R:'~:VISTA del ]NSTITlJT-O de CULTURA PUERTORR.IQUEÑA ANTROPOLOGIA .J
HISTORIA L1TB1UTUlU ARTES PLÁSTICAS Tl!.IJTRO MOSlCA
ARQUITBCTURA
. ,', JULIo-SETIEMBRE, 1978
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Enrique Laguerre. Milton Rúa Carlos Sanz Amelía G. de Paniagua
Presidente Carlos Conde Sarnuel R: Quiñones Jesús María Sanromá
Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de·la Revista: Ricardo E. Alegría Apartado 4184
AÑO XXI
SAN JUAN DE PUERTO RICO
1978 JULIO-SETIEMBRE
Núm. 80
SUMARIO
Francisco Manrique Cabrera (1908-1978) .....
1
Datos para una biografía de Francisco Manrique Cabrera por Josefina F. Cabrera
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Poemas de F. ·Manrique Cabrera
6
. . . ..
El negro en la literatura espaflola de ayer por F. Manrique Cabrera ..... ~ . . . . . . . . .. 11 Primeros recuerdos del Maestro por José Francisco Orlando
17
Despedida al Maestro Cabrera por José Ferrer Canales
19
El uso de la terminología etno-histórica para designar las culturas aborígenes de las Antillas 22 por Ricardo E. Alegria Eugenio María de Hostos (1839-1903) por Rufino Blanco-Fombona
33
Los Indios Caribes en la obra de César de Rochefort 48 por Manuel Cárdenas Ruiz
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑ:A Director: Ricardo Eo Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual .o. o. oooooo .. oo. oo. ooooo. oo o. oo.. oooo oooo. o $ 6.00 Precio del ejemplar o.. o.. o o.. o.. o $ 2.00 00
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334.3 -1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
JOSÉ FRANCISCO ORLANDO. Nació en Yauco en 1933. Cursó estudios superiores en la Universidad de Puerto Rico donde obtuvo el grado de bachiller en humanidades con especialización en historia. Luego se trasladó a México donde cursó estudios post graduados en la Universidad Nacional Autónoma. Tiene inéditos los poemarios: Semillero silvestre y Tentativa desde la nada.
JOSÉ FERRER CANALES. Nació en San Juan, obtuvo la Maestría en Artes en la Universidad de Puerto Rico y el título de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Au-· tónoma de México (1952). Fue profesor en las Universidades de Puerto Rico y Dillard (Nueva Orleáns), y desempeñó una cátedra de español en la Universidad de Howard (Washington, D. C.). Actualmente ocupa una cátedra en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Ha dictado conferencias sobre temas puertorriqueños e hispanoamericanos en Cuba, México y Estados Unidos, y colaborado con numerosos trabajos de periódicos y revistas culturales de ambas Américas.
RUFlNO BLANCO-FoMBONA. Nació en Caracas, Venezuela y murió en Buenos Aires (18741944). Cultivó todos los géneros menos el teatro. Durante largos años de exilio fun· dó en Madrid la Editorial América e intervino en la vida pública española como gobernador de la República en las PrÓvincias de Almería y Pamplona. A la caída del dictador General Gómez fue nombrado gobernador del Estado de Miranda y con posterioridad, Embajador en el Uruguay.
RICARDO E., ALEGRÍA. Nació en San Juan. Antropólogo e historiador. Estudió en las Universidades de Chicago y Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología, folklore y cultura puertorriqueña en revistas del país y del exterior. Es autor de los libros Historia de nuestros indios (1952), La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1955), Los renegados (1965), Cuentos folklóricos de Puerto Rico (1968), Descubrimiento, conquista y colonización (1969), y El fuerte de San Gerónimo del Boquerón (1969). Las primeras representaciones gráficqs del indio ame· ricano (1493-1523) 1978; Y Apuntes en torno a la mitología de los indios de las Antillas Mayores y sus orígenes suramericanos (1978). Por varios años fue profesor de Prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, dirigió desde su fundación en 1955, hasta el 1973, el Instituto de Cultura Puertorri· queña. En 1973 ocupó el cargo de Director la Oficina de Asuntos Culturales adscrita a la Oficina del Gobernador hasta su retiro del servicio público en 1977, fe· cha en que organizó el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
de
MANUEL CÁRDENAS RUIZ. Profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas y periódicos del país.
/n Memoriam
Francisco Manrique Cabrera
(1908-1978) El 15 de junio de 1978, falleció Francisco Manrique Cabrera. Nacido en Bayamón el 25 de diciembre de 1908, cursó sus estudios primarios y secundarios en las escuelas públicas de su pueblo natal. Obtiene su diploma de maestro normalista en la Universidad de Puerto Rico en 1929 y el grado de Bachiller en Artes en Educación, Cum Laude en 1931. Posterionnente se marcha a España para hacer estudios doctorales en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, grado que obtiene en 1934' con la alta calificación de Magna Cum Laude. Ofreció cursos en la Universidad de Puerto Rico sobre literatura española y puertorriqueña. Sus poemarios Poemas de mi tierra tierra (1936) Y Huella-sombra y cantar (1943) lo colocan en primera fila entre los líricos de su generación. En 1956 publica su HISTORIA DE LA LITERATURA PUERTORRIQUERA, primer libro de su clase que ve la luz pública en Puerto Rico, donde apunta juicios y comentarios sobre las figuras claves de nuestra literatura. Ofrece conferencias, ponencias en foros y seminarios y publica con asi· duidad artículos en revistas y periódicos del país. Francisco Manrique Cabrera fue maestro, poeta, 'hombre brillante, crítico literario y un ser humano profundamente comprometido con nuestra lucha por la soberanía nacional y la justicia social. Al momento de su muerte se encontraba retirado de su cátedra en la Universidad de Puerto Rico, habiéndosele conferido el grado de Profesor Emeritus. 1
Datos para una biografia de Francisco Manrique Cabrera Por JOSEFINA F. CABRERA
1908 25 DE DICIEMBRE EN EL BARRIO DAJAOS N de Bayamón hijo de campesinos de pura cepa: Francisca Rivera Alvarez y José Cabrera Díaz. ACE EL
Desempeña labores de campo desde la infancia, pero debido a su salud endeble ·10 alientan a dedicarse al estudio. Su madre ejerce enorme influencia culo tivando en él desde muy pequeño, por medio de narraciones que ella inventaba, la voluntad de autosuperación que fue luego característica de toda su vida. Cursó la escuela elemental y la secundaria en las escuelas públicas de su barrio y luego en Naranjitas y en Bayamón hasta donde viajaba semanalmente casi siempre a pie y a cuestas con el saco de viandas que sería su alimento y la paga del hospedaje mientras permanecía lejos del hogar. En su adolescencia ya había leído varias veces la Biblia que conocía ampliamente y también sintió casi desde niño la atracción por las hazañas de los "cantaores" del lugar y de barrios vecinos: Dolorito Rodríguez, Ramón "Juicio" quien murió cantando y otros. 1927·29
Viene a Río Piedras donde se matricula en el curso Normal de la Universidad de Puerto Rico. Para mantenerse, obtiene trabajo en la Residencia Carlota Matienzo, lavando platos y sirviendo la me· sa a las estudiantes residentes, iniciando en Puerto Rico una tradición de trabajo y estudio. También trabajaba en la Biblioteca regida entonces por el Sr. DuBois Mitchell. En los años de vida universitaria cultiva una poesía a tono con las influencias literarias del momento que conoce a través de sus estudios. En esta época se inicia su libro todavía casi totalmente iné· dito: Rumbo en flor. 2
F. MlUlrique Cabmv
Durante breve tiempo milita en las filas del Partido Nacionalista. 1929
Obtiene el Diploma Normal en la Universidad de Puerto Rico. Como presidente de la clase graduada dedica parte de los fondos a reunir una colección de libros de autores puertorriqueños que se donan a la Biblioteca y que constituyen la semilla de la Colección Puertorriqueña de hoy.
1931 Obtiene su grado de BachiUer en Artes de Edu· cación. Cum laude. en la Universidad de Puerto Rico. En estas dos etapas universitarias asistió a clases de Navarro Tomás, Américo Castro, Valbuena Prat, Fernando de los Ríos, Samuel Gilí Gaya y otros profesores que despiertan su interés en continuar estudios en España. Después de graduarse, ejerce como maestro de Escuela Elemental en Peñuelas.
1932 Alentado por el Dr. Ramón Lavandero, postula su candidatura y obtiene por oposición beca de la Sociedad Cultural Española para estudiar en Es· paña.
1934 Recibe el grado de Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid con califica· ción de Sobresaliente. Su tesis aún inédita: El neo gro en la literatura española de ayer. Durante su estadía en España asistió a cátedras de José Ortega y Gasset, Javier Zubiri, José Bergamín entre otros y fue ponente de su tesis América Castro. Tuvo amistad con Rafael Alberti y Federico Garcia Lerca. Hizo amigos hispanoamericanos en las aulas, como Andrés Iduarte, Silvio Zabala, Xavier Abril y freo cuentó la compañía de Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Participó en actividades de la Federación de Universitarios Hispanoamericanos.
1935 De regreso a Puerto Rico se ve obligado a traba· jar en agencias establecidas por el Nuevo Trato de Roosevelt. En la Puerto Rico Emergency Relief Administration (PRERA) da conferencias como parte de la División Educativa de esta agencia, a través de la Isla. Prepara la historia de esta división junto con Ismael Casalduc de Miranda, Eugenio Astol y Arturo Grant Pardo. Luego pasa a conferencista y Director de Discusiones Públicas en la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA) y Sub· Director del Proyecto de Educación para Trabajadores donde dio cátedras de Periodismo y Teatro bajo el Departamento del Trabajo de Puerto Rico. También estos proyectos lo hicieron recorrer la Isla con un grupo de compañeros a quienes adiestro en técnicas teatrales basadas en los principios de la Comedia del Arte y de allí salieron dramaturgos de la talla de Manuel Méndez Ballester y Fernando Sierra Berdecía. 1936 .Maestro de Escuela Superior en Arecibo, donde cultiva la amistad de Da. Trina Padilla de Sanz. La bija del Caribe y tiene de disdpulos a una de 6US nietas, EIsa, y a René Marqués. Publica entonces Poemas de mi tierra tierra. Da conferencias sobre temas pedagógicos, literarios y recitales con el de-
clamador .Leopoldo Santiago Lavandero, divulgando la poesía española contemp'oránea y ocasionalmente algunos de sus propios versos. De esta época datan conferencias sobre temas que constituirán preocupaciones siempre en -su vida: Nudo histórico del 98 en Puerto Rico, Jibarismo y Jibaridad literarios, Charla·Recital sobre temas negros, y otros.
1937 Pasa a enseñar en la Escuela Superior de Caguas. AlU se enfrenta a la persecución política desatada por el Principal de la escuela contra él y dos maes· tras norteamericanos amigos suyos. Logra defenderse con el respaldo que le dan sus discípulos. 1938 Entra como Instructor en el Departamento de Español de ,la Escuela de Administración Comercial de la Universidad de Puerto 'Rico. En el verano de ese año viaja a Nueva York donde se documenta sobre el teatro social que alU está en auge y tiene notables cultivadores. 1939 A ·la muerte de Antonio S. Pedreira, pasa al De.partamento de Estudios Hispánicos de la Faeultad de Artes y Ciencias donde dicta cursos sobre litera· tura española, poesía, teatro y más tarde literatura puertorriqueña. 19394041 Trabaja como Director de la revista de verano -Summer School Review- de la Universidad de Puerto Rico en la que hace entrevistar a personalidades universitarias, añade una página de humor que escribe él mismo e incluye poep)as. Dicta cursos en el Ateneo Puertorriqueño, está alerta al devenir politico del país y al desarrollo de la vida peda· gógica a través de la Asociación de Maestros y de la Universidad.
1942 Se entusiasma con la Reforma Universitaria des· de sus primeras etapas y ofrece su participación enseñando el Curso Básico de Español y sirviendo de conferenciante de Humanidades sobre el teatro griego.
1943 Recoge a través de la Revista Alma Latina poesía escrita por niños de las escuelas elementales de la Isla y publica una Antologia de Poesía Infantil a la que le escribe el prólogo. En el mismo año publica su antología Huella-Sombra y Cantar, donde incluye poemas de su libro de juventud Rumbo en flor, se· lecciones de Poemas de mi tierra tierra y otros poe· mas agrupados por temas que responden a diversas etapas de su vida y que logró rescatar de entre múltiples papeles que conservaba desordenadamente.
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El Instituto de Literatura premia este libro en ese mismo año.
1946-47 Viaja por Estados Unidos. En Nueva York asiste a tertulias con puertorriqueños e hispanoamericanos interesados en las letras. Dicta conferencias. Luego pasa a México y Cuba.
1948 La huelga universitaria de ese año lo sacude y ofrece una conferencia en el Ateneo Puertorriqueño sobre La situación universitaria que encarna un análisis reflexivo sobre la misma y la toma de conciencia a través del autoexamen, que recomienda a la Facultad, de las circunstancias que la produjeron. Como consecuencia, junto con otros profesores y amigos funda el Colegio Rostos, de nivel universitario, y del que es Director durante dos años.
Co., le encarga la historia de la literatura puertorri. queña. En España hace investigaciones adicionales a las que ya tenía para su curso sobre el tema en la Universidad de Puerto Rico. Viaja por Italia y Francia. Al regresar a Puerto Rico trabaja en la redacción de la encomienda de Massa.
1955 Recibe el Premio Zeno Gandía del Ateneo Puertorriqueño en celebración del centenario del novelista por el ensayo: Manuel Zeno Gandia, Poeta del
novelar isleño.
1956 Asiste al Primer Congreso de Poesía en Yauco y participa con su ponencia Del hacer poético. Orienta y respalda a los estudiantes Norman Pietri y Jaime Luciano en la ·fundación de la Federación de Universitarios Pro Independencia. Publica la prime. ra Historia de la literatura puertorriqueña.
1949 Durante la vida del Colegio Hostos se publican bajo su dirección: ÚJs fundamentos de la libertad de Domingo Marrero, El jibaro de Manuel A. Alonso' como celebración de su centenario, con notas de José Antonio Torres Morales, también el Himno Borincano del mismo Hostos con letra de su esposa. Invitado a .]a primera Conferencia Cultural y Científica por la Paz Mundial asiste en marzo como único representante de Puerto Rico y participa en el panel sobre "el escritor y el reto actual a la paz. H
Inicia est~ año también su ,participación en las vistas que por ley anuncia anualmente El ConsejC' Superior de Enseñanza. Mantendrá con frecuencia esta participación durante las próximas dos déca· das. Presentará ponencias denunciando irregularida· des e injusticias cometidas contra compañeros profesores, urgiendo la intervención del Consejo en promover medidas, según disponía ·la ley y ofrecien· do ideas para el mejoramiento de la vida univer· sitaria.
1950-53 Está activo en el Partido Independentista Puertorriqueño en calidad de miembro de su Comisión Ejecutiva. En la campaña que precede a las elecciones de 1952 se hace cargo del programa radial desde donde fustiga al gobierno en memorables editoria· les que tan pronto se inflaman de fervor patriótico como el de la creación del Día de la Ofrenda al Partido hasta la caricatura de la marcha que con especial espectacularidad organizó el partido en el poder.
1953-54 Sale con licencia sabática vía Nueva York hacia Europa. En Nueva York, Gaetano Massa que está ya iniciando su editorial de 'Las Americas Publishing 4
1957 Por invitación entra a la Sociedad Honoraria de Historia PHI ALPHA TRETA.
1958·59 Forma parte del Comité consultivo de la Comi. sión de Instrucción de la Cámara de Representantes de Puerto Rico, en calidad de miembro del Subcomité de Descentralización del Sistema Escolar; como ponente del Sub-comité de Filosofía Educativa de Puerto Rico y como Presidente del Sub·comité sobre Enseñanza de Nivel Universitario.
1959 Cofuhdador del Movimiento Pro Independencia y Director General del mismo durante diez años.
1960 Viaja a Cuba para la celebración del 26 de julio, triunfo de .la Revolución de ese país, con la conmemoración del asalto al Moneada.
1961 Hace un corto viaje a Venezuela y Ecuador en misión política del Movimiento Pro Independencia. Impulsa y orienta al Profesor Ramón Meléndez en la fundación de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios. En la-celebración del septuagésimo aniversario de Don Pedro Albizu Campos dicta en el Ateneo Puertorriqueño la conferencia:
Don Pedro Albizu Campos: voz de lo auténtico.
1964 Viaja a Guyana en calidad de External Examiner de la Universidad de Guyana. Visita, a invitación suya, al entonces ·Primer Ministro Cheddi Jagan. Continúa la colaboración con la Universidad de ese país desde Puerto Rico durante el 1965.
1967 Viaja a Japón como Delegado del Movimiento Pro Independencia a la conmemoración del ataque contra Hiroshima y Nagasaki. En calidad de porta· voz del grupo de los delegados hispanoamericanos se le selecciona para hablar a la Asamblea que se congrega en Tokio: Décimotercera conferencia Mundial del Congreso Japonés -Gensuikyo- contra las bombas atómicas y de hidrógeno.
1969 Se presenta en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico la tesis de Luis Zayas Micheli: Francisco Manrique Cabrera y la Generación del Treinta. (Permanece todavía inédita). 1971
Gestiona muy activamente la unidad entre el Movimiento Pro Independencia y el Partido Independentista Puertorriqueño procurando el acercamiento entre sus líderes para lograr la unidad de todos los independentistas que culmina en la Marcha frente a la Conferencia de Gobernadores Estatales de Estados Unidos. 1972-73
Corresponden a estos años los ensayos: Contornos encuadrantes de La Charca y Hostos: vivir peregrinante en confesión.
1974 Llega a la edad de jubilarse de su trabajo como Profesor después de casi cuarenta años y lo hace "sin júbilo", según sus palabras. Recibe el título de Profesor Emeritus de la Universidad de Puerto Rico. En la Fiesta de la Lengua de ese año en Estudios Hispánicos, el 'Profesor José Emilio González lee su ensayo: Poesia y lengua en la obra de Francisco Manrique Cabrera que luego ampliará para publicarlo en 1976. 1975
Asiste a la Asamblea en que un grupo de intelectuales y activos colaboradores -como él- se separan del Ateneo Puertorriqueño al ver coartada la libertad de expresión. Mientras tanto sigue ahondando en la lectura y estudio de nuestro patriciado. En enero escribe Hostos ... presente ahora para el periódico Claridad y en la inauguración de la Sala de Hostos en la Biblioteca General de Puerto Rico por encomienda del Sr. Adolfo de Hostos lee su en-
sayo Semblantes de una Semblanza aparecido luego en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1976, no. 70 yen la Revista Educación en 1977.
1976 En la Fiesta de la Lengua -23 de abril- en la Universidad de Puerto Rico da la conferencia central sobre el tema seleccionado ese año y que él tituló: Décima y pueblo, un fervor puertorriqueño. El 30 del mis. o mes participa en la conmemora· ción con que el grupo de ateneístas auténticos separados celebra el centenario del Ateneo Puertorriqueño y dicta la conferencia Cultura y Politica.
1977 Va en el mes de enero a Cuba a participar como Jurado del concurso Casa de las Américas. Reclama en la sesión de apertura un lugar para plantear el caso de Puerto Rico, ahora más urgente, pues acaba de recibirse la noticia de que el Presidente Ford de Estados Unidos manifiesta su disposición a ofrecer la Estadidad para Puerto Rico. Se recibe la solicitud con una aclamación por la Asamblea y en el Encuentro De Escritores abre la consideración del caso de Puerto Rico con una síntesis histórica del dominio de Estados Unidos en el país y con el planteamiento de cómo la Estadidad significará la disolución de nuestra existencia como pueblo. Lo secundan con intervenciones adicionales complementarias los dos puertorriqueños del Jurado: José Emilio González y Roberto Márquez. Colabora en la fundación de la Casa de la Cultura por el grupo de miembros separados del Ateneo Puertorriqueño. Dicta una conferencia en el Colegio de Abogados sobre Tapia: promotor de la cultura puertorriqueña en ocasión del sesquicentenario de su nacimiento. En diciembre, Juan Antonio Rodríguez Pagán presenta en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico su tesis doctoral: Federico García Larca y la lírica puertorriqueña del siglo veinte, en la que el capítulo VI se titula: Los romances de Rumbo en Flor (1933) de Francisco Manrique Cabrera. 1978
Al atardecer del 15 de junio se cerró su vida de lucha y dedicación vehemente y total a los ideales en los cuales creyó con la enorme potencia de su espíritu: la formación de la juventud como promesa de un futuro mejor y la independencia de su Pa. tria que no llegó a ver.
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Poemas de F. Manrique Cabrera
Viento tirador*
Verdinegro al norte aislando Canagüeya claridad. Careos de. luna rubia sobre los bucles del mar. Viento 3 Y 10 resecas. Plúmbeos rizos sin metal. Echemos el viento al agU4 que le lleva la picd, y aunque le t' !te rocio tiene intenció 1 criminal. Aguzadle mi ,'ompadre las espuelas a la mar. Voy cinco a tres. Si me escuchan doy cuatro gavelas más. Dos luceros a una estrella siete lunas a cristal. La valla juega sin tino
el papel de inmensidad. Torrentes bajan de gritos por el llano matinal, y apuestas cruzan las rocas contra los pechos del mar. La niña lleva color
de carmesí sin final porque. el coliblanco viento, sin rocío ni piedad, hunde sus espuelas blancas largas, curvas, sin cesar, en los costados y entrañas de la llanura del mar.
Del libro Rumbo en flor. (1933-34)
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Careo venga careo que la sangre viene y va. Las aguas sangran espumas, los vientos inm~nsidad. Una que el agua no pica. Dos que no puede picar. La mar al ver las estrellas recibe un tiro mortal, y el viento aguza canciones sobre la presa del mar. Viva quien tuviere vida si la encontrase al azar, o no topase en su ruta mi viento gallo taisdn.
Caña*
Planta que al sol anuncias ramilletes de verdes, largos, como machetes pardos, sonrientes, que nunca sacian de morder tu dulzor. A veces -cuando débilte yergues firme desafiando alturas y quintales de aire, con machetudas hojas avangadas. Otras, con lzartazgo de dulces, prefieres ir atropellando sombras vergonzosa de exhibir a los aires cálidos de mis trópicos tus formas ya demasiado densas, propias de lWtitud. Tus raíces saben el yacimiento de la dulzura íntima de ésta mi tierra tierra que tanto empapa de cantar mi sangre.
'r
Tus raíces, artistas de. "ulce. obreras sin relevo por lo~ sil;!~, conocen toda la amargura que a mi tierra le cuesta tu dulzor. Ellas van escrupulosamente escuchando el consejo de las rocas, las aguas y los barros, que todos con los labios de mi tierra tierra, enuncian dulzor puro y melodías melosas que se llevan los mares a otras tierras. Tus hojas, con sus labios de verdes numerosos, están siempre dispuestas Del libro Poemas de mi tierra tierra. (1936)
al apre.tón constante, caluroso y solemne de la boca del sol. ¡Caña, planta que al aire anuncias ramilletes de verdes, largos, como machetes pardos, sonrientes, que nunca sacian de morder tus tallos! Tú sabes lo que te canta el negro empapado en martirios y pelusas, cuando deja gotear pesadamente la monotonía sensual de su caño tumbá para hacendaD; caña pará tumba hacendao.
Conoces lo que le dice el jíbaro a tus troncos con su doliente ¡Ay 10 le 10 le 10 lá! que rezuma 1tambre, pena y miseria, atadas por los siglos a tus tallos. ¡Ah, cantares sangrantes que sudan dolor de esclavitud y ansias de libertad en la planicie! Sudores que se llevan con tu dulzor los mares a otras tierras. Caña, Caña, Caña, planta dulce y amarga. Escucha: yo mismo no soy sino un nudillo tuyo tronchado al sol por el machete agrio de unas penas y de la explotación. ¡Caña, planta que al aire anuncias ramilletes de dulces que a la tierra le hurtas, y a mi tierra devuelves ramilletes de amargos!
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y ellos esperan* A la sombra del agua, bajo un ritmo de sol, y foetazos de viento, ellos esperan apretadamente. En sus ojos mil nubes parduscas, que han llovido, que llueven, que barruntan, aguaceros amargos de angustias. y ellos esperan apretadamente. Ved las caras, rubias, verde mates, blanco-e.spumas, mulatas, o viudas, enhebradas con el hilo tan mohoso del dolor. ¿Caras? No, laderas que han palpado las más tibias, las más súbitas y crudas cataratas. Pies aquellos por los siglos cara a cara con los barros, con el fango, y c.on las piedras, en cuyas duras aulas se. han graduado del llanto cristal de los arroyos, de la ternura sucia del pantano, y de la intemperie recia de las rocas. Pies que un dla volcardn cuerpo social arriba un idioma investido de piedra. y ellos esperan apretadamente. Del libro Huella-Sombra y Cantar. (1943)
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Cuerpos por hedor y harapos cobijados, que han visto hurtar su sangre, y marchar trozos de sus entrañas, ahora se ven'morir así apretadamente a plazos tan incómodos. Interminable fila que se pierde por todas las aceras y dolores de todos los países. Cola plurifurcada cuyo final inútilmente acecho por los camastros paupérrimos e inmundos, y por mendrugos de los barrios bajos, donde Miss Higiene al uso -burguesa niña bienjamás ha penetrado. Cola que se agazapa al infinito por la piel de los negros socialmente amordazada, tan sólo, porque el sol -amo del trópicograbó en su alma todas las selias digitales de la más vertical de sus miradas. Final sin fin de fila que se alwyenta embarazosamente por la ambarina palidez del jíbaro pluscuamamargo, donde sació sus garras la miseria, y estampó su suite verde-lomera nuestra tierra. Todos, a la sombra del agua, bajo un ritmo de sol, y foetzos de viento, allí esperan apretadamente enhebrados con el hilo tan mohoso del dolor.
Pero un día de 'cercanas y archiverdes auroras,sabroso a sangre fuerte, volcarán su maduro apretón contra los viejos aires. Se hará añicos el canto 'de las viejas alondras y una risotada de cristal percalina triturará a sangre y fuerza el merengue de las risas antiguas. Entonces un sol de rojo denso violará las lomas del levante, y una canción triunfal verá la luz por los dientes de los arroyuelos. y esto sueñan a la sombra del agua, bajo un ritmo de sol, con los bíceps rugiendo, los que esperan apretadamente enhebrados con eJ hilo tan mohoso del dolor.
Mi verso*
Donde mi verso pone eJ puño nacen montañas con sus ríos y pájaros; cantan quebradas, con sus piedras y charcos; cielo y sol se aproximan vegetalizando hasta el sueño profundo de los arados. Cuando mi verso avanza voz a caballo, el paisaje se duele de ser tan claro. Si mi verso en el baile mata el quinqué -¡ay lo lé!mueren todos los gritos, no hay para quien. Cuando mi verso salte ventana afuera pensará la montaña se ha hundido por el aire mi tierra tierra.
