REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA
LITERA. TURA. ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA A RQUITEcruRA
OCTUBRE·DICIEMBRE,1973
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Carlos Conde, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua Director Ejecutivo: Ricardo E, Alegría SAN JUAN DE PUERTO RICO
Apartado 4184
1973
AÑO XVI
Núm. 61
OCTUBRE-DICIEMBRE
SUMARIO
El Centenario de la abolición de la Esclavitud en Puerto Rico. 1873-1973
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Los orígenes de la esclavitud negra en Puerto Rico por Ricardo E. A legrfa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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~.
La esclavitud negra en Puerto Rico hacia 1830 por]orge Flinter ... ' .... , . . . . . .. . . .. .. .. . ...
8
Los barcos que transportaban los esclavos de Africa durante el siglo XVIII , ,......
18
Notas para el estudio de la esclavitud en Puerto Rico por Angel López Cantos. , , , , . .. . . .. . . . . .. .. ..
20
Homenaje del pueblo puertorriqueño a los abolicionistas ... ,..................................
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El Proyecto para la Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico. por Segundo Roo Belvis. José Julián Acosta y Francisco Mariano Quiñones por Luis M. Díaz Soler ,.........
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"El Abolicionista" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El Centenario de la Abolición: Una visión histórica por Arturo Morales Carn'ón
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Bonos de indemnización a los poseedores de esclavos
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I
Documentos para la historia de la esclavitud en Puerto Rico: Cartas entre Julio Vizcarrondo y Víctor Hugo La contratación de los libertos de Manati: por Benjamín Nistal Moret
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187~-1876
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Anuncios en los periódicos de Puerto Rico sobre la venta de esclavos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La abolición de la esclavitud en Puerto Rico por Luis M. Dfaz Soler. . .. . . . .. . . . . . . . . .. . .. .
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PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE&A Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual................................. Precio del ejemplar
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334.3 -1959
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COLABORADORES
LUIS M. DfAZ SOLER nació en San Juan, Puerto Rico, el 12 de noviembre de 1916. Se recibió de Doctor en Filosofía con especialidad en Historia en la Uni- . versidad de Luisiana en 1950. Ha ocupado los siguientes cargos: Profesor de Historia en la Facultad de Humanidades de ·la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, Director del Departamento de Historia donde se ha desempeñado como profesor Decano de esa Facultad. Ha publicado las siguientes obras: Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico (premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, 1953), Proyecto para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (Introducción y notas de Luis M. Díaz Soler, 1959), Rosendo Matienzo Cintrón (1960). Entre sus artículos publicados se destacan los siguientes: Desarrollo de la esclavitud blanca en Puerto Rico (1517-1530), en: la revista Historia n, número 1, abril, 1952; Relaciones angloespañolas durante la Guerra Hispanoamericana, 189S.~1898, en: Historia IV, núm. 2, octubre, 1954.
MORALES CARRIÓN, ARTURO, historiador y educador. Obtuvo su Bachillerato en
Artes en la Universidad de Puerto Rico, su Maestría en la de Tejas y su doctorado en Filosofía en la de Columbia. Ha sido Director del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico; auxiliar de la División de Relaciones Culturales del Departamento de Estado en Washington; miembro de la Comisión del Caribe; Subsecretario de Estado del Estado Libre Asociado y Asesor Especial del Presidente de la OEA, José Mora, cargo al cual renun· ció para reintegrarse a la enseñanza en Puerto Rico. Ocupa el cargo de Presidente de la Universidad de Puerto Rico. Es autor de Puerto Rico and the Non-hispanic Caribbean (1952), La enseiianza de la historia en Puerto Rico (1952), Ojeada al proceso histórico de Puerto Rico (1956), Orígenes del Capitalismo en Puerto Rico.
E. ALEGRÍA nació en el vIeJo San Juan. Antropólogo e historiador. Estudió en las Universidades de Chicago y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología, folklore y cultura puertorriqueña en re· vistas del país y del exterior. Es autor de los libros Historia de nuestros indios (1952), La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1955), Los renegados (1965), Cuentos folklóricos de Puerto Rico (1968), Descubrimiento, conquista y colonización (1969), y El fuerte de San Jerónimo del Boquerón (1969). Por varios años fue profesor de Prehis· toria en la Universidad de Puerto Rico, dirigió desde su fundación en 1955, hasta el 1973, el Instituto de Cultura Puer· torriqueña. Desde 1973 ocupa el cargo de Director de la Oficina de Asuntos Culturales del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. RICARDO
JORGE D. FLINTER, militar irlandés que sirvió a España. Vivió en Puerto Rico y es autor de los libros: Examen del Estado actual de los Esclavos de la Isla de Puerto Rico (1832) y An Account of the Present State of the Islan of Puerto Rico (1834).
ANGEL LóPEZ CANTOS, historiador. Nació en Churriana de la Vega (Granada), el 10 de diciembre de 1935. Estudió el Bachillerato en Córdoba; Maestro nacional en la escuela Normal de Granada; Graduado Social por la Facultad de Derecho de la misma dudad; Licenciado en Filosofía y Letras, y Doctor en His· toria de América por la Universidad de Sevilla. Tiene publicado Don Francisco de Saavedra, segundo intendente de Caracas, e Historia de Puerto Rico, 1650· 1700, amén de varios artículos en diver. sas revistas.
BENJAM铆N NISTAL MORET, historiador. Graduado de la Universidad de Puerto Rico. Ha sido profesor en dicha instituci贸n. Trabaj贸 en el Centro de Investigaciones Hist贸ricas. Se ha distinguido por sus estudios en el campo de la esclavitud negra.
El Centenario de la Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico
1873-1973
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N EL PRESENTE AÑO PUERTO RICO CONMEMORA EL
centenario de una de sus más gloriosas conquistas: la abolición de la esclavitud, la supresión de este inhumano sistema social y económico había sido propósito fundamental de todos nuestros próceres a partir del año 1812. Correspondieron las primeras gestiones para alcanzar tal objeto a nuestro primer representante ante las Cortes Españolas, el diputado don Ramón Power y Giralt. La corta duración de las Cortes de Cádiz, la prematura muerte de Power, y las vicisitudes políticas por las que atravesó entonces España impidieron que se realizara el noble proyecto. El movimiento abolicionista cobró nuevo ímpetu en la década del 60, gracias a la labor de Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis y otros distinguidos puertorriqueños, y habría de tener gallarda manifestación en el año 1867, en que los delegados puertorriqueños ante la Junta Informativa de Ultramar, reunida en Madrid para conocer de las reformas políticas, sociales y económicas demandadas por los representantes de las Antillas españolas, presentaron ante dicho cuerpo el luminoso documento titulado: Proyecto de Abolición de la Esclavitud de Puerto Rico, en el que sus autores luego de hacer un magistral análisis de la situación en Puerto Rico, demandan la abolición de la esclavitud "con indemnización o sin ella", a los propietarios de esclavos. El gesto de nuestros patricios, que ya habían venido dando el ejemplo personal o fomentado la manumición de otros en la pila de bautismo, fue objeto de un cálido elogio por el eminente tribuno don Emilio Castelar, que se dirigió al Congreso de los Diputados con las siguientes palabras: "Los comisionados de Puerto Rico dieron un dictamen que será su honra, su gloria, dictamen
Cartel conmemorativo
que el porvenir colocará junto a la declaración de los derechos del hombre en el 4 de agosto de 1789. Todos eran propietarios, y todos pedían la abolición inmediata y simultánea, con organización del trabajo o sin organización del trabajo, con indemnización o sin indemnización. Yo me lamento de que d'espués de la revolución de septiembre ninguno de aquellos varones se haya sentado en estos bancos, Yo no sé por qué no habrán venido aquí todos ellos, cuando tantos títulos tenían a la consideración de Puerto Rico y a la consideración -de la patria,
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"Vinieron, deCía, los comisionados de Puerto Rico y presentaron un luminoso informe, en el cual no sabemos qué admirar más, si la copia de noti· cias o la abnegación sublime con que, siendo en su mayoría propietarios de esclavos, demandaban la abolición simultánea, inmediata, con plazo o sin plazo con indemnización o sin ella... "Permitidme, señores diputados. consa¡!:rarles a aquellos ilustres varones un elogio, al cual se asociará sin excepción en sus elevados sentimientos toda la Cámara. Desde la renuncia de los señores feudales a sus privilegios en la Constituyente francesa, no se ha vuelto a ver abnegación tan sublime. El patriarcado colonial no ofrece en ninguna otra parte ese ejemplo, ese gran ejemplo." La abolición de la esclavitud en Puerto Rico fue decretada por las Cortes de la República Española
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el 22 de Marzo de 1873 y puesta inmediatamente en vigor en el país. La ocasión dio lugar a impresionantes celebraciones que tuvieron lugar en todos los pueblos de la Isla. Al cumplirse los cien años de la histórica jornada y recordar con gratitud los nombres de quienes la hicieron posible, nos enorgullece corno puertorriqueños. saber que la noble lucha de nuestros prohombres por la liberación de los esclavos, por contar, a través de todas sus vicisitudes, con el apoyo moral de nuestro pueblo, constituyó un triunfo colectivo de Puerto Rico.
R.E.A.
Los orígenes de la esclavitud negra en Puerto Rico * Por
L os
PRIMEROS EUROPEOS QUE EXPLORARON LAS COSTAS
de Africa fueron los portugueses, quienes para mediados del siglo xv ya habían establecido en el litoral occidental de este continente cinco factorías o centros para el tráfico de mercaderías dedicadas al comercio de esclavos, oro y marfil. En la temprana Edad Media, gran parte de la . región occidental de Africa, particularmente la zona del Sudán, situada al sur del desierto de Sahara, fue invadida por grupos árabes que lograron convertir a la fe musulmana a muchas de las tribus establecidas en el extenso territorio. Entre los siglos IV Y XV de nuestra era surgieron y prosperaron en la región tres grandes y poderosos imperios negros: el de Ghana, el de Mali y el de Songhai. Debido a nuevas invasiones de bereberes y otros grupos árabes del norte del continente, para la llegada de los europeos a mediados del siglo xv ya el territorio estaba fragmentado en pequeños reinos que continuamente se hacían la guerra entre sí. Aunque de culturas y lenguas distintas, los pueblos del Africa Occidental tenían muchos elementos en común, entre ellos el carácter predominantemente agrícola de su economía, el tipo de habitación -<asas de barro techadas de paja y agrupadas en aldeas- y la religión. Aunque la influencia mahometana era poderosa y los soberanos practicaban el islamismo, la generalidad de la gente se mantenía fiel a la antigua religión pagana con su culto a los antecesores y a las fuerzas de la naturaleza y la práctica muy difundida de la magia y la hechicería. En algunas ciudades muy populosas, como Benin, en la Guinea, llegaron a existir templos de considerables proporciones, en los que se rendía culto a los ídolos representativos de los dioses tradicionales. .. Tomado del libro Descubrimiento, Conquista y Colonización de Puerto Rico. Cap. IX. Colección de Estudios Puer· torriqueño~, San Juan, Puerto Rico, 1969.
RICARDO
E.
ALEGRíA
Los sacerdotes gozaban de grandes privilegios y ocupaban un lugar muy alto en la jerarquía social. Instituciones sociales características de estas culturas eran las organizaciones de guerreros y las sociedades secretas cuyo fin era preservar la religión, la moral y las costumbres tradicionales. La poligamia se practicaba en casi todas las tribus, que reconocían la transmisión de bienes por herencia, a veces por la línea paterna y otras por la materna. Estos pueblos del oeste de Africa sobresalían en las artesanías del tejido, el trabajo en hierro, la cerámica y el tallado en madera. Usaban el bronce para hacer armas, adornos, utensilios y esculturas. En el reino de Benin los yorubas produjeron piezas escultóricas de bronce de gran valor artístico. Valiosísimas obras de arte son también las pequeñas figuras de bronce, usadas para pesar oro, del reino ashanti. En toda la región se tallaban ídolos, máscaras y otros objetos de madera y marfil. El alto mérito artístico de la escultura y el arte africano en general vino a ser definitivamente reconocido hace algunas décadas. Desde entonces ha sido notable la influencia que dichas expresiones artísticas ha tenido en la escultura, la pintura y otras manifestaciones del arte moderno en Europa y América. La música constituía otro elemento de capital importancia artística y social en los pueblos de la región. El baile y el canto eran expresiones vitales de su tradición social y religiosa, y llegaron a tener orquestas compuestas por más de veinte músicos. Entre los instrumentos que usaban sobresalían los tambores de diferentes tamaños y formas, las flautas de madera y hueso, las marímbolas con teclas de madera o metal y algunos instrumentos de cuero da derivados de los pueblos árabes del norte. Con excepción de los pueblos ubicados en el norte de la zona, directamente bajo la influencia árabe, los pueblos africanos de la región occidental no de-
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sarrollaron la escritura, aunque sí tuvieron una rica e imaginativa tradición oral. Los pequeños reinos de la época inmediatamente anterior a la llegada de los ,europeos estaban constituidos por aldeas prácticamente independientes, cuyos jefes se limitaban a pagar al rey un tributo. Las guerras entre reinos y entre aldeas eran continuas. Con frecuencia los habitantes de los pueblos derrotados eran sacrificados a los dioses o convertidos en esclavos, que a su vez eran vendidos a los traficantes del exterior, entre los que se contaron primeramente los árabes y más tarde los europeos. En algunas ocasiones se vendían como esclavos a los mismos reyes o jefes derrotados, con sus familias. En esta forma pasaron a América muchos príncipes africanos. Las diferencias culturales y religiosas y la inmensa variedad de lenguas habladas en la región -más de 400 idiomas y dialectos, pertenecientes a varias familias lingüísticas- hacían imposible la unificación de estos pueblos, dificultad que sigue siendo hoy uno de los grandes obstáculos a la unidad política de algunos de los nuevos países africanos.
Como se dijo antes, los portugueses fueron los primeros europeos que establecieron factorías en la costa occidental de Africa. De sus reyes obtenían esclavos, oro y marfil, a cambio de armas de fuego, pólvora, telas y otras mercancías. La esclavitud, tanto de negros como de blancos y de otras razas, se aceptaba entonces como cosa natural en todo el mundo. En el siglo XVI llegaron a Africa, a dedicarse al mismo tráfico, los holandeses, que a su vez fueron seguidos por los ingleses y franceses. Durante algún tiempo también los suecos, daneses y prusianos establecieron en el mismo litoral centros para el comercio de oro y esclavos. Los españoles nunca tuvieron participación de importancia en dicho tráfico. La zona en que se realizaba el comercio de esclaclavos comprendía desde el río Senegal, al noroeste, hasta el territorio de Angola, al sur del río Congo, y comprendía, entre otras regiones, al Sudán, la Guinea -incluyendo Sierra Leona- y las llamadas Costa de Oro, Costa de Marfil, Costa de los Granos y Costa de los Esclavos y los territorios del Congo y Angola. Esta vasta zona correspondía a las demar-
MAPA DE LA COSTA OESTE DE AFRICA INDICANDO LOS REINOS DE DONDE PROVEMAN LOS ESCLAVOS NEGROS.
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.§J:.caciones que ocupan actualmente las repúblicas de Mauretania, MaIf, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Cos· ta de Marfil, Ghana, Togo, Dabomey, Nigeria, Carnerúo, Gabón, el Congo y la colonia portuguesa de An· gola. En todos estos territorios viven grupos cultu· rales emparentados con los esclavos que pasaron a América. Por motivos de natural rivalidad comercial y política los diferentes centros mercantiles europeos también se hacían con frecuencia la guerra entre sí y construían fuertes cuya posesión, según las eventualidades de la lucha, pasaban de una potencia a otra. Estas guerras, y la facilidad con que los blancos contraían las enfermedades propias de la región selvática y tropical impidieron a los países europeos conquistar los reinos africanos, que permanecieron independientes hasta mediados del siglo XIX, cuan· do Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, España y Bélgica establecieron colonias permanentes en la zona y en otras partes de Mrica. En España los primeros esclavos negros fueron introducidos duranJe la dominación árabe de la península por mercaderes establecidos en el norte de
Poblado africano
Mrica, quienes mantenían un gran tráfico de esclavos con los pueblos del sur del Sabara. Para 1442 iniciaron los portugueses el mismo tráfico, y como resultado de la gran cantidad de esclavos importados en la península, ya para' antes del descubrimiento de América existía en Sevilla un barrio poblado por millares de negros. Muchos de ellos habían obtenido su emancipación y vivían como hombres libres. Los primeros esclavos negros en pasar a América vinieron en el año 1502 con Frey Nicolás de Ovando, gobernador de las Indias con sede en La Española. Eran negros cristianos, nacidos en España, y servían como criados. Muchos de los esclavos africanos que en los años siguientes se trajeron a La Española huyeron a los montes, y unidos a los indios rebeldes pelearon contra los españoles, razón por la cual Ovando pidió al rey que en adelante se prohibiera la entrada de esclavos negros a América. Más tarde, sin embargo, debido a la rápida disminución de los indígenas y a las necesidades de la agricultura, el propio Ovando pidió que se autorizara de nuevo su introducción. 5
Trapiche de cafia de azúcar
El primer negro en llegar a Puerto Rico fue Juan Garrido, nacido en Angola, quien había vivido al· gunos años en Sevilla, donde se habia emancipado y hecho cristiano. Desde La Española vino con Juan Ponce de León en el año 1509 y vivió varios años en la isla, participando activamente en su conquista. 1unto a Ponce de León participó en el descubrimiento de Florida. Más tarde marchó a México con Hemán Cortés, participando en la conquista de aquellas tierras y destacándose por haber sido la primera persona en sembrar trigo en México. En 1510 se consignaron a don Diego Colón y a sus oficiales más de cien esclavos negros adquiridos 'en Portugal. Pocos años después el rey impuso un tributo por cada esclavo que se introdujera en las Indias. En el mismo año de 1510 el rey concedió al fundidor flamenco Jerónimo de Bruselas permiso para introducir en la isla de San Juan dos esclavos neo gros procedentes de España. Dos años después dio permiso a Ponce de León para pasar tres esclavos y tres esclavas cristianas que habrían de servir a su hijo don Luis. En 1514 Hemando de Peralta obtuvo permiso para introducir dos esclavas blancas, posi. blemente de origen árabe. Al iniciar su campaña en favor de la libertad de los indios, fray Bartolomé de las Casas propuso la introducci6n de esclavos negros para que sustituyeran a aquéllos en sus trabajos. Algunos años más tarde, recapacitando sobre su extraña recomenda· 6
ci6n, el propio Las Casas, arrepentido, habrla de confesar que .....la misma raz6n es la de ellos -los africanos- que la de los indios". En el año 1518 el emperador Carlos V dio licencia a un noble flamenco para introducir ~n las Antillas hasta cuatro mil esclavos. Desde este momento comenz6 en estas islas, en gran escala, el inhumano tráfico, que habría de extenderse a otras partes de América y de prolongarse por más de tres siglos. Durante este tiempo la iniciativa y gestión del comercio negrero estuvo casi siempre en manos de portugueses, flamencos e ingleses. Estos últimos, por razón de que les estaba prohibido comerciar con las colonias españolas, vendían los esclavos de contrabando a sus habitantes. Fue para contrarrestar este tráfico clandestino que se adoptó el uso del carimbo, hierro candente con que se marcaba a los esclavos en la piel para identificar así a los que ha· bían entrado legalmente. Las culturas africanas que con la importación de esclavos negros se proyectaron en el Nuevo Mundo fueron en los primeros años las de los jelofes del Senegal y los mandingas del Sudán; y más tarde las de los· mendé, de Sierra Leona; los yoruba, dabomeyes, ashantis, ibas, fantes y baules, de la Guinea, y los congas de la zona del río Congo. Desde el principio se estableció en América cierta preferencia en favor de los esclavos procedentes de los pueblos agrícolas de la Guinea, que eran de carácter tranquilo y pacífico, sobre los oriundos de
tribus guerreras y cazadoras. También se preferían los que profesaban la religión pagana a los fanáticos creyentes del islamismo. Los jelofes del Senegal, guerreros convertidos al Islam, por ser violentos y dados a la sublevación no se adaptaban a la esclavitud. Tampoco se adaptaban a ella los esclavos mestizos o criados entre moriscos. Una real orden del año 1506 mandaba expulsar de La Española todos los esclavos berberiscos, y prohibía pasar a ella en adelante a kls que habían sido criados por moros. Motivó esta determinación el hecho de que muchos de los esclavos traídos de Africa en los primeros años de la colonización eran mestizos de árabes y creyentes en la religión musulmana. En 1522 ocurrió un gran levantamiento de escla· vos en La Española y cinco años más tarde tuvo Jugar otra rebelión en Puerto Rico. Se atribuyeron estas sublevaciones a los jelofes, que en Puerto Rico, como en La Española, se habían unido antes a los indios en sus guerrillas contra los colonizadores, haciendo también causa común con los caribes de las Antillas Menores. En 1532 las autoridades de la Isla pidieron al rey que no se enviaran negros jelofes ni berberiscos, pues eran causa de levantamientos en las islas veci· nas. Accediendo a la petición, manifestaba el rey: " ...téngase mucho cuidado en la Casa de Contratación de que no pasen a las Indias esclavos negros llamados jelofes, ni los que se hayan traído de allí ni otros ningunos criados entre moros, aunque sean de casta de negros de Guinea".
Los esclavos negros hicieron posible el florecimiento de la agricultura en las islas, y especialmente el cultivo de la caña de azúcar. Fueron ellos también los que con su trabajo hicieron posible la construcción de las fortificaciones de San Juan y de otros edificios y obras públicas. Junto con los esclavos llegaron a la isla desde el Africa. diversos frutos, legumbres y rafces tropica· les, entre ellos el guineo -en sus diferentes varieda· des- y el ñame, que tan importantes habrían de ser en la alimentación de nuestro pueblo. El plátano, también de origen africano, fue introducido en La Española en 1516 por el dominico fray Tomás de Berlanga y traído a Puerto Rico poco después. Al contrario de otros países europeos que colonizaron América, los españoles desde el principio estimularon la integración de las razas, casándose españoles con negras africanas como antes 10 habían hecho con las Indias. Así, muy pronto comenzaron ]os negros africanos a mezclarse con los españoles y los indios, y en forma gradual ]a población africana se fue incorporando a la sociedad colonial, enriqueciéndola con su sangre y su cultura. La influencia cultural africana ha sido particularmente notable en la música y el folklore. Ya en ]as primeras décadas del siglo XVI algunos negros alcanzaron la libertad y se dedicaron a di· versos oficios. Con el transcurso de los años ]a población negra y mestiza habría de formar parte im· portante de la sociedad puertorriqueña y de dar al país algunos de sus hijos más ilustres.
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La esclavitud negra en Puerto Rico hacia 1830· Por
E
N LAS COLONIAS ESPAÑOLAS PUEDEN
LOS ESCLAVOS
contar sobre seguro con obtener su libertad en pocos años mediante su buena conducta y laboriosidad, y pueden hacerse miembros útiles á la sociedad con su buen porte. Entre los esclavos de esta isla es cosa mui comun el acumular alguna propiedad con sus ahorros, y libertarse á sí y á sus hijos. Cuando á fines del año pasado hizo el Capitan General la visita de toda esta colonia con el fin de oir las quejas de los habitantes, y de inspeccionar la administraci6n de justicia, un negro de avanzada edad se present6 á S. E.• quejándose de que una pero sana le había comprado tres 6 cuatro cabezas de ganado, las que no podia conseguir que le pagase; el Capitan General averigu6 el caso, halló que el cargo era justo, y mandó que se le satisficiese la deuda inmediatamente al esclavo. Yo pregunté al viejo, cuantos años habia estado en la isla y si tenia mas ganado; á lo cual me respondi6 que tenia varias vacas, compradas con los ahorros de su trabajo, las que reservaba para libertar á sus dos hijos, y que él había sido vendido solo doce años hacia por un caballero de la Barbada; y me añadió que ya habia comprado la libertad de su mujer y un hijo. Aunque no reconocen las leyes de ninguna colonia europea el derecho de propiedad en el esclavo, sin embargo en las colonias españolas no solo se tolera, sino que puedo decir que la costumbre lo ha hecho lei. Yo he conocido á muchos esclavos, poseyendo esclavos, casas y tierras. En la actualidad hai un esclavo en la Habana, á quien se le supone un c~udal de 100,000 pesos y no obstante no se quiere libertar. Yo he conocido en esta isla á muchos esclavos que tienen dinero para comprar su libertad, y prefieren permanecer esclavos. Hasta he .. Fragmento de la obra Examen del Estado Actual de los Esclavos de la Isla de Puerto Rico, Nueva York, 1832.
