Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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R" ;'>VISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA .,

ANTROPOLOGIA

HISTORIA

UTElUiTUlU ARTES PLÁSTICAS

TEATRO MOSICA ARQUlTECIVRA

ABRIL-JU:NIO, 1979

San Juan de. Puerto Rico


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DEL IN S T I T U T O DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Enrique Laguerre, Presidente Milton Rúa Carlos Conde Carlos Sanz Samuel R: Quiñones Amelia G. de Paniagua Jesús Maria Sanromá

Director Ejecutivo: Luis M. Rodriguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegría SAN JUAN DE PUERTO RICO

Apartado 4184

1979

AFl'OXXIl

NÚDl.83

ABRIL-JUNIO

SUMARIO

Apuntes sobre la poesía de José Luis Vega por José Emilio González

1

Homenaje a Hostos por Lidio Cruz Monclova

6

Así somos nosotros por Salvador Brau

10

Cuarta Bienal de Grabado Latinoamericano

12

La Universidad Primada de América por Aurelio Tió

16

Oller y su obra El Velorio por Sebastián González García

24

Poesía Jíbara por Julio Muñoz Igartua

27


Relaciones históricas entre México y las Antillas por María del Carmen Velázquez . . . . . . . .. 29 Una carta inédita de Manuel Elzaburu, promotor de la Cultura Puertorriquefta por Tomás Sarram(a

36

El viaje a la Martinica de Thibault de Chanvalon y los Indios Caribes por Manuel Cárdenas

40

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar

S 6.00 S 2.00

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DEPÓSITO LEGAL: B.

334.3 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA • PRINTED IN SPAIN • IMPRESO EN ESPAÑA


COLABORADORES


JOSÉ EMILIO GoNZÁLEZ. Nació el 11 de febrero de 1918 en Gurabo, Puerto Rico. Cursó la enseñanza primaria en su propio pueblo natal y la secundaria en Caguas. Siguió estudios superiores especializados en filosofía y en ciencias sociales en las Universidades de Puerto Rico, Chicago, Columbia, California. Se recibió de maestro en artes en la Universidad de Bastan con la disertación Hostos como filósofo. Fue redactor del diario La Prensa, en Nueva York e instructor de ciencias sociales en la Unive"rsidad de Puerto Rico donde actualmente profesa en el Colegio de Estudios Generales, sección de Humanidades. Desde joven ha cultivado Ola poesía en la que se manifiesta su honda preocupación por el destino de su patria. Ha publicado el libro Profecía de Puerto Rico (1954) y ensayos filosóficos literarios entre los que se encuentran; Nuestra Patria; Ideales para la educación de Puerto Rico; Cervantes y la libertad; Criterios de la Universidad; Cántico mortal a Julia de Burgos (1956); Parábola del Canto (1960); Los poetas puertorriqueños en la década del Treinta (ICP, 1960) Josefina Romo Arregui en el arte de su palabra.

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LIDIO CRUZ MONCLOVA. Nació en Río Piedras en 1899. Estudia en la Universidad de Puerto Rico, donde desarrolla, primero, cátedra de literatura puertorriqueña y luego de historia, destacándose en esa última desciplina. Dedicado especialmente al estudio de la historia de Puerto Rico, se le considera como uno de nuestros más acuciosos historiógrafos y como la principal autoridad en la historia de nuestro siglo XIX. Ha publicado las siguientes obras: Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), publicada en seis volúmenes entre 1952 y 1964. Historia del aiio de 1887 (1958), Luis Muñoz Rivera: los primeros diez año", de su vida política (1959), y Baldorioty de Castro (1966). Es coautor de las obras Noticia y pulso del movimiento político de Puerto Rico (1808-1898), (1955) escrita en colaboración con Antonio J. Colorado, y Los documentos ¿qué dicen? (1960), recopilación de documentos y lecturas relativas a la historia política de Puerto Rico realizada en colaboración con Reece B. BothwelI. Es, además, editor de la parte de prosa de las Obras Completas de Luis Muñoz Rivera que ha publicado el Instituto de Cultura Puertorriqueña.


SALVADOR BRAU. Nació en Cabo Rojo el 11 de enero de 1842. Es una de las grandes figuras del quehacer cultural puertorriqueño. Dramaturgo, periodista, poeta, novelista, historiador y político. Es autor de las siguientes obras de teatro: Héroe y mártir (1870), De la superficie al fondo (1874), La vuelta al hogar (1877) y Los horrores del triunfo (1887); de las novelas La pecadora (1887) y Lejanías; de los ensayos sociológicos La campesina (1866) Y Las clases jornaleras (1882). Su obra periodística se recoge en parte en el libro Ecos de la batalla (1886). Se le conoce principalmente corno historiador. Es autor de las siguientes obras históricas: Puerto Rico y su historia (1894), Historia de Puerto Rico (1903) e Historia de la colonización de Puerto Rico (1908). Murió el 5 de noviembre de 1912.

MANUEL CÁRDENAS RUIZ. Profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas' y periódicos del país.

AURELIO TIó. Natural de San Germán, se ha distinguido en la investigación histórica relativa principalmente a los orígenes de Puerto Rico. Se le deben las obras Fundación de San Germán (1956) y Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico (1961), libro premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. Desde hace algunos años preside la Academia Puertorriqueña de la Historia. Es también miembro del Colegio de Ingenieros de Puerto Rico, de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y de otras entidades doctas de España y América. Presidente del Instituto Puertorriqueño de Cultura Hispánica desde 1966 y miembro de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico.


SEBASTIÁN GoNZÁLEZ GARCÍA. Doctor en filosofía y letras por la Universidad de Madrid, fue catedrático en la Universidad de Compostela de 1929-1936. Desde 1939 perteneció al claustro de la Universidad de Puerto Rico donde dictó cátedra de historia del arte y arqueología y desempeñó los cargos de decano de Humanidades (19431961) Y de Estudios (1962-1965). Autor de importantes estudios publicados por el antiguo centro de Estudios Históricos de Madrid y en la Revista de Indias, ha colaborado en la Revista de Historia de la Universidad de Puerto Rico con trabajos sobre temas históricos puertorriqueños, entre los que se destaca su monografía titulada Notas del gobierno y los gobernadores de Puerto Rico del siglo XVII. A su deceso el 5 de agosto de 1967 dejó en preparación una obra sobre el pintor José Campeche.



i\puntes sobre la poesia de José Luis Vega* Por

. . A POES1A DE Jos~ LUIS VEGA ES UN PROCESO EN

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continuas transformaciones que está lejos de haber terminado. Sin negar las realizaciones hasta la fecha, creo que resulta un poco prematuro emitir juicios sobre esa poesía en conjunto. Como es bien sabido, es arriesgado aquilatar la obra de los poetas contemporáneos. Esos riesgos se aumentan cuando se trata, como en este caso, de un poeta joven. Yo espero grandes desarrollos en la poesía de José Luis Vega, pero no me atrevo a pronosticarlos. De ahí que en este trabajo me limite a formular algunos apuntes sobre lo escrito por aquél hasta recientemente. Estos apuntes, ya su nombre lo dice, son tentativas de aproximación. Y están heridos de provisionalidad. Sin más prevenciones, pasemos al tema. Desconozco los inicios de José Luis Vega como poeta. Las composiciones de más temprana fecha que he podido leer son aquellas que aparecen en su primer libro Comienzo del Canto (San Juan, Puerto Rico, Editorial Yaurel, 1967). Están fechadas en 1965 y 1967,' cuando el poeta no habia c~mplido los veinte años. Muy posiblemente, en Comienzo del Canto figuren poemas anteriores a las feohas mencionadas. El hecho de que el libro esté dedicado a sus progenitores, con las siguientes palabras: "A mis padres, este libro de triste adolescencia", me hace pensar que José Luis Vega empezó a escribir desde muy temprano. En la solapa del priJ!ler poemario se nos informa que José Luis Vega fue "recientemente... galardonado" por su poema Cantos del Gran Amor en los Juegos Florales con los que se conmemoraba el Jubileo de Oro del Casino de Puerto Rico. Supongo que ello ocurrió hacia 1965 ó 1966.

* Trabajo leído el 29 de marzo de 1979 en un acto en Ja Facultad de Humanidades, Recinto Universitario de Río Piedras, Puerto Rico, patrocinado por el Seminario de Estudios Hispánicos de dicha facultad. 1. Véase «Epílogo con las manos vadas•.

Jos~

EMILIO GONZÁLEZ

Comienzo del Canto se analiza en secciones o partes. La primera lleva el mismo titulo del libro y es un poema dividido en dos partes. Escrito en alejandrinos con rima asonantada en "e-o", el poema delata un léxico que su autor habrá de abandonar:

"Y los hombres son cantos pequeñitos y bellos que murmuran los músicos dolores de la vida poblando los espacios de su intimo silencio." En cambio ya se insinúa uno de los recursos fa· varitas del poeta: la repetición anafórica: "Musical es el giro de los astros del cielo y el batir de la ola que desgasta la roca, y el crecer de. las flores hacia el espacio abierto."

Ese poema, "Comienzo del canto", nos brinda un buen repertorio de los temas que va a cultivar el artista. 'La sección presidida por el número uno romano ofrece un manojo de poemas breves. En "Eternidad" prevalece un lirismo amable, que nos hace recordar a Juan Ramón Jiménez. Por "Agua de mayo" resuena la nota melancólica. Las dos primeras estrofas de "Mujer de pet:fume" muestran cierta originalidad, delicadeza en el decir pero el poema decae a partir de "Aquí estás, en mis manos... " Lo melancólico vuelve a pasearse por el poema "Visita", con cierto sabor a neorromanticismo anacrónico. En "Estampa " destaquemos una excelente metáfora: "Y el fria, ave clarísima del viento". En algunas composiciones tal vez se filtre la influencia de Pablo Neruda y de Julia de Burgos. El buen dominio del idioma, la economía de palabras, son virtudes del poeta José Luis Vega. Así lo podemos corroborar en algunos de los poemas que forman los "Cantos del Gran Amor". El verso se mueve con soltura, combinándose bien líneas cortas y largas. El poeta busca las combinaciones ar1


El léxico se hace seco, apretado, tajante. Del sentimentalismo neorromántico se pasa a planteamientos dramáticos a base de traer a un primer plano de enfoque lo cuotidiano: "Escribo con el pecho entero hundiéndome los lápices en las últimas muelas hurgándome los ojos con boligrafos gratis..." Pero hay continuidad con Comienzo del Canto en el empleo de la repetición anafórica "Escribo". "Instrumentos de trabajo" parece una declaración de intencionalidad en cuanto al derrotero que tomará la poesía de José Luis Vega. En "Arte Poética" (Número II),4 quizás sea más clara esa intencionalidad. En los primeros tres versos, el autor utiliza una serie de símiles para referirse- a la tentación de escribir, a la fascinación del proyecto creador: "Este cuaderno es útil, me tienta como un árbol, como un muro de cal, como el cemento fresco."

