RE~VISTA del INSTITUTO de CULTURA PUEltTORltlQUEÑA ANTROPOLOGM HISTORIA
TBlfTRO
ENERO-MARZO, 1978
San Juan
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Enrique Laguerre. Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
Presidente Carlos Conde Samuel R: Quiñones Jesús Maña Sanromá
Director Eiecutivo: Luis M. Rodñguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO XXI
SAN JUAN DE PUERTO RICO
1978 ENERO-MARZO
Núm.78 .
SUMARIO Myma Casas: Dramaturga y directora por Gloria F. Waldman Puerto Rico y su cultura nacional por Ricardo E. Alegría
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Huella brasilera en Hostos por José Ferrer Canales . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 16 La autodestrucción o la muerte voluntaria ·por Miguel Meléndez Muñoz
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Cabayo compartido por Juan Antonio Corretjer
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JoséA.Fránquiz(1906-1975)
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José A. Fránquiz por Josefina Rivera de Alvarez
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La Hojarasca de Gabriel Garcia Márquez por Luz Virginia Romero García
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El origen de los Indios Caribes en L 'Histoire Naturelle et Mora/e des Res Antilles de I'Amerique de César de Rochefort porManue/Cárdenas 32
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar
,................... $2.50 $0.75
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DEPÓSITO LEGAL: B.
3343 -1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA • PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
GLORIA F. WALDMAN. Norteamericana. Profesora del Colegio York de la ciudad de Nueva York. Autora de "La mujer en la universidad: una perspectiva norteamericana" en El Urogallo, Año VI, Núm. 31-32, enero-abril, 1975. Trabajos aceptados para publicación: "Three Female Playwrights Explore Contemporary Latin American Reality: Myrna Casas, Griselda Gambaro, Luisa Josefina Hernández" en Latin American Literary Review; "Women in Latin America" en KNOW Press,. Pittsburgh, Pennsylvania. Prepara la tesis doctoral sobre el dramaturgo puertorriqueño Luis Rafael Sánchez y su relación con el nuevo teatro hispanoamericano. Colabora en un libro sobre la mujer intelectual en España.
RICARDO E. ALEGRíA. Nació en San Juan. Antropólogo e historiador. Estudió en las Universidades de Chicago y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología, folklore y cultura puertorriqueña en revistas del país y del exterior. Es autor de los libros Historia de nuestros indios (1952), La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1955), Los renegados (1965), Cuentos folklóricos de Puerto Rico (1968), Descubrimiento, conquista y colonización (1969), y El fuerte de San Gerónimo del Boquerón (1969). Las primeras representaciones gráficas del indio americano (1493·1523) 1978); Y Apuntes en torno a la mitología de los indios de las Antillas Mayores y sus orígenes suramericanos (1978). Por varios años fue profesor de Prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, dirigió desde su fundación en 1955, hasta el 1973, el Instituto de Cultura Puertorriqueña. En 1973 ocupó el cargo de Director de la Oficina de Asuntos Culturales adscrita a la Oficina del Gobernador hasta su retiro del servicio público en 1977, fecha en que organizó el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
JOSÉ FERRER CANALES. Nació en San Juan, obtuvo la Maestría en Artes en la Universidad de Puerto Rico y el título de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (1952). Fue profesor en las Universidades de Puerto Rico y Dillard (Nueva Orleáns), y desempeñó una cátedra de español en la Universidad de Howard (Washington, D. C.). Actualmente ocupa una cátedra en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Ha dictado conferencias spbre temas puertorriqueños e hispanoamericanos en Cuba, México y Estados Unidos, y colaborado con numerosos trabajos de periódicos y revistas culturales de ambas Américas.
MIGUEL MELÉNDEZ MuÑoz. Natural de Cayey, consagró su vida al estudio e interpretación de la clase campesina puertorriqueña, con proPósitos sociales y literarios. Sobre el tema del jíbaro ha publicado numerosos artículos, dispersos en revistas y periódicos y varias obras de carácter costumbrista y sociológico. E'f1tre ellas señalaremos las tituladas Estado social del campesino puertorriqueño (1916), Cuentos del Cedro (1936) y Cuentos de la Carretera Central (1941). En 1960 fue premiado con la Medalla de Oro del Instituto de. Cultura Puertorriqueña y el misma Instituto publicó sus Obras Completas. (1964).
JOSEFINA RIVERA DE ALVAREZ. Nació en Ma· yagüez y cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico. En 1947 obtuvo el grado de maestra en artes de la Universidad de Columbia yen 1954 se recibió de doctora en Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Desde 1947 está adscrita a la Facultad de la Universidad de' Puerto Rico, en cuyo recinto de Mayagüez desempeña una cátedra de español. Es miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia. En 1955 publicó el Diccionario de la Literatura Puertorriqueña, obra laureada con un primer premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña y con el premio "Club Cívico de Damas" del mismo año. Historia de la Literatura Puertorriqueña Tomo 1 (1970); Diccionario de la Literatura Puertorriqueña Tomo 11; (1974 ).
Luz VlRGl lA ROMERO GARCfA. Nació el 30 de septiembre de 1936 en Cataño, Puerto Rico Cursó sus grados primarios en la Escuela José Pablo Morales de Toa Alta. Se graduó con altos honores de la escuela secundaria Agustín Stahl de Bayamón. ObRico. Cursó sus grados primarios en la tuvo el Bachillerato en Artes, (con honores) en la Universidad de Puerto Rico y la Maestría en Artes, con sobresaliente en la misma Universidad. La Editorial de la Universidad de Puerto Rico publicó su tesis El aldeanismo en la poesía de Luis Palés Matos en 1975. Actualmente realiza trabajos de investigación y escribe poemas, que reunirá más adelante en un poemario. La Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña tiene en prensa su antología: Veinte poetas modernistas puertorriqueños. Se ha desempeñado como profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Católica de Ponce y en la Universidad Interamericana. Es profesora de Humanidades en Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En la actualidad realiza estudios hacia el Doctorado en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico.
MANUEL CÁRDENAS Rurz. Profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Univer· sidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas y periódicos del país.
Myrna Casas: Dramaturga y directora Por
GLORIA
F.
WALDMAN
género teatral, al combinar exitosamente los M estructuralmente tradicioelementos aristotélicos YRNA CASAS REVELA SU VERSATILIDAD DENTRO DEL
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nales, como en Eugenia Victoria Herrera (San Juan, Editorial Cordillera, 1964), con elementos del absur· do, lenguaje poético y distintas alusiones brechtianas, como en Absurdos en soledad (San Juan, Editorial Cordillera, 1964), La trampa y El impromptu de San Juan (San Juan, Editorial Universitaria, Colección UPREX, 1974),1 Su visión de la realidad se define por la inclusión en sus escritos de temas tan diversos como la naturaleza del amor, lo incierto del contacto humano, la constante interacción entre el pasado, el 'Presente y el futuro, el carácter común de la experiencia, y la arbitraria violencia y crueldad, inherentes a la sociedad. Casas (1934) cursó los estudios de bachillerato en la Universidad de Puerto Rico y en el Colegio Vassar de Nueva York; hizo estudios graduados en la Universidad de Bastan, en la Universidad de Harvard y en el Instituto de Cultura Hispánica en Madrid. Se recibió como doctora de la Universidad de Nueva York. Desde 1955 pertenece a la Facultad del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico donde ejerció el cargo de Directora del departamento entre 1974 y 1979. La obra de Casas revela afinidades estilísticas y temperamentales con Luis Rafael Sánchez, otro representante de la misma generación literaria. Los dos demuestran una preocupación por el lenguaje que se manifiesta en su vivo diálogo; en el afán de jugar con las palabras; en el sentido de humor par· ticular al boricua; en el uso de técnicas brechtianas; y en unos temas que los dos exploran, por ejemplo, l. Myrna Casas, Cristal roto en el tiempo en Teatro Puertorriqueña, Tercer Festival (San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1961); Teatro: Absurdos en soledad: Eugenia Victoria Herrera (San Juan, Editorial Cordillera, 1964); La trampa: El impromptu de San Juan (San Juan, Editorial Universitaria, Colección UPREX, 1974).
el tiempo y su concomitant~ descomposición. Se vislumbra con claridad su visión "absurdista" de la vida en Farsa del amor compradito (San Juan. Ediciones Lugar, 1959) de Luis Rafael Sánchez yen
Absurdos en soledad, La trampa y El impromptu de San Juan de Casas. El lenguaje de Sánchez es poético y a la vez coloquial; es evocador mientras que está bien arraigado en la vitalidad del 'hablar puertorriqueño. En
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cuanto al manejo del lenguaje por Casas, observa J. B. Phillips en su libro Contemporary Puerto Rican Drama (Madrid, Editorial Playor, 1973): "Digno de mención es su habilidad de ser concisa con la lengua y emplear metáforas y nuevas técnicas teatrales que combinan cómodamente con todo lo que toma lugar en el escenario" (págs. 13S.139).2 La doctora Piri Fernández de Lewis indagó sobre las afinididades que comparten esos dos dramaturgos en su artículo "Temas del teatro puertorriqueño". Observó ella: "El ser proyectado en el tiempo y el espacio absoluto es dmmatizado por ... Luis Rafael Sánchez y Myrna Casas, como expresión de la vida en degradación, al ser la vida 'el sue· ño eterno hacia la nada' (Myrna Casas) en una 'vida sin fe' (Luis Rafael Sánchez), donde el disparate vital quisiera ser rearreglado por los que -lo viven, pero tan sólo consiguen hacer más patente la esencia absurda de, la vida/ ] Las obras publicadas de Casas han tenido las siguientes representaciones: Cristal roto en el tiempo fue estrenada para el Tercer Festival de Teatro Puertorriqueño patrocinado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1960; Absurdos en soledad fue representada en el Teatro Experimental del Ateneo en 1963; el- primer acto de La trampa fue pre· sentado en 1963 por Los Seis <le la Comedia en el café·teatro La Tierruca y la obra completa fue montada por Teatro del Sesenta en 1964 en el Ateneo, por Teatro Laboratorio, y por la compañía Arte Teatral como adhesión al Décimotercer Festival de Teatro Puertorriqueño en 1970 y también por Bohío Puertorriqueño en 1972 en Mayagüez; Eugenia Victoria Herrera fue representada en el Duodécimo Festival de Teatro Puertorriqueño én 1969, y por Producciones Cisme en Ponce en 1970; El impromptu de San Juan fue producida por Producciones Cisne en el Décimosexto Festival de Teatro Puertorriqueño en 1974. Entre las obras inéditas de nuestra autora cuentan Tres: No se le servirá almuerzo t1 Anita San Mi· Udn, o La historia trágica de las plantas plásticas, Quitatetú, Eran tres y ahora son cuatro, representada en el Décimosexto Festival de Teatro Puertorriqueño en 1974; No todas lo tienen (comedia anti· final en dos actos), representada en el Decimoséptimo Festival de Teatro Puertorriqueño en 1975; Cuarenta años después (drama sin ton y con son), representada en el Decimoséptimo Festival de Teatro Puertorriqueño en 1975; Parafina para los tímpanos; Farsa del pueblo pajaril; y Los deshabitados.4 2. J. B. Phillips. Contemporary Puerto Rican Drama (Madrid. Editorial Playor, 1973), págs. 138-139. 3. Piri Femández de Lewis. _Temas del teatro puert~ rriqueño de hoy», en Areyto Mayor, Francisco Arriv( (San Juan Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1966), pág. 316. 4.' SeRÚn Nilda Gonzilez. Bibliografía de teatro puertorriqueño, Si~los XIX y XX (San Juan. Editorial Universi·
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Hay que señalar la extensa carrera como directora de teatro que ha ejercido Casas desde 1962, cuando dirigió Debiera haber obispas de Rafael Solana para Teatro Incorporado. Su estilo de dirección se caracteriza por la atención que ella presta a los detalles de la producción, en la ambientación auténtica, por ejemplo; por una voluntad a la mesura en la actuación; y por su afán de revelar las matices humorísticas de sus personajes. Para la Universidad de Puerto Rico ha dirigido: Esperando a Godot (Beckett); El mercader de Venecia (Shakespeare); El padre (Strindberg); Ubu Rey (Jarry); Trie Trac (Chocrón); Asia y el Le;ano Oriente (Chocrón); La loca de Chaillot; Sganarelle (Moliere); La Gaviota y Tres Hermanas (Chekhov). Para Producciones Cisne, que fundó con la actriz Josie Pérez, ha dirigido: Las bru;as de Sdlem (MiJIer); Luz que agoniza; Las armas y el hombre (Shaw); Ana de los milagros (W. Gibson); Corona de amor y muerte y Nuestra Natacha (Casona); Las troyanas (Eurípides); Casa de muñecas (lbsen); Té y simpatía; Funeral Home (Walter Beneké); Corona de sombras (Usigli); Filumena Marturano (Filipo); La malquerida (Benavente); La reina y los rebeldes (Betti); La doble historia del Dr. Valmy (Bue. no Vallejo); Donde el trigo nace (E. Williams); Por las calles de San Juan (una zarzuela moderna de Carmen Laura Pérez Porrata).
Cristal roto en el tiempo y Eugenia Victoria Herrera En Cristal roto en el tiempo, entramos a una atmósfera de fatalidad. de desilusión y de angustia. Experimentamos "tres dimensiones de la futilidad en la yuxtaposición del pasado, el presente y el fu· turo." 5 Doña Laura. miembro de una aristocrática familia de San Juan, es la madama de un burdel de clase alta. cuando su mujeriego hermano muere en un accidente de automóvil. Laura está tensa, preocupada, amargada y atada al pasado. así como Manuela, la criada que siempre ha estado con la familia, es leal, está angustiada por la desesperante situación del negocio que sucumbe rápidamente y ata· da también al pasado. Amelia, la joven prostituta a quien han convencido de mudarse a Nueva York, donde puede tener más éxito. está atada al futuro. María, sensible y auto denigrada. está totalmente perdida en sus recuerdos, repletos de alcdhol, del amante que la abandonó. La obra pertenece a estas cuatro mujeres, todas provenientes de distintas clataria, 1979), págs. 37-311. donde se encuentran estos datos, las últimas tres obras en la lista están mencionadas por Ramón Porrata en -La dramaturl{ia puertorriqueña» en MPR, 16 de octubre de 1970, pág. IS A. S. Francisco Arriví, Teatro Puertorriqueño, Tercer Fes· tival (San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1961), pág. 12.
ses sociales, y con antecedentes, bien diferentes, que dominan el texto con el deseo de sobrevivir, por orgullo en el caso de Laura, o por lealtad en el ca~o de Manuela, o por rechazo a la pobreza en el caso de Amelia. Es María la que más cae en el mundo de los estereotipos latinos. De buen grado se sacrifica por su amante, por la carrera musical de éste, V él se aprovecha de ello y la abandona. Al recordarlo, ella dice: Son manos de ángel... de cristal... de cristal... pero... el cristal se rompe... No... estamos todos hechos de cristalitos pequeños que nos van desangrando... y la vida es una herida larga... una herida larga... honda y lenta... (pág. 306). Por medio <l~l uso de voces del pasado, percibimos la naturaleza de la atracción que ejercen los hombres sobre las mujeres: el marido mantenido de Manuela, que pregunta constantemente por qué quiere regresar a esa casa; el amante de María, que se lamenta de tener que abandonarla para mejorar su carrera, pero añade que nunca la olvidará; Pepito, el hermano que despilfarra el dinero de la fami· lia, insistiendo en todo momento en que siempre es· tará allf para proteger a su hermana Laura. Casas intenta esclarecer las relaciones de padre e hija, tanto en Cristal roto en el tiempo como en Eugenia Victoria Herrera. En Cristal roto en el tiempo, la decel'ción del patriarca con su hija doña Laura, por la supuesta traición de sus valores, al
conservar la ancestral casa como un burdel, se reve· la a través de los pasajes en que le habla desde el pasado. Ella está libre de culpa y apenada, a la vez que frustrada por no haber sido nunca capaz de discrepar con su padre, o su hermano, e imponer su voluntad. La relación en Eugenia Victoria Herrera es parecida a la de Los sordomudos de la drama· turga mejicana, Luisa Josefina Hernández. donde, una vez más, una figura patriarcal controla la lVida de sus hijos con amenazas o con promesas, generalmente manipulándolos. En Eugenia Victoria He· rrera, el padre moribundo no llega a ver que no es su hijo o yerno sino Eugenia, quien ama la tierra como él y quien quiere mantener la lealtad tradicional de su gente por la tierra, por oposición a la mi· gración urbana.
Absurdos en soledad Para mí, Casas logra su mayor originalidad te· mática y lingüística a través de su teatro del abo surdo. Casas llama a Absurdos en soledad "una serie de monólogos expresionistas y simbólicos". Así como Agustín Cuzzani llama a sus obras "fursátiras",6 Ca· 6. Agustín Cuzzani nació en la Argentina en 1924. Sus .farsátiras. incluyen: Una libra de carne, 1954: El centroforward murió al amanecer, 1955¡ Los indios estaban cabreo ros, 1957; Sempronio, 1957.
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sas se refiere a las suyas como"Absurdos" y como "Soledades". La obra es un tour de force de seis Soledades. que alterna con seis Absurdos. Las seis soledades, compuestas de dos personajes, La Niña y La Actriz, forman una unidad. Como sucede en la "suspensión voluntaria de la creencia", de Coleridge, deseamos aceptar el mundo de fantasía, de imaginación, de confianza en sí misma y de agresividad de La Niña, en contraste con el bien fundado mundo de La Actriz, con sus preguntas mundanas, todas referentes a su particularmente literal búsqueda de la entrada a las tablas (una metáfora para la búsqueda de su propia identidad y satisfacción personal). Sosteniendo la débil pero afectuosa relación que ambas comparten, está la desilusión de La Niña porque il..a Actriz quiere entrar en las tablas para abandonarla. Esto puede verse en Soledad Quinta que reproducimos en su totalidad: La Actriz sube al escenario con gran decisión. La Niña -]a sigue y wita "¡No'" La Actriz entra .por las cortinas. La Niña murmura un "¡Ay'" doloroso y luego desaparece (pág. 83).
Ya para la última Soledad, la niña y su mundo se ganan a La Actriz y ésta pasa de su propia realidad a la de La Niña. Es ésta quien lleva a La Actriz a entrar en las tablas. cosa que tanto ha deseado por tan largo tiempo. Pero según desaparece La Actriz, experimentamos un agudo sentido de pérdida y de separación. La Actriz tiene lo que quiere, pero... ¿a qué precio? Ambas están solas y abandonadas, con sentimientos agridulces. de melancolía y nostalgia. claves esenciales para la visión de la realidad que tiene Casas. En el siguiente diálogo del sexto Absurdo. La Actriz aclara la naturaleza circular de la obra. La Actriz. vestida exageradamente, como una estrella, finalmente ha encontrado la entrada a las tablas: ACTRIZ: ¿Cuándo comenzamos? ACTOR Masculino: Hemos terminado. MUJER N." 2: Todo ha terminado. MUJER N." 3: Sí. ACTRIZ: Bien, estoy lista. (Todos salen y ella comienza a hablar mientras cae el telón).
Esta es la historia de una niñita. Por supuesto. esta niña era... es decir, era yo. Bueno. de todos modos, estaba un día sentada en la verja de casa de mi abuela mirando hacia afuera, mientras pasaban los vecinos. Teníamos los vecinos más extraños. "Estaba este hombre que... (pág¡¡. 113114). Pues entonces, la realidad en las Soledades es una fusión de los dos mundos: las tablas y el mundo de La Niña, ambos, sinónimos con imaginación. magia y sueños. La visión de la realidad que tiene Casas, como está presentada en los seis Absurdos, es arrolladora. Formula sus juicios sobre la guerra, la destrucción, la crueldad gratuita y la incapacidad de compartir el afecto que siente la gen~e, revelando una marcada influencia breohtiana (como se manifiesta, por ejemplo, en la forma directa en que los personajes se dirigen al público, y discuten y cambian la secuencia de los acontecimientos en la obra). El Absurdo No. 1 es un ejemplo de un fuerte manifiesto de desesperación acerca de la posibilidad de las relaciones -humanas. En ello, un hombre y una mujer recuerdan y tratan de recuperar su amor. mientras seis personas, vestidas como persianas, ha· cen de coro. El coro está bastante enfadado y molesto cuando la mujer dice que ella es feliz y que· da bastante satisfecho y ríe cuando.al final, el amor y la esperanza, son aplastados: "(En una carcajada que se extiende hasta que cierra la cortina.) Sin amor" (pág. 31). Comentó don Francisco Arriví, situando a nuestra autora dentro de la trayectoria del teatro puertorriqueño: "Myrna Casas continuamente descompone la acción dramática en sus obras. Es la culti-
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Myrna Casas. a la derecha. en el ensayo de "Cristal roto en el tiempo ", con Victoria Espinosa, directora y Luis A. Maisonet, escenográfo.
vadora del 'no-teatro'. El teatro más pesimista que se ha escrito es de Myma." 7 La trampa
Casas se sirve del género del absurdo, que ella reviste de un lenguaje lírico, para forjar su visión esencialmente pesimista de la realidad. La trampa, breve tragicomedia en dos actos indivisibles es una alegoría sobre el estado del matrimonio que usa el absurdo y lo fantástico para hacernos reír mientras que realza las terribles pugnas para el poder entre todos los personajes: Nena, Juan, Mamá, Papito, El Otro y La Otra y las viejas locas lorquianas, Abuela y Tití, cuyos gritos oímos aunque nunca las vemos a ellas. Fíjense en el uso de los cariñosos apodos típicamente boricuas, "Papito" y "Nena", para crear familiaridad y también para recalcar la 7. Gloria F. Waldman. «Don Paco ATThrl. UnA vida en el teatro.., El Nuevo DEo. San 1uan, Puerto Rico. 19 de mar· zo, 198Q. pág. 57.
posición esencialmente carente de poder que tienen estos <;los personajes. Esta obra explora los temas por excelencia del teatro hispanoamericano: la agresión y la sumisión; 'el amor y el odio; la dependencia y la independencia. Y todo esto tras un fondo cómico que hace que a veces uno piensa que está presenciando una comedia loca al estilo de George Kaufman y E'dna Ferber. La familia que crea Casas va un paso más allá de la familia de Albee en El sueño americano. Ma· má ("una gruesa y bien parecida mujer en sus tempranos algos", pág. 30) controla el destino de Papito, quien a lo Ionesco, vive en una lata de aluminio . dentro de una trampa; ella sólo permite que él sal·' ga en "ocasiones especiales" como funerales o cum· pleaños, o en este caso para que Juan le pida pero miso para casarse con Nena. Las vueltas lingüísticas de los personajes, nos sorprenden continuamente con sus juegos entre lo literal y lo figurativo. Por ejemplo, a continuación se describe la "caída" de Tití (que queda eterna· mente encerrada en "el cuarto de atrás"): 5
JUAN: ¿Cuánto es siempre? NENA: Nunca mucho (págs. 28-29).
