REVISTA del INSTITUTO ck CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA UTERATURA ARTES PLÁSTICAS ~
TEATRO MOSICA ARQUITECIVRA
ENERO.MARZO, 1975
San Juan de Puerto Rico
COLABORADORES
R E
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T A
DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Enrique Laguerre, Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
Presidente Carlos Conde Samuel R: Quiñones Jesús María Sanromá
Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de'la Revista: Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO XVIII
SAN JUAN DE PUERTO RICO
1975 ENERO - MARZO
NÚIn.66
SUMARIO Rafael W. Ramírez de Arellano (1884-1974)
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Como vivían nuestros abuelos por Rafael W. Ramfrez
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La última tarde por Rafael W. Ramfrez
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La música y el baile en Puerto Rico por Marcelinoj. Canino
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Luis Leal en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, Convento de Santo Domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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SanJuan de la Cruz por Francisco Matos Paoli
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Francisco Mariano Quiñones: In Memoriam (1830-1908) por Ismael Reyes Carcta
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El más antiguo dibujo de un objeto arqueológico de Puerto Rico por Ricardo E. A legrla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
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La reforma lingüística: Una obra inconclusa en el sistema escolar de Puerto Rico por Eladio Rodriguez Otero
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Adagio por Olga Nolla Acercamiento a Don Diego de Torres Vargas por Manuel A lvarez Nazario
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María E. Somoza en el Museo del Grabado Latinoamencano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La descripción de las islas caIÚbales en la obra de Jean de Laet por Manuel Cárdenas Ruiz
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PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA
Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual................................................. $2.51 Precio del ejemplar $0.7. [Application for second class mail privilege pending a San Juan, P'. R.L
DEPÓSITO LEGAL: B.
3343 - 1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA· PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
MARCELINO CANI o SALGADO nacIO en Dorado el 17 de julio de 1942. Profesor de la Universidad de Puerto Rico en la Facultad de Estudios Generales, donde enseña lengua y literatura. Crítico y folklorista. Es autor de la monografía: La copla y el romance populares en la tradición oral de Puerto Rico, contribución al estudio del folklore de la Isla, public¡:¡da en 1968 por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Es éste el primer libro específico sobre este tema en Puerto Rico. Para este estudio recogió material directamente de la tradición oral en 34 localidades y pueblos. También el Instituto publicó su libro La canción de cuna en la tradición de Puerto Rico (1970).
FRANCISCO MATOS PAOLI nacIO en Lares en 1915. Estudió en la Universidad de Puerto Rico, y. durante algunos años fue en ella profesor de Humanidades y de literatura puertorriqueña. Posteriormente realizó estudios avanzados en la Sorbona de París. Entre sus obras poéticas figuran Signario de lágrimas (1931), Cardo labriego (1937), Habitante de eco (1941), Teoría del olvido (1944), Canto a Puerto Rico, Luz de los héroes, Criatura del rocío, Canto de la locura, El viento y la paloma (1969), Cancionero (1970), La semilla encendido (1971), La marea sube (1971), Cancionero II (1922), Rostro ~n la estela (1973),4Variaciones del mar (1973), La orilla sitiada (1974), Testigo de la esperanza (1974), Antología Poética (1972) y Diario de un poeta (prosa).
ISMAEL REYES GARCfA nacIO en Canóvanas, Puerto Rico, en 1928. Ha publicado un libro, Francisco Mariano Quiñones: vida y obra. Actualmente tiene en prensa dos libros: Hiperglucemia o la siquis de un diabético (novela) y La novelística de Bernardo Verbitsky (tesis doctoral). Tiene asimismo otra novela en preparación. El profesor Reyes es Catedrático Asociado en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico.
RICARDO E. ALEGRíA nació en el VIeJO San Juan. Antropólogo e historiador. Estudió en las Universidades de Chica· go y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología, folklore y cultura puertorriqueña en re· vistas del país y del exterior. Es autor de los libros Historia de nuestros indios (1952), La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1955), Los renegados (1965), Cuentos folklóricos de Puer· to Rico (1968), Descubrimiento, conquista y colonización (1969), y El fuerte de San Jerónimo del Boquerón (1969). Por varios años fue profesor de Prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, dirigió desde su fundación en 1955, hasta el 1973, el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Desde 1973 ocupa el cargo de Director de la Oficina de Asuntos Culturales del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
MANUEL ALVAREZ NAZARIO, natural de Aibonito, es graduado de Maestro en Artes de la Universidad de Puerto Rico. En 1954 se recibió de Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Desde 1949 profesa una cátedra de lengua y literatura española en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, donde dirige el Departamento de Español. Dedicado a la lingüística, ha publicado las obras El arcaismo vulgar en el español de Puerto Rico (su tesis doctoral) y El Elemento afronegroide en el español de Puerto Rico (1961), libro premiado por
el Instituto de lJiteratura Puertorriqueña. En 1972 el Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó su libro La illfluencia de Canarias en el espaiiul de Puerto Rico.
MANUEL CÁRDENAS RUIZ nació en España, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas y periódicos del país.
RODRíGUEZ OTERO, ELADIO, escritor, abogado y hombre de empresa, nació en Río Piedras, Puerto Rico, el 9 de mayo de 1919. Bachiller en Artes de la Universidad de George Washington y en Derecho de la Universidad de Puerto Rico, en la Universidad de Harvard se recibió de Maestro en Derecho (1943) y en Artes (1947), con especialización en Ciencias Políticas. Fue catedrático de esta disciplina en la Universidad de Puerto Rico y ha participado destacadamente en actividades de índole cultural y política, distinguiéndose por sus gestiones públicas en defensa del idioma del país. Miembro de la Junta de Directores del Instituto Puertorriqueño de Cultura Hispánica y del Directorio del Congreso Puertorriqueño Anticolonialista, o c u p a desde 1967 la presidencia del Ateneo Puertorriqueño.
OLGA NOLLA nació en Mayagüez, Puerto Rico. Se graduó en Manhattanville College y cursó estudios de Maestría en la Universidad de Puerto Rico. Fue Codirectora de la revista literaria Zona Carga y Descarga. Ha publicado un poemario, De lo familiar, Colección Storm, Argentina, 1973. Próximamente publicará otros dos poemarios, El sombrero de plata (poemas del 1974) y El ojo de la tormenta (poemas de 1975), La Serie Literatura: Hoy del Instituto de Cultura Puertorriqueña acaba de publicar su libro Clave de sol. Dos de sus cuentos han aparecido en las revistas Zona Carga y Descarga y Sin Nombre.
In Memoriam
Rafael W. Ramírez de Arellano
(1884-1974)
LAPuerto Rico han sufrido una sensible pérdida HISrORIOGRAFfA y LOS ESTUDIOS FOLKLÓRICOS DB
con el fallecimiento de don Rafael W. Ramírez de Arellano, acaecido en San Juan el 2 de diciembre de 1974. Don Rafael Ramírez, nacido en -San Germán en 1884, se inició en la vida profesional como maestro de enseñanza primaria en las escuelas públicas. En 1912 fue nombrado profesor de lengua española en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez, y en la década del 20 pasaba a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, don· de por algún tiempo enseñaría las mismas materias a la vez que se dedicaba a investigaciones folklóri· caso En 1926 tomó cursos en el Centro de Estudios Históricos para la Ampliación de Estudios, de Madrid. Designado poco después profesor de Historia de la Universidad de Puerto Rico, en esta institu-
ción ocupó por más de tres décadas la cátedra de historia de Puerto Rico, ejerciendo desde ella una notable influencia como propulsor de las investigaciones históricas en el país y contribuyendo a despertar el interés por esta disciplina en un grupo de discípulos que más tarde se destacarían en el campo de las ciencias históricas, como Arturo Morales Ca· món, Ricardo E. Alegría, Luis M. Díaz Soler, Arturo Santana Peña, entre otros. El profesor Ramírez de Arellano fundó y dirigió la revista El Mes Histórico y publicó varios fascículos de documentación histórica. Se le deben también las obras: Folklore puertorriqueño: cuentos yadivi· nanzas recogidas en la tradición oral (1926); Cómo vivían nuestros abuelos (1957); Cuentos folklóricos (1957), La última tarde (evocación histórica) (1964) e Historia de una calle (la calle del Cristo). Al jubilarse de la Universidad de Puerto Rico,
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en 1950, le fue concedido el rango de profesor emérito de dicho centro docente. Posteriormente ocupó durante varios años el cargo de historiador oficial de la ciudad de San Juan y al momento de su muer·
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te desempeñaba el de director del Museo de la Familia del Instituto de Cultura Puertorriqueña, enti· dad que en 1965 le distinguió con el Premio Nacional de Cultura.
Cómo vivían nuestros abuelos· Por
RAFAEL
W.
RAMfREZ
. E colaborar en el noble empeño que persigue el
N ESTA OCASIÓN VENGO A USTEDES CON EL DESEO DE
Instituto de Cultura de dar a conocer nuestra histo· ria, nuestra vida; con el deseo de dar algo de lo que tengo; algo que he aprendido en los muchos años en que estuve dedicado a la enseñanza; algo de lo que he arrancado a las páginas de la historia en la soledad de mi cuarto de estudio; algo de lo que me ha enseñado la labor continua de investigación que llevo a cabo en mi laboratorio histórico. Vengo, pues, dentro de mi tema, de mi gran locura quizás, de lo que he llegado a dominar, en parte, por haberle dedicado y continuar dedicándole mis mejores entusiasmos, mi fuerza, mi vigor; fuer· za y vigor que ya van faltando, pero entusiasmo que aún va in crescendo sostenido por el ardiente y serio deseo de despertar en ustedes el amor a ésta, mi causa, el amor a las cosas del pasado tan llenas de encanto y de sabias enseñanzas. En cierta ocasión, reunidos los maestros alemanes para oír a los más distinguidos oradores de su patria, un humilde profesor formuló la siguiente pregunta a un notable pedagogo. -Señor, ¿qué debo enseñar a mis alumnos? -Enséñele usted a sus muchachos todo lo más que pueda de la historia de nuestro país, que la tiene hermosa y llena de ejemplos saludables a todas las naturalezas; y así, levantando su nivel moral y ennobleciéndolos, los enseñará usted a ser alemanes, no sólo por el hecho del nacimiento, que es cosa eventual y ajena al individuo, sino por el conocimiento y amor a sus glorias y tradiciones, y a sus héroes y mártires y a sus felicidades y desgracias. No olvide usted jamás ni nunca que el país cuyos
* Esta conferencia fue dictada por su autor el 24 de agosto de 1956 en la Sala de Conferencias de la Biblioteca Ge· neral de la Universidad de Puerto Rico.
hijos han aprendido a amarlo en la historia está llamado a grandes hechos. Cambiad en esta cita la palabra alemanes por portorriqueños y analizad conmigo el significado y alcance de estas palabras. -Pero Puerto Rico no tiene historia -dirán muchos. A los que tal dicen o piensan convendría pre·guntarles qué nombre dan a los actos realizados por aquellos hombres y mujeres, que ya se fueron, desde el día en que el Grande Almirante divisó las costas del Boriquén indiano hasta el día del último adiós a la bandera que durante cuatro siglos vio convertir espesos bosques en fecundos campos de labranza; yucayeques indígenas, en pueblos y ciudades; idolatría, en fe cristiana; obediencia al cacique, en amor y respeto y fidelidad al monarca; barbarie, en civilización. Convendría tomarlos de la mano y llevarlos a visitar al Doctor Chanca, al Almirante Diego Colón, al Licenciado Figueroa, al nieto del conquistador y al Bachiller de Santa Clara, al Beneficiado Castellanos, al Canónigo de Torres Vargas, a Francisco Drake, a Cumberland, a Samuel Champlain, a Flinter, a Emerson y a muchos otros caballeros españoles y extranjeros y portorriqueños, que sin pretender escribir historia, dejaron descripciones y narraciones de los hechos en que tomaron parte como actores principales del drama histórico, que nosotros, desde la cátedra, ofrecimos durante más de tres décadas a los que de ellos proceden. Convendría transportarlos a la presencia de Juana Antonia Arauja, Josefa Echevarría, Paula Molinero y Juana Polanco, aquellas cuatro humildes maestras que organizaron a fines del siglo XVIII la enseñanza para niñas; llevarlos al Cabildo Municipal; enseñarles la leyenda que inspiraba a los antiguos regidores de la Ciudad: "Amad la luz de la justicia, vosotros los que os sentáis a regir al pueblo"; hacer· les leer la página que dejaron escrita con letras de 3
oro los Ayuntamientos de San Juan, Coamo, Agua. da, Arecibo y San Germán y su representante en las Cortes de Cádiz, don Ramón Power y Giralt; sentar· los junto a Francisco Tadeo de Rivera y dejarles oír su notable plan de instrucción; hacerlos miembros de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y trabajar junto a Alejandro Ramírez, José de Andino y otros en el DIARIO ECONOMICO y en la rehabilitación de la Isla. Matricularlos en el COLEGIO DE CARPEGNA; llevarlos por los claustros del Se· minario Conciliar y departir con Fray Angel de la Concepción Vázquez. Observar a Campeche trasla· dando al lienzo la imagen de la Virgen de Belén, pintando el ataque de las fuerzas británicas o el salvamento de Power; vivir los períodos constitucionales del 12 y del 20. Sonrojarse con nuestros abuelos al ver a un gobernador reglamentar las peleas de gallos; perder la fe al esperar leyes especiales que nunca llegaron; sufrir con el Padre Rufo la muerte de un ideal. Escuchar a Acosta, Quiñones y Ruiz Bel· vis en su misión antiesclavista y hacerles leer y estudiar su informe, tal vez el documento más importante en el orden político, económico y social que saliera de mente puertorriqueña. Seguir paso a paso la labor filantrópica de Lucas, Juancho y Xiorro; la pedagógica y sociológica de Hostos. la económica de Asenjo, la patriótica de Baldorioty de Castro, la lite· raria de Tapia, la histórica de Brau, la cientifica de Stahl, la médica de Hernández. Hacerles vivir las tormentas de Santa Ana, de los Angeles,de San Narciso, y obligarles a llevar a cabo su propia recons· trucción y rehabilitación sin ayuda de afuera. Dejarles gozar el 22 de marzo del 73 y llorar de alegría al verse partícipes de la más cristiana y humana labor que el mundo ha conocido. Acompañadles a la Fortaleza de Santa Catalina y permitirles asistir al juramento de aquellos que vieron coronada la lu· cha de cuatro siglos en la mañana del 11 de febrero de 1898. Preguntadles entonces si Puerto Rico tiene historia y tal vez cambien su opinión. Yo no culpo a los que tal piensan. La apatía en este asunto de nuestra historia es grande. He aquí por qué creo que la labor comenzada por el Instituto de Cultura es digna de encomio y del más cálido respaldo por parte de nuestra ciudadanía. He aquí por qué apelo a ustedes dándoles el mismo consejo del pedagogo alemán. La historia no es simplemente una relación de guerras y de fechas. Si la descripción detallada de las primeras se hubiera suprimido en las llamadas historias, quizás el mundo hubiera inventado mayor número de instrumentos de labranza y menos má· quinas y explosivos para destruir a los hombres. Ese tipo de historia tuvo su razón de ser cuando los hombres creíarr en castas y en privilegios. Pero no es ella la que yo quiero que se enseñe y se transmita a la juventud. No. Es la que nos en-
seña" cómo vivía nuestra gente, cómo vestía, cómo pensaba, a qué se parecía". Es la que nos hablaría de la vida en la Capital, en las grandes poblaciones y en las aldeas que en el correr de los años llegaron a pueblos. Es la que nos pintaría el diario vivir en un hogar típico del siglo pasado, del siglo que nos dio nuestros abuelos -la generación del 30 en adelante-- hombres y mujeres que tuvieron fe en sí mismos, que jamás se preguntaron cómo eran ni qué podían hacer. Hicieron patria yeso les bastó. Como herederos directos, nos dejaron sus instrumentos de trabajo, sus ideales y su corazón. No tenemos tiempo para hacer un recorrido por toda la isla, estudiar la vida en el bohío o en la estancia o en el ingenio. Tenemos, pues, que limitar· nos a visitar un hogar típico de una familia numerosa -como todas las del siglo pasado-- la cual, además de sus miembros componentes, contaba con un número mayor o menor de esclavos. Permitidme trasladarme al 1856 -hace un siglo exactamente-- cuando Puerto Rico acababa de sufrir la más terrible de todas las epidemias que registra nuestra historia. El cólera, que también entró por el oriente como por él entra la mayor parte de todos los huracanes, había quitado la vida a miles de personas en casi todas las poblaciones de la isla. Sólo Aibonito y Adjuntas escaparon a la infección que atacara a cincuenta y cuatro mil personas. De las víctimas, poco más de cinco mil fueron esclavos. Fue aquél un momento de prueba para el pue· blo portorriqueño que supo, con la ayuda de un buen gobernante, llevar a cabo una magnífica obra de rehabilitación. Cada ho~ar era por decirlo así, un centro manufacturero. Gracias a los esclavos que poseía la fami· lia muchos de los articulas necesarios para la vida eran producidos en la casa, bajo la inspección cuidadosa de la dueña del hogar. Comprábase la tela por piezas y de ella salían los trajes, la mantelería, la ropa interior. Preparábanse vinos y licores utili· zando frutas del país. El famoso ron de multa no faltaba en ninguna familia. El mundillo funcionaba durante todo el año para la preparación de encajes. Cada uno de aquellos esclavos tenia sus respectivas funciones. Los había dedicados a la cocina, al fregado de pisos --operación semanal- para mantenerlos blancos, sin mancha alguna. Otros estaban encargados del cuidado de los caballos y de los coches. Había además, las nodrizas, las encargadas de las habitaciones de la casa, las doncellas asignadas a las hijas y las que habían sido educadas para el servicio de mesa. Aparte de la inspección de todas estas actividades, la dueña del hogar cuidaba a los enfermos cuando era necesario, servía como maestra religiosa de sus hijos y de los hijos de los esclavos. Evitaba que los chicos desarrollaran anormalidades patológicas tales como comer tierra, comerse las uñas, usando
contra estos males la correa y el arrodillamiento de las criaturas. No crean ustedes que con toda la ayuda que prestaban los esclavos la dueña del hogar era una mujer inclinada a la holgazanería. Cierto que echaba su siesta diaria en la hamaca, que no faltaba en ningún hogar del siglo pasado, pero con excepción de este breve descanso, nuestras abuelas s610 podían dedicar las horas de la tarde a los chismes de balcón a balcón, o las horas tempranas de la noche a la lectura de novelas o al estudio de los patrones que traían las ilustraciones femeninas. Durante la primera mitad del siglo, la mujer no salía de la casa para sus compras. Para eso estaban los mandaderos o los vendedores ambulantes que llegaban a la puerta del hogar. Los pregones de los vendedores eran señal para enviar a la calle a la esclava perita en la selección de los vegetales y vian· das necesarias para los platos del día. Fue más tarde, cuando empezaron a aparecer modernos establecimientos en la ciudad que la dueña iba personalmente de compras. Nuestras abuelas fueron hasta cierto punto, prisioneras de su hogar, pero se distinguieron por su capacidad administrativa. Fueron buenas, fueron honradas, fueron nobles, distinguiéndose por su donaire y gracia, pero al mismo tiempo por su temple recio y su clara visión de las realidades de la vida. Fueron como la mujer descrita en el último capítulo de los Proverbios: "Velaban sobre los procederes de su familia; y no comían ociosas el pan". Nuestros abuelos fueron verdaderos patriarcas del tipo romano. Daban autoridad a la esposa dentro del hogar, pero no fuera de él. Le permitían el bordado, la costura, la confección de dulces, la di· . rección de las esclavas, la imposición de castigos, de vez en cuando visitas a las amigas, y los domingos y días de fiesta de guardar, una visita a la iglesia. Él pasaba su tiempo en la calle, en la plaza, en la tertulia de la botica, en la librería, en su oficina o en su almacén. En estos sitios se discutía política, arte, literatura, negocios. Como padre, era el encargado de seleccionar el esposo para la hija y la profesión para el hijo. El hombre consideraba la casa como cosa propia de la mujer. Tal vez nos explique el porqué de la carencia de casas atractivas en nuestro Puerto Ricode ayer. Si humildes y pobres eran aquellas fachadas, los interiores, sin embargo, ofrecían equipo maravilloso. Los muebles -mesas, sillas, consolas, las camas, los lavabos, los roperos y las mesas de noche eran de caoba, roble, cedro, aceitillo, yaití o capá. Las salas tenían un sofá y filas de sillas que partían de los lados del sofá. Arreglábanse los mue· bies en forma simétrica, en filas derechas. El espaldar de sillas, sillones y sofás se adornaba con antimacasares hechos de encajes y cintas. Rara vez fal-
taba el piano. Se obsequiaba a las visitas con algún número musical, una sonata, un vals o una polka. Se acompañaban al piano las melopeas. El santo de un miembro de la familia era un acontecimiento. Pobre de aquél que se olvidase de mandar su tarjeta personal después de las diez de la mañana o de asistir a la fiesta durante la noche. Las visitas informales o de amigos íntimos podían hacerse después de las diez de la mañana. Las formales por la tarde o por la noche. Parte importante de la vida familiar era la educación religiosa que se recibía en el hogar. La disciplina de aquellos tiempos estaba basada en el san· to temor de Dios y en el foete. Desde bien temprana edad comenzaban los cuentos sobre María y el niño Jesús. El Padre Nuestro, el Ave María, la Salve Regina, el Credo, eran enseñados desde bien temprana edad conjuntamente con las oraciones que los chi· cos debían decir al levantarse y al acostarse. Ningún hijo o hija era capaz de acostarse sin recibir la bendición de los padres y de los abuelos. Muchas casas tenían sus capillas, otras sus cuartos oratorios. En las habitaciones, las paredes se adornaban con la imagen del santo de la persona o personas que en ella dormían. Los jóvenes no tomaban parte en la conversación de los mayores a menos que se les permitiera. Los años de la niñez eran cortos para ambos sexos. Cuando un niño llegaba a los nueve años, abandonaba los jueguetes, pues él era ya un hom· brecito. Se vigilaban sus estudios y cuando llegaban Jos exámenes sus esfuerzos eran premiados con un ejemplar de El Quijote de la Mane/la, de El Paraíso Perdido o de La Divina Comedia. Cuando terminaba su bachillerato o escuela secundaria, se preparaba para los estudios profesionales. Para decidir la carrera a seguir se oía la voz del padre. Cuando los hijos varones eran muchos, cada uno de ellos era asignado a una profesión dis· tinta. La carrera preferida era la de leyes, seguía después la de medicina. En las últimas décadas del siglo, algunos logran entrar en las academias mili· tares. El ideal de las madres era tener por 10 menos un hijo dedicado al servicio de Dios. Nada como tener un Padre en la familia. El hijo de menos habilidad intelectual era dedicado al comercio, ocupación que siempre fue mal vista por los caballeros. En cuanto a las niñas, su educación duraba hasta los trece o catorce años. Comenzaba sus estudios en el hogar y pasaba después a alguna escuela particular o de carácter religioso. Se le educaba en un hermasó arte: El Arte de ser mujer. Música, bordado, calado, tapicería, orar, francés, un poco de literatu· ora romántica. Asidua lectora de Sue, Dumas, Sand y de las novelas por entregas. ¡Cómo oraba! ¡Cómo bailaba! Cuadrillas, lanceros, contradanzas, rigodo-
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Des, poIka, mazurka, vals, danza y seis. Su ideal era bailar como una pluma. Sus años de niñez eran también cortos. A los 14 o 15 empezaba a vestir como mujer hecha. Su mayor gracia consistía en su docilidad y en su timidez. Sí. Nuestras abuelas eran todo lo que no es la joven moderna. Apenas habían dejado las muñecas, cuando empezaban a sentir las sonrisas y las lágrimas de los hijos verdaderos. En el moderno progreso nada hay que demues· tre un cambio tan notable y tan rápido como la actitud de los enamorados en cuanto a la declaración de sus sentimientos. Cuando el abuelo de fu· lana López se había convencido, después de año y medio de respetuosos saludos, de tropiezos por ca· sualidad a la salida de misa, de que la emoción que sentía hacia la futura abuela de fulana López era una emoción de amor, la costumbre o la moda de la época le obligaba a dar sus pasos en una forma muy estudiada y particular. Primeramente, en las visitas al hogar de la dama, pasaba una parte de la noche recitando poemas románticos o doloras campoamorinas o cantando baladas sentimentales, que ella acompañaba al piano mientras el resto de la familia sentada en líneas pa· ralelas vigilaba más bien que escuchaba, para que no cayeran los jóvenes en algún desliz. Cuando Fulano López observaba que la chica bajaba los párpados y se sonrojaba al llegar él al último ..Acuérdate de mí n , sentía en su pecho un algo de esperanza que le animaba a llamar a su hermana al día si· guiente para preguntarle si el objeto de su afecto mencionaba su nombre alguna vez en el curso de su conversación. Después... nuevas conversaciones con las otras hermanas, regalitos al hermano peque· ño de la adorada; monedas que se caen, sin querer, en la palma de la mano de la sirvienta; paseos de arriba a abajo por la manzana, miradas llenas de misterio emocionante, nuevos colores que suben al rostro tierno; saludo con la mano desde el balcón o desde la azotea; palpitar rápido del corazón al contemplar la chica -todo esto indicaba que había llegado el momento de enviarle un tomo de Campoamor o el Rafael de Lamartine con varias líneas o pasajes subrayados.
