Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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REVISTA

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10, 1973

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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES CarJos Conde, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO XVI

SAN JUAN DE PUERTO RICO 1973

Núm. 59

ABRIL-JUNIO

SUMARIO El cultivo de la oratoria en Puerto Rico por Josefina Rivera de Alvarez .

1

Exposiciones de Luis Germán Cajiga .

7

Crítica y Teatro en Puerto Rico: Una propuesta para su revitalización por Juan Luis Márquez .

9

Guajana (rPoesía) por OIga Ramírez Arellano de Nolla

15

El pensamiento de Hostos (1839-1903) por María Teresa Babín .

17

Sevilla y Canarias en Puerto Rico por Francisco Morales Pádrón

23

Aspectos etnológicos aborígenes y actuales, del uso de la guáyiga y sus derivados en Santo Domingo por Marcia Veloz Maggiolo .

33

La búsqueda interminable (Poesía) por Clara Cuevas .

40


Pardo adonis (Poesía) por Clara Lair .

17

Exposición de Carlos Raquel Rivera

19

El maquinismo en la poesía puertorriqueña por Héctor Andrés Negroni .

21

Artefactos taínos de jade en Puerto Rico por Raymond J. Smith

25

Elogio a Salvador Brau por Eugenio Fernández Méndez .

29

Exposición de dibujos de Juan Ramón Velásquez .

32

Las carreras de San Juan y San Pedro por Manuel A. Alonso .

34

Jacques Bouton primer cronista francés del Caribe por Manuel Cárdenas Ruiz

37

Gala Hernández y la lírica popular puertorriqueña por Matilde Albert Robatto .

44

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE.Ñ:A Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trinaestralmente

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.DEPÓSITO LEGAL: B.

3343 -1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA


COLABORADORES


HÉCTOR ANDRÉS NEGRONI. Militar puertorriqueño, tiene el grado de Capitán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Se ha destacado por su interés en la historia militar de la Isla. Se desempeña en la actualidad como profesor auxiliar de español en el Departamento de Lenguas Extranjeras de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, situada en el estado de Colorado. Ha colaborado en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

RAYMOND J. SMITH es un destacado geólogo que ha participado en los estudios geológicos que la División de Exploraciones Mineras de la Compañía de Fomento ha venido realizando en el país. Trabaja eJl la Escuela de Minas de Colorado, Estados Unidos.

EUGENIO FERNÁNDEZ MÉNDEZ. Nació en Cayey, y realizó estudios superiores en las Universidades de Puerto Rico y Columbia. Fue presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Ha publicado: Filiación y sentido de una isla: Puerto Rico, Tras siglo (poemas),

Salvador Brau y su tiempo, La identidad y la cultura: críticas y valoraciones en torno a Puerto Rico, Conceptos fundamentales de antropología física, Historia de la cultura en Puerto Rico, Crónicas de Puerto Rico (2 vols.), Ensayos de antropología popular, Las encomiendas y la esclavitud de los indios de Puerto Rico, Antología de la poesía puertorriqueña. Es profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico.


WILFREOO BRASCHI, nació en 1918 en Nueva York. Hizo sus estudios secundarios en la Escuela Superior Central de Santurce y obtuvo su Bachillerato en la Universidad de Puerto Rico. Realizó estudios hacia el Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Ha publicado los libros: Cuatro Caminos (1963), Metrópoli (1968) y Nuevas relaciones públicas (1969). Ha obtenido dos veces el premio de periodismo otorgado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña (19411955) Y una vez el premio de literatura (1969) por su libro Metrópoli. Actualmente ocupa el cargo de Profesor en la Escuela Graduada de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico.

SALVADOR TI6 MONTES DE OCA. Uno de los más destacados periodistas puertorriqueños del presente, también se ha dedicado al ensayo y a la poesía. Su prosa está "enmarcada dentro de la trayectoria satírica y humorística. En 1954, la Universidad de Puerto Rico publicó su libro A fuego lento (Cien columnas de humor y una cornisa), selección de los artículos de crítica social y literaria de carácter polémico publicados en la prensa del país. Ha sido miembro de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña y actualmente dirige ~a Editorial de la Universidad de Puerto Rico.

RAMíREz DE ARELLANO, DIANA. Poeta, ensayista y crítica literaria, nació en Nueva York en 1919 y se educó en Puerto R·ico. Doctora en filosofía y letras de la Universidad de Madrid (1952), ocupa una cátedra de lengua y literatura españolas en el City College de Nueva York. Ha publicado los siguientes poemarios: Yo soy Ariel (1947), Albatros sobre el alma (1955), Angeles de ceniza (1958). Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, del Club Cívico de Damas y del Ateneo Puertorriqueño, Un vuelo casi humano (1960) y Privilegio (1965). Es autora, además, de las siguientes obras en prosa: Los Ramírez de Arellano de Lope de Vega: contribución al estudio de las comedias genealógicas (1954) y Caminos de la creación poética en Pedro Salinas: versiones primeras y autógrafas de "La voz a ti debida".


MANUEL A. ALONSO nació en Caguas. Hizo sus estudios secundarios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso, en San Juan, y se doctoró en Medicina en la Universidad de Barcelona. Fue, uno de los jóvenes puertorriqueños que en la Ciudad Condal editaron el libro titulado "Album Puertorriqueño", primera obra importante de nuestra literatura. Ejerció por muchos años su profesión primero en Galicia y luego en Madrid, a la vez que colaboraba en la prensa propagando la implantación de reformas liberales en Puerto Rico. A los cincuenta años regresó a su patria, donde continuó su actividad profesional, literaria y política. Militó en el partido Liberal Reformista y durante algún tiempo fue director del periódico "El Agente". En sus últimos años desempeñó la dirección del Asilo de Beneficencia. Como escritor cultivó los estudios de costumbres, dedicándole gran atención a la vida del campesino puertorriqueño. Sus trabajos literarios se hallan recogidos en el libro titulado. "El Gíbaro" del que se han hecho varias ediciones.

MANUEL CÁRDENAS RUIZ. Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos ·artículos de crítica de arte en revistas y periódicos del país.



El cultivo de la oratoria en Puerto Rico Por JOSEFINA RIvERA DE ÁLVAREZ

1 LA

ORATORIA SAGRADA DE LOS SIGLOS XVI, XVII Y XVIII

E

L ARTE DE MANIFESTAR EL PENSAMIENTO EN EL DIS-

curso oratorio público mediante el empleo del conveniente lenguaje oral, de timbres más elevados y nobles que los de la prosa corriente, a los fines de instruir, persuadir o excitar los ánimos y moverlos a una acción determinada o con el simple propósito de proveer motivos de deleite espiritual o intelectual, arte cultivado en España y en Europa como herencia de la antigua civilización clásica grecolatina, tiene expresión temprana en nuestro pafs, desde los albores mismos de la colonia española en el siglo XVI. En el primigenio ambiente colonial puertorriqueño -y antillano en general-, el cultivo del discurso oratorio presenta sus inicios al calor de la institución de la Iglesia cristiana, a través de los sermones, panegíricos y oraciones fúnebres que pronuncian sacerdotes y frailes varios en cumplimiento de ceremonias eclesiásticas y otros servicios de igual vinculación religiosa. Tal vez fue la figura más destacada entre los oradores sacros de la primitiva fundación española de Puerto Rico el ilustre Fray Antonio de Montesinos, quien vino al país en 1521, junto a otros miembros de su orden, para auxiliar las funciones inquisitoriales del obispo Manso y fundar en San Juan el monasterio dominico de Santo Tomás de Aquino. Su fama de elocuente orador sagrado se fundamentaba a su arribo a Puerto Rico en los sermones que había pronunciado en la ciudad de Santo Domingo de la Española, diez años antes, en defensa de la raza aborigen de estas islas, sometida a esclavitud por los conquistadore5 españoles. La más memorable de sus piezas de oratoria -escritas con anterioridad a ser pronunciadas en pú-

blico y aprobadas y firmadas por toda la comunidad de los dominicos, hoy conocidas, aunque sea en parte, gracias a la Historia de las .Indias de Fray Bartolomé de las Casas-- lo fue el incisivo sermón de Adviento, preparado como glosa de la frase bíblica latina Vox clamantis in deserto, y el cual pronunciara en noviembre de 1511 ante los oficiales reales y demás personas importantes de la referida ciudad declarando ser la «voz de Cristo en el desierto de esta isla»! Decid -continuaba-, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis con· sumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quién los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? Tened por' cierto que en el estado en que estáis, no os podéis más salvar que los moros y los turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo. La palabra vehemente y filosa de! audaz fraile de Santo Domingo -hombre aspérrimo en su pre1. Véanse M. HENR10Ul!Z UREFilA, Panorama histórico de. la lite.ratura dominicana] Río .de Janeiro, l~S, p. 12; J. BALAGUER, Historia de la literatura dominicana, Ciudad Trujillo, R. D., 1956, pp. 4349.

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dicadón», dice de él Las Casas- sirve de ejemplo de los caracteres con que se revestía ]a expresión oratoria española de aquel tiempo, y aun a todo ]0 largo del XVI (igual estilo sirve de cauce al pensamiento, en la Península, de predicadores ilustres como Fray Antonio de Guevara y Fray Luis de Gra· nada), vertida en moldes de sencillez que buscaban acercarse al habla común, si bien sembrada en su curso lento de parejas de voces sinónimas y de frases reiterantes o antitéticas, de paralelismos de construcción y de similicadencias, rasgos éstos de decir ampuloso que derivan evidentemente, con empeño renacentista, del estilo clásico a la manera de Cicerón y otros oradores de la latinidad antigua. Muy lamentablemente, no conocemos de Fray An· tonio de Montesinos otras piezas de su oratoria después de su venida a Puerto Rico. Otro predicador sacro de nombre conocido por las épocas primeras de la colonización española de nuestro país lo fue el bachiller Francisco García Guadiana, a quien Carlos V manda que resida en Puerto Rico para ejercer su oficio en la Isla como canónigo de la Catedral. Su verbo, también franco e incisivo, le acarrea enemistades y malos tratos. -«Como yo predico frecuentemente contra el vicio tan general en esta isla -dice--, no gusto a los malos, y han tenido manera para ponenne mal con el Obispo...- , y así escribe al César, el 5 de marzo de 1534, desde San Gennán, su intención de marcharse del país, rumbo al Perú:

La tierra con ser el mejor pedazo de lo conquistado, está muy perdida, y ya no espero hacer fruto. Pártome al Perú en un navío que ha venido por caballos y negros. Allí espero sacrificanne en servicio de Dios y de V. M. y confío irán de mí buenas nuevas de los buenos católicos, como han ido de La Española y San Juan.~ Cabe deducir con juicio que la oratoria sagrada continúa tenicndo cultivo en Puerto Rico durante los tiempos restantes del XVI, si bien carecemos de otros nombres aparte de los ya antes mencionados. En el transcurso del XVII, cuando tampoco asoman al panorama del discurso público otras figuras que las de gcntes de Iglesia, la oración sacra cobraria en particular nuevo vigor bajo el gobierno eclesiástico de obispos como el célebre hombre de le· tras don Bernardo de Balbuena, de seguro eminente predicador él mismo, en cuya familia episcopal, además, figuraron personas de relevantes dotes in2. V. Biblioteca llistórica de Puerto Rico que contie· ne varios documentos de los siglos XV, XVI, XVII Y XVIII coordinados y anotados por AI.EJANDRO TAPIA y RIVERA, 2da. cd., San Juan de P. R., 1945, pp. 313·314.

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te]ectuales, aptas para el sennón de elevadas cali. dades, como e] provisor Pedro Moreno Villamayor, también preceptor de gramática en la ciudad; el P. Luis García Chávez, maestro de ceremonias del obispo y encargado por éste para examinar a todos los clérigos de la diócesis en los menesteres 'de su oficio religioso; el doctor Juan de Balbuena, sobrino de don Bernardo, y cura racionero de la Catedral. La probable brillantez y elocuencia de los sermones que se pronuncian desde el púlpito catedralicio contribuirían sin duda al efecto de .pompa y solemnidad de los oficios divinos» que pondera con entusiasmo e] prelado manchego en carta que dirige al Rey hacia los finales de 1623.1 Otro predicador distinguido, por los años de mediados del XVII, lo sería Fray Jorge. Cambero, na· tural de San Juan, padre provincial de la comunidad de los dominicos existente en ]a ciudad, en cuyo convento se establece en 1645, por iniciativa de este religioso, .estudio de artes y de gramática para los novicios y para los vecinos que quisieran estudiar». Fue con1emporáneo de Cambero e] obispo Fray Damián López de Haro, también hombre de letras como Balbuena, y de quien se sabe con certeza que se distinguió en el campo de la oratoria sagrada, ejercicio en el cual dejó escritas dos piezas de particulares méritos: una sobre e] tema del Niño inocente, y otra pronunciada en ocasión de las honras fúnebres que presidió en San Juan en memoria conjunta del pontífice romano Urbano VII, la emperatriz María de Alemania, la reina Isabel de Barbón y el príncipe BaItasar Carlos. Sería asimismo predicador de relieve el canónigo puer1orrique. ño Diego de Torres Vargas, licenciado en Teología dogmática y Derecho canónico por ]a Universidad de Salamanca, secretario que fue del citado obispo López de Haro y gobernador de] obispado de 1651 a 1659, en ausencia del prelado electo don Francisco Naranjo. Fuera de Puerto Rico, en la capital de] virreinato de la Nueva España, tiene una brillante carrera eclesiástica -capellán del Real Convento de Jesús y María, rector del Seminario tridentino, visitador del arzobispado de México-, por la segunda mitad del XVII, el licenciado Francisco de Ayerra Santa María, primer poeta puer1orriqueño de nombre conocido. Cultivó con distinción nuestro compatriota en México varias disciplinas intelectuales, y dice de él su amigo el erudito mexicano Sigüenza y Góngora que fue «e]egante latino, poeta admirable, agudo filósofo, excelentísimo jurisconsulto, profundo teólogo, orador grande y cortesano politico, 3. V. J.

V.\,< HORNr..

Bernardo de Balbuella. Bio¡:rafía

y crítica, Guadalajara, México, 1940, pp. 89·90. 97-98, 101·102. 103.


realzándose todas estas perfecciones con ser una erudita enciclopedia de las floridas letras». Su prosa oratoria, hoy desconocida, respondería sin duda, al igual que su obra en verso, a las corrientes literarias del barroco vigentes en México por los tiem· pos cuando allí reside.· Posiblemente, se señalaron igualmente como oradores sagrados durante los siglos XVII y XVIII va· rios otros ilustres puertorriqueños que salieron del país para desempeñar altos cargos eclesiásticos en España y en otras provincias de América, y cuyos nombres llegan hasta el presente en las Noticias particulares (1775) de Fernando Miyares González: el licenciado Antonio de Ayala y Berganza, inquisidor ordinario que fue en Segovia y Murcia y más luego miembro del Consejo de la General y Suprema Inquisición de todos los reinos de España; el licenciado Fernando de la Riva Agüero, gradua. do en Salamanca, visitador general de todos los archivos de Galicia y corregidor de Écija, y después oidor de las Reales Audiencias de Santo Domingo, Panamá y Guatemala; el P. Francisco Rodríguez de Vera, jesuita, catedrático de Prima en el Colegio de San Pedro y San Pablo, de México, escritor sobre Teología escolástica; el licenciado Juan Jerónimo Eduardo, oidor de Guatemala; el doctor Silverio de Pineda, canónigo de la Iglesia de Puebla de los Angeles; los doctores Jerónimo Salinas y Francisco Ulloa, graduados en Salamanca, dignidades que fueron de la Catedral de Caracas; el licenciado Juan Bautista, dignidad de la misma iglesia; etc.~ El anónimo autor de las relaciones de 1747 que dan cuenta de las celebraciones que tuvieron lugar en San Juan de Puerto Rico con motivo del falleci· miento de Felipe V y subsiguiente entronización de Fernando VI nos permite hoy conocer los nombres de tres oradores religiosos que participaron con cierto resalte en las ceremonias que se llevaron a cabo.o Tras la misa de difuntos que se cantara en· memoria del monarca fallecido, hizo 10 oración fú· nebre correspondiente el dominico Fray Pedro Gando, lector de teología, a quien -dice el cronistaceparece había prevenido el Ciclo en esta edad para lustre de tan grande acción, porque es verdaderamente hifo de 'la abundante doctrina de su angélico maestro», y agrega que ..hizo su oración con un afecto"tan vivo, grave, ajustado y nuevo que se robó 4. V. C. ROSA·NIEVES, Francisco de Ayerra Santa Maria. Poeta p//erlOrriq//e,io. 1630·/708, [Río Piedras. P. R.l. 1948: 2da. ed...levemente aumentada», San Juan, P. R., 1963. 5. V. F. MIYARr:s GONz,(LEZ, Noticias particulares de la Isla y Pla;;a de Sall Jlla" Balllisla de Puerto Rico, Río Piedras, P. R., 1954, pp. 21·23. 6. V. ASÓNIMO, -Relación verídica en la que se da no: ticia de lo acaecido en la Isla de Puerto Rico a fines del año de 46 y principios del 47 con' motivo de llorar la muerte de N. Rey y Señor Don Felipe Quinto y celebrar la exaltación a la Coronu de N. S. D. Fernando Sexto...., BoletÍll Histórico de Puerto Rico, San Juan, P. R., 1918, V. núm. 3, pp. 159, 186, 187.

las atenciones de todos y se hizo digno de merecer muchas y muy repetidas alabanzas-, predicando ..con acertado espíritu, que comprendiendo lo raro del asunto, con el extraño vuelo de su discurrir, y nunca imitado modo de ponderar, los dejó a todos persuadidos, que en tal' empeño sólo el lleno de su capacidad, podía haber salido con semejante lucimiento; más que mucho si esa es la gloria o (por mejor decirlo) el mayorazgo de los hijos de Santo Domingo». Otro fraile dominico. el P. Pedro Hernández, lector de filosofía en el conv~nto de Santo Tomás de Aquino, a las cuatro de la tarde del octavo día de festividades por la coronación de Fernando VI, .. tuvo conclusiones públicas, que dedicó a nuestro Rey, y señor natural -dice el eronista-, quedando tan plausible como él se lo tiene merecido cortejando a todos con una gallarda pobreza». En elogio de dicho predicador inserta luego el autor de la Noticia una décima de su cosecho: ¡Jesús, Maria! Qué ciencia Dios en ti quiso poner, gracia para responder de tan viva inteligencia con retórica elocuencia. Grave estilo, y melodía, fausto, y función de este día tan docto has desempeñado que dice el pueblo admirado ¡qué ciencia, Jesús Maria! En la tarde del siguiente día celebraron también los frailes franciscanos, con igual motivo, conclusiones públicas en su convento de San Juan, encomendándose las mismas al P. Andrés Vilches, ex lector de Artes, predicador apostólico y misionero en la Provincia de Quito, las cuales «concluidas con la asistencia de toda la nobleza tuvo una abun· dante celebración-o Dedica asimismo el cronista anónimo una composición poética propia a la exaltación del sacro orador: !nclito Orfeo en quien tan permanente lucero de 10 escolástico el esmero todos vos contemplamos el primero, nos lo ha dado a entender docto y prudente. Eres en los discursos elocuente y de ti aprender pudo el docto Homero pues se ve que tú gozas sólo el fuero de retórico insigne, y de sapiente. Vive en tu ciencia, pues que en ella naces; vive en tus obras. en que tanto naces; vive discreto, y sabio en cuanto haces; vive triunfando de 10 que mereces; vive Fénix, que al mundo ya renaces, y vive mil (es poco) cien mil veces. Aun cuando el autor de las relaciones que nos. ocupan dice que el primero de los sermones antes 3


aludidos va escrito aparte, a manera de anejo de su obra, «para que sea conocida mi verdad, y de ningún modo pueda atribuírseme lo que digo a pasión, o a licencia de mi creciente afecto., no ha llegado el mismo hasta el conocimiento de nuestros días, lo que nos impide verificar hoy, por lo menos a base de esta pieza oratoria entre las que pronunciaron los tres autores citados, si el lenguaje de la predicación en Puerto Rico mantenía por esta época las líneas generales de la prosa clásica del XVI y XVII usada para estos propósitos, o si, por el contrario, había sucumbido a los gustos barrocos de extrema decadencia que en España degradaban la expresión de la oración sacra, en· tre las clases de predicadores que ridiculizaría el P. Isla en su Fray Gerundio (1757), por los tiempos de la primera mitad del XVIII.

La plasmación en realidad de la conciencia colectiva puertorriqueña desde los años tempranos del XIX en medio, de una parte, del vivo fervor de patria y de sentimiento hispánico que genera en España y sus colonias de Ultramar la intervención napoleónica en la Península, y de otra, frente al fragor inicial de las luchas separatistas en la Amé· rica española continental, habrá "de contribuir muy poderosamente al florecimiento en nuestro medio desde entonces de la oratoria de motivaciones políticas. En ceremonia pública que se verifica en la Iglesia Catedral de San Juan, el 16 de agosto de 1809, como homenaje del cabildo eclesiástico a don Ramón Power, recién electo vocal por la Isla ante la Junta Suprema Central Gubernativa del Rei· no, pronuncian éste y el obispo Arizmendi, ambos de cuna puertorriqueña, sendos discursos satura· dos de hondos sentimientos y fervores por el suelo natal, considerados justamente, por sus referencias a «nuestros compatriotas, los naturales de Puer· to Rico. y a «la felicidad de la patria. y sus «justos derechos», como «la primera revelación del amor criollo a la tierra nativa» -según palabras del historiador Cruz Monclova-, cuyo testimonio manifiesta ya «el concepto de patria circunscrito por la geografía y marca el preciso instante cuando aflora nuestra conciencia de pueblo y cobra categoría rectora lo puertorriqueño».T Tras estas expre· siones de comienzos de oratoria de sentido civil

y político, quedará abierto el camino en Puerto Rico para el debate subsiguiente, a todo 10 largo del XIX, entre los intereses opuestos del reformis· mo liberal puertorriqueño y el incondicionalismo colonialista español que buscará ahogar y anular en la Isla aquellos empeños y aspiraciones de pa· tria. El propio Power, en~ su calidad de diputado por Puerto Rico en las Cortes Constituyentes de Cádiz, inicia en el citado Parlamento, colocándose ideológicamente allí en el bando de ·pensamiento liberal, la defensa ardida y enérgica de los justos derechos de la colonia que le otorgó su represen· tación en las Cortes, y aun, con generoso espíritu de fraternidad hispanoamericana, levanta su voz en favor de los demás territorios americanos de la Corona de España carentes de delegados en aqueo lla asamblea. Habla así en pro del derecho de igual. dad para las colonias de Ultramar en la represen· tación nacional en las Cortes; aboga por la anula· ción de la Real orden que concedía facultades omnímodas al gobernador de Puerto Rico; sale en defensa de las actuaciones del obispo Arizmendi en su doble condición de prelado español de Puerto Rico e hijo del país, y encarece ante los congresistas, no empece los atropellos civiles de que son ob· jeto, la lealtad general a España de los puertorri· queños todos frente a la subversión armada que cunde por los territorios de la América continental. Su verbo oratorio, según lo revelan los discursos de este ilustre patricio que recoge Tapia y Rivera,8 se acomoda dentro de las normas generales de la prosa tribuncia que florece y cobra vigor en Cádiz al amparo de la contienda de ideas entre tradicionalistas y liberales: revestido de elocuencia, se vierte en períodos más bien largos que cortos, ordenados con riguroso escalonamiento lógico de evidente fuer· za suasoria y logro a la par de discretos efectos de sonoridad y patetismo, y respaldada la argumenta· ción con el empleo oportuno de algunas alusiones cultas (históricas, geográficas, etc.), y el manejo contenido de destellos de brillo imaginistico. Elu· diendo toda exaltación de ánimo, dice su mensaje el orador con reposo y serenidad, pero con palabras francas y directas .que no rebasan sin embargo, en la valentía expositiva con que denuncian los males de la administración colonial ultramarina, los limites del lenguaje de respeto y decoro debido a aquella augusta asamblea. Dentro de estos rasgos de estilo expresivo se dibuja la palabra de Power en el siguiente pasaje del discurso que pronunciara en las Cortes, el 4 -de septiembre de 1810, para solicitar la revocación de las despóti~ facultades omnímodas que el Consejo de Regencia de España

7. V. L. CRUZ 1958, pp. 27·28.

8. V. A. TAPIA y RIVERA, Noticia histórica de Don Ra. món Power. Primer diputado de Puerto Rico. Con un apén. dice que contiene algunos de sus escritos y discursos, 2da. ed., San Juan, P. R., 1946. .

