RRIQUENA
OCTUBRE-DICIEMBRE 1959
REVISTA DEL INSTITUTO DE CULT URA PUERTORRIQUENA JUNTA DE DIRECTORES Eugenio Fernandez Mendez - Presidente Arturo Morales Carri6n Salvador Tio Enrique Laguerre Teodoro Vidal Jose A. Buitrago Jose Trias Monge
Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegria
A~O II
1
959
NUM.
s
OCTUBRE - DICIEMBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO
SUMARIO
Pll.g .
El espafiol de las Antillas: Algunas notas por Jose A. Torres Morales
1
El mito del Jibaro por Tomds Blanco .
5
.' res noctumos de Nueva York por Clara Lair .
11
La inscripci6n de «El Contemplado» por Tomds Navarro .
13
El Velorio que oy6 Pales de nifio en Guayama por Federico de Onls .
15
Baldorioty y la historia de Fray Ifiigo Abbad .
20
Exposici6n de Jose Campeche
22
Retablo callejero por Adriana Ramos Mimoso
25
Aire de Guazabara. - Cuento. por Luis Herndndez Aquino
29
Evocaci6n de Virgilio Davila por Laura Gallego .
30
Origen y difusi6n del vocablo « cacique » por Ricardo E. Alegria .
33
La misi6n social de la danza de Juan Morel Campos por Amaury V eray . · 35
Un Programa de Gobiemo en 1511 por Isabel Gutierrez del Arroyo
39
San Juan en 1880 por Arturo Cordova Landron
42
EI Archivo General de Puerto Rico
46
Grabaciones Musicales del Instituto de Cultura Puertorriquefia .
48
La industrializaci6n y sus consecuencias por Jose M. Lazaro .
49
l l
Colabo,.adores
PUBLICACION
DEL
INSTITUTO
DE
CULTURA
PUERTORRIQUE~A
Director: Ricardo E. Alegria. Disefio: C. M. Iluatracioneii: Lorenzo Homar y Carlos Marichal. Fotograffas: Jorge Diana.
ll\lPBBSO
EN LOB
l'ALLRRBS DE AnTBS
GBAPICAB
cEDICIONBS
RAMDLAB 1 23 • BARCELONA (BBPAif.A)
BVMBOB>
1
E. ALEGRfA naci6 en San Juan. Estudi6 antropologia en las Universidades de Chicago y en la de Harvard, coma becario de la Fundaci6n Guggenheim. Ha publicado diversos articulos sabre arqueologia ¡y folklore en revistas del pafs y del extranjero, y es autor de las libros Historia ¡de nuestros indios (versi6n elemental), 1952, y La fiesta de Santiago Apostol en Loiza Aldea, 1955. Desde hace varios afios es profesor de prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, y dirige, desde su fundaci6n en 1955, el Institute de Cultura Puertorriquefia.
RICARDO
ToMA.s BLANCO, ensayista, critico de arte y literatura, novelista e historiador, naci6 en San Juan. Ha colaborado en varias revistas del pals y del extranjero, y es autor de las siguientes obras: Prontuario historico de Puerto Rico (1955), libro premiado par el Institute de Cultura Puertorriquefia; El prejuicio racial en Puerto Rico (1942), Sobre Pates Matos, Los Vates, La Dragontea (1950), Los aguinaldos del Infante (1954), Los cinco sentidos (1956) y Miserere (1959).
r l LAURA GA~LEGO naci6 en Bayam6n y estudi6 en Ia Universidad de Puerto Rico, recibiendo en 1946 el grado de bachiller en artes especializado en educaci6n. Ha sido profesora en las Escuelas Superiores de Bayam6n y de Ia Universidad de Puerto Rico durante algunos afios y desde 1959 esta adscrita a la Facultad de Pedagogia de este ultimo centro. Sus colaboraciones en poesia y prosa para peri6dicos y revistas ban sido numerosas. En 1952 public6 su primer Iibro de poemas, Presencia, al que sigui6, en 1959, el titulado Celajes.
l
LUIS HERNANDEZ AQUINO, poeta, periodista y escritor, naci6 en Lares. Maestro en Artes de Ia Universidad de Puerto Rico, en 1952 se recibi6 en Madrid de doctor en filosofia y Ietras. Director de las revistas Insula, Bayodn y Jaycoa, y colaborador en numerosos peri6dicos, su labor Iiteraria le ha merecido premios de diversas entidades culturales del pais. Ha publicado Ios poemarios Niebla lirica (1931), Agua de remanso (1933), Poemas de la vida breve (1939), Isla para la angu$tia (1943), Voz en el tiempo (1952) y Memoria de Castilla (1956). Es ademas autor de varias anto· logfas de poesia puertorriquefia y de Ia novela La muerte anduvo por el Guasio. Pertenece actualmente a Ia Facul· tad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico.
I ISABEL GUTIERREZ DEL ARROYO. Histori6grafa, naci6 en Bayamon, Puerto Rico. Doctora en Filosoffa y Letras· del Colegio ·de Mexico (1950), donde sigui6 cursos bajo Ia direcci6n del Dr. Silvio Zavala, dur1:1nte algunos afios fue profesora en las facultades de Estudios Generales y Humanidades de Ia Universidad de Puerto Rico. Ocupa actualmente el cargo de investigadora de historia del Instituto de Cultura Puertorriquefia, y como becaria de Ia Fundaci6n Guggenheim realiza al presente investigaciones en Ios archivos de Estados Unidos. Ha publicado las obras: «Fray Ifiigo Abbad y Lasierra y su Historia de Puerto Rico» (1948) y «El Reformismo Ilustrado en Puerto Rico»
l t.
CLARA LAIR es el seud6nimo de Mercedes Negron Mufioz, poetisa y prosista nacida en Barranquitas. En 1937 publi· c6 su primer poemario, Arras de eris· tal, que obtuvo premio del Instituto de Literatura Puertorriquefia. Otro premio del rriismo Instituto fue otorgado a su triptico Tropico amargo (1950), que recoge la colecd6n anterior, y la titulada Meis alld del ponie.n.te, junto con la que da su nombre al Iibro.
Josl:i M. LAzARo, profesor, escritor y periodista, estudi6 en la Universidad de Fordham yen la de Puerto Rico, donde obtuvo su bachillerato en artes especializado en filosoffa e historia. Ha sido profesor de filosofia y literatura en la Universidad de Puerto Rico, en el Colegio Universitario del Sagrado Coraz6n y en otras instituciones de ensefianza en Cuba y Venezuela. De 1947 a 1950 fue editor auxiliar del diario El Mundo, y posteriormente, durante algunos anos, prest6 servicios como traductorjefe en la sede de la Organizaci6n de las Naciones Unidas, en Nueva York. Actualmente ocupa el cargo de Bibliotecario General de la Universidad de Puerto Rico.
ToMi{s NAVARRO ToMi{s esta considerado como el fundador de la fonetica hispana modema. Se le deben ediciones criticas de Garcilaso y Santa Teresa y varios estudios de dialectologia hispana. Los estudios y metodos de investigaci6n fonetica que difundi6 en Espana a traves de la Revista de Filologia Espanola le merecieron el ingreso en la Academia Espanola de la Lengua (1935). Profesor visitante de la Universidad de Puerto Rico en dos ocasiones (verano de 1925; ano 1927-1928), fue por muchos anos catedratico de la Universidad de Columbia. Entre sus numerosas obras publicadas citaremos su Manual de pronunciacion espanola (1918), ¡ que lleva varias ediciones; el Manual de entonacion espafiola (1944), posteriormente El espafiol en Puerto Rico y en 1959 el Arte del verso.
FEDERICO DE 0N1S, profesor y critico espafiol intemacionalmente conocido, ha sido catedratico de las Universidades de Oviedo y Salamanca y Director de los Departamentos de Espanol de las Universidades de Columbia (1916-1952), Puerto Rico (1952-1957) y las Villas, en Santa Clara, Cuba (1957-1958). Dirigi6 tambien la Revista Hispanica Moderna y la Revista de E$tudios Hispanicos de la Universidad de Puerto Rico. Es autor de importantes ediciones crfticas de obras clasicas de la liteq1tura espafiola y de introducciones a varios tomos de literatura conte;mporanea publicados por la Editorial Heath & Co. Entre sus obras se destacan los Ensayos sobre el sentido de la cultura espafiola y la Antologia de la poesia espafiola e hispanoamericana ( 1882-1932).
ADRIANA RA.Mos MIMOSO naci6 en Bayamon. Durante varios anos ejerci6 el magisterio en las escuelas publicas. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo la maestria en lengua y literatura espafiola (1948), yen la de Madrid el doctorado en filosofia y letras (1953). Actualmente es catedratica de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. Recientemente public6 la obra Vida y poesia de Jose Antonio Davila.
I
J OSB ANTONIO TORRES MORALES naci6 en Juana-Diaz. En 1946 se recibi6 de bachiller en Artes en el Instituto Politecnico de San ·Germany cinco aiios despues de Maestro en Artes en la Universidad de Puerto Rico. De 1957 a 1959 realiz6 estudios especializados en la · Universidad de Harvard. Desde hace algunos aiios es catedratico de la Facul- · tad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Ha escrito colaboraciones para revistas de cultura, y en 1951 public6 la obra Los Simbolos en la Poesia de E. Gonzalez Martinez.
I
r AMAURY VERAY naci6 en Yauco. Bachiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico, en 1946 ingres6 en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, donde se recibi6 de Bachiller en musica, especializado en teoria y composici6n. Becado por el Instituto de Cultura Puertorriqueiia, recientemente realiz6 estudios avanzados de composici6n en la Academia de Santa Cecilia, en Rom~. Es autor de canciones de arte y misterios de Navidad y de los ballets El niiio de Aguadilla y La Encantada, este Ultimo presentado en el II Festival de Teatro del Instituto de Cultura. Ha realizado ademas investigaciones sobre la vida y la obra de varios musicos puertorriqueiios del pasado.
I
J
El espafiol de las Antillas: algunas notas Por J osl3 A. TORRES MORALES
RELACIONES LINGVfSTICAS. - EN EL CAMINO PARA PREL AScisar las regiones Iingiiisticas en el espafiol de America, el paso mas importante lo dio Pedro Henriquez Urefia, al publicar en 1921 sus Observaciones sobre el espafzol de America. 1 Considera el lingiiista dominicano que ya es hara de intentar una caracterizacion del espafiol americano, «evitando generalizaciones y vaguedades». A manera de hipotesis de trabajo propane la division en cinco zonas, division que cuenta todavfa con la aceptacion general entre los estudiosos de la lengua espafiola en America. Enumera y distingue las zonas en la forma siguiente: 1. La que comprende las regiones bilingiies del Sur, Sudoeste de los Estados Unidos, Mexico y las Republicas de la America Central. 2. Las tres Antillas espafiolas : Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo (la antigua parte espafiola); las costas y los llanos de Venezuela, y probablemente la porcion septentrional de Colombia. 3. La region andina de Venezuela, el interior y la costa occidental de Colombia, el Ecuador, el Peru, la mayor parte de Bolivia y tal vez el norte de Chile. 4. La mayor parte de Chile. 5. La Argentina, el Uruguay, el Paraguay, y tal vez parte del sudeste de Bolivia.
divisiones, y ofrece el ejemplo de la zona mexicana, donde registra hasta seis subzonas diferentes. Lingiiistas que posteriormente ban intentado caracterizar el espafiol de America no ban utilizado con largueza este esquema ordenador del dominicano. • Nos interesa, por el momenta, una de las zonas delimitadas por Henriquez Urefia, la region del Caribe; y, dentro de ella, centrar la mayor atencion en el espafiol de las tres Antillas, a traves de algunos textos literarios del siglo xix. Para el estudio presente del espafiol en las Antillas, se ban usado los siguientes textos: A. Cuba: a) Cecilia Valdes, de Cirilo Villaverde. Es una novela de costumbrei:: cubanas. El primer tomo aparecio en 1839; la edici6n completa consta de cuatro partes y fue publicada en Nueva York, en 1882. La edicion consultada es de 1915, la que se considera coma definitiva. La obra intenta ofrecer una vision realista de Cuba hacia la decada de 1830-1840. Tiene cierto interes documental, y el autor transcribe el habla de las diferentes clases 0
2. En El espaiiol en Santo Domingo, Cap. 1 : Santo Domingo y la zona del Mar Caribe, ofrece el csquema siguiente: 1) Mexi-
cana: Mexico, la America Central, y el Sudoeste de los Estados Unidos que fue mexicano ; 2) Caribe: las tres Antillas, gran parte de Venezuela, y la costa Atlantica de Colombia; 3) Andina: reAdemas de los factores historico-geograficos, cuenta gi6n de la antigua cultura incaica; el Noroeste argentino, Bolivia, Peru, Ecuador y territories de la mayor parte de Colombia y parte tambien el contacto o presencia de una lengua indigena de Venezuela ; 4) Chilena: norte, centro y sur del pals; 5) Rfo de importante: a) nahuatl, b) lucayo, c) quechua, d) araula Plata : el literal, antiguo Cuyo, el sur del antiguo Tucuman ; cano, e) guarani. Este primer intento tuvo caracter exnordeste de Argentina con el Uruguay, mlis la regi6n paraguaya. ploratorio. En 1940, cuando publica El espaiiol en Santo - Otros lingiiistas se han interesado menos por esta repartici6n de zonas lingilfsticas en America. Por ejemplo: Meyer-Lubke en InDomingo, precisa mas los datos y ofrece un cuadro mas seguro y concreto. Advierte Henriquez Urefia que, den- _ troducci6n a la lingiifstica romanica; B. Malmberg, en L'Espagnol dans le Nouveau Monde, quien tiende a minirnizar las diferencias tro de esas grandes divisiones, se pueden sefialar subregionales, pues el espaflol, a pesar de las particularidades que puedan advertirse, "presente une uniformite frappante" ; M. L. Wagner, en Lingua e dlaletti dell' America Spagnola, no aflade nada fundamentalmente nuevo a lo seiialado por P. H. U.; y R. Lapesa, 1. En Revista de filologfa espaiiola, Madrid VIII, 1921, p. 360. Al final del artfculo se incluye la bibliografia mfmma. Quiero Historia de la lengua espaiiola, quien tampoco entra en el tema de consignar mi agradecimiento al Dr. Raimundo Lida- Je la Univerlas regiones lingilfsticas, a pesar de dedicar un capftulo de su libro al espaflol de America. sidad de Harvard. bajo cuya direcci6n se reunieroLt estas notas.