Del libro Poemas de mi tierra tierra. (1936)
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A1go*
Cuando ya era ceni,as la sangre del Gran Cristo y un charco de dolor imploraba hasta olvidos,· cuando sólo la tierra guarecia las ldgrimas, y en el amor caído las hienas dentellean y hasta fraternas voces madrugaban puñales; cuando el mar se hace braz.os , y caminos que zarpan, cuando al salle golpean rubores escarlata porque el escarnio inflama, porque inundan los llantos; cuando la libertad regresa malherida, bajo arresto, en cadenas, ciñendo soledades; en fin, cuando el telón se cierne con su sangriento Amén; Algo, como fulgor final, de los escombros brota, algo desde la entraña viva del cu:oso fulmina la inmensa flor del Grito, algo que es alguien, ya crecido a cumbre o llama, que se yergue en bandera, y ondea coraz.ón guerrillero a flotar por los tenaces montes del siempre de su pueblo. Algo que siembra y siembra esta flor ya fulgor: Parrilla no se rinde ¡No -se rinde- Parrilla·Puerto Rico!
* Escrito para conmemorar el Grito de Lares y publicado en Claridad, el 20 de septiembre de 1970. 10
El negro en la literatura española de ayer Por F. MANRIQUE CABRERA
T A PRESENCIA DEL NEGRO COMO CRIATURA POáTICA EN Lla literatura española de su ayer frondoso plantea cuestiones vírgenes para cualquier investigador de cepa. La primera es eso, su pura presencia, que nos lleva a preguntamos si en realidad es la española la única entre las grandes literaturas nacionales europeas que incorpora tal personaje en tan variada y rica gama de elaboración y en un desarrollo orgánico claro y consistente que arranca desde 5US primitivos hasta su agotamiento en el siglo XVIII pasando por su momento cumbre en los tiempos de Oro. Sospechamos que ese 'Sea el caso pero no tenemos la información debida respecto a las demás literaturas nacionales. La segunda cuestión que invita a reflexionar el caso es la multitud de proyecciones y sugerencias que el negro como hecho literario del ayer español nos ofrece y plantea en tanto: (a) su propia diversidad temática y (b) el clima espiritul de la cultura de aquella sociedad que le dio apoyo. Cumple ante todo advertir que el ingreso del negro en la literatura española no es cosa de UD ca· pricho literario que se importa. No es moda qu~ se incorpora para estarse al día. Es dictamen riguroso de una realidad social, cuestión nunca ad· vertida que sepamos.* Esta afirmación sobre la realidad social española del ayer como progenitora del negro literario forzosamente nos obliga a unas consideraciones necesarias. ¿Desde cuándo hay negros en España? Averigüe. 10 Vargas. Sabemos sí que la Peninsula Ibérica ha \Sido desde tiempo inmemorial y como ninguna otra • Cotarelo cotejando la Comedia de los Engañados de Lope de Rueda con su fuente Gl'Ingannatti italiana, advierte que la negra que aquella incorpora, es creación del Batihoja. Hecho elocuente.
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parte de Europa, tierra de continuo anclaje, tra· siego y choques de pueblos de las más opuestas procedencias desde muy remoto en épocas históricas. La Conquista Arabe trajo considerable copia de negros a suelo español. Abderramán III (siglo x) tenía esclavos blancos y negros :para el gobierno interior de su ·palacio. Un guerrero negro hiere a Alfonso VI de Castilla en la batalla de Sagrajas. Ortiz Zúñiga, analista de Sevilla (siglo XVII) hablando de la Baja Edad Media nos dice del frecuente comercio entre los puertos de Andalucía y Africa de donde se traía negros esclavos, comercio éste que pasó a los portugueses, pero que se recupera en tiempos de Enrique III (1397·1407). A nivel de estos tiempos, amanecer del siglo xv, según el analista había ya considerable número de negros en Sevilla La trata se recrudece según avanza el siglo xv. Son varios los autores y analistas de otras ciudades, Granada por ejemplo, que comprueban la existencia de considerable población negra en ciu· dades españolas a nivel del siglo xv. Tanto así que se hizo necesario ordenanzas especiales para aten· der ese hecho social. Ej.: la designación de un Ma· yoral que entendiese en todo lo relativo a fiestas, rencillas, justicias, y ser juez de "negros loros, li· bres e captivos". El más notable de esos mayorales parece 'haber sido uno de nombre Juan de Valladolid a quien el monarca consideró "de linaje noble entre dichos negros", "conde de negros". Subrayo: (1) que aquí se trata de negros libres y esclavos y no de esclavos solamente en materia de población;(2) que es un hecho circunscrito a las ciudades y (3) que hablamos de tiempos muy anteriores al descubrimiento de América. Hay incluso noticias de una cofradía de negros bajo la advocación de San Jaime fundada por neo gros cristianos en la ciudad de Barcelona en 1455, hecho que comprueba el número crecido de negros también en la ciudad condal en tal fecha. Así se explica cómo Ludwig Pfandl después de hablarnos de otras clases sociales del Siglo de Oro, añada que moriscos, gitanos y negros completaban el cua~ro animado y pintoresco de la sociedad española de entonces. Hemos subrayado la existencia de negros libres entre la población de la España que nos ocupa perque siempre se tiende a concebir la presencia de negros en términos exclusivos de esclavitud y éste no es el caso. Más aún, conviene indicar que la esclavitud como institución de viejo arraigo grecorromano se hallaba ya en franca decadencia según la tradición jurídica imperante (Las Partidas) durante la última ,Edad Media española. Renace ahora -si· glo xv- revestida de caracteres nuevos y embocada hacia la trata negrera. Y esto atañe a España antes del descubrimiento de América, porque la esclavitud negra en suelo hispano tiene rasgos y cumple funciones distintas a los que luego le impondrá la explotación colonial. En la Península tendrá carácter
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personal no real -cultivar tierras, etc. El negroel tenerlo -será incluso una especie de lujo, algo así como un "status symbol". Pero no debe perderse de vista que además de esclavos los 'había libres y que todos constituían una especie de minoría que si bien no modificaba mucho étnicamente la sociedad, dejaba sentir su presencia y se le tiene harto en cuenta. (Nos referiremos más adelante a los Negros egregios.) Tanto que todo aparte, un poderoso sector de la opinión pensante combatió a fondo y por razón de principios la neo-emergente esclavitud negra.* Ahora bien, cabe señalar algún apunte sobre las relaciones que dentro de ese ambiente social se ad· vierten respecto a los negros. (1) Se cree que su color se debe al clima de su procedencia o a la maldición de Noé a su nieto Canaam. Se les Bama también morenos, prietos, etiopes; también epítetos: grajos, etc... (2) El mismo negro concibe su color como agravio, ignominia, aunque no siempre. (3) Ciertos textos nos revelan trato humano de alto nivel, pero en otros se evidencian crueldades en ese trato. (4) Según testimonios hay relaciones amorosas entre blancos y negros. (5) Aparte de sus propias fiestas (que administra el mayoral) se les incorpora, como número, para darle colorido a fiestas notorias y solemnes como visitas de monarcas, etc... Al efecto se les reconocen sus capacidades artísticas. Salas Barbadillo dirá: Son gentes que a puntapiés a la primavera mandan.
De otra parte cuando el color iba respaldado por la virtud o el talento pasaba a plano muy secundario. Así el Juan de Austria de la comedia de Enciso dice del negro Juan Latino: Que no es negro Juan Latino sino hombre a quien ha dado el sol mds recio que a otros por mirar tanto sus rayos.
NEGROS EGREGIOS. De hecho F. Bermúdez Pedraza en su obra Antigüedad y excelencia de Granada, Madrid, 1608, cap. XXXIII, nos habla de varios negros egregios que blasonaba Granada: Fray Cristóbal de Meneses de la Orden de Santo Domingo, amigo y compañero de mesa de Don Juan de Austria; el Licenciado Ortiz, abogado de la Cancillería; el gran Juan Latino, segundo sólo a Nebrija como latinista en España, quien vino de Berbería niño con su madre esclava y se crió en casa de la Duquesa de Terranova, viuda del Gran Capitán, con la doctrina de su hijo el Duque de Cesa a quien aventajó en el aprendizaje. Casó con mujer prin• Así las obras de teólogos y juristas españoles como Domingo de SolO, Fray T. Mercado, Luis de Molina, Alfonso de Sandoval y otros.
cipalísima: Doña Ana de Carlobal de quien tuvo descendencia -dos hijas. Hay una comedia y un estudio moderno sobre su vida. Andrés de Claramonte dramatizó la vida de un negro famoso en hechos de armas: El valiente negro en Flandes. Juan de Mérida. Obra ésta de Claramonte que dice ser fiel a la biografía. Es objeto de exaltación poé. tica en muchas obras la vida del negro San Benito de Palermo. Lope de Vega en La Dragontea nos habla de dos célebres negros: Don Luis de Mozam· bique y Lope de Lalonga. De modo que aunque en el ambiente social se advierte buen volumen de prejuicios, éstos cargan más ·hacia lo social que hacia lo racial propiamente dicho. Baste decir que muoho más humillante que el color, todos los textos afirman, es la condición de ser esclavos. El valiente negro de Claramonte dice:
Pues aunque negro soy yo no lu~ sido esclavo miente el mismo sol si 10 imagina.
y
Al Rosambuco de Mira de Amescua, cuando quiere entrar al convento
Negóselo el guardidn por esclavo no por negro. Doña Ana de Carlobal, amada de Juan Latino, dice de sus amores
Mdtalos ser vos esclavo que aquesto lo apaga todo. El mismo Juan Latino, que quiere hacer oposiciones -que luego hace y obtuvo-
Alegar que soy negro es gran malicia que los negros son nobles, ser esclavo es lo que me ha de impedir a mi justicia. Incluso la nobleza de sangre en su origen le era reconocida a los negros como fue el caso de Juan de Valladolid. Esto era el ambiente social que cobijaba ese sector minoritario de la sociedad española de aquella época: ambiguo, contradictorio, pero en modo alguno cerrado. Y esta es también la realidad social que explica la presencia del negro como criatura poética en la España de literada del ayer. Veamos grosso modo algunos breves trazos de su vastísima configuración. Lo primero que capta nuestra atención recién abordamos los temas negros del ayer literario de España es la expresión hablada que se adjudica a estos sujetos, sobre todo en el teatro. De hecho ·hay una "lengua de negros", apenas mentada para no decir estudiada, al igual que el vizcaíno, el sayagués, la de moriscos, etc. Ya se observa en Gil Vicente, quien en Fragoa d'amor presenta un negro cantando "na lingua de sua terra" especie de portugués desfigurado. Que-
vedo con su característica zumba satírica dice "si escribes comedias y eres poeta sabrás guineo volviendo la rr en 11 y al contrario: Flansico, plimo". Modernamente Menéndez y Pelayo atribuye equivocadamente esa "media lengua de negros" a Feliciano de Silva en La Segunda Celestina. Luego al referirse a Lope en el Santo Negro Rosambuco habla de su media lengua y palabras estropeadas de la negra que allí interviene. López Prudencia la llama "galimatías" y "jerga inextricable" y "monserga". Lo mismo Cotarelo, Montesinos, Dámaso Alonso. En general se la repudia porque entorpece la comprensión de los textos. Pero... nosotros advertimos que los poetas lo hacían justamente para alcanzar tipismo y comicidad y por ello se usa en boca de negros de papeles secundarios o cómicos. Nunca cuando el negro ocupa posición de alta jerarquía dramática. De otra parte, los trabajos de Rodolfo Lenz sobre el papiamento nos parecen indicar que detrás de todos los convencionalismos y exageraciones de dicha "lengua" se esconden interesantes fenómenos lingüístico-psicológicos de entraña africana. La historia literaria de los temas negros del ayer nos penni ten señalar los siguientes períodos: 1) Desde los orígenes hasta Lope de Vega; 11) Desde Lope de Vega hasta fines del siglo XVII; 111) El siglo XVIII que cierra nuestra investigación. PRIMER PERIODO. Irrumpe el rey mago negro del Auto de los Reyes Magos. Hoy se tiende a peno sarlo traducción francesa. Dos tragicomedias de Gil Vicente (1465-1539) -Fragoa d'amor y Nao d'amores-, una farsa -O Clérigo da Beira- y la comedia Floresta de Engaños- registran negros en sus respectivos repartos. En su Fragoa un negro pide a Júpiter que lo cambie, pero la fragua no opera en su fabla guinea. Este mismo negro se enamora nada menos que de la diosa Venus. Los negros vicentinos embriona· riamente prefiguran tipos que luego se desarrollarán: negro cabaJJero, el gracioso, el hablador, el ladrón, etc. Diego Sánchez de Badajoz (¿1479?-1542) recoge en su Farsa de la Hechicera el tipo de negra enamorada, figura de gran donaire que repite. Tiene otras de gran simpatía y candorosa ingenuidad. FeJiciano de Silva (¿1492?-1560), en sus personajes negros, Boruca y Zambrán, nos da un par de esclavos enamorados cuyas breves intervenciones propenden a realizar sus deseos. Jaime de Güete en su Comedia Tesoril1a tiene una negra que ofrece "bufitones". Lope de Rueda (¿1510?-¿1565?) admiraba a Cervantes por sus negras con excelentes recursos cómi· coso Tienen obsesiones -una de ellas la de casarse, embellecerse y son vanidosas y presuntuosas de postín-. Una -Guiomar- manifiesta una nota senti· mental cuando recuerda a su hijo que se halla en "la India de San Juan de Punto Rico" quien le ha 13
escrito una carta "a que la ringlonsito tan fresco como una flor de aquele campo". (Primera y una de las muy pocas veces que el nombre de Puerto Rico aparece por aquellos mundos literarios.) . Muy distinta de estos negros primitivos cargados de frescura gracia y hasta de inocencia en su comi· cidad es la función de Zayde, el padrastro del Laza· rillo. De él nos habla Lázaro como para decirnos ..mirad quien era mi madre, la manceba de. un es· clavo negro" que viene a añadir una gota más de negación a la progenitora del famoso picara. No se relaciona con los demás negros que siguen posteriormente. SEGUNDO PERIODO. Con Lope de Vega el tema llega a sus más altas realizaciones. Con El Santo Negro Rosambuco, según Valbuena Prat, la armonía entre lo cómico y lo serio está lograda. Es Lape quien saca al negro de mero personaje secundario o episódico para colocarlo en el eje central de su realización dramática. Hasta aquí el negro es figura de donaire, tipo colectivo que representa su raza o estado dentro de la obra. Es decir, mantiene cierta unidad funcional. A partir de ahora dos direcciones aparecen. (1) Asomará un gran desfile de negros caballeros que serán ejes de intrigas y (2) otro contingente de negros fieles a la vieja tradición cómica o de donaire, dife· rentes, claro está, a otras .figuras del mismo arraigo. A veces concurren en una sola obra' ambos tipos de negros. También hay otra nueva derivación que afecta a los temas negros. A partir de este instante, aparecen, a fuerza de diferenciarse, diversos géneros dramáticos, sobre todo menores, por los cuales se filtran los negros. Tales son las mojigangas, loas, entremeses, autos, bailes, etc. En obra más detallada, hasta ahora inédita, de la que este trabajo es un estracto sintético, he rea· lizado a los fines de claridad una ordenación de obras y autores desde 'Lape hasta fines del siglo XVII. En otro capítulo dedicado al estudio· del tema y géneros en el siglo XVIII, se acompaña otra clasificación en el mismo sentido. Obras en que el negro es héroe, o tipo caballeresco, salvo el color y el tipo de forcejeo en la intriga que su condición le impone, en nada se diferencia de otros héroes; tienen las mismas preocupaciones culturales. Así junto a un estilo elevado, alta estima del valor personal, tienen el concepto galante del amor cortés y refinado, responden a la preocupación del honor clásicamente concebido, sienten el reclamo de la fama, de la religiosidad y de la realeza. Hay distintos tipos de comedias en que intervienen negros caballeros, según el asunto: (1) come· dias cuya intriga gira alrededor de un negro pirata que al hacerse cristiano abandona su pasado y se hace fervoroso devoto, alcanzando alguna vez la santidad; (2) comedias en que un negro humilde,
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gracias a esfuerzos, s~pera su condición y puede realizar sus nobles aspiraciones; (3) comedias cuyos protagonistas son monarcas y cortesanos negros; (4) comedias en que un negro deshonra a su amo engañando a su mujer; (5) comedias en que el negro no es sino un blanco disfrazado para esclarecer dudas de honor. Cuando el negro aparece en obras menores y en papeles secundarios, en esta función ofrece un panorama más complejo que el negro héroe. Es papel pintoresco-decorativo, nunca de intensidad dramática. En el mayor número de los casos, o no se in· dica estado social o es esclavo. Por excepción .podrá tener posición destacada socialmente, pero su inter· vención episódica y muy fugaz lo coloca en secundario. De modo que hay aquí todavía reminiscencia del negro caballero, sólo que se encama en personaje de segundo orden. Claro que la expresión "pulida" en boca de un negro menor resulta cómica. En esta función encontramos: (1) el negro del Nacimiento en que la creación del tipo es producto de la ·fantasía popular. Se habla en el Evangelio de tres reyes, pero la coloración negra se la dio el pue· blo. Abunda este tipo y encarna o recuerda el negro colectivo o representativo de una raza. En su papel cantan y celebran. (2) El negro como tipo costumbrista aparece casi siempre en novelas: Cervantes intercala un negro y una negra en el Coloquio de los perros y otro en El celoso extremeño; Baltasar Mateo Velázquez en El filósofo de la aldea tiene dos negras esclavas pa· sivas; Mariana de Carabajal en La industria vence desde.nes tiene una negra que baila un "baile mandinga a lo negro" con un caballero. (3) En el negro gracioso está la verdadera entraña de "lo negro" en la literatura española de ayer. La decimos, en tanto aportación. Los negros caballeros eran unos "héroes" más. Quizás aporten el heroismo peculiar del triunfo a pesar del color. El fuerte de la flora negra es el negro secundario, y dentro de este grupo el gracioso. Tiene indudables puntos de contactos con otras diguras de donaire, pues es ingenuo y elemental. A veces coincide con el bobo. Otras por su peculiar expresión con ciertos tipos como el vizcaíno, el melindroso, el rústico, el morisco, etc. Tal parece que en este orden el negro por ser el más exótico resultaba el más gracioso. Pero además tenía sus cantos y bailes que recibían soberana aceptación. A diferencia del gracioso propiamente su comicidad es casi siempre involuntaria. Su donaire nace en el afuera de lo que hace o dice. Existen distintos tipos del negro gracioso: (a) el negro hablador cuya comicidad nace de su obsesión por hablar. Lo prefigura Gil Vicente en Nao d'amores cuando el fraile protesta "este negro chirla mais/que salmonete en figueira". Definitivamente cristaliza en entremeses como El negrito hablador de Quiñones de Benavente y otros; (b) el negro como caricatura del caballero tiene su antecedente
en las pretensiones señoriles de las encantadoras negras de Lope de Rueda. En El Valiente negro en Flandes de Claramonte hay escenas en que Antón contrapuntea cómicamente al negro caballero Juan de Mérida; (c) el negro ingenioso y apicarado tiene puntos de contacto con el gracioso en tanto comi· cidad voluntaria. Sus dichos provocan risa por su contenido no por su forma de expresión. Recuérdese el Antonillo de Los nadadores de Sevilla que gana sin saber nadar aterrorizando a su rival con mentidas hazañas. Este es el que vendía maní tus· taro en 'uma por las calles con una guitarrilla; (d) el negro fingido se propaga desde Gil Vicente en Floresta de Engaños hasta el entremés Los negros de Santo Tomé que son ladrones disfrazados; (e) los negros pintorescos son en general bailarines y cantaores; (f) hay un caso independiente en Tirso, de la negra antropófaga que luego se enamora. Por su variedad y riqueza el aporte negro en esta esfera nos resulta de indudable rango. Aparte de que por la llaneza de este papel se le permite ser más auténtico en su expresión artística. TERCER PERIODO. Ya a mediados del siglo XVIII casi se extinguen los últimos hálitos de vitalidad que los temas negros traian del siglo anterior. Su debilitamiento empieza a mediados del XVII. Coincide este apocamiento con el fenómeno general de la decadencia de las letras hispánicas. Sigue la misma curva de desarrollo. El negro caballero pierde favor y pocas obras lo recuerdan. El secundario se hace demasiado convencional. Muy al ·final surge el negro melodramático que ha de encamar la naciente lucha pro-abolicionista. Reiterar tipos no aporta novedades de relieve. BAILES Y CANTOS. No abundan los testimonios documentales de contenido folklórico que nos permitan hoy sondear hasta donde caló el aporte negro en esa esfera del pueblo español. Sabemos sí que a pesar del número relativamente limitado de negros frente a los restantes núcleos que constituían la sociedad, sus cantos y sobre todo sus bailes se popularizaron y quedaron incorporados en suelo peninsular. Frente a esta limitación en materia del folklore, encontramos trabajos valiosos que registran la elaboración literaria que tuvieron tales manifestaciones artísticas de alma negra en suelo español. Es y siempre ha sido reconocida la disposición natural que la raza negra tiene para el baile, hecho reconocido desde los autores primitivos. En dos de las farsas de Sánohez de Badajoz hay negros que quieren bailar: en la Farsa de Moysen y en la de la Ven· tera. En llegando a Lope de Vega rompe la canción y el baile. Igual en Simón Aguado en su citado en· tremés de negros, así como Quiñones de Benavente y otros. Suárez de Deza en su Mojiganga del Mundi
Nuevo saca dos negros y dos negras que después de bailar, cantan: Y gun, gun, guf y gun, gun, guá. Este estribillo que aparece por primera vez en GÓn· gora, también lo encontramos en una plena puertorriqueña -Buohipluma-, bailable nuestro con sangre negra. También es parecido en lo que a sonido toca a uno de los motivos de la bellísima queja negra "Saint Louis Blues". Los ejemplos pueden multiplicarse incluso a nivel. del siglo XVIII y son muchos los nombres de bailes que se registran: gui. neo, zarambeque, zarabanda, gurujú, cumbé, para· cumbé... CANTARES. ~Lo lírico). Si de los bailes hay noticias que fueran a formar dentro del folklore, no así de los cantares. El cantar puede aparecer junto al -baile o independiente de él. Desde los primitivos negros vicentinos o de Sánohez de Badajoz, lo mismo que de ·Lope de Rueda encontramos villancicos y otros cantos castellanos deformados. Con Lope de Vega y sus coetáneos, el cantar se encamina hacia la caracterización racial y psicológica. Tendremos: (1) de bodas y amoríos de negros; (2) religiosos y (3) varios. De los primeros, uno de los mejores es Los negros de Simón Aguado. AlU hay -movimientos rápidos y monótonos, alegría bulliciosa, infantilidad, primitivismo, monótono ritmo de tam tam y por si fuera poco alusiones a tierras negras ya lejanas -Tombuctú, Santo Tomé. Encontramos lo mismo en el entremés anónimo Los negros de Santo Tomé. MagJÚfica es la canción-danza en El capelldn de la Virgen de Lope. La aspiración lopesca de aprisionar el alma negra en un cantar se logró en La limpieza no manchada- "De culebra que pensamo", donde se cuaja la risa franca, infantil, alegre y burlona en los negros que ven imposible que la serpiente muerda los pies de la Virgen María. Hay también ritmos agudos, alusiones a tierras negras, movimiento, estribillo monótono. Los del tercer grupo -va· rios- en general son muy inferiores salvo alguna excepción como el baile entremesado de Francisco de Avellaneda que titula Los negros donde encono tramos el estribillo Gurumbé, gurumbé, gurumbé,
que tace nubrado y quiele llové. Reflexión final sobre el tema: •••en la elaboración del presente trabajo se advertoirán aunque sea muy de 'Pasada otros problemas no iPUI"arnente ~'Í·terarios que la misma naturaleza de la investigación se ha visto forza. da a rozaT. Confieso que mi modo de ver y enjwciar hoy muohos de esos problemas colaterales ha .variado un 1allto de ·10 que entonces. Por ejemplo, hoy '00 parece 1an seguro y fácil separar ,tajantemente ao ·racial y lo social sin más. Como también me apresuro a recordar que en la vigorosa universidad española de los treinta todavía
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flotaba muy en vivo la indignación nacional frente a 'las difundidas desmesuras que 'Ia 'Ieyenda negra había propagado mundo afuera. Esta misma indignación, no obstante, por razones obvias se corrió hasta querer generar una contra-leyenda blanca. Quien sabe alguna sombra de ésta puede que asome en las presentes !páginas.-
• Palabras que se extraen de la Advertencia que dejó escrita el autor para preceder la totalidad de la investiga· ción doctoral que pensaba publicar cuando lo postró la
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El horizonte de posibles investigaciones que por este costado se anuncia e.s de sin igual riqueza. y negras voces cantaron también denegridos versos (Quevedo). enfermedad final. Ahora las usamos para llenar el vacío que dejó el manuscritio de las notas que le sirvieron para organizar la conferencia que transcribimos. Indudablemente esta parte la suplía por comentarios orales, como hacía con frecuencia. JFC.