11 SURGIMIENTO EN EL XIX DE LA ORATORIA DE ALIENTOS cíVICOS y pOLíTICOS

MONCLOVA,

Historia de Puerto Rico (Si·

glo X/X). Tomo 1 (1808-1868), 2da. ed., [Río Piedras, P. R.],

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y de Indias había concedido al gobernador de Puer-

to Rico: Señor, esta orden bárbara, que habrá llenado de horror a V. M., que llenará de espanto y de indignación al hombre virtuoso, y que se hubiera sin duda extrañado en los días ominosos del mismo Godoy: esta orden bárbara, repito, de que sólo podía tenerse una idea en Constantinopla o en Ispahán, ha producido en Puerto Rico el espantoso efecto que fácilmente comprenderá V. M.: cada ciudadano trémulo y consternado espera en todos los momentos ver asaltado el sagrado asilo de su domicilio: cada uno teme verse cruelmente arrancado del seno de su patria, de los brazos de una tierna esposa, o de una amante familia, para ser confinado a una región de horror en que espere la muerte lejos del dul· ce suelo en que nació: cada ciudadano, en fin, se estremece; en todos los momentos cree, si no atacada tle hecho, por lo menos amena· zada su seguridad personal, y expuesto su ,empleo y subsistencia, fruto de dilatados años de servicios al Estado. Todos ven comprometido el respetable derecho de la propiedad que heredaron de sus mayores, o que han sabido adquirirse con su laborioso manejo. Todos ¡qué dolor! temen ver para siempre destruida aquella inestimable existencia moral del ciudadano cifrada en la conservación de una opinión honrosa y exenta de toda nota. Sí, Señor, todos y cada uno ven en su imaginación estas horribles escenas, porque todos y cada uno conocen que para perpetrarse semejantes escandalosos atentados, bastará un chisme, una calumnia, quizá el desafecto solo del primer magistrado de la Isla, tal vez el de alguno de sus parciales. i Pero qué multitud de males de toda especie no deberán naturalmente resultar de tan rara providencia! IQué suerte tan lastimosa y tan poco merecida la de mis compatriotas!

Del mismo tenor prosístico de estos discursos de Ramón Power -las más tempranas muestras de oratoria política puertorriqueña que hoy conocemos- debió de ser la Memoria sobre los medios para lo-grar la pacificación de América, tan sólo hoy conocida por su título, escrita en su origen probablemente como pieza de oratoria, en o inmediata· mente después de 1810, con motivo de los alzamientos separatistas en la Tierra Firme, por el licen· ciado Gabriel de Ayesa, abogado puertorriqueño que fuera auxiliar de Power en las Cortes de Cádiz, y to·mo aquel hombre de ideas liberales, también electo diputado por Puerto Rico al Parlamen· to español (si bien, con la restauración absolutista femandina, no pudo llegar a tomar asiento en el mismo), por el bienio legislativo de 1815-1816.' Co9. V. L.

CRUZ MONCLOVA,

op. cit., pp. 80-81.

rrespondiente a estos mismos tiempos, se conoce igualmente por el título un Discurso panegírico que 1lizo a sus feligreses· el presbítero José Matías San. taella, cura párraco de Bayamón, trabajo impreso en la Oficina del Gobierno en 1813. 10 Muy distinta naturaleza presentan los discursos sobre economía política que escribe al siguiente año de 1814 José de Andino y Arnézquita, quien por publicar firmadas estas piezas oratorias en las páginas del Diario Econámico de Puerto Ric~, de San Juan, se identifica a partir de aquel año como el primer periodista puertorriqueño de nombre conocido. Imbuidos del espíritu liberal reformista que arrancaba en la Isla del último tercio del XVIII, y concebidos en un es· tilo prosístico de sobriedad y precisión, de míni· mas galas literarias, razonaba su autor en tales trabajos· un notable plan para el establecimiento en el país de un 'banco destinado a la récaudación de contribuciones y a la concesión de préstamos. Asimismo en 1814, de regreso en Puerto Rico luego de una .labor misionera de dos décadas en Guatemala. se da a conocer entre nosotros como eminente orador sacro de ideología liberal el fraile franciscano añasqueño Fray José Antonio de Bonilla y Torres, quien desde el púlpito en Mayagüez se pronunciará valientemente en contra de la costumbre ecle· siástica, sancionada por el obispado, de cobrar dinero por el trámite de dispensas matrimoniales. También se manifiesta opuesto a la costumbre pues· ta en vigor. de acuerdo la autoridad civil con la ecle· siástica, en el sentido de que los albaceas y testamentarios tenían la obligación de presentar al cura párroco la última voluntad del testador, so pretexto de que el Obispo debía tener conocimiento de ella, y por cuyo acto cobraba la secretaría del obispado una suma por cada testamentaría. En artículos y me· moriales que ven la luz. pública en la todavía na· ciente prensa periódica capitalina, basados en los sermones del P. Bonilla, expresa éste su opinión respecto de estos abusos de autoridad, creando con ello un clima de conmoción cívica en el de ordinario apacible ambiente isleño, y lo cual habría de acarrearle al fraile, como respuesta de los' intereses creados afectados, el verse vejado y pero seguido, y finalmente, reducido a prisión y más adelante deportado a España. De vuelta otra vez en Puerto Rico en 1823, por los tiempos finales del se· gundo período constitucional, frente a la con'tinuada vigencia de los males que ya antes censurara en sus sermones; publiéa este sacerdote en San Juan un folleto que resume el espíritu de protesta de aquéllos, Apuntamientos críticos, canónicos. teole;..

gico-legales sobre la cuestión de dispensas matrimo10. V. A. S.

PEDRElRA.

1930), Madrid, 1932, p. 360.

Bibliografla puertorriqueña (l49J.

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niales (1823), trabajo polémico éste que habría de desatar nuevamente la .persecución en contra suya, sobre todo luego que cae hacia fines de 1823 el gobierno constitucional y se restaura el absolutismo de los Barbones. Busca refugio entonces Fray José Antonio, como emigrado, en el vecino país de Santo Domingo. AHí habrá de señalarse nuestro compatriota como orador sagrado, contándose en·

tre sus mayores éxitos por esta vía la brillante oración fúnebre que pronunciara en 1834 en el acto del sepelio del P. José Ruiz Domínguez. 11 (Continuard) 11. Véanse C. Cou. y TOSTE, "Puertorriqueños ilustres: el Padre Bonilla», Boletín Histórico de Puerto Rico, San Juan. P. R., 1921, VIII, pp. 66-68; M. HEsRJOUEZ UREÑA, op. cit., p. 126.


Exposiciones de Luis Germán Cajiga Luis Germán Cajiga

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N EL MUSEO DE GRABADO LATINOAMERICANO DE SAN

Juan presentó el pintor Luis Germán Cajiga una exposición constituida exclusivamente por grao bados, carteles, serigrafías y lozas. La apertura tuvo lugar el 11 de octubre. Luis Germán Cajiga nació en Quebradillas en 1934. Estudió su arte en la División de Educación de la Comunidad, adscrita al Departamento de Instrucción Pública, y en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, donde expuso por primera vez, indivi· dualmente, en 1961. Sus obras han figurado en otras muestras individuales y colectivas en varias instituciones culturales del país, en México, Estados Unidos, Santo Domingo y la Unión Soviética. Entre otros premios recibió en 1966 el Primero de Pintura en el Festival de Navidad del Ateneo Puertorriqueño. Artista de raíz y temática popular, gusta de re· coger en sus óleos y grabados tipos y aspectos de la vida urbana y popular de Puerto Rico. "Las calles del viejo San Juan, sus gentes y sus costumbres -dice el crítico de arte José R. Oliver- llegan a la obra con fuerza de factura, lo mismo en la gráfica que en la pintura, pero con un mensaje de humildad y resignación. Lo mismo en lo profano que en lo religioso, los capta con dign~dad y respeto, sin exagerar las distorsiones de un expresionismo objetivo y violento." Paralelamente con la exposición de San Juan, el Instituto de Cultura organizó una exposición rodante que llevó a varios pueblos de la Isla una selección de grabados y serigrafías de Cajiga.

Quebradillas (serigrafia}

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Algunas muestras del expresivo arte del artista 8


Entre Mayas y Cundeamores:

Crítica y Teatro en Puerto Rico: Una propuesta para su revitalización Por JUAN LUIS MÁRQUEZ

NUNCA ANTES LA ~TICA LE SIRVE MEJOR, NI M,(S EFI-

cientemente a la estética, que en la crítica. De ahí que en cualquier nivel, ya sea ante la cultura, la sociología, ante la razón, en el sentido en que la esgrime Kant, ante la economía o la polftica, ante la religión, a la usanza de Sooren Kieerkegaard o de Jacques Maritain, toda crítica es, esen· cialmente, un hecho moral. Ante un acontecimiento cultural, digamos ante el Teatro, la más difícil de todas las artes, toda crítica es sondeo, examen de conciencia, autoanálisis, pase de balance estricto y disciplinado, donde sólo el débito y el crédito, permiten ver el estado del arte teatral y su contribución al acervo cultural de un pueblo. Por eso, en aquellas sociedades donde la crítica es más severa, más demoledora, más sagaz, me· nos comprometida, más disciplinada, el teatro es más vigoroso, más fecundo, más eficaz, má~ radio calmente iluminador en su compulsiva confrontación con la conducta social y humana. ¿Ejemplos... ? El moderno Londres, capital teatral del mundo contemporáneo. El París sofisticado y luminoso. La Ciudad de México, ebria de rebelde autoctonía. La convulsa Nueva York. El Buenos Aires cosmopolita. La sobria y atormentada Berlfn. El hermético Moscú. La crítica, como disciplina al servicio de su sao cro ideal de superación y perfección artística, genera vitalidad creadora. Y no importa lo vitriólíca que sea, operando ante la realidad de que la índole de la opinión pública es dividirse, crea interés en el objeto o el arte que es motivo de la misma. Por eso rechaza, de plano, por deleznables e in· trascendentes, excrecencias tales como la egolatría,

el narcisismo, el endiosamiento, el autoelogio, que en su mundo privativo, definen, en muchas ocasiones, al dramaturgo, al director de escena, al diseñador de vestuario. al luminotécnico, particularmente cuando el movimiento teatral es joven, o, cuando por alguna razón socio-politica, como en Puerto Rico, se ha roto, en algún momento, la tradición teatral. Sencillamente, porque esas son fuerzas que tienden a frustar sus verdaderas ca· pacidades de creación. y abomina de toda complacencia, del elogio desmedido, de la glorificación infundada, teniendo como único compromiso, decir la verdad, analizar la obra tal como surge en escena. Y nada más.

La mejor crítica: Consecuentemente, la mejor crítica no es la que multiplica alabanzas y superlativos en relación con una obra de teatro, su puesta en escena, su dirección, su escenografía, la que colma de elogios a sus intérpretes, sino la que, con severidad, fundamento, excelencia inform~tiva, y honradez intelectual, establece sus virtudes y sus defectos. «Mejor le sirve a la Patria quien le critica sus defectos que quien le aplaude sus virtudes», decía, con aliento universal, aquel agonista que se llamó José Martí. La crítica de teatro es, precisamente, eso. Cri· ticar defectos. Y aplaudir virtudes. ¡Cuando las hay! Por eso un buen crítico puede exaltar hoy la labor de un creador, y en teatro lo son todos -desde el comediógrafo hasta el tramoyista- y apabulIarlo una semana, un mes después, dependiendo de la calidad y la excelencia de su tarea en la próxima obra. 9


Sólo el discernimiento entre la excelencia o la falta de ésta detennina y rige, con sus criterios absolutos, el sentido de la crítica. Porque el Teatro es un arte. Y el arte presupone la perfección.

Experiencia difícil: ¡Dura, amarga, traumática, cruenta, apasionada, y, a veces, frustrante, es la experiencia del artista en su anhelo por lograr la perfección, una amante alusiva, de núbiles fonnas, de travieso ingenio, de serena o excitante gracia, que le coquetea diariamente, que le ofrece sus encantos a toda hora, que alucina sus sentidos, con lasciva o recatada intención, pero que pocas veces logra dominar, o poseer! Lograr la perfección consubstancial a toda obra de arte es tarea difícil. Su conquista, casi insuperable. Eso es así, tanto en los que se inician en una disciplina artística, como entre los creadores de experiencia, dotados de verdadero talento, o si se quiere, de genio. Pero la calcinante fiebre por lograr la perfección no cambia, ni en unos ni en otros, en esen· cia, la dura realidad a que se enfrenta el verdadero creador. Estas dos fuerzas -el anhelo por conquistar la perfección y la dificultad del empeño, o la inhabili· dad o incapacidad para lograrla- entran en crisis en toda cultura, particulannente en aquellas latitudes, donde, como apunté antes, se ha roto la tradición teatral. Donde, como en Puerto Rico, durante casi medio siglo, por circunstancias socio-políticas, el teatro estuvo en tinieblas. y la crítica, naturalmente, por iguales razones, entró en un período de agónica esterilidad.

Falsa autosuficiencia: Ese vacío, y la ausencia de una critica disciplinada y sistemática, desarrolla un falso sentido de autosuficiencia, y hace florecer la egolatría, mala consejera, en el creador, amén de poblar el ambiente cultural puertorriqueño de múltiples exageraciones que entorpecen, para nuestro mal, el desarrollo del teatro en nuestro país. Por eso, cuando se fundó eAreyto., hace 34 años, la agrupación que marca el resurgimiento del teatro en nuestra Patria, se reúne en el Ateneo toda una pléyade de intelectuales puertorriqueños de primera línea para discutir en un foro nada menos que el tema de ecómo elevar el Teatro Puertorriqueño a categorías universales •. Es como colocar bajo la lente de un poderoso microscopio una placa de espennatozoides, señalé en un artículo comentando el foro de marras publicado en aquella ocasión.

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La exageración no podía ser más crasa. ¿ Cómo ha de poder elevarse a categorías universales un teatro que acaba de resurgir, que inicia sus primeros pasos? El teatro es arte que, con el respaldo de la tradición, y bajo el acoso de una crítica agresiva, ilustrada, irreductible y sistemática, se toma siglos en lograr ]a perfección. De esa exageración, saltamos a otras exageraciones, algunas grotescas, otras candorosamente in. fantiles, otras de un egocentrismo encantador, aun otras exacerbadas hasta el delirio, todas entendibIes y, consecuentemente, criticables, porque deforman el desarrollo sereno, fecundo, activo y eficaz de un buen teatro puertorriqueño. Contrario a lo que algunos suelen creer, el elogio eufórico y sistemático, además de infundado, como prolifera en nuestro medía con marcada frecuencia, no contribuye a desarrollar nuestro teatro. Por el contrario, lo destruye, lo puebla de falsos valores, o por lo menos, lo estanca, lo fosiliza. Creadores andan por nuestras calles que en sus monólogos interiores comparan su quehacer cultural con la obra de Shakespeare, de Calderón, de Camus, de Ionesco o de Sartre. Y directores, actores, escenógrafos que en sueltos de propaganda se autoproclaman egenios», encontrando, entre cuan. do y luego, aquí y allá, quien repita el delicioso ca. lificativo que tanto complace sus oídos y su ego.

lnconciencia de la Prensa: La inconciencia de la Prensa Puertorriqueña, que dedica secciones enteras a deportes, y trata con desidia las artes, acepta este tipo de sueltos, y paga periodistas horras de cultura, para que em· borronen cuartillas y más cuartillas y multipliquen elogios sobre lo egenial» de estos desorbitados valores, lo que reduce a pavesas la obra del verdadero creador que, por pudor intelectual, rechaza este tipo de elogios, y se mantiene sereno, sobrio, dedicado a su tarea creadora en un mundo de sombras y silencio. Esta realidad cultural, aventada por este tipo de exageraciones, crea un estado de confusión in· telectual sobre el verdadero sentido de la crítica en nuestro país. y se gestan ideas y conceptos igualmente defor. madores de su misión en nuestro mundo cultural. Algunos de esos conceptos son: . Que si ]a crítica debe ser objetiva. Que si debe ser justa. Que si debe ser ecuánime. Que si debe tomar en cuenta el esfuerzo que se hace en montar una obra. Que si el crítico que ejerce su labor con honradez intelectual es impiadoso. Que si la crítica debe ser exhaustiva y académica. Que si el cri·


tico debe colgarse al cuello el sambenito de 10 puer· torriqueño. Y elogiar, sin discriminación de clase alguna, toda tarea que se realice en nuestros escenarios, porque la misma es obra de puertorrique. ños que hacen sus labores con amor. Nada más reñido con la verdad si de hecho ano helamos cimentar un buen teatro puertorriqueño. y a realizar, además, una auténtica tarea de culo tura. Esencialmente, toda crítica es, srncillamente, subjetiva. Y no ha de ser jJlsta o injusta, ni ecuá· nime, ni piadosa o impiadosa. Y sólo ha de con· siderar lo puertorrlque;;o cua~do lo~ cultores del teatro e[1 :luestro país crf'an una obra teatral que resiste legítima comparación con el teatro de ex· celencia heche en cualquier pade del mundo. Porque el teatro como arte, repetimos, es perfección y universalidad.

Tarea inaccesible: Estos falsos conceptos sobre la mlSlOn de la crítica, tan comunes en nuestro país, crean, a su vez, males peores. En Puerto Rico se da el caso de que, dentro de nuestro enrarecido clima cultural, se pretende que la Isla produzca, año tras año, cuatro o cinco obras teatrales de calidad excepcional, las cuales se montan en un llamado Festival de Teatro Puertorri· queño, que es, a 10 sumo, una corta temporada teatral. Y nada más. Véase, al canto, prueba fehaciente de este in· concebible dislate, operando en nuestro ambiente cultural. Obsérvese que, ni Londres, ni París, ni Nueva York, se imponen a sí mismas una tarea tan severa, tan inaccesible! Porque en esos centros culturales, donde viven escritores de fama mundial, donde existe un tea· tro en cuya producción se invierten millones de dólares al año, se entiende que un dramaturgo digno de reconocerse como tal, surge en una sociedad cada veinte o treinta años. El ritmo de la realidad apuntada antes es interesante, particularmente, si estudiamos la cultura norteamericana, que es la que tenemos más cerca. De Eugene O'Neill a Arthur Miller, veinticinco años. De Arthur MiIler a Tennessee Williams, vein· te años. Y de Tennessee Williams a Edward Albee, veinte años. Por el contrario, en Puerto Rico se pretende que los dramaturgos nazcan en racimos como los mafafos en los platanales de Jayuya. Y basta con que ptesenten una pequeña pieza teatral, de mé· rito, o quizás horro de él, para que se les califique como «notables .., «creadores de una verdadera con· tribución a nuestra cultura», «dignos de estrenar en Broadway», o simplemente «geniales», según es-

tén los mercuriales efluvios afectivos del amigo que escribe el «suelto» de propaganda para el periódico, o la «crítica» de encargo. Más aún, en Puerto Rico hay quien se deje marear por las cifras, como que estamos en un mundo de computadoras, y confunde, lamentablemen· te, la calidad con la cantidad. De ahí que se pubfiquen informes sobre los miles y miles de personas que asisten a una obra de teatro auspiciada por nuestro Departamento de Educación, sin que se considere en momento al· guno la calidad de su escenografía, o la habilidad de sus in térpretes. Sencillamente, se olvidan de que mientras más amplia sea la audiencia a una obra pobremente puesta en escena, o inadecuadamente actuada, o inhábilmente escenificada, un mayor número de personas, aunque aplaudan a rabiar al terminar la representación, se hastían del teatro, y, natural· mente, niegan su valía como fuerza de intercomu· nicación entre los hombres. Otra debilidad de que padecen los cultores del teatro en Puerto Rico, o algunos de ellos, es con· fundir los grados académicos y universi tarios, obtenidos en buena lid, con criterios de valoración relativos a una obra realizada en la escena. Se pueden tener doctorados y más doctorados, en teatro, o en cualquier otra disciplina, conocer· se al dedillo, teóricamente, técnicas de producción, dominar, bajo la influencia de la más alta docencia los recursos intelectivos para escribir, o montar, o dirigir una obra y obtener en el tinglado una mediatizada realización de una, o de todas estas tareas escénicas. La práctica hace la perfección, dice un pragmáti· co aforismo. Y nunca el mismo tiene mayor ubio cación que en el teatro. Donde la obra se juzga, sencillamente, tal como surge en escena. Otros, por otro lado, chorreando venerable au· toridad comparecen a la televisión, comprometidos hasta la saciedad con grupos o programas de premoción teatral, y comparan, sin ton ni son, producciones presumiblemente profesionales, con producciones montadas por escolares, o aficionados. Y rinden loas ir nuestro teatro, aduciendo, en su inconciencia, que hemos alcanzado la madurez, que tenemos un teatro profesional, apto para compe· tir con la producción profesional de cualquier parte del mundo. De hecho, y fundamentalmente, nadie, con ex· cepción de uno u otro burócrata, vive del teatro en Puerto Rico. Por eso es falso considerar el teatro, tal como se ejerce en Puerto Rico, como una profesión. En Puerto Rico, las tareas que se realizan en el teatro, en la mayoría de las veces, son de naturaleza marginal. Sus cultores viven de la televisión, de 11


la radio, o de ambas profesiones, que dicho sea de paso, distorsionan, en gran medida, sus capacidades para el cultivo del legítimo teatro. Para ejercer una profesión hay que vivir de ella.. Hay que cultivar sus disciplinas. enfrentarse a éxitos y fracasos, apurar la miel y el acíbar de toda experiencia humana, de las que el arte no está, ni remotamente, exento. Hay que derivar el sustento, trescientos sesenta y cinco días al año, de esa profesión. En Puerto Rico, los cultores del teatro -l,?s excelsos y los mediocres- viven en una latitud única: la del éxito. Y la del éxito absoluto. Sin dejar en sus almas el más leve resquicio para asimilar el hecho común -aquí y en cualquier parte del mundo- de un posible revés en la escena. y viven en esa latitud a pesar de que saben que muchas obras suben al tinglado escasas de ensayo, y de que en toda tarea hay un humano margen de inhabilidad o incompetencia que puede dar al traste con el anhelo y la voluntad de éxito. Por eso, carecen de humildad ante la crítica: humildad que es virtud consubstancial en la na· turaleza de todo verdadero creador. De ahí que sean inhábiles para entender, por ejemplo, que, en ocasión de montarse en Nueva York el «Calígula», de Albert Camus, a raíz de ha· ber obtenido el gran escritor francés el Premio Nobel, el crítico del New York Times considerara la obra un «drama briliante y malo», (<<A brilliant bad play»), como anotó al día siguiente de su estreno. y de ahí que les sea imposible asimilar el abu· cheo -la forma más democrática y elemental de de la crítica- común en París, en Londres y en las comunidades más cultas del mundo. Presumo que los que han vivido esta experien. cia en nuestro país hayan asimilado el trauma con el correr de los años y que su perspectiva mental sea más amplia al ver, como en Stutgardt, Alemania, un público iracundo abucheó una obra de Rolf Hochhuth, quien es, nada menos, que el eminente creador del «Teatro del Hecho», tan imitado en estos días en Estados Unidos y otros pueblos del mundo. Piadosamente, les recordamos también que al gran Sasha Guitry el público de París también le aplicó el mismo tratamiento en el momento en que estaba en el pináculo de su gloria. Otros achaques comunes a nuestro ambiente teatral cobran manifestación en aquellos que aplau· den la crítica mientras no les afecta a ellos, pero rechazan la misma, aventando infantiles rencores, cuando el crítico analiza, con similares criterios de excelencia, la obra en que ellos participan. O en otros, que fingen respetar la crítica, pre· tenden exaltarla como profilaxis cultural, dicen conocer su misión orientadora y su capacidad para 12

forjar un público más conocedor, más exigente, que ellos prefieren, porque esa es la audiencia que sabe aquilatar sus capacidades de creación en la escena, señalan apreciar su valía como fuente del comentario controversial que lleva más gente al teatro, y lo hace una realidad vitalmente vigorosa; pero aceptan sin ruborizarse y se exhiben complacidos con premios otorgados por grupos creados + «Ad-hoc», para usar la frase de moda en nuestro miniuniverso político, cuyos criterios de selección son, cuando menos, dudosos o cuestionables, y los que responden, si acaso, a un estéril exhibicionismo, sin importarles lo que dijo la cri· tica seria sobre la obra en que participaron.

Talento silvestre: Decía Pedro Albizu Campos, en uno de sus días más 1umil1oS0S, que en Puerto Rico el «talento es silvestre». Aquí existe una clase teatral que lucha, con inaudita y laudable pasión, dentro de un clima, aparentemente auspiciadar pero en realidad esen. cialmente adverso, poblado de artificiosos espejismos, por hacer del teatro una profesión. Lo cierto es que el pequeño grupo de privile. giados que participan, esporádica y marginalmen. te, en los Festivales de Teatro, o que militan en pequeñas compañías independientes, de permanente o precaria existencia, son prisioneros volun. tarios, alegres, y a veces, eufóricos, de ese clima de falso artificio, completamente enajenado de toda crítica honrada y veraz, donde el elogio persistente constituye, en muchas ocasiones, una burla al talento, forjado por nobles intuiciones y por la práctica ocasional, que en realidad muchos de ellos tienen. Por eso es imperativo diferenciar entre la clas~ teatral y el teatro como realidad profesional, que son, de hecho, cosas muy distintas. y por eso también es deseable someter a un estricto escrutinio y a una revaluación creadora la actividad teatral que se desarrolla en nuestro país, particularmente ahora que está por inaugurarse un teatro nuevo -le llaman ya Palacio de las Artesen que el Gobierno ha invertido unos $ 2,000,000 en contraste con los S 14,000,000 que gastó en la erec. ción del Coliseo de los Deportes. dicho sea de paso, con el propósito de buscarle una orientación más eficiente y fecunda. Quizás lo razonable sea que el Gobierno empiece a entender que las fuerzas del espíritu valen tanto, o más, que el músculo, y sea dable fundar, bajo sus auspicios, una Compañía Puertorriqueña de Teatro, seleccionándose, sin que en ello entre la bastardía de la política y el favoritismo, por absolutos méritos y valores, sus integrantes.