"Perdonad esta VOl. ungida en bronces desconciertos, lengua seca tasajo que :no halaga pero nivela rictus y atomi11a un pájaro que otro en el espacio..." El apóstrofe retórico se ahinca en la reiteración del imperativo "Perdonad". El poeta se va acercando a un hermetismo donde las palabras ya no funcionan como signos que se refieren a las cosas sino como entes autónomos para crear un orbe, cuyo secreto sólo es conocido por el autor. El uso de la imagen discordante -a veces, paradójica- que ya se veía en "Instrumentos de trabajo" ("Escribo con estambres indudables") y en "Arte poética" ("y anoto sin vergüenza flores"), quizás con cierta tendencia a la agramaticalidad, parece celebrar una apoteosis en "Aviso": "Perdonad este saco esta camisa huele a tinta cuando el aire es un mareo de Qt.ufre que fusila los muros de ladrillos escuetos."

"En él puedo escribir torcido que te amo, puedo doblar mis altos capuchinos -invencionar las nubeso clavetear de pájaros el cielo."

Al final hay un repudio al arte agradable que seduce el ánimo del lector: "Pero en verdad no puedo complacerles/en verdad no intereso complacerles". En el quinto poema ("Capital"), el autor se aproxima a la enumeración caótica, para proyectar a un plano frontal la red de relaciones que constituye la cotidianeidad de la vida (el capital), con la cual imbrica sus hilos la poesía. Hay un cierto patetismo en este poema, como cuando dice:

José Luis Vega es ahora el poeta del escribir "torcido", del "garabatear" la ,página. Este es su signo vital, su clave óntica:

"Tengo: Un cero en el pecho una hija total cuatro bolsillos rotos y todas las estreIlas. n

"Ciertamente no sé donde acaban o empiet.an mis papeles; pero sin ellos soy un hombre al agua."

"Historia poética" (VI) 7 es uno de los mejores poemas de José Luis Vega. No le cede en nada a los otros en cuanto a recursos expresivos, pero el experimentalismo lingüístico y estructural quedan superados por la onda del sentimiento auténtico, por el golpe de vista que forja el poema en una totalidad coherente, por el latido vital que lo sostiene y por el mensaje tan serio y tan intenso que nos entrega. Grosso modo: el poeta nos relata las circunstancias de su vida con su esposa y con su hija en un apartamiento miserable de Villa Palmeras. Por medio de una serie de mentares nos esboza un cuadro dramático.

El poeta aparece como el creador mágico, el pequeño Dios que por el Fiat de su palabra hace brota·r los mundos:

Aquello que Ortega y Gasset llamó el sentido deportivo de la vida, el antilirismo sentimentaloideo, parece alentar en lo que dice el poeta cuando alude a su cuaderno de escritura: "Hoy 10 llevo en el bulto, en el sombrero, 10 uso de paraguas, almuert.o sobre dél y me le siento encima en los veranos." s "Lección de or-tografía" es el nombre del tercer poema de Signos vitales. Se trata de una composición de corte vanguardista, con cierto sabor vallejano, que sirve para confirmarnos el animus experimentalista del autor. "Aviso" (IV) 6 también me trae a la memoria al Vallejo de Trilce: 4. Salió publicado en Ventana. abril-mayo de 1973, Núm.

"Más tarde porque si porque la sangre entramos a vivir a los cuartuchos a degustar las colchonetas de segunda los muebles de segunda la ducha de segunda y el chiforovis del espejo roto."

6, pág. 15.

S. En la Suite Erótica dice: .Mi amor practica todos Jos deportes.• 6. Salió publicado en Ventana. 1972, s. r., s. n., pág. 11.

7. Pub. en Ventana, Oct.·nov. 1972, Núm. 3, pág. 12.

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tales, llamemos la atención sobre "Condiciones" (XXI), con su aclnurable juego imaginauvo para desarrollar la Idea de solldaridad humana. Aunque en "Tercetos bIen encadenados" (XXll), poema final del cuaderno, los tercetos están bien encadenados y entrelazados, lográndose cierta cristalización, el poema no alcanza a romper sus cadenas para alzar vuelo. En el mismo año de Signos vitales, sale Las Natas ae los Párpados y Sulte Erótica (Río Piedras, Puerto Rico, Ediciones Ventana, 1974). Las Natas de los Párpados contiene un haz de brevísimos relatos con escenas de picardía de la infancia. Se acuerda uno de la picaresca, de Góngora, y del naturalismo de César Vallejo. También tenemos ahí el poema "Parábola", cuyo texto parece haber sido intel'rumpido por equivocación o por "Rima" y "Servicio público". El decir tiende al hermetismo. Hay imágenes de violenta plasticidad, como "ojos en tuego", "conciencia defoliada". Otras, misteriosas, sugieren símbolos: "manzanas sacratísimas/verdes-agrias manzanas"; "fundido rosicler I de las esferas". Las hay paradójicas: "fuego ,frío". El poeta parece buscar nuevas posibi· lidades de expresión, aprovechando, entre otras cosas, las pausas, los silencios. La Suite Erótica es un pequeño grupo de poemas, que pudieron haber figurado en Signos vitales, por !Su afinidad con los que allí se presentan. Impera la ·tendencia a dar funcionalidad estética a las acciones y objetos de la vida cotidiana. .La poesía se va inclinando hacia 10 narrativo, lo dramático. La imagen a veces se funda en la degradación del objeto: "Si sube la marea puede que nos mojemos las fisuras; pero qué importa eso, si al terminar tienes la palangana del Atldntico para lavarte a tu [sabor." ("Sobre las ventajas de hacer el amor en una playa de la costa norte.") La composición final "Poemamor",-que se parece a "Parábola", creo que se presta más a ser recitada desde un escenario que para ser leída. Esboza una 6erie de gestos de protesta contra las concepciones tradicionales del poema. Es obvio que el autor quiere entregarnos un mensaje:

"Este poema es un fenómeno estrictamente humano y admite variedad

según la época, el lugar y la atmósfera."

"Poemamor" tiene mucha .variación en sus componentes y está muy bien estructurado. En la Suite Erótica me parece ver huellas de BIas de Otero, Vladimir Maiakovsky y César Vallejo. De todo lo dicho anteriormente, se desprende que: 1) Comienzo del Canto fue el ejercicio preliminar ..:...estudio y ensayo- del poeta adolescente José Luis Vega. Para mí, Comienzo del Canto tiene el mérito de anunciarnos la obra futura en lo que concierne a algunos temas, al empleo de ciertos recursos. Hay en ese poemario inicial un despliegue imaginativo que creo ha perdido algo de su ímpetu, posteriormente. 2) Signos vitales, donde figuran poesías publicadas antes en Ventana, es el verdadero primer libro del artista. Creo que Signos vitales habrá de quedarse porque allí el poeta comienza a fra· guar su propia lengua, su propio mundo. Lo vallejano se proyecta todavía demasiado fuertemente para mi gusto, pero el autor explora y tantea. Además, logra momentos culminantes como el de "Historia doméstica" y "Señor Don Padre". 3) Las Natas de los Pdrpados y Suite Erótica no implican una superación de Signos vitales, a pesar de que allí encontramos conjuntos tan buenos como el de "Parábola" y "Poemamor". 4) Hasta la fecha, lo que puede llamarse el poema típico de este autor es una composición breve, que combina versos o cláusulas rítmicas de diversos ritmos y tempi, con un lenguaje don· de unas veces prevalece el signo referencial -denotación o connotación con respeoto a objetos y actos de la vida cuotidiana- y otras el vocablo que se constituye en orbe autónomo. La alteración sintáctica, característica de la poesía, puede llegar en ocasiones a gran complejidad. Existe una propensión a construir imágenes discordan· tes, desmesuradas y paradójicas, pero tampoco faltan el símil o la metáfora annoniosa. Por medio de este recurso, de la reiteración de palabras o frases y de las series o enumeraciones, el poeta erije cuadros, escenas, relatos característicos. Las preocupaciones temáticas mayores son el hacer mismo del poeta y el amor. Las más de las veces la realidad mundanal es sentida como degradada, lo cual da pie a la sátira, a la crítica, a la denuncia social. Puede comprobarse también una tendencia a reconocer valores superiores en esa realidad. De ahí el carácter fundamentalmente dramático de esta poesía. Para terminar. Me gusta mucho la actitud experimentalista de este vate. El experimentalismo en todos los órdenes es uno de los rasgos de la poesía contemporánea de Puerto Rico, incluso de la generación más joven. Hay en este escritor un fuerte impulso a la construcción. José Luis Vega es un poeta auténtico. Cuenta con todos ]os recursos para hacer una gran obra. y va a contar más. Por encima de sus realizaciones, este presente está preñado de futuro.

