Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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REVISTA del INSTITUT,O de CULTURA PUERTORR.IQUEÑA ANTROPOLOGIA

" HISTORIA

LITBRATURA ARTES PLÁSTICAS ~

TBATRO MOSIClf

ARQUITBCTURA

• .11

OCTUBRE-DICIEMBRE, 1975

San Juan de .Puerto Rico


COLABORADORES


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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Enrique Laguerre, Presidente Milton Rúa Carlos Conde Carlos Sanz Sarnuel R: Quiñones Amelia G. de Paniagua Jesús Mana Sanromá

Director Ejecutivo: Luis M. Rodnguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegria Apartado 4184 AÑO XVIII

SAN JUAN DE PUERTO RICO

1975 OCTUBRE-DICIEMBRE

Núm. 69

SUMARIO.

ManuelJiménez "Canario"

1

En la muerte del plenero mayor "Canario"

por C. Drama Padilla

2

Homenaje póstumo a ManuelJiménez "Canario" por Rafael Cepeda Atiles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

4

Noticias referentes a Guayanilla en los siglos XVII y XVIII por Francisco LluchMora

5

La Crítica de Bonafoux en torno a Puerto Rico por Eduardo C. Cautiño

8

Oda a San Juan por Manueljoglar Cacho. . . . . . . . . .. . . .. . . . . ..

15

El tema de Puerto Rico en Abelardo Diaz Alfaro. René Marqués y PedroJuan Soto por Gloria Feiman Waldman

16


Manifiesto del Gobernador de Pilerto Rico - 1810

23

Apóstrofe al verde por]osé Antonio Dávila

25

Vigésimo Aniversario del Instituto de Cultura Puertorriqueña

26

Personalidades que recibieron el Premio Nacional ..

30

Las referencias a los indios caribes en la primera crónica de los Carmelitas por Maurz'le de Sto Michel

32

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE~A

Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar

$2.50 $0.75

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DEPÓSITO LEGAL: B.

334.3 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA


CARLOS ORAMA PADILLA nació en Jayuya, Puerto Rico. Ha colaborado con los principales periódicos y revistas del país. Es autor de: Virgilio Dávila, su vida y su obra (1945), Los que "no Re· gresaron (1946); La ruta del sembra· dar (1955), Surcos y Estrellas (1959) y Postal de Tierra Adentro (1963). En el año 1963 recibió el premio del Institu· to de Literatura Puertorriqueña por su ensayo Itinerario de Lola Rodríguez de Tió.

FRANCISCO LLUCH MORA nació en Yauco. En la Universidad de Puerto Rico se recibió de Bachiller en educación y de Maestro en artes especializadas en literatura española. Ensayista y crítico literario, ha colaborado en diferentes revistas y periódicos. En 1959-1960 ocupó la presidencia del Congreso de Poesía Puertorriqueña. En la actualidad desempeña una cátedra de literatura hispánica en el Recinto de Mayagiiez de la Universidad de Puerto Rico. Entre sus obras poéticas figuran: Del asedio y la clausura (1950), Del barro a Dios (1954), Canto desesperado a la ceniza (1955), El ruiseñor y el olvido (1960), premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, La creación (1961) y Cartapacio de amor (1961).

EDUARDO CAunÑO, joven escritor puertorriqueño. Actualmente se desempeña como profesor de literatura en la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Es autor del libro inédito La Sátira en la obra de Luis Bonafoux.


MA UEL JOGLAR CACHO, poeta, nació en Morovis, el 20 de marzo de 1898, pero ha desarrollado su obra en Manatí donde siempre ha vivido. Autodidacta. Ha colaborado en diferentes revistas del país y del exterior. Ha publicado los siguientes poemarios: Góndolas de nácar (1925), En voz baja (1944), Faena íntima (1955), Soliloquios de Lázaro (1956), Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, Canto a los ángeles y Por los caminos del día, obras premiadas en los certámenes literarios del Festival de Navidad del Ateneo Puertorriqueño en 1957 y 1958, respectivamente, El último surco, Mención honorífica del Festival de Navidad de 1960, La sed del agua (1965) y La canción que va contigo (1967).

GLORIA FEIMAN WALDMAN, norteamericana. Profesora del Colegio York de la ciudad de Nueva York. Autora de "La mujer en la universidad: una perspectiva norteamericana" en El Urogallo, Año VI, Núm. 31-32, enero-abril, 1975. Trabajos aceptados para publicación: "Three Female Playwrights Explore Contemporary Latin American Reality: Myrna Casas, Griselda Gámbaro, Luisa Josefina Hernández" en Latin American Literary Review; "Women in Latin America" en KNOW Press, Pittsburgh, Pennsylvania. Prepara la tesis doctoral sobre el dramaturgo puertcrriqueño Luis Rafael Sánchez y su relación con el nuevo teatro hispanoamericano. Colabora en un libro sobre la mujer intelectual en España.


J OSÉ A TONIO DÁVILA nació en Bayamón el 26 de octubre de 1898. Hiio de Virgilio Dávila. Estudio en la Universidad de Puerto Rico v medicina en el J efferson Medical CoIlege, de Filadelfia. Ejerció su profesión en Filadelfia y en Puerto Rico. Entre sus libros se encuentra Vendimia' publicado en 1940, recoge la poesía producida entre 1917-1939, Almacén de baratijas (1941) es una colección de poemas infantiles que el autor dedica a su sobrina y que revela un aspecto de hermosa ternura en su vida. El Ateneo Puertorriquéño publicó Motivos de Tristán que son poemas de 1930-1934. Poemas que es una recapitulación cultural temática de su obra. Fue además traductor y crítico literario. Murió en 1941.

MANUEL CÁRDENAS RUIZ, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la FacuItad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas y periódicos del país.



In Memoriam

Manuel Jiménez "Canario"

EL 21

DE NOVIEMBRE FALLECIÓ EN SAN JUAN EL COM-

positor Manuel Jiménez (Canario), cuyo nombre ha quedado permanentemente vinculado a la historia de nuestra música popular, y especialmente a la modalidad de ésta denominada plena. Natural de la municipalidad de Orocovis, fue Canario desde niño aficionado a la música y al canto, sin que perturbaran esta inclinación los largos años que pasó como marino mercante. Para la década del 20, ya asentado en Nueva York, organizó en esa ciudad un trío y, más tarde, un sexteto que tuvieron gran éxito. En esta época realiza su primera grabación de plenas -algunas de ellas anónimas, otras de su propia inspiraciónque pronto se difundirán ampliamente en Puerto Rico, donde había decaído mucho este género de canción bailable -de notables similitudes con el

calypso de Trinidad- aparentemente surgido en Ponce a principios del presente siglo. De 1931 en adelante la vida artística de Canario, como compositor y como director de orquesta discurre en temporadas alternadas en su patria y en Nueva York. En ambas partes tiene gran aceptación su orquesta Puerto Rico, con la que realiza nuevas grabaciones para la Casa Columbia. En el año 1964 el Instituto de Cultura Puertorri· queña, le encomendó la grabación de un disco de plenas y la realización de una gira de conciertos por los diversos pueblos de la Isla. . . Fue Canario autor de otras bellas composIciones de carácter popular, pero su recuerdo vivirá asociado con el género en que fue genial creador e intérprete y del que se constituyó en máximo divulgador. 1


En la muerte del plenero mayor "Canario" Por C. ORAMA PADILLA

L A PLENA

SE ORIGINÓ, SEGÚN LOS FOLKLORISTAS, EN los ingenios azucareros y luego entre los traba· jadores de los muelles de Puerto Rico. Manuel Jiménez, Canario adquirió fama en Nue· va York en los días en que nuestros compatriotas se abrían paso a codazo limpio en la gran urbe, sufriendo allí experiencias dolorosas lejos del lar nativo. Experimentando en la composición e interpretación de música ajena a nuestro sentir, oyó un día la plena y en él, la isla lejana afloró en recuerdos y emociones. Se propuso entonces dedicar toda su vida como músico, director y compositor al cultivo de la ágil y emotiva expresión de esta popular modalidad musical tan nuestra como el café prieto. Se convirtió entonces en el plenero mayor. El Instituto de Cultura Puertorriqueña, alerta siempre a toda manifestación del alma puertorriqueña, contrató al maestro y a su grupo para que fuera por nuestras plazas y centros culturales. Los utilizó para llevar el mensaje musical que alegró los bateyes de los ingenios azucareros y todo sitio donde la sangre africana, que es parte de nuestra herencia cultural, respondiera al ritmo bullicioso de la plena. En Bayamón le vimos y le oímos en muchas ocasiones durante las fiestas patronales en honor de la Santa Cruz. Sobre el origen de la plena hay varias tesis. Escritores y folkloristas han escrito ampliamente sobre el asunto, entre los que recordamos a Paquito López Cruz, Augusto Cohen y Tomás Blanco. Unos dicen que la plena llegó a principios de siglo desde la isla de Saint Kitts, introducida por inmigrantes que la ubicaron en el barrio San Antón de Ponce. Por eso es el tema de una plena muy popular en la isla que dice así: La plena que yo conozco no es de la China ni del Japón

porque la plena viene de Ponce y es del barrio San Antón.

2

Lo más probable es que, por la sencillez y rusti· cidad de los instrumentos que originalmente sirvieron para tocar la plena, ésta tiene su ubicación histórica en Africa y sirvió para mitigar la nostalgia de los esclavos en los barracones donde vivían desde el siglo XVII y gran parte del siglo XIX. Por eso he· mos dicho que era música de los bateyes azucareros. Bastaba para amenizar un baile de plena, un par de panderetas o un bongó y un guicharo. Los palmetazos hacían lo demás. La letra, en versos asonantados o rimados. giraban siempre en torno a acontecimientos populares como crímenes pasionales o referentes a personajes célebres o alguna noti· cia que los envolviera. Puerto Rico está tan identificado con la plena de Gabriel Garda Márquez, el autor de Cien afias de soledad, en su última novela, El Otoño del Patriarca, que es una novela del Caribe, identificaba a Puerto Rico como, "allá donde cortaron a Elena". La plena evolucionó según pasó el tiempo, sufriendo algunos cambios en su ritmo incorporando nuevos instru· mentas a su interpretación hasta convertirse en música de concierto como 10 hizo Canario y en música de salón como hizo César Concepción. Pero el que la dejó limpia en el alma del pueblo fue Canario. Logró su promesa de dedicar a ella su vida, toda su vida. En sus últimas palabras, según una graba. ción, Canario dijo que, "un pueblo sin música es un pueblo muerto". Y él sabía que su pueblo estaba vivo porque la plena había sobrevivido al maestro. A él, que mantuvo su pureza y conoció un día la nostalgia que ella provoca siempre en este pueblo que enriquece su cultura por las tres vertientes donde la música es la motivación principal. Canario era al final de su vida agitada un vieje. cito agradable, humilde y anecdótico. Gustaba de relatar los incidentes de su vida agitada en Nueva York y en Puerto Rico. Por 10 regular vestía de blanco y era en la tarima una figura llamativa con


el ímpetu que daba a la música costeña. El maestro deja en nuestros medios un vacío difícil de llenar como el que dejó el maestro Carmelo Díaz Soler que llevó a cuestas, en el fardo de sus ilusiones, la danza puertorriqueña, con toda la pureza original que enaltecía los sueños de miles de puertorriqueños del pasado y del presente. Ojalá que entre la nueva generación puertorriqueña surja un joven músico que recoja la batuta

del maestro Jiménez y no deje morir la plena cadenciosa, expresiva y viva. Ella, como hemos dicho, anidó en el alma del puertorriqueño, como herencia de los bateyes azucareros y de los muelles, cosas que no están muy lejos en nuestro tiempo. A Canario, el recuerdo vivo de nuestra gratitud y la esperanza de que su nombre no caiga en el olvido. Bien se lo merece el plenero mayor que nos dijo adiós, para siempre.

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Homenaje póstumo a Manuel Jiménez "Ca~ario" Letras y música por:

RAFAEL CEPEDa AnLES

PLENA AL MORIR CANARIO EL REY DE LA PLENA SE HA PERDIDO UN PEDAZO DE LA CULTURA PUERTORRIQUEÑA.

IV

I

El vino a morir en su santa tierra que lo vio nacer en su tierra borinqueña.

A su Puerto Rico le deja sus plenas como un gran regalo a la cultura puertorriqueña.

II

V

Matan a bumbum y cortaron a Elena voy viajando en tren mi jíbara borinqueña.

Fue Manuel Jiménez hasta un gran poeta que cantó a Borinquen todo un gran poema.

VI

111

Tanta vanidad enojos de Elena que tabaco malo todas lindas plenas.

Pobre doña Sara su gran compañera sufre con dolor, señores, esta gran trajedia.

VII Por eso le canto con honda tristeza homenaje póstumo al rey de la plena.

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Noticias referentes a Guayanilla en los siglos XVII y XVIII Por FRANCISCO LLUCH MORA

E L AÑO DE 1703 EL PUERTO DE GUADIANILLA ES vtCTIMA de un ataque holandés, posiblemente organizado en la Isla de San Germán. Se destacó en la defensa de Guadianilla el Alférez de las milicias del Partido de San Germán Don Domingo Pacheco de Matos, quien, según María Cadilla de Martínez, "reunió a todos los vecinos prontamente",· quienes hábilmente dirigidos por Pacheco, infligieron grandes bajas al enemigo, quien se vio precisado a reembarcar, dejando en la playa 38 muertos y dos hombres gravemente heridos.2 Este hecho de armas, dirigido por un Pacheco de Matos, resulta de gran interés para el estudio del elemento demográfico de la región Yauco-Guayanilla, pues revela la presencia de un Pacheco en los primeros años del siglo XVIII en la región que estu~ diamos,J y a la vez nos refiere un dato interesante: 1. Marfa Cadilla de Martfnez, Rememorando el pasado heroico, p. 215. 2. lbid., p. 215. 3. La familia Pacheco de Matos, como verá en el capítulo IV, vivfa en el territorio que comprendía Yauco y Gua· yanilla. Uno de ellos, hijo legmo. de Don Domingo, el Alférez Don José Pacheco fue Teniente de Capitán en la región de Yauco y Guayanilla. Nació en el barrio de Guayanilla, parroquiano de Yauco, casado con Doña Rosa de Lugo, murió en el sitio del Almácigo en Yauco, en 1762; otro miem· bro de esta prominente familia es: Don Fernando Pacheco, hijo legmo. de Don Domingo, es el primer Teniente a Guerra del pueblo de Yauco; nacido, como su hermano en la rell:ión de Guayanilla, vecino del partido de Yauco, casado dos vcces, en primer matrimonio con Doña Isabel de Torres, de la que hubo por hijos a: Antonio y Luis, Domingo e Isabel; cn segundas nupcias con Doña Marfa de Quiñones, en la que tuvo siete hijos: Catalina, Marfa Luisa, José, Fernando, Marcelo, Antonio y Juana, 17 de abril de 1778, L. Def. 1, s.f.A.P.Y.-- Otros miembros de esta familia se destacaron, tanto en Yauco como Guayanilla, en el siglo XVIII y XIX: Teniente a Guerra de Yauco: Don Domingo Pacheco-l785. Don Antonio Pacheco-1795, Don José Pacheco-l803, 1807, 1813, Don José María Pacheco-l822, 1831, 1832; Alcald~s Constitu· cionalcs: Don José Pacheco (el mismo Que fue Teniente de Guerra en 1803, 1807, 1813, 1821), Don José Maria Pacheco, 1822, Don Vicente Pacheco 1842·1843 (A.C. 2do.) Receptor del

vivía en la región de Guayanilla un número consi· derable de vecinos. Veamos, a la luz de un documento de la época, el hecho en que participó el Alférez Domingo Pa· checo de Matos. Nos referimos al título de Capitán de Infantería Española otorgado, por gracia real de Felipe V el año de 1703. En dicho título se hace re· ferencia al hecho de armas que hemos mencionado y dice así: Por cuanto el Maestro de Campo Don Gabriel Gutiérrez de Riva, Caballero del Orden de Santia· go, mi Gobernador y Capitán General de San Juan de Puerto Rico, me ha representado 10 mucho y bien que vos el Alférez de caballos Domingo Pacheco de Matos me habeis servido en la referida Isla y con especialidad en la acción en que los ingleses y Olandeses (sic) echaron gente en tierra en el puerto de Guayanilla de la Jurisdicción de San Germán, donde consiguieron mis armas mandadas por vos el buen suceso de dejar muertos treinta y siete de los que desembarcaron y la aprensión de la mayor parte de los que traían los enemigos, en que os partais con mucho valor y espero lo continuéis como hasta aquf. He resuelto a consulta de mi Junta de Gobierno de Indias haceros merced de graduaros como en virtud de la presente Patente os gradúo de Capitán de Infantería Española, etc: Es valioso el documento por lo que tiene de reconocimiento al heroismo de un hijo del país, en depuerto de -Guayanilla, Subdelegado Militar de Marina y Capitán de Puerto: Don José Pacheco. Es el mismo que fue Teniente a Guerra de Yauco. (Véase el capitulo IV de esta obra, en que se dan noticias de esta familia, amén de la genealogía que se ofrece en la sección de Apéndices, la que nos fuera cedida, en la parte anterior a Don Domingo Pacheco de Matos, por los genealogistas puertorriqueños: Don Francisco Jessa( Rodrfguez de Aponte y Don Federico Cedó Alzamora. 4. Merced del Titulo de Capitán de Infantería Española otorgado a Don Domingo Pacheco de Matos, Alférez de Caballos.