JUAN: ¿Y dónde cayó? NENA: ·En el fango. JUAN: ¿Qué fango? NENA: 'El del amor (pág. 21).
El metatexto de La trampa es la rebelión de la mujer frente al matrimonio y a la vida. Es una ale· goría sobre la libertad, desde las tentativas de escapar, de parte de la Abuela, hasta el final cuando Nena huye de la casa a la lluvia, un hecho que aplaude Papita aunque ni él, ni su esposo Juan tuvieron el valor de hacer 10 mismo. Nena representa el des· contento con el statu qua. Frente a Juan, quien está "satisfecho" con su vida y resuelve todo con irse a dormir, ella está consciente de que la satisfacción es ilusoria. Quiere algo más, aunque no puede precisar lo que es: "Desde hoy, quizás desde siempre... no sé... he estado pensando... " (pág. 118). Como los otros personajes, el diálogo de Nena alterna los lugares comunes con frases inespera'das: JUAN: NENA: JUAN: NENA: JUAN:
Eres una mentirosa. De hecho eres una inmoral. Lees demasiado. ¡Qué puedo hacer si no salgo? Nada, ser mujer. ¿Cómo es eso? Debes saberlo. [
NENA:
... ]
No debemos <pelear, no en una noche como ésta... No volveré a leer otro libro. JUAN: Está bien. NENA: Siempre te Querré.
La postura pasiva de Papito, el "'Padre de familia" frente a la rebelión y la libertad es evidente en el siguiente intercambio:
JUAN: ¿Por qué no te escapas? ¿-De qué? De ellas. ¿Quiénes? Todas las mujeres. (Se encoge de hombros.) Están en todas partes (págs. 55-56).
PAPIrO: JUAN: PAPlTO: JUAN: PAPITO:
Al final del primer acto, Juan, quien siempre re· vela una actitud deferencial, se decide a bajar por la lata con el padre. Entran Mamá y Nena y "Ambas cogen la tapa de aluminio, cubren la lata y cierran la trampa. Se miran y se ríen. Sus carcajadas se confunden con los gritos y las risas de arriba... " (pág. 69). ·Lo que impresiona del primer acto, que se llama "El compromiso", es la realidad que cobra el ma· nejo del absurdo. Se acepta que el padre vive dentro de una trampa, y aún más, uno llega a la conclusión que en el fondo, este compromiso no es ni más ni menos raro que cualquier otro noviazgo. Es decir, los"detalles del "compromiso" son los mismos: las tentativas de los novios de acercarse, con los acom· pañantes rechazos; las trabas o las trampas que po-
"No todas 10 tienen", 17 Festival de Teatro Puertorriqueño, 1975.
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ne la familia; las esperanzas de la juventud, basadas en sueños, frente al cinismo de los mayores. Sin embargo, la óptica de nuestra autora reviste todo con un ambiente de sorpresa y a la vez de aceptación de estos acontecimientos. En el segundo acto, que se llama "El matrimonio", Casas encuentra sus propias claves expresivas para revelar la desilusión y el aburrimiento de dicha institución en los personajes de "El Otro" y "La Otra". Nena ya se le ha olvidado el nombre de Juan y cuando él dice que se llama Felipe, ella responde: "¿Qué importa que te llames Felipe? Eres siempre el mismo aunque cambies de nombre" (pág. 75). Nena va al armario, como luego hará Juan, y saca a El Otro, aunque símbolo de su amigo o amante, efectivamente es otra versión de su esposo. El siguiente intercambio, que se pauta con una discusión del calor que hace en el armario, resume su relación: EL OTRO:
NENA:
Te quiero. No me aburras (pág. 80).
oLa obra de Casas exige un público cómplice que no sólo experimenta las imágenes que ella crea, sino que interpreta dichas imágenes y símbolos. A 10 largo de la obra los personajes pautan su diálogo con el aviso, "Va a llover", que siempre surge como un non-sequitur. "La lluvia" llega a ser un leitmotif importante en la obra. Es la única cosa que echa de menos al padre: "Mira esas gotas ... grandes como la vida" y luego agrega" Ayuda a olvidar" (pág. 67). Pero también tiene sus asociaciones siniestras, con el miedo, las dudas, la cautela y la muerte. Cuando La Otra le sugiere a Juan que se vayan a mirar por la ventana, Juan responde resuelto: "No vaya exponerme. Anda, mira" (pág. 113). La ~alabra significativa, ti exponerme" une los dos símbolos. el símbolo de la ventana. una apertura peligrosa hacia afuera, con el símbolo de la lluvia, también peligrosa, con su poder purificador. A través de los personajes. El Otro y La Otra. se introduce un símbolo que está presente a 10 largo del segundo acto. "el llanto de siempre" que viene a representar una actitud trágica hacia la vida. y que solamente oyen El Otro y La Otra. Cuando Nena le pregunta a -El Otro, "¿Cómo sabes tú que es doloroso?", El Otro responde. "No lo sé. Lo presiento solamente. Quizá he llorado asi o quizá algún día... algún día lo haré" (pág. 88). Y seguido a este melancólico intercambio. Casas nos sacude con otras vueltas sorprendentes. por ejemplo: NENA: No, mi madre vive. EL OTRO: ¿Dónde? NENA: En la nevera. EL OTRO: ¿Y los otros? NENA: Murieron todos un día de lluvia (págs. 88-89).
En el triste intercambio sobre la muerte, que vemos a continuación. se presenta una serie de con· trastantes imágenes espaciales: lo abierto y lo encerrado. lo dentro y 10 fuera. Dice Nena. "P~ro puede uno morir encerrado... en un sótano, en una buhardilla, hasta en el cuarto de atrás donde la lluvia no penetra nunca" (pág. 89). Y luego de hablar del único remedio para todo -la aceptación de la soledad- El Otro le exhorta a Nena, "No pienses. Es peligroso. Puede llover, ¿sabes? Me vuelvo adentro" (pág. 90). Para el final de la obra vemos cómo la mujer, Nena, representa la actitud "abierta". dispuesta a arriesgarse. Mientras que los hombres (Papito. Juan, El Otro) representan el principio de "lo encerrado". Físicamente y espiritualmente están cerrados hacia el mundo de afuera. El último episodio de La trampa realza la acti· tud existencialista de Nena frente al mundo exterior. A través del concepto clave de "la voluntad". que ejerce Nena, la pieza recalca el eje de la filosofía existencialista, la imposición de la volición del individuo sobre la nada. Ocurre que Nena revela su decisión de encontrar a "los que lloran y ríen" (pág. 124), o sea, de averiguar de dónde viene aquel "llanto doloroso" que s610 oyen El Otro y La Otra: NENA: Tenemos que saberlo. JUAN: Yo no quiero saber nada. Anda, cálmate. Mañana saldrás tú, si quieres. NENA: Quiero salir ahora. Tengo que saber (pág. 123).
Frente al pesimismo de Juan (" No encontrarás a nadie", pág. 124), se contrapone el prudente optimismo de Nena. Igual que en Absurdos en soledad. ·Ia mujer, a pesar de tener miedo, está dispuesta a tomar un riesgo y aventurar hacia afuera. En un gesto ibseniano, Nena-Nora "se dirige a la puerta principal y sale cerrándola tras si" (pág. 125). Para el desenlace de la obra Casas tiene todavía más sorpresas para el público después de la huida de Nena hacia la libertad. Aparece de repente la Mamá con su ubicua carcajada. Está furiosa a cau· sa de la fuga de Nena y echa la culpa a Papito, a quien saca de la trampa para regañarle. Lo que sigue es una doble jugada de mutua hostilidad. Gritan ellos: MAM.(:
PAPIro:
Me las pagarás. Me las pagarán ambos. Nada hay que pagar. Nada te debemos. ¡Nada! (pág. 133).
Mientras que Papito y Juan se acercan amena· zantemente a Mamá, ella, con astucia y maldad, toma la·venta.ta cuando grita: " ¡Cuidado! ¡La lluvia!" (pág. 133). En una vuelta a la pasividad, los dos hombres asustados bajan por la trampa. Entonces, "Mamá .fija la tapa y se sienta sobre ella. ISUS caro 7
cajadas se confunden con las de Tití y con los true· nos. Llueve fuertemente" (pág. 133). Como dice el epígrafe a la obra: En la trampa, todos han de caer. En la trampa, todos ban de ser libres para salir. En la trampa, pocos 'Podrán decidir (pág. 5). Fíjense en el juego entre los dos conceptos cruciales, la libertad y la voluntad: "todos han' de ser libres paar salir" y "pocos podrán decidir". La trampa es una tentativa de plantear metafóricamente la condición del matrimonio y ofrecer unas posibles respuestas a la misma. Tal vez la aparente conclusión de Casas sobre el matrimonio resulta menos chocante y radical por estar planteada dentro del teatro del absurdo.. Sin embargo, es abrumadora: o el aburrimiento y el encarcelamien· to, o la locura fingida, o el escape... .
El impromptu de San Juan El impromptu de San Juan entretiene mientras que cuestiona la naturaleza del teatro moderno. En las palabras de la doctora Casas: "EI impromptu se burla del teatro clásico y tradicional." B La autora desarrolla su crítica de la institución del teatro sirviéndose de las mismas formas que quiere de· rrumbar: la exagerada actuación; los enredos inesperados y la altivez de las estrellas "primmadonnas". Indica Casas en el Prefacio a la edición de la obra en la Colección UPREX: "El impromptu sigue la tradición que inicia Moliere con L'Impromptu de Versailles, obra en un acto que critica una fase de la vida teatral. Otras piezas inspiradas en esta tradición son: Impromptu de Tad Mosel y L'Impromptu de l'Alma de Eugene Ionesco" (pág. 13). La obra trata sobre un ensayo teatral que lentamente se disuelve en la anarquía. Las "Musas" se convierten en "Sobrinas"; una "Sobrina" se convierte en la "Criada"; aparece gratuitamente "El Estar", cuyo nombre representa un humoroso juego sobre la pronunciación de la palabra "star" (estrella) en "puertorriqueño". Por si acaso tuviéramos dudas sobre el papel de "El Estar", él mismo anuncia: "Yo no voy a interpretar ningún papel. Estoy aquí solamente para darle nombre a esta obra. Me han dioho que necesitaban una estrella y a'quí estoy" (pág. 171). Se p~ede leer en la actitud extravagante de dicho personaje una crítica, de parte de la autora, del 8. Gloria F. Wllldman, clmf1romf1tu: ensayo Que termina en anarouía-, El NlIl':Vo Día, San Juan, Puerto Rico. 17 de mayo, 1980, págs. 32-33.
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"star system" tanto en el teatro como en la vida. Asimismo, el siguiente discurso tanto revela el fino sentido de humor de nuestra autora, y su crític; burlona de los excesos del teatro, como la pomposidad de gente como el Director, quien se dirige a su reparto y dice: ...¡Qué le vamos a hacer! Hay que vivir... Todo sea por el arte, por ese arte, por ese arte que nos ha lel;.ldo el Peloponeso y el Gallo de Stanford in Capon, el loco noruego y el sueco emancipador de mujeres, el gran cómico de todos los tiempos Juan Gabriel Bjorkman mejor conocido por Moliere y toda la estela que desde la capital espartana llega a través de los siglos de los siglos (págs. 148-149). Para otro toque de perfecto caos, durante la función que yo presencié de El impromplu en el Teatrito Experimental de la Universidad de Puerto Rico, mayo, 1980, montado por Carmelo Santana Mojica de la Clase de Dirección Escénica del Departamento de Drama, ¡volaban las polillas mien· tras que goteaba el baño del piso de arriba directamente encima del escenario! Aun más que en el teatro tradicional, en el caso del teatro del absurdo le toca al director dar forma a la pieza. Santana Mojica diseñó el vestuario, la escenografía, las luces y el programa. Escogió una puesta en escena sencilla y realista, desde el florero y el cuadro de Bellini para la Criada cuya eterna tarea es quitar el polvo de esos objetos, hasta la mecedora de la vieja, Doña Mimí. También le dotó a Doña Mimí con un acento español, otro toque para reforzar la supuesta fonnalidad de la pieza. El impromptu es una comedia dentro de una comedia donde los actores salen de papel para sentarse entre el público ("¿Cuál de los dos, el pedante o el ignorante?" pág. 163); para protestar ("Esto no es una obra ni nada que se parezca", pág. 161, o "¿Qué autor? Esta obra no tiene autor", pág. 147); para salir a tomar café; y para comentar sobre los detalles de su vida cotidiana. El caso de Doña Mimí, por ejemplo, nos ofrece la doble perspectiva de verla en su papel, y también "escuchar a la actriz" que ejerce el papel de Doña Mimí. Cuando el Di~ctor le avisa a ella que van a eliminar el papel de una de sus Sobrinas, la "actriz" protesta, en cuanto al personaje de Doña Mimf que ella representa, "De ninguna manera. La noticia podría matarme" (pág. 165). En otra ocasión .]a obra traspasa los límites entre la realidad y la fantasía cuando el Director le dice a Doña Mimí, o mejor dicho, a la actriz que hace el papel de Doña Mimí, que él conoce a su hermano, así estableciendo el eterno juego entre la ilusión del del teatro y la vida real. Las actrices critican el papel del Director y lo llaman "entrometido". Frente a la anarquía de su
llenco, el pomposo Director, vestido con gabán, baila y ascot, grita histéricamente: "De aquí no sale Jadie. Faltan los dos últimos actos" (pág. 175). Cuan· ;lo efectivamente se va todo el reparto, el Director vocifera contra el teatro: "Ridículo de siempre, ridículo de siempre, pues al Diablo con el teatro, al Infierno con todo esto" (pág. 178). Nos recuerda la misma desesperación del personaje Pirulí, quien hi· zo las veces de director en Farsa del amor compra· dito de Luis Rafael Sánchez, cuando sus actores in· sistieron en cambiar el final de la obra frente a sus protestas contra aquella anarquía. Igual que Pirulí, el Director en El impromptu habla al público: "Pero esto es anarquía. Señores (al público), qué reme· dio, tendrán que venir al ensayo de mañana" (pá. gina 178). Como siempre en el teatro nacional de Puerto Rico se puede encontrar referencias a la realidad de la Isla, directamente o en clave. No se exime la farsa ni el teatro del absurdo de esta regla. Se nota el juego de símbolos en el mismo título que anuncia la .primera Musa: "Esta obra se llama (trom· petilla) 'PPPRRR" (pág. 139), una velada referencia a Puerto Rico. Desde el principio de la obra se establece el tono satírico a lo que se refiere a ·las moradas de la Isla. Escuchemos hablar a las Musas: MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA
4: 2: 3: 4: 2: 4:
Un ensayo es sagrado. Ya no hay disciplina. Aquí nunca ha habido disciplina. Disciplina de coctel sí hay. ¿De coctel solamente? ·Bueno, de boda, bautizo y entierro también.
MUSA MUSA
2: Y de elecciones. ¡Shhhh! ¡Eso sí que no! (págs. 143-144).
1:
El impromptu termina con el extravagante Estar" solo en el escenario mirando su reloj, tocando el tambor, y recitando lo que podría ser la letanía de la Isla, un himno a la disciplina, o su ausencia: "mi contrato dice tres horas de ensayo. Hay que te· ner disciplina. Si no, no se llega a nada... a nada... a nada" (pág. 178). lO
Conclusión
Casas nos reta doblemente, como pÓblico lector y público del espectáculo. Su teatro de temática nacional, al igual que su teatro expresionista, llega a indagaciones de índole universal. Nos enfrenta a un mundo de imágenes que podemos interpretar o simplemente experimentar. Su teatro exige un público cómplice, un público dispuesto a responder al reto a la imaginación que propone nuestra autora; un público dispuesto a seguir los vuelos por su mundo, rico en originalidad; un público capaz de llegar a sus propias conclusiones respecto a la natu· raleza del teatro mismo, y de las relaciones hu· manas. El talento de Myrna Casas está en envolvemos en la lógica interior que ella ha creado y que nosotros llegamos a aceptar a 10 largo de sus obras. Su arte está en utilizar el arma de la risa para que sigamos la "razón de la sinrazón" hasta su final.
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Puerto Rico y su cultura nacional* Por
LA TERcera, en el orden cronológico, de las Universidades que se han establecido en nuestro país. Junto con la de Río Piedras -también extendida a Maya· güez- y con la de San Germán, esta Universidad de Ponce constituye en nuestros días, el an'helo realiza· do de numerosas generaciones puertorriqueñas. Las universidades, en efecto, se fundaron en Puerto Rico tardíamente, pero como ideal y propósito de nuestro pueblo estuvieron presentes, desde muy temprano, en nuestra historia. El Convento de Santo Domingo, actual sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña, fue sede durante las primeras décadas del Siglo XVI de los primeros estudios universitarios en nuestro país y quizás en toda América. Es emocionante ver cómo se registra en los anales de la historia puertorriqueña <:':te clamor de nuestro pueblo por la cultura, por la educación formal, por la necesidad de tener una universidad. La vieja pasión puertorriqueña por la educación se reafirma hoy en este acto en que la Universidad Católica, por medio de mi persona, quiere honrar indirectamente a otra institución, también de caricter cultural, pero producto, no de las necesidades que en la lejana Edad Media dieron origen, y desde entonces acá han justificado la existencia de las universidades, sino resultado de otras necesidades de la vida moderna, que imponen, junto a la tradicional labor de aquellos centros de saber, la tarea que en Puerto Rico y en otras naciones del mundo han asumido los llamados Institutos o casas de cultura. A semejanza de una Universidad, un Instituto promueve las investigaciones históricas, literarias, artísticas y científicas. A diferencia de una Universidad,
L
E. ALEC:RfA
A UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PUERTO RICO ES
* Discurso pronunciado en la colación de Ilrlldos de la Univel"sidad Católica de Puerto Rico. en Pnnce el 23 de mavn de 1971. en ocasión de investirle dicha Univ~rsidad con' el grado de Doctor Honoris Causae. 10
RICARDO
s10 embargo, un Instituto de Cultura no se dedica primordialmente a la labor docente, ni ejerce ésta directamente en beneficio de una comunidad estudiantil, sino que se proyecta a la comunidad entera; tampoco se especializa en el rango superior del conocimiento intelectual, artístico o científico, sino que abarca y promueve ·la cultura en todos sus niveles, desde el culto y erudito hasta el popular y folklórico.
Sala Capitular del Convento de Santo Domingo.