1 ,.
sociales y culturales, especialmente el ·habla de los negros y mulatos. b) Tipos y costumbres populares, de Carlos Norena. Selecci6n antol6gica recogida por M. Leopold-Wagner en el texto citado. La selecci6n recoge el dialogo entre dos negros cubanos; de interes por el aspecto fonetico mas bien que por el lexicografico. B. Santo Domingo:
a) Poesla popular dominicana, Vol. 1, de Emilio Rodriguez Demorizi. El texto es una compilaci6n de poemas por diferentes autores dominicanos, la mayoria de ellos son del siglo xix. De interes especial son los poemas de Jose Maria Gonzalez (1830-1863), Felix Maria del Monte (1819-1899) y Juan Ante>" nio Alix (1833-1917). b) La poesia folkl6rica de Santo Domingo, recopilaci6n de Flerida de Nolasco. El texto es una antologfa de composiciones folkl6ri cas, coplas, decimas, etc., de diferentes re-• giones de la isla. Las versiones, en su mayoria, fueron dictadas por ancianos del campo dominicano. C. Puerto Rico: a) El Glbaro, de Manuel A. Alonso. El texto es una colecci6n de articulos de costumbres, romances en lengua rustica a imitaci6n de la de los campesinos de la isla. La primera edici6n apareci6 en 1849. A falta de otros textos, el de Alonso es de inestimable valor para conocer la situaci6n del espaiiol de Puerto Rico, a mediados del siglo XIX. 2. COTEJO DE ALGUNOS RASGOS FONETICOS. - En los textos leidos se hallan rasgos foneticos que son comunes al habla popular y vulgar de Espaiia, otros propios de los dialectos del sur de la Peninsula, y aun otros que podrian considerarse modificaciones propias de America. Si se comienza por el texto de Manuel A. Alonso, los romances de El Gibaro, puede observarse en dicho texto un fen6meno comiln en Espaiia, en el sur de la Peninsula y en general de America: la caida de la d intervocalica. El fen6meno es muy frecuente en el habla rustica. Ejemplos: toas (todas), tejfo (tejido), sea (seda), aguaeras (aguaderas). A veces cafda de dos intervocalicas, como en conbiaos (convidados). Desde 1701, se registran en Espaiia mataos (matados), desterrao (desterrado); la fecha hace suponer que el fen6meno es anterior a la misma (Lapesa, Historia, XV). Senala P.H. U. en El esp. en Sto. Dgo., que en Puerto Rico «ha avanzado mas que en Santo Domingo la desaparici6n de la d» · (pagina 46, nota 1). La elisi6n de la d en posici6n final, como en vecinda (vecindad), es tambien corriente en el texto de Alonso. En Cecilia Valdes se hallan mataos (matados), toos (todos), robii (robada), raspatira (raspadura). Tambien 3. M. L. Wagner recoge en Lingua e dia/etti dos breves poemas an6nimos tomados de Orbita de la poesia cubana (Antologfa) de Ram6n Guirao, Habana, 1938. 4. Estudios /ingiiisticos: temas hispan., p. 263 y ss.
2
registra Villaverde la ca:ida de la d en pos1c1on final como en sahi (salud). Yen un poema anonimo cubano, que· recoge el habla de los negros, se halla el ejemplo de uste (usted). • Mientras en los ejemplos de Alonso, el habla transcrita es la del jfbaro, el campesino, Villaverde peculiariza el habla de una negra cubana con esa caida de la d. Y en el Didlogo de Norena, se registran lao (lado) y marfo (marido). El dominicano Juan Antonio Alix en su poema Un pasaporte dado en tiempos de la Espana vieja, recoge liao (liado), sfo (sido), mentao (mentado), cundiito (cundidito). En la Poesia folkl6rica, hay ejemplos como habfo (habido), agradecfa (agradecida), monea (moneda), aonde (adonde). Los ejemplos abundan tanto que podrfa pensarse en una tendencia general de la lengua, una cierta laxitud en la pronunciaci6n que alcanzaria en lo futuro cierta permanencia en la pronunciaci6n del grupo «Vocal - cons. -vocal». Frecuentes son las indecisiones respecto al timbre de la vocal inacentuada. Es un rasgo general del habla vulgar en espaiiol. En El Gibaro se hallan: siguro, sinol, menuto. El fen6meno no abunda en el texto de Villaverde. Alix transcribe: siguro, sigiln, ricomienda. Un ejemplo tornado de Poesla folkl6rica: seportura. La diptongaci6n es frecuente en los romances de El Gibaro: riales (reales). En Poesia folklorica se da el caso del paso ae-ai, como en cai (cae), trairas (traeras); y tambien el paso ea-ia, como en meniar (menear), manosiada (manoseada). Mas comun es en el libro de Manuel A. Alonso la alternancia o confusi6n de r y l, producto, tal vez, como seiiala Lapesa, de una articulaci6n debilitada. Es rasgo comun de los dialectos del Sur de Espaiia. El propio Lapesa ofrece ejemplos como hincal (r), cuelpo (r). En la lengua de El Gibaro es frecuente, podrfa decirse, sistema tica la altemancia en el infinitivo de verbos: ar: senal, labral, bailal, paral, platical, escuchal; en er: ofendel, aprendel, cogel; en ir: salil, decil. Se registra confusi6n en formas monosilabicas como : el-er; cual-cuar; al-ar; por-pol. Casos de sustituci6n en sflaba inicial: polque, boldonua, fuelza, parma, arta. Casos en interior de palabra: enfelmea, sobelbias. Casos en final de palabras (no verbos): domaol, dotol. El dominicano Alix transcribe pelegrino con disimilaci6n de la e. Un caso aislado se recoge en Cecilia Valdes, y es el paso del grupo tr a tl en inicial de palabra: tlabajo (trabajo). El fen6meno de la alternancia o confusi6n de r y l ha sido estudiado por Amado Alonso. ·Alonso ha recogido datos tanto para Espaiia como para America. 4 Senala regiones en Espana, como Arag6n, Navarra, Rioja, donde es frecuente la igualaci6n de ambos fonemas. Destaca asimismo, el caso de Andalucfa, « donde la igualaci6n de r y l finales de sflaba en un solo fonema ocurre en distintas zonas andaluzas». Para America, y particularmente para la zona del Caribe, es conocido el fen6meno. Para las Antillas, la igualaci6n «es muy corriente en el habla vulgar, y a veces alcanza a las personas instruidas». Ademas : Unas veces se acerca mds a la 1 y otras a r, pero se, dan tambien otros resultados: aspiracion, nasalizacion vocalizacion, asimilaci6n a la consonante siguiente, de· saparici6n (pag. 286). Los ejemplos abundan en el libro de Alonso; es tam~ bien frecuente en Cuba y Santo Domingo (Navarro To-
•
I
•
mas, Ortolog{a). Dos regiones, pues, muestran derta regularidad en la altemancia r y l, en Espana, Ia regi6n andaluza, en America, Ia del Caribe. Junta con la altemancia de r y l se halla la vocalizacion de esos fonemas, especialmente en finales de palabra. Ejemplos se hallan en Alonso y en Alix. Alix transcribe Pascuai, lunai, oficiai, bobei (volver). Alonso: cuay, comey, festejay, rabiay, aguayday. En un poema an6nimo cubano se dan: tomai, ei (el). La vocalizaci6n de r y l en interior de palabra es comiln en los textos de las tres Antillas. El Gibaro ofrece: conseybar, laygo, ayguno. En Norefia: confoimo, acueidate, poique. En grupo lt: faitaba, vueita. Alix ofrece: pasapoite, caiguita, tueito, acoidamo, caisone. La supresion de r y s en posicion final es comun en el Didlogo de Norefia. Asi hallamos: desi, particula, quere, va. Igualmente en' los dos poemas an6nimos recogidos por Wagner: se (ser), pasia. Un caso de supresi6n de n: ano (an6n). Wagner considera esta caida de r y s finales coma rasgos comunes en el habla de Cuba. En Sa,nto Domingo, la supresion completa de s final parece influencia africana. (P. H. U., Esp. en St. Dgo., paginas 168-170.) Con menos frecuencia aparece la supresi6n de la l en posicion final. Villaverde transcribe barri (1) en el habla de un negro. Y en Santo Domingo el poeta Alix ofrece un ejemplo en el nombre cristoba (1). Otros casos de elision: la s elidida en interior de palabra como en eta (esta) (Villaverde); supresi6n de r interior, como en diviete, y d en el grupo interior nd: benicio (bendici6n) todos del texto de Villaverde. En los textos leidos abundan los ejemplos de seseo y de yeismo. En las poesias an6nimas se hallan corason, seibesa y pobresa. En Cecilia Valdes: alcansan, safra, entre otros ejemplos. Alonso ofrece: mosa, arr6s, ensapataos, sinco, sarsillo, cabesa. En el Didlogo de Norefia: desirlo, sielito, josiquito, esperansa. Los casos de yeismo aparecen con igual frecuencia. En Cecilia Valdes: amariyo, estreya; en Alonso: cabayo, argoyita, eya, etc. Ambos fenomenos se consideran rasgos acusados en la pronunciaci6n andaluza, y comunes en America, especialmente en la region antillana. Con igual frecuencia se hallan los casos de h aspirada, procedente de la f latina. En los romances de El Gibaro se transcribe con bastante regularidad: jaseyo, jasian, jerios. Villaverde transcribe siempre, para el habla vulgar: juye; Alix da jijo. Caso peculiar, tal vez esporadico, es la aspiraci6n fuerte en janima, jamigo, en un poema de Alix: «Por la janima bendita, mi casa pa lo jamigo.» En los textos de las tres Antillas hay casos de asimilacion y disimilacion. El texto de Alonso tiene casos como: imbidia, escurecer. La Poesia folkl6rica registra revuluci6n, bujuquito, intierro, barraco. Barraco es muy comun en el habla comun de los puertorriqueiios. Como casos de disimilacion pueden citarse en Alonso : bifiuelo, Trenia; y en Poesia folld6rica, usiosa (ociosa). Breve consideracion merece el caso del habla de los negros, segiln aparece en los textos de Villaverde y de Norena. Un ejemplo tornado de la novela Cecilia Valdes, donde una negra vendedora relata un incidente, es el que sigue : Labana eta perdia, niiia. Tos son mataos y ladronisio. Ahora mismito han desplumao un cristidn alantre de mi
sojo. tin ntno Manca, muy bonite. lo abayunca entr~ un pardo con jierre po atrd y un moreno po alantre, arrimao al caii6n delasquina de Saint Tere'se. De die crara niiie, lo quitan la rel6, la dinere. Yo no queriba mird. Pasa bastante gente. Yo conose le moreno, e le ~ijo de mi maria. i Ahl me da mieo. Entoavia me tiembla la pecho. En primer lugar anotamos los rasgos que en la cita son comunes al espafiol general, y en particular a los dialectos meridionales. Tai es el caso de la caida de Ia d intervocalica, como se apunt6 antes, en ejemplos como desplumao, perdia, etc. Hallamos, como en el sur de la Peninsula, casos de seseo : conose; y trueques de r y l agrupadas como en crara (clara). Se nota una fuerte tendencia a la supresi6n en final de palabra: atra, rel6, mira. Se registra igualmente la aspiraci6n de la h, procedente de f, coma en jierre. Max Leopold Wagner, que se ha interesado por el habla afrocubana (Lingua e dialetti, pag. 100 y ss.), seiiala que los negros bozales, traidos directamente de Africa, tenian poca experiencia con la lengua espaiiola, y a veces no distinguian o separaban las palabras en el discurso. Asi Labana (La Habana), delasquina (de la esquina). Ademas, sefiala Wagner la confusi6n de generos, como: un nifio blanca; la pecho, la dinere, jun to al debilitamiento en la articulacion de la vocal a en posici6n final, que pasa a e: linda-e, dia-e, atribuida por el citado Iingiiista a la, influencia de «numerosi catalani stabilitisi nell'isola» de Cuba (pag. 101). En Cecilia Valdes, el habla sefialada por este paso a-e es la de negros esclavos. Comiln igualmente en el habla de los bozales es el uso general de la tercera, persona singular, como en los casos: «YO conose le moreno». Atribuye Wagner a la influencia de los negros en Cuba, el paso de r a i (y), como en alguno-aiguno, charco-chaico, falta-faita; y r en i, en final de palabra, coma andar-andai. Pero, esos mismos rasgos los hallamos en la lengua del jibaro puertorriquefio, segiln la transcribe Alonso, y Henriquez Urefia tambien la documenta para el habla rustica en Santo Domingo. Para Wagner, la pronunciaci6n de r consonante, como en casne, vendeslo, puede adscribirse a influencia negra. En Puerto Rico es pronunciaci6n cO'rriente y comiln sin especifica adscripcion a grupo alguno. Por lo indicado anteriormente resulta un tanto dificil aislar con precision los rasgos foneticos (y morfol6gicos en el caso del texto de Villaverde), que puedan sefialarse a la influencia africana en Cuba. Posiblemente, como en Santo Domingo, la supresion de la s final, y siguiendo a Wagner, la imprecisi6n para distinguir las palabras del discurso, junta· al uso de la tercera persona singular, y, tal vez, la confusion en los generos, que podria imprimir cierta peculiaridad de fonetica, podrian seiialarse coma rasgos peculiares en la pronunciaci6n afrocubana. Como ejemplo de lengua haitiana, que se recoge en la frontera con Santo Domingo, lengua a veces usada humoristicamente por ·10s poetas dominicanos, se transcribe un pasaje del poema Didlogo entre un guajiro dominicano y un papa-boc6 haitiano en un fandango en Dajab6n, del poeta Juan Antonio Alix. El poeta pone a
3
hablar a un haitiano. N6tese el cruce con fonemas franceses:
Yo sabe tre bien jabld la lengue dominiquen me si u vie cantd en laten an laten nu va cantd. Yete mucie Beiceld como yo ta bon lugaru yo quier ensefid a tu Nan bonite societe E si tu lo quiero be tu tien qui baild vodu (pag. 271). A las notas sabre las aspectos de pronunciaci6n que hemos recogido arriba podrian afiadirse algunas observaciones sabre el vocabulario de las Antillas, segun se refleja en las textos literarios estudiados. Podria hacerse algunas indicaciones sabre la influencia de voces africanas en el vocabulario de las Antillas, especialmente en Cuba, ya que las otras dos Antillas la presencia de palabras de origen africano parece ser menor. lgualmente se podria revisar el vocabulario de extracci6n indfgena, pues coma sefiala Luis Florez:
.
4
Sohre el fondo de vocabulario uniforme que sirve en Espana y America para expresar los concepto$ mds usuales y frecu~ntes, hay en el Nuevo Mundo una gran cantidad de palabras y significaciones que no se usan en la Peninsula o difieren de las empleadas alld. Un sector abundante de tales palabras lo con'stituyen los indigenismos. Los mds permanentes se dan en la toponimia, en los nombres de los rios y quebradas, accidentes del terreno, regiones y provincias, pueblos y ciudades y hasta paises (pag. 115). De estos indigenismos, habria que distinguir aquellos que entran muy tempranamente a la corriente viva de la lengua espafiola en America, y las que se fueron incorporando mas tarde. Par otro lado se podrian separar las indigenismos que pertenecen a la region antillana, y que luego se generalizan par toda America y pasan a Espana, y las indigenismos que proceden de otras regiones lingiiisticas de America. Finalmente, podria sefialarse algunas voces espafiolas que al venir en contacto con la nueva realidad de America, sufren alteracion en su significado, adquiriendo nuevos contenidos semanticos.