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Pasaban unas semanas y don Fulano escribía la primera misiva copiada de aquel libro que tanta venta tuvo en las últimas décadas del siglo pasado: El secretario del amor. .. Señorita: Seguramente habrá notado usted que por mucho tiempo he venido alimentando en mi alma un sentimiento mucho más grande y profundo hacia usted que el de la amistad. ¿Me da usted alguna esperanza?" Algunas veces la tradición, el respeto a los padres, el temor o tal vez el deseo de mortificar al amante, exigía la devolución del verde manuscrito, al parecer intoc.ado, aunque previamente abierto con el auxilio del vapor de la cafetera. Nueva insistencia, nueva devolución, y al fin, los bailes de carnaval o de pascua o de fiesta de Cruz, yen el tercer baile y en uno de los compases, al llegar a aquello de "vuelve otra vez junto a mí, que sólo así me siento yo feliz", la pollita daba el "sí" en el último merengue que era generalmente el más furioso de todos. Así lo daba la inocencia educada en San 11defonso, en las Madres del Sagrado Corazón o en la escuela de Doña Paca. Pero la jamona, la que era veterana en esperanzas perdidas, en ilusiones muertas, en desengaños amorosos, esa 10 daba con los ojos y 10 acompañaba de un suspiro apasionado que se diluía en un fuerte apretón del parejo. Aquel apretón era la expresión de una intensa pasión que había aguardado mucho tiempo. Pocos días después, la petición de mano, la visita a los padres, la obten· ción del consentimiento para ver a la prometida los miércoles y los domingos. Dos, tres, cuatro o cinco años de relaciones constantemente vigiladas por la madre, la abuela, las tías. Preparativos para la boda. Mucha costura en el viejo hogar para surtir el nuevo hogar. Mucho consejo a la futura esposa sobre sus deberes como tal. Mucha advertencia al futuro esposo sobre sus deberes como nuevo jefe de otro hogar. Noche de bodas. Fiesta en la vieja mansión. Lágrimas de madre al despedir a la hija. Y en medio de la algazara de amigos y parientes un padre que aparta al novio y le dice al oído: "Hijo mío, te llevas una buena mujer. Sólo deseo para ti lo que yo he gozado con su madre durante cincuenta años. ¡Que Dios os bendiga!"
La Ultima Tarde* Por RAFAEL W. RAMlREZ
No
FUE UNA. FUERON DOS. LA PRIMERA, LA DEL 19 DE noviembre de 1493. Yucayeque indígena de Aymaco, en la costa occidental. Los indios celebran un areyto. Llegan a nosotros ecos lejanos de un monótono cantar.
los indios abandonan el yucayeque y se internan en los espesos bosques cercanos. Nuevo día, Nueva Luz. Nueva insignia en aquella playa. Nuevo símbolo en aquel solar. Una cruz para acabar con el cerní. Una bandera para implantar una civilización.
Con sus notas repiten viejas consejas de antiguos jefes, de casi olvidadas luchas, de hechos gloriosos realizados por bravos caciques. El bohique guía, y los nitaínos y naborias repiten al unísono las palabras del maestro de la tribu. En su rustico danzar reproducen todos los movimientos guerreros descritos en el areyto; resuenan los salvajes gritos de guerra que se oyeron en épocas lejanas; los ayes del dolor arrancados de los pechos de los que imi· tan o toman la parte del enemigo feroz; los alaridos de la victoria. Es la hora de la puesta del sol. De un sol que brilla fuertemente, en un día tropical. De pronto un indio que desde cercana colina otea el horizonte, corre hacia el batey donde se celebra el areyto. ¡Canoas! ¡Canoas! ¡Muchas canoas! Cesa la música, muere el cantar, reina el silen· cio y todas las miradas se dirigen hacia el mar. Allí en el horizonte, en aquella línea en la cual el turey y las aguas parecen juntarse, flotan galanas, orgullosas, diecisiete naves castellanas.
Quince años de duda, quince años de expectación. Rumores que llegan de Quisqueya, de Cuba, de Ja· maica. Nuevas canoas que arriban a las playas del Boriquen. Hombres que saltan a tierra, que cambian sus nombres con los indios y que empiezan a abrir las entrañas de aquel suelo para arrancar el oro; que obligan a sembrar mucha yuca para alimentar a sus compañeros.
Sorprendidos ante aquel nuevo espectáculo, cacique y bohique celebran misteriosa charla. Mientras tanto avanza la flota que trae el nuevo pabellón. y al caer el manto de la noche sobre aquel caserío
* Rafael W. Ramirez de Arellano. La Ultima Tarde. Publi· cación del Gobierno Nacional de la Capital de Puerto Rico. San Juan, 1964. 64 págs.
Dureza, sufrimiento, guerra, muerte.
Yucayeques que desaparecen para dar paso a un nuevo tipo de pueblos. Veredas antiguas que se convierten en caminos. Culto supersticioso que cambia en religión sacrosanta.
Gobierno cacical que se convierte en monarquía. Obediencia a un cacique, en fidelidad y lealtad a un rey. Luchas sangrientas contra el hombre; crueles, contra las epidemias; desconsoladoras, contra la na· turaleza. Puerto Rico que surge en lugar del Boriquén. Lengua castellana, música llena de sentimiento que recuerda tierras lejanas. Introducción de brazos comprados cuyos dueños van a doblar la cerviz para arrancar a la tierra no el oro de las entrañas, sino la riqueza de su fertilidad. 7
Envidia de otros pueblos, celos de otros hom-' bres, ambiciones de piratas, intentos de bucaneros, ataques de corsarios. Fortificaciones que nacen, crecen, se desarrollan y cercan la ciudad para defenderla a toda costa de las envidias, de los celos, de las ambiciones, de los intentos. Para conservarla como joya de la Corona española; para mantenerla como llave y entrada de todas las indias.
Siglo de exploración, de tanteo, de forcejeo contra indígena y extraño, de evitación de ruina de un ideal, que empieza en Guánica en tratado de amistad y termina en lucha, en conquista por otra raza contra la cual la defiende la naturaleza.
Siglo de colonización, de dependencia propia, de contrabandos que permiten el comercio, que ayudan la vida, que la hacen posible, pero que no enfrían ni la lealtad ni el patriotismo. Siglo de heroismos incontables contra el holandés: Haro, Botello, Vargas, Améiquita. Siglo de Balbuena, el obispo literato, figura importante de la literatura castellana. Enseñanzas en Santo Tomás, en la Casa de los Curas. Nuevos pueblos en los dos viejos partidos de la Ciudad y de la Villa.
Nuevas brisas que soplan del Norte y de la vieja Francia. Cabildos cuyos hombres han jurado .. amar la luz de la justicia por sentarse a regir al pueblo".
Harvey, Abercrombie. Ramón de Castro, los Andinos; plaza que se ataca; plaza que se defiende; once mil vírgenes que pasan en procesión junto al Puente de Martín Peña; miliciano que deja su re· cuerdo en el folklore insular; triunfo de las armas portorriqueñas; sostenimiento de la misma fe, del mismo ideal mantenido y defendido desde el 1508 por Ponce de León y sus hombres.
Siglo de oro, de un oro fundido con la labor y el esfuerzo de tres pueblos que se amalgaman para formar uno nuevo. Siglo de aspiraciones, de esperanzas. La Capital, San Germán, Aguada, Arecibo y Coamo. Cinco voces que exponen un deseo. Cinco votos que eligen a un hombre. Power que ayuda a recobrar a Santo Domingo; que ocupa la vicepresidencia de las Cortes de Cádiz; que como Edmun· do Burke, queriendo salvar la América inglesa, trata de salvar la España Americana; que termina con las facultades omnímodas; que consigue la igualdad de criollos y peninsulares; que propulsa y defiende leyes reformistas; que coadyuva a dar, con su voto, a España y a América, la supresión de la Inquisición, 8
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libeItad de imprenta; que obtiene la separación de la Intendencia del gobierno militar; que hace posible la figura de Alejandro Ramírez; que obtiene la Real Cédula creando la Sociedad Económica; que se gana el afecto de aquel memorable Congreso, y que muere defendiendo, hasta el último momento, los intereses de su querida tierra.
Siglo de Constitución que viene y se va. De facultades que rigen y desaparecen. Siglo de prometidas leyes especiales. De olvido. De tanteos en la instrucción. Creación de cátedras, de periódicos, de centros de enseñanza que surgen, empiezan a dar frutos, desaparecen, renacen, vuelven a desaparecer al antojo de espíritus mezquinos. Deseos de liberalizar el régimen; ansias de libertad para 30,000 almas que sólo saben del dolor del látigo, de la dureza del trabajo bajo el sol ardiente de la isla, que carecen del calor del hogar.
Nuevas brisas del Norte. Martirio de Lincoln. Aspiración de Acosta, Quiñones, Ruiz Belvis. Valiente exposición de un ideal. Recolecta semanal y compra de libertad humana en la pila del bautismo. Revolución de septiembre en Esp~ Nuevas voces portorriqueñas en el parlamento español: Padial, Baldorioty, Escoriaza. Lucha constante por la abolición, por la extinción de facultades omnímodas, por la descentralización administrativa.
República. Realización de un ideal. Libertad que se obtiene sin sangre, sin represalias. Lágrimas que corren pero no de dolor, sino de alegría. Reacción. Muerte de las milicias. Nuevos cuerpos: Voluntarios, guardia civil, orden público. Destierros, persecuciones, dolor del 87. Perseverancia en un ideal. Nueva lucha, nuevo esfuerzo. Triunfo en el 1897. Suma total de cuatro siglos de vida hispánica, tratando de recobrar, de resucitar derechos, libertades y privilegios plantados y arraigados en este suelo desde aquel día que se plantó y se arraigó en él el pabellón de Castilla. Suma total: La Autonomía. Repique de Campanas, toque de cometas, procesión de vasallos agradecidos y leales, de patriotas que entran a Santa Catalina a jurar el fiel cumplimiento de sus nuevos deberes para con su isla, para con su nación, para con su rey y para con su Dios.
Música, luz, alegría, cánticos que expresaban la satisfacción de un pueblo que oía y leía de labios de viejos luchadores 10 que había costado el triunfo. Explosión lejana que rompe el areyto civilizado. Culpa no merecida que cae sobre ]a vieja nación.
Nuevos toques de cometa. Armas que brillan. Cañones que relucen de nuevo. Marchas y contramarchas. Despertar bajo horrorosa lluvia de balas. Ciudad que se vacía. Vecinos que marchan a los campos que se ..embriscan". Arribo de nuevas canoas a las playas de Guánica. Desembarco, avance de tropas extrañas, captura de otros puertos. Nuevas tropas. Combates en la sierra, en el llano. Héroes que bañan con su sangre las tierras del Coamo. Hombres de honor que se suicidan antes que rendirse. Armisticio. Paz.
Regreso a la ciudad, de los que se fueron. Preparativos para cumplir las principales estipulaciones del armisticio. Marchas de tropas hacia los transportes surtos en el puerto. Batallones que cruzan por las estrechas calles de la ciudad al son de la marcha de Cádiz. Otros que han de permanecer en un rincón en la marina hasta próxima fecha. Mujeres que corren, niños que lloran, ancianos con ojos humedecidos que lentamente acompañan aquel raro cortejo, para dar el último abrazo, el último beso, al soldado amigo, al cabo compañero, al sargento que repartía rancho en Ballajá, en San Francisco; al hijo, al hermano, al yema que pasaba a España que-
riendo permanecer leal a su reina a María Cristina y a su rey Alfonso Trece.
La noche empieza a ascender y cuando llega a lo alto y cubre la isla, todavía el crepúsculo vespertino refleja en las aguas el oro y rojo de la puesta del sol. Abajo, en la marina, última tierra española en nuestra isla, los hombres de rayadillo y sombrero de paja, encintado en cuero con escarapela, oyen el toque castellano de retreta. Arriba, en el solar que había sido base de las antiguas murallas, de aquel pétreo cinturón que abrazaba y encerraba la ciudad, los hombres de botas caqui, uniforme azul y somo brero de fieltro, oyen el toque americano de retreta. Pero la brisa sólo trae a nuestros oídos el mon6tono canto del indio, la nota misma de aquel areyto que oyera el yucayeque de Aymaco cuando a sus playas lleg6 el pabellón que en esta última tarde desplegóse abiertamente, flotó con ritmo de postrera bendi· ci6n y bajó de su cumbre para tomar hacia España la ruta misma que siguiera en sentido contrario en el 1493 para descubrir el Borinquén. Una estrella fugaz atraviesa el espacio y dibuja con su pálida luz en el azul del cielo una críptica interrogación.
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La música y el baile en Puerto Rico Por MARCELINO J. CANINO Ya yo no soy quien solía ni quien yo solfa ser; un ramito de tristeza arrimado a la pared. (Folklore de Puerto Rico)
LA MtlSICA
y EL BAILE HAN SIDO SIEMPRE DOS DE LAS
manifestaciones más destacadas de nuestra cultura. En el desarrollo histórico de éstas podemos ver también el perfil de nuestro pueblo y la huella indeleble de nuestro particular sentir...
Prehistoria Pocas noticias tenemos de la música precolombina en Puerto Rico; y, aunque el cronista de indias Gonzalo Femández de Oviedo 1 describió con detalles la coreografía y significado de un baile indígena lla· mado areito, de la música con que éste se realizaba no conocemos absolutamente nada. Los indios barincanos bailaban y cantaban al son del "areito", ya bien en circunstancias alegres como melancólicas. Solían celebrar con este baile ceremonial cualquier suceso que sobreviniese. Manera de templar el espíritu, para reflexionar sobre el pasado heroico o patético. Medio lúdrico con el que aleccionaban a los pequeños de la tribu, recordando los virtuosos actos de sus antepasados... Cuenta Oviedo que: El areito o baile se componía de mucha gente; unas veces bailaban hombres solos; otras muje. res solas; otras todos juntos, formados en dos filas, asidos de las manos, y una guía que llevaba el compás y la voz a quien respondían todos la historia que cantaba. Sumose a la herencia indígena la notoria afición por la danza yel canto de nuestros criollos. Ya para el siglo XVIII Fray Iñigo Abbad observa que: 1. Femández de Oviedo, Historia general y natural de Indias, Libro 5.0 , Cap. 1, p. 63.
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La diversión más apreciable para estos isleños son :los bailes; los tienen sin más motivo que el de pasar el tiempo y rara vez falta en una casa u otra. El que da el baile convida a sus camaradas. corre la voz por el territorio y acuden a centenares aunque no sean llamados. Como las casas son reducidas caben pocos; se quedan debajo de la casa y en circunferencia, y suben el rato que quieren bailar. Para dar principio al baile, los convidados se ponen al pie de la escalera con las sonajas, calabazas, maracas y algún guitarrillo; al compás de estos instrumentos cantan una relación en honor de los dueños de la casa que apropian a cualquiera que sea. Cuando a éste le parece, se presenta al cabo de la escalera, da la bienvenida a los convidados y circunstantes y les insta a subir: entonces se abrazan y saludan como si hiciera muchos años que no se han visto. Las mujeres se sientan en banquillos y hamacas que tienen colgadas; los hombres se están de pie o se sientan de cuclillas sobre sus talones y los que no caben se quedan en el campo. Salen a bailar de uno en uno o de dos en dos: cada uno convida a una mujer, ·la cual si no tiene chinelas. como sucede a las más, las pide prestadas a otra, sale con su sombrero y empieza a dar weltaspor la sala con un compás tan acelerado que parece exhalación por toda ella. El hombre que baila está a un extremo, puesto su sombrero de medio lado, el sable cruzado a las espaldas, teniéndolo con olas dos manos; no muda de sitio, ni hace otra mudanza que subir y bajar los pies con mucha celeridad y fuerza; si está sobre alguna tabla desenclavada, echa el res· to de su habilidad, que consiste en hacer todo el ruido posible para que la música ni cantares se oigan tanto como sus pies descalzos. Cuando el que baila o alguno de ·los circunstantes quieren manifestar su cariño a la bailarina, se quita el sombrero y se lo pone a ella en la cabeza; algunas veces le ponen tantos, que no pudiendo sostener· los, los lleva en las manos, y debajo del brazo; cuando se cansa de bailar, se retira con una cortesía, vuelve los sombreros a los que se los han puesto y cada uno da ·la medio real; a esto llaman
dar la gala. Si alguno quiere bailar con la mujer que está bailando con otro, necesita pedirle licen· cia. Sobre esto acostumbran armar fuertes peno dencias y como todos llevan la razón en las manos, suele el baile acabar a cuchilladas.1
Durante el siglo XIX conservábase aún nuestro peculiar apego al baile, no obstante las diversas prohibiciones que de bailes y entretenimientos públicos hicieron los despóticos gobernadores de la Isla. En el año de 1848, caricaturizándonos, el General de la Pezuela, Conde de Reus, decía que.. _ .. para gobernar la Isla sólo basta un violín y un látigo, pues sólo sirven para jugar y para bailar". Llegó al extremo de prohibir un recién adoptado baile por los jóvenes puertorriqueños del entonces: el llamado "merengue", que más tarde habría de evolucionar en nuestra .. señorial danza". Con las prohibiciones, contrario a lo que se esperaba, florecieron aún más las formas bailables en el pueblo. Surgió nuestra danza, y floreció el escán· dalo entre las conservadoras señoras de la incipiente sociedad puertorriqueña. Pero, acaso, ¿no comprendfan que era el baile y el canto una manera inconsciente de alentar la miseria material y las injusticias políticas de que habían sido objeto los puertorriqueños por parte de . los gobernantes nombrados por la Metrópoli? Los mismos españoles legaron a los puertornqueños la sabia sentencia de que El que canta sus penas y males espanta.
Derivado ideológico de ese antiguo proverbio, es una copla que escuchamos frecuentemente en boca del pueblo: No canto porque me oigan ni porque sepa cantar, canto por estar alegre y dar alivio a mi mal.
Seducidos por el mágico sortilegio del baile y la canción, nuestro pueblo, desde sus orígenes, se volcó emocionado en la faena creadora y, adoptando unas veces, adaptando otras, consiguió dar carta de identidad a las formas musicales que heredó de España, conformándolas con su particular gusto y sentir. Igualmente aprovechó los rítmicos cantares y bailes del exótico negro, quien habia fraguado su espíritu junto al nuestro desde el siglo ~. . Con rafces tripartitas: indfgena, espanola y africana, nació nu~stro árbol musical. Diverso y vivido repertorio que disfruta el pueblo con fruición y eme peño. 2. Abbad y Lasierra, Historia geogrdfica. civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto RICO, Cap. XXXI, pp. 188-189.
l.