Misión especial de todo Instituto de Cultura es el estudiar, conservar, promover, enriquecer y difundir todos los aspectos de ,la cultura nacional. Esta misión es más obligatoria, si cabe, en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, tanto por razón de las peculiares circunstancias histórico-culturales del País, como por motivo del mandato explícito de la ley que lo creó. En Puerto Rico habia que contrapesar décadas de iJ!1lorancia y de abandono respecto de la conservación y promoción de nuestros valores culturales, en todos los órdenes de nuestra vida, incluso en el orden educativo; había que contraponer un cultivo consciente de esos valores a décadas de influencias perjudiciales a los mismos, y en ocasiones, incluso abiertamente contrarias a ellos. Había que luchar contra un condicionamiento sicológico, fuertemente arraigado en nuestra sociedad colonial, que llevaba incluso a muchos ·puertorriqueños a despreciar sistemáticamente todo 10 que fuera o pareciera ser autóctono y a valorizar, fuera de toda proporción, todo 10 que fuera o pareciera ser exótico. Tal fue, verdaderamente, la tarea que en el año 1955 nuestra Asamblea Legislativa encomendó, al crearlo, al Instituto de Cultura Puertorriqueña. La tarea de contribuir con todos 'Ios medios a su disposición a reenseñar ·10 digna, lo noble, lo rica, 10 valiosa que es la cultura puertorriqueña -no porque sea
superior (aunque puede serlo en algunos aspectos)-, sino porque no es inferior, y porque es a lo menos igual, que otras culturas apreciables. La tarea no ha sido fácil. No han faltado problemas, ni la incomprensión de unos pocos. El complejo de inferioridad que el coloniaje y otros factores han producido en nosotros aún no ha desaparecido del todo en muchos de nuestros compatriotas, pero no constituye ya una barrera en el desarrollo de nuestra personalidad colectiva. La inmensa mayoría de nuestro pueblo siente el orgullo de su nacionalidad, y ello puede apreciarse fácilmente en innumerables manifestaciones de la vida diaria. La labor del Instituto se ha visto recompensada por sus resultados. Y el mejor resultado iba sido la acogida que el pueblo, sin distinciones de ninguna especie, ha dado a nuestras iniciativas; la manera en que ha colaborado con nuestras actividades, 'la alegría con que ha reconocido lo que es y lo que vale la cultura puertorriqueña. Esta actitud de nuestro pueblo se revela en su asistencia a las exposiciones, conferencias, conciertos, recitales, representaciones teatrales y de ballet, sesiones de cine documental, ferias y otros actos organizados por el Instituto; en su aprecio por nuestra producción editorial, su apoyo a nuestro programa de restauración de edificios his· tóricos, su cooperación con nuestro programa de conmemoraciones históncas. Se refleja además en 11
el estímulo que la obra del Instituto ha significado para nuestros investigadores históricos, nuestros literatos y músicos, escultores y grabadores, actores y bailarines. Toda nuestra labor, y la actividad desencadenada por ella, ha contribuido decisivamente a consolidar un estado de conciencia pública que antes no existía; ahora ya a nadie le avergüenza hablar, antes ·le enorgullece hacerlo, de la cultura puertorriqueña. De su no reconocimiento -hablo en términos generales- se ha pasado a su "descubrimiento", a su aprecio, a su goce y disfrute, no sólo con seguridad, sino con orgullo. Por primera vez en nuestra historia lo puertorriqueño ha venido a constituir sinónimo de excelencia. Esto se demuestra en el énfasis con que por la radio y la televisión se acentúa el carácter puertorriqueño de nuestros productos industriales y comerciales. La popularidad de que hoy goza todo lo "puertorriqueño" es conveniente y halagadora, pero puede resultar peligl'Osa, si a través de la propaganda rea· lizada por los medios masivos de comunicación se llega a difundir la noción errónea de que nuestra cultura consiste en comer almojábanas y lechón asado, en jugar g~llos y bailar la plena; y de que mantener estas manifestaciones de la culinaria y del folklore nacional equivale a conservar la cultura puertorriqueña. Hay un gran peligro de que se difunda este concepto equivocado, pues en cualquier sociedad nacional pueden conservarse y sobrevivir elementos como los mencionados, mientras se desnaturalizan o perecen sus más altos valores. Al hablar de la cultura que, como nación, posee Puerto Rico, debemos tener presentes valores más profundos y trascendentales. A pesar de la herencia milenaria que nos viene de los taínos, del Afriea, y, sobre todo, de la España
inmortal, la cultura puertorriqueña es una cultura joven. Su vitalidad, sin embargo, es grande y se manifiesta en todos los órdenes de ·la actividad creadora. De ella dan fe las presentes realizaciones de nuestra literatura, nuestro teatro, nuestra música, nuestras artes plásticas, nuestro afanoso laboreo en la investigación histórica, antropología y folklórica. Pero cultura es mucho más, todavía, que todas estas ,cosas. De la misma manera que la cultura de un pueblo no está constituida solamente por su riqueza folklórica, tampoco lo está por sus realizaciones intelectuales y artísticas. Cultura es, sobre todo, concepto y manera de vida; es estado espiritual que define la ·fisonomía de una gente, de una nacionalidad. Son las virtudes intelectuales y morales las que, en esenoia, constituyen un pueblo. Puerto Rico está constituido sobre algunas virtudes, de sólido fundamento humano y cristiano, que distinguen a nuestro pueblo de los demás, y que constituyen nuestra más auténtica aportación a la cultura universal. Entre estos valores que nos caracterizan como pueblo se destacan nuestro profundo sentido humanitario, ex,presado en el hábito nacional de la como pasión por los infortunados; la arraigada convicción en la igualdad humana manifestada en nuestro mestizaje y ejemplar convivencia social; la constante tendencia a la justicia, de la que se derivan nuestro amor a la democracia y a la libertad; la vocación por la paz, que ha hecho del nuestro uno de los pueblos más civilizados del mundo; nuestra devoción por la cultura, de la que nace el secular afán puertorriqueño por la escuela y la enseñanza; y, por último nuestra tradicional sencillez, que nos capacita para reconocer y apreciar, espontáneamente, todo 10 bueno, noble y grande que tienen los demás pue· bIas. Caparra
Estas virtudes sociales que hemos mencionado, constituyen, junto a muchas otras, el fundamento de nuestra cultura nacional. Sobre ese fundamento, y sólidamente unido a él, .por razón de lo que han aportado y acumulado la geografía e historia común y el cruce de razas, se levanta el andamiaje de nuestra lengua, costumbres y tradiciones, nuestro arte y nuestro folklore. Es esta constelación de valores lo que constituye ]a cultura puertorriqueña. Existe en ella una jerarquía determinada por la mayor o menor excelencia de los mismos. Los de menor rango no deben suplantar a los de más alta categoría, pero tampoco deben ser despreciados o descuidados. Una cultura nacionales obra que la naturaleza, el arte y la historia, trabajando simultánea y recí· procamente, han creado a través de los siglos. No puede, por tanto, improvisarse. Pero puede destruirse, si confiados en sus inmensas energías vitales, 01· vidamos que necesita de amor, cuidado y cultivo, y en muchos casos, de firme y decidida defensa. La cultura puertorriqueña, hemos dicho, reviste gran vitalidad y energía, y buenas demostraciones ha dado de ello. Pero es también cierto que ha estado y continúa expuesta a influencias, poderosas y tenaces, que la han afectado en el pasado, la afectan en el presente, y .pueden deteriorarla, e incluso destruirla, en el futuro. Estas influencias, son ade· más de nocivas, innecesarias y superfluas. No son las influencias naturales y espontáneas que, en la vasta intercomunicación de los pueblos, reportan y difunden beneficios intelectuales, artísticos y so-
ciales. A estas influencias podemos y aún debemos abrirle nuestras puertas sin temor, -haciendo gala de la tradicional hospitalidad puertorriqueña. Ellas constituyen el manjar exótico que, consumido, habremos de asimilar y transformar en nuestro propio modo de ser. Ahora bien, siendo la cultura puertorriqueña un bien que nos pertenece a todos los puertorriqueños, e incluso a los no puertorriqueños, que con nosotros conviven, es un deber de todos los individuos y las instituciones del país, máxime si tienen alguna finalidad educativa, el defenderla y promoverla, re· cardando que al así hacerlo están preservando uno de los ámbitos particulares de la cultura universal. En este sentido tienen· una gran responsabilidad en Puerto Rico las Universidades, que históricamente, en nuestro país no son sino la expresión de una característica constante de nuestra cultura: el afán de estudiar, el afán de adquirir conocimientos. Pero no basta con que nuestras universidades se afinquen, como cualquier otra institución en Puerto Ri· ca, en el terreno de nuestra cultura nacional; es necesario también que, trascendiendo el carácter espontáneo de esta vinculación, incorporen a su enseñanza, de manera consciente y positiva, cursos formales en los que los estudiantes ahonden en el conocimiento de la historia y de la cultura de su país. Los estudiantes tienen el deber patriótico de exigir que nuestras universidades les .impartan una conciencia más amplia y más profunda de su nacionalidad, y las universidades, por su parte, el deber de formar a los jóvenes de tal manera, que al abandonar su Alma Máter, puedan descargar la respon· sabilidad moral y patriótica que tienen, de integrarse a su pueblo y brindarle, a su gente, generosamente, todo el saber que pudieron acumular y decantar en ·Ios años en que disfrutaron de la privilegiada condición de universitarios. Quienes más y mejor conocen a su patria, la amarán más, y por 10 tanto, la servirán mejor. Por lo que toca a nosotros, hace tiempo venimos realizando gestiones para lograr que en un futuro próximo todos los universitarios puertorriqueños tengan la oportunidad de completar un curso básico sobre la historia y la cultura puertorriqueña antes de completar sus estudios. Seguiremos luchando porque este proyecto se ·haga pronto una realidad. No podría yo dirigirme hoya esta clase graduanda sin expresar algunos pensamientos sobre la situación que hoy confronta el mundo universitario. En el mundo occidental las universidades pasan por un proceso de transformación que amenaza con alterar su tradicional concepto de casa de estudios. En Francia, Inglaterra, Alemania, México, Canadá, Venezuela y, particularmente, los Estados Unidos, los estudiantes se muestran insatisfechos con la función que durante siglos se ·les había asignado, re· flejando en su actitud los cambios profundos que 13
Claustro del Convento de Santo Domingo.
se han venido operando en nuestra sociedad. En Puerto Rico se comienza a manifestar esta situación que hoy sufren todas las Universidades del mundo occidental. Los jóvenes que integran las universidades de hoy en su inmensa mayoría no pertenecen a la élite económica a que estaban adscritos la casi totalidad del estudiantado universitario de ayer; di· cha clase ya no tiene el monopolio de la educación superior. En las universidades ingresan cada vez en mayor número jóvenes de las clases menos privilegiadas, y con ellos estas instituciones han ido recibiendo poderosas dosis de vitalidad y de nueva energía. Muchos de estos jóvenes son hijos o huérfanos de soldados que pelearon en la Segunda Guerra Mundial -la misma que se alegaba iba a terminar para siempre con la guerra-; y a su vez se ven hoy expuestos a servir y a morir en una guerra, carente de sentido, y más inhumana aún que la que la precedió. Es natural que estos jóvenes, víctimas de estas experiencias familiares y personales, al llegar al plano intelectual universitario, adquieran una mayor conciencia y desarrollen una mayor sensibi· lidad que los jóvenes que les precedieron, ante las injusticias socio-económicas que afectan nuestra so· ciedad democrática; es natural que se percaten y se horroricen del hecho de que el progreso tecnológico alcanzado por el hombre en los últimos treinta años, en lugar de servir para unir más a los hombres y para remediar el mal universal de la pobreza y el subdesarrollo haya servido para establecer barreras más grandes entre los ,pobres y los ricos, entre los 14
poderosos y los débiles. La promesa que significaba la organización de las Naciones Unidas respecto de la supresión del colonialismo en el mundo entero, se ·ha visto despedazada ante los ojos incrédulos de los jóvenes universitarios, que siguiendo los textos de sus cursos, todavía creen que la libertad de los pueblos es elemento indispensable para la paz y la felicidad de todos. Ante esta situación, a nadie debe extrañar que los universitarios de hoy, que a la natural rebeldía y optimismo de la juventud unen el conocimiento de los principios de libertad y justicia que se les han enseñado desde la cátedra, se sientan moral y patrióticamente obligados a poner todo su empeño en tratar de remediar los males que aquejan al mundo, y de contribuir a la solución de sus problemas, recurriendo a veces a métodos que nada tienen que ver con la tradición universitaria. Por esto resultan, no sólo absurdas, sino incluso ridículas las soluciones que muchos de los guardianes del orden constituido ofrecen 'Para poner remedio a la rebeldía de los universitarios, creyendo que es posible retroceder al tiempo en que la Universidad fue ~ se suponía ser- una torre de marfil en donde los jóvenes estudiantes, aislados de 'la reali· dad circundante en su país y en el mundo, se re· cluían para aprender un repertorio de valores y con· ceptos, legítimos, posiblemente, pero que no se presumía que el estudiante habría de contrastar y revalidar en su experiencia con la vida. La verdadera solución, no es sin embargo, sen· cilla, ni fácil de precisar. Pero para hallarla, ha de
partirse, del siguiente principio: que la universidad de 'hoy, o del futuro, jamás podrá volver a ser la misma de ayer, no sólo en cuanto al concepto de su organización o de su sistema docente, sino incluso en cuanto a 'la idea misma del estudiante universitario. Quizá el estudiante profesional será pronto cosa del pasado. Es posible que la situación actual pueda verse de otra manera cuando los estudiantes compartan su responsabilidad de estudiar con su responsabilidad de trabajar; cuando el estudiante seintegre con la sociedad en que vive de una manera real: compartiendo sus labores, sus problemas y sus luchas. Cuando llegue este dí,a, la actividad del universitario no será vista como una intervención extraña, sino como una participaci~n ciudadana, que surge de la misma comunidad. . Es una realid,ad fácil de comprobar que en la actualidad los estudiantes universitarios, la mayoría de ellos ya adultos y en la plenitud de sus derechos políticos, permanecen demasiado tiempo separados -y, par.adójicamente, por razón de su propia vida universitaria- de la sociedad en que ellos desean vivir y actuar. Esta situación es en gran parte responsable de que no sea efectiva ni completa la comunicación entre la comunidad en general y la sociedad universitaria, y por ello tanto la primera como la segunda ven en la otra un elemento intruso: "intrusos" son los estudiantes cuando intervienen en los asuntos de la comunidad, e "intrusa" es la comunidad cuando interviene o' pretende intervenir en la vida universitaria. Es posible que cuando el estudiante esté más vinculado con "la clase trabajadora que él ahora, desde afuera, defiende y desea proteger, se habrá dado un gran paso en el camino 'hacia la verdadera integración de la sociedad. Ahora bien, es obvio que para bien de todos, debe resolverse este .. impasse". Los dirigentes inte'lectuales y políticos tienen que aceptar ·la realidad de que el mundo ha cambiado, y con ella, el con· cepto de la universidad. Los jóvenes, y particularmente los universitarios, tienen que hacer social· mente válida su defensa del pueblo y de la clase trabajadora, convirtiéndose -sin dejar de ser estudiantes-' en otros tantos trabajadores. De la unión
del estudio y del trabajO -por tanto tiempo disociados- ha de nacer una nueva sociedad. Puerto Rico se ha distinguido, particularmente durante las últimas décadas, por la maner~ original con que se ha enfrentado y ·ha tr,atado de resolver sus problemas. muchos de los cuales no son exclusivos de nuestro país. Nuestra actitud debe ser la misma ante este nuevo problema con que nos enfrentamos. Tratemos de buscar solución al mismo de acuerdo con nuestra idiosincrasia, con nuestra verdadera personalidad cultural. De la misma manera que en el pasado, apoyados en nuestras sólidas y arraigadas virtudes nacionales, supimos hacer significativas aportaciones en otros aspectos de la integración social, estoy seguro de que en el presente, apoyándonos en los mismos fundamentos, podremos contribuir a resolver el problema universitario -que aunque universal, reviste especiales circunstancias en Puerto Rico- con una solución compatible con nuestra herencia histórica y cultural. Estoy seguro de que en los jóvenes puertorriqueños que -como los de esta clase graduanda- han vivido la nueva inquietud estudiantil, habremos de encontrar el elemento más apropiado para canalizar toda nuestra energía de pueblo en beneficio de la patria y de la nueva universidad. Para enfrentamos a ese problema, como a cual· quier otro en que se debata elpais, sea en el plano polftico, social o económico, es necesario que actuemos partiendo' desde el hecho de nuestra realidad nacional; desde la conciencia de que somos un pueblo, con su propia cultura y tradición histórica, que no puede ser olvidada por nadie, y mucho menos por ustedes, jóvenes universitarios. Defendamos, pues, ,la cultura nacional, que como hemos dicho se basa en valores altamente humanos y cristianos --es decir, universales-. Y tengamos siempre en cuenta que nuestra mayor contribución a los demás pueblos. y a la convivencia entre los mismos, será la de afirmar nuestros valores nacionales. Nos sentirnos optimistas sobre el futuro del país. Mientras los puertorriqueños tengamos conciencia de nuestra nacionalidad y cultura. Puerto Rico seguirá siendo Puerto Rico.
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Huella brasilera en Hostos· Por
.&. GRADEZCO
A LA VIDA EL HABER ESCUCHADO LA PA·
~labra poética de aquella finísima sensibilidad
que fue Cecilia Meireles. La escuchamos en Puerto Rico, en -1957, con motivo de otro congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. Dejó ella en nosotros una profunda impresión. El 15 de julio de 1977 apareció en la prensa, en El Mundo de San Juan, traducido al español por la doctora Esther FeJiciano Mendoza, un ensayo lírico de Cecilia Meireles sobre la bahía fosforescente La Par· guera de Lajas, Puerto Rico. Al recuerdo de aquella escritora, a su nombre inmarcesible, dedico la lectu· ra de estas páginas con las que sólo aspiro a reafirmar la solidaridad entre nuestros pueblos. Hace aprox.imadamente un siglo,l en 1874, deja la huella de sus sentires sobre algunas ciudades e instituciones del Brasil que ha visitado, el héroe epónimo de la libertad, peregrino y visionario puertorriqueño, don Eugenio María de Hostos. A la jerarquía de "pensador y educador, arquitecto de naciones, escultor de espíritus libres, (y) conciencia moral de un continente" 2 lo eleva el colombiano Carlos Arturo Torres, mientras que el ensayista Víc· tor Massuh lo ve como encamación del hombre nuevo y completo, protagonista de la transformación de América.J El sabio don Antonio Caso, desde su meseta azteca y según Pedro Henriquez Ureña, proclama que "hombres de su tamaño sólo ha ha·
* Ponencia leída en el XVIII Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. celebrado en Río de Janeiro del·l al S de agosto de 1977. 1. Hostos había partido de Buenos Aires el domingo 22 de febrero de 1874 en el buque La Ville de Bahía, que espera la sanidad marítima el viernes 27 de febrero en la bahía de Santos. Está hospedado en el Hotel Bra.sil de Río de Janeiro el 20 de marzo. A bordo del South America, el 2 de abril. escribe que cree haber salido de Río el 2S de mnrzo. (Diario 11, La Habana, Cultural, 1939, págs. 86-88.) 2. Carlos Arturo Torres, Estudios de critica moderna, Madrid, Editorial América, s. f., págs. 203, 204. 3. Vfctor Massuh, América como inteligencia y pasión, México, Tezontle, 1955, pág. 34. 16
Jos~ FERRER
CANALES
bido tres o cuatro en América"" Y a él -le consagran libros, entre otros, los antillanos Antonio S. Pedreira 5 y Juan Bosch.' Evoquemos aquí, en síntesis, lo que sobre el Brasil apuntó aquel viajero y 'hombre egregio y compárelo el estudioso con los ecos y recuerdos que en las almas de otros escritores de América como José Vasconcelos,7 Waldo Frank,a o Alfonso Reyes,9 imprimió esta tierra de promisión y contrastes. Las páginas hostosianas recogen impresiones sobre temas históricos y sociales, sobre el paisaje, la vegetación, la naturaleza. Hay también autoanálisis y, en prosa de alta calidad estética, asoma allí el artista de la palabra, una ex.traordinaria personalidad 4. CI. Antonio S. Pedreira, Hostos, ciudadano de América, Madrid, Espasa Calpe, 1932, pág. 131. S. A. S. Pedreira, Oprrs cit. 6. Juan Bosch, Hostos, cl sembrador, La Habana, Edi.
torial Trópico, 1939. 7. José Vasconcelos. La raza cósmica, Buenos Aires, Aus. tral, 1948, págs. 61-144. 8. Waldo Frank, Viajc por SlIramérica. Traducción española de León Felipe. México, Ediciones Cuadernos Ameri. canos, 1944, págs. 18-81; 319·396. _ 9: Ejemplos: -Versos sociales_ a Ronald de Carvalho. págma 260, _En cabo roto-, págs. 273-274, y los «Romancc~ del Río de Enero_
(<<Llego al lill de mi canción que es }'a más trrya qrre mia, y no pude, Rio de Enero decirte lo que querEa_) , en Constancia poética, México, Fondo de Cultura Económi. ca, 1959 (Vol. X, Obras completas de Reyes). Ver la des. cripción que hace Alfonso Reyes de las etapas de la ecanomfa brasilera en «HomiUa par la cultura_ (Tclltativas " orientaciones, Vol. XI, Obras completas, ed. cil., págs. 2Ii. 220), y El Brasil en una castaña (Vol. IX, Obras completas. ed. cit., págs. 187-195, que termina con estas frases sobre el Brasil: cuna hermosa y grande nación que nunca perdió la sonrisa ni la generosidad en medio del sufrimiento, ejem. piar a un tiempo en el cara ie y en la prudencia, orgullo de la raza humana, promesa de felicidad en los dias aciagos que vivimos, fantástico espectáculo de humanidad y natu. raleza- (pág. 195).
Eugenio Marlade Bostos
atenta a los valores humanos, artísticos, patrióticos, éticos. "Diré -anuncia- que llegué a Santos, puerto de la provincia de Sao Paulo, una de las más ricas del Brasil". (376) 10 Ve en la ensenada, una "magnificencia del trópico" y juzga que 10 que allí contem· pla tiene la belleza de "la primera alborada del Nuevo Mundo". (377) Agrega: Tal como yo vi presentarse a mi vista deslumbrada ,la había de Santos, tal debió, lentamente, majestuosamente, por sucesiones de luz y de color, por gradaciones de formas definitivas presentarse el nuevo día ante lo que han llamado la creación. (337)
Asciende a la cumbre del c~rro Montserrat desde donde admira la ,ciudad de Santos que ve "circun· dada por una corona de colinas elevadas, por una aureola de florestas esplendentes, por un brazo de mar sosegado". (384) Le recuerda el paisaje, ciudades del litoral de Colombia y, por sus grupos étni10. La numeración de páginas en paréntesis corresponde a Mi viaje al Sur, La Habana, Cultural, 1939. (Vol. VII, Obras completas de Hostos,)
cos, por el aspecto de sus casas de comercio, por el olor de su café, a la casi totalidad de las ciudades antillanas. Anota el carácter marítimo y comercial de Santos, su progreso, el aire de seguridad, las elegantes casas-quintas de .Jos habitantes, el gas, el tranvía, el ferrocarril que la une a Sao Paulo, el telégrafo que la acerca a Río. Por entonces --cuán lejos de hoy-, aclara el viajero, Santos tenia "hasta ocho y diez mil habitantes" en si yen su playa y en sus cerros. De esta ciudad, Santos, cuya primera luz tan profundamente conmovió al peregrino que dijo "Yacían cielo yagua, playa y montes, en la incierta penumbra del primer crepúsculo: era como un boceto de gran cuadro" (377), se despide con un sentimiento de paz y -moralista y esteta-, la esperanza de revelar lo bueno y bello que allí ·ha gozado. Luego, Sao Paulo. Para tener una imagen de conjunto sube por la c'alle de la Libertad (Rua da Libertade) y dibuja: La alta meseta en que está situada la capital de la provincia brasilera de Sao Paulo, domina por todas partes un plano accidentado y,.. es desde lejos dominada por las diversas articula· 17
ciones del Arosoyaba, rama de montañas que se desprende de la Sierra del Mar. Excelente posición, que deseo a todos los seres racionales: mira desde alto, y necesita ser mirad:> desde alto. (386) Pasa de lo geográfico a lo ético-sicológico: Es una población irregular, cuyo núcleo principal está entre la margen izquierda del río que la baña, el Tamanduatehy, y el llano en que ter· mina el Jaraguá, la más próxima de las montañas que la amparan. Las extremidades de ese cuerpo irregular están comprendidas entre el alto arra· bal a que me ·habia trepado y el suburbio que llega hasta el Tieté, hermosfsimo rfo que corre a tres cuartos de legua de distancia. (387) Le sorprende un bellísimo paseo con pabellones verdes, pinos brasileros, en que se reúne la sacie· dad paulista -Bastos escribe paulistana-, y la Academia de -Derecho en que tiene su fonnación la juventud de la provincia. Subraya como características de aquel conglomerado su sensibilidad, su amor a la naturaleza, su carácter viril, su inteligencia moral. Al acercarse a Río de Janeiro piensa en la exactitud de unas palabras con que el General Bartolamé Mitre ·la había descrito: "Es una ciudad en me· dio de un bosque virgen". (415) Por lo que Bostas proclama la ventura de quienes la habitan en aquella época, hace un siglo, y viven una vida civilizada, cerca de la naturaleza, en lo que era una ciudad-
bosque. 18
Son éstas, palabras de Bostas ante Río de Janeiro: ·EI lujo o el simple bienestar tiene aqui el instinto de lo bello, si he de juzgar por el ensanche creciente de la ciudad hacia la selva. Botafogo (Rua), Voluntarios da patria, la avenida de Humaytá, el camino del Botánico, el de Tiyuca, el de Sao Cristovao,... el delicioso de Catumbí y de Río-cumprido --camino de la quebrada en que yo he 'Pasado el medio dia...- prueban que el habitante de la ciudad·bosque tiene el semimiento del tesoro que posee. (416) Describe la bahía de Río de Janeiro ya la ciudad con el viso de la ilusión creada por el mar y la luz del sol. En un instante traza sus contornos: Ya la ciudad es un grupo confuso sobre el cual se destacan vigorosamente el Pan (de Azúcar), el Corcovado, el Tijuca, no ya con la independencia que la extrema 'lejania o la mayor proximidad les da, sino como meros accidentes del espinazo de una montaña, tan extraña a su forma como ellos. Ya la Cordillera de la Costa. dibujándose con perfecta claridad, se presenta como un simple ramal que se muere a la entrada de la babia. Ya empieza la antes lejana cadena de (·los Organos) a presentar de relieve los 38'.1zados dientes de su cresta. Ya se armonizan tados los planos de la perspectwa, y 10 que era confuso agrupamiento, aparece con creciente claridad bajo su aspecto propio. (419) Petrópolis, a tres mil pies sobre el nivel del mar y regida por un gobernante, el Jefe Supremo del
Brasil, no ]e arranca expresiones de júbilo. Comenta Bostas: "En vez de una ciudad viva es un simple feudo muerto". (426) Y en su organización, juzga, "el señor es visible, e] pueblo es invisible", (431) La meditación frente a Petrópolis revela a] jurista, a,l defensor de los derechos humanos, individuales e inalienables, Por]o que categóricamente afirma: "Lo que importa no es que e] bien tenga una garantía en un solo hombre, sino que e] bien del derecho y el de ]a libertad tengan tantos sostenedores cuantos ciudadanos", (432) Entiende el apóstol puertorriqueño que, en ge· neral u la evolución democrática" se va realizando en el pueblo brasilero. Palabras son éstas para un foro en que podrían intervenir múltiples voces como ]a de Gilberto Freyre,1I para afirmarlas; como ]a de Darcy Ribeiro,12 para refutarlas, "Sí, ]a evolución hacia ]a democracia es nacionatl" (396), reitera en 1874 e] Maestro Hostos. Hay en estos artículos, como en el Diario, junto al comentario sobre el paisaje, el análisis sicológico y las revelaciones del moralista y del americanista. Estando en Río de Janeiro alude a la soledad en que se encuentra aunque había enviado previamente su ensayo sobre Hamlet, las conferencias sobre La educación científica de la mujer y la memoria sobre la Exposición de Chile, En su monólogo subraya: "¿A dónde va el mundo? A su placer, ¿A dónde voy yo? A mi deber", (372) "Pensé que la vida es un deber, que el deber es más noble cuanto más difícil", (374) Y transmuta el deber en deleite cuando con él contribuye -afirma- "a] advenimiento del porvenir americano" (374). a "la'formación social de (la) América naciente", (374) Pensador, en un apóstrofe al Río de la Plata, alecciona en este sentido: "Las sociedades en formación deben ante todo tener la conciencia de su personalidad y no ahogarla en ias ideas y costumbres de otras sociedades". (375) Detrás, respaldando esas nobles e iluminadoras palabras que tienen vigencia actual, está toda la epopeya moral de un hombre, de un patriota y patriarca que, en España y Estados Unidos, en las Antillas, el Perú, Chile y a ·10 largo de todo un conti· nente, fue símbolo y dio cátedra de auténtica americanidad, de heroísmo, de patriotismo y decoro. Es el mismo que a un agente brasilero a quien no pudo mostrar su pasaporte, en Río, le dijo: ". ,.no tengo nacionalidad; estoy creándola," (407) Nombra la patria lejana, ensoñada, cuando, gozando ·la naturaleza del trópico en Santos, exclama: ,. ...y en tanto que aspiraba aquel perfume vivificante de tierra virgen, me parecía que respiraba a la patria". (377) "El sentimiento angustiado recobraba la patria en aquel asilo tropical de la ventura". (378) 11, Gilberto Freyre, Interpretación del Brasil, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, págs. 117, 142-143. 12. Darcv Ribeiro. Los brasileros, México, Siglo XXI. 1975, pág. 109.