~ ~,;,1•
El mito del Jiharo (Fragmento de un ensayo) Por TOMAS BLANCO
I) La Antiguedad del Personaje
DURANTE EL SIGLO XVIII --omzA.s s6LO DESPuEs DE MEDIAda la centuria- se va fraguando en esta isla un reconocible tipo de campesino, predominantemente blanco que, por sus modalidades de caracter y maneras de vivir, por ciertos habitos y reacciones comunes o generalizados, y, hasta por algunos rasgos fison6micos o de contextura corporal, representa -no cabe duda- una tendencia de facil adaptaci6n a los diversos factores del ambiente islefio de la epoca. A ese tipo se le reconoce, con el tiempo, categoria de peculiaridad regional que, en sus perfiles mas sobresalientes viene a convertirse en «hecho diferencial» puertorriquefio. La distinci6n y definici6n progresiva de un sector poblacional campesino, que existe y se comporta mas o menos de acuerdo con determinado patr6n caracteristico, y que, a la vez, es capaz de matizar con sus modos de ser, a la isla entera -es decir: la aparici6n y plasmaci6n del jibaro pretotipico- puede fijarse, pues, con holgura y aproximadamente, en el periodo que va desde las ultimas decadas del siglo XVIII a las primeras del XIX. Los comienzos de este perfodo coinciden, mas o menos, con la epoca en que Puerto Rico empieza a tener perceptible historia propia dentro de la gran historia general del imperio espafiol en America. Diriamos -si se nos permite tal metafora- que esos comienzos son la aurora del «proceso de multiplicaci6n, sedimentaci6n y adaptaci6n de una masa de habitantes radicados en el pais, unificados por costumbres amoldadas a las circunstancias, y organizados bajo instituciones aceptables o aceptadas, que constituye la base imprescindible para la formaci6n de un pueblo». Extremando la meta.fora, podrfamos afiadir que, es enton<::es, tambien, la remota y preauroral hora del alba en la «subsiguiente etapa de creaci6n de una conciencia de unidad diferenciada, de ideales comunes o al menos preponderantes, con manifestaciones de esfuerzos colectivos y hombres representativos», que indicara luego, el deslinde indiscutible de una personalidad regional, un grado suficiente y eficaz de madurez.
Aqui debo anotar, parenteticamente, que el reconocimiento de estas coincidencias o consecuencias ha de ser util en el vislumbre y comprensi6n de la carga emotiva que la palabra jibaro llega a tener entre nosotros. Para hablar con textos en la mano, podemos sefialar de otro modo la epoca formativa y fijadora del concepto del jibaro tradicional o tipico acuctiendo a fuentes redactadas entre 1765 y 1866. Es decir, de O'Reylly a Acosta, pasando por Abbad, Flinter, Alonso. Aunque -dicho sea de paso- nada de particular tendria, sino al contrario, seria lo normal y 16gico, que la aparici6n del hecho real y vivo observado o comentado por los autores preceda en buen numero de afios al manuscrito que lo recoge. El mariscal de campo, don Alexandro O'Reylly, arist6crata, irlandes y militar, observador activo, escrupuloso, perspicaz e inteligente; bastante riguroso en sus juicios, aunque no exento de comprensi6n y de cierta polftica benignidad en sus providencias y recomendaciones, nos leg6 -segiln Acosta- «el triste cuanto verdadero cuadro que traz6» en su Memoria oficial de 1765. De los campesinos puertorriquefios nos dice que son pocos -aunque casi toda la poblaci6n de la isla era rural- y que, por lo comiln, viven aislados, muy desparramados por los montes. Es decir, la inmensa mayorfa de los vecinos permanece intemada en el campo, pero el nilmero de habitantes es muy escaso en proporci6n con el tamafio de la tierra y sus latentes recursos. En total, los pobladores son 44,883 almas (alrededor de cinco habitantes por kil6metro cuadrado), de los cuales s6lo 4,506 residian dentro de La Ciudad o en su inmediata cercania, y s6lo 5,037 eran esclavos. El numero total de nifios -hasta los diez afios inclusive- se da en 18,979, y el resto de la poblaci6n se divide, con poca diferencia, casi por igual entre hombres y mujeres; siendo, asf, los varones mayores, unos 12,900 entre libres y esclavos. El censo no distingue entre blancos, mulatos y negros libres: reconoce, sf, la existencia de «pardos y morenos», pero no los divide de los blancos en separadas clasificaciones. De este censo se colige, pues, que, para entonces habfa en toda la isla -descartados los esclavos y los capitalefios- menos de 9,000 varo-
5
nes que hoy pudieramos Hamar jibaros adultos, aptos para el trabajo agricola. No obstante -aparte las pequefias talas o huertos individuales que son de suponer- se contaban en el territorio «4,579 estancias de labranza y 269 hatos y criaderos para ganado», o sea, menos de dos hombres de trabajo, libres, por cada finca en explotacion. El corto nfunero de esclavos -3,439 entre hembras y varones, descontados los nifios, pero incluidos los <iomesticos y artesanos- muy poco podria aumentar esa proporcion. Dos comentarios con fines laudatorios hace O'ReyHy de nuestros campesinos. Los estima fieles y leales a la Corona; aunque eran dados a defraudar el hsco mediante el contrabando o comercio ilicito con ingleses y hol~deses, y con las islas danesas de Santo Thomas y Santa Cruz; pero por razones que no deja de reconocer y hasta casi justiticar el Mariscal de Campo. Tambien !os juzga «de una natural inocencia y verdad que no he vista, ni he oido haber en otra parte de America». Y, de los 1,200 hombres incorporados a las milicias que el organiza, dice que son muy aplicados a la ensefianza, «robustos, de aventajada estatura, bien dispuestos, amantisimos del Rey, y, de la mas ingenua naturalidad» que en pais alguno haya conocido. Aparte estas alabanzas, encuentra «ser esta preciosa isla una carga perpetua y pesada al Real Erario» ; y los «Vasallos poseedores de las mejores tierras que hay en Americ~ y sin tributos», son tambien, paradojicamente, los mas pobres. Pero «Con cinco dias de trabajo, tiene una familia platanos para todo el afio: Con estos, la leche de las vacas, alg(In cazabe, moniatos y frutas silvestres, estan contentisimos». Por camas usan hamacas. «Para proveerse del poco vestuario que necesitan, truecan con los estranjeros» ganado vacuno y cabaHar, palos de mora y guayacan, cafe, tabaco y «alguna otra cosa cuyo cultivo les cuesta poco trabajo». Sus casas, fuera de poblado, son «unas malisimas chozas» ... «Se crian siempre en el campo, faltanle medias y cultura; ni aun leer saben los mas.» Usualmente, en los campos, andan «descalzos de pie y pierna». Cuentan las fechas por cambios de gobierno, huracanes, visita de obispo, arribo de flota. No entienden de leguas y miden las distancias «a proporci6n de su andar». En los pueblos -salvo la capital- no vive mas que el cura. Solo acuden a eHos los dias de fiesta religiosa. Para tales dias tienen alli unas casas «que parecen palomares, fabricadas sabre pilares de madera con vigas y tablas», no tienen mas que un par de cuartos y estan de dia y de noche abiertas. «Los blancos ninguna repugnancia haHan en estar mezclados con los pardos.» La raiz de la pobreza islefia y el origen del atraso lo achaca O'ReyHy a varias causas. La primera: «el no haberse hasta ahora formado un reglamento politico conducente a su adelantamiento». La segunda: la descendencia de soldados y marineros, grumetes y polizones, que atribuye al campesino islefio, «gente de por si desidiosa», extendida por los bosques, sin herramientas, sin inteligencia de la agricultura, sin «sujecion alguna por parte del Gobierno» y sin ayuda de nadie para el desmonte. «Aumento la desidia lo suave del temperamento que no exigia resguardo en el vestir» y «Concurri6 tambien en su dafio la fertilidad de la tierra y la abundancia de frutas silvestres». Faltos de emulacion y
6
estimulos, carentes de escuelas y mercados, sin comercio interior ni «reciproca dependencia», los campesinos cultivaban solo lo suficiente para satisfacer sus necesidades mas elementales. El gratuito reparto de abundantes tierras no aumentaba los frutos. «Antes del reparto les sobraba tierra para su manutenci6n, seg(In viven, y aun para mucho mas.» En cambio, el trato ilicito con extranjeros «que en las demas partes de America es tan perjudicial a los intereses del Rey ( ... ) ha sido aqui util. A el se debe el aumento de frutos que hay en la isla, y los vasaHos, aunque pobres y desidiosos, estan mas dedicados al trabajo de lo que estarian». Tal es «el triste cuadro» que nos pinta O'ReyHy en el informe que hace por orden de Carlos III. Y es de notar que, para el, ateniendose mucho a la realidad, casi no existen otros naturales de la isla que los campesinos que describe. Fray Ifiigo Abbad y Lasierra, fraile benedictino que residio en el pais seis o siete afios, hasta 1778, escribi6 la primera historia de la isla, por disposici6n del ministro Floridablanca, que se publica en Madrid, en 1789, bajo el titulo de Historia Geogrdfica, Civil y Natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. En eHa Abbad reconoce y dasifica varias castas de poblaci6n: Hay un numero de europeos, tanto espafioles como extranjeros, a quienes Haman en el pais «hombres ' de la otra banda», y aunque no dejan de sentir los efectos del clima «SOn mas industriosos y aplicados que los crioHOS». Hay 3,384 esclavos varones y 3,153 hembras. La inmensa mayoria de los habitantes son criollos, «nombre que dan indistintamente a todos los nacidos en la isla de cualquier casta o mezcla que provengan». Estos se dividen en tres grupos: blancos, mulatos y negros libres. Casi todos eHos viven en el campo; pues de un total general de 70,260 («que no es la quinta parte -juzga el autor- de los que puede sustentar») s6lo 6,605 habitan la Ciudad. Los pueblos siguen sin tener mas residente estable que el cura. Los morenos o negros libres son 693, que con sus mujeres e hijos suman -por todo2,803. Los mulatos (5,196) son un poco menos numerosos que los blancos (5,376), peto sus mujeres (6,149) y sus hijos (22,463) son, al contrario, mas abundantes que las mujeres y los nifios blancos (mujeres 4,663, nifios 19,224). Por esta desproporcion compensatoria resultan, entre los adultos, 713 mas varones blancos que hembras, y, al reves, 953 mas mujeres pardas que mulatos varones. Abundancia de mulatas de que se ha de hablar mucho en Puerto Rico y que, muy probablemente, sea el vehiculo y factor principal en el cruce de razas. Aunque hay en el censo de Abbad 1 falta de clara concordancia y quizas erratas e inexactitudes que producen bastante confusion en las comparaciones de sumas o sumandos, no obstante, facilmente pueden deducirse de el, como cifras aproximadas las arriba anotadas y las proporciones o calculos que siguen. El promedio de las sumas de nifios asciende a mas de 44,000; es decir, solo el numero de nifios es ya casi igual al de todos los habitantes del censo de O'ReyHy, once afios atras. Sigue habiendo no mucha diferencia en numero entre mujeres y hombres criollos. Restados 1. Publicado en la edici6n de Acosta, pp. 286-287. Aqui se tpma por base ese censo,
I
I
rI
los vecinos de la Ciudad y los esclavos, quedan unos 10,500 varones adultos que puedan considerarse como equivalentes a labradores nativos. Y aunque las estancias o haciendas aumentaron en mas de 1,000, a 5,584 y los hatos disminuyeron a 234, todavia no llega a dos el m1mero de labriegos adultos y libres por unidad de finca. Por otro lado, el m1mero total de esclavos no ha aumentado ni siquiera en proporci6n con el incremento poblacional general, que ha Subido en mas de 25,000 almas durante los once afios que median de las cifras de O'Reylly a las de Abbad. A pesar de este crecimiento de habitantes y el anotado aumento en haciendas de labranza, todo lo concemiente a la persona del campesino parece seguir mas o menos igual. Lo que es casi equivalente a dedr lo mismo del conjunto de la poblad6n. Los prop6sitos informativos, patrioticos y reformadores de O'Reylly estan incluidos en Abbad, pero en vez de cefiirse a un conciso informe su obra se dilata en forma de razonada historia general. Ambos autores son hombres ilustrados, cientificistas aficionados a la «filosofia politica». Si uno escribe y actua por mandato del rey, Carlos III, el otro narra y comenta por «disposicion» de un ministro de la Corona. Pero el primero es un visitador oficial, un real comisario e inspector; el segundo ha sido residente: ha vivido la isla, hasta mezclado se ha visto -como victima- en insidias locales ; y, su caracter de espaii.ol, sacerdote y benedictino, quizas ha de prestarle a fray Iiiigo mas fntima y humana comprension, mayor paciencia y detenimiento que el de irlandes naturalizado, militar y aristocrata, a don Alexandro. El mariscal de campo habla de tropas, gentes y vasallos, de europeos y naturales, de personas libres y esclavos, de blancos, pardos y morenos, de habitantes, pobladores y vecinos, de cosecheros, labradores y vagos. Pero en Abbad aparece el concepto de criollo. Habitante, nativo o natural, se puede ser de cualquier par· te del mundo: todo el mundo lo es de alguna parte; pero criollo, no. El criollo es un hombre nuevo: una nueva manera, ultramarina, americana, de ser espafioJ. Y ser puertorriqueiio es ser criollo. He ahi la diferencia. La Historia del benedictino divide la poblacion, primeramente, en «hombres de la otra banda» y criollos. Y por primera vez se descTiben minuciosamente estos Ultimos; se dan detalles de su estado de entonces, de SU Caractet y apariencia, de SUS inclinaciones, USOS y costumbres; se les analiza con discreci6n y metodo, y se les pinta con colores autenticos y vivos. Pero ninguno de los dos dejo constanda de la pala· 'bra jibaro. Ninguno de los dos llamo jibaro al campe· sino isleiio. No obstante, el personaje ya existfa -aunque no se le diese tal nombre- como se ve a las claras por las minuciosas observaciones de Abbad que pasamos a sintetizar: II) La personalidad del criollo se define
TIERRA Y POBLACION La mayorfa de los criollos sigue viviendo aislada y «derramada» por la tierra. Como desde un principio ceran pocos respecto de su extension, le tocaron a cada
uno porciones tan dilatadas que aun hoy se ven incultas». No obstante, habia en tiempos de Abbad unos cuatro mil y pico de agregados -aparentemente con uso de un pedazo de tierra, pero sin posesi6n-; y, ademas quedaba infinidad de terreno realengo sin repartir. (En todo caso, el dominio y propiedad de las tierras eran de la Corona, del Estado; solo la posesi6n o tenencia, del agricultor.) «Este vido» -es decir, lo dilatado de las posesiones y la falta de cultivo- «tan arraigado en Puerto Rico, es el principal obstaculo que ha retardado desde los principios sus progresos»... «Pero es facil corregirlo sin injusticias» ... «La experiencia acredita que un vecino que goza de una porcion moderada de tierras» las cultiva mejor que un ciudadano con territorios inmensos. «Un pobre labrador en esta isla se con. tenta con poseer una hacienda o estancia de una cuerda» (equivalente a veinte cuerdas de las de hoy 1 ) que Abbad considera adecuado para mantener una familia bajo las circunstancias (habia pocos esclavos y faltaban, entre otras cosas materiales e inmateriales, utensilios necesarios para «la grande labranza»); y, recomienda se le de a cada uno, en propiedad, Io que se estimase suficiente para cultivo y manutencion. Antes, O'Reylly habia recomendado se le repartiese a cada cual solo lo que pudiese cultivar, «COD justa proporcion a sus fuerzas», perdiendo el derecho de posesion si dentro de un plazo de tres afios no lo hacia. ALIMENTACION Y VIVERES «La naturaleza provida -continua Abbad- coloc6 en los valles de esta isla las raices, legumbres y frutas, que insensibles a los ardores del sol, se reprodu· cen todo el afio sin necesitar de los sudores del labrador. Estos frutos son sanos aunque insipidos, pero el jengibre, el culantro y agies dan el picante agradable a su paladar.>> lSe alimentaban unicamente de esto los campesimos criollos? De ningiln modo. En la isla habia abundancia de ganado mayor y menor, que se reproduda facilmente con poco o ningiln trabajo. Y en algunos sitios se comfan unos bueyes cebones, que tomaban un gusto excelente, delicado, «regalado». En general, «los tiue viven cerca de los pueblos suelen tener carne fresca de vaca que matan dos veces por semana». Y «los que estan distantes, cuando hacen monteria». Entonces comen de ella «Con gula». «Todos gustan que las cames no esten muy cocidas, especialmente la de cerdo que sirven chorreando sangre» ... «En cualquier rfo o costa de mar se halla pescado» ; abundan los jueyes o cangrejos de tierra. El criollo los aprovecha y utiliza con frecuencia. No son aficionados a la caza y, annque tienen abundancia de aves: gallinas, guineas, pavos, ademas de las de la tierra, «solo las gastan en caso de necesidad» (lo cual obliga a suponer una abundante provision de huevos para el consumo casero). «Pero en recompensa pescan en los rios y en el mar con mucha destreza y utilidad.» Es notable la cantidad de leche disponible y utilizada, asi como la costumbre de hacer una especie de re2. La cuerda a que se refiere Abbad tenia 75 varas de frente y 1.500 de fondo ; total, 112.500 varas cuadradas.
