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del INSTITUTO de CULTURA PlJER'FORR.IQU:EÑA .¡
ANTROPOLOGIA HISTORIA LlTBlUf. TU1U
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JULIO-SETIEMBRE. 1974
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Presidente Carlos Conde Samuel R. Quiñones Jesús María Sanromá Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegría Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO Enrique Laguerre. Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
1974
AÑO XVII
Núm. 64
JULIO-SEPTIEMBRE
SUMARIO
José I. de Diego Padró
1
José I. de Diego Padró. novelista por Francisco Matos Paoli . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
2
José I. de Diego Padró porJosefina Rivera de Alvarez
3
Las "Epístolas Mostrencas" de De Diego Padró por Enn'que Laguerre
6
EnBabia porJosé de Diego Padr6
10
Epístola admonitoria al poeta Calandrino porJosé de Diego Padr6
15
La obra "Descubrimiento. conquista y colonización de Puerto Rico" por Ricardo E. Alegría por Alberto Cibés Viadé
17
VI Exposición Anual de los alumnos de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña
23
El Código Negro francés para las Antillas porA[anuelCárdenas
>
26
•••••
La primera exposición de piezas arqueológicas y el establecimiento del primer museo en Puerto Rico . por RicardoE. Alegria
37
Otoquí por Walter A[urray Chiesa Oleos y acrílicos de Rafael M. de Soto
47
La Relación del Socorro de Puerto Rico en 1599 por el jerónimo fray Diego de Ocaña por Arturo V. Dávila . . . . . . . . . . 49
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar ..
$2.5( SO.7!
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DEPÓSITO LEGAL: B.
3343 - 1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA· PRINTED iN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
Francisco Matos Paoli naci6 en Lares en 1915. Estudi6 en la Universidad de Puerto Rico, y durante algunos años fue en ella profesor de Humanidades y de literatura puertorriqueña. Posteriormente realiz6 estudios avanzados en la Sorbona de Parfs. Entre sus obras poéticas figuran Signario de lágrimas (1931), Cardo labriego (1937), Habitante de eco (1941), Teorla del olvido (1944), Canto a Puerto Rico, Luz de los héroes, Criatura del roda, Canto de la locura, El viento y la paloma'(1969), Cancionero (1970), La cemilla encendida (1971), La marea sube (1971), Cancionero II (1972), Rostro en la estela (1973), Variaciones del mar (1973), La orilla sitiada (1974), Testigo de la esperanza (1974), Antología Poética (1972), y Dian'o de un poeta, (prosa).
Josefina Rivera de Alvarn naci6 en Mayagüez y curs6 estudios en la Universidad de Puerto Rico. En 1947 obtuvo el grado de maestra en artes de la Universidad de Columbia yen 1954 se recibi6 de doctora en Filosofia y Letras de la Universidad Central de Madrid. Desde 1947 está adscrita a la Facultad de la Universidad de Puerto Rico. en cuyo Recinto de Mayagüez desempeña una cátedra de español. Es miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia. En 1955 public6 el Diccionan'o de la Literatura Puertorn'queña, obra laureada con un primer premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña y con el premio "Club avico de Damas" del mismo año; Historia de la Literatura Puertorn'queña (1969); Diccionario de la Literatura Puertorriqueña, Tomo J (1970); Diccionan'o de la Literatura Puertorn'queña, Tomo JI (1974).
Enrique Laguerre, novelista, ensayista, crítico y autor puertorriqueño. Desde 1941 es profesor de lengua española y literatura puertorriqueña en la Universidad de Puerto Rico. Ha desempeñado labores de difusión educativa y cultural para la UNESCO en México y en 1955 fue designado miembro de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña la que preside actualmente. Es autor del drama La Resentida, estrenado en 1944, y de las novelas La Llamarada (1935), Solar Montoya (1941), El30 defebrero (1943), La Resaca (1949), Los dedos de la mano (1951) y La Ceiba en su tiesto (1956). Del mismo año es su libro Pulso de Puerto Rico, colección de comentarios sobre temas de actualidad puertorriqueña.
Alberto Cibés Viadé nació en Mayagüez. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo los títulos de bachiller en Artes (1939) y Educación (1941), y cuatro años más tarde, en la Universidad de Fordham, Nueva York, el grado de Maestro en Artes. Doctor en filosofía y letras de la Universidad de Madrid (1958), ha colaborado en la prensa del país con artículos sobre temas filosóficos e históricos. Es miembro del claustro de la Universidad de Puerto Rico, y actualmente dirige la Oficina de Información de este centro docente. .
Manuel Cárdenas Rui% es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Femández Méndez ha publicado diversos artículos de crítica de arte en revistas y periódicos del país.
Ricardo E. Alegría. Nace en San Juan. Estudió antropología en las universidades de Chicago y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología y folklore en revistas del país y del extranjero. Desde hace varios años es profesor de prehistoria en la Universidad de Puerto Rico y dirige, desde su fundación en 1955, el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Ha publicado los siguientes libros: Historia de nuestros indios - Versión elemental (l952 y 1969), La fiesta de Santiago Apóstol en Loú:a Aldea (1955), Los renegados (1962), El Instituto de Cultura Puertorn·queña. Los primeros cinco años (l960), El tema del café en ÚL literatura puertorriqueña (1965), Cuentosfolklón:cos de Puerto Rico (1967), The Three Wishes. A Collection of Puerto Rican Folktales (1969), Descubrimiento, conquista y colonización de Puerto Rico. 1453-1599 (1969) Y Elfuerte de San Jerónimo del Boquerón (l969).
Arturo V. Dávila nació en San Juan. Hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad de Madrid, donde se especializó en historia. Obtuvo en 1960 el grado de doctor en filosofía y letras. Es autor de la obra La IsÚL de Vieques en ÚL historia, y de otros trabajos de investigación sobre la historia religiosa y el arte en Puerto Rico, algunos de ellos publicados en números anteriores de esta revista. La editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña le ha publicado las siguientes obras: Las enciclicas sobre ÚL revolución hispanoamericana y su divulgaa:ón en Puerto Rico (1965) y José Campeche (l751-1809), contiene una biografía y un catálogo de las obras del notable pintor puertorriqueño. Actualmente ocupa una cátedra de arte en la Universidad de Puerto Rico.
Walter MurrtJ)' Chiesa nació y vive en Bayamón, Puerto Rico. Graduado de la UIÚversidad de Puerto Rico ha tomado varios cursos postgraduados de arqueologia, historia y folklore. Fue director del Programa de Fomento de las ArtesaIÚas del Instituto de Cultura Puertorriqueña y colaboró por varios años en los trabajos de restauración del Centro CeremoIÚal de los Indios del Barrio Caguana, de Utuado. Se ha destacado en la promoción de las artesaIÚas, del folklore y del tema indigena puertorriqueño, dictando numerosas conferencias sobre estos temas en las escuelas de la Isla y del exterior. Tal vez ha sido el primer conferenciante itinerante del tema de los indios en las éscuelas de Puerto Rico. En el año 1968 el Gobierno de Puerto Rico le otorgó el premio Manuel A. Pérez. También ha ganado premios en concursos literarios por sus cuentos indígenas. Tiene varias obras en preparación entre las cuales figuran las siguientes: Turey - Cuentos de un Mundo Pérdida; La Cueva de los Cupeyes - (novela); Colisibf - Cuentas del Collar Indígena (estampas poéticas) y una colección de adivinanzas y cuentos sobre los pájaros de Puerto Rico. Especial del doctor Ricardo E. Alegria, Director de la Oficina de Asuntos Culturales del Gobierno de Puerto Rico.
In Memoriam
José I. de Diego Padró
El 16 de agosto de 1974 falleció en San Juan el poeta, novelista y periodista José 1. de Diego Padró. Su muerte produce un gran vacío en la literatura puertorriqueña, a la que contribuyó, durante cerca de medio siglo, con valiosas aportaciones. En la obra de De Diego Padró se revela un proceso de maduración intelectual que abarca tanto el contenido como la forma de su producción en verso y en prosa. A la época de su juventud corresponden el poemario La última lámpara de los dioses (1921), de inspiración modernista, y su participación en el fugaz movimiento diepalista (1922-1923), que fundó junto con el poeta Luis Palés Matos, y que fue el primer movimiento de poesía de vanguardia originado en Puerto Rico. En 1924 publica la novela Sebasl iál1 Guenard, que experimentará posteriores ampliaciones y refundiciones. El período 1929-1932 le ve activo en el periodismo, primero en la ciudad de Nueva York y luego en San Juan. En éste último
año entra a formar parte del cuerpo de investigadores del Indice Histórico de Puerto Rico. De su época de madurez procede la nueva presentación de la novela antes mencionada, y que, publicada en 1940 bajo el título de En Babia, obtiene premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; el poemario Ocho epístolas mostrenéas (1952) también laureado por el Instituto; Escaparate iluminado (1959), selección de su obra poética, y las novelas El tiempo jugó conmigo (1960) y El Minotauro se devora a sí mismo (1965). Las novelas de De Diego Padró son notables por la caracterización psicológica de sus personajes y por el sentido de frustración que las domina. Su última obra es amarga manifestación de pesimismo sobre el destino de la humanidad. La Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña se asocia al duelo del país en la muerte de tan ilustre cultor de 'las letras.
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José I. de Diego Padró, novelista Por FRANCISCO MATOS PAOLI
*
Obra tajante la que alzó tu mano en la farsa viril, demoledora. No eres el suspirillo de la aurora sino ef impacto contra ~l torpe in:sano. El sarcasmo vitriólico y mundano, la llama del ridículo, la flora de la apariencia, la tenaz deshora del deSiCor.ocimiento, el temple vano de humanidad asida al disparate, la falla que en el fatuo nos abate: toda apretado en prosa ya incisiva. Pero a veces la sátira violenta, cansada de insuflarse en la tormenta, se vuelve una ternura en carne viva.
* Del libro Cancionero III. San Juan de Puerto Rico, 1975.
2
José l. de Diego Padró Por JOSEFINA
NACIÓ
EN VEGA BAJA, EN 1899. CURSÓ ESTUDIOS en las escuelas de su pueblo natal y en el Colegio Moczó, de San Juan. Viajó de muy joven por Francia y España, viviendo durante algún tiempo en este último país. Pasó luego varios años en los Estados Unidos, y durante la primera guerra mundial prestó servicios en las fuerzas armadas de dicha nación. De regreso en la Isla para los años posteriores a aquel conflicto bélico, publica un primer libro de versos, La última lámpara de los dioseS! (1921), que recoge su producción de joven poeta seguidos de los modos del modernismo. Atento, sin embargo, a las innovaciones literarias de postguerra que se dejan sentir en Europa y en Hispanoamérica, cuatro meses después de salido el anterior poemario, en noviembre de 1921, iniciará juntamente con su amigo Luis Palés Matos el primer movimiento de poesía de vanguardia que surge en Puerto Rico, el diepalismo, cuya denominación deriva de los apellidos paternos de ambos poetas. Tenía raíces el mismo en una nueva concepción del verso que destacaba por sobre el sentido lógico de las palabras y de la frase el valor musical de éstas, apoyándose para ello principalmente en usos originales de la onomatopeya y el ritmo. En el diario capitalino El Imparcial dan a conocer los exponentes de esta escuela algunas composiciones, blancos de comentarios diversos a favor y en contra, entre ellas las tituladas "Orquestación diepálica", firmada por los dos, y "Fugas diepálicas", que suscribe solamente De Diego Padró. El diepalismo, sin embargo, no logrará sobrevivir más allá de los comienzos del año que siguió al de su nacimiento, no obstante la intención de sus creadores de impulsarlo con vigor en el ámbito literario insular. Después de esta aventura poética da a conocer De Diego Padró muy pocos poemas, dedicándose a tareas periodísticas y también al cultivo de la prosa noveladora. Publica así en 1924 la novela corta titulada Sebastián Gue-
RIVERA
DE ALvAREZ
nard,. refundida y ampliada más tarde bajo un .nueva título, En Babia (1930), el cual conservará al reeditarla, corregida y otra vez aumentada, en dos ocasiones posteriores, en 1940 (cuando merece un premio del Instituto de Litenltura Puertorriqueña) yen 1961. Para 1927, residente una vez más en Nueva York, dirige De Diego en aquella urbe el semanario en lengua hispana Bolívar. De vuelta en la I'sla, será redactor del periódico La Correspondencia de Puerto Rico (1929-1930) y después de El Imparcial (1932). Colabora a la par en diferentes órganos literarios y actúa de consejero de la revista La Rehabilitación (1933-1934). Ingresa luego en el cuerpo de investigadores del Indice Histórico de Puerto Rico. Posteriormente pasará a desempeñar, por varios años, hasta su jubilación del servicio público, el cargo de jefe de la oficina de publicidad del Departamento de Salud de Puerto Rico. Productos de sus labores literarias dmante las últimas décadas de su vida lo serán dos nuevos libros de versos -Ocho' epístolaS! mostrencas (1952), que resulta laureado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, y Escaparate iluminado (1959), que reúne poemas escogidos de toda su obra lírica hasta entonces-, cuatro novelas -El tiempo jugó conmigo (1960), El Minotauro se devora a sí mismo (1965), seleccionada en 1967 para competir en Caracas por el Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos", Un cencerro de dos badajos (1969) y El hombrecito que veía en grande (1973}- y un ensayo de apreciación crítica en torno de su amigo de juventud y compañero en la aventura vanguardista del diepalismo, Luis Palés Matos y su trasmundo poético (1973). Fallece este escritor en Hato Rey, en 1974. Se inicia José I. de Diego Padró en el cultivo de la poesía desde antes de 1915, como uno de los más jóvenes seguidores de las tendencias del modernismo, por entonces en pleno vigor en los me3
dios literarios puertorriqueños. Su obra de estos años y hasta 1920 quedará recogida en el libro La última lámpara de los dioses (1921), en el cual los temas mitológicos griegos, muy del dominio de este autor, le ofrecen abundantes apoyos para creaciones líricas de desnuda sensualidad y resonancias pictóricas de clásicos contornos. A las reminiscencias de Daría presentes en el citado libro se suman influjos que proceden del uruguayo Herrera Reissig, a quien admiró grandemente De Diego Padró, al igual que muchos otros de nuestros poetas del primer cuarto del siglo actual. La participación de este escritor en el fugaz movimiento de vanguardia que fue el diepalismo lo presenta ensayando nuevos recursos líricos que le permitirán orientarse en definitiva, más allá de las tendencias modernistas, por las rutas de la nueva estética. De interés en la trayectoria de su desarrollo poético resulta la composición que publica en 1921 en El Imparcial bajo el epígrafe de "Fugas diepálicas", en la cual se adelanta De Diego al cultivo del tema negroide que habría de consagrar posteriormente a Palés Matos, concibiendo un ambiente artístico fundamentado en el manejo de la onomatopeya y el ritmo. También se aborda en otra parte del mismo poema el tema del exotismo nórdico que igualmente sería propicio más adelante a Palés. La obra de madurez que dará al público tres décadas después, en el notable libro Ocho epístolas mostrencas (1952), nos deja ver claramente a un poeta desdeñoso del ornamento de la forma, punzado de auténtica angustia anímica, y que se proyecta intelectualmente, con ademán de interrogación, denso de ironía burlona y en apariencias pesimista, por vías de preocupaciones trascendentes: el tiempo, la libertad, la muerte, "yo y mis circunstancias", dentro de una expresión de sello novedoso. El libro posterior, Escaparate iluminado (1959), que subtitula este autor Autobiografía poética, es una selección antológica en la cual reúne los mejores versos de su producción toda. En su función de novelista habrá de desarrollar De Diego Padró sin prisa alguna, a lo largo de cinco decenios, una insistente obra que desembocará en varios densos volúmenes, de particular importancia en el proceso de nuestras letras modernas por la temprana posición de avanzada renovadora que presenta, tangente. en diversos respectos con las revolucionarias transformaciones que experimenta la gran narrativa hispanoamericana de hoy. Asimismo, los relatos de De Diego, alejados del acostumbrado marco temático y ambiental al modo de la novelística de la tierra, se adentrarán por la zona de la preocupación existencial por el ser, y como eco de la literatura europea de la segunda postguerra mundial ponen de relieve unos aconteceres vitales hincados en un mundo vacío, caótico y tedioso. Antes de mediar la década del veinte, se había iniciado
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este autor en las labores de la composición novelesca de sello realista-psicológico con su libro titulado Sebastián Guenard (1924), obra que ampliaría después progresivamente en las sucesivas refundiciones que da a conocer bajo el nuevo epígrafe de En Babia (1930, 1940, 1961). Se desenvuelve esta obra sobre el fondo de la ciudad de Nueva York, en torno a las experiencias y recuerdos de un estudiante de medicina, de carácter extravagante y sentido vital impregnado de frustración. Paralelamente al desarrollo de la trama, pero sin auténtica trabazón -respecto de ésta y de los personajes, incorpora el autor una serie de digresiones a través de las cuales se pronuncia sobre materias varias derivadas de sus lecturas: antropología, filosofía, el arte de la novela visto a través de Baraja, disquisiciones sobre la cordura y la locura, etc. A pesar de las caídas que representan tales adiciones para ,la más cumplida exposición noveladora, quedan en salvo en la citada obra la capacidad de este escritor para ahondar en la caracterización psicológica y los méritos de un manejo prosístico de expresión fluida y galas de ingenio. En su novela siguiente, El tiempo jugó conmigo (1961), también de interés psicológico, continúa De Diego el hilo de la trama de En Babia, pero con otros personajes, en el punto donde quedara al finalizar aquel relato, situando esta vez la acción sobre un ambiente puertorriqueño. En El Minotauro se devora a sí mismo (1965) expone el novelista, con actitud reflexiva frente al curso histórico que sigue modernamente la humanidad, su tesis de la "aniquilación del hombre por el hombre mismo": "la humanidad -declara el propio escritor- es hoy semejanza de un monstruo, de una hidra multicéfala y gigantesca que se destruye a sí misma; es como el Minotauro de la leyenda, que ya no se come a otros,... sino que, consciente o inconscientemente, se va devorando poco a poco a sí mismo, encarnizadamente, sistemáticamente, totalmente". Un cencerro de dds badajos (1969) plantea el caso del hombre que se debate entre la realidad material de una vida mediocre y la aspiración, no cumplida, de una vida de ensueño, en cuyo estado ideal el espíritu queda liberado de las ataduras convencionales de lo cotidiano. El hombrecito que veía en grande (1973), última de las novelas de Diego Padró, desenvuelve su acción, como en El señor presidente, de Miguel Angel Asturias, y en El laberinto, de Enrique A. Laguerre, en el ambiente de un país extranjero sometido a un régimen político de dictadura al estilo hispanoamericano. El novelista presenta en forma grotesca, tangente con lo esperpéntico, la figura del presidente dictador, aludido en el título de la obra "irrisorio tiranuelo", "la imagen misma de la irregularidad física y la distorsión mental: un individuo decididamente feo, medio contrahecho, enano,... todo cabeza y tórax (un Tersites, un Hop-Frog o un Picio), que se pasó
la vida deseando ser de otra manera, tratando en vano de ponerse de acuerdo con el mundo y buscando compensación en enfermizos anhelos y extravagancias"•
llegados. Escaparate iluminado de De Diego Padró", Alma Latina, San Juan, P. R,3 de octubre de 1959, págs. 4, 31. LABARTHE, PEDRO JUAN. Antologia de poetas contemporáneos de Puerto Rico. México, D. F., 1946, pág. 131. !.AGUERRE, ENRIQUE A. La poesia modernista en Puerto Rico. San Juan de P. R., 1969, págs. 7~71. "Resumen del movimiento intelectual puertorriqueño", La Torre, Río Piedras, P. R., 1953, 1, núm. 1, págs. 159·160. --o "Las Epfstolas mostrencas de De Diego Padró", Pulso de Puerto Rico. 1952-1954. San Juan de P. R, 1956, págs. 253-265. MARl1N:ez CAPÓ, JUAN. "La escena literaria. J. I. de Diego Padró, Un cencerro de dos badajos (Novela); San Juan, Ed. Juan Ponce de León. 1969... n, El Mundo (Puerto Rico Ilustrado), San Juan, P. R, 24 de octubre de 1971, pág. 16. MARl1NEZ pw, MANUBL. Epilogo a La última lámpara de los dioses. San Juan de P. R, 1950, págs. 235-239. MATOS PAOU, FRANCISCO. Prólogo a Un cencerro de dos badajos (Novela). San Juan, P. R, 1969, págs, XI-XVIII. ME~NDEZ, CONCHA. "La generación del treinta: cuento y novela", Literatura puertorriqueña. 21 conferencias. San Juan de P. R., 1960, págs. 363365. "La literatura de ficción en Puerto Rico (1955-1963)", Asomante, San Juan, P. R., 1964, XX, núm. 3, pág. 17. PADfN, JOS~. "En Babia, de J. 1. de Diego Padró. Carta... dirigida al autor", El Imparcial, San Juan, P. R., 17 de marzo de 1962, pág. 8-13. PIDmz LOSADA, JOs~. Prólogo a La última lámpara de los dioses. San Juan de P. R., 1950, págs. 7-11. RAMfREZ BRAU, ENRIQUE. "Escapa. rate iluminado. J' l. de Diego Padró publica libro poemas", El Mundo, San Juan, P. R., 8 de julio de 1959, pág. 7. ROORfCUIlZ TORRES, CARMELO. Estüo de "En Babia" [Monografía inédita de maestrfa]. Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, P. R, 1969. ROSA'NIEVES, CESWO. Aguinaldo lirico de la poesía puertorriqueña. n. Los modernistas... [San Juan], P. R., 1957, págs. 35~351; IIl. Postmoder· nistas y vanguardistas... [San Juan], P. R, 1957, págs. 15-16. ROSA'NIEVES, CES.(REO y ESTHER M. MELóN. Biografías puertorriqueñas: perfil histórico de un pueblo. Sharon, Conn., 1970, págs. 139-141. sÁlNz DE ROBLES, FEDERICO c. Ensayo de un Diccionario de la literatura. Il. Escritores españoles e hispanoamericanos. Madrid, 1953, pág. 310. SOTO RAMOS, JULIO. "Mis puntos de vista. El tiempo jugó conmigo", El Imparcial, San Juan, P. R., 12 de mayo de 1962, pág. 8-16. SIN AUTOR ESPECIFICADO. "Concurso venezolano. Jurado nacional escoge novela De Diego Padró", El Mundo, San Juan, P. R., 21 de febrero de 1967, pág. 2.
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BIBLIOGRAFIA (a) Del autor: La última ldmpara de los dioses. Poe-
sfas. Madrid, 1921; 2da. ed. [ampliada, con subtitulo Temas de belleza y voluptuosidadl. San Juan de P. R., 1950. Sebastidn Guenard. Novela corta. San Juan, P. R., 1924. En Babia (El manuscrito de un braquicéfalo). Novela. San Juan, P. R., 1930; nueva ed. corr., San Juan de P. R, 1940; 2da. ed. corr., México, D. F., 1961. Ocho epístolas mostrencas [Poesfas]. Madrid, 1952. Escaparate iluminado (Autobiografía poética). Bar· celona, 1959. El tiempo jugó conmigo (Novela). Barcelona, 1960. El Minotauro se devora a si mismo (Novela). San Juan, P. R., 1965. Un ceno cerro de dos badajos (Novela). San Juan, P. R, 1969. Luis Palés Matos y su trasmundo poético. Rfo Piedras, P. R., 1973. El hombrecito que vera en grande (Novela). San Juan, P. R., 1973. (b) Sobre el autor: CABRERA, F. MANRIQUE. "Notas sobre la novela puertorriqueña de los últimos 25 años", A.somante, San Juan. P. R., 1955, XI, núm. 1, págs. 29-30. CAMElO, RAFAEL W. Florecían los rosa· les (Semblanzas líricas). Caracas, Venezuela, 1952, págs. 115-122. DELGADO, EMIUO. "Semblanza de José l. de Diego Padró", El Imparcial (Revista Semanal), San Juan, P. R., 19 de marzo de 1966, págs. 14, 19. DIEZ DE ANDINO, JUAN. Desmenuzando hechos. Barcelona, 1957, págs. 92-94. GIRÓN DE SEGURA, SOCORRO. "De J. 1. de Diego Padró. El Minotauro se devora a sf mismo", El Mundo, San Juan, P. R, 2 de mayo de 1966, pág. 10. GóMEZ TEJERA, CARMEN. La novela en Púerto Rico. Apun· tes para su historia. San Juan, P. R., 1947, págs. 102, 104. HERN~NDEZ AOUINO, LUIS. "Revista de li· bros. La última ldmpara de los dioses...", El Mundo, San Juan, P. R.,10 de septiembre de 1950, pág. 16. --o Nuestra aventura literaria (Los ismos en la poesia puertorriqueña). 1913-1948. Santo Domingo, Rep. Dom., 1964, págs.37-47. H05-. TOS, ADOLFO oo. Tesauro de datos históricos. 1ndice compendioso de la literatura histórica de P. R.... San Juan, P. R., 1951, nI, pág. 58. mslls CASTRO, TOM.(S DE. Esbozos criticas. San Juan de P. R., 1945, págs. 88-89. "Libros recién
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Las "Epistolas Mostrencas" de De Diego Padró Por ENRIQUE LAGUERRB *
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L DE DIEGO PADRÓ DE LAS "EpíSTOLAS .MOS~RENCAS"
es uno de los poetas puertornquenos con menos parecido a otros poetas puertorriqueños y del exterior. Sus temas se habrán desarrollado en la literatura de todos los tiempos, desde los profetas ·bíblicos hasta Machado, y su humorismo tendrá a veces algún punto de contacto con el humorismo de otros poetas, pero es, fundamentalmente, De Diego quien pone a chapotear ideas en un charco de palabras densas. Se me figura que De Diego se ríe sombríamente c~ando oye el chapoteo; las ideas luchan por no ahogarse; finalmente, e] poeta se compadece de ellas y]es arroja agarres salvadores: interjecciones comunes, expresiones familiares, a veces tan fami.Ji~res que rozan la vulgaridad, y todo hecho c6n plena conciencia, porque e] estilo de estas epístolas mostrencas se coloca entre lo pesadamente cu]tista y 10 livianamente vulgar, y entre esos dos extremos la irónica, burlona, seria y angustiada personalidad del poeta, sobre todo, del hombre. Y es que ]a angustia por expresar 10 que siente es parte de la angustia vital de este poeta que no pocas veces acaba por reírse de si mismo, como hace en la Epístola al alcatraz del parque. Me parece que De Diego intenta lapidar a los mojigatos con guijas de hirie.~tes esdrújulos que ~aen de sus epístolas como lluvia de minúsculos aerolitos. La palabra mostrencas, desde el propio titulo del libro, es ya elocuente señal de la actitud del poeta. Nos quiere decir que "carecen de dueño conocido". La palabra puede también ser señal de la propia actitud del hombre que es De Diego Padró, en el fondo enemigo de ataduras: su angustia le viene, precisamente, de tenerlas muy a su pesar, porque se las ha impuesto la vida de todos los días, pero, * De Pulso de Puerto Rico. Biblioteca de Autores Puer· torriqueños. San Juan, 1954.