Está pensando en la Bociquén, Puerto Rico, por cuya soberanía y por cuya entera independencia, sufre como revolucionario y como mártir. En sus apuntes sobre estética y sociología, con· cretamente, cuando describe la bahía de Sa'ntos, expresa que ha observado un buque brasilero en que se transportan esclavos de Pernambuco a Sao Pau]0 y entonces medita: "Una iniquidad como la esclavitud en medio de aquella armonía de ]a naturaleza, me parecía una monstruosidad disonante". (380) Lanza entonces una vehemente protesta en que reitera su profundo sentido de justicia y reafirma su abolicionismo. Porque escribe Hostos: Eran esclavos. ¡Esclavos en una patria inde· pendiente que reconoce los derechos connaturales de sus hijosl; ¡esclavo en medio de una natura· ]eza libertadora que hace libres a cuantos se amparan en su asilo impenetrable!; iesclavos en el seno de una sociedad juvenil que cuando vea los horrendos peligros del trabajo esclavo, debe sentir todas las virtuosas repulsiones que siente contra la iniquidad la juventud!; ... iesclavos en una situación sociológica que impone como un deber la fusión de individuos y derechos! (381) El espectáculo de la esclavitud le hace proclamar: "Yo odio a todos los que roban la libertad y todo lo que sirve de cómplice a ese robo", (315) No hay duda que el apóstol Hostos, acogería con satisfacción aquel aforismo del sabio jurista brasHe· ro, Ruy Barbosa, que asevera: "Toda civilización se encierra en la libertad, toda la libertad en la seguridad de los derechos individuales n.u También juzga Hostos en 1874 que "el tiempo probará la necesidad de la abolición absoluta" (405) -que llegará catorce años después. en 1888- y -son frases hostosianas- "con alegre conciencia y abun· dante corazón" (405), honra a aquellos brasileros, los abolicionistas -nosotros evocamos, a modo de símbolos, a Castro Alves ya Tobías Barreta, a Ruy. Barbosa y a Nabuco-- quienes hicieron obra libertadora por el negro y predicaron "]a transformación del trabajo esclavo en trabajo libre". (405). Se asombra Hostos de que en el Brasil la esclavitud no creara, "la guerra a muerte" entre el negro y el blanco. La lengua en Hostos, alabada, entre otros críti· cos 14 por Adelaida Lugo Guernelli, Francisco Manrique Cabrera, Margot Arce de Vázquez y José A. Balseiro, alcanza cimas de altura cuando el Maes13. Barbosa. PróloLZo y selección de Renato de MendoMéltico. Ediciones de la Secretaria de Educación Pública, 1944, pág. 174. 14. Adelaida Lupo Guernelli, Eugenio María de Hostos: Ensayista .'\1 critico literario, San Juan de Puerto Rico. Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970: F. Manrique Cabreo ra: .Hostos: Vivir peregrinante en confesión•. Sin Nombre, 1973. IJI, número 4. págs. 5-22; José A. Balseiro.•Crítica v estilo literarios en EUl!enio María de Hostos-, El Vis:fa, IJI. San Juan de Puerto Rico, Biblioteca de Autores Puertorriqueños. 1942. pálls. 77·96. ~,
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tro, amante de la naturaleza -tema que ha estudiado Concha Meléndez-,ls hace la enumeración artística de árboles y frutos y describe lo que llama "arabescos vegetales" de una "nueva arquitectura", Desde la cumbre eJel cerro Montserrat entona un himno a la floresta y describe este paisaje: Allá, en la cima de la quebrada, el follaje estelar de la palmera; allí, en el fondo de la cima, las hojas abundantes del plátano amigo; acá, ni alcance de mi mano, el fruto en otro tiempo codiciado del guayabo, el árbol del pan y del papayo; sobre mi frente sudorosa, las ramas protectoras del mango; en el piso saliente del peñasco, en la base imperceptible de la roca, alrededor de ese tronco desecado, los mismos arabescos vegetales, 'la misma ornamentación... que tantas veces me ha presentado el modelo de una nueva arquitectura en los bosques sagrados de la patria. (383)
y precede 'al comentario sobre Río de Janeiro este otro ejemplo de prosa con detalles estéticos de la vegetación, que culmina en la visión de la palmera como "coronamiento del templo" del trópico, Dice el ensayista puertorriqueño:
Estaba en plena naturaleza tropical. Hojas enormes, fijas en débiles pedúnculos, tersos, altísimos, balanceando penachos excesivos; tallos invisibles sosteniendo ramilletes de flores caprichosas; yerbas punzantes completando el adorno y la hostilidad de los agaves espinosos; los cactos extravagantes luciendo guirnaldas de parásitas encarnadas y violáceas; arbustos rampantes disputando su puesto a árboles inmensos; el áspero cajuil recibiendo la lluvia de flores del papayo; el vigorosísimo mango extendiendo su sombra bienhechora para el hombre, sobre plantas que la maldecían; el jigüero de hojas elegantes y de extraños ramos, preparando con su fruto los útiles domésticos que el campesino de las Antillas no busca en otra fábrica; el guayabo, el castaño tropical, el almendro de la zona tórrida. el plátano prolífico, el armonioso bambú, y buscando aire libre en las más altas cumbres, la palmera feliz, columna y coronamiento del templo de la naturaleza tropical. (411) Justificado estuvo Luis Amador Sánchez, Profesor en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de Sao Paulo, al subrayar en 1958:
15. Concha Meléndez. Hostos y la Naturaleza de América, Obras Completas, n, San Juan de Puerto Rico, Insti·
tuto de Cultura Puertorriqueña, 1970, pálZs. 15-42.
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...Hostos pasó por el Brasil y no en vano. Su breve (estancia) le sirvió para impresiones que pueden ser ejemplo de bellas y profundas observaciones sobre el alma y la naturaleza brasileñas.l ' Podemos nosoiros abrochar este haz de impresiones con aquel testimonio en que Hostos se aut()-o define como patriota de América, orientado haC!3 la justicia, atraído y desvelado por la historia y la intrahistoria de nuestros pueblos iberoamericanos, latinoamericanos, y en que expresa el optimismo, la certidumbre de que amanecerá un nuevo día para la América que el Apóstol Martí llama mestiza: ... yo soy un patriota americano que, guiado por el amor de la justicia y aspirando a la absoluta imparcialidad, estudia en la carne viva de estas sociedades el secreto de su vida pasada, presente y venidera, para morir seguro de que alboreará para la humanidad el día de una nueva civilización, y de que ese día tiene por orto, el Continente en que se funden todas las razas y todas ·las ideas, (392) Santos, Sao Paulq, Río de Janeiro, Petrópolis -parte de su belleza natural, de sus hombres, de su historia- fueron motivos de meditación, oasis, estímulo, escuela y espuela para el pensador, revolucionario y Maestro de América, Hostos, quien en prosa moderna, rica en colores y matices, fecunda en conceptos, deja testimonio de su ansiedad por conocer el etilOS, el alma, la cultura, la esencial identidad brasileras, de sus preocupaciones éticas, patrióticas y continentales, de su abolicionismo, pasión de justicia y fe en el orbe en que florecerá 110 que nuestro antillano inmortal, José Maní, anunciara como la semilla de la América llueva." 16. Luis Amador Sánchez, Cuatro estudios (Hostos. Marti. Rodó, Blanco-Fombonal. Sao Paulo. Universidade de Sao Paulo, Facultade de Filosofia, Ciencias e Letras, 1958, p. 21. (Boletim No. 140, Lingua e Literatura Espanhola e
Hispano-Americana, N. 1). Aquí cabe recordar cómo Hostos captó que su amigo argentino Guido y Spano habia recibido, en su formación, influencia brasilera, en Rio. Ver del profesor Claude L, Hulet, de la Universidad de California en Los Angeles: cInfluencias do Brasil em Carlos Guido y Spano», Influencias
c~trani~ras en la Literatura Iberoamericana y otros temas, MemOria del Noveno Congreso (1959), México, Instituto In. ternacional de Lileratura Iberoamericana, 1962, pág. 211; Hostos, O C, XI, págs. 197·198. 17. MartE. Prólogo y selección de Mauricio Magdaleno,
México, Ediciones de la Secretaria de Educación Pública, 1942, pág. 30; Cintio Vitier, cUna fuente venezolana de José Martf», Cuadernos Americanos, 19n, XXXVI, número 1, págs. 1SQ..J71.
La autodestrucción o la muerte voluntaria* Por
MIG EL MEL~NDEZ MuÑoz
• A OU~ CAUSAS OBEDECE LA AUTQDESTRUCCIÓN DE TAN-
¿
tos jóvenes? ¿ Por qué el promedio de suicidios acusa un alto porcentaje en la juventud de cualquier país civilizado? Por vivir la vida aprisa, con vértigo ciego, la juventud no se preocupa por el tiempo que transcurre. Ni 10 cuenta, ni 10 mide, ni calcula 10 que pueda vivir por lo que haya vivido. La juventud es un riesgo sucesivo. Es una bella aventura. Es la etapa de la humana existencia en que el ser lo arriesga todo: salud, seguridad, comodidades, porvenir, precisamente por 'la vehemencia incontinente de vivir con más intensidad. Son los años, los años que se van yiviendo los que transmutan el hombre en temeroso y sumiso galeote de la vida. Pasa la época del riesgo, de la imprevisión, de las resoluciones irreflexivas y prontas, del derroche loco de energías, del abuso del poder fisiológico y va madurando y fruteciendo la edad. Y deviene la calma, la reflexión. A la alegria de vivir va sucediendo, por lentos procesos síquicos, el miedo a morir. El. temor creciente, en la mayoría nonnal de los seres, a la transición, ¿final, eventual, temporal o de· finitivo?, ¡quién lo sabe!, del ser, que se es, que posee con plena conciencia de su existir, al no ser que para -todo ser viviente no tiene otro sentido, racionalmente que el de un misterio irrevelado, el de una incógnita sin solución o el ~e una cifra sin clave. El joven se desprende con más facilidad de la vida. Porque la juventud es dación, entrega sin límites, ni condiciones de todo 10 que posee a cam'bio del placer, del logro de un fugaz deseo, del dominio de la fortuna pasajera o de una gloria efímera. La madurez del ser le ata, le sujeta con más fuer* Ensayo inédito.
tes lazos a la vida. Y aunque sea ingrata y cruel con él, persiste en amarla, intenta detener su carrera incontenible, como el amante desgraciado se aferra al mentido amor de una amante pérfida. Y se vincula a la vida, que 10 traiciona, con el mismo ardor, con la misma insana ansiedad que tolera la traición,_ consiepte la perfidia y acepta su deshonra. "Yo he visto muchos desgraciados a los que toro turaban indecibles sufrimientos, que no conocían el reposo durante una infinidad de noches, que infectados por la supuración de un cáncer sabían que su muerte estaba muy próxima y que pretendían aún detener el fatal instante". 21
"Recuerdo, esto data de la época de mi internado, un pobre 'ser de esta especie con un tumor en la carótida que comenzaba a sangrar, cuando yo pasaba al pie de su cama a hora fuera de la visita... no olvidaré jamás la mirada suplicante con que me ordenó que ligara -la arteria para conservarle algunos instantes más una vida colmada de tanta mise· ria y, que no obstante, no había dejado de amar". (Doctor Maurice Fleury - La Angustia Humana). La muerte voluntaria, el riesgo de marchar, resueltamente al encuentro del temido instante, ese acto del suicidio ha sido, y será siempre motivos de diversas apreciaciones, objeto de largas y sempi· temas controversias en todos los tiempos. La ciencia de ayer 10 analizó con los medios apriorlsticos qt,le tenía a su disposición. La siquiatría moderna 10 ha estudiado con los vastos recursos experimentales con que cuenta hoy. Coinciden los postulados científicos de ayer con los de hoy en algunos puntos fundamentales. En otros, tanto esenciales como secundarios, difieren diametralmente en cuanto a las causas determin~ntes del raptus ansioso, o clímax del estado de inhibición y angustia que estudiara Freud ampliamente. El doctor Fleury --que he citado ya- se pregunta también: "¿De dónde procede esta necesidad tan ,:ontraria al hombre mismo? ¿Qué ocurre en estos seres para que, renegando, al parecer todo 10 que fue su vida, se conviertan en asesinos y en asesinos de su yo, intolerable ya? Este drama es el más obscuro y. al mismo tiempo, su difícil enigma." Deia la interrogación incontestada para analizar en páginas sucesivas de su obra las causas suicidógenas, y escribe con prudente y serena sabiduría y con tolerante experiencia profesional: "La vida, o el recuerdo de un suicidio, la representación que nuestra imaginación puede hacer del hecho, son cosas tan crueles que no podemos menos que experimentar como una especie de cólera agudizada por un vago temor de contagio." La especie de cólera de que habla el doctor Fleury. o en otros términos la actitud unánime de los órganos institucionales de la sociedad ante el suicidio se expresó siempre en forma condenatoria del hecho, considerándose en las leyes como un acto tan delictivo como el propio asesinato. Aol mismo tiem· po las religiones, la moral en todos los paises civilizados, las leyes divinas y humanas reprueban y establecen sanciones físicas y morales contra el suicidio. El mismo autor citado refiere que en los siglos v Y VI dos concilios condenan al suicidio como consecuencia de' un furor diabólico, decidiendo que no se celebraran misas en sufragios de las almas de los suicidas, ni los rituales oficios de difuntos en los sepelios de sus cadáveres. La Legislación civil francesa hasta la Revolución tuvo establecidas también fuertes penalidades para castigar el suicidio. .. Sus 22
cuerpos eran arrastrados sobre un cañizo, la cara contra el suelo, después ahorcados y, por último arrojados a un muladar, o quemados. (Castigos im· puestos a los cadáveres de los suicidas). Los nobles perdían sus derechos como tales, les quemaban sus castillos y propiedades inmuebles, se talaban sus bosques y destrozaban su escudo de armas". Durante la dominación española en nuestra Isla la iglesia Católica rehusó siempre conceder sus servicios a los cadáveres de los suicidas y no permitir nunca su inhumación en sus cementerios. Estos lugares eran conocidos también con el nombre de campO: santos, es decir tierra sagrada. Contiguos a estos cementerios, los municipios destinaban una pequeña parcela para la inhumación de los ciudadanos que la iglesia no admitía en ellos. Se llamaban cementerios civiles. En esos sitios recibían humana, ya que no cristiana sepultura, los suicidas, los excomulgados por la iglesia. los masones, espiritistas y ateos que no abjuraban de sus creencias in articulo mortis, en fin, todos los herejes que, por esta condición, no eran acreedores a un pasaporte para el reino celes· tial, visados por las autoridades eclesiásticas. No es de extrañar que esto ocurriere en Puerto Rico, cuando la culta y ultracivilizada Inglaterra celebraba juicios criminales a los cadáveres de los suicidas... Le~isladores, políticos, gobernantes. moralistas y autoridades religiosas mantuvieron durante el siglo pasado una actitud común de reprobación y condena del suicidio, considerándolo como un acto contrario a la seguridad social y a la moral pública. Napoleón el Grande, que dejó en Europa por muchos años la huella sangrienta de sus conquistas fuI· minantes y, al mismo tiempo, la estela luminosa de su genio creador en la civilización occidental, nos legó también su opinión sobre el suicidio: "El granadero Gobain se ha suicidado por razones amorosas. Era una excelente persona. Es el segundo suicidio que se re~istra en el Cuerpo desde hace un mes. El Primer Cónsul ordena que fi~re en la orden de la Guardia aue todo soldado debe saber vencer el dolor'y la melancolía (subrayo a propósito esta palabra) de las pasiones: que supone tanto valor sufrir con constancia Jas penas del alma como permanecer impasible bajo la metralla de una batería. Abandonarse al dolor sin resistir, matarse para substraerse a él, es abandonar el campo de batalla antes de haber vencido." (Orden del día 12 de mayo de 1802). El primer Cónsul de la República Francesa, más tarde el Gran Emperador, intuye con su percepción genial, que un estado de melancolía puede inducir al soldado a abandonar el campo de batalla, o digamos al hombre a abandonar la vida, que es su cam· po de batalla.... Su orden del día en el caso del granadero Gobain
es una medida profiláctica significativa del temor del Primer Cónsul a la propagación del suicidio, a su contagio, entre sus tropas. La discusión en torno al suicidio por hombres de ciencia, escritores y amateurs ha girado últimamente en torno a dos teorías. Una, que lo atribuye a causas endógenas, otra, a fenómenos externos económicos y sociales. Emile Durkheim sostuvo y trató de probar la úl· tima tesis. "Diferentes por completo han sido los resultados que hemos obtenido cuando, dejando de lado el individuo, hemos investigado en la naturaleza de las sociedades las causas de la aptitud de cada una de ellas para el suicidio. En tanto que las relaciones del suicidio con los hechos de orden biológico y síquico son equívocas y dudosas, son constantes e inmediatas con ciertos estados del medio socia1. Esta vez nos hemos permitido ensayar una clasificación metódica de los tipos de suicidas". .. Las causas sociológicas que hemos determina· do explican asimismo la relación que a menudo se ha atribuido a la influencia de causas materiales y en las que se ha querido ver una prueba de su influencia. Si la mujer se mata mucho menos que el hombre es porque participa menos activa y directamente en la vida cdlectiva. Lo mismo ocurre en el anciano y el niño, aunque por otras Tazones. En fin, si el suicidio aumenta y decrece en ciertas épocas sociales pasa por las mismas variaciones temporales." "De todos estos hechos resulta que el prpmedio o índice social de suicidios se explica sólo sociológicamente. Es la constitución moral de la sociedad la que fija en cada momento el contingente de muertes voluntarias. Existe, pues, para cada pueblo, una fuerza, colectiva, de una energía determinada, que empuja a los hombres a m"atarse." Cabe distinguir entre las causas determinantes del suicidio y sus motivaciones finales. Estas calificaciones adjetivas han motivado cierta grave confusión al estudiar el raptus ansioso, o paroxismo mortal, que dicen los siquiatras. ILa siquiatría admite como determinantes de la
actitud del suicida ante la muerte voluntaria, las causas endógenas, originarias en el ser, o congénitas, y se le concede a los sociólogos, como Durkheim, que los fenómenos sociales, constitució~ moral de la sociedad, etf:., son causas decisivas. Los que provocan la crisis suicida en el ser predispuesto ya mentalmente para consumar el acto. Así, el hecho que aparece realizado por contrariedades amorosas, por fracasos económicos, por "la comisión de un acto deshonroso, por la evasión del servicio militar o por temor a la sanción de la justicia, no es originado por estos motivos, sino determinados por ellos, causa de la crisis que deviene en el suicidio. Si fueran estos factores causas motivadoras exclusivas del suicidio, ¿cómo se justificaría la existencia de tanto ser venido a menos económicas o moralmente? ¿Cómo justificar el suicidio de Leopold Duke el joven heredero de 60 millones de dólares que le legara su padre, el Rey del Tabaco? .. El suicidio es un acto de autosadismo intenso. En él el yo se ataca a s( mismo. En el suicidio el yo realiza una acción agresiva contra sí y consigue destruirse." "La enfermedad síquica en la que seguramente es más intenso el peligro del suicidio es la melancolía... Preguntados los melancólicos acerca de los motivos de sus ideas de suicidio, nos contestan que con su muerte quieren rehuir una vida desagradable o que buscan la muerte para castigarse por sus múltiples culpas." "Es conocido que las ideas delirantes de los me· lancólicos toman la forma de ruina económica, corporal y psíquica. Así, los enfermos 'piensan que se han conducido mal, que no hay nada que pueda salvarlos; miran involuntariamente toda su vida en busca de culpas y para ello cambian pequeñas faltas o acciones inocentes en grandes pecados." (Doctor Angel Garma - Sicología del Suicidio.) Desequilibrado mental constitucional, enfermo de sicosis-maníaco depresiva o ciclotímica,' autosadista; fracasado en amores, perdedor en el juego, deshauciado de la fortuna o de la felicidad, culpable de un acto inmoral punible, el suicida es, ante la moral social contemporánea, un sujeto digno de piadoso respeto.
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Cabayo compartido Por
JUAN ANTONIO CORRETJER
Cabayo quieres que cante, caoayo yo no lo sé. Por complacer a mi amante cabayo yo cantaré. Cabayo yo cantaré por complacer a mi amante. Lucerito alucinante, cantando te seguiré. Cabayo quieres que cante. Cabayo yo no 10 sé. Cantando 10 aprenderé, lucerito alucinante. Cantando lo aprenderé para cantarlo a mi amante. Yo busco una copla errante y canto la que no sé.