Primeros recuerdos del Maestro Por
P
ARA MEJOR CARACTERIZAR EL SIGNIFICADO OUE TUVO
para nosotros el habernos acercado al maestro Manrique Cabrera, basta con evocar los primeros recuerdos que de él guardamos al iniciarnos como noveles universitarios en el actual recinto de Río P.iedras. Era el 1954, y a pes.ar de que hacía ya cerca de ocho años que la huelga estudiantil de 1947 había sido implacablemente reprimida, todavía flotaba lúgubremente sobre todo el campus aquella "paz de cementerio" tan afín al concepto de "casa de estudios" que preconizaban los administradores de entonces, definición militantemente repudiada y combatida por Manrique en forma mordaz y consecuente. ,En aquel medio ambiente de domesticación, te. mor y apatía se inició nuestra experiencia universitaria. El mundo de idealistas añoranzas que todo joven cultiva y cree venir en contacto cuando al fin arriba a 10 que supone sea el máximo recinto de alta cultura, .pronto se desplomó ante la cruda confrontación de una realidad viciada por la represión y maleada de enajenante superficialidad. Era aquel el perfecto escenario desde donde se pretendía desplegar el fastuoso y ·propagandístico montaje de la glorificación de la gran Cultura Occidental en me· noscabo de la nuestra, a la cual se referían burlona y despectivamente como "la cultura del bacalao frito". De ahí, que cuando en medio de toda aquella barahunda de cínica inautenticidad y autoritarismo oímos el resonar de una voz rotunda y latigante que desenmascaraba implacablemente todo aquel tinglado donde se daban cita las más conspicuas fuerzas negadoras de los valores más autóctonos de la puertorriqueñidad, no pudimos menos que acudir en torno de aquel de cuyos labios emanaba el desafío y el alerta. Y al hacerlo, nos acercamos a Manrique con visibles sentimientos de admiración y respeto. ¿ Quién sería capaz de no recordar aquellas famosas vistas de puro formalismo administrativo que
Jos~ FRANCISCO ORLANDO
anualmente celebraba el Consejo Superior de Enseñanza antes de 1955, diz que para el que tuviera algo que decir o de qué quejarse, así lo hiciera? La solio taria figura de Manrique como único .ponente denunciando demoledoramente los desafueros de la administración universitaria ante un auditorio de sillas vacías, terminó por hacerse estampa clásica. Aunque es de justicia señalar que en más de una ocasión el profesor Ricardo Alegría: estuvo presente como único y digno oyente. Así de profundo había calado el miedo implementado desde las altas esferas ·por los llamados prooccidentalistas, a pesar de que publicitariamente fungían como discípulos de Ortega y Gasset, Stuart Mili y Sócrates. Sin ubicar a Manrique dentro del marco de aquella realidad particular por la cual atravesó nuestra universidad, nos resultaría prácticamente imposible señalar el derrotero de sus múltiples y a veces desiguales ba~ tallas en pro de lo puertorriqueño y por la democratización de las estructuras universitarias. Como victorias personales suyas de ese entonces figuran la instauración de la cátedra pennanente de historia de la literatura puertorriqueña y la obligatoriedad de aprobar dicho curso para obtener el grado de bachiller en Estudios Hispánicos, cosa que se logró tras efectuar una larga batalla. Y por último el haber sacado a la luz, cuando más álgida estaba la polémica en torno de si aquí existía o no una cultura nacional, la primera historia de la literatura puertorriqueña. obra que dio definitivo jaque a las malsanas campañas que pretendían negarnos como pueblo todo vestigio de personalidad cultural propia. En el salón de clases lo recordamos por su excelencia sin par en el empeño por transmitirnos los valores más auténticos, artísticos y progresistas d~ la puertorriqueñidad y antillanidad a la cual pertenecemos. Nunca usó la cátedra de tribuna política y aquellos de nosotros que fuimos sus discípulos 17
somos los que mayor fe podemos dar de eI~o. La cátedra para Manrique significaba algo más que eso. Fue un verdadero maestro en todo el sentido abarcador de esa palabra, no tanto por las respuestas que daba a los problemas planteados, sino por las inquietudes e interrogantes que en forma sutilmen· te creadora sembraba en nuestras conciencias. Fuera del salón de clases los estudiantes siempre tuvimos en Manrique un verdadero orientador y amigo cada vez que a él acudíamos en busca de ayuda de toda índole, la cual en muchas ocasiones era de urgencias de orden material. El compañero Juan Angel Silén ya reiató en otra ocasión como durante las épocas de matrícula muchos estudiantes hacían cola frente a su oficina seguros de que por su extrema generosidad, ellos no se quedarían huérfanos de poder continuar sus carreras universitarias. Pero no fueron sólo los estudiantes los únicos que a él se allegaban cuando se les hacía difícil satisfacer las necesidades más perentorias del cotidiano sobrevivir. A él acudían· también los más humildes empleados de planta física: conserjes, jar~ dineros, mensajeros, en busca de la ayuda' oportuna que muchas veces alivió las angustias de una situa· ción apremiante en el seno de más de una modesta familia. Por esas características de su naturaleza fue querido y respetado por muchos al mismo tiempo
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que combatido y atacado, por aquellos que hicieron de la universidad trampolín de lucro y antesala del poder político. Como todo ser profundamente humano, no fue perfecto y él mismo era el primero en admitir que no lo era. También puede que hoy parte de sus ideas nos luzcan superadas y de hecho algunas 10 están. Sin embargo, el privilegio de haber podido entrar en contacto con su persona en las difíciles circunstancias que rodeaban el ambiente universi· tario de entonces, es un bien que siempre apreciaremos conmovidos para toda la vida. Las lecciones de amor a 10 nuestro y de verticalidad a toda prue· ba que de él recibimos, siempre serán válidas en el presente y en todos los tiempos venideros. Para el querido maestro de origen campesino que siempre tuvo como mayor orgullo el evocar su ancestro jíbaro y las humildes y duras jornadas de tra· bajo por las cuales atravesó desde su temprana adolescencia en la ciudad y la montaña, vaya nuestro recuerdo emocionado y perenne. Y como en cierta ocasión, en una de sus tantas frases de profunda humanidad poética, le oímos decir que "a veces se llega con la ausencia", sentimos que maestros y se· res de la calidad de Manrique no desaparecen con la ausencia, sino que crecen como las sombras cuan· do el sol declina.
Despedida al Maestro Cabrera* Por Josl1 FERRER
CANALES
ENGO A ESTE ACTO CON UNA BREVE NOnCIA UTBRARIA
y con un testimonio de discípulo y amigo para V honrar poeta, patriota y Maestro, a doña Jose-al
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fina Freiría, su entrañable compañera, nuestra admirada condiscípula. Rudolf Grossmann en su libro Historia y problemas de Literatura Latinoamericana (edición original alemana de 1969, versión de la Revista de Occidente, 1972), al exponer los "fundamentos del expresionismo", en páginas de análisis sobre el uso de la lengua por poetas de la jerarquía de Borges, Huidobro y Pablo Neruda, hace un comentario y elogio del profesor Dr. Francisco Manrique Cabrera. Subraya las "sorprendentes síntesis de expresión que comprimen en una palabra distintos planos de conciencia", tan característico en Manrique Cabrera. (El crítico Grossmann ejemplifica el proceso a . que se refiere exponiendo: "Así,... en &a siguiente estrofa de Francisco Manrique Cabrera, nacido en 1908, profesor uni· versitario y poeta en Puerto Rico: AlU jadea luego camina - piensa los pasos que lo aplastan y que en golpes de sangre - carne - tierra le hacen cantar - sentir latidos nuevos a luz - vida - esperanza.)
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No es éste, sin embargo, el primer juicio sobre la obra de Manrique Cabrera. Presente tenemos las palabras con que en 1957, la Dra. Margot Arce de Vázquez saludara la aparición de la Historia de la Literatura Puertorriqueña (1956) de nuestro escritor. Después de aludir al entusiasmo, inteligencia, sen· sibilidad y sentido crítico con que Manrique Cabrera aborda el estudio de nuestras letras nacionales, CMicaturtz del Dr. F. MQ1Iri~ Cabrmz por Ton)'.
* (Palabras de duelo, 16 de junio de 1978). 19
proclama la Dra. Arce que esa obra es "un acontecimiento de primera y suma importancia para la cultura de nuestro país" y que con ella su autor HA PRESTADO UN GRAN SERVICIO AL CoNOCIMI,ENTO y JUSTI,PRECIO DE LOS VALoRES ESPIRITUALES -DE NU'ESTRA CULTURA Y HA PUESTO EN MANOS DE LOS ESTUDIQ. SOS UN MANUAL Y UBRO DE CONSULTA QUE RESPONDE AL MAS MODERNO Y EXIGENTE CONC:BPTO DE ESTE TIPO DE OBRA.
y la Dra. Concha Meléndez, a quien "le complace y regocija" ese libro, expresa que nuestro critico "afrontó el difícil trabajo que algunos (habían) dejado en la vaguedad de lo posible". Para nosotros, para mí, todavía en 1978, esa His· toria, por la visión total, abarcadora, arquitectónica del proceso de nuestras letras, aún no ha sido superada. Y esa obra ha debido recibir un laurel extraordinario, un Premio de Honor del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Grato es saber que discípulos y compañeros del distinguido profesor, como Angelina Morfi, Margarita Vázquez de Rivera, Victoria Espinosa, José Juan Beauchamp y otros estudian y penetran en aspectos de nuestra novelística, el teatro, la crítica literaria, la cuentística. Sobre la obra de este poeta, no podemos olvidar el homenaje, rendido por el Dr. Josemilio González, el ensayo sobre Poesía y lengua en Manrique Cabreo ra (1974), leído en la Universidad y en el histórico Ateneo. ¡Justo y hermoso tributo, una de las más hondas satisfacciones espirituales que cosechó en vida nuestro esteta y creador! Mucho antes, en su tesis doctoral, presentada en la Universidad de París en 1967, González había expuesto que Cabrera, en contacto con la creación de García Lorca, Alberti, y Miguel Hemández, redescubre estética y espiritualmente la patria, y que Poemas de mi Tierra - Tierra (1936) "es, sin duda, uno de los mejores libros del neocriollismo puertorriqueño". Es innecesario enumerar aquí a ·todos los que han comentado la obra poética de nuestro compatriota. A la memoria vienen los nombres de María Teresa Babín, Luis O. Zayas Micheli, Elena Ayala, Luis Hernández Aquino, C. Rosa-Nieves, Francisco Matos Paoli, y los doctores José A. Fránquiz y Juan Antonio Rodríguez Pagán. Pero debo mencionar al novelista, crítico y profesor Enrique A. Laguerre quien en una Fiesta de la Lengua, diserta sobre Manrique Cabrera: Adelantado de nuestra cultura y quien saluda en estos 1:érminos: "El niño antiguo de los campos de Moca abraza al niño antiguo de las tierras del Dajaos". Laguerre oportunamente subrayó: "Ningún libro de versos es más representativo de la generación de los treinta que Poemas de mi Tierra - Tierra." Mucho debemos al Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid y al puertorriqueño
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que no perdió su mancha e' plátano y nos dejó otras aportaciones literarias como: Rumbo en flor, Huella· sombra y cantar, una Antología de poesía infantil, ediciones de El Gíbara de Manuel A. Alonso y Los fundamentos de la libertad del humanista cristiano Domingo Marrero Navarro, la investigación inédita, su monografía doctoral El negro en la literatura es· pañola de ayer, las prosas tituladas Colindancias, los artículos Coscorrones publicados en el periódico CLARIDAD, valiosas conferencias y penetrantes ensayos como los dedicados a nuestra narrativa y, concretamente, a Manuel Zeno Gandía. Un título que corresponde a Manrique Cabrera es el de Maestro. Y decir Maestro es remontarse a la imagen que talló Sócrates: la del escultor de al· mas, la del despertador de ideales en el espíritu de la juventud y el pueblo. Sabe nuestro egregio compatriota, como D. José de la Luz y Caballero, que edUC4r es templar el alma para la vida. Es Maestro en el aula y fuera de la cátedra. "Amigo de la Federación de Universitarios Pro In· dependencia", lo llamaba un estudiante de vanguar· dia. Es un defensor de los derechos de los estudian· tes, los obreros y los profesores. Y en famosas y dramáticas reuniones del Claustro, en intervenciones iluminadoras, l~ escuchamos terciar, polemizar con su palabra viva, incisiva, a veces humorística, alada, poética, siempre de altura. Cree en la verdadera autonomía universitaria. Juzga, con el pensador hispánico Joaquín Xirau, que la función universitaria -la reflexión critica sobre la situación y el destino del hombre-, sólo puede realizarse mediante "la convivencia de maestros y alumnos en libre comunidad espiritual", y como ha reiterado nuestra Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios, en una institución regida por normas claras, específicas. Levanta Man· rique Cabrera la imagen de una Universidad de decoro, libertad y cultura, como !él que un día dibujó, para nosotros, D. Fernando de los Ríos. Porque es Maestro alecciona -todo un simbo10-, desde su Cátedra Hostos en el Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad. Alaba en el sabio iberoamerica·no, latinoamericano, nacido en Mayagüez, al "titán", a la "gigantesca personalidad que ha ido aumentando en significación y majestad", al ":Apóstol peregrino". Admira al "hombre completo", su "estatura impar, su vida limpia y su vocación americana". Elogia su actitud solidaria con los humildes y su visión de la patria como "punto de partida", su obra de polígrafo y ensayista de raíces americanas y su Diario. Con Pedro de Alba proclama a Hostos Santo laico. Y destaca al patriota que predicó, como el Mártir de Dos Ríos, la independencia de Cuba y Puerto Rico como etapas previas para la constitución de la Confederación Antillana. (En 1977 Cabrera irá a La Habana, con Josemilio González, como Miembro del Jurado de la prestigiosa Casa de las Américas).
El Maestro a quien despedimos hoy, el abogado de nuestra cultura nacional y nuestra independencia patria, estudia la vida del Maestro de ayer y de siempre -él quiso rescatar las cenizas de Ruiz Belvis en Chile, penetró en el pensamiento de Bolívar y se hermanó al Evangelio vivo, Giner de los Ríos. En Hostos encuentra valores éticos, intelectuales y patrióticos con los cuales, en esta época de barbarie divisionista y de fiereza, época de deterioro moral y de prédica destructora de los fundamentos de nuestra nacionalidad, Manrique Cabrera ilumina a la patria y orienta a la juventud. Ya no veremos cada once de enero, a los pies del monumento a Hostos que se yergue en los jardines de la Universidad, una corona, a veces solitaria como en 1978, fiel ofrenda anual de Manrique Cabrera, a la memoria del libertador y pensador. Pero al pasar junto al grupo escul-tórico creado por Victoria Macho. sentiremos el pensamiento, la presen· cia espiritual de quien se esforzó para que estudiá· sernas y emuláramos al patriota y varón de epopeya moral. Así como se acerca a Hostos y a nuestro Padre, el patriarca y profeta Betances, busca la compañía de José Martí. Propone un Martí integral, "entero, sin más ni menos", sin dobleces. Quiere a quien a sí mismo se describe, en el testamento a D. F. Henríquez y Carvajal, cuando alude a los hombres que son "como los montes" y "sienten con entrañas de nación y humanidad".
Para Manrique Cabrera, Puerto Rico es la parte de "la América amarga --citamos- que más neceo sita de Martí porque perVive aquí en su cabal cru· deza clásica el sistema político de vida archicaduco que frontalmente combatió el Apóstol": la colonia, con sus amarguras y sus injusticias, con su sistema educativo que -dij~, .. no es ni ha sido nunca cosa de Puerto Rico, sino en Puerto Rico". Retorna al tema de la lenguavemácula, portadora de valiosa cultura. Reafirma su certidumbre cívica al expresar: .. Puerto Rico ha tiempo no es menor de edad en cuanto pueblo". Y nos asegura: "Martí nos daría un baño radical de luz y claridades." (Antes de terminar, y, en paréntesis, rindo homenaje fervoroso a doña Pepita Freiría. Así como no puedo concebir al Apóstol de la Paz y de la Libertad de los negros, Martin Luther King, sin su compañera CoreUa Scott King, ni al pensador, patriota y ensayista Juan Marinello sin su PepilIa, doña María Josefa Vidaurreta, tampoco puedo imaginarme a Manrique Cabrera sin doña Josefina Freiría, su amparo moral, refugio y fuente de alegría, su Lazarillo de amor, inteligencia y sensibilidad). Concreción humana de nobles esencias de nuestro pueblo, obrero de la cultura nacional y la independencia, poeta sumergido en las más auténticas tradiciones de la Boriquén, Francisco Man· rique Cabrera se transfiguró en Maestro de nómbre inmarcesible. Así lo reconocen la patria y la juventud.
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El uso de la' terminologia etno-histórica para designar las culturas aborigenes de las Antillas· Por
DESD: bnnuento de las Antdlas, Cristóbal Colón y los
L?S PRIMEROS AÑ~S QUE SIGUIERON AL DESCU.
cronistas coetáneos a la conquista y colonización comenzaron a utilizar vocablos de las lenguas indígenas que los aborígenes usaban para designar a los distintos grupos étnicos que para entonces habitaban las islas. Estos voéablos difundidos en las crónicas y popularizados más tarde por los estudiosos de las culturas antillanas, a veces se han usado para designar culturas distintas a las que correspondían. Es el propio Cristóbal Colón el primero en re. coger y difundir algunos de estos vocablos de los aborígenes antillanos. Poco después sus compañeros del segundo viaje al Nuevo Mundo, Diego Alva. rez Chanca, Guillermo Coma y Miguel Cuneo, a través de las cartas en que describen los incidentes del viaje, contribuyen a diseminar estos vocablos indígenas, usándolos como gentilicios para designar algunos grupos aborígenes. Otra importante fuente para el uso de estos vocablos lo fue el humanista italiano Pedro Mártir de Anglería, quien, aunque nunca visitó América, desde su posición privilegiada en la corte de los Reyes Católicos se mantenía atento a los descubrimientos y exploraciones, leyendo las relaciones e informes que llegaban desde el Nuevo Mundo y entrevistando a los exploradores y colonizadores que regresaban a España. El propio cronista asegura que recibía cartas de Colón, quien lo mantenía al tanto de sus descubrimientos. Los cronistas Fray Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo, quienes convivieron con los aborígenes antillanos cuando aún no había sido desintegrada su cultura, también emplearon en sus escritos los 'Vocablos que los indios anti• Presentado en el Simposio sobre las Culturas Aborfge· nes Antillanas celebrado en Ponce, Puerto Rico en agosto de 1978.
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RICARDO
E. ALBGldA
llanos utilizaban para designar a diferentes grupos culturales. Desde mediados del siglo pasado los estudiosos de las culturas aborígenes antillanas han venido haciendo uso de estos términos etne-históricos para denominar dichas culturas y a veces incluso para identificar sus restos arqueológicos. No siempre, sin embargo, se han empleado, para ello, los vocablos correctos. . Veamos el uso que de eUos han hecho los cronistas así como los estudiosos modernos de las culturas aborígenes. Discutiremos los vocablos emehistóricos dentro de las tres grandes tradiciones . culturales en que hemos agrupado las distintas culo roras aborígenes que poblaron el área antillana. A. La Tradición Cultural Arcaica
Aunque las fuentes etne-históricas habían descrito con bastante claridad la existencia de culturas aborígenes antillana que no practicaban la agricultura y eran nómadas, no fue hasta el año 1921 que las mismas fueron aceptadas mediante la investigación arqueológica. 1 Al informar sobre esta cultura pre-agrícola y pre-cerámica, el doctor Mark Ha· rrington (1921), quien aparentemente desconocía las descripciones hechas cuatro siglos antes por varios cronistas, siguiendo incorrectamente, al Padre Las Casas, dio el nombre de Ciboneyes a estos primitivos pobladores de Cuba. El uso que Harrington hizo del vocablo Ciboney para designar a estos indios pre-agrícolas se ha generalizado en la literatura arqueológica del área. 1. Debemos recordar que Fewkes (1904) habfa postulado la existencia de esta cultura pre-agrfcola en Cuba. Es el cubano Coscullue1a (1918) el primero en describir esta cul· tura pre-cerámica al informar sobre sus excavaciones en Guayabo Blanco, en la ciénaga de Zapata.
1. Ciboney (Siboney). El vocablo aparece usado por el Padre Las Casas (1909: 115), quien, al referirse a los aborígenes de Cuba, nos dice: "...cuando ipasó da geme de esta isla Española, y poco a poco sojuzgó a la de aquella [Cuba], que era una gente simplicísima y mansuentísima: la misma que ,la de ~os lucayos de que aniba... ihabemos hablado y hablaremos placiendo a Dios, adelante: tuviéralos como ¡por esclavos y 11amá· banIos exbuneyes,la penúltima silaba 1uenga, pero ninguna diferencia era entre los hijos y aquéllos que habían sojuzgado." En otra referencia a estos indios, dice Las Casas (1927, 11:452): "...~a mas de 3a gente de que estaba po~ada aquella isla, era pasada y naturcrl dcsta isla Española, puesto que la más antigua y naturai de aquella i91a era como la de Oos 'Lucayos, de quien hablamos en el libro 1 y II, ser como ~os Seres, que parecían no haber pecado nuestro padre Adán con ellos; gente simplicf9Íma, bonísima, ca· recieme de todos vicios... Esta era na natural y nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua ciboneyes, ~a penú1rima sBaba luenga, y !Ios desta [Española] por grado o por fuerza, se apodera· '1"on de aquella lisIa y gente della, y Jos rten1an como sirvientes mejor, no como esclavos..... Nuevamente el fraile (1927, II:460) identifica la cultura de estos indios de Cuba con los lucayos de las Bahamas y afirma: "Las gentes que primero la poblaron [Cuba] eran las mismas que tenían los de los Lucayos poblados, gentes simlplicí9imas, pacificas, benignos, desnudos, sin cuidado de hacer lDl8I1 a nadie, antes bien... Despues pasaron desta lisia Española alguna gente mayormente despues que los españotles comenzaron a fatigar y a oprimir los vecinos natJUra¡}es desta, y, llegados de aquella, por grado o rpor fuerza ella habita'I"on, y sojuzga·ron por ventura los naturales della, que como dije arriba, llamábanse ciboneyes, qa penúltima ~uenga, y según entonces creimos, ·no había 50 años que los desta hubiesen !pasado a aquella isla. Finalmente, aa gente que hallamos en ella era poco más o !pOCo :menos la de esta [Española], excepto la de los dichos ciboneyes, que como dije, muy modesta y simplicísima." Las Casas (1927, II:285) compara los indios que vivían en las isletas en la costa sur de Cuba y que llamaban los Jardines, con los lucayos. El nos dice: ".. .las islas del Jardfn de la Reina y del J ardfn del Rey, que son unas nmgleras de islas pequeñas que están a la costa del Sur y del Norte, pegadas a la isla de Cuba, y aunque las gentes de que estaban pobladas aquellas 'ÍsIIetas de los Jardines eran de aquella mplicidad y bondad natura:l que qas de los Lucayos."
Estas descripciones del Padre Las Casas y el hecho de comparar a los ciboneyes con los lucayos de las Bahamas demuesira que él no se está refiriendo a indios nómadas y pre.agrícolas, pues los 'Iucayos eran agricultores. Todo parece demostrar que los indios que 'Las Casas llama ciboneyGS corresponden a los grupos indígenas que los arqueólogos han denominado subtaínos y que habitaban el centro de Cuba. Estos indios habían comenzado a ser conquistados hacía pocos años por indios taínos que se habían movido desde La Española hacia Cuba. El vocablo ciboney, según Brinton (1871:440), quiere decir "gente de las piedras." Ya antes Pichardo Moya (1934), Cosculluela (1942) y Ortiz (1943) había objetado al uso del término ciboney usado por Harrington y otros, para designar a los primitivos aborígenes de Cuba, indios arcaicos, pre·agrlcolas y pre-cerámicos.
2. Guanajatabeyes (guanahatabeyes, guanacabibes). Los verdaderos indios pre.agrlcolas y pre-cerámicos de Cuba en el momento del descubrimiento eran los guanajatabeyes, que habitaban el extremo oeste de la isla. de Cuba. Durante su segundo viaje, en que recorrió la costa oeste de Cuba, Colón no pudo, por causa de la diferencia en el idioma, establecer comunicación con los indios de esa región.2 El cronista Pedro Mártir (1964, 1: 139) nos describe así esta situación: "Al a'rribar el Mmirante a aquellas playas, le salieron a'l encuentro muchas canoas, y valiéndose de señ3!les, se s3iludaron muy amab1emente, pues ni el propio Diego [el intérprete ~ucayo], que a la entrada de Cuba había entendido la lengua de los indígenas, comprendía la de éstos. Así se dieron cuenta de que en las diversas provincias de Cuba había diferentes idiomas." En esas mismas costas Colón pudo observar los concheros formados por las ostras y almejas que estos aborígenes consumían.3 Más tarde el Padre Las Casas (1867, VII:35), al hablarnos sobre los indios de Cuba, expresa: "Unos indios que están dentro en Cuba, en una provincia al cabo della, los cuales son como salvajes, que en ninguna costa tmtan con los de la isla, ni tienen casas, sino están en ouevas contdnuo, sino es cuando salen a pescar... llá· mase Guanahatabeyes."
A estos mismos indios se refiere el conquistador 2. Los intérpretes de Colón eran indios lucayos de las Bahamas que hablaban la .lengua-universal de las AntiUas Mayores.., la misma de los taInos de Cuba, Española, la· maica y Puerto Rico. 3. Es esta la primera descripción de un depósito arqueológico en América.
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de Cuba, Diego Velázquez (1869:424) cuando dice: .....poniente están que ~a una se llama Guaniguanico e la otra Guanahatabibes, que son los pos· tlrerosindios della; y que la vivienda destos guanahatabibes es a manera de salvajes, Iporque no tienen casas ni pueblo, ni llabranzas, ni comen otra cosa sino Jas amnes que /toman por los mono tes y tOlltugas y pescados... "
Berna! Díaz del Castillo (1972: Cap. II:5) confirma la existencia de estos indios, que no practicaban la agricultura. Al describir su viaje desde Cuba a Yucatán, dice: .....doblamos la ·punta de Santo Antón, que por otlro nombre en ~a isla de Cuba se llama tierra de los Buanahataveyes, que son unos inmos como slll1vajes... " Arqueológicamente se ha encontrado evidencia de estos indios pre.agrícolas en el extremo oeste de Cuba, así como en otras regiones de dicha isla. Beuchat (1912) ya se había referido a una de las culturas aborígenes de Cuba como guanacabibes. Lo. ven (1935) también menciona a los guanajatabeyes como una de las culturas de Cuba. Pichardo Moya (1934) sostenía que los guanajatabeyes y los cibon~ yes mencionados por Harrington no eran los mismos. El proponía el término guanacahabeyes. Rivera de la Calle (1966) también se refiere a estos indios pre-agrlcolas como guanahatabeyes. ·Alvarez Conde (1956: 186) identifica a éstos como 'los indios más primitivos de Cuba. (1943: 104) identifica a los guanajatabeyes con los restos arqueológicos de Cayo Redondo, así como con los llamados gladiolitos y bolas de piedra. Este estudioso cree que existió una "cultura protocubana", anterior a la guanajatabey que él llama Auanabey y la cual asocia con los yacimientos arqueológicos de Guayabo Blanco y la Ciénaga de Zapata. El vocablo auanabey él lo forma de la raíz u auan",. que Colón escuchó en el primer viaje y de la cual según Ortiz (1943: 104) se formó la voz Habana. El cronista Pedro Mártir de Anglería (1944:226) también se refiere en los términos que siguen, a unos indios, con una cultura similar, que vivían en la península al extremo oeste de 1a Española: .. ...se dice que hay un distrito de una sabana en la provincia de Guacarima, al extremo oeste, ha· bitada por runa gente que sólo ·vive en cuevas y sólo comen los produotos del monte... Ellos viven, así dicen, como tla geIl'te do hacía en la Edad de Oro, sin vivienda permanentes o camA pas de cultivo, y tampoco tienen una lengua d~ findda."
4. Los indios habían informado a Colón que en la región de Auan hablan hombres con rabos.
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El mismo cronista más tarde nos dice: en ·la última región de occidente, que es Guacaiarima, dicen que en el terr.itorio de Zauana viven runos hambres que no tienen más que las cavernas de los montJes y frutos silvestres, que jamás se han amansado ni tenido nWlCa trato con otros hombres, sin asiento fijo, sin sembrar ni eu1tivar nada, como se lee de la !Edad de Oro; se dice que no tienen idioma cierto..... (Mártir, If •••
1944:276)
Oviedo (1851, 1: 90) también describe a estos indios del extremo oeste de La Española y así dice: "Una raza muy salvaje vivía en cuevas en la región de Guacayarlma, ellos lIla cultivaban sus campos y sólo vivían de lo que encontraban."
El Padre Las Casas (1927, II: 169) sin embargo, no acepta esta alusión de Oviedo y cree que la misma es errónea y dice: .....,mal supo ·10 que dijo, porque no 'Vivían sino
en pueblos y ·tenían sus señores que dos regían, y a su modo como llos demás... .porque aún la misma tierra, por ser como un jardín, aunque quisieran ·vWir sdlváticamente, '110 se 'lo consin· tiera; y ni había cuevas ni espeluncas como él dice, presumiendo demostrar que sabe nomina· ,tivos, sino muy graciosos campos y arboleda, donde tenían sus asientos de 'PUeblos y sembraban y cogían, é yo comí 'tantas veces de dos frutos del Ipan y de das otras cosas que por su industria y .trabajos procedfan..... Aunque aún no se ha comprobado arqueológicamente la existencia histórica de estos indios preagrícolas en la península de Guacayarima, en La Española, su existencia no es del todo imposible. El hecho de que vivieran en un área marginal, como es el extremo oeste de la isla, ilustraría el avance de los indios agricultores que procedían del este.
B. Tradición Cultural Aruaca 1. Aruacos (arawacos, arawaks, aroaques, aroua· ques, alouágues, aruac).
Dentro de esta tradición hemos incluido a todos los grupos indígenas que parecen haber estado identificados con la familia lingüística Aruaca de Sur América y las Antillas. En la misma se incluyen los 'grupos que hablaban la lengua que el Padre Las Casas llama "la universal de las islas." El término aruaco aparece en la literatura etnehistórica desde el siglo XVI. El licenciado Figueroa (1846:383), al dividir los grupos indígenas entonces (1520) conocidos, entre guatiaos (amigos) y caribes (caníbales y enemigos), al referirse a los indios de Paría, en la costa noroeste de Sur América dice:
"...viniendo por la costa hasta el geMa de Paria hay otra provincia que llega hasta la que dice de
Aruaca".