Quizás sea factible, utilizando el nuevo Teatro como sede, darle un nuevo impulso a nuestro arte escénico. Crear un Taller de Artes Teatrales, forjado con rigor y con conciencia, donde se capacite a tanto talento virgen, donde se cree el oficio, donde los puertorriqueños que, en verdad, han hecho teatro fuera del país, y los que han estudiado a conciencia sus artes, sus técnicas, sus disciplinas, transfieran sus experi~ncias a las nuevas generaciones, donde se traigan figuras notables de otros países, a compartir con los puertorriqueños las tao reas docentes, donde, con sentido práctico, se organice un Guardarropía permanente y un Almacén pa· ra conservar la escenografía. Sin que se permita que ambas se dilapiden, o deterioren, donde se cuente con amplio y moderno equipo de luminotécnica, y se asignen fondos para su conservación y mejora· miento sistemático. Quizás sea dable extender el Plan de Fomento de Teatro y construir plazas modestas, por lo menos, en las siete cabaceras de distrito, como se construyen parques de pelota, para llevar allí el Teatro que se haga en San Juan, para mejoramiento de nuestra cultura de pueblo. Quizás sea posible que, de crearse un Plan de Teatro, se promuevan, con el nueVo hacer, actitudes más constructivas, más creadoras, donde lo que sea bueno se acepte y se glorifique y 10 que sea malo se considere como tal, y se rechace. Porque, de lo contrario, ¿qué hace un crítico serio, estudioso, consciente, que consagra su vida a un criterio de excelencia, porque estima que eso es el teatro, excelencia; y porque entiende que al así ejercer su disciplina, le sirve mejor a la culo tura de su país? Posiblemente, nada. Es, si acaso, un alucinado, que ara en el mar. O, peor aún, un exilado. Un solitario, contra quien se esgrimen sórdidos rencores y odios, tan infundados como inconfesables, aventados con saña desde el ego inconmensurable de los incriticables, de quienes han sufrido, alguna vez, el cauterio de su crítica exigente, aunque en alguna otra ocasión, y respondiendo a la realidad en la escena, han re· cibido sus elogios. Hace unos 30 años Francisco Arriví acuñó una de sus más señeras frases: «En Puerto Rico se sufre por decir la verdad. y se gana prestigio con la mentira... ¡Cuántos, con el devenir de los años, han olvidado la conminatoria frase arriviana! ¡Cuántos viven de ese prestigio basado en la falsedad, aventando frases y más frase's abotargadamente elogiosas sobre nuestro teatro, que en rea· lidad sólo clama, para su desarrollo y florecimien· to real de la verdad que sólo puede brindarle una crítica severa, consciente y serena!

No obstante, y a pesar de operar en este ambiente enrarecido, típicamente colonial, que tien· de a frustrar más que a enaltecer la auténtica ca· pacidad creativa, creando el espejismo de un pu· jante respaldo al arte teatral, el teatro ha florecido en nuestro país, durante las últimas décadas lográndose en ocasiones interesantes creaciones, algunas de ellas, excepcionales. Esto ocurre porque el teatro, que, como apunta· mos antes es la más difícil de las artes, es también la más poderosa, y sólo le basta ser fiel a la realidad de un pueblo, cualquiera que ésta sea, para afincando sus raíces en la crisis del vivir colectivo, multiplicar sus frutos, siendo unos ente· cos por naturaleza, mientras otros surgen esplen. dentes, jugosos, vitales. En Puerto Rico el mejor teatro se nutre de las ansias de libertad del pueblo, de su lucha incansable e indeclinable por sus derechos más elementales, de la acción del j!baro y del hombre de la calle por entender su esencial problemática, por superar las limi taciones que el régimen le impone a su experiencia existencial, por rebasar la degra. dación que afecta, corrosivamente, su vivir colectivo. Para ello tiene, en la cantera de su acervo de siglos, la acción y el pensamiento de Ramón Eme· terio Betances, de Eugenio María de Hostos, de Francisco Gonzalo Marin, de José de Diego, de Luis Lloréns Torres, de Luis Palés Matos, de Salva· dor Brau, de Román Baldorioty de Castro, de Agustín Stahl, de Buenaventura Quiñones, de Julio Viz· carrondo, de Rosendo Matienzo Cintrón, de Maria· na Bracetti, de Manuel Corchado y Juarbe, de Lala Rodríguez de Tió, de Mariano Abril, de Pedro Albizu Campos, de Manolo el Leñero, de Manuel Fer· nández Juncos, de Hugo Margenat, de Luis Castro Quesada, de Manuel Alonso, de Serapio Avilés, de Luis Bonafoux, de Trina Padilla de Sanz y de muchas otras figuras que consagraron· sus vidas a la defensa de los mejores intereses del país. y por eso, el mejor teatro puertorriqueño es de fondo político y social, aquel que confronta' al is· leño de hoy, con su imperiosa e insoslayable neo cesidad ·de ser como realidad social y humana, como pueblo.

Obras como «La Pasión según Antígona Pérez.., «O casi El Alma. y «La Farsa del Amor Como pradito», de Luis Rafael Sáñchez; «Mariana o el Alba», «La Carreta.. y «La Casa sin Reloj .., de René Marqués; «Tres Piraguas en uñ Día de Ca· lar.. y «Mi Señoría.., de Luis Rechani Agrait; «Tiempo Muertol> y .La Feria, o el Mono con la Lata en el Rabo., de Manuel Méndez Ballester; «Pipo Subway no sabe Reír.., de Jaime Carrero; «Vegigan. tesl>, de Francisco Arriví; .. Absurdos en Soledad.,

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de Myrna Casas; ..La Hacienda de los Cuatro Vientos», de Emilio S. Belaval; ..En el Principio la Noche era SerenalO y ClCuando Niní sea Honesta., de Gerard Paul l\1arín; ..Muchas Gracias por las Flores», de Jacobo Morales, y muchas otras, son ejemplo de ese compromiso leal y apasionado que el dramaturgo puertorriqueño ejerce, en su tarea de empedrar de claridades el destino de su pueblo,

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como diría aquel otro cultor de nuestro teatro que fue Fernando Sierra Berdecía. De entre las zarzas y ortigas de nuestro ambiente surge, pues, una realidad luminosa, de ímpetu fecundo y avasallante en ese quehacer de afirmación puertorriqueña. Por eso decimos, con un pensador de nuestros tiempos: falta mucho por hacer. Da gusto vivir.


Cuajana (Flor -de la caña de azúcar)

ROSA GUAJANA, MALVA GUAJANA,

alba guajana, cendal rubí pálido el soplo de las estrellas. Un mar de gasas sobre el alcor mira otro mar del oceano. Mares de pétalos sobre la tierra en mariposas de un mundo alado. Un río de espuma tornasolada que se despeña por los collados hasta la valla de las ciudades entre senderos arrebolados; por hontanares donde la onda prende la seda de los penachos. Seda que baila por ese espejo hasta los senos del mar salado. Alba guajana, flor del terral, del verdecido paraíso umbrío. Palomo múltiple de verde torre o campanario de azul rocío. Malva guajana, nube algodón entre los célicos despeñaderos. Rubia guajana, velo de sueño. Guajana copo de tierna lana de recentales retozamientos. Guajana látigo de la alba brisa en el espíritu del aire viento. Guajana lumbre con raíz de luna bajo la umbra de los luceros. Guajana pulso de patria viva sobre los valles y entre los cerros. Guajana salmo cantado en flor o en Padrenuestro de terciopelo sobre la lírica alma boricua que te contempla desde IJ)is versos.

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Boriquén

Este cerní

TODA ESTA TIERRA TIENE

SINSONTE DEL GUAYABAL

sabor a cosa nueva; a cosa tierna y virgen como el ala, la espuma y las arenas. Sabor a dulce fruta columpiada en la rama bailarina; sabor a miel dorada hecha del suave néctar de flor de pomarrosa y mandarina. Toda esta tierra sabe a frescura escondida.

fuego de sol que se quema deseo contigo vagar las brisas de mis arenas... Ramal dadme, tabonucos, donde colgar mi querencia. Alas dadme, mis cocuyos, para volar por la senda.

Tal un agua en munnurio estremecido que al beberla nos llena de cantigas; imanente cascada rebosante en el pozo de la vida; inundando los campos, remojando las calles escondidas, lanzándose en estrellas rumorosas por veredas del alma más ardida y dejando de pronto por los labios gusto de rosa, alburas encendidas.

Toda esta tierra dice una palabra dulce y lastimera que parece danzar entre las frondas, alegrarse en la brisa cancionera, bajar por los minutos a encontrarme detenida en mi estancia de azucena. Es una voz humilde naciendo de las piedras, surgiendo de los musgos, tramon1ando otero y cordillera. Es una voz que reza Padrenuestros y Salv~s de astromelia y desgrana en rosario Avemarías esbeltas de diamelas. Es' una voz marina susúrrando en el pecho de la arena una canción antigua como el mundo, ,'como el amor y la mujer primera, , una canción de vuelos y de génesis soñada en el albor de la existencia bebida por mi alma en vasija de sol y de cadencia.

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Que este cerní ardiente y vivo que es centro de mi poema es un dios de aroma fino suelto por la tierra abuela: Tierra del sol y del agua entre las alas de América. Toda en azul abrazada por mariposas de espuma... Miro tu estatu.a yacente desde el camino del ave y siento abejas que zumban por las mieles de mi sangre. y siento voces que gimen gotas de gritos antiguos como si tu alma y mi alma llorasen al mismo ritmo... Siento que cantas adentro turpiales amanecidos y unas cascadas deslizan flores de sueños y nidos, nubes de risas y lluvias y palomares rendidos... como si tu alma y mi alma viviesen el mismo ritmo...


El pensamiento de Hostos (1839-1903) Por MARtA TERESA BAB1N

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A PERSPECTIVA SITtlA EL PENSAMIENTO DB HOSTOS

en un nivel de gran altura mientras su vida de hombre completo se nos hace insistentemente drama existencial, superior en sí mismo a todo cuanto dejó escrito este antillano excepcional. Su quehacer fecundo ocupa una trayectoria de actividad sin reposo, siempre embarcado en proyectos nuevos don~ dequiera que llegaba, aguijoneado por su «frené. tico amor de la justicia». En la órbita puramente intelectual de krausistas y positivistas, desarrolló una personalidad fuerte, un espíritu rebelde y un corazón acerado, convirtiéndose en misionero de la verdad y de la libertad, con una disciplinada austeridad ética capaz de los extremos más desconcertantes: José ,Martí, con quien está vinculado por su credo político, era catorce años más joven, pero ambos coincidieron en Nueva York en la etapa más dramática del exilio antillano y juntos fraguaron planes revolucionarios, uniendo a Cuba y a Puerto Rico en el empeño unánime de lograr la independencia. Martí era el poeta y el mártir. Tenía por fuerza que morir como murió, mientras Hostos, misionero de la verdad y de la justicia, le sobrevive para decir su palabra final en la cátedra, que fue su verdadero campo de batalla. El refinamiento estético de Martí, su sensibilidad y su talento lo colocan a la vanguardia de los renovadores del len. guaje y del arte poético, mientras el acento adusto de su hennano mayor, el maestro Eugenio Maria de Hostos, lo sitúa más bien en la trayectoria del ensayo de ideas. La sencillez del verso del poeta cubano es una difícil sencillez... mientras la ausencia de adornos en la prosa del puertorriqueño es densidad de pensamiento y voluntad de anti-estilo, cuyo tono dictaminador y sentencioso en la expresión enunciativa penetra y perturba. Los dos antillanos son hombres de su época en la acción y en las letras, divulgadores de ideales redentores, siem·

pre atentos a exaltar la libertad, la fraternidad hispanoamericana y el derecho de los humildes y de los esclavos, llenos de fe y de optimismo en las fuerzas del bien... Martí perdura en el recuerdo de las nuevas generaciones por su patriotismo y por la belleza conceptual y emotiva del mensaje ético de timbre nuevo que nos transmiten sus obras en verso y prosa. Hostos perdura por su magisterio de moral social y de derecho, por su obra en marcha como patriota de todo un continente, llevando su palabra redentora y suscitando el diálogo con los discípulos que buscaba y encontraba en su peregri· nación constante. Los herederos de Martí y Hostos harían las revoluciones del presente siglo, y junto a Hostos llevarian la bandera del MarU que descubrió en México el dolor de la raza indígena y fijó su atención en la redención de su estirpe, con la misma convicción con que Hostos hablaba de todos los pobres desheredados de nuestro mundo americano. Hay en ambos antillanos una posición vertical, humanitaria, anti-esclavista, llena de como pasión y de amor para el ser humano que las repúblicas recién logradas en el siglo XIX tenían que educar y redimir... Hostos ha de decir que no «hay espectáculo más 'digno de atención y reflexión que el de la vida, que el ofrecido en cualquier parte de América Latina por el desarrollo de la vida•... Yen ese punto se halla compendiada su verdadera fuente de conocímiento para formular ideas de sociología y de moral social. Martí, de otra parte, vivió y murió por lo que creyó, llevando a su obra lite· raria la esencia lírica de su pensamiento creador, llama eterna de un espíritu indómito, aunque bondadoso y caritativo, mientras Hostos pasa por los pueblos como una ráfaga, despertando a los dormi· dos y a los incautos, con un látigo en la voz siempre franca, echando a los mercaderes del templo sin ambages ni rodeos. 17


El haber nacido Hostos el año 1839 en un pláci· do lugar de Puerto Rico --el barrio Río Cañas de Mayagüez- contrasta con el dato de haber ido a educarse al Instituto de Bilbao, al pie de la escalio nata de la Virgen de Begoña, en las mismas siete calles donde años después Unamuno adquiriría su liberalismo. En aquella ciudad industrial, por cuya ría subían barcos ingleses, franceses y alemanes, fermentaban los librepensadores en violenta oposi. ción con los tradicionalistas. Hostos, al igual que ellos, recogió ideas inglesas, francesas y alemanas que serían la base de la Institución Libre de Enseñanza, de la Sociedad Abolicionista y del republicanismo liberal. Como Giner de los Ríos, que ganó la cátedra de filosofía en la Universidad Central de Madrid el mismo año de 1866 en que Hostos deja las aulas de la Facultad de Derecho, el puertorriqueño adopta una posición teorizante de moral social que refuerza una conducta individual de tipo . ascético, y produce nn ardor pedagógico casi misionero, pero en una actitud de religación distinta de la religiosa. Con una dosis fuerte de imperativo categórico, bastante de pan-enteísmo, gran respeto a lo experimentable y una incipiente veneración por la ciencia y la evolución, el futuro maestro de América está en disposición de viajar por el Nuevo Mundo. El fallido Grito de Lares en Puerto Rico en 1868, su anhelo insatisfecho de ver a Cuba y a Puerto Rico unirse a Santo Domingo y a los otros pueblos americanos que han logrado la independencia para esa fecha, y el fervor pedagógico que alienta su patriotismo, lo han de llevar a todas partes donde podía divulgar y estimular el estudio y el progreso, sintiéndose hijo de todas las patrias que habían ganado en heroica lucha el derecho a ser dueños de su presente, pero no sabían qué hacer con el futuro... Hostos es el -preceptor ideal del momento, y así lo demuestran sus ejecutorias en pro de la educación y de la civilización en Santo Domingo, en Venezuela, en Chile, y en otros países. Su obra escrita se había iniciado en España, con la novela de 1863: La Peregrinación de Bayoán, y sigue paralelamente a su obra académica y propagandística en el periodismo y en los colegios y los institutos, las escuelas y las universidades don· de dictó cursos que se iban convirtiendo en textos, tales como La Moral Social. Hasta su muerte en 1903 fue acumulando temas, observaciones, reflexiones, relatos y comentarios que forman los veinte volúmenes de sus obras completas, en las cuales ocupan un lugar preferente su Diario y los libros inspirados por su experiencia americana, a los cuales vaya referirme.* • Véanse 105 siguientcs volúmcnes de las Obras Completas de Hostos: La cuna de América (Vol. X). Temas Sudamericanos (Vol. VII). El Viaje al Sur (Vol. VI).

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Hostos fustigó severamente a su país y a todos los países donde veía la incertidumbre, la corrupción y la perpetuación del coloniaje. Más que aspirar a la independencia política y a la independen. cia intelectual, anhelaba el milagro de un nuevo hombre americano, forjado con la voluntad y la inteligencia, mito viviente que solamente un romántico rebelde encendido de ira contra la barbarie podía soñar, pero no dormido, sino bien despierto, con un látigo en el verbo podado de adornos, "aplicando el precepto de que la letra con sangre entra. En un pasaje de su Diario arremete contra la paciencia, la paz y la lealtad de la Isla mansa, hace un símil devastador cuando afirma que dos portentosos políticos de España hicieron de la cera puertorriqueña el muñeco clásico que a más formas se ha prestado y con que resignación más evangélica ha sufrido transformaciones más extrañas», pero en sus Ensayos Didácticos reflexiona sobre lo logrado por Puerto Rico a fines del siglo, diciendo que es ade las más coherentes, sino la más coherente, entre todas las sociedades del Mar Caribe-... aunque lamente el hecho de que la isla esté «todavía muy lejos de la verdadera civilización», pues, «Civilización sin independencia, civilización sin libertad, civilización sin derechos, civilización sin dominio sobre el territorio y sus bienes materiales o morales, podrá llegar a ser un macaqueo ridículo, y acaso, alguna vez, un buen remedo; pero civilización verdadera no es posible.» ¿Cómo percibe la óptica de este Bayoán a los otros países en su peregrinar por la ruta del Tehuantinsuyo? ¿Cómo ve a la Indoamérica? ¿Cómo ve a la Afroamérica? ¿Cómo ve a la Euroamérica? En sus andanzas y visiones a través de dilatadas geografías por paralelos arriesgados donde el español se habla con acento político de independencia, con maleta fláccida, pobre caudal, y socrática fe en que la recta acción es consecuencia ineluctable del conocimiento verdadero, aprende y enseña en su cátedra ambulante la buena nueva de la fuerza de la razón, creencia que ha de sostenerlo hasta su gran desengaño, tras el 1898 en Puerto Rico... Sin la patria que él hubiera querido hacer, muere en 1903 en Santo Domingo, de aasfixia mora!», como dijo muy bien don Pedro Henríquez Ureña. Inicia Hostos su viaje al sur con una justificación del rumbo: después de un naufragio que recuerda los infortunios de Alonso Ramirez y las aventuras de Bayoán, pensando que un soldado más nada puede hacer en una revolución adelanta· da en Cuba, mientras si puede contribuir a hacerlo todo en una revolución no comenzada, sale a cumplir su misión por América. En Nueva York se hallaba en 1869, y se embarca para Colombia en 1871... aPor comunidad de razón», por «1a universalidad de su patriotismo americano», porque el


Eugenio María de Hostos

idioma y el afecto le hacían sentirse hijo de todos los pueblos hispanoamericanos, lleva varios propósitos: lograr apoyo para la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico, observar la realidad exis· tente en las naciones libres, contribuir al progreso y a la educación de esos pueblos hermanos, y abogar por la unión de todos los países con altas miras y recia voluntad de poner proa hacia el fu· turo de una América poderosa. Después de un largo y penoso viaje, al dar fondo en Cartagena, «don· de todo» se había salvado del .adulterio infernal de la conquista y de la viciosa procreación de la colonia»,' se indigna con el Castillo donde la Colonia se encastillaba, y bendice a la independencia con el mismo fuego con que maldice a las tierras que sostienen la dependencia y la esclavitud. Al ver una pobre litografía de Bolívar, ora por las Antillas ante el «único hombre de la historia que parece

digno de una libre imitación». Tiene un brevísimo paréntesis emotivo al visitar en Cartagena a .Can· dorina», la virginal cubanita que había: conocido en Nueva York, cuya presencia fugaz recuerda a la niña de Guatemala que se le murió de amor a Martí... Hostos seguiría su viaje y en 1817 se ha de casar en Caracas con la Inda de sus libros, doña Belinda de Ayala, de nacionalidad cubana, La presencia feme. nina se diluye pronto ante la realidad de la áspera vida que aguarda a Hostos... En su visita a Carta. gena inicia la búsqueda de una América recóndita, ancestral y misteriosa, presentida y adivinada en los tipos étnicos que van y vienen por el mercado de la mañana... Aunque Hostos recuerda superficialmente su país natal siente muy hondo la dife. rencia: el más pobre de aquellos hombres era dueño de sí mismo y de su patria, mientras Hostos sentía que ningún suelo era menos suyo que la 19


tierra en que había nacido. «Yo no tengo patria en el pedazo de tierra donde nació mi cuerpo; pero mi alma se ha hecho de todo el continente americano una patria intelectual, que amo más cuanto más la conozco y compadezco•... Aprovecha los catorce días de varadura en Cartagena para meditar sobre aquella tierra fecunda apenas poblada; observa que los pocos emigrantes europeos no se aclimatan y no se dedican a la agricultura; y se le ocurre pensar en colonizar todo aquello con cubanos, que, al trabajar libremente, llegarían a ser grandes productores y apoyarían la independencia de Cuba, dentro de la cual Hostos siempre cuenta con la de Puerto Rico... Del pensamien~o a la acción: redacta un proyecto: «Estatutos de la Sociedad de Emigración Cubana-, y logra que se apruebe... pero su utópico sueño no podía realizarse sin los medios que los capitalistas cubanos residentes en Nueva York debían aportar a la causa... y así sale de Cartagena rumbo al Istmo....Escribe en esos días un largo monólogo hamletiano, rebosante de dilemas, alternativas, dudas entre vida mística y real, soledad y sociedad, reposo y combate, meditación y acción, abandono y persistencia. Habla de la gloria de Sócrates y de Jesús, negando el martirio de ambos... El puertorriqueño que debía consagrarse a Cuba, y el antillano que debía consagrarse a la gran patria 'continental, se asombra de las bellezas naturales del Istmo, y ante el Océano Pacífico canta a la unificación de las civilizaciones, a la gran patria lationamericana cuy.a imaginación y cuyo heroísmo, con la potencia política de los angloamericanos, llegaría a formar una auténtica civilización distinta a la occidental del Atlántico... Viaja al Callao en compañía de cholos, zambos, bueyes, carneros, caballos, perros... a la intemperie, en cubierta, ya que un billete de tercera es 10 único que puede permitirse... Castigan el sol, la lluvia, la garua.... pero Hostos habla con los pasajeros y observa, meditando sobre la confederación antillana, las razas antagónicas, las posibilidades de que Norteamérica tenga cuatro estados: Canadá, Estados Unidos, Estados Confederados y Estados Mexicanos... critica a Estados Unidos por oponerse a la idea de Bolívar, por oponerse a la independencia de Cuba, y dejarse llevar por una «infecunda vanidad-o En este largo viaje Hostos va en proa y se acuerda de la barca de Caronte. Al mismo tiempo que la tie· rra y los hombres de la realidad exterior le ha· cen pensar, va haciendo introspectivamente un constante viaje interior por las visiones y los anhelos que los incitan a soñar despiertos, en una dantesca superposición de planos. Conversa con dos alemanes sobre Alemania y Suiza, captando ideas y lanzando las suyas acerca de la democracia y las ventajas y desventajas de las revoluciones... Acaba dialogando cún un vendedor ambulante que critica a 20

los gringos y le regala un precioso mango, fruta sabrosa con acento agudo para Hostos -mangó... quien se embelesa oyendo cantar a las mujeres de una raza nueva, 'de ojos ligeramente inclinados con dulce mirada, de pelo negro y lacio, de tez amari· lienta... Transformado el buque en feria bajo la carpa formada con ponchos y pañolones, se solaza con los cantos de los cholos, cuyas melodías eran distintas a las antillanas, pero Hostos percibe que han sido inspiradas, al igual que las del trópico, por el dolor de la esclavitud y la servidumbre que late en el alma de estos seres nacidos del quichua y del blanco... La llegada al Perú es una de las experiencias más fuertes en este peregrinaje. Apenas desembarca en el Callao empiezan las indignaciones de Hastos. Primero, conoce a un ecuatoriano que habla de Garcfa Moreno como un amal hoq¡bre pero que tiene gran talento-... a 10 cual replica con aquello de que «justificar al obrero no es justificar la obra•... luego comprende que está en la tierra «en que más se había ensañado la corrupción colonial, la que más recuerdo tenia de la civilización malograda por la conquista» ... La capa española le sale al paso con persistencia, y oye conversaciones politiqueras que le suenan a madrileñas... Por fortuna, algunas preciosas mujeres de tipo cholo y el meloso acento del habla le hacen sentirse en América... Contempla la estatua de Gálvez, el último demoledor de la colonia de frailes, y la mujer peruana le atrae por su belJeza y su gracia, considerándola superior intelectualmente a su compañero masculino... Entra en Lima a pie... La Ciudad de los Reyes es rica de edificios pero está llena de mendigos... Pregonan por las calles los tamaleros, melcocheros, tisaneros, camaroneros... y en el mercado de Lima nota el predominio del peruano aborigen, el «condolido, compadecido, y estimado- descendiente de los Incas ... Hablan en quechua... y les llaman serranos... Pueden andar hasta Chile con un poco de coca... Son los chasquis, correos de los Incas, que de tambo en tambo andaban más de prisa que el tren reciente... Hostos palidece de ira al enterarse que se suelen robar niños de los serranos para regalarlos o venderlos a familias de Lima... Y su sentencia es dura: «una república in· dependiente, pero no libre;... una democracia... cimentada en las mismas iniquidades de la colonia.... Le abruman las iglesias de Lima... «Había visto en dos días más frailes, más conventos y más precesiones que en toda su vida-... Identifica lo peor del coloniaJe con la iglesia colonial, y se indigna ante un santero, ante la quema de incienso, el doblar de campanas y la estampa pintada con encendida pluma del Señor de los Milagros... Tozudamente insiste Hostos en hacer algo... Reiteradamente le cierran las puertas o le aconsejan