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/11 Memoriam
José A. Fránquiz (1906 - 1975)
JOSé
A. Fránquiz nació en Puerto Rico en 1906. Se dio a conocer desde los años treinta como autor de artículos y ensayos so~re filosofía, sicología, literatura, sociología, religión, historia y ciencias políticas. Se destacan, entre éstos, los trabajos dedicados a auscultar el pensamiento del sociólogo puertorriqueño Eugenio María de Rostos. También sus ensayos sobre el escritor Alejandro Tapia y Rivera. Es autor, además de un ensayo titulado "Panorama de la Filosofía en Puerto Rico" (1945) y de una tesis, Metafísica del cambio y la identidad, que presentó como requisito para obtener un doctorado en la Universidad de Bastan en 1940. De la Universidad de CaIgate, también ostenta otro doctorado. Fue por muchos años profesor y director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico y ocupó idéntico cargo en la Wesleyan University (West Virginia). Murió el 26 de diciembre de 1975. 25
José A. Fránquiz* Por JOSEFINA RIVERA
P
OETA, ENSAYISTA. CURSÓ EN SU CIUDAD NATAL LAS
enseñan7Jas primarias y secundarias. Adolescen· te aún, ya se interesa en el cultivo de las letras y colabora con trabajos en prosa y en verso en el semanario El Eco de Yauco. Publica, además, a los veinte años, un primer tomo de poemas, Lirios y jazmines. Sigue después estudios superiores en las Universidades de Puerto Rico, Colgate (Ramilton, N. Y.) Y Bastan. De la última institución nombrada recibe en 1933 y 1940, respectivamente, los grados de Bachiller en Teología Sacra y doctor en Filosofía con especialización en metafísica, filosofía social e historia de la filosofía. Durante su época estudiantil en Boston continúa asimismo el cultivo poético y da a conocer una nueva colección de versos que escribe en lengua inglesa, Interminable Blue (1932), salida en edición mimeografiada. En Puerto Rico desempeña Fránquiz funciones de psicólogo y maestro-consejero en la penitenciaría de distrito de San Juan. Ingresa luego en el claustro del recinto universitario de Río Piedras como profesor de filosofía y llega más adelante a ocupar la dirección departamental de dicha disciplina. Ejerce asimismo la docencia en el antiguo Blanche Kellogg Institute, de Santurce, donde explica cursos de Biblia, historia y literatura, y en el Instituto de Estudios Libres que patrocina el Ateneo Puertorriqueño, donde tiene a su cargo clases de filosoffa y psicología. Paralelamente colabora como escritor, a partir de entonces, en varias revistas y periódicos del país -Ambito, publicación universitaria en la cual tiene bajo su encomienda una sección filosófi· ca; Puerto Rico, Horizontes, Caribe, Ateneo Puerto-
rriqueño, Summer School Review, Revista de la Asociación de Maestros de Puerto Rico, Puerto Rico Ilustrado, etc.- y de México, Santo Domingo y los • Rivera de Alvarez, Josefina. Diccionario de Literatura Puertorriqueña. San Juan. Editado por el Instituto de Cnl. tura Puertorriqueña, 1974. Tomo n, Volumen l. págs. 652-655.
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DE
ALVAREZ
Estados Unidos -Pltilosophical Review, La Nueva' Democracia-, con artículos y ensayos sobre temas de filosofía, psicología, literatura, sociología, reli· gión, historia y ciencias políticas. Entre estos trabajos figuran varios dedicados al análisis del pensamiento hostosiano: .. El idealismo personalista en Eugenio María de Rostos", "Rostos y su filosofía de religión", "La visión de Kant y el ensueño de Rostos", "La filosofía legal kantiana y ]a filosofía del Derecho en Hostos", "La teoría social de Hostos a la luz de otras filosofías sociales", .. El ensueño de Hostos", "Esencia ideológica de Rostos", este últi· mo leído en la Universidad de Puerto Rico, en 1939, por asignación oficial de la Comisión Pro Celebra· ción del Centenario del ilustre pensador y maestro puertorriqueño, y recogido en el tomo conmemora· tivo América y Hostos (1939). Es asimismo autor de sendos ensayos sobre don Alejandro Tapia y Rivera que encabezan como prólogos las ediciones de 1945 de las Conferencias sobre estética y literatura y el poema La Sataniada, de aquel literato, y de un "Panorama de loa filosofía en Puerto Rico", de igual año. En los Estados Unidos ha ejercido ]a docencia en Curry College, de Milton, Massachussetts (1944); Alderson-Broaddus College, de Phillippi, Virginia Occidental (1950), y en el West Virginia Wesleyan College, desde 1946 hasta el presente, donde además tiene a su cargo la dirección del Departamento de Filosofía. Ra participado asimismo, en congresos de filósofos celebrados en el citado país, la América hispana y Europa, entre éstos, el V Congreso Interamericano de Filosofía. reunido en 1953 en Washington D. C., y el Congreso Internacional de Filosofía, que tiene lugar en 1958 en Venecia y Padua (Italia). Es miembro Fránquiz de diversas sociedades culo turales, entre las cuales figuran las siguientes: Ateneo Puertorriqueño, American Philosophical Association, International Phenomenological Association, College Poetrv Guild of America, American Academy
of Political anet :socIal Sciences, West Virginia Aca· demy of Science. que vicepreside en 1947; Southern Society for Philosophy of Religion, Berliner Kantgesellschaft, etc.
Valoración:
La obra poética inicial de José A. Fránquiz prende bajo el signo lírico del modernismo, con evidentes influjos de Daría. José Asunción Silva y Chocano en el espíritu y forma de sus versos. El libro Lirios y jazmines (1926), según e~presa su prologuista. pone de manifiesto un dominio de .. todos los tonos de la poesía, desde el lírico meloso hasta el épico altisonante". Trabaja este autor sus poemas. tanto en los moldes de la métrica tradicional como en los de la polimetría versolibrista, con miras al logro de una expresión de pulcra forma externa. En el manojo de versos publicados más de un lustro después. en lengua inglesa (que el poeta maneja con admirable dominio de sus recursos expresivos y auténtica conciencia de artista). proyecta este autor una esencia lírica de madurez, de raíz profunda y mensaje tras· cendente. a través de la cual comunica preocupaciones de índole metafísica ante el misterio del ser y del universo. El poeta y crítico Lluch Mora destaca en dicho poemario composiciones como las titu· ladas "The Mystery of Me". de intención ontológica; "Trinitas", " Rosarium", "'Post Rosarium", "Corals~ de pensamiento teológico; "Yesterday". de sentido elegíaco; "Her Ágony", de inspiración amorosa. El quehacer prosístico de Fránquiz en sus artículos y ensayos revela a una mente de aguda penetración analítica, originalidad de juicio y sólido equipo cultural aparte de la formación académica recibida en el terreno de su especialidad, nutrido fundamenÚllmente en un fondo de ideas de entronque ético-religioso. A la par que endereza su pensamiento por la vía de la disquisición filosófica de oro den más general y universal -así en trabajos como "Las etapas del pensamiento", "Sobre los criterios del conocimiento". "La filosofía del personalismo y los valores del espíritu". "El puesto del hombre en el Universo", "Un poco de hombre y algo de Dios", "La inteligencia y el control social", "La metafísica del tiempo", "La introspección como método funda· mental de investigación en la filosofía y la psicología contemporáneas", "La psicología anormal y el sufrimiento humano". "Extremos del individualismo y el socialismo", "Hacia una filosofía de la segunda guerra mundial", "Pasos en filosofía". "La naturaleza de la mente humana". "La inteligencia y el control social". "Psicología y metafísica de la experiencia de la comunión con Dios", "El predicamento de la psicología como ciencia descriptiva", "La ·filosofía de la-religión de Albert Einstein". etc., y otros escritos en torno a los alemanes Kant y Koehler y ·los norteamericanos Dewey y KIlpatrick-, hinca
raíces en la materia cultural de 10 puertorriqueño con sus estudios sobre Hostos y Tapia antes citados y otros aspectos relativos a la problemática literaria y social isleña -"Sentido de la metáfora a prop~ sito de la poesía de Joaquín López López". etc.-. y asimismo se interesa en el análisis del pensamiento hispanoamericano extrainsular con trabajos como el titulado "El estructuralismo fenomenológico personalista de Francisco Romero". Dentro del marco de la ens'ayística insular de los años treinta. preocupada ante la esencia y destino de nuestra personalidad y cultura de pueblo. los escritos que Fránquiz realiza por entonces contribuyen eficazmente al esclarecimiento y valoración del desarrollo de las ideas filosóficas en Puerto Rico. Su expresión literaria logra un equilibrado balance entre la hondura del contenido y la sencillez y claridad de la exposición. BIBLIOGRAFIA a) Del autor: Lirios y jazmines [Versos]. Yauco, P. R., [1926]. Interminable Blue [Versos, en inglés] [Ed. mimeografiada]. Bastan, 1932. El puesto del hombre en el universo... [Ensayo, reimpreso de Ateneo Puertorriqueño, San Juan, P. R., 1936, 11, núm. 1]. San Juan, P. R., 1936. La filosofía del personalismo y los valores del espíritu [Ensayo, reimpreso de Puerto Rico, San Juan. P. R., 1936. l. núm. 11]. San Juan, P. R., 1936. Lógica y epistemologCa de John Dewey [Ensayo]. México, D. F•• 1941. Borden Parker Bow72's Treatment al the Problem of Chal1ge in Identity... [Tesis doctoral]. Rio ·Piedras, P. R.. [1942]. Orientaciones y críticas; principios fundamentales de las filosofías educativas de Dewey y Kilpatrick [Ensayo, reimpreso de Revista de la Asociación de Maestros de Puerto Rico, San Juan, P. R, 1943, 11, núm. 1]. San Juan. P. R., 1943. b} Sobre el autor: ASENJO, CONRADO. Quién es quién en Puer~ Rico. Diccionario biogrdfico de record personal. San Juan, P. R.. 3ra. ed., 1941-42, págs. 91-92. CATTELL, JACOUES. cDirectory of American Sc1tolars. Lancaster, Pa., 4th ed., 1964, pág. 63. GRISMER, RAYMOND L y CéiAR ARROYO. Vida y obra de autores puertorri. queños. La Habana, 1941, págs. 37-40. UBARTHE, PEDRO JUAN. "La labor de José A. Fránquiz", Puerto Rico Ilustrado, San Juan, P. R., S de septiembre de 1936, págs. 46,50. LwcH MORA, FRANCISCO. MConsideraciones en torno a la poesía yaucana", Album histórico de Yauco (Puerto Rico) ..., Valencia (España), 1960, páginas 168-170. MARTINEZ CAPó, JUAN. uLas pequeñas revistas literarias. (Panorama: 1930-1954)". Asomante. San Juan, P. R., 1955, XI, núm. 1, págs. 107, 111. Mous, CVNTHIA PaRLo Puerto Rico in Pictures and Poetry; an A~thology of Beauty on America's "Paradise o{ tite Atlantic". CaldwelI, Id., 1941, págs. 180-181. ROJAS TOLLINCHI, FRANCISCO. "Hitos panorámicos. Perfil espiritual y contorno humano de la literatura yaucana", Album histórico de Yauco (Puerto Rico)...• Valencia (España), 1960, págs. 220-221. RUMES, D. D. WlIo's Who in Philosop1ty. 1942, l. págs. 83·84. TORRES GRAU, LIBERTAD. "A manera de prólogo". Lirios y jazmines. Yauco, P. R., [1926], s. p. SIN AUTOR ESPECIFICADO. "Posición filosófica del Dr. José A. Fránquiz. Correspondencia entre dos profesores de Filosofía de nuestra Universidad. (A Monelisa Lina Pérez Marchand)", El Día Estético. Ponee, P. R., 1941. 1, núm. 3, págs. 17-20. 27
La Hojarasca de Gabriel Garcia Márquez Por Luz VIRGINIA ROMERO GARetA
lntroduceión: os
PROPONEMOS HACER UN ANÁLISIS DEL M~TODO
de presentación de la novela, hojarasca de N Gabriel Garda Márquez. Para los efectos utilizareLa
mos un 39pecto del método estructuralista,l la semiología. 2 Estudiaremos el mismo, teniendo a la vista los siguientes aspectos: nivel pragmático, semántico y sintáctico. En el nivel pragmático comentaremos la rela· ción que hay entre el autor y el destinatario, en el semántico se explicará la relación entre el significante el significado, y en el sintáctico, se establecerá la relación entre los siguientes signos: estruc· tura, técnicas, símbolos, reticencia, lenguaje, etc. 'Para sintetizar y sistematizar el <:ontenido de este trabajo, incluimos en el texto del mismo varias gráficas que sirven para ilustrar en forma más precisa las ideas que queremos señalar.
Nivel pragmático: El paradigma que utiliza García Márquez para la presentación de esta obra es la tríada, orienta la anécdota 3 a través de tres personajes que son re· presentativos de tres generaciones: un niño de 11 años, una señora de aproximadamente 30 años (Isa· bel) y el coronel de aproximadamente 60 años. Cada uno de estos personajes percibe la anécdota en forma diferente; el niño enfoca la "realidad" objetivamente (págs. 11-16), sólo percibe el aspecto externo 1. Los estructuralistas aplican la lingüística a la litera· tura. 2. La semiologia es un concepto derivado de la semió' tica, esta última es el arte o ciencia que estudia el lenguaje o signo con que se viste una obra. Se e.o;tudiará en tres niveles: pragmático, sintáctico y semánticv. 3. La muerte del doctor.
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Gabriel Garc(a Márquer
de la situación porque no está enterado de los pormenores de la misma; no interpreta el sentido ínti. mo de lo que sucede allí; mira y mueve sus piernas en señal de impaciencia. El autor, a través de la técnica de fluir de conciencia logra que el niño, por momentos, pueda liberarse de lo que allí ve, recor. dando escenas vividas con sus amigos como" ...Tobías y Gilberto caminaban hacia el final de la nave oscura. Como había llovido durante la mañana, sus zapatos resbalaban en la hierba ondulada. Uno de
ellos silbaba y su silbo duro y recto resonaba en el socavón vegetal, como cuando uno se pone a cantar dentro de un túnel. Abraham venía atrás, conmigo. El con la honda y la piedra lista para ser dispara· da. Yo con la navaja abierta... " pág. 53; "Ellos en· tienden sus palabras. Hablan sin mirarse, mamá estirada en el asiento, dándose palmaditas en el brazo, y mi abuelo sentado junto a ella, todavía con la barba apoyada en el bastón. Pero aún así se entien· den sus palabras, como nos entendemos Abraham y yo cuando vamos a ver a Lucrecia." "Yo le oigo a Abraham: 'Ahora teca tocando'. Abrabam camina siempre adelante, como a tres pa· sos delante de mi. Sin volverse a mirar dice: 'Todavía no, dentro de un momento'. Y yo le digo: 'Cuan· do teca alcutana viene revienta'. Abraham no vuelve la cara, pero yo lo siento reír en voz baja con una risa tonta y simple que es como el hilo de agua que queda temblando en los belfos del buey, cuando acaba de beber. Dice: 'Eso debe ser como a las cinco'. Corre un poco más y dce: 'Si vamos ahora puede reventar alcutana'. Pero yo insisto: 'De todos modos, siempre está teca tocando'. Y él se vuelve hacia mí y echa a correr, diciendo: 'Bueno, entono ces vamos'." "Para ver a Lucrecia hay que pasar cinco patios llenos de árboles y zanjas... " págs. 107-109. La realidad de Isabel respecto a los hechos que allí suceden es cuasi subjetiva; no lo sabe todo, pero sabe más que el niño, no conoce toda la reali· dad; en su mundo síquico entran Meme y Adelaida, a través de ellos percibe y entera a los destinatarios de lo que ocurre en aquella habitación. El coronel es quien mejor enterado está porque desde el principio, a~tr:!vés de ciertos detalles (que más adelante resultarán ser datos escondidos), como por ejemplo: la carta de recomendación que trae el doctor, la tolerancia ~xtrema del coronel hacia el doctor, entre otros, son situaciones misteriosas que lo sitú'an en el plano más trascendental en el conocimiento de la personalidad del doctor.
Nivel sintáctico y semántico: La estructura externa armoniza con las percepciones de estas tres generaciones; se presentan tres novelas, tres generaciones y tres puntos de vista. Las tres novelas surgen de los diferentes enfoques de estas tres generaciones. Las percepciones son di· ferentes porque están matizadas con las variadas experiencias vitales de cada uno de ellos. La técni· ca de punto de vista narrativo se desarrolla en tres perspectivas: directabilidad -autor, niño y destinatario; nos enterarnos en forma más directa de la realidad a través de las perspectivas que mencionarnos anteriormente; indirectabilidad- autor, Meme, Adelaida, Isabel y destinatario. En el enfoque que
el autor da a la anécdota a través de todos estos personajes se pone de manifiesto una perspectiva más lejana que la primera, pues la anécdota ha pasado a través de cuatro enfoques antes de llegar al destinatario. La imagen que presenta el coronel sobre la anécdota es más íntima que la de los dos personajes ano teriores, debido a que su relación con los hechos es más directa. Desde el punto de vista del nivel semántico, la perspectiva puede ilustrarse con la siguiente grá· fica: Paradigma 1 REALIDAD CORONEL SUBJETIVA
NIRO REALIDAD OBJETIVA
SIGNIFICANTE
ISABEL SIGNIFICADO REALIDAD SUBJETIVA AUTOR
Ilustramos esta percepción utilizando los con. ceptos: significante y significado en acepción a los mismos; es decir, significante implica una realidad más lejana (objetiva) desde el punto de vista del niño; esta misma realidad se percibe a través de Isabel desde un punto de vista de un cuasi subjetivismo, por esta razón aunque este personaje se ubica en el plano de la verticalidad, se coloca en la parte inferior de la línea vertical, con el propósito de señalar que aunque su enfoque cae en el plano del significado, la interpretación que da a los he· chos es cuasi 5ubjetiva si la comparamos con la. del coronel. Como hemos señalado anteriormente, el paradigma de esta obra se presenta en forma de una tríada; ésta se refleja tanto en el fondo como en la forma, las siguientes técnicas así lo demuestran; el flujo síquico se da en los tres monólogos, el contrapunto se pone de manifiesto a través de los acontecimientos que ocurren en tres tiempos diferentes y simultáneos; la técnica escénica, a través del "close up" presenta tres enfoques diferentes dirigidos ha·
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cia una misma realidad, cuyas dimensiones síqui. cas se perfilan desde un objetivismo, pasando por el cuasi subjetivismo hasta llegar plenamente a un subjetivismo; la técnica de la escala oscila de acuerdo a la interpretación de los hechos; éstos se presentan en tres escalas: realidad objetiva, cuasi subjetiva y subjetiva, esta realidad también se puede enfocar a tr'avés de una perspectiva tridimensional. El siguiente paradigma ilustra las técnicas meno cionadas, especialmente la de la escala detallada:
lo tanto, es lógico que se le relacione con la desaparición o muerte de Meme y de su hijo. Resulta curioso el acicalamiento tardío que muestra el doctor; siempre se mostró despreocupado por cualquier situación que representaca algún signo de civilización, sin embargo, a pesar de su acicalamiento siempre se le quedaba la correa fuera de algunas trabillas; este "acto fallido" podría implicar que a pesar del esfuerzo que hace por incorporarse a la civilización no 10 logra del todo.
Paradigma 2
_1
HABITACION DEL DOctOR
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CORONEL APROX.
A~OS
SUBJETIVISMO OBJETIVISMO
AUTOR
En esta obra, García Márquez utiliza también la técnica de la escala detallada para enfocar el tiem· po síquico en el niño, Isabel y el Coronel. Las experiencias vitales que tienen estos personajes respec· to a la obra duran sólo media hora, pero éstas se enriquecen con la di.versidad de vivencias de cada uno de ellos. Los datos escondidos es una técnica que utiliza el autor para crear misterio y dramatismo, éstos pueden aclarar o embrollar más el asunto de la obra, si no se aclaran del todo, es posible que el autor quiera comunicarse con el destinatario en un plano de ambigüedad porque el tono de la obra 10 requiere o porque los mismos ayudan a crear la atmósfera de la obra. En este trabajo limitaremos a mencionar y a interpretar alguno de ellos en consonancia con lo que creemos que es el propósito del autor. G'arcía Márquez caracteriza a Macando a través de la conducta de sus habitantes. Los datos escondidos son un recurso que utiliza el autor para ca· racterizar indirectamente; aquellos relacionados con el doctor se ajustan al enfoque que el autor quiere dar a este personaje; el doctor es misterioso, por 30
·Los datos escondidos relacionados con el doctor motivan su conducta posterior, su suicidio, estos sirven de enlace entre el misterio y la realidad. El misterio que rodea el personaje de Adelaida, sus actitudes, ambivalentes, su peculiar religiosidad, la que se pone de manifiesto en el seguiente pa· saje: "Me quedaré aquí, aplanada, hasta la hora del juicio, si es que para entonces el comején no se ha comido la silla", pág. 119. Esta posición de Adelaida, como la de los demás personajes demuestran una actitud decadentista. Los datos escondidos en esta obra se pueden enfocar tridimensionalmen te: 1. ~aracterizan a los personajes. 2. Crean la atmósfera. 3. Motivan hechos posteriores. El autor caracteriza a Macando a través de la conducta de sus habitantes; ejemplo, el matrimonio anormal entre Isabel y Martín, la falta de ade-. cuación en la conducta del niño; habla y actúa como una persona mayor, quizás esto se debió al ambiente en que se crió, la bondad extraña del coronel; se muestra débil frente al doctor, la promiscuidad de
Meme, el odio morboso que siente el pueblo por el doctor, en fin, todos estos detalles que se salen de 10 normal se proyectan entre unos y otros a través de la técnica de los vas')S comunicantes. Otro detalle de interés en la obra es la caracte· rización que hace el autor del doctor, a través de ciertas frases con sentido connotativo como cuando el doctor pide hierba: "-Hierba común, señora; de esa que comen los burros", pág. 59; la expresión cortante y seca pero persuasiva cuando le explica al coronel la conducta de Meme en estos términos... "-Si usted tuviera tiempo para vigilar a Me· me cuando sale de noche, ni siquiera me exigiría que la lleve conmigo. En este caso el que corre el riesgo soy yo, Coronel. Me echo encima un muerto para evitarle incomodidades", pág. 105. Con este tipo de argumento el doctor evita que se le acuse de inmoral y a s~ vez termina acusando a su acusador. Su modo peculiar de mirar a Adelaida, el que se pone de relieve en el siguiente pasaje: " ...y miran· do a las mujeres con esos codiciosos ojos de perro que le han saltado de las órbitas"; pág. 21. " ...Pero entonces yo no le volví a decir, buenas tardes, sino que le sonreí cuando me miró porque vi que tiene los ojos enormes, con las pepas amarillas, y que miran de una vez todo el cuerpo", pág. 50. A mi modo de ver, todos estos detalles denotan decadentismo, el que se pone de manifiesto espe-
cialmente en la conducta del doctor. Esta atmósfera decadentista se manifiesta en Macando con la llegada de la hojarasca; se presenta en yuxtaposición con la figura del doctor. La armonía que ha logrado el autor a través del entrecruce de técnicas, del detallismo, las .sugerencias sutiles, entre otros, permiten la entrada al destinatario a un mundo decadentista como el que nos presenta también García Márquez en su otra novela, El otoño del patriarca.