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¡cuán vivas expresiones de libertad hay en la Epístola de más alld del poniente! Por otro lado, no dudo que De Diego haya usado la palabra mostrenca, consciente o inconsciente· mente, con sentido irónico de "tardo de discurrir o aprender" y hasta con el sentido de lo "gordo y lo pesado", puesto que su intención es, a menudo, sangrigorda. Pero todo eso es parte de la intención personal del poeta, que da a las epístolas mostrencas sello de fuerte personalidad, personalidad que ha recogido experiencias bíblicas, judaicas, helénicas contemporáneas, y lucha por explicarse a sí mismo, sin querer creer que todo es puro deterioro, ya que su propia conciencia es conciencia de todo lo creado. Es significativo observar que el signo más pre· sente en estas epístolas de De Diego es el drculo, la órbita, en los conceptos de tiempo, mundo, espacio, lo inorgánico; en circulo vicioso, la propia vida, la muerte, "yo y mis circunstancias". La señal se repite en 10 minúsculo, el átomo, y hasta en los efectos, el vértigo. Di a entender que la angustia de De Diego consiste en desear la libertad cuando se halla sujeto a las ataduras, y que aun en su estilo peculiar hay consciente o inconsciente protesta contra todo y todos los que le tienen atado: contingencias. costumbres, circunstancias, los pequeños detalles que se repiten, las convenciones, la carne enconada. Ese lenguaje suyo, culto, tantas veces cientificista, pringado de sorpresivos vulgarismos, encaja bien en sus intenciones. Al llegar aquí no puedo resistir la tentación de enfrentarlo, aunque sea de paso, a otro poeta notable nuestro, Luis Palés Matos, pensando, sobre todo, en la época de Palés de antes de 1925, pero sin dejar de considerar al actual Palés. En su primera época, Palés se expresó con un lenguaje espeso, inusitadamente objetivo para las
expresiones poéticas; por ejemplo, "cielo de nafta y hulla", "hormigueos en el pecho", "estricto misticismo", "carne que se oxida de sueño", "nublado hulloso de sulfato de cobre", entre muchas otras expresiones describen, con presunto realismo, el romanticismo naturalista del poeta, que hace que en ocasiones la serpiente se muerda la cola. Ello es parte de la tradiciónherreriana. (Me refiero a la tradición poética de Herrera Reissig, poeta muy imitado en las postrimerías de nuestro modernismo. y pudiera señalar, también, la influencia de Lugones.) En los alejandrinos retorcidos de su poema Tic· tac -tema: la monotonía aldeana-, Palés nos da un buen ejemplo de ese romanticismo naturalista (o de naturalismo romántico, si ustedes quieren), con el uso de verbos adjetivos -sobre todo, adjetivos- y sustantivos que nos llevan a engaño en cuanto a la posición emocional del poeta. La esencia de ese decorativismo poético conduce luego a Palés hacia el negrismo. Léase con cuidado su admirable Pueblo negro, de 1925, transición de una manera a otra, antesala de su poesía Tun Tun de pasa y grifería, que en el fondo, por línea recta de lo exótico, o por puro contraste con el septentrionalismo de Jaimes Freyre, es sedimento de aquellos modos del postrer modernismo. Naturalmente, con ingredientes de diversas latitudes. Palés es más conocido por su negrismo poético. Sin embargo, su poesía con tema de aldea, de lluvia, de pozo, de vida rural, de monotonía, es, para mí, tan interesante como esta que tanto parece haber impresionado a cnticos como Margot Arce, Tomás Blanco, Ramón Lavandero, entre otros. Es más, pese a las reminiscencias del postrer modernismo que tiene aquella primera época de Palés, la prefiero -por sus temas y por la actitud personala esa segunda época de un negrismo ornamental, deshumanizado, lleno de prejuicios y de burlas y sátiras crueles. Además de que esta poesía negrista tiene un gran valor artístico en la forma -onomatopeyas, aliteraciones, anáforas-, están vacías de sentido humano. Y mientras más vado, bajo el cuero estirado, mejor debe sonar el bongó. El neo grismo ornamental es puro juego artístico -arte por el arte, a pesar del muy trabajado primitivismo exótico, a pesar de Ia evocación imaginada-, es culto de la forma. De Diego Padró, que es contemporáneo de Palés y que cultivó también el postrer modernismo, va por otro camino, en estas epístolas mostrencas. Su lenguaje, que es también, a veces, enojosamente espeso, no lo es en la manera de Palés, sino que adquiere visos cientificistas, con sabor irónicamente terminológico, aun para pintar situaciones triviales. Este no es el camino artístico de Palés. Palés lucha por crear formas ornamentales, es decir, le interesa más que el vaso tenga por asa la figura de un negro
encorvado, que la situación real de un ser vivo en· corvado. A De Diego le preocupa más el fondo. En resumen, mientras la poesía de Palés es alarde de estilización ornamental, la de De Diego insinúa dudas, interrogaciones; expone problemas. El lenguaje en De Diego es la circunstancia; en Palés es la esencia. Muchas personas esquivan una poesía como la De Diego porque no se da con facilidad o, a la pos· tre, porque no pertenece a la tradición poética corriente. Lo ornamental siempre llenó más los ojos o el oído. Dentro de la tradición poética, resulta casi inaceptable una poesía que, no conforme con los problemas que plantea, se vale de una lengua inusitadamente terminológica y llena de engorroso prosaísmo. Jorge Manrique, Unamuno y Machado plantean problemas en sus versos, sin usar una lengua que más bien parece propia de. textos normativos. Pero se olvida la intención de José I. de Diego Padró. . Confieso que empecé a leer las Epístolas mostrencas con no disimulada displicencia. Todavía suenan en mis oídos algunos juicios volanderos que he oído, alguna vez, sobre De Diego; "es un pedante", "tiene una indigestión de ideas", "es lector aro bitrario", "hay un muestrario de lecturas en su obra". Se es injusto, básicamente, con De Diego porque no da lo que pide el crítico criado a la medida de cierta tradición. No es extraño que uno se sienta zarandeado por -este tipo de expresión poética. Sí, cierto, se muestran las lecturas en la poesía de De Diego, pero, ¿no es así con todo lo que se escribe? Digo, más o menos. Las ideas del Eclesiastés, por ejemplo, están en Jorge Manriquc, en Machado y en De Diego, pero expresadas de modo distinto. ¡Cuántos han hablado sobre el tiempo! ¡Cuántos han escrito sobre el sentido judaico de la angustia! U1timamente, ¿no nos traen ya medio angustiados con el ir y venir del existencialismo, sentido de angustia que es tan viejo como el hombre? La poesía de De Diego no es difícil, del modo que lo es la de Góngora o la de T. S. Eliot. Es ampliamente comprensible. Para entenderla no se necesita el diccionario personal del autor. No es poesía, tal vez, en el sentido tradicional. Pero no está demás crear nuevas tradiciones. Todas las tradiciones tuvieron un principio. Quien no lo crea así creerá que Lincoln construyó la cabaña en que nació. La poesía de De Diego sabe a intelectualismo pesimista, aunque responde a angustia genuina. No hay misantropía ni burla cruel, sino desilución. Esquilo, Séneca, el Arcipreste de Hita, Fernando Rojas, Quevedo, Unamuno, Kier!l.egaard han tratado, de ú~o y de otro modo, el mismo tema. De Diego lo recoge y lo desarrolla, tal vez acezosamente, en 7
sus epístolas mostrenc;as. Pone a temblar las finas pieles de los untuosos preciosistas que siguen, imperturbablemente, preocupándose por la salud de cajita. Estas epístolas son evocación del clásico prestigio de la epístola. Y son obra de una vida de dos vertientes, como dice Ortega. Con el cúmulo de palabras cultas y esdrújulas expresa la fatiga vital del homd sapiens. Estruja esdrújulos en las caras de los preciosistas rubendarianos y gongorinos y se echa a reír sombríamente, y hasta con asomos de la pedantería tan propia del hamo sapienso Pero no se crea que De Diego tiene el propósito de pavonear orgullos y vanidades de hombre civilizado. A lo largo y en lo hondo de sus epístolas aparece con frecuencia la exaltación de lo animal y lo inanimado, el desencanto humano. Es animista contrariado por las reiteradas torpezas del hombre, un angustiado a fuerza de sentirse pecador, convencido de que a mayor pecado mayor angustia. Es por eso que ve peculiaridades arcangélicas en el alcatraz, pura inocencia con alas, víctima de la crueldad de circo del homo..sapiens. Este canto al alcatraz, bondo, escrito en impdnentes alejandrinos, con respeto medieval a la cesura y a los hemistiquios -tradición de Berceo y de Hita- es un reto contundente al preciosismo querubesco que tan hondas raíces ha echado en la sensibilidad de los críticos por culpa de los Góngoras, los Rubén Darías y los ismas atolondrados. Es significativo que De Diego haya olvidado los ruiseñores y las calandrias y fije su atención en el pájaro de actitudes oblicuas y tristeza congénita. Qué sé yo por qué, a pesar de ser este canto tan diferente a The Ancient Mariner de Cooleridge, me lo recuerda tanto. Porque el alcatraz del poema de De Diego tiene intención y desarrollo entera· mente distintos al albatros de The Ancient Mariner. La muerte del albatros es violenta; el alcatraz muere vivo, en la soledad.. en la falta de libertad, en la nostalgia de los mares y los aires. Además, los motivos del albatros se desarrollan en un ambiente blandamente romántico, mientras que la atmósfera de este alcatraz es de exaltación casi épica, con hálito de grandiosa tragedia clásica -helénica o judaica- a su alrededor y en su propia vida, es decir, "yo y mis circunstancias". Y aquí, otras evocaciones de Job, el Eclesiastés, La vida es sueño... Desde hoy, me parece que debo sumar la intensidad poética de este alcatraz a la tradición del cuervo poeniano y del albatros de Cooleridge. Resulta curioso que De Diego, que en estas epístolas rompe con las blandenguerías poéticas y que hace alardes intencionados de pesados cultismos y espeso prosaísmo, conserve, por paradoja, una atmósfera de solemne epopeya clásica. Personalmente, prefiero El alcatraz del parque, La muerte de dan Marcelino, Mds alld del Poniente, 8
Luis Muñoz Marin y Epistólicos a Proclo. La ad'tlonitoria al poeta Calandrino, Lota y Las quimeras no me gustan. Quién sabe por simple reacción personal. La admonitoria al poeta Calandrino es retorcida -y no por ser retorcida menos directaalocución en contra del preciosismo querubesco. Se me ocurre pensar en el tirabuzón cuando leo estas palabras admonitorias en contra de las "imá· genes trilladas", "los escaparates de versos", "vaciedades finamente talladas", "la faramalla efectista y banal". De niego, en sus propias palabras, "no rehúye batirse con las ideas", y busca el fondo, convencido de que la forma es simple circunstancia, cuanto más instrumento. Se manifiesta, muy claramente, en contra del arte por el arte, el gongorismo y las torres de marfil. Y pensar que todavía son un lugar común en la expresión de los escritores nuestros todas esas zarandajas de atalayas, miradores, panoramas, vanguardias, asomantes. Por ejemplo, en El Mundo del 24 de enero de 1953, un señor periodista, hablando de mayorías y minorías, repite por la milésima vez el milésimo dicho antidiluviano de que "donde impera la masa, la libertad y la cultura sucumben" y que todo proviene de "minorías selec· tas", porque yo soy de los que creen -y 10 repito una vez más- que un ser vivo debe interesar más que la Venus de Milo, el Partenón o la Gioconda. Característica relevaI;1te de esta alocución admonitoria al poeta Calandrino es la irónica y casi vulgar mención de la gelatina, la mermeleda, y otras "caídas de expresión" francamente intencionadas, puestas ahí con el fin de desacreditar el "cementerio de retórica". Expone De Diego sus ideas sobre estética -"la poesía debe ser fuente pletórica de verdad, de pasión y de belleza", dice-. pero, por lo mismo que trata él de preceptuar su propia estética, no me gusta la epístola. Apenas puedo explicar 10 que me pasa con Lota y Las quimeras, que no me ofrecen un mensaje pleno. Tal vez demasiado intelectualismo, por lo que siento alguna aversión, y por lo que no tolero gran cosa a Góngora, a T. S. Eliot, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Joyce y a otros escritores contemporáneos. No creo mucho en la expresión que se parezca a un huevo, yema y galladura dentro de un cascarón, o que, por comerse la yema, tenga uno que comerse la galladura también, destrozando el germen de vida natural. A la persona demasiado intelectual no le interesa la galIadura tanto como le interesa la alimentación de su propio ego, él mismo yema y galladura dentro de un cascarón. Teniendo en cuenta la brevedad de este trabajo, ya he dicho bastante sobre la Epístola al alcatraz, crítica a la conducta humana, angustia por la pérdida de la libertad, y dicho todo en estilo entre solemne y burlón, en una atmósfera de inquietante inestabilidad humana.
En la Epístola sobre la muerte de don Marcelino trae De Diego un tema parecido al de Machado sobre la muerte de don Guido, pero con distinto tratamiento. La sencillez y el humorismo entre juguetón y amargo de Machado no aparece en el poema de De Diego, donde se pone en práctica un estilo tan denso como para aburrir sonriendo. Otra vez reminiscencias de la Carta de recomenda~ ción al Señor del Universo, de José Antonio Dávila, pero, ¡cuán distinta manera de tratar el asunto! No tiene la epístola de De Diego la tierna actitud. sencilla, del poema de Dávila. A propósito, cedo ante las reminiscencias de los poemas de Machado y de Dávila, porque, desde un punto de vista artístico e ideológico, esta epístola cargadamente iránica de De Diego, es otra cosa. En ella se plantea, a través de un tipo -don Marcelino- abrumadorarnente común, el problema de la duplicidad de personalidades que tanto ha preocupado a los hombres pensantes, Unamuno entre ellos. ¡Cuántos hombres nuestros son sostenedores de la ortodoxia y del status quo, como don Marcelino, que se repite en la política, en el comercio, en la religión institucional! Con la trascendencia del asunto mezcla De Diego muchas actitudes triviales, que agregan atractivo al asunto. Luego, hay en esta epístola un desarrollo temático a dos planos -como en En el entierro del Conde de Orgaz. como en algún cuadro de Degas, aunque en tono distinto al de estos cuadrosque hace pensar que De Diego quiere tutearse con la muerte y de burlarse de las actitudes y situaciones graves y solemnes. Y como en otros poemas, lo cuItista y lo simplista y vulgar se entremezclan para lograr un total de si es-no es, característica de estas epístolas. La Epístola de mds alld del poniente, escrita en versículos casi bíblicos, también admonitoriamente bíblica, con parecido sorprendente a los epitafios hebreos del museo de Toledo, con hálito casi prirnitivista, pero hondo como el principio del mundo, es una trascendente entrada a los temas eternos de los grandes poetas: los profetas del Testamento, Jorge Manrique, Machado. Esa tremenda angustia no está divorciada de los menudos dolores de la carne, al contrario, De Diego hace que el corazón descienda de su sitial de prestigio sentimental y lo
presenta tal como es, triste víscera sangrante, no para aminorar, sino para acrecentar la angustia vital y para intensificar la preocupación por el tiempo. El propio poeta se da cuenta de que sobre esos temas se ha hablado con exceso y así lo expresa, pero ello no quita trascendencia a la terrible ansiedad. El empezar a morir con el nacimiento y 10 de "yo y mis circunstancias" son inquietudes expre. sadas en una atmósfera de irrealidad, ,de evanescencia, concebida con decoro artístico. Y otra vez, cualquier interjección modesta o cualquier experiencia sencilla, pero cierta, de todos los días, agranda esta sensación de inefable desaliento y al mismo tiempo de inenarrable sentido de fe. En la Epístola a Muñoz Marin vuelven a preocuparle los sucesos terrenales, y el poeta de lo metafísico flagela esta vez sin piedad a los hombressatélites, no sin realizar sentida biografía de Muñoz. Sin embargo, se lamenta de todo lo bueno que se pierde irremediablemente en vorágine de actitudes pragmáticas. ¿ Qué se hizo, pues, aquel hombre sin corbata y con anhelos estéticos que había en Muñoz? se pregunta. En los Breves epistólicos a Proclo se repite la lamentación por las prisiones y hay bas~ante de antirracionalista a pesar de los reconocimientos a la realidad. La visión del pueblo, can su monótona burguesía, su tedio, su aburrimiento, se ha tratado en versos de Virgilio Dávila, Luis Palés Matos, Edgar Lee Masters y en novelas como Madame Bovary de Flaubert, es decir, el tema no es nada nuevo; lo que es distinto, otra vez, es el enfoque. Los temas se repiten en todos los autores; la originalidad con· siste en la manera particular como se desarrolla ese tema y, ciertamente, De Diego es bastante particu. lar en su manera de tratarlos. Expresiones como .. con frasecitas de agua de quina y bergamota", cuando se refiere a los piropos que echa el barbero, dan el ambiente a este pueblo de tipos y sucesos tediosos. Ocho epístolQ.5l mostrencas es uno de los más notables libros que se han publicado en Puerto Rico. Por lo mismo que es bofetada a la tradición poética querubesca, se captará la mala voluntad de muchos críticos, pero es mejor así; ello es se· ñal de distinción.
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En Babia* (Fragmentos del Capítulo Primero de la novela)
Por JosÉ I.
DE
ESTA SUERTE COMIENZA EL MANUSCRITO:
Jerónimo Ruiz Iturriburu, para servir a usted, lector. Todavía más: Jerónimo Ruiz Iturriburu del Valle Bertrand y González, con un sexto apellido ruso terminado en itch, claro: Ivanopánfilovitch. Unas cuantas generaciones y razas refundidas en mí, y que se extienden a su vez por la lejanía de los tiempos, ramificándose en todos sentidos, hasta reunirse en el tronco principal, mi más remoto antepasado de traza y proporciones aproximadamente humanas: el Pithecanthropus Erectus. y si continuara aún rastreando por los dédalos de la evolución, me encontraría con 10 siguiente: que mis más primitivas raíces de hombre se enlazan en los primeros organismos unicelulares que surgieron sobre el planeta, descendientes en su turno de las llamadas móneras, o masas amorfas de protoplasma. ¿ Que hago alarde de erudición? ¿ Que inmediatamente a la entrada me propaso con mis zafias genealogías zoológicas estilo Darwin o Haeckel? ¿ Que pretendo, como un descastado, menoscabar mi propia especie, conchabar el origen excelso -divino, según la Patrística- del mamífero racional con la sucia y piojosa ralea de los primates? No son esas mis intenciones, precisamente. Pero, apartándome de las móneras, es innegable para mí que por las ramas de mi árbol genealógico, ¡de todos los árboles genealógicos!, andan encaramados no pocos especímenes de monos, con rabo y sin rabo, que los hay por Dios de diversos tipos. y todo esto, también, para servir a usted, lector... Entre los de mi vasta ascendencia del género hombre, esto es, hombre como tal, hubo muchos que lograron sobresalir, pasar a las aburridas ga· .. De En Babia (El Manuscrito de un Braquicéfalo), Segunda Ed. Corregida, México, 1961, págs. 1341. La primera ed. es de 1940.
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DE DIEGO
PADRÓ
lenas de la Historia. Y ahí permanecen, en calidad de momias, ostentando raras clasificaciones de poe. tas, filósofos, soldados, curas y todo eso. Otros, sin embargo, sucumbieron en la anonimidad acompasada y terrible en que sucumben las cosas inútiles. Perfectamente. Pues he de confesar que no quiero correr los riesgos de este segundo camino. Me aterroriza la nada absoluta y sin límites. Es espantosa la idea de dejar de ser por dentro y por fuera, por arriba y por abajo. Yo quiero quedar, aunque sea en fantasma, en el almacén de conservas históricas, con mi correspondiente clasificación. Yo sigo siendo el ansia de no perecer. Mas no es ahora el caso de hablar de mis antepasados. Es de mí de quien voy a hablar, que soy una síntesis atávica de ellos, y quizás el más idiota e insignificante de todos. Nací en un lugar, no de la Mancha, sino... ¡Bueno, señor, bueno! Me parece que no vale la pena consignar aquí dónde ni cuándo fui echado al mun· do. O, por mejor decir, el dónde tal vez no haga falta anotarlo. Pero el cuándo si. El cuándo, mi "cuándo", es inseparable de mi individuo esencial, es el punto de partida de mi yo en el tiempo, el fundamento de mi cuarta dimensión. Por consiguiente, ese misterioso elemento temporal, tan indisolublemente unido al documento humano que yo, Jerónimo Ruiz, represento, puede que interese a muchos, singularmente a quienes atormenta la neurosis de la averiguación del porvenir y creen a pie juntillas en la virtud dodónica de los astros divinizados. Vayan, pues, para consumo y estimulante de esos maniáticos de las predestinaciones, los siguientes' sensacionales datos. •
e ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••.
y continúo entretejiendo desvaríos. En los presentes instantes se me atornilla en el meollo la idea obsesionante de componer una novela. ¿Una novela? ¡Je, jet ¿Y qué entiendes tú, Jerónimo, de escribir novelas? ¿Qué cosa es una novela? Leo en un diccionario: "NOVELA: Composición literaria que consiste en una historia o narración de hechos fingidos o ideados por el autor, con fi. nes de mero entretenimiento o de cualquier otra índole." ¿Ejé? Pues no me saca de apuros la defini· ción. Además, bien menguada sería mi labor si me pusiese a narrar mentiras para distraer al primer pelafustán sin oficio... No, no; me opongo. Mi novela, en el supuesto de que la lleve a cabo, habrá de ser una copia fiel y agria de la realidad. Tengo pensado remover en sus páginas mucho lodo humano. Tengo pensado echar palangre, a lo que salga, no sólo en el agua turbia de mi particular individuo, pero también en la extensa rada social, adonnecida bajo el manto embellecedor de eso que muchos se obstinan en llamar civilización y refinamiento... Y procuraré, al escribirla, decir las cosas in puris naturalibus, o sea, sin velo ni disfraz. Y fuera todo tambor retórico, toda defecadura de imaginación. ¿Estamos?... Sin embargo, sin embargo... Respecto al estilo, aún no sé a qué carta quedarme. Si uno lo agiliza, esto es, lo conversa, esto es, le imprime sencillez y naturalidad, malo. Si uno desarrolla los primores de sastre de los Goncourt, los Flaubert, etc., malo también. De otra parte, si se penetra un poco en las cuestiones, o se define, o se usa de citas, el autor es eminentemente soporífero, cuando no un pedante con ánimo de sorprender. Y si, por el contrario, se desatiende el fondo, la esencia, en· tonces el autor resulta un mediocre, un epidérmico, un rezagado, Total: que como en la fábula, no hay manera de conducir el borrico al pueblo, a gusto de todos... ¿Pero a qué distraer ahora la atención con estos detalles, Jerónimo? Lo primero en que debes reflexionar es en la trama. ¿Cómo vas a hacer una novela sin trama? Precisamente 10 más importante... ¡Ah, verdad, verdadl ¡La trama, el argumento!... ¡Vaya! Dejaré que la trama se forme, paso a paso, por sí sola; que se produzca a impulsos de esa fuerza irresistible, secreta, que impone movimientos inesperados a las cosas. ¡Ajá! ¿Y el protagonista? .. ¡Caramba! ¡Caramba! ¿A quién tomo yo de protagonista? Bueno. Ya asomará por ahí algún personaje en busca de autor...
* * * Apenas acababa de apuntar esto último, cuando percibí el aliento de una persona parada detrás de
mí. Acto seguido, una voz repugnante, autoritaria, me devolvió a la realidad. -¿ Pues qué hace usted, señor Ruiz? -Nada, don Sixto, nada... -respondí turbado, como un rapazuelo sorprendido en culpa. El tal don Sixto era el primer jefe de la oficina: un hombre mulato, bajetón, chinchoso, que se pasaba el año entero dando órdenes y jeringando la paciencia de unos y otros empleados. -¿Yeso, qué significa? -insistió, deteniendo sus ojillos de lince en las cuartillas-o ¿Es acaso algún trabajo de carácter oficial? -No, señor -me apresuré a decir-o Son unos apuntes privados. -Pues deje los apuntes privados, ¿sabe usted?, y póngase a tenninar los documentos de embarque que le entregué. -Sí, señor, sí. -Pero mire que el Cornelia sale a la una. -Sí, señor, sí. - y cm-rija esta declaración consular... -Sí, señor, sí... Pero me quedé atento, la oreja lista, esperando a que reventara el triquitraque. Y así fue. Don Sato se apartó de mi lado con la bilis revuelta y dirigiéndose a otro de los oficinistas, por nombre Enrique Piovanetti, profirió en alta voz: -¿Pero ha visto usted? ¡Oh, esto es intolerable! -y me miraba de reojo--. ¡Esto es intolerable! El señor Ruiz, como de costumbre, sumido en sus meditaciones. ¡Jrrr!... Escribiendo tonterías, cosas que a nada conducen, y los documentos de embarque sin hacer. ¡QUé nulidadl ¡Jrrrl. .. Y luego quieren que se les suba el salario, y se llenan la boca hablando de socialismo y de 105 derechos del trabajador, y ni siquiera saben cumplir con sus obligaciones. ¡Dfgame usted!... ¡Y empezó la ineludible cantaleta!
......................................................................... Por fin nos dejó en paz don Sixto. Desapareció por la puerta de su reservado, con andar lento y todavía refunfuñando. Oí que se sentó y se echó atrás en su cómoda poltrona de primer jefe. Y fue entonces cuando yo oculté en un cajón ]as inocentes cuartillas, origen de todo aquel alboroto, y me puse a trabajar en los documentos de embarque, curvado sobre la máquina de escribir.
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..
La primera cosa que hice al salir fue alzarme el cuello del sobretodo. Después sepulté las manos en los bolsillos, dejándolas allí acurrucadas como reptiles en su agujero... iY andando! Hada mucho frío. Una copiosa nevada caía so11
bre Nueva York, empañando el aire y envolviendo la extensión de la ciudad en una tristeza grave, aterida. El cielo, ceñudo, carbonoso en el cenit, aparecía inyectado de un rojo denso al ras de la masa de edificios, se obscurecía más allá y presen· taba grises y verdes palúdicos, desvaídos hacia el bajo horizonte. El viento soplaba fuerte, hinchándose y levantando por intermitencias del suelo, de las cornisas de las casas, de todas partes, furiosos torbellinos de un polvo fino y seco de nieve. Llenaba la calle el estrépito comercial de coso tumbre: automóviles que pasaban corriendo, agujereando con sus bocinas la bruma, el rodar de pesados furgones, el chapoteo de los trucks, el silbido de las fábricas, la vocinglería, en fin, de los cargadores de cajas y de los vendedores de periódicos de la tarde. A uno y otro lado, por las aceras, hasta perderse de vista, la multitud, la de siempre, se agitaba con.fusa, negra, anhelosa, entregada a las mezquinas preocupaciones del momento. Yo paseaba los ojos aqui y allá, por el gentio, ahora fijándome en una mujer que tenia un loba· nillo en la cara, 'luego en unos muchachos que se revolcaban en la gruesa capa de nieve, y más adelante en un pobre anciano gotoso que marchaba de prisa, sin poder, quién, sabe adónde y por qué...