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JORGE FL1NTER
visto que se les han hecho á varios, ofertas de darles la libertad y no las' han aceptado. En las colonias francesas un negro esclavo no puede poseer propiedad; y en las islas inglesas, aunque tenga dinero para comprar su libertad, el amo puede negarse á ello, si 10 juzga conveniente, ó de· mandar la suma que su codicia ó capricho le sujieran. Una lei colonial francesa de Marzo de 1685 (artículo 28) dice así: "Declaramos por esta lei que todo cuanto posee un esclavo pertenece á su señor, y todo cuanto adquiera con su industria 6 por la li· beralidad de los demas, 6 por cualquiera otro medio que sea, pertenece al amo. Los hijos de los esclavos, sus padres, madres, parientes y demas no pueden ha· cer reclamacion alguna á consecuencia de sucesion, ni por disposiciones ejecutadas en vida 6 en muerte, cuyas disposiciones ó testamentos desde luego los declaramos nulos y de ningun valor, como tambien todas las promesas y obligaciones que puedan haber contraido, como contraidas por personas incapaces de disponer 6 de contratar sobre lo ajeno." Los es· clavos en las colonias francesas en ninguna época tuviéron un estimulo á la industria ni buena conducta con la esperanza de comprar algun dia su libertad. Los desatentados reformadores de Europa que declaman contra la esclavitud, procurando introducir el descontento y la anarquía entre una clase de hombres comparativamente dichosos, debian ha· ber empezado sus operaciones, si intentaban hacer algun bien, por examinar las leyes de exclavitud de todas las colonias europeas, y las que han hecho la costumbre y la tolerancia. Ent6nces podrian haber adoptado las leyes que hubieran encontrado útiles y humanas, y abrogado las que fuesen cruelmente opresivas, y quitasen al esclavo la esperanza de adquirir su libertad con la aplicación al trabajo y buena conducta. Ellos han obrado sobre un plan de estraña inconsecuencia. Ellos intentan destruir ahora
la memoria de las leyes crueles instituidas por sus antepasados, sustituyendo en su lugar reglamentos de tal naturaleza que vengan á ser mas crueles por los relajados y subversivos principios que inculcan. Si se hubiera adoptado un justo medio, los esclavos serian hoi dichosos, estadan contentos con su suerte, y la humanidad hubiera evitado las escenas de sangre y confusion, que amenazan la existencia de las colonias de las Indias Occidentales. El estado del esclavo mas abyecto en las colonias es en mi opinion mejor con mucho que el del desgraciado aldeano irlandes. En Irlanda se presenta un cuadro de miseria, que no tiene igual en ningun otro pais del universo. Irlanda es afamada por la feracidad de su suelo, compone una parte de una nacion grande é ilustrada, donde los filántropos forman sociedades para emancipar los esclavos, y disipan el dinero en predicadores y escritores para llevar adelante sus estrafalarios planes, miéntras millares de campesinos irlandeses que seguramente tienen algunos títulos á ]a simpatía y caridad, han estado este invierno reducidos á tan espantoso estado de miseria, que se han visto obligados á alimentarse de las ovas del mar. Millares de ellos están desnudos en medio del crudo invierno del Norte, sin sustento, sin techo, y sin abrigo. Yo he recorrido todas las Antillas, y jamas he visto ni oido que haya muerto ningun esclavo de hambre ó miseria, ni tampoco padecen ninguna incomodidad aunque estén en la mayor desnudez á causa de la benignidad del clima. ¡Con cuanto regocijo trocarla su suerte el campesino irlandes por la de los dichosos esclavos de esta isla! Digo dichosos, si puede un hombre creer que lo es, porque su trabajo es moderado, su alimento y albergue buenos, sus cuidados ningunos, y su emancipacion cierta mediante la buena conducta y laboriosidad. Si mañana se les hace á los esclavos de Puerto Rico la oferta de su libertad con condicion de emigrar á Mrica, abandonando sus huertos, sus chozas y sus animales, estoi seguro de que despreciarán la propuesta: por otra parte, estoi moralmente cierto, de que una gran porcion del paisanaje de Irlanda emigraria al mas distante rincon del mundo, si se les pagara su pasage, y desembarcarían con sus familias en las playas del mar sin dinero ni recomendacion alguna. Gran número de paisanaje hai en Francia que no está en mucho mejor condicion que el de Irlanda. El amargor de la esclavitud se halla muí dulcificado por la humanidad de las leyes españolas. Cuando un esclavo es maltratado por su amo, tiene el derecho, si quiere, de buscar otro. No está á la discreción del dueño, el pedir el precio que se le antoje por el esclavo tratado así, porque está regulado por la lei y fijado en el minimum de su real valor. Se toman en consideracion su edad y sus achaques. y el maximum del valor de un esclavo jóven, robusto y en perfecta salud está fijado en
tales casos por la lei en trescientos pesos. Ninguna lei ni reglamento de esta clase existe en las islas inglesas, francesas ni dinamarquesas. Segun las leyes españolas un esclavo puede casarse conforme á su inclinacion. En las colonias holandesas el clérigo que oficiase en el casamiento de un esclavo, seria multado en quinientos pesos y privado de su curatol En las colonias españolas no se le puede negar la libertad al esclavo que entrega la suma establecida por la lei. A los esclavos se les consiente también el que tengan propiedad, y con esta propiedad, a4quirída por donacion ó con su industria, pueden comprar su libertad, ó la de sus mujeres é hijos. En ninguna parte del mundo donde existe la esclavitud, es la manumision de esclavos tan frecuente como en los dominios españoles. La prueba de esta asercion es, que hai mas pardos libres solo en Puerto Rico que en todas las islas inglesas y francesas juntas, aun· que en estas hai un número de esclavos mas de veinte tantos mayor que los contenidos en la primera. La lejislacion española desde el tiempo mas remoto ha favorecido la libertad del esclavo del modo mas extraordinario. Hai tambien entre los españoles un sentimiento religioso que les hace infinito honor, y que induce á muchos amos á manumitir en sus testamentos á los esclavos, como en recompensa de su fiel servicio. Esta es una circunstancia que ocurre á menudo, y que obra como un estímulo poderoso en la buena conducta por parte de los esclavos. Las leyes francesas coloniales atraviesan toda clase de embarazos para impedir la libertad del esclavo. Una lei francesa colonial del 10 de Junio de 1705 dice: "Todos los esclavos, negros libres, sus hijos y descendientes quedan en lo sucesivo incapaces de recio bir de ninguna persona blanca donacion alguna, bajo cualquier denominacion ó pretesto que sea: y tales donaciones ó legados se declaran por esta lei nulos y de ningun valor, y serán aplicados á beneficio del hospital mas cercano." En las colonias españolas un esclavo puede recibir una donacion de una persona blanca ó libre de color: y aunque el esclavo está declarado como menor de edad por la lei, y por consecuencia incapaz de poseer legalmente propiedad excepto por tolerancia y costumbre, no obstante si el amo recibe la donacion de parte del esclavo, el importe se rebaja de su valor el dia que es vendido á otro amo, ó cuando tiene bastante dinero para comprar su propia libertad. La humana y laudable costumbre que los españoles tienen de emplear á muchos esclavos en el servicio doméstico, y de tratarlos con la misma bondad y familiaridad que si fueran sus propios hijos, es la causa de aquel afecto reciproco que generalmente se observa entre el amo y el esclavo en las colonias españolas. ¡Qué contraste no se advierte entre el humano y conciliatorio espíritu de las antiguas leyes españolas relativas á la esclavitud, y las 9
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Placas de cobre usadas por los esclavos en Puerto R¡ca (Colección Archivo Genera/)
bárbaras disposiciones que hallamos haber existido en algunas de las antiguas leyes provinciales de las colonias británicas! Aunque estas terribles leyes se miran con desprecio por los ingleses, todavía están en toda su fuerza y vigor en las Antillas francesas. Las leyes de esclavitud de la Barbada establecidas en 1688, y las de las Bermudas de 1730, dicen: "Que el señor que mata á su esclavo por castigarle con exceso, no pueda ser perseguido, y que el que le 10
mate maliciosamente, pagará ciiez libras esterlinas para el Real Tesoro." ¡De este modo se pone precio á la vida de un hombrel Una lei de la isla de San Cristoval de 11 de Marzo de 1784 corre así: "Cualquiera que mutile á su esclavo, cortándole un miembro, sacándole un ojo &c., será multado en 500 libras esterlinas y condenado á seis meses de prisión." Estas leyes que tanto degradan á la naturaleza humana y son tan chocantes á la piedad, tengo el pla-
cer de decir que hace mucho tiempo han sido abrogadas, y reemplazadas por otras mas benignas. Solamente cito estos ejemplos para manifestar la diferencia que existia entre ellas y el antiguo código español, que respira blandura y humanidad. El proporciona proteccion al esclavo, y derrama en su pecho el bálsamo de esperanza y consolacion. Las leyes coloniales francesas respecto de los esclavos son todavía estremamente bárbaras. Nos causa asombro y horror el leer la crueldad é injusticia de las leyes turcas, cuando condenan á muette ó destie· rro á toda una familia por alguna falta cometida por un miembro de ella; pero que una nacion europea civilizada promulgue y ponga en ejecucion tales leyes, apénas puede creerse, si no se hace palpable la evidencia de los hechos. Esta evidencia, pues, se encontrará en el código de la Martinica, publicado de nuevo para el gobierno de los esclavos en la reciente época de 1807. La lei á que me refiero lleva la fecha de 10 de Junio de 1705, y es en sustancia como sigue: "Su Majestad ha ordenado y ordena que los negros libres que oculten en sus casas esclavos prófugos, reciban lo que roben, ó sean cómplices en sus hurtos, sean privados de su libertad y vendidos juntamente con sus familias, y el dinero sea entregado en la c~misaría de marina." Otra lei de fecha de 1.0 de Marzo de 1765 dice: "La gente libre de color convicta de haber dado asilo á un negro prófugo será privada de su libertad y vendida á beneficio del Rei, dando al delator la tercera parte de su valor." Esta es una lei cruel que castiga á un niño inocente por las faltas ó delitos do su padre. Ademas de esto ¿cuantos malvados no se encontrarán dispuestos á implicar á un negro libre ignorante, para luego hacerse delatores por el interes de la recompensa? Estas leyes son mil veces mas crueles que las que autorizáron la importacion de esclavos africanos. Pero aun estas leyes son la esencia de la humanidad, comparadas con otras que contiene aquel código y que se han llevado á efecto hasta 1815. ¡Quien no se horrorizará, cuando se le asegure sobre incuestionable autoridad, que en el año de 1815, seis desdichados jóvenes negros fuéron desjarretados en la isla de Martinica, meramente porque habia sospechas de que intentaban fugarse? Con mucha düicultad hubiera yo dado crédito á este cruel acto, si no viniera de la respetable pluma del célebre Baron de Humboldt. Al leer el código de la Martinica, encontré la lei que para ignominia de la humanidad se puso en ejecucion. Esta sanguinaria lei lleva la fecha de Marzo de 1685 (artículo 38), y dice: "El esclavo que se haya fugado por todo un mes, contado desde el día en que el amo hubiere dado cuenta del caso al majistrado, se le cortarán las orejas, y será marcado en un hombro con una flor de lis. Si se huyere segunda vez por otro mes, será desjarretado y marcado con otra flor de lis en el otro hombro; y si se fugase por tercera vez, se le impondrá pena de la vida." Las leyes de esta natura-
leza y estos hechos tan incompatibles con el proceder que uno deberia esperar de naciones civilizadas y cultas, nunca serian rejistradas por mi pluma, si no IHe tuviera disgustado el oír los continuos clamores contra las colonias españolas, repetidos por individuos que se conoce no haberse tomado nunca el trabajo de averiguar el estado de la poblacion esclava en ellas. Bien se ve que no han comparado imparcialmente la condicion de estos esclavos en todos sus aspectos, con el modo en que son tratados en las colonias de otros potencias. Ellos han aventurado erroneas opiniones sin reflexion ni miramiento á los hechos ni á la experiencia. La isla de Puerto Rico nada tiene que temer de la emancipación de los negros. Cuarenta mil esclavos son á 10 mas los que forman esta clase de poblacion, repartidos sobre una superficie de mas de 333 leguas cuadradas. El último censo formado en 1827 dió un resultado por el cálculo mas bajo de 162,311 blancos puros, 100,430 mulatos libres, 34,240 esclavos y 26,857 negros libres. Los mulatos en las colonias españolas tienen una mortal antipatía á los esclavos, y anhelando por elevarse á una esfera mas alta, se adhieren firme· mente á los blancos, con quienes siempre se unen para la comun defensa contra los negros. Por esta ojeada sobre la fuerza física debemos inferir, que aun cuando hubiera en ellos una disposición á rebelarse, no podrian hacer una resistencia efectiva; porque ademas de que la balanza de la fuerza física carga al lado de los blancos, hai un cuerpo disciplinado de tropa de linea y de milicias de blancos, bien organizado y armado que asciendé á doce mil hom· bres efectivos; sin contar las milicias rurales y voluntarios rejimentados, aunque sin armas, que segun las listas oficiales pasan de 50,000 hombres. Fuera de esto estoi convencido de que aun cuando no hubiera ni un soldado en la isla, no habria nada que temer de los esclavos. Jamas se ha dado un ejemplo en las colonias españolas miéntras han estado bajo el dominio del Rei, de que se hayan formado los negros en un cuerpo con intento de sublevarse. Por el contrario, ellos se han adherido invariablemente al gobierno en la hora del peligro. Tratados con dulzura por sus amos, mas como hijos que como esclavos, les toman un cariño que solo se acaba con la vida. Casi en todas las familias españolas que poseen esclavos se encontrará un número de viejos libertos de ambos sexos, viviendo de la liberalidad de sus antiguos amos, considerándose como de la familia y tomándose el mayor interes en su bienestar. Cuando pocos años hace recorrí las colonias francesas y holandesas, un esclavo era un esclavo en toda la ex· tension de la palabra. Tratando con dureza, no tenia consuelos domésticos, ni le quebada esperanza de un porvenir mas lisonjero. La esclavitud, una no interrumpida perspectiva de continuo trabajo, á la manera de un inmenso páramo se presentaba á su vista al rayar el alba de cada mañana; y por la
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noche, despues de un día de dolor, se acostaba sin tener al rededor de sí á nadie que simpatizase con él en su destino, formando un ser solitario y mise· rabIe: así él veia á su amo como á un inexorable tirano, y al esclavo arreador como á un bárbaro verdugo. El parecia aborrecer. el color que le oprimia, y que menditaba venganza en lo mas recóndito de su adolorido corazón. He aquí la causa de las continuas tentativas hácia la rebelion en las islas francesas. Continuamente nos estremecemos, aunque no nos maravillamos, al recibir noticias de haciendas en· teras consumidas por el fuego, y de habitantes blan· cos degollados sin piedadl No se puede presentar una prueba mas palmaria para manifestar el humano tratamiento, que dan los españoles á sus esclavos, que una mirada sobre la revolución de la América Española. Durante la sangrienta lucha que hubo en aquel desdichado país, continuamente proclamaba el partido revolucionario la libertad de los esclavos, para excitarlos á tomar las armas contra el gobierno del Rei; pero léjos de aprovecharse de esta oferta, todos ellos con pocas escepciones se mantuviéron en las haciendas, ocul· tándose en los bosques al acercars~ el enemigo; ó bien siguiéron la suerte de sus amos en la emi~ cion, ó participáron con ellos del peligro en el campo de batalla. Es un hecho tan cierto como digno de notarse que los esclavos que pertenecian á un amo realista, se adherian invariablemente á sus principios; miéntras por otra parte los esclavos de los insurjentes se aferraban firmemente á ellos en todas las vicisitudes de la fortuna revolucionaria. Cuando toda la poblacion esclava de la isla de Santo Domin· go se levantó en masa, y destruyó todas cuantas cosas y personas blancas pudieron haber á las manos, es un hecho el mas singular, y que habla mas á favor del tratamiento que dan los españoles á sus esclavos, que lo que pudieran decir cien volúmenes de argumentos, que los negros españoles que e~ta ban pegados á los negros francese rebelados en la misma isla, se mantuviéron perfectamente tranquilos. Ellos continuáron en sus ocupaciones acostum· bradas; y no fué sino hasta que la constitucion habia casi arruinado ya toda la monarquía de España, cuando la parte española de Santo Domingo fué presa de la república de Haití. Pero aun entónces, cuando emigráron muchas familiac; blancas, los esclavos que pudiéron burlar' la vijilancia de la lei que les prohibia el emigrar, siguiéron á sus amos, prefiriendo la esclavitud y la miseria en una tierra extraña á la libertad é igualdad que les ofrecian. Se ha asegurado con la mayor injusticia que los españoles son demasiado desidiosos, para hacer trabajar á sus esclavos, y esta es la razon á que atribuyen algunos escritores esa aparente humanidad para con ellos. Este es un fútil y miserable argumento inventado para paliar el mal trato de los esclavos en las demas colonias, que trae el odjen
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de la avaricia ó crueldad. Examínense las leyes españolas de la esclavitud; avedgüese rigurosamente el trato de los esclavos en las colonias españolas; y se encontrará que ingleses y franceses emprendiéron la reforma de los abusos en las leyes de la es. clavitud de sus colonias cerca de dos siglos despues de su primer establecimiento. Las leyes españolas respecto al trato de los esclavos se fundáron sobre las mismas benignas bases en que se mantienen el día de hoi, desde que principió la importacion de esclavos africanos. No se ha hecho mas alteracion en las antiguas leyes españolas de esclavos, que algunos reglamentos locales' en justicia, en humanidad, en dispensar proteccion, y en favorecer la li· bertad del africano, son exactamente las mismas. Los reglamentos locales establecidos en esta isla para el gobierno de la poblacion esclava están cimentados en las leyes jenerales de Indias que tratan de la materia, yen el Real decreto promulgado para el gobierno y educacion de los esclavos en todas las partes de los dominios españoles, que son monumentos de humanidad y sabiduría. Estas leyes y reglamentos están en estricta observancia, y se mi· ran con acatamiento, lo cual impide los abusos de parte de los amos,.y los excesos de la de los esclavos. La relativa situacion y recíproca obligacion entre el señor y el esclavo están puestas' en un claro y determinado punto de vista, lo mismo que en Europa entre un amo y un sirviente. Por las leyes españolas el esclavo es protejido contra el indebido ejercicio de poder por un amo cruel. Ellas proveen en un grado eminente al bienestar temporal y á los consuelos espirituales del esclavo. Ellas fijan exactamente el número de horas que los esclavos han de trabajar diariamente para su amo, la cantidad de alimento que deben recibir, y el limitado castigo que se les puede imponer. Se hallan lisa y llanamente marcados en ellas los casos, en que debe castigarse legalmente un abuso de la autoridad ó un exceso cometido por el señor. Este código fonnado sobre las bases del Real decreto para el gobierno y educacion de los esclavos de los dominios españoles, y que no pierde de vista las leyes de Indias, esta· blece una justa y equitativa balanza entre el señor y el siervo, liga sus respectivos intereses mas estrechamente, y excita á ambos á ejercitarse en buenos oficios recíprocos. La enseñanza de los sagrados· principios de religion está muí encargada en estos reglamentos, como uno de los principales deberes del señor para con sus esclavos, porque ella propende á suavizar sus costumbres salvajes, y les da á conocer las ventajas del órden y de la buena con· ducta, y aun hace mas todavía, y es que despierta las esperanzas del negro hácia la remuneracion que le aguarda mas allá del mundo que habita, y le hace bueno y obediente por los motivos que impelen al corazon humano mas poderosamente que los afectos
Utensilios y cadenas que se usaban con los ese/avos
de espanto y temor del castigo corporal. Yo ruego respetuosa y encarecidamente se me permita someter el espíritu de estos prudentes reglamentos á la detenida y desapasionada consideracion de aquellos distinguidos personajes, de cuya decision de· pende el destino de las Islas Occidentales. Me es preciso recomendar con el mayor empeño su atenta lectura á aquellos pocos que por motivos puramente de humanidad pugnan por la pronta abolicion de la esclavitud. Pero no por eso dejo de condenar el proceder de aquellos individuos que por sórdidos motivos quisieran perpetuar la esclavitud por los siglos de los siglos, al mismo tiempo que repruebo las subversivas y antisociales medidas aconsejadas por la sociedad Africana de Inglaterra: medidas que no pueden ponerse en planta sin la destruccion positiva de las colonias. La racion diaria que se le da á cada esclavo en Puerto Rico es siete ú ocho plátanos, ó un equivalente en batatas ó ñames, ú otras raices nutritivas, seis onzas de pescado salado ó carne, y cuatro onzas de arroz ó frijoles. El señor está obligado tambien á dar á cada esclavo tres vestidos completos al año, constando cada uno de una camisa, un par de pan· talones de lienzo ordinario, un sombrero 6 gorra,
un pañuelo y un camison de lana 6 capisayo para el tiempo de aguas. Se encarga ademas en las leyes, que se tenga el mayor cuidado de los niños durante su infancia, y que se les continúe la atencioD ñecesaria aun des· pues de este tierno periodo. Se prohibe tambien á las madres el trabajar durante la enfermedad de sus hijos tiernos. Los esclavos solo están obligados á trabajar para su amo nueve horas en las veinte y cuatro; pero en tiempo de la cosecha deben trabajar trece horas. Las esclavas de todas edades y los esclavos que pasen de sesenta 6 de ménos de diez y siete años de edad, no pueden ser obligados á trabajar de ningun modo incompatible con su sexo, edad 6 fuerzas, ni las hembras deben estar por nin· gun motivo mezcladas con los varones. Los esclavos que por su avanzada edad 6 enfermedades no puedan trabajar, así como tambien los niños tiernos, deben ser alimentados y vestidos por sus amos, quienes no pueden darles la libertad con la mira de exonerarse de una carga inútil, á ménos que no asegure su manutencion á satisfaccion del protector de esclavos. Otro artículo de este reglamento en extremo benéfico es el que obliga á los dueños de esclavos á enseñarles los principios de 13
la religion cristiana, para que puedan ser bautiza· dos dentro de un año despues de su importacion. Los amos están tambien obligados á mandar á misa á sus esclavos todos los Domingos y dias festivos, y no los pueden forzar á que trabajen en tales dias. Los que tratan con crueldad á sus esclavos, luego que se eleva la queja á un majistrado, son compelidos á venderlos á cualquier otro amo que elijan los esclavos, y al precio que fijen jueces árbitros, y no segun el capricho del dueño. Luego que un es· clavo adquiere legalmente dinero para comprar su libertad, el amo no se la puede negar, pagándole la suma de la tasacion hecha por los árbitros nombrados por él y por el protector de esclavos. El esclavo que descubra una conspiracion, bien entre los de su clase, ó bien entre los libres, ya sea con el objeto de atacar al gobierno, ó de matar á su amo ó familia, ademas de concederle su libertad, recibirá quinien· tos pesos, sacados de entre los propietarios de ha~ dendas. Pero si la acusacion resultase falsa, en· t6nces será el esclavo castigado con todo el rigor que previenen las leyes en semejantes casos. Solamente los amos y mayorales tienen autori· dad de castigar á sus esclavos, y ningun castigo debe esceder de veinte y cinco azotes. Todo individuo,
Conduciendo esclavas al mercado (Grabado del siglo XIX)
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libre ó esclavo que hiera ó mate á un esclavo, está sujeto á las mismas penas que si hiriese Ó matare á una persona libre. Se ordena y encarga tambien estrictamente la ereccion de hospitales y aposentos cómodos para los enfermos. Para impedir los desórdenes que pueden orijinarse siempre del promiscuo trato de ambos sexos, se manda promover y fomentar los matrimonios, permitiendo á los esclavos de un dueño casarse con las esclavas de otro; siendo obligado el dueño del esclavo á comprar la esclava al precio fijado por los árbitros. Pero si el dueño del varan no quisiese hacer la compra, ent6nces se le obligará á vender su esclavo al dueño de la hembra bajo la misma condicion. El esclavo que sirve á su amo cincuenta años fielmente, contados desde la edad de quince, es de~ clarado libre. Despues de treinta y cinco años de servicio trabaja una tercera parte ménos que los demas esclavos, y despues de cuarenta años una mitad. El esclavo que despues de los cincuenta años de servicio obtiene su libertad, debe ser mantenido por su antiguo amo, y si este se halla incapaz de mantenerle, se le debe entregar á un majistrado para el efecto.