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-Eugenio Mil th Bostos

por algún propósito moral. Y, punto seguido si la tragedia lo lleva en sí misma. Lo primero lo discute brevemente, y, con un cri· .terio más expansivo que el de Ulrici, se declara por la ñegativa. El autor de Hamlet -dice- retrata la realidad, y acaso presiente la verdad, pero no llega a ella ni expone un axioma de biología moral. Pero, en cambio, independientemente de la deliberación de Shakespeare, Hostos sostiene, sin el apocamiento de Schiller, que de la misma entraña de la tragedia emerge, clara y categóricamente, una lección de trascendencia ética. Ya antes que Hostos, otros ilustres críticos extranjeros 'habían afrontado el mismo problema y propuesto diversas conclusiones. Schlégel había afirmado que Shakespeare se proponía demostrar la substancia de lo que es transitorio y lo que es eterno en el amor. Hállam consignaba en 1855 que

el inmortal inglés se había propuesto prevenir a los padres contra la influencia malsana de los criados. Y, Alberto Lacroix afirmaba un año después, que el propósito de Shakespeare era presentar el triste destino que cabe al amor de los jóvenes cuando lo rodean el odio y la oposición de las familias. Hostos, por su parte, emancipado por igual de la tesis del crítico alemán como de las del inglés y del francés, estudia el problema, con criterio más concreto, en la propia tragedia. Y, apunta que su lección íntima se encuentra en las palabras que Shakespeare pone en boca de Fray Lorenzo -ese cardcter soberano entre todos los que intervienen en la acción-o Naá'.l hay -dice Hostos, citando al fraile shakespeariano- que, separado de su uso útil no degenere de su naturalez.a primitiva y no se con· vierta en mal. Y, aplicando el concepto al caso de los Amantes de Verona, Hostos juzga su amor como 7


re. Que don Juan Calderon de la Barca calificaba a Shakespeare de hombre de ingenio vehemente y fecundo, pero sin la menor chispa de buen gusto, y sus dramas de farsas monstruosas y gigantescas. Que el Padre don José de Marchena 10 llamaba lodazal de la más inmunda barbarie. Y que don Leandro Fernández de Moratín se refería a sus obras como un verdadero caos dramático. Rostos, con ·todo, logra apartarse de este tradicional y peyorativo criterio. Y, con robusta independencia de juicio, que le honra, supo captar y reve-

lar en su Ensayo sobre Romeo y Julieta, primero, y después en el Ensayo sobre Hamlet, las excelsas dates de creador de caracteres que, la alta crítica universal, reconoce al inmortal inglés. Todavía hoy, digámoslo con cristiano orguUo, tiene vigencia el elogioso laudo del gran escri. 'lar venezolano don Rufino Blanco Fombona; nada existe en castellano que supere el Ensayo sobre Romero y Julieta escri10 por el ilustrísimo puertorriqueño, y nada mejor que su Ensayo sobre Harnlet.

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les. ¿Celebra la nación alguna hazaña gloriosa? Al júbilo general se asocia espontáneamente. Estos son rasgos típicos de nuestro pueblo; mas, por el extremo contrario, ¿le oprime a él alguna calamidad? A nadie acude para remediarla. Si le dan, acepta; si le ofrecen, aguarda; si. le burlan en esperanzas, se resigna. Podrá decir alguno: "Si a estas notables condi· ciones se le agregase cierta dosis de ductilidad y un ligero abandono del retraimiento, para asistir a ter· tulias oficiales y frecuentar las oficinas públicas, ese pueblo sacaría mejor partido de los encargados de administrarle y dirigirle." La observación será exacta, -pero ¿qué le hemos de hacer? Nosotros somos así. Educados en la soledad, nos avenimos ma'l con el bullicio cortesano. El régimen colonial contribuyó mucho a acre· centar esos instintos solitarios y los desengaños sufridos, si no son suficientes para amenguar nuestra lealtad ingénita, bastan para hacernos cautos y recelosos. Es verdad que de ese alejamiento habitual de los círculos autoritarios, a que nos lleva la índole de carácter y la educación política que hemos recibido, han sacado provecho ciertas gentes para suponernos díscolos y mal avenidos con los Poderes públicos; pero nosotros somos así, y, contando siempre con nuestra buena fe, seguimos creyendo, a pesar de todo, que a los pueblos se les debe juzgar por su historia y no por la insidia de mal avenidos conse· jeras. y tan apegados nos hallamos a nuestras costum· bres, que no damos muestras de corrección. ¿Viene un gobernador nuevo? Le recibimos con palmas. ¿Nos dirige cuatro frases halagüeñas? Le elevamos al séptimo cielo. ¿Demuestra hacer algo en

bien del país? Le proclamamos nuestro bienhechor, nuestro salvador, y no encontramos sitio bastante digno donde estampar su nombre; pero nos mantenemos siempre a respetuosa distancia: a la capa, como suelen llamar los marinos a una de sus más hábiles maniobras. Esto, dicen algunos que es in· conveniente; podrá serlo, pero hay que confesar que tiene sus ventajas. Si el gobernador no cumple nada de 10 ofrecido, si se inclina del lado de los especuladores políticos y nos da eL gran camelo, no nos vemos obligados a ponernos en franquía, diciendo como la zorra: están verdes. La reserva observada evita tan penoso trance. No se debe, pues, estudiar la medalla por sólo el anverso. Conviene, por otra parte, tener presente que puede suceder, mejor dioho, ha sucedido, que un gobernador reformista se torne en furibundo conserva· dar, o que, dando oídos a consejas y tradicionales fantásticas, como el miedo es contagioso. concluya por abrumarnos con expedientes gubernativos o aturdirnos con gritos estentóreos, marchándose luego en paz a recoger, como premio, un marque~ado o cosa semejante: para hechos tales parece creado expresamente el carácter puertorriqueño.

Con una calma estoica oímos los dicharachos; con admirable sangre fría dejamos que cursen los expedientes sobre las soñadas conspiraciones; y cuando nos llega la noticia de que el héroe se ha dado los honores del triunfo allá en el Capitolio, o cuando mendiga nuestros votos para que le en· cumbremos a los escaños de la Representación Na· cional. nos conformamos con dejar que juguetee en nuestros labios y anime nuestro semblante una significativa sonrisa. Así somos nosotros. 11


Casa Blanca; La Historia del Papel en el Archivo General de Puerto Rico; Retrospectiva de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura, en la sede de dicha escuela. El Jurado de Selección de la Bienal premió las siguientes obras: "Al que le caiga el burro" de Luis A. Solal'i de Uruguay (punta seca); "-De cinco a dos furia" de Miguel Angel Rojas de Colombia (agua fuerte); "Sigurat y nogurat" de ,Pedro Friedberg de México (técnica mixta); "Bodegón" de Juan G6mez Ouir6s de Ohile (aguafuerte); "Tiempo 1" de Angel Nevárez Ríos de Puerto Rico (calografía). En la categoría especial reservada a los grabadistas puer· torriqueños el Jurado premió la obra "La Profecía" (xilografía) de Jorge Morales Zeno.

Mauricio LtualU1cy

V-uta parcial de la IV Bienal de Grabado Latinoamericano.


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Angel Nevรกrer. juntoasu obra "Tiempo presente", premiada en laNBienal.

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de inmediato, así como a cumplir con los términos de la constitución de su diócesis al crear la primera escuela de gramática en el Nuevo Mundo, precursora de la conciencia educativa que mantiene Puerto Rico desde esos remotos tiempos. El 12 de mayo de 1512 el Rey Fernando el Católico señaló y otorgó título a Santo Domingo, Concepción de la Vega y San Juan de Puerto Rico, para que una vez "erigidas en Ciudades se llamen Iglesias Catedrales", señal de que la Ciudad e Iglesia de San Juan gozaba de un reconocimiento idéntico a la de Santo Domingo. La catedral de San Juan se comenzó a erigir en la Isleta al 'poco tiempo de su traslado, y cuando fue consagrado en Puerto Rico el Obispo de Santo Domingo Sebastián Ramírez de Fuenleal en 1528, la encontró ya terminada, antes que la suya. El cronista de la expedición del Conde de Cumberland, Reverendo Dr. John Layfield, la describió en 1598 como "tan buena como cualquiera de las catedrales de Inglaterra y tal vez más perfecta y hermosa. Tiene columnas proporcionadas que forman dos naves laterales, y la nave principal llega hasta el altar mayor". El Obispo Don DamiánLópez de Haro de. daró que" será algo mejor que la de San Sebastián de esa Corte". Como contraste, el Oidor Lucas Vázquez de

Ayllón de Santo Domingo, declaró en 1522 que "en la Ciudad de Santo Domingo siendo primera y tan noble, tiene Iglesia de paja que en lloviendo un poco, no se pueden en ella decir los oficios divinos, ni menos en ningún otro pueblo del dicho Obispado hay hecha iglesia ni comenzada". La catedral de Santo Domingo no se había comenzoado a construir todavía a medianos del año 1523, por lo que las alegaciones de que se había comenzado en 1514 son incorrectas, según Fray Cipriano de Utrera. El Obispado de Puerto Rico cubría todo lo poblado en el Nuevo Mundo, las Antillas Mayores y Menores, cruzaba el Ecuador por el centro del Brasil sobre el río Amazonas, el Alto Orinoco hasta Santa Fe de Bogotá, y llegó a cubrir a Honduras. Debido a la extensión del territorio ocupado por el Obispado de Puerto Rico, los padres predicadores de la Orden Dominicana pusieron sus miras a servirlo en su totalidad. Los edificios del Convento estaban en obvia desproporción con un poblado que sólo constaba de poco más de un centenar de vecinos, ya que fueron descritos como" suntuosos" por el Cosmógrafo Juan López de Velazco en 1571, y de "grandor bastante para un pueblo de dos mil vecinos" por el Obispo Don Rodrigo de Bastidas en 1544. En 1528 el Obispo Ramírez de Fuenleal de Santo Domingo lo encontró en funciones con más de vein-

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tancia que existía uno en funciones con anterioridad, y el Colegio Gorjón se inauguró en 1559 por dos padres dominicos, siendo público y a cargo del Cabildo de Santo Domingo. Según los estudios de Fray Cipriano de Utrera "no hubo otra Universidad autorizada por orden real que la de Gorjón creada en 1558, convertida en Seminario en 1603, usurpada por la Audiencia en 1627 y devuelta por sentencia del Supremo, con carta ejecutoria al Arzobispo en 1629". Tales actos ocurrieron cuando la Provincia de Santa Cruz era "provincia desolada", y los estudiantes de Santo Domingo se trasladaban a otros países a estudiar por no estar operando ESTUDIO GENERAoL alguno allí. "El personal docente fue siempre inferior al número de seis en todo el siglo XVI y tal vez todo el siglo ~iguiente", según el Padre Utrera. El Arzobispo Carvajal declaró en 1573 que "no hay ya quién lea Gramática, ni Artes ni Teología, por lo que todo viene a menos en la Isla, que los hijos de los naturales de ella no tienen donde estudiar". Tal declaración demuestra que no había otro Estudio General en Santo Domingo que el Colegio de Hernando Gorjón, inaugurado por Cédula Real en