que apoye al gobierno... Logra ver a dos hombres de gran valor que alientan su esperanza: el Padre Vigil, director de la Biblioteca Nacional, y el Coronel Espinosa, soldado de la independencia y luchador rabioso contra la esclavitud... Hostos sigue su viaje hacia Chile... Si en el Perú un poeta lo había utilizado como paciente auditorio para sus ripios, y el director de El Peruano no le prestó atención a la carta de presentación del puertorriqueño, también es cierto que allí recibió el espaldarazo moral de dos hombres que no olvidaría... Vigil y Espinosa -y había podido captar la significación que tendrían para el porvenir republicano de América los cholos que llenaban las calles con sus fardos de hambre y su sed de justicia... Pero llega a Chile el antillano incansable, donde parece hallar la esperanza. Le canta con entusiasmo a la cordillera, a los volcanes, al paisaje grandioso de una tierra «sublime», adjetivo en el cual insiste apasionadamente. Evoca la grandeza de los araucanos, truena contra los «Iatinoamericanistas que padecen de españolismo», pero alaba a Ercilla. el autor que había escrito «el canto de admiración con que el vencedor rinde homenaje a la grandeza del vencido»... La violencia de los Andes, del mar, del Teno, del caminejo que asciende, y de Ouilapán, el último araucano de la independencia, le arrancan alabanzas... Su andariega vida encontró reposo en Chile, donde siempre fue acogido con simpatía, llegando a la exaltación de este admirable país en la Memoria de la Exposición Nacional de Artes e Industrias celebrada en Santiago de Chile en el mes de septiembre del año 1872, trabajo premiado con el Primer Premio y una medalla de oro, que aparece en el Tomo VII de sus Obras Completas, donde se recogen sus Temas Sudamericanos. Cuando Hostos visita a la Argentina describe el papel que juegan los polícromos inmigrantes, predice el progreso que llegará con los nuevos pobladores, se preocupa por la falta de escuelas... En Río Cuarto observa que hay muchos devotos pero asisten a la escuela doscientos niños solamente, y la Biblioteca Municipal estaba cerrada... En Córdoba, donde también hay demasiadas iglesias, la Universidad es más un edificio moral que material, su blancura se asemeja a «un sepulcro blanqueado l> , y es tan oscura que parece el símbolo del oscurantismo. Pero en el segundo piso está la biblioteca, abierta al paisaje de la sierra, a la ciencia libre, a la razón universal, y afirma Hostos que lo alto matará a lo bajo, al espíritu estacionario de secta, de corporación. Cierto tufillo de los jesuitas que un día Ja ocuparon, y el recuerdo de que CarIos IV «no consideraba conveniente que se hiciese general en América la instrucción», el pensamiento de que el jesuitismo emparejado con el oscurantismo y la reacción pesan todavía en América, le lleva a pre-

dicar una cruzada, una reforma universitaria con un plan de estudios moderno. Reconoce que esa Universidad de Córdoba ha servido para mantener animada a una juventud que está dejando atrás a sus maestros, próxima a estallar en una crisis... Cuando toma el tren y ve la posible agricultura, la posible minería, lo que puede llegar a ser el país de la aurora, Hostos el sociólogo no deja de ser a la par el observador participante, ya que el diagnóstico exige una operación inmed~ata, el saber debe perfeccionarse con la acción correctiva. Rosario, prolongación de la pampa y frontispicio del desierto... evocación del odiado recuerdo de Rosas... entusiasmo ante el rápido crecimiento de la urbe y la riqueza de su campiña. Ve al gaucho bueno y obediente, que un día se rebela contra la injusticia... En Brasil, país de infinitas posibilidades termina el viaje al sur expresando su ferviente deseo de que las industrias y las fábricas, a las que interpreta como factores inconscientes de la liberación del esclavo, prosperen cada día más. Maldice el trabajo esclavo y clama por la abolición, que en su propia patria puertorriqueña se realizó totalmente el 22 de marzo de 1873. Al terminar este 'viaje por el pensamiento de Hostos, en el cual observamos las líneas fundamentales de la obra hostosiana, podemos preguntamos: ¿Cómo se ve Hostos a sí mismo?... ¿Cómo vislumbra a la América Latina? ¿Cómo se juzga a Hostos hoy?... A sí mismo se ve como «un hombre sin patria y que la busca: un ciudadano de una república que todavía no ha nacido y a la cual se sacrifica todo». A las nuevas repúblicas las ama y las educa, predicando la voluntad de origen, de originalidad americana, sin huella de colonialismo o de europeísmo, incitando a la América Latina a hurgar en sus entrañas para lograr un nacimiento extrahistórico que invente su propio destino. ¿Cómo se juzga a Hostos hoy? Lejos de su época y de la circunstancia de su peculiar manera de sentir la vida, Hostos aparece en la distancia sereno, inflexible, razonador, capaz de resistir las más dolorosas privaciones por llegar a la meta que se propone, con un estoicismo heroico. Su pensamiento 10 lleva a vaticinios y a predicciones sobre el siglo veinte que todavía pueden tener sentido... Y para aquellos países donde vivió y participó activamente en la educación, su ejemplo y su palabra siguen fijando pautas. El orden de las preferencias cordiales, de las lealtades primarias, de la exigencia de sacrificios, de los Iclcionalismos dogmáticos y de las adhesiones casi dolorosas de Hostos puede diseñarse, tentativamente, de la siguiente forma: Amor a tres libertades: de los pueblos, de los hombres, de las ideas. Odio a tres abusos:

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a la oligarquía, a la esclavitud, al oscurantismo. Lucha por tres propósitos: república de~ mocrática, abolición de la esclavitud, educación del hombre completo. Creencias fundamentales: Fe en la perfectibilidad mediante la educación científica, técnica, filosófica y moral. Fe en la perfectabilidad mediante la discusión y la acción política en sus varias formas, desde la propaganda a la revolución. Fe en el trabajo humano del hombre libre, que, guiado por la ciencia y la razón, ama el progreso. Fe en que todas las naciones deben ser independientes, pero las grandes asociaciones supranacionales no se oponen a la independencia, sino que la hacen realmente posible. Fe en que toda América tiene un gran destino que supera al del Viejo Mundo. Hasta la víspera de su muerte conservó Hostos una esperanzada creencia: Puerto Rico llegará a ser

un diamante pequeño, pero límpido, en la gran c(). rona de gemas de América y será un pueblo libre, con unos hombres libres, libremente educados, en el seno de una gran federación de las Antillas, de América y del mundo. Y en cuanto a los pueblos que intentó conocer, según sus propias palabras «tendrán el derecho de considerar insuficiente el examen que de ellos hemos hecho, también nosotros lo consideramos insuficiente. Pero ellos, como nosotros, saben que la literatura de la raza es la novela»... El moralista, el sociólogo, el maestro lo dejó escrito: LA LITERATURA DE LA RAZA ES LA NOVELA. Simposio sobre .EI pensamiento hispanoamericano a través de SI/S escritores... En el Departamento de Lenguas Romances, The City College, The City University of New York.


Sevilla y Canarias en Puerto Rico Por FRANCISCO MORALES PADRÓN

A

L LLEGAR A AM~RICA -ES UN TÓPICO EL DECIRLO-

nos sentimos como en nuestra casa, vivimos la historia de nuestros antepasados -antepasados también de los hispanoamericanos-; pero al arribar a Puerto Rico estas vivencias o sensaciones duplican su fuerza para un hombre que ha nació.., en Canarias y vive en Andalucía. El encuentro o reencuentro con la isla nos trae en seguida aires familiares dentro de su exotismo; aires de Sevilla, Cádiz o Las Palmas de Gran Canaria. El Marqués de Lozoya y Ernesto de la Orden han escrito bella y certeramente que la isla de Puerto Rico tiene dos grandes etapas hispánicas: la del gótico y las fortalezas, época de colonos, misioneros y soldados de uniforme que bregan contra la penuria y los ataques foráneos y la del neoclásico y los palacios del XIX, de gobernantes civiles con levita, testigo de años más boyantes y de proyectos políticos que se malograron con un trauma que ocasionará la tercera etapa, la del siglo xx. Al sumergimos en la historia puertorriqueña, sobre todo en la del período hispánico, buscando rastros o presencias de Sevilla y Canarias, 'pudiéramos derivar por el fácil camino del anecdotario o la ensoñación desordenada y sentimental que un paseo sin itinerario fijo nos marque. Lo podríamos hacer así porque para ello no nos falta vocación literaria. En ese caso nos echaríamos a deambular por los callejones sanjuaneros de la Capilla, Gámbaro, o Tamarindo, donde, como dice José S. Alegria, hallaríamos remembranzas de Cádiz y Sevilla. y de Las Palmas de Gran Canaria, añadiría yo, porque .sus casonas de balcones de torneados bao laustres pintados de verde son como los del barrio de Vegueta grancanario. Podríamos divagar por la calle Tetuán, homónima por iguales razones que la famosa sevillana (batalla de Tetuán ganada a los moros en 1860) o por O'Donnell, San Francisco,

Cuesta de las Monjas, Luna, Sol, Cristo... O llegar a la zona de la Puntilla donde paralela a la calle principal -Isabel I1- discurre la calle de la Infanta Isabel Luisa, la que se casó con el Duque de Montpensier y montó en Sevilla una pequeña corte donde se conocieron Alfonso XII y María de las Mercedes, inspiradora del famoso canto infantil. Si queréis podemos ir al viejo cementerio, junto al mar, a rezar ante la tumba de Pedro Salinas que hace medio siglo entró como catedrático en la Universidad de Sevilla. Y si vamos a Mayagüez y otros puntos nos encontraremos con la Virgen tinerfeña de la Candelaria patrona del archipiélago canario. ¿ Veis como es fácil evocar a Sevilla y Canarias en Puerto Rico? Mirando al pasado y remon· tándonos a los primeros años de la Colonización, podríamos decir con Arturo Morales Camón en su «Historia del Pueblo de Puerto Rico_ (desde sus orígenes hasta el siglo XVIII), .pronto habrá de venir una planta de Gran Canaria que será reina y señora de la cocina de todo humilde poblado puertorriqueño. La mata de plátano. La mata de plátano es un triunfo de adaptación, más conquistadora ella que Juan Ponce y Cerón y el taimado Sánho Velázquez•. * ES; diríamos nosotros, el símbolo vegetal de la adaptación al suelo boricua del colono canario que allí echa raíces hondas como veremos. Y si proseguimos repasando el pasado comprobaremos que gobernantes civiles y eclesiásticos recordaban desde San Juan a l,a ciudad del Guadalquivir. En el siglo XVII dos obispos y un gobernador echaban manos de Sevilla en San Juan por diversos motivos. Fray Damián López de Haro (1644) describía a la ciudad de San Juan a su llegada diciendo que en ella use venden pan de trigo a temporadas conforme vienen las oca.. El cuadro de Ramón Frade cEl pan nuestro.. es buena ilustración de esto.

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siones de la harina; -y añade- yo traje tres o cuatro barriles de España muy buenos y floreados de que al principio me hicieron rosquillas como en Sevilla».l Las rosquillas sevillanas le debían de doler en el alma y en el esófago al buen obispo privado tal vez, luego de harina. De harina y de vino muchas veces; tantas, que ni las misas se podían oficiar. El otro obispo, Fray Juan Alonso de Solfs, no se acordaba de las rosquillas sevillanas, pero si de la cárcel de Sevilla, cuyo espectáculo tremendista conocemos por textos. Y se acordaba en unos famosos versos, muy repetidos, en los que un poblador decfa a una dama dominicana: .Esta es señora, una pequeña islita falta de bastimentas y dineros, andan los negros, como en esa, en cueros, y hay más gente en la cárcel de Sevilla•.1I - Rimado testimonio de unas carencias que los documentos no dejan nunca de recoger tan sin interrupción que el gobernador Felipe de Beaumont y Navarra, llega a escribir en la primera mitad del XVII: _Con las cartas que he escrito a Su Majestad solicitándole auxilios para esta abandonada isla se podría enladrillar la mar desde el pie de la torre del Oro en el río de Sevilla hasta esta babia de San Juan».lI No ya el vínculo }tumano, cultural y económico unirían a Sevilla con Puerto Rico pasando por la indeclinable escala de Canarias, sino hasta un puente de cartas, de documentos, que guardados en el Archivo de Indias nos sirven para buscar filaciones y que más tarde vendrían a investigar muchos puertorriqueños como Salvador Brau que fue nom· brado individuo correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y reunió material para sus obras -Puerto Rico en Sevilla. y .La Colonización de Puerto Rico. donde deja constancia de la admiración que le produjo la arquitectura y contenido del Archivo de Indias. Antes que él, mu· cho antes, hAbia anclado en la ciudad del Betis el puertorriqueño Gregario Pérez de León, catedráti1. Cartas del Obispo. .Crónicas de Puerto Rico... (\493·1797). Selección. introducción '1 notas de Eugenio Fernández Méndez. San Juan, 1957 p. 164. La carestía y emigración de harinas, así como noticias sobre la expor· tación desde Canarias, cuenta con datos de interés en el .Catálolfo de las Cartas y peticiones del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico en el Archivo General de Indias... (Siglos XVI-XVIJ). Recopilación y notas, por José J. Real Diaz. Edición conjunta del Municipio de San Juan y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Barcelona, 1968, Jlp. 23, 41, SO, '53-8, 60-7, 74, 83, 112, 140-1, 196, 197, 200, 209, 250, 313, etc. 2. Morales Padrón: _Barcas, libros y esclavos para Puerto Rico•. Rev. del Instituto de Cultura Puertornqueña,1961. 3. Carta al Rey del Gobernador D. Felipe de Beau· mont y Navarra, 4 de septiembre de 1618. AGI. Sto. Domingo, leg. 169.

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ca del Estudio de Maese Rodrigo de SantaelIa célula a principios del XVI de la Universidad hispalense.· ¿Comprobáis cuán fácil es vagar y divagar urbana e históricamente para citarnos con Sevilla y Canarias en Puerto Rico o viceversa? Es natural. Las relaciones Sevilla·Canarias eran viejas. El salto desde el archipiélago atlántico a las Antillas normal. Las razones por las que Sevilla fue escogida como centro de la expansión ultramarina son múltiples y conocidas, pero entre otras estaban estas viejas experiencias conquistadoras -colonizadoras sobre Canarias. Cuando Puerto Rico se descubre a finales del siglo XV Sevilla y Canarias llevaban años de relaciones. Siglos. Desde finales del XIII y principios del XIV habían comenzado estas conexiones que en el xv se adensan al convertirse lo que eran simples intereses «comerciales. --de incursiones- en todo un plan estatal para someter al archipiélago canario desde Sevilla, de esa Sevilla en cuyas gradas de la Catedral se pregonaban ya los asuntos canarios, en cuyas calles andaban esclavos canarios, en cuyas imprentas se imprimirán algunos exponentes de la inicial historiografía canaria (como América), de cuya población brotarán colonizadores que irán a Canarias y de cuyo puerto zarparán naos con milites, simientes, instrumentos, obispos y gobernantes originarios de Sevilla. La conquista y colonización de Canarias, sobre todo de Gran Canaria, se hizo desde Sevilla y por sevi· llanos prefigurándose en ella mucho de lo que años más tarde tendrían lugar en América... En Sevilla se refugiaron un «rey» grancanario y sus seguidores; de Sevilla dependerá el obispado canario; el habla canaria será originaria de la andaluza, y la hermandad con Sevilla será tan grande que Las Palmas de Gran Canaria tendrá como calle má· xima la de Triana. Decíamos que «años más tarde» se daría en América a escala enorme la experiencia canaria. Años más tarde no son muchos, porque si en 1483 tiene lugar la rendición de Gran Canaria, diez años más tarde el médico sevillano Diego Alvarez Chanca se embarcaba en la segunda expedición colom· bina, y, tras hacer la habitual escala en Canarias para avituallarse y recoger algunos «isleños», proseguían, sin saberlo, hacia Puerto Rico que sería descubierta entonces. .A1varez Chanca se enroló en la aventura por propio deseo como atestigua la carta de los Reyes Católicos escrita desde Granada: .Nos habemos sabido que vos con el deseo que 4. GDescripción de la Isla y ciudad de Puerto ~ic.o", por el Lic. don Diego de Torres Vargas; esta descnpclón Que citaremos varias veces, puede consultarse en el capitulo vu de la obra ya mencionada .Crónicas de Puerto Rico...


teneis de nos servir habeis voluntad de ir a las Indias, e porque en lo hacer nos servireis o aprovechareis mucho a !a salud de los que por nues-tro mandato allá van por servicio nuestro, que lo pongais en obra... »' No sabemos de la posible actuación médica del sevillano Alvarez Chanca a lo largo del viaje, pero sí conocemos y es lo importante, la carta que di· rigió al AYUntamiento sevillano que constituye un testimonio histórico inapreciable. Allí, por vez primera, queda consignada la visión que Puerto Rico brindó a un hombre de Europa. Como dice Aurelio Tió dado el «importantísimo cargo que desempeñó como físico y escribano o notario, así como cronista... ]a carta del doctor Chanca tiene un va· lor probatorio de primer orden. Pocos documentos relacionados -pueden compararse con ella en cuan· to al crédito que puede dársele a su testimonio, no sólo como hombre de gran honradez intelectual sino como notario público y escribano rea!».6 Desgraciadamente desaparecido el Diario personal de Colón, de este testimonio y del de, ya de segunda mano, de otro sevillano llamado Bartolomé de Las Casas,? arranca la perpetua polémica puertorriqueña sobre donde desembarcó e] Almirante: ¿En Añasco, Aguada, Aguadilla, Mayagüez, Boquerón? ¿Por el Norte o por el Sur? ¿El 16 o el 19 de noviembre? Chanca, testigo presencial escribe escuetamente: «En un puerto de esta isla estuvimos dos días, donde saltó mucha gente en tierra; pero jamás podimos haber lengua, que todos se fuyeron como gente atemorizada de los caribes. Todas estas is· las dichas fueron descubiertas deste camino, que fasta aquí ninguna de ellas había visto el Almirante el otro viaje: todas son muy hermosas e de muy buena tierra; pero esta paresci6 mejor a todoslO.s Pero esta pareció mejor a todos: he aquí el primer piropo a Borinquen por obra de un médico sevillano metido a navegador. y así se desliza el hilo que, desde Sevilla, pa· sando por Canarias iría surciendo a la ciudad del Río Grande con estas zonas insulares. A través de ese hilo o canal se deslizarían con los años hombres emigrantes, manifestaciones artísticas, dietas alimenticias, folklore, técnicas industriales, advoca· ciones religiosas, formas e instrumentos económi. cos, etc. No es, pues difícil, hallar en Puerto Rico restos de todo esto que aún hoy persiste como testimonio y que diversos estudiosos, en especial puer· torriqueños, han estudiado con cariño.

Sevilla y Canarias no habían, pues, estado ausentes en el nacimiento de Puerto Rico como pueblo compuesto por una tierra privilegiada, unos indios y unos europeos. Desde entonces estas relaciones no cesan. Las llamadas fuentes primarias, crónicas y documentos, 10 atestiguan. Sin necesidad de acudir ahora mismo al Archivo de Indias, parte de cuyo material rela· tivo a Puerto Rico ha dado a conocer Coll y Toste, Vicente Murga y otros, o se atesora extractado por obra de Bibiano Torres en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, vamos a poner nuestra atención en otro repositorio sevillano, menos examinado, el Archivo de Protocolos. lo AlU, en sus documentos del XVI, se hallan múltiples muestras de las vincu· laciones Sevilla-Puerto Rico. Existen continuas obligaciones a pagar préstamos de dineros que facilitaban sastres, plateros, cambiadores, boneteros, boticarios, etc., con el fin de aparejar y cargar naos que iban a Puerto Rico; hallamos también acuerdos entre maestres de naos y los oficiales de la Casa de la Contratación por los que aquellos se obli· gan a llevar mercancías y pasajeros a ,Puerto Rico. Resulta interesante leer como, por ejemplo, un caro pintero Se compromete a pagar 13 ducados de oro por su pasaje y comida hasta San Juan; o un ropero (vendedor de telas) abona diez pesos por él y un mozo acompañante. Otras veces el precio del pasaje se estipula en 60 ducados de oro o 4 pesos

5. La!! notas sobre Alvarez Chanca, lo mismo oue su relación, pueden leerse en la obra de Aurelio Tió: «Doctor Diego Alvarcz Chanca (Estudio biol%ráfico)... Instituto de Cultura Puertorriqueña. Barcelona, 1966. 6. Ibídem. 7. El relato de Las Casas se encuentra en la edición de su -Historia de las Indias.. realizado por el Fondo de Cultura Económica. México, 1951, pp. 352·5. 8. Ibídem nota 5, p. 56.

9. Parte I. Canto IV. 10. Vid. .Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Hispanoamérica publicados por el Instituto Hispano-Cubano... Madrid, S.3. 3 tomos y -Documentos Americanos del Archivo de Protocolos de Sevilla. Siglo XVI", Madrid, 1.935; -Catálogo de los Fondos Americanos del Archivo de Protocolos de Sevilla... Siglos xv y XVI. Sevilla, 1937. (Realmente los cinco tomos forman una colección).