7
;
queson o yogurt con ella: «Jamas les falta un coco de leche de sus vacas que es excelente y tan crasa que ordefiandola media hora antes de la comida, se cuaja como una pella de manteca: a esta llaman leche madura, tiene un gusto de alteraci6n poco agradable a los principios, hasta despues de acostumbrado el paladar y es el principal sustento de estos islefios; el postre es miel de cafias; despues de ella toma cada uno una mucura o calabazo de agua; jamas beben durante la comida.» Bebfan tambien cafe y aguardiente; y ademas de los comestibles de cultivo: platanos, frijoles, arroz, maiz, calabaza, batata, yuca -y su pan, el cazabe, «que estiman con preferencia al mafz»-; disponfan libremente de la gratuita riqueza de las frutas silvestres. A pesar de estas observaciones y noticias, juzga Abbad que, «el alimento que usan es poco y de poca subs· tancia»; y, que el clima «les dispensa del apetito vivo». Bien pudiera ser que este juicio del fraile peninsular se deba, en buena parte, a un criterio demasiado europeo y eclesiastico y de epoca: El pescado, los mariscos y los huevos son platos de vigilia; la leche y el queso son propios para colaci6n en dias de ayuno. No comer came a diario es hacer penitencia.
Llevan una «Vida frugal y campestre». «De la variedad y mezcla de gentes resulta un caracter equivoco y dificil de explicar; pero a todos convienen algunas circunstandas que podemos considerar coma caracteristicas.» El calor «los hace indolentes y desidiosos». La facilidad con que se procuran vfveres «los hace desinteresados y hospitalarios». La soledad del campo «los acostumbra al silencio y la cavilaci6n». La delicadeza de su cuerpo «auxilia la viveza de su imaginad6n que los arrebata a los extremos» y tambien «los hace timidos»; pero suelen «mirar con desprecio todos los peligros y aun la misma muerte». Las diferentes castas «infunden vanidad y orgullo en unos, abatimiento y emulaci6n en otros». Aunque los esclavos no sean muchos, la presencia de la esclavitud provoca en los blancos «una cierta fantasia» y «entumece su coraz6n con una idea ventajosa de si mismos». Por otro lado, «poco acostumbrados a encontrar resistencia ni obstaculos en cumplir sus gustos ( ... ) adquieren el espiritu de presunci6n». De nifios y de j6venes se crian sin castigos y sin contradicciones, «seme-
jante a los principes que no ban experimentado jamas adversidades»; pues la crianza de los hijos es «lastimosa», el amor que les manifiestan los padres es «indiscreto» y la educaci6n que les dan, «ninguna». Esto y «la mansion continua en los campos, la falta de escuelas, el ningiln oficio a que los destinan, los hace desaplicados, independientes de toda subordinaci6n, faltos de instrucci6n y tan libres que se separan de sus padres luego que hallan medias de subsistir». Son perezosos, pausados y tacitumos y «estan siempre de observaci6n; pero de una imaginaci6n viva para discurrir e imitar cuanto ven», Son desinteresados y hospitalarios «pero vanos e inconstantes en sus gustos». A la vez, generalmente, son «frugales, de poco suefio y perspicaces, pero ambiciosos de gloria». Achaque, este Ultimo, que Abbad considera «interesante» para los Gobemadores -«a quienes tributan toda sumisi6n y respeto»- si lo saben utilizar en la politica. «El trato frecuente y dominante con esclavas,' el vivir las familias sin separaci6n, la libertad y el influjo del clima, despiertan la naturaleza de los j6venes muy temprano y ansfan por casarse antes de saber las primeras obligaciones de cristianos y de ciudadanos.» Las mujeres son «de buena disposici6n», aunque no de buena dentadura ni de vivo ni agradable color. «El calor las hace desidiosas y desalifiadas ; se casan muy temprano, son fecundas, aficionadas al baile y a correr a caballo, lo que ejecutan con destreza y desembarazo extraordinario.» «Su trabajo es casi nulo. Cosen poco, Van descalzas, llevan uno o dos pares de sayas, una camisa muy escotada y llena de pliegues, y pafiuelo a la cabeza. Las mangas las atan sabre los codas con cintas. Cuando salen a misa usan mantilla o rebozo y chinelas.» « Cuando van a los bailes o montan a caballo, llevan sombrero redondo de palma con muchas cintas, o negro con gal6n de oro.» Les gusta pasarse la vida en las hamacas «hacienda cigarros y fumando». Los mulatos son de ojos turbios y color oscuro, «altos y bien fonnados, mas fuertes y acostumbrados al trabajo que los blancos criollos». Hay entre ellos «IDU· chos expeditos y liberales para discurrir y obrar: se ban distinguido en todos tiempos por sus acciones, y son ambiciosos de honor». Los negros libertos «suelen arrancharse en los bosques ( ... ) sin conocer juez ni cura», viviendo mayormente de la pesca y del contrabando. Los esclavos africanos, «coma vienen · de diversas provincias son tambien de diversas inclinaciones; no obstante, se puede decir que su caracter y opiniones las forman en mucha parte sus amos propios ; si estos los aman y tratan con carifio, corresponden hasta el herofsmo; pero si son demasiadamente rigidos, saben sufrir y disimular sus sentimientos hasta tener ocasi6n de vengarse». «Son muy inclinados al baile y a la musica y mucho mas al otro sexo y a la venganza.» A prop6sito de la venganza contra los amos crueles y la paciencia de esperar ocasi6n favorable para satisfacerla, debe recordarse aquf que, un siglo mas tarde, al decretarse la abolici6n de la esclavitud, los negros, en general, prefirieron emplearse con sus antiguos amos;
3. iNo ser:ia este color producido -cuando menos en partepor la mezcla con ind.ios "de color loro claro"?
4. Evidentemente, por el relative corto numero de esclavas, esto no serfa en los mas.
COMPLEXION. FISONOMIA En cuanto al ffsico de los criollos dice Abbad: «El uso frecuente del cafe, leche, dulce y picantes fonna en general a estos islefios de una complexion enjuta y seca.» Hay muchos mezclados, con profusa variedad de colores. «Son bien hechos y proporcionados; apenas si se ve en toda la isla algiln Iisiado. Su constituci6n es delicada y en todos sus miembros tienen una organizaci6n muy fina y suelta.» Pero el clima «les da un color y aspecto que parecen convalecientes». • CONDICION Y CARACTER
8 ,.
·I
y no se registr6 ni una venganza, ni una sola represalia. lNO eran las esclavos ya tan vengativos coma las creia Abbad? 0, lSerian las amos de entonces predominantemente benevolos y aun carifiosos? Lo probable es que ambas cosas, hasta cierto punto, cuando menos, fueran causas combinadas del hecho, y que ello tuviera rakes en el pasado. Par lo comun, seglin Abbad y sin que la Historia le desmienta, todos las criollos «tienen inclinaci6n a las acciones brillantes y de honor; ban manifestado intrepidez en la guerra y sin duda alguna son buenos soldados para expediciones y C'ampafias cortas, pues acostumbrados a una vida sedentaria sienten dejarla par mucho tiempo». Mayor inclinaci6n sienten par «las expediciones navales y se dedican al corso y contrabando con afici6n y valentia; resisten mucho el hambre y tienen grande espfritu y resoluci6n para un abordaje». Esta propensi6n y la que tienen a desear fortuna facila y rapida, mas «el mal ejemplo de algunos que ban hecho caudales con el contrabando, las inclinan a este ejercicio que las hace buenos marineros y malos labradores». Al cultivo asiduo, intenso y laborioso de la tierra prefieren «la pobreza en que viven» y se conforman con ella.
Los aperos de labranza se reducian al omnifuncional «sable o machete», al palo puntiagudo o coa de abolengo aborigen, mas alguna que otra azada, amen del auxiIio del fuego para el desmonte de bosques. Antes de terminar el resumen de Ia agricultura, no dejare de copiar, par su gracia y sentido, una pintoresca estampa literaria que fluye de la pluma de fray Ifiigo al hablar de las frijoles: «Cuando estas $emillas estdn ya granadas, se ponen los duenos en atalaya para ahuyentar las bandadas de cotorras, periquitos, cuervos y otras aves que van a comerlas; dan voces, tocan cencerros y hacen sonar algunas canas para espantarlos. E$te es el precepto de Virgilio en el libro primero de sus Ge6rgicas: Et sonitu terrebis aves. Aun este trabajo, o mds bien diversion de muchachos, lo ejecutan con toda comodidad y descanso, dentro de sus Casll$ o ai la sombra de los drboles, tirados en sus hamacas, fumando tabaco: observan venir las bandadas de aves y sin salir de la hamaca, tiran de una cuerdai para hacer sonar los cencerros que estdn colga· dos en un drbol inmediato a la tala o sementera. Esta e$ la ocupaci6n de toda una fam ilia, hasta que la cosecha llega a saz6n de cogerse» ...
EL LABRIEGO Y EL AGRO
LA VIVIENDA Y EL MENSAJE
«La mas noble de las artes y la primera de las obligaciones del hombre» : la labranza de la tierra, o Ia abandonan a las esclavos o se las componen para no cultivar sino lo que exige poco trabajo. «Asf prefieren las del tabaco y cafe, al de la C'afia, afiil, cacao y otros mas utiles aunque mas costosos. Con todo, la cosecha de las primeros es reducida» ; y la cafia de azucar es muy comun; «hay pocos hacendados que no tengan alguna porci6n de este plantfo, pero son muy contados las que forman su principal coseC'ha de ella. El mayor nilmero de esclavos que necesita y las grandes costos» que exige un ingenio, «imposibilitan a aumentar este · plantfo». He aquf ya, en resumen, el problema del azucar en las Antillas, que habra de ir requiriendo, con las afios, mayores dispendios, tierras, capitales, maquinarias y masas de proletarios jornaleros. 5 Del texto de Abbad se deduce que, el tabaco, aunque «produce muy bien», se cosecha poco, sin mayor atenci6n, y «Se consume todo en la isla». En cambio, « dedican su cuidado con mas esmero al cafe, que fructifica pasmosamente, pide poco cuidado y tiene salida segura para las extranjeros, que lo solicitan con ansia par su buena calidad». Pero «lo venden con Ia cascara ( ... ) y esta circunstancia le hace perder mucha parte de su justo valor». No obstante, «anteponen el cultivo de este arbolito a las demas producciones ( ... ) y esta es su principal cosecha». Tambien cosechaban unas cinco mil quinientas arrobas de algod6n, planta «tan propia de este clima que nace y se cria sin cuidado alguno». Tales son las frutos agrfcolas «que merecen algiln cuidado a las labradores de esta isla, despues del. cultivo de las legumbres y vfveres con que se alimentan». S. Vc!ase la nota intercalada en la p. 37 de la segunda edici6n de mi Pront11ario Historico de Puerto Rico,
Las casas de estos campesinos de 1776 no son distintas de las de 1765. Pero mientras O'Reylly las llama «unas malfsimas chozas», con indudable raz6n relativa a sus normas y criterios, Abbad las considera mas par lo menudo y desde un punto de vista mas amplio y comprensivo. Nos explica el fraile, a su modo, en terminos de SU epoca, que ha habido Un fenomeno de trans• culturaci6n y aculturaci6n. En su virtud, desde un principio, el indio tom6 del europeo lo que quiso o tuvo que aceptar; y el espafiol se incorpor6 del indio lo que le convino o juzg6 expeditivo; funcionando en ambos casos, cuando menos parcialmente, la necesidad o la sabiduria inconsciente de allanarse y amoldarse al complejo de alteradas circunstancias. Par eso, al hablar de las casas apunta que -aunque la construcci6n «es tan varia coma las castas y clases»- las del estado llano, copia modificada del bohfo tafno, «son generalmente de la misma construcci6n que las que usaban las indios, ideadas segiln las circunstancias del pafs lo exigen»; aculturaci6n que dice se extiende tambien a las costum· bres o modos de actuar adquiridos «de las antiguos mo· radores de esta isla», Estas viviendas resisten el calor, las lluvias, las temblores y hasta las huracanes. «No deja de haber algunas de bastante extension, bien dis· puestas y aseadas, pero estas son las menos y todas estan construidas sabre puntas de vigas que clavan en la tierra». .. «bien aseguradas». Las paredes son de ta· bias de palma «par su mucha duraci6n y resistencia», y el techo es de yaguas sabre una trabaz6n de cafias o enripiadas con tablas. «El ambito interior de la casa esta cortado par el centro par un tabique» ... «Su comodidad es muy poca: una sala que Haman soberado y otra que sirve de dormitorio de la familia, bien que la primera tiene el mismo uso y en ellas cuelgan las hama· cas, que es su canape.» Tambien las hay peores; «las mas pobres apenas son otra cosa que unas jaulas» hechas de cafias, tablas y yaguas. Los materiales estan bas-
9 ,.