Resumen: Los tres aspectos de la semiología armonizan. La anécdota se dirige a través de tres generaciones, tres perspectivas y tres puntos de vista diferentes. El autor logra el nivel pragmático más eficazmente porque la estructura armoniza con los aspectos se· mánticos y sintácticos; a su vez, las técnicas armonizan con el paradigma de tríada, estructura matriz en la obra; el cubismo, el contrapunto, la técnica escénica, la técnica de la escala, entre otras, se entrecruzan a través de toda la obra, añaden verosimilitud a la misma. Los siguientes paradigmas resumen el método de presentación de esta obra, así también, el nivel se· mántico y sintáctico de la misma:
CORONEL 60 ~OS APROX.
SIGNIFICANTE
1. TRES GENERACIONES 2. T-RES PERSPECTIVAS DIFERENTES 3. TRES PUNTOS DE VISTA DIFERENTES
SIGNI· PICADO
ISABEL
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~OS
APROX.
3.
El origen de los Indios Caribes en L'Histoire Naturelle et Morale
des lles Antilles de l'Amerique de César de Rochefort Por MANUEL CÁRDENAS
Natu~
E relle et Morale des /les AntillesL'Histoire de I'Amerique N 1658 SE PUBLICA EN ROTTERDAM
cuyo autor es César de Rochefort. César de Rochefort nació en Belley en el departamento de Ain. Su familia de origen calvinista gozaba de buena posición social y el joven Rochefort tuvo la oportunidad de una excelente educación llegando a doctorarse en derecho en la universidad de París. Fue abogado del Rey y posteriormente acreditado ante el gobierno de los Países Bajos como Ministro Residente. Aprovechándose de su condición diplomática visitó como misionero apostólico diferentes paises de Europa y América. En su obra indica que hizo varios viajes a las Antillas ya la costa del Golfo de México donde visitó la colonia de la Palma. Parece ser que además de visitar. las Antillas Inglesas y Holandesas, como también las Francesas, estuvo dos veces en la Isla de la Tortuga durante el gobierno de Le Vasseur, y según cuenta Charlevoix I sirvió a éste en calidad de ministro o predicador protestante. Por lo que nos dice en su obra estos viajes a América parecen haber sido realizados con anterioridad a 1648, por lo que sus observaciones sobre la vida colonial francesa, que no tenía todavía treinta años de existencia, son de valor no obstante las acusas iones que se le hicieron a Rochefort inmediatamente después de la publicación de su obra. En esos viajes a las Antillas francesas estableció una buena relación con el Ca· pitán General de Poincy quien habría de proporcionarle gran cantidad de documentos para su obra, principalmente para la edición de 1665. Vuelto Rochefort a Francia sabemos que estuvo en Lyon como misionero, falleciendo en su ciudad natal de Belley en 1690. 1. Hisroire de l'lsle Espagnole ou de Sr. Domingue. Charo levoix. Vol. 11, pág. 15.
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HI5TOIRE NATURELLE ET MOftALE ~
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ILES ANTILLES DE L'AMERIQUE· JinicJ,¡t J'lI7Il/a fl Jllomhrt Jt btUtS FilJlfts tll tai/lt Jorztt, átS ~/actl t:J' JtI !7{anI~ ks pllIS egrrfultrahksl 'JUi J ftnl ¡{«ñus.
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M. De. LXV.
L'Histoire Naturel1e et Morale cuya edición de 1658 aparece sin título de autor, ha gozado durante
mucho tiempo de un favor igual o casi igual a la Histoire General des Antilles del Padre Dutertre. Roohefort en esta primera edición de su obra in· dica que ha utilizado para la confección de la misma las memorias que le había confiado el Padre Raymond Breton. La aparición de su obra le acarreó
una serie de virulentos ataques y acusaciones de plagio las cuales parecen contener algo de verdad. Rochefort parece haber utilizado no solo las memo· rias del Padre Breton sino también los primeros escritos del Padre Duturtre.2 Será éste y el círculo de sus amigos quienes llevarán el peso de tales ata ques y acusaciones. Aún cuando la edición de 1665 de la Histoire Naturelle et Morale está aumentada con materiales excelentes provistos por Poincy, el Padre Dutertre en el Prefacio de su Historie Generale, 1667, dice lo siguiente: "El libro de Rochefort fue presentado ante la Asamblea de Físicos, Matemáticos y Agrónomos quienes, después de haber alabado el discurso, notaron que excepto las disgresiones que él ha hecho (muy poco convenientes para la historia de las Antillas), el Vocabulario de este buen Padre I y las bellas antítesis de sus amigos, casi todo el resto ha sido sacado tan fielmente de mi libro' que no omitió las faltas que yo había cometido". Como hemos dicho en otra ocasión, el Padre Dutertre sufrió una serie de percances mientras desempeñaba su misión casi diplomática en las Antillas, la cual le Uevó a verse envuelto directamente en los conflictos políticos que por aquel entonces plaga· ban las Islas francesas, y todo ello parece aflorar de algún modo en su ataque a Rochefort. Ambos hombres habían tenido posiciones diversas ante la situación colonial; situación candente no sólo en las AntiIJas sino también en los círculos de poder en París. Era conocida la relación de Rochefort con el Capitán General de Poincy, mientras que el Padre Dutertre se encontraba en el bando contrario y había sufrido las consecuencias de su postura. que era la defensa de la política oficial de la Corona. En la situación concreta lo anterior quiso decir la defensa de M. de Thoisy, nombrado Capitán General de las Islas, contra el incumbente que era de Poincy. Todos estos elementos quizás hayan servido para magnificar las acusaciones por parte de Dutertre, sobre todo si tenemos en cuenta que también otros cronistas que publicaron sus obras con anterioridad y posterioridad a tal conflicto plagiaron o cuando menos aprovecharon l?uy' estrechamente las obras de algún predecesor -principalmente los escritos del Padre Breton- sin que se hubiese expresado contra eUos los ataques virulentos que Rochefort tuvo que sufrir. Añadamos a ello el hecho de que Roohefort era protestante, el único entre todo el conjunto de los cronistas franceses del 2. La primera edición de la obra del Padre Dutertre data de 1654 y lleva por título Histaire Generale Des [sles
de S. Christophe de la Guadeloupe de la Martinique et autTes dans l'Amerique. París, 1654. 3. El Padre Raymond Breton. 4. Padre Dutertre. ap. cit.
Caribe, y quizás también esto haya contribuido a' aumentar el calor de los ataques. La obra de Rochefort está dividida en dos libros. El primero se titula Histoire Naturelle 'Y se compone de cinco capítulos. El segundo Histoire Morale y está dividido en veinticuatro capitulas. El mayor interés para nuestro propósito está en esta segunda parte o segundo libro, cuyos capítulos VII y del IX al XXIV se refieren a los Indios Caribes. En esta ocasión presentamos la traducción del capitulo VII titulado Del Origen de los Caribes, Habitantes Naturales del País, que se extiende de la página 344 a la 373. La teoría que Rochefort presenta sobre el origen de los Caribes es única y contrasta radicalmente con todas las expresadas por los cronistas. SeJ!Ún aquél los Caribes proceden de Norteamérica e inicialmen· te fueron conocidos por cofachitas. Ningún otro autor plantea tal posición, coincidiendo todos en que los Caribes proceden del Continente Suramericano. Sólo el padre Labat, muy poco dado a teorías, la recoge sin declararse sobre ella: "Los autores Que han hablado de su origen creen que ellos proceden de la Florida.'" Rochefort da como fuentes de su teoría los relatos del Señor Bristok, Gentilhombre InlZlés, de Quien nada sabemos, y las Memorias del Señor Du Mantel, de Quien también desconocemos su personali. dad y obra. El texto utilizado en la traducción que presenta· mos corresponde a la edición de 1665 de la Histoire Naturelle et Morale de César de Rochefort.
César de Rochefort. Histaire Naturette el MOTale des lles Antilles de l'Amerique. Rotterdam, 1665. Capitulo VII, páginas 344 a 373. Del Origen de los Caribes, Habitantes Naturales del País
El orden que nos hemos propuesto exige qüe hablemos a continuación de los Indios habitantes naturales de las Antillas. No es necesario hablar aquí del gran y difícil problema de como la raza de los hombres se ha expandido en la América y de donde ha venido hasta este Nuevo Mundo. Grandes personajes han tratado esta materia con tanta suficien· cia exactitud y solidez que sería cosa enfadosa y superflua la de entretener con ello ahora a los Lectores. Además, la Historia del Origen de nuestros Salvajes Antillanos no requiere que la comencemos en un punto ni tan remoto ni tan alejado. ·Los Antiguos y naturales Habitantes de las An5. Nouveaux Voya¡¡es aux [sles Francoises de "Amerique, Labat. Vol. 11, CapItulo VII, pág. 128.
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· tillas son estos a los que se ha denominado Caníbales y Antropófagos, o Comedores de hombres, y a quienes la mayor parte de los Autores que han escrito acerca de ellos llaman Caribes. Sin embar· go, el nombre primitivo y originario, y que tiene más gravedad, es este de Caribes, tal como ellos mismos lo pronuncian, al igual que los de su Naciónque se encuentran en la tierra firme de la Amé· rica, tanto en el continente Septentrional como en el Meridional. Y por ello es esta la apelación más común en boca de nuestros franceses colonos de estas Islas; y como es utilizada por los últimos escritores, la emplearemos en lugar de cualquier otra a todo lo largo de esta Historia. Algunos estiman que este nombre de Caribes no es natural a los Salvajes Antillanos, sino que les ha sido impuesto por los Españoles quienes también se lo impusieron a -distintos Salvajes del Continen· te Meridional que lo llevan, como también el de Galibis o de Calibites, a sus aliados que viven en el mismo Continente. Los que son de esta o,inión dicen que los Españoles bien han podido dar a ~stos pueblos el nombre de Caribes, a la luz de que ellos recorrieron todas las regiones de la América Meri· dional, y habiendo hecho las primeras cartas, Ila· maron a estas Naciones con ese nombre, el cual han conservado desde entonces. Como prueba de ello se arguye que los Caribes jamás se llaman así entre ellos, sino es cuando están borrachos y con la cabella llena de vino que, saltando y regodeándose, se dicen en su jeringonza, mi buen Caribe. Fuera de ello utilizan esta palabra sólo cuando están entre los extranjeros, o cuando se quieren dar a conocer a estos, sabiendo que este nombre les es conocido. Sin embargo, entre ellos se llaman siempre Calinago, al igual que hacen los de su Na· ción de tierra firme y los Calibites, que es el nomo bre de los Hombres, y Calliponam que es el de las Mujeres. Y también se llaman Ubao-Bonom, es decir, Habitantes de las Islas o Insulares, y los del Continente se llaman Baloie-Bonom, es decir, Habitantes de tierra firme No obstante apenas hay prueba de que el nomo bre provenga de los Españoles y de que nuestros Insulares no lo hayan llevado más que desde que fueron conocidos por aquellos. En primer lugar, porque antes de que los Españoles y los Portugue. ses hubiesen penetrado en el Brasil se encontraban allí ciertos hombres más sutiles e ingeniosos que los otros a los cuales .Jos Brasileños llamaban Caribes, tal como Juan de Lery lo ha indicado en su aistoria.• En segundo lugar, es cierto que hay Sal· vajes que llevan el nombre de Caribes en regiones del Continente de la América Meridional donde los Españoles no han tenido comercio jamás. No solo 1. Juan de Lery. Histoire d'un voyage faít en la terre du Brésil... La Rochelle, A. Chuppin, 1578.
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los de la Nación de nuestros Insulares que habitan a lo largo de las Costas de la América Meridional y que son vecinos de las Colonias holandesas de Cayena y Belice, sino incluso los que viven bien adentro en el Continente Meridional, más allá de los ríos más célebres, se llaman a sí mismos Caribes. Además, veremos en la continuación de este Capí. tulo que hay en el Continente Septentrional una nación poderosa compuesta en gran parte de cier· tas familias que se precian todavía en ·~l presente de ser Caribes y de haber recibido el nombre mubre mucho antes de que América hubiere sido des· cubierta. Por otro lado, aún cuando los Españoles hubieren querido dar este nombre a todas estas Naciones ¿cómo podría probarse que ellos lo hu· biesen querido aceptar proveniendo de gentes desconocidas y enemigas? Si es cierto que estos pueblos no solo se llaman ellos mismos Caribes sino que además ~e precian y tienen a gloria este nombre, tal como el Señor du Mantel lo ha oído varias veces de la boca de estos, ¿se enorgullecerían de un nombre que hubieren recibido de sus enemigos? Si los ancestros de nuestros salvajes Insulares recibieron de 10s Apalachitas, como lo veremos más tarde, el nombre de Caribes en lugar de Cofachitas que ellos llevaban primero, lo aceptarían de pero sanas amigas y confederadas y como un elogio. Por lo demás no es únicamente en la embriaguez y en 'la orgía que nuestros Indios Antillanos se llaman Caribes, sino también cuando están sobrios y serenos. Si ellos se llaman entre sí Calinago, bien pueden tener otros nombres diferentes sin que por ello se tenga que concluir que los Europeos le hayan dado alguno de estos. Por lo que reSpecta al nombre de Ubao-bonom su significado muestra suficiente· mente que no les es particular y que se puede apli· car a todos los Insulares en general. Y si ellos uti· lizan preferentemente el nombre de Caribes a otro nombre al dirigirse a los Extranjeros, es porque saben que este nombre les es más conocido. Pero eso no quiere decir que los Españoles se lo hayan im· puesto, y sería más probable decir que los Españoles, habiéndolo tomado de ellos, lo comunicaron a los otros Europeos. Pero en el fondo no importa mucho lo que de ello se crea, y cada uno puede tener la opinión que le plazca sobre el particular. No ha· cemos más que proponer lo que nos parece más verosímil. En cuanto al origen de los Caribes Insulares los que han hablado de ello hasta el presente han tenido tan poca luz para conducirse en esta oscura antigüedad que vale decir que han caminado a ciegas. Algunos se imaginan que proceden de los judíos fundamentándose para ello, entre otras cosas, en que las parientas de los Caribes le son destinadas naturalmente para esposas, y en que una parte de ellos no comen Cerdo ni Tortuga. Pero esto es tomar la cosa infinitamente lejos y sobre conjeturas
demasiado débiles. Hay otros que dicen que aquellos proceden de la ensenada de Caribana y pretenden que son descendientes de los que allí viven. Pero esta opinión no está fundada más que en el parecido de las palabras Caribana y Caribe, sin ningún otro fundamento. Otros dicen por una simple conjetura que estos Salvajes son originarlos de las grandes Islas y que no hace mucho tiempo que ellos habitan en las An· tillas, no siendo ellos más que refugiados, restos y despojos, en una palabra, los escapados de las horribles masacres que hicieron los Españoles cuan· do se apoderaron de Santo Domingo, Cuba, Jamaica y Puerto Rico. Pero la verdad de la Historia nos testimonía que en los comienzos del descubrimiento de América las Antillas estaban ocupadas y pobladas por los Caribes. Y en un principio fueron sorprendidos y maltratados por los Españoles. Pero poco después, los Españoles, al ser vivamente rechazados y sintiendo muchas incomodidades por esta guerra, hicieron una especie de acuerdo con algunos de ellos, como lo veremos más particularmente en el Capítulo que trata de sus Guerras. Añadamos a eslP que los Indios de Corac;o, quienes son sin lugar a dudas de estos verdaderos escapados y quienes tienen todavía entre ellos personas que vivieron en el lugar conocido en el presente por puerto de Isla de Vache, en la Española, cuando los primeros Españoles allí abordaron, no tienen nin-
guna palabra de la Lengua Caribe en la suya, ni ninguna manera de hacer de dondc se pueda concluir que hayan tenido jamás comunicación con los Caribes. Además, que estos de las grandes Islas que podían huir para evitar la tiranía dc los Españoles, les era más fácil retirarse a las tierras que estaban más abajo de las suyas y a donde los vientos regulares los llevaban, que remontar en contra del viento, y así retardar su huida. exponerse a mil peligros de la mar y alargar su viaje veinte veces o más. Pues es una maravilla cuando barcos tales como los suyos pueden ganar, contra el viento, una legua al día. Y ocurre muy frecuentemente a muy grandes barcos que, al querer remontar, retroceden más en tres horas que lo que habían avanzado en seis días. Nosotros sabemos de buenos pilotos que han tardado tres meses en remontar desde el Cul-de-Sac de Santo Domingo a San Cristóbal, cuando para descender de San Cristóbal a Santo Domingo no es neo cesario por lo común más que cuatro o cinco días. En cuanto a la idea que los Caribes tienen de su propio origen, tan ignorantes de los monumentos de la antigüedad como poco curiosos por el futuro, la mayor parte de ellos creen que proceden de los Calibites o Galibis, sus aliados y grandes amigos, Habitantes de la América Meridional, y vecinos de los Aruages. o Alutages. en la región, o en la Provincia, que se llama comúnmente Guyana o Costa Salvaje. Y los que se adhieren a esta opinión se ba35
san. e~ la conformidad que hay entre el lenguaje, la Rehglón y las costumbres de los Caribes Insulares y. los Calibites, aunque, a fin de cuentas, este parecido puede proceder, en parte, de la alianza y amistad particular que tienen entre sí, y también de la vecindad de los Caribes del Continente Meridional con los Calibites, y a otras causas que presentaremos después. Sin embargo estos pobres Insulares no están de acuerdo entre sí sobre el asunto particular de su procedencia y la causa que los llevó a las Islas, y tampoco pueden decir cuando eso ocurrió. He aquí lo que los Indios de la San Vicente y algunos otros han contado de ello al Señor du Mantel quien nos lo ha presentado en sus curiosas Memorias. En un tiempo todos los Caribes estuvieron sometidos a los Aruages y obedecían a su Príncipe. Sin embargo, una parte de ellos no pudiendo soportar este yugo, se rebelaron. Y con el fin de poder vivir en paz, se alejaron de sus enemigos y se retiraron a las Antillas, que en aquel entonces estaban deshabitadas abordando primeramente la Isla de Tabago, que e~ una de las más próximas al Continente. Después. los otros Calibites se sacudieron también la dominación de los Aruages, pero encontrándose bastante fuertes, o no teniendo la misma inclinación que los anteriores, permanecieron en su país. Y allí se han mantenido hasta el presente, donde viven libres todavía, pero enemigos de los Aruages, teniendo un Capitán General de su propia Nación que los dirige. Han vivido hasta esta hora confederados y amigos singulares de los Caribes. Es en esta relación que se basa y queda explicado el nombre de Caribes, como significando Rebeldes, sea que tal nombre le haya sido impuesto a nuestros Antillanos por los Aruages, sea que ellos mismos lo hayan tomado para servirse de una especie de trofeo y expresar la gloria de su noble le· vantamiento y de su generosa rebelión que los puso en paz y en libertad. Sin embargo no es necesario otro argumento para mostrar que Caribe no quiere decir Rebelde, como así 10 indica un cierto Diario de un Holandés, como el de que hay varias Colonias de ellos en diversos lugares de la tierra finne de la América, tanto Septentrional como Central, de las que nadie pretende ni puede pretender que hayan estado jamás bajo el poder de los Aruages y, no obstante, llevan este nombre de Caribes. Si algunos de ellos allí se hubiesen rebelado contra otros Soberanos, y habiéndose reconciliado después, viviesen hoy día entre ellos con el nombre de Cario bes, sería este una deshonra y una muestra de infamia, en caso de que tal nombre quisiera indicar rebelde. de lo cual, como veremos más tarde no hay apariencia. Sin embargo. los que han hablado largo tiempo con los Salvajes de la Dominica, informan que los de esta Isla estiman que sus Ancestros salieron de 36
,la Tierra Finne de entre los Calibites, para hacer la guerra a una Nación de Aruages que habitaba las Islas, a la que destruyeron totalmente con excepción de sus mujeres que tomaron para sí, habiendo por este medio repoblado las Islas. Lo que causa que, aún hoy día, las mujeres de los Caribes insu'lares tengan un lenguaje diferente al de los hombres en varias cosas, y conforme en otras al de los Amages del Continente. Este que fue el Jefe de esta eme presa donó las Islas conquistadas a sus consejeros. y al que le había tocado en el reparto la Dominica se decía Ubutu-timani, es decir, Rey, y se hada llevar sobre los hombros de estos que los Insulares llaman Labuyu, es decir, servidores. Hay tan poca certeza y tanta incostancia en todas estas narraciones, y en otras parecidas, que estos pobres ignorantes pueden hacer sobre este tema. que según la opinión de los más sabios, no hay apenas rastro para establecer sobre ellas algún fundamento. En efecto, estos Salvajes no hablan de ello más que al azar y como si recitasen sueños; tan poco cuidadosos han sido de la tradición de su origen. y r.n sus relatos se contradicen y refutan los unos a los otros. Sin embargo, veremos al final de este capítulo aquello que por parecerles probable les ha dado base a la mayor parte de ellos para creer que proceden de los Calibites. Todas estas diversas opiniones que hemos indicado de los Escritos o de los relatos de algunos tienen de loable que quienes las conocieron primero y siguieron el conocimiento que en ellas había, se han esforzado en esclarecer y sacar a la luz las verdades antiguas y desconocidas. Sin embargo, la Relación que nosotros vamos a dar del Origen de los Caribes Insulares, es la más amplia y particular, la más curiosa y la mejor fundada que haya apare-
cido hasta el presente, y también la consideramos la más verdadera y cierta, deJando siempre al lector juicioso ]a Libertad de seguir el parecer que considere más razonable. En conclusión, como debemos dar a cada cual el honor que merece, el público deberá a~radecer estas particularidades y este esclarecimiento a la gentil comunicación Que nos ha dado el Señor Bristok, Gentilhombre Inglés: uno de los hombres más curiosos del Mundo quién entre sus otros ricos conocimientos habla a la perfección ia lenJZUa de los Vir~inianos y de los Floridianos, y ha visto en sus bellos via fes todas las Islas y una ~ran parte de la América Septentrional. Es así que ha conocido perfectamente en el lugar mismo, y también por personas inteligentes que le han hablado con certeza, la siguiente Hostoria del Origen de nuestros Salvajes, de la cual él In\rantiza siempre la verdad, si de ello hubiere necesidad. Los Caribes son Originarios de la América Septentrional, de la Tierra que se llama ahora la Florida. Ellos vinieron a habitar las Islas depués de haber partido de entre los Apalachitas con los cua· les habían vivido mucho tiempo. Y allí deJaron al· gunas de sus gentes que -llevan todavía hoy día el nombre de Caribes. Pero su nombre original es el de Cofachitas, quienes cambiaron solamente de nombre y fueron llamados Caribes en la tierra de los Apalachitas, como vamos a ver inmediatamente. Los Apaladhitas son una Nación poderosa y j!enerosa que subsiste todavía en el presente en la misma región de la Florida. Ellos habitan un bello y gran país llamado Apalachia, del Que reciben el nombre; dioho país comienza a la altura de treinta y dos grados veinticinco minutos al Norte de la Línea EQuinoccial y se extiende hasta el treinta y siete. Este pueblo se comunica al Mar del gran Golfo de México, o de la Nueva España, por medio de un río que tiene su nacimiento en las montañas de los Apa· laches, al pie de la cual ellos viven, el cual, desDués de haber regado m'!y bellas llanuras, viene al fin a dar al mar cerca de las Islas de TacobalZo. Los Españoles han llamado a este río, Río del Espíritu Santo. Pero los Apalachitas le conservan su antiguo nombré de Hitanachi, Que sij!Difica en su lengua, Bello y AJ!T3dable. Del lado de Levante, están separados de todas las otras Naciones por altas y -larJ!as montañas cuyas cimas están cubiertas de nieve la mayor parte del año, las que los separan de la Virginia. De los otros lados, colindan con varios pequeños pueblos de los cuales son amigos y confederados. Estos Apalachitas se precian de haber establecido Colonias bien adentro en México. Y muestran todavía en el presente un gran camino por tierra por el cual, dicen, que sus tropas pasaron para ir allá. Los habitantes del país les llamaron a su llegada Tlatuici, que significa montañeros, pues éstos eran muy robustos y más valientes que ellos. Se
