actualmente profesor en el Colegio Regional de Bayamón. Las fotografías ilustran algunos aspectos de la exposición, que fue inaugurada el 26 de noviembre de 1971.

El pintor junto a algunas de sus obras

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Otros (J.~pf'ct()S ele la exposición


Puerto Rico, su gente y sus problemas en 1680 Por ESTELA CIFRE DE LOUBRIEL

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ON LAMENTABLES LAS LAGUNAS -DEPLORADAS POR

todos los interesados en conocer el desarrollo de Puerto Rico como pueblo-- de que adolece la historiografía puertorriqueña en el lapso de 118 años transcurridos entre la Descripción del canónigo don Diego de Torres Vargas (1647) y la Memoria del mariscal don Alejandro de Q'Reilly (1765). Resulta por ello gratificador para los estudiosos el hallazgo de papeles que arrojen más luz sobre este período oscuro de nuestra historia. El documento que transcribimos a continuación, escrito hacia 1680 por don Bernardo Lancho (o Sancho) Ferrer y Espejo, nos informa sobre algunos aspectos relevantes de la realidad puertorriqueña en las décadas de 1660 a-1680. El autor, natural de la villa de Navalcarnero, en Castilla La Nueva, estuvo vinculado por veintiocho años a las Indias «en Tierras Firmes e Islas de Barlovento». Por el contacto directo que tuvo con los habitantes y funcionarios reales de Puerto Rico, por los conocimientos adquiridos en sus muchos recorridos por la isla, y por la franqueza con que se manifiesta, su relato es de suma importancia y confiabilidad. Aunque gran parte de hs condiciones descritas en el inf~rme es conocida, el mismo contiene datos nuevos, insinuaciones y críticas que pueden servir· nos para reconstruir o revisar nuestra historia, así como para darnos una mejor visión del Puerto Ri~o de las últimas décadas del siglo XVII. Algunos de los detalles significativos de este -relato son los siguien~es: la descripción de los diferentes pueblos "':"'su estado, gobierno, población vecinal y hombres alistados en las milicias; la defensa insular y tácticas militares; las referencias a las características de los nativos y a los problemas que les aquejaban; la importancia que da a los puertos de San Juan y Guánica, y por último, sus observaciones sobre' el estilo de gobierno implantado por

don Gaspar de Arteaga y don Juan de Robles Lorenzana, a quienes el autor señala como causantes de la atonía poblacional y de la ruina económica de la época. El relato está permeado de sentido humano y muestra comprensión y cariño del autor para la gente de Puerto Rico. 1. La isla de San Juan de Paerto Rico, que es la primera poblada de españoles que se descubre viniendo de la Europa, y una de las principales del dominio del Rey Nuestro Señor en las Indias, fue también de las primeras que sus reales armas conquistaron [en] su descubrimiento. Pues estando tan cercana a la isla Española de Santo Domin· go que fue la primera: casi inmediatamente se conquistó y pobló. Tan inmediata está una con otra que de oriente a poniente (que los marítimos dicen, de este a oeste), de tierra a tierra solo distan 24 leguas. 2. Tiene de grande dicha isla de Puerto Rico por lo largo 40 leguas marítimas por la costa se· gún la marcación de la carta de marear. Aunque por tierra según lo andable por los caminos reales tiene más de .56 leguas españolas. Y de ancho 17 casi a proporción. Es 10 más de ella montuosa, fértil y doblada. Tiene muchas y buenas aguas corrientes, pues en su contorno salen al mar más de 80 bocas de ríos, algunos caudalosos, y otros arroyos de menos monta, sin muchos que en los mismos se entran y unen. 3. Los naturales de aquella isla es gente pacífica, comedida y cari[ñosa]; aunque para el enemigo y defender su tierra -son belicosos y muestran razonable aliento. Y generalmente son amantes y obedientes a su rey pues para arresgarse [sic] hasta las vidas, y obras quanto [pueden] y valen no han menester mas que oir su nombre. Tiene 27


muy principales y onrradas [sic] familias, que mantienen la nobleza de sus antepasados. 4. Es la tierra recreable, apacible y útil para la labranza y cria de ganado de toda especie. Los que al presente tiene son vacuno y de cerda de cuyas carnes se mantienen sus vecinos y habitadores, y el pan común es casabe. Hay abundancia de las frutas de Indias. Y tiene ingenios de azúcar. y antes cogió grandes cantidades de gengibre y cacao que fueron los frutos de su cOlllercio y ..1gún corambre conque se hizo próspera y ncomodada. Hoy por su pobreza, falta de esclavos y medios, ha venido a considerable ruina. 5. Tiene dicha isla de Puerto Rico seis pobla. ciones. La principal es la ciudad que está fundada a la parte del norte [a un tercio] de la isla como se viene del oriente, y está situada en la misma costa del mar en un islote cercado de agua. Tiene iglesia catedral, silla episcopal, prebendados y es a donde asite el gobernador y Capitán General con su Cabildo y regimiento y 300 vecinos que la pue· blan. Tiene su barra para la entrada de los navios. y una grande y hermosa bahía dentro pal1l su asistencia y seguranza. Y así por estar cercada la ciu· dad de agua, todo cuanto entra en ella ha de navegar por la bahía o dos puentes que la unen con el resto de la tierra de la isla. 6. Es presidio a donde su majestnd pagn 400 infantes para su defensn (aunque la plaza está de continuo defectuosa por la tiranía de sus goberna. dores como se verá y dirá después). Está la ciudad cercada de muralla real, y a continuación sobre la bahía tiene diversos reductos y E?] ta forma con razonable artillería hastn que remata en la [bahía] sobre la cuál está el Castillo del Morro que es una fuerza real. [La] parte del mar alto no tiene cerca porque es costa brava y arrecife. Alista en las compañías de milicia mas de 350 hombres, en dos de españoles, una de mulatos y otra de negros; y otra de caballos, que se compone de la gente principal. 7. La fábrica de la población fue de cantería y buen mnterial, aunque hoy con los recios temporales que la combaten tiene mucha ruina; la coro tedad de sus habitadorcs no les ayuda a su reedi· ficación. 8. Tienc tres conventos, uno de Santo Domingo de 24 religiosos, y otros de San Francisco. con cuan· tro o seis, que aunque lo material es buena obra, la fundación es moderna, y con el atraso de la tierra, no se ha podido adelantar; y otro de monJas Carmelitas, también es moderno que no tiene [ilegible] 20 religiosas. 9. La segunda población de la isla, (que lo es en el orden y antiguedad [que] se fundó a un tiempo mismo con la ciudad) es la vil\a de San Germán; está [situ]ada al fin de ella al poniente, tres

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leguas del mar, tiene allí un p[uerte]cillo, que lo llaman Puerto Francés. Es seguro y abrigado, pero de poco fondo de suerte que no puede entrar dentro bajel grande. Tiene dichn villa, iglesia parro· quial con su cura beneficindo, que presenta y paga su majestad, y sacristán con las mismas calidades :: y así [mis]mo hay un convento pequeño de la orden de Santo Domingo de tres religiosos. En la cualidad y cantidad de la población es corta de suerte que en las casas que tiene no cabe la gente de su vecindad. Tiene 150 vecinos que por su pobreza no tienen fuerzas para adelantar su población aun siendo su fábrica de madera. Habitan de ordinario en los contornos de ella a donde tienen sus pegujales de crianza o labranza, que todo cultivan con su personal trabajo para sustenta[rse] con sus familias Tiene su cabildo, que consta de seis regidores, sus dos alcaldes ordinarios y dos de la Hermandad, fiel ejecutor Procurador General Suele el gobernador nombrar teniente para su gobierno aunque, ha muchos años que eS materia de [borrado] vercia porque tiene la villn privilegios de provisión de la Real Audiencia para no ad· mitir teniente que no sea aprobado por Real Acuer"do. Y así en lo civil se gobiernan con sus alcaldes. para lo militar, nombra el General Capitán a guerra ~ Alista la villa 300 hombres que pueden tomar armas en tres compañías una de caballos y dos de infanterla. Y todos acuden con igualdad y prono titlld a las facciones militnres. que se ofrecen, no solo de sus confines, si también de cualquiera parte de la isla = Las nrmas que usan y manejan, son lanzas. No tienen, ni por su pobreza pueden adquirir otras, ni su majestad ha sido posible con· cedérselas ni sus gobernadores dárselas. Y cierto que en ocasión que tuvieron un choque la infan· tería de Snn Germán con más de 600 franceses que aposta [borrado] aquella costa en una armnda de once bajeles el año pasado del 73 por el mes de diciembre, le pidieron con eficacia siquiern 50 mosquetes, o arcabuces al gobernador, que lo era Don Gaspnr de Arteaga, y no las quiso dar. Antes les envió órdenes tan informes que le hizo perder una gran facción. Dista esta población de la villa de la ciudad principal 40 leguas de mal camino por tierra. 10. La tercera población es en el valle de San BIas de Cuamo. Esta fundada a la parte del sur, a la medianía de la isla, cerca del mar como dos leguas. Tiene su parroquia con cura rural. Es tamo bién en lo material la población corta y pobre. Tiene ochenta vecinos, y su gobierno en lo civil pero tenece a los alcaldes ordinarios de la ciudad de Puerto Rico. Póncles el gobernador siempre una justicia con titulo de teniente que suele ser Capitán a Guerra. Tiene de su gente una compañía con su capitán y alista 150 hombres que puedan lo-

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mar armas. Usan también lanzas, que no pueden acaudalar otras. Es gente esforzada y belicosa y acuden a cualquiera rebato con prontitud en defensa de sus tierras y costas, como a los llamamientos de los gobernadores que en estos suelen ser mas continuos y ordinarios. Dista de la ciudad prin. cipal mas de 24 leguas de mal camino. 11. La cuarta población es la ribera de San Felipe del Arecibo. Este lugar está fundado en la propia playa costa del mar consiguiente a la ciudad en la parte del norte, y esta situado en la orilla de la boca de un río caudaloso donde toma su nomo bre de Ribera del Arecibo; está a los dos tercios de la isla como se viene de oriente a poniente dista la ciudad principal por el mar 12 leguas y por tierra mas de 16 = Tiene su parroquia con cura rural. Y aunque la población es corta la habitan 80 vecinos. Y alista en una compañía [20] hombres que asi mismo usan lanzas. Están sujetos en lo juzgado a los alcaldes de la ciudad, y el goberna. dar les pone justicia como en el otro, con título de teniente que suele ser Capitán a Guerra para lo militar que se ofrece = En esta parte fUe a donde se perdió el año pasado de 73 por el mes de fe· brero la nao francesa con mas de 500 hombres. y en este pueblo los alojaron por orden del go· bernador Arteaga: Y mandaba en sus órdenes que no los dejasen pascar por los baluartes, ni vcr los castillos ni asomar a las murallas. Prucba real des [borrado] Después ordenó su desacordado desba, rato, que los pusiera en lo in[terior] de la tierra, en cierto sitio que llaman al Hato de Arriba, como si[borrado] lo cual se hicieron capaces y noticio· sos de toda la isla y su gen [borrado] fuerzas pocas. 12. La quinta población es la de San Francisco que está fundada en la ensenada de la Aguada, cae al poniente de la isla. Y está del mar [borrado] legua. Esta es la ensenada a dónde llega la flota de Nueva España' a hacer su refresco, y tomar agua y leña. Y así mismo los [borrado] bajeles que vie· nen de España, y vuelven allá porque, a la ver[dad] es la primera tierra de españoles, y a la vuelta de estas costas y puertos la última. Esta población ha 30 años que se principió. [Co]menzóse con unos pocos de vecinos de San Germán que tenían sus haciendas por aquella parte, y se ha dilatado de suerte que aunque es corta como todas tienen hoy mas de 70 vecinos. Y alista mas de 90 hombres que toman [borrado] de lanzas. Tienen compañía formal con su capitán = Tiene su iglesia parroquial de la calidad de las otras dos anteriores =: El gobierno [polí]tico es dc los alcaldes de la villa en cuya jurisdicción está [situada]. Dista de ella mas de 12 leguas. Y de la ciudad principal por mar 2 [1] y por tierra mas de 30. 13. La sexta y última población está en el si·