Hacia 1545 Rodrigo de Navarrete (1874) describe a los aruacos en las costas de Sur América. En 1580 el Procurador General de la ciudad de San luan pide al rey que se permita traer a la isla 2,000 in. dios aruacos, "que le ayudarían a defender de los caribes porque son sus enemigos mortales". Sir Walter Releigh (1848: 4), al visitar Trinidad y referirse a los grupos indígenas que la habitaban, menciona a "105 arawacs" en Punta Carao. En el siglo XVII los misioneros franceses, entre ellos Rochefort (1658, Cap. VII:348) se refieren a estos indios como "alouagues". El holandés lohannes de Laet (1640) en el siglo XVII, recogió muestras de su lengua en las costas de la América del Sur y en un mapa que acompaña su obra indica la región de ."Arowacca". En 1738 el misionero Moravio, Theophilus Schu· mann, hizo en Surinam un diccionario y una grao mática de la lengua aruaca. En el siglo XVIII el misionero italiano Filipo Salvadore Gilij (1782) reconoció la existenoia de esta familia lingüística. Es Briton (1871) quien ha de popularizar el término y establecer la relación lingüística entre el lokono (aruaco de la costa de Sur América) y el taí· no de las Antillas. Según este estudioso, a los indios aruacos (Arawaks) que vivían en 10 que es hoy Guyana y Surinam (Guayana Inglesa y Holan· desa) -y quienes se llamaban a sí mismo lukkumi --que en su lengua quería decir hombre- sus vecinos los llamaban aruac. Este vocablo, según Brin· ton, ha sido modificado por los europeos a arawaks, aroGeos, aruacos y aroaquis. El vocablo aruac quiere decir comedores de harina, .por la costumbre de estos indios de comer el pan de casabe, hecho de la harina de yuca y por su consumo de la harina obtenida de la palma de moriche (mauritia flexiosa).s Destacados estudiosos de las culturas america· nas como Nordenskiold (1920: 101) Y Lothrop (1940: 425) han destacado la importancia que los aruacos han tenido en la difusión de l-a yuca, el tabaco, el juego de pelota y otros elementos culturales. Brinton (1871:436) se refiere a la lengua de los aborígenes que poblaban las Antillas Menores a la llegada de los caribes, como "aruaca isleña" (Island Arawak). Loven (1935:27) div·ide a los aruacos de Sur América en "aruacos de río y aruacos de mar". De estos últimos proceden los aruacos de las An· tillas. En las Antillas el vocablo se ha usado para reu· nir a diversas culturas agrícolas como la igneri (saladoide), sub-taína, taína y lucaya. El término, desde el punto de vista lingüístico, ha servido para agrupar lo que Las Casas (1909:517)
s.
Goeje (1928) no está de acuerdo con este signüicado.
llamó "la lengua universal de todas las islas n. La existencia de esta lengua se demuestra por el hecho de que los intérpretes de Colón, que eran lucayos de las Bahamas, pudieron entenderse en Cuba, La Española y Puerto Rico. No creemos correcto que existiendo en la lite. ratura etno-histórica hispanoamericana, desde el siglo XVI el ·vocablo aruaco, hagamos uso de los derivados ingleses de éste como lo son arawaks o arawacos.
2. Igneri (eyeri, meri). El vocablo igneri aparece por primera vez en ]a literatura etno-histórica en la obra del fraile lean Baptiste Dutertre (1667, Cap. 11:361), el principal cronista francés del siglo XVII, quien convivió con los indios caribes en la isla de Guadalupe y otras de las Antillas Menores. Al hablarnos sobre el ori. gen de los ca-ribes que para entonces habitaban di. chas islas este cronista nos dice: "sus antepasados vinieron en los siglos pasados a combatir a dos Ignerys que eran los natura:Jes del país."
Dutertre también nos informa que al comienzo de la colonización francesa de Guadalupe había la . creencia de que en las montañas de la isla aún quedaban "algunos igneris que eran restos de los primeros habitantes, a quienes los caribes habían masacrado". Esta alusión de Dutertre a los aborígenes de las Antillas Menores que habían sido conquistados por los caribes ha dado lugar a numerosas interpretaciones y el vocablo igneri o sus derivados con frecuencia se ha usado equivocadamente. El que se haya empleado este ténnino para· denominar a los indios que habitaban las Antillas Menores a la llegada de los caribes ha hecho que tamo bién se haya usado, en la fonna ~resada o en sus derivados iñeri y eyeri, para distinguir la lengua de aquellos que aún conservaban las mujeres de las islas invadidas por los caribes. Lengua que se conoce, principalmente, por el vocabulario que recogió el padre Breton (1877), en Dominica. Debido al hecho de que a veces los caribes capturaban mujeres en Boriquén (Puerto Rico) se ha asumido pGr algu· nos (Morales Cabrera, 1932: 109), que la lengua de los indios de esta isla era el igneri o eyeri. Rafinesque (1836: 163) primero y Brasseur de Bourboug (1869) más tarde, elaborando sobre los escritos de Breton y Dutertre, también·han usado el vocablo o sus derivados para denominar la lengua que hablaban los indios aruacos de las Antillas Menores antes de la llegada de los caribes. En la arqueología el uso del vocablo lo inicia Loven (1935:2, 245), al aplicarlo a la cerámica y a otros ·restos culturales que aparecen en las Antillas Menores y que indudablemente eran anteriores a la 25
llegada de los caribes. Este autor clasifica a los igneri como "aruacos de islas". Loven opina que la pa'labra igneri se deriva del vocablo aruaco "eyeri" que quiere decir hombres, (1935:Vi). Los igneri son identificados COPlO "los aruacos pre-earibes de las Antillas Menores y los pre-taínos de las Islas Vírgenes". En las Antillas Menores reconoce Loven una cerámica que denomina Igneri Arcaica e Igneri Tardía. Esta última se caracteriza por una buena coohura, que 'la hace muy dura, y porque a la misma se le aplicaba la pintura antes de cocerla. El ténnino igneri se usa por primera vez en la arqueología de ~as Antillas Mayores por Rouse (1948:417) y el autor (Alegría: 1947:39) para denominar la Cultura del Cangrejo (Crab Culture) que había reportado Rainey (1940) en Puerto Rico y que más tarde Rouse (1940) había denominado Cuevas. La cerámica de esta cultura, al igual que la que se había descubierto antes en las Antillas Menores, se caracteriza por ser cocida a una temperatura alta y por estar, con frecuencia, decorada con diseños pintados en blanco sobre rojo. El donominar igneri a esta cultura implica afirmar que eran los indios que hacían esta cerámica los que poblaban las Antillas Menores a la llegada de los caribes. Sin embargo, hay en esta aseveración una inferencia respecto de la cual aún no estamos seguros. ¿Eran los indios igneri ,los que según los caribes, habitaban las Antillas Menores a la llegada y conquista de dichas islas por aquéllos, los mismos que decoraban su cerámica con diseños pintados en blanco sobre rojo, o éstos habían sido ya desplazados por otro grupo aruaco poseedor de una cultura material similar a la que en las Antillas Mayores denominamos ostionoide? La contestación a esta pregunta aún no está clara.'
3. Taina. El vocablo taínoñ1e escuchado por primera vez por los españoles, en las costas de La Española. durante el primer viaje de Colón. El Padre Las Casas al copiar del Diario del Almirante (1962) las anotaciones hec::has el 23 de diciembre de 1492, nos dice: "También dicen otro nombre por .grande que llaman nitayno, no sabían si lo decían por hidalgo o gobernador o juez." (fal. 45) En la carta en que el doctor Diego Mvarez Ohanca (1825, 1:352) compañero de Colón durante su segundo viaje a América, describie los incidentes del 'histórico viaje, dice dicho cronista: 6. Hasta el momento la cronología a base de carbón radioactivo (C-14) quc tenemos dc los yacimientos de las ~tillas Meno~_ dondc hay cerámica saladoide (Igneri) pmtada con disenos blanco sobre rojo, son de una fecha muy anterior a la supuesta llegada de los caribes a estas islas.
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"Este día primero que allí descendimos andaban !por 3a ¡playa junto con el agua muchos hombres e mujeresmi-rando fJota e maravillándose de cosa tan m.reva, e llegándose a~guna barca a tierra a hablar con ellos, diciéndoles tayno, tayno, que quiere decior bueno... "
la
Este relato de Chanca es copiado, con algunas modificaciones por Bernáldez (1862, 1: 109) al referirse al primer viaje de Colón dice: "L:1aman, en efecto .. al hombre bueno tayno:'
Más tarde, el cronista (1964, 1: 123) al referirse a la llegada de Colón a La Española durante su segundo viaje refiere cómo los españoles se encontraron con "un hombre de arrugada frente y altiva mirada, acompañado por cien individuos, todos ellos armados con arcos, flechas y lanzas muy agudas, y en actitud amenazadora, gritando que eran taynos, es decir nobles, y no caníbales. El Padre Las Casas (1909: 516) elabora sobre el uso y significado del vocablo diciéndonos: "...había en esta Isla ['La Española] y en cada reino della muchos nobles y estimados por de mejor sangre que ~os demás, y que tenían carga sobre otros como de regirlos y guiados, estos en da lengua común desta Isla, se llamaban mtaynos, y 'la ,letra luenga, nobles y principales..... Este mismo cronista, en su Historia (1927, 1:275), consigna: .....'JÚtayno es nombre de caballero y señor principal.....
Este mismo cronista (1944:23) refiere cómo en La Española .Jos conquistadores encontraron un grupo de indios con arcos, flechas y lanzas quienes "gritaron que eran taynos, o sea nobles, no caníbales ..... Más tarde, Márti'r (1944:123) dice que en La Española "noble se dice taíno". Fue Rafinesque (1836) quien en la época moderna comenzó a usar el vocablo taíno para denominar el dialecto de los indios de las Antillas Mayores y distinguirlos del igneri de las Antillas Menores. Von Martius (1867:754) 10 usa más tarde para denominar a los aborígenes de las Antillas Mayores. Según este estudioso de las cul· turas aborígenes suramericanas, la raíz "ni" es un prefijo pre-nominal y por lo tanto el vocablo "nitaíno" representa la tercera .persona plural del "taÍDo". Arrom (1974: 17), cree que la raíz ni es el pronombre posesivo de tercera persona y quiere decir "su, sus" por lo cual "Ditaíno" equivale a "sus nobles". El arqueólogo Fewkes (1907:26) usa el término para distinguir "la población original, sedentaria, de las Antillas Mayores, frente a la de ')05 caribes o a la mezcla de ambas". Más tarde, este mismo in'vestigador (1922:56) usa el vocablo· taíno para distinguir a los amacos de las Antillas Mayores. Ha-
rrington (1921: I1-395), al describir la evidencia arqueológica de las culturas agrícolas aborígenes de Cuba, separa a éstas entre taína y sub-taínas. Laven (1935: vi) usa el vocablo como sinónimo de "amacaisleño". Rouse (1948:517) divide lo que él llama el grupo Arawak en igneri, sub·taíno y taíno. En esta clasificación el sub-taíno corresponde a su Período III e incluye las culturas Meillac en La Española y Baní en Cuba. Este estudioso considera como taíno, los estilos Carrier, Boca Chica y Anadel en La Española; Pueblo Viejo en Cuba y Santa Elena, Esperanza, Ostiones y Capá en Puerto Rico.' El mismo Rouse (1948:521) define a los taínos como .. la mayoría de los habitantes de Puerto Rico, La Española y del extremo este de Cuba". De acuerdo con este estudioso, ·los sub·taínos eran los indios de Jamaica y de la región central de Cuba. La dife· rencia entre taínos y sub·taínos, es, según el mismo autor, una de desarrollo cultural.
4. Lucayos (yucayos) Desde los primeros años de la conquista de las Antillas, las islas Bahamas fueron llamadas Lucayas y sus habitantes lucayos o yucayos. ·El Padre Las Casas (1909:3), al hablarnos del Descubrimiento, nos dice: "Esta primera tierra fue una iS'leta de las que llamamos los 'lucayos..." Al referirnos cómo los colonizadores de La Española capturaron a los indios de las islas Bahamas nos dice: (1927, III:387) "...inventaron engañar al Rey Católoico para que les diese licencia que puediesen toraer &as gentes naturales de las islas que llamábamos yucayos o Oucayos." El fraile (1927, III:286) se refiere a las islas que integran las Bahamas diciéndonos: "...acostumbramos llamaruas isletas de 80S luca· yos, sino las grandes que comienzan desde cerca desta isla Española y van hacia cerca de aa Aorida, desviadas algo de la de Cuba; y éstas serán 40 ó SO, entre chicas y grandes, y a éstas llama· mas propiamente iucayos, o por mejor decir, yu. cayos." Pedro Mártir de Anglería (1944:499), al referirse a estas islas al norte de Cuba, dice:
" ...8 todas las llamaban con el mismo nombre yucaías y a sus naturyl1es, yucayos".
Más tarde este mismo cronista (1944: 500) afirma: "los yucayos arrancados de su morada, viven desesperados". El Padre Las Casas (1909:515), al referirse al cacique rebelde de La Española, Caonabó, indica: "era de nación wcayo,natu·raj de ;las islas de los Qucayos, que se pasó dellas acá..."
La cultura de estos indios era más sencilla que la de los taínos de La Española y Puerto Rico. Lo afinoa así el Padre Las Casas (1909:538): "...y de ,las muchas otras que llamábamos de los lucayos, añadiendo a estas más simplicidad pa1omina, más sosiego y más tranquilidad, porque nos parecía en algunas destas islas, en especial Jamaica y Cuba, y las de los -lucayos, sino que Adan en las gentes dellas no había pecado." Las Casas (1927, 1:201) nos informa sobre el significado del vocablo al decirnos: "...~odas estas isfias de ·los Rucayos, porque ans! se llamaban las gentes de es-tas islas pequeñas, que quiere decir, cuasi moradores de cayos. porque cayos en esta ~engua 'Son islas." ArrOffi'
(1974:'5) afirma que el vocablo viene de
lukku que significa "-persona, ser humano" y cay, caín que equivale a "isla", por 10 tanto lucayo quiere decir gente de -los "cayos". La evidencia arqueológica así" como la etna-histórica ha determinado el que los lucayos hayan sido considerados sub-tafnos.
5. Ciguayos Cuando ya Colón, durante su primer VIaJe, se proponía regresar a España, se detuvo en una gran babia 3'1 norte de La Española, la bahía de Samaná, y allí encontró unos indios distintos a los que hasta entonces había visto en las Bahamas, Cuba y La Española. El Padre Las Casas al copiar del Diario del Almirante (1962), describe a estos aborígenes diciendo: "...estaban detrás Jos árboles bien cincuenta y cinco ·hombres desnudos, con ~os cabellos muy largos, así como las mujeres los traen en Castilla. Detrás de ~a cabeza t,raían penachos de plumas de ¡papagayos y de otras aves y cada uno traía su arco." (lfol. 54)
7. Creemos que en la cronolog(a arqueológica de Puerto Rico el período Sub-Tafno se extiende desde el siglo VII, en que aparece el estilo Ostiones hasta el siglo x en que ya, con el estilo cerámico Capá, surge el Taíno. No hay duda
alguna de que uno es el producto del desarrollo y evolución del otro.
Más tarde el propio Las Casas (1957,1:212) dice: ".. .los ciguayos, por donde andaba agora al Almirante, se llamaban ciguayos, lporque traían todos los cabellos muy l1uengos, como en nuestra Castilla las mujeres."
27
El fraile (1957, 1:212) al describir el indio ciguayo que ofrece información a Colón dice: .... .-traía éste l1odos los cabellos muy largos cogidos y atados atrás y puestos en una redecilla de plmnas de papagayo, y desnudo en cueros, como los otros. Sospech6 el Almirante si era ca· oribe de los que comen ihombres, pero no era, por· que nunca en esta iSla jamás los hubo." Estos indios también se caracterizaban por poseer arcos muy grandes y poderosos que llamaron la atención de 'los Españoles. Fue en la bahía de SaInaná, y con éstos indios ciguayos que ocurrió el primer encuentro bélico entre los aborígenes y los españoles, por lo cual Colón llamó a esta bahía, el Golfo de las Flechas. Los ciguayos tenían un dialecto distinto al de los otros indios de 'la isla Española y así pudo comprobarlo Colón. En relación con esto el Padre Las Ca~ ..: sas (1957, 1:212) dice: "Aquí no llamaban caona al oro como en ~apri mera parte de esta isla, ni ·nozay como en .a isleta de Guanahani o San Salvador, sino mob." Al referirse al cacique Caonabo el Padre Las Casas (1927, 1:475) nos dice:
.....este era señor de gran número de gente, que habitaba toda aquella grande serranía, que llamaban ciguayos cuasi nazarenos como entre los judíos, porque nunca se cortaban o pelaban el rpelo alguno de sus cabellos, y así tTaían las cabelleras crecidas hasta ~a cinta, y más abajo de sus cuerpos". Sobre la diferencia en lengua entre los ciguayos y los otros indios de La. Española, Las Casas (1957, 1:212) sigue diciendo: .... "las sierras que hacen desta parte del Norte, ]a gran vega inoluswe, era pobJada de unas gentes que se llamaban macoriges, y otros ciguayos, y -tenían diversas !lenguas de la universal de toda la isla..... Oviedo (1851, 1, Lib. 111. Cap. V:67), a] referirse a los ciguayos, discute sus orígenes, diciéndonos: .. ...había en ella (La Española) flecheros de una lparte sola o provincia que se dice de los ciguayos, en el señorío de Caonabó, más no tiraban con !hierba ni aa sabían -hacer. Cree que estos antiguamente vinieron de alguna de las islas cercanas de ~os filecheros (Caribes), que hay muchas, como he dicho; y por antigüedad habían olvidado su ]engua y hab'laban la desta tierra, habiendo dejado aa suya..... Hasta e] presente los ciguayos siguen siendo un problema etnológico. Loven (1935:46) cree que éstos eran un grupo diferente, producto de una migración distinta de América del Sur a La Española, aunque lingüísticamente pertenecientes al tronco aruaco. 28
Krieger (1929) realizó investigaciones en el área de Samaná, mas sus hallazgos no permiten estable. cer diferencias específicas entre éstos y los yacimientos taínos de otras regiones de la Isla. Según Rouse (1948:54), los ciguayos eran un "pequeño grupo en el noroeste de la República Domi. nicana que tenía un dialecto distinto de los taínos y que parece que eran más guerreros que los taínos y sub-taínos". Este estudioso cree que ambos constituyen un grupo muy similar. Veloz Maggio]o (1974: 236) cree que "es difícil establecer una diferencia cultural entre taínos y ciguayos y que es aún más difícil encontrarla entre ciguayos y macoriges.
6. Macoriges (Mazoriges) Los macoriges se han identificado con los cigua. yos y el propio Padre Las Casas (1927, 1: 305) no está seguro de si ambos hablaban ]a misma .)engua. Al efecto observa: .....es aquí de saber, que un gran pedazo desta costa, bien más de 25 Ó 30 leguas, 15 buenas y aún 20· de ancho ·hasta ~as sierras que hacen, desta parte del NoI'te, la gran vega inclusive, era poblada de una gente que se llamaban mazoriges, y otras cyguayos. y tenían diversas lenguas de la universal de ·toda la isla. No me acuerdo si diferían éstos en la 1engua, como ha tantos años, y DO hay hoy uno ni ninguno a quien lo lpreguntax..... En la Apologética, (1909:22) dice el fraile: "La una destas sierras de la rpar.te del sur es la que habitaban los ciguayos, y la otra della la gente de los maconges del Macorix de AI'riba."
Más tarde vuelve Las Casas (1909:517) a comentar las diferencias lingüísticas en La Españo]a: .....tres 'lenguas había en esta Isla distintas, que la una a la otra no se entendía: la una era la de la gente que llamábamos el MacOI'ÍX de Abajo, y ~a otra de los vecinos del MacorIÍX de Arriba... la otra lengua fue la universaL." El propio fraile (1909: 9) nos e;q>lica que el vocablo macorix ..quiere decir como lenguaje extraño, cuasi bárbaro, porque eran estas lenguas diversas enrre sí y diferentes de la general desta isla". La investigación arqueológiccl en el área de Samaná y en las montañas donde vivían los ciguayos y macoriges aún no ha podido establecer diferencias entre unos y otros. C. Tradición Cultural Caribe
1. Caribe (catib, caníbal) Es el propio Cristóbal Colón el responsable de difundir el uso del vocablo caribe para denominar a los indios antropófagos y hostiles a la conquista
europea, que habitaban las Antillas Menores. El Padre Las Casas (1962) quien hizo uso del Diario del Almirante, al comentar las anotaciones hechas por Colón el 26 de noviembre de 1492, nos dice: "Toda la gcmte que hasta hoy ha hallado diz que tiene grandísimo temor de aos de Carib o Canima..." (fdI.27) Un mes después, el 26 de diciembre, después del naufragio de la Santa María, ya se usa por primera vez el término Carib para denominar a'los indios antropófagos, y así el Padre Las Casas, al copiar del Diario (1962), dice: .....le parccfa gran cosa; aunque diz que 811 comenzar fue sobre habla de los de canibal, que ellos llaman caribes. que los vienen a tomar y traen arcos y flechas sin hier-ro... BI Almirante ae dijo por señas que 105 Reyes de Castilla mano darían destIll!Ír a los Caribes y que a todos se les mandarian traer las manos atadas." (fol. 48) El 13 de enero, cuando Colón pasa por la costa norte de La Española y se detiene en la bahía de Samaná, al ver ciertos indios que llevaban el cabello largo y portaban grandes arcos y flechas piensa que 50n los indios antropófagos de que ha oído hablar a los aborígenes de las Bahamas, Cuba y La Española. Las Casas, al comentar el Diario (1962), observa: "...juzgó ell Almirante que debía ser de los caribes que comen hombres... P,reguntole 'Por los ca· ribes y señalole al oeste, cerca de aUL" (fol. 55) Aunque antes de regresar a España Colón se proponía visitar "la isla de los Caribes", ei deseo de sus compañeros de viaje por llegar a su patria y el estado en que se encontraban las dos carabelas, que ya estaban haciendo agua, lo hizo desistir de la idea y seguir la ruta directa' a Europa. Colón regresa a España convencido de la existencia de indios antropófagos que habitan la isla Carib. En la Carta (Sam, 1961: 66) que anunciándoles sus descubrimientos escribe a los Reyes a través del Escribano de Ración, dice: .....Asi que monstruos no he hallado ni noticias,
saolvo de una isla que es aquí en la segundo a la entrada de las Yndias, que es poblada de una gente que tiene en todas las isias por muy feroz, los cuades comen carne humana. Estos tienen muchas canoas, con las cuaJes cOITen todas las islas de Indias, roban y toman cuanto pueden. Ellos no san más deformes que aos otros; salvo que tienen en costmnbre traer los cabellos largos como mujeres, y usan arcos y iilechas de las mismas ll'I'JIlas de caña, con UD !palillo al cabo por defecto de hierro que no ,mene. Son feroces enlTe estos otros..." Durante su segundo viaje, convencido Colón de
la eEstencia de la Isla de los Caribes, cambia la ruta que había seguido en el primero y así llega a las Antillas Menores, donde tiene su primer encuentro con los caribes. El 4 de noviembre llega la flota colombina a la isla de Guadalupe, donde ha de comprobar el Almirante lo que había oído sobre los indios antropófagos. Aunque también se ha perdido el Diario de Colón sobre este viaje tenemos las relatos de tres de sus compañeros de expedición: el doctor Diego Alvarez Chanca, el italiano Miguel Cuneo y el noble aragonés Guillermo Coma. También tenemos las versiones del Diario que nos han dejado el Padre Las Casas y Fernando Colón. Al llegar a la isla de Guadalupe, el doctor Chanca (1858:352) nos dice cómo un capitán de la flota, al visitar las casas de los aborígenes: .....halló mucho algodón h¡'lado e por hilar e de todo trajo UD poco, en especial trajo cuatro o cinco huesos de brazos e piernas de hombre. Luego que aquello oimos, sospechamos que aquellas islas eran las de Caribe que son habitadas por gente que come carne hwnana." Las descripciones de Chanca son corroboradas por Cuneo y Coma, así como por Las Casas y Fernando Colón. Desde este momento se crea la imagen de los caribes como indios guerreros, valientes y antropófagos, que utilizan grandes arcos con flechas en· venenadas y quienes llevan el cabello largo. Los términos caníbal y caribe se han de usar como sinónimos. Amédco Vespucio, ha de contribuir mucho, después de Colón, a difundir el vocablo caníbal y el estereotipo del antropófago en Europa. La resistencia de los caribes de "las Antillas Me· nores a la colonización española ha de provocar que en el año 1503 la Reina Isabel autorice el que 5e les capture y esclavice. En 1511, a raíz de la rebelión de los indios de Puerto Rico y por la cual el Rey Fernando ha de culpar a los caribes, se les declara la guerra general y se estimula su captura, con el fin de venderlos como esclavos. El hecho de que se permitiese la captura y venta de los indios caribes ha de hacer que muchos colonizadores de La Española y Puerto R'ÍCo se aprovechen de ello para organizar expediciones y esclavizar indios lucayos y otros aborígenes de las costas de Parla, bajo la excusa de que estaban apresando indios caribes. La propia isla de Puerto Rico, donde los indios taínos eran más guerreros que los de La Española y Cuba, es considerada como de caribes por el cronista, Gonzalo Fernández de Ovíe· do (1851, 1:488). Esta extralimitación respecto de lo dispuesto en la declaración de guerra a los cario bes hace que Las Casas y los frailes dominicos protesten al rey de 10 que está ocurriendo. En 1520 el licenciado Rodrigo de Figueroa recibe la encomienda de determinar la distribución geográ29
fica de los indios caribes y de diferenciar a éstos de los indios amigos o guatiaos. Figueroa establece que los indios de las Antillas Menores son caribes a la vez que declara a Trinidad c"mo isla de indios amigos. El Padre Las Casas reconoce la existencia de los caribes y los llama .. el castigo de Dios" contra los españoles, a causa de sus abusos contra los indios. Durante la segunda década del Siglo XVII, ingleses y franceses comienzan la conquista y colonización de las Antillas Menores y los cronistas franceses, han de corroborar las descripciones que un siglo antes habían hecho los españoles. En el Siglo XIX se inició una polémica dirigida a negar que los caribes practicasen el canibalismo y en el curso de la que se llega incluso a negar la misma existencia de tales caribes. En nuestros días algunos siguen compartiendo estas ideas, que no tienen base histórica alguna. Las fuentes etno-hist6ricas, tanto las españolas como las francesas demuestran sin lugar a duda que los caribes practicaban el canibalismo ritual y que en esto no se diferenciaban de otros pueblos aborígenes del Sur y Meso América. En cuanto a las diferencias culturales existentes entre los caribes de las Antillas Menores y los taínos de las Mayores, el propio Padre Las Casas (1909:538) las establece de la manera siguiente: . "...·pero las c091:Umbres de los mismos que habi· taban y habitan en aquellas 'islas, (Antillas MenoTes] que a Jos princiJpios que a estas tierras vini· mos llamaban los caníbales, y ahora se nombran caribes, son destas otras [Antillas Mayores) que ya nombramos, diferentísimas y muy estrañas porque según voz y forma desde que aquestas Indias se descubrieron infestan y sallen de sus propias isl1as y Tierra Finne, que viven quietas y en ,paz sin ofender a nadie, solo por liin de los prender y traer para comerlos, como otros van a cazar venados. A esta cONUPCión Y bestialidad deben haber venido por alguna mala costt1mbre que tomaron de alguna ocasión accidentaL." El fraile, como se ve, tampoco niega la práctica del canibalismo entre los caribes. En las prácticas canibalísticas, en el uso del ca· bello largo, en las ligaduras que usaban las mujeres en sus piernas, en el uso del veneno mortal en sus
flechas, en las diferencias que había en el lenguaje de los hombres y el de las mujeres, en la ausen. cia de jefes hereditarios y en muchos otros elementos de su cultura los caribes de ·las Antillas Menores se diferenciaban de ]os taínos y sub-taínos de las Antillas Mayores y las Bahamas. La evidencia arqueológica de estas diferencias en las Antillas Menores aunque no es muy clara en la cerámica, sí lo es en los artefactos de piedra, que fabricaban los hombres. Creemos correcto llamar caribes a los habitantes históricos de las Antillas Menores. Existen dudas sobre si los aborígenes 'históricos de las Islas Vír. genes y de Vieques eran o no caribes. El hecho de que en estas islas se han encontrado objetos taínos ha hecho pensar a algunos que éstas estaban pobladas por taínos. La evidencia etno-histórica, sin embargo, hace creer que aunque en épocas prehist6ricas estas islas pudieron haber estado habitadas por indios taínos, en el momento del descubrimien. to estaban pobladas por indios caribes. Conclusiones:
Los distintos vocablos etno-históricos usados para designar las distintas culturas aborígenes pueden
ser incorporadas a un sistema taxonómico, donde los grupos indígenas que habitaban las Antillas en el momento del Descubrimiento se pueden agrupar dentro de tres grandes tradiciones culturales: la Arcaica, la Aruaca y la Caribe. A la Tradición Cultural Aruaca corresponden los guanajatabeyes como representativos de los grupos pre-agrfcolas de las Antillas Mayores. En la Tradición Cultural Aruaca, corresponderían tanto los igneri como los pre-caribes de las Antillas Menores (no necesariamente identificados con los saladoides), así como los taínos. A esta tradición ·también corresponderían, como sub-taínos, los ciboneyes de Cuba y los lucayos de las Bahamas. Los ciguayos -macoriges quedarían como un sub-grupo aún no identificado. La tercera Tradición Cultural, la Caribe estaría integrada por los aborígenes (caribes) que 'habitaban las Antillas Menores y partes de las Islas Vír· genes y Vieques en la época histórica.