Esta es la sus tancia de estas humanas y benéfi· cas leyes que hacen honor á la cabeza y corazon de donde emanáron, y reflejan su brillante resplandor sobre la nacion española. ¡Ojalá que se hubieran adoptado en todas las Indias Occidentales estas sabias y humanas ordenanzas y el antiguo código español para el gobierno de los esclavos, que les dan tan amplia proteccion, en lugar de los terribles é impolíticos reglamentos que se han decretado sin ningun miramiento á la felicidad futura del esclavo, ni á la propiedad del hacend~do! Yo recomendaria á la Sociedad Africana que hiciese traducir al ingles las leyes españolas sobre la esclavitud; yo le acon· sejaria que consultase el espíritu de estas leyes y la naturaleza y verdadero estado de los esclavos en las colonias, ántes de aventurarse á dar pasos tan peligrosos. Entónces encontraria que la reforma moderada y gradual era mas provechosa á los esclavos y mas honorífica á los lejisladores, que no esos re· glamentos que propenden á producir miseria, descontento y efusion de sangre. La situacion de los esclavos de esta isla es indudablemente mejor que la del jornalero libre de Europa. Los jornaleros europeos muchas veces carecen de trabajo y sus familias de sustento, de vestido y hasta del consuelo de una lumbre á que calentarse los ateridos miembros. Si caen en cama, su suerte es verdaderamente deplorable; ó bien mueren de necesidad, ó son socorridos por la fortuita interposicion de la caridad. Las chozas de los esclavos de aquí están como en las demas colonias, situadas por comodidad cerca de las labores, á alguna distancia de la vivienda del amo, pero generalmente á la vista. Diferentes de las casas de negros de otras islas, se levantan de la tierra sobre postes, el suelo esta entablado, ó hecho de caña brava ó palma cruzada y estrechamente unida. Este método de construir sus chozas es mui necesario á causa de la humedad del terreno, que seria perniciosa á la salud, si se alojasen á raíz del suelo. Estas cabañas, rodeadas de plátanos cargados de fruta y otros árboles de diferentes tamaños, forman una deliciosa sombra contra el calor del sol del mediodía. La sempiterna verdura de los campos, los claros y limpios arroyuelos que casi siempre corren por delante de las casas, serpenteando al rededor de los innumerables colla· dos, que cubren la faz del pais, siempre engalanados con los vivos tintes del follaje de los trópicos, todo presta un aire de belleza rural y de contento que en vano se buscará en tomo de la cabaña de un campesino en ninguna parte de Europa. No se hallarán muebles de lujo ni costosos en la vivienda de un negro esclavo. Sus necesidades son pocas y se cubren facilmente. Una hamaca hecha de las hebras de la corteza del coco atraviesa la choza diagonalmente, y sirve de asiento por el dia y de cama por la noche. Teniendo en consideracion la diferencia del clima, el alojamiento del esclavo es un palacio,
comparado con la humosa y miserable choza del campesino irlandes, que vive con sus hijos, con sus vacas y sus cerdos, todos revueltos, y dichoso él Y rico, si ha logrado agregar estos adminículos á su familial Las chozas de los negros varían en tamaño segun el número de personas que hai en la familia; generalmente son construidas de madera y techadas de palma, ó de una clase de yerba seca mui correosa, parecida al heno, y son impenetrables á las lluvias mas copiosas de los trópicos. Algunos calabaci· nos ó jícaros y cocos de diferentes tamaños y hechura que les sirven de cántaros, de platos, de fuentes, y los pequeños de cucharas; una pilita de agua bendita, un crucifijo y los vestidos del dia de fiesta colgados de estacas clavadas en las paredes; unos cuantos racimos de plátanos y panojas de maiz pendientes del techo, son los únicos adornos de sus humildes habitaciones. Casi todos los esclavos de esta isla tienen gallinas y cerdos, y muchos de ellos poseen vacas y caballos. En sus horas desocupadas cultivan hortalizas y raices para vender en el mero cado, y siendo laboriosos y frugales, en breve se encuentran en la capacidad de ahorrar dinero bastante para comprar su libertad, sin desfalcar á sus amos. El trabajo diario de los esclavos en esta colonia es dirijido en gran manera lo mismo que el del obrero en Europa, con esta diferencia sin embargo, que el esclavo trabaja mucho ménos que aquel, y tiene ménos cuidados que le atormenten en las horas de descanso. Ellos son despachados al campo, despues de salir el sol y generalmente toman café ántes de partir. Ellos están bajo el cuidado de un mayoral, quien por lo regular es un esclavo de buen porte, escojido para el caso. En Europa están los jornaleros libres bajo la alerta vijilancia del mayordomo; de otro modo no harian la mitad de la labor que hacen. Los esclavos trabajan hasta las ocho y media ó nueve, entónces se juntan á almorzar, en lo cual gastan una hora; luego vuelven á su trabajo que dura hasta el mediodía, á cuyo tiempo son llamados á comer, que es una hora de desahogo y de conversación social. Antes de ponerse el sol dejan el trabajo y se retiran á sus casas. De este modo trabajan como nueve horas en las veinte y cuatro, pero no hacen la mitad de la labor que hace un jornalero libre en el mismo periodo. Es un error el creer que á los esclavos se les violenta en el trabajo; ellos van en él con lentitud y comodidad. No trabajan los Domingos ni dias de fiesta, sino en tiempo de la cosecha, cuando es de absoluta necesidad hacer esfuerzos estraordinarios. Este tiempo puede compararse al de la siega en Europa, en que hombres, mujeres, y niños andan todos afanosos por asegurar su subsistencia. La única diferencia que hai es que el negro, insensible.por naturaleza, no se le da nada de que se pierda ó no la cosecha. El esclavo tiene otra gran ventaja en las colonias
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españolas. En ellas hai mas dias festivos que en las islas inglesas y holandesas, por consiguiente tienen los esclavos mas dias de descanso ó desocupados, que los laboriosos aprovechan para cultivar sus pegujales. Es sumamente útil y deseable, el tener á los esclavos ocupados constantemente, ya sea en las tierras de su amo, ó en las suyas propias, porque naturalmente son afectos al vicio, á la holgazanería y á la rapiña. Aun en Europa, ¿cuantos desórdenes no se observan de continuo entre la clase baja de la sociedad á causa de la ociosidad, de la cual son compañeros inseparables la licencia y el crimen? Todos los esclavos de haciendas de esta isla tienen tierras cedidas por sus amos, que cultivan para si mismos. Esta es una disposicion la mas juiciosa, porque esto los hace apegarse al pais, los induce á tomar un vivo interes por la conservacion de la propiedad de su amo, y forma entre ellos una dichosa y útil mezcla de intereso Hasta con respecto á las tierras tienen los esclavos de esta isla una decidida ventaja sobre los esclavos de las pequeñas islas francesas, inglesas y danesas de barlovento, en que apénas hai terreno baldío; y si hai algun retacito agregado á las haciendas, está tan cansado del continuo cultivo, que escasamente produce cosa de provecho. Ha sido observado por un juicioso escritor, y yo no titubeo en reproducir esa opinion que coincide tan perfectamente con lo que yu he visto y observado, que es una lástima que los esclavos libren enteramente su subsistencia á los plátanos. maiz, y legumbres, cosas todas que están sujetas á los estragos de los huracanes. mucho mas que á las raices como los ñames, patatas y otras varias. La espantosa escasez que se sigue siempre á un huracan y las enfermedades mortales que le acompañan, nacidas en gran manera de comer frutas y raices dañosas, pudieran mui bien evitarse con esto, y serian entónces ménos calamitosos á la humanidad los efectos de ese terrible viento que en pocas horas destruye la obra de muchos años. Este es un asunto que merece una seria consideradon, y es digno de llamar la atencion del gobierno colonial; mucho mal se escusaria, muchas vidas apreciables se salvarian, y aquella destructora borrasca que nada perdona, y que en su furia arranca, y remolinea por el aire como aristas los mas robustos árboles de la floresta, y barre delante de sí casas y haciendas, hombres y animales, precipitando mares de agua del cielo para inundar con ellos la tierra, arrasando con la irresistible violencia de sus torrentes todo cuanto pudo escapar del tremendo choque del viento, podria hacerse ménos mortal en sus efectos. Los esclavos, cuando están enfermos, son asistídos con cuidado en esta isla. Los que son empleados en el servicio doméstico, en tal caso, son tratados como hijos de casa, lo cual he visto muchas veces. Las haciendas grandes tienen hospitales, en que no faltan conveniencias, pero se padece en el campo mucha escasez de practicantes hábiles de 16
cirujia y medicina; los que actúan como tales, léjC?s de contener el curso de la enfermedad con sus conocimientos, me temo que por su ignorancia é inexperiencia ayuden á aumentar la lista necrológica. Estoi persuadido, que si los hacendados empleasen profesores aprobados para curar sus esclavos, la mortandad seria mucho menor que lo es al presente. El Gobierno Español ha dejado vacantes en el Colegio de Medicina y Cirujía de Cádiz para dos hijos de Puerto Rico, donde deberán ser educados á expensas del Rei: Todavía ninguno se ha aprovechado de la ventaja de esta generosa y benéfica oferta, que proporciona un medio seguro de proveer á la isla de profesores de carrera. Los empíricos que al presente practican en el campo son un borran de la profes ion de medicina, y en lugar de ser el alivio, son el azote de la humanidad doliente. Sobre todo, tomando imparcialmente en consideracion el estado de la esclavitud en esta isla, puede asegurarse sin temor de contradiccion, que en sustento, alojamiento, y trato benigno, los esclavos llevan muchísimas ventajas á los de las islas francesas, inglesas, holandesas y Dinamarquesas. Hasta me atrevo á asegurar, que lo pasan mucho mejor bajo todos conceptos, generalmente hablando, que el paisanaje de las mas civilizadas partes de Europa, y que se les puede considerar en estado de afluencia al compararlos con el pobre campesino de Irlanda. En la Bretaña, provincia de Francia, no es raro el ver morirse de hambre la gente pobre del campo. En las ciudades fabriles de Inglaterra continuamen· te se ven los operarios reducidos á la última miseria, y á los muchachos de doce á quince años á menudo se les hace trabajar en las fábricas diez y seis y diez y ocho horas de las veinte y cuatro en el mal· sano trabajo del telar, miéntras que al esclavo no se le obliga á trabajar hasta la edad de diez y ocho, y cuando ya es nombre, sobre estar provisto de una buena ración, no tiene que atarearse mas que nueve horas al dia. El Lapon, vestido de pieles y plagado de insectos é inmundicia se ve forzado á. encerrarse nueve meses al año con su familia en una choza humosa con una miserable provision de pescado salado y aceite rancio. En las fértiles provincias de Andalucía, donde el paisanaje vive con mas comodidad, y experimenta ménos necesidades de la naturaleza del clima que la misma clase de gente en otras partes de Europa, he visto frecuentemente a los jornaleros estar por el invierno en las plazas de los pueblos, embozados en sus capas negras, sin encontrar trabajo. La miseria humana se minora cuando se compara con la suerte de otros mas desgraciados; el negro siempre cuenta con casa, alimento y un hospital cuando está enfermo; él no sufre el rigor del invierno, ni tampoco el calor abrasador del clima en que nació, ni ménos las necesidades, miseria y cuidados que experimenta la gente pobre de todos los ángulos de Europa. Prescíndase de la preocupación del nombre de esclavitud, á que
le da tanto valor la imajinacion de los hombres, y los esclavos de las Indias Occidentales aparecerán como los mas dichosos de todo el paisanaje del globo habitado. No hai tampoco en esta isla la disminucion gradual del número de esclavos por fallecimiento que en las colonias de las demas Potencias Europeas. En Jamaica se calcula haber una diminucion de seis por ciento en la pobladon de esclavos. En las islas de Guadalupe y Martinica la de ocho por ciento. Segun los informes que he podido recojer sobre este particular este decremento en las colonias inglesas y francesas no proviene el dia de hoi, ni de recargar de demasiado trabajo á los esclavos, ni de mal tratamiento, sino de causas obvias y naturales. No hai una isla en todas las Anti· llas, excepto Puerto Rico, que tenga un número de esclavas que guarde proporcion con el de los es· clavos. Esta desproporcion entre los sexos en las colonias inglesas y francesas debe producir el efecto natural de que vivan muchos en el celibato, ó el de que una mujer lo sea de muchos hombres, 10 cual produce casi la misma consecuencia de retardar la propagacion de la especie, por consiguiente es comparativamente menor el número de nacimientos, y escediendo con mucho el de las muertes debe haber un continuo decremento de esclavos, aun bajo el tratamiento mas benigno y mas humano. Por el contrario en esta isla, hai con corta diferencia una igualdad entre hembras y varones, como puede verse en la relacion estadística que yo he publicado; lo cual asegurará siempre un incremento en el número. Lo mismo que en las colonias inglesas y francesas sucede en la Habana, que los varones esceden á las hembras en una gran mayoría. Atendiendo por desgracia los hacendados de estas colonias no mas que al interes presente, no calculAron que tarde ó temprano habia de cesar el tráfico. Ese dia ha llegado, y son bien obvias las consecuencias: los esclavos se disminuyen por esta causa y todos los medios que puede sugerir el discurso humano, no son bastantes para poner remedio. No teniendo al principio los hacendados de Puerto Rico grandes capitales compráron por conveniencia bien entendida un número igual de esclavos que de esclavas, entre quienes han fomentado las leyes españolas cuidadosamente los matrimonios. Se tiene tanto cuí-
dado de los hijitos de los esclavos que nacen en el servicio doméstico, como de los niños mismos de los amos. Comparando las listas de muertos con las de los nacidos y por un cómputo medio de muchos años se evidencia, que estos esceden á aquellos en dos y medio por ciento. Al observar lo que tengo demostrado en mi obra al capitulo que trata de la población de esta isla, es sumamente satisfactorio el hallar que el aumento de la población esclava de esta colonia no se debe de ningún modo A la importacion de esclavos africanos, que ha sido bien limitada en todos tiempos A causa de la escasez de capitales; ni tampoco puede atribuirse á la introduccion de esclavos por colonos nuevos; porque aunque ambas causas hayan contribuido en algun modo á su incremento, no han en· trado sin embargo en ninguno de mis cálculos sobre la materia. Los principales y siempre perennes manantiales de renovacion se hallan en las sabias y saludables leyes que rijen, y en el sobresaliente buen tratamiento que reciben los negros en las colonias españolas, comparado con el modo en que eran tratados anteriormente en las colonias de otras naciones. Estos son hechos positivos y los que intentasen oscurecerlos ó se atreviesen á negarlos, deben ser compadecidos por la locura de sus preocupaciones. Los ingleses y franceses han mejorado considerablemente en estos últimos años la situacion de sus esclavos, proporcionándoles todo género de alivio y protección compatibles con la seguridad de sus colonias; pero por causas y política que no es fácil comprender, tanto los ingleses como los franceses han establecido reglamentos para sus posesiones de las Indias Occidentales que pueden llamarse los antípodas de sus antiguas leyes. Los códigos antiguos de ambas naciones eran severos é inhumanos. La reforma reciente de 1832 propende á relajar todo principio de moral y á destruir para siempre el justo equilibrio, que hasta ahora habia dichosamente existido entre el señor y el esclavo en todas las colonias europeas. Es una estraña anomalía en política el que aquellas naciones que tienen la mayor certeza de arrui· nar sus colonias con la emancipacion de los esclavos, insistan con mas porfía en tomar providencias de tan espantosa tendencia.
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Reportaje grรกfico
Los barcos que transportaban los esclavos de Africa durante el siglo XVIII
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Notas para el estudio de la esclavitud en Puerto Rico Por
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ORRfA EL AÑO DE
1705, BN LOS PRIMEROS DíAS DEL
mes de agosto, cuando el esclavo mulato Pedro, propiedad del alférez Pedro Beltrán de los Reyes, na· tural de la villa de San Germán y vecino del pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Ponce, se pre· sentó ante su ama un tanto azorado. No era para menos. Lo que tenía que comunicarle era bien desagradable. Dos meses antes, en junio, Pedro Beltrán, junto con dos esclavos mulatos y criollos, el ya conocido Pedro y otro que respondía por Luis, habían salido a pescar a un lugar de la costa llamado Guayamo. Le dijo: "que los habían apresado un corsario inglés y que a él lo habían enviado a buscar rescate por el dicho su amo". No bien habían pasado ocho días, cuando llegó el segundo esclavo, Luis, y mani· festó, corroborando la historia de su compañero, "que también lo habían largado a él dichos ingleses y se habían llevado a su amo". En un principio Francisca de Soto, que así se llamaba la esposa, se creyó la historia que sus servidores le habían narrado. Pero al poco tiempo empezó a sospechar que en todo aquello había algo que no encajaba. Ella mis· ma nos informa: "Fui adquiriendo noticias del estado de todo lo referido y porque he tenido diferentes indicios que dan a entender y presumir que los di· chos esclavos Luis y Pedro hayan cometido grave delito en haber muerto al dicho mi marido y enterrado en el campo". Ante esta sospecha rogó al alcalde de la Santa Hermandad de San Germán, Juan de Torres Figueroa, para que pasara a Ponce a aprender a sus esclavos y esclarecer los hechos, pues como era bien lógico estaba muy interesada en esclarecer la verdad y conocer lo que en realidad había sucedido.· No se hizo esperar la acción de la justicia. En el 1. Petición de Francisca de Soto al alcalde de la Santa Hermandad de San Germán, Juan de Torres Figueroa. Ponce, agosto de 170S. A. G. l. Escribanfa de Cámara, 127 A.
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L6PEZ CANTOS
mismo mes, el 31, Juan de Torres se trasladó a Pon· ce y ordenaba, que los dos mulatos fueran hechos prisioneros y llevados a la cárcel del pueblo y donde les pusieran grillos y los sujetaran en el cepo. Al mismo tiempo mandaba que fuesen citados todas aquellas personas, que teniendo algunas noticias sobre el particular, con sus declaraciones pudieran aportar alguna luz sobre lo que en realidad había sucedido.2 El mismo día que se dictaron tales disposiciones empezaron los interrogatorios. Fueron cinco los que se prestaron a ser interrogados por el alcalde de la Santa Hermandad, que se constituyó en juez del caso. y conforme iban exponiendo lo que se les interpelaba y sabían. el juez se iba haciendo una idea de lo que había sucedido. El primero en testificar fue Domingo de León, que era natural de San Juan y vecino de Ponce. Manifestó que serían sobre la medianoche del mes de agosto cuando "llegó a su casa Melchor de Aponte y llamando al testigo le dijo que si quería ir en su compañía al sitio de Aguirres a buscar a dicho mulato Luis que tenía noticias que estaba en el paraje y que aquella misma noche salieron y al día siguiente llegaron a dicho sitio de Aguirres y no habiéndole hallado se volvieron a sus casas y habiendo sabido que dicho mulato estaba en el sitio de Sabana Llana fueron a buscarlo el testigo y Mateo de Rivera y hallaron al dicho mulato Luis en casa de Domingo Garela y lo trajeron al sitio de Capitanejo y se lo entregaron a Francisco de Santiago a que se lo llevara a Francisca de Soto, su sobrina y ama de dicho
2. Orden del alcalde de la Santa Hermandad de San Ger· mán. Ponce, 21 de agosto de 170S. lbidem. Conocemos los nombres de las personas que tuvieron a su cargo la custodia de los esclavos. Fueron: Juan de Lu. nega. Bartolomé Rodrfguez, Nicolás de Soto. Domingo Fígueredo y Juan Garcja, siendo todos eUos ..vecinos de este pueblo...
esclavo, y que viniendo por el camino y preguntado el dicho mulato Luis por el dicho Pedro Beltrán, su amo, les respondió que estando en el paraje de Barrancas, en la playa y la canoa varada en tierra, yendo dicho su amo a darle un palo con que tiraban la canoa a tierra, le agarró el palo y dicho su amo echó mano al puñal, a cuyo tiempo le dió un golpe y le quebró el brazo derecho y el pescuezo". El siguiente interpelado, Mateo de Rivera, aportó algo nlJevo a la declaración anterior. El juez ya sabía donde se cometió el homicidio, pero ahora se especifica el sitio exacto: "en el paraje que llaman Boca del Indio". Además tuvo conocimiento que lo que había sucedido 10 había ejecutado solamente Luis, mientras que el otro mulato había ido a bus· car agua y leña, estando por lo tanto libre de culpa directa. También aporta el dato de que el alférez Pedro Beltrán, no fue enterrado, sino arrojado al mar.
El tercer testigo, el alférez Antonio Collazo, contribuyó con su declaración con algunos datos para el esclarecimiento de 10 que había ocurrido. Dijo lo siguiente: "riñendo el amo con el dicho su esclavo Luis y apaciguándose un poco le había dicho su amo a Pedro que fuese a buscar un poco de agua y yendo un poco apartado donde quedaban, oyó voces y vol· vió a mirar y vida (sic.) que dicho su amo levantaba un palo para darle al dicho Luis, el cual reparó el golpe y quitó, el referido palo a dicho su amo y le dio con él, de cuyo golpe cayó en tierra y entonces patió para allá y 10 11a11ó muerto y que el dicho Luis amarró el cuerpo del difunto a la canoa y lo echó en el agua". La nueva información de otro de los testigos, Miguel Rodríguez Colón, aportó algo nuevo. Por él supo el juez que el cuerpo de la víctima fue arroja. do al agua "con una piedra al pescuezo". El último de los interrogados fue el mulato esclavo, llamado BIas, propiedad del sargento mayor Manuel Cintrón. Dijo: .. que estando el testigo en el sitio de Guayama, en el paraje que llaman la Boca del Indio, se encontró con dos mulatos, nombrados Luis y Pedro, esclavos del alférez Pedro Beltrán, los cuales sabe el testigo que había algunos días que habían salido a pescar con dicho su amo, el cual no había vuelto a su casa y preguntándole que qué hacían allí le respondió el dicho Pedro que estaban cortando mafagua para remendar el chinchorro". A continuación repite lo que ya el juez conocía y añade: .. que le dijo el dicho Luis que su compañero no tenía culpa alguna en la referida muerte, que él solo lo había hecho".] Hasta aquí el juez supo como se habían efectuado los acontecimientos por los testigos, pero no debemos olvidar que sus declaraciones eran de tipo indirecto, ya que ninguno de ellos presenció 10 sucedido, sino que cuentan lo que les habían dicho los esclavos implicados y sobre todo uno de ellos, Pedro. A partir de ahora lo que sucedió será narrado por los dos protagonistas. En líneas generales pocos datos nuevos aportaron a lo que ya se sabía, pero no obstante sus testimonios son muy interesantes desde el punto de vista subjetivo y humano. El primero en ser llainado a que explicara cómo se habían desarrollado los acontecimientos fue Pedro. Pero antes de llegar a esta situación el alcalde de la Santa Hermandad y juez al mismo tiempo, le nombró un curador --especie de los actuales abogados defensores-, y en su presencia, empezó diciendo que era criollo, natural de Ponce y que tenía "dieciocho años poco más o menos". Niega rotuno damente el cargo que se le hace de haber participado en la muerte de su amo, pues cuando sucedieron 3. Interrogatorio del alcalde de la Santa Hermandad de San Germán a los testigos citados en la causa criminal. Pon· ce, 31 de agosto de 1705. Ibidem.
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los hechos "entre el dicho su amo y el esclavo estaba a cosa de cien pasos, buscando agua para beber y guisar y que vio esto a esa distancia, que no le dio lugar para andar sino muy pocos pasos y que viendo a dicho su amo en tierra quedó suspenso y como desmayado, por cuya razón no 10 pudo remediar". Llegado que hubo al lugar del crimen, se sentó en el ranchito que allí habían hecho y vio a su due· ño tendido en el suelo, pero aún con un pequeño hálito de vida, pues aunque en el interrogatorio afirmó que estaba muerto cuando regresó, afirmó a continuación literalmente: .. que sólo los párpados de los ojos meneaba muy poco". Al tiempo que asustado contemplaba a su amo, Luis, el otro esclavo, compungido le decía: "Amigo de mi alma, sábete que he muerto a mi amo, porque bien sabes que quedamos riñendo y que venía a darme con el palo y luego con el puñal y que la defensa es natural". El homi· cida pidió luego a Pedro que le ayudase a atar y subir el cuerpo sin vida, a lo que se negó, permaneciendo sentado, mientras que Luis "cogió el cuerpo del difunto y 10 amarró a la canoa y dentro de la cual metió una piedra y echó el referido cuerpo al agua". Lo narrado por el mulato redondeó con detalles precisos las noticias que sobre lo sucedido había ido adquiriendo el juez, que pretendía esclarecer 10 mejor y con el mayor número de notas posibles. Aún faltaba averiguar a quién se le había ocurrido la idéa de presentar todo aquello como un rapto, rea~
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lizado por unos piratas ingleses. Es el mismo Pedrc. quien nos 10 cuenta de la manera siguiente: "cogieron la ropa del dicho difunto y algún carey y fueron al puerto de Aguirre y de allí volvieron al dicho sitio de Barranca porque le dijo el dicho Luis, que quería ir a tomar parecer con BIas Cintrón, negro esclavo del sargento mayor Manuel Cintrón, y habiendo llegado a donde estaba, le contó lo que había pasado. Entre los dos dispusieron que el confesante viniera a casa de dicho su amo y que dijese que el inglés los había cogido y que venía por el rescate, que no se acuerda la cantidad que le dijeron que había de pedir y que lo llevase al lugar donde lo esperaban". Extrañado el juez de la complicidad de Pedro y que éste se hubiese prestado a participar en la farsa que habían montado para eludir la justicia y engañar a su ama, el declarante manifestó, que lo hizo "por miedo que le cobré y temiendo que hiciera conmigo 10 mismo que con mi amo".· Sin embargo el magistrado no se sorprendió lo más mínimo de la acusación de complicidad que acababa de hacer Pedro contra el esclavo del sargento mayor, y que según ella, fue este negro el padre de la idea de presentar lo acontecido como un secuestro, y en el caso de producir el efecto apetecido, huir de Puerto Rico con el importe del rescate. A lo largo de todo el proceso no se encuentra ninguna alusión más de BIas Cintrón, y por supuesto no fue llamado a declarar y explicar la acusación que se había formulado contra él. Es probable que si sucedió así fue en razón de que este esclavo pertenecía al sargento mayor y de haber sido interrogado indudablemente no hubiera escapado a la justicia. En buena lógica hay que pensar que su falta no fue tan grave como para ser ajusticiado, pe~o no es menos cierto que le hubiese sido impuesta una pena consistente en un castigo corporal. Mas no debemos olvidar que la mejor defensa para salvar la integridad corporal que tenía un esclavo radicaba en su propio valor material. Aquí puede estar la razón de que el juez no indagara la verdad sobre este particular, ya que no podemos olvidar que pertenecía al sargento mayor, persona principal en la isla, pues en definitiva era él el perjudicado económicamente. Una vez que el esclavo Pedro testificó. el mismo día lo hizo el homicida Luis. Había nacido también en Puerto Rico y tenía veinticinco años. Al ser preguntado los motivos que tuvo para ejecutar tal acción, literalmente contestó: ti Que no le dio dicho su amo motivo alguno, que el demonio lo cegó y lo mató". Si recordamos 10 que anteriormente declaró su compañero en la esclavitud, como más arriba constatamos, cuando decía al juez: .....que venia a darme con el palo y luego con el puñal y que la defensa es natural" no nos explicamos el por qué de no ha-
4. Declaración del mulato Pedro. Ponce. 2 de septiembre de 17OS. lbidem.
ber aducido esta excusa lógica y apropiada y no aquella bastante descabellada y sin sentido. Es posible, y sólo a título de conjetura lo expresamos, que el acusado al tener conciencia de la gravedad de su hecho y por ende del castigo que se le avecinaba, quiso aducir una especie de enajenación mental, ano tes que 'alegar un prinéipio de derecho natural. ¡Estaban tan abandonados de este derecho los esclavos! Su misma situación jurídica era una negación a todo derecho natural. De esta forma el declarante pensó que era más racional, para escapar del verdu· go, presentar su caso como una ofuscación. El resto de la declaración coincidía con la que ya había he· cho Pedro, si exceptuamos aquellas que de una manera particular le afectaban. Y de esta forma vemos que Luis manifestó al juez, que efectivamente, lo mató él solo, pero que varias veces antes de aquel momento su compañero "estando en dicho sitio y diferentes veces antes de aquel tiempo le había ani· mado su compañero al confesante que mataran a dicho su amo", y asimismo confesó que era falso que Pedro no le ayudara a cargar a su amo en la barca y que participó en su destrucción. quemándola y que entre los dos "la manteca y el carey lo botaron".5 A la vista de las declaraciones de uno y de otro y como en algunas cosas no coincidían, el juez en su afán de saber quién de los dos decía la verdad y conocer hasta qué punto era cómplice Pedro en el homicidio de su amo, siguió el proceso legal de la época. Pedro fue llevado a la vista del potro, para que con la contemplación del instrumento de tortura le sirviera para recapacitar acerca de lo que había dicho y si persistía en su postura, como así fue, se le diera tormento hasta que el dolor le hiciera cambiar de parecer o se mantenía en su primitiva declara· ción.6 Pedro no se amedró ante el potro y manifestó de nuevo que la verdad había sido dicha por él y no por su compañero. Pasadas las veinticuatro ·horas reglamentarias que el procedimiento legal exigía para aplicar el tormento físico y como persistiese en su a~titud, fue conducido a la sala de tormentos y montado en el potro. Le fue formulada la misma pregunta y contestó lo que ya sabía el juez: él era inocente. Entonces el magistrado ordenó "al ministro ejecutor diese una vuelta al cordel del brazo derecho y estando presente a todo el referido Francisco Camboy, curador de dicho mulato Pedro, representó que el dicho mulato Pedro era menor de edad, como consta de su confesión y que era público y no~orio, por lo cual no se hallaba capaz para darle el referido tormento. En vista de lo cual debe ser 5. Declaración del mulato Luis. Ponce. 2 de septiembre de 1705. Ibidem. 6. Auto del alcalde de la Santa Hermandad y juez de la causa seguida contra los esclavos Pedro y Luis. Ponce, 2 de septiembre de 1705. Ibidem.
bajado del potro y reducirlo de nuevo a prisión". El juez atendiendo a lo solicitado por el curador así lo hizo.' Tres días después, el 7 de septiembre. se dicta· ba la sentencia. que no pudo ser firmada por el alcalde de la Santa Hermandad en funciones de juez, porque no sabía leer ni escribir; 10 ~o en su nombre Juan Santos. Luis fue condenado a morir públi. camente en la horca, teniendo que ser después decapitado y su cuerpo descuartizado en cuatro partes y clavadas cada una en sendas picotas para ser expuestas en los lugares má!! concurridos de Ponce y su jurisdicción. Y a Pedro se le castigaba a ser el verdugo de su compañero y a ser desterrado de por vida de la Isla, previa venta y bajo pena de muerte si alguna vez volvía a ella.' A las pocas horas les fue notificada la sentencia a los reos. Luis aceptó resignadamente la decisión del juez,' permaneciendo en la cárcel hasta el momento de ser ejecutado. Pedro fue entregado a su ama, Francisca de Soto, para que fuese vendido en la
7. Confesión del mulato Pedro a la vista del potro. Pon· ce. 4 de septiembre de 1705. Ibidem. 8. Sentencia de la causa criminal contra los mulatos Pedro y Luis. Ponce, 7 de septiembre de 1705. Ibidem. Por razón de su interés transcribimos el .texto íntegro de la sentencia: .Fallo a que atendiendo al grave delito que cometió el dicho mulato Luis en la ejecución de la referida muerte tanto en ofensa de Dios Nuestro Señor, como de su conciencia y menosprecio de la Real Justicia, lo debo condenar y lo condeso a muerte pública de horca, y que su cuerpo sea dividido en cuatro cuartos, los cuales y su cabeza se pongan clavadas en las partes más públicas de este pue· blo y su jurisdicción, para que sirva de ejemplo en lo veni· dero. -y por la grave culpa que cometió el referido mulato Pe· dro, pues consta que de dicha confesión fue el que inducia y aconsejó al referido Luis a que ejecutase dicha muerte, y atendiendo a la corta edad con que se halla y que me ha constado ser así, y que por dicha razón no se puede eje. cutar en su persona el castigo que le corresponde y moderándome con el rigor de la justicia, lo debo condenar y con· deno a que sea el susodicho el ministro ejecutor de la muer· te del dicho mulato Luis y que sea sacado a la vergüenza públicamente, y asimismo lo condeno a destierro perpetuo de esta Isla. y le impongo la misma pena de muerte de horca, si a ella volviere. -y por esta mi sentencia definitivamente juzgado y haciendo justicia asf lo pronuncio y mando. Y por lo que toca a la satisfacción y pago de las personas que se han ocupado en las guardias de dichos reos, papel y lo escrito respecto de haber sido hechores del caso dicho esclavo (sic.), se saque de los bienes de dicho difunto. Y respecto de no haber en esta mi jurisdicción escribano público que notifique esta mi sentencia a los referidos mulatos, -mando al dicho Antonio de Guadalupe, ministro de justicia en esta causa, pase a hacer dicha notificación y diligencia al pie de ella-o 9. Notificación de la sentencia a los condenados. Ibidem. • EI dicho Luis dijo que estaba muy conforme con la voluntad de Dios Nuestro Señor y que querfa pagar la muerte que tan a su cargo tenia-o Fue presidido este transcendental momento por el juez, Juan de Torres Figueroa, .pero por no saber leer fui a la cárcel -nos dice- de este pueblo en compañfa de Juan Santos de Acevedo. quien leyó la sen· tencia-. Fueron testigos: Alfonso Delgado, Gregario de Sayas, Juan de Montenegro, Alonso de Rivera y José Rodrfguez Morales.