Nuestro acervo musical
Periodo de la Conquista El 19 de septiembre de 1512 atraca en San Juan de Puerto Rico la carabela Santiago, en ella Alonso de-Buenaño, contramaestre de la misma, trae consigo la primera vihuela que se introduce en la Isla.J Más tarde, el 11 de diciembre de 1516 en el navío San Juan, llega a nuestro suelo el platero Rury Diaz, quien -entre otro centenar de mercaderías-- introdujo la primera guitarra española a la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico.4 Al mismo tiempo que se realizaba la conquista, los primeros españoles trajeron consigo los romances y romancillos. Seguramente -dice Menéndez Pidal- en la memoria de cada soldado, de cada negociante, iba algo del entonces popularísimo romancero español, que como recuerdo de la infancia reverdecía a menudo para endulzar el sentimiento de soledad de la pa· tria, para distraer el aburrimiento de los incansables viajes o el temor de las aventuras con que brin· daba el desconocido mundo que pisaban.5 Al igual que los romances y romancillos, llegaron también los juegos y canciones infantiles, los villano cicos navideños y otras manifestaciones líricas como las coplas y décimas. Tanto viejos y niños, ricos y pobres han repetido y disfrutado estas canciones y tonadillas inocentes traslúcidas, llenas de gracia y virtud, que han ayudado a fonnar conceptos morales y espirituales en las almas puertorriqueñas. Hasta hace unos quince años los niños solíamos cantar en los patios de las casas y escuelas, en la plaza del pueblo y en el mismo atrio de la iglesia los romances de Angelina, el Conde Olivos, Blanca Flor, Las tres cautivas, Alfonso Doce y diversas cancioncillas que regocijaban nuestros corazones y eran la delicia de todos. Pero ¿quién que haya escuchado con detenimiento estas joyas de nuestro folklore puede negar esa nota melancólica y grave que les caracteriza? Dato curioso: Aún los juegos y cantares infanti· les tienen la impronta de la tristeza y hasta tono patético. Estos romances suelen cantar historias de amores desafortunados, de cautiverios crueles, de doncellas requeridas de amores por sus propios padres, incestos, crímenes horrendos... En los casos menos graves aluden a fracasos en la vida: panes que se queman en el horno, prendas pérdidas, niños huérfanos y miles de casos que estremecen nuestra sensibilidad. 3. Aurelio Tanodi, Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, p. 146. 4. Ibid., p. 376. 14-16 S. R. Menéndez Pidal, Los romances de América, PP. .
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Adviértese el fin moralizante de estos cantares. Habrá catarsis al escucharlos y actitudes estoicas después. Nuestro pueblo, como el español caracterizase, no por la servil docilidad y sí por el acendrado estoicismo... Aun, nuestras décimas amorosas, mezclan el amor de la patria con el de la amada, y todo en un tono lastimero, reconociendo nuestra incapacidad para vencer el inexorable destino... . Fatalismo, dolor, conformismo, reflexión, melancolía y afectivismo, parecen ser los signos que proyectan nuestros cantares. . y para mayor agravante, impera en nuestra música instrumental -aún en la brava- el tono de añoranza y melancolía. Y hasta nuestras limitaciones geofísicas, refléjanse en la coreografía de nuestros bailes. Al respecto observa Antonio S. Pedreira: "En un pueblo de extensión tan limitada como el nuestro, fuerza era aprender a bailar en una tabla".' Los instrumentos típicos -herencia modificada de tres culturas- muestran nuestro apego por el pasado: el güiro y las maracas (legado indígena), la bomba yel bongó (herencia africana) y la guitarra (aportación española). Nosotros transformamos la hispánica vihuela en nuestro tiple, cuatro y bordonda: fruto de nuestro ingenio. nacidos y elaborados en nuestra tierra. y llama la atención el tono agudo y plañidero de nuestro tiple. El mismo jíbaro le denomina "tiple doliente". Veamos una décima: Llegaron mds trovadores comenzando la porfia y a la diez la choza mía se llenó de bailadores. Se agotaron los licores y mandamos prontamente al ventorrillo del frente por mds licor. y seguimos la fiesta, y amanecimos al son del tiple doliente.
(Tradición oral de P. R.) Con muslca brava acompañamos las décimas, todos los tipos del seis, el mariyandá. el nuevo mapeyé y los aguinaldos. Pero como bien observa Pedreira, " ...nuestro clima no soporta tan reiterada agitación y nuestra idiosincrasia, importando y asimilando cadencias de otras tierras, buscó formas de expresión más ínti· mas y sosegadas y entonces surge la danza. Así se completa el anverso y reverso de la medalla; la música brava es la alegría, el ímpetu, el aturdimient9~ la danza es la tristeza, la meditación, el sosiego.' 6. Pedreira, Insularism o, p. 195. 7. Pedreira. Insularismo, p. 196.
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Es la danza puertorriqueña la síntesis de nuestro carácter espiritual: .. fórmula bailable lenta y reca· tada, con principios que llamamos paseos y con ca· dencias que permiten el diálogo cordial". Ya para 1854 la danza puertorriqueña había al· canzado un notable desarrollo artístico. Compónese de cuatro partes: Un "paseo" a manera de introducción y el bailable que se divide en tres, correspondiendo la segunda parte del bailable al llamado .. solo de bombardino", clímax emotivo y artístico de la composición... En el período inicial de su evolución (1855·1896) cultivaron la danza compositores puertorriqueños como Aurelio Dueño, Francisco Santaella, Julián An· dino, Casimiro Duchesne y los hermanos Federico y Heraclio Ramos. La danza puertorriqueña alcanza en manos del compositor sanjuanero Manuel -Gregorio Tavárez (1843-1883), la maestría y gracia estilísticas que no poseía en sus primeros tiempos. Tavárez estiliza y depura la danza puertorriqueña vistiéndola de galas románticas e impartiéndole un además grácil, pr€r .pio de la obra saloniere francesa. Posteriormente, el ponceño Juan Morel Campos (1857.1896) escribirá danzas principalmente para la orquesta. Su danza tiene como función principal el baile, que constituía entonces, como ahora, nuestra diversión social por excelencia. Morel Campos dejó una pléyade de discípulos destacándose entre otros, Juan Ríos Ovalle. Jaime Pericás, Olimpo Otero, y Mansita Ferrer... Otros compositores de danzas de estilq indepen. diente y variado fueron José Quintón, Angel Mislán, Rafael Balseiro Dávila, Luis R. Miranda, Jesús Fi· gueroa y José Enrique Pedreira, entre otros...
1I. Nuestra Música y el cambio de Soberania Efectos de la invasión Al finalizar el siglo XIX el esplendoroso desarr€r Uo musical de Puerto Rico, sufrió un rudo golpe. Resonancia inmediata de la invasión norteamericana del 2S de julio de 1898. Infortunio militar, político y cultural que nos sacude cuando apenas disfrutábamos la autonomía que España nos había concedido en 1897 tras una lucha de muchos años. Ante el hecho muchos puertorriqueños se sintieron optimistas y esperanzados; no ocultaban sus alegrías y simpatías ante Estados Unidos, como pesimistas se habían sentido ante España. Observa Tomás Blanco que: Tampoco faltaron numerosos puertorriqueños que no se solidarizaron nunca con el invasor. A la desorientación general se sumaba -la agravante de las divisiones de criterio y opinión. La mayoría de
clases populares, el campesino, el jornalero. el artesano, ignorantes de la trascendencia del momento, no hizo -no estaba en condiciones de hacer más- sino reflejar la confusión de los estratos superiores. Su ingenuidad, algo templada por el impreciso recelo que toda lo extranjero o extraño tiende a despertar entre simples buenas gentes, se tradujo en titubeos, mezcla de curiosidad y timidez, de pasividad y novelería.' ~as
Apenas entrado el nuevo siglo xx, gran parte de la sociedad puertorriqueña, elegante y frívola, pone sus ojos en la nueva Metrópoli, modelo de cursilería y esnobismo... Muchos de nuestros músicos no ocultaron sus empeños en armonizar la antigua tradición musical española con la moda norteamericana. Aparecieron composiciones tan raras como inusitadas; pasodobIes, two steps y danzas, fox trox. Pero no obstante la superficial admiración por lo extranjero no desdeñó las viejas formas boricuas con sus profundas raíces hispánicas. Surgió entonces el vals crioUo como neutralizador de la frivolidad bailable de casinos y plazas. El vals animaría ahora la estirada y engolada sociedad, que reservando la danza para la intimidad, se delei· taba en las vertiginosas vueltas del tres por cuatro. Con el vals crioUo se amenizaron los envelecos de los primeros años del siglo xx: reinados y juegos florales, veladas y tertulias. Esta sociedad, impregnada por la poesía de Rubén Daría y las poses de Oscar Wilde, produjo poco de original, y al menos, en música, dejó poco de nuevo. No obstante no podemos subestimar la obra de Braulio Dueño Colón; Femández Juncos y Virgilio Dávila, quienes con sus Canciones Escolares, sin proponérselo, ya que respondían a otros fines, lograron conservar viva la llama del amor patrio en los corazones de los niños puertorriqueños. A partir de los años de 1927, al 1930 comenzó a escucharse una nueva música. Música de acento negro, la plena, nacida en el suburbio, en el arrabal. Concisa, precisa, grácil y lírica. Junta a la antigua décima se convirtió también en vehículo de la queja y nuestra sátira social... Así también, para la misma época aparecieron las canciones populares de Rafael Hemández, melancólicas, de telúrico acento, impregnadas del paisaje patrio. Con la nota de protesta, con el pesimismo anémico de unos tiempos agrios. Hubo un despertar de conciencias, pero la ~bra cuidada, producto del orfebre musical, a veces demasiado hermética fue aparentemente velada con las estruendosas manifestaciones musicales latinas y norteamericanas que cruzaron el pequeño ámbito geográfico de nuestra Isla. Música sensual, agitada... propia para la enajenación... hoy todavía padecemos sus efectos, y ena-
jenados nos sonreímos y seguimos sus vaivenes. Pero, en realidad, hasta que nuestra verdadera música, no atraviese las esferas del dolor y el sacrificio, y alcance el "do" absoluto de la Solitaria Estrella, no nos quitarán el dolorido sentir... Veamos ahora, una relación descriptiva de las formas musicales existentes en la tradición oral de hoy día en Puer:to Rico, especificando sus características musicales, tanto como las formas métricas y esu:óficas empleadas: 111. Estructuras músico-bailable
A. Canciones 1. Canciones de Cuna
Las nanas, canciones de cuna o turuletas,--eomo les llama el pueblo- expresan su mensaje literario en la estructura de las seguidillas de siete versos. Pero también emplean la copla de seguidilla o seguidilla coja, -las coplas octosilábicas, en menor grado, y también ']as cuartetas hexasilábicaso Las canciones de cuna, por estar destinadas para arrullar niños y cantarse de improviso, no tienen acompañamiento musical. Se cantan "a cappella". Su linea melódica es muy sencilla y el "tempo" es muy lento. Cada compás musical de la canción de cuna incluye siempre cuatro unidades de un tiempo, esto es, el compás de cuatro por cuatro (4/4) o e] de compasillo ( ). A pesar de que ]a línea melódica es muy sencilla, resulta difícil de entonar y de transcribir musicalmente, por la diversidad de sonidos de fracciones y cuar· tos de tono que incluyen. Estos sonidos, imprecisos, no los encontramos en la escala musical con· vencional, por tanto son difíciles de fijar en el pentagrama y de conciliar con la armonía. 2. La seguidilla
Como cantar independiente, -la seguidilla sor· prende por su brevedad y gracia, ya que consiste únicamente de siete versos. Los cuatro primeros versos forman ]a copla, y ]05 tres restantes componen el bordón o estribillo al que el pueblo suele llamar "el coro". Aunque en ,fuerto Rico, por lo general, las seguidillas se emplean en expresar canciones de cuna, hay muchas que, por tener temas y asuntos sin relación alguna con el sueño y los niños, constituyen, expresando temas diversos, cantares de verdadera hermosura. La música de -la seguidilla es muy simple. La lmea melódica, muy sencilla, nunca alcanza un registro de más de dos octavos. El "tempo" de -los compases es de tres por cuatro (3/4) y cuatro por cuatro, muy movido y alegre. Su armonía simple utiliza con regularidad los acordes de tónica y dominante. Prefiere el tono mayor al menor y puede cantarse sin acompañamiento musical o con él.
8. Tomás Blanco, Prontuario histórico de Puerto Rico.
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3. El villancico El villancico puertorriqueño es siempre un cantar de tema y asunto navideño. Es -la forma cancioneril que más diversos tipos de estrofas y metros admite para la expresión de su mensaje literario: desde la copla hexasflaba hasta las más complicadas combinaciones poliestróficas y mé. tricas.
La estructura musical del villancico es más variada que la del aguinaldo; casi siempre tiene. más de una parte, a veces tres. En ·Ios más comunes se encuentran estas combinaciones: A, AB Y ABA. Los compases más usados son: dos por cua· tro, tres por cuatro, tres por ocho y seis por ocho. Pueden estar armonizados en tono mayor o me· nor, y si es mayor la armonización, se prefiere la escala melódica. Se pueden cantar "a cappella" o con acompañamiento instrumental. La armonio zación es sencilla: acordes de tónica, dominante y subdominante, sin tener determinado un orden fijo.
4. El aguinaldo Los aguinaldos se cantan en diversas ocasiones y tratan sobre distintos temas. Se distinguen, entre otros, los de Navidad, con temas "a lo humano o a lo divino". El tema humano gira en torno de las festividades y celebraciones de la época. El tema divino alude a la encarnación y al nacimiento de Jesús. Hay además, aguinaldos para la Semana Santao Estos versan en torno del tema de la pasión de Cristo. Tenemos también aguinaldos para las Fiestas de Cruz, que se celebran en mayo; y, también aguinaldos para rosarios cantados a la Virgen y para velorios de angelitos. Todas estas diversas clases de aguinaldos admiten igualmente distintas clases de estrofas y metros para verter el texto literario de la canción. Se valen de todas las formas estróficas de cuatro versos, ya sean octosílabos o hexasílabos, las quintillas, sextillas, octavillas y, sobre todo, las déci· mas hexasílabas. El aguinaldo casi siempre se canta con acompañamiento instrumental. Se prefieren nuestros instrumentos típicos de cuerda: cuatro, tres, tiple, bordonúa y, a veces, la clásica guitarrd. El acom· pañamiento rítmica -percutivo del güiro acarra· cho es indispensable. La estructura musical de los aguinaldos sigue un solo motivo temático. El profesor Francisco López Cruz los clasifica en dos grupos: los de unidades de ocho compases y los de cuatro.' Los que tienen unidades de ocho compases completan el motivo melódico en la trayectoria de los cuatro primeros versos de la letra.1O Los que tienen la unidad de cuatro compases necesitan dos unidades para cantar la estrofa de cuatro versos. Cuando el aguinaldo se canta con estrofas de más de cuatro versos, el cantante y el acompañante, repiten las unidades musicales hasta que completan la estrofa. Otras veces cam· bian la frase melódica cubriendo así con la me9. Francisco Cruz López, El aguinaldo y el villancico en el folklore puertorriqueño, pp. X-Xl. 10. Ibid.
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lodia toda la parte literaria del aguinaldo. La monotonía de ·la Hnea melódica se rompe con el contenido literario de los versos y con Jos adornos musicales o "arabescos" que hace el cuatro en sus cadencias a solo. Antes de comenzar a cantar la letra del aguinaldo, los músicos tocan una pequeña introducción de ocho a doce compases para que el cantador se acomode al tono musical. El "tempo" del aguinaldo es siempre de dos por cua· tro y se caracteriza rltmicamente por la sincopa y el !resillo. La armonía es muy sencilla y, si la tonalidad es mayor, los acordes que lo armonizan se combinan asf: IV, 1, V, 1, esto, la subdominante, tónica, séptima dominante y tónica. Cuando el aguinaldo se canta en tono menor, la armoniza· ción generalimente es: 1, 111, IV, V, esto es, tónica, mediante, subdominante y dominante.
5. El romance y el romancillo En Puerto Rico, tanto el romance octosflabo como el romancillo hexasilábico cantados tienen una melodía propia. La música del romance y el romancillo es muy sencilla y su "tempo" y ritmo son muy amenos. Prefiere los metros temarios como el compás de tres por cuatro y seis por ocho. Muchas veces la tesitura musical alcanza poco más de la octava, en los momentos en que la narración cobra mayor interés. Por lo general, los pocos cantadores de romances que nos que· dan, se acompañan el canto con una guitarra y, a veces, con una sinfonía o armónica de mano.
B. Composiciones bailables 1. El seis
Don Manuel Alonso y Pacheco (iniciador de las letras puertorriqueñas) y don Fernando Calleja (nuestro primer historiador musical), señalan que el seis es uno de nuestros bailes más antiguos'" Su nombre se deriva de que al principio lo bailaba un grupo de seis parejas. Su origen es español y comienza en las fiestas religiosas y en los bailes de las Saltatrices de Cádjz.u Casi siem· pre la música del seis se combina con canto. Para ello, se prefieren las décimas octosílabas y, a veces en menor grado, :las cuartetas y las sextillas de versos octosilábicos. Hay varios tipos de seises. Muchos se denominan partiendo del nombre del lugar de su procedencia geográfica: seis fajarde· ño, seis doradeño (que vienen de los pueblos de Fajardo y Dorado, Puerto Rico). Otros toman su nombre de la forma o manera en que suelen bai· larse: "seis enojao" (las parejas bailan de espal. da sin mirarse al rostro), "seis tumbao", "seis mi· langa", y varios más. Pero entre todos los tipos de seises sobresale el "seis bombeao o seis con bombas. En este baile, tanto la música. como la letra se interpretan independientemente una de H
11. Manuel Alonso, Bailes de Puerto Rico, en El giba. ro, pp. 33-40. Fernando Calleja, Música y músicos puertorri. queños, p. 34. 12. Pablo Garrido, Esoterla y fervor populares de Puerto Rico, p. 24.
otra; esto es: primeramente el conjunto musical típico hace una introducción de unos dieciocho compases de duración y luego hace un silencio de unos seis u ocho compases. En ese espacio de tiempo se dice en recitativo entonado la parte literaria que es casi siempre una estrofa de cuatro o seis versos. Rompe de nuevo el conjunto musical; bailan las parejas unos ocho o más compases, y alguien grita: ¡Bomba!, interrumpiendo la música y recitando de nuevo otra copla. Las coplas que se cantan, se dirigen específicamente como una "bomba" a alguna de las personas que se encuentra en el baile. Puede ser un enamorado que quiera aprovechar la ocasión del baile para declarar su amor a la amada. Como es el caso de esta copla:
Desde aquí te estoy mirando como un granito de sal, y tus miradas me dicen que nos hemos de casar. La persona aludida no toma en serio el ofreci· miento y, burlándose de su admirador, le con· testa:
Desde aquí te estoy oyendo que conversas con halago; si es que casarme tendré, nunca lo haré con un vago. Así se continúa y, a veces, llegan a establecer· se diálogos larguísimos. Comienza de nuevo la mú' sica y las parejas siguen bailando hasta el próximo grito de "bomba".
dos partes: la estrofa o solo y el estribillo que se repiten a capricho del ejecutante. Su extensión musical no excede de ocho compases, con medida de dos por cuatro en cada uno de ellos. La plena, glosa -con intención burlesca y caricaturescalos sucesos de la vida diaria del pueblo o acontecimientos históricos puertorriqueños. Sus títulos son en este sentido muy significativos: "Cortaron a Elena", "Temporal", "El Obispo", "Tintorera del Mar"... Las hay también intimas y liricas. A esta modalidad pertenecen: "Muchachita de mi amor", "Las mujeres de Borinquen", y "¡Qué bonita es!" La parte vocal de la plena la interpretan un solista y un coro que se alternan a manera de responso. El solista, al cantar, cambia poco o mucho la melodia y la letra de cada estrofa; 'Y por ello en la tradición de la plena se ·Ie conoce como el "inspirador". El coro canta en una sencilla armonfa en terceras y en sextas. A veces la que en el coro hace de segunda voz, canta en una octava alta. Es lo que se llama el "requinto". El primitivo instrumento acompañante de los cantan·tes de plena fue el pandero, luego se añadió la sinfonía de mano. Con el tiempo, y según las circunstancias, se agregaron ·la guitarra y el cua· tro, la trompeta y el clarinete. Desde hace algunos años se han incorporado el bajo de cuerdas, la timba, la tambora y ·Ia conga. En la actualidad se sustituye la sinfonfa de mano por el acor· deón.l 4 Los verdaderos orígenes de la plena no se han podido descubrir todavía; unos creen que surgió a fines del siglo XIX, y otros sostienen que data de la segunda década del siglo XX; pero en ningún caso hay pruebas concretas y documentos que sostengan tales afirmaciones.
2. El mapeyé Para acompañar con texto Uterario la música del mapeyé, se utilizan tanto las estrofas de cua· tro versos, como las sextillas y ·Ias décimas, pre· firiéndose estas últimas. Don Manuel Alonso no lo menciona en su ensayo sobre los Bailes de Puerto Rico,13 lo que demuestra que hay razón para creer que esta modalidad bailable surge como tal en el siglo XX y que se venía gastando como una derivación del seis. Su música es muy sencilla, al igual que su ritmo. Tiene una introducción de ocho o más compases, después de la cual comienza la parte cantable. La linea melódi· ca es muy simple y a veces alcanza una tesitura de más de una octava. La armonía también es muy elemental, ya que sus acordes más frecuentes son los de tónica, dominante, cuarta y sexta. Prefiere casi siempre el tono menor y su "tempo" es mucho más lento que el del seis.
3. La plena La letra de la plena se vierte, por lo general, en cuartetas y sextillas octosUabas y hexasilábi· cas; aunque no requiere que las estrofas sean isométricas. Sólo exige que los acentos rftmicos se sucedan regulármente. Su estructura consta de 13. Manuel Alonso, op. cit., pp. 33-40.
BIBLIOGRAFIA ADDAD y !.ASIERRA, Fray lñigo: Historia geográfica civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, Rio Piedras, Ed. U. P. R., 1959, Cap. XXXI, págs. 188-189. ALONSO Y PACHECO, Manuel: "Bailes de Puerto Rico" en: El Gibara, Río Piedras, Ed. Colegio Bastos, 1949, 221 págs. BLANCO, Tomás: Prontuario histórico de Puerto Rico, San Juan, Ed. D. l. P" 4." ed. (Sin fecha), 153 págs. CALLEJO, Fernando: Música y músicos de Puerto Rico, San Juan, Cantero Fernández, 1915, pág. 34. FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo: Historia general JI natural de Indias, Libro 5.·, Cap. 1 (Fragmentos publica· dos por A. T. Rivera en su B. H. de P. R.), I. C. P. R., 1970, pág. 63. GARRIDO, Pablo: Esoteria JI fervor populares de Puerto Rico, Madrid, Cultura Hispánica, 1952, 250 págs. LóPEZ CRUZ, Francisco: El aguinaldo y el villancico en
14. Parte de esta información está tomada -y brevemen· te modificada por nosotros- de un programa de concierto de plenas, ofrecido por Manuel Jiménez y auspiciado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, con motivo de la celebración de la Octava Feria del Libro, el viernes 15 de abril de 1966 a las 8:00 de la noche en la Plaza de Armar; en San Juan de Puerto Rico. La hoja impresa por: Caribbean Stationery & Printing Corporation.