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Eugenio Maria de Hostos
<1839-1903) Por RUFINO BLANco-FoMBONA
I
HOSTOS, FIGURA REPRESENTATIVA
E
L NOMBRE DE EUGENIO MARtA DE HOSTOS NUNCA FUE
muy popular en América. ¿,Por qué? Porque no
10 repiquetean consonantes de villancicos, sino que
:repercute en la región de las ideas, menos frecuentada que aquella otra región donde el vulgo se extasía en la música de fútiles rimas, de ·rimas que, naturalmente, nada tienen que hacer con el Parnaso y que -horrorizarían a las Piérides. Aunque fue maestro, porque tuvo que enseñar, no lo siguen parvadas intonsas y bullangueras de discípulos. Los.leones andan solos. Los leones son raros. Como en América no existen semejantes cuadrúpedos crinados, ¿qué mucho que ignore el vulgo a ese león de Borinquen, espécimen desacostumbrado, y que lo tome, a lo sumo, por un gato montés? Pero el nombre de Eugenio María de Hostos, aunque no muy difundido, aunque conservador en penumbra, como el nombre de Cecilia Acosta, sirve hoy a la América pensadora, como el nombre de Cecilia Acosta, de valiosísimo adorno. Ambos nombres deben también servirle de orgullo. Ambos nombres pertenecen a ciudadanos íntegros, a paladines del ideal, a caballeros sin miedo y sin tacha, a escritores de primera línea, a pensadores de primera fuerza, a hombres buenos, a personajes de dieciocho quHates. El nombre de Eugenio María de Hostos y el nombre de Cecilia Acosta bastarían para enseñar a esta Europa que nos denigra y a esos yanquis que nos calumnian, cómo la América no es sólo fragua de revoluciones, ni palenque de motines, ni paraíso de especuladores políticos criollos y ladrones comerciales del extranjero. Verán, por obra de ambos ejemplos, que en me-
dio de los alborotos democráticos y gestadores de sociedades todavía sin coherencia ni sanción, entre politiqueros sin escrúpulos, comerciantes sin decoro y arrivistas sin pudor, hubo, en la América del siglo XIX, virtudes eminentes, apóstoles encendidos, sabios auténticos, artistas de oro puro, directores de opinión incorruptibles, varones de consagración, vidas de cristal, hombres dignos del mánnol. Verán, tanto los yanquis como los europeos, que en el torbellino de una América en formación, de donde c;urgen, improvisados, pueblos, instituciones, fortunas, surgen también lentos, pétreos, luminosos, esos hombres que hacen e' papel de montañas. y advertirán, ya que tienen ojos, y si saben y quieren ver, que desde ,la cima de esas montañas, en medio de la pampa rasa y los ríos en ebullición, se columbra un -vasto horizonte...
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BOSTOS ROMPE CON ESPAAA Rostos vivió sesenta y cuatro años. Nació en una de las Antillas en 1839 y murió en otra de las Antillas en 1903. Como nació en Puerto Rico cuando Puerto Rico pertenecía a España, y como nieto de español espa· ñolizante, fue enviado a educarse en la Península desde los -trece años. Se levantó en las Universidades de la madre patria. Sus condiscípulos fueron hom· bres que iban a llenar buenas páginas de la historia española y a figurar en los Congresos, en los Ministerios, en el Ejército, en la Prensa. ¿Empleó Hostos su influencia con figuras y figurones de la política para medrar? ¿La empleó para ascender a posiciones del Estado, a que lo llamaban sus méritos? No. La empleó para acordarse de que 33
había nacido en América. La empleó para pedir la independencia de Cuba y Puerto Rico. Pero ningún pueblo se amputa voluntario. Rostos confundió el empeño de ·la unión nacional o posesional de España, patriótica y razonable en sí, con intransigencias de la Monarquía. Desiluso, conspiró contra el Trono y a favor de la República española con Castelar, con Salmerón, con Pi y Margall. "·Primero soy español que republicano", exclamó Castelar cuando, ya presidente de ·la República española, Hostos y algunos republicanos de la Península instaron sobre independencia para Cuba. Desiluso de nuevo, aquel apóstol de libertad se convenció de que la independencia no se mendiga, sino se merece, y, si se puede, se conquista. Era en 1868. Abandonó a Madrid, negándose a aceptar un curol en el Congreso español. Fue a la capciosa Nueva York y se consagró en alma y vida a la revolución cubana, recién prendida por Céspedes. Pero no se alejó de Madrid sin agotar sus esfuerzos y sin luchar con el león a brazo partido, en el mismo antro de la hermosa fiera dorada. Aquel "Hostos,.talentudo y corajudo", de que habla Galdós en alguno de sus Episodios Nacionales, donde evoca, si no recuerdo mal, el destronamiento y platanazo de Isabel lI, luchó sil última lucha en la tribuna española y dijo donde podían oírlo, en el Ateneo de Madrid, valientes verdades. "Señores: Las colonias españolas están hoy en un momento crítico. Víctimas de un despotismo tradicional, una y mil veces engañadas -¡engañadas!, señores, lo repito-, no pueden, no deben seguir sometidas a la unidad absurda que les ha impedido ser lo que debieran ser, que les prohibe vivir". Basta. Por la zarpa se conoce al león; y por la audacia convencida y la sed de justicia, y por aquellas palabras que lo divorciaban para siempre de la madre patria, a Rostos. Rompiendo con España rompía con sus amigos, rompía con sus valedores, rompía con sus ambiciones, rompía con su juventud, ·rompía con su porvenir. Hostos no vaciló.
111 HOSTOS COMIENZA SU ODISEA BENEFACTORA Al pie de esa tribuna del Ateneo madrileño empeñó la odisea de este Ulises hambriento de ideales. Esa odisea no terminó sino al caer Hostos exánime en el hoyo de la tumba. De Madrid sale para Nueva York. De Nueva York, desde donde ha difundido por la Prensa sus libertadoras ideas se embarca, dos años después, para Cuba, que arde en guerra y en anhelos de libertad. Va a pagar su tributo de sangre, va a dar el ejemplo de Martí, va a regar con sus venas su idea. El mar lo salva: naufraga.
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Partiendo del principio boliviano de que América, nuestra América, es una, aunque en fragmentos, y que esa América una y múltiple debe ser solidaria de todas y cada cual de sus partes; pensando, como Bolívar, que a la solidaridad de 18tO debe América el ser, y que se perderá o se salvará conjuntamente, el joven tribuno de Madrid, el periodista independiente de Nueva York, el náufrago de Cuba, se convierte en legado voluntario de la revolución antillana y se va por toda la América latina predicándola, rediviviendo el ejemplo de aquellos monjes exaltados y convencidos que se iban por Europa preconizando la necesidad de las cruzadas. Fue de país en país. No tenía dinero: escribió, peroró, trabajó, ganó la vida. Las puertas se le cerraban en -las narices. Los miopes no veían. Los Rivadavia de entonces, -los Santander de entonces, los Páez de entonces, no alcanzaban otro horizonte sino el que se divisa desde los campanarios de sus natales aldeas respectivas. ¡No importa! Hostos con· tinúa su prédica. ¡Cerca de cuatro años duró aqueo lla cruzada de la libertad! Este es uno de los genuinos caballeros del ideal. Recuerda a Colón, implorando de corte en corte el apoyo que le falta para realizar el sueño más grande que hubo en cabeza humana, si es verdad que el descubrir ignoto y presentido fue el sueño de Colón. Recuerda a Miranda, mendigando también de corte en corte apoyo para sus quimeras libenadoras. Es, en verdad, como dijo Michelet de Miranda, un Don Quijote de la libertad. En 1872 está en Santiago de Cuba; en 1873, en Brasil, en Buenos Aires; en 1876, en Nueva York; en 1877, en Caracas, donde se casa; en 1879, en Santo Domingo. Y por donde va, va haciendo bien. Un día llega al Perú: aquel apóstol de la dignidad humana abre campaña a favor de los emigrados ohinos, sumergi· dos en esclavitud por los criollos. Otro día llega a -las repúblicas del Plata: aquel apóstol del progreso proclamó el primero en la República Argentina, la importancia del ferrocaml I1rasandino. El reconocimiento le rinde 'homenaje: la primera locomotora que escala los Andes lleva por nombre "~ugenio María de Hostos". Otro día va a Chile: aquel apóstol de la igualdad aboga por que se abran las carreras científicas a la mujer. Por Cuba y Puerto Rico escribe, viaja, perora, combate, se multiplica. Fue durante su vida entera un benefactor de América. Llevó en América, de país en país, la luz de la enseñanza, como en Grecia llevó Homero, de villa en 'Villa, la luz del canto. En Venezuela comienza a difundir, en el colegio de Soteldo, lo que aprendió en España, lo que la vida y el cotidiano estudio le fueron enseñando. Es profesor de Derecho constitucional, por una serie de años, en la Universidad de Santiago de Chile; por otra serie de años es profesor de Sociología, Derecho internacional y Derecho penal en la República Dominicana. Y cuando no enseña desde la cátedra, enseña des·
de la Prensa o por medio del libro. Y su mejor enseñanza la dio viviendo una vida pura austera, de deposición, de sabiduría, de bondad, de utilidad, de amor.
IV HOSTOS, MAESTRO Hostos, hombre ,múltiple en la producción y los conocimientos, es filósofo, moralista, sociólogo, tratadista de Derecho constitucional, de Derecho penal, de Derecho de gentes. Es también crítico -literario y novelador. Es además maestro. ~onsiderémoslo por algunos de tan varios aspectos. Como maestro puede decirse que la cátedra fue para Hostos otro vehículo de su pensamiento, nueva forma de producción. Algunos de sus libros, y no de los menos .profundos, fueron la enseñanza oral, la palabra y el espíritu vivificantes del profesor, cogidos al vuelo y escritos, no quiero decir redactados, según el prospecto, la metodología de Hostos, por discípu'los de ta'lento, de gratitud y devoción. Hostos se parece a Bello en que, desechando métodos viejos y textos ajenos, inició a varias generaciones en la Ciencia, por medio directo, transfundiendo su espíritu en obras personales. No es lo común ni en Oxford, ni en Bonn, ni en París, ni en Salamanca, ni menos en centros universitarios de Hispano-América, que pensadores iniciales, mentes primarias, hombres que hayan sabido arrancar a la esfinge una parcela o varias parcelas de secreto y verdad, ejerzan el profesorado. Ejercen el profesorado, por lo común, hombres muy benemériltos, pero muy adocenados, repetidores de ciencia ajena, que son depósitos, no pozos artesianos. On peut etre. professeur et avoir beaucoup de talent, podría decirse, parodiando una frase caústica. Un Ha:ckel, un Renan, en Europa; un Bello, un Hostos, en América, son excepciones. Por eso dejan rastros de luz, y el calor de sus espíritus se difunde en el tiempo. Cuando parte de la Tierra, en el mes de noviembre, se envuelve en pasajera onda cálida y uno mira desprenderse como lluvia de oro, fina lluvia de estrellas errantes y veIltientes, las Leonidas, es porque la tierra tropieza en su viaje con un antiguo cometa desagregado. Ha:ckel, Renan, Bello, Hostos, son también antiguos cometas. El calor de su espíritu se difunde, no en el espacio, sino en el tiempo. Sus discípulos, su pensamiento, sus obras, que de cuan· do en cuando topamos en nuestro camino, resplandecen como lluvia de estrellas. Hostos no se limitó a enseñar lo que él mismo aprendiera; enseñaba ·10 que tenía por dentro, lo que el estudio hacía fructificar. Daba sus propios frutos. Fue, como Sarmiento, un educador; pero con más
preparación científica que Sarmiento, con más dig.. ciplinas intelectuales y con más equilibrio y profundidad de espíritu. Además la preocupación de Sarmiento fue la de enseñar a leer a la Argentina; la de Hostos, la de enseñar a pensar a la América. En las obras de Sarmiento chispea un talento de diamante. Hay adivinaciones magníficas. Hay aciertos geniales. Pero al relámpago precede y sigue la obscuridad. Se advierte que aquella súbita luz brota del cerebro como de un choque de piedras; no es una claridad constante de antorcha. Hay deficiencias, principalmente de cultura. Aquel hombre lo aprendió todo por sí y a la carrera. No supo nada bien, ni a fondo. Supo, sí, ver ciertos aspectos sociales como son. No embotó siempre su juicio americano con el criterio de libros europeos; ni remedó constantemente, para hablar de nosotros, el hablar de otros hombres respecto de otros pueblos. Aun cuando se inspiró a veces más de lo que hubiera sido menester en algún autor extranjero, Sarmiento, por lo general, bebió en su 'Vaso, que no era pequeño. Supo ver y hablar. Esa es su gloria. Por ello es talento autóctono, viro gíneo. Hostos le es superior en cuanto 'Pensador, lógico y moralista, con la ventaja además de una base escolar, en el sentido inglés de la palabra, de que Sarmiento ca·reció. Hostos no es repetidor vulgar, ni acomodador hábil de 10 ajeno, ni abrillantador de piedras opacas, ni chalán que engorda con arsénico el cuartago que va a vender. No. Hostos es pensador original y auténtico. El conoce los problemas sociales e institudonales de América. En vez de criticarlos grosso modo, los descoyunta y analiza. Y cien veces arroja luces nuevas. y cien veces presenta un nuevo aspecto de las cosas o asoma nueva idea. Su acieIlto y novedad son constantes. En él no existen las intermitencias de Sarmiento. Su claridad es la del sol. Y los eclipses, como se sabe, no son frecuentes. Mientras Sarmien· to arriba a la verdad de un modo brusco, por un arranque de clarividencia, por una síntesis brillante e instintiva, Hostos, como Andrés Bello, va paciente, consciente, lógico, por una escala de raciocinios. Su obra es más vasta, más metódica, más sólida. más perdurable, que la del rioplatense. Su método de enseñanza consiste en dictar al comienzo de cada curso del plan que se propone seguir, el índice de su texto no escrito, del texto que tiene en la cabeza y que de allí sacará, en improvisaciones diarias, ciñéndose al esquema o índice inicia·!. La cfaridad, la precisión de su espíritu y la precisión y claridad de su lenguaje le servían para tanto. Como era hombre de palabra flúida, conferencig.. ta, expositor metódico, cosa muy distinta del vacuo palabrero tronitante, Hostos cumple con facilidad su programa en lecciones orales. Va sacando a la luz las ideas y desarrollando su
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plan, sin que lo perjudiquen frondosidad ni garrulería. Así, varias de sus obras didácticas, como ya se indicara, obras que él no se dignó escribir, las recogieron buenos discípulos de labios del maestro; y de labios del socrático maestro, por manos de discípulos, fueron al papel y a la imprenta.
v HOSTOS, UTERATO En cuanto hombre de letras, Bostas debe ser considerado con detenimiento. Cuando sus obras didascáicas, por nuevos progresos de la. ciencia, pasen de moda, sus estudios literarios, de que él hizo tan poco caso, vivirán. Tienen para justificar esta opinión condiciones de perennidad. Bostas nació, como sabemos, en Puerto Rico. Estas islas del mar Caribe, llenas de luz, rientes de verdura, con ustorias perspectivas marinas, como las islas del mar Jónico, producen temperamentos voluptuosos, imaginativos, artistas, más que espíritus razonadores. Bostas fue ante todo un espíritu crítico. En tal sentido, como razonador y hombre de curiosidad ideológica, fue excepción en sus Antillas. No lo fue como artista; porque Bostas tuvo el sentimiento del arte en sumo grado. No se demuestra el innato sentimiento artístico de Bastos -por el amor que profesó a la Música, a la manera de Juan Jacobo; ni porque compusiera, como Juan Jacobo, piezas de música. Basta a demostrar tal sentimiento su misma prosa. Cuando produjo libros de ciencia, el maestro borinqueño se empeñó en despojar su estilo de galas, redactó siempre con sobriedad geométrica, con deci· dido y manifiesto empeño de claridad, de precisión científica. El comprender qué obras didácticas no se prestan a floreos de dicción, ¿no es ya prueba incuestionable de gusto? La sobriedad verbal de sus obras científicas es del mejor mérito. La sobriedad no excluye en esas obras de Bostas 1a elegancia. Se advierte a veces el arte de la poda. El autor quiere que su pensamiento sa-lga escueto, desnudo, ágil como un discóbolo de Atenas, y no cubierto de velos y de ungüentos como una cortesana de Alejandría, o constelado de gemas y con las pesadas telas suntuosas de una emperatriz de Bizancio. En sus trabajos exclusivamente Uterarios se descubre la inclinación a la frase mórbida, coloreada, voluptuosa. De los poe1Jas habló en frases de poeta. Se comprende que siente la poesía con intensidad. La explica buceando en el corazón de los aedas y extrayendo la perla de hermosura. Pero como le asiste constantemente una diea de mejora humana, a veces, para explicar la perla, estudia el mar. Condena "ese empeño de reproducir las formas clási· 36
cas". De un poeta argentino dice: "es un producto la cultu~ griega". Quiere en América lo americano. Y preconiza sus idea·les de arte en frases de artista. A los veinticuatro años publicó su novela titula~ da La Peregrinación de Bayadn. Aunque fruto de primavera, aunque no se empleasen en ella los procedimientos de novelar hoy en boga, cosa que no le daría ciertamente más mérito, pero la haría más grata al paladar del vulgo, baste recordar, para estimaI'lla sin juzgada, que Ros de DIana, aquel brillante caraqueño que fue general y literato español, decía de ella: "La Peregrinación de Bayadn ha sido para mí algo que cae del cielo"; y que el novelista hispano Don Pedro Antonio de AJarcón, célebre en su tiempo, escribió: "hay en La Peregrinación de Bayodn páginas que yo nunca olvidaré". Pero, ¿qué es este libro? Es algo por el estilo de .la Unc1e Tom's Cabin, de Enriqueta Becher Stowe. Es decir, obra sugerida por una preocupación sacial, obra escrita en obsequio de desvalidos, de explotados, de los colonos españoles de las Antillas. y aquí era donde yo quería venir. Contemplad a ese joven. Está en la flor de la juventud. S610 cuenta veinticuatro años. Reside en una hermosa capital de Europa, en una ciudad de arte, de 'lujo, de placer. Tiene relaciones sociales de primer orden, tiene talento, tiene un porvenir rosado. La vida le sonríe. Toma un día la pluma del novela.dor, y, ¿qué escribe? Escribe La Peregrinación de Bayodn;una obra americana, una obra donde esgrime su talento en favor de ideales que cree justos, en pro de gentes distantes, indiferentes, semi· bárbaras. Pelea por ajenos dolores, por dolores anónimos, con la seguridad de no alcanzar por recompensa ni la gloria. Obedecía a su instinto, a su ser moral. Así será Bostas durante su vida eIrtera: un enjugador del llanto ajeno, un sembrador de bienes, un cosechero de aladas quimeras humanitarias. El desinterés de su obra y de su vida, aquella santa monomanía de arder y consumirse como grano de mirra, ante altares de justicia, le dan a Bastos, como a José Martí, su hermano en ideales, un sello de grandeza que sólo tienen los apóstoles y los héroes. De critico literario, intenso en el análisis, benévolo sin contemporizaciones desprestigiosas que desautorizarían su palabra sincera y proba, lo acreditan sus varios estudios de ese género sobre autores de América: el chileno Matta, el cubano Plácido, el argentino Guido Spano, José María Samper, de Colombia, Salomé Ureña de Henríquez, de Santo Domingo, etc., etc. y lo acredita principalmente como crítico zahorí y analista de hondura psicológica, su minucioso, sesudo, completo, insuperable estudio sobre Hamlet. Nada existe en castellano, hasta ahora, a propósito del Hamlet, que pueda parangonarse con la obra de Bostas. Nada que se le acerque. El crítico pa~eontológicode
Eugenio Maria tkHo&to&
americano desmonta la maquinaria del inglés formidable; estudia, analiza, disocia los caracteres antes de presentarlos en acción. Nadie, ni Goethe, comprendió ni explicó mejor el genio de Shakespeare ni el alma de Hamlet. Voltaire, tan perspicuo siempre, ¡qué pequeño luce junto a Hostos cuando ambos discurren a propósito del dramaturgo británicol Moratín, ¡qué microscópico! ¡Qué palabrero y lírico Hugol Estas no son charlerías ni aplausos a tontas y a locas. Son verdades de fácil comprobación. En América estamos acostumbrados a deslumbrarnos con lo ajeno, máxime con lo europeo, y a no apreciar lo propio, porque no sabemos juzgarlo. Sin obtusidad, ni ceguera, ni prejuicios, pero tampoco sin alucinamientos, contemplemos, comparemos y decidamos. Habituados a libros y juicios europeos, nos miramos a nosotros mismos al través de .los anteojos que nos llegan del Viejo Mundo. Veámonos, a ojo desnudo, como somos. No sólo juzguémonos, sino impongamos, si podemos, nuestro juicio a los
extraños. Como este juicio sea probo y, por ,tanto, digno de respeto, será mejor que el de los extranjeros sobre nosotros, o el del pobre diablo criollo con gafas transatlánticas. Hostos, repito, el sabio, modesto y talentudo Hostos, que escribió sobre Shakespeare en un rinCÓn de los Andes, desde una distante y pequeña República del Pacifico, 'ha arrojado más luz sobre 'la obm inmortal de Shakespeare que un Lessing, por ejemplo, y analizó con más penetración el alma de Hamlet que la mayor parte de los críticos y psicólogos en Inglaterra, Alemania y Francia. Treinta años después de 'haber publicado Hostos en Santiago de Chile su análisis del Hamlet, un compatriota de Shakespeare, sir Herbert Beerbohr Tree, actor como el gran William, dedica en su obra Thoughts and Afterthoughts un capítulo al estudio de Hamlet. Lo estudia principalmente desde el punto de vista del actor; analiza, sin embargo, la pieza y los caracteres. En su apreciación hay lugares comunes con la apreciación de Rostos.
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Las similitudes entre Hostos y su copista inglés son de concepto en cuanto al genio de Shakespeare y a la psicología de Hainlet, y ias hay asimismo de expresión; es decir, el mismo pensamiento se ha expresado con ,las mismas o parecidas frases. Estas coincidencias tienen un nombre en todas las lenguas. Anotemos al vuelo algunas de dichas coinciden· cias. Veamos lo relativo a la psicología de Hamlet, por ejemplo. Hostos se eJq7lica ..el segundo período de su ca· rácter" (de Ham1et), "este filosófico considerar la vida .por tIo que ella es en si, no por 10 que hacen de ella las emet'ioridades", por la siguiente frase del ,príncipe razonador: -NADA HAY BUENO NI MALO SINO LO QUE ASI HACE EL PENSAMIENTO. Tales palabras, dice Hostos, "denotan en el esp1. ritu de HamIet aquel desarrollo de la idealidad que concluye !por la indiferenoia absoluta de la orealidad y que no cuenta con ésta ilara nada". Sir HeI'bert Tree también se ex:p1ica el carácter de Hamlet en el segundo período, 'Por la frase de éste: NADA HAY BUENO NI MALO SINO ·LO QUE ASI HACE EL PENSAMIENTO. .. Es una frase -asegura sir Herbert- en la cual 'loda la tragedia de su vida se encien-a como en una cásCR'I'a de nuez". Las coincidencias, que ·no cesan, denotan por su número y carácter que sir Herbert conoda ~a obra de Hostos. Sin embargo, no lo cita. Nombra a varios comen·taristas; a Hostos 10 calla, Hostos es un pobre señor de Puerto Rico. ¿ Quién va a conocerlo? ¿Quién va la creer que un gran artista inglés se inspire, para escribir sus obras, en un maestro de escuela portorriqueño? En su análisis del príncipe, enseña Hostos: "Hamlet es un momento del espiritu humano y
todo hombre es Hamlet en un momento de su vida". Ya, en su disección de OfeHa, había dicho: "Hay un Hamlet en el fondo de todo corazón humano". El inglés opina de un modo semejante, trein· ta años después: "Hamlet es eternamente humano... Nosotros somos todos Hamlets en potencia". Hostos opina que 'la locura de HamIet es simu· lada; sir Herbert piensa otro tanto. Hostos describe, con una profundidad psicológi. ca de que hay pocos ejemplos en Ja historia literaria universal, las distintas y sucesivas revoluciones que se ,han ido operando en el espíritu del príncipe. "EIl mismo HamiJet se asombra (a un momento
dado) del cambio que ha corresrpondido en su !pBlabra al cambio aperado en Sil interior, y decide utilizardo fingiendo una ·locw-a... No está aoco ni estará loco·. Sir Herbel"t, por su .parte, dice: "...encontramos a Hamlet ¡poniendo por obra su ,proyecto de fingir la locura...•• ¿,Para qué finge locura, según Hostos? Porque es
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débil, porque necesita armarse de una fuerza arti· ficial, y esa fuerza va a teneI11a en rudezas, en sar· casmos, en desdenes; u en el desprecio con que, des-
de su nuevo punto de vista, va a considerar la vida, la sociedad, el hombre ..." .. Hard el mal que no quiere y se COMPLACERA tanto mds en ese mal CUAN· TO MAS SUFRA...... Hamlet, concluye Hostos, se dirigirá a lo que
más ama, a OfeHa, para atormentarla, atormentándose. Sir Herbert resume, exponiendo: .. Hamlet evi·
dentemente encuentra UN PLACER intelectual y DOLOROSO en disparar su ironia SOBRE LAS VICTIMAS DE SU LOCURA FINGIDA". Hamlet rebosa de piedad y amor hacia Ofella; lpCro, según el comentario de Hostos, "¡por m~y
buena que sea Ofelia, ¿cómo no ha de ser frágil, si ·10 es su madre?". Por eso ofende el recueroo de la purísima Ofelia, "al confundir en su mismo anatema a la fragilidad y la mujer: Fragilidad, eres mujer". Bl comentario de sir Herbert no resulta muy diferente: .. HamIet rebosa de amor y de ·piedad hacia Ofena. Pero, a sus ojos, ,todo el sexo femenino parece mancillado por el acto de su madre. ¿No exclamó en el primer acto: Fragilidad, eres mujer?". En el tercer acto hay un diálogo célebre entre OfeHa y el príncipe. Hostos comenta ese diálogo de manera deliciosa y arroja chorros de Iluz sobre el estado de alma de Hamlet en aquel momento. Por la paridad de Ofelia con su madre, en cuanto mujeres, 'Hamlet rechaza a Ofelia, amándola. El psicólogo hispano-americano comenta:
"La fragilidad es condición esencial de la mujer. Si no ha caído, caerd. Y para desecharla irremisi·
blemente supone la calda: ARE YOU HONEST? ¿ERES HONESTA? ¿Por qué la abruma con esa brutalidad? Porque es bella". El artista inglés, por su parte, expone: Hamlet, según mi parecer, al tomar a Ofelia por la mano y preguntarle, ¿ERES HONESTA ...? quiere decir: ¿Hay una mujer en quien yo pueda tener fe?". Cuando Hamlet injuria a Ofelia con su pregunta: ARE YOU HONEST, la inefable dulzura de OfeHa contesta con otra pregunta: "¿Puede tener la belleza mejor compañera que la ·honestidad?". Entonces Ham~et se dirige a la suave niña con una salida brutal. Hostos comenta así:
"Como al pronunciar esta cínica herejia no pien. sa en Ofelia y sólo se acuerda de su madre, dice, con
amargura que desgarra: ESTO ERA UNA PARADO· lA EN OTRO TIEMPO, PERO HOY...". Sir Herbert, al comentar la escena entre Ofelia y el príncipe, no sólo copia grosso modo, sino que casi transcribe a la letra el comentario del gran crítico americano.