Cuando comienza la conquista de Borinquen vol· vemos a tropezarnos con un sevillano. Pedro Suá· rez de Castilla, caballero veinticuatro del AYUnta. miento hispalense que en 1509 solicitó licencia al Rey para poblar la isla. No fue oído por razones obvias: desde 1508 Juan Ponce de León tenía con· cedidos derechos sobre la ~isla, y en agosto de 1509 el Rey le nombraba Gobernador de San Juan y le indicaba que debía dar tierras a los indios, a los conquistadores, y a treinta vecinos que, desde Sevilla, se enviaban para poblar la isla. La con· quista se había hecho y en ella, como canta Juan de Castellanos en la «Elegía a la muerte de Juan Ponce de León», no habían faltado las hazañas del canario Luis de Perdomo: .Soldado diestro, suelto y animoso: Hombre para la -guerra de gran tomo y en lances semejantes venturoso. Natural de las Islas de Canaria y de los antiquísimos de Paria».D

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de oro por persona. Leemos escrituras pagando el importe de mercancías traídas de Puerto Rico; así se abonan 878 reales de plata por una caja de 35 arrobas de azúcar borinqueña vendida en Sevilla. Junto con el azúcar otro producto de importación suele ser el cuero que, tal vez, como el azúcar luego se llevaba a Medina del Campo. Cómo es fácil de imaginar situándonos en el despacho de un notario actual, los documentos notariales del XVI son enormemente variados. Los hay Pa¡a autorizar desde Puerto Rico a vender unas tierras que se tiene en Bollullos; para traspasar herencias para dar poderes especiales en cualquier asunto en ambos lados; otorgando testamento al embarcar hacia Puerto Rico; dando poder para recibir herencias de familiares muertos allá en el trópico y es el caso de los familiares del Capitán General y Gobernador de Puerto Rico Francisco Ovando Mesías, etc. En las otorgaciones de autorización para designar representantes bien en Sevilla o en Puer· to Rico nos encontramos con doña María Colón, hija de don Diego que tan decisivamente intervino en la conquista de la isla y de María de Toledo, la cual en 1537 concede poder a Vitores de Guilarte, vecino de Puerto Rico, para que le cobre de los oficiales reales unos 500.000 maravedís cde un juro anual que por virtud de Real Cédula tenía concedidos•. Los mismos vemos con la madre de ella que desea cobrar 400 ducados que el Rey le había hecho merced como ayuda de costas. Interesantes son los contratos por los que varias personas forman una compañía para dedicarse al tráfico con Puerto Rico, tal como en la ecommenda. y csocietas marisl> mediterráneas yen los Viajes Andaluces: un tal siendo useñor de la mitad de la nao., otorga poder a ,otro epara que pueda ser maestre de la mitad de la nao y cumpla con sus obligaciones•. Aquí vemos a mercaderes o capitalistas que intervienen -catalanes, genoveses, vascos, burgaleses, sevillanos, sastres, zapateros, gua· damacileros-, 10 que importa el total de la mercancía embarcada (480.780 maravedises, 149.103 maravedises, 23.925 maravedises y 2.128 de avería) lo que se carga (vino de Cazalla y de Manzanilla, jabones, pescado seco, quesos, granos, aceite, harina, eropa menuda., mercancías en general); las personas que a veces embarcan y el importe de sus pasajes según indicamos, entre los que no faltan esclavos ya en 1517, aunque antes han debido llegar según diremos más adelante. En este sentido nos topamos una obligación para llevar desde Sevilla dos esclavos bozales valorados cada uno en 22.330 maravedis~s, y con una esclava de 19 afias valorada en 12.000 maravedises. Iban, suponemos, de criados o trabajadores. A veces eran trabajadores especializados como ocho hombres de color que en 1518 pasan a Puerto Rico con el fin de coger oro. Aún

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se creía en Eldorado insular. La emigración, de gente blanca, en ciertas ocasiones es masiva, de grupos de hombres ccon sus utensilios. dice el documento evidenciándonos que son cotanas. Otras veces la emigración desde Sevilla nos recuerda a los sirvientes sujetos a contratos o voluntarios de la colonización británica. Sin que llegasen nunca a recibir el trato humano y jurídico de aquellos. En Protocolos de Sevilla se guardan escrituras o contratos por los cuales un emigrante' se compromete a ir a San Juan a trabajar con un escribano, con un mercader o con' otro emigrante más poderoso económicamente ca servirle en lo que éste le mandare.. Este emigrante aislado que puede ser un crtrabajador» de Córdoba que se concierta para servir a un mercader, otras veces es un matrimonio de hortelanos de Toledo que marcha con un tal Bias Fernández dispuesto también ca servirle en 10 que éste le mandare.. Leemos el caso curioso de una señora, que con el permiso de su marido, se va a San Juan -no sabemos si con éla servirle durante dos años a una cuñada. Los maestres, que se han comprometido con los oficiales de la Casa de la Contratación a cumplir bien y fielmente las obligaciones de su cargo, tamo bién se comprometen a pagar los dineros que los mercaderes o capitalistas les han facilitado para abastecer su nao. Los pilotos por su parte forma· lizan su escritura para navegar y recibir 100 ducados de sueldo por el viaje de ida y vuelta, lo mismo que los marineros que perciben 60 ducados. El destino final, o como escala, de todos estos barcos es San Juan o San Germán. En el desfile de personajes y barcos, notarios, marinos, mercaderes, prestamistas, clérigos, gente del común, etc., se repiten nombres y algunos nos llaman la atención más que otros por su fama, como Tomé Cano estante en Puerto Rico en 1520, o Lucas Vázquez de Ayllón estante en Santo Domingo que importa doce vecinos, o el doctor Francisco Hernández -luego famoso en México- vendiendo ciertas mercancías a Pedro Medina. Como es de imaginar el mapa urbano de la Sevilla de entonces, a través de los comparecentes, queda reflejado en sus barrios o collaciones: San Vicente, San Andrés, Santiago, Santa María Magdalena, San' Lorenzo, Santa María la Blanca, Santa Cruz, Triana, San Isidoro, El Salvador, San Ilde· fonso, San Bartolomé, San Pedro, uencestería•... etcétera. El «prestigio. de los primeros años de San Juan, potencialmente rica (Puerto Rico) llevaba hasta sus puertos a estos barcos citados con vinos, harinas, aceite, pescado seco, losas de piedra de Canarias, quesos, granos, etc. Legalmente. Y cuando les fallaba el respaldo estatal, ilegalmente, porque ya en 1540 el rey se está dirigiendo a la Casa de la Con-


tratación para comunicarle que sabe como a San Juan, Santo Domingo y Cuba van muchas carabelas de portugueses, tanto de Tenerife, como de Cabo Verde y Portugal a vender esclavos y bastimentas... y cargar azúcar, cueros, cañafístulas, pájaros y muo cho oro y plata. u Es decir, que los extranjeros ya también estaban golosos de la isla. Pero en este tráfico comercial, lo más importante son los hombres, la emigración, de la cual ya hemos indicado algo. En la primera etapa antillana o de aclimatación, de 1492 a 1520, el grupo de colonizadores más nu· meroso fue el de los andaluces, de lós cuales un 78 % procedía de Sevilla. De cada cinco pobladores uno era sevillano, y de cada seis uno se llamaba vecino o natural de Sevilla, la mitad de las muje. res eran de Sevilla. Con referencia a Puerto Rico Peter Boyd-Bowman ~ afirma que «la idea de que los primitivos colonizadores de Puerto Rico fueron principalmente castellanos es ahora insostenible..; al mismo tiempo que él sostiene que «fue el lenguaje de Sevilla, no el de Toledo o Madrid el que estableció las primeras normas... En segundo momento, como sabemos se incorporan otras zonas a esta prestación de sangre a las Indias, y Sevilla sólo proporciona la mitad del total (152~1539). ¿Y Ca· narias? ¿Cuál es la prestación emigrante canaria? Los nombres de Puerto Rico y Canarias, lo vimos ya, quedan vinculados desde 1493 con los que embarcan con Colón en el viaje descubridor, pasando por el conquistador Perdomo, siguiendo por toda la trascendental emigración del XVI al XVIII y terminando con don Benito Pérez Galdós que actúa en las Cortes Españolas como diputado cunero (no nacido en la isla) de Borinquen. Realmente no termina aquí la vinculación según veremos. Pero es que entre 1493 y el siglo XIX discurre una extensa teoría de hombres del común, labriegos, colonos y algún que otro intelectual como Graciliano Alfan· so que llega a San Juan en 1838 y allí compone notables obras. A! iniciarse la colonización se comienza también la corriente emigratoria «isleña.. según temprana denominación que se da a los canarios en Antillas y Venezuela. Esta emigración se realiza por razones obvias; ser las islas lugar de paso, penosa situación de las Canarias y de acuerdo con un autor de 1791 por «la propensión de los naturales de estas islas a embarcarse para América; propensión fomentada por la crianza, por la costumbre, por el 11. Vicente Murga Sanz: "Puerto Rico en los manus· critos de don Juan Bautista Muñoz». Estudio crítico por - . Ediciones de la Universidad de Puerto Rico. Barce· lona, 1966, p. 338. 12. Pcter Boyd-Bowman: aIndice Geobiowáfico de cuarenta mil pobladores españoles de América en el si· glo XVI,.. Tomo l. 1493-t519. Bogotá, 1964, pp. XIII Y XXIV.

espectáculo de algunos, aunque muy pocos pai. sanos, que vuelven. con alguna conveniencia de aquellos países, de modo que se puede decir que el canario desde que tiene uso de razón, suspira por América como por su verdadera Patria, y trabaja con tanto afán en ajuntar el flete de su conducción, quizá a costa de los mayores sacrificios, como si fuese el precio de su rescate•. u Ya en 1513 se autorizó a un tal Jaime Cáncer a salir de la Gomera con ganados, esclavos y otras cosas, rumbo a Puerto Rico. u Desde 1529 se acusa una mayor liberalidad en esta emigración porque, comprobada la pobreza minera aurífera insular antillana, amén del relumbrón de las conquistas continentales que atrae a pobladores de Antillas, se piensa en la economía azucarera implantada en el Caribe con esquejes llevados de Canarias. Y con los esquejes fueron los técnicos o maestros de azúcar con sus pailas, calderos, etc., algunos con órdenes de residir en Puerto Rico por 10 menos seis años. Tiempo más que suficiente, pensamos, para enseñar su profesión. Esto ocurría en 1569. Pasada la euforia de los primeros años, expresada en el nombre de Puerto Rico, que vimos en contratos de compañías y fletamentos, desbordadas las islas antillanas, ensombrecida la pantalla histórica del Nuevo Mundo en esta zona de su geografía por el relumbrón de México y del Perú, resulta natural que las relaciones no sean ya la de los primeros años, y que las Antillas -algunas como Puerto Rico- se conviertan en lugar de paso, en fortín vigilante de flotas que van·y vienen más lejos, con codiciados tesoros. Por eso en 1550 el Cabildo de San Juan remite a la Corte a un representante con el fin de exponer la pobreza del comercio con la metrópoli, aunque sigan llegando algunos barcos de Canarias, pero -insiste- es necesario que vengan más «de España, como de las Islas Canarias, porque de allí nos suelen proveer, y, si por ellos no hubiese sido 10 habríamos pasado peor...l~ A la falta de comercio y tráfico se unía la carencia de población que se intenta paliar a base de Canarias, sin caer en la cuenta que éstas también exigían población y que si sus hijos se marchaban era porque no se mejoraba la agricultura, las artesanías o las industrias. Con los pobladores canarios -agricultores casi siempre- dijimos que 13. .Memoria escrita para presentar a la Real Sociedad de Amigos de Tcnerife. y de su orden a fin de eva· cuar un Informe que le había pedido la Real Audiencia sobre la emigración de los Naturales de estas Islas a la América». La Laguna, 25 de junio de 1791. Fondo Saavedra, leg. 49, en la Casa de los Padres Jesuitas de Sevilla. 14. Vid. mis trabajos. El Comercio canario-americano (Siglos XVI. XVII Y XVIII). Sevilla, 1955 y .Colonos Cana· rios en Indias» publicado en el Anuario de Estudios Americanos. Vol. VIII. Sevilla, 1951. 15. Vicente Murga: .Hfstoria Documental de Puerto Rico». Río Piedras, 1956, p. 327.

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embarcaban los técnicos y los esclavos y criados. Los negros esclavos existían en Canarias dedicados al cultivo del azúcar,le y algunos pasarían a Indias, pues en Castellanos rastreamos la presencia en Santo Domingo de un «Joan Canario negro., y en el asiento de 1595 dado al portugués Pero Gomes Reynel se le autoriza a llevar anualmente de Sevilla, Lisboa y Canarias, 4.250 hombres de color. El siglo XVII, su piratería y decadencia, acusa eso: decadencia en todo y aumento del peligro extranjero. Más que nunca, los puertorriqueños tie· nen que' estar listos para los alardes, vestirse el uniforme militar, tomar las armas y hacer frente al enemigo. Las relaciones lánguidas prosiguen entre uno y otro lado del Atlántico; las Canarias en un continuo forcejeo y alegando -como Puerto Rico- que su penuria es grande y necesitan más libertad para exportar. Drásticamente la Corona ha impuesto a los canarios la obligación de enviar cinco familias a Indias por cada cien toneladas de productos (caldos) que exporten. Sin ponemos ahora a analizar lo negativo para el Archipiélago de tal medida y lo beneficiosa, en cambio, para Amé· rica, sí hemos de colegir que a Puerto Rico debie· ron llegar en el XVII más colonos canarios. Allí ya estaban los descendientes de los coterráneos arria bados en el XVI, algunos de los cuales como los ca· pitanes Andrés Botello, de Gran Canariá, y Mateo Delgado destacaron ampliamente en la defensa de la plaza en el ataque de Balduino Henrico (1625). Como las peticiones de los boricuas (más pobladores) y de los canarios (más exportación) no cesaban, en 1695 y respondiendo a una demanda del Gobernador Gaspar de Arredondo que solici· taba gente blanca de canarias arribaron 20 fami· lias de Tenerife que se establecen en Hato de Sao bana Llana, luego municipio de Río Piedras.u Sería la centuria dieciochesca la de la gran emi· gración canaria. Tenemos que en el año 1720 pa· san veinte familias, en 1722 treinta, en 1723 veinticinco, en 1724 veintiuna, en 1727 veintisiete, en 1728 treinta y dos, en 1730 dos y en 1731 otras dos familias. Son un total de casi ochocientas personas en ocho años, porcentaje con· siderable. El Reglamento de comercio de 1718 para las Islas Canarias había fijado como puer· 16. Vid. Guillenno Camacho y rérez <!aldós: «El culo tivo de la caña de azúcar y la mdustna azucarera en Gran Canaria». (ISI0-1535). Anuario de Estudios Atlánticos. Vol. 7 Madrid·Las Palmas, 1961. pp. 11-70. 17. ' Carta del Cabildo de San Juan indicando que el 3 de agosto ~e 1695 llegó el Sargento Mayor Juan F!,anco de Medina con 20 familias canarias. AGI. Santo Dommgo 165. Apud. «Catálogos~de las Cartas.... cit. en nota 1. Vid. Sobre emigración los artfculos de F. Morales Padrón y Alvarez Nazario cits. en notas 14 y 21; así como Pérez Vidal: «Aportación de Canarias a la población de América». Anuario de Estudios Atlánticos. Vol. l. Madrid·Las Palmas, 1955, v Juana GiI-Bermeio Garcfa: «La primera fundación de Humacao., Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 22, 1964.

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tos de exportación para Canarias siete de In. dias, entre los cuales estaba Puerto Rico, con la condición de enviar anualmente 50 personas de cinco familias. IB El origen de todas estas personas es muy difícil averiguarlo: quizá sean de Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote. Presumiblemente eran agricultores. Y su distribución se realizó por Loíza, Bayamón, Toa, San Luis de Príncipe (hoy Humacao) donde fracasó la fundación. Como nos consta por los registros de salida, en años sucesivos del XVIII, siguieron yendo a San Juan barcos con productos isleños por lo que podemos suponer que en ellos continuaron navegando colonos canarios obli· gados o furtivamente. A partir de 1778 el Reglamento de Comercio Libre facilitó las relaciones entre el archipiélago atlántico y la isla antillana por lo que hemos de pensar con Alvarez Nazario que da inmigración canaria en Puerto Rico viene a constituir quizá el factor de mayor importancia dentro del extraordinario poblacional que experimenta la isla en dicha centuria•. De 1765 a 1799 la población boricua se triplica. De las 28 poblaciones nuevas que surgen entre 1714 y 1797 no menos de 19 se deben al esfuerzo canario, como se aprecia fácilmente en la toponimia y en el culto a la Virgen de la Candelaria pues ermitas consagradas a esta advocación serán la célula de Manatí, Mayagüez, Bayamón y Vega Alta. Al socaire de la bonanza económica que la isla experimenta siguen llegando canarios. Aunque no tengamos datos precisos, concretos, sí los tenemos negativos como la orden de 1803 para que no se tolere la entrada de canarios sin pasaporte del Comandante General o Juez de Arribadas. Casi exac· tamen te fechado seis años más tarde leemos un informe presentado al Ayuntamiento de San Juan abogando por la inmigración de canarios. Y alguna debió de arribar porque desde 1800 a 1812 -sin decirlo nos hemos metido en el XIX- la población de la isla aumentó en 1781 habitantes de raza blanca, siendo lógico pensar que la inmigración canaria estaba inculpada en este hecho, pues las localidades que nacen entontes se localizan en zonas desde donde antaño se situaban los canarios. La sangre busca a la sangre. (Trujillo Alto, Las Piedras, Barranquitas, Camuy, Cidra, San Lorenzo, Dorado). Después de 1812 se intensifica llil política boricua destinada a aumentar la población insular y al Intendente Alejandro Ramírez se debe al acomodo de familias canarias, algunas que iban de paso a otros destinos como las doce familias lanzaroteñas y algunas de I:.a Palma que se asentaron en Trujillo Alto y Vega Alta. Con destino a Texas habían salido 18. Vid. F. Morales Padrón: «El comercio canario..... En 1727 el Rey autoriza al Juez de Arribada a conceder licencias de emigración rumbo a Filipinas, Cuba y Puerto Rico. AGI. Ultramar, 788.


ya lanzaroteños. lll Otros grupos se esparcieron por Hatillo, Camuy, Quebradillas e Isabela logrando estas fundaciones la categoría de pueblos con el flujo de tales emigrantes. De 1815 a 1830 nacen nuevos pueblos en el interior (Gurabo, Adjuntas, Merovis, Ciales, Naranjito, Orocovis, Comería, Lares), donde hay también que apuntar la presencia de sangre canaria. Algunos de estos isleños procedían de Venezuela de donde huían ante el Decreto a Muerte de Simón Bolívar, contra ellos y los peninsulares. Otros procedían de las Canarias donde funcionaba desde 1826 un banderín de enganche que pennitía llevar milites canarios a Puerto Rico para cubrir las bajas de la guarnición de San Juan. En ese año citado la Junta de comercio de Puerto Rico recomendaba a los Procuradores de la isla que gestionasen en Madrid cla introducción de colonos de las Islas Canarias».13O Al igual que hoy ha ~cedido en corrientes emigratorias no faltará la picaresca, la explotación, el engaño por parte de quienes reclutaban emigrantes siempre humildes, labradores sencillos, llenos de buena fe, dispuestos a pagar un flete que a lo mejor les conducía a la esclavitud forzosa. En la segunda mitad del siglo XIX penetra en Puerto Rico la mayor cantidad de emigrantes, sobre todo entre 1850 y 1880, porque el cólera ha causado grandes bajas cuyos huecos se intentan llenar con· jornaleros canarios y asiáticos. En los postreros años del XIX continúan desembarcando canarios que se sitúan en Arecibo, Hatillo, Camuy, Aguadilla... El valor y trascendencia de toda esta sangre isleña se aprecia aún hoy. Se nota en apellidos, en la herencia lingüística que veremos seguidamente, en las técnicas agrícolas y en las fundaciones alza· das. Aparte de mil pequeños detalles. Por ejemplo: ¿el tiple puertorriqueño tiene que ver algo con el timple canario? La tinaja de Puerto Rico, húmeda y con musgo o culantrillo, que gotea contando las horas lentas de la canícula, es, sin duda la misma que vemos en Venezuela y en Canarias donde allí se le llama cpila», con su talla y bernegal. Son elementos culturales propios de un pueblo agricultor. No fueron comerciantes ---eso se quedó para las gentes del norte y levante peninsular. Pero no faltaron entre ellos algún intelectual como el citado Graciliano Alfonso o los cuatro hennanos Real, originarios de Tenerife, autores de notables empresas periodísticas como la fundación de la eRevista Puerto Rico Ilustrado» o el periódico El Mundo. No sólo los traigo a colación por esto, sino porque tuve el placer de tratar a don Cristóbal Real, viejo y 19. AGI. Guadalajara, lego 178. AGI. Ultramar, lego 788.

m.

ciego, en Sevilla allá en su cVilla Puerto Rico» de Nervión.21 Señalábamos la herencia lingüística, la aportación lingüística en el habla de Puerto Rico, de todos estos inmigrantes. Esto es muy interesante porque Canarias tiene un habla especial y es camino y fonda en la ruta a América. Como tajantemente dice el gran filólogo Manuel Alvar cla importancia de las hablas de Canarias es Lsingular; pero su trascendencia se multiplica al parangonarle con hechos que se cumplen en el español de América. o al conside· rar las islas como eslabón insoslayable entre el Viejo y Nuevo Mundo».zz Para Alvar el habla de Canarias no es un dialecto, no es un español caracterizado por sus arcaísmos, no es una lengua estancada sin evolución, no tiene semejanzas en el judeaespañol... 'La lengua hablada en Canarias es una variedad más de las tantas regiones de España con su propia personalidad, englobada en el complejo lingüístico de hablas hispánicas meridionales o español atlántico. Con esta prevía caracterización, pasemos la página y vayamos a lo que nos importa: la filiación o influencia del español de Canarias en el de Puerto Rico. ¿La hay? Como la puede haber con el andaluz. Para eso tenemos en común el yeísmo, el seseo y la aspiración de las implosivas en una y otra parte. A Canarias debió llevar todas esas notas la población conquistadora; a Puerto Rico la población conquistadora colonizadora canaria. Según Alvarez Nazario ~ en Puerto Rico se observa una herencia lingüística canaria expresada en: Cierre final de la e, convirtiéndola en i (Este = esti) 2) Intercambio de la R y 1 al final de silaba por debilitamiento de sus articulaciones (cardo por caldo, sul por sur). 3) Paso de la R y 1 al final de sílaba a i semivocal (vaiga por valga, ei cueipo por el cuerpo). 4) La palatización y pronombre (Ilevalle por llevarle), aunque actualmente el campesino puertorriqueño reduce el grupo rl a 1 (sabela por saberlo). 1)

Creo que bastan con estas notas de parentesco lingilistico para demostración de la herencia o fi· liacíón citada. Pero hay otra manifestación sui generis, la del arte, que también nos muestra relaciones entre Sevilla, Canarias y Puerto Rico. La casa canaria, el 21. Vid. Alvarez Nazario: .La inmigración canaria a Puerto Rico.. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 33, 1966, Y Estela Cifre de Loubriel: .Los inmigrantes del siglo XIX. SU contribución a la formación del pueblo puertorriqueño •. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 7, 1960. 22. Manuel Alvar: .Estudios canarios•. l. Las Palmas de Gran Canaria, 1968, pp. 13·23. 23. .La herencia lingüística de Canarias., Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 39, 1968.

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balcón, los patios, las losas famosas pennanecen en San Juan como trasunto del barrio de Vegueta grancanario. En la calle de la Cruz, entre Sol y Luna, hay un grupo de casas muy interesantes y, pasada la Plaza de Annas, se encuentra la Casa de EIzaburu con un piso alto lleno de remembranzas canarias. La génesis u origen de la casona puertorriqueña está en Cácliz y Canarias; de Canarias son los balcones de madera, los techos de viga al descubierto y las arquerías de los patios. Los balcones famosos, el balcón corrido y volado de la calle Tetuán o San José, con ligero tejado es un elemento fundamental en las viejas casonas de San Juan. Y al igual que el de Canarias este balcón se parece más al de Cartagena de Indias que al del Perú; no es un balcón habitación, sino un mirador disimulado, un lugar para estar en la calle desde nuest~ casa. El patio de esa casa como el sevillano o el canario, evocado en Puerto Rico por Paniagua Sarracante es muy similar en ambas partes; si vamos a la Fortaleza, llamada también Palacio de Santa Catalina, con una estructura isabelina que es la nás bella de América al dech; de un especialista, nos encontraremos con un patio y acceso a jardines que recuerda la casa popular canaria. Ernesto de la Orden dice que «es interesante comprobar que, después de la separación de la Madre Patria, los arquitectos puertorriqueños mantuvieron el gusto español y alzaron la Universidad de Río Piedras, la Aduana, la Escuela de Medicina y otros edificios sobre claros modelos de Sevilla o Salamancalt.24 No tennina, aunque quisiéramos aquí las relaciones ·artísticas Canarias-Puerto Rico, porque nos parece digno de mencionar que en el siglo XVIII, cuando el puertorriqueño tiene conciencia de cierta fortaleza, de cierta personalidad, incluso en el porte, surge un pintor símbolo de esa emancipación estética y primer gran artista borinqueño: José Campeche. Su padre fue un esclavo liberto, Tomás de Rivafrecha y Campeche; y su madre una canaria, María Jordán. Como en el caso de Miranda y Martí la mitad de la sangre es isleña. Como bien sabemos, y Arturo Dávila lo ha estudiado, hay dos retratos de Campeche, uno hecho por Ramón Ati· les (1804-1875) y otro por Francisco Oller (18331917) que han servido para ciertas polémicas, pero en ambos retratos se Ve ia condición mulata del pintor cuyo rostro nos recuerda, en el de Atiles, la imagen del más importante de los mestizos, el Inca Garcilaso. El arte sevillano, irradiado por toda América gracias a las azulejerías, la imaginería y la pintura, surge en Puerto Rico desde el primer momento: con Caparra, la primera ciudad. AlU están los azulejos trianeros. Es posible que algunos canteros 24. "La Arquitectura civil en Puerto Rico.. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 17, 1%2.