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el folklore puertorriquef¡e>, San Juan, I. C. P. R., 1956, 43 págs. MEN~NDEZ PIDAL,
Ramón, Los romances de América y otros estudios, Madrid, Espasa Calpe, 6.' ed., 1958, 179 págs.
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Antonio S.• Insularismo, San Juan, B. A. P., 1957, págs. 189-207. TANODI, Aurelio: (Compilador) Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico (151()..1519), U. P. R., C. 1. H., 1971. PEDREIRA,
Luis Leal en el Instituto de Cultura Puertorriqueña
LA HABANA, CUBA, y DESDE MUY temprana edad se interesa en la técnica de la cerámica. En 1949 estudia en la escuela taller Florence Ceramic, de Miami, y en La Habana, con los maestros Iván Gundrum y José Suárez. En 1955 es contratado como profesor de cerámica en la Universidad de Santo Domingo. Diez años más tarde se traslada a Puerto Rico donde trabaja como profesor en el Departamento de Bellos Oficios en la Universidad de Puerto Rico. Actualmente es Director del Taller de Cerámica del Instituto de Cultura Puertorriqueña y profesor en la Escuela de Artes Plásticas de esta Institución. La obra de Luis Leal es numerosa y abarca desde interesantes obras originales, las cuales modela y decora siguiendo formalmente los principios del diseño, hasta fieles réplicas indígenas logradas con acierto. La extensa colección de piezas exhibidas en las Salas del Instituto de Cultura sitúan a Luis Leal entre los más destacados ceramistas que residen actualmente en Puerto Rico. LUIS LEAL NACIÓ EN
Vasija con diseifos taínos
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Un aspecto de la exposici贸n
Vasija Inspirada en el arte de nuestros indios
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San Juan de la Cruz Por
FRANCISCO MATOS PAOI.I
Llegó a la cima tan clara con amor y con figura. Antes, en la nieve impura del dolor que fue mampara tuvo humildad en la rara estela de honda evasión. Docto y santo, el corazón levantó el humo dormido como recuerdo y olvido, como silencio y pasión. Asi alcanzó llama viva el que padeció lo muerto. y aunque estuvo en el desierto, la hermosura fugitiva de los ecos lo cautiva. Porque supo, en don supremo, consignar el leve remo al mar azul-tempestuoso. Nació del polvo gozoso, polvo-cielo en un extremo.
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Francisco Mariano Quiñones: In Memoriam (1830-1908)* Por ISMAEL REYES GARCfA
EN 1975 SE CUMPLE EL PRIMER CENTENARIO DE
LA PUblicación de dos de las tres novelas de Francisco Mariano Quiñones. Hace algunos años se cumplió una centuria de él haber sido comisionado a la histórica Información del'67, hecho por el cual es quizás por lo único que se recuerda al patrio sangermeño. En aquella ocasión. Quiñones. que era un rico hacendado y dueño de esclavos, y sabiendo que la ' abolición representaba una ruina para él, defendiq no obstante, la posición de Ruiz Belvis y José Julián Acosta, los otros Informantes, quienes pedían la abolición de la esclavitud con indemnización o sin ella... Indudablemente e] nombre de Francisco Mariano Quiñones ha caído en el olvido; ha sido postergado en el presente siglo. Convieoe recordar que. Quiñop,es no sólo cultivó el periodismo y la literatura imaginativa. sino que sobresalió en el campo de la política, en la que arruinó su vida y gastó sus riquezas por el bienestar del prójimo. Tuvo oportunidad de ocupar puestos de importancia en Argentina. pero no quiso abandonar la Is]a. Un compa· ñero de estudios en Alemania. Carlos Cáseres, más tarde Presidente de la República del Plata. en varias ocasiones lo llamó a su lado. sin embargo Quiñones prefirió seguir viviendo... y sirviendo a su patria. Además de Informante en la Información del'67, Quiñones ocupó algunos puestos públicos en Puerto Rico. Fue diputado a Cortes en 1871, año en que rehusó la Gran Cruz de Isabel la Católica y el Mar·
* Con respecto a la fecha de la muerte de Francisco Ma· riano Quiñones quiero señalar que la correcta es: el 13 de septiembre de 1908 a las 8:48 P.M.• para ser más exacto. Hago esta aclaración porque he encontrado que en el libro de José Luis Vives. Historia de Puerto Rico y en la Enciclopedia Cldsicos de Puerto Rico aparece la fecha de 1903, que es incorrecta. Véase: Ismael Reyes Garcia, Francisco Mariano Quiñones, vida y obra, San Juan, Editorial Coqui (Ediciones Borinquén), 1963, 129 p. 20
quesada de San Germán. En 1898, cuando se orga· nizó el Gobierno Autonómico en Puerto Rico, Qui· ñones fue llamado a ocupar la Presidencia por su carácter conciliador, ya que en esos años el partido Autonomista estaba dividido entre asimilistas y ortodoxos. Quiñones fue también alcalde de San Germán en 1902; y en ese mismo año fue electo Delegado a la Cámara. En 1903 se creó el cargo de Historiador como pensión, por así decirlo, para Francisco Mariano Quiñones, quien había sacrificado su fortuna y su vida y había dedicado su talento al bienestar común de la Isla. Se le asignó la cantidad de $ 125.00 mensuales. En dicho puesto duró hasta que lo sorprendió la muerte en 1908. Luego el cargo es ocupado por Salvador Brau y Asencio. Quiñones fue muy querido, admirado y respetado no sólo por los hombres que compartían sus ideas, sino por sus adversarios políticos. Basta señalar las palabras de Luis Muñoz Rivera, su adversario, aun cuando ambos eran autonomistas: Francisco Mariano Quiñones ha muerto. En los primeros años de mi vida política, tuve el orgullo y la alegría de llamarle mi maestro; en estos últimos tiempos infelices tuve 'Ia honda pena de Ilamar]e mi adversario; pero siempre le rendí el tributo de mi hondo respeto y de mi inalterable estimación. Francisco Mariano Quiñones fue caballero de lucha: un gentil hombre de patria. Entre sus hermosas condiciones personales poseía la altivez, aquí. donde ser altivo se paga tan caro. Nacido en gran casa y entre costumbres aristocrá· ticas, aparecIa, sin embargo, sencillo y demócrata. y él, que podía formar en la región de los privilegiados, tenía su diestra al pueblo que sufre y se levantaba con amor, enseñándole a pensar y actuar. Después ]a fol'tuna le abandonó. Y supo mano tenerse íntegro, en, su carácter, sin decadencia
Francisco Mariano Quiñones
intelectual ni moral, firme y fuerte como los robles a las tempestades. 1
Terminó don Luis Muñoz Rivera el obituario afir· mando que el mejor homenaje al ilustre sangermeño consistía en imitarle para resultar puertorriqueños dignos como aqué1.2 Quiñones fundó el periódico El Espejo, periódi~ co de corta duración. Su labor periodística está recogida en dos libros: Artículos políticos y Conflictos económicos artículos originalmente publicados en el periódic~ Liberal de Mayagüez. Hay, además, diez artículos bajo e! título Formemos escuela de hom-
bres, dispersos en el periódico La Democracia. Tiene Quiñones, asimismo, dos libros de historia: His· toria de los partidos Reformista y Conservador de Puerto Rico y Apuntes para la historia de Puerto Rico, su libro más conocido y en el cual describe con lujo de detalles el llamado campante. Quiñones cultivó el ensayo literario, entre los cuales tenemos, Emilia Pardo Bazán, celebrada en ligerísimo estudio de su gran arte literario, El baile en la culta sociedad, Influencia de las bellas artes en el cardcter de los pueblos y un trabajo sobre el poeta alemán Heine. Las novelas
1 Luis Muño1: Rivera (Cámara de Delegados), sesión túneb;e en honor de Francisco Mariano Quiñones. En La Democracia, San Juan, 15 de septiembre de 1908, número 5,105. 2. ¡bid.
Concerniente a sus novelas, Quiñones publicó La Magofonía y Kalila en 1875 y Fdtima en 1876. Las dos últimas son la primera y segunda parte respec21
tivamente de Nadir-Shah que consta de tres partes o tres novelas. Quiñones no llegó a publicar la tercera parte, Riza-Kouli, pues su esposa, Concepción Quiñones, la quemó para evitar que cayera en manos de la Guardia Civil, ya que Quiñones era perseguido por sus ideas autonomistas; se le creía Pre· sidente de la Sociedad del Corazón negro, sociedad que sólo existía en la imaginación de los conservadores, según lo manifiesta el propio Quiñones en su libro Apuntes para la historia de Puerto Rico. El era simplemente un fiel creyente de la masonería en la cual alcanzó el vigésimo octavo grado: Kadosh, el cual usó como seudónimo en sus novelas. Las tres novelas fueron publicadas clandestinamente en Bruselas y son muy poco conocidas por la crítica... Desde el trabajo que presentó la profesora Caro men Gómez Tejera (RIP) sobre la novela en Puerto Rico, para optar el grado de Maestro en Artes, en la cual se limitó a señalar que las novelas de Quiñ<r nes eran de asunto persa, los demás críticos todo lo que han hecho es repetir lo que ella dijo. Sin embargo, un extranjero, Pedro Henríquez Ureña, en su prólogo a una de las ediciones de Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván, al comentar de que en la novela histórica de Hispanoamérica, los temas exóticos eran muy raros, de que muy pocas trataron temas extranjeros, dijo que las ti muestras más curiosas eran dos novelas del puertorriqueño Francis· co Mariano Quiñones... " J No creemos que estas novelas carezcan de méritos. No se han reeditado porque no se las conoce, 'pues ,fueron publicadas clandestinamente, como se· ñalamos arriba, y las tiradas fueron de pocos ejemplares. No creemos que el tema exótico haya sido impedimento, ya que era común en la novela romántica. Conviene señalar que Quiñones lleva la pr<r blemática puertorriqueña a un plano oriental para velar la sátira... Historia e imaginación en las novelas de Quiñones
Las novelas de Quiñones, aunque son de base histórica, no pueden ser catalogadas de meras crónicas noveladas. En la novela histórica, generalmente, la materia está dada, y por consiguiente, el don de la inventiva tiende a menoscabarse. Las n<r velas de Quiñones, sin embargo, ofrecen un caudal de inventiva, donde el elemento poético se superpone a la crónica. El autor tergiversa los hechos históricos, colmándolos de fantasía oriental. En La Magofonía nos presenta una serie de hechos y personajes históricos de la época de Gandíser-Farcit. La novela está basada en el suceso de la magofonía, o sea, muerte de magos, que según el 3. Pedro Henríquez Ureña, Prdlogo a Enriquillo, de Ma. nuel de Jesús Galván. Enriquillo, Buenos Aires, Wm. Jackson, Ine. 1945, p. IV.
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historiador Herodoto, se convirtió en día festivo para los persas:
The anniversary of this day has become a red·letter day in the Persian Calendar marked by an important festival known as the M;gophonia, or Killing of the Magi, during which no Magus is alIowed to show himself-every member of the caste stay indoors till the day is over..~ Francisco Mariano Quiñones presenta en esta novela al rey persa, Cambises, uno de los personajes históricos de más relieve, que según Herodoto fue un rey muy cruel, que ordenó la muerte de su her. mano Esmerdi, y se casó con su propia hermana, a quien mató de un puntapié en el vientre estando aquélla embarazada.5 Pero Quiñones moldea de tal manera a Cambises que consigue que el lector sim. patice con tal personaje. En otras palabras, hace una caracterización distinta de este personaje histórico. Quiñones cambia en La Magofonía el acto incestuoso cometido por Cambises, según la historia. En su novela son los hijos del rey, Agradato y la princesa Astarthé, quienes cometen incesto. Desde luego, el autor salva a estos personajes en cierto sentido, ya que ellos no se conocían... Vemos cómo la imaginación de Quiñones transforma el hecho his· tórico, probablemente influido por la moral cristiana, por su cosmovisión. La historia, por el contrario, no deja dudas de que Cambises cometió incesto pre· meditadamente. Otro hecho en que Francisco Mariano Quiñones se divorcia de la crónica en La Magofonía, es el de la muerte de Cambises. Según nuestro autor, el rey muere alevosamente; "una mano oculta y alev<r sa (... ) ha costado su preciosa vida..... dice. La his· toria, en cambio, dice que cuando Cambises supo que su hermano Esmerdi estaba en el trono de Persia, pensó que no se había cumplido su orden res· pecto a la muerte de éste, y se apresuró a regresar a Susa, a hacerles frente a los magos; y al montar en su caballo apresuradamente, se hirió con su propia espada en un muslo...6 En la novela Nadir-Shah (Kalila y Fátima), Quiñones nos demuestra que le interesa más lo nove· lesco que la crónica. Nos presenta al personaje histórico Nadir Kuli Khan, que es el protagonista de Kalila y Fátima. Es en tomo a su vida y sus hechos que se desarrolla la novela. Nadir, según la historia fue un simple soldado que se hizo rey por su habilidad, inteligencia y astucia. Quiñones no llega a novelar la vida de este personaje cuando es rey de 4. Herodoto, The Histories, Boo, Three. (Transtated and with an Introduction by A. de Selineourt), Edinburg, R. R. Clark, 1955, pp. 17+241 (p. 209). S. Ibid., pp. 186-187. 6. - - , p. 281.
Persia (1732), sino los sucesos anteriores a la coronación del hijo de Husein, Tahmasp 11. Nos narra las aventuras y desventuras de Nadir antes de coronarse rey. Quiñones se inclina más, como hemos señalado, a la narración novelesca que a la crónica, y en particular, en Nadir~hah, a la intención social, pues él lleva a un escenario oriental la situación existente en Puerto Rico en el siglo XIX, como veremos oportunamente.
Historia de los..partidos dice lo siguiente:
Es la historia, antorcha luminosa en manos de ·los espiritus que nos han precedidos; y sirve a los amantes del bien, que disponiéndose seguir seguros derroteros, desean evitar escollos. Es sibila de ceño rígido e implacable, que corrige a los imprudentes y amonesta a los que, desoyendo la voz de la razón y la justicia, perA turban con su egoismo la tranquilidad y el bienestar de sus hennanos. .
Varios motivos indujeron al autor a tratar el asunto persa en sus novelas. Posiblemente el exotismo romántico, la afición por la historia y por lo oriental, y finalmente, la intención social, quizás el motivo más importante.
Es lecho o panteón inconmensurable, labrado trozo a trozo en la conciencia de los pue· blos (... ) (p.l)
Exotismo
Luis Maigron enumera los rasgos que Walter Scott fijó en sus novelas históricas: "información histórica, color local, exotismo; atención a lo exterior, sacrificando algo de lo interior; evocación de civilizaciones lejanas y de sociedades diferentes o desaparecidas".' Estas peculiaridades de la novela histórica están presentes en las novelas de Quiñones. Su exotismo consiste en la atención prestada exclusivamente al tema persa. Si pasáramos revista a todas las nove· las históricas del Romanticismo en Hispanoamérica, encontraríamos que solamente Quiñones utilizó dicho tema. Así lo afirma Pedro Henríquez Ureña. Hasta donde sabemos, el tema oriental se viene a tratar en Hispanoamérica en el Modernismo, espe· cialmente en la poesía. La novela histórica hispanoamericana trata el tema indígena preferentemente. Un contemporáneo de Quiñones, Alejandro Tapia, trata ligeramente el tema oriental en Póstumo el trasmigrado y en Póstumo el envirginiado. Pero Tapia cae en la concepción egipcia del trasmundo, es decir, en la mitología y tradición egipcia, la cual acomoda a su cosmovisión con respecto a sus creencias espiritistas; no es pues el tema histórico que trata Quiñones...
b)
y Conservador.
Busco afanosamente en ·la historia, hace tiempo, afirmaciones concretas, en la necesidad de no morir descreido, para estas tres grandes y sub.limes alegorías, que, si no me equivoco, la definen correctamente.
Motivos para el asunto persa
a)
R~formista
Afición por la historia
En toda la obra de Quiñones vemos cuán aficionado era a la historia. En su obra histórico-política,
7. En Amado Alonso, Ensayo sobre la novela histdrica, B. A., Ed. Coni, 1942, pp. 7-142 (p. 54).
Vemos, pues, que Quiñones personifica la historia. En uno de los artículos políticos nos dice que la historia es la única ciencia que se atreve a consultar, pues según él, "ésta suministra en todos tiempos al hombre el más rico tesoro de lecciones provechosas". De modo que Quiñones era indudablemente un asiduo lector de historia, lo cual nutre su interés en crear novelas históricas.
c)
Afición por lo oriental
Hurtado y Angel González Palencia señalan entre los caracteres principales del Romanticismo: olvido y desprecio de la mitología clásica, y afición, en muchos casos, a los mitos y costumbres del Oriente.' Apenas encontramos alusiones mitológicas en las novelas de Quiñones, es decir, de la mitología clásica. En cambio éstas están recargadas de mitos y costumbres orientales, lo cual demuestra su afición por lo oriental. Conocía Las mil y una noche, según lo dice en Fdtima:
Los pueblos del Oriente, en su sentimiento de 10 bello, sólo conocen una de sus fases: aman el fausto, el esplendor, la hennosura.
"lAs mil y una noche", compilación admirable de fantásticas leyendas, debidas a escritores y poetas ya desconocidos, pintan gráficamente, mejor que ninguna otra, los gustos y los caracteres 8. Juan Hurtado y Angel Palencia, El Romanticismo, en Historia de la literatura española, 4." ed. Madrid, Ibiza, 1940, pp. 826-906.
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de aquellos para quienes fueron escritas. (Fátima, p.12).
En el ensayo Influencia de las bellas artes en el cardcter de los pueblos, nos dice que el progreso humano ha marchado siempre de Oriente a Occidente. Y en ese mismo ensayo comenta que la religión de los magos fue más sencilla y más pura que la de los indios y la de los egipcios. Pero el problema de Persia y Asiria, los dos pueblos cuya religión era la de los magos, era que ponían el estro en manos de los reyes, quienes amaban el esplendor, el Fausto por puro deleite (p. 77).
d)
Intención social
La intención social es quizás el motivo principal que indujo a Quiñones a utilizar el asunto persa en sus novelas. Como conocía la historia de los pue~ bIas orientales y sentia afición por tal ambiente, nada más a propósito para esconder la queja social. ~ara el tiempo en que Quiñones escribió estas novelas, se perseguía a los masones, por el egoísmo y la ignorancia de los que gobernaban en Puerto Rico a fines del siglo XIX. Estaba, pues, justificada la protesta social. Recordemos que Francisco Mariano Quiñones fue arrestado en una tenida masónica en 1874, y que utilizó el seudónimo A. Kadosh en sus novelas las cuales como ya hemos indicado fueron editadas clandestinamente. Por ello, en las tres novelas trata el tema de la masonería. En el prólogo de La Magofonía nos da su interpretación de la masonería:
Extraña la masonería a todo espíritu de intolerancia, impone a sus adeptos discreta reserva en lo controvertible de toda -ley social, que deba su existencia en el mundo como manifestación de una creencia religiosa. Pero con el mero hecho de levantar sus templos bajo la égida del Gran Arquitecto del Universo, declara que e¡¡ creyente, que se somete amorosamente, para la práctica obligatoria del bien. a la idea de una gran causa, de un único autor de todo lo existente. En torno de este pensamiento (... ) se ha agitado nuestro espíritu. depositando en La Magofonía el fondo principal de sus creencias. (p. IV)
En ese mismo prólogo nos dice Quiñones que su propósito es protestar ardorosamente contra las artes de la impostura y del egoísmo. La encomienda es llevar el sello de la verdad. Para Quiñones, la masonería era una .. santa y bien hechora institución". En su novela Fátima, Quiñones personifica la masonería cuando se dirige a ella en apóstrofes:
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( ...) La guerra tú la detestas, tanto como combates el egoísmo y la ignorancia, sus causas principales entre los hombres: el engaño y la pero fidia tú los maldices tanto como recomiendas el trabajo y la buena fe: la fraternidad es tu dogma predilecto (...) (. .. ) La masonería, ¡cuán dulce es tu nombre! Tú aplacas, cuando se te comprende, el furor, y odio entre los combatientes (... ) (p. 111-112).