tia que llaman Pon[ce] y se intitula Nuestra Señora de Guadalupe. Cae a la parte del sur de la [borrado] a dos tercio de ella viniendo del este y está poco mas de [una] legua del mar. Es fundación moderna. Porque habrá poco mas de 10 año que se comenzó la población = Los vecinos son (borrado] que proporcionalmente se desmembraron de la villa de San Germán y del valle de Cuamo, en cuya medianía esta su sitio. Tiene su iglesia con su cura rural que por la misa y admi[nis]tración fundaron el pueblo, entre los vecinos que tenían sus haciendas y crianzas para aquella parte = Gobiémase en lo político y militar, por la justicia ordinaria y capitanes de la villa en cuya jurisdicción está. Y así la gente de armas que tiene se al[ista] en sus compañías = Dista de la ciudad principal casi 30 [Ie]guas. Porque el camino real por aquella parte es mas dilatado, doblado y agrio. 14. Toda la gente de estos pueblos, está de continuo con las armas en las manos. Porque como las dos islas de Puerto Rico y Santo Domingo están por Sotavento de las que llaman de Barlovento, son el trop[iezo] de los enemigos piratas que las pueblan y habitan. De suerte que desde la isla de Puerto Rico hasta Barlovento en distancia de 60 le· guas hay veinte y tantas islas poseídas de los extranjeros, casi a vista unas de otras. Y la nación qUl;: más predumina es la francesa y tiene poblados las mayores y mejores, como son la Martinica (que es la cabeza y metrópoli del gobierno a donde asiste su Capitán General con título de Virrey de las Indias), Guadalupe, Las Nieves, Monserrate, Santa Cruz, San Martín, San Cristóbal y San Vicente, con otras, a donde mantienen diversas embarcaciones de todos portes de piratas que de continuo nos infestan estas costa y las' de tierra firme. Y así para poderse librar, y resistir a sus continuas in· vasiones están siempre los hombres de aquellos partidos con las armas en la mano y lo hacen con bastante trabajo y pérdida de sus propios bienes. 15. Muchos años después de la fundación y población por los españoles de dicha isla de Puerto Rico, se gobernó por gobernadores que para ella nombraba la Real Audiencia de Santo Domingo y entonces según hay noticias se obraba mejor en el gobierno porque si el sujeto que lo administraba no procedía con justificación, en el servicio de su majestad y bien común de la república: como tenían pronto el remedio, y cercano el recurso a la real audiencia se corregía, enmendaba, o amovía con facilidad según era necesario o conveniente. 16. Es muy cierto, según ha enseñado la experiencia, que en las repúblicas de las indias, su más o menos adelantamiento o su más o menos ruina, se origina de lo temerario y desenfrenado con que sus gobernadores las rigen. Y a la isla de Puerto Rico le ha tocado (por sus culpas o desdi-

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cha) de algunos años a esta parte gran porción de esta práctica. 17. Porque después que su Majestad y su Real Consejo, atendiendo a que es la vanguardia de las Indias y la importancia que se sigue de su conservación, la hizo plaza de armas, poniéndole presidio y proveyéndole sus gobernadores y capita· nes generales, la gobernaron antiguamente hombres de mucha igualdad y suposición, dignos y atentos ministros, que siendo temerosos de Dios, fueron amigos de su rey y celosos de la república. Con lo cual se aumentó la tierra así en gente como en bienes, de suerte que tuvo todo lustre y estimación. De los años de 30 a 40, gobernaron en aquella plaza dos caballeros, que fueron don En· rique Enríquez de Sotomayor, del hábito de Alcántara y don Yñigo de la Mota Sarmiento, de hábito de Santiago, tan igualmente servidores de su majestad y celoso de la república que parece increíble lo que obraron, pues dejaron. totalmente cercada la ciudad como hoy se ve, y aún más obra que se ha arruinado después. Y algunas particula. res que hizo don Yñigo en las [borrado]. 18. Después de los referidos, ha tenido diversos altibajos en el gobierno hasta estos inmediatos tiempos, que han venido unos de quien no hay ejemplar según sus obras, en toda la monarquía, ni en lo político militar = El año pasado de 70 le vino de gobernador a la dicha is[1a] de Puerto Rico el maestro [sic] de campo Don Gaspar de Arteaga del hábito de Santiago y según dicen vizcaíno de nación. Para referir su d[borrado]tado gobierno y tiranías, con su mala cristiandad era ne[borrado] mucho volumen y .particular historia. Sólo haré relación de que fuc tan mal cristiano, que rara vez entró en la iglesia, no oía misa más quc tal vez el día de fiesta la [miraba] de lejos. Ni [se] confesaba. Oprimió la tierra de calidad que se estuvo en diversas ocasiones para tener cessatio a divinis por falta de pan y vino que no consintió a bajel alguno español de los que tal vez [borrado] que le diese. Tuvo efecaz oposición a todo género de estados [borrado] siástico, religioso, repúblicas, militares y plebeyos. Yo con tal tiranía los persiguió y vejó que desampararon la tierra huyendo mas de 30 hombres de todas calidades, y en canoas' y lanchas se pasaron algunos a la isla dc Santo Domingo y otros a la Habana y Cuba. Y otros a ticrra firme como podían. 19. Es de notar que toda la gente de aquella isla es naturalmente opuesta a todo género de estranjeros. Dc suerte quc lo ordinario [borrado] cs público, sin atender a si son amigos o no dc la corona, si sean franceses o ingleses, todas las veces que los cogen en la costa haciendo daño, los alancean. Y no se da caso que ningún bajel le consien[tan] llegar a tierra a tomar agua o leña. Y 30

esta es la razón porque no se atreven a hacerles descaradas invasiones. Pues en medio de esto [borrado] la persecución , y tiranía de don Gaspar de Arteaga, el año de 73 at[borrado] hombres de diferentes estados a irse con los estranjeros; dos fueron con holandeses a Curazao. y uno sin saber a que bajel iba, porque no llegó a tierra se echo a nado. (habló este en la ciudad de Caracas con quien escribe estos renglones y le dijo que fue inglés el bajel y [borrado] y echo en la costa de tierra firme) Por último murió este desventurado hombre como lo había dispuesto su desbaratada vida. Pues fue infeliz muerte impenitente sin que· rer los Santos Sacramentos. 20. De 10 dicho puede un 'sano discurso, sin violencia, inferir dos conclusiones: La primera: la constancia y lealtad a su rey de vecinos y naturales de la isla de Puerto Rico sin descomedirse aun de f[borrado]ro contra un tirano, por ser su gobernador. La segunda: cuanto desdichat;la y arrui· nada quedaría aquella isla para muchos años. 21. y cuando después de tan rigurosa tormen· ta (aún más grave y nociva que las que la isla suele padecer en repetidos, que le sobrevienen temporales de agua y viento) como la de este fatal gobierno, pudiera aspirar aquella pobre isla algún alivio o consuelo en sus trabajos con la mejoría que debiera tener con sus gobernadores, para ayuda de pasar su pobreza: Le ha venido este año pasadu de 78 por gobernador un don Juan Robles Lorenzana que según lo que obra, si Dios o el rey no le pone la mano va dejar muy atras a Arteaga; homhre codicioso, desenfrenado, temerario y tira· no. Con decir que ha intentado embarcar desterrados a tres clérigos, y entre ellos al provisor vicario general del obispado, al cual con afecto le ha obligado a retirarse de la iglesia a donde es pre· bendado, al brigadicr don Diego de Valdés, canónigo de aquella catedral, se pondera todo. Uno de los efectos de su gobierno es despoblar con su persecución la isla. Pues por huir de tirania han salido fugitivos de ella más de 25 hombres natu· rales y vecinos y algunas personas principales. La infantería aún no es el tercio de lo que su majes. tad paga. Y esa poca la tiene pereciendo y desnuda. 22. El principal inconveniente que se sigue a aquella isla con el mal gobierno, es el riesgo de perderse, y que la posea algún rey extranjero. Y en este caso (que Dios no permita) será de gravisima fatalidad para la corona de España. Porque la isla tiene dos puertos principales excelentes. Es el uno de la ciudad que esta en la parte del norte, y el otro esta en la parte del sur se llama Guánica, y se I tiene por de mejores calidades, porque tiene famosa barra es fondable, limpio, seguro, abrigado, asistido de aguas para beber con dos ríos, y buen te· rreno y tan grande que caben dentro más de .20 em·


barcaciones, aunque sean de a [10] toneladas = más tiene la isla muchas y buenas maderas para fábricas de navíos. Y podrá el enemigo extranjero que la poseyere poblarla toda y en uno y otro puerto tener sus armadas. Y a las del rey pasaren por una y otra parte (como .hoy lo hacen) hacerles la hostilidad posible. 23. Y' de que puede hacer la invasión a la tierra' con facilidad es tan posible, como poder tomar tierra por cualquiera parte de la isla a pie enjuto. (adviértase que quien 10 dice la ha visto y andado todo en contorno) De suerte que fuera de los dos puertos referidos tiene la isla muchas ensenadas y caletas, y otros puertecillos de menos monta; y de tres partes las dos es mar apacible y la costa tratable, y sin otra defensa o trincheras que los pechos de unos pocos hombres que puedan hacer resistencia con sus lanzas y esto ya se ve cuan poco podrá ser; especialmente si es mucho el golpe de gente con lo cual queda al buen discurso para que infiera que la gente siendo poca, y ésta desnuda, pobre de [borrado] y perseguida del gobierno ¿como obrará en la ocasión?

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24. Además se debe notar que todas las veces que se ofrecen nuevas conusca e?] el gobernador, para meter dentro de la ciudad a todas las compañías, gente de estas poblaciones referidas. Y esto muchas veces 10 hacen por p[borrado] su poder, o ejercer su molestia o lo que más cierto ha ense· _ñatlo la [borrado] por alguna utilida'd con pretexto decente y vejación ajena. Pues son [borrado] dos debajo de la pena de una multa, y el pobre que por enfermo o impedido no vino, se la ejecutan y le obligan a vender mujer o hijos o el sustento de muchos meses. 25. De estas llamadas de la gente hay dos inconvenientes, uno posible [borrado] considerable y otro efectivo. El primero que puede ser grave. Que con la falta de la· gente quedan desiert~ls y desamparadas aquellas costas totalmente solas pueden valerse al enemigo de la ocasión y ocupar la tierra sin resistencia alguna. Y este es punto que ya lo traía ad[ver]1ido el Conde de [Tren] este año pasado de 78 cuando antes de ej[e]cutarlo se per-

dió en isla de Aves, que Dios permitió por librar la isla de Puerto Rico y Española, que a una y otra traía el golpe = Y es cier[ to] que la isla de Puerto Rico hablando en lo natural, si por algún ardid se ha de perder ha de ser este = El segundo; resultado contra los pobres porque detenida esta gente uno o dos meses como suelen, cuando vuelven a [sus] casas, ni mujer ni hijos ni con qué sustentarse hallan. Porque como no tienen más esclavos que sus personas para el cultivo de lo que poseen faltando, necesariamente se les piede. 26. Es muy cierto que en todas las plazas de armas se debe acudir a la defensa de la fuerza principal como de cabeza en cuya conservación consiste el crédito de su rey. Pues defendida aqueo lla se asegura el [resto] de sus confines y dominio. 27. En la plaza de Puerto Rico según su sitio y disposición parece que no corre la razón porque cuando corriera [borrado] y [borrado] nado. Y es también en el eh] de infantería que su majestad sustenta de 400 plazas en aquel presidio, se pudiera defender muy bien, respecto de sus plazas muy regular, sin hacer a aquellos pobres [hizo] molestia de llamarlos cada día y que de [borrado] desamparados sus casas = Porque si el enemigo tiene el resto de la isla se ma~tendra ~n ella y podrá fortificarse. Y la plaza sola no se puede mantener sin la isla. Y si el enemigo coge la plaza (que no es muy fácil porque es incontrastable de fuerte) sin tener la [isla] por suya, tampoco 'se puede mantener en ella, porque siempre queda si· tiado y necesitado de que le traigan el sustentv de fuera y si el español es el sitia~o del enemigo que tenga la isla necesariamente se ha de rendir o perecer, que todo es uno. Es cuanto se ofrece [borrado]. Por hacer el mandato de vuestra señoría [Dios le guarde] he hecho este borron para que 10 corrija. Digo lo más sustancial, y [esencial] de la isla según lo he visto y experimentado. Y no he podido [re]ducirlo a más breve relación. Quiera Dios concedemos p[borrado] y defensa. Y atendiendo al ardiente y cristiano celo de [borrado] le guarde por muchos años en los mayores puestos que merece.