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sevillanos trabajasen en la isla, pues la Iglesia de San José evoca su artesanía.:!' Si se hubieran quedado en la isla hubieran podido intervenir en la obra de la catedral, que el obispo sevillano Rodrigo de Bastidas quiso alzar en 1540 de estilo gótico e inspirada en la de Sevilla. Sus palabras al César Carlos así lo demuestran: «mi anterior hizo una pobrecilla Iglesia; yo he comenzado un edificio perpetuolO. Recuerda esto algo las altivas palabras de los obispos sevillanos que comenzaron su catedral, y manifestaron: «Fagamos una iglesia tal e tan grande, que los que la vieren acabada nos tengan por 10coslO. Algo de eso debió de pensar el sevillano Bastidas. El modelo de la catedral hispalense está presente sin duda porque Torres Vargas dice «de tenninarse según los dibujos que vi sería como la de Sevillalt. Pero la pobreza de medios obligó a variar el proyecto original, reduciendo sus dimensiones 128 y privándose así la catedral de San Juan de estar señalada en el pavimento de San Pedro de Roma como la de Sevilla sólo superada por San Pedro y San Pablo de Londres. La imaginería acusa notable presencia sevillana al igual que en toda América. Angula Iñiguez ha estimado que el Cristo, enviado por Nicolás de Ovando a la familia Ponce de León, es de factura sevillana. Sobre este Cristo, venerado hoy en la Iglesia de San José, antiguo convento dominico, hay sus dudas ya que Arturo Dávila supone que el auténtico es el que actualmente se conserva en ]a Iglesia de la Carolina.21 Por el mismo Profesor Dávila sabemos que en la Capilla del Hospital de la Concepción se conserva un crucifijo, de factura andaluza, tal vez sevillano, con reminiscencias montañesinas ya que recuerda algo al famoso Cristo de los Cálices de la catedral hispalense. Dávila supone también sevillana una imagen del niño Jesús, perteneciente a una imagen de la Virgen de la Candelaria, de la Iglesia de San José. En el Museo de Porta Coeli de San Germán se exhibe un San Vicente Ferrer que entra en el mismo campo de anteriores suposiciones. Y, aunque no se conservan, se sabe que Hernández Bello rea· lizó un San Felipe y un Santiago por encargo del Gobernador Gabriel de Rojas Páramo que había sido Sargento Mayor en Sevilla, así como Martfnez Montañés construyó un tabernáculo para el monasterio de Santo Tomás a principios del XVIl. 28 Hay noticias, recogidas por Angula, de envío de otras 25. Marqué~ de Lozoya: .Vestigios dc Edad Media puertorriqucña•. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, mimo 2, 1959. 26. Adolfo Hostos: "Crecimiento y desarrollo de la ciudad de San Juan•. San Juan, 1957. 27. Arturo Dávila: .Una talla dcl siglo XVI en la Caro· Iina. ¿El Cristo dc los Ponce?» Rcvista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 26, 1965. 28. Ibídem: "La escultura del siglo XVII ·en San Juan de Puerto Rico». Revista del Instituto dc Cultura Puerto· rriqueña, núm. 29, 1965.


imágenes. Y la conocida Virgen con el Niño del Se· minario de Puerto Rico, hoy en la Catedral. una de las esculturas marianas más bellas de América, nació en un taller sevillano. quizás suponía Angulo Iñiguez en el de Juan Bautista Vázquez seguidor de Roque Balduque autor de una serie de imágenes muy influyentes. La Virgen puertorriqueña es una réplica de la Virgen que existe en la Iglesia de la Magdalena, no desmereciendo del modelo, pero su ejecución. según A. Dávila. se debe al taller de Astorga en el XIX, de donde también salieron otras imágenes. Y ya que citamos la Iglesia de la Magdalena, antiguo Convento dominico. digamos que en él fue consagrado obispo el sevillano Fray Bartolomé de las Casas quien algunos autores suponen erróneamente que fue ordenado sacerdote en Puerto Rico. Fue ordenado en la Española, pero por un obispo de Puerto Rico. La Iglesia de Sevilla y Puerto Rico, tienen en común. comparten, por así decirlo, dos grandes momentos de la vida de este uespañol de AméricaJl gran defensor de los indígenas. Pero también tienen en común muchas otras cosas. Recordemos. por ejemplo. que cuando se crea el Obispado de Puerto Rico en 1511 se le hace sufragáneo del Arzobispado sevillano hasta 1545. No olvidemos tampoco los Obispos de origen sevillano que rigieron la diócesis puertorriqueña. Diego Torres en su descripción citada nos habla de Fray Alonso de Monroy, mercedario, que aunque consagrado obispo de San Juan no llegó a trasladarse a la isla y murió en su ciudad siendo enterrado en el desaparecido convento Mercedario. Otro. el segundo, también fue sevillano, hijo de notable descubridor y llamado como su padre, Rodrigo de Bastidas. Como en todas las facetas que estamos examinando lo mismo hay algo canario que algo sevillano y por eso tampoco aquí podía faltar un canario: don Juan López Agurto de la Mata, natural de Tenerife, que sucedió nada menos que a Bernardo de Balbuena, muerto en 1625. Era hombre caritativo, con su tierra. a la que remitió 6.000 ducados para el santuario de la Virgen de la Candelaria y con su nueva patria donde hizo muchas limosnas a las iglesias y personas necesitadas. Pero, sobre todo, y lo dice el canónigo sanjuanero Diego de Torres Vargas: «Era hombre entero, ajustado de vida. y. como dicen los italianos, de Testa, y tenía otras muchas partes de las que pide San Pablo para los Obispos JI. Siguiendo con los sevillanos que son más, citemos a Manuel de Mercado; a Fray Alonso de Monroey segundo obispo del XVII y segundo sevillano que tampoco se atrevió a ir a San Juan... Luego están Martín Vázquez de Arce, Rector del famQ.so Colegio de Santo Tomás de Sevilla. En este siglo XVII, nos cuenta Gil González en su «Teatro Eclesiástico», utilizando la descripción de Diego Torres de Var-

gas, exactamente en 1646. se logró licencia real para edificar o fundar un convento de monjas en San Juan. En la Real Cédula se concede tres monjas de Sevilla (no llegaron a ir); pertenecientes a la Orden de las Carmelitas Calzadas. porque así lo había exigido la dama sanjuanera doña Apa de Lanzós que había ofrecido su hacienda para tal piadosa obra.211 y del Obispado vayamos al Palacio del Gobernador a ver si encontramos algún gobernador se· villano o algún canario. ¡Por supuestol Los hay en todos los siglos. En 1564, y seguimos la descripción del canónigo Diego de Torres Vargas, es nombrado Francisco Bahamonde de Lugo, natural de Tenerife Gobernador y Capitán General de Puerto Rico. Había intervenido en el Perú con Núñez de Vela y La Gasca y había sido Capitán de caballos en Flandes. De él se nos dice que «porque los caribes infestaban la isla por la banda de San Germán fue en persona a aquella guerra donde le dieron un flechazo en el muslo ---como a Alvarado-- que estuvo de él oleado, pero viviendo y acabado su gobierno fue a España y tan pobre, 'que una vuelta de cadena que sólo tenía, se la dio cuando se iba a embarcar, a la mujer de un sobrino suyo, diciendo: Señora, no me agradezca el darle esta ca· dena. que no 10 hago por servirle, sino por decir con verdad que no llevo nada de Puerto RicO».5o Interpretémosle, si es que hay duda alguna en estas palabras. No es que haya querido decir, como cuentan anécdotas de otros hombres. que el Gobernador no deseaba llevarse de la isla ni el polvo por el mal recuerdo que de ella tenía. No, nada de eso. El Gobernador lo que deseaba manifestar era que no había peculado, que no se había enriquecido en la isla, que no había utilizado el cargo para enriquecerse. Por la década del ochenta, dentro del XVI, gobierna Juan López de Melgarejo. sevillano. que había sido alguacil de la Audiencia de Santo Domingo la cual le nombró gobernador interino en San Juan. Ya dentro del XVII conocemos al ya citado Gabriel de Rojas, natural de Illesca, en las cercanías de Madrid, pero que había sido Sargento Mayor en Sevilla, de la que como tantos otros debió enamorarse. porque ya lo mencionamos encargando imágenes religiosas a Sevilla. Y no porque fuera un beatón, porque este hombre, dicen las crónicas «fue el gobernador más asistente que ha tenido la fuerza del Morro». Lo mismo mandaba a tallar imágenes religiosas que alzaba los fuertes de Boquerón y el Cañuela. Estamos haciendo fatigosa esta nómina. Es como cuando pasamos revista a una galería o expo29. "Descripción..... por el Lic. don Diego de Torres

Vargas. Apud. "Crónicas...• cit. pág. 184. 30. Ibfdem. Nota 4, pp. 196-197.

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sición de retratos de gobernantes. Nos cansan; sólo contemplamos a los que destacan por algo o a los que conocemos más. Aquí en este desfile de gober· nantes de Puerto Rico nos estamos deteniendo sólo ante los sevillanos y canarios, pero, además, de ellos nos atraen los que por su acción y vida más descollaron. Pasemos de largo ante el sevillano y Gobernador Juan Pérez de Guzmán (1661-4), ante el probablemente grancanario Alonso de Campo Espinosa (1675-8), ante el tinerfeño (Garachico) Diego de Ponce Llarena (1686) experimentado soldado en Extremadura y Flandes, ante el también tinerfeño Juan Fernández Franco de Medina (1695-8). Y entremos al XVIII. Aquí, la galería por el momento no nos brinda nada. Tan sólo a final de siglo vemos el retrato del Teniente de Gobernador Auditor

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de guerra nacido en Caracas de padre sevillano, Francisco Rafael de Monserrate. ¿Yen el XIX qué encontramos? Por ahora nuestros conocimientos no han podido ahondar mucho. Sólo una figura, y mejor no haberla encontrado. Es, pues, un parén. tesis de silencio. Un paréntesis que, desgraciadamente insistimos, lo cierra don Angel Rivero Méndez, hijo de canarios que fue, por así decirlo, el último Gobernador de Puerto Rico, o por lo menos, el encargado de entregar a los norteamericanos la plaza de San Juan y sus edificios militares. Siento mucho, pido disculpas, por terminar este paseo histórico por la historia de Puerto Rico en sus re· laciones con Sevilla y Canarias con esta nota, con este recuerdo lleno de melancolía para todo español: la pérdida de Puerto Rico.


Aspectos etnológicos aborígenes y actuales,_ del uso de la guáyiga y sus derivados en Santo Donlingo Por MARCIO VELOZ MAGGIOLO Director de Investigaciones del Museo del Hombre Dominicano

EL.

PRESENTE ARTíCULO NO PRETENDE AGOTAR, EN MA-

nera alguna, el tema de la guáyiga como recurso de uso doméstico en la isla de Santo Domingo. Más bien quiere llamar la atención sobre un aspecto importante de la etnología dominicana: el uso de la guáyiga y de sus derivados como alimento y como producto de uso cotidiano, y hasta industrial, en algunas regiones del país. Existen en Santo Domingo tres especies de guáyiga, de las cuales, una puede considerarse endémica o nativa. Estas especies son: Zamia integrifoHa L, Zamia media Jacq, y Zamia pumilia L, siendo esta última la endémica o nativa. Sin embargo es necesario destacar que, posiblemente todas las especies mencionadas, estaban ya en la isla de San· to Domingo antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. De las tres especies existentes la Zamia inte· grifolia L, es la más usada para fines domésticos. Los derivados de la guáyiga son: almidón, y a partir del almidón por lo menos tres productos alimenticios difundidos en el este del país y en todo el Distrito Nacional: chola, hojaldres y manjar blanco. Según el Dr. R. M. Moscoso, las tres especies eran localizables en 1938 sólo en el área sureste de la isla de Santo Domingo y Samaná. (Moscoso, 1938, página 1). Esta localización parece seguir vigente, y se puede relacionar con formaciones de tipo pleistocénico muy recientes, caracterizadas por la presencia actual terrazas calcáreas y zonas de dep~si­ tos aluvionales y kársticos. La planta no abunda en el valle del Cibap ni en la zona norte de la isla. S610 desde el sureste, a partir de la ciudad de Santo Domingo, puede seguirse con facilidad un curso que termina en Cabo Engaño, por el este franco, y en la península de Samaná, por" el noreste.

Los datos aportados por Moscoso en 1938, coinciden con los apuntados por Fray Bartolomé de las Casas, en su Apologética Historia. (Casas, 1958, Vol. III, p. 14). Según Casas en el sureste de la isla, hasta la región de Macao (hoy provincia de La Altagracia), la yuca era poco utilizada, por los pobladores aborígenes, pues se hacía pan de guáyiga. El área señalada por Las Casas desde el punto de vista histórico, es la misma que apunta, para las tres especies, el Dr. R. M. Moscoso, confirmando las afir· maciones del cronista. Sería válido aquí establecer el tipo de ecología que resulta positivo para el desarrollo de las especies citadas, pero resultaría pesado y erudito para el lector no avezado. Permítaseme apuntar, sin em. bargo, que hasta hoy la guáyiga se produce en forma silvestre de acuerdo con el hábito de las gym. nospermas cuya polinización está en relación con fenómenos de tipo eólico. Las Casas, en el mismo lugar, apunta que a diferencia de la yuca, cuyo cultivo era bien organizado entre los taínos, la guáyiga era aprovechada como un producto del medioambiente. Veamos la cita completa de Las Casas refiriéndose a la .provincia de Higüey.: -Por todas las dichas mesas de lajas 1 o peñas, ~ entre ellas, se crían unas raíces que no las hay en toda esta isla;:2 estas raíces se llaman guayag!1s, 3 y hacen dellas el pan que comían por toda esta 1. Se refiere a la confonnación de la terraza pleistocénica del sur de la isla, compuesta por calizas y formaciones fósiles de tipo marino. 2. La observación es válida, y aún estas raíces no son comunes a toda la islp.. 3. En nuestro libro Arqueología Prehistórica de Santo Domingo hemos sugerido la posibilidad de que la voz gua· yo (rallador), de origen indígena, tiene indudable relación fonética con la palabra guáyaga. Ver nota sobre el caso en dicha ~ublicación y en estudio sobre la re2ión de Ma· cao, prOVIncia A1tagracia, realizado por el 1ng. Elpidio Ortega y por el autor.

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La gudyiga (Especie Zamia Integrifolia). Hojas y frutos (raíces).

provincia los indios. Las raíces son como cebollas gruesas albarranas; las ramillas y hojas que salen fuera de la tierra dellas, obra de dos y tres palmos, parecen algo como de palmitos de los que hay en el Andalucía, puesto que son más angostas y más lisas y delicadas que la de los palmitos. Hácese el pan desta manera, conviene a saber, que en unas piedras ásperas como rallos 4 las rallan como quien rallase' un nabo o zanahoria en un rallo de los de Castilla, y sale masa luego blanca, y hacen della unos globos o bollos redondos, tan grandes como una bola, los cuales ponen al sol, y luego p6nense de color de unos salvados o afechos. Están al sol uno y dos y tres días, y al cabo dellos se hinchen de gusanos como si fuese carne podrida, y quedan eso mismo tan negros poco menos que una tizne, 4. En diversos yacimientos arqueológicos del la República Dominicana han aparecido (lo mismo el noreste) restos de corales planos utilizables en fección del casabe como guayos o ralladores. La logía ha confirmado al cronista.

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sur de que en la conarqueo-

como un negro algo deslavado que tira a pardillo. Después que ya están en esta dispusición, negros y herviendo de gusanos tan gordos como piñones, hacen unas tortillas dellos, que ya es masa cuanto a la blancura y ser correosa como la de n.lestro trigo, y en una como cazuela de barro que tienen ya sobre unas piedras, y huego debajo caliente, ponen sus tortillas, y desde a un rato questán cociendo de un lado las vuelven del otro, donde bu· llendo los gusanos, con el calor se fríen y mueren y así quedan allí fritos. Y este es el pan de aquella tierra y provincia. Y si se comiese-antes que se parase prieto. y no. estuviese lleno o con algunos muchos gusanos, los comedores morirían•.~ El párrafo transcrito requiere de algunos comen· tarios. Es demasiado importante para pasarlo por alto sin apuntar 'ciertas afirmaciones que pueden corroborarse científicamente. 5. Así. la guáyiga, rica en carhohidratos, se convierte en un alimento también rico en proteínas.


La primera afirmación corroborable es la de que ese crían unas raíces que no las hay en toda esta isla». El survey de Moscoso seguía siendo válido para esta afirmación de Las Casas cuando el primero publicó su Catálogus Florae Domingensis. Re"Cientemente el geólogo dominicano Iván Tavarez (Tavárez, comunicación personal, 1973), nos señala· ba la dificultad de encontrar las especies de Zamia en el valle del Cibao, y en el norte. La segunda afirmación corroborable es que el pan hácese rallando primero las raíces en «unas piedras ásperas como rallos». Trabajos arqueológi. cos en la costa sureste demuestran que, a diferen· cia de la zona del Cibao por ejemplo, en vez de guayos o ralladores bien confeccionados, se utilizaron corales marinos, planos, en la mayoría de las ocasiones. Este dato había sido sugerido por Kriegel' en 1931, luego de excavaciones y trabajos de campo en la isla de Santo Domingo.e Una tercera afirmación que puede ser comprobada es la de que si se comiese la masa antes de su descomposición, «los comedores morirían». Una de 6. El Dr. Herbert Krieger trabajó en el área de Sao maná, en donde reportó por vez primera y lo sugirió, la presencia de corales usados como ralladores.

las características de las hojas de guáyiga más ob· servadas por el campesino dominicano de la región Este, es la referente al «descoyuntamiento. de las vacas que comen el arbusto. Los efectos de la guá. yiga en estado salvaje sobre las vacas, por ejemplo, se observan en la paralización de ciertas funciones locomotoras, principalmente en las patas delanteras del animal. Aunque el fenómeno no ha sido científicamente estudiado, que sepamos, sí estamos documentados acerca del rico contenido alcalino de la planta. Este fenómeno ha influido en su des· aparición en muchas áreas del este del país, por cuanto actualmente éstas se han convertido en zonas ganaderas, siendo exterminada la especie Zamia. El hecho de que la guáyiga haya sido el principal alimento de los pobladores de la provincia o cac\; cazgo de Higiiey la convierte en un importante fac· tal' etnológico a estudiar, puesto que la planta fue utilizada siempre para variados usos en la isla de Santo Domingo. El pan de guáyiga descrito por Las Casas no al· canzó, al parecer, la medianía del siglo XVI, y debió haber desaparecido junto con los últimos pobla. dores del Este. LA EXTRACCIÓN DE ALMIDONES

En el aspecto actual, la guáyiga tiene relación con la producción de almidones, y con la fabrica· ción de alimentos a partir de estos almidones. Veamos: hasta 1957, aproximadamente, en la provincia de San Pedro de Macorís, el almidón de guá. yiga era facturado para venta al por mayor a comerciantes de la ciudad capital. (Rosita Rosado, Los Guayacanes, comunicación personal). Evidentemen· te la industria denominada -Industria Yuquera Na· ciona}., compraba al por mayor para embarques al exterior del país. Desde el siglo XIX el almidón de guáyiga figuró entre las exportaciones computables por su importancia. En un documento de Sir Robert Schomburghk, de mediados del siglo XIX, apa· rece el almidón de guáyiga como importante producto de e}tportación. T Campesinos de la región de Guayacanes, provino cia de San Pedro de Macorís, asocian el almidón de guáyiga a tres productos alimenticios: la chola, el hojaldre y el manjar blanco. La chola es un pan de almidón de guáyiga, su producción en el país está restringida, precisamente, a las .zonas en don· de abunda la guáyiga, y el autor del presente aro tículo lo ha localizado en varias secciones del Distrito Nacional, a pocos kilómetros de la ciudad capital. Realmente algunas de estas zonas o secciones Preparación del almidón de guáyiga. La masa es llama. da "cusuco".

7. El Dr. Emilio Cordero, quien prepara una edición de documentos inéditos de Schomburghk, me facilitó el dato.

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LA CHOLA

Almidón de gudyiga asentado

son ya sectores suburbanos, por 10 que el uso del pan de guáyiga tiende a ser menor cada vez. La distribución de la chola corre pareja con la distri· bución de la guáyiga desde el punto de vista ecológico, no así la distribución del hojaldre, que tamo bién es hecho con almidón de yuca. La extracción popular de almidones en el área de Los Guayacanes, fue y ha sido similar tanto para la yuca como para la guáyiga. La técnica sería: ra· llar los frutos después de pelados. Para ello se utiliza un guayo o rallador de metal actual, que sustitu· ye en el tiempo al artefacto indígena. Luego se pasa la masa a una vasija de madera, se «rinde» con agua y más tarde se cuelan masa yagua por un colador de tela de henequén o cabuya. La operación se rea· liza cuantas veces se hace necesario, hasta que la masa ha soltado su contenido. Este contenido se deja rep.osar en una vasija por un tiempo prudente, hasta que el almidón «asienta». Sólo a partir del almidón de guáyiga se hace la chola o pan de guáyiga.

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o

PAN DE GUÁYIGA

La señora Rafaela Núñez Vda. Maggiolo 8 llama. ba «pan de negro» al pan de guáyiga o chola. Des. de aproximadamente 1946 el autor conoce el térmi· no «chola. para designar el citado pan. Como no se ha hecho un estudio a nivel documental de este tipo de alimento tenemos que apelar a fuentes orales, y a experiencias muy personales. Los lugares en donde era común la chola en el área del Distrito Nacional, eran los siguientes: Los Mina, Mandinga, Mendoza, Villa Mella y Yamasá. Estos lugares tienen posible relación con asentamientos de esclavos a partir del siglo XVI. Las voces toponímicas Mandinga y Los Mina, son voces africanas. El hecho de que el pan de guáyiga o chola sólo haya subsistido en algunas zonas del este del país y en áreas cercanas a la capital dominicana de población p~edominante­ mente negra, hace pensar que la denominación «pan de negro» tuviera algo o mucho que ver con un alimento posiblemente inventado o utilizado por grupos esclavos" El historiador Larrazábal Blanco tiene una im· portante lista de denominaciones de negros recogidas en Santo Domingo. Esta incluye el apellido o apelativo Bran, así como los nombres mandinga y mina. (Larrazábal, 1967, pp. 74-75). Los .bran, por ejemplo, aparecen desde el mismo siglo XVII, junto a los mandinga en luchas y rebe· Iiones. Antes de que negros de la parte occidental de la isla fueran asentados como «mina., en las afueras de la ciudad de Santo Domingo, grupos de la misma etnia habían sido posiblemente asentados en la parte oriental de la isla. De hecho el poblado de San Lorenzo de los negros Mina, fue fun· dado por grupos de esclavos escapados del Saint Domingue francés, posiblemente en 1678 o 1679. (Larrazábal, 1967, pp. 156-157). PREPARACIÓN DB LA CHOLA, SUS INGREDIENTBS Y DURABILIDAD

Los datos que aporto para este artículo fueron suministrados por la señora Rosita Rosado, natural de Los Llanos, provincia de El Seibo, República Dominicana, y vividora de la sección Los Guayaca. nes, provincia de San Pedro de Macorís. Según ella misma ha declarado aprendió a hacer «chola» en la sección de Los Guayacanes. 8. La señora Núñez Vda. Maggiolo era mi abuela y conocía muy titen el uso y la preparación de la chola. Ella conoda el pan desde muchos años, y afirmaba que el mismo era también común en San Cristóbal. 9. Una de las caracterfsticas de la chola es su capaci· dad para satisfacer el apetito. Un solo pan o chola es suficiente para dejar satisfecho el estómago del comensal. Una segunda característica importante es su durabilidad: las cholas pueden ser ingeridas hasta 15 cUas después de SU fabricaCIón.


Transcripción

¿Y se murió, ella?

Sí, hace muchos años, uf, muchos años. ¿Su nombre?

RPsita Rosado. ¿Hace tiempo que vive aquí, en Los Guayaca. nes?

¡Oh, sí! muchos años. ¿Qué edad tiene usted? Setenta y nueve. ¿Quién la enseñó a hacer chola?

Yo misma. ¿Su abuela hacía chola?

No. ¿Donde vio usted una chola por vez primera?

¡Oh!, aquí en Gvayacanes. Entonces, ¿cuándo usted ]a vio haciendo, aprendió?

Sí. ¿Entonces quién la enseñó?

Una mujer mayor. Una mujer mayor, ¿pero no recuerda el nombre de ella?

Vicenta. Vicenta Frías.

Cuando usted la conoció, ¿qué edad tenía Vi· eenta? Setenta y pico de años. Yo tengo ya setenta y

nueve. ¿Usted no tiene conuco para sembrar la guáyiga?

No, eso es silvestre. E$o se da por ahí por los montes. Eso no se siembra, eso nace así. Yo misma vaya recoger la gudyiga. No haya quien mandar y yo misma voy. ¿Y hay una época del año en que se da la guáyiga?

Siempre se da. Pero hay tiempo en que se pone mala. Que no da almidón. En el tiempo atrás. De octubre en adelante se pone más buena. Hasta que pase el fria. Hay sitios que se pone mala: donde le da mucho la sombra. Cuando llueve es que se pone mala. ¿Y la guáyiga es venenosa?

No ... Si un agua que suelta, I mata.

¿Usted ha sabido de algún muerto por beber de esa agua?

No. Aquí la gente se pone como borracho. y los animales, ¿cuando comen guáyiga se des-

coyuntan?, dicen.·

Sí, las vacas. Se derriengan. Cuando comen la flor. Cuando no habia guáyiga, ¿qué otra cosa usa· ban para pan? Maíz de aquí mismo. Aquí teníamos conuco y

hacíamos pan de maíz, guayado. ¿ y cómo se hacen las cholas? Dígame cada cosa en el orden en que usted la hace, por favor. Pri· mero.

Primero se desentierra la mata. Se quita con el machete las hojas. Se pela la guáyiga. Se guaya.. Al guayarse se cuela el guayaD, el cusuco. ¿Cómo dijo que se llama el guayao?

Cusuco... Después se saca el almidón del agua, cuando está asentado y se pone a secar. Después que está seco se amasa con coco guayao (rallado). ¿Con el bagazo del coco guayao?

Sí, con el bagazo, pero sin sacarle la leche al coco. Bien, siga.

Después que el almidón esté seco se amasa con el coco. Se hace la cola, que es un almidón hervido, y se amasa el DOca con la cola y con el almidón

seco. Esa ccola» es la que hace que se pegue el almidón y el coco, ¿no es así? Es la que da consistencia.

Sí ... Entonces se hace la bola, se pone al fogón, en un caldero engrasado, con fuego arriba y fuego abajo. Y poco después ya está la chola. La Sra. Rosita Rosado, nuestra gentil informante. En

su mano lleva la gudyiga antes de ser rayada.

¿Cómo usted le llama al aparato en el que usted cuela el cCUSUCOD sacarle el jugo? 37


Colador. Eso está h'echo con un saco y cuatro palos que separan, y la vasija se pone abajo. ¿Usted no ha hecho chola en horno?

No. Pero sé que se hace metiéndola en ceniza caliente. ¿ Qué otra cosa se hace con almidón de guáyiga?

Se hace hojaldre y se hace manjar blanco. ¿Qué es el manjar blanco?

Una cosa que uno coje el almidón y si tiene leche de vaca uno lo mueve con la leche y le echa especias. ¿Qué otra cosa?

Se puede comer frito, también. Uno 10 amasa, y la hace como yaniqueque y lo fríe. ¿Qué es yaniqueque? ¿Por qué yaniqueque? Ese nombre, ¿de dónde sale, lo sabe?