1559, Y aun en ese colegio no había quién enseñara Gramática tan siquiera, por lo que la "Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino" de Santo Domingo no existió, ni antes del año 1532 como se ha alegado, ni antes del año 1538, ni después de dicha fecha hasta el año 1573, pues no había en· tonces en dónde estudiar en Santo Domingo. Al inaugurarse el Seminario Conciliar en 1603, alquilaron los padres dominicos el local del Colegio Gorjón, instalando el Seminario en su Convento, pero languideció de tal manera que no había quién enseñara Gramática, acudiendo los estudiantes a la casa de Tomás Rodríguez, hijo de una esclava, única persona con algunos conocimientos que podía enseñarles. El Gobernador Gabriel Chávez Osario declaró en un tribunal en 1627 que "de muchos días a esta parte y ahora de presente no hay Seminario ni maestro de Gramática, ni enseñanza en ·la forma y modo como el fundador lo mandó. El dicho Estudio está caído hoy y hasta el Sr. Presidente que 10 administra servía de guardar cueros de vacas y toros, estando por el suelo mucha parte de las pa· redes y tejados". De acuerdo con Fray Cipriano de Utrera, la pri-

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del Papa Pío V. Todas dichas Universidades de Estudios Genemles fueron iniciadas por padres predicadores de la Orden Dominica; las de Puerto Rico, México y Perú, directamente. Las dos de Santo Domingo, la autorizada por la Bula "In Apostolatus Culminae" del 28 de octubre de 1538 y la de Hernando Gorjón por Cédula Real del 23 de febrero de 1558, no tuvieron efectividad hast'a el 23 de diciembre de 1559, que por Cédula Real se autorizó la apertura de la Universidad de Gorjón por dos religiosos dominicos, Ambrosio Merino y Reginaldo de Salazar, aunque era una Universidad laica a cargo de la Ciudad de Santo Domingo. Hemos presentado la evidencia para demostrar que la Universidad Primada de América fue la Universidad de Estudios Generales Santo Tomás de Aquino de San Juan de Puerto Rico, con el Noviciado para toda la Provincia de Santa Cruz de las Indias, según autorización apostólica del 9 de enero del año 1532, contenida en el Breve .. In Splendide Die" del Papa Clemente VII, lo que fue en verdad un espléndido día para Puerto Rico.

III

necesidad que de ello hay, y del bien y utilidad que se seguiría en esa tierra",lo que prueba que no existía en la Ciudad de Lima todavía tal centro de enseñanza. Estos datos demuestran la ineficacia de las primeras autorizaciones, tanto Pontificias como Reales, para establecer Universidades de Estudios Generales en América, en Santo Domingo, México y Lima, para cuyas ciudades hubo que repetidas después de su autorización inicial hasta lograr su ejecución. L:l de México tardó dos años, del 1551 al 1553, para inaugurarse. La de Lima fue autorizada por el Capítulo Generál de la Orden Dominica reunido en Roma el año 1558, y su autorización real el 25 de julio Je 1571 por Cédula Real de Enrique 11, y Bula

Recordando a Sófocles, para poder apreciar la esplendidez de un día, tiene que esperarse hasta que esté finalizando la tarde, lo que hacemos al contemplar en retrospecto la inmensa obra docente de la Orden Dominica, comprobada documentalmente, y por el producto de excelencia y calidad de sus aulas, durante los años formativos de la sociedad puertorriqueña, obra que vino a reconocerse plenamente 450 años más tarde, en ocasión de celebrarse el traslado de la Ciudad a la Isleta de San Juan. La pregunta que surge invariablemente al mencionarse la Universidad de Santo Tomás de Aquino de San Juan de Puerto Rico, es el motivo del silencio que ha habido sobre su existencia. En el .tomo 11, Número 5 del. Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia, presentamos la información, aunque muy dispersa y confusa, la que hemos recopilado en la mejor forma que nos ha sido posible. No ha ISido tarea fácil, ya que hem1>s tenido que consultar documentos y obras casi desconocidas en y fuera de Puerto Rico, 10 mismo que han hecho algunos historiadores extranjeros, basándose a su vez. en historiadores puertorriqueños como Alejandro Tapia, Dr. Antonio Cuesta Mendoza y Fray Diego de Torres Vargas. Confesamos que la impresión que nos ofreció la evidencia "ab initio" fue la de uno de esos antiguos libros de actas parroquiales, que por tener sus páginas pegadas por la acción de la humedad y los insectos, se resisten al examen. Comparada con la impresionante evidencia sobre las Universidades de Estudios Generales de Santo Domingo, México 21


relacionada con los "Pastos de los Ganados". Como los Padres Dominicos poseían varias empresas agrícolas, con sus ganados, ingenios de caña de azúcar, esolavos y edificios, el Procurador del Consejo e Universidad era el llamado a representarlos, como propietarios importantes de pastos y ganados, tanto en San Juan como en San Gennán, lugares en don· de tenían estudios en sus conventos. Por tal motivo, la Orden Dominica fue el blanco de fuertes críticas por el Obispo Don Rodrigo de Bastidas en 1548, circunstancia que indica que tuvieron que defender, por voz de su procurador Alonso de Malina, su principal fuente de ingresos, con la que sostenían su Convento y Universidad de Estudios Generales. (A.G.1. -Justicia- 976 - folios 27 y 28vto.). Este <lato sirve para demostrar que aun antes de terminarse las Conquistas de México y Perú, ya Puerto Rico tenía una Universidad en funciones, pe· ro como aquí no hubo pleitos ruidosos relacionados con la misma, y por no ser centro de gobierno dominante Puerto Rico, como era el caso de Santo Domingo, esa circunstancia explica el Telativo silencio y escasez de menciones en cuanto a la Universidad Santo Tomás de Aquino de Puerto Rico. No ocurrió dicho silencio exclusivamente en cuanto a su Universidad de Estudios Generales, pues la 'ordenación del primer sacerdote criollo en América, Fray Luis Ponce de León, hijo de nuestro primer gobernador, pasó casi inadvertida. Así también ocurrió con la de su sobrino, el Presbítero Juan Troche Ponce de León, ordenado en 1580 por el Obispo Don Diego de Sal-amanca, agustino, ,luego de ·haber ocupado los cargos más altos en el gobierno. y las fuerzas al'· madas.

Otro dato de suma importancia que ha quedado casi olvida'do es la erección de la primera provincia eclesiástica en el Nuevo Mundo por la Orden de San Francisco de Asís el año 1505. Aun cuando la Orden Franciscana no logró el éxito de -la Orden Dominica de Predicadores, pues desapareció de Puerto Rico durante la tercera década del siglo XVI, un gran silencio, aun más hennético que el de la Orden Dominica, rodeó a su Provincia de "Santa Cruz de las Islas de las Indias". Se sabe que tuvieron conventos en Caparra, y en "la aguada" en el Sitio de San Francisco en la bahía de Añasco, bahía que se llamó San Francisco de la Aguada primitivamente. Se ha alegado que tal convento franciscano fue la ermita del Espinar, en la actual jurisdicción del pueblo de Aguada, cuyo santo patrón es San Francisco de Asís, lo que fue demostrado no ser cierto por el alcalde Don Luis Maisonave de Agu-ada, según acta municipal "del 2 de abril de 1832, y además porque dicha ermita estuvo dedicada a "Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción" y a "Santa 'Lucía", y no a "San Francisco de Asís". ("Nuevas Fuentes Para la Historia de Puerto Rico" -Aurelio Tió-. Págs. 213-214). Es interesante que se encuentren abundantes datos sobre los padres franciscanos en las Antillas, pero casi nada sobre ellos en 'Puerto Rico alrededor de la tercera década del siglo XVI. El franciscano tudesco Fray Nicolás Her-bom, en "Relatio Novis Insulis", declaró que en 1532 había en Puerto Rico "cuatro conventos, dos de San Francisco y dos de Santo Domingo", obviamente en las dos únicas poblaciones existentes, San Juan y San Germán. (" American Franciscan History" - Washington, D. C. 1953). Es la última mención que aparece de los franciscanos en el siglo XVI, según el Capítulo General del 18 <le mayo de 1532, en Puerto Rico. Existe evidencia que en Caparra pudo existir un monasterio de la orden franciscana en 1515, y según Fray Diego de Torres y Vargas, existió un convento en ",la aguada" del río Calvaohe "en los principios de su fundación", el que luego se erigió en San Juan "con pretexto de reedificación" en 11 de diciembre de 1641. Sin embargo, como el silencio es casi absoluto en cuanto a la Orden Franciscana en Puerto Rico, sólo pueden hacerse conjeturas sobre su lánguida existencia en esta Isla, en comparación con los datos sobre la Orden Dominica que son relativamente abundantes. Hemos ofrecido estos datos para demostrar que aun tomando en cuenta la escasez tan marcada de documentos eclesiásticos explícitos en cuanto a las primeras tres décadas del siglo XVI, hemos logrado relacionar un caso bastante completo y documentado de la magna obra de la Orden Dominica en Puerto Rico, creando y sosteniendo la primera Universidad de América en su Convento Santo Tomás de Aquino de San Juan de Puerto Rico.

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país, los muebles, lámparas, vasos y botellas, encajes, flores, comida, animales, naipes, mujeres, hombres, viejos y niños. Hasta hay un quitasol rojo que pudiera ser modelo del que muy pocos años después sería inseparable de Azorín. Todo incluido en el interior de una casa de campo, hecha en maderas del país y cubierta de paja. Y aunque la casa esté colmada de cosas y personas, por las puertas abiertas pugnan por entrar en el cuadro dos buenos pero reducidos paisajes, muy puertorriqueños. Tan heterogéneos elementos, desdiciendo la maestría de Oller, están agrupados casi en semicírculo y pese a las intenciones de crear una ideal realidad, el conjunto no pasa de parecer pobre teatro conge. lado por unos personajes de falsos gestos y ademanes estereotipados. En la lenta realizaci6n de la obra, Oller procedi6 conforme a los patrones tradicionales de un oficio indiscutiblemente bien aprendido. Primero, pint6 la escena en uno o más bocetos o apuntes en color. No se sabe cuántos bocetos, porque s610 se conserva un cuadrito, excelente de color, que en su campolSici6n difiere en mucho del lienzo final. Este 61eo figura como una de las obras de interés en la valiosa colecci6n de arte de Don Acisclo Marxuach. Después de los bocetos dedic6 su interés a los estudios de figuras, trabajadas con todo cuidado y

todas ellas probablemente basadas en modelos vi· vos, como de cierto se sabe para algunas, tal el viejo liberto mendigo al centro del cuadro, bien conocido en Río Piedras hace más de 70 años. El Museo de la Universidad y el Instituto de Cultura Puertorriqueña poseen varios de estos borrones que fueron de Don Gonzalo Fern6s, Don José E. Alegría, Don José de Diego y de la Colecci6n Junghans. Su estudio comprueba la fidelidad con que fueron transferidas a la obra definitiva. Es probable que en poder de particulares existan algunos otros apuntes preparatorios, pero la mayoría han de considerarse definitivamente perdidos. Así, nada se sabe del paradero de los bocetos que representan al cura y al hacendado, dos personajes postizos o ajenos a la escena. Díjose en su día que' eran retratos de un Elzaburu y otro amigo joven del pintor. Uno de ellos pos6 con sotana prestada y sirvi6 con su disfraz para satisfacer el inf~ntil anticlericalismo de Ollero En elogio y en censura de El Velorio se ha escrito mucho y se ha callado bastante. No cabe en esta página una antología de la crítica y bastarán unas lineas que acaso tengan como única virtud la de la brevedad. Con ser El Velorio compendio de toda la pintura de Oller: retrato, género, paisaje y natu+ raleza muerta su calidad no alcanza la altura que

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Poesia Jibara Por

-1-

En la oriya de aquel serro Que se yergue suavemente y en donde dise la gente Que ay una mina de ierro Ayi a solas con mi perro Todas las tardes suelo dir A cantarle mi sentir Con vos queda y armoniosa A una trigueña rabiosa Que no me deja dormir.