El procedimiento utilizado por Quiñones para trasladar la intención social, la queja, a suelo persa, es muy parecido al de Montesquieu en su Cartas persas. El escritor francés esconde la sátira tras una estela de personajes persas, en una serie de cartas que se cruzan entre éstos. Pinta la Francia en los postreros años del reinado de Luis XIV y de la regencia de Felipe de Orléans. Procedimiento análogo es el que emplea José Cadalso en sus Cartas Marruecas, las cuales reflejan el propósito de sátira social. Quiñones, reformista por excelencia, hombre que lucha denodadamente por toda reforma social, al ver que no se cumplen las aspiraciones de los que como él se habían consagrado al bienestar común de los puertorriqueños, busca la forma de desahogarse y la encuentra en el tipo de novela que cultiva. Así lo confiesa en La Magofonía: Cuando un hermoso edificio se derrumba, por causas que han venido minando y deteriorando su solidez a la vista de todo el mundo, y el que se dice su propietario porque cobra la renta, se niega a toda reforma, no es extraño que quien la habita pierda la paciencia, y prefiera buscar bajo el puro cielo estrellado. bajo la inmediata protección del Altísimo, sombras más benignas, que no le persigan en la tranquilidad del espíritu. (p. I). El motivo por el cual Nadir, en la novela NadirShah, especialmente en la parte denominada Kalila, es tildado de bandido por el rey Husein y por el Muftí, es el hecho de que protegiera a un ciudadano del oprobio de un oficial del fisco. Este último embargó al primero una pareja de bueyes por no haber podido pagar los derechos de aquel año... La víctima, hombre honrado, laborioso, pero pobre y cargado de familia, tiene que ceder los bueyes al oficial del fisco. Nadir se dirige en estos términos al oficial, que estaba acompañado de un militar y un Mollah: -Buen hombre, le dice: devolved su pareja de bueyes a este infeliz. Es honrado y os pagará
si le concedéis un término razonable. Doleos al mc:nos de st.I ~umerosa familia, a la cual vais a pnvar del dIana sustento si le quitáis el recurso más necesario para el cultivo del campo.(p. 34-35). Nadir, por la defensa que hace al labrador re. ' cibe insultos, desprecio, escarnio: (...) he aquí a un hombre reducido desde hoy a ver llorar de hambre a sus hijos por la impiedad de este otro en el cobro del impuesto (... ) (p. 35). Como resultado del diálogo anterior, el oficial militar desafía a Nadir, resultando muerto el primero. Es entonces que Nadir empieza a ser perseguido y tildado de bandido... Problema semejante al que acabamos de ver en esa novela (de asunto persa -para algunos críticos en tono peyorativo...) lo encontramos en el folleto Conflictos económicos, de Quiñones. En el artículo número nueve, por ejemplo presenta lo siguiente: Por suma, pues, de $ 48.00 que se adeudaba al Municipio de cuota contributiva con costas ori· ginales hasta llegar al remate público que no sé en la forma que se ha hecho, hase visto nuestro vecino desposeido de ocho cuerdas de terreno, que a poco valer estiman cuantos conocen la pe· queña propiedad de $ 200.00 (... ) (p. 53) (... ) y por la insignificante deuda de $ 6.00 que debía el era· rio y ascendió a $11.50 tuve embargadas dos vacas ajenas que habla tomado a cuido y un ca· baIlo de mi mujer. (p. 54) Vemos, pues, claramente que el episodio del impuesto, trasplantado a un escenario oriental, conlleva una intención de sátira social. Esa intención se como prueba en todas las novelas de Quiñones. En La Megafonía dice que el Archimago "regaló a su regia sobrina joyas de tan inmenso valor, que (...) escasamente hubieran alcanzado las rentas de todo el rei· no para adquirirlas de otro modo" (p. 37). En Fátima, cuando relata las luchas interna!! y externas de Mahmoud, Aschraf, Husein y Tahmasp con respecto a las ambiciones de éstos por el trono de Persia, Quiñones pone en boca de uno de los personajes que representa a la clase baja: .. Nuestro lote en la mor· tal contienda, será siempre el pago de tributo" (p. 10).
En resumen, concluimos que el tema persa está bien motivado en Quiñones. Aunque el hecho de haber tratado asuntos persas, asuntos exóticos en ambientes exóticos también, puede haber sido un obstáculo para que nuestro autor sea conocido como novelista; no creemos que en realidad le haya restado méritos. Aparte de que ese hecho está plenamente: justificado dentro del Romanticismo, como
ya hemos señalado, creemos que el mismo contri. buye a dar más originalidad a la obra novelística de Quiñones.
Ideología Aunque Quiñones es romántico en sus ideas literarias y liberal en su ideología política, es, sin eme bargo,. conservador respecto a las ideas filosóficas. ReaCCIona en contra del positivismo; está más apegado al espiritualismo de Goethe y Schiller. Su fe ~n la paternidad divina lo hace rechazar el materiahsmo, pero no las ciencias; acepta de ellas lo que debe aceptar. Pero siempre superpone la fe sobre la materia y sobre la razón. Quiñones nos recuerda al Calderón de la Barca de La vida es sueño. en la concepéión de que el hom· bre es un compuesto de hombre y fiera. Si el ser humano se deja dominar por la fiera, es malo, si ocurre lo contrario, es bueno. Todo depende del dominio propio. Este principio filosófico-moral está presente en su novela Kalila, en un diálogo entre el sabio Medgid y Nadir. Y es que Quiñones experi. menta en su personaje Nadir, la eterna lucha entre el espíritu y el mandato de los sentidos. En Nadir está presente "el bárbaro, la fiera, el déspota, el egoísta, pero también la parte más noble, en la cual venciendo el espíritu al bruto que le acompaña e~ su terrenal morada, se buscan goces más duraderos que los que proporcionan los sentidos". En Nadir está presente el hombre reformador, el héroe, el hombre de fe hecho para el progreso. Quiñones presenta la parte fiera del hombre y hasta comenta que no puede negar que en muchos puntos el hombre se asemeja al mono; sin embargo no concibe, como se tiende a interpretar errónea· mente la teona darwinista, que el hombre desciende del mono, ni de otro animal al cual se le parezca. y es que Quiñones cree en la paternidad divina... Francisco Mariano Quiñones era antiseparatista y antirrevolucionario. Aunque ataca duramente al gobierno español, es decir al gobierno conservador de la Isla, constituido por personas que se jactaban en decir que eran fieles súbditos de España, Qui· ñones nos deja ver en todo momento su gran simpatía por la Madre Patria, y en ningún momento favorece la separación radical y sí las reformas. Para él, ni Cuba ni Puerto Rico estaban prepa. radas en aquel momento para ser países libres. El, sí creía en el autonomismo, el cual veía como una necesidad... En su libro Historia de los partidos Reformista y Conservador reafirma su posición: y entiéndase que sólo me refiero a Puerto Rico
y a Cuba, donde nadie que tenga buen sentido se
le ocurre pensar seriamente qué habrfamos de
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ganar sustentado ideas de separatismo, porque si se me habla de regiones más vastas que tu· vieran elementos y vocación para constituirse en naciones libres e independientes, han de ser muchos los que tengan la aspiración por natural y 'legítima (... ) La. separación ni nos conviene, ni la queremos. (p. 33) El sangermeño no creía en la violencia; para él la revolución sólo convenía a los conservadores para desatar mayores persecuciones; por ello no estuvo de acuerdo con el Grito de Lares, que en definitiva alimentó el odio y el oprobio de parte de los incondicionales... Y no es que a Quiñones 10 disuadiera la desi~dad de las fuerzas para una revolución, sino que sinceramente favorecía la reforma social, económica y política por medios pacíficos. Para Qui· ñones, pues, la revolución de Lares dio al partido Conservador lo que le faltaba: "fuerza, cohesión, crédito y disciplina; organización per"fecta". En otras palabras fue contraproducente... Quiñones fue un autonomista ortodoxo como ya hemos indicado, lo cual defendió; e hizo propaganda explícita e implícitamente, no sólo en sus ensayos y artículos, sino en sus novelas.
Aspectos técnicos de sus novelas... Francisco Mariano Quiñones utiliza los "métodos de presentación" tradicionales en sus novelas. El "punto de vista" es siempre el del autor omnisciente (tercera persona), con un conocimiento total y absoluto de todo, incluso los sentimientos más intimas de los personajes. El autor adopta una actitud subjetiva comentando y anticipando a lo largo del relato. Esta actitud subjetiva quizás esté muy lejos de nuestra sensibilidad, pero hay que tener en cuenta que era muy común en la época que él escribió sus novelas. Esa actitud que consiste en la viva conversación del narrador omnisciente con el lector, sirviéndole de guía en el relato, y que quizás hoy día ha sido sustituido por el leimotiv debido a la extrema objetividad que adopta el narrador de hoy, está presente en las novelas de Juan Valera, Galdós y sobre todo en las novelas y cuentos de Pedro Antonio de Alarcón. De manera que aunque hoy dia nos parezca de mal gusto tal actitud subjetiva, quien sabe si entre pocos años vuelve a estar de moda. Algo análogo ha sucedido con la "estructura episódica" de la novela de caballería en las novelas de Vargas Llosa. Veamos un ejemplo de esa actitud subjetiva en la que Quiñones está en franca conversación con el lector: Quizás diga ya el lector que voy tardando demasiado en presentarle a ~a heroiDa principal de esta parte de mi historia a la interesante cauti·
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va por quien languidecfa Kerym, y por cuya libertad iban a conspirar Nadir y Tbamar en estrecha alianza... (Fdtima, p. 59) Vemos, pues, que no se trata del punto de vista de "primera persona", sino de un autor omnisciente que no toma parte en la acción de la obra, sino que narra en tercera persona. En Lo. Magofon!a dice:
Debemos ihterrrumpir por breves instantes el hilo de nuestra historia, ya tantas veces interrumpido, siendo ya tiempo de que nos ocupemos de otros personajes... (p. 19) Estos comentarios del autor, narrador omnisciente con actitud subjetiva en los cuales habla unas veces en singular y otras en plural de modestia no es común en la narrativa de hoy, pero como indicamos arriba era común en la época de Quiñones. Los métodos narrativos que más emplea Quiñones son el narrativo tradicional directo: panorámico, donde el autor se sitúa distante en el tiempo, y el espacio, y el cual combina con la técnica escénico-pictórica y escénico-dramática donde predomi. na el diálogo rápido, cortado. En la estructura o composición de los sucesos de la acción, Quiñones ya insinúa el contrapunto y sobre todo la estructura zizagueante en la cual retrocede después de haber avanzado en la narración. En cuanto al método escénico-pictórico, conviene señalar que Quiñones presenta una descripción, una pintura tipo inventario, por la abundancia de' detalles, característico en la novela romántica. A ve· ces estos pasajes descriptivos nos dan la impresión de que estamos frente a un poema en prosa. En el párrafo que sigue, compuesto por una sola oración gramatical, que a su vez está construida de frases yuxtapuestas asindéticamente, el autor nos da un re· trato cabal de la belleza física y del estado de ánimo de Ka1iIa: Bella sultana de ojos grandes y negros, con lar· gas pestañas, en el mirar ya lánguidos, ya radiosos; de boca dulce, entreabierta, con labios purpurinos, deliciosos; de nariz perfecta, rostro halagüeño y mejillas que a la más delicada rosa pudiera disputar la palma por la suavidad de sus colores: encantadora odalisca, en traje vaporoso de mañana, que busca el sueño, acariciando un recuerdo, recostada con elegante abandono en su diván, entre cojines de espléndido terciopelo color de grana; hada aún más hechicera de negras y arqueadas cejas, con frente ideal, modelada en el éter, donde se halta siempre alto el pensamiento, que se duerme al fin, rendido el cuerpo de fatiga; hada en pequeña corte soberana, con hermosas esclavas en torno de su lecho, que velaran su reposo; tal parecía Kalila en la deliciosa estancia
en que la dejara Saudji. cuando se retiró a cum· plir sus órdenes. (p. 180) Indudablemente, hay temple poético en la prosa de Quiñones, no sólo en sus novelas, sino en sus trabajos histórico-políticos y en su ensayo sobre la condesa Emilia Pardo Bazán; asimismo en los pasajes sobre la naturaleza y el paisaje en todos sus escritos... Además de la "almendra poética" de la prosa, Quiñones logra atrapar al lector en sus novelas por medio de la intriga, la acción complicada; sus novelas son, finalmente, espectaculares, fabulosas ...
Conclusiones Francisco Mariano Quiñones se inició como escritor en el género novelesco. el cual abandonó muy pronto. Luego escribió artículos periodísticos, y esporádicamente, algunos ensayos. Su dedicación activa a la vida pública le impidió. sin duda, dedicar más tiempo a la creación literaria. Las obras de Quiñones no han tenido la fortuna de otras obras clásicas de nuestra literatura: llegar hasta nosotros a través de ediciones sucesivas. No se puede afirmar que ese hecho se deba a que ca-
rezcan de mérito que justifiquen el reimprimirla, pues algunas de las que conocemos han recibido reconocimiento tardío por una u otra razón. En los estudios realizados en Puerto Rico sobre la novela y la literatura en general, apenas se menciona el nombre de Quiñones. Sin embargo, Enrique Anderson Imbert y Pedro Henríquez Ureña, lo sitúan entre los autores de novelas históricas en la América Hispánica. La obra de nuestro autor gira en tomo a dos temas principales: la política y la religión. En el desarrollo de ellos utiliza lo exótico y lo estético. Finalmente, pueden señalarse varios temas secundarios: la naturaIeza,la duda, el destino, el hombre en su estado natural, etc. En general, se trata de temas universales en la literatura, pero concebidos y expresados a la manera romántica; en un romanticismo depurado que linda ya con el pre-modernismo. En resumen, Francisco Mariano Quiñones fue un hombre muy leído y de amplia cultura; lector incansable de obras históricas, literarias, políticas y relativas a las artes plásticas. Nuestra franca exhortación es, pues, que entidades como la Editorial Universitaria o el Instituto de Cultura reediten no sólo las novelas de este autor, sino las obras completas. Amén...
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El más antiguo dibujo de un objeto arqueológico de Puerto Rico Por RICARDO E. ALEGRfA
AUNQUE LA ARQUEOLOGíA COMO CIENCIA ES UNA DISCI· plina relativamente joven -no fue hasta 1860 que los hallazgos arqueológicos del francés Boucher de Perthes, el padre de la arqueología cientffica, fueron aceptados como artefactos hechos por el hom· bre- los objetos de las culturas desaparecidas siempre han llamado la atención de los estudiosos y se han venido coleccionando desde la antigüedad. En Puerto Rico, como ya hemos demostrado (Alegria, 1974), la primera exposición pública de ob· jetos arqueológicos de nuestros indios se hizo en San Juan durante la Primera Feria-Exposición de 1854. Algunos meses después (noviembre de 1854), al crearse el Museo Militar, primer Museo en el país y tal vez en todas las Antillas, se volvieron a expc. ner en forma permanente piezas arqueológicas indígenas de las colecciones de Jorge Látimer, José Julián Acosta y otros coleccionistas del país. El primer dibujo de un objeto arqueológico puer· torriqueño I que hemos podido localizar es muy anterior a estas exposiciones. El mismo fue hecho ha· cia 1822-1823 por el joven naturalista francés Auguste Plée (1787-1825). Plée, quien a pesar de su juventud había publicado algunas obras 2 y se había distinguido como 1. En el Mapa de .L'lsle Espagnole...• por el Sr. D'Anvi· lIe hecho en 1731 y que ilustra la Histoire de L'/sIe Espagnole ou de S. Domingue... de Pierre Francois·Xavier de Charo levoix (Tomo 1, p. 61, París, 1730), hay tres dibujos de objetos arqueológicos de La Española; uno es un petroglifo grabado en un menhir de los que a veces aparecen en los bateyes indígenas, que tiene el titulo de .Figure trouvie dans une sepulture Indienne. y dos pequeños amuletos, uno de las tradicionales figuritas antropomorfas, en piedra con' las manos detrás de la cabeza y en cuclillas. Estos amuletos tie· nen una leyenda que dice: .Figures superstiusenses de Zemi ou Miabouya de jacon de anciens /nsulaires•. Son estos los dibujos de objetos arqueológicos más anti. guas, que hemos encontrado de la isla Española. 2. Auguste Plée, EJCotic plant collections in the Environs 01 Paris (1812·1814). Conversations 01 a father with his son on Botany and plant physiology (1812).
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botánico en Francia, viene a las Antillas francesas como corresponsal del Museo de Historia Natural de París, en 1820. Para febrero de 1821 estaba en Puerto Rico, recogiendo plantas, semillas y animales para el museo francés desde donde sale para los Es· tados Unidos y Canadá, regresando nuevamente a la Isla en 1822·23. En Puerto Rico, al igual que más tarde en Norte y Sur América, Plée no se ha de dedicar exclusiva· mente a la recolección de especímenes botánicos y zoológicos, sino que por su afición al dibujo ha de llenar tres cuadernos con vistas de escenas campes· tres, edificios, ruinas y pueblos de la Isla. En esta colección de dibujos, que hoy se encuentra en el Museo de Historia Natural de París hay SS vistas del Puerto Rico de 1821-1823.3 Entre ellas hay una de un objeto que llamó la atención de Plée y que no sabemos si también lo adquirió y envió a París" Se trata de un cerní o .. ídolo de tres puntas", forma características de los ídolos de los indios taínos de Puerto Rico. El cerní presenta, en su extremo delan· tero, una cabeza de tipo antropomorfo. En el extremo posterior, se observan las "ancas de rana" características de este tipo de ídolo. El cono o punta central es sencillo y no muestra ornamentación alguna. A la derecha del dibujo, hay otro más peque· ño que parece ser un croquis de la parte posterior del ídolo. En la parte inferior del dibujo Plée escribió: u Antiquite Caraibe, en pierre granitique". La 3. Deseamos agradecer a los doctores Arturo Morales Carrión y Thomas Matheus quienes nos llamaron la atención hacia fotos de estos dibujos de Plée que se conservan en la Biblioteca del Congreso, en Washington, y al señor Yves Laissus, archivero y bibliotecario del Musée National d'His· toire Naturelle de Parfs. quien en 1965 nos envió fotos de todos los dibujos puertorriqueños de Plée. En un próximo número de esta Revista reproduciremos algunos de los principales dibujos puertorriqueños de Plée. 4. Sabemos que desde las islas francesas envió al Museo de Historia Natural de Paris dos cráneos do indios.
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lámina, al contrario de muchas de las otras, no está numerada o por lo menos su número no se mani· fiesta en la fotografía. Es interesante observar que entre los dibujos que Plée hizo en Puerto Rico hay otro de la Cueva de Loíza ("Grotte de Loisa", a P. Rico; número 37) que parece ser la misma "Cueva de María la Cruz", donde en 1947 encontramos la más antigua evidencia, científicamente comprobada, de la presencÜl del hombre en Puerto Rico (Alegría et Al, 1964: 246-249). Plée también se interesó por las antiguas ruinas es· pañolas de ingenios de azúcar. Después de viajar por Estados Unidos, Canadá, Venezuela y las Antillas francesas, el joven naturalista murió en Martinica en el año 1825, a los 38 años de edad. Aunque sus dibujos y su correspondencia se han conservado en- el Museo de Historia Natural de Pa· rís" su diario y anotaciones de su estancia en América fue retirad,? del Museo hacia 1833 por un repre-
sentante de sus herederos y actualmente está perdido.
BIBLIOGRAFIA ALECRíA, Ricardo: -Los dibujos puertorriqueños del na· turalista francés Auguste Plée. Ms. "La primera exposición de piezas arqueológigiCa5 y el establecimiento del primer museo en Puerto Rico". Revista del Instituto de Cultura Puertorri· queña, número 64, 1974. ALEGRíA, Ricardo, H. B. NICHOLSON y GORDON R:. WÍUEY: "The Archaic Tradition in Puerto Rico". American Antiquity, Vol. 21, Núm. 21, págs. 113-121; Salt Lake City, 1955. Lussus, Yves: Personal -letter, abril, 1965. R.\YMOND, Mareel: Auguste Plée (1787-1825) et la Flore Americaine. Les botanistes francaís en Amerique du Nord avant 1850. París, 1957, págs. 193-201. ROUSE, Parke: "The American travels of a French botanist". Antiques, November, 1969, págs. 763-767.
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La reforma Iingüistica: Una obra inconclusa en el sistema escolar de Puerto Rico· Por ELADIO RODlÚGUEZ
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S UN HECHO DE CAIÚCTER HISTÓRICO, OUE POCO
después de la ocupación militar de Puerto Rico por los Estados Unidos en 1898, recobrada la serenidad luego de la confusión y el aturdimiento que produjo aquel violento acontecimiento, las fuerzas representativas de la puertorriqueñidad se reagruparon para oponer firme resistencia al proceso de asimilación política, económica y cultural abiertamente iniciado por el nuevo soberano. Tres cuartos de siglo han transcurrido desde entonces. Nadie podría negar que durante esos largos años, Puerto Rico ha realizado el milagro, no sólo de sobrevivir -que ya eso de por sí es mucho- sino de afirmarse en su personalidad nacional, de enriquecerla, de levantar con orgullo la bandera representativa de sus valores históricos y culturales, en fin, de decirle a la nueva metrópoli y al mundo entero, que ha rechazado la ruta que conducía a su disolución y se encamina resuelto a afirmar plenamente en la historia su personalidad colectiva. La prueba más rotunda de ello es que al presente, ninguna entidad política, cultural o social puertorriqueña aceptaría la subordinación de nuestro idioma al idioma de la metrópoli, subordinación que fue acatada durante los primeros cuarenta años del siglo, no sólo por las esferas del gobierno local, sino por destacadas personalidades, así como por diversas organizaciones culturales, cívicas y sociales. Esta es una realidad que debe complacer, no sólo a los puertorriqueños, sino a todo el mundo hispánico, así como a los hombres amantes de la justicia; el que a pesar de no tener poderes soberanos en el ámbito político, el Gobernador, la Asamblea Legis* Ponencia leída el 24 de enero de 1975 por el Presidente del Ateneo Puertorriqueño, licenciado Eladio Rodríguez Otero, ante el Congreso de la Lengua, la Cultura y la Educación, auspiciado por el Instituto de Lexicografía Hispanoameri· cana y la Universidad de Puerto Rico en el Recinto Univer· sitario de Mayagüez, Puerto Rico. 30
OTERO
1ativa y el Tribunal Supremo de Puerto Rico, hayan defendido y defiendan el derecho y la determinación del país a continuar siendo lo que por su historia y su naturaleza es: una nación hispanoamericana. La primera gran demostración que dimos, en la lucha por la conservación y enriquecimiento de nues· tra personalidad nacional, fue el rechazo de aquel absurdo sistema que imponía la enseñanza en inglés de todas las materias en la escuela pública. Rechazo que alcanzó trascendencia internacional en el verbo resonante de José de Diego y Pedro Albizu Campos. y que -después de una dura y larga batalla frente a poderosas fuerzas, tanto en Puerto Rico como en Washington- culminó en 1949 con la implantación de la enseñanza en el idioma nacional de Puerto Rico, por decreto administrativo del entonces Secretario de Instrucción Pública, doctor Mariano Vi· Ilaronga, decreto que ha permanecido inalterado hasta nuestros días. Han transcurrido veintiséis años, casi una generación, desde la reforma de 1949. Mucho se ha progresado desde entonces en la producción de libros de texto en español, así como en la traducción, principalmente del inglés, de numerosas obras necesarias para la buena marcha de nuestro sistema educativo. Pero a pesar de la reforma de 1949, hay todavía millares de escolares puertorriqueños que reci!Jen la educación en inglés en muchas escuelas privadas que se obstinan en impartir la enseñanza en dicho idioma. El problema tiene vastas repercusiones culturales. No se trata de cuatro o cinco liceos en donde los hijos de las personas de habla inglesa radicados temporeramente en Puerto Rico reciben la instrucción en esa lengua. Esto, naturalmente, sería muy razonable, pues no habríamos de negar a ellos, so pena de cometer una grave injusticia, el derecho que reclamamos para nuestros propios hijos. Se trata, por el contrario, de todo un sistema de
educación privada, cuya matrícula ascendía en 1974 a 99,765 alumnos, o sea, casi el 14 % del total de 713,166 escolares que en ese año recibían la enseñanza en las escuelas públicas de Puerto Rico. Un sistema escolar en el cual no es obligatoria -como lo es en las escuelas públicas desde 1949- la enseñanza en el idioma materno de Jos estucl1antes.. Con la especial circunstancia de que los alumnos que concurren a estos planteles educativos pertenecen a la alta clase media o a la clase rica, por lo cual inevitablemente ejercerán en el futuro una gran' influencia en nuestros asuntos políticos, económicos y culturales. Muchos pensarán --es lógico suponerlo- que si se hiciera obligatorio en el sistema escolar privado el empleo del correcto principio pedagógico de la enseñanza en español, la reforma de 1949 quedaría finalmente completada. Y que, naturalmente, sólo restaría, al igual que en todos los países del mundo, mejorar la calidad de la enseñanza para lograr el desarrollo integral de la personalidad del alumno y atender a las necesidades de la sociedad en que éste se desenvuelve. Es lamentable tener que afirmar que la anterior conclusión no sería válida, porque siempre subsistiría, tanto en la escuela pública como en la privada, una realidad pedagógica que constituye uno de los errores fundamentales de la educación en nuestro país, y causa principal de la mediatización que se refleja en el habla del puertorriqueño promedio. Bastará con escuchar la conversación de la generalidad de nuestros compatriotas para que nos percatemos de la pobreza de su vocabulario, de su tímida y vacilante expresión, de los muchos errores sintácticos en que incurren. El gran poeta y mentor Pedro Salinas, en su célebre discurso pronunciado en 1944, en ocasión de la cuadragésima colación de grados de la Universidad de Puerto Rico, nos decía: .. ¿No nos causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano, por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a trompicones, dándose golpazos, de impropiedad· en impropiedad, y sólo entrega al final una deforme semejanza de lo que hubiera querido decimos?" I Bastará con escuchar el habla de los españoles, colombianos, cubanos e hispanoamericanos en general, para advertir que poseen mayor fluidez, más rico vocabulario, más corrección sintáctica, más seguridad en la expresión que los puertorriqueños. Todos sabemos que cuando estos últimos participan en asambleas o reuniones con españoles e hispanoamericanos, los que más se destacan --en términos generales- por su capacidad para comunicar