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Acerca de los huesos Por

JUAN ANTONIO CORRETJER

Esta no es manía sentimental. Los huesos de los hombres mezclan mejor con la tierra en que se nace. Es injusto con mi mujer. Todos saben pOr qué ella consiente. No lo olviden. Entiérrennos en Ciales. Todo puede ocurrir. Hay conjeturas. Que un avión de éstos en los que viajo estalle entre nubes y estrellas y luna rota. Quizás en medio del motín o en la continuada guerra mi corazón se apague como cartucho disparado. Y el odio y la venganza sostengan aún la fuerza, proclamen ~tírenlo a la basural> ya es bastante. No olviden. El tiempo pasa. ¿Y la poesía? -Entiérrennos en Ciales.

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Exposición de Natividad Glltiérrez

ENTRE LOS GRAB,\OORES J6VENES DEL PAís SE DESTACA

Natividad Gutiérrez. quien en el Museo de Ar· te de Puerto Rico y bajo los auspicios del Instituto de Cultura Puertorriqueña, ha expuesto recientemente sus obras. Natividad Gutiérrez estudió humanidades en la Universidad de Puerto Rico, que en 19b3 le concedió una beca para ampliar sus estudios de arte en Europa. Al año siguiente ingre$ó en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, en la que escogió la rama del grabado, con especial énfasis en la serigrafía. De 1968 a 1970, becada por el Instituto de Cultnra, realizó en Europa nuevos estudios en su especialidad. Desde 1962 ha participado en exposiciones en Puerto Rico, Londres, La Habana, Ma· drid, Segovia y Florencia, incluyendo la Segunda Bienal Internacional de Gráfica de esta última ciu· dad y la Primera Bienal Latinoamericana de San Juan. De la muestra que reseQamos, inaugurada el 27 de agosto, mostramos algunos aspectos, de la obra expuesta reveladora de su inclinación por las composiciones de tipo abstracto y su preferencia por el empleo del aguafuerte y la serigrafía.

Ul1a de las obras preselltadas por la joven artista

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El Convento de San Francisco en el viejo San Juan Por LINO GÓMEZ CANEDO

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A CÉNTRICA CALLE DE SAN FRANCISCO, EN SAN JUAN,

con su plazuela y la vulgarmente llamada «Capilla' Franciscana», recuerdan al puertorriqueño de hoy que la capital de la Isla contó, en tiempos pasados, con un convento de frailes franciscanos. Aunque la iglesia conventual -que había sobrevivido al convento, desmantelado hace casi un siglo- vino a ser demolida en tiempos relativamente modernos, su memoria vive ya en la de muy pocos. Más pobre, vago e incompleto es el conocimiento de la actuación de los franciscanos en Puerto Rico, incluso en quienes se interesan por la historia de la Isla. La historiografía puertorriqueña apenas ha tocado el tema. Y sin embargo, creo que se trata de un tema importante. Aparte de que los franciscanos estuvieron ya presentes en Caparra, y por tanto en los mismos orígenes puertorriqueños, el convento de San Francisco en San Juan fuc indudablemente un foco notable de vida espiritual y cultural para la isla. Casi monopolizó, con el de Santo Domingo, los estudios superiores, y por mucho tiempo mantuvo un completo currículo de enseñanza: primeras letras, gramática, filosofía y teología. En 1825 fue el convento de San Francisco la sede de una incipiente universidad puertorriqueña. En el episcopologio de la Isla figuran varios franciscanos de personalidad destacada: Fr. Bartolomé García de Escañuela en el siglo XVII, quien pasó después a la sede de Durango en México, y el mejicano Fr. Pedro de la Concepción y Urtiaga. Sin contar al franciscano capuchino Fr. Benigno Carrión y al franciscano exclaustrado -a causa de la supresiÓn de las Ordenes religiosas en Españadon Juan Antonio Puig y Monserrat, quienes realizaron extraordinaria labor en Puerto Rico durante la segunda mitad del siglo XIX. Los franciscanos cooperaron activamente con estos y otros obispos en la asistencia espiritual a los fieles de la Isla, 36

misionando, como párrocos interinos o coadjutores y generalmente en la administración de los sacramentos. Los archivos parroquiales conservan todavía muchos testimonios de esta labor. Así comQ la extensión del obispado de Puerto Rico hasta comprender una gran parte de la actual Venezuela ofreció al clero puertorriqueño una oportunidad de hallar nuevos rumbos a sus actividades, conventos como el de San Francisco -que dependió primero de Santo Domingo y después de Caracas- contribuyeron a en~anchar el ambiente isleño con el trasiego de personal religioso entre San Juan y casi toda la cuenca del Caribe. Ya expuse en otra ocasión 1 lo que sabemos acero ca de algunos intentos franciscanos de establecerse en Puerto Rico a principios del siglo XVI: Caparra donde hubo ciertamente una residencia franciscana, la región de San Germán y la Aguada son lugares relacionados con dichas tentativas. Pero los franciscanos, al parec;:er, abandonaron la Isla cuan· do la presencia española se consolidaba en eJla con la fundación de San Juan; abandono provisional, pues hay noticia. de otros proyectos de retomo a lo largo del siglo XVI y hasta se diria-que las autoridades superiores de la Orden en Europa siguieron dando por existente la primitiva fundación puertorriqueña. A todo esto hice ya referencia en el estudio citado.

Intcntos de restauración en el siglo XVII. Establecimiento definitivo en San Jllan (1636 -1638) Puerto Rico pertenecía a la jurisdicción de la Provincia de Santa Cruz de las Indias, e~igida por 1. -N9las para la historia eclesiástica de Pucrlo Rico. Lo!i FranCIscanos: sus primitivas fundaciones de San Gcr.man, Caparra y la Aguada», en Revista del Instituto de CIII. tura Puertorriqllelia. X. 1967, numero 35, páginas .33..w.


Fac1lada del convento de San Francisco

los franciscanos el año 1505 con capitalidad en San· to Domingo. Dicha Provincia estableció en 1575 un convento en Caracas, y poco después otros en di~ tintos lugares de Venezuela. El de la isla Margarita fue erigido antes de terminar el siglo XVI. Por este motivo, Puerto Rico aumentó en importancia como lugar de tránsito para las nuevas fundaciones, y para otras que por el· mismo tiempo se in· tentaron en el oriente venezolano, especialmente en Trinidad y Guayana. De aquí que ya en 1604 solicitaba el procurador y custodio de Venezuela, fr. Alonso Carrillo, la fundaci6n de convento de la Orden en San Juan; la solicitud fue apoyada por el cabildo eclesiástico sanjuanino en carta al Rey de 30 de diciembre del dtado año.': Este proyecto no 2. AGI. Santo Domingo, leg. 97, ramo 2. Contiene la solicitud del padre Carrillo y la recomendación de los canónigos de San Juan; el Consejo remitió el asunto a informe del gobernador de Puerto Rko y cabildo seglar de San Juan (Valladolid. 11 octubre 16(4). Fr. Alonso Carrillo exponía que «muy de ordinario van por la ciudad de San Joan de Puerto Ric:o los religiosos de la dicha Orden de la isla Margarita a la Española y en la dicha ciudad no tienen convenlo, y Que sería de muy gran servicio a nuestro Señor y provecho de las almas, por la devoción Que la dic:ha ciudad tiene a la dicha Orden, el fundarse en ella convento de ella. y lo han pedido los vecinos».

se convirtió, por entonces, en realidad, pero los franciscanos no cesaron en sus intentos. Las posibilidades de fundación se vieron aumen· tadas cuando se la presentó como una ureedificaciónl> del viejo convento que los franciscanos habían tenido en la isla. Este enfoque aparece en las ges· tiones del procurador fr. Pedro de Almagro, quien adujo en 1635 que ya existía, en aquella fecha, una pequeña iglesia con algunos religiosos. 3 La uree· 3. AGI. Santo Domingo, lego 176, ramo 2. Fr. Pedro de Almagro se apoyó para esta solicitud de «restaurar,. el antiguo convento en una información levantada en San Juan de Puerto Ric:o. octubre de 1635, ante su Cabildo presidido por el gobernador don Iñigo de Mota Sarmiento. En la segunda pregunta del interrogatorio se inquiría de los testigos si sabían «como en esta isla. en la parte donde hoy llaman San Germán. hubo antiguamente un com'cnto nombrado San Francisco, de la Orden, el cual por ser saqueado de enemigos e indios caribes se dc~poblú y asimismo la gente que allí había. la cual se pasó a otra parte e sitio desta isla donde llaman Pueblo Viejo, el cual no se pudo allí conservar por encomodidades Que tuvo y falta de salud. y por las mismas causas y razones tampoco pudo reedifi· carse el convenIo de los -dichos reli¡;iosos hasta Que los dichos vecinos del dicho Pueblo VieJO, que eran los Que habían salido del dicho lugar donde estaba el dicho con. vento de San Francisco, vinieron últimamente a fundar '1 fundaron en esta ciudad, a donde los dichos religio~os, SIguiendo a los mismos "c ¡nos. han procurado muchas vecc~ hacer su convenIo y no lo han hecho por no habe¡' como-