Finalmente, consideré 10 mejor seguir caminan· do a la ventura. y al ir a mudar paso para cruzar el arroyo, me resbaló el talón, perdí el equilibrio y ¡cataplum!, al suelo. Una grotesca carcajada resonó a mis espaldas. El que habia reído, un hombre mofletudo, bao rrigón, patiabierto, pasó de largo, por el lado de las casas, mirándome. Ni siquiera hizo ademán de acudir en mi ayuda. Al fin dobló la esquina, se alejó a tiempo; porque si no, aseguro que me le voy en· cima y le rompo la jeta a sopapos. "¡Yo quisiera saber.,. -refunfuñaba, ya en pie, mientras me sacudía el abrigo por detrás- yo quisiera saber en qué sitio del demonio se meten esos mamalones encargados de la limpieza pública! ¡Mi· ren qué calles, qué aceras, qué hostiaL .. ¡Mal rayo parta Nueva York! ¡Mal rayo el Municipio, sección presupuestal de la basura, que no ha previsto que yo tenía que pasar por aquí! ¡Yo, el ciudadano común! ¡Y mal rayo el Alcalde, la Verónica y de• I mas .... .. Tenniné de sacudirme, erguí la frente, anduve algunos pasos; y entonces, al desviar los ojos por ]a bocacalle y fijarlos en un punto determinado, no pude menos de estallar: "·¡Eeeh... je, je, je!. .. ¡Otro!. .. ¡Otro que se abolla el trasero contra los adoquines!. .. ¡Suerte que 12
hay nieve!. .. ¡Ay, caray caray! ¡Si es el mismo que se rió de mí! ¡Je, je, je, je... !" Y continué andando, despacito. Pe'nsaba: "Ese resbalón que acabo de dar, algo quiere decir, algo. ¡A saber lo que me aguarda por ahí! Siempre determina algo un resbalón, aunque no sea más que la rotura de un hueso. Es indudable que ese resbalón me andaba buscando hacía mucho tiempo, acaso desde el alba del mundo, hasta que al fin me encontró, hizo lo que tenía que hacer para luego seguir adelante hacia otro destino. Y así todo, ¡todo!, en la gran relojería del cosmos. Resulta casi imposible conocer el verdadero punto de arranque y la repercusión final del suceso que nos parece más vulgar. Cada fenómeno que se nos da, esto es, que atraviesa el campo de nuestra percepción sensible, que se registra en el fluir de nuestra conciencia, y aun cada fenómeno que escapa a nuestro conocer, cada fenómeno considerado en sí y por sí mismo, es indefectiblemente el eslabón del medio de una larga cadena de fenómenos. Cadena que deriva de lo infinitamente pequeño y se pieme en lo infinitamente grande... ¡Qué! ¿Estoy o no estoy luminoso? ¡Si consiguiera recordar estas ideas en casa, para apuntarlas!. .. Sí, señor: cada fenómeno en particular, cada cosa que veo, toco, siento, pero cibo, en una palabra; cada objeto de sensación que se me hace evidente, y no muy evidente que digamos, es el punto medio, la X central, el locus in quo de la cadena. Pues bien: ese punto, esa X, ese como substrato aparente de mis operaciones cognoscitivas, equivale a un trozo del sucederse en el tiempo y en el espacio, trozo que, por pequeño o amplio que sea, fue precedido por una serie necesaria y fatal de acontecimientos que le dieron origen y será seguido por otra serie inevitable de acontecimientos dimanantes de él. Digo más: el universo como total, como unidad, como el quantum general y objetivo de que nosotros también fonnamos parte, ¿qué es en último término sino la representación en gran escala de ese punto me· dio, de esa X central? ¿Qué es sino el engañoso velo de Maya, es decir, un juego condicionado por las fonnas de nuestra subjetividad, una sutil falacia de nuestra mente, un puro arreglo de apariencias, de ilusiones, entre dos indescifrables infinitos de causas y efectos?... Y ahora que se me ocurre... Sí, si; ¡Clarita! Lo que es esta noche me le meto sin faUa en el cuarto... ¡Ah, CIarita! ¡Pero qué hembra más rara! Se me hace a veces odiosa. Y sin embargo, me gusta, me tiene, como dicen, chaladito.•Casi la amo locamente... ¿Eh? ¿La amo? ¿LCY.:amente? No, hombre, no. Será que la deseo con todos mis sen· tidos, con toda la capacidad erótica que hay en mí. ¡Eso!n Y la imagen de Clarita ocupó unos instantes el centro de mis pensamientos. Principié a experimen. tar en las fibras, y más aún en las glándulas de
rigor, un cachondo alacraneo de aguda voluptuosidad. Más explícito: me entraron ganas de mujer. Siempre que recordaba a Clarita o la veía en persona pasábame lo mismo. Clarita era la dueña del boarding donde yo alojaba por entonces. Era bastante joven y bonita, atrayente, de un cuerpo ágil, pequeño, nervioso. Evocaba yo ahora, paso entre paso, sus grandes ojos verdes, intranquilizadores; aquel lunar suyo, como amasijito de sombra en la mejilla izquierda; aquella boca, espelunca de coral; aquellos dientes firmes y parejos, guardianes de una lengüita retozona, de leche, de miel; aquellas ojeras, de procliva moratez; y aquel rincón fresco y satinado de la nuca; y aquella garganta fina y airosa, garganta que me sugería, no sé por qué, un galante tajo de guillotina... Evocaba también su talle del· gado, sus caderas amplias, esbeltas, cimbreantes, y sus pechos redondos y erguidos: aquellos pechos capaces de meter en calor al más bendito, y que en toda ocasiÓn pugnaban por romper la obligada ceñidura, para ofrecerse, íntegros y soberbios, a la avidez de las miradas... Clarita, aunque poseía suficientes encantos para gustar a cualquier hombre, no era, en verdad, un prodigio de belleza ni mucho menos. Pero yo me ilusionaba con que lo era. Para mí constituía el ideal femenino, una obra admirable de perfección anatómica. La Venus de Milo en carne y hueso hubiérame parecido una cafetera rusa comparada con mi patrona. Todo lo cual se explica. Pues ordinariamente yo justipreciaba a Clarita con un criterio encaprichado de sátiro en crisis, o sea en circunstancias en que toda mi potencia estética, mi facuItad de emoción se sub· vertía y reconcentraba en los trasfondos genésicos. Bien; poco a poco, aquel a]acraneo salaz que me perturbaba' fue amortiguándose hasta desaparecer por completo. Sobre la superficie, ya en bonanza, del piélago interior, no quedó más que un deseo nuboso, manso, flojizo, de póstuma sensualidad. y era el deseo de que se llegara la noche, ]a hora de cenar, para sentirme cerca de Clarita y contemplarla a mi sabor en sus menudas funciones de ama de casa, sirviendo y complaciendo a sus huéspedes. "Pues, como venía diciendo hace un momento... -rumié-o Las cosas se enlazan, se comunican entre sí por hilos invisibles y misteriosos. Si nos fuese dable cnrtar materialmente esos hilos, es casi seguro que lo externo se desquiciaría, dejaría de ser. y vuelo a mi idea anterior. ¿Que uno resbala y saluda con las posaderas la calle? Conforme. Nada tiene esto de particular, al menos en apariencia. Mas, no cabe duda de que algo indica, claro es fuera dél accidente en sí y de las leyes físicas que Ío provocan. Algo como una segunda realidad que nos es imposible conocer. ¿Pamplinas? No, no. Parque otros fenómenos de más insignificancia que un resbalón repercuten a cada instante de un modo posi-
tivamente trascendental. ¿Cómo?.. ¿Que aclare, que pruebe?... ¡Vamos! ¿Existe alguna relación en. tre las salchichas alemanas y la teoría del mundo como voluntad y representación, o mejor, del Ser como voluntad de vivir y conocer? Sí, existe. No hay sino meditar un poquito para darse cuenta. Existe tanta relación como dependencia tiene la dicha teoría respecto de Kant, Platón y la filosofía india. Y prosigo. Estornuda una rana, por ejemplo, y tarde que temprano, sin que parezca paradoja, por esta misma causa del estornudo parpadea un astro o sobreviene un fugaz desorden en la substancia cósmica. ¿Qué, inverosímil? Bueno. Pisa un gato (también, por ejemplo) sobre un ladrillo en falso al borde de una azotea, cae el ladrillo y mata a un hombre que por allí pasaba. Este hombre, supongamos, no tenia asegurada su vida y era el único sostén de esa familia numerosa. Quedan por tanto la mujer y una recua de hijos sin amparo, y se desarrollan en el seno de aquel hogar el dolor, la enfermedad, la miseria, todo lo cual pasa al porvenir posiblemente amplificado, convertido en un cuadro de ladrones, de asesinos, de locos. ¡Y ojalá se pudiera señalar los confines de esta humana tragedia!. .. ¿Qué hay de eso?... ¿Y cómo no recordar, a mayor abundamiento, el caso insólito de Judah Ben Hur, heredero de una rica familia judía, maltratado hasta lo increíble, ciegamente, sistemáticamente, por los hados adversos e inmisericordes, por todas las divinidades combinadas e infernales de la fatalidad? ¡Desdichado Ben Hur! Su antiguo amigo Messala, joven y ambicioso tribuno romano, ahora destacado en Judea -época de Cristo-, lo acusa de traición; se le encarcela; le confiscan sus dominios y propiedades; tiene que soportar las vergüenz~s y humillaciones más horribles; luego se le envía, en calidad de forzado, a los bélicos azares del mar, a sufrir de por vida la pena de galeras, con grillete y cadena al pie, y sintiendo a cada paso restallar sobre sus espaldas el rebenque implacable del cómitre... hasta que años después logra escaparse. Pero no se reducen a esto las aflicciones y desventuras de Ben Hur. En la misma ocasión que él, son igualmente acusadas, igualmente juzgadas y sentenciadas a prisión su madre y su hermana, y se les encierra por tiempo indefinido en una inmunda y tenebrosa mazmorra, donde a ambas se les produce la lepra, etc. ¿Y todo por qué? ¡Vamos! Por un mero accidente. Por una teja suelta, salida de su lugar: una endemoniada teja que se desprende de la cornisa frontera del palacio de Ben Hur y hiere malamente, en plena vía pública, nada menos que al nuevo gobernador romano de Judea en los precisos instantes en que éste desfilaba por aquel sitio, al frente de una comitiva oficial, mien· tras se celebraba la inauguración de su gobierno ... '¿Y qué hay de eso, también? .. ¡Averigüese ahora, en razón inversa, por qué estornudó aquella rana, 13
qué soplo siniestro, deconocido empujó al gato a pisar sobre el ladrillo en falso! ¡Averígüese, asimismo, las infinitas circunstancias causales que se fueron eslabonando y eslabonando, para determinar que aquella teja se zafara de la cornisa y fuere a dar contra el orgulloso funcionario de Roma!... ¡Je, jel... Así, pues, ¿por qué ha de sorprender que trate yo de explicarme las equis mediatas y remotas de un simple resbalón? .. "
Por de pronto, al abandonar el zaguán, casi nada faltó para que me cayera de nalgas otra vez... Me situé ante una tienda de ropa, a mirar el escaparate; y sin hacer gran caso de las corbatas y calcetines que allí se exhibían, con el pensamiento vagando lejos, recordaba las notas que había escrito en la oficina, durante la mañana. Otros apuntes de novela, pergeñados en diferentes épocas, acudieron también a mi mente... Pero estas tentativas literarias no servían, no me gustaban; se notaba en todas ellas la ausencia de plan; carecían, además, de elemento dramático, de vigor real, de trascendentalismo. Lo que se dice una colección rutilante de chabacanerías. ¿Es que no poseía yo condiciones de novelador? Sobre este punto dudaba hacía tiempo. Sin embargo, no me desanimaba, no retrocedía en mi sempiterna chifladura; considerábame capaz de producir una obra enorme, que relampagueara de genio. ¿Por qué no? Una frase leída me alentaba, y es la de que para lograr con algún acierto un fruto estimable de la inteligencia, si se tiene disposiciones naturales, basta el trabajo mecánico, fervoroso, paciente... Se me ocurrió entonces, como otras tantas veces, el asunto del protagonista. Era menester, lo primero, 10 imprescindible, un personaje de verdad, un bípedo humano de contornos precisos y enérgicos. "¿Quién, quién? ¿Clarita? No. ¿Daniel? Tampoco... " En esto me llegué a la orilla de la acera, y a semejanza de un paragüero ambulante, cobijando mi boca con ambas manos, de un modo brusco, maquinal, grité: -¡Aquí, señores! ¡Aquí está un autor en busca de un personaje! y a continuación solté estrepitosamente a reír, haciendo gorgoritos de frío. Por fortuna nadie pudo escucharme; en aquel momento mismo se estremeció el aire al tiroteo rápido de un truck de carga, en avances y retrocesos para dar la vuelta
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y arrancar a correr. Sólo una vieja mugrienta que pasó junto a mí, se me quedó mirando con expresión de extrañeza, espantó a Satán de su saya, sacudiéndola, se santiguó y siguió su camino. Girando sobre el tema que me preocupaba, dedame interiormente: "Tie¡{e que ser un personaje complejo, paradójico. Un caso clínico. Un ente, en suma, por encima de lo corriente: bastante desequilibrado y no menos normal dentro del curso de su desequilibrio. ¡Eso es! Y ha de responder al siguiente canon antropológico: raza blanca; índice craneano, de 70 a 75, es decir, dolicocéfalo puro; extensión prognática, acusada; alto, delgado, pelo negro, dientes largos y uniformes, nariz fina y bien dibujada, pelvis estrecha..... Se ve que por aquellos días padecía mi cerebro de fuertes ataques de antropologitis.
.......................................................................... ¡Y 10 que son las casualidades! Me tropecé poco más allá del punto donde se cruzan el Bowery y la calle Broom, no con el personaje cabal que me había forjado para la novela, por supuesto que no, pero sí con la aproximada representación del mismo en carne y hueso. Esta aproximada representación, que ahora llevaba un magnífico sobretodo obscuro con solapa de piel, sombrero gris castor de ala corta encajado hasta las orejas y elegantes spats de paño fino, respondía por el nombre de Sebastián Guenard. Y el tal Sebastián Guenard era un intimo amigo mío a quien yo no veía de hacia bastante tiempo, y a quien tampoco deseaba ver, por razones que iré exponiendo en el transcurso de la presente verídica historia. A no ser por su inconfundible voz de falsete, cuando me llamó desde un puesto de estampas y sellos antiguos, trabajo me costara reconocerle. Un ligero frío en el corazón alteró mi sistema al sentirme así llamado de pronto por aquella antipática. voz. Y por mucho que quise hacerme de la vista larga, no tuve más remedio que volver sobre mis pasos y acercarme a saludar al amigo. -¡Hola!, ¿qué hay? -pronuncié secamente, estrechándole la mano y tratando de disimular mi contrariedad. Guenard en cambio me acogió con ruidosa ale· gría. 'O.e
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Epistola admonitoria al. poeta Calandrino* Por JOSÉ
Calandrino, poeta, en nombre de tu arte, Escucha 10 que quiero aconsejarte, Que es fruto ya maduro de ciencia y experiencia. Conviene que reacciones de tu parte Contra -esa sistemática complacencia, Esa tu práctica socorrida De estarte día y noche con la caña tendida A caza de retóricos pelitriques. En estos tiempos de realismo aplastante, Se impone seriamente romper con semejante Estética de alfeñiques, Que ni de gratis nadie la querría Aunque dieras encima dos peniques. Es menester, por tanto, Calandrino, maestro y juez radiante de poesía, Que a tona con los gustos actuales, te dediques A renovar el mundo de tu estro. Elabora, si puedes, con tu seso y tus manos, y provisto de auténticos materiales humanos, Otras más consistentes y objetivas criaturas; Seres articulados, vivos, de órganos sanos, Sin afeites, ni adooos, ni fiorituras. Déjate, pues, ¡roeta, de amontonar redadas De imágenes trilladas, resobadas, gastadas, (Tropos y perendengues preciosistas) Para después, al modo de los taxidermistas, Prenderlas pulcramente, como disecadas Mariposas de tipos y colores diversos, En el escaparate de tus versos. y na me salgas ahora con excusas De que cada poeta es rancha aparte y que la técnica de tu arte Es inspiración de las musas. ¡Qué musas ni qué narices! Las musas se hallan en lo hondo .. De Ocho Epístolas Mostrencas, Madrid, Colección Palma, Serie Americana, 1952, págs. 7-12.
I.
DE DIEGO PADRÓ
De tu intelecto, en el fondo De lo que piensas y dices. Las imágenes que tú ordenas en fil~ Honestamente te lo digo, Mi luminoso amigo, No san sino retahílas De vaciedades finamente ataviadas, Farmas evanescentes resbaladas De tu cerebro, como anguilas. Maravillosas, hechizadas perlas De confección cuasi divina, y que por mucho que intentemos cogerlas Se nos deshacen como gelatina. .
Todo tu acervo lírico, la faramalla Efectista y banal de que alardeas, No es más que el caballito de batalla, El bastión, la atalaya, Del que rehúye batirse con idea5\, y no es que en mi censura me propase. La imagen es bonita, es conveniente Si se la sabe usar prudentemente. Mas no tomándola como base De toda poética frase. Que entonces, francamente, desagrada Como la mucha mermelada. Pon tu lira al servicio, Calandrino, De lo intrínseco humano. y relega lo ulterior y divino Para los que comulgan con ruedas de molino. N o hagas el bobo soberano. No bordes florecillas de fantasía. No elucubres sandeces. La poesía Debe ser fuente pletórica De verdad, de pasión y de belleza. Humanidad y naturaleza, No un cementerio de retórica. 15
Desecha ese jueguito sill seutido ni objeto Del arte por el arte, jueguito ya obsoleto. Sé amplio, natural, espontáneo, sencillo. Forja tu verso a golpes de martillo. y cada martillazo' que sea El resplandor de una idea. Brote en la justa medida tu obra, Sin nada de menos ni de .robra. Brote con humildad digna y callada. No con la pretensión de creerse Unica, insuperable, acabada. Es sólo de pequeños el clamor petulante. Más ruido mete un fósforo al encenderse Que el sol cuando se aúpa por levante. En cuanto al estilo, mucho cuidado. No lo recargues demasiado De superfluos adornas y matices. (Recuerda que el inepto A fuerza de adjetivos mata el concepto). No lo retuerzas. No gongorices. Concédele que fluya libremente Con sus naturales tr6piezos y deslices. y que luzca como un agua corriente Cuyo fondo se pueda percibir claramente. Dentro del taxativo campo estético, No cabe descartar enteramente Eso que algunos. llaman elemento poético. Utilízalo en calidad de ingrediente. Pero actúa con tiento, Con esmerado tino. y huye de cuanto implique alambicamiento. Item más, Calandrino: Pon, sobre la emoción o el sentimiento, Un gran sentido lógico y un agudo talento. La belleza esencial, la belleza armoniosa y última que persigues, na es cuestión de óleo y [crisma. No está en lo que se pone para exornar la cosa, Sino en la cosa misma. Rescata de tu espíritu las nociones inertes Que solamente esperan de ti que las despiertes. Toma la vida por tu cuenta y exprímela con hercúlea energía. En cada ubre, de las miles que ostenta,
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Encontrarás un rico manantial de poesía. No pulses tu laúd en el vacío. Sal de tu desmedrado seiiorío. Sal de tu torre de marfil, hermano, y vuela, vuela, vuela, Lejos de la bagatela. Que palpite en tu verso cuanto hay en ti de humano, Cuando hay en ti que siente, que idealiza, que ano [hela. Desegocéntrate, colectivízate, Expándete, modernízate. Desdóblate, animálculo, microcosmos, De dentro para fuera, hacia el macrocosmos. Despójate de tu intelectual egoísmo. En vez de introvertido, de intensista, Sé disperso, plural, extensionista. Deja de ser tú siempre, tu unidad, tu guarismo., Tu tiempo, tu extensión, tu movimiento, Como si fueses un musical instrumento Que sonara tan sólo para oírse a sí mismo. Deshollina tu arte, Si no del todo, 'en parte De arrequives, bambollas y otras pamplinas. Cámbiale su expresión feble y extática Aplicándole hormonas o vitaminas. Quítale su absoluta seriedad antipática E infúndele calor, dale. vida, alegría. Dale un poco de humor, de gracia, de ironía, De ingenio, de sal ática. #
Hoy como nunca, Calandrino, El mundo necesita de la voz del poeta, Del visionario, del profeta, Para echar los cimientos de su destino. Mas presumo que no es con el bagaje De tu numen, centrípeto, primoroso, ridículo, Con lo que habrá tu verso de tornarse en vehículo De un nuevo apostolado, de un credo, de un men[saje. Te invito, finalmente, Mi Calandrino confidente De aventuras e ideas, A que saques, si así Úl deseas, De este atropelladísimo manual estético Las normas generales de tu arte poético.
La obra ''Descubrimiento, conquista y colonización de Puerto Rico" por Ricardo E. Alegría* Por ALBERTO
RICARDO ALEGRiA ES FIGURA DE PRIMERA CATEGORlA en 1a escena contemporánea de nuestro país. y ciertamente: no se podrá escribir la historia cultural de Puerto Rico sin tomar de frente sus magníficas aportaciones en, por lo menos, tres importantes aspectos. Estos son los del profesor universitario, fundador institucional y animador extraordinario que ha reclutado y movilizado los tao lentos y las energías de propios y extraños a favor de la afirmación y difusión de los valores del pasado isleño. Es claro que la presente no es la ocasión para hacer el inventario detallado de la triple contribución de Alegría al decisivo enriquecimiento de la cultura puertorriqueña. Por eso, hemos de confonnarnos aquí con el somero destaque de aqueo llos rasgos que nos parecen más imprescindibles en la apreciación de los tres aspectos señalados. Dígase entonces que, al contemplar la variada obra de Ricardo Alegría, observamos que sobre ella preside y domina la vocación del profesor uni· versitario. De hecho, las brillantes gestiones de fun· dador y animador brotan directamente de esa vocación docente. Porque Alegría comenzó siendo miembro del claustro de la Universidad de Puerto Rico, a través de la Facultad de Humanidades. y que sepamos, jamás ha dejado de enseñar el curso de prehistoria y arqueología que le encomendara la mencionada facultad. Ni siquiera ha dejado de hacerlo así durante los últimos catorce años, cuando una licencia oficial le permitió dedicarse mayonnente a las otras dos gestions que desde luego superan, pero no eclipsan la tarea del maestro. Ya que debido al reciente cambio de gobierno en la isla, todo indica que Alegría habrá de renun· ciar a sus actividades extracurriculares para vol· * Ricardo Alegría, Descubrimiento, conquista y colonización de Puerto Rico 1493-1599, San Juan, Colección de Estudios Puertorriqueños, 1969. 179 pá¡¡s.