-2Ella me sale al encuentro Como una garsa sedienta y se pone muy contenta Cuando en su cabaña dentro, y dispues que estoy adentro Se va bailando una jota Me trae una jatacota Bien yena de café prieto Que yo siguio me la espeto Sin despresiar ni una gota. -3-

Luego vamos al batey A enderesar nuestra amaca, Y nos reimos con la vaca Que le ase; burlas al buey, y el buen gayo camagüey Se saca un quiquiriqueo Y echa a correr can rodeo Tras una embra de su arén Pero ella le ase un desdén y al gayo le da una mareo.

JULIO MUÑoz IGARTt1A

-4-Luego ensiyamos la yegua, Le ponemos las banastas y todos los aparejos, Mi negra se. montó al anca, y recojiendo las viandas Las flores y los elechos Por la oriyita del serro Yegamos al gayinero, Pues se rumora que anda Por ayi un perro ueve.ro. -5-

Ya la yegua estd cansada . Parese que tiene sed Apura el paso pa ver Si yegamo a la quebrada, Que Dios nos yeve con bien Sigamos por el sendero Que si la yegua relincha Y no tira al sumidero No vamos a aparecer Ni en un sentro espiritista. -6-

Ya a punto de oscurecer y estando el sol bien vajito Yegamo a la guardarraya Donde el burro de Agapito No queria crusar la maya, Este se lo echó a la espalda Lo llevó asta la sabána y le dijo sonriente Eres mds inteligente Pero en fuersa no me ganas.

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Relaciones históricas entre México y las Antillas * Por MARtA DEL CARMEN VELÁZQUBZ

I INTEIrns POR ACERCARME A HISTORIA DE HOMM bres que no fueran los de mi tierra se fue desarrollando a través de los años de ejercicio proLA

fesional. A decir verdad, parece que los ruIllbos que ha tomado mi curiosidad histórica no fueron sólo cuestión de inclinación personal, sino que en ella hubo mucho provocado por estímulos circunstanciales. Es posible que haya tenido la fortuna de beneficiarme con el cambio que favoreció, en todo orden de ideas, la llamada revolución mexicana de 1910-1917. ·Recuerdo de niña, haber oído llamar "odiosa dictadura a los años de gobierno de don Porfirio Díaz, de escuchar, bastante azorada, cómo las per.sanas mayores justificaban la persecución de las familias porfirianas afrancesadas y cómo disculpaban los desmanes de las tropas de Emiliano Zapata y Francisco Villa, por considerarlos, según decían, ser la reacción natural a tantos años de represión e injusticia. Crecí pues, en un medio social en el que los adultos ·rechazaban o desconfiaban del pasado inmediato, no daban la impresión de que, como dicen las famosas coplas, el pasado hubiera sido mejor que el presente que vivían. La primera instrucción que recibí estuvo con· formada por la política educativa que introdujo José Vasconcelos en las escuelas oficiales. Se hablaba mucho entonces de la "escuela de la acción", de "política indigenista", de misiones culturales, de la necesidad de leer a los clásicos. Diego Rivera pintaba, por esos años, los frescos de los corredores del edificio de la Secretaría de Educación Pública, plasmando en las paredes, en estilo poco académico, escenas de la vida del pueblo; el gobierno revoluciolO

• Conferencia leida en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, Puerto Rico, el 29 de septiembre de 1978.

nario reconocía tácitamente el humanismo renacentista de fray Bartolomé de las Casas. erigiendo entre el Palacio Nacional y el Sagrario metropolitano la estatua del que todos consideraban u apóstol de los indios" y varios arquitectos construían grandes escuelas que parecían antiguos conventos. Después de la revolución ya no parecía necesario olvidarse del pasado virreinal para encauzar el gobierno del país. En esas tercera y cuarta décadas del siglo xx, de ímpetu renovador y esperanzado, la herencia española ya no aparecía difícil de aceptar si se le buscaba otra cara, distinta a la que le adjudicaron tantos ideólogos y polemistas del siglo XIX. La revolución social en México, propició, por tanto, el revisionismo histórico y pronto se empezaron a descorrer los velos .para estudiar "la doble alma del mexicano", que había mencionado don Justo Sierra en las postrimerías del régimen de Porfirio Díaz. Por ejemplo, Samuel Ramos indagaba, en un ensayo que inquietó a muohos mexicanos, cuál era el ser del mexicano. Othón de Mendizábal y Alfonso Caso se avocaron al estudio del pasado indígena y un joven maestro Silvia Zavala, que en Madrid había estudiado las instituciones indianas, se encargaba de recoger, ordenar y preparar la publicación de los papeles, que en España había reunido don Francisco del Paso y Troncoso sobre la domi· nación española y publicaba sus Ensayos sobre la colonización española en América, a la vez que em· prendía la modernización del Museo Nacional de Historia en el antiguo Alcázar de Chapultepec. El camino recorrido por el Dr. Zavala es muestra del cambio de actitud en la historiografía, que también se advertía en España por entonces. Así como en México parecía deseable olvidarse de las defensas ideológicas que levantaron los mexicanos en el siglo XIX, ante el temor de que, de no hacerlo, se perpetuara la desigualdad racial y social establecida por el régimen monárquico español y. por otra par29


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VIaJes. Mucho avanzaron los doctos en el conocimiento del nuevo continente y de la nueva humanidad en los siglos XVI al XVIII, toca ahora perfeccionar y actualizar ese conocimiento y el que nos falte para saber cómo fue que de isla en isla, como los griegos, de conUnente a continente como Colón, el hombre ha podido dejar i~ tierra para poder remontarse a lo que no hace mucho todavía sólo se llama'ban los espacios siderales, La historia es conocimiento de lo particular, de io singular. así que el que trata de recrear la vida pasada tiene que proceder por partes y paso a paso. Así lo han entendido muchos estudiosos que se han dedicado a investigar sobre la época en que los españoles descubrieron y conquistaron el Nuevo Mundo. Así que, con los pies bien plantados en la tierra, en el terreno de lo posible y de las urgencias contemporáneas se han elaborado, en diversos centros de estudios superiores, programas particulares para encauzar :los estudios históricos, en 10 que nos toca a los hispanoamericanos saber, para la comprensión de lo que fue el imperio español americano.

..

Como es natural. desde España es más fácil con· siderar en conjunto el pasado de las naciones americanas. Allá se concentró 'el material documental, herramienta indispensable al oficio de historiador, que produjeron los siglos de dominio colonial. Allá don Rafael AItamira inició a varios jóvenes en el estudio de las instituciones indianas. A su vez, don Antonio Calderón Quijano se adhirió a la nueva orientación de los estudios históricos americanistas en la Universidad de Madrid y dirigió, desde 1940 un buen número de trabajos sobre la política defensiva española en Hispanoamérica. Este nuevo sentido que se les ha dado a los estudios hispanistas se cultiva, que yo sepa, en la actualidad, en la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla y en la Universidad de Valladolid. Cuando el Dr. Silvia Zavala fundó el Centro de Estudios Históricos, en 1941 en El Colegio de México quiso dar la mayor amplItud geográfica a la investigación. La pI:esencia de estuc1lantes hispanoamericanos, que ha sido ininterrumpida en el Centro, ha favorecido la investigación sobre las rela31


narran los varios intentos que hicieron los expedi. cionarios españoles para encontrar la ruta del "tor· naviaje". Por lo que toca a la historia de la navegación atlántica, parece ser que los primeros navegantes, ayudados por la poderosa corriente del Golfo encontraron menos azaroso el regreso a la Península, que el viaje a las Indias Occidentales. Es de recordar que el descubrimiento del Nuevo Mundo se debió al deseo de llegar a Cipango y Catay, o sea a China y Japón por una nueva ruta marítima. Llegar a las Antillas fue la primera parte del descubrimiento, una ganancia que había que aprovechar, pero a fines del siglo xv, quizá sólo un indicio de que los españoles iban por buen camino. Prosiguieron los viajes de e:lq)loración y descubrimiento y bordeando las islas los navegantes llegaron a otro que parecía mar, esto es al Seno mexicano. Es posible que antes de que terminara el siglo. marinos españoles, Vicente Yáñez Pinzón, Juan Díaz de Salís o América Vespucio hayan descubierto el canal de Yucatán, navegado por el Golfo de México y vuelto a España, pasando por el estrecho de la Florida, aprovechando la corriente del Golfo. Es sabido que en 1513 Vasco Núñez. de Balboa vio por primera vez la imponente mar del Sur, pero que, de momento, por falta de apoyos, sólo en contemplación quedó. Otros españoles se aventuraron por el Golfo de México, descubrieron indios civili· zados, se lanzaron tierra adentro conquistando sus ciudades, preguntando siempre por dónde se iba a la Mar del Sur. La conquista del imperio nahoa por Hernán Cortés y del inca por Francisco Pizarra puso de mani· fiesto la importancia de las islas Antillanas. Con gran eficacia los españoles habían aprovechado lo que la naturaleza les brindaba. A la vez que empezaron a levantar defensas para protegerse de nativos belicosos y de navegantes extranjeros en las islas de Barlovento, hicieron de Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y Jamaica estaciones de adaptación y experimentación. Teniendo sólo noticias de los habitantes nativos de las Antillas, se iniciaron en España las grandes polémicas sobre la natura· leza y el gobierno de los indios americanos. Fue, como se recordará en Santo Domingo, todavía llamada la Española, en 1511 en donde fray Antonio Montesinos pronunció su famoso sermón condenan· do la dureza con que los españoles trataban a ·los indios. Fue asimismo en las Antillas en donde proliferaron los puercos que alimentaron a tantos exploradores y descubridores y en donde se sembraron las primeras cañas de azúcar, planta que venía adaptándose de isla en isla desde del oriente del Mediterráneo: de Sicilia a Madera, a Azores, a Cabo Verde, Canarias para convertirse en una de las mayores riquezas americanas. Es posible que, debido a las noticias que circularon en Europa después del descubrimiento colom-