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dificación» tenía el apoyo de ambos cabildos -civil y eclesiástico- y recibió además el del obispo don Juan Agurto de la Mata y el del gobernador don Enrique Enriquez de Sotomayor (19 de junio y 3 de noviembre de 1636,. respectivamente). Por su parte, los vecinos prometieron ayudar a la fábrica, que no comportaría gastos a la real hacienda. En vista de lo cual, no tuvo el Consejo de Indias dificultad en resolver a 12 de noviembre de 1640: «Dé· seles la licencia que piden para la reconstrucción de este convento». Al parecer, los franciscanos se hallaban de hecho establecidos en Puerto Rico desde 1634. En el capítulo provincial de 1638 aparece ya designado Fr. Manuel Alvarez como uguardián» del convento de Puerto Rico. 4 El 22 de septiembre de 1642 pre· sentada por el guardián Fr. Bartolomé de Mendoza ante el Gobernador y alcaldes la real cédula de ree· dificación (Madrid, 11 diciembre 1641). El padre Mendoza pidió al mismo tiempo que le fuese se· ñalado sitio para el convento, y al efecto, reunidos con el Gobernador, en 10 de octubre de 1642, el deán don Félix de Gálvez Carvajal, el provisor y vicario general sede vacante don Diego de Torres y Vargas, los padres Fr. Bartolomé Mendoza, Fr. Manuel Alvarez, Fr. Pedro de Almagro, Fr. Miguel Maes· tre, Fr. Pedro Borrego y Fr. Pedro RiVeras, religiosos franciscanos «que se hallan para reedificar y fundar el dicho convento... estando en el sitio que está destinado pal'a fl ndar el dicho convento y donde antes se celebraba.., el gobernador Juan de Bolaños dio formal posesión dcl terreno a Domingo Fer· nández Cortinas, ~maestre mayor de las fábricas y fortificacionesl>, en su calidad de síndico del nue· va convento. El terreno señalado abarcaba trescien· tos pies geométricos de larg de norte a sur, "vi· niendo de la iglesia mayor en derechura de la fuer· za de San Cristóbal, [y] siguiendo la dicha calle se midieron por el dicho cordel doscientus y veinte pies de latitud de calle a calle... y aunque en el sitio dc'signado entraron algunos solares de dife· didad para ello hasta a ora... ~. Luis Castán Zambrano, clL:" rigo, declaró, por su parte que había evisto la parte y sitio donde al nrcscnte esta fecha una iglesia pequcña de la Orden de señor "...n Francisco y cstán algunos religiosos de la dicha Orden administrando y celcbrando~. POl" u pues. to, sc refiere a San Juan. La aprobaciún del obispo Agurlo de la Mata. a que nos referimos seguidamente en el teltlo, fue dada el 19 de 1636. En el citado legajo -Sallto Domill~o. 176, ramo 2- ~e encuenlra nucvas recomendaciones del Dean y cabildo ecle· siastico (11 octubre 1640) y de la ciudad de San Juan (\7 noviembre 1640). 4. El cabildo dc la ciudad dc San Juan en su recomendaciún dc 1640, citada al final dc la nota antcrior dice quc los fmnciscanos se hallaban en dicha ciudad desde hacía seis años. En 1638 cl convento fuc elcvado a guardianía o sea casa formal con todos los dcrechos; ello supone que la fundación existía antes de csa fccha. POl" desgmcia. los folios del Libro 1 dc Capítulos dc la Provincia de Santa Cruz -hoy en el Archivo Arquidiocesano de Caracas- carn:spondientes a 1634-1637 se hallan tan dañados que son casi del todo ilegibles.

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rentes personas se tasarán y se les satisfará lo que fuere justo por eIlos».~ Aunque se había prometido que no sería neceo saria la ayuda de la real hacienda -socorrido recurso para facilitar los permisos de esta clase de fundaciones- los franciscanos la solicitaron y pa· rece que les fue concedida. quizá sobre las Cajas de México; se conoce, en efecto una autorización a don Francisco de ViIlafrecha, de 1648, para cobrar en México 18.268 reales que se le adeudaban al convento.6 De hecho, quien corrió con los gastos de la nueva fábrica fue el gobernador don Diego de Aguilera, a quien los frailes otorgaron en recompensa el patronato de iglesia y convento. En 1660, cuando el infortunado gobernador se hallaba en manos de la Inquisición de Cartagcna, presentaba en su descargo aquella buena obra. Se había encontrado -alega- con una iglesia de palos, paja y barro y convento de los mismos materiales; todo lo cual había él reedificado a muc~.a costa suya. Pero el patronato terminó por quedar en manos del Rey; Aguilera fue privado del mismo por el juez de residencia y las súplicas de los frailes contra esta sentencia no tuvieron éxito.7

Seminario de vocaciones religiosas La nueva fábrica levantada por el gobernador Aguilera, y perfeccionada en los años siguientes, permitió ensanchar las actividades del convento de San Juan. Una fecha clave en su historia es el año 1686 en que fue designado como casa de noviciado. El primer maestro de novicios debe haber sido Fr. Angel Soria, uno de los nueve franciscanos que formaban la comunidad sanjuanina en el citado año de 1686. Dos años después, en 5 de abril de 1698, podia escribir el ministro provincial de Santa Cruz, Fr. Juan de Villoria, desde Barquisimeto: uDoile a V. M. en nombre de la Provincia los agradecimientos debidos a las limosnas que hace al convento de Puerto Rico, donde V. M. es patrón, con cuyo amparo va creciendo aquel convento así en lo temporal como en lo espiritual, pues se va fabricando un claustro y el noviciado ha crecido en 5. Documento copiado en el Libro de escriluras dcl Convento dc Puerto Rico, 1641·1702 (Arch. Arquidioccsano de Caracas, Fondo Franciscano. Conventos, Puerto Rico).. ~I terreno así mcdido formaba una manzana completa, limitada por las calles dc San Francisco, la Luna, la Tanca y el callejón Tamarindo. 6. Asi consta en el _Inventario» del archivo del convento de San Juan que sc conserva en Archivo General de Puerto Rico. 7. Documentos correspondientes en AGI. Santo Domingo, leg. 176. ramo 4. Fuel"on quitadas de la capilla mayor las armas dc don Diego de Aguilera y puestas en su lugar las del Rey. Los frailes, aprovcchando este l"eal_ patronato, obtuvieron en 1677 dc S. M. un donativo de 2.000 ducados. quc debían pallal" las Cajas de la Nucva España (AGI. San lo Domingo, leg. 535A).


número de muy lindos subjetos de virtud y letras, con que nos prometemos será de los mayores con· ventas de la Provincial>.B Efectivamente, el noviciado de San Francisco fue importante seminario de vocaciones religiosas puertorriqueñas. Tenemos una lista de los novicios que pasaron por el mismo desde 1686 hasta 1817: alcanzan exactamente el número de 100, cifra notable para la población que entonces tenía la isla. Entre ellos hallamos a muchos que figuraron brillantemente en la historia de la Provincia de Santa Cruz y aun fuera de ella. Por ejemplo, Fr. Francisco Reygada, después de haber sido custodio de la Provincia, se incorporó a las Misiones de Píritu en el Oriente de Venezuela y de allí pasó a Guatemala donde llegó a ser guardián del famoso Colegio de Misiones del Cristo Crucificado, el principal foco de actividad misional en todo Centroamérica. En Guatemala actuó asimismo otro releo vante franciscano de Puerto Rico, hijo del novÍciado de San Juan: Fr. José Antonio Bonilla. En el mismo noviciado vistió el hábito franciscano (1802) el famoso Fr. Angel de la Concepción Vázquez. Debe advertirse también que los franciscanos puertorriqueños que conocemos no son únicamente los cien que figuran en la lista de novicios del convento de San Juan. Por lo menos otra media docena ha sido localizada por mi en otros noviciados de la Provincia de Santa Cruz, y alguno en lugares tan alejados como Guatemala. Entre los que profesaron en el noviciac;1o de San Francisco de Caracas aparece Fr. Mar~elino Reygada, natural de Puerto Rico, hijo del alférez de una de las compañías del Batallón Fijo y supongo que hermano del ya mencionado Fr. Francisco Reygada. Este padre Marcelino Reygada fue un distinguido profe. sor que enseñó en varios conventos de la Provincia, entre ellos el de Puerto Rico.o

8. AGI. Santo Domingo, leg. 221. 9. Una lista de los novicios que pasaron por el novicia· do de San Juan se conserva en el dnventarioJO del archivo de dicho convento, ya citado en nota anterior. Es curioso el caso de Pedro González José Mexía, a quienes admitió a la Orden en, 1767 Fr. Jase Isna,ci.~ de Muñoa, que pasaba por Puerto RICO con una expedlclon de franciscanos para el Colegio de misiones del Cristo Crucificado de Guatemala. Al año sisuiente hicieron ambos su profesión religiosa en el citado Colesio; donde Gon;z:ález llegó a ser maestro de no· vicios, mientras Meda se secularizó en 1799, viviendo despué~ co!f1o sace~dote secular en, León (Nicaragua). Gonzálcz habla SIdo bautizado en Manatl (15 mayo 1750) y era hijo de Pedro Román González, teniente reformado de Milicias Urbanas (Archivo de la Recolección, Guatemala. /"formaciones, fols. 105·106, I5()"163). Por otra parte, ya en 1598 entraba en el noviciado franciscano de Puebla de los Angeles (Mcxico) un Hernando de Guzmán, de 21 años, hijo Il!gltimo de Dieso López Doria y de Dorotca de Guzmán· en las informaciones se menciona a un abuclo materno 'como alguacil mayor de Puerto Rico (The John Carter Brown Library, Providencc, R. lo Puebla Papers Collection).

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Casa de estudios Porque San Francisco de Puerto Rico fue casa de estudios, no sólo de primeras letras sino hasta de Filosofía y Teología. No puedo determinar ahora las fechas precisas en que comenzaron tales estudios (aunque mucho podría averiguarse sobre esto mediante un examen cuidadoso del archivo de la Provincia de Santa Cruz que todavía existe en Caracas); pero en 1771, cuando menos, existían en San Francisco de Puerto Rico cátedras de Gramá· tica, Filosofía y Teología, esta última con dos profesores, uno de ellos el puertorriqueño Fr. Valerio Ortiz de la Renta. Este pasó de regente a Santo Domingo en 1773.10 Estas enseñanzas estaban abiertas a todos y sus cursos eran admitidos por las universidades. Conozco un caso concreto -uno de tantos seguramente- que merece citarse, A 23 de septiembre de 1790, fr. Marcos Romero, lector de Artes y de Filosofía en San Francisco de Puerto Rico certificaba que Francisco de Santaella había cursado con él «un curso entero desde Súmulas hasta Metafísica inclusive, en los años de 1788, ochenta y nueve y noventa, en el cual tiempo ha cumplido exactamente con las obligaciones de verdadero estudiante, asistiendo a la clase a mañana y tarde, escribiendo su lección, dándola de memoria y explicándola cuando se le mandaba, defendiend~ las conferencias que por su antigüedad le tocaban y arguyendo en las otras; y asimismo ha deFendido dos actos públicos de conclusiones y repetido todos los cuadernos».lI Este padre Marcos Romero era guardián de Puerto Rico en 1799; en 1810 lo era de San Francisco de Caracas y en condición de tal firmó el acta de independencia de Venezuela. Lo que no impidió que en 1821 fuese expulsado de su patria por el gobierno republicano. En 1817 los franciscanos de Puerto Rico pidieron la habilitación oficial de estos estudios, pues no había en la Isla otros cursos que los establecidos en el convento de Santo Domingo de San Juan, habilitados desde 1788 para graduarse en la Uni· versidad de Santo Domingo. El Dr. José Espaillat, titular de la Cátedra de Medicina que se había creado en el Hospital Real, apoyó la solicitud de los franciscanos, recomendando que los futuros médicos «concurran al curso de FilosoFía de dicho convento (de San Francisco) por ser su sistema de en10. Véase en el citado archivo de la Provincia de Santa Cruz (hoy Fondo Franciscano en el Archivo Arquidioccsano d~ Caracas) el libro Registro ell que se l/allan las celebra· ClOlles de. lu.s capillllos provilldas y actas cap;lIIlarej de esta Proví~/pa de S~lIta Cruz de Caracas, 1764-1785. Tambicn en la sccclon EstudIOS, donde se conservan las actas de las oposiciones a cátcdras, y en la sección de Corresponde/lcia de los Provillciales. 11. Arch. de la Unh'crsldad Central de Venezuela.. ¡licorporaciorlcS, solicllIrc1es, elc., 1787'17~,