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primera ocasión que se le presentase, bajo pena de 500 pesos si así no lo hacia. lo La oportunidad para deshacerse del esclavo no tardó en llegar. No habían pasado tres días, cuando ellO de septiembre fue vendido al capitán de corso, vecino de Santo Domingo, Juan Angel Guia por la cantidad de 178 pesos.u En esta precipitada operación la viuda del desafortunado alférez perdió casi la mitad de lo que le había costado. Su marido pagó por él 300 pesos. u La sentencia tenía que ser ejecutada al día siguiente, pero ese mismo día Luis se fugó de la prisión y durante catorce días estuvo escondido por los montes.u Al cabo de este tiempo fue encontrado y apresado y cinco días después ajusticiado. Era el 26 de septiembre de 1705. El acto fue público y asistió todo el pueblo de Ponce.14 El fallo de la justicia sólo se realizó a medias, ya que el verdugo no fue su compañero; para esa fecha ya estaba en Santo Domingo, sino el mulato libre Juan Rodríguez Tirado. Esto como es de suponer no pudo hacerle mucha gracia al accidental y obligado verdugo y en la primera ocasión que se le presentó le puso una demanda al iletrado y fogoso juez., Juan de Torres Figueroa. La oportunidad tardó cuatro años en llegar, fue en 1709, pero cuando arribó, supo utilizarla. Tal coyuntura se la proporcionó la pesquisa secreta que por orden del gobernador de Puerto Rico, Francisco Daría Granados, realizó el teniente y capitán a guerra José Dávila. La querella contra Torres Figueroa inteligentemente no la basa en que se le obligó a hacer las veces de verdugo, pues cualquier persona mayor de edad estaba obligada a realizar tan desagradable oficio, si para ello era requerida por la autoridad competente, sino por· que estando de servicio en Ponce fue sacado "violentamente para verdugo". Y más adelante tuvo conocimiento el pesquisidor que "del cuerpo de guaro dia se le sacó en ausencia del teniente y capitán a guerra oponiéndose dicho alcalde de la Santa Hermandad con poco respeto del dicho cuerpo de guaro dia que en nombre de S. M. le mantengo con la asis10. Diligencias. Ponce, 7 de septiembre de 1705. Ibídem. 11. Tasación del esclavo Pedro. Ponce, 10 de septiembre de 1705. Ibídem. El comprador fUe Juan Angel Guia, que era capitán de la balandra de corso nombrada -Nuestra Señora de la Merced, María Magdalena y San José-. Hizo las veces de escri. bano -por no haberlo en este pueblo- el capitán Juan Serrano, y fueron testigos: Melchor Aponte, Juan Ortiz de Segu. ra, Miguel Aponte y Cristóbal de Figueroa, dodos vecinos de Ponce-. 12. Auto y declaración de Francisca de Soto. Ponce. 23 de septiembre de 1709. Ibídem. 13. Respuestas a los cargos del juez pesquisidor, José Dávila, a los miembros capitulares de Ponce. Puerto Rico, 12 de septiembre de 1709. lbidem. 14. Auto de ejecución de la sentencia. Ponce, 26 de septiembre de 1709. lbidem. Fueron testigos oficiales: Juan Serrano, Francisco Cam· boy y Nicolás Díaz.
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tenda de sus vasallos vecinos y moradores de este dicho pueblo para las providencias del servicio de S. M.".15 A pesar, que en los descargos que hizo el acusado atacó violentamente al mulato Rodríguez Tirado, llegando a decir que era digno" de la misma pena que él ejecutó en el otro", fue multado por esa falta, considerada grave, a la cantidad de 150 pesos)' - Pero las cosas se le complicaron aún más al ano tiguo juez. También le acusó la viuda de Pedro Beltrán por haberle obligado a vender con precipitación su esclavo, y no es que le doliera el haberse desprendido de él, del cómplice del homicidio de su marido, sino que en la operación de venta había perdido casi la mitad de su valor y para colmo de males después de cuatro años no había percibido ni un solo peso de su procedido.J7 Aunque el antiguo alcalde de la Santa Hermandad se justificó diciendo "que yo vendí dicho esclavo Pedro en el puerto de Ponce y de su procedido me hice pago de las coso tas" no pareció satisfacer esto al gobernador y fue castigado a restituir el importe de la venta a su dueña y a una multa de 150 pesos.J' Fueron muchos los datos que en el ánimo del gobernador influyeron para tomar tal determina· ción. En primer lugar estaba la precipitación con que se efectuó la transición del esclavo. Sólo a tres días de la sentencia ya era vendido, pero no porque la dueña lo deseara, sino por imposición del juez. Es posible que el capitán de corso Juan Angel Guia estuviera ya en el puerto durante el proceso y de común acuerdo con él, dictó la sentencia. La documentación que hemos consultado nada nos dice al respecto, pero en las diligencias de entrega del mulato a su ama se nos informa: .. Entregué a Francis· ca de Soto, viuda del alférez Pedro Beltrán, el mulato, su esclavo, nombrado Pedro, para que atendiendo a su pobreza y a los muchos tributos con que se halla gravado lo venda fuera de esta Isla en la primera ocasión y se aproveche de la cantidad en que pudiera venderlo". Más adelante podemos leer: .. Y yo el dicho alcalde le impuse pena de 500 pesos a la susodicha que en la primera ocasión que se ofrecía lo venda fuera de esta Isla".19 Al analizar este documento observamos claramente que se le impele por medio de la coacción, multa de 500 pesos, a que se deshaga del mulato en la primera oportu· nidad, y esta ocasión ¡oh, casualidad!, surge ellO de septiembre, el mismo día en que fue entregado el esclavo a su ama y además a prioris deja entrever, 15. Certificación del teniente y capitán a guerra Jacinto de Rivera. Ponce, 23 de septiembre de 1709. lbidem. 16. Ut supra. nota 13. 17. Ut supra, nota 12. 18. Confirmación de la sentencia contra Juan de Torres Figueroa. Puerto Rico, 28 de septiembre de 1709. Ibidem. 19. Diligencias de entrega del mulato Pedro a su ama Francisca de Soto. Ponce, 10 de septiem1}re de 1709. lbidem.
declaraciones que el alcalde hizo al juez indagador, hemos podido comprobar varias contradicciones. Observamos que afirma que accedió a la venta del cómplice en el crimen para "que se aproveche en la can· tidad que pueda ser vendido" la dueña. Más adelante afirma, y volvemos a repetir la cita "yo vendí dicho esclavo Pedro en el puerto de Ponce y de su procedido me hice pago de las costas". En qué que· damos: se aprovechó la dueña o el juez. Pero la si· tuación la embroya aún más al caer en otra nueva contradicci~n, puesto que en otro lugar manifiesta literalmente: "Y por lo que toca a la satisfacción y pago de las personas q~e nos hemos ocupado en las guardas de dichos reos, papel y lo escrito (sic.) se saque de los bienes de dicho difunto".211 No sabemos ahora a qué carta quedar. ¿Se pagaron las costas con el valor del esclavo o con los bienes del ajusticiado? Mas la cosa no termina aquí: Después de pronunciada la sentencia contra él por el gobernador, alegó una nueva versión de los hechos, mani· festando que efectivamente había sido él quien vendió el esclavo Pedro, pero que su importe no fue cobrado por él.21 Ante cuatro versiones distintas y diametralmente opuestas, hay que pensar que una tenía que ser la verdadera y las tres restantes falsas, sino lo eran todas. As( parece ser que lo entendió el gobernador, Francisco Daría Granados, reafirmándose en la sentencia que impuso al poco escrupu· loso juez. que será malvendido: "y se aproveche de la cantidad en que pudiere venderlo". Por estas razones tomó tal determinación el pesquisidor en función de las contradicciones que en la documentación del proceso se dan. Analizando las
20. Ut supra, nota 8. 21. Súplica de Juan de Torres Figueroa al gobernador d~ Puerto Rico, Francisco Darlo Granados. Ponce, 15 de noviembre de 1709. Ibidem.
El Proyecto para la Abolición de Esclavitud en Puerto Rico, por Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta y Francisco Mariano Quiñones* Por LUIS M. DfAz SOLER
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A LIBERTAD DE LOS NEGROS ESCLAVOS DE AMWCA EN el siglo XIX significó un cambio de actitud en la
estimación general de la vida humana. No se trataba simplemente de extender al negro los derechos que se le habían negado durante siglos de esclavitud, sino más bien de reconocer que aquellos que habían sido considerados seres inferiores eran acreedores al respeto de su dignidad. Dos procesos, el revolucionario y el evolutivo, prohijaron la emancipación de los esclavos de las tierras americanas. Las guerras de independencia en Hispanoamérica y la guerra civil en los Estados Unidos sirvieron de marco a la solución del problema esclavista en la América continental. En las Antillas españolas se mos· tró preferencia por el proceso evolutivo; ello contribuyó a la posposición del decreto de enlancípación para el último tercio del pasado siglo. De las colonias del Caribe, Puerto Rico ofrecía el ambiente más propicio para la asimilación de una legislación abolicionista. La pequeña Antilla, integrada mayormente por una sociedad de hombres libres, había resuelto los problemas fundamentales que se crean en tomo a la esclavitud y al trabajo. Precisamente la circunstancia de que se hallaba en gestación una democracia social, habría de facilitar el firme arrai· go .de la idea abolicionista en la conciencia del pue· blo puertorriqueño. A pesar de moverse los propulsores de la abolición en un clima social favorable a sus ideas, su ~abor se vio interrumpida por una serie de contra· tiempos propios de la política colonial. Entre los factores que contribuyeron a retardar la acción sobre el problema esclavista, se destacaba la ausencia de representación en las Cortes españolas. Aquel cuerpo legislativo, en sesión de 16 de abril de 1837,
* Introducción al libro Proyecto para la abolición de la Esclavitud en Puerto Rico: Segundo Ruiz. Belvis, José Julid-n
Acosta y Francisco Mariano Quiñones, Instituto de Cultura Puertorriqueña.
consideró dos resoluciones que afectaron directamente a las colonias de Cuba y Puerto Rico. La pri. mera, aprobada por votación de 149 contra 2, decidió que las colonias españolas serían gobernadas por leyes especiales; la segunda, que arrojó una votación de 90 contra 45, negó asiento a los diputados antillanos en el Congreso español. La esclavitud era un problema nacionai, una institución sostenida por las leyes de la metrópoli y, por tanto, la responsabilidad de su abolición caía dentro de la jurisdicción legislativa. La ausencia de representación privó a ·las colonias del derecho de plantear sus problemas y de colaborar en la solución de los mismos. Sin embargo, la cuestión social antillana no habría de pasar inadvertida en los días en que aquellas Cortes cometían tan grave injusticia. En sesión. de 5 de abril de 1837, el diputado español Sancho VIcente expresó la idea de abolición de la esclavitud con indemnización, pero su propuesta fue objetada por una fuerte oposición.1 Básicamente, los opositores fundamentaron su objeción en el criterio de que tal acción requería una suma tan cuantiosa que quizá al Estado se ·Ie haría imposible cubrirla. Además, adujeron que un cambio tan repentino de las condiciones de trabajo produciría serias perturbaciones en lo económico; habría que tomar en consideración las consecuencias de una súbita liberación de' una gran masa esclava en medio de una población que había sido dominadora, especialmente en aquellos sitios donde esta última no era excesivamente superior en nÚDlero.z El consenso de opinión favorecía la instauración de un proceso de inmigración blanca, "con exclusión de toda otra raza", aumentándose así la población libre, a la vez que se proveía para el 1. Angel Acosta Quintero: Jos¿ Julidn Acosta y su tiempo (San Juan, Puerto Rico, 1899), 154. 2. Apuntes sobre la cuestión de la reformo politica y de la introducción de africanos en las islas de Cuba y Puerto Rico (Madrid, 1866), 198. 223, 235-236.
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José Julián Acosta
Segundo Ruiz Be/vis
gradual "blanqueamiento" de la sociedad colonial. El plan, esbozado con la ausencia total de diputados americanos, demuestra hasta qué punto había progresado la idea abolicionista en la España de la época. El pensamiento de una abolición gradual de la esclavitud fue también expresado por algunos destacados defensores de la institución, entre los que descollaba la figura de Jorge Flinter. Este enviado de Su Majestad Católica, luego de estudiar las condiciones en que se desarrollaba la esclavitud negra en Puerto Rico allá para 1832, calculó que se necesitaba medio siglo de preparación para asegurar que la proclamación de emancipación no habría de alterar el orden interno de la isla. Convencido de que la institución estaba en franca decadencia, sugirió la creación de un fondo que debía utilizarse para comprar esclavos recién nacidos. Las criaturas manumitidas serían colocadas bajo la tutela de personas aptas, quienes quedaban comprometidas a proveerles de sus necesidades y a encauzarlas moralmente. E.se período de tutoría habría de convertir a aquellos niños en útiles y responsables ciudadanos, capaces de comprender las ventajas del trabajo libre y la necesidad de aplicarse a la industria. Con este plan, al cabo de cincuenta años aquel conglomerado de esclavos que Flinter conoció en 1832, habría sido reemplazado por una generación de hombres libres.J
Según él, una emancipación inmediata provocaría serios desórdenes, haría víctima a los blancos de los excesos de los negros y arruinaría a los hacendados, quienes se verlan repentinamente despojados de los brazos trabajadores usados en el cultivo de las tierras. Como medida previsora, Flinter recomendó que se prohibiese la inmigración a las Antillas de negros libres de los Estados Unidos, elemento portador de las ideas abolicionistas norteamericanas.· La intensa campaña a favor de la emancipación que se desarrolla en los Estados Unidos, hizo ger· minar la idea, tanto én España como en sus colonias, de que -los Estados sureños veían con agrado la conversión de Cuba y Puerto Rico en dos baluartes de la esclavitud negra en América.5 Estos temores de anexión se desvanecieron como resultado del decreto del presidente Abraham LincoIn, efectivo el 1 de enero de 1863, en que declaba libres a los negros esclavos en los Estados Unidos.6 La liberación de los esclavos de la República del Norte tuvo sus repercusiones en las Antillas: los liberales cubanos y puertorriqueños, apoyados por sus congéneres de la metrópoli, responsabilizaban a la nación española de pretender la conservación de la esclavitud de
4. ¡bid., 7~71. Para el 1 enero de 1831, William Uoyd Garrison inició la publicación de El Libertador, dedicado a la propaganda de ideas abolicionistas en el suelo norteameri.
cano. 3. George D. Flinter: E:tamen del estado actual de tos esclavos de la isla de Puerto Rico bajo el gobierno español (Nueva York, 1832), SS, 59.
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5. Porfirio Valiente: Réformes dans les isles de Cuba et de Porto-Rico (Parls. 1869), 245. 6. lbid., 248.
Francisco Mariano Quiilones
igual modo que habían ahogado toda legítima manifestación política. El pensamiento progresista enten· día que ·la libertad del hombre es requisito indispensable para un buen régimen político.7 La clase esclava constituía en Puerto Rico una minoría poblacional, hecho que se convertía en incentivo adicional para su liberación. Aun cuando la masa de esclavos representaba una pequeña fracción del total poblacional, la esclavitud era una realidad que encarnaba perniciosas consecuencias. Además de las cifras favorables que arrojaba el censo, la isla estaba cultivada fundamentalmente por jornaleros libres, y su estado moral, reflejado en la escasa delincuencia informada en estadísticas de la Real Audiencia, era digno de cálidos elogios. Si a esas circunstancias se agrega el deseo de superación cultural evidente en Puerto Rico, puede asegurarse que la situación interna de la isla para 1860 era ideal para emprender una etapa de reformas. Las expresadas condiciones domésticas y la abolición de la esclavitud en territorio norteamericano, fueron factores que abonaron el terreno para la formación de una organización cuyo propósito era dar la batalla a favor de la emancipación de los esclavos antilianos. El 7 de diciembre de 1864, a instancias del puertorriquedo don Julio Vizcarrondo, se reunieron en su residencia de Madrid un grupo de ciudadanos que pernoctaban en la capital española, entre los que se contaban los hermanos Asquerino, los economistas Bona, Figuerola, Gabriel Rodríguez, Joaquín María Sanromá, el cubano Francisco Orgaz 7. [bid., 248. 253.
y los señores Orihuela y Valenti. Al pensamiento expresado por Vizcarrondo de que se proponía crear una sociedad para abogar por la liberación de los esclavos antillanos, se unieron los cubanos Andrés de Arango, Calixto Bernal, Tristán Medina, Federico de Arango y Antonio Angulo de Heredia, y los penin. sulares Fermín Caballero y Segismundo Moret y Prendergast. Luego de un cambio de impresiones, acordaron convocar la constituyente, la cual se efectuó el 2 de abril de 1865, en la Academia de Jurisprudencia. En dicha reunión quedó fundada la Sociedad Abolicionista Española, cuyo propósito era estudiar los medios para llevar a feliz realización la abolición de la esclavitud en las Antillas españolas a la mayor brevedad. Las actividades de propaganda se iniciaron inmediatamente, fundándose el 15 de julio de 1865 El Abolicionista Español, órgano de la Sociedad. Surgía el periódico en momentos en que se debatía en España la conveniencia de abolir el tráfico negrero. Los abolicionistas de la Península aprovecharon la ocasión para orientar la opinión publicando folletos, auspiciando concursos y apoyan. do peticiones y resoluciones condenando la trata de negros. En el recinto de las Cortes el grupo dejaba sentir su influencia por voz del economista y senador anti-esclavista don Luis María Pastor. Fuera de España, los abolicionistas se granjearon las simpatías y colaboración de distinguidos defensores de los derechos humanos, como lo fueron Víctor Hugo, Agustín Cocbín y otros. No descuidaba la Sociedad el reclutamiento de las fuerzas liberales antillanas: en Puerto Rico, don José Julián Acosta se encargaba de mantener vivo el entusiasmo, haciendo llegar a todos la literatura abolicionista y las noticias sobre los más recientes acontecimientos europeos. Su perseverante campaña en algo habría de contribuir a la abolición de la trata en 1866.' La fundación de la Sociedad Abolicionista Española trajo como lógica secuela la unión de las fuerzas de oposición, quienes acusaban a los reformistas de 1865 de "vanos· y pretenciosos, viéndo[los] abogar por la abolición, cuando ya la había abolido el Cristianismo". Los abolicionistas buscaban apoyo en el derecho natural e inajenable del ser humano al goce de la libertad; esa fue la .doctrina que iluminó el pensamiento liberal e inspiró la fundación de la Sociedad Abolicionista. La labor iniciada por el nuevo organismo habría de dar sus primeros frutos como resultado de la Junta de Información de 18661867.9 8 Julio Vizcarrondo a Víctor Hugo, Madrid, 28 de junio de ill66' Víctor Hugo a Vizcarrondo, Hauteville, 23 de octu· bre de i866. Cayetano Coll y Toste: Boletin histórico de Puerto Rico, 14 vols. (San Juan, 1914-1921), VI, 200-201. Acosta Quintero: Acosta y su tiempo, 486. 9. Para una discusión de las tesis cristiana y laica, vea a Joaquín Maria Sanromá: Mis Memorias. 2 vals. (Madrid, 1894), 11, 347. Luis M. Díaz Soler: Historia de la esclavitud negra en Puerro Rico, 1493-1890 (Madrid, 1953), 275-2n.
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El 25 de noviembre de 1865, bajo el ministerio de Unión Liberal del general Ramón María Narváez, y ocupando la cartera de Ultramar don Antonio Cánovas del Castillo, se decretó la apertura de una Información, en Madrid, con el propósito de discutir las bases en que debían descansar las llamadas leyes especiales prometidas a Cuba y Puerto Rico desde 1837. El decreto fue acogido con beneplácito por los antillanos aspirantes a reformas; entre los conservadores suscitó recelos y temores. La proclamación del decreto fue seguida del anuncio de elecciones de Comisionados que habrían de representar a las colonias en la Junta de Información. Por no existir partidos políticos en Puerto Rico, las fuerzas quedaron agrupadas, de acuerdo con las tendencias de la época, en reformistas y antirreformistas. Las elecciones resultaron en un resonante triunfo para el grupo reformista. Por la capital fue elegido don José Julián Acosta. Desde 1853, en que este ilustre varón regresó de España, había manifestado sus ideas abolicionistas, favoreciendo el trabajo libre en sustitución del trabajo esclavo. En Mayagüez las elecciones se decidieron a favor de don Segundo Ruiz Belvis y en San Germán los votantes respaldaron la candidatura de don Francisco Mariano Quiñones. Por el grupo conservador fueron elegidos don Manuel Valdés Linares, de San Juan, y don Manuel Zeno y Correa, de Arecibo. Al verse en minoría, los conservadores solicitaron del gobernador Félix María de Messina la anulación de las elecciones, pero la petición fue denegada. Sólo el comisionado por Arecibo, don Manuel Zeno y Correa, asumió la responsabilidad de cumplir con el mandato de sus electores. Cuando todo parecía favorecer los intereses de los aspirantes a reformas, cayó el gabinete de Unión Liberal, siendo sustituido por un ministerio moderado. El nuevo gobierno no mostraba interés alguno por la Junta de Información; más bien deseaba su fracaso, pues ello equivaldría a una derrota más para el ministerio anterior. La parcialidad de los nuevos dirigentes de la política española quedó demostrada con la designación de comisionados conservadores por Decreto de 11 de agosto de 1866. Estos eran los tradicionales sostenedores del statu·quo colonial, ávidos de llevar al fracaso todo intento de reforma ultramarina. lo A su arribo a la metrópoli en 1866, los comisionados reformistas se percataron de que el ambiente era desfavorable a sus ideas y descartaron la posibilidad de que sus proyectos recibieran la debida atención por parte del ministerio en el poder.u 10. Por Real orden de 11 de agosto de 1866, S. M. extendió nombramiento de Comisionados a don Manuel Valdés Linares don José Ramón Femández y don Juan Bautista Machic¿te pero éstos no comparecieron a la Información. Acosta QU:intero: Acosta y su tiempo, 163. 11. El 3 de enero de 1866, Acosta había escrito a don Ma· nuel Alonso. Refiriéndose al problema de la esclavitud, le decfa: cLejos de dejarme sorprender por los acontecirrjen·
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El 11 de agosto de 1866 se expidió el real decreto de convocatoria, señalando el 30 de octubre de ese año para la apertura de los trabajos de la Junta de Información. u En una reunión celebrada el 27 de octubre, una Comisión de Encuesta aprobó un Interrogatorio, que debía regir las deliberaciones sobre los problemas antillanos. El documento daba fe del escaso interés del gobierno en la solución del problema social; no pensaba el ministerio oir las opiniones que sobre el particular tuviesen los representantes de las colonias ultramarinas. De los interrogatorios presentados, el que más se acercaba al problema de la esclavitud era el que trataba "sobre la manera de reglamentar el trabajo de la población de color y asiática y los medios de facilitar la inmigración que sea más conveniente en las provincias de Cuba y Puerto Rico", El Utulo daba por sen· tada la existencia de la esclavitud y proveía para su perpetuidad. En esa sección se llegaron a sugerir medios para mejorar las condiciones de vida del esclavo y se notaba el deseo de fomentar el matrimonio entre ellos, ofreciendo primas a los dueños que informaran el mayor número de esclavos nacidos anualmente. Se tomarían medidas para prevenir la separación de miembros de la familia esclava, para el mejoramiento del régimen alimenticio, y se trazaba un programa de asistencia médica para los esclavos. Se les pedía a los comisionados sus recomendaciones sobre la instrumentación del proceso de coartación de esclavos que hubiesen alcanzado los sesenta años de edad.U Luego de un detenido estudio de los interrogatorios, los comisionados reformistas comenzaron a ingeniarse medios para presentar la tesis abolicionista a despecho de la oposición gubernamental. En la fecha fijada, la Juntll de Información declaró abiertos sus trabajos, présidiendo el ministro de Ultramar don Alejandro Oliván. Mientras las Antillas estaban representadas por 19 comisionados, España tenía a su favor los votos de 20 representantes, circunstancia que decidía a su favor cualquier votación sobre aquellos puntos de especial interés para los reformistas que, en forma alguna, contra· riaban los deseos del ministerio en el poder, Los trabajos de la Información se celebraron en un satos, creo que debemos tratar de resolver pacíficamente el problema, contando para ello con la cooperación y ayuda de nuestros hermanos de la Península.- Ibid., 175. 12. El 17 de agosto se procedió a nombrar a las personas que habrían de integrar la Junta, quienes, a su vez, habrfan de oír, detenninar los hechos y aclarar las cuestiones a discutir. Por Cuba: don José Suárez Argudín, don Pedro de Sotolongo, don Nicolás Martinez Valdivieso, don Mamerto Pu· lido, don Francisco Acha. don Joaqufn González Stéfani y. don Miguel Antonio Herrera, todos propietarios. Por Puerto Rico: Jos señores don José Ramón Femández y don Juan Bautista Machicote, también propietarios. Información $obrl!! reformas en Cuba y Puerto Rico, 2 vols. (Nueva York, 1867), Ir 32. 13. Valiente: Rtforml!!s dans Cuba et Porto-Rico, 296-299.