1. Pedro Salinas, Aprecio y defensa del lenguaje, Ediciones La Torre, Universidad de Puerto Rico, 1964, p. 16.
oralmente con mayor claridad y efectividad sus ideas, no son precisamente los puertorriqueños. Por supuesto, lo anteriormente expresado no debe en forma alguna servir de base para que de ella surja una presunción de inferioridad de parte nuestra. No. El haber conservado nuestro idioma y cultura, nuestra personalidad nacional, en medio de las más adversas circunstancias históricas -no empece ciertas deformaciones y enquistes, resultado inevitable de 76 años de intenso proceso de transcul· turación- debe hacemos sentir orgullosos. Se trata de lo que con toda propiedad podem"" llamar, el triunfo de la resistencia puertorriqueña. Así lo ex· presamos ante el Primer Congreso de Lexicografía Hispanoamericana en la sesión celebrada en el Ateneo Puertorriqueño el 3 de diciembre de 1969: El idioma español es dos veces nuestro. Primero, por herencia. Segundo, porque no sólo lo hemos sabido defender y retener frente a violentos y persistentes ataques: 10 hemos enriquecido con nuestras aportaciones: literarias y lexicográficas. Es y seguirá siendo el idioma nacional de Puerto Rico como resultado, no del azar histórico, sino de la voluntad de lucha, de la decisión inquebrantable de este pueblo de no rendir jamás su más preciada posesión. Pero por más orgullosos que podamos estar los puertorriqueños ante el resultado positivo de tan· tas luchas y esfuerzos, no por eso debemos ignorar el hecho señalado anteriormente: los demás hispanoamericanos y los españoles .--en términos generales- poseen mayor dominio del idioma español, especialmente en su uso oral. Pues bien, intentemos encontrar la causa funda· mental de esta situación que indudablemente debe corregirse, para beneficio, no sólo de Puerto Rico, sino de toda la Hispanidad. Excluiremos de nuestro análisis el efecto que indudablemente tienen en el habla de los puertorriqueños, los factores de naturaleza extra-escolar, entre otros, la prensa, la radio y la televisión. La limitada extensión de esta ponencia no nos permite adentramos en la consideración del mal empleo d~l idioma en dichos medios de comunicación. Pero además, esta deficiencia es ciertamente, y en gran medida, un efecto del problema fundamental que procederemos a examinar ahora. ¿Cuál es el factor determinante de que los puertorriqueños no alcancen el grado de dominio de su idioma materno -particularmente en su aspecto oral- que es característico de españoles e hispanoamericanos? Antes de ofrecer la contestación a la pregunta, procederemos a situar en su adecuada perspectiva otras posibles causas del problema. En Puerto Rico, al igual que en España e Hispanoamérica se emplea el español como medio de enseñanza en todos los niveles educativos, con excepción de un sector de las escuelas privadas. Claro está, la anormalidad pe-
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dagógica de la enseñanza en inglés, vigente todavía en muchas escuelas privadas, en buena medida tiene que ser causa de la pobreza expresiva que hemos señalado. Igualmente ocurre con los libros de texto. Todavía no hemos llegado al punto en que los libros que se usan en la enseñanza en Puerto Rico -desde la elemental hasta la universitaria- sean todos es·" critos originalmente en español o traducidos correctamente a dicho idioma. Pero aunque no deben descartarse estos factores en el análisis del problema que es objeto de estas consideraciones, ninguno de ellos tiene, a nuestro juicio, la trascendencia del que vamos a señalar a continuación. Trataremos de demostrar brevemente que la causa fundamental de la señalada mediatización lingüística de los puertorriqueños, particularmente en el aspecto oral, es el hecho, de que tanto en la escuela pública como en la privada, todos los escolares vienen en contacto con un idioma que no es el materno, desde el momento mismo en que inician sus estudios primarios. Comencemos el análisis del problema formulándonos dos preguntas. Primera: ¿En qué otros países existe un sistema educativo en el cual se enseñe obligatoriamente un idioma extranjero desde el pri. mer año de escuela elemental? Contestación: En ninguno. Segunda: ¿ Es Puerto Rico la excepción por razones pedagógicas y culturales o por razones políticas? Si somos la excepción por razones de superioridad pedagógica y cultural, entonces sería deber moral nuestro comunicarle la buena nueva al resto del mundo para que nos imite; si por el contrario, somos la excepción por razones de inferioridad pedagógica o política, entonces sería nuestro deber moral y patriótico completar la reforma iniciada en 1949 para situar todo nuestro sistema escolar en concordancia con las normas educativas que rigen y han regido siempre en los demás países. Ante la segunda pregunta, si Puerto Rico es la excepción por razones pedagógicas o culturales, o si realmente se trata de una derivación de un régi. men de inferioridad política, prestemos atención a los que deben tener la palabra final en esta materia: los pedagogos. Dice Nicholas Murray· Butler, ilustre presidente que fue de la Universidád de Columbia, Nueva York, y una de las más notables autoridades en la ciencia educativa: "Si un niño de tierna edad tiene la des· gracia enorme de que se le facilite un poco (observemos que el doctor Butler dice "que se le facilite un poco", no que se le obligue, tal cual es el caso en Puerto Rico) el conocimiento de una lengua extranjera, a expensas, como es de rigor, de un mayor y mejor conocimiento de su lengua materna, y el chorro espontáneo y generoso de su nativa energía mental se encuentra devuelto hacia adentro, en lu· gar de seguir brotando naturalmente hacia afuera, el resultado probabilísimo es un caos intelectual,
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originador de daños incalculables que impedirá que en la vida mental del niño ocurran un millón de cosas buenas", (subrayado nuestro).:Z "El estudio de una segunda lengua" -dice el profesor Carlos Balby, de la Suiza francesa, "es estéril mientras no se haya removido en todas las direcciones la lengua maternal, como a un terreno nuevo; si, por el contrario, el alemán, el inglés, el latín o el griego, llegan a su hora, es decir, no llegan tempra· no, encontrarán el terreno admirablemente preparado, y por las muchas diferencias que los distinguen del idioma materno, invitan, incitan, e impulsan a un mejor conocimiento de éste".J El profesor Stanley Hall, de la Universidad de Clark, Estados Unidos, autoridad tan relevante como el doctor Butler en la materia, expresa 10 si· guiente: "Dejadme decir de paso, una vez más, que los niños deben vivir y desarrollarse solamente en la atmósfera de su lengua maternal, y en ella solamente pensar, si es que pretendemos influirle solio dez y profundidad en su espíritu, y unidad y firmeza en su carácter", (subrayado nuestro).4 La inteligencia, cuando se esgrime en defensa de la verdad, siempre se proyecta luminosa y rectilínea a través de los siglos. Hace dos mil años decía Plutarco: "Las personas que se asocien con el niño, deberán hablarle en lengua griega, porque si se le acostumbra a la conversación con gente de lengua bárbara, adquirirá del trato con ellos, manchas que nunca más se borrarán de su espíritu".! Hasta aquí las conclusiones que sobre el tema representan el pensamiento de las autoridades. No escapan a nuestro conocimiento recientes estudios realizados en los Estados Unidos y en el Canadá que parecen confligir con la tesis sostenida por Butler, Balby, Hall y tantos otros pedagogos, tesis que sigue teniendo aceptación y aplicación universal. Evidentemente las referidas investigaciones lingüísticas sólo tienen vigencia en lo referente a grupos o minorías nacionales, pero no al sistema educativo ge· neral de toda una nación.' Procede entonces que contestemos la segunda pregunta que antes nos formuláramos: Al exigir desde el primer grado la enseñanza de un idioma que no es el vernáculo de los estudiantes, ¿es Puerto Rico la excepción por razones pedagógicas o cultu·
2. Epifanio Fernández Vanga, El Idioma de Puerto- Rico y el idioma escolar de Puerto Rico, Editorial Cantero Fernández y Ca., Ine., San Juan, Puerto Rico, 1931, p. 78. 3. Op. cit., p. 97. 4. Op. cit., p. 98. 5. Ibid.
6. Me refiero a los estudios e investigaciones realizadas por Roberto Ladó, Wallace Lambert y Theodore Anderson sobre el aprendizaje simultáneo del vernáculo y una lengua extranjera, tanto en Canadá como en los Estados Unidos. Véase al efecto la Revista Internacional de Educación, primavera de 1962, pp. 11 a la 33.
rales o lo es por imperativo poiítico? Nos parece que tanto Butler, Balby y Hall han respondido claramente que las razones no son de carácter pedagógico: se trata pura y llanamente de una anormalidad originada por un hecho político. Está pues en orden que nos planteemos una tercera pregunta: Si por razones educativas y culturales -y para beneficio tanto del aprendizaje de su idioma materno como de cualquier otra lengua- no debemos poner en contacto a los escolares a muy temprana edad con ningún otro idioma que no sea el suyo ¿cuándo, a qué edad debe iniciarse a los puertorriqueños en el aprendizaje del inglés? El doctor Pedro A. Cebollero, decano por muchos años de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico, propuso en 1945 que la enseñanza de dicho idioma comenzara en el cuarto grado de primaria.7 Ya desde 1926, el ilustre escritor, licenciado Epifanio Femández Vanga, quien luego formó parte del Consejo de Educación Superior, nos decía: "Para aprender inglés debemos conocer antes suficientemente nuestro idioma. ¿Cuándo es que, como promedio, nuestras generaciones tienen las nociones bastantes o el conocimiento suficiente de nuestro idioma nativo para emprender el estudio de una lengua extranjera? Decididamente, y hablando en términos pedagógicos -concluía Femández Vanga- después que han terminado toda la instrucción elemental" .1 Y el doctor Angel Quintero Alfara, ex secretario de Instrución Pública de Puerto Rico, ha manifestado recientemente que "el inglés obligatorio en los primeros años es contraproducente".9 Como hemos visto, el único punto respecto al cual difieren los entendidos en el tema es en cuanto a la edad en que debe el estudiante iniciarse en el estudio de 'una lengua extranjera sin que se le difi· culte su aprendizaje ni sufra daño su idioma materno. Pero no hay la menor discrepancia en que el estudio no debe comenzar durante los primeros años de la vida escolar. Hasta aquí los expertos en la materia. Podríamos continuar agregando testimonios de los más capacitados de ellos en todo el mundo, corroborativos de las mismas conclusiones que hemos citado. Nos parece, sin embargo, que ha quedado claramente demostrado, que en este campo, como en tantos otros, nuestro país es la excepción a la regla. Preguntamos: "¿Cómo es posible que en la avanzada etapa en que se encuentra en el mundo entero el proceso de descolonización, todavía se insista en que Puerto Rico continúe siendo la excepción a la regla?". 7. Pedro A. Cebollero, La Politica Lingüistico-Escolar de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico, p. 130. 8. Epifanío Fernández Vanga, op. cit., pp. 102-103. 9. Diario El Nuevo Día, San Juan, Puerto Rico, 4 de ene. ro de 1975, p. S·8.
No hay razón de orden alguno que justifique el que prolonguemos en el ámbito educativo, lo que a todas luces es gravemente lesivo para nuestro pueblo. Lo que obviamente es el resultado de una intolerable imposición, contraria a las normas de enseñanza mundialmente reconocidas. Hasta que no resolvamos este problema, la generalidad de los puertorriqueños continuarán exhibiendo su evidente vacilación expresiva. El día en que los idiomas extranjeros se enseñen en Puerto Rico siguiéndose las normas pedagógicas fundamentales que en esta materia se aplican en los demás países del mundo, de seguro que empezaremos a observar en nuestros compatriotas un mejor dominio, no sólo de su idioma nacional, sino también del inglés, o de cualquier otro idioma. No quiero afirmar con esto, que la aplicación de dichas normas, a manera de fórmula mágica, resol· vería todos los problemas de nuestro sistema pe· dagógico. Por supuesto que no. Pero si lográramos alcanzar la meta propuesta, habríamos eliminado un obstáculo cuya presencia impide realizar el mejoramiento de la edu'cación puertorriqueña. Y no se aduzca que esta proposición es objetable, por el hecho de que hay millares de puertorriqueños que antes de finalizar su educación primaria emigran hacia Estados Unidos en busca de trabajo. Aparte de que el sistema educativo de una nación no puede estar supeditado, en sus objetivos fundamentales, a los problemas de ningún sector en particular, lo cierto es que las necesidades de los emigrantes podrían satisfacerse mediante la enseñanza de cursos intensivos de inglés, preparados para atender a sus especiales urgencias. Con seguridad que en esta forma estarían en mejor situación para emigrar a los Estados Unidos, en cuanto al conocimiento del idioma inglés se refiere, que si hubiesen de valerse de los cursos regulares que de dicha lengua se imparten actualmente en los prime. ros grados de las escuelas públicas de Puerto Rico. Anteriormente expresé el orgullo que debemos sentir todos los puertorriqueños por el triunfo ob· tenido en 1949 al implantarse en la escuela pública la enseñanza en nuestro idioma. Pero, como indiqué antes, el hecho de que reconozcamos lo mucho que representó y representa aquel triunfo, no nos debe hacer olvidar que en esta materia sólo estamos a mitad de camino. El sistema educativo de Puerto Rico debe colocarse a la altura del desarrollo ascendente que ha tenido y tiene el país en su ruta hacia la total afirmación de su personalidad como pueblo hispanoamericano. Y la verdad es que no lo situaremos a esa altura hasta que nuestra escuela sea plenamente puertorriqueña. Lo cual no podrá lograrse mientras, entre otras cosas, no hagamos posible para nuestros compatriotas, el mejor dominio posible de su propio idioma.
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Adagio· Por QLGA N o tU
Lento, muy lentamente, al ritmo de semilla que despierta,
mi corazón se expande abriendo espacios hasta envolver la curva del planeta. El intimo latido de la materia gennina desde la nuez del todo y mi razón de furia es ya la voluntad de recobrar lo que he entregado al sueño. Lento, muy lentamente, me deslizo extendida abriéndome al azar y al mando del timón, materia en fuga. Por las venas del tiempo corre mi voz, cantando se disuelve y absorbe partículas sin rostro, agujas huecas, TÍos de humo y túneles de barro. Regresa luego lento, muy lento, despacito, entre susurros de bambúas, para reverdecer el hondo surco de mi frente.
• (Del libro inédito El ojo de la tormenta. 1975).
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Acercamiento a Don Diego de Torres Vargas Por MANUEL ALVAREZ NAZARIO
L A FIGURA
ILUSTRE DE DON DIEGO DE TORRES VARGAS afirma su presencia, en las páginas de nuestra historia eclesiástica y literaria, en diversos momen· tos a lo largo del segundo tercio del siglo XVII. Naci· do en San Juan de Puerto Rico, en 1615, era hijo, se· gún él mismo escribirá, del capitán Don García de Torres, "natural de la villa de Vélez en la Mancha" (acaso la Villa de Vélez Blanco, municipio localizado en el territorio septentrional de la provincia de Al· mería), "soldado de grande opinión en Flandes" -agrega el hijo-, que en Puerto Rico hubo de se· ñalarse, en su condición de Sargento mayor de la Plaza fuerte, entre los defensores de la Capital contra el ataque de los holandeses, en 1625, en una de cuyas acciones guerreras "fue herido en el pecho de una bala de mosquete y a pocos días murió de la herida") La madre fue probablemente de cuna criolla, y este hecho, junto a las dotes ejemplares cíe mujer sufrida y abnegada que pudo apreciar sin duo
1. V. D. de Torres Vargas, .Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, y de su vecindad y poblaciones, presi· dio, gobernadores y obispos; frutos y minerales.., copiada del códice titulado .Iglesia de Indias.., que se encontraba en 1851 en la biblioteca de Don Domingo del Monte, Madrid, en Biblioteca histórica de Puerto Rico que contiene varios documentos de los siglos XV, XVI, XVII Y XVIII coordina· dos y anotados por Alejandro Tapia y Rivera, 2." ed., San Juan de P. R., 1945, p.483. Se deberá al historiador Cayetano ColI y Toste la primera noticia biográfica que se escribe en el pafs sobre el personaje que nos ocupa, titulada .EI canónigo Torres Vargas.., y recogida, como parte de la serie de .Puertorriqueños ilustres.., en el Boletin Histórico de Puerto Rico, San Juan, 1916, III, pp. 153-154. En tiempos más recientes se han ocupado también de la biograffa de Torres Vargas otros escritores puertorriqueños: Josefina Rivera de Alvarez, Diccionario de literatllra puertorriqueña, [Rfo Pie. dras), 1955, p. 477; 2." ed. rey. y ampliada, San Juan de P. R., 1974, tomo 2 (volumen II), pp. 1553-1555, y asimismo, de esta autora, el artfculo titulado .Notas de literatura puertorri· queña. Diego de Torres Vargas, cronista puertorriqueño del XVI!», Atenea, Mayagüez, P. R., 1965, n, números 3-4, pp. 9·12; Y Cesáreo Rosa.Nieves y Esther M. Melón, Biograflas puertorriqueñas,' perfil histórico de un pueblo, Sharon, Conn., 1970, pp. 419-420.
da en su progenitora -viuda desde que Don Diego tenía diez años de edad, y madre además de otros dos hijos, mayores que Don Diego, también, como su padre, soldados en el presidio militar capitalino, los capitanes Don García y Don Alonso de Torres (quienes habrían de morir en edad muy joven, a los 33 y 26 años, respectivamente), así como de dos hijas-, parecen operar en la base de la alta y afee·
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tuosa opinión que merecen a Torres Vargas las hijas del país, expuesta años después en uno de los pliegos de su célebre memoria descriptiva sobre la isla de Puerto Rico: "Las mujeres son las más hermosas de todas las Indias -escribirá por entonces-, honestas, virtuosas y muy trabajadoras y de tan lino do juicio, que los Gobernadores Don Enrique y Don Iñigo, decían, que todos los hombres prudentes se habían de venir a casar a Puerto Rico, y era su oro dinario decir, "para casarse, en Puerto RicO".2 Luego de cursar en San Juan las enseñanzas primarias que por aquellos tiempos podían estar al alcance de la niñez de edad escolar (así, por ejemplo, las lecciones de gramática que se impartían en la Catedral y en el Hospital de San Ildefonso, amparadas en rentas y donativos previstos para tales propósitos por ciudadanos ricos como Antón Lucas y Francisco Ruiz),l el adolescente Torres Vargas, tal vez protegido a la par por el obispado -en reconocimiento de aptitudes intelectuales sobresalientes, casadas a una evidente vocación eclesiástica manifiesta desde época temprana en su vida- y por la capitanía general y gobierno superior de la colonia -en virtud de la relevante carrera militar de su fe· necido padre y de sus hermanos mayores-, encono trará los medios para trasladarse a España a los fines de proseguir estudios universitarios y de formación sacerdotal en la ya cuatro veces centenaria Universidad de Salamanca. Del paso de nuestro como patriota por las aulas de aquel famoso centro de enseñanza superior queda una importante documentación en el "Libro de exámenes mayores de Gramática 'para Ciencia" (1631.1649) que se guarda en el archivo de la institución, en cuyos folios correspon· dientes al año de 1635, cuando Torres Vargas completaba tal vez la etapa inicial de los estudios del antiguo bachillerato universitario español, figura una entrada que nos ofrece, junto con otras noti· cias de interés académico, un rápido y sintético re· trato en prosa del joven estudiante puertorriqueño: Don Diego de Torres y Vargas, natural de Puerto Rico, de 20 años, moreno y menudo de rostro, nariz afilada. Pasa a Cánones en 13 de agosto. Uno de sus testigos es el ·licenciado Calzas.'