tante a la mano, y la edificacion «no es obra que ocupe dias», «No usan alhajas, adomos ni otras materias de lujo para hermosearlas.» Los muebles y enseres «no los embarazan para trasmigrar», pues son pocos y toscos y faciles de adquirir y transportar. «Por lo comiln duermen en hamacas» ... «Las camas que Haman barbacoas», son incomodas, compuestas de jergon de yerbas sabre una especie de tarima de tablas, todo cubierto por un «toldo de lienzo» o mosquitero para librarse de las nubes de insectos. «Les era muy facil proveerse de colchones de lana de seibo, guano y de ovejas; pero miran con indiferencia estas comodidades.» • «Algunos tures o silletas de cuero, y a falta de estos, algiln banquillo tosco, componen todos sus muebles.» El menaje de cocina no es mas ostentoso: «Una olla y alguna cazuela» de barro bastan para cocer la comida de cualquier familia; los platos, cucharas, vasos, escudillas y demas utensilios los hacen de higuera o fruto que da el arbol totumo. «Tambien se sirven de los cocos para beber y otros usos». En esto, coma en el uso de hamacas y desprecio de colchones y comodidades, demuestran ser hombres «acostumbrados desde luego a conformarse con el uso de los indios». COSTUMBRES Y HABITOS El vestido de los hombres «es muy sencillo, propordonado al calor del clima». En sus estancias o haciendas no usan zapatos ni medias. «Unos calzoncillos de lienzo pintado, largos hasta los tobillos, una camisa de lo mismo, un sombrero de palma o negro con su galon de oro, un sable que llevan siempre cefiido o debajo del brazo, con un pafiuelo atado a la cabeza, es toda su gala.» «Son apasionados por los juegos sedentarios; el de gallos es muy co;i:niln», en cuyas rIBas aventuran cuanto tienen. «No es menor el vicio de los juegos de envite.» Pero «la diversion mas apreciable para estos islefios son los bailes: los tienen sin mas motivo que el de pasar el tiempo y rara vez faltan en una casa u otra». A ellos «acuden a centenares de todas partes aunque no sean llamados». Bailan de dos en dos; la mujer dando vueltas por toda la sala, «con un compas tan acelerado que parece una exhalacion»; el hombre, «con su sombrero de media lado, el sable cruzado a las espaldas, teniendolo con las dos manos, no muda de sitio ni hace otra mudanza que subir y bajar los pies con mucha celeridad y fuerza». Se acompafian con musica y cantares. «Si alguno de los. circunstantes quiere bailar con la mujer que esta bailando con otro, necesita pedirle licencia. Sabre esto acostumbran armar fuertes pendencias y, como todos llevan la razon en las manos, suele el baile acabar a cuchilladas.» Durante el baile se ofrecen golosinas hechas de harina, leche, miel, mas aguardien te y tabacos. «Los que se cansan se echan a dormir en hamacas ( ... ) otros se retiran para volver otro dfa, porque estos bailes suelen durar toda una semana.» El bullicio de «musica, canto y estrepito de patadas dejan atolondrada por mucho tiempo la cabeza mas robusta». «La circunstancias de compadres entre estos islefios es un vinculo muy estrecho. Para un compadre
10
nada hay reservado» ... «El tratamiento de compadre es siempre preferido» -aun al de hermano- «Como mas carifioso y expresivo». «Las fiestas principales las celebran tambien con corridas de caballos, a que son tan propensos coma diestros. Nadie pierde es ta diversion: has ta las nifias mas tiemas que no pueden tenerse, las lleva alguno sentadas en el arzon.» En la Capital, para San Juan, San Pedro y San Mateo, comparten la fiesta «gran multitud de corredores que vienen de los pueblos de la isla a lucir sus caballos ( ... ) hombres y mujeres de todas edades y clases montados en sus caballos enjaezados con toda la mayor ostentacion a que pueda arribar cada uno. Son muchos los que llevan las sillas, mantillas y tapafundas de terciopelo bordado o galoneado de oro, mosquiteros de lo mismo, frenos, estribos y espuelas de plata: algunos afi.aden pretales cubiertos de cascabeles del mismo inetal. Los que no tienen caudal para tanto cubren sus caballos de variedad de cintas ( ... ) adornandolos con todo el primor y gusto que pueden, sin detenerse en empefi.ar o vender lo mejor de su casa para lucir en la corrida. Esta no tiene orden ni disposicion alguna ( ... ) corren en pelotones ( ... ) dan vueltas por la dudad sin parar ni descansar en toda la noche, hasta que los caballos se rinden. Entonces toman otros y continuan su corrida con tanta vehemencia, que parece un pueblo desatado y frenetico, que corre por todas partes». Dejan siempre las riendas sueltas, aunque vayan a toda carrera, «los brazos cruzados, fumando su cigarro, diciendo algunas gracias a las de las ventanas y a las que corren» ( ... ) «Aunque vengan muchos por la misma calle, saben pasar por media de los pelotones sin tropezar con nadie. Las mujeres van con igual o mayor desembarazo y seguridad que los hombres, sentadas de media lado, sobre sillas a la jineta, con solo un estribo». A pesar del tumulto y confusion, «rara vez sucede desgracia alguna y si ocurre algiln azar es a algiln espafi.ol>>, no a un criollo. La necesidad los ha hecho a todos excelentes jinetes, y en su vida diaria «no saldran a pie ni para andar cien pasos». Los regodjos publicos mas ruidosos los celebran por Pascuas, Camaval y en el dia del santo patron de cada pueblo. Y, los particulares, «con motivo de alguna boda, cuya celebridad empieza dos meses antes». Tambien bailan en ocasion de nacimiento, bautizo y muerte de algiln nifi.o. Como dato interesante de tradicional devocion reli· giosa caracterfsticamente espafiola, nos informa el fraile benedictino que, «estos islefi.os son muy devotos de Nuestra Senora: tddos llevan el rosario al cuello». Con estas bien descTitas observaciones y otros mi· nuciosos detalles, mas estadisticas .Y reflexiones, cumple Abbad con lo que un antropologo modemo llamaria «estudio de la cultura de los criollos puertorriquefi.os»; la inmensa mayoria de los cuales eran personas blan· cas, libres y radicadas en el campo.
6. Aqui juzga el buen fraile de modo parecido a como lo hace antes con referencia a la alimentaci6n ; pues un colch6n de Jana en las Antillas produce mayores incomodidades y sofocos que regalo y descanso.
.J, J
\.
1
Tres nocturnos de Nueva York i
,
Por
._,-::.·.'. <l
.;
CLARA LAIR ~
.
l
. r "' .. " ·•·····
~
.f
l\·
.~. . ! ~......... ·-...;.
ti'
t
I
I
I
I
I
f
i Quien sostiene las luces que cruzan en la sombra
I
I
de esta mi densa soledad tan rara, cuando el flor6n mas tenue de la alfombra se cambia en el contorno de tu cara !
t
- {
j
I
'
Cruje una puerta... suenan unos pasos ... i Es el viento, es la nada, es lo invisible ... !
(,
i Tu estas lejos de mi, fijo de brazos, ante mi grito ahogado a lo imposible ... !
'
I
I Marca el reloj la hora en que no vienes ... No has de venir jamas ... amado mio ... Entre tu y yo esta el hierro de mil trenes,
I
'
miles de piedras y un atroz vacio ...
II j
Cuantas veces la luna enternecida
me anunci6 tu llegada levemente ... ! i Silbaban los coquies tu bienvenida
y aplaudian las olas locamente ... l
I 11
j
Cuantas veces las palmas de la orilla
dieron sus ramas para tu homenaje ... y el lucero mayor, el que mas brilla apuntal6 la ruta de tu viaje ... ! Nunca llegaste ... Sola en mi, cautiva de las palmas, el mar y los luceros, nunca apront6, retando los veleros, el barco en que llegabas y me iba ...
III i Islita en que he nacido, Puerto Rico ... !
Pobre tierra cedida y entregada; leve paisaje, brisa de abanico, dia calcinador, noche extasiada ... cTierra ansiosa de que? i Nadie lo sabe ! Tierra sin rumba, sin nivel, sin meta ... Eres igual a mi, fija e inquieta. Eres igual a mi, estanque y ave ... No
q~eriendolo
ser, soy a tu modo :
suefio de lucha, despertar de entrega ... Y en mi siembra y mi flor coma en mi siega, dejas tu inutil pequefiez en todo. Nueva York, 1928
12
La inscripcion de «El Contemplado» Por TOMAS NAVARRO
El Contemplado GRABADO POR SALINAS ENparaDISCO la Biblioteca del Congreso de Washington y EL
•
DE
editado por el Instituto de Cultura Puertorriquefia, he oi'.do con emoci6n al amigo desaparecido como si estuviera presente. Como es corriente en esta clase de inscripciones, la voz produce al principio cierta extraiieza, pero a los pocos momentos se le reconoce con claridad. La audici6n me ha sugerido las siguientes notas. La voz de Salinas era cordial y acogedora. Aunque su linea t6nica era algo superior al nivel medio, posefa un acento interior de efecto calido y varonil. En su modo corriente y natural, Salinas hablaba con ritmo modera do, mas propenso a la rapidez que a la lentitud. En todo caso, excede a lo que era su ordinario compas la precipitada elocuci6n que se advierte en su lectura de la variaci6n VII. Debi6 ser producida por algiln apremio de la tecnica de la inscripci6n. Salinas hablaba con clara y flexible sencillez en el buen castellano de la clase culta' de Madrid donde el poeta habfa nacido. En ocasiones, cuando la anecdota lo requerfa, dejaba aflorar con gusto su substrato madri· leiio. En su conversaci6n, como en sus versos, sabfa dar a las palabras viveza contenida y emoci6n sin exal· taci6n. Dominaba sobre todo los resortes de una entonaci6n finamente cultivada. En algunos pasajes de la lectura de El Contemplado, las inflexiones de la voz ad· quieren una luminosa resonancia lograda sin esfuerzo ni artificio. Habfa generalmente en el fondo del habla de Salinas una insinuante llamada de juvenil ilusi6n. Dos modalidades t6nicas se perciben en la inscrip ci6n del poema. Una, de acento especialmente lfrico con notas tensas y claras, corresponde a la primera mi tad, cuando el mismo poeta concibe el sentido de su absorto mirar como breve momento en la humana etemidad de la contemplaci6n. La diferencia indicada se refleja tambien en la ver· _ sificaci6n del poema, hecho significativo si se tiene en cuenta el escaso papel que Salinas habfa concedido a los efectos de la metrica en sus obras anteriores. Desde su primer libro, Presagios, 1923, se adhiri6 a la corriente simplificadora que reaccion6 contra el virtuosismo de
la versificaci6n modemista. El ilnico tributo prestado en tal libro a la antigua preceptiva consiste en tres sonetos de perfecto tipo clasico. Desde Presagios a Razon .de amor, 1936, la versificaci6n de Salinas, a traves de Fabula y signo, 1931, y La voz a ti debida, 1934, se redu· jo a la simple serie suelta o vagamente asonantada en cortos versos de ocho, siete o seis si'.labas, con auxiliares menores, y menos frecuentemente en endecasflabos y heptasi'.labos. Con todo esto, la actitud de Salinas frente a la metrica tradicional solo fue realmente decidida en lo que concieme a la estrofa. Prescindi6 de sonetos, decimas, sextetos, cuartetos, redondillas, etc., pero no se entreg6 en ningiln momento a la plena irregularidad del verso libre ni lleg6 a desentenderse enteramente de la rima. Concentr6 su ejercicio en los tres breves metros de viejo prestigio, antes seiialados, a los cuales convirti6, dentro de sus respectivas medidas, en agiles instrumentos de su expresi6n poetica, y se mantuvo constantemente fie! a la rima asonante, aunque en general la tratara con incondicional y suelta fluctuaci6n. El poema del mar de Puerto Rico era una novedad en la poesfa de Salinas. Su centro de inspiraci6n en esta obra vino a situarse en un horizonte distinto del sutil e inagotable analisis del tema del amor al que el poeta habfa dedicado hasta entonces la mayor parte de sus composiciones. Era natural que tal cambio afectara de algiln modo a la forma de El Contemplado. En efecto, llama la atenci6n en primer lugar que en varias secciones de este poema, el autor, volviendo a la tradici6n de la estrofa, concierta ordenadamente los versos con relaci6n a la medida y a la rima. Cinco de las mas extensas partes o variaciones de El Contemplado estan compuestas en endecasilabos y heptasilabos al temos con uniforme asonancia en los segundos, forma frecuentemente utilizada en la versificaci6n regular desde las rimas de Becquer. En otras dos variaciones alteman de la misma manera los versos de ocho y seis sflabas, combinaci6n menos corriente, aunque usada en diversas ocasiones desde fray Ambrosio Montesinos a Ruben Dario. Dos variaciones mas, una en octosilabos y otra en endecasi'.labos, responden a la or-
13
dinaria forma del romance. Las demas partes del poema son series variables a manera de silva con libertad de asonancia. Esta moderada vuelta al orden estr6fico no debi6 ser promovida solamente por la conveniencia formal de El Contemplado. Sin duda el autor abrigaba el deseo de estrechar su relaci6n con una materia cuyos principios esenciales siempre habia respetado. Poco mas tarde, en Todo mas claro, 1949, introdujo las series uniformemente alternas de 11-5 y 8-5, y, por Ultimo, dio indicios mas amplios de este prop6sito en su libro p6stumo, Confianza, 1954, donde figuran numerosas poesias de base asonante formadas por series alternas de 11-7 y 11-5, por cuartetas y quintillas octosilabas, por cuartetos de 11-7, por cuartetas de 8-8-6-6 y por una original combinaci6n, 8-8-7-5, en que cada estrofa termina con airoso giro de seguidilla : El agua del rio es moza, sin pensar corre ligera;路 drboles de la orilla por elta piensa>z. -~
De otra parte-; 'en aspectos mas internos de la versificaci6n, El Contemplado revela cualidades de especial elaboraci6n artistica o acaso mas exactamente de refim:.路 da intuici6n. A la ausencia de los ligeros versos de seis
y siete silabas, frecuentes en otros libros de Salinas, corresponde en este poema un considerable aumento en la representaci6n del endecasilabo. La versificaci6n mas suelta, con predominio del octosilabo, avivado por sus auxiliares menores, se halla en las primeras variaciones, de modalidad mas lirica; en cambio la intervencion del endecasilabo, con sus ordenadas series de 11-7, aumenta precisamente en la segunda parte, de sentido mas trascendente. En seis de las siete primeras variaciones se mantiene de manera uniforme la clara y plena asonancia a-o, mientras que en las siete Ultimas, donde las reflexiones del poeta suscitan sentimientos distintos, se destaca la aguda asonancia i-a, al lado de las varieda路 des pr6ximas, e-a y e-o. Dentro de la refrenada marcha de su lectura, la inscripci6n de Salinas armoniza la complejidad de estos elementos con fluidez y suavidad. Su entonaci6n sefiala la unidad de las frases y el relieve relativo de los conceptos sin perjuicio de la unidad metrica del verso ni de su estructura ritmica. No todos los poetas suelen ser buenos lectores de sus obras. En la grabaci6n de El Contemplado no hay ningU.n momento de incertidumbre, de monotonia ni de afectaci6n. Salinas dej6 el testimonio de su voz en un notable ejemplo de equilibrio y compenetraci6n entre el sentido y el ritmo de la palabra versificada, ejemplo que trae vivamente a la memoria la imagen de su admirable personalidad.
-~
- - . ---.. ----- - . .... ,._., ,...,ry)_ ~
14
. .....
路--
-
..... .
.
.,..
El Velorio que oy6 Pales de niiio en Guayama Por FEDERICO DE ON1S
PAL~S
FECHA DE 1945 PUBLIC6 Lurs MATOS EN C ONEl LAMundo un articulo titulado «Baquine. Capitulo de una novela en preparaci6n», Esta novela es la que mas tarde se publico en El Diario de Puerto Rico y en Universidad con el titulo «Litoral. Resefia de una vida inutil». Qued6 sin terminar y nunca se ha publicado integra. Aunque el la llamo «novela», en rigor n'a lo es, porque carece de acci6n. Los capitulos publicados son recuerdos de su infancia y primera juventud en Guayama, escritos con la intencion expresada desde el principio de «bogar hacia Ios origenes» de su vida y personalidad. Describen con evidente fidelidad el ambiente que le rode6 en la vida de familia y en sus relaciones con Ia gente y la naturaleza de su tierra. Tambien habla de sus lecturas y su iniciacion en la literatura. Toda ello es buena prueba de que SU personalidad y SU caracter, tal coma se formaron entonces, perduraron en el y en su obra poetica a traves de todos los cambios que sufri6 despues. Como he dicho en otro sitio, las raices hondas de la poesfa de Pales estan en su Guayama natal. Un ejemplo serfa el hecho de que el fondo ultimo del tema del negro, que adquirirfa mucho mas tarde tanta importancia en ~ la poesfa de Pales, se encuentra ya en su infancia, tal coma esta descrita ·en esta novela autobiografica. El mismo nos dice que desde la infancia los negros le «habian intrigado siempre con extrafia sugesti6n de misterio y sigilo». Su primer contacto con el mundo de los negros fue a traves de Lupe, la «cocinera gorda y negra que entr6 a servir al abuelo cuando apenas contaba dace afios y se qued6 para siempre». Ella le contaba, de nifio, cuentos «entreverados de ritos magicos, palabras incomprensibles e invocaciones misteriosas» y le cantaba cantos con ritmo y palabras africanas, coma aquel «adombe profundo que todavfa suena en mi coraz6n», cuyo estribillo «adombe, ganga monde» usara despues en uno de sus poemas negros. La tonada de este canto se la he oido al mismo Pales, quiza un poco desentonada, poco antes de finalizar su vida.