Ión del Ministerio de Ultramar, a puerta cerrada, y con la prohibición expresa de no entrar en cuestiones referentes a la unidad nacional, religiosa y política.l• No hubo secretarios que tomaran actas de las discusiones y debates; se prohibió a la prensa la impresión y publicación de las deliberaciones. Como apuntara don Enrique Piñeyro, aquella Junta era "un consejo áulico ,en una monarquía despótica".15 El4 de noviembre de 1866, los comisionados puertorriqueños recibieron copia del primer interrogatorio, junto con la invitación para comparecer ante la Junta. El documento causó verdadero disgusto y marcada desilusión, pues se esperaba que la cuestión administrativa, alrededor de la cual habrían de girar todos los demás problemas, sería el primer asunto en la agenda. De acuerdo con el criterio sustentado por los comisionados reformistas de Puerto Rico, el aplazamiento de la discusión sobre el problema administrativo evitaba la coordinación de los interrogatorios. Con ese nuevo escollo en el camino, los comisionados Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones se adelantaron a toda discusión y crítica, afirmando categóricamente en la primera oportunidad que se les dio para hablar ante la Junta de Información: " ...al aceptar el carácter de comisionados con que en este momento hablan, fue en vista y bajo las promesas que contiene el Real decreto de 2S de noviembre de 1865, que expresa terminantemente ser objeto de la actual Información todo lo relativo a la organización política, social y económica de las provincias de América; y que aun cuando, por otra parte, expresaban que los Interrogatorios referentes a los tres puntos se presentarían a los comisionados reunidos y formando un todo armónico, o a lo menos con el mismo orden señalado en dicho Real decreto, no tienen sin embargo inconveniente alguno, dada la importancia y trascendencia de la cuestión social a que se contrae el presente Interrogatorio, especialmente en la sección primera,l6 y sin perjuicio de pedir en su día en lo político toda la libertad que cabe en la ancha esfera del progreso y dentro de las tres unidades que sirven de límite a la Información, en exponer con la lealtad que es propia de sus conviciones, del interés de la justicia y del bien de la Monarquía y de sus comitentes de Puerto Rico, que partiendo el Interrogatorio presentado en la sección primera, como es evidente, de la existencia de la esclavitud y tendiendo a conservarla indefinidamente; idea esta última absolutamente opuesta, contraria a la felicidad de Puerto Rico y al buen nombre de la nación española, se abstienen de absolver las preguntas en ningún sentido. 14. Ibid., 50-51. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, 1, 1·35. Acosta Quintero: Acosta y su tiempo, 1~168.
15. Enrique Piñeyro: Morales Lemus y la revolución de Cuba (Nueva York, 1871), citado por Acosta y Quintero. op. cit., pág. 202. 16. Esta sección trataba sobre los -negros esclavos...
"Aspiran los que suscriben, y desde luego piden, la abolición en su provincia de la funesta institución de la esclavitud, la abolición con indemnización o sin ella, si no fuese otra cosa posible; la abolición sin reglamentación del trabajo libre o con ella, si se estima de absoluta necesidad; y en uso dei derecho de que se creen asistidos desarrollarán este voto en las reuniones sucesivas y presentarán en su caso el plan completo de abolición".n Entre los leales al régimen causó sorpresa que la idea abolic~onista estuviese tan arraigada en Puerto Rico como para mover a aquellos señores a solicitar la emancipación de los esclavos en los términos que acababan de hacerlo. Correspondió a don Ma· nuel Zeno y Correa el primer turno en contra de la posición de sus compañeros refolJIlistas. Luego de oír las manifestaciones de los señores Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones, hizo público que "disentía como pletamente de la opinión de los citados señores porque partía de conservar 10 existente, aunque [estaba] dispuesto en su día a contribuir a que buscásemos un medio conciliador de resolver tan espinoso problema".l' El 20 de noviembre Zeno suscribió un . extenso informe combatiendo con sinceridad y honradez la posición radical adoptada por sus cote~rá. neos. Comprendía el comisionado conservador que la civilización del siglo clamaba a gritos por la abolición de tan funesta institución, pero "impulsado por el bien de mi patria, en el conociPliento que tengo de la raza negra..., me horroriza la idea de que si la solución no es muy pausada, muy meditada, pueda causar en mi querido país una dislocación económica y social cuyas consecuencias nos pon· drán al borde de un precipicio". Zeno estaba convencido de que la emancipación inevitablemente ocasionaría trastornos, pero abrigaba la esperanza de que todos, con prudencia, con fría calma e im· parcialidad, habrían de contribuir al estudio de la cuestión, evitando los peligros de una liberación repentina. Veía en el negro, ahora más compenetrado de las ventajas de la civilización, un elemento ambicioso y presuntuoso, ávido de reclamar derechos que, en su caso, requerían una preparación especial. Para Zeno y Correa, el día en que" cese esa costum· bre de respetar que la esclavitud impone al negro, y que se crea política y socialmente igual al blanco, sangrienta ha de ser la lucha de una raza frente a la otra... "; el espectáculo sería horrible para el porvenir de los tranquilos pueblos antillanos. Cuando Zeno pasó a exponer las condiciones peculiares de
17. Documento firmado por Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones en Madrid, el 8 de noviembre de 1866. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, 1, 47-48. Acosta Quintero: Acosta y su tiempo, 1ll().181. 18. Manifestación del señor Zena y Correa contra la inmediata abolición de la esclavitud, dada en Madrid. el 20 de noviembre de 1866. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, 1,48-54.
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la esclavitud en Puerto Rico, tuvo que partir de la premisa de que en esa isla .. sólo el nombre esclavo es lo que tiene de odiosa la institución". Mirando con "objetividad" el panorama insular. aseguró que allí la esclavitud podría calificarse "de un verdade· ro protectorado", lo que implicaba estabilidad del orden público, bienestar general y desarrollo de la riqueza pública, adeJIlás de garantizar buen trato a los esclavos. El cuidado que ofrecía el amo a sus dotaciones y la fiel aplicación de la legislación vi· gente. que defendía los derechos del negro en esclavitud, fue grandemente exagerada por Zeno en su empeño de revelar un cuadro paradisiaco de la esclavitud en su país. Acentuó el hecho de que la posición de un jornalero libre era. a fin de cuentas, más desgraciada que la del hombre esclavo. Zeno presagiaba una época de libertinaje parecida a lo acaecido en las vecinas islas de Jamaica y Santo Domingo a raíz de proclamarse allí la liberación de los esclavos. La libertad, según la veía el comisionado por Arecibo. intensificaría los odios raciales, provocaría la desaparición de la riqueza y la propiedad, que· dando los amos arruinados con el despojo súbito de sus siervos. Para evitar el caos. Zeno y Correa aconsejaba una emancipación gradual. precedida de un período preparatorio durante el cual el negro desarrollaría una más clara concepción de sus debe· res y derechos de ciudadano libre. Finalizaba Zeno extendiendo una invitación a los compañeros de información para reunirse, con el propósito de estudiar, conjuntamente con los hermanos de Cuba, el problema "tan complicado como espinoso" que representaba la emancipación.19 Luego del informe rendido por Zeno, hubo una serie de manifestaciones vertidas por miembros prominentes del partido español en el poder, apoyadas por los delegados esclavistas de Cuba. Don Joa· quín G. Stéfani. de aquella isla, protestó enérgicamente de la propuesta de los reformistas puertorriqueños. solicitando que la Junta no la tomase en consideración, "por creerla no tan sólo peligrosa para nuestros intereses en ambas Antillas y atenta· toria al sagrado derecho de propiedad.... sino altamente perturbadora del sosiego y tranquilidad de aquellas provincias". Le preocupaba al comisionado por Cuba la resonancia que tendrían en la isla las declaraciones de los comisionados liberales de Puerto Rico.M Don Manuel de Armas también formuló un
19. Ibid. 20. Manifestación de don Joaquín G. Sléfani relativa a la petición de los Comisionados de Puerto Rico. dada en Ma· drid, elIde diciembre de 1866. Le apoyaban con sus firmas el conde de Vallellano. el marqués de Manzanedo, Manuel de Armas, J. Mumné, F. Jiménez, Ramón de la Sagra, J. M. Ruiz Nicolás Martínez Valdivieso, P. de Sotolongo. Ramón de Montalvo y Calvo, José Suárez Argudfn, Vicente V. Quei· po y el Comisionado Manuel Zeno y Correa. de Puerto Rico. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico. 1.54-57.
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voto de protesta, argumentando sobre las mismas bases del anterior ponente.21 En vista de la reacción ocasionada por las mani· festaciones de los reformistas puertorriqueños, don losé Julián Acosta consmnió un turno de refutación para explicar el alcance de la tesis por ellos sos· tenida. Hizo claro que un decreto de emancipación tendría que surgir de las Cortes españolas. y recalcó el hecho de que ellos preferían una abolición con indemnización. Ahora. si tal cosa era imposible por cualquier circunstancia. desde luego habría que salvar el principio envuelto. Acosta huía de la ten· dencia conservadora de involucrar el caso de Puerto Rico con el de Cuba. ya que el problema esclavista de la pequeña Antilla presentaba síntomas menos alarmantes y bien podría realizarse allí la emanci· pación por vía de ensayo. Los comisionados cubanos no firmaron el documento abolicionista redactado por Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones. Tampoco fue aprobado por la mayoría de los vocales,de gracia. quienes protestaron abierta y francamente de las ideas sustentadas por los refonnistas puertorriqueños. Por temor a ser mal interpretados los comisionados liberales de Cuba consideraron su deber dejar constancia de "que han oído con satisfacción a los señores Acosta, Ruiz Bel· vis y Quiñones.... y no pueden menos de aprobar la pretensión de dichos señores respecto de su provincia. a la vez que aplauden que aquella i§la hennana haya logrado demostrar prácticamente las ventajas del trabajo libre, la coexistencia y cooperación de las razas negra y blanca en las tareas agrícolas... Mas Cuba. menos afortunada bajo ese aspecto que Puerto Rico, está de momento en muy diversas condiciones e imposibilitada de realizar la abolición inme· diata... "22 Los cubanos creían que sus gestiones r~ sultarían mucho más fructíferas si demostraban pasividad y previsión, evitando que se les tildase de locos y demagogos. como se decía de los puertorriqueños. Dedicáronse a apoyar toda medida que sua· vizara el rigor de la esclavitud y mejorara las condiciones de trabajo en los ingenios cubanos. Tanto los comisionados de aquella Antilla. como don Manuel 21. Este documento fue firmado por los que respaldaron las manifestaciones del señor Stéfani, sumándose además los señores José Ignacio de Echevenia, Gerónimo lisera y A. X. de San Martín. Ibid., 57-65. 22. Suscrito por José Morales Lemus, Agustín Canejo, José Antonio Echeverria, Manuel de Ortega, Tomás Terry, el conde de Pozos Dulces, Antonio Rodríguez Ojea y Nicolás Azcárate. el 26 de noviembre de 1866. Información sobre re· formas en Cuba y Puerto Rico, 1, 73-74. Acostn Quintero: ACDsta JI su tiempo, 187. Los comisionados esclavistas citaron a los reformistas cubanos para. una conferencia privada, en la cual Olivares, Sotolongo, Armas, J. M. Ruiz y Zeno y Correa exigieron a Morales Lemus, Pozos Dulces, Echeverria y Azcárate que se abstuvieran de apoyar las manifestaciones de los comisionados reformistas de Puerto Rico. Se les instó a que retiraran sus reservas respecto de la abolición en Cuba, pero los representantes cubanos se negnron a seguir ambas sugestiones.
Zeno y Correa, se opusieron a ]a abolición de los castigos corporales, fundándose en el supuesto estado de excitación en que estarían los negras como resultado de la propaganda abolicionista.2J En parte, la situación esclavista de Cuba justificaba esa actitud. Los hermanos de ]a Grande Antilla favorecían una abolición gradual para realizarse dentro de un término de siete años; ellos ponían la reforma política por sobre la cuestión social. El esclavista cubano don Manuel de Armas declaró que el apoyo de las ideas boricuas hubiese constituido una traición a los electores cubanos, quienes habían instruido a sus representantes a abstenerse de votar "toda medida violenta en el sentido de emancipación", si ésta lle· gaba a ser objeto de discusión en la Junta de Información. Este comisionado, en su voto explicativo de 2 de diciembre de 1866, hizo claro que no deseaba ]a prolongación indefinida del sistema esclavista, pero aspiraba "a que el medio de extinguirla no sea el que en mala hora escojitaron los federales de América... " Elogió la actitud del gobierno español, que "propende... a despojar la esclavitud, en cuanto sea posible, de sus caracteres más odiosos''.24 Como se ha podido observar, la vigorosa campaña esclavista hacía cada vez más irrealizables los propositos puertorriqueños. Las discusiones sobre el problema de ]a abolición se veían constantemente interrumpidas por infinidad de mociones que combatían ]a fórmula Acosta, Ruiz Belvis, Quiñones. La presión ejercida por los esclavistas llegó al punto de negarles a los tres comisionados por Puerto Rico e] derecho de emitir conceptos sobre el problema de la abolición. Ese fue el propósito al limitarlos exclusivamente al interrogatorio preparado por el Gobierno, declarando sin lugar toda moción que se apartara de] cuestionario. Había una cuestión sobre la cual estaban de completo acuerdo la mayoría de los representantes españoles y antillanos: la necesidad de dar e] golpe de muerte a ]a trata africana. Este negocio, condenado por los Tratados Anglo-Españoles de 1817, 1835 Y 1845, había degenerado en un vergonzoso tráfico de contrabando, especialmente alarmante en el caso de Cuba. En Puerto Rico, donde ]a esclavitud iba en decadencia progresiva, la abolición de la trata no habría de constituir motivo de nuevas preocupaciones. S. M. Isabel 11 había estampado su firma a la Ley sobre la represión y castigo del tráfico negrero el 29 de septiembre de 1866, decretándose dos meses más tarde su vigencia en Puerto Rico. En esa oca· sión, se ordenó la preparación de] reglamento exigido por la nueva legislación para su instrumentación en ]a isla.2S Circunstancias tan favorables para un
pronunciamiento radical sobre e] nefasto comercio de carne humana, llevó a don José Miguel Angula Heredia, comisionado por Mantanzas, provincia de Cuba, a proponer a la Junta de Información la constitución de una comisión que considerase una prepuesta declarando piratería ]a trata de negros. La moción de Angula Heredia tuvo una calurosa acogida, procediéndose a constituir el comité, que quedó integrado por los señores marqués de Almendares, Mora]es Lemus, marqués de Manzanedo, José Julián Acosta, Díaz Argüelles, Castellanos y Angula Heredia. El organ.ismo no tardó en recomendar a S. M. Isabel 11 que fueran "considerados piratas, y como tales excluidos de la nacionalidad española los que se ocupen en el contrabando de esclavos". Se entendía que armadores y consignatarios. de tales expediciones incurrirían en igual delito; los compradores de bozales deberían considerarse y tratarse como cómplices. Finalmente, recomendaban que se le diera apoyo a la Asociación contra la trata, "cuyo ca. rácter pacífico e inofensivo y tendencias moralizadoras no es posible poner en duda". Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones se adhirieron al informe emitido por la comisión, estampando sus finnas. 26 Aunque los antirre~onnistas protestaron del dictamen, fundándose en que la Junta de Información no fenía competencia suficiente para tratar asunto tan delicado, el laudo favoreció a los que repudiaban la trata negrera. Fuera del planteamiento con referencia a la abolición de la esclavitud y del apoyo ofrecido a la idea de declarar piratería el comercio de negros, los comisionados reformistas de Puerto Rico se abstuvieron de participar en los debates sobre los demás asuntos contenidos en la agenda. Los meses iniciales del año 1867 transcurrieron sin que se mencionase el asunto de la extinción de la esclavitud. En la se· sión del 1 de marzo, el economista y diputado abolicionista, don Luis María Pastor, elevó al Ministerio de Ultramar una moción en el sentido de que se procediera a designar una comisión del seno de la Junta de Información para que estudiase y propusiera "los medios de llevar a cabo la extinción de la esclavitud, sin lastimar o lastimando lo menos posible los intereses existentes". Viendo acercarse la fecha en que debían concluir los trabajos de la Información, los tres comisionados reformistas de Puerto Rico desearon dejar consignado por escrito su posi. ción. Rebatiendo los argumentos esgrimidos por su compatriota conservador Zeno y Correa, presenta· ron su extenso y bien meditado Proyecto sobre la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Rompían con aquel documento el silencio guardado por al~
23. Acosta Quintero: Acosra y Sil tiempo, 183. 24. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, 1, 57-65. 25. Sobre el contenido de la ley, vea a Díez Soler: Hisrc;
ria de la esclavitud negra. en Puerto Rica, 134-136. El 18 de junio de 1867 quedó terminado el reglamento. 26. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, 1, 93-120. El marqués de Manzanedo y Dfaz Argüelles no sus· cribieron el dictamen de la Comisión, emitido el 29 de enero de 1867.
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gunos meses; la responsabilidad de tomar acción d~ finitiva sobre el pavoroso problema, quedó descan· sando en la metrópoli. Sin lugar a dudas, se lasti· marían algunos intereses al decretar la emancipación de los esclavos, pero serían aquéllos que señala la ley del progreso. Diecisiete días después, la Junta de Información declaraba concluidos sus trabajos. Comentando sobre la actitud de los defensores puer· torriqueños de la abolición, José Julián Acosta ase-
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guraba que, "de haber cedido en nuestras ideas ab~ licionistas, hubiéramos tenido y se nos hubiera con· cedido mucho en lo político..... Declaró el erudito comisionado que en aquella Información, tanto para el Gobierno como para los reaccionarios, el problema por resolver era el de la esclavitud. La fe en el porvenir quedó sintetizada en su frase: "Nosotros no hicimos más que clavarle el arpón a la ballena, seguros de que iría a morir a la orilla... "
Reportaje gráfico
"El Abolicionista"
En el año 1872, se comen· zó a publicar en Madrid, .. El Abolicionista", periódico de la Sociedad Abolicionista Española que había ayudado a fundar don Julio Vizcarrondo y a la cual pertenecían distinguidas figuras de la vida política española. "El Abolicionista" contribuyó a informar al pueblo español de la necesidad de conceder la abolición de la esclavitud.
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Porlada del número /. impreso en Madrid en el año /872.
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Otras páginas del mismo número.
El Centenario de la Abolición: Una visión histórica* Por ARTURO MORALES CARRIdN
SEAN MIS PRIMERAS PALABRAS DE HONDA GRAmTUD A la Asamblea Legislativa de Puerto Rico que me ha pedido que les hable en esta solemne sesión que conmemora el Primer Centenario de la Abolición de la Esclavitud Africana en nuestra tierra. Represen. tan ustedes las diversas corrientes ideológicas que chocan con calor y brío en el país, así como el poder constitucional más entroncado directamente con las aspiraciones del pueblo, y esa representación y ese entronque les confiere colectivamente la majestad de la voluntad popular. Así les contemplo al compa· recer ante ustedes en mi calidad de simple ciudada· no. Saludo en ustedes la manifestación de nuestra conciencia democrática y los saludo con un título aún más valioso que el de senadores o representantes. Los saludo como compatriotas y como puertorriqueños. Permítanme que al evocar el hecho que nos reúne esta noche, recuerde también otra fecha que no debe pasar inadvertida. Hace 75 años, ell.o de marzo de 1898 se convocó a las elecciones para el primer parlamento autonómico puertorriqueño. En la existencia de un parlamento tal, con los amplísi· mas poderes que posefa, se cifraron muchas de las esperanzas de hombres que aquf batallaron a lo largo del siglo XIX, porque ésta fuera tierra de decoro y libertad. A aquel parlamento le negó la historia su hora esencial, su momento de pasión y de acción. Queda hoy tan sólo el difuso esbozo de lo que pudo haber sido y no fue. Pero los hechos fallidos en la historia no son meras funtasmagorfas cuando llevan dentro de sí un principio vital. Aquel Parlamento, disuelto en el fragor de una guerra, marcaba el ca· mino hacia una democracia funcional puertorrique· ña, hacia la intervención real del pueblo en su des· * Discurso pronunciado ante la Asamblea Legislativa de Puerto Rico, en la sesión solemne celebrada el 29 de marzo de 1973 a las ocho de la noche.
tino, y ustedes hoy, en otros tiempos y circunstancias, recogen la herencia de aquel momento y tienen la responsabilidad de asegurar que en cada hora, en cada minuto, estén aquí, siempre presentes, las voces plurales de 10 que es comienzo y fin de nuestra democracia: el pueblo puertorriqueño.
Valor de la Conciencia Histórica Hacen ustedes un alto en sus tareas para recordar un suceso histórico que no es un hecho contemporáneo, sino centenario. Bien sabemos todos los mil problemas del presente que acosan a esta Asam· blea Legislativa. No vivimos en tiempos de sosiego, sino de grito y protesta. La enorme carga de deman· das y contrademanuas, de conflictos de grupos de presión, la multitud de problemas_ nuevos son tan visibles que cabria preguntarse -como se preguntan algunos- ¿por qué mirar al pasado cuando hay tanto que atender en el presente? Nada más fácil que entregarnos totalmente a lo que tenemos de in· mediato, por delante. Nada también más ingenuo cuando no más peligroso, sobre todo si de la trama social se trata. Nos -ha indicado sagazmente el filósofo Jorge Santayana que el que "no recuerde la historia del pasado está condenado a repetirla n. y el profundo historiador francés, Mare Bloch, nos ha señalado con razón que "la incomprensión del presente es la consecuencia inevitable del desconocimiento del pa· sado". Los apóstoles del presentismo que dan la espalda al pasado, fascinados por los retos del acele· rado cambio social y de la revolución tecnológica, harían bien en recordar que las transformaciones de hoy surgieron de ideas, fuerzas y procesos que tu· vieron gestación histórica, que responden a comple. jfsimos movimientos que no los inventó la contemporaneidad. Usufructuamos en este siglo en polftica como en ciencia, en la expresión cultural como en
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la filosofía social, lo que fue fruto de largo esfuerzo. de pensamiento batallador, creador y angustioso, de proceso social lento, difuso; a veces imperceptible. El que quiera mirar lejos hacia adelante, que apren· da a mirar lejos hacia atrás. Pueblo con carácter y personalidad es pueblo que conoce el nexo vital entre el pasado y el presente, y así entiende mejor los rumbos del futuro. ¡Y así queremos que sea siempre el pueblo de Puerto Ricol
El Marco Español Desde este punto de mira, ofrezco unas breves reflexiones, sobre el centenario que celebramos. Hace cien años, el día 22 de marzo de 1873, ocurrió un drama en la Asamb]ea Nacional de la Primera Re· pública Españo]a, zarandeada en esos momentos por mil apremios y menesteres. La República era un hecho, pero un hecho precario desde el 12 de febrero de 1873. Había sido un ideal más cargado de esperanza utopista que de eficacia práctica. Abrazaba con el federalismo una tesis moderna, grata a gran. des corrientes revolucionarias del siglo XIX. No se trataba tan sólo de una postura doctrinaria. Era también en gran medida la protesta histórica de lo que modernos historiadores españoles llaman con aguda frase gráfica: "la periferia", esto es, el arco -encabezado por Cataluña- de provincias y pue· blos sometidos en tarea secular al predominio político de Castilla y al centralismo de Madrid. Pero la "periferia" no era sólo la circunferencia peninsular. Había -si se me permite acuñar el concepto- una "periferia trasatlántica", ultramarina, colonial--Cuba, Puerto Rico, Filipinas-, restos del más imponente imperio que Occidente había conocido desde la caída de Roma. La "periferia trasatlántica" había levantado también su voz de protesta y ya en Cuba esa voz era voz de ruptura y voz de sangre en la manigua. Frente a la República, estaban sus enemigos: la rancia aristocracia española tan orgullosa de linaje como horra de talento político; el ejército, minado de rencillas, y el cual había perdido, a manos de asesinos a su figura más popular, el General Juan Prim, Conde Reus. Contra la República estaban el rico estanciero andaluz, el nuevo industrial de Ca· taluña.y el cerealista de Castilla. Y contra la República estaban ese grupo, esa altanera oligarquía de poder, que en las Islas -y sobre todo en Cubaera casi como estado aparte, disfrazado con su españolismo a ultranza: los puros, los integristas, los incondicionales, los dueños de los diarios influyentes como El Diatio de la Marina y El Boletín Mercantil, para quienes era fácil la entrada a Palacio, el acceso a la camarilla de tumo, la palabra al oído del general transitorio poco dado a los usos tropi· cales y convertido en amo y señor del pueblo por las 38
leyes omnímodas. La República podía querer decir la negación de todo esto y contra la República estaban. porque ellos eran dueños y señores -aún más que los pulidos políticos de Madrid- de la-"periferia trasatlántica" y usufructuaban el poder militar, civil y, sobre todo, presupuestario. La República tenía sus defensores y sus amigos. Un grupo ilustre de españoles, que hubieran honrado cualquier p'ar]amento o gobierno de su época, querían la regeneración de España por la vía republicana, y practicaban un liberalismo influido por las ideas francesas. o norteamericanas o inglesas. Eran hombres de pluma y de palabra, más que burócratas de oficio o gente de eficaz mando. Nicolás Salmerón, Francisco Pi y MargaU, Rafael María de Labra, Manuel Ruiz Zorril1a y el de mayor registro sonoro -Emilio Castelar- dejarian una estela en la oratoria o las letras junto a tantos otros hombres de voz y talento. Sus nombres quedarían vinculados en diversos momentos a ]a lucha por la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. No pudieron, sin embargo, logt,:ar la regeneración de España. No lograron impon~rse ni sobre el tradicionalismo ni bre el cantonalismo. La hora de su triunfo fue breve y efímera, pero fue suficiente para que se aprobara la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. con una ley imperfecta y fruio de componendas de última hora, pero una ley al fin, que decretó ]a muerte ju. rídica de la institución y que honró con sello inde]eble a la Primera República Española.
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Ralees de Abolicionismo El drama ocurrido en la Asamblea Nacional fue sólo parte de un complejísimo proceso que respec· to de Puerto Rico logró aprovechar una corta y feliz coyuntura. Ahondemos un poco en el marco histórico. El abolicionismo constituyó uno de los grandes movimientos del siglo XIX que tuvo tres continentes como escenarios: Europa, América y Africa. Se centró en dos grandes etapas: 1) la supresión de la trata negrera; 2) la abolición de la esclavitud como instrumento social y sistema de trabajo. Hubo abolicionistas de todas las gamas y matices. Entre ellos, había filósofos racionalistas como el Barón' de Montesquieu, quien no sólo afirmó que "la esclavitud está contra el Derecho Natural, por el que todos los hombres nacen libres e independientes", sino que aventuró la predicción: "En vano las leyes civiles crean cadenas; la J ~y Natural las romperá siempre"; o como Voltaire que ayudó a popularizar la idea en su Cdndido o El Optimista, de que el azúcar estaba manchada con la sangre y las lágrimas de los esclavos; o como Condorcet, el filósofo de] progreso, quien al señalar que el esclavo había sido reducido a bestia de carga, agregaría: "¡y nos llamamos razonables y pretendemos ser cristianos!" Junto a estos hombres racionalistas, exaltados
Embarque de esclavos,
defensores del Derecho Natural como base de la libertad humana, conviene colocar a los cuáqueros, a la famosa Society o/ Friends, que hacia mediado del siglo XVIII, tendría un renacimiento religioso en Inglaterra. No alzarían su voz con la prosa académica de Montesquieu o la fina sátira de Voltaire, sino más bien con acentos que recuerdan los ardientes profetas bíblicos. En 1736, por ejemplo, para el cuáquero inglés Benjamín Lay, el sentimiento antiesclavista es la prueba decisiva de la pureza religiosa. El traficante en esclavos, el odiado negrero, era hijo del mismísimo demonio, y la esclavitud "el mayor pecado del mundo, hecho de la propia naturaleza infernal, el mismísimo vientre del infierno". Al pensamiento abolicionista, enderezado primero a la supresión de la trata, no le bastaría esgrimir argumentos racionalistas o humanitarios. Estarían a su lado pensadores como David Hume, Adam Smith, y el mismo Benjamín Franklin, interesados también en asuntos demográficos y económicos, quienes habían hecho cuentas para demostrar que el trabajo esclavo resultaba a la postre más costoso que el trabajo libre. A la indignación humanitaria, al fuego religioso, se añadiría también el cálculo frío de los que barajando libras esterlinas y chelines, también eran capaces de atacar al sistema.