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ver de lleno a la docencia universitaria. Adviértase que a despecho del triunfo y la dedicación del profesor, la universidad no ha sabido (o querido) reconocer y premiar cabalmente lo que, dentro y fUera de la institución, Puerto Rico debe a los persistentes esfUerzos de Ricardo Alegría. En tal sentido: hay que apuntar y subrayar una lamentable contradicción, puesto que si actualmente el Doctor Alegría a duras penas ostenta la posición de catedrático asociado en el Recinto de Río Piedras, juzgamos que cualquiera otra universidad que llevara bien y a derechas las cuentas de reconocimientos y ascensos, le hubiera concedido sin tardanza o regateos de ninguna clase, el rango de Catedrático (o Full Professor) en base a su distinguido expediente y brillantes realizaciones. Después de todo, el rango de Catedrático es la gran aspiración del profesor universitario. Es además el máximo galardón que, ajustándose a un haz de normas y criterios razonables, confieren las instituciones de educación superior a los claustrales de indiscutible prestigio académico. 'Pero acojamos de modo sucinto y apretado las contribuciones del Profesor Alegría a extramuros de la universidad~ Vayan en primer término las que acreditan el destacado papel de fundador institu· cional. El papel de fundador se refiere a la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1955. No cometeremos la injusticia de negar que este formidable guardián y defensor incansable del patrimonio nacional tuvo precursores meritísimos. Mas el proyecto rebasó la etapa ideal o prehistórica y entró en la fase cristalizada de la historia, gracias a la fe y el entusiasmo de Ricardo "Alegría, quien no sólo consiguió que la Asamblea Legislativa lo aprobara, sino que también le asignara fondos a fin de que el Instituto de Cultura pudiera empezar a caminar y producir, según las tímidas orientaciones que legalizaba el estatuto de incorporación. De
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cl-luel día memorable a acá, el Profesor Alegría ha operado como Ejecutivo del Instituto en unión a una Junta General de Directores. Es bueno consignar que las labores realizadas a lo largo de más de una década de funcionamiento del Instituto de Cultura Puertorriqueña distan mucho de guardar la proporción real que cabía esperar de los diminutos presupuestos acordados por el Gobierno de Puerto Rico. De ahí que a un amigo le plazca decir que, en contraste a los dineros asignados, el Director del Instituto de Cultura ha hecho verdaderas maravillas. Mitologizando un poco alrededor del doble ejercicio de fundadqr y animador, nosotros consideramos que dados los exiguos recursos fiscales que se le confiaron, Alegría se eleva sobre una gruesa fila de servidores públicos como un admirable ejemplar de Midas criollo. Una vez fundada, la institución crece al nivel de las estructuras necesarias. Sabido es que las operaciones básicas dependen de y se adscriben a una Oficina Central que, habiéndose domiciliado en el viejo solar del Casino de Puerto Rico, está en vías y proceso de mudarse al espacio y las facili· dades del restaurado Convento de los Frailes Domi· nicos en la Capital. El éxito y los bríos desplegados por el Instituto de Cultura han resultado asombrosamente envolventes, hasta el punto de generar filiales o centros locales en la mayoría de los pueblos de la isla. El Instituto ya no es una organización que se apega a San Juan y las zonas circunvecinas. Es un organismo contagioso, una red de acción y trabajo que se extiende y abarca la cuasi totalidad del perímetro insular. Pero apoyándose naturalmente en los cuadros estructurales, el Instituto de Cultura crece asimismo al nivel de una respetable serie de programas. Se establece, por ejemplo: el Archivo General de Puerto Rico y no se desperdician las oportunidades de traer, particularmente desde los ricos archivos españoles, documentos y papeles que ingresan en una colección de fuentes primarias que ayudarán a comprender mejor el desarrollo y la trayectoria histórica del país. Con una viva y patriótica conciencia de la historia, la Dirección del Instituto de Cultura Puertorriqueña ha reconocido los grandes acontecimientos y efemérides del pasado, celebrando los aniversarios o centenarios correspondientes. A propósito de lo recién afirmado, recuérdense los actos y las publicaciones a que dieron lugar los centenarios de las vidas cimeras de Don Luis Muñoz Rivera y Don José de Diego. O los artísticos medallones emitidos que consagran las proezas y el significado del Diputado Ramón Power y del Obispo Juan Alejo Arizmendi. Dignos de encomio son los acotamientos de zonas históricas (Ponce y San Juan), resultando más laudables los trabajos de conservación y restauración de monumentos nacionales que abrazan la isla entera, pues el movi18
miento se ha extendido de San Germán (Convento Porta Coeli) al Fortín de Isabel Segunda en Viequeso No es menos encomiable el proceso de reconstitución y preservación arqueológica que tiene a su haber aciertos como los que se relacionan con el viejo poblado de Caparra y el Centro Ceremonial indígena de Utuado. Para redondear el panorama de las gestiones regulares del Instituto de Cultura, habría que agregar los Festivales de Teatro y las Ferias de Artesanías, amén de los programas de música, exposiciones y conferencias. Casi todas las obras representadas en los festivales y una buena cantidad de la producción de los compositores nativos han sido editadas por la Dirección del Instituto y circuladas entre los amantes y devotos de la cultura dramática y musical. Huelga alegar que el Profesor Alegría es quien viene presidiendo y animando el desenvolvimiento estructural y programático del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Pero al calificarlo de .. animador n , no le concedemos a la palabra un mero valor genérico. En realidad y deliberadamente, le concedemos a la palabra empleada el valor restringido de la especialidad que se asocia a la brega publicística y editorial que insinúan las últimas líneas del párrafo anterior. Es obvio que dicha brega no se detiene en lo que queda consignado, porque desborda esas fronteras para transformarse en una vasta empresa de publicaciones que todavía no ha agotado sus múltiples finalidades. La referencia se acomoda precisa y exclusivamente a la noción del animador de cosas impresas, al promotor bibliográfico que ha puesto al alcance y disfrute del pueblo un número considerable de publicaciones y libros que tienden a captar la evolución global de Puerto Rico. No ha de olvidarse que la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña encabeza la espléndida lista de publicaciones que anima y sostiene la patriótica voluntad de Ricardo Alegría. Organo de la institución, la Revista constituye un éxito de muchos años por la novedad del formato y la excelencia del contenido que la ameritan de manera singular en el campo de la literatura periódica in· sular. El registro de las colaboraciones es elocuentemente amplio, de suerte que no existe rincón alguno de nuestro pasado histórico que no hayan iluminado o, al menos, tocado con sabio y delicado cariño. La edición de libros resulta sorprendentemente copiosa. No escasean empero las reediciones de textos significativos. Para comprender la importancia del punto bajo examen es innecesario que se haga el recuento de todos y cada uno de los libros publicados. Bastará en cambio que adelantemos una lista selectiva que ilustre la diversificada naturaleza de la bibliografía que porta el signo editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. De 1958 data, por ejemplo, Figuración de Puerto Rico y otros
estudios que finna la Doctora Concha Meléndez. Durante el mismo año circulan la Galerla puertOrriqueña del insigne Don Manuel Fernández Juncos y el Análisis estilístico de la Sataniada de Tapia que aporta José Luis Martín. Hacia 1959 el Profesor Lidio Cruz Monc1ova suscribe el trabajo biográfico Luis Muñoz Rivera; los primeros 10 años de su vida polltica. Al título que acabamos de mencionar, le sigue en 1960 la publicación de las Obras. Completas (prosa y poesía) del- prócer barranquiteño que suman unos cuantos volúmenes. El elemento afronegrDide en el 'español de Puerto Rico, que contribuye el Doctor Manuel Alvarez Nazario, lleva la fecha de 1961 y, dos años después, la pluma de José Antonio Gautier Dapena recapitula la Trayectoria del pensamiento liberal puertorriqueño en el siglo XIX. El torrente bibliográfico continúa vigoroso y pujante en el sexenio que sube a la actualidad desde 1964. Ya que si de este año se puede seleccionar la reedición del Bostas, ciudadano de América que nos diera Don Antonio S. Pedreira, o la puesta en circulación de la densa y documentada monografía que Juan Manuel Zapatero intitula La guerra del Caribe en el siglo XVIII, el año de 1965 hace que recordemos la aparición integra del ensayo José
Julián Acosta y su tiempo, cuya segunda parte dejó inédita el autor, Don Angel Acosta ~uintero. Entre el 1965 y 1967 se conciben y efectúan los actos con· memorativos del Centenario de Don José de Diego que, de un lado, producen la reimpresión de las Obras Completas del glorioso vate y escritor aguadillano y, del otro, colocan en manos del público lector La obra literaria de José de Diego que rea· firma el talento ensayístico de la Doctora Margot Arce de Vázquez. A despecho de que ello es suficiente, no es posible descartar la alusión a un par de títulos fechados en 1966 que son, de Joaquín Freire: Presencia de Puerto Rico en la historia de Cuba y, del Profesor Cruz Monclova, Baldorioty de Castro, su vida, sus ideas. Réstanos agregar que el pasado año de 1968 el Instituto de Cultura Puertorriqueña rubricó una "segunda edición facsimilar" de los 6 tomos que comprenden las Memorias geográficas, históricas, económicas y estadfsticas de la isla de Puerto Rico, publicadas originalmente por Don Pedro Tomás de Córdova, de 1831 a 1833. Y que, pese a no haber cerrado aún el año de 1969, saca a luz en fonna de libro la tesis doctoral que, con el título de La isla de Puerto Rico (1765-1800), sometiera a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, Don Bibiano Torres Ramí-
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rezo Se nos antoja que .el título es demasiado ruti· nario y mecánico. Estimamos que, preservando o no las fechas confinatorias, el libro pudo i.ntitularse con mayor propiedad y rigor historiográfico: "La era de la reforma ilustrada en Puerto Rico" lo que, claro está, no disminuye los fundamentos documentales de la investigación que son realmente sólidos. Ahora bien: es justo decir que Ricardo Alegria no sólo ha fundado el Instituto de Cultura, sirviéndole igualmente de eje animador en las esferas creadoras y supradministrativas, sino .que además ha dado ~l buen ejemplo como investigador y autor de libros que versan sobre temas de historia pa· tria. Tres son los libros que se le acreditan al Profesor Alegria, uno: HisJoria de nuestros indios (1950) y dos: La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1954). Finalmente, el tercero: Descu· brimiento, conquista y colonización de Puerto Rico 1493-1599, fue editado en abril del corriente año por las prensas de los Talleres de Artes Gráficas de Barcelona, para la "Colección de Estudios Puer· torriqueños"'que cae dentro del marco inspiracional y la línea de acción del Instituto de Cultura. Se trata de la obra que motiva y determina las notas hechas en torno a la personalidad del Doctor Alegría y al quehacer cultural del Instituto. En razón de ello: la obra merece los detalles y comentarios particulares de una reseña bibliográfica que la introduzca a los lectores y simpatizadores de Extra-
muros. Entrando en materia, reconoceremos que el libro de Alegría equivale a la cristalización de una nueva síntesis del siglo XVI que nosotros hemos bautizado .. siglo de los orígenes puertorriqueños". Ya que, contrario a lo que se pueda inferir de la lectura de ciertos autores nativos, especialmente los Perea, Brau y Coll, el XVI no es un corto período de orígenes al abrir, mediar o concluir, sino que deviene consistente totalidad genética de principio a fin. De ahí que el siglo XVI constituya una primera época en los anales del proceso global de la isla. Concedido que en las últimas tres o cuatro décadas la búsqueda y acumulación de documentos y materiales relativos a esa primera época han crecido y aumentado con un ritmo seguro y extraordinario; concedido, asimismo, que paralelo al movimiento de aumento cuantitativo, se registraba y presionaba un segundo movimiento cualitativo de mayor avivamiento e intensificación de la conciencia histórica que siempre tiende a producir y, en efecto, acaba produciendo libros de síntesis que necesariamente debe suscribir este o aquel representante de la ca· munidad de los estudiosos del pasado, no será di· fícil admitir que cualquiera de nuestros profesionales habría sido capaz de fraguar la reconstitución científica de las acontecimientos ocurridos en el siglo XVI. Es que la nueva síntesis estaba, como
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quien dice, en el aire de la historiografía local, aguardando que se le ordenara bajar al terreno de la historia escrita. conforme a las reglas del método y las normas artísticas que se vinculan a la ciencia del pasado humano. Pero es el Profesor Alegría quien carga con los méritos de la hazana y el cálido aplauso del bibliófilo. Al redactar la nueva síntesis, entendemos que el prQfesor universitario hace perfecto acopio de las fuentes, capitalizando sobre todo los materiales que tienen carácter primario y que no han cesado de aumentar últimamente. En otras palabras: Alegría sabe adecuar la exposición a los fondos documentales existentes, poniéndose al día con el estado actual de la ciencia de la historia en Puerto Rico. No obstante: la exposición se liberta de las glosas eruditas y de las notas técnicas que de ordinario y por sistema los historiadores suelen colocar al pie de cada página del texto que lanzan a los mercados afines. Es que la exposición se di· rige. sin los estorbos técnicos y el aparato de los virtuosos de la historia, a l~s juventudes puertorriqueñas que asisten a la escuela secundaria o cursan a lo sumo el bachillerato. Tampoco sorprenderá la calidad, la índole de la prosa que, evitando el barroquismo y las complicaciones literarias, surge y se mantiene deliberada y consistemente sencilla, clara y directa. No deja de explicarse, en fin, que la obra venga acompañada de una regia porción de ilustraciones que se repartieron el dilecto amigo
Carlos Marichal y Doña Mela Pons, la fiel y talentosa compañera del autor. Acordemos, sin embargo, que lo recién expresado está muy lejos de querer ahuyentar del libro de Alegría al público adulto o a los especialistas en el campo. Porque, quien más quien menos: todos podemos y debemos aprovechar la nueva síntesis del siglo XVI. Pero veamos los interiores de la obra a propósito de revelar cuanto ella atesora de portada a contraportada. Tres son los asuntos que metodológicamente controlan la exposición, a saber: 1) el descubrimiento; 2) la conquista y 3) la colonización de Puerto Rico. Por debajo y en virtud de los -asuntos cardinales, se distribuyen y coordenan los sucesos y contenidos del siglo XVI en trece atractivos e interesantes capítulos. Nos permitiremos la libertad de desplegar los títulos: 1) El descubrimiento; 11) Los indios de Borinquen; III) Exploración y primer intento de colonización; IV) Juan Ponce de León inicia la colonización de la isla de San Juan; V) Diego Colón interviene en el gobierno de la isla; VI) La rebelión indígena; VII) Nuevos acontecimientos; VIII) La defensa de los indios; IX) Los orígenes de la esclavitud negra; X) La colonización en peligro; XI) La isla se convierte en fortaleza militar de España en el Caribe; XII) Expediciones y ataques ingleses a la isla y XIII) Puerto Rico al finalizar el siglo XVI. Vistos en conjunto, estos capítulos recogen y articulan los contenidos políticos y sociales de la vida isleña durante la grandiosa centuria de los orígenes. Regular y primordialmente, el Doctor Alegria nos comunica la historia sociopoUtica de entonces. Sólo en menor escala o incidentalmente asoma la historia cultural de aquella época. Comoquiera que sea, los trece capítulos que examinamos presentan un cuadro bastante equilibrado y congruente de los sucesos y realidades del siglo XVI. Los trece son invariable· mente buenos y acertados, cubriendo sin desvío alguno el territorio que cada uno debe cubrir. No obstante, hay capítulos que sobresalen clara y dis~ tintamente, a causa de los datos y pormenores que se añaden; por razón de las cualidades formales que entran en juego, o debido a la novedad del enfoque penetra y reilumina los hechos. En la cate· goría descrita, incluimos los capítulos 11, IV, IX Y XIII. El capítulo XIII es un auténtico precipitado o, si se quiere, destilado completo de las gestas y desarrollos del siglo que echa a andar el drama puertorriqueño. No son pocos los que todavía piensan que la narrativa histórica tiene que ser objetiva, de suerte que, para alcanzar la objetividad científica, el historiador mantendrá una actividad neutral que le impone la obligación de suspender el juicio, vedándale la libertad de opinar y definirse axiológicamente frente a las cosas y hechos que narra. Pero en evidente comunión moral con la mayoría de los
investigadores del pasado humano, Ricardo Alegría se manifiesta en contra de la fórmula expuesta, porque aparentemente cree falsa la equiparación de la historia objetiva y el deber de absoltuta neutralidad por parte del historiador. Es que hoy se entiende que la vía neutral es una quimera historiográfica. No lo es desde luego el camino de la imparcialidad. Y es que el historiador no solamente conoce que la actitud imparcial no va reñida con la meta de la objetividad histórica, sino que sabe pecho adentro que es la única que la asegura y consagra. Desechando pues la neutralidad imposible, el historiador de nuestros días aspira a ser honrada y seguramente imparcial. La nueva síntesis del Profesor Alegría comprueba que la redacción objetiva de la historia y la .virtud de imparcialidad son perfectamente compatibles. Es por eso que al tiempo que redacta y en el mismo cuerpo del texto, el autor se atreve a opinar y pasar juicio sobre los acontecimientos y la conducta de los hombres que participaron en ellos. Ha de repararse que la oportunidad del juicio descargado o las opiniones vertidas no desmienten ni cancelan, apuntalan y refuerzan la objetividad de la narración. Las instancias que reflejan el extremo asentapo son numerosas. En gracia a la limitación del espacio dispuesto, tenemos empero que sitisfacer el apetito intelectual de quienes nos lean con un mínimo de citas representativas. A los mismos comienzos de la obra, por ejemplo: Alegria enfatiza que "la historia de Puerto Rico es una de las más antiguas e interesantes de América" (pág. ix). Quizá se advertirá la diferencia connotativa en los términos de la comparación al punto de que cabría argumentar que, siendo de gustibus, la voz "interesante" es algo menos objetiva que "antigua", palabra que al invocar lo temporal y la cronología nada revela de subjetivo y personal. No será entonces muy cuerda la refutación del aserto de Alegría en base al criterio de antigüedad, cuando sabemos que, si se exceptúa la historia de Santo Domingo, la puertorriqueña es la más vieja en los fastos del Nuevo Mundo. Cierto que si aplicáramos el criterio numérico al grado de interés, la historia de Puerto Rico no saldría tan bien parada como respecto a la antigüedad, pero con todo se verificaría que tales o cuales historias americanas son de mayor interés, que otras, probablemente muchas, no son tan interesantes. Y en ambos casos, se impondrá la esen· cial pertinencia de las verdades que proclama el catedrático universitario. Tomamos en segundo lugar un ejemplo de buen juicio, de opinión sensata que se refiere a la persona y mando del gobernador Don Francisco Manuel de Landa. Debido a los métodos y las tácticas que Landa utilizó para superar la crisis económica de los 1530 y detener el consiguiente proceso de despoblación que amena· zaba con matar la empresa colonizadora, este go21
bernador ha sido atacado y calumniado sistemáti· camente por los estudiosos e historiadores del siglo XVI. Tanto es asf. que la historiografía landiana suena a pequeña leyenda negra que resulta incom· prensible a la luz de la extraordinaria gestión de aquel mandatario. (Ver, como muestra, de la Doc· tora Isabel Gutiérrez del Arroyo, el ensayo "Exodo al Perú" en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1 (1958), (págs. 15·18). La Doctora Gu· tiérrez del Arroyo le cuelga al Gobernador Landa los sambenitos de la barbarie y la brutalidad. Pero Alegría lo vindica, aduciendo que Don Francisco Manuel fue "uno de los mejores gobernadores que durante esa época tuvo la colonia" (pág. 121). Y pese a la generosidad del historiador, el juicio recti· ficador se queda corto. Puesto que Lando no es uno de los mejores; es, en puridad, uno de los tres grandes gob.emadores de la centuria de los orígenes. De los tres, la grandeza de Don Juan Ponce de León descansa en los encumbrados títulos de padre y creador de la sociedad puertorriqueña. Y la de Don Diego Menéndez Valdés se vincula a la "era de reconstrucción colonial" que él preside y canaliza. Don Francisco Manuel de Lando es la figura que perpetúa la obra de Ponce de León y viabiliza la tarea de Menéndez Valdés. Si por ello, Ponce adquiere la honra de organizador politico y Menéndez la de reconstructor social, a Lando le ajusta el manto de "salvador colonial" que asegura la continuidad histórica de Puerto Rico. Con el tema de la continuidad histórica empalma una tercera. opinión del Doctor Alegría que acogemos sin titubear. La opinión expresa a la letra que "para fines del siglo (XVI) se manifiesta una diferenciación notable entre el elemento criollo, nacido en la isla. y el de los inmigrantes españoles" (pági· na 167). Este juicio del Profesor Alegría es tan verda· dero como los anteriores. La diferenciación puesta de relieve, implica el nacimiento de un sujeto colec·
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tivo que no es español y peninsular, si!l0 puertorri. queño e insular. Pero de sancionarse la realidad del sujeto diferenciado, mal cabría repudiar la historia que le es propia. Y contra los cuatro siglos y medio de acción del sujeto que se predica, han de estrellarse los que en redondo o parcialmente niegan que exista una historia de Puerto Rico. Al final la obra trae una "Bibliografía mínima". Contiene los fondos y libros que Alegría recluta para animar y cimentar la nueva exposición del siglo XVI. Se sobreentiende que el historiador debió de consultar y aprovechar muchísimas otras fuentes que no aparecen declaradas en la bibliografía que nos ocupa. Declaradas o no, es bueno señalar que el volumen de las fuentes del siglo XVI aumentan y de veras se multiplican. Con esto sólo compara y rivaliza el progreso bibliográfico que generan los hechos y las corrientes del siglo XIX. Cierto que el interés por la segunda mitad del siglo XVIII ("era de transición") se traduce en libros y documentales, pero la producción es aquí menos cuantiosa. Hay que lamentar el pronunciado contraste que marca la escasez bibliográfica de la "edad intermedia" (siglo XVII y primera mitad del XVIII), porque colocada entre el "siglo de oro" (XIX) y el de los orígenes, ella es el centro de gravedad de la historia de Puerto Rico. No basta lamentar una situación que es altamente indeseable. Urge que los historiadores del país, incluyendo al Profesor Ricardo Alegría, vuelvan la atención a la descuidada edad intermedia. Y que investigadores de la talla de Monseñor Vicente Murga, que tienen ordenados y listos para las prensas volúmenes enteros de materiales y papeles relativos a esos ciento cincuenta años críticos y decisivos, se tomen la molestia de publicarlos cuanto antes. De hacerlo, presumimos que rendirían un servicio inolvidable al conocimien· to del pasado y, por ende, al avance positivo de la ciencia histórica puertorriqueña.
VI Exposición Anual de los alumnos de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña
~L
15 DE AGOSTO SE INAUGURÓ EN EL CONVENTO DE
Santo Domingo la VI Exposición Anual de los alumnos de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña. La Exposición no se restringió esta vez a un grupo escogido de estudiantes. Noventa y cinco alum· nos de ambos sexos, prácticamente ]a totalidad de los matriculados en la Escuela, participaron en la muestra, presentando un total de 308 obras ilustrativas de los diferentes ramos de las artes plásticas. Siguiendo la tendencia imperante en todo el mundo, y especialmente en la América Española, quedó demostrada una decidida preferencia por el grabado, que, incluyendo las modalidades de litografía, serigrafía, fotoserigrafía y fotografía, se sumó unas 137 obras. Les siguió el dibujo, con 71, y la pintura, con 36, incluidos 7 murales. El arte de la vidriería, el del mosaico, la cerámica y la escultura, tuvieron, respectivamente, 11, 16, 18 Y 10 piezas. En los grabados se manifestaron las técnicas del linóleo, la punta seca, la calografia, el monotipo y el aguafuerte. También la xilografía, el barniz, el buril y la punta seca. La estilística, en éste y los demás ramos, varió desde la ortodoxia clásica hasta los más atrevidos "ismos" de vanguardia. A continuación presentamos algunos de los aspectos que cubrió la VI Exposición Anual de los alumnos de la Escuela de Artes Plásticas.
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El Código Negro francés para las Antillas Por MANUEL CÁRDENAS
UESTRO INTER~S EN ESTAS PÁGINAS ES SIMPLEMENTE
N la divulgación de
un documento histórico de gran importancia para el mundo del Caribe -el Código Negro francés para las Antillas de 1685del cual -que sepamos-, hasta el presente, no existía otra edición, al menos completa, que la original francesa en que fue redactado. Esta edición española del Código Negro que aquí presentamos se ha hecho sobre el original que el Padre Labat incluye en su obra Voyages en Guil1ee et a Cayenne, de 1730, páginas 535 a 557. A tenor con lo indicado inicialmente, no habremos de entrar en los porm~nores del mencionado documento, limitándonos a hacer unos comentarios generales que ayuden a situarlo históricamente dentro del proceso colonizador francés en las Antillas durante el siglo XVII. Podemos establecer la presencia del poder francés en el Caribe a partir de 1625, fecha en que Pierre Belain de Esnambuc, Urbain de Roissey y algunos normandos -unos cuarenta hombres en total- llegaron a la Isla de San Cristóbal.· Con ellos es que Francia entra "oficialmente" en el mundo del Caribe y decimos así porque desde finales del siglo XVI hay franceses en esta región, quienes, actuando particularmente, sientan las bases del proceso colonizador francés que inicia Esnambuc. Son aquellos filibusteros y corsarios que con gran éxito retan al poder hispánico en esta región y más específicamente en las Antillas menores -las llamadas Islas Inútiles por los españoles- donde establecerán asentamientos permanentes en los primeros años del siglo XVII. Muchos de esos hombres han llegado a las Antillas no tanto por un afán de aventuras, como huyendo de las condiciones políticas y religiosas imperantes en la Francia de su tiempo. Uno de los bandos del conflicto religioso que sufre Francia, el protestante -los * Actual Saint Kitts.
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llamados hugonotes- dará en esos años un gran número de hombres para la lucha contra España en el Caribe. Así cuando Esnambuc arriba a la San Cristóbal encuentra franceses establecidos en ella, el jefe de los cuales es el hugonote Levasseur posterior conquistador y gobernador de La Tortuga, y figura legendaria en el mundo del Caribe en ese siglo XVII. Este cede a Esnambuc los derechos que tenía sobre parte de la San Cristóbal, ya que en ella también se encuentran establecidos los ingleses, partición que habrá de perdurar hasta el fin de la guerra de Sucesión a la Corona de España, cuando por la Paz de Utrecht (1713) la isla pasó, definitivamente, a manos inglesas. En la San Cristóbal, Levasseur y los suyos -unm ochenta hombres en total- poseían dos fuertes 'J también algunos esclavos en número alrededor de cuarenta'! Al parecer éstos son los primeros esclavos que hayan tenido los franceses en el Caribe, y dado el modus vivendi de aquél, podemos aventurar que éstos procederían de barcos españoles capturados por el legendario filibustero y posterior go~er nador. La expansión de Francia en el CarIbe, el poblamiento de las distintas islas y el nacimiento de la esclavitud negra en las mismas, está ligado a la Compañía de San Cristóbal e Islas Adyacentes que se funda en 1626 bajo la protección del Carde· nal Richelieu y dirección de Esnambuc quien había vuelto a París a informar de su expedición. La Compañía que en un principio debía tener una duración de tres años, habría de llevar a las islas de San Cristóbal, la Barbada y otras situadas "a la entrada del Perú" a todos aquellos que así lo quisiesen, para en ellas trabajar y negociar las mercancias que llevasen con los habitantes de las islas. así como instruirlos en la Religión Católica, y cul1. Du Terte, P. Jean Baptiste. Histoire Generale des Antilles habitées par les Franc.;ais. París Jolly, 1667·1671, J, 3.
tivar las tierras para producir tabaco y otros productos. La mencionada Compañía consiguió de facto la soberanía de dichas tierras, absteniéndose la Corona de toda ingerencia directa en las tareas colonizadoras de aquélla. Esos privilegios habrán de permanecer en sus manos hasta 1664, fecha en que se reforma por segunda vez la Compañía reduciéndose su autoridad soberana y absorviendo la misma la Corona francesa con el fin de eliminar el número increíble de señores y propietarios, así como las jurisdicciones conflictivas que dificultaban el desarrollo de las islas. Francia no participa inmediatamente en la trata negrera, no obstante parece que los colonos desde 1626 adiquieren esclavos negros a través de los holandeses que son los traficantes más importantes en este momento y durante gran parte del siglo XVII. Sin embargo, en virtud de Cartas Patentes de 1633 se indica que " ...el Señor Rosée, el Señor Robin y sus asociados, mercaderes de Rouen y de Dieppe" son poseedores de "un permiso para traficar duo rante dicz años en Sencgal, Cabo Verde y Gambia". De esa fccha a 1635, otras dos compañías, una de Malons y la otra de París obtienen igualmente el monopolio para traficar en la Costa de Africa. La primera desde Sierra Leona a Cabo López, y la segunda desde Cabo Blanco a Sierra Leona, salvo en los puntos reservados a la Compañía Nonnanda (la de San Cristóbal). Aunque no hay referencia específica en las Cartas fundantes de dichas Como pañías a la trata negrera, por referencias históricas, podemos suponer que estuvieron activas en tal tipo de tráfico, aunque parece ser que no fue de gran importancia, o en el mejor de los casos fue menor del que solicitaban los colonos franceses, lo que llevó a éstos a depender durante casi todo el siglo XVII de la marina y el comercio holandeses. De aquellos 40 esclavos que poseía Levasseur en 1625, hemos pasado en 1635 a un número de 500 o 600, según nos informa el Padre Du Tertre,2 "los cuales no sólo están haciendo la fortuna de los colonizadores, sino que también hacen servicio de armns" y son en estos primeros años de la colonización francesa un factor militar fundamental sobre todo en la defensa de la isla de San Cristóbal. La importancia de la esclavitud negra en estos años, no obstante su reducido número, queda manifiesta en otro párrafo de la obra de Du Tertre 1 "vienen a ella (a la San Cristóbal) navíos franceses y holandeses que traen gran cantidad de nuevos colonos y algunas veces esclavos moros que han comprado en Guinea, o que han capturado a los Españoles en las Costas de Brasil; y como estos negros son toda la fuerza y riqueza de las Islas, la Compañía saca de ellos grandes beneficios. En fin, la Isla se cn~ 2. Op. cit. I. 61. 3. Op. dI. 1, 63-64.