Una vez, segun nos cuenta en Litoral, fue llevado por Lupe a un baquine, o velorio por un nifio muerto, que dej6 en el una impresi6n inolvidable. Lo describe extensamente y transcribe los versos del canto que le quedaron en la memoria. Mi proposito ahora es el de esclarecer esta experiencia infantil de Pales mediante su comparaci6n con el mismo canto de velorio que el oy6 y que yo tuve la fortuna de recoger en un disco fonografico en Nueva York en 1932, hace casi treinta afios. La cantadora era una muchacha de Patillas llamada Teresa Rodri~ez, que acababa de venir 'a Nueva York desde su pueblito, y conservaba sin contaminaci6n culta alguna ese y otros cantos de Ia mas pura tradicion folkl6rica. Publico a continuaci6n Ia melodfa transcrita por Jack Delano, con Ia mayor fidelidad posible. Aunque la melodia es muy sencilla en cuanto a la notaci6n musical, ofrece, coma toda canci6n popular antigua, dificultades de ritmo y entonaci6n que es imposible transcribir. La misma melodfa se repite insistentemente, pero cada vez hay algiln cambio que le presta variedad dentro de la monotonfa. Lo unico que nota Pales respecto de la musica es que «son canciones con aire y cadencia de villancicos navidefios». Esto quiere decir muy acertadamente que Ia melodfa de este velorio es espafiola antigua, y serfa facil encontrar su procedencia en las canciones y bailes binarios que se conservan en el folklore de Castilla y Leon, de donde pasaron a Andalucia y America en el siglo XVI. Esta musica arcaica, desconocida y casi incomprensible para las personas cultas de Espana, tenfa mucha riqueza ritmica, y los negros, al aprenderla en America, coma la lengua y la religion, y adaptarla a sus ritmos ancestrales, simplificaron el ritmo espafiol mas complicado y le prestaron su acento. Recuerdo una cai1ci6n que oi cantar en Venezuela toda la noche de San Juan, acompafiada de tambores primitivos y bailada por viejos y nifios, cuya melodia era una charrada que ailn se canta y se baila en mi tierra de Salamanca y que tiene mucho parentesco con el velorio que cantaban en Guayama. En cuanto a la letra, Pales da en Litoral algunas coplas que son las mismas que canto Teresa Rodriguez.
15
Una de ellas fue oida mal por el nifio Pales, cuando dice:
Carrillo, carrillo, Carrillo del mar, id6nde te metiste cuando el temporal? Oyo mal sin duda lo que dice Teresa Rodriguez, que es lo que se cantaba:
Que a orilla$, que a orillas, que a orillas del mar, id6nde te metiste para el temporal? Otra copla igual es la que dice :
Su madre le daba teses de curia a ver si su hijo no se le maria. con la diferencia que Teresa dice en el segundo verso : «la te de curia». Da Pales otras letras que no canto Teresa; pero esta en cambio canto otras que no trae Pales. Ni este ni aquella se propusieron reproducir todas las coplas que se cantaban durante toda la noche del velorio, muchas de las cuales se cantan con otras melodias en otros velorios. El canto en canga («Adombe, ganga monde» ), que segiln Pales se cantaba aparte por el Gran Ciempies, no lo canto Teresa Rodriguez, que sin duda lo sa. bia, por no ser una de las coplas que se cantaban a una voz y cuyos dos versos finales repetian en coro todos los presentes. Termino reproduciendo las estrofas que da Pales y que no estan en la version de Teresa, ya que al lector le sera dificil leer la novela de Pales en los periodicos donde se publico. Son estas, como el las cita, sin orden:
i Zape, zape, zape 1
Espiritu malo ,· VUelvete a la $Ombra de donde has llegado.
Si quieres un hombre a que beba dale agua de melao con lo que tu sabes. Y $i no lo quieres para que se vaya tumbale el melao y dejale el agua. Y tambien quiero dar aqui la letra completa de la version de Teresa Rodriguez, porque aunque va debajo de la musica, sera mas facil SU lectura y apreciacion:
Que a orillas, que a orillas, que a orillas del mar ,;d6nde te metiste para el temporal? La madre lloraba la madre lloraba, la madre lloraba que se muri6 el niiio. No lo llores, madre, no lo llores mas, mira que le tienes las alas mojds. La madre le daba la te de curia a ver $i su hijo no se le maria. Que a orillas, que a orillas, etc. Se muri6 este niiio par falta e doctor. Fueron las vecinos para bien traerlo. El doctor lleg6 hasta la escalera y hasta alli lleg6 y se muri6 el niiio. No lo llores madre, etc.
Traigan la pareja de caballos blancos, para conducirlo hasta el camposanto. Behen en la fosa, para que no jieda, jazmines y nardos, lirios y azucenas. En la cabeza le pusieron un adornito singular, y su mujer que lo veia a todo el mundo le decia: P6nganle mas, p6nganle mds.
16
El doctor lleg6 hasta la escalera y ya estaba muerto aquel niiio ya. Que a orillas, que a orillas, etc. Nana nana nd, nana nana nd. No lo llores, madre, no lo llores mas, mira que le tiene$ las alas mojas.
j
VELOR IO Cantado por Teresa Rodriguez, de Patillas, Puerto Rico.
§tr
Recogido por Federico de Onis Transcrito por Jack Delano
J $ Ji Jl I Jt Ji.
Que a o _ ri _ !las que a o _ ri _ Has
que a o _ ri _ llas
de!
mar
que a o _ ri _ llas
del
mar
§~ Jl J Ji Jl I Ji. . Ji. que a o _ ri _ llas que a o _ ri _ llas t
;.Don_ de
te
me
tis _ te
Ji Ji j. ) 1 1 t pa_ rael tern _ po _ ral?
;,Don _ de
te
me _
tis _ te
pa _ ra el tern _ po _ ral?
'
I
§~ Ji Ji p l I Ji. J;. ,, I l 11 Ji. Ji I 1 t I Ji Ji Ji La
4N>
ma _ dre llo _
Ia
ra - ba,
; I Jt
ma _ dre
llo
.n. ,
_ ra _ ba
l l Ji J1 I J1. li. z I Ji Ji Ji , j . I j. j. ' la
ma _ dre llo · _
ra _ ba,
que
se
mu _ rio el
ni _ iio.
ra _ ba,
que
se
mu _ ri6 el
ni _ iio.
que
se
mu _ rio el
ni _ iio.
4WV Ji ti Jl l I J). Ji. ~ La ma _ dre
,~ qli li
)i
La ma _ dre
llo _
lo
llo _ ra. _ ba,
llo _ res,
ma _ dre,
4~ l:IJ) ~ D l I p· }. mi _ ra
La
la
que
ma_ dre
te
de
le
le
ver
· tie
_ nes
l,~)l D j) ; llo _ res no lo
IJ
I ;h Ji
IJ
la.s
da _ ba,
la
a
m.8.s,
j) j)
- la.s
ma-dre
mo
le
t
-
t
=II
jas.
da - ba
cu _ ri(a)
) a
.
Ji l,"ll. Ji. z
,. No
.
.
I
'Y
I ) Ji Ji Jl I j no
se
le
mo
-
t
ri (a) 17
I}
J•
a
ver
si
4N> ~ ~
su
hi _ jo
j) ]1 J)
no
Ji Ji I ~· Jl.
Be
le
Que a o _ ri _ llas que a o _ ri _ llas
queao _ ri _ llas
queao _ ri _ llas queao _ ri _ llas
4~'#
ldon _ de
4~ ~ 4~> Ji Se
4Wt! 4~;
4~"
te·
]1
f al _ ta'e
j)
j)
Fue
- ron
j)
J)
El
doc
oh j yhas_ taa
Jl ]1
mar
IJ i
J~
'
-
pa _ rael tem-po
ral?
Jj
los
ve
-
ci
- tor
]1
-m D
J Ji
Jl llo
lle
,. I l l j, fal _ ta•e por
j)_
I l Ji
i
- go
-
]1 -
has - ta
- res,
I jJ
1
y
,. I )') I ttzq). , y
go
Ji I·Jl.
})
j doc
j)_
ma _ dre,
mu-ri6el
18
,·
lo
~
~}
mu-ri6el
,. I Jl p Ji no
-
er
- lo.
Ij Ji la es _ ca ·- ler(a) · *
]l J) se
- tor.
))
j) .tl' }) Be
t
I1
j I j. }.
pa - ra bien tra
Ji I ,~ lle go lle
I Ji ]l
1
- nos
Ji ]1 I. J,
- lli
lo
doc
Ji ]1 I j)_
y has_ ta a
No
del
pa
j.
t
Ji I j
- re.el tem-po - ral? I J l Ji j) I l J
tis _ te
- tor. j) J) Ji ]1 I ii. Jt ni - ii.o Se mu_ ri6es ~ te
p~r
I}
t
_ tis _ te
me
I
I )1. l. ,. I p p p p I p· Jj. ,, mu _ ri6 es _ te ni - iio se mu _ ri6 es _ te ni - ii.o j) ;h t j Ij })
~Wit p p
4tv
_
Ji Jl Ji I Ji.
j
4tit
me
))
que ao _ ri _ llas
4Wir Ji 1 Ji Ji I Ji. J. te
qJl I l t del mar,
j)
4Wir Jl Jl ii Ji I Jl. J\. ,. I ;l' .v... lD6n _ de
- ri(a)
mo
I Jl ]1
7
i
11
llo
~]1
- res
Ij
i
ni(ii.o)
IJ
i
ni(iio)
IJ t mas.
'
'W# 4©>
ii p D (}l} j) le Mi ra que -
j)
El
,~ J1
~ D doc _ tor lle ~
El
4#
II= J1 y
Y8'.es
4wr
j
j
.
ii
g6
-
j) ~
I ~- ~-
llas queao
~
p D i,D6n - de
4wr
P D ·i,D6n - de
4wr Ji Na
na
4~.~ } .No
,~~ )1 :2 .
No
llo
J
J) ~ Uo - res
p D ~ Mi ra que -
res,
lo
lo
.n
a _ quel
ni
- no
.n
-
ni
na
~l le
ma
-
I ~ma
I ;e. tie
dre,
~· -
' ~
.
Ji
Ij
Uas del
tern
-
•~ -I J
~
•-ts -I J
~
po
ral?
ral?
IJ f
'!lo
t{)
na
na
na
\
no
lo
I ii
~!
no
~-
z I~ las
lo
="" ;£3 a
llo
-
res
~
mas.
ql I J i
j) llo
~
mar.
po
-
~
mar.
I J) j) )1 } I 1
dre,
nes
na
IJ
Ji
J1
!qJ5 ~ ~l na
na
-
I
ya.
del
-
i
IJ
- llas
~
=II
ya.
:ii.o
j
J
I
j) j)
J
ID pa
~
g6.
~
)l
p· z I .p
I Jl. ql·
~
I1
I~
~!
=II
JaS.
~
que ao _ ri
- te
- tis
-
I ...J i
I ~ D ~l ~ I ~ has_ ta la es_ ca - ler(a)
queao _ ri
z
-
Ile
~!.
I w-J.
j) I j)_ ). -
doc _tor
J1 I p· ~- z I D ~ me tis - te, pa - rael na
Ji Jl
)i
tern
)
J
J1
))
a _ quel
- llas
~
mo
ra el
-
te
I ~l
z I 11
- llas
rl
- las
~).
me
D
-
ri
))
~
D ~
te
a
I Ji. 1'. z I Ji
J- Ji J
4tto
z
muer _to
Queao _ ri _ llas queao
4wv
~
~.
,,-+s
-r
i1
el
Ji _ baJ) I ~- p·
ya es_ ta
Queao _ ri
4wr
-
I~ las
z
p D ~ I p· ~muer _to ta _ ba
y
J
I -
t
tie _ nes
~ ~l I ~ . doc - tor lle - go
lh
,Wt~
~-
p·
I
II=
-
mas.
res
ql i I .~ _ las mo
-
,
~
II
JaS, 19
Baldorioty y la historia de Fray liiigo Ahhad
a la Historia de fray Ifiigo Abbad. Coinpulsa Baldorioty el «manuscrito original», propiedad .entonces de don Madrid, alla para mediados de la centuria pasada, una Domingo del Montey dice que «esta escrito en hermosa. sociedad que buscase y reuniese documentos para la letra espafiola aunque no con perfecta ortografia sobre . historia de Puerto Rico. A ella pertenecieron los .estu· lo cual tuvo sus escrupulos el Autor». Advierte que el diantes puertorriquefios que se hallabail en esa epoca titulo, del original, Historia Geogrdfica, Civil y Natur{ll cursando estudios- universitarios en la capital espafiode la isla de San JuQJn Bautista de Puerto Rico fue alterado en la edici6n de Valladares, hecha en Madrid la. Fruto de esa iniciativa fueron los cuatro volilmenes comprensivos de las copias de documentos hechos, en en 1788, de esta manera: Historia Geogrdfica, Civil y buena parte, por los miembros de la mencionada SoPolitica de la Ysla de San Juan Bautista de Puerto Rico, ciedad y que fueron la fuente de nuestra primera colecci6n documental, la Bibti0 teca Histdrica de Puerto Rico, · Abunda Baldorioty en otras noticias descriptivas del dada a la estampa, en 1854, por Alejandro Tapia y Rirrianuscrito de dicha Historia. Dice que ,«... esta en fovera. lio, bien encuademado y en pqsta espafiola. Ad6mala un Dos de dichos cuatro volumenes formaban parte de Plano general de la Ysla... en el que se echan de ver los papeles hist6ricos de la Colecci6n Junghanns, revarios defectos, no siendo el menor lo mal calculado cientemente adquirida por el Instituto de Cultura Puerde la escala ... » Pero advierte que «... siempre es de torriquefia. Al hojear dichos volumenes se confirm"an agradecer la laboriosidad del Autor>>... que " ... es .Preci- \. con creces las elogiosos conceptos con· que don Jose Juso no olvidar ... para apreciar debidamente su trabajo ... · lian Acosta califico la participaci6n del Baldorioty de lo diffcil que seria en su tiempo levantar la carta de Castro en la organizaci6n y trabajos de la Sociedad RePuerto Rico». El capitulo segundo, nos informa, va colectora. · Deda Acosta que Baldorioty fue « ... el que acompafiado de otI'9 piano «que encierra la extension mayor parte tuvo en la concepci6n del pensamiento» y comprendida entre la punta de Cangr.ejos y la de Toa, en mayor escala y que presenta la ciudad y la bahfa con «... el que mayores servicios prest6 en su ejecuci6n». bastante claridad y exactitud. 1 Finalmente lleva dos Y efectivamente, la letra de Baldorioty aparece con persistencia en dichos dos volllnienes. Estados de poblaci6n y cultivo (de donde he copiado De pluma de Baldorioty son las noticias referentes los. adjuntos) perteneciente a las capftulos 26 y 27 que pueden llamarse el cuadro sin6ptico de la Estadistica del Pais en 1776». · 1. En la edici6n que de la Historia de Abbad ha hecho en este afl.o la Universidad de Puerto Rico, se incluye el mapa de la El manuscrito, dice Baldorioty, due presentado al Isla mencionado aqul por Baldorioty y que no fue insertado en la Gobiemo en Madrid a 25 de agosto de 1782, fecha estamedici6n de 1866 de J. J . Acosta; sin embargo, en ninguna de pada al fin de el, par mano del mismo autor de cuya dichas dos ediciones se incluye el piano de la ciudad y de la bahia firma es el siguiente facsimile: a que alude Baldorioty en estos apuntcs.