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fensa de su tierra y de la Corona. Desde el punto de vista de nuestro trabajo es valioso el hecho que determina el reconocimiento real: el ataque extran· jera ocurrió en Guayanilla y fueron los vecinos del lugar, hábilmente dirigidos por un hijo del lugar, los que lucharon contra los invasores. Este nos re· vela la existencia de un núcleo humano, bastante crecido, en GuayaniUa y Yauco, capaz de ofrecer gente suficiente para la lucha. Este no es el único hecho de armas de los veci· nos de Guayanilla. Varios años antes de 1703, en que ocurrió el ataque combinado de holandeses e in· gleses, tuvo lugar otro ataque en Guayanilla: tres nurcas de enemigos, que desembarcaron más de 150 hombres, atacaron a los criaderos de ganado menor allí establecidos, y mataron gran cantidad de ganado, permaneciendo alejados durante una noche en el expresado criadero, "a cuya noticia se halla· ron en los contornos trece hombres que juntos el día siguiente los aguardaron (a los atacantes) en el camino del mar que dista de aquella parte media legua, y al retirarse el enemigo llevando suma guaro dia y retaguardia, le envistieron los dichos trece vecinos y mataron más de cincuenta de los enemigos y les quitaron la presa que llevaban y los que quedaron vivos escaparon viniendo a sus bajales quedando tres hombres de los nuestros mal he· ridos".s En la Petición en que esta noticia aparece, no se da la fecha del incidente; pero si se especifica que el ataque se perpetró "en años pasados",610 que nos permite situar el hecho con anterioridad al 1669, que es el año en que el interrogatorio de la Petición tiene efecto,' año de 1669 en que actúa de Procura· dar General de la Villa de San Germán, Juan Ortiz Vélez Borrero.a Declaran contestando el interroga. torio, en el expresado año, los siguientes vecinos de la Villa de San Germán, los que dan fe del ataque a Guayanilla, así como de los otros aspectos que se incluyen en la agenda del interrogatorio: Gerardo González, Capitán a Guerra Don Bartolomé de la

5. Testimonio de Autos de los recursos que la Villa de San Germán y sus habitadores (sic) han intentado en esta Real Audiencia y demás autos que se ao (sic) formado para dar cuenta a S.M. en su Real y Supremo Concejo de las Indias - 26 de febrero de 1703, Petición de Juan Ortiz Vélez. Inciso S, f. 48 vl,to., Leg. Escribanla de Cámara, 9A. A.G, de I. 6. /bid., f. 48 vito. 7. El documento Testimonio de Autos... Leg. Escribanía de Cámara 9A se remitió a S.M. con carta de la Audiencia de Santo Domingo de 26 de febrero de 1706 recoge en la parte referente a la Petición de Juan Ortiz Vélez un interrogatorio referente a sucesos anteriores al 1669, año en que éste, (el interrogatorio) se lleva a efecto. 8. Juan Ortiz Vélez Borrero, h. legmo. de Rodrigo Ortiz Vélez, quien vivió en Guayanilla (Véase nota 21. Capitulo II y notas 3 y 13, Capitulo IV de este libro) y Constanza Ortiz (Véase nota 13, Cap. IV), casado con Isabel González de la Renta ambos vecinos de la Villa de San Germán. (Testamento de Constanza Ortiz).

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Seda, Alférez Andrés de Toro y Quiñones, Juan Rodríguez de Olivencia, Antonio de Mercado, Ambrosio Jusino, Domingo de Olivera, Alférez Juan Lorenzo Barrete. Todos estos vecinos dan noticia de 10 acaecido. Pasemos, de nuevo, al siglo XVIII, al año de 1702, un año antes del ataque combinado de ingleses y holandeses. En 1702, Guayanilla fue víctima de un ataque de un pirata, quien desembarcó su gente armada, y avanzó por las inmediaciones con más de cien hombres, quien durante tres días se dio a la matanza del ganado de los vecinos del lugar, y se adentró hasta el Río de la Sierra, donde quemó las viviendas del poblado del Concejo (sic),9 "que ya estaban despobladas de las mujeres y muchachos que tenían y permitió Dios de embiar una gran Huvia" que hizo crecer el mencionado río, lo que obligó a los invasores a retroceder. Informado el Gobernador del ataque mandó despachar ayuda a los afectados por la incursión pirata, y "asi como llegaron todos, unos enfermos y otros cansados, sus viviendas destrozadas, a todos los puso el Capitán por escuadras en toda la costa, que por todos estos medios y fortaleza y humildad des· tos pobres, ... no tiene S.M., Dios le ·guarde soldados más leales, fieles y humildes".lo Esta última noticia resulta, para nosotros, valiosa pues nos revela que en el lugar del Concejo habia un conglomerado humano, el que consideramos, el puente de enlace entre la Villa de Santa María de Guadianilla (siglo XVI) y el núcleo urbano de que nos habla Fray Iñigo Abbad y la Sierra en el siglo XVIII, núcleo este último, situado cerca del puerto, posiblemente en el mismo lugar en que se asentaba a principios del siglo XIX, en el momento de la fundación (1833-1834), que es el mismo en que se asienta el actual pueblo. Conviene indicar que el barrio Concejo, según consta en el Reparto de Gastos del Partido de Yauca,u y del que se hablará con más amplitud en el próximo capitulo, se incluía junto a Llano y Quebradas en un solo barrio, lo que nos hace pensar que el documento últimamente citado (Los vecinos de 9. El barrio Concejo, hoy Consejo, está situado al noroeste del pueblo de Guayanilla, colinda por el norte con el barrio Sierra Baja y el municipio de Yauco, por el este con el barrio Llano; por el sur con el barrio Quebradas y por el oeste con el municipio de Yauco. (Véase Mapa de Municipios y Barrios, Guayanilla, Memoria Núm. 39, Junta de Planificación, Santurce, P. R., 1955, p. 17, Y el mapa, en la primera portada interior.) El barrio Concejo está situado al norte de Quebradas, donde estuvo la Guadiani11a del XVI. 10. Los vecinos de la Villa de San Germán de la Isla de Puerto Rico sobre que se de providencia para que Don Gabriel Gutiérrez de la Riva, Governador de aquella Isla se contenga en las bejaciones que les hace, Santo Domingo, año de 1703, f. 35, Leg. Escribanía de Dámara 9A., A.G.!. 11. Reparto de Quinientos Pesos, cuatro reales que se han de repartir por el Salario del Padre Cura, Gas/os Plib/icos y Maestro de Escuela, 1821, A.M.Y., Leg. 66, N." 2.


la Villa de San Germán ... ) al referirse al barrio o lugar del Concejo se refieren al lugar en que estuvo el poblado de la Villa de Santa Maria de Guadianilla, en el siglo XVI, o a un lugar próximo a éste, al sur-oeste de la actual población, en el barrio que hoy se llama Quebradas. Todo esto viene a corroborrar lo que sostenemos en el sentido de que parte de los vecinos de la Guadianilla del XVI permanecieron en la región, renuentes al traslado a las Lomas de Santa Marta, de lo que hay evidencia en documentación del referido siglo, y la hemos mencionado en el capitulo que antecede.l2 Guayanilla ya fue víctima de ataques, como se ha visto en el capítulo II, en el siglo XVI. Tal es la razón que determina la orden para que sus vecinos se muden al interior, a las Lomas de Santa Marta. Veamos lo que la Real Provisión Sobrecarta de 27 de enero de 1573 nos dice sobre el particular: ...Sepadea que Simón de Balivar en nuestro nombre, nos hizo relación, por una petición que en la nuestra Carta y Chancillería Real que resi· de en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, ante el nuestro presidente y oidores presentó, diciendo que por los muchos robos y continuas incursiones (sic) u de francés (sic), lute· ranos e indios caribes que habfades padecido, y cada día padecéis, destruyendoos las haciendas, forzandoos las mujeres, habfades dado, todos juntos, nuestro voto y padecer, para evitar las dichas molestias sería muy útil y provechoso que ese pueblo de Santa Maria de Guadianilla se mudase la tierra adentro, por su seguridad... I '

12. cReal Provisión Sobrecarta de 27 de enero de 1573_, Testimonio de las Reales Cédulas y provincianas de su Alteza de privilegias de la Villa de San Germdn, Villa de San Ger· mdn (Sus derechos y privilegios durante los Siglos XVI, XVI/ Y XVIII, pp. 203·207). 13. Debe decir irlel/rciones, continuas incurciones. 14. cReal Provisión sobrecarta-, op. cit., p. 204.

Los vecinos renuentes al traslado, que permanecieron en el lugar, enamorados de una tierra fértil y hermosa, con un puerto que continuó su tráfico marino, sostuvieron una defensa heroica de lo que les pertenecía, defensa que continuó en el XVII y en el XVIII. Ese pequeño núcleo de vecinos, instalados en una modesta población, sin .. concejo y sin justicia y regimiento",15 durante los siglos XVII y XVIII, obedeciendo siempre, en esos siglos, al Cabildo de San Germán, escribieron con su sacrificio, y su tenacidad, varias de las páginas más hermosas de la resistencia de un pueblo que se aferra al solar y a una tierra que les brindaba lo que necesitaban para su subsistencia. Dos nombres han perdurado de esa tenacidad, de ese valor; uno del XVI, mencionado en el capítulo anterior, Rodrigo Ortiz Vélez, y Domingo Pacheco de Matos, este último, como ya se f1a visto, actor heroico en la lucha de 1703. Hemos dado una ligera visión de la resistencia ofrecida por los vecinos del barrio Concejo, en Guayanilla, ese barrio que ha perpetuado en la tradición toponímica puertorriqueña la existencia de un con, cejo de vecinos que funcionó desde el 1511 hasta el 1573, reunión de vecinos constituidos en cabildo, en la cumbre de un montículo, donde hubo un pue· blo, ubicado este montículo entre la cadena de montañas no muy altas, por donde pasa el camino que conduce a Macaná, y las Lomas de las Quebradas que se aupan en dirección a Yauco, teniendo al fono do el macizo de la sierra central, con la mole del Rodadero, que perfila su silueta en el azul del cielo. y al sur la línea inmaculada de la espuma del litoral marino.

15. La Villa de Santa María de GuadianiJIa tuvo desde el año de su fundación hasta el año del traslado a las Lomas de Santa Marta, concejo, justicia, regimiento, e iglesia. de lo que se da noticia, como el lector habrá visto en el capí· tulo que antecede.

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La Crítica de Bonafoux en torno a Puerto Rico* Por EDUARDO C. CAUTIÑO

L

VIS BONAFOUX NACIÓ EN SAINT ~OUBES, PUEBLECILLO

cerca de Burdeos, Francia, el 19 de junio de 1855. Este niño que ve la primera luz del mundo cerca de la bella ciudad de Burdeos sería, andando el tiempo, uno de los grandes escritores de Puerto Rico, y uno de los satíricos más destacados en la literatura finisecular y novocentista del mundo de nuestra lengua. Es curioso anotar que Bonafoux, hombre de Puerto Rico, nace fuera de su Isla, vive casi toda su vida fuera de esta Antilla y muere en el exilio. también fuera de la tierra que consideraba su patria. Franco, leal. sincero, "no le era dado fingir entusiasmos ni cantar falsas alabanzas; rudo. apasionado, violento. intratable con lo que juzgaba mezquino y falaz, virulento con hipócritas, transfugas, vanidosos y perversos; pero bueno, humilde, débil con quienes supieron padecer por nobles ideales o con quienes permanecieron a mitad del camino teniendo derecho a triunfar por la virtud y el talento. Odiaba la injusticia. Y no envidiaba a quienes conquistaron fama y rique'zas a cambio del honor y la traición. Consistió su orgullo en ser siempre el mismo, en continuar luchando por los ideales de humani· dad que defendió a 10 largo de su vida. Nada pudieron contra él las injurias ni las calumnias. Y la pobreza fue siempre en él blasón de gloria y orgullo de su nombre.

LUIS BONAFOUX QUINTERO La búsqueda de datos para estudiar la literatura de Puerto Rico en las tesis que la Universidad de Puerto Rico ha tenido bajo su dirección en los

* Capítulo del libro La sátira ¡al/x. Obra inédita.

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ell

la obra de Luis BOlla-

departamentos dedicados a los estudios hispánicos en los recintos de Río Piedras y de Mayagüez, al· canza hasta la fecha varios títulos importantes. Aunque sea reciente el auge académico de los temas nacionales. relegados y hasta despreciados por va· rias sinrazones de la vida puertorriqueña hasta hace pocos años, la bibliografía aumenta cada día. Una de las aportaciones de esta corriente es la tesis de Eduardo C. Cautiño sobre La Sdtira en la Obra de Luis Bonafoux Quintero, sometida en mayo de 1971 para el grado de Maestría en Artes en el Departamento de Estudios Hispánicos, en el recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Llama la atención en la cultura de Puerto Rico la presencia de una voluntad de identidad con la isla que rebasa los ímpetus del patriotismo inherente a toda persona nacida en una tierra del pla· neta mundo que considera su cuna y donde siente las raíces de su ser físico y moral. El caso curioso es que varios escritores de Puerto Rico, nacidos en otros países, que han vivido solamente parte de su vida juvenil en Puerto Rico, se llamen a sí mismos puertorriqueños, poniendo una apasionada ansiedad en esa afirmación, como si temieran- ser rechazados por su amor y su filiación con Borinquen. Luis Tu· lio Bonafoux pertenece a ese grupo de puertorriqueños por su propia y libre elección. Como dice Cautiño en una parte de la tesis: "Se consideraba puertorriqueño, lo prueba cuando dice en su libro Clericanallas: .No soy pru· siano, porque nací en Puerto Rico•. Ama a Puerto Rico, pues recuerda su niñez en Guayama, y más aún supo rendirle homenaje, tanto en vida como en muerte, a uno de los -puertorriqueños de más calibre, a Ramón Emeterio Betances, a quien le dedicó un hermoso libro de 560 páginas, recopilando parte de su epistolario, noticias de periódicos, y recuerdos personales del gran antillano."


Luis Bonafoux.