2. V. D. de Torres Vargas. op. cit., pp. 484, 488.
3. V. C. CoIl y Toste, Historia de la instrucción pública en Puerto Rico hasta el año de 1898, San Juan, 1910. p. 13. 4. V. M. Garc[a Blanco, .América y Filipinas en Sala· manca (Siglo XVII), IIb, Mundo Hispdnico, Madrid, 1953, mí· mero 64, pp. 10, 58. Recoge también el referido .Ubro de exámenes., según García Blanco, la presencia de otro puer· torriqueño que acompañaba a Torres Vargas en Salamanca en aquel año de 1635, Don Francisco Mariño, de 21 años. Este Mariño, a su vez, servirá de testigo, junto con el dominicano Francisco Maldonado Patiño, a otro hijo de nuestra isla que aparece como el único americano que se somete al examen mayor en 1640, Don Bernardino Mógica y Buytrón. de 18 años. Después, no será hasta 1646, ya de regreso
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Es precisamente, sobre la base de esta información, que podemos hoy establecer sin lugar a dudas el año de 1615 como el del natalicio de Torres Vargas, dato que no constaba en ninguna otra de las fuentes biográficas de nuestro personaje.' En la Universidad de Salamanca el distinguido puertorriqueño del XVII cuyo rumbo de vida segui. mos habría de cursar luego estudios de Derecho canónico y de Teología dogmática, de acuerdo con Coll y Toste,6 y alcanzaría, quizás hacia 1639, el grado de bachiller en Cánones, título éste que, a tono con el uso de l~ época, se le acordaría en el trato -"el bachiller Torres Vargas"- y que él mismo antepone a su nombre, junto con el tratamiento de Don a que tenía derecho por condición de hidalguía en su familia, en la firma con que suscribe la carta de 1662 que más adelante citaremos: "Br. Don Diego de Torres y Vargas".' Ordenado además como presbítero, regresará a Puerto Rico, donde su pre· sencia habrá de hacerse necesaria, tras lo que parece haber sido la muerte de su madre, como guardián de sus hermanas. No pudiendo aceptar por en· tonces, debido a la razón de familia que se deja ex· presada, otros empleos eclesiásticos que su preparación y valimiento le deparaban fuera de la Isla, consigue que se le proponga para ocupar una canon· Torres Vargas en Puerto Rico, cuando aparecen otros dos puertorriqueños que logran pasar a Cánones tras sus exá· menes mayores: Don Pedro Menéndez de Valdés, de 20 años, y Don Baltasar Méndez, de 22 años. Los puertorriqueños que cursan estudios en Salamanca por estos años de 1631 a 1649 suman un total de cinco, numero igual al de los cuba· nos y superior al de los dominicanos (tres), y nada desveno tajoso, dada la pequeñez territorial y menor importancia de Puerto Rico en el mapa colonial del imperio español de Indias, en el conjunto de los estudiantes hispanoamericanos, en cuyo agregado integraban el mayor contingente de un solo origen unos doce peruanos de Lima. S. F. C. Sáinz de Robles, en su Ensayo de un Diccionario de la literalllra, tomo 1: Términos, conceptos, .ismos. Ulerarios, 2.' ed., Madrid, 1954, en el inicio del artículo correspondiente a la literatura puertorriqueña, p. 1002, informa para Torres Vargas los años límites de vida de 1590-J649, datos erróneos que habrán de repetir tras él otros de los modernos biógrafos del escritor que nos ocupa. La documentación salmantina que citamos permite deducir correc· tamente el año natalicio de nuestro cronista, que es el de 1615, y, por otra parte, la carta firmada de su puño y letra, a la cual haremos referencia más adelante en el presente tra· bajo, fechada en 1662 obliga a descartar el año de 1649 que indica Sáinz de Robles como el del fallecimiento de Torres Vargas. 6. V. C. Coll y Toste, .El canónigo Torres Vargas., p. 154. 7. El solo título de bachiller que el propio Torres Vargas antepone a su nombre en su firma oficial hace pensar que no poseyó nuestro compatriota el grado siguiente de licenciado que se le atribuye a continuación del Utulo de su .Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico» en la Biblioteca histórica de Puerto Rico, publicada en Mayagüez en 1854 por iniciativa de Alejandro Tapia y Rivera (V. p. 457 de este libro). También se consigna dicho titulo de licen. ciado al comienzo de la reproducción de la citada «Descripción. que aparece en el BHPR, San Juan, 1917, IV, p. 257, pero, por otro lado, no dice Coll y Toste en su biografía de Torres Vargas que hubiera éste alcanzado tal grado académico.
jía catedralicia en nuestra ciudad capital, recomendado para dicha prebenda como "uno de los sujetos, naturales de Puerto Rico más beneméritos".' Años más adelante comentará resignadamente el canónigo Torres Vargas la poca ventura que en la vida les cupo a los tres hijos del capitán Don García de Torres: así a sus hermanos mayores, fallecidos en pIe· na juventud, como a él, a quien le fuera forzoso dejar -dice- "los mayores puestos que Su Majes. tad le hiciera merced en ot¡;as partes, por el remedio de dos hermanas solas y desamparadas", para tener que contentarse --continúa- "con una ca· nonjía de esta Catedral, del más limitado estipendio que hay en las Indias".' Su suerte, sin embargo, no fue todo 10 adversa que a él personalmente le pare· ció, pues llamado a servir el cargo de secretario del Obispo de Puerto Rico (cuya diócesis comprendía también otros territorios insulares y continentales en la región del mar Caribe: las islas de San Martín, Margarita y Trinidad y las provincias, hoy venezolanas, de Curnaná y Guayana), habría de perfilarse en sus días Torres Vargas como la más importante figura, después del obispo, en el ámbito eclesiástico del país, a quien le correspondería servir en tres ocasiones como gobernador de la sede episcopal vacante: en 1648, tras la muerte del obispo Fray Damián López de Haro, y hasta 1650, cuando se hizo cargo de la mitra portorricense Fray Fernando Lobo del Castillo; otra vez en 1651, cuando toma posesión del obispado a nombre del mexicano Fray Francisco Naranjo, quien a lo largo de su pontificado nominal nunca llegó a pisar el suelo de Puerto Rico, muriendo en su país, por lo que la gobernación eclesiástica de Torres Vargas hubo de extenderse hasta 1659, año cuando toma posesión de la sede un nuevo gobernador a nombre del obispo designado Don Francisco Arnaldi Isasi, a cuya muerte, acaecida en 1661, tendrá nuevamente Torres Vargas en sus manos el gobierno de la diócesis vacante, esta vez hasta la llegada en 1663 del obispo siguiente, Fray Benito de Ribas. En suma total, rigió Don Diego de Torres Vargas el obispado de Puerto Rico por espacio de unos doce años, quizás el primer puertorriqueño que mereció en el tiempo, reiteradamente, tal honor y confianza. En 1644, por la época cuando se iniciaba Don Die· go como secretario del obispado, parece haber te· nido acceso, en virtud de tal cargo, a la lectura de la carta·relación que el nuevo pastor de la diócesis, el toledano Fray Damián López de Haro, enviaba en aquel año a Juan Díaz de la Calle, oficial de la secretaría de la Nueva España en el Consejo de Indias, en Madrid, contándole sobre su arribo a Puerto Rico y su adaptación al nuevo medio de su ministerio episcopal. Dicha misiva, rezumante de la desi8. V. C. Coll y Toste, .El canónigo Torres Vargas., p. 154. 9. V. D. de Torres Vargas, op. cit., p. 484.
lusión poco disimulada que producía en el ánimo del obispo el modesto y limitado cuadro de la vida capitalina y puertorriqueña de entonces, aparece sembrada de cierta injusta aspereza y de un defini· do tono de crítica, rayana por momentos en la burla, en cuanto a los juicios e impresiones que formula el prelado sobre la ciudad, el país y los habitan· tes de la Isla en general, todo lo cual habría de dolerle en la carne viva al puertorriqueño de alma tierna y sensible que parece haber sido Torres Vargas. Imposibilitado por la disciplina eclesiástica de contradecir a su superior, o ni tan siquiera de pedirle cuentas, encontrará pronto sin embargo nuestro compatriota la oportunidad de revisar las opiniones e impresiones de Fray Damián sobre Puerto Rico y los puertorriqueños a través de una "Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, y de su vecindad y poblaciones, presidio, gobernadores y obispos; frutos y minerales" que aparentemente le solicitara desde la Península, en 1647, el cronista maestro Gil González Dávila, interesado en reunir materiales de documentación para la obra en varios volúmenes que habría de publicar en Madrid, a partir de 1649, bajo el epígrafe de Teatro eclesidstico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, y en cuyo tomo primero la sección titulada "Teatro eclesiástico de la Santa Iglesia de San Juan de Puerto Rico y vidas de sus obispos" se fundamenta en los informes recibidos de nuestro escritor. La memoria descriptiva del país Que envía Torres Vargas a González Dávila no se contraerá en exclusiva a la contribución de informes sobre el orden eclesiástico insular, sino que en un sentido más lato habrá de ofrecerle al cronista español un cuadro completo, trazado con rasgos de evidente entusiasmo, amor y orgullo patrio, de lo que era la realidad total de la Isla en los varios aspectos de su geografía y naturaleza, productos de la tierra, minerales, la historia de su colonización hasta aquel momento, sus gentes, su constitución civil, eclesiástica y militar, los hijos ilustres nacidos en este suelo}O Después de la llamada Memoria de Melgarejo, que suscriben conjuntamente en 1582 el presbítero Juan Ponce de León Troche, nieto del conquistador de Puerto Rico, y el bachiller Antonio de Santa Clara, corresponde continuar en el país a esta "Descrip10. Diversos escritores -historiadores, estudiosos de la literatura, filólogos- han enjuiciado en distintos momentos el contenido de esta relación de Torres Vargas, analizándola en cuanto al fondo de la información que recoge y señalando sus méritos y cualidades como obra de recopilación documental y como pieza de expresión en el terreno de las letras: véase C. Coll y Toste••El canónigo Torres Vargas., pp. 153-154; l. Gutiérrez del Arroyo, Historiograffa puertorriqueña. Desde la Memoria Melgarejo (l58ZJ hasta el Boletln Histórico (1914-27J. San Juan, 1957. pp. 7·9; T. Navarro, El español en Puerto Rico; contribución a la geografÚl lingüfstica hispanoamericana, Río Piedras, 1948, pp. 32·33; J. Rivera de Alvarez, Historia de la literatura puertorriqueña, Santurce, 1969, l. pp. 15-16.
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ción" de Torres Vargas, como obra puertorriqueña, el estudio de nuestras esencias e ingredientes de pueblo hispanoamericano en formación. Con el cronista isleño del XVII cuya vida y ejecutorias nos ocupan, la imagen de la tierra natal se proyecta en términos de emotiva y exaltada pintura, permitiendo al lector de hoy día comprobar cómo ya por entonces había despertado y echado raíces en el medio colonial de la Isla un indudable sentimiento de identificación con el caudal de sustancias y valores que daban la medida de lo regional privativo criollo dentro del marco de la conciencia cultural española común a ambos mundos europeo y americano. Isa· bel Gutiérrez del Arroyo ha señalado por esta dirección cómo en efecto el documento sobre el cual tratamos alcanza una gran significación insular nuestra al constituirse, por las razones que se indican, en "la primera manifestación de que tengamos noti· cias de regionalismo, de criollismo o puertomqueñismo". A través de las palabras de Torres Vargas, agrega la historiadora citada, se hace patente cómo en el ambiente antillano de Puerto Rico ha logrado arraigar y sobrevivir, no empece los rigores y tribulaciones que se han presentado continuamente en el proceso histórico de nuestro desenvolvimiento colonial hasta entonces, un conglomerado humano capaz de descargar de generación en generación el cúmulo espiritual de tradiciones, de experiencias comunes -pequeños logros, fatales reveses- que forman la trabazón sutil, pero fuerte que es el alma de un pueblo".u Del apasionado fervor regionalista del canónigo se desgranarán hiperbólicos comentarios y opiniones respecto de las cosas todas de su patria: su naturaleza y paisaje, los recursos del suelo, la vegetación, el clima, sus gentes. Gracias a este cronista cuenta la historiografía puertorriqueña con una valiosa fuente informativa de nuestro pasado, en especial, según lo destaca Isa· bel Gutiérrez del Arroyo, a propósito de "la cuarta y quinta décadas del Diecisiete, y en particular, aunque no exclusivamente, para la historia de la vida religiosa en nuestra Isla: fundación de conventos, esfuerzos por continuar la fábrica de la Catedral, ero mitas existentes: detalles de interés sobre arte, tradiciones y festividades religiosas". Lega además Torres Vargas una nómina de puertorriqueños distinguidos que en el período de veinte años anterior al momento de composición de su memoria habian me· recido ocupar magistraturas y dignidades en diver· sos puntos de España y de su imperio colonial en Indias y Filipinas.u En sus funciones de cronista, se revela en general nuestro escritor, dice Coll y Toste, como "hombre de sólidos conocimientos y de buen tacto y discreción al anotar los sucesos, procurando, ti
11. V. I. Gutiérrez del Arroyo, op. cit., pp. 7, 8. 12. ¡bid., pp. 8-9.
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a la vez que hacía amena la lectura, ajustarse con fidelidad y sano criterio a lo que narraba".u La prosa de este autor manifiesta, a tono con el signo estético de los tiempos cuando le correspondió vivir, la adaptación de influjos de forma y estilo derivados de los escritores españoles del barroco: descripciones de sentido hiperbólico, profusión oro namental en el manejo del léxico, uso de figuras retóricas de complejidad externa y de agudeza e ingenio ideológico, repetidas citas cultas, algunas en latín, dirigidas a comunicar un efecto de erudición clásica. 14 Tiene particular resalte en el contexto de dicho manejo de ia lengua la expresión de lo paisajista puertorriqueña -que en la historia de las letras del país logra aquí sus inicios-, y así dice el canónigo capitalino que "el clima es una perpetua primavera", "la vista es variadísi,ma de valles y aro boledas", "las frutas, dulces y sabrosas", y de la bahía de Aguada, punto "donde hacen agua y toman refresco las flotas de Nueva España y algunas veces galeones", declara que es un paraje "tan ameno y lleno de muchas arboledas y árboles frutales, ... que los navegantes le alaban diciendo que no han visto cosa más deleitable en el mundo, que la naturaleza echó allí el resto". Aparte de la "Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico" se conoce también, de la pluma de Don Diego de Torres Vargas, una de las cartas que hubo de cursar en el desempeño de sus funciones como gobernador eclesiástico del obispado, conser· vado hoy dicho documento en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, de Madrid. Dirigida esta comunicación, con fecha del 16 de mayo de 1662, a Don Juan Marroquín de Montehermoso, por lo que parece, gobernador y capitán general de la Nueva Granada, a cuya autoridad militar y civil quedaban sometidos por entonces los territorios vene· zolanos que formaban parte de la diócesis de Puerto Rico, se manifiesta a través de su contenido una naturaleza de varón justo, discreto y diligente en el descargo de las obligaciones que le imponía el elevado puesto que ocupaba, de ánimo inclinado a la conmiseración de quienes tienen que someterse a las exigencias y rigores de las leyes, y si bien firme, y seguro en sus decisiones y juicios de administrador, quitado, por otra parte, en su llana y modesta esencia personal, de todo asomo de soberbia o de engreimiento derivado del ejercicio del po~er. Copiamos a continuación dicha misiva: Señor Gov: y Cap." Gen.· D. Juan Marroquín de Montehennoso. De particular gusto ha sido su carta de V. md. por la salud que me avisa cosa que sea por los 13. V. c. con y Toste, op. cit., p. 16. 14. Véanse T. Navarro, op. cit., p. 33; 1. Rivera de AIvarez, op. cit., p. 16.
años que deseo. La mía es [ilegible] gracias a Dios después de ayer padecido algunos achaques y siempre deseare emplealla en el servicio de V. md. Reconociendo las muchas honrras que me hace [ilegible]. Continuando por mis cartas el mereserselas que han sido tantos los embarasos conque me he hallado despues que muria el Sr. Obpo. que apenas para escrivir a ~os vicarios he tenido lugar. Concurriendo aun mismo impo [sic] juntos diversos despachos. Enmedio de los muchos embarasos de residencias y pesquisas que ha avido y ay que sin tener parte en [ilegible] me aflijen y embarasan como si yo fuera de los pesquisados o residenciados. = En lo que toca al padre de la. Compañia se ha firmado el aviso que Vmd. me ha dado y se escrive al padre Vicario Juan de Rivas no pennita se usse de tales dispen· sasiones pues Su Santidad cOD~ederia esa facultad al otro Padre para usar della en las islas pobladas de franseses y quando fuera general no vinien40 pasada por el RI. Consejo de las Indias no se deve dexar usar de ellas y lo mismo se escrive a todos los demas vicarios y al de Guaiana para que lo de a entender así a otro padre y que procure desengañar a los vecinos de aquella Ciu.· de todo lo referido para que asiguren sus consien· sias Dios g"". la persona de Vmd. como quede y deseo ocupando los maiores puestos que merece. Puerto Rico y mayo 16 de 1662 años. De Vmd. capellan Q. S. M. B. [Finnado] Br. Don Diego de Torres y Vargas. bu~a
La prosa de la carta citada responde a maneras de decir características o cercanas de la lengua ha~ blada de sello coloquial, en combinación aquí y allá, a través de su texto, con algunas expresiones más propias del lenguaje consagrado en el uso epistolar. Por comparación con el empleo prosístico general que se advierte en la "Descripción" de 1647, el de esta comunicación de 1.662 se revela menos cuidado, y, por ende, más espontáneo, a todas luces realizado sobre la marcha, en medio del tráfago cotidiano de 'los múltiples deberes de Torres Vargas como funcionario administrador de la diócesis (él mismo declara en uno de los pasajes de la epístola "que han sido tantos los embarasos conque me he hallado despues que murio el Sr. Obpo. que apenas para escrivir a los vicarios he tenido lugar"), aparentemente sin la ventaja de un borrador previo que hubiera permitido pulir la manifestación escrita primera. Por otro lado, esta carta manuscrita del puño y letra del propio Don Diego, de autenticidad paleográfica indudable, deja observar determinados usos ortográficos que hacen posible hoy día formarnos idea de ciertos rasgos de la pronunciación del canónigo, que sería muy seguramente también la de sus coterráneos puertorriqueños de entonces en su mismo nivel sociolingüístico. ls Así, por ejemplo, grafías
15. La .Descripción» de 1647. que nos llega hasta el presenle en Puerto Rico a través de dos copias manuscritas posteriores a su composición. no permite ningún estudio filológico válido sobre aspectos de pronunciación. debido principalmente a las posibles correcciones ortográficas. volunta·
como mereserselas, embarasos, embarasan, dispensasiones, Iranseses, consiensias son índices de seseo (pronunciación ya conocida en Andalucía, Canarias e Indias desde laS épocas tempranas de la colonización de las Antillas en el siglo XVI),16 el cual rasgo fonético se cumpliría también sin duda en otras palabras en las cuales Torres Vargas escribe c a tono con la norma de corrección ortográfica que se impondría en definitiva -gracias, padecido, servicio, reconociendo, residencias, vecinos, un merece que alterna con el mereserselas antes citado-, y aun con la vieja ~ medieval, en el único caso de con~ederia. De otra parte, la diferencia ortográfica que cumple el canónigo respecto de 11, y. en vocablos como entplea1la, hallado, della, ellas, aquella, capellán, de una parte, y mayo, maiores, Guaiana, de otra, hace pensar que el yeísmo no parecía haber arraigado aun en el medioambiente culto de Puerto Rico en el cual se movía Torres Vargas (la confusión entre 11 y Y se registra ya esporádicamente en España desde antes de mediar el XVI, y un poco más tarde en Indias: en Puebla (Nueva España), en 1581, yen Lima (Perú), hacia 1680-1691).17 En otros casos como allijen, general, consejo, dexar, los grafemas de j, g, x, confundidos en España después de la Edad Media en una pronunciación palatal de S, quizás corresponderían ya en la carta que estudiamos a ·Ia realización de h aspirada, distinta a la j velar castellana, que ha llegado hasta nuestros días en el país (conocida en Andalucía desde los finales del XVI e inicios del XVII).'I En escrive, deve, vicarios, vecinos, etc., la pronunciación de v sería probablemente bilabial, según era norma en Castilla desde antes de finalizar el siglo XVI.'9 Otras peculiaridades lingüísticas que aparecen en el documento bajo consideración --como las formas conjugadas asiguren, con vocalismo medieval que en España pervive a lo largo del XVI y aun penetra en el XVII, y emplealla, ilustrativa de la palatalización del grupo -rl- en la composición de infinitivo y pronombre enclítico, decadente en Castilla después del XVI-,» pueden verse como conservaciones arcaizantes en el español colonial puertorriqueño de aquellos tiempos. Evidentemente, el bachiller Torres Vargas respondía, en cuanto al manejo de su lengua materna castellana, a los módulos particulares con que ésta se matizaba en el nuevo medio antillano y americano al cual se
rias o involunlarias, hechas sobre el texto original por los amanuenses que le reprodujeron. 16. V. R. Lapesa. Historia de la lengua española, Madrid, 7.' ed., 1962. pp. 246-247. 17. V. G. L. Guitarte, .Notas para la hisloria del yefsmo», Sprache und Geschichte. Festschri/l tür Harrí Meier zum 65 Minchen, 1971, pp. 179-198. ' 18. V. R. Lapesa, op. cit., pp. 247-248. 19. [bid., p. 245. . 20. ¡bid., pp. 244-245, 250.
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le había trasplantado con la conquista y la colonización.
* * * Nada más sabemos sobre la vida de Don Diego de Torres Vargas luego que éste hace entrega del obispado, en 1663, al nuevo incumbente de la mitra portorricense que arriba al país en dicho año, Fray Benito de Ribas. Hemos de suponer que el canónigo isleño, en edad de plena y productiva madurez, con· tinuaría aportando por estos tiempos el beneficio de su amplia experiencia de administrador eclesiás· tico a la tramitación de los asuntos de la diócesis. Es posible que a la muerte del obispo Ribas, acae·
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cida el 2 de agosto de 1668, y hasta la toma de pose· sión del siguiente prelado. Fray Bartolomé Garda de Escañuela, unos tres años después, volviera Torres Vargas -de estar vivo aún, en edad de S3 años- a encargarse del gobierno del obispado, pero las fuentes históricas que manejamos nada indican sobre este particular. Seis años más tarde; cuando queda vacante otra vez la sede episcopal de Puerto Rico, ya no será Torres Vargas quien habrá de tomar posesión del obispado en nombre del nuevo pastor, por lo que hemos de conjeturar o que había fallecido ya para entonces, o que de vivir todavía, por algún motivo -de salud, de confianza- había pa· sado nuestro canónigo a una posición de segundo plano en el escenario eclesiástico de San Juan.