Es imposible que 'las ideas coincidan a tal punto en hombres de razas y tiempos tan diferentes; es imposible que los aciertos de uno y otro psicólogo correspondan 'hasta confundirse en la expresión escrita. Es imposJble argüir con el azar, ese dios de los tontos. El comentarista ·británico cita, como Hostos, la salida brutal de Hamlet. Luego explioa:
"El verso, ESTO ERA UNA PARADOJA EN OTRO TIEMPO, PERO, HOY ... estd claramente dirigido contra las relaciones entre el rey y la reina". Como se ve, sir Herbert escoge los mismos pasa. jes que Hostos y los explica de igual modo. Adelante. Yo te amé, declara el príncipe a Ofelia poco después de su saUda brutal contra la 'linda persona. "YO TE AME --comema Hostos-, es yo te amo. En boca de Hamlet significa más: te amo, pero no debo amarte-. "Es un combate a muerte entre el deber de venga·r (a su .padre) 'Y la necesidad de amar, nunca tan imperiosa como emonces... ". Hamlet se aleja, ".fijos siempre los ojos en la ventura que abandona, maldiciéndose dos veces a sí mi9II1o-. "Ofelia --continúa el comentador americano-, que en sólo un momento ha 'Pasado por todas las alternativas de 1a esperanza y ·la desesperación, de la alegría y del dolor, del amor y ,la .piedad, ha perdonado todas las ofensas, 'ladas las injU9bicias, todas las crueldades, todas las bruta· lidades de su amante... y quejándose del infortunio más que de Hamet, exoIama: -HABER VISTO LO QUE HE YISTO PARA YER LO QUE YEO". "NO T·E AMO, dice Hamlet, alTancándose asf el corazón. Ofelia cae sobre c!I sofá...". 61 comentador agrega que Hamlet ama a OfcHa, "pero no se atreve a mosÍ'I'ar su corazón". La piadosa, dulce OfeHa, considerando loco al prín. cipe, en vez de culpal'lo se resigna a exclamar: "La desgracia se abate sobre ml. HABER VISTO LO QUE HE VISTO PMtA Y'ER LO QUE VEO-o No son las demostradas las únicas concomitancias, en la explicación de la pieza shakespeariana, entre el artista de Inglaterra y el crítico de América. "He hecho cuanto he podido para familiarizar.
me con las obras de los comentadores literarios del Hamlet", exclama sir Herbert. Como vamos viendo, sus palabras son una mentira. Continuemos con algunas similitudes, sorprendidas a la buena de Dios. Hostos expone el estado mental de Hamlet durante el más célebre de sus monólogos, y comenta así: Ha decidido el mal y ese mal va a tener por expresión la muerte... Y ¿qué es mds digno del allO
ma, de esa alma humana tan poderosa en el ·pensar, el sentir y en el querer: sucumbir al dolor o rebelcnrse contra él; matar o morir?
en
¿Morir? .. DORMIR Y NADA MAS (Hamlet). La muerte, que antes se le presentó como idea,
se le presenta ahora como realidad. Como idea, asusta. Como realidad, atrae.
y DECIR QUE EN ESE SUE~O VA A ACABAR ESTE ACERBO DOLOR MIO. (Hamlet). Lejos de temerlo, lo desea. Y tanto lo desea (el sueño de la muerte) que se olvida por c;ompleto de la determinación anterior de su voluntad; desaparece
de su espíritu el motivo ocasional de la meditación. Y ya no piensa en el ser que va a destruir EN SI O EN OTRO, sino en EL NO SER QUE ANHELA con toda la devoción de su infortunio". A su turno el artista inglés comenta el estado mental de Hamlet, durante el monólogo. Digámoslo:
Hamlet anhela ese sueño de la muerte, que serd término de todos los males. Tan grande es su horror del deber impuesto, que en este momento Hamlet PIENSA EN MORIR, para no matar al rey". lO
Las irresoluciones constantes de Hamlet dependen de que es un enfermo de ~a voluntad, un razonador, un analista. Sir Herbert reconoce también qué rasgo princi-. pal de Hamlet es la irresolución, por exceso de reflexión, la falta de voluntad por sobra de razona. miento. Sus generalizaciones filosóficas a este respecto son demasiado parecidas a las de Hostos. "Todos menos él -expone H09toS- son activos i'aTa el bien o para el ma¡) y hacen el bien o el mall porque no rellleJcionan 10 que hacen-o "Mientras que él, juguete de sí mismo, pierde el tiempo de ia acción en meditarla... pasan, triunfadoI'es de la aotiv·idad, 'Contemos de sí mismos, como .todos los que triunfan, los hombres que para conseguir lo que desean no necesitan más que abandonarse a su deseo". De este número son Laertes, Claudia y, al fin del drama, "Fortimbras, un príncipe adolescente, una ambición naciente. Fortimbras se dirige con su ejército a Polonia, sacrificando sin vacilación y sin tristeza mi!1es de hombres a su intento-o "El hombre que va a triunfar en la v'ida -opio na sir Herbert- es el que no ve sino un lado de las cosas. EJl hombre cuyo horizoDte meDtal1 es vasto, que es capaz de ver do bueno y lo m8'lo de todo... no alcanzad su meta tan !p1"Onto como aquel que mira recto ante sí y se abandona a su deseo". "Fortimbras no ve sino un solo lado de las cosas y sabe con precisión lo que quiere-. Continuar pescando similitudes sería cuestión de nunca acabar. Las hay, como antes se dijo, y como se observa por los ejemplos anotados a la ventura, de concepto, en cuanto al genio de Shakespeare y al carácter del príncipe y las hay de expresión, has· ta donde es posible en lenguas ·tan desemejantes. Aunque sir Herbert tal vez no ha leido el estudio crítico de Hostos en castellano, sino en alemán, lengua en que fue traducido. Y me baso para suponerlo en que el notable artista inglés conoce la lengua ldemana, como se advierte leyéndolo. y porque cita en su estudio los mejores ensayos tudescos sobre Hamlet: el de Goethe, el de Lessing, el de Hazzlitt, el de Klein. 39
La circunstancia de no citar el de Hostos depone, por razones de epidérmica psicología que los juristas conocen a maravilla, contra el eminente artista inglés, autor de Thoughts and Afterhoughts, sir Herbert Beerbohm Tree. Pero si aún quedasen dudas a alguien. añadiré tres o cuatro detaUes que no admiten réplica. Después de la escena de la comedia en Palacio, representación que termina, en la realidad de Shakespeare, con la fuga del rey, vencido por su borro-r, y la carcajada de Hamlet, que es a'lborear de su resolución, presén1lanse los cortesanos Rosencrantz y Guilderstern, espías del rey. Hamlet derrama sobre ellos sarcasmos y sarcasmos. ,Los espiones se parten. "Queda solo consigo mismo -observa Hostos-. Ni u1Ja duda, ni una vacilación. El que antes dudaba si tenIa derecho de hacer mal; el que antes vacilaba, estremeciéndose ante la idea de la muerte, piensa ahora con fruición que beberla sangre caliente... Ya él estd seguro de su resolución y tiene calma para esperar...". El escritor inglés dice: "A la vista de los cortesanos espías, Hamlet retorna a sus sdtiras tremendtlSi Despide a los falsos amigos y queda consigo solo perfectamente sano, reconoce la necesidad de la acción". Hostos opina del monólogo: .. el monólogo mds profundo que ha pronunciado jamds el labio humano". El señor Tree escribe, ·respecto de la célebre escena del acto I1I: "cuadro el mds terrible que el espíritu del hombre haya jamds evocado". Hostos dice que Hamlet "pierde el tiempo de la acción en meditarla". Y el señor Tree: "malgasta en sdtiras el tiempo que pudiera emplear en matar al rey". ·Lo expuesto basta. Con semejantes premisas, la conclusión se impone por sí misma. El lector, si es lógico y de buena fe, llegará por su parte a la propia conclusión que el autor de las presentes anotaciones.
VI A ·PiROPOSITO DE HOSTOS, LIT~RATO, EL TUPB DE LOS EUROPEOS Si a los ingleses les dijeran de sopetón que un artista británico, de nota y campanillas, condecorado con título nobiliario, se había inspirado para escribir sobre Hamlet, en un autor de Puerto Rico, los ingleses, desdeñosos e incrédulos, romperían la habitual gravedad de su rostro con una sonrisa. Si a los franceses se les dijem que sus filólogos de más nombradía han descubierto orígenes de errores y fijado el .sentido y texto reales en literaturas
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de la Edad Media, granjeando por ello fama, casi medio siglo después de haber descubierto aquellas máculas y fijado aquellos ·textos un venezolano, los franceses, desdeñosos y sarcásticos, romperían en burlas agresivas. Si a los españoles se dijera que uno de sus más bellos poemas modernos había sido inspirado en la novela de un colombiano, ·los españoles, desdeñosos y bravos, romperían en ·refunfuños. Tal es el cómodo e invencible menosprecio con que miran los europeos, sin exclusión de país alguno. cuanto no es europeo. En vano el Japón saca a relucir contra Rusia elocuentes e inesperados argu· mentas de superioridad en Mukden y Tushima; en· vano hablan Boyacá, Maipo, Carabobo, Pichincha y Ayacucho; en vano austriacos y franceses -recogen, pálida y cercenada, la cabeza de aquel emperador que quisieron imponer a Méjico; en vano la bandera de los Estados Unidos flota en el Pacífico y el Atlántico sobre antiguas posesiones europeas; en vano Buenos Aires cuenta entre las más bellas y populosas ciudades del mundo, en vano Río de Janeiro es cuna de la aviación moderna; en vano Australia surge de los mares como un milagro del esfuerzo humano... En vano todo. Europa no se pliega, ni desarma, ni desmonta ·sus desdenes. No se allana a reconocer ningún género de superioridad en hombres ni pueblos no europeos. Fuera de Europa no existe nada digno de mención. Europa olvida, por ejemplo, que nosotros, americanos, somos vástagos y prolongación, en el tiempo y en el espacio, de pueblos y civilizaciones europeos. Que a esta civilización ·heredada qe estamos imprimiendo carácter diferencial en sentido deperfeccionamiento, y que los hombres de allende el mar pueden ser y son, cuando no superiores. iguales en mentalidad y esfuerzo a los hombres del Viejo Mundo. Olvidan los europeos, pongo por caso, que el primer guerrero de la antigüedad, aquel Mejandro que extendió por el mundo asiático ~a civilización helénica, no era un ateniense ni un espartano. Olvidan que el primer filósofo de Grecia, el de más genio y prolongación de su influencia en la historia del mundo, Aristóteles, no nació en la madre Grecia, sino en ,la tracia Estagira. Olvidan que, en los tiempos modernos, los Comentarios reales, célebres en la historia literaria de España, se escribieron en maravillosa lengua de Castilla no por un español sino por el Inca Garcilaso; que el más pulcro y elegante poeta francés de nuestros días, José María de Heredia, fue un hijo de Cuba; que Rudyard Kipling, el poeta nacional de Inglaterra, nació en la India. Olvidan que ni el telégrafo, ni el teléfono, ni la navegación por vapor tuvieron 'origen en Europa. Olvidan otras muchas cosas que no es oportuno recordarles aquí. A los ingleses que rían cuando se les asegure que un au1:or de la Gran Bretaña puede inspirarse en un crítico portorriqueño, baste decirles el caso de
.sir Herbert Beerbohm Tree. A los españoles que re· funfuñen cuando se les informa que uno de sus más bellos poemas modernos ha sido inspirado en la novéla de un colombiano, baste comparar el encantador Idilio, de Núñez de Arce, con María, de Jorge Isaaes. Cuando a los franceses, que son tal vez los más insolentes y despectivos para con lo no europeo, y los que más ignoran cuanto no atañe a sus país, baste decir el nombre de Andrés Bello, y después, el nombre de Gastón París. Don Andrés Bello es ejemplo que puede aducirse a los franceses para probarles que un hijo de la América fue precursor de trabajos literarios de que hombres célebres de Francia se sirvieron, callando el nombre del sabio americano. Y en el supuesto de que Dozy y Gastón París ignorasen a Bello, que no 10 ignoraban, sirve siempre tal ejemplo para probar que en materias intelectuales la luz puede venir de Occidente y un americano ser precursor de los europeos. Pero aún existe, respecto de ·los franceses, más reciente ejemplo, y hasta más ilustre, por uno de los nombres que a ese ejemplo se vinculan. No hace mucho cierto diario parisiense, de cuyo nombre no tiesearía jamás acordarme, publicó un artículo -titulado: La doctrina de Monrae. Les Etats-
Units e.t le Centre- Amerique. Allí pueden ser leídos, al tratar de los cinco Estados de la América Central, los conceptos que paso a transcribir: "Hace largo tiempo, cerca de sesenta años, un gran sabio francés, J. J. Ampere, ha podido escribir: .. La ciudad desconocida se levantard un día en el
punto en que se reúnen las dos Amét'icas (Panamd) y serd la Alejandría del porvenir. Será también, como Alejandría, el emporio del Oriente y del Occi· dente, de la Europa y del Asia,' pero en escala mds vasta y en las proporciones del comercio moderno". El diario de París se extasía, con razón, ante el genio y la visión profética .. del gran sabio francés". "Pero aquél gran sabio francés" tuvo, en la ocasión, más memoria que genio. El "gran sabio francés" no hizo, en efecto, sino transcribir, o casi casi, las palabras escritas por BoHvar veinte años antes, a los comienzos del siglo XIX, en 1815. Bolívar, en su maravillosa carta de Jamaica, opinó sobre los cinco -Estados de la América Central y sobre Panamá, 10 siguiente:
Esta magnífica posíción entre los dos grandes mares podrd ser, con el tiempo, el emporio del Universo. Sus canales acortardn las distancias del mundo: estrechardn los lazos comerciales de Europa, América y Asia y traerdn a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. Acaso sólo alli podrd fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del Antiguo Hemisferio. Al "gran sabio francés", como se mira, le fue
fácil profetizar el porvenir de Panamá, veinte años después que Bolívar. Le bastaba con saber leer. El "gran sabio francés" ha probado que sabía Ha probado también que aprovechaba sus lecturas. Ha probado, por último, que lo no europeo, aunque proceda de un Bolívar, no existe, o puede considerarse como no existente, sin dejar por eso de copiar. lo y apropiárselo, cuando la ocasión se presenta.
VII HOSTOS, FILOSOFO MORALISTA Hostos es uno de los más austeros y aun seductores apóstoles contemporáneos de moral social y de moral individual. El crea o echa las bases de una ciencia nueva: la moral social, rama de la Sociología, y cuyo objeto no es otro que la aplicación de leyes morales -que él descubre- a la producción y conservación del bien social. Grande y generoso optimista, cree Hostos en el progreso tiel hombre hacia el ideal de Bien y trata de acelerar ese progreso. El -hombre se elevará por el desarrollo del espíritu, por el aumento de la conciencia, hasta llegar a penetrarse de la esencia del mundo, que no está por encima del conocimiento humano. De ahí su afán redentorista por medio de la instrucción, a la que consagró tan fecundos y trascendentales esfuerzos. De ahí que este hombre augural, .portador de buenas nuevas al espíritu, descubra y enseñe cómo "el problema de 1a Moral consiste en 'hacer que el hombre de esta civilización sea tan digno y tan bueno, tan ·racional y tan consciente como 'de la íntima correlación de la razón con la conciencia y de la conciencia con el bien, resulta que debe ser y puede hoy ser". La moral de Hostos carece de sanción ultraterrena. ¿Por qué? Porque Hostos imagina: "ni la razón ni la conciencia nacesitan para 'la práctica del deber y para la busca reflexiva del bien, de otros estímulos que la excelsa dignidad del bien y del deber". Debemos esclavizamos a la Moral, no por el menguado utilitarismo de Franklin, sino por una superior y desinteresada conveniencia. En su Tratado de Sociología indica el maestro que las muchedumbres son incapaces de comprender que los fines religiosos y morales son fines de bien socia) y que, por tanto, "son dependientes, estrictamente dependientes, de la Moral y de los fines morales de la vida humana". Carece también la moral de Hostos de fundamento metafísico: es de orden natqral. "La Moral -dice- no se funda más que en realidades naturales, y no se nos impone ni gobierna la conciencia sino en cuanto sus preceptos se fundan en reaHdades naturales".
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Para comprender esto bien es necesario descubrir la esencia íntima de la moral hostosiana, que se basa en una armónica relación preexistente entre el hombre y la Naturaleza, de la que aquél es parte integrante. Descubrimos un orden en la Natura-leza, euritmia u orden natural, que la conciencia humana es capaz de comprender y comprende. Ahora bien: "·la sociedad es un aspecto de la Naturaleza", luego es de orden natural, y como el hombre es componente de la Sociedad, no puede salirse tampoco de ese orden: existe, pues, una relación de la sociedad con el hombre y del hombre con la Naturaleza. Esas relaciones se rigen: una, por la moral individual; otra, por la moral social. Pero el universo moral, como conexo con el hombre, que es producto de la Naturaleza, resulta de orden natural y obedece a leyes naturales. "Estamos ligados por nuestro organismo corporal -dice Hostos- con la Naturaleza, de que es parte, y de ese 'Vinculo natural entre todo y parte se derivan las relaciones de la moral natural. Nos relaciona de un modo más inmaterial con nuestros organismos intelectivo, volitivo y afectivo la que llamamos naturaleza moral o humana, y en todas las relaciones de ese orden se funda la moral individual...". De una serie de relaciones con la naturaleza social nace la moral social. Pero social, individual o natural, esta -moral humana es un acorde del concierto cósmico. La Moral, es decir, la armonía, el orden del ser consciente, está dentro de la Naturaleza y obedece a leyes naturales como la armonía del cosmos, de la que es correlativa. El cumplimiento del deber le .parece al moralista americano una nota estética, y por ello grata en sí y de delicioso cumplimiento. Considera el deber como una deducción espontánea de cuantas relaciones nos ligan con el mundo externo, con el mundo interno y con el mundo social. Existe para el hombre un deber máximo: el deber de los deberes que" con· siste en cumplirlos todos, cualquiera que sea su carácter, cualquiera el momento en que se presente a activar nuestros impulsos o a despertar nuestra pereza, o a convencer nuestra razón, o a pedir su fallo a la conciencia". Tan alto y tan noble resplandece el -apóstol de esta doctrina, tan desligado del polvo se cierne en los espacios abiertos su generoso espíritu, que esa misma nobleza inigualable y esa misma altitud inalcanzable son el mayor reparo que pudiera oponerse a la ética hostosiana. Esta ética, en efecto, parece concebida para un mundo mejor; para un mundo de humanidad más fácilmente perfectible. Pero el 'hombre que conocemos, desde el cavernícola hasta Platón, ha necesitado siempre para la busca del bien y del cumplimiento del deber, de estimulas más eficaces que la exclusiva dignidad del deber y del bien. 42
El hombre no es bueno ni acaso 10 sea nunca: ,lo confirma la Historia. La barbarie desencadenada en Europa con motivo de la guerra de 1914, los asesinatos en masa, la destrucción de catedrales, el incendio de bibliotecas, el empeño de unos ·pueblos en destruir naciones enteras y aniquilar razas íntegras, porque estas razas y estas naciones demoran más aUá de un río o de una montaña, o porque 'hablan en tal o cual lengua, o adoran a tal o cual dios, o comercian por tantos O cuantos miles; todas las crueldades inútiles y sistemáticas que han quitado a Europa el derecho de llamar bárbaro a ningún pueblo contemporáneo, prueban que ni la Filosofía, ni la Ciencia, ni el Arte, ni largos paréntesis de cultura pacífica logran destetrnr por completo la parte de bestia que hay en el hombre. A la primera ocasión propicia la bestia resurge triunfante y feroz. El hombre no es bueno ni acaso lo sea nunca: lo confirma la Ciencia. El biólogo Ramón y Cajal, apoyándose en Weisman, ~one recientemente que "ninguna de las adaptaciones culturales y sociales del hombre se ha transmitido todavía a las células germinales ni ad· quirido, por tanto, carácter hereditario". El célebre biólogo arriba a muy pesimista conclusión: "Por imposición fatal de la inercia nerviosa, nuestros descendientes serán tan perversos como nosotros... Nadie ha logrado suprimir o corregir nada de esas células nerviosas, 'portadoras de instintos crueles, legado de la más remota animalidad y creados durante períodos geológicos de rudo batallar contra la vida ajena... Ot.
VIII HOSTOS, SOCIOLOGO Como sociólogo es también Hostos un pensador original. No ol'Videmos, sin embargo, al decir original, la diferencia que existe entre la originalidad creadora en Arte y la originalidad compatible con la Ciencia. El arte, que es todo emoción y traduce por medio de la hermosura concreta las vibraciones de un temperamento ante el espectáculo de la Naturaleza y en el roce con la vida, puede alcanzar en la expresión un grado máximo de originalidad, aunque dentro de ciertos Hmites. Todo artista de raza tiende a ser original, personal, inconfundible. La uniformidad es obra del nombre que sabe imitar siempre y pocas 'Veces crea. ·La Naturaleza no obra así: ella es varia, multiforme, creadora, original por excelencia. Aun dentro de lo genérico pone sello especial: dos rostros, dos ríos, dos hojas no se asemejan casi nunca; son originales. El campo de la originalidad científica es estrecho.