afincaron en una región parecida a esta donde habían nacido situada al pie de montañas en una tierra fértil donde levantaron una ciudad de la misma forma y figura de la que habían partido, la que ocupan hoy día. Se han unido allí por matrimonio y por otros lazos de paz, de tal manera que no forman sino un solo pueblo con ellos. Y no se les podría distinguir sino hubiesen retenido algunas palabras de su lengua original, que es la única di· ferencia que se nota entre ellos. Después que los Apa1achitas hubieron hecho este poblado, los Cofachitas que vivían más al norte en un país pantanoso y estéril, y quienes habían vivi· do hasta entonces en buena inteligencia con ellos, sabiendo que se encontraban desprovistos de sus mejores y más valientes hombres, se iban a aprovechar de la ocasión favorable para caer sobre estos Apalachitas, sus vecinos, y expulsarlos de sus casas, o al menos dividir con ellos la tierra donde habita· ban, una vez que se hubieren convertido en los amos de aqueIla. Este plan, que había sido ideado muy hábilmente por los jefes cofachitas, lo dieron a conocer poco después por todos los poblados y lo hicieron aprobar por todos los jefes de familia, quienes en lugar de cultivar y sembrar la tierra de maíz al comienzo de la primavera, como acostumbraba hacer cada año, prepararon sus arcos, sus flechas y sus mazas, y después de haber prendido fuego a sus aideas y haberse provisto con las pocas provisiones que les habían quedado del invierno pasado, se pusieron en campaña con sus mujeres y sus hijos, y todo el pequeño equipaje que tenían, con ]a resolución de vencer o morir, ya que no pedían volver a un lugar que habían destruido y despojado de toda suerte de comodidades. Preparados así, llegaron pronto a las fronteras de sus vecinos. Los Apalachitas, que en lo menos que podían pensar era en tener un enemigo entre manos, estaban entonces ocupados en plantar su maíz y las raíces que utilizan en su alimentación cotidiana. Los que vivían cerca del gran Lago, que ellos llaman en su lengua, Theomi, habiéndose 'Ciado cuenta de este poderoso ejército que se les venía encima, se retiraron rápidamente a las montañas vecinas y dejaron sus aldeas y su ganado a discreción del enemigo. Después, desde allí marcharon a través de los bosques a llevar la noticia de esta irrupción a las ciudades que 'había en los valles. entre las primeras montañas, donde residía el Pa· racusse, que era e1 Rey del País, con todas las fuer· zas más considerables de su Estado. Ante esta noticia tan sorprendente, este Príncipe, mientras se preparaba para ir al encuentro del enemigo, hizo tomar por los que ya se encontraban prestos para esta expedición, los caminos de las montañas y puso emboscadas en diversos lugares de los grandes bosques que hay entre el gran Lago y las montañas, por los cuales hay que pasar para entrar en un bello 37
y espacioso valle que tiene más de sesenta leguas de largo y alrededor de diez de ancho, y donde es· taban las residencias de los principales del país y
las ciudades más considerables del Estado. Mientras que los Cofachitas se gozaban en el pillaje de las casas que habían encontrado cerca del gran Lago, los Apalachitas tuvieron tiempo de prepararse para recibirlos. Pero aquellos, en lugar de tomar las rutas y caminos ordinarios que conducían n la llanura que queda entre las montañas, como hemos indicado, después de haber dejado a las mujeres y a los niños cerca del gran Lago con algunas tropas que desta(;aron de su ejército para protejerlos, y guiados por algunos Apalachitas que habían sorprendido pescando en el gran Lago, marcharon a través de bosques, de montañas, y de precipicios donde las gamuzas no habrían podido ca· minar más que con gran dificultad, y llegaron a una provincia llamada de los Anamitas en el cara· zón y centro del país. Capturaron sin resistencia las primeras plazas que se encontraban guardadas solamente .por mujeres, niños y algunos viejos que no habían podido seguir al Rey, quien con su pueblo había ido a esperar al e~emigo en las entradas ordinarias que conducían al país. Los Cofachitas viendo que su plan había tenido tan buen éxito y que a la luz de un comienzo tan feliz, con gran probabilidad en poco tiempo se habrían de convertir en amos de todo el país, con· tinuaron sin descanso sus conquistas; y dejando
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unas aldeas como refugio, en donde habían puesto buenos hombres en guarnición, fueron delante del Rey de Apalachia con intención de combatirlo, o cuando menos de obligarle a que les permitiese el disfrute pacífico de una parte del país. El Apalachi· ta se sorprendió extremadamente cuando supo que el enemigo que él esparaba en las fronteras y en los caminos acostumbrados del país, se había apoderado ya de una Provincia que estaba en el centro de sus Estados, y que había dejado guarniciones en las ciudades y otras plazas importantes. Sin embargo como era magnánimo y corajudo quiso probar si la suerte de las armas le era favorable en tan gran medida como buena y justa creía su causa. Descendió, pues, con los suyos de las montañas donde estaba acampado y después de haber animado a sus gentes al combate, atacó fUertemente la van· guardia de los Cofachitas quienes habían venido a reconocer su fuerza. Cuando de parte y parte hubieron consumido todas sus flechas, vinieron a las manos y tomando sus mazas se hizo una gran carnicería en los dos ejércitos. Cuando la noche llegó, se separaron, y los Cofachitas notaron que habían perdido muchos de los suyos en este encuentro, dán· dose cuenta de que habían combatido a un pueblo más valiente de lo que se habían imaginado, y en consecuencia harían mejor en tratar con él amigablemente que aventurarse de nuevo con sus tropas en un país extranjero. Resolvieron, pues, enviar una vez llegase la ma-
ñana, unos Embajadores al Rey de los Apalachitas para presentarle las condiciones de la paz y en caso de que éste rehusase las mismas (disimulando las pérdidas que habían tenido en el último combate) declararle la guerra y apremiarle a que estuviese listo inmediatamente para recibir su ataque, que sería más rudo que el ocurrido el día anterior ya que en esta ocasión todas sus fuerzas estarían unidas.. El Paracussis de Apala<:hia oyó a estos embajadores y pidió el día para aconsejarse acerca de la proposición de paz. A continuación les pidió también los artículos y convenciones de acuerdo a las cuales querían tratar, en caso de que él se inclinase a una paz; éstos le dijeron que habían abandonado su tierra con la intención de establecerse por amistad o por fuerza en este buen y fértil país que él poseía. Y si él estaba de acuerdo con el primero de estos medios, ellos pedían hacer un mismo pueblo con los Apalachitas y habitar su tierra y cultivarla, y así llenar los lugares vacíos dejados por aquellos de los suyos que hacía poco se habían marchado 'lejos para ir a establecer una nueva colonia. El Apalachita reunió a su Consejo para tratar estas proposiciones y habiendo hecho la presentación de las mismas, indicó que el ejército de los Cofachitas impedía la ayuda que podrían conseguir de otras Provincias, las cuales no habían estado listas para unírseles en esta guerra. Que por la misma razón la ruta de los víveres les quedaba completamente cerrada. Que el enemigo era amo de los campos ya que había entrado a mansalva en una de las mejores Provincias de todo el Estado, donde se había apoderado de las plazas más importantes, y que aún cuando en la jornada precedente había notado la fidelidad y la generosidad incomparable de los suyos para atacar y combatir a sus enemigos sobre los cuales se habían conseguido muy importantes ventajas, no obstante, ese éxito había sido adquirido con la pérdida de sus más va"lientes capitanes y de sus mejores soldados. En consecuen· cia, era aconsejable mantener el resto del Reino, conservando todavía a los hombres de élite que que.. daban. Y ya que los enemigos proponían primero las condiciones de paz, sería sabio el aceptarlas si ello se podía hacer sin perjuicio de su gloria y del gran nombre que habían adquirido hasta entonces. y a fin de cuentas, la tierra que estaba desierta en varios lugares por la emigración de una parte de sus habitantes, era bastante grande y bastante fértil para alimentarlos a todos. Todos los Jefes de los Apalachitas oyeron la proposición de su Rey, y juzgaron que no era cobardía lo que obligaba a aquél a inclinarse del lado de un arreglo con los Cofachitas a la luz de que el día anterior se había encontrado en lo más fuerte de la pelea, sino que el único deseo que tenía em el de no exponerlos temerariamente y conservar su pueblo, el cual estaba ya en manos del enemigo
quien ocupaba una de las más florecientes Provincias. También habían sido advertidos por algunos correos que habían vuelto al ejército del Rey por caminos apartados, procedentes de las ciudades donde los Cofachitas tenían sus guarniciones. que éstos trataban con gran dulzura y gran respeto 'h las mujeres y los niños que allí habían encontrado; así ellos consintieron unánimemente en el sentir del Príncipe y respondieron que era necesario llegar a un buen acuerdo y hacer que las condiciones fue· sen tan ventajosas como lo podía permitir la coyuntura presente de sus asuntos. Y después de haber confirmado esta resolución por su Haba, que es la señal de aprobación y ratificación que acostumbran hacer en sus deliberaciones, se la transmitieron a los Embajadores de los Cofachitas que esperaban con impaciencia. Esta nueva, llevada al campo de los Cofachitas, fue recibida con alegría, como conforme con el fin que se habían propuesto al emprender la F;Uerra y dejar su país. Destacaron inmediatamente a los principales de entre ellos para acordar con los Apalachitas los medios de esta paz y aprobar todos los artículos de la misma. Estos Diputados llegaron al lugar donde el Príncipe de la Apalachia les esperaba con los más considerables de su Corte sentado en una silla más elevada que las otras y cubierto de rica piel, y fueron recibidos cortésmente. Y habiendo tomado asiento, el Rey les hizo dar de beber de un cierto brevaje llamado Cassine en una copa de la que él bebió primero, según la costumbre. Todos los del Consejo bebieron después que él, y a continuación se entró de parte y parte a tratar el acuerdo, con estas condiciones: Que los Cofachitas habitarían mezclados en las ciudades y villas de los Apalachitas. Que serían en todas las cosas estimados y considerados como los Naturales del país. Que gozarían enteramente de las mismas inmunidades. Que serían súbditos del Rey como los otros. Que abrazarían la Religión y las costumbres del país. O si lo deseaban mejor. los Apalachitas les dejarían la bella y gran Provincia de Amana para que la tuviesen como propia y particular de acuerdo a los límites que les serían prepuestos, con la condición de que ellos siempre re· conocerían al Rey de la Apalachia por Soberano y que en el futuro le harían todos los años homenajes razonables. Este acuerdo fue ratificado recíprocamente y seguido de aclamaciones mutuas. Y poco tiempo después que los Diputados de los Cofachitas hubieron rendido cuenta de su negociación a su Jefe y Con· sejo, y hubieron presentado la opción que le había sido dada: o mezclar sus viviendas con las de los Apalachitas, o poseer ellos solos y en propiedad la Provincia donde habían entrado, aceptaron de común consentimiento la propiedad de esta Provincia de Amana, de la cual el mismo Rey de la Apalachia
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los puso en pacífica posesión. Las mujeres, los ni· ños y los viejos que allí habían permanecido mien· tras ·Ios hombres capaces de ir a la guerra habían seguido a su Príncipe, fueron transportados a las otras Provincias, donde el Rey les había asignado una vivienda fija para ellos y para todos los hom· bres valientes de esta misma Provincia que se habían arriesgado para expulsar al enemigo y conservar el Estado. Después de lo cual los dos partidos depusieron las armas y los Cofachitas fueron a bus· car a sus mujeres, sus hijos, su ganado, su equipaje y los soldados que habían dejado cerca del gran Lago de Theomi. Y se congratularon todos juntos en ,las ciudades donde estaban asentados por el bello país que habían conquistado, tal como lo habían proyectado. Los Apalachitas desde este momento llamaron Caribes a estos nuevos huéspedes que les habían llegado inopinadamente y contra sus previsiones para reparar la brecha formada con la marcha de sus gentes a otra región de la América. Esta palabra Caribes significa en su lengua Gentes añadidas o llegadas súbitamente y a la imprevista, Extranjeros u Hombres fuertes y va'Jientes, como queriendo expresar con aqueIJa palabra Pueblo brioso del que no esperaban su llegada y que había sido añadido al suyo. Y este nombre permaneció para nombrar a estos recién llegados en lugar de Cofachitas que no ha sido conservado más que por algunas débiles y mezquinas familias que estaban más al norte de la Florida que después de la salida de los ver· daderos Cofachitas se apoderaron de sus tierras y todavía en el presente quieren ser llamados con el nombre de los que le precedieron en la posesión de este país. Mientras que, de otro lado, estos verdaderos Cofachitas fueron reconocidos con el nombre de Caribes en la Provincia de Amana. Y es así, bajo este nombre, que desde ahora en adelante ha· blaremos de ellos y de las Colonias que han forma· do desde aquel entonces. Estas dos Naciones habiéndose unido para aca· bar sus diferencias y finalizar una guerra cruel que hubiese podido arruinarlas, vivieron a continuación varios años en buena correspondencia la una con la otra. Pero después que los Caribes crecieron en gran número en esta tierra que habían adquirido por las armas, no quisieron abrazar la religión de los Apalachitas, que adoraban al Sol como diremos después, ni asistir a sus ceremonias en el Templo que tenían en la Provincia de Betamin donde esta· ba la Corte, ni por último rendir al Rey los homenajes que le eran debidos por la Provincia que ha· bían ocupado, de acuerdo a su promesa y a su Tra· tado. Esta violación de pa'labra por parte de los Caribes, y esta felonía fueron la razón de varias guerras sangrientas que sobrevinieron entre estas dos Naciones. Los Caribes estaban bloqueados de todos 40
lados por sus adversarios quienes los constreñían de tal manera que no podían expandirse. Y los Apalachitas tenían en el corazón de su Estado un cruel e irreconciliable Enemigo que les tenía perpetua. mente en alarma. Mientras tanto, estos dos pueblos, unas veces vencedores y otras veces vencidos, pues la suerte de la guerra es diaria y casual, llevaban una triste vida, y frecuentemente, por no tener tierra para cultivar o por haber hecho estragos unos en los campos de los otros poco antes de la cosecha, estaban reducidos a un hambre extrema que hacía morir entre ellos más gente que la espada. Pasaron más de un siglo en estas desavenencias y en esta guerra, durante la cual los Caribes que habían tenido por Jefe y Rey de su Nación a uno de los más valientes Capitanes al que llamaban Regazim, acrecentaron su Estado con otra Provincia que les era vecina del lado del Mediodía y que se llamaba Matique, la cual dividiendo las montañas por un cañón que recibe un torrente que desciende de ellas, se extiende luego hacia Poniente hasta el río que tiene su nacimiento en el gran Lago, el cual después de haber formado varias Islas, riega varias Provincias, y va a dar al fin al Océano. Es éste el célebre Río que nosotros los Franceses llamamos del Maíz y que los Apalaches llaman Besenim, que significa en su lengua Río delicioso o abundante en peces. Los Caribes, habiendo extendido así sus límites y expulsado a sus enemigos, hicieron por algunos años una especie de tregua con los Apalachitas, quienes fatigados de tantas guerras y humi· liados por la pérdida de una Provincia considerable, accedieron voluntariamente al cese de las armas y de todos los actos de hostilidad. Sin embargo, esto·s Apalachitas que se consumían de pena al ver a su Estado desprovisto de una célebre Provincia, aprovechándose de la ocasión favorable de esta tregua, celebraron varios consejos secretos para ver cómo podrían obtener las más grandes ventajas sobre los Caribes, las que hasta entonces no habían obtenido. Y después de haber reconocido por sus tristes experiencias que no ha· bían adelantado mucho sus asuntos al atacar a sus enemigos al descubierto y a mano armada, de· cidieron desbancarlos con sagacidad, y a este efecto, buscar todos los medios de dividirlos y de lle· varIos insensiblemente a una guerra civil e intestina. Este consejo fue recibido y aprobado por todos, y sus Sacenlotes, que son muy estimados entre ellos y que tienen voz en sus asambleas más importantes, les proveyeron inmeditamente los medios y les sugirieron las maneras apropiadas para ello. Ellos habían notado que estas gentes que les habían venido a sorprender en su tierra estaban sin religión y sin conocimiento de alguna Divinidad a la cual rindiesen algún servicio público, y solamente temían a un Espíritu -maligno que ellos llaman Ma·
buya, debida a que les atormentaba algunas veces pero al que, sin embargo, no rendían homenaje alguno. y es por ello que desde los primeros años de su llegada durante los cuales habían vivido en buena inteligencia con ellos, les habían querido inducir, con su ejemplo, a reconocer al Sol por s~ berano Gobernante del Mundo y a adorarlo como Dios. Estas exhortaciones y estas enseñanzas habían dejado fuertes impresiones en los espíritus de los principales Caribes, de suerte que habiendo re· cibido los primeros principios de esta Religión durante los años en que tuvo lugar su mutua correspondencia, muchos dejaban la Provincia de Amana en la cual vivían para ir a la de Bernarin, Capital de los Apalachitas, en donde ellos subían a la mono taña de Olemi, en la cual los Apalachitas hacen sus ofrendas solemnes. E imitándolos, aquéllos habían participado en estas ceremonias y en este Servicio. Estos Sacerdotes, que los Apalachitas llaman Iauas, que quiere decir, Hombres de Dios, sabían que las semiUas de la Religión no se ahogan tan fácilmente en los corazones de los Hombres, y aún cuando las
largas guerras que habían tenido con los Caribes les hubiesen impedido a estos el ejercicio de la Religión, les sería bastante fácil encender de nuevo las ascuas de este conocimiento que estaban ocultas bajo la ceniza. La tregua y cese de todos los actos de hostilidad decretado entre las dos Naciones presentaba una ocasión favorable para ello. Y así, los Sacerdotes del Sol aconsejaron, con el acuerdo del Rey, que se hiciese anunciar entre los Caribes que al comienzo del mes de marzo, que ellos llaman en su lengua Naarim, harían un servicio solemne en honor del Sol en lo alto de la montaña, y. que este servicio seria seguido de juegos, festines y regalos que ~1 Rey daría liberalmente a los asistentes. Esta ceremonia no era nueva entre los Apalachitas; los Caribes no podían sospechar ningún fraude, ni tener ningún temor de ataque inesperado, pues era costumbre muy antigua entre los Apa1achitas hacer oraciones extraordinarias al Sol al comienzo de este mes de Naarim, que es precisamente el tiempo en que siembran su Maíz. Hacen este servicio para pedir al Sol que haga germinar, crecer y madurar lo que han confiado a sus cuidados. Y hacen la misma cosa al final de Mayo, en cuyo tiempo hacen la primera cosecha, para darle gracias por los frutos que creen haber recibido de su mano. Por otro lado, los Caribes sabían que durante estas fiestas los Apa'lachitas colgaban los arcos y las flechas, y sería un gran crimen entre ellos llevar armas al Templo y provocar allí la menor disputa; así también en esos días, los más grandes enemigos se reconciliaban y se despojaban de toda su enemistad. Tampoco duda· ban que no guaroasen la fe pública y la promesa hecha tan solemnemente. En esta seguridad se dispusieron a pasar a Bemarin en el tiempo indicado; y para contribuir de su parte a la celebración pública, se adornaron lo mejor que les fue posible. Y aún cuando estaban acostumbrados a vestir muy a la ligera, y a mostrar sus cuerpos casi desnudos, sin embargo, para ac~ modarse a las maneras de vivir de sus vecinos a los que iban a visitar, pusieron mano a la obra sobre todos los cueros, pieles pintadas y telas que tenían para hacerse trajes. No olvidaron tampoco pintarse de un rojo claro la cara, las manos y todas las desnudeces que les asomaban, y se coronaron con las más ricas guirnaldas tejidas con diferentes plumas de los más bellos pájaros del país. Las mujeres, querien'do por su lado tomar parte en esta solemnidad, hacían todo lo que podían para ponerse bonitas. Las cadenas de Conchas de diversos',co10res, los pendientes y los altos bonetes enriquecidos con piedras bri· llantes y preciosas que los torrentes arrastran desde' las más altas montañas les daban un lustre extraordinario. Y de esta manera los Caribes, parte por curiosidad, parte por la vanidad de 'hacerse ver, y algunos por una inclinación a la Religión, emPren41