cuentra tan poblada que se ha tomado la resolución de hacer nuevos establecimientos en las islas ve· cinas..... En 1635, y como resultado del éxito colonizador, es reformada la Compañía de la Isla de San Cristóbal, que cambia su nombre por el de Compañía de las Islas de América, título y privilegios que con· servará hasta 1664. Ese éxito, del cual es prueba el texto citado anteriormente, amplía las perspectivas de Francia en el Caribe, 10 que da lugar a una expansión de su poder sobre otras islas, expansión que hasta mediados de siglo tiene más un carácter político que conómico. Así en 1635 Esnambuc ocupa la Dominica y en ese mismo año L. Olive y du Plessi colonizan la Guadalupe. También en 1635 Esnambuc con cien hombres .. de los viejos colonos de la San Cristóbal" toma posesión de la Martinica. En 1640 Levasseur ocupa la Tortuga, y en 1643, Du Parquet arriba a la Santa Lucía que había sido abandonada por los ingleses. En 1648 se establecen los franceses en las islas de San Martín y de los Santos. Todo el proceso de inicio y expansión de la colonización francesa en el Caribe podemos darlo por finalizado en 1664, y el autor del mismo no es vtro que el Cardenal Richelieu, quien, casi cuarenta años atrás, había sentado sus bases como parte de la lucha en contra de la casa real de Hansburgo en sus dos ramas, española y austriaca, y con la intención cIara de convertir a Francia en el poder fundamental de Europa. Los primeros colonizadores -los jefes de las primeras expediciones- pertenecían en su mayor parte a la nobleza. Estos nobles han llegado a las Antillas, unos movidos por las aventuras, y los más, por la falta de recursos económicos en su país natal. Ellos se convierten en los grandes propietarios de tierras en las distintas islas, introduciendo a la vez las instituciones jurídicas feudales existentes en la Francia de su tiempo. Así, linaje y propiedad le dieron derecho propio a ser la cúspide de la pirámide social en las colonias. Junto a ellos, y en una feliz alianza, vendrán los siervos de Dios que también en esta colonización se encuentran por todos lados, y cuyo interés de propagar la fe cristiana va acompañado por una preocupación material por su propia orden religiosa, de aquí que órdenes religiosas tales como las de los jesuitas, dominicos, carmelitas, capuchinos, jacobinos, y otras vengan a ser el otro gran núcleo de propietarios de tierras. Junto a esta doble aristocracia de nacimiento y oficio, o mejor al lado de ella -ya que las distinciones sociales de la metrópoli se perdían en las Antillas en la fusión de casi todas las clases blancas- venía el elemento burgués con su consistencia hereditaria y su espíritu emprendedor. En la base de esa pirámide se encontraban los grupos laborales, la mano de obra. Desde los primeros momentos de la colonización se hace patente la ¡m-
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posibilidad de incorporar a la población indígena a un proceso productivo fijo, estable y más o menos racional, dada la postura terminante de éstos de no dejarse absorber o integrar en el mundo de instituciones que el europeo trae. Por ello los colonizadores vendrán obligados a buscar otra fuente de mano de obra, y en un principio ésta será en su mayoría blanca y francesa. Hablamos de los "engagés" -los contratados- que eran franceses que se comprometían a trabajar durante tres años -de aquí que se les conociese también por los "treinta y seis", el número de meses de su compromisoa cambio del pasaje y de una esperanza de tierras con las que poder convertirse en colonos. Sin embargo, las escasas tierras de estas islas y el reparto inicial que de ellas hicieron nobles y órdenes religiosas hacían casi ilusoria aquella promesa, sustituyéndose pronto aquella ilusión por un pago fijo consistente en trescientas libras de tabaco pagaderas al final de los tres años del compromiso. Como es de suponer estos "engagés" se reclutaban sin muchos escrúpulos y por todas partes. Unos eran voluntarios y forzosos otros. Los primeros comprendían gentes sin recursos, servidores sin trabajo. campesinos desempleados o disgustados por no poder llegar a ser amos, y a quienes la perspectiva de conseguir tierras movió a la aventura. Los segundos eran vagabundos, timadores, o bien hijos de familia desheredados, que como dice un docu· mento de la época son "jóvenes que han caído en los extravíos de la juventud y se entretienen en la vagancia en el reino, en lugar de trabajar". A éstos el Rey les hacía embarcar obligatoriamente para las colonias. Esta corriente migratoria blanca se da principalmente, hasta mediados del siglo XVII, y hasta esta fecha podemos decir, no obstante el crecimiento del número de los negros esclavos, que la población de las islas francesas es predominantemente blanca. Esta mano de obra fue muchas veces peor tratada que la mano de obra esclava, ya que para el colono aquélla era un medio de producción temporal que no le pertenecía, y a la que había que explotar intensivamente dada la brevedad del compromiso. En multitud de casos los "contratados" sirvieron a los colonos vitaliciamente, debido a los artilugios jurídicos y económicos que éstos emplearon contra los primeros, y casi siempre con la anuencia de las autoridades que estaban más preocupadas por la suerte de la empresa colonial que con los medios usados. Aun cuando la intención primera de Francia fue la de poblar las islas con europeos, la suerte de las Antillas está echada a mitad del siglo XVII, cuando se adopta la trata negrera como medio regular para poblar las colonias, y desde ese momento hasta la abolición de la esclavitud no habrá gran preocupaciól) por aumentar la población euro· pea que irá convirtiéndose en una ínfima minoría
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incapaz de constituir una base adecuada para poblarlas. La razón de ese cambio es económica y política. La actividad de producción fundamental en las islas hasta esa fecha ha sido el tabaco, a partir de ahora comienza la actividad azucarera que exige cada vez más mano de obra abundante y permanente, y claro está, barata, y en estos tiempos el esclavo negro lo es relativamente, si lo campa. ramos con la producción que genera. Por ello el tráfico y la explotación de esclavos se convierte en el centro de la actividad económica de las colonias francesas. Como dijimos anteriormente, has. ta esta fecha la política de Francia -diseñada por Richelieu- ha consistido en la ocupación de tierras por medio de la Compañía de las Islas de América. y de ello la. Corona francesa ha obtenido poco beneficio económico, sobre todo si se compara con el beneficio que obtienen en la región otros países europeos. La situación en el Caribe de los distintos países europeos, y la de Francia en particular, queda patente en la descripción que hace el único cronista francés de las Antillas en el siglo XVII que no pertenece a una orden religiosa. Nos referimos a GuilIaumc Coppier quien ~n su Histoire et Voyage des ludes Occidentales 4 nos dice lo siguiente: "Podemos contemplar la América como una vaca lechera, grande, gorda y bien alimentada a la que nosotros hemos cogido por los cuernos al combatir al Español y al haber establecido allá, de un tiempo a esta parte, diversas colonias. "Los Ingleses la tienen cogida por el rabo, pero no se les escapa de las manos si consideramos que tanto ellos como nosotros le capturamos (al Español) barcos frecuentemente, y retenemos diversas Islas y regiones, como os diré después. "En fin, los Holandeses, o los Flamencos, que acaban de encontrarla, le están sacando hasta la última gota de leche, ya que hacen, todos los días, notables progresos en estos mares y regiones." Esta situación de ventaja holandesa es la que Francia pretenderá eliminar a partir de la segunda mitad del siglo XVII mediante una nueva política. Ella será obra de Jean-Baptiste Colbcrt y de su concepción económica mercantilista. Colbert entenderá que su país no necesita más tolerar ni favorecer a Holanda, que ha jugado ya su papel para eliminar la hegemonía de la Casa de Austria en Europa desde el momento que ha derrotado a España y conseguido su independencia. Colbert va a guiarse por los intereses estrictos de su país, es decir los intereses de la Corona. Así desde 1664 a 1685, fecha del Código Negro, y período que coincide casi exactamente con la gestión de aquél de los asuntos públicos franceses, se desarrolla metódicamente la esclavitud negra y con ella el progreso económico 4. Libro Primero, capitulo IV. pág. 24. Obra publicada en Lyon en 1645.
de las islas francesas. La esclavitud y la trata solucionan dos problemas; el primero, la carencia de mano de obra para las economías extensivas que se iban desarrollando; el segundo, la falta de poderío naval de Francia'. Esta falta queda patente en un dato: en 1662 hacen él comercio con las islas más de 150 barcos de los cuales sólo 4 o 5 han salido de puertos franceses. La reforma de la Compañia de las Islas de América en 1664 (a partir de entonces será llamada Compañía de las Indias Occidentales) va dirigida a eliminar ese predominio holandés en el comercio antillano en general, fomentando públicamente lo que antes se habla he· cho un tanto solapadamente: la trata negrera. Esto se consigue sustituyendo los intereses particulares de los señores de la Compañía por el interés del estado francés, algo perfectamente coherente con la teoría mercantilista de la que Colbert es adalid. La trata se convierte así en actividad regular, haciendo posible el desarrollo naval de Francia. Y el esclavo negro es el instrumento de producción único y capaz de hacer fructificar las colonias. Durante todo el reinado de Luis XIV se favorecerá la trata negrera por ser fuente de extraordinarios beneficios económicos. Con la mencionada reforma de la Como pañía queda claro que junto al monopolio que se le otorga en el comercio con "las Islas y la Tierra Firme de América", tiene la obligación de suplir los esclavos necesarios para dichos lugares, obli· gación que se convierte en mandato terminante cuando en esa misma fecha de 1664 queda prohi· bido el tráfico de los holandeses en dichas colonias. En 1670, el Consejo de Estado francés, para activar la trata, elimina el impuesto que desde 1626 existía sobre cada negro introducido en las colonias. A esta "exención contributiva" se añadirán otras y culmi· narán los incentivos con gratificaciones a los arma· dores que introdujesen negros en las islas. Sin embargo, la Compañía de las Indias Occidentales, mal administrada, fue obligada a liquidar en 1674, asumiendo el Rey francés el dominio directo de las Antillas, y heredando parte de los privilegios de aquélla la Compañía de Africa o del Senegal la cual tendrá el monopolio exclusivo de traficar en Africa, incluyendo, explícitamente, el tráfico negrero. No parece que esta Compañía haya sido todo 10 eFectiva que se esperaba ya que en 1685 el Rey establece la Compañía de Guinea que debía suministrar anualmente 1.000 negros a las islas. A pesar de ello la actividad de ambas no fue suficiente y tuvo la Corona que comprometerse en períodos de gran demanda de esclavos, a enviar flotas a la Guinea para traficar con negros. Al mismo tiempo surge el contrabando de esclavos que las autoridades acabarán tolerando. En 1696 se funda la Compañía del Senegal, Cabo Verde y las Costas de Africa, con un privilegio de treinta años para la trata. A estas alturas del siglo los esclavos son difíciles de con·
seguir y han subido de precio extraordinariamente, pero eso no quita para que los colonos sigan soli· citándolos con urgencia y así acontecerá durante el siglo XVIII. Sólo el problema del precio será a veces un freno a esta demanda de esclavos. Aunque es difícil saber el número de negros i..mportados en esta segunda mitad del siglo XVII a las Antillas Fra.ncesas, podemos sin embargo darnos una idea de su magnitud si comparamos la población blanca y negra en una isla en específico -Martinica- en tres momentos desde 1664 a principios del siglo XVIII. En aquella fecha el número de pobladores blancos y negros de la Martinica viene a ser casi igual 2.681 y 2.704, respectivamente; en 1678 la población negra casi dobla a la blanca: 2.450 blancos contra 5.085 negros. En 1700 la población negra se ha multiplicado por tres con respecto a la existente en 1678, mientras que la blanca apenas ha doblado el número de aquel mismo año. Esa proporción es también válida para la isla de Gua· dalupe. Como ya hemos indicado esa extraordinaria corriente de esclavos negros hacia las colonias fran· cesas es consecuencia del nuevo proceso productivo basado en un uso intensivo de mano de obra, el cual continuará su curso durante el siglo XVIII. El Código Negro tiene que ser contemplado desde la nueva visión política que Colbert introduce en Francia a partir de 1664, y que entre otros fines tiene el de la reorganización y homogenización administrativa y jurídica tanto en la metrópoli como en las colonias, siendo la meta fundamental la de establecer al estado -en este caso el estado francés- como poder y norma soberana, única y absoluta sobre y frente a cualquiera otro poder o interés. En nuestro caso específico, ello se consigue con la asunción por parte de la Corona del pleno dominio sobre las Antillas frente a los poderes de los "señores" de la Compañía, de los nobles y burgueses de las islas. El Código Negro no supone la eliminación total de las instituciones feudales introducidas por los primeros colonizadores, y respetadas por la Compañía, pero reduce claramente su importancia política y jurídica en las colonias al mismo tiempo que declara que el interés del estado se encuentra por encima de todos los particulares y que, en el mejor de los casos, aquél debe velar porque estos intereses particulares coin· cidan con el suyo. Colbert, autor intelectual del proyecto, entenderá que ese interés es el desarrollo económico de las islas, y por ende el beneficio de la corona, y tanto uno como otro descansan primOldialmente sobre el medio de producción que es el esclavo negro. Así el Código Negro viene a reducir la discreccionalidad del amo sobre el esclavo que hasta 1685 es un bien privativo del primero. En resumen, la defensa del colono blanco, la protección de la vida del esclavo negro, la regulación de las relaciones entre ambos, la necesidad de garantizar 29
un incremento natural -de la fuerza esclava, así como la adscripción del esclavo a la tierra, son los puntos fundamentales de este documento del cual ahora damos la versión en español.
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Código Negro o Edicto del Rey, que sirve de reglamento para el gobierno, administración de la Justicia y Gobierno de las Islas Francesas de la América, y para la disciplina y el comercio de los Negros y Esclavos en los dichos países. Luis, por la Gracia de Dios, Rey de Francia y de Navarra; A todos los presentes y por venir: Saludo; como debemos por igual nuestros cuidados a todos los Pueblos que la Divina Providencia ha puesto bajo nuestra obediencia, Nos, hemos querido bien, hacer examinar en nuestra presencia las memorias que nos han sido enviadas por nuestros oficiales de nuestras Islas de la América, por las cuales, habiendo sido informado de la necesidad que ellas tienen de nuestra autoridad y de nuestra justicia para alH mantener la disciplina de la Iglesia Católica', Apostólica y Romana y para allí regular lo que concierne al Estado y la condición de los Esclavós en nuestras dichas Islas y deseando allf proveer y hacerles conocer que aun cuando ellos habiten en lugares infinitamente alejados de nuestra residencia ordinaria, los tenemos siempre presentes, no solamente por la extensión de nuestro poder sino también por la prontitud de nuestra dedicación para socorrerlos en sus necesidades. POR ESTAS CAUSAS, con el parecer de nuestro Consejo y de nuestra ciencia cierta, pleno poderlo y autoridad Real, hemos dicho, estatuido y ordenado, decimos, estatuimos y ordenamos, queremos y nos place 10 que sigue.
Artículo 1 Queremos y proponemos que el Edicto de 23 de abril de 1615, del difunto Rey de gloriosa memoria. nuestro muy honorable Señor y Padre, sea ejecutado en nuestras Islas, y haciéndolo así, ordenamos a todos nuestros Oficiales expulsar fuera de nuestras Islas a todos los Judíos que alH han establecido su residencia, a los cuales como enemigos declarados del nombre de cristiano, Nos condenamos a salir de ellas en tres meses a contar desde el día de la publicación de los Presentes, bajo pena de confiscación de cuerpos y bienes.
las dichas Islas dentro de un plazo de ocho dias a 10 más tardar, bajo pena de multa a discreción, los cuales darán las órdenes necesarias para hacerlos instruir y bautizar en el tiempo conveniente.
Artículo III Prohibimos todo ejercicio público de otra religión que la Católica, Apostólica y Romana; queremos que los contravenientes sean castigados como rebeldes y desobedientes a nuestras órdenes. Prohibimos todas las asambleas para ese efecto, a las cuales declaramos conveoticulas, iUcitas y sediciosas, sujetas a la misma pena, la cual procederá incluso contra los Amos que los permitan o toleren con respecto a sus Esclavos.
Artículo IV No será nombrado Capataz alguno en la dirección de Negros que 00 haga profesión de la Re· ligión Católica, Apostólica y Romana, bajo pena de confiscación de los dichos Negros contra los Amos que los hayan nombrado y castigo a discreción contra los Capataces que hayan aceptado la dicha dirección.
Artículo V Prohibimos a nuestros súbditos de la R.P.R.$ de poner dificultad alguna, ni impedimento a nuestros otros súbditos, e incluso a sus esclavos, en el libre ejercicio de la Religión Católica, Apostólica y Romana, bajo pena de castigo ejemplar.
Articulo VI Ordenamos a todos nuestros súbditos, de cualquier calidad y condición que sean, de observar los días de Domingo y Fiestas que son de guardar por nuestros súbditos de la Religión Católica, Apostólica y Romana. Les prohibimos trabajar y hacer trabajar a sus esclavos en dichos dfas, desde la hora de medianoche hasta la otra medianoche, sea en el cultivo de la tierra, en la manufactura de azúcar y en toda otra tarea, bajo pena de multa y de castigo ejemplar a discreción contra los Amos, y de confiscación tanto de los azúcares como de los dichos esclavos que fueren sorprendidos por nuestros Oficiales en su trabajo.
Artículo 11 Artículo VII Todos los Esclavos que hubiere en nuestras Is· las serán bautizados e instruidos en la Religión Católica, Apostólica y Romana. Ordenamos a los Colonos que comyraren Negros recién llegados, advertir de ello a los Gobernadores e Intendentes de 30
Les prohibimos igualmente tener el mercado de los Negros, y todo otro mercado, los dichos 5. Religión Protestante Reformada.
días, bajo iguales penas y la confiscación de las mercancías que se encontrasen entonces en el mercado y multa a discreción contra 'los Comerciantes.
de las mujeres esclavas, y no al de su marido. si el marido y la mujer son de Amos diferentes.
Artículo XIII Articulo VIII Declaramos a nuestros súbditos que no son de la Religión Católica, Apostólica y Romana incapaces de contraer, en el futuro, matrimonio válido. Declaramos bastardos los hijos que nazcañ de tales uniones, que queremos que sean tenidas y reputadas, tenemos y reputamos por verdaderos concubinatos.
Queremos que si el marido esclavo ha desposado una mujer libre, los hijos tanto varones como hembras sigan la condición de su madre, y sean libres como ella no obstante la servidumbre de su padre; y que si el padre es libre y la madre esclava, los hijos sean igualmente esclavos.
Artículo XIV Articulo IX Los hombres libres que tuvieren uno o varios hijos en su concubinato con esclavas, junto con los Amos que lo hubieren tolerado. serán cada uno condenados a una multa de dos mil libras de azúcar; y si son los Amos de la esclava de la cual ellos hubieren tenido los dichos hijos, queremos que además de la multa sean privados de la esclava. y de los hijos, y que ella y ellos sean confiscados a beneficio del Hospital, sin jamás poder ser liberados. No entendemos, sin embargo, que el presente artículo proceda cuando el hombre no está casado con otra persona durante su concubinato con su esclava, a la que desposará en las formas observadas por la Iglesia, la que será liberada por este medio, y los hijos habidos serán libres y legítimos.
Los Amos vendrán obligados a hacer poner en Tierra Santa -en los Cementerios destinados a este efecto-- a sus esclavos bautizados; y COn respecto a aquellos que murieren sin haber recibido el Bautismo. serán enterrados en la noche en algún campo vecino del lugar donde fallecieren.
Articulo XV Prohibimos a los esclavos el portar armas ofen. sivas alguna. ni gruesos bastones, bajo pena de azote y de confiscación de las armas para beneficio de quienes los encontraran portándolas, a excepción únicamente de éstos que fuesen enviados a la caza por sus Amos y que fueren portadores de sus permisos o marcas conocidas.
Articulo X Articulo XVI Las dichas solemnidades prescritas por la Ordenanza de Blois. artículos 40. 41 Y 42. Y por la Declaración del mes de noviembre de 1639 para los matrimonios, serán observados tanto con respecto a las personas libres como las esclavas. sin que el consentimiento del padre y de la madre de la esclava sea necesario, y sí únicamente el del Amo.
Articulo XI Prohibimos a los Sacerdotes proceder en los ma· trimonios de esclavos. si ellos no presentan el consentimiento de su Amo. Prohibimos también a los Amos el usar de algunas coacciones sobre sus esclavos para casarlos en contra de la voluntad de éstos.
Articulo XII Los hijos que nacieren del matrimonio entre esclavos. serán esclavos y pertenecerán a los Amos
Prohibimos igualmente a los esclavos que pertenecen a distintos Amos. agruparse, sea en el día o en la noche. bajo pretexto de nupcias. u otros, sea en casa de sus Amos. o en otras, y todavía menos en los grandes caminos o en lugares apartados bajo pena de castigo corporal, el cual no podrá ser menor que el de fuete y la flor de lis; yen caso de frecuentes reincidencias y otras circunstancias agravantes podrían ser condenados a muerte, lo que dejamos a la discreción de los Jueces. Ordenamos a todos nuestros súbditos perseguir a los contravenientes. arrestarlos y conducirlos a prisión. aun cuando no sean Oficiales y no tengan contra ellos todavía orden legal alguna.
Artículo XVII Los Amos que fueren convictos de haber permitido. o tolerado. tales asambleas compuestas de otros esclavos además de los que le pertenecen. serán condenados en su propio y privado nombre a
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reparar todo el daño que haya sido hecho a sus vecinos en ocasión de las dichas asambleas, y en diez escudos de multa la primera vez, y en el doble en caso de reincidencia.
pesen dos libras y media cada uno, o coles en cantidad equivalente, con dos libras de buey salado, o tres libras de pescado, u otra cosa en proporción; y a los niños, desde que han dejado de mamar hasta los diez años, la mitad de los víveres anteriores.
Artículo XVIII Articulo XXIII Prohibimos a los esclavos vender caña de azúcar, por cualquier causa u ocasión que ello fuere, incluso con el permiso de su Amo, bajo pena de azote contra los esclavos y de diez libras turenesas contra los Amos que lo hubieren permitido, e igual multa contra el comprador.
Les prohibimos (a los Amos) dar a los esclavos ron de caña a cambio del sustento mencionado en el artículo precedente.
Articulo XXW Articulo XIX Les prohibimos también poner en venta, y lle. var a las casas particulares a vender cualquier tipo de género, incluso frutos, legumbres, madera para quemar, verduras para su alimentación y para las bestias de sus manufacturas, sin permiso expreso de sus Amos por medio de una nota, o por marcas conocidas, bajo pena de reclamación de las cosas así vendidas, sin restitución del precio por sus Amos, y multa de seis libras turenesas -a beneficio de éstos- contra los compradores.
Les prohibimos igualmente desentenderse de la alimentación y sustento de sus esclavos, permitiéndoles trabajar cierto día de la semana por su cuenta particular. Articulo XXV
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Estarán obligados los Amos a suplir a cada esclavo, dos vestidos de tela por año, o cuatro aunes de tela, a voluntad de los dichos Amos.
Artículo XXVI Articulo XX Queremos a este efecto que dos personas sean nombradas por nuestros Oficiales en cada mercado para examinar los géneros y mercancías que fueren traídas por los esclavos junto a las notas y marcas de sus Amos. Articulo XXI Permitimos a todos nuestros súbditos habitantes Je las Islas, el incautarse de todas las cosa de las que encontrasen cargados a los esclavos, cuando éstos no tuvieren notas ni marcas conocidas de sus Amos, para que sean restituidas inmediatamente a sus Amos, si las haciendas están en la vecindad del lugar donde los esclavos hubieren sido sorprendidos en delito: si no, aquéllas serán inmediatamente enviadas ~l Hospital para allí estar en depósito hasta que los Amos hayan sido notificados.
Los esclavos que no fueren alimentados, vestidos y mantenidos por sus' Amos según 10 que hemos ordenado por los presentes, podrán denunciarlo a nuestro Procurador y encomendarle sus declaraciones, sobre las cuales. e incluso de oficio si las denuncias vienen de otros, los Amos serán procesados a instancia de aquéllos y sin gastos: lo que queremos sea observado, debido a las protestas y tratamientos bárbaros e inhumanos de los Amos hacia sus esclavos.
Articulo XXVII Los esclavos enfermos por vejez, enfermedad, u otro, sea que la enfermedad es incurable o no, serán alimentados y mantenidos por sus Amos, y en caso de que aquéllos fueren abandonados, los dichos esclavos serán adjudicados al Hospital, al cual, los Amos, serán condenados a pagar seis soles por día para la alimentación y mantenimiento de cada esclavo.
ArtIculo XXII Articulo XXVIII Estarán obigados los Amos a suplir cada semana para la alimentación de sus esclavos de diez años de edad, o más, dos potes y medio -medida del país- de harina de Mandioca, o tres casaves que
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Declaramos que los esclavos no podrán tener nada que no sea de su Amo, y todo lo que les provenga por industria o por liberalidad de otras per-
sanas, o de otra manera, por cualquier título que ésta haya sido adquirido, es plena propíedad de su Amo, sin que los hijos de los esclavos, su padre o su madre, sus parientes o cualquiera otro, Ubre o esclavo, nada pueda pretender por sucesión, disposición entre vivos o a causa de muerte, cuyas disposiciones declaramos nulas, junto con todas las promesas y obligaciones que hubieren sido hechas, como si lo fueran por gentes incapaces de disponer y contratar por sí mismas.
Articulo XXIX Queremos, no obstante, que los Amos queden obligados por lo que los esclavos hubieren hecho bajo su orden y dirección, junto con lo que hu· bieren administrado y negociado en la tienda; y por la especie particular de comercio que los Amos les hubieren encargado, quedarán obligados (los esclavos) solamente por la cantidad que habrían de recibir los Amos como beneficio; el peculio de los dichos esclavos ~ue sus Amos les hubieren permitido- quedará obligado, después de que sus Amos hubieren deducido, por preferencia, lo que se le pudiere deber, salvo que el peculio consista en todo o en parte de mercancías, sobre las cuales sus Amos tendrán derecho solamente por reparto, a sol la libra, con los otros acreedores.
Articulo XXX No podrán ser los esclavos provistos de cargos, ni de comisión que tenga alguna función pública, ni ser nombrados agentes, por otros que sus Amos, para manejar y administrar negocio alguno; no podrán arbitrar en pérdida, o ser testigos, tanto en materia civil como criminal, y en caso de que sean oídos en testimonio, sus declaraciones n-o ser· virán más que como memoria para ayudar a los jueces a salir de dudas por demás, sin que se puedá sobre eUas extraer presunción ni conjetura alguna, ni adminículo de prueba.
Articulo XXXI No podrán tampoco los esclavos ser parte en proceso sobre materia civil, ni como demandante ni como demandado, ni ser parte civil en materia criminal, ni proceder en materia criminal la reparación de ultrajes y excesos que hubieren sido cometidos contra los esclavos. .
Articulo XXXII Podrán los esclavos ser demandados criminal· mente, sin que haya necesidad de citar a su Amo
como parte, salvo en taso de complicidad, y serán los dichos esclavos acusados, juzgados en primera instancia por los jueces ordinarios y por apelación al Consejo Soberano bajo la misma ~trucción, con las mismas formalidades que las personas li· bres.
Articulo XXXIlI El esclavo que hubiere golpeado a su Amo, o a la mujer de su Amo, su Ama, o a sus hijos con contusión de sangre, o en la cara, será condenado a muerte.
Artículo XXXIV y cuando los excesos y vías de hecho fueren cometidos por los esclavos contra las personas libres, queremos que sean severamente castigados, incluso con la muerte, si es el caso.
Articulo XXXV Los robos cualificados, incluso los de caballos, yeguas, mulos, bueyes y vacas, que hubieren sido perpetrados por los esclavos o por libertos, serán castigados cen penas aflictivas, incluso con la muerte, si el caso lo requiere.
Articulo XXXVI Los robos de corderos, cabras, cerdos, caña de azúcar, guisantes, mandioca y otras legumbres, perpetrados por los esclavos serán castigados, según la categoría del robo, por los jueces quienes podrán condenarlos si ha lugar a ser azotados con vara por el verdugo de la Alta Justicia y marcados en el hombro con una flor de lis.
Articulo XXXVIl Estarán obligados los Amos, en caso de robo u otro perjuicio causando por sus esclavos, además de la pena corporal a los esclavos, a' reparar lns daños en su nombre, si ellos no estiman mejo'!" abandonar al esclavo a éste a quien el daño ha sido hecho, a lo que tendrán que optar en tres días a contar desde el día de la condena, de otro modo serán despojados de ellos.
Articulo XXXVIU El esclavo fugitivo que haya estado huido durante un mes a contar desde el día en que su Amo 33
lo hubiere denunciado .a la Justicia, le serán cortadas las orejas y será marcado con una flor de lis en un hombro; si reincidiese otro mes más a contar igualmente desde el dia de la denuncia, le será cortada la pierna pOI: la rodilla y será marcado con una flor de lis sobre ,el otro hombro, y la tercera vez será condenado a muerte.
Articulo XXXIX Los libertos que hubieren dado refugio en sus casas a los esclavos fugitivos serán condenados a pagar, a los Amos de éstos -so pena de prendimiento- la multa de trescientas libras de azúcar por cada día de retención.
lugar la absolución, permitimos a nuestros Oficiales remitir (al Tribunal) tanto a los Amos como a los Capataces absueltos, sin que para ello tengan necesidad de nuestra gracia.
Articulo XLW Declaramos a los esclavos seres muebles, y tal como los considera la comunidad, no podrán tener secuencia hipotecaria, ni podrán ser distribuidos igualmente entre los coherederos, sin mejora testamentaria y derecho de primogenitura, ni estar sujetos al usufructo consuetudinario, al retracto Feudal y de Linaje, a los Derechos Feudales y Señoriales, a las formalidades de los Decretos, ni a las limitaciones de los cuatro quintos, en caso de disposición a causa de muerte o testamentaria.
Articulo XL Articulo XLV El esclavo condenado a muerte en base a la denuncia de su Amo, no cómplice, del crimen por el cual hubiere sido condenado, será valorado antes de la ejecución por dos de los principales coler nos de la Isla, que serán nombrados de oficio por el Juez, y el precio de la estimación será pagado al Amo; para recabar el mismo será impuesto por el Intendente, sobre cada cabeza de Negro que paga derechos, la suma determinada por la estimación, la cual será prorrateada sobre cada uno de los dichos Negros, y cobrada por el Arrendatario de Impuestos Reales de Occidente, para evitar un gas,to.
Artículo XLI Prohibimos a los Jueces, a nuestro Procuradores y a los Escribanos cobrar tasa alguna en los prer cesos criminales contra los esclavos, bajo pena de concusión.
Articulo XLII Podrán los Amos, cuando creyeren que sus esclavos 10 hubieren merecido, hacerles encadenar y hacerles azotar con vara o látigo, prohibiéndoles darles tortura, ni hacerles mutilación de miembro, bajo pena de confiscación de los esclavos y de prer ceder contra los Amos extraordinariamente.
Articulo XLIII Ordenamos a nuestros minalmente a los Amos o bieren matado un esclavo su dirección, y ~tigar al de las circunstancias, y en 34
Oficiales perseguir cria los Capataces que hubajo su dominio o bajo Amo según la atrocidad caso de que haya tenido
Sin embargo no tenemos la intención de privar a nuestros súbditos de la facultad de estipularlos propios a sus personas y a las de su parentesco y línea. tal como se practica con respecto a las sumas de dinero y otras cosas mobiliarias.