bino, cuando se empezó a saber que, como decía Pedro Mártir de Anglería, Cuba, Jamaica, la Española y Puerto Rico constituían un emporio general la donde todo confluía, los rivales de los españoles ansiaran poder participar en los beneficios del hallazgo. Desde el momento en que se establecieron en las islas los 'Primeros pobladores, ingleses y franceses, que también querían ganar un paso al Oriente, envidiaron su posesión a los Reyes Católicos e iniciaron una lucha secular para apoderarse de ellas. ·Por su situación geográfica y por -la riqueza de los productos tropicale~, azúcar, café, tabaco que en ellas se pueden producir, bien se comprende que las islas antillas se convirtieran en una pieza importantísima del sistema imperial español. Situadas a la mitad de las provincias continentales, con buen sentido geopolítico los españoles las llamaron "antemural de las Indias", "llaves de las Indias". De las islas de Barlovento, se podían mandar con mayor rapidez que por tierra, las noticias y órdenes a ambos extremos continentales. De otra manera, cuánto había que recorrer y cuánto tarda· rían los españoles en llegar de Buenos Aires a Veracruz o a San Agustín de la Florida. El temor de que los rivales europeos se asentaran en tierras del rey español fue constante durante toda la dominación española americana. Bien se sabia que la donación papal y el tratado de Tordesillas poco importaban a los reyes de Inglaterra y Francia para enviar expediciones de conquista a América. Tampoco era posible asentar pobladores que defendieran toda la costa atlántica. Las Antillas en el medio de las posesiones españolas se convirtieron en la atalaya que informaba de la presencia de naves enemigas. De las islas del Caribe, tanto para el continente americano como para España partían .las noticias y asimismo de la Península se enviaban a las islas las noticias que advertían a las autoridades continentales de las expediciones enemigas que se preparaban en Europa. De ellas se enviaban luego a Nueva España, TIerra FiI:me o la Florida. Es frecuente leer en historias de .las Antillas, páginas en que los autores se lamentan de los efectos que sobre los desarrollos históricos de Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo y Jamaica tuvieron las conquistas continentales. En ellas se asienta que desde ·Ia expedición de Pedrarías Dávila, en 1513 las islas se empezaron a despoblar, a servir sólo de paso, a que todo lo que en ellas se producía fuera decomisado para abastecer a los futuros conquistadores. No cabe duda de que los autores que así presentan la historia del mundo antillano tienen pruebas para asegurarlo. Pero quizá fuera necesario precisar la época en que esa situación se presentó. Quizá sea conveniente determinar la época en la que los habitantes de las islas de Barlovento estu33


Desde principios del siglo XVII fue evidente para la Corona española que las relaciones entre las islas y el virreinato mexicano debían estrecharse y que la navegación por el Caribe y el Golfo era necesaria para proteger el comercio y la comunicación con la metrópoli. Para promover el intercambio de noticias y hombres para patrullar ese mediterráneo americano el rey mandó fundar la Armada de Barlovento. Esta armadilla debía sostenerse con las aportaciones de todas las provincias á las que beneficiara saberse seguras de que podían comunicarse y comerciar sin peligro de que a sus costas llegaran enemigos. Quizá la Armada de Bal"lovento, no obstante su errático funcionamiento, ejemplifique mejor que el situado, que siempre se envió a las islas, la unión y comunicación que el rey quería que hubiera entre las islas del Caribe y el virreinato de Nueva España. Es posible hablar ya de un mundo antillano en el siglo XVIII, a pesar de los muchos rasgos de diferenciación que se quiera ver entre una y otra isfa. Era un mundo cosmopolita y heterogéneo, rico en productos tropicales, que había aprendido a enfreno tarse a extranjeros de todas clases y de protegerse de ciclones y huracanes. Era codiciado por Íos rivales europeos de España en tal medida, que en 1634 el rey español tuvo que ceder, bajo intensas presiones, como diríamos hoy, Curazao a los holandeses. En 1655, derrotados los ingleses por los defensores de Santo Domingo, se apoderaron, en su retirada, de Jamaica y el rey ya no pudo recuperar la isla. Al final del siglo XVII, cuando el último monarca de la dinastía austriaca ya no era capaz de afrontar ningún reto, Francia se apoderó de la porción occidental de la isla de Santo Domingo. Quedaron, sin embargo Cuba y Puerto Rico, a la entrada y a la salida del Caribe, al -frente de la defensa militar del continente. Dos acontecimientos, casi coincidentes son digo nos de recordar para comprender la importancia que tenían las islas del Caribe en la vida interna· cional española, cuando ya se anunciaba el fin del imperio. En 1762, llegó a Nueva España la noticia

de la toma de La Habana por los ingleses. La conmoción que produjo en México fue enonne. Se asustaron tanto los novohispanos que la preparación de la defensa del virreinato, siempre diferida y obs· truccionada, aun cuaudo se anunciaba que España estaba en guerra, se facilitó al virrey. Dejaron de oponerse los súbditos a las disposiciones de emergencia del rey y bajaron en gran número al insalubre puerto de Veracruz. El otro incidente se refiere a las negociaciones emprendidas para poner fin a la guerra de Siete Años, en 1763. Entonces consideraron los franceses tan valiosa su porción de Santo Domingo que prefirieron ceder a los ingleses el Canadá que las tierras tropicales en el Caribe. La disgregación política del mundo antillano que integró la Corona española en el siglo XVI, empezó pues desde el siglo XVIII. Los cambios de soberanía, los fracasos de las luchas políticas que a partir de entonces han tenido lugar, parecen integrar, como diría Miguel León Portilla, un panorama de "'Visión de los vencidos", que hace penosa la investigación histórica y que en buena medida ha llevado a los antillanos a un aislamiento intelectual y emocional, parecido a aquél en el que se refugiaron los republicanos continentales en el siglo XIX. Pero las islas están allí, donde las encontraron los españoles y la comunicación entre ellas es cosa natural y aún siguen siendo paso para el continente. Muy recientemente encontré mencionado un libro que llamó poderosamente mi atención por el titulo que lleva: Struggle far the American Mediterranean: United States-European rivalry in the GulfCaribbean, 1776-1904 (La lucha por el Mediterráneo americano: la rivalidad europea·estadounidense en el Golfo yel Caribe, 1776-1904). A mi ver, es preciso ejemplo del interés que los no hispanoamericanos han demostrado sie¡:npre por esta parte del mundo americano. Creo que los que empezamos a vivir hablando español, nos debemos apresurar a hacer una historia que, para los hispanoamericanos y en especial para los mexicanos y antillanos puede resultar de unión y concordia y de seguro apoyo para desarrollos futuros.

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Manuel Elzaburu

y crítica literaria. Edita El año pasado (1886-1890), unos volúmenes que revisaban los hechos artísticos y literarios IIiás sobresalientes de cada año, y muere a los 43 años dejando inacabado El arte escénico de España, una obra notable b~sada en una serie de artículos que escribía 'Para La Vanguardia de Barcelona, en los que hacía gala de una gran fuerza persuasiva y originalidad de conceptos. Don Marcelino Menéndez y Pelayo, síntesis de toda la cultura española del XIX y maestro incomparable de la crítica y de la historia españolas, aquilató la valía de estos autores: de Elzaburu, alabó sus traducciones de poetas franceses, especialmente Teófilo Gauthier, y consideró a Yxart como uno de los críticos españoles más distinguidos de fines del siglo XIX. Se podría ahondar en las afinidades y coincidencias entre Elzaburu e Yxart (sus paralelismos culturales, pr:ofesionales, ideológicos, etc.), pero nuestro interés se centra en la primera figura, en cuya carta -que transcribo al finm- apreciamos la modalidad del sentir de una época, su inclinación esté-

tica y política, y su relación con algunos de sus contemporáneos. Sus líneas. de estilo claro y sobrio, denotan la actitud de "un hombre -acertadamente descrito por Adolfo de Hosto5- que literalmente dejó arder su cuerpo en una brillante llamarada civilizadora" .4 Con un cierto sentido del humor, Elzaburu se dirige a su corresponsal como "una voz del otro mundo ti por ser la primera misiva que le envía en nueve años, desde que se saludaron personalmente en Madrid. Nuestro autor, dedicado a su profesión, a "sus pleitos", -según confiesa- sigue con entusiasmo la obra de Yxart, felicitándole "por sus traducciones de Schiller", publicadas en 1882, por "su Fortuny", sobre la vida y obra del ,famoso pintor catalán, Mariano Fortuny Carbó (1838-1874), y por su poema "El ángel de la muerte". Estas contribuciones representan un aspecto marginal de la obra de Yxart; su dedicación, casi exclusiva a la crítica, 4. Adolfo de Rostos, op. cit., pág. 136.

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MANUEL ELZABURU ABOGADO

Cruz 11 Puerto Rico Junio 10 de 1883 Sr. D. José Yxart.-=Muy querido amigo: Escribiéndole hoy desde Puerto Rico y después de tantos años, si no he llegado á ser para Ud. un desconocido, por lo menos le parecerá a Ud. que le habla una voz del otro mundo, y es verdad. Mi carta, pues, le convencerá de una cosa que estaba por averiguar todavía, y es que en el otro mundo no se olvida. En efecto, metido en mis pleitos desde que nos saludamos 'Por última -vez, no solo le he recordado, sino que le he seguido. Le debía un apretón de manos por sus traducciones de Schiller, y un abrazo 'Por su Fortuny, y se los envío con mi completa enhorabuena por El Angel de la muerte. ¡Siempre el escritor galano y el poeta inspiradol Yo no he abandonado tampoco totalmente la literatura, aunque el menos apto de todos nosotros. En los ocios que me deja la profesión y la Diputación Provincial en que sirvo a mi país como puedo, siempre trabajo algo en el Ateneo que yo mismo fundé el año 1876, y escribo como quien abre la válwla de una máquina que se carga en demasía de vapor. Hoy he visto en "La Revista Ilustrada" de que es Ud. Redactor, unos renglones titulados "El poder de los ojos" por D. Ginés Alberola; y a los cuales pueden hacer pendant (por el asunto tan solo) otros mios, titulados: "Ojos y labios". Allá se los envio con el deseo de que si sirven los presente y recomiende á esa Redacción, después de corregirlos Ud. Ván con otros dos de entre otros muchos del mismo genero que tengo en número para llenar un libro. Si no los encuentra utili· zables.-procure, con las debidas precauciones, como decia Tristán Medina, arrinconarlos donde no manchen algo.