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señanza igual al de las universidades de España»; además, Espaillat opinaba que estos cursos filosóficos -que no tenían, como es sabido, el alcance restringido de hoy- eran necesarios para los alumnos de Medicina. Frente a la petición de los franciscanos de que fuesen hgbilitados «los estudios de todas sus cátedras para obtener los grados correspondientes, teniéndose por bastantes en las universidades, para calificar los cursos, las certificaciones de los lectores de aquéllas», el Fiscal fue de parecer que los cursos del convento franciscano pudiesen servir ..única y ~xclusivamente para el seguimiento de la carrera de Medicina»; pero el Consejo de In· dias, en voto de 22 de junio de 1819, examinado todo el expediente «y teniendo también presente que el aumento de población de la Isla de Puerto Rico exige el que se faciliten a sus habitantes. 'en' lo posible, los medios de dar a sus hijos, sin grandes dispendios, la educación y estudios necesarios para que algún día puedan ser útiles a la Sociedad y al Esta'do, tanto más cuanto la escasez de recursos no penniten por ahora el establecimiento de cátedras de las facultad~s que se enseñan en el re· ferido convento de San Francisco, ni menos en algún tiempo podrá ponerse corriente el Seminario 'Conciliar de la capitah, fue de parecer que debía habilitarse dichos cursos, "así de la facultad de Fi· losofía como de las demás que hay en él. para que con ellos puedan recibir los grados correspondientes, según está concedido a lo"s del Orden de Predi· cadores». El Rey se conformó con este parecer a 27 de junio de 1819, mandando expedir la real cédula correspondiente, que fue leída en sesión del Cabildo eclesiástico de San Juan el 14 de septiembre de aquel año. l2 Por desgracia. los acontecimientos políticos en Venezuela -como antes en Santo Domingo y poco 12. Entre los papeles que pude ·consulta,. hace pocos años en el archivo diocesano de San Juan -en lamentable abandono. como es sabido, y por lo tanto sin signatura alguna que pudiera servir para localizarlo- había el siguien. te documento: .Con fecha del dos del mes anterior oficié por una consideración política, a V. S. IIIma., acompañán: dale un testimonio authorizado de la Real Cédula en que S. M. se- ha dignado habilitar los Estudios de este Conven· to de N. S. P. San Francisco para que, mediante los certificados oue den a sus estudiantes los respectivos lectores, sean aquellos suficientes para obtener en las Universidades los grados; y como hasta el presente no se me ha acusado recibo, dudo se haya presentado mi oficio a V. S. IIIma. Este fue entregado al Pe. Secretario el mismo día de su fecha. Deseo quedar enterado para me gobernar. - Dios guarde a V. S II1ma. muchos años. Puerto Rico. a 17 de noviembre de 1819. Fr. Juan Morales [firma 1 rúbrica]. Sr. IIImo. y muy Venerable Cabildo Eclesiastico de esta Capital •. Consta, sin embargo, que la real cédula aludida había sido leida en la sesión capitular del 14 de septiembre de 1819. (Véase el índico de las actas capitulares publicado por el padre Antonio de Castillo -Cuesta Mendoza- en la revista La Verdad, X, 1914, número 53, página 27). Por cierto, valdría la pena reeditar este trabajo en publicación de más fácil consulta. El expediente relativo a la habilitación de los estudios se encuentra repartido en los legajos 2.519 y 2.281 de la subsec· ción AlldiclIcia ele Sama Domlllgo del Archivo General de Indias.

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después en España- estaban acabando con la Provincia de Santa Cruz, por 10 que la concesión ante· rior debe haber quedado sin consecuencias. De hecho, el convento de San Francisco de San Juan fue víctima de las leyes supresorias dictadas por el régimen liberal en España. quedando suprimido en 1821. La Diputación provincial trató entonces de ase· gurar el sostenimiento de las clases que allí se da· ban, confiando la de Filosofía al franciscano exclaustrado Fr. Angel de la Concepción Vázquez, quien sabemos que la dictó por algún tiempo. Al ser revocadas las medidas-supresorias de 1821, volvieron a reunirse en San Francisco algunos franciscanos, en su mayoría venezolanos emigrados de su país; otros como el padre 'Angel Vázquez parece que siguieron exclaustrados. Este último fue el primer rector del Seminario Conciliar de San 11defonso, inaugurado en 1832, donde continuó regentando la cátedra de Filosofía. El 30 de mayo de 1825 aparece el llpresbítero» don Angel de la Con· cepción Vázquez, «regente que fue del extinguido Convento de San Francisco... y catedrático actual de Filosofía nombrado por el Gobierno Constitu· cional y Excma. Diputación Provincia", quien certifica los estudios hechos en su cátedra (1822-1825) por Antonio Granados. u

Ultimo reducto de la Provincia de Santa Cruz No se conocen bien las vicisitudes del convento franciscano de San Juan en los últimos años de su existencia; concretamente entre la supresión temo poral de 1821 y la supresión definitiva que tuvo lu· gar a consecuencia de las leyes de amortización y secularización en España a partir de 1835. En ge· neral, fueron años de inestabilidad e incertidumbre, dados los sucesos de Caracas. que era el centro de la Provincia de Santa Cruz, y también la situación política en España. Lo que puede decirse es que el convento de San Juan fue el último reducto de dicha Provincia; la base de refugio desde la cual se trató de impedir la ruina de la Provincia. . La mayoría de los religiosós de dicha Provincia, aunque venezolanos casi todos, no apoyaron activamente la causa independentista, si bien era natural que simpatizasen con cierto separatismo en las circunstancias porque atravesaba la Metrópoli. Adoptaron generalmente cierta actitud de espera ante los sucesos caraqueños de 1810. La comunidad franciscana de San Juan en aquella fecha se componía de venezolanos, con la única excepción probablemente de Fr. Angel de la Concepción Vázquez. Esto hubiera sido suficiente para hacerlos sospechosos al gobernador Meléndez, que no era precisamente 13. Archivo Histórico Nacional, Madrid. Ultramar. legajo 2.018 (1838). El certificado indica también los libros que habian servido de texto en los cursos.


un hombre de tact~. El primer choque se produjo en el mismo año de 1810, a propósito de unos clé· rigos caraqueños que habían llegado a San Juan para recibir órdenes sagradas; por venir con pasaporte de autoridades insurrectas, y dimisorias de un gobierno eclesiástico al que se juzgaba cómo plice de la insurrección, el Gobernador los mandó recluir en los conventos de San Francisco y Santo Domingo, hablando con el obispo Arizmendi para que éste no procediese a ordenarles. Pero Arizmendi no consideró justificado el proceder de Meléndez y procedió a conferir órdenes a los caraqueños, quienes no hallaron dificultad en salir con tal fin de los conventos citados. Si bien el obispo Arizmen· di pretendía valerse de los ordenados para que, una vez vueltos a Caracas, trabajasen allí en favor de la Regencia, Meléndez obró con su acostumbrada precipitación, entrando en conflicto tanto con el Obisp'J como con los frailes de San Francisco, cuya lealtad puso en entredicho. Los caraqueños fueron expulsados precipitadamente para Coro y Sto Thomas, pese a las duras protestas de Arizmendi. Poco después acusó Meléndez a varios religiosos del convento de San Francisco -entre ellos al puertorriqueño Fr. Angel de la Concepción Vázquez- como sospechosos de simpatizar con los insurgentes venezolanos; algunos de ellos llegaron a ser deportados a La Habana, aunque la Regencia mandó hacerles justicia y se les levantó el destierro. H Es fácil comprender que esta conducta del Gobernador de Puerto Rico no aumentó en los afectados su simpatía por la Metrópoli, aunque ninguno de ellos se manifestó después particularmente ac· tivo en el campo independentista. Pero va a producirse muy pronto otro fenómeno. Al derrumbarse la causa realista en Venezuela, los franciscanos que la habían seguido con mayor decisión, buscaron refugio en Puerto Rico. Su convento de San Francisco fue visto por ellos como una posible base para la conservación y eventual resurgimiento de la Provincia de Santa Cruz. Tal intento se vio frustrado debido a que la Provincia quedó prácticamente aniquilada en Venezuela por las sucesivas medidas supresorias a partir de 1821. cegándose de este modo la principal fuente de vocaciones. Y la esperanza de suplir esta falta con personal traído de España falló igualmente, porque también allí se dieron , casi al mismo .tiempo, leyes de supresión de las Ordenes religiosas. La secularización española de 1820 fue cumplida sin tardanza en Puerto Rico, según queda ya ínsi·

nuado; y por cierto las autoridades desplegaron especial actividad para apoderarse de los despojos de los conventos. El de San Francisco pasó a manos de la Junta de Beneficencia, la que en 1823 ha· biaba de destinarlo a «Casa de Socorro», mientras el Cabildo eclesiástico trató de llevar a la Catedral el órgano que había en la iglesia del convento. En cuanto a esta iglesia, mientras el Ayuntamiento pi. dió que se erigiese en ayuda de parroquia, el Ca· bildo eclesiástico (12 agosto de 1823) opinó que no era necesario, contra el parecer del canónigo Santaella guien pensaba que tal ayuda de parroquia sería muy conveniente para los barrios de Santiago, San Sebastián y Bella Unión.l~ La vida conventual pudo reanudarse tras el breve dominio de los liberales en España, pero en pe· queña escala y por breve tiempo. Pero los pocos frailes allí reunidos no desmayaban en su empeño de mantener la vida legal de la Provincia. A fines de 1826 remitía a España el gobernador La Torre una exposición del Comisario provincial en la Isla, manifestando que, de la Provincia de Santa Cruz, no quedaba más que el convento de Puerto Rico y éste necesitaba urgentemente de religiosos. Proponía traerlos de España: 4 sacerdotes de calidad, aptos para prelados; otros 3 de espíritu y elevada virtud para la instrucción de novicios, más algunos coristas y legos. En Puerto Rico quedaban 12 sacer· dotes, uno de ellos casi ciego y dos enfermos; había también dos legos, emigrados de Caracas lo mismo que cuatro de lo'> sacerdotes. Esta iniciativa del superior franciscano dio origen a una larga negociación, cuya lentitud y el paralelo evolucionar de los acontecimientos hicieron inútil. Consultado, en efecto, el vicecomisario general de Indias residente en Madrid, opinó que era muy importante mantener el convento de Puerto Rico, pues constituía «el asilo de los buenos religiosos que habían podido escapar de los demás países». Propuso el envío desde España de ocho o diez religiosos sacerdotes, bajo la dirección de Fr. José Lasala, quien había venido de América como representante del Colegio de Misiones de Ocopa (Perú) y se encontraba entonces en el Hospicio del Puerto de Santa María. Por su par· te, el Obispo de Puerto Rico informó que el convento no podría sostener a muchos religiosos, aunque siete de los sacerdotes que residían en el mismo eran de «país disidente» y habrían de regresar a sus provincias de origen «cuando éstas se reduz,can». Como se ve, quedaban todavía ilusos. El Obis· po pensaba que bastaría con el envío de tres saccr-

14. Este episodio es ya bien conocido, habiendo sido tra· tOldo por Cruz Mondo\'a en su Historia de Puerto Rico (siglo XIX), lomo JI, páginas 54-55. A las referencias documentales que allí da puede añadirse AGI. Ultramar! leg. 503. El Fr. Miguel Gómez que figura entre los denunCiantes de aquellos franciscanos era también [ranciscano, ex misionero en Guayana y [anático realista. Véase mi obra Las Misiones de PírilU, tomo 11, páginas 265·295 (Caracas, 1967). ,

15. Son dignas de consullar, al respecto, las Ac!a~ del Cabildo eclesiastico de San Juan. En ,.1 caso veroslmll de que hayan desaparecido los originales -cosa difícil de sa!?cr con certeza dado el desorden en que se halla el archiVO diocesano- queda el n~cul'so de acudir al ya citado índice publicado por el benemérito padre Cuesta Mendoza en La Verdad, tomo X, 1914.