Articulo XLVI En los embargos de esclavos serán observadas las formalidades prescritas por nuestras ordenanzas y las costumbres con respecto a los embargos de los bienes mobiliarios. Queremos que los dineros provenientes de ello sean distribuidos por orden de embargos; y en caso de quiebra, a sol la libra, después que las deudas privilegiadas hubieren sido pagadas; y en general queremos que la condición de los esclavos esté regulada como la de las otras cosas mobiliarias, con las excepciones siguientes.
Artículo XLVII No podrán ser embargados y vendidos separadamente, el marido y la mujer, y su hijos impúberes, si están todos bajo el dominio del mismo Amo; declaramos nulos los embargos y ventas que de ellos fueren hechas, lo que queremos que proceda en las enajenaciones voluntarias, bajo pena a que estarán los enajenadores de ser privados de éste o de éstos que hubieren conservado, los cuales serán adjudicados a los adquirentes, sin que éstos vengan obligados a hacer suplemento alguno al precio.
Articulo XLVIII No podrán tampoco los esclavos que trabajan actualmente en ingenios, indigoterias y colonias, de
edad de catorce hasta sesenta años, ser embargados por deuda, excepto por lo que fuere debido del precio de su compra, o porque el ingenio, la indigoteria o la colonia en la que trabajan fueren embargadas realmente; prohibimos -bajo pena de nulidad- proceder por embargo real, y adjudicación por decreto, sobre los ingenios, indigoterias y colonias si en ellos no se incluyen a los esclavos de dicha edad que trabajan en ellas actualmente.
no retiran los esclavos vendidos conjuntamente con dichas tierras, ni Jos adjudicatarios a retener los esclavos sin las tierras.
Articulo UV
Los Arrendatarios judiciales de los ingenios, indigoterias o colonias embargadas realmente con. juntamente con los esclavos, vendrán obligados a pagar el precio total de su arrendamiento, sin que ellos puedan contar entre los frutos y derechos que percibirán de su arrendamiento, los hijos que na. cieren de los esclavos durante el tiempo del mismo, lo cuales no entran en él.
Ordenamos a los Guardianes Nobles y Burgueses, Usufructuarios, Arrendatarios y otros que disfrutan de tierras a las cuales están adscriptos esclavos que trabajan, que gobiernen a los dichos esclavos como buenos padres de familia, sin que ellos estén obli· gados después de su administración a devolver el precio de aquellos que hubieren muerto, o menoscabados por enfermedades, vejez u otro, sin que ello sea su falta, y sin que tampoco puedan retener como parte de su beneficio los hijos nacidos de los dichos esclavos durante su administración, los cuaJes queremos que sean conservados y deweltos a éstos que de ellos fueren los Amos y Propietarios.
Articulo L
Articulo LV
Queremos que, no obstante todas las convenciones contrarias, a las cuales nosotros declaramos nulas, los dichos hijos pertenezcan a la parte em. bargada si los acreedores están satisfechos por demás, o al adjudicatario, si se interpone un decreto; y que a este efecto mención sea hecha en el último edicto antes de la interposición del decreto, de los hijos nacidos de los esclavos, después del embargo real; y en el mismo anuncio será hecha mención de los esclavos decesados desde el embargo real en el cual habrán sido comprendidos.
Los Amos de veinte años de edad podrán liberar a sus esclavos mediante todos los actos entre vivos o a causa de muerte, sin que estén obligados a dar razón de,su liberación, ni que t~ngan necesidad de avisar a los parientes, aun cuando aquéllos sean menores de veinticinco años.
Articulo XLIX
Articulo LI Queremos, para evitar ,Jos gastos y prolongación de los procesos, que la distribución del precio t~ tal de la adjudicación conjunta de tierras y esclavos, y de lo que proviniese de los Arrendamientos Ju. diciales, sea hecha entre los acreedores según el orden de sus privilegios e hipotecas, sin distinguir lo que proviene del precio de las tierras de lo que proviene del precio de los esclavos.
Articulo Lll y no obstante, los derechos Feudales y Señoria. les no serán pagados más que en proporción al precio de las tierras.
Articulo Llll No serán aceptados los Linajes y los Señores Feudales a retirar las tierras decretadas si ellos
Articulo LVI Los esclavos que hubieren sido nombrados herederos universales por sus Amos, o nombrados Eje. cutores de sus Testamentos, o Tutores de sus hijos, serán tenidos y reputados, los tenemos y reputamos por libertos.
Articulo LVll Declaramos sus manumisiones hechas en nues· tras Islas de igual valor que el nacimiento en las dichas Islas y los esclavos libertos no tendrán necesidad de nuestras Cartas de naturalización para disfrutar de las ventajas de nuestros súbditos en nuestro Reino, Tierras y Países de nuestra obedien· cia, aun cuando ellos hayan nacido en los Países Extranjeros.
Articulo LVIll Mandamos a los libertos tener un respeto sin· guiar a sus antiguos Amos, a sus Viudas, y a sus hijos, de suerte que la injuria que les hubieren hecho sea castigada más gravemente que si e1Ja hubiere sido hecho a otra persona: no obstante los
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declaramos francos y 'dispensados hacia ellos de todos otros cargos, servicios y derechos útiles que sus antiguos Amos quisieren pretender, tanto sobre sus personas como sobre sus bienes y sucesiones, en calidad de Patrones.
Artículo LIX Otorgamos a los libertos los mismos derechos, privilegios, inmunidades de las que disfrutan las personas nacidas libres; queremos que ellos merezcan la libertad adquirida y que produzca en ellos, tanto a sus personas como a sus bienes, los mismos efectos que la felicidad de la libertad natural causa en nuestros otros súbditos.
Artículo LX Declaramos, por estos presentes, que las confis· caciones y multas que no tengan destino particular nos pertenecen para que con ellos se pague a éstos que son designados para recaudar nuestros ingresos. Queremos, no obstante, que sea hecha distracción del tercio de las dichas confiscaciones y multas para
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beneficio del Hospital establecido en la Isla donde ellas hubieren sido adjudicadas. Así, DAMOS DE ELLO MANDATO, a nuestras Amadas y Fieles Gentes que tienen establecido nuestro Consejo Soberano en la Martinica, Guadalupe y San Cristóbal, y que estos Presentes las hagan leer, publicar y registrar, y el contenido de éstos guardado y observado punto por punto según la forma y contenido, sin contravenirlos ni permitir que sean contravenidos en forma alguna y manera, cualquiera que ella pueda ser. No obstante, todos los Edictos, Declaraciones, Decretos y Usos en contrario están derogados y los derogamos por estos Presentes. Pues tal es nuestro placer y a fin de que este sea cosa firme ponemos nuestro Sello. Dado en Versalles en el mes de marzo de mil seiscientos ochenta y cinco y de nuestro Reinado' el cuarenta y dos. Firmado, LUIS; y más abajo, Por el Rey, Colbert. Visto Bueno, El Ministro. Y sellado con el Gran Sello de Cera verde sobre hilos de seda verde y roja. Leído, publicado y registrado por el Consejo Soberano de la Costa de Sto Domingo, reunido en el pequeño Guave, el 6 de marzo de 1687. Firmado: Moriceau.
La primera exposición de piezas arqueológicas y el establecimiento del primer museo en Puerto Rico· Por
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A PRIMERA EXPOSICIÓN P,ÚBLICA DE OBJETOS ARQUEO-
lógicos de nuestros indios. de que tengamos noticia se inauguró en ~an Juan, el 8 de junio de 1854, con motivo de la Primera Feria-Exposición de Puerto Rico.! La gran exposición celebrada en Londres en 1851 marcó una época en todo el mundo y siguiendo ese ejemplo ferias de productos agrícolas e industriales así como de las manifestaciones de las Bellas Artes y de curiosidades científicas, comenzaron a organizarse en otros países de Europa y América. En Puerto Rico la primera iniciativa se debe al gobernador Fernando Norzagaray (1852-1855), cuyo paso por nuestro país deja la huella de su interés por el fomento de la industria, las letras y las bellas artes. En el Programa que se imprimió para anunciar , la Primera.Exposición se dice: "Notorio es a todos la utilidad que han pro-. ducido estas exposiciones en los países donde se han planteado, siendo buen testigo la Inglaterra, porque bajo un suntuoso palacio de cristal, ha visto reunirse allí a habitantes de todas las partes del globo, que con sus productos, sus inventos y sus manufacturas han contribuido a causar la admiración universal, a mejorar las artes, y a crecer la riqueza pública y particular de aquella nación. Nosotros, si bien no podemos competir con ningún pueblo del globo de igual categoría, porque somos pobres y carecemos de otros • Capítulo del libro inédito Apuntes para la historia de
la ArquealogEa en Puerto Rico.
.1. «Programa de la Exposición, Feria y Festejos PÚblicos, que se celebrarán en el mes de junio de 1854.. BoletEn Histórico de Puerto Rico, VIII, San Juan 1916 p'ágs.
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RICARDO
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alicientes que hacen mayor la concurrencia; al menos daremos el primer paso para procurar con el tiempo la felicidad pública, y en medio de una plaza y en los salones de una modesta casa ostentaremos nuestros pocos productos, con la esperanza de que con aplicación se mejorarían para lo sucesivo, haciendo ver que nuestra industria puede suplir a las necesidades públicas, y satisfacer con su excedente a otros pueblos que carezcan de ella. n La Feria-Exposición quedó inaugurada el día 8 de junio de 1854 a las dos de la tarde y duró hasta el 23 del mismo mes. La exposición de productos y objetos de distintas categorías se llevó a cabo en los salones de la Junta de Comercio, mientras que otros actos como la exhibición de caballos y ganado, se hizo en la plaza de San Sebastián (hoy Padre Rufo), junto a la iglesia de San José. Aunque el principal objetivo de la Feria-Exposición fue estimular la crianza de caballos y ganado así como fortalecer otros aspectos de la agricultura y la industria, en ella, siguiéndose el ejemplo de la de Londres, se amplió 'la muestra a la exposición de pinturas, orfebrería, artesanías, así como a -la presentación de objetos de los indios, bajo el nombre de "Objetos Varios n • La mayoría de los objetos arqueológicos presentados durante la Feria.Exposición pertenecían a la rica Colección de D. Jorge Látimer,2 quien por la 2. D. Jorge Látimer era norteamericano, nacido en Filadelfia en 1803, hijo de padres ingleses. Desde 1828 se trasladó a Sto Tbomas y poco después a Puerto Rico, donde inició su rica colección de objetos arqueológicos, que 'ob. tenía de los hallazgos accidentales que se hacían en dife· rentes partes de la Isla. Látimer fue cónsul de los E!¡tado~ Unidos en Puerto Rico y donó al Smithsonian Institution de Washington su colección arqueológica. El catálogo de la colección lo hizo el Dr. Otis T. Mason -«Tbe Latimer Collection of Antiquities from Porto Rico in the Nñiional Museum, at Washington, D. C.... Annual Report, Smithsonian lnstitute- lH76, Washington, D. C. 1877. págs. 372476.
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presentación de estos objetos, recibió una medalla de plata. La memoria de la Feria-Exposición describe así las piezas arqueológicas presentadas por Látimer: "Un ídolo de mármol negro jaspeado de verde, encontrado en una cueva en la Isla de Santo Domingo. Tres ídolos de los indios de esta Isla, encontrados en una cueva de lo interior de aquélla, dos blancos y uno negro.] (Ver Fig. 1.) Un pedazo de ídolo blanco. Dos cabezas y un pedazo de tinaja de barro cocido, encontrado en un cementerio de los indios de esta Isla. Una piedra con la cabeza de una higuana con cuatro pies, cola y un ala, pertenecientes a los indios de esta Isla.• (Ver Fig. 2.) Cuatro piedras que los indios usaban para machetes.5
3. Estos ídolos deben ser cernís o «piedras de tres puntas- que son tan frecuentes en la arqueología puer· torriqueña. 4. Este objeto, que se d~ribe e~ el Catálogo. de la Exposición parece ser el dUla o asIento cel7monia! de piedra que se ilustra en el catálogo de la ColeCCIón Láhmer como fig. 22 Y que corresponde a la. pic:za Nú~. 17076. del Smithsonian Institute. Ver foto del dibUJO de dicho objeto. 5. Posiblemente se refiere a las hachas de forma petaloide que usaban los indios tlÚnOS.
Dos piedras chicas agujereadas de colgar en el cuello para ornamento de los indios. Un pedazo de raíz de un árbol petrificado. Tres pedazos encontrados en una cueva de Manatí." Además de estos objetos arqueológicos el señor Látimer también exhibió fósiles, minerales y otras curiosidades. Otro de los expositores de piezas arqueológicas lo fue D. José Julián Acosta 6 quien presentó las siguientes piezas: "Dos ídolos <le piedra que afectan la forma de una serpiente enroscada,7 sobre la cual se adapta una especie de cara con ciertos rasgos de la fisonomía humana. Fueron encontrados en dos puntos de distintos sitios del pueblo de Yauco, donde es probable existan otros muchos. (Ver Fig. 3.) Un ídolo de piedra que representa una figura extraña, porque en su conjunto participa la del hombre y la del mono. Lo encontró un negro sembrando caña en la Hacienda San
6. D. José Julián Acosta, 1825-1891, historiador, maestroj abolicionista, formó una pequeña colección de objetos arqueológicos. En las notas a la tercera edición de la Historio. Natural, Geogrdfica y Civil de Puerto Rico de Fray lrugo Abbad y Lasierra (1867), Acosta hace interesantes observaciones sobre nuestra arqueología y menciona su colección así como la de Látime$'. 7. Esta descripción parece indicar Jos llamados «collares de piedra_, aros monoUticos p~iblemente usados como cinturones ceremoniales en el juego de pelota.
Fig. 1 Cernís o ídolos de tres puntas de la Colección Lálimer, en el Smilhsonian Inslitution de Washinglon, D.C.
Cemí con cabeza de ave. Núm. 16.981
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edad de catorce hasta sesenta años, ser embargados por deuda, excepto por lo que fuere debido del precio de su compra, o porque el ingenio, la indigoteria o la colonia en la que trabajan fueren embargadas realmente; prohibimos -bajo pena de nulidad- proceder por embargo real, y adjudicación por decreto, sobre los ingenios, indigoterias y ca. lonias si en ellos no se incluyen a los esclavos de dicha edad que trabajan en ellas actualmente.
no retiran los esclavos vendidos conjuntamente con dichas tierras, ni los adjudicatarios a retener los esclavos sin las tierras.
Articulo UV
Los Arrendatarios judiciales de los ingenios, indigoterias o colonias embargadas realmente conjuntamente con los esclavos, vendrán obligados a pagar el precio total de su arrendamiento, sin que ellos puedan contar entre los frutos y derechos que percibirán de su arrendamiento, los hijos que nacieren de los esclavos durante el tiempo del mismo, lo cuales no entran en él.
Ordenamos a los Guardianes Nobles y Burgueses, Usufructuarios, Árrendatarios y otros que disfrutan de tierras a las cuales están adscriptos esclavos que trabajan, que gobiernen a los dichos esclavos como buenos padres de familia, sin que ellos estén obli· gados después de su administración a devolver el precio de aquellos que hubieren muerto, o menoscabados por enfermedades, vejez u otro, sin que ello sea su falta, y sin que tampoco puedan retener como parte de su beneficio los hijos nacidos de los dichos esclavos durante su administración, los cuales queremos que sean conservados y devueltos a éstos que de ellos fueren los Amos y Propietarios.
Articulo L
Articulo LV
Queremos que, no obstante todas las convenciones contrarias, a las cuales nosotros declaramos nulas, los dichos hijos pertenezcan a la parte embargada si los acreedores están satisfechos por demás, o al adjudicatario, si se interpone un decreto; y que a este efecto mención sea hecha en el último edicto antes de la interposición del decreto, de los hijos nacidos de los esclavos, después del embargo real; y en el mismo anuncio será hecha mención de los esclavos decesados desde el embargo real en el cual habrán sido comprendidos.
Los Amos de veinte años de edad podrán liberar a sus esclavos mediante todos los actos entre vivos o a causa de muerte, sin que estén obligados a dar razón de-su liberación, ni que t~ngan necesidad de avisar a los parientes, aun cuando aquéllos sean menores de veinticinco años.
Articulo XLIX
Articulo LI Queremos, para evitar los gastos y prolongación de los procesos, que la distribución del precio to: tal de la adjudicación conjunta de tierras y esclavos, y de lo que proviniese de los Arrendamientos Judiciales, sea hecha entre los acreedores según el orden de sus privilegios e hipotecas, sin distinguir lo que proviene del precio de las tierras de lo que proviene del precio de los esclavos.
Artículo Lll y no obstante, los derechos Feudales y Señoriales no serán pagados más que en proporción al precio de las tierras.
Artículo LllI No serán aceptados los Linajes y los Señores Feudales a retirar las tierras decretadas si ellos
Articulo LVI Los esclavos que hubieren sido nombrados herederos universales por sus Amos, o nombrados Ejecutores de sus Testamentos, o Tutores de sus hijos, serán tenidos y reputados, los tenemos y reputamos por libertos.
Articulo LVII Declaramos sus manumisiones hechas en nue~ tras Islas de igual valor que el nacimiento en las dichas Islas y los esclavos libertos no tendrán neceo sidad de nuestras Cartas de naturalización para disfrutar de las ventajas de nuestros, súbditos en nuestro Reino, Tierras y Países de nuestra obediencia, aun cuando ellos hayan nacido en los Paises Extranjeros.
Articulo LVllI Mandamos a los libertos tener un respeto singular a sus antiguos Amos, a sus Viudas, y a sus hijos, de suerte que la injuria que les hubieren hecho sea castigada más gravemente que si ella hubiere sido hecho a otra persona: no obstante los 35
declaramos francos y "dispensados hacia ellos de todos otros cargos, servicios y derechos útiles que sus antiguos Amos quisieren pretender, tanto sobre sus personas como sobre sus bienes y sucesiones, en calidad de Patrones.
Artículo LIX Otorgamos a los libertos los mismos derechos, privilegios, inmunidades de las que disfrutan las personas nacidas libres; queremos que ellos merezcan la libertad adquirida y que produzca en ellos, tanto a sus personas como a sus bienes, los mismos efectos que la felicidad de la libertad natural causa en nuestros otros súbditos.
Artículo LX Declaramos, por estos presentes, que las confiscaciones y multas que no tengan destino particular nos pertenecen para que con ellos se pague a éstos que son designados para recaudar nuestros ingresos. Queremos, no obstante, que sea hecha distracción del tercio de las dichas confiscaciones y multas para
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beneficio del Hospital establecido en la Isla donde ellas hubieren sido adjudicadas. Así, DAMOS DE ELLO MANDATO, a nuestras Amadas y Fieles Gentes que tienen establecido nuestro Consejo Soberano en la Martinica, Guadalupe y San Cristóbal, y que estos Presentes las hagan leer, publicar y registrar, y el contenido de éstos guardado y observado punto por punto según la forma y contenido, sin contravenir1os ni permitir que sean contravenidos en forma alguna y manera, cualquiera que ella pueda ser. No obstante, todos los Edictos, Declaraciones, Decretos y Usos en contrario están derogados y los derogamos por estos Presentes. Pues tal es nuestro placer y a fin de que este sea cosa finne ponemos nuestro Sello. Dado en Versalles en el mes de marzo de mil seiscientos ochenta y cinco y de nuestro Reinado' el cuarenta y dos. Firmado, LUIS; y más abajo, Por el Rey, Colbert. Visto Bueno, El Ministro. Y sellado con el Gran Sello de Cera verde sobre hilos de seda verde y roja. Leído, publicado y registrado por el Consejo Soberano de la Costa de Sto Domingo, reunido en el pequeño Guave, el 6 de marzo de 1687. Firmado: Moriceau.
La primera exposición de piezas arqueológicas • museo en y el establecimiento del pnmer
Puerto Rico· Por RICARDO E. ALEGRíA
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A PRIMERA EXPOSICIÓN P-tlBLICA DE OBJETOS ARQUEO-
lógicos de nuestros indios. de que tengamos noticia se inauguró en San Juan, el 8 de junio de 1854, con motivo de la Primera Feria-Exposición de Puerto Rico.! La gran exposición celebrada en Londres en 1851 marcó una época en todo el mundo y siguiendo ese ejemplo ferias de productos agrícolas e industriales así como de las manifestaciones de las Bellas Artes y de curiosidades científicas, comenzaron a organizarse en otros países de Europa y América. En Puerto Rico la primera iniciativa se debe al gobernador Fernando Norzagaray (1852-1855), cuyo paso por nuestro país deja la huella de su interés por el fomento de la industria, las letras y las bellas artes. En el Programa que se imprimió para anunciar la Primera-Exposición se dice: "Notorio es a todos la utilidad que han producido estas exposiciones en los países donde se han planteado, siendo buen testigo la Inglaterra, porque bajo un suntuoso palacio de cristal, ha visto reunirse allí a habitantes de todas las partes del globo, que con sus productos, sus inventos y sus manufacturas han contribuido a causar la admiración universal, a mejorar las artes, y a crecer la riqueza pública y particular de aquella nación. Nosotros, si bien no podemos competir con ningún pueblo del globo de igual categoría, porque somos pobres y carecemos de otros .. Capitulo del libro inédito Apuntes para la historia de la Arqueología en Puerto Rico. .1. .Programa de la Exposición, Feria y Festejos PÚbhcos. que se celebrarán en el mes de junio de 1854» Boletfn Histórico de Puerto Rico, VIII, San Juan 1916 p' ágs 165-173. ' • •
alicientes que hacen mayor la concurrencia; al menos daremos el primer paso para procurar con el tiempo la felicidad pública, y en medio de una plaza y en los salones de una modesta casa ostentaremos nuestros pocos productos, con la esperanza de que con aplicación se mejorarían para lo sucesivo, haciendo ver que nuestra industria puede suplir a las necesidades públicas, y satisfacer con su excedente a otros pueblos que carezcan de ella."
La Feria·Exposición quedó inaugurada el día 8 de junio de 1854 a las dos de la tarde y duró hasta el 23 del mismo mes. La exposición de productos y objetos de distintas categorías se llevó a cabo en los salones de la Junta de Comercio, mientras que otros actos como la exhibición de caballos y ganado, se hizo en la plaza de San Sebastián (hoy Padre Rufo), junto a la iglesia de San José. Aunque el principal objetivo de la Feria-Exposición fue estimular la crianza de caballos y ganado así como fortalecer otros aspectos de la agricultura y la industria, en ella, siguiéndose el ejemplo de la de Londres. se amplió -la muestra a la exposición de pinturas, orfebrería, artesanías, así como a la presentación de objetos de los indios, bajo el nombre de "Objetos Varios". La mayoría de los objetos arqueológicos presentados durante la Feria-Exposición pertenecían a la rica Colección de D. Jorge Látimer,2 quien por la l
2. D. Jorge Látimer era norteamericano, nacido en Filadelfia en 1803, hijo de padres ingleses. Desde 1828 se tras- • ladó a Sto Thomas y poco después a Puerto Rico, donde inició su rica colección de objetos arqueológicos, que bb· tenía de los hallazgos accidentales que se hacían en diferentes partes de la Isla. Látimer fue cónsul de los Eljtados Unidos en Puerto Rico y donó al Smithsonian Institution de Washington su colección arqueológica. El catálogo de la colección lo hizo el Dr. Otis T. Mason -.The Latimer Collection oC Antiquities from Porto Rico in the Nátional Museum, at Washington, D. C.». Al1nual Report, Smithsonian Institute- llf76, Washington, D. C. 18n, págs. 372-476.
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presentación de estos objetos, recibió una medalla de plata. La memoria de la Feria-Exposición describe así las piezas arqueológicas presentadas por Látimer: "Un ídolo de mármol negro jaspeado de verde, encontrado en una cueva en la Isla de Santo Domingo. Tres ídolos de los indios de esta Isla, encontrados en una cueva de lo interior de aquélla, dos blancos y uno negro.3 (Ver Fig. 1.) Un pedazo de ídolo blanco. Dos cabezas y un pedazo de tinaja de barro cocido, encontrado en un cementerio de los indios de esta Isla. Una piedra con la cabeza de una higuana con cuatro pies, cola y un ala, pertenecientes a los indios de esta Isla.· (Ver Fig. 2.) Cuatro piedras que los indios usaban para machetes.'
3. Estos 'dolos deben ser cernís o .piedras de tres puntas. que son tan frecuentes en la arqueología puer· torriqueña. 4. Este objeto, que se describe en el Catálogo. de la Exposición parece ser el dujo o asiento ceremomal de piedra que se ilustra en el catálogo de la Colección Utirner como fig. 22 Y que corresponde a la pieza Núm. 17076 del Smitbsonian Institute. Ver foto del dibujo de dicho objeto. 5. Posiblemente se refiere a las hachas de forma peta10ide que usaban los indios tainas.
Dos piedras chicas agujereadas de colgar en el cuello para ornamento de los indios. Un pedazo de raíz de un árbol petrificado. Tres pedazos encontrados en una cueva de Manatí." Además de estos objetos arqueológicos el señor Látimer también exhibió fósiles, minerales y otras curiosidades. Otro de los expositores de piezas arqueológicas 10 fue D. José Julián Acosta 6 quien presentó las siguientes piezas: "Dos ídolos de piedra que afectan la forma de una serpiente enroscada? sobre la cual se adapta una especie de cara con ciertos rasgos de la fisonomía humana. Fueron encontrados en dos puntos de distintos sitios del pueblo de Yauco, donde es probable existan otros muchos. (Ver Fig. 3.) Un ídolo de piedra que representa una figura extraña, porque en su conjunto participa la del hombre y la del mono. Lo encontró un negro sembrando caña en la Hacienda San
6. D. Josl! Julián Acosta, 1825-1891, historiador, maestro; abolicionista, formó una pequeña colección de objetos arqueológicos. En las notas a la tercera edición de la Historia Natural, Geogrdfica y Civil de Puerto Rico de Fray Irugo Abbad y Lasierra (1867), Acosta hace interesantes observaciones sobre nuestra arqueología y menciona su colección así como la de Utimef. 7. Esta descripción parece indicar los llamados .collares de piedra., aros monolíticos p~iblemente usados como cinturones ceremoniales en el juego de pelota.
Fig. 1 Cernís o idolos de tres puntas de la Colección Lálimer, en el Smithsonian /nstitulion de Washington, D.C.
Cerní con cabeza de ave. Núm. /6.98/
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Cemi con cabeza de lagarto. Núm. /.700
ñg. 2 Aros monolíticos ("col/ares de piedra") de la Coleccirill l.ati/1/er. /1(11' en Smilhsonian Institution dí' WashiflgtOlL D. C. Números de catálogo J 7.01l'o y ,\·.{J]IJ (Dibujos del catálogo de dicha colección).
Panel decorativo del aro monolítico. Núm. J 7.080
Isidro que pertenece a D. Juan Conde, vecino de Ponce. Una piedra en forma de hierro de hacha que pudo servir de instrumento cortante en manos de los indios: se encontró en Ponce." A estas dos pequeñas colecciones se limitó la primera exposición pública de la arqueología puertorriqueña de que tengamos noticia. Su importancia, sin embargo, parece haber sido muy significativa pues probablemente su presentación propició el que una colección arqueológica más rica pasara a formar parte del primer museo que se habría de establecer en Puerto Rico. y quizás en las Antillas. <.'1 cual fue establecido pocos meses después tambien por iniciativa del gobernador Norzagaray. El apurenw exÍlu que luvu 1... Primera Feria· Exposición parece haber servido además de estío mulo para que el Gobernador Norzagaray se impusiera- la tarea de fundar el primer museo de que tengamos noticia en Puerto Rico. Aunque el Museo llevaba el nombre de Museo Militar, además de su secciÓn de armas y otros proyectos de la ciencia militar, el mismo incluía secciones de "Antigüedades, Historia Natural y Otros Diversos Objetos".