Bonafoux despertó a la realidad circundante de su país amado en Guayama, teniendo en sus progenitores, el francés avecindado en esta ciudad del sur, Louis Bonafoux, y la dama venezolana Clemencia Quintero, el mejor ejemplo de extranjeros acogidos a nuestra ti~rra en el siglo XIX con el afán de echar raíces duraderas en su suelo. Padre y madre le inculcan respeto y devoción al estudio y a la familia, normas de conducta ejemplar que se evidencian en su biografía, ya que fue esposo y padre amantísimo, yendo de España a Londres, de allí a Francia, y otra vez a Inglaterra, en la peregrinación que hizo de su trayectoria vital un vía crucis con estaciones esporádicas, siempre acompañado por los suyos, idealista y romántico sin trabas para expresarse ante la injusticia, la corrupción y la falsa fama de los advenedizos en las artes y las letras. Ante Puerto Rico mismo, no obstante el tiempo que pasó en San Germán como de Registrador de la Propiedad, cultivando en la lectura y la tertulia sus dotes de escritor, la pluma de Bonafoux se enciende de aristas punzantes para satirizar en vez de halagar. Ese mismo espíritu beligerante que se aprecia en la crítica del autor en torno a Puerto Rico caracteriza su obra relacionada con autores y temas múlti-

pies de España y Francia. Perteneció a la generación genial de la etapa finisecular que llega hasta la primera guerra mundial de 1918, cuando la prosa castellana deja de un lado las preocupaciones heredadas del neoclasicismo para darle paso a una mayor soltura sintáctica, a una cadencia y una flexibilidad en que la ideología de la generación del 98 y la fuerza creadora de los líricos modernistas se compenetran en una simbiosis de nuevo cuño romántico. B.:>nafoux sintió la urgencia de escribir para su tiempo, se valió del periódico con ánimo de difundir sus ideas; hizo gala de su inteligencia y de su personalidad en la crónica, se batió contra los gigantes de la superchería al expresarse sobre cuestiones palpitantes, hizo crítica literaria con acierto, y en todo lo que escribió podemos apreciar el sello de una recia contextura independiente, osada y viril. Entre lo!> años de 1877 hasta 1913 escribió Luis Bonafoux Quintero un total de veinte obras, y sus meros títulos son una galería de las intenciones y los enfoques del gran satírico. Al voleo podemos señalar algunos substantivos preferidos, dardos que van al blanco donde Bonafoux lanza las flechas: mosquetazos, avispero, bombos y palos, c1erieanaIlas, etc. La bibliografía recogida por Cautiño en su 9


tesis revela la curiosidad que esta obra ha despertado entre los investigadores y los críticos de Puerto Rico y de otras partes. No ha pasado inadvertido, pues, aunque todavía merece mayor atención el es· tudio de su estilo. Posiblemente sea José A. Romeu el escritor contemporáneo de Puerto Rico que como prende y analiza con más acierto 'la obra de Bonafoux, según se puede comprobar en sus Notas para un estudio sobre Bonafoux", Asomante, 1950, Vol. VI, Núm. 1. Cuando se piensa en el ir y venir sin reposo de Bonafoux, en su cultura y su intelecto, sus dotes creadoras y su ideología, vemos el prototipo del hombre de acción de Puerto Rico que se empezó a destacar en el mapa de Europa, de los Estados Unidos y de Hispanoamérica desde el siglo XIX hasta el presente. Algunos puertorriqueños de entonces que manifestaron sus inquietudes con el verso o la prosa en lugares distintos donde vivieron, fueron Hostos, Lola Rodríguez de Tió, y Antonio Cortón, entre otros. Hoy sigue el puertorriqueño que vive en otros países expresando su apego a la tierra y a la cultura de Puerto Rico, y no solamente escribe acerca de la problemática nacional puertorriqueña, sino que hace, como lo hizo Bonafoux, crítica y obra de valor literario sobre temas y preocupaciones de índole estética universal. Bonafoux no fue insularista, sino puertorriqueño con miras de hombre que se sintió igual a sus contemporáneos franceses, ingleses y españoles, a la altura de 'Ias circunstancias de una época durante la cual su existencia pasó por trances de euforia y de dolor, sin que se doblegara por ello el empeño que puso en una obra de valor que hoy constituye el testimonio de un cerebro privilegiado y la herencia de la nueva generación en busca de caminos inéditos. Que la tesis de Eduardo Cautiño, su análisis de los temas y de las características de Bonafoux, y la bibliografía recopilada por él durante sus estudios para la Maestría, sirvan para incitar a la lectura y al conocimiento de uno de los escritores más importantes de Puerto Rico. Al referirme a la literatura festiva y satírica en el ámbito de la literatura de Puerto Rico, dije en Panorama de la Cultura Puertorriqueiia (1958) las palabras que deseo repetir para cerrar estos apuntes: lO

.. Hasta muchos años después, cuando aparece Nemesio Canales en el escenario literario, se echará de menos este tipo de literatura, ágil, punzante, y certera, necesaria para marcar derroteros, ridiculizar lo espúreo, y sondear el ánimo del pueblo que se mantiene de espectador, siendo a la vez el verdadero actor en el drama n. MARtA TERESA BABtN

Bonafoux trata en su amplia obra el tema de Puerto Rico. Su visión de lo insular no es el de un riguroso análisis de una circunstancia históriccrsocial, sino de reacción personal frente a un cúmulo de aspectos que consideramos en este capítulo. Son estos los ángulos de su visión de lo puertorriqueño: la crítica de costumbres, el análisis, a la luz de su concepto de las cosas, del fenómeno artístico: el poético, el musical, centrado el primero y el segundo a la luz de figuras insulares, tales como Gautier Benítez, Modesto Cordero, Ulises Olivieri, Manuel G. Tavárez, el político (el que gira en torno a varias' figuras nuestras): Luis Muñoz Rivera, Pablo Ubarri, Betances, y la defensa sobria y mesurada, aunque cargada de sutil ironía, que hace frente a Manuel Fernández Juncos. Veamos en sendos apartados el enfoque de nuestro insigne escritor sobre los aspectos enumerados.

A. Bonafoux y el carnaval insular El artículo de Bonafoux más conocido en Puerto Rico es El Carnaval en las Antillas,. que se publicó en el periódico madrileño La Unión (1879), y en el que su autor critica, en forma humorística y exage· rada, ciertas malas costumbres, relativas a la forma en que se celebraba el carnaval en Puerto Rico. En ese artículo llama a los puertorriqueños ., turba indómita y salvaje". Censura dichas costumbres, y nos informa que los vecinos se disparaban con cáscara de mamey, repletas de materia fecal y mantequilla rancia bien dispuesta en un papel que ha de ser arrojado al rostro del incauto que sale de su casa, de la falta de respeto por las personalidades del país, quienes no se liberan de un mantequillazo en pleno rostro, de una señorita que había tenido amores durante veinte años con un joven a quien le lanzó un coco lleno de ácido úrico a la cabeza como desquite, de un padre que comenta con orgullo que su hijo le tiñó con tuna la levita del capitán general, cuya autoridad es violable en tales casos. En fin, una serie de descripciones sobre dichas fiestas, que nos ponían al nivel de las sociedades más primitivas y salvajes. En ese mismo año de 1879 Bonafoux es llamado precipitadamente para que acudiese al lado de su madre enferma. Sale de España, en donde a la sazón se encontraba terminando su carrera de Derecho, y al llegar a San Juan fue recibido por una masa humana, la que fue objeto de una explosión de odios e insultos, impulsados éstos por un falso patriotismo, en donde pedían a gritos nada menos que su muerte. Por espacio de cinco días reinó un verdadero motín, reproduciéndose los escándalos y las violencias uno y otro día. Miles de personas recorrían las calles profiriendo gritos y amenazas. Bo· 1. Luis

10

Bonafoux,

Ultramarillos, pp.

1·8.


Jlafoux se refugia en la casa de Don José Julián Acosta (tío político suyo) situada en la Plaza de Ca· Ión, allí al lado de su madre moribunda, casa que fue sitiada y apedreada. Al fin, pudo nuestro autor tomar un bote que lo trasladó al buque que habría de volverlo a España. Esto fue posible con la ayuda de los agentes del orden público, quienes estaban con el sable en la mano, ya que no pudieron impedir que más de dos· cientas personas se embarcaran en otros botes, di~ rigiéndole al escritor toda especie de insultos y amenazas. Don José Julián Acosta estaba fuera de su tierra natal, en virtud de su elección para Diputado a Coro tes. A su regreso, indignado al enterarse de aquellos sucesos, publicó una protesta que apareció en el periódico El Boletín Mercantil? en donde denunció enérgicamente los atentados cometidos contra Bo· nafoux y contra su propia familia, más aún cuando sólo había en su casa una señora y sus hijos, por encontrarse ausente el jefe de familia, desempeñando una misión de interés público. Con tal motivo escribe Acosta: Muy tristes son en verdad las primeras noti· cias con que me saluda el país natal desde que me separé de sus playas, dejándole confiado el precioso tesoro de mi familia; mas no serán parte para entibiar mi probado amor por él, ni para desviarme de los principios que constantemente han guiado mi conducta. Se han aquilatado en el crisol de tan dolorosa experiencia.' Bonafoux recibe una decepción de los puertorriqueños y publica una serie de artículos en el perió· dico madrileño El Español, los que luego recopila en su obra Mosquetazos de Aral11is. Notamos en esta obra que nuestro escritor se dejó arrebatar fácilmente por emociones momentáneas, visualizan· do sólo los defectos e ignorando las virtudes de su gente.

B. Bonafoux y el falso estudial1te En El Capitalista ~ nos comenta con gran humor la historia de -la mayoría de los estudiantes puerto· rriqueños en el extranjero. Un pobre hombre de Río Piedras envía a su hijo a cursar la carrera de medio cina en España. Este lleva consigo todo el capital de su familia (300 pesos) y comienza su carrera en la metrópolis. Percatándose el joven que era mejor divertirse que estudiar, se gasta todo el dinero que llevó, lo mismo que el que su padre con sacrificios le enviaba para sus matrículas, pide prestado a sus 2. Angel Acosta Quintero, Josi JulitiJl Acosta ,. pp.

450-453.

Sil

tiempo,

3. [bid., p. 452.

4. Luis Bonafoux, Esbozos 'love/escos, pp. 193·206.

amigos, haciéndoles creer que su padre es muy rico. Llega a tal extremo la situación económica de su familia en Puerto Rico, que su progenitor tiene que vender su único caballo, ya que el hijo, después de estar ocho años en Europa, -le dice que sólo le falta una asignatura para doctorarse, a lo que siguen pasando tos años, sin que se gradúe por no estar asistiendo a las aulas de la universidad. 5

C.

Bonafoux y la mujer puertorriqueiia

En el artículo Por mis paisanos,6 defiende la dignidad de la mujer puertorriqueña, ya que ésta fue ultrajada por el periódico ponceño El Pueblo. En dicho periódico apareció un artículo en que se dice que la mujer puertorriqueña no es culta, pues no lee por estar pendiente del polisón, el baile, la retreta, el teatro y otras preocupackmes, un tanto frívolas. Prosigue el periódico informando que las madres puertoriqueñas engañan a sus maridos; y las señoritas se pasan las horas muertas poniéndose polisones. En todo -añade el periódico- se anota que las puertorriqueñas son cursis, ya que nadie usa moñas, con excepción de los toros en las corri· das de beneficencia. Bonafoux sale en defensa de sus compatriotas. Aunque se encontraba enfermo y en cama, dice que no pudo resistir más su indignación ante tal ultraje, y desarrolla su defensa, diciendo que en materia de escritura las señoritas puertorriqueñas pueden dar quince y raya a 'las madrileñas, que las puertorriqueñas que residen en París escriben el francés mucho mejor que las parisienses.7

D.

Bonafoux y algunos políticos insulares

Escribe nuestro satírico una carta a Don Manuel Fernández Juncos. En ésta, publicada con el título de Vir, bonus I se mofa de nuestra prensa y dice: Aquí, donde por reprensible benevolencia de los buenos periodistas como usted, se profana el mi· nisterio de la prensa y se la priva del sentido moral del periodismo; aquí, donde se pasea por las columnas de los periódicos tanto sabio de guiro y maraca; y todo padre se figura que tiene derecho a participar en letras de molde que su hijo obtuvo en los exámenes la nota de sobresaliente; y un hortera telegrafía que ha muerto su socio en pulpería; y un caballero particular nos cuenta en períodos desmayados, líricos y bailables, que "voló al cielo", la niña Olimpia! ay! la 5. [bid., p. 205. 6. Luis Bonafoux, Mosquetazos de Aramis, pp. 335-341. 7. lbid., p. 338. 8. Luis Bonnfoux, El avispero, pp. 121-124.

11


seráfica Olimpia que era una maravilla tocando el guiclzaro y muy conocida del caballero particular (y de nadie más, por supuesto); aquí donde cualquier Palidori en medicina y cirugía publica un comunicado dándose a sí mismo las más expresivas gracias y los bombos consiguientes por la difícil operación de amputar una nigua: y cada hijo de vecino pretende tener la publicidad de Gatell el alcoholado y que le pongan en danzas sus eximios méritos...•

Notamos que fue Bonafoux un crítico mordaz cuando se refería a las costumbres de Puerto Rico y más aún cuando se refería a algún líder político del país, como en el caso de Luis Muñoz Rivera y Pablo Ubarri; pero esto no desvirtúa su amor por Puerto Rico. Se consideraba puertorriqueño, lo prue· ba cuando dice en su libro Clericanallas: 10 "No soy prusiano, porque nací en Puerto Rico." Ama a Puer· to Rico, pues recuerda su niñez en Guayama y más aún supo rendirle homenaje, tanto en vida como en muerte, a uno de 'los puertorriqueños de más cali· bre, a Ramón Emeterio Betances, a quien le dedicó un hermoso libro de 560 páginas, recopilando parte de su epistolario, noticias de periódicos y recuerdos personales del gran antillano. Esta obra, en donde recopila cartas escritas por Betances, a sus familiares y amigos, nos deja conocer al hombre directamente a través de su epistolario, hace unos comentarios pertinentes después de cada carta, para así subrayar la grandeza de este líder. Nos dice que hombres así no· necesitan comentarios, ya que su propia obra habla mejor de lo que pudiera hacerlo por ellos el más sabido comentarista. Divide la obra en siete partes: Prólogo, Betances Revolucionario, Betances y RuÍ'Z Zorrilla, Be· tances Escritor, Betances Orador, Betances Intimo e Intimidades del Hogar. 1I

E. Desdén por las posiciones políticas En un artículo de Literatura de Bonafoux aparece una Carta a El Pueblo 12 en donde aclara que no quería ser Diputado a Cortes, según se anunció en el períódico El Pueblo. Cita varias cartas remi· tidas por Don Pablo Ubarri, en que éste le informa que el Municipio de Guayama quería hacerle Diputado a todo trance; pero los demás pueblos del distrito no estaban conformes. Le informa, además, el Sr. Ubarri que él no fue propuesto por el comité central, ya que allí tenía desafectos y que si pensaba un poco, éstos no le serían desconocidos. En su

defensa alega Bonafoux que siempre 'le dijo a Don Pablo que lo más que él (Bonafoux) podía hacer era tomar asiento en los bancos del partido más demócrata de la monarquía, ya que para ser diputado en tales condiciones, esto le sería deshonroso. u

F. Crítica de algunos poetas y comentarios sobre un músico puertorriqueño Se burla humorísticamente de las personas que ha atacado cruelmente, y en forma satírica dice que está sumamente arrepentido. En Mis Muertos comienza hablando de sus antepasados y luego saca un grupo de retratos de aquellos que él mató en vida con sus mordaces artículos, y se pregunta él mismo ¿ qué daño me habían hecho? Hace un falso acto de contrición y dice que el día de difuntos le enviará una corona a cada uno de ellos. Nombra a Eleuterio Lugo. un poeta guayamés, a quien atacó virulentamente con la sátira de su pluma, y a quien ridiculiza, diciéndole: Caballero, le dije muy emocionado; caballeroL .. yo soy un gran corazón ... permítame que principie por usted, poniéndole esta coronita! l' 1.

José Gautier Benítez.

Bonafoux solía estimular lo bueno, los méritos en aquellos que él creía lo merecían. En Gautier dice que la poesía puertorriqueña va saliendo del limbo del arte; que tiene dos representantes, Pesquera y Gautier. Critica la poesía de Gautier diciendo que no era viril, que se vislumbraba tierna, meliflua y melancólica. En este artículo dice que al morir Gautier sus amigos recogieron la obra de éste y la publicaron en un tomo, mezclando algunas poesías muy buenas, como Insomnio, A Puerto Rico, con otras tan malas como Fragilidad. Dice que Gautier está en carácter cuando canta a la patria, el amor de sus amores. Termina su artículo diciendo que Gautier ha hecho perfectamente bien en morirse, pues era muy visionario y muy sensitivo para vivir en este planeta.ls

2. Modesto Cordero La obra Mosquetaz.os de Aramis está dedicada casi por completo a los puertorriqueños, y en sus articulas notamos uno que creemos es la sátira más fuerte de esta obra, ya que carece de toda bondad

9. /bid., pp. 123·124. lO. Luis Bonafoux. Clericanallas, p. 383. 11. Luis Bonafoux, Betances, p. 560. 12. Luis Bonafoux. «Carla a El Pueblo., Líleratllra ele Bonafollx, pp. 239·240.