Son tan solo la prueba de mi obediencia al consejo de que las letras cultivadas así en secreto y por sí solas, en los (trabajos de [taohado]) intervalos de un trabajo penoso ó de una profesión ingrata, a1provechan á la moral interior y vienen á ser una delicadeza del alma y una virtud. De todos modos escríbame para saber de Ud. Tengo el pensamiento de pasar una temporada en la Península; y quiero saber donde se encuentran mis antiguos queridisimos y nunca olvidados compañeros, para poder saludarlos. Dígame de ellos también, algo, si puede. Y vaya por ahora otro abrazo y ciento para el inolvidable Yxart, á quien me parece estar viendo todavía, abrochada su levita, la mano bajo la solapa y sobre el pecho, recitando la noche de su presentación, entre todos nosotros, y en casa de Campoamor, con agradable acento Catalán como el de su tio, su poesía hermosísima "Un grande hombre"; composición que nadie ha olvidado mas tarde. ¿Se acuerda Usted? Yo me acuerdo hasta del sitio y de la actitud. ¡Cuanto tiempo despues de toda aquella vida y hasta de nuestro paseo de la mañana del 3 de Enero!. ¡Que día tan largo el que amaneció en esa fecha; 10 veo todavia y me parece imposible que no haya concluido todavía I A propósito. A cuantas estamos de política? ¿En que sentido ha rectificado Usted ó ratificado las ideas de aquella juventud que se nos va yendo? Dios quiera que tenga Ud. voluntad y tiempo para hablarme de todo eso que me interesa. Yo he vivido todo este tiempo callado para Ustedes, porque cada carta que recibia era para mi una perturbación, que no me permitia conformarme con la vida que se hace en este puntito del mar. Hoy no tengo esa revolución en mi, porque estoy en vias de satisfacer . los deseos que me exacerbaban de volver á Madrid. Vengan pues esas noticias en buen hora y justa correspondencia por parte de Usted al cariño y admiración que le he profesado siempre y de Ud. el alegrón de una carta suya á su inaLterable, un poco mas viejo, pero siempre el mismo amigo entusiasta. Manuel Elzaburu

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en la Isla de San Vicente hay Caribes suficientes como para que puedan considerarse un pueblo. En líneas generales, Chanvalon al hablarnos de los Indios Caribes sigue fundamentalmente lo establecido casi un siglo atrás por el Padre Dutertre.t No obstante, hay que señalar dos puntos en el tratamiento que aquél hace del tema. En primer lugar, es \Su afán por encontrar el fundamento de los usos y costumbres de los Caribes como única manera de dar sentido de los mismos, reconociendo así que tales usos y costumbres no son puras extravagancias sino consecuencias prácticas o reales de un principio, o unos principios, adoptados por tal grupo bumano, o en el decir del autor, "por tal nación". Resulta por tanto que es en la racionalidad o en la irracionalidad de los principios fundantes donde se origina el "buen sentido" o la "extravagancia" de una sociedad. Sin lugar a dudas que Ohanvalon entiende que esos principios son irracionales en el caso de los Caribes y de ahí la "extravagancia" de sus prácticas sociales. En segundo lugar y como consecuencia de lo anteriormente indicado, el autor no "mide" a los Caribes con la vara incuestionable para los cronistas del Siglo XVIII, es decir, los preceptos. cristianos, sino que en esta ocasión lo hace con otra nueva medida de "legitimidad" humana: la razón ilustrada. Así, los Caribes que en las crónicas del Siglo XVII, con algunas excepciones, resultan ser "malos hombres", ahora no son sino "estúpidos", y como prueba y confirmación de ello Chanvalon echa mano de las consabidas comparaciones. Pasemos ahora al texto de l'hibault de Chanvalon. Thibault de Ohanvalon-Voyage a ·la Martinique, contenat diverses observations sur la .phisique, I'-histoi· re naturelle, l'agriculture, les moeurs et les usages de cette He, fait en 1751 et dans les années suivantes. Paris. - 1763. - Páginas 33 a 57.

DE LOS CARIBES

Hoy día no se encuentran en nuestras Islas de Sotavento más que los restos de estos pueblos llamados Caribes que en otros tiempos las habitaban, sea porque han sido destruidos en nuestras guerras con ellos, sea porque ·la mayor parte de los mismos, hastiados de la vecindad de los Europeos, se han retirado al Continente de la América. Algunos viven todavía dispersos en la Guadalupe y en la Dominica; desde hace mucho tiempo no habi· tan en la Martinica ni en las otras Islas, y no es más que en la San Vicente donde son lo bastante numerosos como para formar un pueblo. 1. cHistoire Générale des Antilles habitées par les Fran· ~s.,

Paris, 1667. Tomo I1, Tratado VII, páginas 356

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Se cuenta, que sorprendidos por la larga travesía que habían hecho los primeros Europeos que ellos vieron, les dijeron "tiene que ser muy mala vuestra tierra, o tenéis muy poca, para venir a buscar una tan lejos y con tantos peligros". Ellos los acogieron y les cedieron una parte de sus posesiones. A medida que los Europeos ampliaron, mediante el cultivo, estas primeras posesiones, los Caribes se alejaban y sus tierras iban reduciéndose. Si en algunas ocasiones ellos habían presentado dificultades ''00 era por disputar un terreno cuya propiedad no les era tan preciosa; simplemente querían obtener un pequeño regalo, con el cual se les hacía ceder inmediatamente el terreno que cultivaban; si tomaron algunas ,veces las armas contra nosotros no fue para repeler nuestra usurpación puesto que ellos mismos se prestaban a ella; lo que querían era defender su libertad, el único bien que les era querido y sobre el cual, la superioridad de nuestras fuerzas nos ,había hecho creer que teníamos derechos; querían vengar los insultos, las injusticias y las violencias, de las cuales, nuestro propio interés y nuestra religión no podían protegerlos. Aunque naturalmente vengativos, ellos ,han olvidado estas injusticias y los males que nosotros les hemos hecho. Hay entre los Caribes de las Antillas otro pueblo que ha adoptado sus costumbres y usos y vive integrado c,on ellos, aunque, sin embargo le es muy extraño. Su origen, aun cuando reciente, no es bien conocido. Estos extranjeros son negros. Unos dicen que un navio que transportaba a estos negros para venderlos en la América, se hundió cerca de la Isla de San Vicente y los que pudieron salvarse de este naufragió fueron recibidos por los Caribes de esta Isla. Otros pretenden que son 'negros escapados de nuestras Islas que se 'han refugiado con los Caribes. Esta opinión, desprovista de pruebas, parece la menos verdadera de las dos. Por último, según la tercera opinión, esta nueva nación proviene de los negros que los Caribes robaron a los Españoles en las primeras guerras que tuvieron contra ellos. Los Caribes no tenían ninguna compasión con los Europeos, pero se quedaban con los esclavos y les daban la libertad al llevarlos a sus casas. El Padre Dutertre es de este último parecer; él no cita otro, y no parece tener ninguna duda sobre este tema. Una razón para adoptar lo que él dice es que no se comenzaron a emplear negros en el cultivo de la tierras en nuestras Antillas más que después de la renovación de la Compañía de las Indias en 1635. El Padre Dutertre escribió en un tiempo muy cercano al origen de esta práctica; sin embargo, ya entonces este pueblo extraño a los Caribes vivía con eUos, pues este Autor 'hace men ción de ello. 6

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Estos rasgos no se descubren en la historia de las naciones civilizadas; el hacer el bien. la bondad y la justicia ¿no serán sentimientos nacidos con el hombre? Ellos se encuentran plenamente en casi todas las naciones en las cuales nuestros conoci· mientas y costumbres no han alterado las cualida· des naturales. Estos pueblos originarios y en otros tiempos propietarios de nuestras Islas a los que llamamos verdaderos Caribes no deben quizás su color rojizo más que al rucú mezclado con aceite con el que pintan su cuerpo. Estoy inclinado a creer que su color natural es blanco; un ejemplo del que 'he sido testigo fundamenta esta suposición. He visto un niño nacido de una de est"as mujeres Caribes y de un Europeo; era blanco y mucho más que los que provienen de una mulata y de un Europeo. a los que se les llama mestizos. Estos son de un blanco insípido y amarillento que deja mostrar la mezcla de las dos sangres; el otro tenía la figura y sobre todo los ojos y la

mirada de los Caribes, pero el color de su piel no áenotaba ninguna mezcla.z Sus cabellos son de un negro brillante y los ·frotan también con aceite; quizás añaden a ello alguna preparación propia para darles este color, a menos que este aceite no produzca él solo este efecto. Son lisos como los nuestros, jamás crespudos ni rizados 2. El P. Dutertre. Histoire des Antilles, 1667. tomo. 2. pág. 358, manifiesta un sentir opuesto a estos que piensan que el color natural de los Canbes es blanco. «La prueba manifiesta, dice él, de la falsedad de esta proposición es que nosotros tenemos cantidad de niños salvajes entre nosotros, sobre los cuales no se ha aplicado ninguno de estos colores, y, sin embargo, no dejan de ser morenos como los otros-o En el tiempo del P. Dutertre había todavía Caribes en casi todas nuestras Islas; pero esta prueba no es lo suficientemente detallada para que sea tan concluyente como él pretende. ¿Cómo sabía él que estos niños no hablan sido frotados jamás? ¿Los había visto él desde su nacimiento? No dice nada sobre ello. Es necesario señalar también que el objeto del P. Duterlre no era el de observar. Es bastante difícil que un Misionero sea exacto en 105 deberes de su estado y exacto en las observaciones.