Maria E. Somoza en el Museo del Grabado Latinoamericano
E
L ARTE PARA
Mí
NO ES UNA F6RM ULA, ES UN GESTO
incontrolado". Eso nos dice María E. Somoza de su proceso de creación y posiblemente sea esa experiencia la que mejor nos abra las puertas del mundo artístico en el cual ella está inmersa. Es María E. Somoza una artista seria que busca decir algo a través de su obra. Deja a un lado las convenciones fáciles y repetitivas, las fórmulas, para entrar en la creación y búsqueda de un vaca· bulario variado e inquieto. Su obra es reflejo de ex· pericncias visuales que se refuerzan unas a otras, manteniendo cada una de ellas, no obstante, una vitalidad e independencia inquietantes. Se maneja la artista dentro del mundo de las artes gráficas y prefiere como medio el aguafuerte, donde se mueve con gran conocimiento del medio. Sigue María la tradicional limpieza y nitidez en la gráfica de los mejores grabadores puertorriqueños, pero la distingue de ellos el hecho de que es una de los pocos grabadores que ha producido su obra casi exclusivamente a través del aguafuerte. En la obra de María E. Somoza no hay hábito; los problemas plásticos se resuelven mediante investigación y constancia excepcionales. Veamos su obra entendiendo su afán por desenmascarar el misterio de las formas.
"Pensado,"
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"Mutaci贸n'
"Imagen"
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La descripci6n de las islas canibales en la obra de Jean de Laet* Por MANUEL C,(RDENAS
J Leyden en 1649. Fue director deENla 1593 Compañía de las BAN DE UET NACIÓ EN AMBERES
y MURIÓ EN
Indias y viajó extensamente por América. En 1625 publicó su obra Nieuwe Wereldt ofte Beschrijvinghe van West-Indien ent veelderande Schriften ende Aen· teeckninghen van verscheyden Natien, cuya traduc· ción francesa de 1640 lleva por título L'Histoire du Nouveau Monde ou Description des Indes Occidentales, siendo esta edición la que hemos utilizado para la traducción de los dos capítulos que presentamos más adelante. La obra está dividida en los siguientes libros: 1. De las Islas del Océano. - 2. De la Nueva Francia. - 3. Virginia. - 4. Florida. 5. Nueva España. - 6. Nueva Galicia. - 7. Guatemala. - 8. Tierra Firme. - 9. Nuevo Reino de Granada. -10. Perú. -11. Perú o Charca. - 12. Chile. - 13. Magallanico. - 14. Río de la Plata. - 15. Bra. sil. - 16. Brasil Septentrional. - 17. Guyana. 18. Nueva Andalucía. - La descripción de las Islas Caníbales está contenida en el libro primero y corresponde a los capítulos XVII y XVIII, cuyos títu· los son: Situación y características de las Islas de los Canfbales, y El Resto de las Islas Canibales, su situación y cualidades, respectivamente. Laet también intervino en la polémica provocada por la disertación de Hugo Grocio acerca del origen de las gentes de América, con su Qbra: Notae ad dissertationem Hugonis Grotii de Origine Gen· tium Americanarum el observationes aliquot ad me· liorem indaginem dificillimae illius quaestionis, Amsterdam, 1643. Sobre la organización e historia de la Compañía de las Indias Occidentales escribió la obra: Historie ofte Jaerlijck Verhael van de Verrichtinghe der Geoctroyeerde West·Indische Compagnie Z e d e r t
* Traducción y notas del doctor Manuel Cárdenas.
RUIZ
haer Beiín tot het eynde van't jaer 1636, Ley. den, 1664. L'histoire du Nouveau Monde ou Description des Indes Occidentales. - Jean de Laet. - Elzevier, 1640. - Leyden. Libro Primero, Capítulos XVII y XVIII. Islas Caníbales Capítulo XVII
Situación y características de las Islas de los Canibales Desde la costa Oriental de San Juan de Puerto Rico hasta el Continente de la América Meridional hay diversas Islas pequeñas que dispuestas en arco forman como una barra a través del mar, las cuales son llamadas Caribes y Caníbales, es decir de los Antropófagos, por .)a naturaleza de sus habitantes, y en la descripción de las cuales usaremos la misma brevedad y orden que hemos utilizado en las prece· dentes.. Anegada, está situada hacia el Este de la Isla de San Juan y a XII leguas de Saba hacia el Noroeste, a la altura de los XVIII grados y XXX minutos; tiene alrededor de VII leguas de largo; ha tomado el nombre de su misma condición pues está rodea· da por una mar plana y llena de bancos muy peli. grosos para los navíos. Anguila es una Isla muy larga, pero muy estrecha, de donde ha tomado el nombre; está situada al Este de la Isla de San Juan, a XVIII grados y XX minutos de la línea hacia el Norte; es una tierra es· 43
téril desprovista de agua dulce; tiene sin embargo algunas Salinas bastante cómodas. Antigua o Santa María del Antigua se encuentra a la altura de los XVI grados y XXX o L minutos, como a mitad de camino entre la Barbada y la Deseada; larga y ancha de VI a VII leguas, y de un acceso difícil a causa de la incertidumbre de los bajíos que allí hay; los de nuestra nación que allí llegaron fortuitamente y echaron el ancla en 1623, cuando descendieron a tierra no encontraron nada más que bosques y marismas muy llenas de barro; está deshabitada y desprovista de agua dulce. - La Isla de los Pájaros, la última casi de todas y la más Occidental, está situada a la altura de los XV grados y XI minutos; está casi al nivel del mar y por ello muy peligrosa para los marineros. Barbada está a la altura de los XVII grados y XXX minutos hacia el Nordeste de Monserrate, y a XII o XIII legQas de Antigua hacia el Norte; es poco elevada, y la mar que la rodea de bajíos lo que la hace peligrosa para la navegación; sin embargo los nuestros han abordado allí sin peligro y han encontrado una bahía donde hay un ancladero bastante bueno; por lo demás no han visto nada que sea digno de mencionarse, pues es una tierra baja, estéril, teniendo de largo alrededor de IV leguas.
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Barbados o Barbudos, la última de estas Islas hacia el Oriente, está a la altura de los XIII grados y XX minutos o poco más; se extiende de Noreste a Suroeste, de forma oval, y como los nuestros han notado hace poco, de alrededor de XVI a XVIII leguas de circuito, mucho más grande que lo que se había indicado hasta aquí en las cartas geográficas; ]a tierra allí no es alta y bastante parecida a la de Inglaterra; la costa del Norte es no obstante la más alta y cubierta por todas partes con árboles verdes. La costa del Este está entrecortada por diversas calas y bajíos que se extienden en el mar; la del Sur recibe al mar en una gran bahía que provee un ancladero muy bueno a los navíos, y donde hay incluso un pequeño río que allí desemboca. La tierra no ofrece allí nada importante, si no es por un cierto árbol que se parece en algún modo al genjibre en el gusto y de una gran acritud (los nuestros la llaman Costea); sus hojas son de un verde obscuro y redondas en la punta; tiene unas pequeñas flores reunidas en círculo como las del Saúco, cada una de las cuales tiene cinco hojas, color purpurina hacia fuera y amarillo hacia adentro; su corteza es li· gera y su materia dura y negruzca en el interior; crece en las riberas y en los lugares pantanosos. Hay cerdos en esta Isla. Los Ingleses han estableci-
do allí una colonia en el año de 1628, y habiendo cortado los árboles para cultivar el Tabaco han traído de otras islas árboles frutales tales como na· ranjos y otros. San Bartolomé es una Isla situada a la altura casi de los XVII grados; está al Este de la Isla de S. Martin, al Oeste de la Barbada y también al Este de San Cristóbal; es de un circuito bastante grande y escarpado pero de un difícil acceso por los bajíos y bancos que la rodean. Beke o Bequia, de la cual los Españoles no han hecho nunca mención en sus Comentarios y que yo creo fue primeramente abordada por los nuestros, está distante de San Vicente III leguas, o V como otros así dicen; tiene casi X de circuito y una sola bahía que es un excelente refugio ante el encuentro de la incertidumbre de los vientos; esta Isla está cubierta de árboles y es de un terreno fértil, bastante cómodo para ser habitado si no estuviese desprovisto de agua dulce; está distante de la línea XII grados y XXIV minutos, y al Suroeste de la S. Vi· cente. San Cristóbal está en medio de las Islas de las Nieves y de San Eustaquio a la altura de los XVII grados y XX o XXX minutos; de Suroeste a Nares· te, tiene de largo alrededor de VI leguas; su ancho es desigual, pues la costa del Noroeste tiene más de 11 leguas de ancho y alrededor de IV hacia el Sures· te; la mar hace allí una gran bahía y así la Isla acaba estrechándose. Su suelo está elevado en montañas, principalmente hacia el Noroeste; hacia el Sur· este hay varias Salinas. En los años pasados los Franceses y los Ingleses se han establecido allí para cultivar el Tabaco (que es allí grandemente estima· do) y han destruido o capturado a todos los habi· tantes Antropófagos que allí había, siempre al acecho de los extranjeros, según se dice; con la venida de D. Frederico de Toledo que allí llegó con una gran flota de Españoles, Franceses e Ingleses se vieron obligados a abandonar la Isla, pero han vuelto a ella de nuevo según dicen los nuestros y se dedican como antes a laborar los campos y a sembrar el Tabaco. Deseada está a la altura de los XVI grados y X minutos hacia el Norte como ha sido curiosamente observado por los nuestros hace poco; está a X leguas de la Guadalupe hacia el Norte, y a VI o VII de Mariagalante; Cristóbal Colón la descubrió en su segundo viaje; los Españoles tienen la costumbre de enderezar sus rutas cuando vienen de las Canarias; ella se encuentra entre el Noreste y el Suroeste; está cubierta de árboles y parece al comienzo cuando se la ve una galera; la parte del Norte es más baja que la otra, y esta del Sur parece elevarse como un cono; su tierra es negra destacándose unas vetas blancas y rojizas; de este lado la mar está llena de bajíos y golpea entre diversos picachos. Dominica, de XII leguas de largo y un poco me-
nos de ancho, está a la altura de los XV grados y XXX minutos, y alrededor de 111 leguas de la Martinica hacia el Noroeste, entre la cual y el Sureste se encuentra situada; del lado del Noroeste es más alta que del otro, y al verla de lejos parece que está dividida; las bahías tienen algunos buenos ancladeros. En el presente habitan allí muchos Caribes que van desnudos. teniendo todo el cuerpo pintado de un cierto color rojo; comen carne humana, son grandemente enemigos de los Españoles, fieles a nadie, salvo cuando no se atreven o no están en condición de hacer mal; los hombres al igual que las mujeres llevan largo el cabello; tienen su Cacique a quien obedecen y se distingue de los otros por algunas marcas en su cuerpo. Hay dos fuentes termales, una de las cuales mana muy cerca de la embocadura de la bahía más grande que mira al Noroeste, bastante cerca del mar y de la ribera d~ un río. Esta costa del Oeste tiene un puerto bastante cómodo y se hace fácil tomar allf agua mediante un pequeño río que allf sale de unos veinte pasos de ancho. S. Eustaquio es una pequeña Isla (aún cuando Herrera * le da X leguas de" contorno) al Noroeste de la San Cristóbal y al Sureste de Saba, a la altura de los XVII grados y XL minutos, como ha sido ob· servado por los nuestros; se eleva en cono y parece un pan de azúcar a quienes la ven de lejos. Granada es la más próxima al Continente de la América, a la altura de los XII grados y XV minutos, y a X leguas de la Isla de San Vicente hacia el Suroeste, en cuyo espacio hay varias pequeñas Islas diseminadas que se llaman Begos. Su forma es pa· recida a una media luna, teniendo de largo, de Nor· te a Sur, alrededor de VI leguas, y en cada extremo el ancho de una; el Cabo que se extiende hacia el Suroeste tiene una bahía la más estimada de todas por la comodidad que en ella se encuentra para tomar agua; toda la Isla está cubierta bosque espeso; aunque de terreno fértil, no obstante está da· ñado por los cangrejos de tierra que comen las rafces de lo que allí se siembra; pero se piensa que este mal no se extiende más allá de los campos que están cerca de los ríos. Allí se encuentran cantidad de Armadillos desde el' mes de Junio hasta Octubre, y se capturan gran cantidad de tortugas de mar y muchos Manatís. Los Caribes que la habitan son parecidos a los de las otras Islas en costumbres y crueldad; a veces ellos traen muchos frutos a estos que los invitan, cuando ven que no pued~n hacer ningún mal; pero cuanto más os obsequian más hay que guardarse de ellos. Guadalupe llamada en otros tiempos Carucueira,
* Se refiere a Antonio de Herrera y Tordesillas, autor de la Historia general de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra firme de la mar Océano. Madrid, 1601·1615. 4 "01. Al final del tomo II se encuentra una -Descripción de las Indias Occidentales_, mencionándose a la Isla de San Eustaqwo en el Cap. VII, pág. 11. 45
como dice Mártir, está a la altura de los XVI grados y XV minutos, como los nuestros han señalado, y al Oeste de la Deseada; larga de VIII leguas de Noroeste a Súreste; la costa que mira al Suroeste es elevada y montañosa; y la del Este es menos escarpada teniendo la cumbre plana; está como dividida de Sur a Norte por un pequeño canal capaz sola· mente para canoas. Del lado del Sureste está rodeada por un mar profundo donde se puede anclar bien. Los Salvajes que la habitan son parecidos a los de las otras Islas. Las flotas que vienen de España tie· nen por costumbre en el presente tomar agua allí y partir ti los lugares de su destino.
Capítulo XVIII
El Resto de las Islas Caníbales, su Situación y cualidades Santa Lucía está situada en los XIII grados y XL minutos al Norte de ]a Línea como ha sido obser· vado por los nuestros, al Sur de la Dominica y de la Martinica. Es montañosa; del lado que mira al Suroeste hay dos montañas separadas la una de la otra por un pequeño desfiladero, las cuales al estar cortadas por todos lados como peñascos se elevan extremadamente altas y son vistas de muy lejos por encima del resto de la Isla. Los habitantes van desnudos y pintado de rojo todo el cuerpo; se cortan la cara con pequeñas rajas desde los ojos hasta las orejas; tienen los cabellos migras y son bárbaros. Mariagalante está a V leguas de la Deseada hacia el Suroeste ya casi tantas de la Dominica hacia el Noroeste, a la altura de los XV grados Y XL minutos; es lisa y llena de bosquecillos, de suerte que viéndola de lejos parece que los árboles flotan sobre el mar; es visitada frecuentemente por Salvajes como los de las otras Islas, e incluso puede que está habitada por ellos. S. Martín está a la altura de los XVIII grados y XV minutos al este de la Isla de San Juan de Puerto Rico; a VIlla IX leguas de la Isla de S. Cristóbal hacia el Noroeste y de la Anguila hacia el Sureste; rodeada del lado del Norte por varias pequeñas Islas que son casi tan bajas como el mar. Tiene de largo, como ha sido observado por los nuestros, V o VI leguas, y de ancho IV; no tiene agua dulce, no está habitada por ningún Salvaje, y es bastante fácil de abordar; tiene ancladeros del lado del Oeste bastante cñmodos y algunas Salinas, principalmente una grande que se dice tiene II leguas de circuito, que produce muy buena sal. Matinino o Matilino (Martinica) (llamada antiguamente por sus habitantes Madanina, de la que 46
Martir * afirma haber estado habitada únicamente por mujeres) está a la altura de los XIV grados y XXX minutos, y alrededor de III leguas de la Isla de la Dominica hacia el Suroeste; está toda realzada en montañas y en mitad del país hay de ellas tres que aparecen por encima de las otras, la más alta las cuales tiene la cima redonda parecida a la forma de un sombrero y es ]a primera que se ve de todas por cualquier costa que a ella se llegue. Está habitada por una ruda nación inhumana y belicosa mucho más que los Salvajes de las otras Islas; los nuestros que alH fueron el año pasado dicen que no encontraron allí a nadie y no se sabe si aquéllos se han trasladado a otros lugares. Monserrate está situadá a la altura casi de los XVIII grados hacia el Norte, como los nuestros han observado hace poco; está a XI leguas de la Guadalupe hacia el Oeste, y la Rotunda (Redonda) al Sureste; la forma es casi redonda, larga de III leguas y casi tanto de ancha. Tiene dos bahías de arena donde hay bastante buenos ancladeros para los na· vías; en una de ellas se toma agua cómodamente por medio de un pequeño río que desciende de las montañas en ]a bahía, aún cuando algunas veces se tapa por los flujos de la mar. La tierra allí es alta, fértil y llena de bosques, y por tanto muy apropiada para cultivarla. Nieves tiene V leguas de circuito; está a la altura de los XVII grados y XX minutos hacia el Norte; alrededor de III leguas de la Redonda hacia el Nor· oeste, VII de Monserrate y a I de la Isla de San Cristóbal hacia el Noreste; tiene II de larga y es muy elevada en su mitad; cubierta de bosques muy es· pesos y regada por varios torrentes de agua dulce; los habitantes de la Dominica tienen por costumbre ir allí a cazar frecuentemente. Tenemos entendido que han sido encontradas allí unas fuentes termales por los Ingleses, quienes han establecido una colonia el año de 1628. Rotunda, vulgarmente Redonda, está al Sureste de Nieves y al Noroeste de Monserrate, a la altura de los XVII grados y X minutos; ella es pequeña, redonda y elevada en su mitad casi en forma de pan; de un acceso fácil, tiene por todas partes un mar profundo y sin peligro. Saba está al Noroeste de la Isla de S. Eustaquio; un poco más pequeña que esta pero más redonda y elevada en cono hacia su mitad, como un pan de azúcar; está rodeada de una mar que no es muy profunda, sin embargo no es de temer ya que ella no oculta ningún peligro. Está situada a la altura de los XVII grados y XXXV minutos. Santa Cruz antiguamente llamada por sus habi-
* Se refiere n Pedro Mártir de Anglería autor de las Décadas del Nuevo Mundo. En la edición de 1944, Buenos
Aires. la cita de la Martinica se encuentra en el Libro II, Cap. III, pág. 16.
tantes naturales Ayay, está a la altura de los XVII grados como ha sido observado exactamente por los nuestros; está a XII o XV leguas de la Isla de San Juan de Puerto Rico hacia el Sureste; alrededor de VIII leguas de largo. tiene altas montañas y parece a lo lejos estar dividida; su parte Occidental es la más alta y bajo ella hay una buena rada para los navíos; está llena de bosques, pero no tiene apenas agua dulce; entre los árboles frutales hay allí uno que echa un' fruto parecido a una poma verde que cuando se come hace inflar la lengua de tal manera que veinticuatro horas después todavía se está impedido para usarla; por lo demás no tiene peligro ese fruto, pues la lengua se desinfla por sí misma (yo creo que este arbolillo es el Manzanillo el cual hemos descrito aquí atrás); además hay que evitar lavarse la cara con el agua de pantano, que .allí hay en abundancia, antes de que el Sol salga, pues la inflaría de tal manera que no se podría ni ver; pero habiendo el Sol salido, es menos peligroso. Los Ingleses nos han advertido de estas dos cosas después de haberlas sufrido para su mal. Santos, son tres o cuatro Islas muy pequeñas, separadas las unas de las otras, por un pequeño intervalo, hacia el Sur de la' Guadalupe y a mitad entre esta y Dominica. Sombrero, así llamada porque tiene la forma de un sombrero, es una pequeña Isla al Sureste de Anegada, a la altura de los XVIII grados; está situada en medio de bancos. S. Vicente está al Sur de Santa Lucia y a XVI leguas o más de Barbados hacia el Oeste, a la altura de los XII grados. como ha sido observado exactamente por los nuestros hace poco. Su forma es casi redonda y bastante parecida a la Isla de Ferro (Hierro). una de las Canarias; de Este a Oeste tiene de largo VI leguas; su terreno es completamente fértil. de suerte que ella produce naturalmente cañas de azúcar; está regado por varios torrentes y pequeños ríos. A 10 largo de la costa que mira al Suroeste hay varias bahías y en éstas muy cómodos ancladeros; allí se puede tomar agua fácilmente y el desembarco también es fácil. Sus habitantes son de la misma naturaleza que sus vecinos y de las mismas
costumbres; de mediana estatura, perezosos y no tienen otra preocupación que por la existencia; y sin embargo, cosa que es para maravillarse, van con sus canoas hasta el Continente, que no está alejado menos de XXXV leguas, y vuelven de nuevo a su Isla sin la ayuda de compás. No hay ninguna más hasta Granada, a XII leguas o alrededor como los nuestros han notado los años precedentes; entre las dos hay algunos islotes pequeños (que se llaman Begos) de los que no hay necesidad de hablar. Virgen Gorda al Noroeste de la Isla de Saba, es alta y redonda; situada al comienzo de las Pequeñas Vírgenes, que se extienden en número de diez o doce hasta la Isla de San Juan de Puerto Rico, de Este a Oeste; son altas y desnudas de árboles; están a la altura de los XVIII grados al Norte de la Línea; en otros tiempos eran consideradas muy peligrosas a causa de los bancos y bajíos pero sin motivo, como los Ingleses aseguran, a la luz de que los canales que las entrecortan son bastante profundos y pueden proveer anclaje a mil navíos; hay una gran abundancia de peces y no menos de pájaros. Algunas de ellas o de las que le siguen han sido llamadas con nombres particulares por los marineros; quien desease saber esos nombres podrá consultar las cartas marinas. He ahí 10 que hemos de decir sobre las Islas Caníbales, la mayor parte de las cuales están deshabitadas y algunas en el presente lo están por los Antropófagos, y otras comienzan a ser cultivadas por los Cristianos. Es necesario advertir a los que frecuentan estos mares o anclan alrededor de estas Islas que se guaro den muy cuidadosamente de un cierto pez que es muy común, por temor a que caigan en un peligro muy grande; este pez es parecido en tamaño y forma al congrio; tiene ]a piel de color verde brillante y excelentemente variada; un gran hocico y unos dientes muy afilados; la carne cuando está despellejada es muy blanca y de un gusto bastante bueno, pero de una cualidad tan venenosa que pone en peligro e incluso de muerte a quienes la han comido, tal como no solo los Ingleses sino también los nuestros han sabido con riesgo y peligro.
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