12

13. ¡bid., p. 247. 14. Luis Bonafoux, Esbozos novelescos, pp. 262·269 15. Luis Bonafoux. eGautíer., Ultramarinos. pp. 114·199.


e indulgencia. Tituló dicho artículo El joven Cordero, en donde nos dice que recibió el libro de poemas Melodías, publicado por el joven yaucano Modesto Cordero. Y nos dice así de esta obra: Yo no sé si el Sr. Cordero se figura que por haber tenido yo bronquitis o neumonía, o lo Que sea (así reventara!), he hecho propósito de enmienda y quiero ponerme bien con los poetas antillanos para morir como Dios manda. No hay tal cosa; muerto y enterrado y podrido t?d~vía he de decir que el Sr. Cordero no es poeta nI tiene derecho a endosarme melodías." Analiza el poema A Rosa, que comienza con un verso de dos sílabas y sigue aumentando el número de éstas, en los versos sucesivos hasta llegar a un alejandrino, disminuyendo desde ahí el número de sílabas hasta concluir, como empezó, con un verso disílabo. Nos dice Bonafoux que si esta quisicosa no fuera una plaga de disparates, tendría mucho mérito por la forma; pero que parece un aguacate, o una piña de Canarias. Al ser atacado Bonafoux por su cruel análisis de la obra Melodías, se defiende diciendo que él ha llamado buenos poetas a Gautier y Pesquera, nota· ble historiador a José Julián Acosta, notable abogado a Manuel Corchado, distinguido escritor a Manuel Fernández Juncos, que ha animado al joven escritor Ulises Olivieri; pero que con todo yeso, el pueblo lo acusa de haber llamado mal poeta al joven Cordero, acusándole de que es enemigo de la cultura del país. Dice que en realidad el Sr. Cordero no es poeta, ni es nada y que le agradecería a este señor y a sus compañeros mártires que no le enviaran más folletos, ni melodías.

3.

Manuel G. Tavárez

En Tavdrez 17 comenta la muerte del pianista puertorriqueño. Dice que fue un artista de mérito; pero que pudo ser mejor de lo que fue. Critica y se burla de las exageraciones de los periódicos y de algunos escritores que al rendirle homenaje le comparan con los grandes músicos del mundo: Gounod, Verdi, Beethoven y Mozart. Opina que hubiese sido más prudente rendirle un entierro modesto y con amor, que el escribir todas las adulaciones, las hipérboles y las exageraciones sobre su vida y su obra.

16. Luis Bonafoux, Mosquetazos de Aramis, p. 187. 17. /bid., pp. 19-30.

G. Crítica sobre" La parte del León" de Alejan. dro Tapia y Rivera

En La parte del León,·1 critica fuertemente la obra de teatro de este título, escrita por Don Alejandro Tapia y Rivera. Comenta el argumento del drama y dice que el mismo no vale gran cosa. Ataca al Municipio de San Juan por haber costeado la pu· blicación de esta obra y dice que fue una pérdida de dinero, que hubiese sido mejor haber mandado a un estudiante inteligente de pocos recursos económicos a estudiar a España, o haber construido uno de ·los muchos puentes que faltan entre el cami· no de Caguas a Guayama. Se mofa del español Carlos Peñaranda, quien sostuvo que Tapia es un genio y dice que él (Peñaranda) no es quién para dar patentes de genio. Le dice a Tapia que Peñaranda, quien es un mal poeta, lo cual piensa probarlo otro día, mal crítico, sabe perfectamente que ese drama es detestable, aunque le diga otra cosa.

H.

Critica sobre Manuel Fernández Juncos

En su artículo titulado Don Manuel Fernández Juncos,19 a quien lo considera su mayor enemigo antillano, ya que en su periódico Don Manuel 10 atacaba en prosa y en verso. Dice que él cree que Don Manuel formó parte de la plebe, que en la plazuela de Santiago pedía su cabeza a gritos de muerte. No obstante, considera a Don Manuel un distinguido escritor de grandes méritos.211 Aquí notamos. una cualidad que con el tiempo perdería ,Bonafoux con sus enemigos, pues en esta época sabría aquila· tar los valores de sus enemigos, cosa que perdió con el paso del tiempo, ya que a través de su obra se percibe que cuando atacaba a sus enemigos ig· noraba los méritos que éstos tenían. Al hacer· la crítica de Tipos y caracteres nos expresa que 'recordando la guerra que le ha hecho ~l Sr. Femández Juncos, casi está en el deber de dectr pestes de su colección de artículos. Pero que como no sabe mentir y además quiere dar a Europa una prueba de su imparcialidad, desea decir que los artículos del señor Fernández Juncos le han gustado. Añade que en ellos hay buenas ocurrencias; pero que también hay algunos gazapos. . Prosigue el desarrollo del tema y nos comUnIca que las censuras de Fernández Juncos son piadosas, que no campea en ellas la crítica agria, ni la sátira despiadada, que las ironías de Heine y los sarcasmos de Byron no le gustan a este escritor, y que su risa no es una mueca volteriana, cruel y 18. Luis Bonafoux, Ultramarinos, pp. 162·173 19. Luis Bonafoux, Mosquetazos de Aramis, pp. 174-185. 20. /bid., p. 174.

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punzante. Prosigue halagando la obra y dice que su ingenio es bondadoso, sin bilis y sin nervios, que no hace daño, y sin embargo, censura y castiga. En otras palabras, según Bonafoux, 'Ia crítica de éste es todo lo contrario de la suya. Añade el guayamés que él admira ese género, pues cree que nadie tiene derecho a reirse ni a mor. tificar al prójimo. ¿Era sincero al decir esto, o simplemente se estaría burlando? Prosigue su comentario informándonos que hay artículos muy buenos, como El tigre y artículos muy medianos, como El empleado zángano. En 'la segunda parte de este artículo dedicado a Don Manuel, lo satiriza, exponiendo que cuando mozo fue Don Manuel dependiente en una tienda y que en los ratos de ocio se dedicaba a leer cultivándose en esta forma. Algo digno de admiración, nos dice Bonafoux, porque en caso de haber sido él, no hubiese leído, se hubiera pasado la vida comiendo higos y aceitunas. Continúa en su trabajo satirizando humorísticamente la figura de Don Manuel, añadiendo que reparte él mismo el periódico El Buscapié, y que lo lleva personalmente a los pueblos de la Isla, lo que mueve a gracia: un caballero en un flocho con dos grandes banastas, llenas de periódicos. que deja en los pueblos. Hace un examen de la obra escrita por Femández Juncos y dice que sabe más que Merlín, pues le ha dado un buen palo a la sociedad puertorriqueña; pero cuida de decir: Describo vicios y costumbres susceptibles de enmienda y de censura; no pinto la sodedad pucr-

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torriqueña, sino la parle defectuosa de esa sociedad.:'

Conclusión: Hemos dado una ojeada al tema que nos hemos propuesto en este capítulo: el ofrecer una visión del tema de Puerto Rico en Bonafoux. Se ha visualizado cómo éste vio la sociedad insular y cómo reaccionó frente al hecho literario. Es demoledor, quizás un tanto injusto, con escritores, como Modesto Cordero; tolerante con Ulises Olivieri, justo en su apreciación de la obra y la personalidad artística de Manuel G. Tavárez, admirador decidido de ese gran antillano que hubo en Ramón Emeterio Betances, a quien le dedica un excelente estudio monográfico, así como se nos muestra sobrio y ponderado con la obra de Manuel Femández Juncos, con quien no compartía ni el ideario político ni el enfoque, en términos generales, en tomo al fenómeno insular. El estudio del tema nos permite sostener que Banafoux amaba el ámbito puertorriqueño, en que le tocó convivir, que le doliera unas costumbres que él consideraba estúpidas, lo que consigna en la cita El carnaval en las Antillas, y que siguió siempre de cerca -a pesar de su exilio voluntario en Europael tema de su tierra y de su gente.

21. 1bid.• p. 180.


Oda a San Jnan Por

MANUEL JOGLAR CACHO

I

La luz posa su pie de paloma en las piedras aLÍn firmes del pasado. y yo voy con la luz detrás de las campanas recogiendo las cuentas del rosario que se cae de las manos temblorosas del tiempo. ¡Cuántos suelios ahora adquieren alma y cuerpo, retornall a su antigua lejana realidad, y al lado de sus sombras y en busca de sus ecos echan a caminar! Por allí va una monja camino riel convento donde hace siglos oye el canto iluminado del ruiseñor del cielo.

y allí pasa, vestida de bronce la figura inmortal de Juan Ponce de León, que tenía ademán de guerrero y sentir de poeta. Por ello, halló la fuente única y milagrosa que mana eternidades de juventud. Allí vienell y pasan personajes ilustres cuyas fuertes raíces salen del cementerio.

Y llegan a la iglesia de San José. ¡Tus llaves, las llaves de tus Templos, dame San Juan! Con ellas abro criptas oscuras que yo imagino surcos que aún se hallan sembrados de semillas humanas que esperan retOliar en hombres prodigiosos que te lIarán más l1ermosa y muchas veces dueña de tu Ilermosura.

Ahora, abro nic1lOs de cedro y caoba que guardan tus sagradas imágenes. Desempolvo tu Cristo, tu Cristo milagroso que se afana en mostrar cómo se nace y muere: Cada mañana nace y cada tarde se hace ¡crucificar! ¡Tus llaves, tus llaves de oro puro, dame San Juan! Las quiero para cerrarle el paso a todos los que buscan arrebatarte el alma.

15


El tema de Puerto Rico en Abelardo Díaz Alfaro, René Marqués y Pedro Juan Soto Por

EL

TEMA DE PUERTO RICO ES UN LEITMOTIF FUNDA-

mental en la literatura de la isla. Nuestros tres autores siguen la tradición iniciada por Manuel Alonso en El Gibara (1849), donde examina, en verso y prosa, lo que significa ser puertorriqueño. En este estudio primero intentamos ver la búsqueda personal y nacional de la identidad del puertorriqueño, que viene a ser la continuación de un tema central de la generación anterior, la Generación del Treinta, constituida por tales obras como Insularismo de Antonio S. Pedreira y Prontuario histórico de Tomás Blanco. Luego pasamos a la relación íntima entre el hombre y la tierra para finalmente terminar con un análisis de la literatura escrita sobre la experiencia neoyorkina e isleña. Nos interesa aquí la visión de Puerto Rico en la obra de Abelardo Díaz Alfaro, René Marqués y Pedro Juan Soto. Todos son de la Generación del Cuarenta, aquella generación que vio de cerca los resultados del proceso de americanización de la Isla, y se encontró forzada a enfrentar los múltiples conflictos que eran producto tanto de la pérdida de las antiguas tradiciones y costumbres, como de la desvaloriza· ción de la lengua española. Este trasfondo históricosocial es imprescindible para entender sus obras, pues como ha señalado Concha Meléndez, refiriéndose a René Marqués: Su temática es la conciencia de la transformación que ya hemos vivido y la que estamos viviendo, que es la transformación del mundo de hoy, acelerado en nuestro caso por la influencia de los Estados Unidos.l Pero al mismo tiempo que estos autores se em'peñan en testimoniar la realidad de su país, se valen 1. Concha Meléndez, .El cuento en la edad de

1945-1955-, Asomante, núm. 1, 1955, p. 63.

16

Asol11cllttc,

GLORIA FEIMAN WALDMAN

de sus experiencias personales como elemento esen· cial de sus obras. Díaz Alfara escribe Terrazo, tomo de cuentos acerca de los jíbaros, los campesinos del interior del país, a base de su experiencia de trabajador social. De igual manera· Pedro Juan Soto y René Marqués integran las experiencias en Nueva York y la Isla para forjar sus obras. No obstante esta diferencia en la experiencia personal, un ele~ mento común a todos es la frustración -tema seña~ lado por Luis Palés Matos en su poema "Topografía": Esta es toda mi historia: Sal, aridez. callsancio. Una vaga tristez.a indefinible, una inmóvil fijeza de pantarlo. y tm grito, allá en el fondo, como un hongo terrible y obstinado, cuajándose entre fofas carnaciones de inútiles deseos apagados. 2

El hilo unificador de esta primera sección es la actitud del personaje frente a si mismo y a su país. Este tema se manifiesta con mayor intensidad en las novelas Usmaíl de Pedro Juan Soto y La víspera del hombre de René Marqués. Los protagonistas son 'jóvenes y el escenario de Usmaíl es la isla de Vie· ques y el de La vispera del hombre, la región cafetalera. Se .descubre la historia personal de los dos protagonistas al mismo tiempo que se revela la historia de Puerto Rico desde 1930 hasta 1950 y la guerra de Corea; años de intensa actividad política y económica. En Usmaíl el tono central se establece por la destructiva influencia norteamericana en la isla de Vieques. Los marinos norteamericanos que original2. Carmen Gómez Tejera. Ana María Losada, Jorge ~uis Porras, Poesia puertorrique,ia, (México: Editorial OrJOn, 1951), p. 410.


Abe/ardo D{az Alfaro.

mente habían venido a Vieques para establecer una base naval que iba a traer empleo a la isla y tamo bién proteger a Puerto Riq) en la inminente segun. da guerra mundial, terminan por disminuir su tierra de cultivo e intensificar la prostitución. el alcoho· lismo. el juego y la .ilegitimidad. El pueblo de Vieques lucha débilmente para imponer su voluntad sobre el monolito norteamericano y al fracasar viene a ser un símbolo microcósmico de la lucha de todo Puerto Rico para cambiar la realidad de su situación neo-colonialiEn medio de este ambiente surge el protagonista Usmaíl, hijo de una negra puertorriqueña y de un blanco norteamericano. El se siente suspendido entre estos dos mundos sin identificarse ni con el uno. ni con el otro. Como acto simbólico huye a San Juan para oficialmente cambiar su nombre y desprenderse de aquella manifestación externa de su identidad norteamericana: Usmaíl - U. S. mail. Cuando él mata a un marino norteamericano en una

3. Esta actitud política y económica es en parte a .Operación Manos a la Obra.. que transfiere el agrícola a la comercialización de la Isla. En este la visión individual de los personajes se relaciona búsqueda nacional.

debido énfasis sentido con la

riña cumple con su destino; tarde o temprano tenía que enfrentarse con la presencia de los norteameri· canos. Si por fin encuentra su destino en la rebeldía contra los gringos. esta lucha resulta ser un acto frustrado que sirve para enajenarle aún más de la comunidad humana. Se encuentra solo. perdido. sin ilusiones. definido por su negrura y por el acto de haber matado a un gringo. Y así termina atrapado entre las dos realidades que ·le habían abrumado desde el comienzo de la obra. En este sentido una de las implicaciones principales de la obra es la futilidad de la rebelión de un individuo solo, que no va a lograr cambiar ni su realidad personal ni la realidad social de su país.4 Se ofrece una perspectiva distinta en La víspera del hombre. donde también el autor, René Marqués, aspira presentar un microcosmo de Puerto Rico. Centra la acción alrededor del protagonista Pirulo, cuya asistencia como joven a una celebración nacio-

4. Una situación semejante se presenta en el cuento .En una ciudad llamada San Juan.. de Marqués, donde otro protagonista acepta el desafío de un borracho marino nor· teamericano. El puertorriqueño mata al marino, pero igual al desenlace de Usmall, es un acto solitario y catártico que no trae consigo ningún cambio duradero.