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dotes mayores de treinta años, cuno de ellos que tenga bastante aptitud a enseñar filosofia y teol<> gía•. El prelado pensaba, al parecer, en su Seminario. Pero aun esto le pareció muy costoso a la Contaduría, la cual dictaminó que, no tratándose de misioneros, 'no tenía la hacienda pública por qué satisfacer el envío de tales religiosos; y el Consejo --con el voto en contrario del ministro don Manuel Jiménez Guazo- se conformó con el parecer de Contaduría, descargando su responsabilidad en la Comisaría general de Indias. En consecuencia, parece que nada se hizo en este asunto. IO Mientras tanto Bolívar había revocado 1-.:; leyes supresorias de 1821 y 1826, con 10 que fue posible rehacer la vida religiosa en el convento de San Francisco de Caracas. Este y el de Puerto Rico eran los dos únicos conventos con que contaba la Pro· vincia de Santa Cruz, y a base de los mismos tratóse de restaurar la vida regular con la celebración de un capítulo provincial. Puerto Rico era el lugar don· de podría hacerse, pues Caracas continuaba bajo el cenemigo». Como éste -es decir el gobierno independiente- no dejaría salir para Puerto Rico del convento caraqueño, se trató en 1829-1830 de ob· tener dispensa del Papa para llevar a cabo dicho capítulo no por la vía ordinaria de elección sino por la extraordinaria de ccreación., o sea que los superiores mayores de la Orden nombrasen directamente a los nuevos superiores de la Provincia, cuya sede quedaría, desde luego, en Puerto Rico.. No sé si tales nombramientos tuvieron lugar, pero la Provincia siguió existiendo legalmente en Puerto Rico, en torno al convento de San Francisco, incluso después de la total secularización de los religiosos en España. Sus últimos comisarios provinciales parecen haber sido los padres Fr. Nicolás Antonio Díaz y Fr. Francisco Javier Sosa. Ambos tuvieron dificultades con el provisor y gobernador eclesiástico, el violento y legalista don Nicolás Alonso de Andrade. En inventario del convento, fechado a 27 de septiembre de 1838, firman, con el comisario provincial P. Sosa, los padres Fr. Francisco Losada, Fr. José Miguel Hernández, Fr. Miguel Garda y Fr. Agustín B. Vergara,!l

16. Archivo Histórico Nacional, Madrid. Ultramar. lega· jo 2.010, número 9. En este e:tpediente constan asimismo los intentos de celebrar en Puerto Rico un capitulo dc la Provincia de Santa Cruz, a Que hago rcfercncia en los pá rrafos siguientes del tc:tto. 17. Archivo Gcncral de Puerto Rico, San Juan. Propiedad P,íblica, lego 62. Sobre las dificultades con el provisor Alon· so de Andrade hay documentación en el mismo archivo, Audie/lcia. Real Acuerdo, 1838, número 18; y también Archi· vo Histórico Nacional, Madrid, Ultramar, leg. 2.018, núm. 14.

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La Orden Tercera Uno de los citados, Fr. Miguel García, se llamaba todavía en septiembre de 1858 cpresidente a del convento de San Francisco; el mismo Padre figura hasta 1860 al frente de la Orden Tercera franciscana, entidad que tuvo mucha importancia en Puerto Rico. Baste recordar que en 1800 era su ministro don Juan Afejo de AriZl11endi y que a la misma pertenecieron el alférez real don Joaquín Power, el provisor don José Gutiérrez del Arroyo y hasta el propio Alonso de Andrade. En 1787 era ministro el coronel don Miguel Antonio de Arizmendi, quien adelantó la cantidad de 2.000 pesos para la conclusión de las obras de la capilla de dicha Tercera Orden. Otro de sus ilustres miembros fUe el Comandante de Ingenieros de la Plaza, don Tomás Cedeño, quien diseñó gratuitamente el panteón o entierro de los hermanos y trajo de España el órgano que aún existía en 1845, con cuya instalación corrió el maestro José Campeche. En 1874 era ministro don Julián Baldorioty y la Orden Tercera contaba con 628 hermanos: 356 hombres y 272 mujeres. IB Además de la Orden Tercera, hubo en San Francisco dos importantes cofradías: la de las Animas y la de la Inmaculada. Es curioso que ambas fueron reorganizadas en pleno siglo XIX, durante los últimos decenios del convento. La Cofradía de las Animas solicitó en 1826, mediante instancia firmada por su mayordomo Alejandro Dueño, la real aprobación de los estatutos que había formado y habían sido ya aceptados por el Obispo; el Rey lo hizo así (2 agosto 1826) conformándose con parecer del Consejo de Indias en tal sentido. El real documento expedido en consecuencia lleva fecha de 19 de agosto de aquel añ~. Estos Esiatutos fueron impresos en 1851 (Puerto Rico, Imprenta de Márquez; 33 p.). Sustituían a los que venían rigiendo desde 1778. La cofradía tenía por finalidad dar culto al Cristo de la Humildad y Paciencia y a la Virgen' de la Piedad, y el de sufragar por las almas del Purgat<> rio. Constaba de sesenta hermanos mayores y de cuarenta hermanas fundadoras, upersonas blancas y honradas, sin que se entienda que esta prevención es efecto de vanidad, de que siempre estará muy distante esta Cofradía, sino porque tal fue su pri18. Datos tomados del archivo de la Orden Tercera, conservado en su Capilla de San Juan. Fr. Miguel Garcia Garay Callecio en enero de 1861, siendo sepultado en el cementerio de Santa Maria Magdalena de Pazzis el 15 de dicho mes y año; ofició en el entierro Fr. José Manuel Hemández, quien le sucedió como comisario de la Orden Tercera, pero no por mucho tiempo, pues falleció en diciembre de aquel mismo año. Véase el Libro 1 de defunciones de la Parroquia de San Francisco, San Juan, números 410 y 558 respectivamente; a Fr. Mil7UcI García Garl'l se le da el titulo de mi· sionero apostólico y se dice que era natural de Santo Domingo. En efecto, había sido misionero en el Colegio de Cristo Crucificado de Guatemala. El padre Hernández era caraqueño, doctor en teología y había venido a Puerto Rico en 1819 como guardián del convento de San Juan.


Otro aspecto de la fac11ada del COllvento de los franciscanos en una vieja fotografía de la época.

mera institución: pero más principalmente se ha de atender a que los pretendientes sean devotos, timoratos y de irreprensible conducta JI. Hermanos menores podían ser atados los fieles cristianos de ambos sexos sin distinción de clase ni estadoJl. El Obispo o el Vicario capitular eran presidentes natos, y ellos -o el eclesiástico que designasen- presidían la Junta general de elecciones; las juntas ordinarias eran presididas por el Capellán, a quien elegía el superior de San Francisco de una tema que le presentaban los hermanos. Esta cofradía había sido erigida en 1706, con aprobación del obispo franciscano Fr. Pedro de la Concepción Urtiaga, que procedía del Colegio de misiones de la Santa Cruz de Querétaro (México) donde era también muy venerado el Cristo de la Humildad y Paciencia. Los hermanos construyeron su propia capilla -que aun existía en 1826- cerca del altar mayor de la iglesia del convento, al lado izquierdo, siendo guardián el padre Fr. José Fran· cisco Serrano, un puertorriqueño que había tomado el hábito en 1699. Fue reformada por vez primera la cofradía en 1728 por el obispo don Sebastián

Alonso Pizarra. Los aludidos estatutos de 1788, anteriores a estos de 1826, fueron preparados con licencia del obispo Mariano Martí -trasladado· en 1769-, siendo mayordomo el alférez Francisco Reygada, quien. fue padre de dos franciscanos. Prepararon los estatutos de 1826 los hermanos Manuel Franco, Francisco Tadeo de Ribero y Manuel Marcelino Tudela. Francisco Tadeo de Ribero, con el mayordomo Miguel Eduardo O'Farril, obtuvieron en 1854 que los hermanos mayores pudiesen ser cien en vez de los sesenta estatuidos; lo cual prueba la vitalidad de la cofradía.'~ Este mismo Francisco Tadeo de Ribero, o Rivera, estableció -o restauró- en la iglesia de San Francisco la Cofradía de la Inmaculada, cuyos es: tatutos aprobó la Reina a propuesta del Gobernador eclesiástico. En 1852 fue concedido el aumento de los Hermanos mayores hasta el número de doscientos.:!o . San Francisco continuaba siendo, por lo tanto, un vigoroso centro de actividad espiritual; pero los frailes, suprimida la Orden en España y en Venezuela, iban acabándose. En 1858 se hizo cargo de la iglesia el Obispo, a pesar de los esfuerzos que hicieron los que parecen haber sido los dos últimos moradores del convento: Fr. Mi~el Garda y Fr. Manuel Hernández, quienes no tardaron en fallecer, según hemos visto. Quisiera añadir, antes de poner fin a este centón de notici..s, que los franciscanos de Puerto Rico, en estos últimos decenios, cooperaron notablemente no sólo al funcionamiento del Seminario Conciliar -se. gún '.Jueda ya indicado- sino al de otras instituciones de educación y cultura. Por ejemplo, la Saciedad Económica de Amigos del País?' entre cuyos primeros miembros se cuentan los padres Fr. Juan Morales y Fr. Angel de la Concepción Váz. quez; este último fue un personaje clave dentro de dicha entidad. Sus academias de dibujo y matemáticas funcionaron por algún tiempo en San Francisco.

19. Archivo Histórico Nacional, Madrid. Ultramar, -Libro de registro_, año 1826, letra e, exp. 13, y año 1854, expediente 29. 20. Véanse los correspondientes documentos en Rodrí· guez San Pedrl;), Legislación Ultramarina, tomo VII, 919·921. 21. Puede consultarse el archivo de la Sociedad Económica, conservado en la Biblioteca Camegie, San Juan, y también Archivo Histórico Nacional, Madrid, Ultramar, le· gajos 294 y 2.018, entre otros.

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Exposición de grabados de José R. Alicea

Canción de Baquiné

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A TRADICIÓN HISPANOAMERICANA DEL «VELORIO DEL

angelito", celebración en que se combinan la tristeza con la alegría, pues festeja la entrada en la Gloria del alma de un inocente, se manifiesta en Puerto Rico con variantes introducidas por la influencia cultural africana. Inspirándose en los aspectos patéticos de este tema -que ya atrajo a nuestro pintor Francisco Oller- el destacado artista puertorriqueño José R. Alicea ha realizado una serie de grabados cuya exposición. auspiciada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, fue abierta al público el 31 de julio en el Museo de Arte de San Juan. La muestra comprendió unas veintiséis obras, realizadas en plexiglás, zinc o medios mixtos. Entre ellas figuraron los 10 grabados en plexiglás, con textos en serigrafía, publicados por Aticea en el portafolio titulado «Canción de Baquinéll, y cuyos títulos individuales ilustran el carácter de los temas tratados: «La madre lloraba", «Zape, espíritu malo,;, «Se murió este niño», «Traigan la pareja de caballos blancosll ... José R. Alicea, natural de Ponce, estudió en esta ciudad dibujo y p~ntura bajo la dirección de Miguel Pou. y posteriormente recibió en San Juan lecciones de grabado de Lorenzo Homar en el Taller de Artes Gráficas del Instituto de Cultura Puertorriqueña. En 1967 obtuvo la beca Casa de Arte y con tal motivo visitó los principales centros de arte europeos. Ha expuesto en muestras colectivas o individuales en todo el país, en los Estados Uni· dos y en Europa, y sus obras figuran en importantes colecc~.ones públicas y privadas. En la actualidad es profesor de grabado de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña y director artístico de la Revista del Café, publicación de la Asociación de Cafeteros de Puerto Rico. Las fotografías que ilustran estas páginas muestran algunas de las obras expuestas.

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Canclónd~

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Estos vtrSOS fueron recogidos poi'

La madre le cla'ba teses ele cllriA " ver si su ltijq no se le moria

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Don~~rico Onls, en 1932.y por el Poeta Luis Patés MillOS. de ñiño. en un velorio por un niño muerto. ~ segvn nos cuerna en su novela Litoral ddó ene! UnA impresión inolvidabte. Grabados por J~ R.Alict'A.