Siendo la Ciencia una acumulación de experiencia, la originalidad del científico sólo consiste en arrojar nuevas -luces sobre un punto conocido y estudiado, o bien en realizar e~periencias nuevas y nuevos descubrimientos. Galileo, Newton, son hombres de ciencia originales, porque descubrieron verdades cien· tíficas desconocidas hasta ellos. Colón también lo es. y si entramos en el terreno de las especulaciones filosóficas, encontramos que Kant, por ejemplo, no es menos original que Colón, que Newton y que Galileo. Su originalidad consiste en que, gracias a su potencia cerebral, a su fuerza razonadora, arroja nuevas luces sobre viejos problemas, y en que desde su observatorio se divisa un campo más vasto que desde el observatorio de otros pensadores que lo precedieron. La originalidad de Hostos corno sociólogo consiste en que, no contento con repetir a sus antecesores, aunque valiéndose del depósito de experien. cias legado, estudió por sí las sociedades que tuvo a la vista, estudió las sociedades históricas, y de su estudio sacó en limpio verdades generales nuevas. Por lo menos sus verdades tienen mucho de la verdad. Por ello Hostos pertenece, aunque hasta ahora no se le haya reconocido así, a la egregia minoría de pensadores primarios. Desde que los antiguos estudios morales y .políticos empezaron a ser clasificados, según las palabras de Comte, "corno las ciencias positivas", procedióse a establecer sus bases y a darles, por consiguiente, carácter científico. Es decir: se principió a convertir aquellos estudios morales y políticos, de carácter metafísico, o, si se quiere, filosófico, en estudios experimentales, en ciencia social, en Sociología. De entonces acá muchos pensadores potentes han contribuido con luces personales y personales observaciones a fundar, desarrollar -no quiero decir fijar- la Sociología. Se ha caminado poco a poco; pero adelantando. Cada pensador ha contribuido con su .piedra al edificio. Muchas de estas piedras han rodado por tierra, faltas de adaptación o difíciles de asentar, o por deleznables se desmigajaron con la presión. Pero otros pensadores vinieron después y la obra continúa sin interrumpirse. Quetelet ve desmoronarse sus piedras estadísticas; Lilienfeld, sus piedras biológicas; Stein, Carey, sus piedras de economistas. Todos por exclusivismo y unilateralismo de ideas. Pero ellos y cien otros han contribuido, con más o menos felicidad, a la fabricación del edificio. Y los más eficaces arquitectos son aquellos que, corno Spencer, gracias a una mentalidad superior y a un objetivismo riguroso, carentes de prejuicios, u olvidándolos, sistematizan y concretan en leyes generales observaciones directas, confirmadas una y cien veces, pasadas por todos -los crisoles. Hostos, juntando lo aprendido en los libros con lo aprendido en -la experiencia, las teorías ajenas y las observaciones personales. los conocimientos
adquiridos y las ideas propias, lo que heredó de sus antecesores y lo que obtuvo. por sí mismo, llega a establecer una sociología con caracteres novedosos, interesantes y fundamentos sólidos. Desde 1880, más o menos, es -decir, antes que la mayor parte de ,los sociólogos de nombradía en Europa y Estados Unidos, antes que el alemán Bastian, antes que el inglés Summer Maine, antes que el francés Le Bon, antes que el italiano Asturaro, antes que el yanqui Ward, Eugenio María de Hostos, en nuestra distante América, ya 'había formulado todo un sistema que andando el tiempo. reafirmó con observaciones propias y ajenas. La esencia de la filosofía social de Hostos surge tan majestuosa como la audacia del edificio de ideas que erige este pensador. Por los fenómenos generales de la vida social se advierte un orden a que obedecen las sociedades. Este orden no puede 'existir sin leyes que 10 -fundamenten: esas leyes son las leyes naturales de la sociedad. Como Hostos ha comprendido la actividad funcional del ser social en cinco géneros de fenómenos, las leyes naturales de -la sociedad deben de corresponder a esas cinco actividades genéricas de la clasificación hostosiana. Así es, en efecto. Estas leyes funcionales se denominan: Ley de Trabajo, Ley de Libertad, Ley de Progreso, Ley de Civilización o de Ideal y Ley de Conservación. Pero además de esas cinco leyes funcionales existen las dos leyes generales que él nombra: Ley de la Sociabilidad y Ley de los Medios. Veamos en qué consiste la Ley de Sociabílidad. Producto de la asociación de dos seres, el hombre en ninguna época de su vida puede desarrollarse y prosperar sino en asociación de otros seres. Lo que ocurre al individuo ocurre también al grupo, desde el .primer grupo constituido a causa de las necesidades y debilidades individuales, la Familia, pasando por el Municipio y la Provincia, hasta la Nación. Al través de todas las escalas evolutivas -desde la tribu hasta el Estado internacional-, la Sociabilidad "es una ley natural a que obedecen todos los seres de razón". Hostos la define como "la constitución natural de las sociedades humanas". La otra ley general, la de los Medios, no resulta menos constante y eficiente. He aquí cómo la enuncia: "toda fuerza social, al pasar de un medio a otro, se quebranta". Esta alteración de fuerza social puede producirse en sentido de más o en sentido de menos; en sentido de más cuando la traslación se efectúa en ciertas condiciones favorables; en sentido de menos, cuando ocurre ]0 contrario. En resumen: "el cambio de los medios modifica la efectividad de los agentes"; y, por tanto, no se puede esperar que se produzca el mismo fenómeno social en distintas latitudes, en distintos tiempos de
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la Historia, ni en distintos estados de la sociedad, ni aun en el mismo tiempo en distinto estado, ni aun en el mismo estado en distinto tiempo. En cuanto a las cinco leyes funcionales u orgánicas, no habría funciones sociales sin leyes sociales que preestablecieran el método necesario a la finalidad de esas funciones de orden colectivo. Por lo demás, las siete leyes naturales que él ha descubierto servirán a futuros exploradores para dar un nuevo fundamento cientifico a las indagaciones de carácter sociológico. Parece, a primera vista, que Hostos incurriera en contradicción entre su doctrina de sociólogo y su doctrina de moralista. Como sociólogo, en efecto, descubre leyes fatales, contra las que no puede el hombre insurgirse, mientras que como filósofo moralista predica la exaltación de la conciencia para la dignificación de la vida humana. Tenemos, pues, de un lado al hombre considerado como juguete de leyes fatales, cogido 'en un engranaje potente de que no puede librarse, y de otro lado ·tenemos que se preconiza la eficacia de la educación, el acrecentamiento de la inteligencia y la exaltación de la conciencia para que (el hombre) cumpla mejor su finalidad en el mundo. Pero la contradicción resulta aparente si se recuerda que, según la' ideología hostosiana, el hombre, supeditado siempre a la sociedad, supeditada a la euritmia del Universo, tiende fatalmente hacia el orden. Así, pues, el hombre puede cumplir mejor su destino comprendiendo, gracias a un grado superior de inteligencia y de conciencia, el determinismo a que obedece. Hay una parte de la sociología de Hostos interesantisima de por sí, e interesantísima principalmente para los hispano-americanos, por cuanto las sociedades americanas sirven allí de materia de estudio y como ejemplo ilustrativo. Se trata de la sociopatía hostosiana o tratado de enfermedades sociales. Siguiendo el concepto de que la sociedad es un organismo, apunta que todo ser tiene, desde su nacimiento, que morir o desarrollarse y vivir. Pero en la vida social, como en la vida animal, suelen ocurrir enfermedades. Estas enfermedades sociales pueden algunas ser congénitas y hereditarias; otras proceden de inadecuación del medio. El desconcierto económico, el desorden jurídico, el raquitismo moral, que ya por sí son males, engendran perturbaciones de linaje diverso. Hostos disocia y estudia con su innata sagacidad filosófica múltiples desequilibrios sociales, desde los de carácter económico, carácter jurídico y carácter intelectual, hasta los de origen moral y los de índole mesológica. Expositor de innúmeras perturbaciones que aquejan al organismo colectivo, Hostos formula preceptos de higiene y promulga nociones de terapéutica social. Así, pues, Hostos resulta el primer pensador que 44
ha descubierto y divulga la posible eficacia de una terapéutica social. Observa y estudia en las sociedades modernas enfermedades económicas, enfermedades jurídicas y enfermedades morales. Especifica la exacerbación del sentimiento religioso, el neurosismo social, las pasiones políticas, el anarquismo, y apunta cómo pueden prevenirse y aun curarse esas y otras dolencias. Pero circunscribiendo aquí las observaciones del sabio a lo que más -inmediatamente atañe a los pueblos de Hispano-América, advertimos que Hostos encuentra en ellos, mayormente en algunos de la región intertropical, caracteres patogénicos, como la anemia fisiológica y el sensualismo satiríaco: y en todos, "porque entre tantas sociedades infantiles ni una sola nació con salud", el espíritu de imitación, la ineficacia del derecho, el politiqueo, el mi· litareo y el revolucionismo. La mayor parte de sus observaciones son directas; hechas por él, concienzudamente, en pueblos americanos que conoce y estudia. En vano se buscarían páginas extranjeras que reemplacen, desde el punto de vista científico americano, a las del sociólogo de 'Puer:to Rico. "Los Estados de origen español -asienta- siguen siendo casos de sociopatfa". El politiqueo, que es la única, por desgracia, de las enfermedades de la sociedad americana a que dedica análisis de alguna extensión, lo define así: "El politiqueo es simple y sencillamente la costumbre de chismear llevada a los asuntos de carácter público". y como esas sociedades americanas se han desarrollado tradicionalmente, desde los días de Colón, fuera del Derecho, agrega: "Para arraigar esa mala costumbre (de politiquear en vez de establecer y seguir una política) en los negocios del Es·tado, no tenían que ·hacer ningún esfuerzo de voluntad ni de razón, y de la noche a la mañana aparecieron las gentes políticas de estos países como maestros consumados en el arte de la falsía, del embrollo y de la intriga. "La ignorancia de todos sirve perfectamente al encumbramiento de los pocos que se dedican a embrollado todo, con el objeto de ser ellos los árbitros de la vida general". Y termina su exposición de patología hispano-americana con estas terribles palabras: "La ·función del Derecho (en tales pueblos) no puede en ninguna manera ser ·regular. Esta irregularidad constituye la más peligrosa de las enfennedades jurídicas que pueden sufrir las sociedades ·humanas". Otra de las excelencias de la concepción hostosiana de la Sociología consiste en que equidista de la teoría "individualista", que .pospone la sociedad al hombre, y de la teoría "socialista", que anula el tector hombre en provecho de la sociedad. Hostos, en efecto, armoniza ambos extremos en una teoría sociocrática como la de Comte, reconociendo la do-
ble influencia de la sociedad sobre el individuo y del individuo sobre la sociedad. Esta teoría, que él llama orgánica, piensa Hostos que va mucho más ·lejos que la de Comte en reconocerla influencia social del elemento individual. Según esta teoría de Hostos, "la sociedad es una ley a que el hombre nace sometido por la Natura· leza, a cuyos preceptos está obligado a vivir sometido, en tal modo, que mejorando a cada paso su existencia, contribuye a desarrollar y mejorar la de la sociedad". Sin el individuo no existe ·la sociedad; sin la sociedad no existe el individuo. La dependencia es mutua. Sin embargo, este balance no existe sino en apariencia: la reciprocidad no es de idéntica entidad: el hombre, en la teoría de Hostos, y a pe· sar de lo que Hostos piensa, queda supeditado a la sociedad. Las ideas de Hostos, en este punto básico de su sistema sociol6gico, no son, como se supondrá, mera divagaci6n inútil ni desvarío de idealista. Cree repitámoslo por centésima vez -que existe una estrecha y arm6nica relación entre los hechos soci6ticos y -los c6smicos: cree que la Sociedad es un aspecto particular de 1a Naturaleza, un fen6meno de orden natural, y que estando la Naturaleza sorne· tida a leyes, la Sociedad no puede no estarlo. Esas leyes a que obedecen las sociedades, leyes que el genio de Hostos descubre y fija, sirven de hilo con· ductor a buena parte de la sociología hostosiana. Ya las conocemos. Al pensador colombiano Carlos Arturo Torres toca el honor de haber insinuado, aunque dubitati· vamente, que los estudios de Derecho, de Educa· ción, de Moral, de Historia, a los cuales dedicó Eugenio María de Hostos su actividad, pueden con· siderarse -como las obras varias que precedieron a la sociología de Spencer- partes componentes de la hermosa construcción sociológica a que el pequeño y magnífico Tratado de Sociología sirve de remate. Descubriendo y comprendiendo ·la unidad de esa obra y la unidad de esa vida resultan ambas más grandes; resultan del -tamaño que son.
IX HOSTOS, TRATADISTA DE DER<ECHO CONSTITUCIONAL Culminó Rostos en el estudio de aquella parte del derecho público que regimenta el ejercicio de los grandes poderes en el Estado, su armónico funcionamiento y cuanto respecta a la organización social y política de un pueblo. El gobierno de las sociedades no solamente su administraci6n -según el distingo de Serrigny-, 10 preocupó hondamente;
y fruto de esas ,preocupaciones de clarividente viene a ser su obra sobre Derecho constitucional. Vincula la soberanía en la sociedad. La sociedad es un organismo natural, compuesto de órganos que realizan funciones indispensables a la vida del todo. "Ningún obstáculo presenta la razón a que reser· vemos el nombre de soberanía al poder social, y a que demos a la capacidad del municipio y la provincia el nombre de poder. Entonces tendremos poder municipal, poder provincial y poder nacional, para designar la suma de capacidades de cada uno de esos órganos sociales; y soberanía social para indicar ·la suma expresi6n de poder, de fuerza dispositiva de la sociedad en sus actos como actividad completa que abarca todas las demás actividades". ¿Hasta dónde alcanza la soberanía y qué la coar· ta o limita? ¿En qué forma se organizan los poderes públicos? ¿Cómo se les elige? ¿Cuáles y cuántos son los derechos públicos: libertad de conciencia, libertad individual, libertad de trabajo, libertad de enseñanza, igualdad civil, inviolabilidad del domicilio, respeto a la propiedad, etc? Estas y otras cuestiones le son comunes con los demás tratadistas; su originalidad consiste en la manera c6mo encara y resuelve algunas de ellas. Así, por ejemplo, debe hacerse hincapié, aun en lo sumario y volandero de esta exposición, en su proyecto de Antecámara, que tanto llamó la atención del parlamentarista español Don Gumersindo de Azcárate. No son de menor interés sus maneras de ver, novísimas, respecto a las funciones del Poder. Tampoco debe pasarse por alto su .proyecto de Electorado, para la renovación de los Poderes públicos. La primera función efectiva del poder de la sacie· dad es el sufragio. Hostos pregona que no debe prescindirse de las minorías, como hasta ahora, porque "el menor número, no por ser menor deja de ser un componente efectivo de todo soberano n • El menor número en efecto, puede ser el derecho y la razón. Del sistema representativo deriva Hostos 16gicamente el derecho de las minorías. Y no res· tringe a los hombres el derecho del voto. "Todo lo dicho -expone- en contra del sufragio femenino está dicho en contra de la razón y la equidad. Des· graciadamente, todo lo dicho en pro, dicho ha sido en pro de la sinrazón y la discordia". La función electoral "es igual, en cuanto a su fin, a las demás funciones del poder; pero superior en jerarquía, en cuanto es anterior a toda otra y neo cesaria para toda otra". Esa función es para el indio viduo un derecho y un deber. Acogiendo la idea bolivariana del Poder Electoral, Hostos instituye un Electorado, órgano de la función electoral. Preceptúa·con detenimiento el principio del Poder Electoral, o Electorado, a fin de que se ponga por obra con éxito; y aplaude, como
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un rasgo de genio del Libertador, la creación de ese poder o la idea de crearlo. .. Bolívar -dice-, a quien para ser más brillante que todos los hombres de espada, antiguos y modernos, sólo faltó escenario más conocido; y a quien para ser un organizador sólo faltó una sociedad más coherente, concibió una noción del poder público más completa y más exacta que todas las practicadas por los anglosajones de ambos mundos, o propuestas por tratadistas latinos o germánicos. En su acariciado proyecto de Constitución para Bolivia dividió el Poder en cuatro ramas: las tres ya conocidas por el Derecho público, y la electoral. En realidad,fue el único que completó a Montesquieu, pues agregó a la noción del filósofo político de Francia lo que efectivamente le faltaba". El Electorado de Hostos sería electivo y alterna· tivo. Habría un Electorado municipal, un Electorado provincial y un Electorado nacional. Su nombre indica su objeto. Señala Hostos la manera de ser elegidos estos cuerpos, su duración, sus atribuciones, sus responsabilidades. El juicio que merece a las nuevas generaciones americanas esta obra de Hostos puede expresarse con las palabras del tratadista, hombre público y profesor chileno, Don Angula Guridí: "Es el mejor tratado de Derecho constitucional que conozco... ".
x HOSTOS, HOMBRE DE IDEALES Y HOMBRiE DE HOGAR Hemos considerado a Hostos, aunque a las volan· das, por varias fases de su múltiple personalidad: como maestro, como crítico literario, como filósofo moralista, como sociólogo y como tratadista de Derecho constitucional. Para esbozar la obra de su poderoso y fecundo espíritu, basta. Por la garra se juzgará de ese león. Hasta aquí lo que respecta al hombre de ideas. For lo que respecta al hombre de ideales, 10 hemos visto renunciando a todas ·las solicitaciones del in· terés para consagrar su juventud inquieta y altruista a un sueño de libertad: al sueño de independen· cia para sus Antillas natales. Y cuando vio derrumbarse la fábrica de un pueblo, mientras él estaba ayudando a ,levantarla, consagró su yida a una obra de cultura americana, creyendo tal vez, con muy buen acuerdo, que la cultura es una de las más ·firmes bases de la nacionalidad en todas partes; pero sobre todo en nuestras repúblicas de América, enfermas de barbarie. Fue un civilizador como Sarmiento; pero le faltó lo que tuvo el argentino: un pueblo que plasmar. Le faltó una patria. Los celos de nuestras nacionalidades; las .pequeñeces locales de nuestros paisesi-
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tos, cada uno de los cuales se cree el ombligo del planeta; el triunfo de Páez, Rivadavia, Santander, y del ideal antiboliviano de patrias microscópicas que éstos abrigaban, impidieron a Hostos, a tan gran varón como Hostos, no digo ya dirigir una república, pero ni siquiera influir directamente en los negocios públicos de un pueblo desde la curul de un Parlamento o el sillón de un Ministerio. El caso de Bello en Chile no se ha repetido. Habría, para verlo repetirse, que dictar en cada república leyes de excepción en favor de los demás hispano-americanos. sin olvidar, naturalmente, aquellas limitaciones imprescindibles, única fianza de no caer en la utopía. ,Los hombres traducen su alma por actos O por ideas. El hombre que había en Hostos se ha ido diseñando por sí mismo al través de estas páginas. Añadiremos algunos rasgos que acentúen los contornos de la fisonomía moral de Hostos. Tuvo seis hijos. Cuenta quien está al tanto de las intimidades de aquel varón bíblico, que mientras pequeñuelos, se complacía en dormirIos personalmente, cantándoles canciones que él mismo compuso para ellos. "Las Pascuas -escribe un discípulo de Hostos-, las fiestas de familia, como los cumpleaños de sus hijitos, eran celebrados por él con árboles de Navidad, retablos, fuegos artificiales, guiñoles, audiciones musicales, sombras chinescas y representaciones teatrales en que los mismos niños hacían de actores y para los cuales él escribió las comedias: ¿Quién preside?, El cumpleaños, La en· fermita y El naranio". Otro rasgo va a acentuar la pintura. Cuando estuvo por primera vez en el Perú predicando su cruzada de independencia antillana, escri· bía diariamente en los periódicos -para irse ganando al mismo tiempo la vida. Estaba entonces en proyecto el ferrocarril de la Oroya. Hostos se puso a analizar, en el periódico limeño La Patria, los distintos contratos presentados al Gobierno. Un día uno de los contratistas,llamado Meiggs, se presentó a Hostos, proponiéndole un millón de francos "para la independencia de Cuba" si recomendaba el proyecto Meiggs a la opinión pública. Aquel varón de Plutarco, -heroico e íntegro, que nunca admitió componendas con la irregularidad, estudió el proyecto y no convino en echar el peso de su autoridad moral y su pluma resplandeciente a favor del contrato. Por el contrario, cuando ana. lizó en La Patria el contrato de Meiggs, lo presentó como perjudicial a los intereses del Perú. Aquel escritor pobre menosprecia un millón de francos. Aquel apóstol de la independencia anti. llana renuncia a contribuir a la realización de un noble sueño. Cierra Jos oídos a todas las sirenas, ahoga sentimientos carísimos y embiste contra lo que no cree justo, ni útil, ni equitativo para el Perú. Es decir, obra según la conciencia y no según el interés.
Ese es Hostos. Igualmente grande medido como hombre moral, como hombre de pluma, como hom· bre de pensamiento. Fue tolerante al punto de que su mujer y su hija extremaban la nota católica, a ciencia y paciencia del sabio. No le faltaron, cuando -la ocasión lo requería, respuestas agudas. El arzobispo de Santo Domingo, Merino, brillantísimo orador, le decía una vez: -Yo tengo un pie en la cultura clásica y otro pie en la cultura moderna. -Por eso está usted siempre vacilante -le repuso Hostos. Aunque vivió en pueblos chicos, es decir, en in-
fiemos de chismografía, su vida sin sombra salió ilesa de los dientes del vecindario. Una vez sus discípulos le informaron: -Están hablando mal de usted, maestro. Hostos respondió con una sentencia griega y siguió viviendo su vida de santo laico. En lo físico era de estatura media, con dos me· lancólicas luces grises por ojos, una larga nariz, un si es no es aguileña; una magnífica frente despejada; unas barbas canosas y unos cabellos de plata y endrina, color de acero por la mezcla, y largos. Así lo conoció en Caracas, el año 1899, el autor de estas líneas. El autor ignoraba entonces quién era y qué significaba para la América aquel hombre.
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Los Indios Caribes en la obra de César de Rochefort* (Traducción de MANUEL C,{RDENAS RUIZ)
Capítulo XI DEL NATURAL DE LOS CARIBES Y DE SUS COSTUMBRES .. os CARIBES EN SU NATURAL SON DE UN TEMPERA-
L mento triste, soñador y melancólico; el pescado, la holgazanería y la temperatura del aire, contribu· yen mucho al mantenimiento de este humor. Sin embargo habiendo notado por experiencia propia que esta ·mala constitución altera su salud, y que el espíritu abatido seca los huesos, la mayor parte de ellos hacen una tal violencia contra su inclinación natural que parecen animados, risueños y alegres en su conversación, sobre todo cuando tienen un poco de vino en la cabeza. También" les cuesta trabajo, como a -los Brasileños, el soportar la compañía de los melancólicos; Y ,los que han conversado frecuentemente con ellos los han encontrado siempre muy burlones y muy celosos de no dejar pasar nin· guna ocasión de reírse sin aprovecharla, e incluso los han visto frecuentemente reventar de risa en ocasiones donde los más alegres de los nuestros mostraban apenas una sonrisa. . Las conversaciones entre ellos son ordinariamente sobre la caza, la pesca, el cuidado de su huerto, o algunos otros temas muy inocentes. Y cuando es· tán en la compañía de extranjeros no se incomodan jamás por las risas que se sueltan en su presencia, y no las toman en cuenta aun cuando tuviesen la intención de burlarse de ellos. Además, a diferencia de los Soriqueses, Nación de la Nueva F,rancia, que se Uaman ellos mismos Salvajes sin saber lo que eso significa, estos pueblos se ofenden mucho si se les dice tal nombre cuando se les habla, pues entienden esta palabra y dicen ellos que no es apropia-
* Cesar de Rochefort - Histoire NatureUe et Morale des Iles Antilles... Rotterdam, 1658. 48
da más que para las -bestias de los bosques. No quie. ren tampoco ser llamados Caníbales, aun cuando comen la carne de sus enemigos, lo que hacen para calmar su rabia y su venganza, y no por que encuentren su sabor más delicioso que el de las otras viandas con las que se alimentan. Sin embargo, les da un gran placer el que se les llame Caribes, ya que este es un nombre que les parece glorioso, que resalta su coraje y su valentía. Pues, en efecto, no son solamente los Apalachitas del mediodía, de quienes ellos descienden, los únicos que con esta palabra quieren decir belicoso, hombre valiente dotado de fuerza y de entereza extraordinaria en los hechos de armas. Los Aruages mismos, sus Capitales enemigos, -habiendo experimentado frecuentemente su valor, entienden con ella la misma cosa, aunque también quieren decir con esta palabra Cruel, a causa de los males que los Caribes les han hecho sufrir. Tanto aman nuestros Salvajes este nombre que dicen constantemente a nuestras gentes: "Tú Francés, yo Caribe". Su natural, por lo demás, es dulce y benigno. y son tan enemigos de la severidad, que si las Na· ciones que los tienen como Esclavos, tal como los Ingleses quienes mediante engaños los raptan de sus lugares de nacimiento, los tratan con rigor, frecuentemente mueren por ello de desagrado. Pero mediante la dulzura se les gana; todo 10 contrario que a los Negros que exigen ser tratados con rudeza, pues de otra manera se convierten en insolentes, perezosos e infieles. Ellos nos reprochan comúnmente nuestra avaricia y la diligencia desmedida que tenemos por amasar bienes para nosotros y nuestros hijos, ya que la tierra es muy capaz de dar alimento a todos los hombres siempre que quierap tomarse un poco de trabajo en cultivarla. Así, por 10 que a ellos respecta, están totalmente -libres del ansia de las cosas que atañen a la vida, e incomparablemente más
gruesos y de mejor salud de lo que nosotros lo eSa tamos. En una palabra, viven sin ambición, sin pena, sin inquietud, no teniendo ningún deseo de adquirir honores, ni de amasar riquezas, despreciando el oro y la plata, como los antiguos Lacedemonios y los Peruanos, contentándose por igual, y con lo que la naturaleza les ha hecho ser, y con lo que la tierra provee para su sustento. Cuando van a ,la caza o a la pesca, o abaten árboles para hacer un jardín, o para levantar una casa, que son ocupaciones muy inocentes y muy convenientes a la naturaleza del hombre, hacen todo sin prisa, a manera de diversión y de recreación, como jugando. Sobre todo, ellos se asombran cuando ven que nosotros estimamos tanto el oro, a la luz de que tenemos vidrio y Cristal que, según su parecer, son más bellos y por consecuencia más dignos de ser buscados. Y muy a propósito, Benzoni, Historiador Milanés, nos recita en su Historia del Nuevo Mundo, que los Indios, detestando la avaricia desmesurada de los Españoles que los sojuzgaron, tomaban una pieza de oro, y decían: "He aquí el Dios de los Cristianos; por esto vienen de Castilla a nuestro País; por esto nos iban hecho esclavos, nos han expulsado de nuestras casas, y han cometido cosas horribles contra nosotros; por esto se hacen la guerra entre ellos; por esto se matan los unos a los otros; por esto están siempre en inquietud, se pelean, se roban, se maldicen y blasfeman. En fin, por esto no hay ni villanía ni mezquindad a la que no lleguen". En cuanto a nuestros Caribes, cuando ven a los Cristianos tristes y llenos de enojo, tienen por costumbre hacerles la guerra dulcemente, diciéndoles: Compadre (pues es esta una palabra que ellos han aprendido y de la que se sirven comúnmente para manifestar su buena voluntad, al igual que sus mujeres llaman a nuestra Europeas, Comadres, para indicar amistad) tú eres bien miserable al exponer a tu persona a tan largos y tan peligrosos viajes, y dejarte consumir ~por tantas preocupaciones' y temores. La pasión por obtener riquezas te hace aguantar todas estas penas, y te da todos estos penosos trahajos. Y no tienes -menos inquietud por los bienes que ya posees, que por los que todavía buscas. Temes continuamente que alguno te robe en tu país, o en el mar; o que tus mercancfas naufraguen y sean tragadas por las aguas. Así, envejeces en poco tiempo, tus cabellos blanquean, tu frente se arruga, mil incomodidades trabajan tu cuerpo, mil temores te minan el corazón, y corres hacia la tumba con gran prisa. ¿No estás contento con los bienes que tu país produce? ¿·Por qué no desprecias las riquezas como nosotros?". Y en este particular es digno de señalarse el relato de algunos Brasile· ños a Vicenrte el Blanco: "Estas riquezas", decían ellos, "que vosotros los Cristianos perseguís hasta perder el aliento. ¿Os ponen ellas más en gracia con vuestro Dios?, ¿Os las lleváis con vosotros a la tumba?". Ellos le hacían casi el mismo relato a Juan N
de Lery, como lo informa éste en su Historia. Los Caribes saben reprochar también muy enfá· ticamente a los Europeos, ~mo una injusticia manifiesta, la usurpación de la Tierra natal. "Tú me has expulsado", dice este pobre pueblo, "de San Cristóbal, de Nieves, de Monserrat, de San Martín, de Antigua, de la Guadalupe, de la Barbuda, de San Eustaquio, etc.; de lo que no te pertenecía, y a lo que no podías pretender legítimamente tener derecho. Y tú me amenazas todavía todos los días con echarme de este poco país que me queda. ¿En qué parará el miserable Caribe? ¿Tendrá que ir a vivir al mar con los peces? Tu tierra, sin duda, tiene que ser muy mala ya que la dejas para apropiarte de la mía; o tú eres muy malo para venir así deliberadamente a perseguirme". Esta queja no tiene un aire demasiado Salvaje. Licurgo no permitía a sus ciudadanos el viajar, temiendo que éstos aprendiesen costumbres extranjeras. Sin embargo, nuestros Salvajes necesitarían de grandes viajes para desbarbarizarse, si está permitido hablar así. Y, no obstante, no sólo están exentos de esta codicia insaciable que hace emprender tan grandes y peligrosos viajes a los Cristianos y atravesar temerariamente tantas tierras y tantos mares, sino que tampoco tienen ninguna curiosidad de ver 'los otros 'lugares del mundo, amando más su país que todos los que se les quisiese proponer. y como ellos consideran que nosotros no deberíamos ser tan curiosos, ni menos amantes del nuestro, se asombran de nuestros viajes. En lo cual, cierta· mente, tienen el honor de parecerse a Sócrates, de quien Platón nos dice, que había salido menos de Atenas para viajar que los cojos y los ciegos, y que no deseaba jamás ver otras ciudades ni vivir bajo otras leyes. Siendo en este punto, al igual que nuestros Caribes, contrario a la opinión de los Persas que dicen en un proverbio común que quien no ha viajado por el mundo parece un 050. Los Antillanos no sólo no tienen ningún deseo de viajar; tampoco permiten que nadie de ellos sea llevado a una tierra extranjera, si no es que se les promete expresamente traerlo pronto. Pero si ocu· rre que, por desgracia muere en el camino, no hay que hacer el intento de volver jamás entre ellos, pues os toman un odio mortal, y no hay que espeTar reconciliación. No obstame, si no tienen curiosidad por las cosas que están alejadas, tienen mucha por las que están cerca de ellos; así, que si se abre un cofre en su .presencia, hay que ;mostrarles todo lo que hay dentro, o se sentirían disgustados. Y si ellos se antojan de cualquier cosa de las que ven, aunque no sea más que de muy poco valor, darán todo lo que tengan de más bello y de más precioso para tenerla, a fin de contentar así su inclinación. En cuanto al comercio, es verdad que una vez se les ha pasado la gana de lo que han traficado, y de 10 que han recibido a cambio, se desdecirán fácil· 49
mente. Pero el secreto para hacerles mantener su acuerdo es decirles que un mercader debe ser finne en su palabra. Cuando se les pica así el honor y se les reprocha que no tienen más constancia que ,los niños, les da ·vergüenza su Ugereza. . El robo es tenido ·por un gran crimen entre ellos. En lo cual se muestran verdaderamente más razonables que Licurgo, que educaba en este vicio a los niños de Lacedemonia, como una ocupación loable, siempre que se ejerciera finamente y con suavidad. Pero como los Caribes odian naturalmente este pecado, tampoco se ve entre ellos; lo que es bastante raro entre los otros Salvajes, pues la mayor parte son Ladrones, y de ello viene que algunas de sus Islas lleven ese nombre. En cuanto a los Caribes, como no están inclina· dos naturalmente a robar, viven sin desconfianza los unos de los otros. De tal manera que sus casas y sus bienes están como abandonados, sin puertas, ni cercas, como los Historiadores lo indican de los grandes Tártaros. Y si se les roba la menor cosa, como podría ser un pequeño cuchillo con el cual ellos hacen mil pequeñas obras de ebanistería, esta pérdida es capaz de hacerles llorar ocho días -tanto estiman lo que les es útil-, y de hacerles aliarse con sus enemigos para obtener la reparación de ello y vengarse de la persona sospechosa de este robo. y en efecto, en las Islas donde tienen sus viviendas cerca de los Cristianos frecuentemente han lanzado su venganza sobre éstos, quienes, por lo que ellos decían, les habían tomado algunos de sus pequeños muebles. También en estos lugares, cuando ellos encuentran alguna cosa en falta en su casa, dicen inmediatamente, "Un Cristiano ha venido aquí". y entre los agravios y las quejas que hacen a los Gobernadores de nuestra Nación, ésta se encuentra siempre a la cabeza: "Compadre Gobernador, tus marineros (así llaman a todos los habitantes extranjeros).han .tomado un cuchillo de mi casa", o alguna otra cosa menuda de naturaleza parecida. Los Gui· neanos no darían tales quejas pues si ellos pierden alguna cosa, consideran que uno de sus parientes difuntos ha venido a tomarla porque tenía necesidad de ella en el otro mundo. Todos los intereses de los Caribes son comunes entre ellos. Viven en gran unión, y se aman mucho los unos a los otros; no se parecen a los Asiáticos de Java, que no hal;lan, incluso con sus hennanos, sin tener su Puñal en la mano; tan1a es la desconfianza que se tienen. Este amor que nuestros Salvajes se tienen naturalmente unos a otros hace que se vean muy pocas querellas y enemistades entre ellos. Pero si han sido ofendidos, o por un extranjero, o por alguno de sus compatriotas, no perdonan jamás y llevan a toda extremosidad su venganza. Así, cuando alguno de estos abusadores que ellos llaman Boyez, les hace creer que uno de estos a los que consideran hechiceros es el autor del mal
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que le ha ocurrido, hacen todo lo que pueden para matarlo, diciendo Yaraliatina, "me ha -hechizado"; Nebanebuibatina, "me vengaré". Y esta pasión furiosa y desesperada de vengarse es la que los empuja incluso, corno ya hemos dicho, a comer a den· telladas la carne de sus enemigos, tal como describiremos las particularidades de ello en su lugar. Esta animosidad desordenada es el vicio que domi· na universal y tiránicamente entre ellos. Y domina incluso, casi sin excepción, entre todos los Salvajes Americanos. La venganza de los Canadienses es al· gunas veces bien graciosa, pues los lleva hasta comerse sus pulgas porque han sido mordidos por ellas. Si los Brasileños se golpean con alguna pie· dra, la muerden a dentelladas, como para vengarse de ella. Y así también muerden ·las flechas que los han herido en los combates. Sin haber recibido las leyes de Licurgo, los Caribes, por una secreta ley de la naturaleza, tienen un gran respeto por los viejos, y ·Ios escuohan hablar con atención, manifestando con su gesto y con una pequeña inflexión de voz que 'les agrada su discurso. y en todas las cosas otorgan un gran respeto por el sentir de los Ancianos. y actúan de acuerdo a su voluntad. Se dice que ello es lo mismo en el Brasil y en la China. 1.05 hombres jóvenes de las Antillas no frecuen· tan muchachas ni mujeres con las que no estén casados. Y se ha notado que los hombres son menos amorosos en este país que las mujeres, al igual que en diversos otros lugares de ,la Zona Tórrida. Hombres y Mujeres Caribes son naturalmente castos, cualidad bien rara entre los Salvajes. Y cuando nuestras gentes los miran demasiado curiosamente, y se ríen de su desnudez, tienen por costumbre decirles: "Compadre, no tienes más que miramos entre los dos ojos". Virtud digna de admir~ción en un pueblo desnudo y bárbaro como éste. Se cuenta del Capitán Barón, que entre los diversos desembarcos que en distintas ocasiones había 'hecho con los suyos en la Isla de Monserrat, poseí· da por los Ingleses, hizo una vez gran daño en las haciendas cercanas al mar, y de ellas se llevó un gran botín, y entre los prisioneros se encontraba una muy bella dama, que era mujer de uno de los Oficiales de la Isla, y a la que hizo conducir a una de sus casas de la Dominica. Esta señora que estaba embarazada cuando fue capturada, fue ayudada en su ,parto con gran cuidado por las mujeres Salvajes de esa Isla. Y aún cuando después de esto perma· neció largo tiempo entre ellos, ni el Capitán Barón, ni ninguno de entre ellos, la tocaron jamás. Lo que es, sin duda, una gran moderación para 13'1es gentes. ,Es verdad que una parte de ellos se 'han degenerado con respecto a esta castidad y varias otras virtudes de sus ancestros. Pero también es cierto que los Europeos, con sus perniciosos ejemplos, y con los malos modos que han empleado con ellos, engañándolos villanamente, falseando cobardemente
en toda ocasión la fe prometida, robándoles y quemando implacablemente sus casas y pueblos, vicIando indignamente a sus mujeres y a sus hijas, les han hecho conocer, para perpetua infamia del nombre de Cristiano, la disimulación, la mentira, la 'traición, la perfidia, la lujuria y varios otros vicios que les eran casi desconocidos antes de que tuviesen trato con nosotros. Por lo demás, estos Salvajes, con todo lo Salvajes que son, tienen mucha más civilidad y cortesía de lo que uno se podría imaginar de unos Salvajes. Sin duda, que hay algunos Caribes no razonables y muy embrutecidos. Pero, al menos, la mayor parte de ellos, manifiestan buen juicio y dociiidad en muchas ocasiones; y éstos que los han tratado por largo tiempo, han notado en muchos, diversos rasgos de honestidad y de gratitud, de amistad y de generosidad. Pero nosotros hablaremos de ello más particularmente en el Capí1ulo de la recepción que ellos dan a los extranjeros cuando los van a visitar. Tienen también la limpieza en tan gran encarecimiento (cosa mucho más extraordinaria todavía entre los Salvajes) y tienen tan gran horror a las porquerías, que si se hiciesen en sus huertos donde han plantado su Mandioca y sus Patatas, los aban· donarían inmediat~mente, y no querrían utilizar los víveres que allí hubiere. Nosotros veremos más ampliamente su limpieza y sobre otros temas, en
los Capitulas referentes a sus Viviendas y a sus Comidas.