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nal, donde hablaron algunos nacionalistas y donde se recitó la poesía de Lola Rodríguez de Tió, le habían afectado hondamente. En años futuros, enfrentado con la influencia norteamericana en su país, evoca las palabras que había oído y aprende a apreciar el espíritu nacional de su país. En este sentido acepta su identidad puertorriqueña, a diferencia de UsmaíJ que nunca llegó a aceptarse a sí mismo ni tampoco a rebelarse contra la sociedad de una manera eficaz. Así que Usmaíl viene a ser el prototipo del puertorriqueño enajenado, que no tiene lugar en su propio país y se traslada de un sitio al otro; mientras Pirulo viene a ser el prototipo opuesto, el que se identifica con su patria y con la tierra misma. Si en las primeras dos obras, Usmaíl y La víspera del llOmbre, vemos cómo el personaje principal es una creación ficticia. en la siguiente obra el autor forja su creación meraria a base de un personaje histórico. En el caso específico del cuento "Otro día nuestro" el personaje ficticio está basado en Pedro Albizu Campos, líder nacionalista denigrado por el régimen norteamericano a causa de sus creen-

cias políticas. En este cuento el autor intenta captar la postura oficial del gobierno que aisla al héroe del pueblo en los últimos momentos de su vida y así trata de suprimir el espíritu nacionalista que aún vive en la gente. Es interesante notar que no obstante el fondo histórico, o el relato puramente ficticio, el resultado es igual -en el sentido de que la situación política no cambia.s Al pasar a la segunda sección de este estudio podemos intensificar el análisis ya sugerido de la relación entre el hombre y la tierra misma -aquella tierra que viene a definir y limitar todas las posibi; lidades de la vida del jíbaro. Díaz Alfara es el es~ critor que más poetiza la esperanza del jíbaro -ar5. Así como Marqués recrea la vida del héroe naciona· lista también se sirve de la vida de Muñoz Marin para modelar su personaje principal en La muerte no entrard en palacio. Aquí, a diferencia del protagonista en el cuento anterior, el personaje principal entrega el pueblo a los Estados Unidos bajo lo que Marqués llama en el drama, "protectorado». Lo hace en vez de insistir en la autonomia de Puerto Rico. El autor denuncia el juego político y la pérdida de integridad que sufre el líder después de experimentar el poder.

Rellé Marqués.

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quetipo nacional, hombre de la montaña, espíritu huraño, astuto y receloso hacia la gente. Terrazo, el libro de cuentos de Díaz Alfara, destaca la impersonalidad del sistema frente a las angustias particulares de aquellos jíbaros que mueren lentamente en el cañaveral, la siembra de tabaco o en las remotas partes de la montaña. Con sensibilidad y sencillez Díaz Alfara ha logrado captar una de las características esenciales de la morada puertorriqueña. Como lo expresa Margot Arce de Vásquez: Así muchos de estos relatos, algunas de las figuras, cobran validez y amplitud de símbolos [...} Sin tesis deliberada, sin relación específica con ésta o aquella doctrina social y política, sin la más leve intención de propaganda, Díaz Alfaro nos ha dado toda la intensidad del drama puertorriqueño: la esclavitud colonial, la inhumana explotación económica, los males del hambre, el desempleo, la miseria y la enfermedad. Pero sobre todo ha registrado el dramático choque de las dos culturas y de las dos lenguas, la importación viciosa de un sistema de valores extraños y sin sentido para la sensibilidad criolla, la aplicación imprudente de métodos y contenidos pedagógicos ajenos a nuestro medio! Conforme a la importancia de la tierra en sus cuentos, Díaz Alfara emplea las imágenes telúricas para simbolizar la realidad dolorida de sus personajes. O sea, si "boliche" significa en el hablar cotidiano puertorriqueño el tabaco inferior qu~ no sirve para nada, este nombre simboliza la vida del tabacalero. De igual modo si "bagazo" es la parte de la caña que no se usa, la relación entre la planta y el hombre se clarifica al decir, uno de los personajes, "Ese soy yo, bagazo; después que me sacaron el jugo me botan." 7 La importancia que se da a estas palabras se muestra por el hecho de que constituyen los títulos mismos de los cuentos. Así ponen de manifiesto desde el comienzo la frustración de la vida jíbara. En contraste con esta visión anterior del tema de Puerto Rico enfocado en la tierra, la última sección se enfoca en el ambiente de la ciudad -o sea, la circunstancia de Puerto Rico en Nueva York y también en Puerto Rico, la Isla. En esta sección los conflictos entre las dos culturas vislumbrados levemente en los cuentos anteriores llegan a una nueva intensidad a medida que vemos el choque entre el ideal de la patria .lejana y la cruda realidad de la experi~ncia neoyorkina, los valores del pasado frente a la materialización del presente, y la vida campestre frente a la vida ciudadana. Estas dualidades externas se integran profundamente en los 6. Margot Arce de Vásquez, _la lumbre de la esperanza; Terrll4.O expone el drama de la vida puertorriqueña-, en Abelardo Díaz Alfara, Terrazo, (España: Editorial Vasco Americana, 1970), p. 109. 7. ¡bid., p. 30.

personajes que resultan ser entes escindidos entre dos distintas realidades. La carreta de René Marqués es el mejor ejemplo de aquel peregrinaje puertorriqueño, tan heroico en el pasado pero tan corriente hoy, de trasladarse de las montañas a los arrabales de San Juan hasta llegar finalmente a la metrópoli misma, Nueva York. Mediante este traslado continuo el autor expone la falsedad del mito del éxodo como modo de mejorar la vida. Esta desmitificación no es inmediatamente perceptible a los personajes; sin embargo, a medida que avanzamos en ]a obra resulta evidente que por más que se empeñe la familia en adaptarse a la vida de la ciudad, no puede despojarse de la veneración hacia la tieITa ni del anhelo de la patria. Tales valores tradicionales, personificados en el abuelo y la madre, vuelven a imponerse en la tercera estampa cuando deciden volver a su país. Así que el conflicto dramático se resuelve con una afirmación de lo autóctono que se vincula con el desenlace de las obras ya discutidas, La víspera del hombre y Terrazo. Si bien resiste Marqués la moralización en esta obra, al mismo tiempo sabe que el lector va a sacar en limpio ciertas conclusiones al ver cómo Luis es victima de un símbolo del mundo moderno, la máquina industrial. Esta muerte intensifica el regreso a los antiguos valores que habían pugnado por imponerse en las partes anteriores del drama. Así que esta obra representa la integración de todas las fuerzas que rigen la vida puertorriqueña: la migración, la aculturación y el inevitable choque cultural. Puede haber y los hay docenas de estucHas sociológicos de los conflictos que resultan de la aculturación del .puertorriqueño en Nueva York. Sin embargo es en una obra de ficción, el libro de cuentos Spiks, donde se destaca con mayor fuerza afectiva el tono de la experiencia neoyorkina: la melancolía, el cinismo y asimismo la sinceridad de los personajes que viven en el Barrio y pueblan este libro. Son los pobres, los desalmados, los vagos, los supersticiosos, los artistas frustrados, los alcohólicos y las prostitutas. Nos comunica Pedro Juan Soto, con su precisión verbal, las angustias y las esperanzas frustradas de estos puertorriqueños en constante pugna con el medio ambiente norteamericano.· Aquellas "miniaturas" -"breves escenas de la realidad", a menudo llenas de violencia inusitada- revelan los conflictos de los nuevos inmigrantes.'

8. José Emilio González, _Reseña de Spiks-, Asoman/e, vol. XIII, núm. 4, 1957, p. 90. 9. ¡bid., p. 92: _Este realismo acerado es la única mal nera de irnos salvando de esa carrera de desastres que es nuestra historia de pueblo colonial. Sólo echando pie a tierra en los terrenos de nuestra realidad -mas no esa, estadlstica, de los catálogos oficiales- es que podemos recuperar a Puerto Rico.-

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Para concretar, vemos el choque de culturas en el cuento "Bayaminiña" donde la policía acosa a un vendedor ambulante de comida, hasta provocarle a ·la violencia, que justifica los tiros que le disparan las autoridades al final. En Miniatura 11, Soto muestra cómo los problemas causados por la incomprensión del inglés causan riñas violentas entre los puertorriqueños y los americanos. A la vez muestra cómo estos engaños y hostilidad entre los dos grupos se trasladan asimismo a las relaciones que los puertorriqueños tiene entre sí. Se ve esto claramente en "Campeones" donde un joven puertorriqueño es defraudado en un juego de billares por el antiguo campeón,.Io cual intensifica su íntimo conocimiento del ambiente hostil de Harlem. Se puede comparar la visión en Spiks con la de Terra¡v. Aunque los trasfondos son distintos, los dos autores describen la misma experiencia del ser desplazado y derrotado, en fin "el marginal", "el otro", Es el hombre del arrabal, el trabajador sufrido, el maladaptado y también el angustiado por el destino de su pueblo. lo Dice el crítico Wilfredo Braschi, "Es, en una palabra, el puertorriqueño de hoy en su anhelo por fijarse un camino, por rescatarse a sí mismo, por mirarse el alma." JI Ahora volvamos la vista hacia la Isla con la intención de analizar las obras literarias que reflejan los conflictos socio-políticos, culturales y psicológicos que resultaron de la influencia norteamericana en la sociedad puertorriqueña. Como sostiene el dramaturgo y crítico Francisco Arriví, "Esta inestable conjunción del sueño nacional con la reflexión socio-económica sirve de fuerza motriz a la literatura más valiosa de la época." \2 Veamos el cuento alegórico de Díaz Alfara, "El lasco", donde el escrital" se sirve del símbolo del toro como modo de plantear el conflicto entre el puertorriqueño y el norteamericano. Muestra el desplazamiento injusto del nativo por la influencia extranjera cuando el dueño de la finca decide usar el toro americano como padrote en lugar del toro indígena, que había servido antes. El lasco finalmente muere de rabia y angustia; pues como lo resume el jíbaro que le cuidaba, "Ese 10. Es interesante observar cómo Pedro Juan Soto ensancha esta temática en su novela Ardiente suelo, fría es/aeió.t, donde explora el problema de la migración al revés. cuando un joven neoyorkino vuelve a la Isla quc había dejado a 105 ocho años. Experimenta la angustia de no hablar bien el español, de no ser aceptado por los isleños. ni de entender la realidad socio-polltica de la Isla, que habla idcali7.ado en su ausencia. En este sentido el autor parece decirnos que si se queda o si regresa, no importa. Pues la soledad, el enajenamiento y la angustia es parte íntegra de la circunstancia puertorriqueña. 11. Wilfredo Braschi, .Nuevas tendencias en la literatura puertorriqueña., en 21 Conferencias (Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969), p. 544. 12. Francisco Arrivi, .La generación del treinta: el teatro". en 21 Conferencias, p. 384.

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toro era padrote de nación; no nació pa yugo." l3 Este cuento nos proporciona una serie de posibles interpretaciones, entre ellas la de Puerto Rico desplazado de su hegemonía nacional y finalmente destruido o totalmente incorporado por el poderío norteamericano. Se plantea asimismo la cuestión de raza, mediante la acción del dueño que cree mejorar la crianza al importar a un toro blanco. En este sentido se ve el doble simbolismo del blanco toro norteamericano frente al moreno toro puertorriqueño. Surge a la vez el tema de la traición de los puertorriqueños que transfieren su lealtad de sus compatriotas a los extranjeros. Si en "El lasco" el dueño favoreció el espíritu norteamericano al espíritu puertorriqueño, no hay tal renuncia de los valores tradicionales en el cuento "Purificación en ·la calle de Cristo" y el drama del mismo tema, Los soles truncos. Allí René Mar. ques capta la inhabilidad de tres hermanas de re. nunciar el recuerdo de una época pasada y aceptar el presente, simbolizado por los norteamericanos que quieren quitarles su hacienda. Se empeñan en nutrir la ilusión de la vida de bailes y compromisos sociales que se rompió con la invasión de 1898. Y así deciden quemar la casa y morir allí adentro antes de entregarla a los norteamericanos. La tierra misma asume una importancia principal para ellas que evoca y realiza el verso del poeta puertorriqueño Virgilio Dávila, "No des tu tierra al extraño." 14 En un plano un tanto distinto, el maestro rural Peyo Mercé, creación de Díaz Alfara, también presenta la afirmación de los valores insulares contra todo lo artificioso e inadaptable. En los cuentos "Trasplante y desplante", "Santa Clo va a la Cuchilla" y "Peyo Mercé enseña inglés" el protagonista critica con ironía y agudo sentido de humor los equivocados trasplantes pedagógicos de la importación de sistemas que .. se le parecían a las hojas de yagrumo por lo cambiantes".15 Lucha contra el supervisor del distrito que impone el inglés en el plan de estudios, y contra una dietista que no entiende por que una familia pobre de diez miembros no puede compartir una dieta "balanceada" con noventa centavos diarios. Y cuando los niños se asustan al ver a Santa Claus por primera vez, Peyo Mercé lamenta al supervisor, "Yo no tengo la culpa de que ese san tito no esté en el santoral puertorriqueño." 16 Asi mientras que Peyo Mercé es un evidente símbolo puertorriqueño también es, como ha señalado Luis Hemández Aquino, "un símbolo de lo hispánico; te· són y lucha, sueño e ideales"P

13. 14. 15. 16. 17.

Dlaz Alfaro, p. Gómez Tejera, Diaz Alfara, p. Díaz Alfare. p. Díaz Alfaro, p.

24. p. 79. 83. 93. 111.


Pedro Juan

SOlO.

Otra crítica de la realidad puertorriqueña es la novela de Pedro Juan Soto, El francotirador, cuyo protagonista es un profesor cubano invitado a la Universidad de Puerto Rico. El libro está dividido en capítulos que alternan entre la vida actual del profesor Saldivia en Puerto Rico y la vida que pro-yecta para sí mismo si volviera a Cuba. Desde nuestra perspectiva lo que nos interesa principalmente es la visión de Puerto Rico que se asoma de estas páginas donde se expone tanto el materialismo de los extranjeros que explotan económicamente al país, como los intereses creados de ciertas clases de puertorriqueños quienes desprecian a sus compatriotas. Saldivia mismo viene a ser el portavoz del autor que medita el precio que han pagado los puertorriqueños por los "beneficios" norteameri· canos. Dice: Me detengo a contemplar el paisaje de cemento. reforzado, cris~aleri.a. letreros bilingües, má· qumas de carrocerJa bnllosa y pistones que piensan por Ud. Prosperidad, lujo, eficiencia... se lo creen todo, estos puertorriqueños. Nunca se detienen a pensar cuánto de los elementos que son , como el puro aire -impesables. inmedibles. im-

botellables- ofrecen en pago por este derroche de presuntas riquezas.1a . A través de :la necesidad que 'siente el protagomsta de romper el molde teórico de su vida y comprometerse dentro de su propio país, el autor parece decimos que éste es el camino que también debe seguir el puertorriqueño. Pero al mismo tiempo nunca aclara el desenlace; puesto que el lector no sabe si Saldivia vuelve a Cuba o sencillamente se dedica a transcribir su año en Puerto Rico en forma de una novela -que tendría que ser la misma novela que escribió Pedro Juan Soto. Mediante este juego literario el autor traslada el interés político al plano artístico y nos permite ver la novela juntamente como indagación a la realidad puertorriqueña y manifestación de su propia creación. En las obras anteriormente citadas hemos visto cómo el concepto de u ser puertorriqueño" implica la necesidad de tomar una postura frente a la influencia norteamericana. En el siguiente cuento de 18: Pedro Juan SOlO, El frallcotirador, (México: Joaquín Morul, 1969), p. 153.

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Marqués, "En la popa hay un cuerpo reclinado", el protagonista se interioriza aquella lucha agónica. Se siente tan impotente debido a las tensiones de la sociedad que le rodean en San Juan, las exigencias del trabajo, las necesidades de complacer a los otros y al mismo tiempo de probar su machismo, que finalmente, en una última tentativa de afirmarse, mata a su esposa y después, en un acto desafiante de su papel de hombre, se emascula. Se puede considerarle a él la personificación del hom· bre moderno psicológicamente debilitado por un mundo deshumanizado, quien ejerce el correspondiente acto de automutilación, y de tal manera logra librarse de las exigencias sobre su persona. Otra posibilidad es considerar su acto como la realiza· ción en un plano físico, de la impotencia que experimenta en un plano emocional. Hemos visto la profunda seriedad de estos tres autores respecto a la función social de su literatura. Siguen una tradición de marcada conciencia social que se encuentra en toda la literatura puertorriqueña. Como 10 expresa Frantz Fanon, el psiquiatra y sociólogo en su obra Los condenados de la tierra, "Cada generación, de relativa oscuridad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla." '9 Seguramente la primera de estas posibilidades se aplica a los tres autores de nuestro estudio, quienes han sacado a la luz los problemas y contradicciones de la realidad puertorriqueña. René Marqués. en su acertado ensayo "Pesimismo literario y optimismo político: su coexistencia en el Puerto Rico actual" ha explicado la medida en que los escritores de ·la Generación del Cuarenta están desempeñando la antigua función del escritor: la de exponer el mal con la esperanza de provocar la búsqueda de una solución.20 Las soluciones de nuestros tres auto19. Frantz Fanon, TIte Wretc1red 01 tlle Eartlr, (New York: Grove Press, Inc., 1963), p. 207. 20. René Marqués, cPesimismo literario y optimismo político: su coexistencia en el Puerto Rico actual-, en Ensayos. 1953·1966, (España: Editorial Antillana, 1966), p. 79.