Sl' murió KIt' niño por falta e doctor. {uernn los v~'C:in(ls pi1r.\ bien Iraerlo,

LI dO~ll'll' Ih,,;.,

h.\SI~ 101 t'sco1ler~

\ '".1 t'~I~b.1 mU~'rll' 'qllt 1 mil" y.t


El Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño (1969) Por

ENTRAÑA EL DUODÉCIMO FESTIVAL DE TEATRO PUER-

torriqueño la decisión del Instituto de Cultura Puertorriqueña de invitar a seis instituciones que han laborado por el espectáculo teatral. Estas son, en el orden que se acomodan dentro de seis semanas sucesivas, el Teatro Universitario, Aréyto: Ballet Folklórico, Teatro Escolar, Departamento de Actividades Culturales (U. P. R.), Ballets de San Juan y Ateneo Puertorriqueño. Las mismas acceden a participar en calidad de productoras. Se les deja escoger, sin intervención alguna del Instituto de

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Cartel del Festival

FRANCISCO

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Cultura Puertorriqueña, la obra, el director, los actores, el escenógrafo, el diseñador de trajes, el iluminador y demás personal técnico. Qfrecen el siguiente programa: La resentida, drama de Enrique A. Laguerre (Teatro de la Universidad - 24 al 27 de abril), Areyto: estampas folklóricas (Teatro Tapia - 1 al 4 de mayo), Todos los ruiseiíores cantan, comedia de Luis Rechani Agrait (Teatro Tapia - 8 al 11 de mayo), La casa sin reloj, drama de René Marqués (Teatro Tapia - 15 al 18 de mayo), La encantada, :'ailable de Amaury Veray inspirado en libreto del mismo autor y coreografía de Ana García (Teatro Tapia - 22 al 25 de mayo) y Eugenia Victnria Herrera, drama de Myrna Casas (Teatro Tapia - 29 de mayo al 1 de junio). Hace adhesión al festival institucional el grupo Poesía Coreada quien ofrece un programa antológico de poesía puertorriqueña. El Teatro Universitario, que concurre especialmente dentro del Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño puesto que lo hace en carácter de organización académica, inicia la gran fiesta escénica con un homenaje al profesor, novelista y autor dramático Enrique A. Laguerre en virtud de haberse investido a éste. doctor honoris causa por la Universidad de Santa María. Celebra además la Fiesta de la Lengua. Resume, pues, varios actos de afirmación cultural al tiempo ..que su respectiva participación dentro del Festival de Teatro Puertorriqueño se instituye en afirmación de la cultura puertorriqueña como se traduce a través de la escena. La triple intención convierte la apertura del Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño en una de gran valor simbólico. El Teatro Universitario, fundado en 1941 resulta nuestra más antigua institución de carácter académico. Ha ejercido gran influencia en la conciencia puertorriqueña de teatro contemporáneo con el centenar y medio de produc,


ciones mayores que ha logrado hasta el momento y las cuales han puesto en contacto al puebl.o de Puerto Rico con la antología mundial de la escena, desde el teatro de la Grecia clásica hasta el de múl· tiples temas y estilos de la época actual. Su primer ejecutivo, Leopoldo Santiago Lavandero, le adiciona el Teatro Rodante. Los ejecutivos posteriores, Ludwig Shajowicz, Carlos Marichal y Nilda González, le sumarán Teatro Infantil, La Comedieta Universitaria y el Teatro Experimental con lo que constituyen una amplia organización de enseñanza y producción dramática que influye a lo largo de la escuela elemental, la intennedia y la superior y más allá del recinto universitario, en el nivel de teatro profesional que lucha el Instituto de Cultura Puertorriqueña por establecer vía los varios fes· tivales de teatro y ayudas a los grupos independientes productores. La resentida es drama de ficción movido sobre ambiente histórico: el de las partidas, reacción de grupos del campesinado contra hacendados españoles de inclinación conservadora frente al mundo puertorriqueño que comenzara a tomar cuerpo con las primeras décadas del siglo XIX. La-

Escena de la obra de Enrique Laguerre, "La resel1tida"

guerre inserta un drama de pasiones amorosas dentro de las grandes pasiones despertadas por el «cam· bio de régimenllO. Ubica la obra en la altura cafe· telera, reduc to de la nacionalidad puertorriqueña. El Duodécimo Festival de Teatro Puertorrique· ño se restituye al Teatro Tapia donde ha celebrado todas las funciones desde su fundación con la presentación de Areyto: estampas folklóricas, por Areyto: ballet folklórico, organización de reciente aparición resume larga labor por parte de Irene McLean como maestra, directora y ejercitadora de

bailarines y larga investigación de folklore por parte del profesor Francisco López Cruz que además contribuye como músico. Areyto: estampas folklóricas Se concentra en cuatro expresiones musicales: 1) la de salón de baile del siglo XIX a través del cual ha de irrumpir la danza puertorriqueña con su eleganoia, su sentimiento y. su ritmo .antillano, prueba hermosa y fe· . haciente del advenimiento de una nacionalidad dentro de la constelación hispanoameriéana. 2) la mú· sica jíbara arraigada en el nudo de mesetas y de valles de la gran cordillera de Puerto Rico, remedo de España evolucionado a la par con la adaptación del colonizador a la geografía y el alma del Borikén. 3) la música de fuerte acento africano como se aculturara en la fiesta del apóstol Santiago en la comunidad característica de Loíza Aldea, música percusiva acompañada de gran simbolismo y colorido en el vestir, motivo folklórico de gran fuerza dramática como traducen los polos del bien y del mal representados por caballeros y vejigantes y el coro de pueblo constituido por amascaritas», «locoslI, ilviejosllO, todo a la época y mundo en que lucharon moros y cristianos, y 4) la plena, música nacida en el arrabal costero, aculturación de ritmos afro-antillanos y melodías de puerto con carácter mL"<to de ritual primitivo y romance hispánico recaracterizado, a la larga fusión dinámica de elemento folklórico representativo de una nue· va conciencia de pueblo. Teatro Esc<,>la!, el tercer participante, escoge Todos los ruise,iores cantan, comedia de Luis Rechani Agnllt ya representada en el Séptimo Festival de Teatro Puertorriqueño y une actores profesionales de larga experiencia con un grupo de actores profesionales de reciente aparición en el panorama escénico del país: los que' circulan en las producciones anuales de Teatro Escolar por cien o más salas de representación en lo que resulta la acción más extensa de circulación teatral que se haya organizado en Puerto Rico. Teatro Escolar, fundado por Leopoldo Santiago Lavandero en 1961 como agencia del Departamento de Instrucción Pública constituye hoy una amplia organización que tiene por propósitos enseñar artes dramáticas en la 'escuela elemental, la intennedia y la superior, montar obras con estudiantes de dichos niveles, circular una gran producción anual. producto de un seminario de artes teatrales llevado a efecto los veranos, por todos los distritos escolares y circular ad~más mini teatro de muñecos (guiñoles) por diferentes zonas escolares. Teatro Escolar ha contratado además producciones de teatro profesional con destino a estudiantes de escuelas superiores y ha circulado producciones independientes de teatro infantil por salones de clase.

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"Todos los ruiseñores cantan ", de Luis Rec1lani Agrait

Todos los rUlsenores cantan obra evocativa del San Juan de los treinta, afinna la existencia de un Puerto Rico característico, pueblo que a través de las épocas ha venido a definir un ser particular. El restarán donde reúne Luis Rechani Agrait toda una generación de sanjuanerC?s, no es sino ámbito para la proyección artística de una concepción de mundo cuya esencia y apariencia es la puertorriqueñidad, destilación de cuatro siglos en que lo igneri y taíno originario y lo africano importado confluyen dentro del gran río conquistador y colonizador de lo hispánico para a su vez naturalizarse de .hispanoamericano puertorriqueño. Hay en la obra de Luis Rechani Agrait fresco humor con el sello particular del país, un humor destilado de la capacidad adquirida por su pueblo para contrastarse a sí mismo a la luz de grandes ideales. • El Departamento de Actividades Culturales de la Universidad de Puerto Rico, de reciente inclinación a sumarse a la gran lucha por la ampliación de los horizontes escénicos, anuncia desde hace dos años las intenciones de producir obras puertorriqueñas junto a la promoción y montaje de obras extranjeras. Ha contratado del exterior, especialmente el Teatro Pirakon que nos ha pennitido una visión de la producción escénica nacional como se estila actualmente en varios países de Europa. Se ha lanzado también a la producción de obras de la '.ntología extranjera 10 que logra con Antigona, de Sófocles. Se inicia en la producción de obras puertorriqueñas en el Duodécimo Festival de Tea· tro Puertorriqueño con La casa sin reloj, drama de René Marqués que recibiera en 1960 el Premio Eugenio Fernández García donado durante el Festival de Navidad patrocinado por el Ateneo Puertorriqueño. Se ha constituido, pues, el Departamento de Actividades Culturales de la Universidad de 48

Puerto Rico en contratante y productor de teatro extranjero y puertorriqueño 10 que ayuda a establecer con mayor fuerza un nivel de teatro profesiOIUlI en el ·país. De La casa sin reloj he manifestado en el laudo del Certamen de teatro Eugenio Fernández García: La casa sin reloj catalogada por el autor irónicamente de «comedia antipoética en dos absurdos y un final razonable» es en verdad, o por lo menos también, un drama larvado en agudo humor trágico. En él se concibe al hombre como imagen caricaturesca del absurdo vital al tiempo que ser pensante reclamado a perfección por imperativos de conciencia. El hombre puede salvarse de su ridícula y bochornosa fragilidad espiritual a través del amor infinito a toda libertad, la persona y la colectividad; pero este amor le llega acompañado de la tortura del tiempo, imperio de la muerte, frente al cual debe ejercitar la máxima liberación so pena de tornarse nuevamente, si rehúye la prueba, en angustiada caricatura.

Escena de "La casa sin reloj'; de René Marqués

Con esta visión del mundo, propia de la más despierta literatura, el autor de La casa sin reloj bucea comprensivamente en la realidad socio-política de Puerto Rico. Decide presentamos como hecho dramático significativo, el conflicto existente entre el ideal de libertad nacional, pasión de una minoría impelida por absolutos de amor patrio y el miedo a vivirle, aun a soñarle, que paraliza, según el crite· rio del dramaturgo, a la numerosa y creciente clase denominada de «cuello blanco» ... Ballets de San Juan, fundado a príncipos de lá década de los cincuenta por las hermanas Ana García y Gilda Navarra ha sido el vehículo de gran logro expresivo para el desarrollo de un acervo de bailables nacionales. En esta ocasión monta importantes composiciones musicales como Las fiestas de


Juan Bobo, UraY0JÍn. y Petroglifos debidas a Héctor Campos Parsi, Las brisas y La bruja de Loiza, debidas a Jack Delano, Cuando las mujeres y La encantada, debidas a Amaury Veray, todas de notable éxito. Motivo de inspiración lo ha sido la voluntad de educar a un gran número de jóvenes en el baile clásico, "el valor de exigirles perfección, la decisión de empujarles a expresar la naturaleza de pueblo puertorriqueño a través de un arte que no se había empleado a. tales fines hasta llegar Ballets de San Juan con vocación de 'alma del Borikén. La encantada, con libreto y música de Amaury Veray y coreografía de Ana Garda, constituye la máxima atracción del programa que ofrece Ballets de San Juan al Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño. Bailable arraigado con la leyenda puertorriqueña de «aparecidos» según se da en Yauco, esta vez de una mujer encantada que enamora y arrastra a la muerte para desaparecer luego en las profundidades de un lago. Amaury Veray logra crear un mundo trágico de ensoñación, un mundo profundamente larvado en la sensibilidad puertorriqueña. Ballets de San Juan lo proyecta con profunda consciencia de esta sensibilidad y extraordinaria capacidad artística. Cierra el Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño la institución de más larga historia teatral; el Ateneo Puertorriqueño. Desde su fundación misma en el Siglo XIX ha prohijado la representa. ción teatral con especial énfasis en el desarrollo de una dramaturgia puertorriqueña. Notable virtud en este sentido la consigue en el momento de la fundación de la sociedad dramática Areyto la cual establece cuarteles en la respetable institución y hace posible su existencia por el desprendimiento de la casa que oyera al padre del teatro puertorriqueño, Alejandro Tapia y Rivera, echar las bases de una conciencia dramatúrgica inspirada en la problemática antillana. Luego, en un vigoroso renacer, nos ha de ofrecer el Teatro Experimental que desde 1951 ha montado a viento y marea obras como La carreta, de René Marqués, Farsa y licencia de Juan

Canelo, de Gerard Paul Marín, El milagro, de Ma. nuel Méndez BalIcster, Farsa del amor compradito, de Luis Rafael Sánchez, Absurdos en soledad, de Myrna Casas y Sirena, de quien escribe, además de promover la ilustración de la antología escénica internacional. El Ateneo Puertorriqueño es importantísima fuerza en el desarrollo del teatro puertorriqueño y merece que se le invite con todos los honores a un festival en el cual se reconozca la labor institucional de teatro. Eugenia Victoria Herrera, drama de Myrna Ca. sas, constituye la selección del Ateneo para el Duo.