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No es pues sorprendente que los Caribes y otros pueblos también ignorantes, viéndose frecuentemente más maltratados que favorecidos en sus deseos a pesar de la santa intervención de sus ministros, hayan temido extraordinariamente al Ser malhechor y no confiasen en una Divinidad tutelar cuyas bondades podían incluso ser destruidas. Desde el establecimiento de las Colonias, nuestros Misioneros se han tomado trabajos' inútiles para persuadirles de las verdades de nuestra religión. Sus instrucciones siempre han sido infructuosas.· Se podría pensar la negligencia o algunas veces la ignorancia de los que :han sido encargados de ello; pero esta ·fialta de éxito tiene todavía causas más generales. Para tener éxito, aquellos trabajos exigirían un:l inteligencia amplia unida a la más grande sencillez; profundos conocimientos del corazón numano; un carácter a-fablc el cual supiera plegarse a propósito; un celo más apropiado para. compadecerse de las debilidades de los hombres que para indignarse por ellas; una paciencia inquebrantable en todas las pruebas, al igual que la virtud que sería el móvil; dulzura ésta que el Dios que se le anuncia ha encarecido y de la cual El mismo ha dado ejemplo, y la que siempre parece mover los espíritus y subyugar los corazones.' ,Los primeros Caribes que vieron a los Europeos no pudieron adoptar una religión que exigía de ellos el sacrificio de sus pasiones y, frecuentemente, de sus -necesidades, el perdón de las injurias, el amor por sus enemigos, cuando además esto les era anun· ciado por hombres ávidos de sus bienes, más ocupados en esclavizarlos e inmolarles a su avaricia que" en esclarecerlos y convertirlos. Estos de hoy día no son menos difíciles de persuadir. Testigos en cada momento de nuestros vi· cios y de nuestros crímenes, no les inspiramos ni respeto ni confianza por nuestra religión. Por otro lado, su inclinación por un género de vida fácil que responde a su indolencia, a sus gustos, y sobre todo a su poca inteligencia y penetración, presentan todavía unos obstáculos muy considerables para convencerlos de las verdades del Cristianismo. Una de las más grnndes dificultades que presenta su conversión es la de hacerles comprender que existe un Dios, indicarles las pruebas de ello y darles la más débil noción por medio de cualquier imagen en la que se le quiera insinuar. Entre los pueblos educados, todo anuncia la existencia de un Ser supremo; es, sobre todo, en las 4. El P. Dutertre, el P. Labat y todos los Misioneros se quejan de este endurecimiento de los Caribes. Ellos no se ha· cen bautizar más que para conseguir los regalos que se les hace en esta ocasión, y vuelven a tomar su antigua· manera de vivir. Se dice incluso, que algunos se hacen bautizar varias veces por este motivo, ocultándole a los Misioneros el que 10 habían sido ya.

maravillas de la naturaleza, en la armonía del universo que aquélla se muestra con magnificencia. Por ello nos imaginamos que es ¡fácil el 'hacerla conocer a todos los hombres, indicándoles lo que Aquel ,ha 'hecho. Encontramos también pruebas de esta existencia en nuestras meditaciones sobre la existencia del hombre, sobre su origen, sobre la sucesión invariable de las generaciones humanas. Pero estos dos tipos de pruebas, sin fuerza para los Caribes, le son tan inútiles como a aquellos de los nuestros que están ya convencidos de esta verdad por la religión. Estas reflexiones propensas a todos los espíritus, y estos primeros principios de la metafísica que -nos fuerzan a convenir que el universo no es la obra del hombre, que se encuentra gobernado por una inteligencia suprema, nos parecen simples, evidentes y concluyentes. Sin duda debemos su gran evidencia y la fácil convicción que de ello tenemos a las luces de una razón más cultivada, más perfeccionada que la de estos pueblos. Estos principios que son tan simples para nosotros, están por encima de su inteligencia. Un Caribe os entenderá cuando le preguntáis sobre su origen y el de sus antepasados más cercanos. Os dirá que él debe su ser a su padre y éste a su abuelo, etc. Pero si preguntándole así le lleváis sucesivamente hasta el jefe de estas diferentes naciones, hasta el primer Caribe de quien han nacido todos los otros, os responderá que este primero descendió del Cielo. Si le preguntáis quien dio a luz a este primer Caribe en el Cielo, su respuesta es la misma, una sucesión de genealogías. No se sabría llevar su espíritu más lejos; no se le puede hacer entender que es ·necesario al final de esta búsqueda remontarse a un Ser qúe no ha tenido principio y al cual todos los seres creados deben su origen. Así ]a idea del infinito, o de la eternidad, que para nosotros es incompatible con la sucesión de generaciones 'humanas, parece a ellos no estar encadenada más que a esta sucesión; aquella idea no se presenta a su débil concepción más que bajo esta imagen. Eso es tan verdad que creen (y este es el testimonio también del ·Padre Dutertre, de quien tomaré prestadas las palabras) "que hay entre los dioses diversidad de sexos; que se reproducen, que han sido hombres como ellos y que son de diversas naciones, etc". Aunque no miran a estos dioses más que c9mo ·hombres casi parecidos a los otros, no obstante, es uno de ellos quien, según algunos, ha hecho él solo el firmamento. Según otros, esto no es la obra de uno solo; el dios da las Islas ha hecho el cielo de las Islas, el dios de Francia ha :hecho el cielo de Francia. No conciben cómo eso na sido hecho, y esta creación estando por encima de sus conoci~ mientas, no les lleva a ninguna idea de divinidad, 45


nuestros. Estos se encienden en nosotros muy frecuentemente por un principio de vanidad, por el temor de ver un riVlal llorar por el objeto que se ama, o que se desea, el cual sólo uno se cree capaz de seducir y someter. Pero los Caribes no han abusado del amor como nosotros, sea que este sentimiento entre ellos es tan débil que parece no existir, sea que no tenga ocasión de desarrollarse como entre las naciones educadas, el amor no juega entre los Caribes el papel de una pasión. No hay otras pretensiones que las de la simple naturaleza. Sus celos no deben pues fundamentarse sobre el amor, ni sobre el punto de 'honor de la galantería, que les es desconocida, sino sobre la atadura que tienen a una cosa que ellos poseen; que es la misma con respecto a toda otra propiedad, excitándose su cólera cuando se les quiere despojar de ellas con artimañas o por la fuerza.! Cuando en lugar de estos medios se emplean para ganarlos la dulzura y la confianza no saben rehusarse, y reciben muy bien a los Europeos que van a sus casas. Y se prestan incluso a proporcionarles alguna muchacha Caribe que no tenga compromiso. Su complacencia a este respecto está quizás ayudada por el conocimiento que tienen de nues.tra indiscreción. Tienen una costumbre que siempre asombra y de la que ignoramos el principio. Cuando la mujer da a luz, se levanta inmediatamente y va a atender todas las necesidades de la casa, y el marido va entonces y se acuesta. El se queda en la cama por ella durante algún tiempo. Esta costumbre de la que no he sido testigo ocular, me ha sido indicada por personas dignas de fe y por los Caribes mismos; se sabe que todos los Autores la han indicado. Parece sin duda extravagante y es excesivamente extraordinaria para no tener un principiio. Acerca de él se les pregunta inútilmente a los Caribes de hoy día, los cuales no saben nada del pasado. ¿No podríamos entreverlo en las consecuencias de otras prácticas utilizadas por ellos en esta ocasión? El Padre Dutertre dice que permanecen en la cama un mes entero sin comer ni beber durante los diez primeros días: y al .final del mes los parientes y amigos de la familia vienen a ver a este pretendido enfermo y le !hacen incisiones en la carne y sacan sangre de todas las partes de su cuerpo sin que ose quejarse, ya que pasaría por un cobarde. 5. Esta conjetura me parece confirmada por un hecho que informa el Padre Dutertre sobre sus costumbres con respecto a este particular -Si ellas (sus mujeres) son enga· ñadas, dice él, y abusadas por los artificios y promesas de un amante y su pecado que ha hecho ocultamente viene a conocimiento del marido, éste perdona algunas veces a la mujer, pero jamás a éste que le ha hecho caer en falta-o Hist. des Antilles. T. 2, pág. 379.

Añade por último que durante los seis primeros meses el padre no osará comer pájaros ni peces, por temor a que el niño recién nacido se resienta por ello y participe de los defectos naturales de estos animales. Esta última circunstancia ¿no nos conduciría a alguna indicación del principio de la práctica que nosotros buscamos? Si se considera, como tal parece, que ~a alimentación del padre influye en su hijo recién nacido, bien pueden haber pensado también siguiendo este mismo parecer, que nada es indiferente a estos niños de la conducta de su padre. Por ello quizás estas atenciones con ellos mismos, esta privación de alimentos durante los primeros días; por ello en fin esta pr:ictica de quedarse en la cama que, incluso, podría haber estado consagrada por alguna superstición con el fin de quitarles los medios y la ocasión de exponerse a algún peligro, o para asegumr la salud de sus hijos teniendo este cuidado de asegurar la suya. Esta segunda opinión se deriva bastante naturalmente de la primera la cual sabemos es aceptada por ellos, y tienen tanto parecido como para que se las pueda considerar una consecuencia de la otra y atri-buirlas al mismo principio. Un error general y adoptado en una nación, raramente se encuentra aislado; una extravagancia lleva a otra. Algunos todavía podrían conjeturar que si los Caribes han establecido entre ellos este uso para prohibirse el ejercicio de la pesca y de la caza, su intención era no dar ocasión a sus mujeres de comer los pescados y los pájaros que ellos hubieren capturado. Esta intención concuerda con la opinión que tienen de que sus hijos (que son alimentados por sus madres) pudieran participar de los defectos de estos animales. Estas conjeturas sin duda son poco convincentes; yo reconozco por adelantado que se las puede objetar. ¿,Pero se puede dar una buena razón de una extravagancia que parece apartarse tanto del buen sentido? No es en los usos donde hay que señalar la rareza o la extravagancia; en el principio que los hace nacer; si una vez son adoptados por una nación, las consecuencias no deben asombrarnos. Esta reflexión me ha 'hecho aventurar estas conjeturas a cerca de un hecho extraordinario del cual nadie, yo creo, ha intentado desmadejar el origen, -habiéndose considerado mejor el dudarlo; yo no las doy más que como una invitación para inducir a presentar otms, o como una indicación que puede hacer más comprensible este uso al vislumbrar la relación que pueda tener con los principios o los prejuicios de este pueblo. No son más vivos en sus fiestas que en sus ocupaciones ordinarias; los placeres de una nación llevan siempre la impronta de su carácter. La indolencia y el aburrimiento están pintados en los de los Caribes. Están tan inclinados a la bebida como sobrios

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