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res son implícitas en sus obras: libertad personal y nacional, reforma social, humanización del urbe. disminución de la violencia en la sociedad. y más específicamente en Soto y Marqués, la importancia de coordinar la acción con el pensamiento. Esto no significa que abandonen las exigencias del arte mismo en su obra. Pues en distinto grado comparten una conciencia refinada de los procedimientos artísticos y las sutilezas del lenguaje. Pedro Juan Soto y René Marqués están a la corriente de los modernos recursos estilísticos de la nueva literatura latinoamericana que incluyen las técnicas cinematográficas de simultaneidad de acción, montaje de escenas retrospectivas, monólogo interior. et<:. El mismo René Marqués cristaliza la necesidad de la unión entre el arte y la visión social al decir: En términos de rigurosa prioridad, la función estética precede en el escritor a la función social. El ha de ser primero artista, y luego lo que escoja ser o lo que mejor se avenga a su tempera· mento: politico, sociólogo, moralista, filósofo, metafísico.l' . Pero al mismo tiempo que son evidentemente artistas, también son políticos, sociólogos y moralistas quienes comparten la trayectoria desgarrada de escritores como Carlos Fuentes, Ernesto Sábalo y Miguel Angel Asturias: aman y aborrecen a su patria a la vez. Este impulso ambivalente es uno de los factores que les anima a ficcionalizar sus observaciones. Exploran una y otra vez en cada obra el problema de la interacción del ser humano y su circunstancia. Y en esa interacción, tan llena de pasiones y angustias metafísicas, políticas y sociales reside el tema de Puerto Rico. Asimismo queda la esperanza que el planteamiento de este tema pueda afectar de manera significante la sociedad puerto· rriqueña.

21. Marqués, .La función del escritor puertorriqueño en el momento actual., en Ensayos, 1953·1966, p. 221.


Documentos de nuestra historia

Manifiesto del Gobernador de Puerto Rico - 1810*

E

RIco MANIFIESTA QUE ES ilegítimo el gobierno de la Junta Suprema y considera que el 19 de Abril de 1810, los revolucionarios de Caracas, faltando a la fidelidad que se debe a nuestro augusto y amado soberano Don Fernan do VII se apropiaron de las autoridades superiores y se erigieron en gobierno independiente. El Gobernador Meléndez objeta que algunos reclusos del Convento de San Francisco de Caracas hayan arribado a Puerto Rico con pasaporte del gobierno legítimo. En la ciudad de Puerto Rico, a los veinte y cinco días del mes de Junio de mil ochocientos diez años, el señor Don Salvador Meléndez y Brune, Caballero del orden de Calatrava, Brigadier de los Reales Ejércitos, Gobernador y Capitán General de esta Plaza e Islas dijo: Que habiendo arribado a esta ciudad el día de mayo próximo anterior Don Joaquín Caso tillo Beytia, Don José Antonio Landaeta y Don José Domingo Areste, procedentes de la ciudad de Caracas, con pasaportes de aquel Gobierno ilegítimo para pasar a recibir los sagrados órdenes, con presencia del escandaloso e irregular proceder de dicho Gobierno y estrepitoso atentado que ha cometido en el día diez y nueve de abril último, que atropellando sus principales deberes de obediencia y fidelidad a nuestro augusto y amado soberano el Señor Don Fernando Séptimo y unión que debía conservar a la Metrópoli, principalmente en las actuales circunstancias, con la más dañada sorpresa yapa· riencia ha despojado, removido y separado todas las autoridades legítimas que en ellas se hallaban constituidas, creando otras nuevas, apropiándose la autoridad suprema y erigídose un Gobierno independiente, y negándose al reconocimiento y obeL GOBERNADOR DE PUERTO

t

* Bolctín de la Acadcmia Nacional de la Historia, Tomo L1I1, N.o 211 - julio-septiembrc de 1970. Academia Nacional de la Historia, Caracas, Venezuela.

diencia del supremo Consejo de Regencia, que aun. que bajo el colorido de obediencia a nuestro amado soberano el Señor Don Fernando Séptimo, en lo que nada se ha visto conforme su conducta en ello, antes por lo contrario conduciéndose tenazmente sin reducirse a verdadero reconocimiento de sus errores, se encuentra aun obstinado obsecadamente en tan reprobados hechos, y hasta la autoridad Ecle· siástica de Caracas se ha manifestado concurrente y cooperante en tan detestable conducta, sin haber omitido medio el más mínimo al efecto, hasta el del Púlpito y Confesionario, como lo comprueban y producen algunos de sus papeles sediciosos que ha intentado introducir en esta Isla, y no ha sido admitido por su profunda lealtad y vigilancia del Gobierno cuidando del recogimiento que pudiera intentarse por el ilegítimo e intruso de Caracas, y evitar su propagación; y no pudiendo admitirse en esta Isla a ninguna persona o individuo que se presentase con papeles de dicho Gobierno intruso ni dar cumplimiento a alguno de ellos, tanto en lo temporal como en lo Eclesiástico, corno que los re· feridos se han presentado con pasaportes y despachos de las dimisorias del Gobierno Eclesiástico de dicha Caracas para ordenarse en esta, se tornaron por su Señoría las oportunas providencias para impedirlo, conferenciando verbalmente el asunto con el Ilustrísimo Señor Obispo de esta diócesis y a mayor abundamiento con el Muy Reverendo Obispo de Santa Fé de Bogotá, que con objeto de su cansa· gración y otras causas había arribado a esta plaza, y con el electo Obispo de Comayagua que también por arribado se hallaba en ella, y a consecuencia del sentir, opinión y dictamen que los dos últimos manifestaron al de su señoría que de ningún modo debían ser ordenados, dispuso poner como efectivamente puso a los referidos Dn. N. y Dn. N. en la reclusión del Convento de San Francisco de esta

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ciudad, con encargo particular que por recado del ayudante Dn. T. de T. pasó al PI. Guardián de dicho Convento, y .para que no los dejase, con pretexto alguno, salir de él sin nueva y expresada orden; habiéndolo puesto al mismo tiempo en noticias de este señor Obispo, dando igual disposición por lo que respecta a don José Andrés Bobadilla, y Don Pedro Buenaventura Febres, que con igual objeto y despachos del mismo Gobierno ilegítimo de Caracas, habían arribado a esta Ciudad y se hallaban en el convento de Santo Domingo; sobre todo lo que se tiene dado el correspondiente parte a S. M. el Señor Don Fernando Séptimo, y en su Real nombre al Supremo Consejo de Regencia; mas en este día con motivo de haber solicitado personalmente algunos de los referidos se les diese pasaporte para restituirse a Caracas, ha llegado a noticia de su Señoría que contraviniendo a providencias y disposiciones tomadas en el particular, y en una materia tan seria y delicada, sin orden ni permiso suyo han salido del convento de San Francisco los expresados Don joaquín Castillo Veytia, Don José Antonio Landaeta y don José Domingo Areste, y han sido ordenados por el Ilustrísimo Señor Obispo de esta ciudad,

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siéndole muy de admirar semejante acontecimiento tanto por parte del Padre Guardián de San Francisco en la tolerancia, permisión o condescendencia para la salida de los expresados, com~ el Sr. Obispo para haberlos ordenado; sobre cuyos hechos. previa la correspondiente justificación, deben too marse la más serias y oportunas providencias; y en su consecuencia debía de mandar y mandó se pasen los correspondientes oficios al PI. Guardián de San Francisco para que informe sobre la certeza de la salida que hayan hecho los referidos recluso.s, de su Convento, cuantas hubiesen sido, a que efecto y a que orden, por este Gobierno le estaba tan recomendado y encargado lo contrario; y otro al señor Obispo, haciéndole presente la sorpresa que le ha causado esta noticia, para que informe en razón de ello, y en caso de ser cierto los motivos que le hayan asistido para semejante novedad, diametralmente opuesta a las órdenes de este Gobierno, para ell su vista tomar la providencia que corresponde y a la confianza de hallarse confinados no podría tener efecto las órdenes. 25 de Junio de 1810.


Páginas de nuestra literatura

Apóstrofe al verde Por

¡ Verde de Puerto Rico, hablador y salvaje

que parece que piensas tal si fueras humano; que Itablas, como si fueras la lengua del paisaje, de los estados de alma del escarpe y del llano! Bruñes, contra el cobalto de los cielos la hoja; la brazada de árboles eu macabro delirio, te aprietas sensualmente contra la rosa roja, o te tiras al suelo ante el pudor de un lirio. Todo, ¡todo! lo dices. Te tornas verde oscuro y duro y monolítico en la cara del monte; o eres un verde vago, color sueiio, inseguro cuando te haces pasar por horizonte. El color-rosa jíbaro que tiene la pabona te hace indolente y pálido sobre el campo baldío: y espías remozado, con tu cara ladrona, las carnes apretadas de la dura amazona que tras rastel de ramas chapotea en el río. El hábito del trópico te amarillea y te enerva, mas ¿quién no sintió el mudo vibrar de tus entrallas cuando erizas los pelos de la yerba o sacudes los sables erectos de las cañas? Derrochador de tonos: tu parsimonia fatua acecha el abra; invade el más remoto esgonce, y se derrama toda sobre el árbol estatua como queriendo darle la pátina del bronce... ¡Ah, verde parlanchina que llevas al riachuelo que en tu brellal se pierde,

JOSÉ ANTONIO DÁVILA

como el que amó a una hembra de crencha de pla. que le dejó un cabello en la solapa verde! [tilla Pañal que en el estío pespunta sus engendros: camisola de haldas, barrancos, seborucos; tapiz clavado en tierra con tachuelas' de almendros y amarrado a los picos con bejucos. ¡Qué tiñoso te tornas detrás del caserío donde avienta sus trapos la vida estrafalaria! ¡Cómo vas de puntillas por el bosque sombrío la cara toda llena de sombras y plegarias! ¡Verde de nttestras ansias tutelares! ¡Verde, verde que piensas como nosotros mismos,' que cruzas, sin mancharte, los manglares, y le tapas la boca a los abismos! Con las lineas del surco, con los barrancos rojos, con el veril del caño que hiende la labranza, haces un pentagrama del suelo, y con matojos escribes en la cara del campo nuestra danza ... Sangre de mis mayores que el destino infiltrara en los tallos erectos de mi campo caliente; campo verde que cambia de expresión, como cara ... ¡como cara que siente! Sinfonía de tonos que va de trecho en trecho cambiando los registros de su gama infinita,' que parece que grita como un pecho: pecho que grita en verde, ¡pero que siempre grita!

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Vigésimo Aniversario del Instituto de Cultura Puertorriqueña

19 AL 23 DE NOVIEMBRE DE 1975 el Instituto de Cultura Puertorriqueña celebró el vigésimo aniversario de su fundación. En la sede del Instituto se ofreció una exposición colectiva de los diferentes programas del Instituto. Los actos del aniversario fueron dedicados a los artesanos puertorriqueños. Los días 21 al 23 de noviembre las actividades se llevaron a efecto en los terrenos del Fuerte de El Morro. Se efectuó allí una feria de artesanías puertorriqueñas y las diferentes agrupaciones musicales adscritas al Instituto inter· pretaron música típica y de otros géneros. El día 19 de noviembre se llevó a efecto el acto cumbre de dicho aniversario. El Sr. Luis Manuel Rodríguez Morales. Director Ejecutivo de la Institución. hizo entrega de la medalla de oro del Instituto a cinco distinguidas pero sonalidades puertorriqueñas que fueron seleccionadas para recibir el Premio Nacional por su aporte al enriquecimiento de la cultura nacional. Recipientes de este Premio fueron el Sr. Augusto Rodríguez. músico, compositor. maestro y ex director del Coro de la Universidad de Puerto Rico; el Profesor Enrique A. Laguerre. escritor; el Sr. Juan Antonio Corretjer, poeta; el Sr. Jesús María Sanromá, pianista, y el Doctor en Medicina, Ramón M. Suárez. En el programa artístico de esa noche participaron la Fundación Puertorriqueña de Opereta y Zanuela. el Quinteto Figueroa. el Grupo de Poesía Coreada, el Ballet Folklórico Areyto, Ballets de San Juan, la Coral de Cámara que dirige Augusto Rodríguez y el Taller de Histriones que dirige Gilda Navarra.

DURANTE LOS DíAS

El frograma de Museos.

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Las personalidades premiadas por, I Instituto de Cultura PuertorriqueĂąa con el Premio Nacional. con nuestro Director Ejecutivo Luis M. RodrĂ­guez Morales.

El Programa de Archivos y Bibliotecas.


Medalla acuñada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña en la celebración de su vigésimo aniversario.

11 I - ,

••

Aspecto de la Exposición sobre los Programa"~ del InstitUID. ,

¡lo

~

El Programa de Monumentos Zonas Históricas.

y


Feria de Artesanías. Aspecto de los actos públicos en el área de El Morro.

El Programa de Artes Populares.


Personalidades que recibieron el Premio Nacional

DOCTOR RAMON M. SUAREZ

JESUS MARIA SANROMA

Médico eminente, que además de haber hecho de su profesión un noble apostolado, ha conquistado prestigio internacional para Puerto Rico en el campo de jas investigaciones científicas, particularmente en el ámbito de la cardiología.

Uno de los más notables pianistas que ha producido Puerto Rico; se ha destacado por su poder interpretativo, perfección de su técnica y por la devoción con que ha dado a conocer, dentro y fuera del país, las más altas expresiones de la música puertorriqueña.

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AUGUSTO A. RODRIGUEZ

Músico y compositor que, como director del Coro de la Universidad de Puerto Rico, realizó durante más de veinticinco años una labor excepcional en el campo de la música coral, haciendo conocer el nombre de Puerto Rico en los más altos círculos artísticos del extranjero.

I

JUAN ANTONIO CORRETJER

Excepcional poeta de estro nacional y ensayista de honda preocupación por la problemática e¿onómica, política y social de nuestro país.

ENRIQUE A. LAGUERRE Notable creador, investigador y maestro. Como nove· lista ha sido la .principal voz nacional durante cua· tro décadas, además de haber cultivado el cuento, el ensayo y el drama. 31


Las referencias a los indios caribes en la primera crónica de los Carmelitas· Por MAURILE

Dominicos, son los Carmelitas quienes entran en el campo de la historiografía del Caribe francés, y lo hacen con la obra, Voyage des Isles Cdmercanes en L'Amerique Qui Font Partie des Indes Occidentales, Et Une Relation Diversifiée de plusieurs Pensées pieuses et d'agradables remarques tant de toute L'Amerique que des autres Pais, del Hermano Maurile de Sto MicheI. publicada en Mans en el año de 1652. La obra como su título indica es más una relación de viajes que una crónica propiamente dicha. Está dividida en treinta y tres capítulos. Los capí. tulos XX y XXI, de los que incluimos la traducción, están titulados: Des Sauvages, El la Difference de ceux de lerre ferme avec des Insulares, y Des Moeurs el Humeurs des Sauvages, el de leur facon de vivre, el de faire lo guerreo Lo que el Hermano Maurile de Sto Michel nos indica en ellos sobre los indios caribes hacen de su obra una fuente muy secundaria sobre el tema indí· gena. Aunque nuestro buen hermano Carmelita era hombre inteligente y cultivado no parece que haya contado con las cualidades necesaria'> para ser mi· sionero; de hecho permaneció sólo unos meses en las Antillas. Su total incomprensión de ese mundo, 'iU ingenuidad y pedantería quedan manifiestos en los capítulos a que nos hemos referido, y éstos sólo vienen a cobrar algún interés en aquellos momentos en que el autor hace referencia directa a sus experiencias con algún indígena, por ejemplo, el breve relato sobre el Caribe Luis. La obra de Maurile de Sto Michel es más significativa con relación al tema de la esclavitud negra, al cual dedica los capítulos XIV y XV y en donde se hace una rigurosa fundamentación bíblica de la DESPués DE LOS JEsuiTAS, LOS CAPUCHINOS y LOS

Traducción y notas de Manuel Cárdenas Ruiz.

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DE

STo MICHEL

legitimidad de tal esclavitud, empeño éste que no hemos visto en ninguno de los otros cronistas fran· ceses del Caribe. De la vida del Hermano Maurile de St. Michel poco conocemos. Sabemos que nació en Angers, que pasó unos meses en las Antillas, hacia el año de 1647, y que volvió a Francia en ese mismo año, muo riendo en su ciudad natal en 1669. Pasemos a continuación a la traducción de los capítulos XX y XXI de la mencionada obra de S1. Michel.