Escena de "Euge'lia Victoria Herrera'; de Myma Casas

décimo Festival de Teatro Puertorriqueño. Es pieza de teatro donde la autora hace acto de fe con la tierra que la vio nacer y le otorgó naturaleza. Por ello el tema de la lucha por el patrimonio telú' rico que entraña su personaje principal Eugenia Victoria' Herrera. Pérdida de tierra, muerte de nación, nos dice Myrna Casas en esta obra que como antes 10 seña· lara Manuel Méndez Ballester en El clamor de los surcos y en la década de los cuarenta René Marqués en La carreta. Propone la lucha por su re· tención.

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Bibliografía Puertorriqueña 1971 (Segunda Parte)

DE TORRES, Daisy: Bibliografía de Ester Feliciano Mendoza. - San Juan, Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico, Cuaderno Bibliotecológico núm. 5; 33 págs. Bi\>liografía sobre la escritora puertorriqueña, di· vidida en cinco partes: libros, conferencias, tesis, publicaciones en revistas, periódicos y antologías y fuentes. ALAMO

ARRIVi, Francisco: Bolero y plena. - Río Piedras, Editorial Cultural, 119 págs. Contiene: "El Murciélago" y "Medusas en la Bahía':.

- - : Sirena (Drama en dos actos). Editorial Cultural, 118 págs.

Río Piedras,

- - - : Vejigantes (Drama en tres actos). - Río Pie· dras, Editorial Cultural, 126 págs. Se recogen en ediciones individuales la trilogía de dramas que Se publicaron juntos bajo el título de "Máscara Puertorriqueña". BADRENA, Ana R., y WOOD, María R.: Dictation Ma/tl~al, University of Puerto Rico, University of Puerto RICO Press, 207 págs. Manual de dictado para el estudio de la taquigrafía en inglés, adaptado a las necesidades de los alumnos • de habla hispana. BERto, Paquita: En el universo ael amor. - Río Pie: dras, Editorial Edil, Colección Poética Edil, 80 págs. La autora, dedicada al periodismo, señala que "en cada poema -poema que es un mundo creado llnica· mente por mi imaginación- vivo los problemas del amor..... CABRERA, Jos~ A.: La flor del Génesis (Versión del drama insólito). - Arecibo, P. R., 126 págs.; prólogo: Isabel Cuchí Coll. Poemario en el cual el autor arecibeño se inspira en un tema bíblico. Anteriormente publicó la novela "El Instante". CaRA VEGA, Néstor: La sangre de los cándidos. - Ma· drid, Ediciones Plaza Mayor, 147 págs.; prólogo: Sal· vador Arana-Soto. Novela, que según el prologuista "tiene por tema

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inmediato la reciente violencia en nuestra Universidad y, por tema indirecto, la agitación política independentista". COTTo·TH ORNER, Guillermo: Gambeta (Novela). - San Juan, Editorial Cordillera, 146 págs. Novela de ambiente puertorriqueño; es la segunda del autor, quien publicó "Trópico en Manhattan" en el año 1951. DINHOFER, Al Y Elisa: ClIicos en la cocina (Kids in tlle Kitc1zen). - Santurce, Caribbean World Communi· cations, 34 págs.; diseño e ilustraciones: José Villavicencia. Libro de cocina bilingüe, para las edades de seis :l dieciséis años, con énfasis en la cocina criolla. ENJl,;ro, Jorge; RECK, Michael y DELACRE, Georges: Tres conferencias sobre la traducción (Three Lectures 011 Trarzslatioll). - Universidad de Puerto Rico, Facul· tad de Humanidades, Escuela Profesional de Traductores, 94 págs. Tres ensayos sobre el arte de traducir, en edición bilingüe. Primera publicación de la escuela profesional establecida en 1970. FIGUEROAUUREANO, Roberto: Efluvios de mi lira (Poemas). - s.p.i., 168 págs.; prólogo: David Cruz López. Según el prologuista, "es un libro sencillo, sin mayores pretensiones artísticas ni los alardes formales de los últimos ismos". GALLARDO DiAZ, Fernando: Vertical. - Buenos Aires, imprenta López, 188 págs. Verso satírico político, que incluye el ambiente puer. torriquéño y del exterior. GONZ,{LEZ TEJERA, Efraín: Trallsportatiórz in Puerto Rico (A Searc1z for a New Regulatory PllíIosophy}. - Universidad de Puerto Rico, Facultad de Admi· nistración Comercial, Instituto de Investigaciones d~ Problemas del Consumidor, 306 págs.; prologo: Federico Hernández Denton. En su forma original, fue una tesis sometida a la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, como requisito para el grado doctoral.


HERNÁNDEZ, Pedro H.: Silva Negrón (Algunas estampas de su vida ejemplar). - Utuado, Editorial Ubec, s.p. estarcido. El autor narra momentos de la vida de don José Silvano Negrón (1885.1971), comerciante y líder dvico y cultural de Utuado.

MENItNDEZ RAMOS, Rafael: Pausas liri. ¡s. - San Juan, Cooperativa de Artes Gráficas Romualdo Real, 42 pá. ginas; prologo: José Arnaldo Meyners. El autor, quien durante mucho tiempo se dedicó al ser'ido público y fue varias veces gobernador interino, recoge aquí por primera vez sus poesías.

HERNÁNDEZ DE LOON, Carmen: El niño y su expreslOn creadora. - San Juan, Sociedad de Bibliotecarios de Pu~rto Rico, Cuaderno Bibliotecológico núm. 3, 25 págs. Exposición sobre cómo lograr que los niños se expresen, especialmente mediante la poesía; con bibliografía y antología.

MORALES CARRl6N, Arturo: Ojeada al proceso histórico. - San Juan, Editorial Cordillera, 189 pags. El historiador y servidor público recoge una serie de ensayos de distintas épocas, sobre temas puertorriqueños, bajo tres apartados: "Figuras de ayer"; "Libros y temas" y "La hora presente".

JuutNEZ, Zenobia y Juan Ramón: Juan Ramón y yo, y Ríos que se van. - Madrid, 31 págs.; recuerdo homenaje. Contiene el artículo "Juan Ramón y yo", publicado en "Américas" en 1954, y una selección de poemas de "Ríos que se van", escritos por Juan Ramón en San Juan, entre 1951 y 1952. LASSAUE, Dionisia: El sueño de Millito. - Santurce, Model Offset Printing, 112 págs. Obra de ficción sobre un joven abogado y ministro, y en la cual el autor se propone "señalar la necesidad de la fortaleza moral y el conjunto de motivaciones disciplinarias conducentes a producir efectos útiles". MALOONAOO DENlS, MANUEL: Puerto Rico: Una interpretación Itistórico-social. - México, Siglo Veintiuno Editores, S. A., 303 págs.; cuarta edición, aumentada. Contiene un nuevo "Ep[Jogo 1970", donde se reSeña el acontecer político de Puerto Rico desde la primera edición de 1969. MARCHEU, Lisa: San Juan, joya única. - San Juan, Editorial Los Cardales, 78 págs.; ilustrada. Album de poemas y prosas poéticas, recopilado por la poetisa y declamadora residente en la Isla, con moti· va de los 450 años de la ciudad de San Juan. MATHEWS, T. G. Y ANDle, F. M.: Politics lllld Econol1lics in lile Caribbean. - Compilóldb por - - ; University of Puerto Rico, Río Piedras, Institute of Caribbean Studies, 284 págs.; Special Study No. 8. Segunda edición totalmente revisada de esta compi· lación de trabajos sobre los procesos políticos yeconómicos de la región del Caribe, incluyendo a Puerto Rico. MATOS, Antonio: Intereses de lectura de los estudiantes del Programa de Maestro Bibliotecario. - San Juan, Sociedad d~ Bibliotecarios de Puerto Rico, Cuadernos Bibliotecológicos núm. 6; 37 págs. El autor dice que su estudio es "un intento de compartir el resultado de mi curiosidad de bibliotecario interesado en saber algo sobre el interés de lectura de un grupo representativo de nuestros futuros colegas" MltNDEZ SANTOS, Carlos: Entrada al arrabal. - Ponce, Puerto Rico, 11 págs. Breve selección de poemas sobre el tema del arra· bal, precedidos de un ensayo. El autor enseña en la Universidad Católica.

- - - : Puerto Rico and the Non.Hispanic Caribbean (A Stluly in the Decline of Spanisll Exclusivism). University of Puerto Rico, University of Puerto Rico Press, 160 págs. Obra, cuya primera edición es de 1952, y que encuadra a Puerto Rico dentro del marco de la región' no española del Caribe, para trazar un 'estudio del ocaso del exclusivismo español en la zona. MORALES YORD1~N, Jorge: Desarrollo político y pobrez.a. - San Juan, Editorial Cordillera, 94 págs. Se reúnen tres ensayos: "Desarrollo político y pobreza"; "Puerto Rico: La necesidad de reexpresar los objetivos de la modernización"; "La inefectividad de las estructuras para encarar la problemática contemporánea". Escritos para actividades de la 'Escuela de Ad· ministración Pública, Universidad de Puerto Rico. MURGA SANZA, Vicente: Juan POllce de León (Fundador y primer gobernador del pueblo puertorriqueño, descubridor de La Florida y del Estrecho de las Bahamas). - Universidad de Puerto Rico, Editorial Universitaria, 385 pags. Segunda edición revisada (la primera es de 1959), de la obra que trata de la vida del primer gobernador de Pucrto Rico; con documentos inéditos. P,\SSAL\COUA, Carlos M.: El llanto de la nada (Poema Filosófico), palabras preliminares de Gustavo Agraít; San Juan, ~diciones Juan Ponce de Leon, 224 págs. En la obra, según prologuista, hay "un diseño de pensamiento preciso y solidario sobre el tema del hombre y su función y posición dentro del esquema divino y de la creación". Edición revisada de Ja ~rimera, de 1967. PÉREZ SAL\, Paulina: Estudio lingiiístico de Hwuacao. - Madrid, Ediciones Partenón, 109 págs. Tesis presentada como requisito para el grado de Maestro en Artes, Universidad de Puerto Rico. El autor cubano prepara su tesis doctoral sobre: "La interferencia del inglés en la sintaxis del español en Puerto Rico". PERLAS DEL CAÑO. - Creaciones infantiles. Artes del len· guaje. Por alumnos de tercero, cuarto, quinto y sexto grados, Escuela Santiago Iglesias, Bo. Obrero Marina, 24 págs.; ilustrado; prólogo: Clara de Lergier; introducción: Elena Alfara de Castillo. Contiene colaboraciones en prosa y vcrso de los alumnos de español de la Escuela Santiago Iglesias. RAMfREZ .DE AREJ.lANO, Jerónimo: Lira nativa. Sebastián del Pepino. P. R., 117 págs.

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