No. La harina de trigo, se usa mezclada con almidón.

Sí, se le puede echar a los bollos para que estén mds suaves. ¿A qué bollos?

A los bollos de chola, y quedan mds suaves. Que tiempo dura una chola. Dura muchisimos días, si está bie.n hecha. ¿Meses?

No, porque se pone muy dura. ¿Pero se pudre?

No, no se pudre, como que se va secando. ¿'Qué tiempo tiene usted viviendo en Los Guayacanes.

Como setenta años. Yo vine aquí chiquita. Nosotros somos de Los Llanos. Hasta aquí la transcripción de la parte más importante, a nuestro juicio, de la entrevista a la señora Rosado. Más adelante ella nos describió cómo se hacían el hojaldre, a base de almidón de guayiga mezclado con almidón de yuca. Se amasa el almidón con almíbar y leche de coco y huevo, lo mismo que bicarbonato de sodio. Se hacen bolitas y se hornean con fuego arriba y fuego abajo. Por considerar tanto el manjar blanco como las hojaldres platos con influencia posiblemente española, no vamos a establecer juicios comparativos. Nos atendremos, pues, al documento colonial que significan los datos de Las Casas, y al documento et· nográfico de Rosita Rosado. Los datos y la transcripción utilizados nos permiten, de manera preliminar, establecer algunas comparaciones: 1. El uso de la guáyiga como alimento puede ubicarse con c1~ridad desde el período agrícola de la prehistoria dominicana. Es posible que la guáyiga fuese utilizada entre los aborígenes de la isla de Santo Domingo desde períodos muy anti-

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Almidón de guáyiga secado al sol

guas, pero no tenemos noticias para grupos preagrícolas. 2. Si se comparan los usos actuales con los usos indígenas, se habrán de notar diferencias en la preparación de alimentos a partir de la guáyiga: a) El aborigen dejaba «podrir. la masa o cusuco, lo que eliminaba en parte la toxicidad del alimento, y aprovechaba los gusanos comq alimento integrado a la guáyiga rallada. No así el dominicano actual que la usa a partir del almidón. b) Aunque en ambos casos hay que guayar o rallar la guáyiga, en el caso actual no persisten artefactos para exprimir la guáyiga rallada, como podría ser el cibucán o manga indígena de extraer el jugo tóxico a la yuca. Hoy se utiliza un colador de fibra de henequén. 3. Podría argumentarse la hipótesis de que el uso de la guáyiga en la época actual tendría sus raíces en la' utilización de la misma en el pasado aborigen. Es evidente que a pesar del cambio de instrumental para lograr almidón, el aborigen persiguió, en el caso de la mandioca o yuca, la obten· ción de almidones, tal y como sucede con grupos orinoco-amazónicos actuales. Sin embargo, existen algunos puntos que es importante remarcar:


a) La extracción de almidones era común en Europa mucho antes del descubrimiento, lo mismo que en Africa. Muchos grupos indígenas de todo el mundo utilizaron el almidón como recurso alimen· ticio. La Zamia es un género con unas trece o más especies americanas, que abarcan desde La Florida, hasta Perú, pasando su distribución por México, Centroamérica y Brasil. En Africa el género Ence· phalartos caffer es utilizado para la confección de pan y en la India, algunas especies del género cyca son utilizadas por sus hojas cocinables cuando son tiernas. JO CONCLUSIONES

Se puede concluir el presente trabajo señalando los siguientes puntos:

1. La guáyiga fue utilizada por los aborígenes antillanos como alimento básico, y de ello se han podido establecer datos precisos en las crónicas y en excavaciones arqueológicas correspondientes al período ceramista o agrícola, sin que hasta el momento se haya podido determinar si hubo utilización de la misma como alimento en períodos anteriores. 2. La guáyiga tiene en la actualidad una distribución ecológica relacionable con zonas de formación geológica reciente, con características pleistocénicas, y cercanas al litoral sureste y noreste de la isla de Santo Domingo. 3. En la época actual la utilización de la guá. yiga a nivel alimenticio resulta diferente de su utilización en el período indígena, sin embargo, es pasible que esclavos africanos conociesen el tubérculo y su utilización gracias al contacto con indios antillanos en el siglo XVI, aunque también es posible que algunos grupos africanos conociesen el uso de productos derivados del almidón, puesto que los almidones son muy conocidos entre grupos aboríge· nes de casi todo el mundo. 4. La chola, o «pan de negroll, producto derivado del almidón de guáyiga, tiene una distribución acorde con la zona donde la planta se reproduce de manera silvestre. El mayor núcleo de producción de chola está dentro de la demarcación del Distrito Nacional, zona de la capital, Santo Domingo y sus 10. Estos datos son encontrables en el volumen núm. 10 de la Enciclopedia Británica, edición de 1969, y en el tratado referente a las gimnospermas.

suburbios, en donde parece existir alguna relación entre el uso del pan llamado chola, y núcleos negros, estableciéndose que en algunos lugares de población predominantemente negra y con nombres africanos (Los Mina, Mandinga), así como en otros de población mestiza y negra, con predominancia de la última, verbigracia Villa Mella, la chola persiste dentro de los hábitos alimenticios.u 5. De todo esto se concluye que la chola, derivado del almidón de guáyiga, así como los demás derivados: (manjar blanco, hojaldre), son productos del uso específico en ocasiones de las especies diversas de Zamias, pudiendo determinarse que la Zamia ha sido, hasta hace poco, alimento importante. Se puede concluir con la posibilidad de que en primer término la Zamia fuera comida de los gru. pos aborígenes, y más tarde, comida de los grupos de negros esclavos del sur de la isla de Santo Domingo. Estas conclusiones, aunque un tanto bpotéticas, resultan, a nuestro juicio, lógicas. BIBLIOGRAFIA 1943 R. M. Moscoso Catalogus Florae Domingensis Universidad de Santo Domingo, L y S Printing Ca. N. York. 1958 Fray Bartolomé de Las Casas Apologética Historia de Indias Ediciones Atlas, Madrid. 1967 Larrazábal Blanco Los Negros y la Esclavitud en Santo Domingo Colección Pensamiento Dominicano. Santo Domingo, Rep. Dominicana. 1972 Marcia Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega Excavaciones en Macao, República Dominicana Ver apéndice en Arqueología Prehistórica de Santo Domingo. Me. Graw-Hill, Singapore.

11. Sobre las caracteristicas negroides 'de ciertos grupos culturales en Villa Mella, es importante consultar la publicación de Reina Alfau y Rosa Elena Despradel titulada cInfonne preliminar sobre tres comunidades en el área de Villa Mella, Distrito Nacional... Revista Dominicana de AntropoloiPa e Historia, núm. 4, Universidad Autónoma de Santo DomlDgo, pp. 60-110.

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La búsqueda interlninable Por CLARA CUEVAS

¿ Q u~

SERÁ LO INTERMINABLE,

la fe, la bondad, la esperanza, la justicia? Existirá la belleza interminable, o la belleza en un estremecimiento repentino, un éxtasis momentáneo que nos arranca de nosotros mismos, y nos pone en contacto con lo divino.

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He palpado la belleza del árbol, el temblor marino, me he deleitado bajo el cielo raso de las estrellas. Sé que el amor es un capricho breve, un engaño sublime, narcótico momentáneo, una vez pasa su efecto duele. Me encuentro diariamente con los que amé y ahora me son indiferentes. y cuando tengo las manos llenas de amor siento el corazón vacío.

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Mi piel está llena de caricias y mis ojos tienen la mirada perdida en un horizonte remoto y desconocido. Los ecos de las frases amorosas se han desvanecido y estoy fría como el metal, radiante como el metal, y no hay mano que entibie la mía. He dado todo 10 que tema, me despojé de todos los sentidos. He dicho todo, lo he abarcado todo, todo 10 he retenido, todo 10 he tenido, para arrojarlo lejos de mí misma. He recorrido las arterias y las venas de la vida; ya no queda nada que pueda entemecenne, todo lo he visto, y el mar y el cielo y las estrellas me parecen viejos y desgastados amigos, compañeros del viaje de mi vida. Adónde ir ahora, qué ver, qué sentir, qué decir que no sea lo que he dicho. Mi alma se muere lentamente y no pierdo la vida. Mi alma languidece y se marchita con el aliento malévolo de los que me miran, de los que temporearamente depositan su alma en mi vida, injertan su vida a la mía. y quiero ser libre, libranne de mí, de ellos, de todos, de aquellos, de los que son, fueron o serán, de los que vinieron y los que vendrán y me ahogo dentro de mí misma.

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Crónicas de un SI y un NO

Julia del agua * Por

lB

OMBRE, UNO SE PREGUNTA SI PARA HACER pOEsíA

tiene que ser caldeado en el sufrimiento, hervido en la olla de la vida! Cuando uno encuentra este milagro que llamamos poesía brotando de las palabras alegremente, lleno de fulguraciones de júbilo, de estallidos de alborozo y almendras de alegría, se resiste a aceptar que sea el producto del dolor sostenido. de eso que denominan tormento. Y se nos llena la entraña de cierta rebeldía al comprobat: que hay detrás de este dulce alboroto una inmensa pena, una garganta oprimida y a veces una existencia destrozada. No debería ser así. El poema no por sonoro es canción sino por alegre, por sano. por limpio. O debería serlo. Pero la verdad es que el canto no sale verdadero. auténtico, genuino. si las espinas no viajan en la sangre, clavándose perpetuamente, en las orillas arteriales. ¿Por qué Julia de Burgos. como Gabriela, como Alfonsina. siendo inteligente, soñadora. instruidas, no pudieron alcanzar el timbre de la palabra poética sin ser mujeres torturadas? Es una interrogación maldita. Acaso es que se desvirtúa la interrogante. Y que lo correcto es afirmar que el don poético viene primero y el dolor viene después como circunstancia, como atributo de una sensibilidad que se supone extrema. O lo que es más complicado aunque tal vez más certero. que ambas condiciones se van forjando ju'ntas: el poeta por poeta Va engendrando el dolor. y el dolor por dolor va forjando al poeta. Porque lo que es ya rotundamente inaceptable '" Tomado de la Revista ¡AHORA!, Santo Domingo,

R. D. 42

PEDRO MIR

es que en la condición humana esté definida ya la condición dolorosa. Ni siquiera en Julia de Burgos. Pero es ella quien nos sumerje en estas divagaciones con su tremenda poesía. Desde los ya lejanos tiempos en que. casi muchachos todavía. descubrimos a Neruda y a García Larca, precisamente cuando Julia de Burgos comenzaba a escribir, no había llegado a nuestras manos una poesía que tocara aquella herida de sorpresa que abrieron esos dos monstruos en nuestra pequeña alma antillana. Es verdad que el clima que rodeó el encuentro con la poesía de Julia no podía ser más propicio. Acabábamos nosotros de cumplir nuestros compromisos literarios (recitales. conferencias, mesas redondas, entrevistas), en un precipitado aunque imponderable viaje a Puerto Rico. Era prácticamente la despedida amable, con parrillada, buen vino, manos afables, temas gentiles. Entre ellos brotó suavemente, luego explosivamente, la poesía de Julia de Burgos. Pero sólo fragmentariamente. a pequeños trozos, balbuceante. Y 10 extraordinario es que nosotros apenas si conocíamos vagamente ese nombre que una u otra vez vimos rodando como los caracoles de la playa entre arena y espuma, entre las páginas de alguna revista leída precipitadamente. JULIA EN EL AGUA Ahora, ya a semanas del regreso, embotado el corazón por la cuotidianidad polvorienta, nos llega demorado un cuaderno de poesía de Julia de Burgos, bellamente editado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, que manos generosas nos envían con atención y celo. La impresión es catalana y primorosa, ilustraciones borinqueñas de Torres Mar-


tinó en gran fonnato y en gran estilo. Un verdadero tesoro que en vez de hablar de Barcelona habla de Puerto Rico. Porque en definitiva todo es Puerto Rico, a partir de la devoción que los puertorriqueños tienen por su poetisa. y al fin entramos de lleno en esta gran poesía. Desde luego no es abundante la muestra. Julia de Burgos fue una existencia trágica y sobre todo breve. Murió joven en Nueva York, sola, amarrada a una correspondencia que sus parientes ocultan con cierto extraño pudor y que apenas ha abierto algunas rendijas a biógrafos pertinaces y mineros escrupulosos. Pero en su obra se siente el peso de la condición huqtana más vigorosa y ardiente. Una existencia que se agotó, dicen, en una calle neoyorqui.

na. Se la descubrió en la «margue. casi milagrosamente. y eso es suficiente para explicar su poesía. Además ¿quién puede pretender explicar la poesía? Si fuese posible una explicación sería mucho más importante que la poesía. Inclusive ésta no sería necesaria. A menos que la explicación fuese • poesía y entonces volvemos al punto de partida. Por eso lo mejor, y a reserva de que alguna vez volvamos a esta obsesión amorosa que es Julia de Burgos en nosotros, será que callemos y la dejemos ser en este que es su gran poema borinqueño: cRío Grande de Loíza. y grac~as a las manos amables que lo hicieron llegar y a los oídos atentos que permitirán que resucite esta Julia acuática tan entrañable.

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Grabados y Dibujos de Sobrino

C

ON EL TíTULO DE EPíGRAFE, Y BAJO LOS AUSPICIOS

del Instituto de Cultura Puertorriqueña, quedó inaugurada en la noche del 10 de noviembre, en el Museo del Grabado Latinoamericano de San Juan, la primera exposición personal del artista Sobrino. La muestra comprendió 24 grabados, 3 carteles y 41 dibujos. Sobrino se destaca con relieve entre los artistas de la nueva generación por la manera personalísima con que capta e interpreta, desde un ángulo de pro· funda sensibilidad humana y social. las escenas más corrientes y cotidianas de la vida. "La vida del arra· bal, el asfixiante mundo urbano se nos revela -dice Antonio Martorell- con una sobriedad cromática de acertados tOllOS en sus grabados en madera y una multiplicidad lineal, nerviosa, pero segura, en sus dibujos." El artista fue alumno de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y posteriormente trabajó por algún tiempo en el taller de grabados de Martorell.

,

Grabados

Cartel anunciador de la exposición


.Dibujos

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Memoria descriptiva de la Isla de ]a Mona EN EL FREU QUE MEDIA ENTRE PUERTO-RICO Y SANTO DOMINGO Por

DON INDALECIO NÚÑEZ ZULOAGA

1

Teniente de Navío de Primera Clase

E

31 DE AGOSTO DH 1537 GONZALO FERNÁNDEZ DH Oviedo escribió a los Reyes Católicos desde Santo Domingo, entre otros particulares, el siguiente: "Han de mandar VV. MM., que en la Isla de l~ "Mona, que está entre aquesta isla y la de Sant "Joan, se haga otra fortaleza por que está en el "paso, e allí no hay sino un estanciero e pocos "indios, e hay buena agua é de comer é puerto don"de reposadamente pueden estar seguros los sal"teadores ó armados, é atender á las naos que de "aquí salen para España. E de Sant Joan é de "esotras islas de necesidad pasan por cerca de "aquella isla é sería muy necesaria cosa é mejor "grangería que la que VV. MM. allí han tenido é "tienen é con esa misma se podria sostener". N

En 1551, con motivo de hacer escala en la Mona los corsarios .para desde allí atacar a las islas de Santo Domingo y Puerto-Rico, se pidió al Empe¡:adoro como lo había hecho Oviedo, mandase construir en ella una torre con buena artillería; por aquella fecha existían en la Isla como unos 25 in· dios, los cuales, decía el obispo Bastidas, «son casi todos casados y bu~nos cristianos y tienen su pobre iglesia bien ataviada•. No hubo de construirse la torre que se pedía, porque diez años más tarde, es decir, en 1561, di· rigiéndose el Licenciado Echagoian al rey Felipe 11 decía lo que sigue: "Hay otro puerto de mar donde "no hay ~spañol alguno, sino hasta 50 indios, que 1. Esta Memoria se publicó en el Boletin de la Sacie· dad Geogrdfica de Madnd, Madrid. Tomo VII. 1879, p. 226235. En el mismo Boletln, p. 235·238, apareció el breve aro ticulo Andlisis cualitativo y cuantitativo del guano de la Isla Mona, comparado con el guano del Perú, practicado por el farmacéutico Juan Vicente Monclova. Véase articulo de Rodolfo D. Cambiaso, La futura Isla, en la revista Andrómeda, núm. 4, S. D., 17 de mayo de 1914. (Trata de las islas adyacentes Saona, Catalina, Mona y Manito. Croquis de dichas Islas y de la que él considera futura Isla).

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"se llama la Mona. Hay en este puerto muy buenas "batatas y casabi y mejores melones: todo en can· "tidad, dan de comer a los franceses que allí llegan. l/porque no pueden más. Son indios entendidos y "cuanto a 10 espiritual están a cargo del obispo de "San Juan de Puerto-Rico. No tienen Capellan, sal"va que de tarde en tarde los visitan; es poco o "ninguno el cuidado que de éstos se tiene". Después, dice Acosta en sus anotaciones a la Historia de la isla de Puerto-Rico, quedó comple. tamente abandonada la isla de la Mona; pero sirvió siempre de refugio a los corsarios y piratas. En 1858 la visitamos sin encontrar vestigio alguno de la población que existió en otros tiempos; en sus inmensas grietas abunda el guano. que debe tener una composición química muy parecida al de los Jardinillos de la isla de Cuba, pobre de amoníaco, pero rico en fosfatos. Esto es todo lo que relativo a la isla de la Mona hemos encontrado en la Biblioteca histórica de Puerto-Rico y en la Colección de documentos inéditos del archivo de Indias:2 La observación hecha por Oviedo a los Reyes Católicos hace más de 300 años vuelve a estar hoy en toda su fuerza y vigor. Situada en la medianía del freu que separa a Puerto-Rico de Santo Domingo, la isla de la Mona es una meseta de piedra de tres y media leguas de superfide, tajada a pique por todas partes, y cuya altura no baja, por la del Norte, de 200 pies. En esta isla, de formación volcánica, el terreno se compone de una roca calcárea que en los infinitos agujeros de que está llena contiene alguna tierra vegetal, donde crecen muchos arbustos y algunos árboles bastante corpulentos; la parte más alta, to2. Acosta, Historia de la isla de San Illan de PuertoRico, por Fr. lñilm Abbad. C. N. 1866.


da llana, aparece cubierta de maleza y plantas litófilas, tan entrelazadas y tan llenas de abrojos y espinas, que, al decir de los pescadores que allí residen, nadie ha penetrado hasta el centro de ella, y aún los mismos perros con que se persigue al ganado que en la Isla hay, algunas veces se internan tanto, que todos destrozados no pueden volver a salir y perecen de hambre y sed sin poder dar un paso. Hace ya muchos años que un Capitán de la marina mercante francesa, que creía poseer el secreto del sitio en que los piratas habían enterrado un valioso tesoro, intentó atravesar esta llanura que desconocía, y a pesar del incentivo que lo movía a tan extraña aventura, tuvo que desistir de ella apenas empezada y después de haberse visto rodeado de un sinnúmero de peligros, entre los que no era el menor el morir de necesidad. La costa Norte de la Isla, blanca como la lava, conserva todo su carácter volcánico y perpendicular al mar de un modo tal, que a muy corta distancia de ella la profundidad es insondable. Los pescadores la huyen y con razón; la mar que allí se arbola, el aspecto de aquella muralla de piedra que aparece surgir de un abismo, y el efecto vario y encontrado de las comentes, hacen tan temible su aproximación. que no sin motivo llaman al extremo oriental el Cabo de las tempestades. Por la parte del Sur la costa despide, a tres o cuatro cables, un arrecife de piedra y coral con varias pasas para atracár a las playas en que están establecidas las gentes que en ellas se dedican a la pesca. Desde la punta Sudoeste, llamada también de Caigo o no caigo, por un enonne monolito que situado en su cima, en equilibrio incomprensible, amenaza con desplomarse a cada momento, empieza un placer de arena y piedra que se extiende al Oeste alrededor de la Isla hasta el cabo Noroeste, y fonna, aunque malo, el único fondeadero que pueden encontrar los buques de algún porte. Este fondeadero está dividido en dos por la punta llamada de Arenas, que es la más baja y occidental de la Isla. Entre ella y la de Caigo o no caigo, de imposible equivocación, la costa forma una ensenada de poca curva, llamada por los pescadores Ensenada del Uvero, y cuyo tenedero es de arena, pero tan salpicada de piedra que es muy fácil perder las anclas en él. La sonda. sin embargo, es allí muy regular, y sin riesgo alguno puede un buque internarse hasta coger de seis a ocho brazas y dar fondo; siempre en aquel, ya mal tenedero, recala mar, y siempre es preciso estar lis-. to para hacerse a la vela tan pronto como se anuncia una turbonada del O. o se establecen los vientos de S. y SE. El otro fondeadero, indudablemente mucho más seguro, se llama La sardinera, y lo forman la punta de Arenas y el cabo NO., fácil éste de conocer

por un peñasco tajado a pique, desprendido de él y que a lo lejos semeja a una vela. Este fondeadero puede llamarse tal en la estación de las brisas y vientos del Sur; la mar en él está en calma, abrigada por la punta de Arenas y la lengüeta que al O. despide; el fondo es todo de arena, blanco y sin mancha, y la profundidad de ocho a doce brazas; debe, sin embargo, tenerse en cuenta que más afuera de este placer y en el paralelo de la extremidad N. de la Isla, el fondo es de piedra con mucha agua encima; es preciso, pues, ir a buscar el centro de la concha y el fondo blanco sin dejarse arredrar por aquella barrera de piedra que allá en lo profundo parece resguardarlo. Uno y otro fondeadero, la Sardinera y el Uvero, son de playas muy sucias, tanto que no se puede atracar a ellas sin gran riesgo de perder la embarcación; pero los arrecifes y escolleras en el Uvero ofrecen varias pasas para botes, y una nada más en la Sardinera: los pescadores las conocen perfectamente, y con su auxilio puede un bote aventurarse en ellos cuando la mar en furia no los convierte en saltaderos de espuma. En la estación de los Nortes, tanto estos fondea· deros como los del Sur de la Isla, son completamente inhospitalarios; el viento del golfo y la corriente del freu entablan entonces una lucha que agita el mar de horrible manera. A pt'sar de todo, en esta parte de la Isla, el frontón occidental, el tiempo y la mar han ido formando la lengüeta de arena que hemos mencionado y que hoy abarca ya una extensión considerable; crecen en ella árboles ciertamente de altura más que común, pero con todo muy inferiores a las des-nudas rocas que los rodean y que en la comparación se manifiestan gigantescas; la feraz vegetación de estos climas y la abundancia de ganado 3 que en la Isla hay, han transformado este arenal en un terreno bastante fértil, susceptible de mejora, y con ella de cualquier producción. La capa vegetal que cubre el subsuelo de roca viva está bien determinada en los profundos hoyos que, en todas direcciones, han hecho los buscadores de tesoros allí enterrados tiempos atrás por los piratas, y que, según se cuenta, varios de mucha importancia han sido ya descubiertos. En aquel oasis de la isla de la Mona abundan los manantiales de agua potable, algunos de sabor mineral. Lo que más llama la atención en la Isla es el gran número de cuevas, verdaderos antros del infierno, que en toda ella se encuentran y dan entrada a vastas galerías subterráneas que se extien~ 3. Se ignora "de dónde procede el gran número de cabras y perros que existen en la Isla; pero es fáCil suponer sean la descehdencia de los animales abandonados por los piratas en los tiempos en que gozaban de tanta impunidad por estos mares. va~as.

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Exposición de Bufino Silva

E

N SU SEGUNDA EXPOSICIÓN PERSONAL EN EL INSTI-

tuto de Cultura Puertorriqueña, inaugurada el 15 de diciembre, el pintor Rufino Silva presentó un conjunto de óleos representativos de la temática y el estilo que le han ubicado en zona exclusiva de la pintura contemporánea puertorriqueña. Rufino Silva, nacido en Humacao en 1919, se graduó en el Art Institute, de Chicago, y en l'Ecole

Una de las obras presentadas

so

de la Grande Chaumicre, de París. Cursó estudios sobre la historia del arte en la Universidad de Pe· rugia y trabajó por algún tiempo en los talleres de la Estampería Nazionale, de Roma. En 1938 el Go· bierno de Puerto Rico le concedió una beca para realizar estudios en el extranjero. Cuatro años des· pués, el Art Institute le otorgó la bec~ John Ouincy Adams Traveling Fellowship. Recibió el premio Clusman, por pintura al óleo, en 1955. " Silva ha sido profesor en la Escuela del Art Institute desde 1959, y ha enseñado pintura en otras prestigiosas escuelas de arte de Estados Unidos. Ha expuesto individualmente en la Galerie du Siecle, y en la de Saint·Placide, en París; en la Galleria del Secolo, en Roma; en Chicago y en otros puntos de los Estados Unidos. En exposiciones conjuntas, sus obras han figurado en París, Roma, Nueva York y San Francisco, entre otras ciudades. También parti~ cipó en la Primera y en la Segunda Bienales de San Juan del Grabado Latinoamericano, celebradas en 1970 y 1972. respectivamente. Refiriéndose al proceso de su arte, en el catálogo de la Exposición que reseñamos, Silva e-stampa la siguiente declaración: .. Mis pinturas han "devenido más complejas, pie. nas de fragmentos de la figura llumana engendrando la arquitectura del cuadro y extendiéndose sobre toda la superficie del lienzo. Persiguen el ilusionismo realista de la imagen, representalldo una multi· tud de fragmentos y de detalles de la figura, creando tensiones, empujando y sobrepasándose los tillOS a los otros, sugiriendo asi un acometimiento psicológico. La intención es de estimular la imaginación del observador y crear un verso libre, sin puntos ni comas, y dar una impresión visual continua, sin interrupciones, ni juicios, ni expectaciones lógicas." Del arte de Rufino Silva dan idea las reproduc. ciones que, de algunos aspectos de la Exposición, ofrecemos en estas mismas páginas.