Capítulos XX a XXI correspondientes a las páginas 132 y 151

De los Salvajes y de la Diferencia entre los de tierra firme y los Insulares.

Capítulo XX

Como la Religión es la más noble de las virtudes, a causa de la excelencia de su objeto hablaré aquí de la de los Salvajes, antes de referirme a su piedad, sus costumbres, maneras de vivir y de hacer la guerra. Pero antes que nada, mi querido Lector no te asombres si Satán ha confundido a Europa, Asia y Africa parodiando entre los infieles las cereo monias de los fieles; también lo ha hecho en la Amé· rica. Si tenéis dificultad en creer lo que sigue con respecto a la Religión de los Salvajes, acordaos de que sólo la nuestra es Santa, y que ella nos lleva a creer las cosas más admirables, y nos obliga a supeditar nuestro entendimiento y a adorar en silencio. Por lo demás, reto a los historiadores de la


América a que encuentren allí una tan grande diversidad de Religiones como la hay hoy día en Europa aun cuando ésta no es ni por asomo del tamaño de aquélla. Un príncipe de Alemania al ser un día interrogado a cerca de cual era la Religión y la creencia de los heréticos de su estado respondió, que cambiaban tan frecuentemente con respecto a ello que no podía contestar. Ahora bien, aun cuando en materia de Religión el cambio y la diversidad se ha· yan dado más comúnmente entre los heréticos (cada uno de los cuales adora según su sentimiento) que entre los Paganos, no deja sin embargo, de encono trarse algo de ellos entre los espíritus de este nuevo mundo. Así los habitantes de México representaban a sus Dioses con los ojos cerrados, para mostrar que no había acepción de personas, y las flechas en una mano, el bastón azulado en la otra, sentado sobre una banqueta azul, elevado sobre un altar, y cubierto con un velo que no se le quitaba más que en cierto tiempo. Tenían unos sacerdotes que ungían, unos Religiosos que circuncidaban, y unas Diosas a las que adornaban con joyas; no obstante, tenían una de ellas a la cual creían madre de su Dios y a la que honraban de una manera particular, lo que me lleva a creer que el Cristianismo había sido predicado en este lugar. En cuanto a los Brasileños, ellos creían que después de la muerte, los valientes eran llevados más allá de las montañas para vivir dulcemente en jardines deliciosos, y los cobardes por el contrario, iban con Ieropary, quien los gobernaba tiránicamente. Hay que señalar que desde que los Misioneros han llegado a estos lugares ha surgido una Secta de Mestizos que deforman todavía más las Santas Ceremonias de nuestra Iglesia. En el Perú adoraban al Sol; a él le sacrificaban un niño en ciertas fiestas, se confesaban con el inga, que era el Rey, y este con el Sol únicamente; llevaban a sus víctimas a la cima de una montaña, las abrían y le ofrecían al sol su corazón humeante en sacrificio. Sin embargo yo sé ciertamente que los insulares de la Martinica, Dominica, Granada, San Vicente, Santa Alosia, no tienen ni Idolos, ni Sacrificios, ni sacrificadores, lo que es una cosa extraña. Algunos de tierra firme estaban en el error de los Maniqueos al reconocer dos principios, uno del bien y otro del mal; el primero era llamado por los Meridionales Atahocam y por los Septentrionales Viracocha, y Meridionales le llamaban Catlipula, y los Septentrionales Manitú. Los unos y los otros practican, cada ,uno por su lado, acciones supers· ticiosas a manera de Religión. Los Insulares no conocen el principio de todo bien; temen al del mal, que es Satán, y llaman Maboyar; pero no practican, por otro lado, ninguna acción de Religión. Las de tierra firme tienen, todavía hoy día, un obscuro conocimiento de los misterios de nuestra Fe; algu-

nos creen que las aguas una vez inundaron la tierra. En cierto tiempo se encierran en los bohíos y ayunan levantándose por la noche para rezar. Ellos piden al Manitú, o príncipe del mal, la muerte de sus enemigos, o alguna otra mala acción; al príncipe del bien, la prolongación de su vida y otros bienes temo porales. Los del Norte se sirven de mucha magia y de sortilegios; se reunen alrededor de un techado en forma de círculo levantado sobre unos postes, danzando, gritando y convocando a los Genios, pidiéndoles que entren en su círculo, a los que consultan como a oráculos, rezándoles incluso por los muertos. Sin embargo, nuestros insulares no tienen nada de todo eso; pues no tienen !dolos, ni rezan por los vivos, ni por los muertos. No obstante tienen algún obscuro conocimiento de la inmortalidad del alma, y dan a las de los difuntos unos utensilios para que de ellos se sirvan por espacio de seis semanas, y también víveres y vestidos, de los cuales Maboyar se apropia. Creen que después de ese tiempo, el alma se va a una región lejana hacia el Occidente. Este susodicho Maboyar se transfigura algunas veces y les golpea y les maltrata. El Señor Girault, Capitán de San Cristóbal, me ha dicho que tenía un Salvaje en su casa, que frecuentemente era golpeado por el Maboyar, del cual oía incluso los golpes . y los gritos; hasta que una noche este pobre esclavo fue arrastrado a la mitad de la plaza y allí fue tan maltratado por Maboyar que se le encontró muerto. Yo oí, dice él, los gritos y las quejas; Dios quizás lo haya permitido como castigo por la dilación del Salvaje en tomar el Santo Bautismo. Por lo pronto, parece que estos Salvajes no hayan pecado en Adán, pues no tienen ningún horror de su desnudez; de otro lado, sin embargo, este mismo pecado les ha cegado de tal manera que no son hombres de Dios ni hombres del Cielo sino solamente hombres de la tierra, sin conocimiento de un primer ser, sin elevar los ojos al Cielo -no más que los puercos- para ver de donde viene el bien de que disfrutan. Y yo estoy seguro querido Lector que es este el punto del Capítulo más difícil de creer, y yo incluso no lo creería si no lo supiese de la boca de un Salvaje de la Isla de la Dominica, y es el que haya criaturas razonables sin conoci· miento de un Creador; hombres sin esta inclinación natural hacia lo que todos los otros consideran una Divinidad; sin este socorro que la naturaleza, desde nuestra infancia, nos da en nuestras grandes desgracias de tender hacia un Dios. iQué desorden!, el ver el efecto tender a su causa y a su principio con tanta inclinación, como yo lo podría mostrar por inducción en la naturaleza privada de razón, y el hombre no tener ninguna inclinación; digo más, ningún conocimiento de su causa, de su principio. ¡Qué ceguera más grande! la de nuestros Salvajes, 33


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que ven el universo como un gran libro, tal como dice Origenes, o como una excelente pintura, sin relacionar las perfecciones con el Pintor; que tienen delante de los ojos este bello orden del universo entre tantos contrarios; esta paz, esta unión y concordia entre tantas partes antipáticas; esta sucesión regular de día y noche, de primavera e invierno, de calma a la tempestad, sin notar la sabia conducta de un moderador Superior. ¡Qué sordera!, para hablar como San Gregario, no oír la voz de tantas criaturas, que predican un creador; que practican sus ordenanzas, que ellas mismas le reconocen aun cuando estén privadas de conocimiento; que no sobrepasan jamás los límites que El les ordena. D coecus Hominum mentes! o tristia tata. Es pues una extrema ceguera la de los Salvajes de ver el movimiento del Sol y de los Astros y no reconocer un Motor superior; de ver un medio y

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un fin, sin elevarse a un princIpIO; pero es locura del Ateo no creer en un ser en su interior. viendo tan gran número en los demás; un centro, viendo contornos; una primera causa, viendo tantas secundarias. Dixit insapient in cord suo non est Deus. El loco dice en su corazón, no hay Dios. Sobre lo cual San Agustín señala muy bien que no se atreve a indicar que aquel lo dice con la boca, sino solamente c.l su corazón, ya que sino todas las criaturas lo desmentirían inmediatamente. De los dos Salvajes de la Dominica que habían venido a la San Cristóbal (como dije hace poco). un día tomé por la mano al más viejo y como había vivido largamente entre nuestros Franceses de la Guadalupe creí que entendía nuestra lengua, y por ello le quise enseñar a hacer la señal de la Cruz. como un medio excelente para resistir a Maboyar. Yo le mostré el Cielo diciéndole que allí había un gran Amo, un .poderoso Señor en rica morada. Co-


mo no me respondió nada, creí que no me entendía, y le dejé para hacer una reflexión, estimándome feliz de haber nacido entre fieles y tener un Dios a quien puedo comunicarle mis deseos, dirigir mis acciones, mis súplicas, y pedir por mis necesidades, y en quien espero mi soberana felicidad. Por el contrario considero a estos infieles desgraciados, por no tener otros deseos que los de la vida presente. ¿Con quien tenemos nosotros estas obligaciones, sino con el Padre de las Luces, y de las misericor· dias, que nos ha hecho cristianos desde la cuna? El nos ha dado su gracia cuando estábamos en pe· cado y en el estado menos apropiado para conocerlo y amarlo; así, nos ha marcado con el carácter bautismal, lo que nos ha librado de las asechanzas de Satanás, quien hace tanto mal a estos pobres Salvajes. Algunos franceses les ponen rosarios benditos al cuello, para preservarlos de Maboyar. Tienen una puerta en sus bohíos por donde dicen que éste entra y sale y un hoyo donde le ponen de beber y de comer, y si nuestros Franceses cuando los van a ver, comen de esto, ellos les dicen que son afortunados al no ser golpeados por aquél, pues los salvajes no se atreverían hacerlo ya que sí lo serían. Así es de cierto que Maboyar respeta en nosotros el carácter de cristianos. No obstante lo anterior, es difícil el convertirlos, a causa de su libertinaje, poligamia y ebriedad (ya que se embriagan de uicu), desnudez, crueldad, desconfianza, simulación, inconstancia, y ociosidad, madre de todo vicio e impunidad del vicio, no teniendo en el presente ni Fe, ni Ley, ni Rey. En un principio algunos de estos Insulares se regeneraron en la sagrada fuente del Bautismo, y a los cuales, después de haberlos bautizado, se les daba a probar ron; sin embargo, aprovechaban la primera ocasión para volver a bautizarse de nuevo, con la intención de volver a probar de este licor; soy testigo de que son muy golosos; unos de estos susodichos Salvajes, sabiendo que yo tenía una ,pequeña vasija en la habitación donde yo dormía, me venía frecuentemente a pedir por la ventana mostrándome con el dedo el lugar donde estaba colocada. En cuanto a estos de tierra firme, varios han seña-1ado, para confusión de los Europeos, que la ambición, la avaricia, y la blasfemia del nombre de Dios, que son los tres tiranos de los Cristianos, no reinan entre los Salvajes Septentrionales; menos aún entre nuestros insulares que no tienen ni norma, ni dignidad, ni cargo, ni uso del oro y la plata, ni del Tabaco; los cuales no obedecen al más fuerte más que por benevolencia. Aun cuando noto que están sujetos a otros vicios, al menos no se entre· gan al Diablo por las riquezas, no se matan por honor, y no juran jamás: tres vicios que perderán eternamente a la mayor parte de los Cristianos.

He visto en la Martinica y en San Cristóbal algunas Salvajes cristianas que han perseverado, y perseveran todavía, en la fe con sus maridos franceses y he hablado frecuentemente con una que está ca· sada con la Verdure, Abanderado de una Compañía, la cual era muy sabia y juiciosa. Ellos tenían varios Mulatos. La Conversión de los Salvajes que retornan entre sus hermanos es muy rara; y más rara toda"la su perseverancia cuando ellos están convertido i. Parece pues que este fruto no está todavía mad~lro, y lo estará cuando a Dios le plazca; sólo él puede ablandar los corazones de mármol y sacar aceite de las piedras. El fruto es más grande y las conversiones más fáciles y comunes en los distritos de tierra firme, donde han sido bautizados después de doscientos años un número incontable de Cario bes y Salvajes. Es verdad que el número de éstos es sin comparación mucho más grande; pero quiero decir que es cierto lo que se indica comúnmente, que las gentes Insulares son más bravas y salvajes, sino crueles, y menos propias para la Religión. Hay tres Arzobispados en Tierra Firme, en México, Lima y en la Plata que tienen bajo ellos varios Obispados, tales como son Quito, Cuzco, Porto-Vio,1 S. Miguel, S. Francisco y otros. Hay varios conventos en Tierra Firme sin hablar de las casas de los RR. PP. Benedictinos, Jesuitas, Franciscanos, Jacobinos, Agustinos; sólo en el Brasil hay nueve conventos carmelitas, habitados por doscientos religiosos de esta orden; de los cuales unos son Portugueses, y otros Brasileños de naci· miento. En nuestro último capítulo General efectuado en Roma en el año de 1648, el Vicariato de Brasil ha sido elevado a Provincia. He visto Carme· litas Portugueses que han vuelto de este país. y nos han dado noticias del mismo; en aquel entonces fui invitado en Roma por nuestro Superior mayor para ir allí a la Misión con un alto cargo, pero mi salud no me lo permitió. Volvamos otra vez a nuestras Islas Francesas: no hay obispados, sino varias casas Religiosas, como las de los Jesuítas en la Martinica, de los Padres Dominicos en la Guadalupe y Jesuítas y Carmelitas en la San Cristóbal. Si los americanos de tierra firme sobrepasan a los Insulares en Religión, no lo hacen menos en piedad. ya qu~ la mayor parte cuidan de sus padres en su extrema vejez con gran caridad. Van a pescar y a cazar en los bosques con sus flechas, como otros Esaus para obtener la Caza. Y los Insulares, cosa inaudita, los matan cuando están tan enfermos, o tan viejos, que no los creen ya capaces de gustar de las dulzuras de la vida. Dicen que al hacerles esto les evitan muchos suspiros, disgustos y amarguras los cuales no les harían más que mal a sus padres y también a eUos mismos. Crueldad que clama ven· 1. Portoviejo, en el actual Ecuador.