El Pensamiento Esclavista Esta panoplia de ideas entra con vigor inusitado en el siglo XIX, alentada por dos revoluciones de distinta expresión: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Pero tendrá muy poderosos enemigos. El pensamiento esclavista, tanto en el Caribe como en el sur de los Estados Unidos y en el Brasil, se apoya en un becho evidente: el esclavo es en muchos sitios la mano de obra que hace posible el florecimiento del tabaco en Virginia, del algodón en el Sur, y del azúcar en las Antillas y el Brasil. Ese peno samiento es maestro en racionalizaciones para defender el hecho económico y la institución social. Alegará que el africano era un salvaje, que la esclavitud tenía sus aspectos negativos, pero que brindaba al esclavo la oportunidad de una vida más llevadera. El negro -dirá- estaba más preparado que el blanco para ciertos climas y trabajos. La Provi· dencia -según algunos- babía señalado a ciertas regiones como Georgia como las más propias para los esclavos, e igual se afirmará de las islas soleadas del Caribe. A los racionalistas, se les recordará la esclavitud sancionada nada menos que por el filó39
sofo Platón y por Tomás Moro. A los cuáqueros, se les citará la Biblia. y a los utilitarios se les enmendarán las cuentas. Había, para la defensa de la es· clavitud filósofos, religiosos y economistas a la ma~ no, y había mucha bolsa llena y muchos amigos en posición de poder y de mando.
El Marco Puertorriqueño
Esta batalla llenará todo un siglo, pero a nosotros nos compete contraer nuestra mirada a Puerto Rico. Mientras arrecia la tormenta entre abolicionistas y antiabolicionistas, crece el pueblo de Puerto Rico. Y crece en una forma peculiar. No es ésta en el XVIII una Antilla de inmensos y florecientes cañaverales, con hacendados llevando vida fácil y dispendiosa en Londres como los de Barbados y Jamaica, o convertidos en grandes señores, en .. grands blancs", como en el Saint Domingue francés. No se escapó la Isla de la esclavitud; aquí prendió, aquí tuvo su momento, y fue tarea dura y valerosa extirparla. Pero la abolición hay que verla a la luz del proceso social característico nuestro. No es mi propósito relatar aquí hechos que están en los eruditos libros de mis colegas y amigos, Luis Manuel Díaz Soler y Lidio Cruz Monclova. con quienes estamos en deuda. En los últimos dos años, un equipo universitario bajo mi dirección ha logrado acumular nuevas fuentes para el estudio de la in~~
titución esclavista en sus últimos años y del proceso abolicionista y sus consecuencias. Confiamos en que para fines de 1973, gracias a la colaboración del Instituto de Cultura Puertorriqueña, salgan a la luz dos tomos de documentos. Estos documentos proceden de los archivos de España, Inglaterra y Esta· dos Unidos, pero más aún de nuestro propio Archivo General y de los papeles que manos estudiantiles rescataron metódica y pacientemente de nuestros archivos pueblerinos. En estos momentos, en que está de moda' denigrar a la Universidad, yo evoco ante ustedes con emoción y respeto el grupo juvenil universitario que trabajó horas largas y silenciosas salvando de la polilla, del comején y del olvido público, documentos que ayudarán a afirmar nuestra conciencia histórica, sin la cual no seremos un pueblo con voluntad de ser sino una muchedumbre ato· londrada por la transformación contemporánea. Creo que muchos de los que en una u otra foro ma hemos estado vinculados al proyecto, hemos sentido la vivencia histórica del proceso abolicionista, visto no tanto desde los pasillos elegantes de las Cortes Españolas, sino en los hechos diarios, de la historia menuda de Puerto Rico, de esa infra·histotia que va fraguando a los pueblos conjuntamente con aquella macro-historia: la de las ideas dominantes, las fuerzas profundas, las corrientes universales.
La Generación Abolicionista Hacinados en el barco
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Se espera aquí esta noche que hagamos el elogio de las grandes figuras abolicionistas de Puerto Rico, y ciertamente pecaríamos de ingratos si no les diéramos el relieve que merecen. Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta, Francisco Mariano Quiñones, Ramón Emeterio Betances, Román Baldorioty de Castro, Eugenio María de Hostos, Julio Vizcarrondo, Luis Padial, José. Facundo Cintrón y tantos otros que deberíamos nombrar, constituyen una genera· ción que honra por su pensamiento, su dedicación tenaz, su espíritu de justicia, su pasión de libertad, no sólo a Puerto Rico sino a la América toda. Ha habido, en tiempos recientes, la tendencia deplorable de ver a algunos de ellos como santone~ de ciertas capillas políticas. Yo prefiero evocarlos como hombres de carne y hueso, como hombres que vivieron apasionadamente, con intensa energía vital, las ideas de su tiempo. Tuvieron sus diferencias ideológicas, se fueron luego por distintas rutas geográficas pero la abolición de la esclavitud fue la pasión dominante, la obra común, a la que todos aportaron, en forma y medios distintos, un ingente esfuerzo. Sin la abolición de la esclavitud, no entendían ninguna otra forma de libertad en Puerto Rico. Con toda la gran obra de la generación abolicionista, hay que reconocer que frente a poderosos ene-
migas, tuvo también fuerzas históricas a su favor. Como hemos expresado antes, experimentamos nosotros una evolución social, de caracteristicas propias. La gran batalla a que aludimos se dio aquí dentro de un marco de dimensiones singulares. La esclavitud tuvo sus defensores: el reformismo barbón, con el Mariscal O'Rei1ly a la cabeza creyó en 1765 que el desarrollo de la isla necesitaba repetir el ejemplo de productivas islas esclavistas como Santa Cruz. En 1789, se determinó el comercio libre de esclavos. A los emprendedores irlandeses y franceses que aquí recalaron se les facilitaron esclavos para que desarrollasen un capitalismo agrario de rico rendimiento azucarero. La famosa Cédula de Gracias de 1815 dio generosos incentivos al que .trajera esclavos. El General Don Miguel de la Torre, quien dominó la vida puertorriqueña desde 1823 hasta 1837, otorgó licencias a granel para la importación de esclavos y no tuvo reparo en incurrir en la ira británica, empeñada esta última en la supresión de la trata. Hubo una mentalidad esclavista que proclamó la inferioridad supuesta del esclavo, que quiso mantener en los cabildos, sede de la incipiente oligarquía criolla, los requisitos de la supuesta "limpieza" de sangre. Se pretendió afirmar una jerarquización social, que anhelaba establecer distancias entre el blan· co y el negro y el mulato. Se vio la esclavitud como un mal dispuesto por la Divina Providencia que requería la sumisa aceptación del esclavo. Hubo, pues, una dura costra proescIavista en la cultura social que generó diversas clases de acendrados prejuicios, no del todo desaparecidos en nuestra tierra.
El Proceso Social Pero no llegó aquí a los extremos de otras par· tes. Se enfrentó a enemigos que la fueron minando, debilitando, vulnerando. Antes de que surgieran los hombres que sabrían esgrimir con vigor las ideas a que he hecho referencia, un oscuro, cotidiano proceso social creó la erosión del odioso sistema. Uno de sus primeros enemigos en el siglo XVIII fue el corso boricua, actividad que iniciada aquí por los vizcaínos, hacia fines del siglo XVII, constituyó entre otras cosas, una fuerza de movilidad social, de escala ascendente, en la que entraron mulatos y negros; y un mulato Miguel Hen~quez, fue de los más ricos e influyentes puertorriqueños en la primera mitad del siglo XVIII. Los orgullosos poseedores de títulos de limpieza de sangre tuvieron que aceptar que un mulato zapatero, por su intrepidez de corsario, llegara a ser por orden de Su Majestad, nada menos que Capitán de Mar y Tierra, y. Armador de los Corsos de Puerto Rico. Mulatos, cuarterones y negros vivieron del corso en las luchas del XVIII, y cuando el corso se volvió en piratería franca, junto a Ro-
berto Cofresí, su figura más legendaria y popular, figuraron ex esclavos. Otro factor fue la lenidad hacia el esclavo fugitivo, que aquí nos llegó, vía Culebra y Vieques, y a quien se le dio tierras en Cangrejos y se le concedía la manumisión al año si abrazaba la fe católica. Esta colonia constituyó un experimento vivo de cómo el ex esclavo podía vivir morigeradamente, y no sólo pertenecer a un grupo social productivo y pacifico, sino convertirse en hombre valiente en la guerra cuando se trataba de defender, como en el 1797, su tierra frente a la invasión británica. Pero acaso el factor más importante, el enemigo biológico más firme y constante de la esclavitud, fue la mezcla étnica que aquí se produjo en el pueblo. "Los blancos -afirmará O'Reilly en 1765- ninguna repugnancia hallan en estar mezclados con los pardos". Y Ledru observaría algunos años después: "Las razas están tan cruzadas que lo que más abundan son los rostros atezados". Estos rostros atezados negaban el rígido distanciamiento jerárquico, y habrían de ir creando una· lenta, imperceptible propensión hacia una cohesión social, enemiga por an~ tonomasia de la posición esclavista. Las leyes de manumisión brindaban también un camino, una salida hacia la incorporación del esclavo en las filas del libertó; las de coartación, la compra de su libertad. Había también los que, sin abandonar los prejuicios de casta, comenzaron a temer que un fuerte sistema esclavista repitiera la existencia de un Haití revolucionario, con la asolación de propiedades y el exterminio del blanco. Preferirían "blanquear" el país -verbo de moda en la primera mitad del XIXantes de que prosiguiera la trata negrera. Contrario a Cuba, al Saínt Domingue francés, a Barbados y Jamaica -los imperios antillanos del azúcar- Puerto Rico, en su rápido crecimiento poblacional, mantuvo a la esclavitud como una institu· ción muy minoritaria en el perfil demográfico. En 1765, de una población de cerca de 45,000 almas, habría tan sólo 5,000 esclavos; en 1860 llegaríamos a 583,000 y los esclavos no llegarían a 42,000. La experiencia social demostró que el blanco, el mulato y el negro podían convivir sin verse como enemigos a muerte. La generación abolicionista tuvo el ejemplo del pensamiento inglés y francés. Del Norte les llegó el eco de la tremenda batalla de un abolicionismo que recogiendo las tendencias del siglo, echó a un lado todo gradualismo e insistió en la tesis radical: la inmediata abolición del odiado sistema. Todo esto influye en sus escritos. Dispararon el arsenal de ideas contra el común adversario que les ripostó acusándoles de anti-españoles y filibusteros. Pero les ayudó la experiencia social, profunda y cotidiana. Si el sistema degradante permitía que a un esclavo se le trocara por un caballo, ofrecía en cambio, la oportunidad de que el esclavo lograra la li· 41
bertad y tuviese como descendiente a un Henríquez. bravo entre los corsarios, o a un Campeche, creador del primer arte pictórico puertorriqueño, o un Maestro Rafael Cordero, educador de blancos cuando se creía que solo el blanco .sabía educar. En Puerto Rico, la esclavitud la debilitó Henríquez. la vulneró Campeche. le mostró su falacia el Maestro Cordero. no con teorías académicas sino en el vivo ejemplo de hombres que no aceptaron una condición de inferioridad y supieron honrar la tradición de una patria. La tesis esclavista estaría frente a una brillante generación; pero estaría además, frente a un difuso hecho social. más que centenario. Si había quien .quien usara las leyes para mantener la afrenta del sistema, habría quien les buscaría la vuelta para favorecer al esclavo. Son muchos los testimonios que hemos encontrado de esa ambivalencia, en la qt:te pugnaba por afirmarse una conciencia de justicia y tolerancia humana frente a hechos de crueldad y opresión. Acaso trabajaba en la subconciencia colectiva aquel hondo sentido hispánico, de remota raíz cristiana, que desde las Siete Partidas de Alfonso el Sabio afirmaba como fundamental principio: "Servidumbre es -postura et establescimiento que ficieron antiguamente las gentes. por la cual los homes, que eran naturalmiente libres se facien siervos et se sometien á señorío de otri contra razón de natura".
Los Aliados Externos Otros aliados tendría la generación abolicionista: la presión inglesa y norteamericana; temprana y firme la primera, tardía pero insistente la segunda. después de la Guerra Civil. Inglaterra. que había sido la primera potencia negrera en el siglo XVIII se convirtió. en el XIX, en la abanderada de la supresión de la trata. Obligó a España a firmar un tratado en 1817. justamente cuando la política española en las islas, y sobre todo en Cuba, contemplaba el rápido incremento de la población africana. Se entró entonces en un duelo con la Gran Bretaña; la voluntad de burlar el tratado chocaba con las dos armas que empleó Inglaterra en la batalla: su Marina Real y su diplomacia. El gran centro de la lucha fue Cuba; nosotros fuimos un escenario secundario. pero aql;Ú también ocurrieron hechos graves que lle· varon a enconadas disputas diplomáticas. Para 1840, la presión inglesa hizo precario el régimen de licencias que era fuerte estímulo de la trata en Puerto Rico. Años más tarde, en 1844 llegó el pri'mer cónsul británico, John Lindegren, con instrucciones de mantener ojo avizor al contrabando de esclavos. Las autoridades cubanas buscaron mil maneras para burlar la vigilancia que allí estableció Inglaterra. Persistió el contrabando negrero en Cu42
ba como un escándalo internacional. pero en Puerto Rico sufrió considerable merma. Las autoridades recurrieron entonces, para asegurar la mano de obra en las haciendas, a imponer el sistema de libretas a la gran masa de la población libre: a una forma de trabajo compulsorio que mantenía la libertad formal del jornalero pero creaba un peonaje en servidumbre contra el cual se alzaría la voz del liberalismo criollo. La emancipación de los esclavos por la Segunda República Francesa en 1848. así como el intenso desarrollo del abolicionismo norteamericano. con sus figuras sobresalientes como Wendell Phillips y Wi. lliam Lloyd Garrison. orientados ambos movimientos hacia el abolicionismo inmediato, radical. influyeron sin duda en el pensamiento abolicionista puertorriqueño. Valiéndose de las disposiciones de las leyes de manumisión. Betances, quien vio de cerca el drama del '48 en Francia y habría de traducir más tarde a Wendell Phillips, organiza la sociedad que ha de allegar fondos para liberar a los recién nacidos negros en la pila bautismal, hecho de ejemplar humanitarismo. La emancipación de los esclavos por Abraham Lincoln en 1863 provoca una clarinada de entusiasmo. Al morir asesinado el Presidente, expresan desde España su pesar en mensaje oficial al Presidente Andrew Johnson, el 31 de mayo de 1865, un grupo de puertorriqueños y cubanos en Madrid. entre los que hallamos a Eugenio María de Hostos, Tulio Larrinaga y Julio Vizcarrondo. "Hombres,· lloramos a Lincoln -escribirán- "la alevosía que le ha privado de la existencia terrenal repugna al corazón del hombre. Enemigos de esa infamia social que, con el nombre de esclavitud, manchaba la tierra de libertad como mancha el suelo querido en que nacimos, experimentábamos con Lincoln la santa emoción que él sintió al ver terminada su inmensa tarea. Cu· banos y puertorriqueños caminando por destino providencial hacia el porvenir de América nos hemos estremecido con la l:tltima convulsión del grande hombre... '!. En 1865, se convoca a la Junta Informativa que ha de deliberar con comisionados antillanos y de la península sobre las reformas de Ultramar. prometidas por tanto tiempo. Aún antes de que se reúnan los Comisionados. ya Julio Vizcarrondo ha logrado constituir la Sociedad Abolicionista Española, cuyo primerísimo objetivo abraza la tesis radical del inmediatismo. La Sociedad tiene por objeto "propagar el principio de la Abolición Inmediata (así con mayúsculas) de los negros". Para que caIibremos bien lo que ha de suceder, deseo recordar que el abolicionismo en las Antillas inglesas, vino de Londres, no de las islas; que el abolicionismo en las islas francesas en el 1848, fue fruto de la tenacidad y habilidad del gran abolicionista Víctor Schoelcher, pero la batalla que hacia 1865 coH
mienza en España, y que tenía sus precursores antillanos en el Padre Félix Varela y en el historiador José Antonio Saco, la provocan en gran medida los puertorriqueños. Cuando llegan los comisionados, la Corona espera cautelosos discursos, soslayando la llamada "cuestión social" de la esclavitud. Ruiz Belvis y Acosta seguidos de Quiñones, plantean en cambio no ya el abolicionismo gradual, sino el abolicionismo en su fase más tajante y radical, el abolicionismo inmediatista, "con indemnización o sin ella". La irritación del esclavismo español es general; se busca alianza entre los cubanos, hombres más conocidos e influyentes en los medios madrileños que los puertorriqueños. Se les sabe partidarios, a lo sumo, de un cuidadoso gradualismo. Pero gracias a José Morales 1..emus, jefe de la delegación habanera, no se logra la alianza y los cubanos, sin acompañar enteramente a los puertorriqueños, respetan
el inmediatismo radical de Ruiz Belvis, Acosta y Quiñones. La Junta Informativa como sabemos no rindió frutos directos. Se disolvió en las postrimerías del reinado de Isabel Ir. Dentro de nuestra perspectiva histórica, la vemos hoy, sin embargo como un hecho portentoso. Con justeza escribiría Acosta: "Nosotros no hicimos más que clavarle el arpón a la ballena, seguros de que iría a morir a la orilla... ". Pero fue, señores, un tremendo arponazo. La Sociedad Abolicionista Española recogería la tesis para su incansable labor tras la llamada Revolución Gloriosa de 1868 que destronó al régimen isabelino. Entretanto, bajo la influencia betancista, el primer decreto de la Revolución de Lares afirmaría el 23 de septiembre de 1868: "Todo esclavo que tomare las armas será libre por este hecho y también lo serán todos los que estén imposibilitados". Al día siguien-
Marcando un esclavo (Grabado de la época)
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te, se condenaría por igual el odiado régimen de libretas. La guerra abierta contra la institución entra. ba en su fase decisiva tanto en España como en Puerto Rico. Otras fuerzas, de naturaleza externa, comenzarían a coaligar esfuerzos. El gobierno de los Esta' dos Unidos el 23 de mayo de 1866, señalaría por primera vez a España la conveniencia de la abolición. Y el Gobierno británico mantendría una gestión intensa, persistente, en igual sentido, urgido por los cuáqueros y los abolicionistas ingleses. Sobre las Cortes españolas, convergía, pues, este conglomerado de fuerzas y surgirían en ellas las voces que librarían una aguda batalla de cinco años.
La Cuestión Cubana
Esta batalla tuvo un gran y fundamental escollo: la cuestión cubana. Para el negrero peninsular o cubano, la esclavitud era la base del sistema económico. Cuando en la revolución cubana Céspedes proclama en diciembre de 1868 en la región orienta! la abolición de la esclavitud, se harán urgentes esfuerzos para que el Gabinete de Madrid no adopte medidas reformistas. Los conservadores esclavistas puertorriqueños tenían sus amigos, pero su influjo y poder no eran comparables al del sector cubano. A medida que nos acercamos al '73 se hace evidente la hostilidad del esclavismo a toda medida que favorezca la abolición en Puerto Rico. La guerra en la manigua se esgrimió como excusa fundamental para paralizar la voluntad del liberalismo español respecto de la Antilla Menor. Detrás del hecho del 23 de marzo, hay una exten· sa contienda entre poderosas fuerzas, que rebasan el marco insular. Después de la Guerra Civil, con el triunfo de la Unión, varios hacendados en Puerto Rico comenzaron a ver la escritura en la pared. Si la cuestión hubiese sido solamente isleña, probablemente hubiera encontrado solución más temprana. En 1873, habrá menos de 30,000 esclavos afectados por la ley. Pero en Cuba había 400,000; había grandes intereses mercantiles con poderosas ramificaciones en España. El abolicionismo era para ellos el laborantismo; y el laborantismo equivalía a! fin de una orgullosa casta, españolista a ultranza y dominada por los tristemente célebres Voluntarios. Su conclusión era tajante. Mientras hubiere insurrección en Cuba, no habría refonnas en Puerto Rico. La ballena era poderosa, pero llevaba ya en el lomo más de un agudo arpón. En las elecciones a Cortes de 1869, irán al parlamento tres puertorriqueños notables: Luis Padial, Juan A. Hemández Arbizu Y José de Escoriaza. La tesis abolicionista pasará entonces de la opinión pública, donde la había sembrado el infatigable Vizcarrondo; de los gabine44
tes ministeriales, donde la había afirmado la impetuosa idealidad de Ruiz Belvis y la erudición de Acosta; al corazón mismo de las Cortes, en la interpelación de Padial del 13 de noviembre del 1889. Al urgir la "abolición inmediata y simultánea de la es. clavitud y la indemnización a los dueños de esclavos por pura equidad y conveniencia del momento... ", Padial dará la fórmula política que cuatro años más tarde encontrará su día. En 1870, el grupo liberal reformista adquiere mayor fuerza en la Isla y esta vez estará en las Cortes Baldorioty de Castro, y su verbo será d\lI"o e incandescente. "Los que niegan la libertad al esclavo -afirmará airadamente-, los que se complacen en remachar sus cadenas, podrán tener una piel muy blanca; pero sus conciencias, señores, diputados, son más negras que la piel del etíope a quien se niegan a redimir". EllO de mayo de 1870, en unión de Padial, de Castelar y otros abolicionistas, presentará un proyecto declarando abolida la esclavitud en Puerto Rico, con indemnización para los dueños. Pero hay algo más que este fogoso verbo antillano que crea preocupación en el gobierno español. La vieja presión inglesa se hace más exigente cada día en la persona del ministro inglés, Austen Layard, consumado diplomático de la era victoriana. Y como si esto no fuera poco, Daniel Sickles, el nuevo ministro norteamericano en Madrid, es incansable partidario del abolicionismo. Con mucha reserva y suspicacia se ven Wáshington y Londres. Son rivales por la preponderancia del Caribe. Pero hay una meta común que perseguirán en incontables conversaciones y notas diplomáticas: la abolición de la esclavitud en Puerto Rico como primer paso para hallar solución al caso cubano. La presión extranjera irritará al esclavismo reaccionario y la denun· ciará, pero los Gabinetes que la sufren no pueden esquivarla. La Ley Moret de 1870 pretende detener la corriente: una componenda, como reconocerá el propio Moret, entre los dos bandos. Todos los esclavos nacidos después de la Revolución Gloriosa serán libres y se eliminarán lOS castigos corporales; todos los que hayan cumplido 60 años también lograrán la libertad, y los dueños de esclavos serán indemnizados. Para la Sociedad Abolicionista es un medio astuto de impedir la abolición definitiva. Pero más serios para el Gabinete español son los resultados externos. La Ley Moret es mal vista en Wáshington y Londres y en Cuba hay definitiva resistencia a implantarla. En 1872, ya era evidente que ni la situación internacional podrían evitar un intento mayor del abolicionismo puertorriqueño e hispánico. España tenía una efímera dinastía: la de Amadeo de Saboya. En el verano, logró el poder el dirigente progresista, Manuel Ruiz Zorrilla. Poseía un compromiso con los ingleses y norteamericanos de traer a las cortes el
proyecto de abolición definitiva en Puerto Rico. Hombre de ideas avanzadas, Ruiz Zorrilla, decidió jugarse una arriesgada carta. El 19 de noviembre, el diputado puertorriqueño, Joaquín María Sanromá, había presentado un proyecto con indemnización para los dueños. Ruiz Zorrilla, con el consentimiento del Rey Amadeo, realizó el proyecto del Gobierno el 23 de diciembre de 1872. Las ideas centrales eran: la abolición casi inmediata y la indemniza· ción. El proyecto dividió al gobierno y sirvió para movilizar aún más a las fuerzas conservadoras. Fue en tan complejos momentos, un factor importante entre otros, el de la caída de Amadeo de Saboya. El Rey abdicó el 11 de febrero de 1873. Al día siguiente, se proclamó la república y un día más tarde, en un gesto dramático, el ministro norteamericano Sickles le extendió el reconocimiento de los Estados Unidos. El compromiso de aprobar la ley fue atacado por los viejos enemigos. De Cuba habían agentes con bolsas abiertas para comprar periódicos y diputados. La oligarquía mercantil había movilizado sus aliados en varias regiones de España, a través de la Liga Ultramarina. Se trató de demorar la cuestión. Se acusó a los diputados puertorriqueños de antiespañoles y hasta de anticristianos. En respuesta, terciaron Labra, Padial, José Facundo Cintrón yel diputado José Antonio Alvarez Peralta. Mientras se debatía en las Cortes, creció la presión internacional. La larga lucha tocaba a su fin, por lo menos en la fase jurídica. Sanromá y otros abolicionistas, ante el temor de que las Cortes decidieran recesar, lle· garon a una transacción: la esclavitud sería abolida para siempre; los libertos sin embargo, quedaban obligados a celebrar contratos con sus actuales poseedores, con otras personas o con el Estado por unos tres años. Fue una concesión al gradualismo, mas la causa se había ganado. La votación en la Asamblea General de la República resultó unánime. Esta vez el ministro británico se sentiría satisfecho. SickIes por su parte solicitaría una entrevista del Presidente de la República, Estanislao Figueras, para presentarle una Resolución del senado de los Estados Unidoli, aprobada el 25 de marzo, felicitando al pueblo de España por haber dado "una nueva seguridad al mundo de que el establecer las instituciones republicanas ha procedido por un amor de libertad y por un respeto sincero a los derechos naturales de todos los hombres... " La ballena había al fin llegado a morir en la orilla; y muchos eran los arponazos recibidos, pero el más firme y hondo de sus arpones era el arpón puertorriqueño. Señores Senadores y Representantes: El 22 de
de marzo de 1873, se decretó la muerte jurídica de la esclavitud. El proceso abolicionista no terminó ahí; comenzó, en verdad la etapa dificil de borrar la afrentosa herencia de la institución y de extirpar su carga multisecular de prejuicios. Sería abusar de la benevolencia de ustedes, el describir los subterfugios que se usaron para prolongar una servidumbre disfrazada de "trabajo libre" o todas las especulaciones, algunas de turbia raíz, que motivó la in· demnización. Señores compatriotas; parte de la vieja lucha siguió en pie por los cauces pacíficos, entre los que quisieron aquí una jerarquización social, basada en el pigmento de la piel, y aquella antigua corriente que venía derrumbando vallas y abriendo nuevas. rutas de entendimiento entre los grupos ét· nicos. Hacia fines del siglo, tendreIJ1')s el gran talento musical de un Morell Campos y ta hecho notable de que un partido de oligarquía blanca acepte COino uno de sus jefes máximos a un hombre de color: José Celso Barbosa. Con la esclavitud se fue la li· breta, formas extremas ambas del peonaje, pero éste bajo otras formas, había de reaparecer y subsistir hasta el propio siglo xx. La abolición, amigos míos, nació de una pasión encendida de igualdad, de raíz cristiana, y de un profundo pensamiento racionalista que no creyó en superioridades de castas. Su misión no ha terminado mientras haya derechos humanos que afirmar y nadie tiene mayor responsabilidad respecto de ella que ustedes que tan gentilmente me han invitado a hablarles. Por esta Asamblea Legislativa, han pasado muchos hombres que entendieron esa misión y la honraron. Yo voy a evocar a uno solo que la vivió coraZÓn adentro como pasión propia, y la sirvió con su razón y su razón y su oratoria incomparable. Fue un hombre que dejó su preocupación en leyes de hondo contenido social y que poco antes de morir, en una alocución a jóvenes universitarios, dijo estas palabras: "Sabemos de dónde venimos y sabemos quiénes somos. Pero ¿a dónde vamos? Para saber a dónde se va hay que tener primero la voluntad y la determinación de seguir siendo quien se es. De otro modo el que llega es otro, si es que llega alguien. Ouien deja de ser no llega". Ese hombre que fue quien fue: un gran puertorriqueño capaz de dar a tantos como me dio a mí la fina flor de su amistad, se 1Jamó Ernesto Ramos Antonini y a su memoria como arquetipo de legislador puertorriqueño dedico yo esta noche mis modestas e insuficientes palabras. Muchas gracias.