"Ocultdndose con palios blancos, sonrisa"

Dos muestras dd imaginativo y vigoroso arte de Rutina Silva

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" •••y dar una impresión visual continua, sin interrupciones, ni juicios, ni expectaciones lógicas,"

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Vigencia de Betances* Por

CUANDO HABLAMOS DE LA VIGENCIA DE UN PENSADOR

de un ideario queremos decir con ello que éstos viven, que no empece el tiempo transcurrido desde el momento que les tocó vivir aún conser· van una sorprendente actualidad. Ello es aU aún en aquellos casos en que el tiempo cronológicamente medido haya transcurrido por décadas y aún por siglos. En ese sentido las condiciones que sirvieron como base para las reflexiones del pensador en cuestión no tienen que ser las mismas que las imperantes en el momento que evaluamos su ges· tión histórica; ba!jta con que los grandes problemas que aquél confrontó no hayan sido resueltos satisfactoriamente para que el impacto de su ideario nos estremezca con la tónica de lo viviente. 1m· porta, además, que el devenir histórico que exami· namos nos muestra ciertos derroteros generales que le sirven como norte para que podamos ubicar en dicho devenir la aportación del pensador que nos preocupa. Si en el derrotero marcado por el proceso histórico -no empece los retrocesos que son parte inextricable de todo ascenso del nivel histórico- podemos insertar al pensador en cuestión desde la perspectiva de quienes impulsan en vez de resistir el cambio social, entonces su labor como precursor, como innovador, como revolucionario se nos hace más patente. Si, por el contrario, el peno sador que nos preocupa actúa a manera de fuerza retardatoria, de rémora opuesta al derrotero señalado por los grandes procesos históricos, entono ces debemos concluir que en su gestión anti-histórica terminará por sepultarle en el olvido de las futuras generaciones. Ramón Emeterio Betances pertenece a la estiro O

* Palabras pronunciadas en el Ateneo Puertorrique· ño el )ueves 6 de abril de 1972, con motivo de la conme· moraclón de'l 145 aniversario del natalicio de don Ramón Emeterio Betances.

MANUEL MALDONADO - DENIS

pe de los adelantados, de los precursores, de los revolucionarios. Marca por lo tanto el paso de los que habrán de forjar el porvenir de las Américas. Mediante su teoría y su praxis, Betances se ubica en su momento en la gran corriente emancipadora de hombres y de pueblos que arrastrará consigo las frágiles estructuras edi rieadas con el propósito de impt'dir su curso ineluctable. Así, Betances, emanciiJador de hombres: abolicionista: emandpa· dar de pueblos: independentista; amante de la humanidad: humanista. Betances es un Antillano. Las Antillas viven en aquel momento un fenómeno de extraordinaria importancia histórica. Cuando Betances nace en Cabo Rojo está prácticamente concluida la lucha por la independencia de las antiguas colonias españolas de Tierra Firme. Pero se trata de un triunfo pre· cario. Pues en el vacío de poder creado por la des· integración del imperio español se ubican ahora dos grandes potencias cuyo poderlo naval determinará la eventual hegemonía de una de ellas: con el correr del tiempo Inglaterra no será continente de los Estados Unidos por la hegemonía en el hemisferio; el Secretario de Estado Olney lo dirá con brutal franqueza cuando la disputa entre Inglaterra y Venezuela por la Guayana a fines del siglo XIX: «Estados Unidos es hoy, prácticamente, soberano en América, y su fiat es ley en los asuntos en que interviene.»

Así, pues, la acción libertadora de Betances tiene que darse frente a una España que se aferra a sus últimas posesiones de una parte y de la otra frente a un nuevo imperio que codicia a las Anti· lIas en su sed expansionista. Es, por lo tanto, erróneo decir que Betances y sus compañeros se en· frentan a un imperio en decadencia, sino que 10 correcto sería decir que les toca vivir precisamente 53


Belances (Oleo de Carlos R. Rivera)

el descenso de un imperio y el ascenso de otro. En otras palabras, que cuando España yace exangüe luego de las guerras de independencia bolivarianas, la nueva potencia del hemisferio ya ha decidido desde los comienzos de siglo y aún antes -que la independencia de las Antillas sería, en todo caso, de carácter muy precario, y aún así algo que aquella no vería con beneplácito. En ese sentido es co-rrecta la apreciación de la época del historiador Sergio Benvenuto cuando nos dice, refiriéndose a Cuba -y por ende a Puerto Rico: ..Las tres quintas partes del globo -sin con· tar Europa misma- con la mitad de su población, irían cayendo bajo dominio europeo directo, durante un proceso contemporáneo de la lucha independentista cubana (1863·1898), que se iniciaba, sin saberlo, a contrapelo de la corriente universal. Cuando un pequeño hacendado de provincia tañía la campana de su

ingenio llamando a sus esclavos esta vez para la libertad y lucha lanzándose a la guerra por la liberación y el progreso nacionales, no podía saber, claro está -nadie lo sabía-, el invencible contrasentido que articulaba la mi· crohistoria regional y la macrohistoria uni· versal, y que conduciría de un colonialismo a otro, haciendo triunfar en vez de la indepen· dencia a un semianexionismo mal disimulado por la Enmienda Platt. "Pues, efectivamente, Cuba inició su lucha por la independencia en un instante histórico fatal: medio siglo más tarde que el resto de la América Latina, en el momento mismo en que el capitalismo mundial iniciaba su apogeo y comenzaba a convertirse en imperialismo. y dentro de este proceso, el capitalismo nor· teamericano maduraba más rápido, de modo tal que durante los mismos treinta años que en Cuba eran de lucha por la liberación nacional, se producía el desarrollo de ese vecino peligroso que estaba, igual que hoy, a noven·


ta escasas millas. Al cabo de tres décadas, el nuevo amo estaba pronto.• t Es menester que mantengamos ese hecho en mente pues así podemos comprender mejor el por qué la gesta libertadora iniciada por Betances y los revolucionarios antillanos de aquel entonces se estrella contra la barbacana de dos imperios -uno que no quiere rendir sus despojos y otro que espe~ sólo el momento propicio para arrebatárselos. Si la gesta no logra realizarse ello se debe primordialmente a que las condiciones histórico-sociales bajo la cual se desenvuelve no son propicias -por lo menos en el caso de Puerto Rico- para que pueda romperse en definitiva con la coyunda colonial. Betances capta correctamente la situación desde muy temprano en la lucha. Tiene una perfecta claridad respecto al verdadero alcance contra-revolucionario de la Doctrina Monroe y reclama: «Las Antillas para los Antillanos» poniéndonos en guardia contra los designios expansionistas del «monstruo americano•. Consciente de las fuerzas internacionales, está atento a los cambios que ocurren en el seno de la sociedad española y en el seno de sus colonias antillanas. Como hombre de avanzada, como revolucionario social, Betances vincula la lucha nacional a la 1uque se lanza a riesgo de su propia vida a curar cha social de manera inextricable. Todos sabemos de la profunda conciencia social de este médico a los esclavos que caen bajo el azote epidémico del vómito negro, y que junto a su amigo Segundo Ruiz Belvis acude a la iglesia de Cabo Rojo para liberar a los niñitos esclavos en la pila bautismal previo el pago de veinticinco pesos. Pero estos actos de por sí no bastan para hacer de Betances un revolucionario. El agua bautismal no podría borrar siglos de aprobio y servidumbre. Es por eso que el Padre de la Patria quiere un cambio colectivo de carácter radical, donde se vaya a la raíz del problema. De ahí que su proyecto libertador tenga como su primer punto la liberación inmediata de los esclavos y que se consigne, más adelante, la abolición del sistema de libretas de jornaleros. Betances veía al colonialismo como algo inextricablemente ligado a la estructura de la sociedad esclavista. Los enemigos principales de la independencia de Puerto Rico en aquel entonces eran precisamente los que más tenían que perder con un cambio de estructuras: los esclavistas. Luego le seguían aquellos terratenientes que explotaban a los jornaleros en complicidad con el gobierno colonial, cuya legisiación sobre «vagos. iba dirigida a crear una clase de siervos que sirviese como un venero más para la extracción de la plusvalía. Betances l. Sergio Benvenuto. "Una imagen del mundo en el 1868. en Casa de las Américas (La Habana) núm. 50, 1968.

ata el destino de la independencia de Puerto Rico a estas dos clases sociales, pero no logra su propósito de incorporarlas masivamente a la lucha. Aunque sólo fuese intuitivamente, el Padre de la Patria entiende que la independencia tendría que realizarse con aquellos que nada tenían que perder sino sus cadenas -y esto dicho literalmente. El principio que Betances -que aparentemente no conoce a Marx a pesar de que vive durante la época de éste- deja sentado así es de indubitable vigencia histórica. Vale decir, que una revolución sólo puede hacerse en la medida en que sus líderes logran incorporar a la lucha a los sectores más explotados de la sociedad. Desafortunadamente, la revolución de Lares no logra ese propósito -y por eso apenas si puede florecer. Pero el principio, como dije, queda para el porvenir como una lec· ción de proyecciones extraordinarias. Además, ahí estaba el ejemplo aleccionador del gran Toussaint L'Overture, quien rompió con el sistema esclavista y con el colonial de un solo sablazo. La Revolución Antillana ---entendía Betances- sólo podría ser completa cuando las Antillas estuviesen libres tanto del aprobioso sistema esclavista como del no menos aprobioso sistema colonialista. El error de los autonomistas consistía en separar una cuestión de la otra, en sustentar el abolicionismo mientras aceptaban el colonialismo. En cuanto a eso, el incondicionalismo era consistente: ni lo uno ni lo otro. Para los incondicionales, cualquier con· cesión era el comienzo del fin del sistema. Como ca· bales conservadores, veían las reformas como pasos inevitables hacia el fin de la hegemonía española. Ante un sistema social y político de la naturaleza del imperante en las Antillas, Betances no ve otra salida que no sea la revolución -«única áncora de salvación. le llamará a ésta. Como estremecedora de conciencias y como creadora de un nuevo orden la revolución puertorriqueña -inextricablemente ligada a la revolución antillana- planteará las bases para la creación de un hombre nuevo, liberado de los viejos hábitos mentales í~sitos al colonialismo, ya que «ella sola es la que fonna hombres y la que vigoriza pueblos•. Visto el fenómeno en perspectiva histórica, podemos ver en la gestión libertadora de Betances el carácter de un hombre que le ha tocado vivir en un país colonizado. Era ya para aquel entonces un hombre de lo que hoy llamamos «El Tercer Mun· do., es decir, un hombre que ilustra mediante su acción el desnivel material y espiritual existente entre los países capitalistas más desarrollados -como Francia- y una colonia española como Puerto Rico. Lo que el Marxismo-Leninismo denominarla más tarde la ley del desarrollo desigual de los países puede captarse con toda claridad si vemos la enorme distancia histórico-social que media entre

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liberación antillana. Entonces, como ahora, el apoesos dos acontecimientos que se hallan separados yo para la libertad de nuestros pueblos provenía de por apenas tres años desde el punto de vista cronoaquellos países que se hallaban a la vanguardia en lógico: La Comuna de París de 1871 y el Grito de la lucha contra el imperialismo y el colonialismo. Lares de 1868. Pues mientras en Francia se realiza Betances es pues, un internacionalista, sin que pueel primer conato de una revolución socialista que da calificársele como una persona que no tomase registra la historia europea, en Puerto Rico la cuesa fondo los problemas de su propia nación. No ha. tión se plantea aún en ese momento en términos de bía entonces -como no hay hoy- incompatibilila abolición de la esclavitud. Es esta óptica histódad entre internacionalismo y el nacionalismo rica lo que nos pone en guardia contra la tendenc~~ndo de l~ lucha anti-colonial se trata. Este princia -absurda por lo antihistórica- de proyectar CIpIO de valIdez teórica y práctica sigue vigente en en la época de Betances categorías que sólo tenían el Puerto Rico de hoy. sentido en aquel momento en aquellos países que Podría pensarse que con la abolición de la esse hallaban en un estado de desarrollo económico clavitud acaecida en 1873 en Puerto Rico, la prémucho más avanzado que nuestra isla. Mariana dica betanciana contra ese sistema oprobioso deja BraceUi no tiene que ser Luisa Michel para que su d~ .tener vigencia. Ello sería así, desde luego, si figura cobre el relieve histórico al cual ella es hICIésemos abstracción del hecho de que la aboliacreedora. Ni Betances ni Martí tenían que escribir ción de la esclavitud es la culminación de todo El Capital; basta que escribieran lo que escribieron un proceso de luchas abolicionistas que a su vez dentro de las circunstancias que les tocó vivir. En desemboca en nuevas formas de explotación y de tal sentido vienen al caso las siguienes observacioopresión social. Betances no 'estaba en favor de la nes de Roberto Fernández Retamar con respecto a abolición de las clases sociales sino solamente de Martí, pues son igualmente aplicables a Betances: la esclavitud. Cuando el modo de producción escla«La problemática. de Martí, no era la de un vista queda alJlllido, la élite colonial criolla busca país capitalista avanzado, con un proletariado desnuevas formas c.e perpetuar su explotación. Así en arrollado; su problemática -y su práctica y te'jel caso de los ~ornaleros, la importación de trabaría correspondientes- eran las de un país colojo «coolie», etc. La cuestión cobra además un canial, que contaba con un exiguo proletariado, que rácter definido, cuando notamos el hecho de que incluso conoció oficialmente la esclavitud hasta la colonia es a su vez explotada por la metrópoli 1886 (1873 en Puerto Rico) y que tenía por delante a través del llamado ePacta Colonial», y que,'por lo la tarea inmediata de su liberación política, para tanto, el problema social no podrá verse en abstrac· obtener la cual le era menester no alebrestar aún la ción del problema colonial. Betances no pierde de lucha de clases en el interior de su país. En las vista esta situación, pues rehusa poner entre pacolonias de su época no había -ni podía haberréntesis el problema que hoy llamamos del status un solo marxista real, porque no había todavía la politico mientras aborda el de la abolición de la problemática ni la práctica a que se refería Marx, esclavitud y el de las libretas de jornaleros. En porque no había todavía una acción de la que el su obra notamos una muy clara percepción de los .. marxismo" pudiese ser guía.• efectos del colonialismo como sistema de domina· Así, pues, Betances es un hombre muy a la alción y de explotación. Mucho antes que Fanon y las tura del momento histórico que le tocó vivir. La teóricas actuales de la revolución anti-colonial Besolución a los problemas de Puerto Rico estaban tances disecta con extraordinaria lucidez esa totafatalmente insertos dentro de la órbita del esclavislidad que es el colonialismo. mo y colonialismo. Betances era educado en París. Como ilustración de lo dicho bastaría citar la Pero no empece su formación en la cultura francesa siguiente proclama, atribuida a Betances, y que su identificación con Europa parece ser muy sucircula poco antes de la Revolución de Lares: . perficial. Podría escribir perfectamente el francés y hablarlo sin acento alguno, pero no deja nunca ..Puerto-riqueños ¡Vuestros hermanos que de ser «El AntillanolO. Cuando le escribe a su herhan salido, han conspirado -y deben cons' mana Demetria y le dice: «Somos prietuzcos y a pirar- porque es necesario que acabe el régimen colonial en nuestra isla; porque Puerto orguIlq 10 tenemos. entendemos mejor el por qué.... Rico finalmente tiene que ser libre como el Betances entiende que el proceso libertador an~ continente, como Santo Domingo. tillano deberá realizarse en estrecha vinculación .Deben conspirar sin tregua, y nosotros con con los demás países de Nuestra América. Resulta ellos, porque carecemos de toda gestión e intervención en la cosa pública; porque, abrusumamente aleccionador el hecho histórico de que mados bajo el peso de contribuciones que no haya sido Chile precisamente el país que prestó su votamos las vemos repartidas en un número ayuda moral y material para la liberación de Cuba de empleados peninsulares, ineptos. y el llay Puerto Rico, y que el ilustre chileno Benjamín mado Tesoro Nacional, en tanto que los na· Vicuña Mackenna haya hecho suya la causa de la turales del suelo, más merecedores, desempe56


ñan únicamente algunos destinos subalternos no retribuidos, y en tanto que la Isla carece de caminos, escuelas y demás medios de desarrollo intelectual y material. »Debemos conspirar, porque en cambio de estos males ciertos y de los vejámenes que diariamente se sufren, y de las trabas que por doquier nos corrompe, y de la inmorali· dad que va sembrando a su paso la esclavi· tud el orden material no gana y crece en propor~ión de los esfuerzos, sino antes bien s~ estanca o arrastra torpemente. Debemos, fI· nalmente, conspirar, porque nada hay que es· perar de España ni de su gobierno. Ellos no pueden darnos lo que no tienen.• Como puede notarse, Betances entiende que el colonialismo atenta contra el progreso moral y material de nuestro pueblo, y que su abolición es condición indispensable para que pueda ponerse en marcha el proceso de nuestra liberación. Este principio sigue vigente hoy, ciento y pico de años después de emitida la proclama. Al operar como un círculo vicioso en el seno de la sociedad colonizada, el colonialismo arrastra consigo el inmovilismo, la rémora de hábitos y usos que hacen de la historia colonial un incesante y estéril proceso de dar vueltas a la noria. El escri~or mexicano Carlos Mosiváis nos describe muy bIen este «eterno retorno» que pesa a manera de una maldición sobre los países subdesarrollados, vale decir, colonizados. Escuchémosle: QUE NO SENT1 JAMÁS CORRER EL TIEMPO

¿Cuál es la noción de tiempo en un país en vías de desarrollo? ¿A qué equivale el subdesarrollo sino a la fragmentación del tiempo, a su inacabamiento, a las horas que jamás disponen de sesenta minutos, a los minutos incapaces de inventariar los segundos que los integran? El tiempo del subdesarrollo suele ser, en cuanto a forma. circular, y, en cuanto a técnica de aprendizaje, suele poblarse de pequeños niveles. Es circular porqu~ ~os ~.a­ lIazgos son los mismos, porque la lmltaclOn se suple con la imitación, po~qu~ los proce~?s históricos jamás concluyen, .Jamas la rebehon da paso a la independencia, jamás la insurgen. cia culmina en la autonomía. El drama de México se localiza en su tiempo histórico trunco: una Independencia que se frustra, una Reforma que no llega a término, una Re· volución que llega a su feliz desenlace con· trarrevolucionario. La suspensión de las gran· des ideas históricas equivale al mito del eter· no retorno, que en imágenes obvias puede se~. y que aquí confluyen los niveles opuestos, HIdalgo contemplando la campana de Dol?res o el proletario adolescente emborrachan~ose para que se le acepte como adulto; Juare~ vislumbrando las Leyes de Reforma y los mI' nutos implacables y duraderos frente a una mesa de billar; Zapata preparándose para en· carnar el Plan de Ayala y la familia que apa-

cienta su tarde ante un aparato de televisión. La Historia 'Pública y ]a Vida Privada se en· treveran. El país no accede a la autonomía plena, e] individuo no accede a ]a autonomía cabal. La identidad no varía porque no se ha engendrado la demolición de las estructuras actuales y porque la vida íntima continúa su· jeta a la magia del círculo vicioso. Todo cam· bia, todo se transfonna: todo sigue igual. El eterno retorno es la precaria y atroz sensacion continua que nos informa de que esto ya lo vivimos, de que esto ya lo intentamos, de que esto ya fracasó.

Si queda clara la definición del problema, se entenderá el por qué aún arrastramos hasta nuestros días las ya gastadas «soluciones» que Betances rechazó en su época pero que continúan persiguiéndonos hoy día con su letanía de esterilidad. Tomemos por caso. el autonomismo. Betances cree que éste se refuta en una sola frase: «España no puede dar lo que no tiene.» Y en cuanto a los autonomistas, el Padre de la Patria no está dispuesto a concederles nada; ello ni siquiera tratándose de Baldorioty de Castro. Al serIe requerido un artículo honrando la memoria de Baldorioty por don Antonio Vélez Alvarado, Betances responde: ¡Usted sabe que en nuestro país los separatistas están anatematizados hace tiempo; y yo no me siento capaz de hacer un trabajo que les dé razón a los autonomistas de hoy ni a los de ayer. Yo sé que soy el vencido; pero tengo la esperanza que nuestros paisa. nos se dirán algún día que si algún partido ha dado en Puerto Rico prueba de virilidad, ha sido el partido de Lares. el separatista. El gobierno español ha tenido la habilidad de adormecer a la mayoría de los que estaban con nosotros, haciéndoles las insignificantes concesiones que hoy poseen; pero es bueno recordar que todos los gobiernos despóticos han seguido en todos tiempos la misma política, en cuanto han creído a un pueblo capaz de reclamar sus derechos con las annas en la mano. No olvidemos pues que Lares sigo nifica algo en la contienda hispanopuertorriqueña para la obtención de la libertad; y yo que he sido, soy y moriré separatista, me fi· guro que sin revolución y sin independencia no seremos nunca la eterna colonia de España! Más aún, Betances estimaba que si algo habían logrado los autonomistas de entonces, ello se debía a la labor revolucionaria de los independentistas. Las refonnas concedidas por España no fueron tadas por gracia y merced, sino como resultado de una lucha per requirió muchos sacrificios. Esas son las cosas que nunca lograrán entender personas como Muñoz Rivera, de quien Betances afirmará en carta a Sotera Figueroa:

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[No sería poca cosa dar detalle sobre los pa· triotas puertorriqueños que tuvieron la osadía de lanzarse a lo que llama Muñoz Rivera «la raquíLica algarada de Lares .., sin 10 cual no se publicaría hoy «La Democracia.. en Ponce. No sabe él los trabajos, los desvelos, los peligros que costó la tal algarada, ni lo que se hizo allí ni los resultados que se han obtenido, ni las penas, los dolores, las muertes, los lutos que siguieron, ni 10 que sufren los proscri· tos, ni el reconocimiento que se les debe. Pero el mundo está plagado de ingratitudes, y el autor del articulo echa inconscientemente en cara al pueblo puertorriqueño un insulto precisamente a propósito del acto único de dignidad que haya cumplido en cuatro siglos de la más abyecta servidumbre, al levantarse inscribiendo en su bandera la abolición de la esclavitud y la independencia de la isla.] Además del autonomismo, pululaba en aquel entonces otra «solución.. al problema colonial de las Ant!llas. Se trataba del anexionismo, esa tendencia que hubiese convertido a todas las Antillas en estados de la Unión Norteamericana. Betances es igualmente caústico al rechazar el anexionismo, y en un pasaje de sorprendente actualidad nos dice al respecto: ¡Ay! Yo los he visto y los conozco bien a esos hombres pensadores afectados de amor senil por la rubia república, incapaces de como prender la carta que, después de la toma de Bayermo, le escribía Donato Marmol a su noble madre. Yo la he leído, esa carta, y decía una frase sencilla y sublime: «He tenido la gloria de pegarle fuego a tu casa ...(textual); y la heroica matrona me agregaba: «En esa guerra he perdido toda mi fortuna, y más que mi fortuna, siete hijos o nietos adorados; mas si fuera preciso volvería a empezar...

y ¿qUien se atreverá a propagar ideas de anexión entre patriotas de ese temple? [¡Sí! Yo los conozco bien y los he visto en Puerto Rico, en Santo Domingo, en Haití y entre cubanos, a esos anexionistas caducos, ricos hom· bres, ~n general pobres ancianos amantes de su país seguramente, pero ya desesperanzados y con el único deseo de gozar en él días de paz. de seguridad y de ventura. Y entonces, olvidándose de las generaciones futuras y sin pensar en más, se echan a soñar que el mano zano daría sabrosos frutos en La Habana y la palma jugosos cocos en Washington, como si bajo climas para ellos mortales ambos árboles no estuvieran condenados a perecer.]

Ante esa situación, Betances no concebía otra salida para el problema colonial de Puerto Rico que no fuese la independencia. La independencia es la única solución, nos dirá Betances, pues sólo con ella podrá lograrse el fin del colonialismo que nos acogota. Cientos de años más tarde, el dictamen del Padre de la Patria sigue con indubitable vigencia histórica. Como ayer, la cuestión colonial no puede separarse de la cuestión social. Como ayer, la inde· pendencia no podrá lograrse a plenitud sin la incorporación de «los condenados de la tierra» en el proceso revolucionario. Como ayer, el destino de las Antillas, de la América Nuestra y de todos los pueblos en lucha contra el imperialismo y el colonialismo. Como ayer, toda solución contempori. zadora está destinada al fracaso. En suma, como ayer, está vigente el ejemplo preclaro de Betances, el revolucionario, el antillano, el mismo de quien Martí diría -proféticamente- que los del porvenir tendríamos la siempre difícil tarea de imitarle.


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