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ganza delante de Dios, y que los convierte en otros Caines, vagabundos y proscritos de Dios, peores que bestias salvajes. Pues al verlos actuar así los considero unos descorazonados, sino del Oriente, como Caín, al menos del Occidente. 'Tocante a los funerales, los que habitan en la Tierra firme de la América Meridional cubren el cuerpo con arena y clavan alrededor dardos y flechas a fin de que resuciten armados. Y en la Sep· tentrional, abren el bohío por lo alto con el fin de que salga el alma, la cual hace un gran ruido al salir. No sacan los cuerpos por la puerta ordinaria. Los entierran con sus vestimentas y no les extienden a lo- largo como nosotros, sino que los acucli· llan como si "los sentasen sobre sus talones. Después cortan algunos cabellos al difunto y se los dan al pariente- más cercano. En cuanto a los Insulares, cuando muere el ma· rido, las mujeres se cortan todos los cabellos en señal de duelo y no quieren jamás acostarse en el lugar donde él ha muerto, así que deshacen la casa y levantan otra en distinto lugar. En el Perú tan pronto una mujer se ha casado hace un sudario para su marido y para ella. Los historiadores informan que en la India una mujer considera que al morir su marido, todo ·ha muerto para ella; su amor conyugal y el deseo que tiene de volverlo a ver es tal que, con la esperanza de ir a acompañarlo en la otra vida, ella prepara una pira de maderas aromáticas donde arroja el cuerpo de su marido y después se arroja ella misma, para así tener la misma suerte que él y no estar separada más largo tiempo de lo que ella más ama. El ejemplo de este amor es más admirable que imitable. Los Insulares, toman tantas mujeres como les place, y las- dejan a discreción. Incluso las matan cuando ellas'son demasiado viejas o han dado motivo de sospecha; o bien las hacen esclavas de sus mujeres preferidas; de ellas son muy celosos, y si dudan de _su fidelidad las embriagan de uicu para descubrir la· verdad. Un día el Señor General preguntó a uno' de sus Salvajes cuantas mujeres tenía, y si no te~ía que alguna le fuese infiel en su ausencia; él le contestó que no se dejaba engañar, y que si a este Salvaje le surgía alguna duda en su espíritu, él. mataría a la primera que encontrase a su retomo. Así son de desgraciadas entre ellos y tan esclavas de todas las pasiones de un marido. Mandan hacer a sus mujeres jardines, hamacas, y las cosas de la casa, y ellos se contentan con cazar, - pesc,ar y hacer la guerra. Estos de Brasil tienen grandes bohíos, redondos por lo alto, y nuestros insulares los tienen en punta, haciendo tocar en tierra los soportes del mismo sin mucho artificio. Los Insulares están tan acostumbrados a hacer y decir lo que quieren, que cuando vienen a ver a nuestros Franceses es neceo 36

sario no mostrarles lo que no se quiera perder. y si se lo rehusáis ellos se irritan de inmediato. Estos de tierra firme conservan lo~ huesos de su caza como una superstición. Los unos y los otros hacen fuego con madera podrida y bien seca que hacen girar apropiadamente. ~us antorchas son aro bustos secos. La lengua de los dos es muy difícil de aprender. He ahí algunas de sus palabras: Nenera Vensant, es decir, buenas tardes; Nacu: los ojos; Nicery: la nariz; Barique: el vientre; Oiare, bastante; Maboy banare: buenos días; Culira: un pez; Cararu: una Tortuga; Aque acoracua: vengan a beber; Quatu: el fuego; Aleba: Casabe; Sibali pisquet: un residuo; Muche Burache: muy embriagado; Cayrnan, vámonos; es su palabra de guerra para huir. Hay un pescado rojo en el mar que ellos llaman autu y uno otro que llaman Cubery Lorfy. Los Caribes de Tierra Firme llaman al cielo: Capo; al Sol: Uayu; a la Luna: Nona; a las nubes: Canopo; al fuego: Oiate; al agua: Tonna; al Mar: Pazana; y a su Dios: Tupan. Así la división de las lenguas se encuentra también en la América, como en la Europa, e incluso en tierra firme. De las Costumbres y Humores de los Salvajes y de su manera de vivir y de hacer la Guerra. Capítulo XXI La primera educación es de un valor increíble, y nosotros deberíamos todos los días agradecer a Dios por haber nacido y haber sido criados en la escuela del Cristianismo y de la sabiduría. La naturaleza y el nacimiento son los grandes comienzos para la perfección del hombre, pero así como la tierra por buena que ella sea, no da más que cardos si no se la cultiva, e igualmente, el mejor caballo no es ni manejable ni servible si no está domado, así, el hombre que no está ni criado ni penetrado por la sabiduría, por medio de una buena educación, no tendrá nada de humano ni de virtuoso. Estaréis escandalizados de ver cuan animal es la vida de los Salvajes, e indigna de un hombre capaz de ciencia, y de grandes acciones; yeso se debe a que ellos no han sido educados; ¡cuan dulce y agradable ellos encuentran aquella vida, por mucho tiempo que los podamos retener entre nuestros Franceses! Luis, nuestro Salvaje, al preguntarle yo si no había dejado la Francia con pesar, y si se encon traba más feliz de retornar al desierto de la Dominica que vivir en París y hablar a los Príncipes -tal como había hecho-, ver la corte y los bellos edificios de nuestro reino, respondió que él quería más a su país. Es verdad que el frío por poco le hace morir en Francia. Así se puso muy


contento cuando vislumbró de nuevo su país, más todavía cuando vio a sus padres; pero el colmo de su placer fue al dejar los vestidos y volver a tomar sus primeras costumbres. Todos los americanos son sucios; no se lavan las manos para comer, y tampoco la vianda, ni la cal· dera, antes de ponerla al fuego. Ellos la remueven con un bastón. Comen las culebras, al igual que los Negros, después de haberles quitado la cabeza y hecho asar el resto. Ellos le ponen el talón sobre la cabeza y las toman por el cuello con la mano; si son mordidos por ellas se dan buena maña para curarse tragando ciertos aceites que capturan el veneno, y haciéndose succionar la herida por una de sus mujeres después que ella ha tomado un brevaje. He visto en la Martinica culebras prodigiosas; no hace mucho tiempo que uno de los principales Salvajes llamado Piloto, hermano de Arlet, los dos muy afectos a los Franceses murió de la herida de una de ellas que le había cortado la vena, 10 que no tuvo remedio. Ellos no quieren dar aquel secreto a los Franceses. Un padre hará prueba de la habilidad de un enamorado para la caza y la pesca, antes de dar a su hija en matrimonio: De suerte, que un Salvaje que quiera pedir. por ejemplo, la hija de Arlet para esposa, hará presentes de caza al dicho Arlet quien por ellos conocerá si su pretendido yerno conoce

los medios de alimentar a su hija. Después los pa· rientes y vecinos se reúnen en el Carabel 2 y beben mucho uicu. Ellos habitan juntos algún tiempo, tal como los Negros de Africa no bautizados, antes de que hagan el compromiso definitivo. Nos traen para traficar lagartos, Bananas, Piñas. Tortugas, y sus arcos y flechas, hamacas, y ovillos de algodón y se llevan de nosotros espejos, cuchi· llos, leznas, hachas, granos de cristal, de los cuales hacen collares y brazaletes. Estos que nosotros vimos venir a la Martinica tenían los cabellos recogidos y atados atrás, sin brazaletes, abalorios, ni cara· colis; pues algunas veces se cuelgan en las orejas y en la nariz los mencionados caracolis. Se bañan todas las mañanas, tanto nuestros Insulares como los de tierra firme de la zona tórrida; y éstos allá se pintan cada ocho días de rucú. He visto uno en San Cristóbal embijarse a petición nuestra. Tienen todos la nariz chata y aplastada y ponen su belleza en el color rojo; como los Negros en el color Negro, los cuales describen al Diablo de color blanco. Si los Salvajes no se enrojeciesen de Rucú serían de color olivaceo. Pescan con caña y con flecha; algunas veces los veréis nadar con la mano izquierda llevando en la derecha la flecha con la cual hirieron al pez. Cuentan con las manos y los 2. Carbet. casa comunal.


pies, y llevan los días por la Luna como los Turcos y no por el Sol. No tienen ninguna manera educa~ da; he visto a uno en San Cristóbal a quien el Señor General hacía el honor de invitarle a comer en su mesa, el cual se quería sentar de los primeros sin lavarse. También difieren en cuanto al gobierno, y aún en el presente, tienen diferentes formas del mismo en tierra firme. En el Perú tienen todavía un Rey, el cual siendo una vez prisionero de los Españoles ofreció por su liberación una habitación llena de oro. En la Virginia no hace mucho tiempo que esos pueblos, siguiendo la inclinación natural hacia uno solo, eran una Monarquía. En cuanto a los Ingleses que allí están ahora, sé que ellos y sus hermanos de las Islas de San Cristóbal, Nieves, la Barbada, y Montserrat están por el Rey, y el Parlamento tiene la intención de hacerles buena guerra. En mi tiempo, nuestro Señor General les inducía a tomar el Partido del Rey, hajo promesa de defenderlos contra la Armada del Parlamento. En Guyana ellos ungen al Rey. En Timitinas, tie· nen dos, que se hacen sin cesar la guerra. Una vez su rey muere, matan a sus esclavos para que vayan a servirle después de la muerte. Se prosternan a todo lo largo delante de él, y le coronan de plumas de diversos colores. En otras partes tienen una especie de Aristocracia, o de República, no obstante, con un jefe que se llama Cacique. Y nuestros insulares tienen por demás la Democracia, o más bien Aqarquía, pues ellos van en bandadas como las bes38

Has salvajes, sin orden, ni sin jefe. Es verdad que en sus guerras tienen Capitanes; los principales de . los Carabels, cuando se reúnen en la San Vicente, o en la Granada, deciden sobre la guerra, mandan a reclutar los hombres y van a tierra fi~me a como batir a los Galibis. De manera que, en guerra, se gobiernan por la Aristocracia. Los Salvajes del Norte, usan tambores que son de piel de animal. pero que no se tocan como los nuestros; en ellos encierran guijarros que hacen ruido con el movimiento del tambor. Se suben a los árboles y no les agrada tanto el mar como a nuestros insulares, quienes en él navegan algunas veces más de doscientas leguas para ir a hacer la guerr~ a los Aluages. Cuando pasa un navío cerca de la Dominica. o de la Granada, se ven muchas canoas llenas de Salvajes, los cuales llevan su aljaba en la espalda y su arco en la mano el cual estiran con los pies. Nadan a las mil maravillas y no temen. sea en guerra, sea cuando van de pesca, que su barco se vuelque, pues la vuelven a poner boca arriba y se meten dentro otra vez. Además de estos pequeños barcos que se llaman Canoas, que no son de corteza de árbol como los del Continente, sino de algunas tablas de ma· dera, tiene unos más grandes que se llaman piraguas capaces de llevar treinta personas, las cuales ahora empiezan a hacer con vela después de haber visto nuestros Navíos. No usan todavía la brújula. al igual que los de ·tierra firme. Llevan sus hamacas consigo a imitación


de los Brasileños a fin de acostarse en los bosques al aire, sin temor a los piojos. Los Canadienses por el contrario se acuestan en unas cortezas de árbol. Hacen secar el algodón que ellos ponen en el extremo de sus flechas, al que prenden fuego con una madera que ellos llaman Mahu; y lanzan estas flechas incendiadas sobre las casas de sus enemigos. a quienes espantan, y en ellas el fuego prende muy fácilmente ya que no están cubiertas más que por ramas y hojas. Yo me acuerdo haber visto a los Saboyard sacar astillas de un abeto, a las que hacen secar. y llevan prendidas como una antorcha para alumbrarse en la noche. Como nuestros Salvajes no hacen uso ni de velas ni de candela, prenden la madera seca que tienen a la mano. Ellos tienen otra estratagema para espantar al enemigo, y es la de ennegrecerse con el fruto de un árbol llamado Quenepa e ir en este estado a dar horribles gritos delante de él. Estratagema de la cual se sirven también los Sarracenos en la Guinea contra nuestros Franceses, según informa Nicole de Guilles, quienes se visten de negro y dan un grito tan extraño que espantan al que está presente. Los Caribes se colocan en tres bandas en el combate y es muy fácil ponerlos en desorden, sea por medio de nuestras armas de fuego, a las que temen como al rayo. al que ellos llaman Maboyar; sea atacando fuertemente espada en mano; sea haciendo una retirada en falso, pues entonces, al creerse vencedores, os perseguirán y caerán confundidos en la trampa. Ellos estaban muy deseosos al comienzo de te· ner armas de fuego y, en efecto, algunos Franceses complacieron su curiosidad; pero los más despiertos les han dado con ello doble pesar, ya que con ellas han herido a algunos y espantadq a otros. No saben el secreto de hacer pólvora de cañón. Los de Brasil llevan un haz de flechas al costado, y cuando les han echado mano a sus enemigos. los ceban como nosotros hacemos con los cerdos y después los matan, y hacen asar una mitad sobre una parrilla de madera y los devoran con gran solemnidad. Los del Norte manifiestan su valor soportando constantemente el fuego de una torcida prendida que se le ata al brazo. Sin embargo, nuestros insulares se dejan desgarrar hasta sangrar, y quien no tiene el valor de verter así su sangre no merece ser llamado Capitán y es considerado un cobarde. Después de los combates hacen el esfuerzo de rescatar el cuerpo de sus camaradas presagiando algún mal si los dejan abandonados, y considerando ello una gran vergüenza. Temen más a los fusiles que a los Mosquetes; pues para evitar éstos tienen el tiempo para ocultarse y moverse cuando ven el fuego; pero de aquéllos sienten el golpe sin que puedan ver la llama. Algunos se asombran de cómo

pueden ir desnudos al combate y cómo no hacen escudos de estas grandes conchas de tortuga; pero ellos desean mejor estar listos y ligeros para servirse. llegada la ocasión, de su arma defensiva que. es el movimiento y la huida a los bosques, desde donde tiran sus flechas empozoñadas que lanzan hacia arriba, para que eUas hieran al descender. Sus armas ofensivas son el bastón y las Azagayas; éstas están hechas como alabardas de una madera dura, que lanzan a pleno brazo; aquéllas son como mazas de una madera negra con las que matan a golpes. De ellas he visto cantidades en la San Cristóbal así como sus flechas de arbustos al extremo de la~ cuales ponen un herraje de raspas, o una punta de madera muy dura, que frotan con el jugo de la Manzanilla, o de otro veneno muy fuerte, y las que, algunas veces, al huir, disparan por encima de su cabeza. No digo nada de esta fuerte costumbre que tienen los maridos después de que sus mujeres han dado a luz. de hacer la cobada durante un cierto tiempo, ni de la Región de Pigmeos en la América coma algunos han proclamado ni de los Ciclópeos de lo que se dice sobre los gigantes, aun cuando pues yo no creo ni lo uno ni lo otro; como tampoco de los que se decía que no tenían más que un ojo; es verdad que en la región de la Patagonia, después del Estrecho de Magallanes. se han encontrado hombres de ocho a nueve pies de alt9. Yo no afirmo nada de 10 que se ha escrito de un monstruoso Pez que saliendo del agua, captura a los hombres sobre cubierta o sobre la ribera del mar y los devora, pues yo no lo he visto. Otros, en sus relaciones, informan de elIo pero yo lo omito, por ser algo difícil de creer. Los Salvajes Insulares comen en el desayuno cañas de azúcar, y para la comida hierven sus potes o Canaris en donde ponen Cangrejos, y Tortugas con mucha Pimienta, que los sazona de buena manera; de sobremesa se acuestan. Duermen de día para cazar por la noche los Cangrejos al favor de una antorcha de arbustos. Hacen hibichets que les sirven para pasar el uicu, Catolis que son una especie de cuencos que lIevan a las espaldas; hamacas; botines de algodón que hacen poner a las niñas a la edad de siete años. He visto sus ovillos de hilo de algodón. El Rey de Guyana castiga a los malhechores, y tiene dos leyes contra los criminales; la muerte al adúltero y al asesino. Los parientes más cercanos sirven de verdugos, lo que es un segundo suplicio para el criminal. Sin embargo, nuestros Insulares no tienen otra ley que sus pasiones, y parecen no saber la diferencia entre el bien y el mal. Estos del Perú enseñan a sus hijos en el trabajo desde su juventud; y los de Chile ejercitan a los suyos meáiante carreras por algún monte bien escarpado, 39


dando un premio al vencedor. Sin embargo, los In: sulares no dan ninguna recompensa a sus hijos, a los que educan en una extraña holgazanería. No es, pues, para asombrarse si ellos llevan una vida salvaje, estando tan mal instruidos e informados. Y este es el último sentimiento de este Capítulo, yel fruto que yo te ruego (querido lector) ll.eves. Tal como hubiéreis sido educados desde un principio, o como educaréis a vuestros hijos, tal será vuestra vida, o s~rán ellos. Si los lleváis a la cocina, serán pere· zosos. Tomad el ejemplo Que nos da Licurgo; ved dos perros salidos del mismo vientre, y criados en fonna distinta; uno de los cuales se entrega a la caza, y el otro a la cocina, de acuerdo con el primer conocimiento o el primer hábito que se les da. Así se ven hijos de buena familia, mal dirigidos, que se manifiestan totalmente salvajes y groseros, e hi· jos de villanos, que por haber estado en su juventud bien educados, tienen un corazón totalmente noble. Pero el ejemplo de Sócrates nos es más familiar; el cual confesaba a Fisionomo, quien lo consi-

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deraba de un natural VICIOSO, que en verdad tal había nacido; pero que la buena dirección lo habia refonnado y llevado a la virtud. Es necesario enderezar el árbol mientras es joven e injertarlo desde su comienzo. Cuando la cera está blanda se le puede imprimir la marca que uno quiera, y mientras la arcilla está húmeda se puede hacer el vaso que se desea. No puedo olvidar aquí estas palabras de Hora. cio: el vaso guarda largamente el olor y el gusto del primer licor que se le vertió; y el papel, la primera escritura y tinta. Nuestras almas son tablas rasas donde es extraordinariamente importante escribir y grabar el bien desde el comienzo. Nuestras almas son como arbolillos silvestres que de suyo no pueden producir más que frutos agrios, amar· gas, y ásperos; pero injertadas de buenas y saludables instrucciones, echan frutos dulces y sabrosos. Es por ello querido Lector que sino queréis haceros como árboles silvestres, de acciones salvajes, injertad en vosotros, en buena hora, la 'virtud y haced brotar las semillas de un Cristianismo.


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