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Reportaje gráfico
Bonos de indemnización a los poseedores de esclavos
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Ley, decretada y sancionada por la Asmnblea, abolieJldo la esclavitud en la isla de Pucwto-Rico. La 4samblea Nll~lonal. en uso de su I;obcranin, decretn y !!ancfona la ,;ióuientc ley: Articulo l.· Qneda ai)oUda para siempre In esclaTitad en la isla de Puerto-Rico. Artículo 2. 0 Los libertos quedan obligados i r.elebrar conti'at,)s CO:1 sus acll1tl.1es poset'dorcs. con otras personas ó con ~I Esbdo por Uil tiempo que no bajará de tres afias. En estos contratos iDtor\"\!l:drAn, con el carácter do curadores de l(.s libertos, tres fuuelonar;:)! especiales nombrados por el gobierno superior, con 31 nombre tic protectores de los libertos. Arl 3: Los poseedore:; de esclavos sarán lnd:!mllimdos 11e Sil valor eu el término de s~is meses. dcspues de pnblicada cst~ ley en la Gaetia tIe J[tldr¡4. Los poseedores con quienes no quisieran celebrar contratos sus antiguos esclavos, obtendrán un beneficio de 25 por 100 sobre la indemnizllclon que bubleru do corresponderles en otro caso. A.rt. 4.· Esta indemulzacion se fija ('In la cantldnd de 35 millones de péset:ls, que se har~ en efectivo, mediante un cmpr~tilo que realizará el Gobierno sobre In excJusin garantta dI! lm¡ rcnt:lS de In i:lla de (luertoRico. comprr-ndlcndo en los prCSupll~tos de In. ml!!mn la cnntldad de 3.500.000 pcsctat anuales para Intereses y amor1i7.~cl(m de dicho empréstito. . Art 5.· La distribucioD so hará por UUll. Jun~.
compuesta del S'obcl'oador superior civil de la fsll\t presidente; del jefe económico, del ft;;co.l do In .\.udlellcla, do treo dillub1dts provlccia!cs, ell.'gldoll por In ])jputacion: del sindico del A;}'ltntamlcuto de 1<\ r.npit:ll; de dos propietario! elt!;;,ldo3 por lo!! 5() posseuol'os (lel mayor número de esclavos, y de otros dos clegitios por los 50 poscedort::; del menor número. Los ncuerdos de cstacomislon serán toml\floiO po:' mil" Jo·orla ete votoP. Art. 6.· Si el Cobierno no c~loeaso el emprésti.. too cl.Icrcgará los titulos á los llc~uale8 poseedores tia esclllvos. Art. 7: Los Iibcr~s edl'ariit& 0:1 el p)ono goce do. los dt!~echo¡¡ po\if il:09 lÍ loa cinco oI.ü03 do publtcnd:l la ley en la· Gacetl1 de M'a,l,.itl. Art. 8.· Ei Gobierno dicta rÚo las di~poslciones ncce;;nrlas para la ejecucioll do esta ley y ateuller :í las nc('cs~dndos de beneficencia y de tro.b3jO que b. misma hicierA precl¡¡ns. Lo tendrá ontel1tIltto el Poder ejecutivo para Bl\ Impubllr.nl:iou ';; cu~pUmionto. Pllto.cio do In A..!;amlllell. Kllclounl 22 de Marzo do 1873. =Frnucisco Slllmcrou y A.lonso, Presidente.=Ony" Ll)pcl', RC(lfCsontal1tc Soerutnrio.=Edunrdo Denot. lteprr.senLante Sccrclnrio.=Fcderico Balo.rt. RC[l.cl!t:!n~ tnoto Secretorio. pr~~i¿n,
Páginas de nuestra historia
Documentos para la historia de la esclavitud en Puerto Rico: Cartas entre Julio Vizcarrondo y Victor Bugo
Carta de Don Julio Vizcarrondo a Víctor Hugo. Madrid, junio, 28 de 1866
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SRo VíCTOR HUGo.
Respetable Sor: Los periódicos de Europa y América habrán informado a Ud. de la creación en esta Corte de una Sociedad Abolicionista. Tenemos en Cuba y Puerto Rico seiscientos mil esclavos: seiscientos mil seres sin patria, sin hogar, sin familia. Madre sin hijos, hijos sin padres, esposos divorciados, corazones desgarrados, lazos benditos por Dios y hechos pedazos por la mano odiosa de la esclavitud. Nuestra joven Sociedad se ha levantado entre los aplausos de las buenas almas y de los corazones generosos, así en España, como en Francia, Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos. - Todos nos animan y apoyan. La Sociedad vuelve hoy sus ojos hacia el ilustre proscrito, pidiéndole su valiosa protección, y su his· toria envidiable, nos responde que nos protejerá. En. la Isla de Puerto Rico se ha cometido un crimen horroroso. Dos esclavos, íntimos amigos, cansados de sufrir los tormentos de su situación, conciertan que el uno fuese asesinado por el otro y que el matador se ofreciese a la justicia para ser, a su vez, asesinado por el v~rdugo. El crimen se realiza y la ley hace subir al cadalso al desgraciado esclavo. En vano el abogado defensor, con elocuente pala-
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bra prueba que los Tribunales se harían cómplices de un doble suicidio, si se prestasen a los proyectos de los esclavos; en vano explica que la sentencia del Tribunal, sería el arma elegida por el suicida para arrebatarse la vida. Todo fue inútil. El verdugo cumplió su sangrienta misión. . La Sociedad ha recibido los adjuntos apuntes y, al buscar la pluma digna de dar a conocer al muna do ese horrible atentado, ha vuelto unánimemente sus ojos hacia el campeón infatigable de la abolición de la pena de muerte y de la libertad del hombre. En representación de la Sociedad Abolicionista Española, suplico a Ud. que acoja esa triste historia. Ud. solo es digno de contarla alarbe y su pode· rosa pluma, contribuirá en gran manera a romper los últimos eslabones de esa vergonzosa cadena que aún aflige a la humanidad. La Sociedad se 10 pide como una limosna en favor de seiscientos mil desgraciados esclavos. Ud. no les cerrará su generosa mano. Ese folleto, suscrito por el cantor de las desgracias del pueblo, será una nueva flor para su corona de gloria. Ruego a Ud. una contestación y me honro suscri· biéndome su entusiasta admirador s. s. Q.B.S.M.
Julio Viz.carrondo, Secretario de la Asociación
* El caso aludido ocurrió en la Hacienda «Quebradapalmas» propiedad de don Calixto Anduce, en la jurisdicción del pueblo de Naguabo. -Los esclavos eran Jos~ Cabrera y Víctor-. Est~ último con una azada de labrar dio fuertes golpes a Cabrera que le produjeron la muerte.
Victor Hugo
Julio Vizcarrondo
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Contestación de Víctor Hugo a Julio Vizcarrondo España. -
Vía London Sr. D. Julio Vizcarrondo,
Secretario de la Sociedad Abolicionista Española Soldado 4. - Madrid.
transmettez y aura place utilement; pas de lutte plus térrible et plus poignante. . Veuillez, Monsieur, je vous prie, transmettre á la Société l' expression de ma reconnaissance pour la haute marque d' estime et de confiance qu'elle me donne; elle peut compter, et tous les hommes dévoués au progrés peuvent compter, sur moL Je suis peu de chose, mais le peu que je suis et que je vaux, appartient á mes fréres les hommes. Votre lettre éloquente, Monsieur, m'a vivement touché et je vous prie de croire á ma profonde coro dialité. Victor Hugo.
Hauveville, 23 Octobre 1866.
Monsieur: Vous aurez lu, j' espére, dans quelque joumal, mon absence de Guernsey pendant quatre mois et mon silence vous aura été expliqué. Je trouve en arrivant votre honorable lettre et le douloureux document qui l'accompagne. L' appel que me fait la Sociéte abolitioniste espagnole me va au coeur; je la prie seulement de me laisser maitre de choisir le meilleur moment pour élever la voix, le fait étant a cette heure malheureusement irréparable. Je prépare sur les questions sociales pendantes: esclavage, peine de mort, guerre, prostitution, para· sitisme, enseignement gratuit et obligatoire, etc., un nouveau travail et le fait monstrueux que vous me
(Traducción)
Hauveville, 23 Octubre 1866.
Señor: Usted habrá leído, espero, en algún periódico, mi ausencia de Guernesey durante cuatro meses y mi silencio le habrá sido explicado. Encuen· tro al llegar su honorable carta y el doloroso documento que la acompaña. La petición que me hace la Sociedad abolicionista española me llega al cora· zón. Le ruego solamente que me deje dueño de escoger el mejor momento para elevar la voz, puesto 49
que desgraciadamente el hecho es a esta hora irreparable. Preparo sobre las cuestiones sociales pendientes: esclavitud, pena de muerte, guerra, prostitución, parasitismo, enseñanza gratuita y obligatoria, etc., un nuevo trabajo y el hecho monstruoso que V. me trasmite, tendrá en él sitio útilmente; ninguna lucha más terrible y más punzante. Sírvase, Señor, se lo ruego, trasmitir a la Sacie· dad la expresión de mi reconocimiento por la alta marca de estima y de confianza que me da. Ella pue-
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de contar y todos los hombres consagrados, al pro· greso, pueden también contar conmigo. Soy poca cosa, pero la poca cosa que soy y que valgo, perte· nece a mis hermanos los hombres. Su carta elocuente, Señor, me ha conmovido vi· vamente y le ruego que crea en mi profunda cordia· lidad.
Víctor Hugo.
La contratación de los libertos de Manati: 1873-1876* Por
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FUNDó EN EL 1738, CUARENTA AÑOS ANTES QUE AREcibo. Y ciento treinta y cinco años más tarde, en el 1873, el Pueblo medía dos leguas de Norte a Sur y tres y media de Este a Oeste, con 1,842 almas por legua cuadrada. Nació y creció pegado a la tierra, y de ella vivió por muchos años. Década tras década sembraron y cosecharon en la feracidad de sus extensas y ricas vegas. Así, sus primeras deudas las contrajeron con el Río: con él regaron sus siembras, por él transpor· taron sus productos, por él navegaron y en él echa· ron sus redes -porque sus aguas eran deliciosas y saludables-. En un cerro nacía otra que llamaron la Cimarrona. Sin embargo, sus aguas eran pesadas y calcáreas; pero en ella brebaron su ganado. Las aguas frías de la Cimarrona se escurrían a la somo
* Conferencia dictada por el autor en el Ateneo de Puerto Rico en marzo de 1974. En realidad es el primer bosquejo de trabajo de su tesis doctoral. Por lo cual, el autor desea aclarar que algunos de los planteamientos vertidos en aquella fecha, han quedado modificados por investigaciones posteriores. No quiere decir que queden totalmente sin vigencia o el autor no asuma la responsabilidad debida. Por ahora, solamente se pretende problematizar lo que es un lugar común en el País: que el esclavo negro puertorriqueño fue declarado y hecho libre por la Ley de Abolición de 1873. Y en segundo lugar, levantar una legítima cuestión: ¿por qué se libertaron los negros esclavos? En otras palabras, si la Abolición fue resultado de la baja rentabilidad de la institución esclavista; o es posible que se hubiesen dado otras circunstancias y razones, todavía desconocidas. Por ejemplo, ignoramos la naturaleza de los elementos que componían la gran clase esclavista y el papel que jugaban en la política al momento de la Abolición. Desconocemos, también, la función de los grandes y pequeños comerciantes y los propietarios menores de esclavos en la polémica abolicionista. El autor consultó en su investigación los documentos pertenecientes al Ayuntamiento de Manatí -Registros de Libertos, Libros de Contratos, Censos de Esclavos, Correspondencia, Censos poblacionales y de Riqueza- y los Protocolos Notariales, del perlado 1868·1880. Además ha considerado la reducida literatura secundaria existente sobre el particular.
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bra de los cedrOS, capás, ausubos y tabonucos de los montes; la superficie la tenía cubierta de berros y sus riberas de menta silvestre. Tenía dos lagunas en el Tortuguero, que de acon· dicionarse debidamente podría construirse un segu· ro, magnifico y extenso puerto. Puerto, que hacía muchos años, había sido el camino de extensas importaciones y exportaciones con las Antillas. Por él entraron los tejidos, las manufacturas, las harinas, los aceites, las salazones, los vinos, las especies, la maquinaria de las haciendas; y había salido el tao baca, las maderas de cedro y ausubo, el arroz, el plátano, los cueros, el maíz, las mieles, el ron y el azúcar. Del puerto del Tortuguero, solamente quedaban ahora, los recuerdos de un entonces: las ruinas de los extensos almacenes que hicieron construir sus comerciantes. Las memorias de unas transacciones mercantiles que hicieron florecer la agricultura y obligaron la circulación del dinero. Había existido otro puerto en el barrio de Palmas Altas; pero el poderoso Señor Marqués 10 cerró y solamente lo usaba él para transportar los bocoyes de miel y azúcar que producía su hacienda. Los caminos eran malos y la carretera estaba en pica, a excepción de la entrada y salida del Pueblo que era en afirmado. Las otras veredas, desaparecían bajo las aguas en la época de las lluvias. Y no había sido una sola vez, que al desbordarse los ríos y las quebradas arrastraron las valijas del correo junto a sus conductor, el cartero. La carnicería estaba sucia y los utensilios en mal estado. Y el matadero, tuvo que ser sacado del Pueblo por las epidemias del tifus y viruelas que lo azotaron en el 1870. El cementerio no estaba lejos de la población y de vez en cuando los vecinos se quejaban porque, al soplar los vientos de aquella parte, las noches se impregnaban de la hediondez del sagrado recinto. 51
La Casa del Rey era alquilada; y la plaza estaba en el mismo estado en que la naturaleZa la dejó, solamente que ahora tenía aseo. Las gentes del lugar emprendieron la tarea de reconstruir la Iglesia por medio de inscripciones personales: los propietarios dando su capital y 1010 desposeídos su trabajo. Y de aquella empresa me; dieval, resultó un airoso edificio con piso de mármol, cuerpo de mampostería, aunque el atrio no estuviera acabado. Aquel Pueblo 10 componían 4,699 varones y 3,222 mujeres blancos libres. De color libres eran 2,157 y 1,375. Los negros libres eran 485 y 391 Y los esclavos negros 312 y 251. De todos ellos, 12,751 eran puertorriqueños, 129 españoles y 12 extranjeros. Su riqueza descansaba en la agricultura, el comercio y la ganadería. Tenía 8 haciendas de vapor, 3 con trapiches de bueyes; 424 fincas de frutos me· nares; 99 casas dedicadas al comercio y a los ventorrillos y 91 personas trabajaban en alguna empresa de elaboración. El Pueblo estaba compuesto de 10 casas con piso de material: 4 tenían dos pisos -los altos de madera y los bajos de mamposteda-; 590 casas construidas con maderas del país de un solo piso y 90 de dos pisos; y el resto 10 componían 1,100 bohíos. 17 personas eran empleados públicos; 2 eclesiásticos; 1,584 trabajaban en la agricultura, 117 en el comercio y 53 en la ganadería; 1,295 se empleaban en servicios personales y 7,271 en el servicio de sus casas. Los antecesores de aquellas gentes sostuvieron un importante comercio con las Antillas; ahora, sin embargo, el mismo comercio no era del Pueblo. Tenían que acudir a la Capital o Arecibo: ciudades que consumían sus existencias mercantiles en detrimento de la agricultura y de la circulación del dinero. Los productores, por falta de buenos caminos y de seguras carreteras que aumentaban las pérdidas en las cosechas y los costos del acarreo, estaban obligados a realizar transacciones mercantiles en perjuicio de sus intereses. Eran los especuladores de la Capital y sus intermediarios, y los comerciantes del Pueblo los que obtenían el trabajo de los agricultores y ganaderos de Manatí, en el 1873. El dinero escaso y en manos de pocos, el crédito restringido y el interés alto, las deudas acumuladas... el Pueblo batallaba por su existencia. En aquel mundo, protegido por Nuestra Señora de la Candelaria y el Apóstol San Martín, de Manatí, se decretó la Abolición de la Esclavitud hace un siglo.
* * * La Ley de Abolición tenía ocho artículos. De los ocho, uno decretaba la Abolición propiamente; otro
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mencionaba la contratación; cinco se referían a la indemnización; uno advertía que los libertos "en· trarán en el pleno goce de los derechos políticos" en 1878, y finalmente, uno anunciaba que el Gobernador Colonial dictaría las disposiciones para ejecutar la Ley; es decir, el Reglamento de Contratación. La Leyes tan parca y económica en sus términos, que no tiene límites; en su más última consecuencia, no se sabe dónde comienza, dónde va ni cómo concluye. Es sorprendente que un solo artículo tenga que ver con la contratación, mientras que cinco versan sobre las indemnizaciones. Es, digamos, sospechosa esta parquedad, por un lado; y desproporción por el otro. ¿Por qué la Ley no especificó, por ejemplo: la razón de la Ley como tal; el propósito de la contratación; los derechos del liberto, etc.? ¿Por qué ]a Leyes tan específica en lo referente a la indemnización y no lo es en cuanto a la contratación? ¿Fue deliberada esa desproporción? ¿Pretendía la Ley apaciguar, y por lo tanto, garantizar, los derechos y privilegios de los grandes propietarios de esclavos a través de una indemnización asegurada y una contratación ambigua; a la vez que, al no ser específica, se deja al libre albedrío del Gobierno Colonial reglamentar la Ley en la cuestión de los contratos a sabiendas de los grandes intereses que en aquel Gobierno tenían los grandes propietarios? Los Reglamentos de Contratación de 1873 y 1874 amplían estas cuestiones. El primero de éstos, tenía treinta y siete artículos. En el preámbulo, del Gobernador Colonial Primo de Rivera, se decía -sin mayor elaboración-, que éste encerraba "el espíritu y la mente de la Ley" y que el Reglamento se formaba tomando como base las "circunstancias especiales" de Puerto Rico. Tanto en la Ley como en el Reglamento, decía Primo de Rivera, "Una condición se impone alliberto, que es el trabajo por contratación durante tres años, como preparación para su vida futura de hombre libre, y como medida de transición entre el trabajo forzado y el voluntario". La Autoridad se en· cargaría "por todos los medios coercitivos" de hacer valer aquella obligación, recurriendo a la "vigilancia indispensable" para que el liberto se contrate. Esta contratación sería con su ex dueño o con otro individuo; y si el liberto no lo deseaba, sería forzosamente contratado con el Estado. Con el fin de proteger y vigilar el ·proceso de contratación, se crearon tres cargos de "Protectores de Libertos" que radicarían en tres cabeceras de De· partamento: Capital, Mayagüez y Ponce. Tenían la encomienda específica de "procurar que no se cohí· ba por ningún medio la voluntad de sus protegí.dos, de ampararlos y de defenderles en cuanto a la contratación se refiera". Estas facultades se hicieron extensivas a los representantes de los Protectores en los Ayuntamientos, los Síndicos, porque éstos ha-
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bían estado facultados por norma para la representación y defensa de los intereses de los esclavos. Esta última determinación, acondicionada por las anteriores, catapulta el primero y más básico de los problemas: ¿cómo los Síndicos de Esclavos -muchos de los cuales habían, o eran, propietarios de esclavos- podían proteger a los libertos en la contratación sin afectar los intereses de ellos mismos como contratantes; o peor, como ocurrió en el 1872. cuando dos esclavos demandaron a su propietario, Baldomero Santana, por usurpación de los derechos de coartación y de libertad por sexagena· rios, y resultó que el demandado había sido Síndico Protector de Esclavos? Ahora bien, los Síndicos y los Protectores tenían la facultad de mediar en las contrataciones únicamente, no podrían intervenir en ningún otro aspecto de la vida del liberto, porque éste "goza de los mismos derechos de los demás hombres libres; y por tanto, si gestionase esos derechos, deberá hacerlo en la forma y modo que establecen las leyes comunes". La "mente" de la Ley, según el Gobernador Colonial, era que se considerase al liberto ..como hom-
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bre libre en todo" aquello que no fuese la contratación. Esta conclusión -tanto de hecho como de derecho-, genera un grave problema. En primer lugar, no era posible ser libre en todo aquello que no fuera la contratación, cuando se limitaba en sus más amplias implicaciones la capacidad de vender el trabajo de un individuo. Trabajo, que venía a ser la fuente de toda la actividad, y a la vez, medio de vii:la más elemental de un grupo de seres humanos. Por otro lado, la Ley dice que los libertos entrarían a gozar los derechos políticos de los ciudadanos libres cinco años después de su publicación. O sea, en el 1878. Es decir, el liberto, por Ley, no tenía ningún tipo de derecho político. ¿Cómo entonces el Reglamento puede aseverar categóricamente lo contrario? Finalmente, ¿por qué no se dispuso en la Ley lo que se afirmaba en el Reglamento; o es que el Reglamento, por razones que más tarde se analizarán, se atribuyó capacidades a las cuales no tenía derecho? Supóngase por un momento que el liberto, por de· terminada situación, suscitaba un pleito con su contratante por cuestiones que no fueran relativas a la 53
contratación. Y, haciendo uso de las leyes comunes como hombre libre, recurría al Ayuntamiento a celebrar juicio de paz, de conciliación o levantar querella, y resultaba que el Alcalde era un contratante de libertos. Porque éste es el caso de Manatí en el 1873: donde más o meDOS tres cuartas partes ~e todos los individuos en cargos concejiles habían sido propietarios de esclavos y ahora eran contratantes de libertos. Por otro lado, la aseveración que el liberto, en asuntos no tocantes con la contratación "goza de los mismos derechos que los demás hombres libres", ¿implicaba que le era reconocido, por ejemplo, el derecho de libertad de movimientos dentro del Municipio? Porque en los contratos se especifica que serían 12 las horas de trabajo -"de sol a sol"-. De modo que el liberto solamente podría circular libremente de noche, de lo contrario, rompería el contrato. ¡Triste la situación del liberto, que para ser libre, tenía que ser murciélago! Más aun, ¿podría entrar el liberto en la celebración de contratos de compra-venta, alquiler, hipoteca, etc., dentro y considerando lo limitado de sus haberes? La evidencia que se tiene a mano, tomada de los Protocolos Notariales de Manatí para el período 1868-1880, indica que no más de cuatro libertos llegaron a ser propietarios. La Contratación se celebraría ante la .. Autoridad de este Superior Gobierno... en la Capital; y en los municipios, ante las autoridades locales". Los contratos estarían x:egistrados en libros impresos, sellados, foliados, precisando las cláusulas, etc. De nuevo, se presenta otro problema, ¿por qué se recurrió a las autoridades locales para celebrar los contratos sobre una materia tan espinosa, cuando el uso y la costumbre, sancionados por las leyes comunes, habían determinado que los contratos de importancia -excluyendo los extra legales- eran suscritos ante los Notarios? Si el Gobierno Colonial había "buscado la mayor solemnidad y justificación plena de la verdad" en la formulación de los contratos, ¿por qué no se notariaron ante la persona más idónea para el caso? ¿Por qué, si el Protector en la Cabecera del Departamento se le remitirían dos copias de los contratos individuales, y él a su vez enviaría una de ellas a la Capital con el fin de garantizar la contratación, no se formalizó ese proceso ante el Notario del Pueblo? A fin de cuentas, el contrato del liberto, no fue nada más que un contrato muy especial de campra~venta: el contrato de compra-venta del trabajo que producirían 30,000 individuos, de los cuales unos 600 eran de Manatí. y ciertamente eso mismo fue, un contrato muy especial: al liberto "se le impone el deber de trabajar 3 años contratado, no por eso se ciñe ese deber al precisp término de esos tres años con un solo contratante, ni se limita su voluntad en lo más mí-
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Dimo respecto al precio y condiciones de su trabajo. El liberto en esa parte debe equipararse al hombre libre; ha de contratarse, pero por el tiempo que le convenga y con los pactos lícitos que le plazcan. Otra cosa sería continuar en su estado de servidumbre hasta extinguir el plazo trienal del contrato". Por lo tanto al liberto se le reconoce el derecho a la rescisión en concurrencia con la voluntad del contratante; y por infracción de los términos esti· pulados, ambos estaban sujetos a una multa. Se insiste en que fue un contrato muy especial, por que no está clara, a pesar de todo, la capacidad contractual del liberto: 1) cómo se acordaría el salario y qué podía ocurrir si liberto y contratante no acordaban el jornal; 2) cómo el liberto podría ponerle precio a su trabajo cuando había sido toda su vida un esclavo; 3) cuáles criterios se usarían y diferencias salariales se establecerían para pagar los jornales, considerando que había libertos domésticos y de tala, especializados y comunes; 4) se hicieron los contratos con el libre conocimiento y consentimiento de los libertos cuando ninguno de ellos rubricó el documento, ni hicieron cruz u otra seña como era costumbre entre los individuos analfabetos libres, para indicar que el contrato era hecho por convenio mutuo? De los censos de esclavos del 1872 se desprende que el 2.5 % de lo!! esclavos de Manatí sabían leer y escribir, los restantes eran analfabetos absolutos. Sin embargo, no aparece un solo contrato signado. Por lo tanto, ¿qué tipo de garantía se le dio al liberto, si alguna, para que éste no estuviera sujeto a engaño o abuso durante la con· tratación? ¿Cómo el liberto, según el Reglamento, podía celebrar contratos individuales; hacer valer los artículos 9.°: garantía que el contrato se celebraría con el conocimiento y libre consentimiento del liberto; el 13: garantía de acuerdo mutuo en cuanto precio del trabajo, duración del contrato y horas de trae bajo; 14: garantía de derecho de rescisión; 27: garantía que el contrato se haría en presencia del liberto, y éste firmaría si supiese; cómo, se vuelve a preguntar, podía el liberto celebrar un contrato que para él era coercitivo -pero necesario en el tránsito de hombre esclavo a libre- cuando las condiciones mínimas operantes en el municipio actuaban en detrimento de los intereses del liberto? En abril de 1873, el Síndico Protector de Libertos de Manatí, Ricardo Martínez, y el Suplente, Pedro Arnais, habían sido propietarios de esclavos, y en aquel instante eran contratantes de libertos, ¿cómo podían actuar legítima e imparcialmente en defensa de los libertos, al ser representantes de una clase contratante y propietaria, pertenecientes al mismo grupo económico-socio-político que había usado la institución de la esclavitud en su beneficio y ahora usaba a los ex esclavos con el mismo fin? ¿Cómo
ser juez y parte en un mismo pleito sin ir en contra de aquel quien no tiene poder? Finalmente, ¿cómo hacer valer unas disposiciones legales -que no dicen mucho- y otras reglamentarias -que son ambivalentes por no decir contradictorias-, en un ámbito caldeado por los conflictos políticos de la década de 1870. En especifico, los del 1872 que, aparentemente, se manifestaron con más intensidad en la estrecha trabazón de intereses que se ventilaban en los pueblos de la Isla?