N osva de Roman Baldorioty de Castro, se. organiz6 en CUENTA ALEJANDRO TAPIA y RIVERA, COMO A INICIATl-
'.20
Pero lo que conceptuamos de mayor interes en estas noticias de Baldorioty, es el .parrafo en que nos lega su opini6n sabre el valor ·intrinseco de la His(oria de Ab- . bad. Admira en esta apreciaci6n de Baldorioty, su sentido critico, la precisi6n de su estilo, la verdad y acierto de sus juicios, coma por ejemplo, aquel en que ubica ideol6gicamente la mentalidad de Abbad y que delatan, ademas, su. bien integrada cultura, y finalmente, su capacidad de sintesis. Reproducimos: '
El Autor de nuestra Historia llena a mi parecer cumplidamente su objeto. Si no es uno de los escritores mds puros de la lengua, no carece sin embargo de rreccion ni de fluidez: le distingue sob re todo suma claridad, condicion muy importante en este genera. Es
co-
exacto y muy fiel en la descripcion; juzga con rectitud el estado de las cosas y propane con madurez los remedios para mejorarlo. · Sus principios economicos y sus ideas acerca de las relaciones de los vasallos con el Monarca, y otras que de vez en cuando asoman en su obra, prueban que el siglo filosofico influyo en su inteligencia y que le imprimio un giro tan liberal como entonces era posible a un hombre de su Nacion y de su estado. Finalmente era erudito en general y muy entendido en la$ cosas de America; palp6 cuanto describe, describe como vio y vio con suma claridad. Madrid, 23 de abril de 1849. R. B. de C. (rubrica) .
.. .. . -~--~ -p·~~~ ·-~·~
\
1
• ...
21
Exposicion de Jose
Campe~he
N LA SALA DE EXPOSICIONES ~EL lNSTiTUTO DE CULTURA
E. Puertorriquefia se inaugur6 el 9 de ,octubr(! una
Exposici6n de' obras pict6ricas de Jose Campeche y su taller. Jose de Rivafrecha y Jordan (1751-1809), mejor conocido por Jose Ca,.,;peche, nombre con que firmaba sus obras, es el primer pintor en la historia de Puerto Rico. Nacido en San Juan, hijo de un liberto, dorador de oficio, en el taller de su padre aprendi6 el arte de la ebanisteria y decoraci6n de muebles, disciplina que comenz6 a moldear en el al hombre de taller, al genuino artifice que fue toda su vida, como pintor y como disefiador de fachadas, arcos triunfales y tiJmulos funerarios .. Su dedicaci6n a la pintura habria de hacerle alcanzar un alto nivel como artista y en la estimad6n publica, pues la sociedad de SU epoca, reconociendo SUS meritos, le tuvo y trat6 como . a cludadano distinguido, y· lleg6 a desempefiar cargos de coosideraci6n, como el de organista de la Catedral. , , En su mismo taller trabajaron sus hermanos Miguel, lgnl;lcio y Jose, y su sobrino Silvestre Andino Campeche, quien fue su ayudante y el mas pr6ximo a !ose en vocaci6n y oficio pict6ricos. La Virgen. de Belen atribuida a Andino, y que figura en esta Exposici6n, muestra gran espfritu y fuerza de rasgos. . Maestro de Campeche fue, durante los tres afios qtie ·vivi6 en Puerto Rico corrto exilado de la corte de Madrid, el pintor espafiol Luis Paret y Alcazar. Para este tieinpo Campeche, de unos 24 afi.es cde Gdacd, habfa hecho obras marcadas con el caracter y estilo 11ersonal que no le abandonaron nunca. Las ensefianzas de _Paret le fueron provechosas, sin duda, pero Campeche, artesano ya formadc:>, tenfa su camino trazado, 'y cumpliria en todo su personal vocaci6n: · · Campeche se dedic6 preferentemente a temas reli1giosos, y tambien plot6 un niJmero de retratos de gobemadores y otros personajes de la epoca. Entre las pinturas que figuran en esta Exposid6n son obra -total del maestro aquellas que exhiben un dibujo seguro y correcci6n anat6mica en las figuras. Las otras, aun cuando buenas, por deficiencia.s del dipujo y la pintura revelan la ¢olaboraci6n de los disdpulos. En toda la obra campea, . sin embargo, el sello fino y aristocratico que ~istingue al taller de Campeche.
ysu taller
asi
Cartef de Homar
Se expusieron en total unas 66 obras, la · mas al ta cifra de cuadros de Campeche reunida hasta ahora en Puerto Rico. ·Muchas de las obras presentadas nunca habfan sido vistas por el publico, entre ellas las interesantes tablas de Santa Teresa de Jesus, San Alberto d~ Sicilia y San Simon Stock, que jamas habfan salido del Convento de las · RR. MM. Carmelitas, quienes gentilmente las prestaron para la Exposici6n. Tambien fa~ cilitaron cuadros el Obispado de San Juan, la iglesia qe San Jose y varios coleccionistas privados. ·
,.
En estas paginas se presentan algunas de las piincipales obras de Jose Campeche, expuestas en la Sala de Exposiciones del Instituto de Cultura Puertorriqueiia. Al organizar esta Exposici6n el Instituto de Cultura Puertorriqueiia no s6lo quiso proporcionar al publico la oportunidad de conocer directamente la obra de Campeche y sus disdpulos, sino ofrecer tambien a nuestros artistas contemporaneos un ejemplo de la altura a que puede llegar una genuina vocaci6n artistica adiestrada en la escuela del Taller.
Don RAMON CARAVAJAL-1792 Cortesia de doiia Francisca F. Vda. de Bolivar
VIRGEN DE LA MERCED . Cortes:ia de la Srta.¡ Maria Antonieta Font . SANTO DOMINGO DE GUZMAN Cortesia del Obispado de San Juan
24
I i
Retahlo callejero Por ADRIANA RAMOS MIMOSO
EL PUEBLO DE PUERTO RICO SE CARACTERIZA POR LA ASOM· brosa habilidad que posee para poner apodos. La adecuaci6n de ellos al ser o parte de ser que designa, la carga plastica, oliente, ir6nica 0 etica que proyectan estos sobrenombres es lo que verdaderamente sorprende, No hay duda que son el producto de gentes pueblerinas, humildes, de mentes perspicaces e intuiciones felices. Avispa, Conejo, Gato, Pata, Sapoconcho, Cucaracha, Alacrana, Poliz6n de Virutas, Mota, Cierra el Libro, Martin Chaleco, Minuto, Jiribilla, Nicolas Boc6n, Juana Pich6n, Miguel Apaga la Vela, Polvito y A Mes por Coco, son algunos de los motes que de momento se acumulan en la memoria, sin hacer menci6n de otros, que por su cualidad maloliente caen en lo escatol6gico y sobran aqui. Aunque no por eso dejan de tener una fuerza de expresividad extraordinaria. Figuras callejeras son casi siempre el motivo de esas designaciones. Miguel Apaga la Vela, Polvito, Nicolas Boc6n, Juana Pich6n, Rosa la Loca y A Mes por Coco desfilan en mis recuerdos. Forman parte viva de mi existir; deambulan por mi pueblo, son victimas de la crueldad de la chiquilleria callejera y centro de atenci6n de mayores y pequefios, de cultos e incultos. Ignorarlos seria imposible. Son figuras talladas en altos relieves de pobreza y acervo de fatiga y dolor, que se hacen inolvidables. II. En el origen del apodo de Miguel Apaga la Vela, se baraja una situaci6n tragic6mica. Pendenciero de joven, recibe, a decir de algunas gentes, un tajo que casi le cercena la cabeza. El medico, desesperanzado, lo cose, y anuncia que Miguel viviria muy pocas horas. Transcurrido algiln tiempo, todo indica que el pron6stico se cumple. Gritan los familiares, se reilnen los vecinos; vis ten al muerto con sus mejores galas; lo colocan en el consabido ataud, de madera forrada con percal negro, clavoteado con tachuelas doradas, y le encienden la vela de rigor. De pronto, cuando una devota mujer se dispone a rezar el rosario, j espanto !, el muerto se sienta, salta de la caja, mira la vela e, indignado, la apaga. Por muchos dias, Miguel se debate con la muerte. En mala hora, se cura, y, como quien nace de nuevo, los muchachos o mayores lo bautizan Miguel Apaga
la Vela, y transcurre su larguisima y mfsera vida acosado por un apellido que no le dio su padre. III. i Paisano, paisano ... ! c:Lieva aguacates? Y con gran sentido musical el revend6n, muy ufano, pregona su mercancia: «Llevo aguacates, yautia, batata, caimitos, chinas, platanos verdes y los buenos ... » La canci6n se le hiela en los labios. «No tire, mister, que yo me apeo. i A Mes por Coco! i A Mes por Coco ... !», gritan voces en falsete. Un grupo de muchachos, a cierta distancia, se resguarda contra los probables ataques del revend6n, que sabe el origen de aquellas palabras y se siente herido. Ante aquella implicita injuria, ef vendedor de frutas y verduras suele adoptar actitudes diferentes. Muchas veces sigue adelante con sus dos canastas, una de ellas en la cabeza, llena de buenos pajuiles y con voz cantarina pregona sin mirar para los lados: -Tu madre ... jVan los buenos pajuiles ... ! Y sin cambiar el ritmo ni el tono: - j Que yo los vea como veo a mi abuela ! i Van los buenos pajuiles ... ! i Tu madre, sinvergiienzas ! Llevo aguacates ... Todo esto pregonado sin detenerse y como quien canta languidamente. Otras veces, el hombre suelta las canastas. Entonces, piedras e insultos vuelan. Carreras, risotadas, griteria. La burla se repite. La indignaci6n del vendedor crece ... Al calor de la mofa de los chiquillos traviesos revive el cuadro, del cual un desgraciado dia fue figura central en una corte de justicia; frente a una acusaci6n de robo; con el cuerpo del delito en las manos y ante un juez indignado que le impone tres meses de carcel. Al pobre hombre le parece todavia oirse decir con voz lastimosa : - j Ay, sefior juez, a mes por coco! IV. Un hombre bajito, gordo, recio, de brazos relativamente cortos y mano::; carnosas, encabritado furiosamente, borbota aceleradas frases candentes que mi infancia no alcanza a unir, y condimenta palabras que tampooo entiendo, pero que por los gestos indignados
25
de mi abuela sospecho que son para no repetirse. Ese es el primer recuerdo que registra mi memoria de Nicolas Bocon. Nicolas Bocon habia sido por muchos afios el jardinero del doctor Stahl y al amparo de este gran dentifico de ojos brillantes de cielo azul y corazon bueno, se une lo mas largo y lo mejor de la vida de este personaje que hace historia en el pueblo de Bayamon. Nicolas se regodea pesadamente sobre sus pies enormes y gruesos; anda con pasos seguros y largos, mira con desenfado y exhibe una violencia sin freno que hace temblar a la chiquilleria del vecindario. La fama de este hombre grit6n es casi legendaria. Los mayores repiten dia tras dia cosas increibles que hacen pensar a los nifios que Nicolas nos comeria vivos. Y hasta mi abuela comenta: «No olvido aquella mafiana; fue necesario hacer junta para defender a Maria Suda». Corria el afio 1894. La viruela azota a Puerto Rico. En Bayamon muere tanta gente que de madrugada Nicolas Boc6n, ayudado por Miguel Apaga la Vela, inicia la tarea de recoger los muertos en un ataud publico y echarlos a la fosa comun. Nicolas deberia empezar muy temprano su recorrido por los barrios bajos. Un anochecer, el doctor Stahl advierte a Nicolas Boc6n que Maria Suda esta grave y que no estaria mal que al hacer el recorrido mafianero pasara por la casa de la enferma y cargara con ella, de haber fallecido, por supuesto. Nicolas, que ademas de ser mal hablado, boc6n y fornido, tiene por filosofia que el aguardiente se fabrica para beberse de madrugada, sin encomendarse a nada ni a nadie llega a la casa de Maria Sucia. La agarra. Lucha por sacarla del catre. Este se rompe. Maria, horrorizada, se resiste y grita. Vienen los familiares. Los vecinos intervienen. Nada logra hacer que Nicolas Boc6n desista en cargar con la infeliz mujer para echarla a la fosa comun. Con voz estent6rea una y otra vez alega: «Dotol Etah dice que uhte esta muelta y muelta esta uhte». Y como defendiendose continua: «A dotol Etah yo creo y a dotol Etah yo obedezco». «Muelta esta, muelta esta, uhte», y con los gestos violentos, de nuevo el intento de coger a la enferma. «IAY, Nicolas, dejame morir en pazl», gemia la mujer. La presencia del Padre Vega 1 (el sacerdote que cant6 el famoso Tedeum del Grito de Lares), la del alcalde de la poblaci6n y la del mismo doctor Stahl se hizo precisa para apaciguar a Nicolas Boc6n y hacerlo seguir para otro sitio a buscar su carga de muertos. • 1. Como la epidemia hacia estragos, el Padre Jose Guroersindo Vega, decidi6 no cantar Misa de Gallo aquel aiio. Un grupo de personas contrariadas por aquella decisi6n, se reuni6 frente a la casa parroquial cantando las siguientes coplas. Padre, dfganos la Misa no es mas que cuestion de wz rato si no la quiere decir mande al Padre Maragato * La epidemia varielosa pone ahora por excusa la Misa que era de tusa por no decir de olra cosa. El Padre Vega indignado hace frente al grupo y los dispersa a la vez que exclama: "Sohre mi cabeza mi sombrero ; sobre este, Dios". * Padre Maragato es un apodo mas. Este sacerdote desde el pulpito censuraba a las gentes que, segun el, hacian un maragato en vez de persignarse. 2. Este incidente se coment6 mucho en la isla, aderruis apareci6 narrado en forma de soneto, en una revista de Madrid.