dieron este peregrinaje; y para no dar sospecha a estos que los habían invitado tan amigablemente, dejaron arcos, fleohas y mazas en la última aldea de su jurisdicción y entraron en la Provincia de Bemarin con una simple varilla, cantando y saltando como si todos estuvieran de un humor extremadamente alegre y festivo. De otra parte, los Apalachitas los esperaron con buena actitud, y siguiendo la orden que habían re· cibido de su Rey que se llamaba Teltlabin y cuya dinastía manda todavía en el presente entre este pueblo, recibieron cortésmente a todos estos que vi· nieron al Sacrificio. Desde la entrada misma de los Caribes en su Provincia, les hicieron un recibimien· to tan cordial como si hubiesen sido sus hermanos y no hubiese habido jamás diferencia entre ellos; 'les obsequiaron y los festejaron a todo lo largo del camino y los escoltaron hasta la ciudad Real, a la que llaman todavía actualmente Melitot, es decir, la ciudad del Consejo, ya que en ella viven el Rey y su Corte. Los, jefes de los Caribes fueron tratados espléndidamente en el Palacio Real, y los comunes en casas de los Habitantes de la ciudad, quienes no escatimaron nada. El día dedicado al Sacrificio del Sol, el Rey de los Apalachitas con su Corte, que estaba aumentada notablemente por la llegada de los Caribes que ha· bían venido a la fiesta, subió muy de mañana a la cumbre de la montaña de Olemi, que no está ale· jada de la ciudad más que una pequeña legua. Este Príncipe, según la costumbre del país, era llevado en una silla sobre los hombros de cuatro grandes hombres, escoltados por otros cuatro de la misma altura que ocuparían su lugar cuando aquéllos estuvieren cansados. Eran precedidos por varios flau· tistas y otros que tocaban distintos instrumentos de música. Y con esta pompa llegó al lugar destinado para estas asambleas. Cuando la ceremonia acabó hizo una tan grande distribución de vestimentas y pieles como no acostumbraba hacer en parecidas ocasiones. Sobre todo, extendió su liberalidad B los principales Caribes, y siguiendo su ejemplo, los más prosperos de su pueblo distribuyeron también regalos a todos los de esta nación que habían honrado con su presencia el Sacrificio Solemne. De suerte que no 'hubo Caribe que no volviese contento y satisfeoho con algún regalo. Después que hubieron descendido de la montaña, se les acogió y se les trató con toda suerte de testimonios de buena voluntad en todas las casas de los Apalachitas por entre ~as cuales tenían que volver a pasar para retornar a su Provincia. Finalmente, para incitarlos a una se· gunda visita, se les indicó de parte del Rey y de sus Oficiales, que serían siempre recibidos con igual afecto, si deseaban unirse a ellos en las mismas Ceremonias cuatro veces al año. Los Caribes, una vez retomados a su Provincia, no podían alabar bastante la ·buena recepción que
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se les había dado. Los que habían guardado las vi. viendas, sintiéndose celosos de ver los ricos regalos que sus conciudadanos habían traído de su viaje, tomaron entonces la resolución de hacer el mismo peregrinaje en la primera ocasión. Y habiendo llegado el día que estaba destinado para ello, hubo entre ellos una prisa tan grande para ir, que si el Cacique mismo no hubiese puesto orden, la Provincia se habría quedado sin habitantes. Los Apala· chitas continuaron también con su recibimiento y su liberalidad, y había entre ellos una competencia para ver quién era el que honraba mejor a los Caribes. Sus Sacerdotes, que sabían 10 que tenía que surgir finalmente de toda esta farsa, no les recomendaban nada tanto como estos buenos oficios, los cuales, dec(an ellos, eran muy agradables al Sol. Tres años pasaron en estas visitas, al final de los cuales, los Apalachitas que se habían consumido en liberalidades con respecto a sus vecinos, viendo que habían ganado fuertemente su voluntad, y que la mayor parte estaban tan inclinados al Servicio del Sol que nada sería capaz de hacerles perder en el futuro los profundos sentimientos que habían concebido sobre su Divinidad, resolvieron, animados a ello por sus sacerdotes, cuyo consejo el Rey y todo el pueblo respetaban mucho, aproveohar la ocasión de la tregua que habfa expirado para declarar de nuevo la guerra a los Caribes y prohibirles el acceso a sus ceremonias en caso de que no quisiesen hacer como ellos, abierta confesión de tener al Sol como su Dios, y cumplir con la promesa que ha'bían hecho tiempo atrás de reconocer al Rey de Apalachia como su soberano, y hacerle acto de sumisión como dueño de la Provincia de Amana en la cual ellos habitaban. Ante esta proposición los Caribes se dividieron. Pues todos los que estaban incitados a la adoración del Sol eran del parecer de contentar a los Apalachitas y decían que aún cuando no quedasen obli· gados de palabra, quedarían comprometidos para no verse privados del libre ejercicio de la Religión del Sol y asistir a sus sacrificios los que no podrían ahora abandonar más que con gran pena. El Cadque y. la mayor parte de los considerables entre los Ca· ribes, decfan por el contrario, que no querían deslustrar la reputación y gloria de todas sus victorias precedentes por una paz afrentosa, la cual, bajo pretexto de Religión, los tendría sometidos a los Apalachitas. Que ellos habían nacido libres y que en esta cualidad habían salido del país de su nacimiento y se habían apoderado de una mejor tierra por el valor de sus armas. Que era necesario defender por siempre esta preciosa libertad y afianzarla con su propia sangre si de ello había necesidad. Que ellos eran los mismos que en otro tiempo habían Gbligados a los Apalaohitas a dejarles en propiedad la más considerable de sus Provincias, que era el
centro y como el ojo de su Estado. Que no habían disminuido en su valentía, y mucho faltaba para que su valor se apagase; que por el contrario, habían acrecentado, hacía poco tiempo, su jurisdic. ción con una bella y gran extensión del país, lo que les había dado más amplitud y salida más allá de las montañas, las cuales los encerraban anteriormente. Que habiendo así eliminado todo lo que podía oponerse a sus planes, sería una debilidad insoportable ceder por simple pretexto de Religión y por la sola curiosidad de asistir a algunos sacrifi· cios, la posesión de lo que ellos habían adquirido con tanto trabajo y sangre. En fin, que si ellos de· seaban adorar al Sol, este brillaba tan favorablemente en sus Provincias como en las de los Apalachitas. Que los contemplaba tO'dos los días con una mirada tan graciosa como en ningún otro lugar del mundo. Y que si se trataba de consagrarle una montaña y una gran gruta ~n ella, se podría conseguir esto entre las que separaban su Estado del gran Lago que eran tan altas y tan apropiadas para estos misterios como la de OIemi. Los que defendían el Servicio del Sol sostenían que no era necesario meterse en una nueva guerra rehusando unas condiciones que les eran tan venta· josas como a los Apalachitas, y replicaban que después de haber disfrutado desde hacía unos años la dulzura de la paz y experimentado en tantos lugares la bondad. el candor y la generosidad de sus vceinos, no había base para meterse en nuevos problemas, los cuales eran fáciles de evitar, incluso sin
pérdida de la reputación que habían adquirido. Que el reconocimiento que los Apalachitas pedían por la Provincia que ellos ocupaban. podía ser de una naturaleza tal, y de tan pocas consecuencias. que parella no disminuiría nada su honor, ni sería he· rida su autoridad. Que en lo tocante al servicio y los sacrificios al Sol, ellos no tenían Sacerdotes que estuviesen instruidos en esta ciencia y en como ha· cer la Ceremonia. Que sería temerario el querer imi. tar a los Iauas de los Apalachitas, no fuese que las faltas cometidas por los imitadores en la ceremonia atrajesen la indignación de la Divinidad a la que querían servir, en lugar de ganar su favor. Que. además, ellos habían sabido que en todo el país no había ninguna montaña que fuese mirada por el Sol de una manera tan agradable y tan dulce como esta de Olemi, ni que tuviese, como ella, un Templo excavado en la roca de una manera tan maravillosa que todo el artificio de los hombres jamás podría llevar a esa perfección, el cual también era una obra de los rayos de la Divinidad que allí era adorada. Que aún cuando se encontrase- una montaña y una caverna que se pareciesen a aquellas, lo que sin embargo creían imposible, los pájaros mensajeros del Sol no harían en ella su morada. Y la fuente consagrada en su honor, que producía unos efectos admirables y unas curaciones inusitadas, no la ten· dría. Y que por consecqencia se expondrían a la risa de los Apalachitas que tendrían \iiempre razón para preciarse por una infinidad de prerrogativas de su Templo y de su Servicio tradicional por en· 43
cima del nuevo que ellos pretendían establecer. Este grupo concluía de todo lo anterior, que había que hacer una buena paz y asistir en el futuro a las mismas Ceremonias que habían frecuentado durante la tregua. No obstante, estos que habían mantenido el parecer contrario, no pudieron ser, bajo circunstancia alguna, convencidos por ninguna de estas consideraciones, ni apartados de la resolución que habían tomado de no reconocer jamás a los Apalachitas por Soberanos ni ,perder su Libertad bajo el amparo 'de una Religión y de una adoración que sus padres habían ignorado. De su~rte, que al final, esta contrariedad de pareceres dio lugar a que se formaran dos facciones entre los Caribes, tal como los Sacerdotes de los Apalachitas habían previsto. Y como también estaban divididos en su Consejo, no pudieron dar una respuesta segura y única a las proposiciones de guerra o de paz que les fueron hechas. Cada facción se fortalecía día a día y la que se inclinó a favor de la alianza con los Apalachitas y la atloración del Sol, creció de tal manera que se vio en condición de obligar a la otra a someterse a su opinión o bien a abandonar la Provincia. Sería un relato aburrido querer describir aQuí todos los males que esta guerra civil trajo a los Caribes y como se masacraron los unos a los otros, hasta que al final, después de varios combates, los Apalachitas que se habían unido al partido que les era favorable, obligaron al otro a tomar la huida y desalojar las P·rovincias de Amana y de Matique e ir a buscar lejos algún lugar seguro. Los Caribes victoriosos que habían expulsado así con la ayuda de los Apalachitas a los que dificultaban su paz y reposo, fortificaron poderosamente sus fronteras y pusieron en las entradas a los más valientes y los más generosos de sus cuerpos guerreros para quitar para siempre a los exilados toda esperanza y pretensión de retorno. Después hicieron una muy firme alianza con los Apalachitas sometiéndose a sus leyes, abrazando su Religión y formaron un Pueblo con eUos, el que existe todavía en el presente; no obstante, estos Caribes conservaron su antiguo nombre, como lo habíamos indio cado al comienzo de este capítulo, y muchas palabras comunes con los habitantes de las Antillas, tales como son, entre una infinidad, los términos de Cakones para expresar las cosas menudas que se conservan por curiosidad; el butu para significar una maza de madera 'Pesada; el Tomaly, para indicar un guisado; Banaré, para señalar un Ami~o Familiar; un Arco, Alluba; flechas, Alluani; un Estanque, Taonabo; el Espíritu maligno, Mabuya; el alma del hombre, Akambue, siendo estos los mismos términos de los cuales los Caribes se sirven todavía en el presente para indicar las mismas cosas. En cuanto a los Caribes expulsados de sus tieI
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rras por estos de su propia nación, y arrojados fuera de los límites de su antigua residencia y de todas sus conquistas, después de haber rondado cerca del río que tiene su nacimiento en el gran Lago y ha· ber intentado, en vano, acomodarse con los pueblos que habitaban una y otra ribera, resolvieron pasar a través de sus tierras o por amistad o por fuerza, a algún país desértico donde pudiesen perpetuarse y levantar con toda seguridad las ruinas de su Estado. Con esta resolución llegaron hasta el borde del mar donde encontraron unos pueblos que les rogaron tuviesen compasión de sus miserias, e invernaron cerca de ellos y pasaron en gran penuria esta triste estación del año. Ellos se quejaban continuamente por la pérdida de un país tan dulce y tan féritl como el suyo y no veían como se podrían habituar jamás con alegría· a este que la desgracia les había regalado; pero he aquí que al comienzo de la primavera llegaron a la costa dos pequeños barcos que venían de las Islas Lucayas, los cuales habían sido empujados por el viento a la rada donde nuestros Caribes habían pasado el invierno. Habían en estos dos barcos que eUos llamaban canoas o piraguas, alrededor de trece o catorce habitantes de Cigateo, que es una de las Islas Lucayas, los cuales una vez desembarcados contaron a los ha· bitantes naturales de esta costa cómo habían sido arrojados por la tempestad en sus brazos. Y les dijeron entre otras cosas, las maravillas de las Islas donde vivían, añadiendo que también había varias más aUá de las de eUos, hacia el oriente y el mediodía, que estaban desiertas y deshabitadas, y que se las consideraba mejores incluso que estas de las que hadan tan buen relato. Que en cuanto a ellos, no pedían a los habitantes del país más que un poco de agua y de víveres para poder volver a su tierra, de la cual estaban alejados unos cuatro o cinco días a todo lo más. Los Caribes que estaban en la tarea de buscar alguna nueva residencia y quienes se encontraban muy disgustados por no tener un lugar suyo y propio que los pusiese a cubierto de tantos males como sufrían en una vida errante y vagabunda, habiendo oído decir tanto bien de estas Islas, que se les aseguró eran vecinas de las Lucayas, resolvieron beneficiarse de la ocasión de estos guías que habían en· contrado por una bondad extraordinaria, siguiéndolos cuando partiesen y después que hubieren llegado a la tierra de estos, irían a establecerse en las otras Islas desiertas, de las cuales habían oído hacer un relato tan ventajoso. Ellos pensaron que la ejecución de esta empresa acabaría, al fin, con todas sus miserias. Pero encontraron para ello un gran obstáculo que en un principio les pareció insalvable, a saber, la falta de barcos para pasar el mar y llegar adonde deseaban ir. Se proponían, para remediar esta carencia, tumbar árboles y excavar el tronco con fuego, como hacían
las otras naciones e incluso esta entre la cual ellos vivían. Pero esta resolución exigía un largo tiempo para cumplirla, mientras que estos que esperaban tener por conductores, sin duda, pensarían su retraso. En consecuencia, juzlZaron Que lo más rápido sería buscar barcos ya listos. A este efecto, se dispusieron a robar, al favor de la noche, todo!' los barcos que las naciones de las radas vecinas y las que vivían a lo largo de los ríos que venían a dar al mar, tenían ya preparados en sus puertos y estaban en estado de navegar. Habiendo llegado, pues, el día de la partida de los Lucayos que les debían servir de guías, nuestros Caribes, que habían conseguido con antelación las provisiones necesa. rias, se reunieron lo más secretamente que les fue posible a lo largo de los ríos y de las ensenadas, y habiendo robado todas las canoas o barcos que encontraron, se unieron, sin despedirse de sus anfi· triones, a los Lucayos con los cuales hicieron velas hacia las Islas Lucayas. El viento fue favorable a estos fugitivos y llega· ron en pocos días a Cigateo donde fueron recibidos muy humanamente por los habitantes, quienes después de haberles dado los avituallamientos necesarios les condujeron hasta las últimas de sus islas, y desde allí les dieron además una escolta para llevarlos a la primera 'de las Islas desiertas de las que habían hablado, a la cual ellos llamaron Ayay y que en el presente se llama Santa Cruz. Costearon al hacer esta ruta la Isla de Borinquen, llamado hoy día Puerto Rico, que estaba habitada por una nación .poderosa. Fue en esta Isla de Ayay que nues· tras Caribes echaron los primeros fundamentos de su colonia y donde disfrutaron de reposo que bien pronto les hizo olvidar todas sus peripecias anteriores, y se multiplicaron de tal manera, que en pocos años se vieron obligados a expandirse a todas las otras Antillas. Y algunos siglos después, habiendo ocupado todas las Islas habitables, se expandieron hasta el Continente de la América Meridional, donde están todavía hoy día en gran número y numerosas colonias, en las cuales están tan consolidados que, aún cuando los Yaos, Sappa'Yos, Paragotis, Aruacas o Aruages, que viven en la Isla de la· Trinidad y las Provincias del Orinoco los hayan querido expulsar frecuentemente de sus residencias, y aún cuando ban librado sangrientas guerras, permanecen allí en un estado floreciente y mantienen tan buena con· cordia y una tan perfecta amistad con nuestros Caribes Insulares que estos van una o dos veces al año en su ayuda, uniéndose todos juntos con los Calibites, sus amigos y aliados, para hacer la gue· rra a los Aruages, sus enemigos comunes, y a otras naciones que les son contrarias. Por lo demás, la mayor parte de los Caribes Insulares se dicen descendientes de los Calibites, sus Aliados, cosa que nos gustaría creer. Pues estos Caribes siendo menos pujantes que los Calibites, cuan-
do llegaron a la tierra firme se aliaron con ellos por matrimonio e intereses comunes y formaron con estos un solo pueblo que participa mutuamente de lengua y costumbres particulares. Lo que hace que una gran parte de los Caribes, olvidados de su origen, se hayan creído que son descendientes de los Calibites; y es de imaginarse que desde c;,l tiempo inmemorial en que sus predecesores pasaron del Norte a las Islas, no hayan tenido ningún conocimiento de su tierra natal, la cual, habiéndolos vomitado de su boca y arrojados fuera de su seno, tratándolos como rebeldes, no fue echada de menos por estos pobres fugitivos hasta el punto de no conservar de ella precisa memoria. Por el contra· rio, es más aceptable que, para eliminar de su espíritu el recuerdo de los males que habían sufrido y sacarse las tristes ideas en la mayor medida de lo posible, estuvieran más dispuestos a vanagloriarse de otro origen. También podría ser que cuando los Caribes entraron en las Islas viniendo del Septentrión, éstas no se encontrasen tan desiertas que no hubiese allá y acá algunas familias que podían haber llegado allí de la Isla Española, o de Puerto Rico, a las cuales destrozaron excepto las mujeres que podían servir para acrecentar su colonia. A la luz, especialmente, de que con toda probabilidad es de creer que estos Caribes habiendo sido expulsados de entre los Apalachitas y obligados por la fuerza de las armas a dejar el campo a los victoriosos, va· rias de sus mujeres permanecerían entre los Apa. Jachitas y los otros de su nación con los que se habrían unido. Y de ello puede proceder la diferencia del lenguaje de los hombres y de las mujeres Caribes. Sin embargo, para representar más particularmente estas colonias de los Caribes en el Continente Meridional de la América, primeramente, las Memorias de los que han entrado en el célebre río Orinoca, distante de la Línea hacia el Norte, ocho grados y cincuenta minutos, dicen que muy lejos en el interior del país habitan unos Caribes que pueden haber pasado allí fácilmente de la Isla de Tabago que es de todas las Antillas la que está más próxima al Continente. Las relaciones de los holandeses nos hacen saber también que avanzando más hacia el Ecuador se encuentra en el séptimo grado de esta Línea el gran y famoso río de Essequebe, al borde del cual están, en primer lugar los Aruages y a continuación los Caribes, quienes tienen guerra continua con ellos, y que también se encuentran más allá de las cascadas de este río que caen con impetuosida'd de las montañas. Y desde allí estos·Caribes se extienden hasta las fuentes del mismo río y son en gran nú. mero, teniendo una vasta extensión del país. Los mismos viajeros nos cuentan que a seis grados de la Línea se encuentra el río de Sarname o Suriname, en el cual desemboca otro río llamado 45
Ikuteca, a lo largo del cual hay también varias aldeas de Caribes.
sido informado de ras dos Colonias Holandesas que están en estas costas, a saber la de Cayena y Ber· bice, una y otra vecinas de los Caribes del ContiHay además un gran pueblo de esta nación que nente, para hacer ver la afinidad y el parecido que habita un país que penetra bien adentro en la tietienen ellos en varias cosas, en su natural, en sus rra firme y que termina en la costa, bajo el quinto costumbres y maneras con los Indios Antillanos y sexto grado al Norte del Ecuador, extendiéndose que nosotros describiremos después. Pero es tiema lo largo de un bello y largo río que se llama Maopo de acabar este capítulo que sin eso quizás parine, distante solamente dieciocho leguas de este de recerá demasiado largo. Nos ha sido imposible el Samame, el cual desde su nacimiento atraviesa más dividirlo debido a la uniformidad y el encadenade doscientas leguas del país, donde hay varias almiento del tema y a la naturaleza del asunto que deas Caribes que eligen, al igual que los insulares, ·tratábamos, 10 que no nos ha permitido abreviar a los más valientes de entre eUos por Caciques y el relato. que son de una estatura un poco más alta que estos de las Antillas, no diferenciándose apenas de ellos, Estamos obligados a añadir todavía una palabra únicamente en que algunos cubren con un trapo sobre el problema, que la curiosidad de alguno posus partes naturales, pero más por adorno que por dría plantear, de cuanto tiempo hace que los Cari· pudor o vergüenza. Los que ·han viajado a estos lu· bes pasaron de la Florida a las Islas. Sobre ello no gares dicen que desde la desembocadura de este se puede tener conocimiento seguro. Pues estas na· ciones no tienen en su mayor parte otros anales río de Maorine, el cual está a cinco grados y cua· que su memoria. Sin embargo, ya que estas gentes renta y cinco minutos de la Línea hacia el Norte, hasta su nacimiento, hay veinte jornadas de camino, viven por lo regular más de ochenta años, no se y que en toda esta extensión los Caribes tienen al· debe encontrar extraño si las cosas que han pasado entre ellos se perpetúan por tres o cuatro gedeas parecidas a las Insulares. neracion,es. Y como confirmación de lo anterior, Nosotros sabemos también de los viajes de los se ven algunos hombres y mujeres en este pueblo mismos holandeses, que los habitantes de este Conque cuentan la venida de los españoles a América tinente entre lo~ cuales serpentea el río de Cayena, como si esto hubiese ocurrido ayer. De suerte que son Caribes de nación. . el recuerdo de la salida de los Caribes de la Florida En fin, estos Caribes, han podido pasar a través y de las guerras que am tuvieron, está tddavia fresde las tierras de estos lugares hasta el Brasil. Pues co entre los Apalachitas, y éstos que se lo han oído los que allí han viajado aseguran que entre las procontar conjeturan que puede que haga unos quivincias que están a lo largo de las costas del Mar nientos o seiscientos años que estas cosas ocurriedel Sur, se encuentran gentes que lleV'an el nombre ron. Si se pregunta porque habiendo crecido tan de Caribes, y que siendo de un natural más capaz poderosamente en las Islas no se han dado a la tao y emprendedor, más astuto y sutil que el de los rea de volver a la Florida para vengarse de los A'P aotros Indios del Brasil, están entre ellos en tal eslachitas y de los "de su nación que los expulsaron, tima que los tienen por más dotados y de un saber se puede responder en primer lugar, la dificultad más elevado que los .otros. De donde procede el de la navegación, que es muy fácil de las Antillas a que deseen mucho su consejo y les rueguen que la Florida pero muy peligrosa de la Florida a las presidan sus fiestas y celebraciones, las que no haAntillas nI ser los vientos extraordinariamente concen apenas cuando no hay ninguno de estos Caribes, trarios, lo que ha podido quitarle la gana de ello. quienes para ello van rodando acá y allá por las En segundo lugar, como las Islas tienen un aire más aldeas donde son recibidos con toda alegría, festi· cálido y una tierra tan buena. aparentemente más nes y muestras de cariño, como Juan de Lery ha apropiada a su natural que esta de la Florida, quiseñalado. zás han pensado que aquellos de los suyos que los expulsaron les habían hecho, sin quererlo, el más Si hubiera necesidad de probar si estos Caribes grande bien que podían desear, y contrario a su repartidos en tantos lugares de la tierra finne de la intención, les habían hecho encontrar un reposo seAmérica Meridional son de la misma nación que los su exilio. guro en Insulares, se podría adelantar aquí 10 que nos ha
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