El Museo fue inaugurado el día 19 de noviembre de 1854,· fecha en que se conmemoraba el onomástico de la reina Isabel 11 y el descubrimiento de la Isla por Cristóbal Colón. La inauguración estuvo a cargo del propio Capitán General, don Fernando Norzagaray. El Museo estaba situado en el Departamento de Artillería. AlU el Gobernador junto a los jefes militares, ministros de la Real Audiencia, alcaldes y -regidores del Ayuntamiento, así como cónsules extranjeros y otras personalidades, pronunció un corto discurso donde expresó que en el Museo, además de presentarse los objetos propios del arte de l~ guerra, figuran también "los modelos de las artes y de las obras más útiles a los pueblos, los venerados recuerdos' de 'la antigüedad, y las admirables y caprichosas producciones de la naturaleza".' Norzagaray dice que quizás ese Museo que inaugura es "el único de las Antillas" y que dedicará todos sus esfuerzos a fomentarlo y engrandecerlo. Subrayando la importancia de los museos en la cultura de los pueblos el Gobernador explica que 8. Museo. Militar de Puerto Rico, Tip.. I. Guasp, Puerto Rico, 1854. 13 págs, 9. Ibid.
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Fig. 3 Dujo o asiento ceremonial de la Colección LáJimer exhibido en la Exposición de 1854. Hoy en el Smilhsonian lnstitUlion de Washington. Pieza Núm. 17.076.
"los museos cuentan su riqueza por el número de años de su existencia y nosotros habremos por lo menos fabricado una base para que otros completen la obra de este establecimiento naciente, en el cual el hombre aplicado hallará la demostración práctica de lo que nQ siempre aprenderá en los libros... " La Sección de Antigüedades recoge las piezas arqueológicas que habían sido cedidas "generosamente por diferentes personas de todo el país". La Memoria publicada con motivo de la inauguración describe así estas piezas: "Una piedra labrada por los indios de esta Isla. Encontrada en Santa Isabel. Remitida por D. Francisco de la Vega, Alcalde de Santa Isabel. ,Una piedrecita en figura de castañuela con un agujerito en medio que parece haber sido construida por los indios que habitaron esta Isla. Remitida por D. Rafael Gómez, Alcalde de Las Piedras.
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Una banquetita 10 de piedra chino que parece haber sido construida por los indios. Encontrada por D. José María Puyan en el barrio de Guavate. Piedra labrada por encima en figura de concha de galópago. Se ignora su procedencia. Un fragmento o casco al parecer de olla que se supone ser del tiempo de los indios. Recogida en la cueva denominada "de Aguayo" situada en el guardarraya del pueblo de Vega Alta al de Vega Baja. Remitida por D. Juan R. Aguirre, Alcalde de Vega Alta. Una cabeza de piedra que se supone data de la antigüedad. Encontrada en una excavación en la Hacienda Puente Bagazo. Enviada por D. Manuel Zeno.
10. Posiblemente un dujo o asiento ceremonial.
Una piedra labrada antigua en forma de pisa· papel. Se ignora su procedencia. Remitida por el vecino de Santa Isabel, D. Juan J. Cabrera. Una carita de barro que se cree obra de los indios. Hallada por Policarpo Febo en una tala de arroz. Remitida por D. Juan Eloy Tinajero, Alcalde de Sabana del Palmar. Una piedra labrada que representa uno de los ídolos o etioses falsos que adoraban los indios en la antigüedad. Encontrada en un monte del barrio Algarrobo, en la jurisdicción de Aibonito. Remitida por D. Atilano Bonilla, vecino de Aibonito. Cuatro objetos de piedra marcados con los númeJ:os 1,2, 3 Y 4; los dos primeros con dos cabezas en forma de pisapapeI. Del tiempo de los indios. Remitidos por Evangelista García, D. Alejandro López y D. Andrés Quiñones, todos vecinos del pueblo de Yabucoa. Un objeto de barro del tiempo de los indios. Encontrado en un terreno del barrio de Candelaria, jurisdicción de Humacao, por un vecino del mismo. Remitido por D. Jacinto Disdier, teniente Coronel graduado.
Una piedra grande con una cavada en medio. Hallada por D. Miguel de Rivera en la jurisdicción de Utuado y sitio denominado Que· brada Arena, inmediato a la gran piedra llamada del indio. Remitida por Doña Monserrate de Rivera. Una piedra en figura de argolla. Encontrada en el barrio de la Torre, jurisdicción de Lares. Remitida por D. Celestino de Santiago. Otra de la misma forma. Hallada en el barrio de Lares. Remitida por V. Francisco Márquez. Una figura labrada en piedra de chino blanco representando una caricatura de rara forma. Encontrada en la posesión del donante en Quebrada Arena. Una figura labrada en piedra de chino blanco imitando un animal de formas raras. Encontradas en posesión del donante en Quebrada Arena. Remitidas por D. Fruto Pérez. Otra piedra de chino blanco de figura de cilindro de 4 pulgadas de largo, taladrada por el centro. Encol)trada en las márgenes del Río Prieto por el donante, D. Manuel de San· tiago.
Una carita, un hacha y una rueda de piedra. Del tiempo de los indios en esta Isla. Remitidas por D. Juan de Mata Femández, Alcalde de Luquillo.
Dos piedras que figuran el tallo de una caña de bambú o el pico de un ave. Halladas por los donantes la una en el desmonte del cerro nombrado Barranco, en el camino que conduce a Aguadilla, a vara y media de profundidad, y la otra en el desmonte de la cumbre del camino que va por la sierra a Arecibo. Remitidas por D. Juan Levi y D. José Antonio Ferrer.
Una piedra encontrada en las excavaciones de un pozo en la estancia de D. Manuel Beinar, partido de Santa Isabel. Remitido por D. Pe:dro Delpin, vecino de dicho pueblo.
Tres objetos de piedra marcados con los números 1, 2 Y 3. Se ignora sus procedencias. Remitidos por D. José María Sánchez y D. Francisco Busó, ambos vecinos de Naguabo.
Una argolla de piedra negra labrada. Encontrada por el donante en una excavación. Remitida por Carpio Reyes, vecino del barrio de Candelaria, jurisdicción de Vega Alta.
Seis objetos de piedra que existían en poder de varios' vecinos del pueblo de San Germán. Remitidos por D. Joaquín Coronado, Secretario del Corregimiento de San Germán.
Un instrumento que por su figura se deduce que sería para majar maíz u otros granos.
Varios fragmentos de figuras o ídolos al pa· recer de los indios. Encontrados en el Rincón. Remitida por el Alcalde de Rincón, por conducto del Comandante de Aguadilla. Una piedra redonda en forma de escudo. Encontrada por un vecino de la Moca en las inmediaciones dI; una de las quebradas de aquella jurisdicción. Remitida por el Alcalde de la Moca.
Varios objetos de piedra; elLo en forma de rueda con algunas labores·. El 2.0 en forma de pisapapeles con una carita. El 3.0 en la misma forma de piedra jaspeada. El 4.° de igual figura. De la antigüedad. Remitidos por D. Alberto Maldonado, Doña María Lema, D. Manuel Chavarría, todos vecinos del pueblo de Peñuelas. Piedra marcada con el número 5. De la antigüe. dad. Remitida por D. Antonio Fortun, coman~1
dante del 6.° Batallón de milicias de esta Isla. Seis objetos de piedra marcados con los nú· meros del 1 al 6. De la antigüedad. Remitido por el corregidor de San Germán." Una vez más en la somera descripción de los objetos arqueológicos encontramos el término "argolla de piedra" que nos hace pensar se trata de los llamados "collares" monolíticos. Al año siguiente de fundarse el Museo Militar de Puerto Rico, el Gobernador Norzagaray, su fun· dador y propulsor, abandonó la gobernación de la Isla. Sabemos que el Museo continuó operando en la Maestranza de Artillería, y en 1865, D. José Julián Acosta,tI al referirse a los objetos arqueológicos de nuestros indios, hace alusión a la existencia de la colección en el Museo de Artillería. Para ese mismo año existía otra pequeña colección de objetos arqueológicos de Puerto Rico en un Museo de Historia Natural establecido por los je. suitas en su Colegi<rSeminario. Cayetano Coll y Toste, quien estudió en dicho colegio nos dice: "Los jesuitas tenían allá por los años de 1865 en el Museo del Colegi<rSeminario de la Calle del Cristo en San Juan. una colección de c<r llares, ídolos, hachas y otros objetos de piedra pertenecientes a los indígenas. Entre estos objetos, que recordamos por haber estudiado nuestro bachillerato en dicho colegio, los que llamaban más la atención eran las bandas o collares petreos de tres tamaños." 12 La exhibición permanente de los objetos arque<r lógicos en el Museo parece haber sido la causa por lo cual en las siguientes Ferias celebradas en San Juan en 1855, 1860 Y 1865 no se estimó necesario exponer este tipo de objetos. En la FeriaExposición de Ponce ~ de 1882, sin embargo, se dedicó una sección a la arqueología isleña, presentándose, entre otras, la colección del señor R. Aquiles Colón, de Ponce y otras.t· 11. Fray Iñigo Abbad y Lasierra. Historia Natural, Geof{ráfica JI Civil de Puerto Rico. Edición y notas por José Julián Acosta. San Juan. 1865. 12. Cayetano Coll y Toste, Prehistoria de Puerto Rico, San Juan. 1907, pág. 32. •. 13. José Ramón Abad. Puerto Rico en la Fena·Expos,· ción de Ponce en 1882. Ponce. 1885. 14. Ibid.• pág. 239.
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En la Exposición de Puerto Rico,15 celebrada en San Juan en 1893 para conmemorar el Cuarto Aniversario del Descubrimiento de Puerto Rico, se presentaron numerosos objetos arqueológicos.de la Isla, incluyendo la colección del doctor Agustín StahI. Es indudable que para entonces ya no existía el Museo Militar. Esto lo demuestra el hecho de que en la Exposición se presentó un Salón de Artillería en el que, además de armas históricas, se exhibieron "ídolos y collares usados por los indios ".16 Estos objetos que no se describen eran indudablemente restos del Museo Militar. ¿Hasta cuando existió este Museo? No lo hemos podido determinar. En su trabajo sobre la obra realizada en Puerto Rico por el Gobernador Norzagaray, y refiriéndose a aquél, Newman Gandía c<r menta: -museo que la incuria de sus sucesores hizo destruir",17 Fewkes, en 1903, alude a un~ c<r lección arqueológica "ahora dispersa, que antes existía en el Museo de Artillería".I. Es posible que algunas piezas de la colección arqueológica del museo pasaran a España junto con las armas y pertrechos de guerra que se llevaron consigo las tropas españolas al evacuar el país en 1898, con motivo de la ocupación norteamericana. Muchas de estas armas se conservan en el Museo del Ejército, en Madrid. Y cabe la posibilidad de que algunos de los mencionados objetos de nuestros indios pasaran al Museo Arqueológico de España, donde existió una pequeña colección de Puerto Rico que hace pocos años fue trasladada al Museo de América, también en Madrid, donde se halla actuaImente.t9 Otras pi~zas pudieron haber quedado en Puerto Rico y formado parte del pequeño Museo de Historia Natural que durante las primeras décadas de este siglo mantuvo el Departamento de Agricultura en el antiguo edificio de la Diputación Pr<r vincial, en el viejo San Juan, y que hasta su muerte dirigió don Mario Brau. Es~e museo fue más tarde trasladado al Parque Luis Muñoz Rivera y su c<r lección arqueológica pasó, hacia 1950, al Museo de la Universidad de Puerto Rico. 15. Alejandro Infiesta, Memoria de La Exposición de Puerto Rico. 1493-1893. lb. En un próximo articulo discutiremos ésta y otras exposiciones. 17. Eduardo Newman Gandía. Benefactores y Hombres Notables de Puerto Rico, T. II. Ponce. 1889. 18. J. Walter Fewkes. Aborigines of Porto Rico and Neighboring lslands. Bureau of American Ethnology, Wash· ington, 1907. pág. 170. 19. En próximo trabajo describiremos las piezas arqueológicas de Puerto Rico existentes en dicho museo.
Cuento de un mundo perdido
Otoqui Por
EN
LA MADRUGADA, EL BRUJO Oroout, DE JATIBONICU, se despertó al escuchar el ronco sonar del caracol sagrado. El dios Yocajú, Señor de Borinquén, lo llamó con su fotuto y le dijo quedamente al oído: -Otoquí, mi buen bujití de Jatibonicu, ven a las montañas sagradas, pues quiero verte y hablarte. Grande fue la alegría del brujo y, muy emocionado, dejó la jamaca y llamó, inquieto a sus discípulos. Pronto la noticia del llamado del dios se esparció por todo el yucayeque y en poco tiempo el caney del bujití se convirtió en el lugar más concurrido de toda la aldea. Hasta el gran señor Oracobix, el cacique, dejó sus múltiples quehaceres de la mañana para conversar exaltado con Otoquío -¡Jatibonicu se siente orgulloso de su bUjití, gran Otoquíl -le dijo el cacique al brujo--. ¡Ojalá que nuestro señor Yocajú nos dispense honores y bendiciones cuando lo visitesl - yacajú es muy sabio y generoso, noble Oracobix. -Dime, amigo Otoquí, ¿cuándo darás comienzo a tu viaje? -Saldremos mañana antes del amanecer. Me acompañarán todos mis discípulos y también el nitamo Cori, el más astuto y valiente de nuestros guerreros. Mientras hablaba con el cacique, Otoquí se movía inquieto de un lado para otro, instruyendo a sus ayudantes, quienes hacían los preparativos para el largo viaje a las montañas sagradas. -Me siento dichoso de verte tan feliz, gran bu· jitf. -¡Ah, mi cacique, es tan grande la felicidad que siento que apenas me cabe en el pecho!... ¿Crees que debo llevar la careta de plumas blancas y el collar de colisibís azules a las montañas sagradas? -Mi buen Otoquí, Yocajú te admirará más si
WALTER MURRAY CHIESA
llevas tus mejores prendas y adornos.' ¡Ah! ¡Cómo te envidian hoy todos los bujitís de Boriquén! En esos momentos, a los acordes de los roncos fotufos marinos, hizo su entrada el arrogante Ucaro, segundo bujití del yucayeque, quien con sarcasmo le dijo al brujo principal: -¡Otoquí el soñador! ¡El elegido de Yocajú! Ucaro era alto y delgado como un junco del río. huesudo y tembluzco. En la punta de la nariz tenía una gran verruga roja. Otoquí sonrió, al percibir la soberbia y la vani· dad que caracterizaban al brujo de Bauta. Pero a él no le preocupaban los ataques alevosos de su subalterno rebelde. -¡Mi apreciado Ucaro, creador de grandes areytos! ¡Bienvenido a mi caney! -Hasta mí ha llegado la noticia de que te habló el dios. ¿Estabas dormido o despierto? -dijo, acero cándose irreverentemente al brujo supremo. El cacique, quien había permanecido silencioso y algo sorprendido ante la entrada súbita y alta· nera de Ucaro, se enfrentó a éste y le dijo molesto: -¿Cómo te atreves a provocar a Otoquí, quien nunca miente y quien es el bujití principal de Jatibonícu? -No miente, gran Orocobix. Pero, ¡qué mucho sueña! -replicó el altivo bujití. ¿Recuerdas cuando pregonaba que hablaba con las ceibas? Otoquí observaba con asombro el séquito, de gran colorido, que acompañaba a Ucaro. -¿Recuerdas también, poderoso cacique, cuando nos dijo que había visto a Surei en el Mapurita? ¡Juml -¡Ucaro! ¡Me sorprende tu incredulidad y tu malicia! Si yo fuera Otoquí, ya te hubiera castigado. ¡No me explico cómo puedes dudar del más sabio de los bujitís de Boriquén! -Ah, Orocobix -respondió el fiero brujo--. ¡Cómo te engaña Otoquí, el soñador! - y se retiró 43
rápidamente del caney, y tras él sus seguidores. -¿Por qué no castigas a ese subalterno revoltoso, noble Otoquí? El brujo sonrió, sin darle importancia al asunto pues tenía otras cosas de qué hablar. -Dime, gran cacique, ¿enviaste los corredores a Toa, a Bayamón y a Guaynabo para que sepan allá que les visitaremos? -Sí, Otoquí, y también al Coabey, al Otuao y a Guainía. Ya pronto sabrán todos en Boriquén que Yocajú te ha favorecido. Durante el resto del día Otoqui y sus ayudantes prepararon todo lo necesario para el largo viaje. El discípulo preferido, Juamay, y los otros cinco aprendices del brujo le servirían de escolta. El nitaíno Corí también les acompañaría. En unas abultadas bolsas de maguey metieron los viajeros sus alimentos, hamacas, incienso de tabonuco, tintes de bija y de jagua, mantas, la cojoba sagrada y otras cosas esenciales para el viaje. Otoquí llevaba también regalos para Macuya, uno de los caciques del Toa, para Majagua, el cacique de Bayamón y para el cacique Mabó, señor de Guaynabo. Estos eran los tres caciques amigos que visitaría Otoquí durante el transcurso de su viaje a la casa de Yocajú. A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, Otoqui y su gente emprendieron la marcha. Pronto dejaron atrás los últimos bohios de la aldea y, luego de cruzar el gran batey, tomaron la vereda que bajaba de las montañas pasando por bosques tupidos y gigantes, donde aún dormían las cotorras y las palomas. Llevaban los peregrinos, jachos encendidos de tabonuco para alumbrarse, y el aroma peculiar de la resina quemada se esparcía por el monte dormido. Bajando y subiendo por las oscuras montañas, atravesaban aquel territorio virgen poblado de grandes bosques de cedros y úcares. Salió el sol finalmente y se empezó a disipar la neblina. Entonces, ante Otoquí y su gente, apareció el paisaje en todo su esplendor. Habían llegado a un claro en lo alto de la cordillera y allí Otoquí detuvo la marcha para mostrar a sus acompañantes la hermosura de la Isla, y la gloria del dios Yocajú, creador de Boriquén. Desde 10 alto, divisaban plenamente aquel océano infinito de montañas. Otoquí, emocionado, les señalaba la belleza grandiosa del paisaje. quedando todos sorprendidos, como si fue· ra la primera vez que 10 veían. El brujo Otoquí, descubridor de las bellezas de Boriquén, les mas· traba, exaltado. las trazas de neblina que aún re· posaban sobre las "joyas n y riscos de aquel paisaje maravilloso de Jatibonicu. Continuando su camino descendieron de la colina, internándose nuevamente en el bosque milenario y no volvieron a ver el sol hasta que. cayendo la noche, llegaron a la aldea de Macuya, junto a la orilla del amado río Toa, el río sagrado de Boriquén.
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Allí fueron recibidos con gran alegría, a los acor. des de tambores y fotutos festivos, pues el bujití Otoqui era muy querido en la región del Toa. Luego de hablar por varias horas y de ser festejado por Macuya y su gente, Otoquí se retiró a descansar al bohío que tenían preparado para los visitantes ilustres. Luego, todos en la aldea se retiraron a dormir a sus hamacas, y pronto se apagaron los fuegos, quedando la aldea sumida en la más profunda oscuridad. Poco después de la medianoche, despertáronse los pobladores muy sobresaltados, pues un pavoroso maboya comenzó a lanzar sus horribles gritos desde el espeso bosque de capás situado detrás del batey. Aterrados, enmudecieron todos, sin poder volver a dormir con excepción de Otoquí, quien allá en su bohío se meda en la hamaca, despreocupadamente, sonriendo en la oscuridad. A la mañana siguiente los viajeros reanudaron la marcha, y llegaron por la tarde al yucayeque de Bayamón, la segunda etapa en el viaje a las montañas del este, donde mora Yocajú. A la entrada de la populosa aldea, los recibió con gran júbilo, Majagua, el joven cacique, quien lucía en su pecho un reluciente guanín. Esa noche se celebraba el areyto de la luna llena, Marojo, en el gran batey comunal y los nitaínos de la aldea, pidieron a Otoquí que dirigiera la ceremonia. El brujo, gustosamente, accedió y para deleite del púo blico cantó la canción de Jatibonicu, sirviéndole de coro las mujeres del yucayeque. Después los hombres bailaron la danza de los murciélagos, y las mujeres -Y los niños cantaron los coros de Urayao y Anateni, los amantes de Taita. Al termin~ el gran areyto, el anciano Turey los embelesó a todos, contándoles cuentos de antaño, entre ellos la historia de Anaman y las mariposas... y las aventuras del inmortal Jaicoa, el héroe legendario, quien trajo las ceibas a Boriquén. Todos escucharon emocionados, en medio de gran silencio, aquellas historias de otros hombres que antes que ellos habían vivido en la Isla. Al callar Turey, Otoquí conmovido, se dirigió a él y abrazándole, le colgó del pecho el primoroso collar de piedras azu· les que era su mayor tesoro. -¡Que Yocajú te bendiga, noble Turey! -le di· jo emocionado el maravilloso cantor-. ¡Eres la canción de la tierra; guardas en tu corazón el alma de nuestro pueblo! ¡Que tus historias perduren siempre en Boriquénl Al día siguiente, Majagua acompañó a Otoquí y sus compañeros hasta la aldea de Guaynabo y allí Mab6, el cacique, les colmó de atenciones y regalos. Otoquí le entregó a Mabó un cerní que miraba al cielo, y el cacique, muy complacido, le dio en cambio, una flauta de barro para la ceremonia del guanín sagrado. . Al mediodía, el brujo se despidió de Mabó y de
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Majagua y dio comienzo a la última etapa de su viaje. Por la tarde atravesó con su gente las tierras, cubiertas de vastos yucales, del cacique Canobana y después entraron; maravillados en los bosques imponentes del cacique Yuquibo. A pesar de ser amigo de ambos caciques, Otoquí no se proponía visitarlos por no desviarse de su ruta, pues sus yucayeques quedaban muy distantes. Al llegar a un espacioso claro en medio del bosque, pudieron ver por primera vez, con toda claridad, las montañas sagradas... la gigantesca mansión verde, el maravilloso santuario del dios de Boriquén. Allí estaba, frente a ellos, la gran casa de Yocajú, donde aún mora hoy, convertido en brisa, el dios de los taínos muertos. Viendo Otoquí que el sol ya se ponía y que la oscuridad comenzaba a ocultar la tierra, decidió acampar en paraje tan agradable y ordenó a sus seguidores .que colgaran las hamacas. De las bolsas de maguey sacaron todo lo necesario para pasar allí la noche y luego encendieron el fuego y prepararon la cena. Después de comer, fumaron como placidos y conversaron amenamente. Arriba, en el cielo, parpadeaban las estrellas y a su alrededor los rumores y aromas de la Boriquén primitiva los envolvía y cautivaba. Otoquí hablaba a sus
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acompañantes sobre la tierra mítica del Coabey, prometiéndoles, mientras ascendía en espirales el humo de su cigarro, que más adelante les llevaría a ver la tumba del héroe Jaicoa, en el Mapurita. El gran bujitf Goabey, que había sido su primer discípulo, era el guardián de la tumba del héroe más famoso de Boriquén... Todos escuchaban al bujití muy atentamente, y en el momento cuando Jaamay iba a preguntarle algo a Otoquí, los sorprendió el grito terrible de un maboya que estremeció de terror a los discípulos del brujo. Todos se postraron a los pies de Otoquí, quien se incorporó mirando impávidamente el bosque. -Nada teman, amigos -les dijo con asombrosa calma, mientras le pedía la macana al nitaíno Cad. Caminó entonces resueltamente hacia la oscura arboleda y se internó sin vacilar en el bosque. Momentos después oían sus discípulos los gritos del maboya, cuando se lanzaba sobre Otoquí. Se escuchó luego el fragor de la lucha y por último, reinó de nuevo el silencio. Los acompañantes del bujitf se miraron atemorizados e instintivamente se juntaron entre sí. -Vamos a ver qué ocurre -dijo Cad, tomando un jacho y el grupo entero se dirigió con determinación hacia los árboles. Llegaban a los linderos
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del bosque, cuando reapareció Otoquí con su pe-sada macana. Venía sonreído. -Amigos, ese maboya nos venia siguiendo desde Jatibonicu. Ya decibió mi castigo. Al día siguiente se acercaron más a las montañas grandiosas de Yocajú y, ya por la tarde, comenzaron a ascender las alturas del imponente templo verde. Durante el trayecto, Otoquí no había cesado de mostrar a sus acompañantes la belleza de la región y en esa última noche del viaje, mientras todos descansaban junto al fuego, Juamay, el joven aprendiz de brujo, tocó la flauta emocionado, quedando luego todos profundamente dormidos mientras, a su alrededor, el bosque sagrado velaba su sueño. Al amanecer hubo profusión de luz y murmullo de hojas en la casa de Yocajú, lugar de helechos gigantes, morada de la sutil neblina, paraje de montes adornados por las hojas plateadas de los yagrumos, tenitorio encantado de los mil verdes mágicos y las mil fuentes escondidas. Perdidos en la exuberante vegetación, sumergiéndose en el profundo océano de esmeralda. internándose lentamente por aquel fragante laberinto, subieron los peregrinos hasta llegar a un bosque majestuoso de ausubos milenarios, cercano a la quebrada Unarabú. Allí dejó Otoquí a su escolta, pues solo él podía seguir hasta la casa del dios. Los hombres de Jatibonicu, maravillados ante el paisaje imponente, permanecieron juntos en un claro del bosque, donde comenzaron a levantar un cobertizo de juncos y hojas de palma para protegerse de la lluvia. -Recuerden -les dijo Otoqui al separarse de ellos- que en la casa de Yocajú no podrán matar ningún animal o ave. Sólo comerán viandas y frutas. -y con esa advertencia los dejó a orillas de la que-brada. Luego prosiguió monte arriba a cumplir su cita con el dios. Había entrado en un mundo de sombras y de grandes silencios. Caminaba sobre alfombra de musgo y de hojas muertas. Todos los árboles le parecían iguales y todos aparentaban sostener aquel tupido techo de hojas y bejucos que colgaba sobre su cabeza. El silencio, la humedad y la penumbra dominaban aquel paraje encantado y misterioso. En la lejanía se escuchaba el ruido sordo de un salto de agua. Había llegado Otoquí, a la altura en que las nubes se paseaban libremente por el espeso bosque desgarrándose en jirones al chocar con los troncos y las copas de los árboles. Se hallaba ya en los dominios donde reinaba el dios supremo de Boriquén. Su corazón se sobrecogió de intensa emoción al sentir la·presencia de Yocajú. ¿Por qué le llamaba a él, a él que sólo era un modesto bujití de las montañas de Jatibonicu? .. ¿Acaso no era única-' mente a los grandes y poderQsos bujitís a quienes se les llamaba a la casa del dios?