Capítulo XII DE LA SIMPLICIDAD NATURAL DE LOS CARIBES Siendo la admiración hija de la ignorancia, no se debe encontrar extraño que los Caribes, que tienen tan pocas luoes y conocimientos de las bellas cosas que el estudio y la experiencia han conver· tido en familiares entre las Naciones civilizadas, queden sobrecogidos por un profundo asombro al encuentro de todo aquello cuya causa ignoran; y estando educados en UDa tan gran simplicidad, a la mayor parte de este pobre pueblo se le considera de una estupidez brutal. Esta simplicidad aparece, entre otras cosas, en el extremo temor que tienen por las armas de fuego, a las cuales observan con una extrema admiración. Sobre todo se asombran de los fusiles, pues aun en las piezas de artillería y en los mosquetes ven pener el fuego. Pero en los fusiles, no pueden conce. bir de donde es posible que tomen el fuego, y creen que es Maboya quien hace este trabajo. Es así que llaman al Espíritu maligno. Pero este temor y este
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asombro le son comunes a muchos otros Salvajes que no han encontrado nada tan extraño en sus encuentros con los Europeos como estas armas que lanzan fuego y que desde tan lejos hieren y matan a los que encuentran en línea recta. Fue esto, junto con el prodigio de ver a unos hombres combatir a Caballo, la causa principal que hizo que los Peruanos confundieran a los Españoles con Dioses, y que se sometieran a ellos con poca resistencia. Se dice ineluso que los Arabes que viven a lo largo de las riberas del Jordán, y que parece que deberían ser más aguerridos, tienen también este temor y este asombro. Entre las muestras de simplicidad de los Caribes hay todavía dos muy considerables. Cuando ocurre un eclipse de Luna creen que Maboya se la come, y danzan toda la noche haciendo sonar unas calabazas en cuyo interior hay unas pequeñas piedras. y cuando sienten algún mal olor en un lugar tienen por costumbre decir, "Maboya Cayei ei", es decir, el Diablo está aquí. "Cerna Loary", nos vamos por ISU causa, o nos marchamos por temor a él. E incluso dan el nombre de Maboya, o de Diablo, a ciertas plantas, y a ciertas setas de m31 olor, y a todo lo que puede ser capaz de darles espanto. Hace algún tiempo 'la mayor parte de los Caribes creían que la pólvora de Cañón era el grano de alguna hierba, y se han encontTado algunos de ellos que la han pedido para sembrarla en sus huertos. y algunos, incluso, a pesar de lo que se les haya podido decir, la han arrojado a tierra en la creencia de que crecería tan fácilmente como el respigo. Imaginación, sin embargo, menos grosera que la de estos brutos de Guinea, quienes, la primera vez que vieron a los Europeos, pensaron que 'las mercancías que les traían, tales como telas, cuchillos y armas de fuego, crecían en la tierra así terminadas al igual que los frutos de los Arboles, y que no había más que recolectarIas. Eso, sin duda, no es tan perdonable como la simplicidad de nuestros Caribes. Y se puede alegar, además, para excusar esta simplicidad, o al menos para hacerla más soportable, la estupidez de estos Americanos, que al comienzo del descubrimiento del Nuevo Mundo se imaginaban que caballero y caballo eran de una misma pieza, como los Centauros de :los Poetas. Y -la de estos otros, que después de haber sido vencidos, al venir a solicitar paz y perdón a los hombres y traerles Oro y viandas, fueron también a ofrecer de ello a 'los caballos con una Arenga semejante a la que hacían a los hombres, tomando el relincho de estos animales por un lenguaje de avenencia y tregua. y para rematar con estos ejemplos, añadiremos solamente la ingenuidad de estos mismos indios de la América que creían francamente que las cartas que los Españoles se enviaban unos a otros eran correos y espías que hab1aban, veían y denunciaban las acciones más secretas. Y en esta creencia, temiendo un día al ojo y la lengua de una de estas
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cartas, la ocultaron bajo una piedra para comer libremente algunos melones de sus amos. Por lo demás, no se tiene por qué encontrar tan extraño que los Caribes hayan tomado la pólvora de Cañón, que les era desconocida, por grano para sembrar, ya que esto se ha encontrado también entre gentes de Francia, que viviendo a:lejados de los lugares donde se hace la sal, creían por una fantasía semejante, que se recolectaba en 'los huertos. Ocurrió también ·hace pocos años, que una mujer habitante de la Martinica, envió varias libras de Carey y de Tabaco a un mercader de Saint Maló; cuando esta mujer hubo vendido su mercancía, dio aviso de ello a su corresponsal en la Martinica, y le mandó a decir que en el futuro plantase más Carey en su huerto que Tabaco, ya que el Carey era mucho más caro en Francia y no se pudriría en el barco como el Tabaco. Pero veamos lo que todavía se puede decir sobre 'la simpJ.icidad natural de los Salvajes Antillanos. Es una cosa graciosa -tan simples son estas pobres gentes- que aun cuando tienen entre ellos muy buenas Salinas, sin embargo, no osarían servirse de la sal en sus comidas, estimando que ésta es en extremo contraria a la salud y a la conservación de "la vida. Así, no se les ocurre jamás comer de ella, ni de sazonar con sal sus viandas. Y cuando nuestras gentes usan de ella, les dicen con una compasión digna de compasión: "Compadre, tú te estás matando". No obstante, en lugar de sal, ellos pimenlean extraordinariamente todas sus carnes. No comen nada de Cerdo, al que llaman Cuancuan y Buiroku; 1:ampoco Tortuga a la que llaman Catallu, aun cuando estos animales se encuentran frecuentemente en gran abundancia en su país, y se abstienen de ello por 'las más ingenuas razones del mundo. En cuanto al Cerdo, tienen aprensión de comerlo por temor a que sus ojos se les pongan pequeños como los de este animal. Lo que en su opinión es el mayor defecto de todos: el tener los ojos pequeños. Y sin embargo, no hay apenas entre ellos que no los tengan así. En cuanto a las ·tortugas, la razón no puede ser menos ridícula. De ella no comen nada, dicen, por temor a que al comerla participen de la pesadez y estupidez de este animal. Los pueblos Salvajes están así llenos de fantasías -particulares y grotescas en materia de comidas. Por ejemplo, los canadienses se abstienen de los mejillones por una determinada fantasía, pero son ·tan best·ias que no sabrían dar la razón de esta abstinencia. No arrojan a los perros los huesos de Castor por temor a que el alma de esta bestia se lo vaya a decir a los otros Castores y les haga huir del país. Se dice también que no comen la médula de la espina dor:;al de ningún animal por temor a tener mal de espalda. 'Los Brasileños no comen huevos de gallina estimando que son veneno. No comen tampoco Caña, ni ningún animal que camine len1:amente, ni peces que no naden rápido, por ·temor
a adquirir 'la lentitud de estos animales. ,Los Maldivios no comen Tortuga, al igual que 10& Caribes, pero es a causa de -la similitud que ellas tienen, en su opinión, con el hombre. Los ("aicutianos y algu· nos otros Orientales, no -prueban jamás la carne de Búfalo, de Vaca, ni de Toro, ya que ellos creen que las almas de los humanos al salir del euerpo, van a animar a la de estos animales. Por último, ciertos Peruanos de la Provincia de Paxto no comen absolutamente ninguna carne, y si se les insiste en que 'Ia prueben solamente responden que ellos no son perros. Se han dado todos estos ejemplos para hacer ver que por las aprensiones de los Caribes acerca de comer sal, Cerdo y Tortuga, no se les debe considerar los más burdos y los más extravagantes de todos los Salvajes. Junto a 'las muestras que hemos dado ya de su ingenuidad y de su simplicidad, se encuentra además esta. Y es que son tan groseros que no saben contar un número mayor al de los dedos de sus manos y de sus pies, los que muestran para indicar tal número; no pueden mencionar un número su· perior a éste. De suerte que no podrían ser buenos para -banqueros. A diferencia de los Chinos, que son tan sabios para contar, que en un momento hacen cuentas sin error, con 1as cuales nosotros tendríamos grandes dificultades. Pero los Caribes no -tienen el privilegio de ser la única Nación del mundu a ]a cual se pueda re· proohar esta ignorancia. Pues ella se encuentra también en 'los pueblos de Madagascar y de Guinea, para no mencionar más que a éstos. Incluso, los Antiguos Historiadores nos dicen que ciertos Pue· blos no sabían contar más que 'has-ta cinco, y otros hasta cuatro. Los Guineanos cuando -han contado hasta diez, tienen por costumbre ¡hacer una marca y vuelve a comenzar. Ciertos Salvajes del Septentrión de la América .para expresar un gran número que les es imposible indicar, se sirven de una demostración bien fácil, tomando sus cabellos, o arena a manos llenas; comparaciones que se 'Ven en varios lugares de las Santas J:.scrituras. ,Los Antillanos también tienen una invención -para suplir esta falta en el contar; así cuando tienen que ir a la guerra y encontrarse -listos un día deteI1IIlinado, toman en su asamblea solemne, uno después del otro, un número igual de guisantes -unas tres o cuatro docenasy una cantidad inferior a diez, si es que tienen necesidad de éstos porque hayan resuelto adelantar su empresa. ·Ellos vierten estos guisantes en una pe· queña calabaza, y cada mañana sacan uno y lo tiran; . cuando no queda ninguno más, quiere decir que el tiempo que quedaba para su partida se acabó y hay que ponerse en marcha al día siguiente. O bien, cada uno hace tantos nudos en una pequeña cuerda, y desatan uno cada día; y cuando Uegan al último, van a la dta. Algunas 'Veces también toman pequeños trozos de madera sobre los cuales -hacen tantas
muescas como días quieren emplear en su preparación. Todos los días cortan una de estas marcas; y cuando tienen la última van al lugar señalado para la cita. Los Capitanes, los Boyez y los Viejos tienen el espíritu más sutil que la gente COmún; y por una larga experiencia unida a la tradición de sus ances· tras, han adquirido un grosero conocimiento de varios astros, de donde procede que ellos cuenten los meses por ,Lunas y los años por Pussinieres observando a esta constelación. Así, algunos Perua· nos calculan sus años por sus cosechas. Los Montañeses del Canadá observan el número de las noches y de los Inviernos, y los Siroqueses cuentan por Soles. Sin embargo, aun cuando los más juiciosos de entre nuestros Caribes distinguen los meses y 103 años, y observan las diferentes estaciones, no tiene~ ningún monumento a la antigüedad, ni pueden decir cuanto tiempo hace que los primeros de su Nación vinieron del Continente a habitar las Islas; únicamente dan a entender que ni ellos, ni sus padres, ni sus abuelos, se recuerdan de ello. No sabrían decir tampoco, ni qué edad tienen, ni cuándo específicamente llegaron los Españoles a su país, ni inuohas otras cosas parecidas. Pues no señalan nada de todo eso y no tienen ninguna disposición para estos conocimientos.
Capítulo XIII DE LO QUE SE PUEDE LLAMAR RELIGION ENTRE LOS CARIBES No hay Nación tan Salvaje, ni Pueblo tan Bár· baro que no tenga algún conocimiento y alguna creencia de 1a mvinidad, decía en otro tiempo el Príncipe de la Elocuencia Romana. Y por demás, la naturaleza misma ha impreso el conocimiento de la Divinidad en el Espíritu de todos los hombres. ¿Pues qué Nación, o qué clase de hombres, no tie· ne, sin que lo tenga que haber conocido por alguién, un sentimiento natural de la Divinidad? Es de ad· mirarse con justa razón, sin duda, estas bellas luces que salen de la boca de un ,hombre envuelto en las tinieblas del 'Paganismo. Sin embargo, parece que hoy día es muy difícil comprobar las famosas palabras de este incomparable Orador. Pues los pobres Salvajes del antiguo ·pueblo de los APtas en el Perú, y el de las dos Provincias de los Chiruanas o Cheriganos, y los de la mayor parte de los países de la Nueva Francia, del Nuevo Mexico, de la Nueva HolJanda, del Brasil, de 'los Nuevos Paises Bajos, de la Tierra del Fuego, de los Aruag~s, de 'los Habitantes del Río de Cayena, de las Islas de los Ladrones y algunos otros, no tienen, de acuerdo a lo que infonnan los Historiadores, ningún tipo de Religión, ni adoran a ningún poder soberano.
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También los que ·nan conversado con los Caribes Insulares tienen que confesar que éstos casi han sofocado con la violencia de sus brutales pasiones, todo el conocimiento que la naturaleza les dio a cerca de la Divinidad, y han rechazado todas las disposiciones y -luces que a Ella le llevaban; y en consecuencia, por un justo juicio de Dios, ellos permanecen en una noche tan espantosa que no se ve entre ellos ni invocación, ni ceremonia, ni sacrificios, ni, en fin, algún ejercicio o asamblea de devoción. Incluso, no tienen ni nombre para mencionar la -Divinidad; mucho menos podrán servirla. De suerte, que cuando se 'les quiere hablar de Dios, 'hay que decirles: Quien ha creado el Mundo; Quien todo lo 'ha hecho; Quien da la vida y el alimento a todas las criaturas vivientes, o alguna cosa parecida. Están tan ciegos y tan embrutecidos que no reconocen al Señor de 'la naturaleza en esta admirable obra del universo en la que El mismo ha que· rido pintarse con mil colores inmortales y hacer ver a la vista su adomb1e poder. Así, -permanecen sordos a las voces de una infinidad de criaturas que les predican continuamente un Creador. Así todos los días usan los bienes de su Amo soberano, sin peno sar que de ellos es el Autor, y sin dar gracias a su bondad que se los da tan libremente. Dicen que la Tierra es la buena Madre que les da todas las cosas necesarias ·para la vida. Pero su espíritu, todo de tierra, no se eleva hasta este Padre Todopoderoso y Todo Misericordioso, quien con sus propias manos ha formado la Tierra, la cual, por una continua influencia de su Divinidad, les da todos los días la virtud de producir su alimento. Si \Se les habla de esta Esencia Divina, y se les predica sobre los misterios de la Fe, ellos escuchan pacientemente todo el discurso, pero después que se ha acabado, responden como burlándose: "Compadre, tú eres muy elocuente tú eres muy manigat", es decir, muy hábil, "yo quisiera hablar tan bien como tú". Incluso, dicen los brasileños, que si se dejasen persuadir por tales discursos, sus vecinos se burlarían de ellos. Monsieur du Mantel informa que a uno de los Caribes que trabajaba un día de Domingo, ie dijo: "El que ha hecho el Cielo y la Tierra estará enfadado contigo por que estás ·trabajando hoy, ya que E'l ha dispuesto este día para que se le sirva. Y yo", le respondió bruscamente el Salvaje, "estoy enfadado con El, -pues si tú dices que El es el amo del Mundo y de las estaciones, es El quién no ha enviado la lluvia ~ tiempo, y quién ;ha hecho morir mi Mandioca y mis Patatas por la gran sequía. Puesto que El me ·ha tratado -tan mal. yo voy a tra'bajar todos los domingos para enojarlo". Ved hasta donde llega la brutalidad de estos miserables. Este relato se parece al de los insensatos Tupinambús que cuan· do se les dijo que Dios era el Autor del Trueno, argumentaron que El no era bueno, pues se gozaba con asustarlos de esta manera.
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Los de esta Nación que habitan en el continente Meridional de la América no tienen religión, al igual que estos Insulares. Algunos de entre ellos respetan mucho el Sol y la Luna, a los que consideran animados. Pero, sin embargo, no los adoran, ni les hacen ofrendas, ni les sacrifican cosa alguna. Es verosímil que hayan retenido hasta el presente esta veneración por estas dos grandes 'luminarias, que una vez tomaron de los Apalaohitas. con los cuales sus predecesores vivieron en otros tiempos. Nuestros Insulares no han conservado, sin embargo, esta tradición. No obstante, he aquí todo lo que se puede llamar Religión entre ellos y que da de ésta una imagen grosera. Tienen un sentimiento natural de alguna Divinidad o de algún poder superior y bienhechor que reside en los Cielos, y dicen que ella se contenta
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con disfrutar en reposo los dulzores de su propia felicidad, sin ofenderse por 'las malas acciones de los hombres; y como está dotada de una tan gran bondad, no se venga de sus enemigos, de donde procede que no le rindan ni honor, ni adoración, y que interpreten estos tesoros de Clemencia, que 'les otorga tan liberalmente, y esta larga paciencia con que 'los soporta, como impotencia o indiferen· cia por la conducta de los hombres. Ellos creen pues, en dos suertes de Espíritus, los unos buenos, y los otros malos. Estos buenos Espíritus son sus Dioses. Los llaman, en general, Akambue, que es 'la palabra que utilizan los hom· bres, y Opoyem, que es la de las mujeres. Es verdad que la palabra Akambue significa simplemente Espíritu y de elJo procede que se diga también del espíritu de un hombre. Pero no la aplican a los
Espíritus malignos. Estos buenos Espíritus que son sus Dioses, son llamados por los hombres, más específicamente, con 'la palabra Icheiri, y ,por las mujeres con 'la de Ohemyn, que podemos traducir por Dios, y Chemiiñun, los Dioses. Y cada uno hablando de su Dios particular dice, Ichetriku, que es la palabra de los hombres, y Nechemeraku, que es la de las mujeres. Sin embargo, los 'hombres y las mujeres llaman al mal espíritu, que es su Diablo, Mapoya, o Maboya, como dicen todos los Franceses. Sin embargo, -los Caribes pronuncian aquí la B a la alemana. Ellos creen que estos buenos Espíritus, o estos Dioses, los ,hay en gran número y en tal pluralidad, que cada uno se imagina tener uno particularmente. Dicen que estos Dioses tienen su morada en el Cielo, pero no saben lo que alH hacen y no se les pasa por la cabeza el reconocerlos como los Creadores del mundo y de 'las cosas que en él ·hay. .sin embargo, cuando se les dice que el .nios que nosotros adoramos ha hecho el Cielo y la Tierra, y que es El quién hace producir a la tierra nuestro alimento, ellos responden, sí, tu Dios ha hecho el Cielo y la Tierra de Francia, y ha hecho crecer tu trigo. Pero nuestros Dioses han hecho nuestro país, y hacen crecer nues· tra Mandioca. Algunos dicen que ellos llaman a sus falsos Dioses, Rioohes, pero esta es una palabra que no se usa en su 'lengua, y procede del español. Nuestros Franceses la han usado después de los Españoles, y 5i los Caribes se sirven de ella no es entre ellos, sino solamente entre los Extranjeros. De todo lo anterior se desprende que, aun cuando estos Bárbaros tengan un sentimiento natural de algún poder superior, está el mismo mezclado de tantas extravagancias y envuelto en tan profundas tinieblas, que no se puede decir que estas pobres gentes tengan conocimiento de Dios. En efecto, las Divinidades que ellos reconocen y a 'las que rinden algún homenaje, son más bien unos Demonios que los seduce y los encadena' a una dañina servidumbre. Aunque, sin embargo, ellos los distinguen de los Espíritus malignos. No tienen ningún Templo, ni Altar, que estén dedicados particularmente a las pretendidas Divinidades que ellos reconocen; ni tampoco ·hacen ningún sacrificio en su honor de cosa que haya tenido vida; solamente le hacen ofrecimientos de Casabe y de las primicias de sus frutos. Sobre todo, cuando creen haber sido heridos por ellos con alguna en· fermedad, hacen un vin, o un festín, en su honor, y en reconocimiento le ofrecen Casabe y Uicú. Todas estas ofrendas son llamadas por ellos Anacri. Sus casas tienen forma oval y el techo de las mismas baja hasta tierra, pues bien, en uno de los extremos de ellas ponen sus ofrendas en unas vasijas, según la naturaleza de la cosa, sobre uno o varios Matutus, o pequeñas mesa.i tejidas de junco y hojas de Latanero. Cada uno en su choza puede hacer estas ofren·
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