* * * A pesar de la comunicación enviada por el Alcal· de de Manatí. Don Bonocio Casellas -gran propietario y comerciante- en febrero de 1872, al Gobernador Colonial sobre que "no ha sido alterada la tranquilidad pública, observándose buena conducta por todos los extranjeros y gentes de color libres y esclavos residentes en la localidad", las cosas eran muy diferentes en su fondo. Los intentos en esta década de reformar la administración municipal y los procesos eleccionarios, como resultado de las pre· siones internas que se delineaban en el País en general, fueron en gran medida válvula de escape para el Pueblo. En marzo de 1872, un mes antes de las elecciones municipales, se notariaron en Manatí dos denuncias por parte de varios individuos votantes quienes alegadamente sufrieron persecución política a manos de Don Bonocio. Este pretendía, según la documentación. que aquéllos votaran por el Parti· do Conservador y recurrió al chantaje, coacción. amenazas, despidos, arrestos, etc., para lograr su objeto. Estas elecciones, llevadas a cabo bajo la administración colonial del Gobernador Gómez Pulido, fueron acertadamente llamadas, las "elecciones pulidas" de 1872. Y fueron tan "pulidas", que por el Distrito de Arecibo -del cual Manatí era partesalió electo José Ramón Fernández, Señor Marqués de la Esperanza: el más grande propietario de Manatí y uno de los más ricos de la Colonia. vocero de los conservadores, hombre de mil y un oficios e incondicional del régimen. Los que perdieron las elecciones "pulidas" de Manatí, fueron los pequeños y medianos propietarios de tierra, con dotaciones no mayores de diez esclavos, aproximadamente, algunos de ellos oficiales del Ayuntamiento, pero que no eran comerciantes, y la mayoría puertorriqueños. Contrasta con los victoriosos grandes propietarios de tierra, vinculados -directa o indirectamente- al gran comercio, con grandes dotaciones de esclavos, conservadores, la mayoría españoles, y en específico, catalanes. Aunque, es posible la existencia de excepciones a esta generalización. Sin embargo, como resultado de los altibajos de
la política española, el nuevo Gobernador Colonial . ' SlDlón de la Torre, convocó nuevamente a elecciones para agosto de 1872. Es muy importante, que en la inscripción de votantes que concurrieron a las urnas en la elección del Diputado a Cortes y compromisarios para Senadores, no se incluyeron los nombres de los conservadores, grandes propietarios y comerciantes del Pueblo. Pero se inscribieron y votaron, por otro lado, varios de aquellos que fueron intimidados o perseguidos por Don Bonoeio meses antes. Los conservadores, por su parte, se habían abstenido de concurrir a las elecciones, siguiendo las instrufciones del Marqués. De esta manera, Luis Padial Vizc~rrondo, fue electo Diputado por Arecibo, y Juan Ramón Ramos, Compromisario. Cada uno obtuvo 170 votos aproximadamente. Tres conservadores obtuvieron 1 voto cada uno: Angel Villamil, Antonio Simó y Bonocio Casellas. Los tres eran grandes propietarios y comerciantes. La gobernación de La Torre trajo, así mismo, un cambio que no fue del agrado de los conservadores: Don Bonocio fue separado de su cargo como Alcalde y entre octubre y noviembre de 1872, Juan Ramón Ramos lo sustituyó. Estos vaivenes políticos. enmarcados por las divisiones socio-económicas del momento, explican el intento de los conservadores. representados por dos ex miembros del municipio -Angel Villamil y Fe. liciano Parés- de anular las elecciones del Distrito de Arecibo por haber sido separado de su cargo el Alcalde y sustituido por otro. La protesta fue declarada improcedente. Pero es de singular inte¡:és que esta decisión está firmada por varios de los individuos que fueron perseguidos por Don Bonocio en las elecciones de abril del 1872. También explica los continuos intentos de los conservadores de retomar el poder en el municipio y las luchas socio-económicas que se generaban en el Pueblo. En abril de 1873, nuevamente Feliciano Parés y Angel Villamil elevaron una protesta al Gobernador Colonial Primo de Rivera, como "vecinos propietarios y comerciantes" del Municipio. Acusaron al Alcalde Don Juan Ramón de atentar contra "los vecinos honrados de este Pueblo". Alegaron que el Alcalde. endeudado con un comerciante yal éste reclamarle la satisfacción de la deuda. aquél lo arrestó y lo envió a la cárcel de Arecibo. y encima le clausuró el negocio de abastos de carne. Una acción semejante había seguido contra el comerciante expendedor del pan. Es al final de la querella. que se descubre el conflicto económico-polftico señala10 '1 que permeó la forzada marcha del Pueblo: "Sena interminable. Excelentísimo Señor. si fuéramos a relatar todos los atropellos que este Alcalde comete contra los vecinos más respetables... nos concretaremos a manifestar, que basta 55
para caer en desgracia de este Señor vestir el honroso uniforme de los Voluntarios que como una institución de orden se opone a los fines que se proponen los enemigos de España, y como todos -1os vecinos honrados y propietarios de esta jurisdicción pertenecen en gran parte a este Cuero po, no es de extrañar todas estas multas, prisiones y vejaciones que comete con el fin sin duda de exasperarlos y provocar un conflicto... Por todo lo expuesto se convencerá Vuestra Excelencia que el Señor' Ramos no es el llamado a desempeñar el destino de Alcalde porque sobre ser tan injusto, es en extremo orgulloso, es además como hombre particular lo que se llama un taur y un em· broyón de mala ley, cargado de deudas... "
Baldomero Santana, Gerbasio Medina, Bonocio Casellas, Antonio Simó, etc., contrataban sus antiguos esclavos. Entre todos ellos alquilaron los servicios de aproximadamente 400 libertos: 2/3 partes de la población total ex esclava del Pueblo. Los restantes fueron contratados por los pequeños y medianos propietarios y por toda una gama de propietarios menores dueños de una asombrosa multiplicidad de pequeños predios de tierra. Pero que no eran miembros de la casta dominante ni del grupo comercial del Pueblo.' Sin embargo, eran piezas integradas a un sistema de vida colectivo, complejo y sofisticado; que pretendía ser dinámico pero el lastre de la vida agraria de los hacendados y los comerciantes lo ha· cía cerrado y de castas. Tan necesaria su presencia en aquella realidad como la que los que llevaban el ..Don", donde los unos no podían ser sin los otros. Peones, torres, caballos, álfiles y reyes de un maravilloso mundo mágico de cosas pequeñas... pero en terrible conflicto interno, agravado por las contra·
No es accidental, por lo tanto, que en la misma fecha que se registró la protesta, 10 de abril de 1873, los grandes propietarios de Manati estaban suscribiendo los contratos de sus libertos. Es el preciso momento en que Lorenzo Cayol, Bonocio Lienza, An· tonio Fernández Vanga, el Marqués, Salvador Calaf, l 01\ rltATlI DI<. J.. illEm:O.... / ~:II
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Un contrato "
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de liberto
dicciones de clase que se empezaban a manifestar -sin lugar a dudas- en la década del 1870. En 29 de abril de 1873, el Alcalde Don Juan Ramón, escribió al Gobernador Colonial Primo de Rivera pidiéndole instrucciones, porque al reunir "los principales propietarios" en la Alcaldía para celebrar los contratos y a pesar de las "mejores disposiciones" de algunos de los hacendados, el representante del poderoso Señor Marqués .. manifestó de una manera rotunda que no celebraba contrato al· guno con la esclavitud ni permitiría la extracción de ella de la hacienda". Esta actitud "no pudo me· nos que destruir los buenos deseos de algunos de los allí reunidos". El Gobernador contestó que se procediese a la contratación como estaba dispuesto. Ahora bien, cómo se puede entender la actitud del Marqués y el respaldo que le dieron los propie· tarios. Ante todo, hay que enmarcarla dentro de la cuestión del mercado de la mano de obra disponible en el momento. Recuérdese que la Ley de 1873, no aclaró el status del liberto en términos de la producción social. Los conservadores en el 1871, al constituirse como Pcu:tido Liberal Conservador, a la cabeza del cual se encontraba el Señor Marqués se· guido por Bartolomé Borrás, Pablo Ubarri, Fernández Capetillo, Chavarrí, Arzuaga lzaguirre, Eduardo Palau, Gerardo Soler, Caracena, Larroca Pascual -estrechamente vinculados al comercio en gran escala, a la administración colonial además de ser grandes propietarios de tierra- propusieron entre otras cosas, "la descentralización municipal para que no haya dilatados trámites que entorpezcan o maten la iniciativa local de los Ayuntamientos". Es, por otro lado, el Municipio el fuerte de los grupos propietarios-comercial que dependían, directa o indirectamente, de los mismos grupos matrices radicados en San Juan o Arecibo. Esta situación fue dramática con la administración del Gobernador Colonial Sanz en el 1874. El decretó la disolución de la Diputación Provincial y a la vez creó la suya. Entre los nuevos miembros se encontraban los gran· des propietarios-comerciantes del País acaudillados por el Señor 'Marqués -como Vicepresidente de la misma- y los mismos individuos que organizaron el Partido Conservador: importante conjunción de intereses de clase que permite la representación de Bonocio Lienza por Manatí. ¿Cómo, entonces, podían aceptar prima facie, la contratación en el 1873 sin tener ellos un lugar preferencial en aquella administración municipal? Se entiende que el Reglamento de 1873 trató de articular un mercado "libre-coercitivo" de mano de obra ya regilnentada, y por lo tanto, altamente cotizado, ravorable a los pequeños y grandes propietarios del municipio, pero este proceso encerrado dentro de una premeditada centralización administrativa. Por esto, el Reglamento de Recontratación del 1874, igualmente decretado por Sanz y que se analiza más
adelante, trató de establecer, o mejor dicho, de mantener, un mercado de trabajo semi·servil favorable a los grandes propietarios, pero a través de la descentralización administrativa. Ambas medidas tuvieron fuertes matices de división -y también de conflicto- social. La primera amplió el marco de acción económica -o por lo menos lo intentó- de los sectores pequeños productivos y así abrírseles el camino a la participación política. La segunda restringió la acción a los grandes propietarios y comerciantes incondicionales del régimen, desplazando así a los primeros. Mas ambas medidas, al ser una gran parte impuestas desde la Capital, mantuvieron la "maligna" ingerencia del Estado en la organización económica. La reglamentación del 1873 y 1874 inhibió el libre cambio entre capital '.1 trabajo con el agravante de la ausencia de un capital barato y abundante en Puerto Rico, la crisis nacional e internacional de los precios, en es· peciallos del azúcar, las cuestiones tarifarías, etc. Esta crisis se manifestó en el Pueblo con mayor o menor intensidad. De ahí, que los contratantes se enfrentaron a la necesidad de garantizarse unos medios mínimos de subsistencia -en cuanto a la mano de obra se refiere- y no se detuvieron en interpretar la Ley y el Reglamento en base a aquellas necesidades básicas. Con el visto bueno de algunos nficiales concejiles se hicieron contratos fraudulentos e ilegales. El mismo Gobernador Colonial acusó al Alcalde de "interpretar la Ley caprichosamente" y haber "falseado completamente el espíritu de la Ley". De todas formas, así se hicieron los contratos. ¿Existió libertad de contratación? Se tiene evidencia, tomada de los archivos del correo de Manatí, del período comprendido entre el 30 de abril de 1873 y el 18 de enero de 1874, que alrededor de 55 libertos se contrataron pOI: un tiempo -cuya duración se desconoce- con personas fuera de la jurisdicción del Pueblo. De las cartas y los borradores de correspondencia se desprende que, por voluntad propia, se contrataron con propietarios en lugares tan distantes como Mayagüez, Cayey, Gurabo y Carolina. Algunos de los permisos de tránsito indican que fueron a reunirse con algún miembro familiar o amigo personal; aunque es posible que también fue· ra una forma de sacudirse la contratación forzosa. Es significativo que para noviembre de 1873, ochocientos dieciocho libertos de todo el País no se habían contratado, porque se "desconoce su paradero". Hasta qué punto la "libertad de Contratación" -fuera de la jurisdicción de la residencia habitual- fue usada como medio de fuga es una cuestión que queda por resolverse. Pa1Jl este mismo período se hicieron unos 671 contratos y 116 rescisiones. pero, no constan las bases para la disolución de los convenios. Es posible que fueran resultado de insatisfacción o discordia entre los pactantes.
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Los contratos en sí, reflejan un patrón un tanto donde el jornal, que podía oscilar entre nada o especie -generalmente encontrado entre los medianeros- a 10 pesos mensuales, respondía a sexo, edad, oficio, destreza y volumen de beneficios marginales -ropa, albergue, medicinas, alimentos o educación-o Hasta ahora no ha sido posible desentrañar -a pesar que a simple vista se podría señalar que se perciben unas relaciones relativamente proporcionales entre los términos y condiciones de los contratos y los salarios- si se usó alguna fórmula o modelo como medida de pago y si realmente se pagaron los salarios. En otras palabras, se cuestiona la implementación de los contratos en términos de la función redentora que se les asignó. Si las últimas consecuencias eran hacer al negro esclavo negro libre, jurídicamente se logró. Realmente, no llegó a materia· lizarse. Existe evidencia demográfica -que necesita mayor estudio- claramente demostrativa de un he· cho: para la década del 1880 muchos libertos de Manatí vivían en las áreas donde habían sido esclavos como resultado de una deliberada política colonial. De nuevo, los vaivenes políticos trastocaron el orden de cosas, y en el 1874 llegó a Puerto Rico el General Laureano Sanz como nuevo Gobernador Colonial. De todos es conocida su segunda administración: del decreto disolutorio al más arcaico conservadurismo colonial. El portavoz de los Conservadores, el Señor Marqués -Vicepresidente de la Diputación, por decreto- atacó la administración de Primo de Rivera en lo concerniente a la contratación, al decir que "La abolición de la esclavitud es otro· de los escándalos más remarcables..., jamás se han cuidado de que se conserven los contratos que por tres años debían cumplir amos y libertos; antes al contrario, autorizaban al liberto para cambiar de amo cuantas veces quisiera, eludiendo la Ley en tales términos que todos los propietarios nos hemos visto obligados a abandonar los contratos por ilusos". Partiendo que Primo de Rivera había sido demasiado generoso en la libertad de contratación; de suerte que "no se pusiese cortapisa alguna a la con· tratación; el que desde el primer momento fueran considerados los libertos con los mismos derechos y obligaciones que los nacidos libres en lo relativo al trabajo" y la ausencia de medidas suficientemente coercitivas; redundando todo en la desorganización del trabajo y daño a la agricultura: Sanz decretó un nuevo Reglamento de Contratación el 11 de abril de 1874. Sanz eliminó la cláusula que capacitaba al libero to y contratante para rescindir los contratos por acuerdo mutuo. Ordenó que los libertos no podrían demandar más salario ..que el que en épocas norma· les sea común en cada localidad, descontándose de su importe el de la manutención y vestidos si los ra~ional
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propietarios se comprometen a mantenedos y vestirlos". Finalmente, Sanz, ordenó la nulidad de todo contrato cuyo contratante no reuniese "las circunstancias de ser propietario, comerciante o industrial, con posición desahogada para el exacto cumplimiento de los contratos que celebre". Además, ató al liberto a la tierra con una cédula que no era útil para el libre tránsito, del liberto fuera de la hacienda y le obligaba a residir y pernoctar en la casa o finca del contratante. Sanz, reorganizó, por decreto, la gobernación municipal. Y así colocó en el poder en el Pueblo a la clase propietaria-comercial. Fue esta misma clase propietaria-comercial la qúe llevó a efecto la recontratación del Gobernador Colonial en abril del año 1874. Se inició la rescisión de los contratos tal como había sido decretado. Los resultados fueron prede. cibles: 144 rescisiones y 457 nuevos contratos. Las rescisiones respo~dieron al decreto de 'Sanz: si los contratantes no eran propietarios, comerciantes o inrdustriales ricos no podían contratar. Por lo tanto, los de los pequeños y medianos propietarios se anularon. Pero si estos quedaron al desnudo o, por lo menos, en una posición económica débil, los libertos llevaron la peor parte. Los nuevos contratos hundieron al liberto en una servidumbre que de no existir la Ley,de 1873, podría confundirse con una esclavitud benigna, si el vocablo permite la acepción, porque, hasta esa benignidad se podría cuestionar. En primer lugar, se rebajaron los jornales; seguidamente se ordenó, que el cuidado de los, libertos enfermos no correría por cuenta del contratante ni del Municipio, a no ser que hubiera un acuerdo explícito entre contratante y liberto; y finalmente, la manutención y vestido serían descon· tados de los jornales del liberto. Es decir, los salarios sufrieron una estrepitosa caída. Que fue más gravosa si se considera la posible alza de precios de la época a consecuencia de las crisis en precios, tao rifas y producción azucarera. Los nuevos contratos distaron mucho de inten· tar tan siquiera el inicio decidido en la transición del liberto a hombre libre. Dado que su solvencia económica quedó a merced del gran propietario re· crudeciendo la dependencia de aquél en su contratante. Los contratos del 1874 dejaron sin vigencia los vagos principios de libertad de la Ley de 1873. Y si Primo de Rivera fue demasiado generoso durante la primera contratación, Sanz fue un empedernido esclavista con la suya. Esta política anticipó lo que le sucedería a los libertos en el 1876. El Gobernador Colonial Segundo de la Portilla, en abril del 1876 anunció a todo 10 largo y ancho del País en La Gaceta que los libertos entrarían a gozar
de sus derechos civiles al momento de concluir la contratación... de acuerdo a la Ley de 1873. De la Portilla determinó que los libertos entra· rían a formar parte de la clase jornalera. Y sin mayor protocolo añadió:
"El liberto, por razones que no son del caso exponer en estos instantes, entrará dentro de dos días a formar parte de una sociedad que no conoce; que ignora sus tendencias, costumbres y leyes porque se rige; que no tien~ ·Ia noción de los deberes que aquella encierra; en una palabra, que no comprende hasta lo más esencial qué sirve de norma para fijar la progresiva y bien entendida marcha moral y material que, para sus más fecundos y naturales fines, tiene trazado el mundo civilizado... Teniendo presente que muchos de los libertos carecen de familia, de techo en que robijarse y aun de relaciones casi precisas para sus inmediatas contrataciones; y recordando también, por otra parte, la abnegación y nobles propósitos de los hacendados, se acude a mediación de éstos para que sigan proporcionando trabajo en sus fin· cas a todos aquellos que actualmente se encuentra en ellas, permitiéndoles que continúen ocupando las casas en que habitaban, mientras el tiempo
vaya sucesivamente remediando ese modo especial de ser de los libertos."
y como medida reguladora para garantizar el orden de trabajo ordenó la aplicación del Bando de Vagos de Sanz de abril de 1874. Según este Reglamento, el vago sería todo aquel .. que no tenga rentas, profesión, empleo, oficio u ocupación lícitamente lucrativa y conocida" y "los que, teniendo oficio u ocupación lícita no se dediquen habitualmente al trabajo", También consideró todo individuo que ganando un jornal y en horas de trae bajo "concurra con frecuencia... , a cafés, tabernas, pulperías y sitios de recreo y solaz".
* * * Se dijo al principio, que triste era la situación del liberto que para ser libre, tenía que ser murciélago, De haber sido así, el liberto, como pájaro-mamifero de la noche y por su propia voluntad, inició la marcha hacia la liberación de su clase.
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en la discusión del problema de la esclavitud y mucho menos de su abolición. Las Antillas estaban representadas .por 19 comisionados; España tenía 20 representantes, lo que decidirla a favor del Gobierno cualquier votación de interés para los reformistas. Los trabajos se celebrarían en un saión del Ministerio de Ultramar a puertas cerradas, sin secretarios que tomaran actas, con ausencia de la prensa y con la prohibición expresa de entrar en asuntos relacionados con la unidad nacional o sobre cuestiones religiosas y políticas. Los Comisionados puertorriqueños fueron citados para el 4 de noviem· bre de 1866. Como en el Interrogatorio que les fue enviado nada se mencionaba sobre la esclavitud, los tres representantes reformistas -Acosta, Ruiz Bel· vis y Quiñones- se adelantaron para afirmar que "la tendencia a conservar la esclavitud... es... con· traria a la felicidad de Puerto Rico y al buen nombre de la nación española". De ese momento en adelante, se abstendrían de toda participación en discusiones que no tuviesen relación directa con la esclavitud; pero hicieron saber a los miembros de la Junta Informativa que anunciarían su plan defi· nitivo de abolición antes de terminar los trabajos de la Junta. Aquellas declaraciones alarmaron a los españoles, que consideraban aquellas ideas muy ra· dicales, atentatorias a la paz ultramarina. Don José JOOán Acosta explicó que ellos preferían una indernr nización para los amos al decJararse emancipados los esclavos; pero si aquella no era posible, habia que decretar la abolición como cuestión de justicia. Una vigorosa campaña esclavista, respaldada por el Gobierno, trataba de ahogar la voz de los tres comisionados. La Junta de Información declaró abolida la trata africana. Días antes de clausurar sus trabajos presentaron Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones el Informe sobre la Abolición Inmediata de la E$clavitud en la Isla de Puerto Rico. Este trabajo es posiblemente el documento más importante y mejor elaborado, escrito por puertorriqueños en el siglo 19. "No hay ni puede haber estado intermedio entre la esclavitud y la libertad", rezaba el Informe; aunque se esperaban algunos inconvenientes con la abolición, éstos serian pequeños y pasajeros. Plan· teada la cuestión en términos tan precisos, no quedaba al Gobierno otra alternativa que la de asumir la responsabilidad de la emancipación. El 27 de abril de 1867, concluyeron los trabajos de la Junta Informativa.
Destierros Cuando los Comisionados puertorriqueños se disponían a regresar a su partia, el Gobernador José Maria Marchessi decretó destierros para Pe· dro G. Goyco, Ramón Emeterio Betances, Vicente Mana Quiñones, Carlos Elio Lacroix, Julián Blanco,
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Segundo Ruiz Belvis y otros reformistas, acusados todos de separatistas. Desde Saint Thomas, Betan· ces envió a Puerto Rico sus Diez Mandamientos de los Hombres Libres, encabezados por la abolición de la esclavitud. Ruiz Belvis se fugó al conocer las intenciones del Gobernador Marchessi; su peregri· nación lo llevó a Chile, donde murió trágicamente a la temprana edad de 37 años. Acosta quedó en Madrid, esperando un salvoconducto que le garantizaba el regreso a su tierra.
Revolución de 1868 Cuando la acción gubernamental parecía detener la corriente abolicionista, estalló en España la revolución del 17 de septiembre de 1868, que coincidió con la Revolución de Lares en Puerto Rico y con el Grito de Yara, que comenzó la Guerra de los Diez Años en Cuba. El movimiento revolucionario español acaudillado por Don Juan Prim estaba comprometido a hacer reformas en las Antillas. La Junta Revolucionaria de España declaró libres a todos los hijós que nacieran de mujer esclava a partir del 17 de septiembre de 1868. El Gobierno llamó a las Cortes a los diputados de ultramar que fueron debidamente electos. Puerto Rico tendría derecho a enviar 11 diputados y Cuba ll!. La Sociedad Aboli· cionista reanudó sus campañas y surgió vigorosa en Puerto Rico la figura de Don Román Baldorioty de Castro, que junto a Luis Ricardo'Padial y José Pascasio Escoriaza, constituían el triunvirato más temido por los esclavistas. ·En Puerto Rico, Acosta fundó en 1870 El Progreso, que sería el órgano abolicionista donde habrían de colaborar los más destacados reformistas del pak En el seno del Congreso español, Baldorioty declaró en 1870 que su . objetivo era traer a la cámara de Diputados "un lamento justo de la Isla de Puerto Rico; lo ha con· seguido, y espero.... del criterio y previsión del Gobierno... justicia para'mi país, justicia; y justicia a pesar de los que no la quieran... ., La prensa españo. la 10 acusó de separatista y se vio acosado por los esclavistas.
Partido Liberal Reformista, Las Cortes de 1870 aprobaron la Ley Preparatoria o Ley Moret para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, un paliativo que estaba lejos de satisfacer las aspiraciones de los abolicionistas. P/,ro dicha legislación constituyó una etapa importan· te- en el camino hacia la abolición definitiva; contribuyó a aplacar los ánimos en Puerto Rico y daba nUevas esperanzas a los abolicionistas. A fines de 1870, quedó organizada la primera agrupación polí. tica del país -el Partido Liberal-Reformista- com-
prometido a conseguir fa abolición de la esclavitud. En las elecciones de ese año triunfó dicho partido sobre el también recién creado Partido Conservador. La causa abolicionista se veía favorecida por la presión diplomática ejercida por los Estados Unidos sobre España y por la actitud franco-británica favorable a la emancipación. Un buen sector de la prensa española favorecfa la idea abolicionista combatiendo las ideas contrarias sostenidas por otro sector periodístico.
La República - 1873 Finalizando las Cortes de 1872, el Gobierno se comprometió a realizar la abolición y el Ministro de Estado, Cristino Martos, presentó antes del re· ceso navideño un proyecto de abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Reanudadas las sesiones de las Cortes se obligó al Monarca Amadeo de Saboya a abdicar el 11 de febrero de 1873 y se proclamó la República. El nuevo gobierno venía comprometido a efectuar la abolición en Puerto Rico. En efecto, el decreto de convocatoria a nuevas Cortes decía en su apartado 4.° que "las actuales Cortes seguirían deliberando hasta que quede votado definiti· vamente el proyecto de abolición de la esclavitud
en Puerto Rico". Temeroso de que finalizaran las sesiones congresionales sin haberse cumplido aqueo lla promesa, el diputado J oaquío María Sonromá, respaldado por las firmas de todos sus compañeros puertorriqueños, propuso que si por ausencia de los diputados no se podía aprobar la ley de aboli· ción, se debería considerar promulgada a base de los dictámenes de las .comisiones respectivas. La extraña propuesta causó el consabido revuelo entre los conservadores, pero surtió el efecto deseado. El 22 de marzo de 1873, el día en que finalizaban los trabajos de las Cortes, quedó aprobada por unanimidad la Ley de Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico. La noticia fue transmitida rápida. mente a la Isla. El Progreso editorializó el acontecimiento, asegurando que aquella fecha "la recor· darán nuestros hijos como el instante solemne en que Puerto Rico ha entrado definitivamente dentro de la civilización cristiana que hace iguales a todos los hombres y hombres a todos los españoles... podemos levantar nuestra frente con orgullo, que ya no la enrojece la vergÜenza de una institución maldecida de Dios y condenada por el mundo civi· lizado. Jamás en nuestras vidas hemos cogido la pluma con tanto placer como en este momento en que se realiza la aspiración constante de nuestra vida".
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