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¿Qué he hecho para ser recompensaqo por Yocajú? se preguntaba. -Nada, absolutamente nada. No he creado nuevas danzas ni dedicado mil areitos al dios. ¿Por qué, entonces, me llama? Una niebla fina como algodón silvestre arropó sutilmente la arboleda. El brujo se detuvo sorprendido. Un rayo de luz brillante descendió de 10 alto iluminando una piedra negra grande que semejaba un dujo. Hojas de yagrumo, plateadas, como el agua de las cascadas comenzaron a caer de lo alto. La neblina lo había cubierto todo y ya no se veía un solo árbol. Las hojas de ya~o caían sin ce-sar. Otoquí comprendió y sonrió. Yocajú, creador de Boriquén estaba junto a él. -Otoquí, querido Otoquí, mi noble Otoquf, mi fiel bujiti. Hace años que te observo. ¿No te crees digno de recompensas y honores, verdad? ¿No' sabes que Boriquén goza cuando pisas sobre ella? Tú, Otoquf, que sabes mirar todo lo bello... Tú, bujití, que cantas las glorias de la montaña y de nuestro sol. Tú, que amas la noche y el día, la lluvia y el mar, la yerba, los montes y las cuevas recónditas. A ti, Otoquí, que enseñas a mis hijos a amar a su tierra de Boriquén, por ser maestro de todos, y por ser el más generoso de mis sacerdotes, quiero mi buen bujití, hacerte un regalo. Acércate a mi dujo y toma esta canasta que he tejido para ti. El brujo caminó silenciosamente hacia la piedra dondt; había un manojo de yerbas entrelazadas. Tomó la canasta, emocionado, y la abrió poco a poco. Una ranita diminuta, de largas patitas y ojos grandes y lustrosos saltó, inquieta, de su interior. Otoquí sorprendido, quedó pasmado, observándola. Inesperadamente, la ranita cantó... -¡Otoqufl ... ¡Otoquíl... IOtoquíl... - y ~do sallitas se perdió entre la tupida yerba. -Cuando regreses a Jatibonicu con los tuyos - -dijo entonces Yocajú- iris dejando por los caminos estas ranitas preciosas que he creado para ti, aunque otros también podrán gozar de su canto único. Ya no podrás decir que a ~uestras noches les falta una canción. Al noble Orocobix le llevarás el cemí dorado que hallarás en el fondo del estan~ que donde llenó hoy Juamay sus ditas, y al terco Ucaro le dirás en mi nombre que su verruga dis· minuirá hasta desaparecer cuando cese su envidia y su vanidad. Con estas palabras se desvaneció el rayo de 1m y quedó solo Otoquí, en el paraje umbrío. El brujo cruzó los brazos sobre el pecho, despidiéndose del dios y luego, lentamente, con el rostro radiante de di· cha, comenzó a alejarse del lugar. Y a poco de dar unos pasos, volvió a escuchar, a sus espaldas la nueva canción. ¡Otoquil... ¡Otoquí!... ¡Otoquíl...
Oleos y acrilicos de Rafael M. de Soto
En el Instituto de Cultura Puertorriqueña presentó una exposición de sus obras el pintor Rafael M. de Soto,' aguadillano que hace muchos años reside en la ciudad de Nueva York. De Soto fue durante algún tiempo alumno. del antiguo Seminario Conciliar de San Ildefonso, en San Juan, antes de marchar a Nueva York, en cuya Universidad de Columbia' estudió. arquitectura. En la capital de Puerto Rico se había iniciado en el arte del dibujo, que aprendió del pintor español Alejandro Díaz Mackenna. Sus estudios. de pintura y dibujo los completó en el Instituto Pratt, la Liga de Estudiantes de Arte y la Grand Central School of Fine Arts, todas en Nueva York. Las obras de De Soto figuran en importantes
colecciones privadas de Nueva York, Florida, California y Puerto Rico. Entre ellas figuran unos setenta retratos y varios murales realizados para organizaciones fraternales y profesionales. Ha recibido unos cuarenta premios, entre ellos el de. la Sociedad Nacional de Pintores en Caseína y el de la Alianza Artística Nacional de Carteles, ambas en los Estados Unidos. Desde hace diez años enseña arte en la Universidad del Estado, en FanningdaIe, Long Island: La vida de este pintor en ambientes tan disímiles como Puerto Rico y los Estados Unidos se refleja en los temas de sus obras y en sus corres.pondientes títulos, la mitad de los cuales corresponden al idioma inglés.
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La Relación del Socorro de Puerto Rico en 1599 por el jerónimo fray Diego de Ocaña Por
L os
TRABAJOS MERITfSIMOS PUBLICADOS POR DON EN-
rique T. Blanco bajo el título de Los tres ata· ques británicos a la Ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico,! han definido hasta hoy los perfiles del ataque segundo: 1598, único llevado a cabo con éxito, siquiera parcial. A las fuentes contenidas en la Biblioteca Histórica de Tapia? sumó Blanco la relación de Brau en su Historia de Puerto Rico,3 las fuentes inglesas y la conferencia publicada por don Cayetano Coll y Toste en su Boletín Histórico.· Por ser el capellán Layfield testigo presencial y única fuente suficientemente explícita de los suce· sos hacia los años en que escribía Blanco, fiose este último de su relación, corrigiéndola doctamente y amparándose en autoridades para rectinar sus errores aparentes. Volviendo al segundo ataque -1598- se sumó en el 1951 a lo conocido y divulgado por los trabajos aludidos de Blanco, una breve memoria del flamenco Juan Foguel publicada en la Revista Historia,5 más explícita en su brevedad acerca de la vida en la Ciudad durante la ocupación británica que las fuentes españolas conocidas hasta entonces. Pero en realidad ni ella ni la documentación ano terior aportaron una visión tan desinteresada y tan rica en sugerencias como la que en sus estrenos lIel Mundo Nuevo nos legó la pluma de un monje de la Orden de San Jerónimo fray Diego de Ocaña
1. Ediciones Borinquen, Editorial- COHuf, San Juan de Puerto Rico. 1968. 2. Tapia y Rivera. Alejandro: Biblioteca histórica de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan de Puerto Rico, 1970, pág. 564. 3. Brau, Salvador: Historia de Puerto Rico, Edición facsimilar. Editorial Caqui, San Juan de Puerto Rico. 1966, págs. ]08-112. 4. Boletin histórico de Puerto Rico. tomos V y XI. San Juan de Puerto Rico, 1918, págs. 40-75 y 265-272. respectivamente. 5. Universidad de Puerto Rico. tomo 1, abril de 1951, núm. 1. págs. 76 a 82.
ARTURO
V. DÁVILA
(Ocaña: 157G-México: 1608), cuestor del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, llegado a Puerto Rico en las naves del socorro que traía don Francisco Coloma el 24 de marzo de 1599. Conocemos hoy el interesante manuscrito en su totalidad, redactado entre 1599 y 1606, gracias a la edición que del mismo hiciera en 1969 el franciscano Fr. Arturo Alvarez con el título de Un
viaje fascinante por la América hispana del sigla
XVI.6
Las cuatrocientas cuarenta páginas del texto y apéndices de la edición citada dan buena cuenta del cúmulo de noticias que sobre el camino que recorriera compuso el jerónimo peregrino. en donde no faltan ni carreras espectaculares en el Reino de Chile, huyendo a uña de caballo de los indios araucanos, ni erupciones de volcanes ni terremotos. y como latiguillo de ingenuo corte fraBuno, los sabrosos comentarios sobre las mujeres del mundo nuevo, que empiezan con el episodio de la negra del convento de Santo Domingo en Puerto Rico. Pasadas las jornadas de Cartagena y Portobelo hasta su desembarco en Paita en 11 de septiembre de. 1599, es el reino fabuloso del Perú el que ha merecido la relación más circunstanciada del a tónito viajero seducido por el fulgor de la plata perulera, la grandiosa naturaleza y la opulenta saciedad del país del Inca, &1 que vuelve después de una corta estancia en Chile -abril a julio del 1600- para abandonarlo en la Navidad de 1605, en que se embarca para la Nueva España donde morirá en 1608. De Potosí a Lima, pasando por Chuquiapó, Arequipa y Cuzco, recoge gruesas sumas para el santuario extremeño, funda confradías y establece mayordomos para la demanda e incluso pinta, asegu6. Ocaña, Fray Diego de. y Alvarez. Fray Arturo: Un viaje fascinante por la América hispana del siglo XVI Studium, Madrid, 1969. •
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randa que 10 hace por primera vez en su vida, un lienzo de la Virgen de Guadalupe para San Francisco de Chuquisaca, componiendo por último una lucidísima Comedia de Nuestra Señora de Guadatupe y sus milagros, estrenada en 1601 en la misma ciudad.' Al texto l:lel manuscrito acompañan dieci· séis dibujos iluminados de distintos tipos de na· turales y españoles, siete dibujos lineales y cuatro mapas de Chile, interesantísimos los primeros para la iconografía americanista, a juzgar por los que reproduce en su libro el P. Alvarez. Abreviado el contenido del texto en las líneas precedentes podemos presentar ahora debidamente el de los folios dos a ocho, donde se encuentra 10 que llamaremos la Relación del socorro de Puerto Rico de fray Diego de Ocaña. Resumida la travesía hasta San Juan de Puerto Rico, comienza la descripción de la Ciudad explicada por el Inglés y las primeras exigencias indianas de los jerónimos -viene en compañía de fray Martín de Posada- que adquieren en la pluma del monje manchego un tono de picardía regocijada y realista. A la noticia de la flota salieron de los campos los vecÍl!os que habían abandonado la Ciudad, y entre ellos regresa el Obispo don Antonio Calderón, mencionado por su nombre y con copia de datos en el manuscrito, quedando fuera de duda lo que sobre su mansión en Coamo dijera John Layfield, así como las fechas de su partida hacia Panamá.1 La descripción del rito de reconciliación de la Catedral profanada, que presidido por el Obispo, es ejecutado juntamente por los frailes y clérigos del país, a quienes se suman los de la Armada, y el mismo general don Francisco Coloma con todos los capitanes, puede calificarse de excepcional. Provistos de escobas improvisadas de ramaje, barrieron los suelos de la Iglesia matriz... "con muchas Idgrimas como otros machaveos, y con mucha fe y devoción..." El relato adquiere un acento dramático al llegar a la desolación del Sancta Sanctorum: " ...y hallamos todos los sanctas, y las figuras dellos raxadas y hechas pedazos, y algunas cortadas las narices..... El narrador se siente desconcertado ante el iconoclasma de compromiso practicado por los ingleses, que respetaron los Crucifijos, mutilando en cambio tallas y pinturas de santos. Lo que con· firma puntualmente la frase de Layfield:
Frase que no sabemos por qué ha sido atormen· tada en la versión castellana de Margarita Cuchí y Colllo reproducida' sin variación en las Crónicas de Puerto Rico,1t para hacer decir exactamente 10 contrario al capellán del duque de CumberIand. Junto a la riqueza sugerente de tanta novedad, tenemos en este texto la más antigua descripción del aspecto de la Catedral a la salida de los invasores, ya que nuestra única fuente hasta ahora eran la citada relación de Layfield, que no vio los últimos días de la ocupación por haber seguido a Cumberland, aparte un presumible disimulo de ciertos extremos, y el texto de Foguel antes citado, poco explícito, aunque concuerda en todo con el Padre Ocaña. El robo de los sagrados bronces y del órgano, relatado por Torres Vargas se confirma.al pie de la letra con la disposición del General que mandó bajar la campana pequeña de la Capitana y que tocasen los ministriles las chirimías, a cuyos aires se cantaron las vísperas de la Encarnación. Hasta el asunto véterotestamentario del sermón del día siguiente se nos ha transmitido por este memorioso observador. De la solemne fachada introductoria. va des· cendiendo gradualmente el avisado manchego a la descripción del lugar, las defensas, el cazabe, seco pan de la tierra, el puerto capaz, pero desierto por la ausencia de comercio y la vida montuna y cimarrona que, ido el inglés, hacían los moradores. Pinta con curiosa galanura la indigencia de todos al relatar cómo le exigió el Prior bizcocho y vino a cambio de la cena, ya cerca de las diez de la noche y venga su mortificado ~etito con la escena cuasi cervantina de la negra de convento que por orden del prior acude a regalar os fatigados miembros de los peregrinos con un pediluvio. A su primera noche en tierra de Indias, ya es todo mundo nuevo y " ansi las demás cosas son al revés de España..... Con lo que para no repetir la Relación que transo cribimos, terminamos estas líneas introductorias advirtiendo al lector que, modernizadas la puntua~ ción y ortografía del original en la edición del Padre Alvarez, pedimos fotocopia de los folios carrespondientes a Puerto Rico a la Biblioteca de la Universidad de Oviedo y es su transcripción literal la que ofrecemos a los estudiosos puertorriqueños. '
"This Church is sacred to Saint John Baptist, as is aH the Iland; besides his image were many other in particular shrines, which the Souldiers could not bee held from defacing unorderly..... 9
Relación del Socorro de Puerto Rico el año de 1599, por el padre Fray Diego de Ocaña, del Orden de San Jerónimo.
7. ,op. cit., págs. 367-433. 8. • ... and the South side about the Countrie of Choama (whither the Bishop at our comming had carried himselfe).... Purchas, Samuel, B. D.: Hakluytus Posthumus or Purchas his Pil~rimes•..• Glasgow, James MacLehose and Sonso MCMVI. Volume XVI. pág. 85. 9. Ibid., págs. 71·72.
lO. ",... Además de la imagen de San Juan hay otras en particular urnas, habiendo prohibido su Excelencia ~ los solda~os despojarlas....: aHPR, tomo V. San Juan de Puerto RICO, 1918, págs. 43·70. 11. Selección, introducción· y notas de Eugenio Femán· dez Méndez, San Juan, Puerto Rico, Ediciones del Gobierno 1957. Tomo 1, pág. 141. '
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Fragmento del grabado inglés del siglo XYI (reproducido entero en la parle superior) en homenaje al Conde de Cumberland y su Conquista de la ciudad de San Juan,
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Partimos el padre fr. 'Martín de possada mi como pa/ñero, y yo, de nra. s'a. cassa de nra. S". S". Ma/ria de guadalupe, despedidos de todo el convento / y con la bendición de nros. perlados, padres / y mayores a los 3 de enero del ajio de 1599,/ a la una del dia despues de comer acompañan / danos hasta la puerta de la hospederia donde / suvimos a mula todos nros. hermanos, y ami/gos de los quales nos despedimos con muchas / lagrimas y sentimiento de todos, y en partí */ cular fueron en mucha copia, y abundancia / las que yo derrame en los brazos de mi que/rido, y amado he,.-. fr. Pedro de Segovia / las quales lagrimas mi compañero y yo de con/tino fuimos derramando hasta que llegamos / al humilladero de S". Sebastian q" es donde / se pierde de vita (sic) la cassa. y alli volbimos / las riendas a las mulas, y bueltos los ojos / a nra gloriossa patria, y cassa, nos volbimos a despedir de nra gran patrona la serenissi/ma reyna de Jos angeles como lo aviamos / hecho antes en el charo, pidiendole nos guia / sse enro viaje, y nos llevasse, y volbiesse co / bien a su sanctissima cassa de donde con ta / gran dolor y sentimiento nos apartaramos por tan largo espacio pues veniamos en busca del / nuevo mundo descubierto, y guiados por la / clara estrella, y cierto norte llegamos por / nras Jornadas contadas con salud y prospero / sucesso a la gran ciudad de Sevilla adonde / presentadas las cédulas del rey nro señor, y las / licencias de nro muy reverendo padre general / y de nro convento de despacharon en la cassa / de la contratacion por el señor presidente, y ay / dores della. y nos dieron licencia para que / nos embarcassemos en los galeones de su mag". / q' estavan aprestados para venir con el soco / rro a puerto rico de los quales era general/don fran" coloma cavallero del avito de S.'ju·. / estuvimos en sevilla aperciviendo las cossas de / nro. matalotaje hasta los 26 de enero, y f1e / tandonos en un barco fuimos por el rio abo /jo hasta el puerto de sanlucar de barrameda / donde estuvimos esperando los mo¡;os, y el/donado que avia de venir con nosotros has / ta el segundo dia de febrero q" fue la purificación y fiesta de nra. S" y aviendo dicho / missa en su altar de barrameda nos fuimos / a enbarcar a los galeones solos y sin criados que / la falta grande que nos hi· cieron no puedo encare/ cer ansi por los caminos despues que lle / gamos a las indias como por la mar q" no tenía / mas quien nos sirviesse ni quien nos diesse un / jarro de agua, q" en la mar es gran falta esta / se suplio con los soldados q" venian en los ga / leones, mi compañero se embarco en la capi / tana con el general don fran" coloma, y / yo me embarque en la admiranta con el / admirante juO de Urdayre el qual me rega / lo mucho, lleve titulo de capellan mayor / de toda la annada hasta porto velo. y / assi las veces qO se offrecio decir missa a toda / la annada en una barracha q" se hacia / en tierra abista de todos los navios la dije / yo, y como navegamos toda la qua· resma, / vine confessando en el navio a toda la ge/te qO venian en el galeon q" pasarian de qua / tracientas personas marineros. y soldados / salimos pues con prospero viento del puerto I de SI Lucar el mismo dia de nra S.... diezisiete / velas grandes y pequeñas donde venian / todos los soldados del tercio de vretaña / soldados viejos y buena gente. y cassi todos / mosqueteros passamos todo el golpho de las / yeguas que son 300 leguas en 7 dias. y llega / mos a descubrir las islas de la gralt canaria / cón prospero tiempo sin suceder desgra ninguna / en estos 7 dias no me levante de la cama de mare / ado que estava no podia comer, y lo q" comia / no lo podia retener en el estomago has que / a los 6 dias hice unos bomitos de calera, y /
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luego comenze a estar bueno a la vista de / las islas de canaria tuvimos dos dias de cal/mas q" los navios se estuviera quedos sin na /vegar. y con aquello acavo de quietarseme / el estomago, y se me quito un dolor grande I de caveza q" del madeamiento me avia dado / y alli hicimos todos promessa de cantar / todas las noches la salve a nra. sra. de Guada / lupe, y desde entonces no tuvimos mas cal/mas en la mar del norte, passaron los gale / ones de largo sin tomar puerto en cana / ria a vista de turquia y africa por entre la isla de lanzarote, y canaria, y entra / mas en el mar de las damas qO son 900 leguas / hasta llegar a descubrir la deseada qO con / justo titulo le pusieron este nombre por que haver / navegado tanto mar sin ver tierra es grande / el deseo q" la gente trae de vella en estas no / vecientas leguas no tuvimos desgra ningu / na, y siempre el viento muy favorable / si no fue un dia que por espacio de una / hora vine un huracan de viento tan gra / de, y repentino q puso los navios en rriesgo / por q con llevar todas las velas cogidas, y la ve / la mayor tan baja q" apenas podia -cojer I Viento con todo esso era tanta la mar que avia / qO se levantavan grandissimos montes de agua / con estos se atravesso la admiranta, y corrio / un rrato riesgo quebrase el trinquete. y la vela de gavia, y como cesso el viento luego / se remedió lo mejor que pudieron. y llega / mas con bien a puerto rico vispera de nra / señora de mar¡;o descubrimos la deseada / a 7 de mar~o y desde aqui a puerto~rico ay / trescientas leguas, tomamos el puerto 24 de / mar~o toda la gente de aqui se avia ritirado / a los montes por miedo de los inglesses los quales / avian rovado el pueblo, y "llevado quanto en / el avía y como la gente de tierra supo que / avian llegado los galeones de españa vinie / ron todos al pueblo q' estavan por aquellos ca I pos escondidos. y vino el obispo don Antonio / calderon y los derigos. y quatro frayles del con / vento de Slo, Domingo que ay en aquel puerto / y otros quatro frayles con otros tres derigos que / veniamos en los galeones todos nos juntamos / con el S·', Obispo, y el general don fran colo / ma con todos los capitanes, y todos juntos / cortamos dde unas matas que por alli ay unos / ramos de q' hicimos escovas y cada uno de / nosotros con la suya en la mano en tramos todos / juntos en la iglesia mayor, y con muchas la / grimas como otros machaveos. y con mucha / fee, y devoción comenzando primero el sor, / Obispo a barrer I le acompañamos todos con / nras escobas y fuimos purificando el templo / de dios qO pocos dias antes avia sido cavalleric;a de los ingleses, y avian alli puesto sus / cavallos. y de los excrementos de vestías, y de / aquella maldita gente lo purificamos y despues ! llegamos al Sta. sanctorf qO es el sagrario, y el/altar mayor. y hallamos todos los sanctos, y las figuras / dellos raxados, y hechos pedazos. y algunos cor / tadas las narices, aunque a las figuras del christo / que: avia en la iglesia mayor, y en el convento an I SI de bulto como pintadas, no tocaron en ellas / pero a la maria, y f. ju·, que estavan / a los lados del x·. todas las caras vort-adas. y las / q" eran de bulto hechas pedazos de ver aqueste / desacato nos enternedio mucho y de lágrimas / no nos podiamos hablar los unos a los otros / y cogidas las reliquias de los sanctas cavezas / brazos, y otras muchas raxas lo juntamos / todo en un lugar. y de los navios mando / el general que trujessen una campana peque/ ña q" traia en la capitana y qO viniessen los / ministriles q" traia, y, el ornamento que mi ca / pañero. y yo aviamos tratdo de guadalupe con / todo recaudo de ara. y de caliz p0.rqc lo demas / q" avia en la iglessia los inglesses lo aVlan Ue / vado, y lo avian hecho galas, y vestido el se / ñor obispo con aquel ornamento comenzara I a tocar las GO •
chirimias, y el señor obispo a cantar / con muchas lágrimas introibo in domun tuam / adorabo ad templum sanctum tuum, et confi / tevimur nomini / tuo dne y todos nosotros con el/llegamos en medio de la igle. sia, y comenzamos / el antiphona de las visperas de nra. sra. que dize / missus e angelus gabriel las quales visperas dixi / mas con mucha devocion encomendandonas / a la virgen sanctissima, otro día se dixo la missa / de pontifical aunq" con falta de capas y de otras / cosas / pero lo mejor q" pudimos predico el padre / prior de Sto domingo y tomo por thema / aquellas palabras del libro de los machaveos / de la reedificacion del templo q" dizen nOn fuit / gloria domus illius etts. predico doctamte como / hom". que lo era y buen predicador, y acavada / la missa, nos dimos el parabien los unos a los / otros, y fuimos todos los sacerdotes acampa ña / do al señor obispo q" se despidio del general a / la puerta de la iglesia, y se fue a los galeones, y / el obispo a su cassa donde comimos aquel dia / todos con el de lo q' el pobre, y rovado obispo / tenia el qual se fue con nosotros a panama porq" / el rey nro. s'. le hizo md. de q' fuesse aquella igle / sia el qual merecia mayores mercedes de su mag". / por aver sido dos veces robado de los inglesses / luego otro dia mando el general desem/ barcar 400 hombres con sus armas los quales q" / daron alli con el governador para guarnicion / de aquel puerto dexo tambien 40 piezas de / artilleria con mucha munición de polbora y plo / mo, dexo tambien vizcocho, y vino para 6 messes / para los quatrocientos hombres que dexava / Lo que en este puerto y pueblo se coje es mucha es pe / cía de gengible ay mucha arboleda y por los / montes matas .de naranjo, y muy lindas / na / ranjas las quales fueron causa de q" muriessen / muchos inglesses por q" comian muchas y ca / rrompieron en camaras, y si aguardáran alli / algunos dias mas murieran todos, y esto fue / cierto que fue mayor el gasto del ingles q" el/provecho de lo q" llevo por q" aunq" el puerto / tiene nombre de rico la gente del es muy po / bre por no aver en el tratos, y contratos, no se / da trigo ni se come otro pan sino el vizcocho / q' los navios traen hazen pan de unas raizes / molidas, y muy blancas q" llaman casabe que / tras cada vocado, es menester hechar un jarro de / agua para podello passar según es de seco, y / hazen de ello unas tortillas muy delgadas, y unos / bolluelos de maiz cocido, y con esto passan / la vida la gente de aquella isla. sustenta / su mag<!o este puerto para reparo de las naves / q' con alguna tormenta buelben a arrivar / el puerto es muy bueno, y fuerte porq" no pue / den entrar las naves sino una a una, por con / tadero, tiene un morro bueno, y en el pueblo / buen castillo. y fortaleza para defensa del/los dias que estuvimos t:11 este puerto pasamos mi / compañero y yo en el convento de S'", domingo / y lo que tengo q" contar de sucesso de este pueblo / es, q" lo que aviamos de comer el prior lo iba / a cazar, y lo q" hacia era tomar una escope / ta y salir al monte, y tirava a una baca q" / hay muchas cimarronas q. es decir sin dueño, y / traia la a cassa a pedazos, y comiamos baca cocida / y baca assada, y baca guisada y todo era baca / decianos el prior q. le proveyessemos de pan, y / de vino q" el nos daria carne, y assi fue necessario q" yo fuesse al navio y sacasse una talega / d~ vizcocho, y una botija de vino, y como / fuesse muy noche q" eran cassi las diez y por / la playa no parecía ningun soldado ni mari / nero q' pagándoselo me lo quisiesse llevar al/convento, comense a sentir ]a falta que los / criados nos havian de hazer despues en cosas / de mas importancia por averse quedado atras / en sevilla por ma] despacho que tuvieron y / como yo era mozo tome a questas en un / hombro
la talega del vizcocho, y la botija / del vino al otro, y hecho un melchisedech, / suvi por una questa arTiva sudando con / mi grata carga, y llegue al convento q" esta / va algo lenxos (sic) (sin encontrar con nadie ca' / quién poder partir ]a carga) donde estava. /(¿ ?) muerto de hambre, esperando al sacerdote melchisedech (tachado). / recivieronme bien el prior, y mi compañero / muerto de rissa de verme cargado con el pan / y el vino, y dijo me a padre fr. diego a esto / venimos a las indias?, yo respondi que dios / me Iibrasse de otra carga q" aquella no la / tenia por mala pues era de pan y vino que / con aquella se podrian llebar los duelos, y los / trabajos, por pessa· dos q" fuessen, al fin cenamos / y nos recogimos a una celda a rrepossar que / traiamos deseo de dormir una noche sin que / se meneasse la cama, y despues que estavamos / dormidos el prior por h~cernos regalo nos / enbio agua de piernas para q' nos lavasse / mas la vescossidad de la mar, y el paje q" traia / el agua era una negra q" servia en el con/vento de lo q" yo estava ignorante, y muy / ageno de mi pensamo pensar q. en los conven / tos servian mugeres, y negras, y como desper / te y vi junto a mi una negra entendi que / era algun demonio, o alguna alma de ingles, / de los muchos q" alli avian muerto, y comenze / a dar boces y a decir jesus sea conmigo, ]a ne / gra me respondio, yo no so diabro q" deci jesu?/ y como ay repetir el nombre de jesu reporteme un / poco y pregunte pues quien eres? respondio, q& so negra / de covento dame la pierna padre y como ay pe/ dir la pierna escandalizeme y dijele q" se fuesse / con el diablo, dije Jesu conmigo viene labar / la pieOla y toma diablo?,. y es que se avia dexado / el agua, y la paila a la puerta de la zelda, y no acavara yo de entender a la negra lo que / me decia y davame mucha prissa daca la pier/na daca la pierna, y con el coloquio q" tenia '/ mos desperto mi compañero, y como vida la / negra arremangados los brazo y desnu / das las piernas, y con pequeño paño delante / de la barriga, si yo me avia espantado, y dicho / jesus, mi compañero decia jesus, y sancta maria / y con tantas boces q" la negra dio a huir que / no parecia sino al diablo, y en un grandissi/mo rato no pudee aplacar ni sosegar a mi / compañero segun estava de espantado, y aunq· / le decia q" era negra del convento no se podia sose. gar sino hacer cruzes sobresi q" era come / dia con entremes oyrnos a los dos y dixo pues si / queria labar las piernas que es del agua y / el recaudo? dije q" lo avia dexado a la puerta / y llame a la negra, y despues no queria entrar / diciendo so diable yo no quiero entrar al fin / traxo recaudo y nos labo las piernas esto e puesto / de cuento gracioso q nos sucedio a mi campa/ñero y a mi para poder escrivir que no solo / en este pueblo pero en todos los conventos / del nuevo reyno de granada usan servir / negras a los frayles q"lo tengo por mal uso / aunq' ya se va esto enmendan· do, y los per / lados mandan q" no las aya pero hasta ago/ra las a avido, y las ay cossa q" amine esca / dalizo mucho, y en el refectorio no avia otra / lection ni otro servidor sino la negra, y la / conversacion del prior con ella contando / despues por gra a todos lo q' los avia suce / dido con la negra, y assi como aCd son los tiempos / alreves ansi tambien las demas cosas son al/reves de españa q' los criados, y los mo¡;os de / los conventos son mugeres para q" todo ande / conforme con el tiempo y assi no digo mas / acerca de esto aunq" avia materia para de / cir mucho pero no es mi intento decir mas / de 10 q" a mi me sucedio q' ftle 10 q" dicho.
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