26
La figura de Nicolas Bocon se impone entre los vecinos, amigos y pacientes del doctor Stahl. El que no Io veia lo oia. Hasta «El Chantecler», revista que circulaba en Bayamon, presenta en una de sus portadas un retrato de este personaje callejero, con unos versos de nuestro poeta Virgilio Davila, en tono chusco que suele aparecer en Pueblito de antes:
El lunes por la mafiana me llev6 Pancho Santana a casa del retratista y coma estoy tan bien plantao Don Verge me ha retratao de un solo golpe. de vista. V. Sabado por la mafiana. Las casas abiertas; alfombras colgando de los balcones. Senoras y criadas afanadas en la limpieza. Los nifios de aquella vedndad en espera. Ya se oye a Juana Pichon. Ya ha embocado la calle. Con voz explayada canta:
Martin, Martin Pirulero, cada uno que atienda su juego. Mi marido cucarachero, Dias me lo dio, asi yo lo quiero. Yo lo quiero, y es un pobre, y no un viejo con dinero. Si mi polio sale a la calle, quierale Dias que nadie lo jaye. Aparece. Mujer menuda, facciones finas, piel blanca, amarillenta y rugosa; pelo negro, reseco por el sol; cintura retrechera, pies pequefios, anchos y andar danzarino. Su vestimenta no varia. Blusa con mangas arrolladas, enaguas de olan blanco, lisas; falda en percal de medio luto, ancha, plegada. En el lado izquierdo la arremanga en la pretina. (Como hacen muchas campesinas.) Tai vez para facilitar su andar descalzo o para protegerse del lodo. Lo cierto es que esto contribuye a destacar sus armoniosos movimientos. Con ese atavio llega Juana Pichon del campo, semana tras semana, con un saquito de arena blanca en la cabeza y un cajoncito de madera liviana, a cuadril, lleno de maravillas. Por uno o dos centavos, Juana moldea en barro el animal que cualquiera le encargue. La mujer tiene dotes extraordinarias. Puerquitos, caballos, gallinas, patos, gansos, pavos y pavitos, palomas, perros, gatos. Toda una fauna deliciosa trae en aquel caj6n. El moldear pichones es su hacer favorito. Ahora los nifios la rodean. Todos hablan a la vez: -Juana, mi vaca. -Juana, mis palomas. Quiero dos mulas. -Juana, mi pavo con los pavitos. -Juana, mi caballo. Juana reparte y cobra. En una cazuelita de barro deposita el producto de su venta. A todos complace. Hay otros encargos. Juana no sabe leer, ni escribir, no hace apuntes, pero tiene una memoria privilegiada. Entre otras cosas, canta y recita lo que ella compone. Siempre esta de buen humor. i Pero que algiln nifio olvidadizo o travieso no le diga Juana Pichon! En ese caso la mujer se transforma. Se hace temible. Aunque normalmente nada desagradable ocurre.
-Hasta el sabado que viene, Juana. Y se pone en marcha de nuevo con su andar rftmico, al encuentro de otros clientes.
Maiiana e~ domingo de San Garabito de pico de gallo de gallo montero pas6 u11 caballero vendiendo ro ... Y por un largo rato se sigue oyendo la voz explayada de Juana Pich6n. VI. No olvido a Rosa la Loca. i Que dignidad ! i Cuanta compostura ! i Que silencio mas imponente ! Todos respetamos aquello que Rosa esconde en su alma, Nunca hemos sabido con certeza la verdad de su vida. (cMuri6 su familia en una catastrofe? Se dice que vino de Santo Domingo.) La mujer aparece en Bayamon. Sola. Alta, flaca, erguida, piel aceitunada, cara rigida, p6mulos levantados, dientes blancos, pelo negro lacio, mal atado atras en un mono. Luce un crucifijo en la frente, que sostiene con un cordoncito alrededor de la cabeza. Pende de su cuello magro un rosario de cuentas grandes y negras. Vive en un cuartucho, pasa hambre, nunca pide. Un dia, una buena senora conmovida, se la lleva a una habitaci6n que tiene desocupada
en los bajos de su casa. Entonces Rosa come. Rosa es una esfinge. Su vida, un misterio. Vestida siempre con una bata suelta recta, descolorida, vaga sin cesar de un sitio para otro. No se comunica con nadie, pero un dia tras otro dia, a las cuatro de la tarde, invariablemente, aquella hermetica mujer se llega a la esquina del Hospital Municipal y como quien llama a distancia a seres que nunca vemos, dice: «Venganse, muchachos, a banar, que se nos hace tarde», y sigue su camino como madre que lleva tras si a sus cinco hijos. Al atardecer los niiios de la vecindad nos reunimos en la plaza o en el atrio de la iglesia. Entonces corremos, jugamos al chico, a la rueda o a la cinta. Rosa siempre esta alli. Con avidez de movimientos lentos pasea frente al muro este de la iglesia. Abarca en su caminar un trecho como de quince metros. Impasible, va y viene. Entre dientes, habla. Creo que reza. Nadie interviene con ella; tan natural nos es su presencia en aquel sitio, como la de la iglesia, la del atrio o la de los arboles. Como a las ocho de la noche, sin variar,· cuando la chiquilleria con jubilo ruidoso termina sus juegos, vemos que Rosa se a.cerca al rinc6n qae ;forma uno de los contrafuertes de la iglesia, y llamando a niftos que nunca vemos, dice: «Vamonos, muchachos, a dormir, que ya es hora», y sigue su camino como madre que lleva tras si a sus cinco hijos.
27
Cuen to
Aire de Guazahara «Par causa de ti, somos muertos todo el tiempo.» San Pablo. Par LUIS HERNANDEZ AQUINO
VOL6 POR EL AZUL DISTANTE; EL CRUE Lz6GUARAGUAO raudo par el batey cercano y la tierra morena COAT1
sinti6 el vigoroso crecer de la ceiba enhiesta, a traves de sus tenaces rakes. El padre fray Gabriel de las Angeles mir6 a traves de la ventana de la rustica capillita las dulces aguas del Toa, que seguian, serenas, su rumba hacia la inmensidad del mar. Par alH habia subido el en la rauda canoa hada algunos afios. Ahora lo recordaba claramente, tal coma si fuera ayer, pues el pasado venfa coma una onda placida y serena. Era en las tiempos del obispo Alonso Manso ... - Su merced se servira de llevar a Guaycarfn a air misa todos las dias; luego le ensefiara las letras, y con el tiempo se le podra ordenar sacerdote. Propongo desde ahora, que llegado este tiempo feliz, se le llame, con su consentimiento, fray Gabriel de las Angeles. El guaraguao se desliz6 suavemente, para cager su presa en la ceiba cercana; la hutia corri6 coma una rafaga de viento frfo par entre las matorrales y el ruisefior de diciembre canto desde el caimito, mas dulcemente. Guaycarfn aprendi6 bien las letras. El encomendero don Gil de Villasante le orden6 que ensefiara a leer, escribir y la doctrina cristiana a las otros Indios, sus hermanos, para que olvidando sus antiguos dioses, fueran al Dias verdadero .. Unos aprendieron y otros no. La mayorfa seguia adorando a sus viejos idolos. Grande era el dolor, en este tiempo, del indio Guaycarfn. Las lagrimas de Guaycarfn se deslizaban como pequefias gotas de cobre. Apretaba con pasi6n, entre sus finos dedos, las cuentas del rosario. Sentia profunda pena par sus padres y hermanos, quienes celebraban las domingos el areyto diab61ico en el monte Coab:i. Se preguntaba en las oraciones, encomendando las suyos al Sefior: «lCuando llegara la hara de la liberaci6n del pecado para ellos? lCuando olvidaran para siempre a sus dioses paganos : Guamorote, el que quema las siem· bras; Buyaba, a quien crecen las brazos con la semilla de la yuca; Guabancex, gobernador terrible de las
aguas; Opiguaviran, de cuatro patas, coma el perro?» ... El dia que Guaycarfn contempl6, ensimismado, a la Virgen Marfa en el cerro Coabi, no le creyeron los cristianos viejos ni las indios conversos. - Su merced, la Madre era de cabellos rubios y ojos azules como el cielo. Sonreia coma la flor del oro. Me dijo: «Guaycarfn, manten tu fe y tu esperanza, que eres elegido para la salvaci6n de las tuyos.» Pero nadie creia a Guaycarfn, porque los ojos de las pecadores no pueden ver a la Madre de Dias. Un dfa de verano en que el guaraguao vol6 lejos, par el azul distante, cuando la hutfa corri6 velozmente hacia el rfo entelerido y el coati fue sacrificado par el indio Caytel, sali6 para la pequefia capilla del Toa, par 6rdenes del obispo Alonso Manso, el hermano Guaycarfn, ordenado fray Gabriel de las Angeles. Y durante cinco ail.as fray Gabriel sirvi6 fielmente, con gracia, devoci6n y fe, a las indios conversos del Toa. El piadoso fray Gabriel se pas6 la mano par la frente como para apartar la ala del recuerdo. Se retir6 del vano de la ventana, arregl6 algunas flares en el altar de la Virgen y luego prepar6 el incensario, que funcionaba con tabonuco. Orden6 cuidadosamente las blanqufsimas hostias para las feligreses que comulgarfan al dia siguiente. Cuando se persign6 par ultima vez para retirarse, oy6 a sus espaldas un rumor violento que venia de la sabana pr6xima. - Oubau moin, oubau moin -se oia gritar con o6lera. La ola de indios caribes que se apareci6 de subito, blandiendo flechas y macanas, llen6 el aire de un temblor siniestro de guazabara. El mazo de una macana dio de pronto sabre la frente bronca y cobriza de fray Gabriel, quien cay6 de braces, bajo el pequefio altar. Cuando se disip6 el aire de guazabara, subia al cielo nitido de diciembre una ala roja de llamas y de humo. El indio Juan Mateo, llevado a la Capital para narrar los hechos, asegur6 llorando que vio elevarse una paloma blanca de la hoguera que dej aron en el Toa las indios caribes.
29
Evocaci6n de Virgilio Davila A Luis Davila, su hijo Por LAURA GALLEGO
ESTE MOMENTO EN QUE LA MAREA DE UN TIEMPO EN DEE. Nsaz6n nos estremece, y flotan lejanas y tiernas en el aroma las esencias de la tierra, volvemos en calida vela silenciosa a ampararnos en las nombres sefieros que captaron el hermoso mito que nos sustenta y lo sellaron sagradamente, coma semilla eterna: Tapia, Alonso, Gautier, Fernandez Juncos, Matias Gonzalez, Morales Cabrera, Braulio Duefio, Morel Campos, Virgilio Davila... i Tantos que fueron intuyendo, fijando, precisando desde el oraculo intimo de su sensibilidad la tenue lozania rec6ndita de nuestra expresi6n ! Entre todos, Virgilio Davila es el signo espontaneo y generador, la figura anterior a la primera guerra, que entre lo ibero y lo norteamericano sostiene el nervio raigal nuestro, sin apegarse servilmente a lo espaiiol ni adulterarse en lo extraiiamente nortefio, siguiendo con una intensa sencillez humana la corriente de autocaptaci6n regional que se habia iniciado en Tapia y Alonso. En el se dan sintetizados las elementos basicos que constituyen nuestra nacionalidad sicol6gica: la espontaneidad alegre matizada de tristeza, la ironia socarrona y displicente, la reflexion amarga y la resignaci6n simple. Volvemos a nuestro poeta. Lo creemos sabido. Su poesia se cree harto estudiada a base de algun apunte aceradamente certero que se diluye en la generalizaci6n. Matias Gonzalez, Romualdo Real, Fernandez Juncos, Enrique Laguerre, Emilio Belaval, Ana Margarita Silva, etcetera, lo comentan. Nos parecen justos y mas hondos y serios Emilio Belaval y Enrique Laguerre. Pero creemos que se impone una revaloraci6n de su obra y su figura, que depure y precise la imagen total en su momenta. En retorno de solaz releemos sus libros: Patria, Viviendo y amando, Un libro para mis nietos, Pueblecito de antes, Aromas del terrufio. Encontramos su gracia poetica caracteristica en las tres ultimas. Atisbamos algo de la tenuidad serena de Gautier, la ironia socarrona de Alonso y la rebeldia tronchada de Luis Muiioz Rivera y De Diego. Su sencillez humana, su realismo sincero impresio_nan. Escribe hablando en un ensimismamiento y entendimiento claro con las cosas :. el pai-
30
saje, los tipos aromosos de la tierra. Por esta voz desprendida y natural se le ha llamado nuestro poeta criollo. Fuera de todo romanticismo y modernismo literario, desde la lengua manadora del hombre, habla y ve las cosas simplemente, y las dice coma el agua, porque el mismo es las cosas y esta tejido en ellas. Su primera poesia de Patria es ingenua y despojada de todo valor personal. Es una poesia convencional que no refleja su autentico ser lirico. La rebeldia tonante par un lado, la aceptaci6n clasica de la grandeza del pueblo americano y el reconocimiento de sus valores. Mero intento desalifiado y desesperante de absorber desde un vacio del momenta hist6rico las esencias vitales y asumir una toma de posici6n activa. Es un deseo ingenuo de hacer versos de patria politica desde el miedo al vacio y al temor de desaparecer:
ni del pasado quedardn reliquias ni de tus hijos quedardn sefiales. (Lo mismo.) Frente a la realidad politica, mas que por una conciencia formal, por la resurrecci6n de una fe natural, se aparta de todo desaliento y se reconcentra como una fruta en sus propias esencias. Aparece en Viviendo y amando la nota positiva y la t6nica ambiental feliz ya sugerida; frente a todo el mundo externo y aparencial, la mirada intrapoetica que toca con tino las motivos expresivos de nuestra naturaleza y nuestros tipos, sin hacer angulosas ni prismaticas distorsiones, coagulando en el tiempo entrafiable del espiritu regional las imagenes vivas y esenciales. La jibaritll, personificaci6n de la tierra, aparece entonces timidamente y sera c:!espues la acendrada Montafiesa de Aroma$ del terrufio mejor dibujada y precisada, arrullada en la musica de Braulio Dueiio. Junta a la ternura y la alegria que descubre nuestras expresiones amorosamente, aparece la ironia aguda contra todo lo que las niega o las ignora. Recordemos Pens.ando en Bastos tantas veces citada:
I, I
I
No extra.fie su pobreza y o~tracismo pues hoy viven cubiertos con harapos el saber, la virtud y el patriotismo ... Hoy habitan las aves el abismo y moran en la cuspide los sapos. (Dedicada a Mariano Abril) · En Un libro para mis nietos se acentua la t6nica ambiental apuntada en Viviendo y amando. Frente al nifio coma poetica presencia estimulante da Virgilio Davila las mejores notas virgenes, tan finamente liricas que se diluyen en un aire sin tiempo. Entre otros el motivo de la chiringa, el mango, y sabre todo la tierruca, acunadas en la musica fl.el y exactamente hermanada a la palabra par Braulio Dueiio, producen en el alma puertorriqueiia la resonancia fina del eco que se ensimisma en su remota claridad. Y en todo una afioranza duke que nos saja y eleva desde un lejano deseo que coma un dardo minima siempre nos acosa:
En el mar de la vida nave es la patria que salva los e'Scollos si libre avanza. i Ay mi barquilla! jCudndo yo podre verte junto a la orilla! (La barquilla) Aromas del terrufzo y Pueblecito de antes son los libros de madurez literaria. Creo, sin embargo, que en el primero agota la tematica popular y es muchas veces esclavo de la melodia ritmica. No me parece que tenga en su conjunto la espontaneidad fresca y ligera que lo caracteriza. Me parece que debi6 ser mas riguroso en la selecci6n y unidad del libro. Es un libro de nostalgica protesta ante . la disoluci6n y perdida de nuestras tradiciones y nuestra tierra. Son hermosamente caracteristicos No des tu tierra al extrano, Nostalgia, La mon-, tafze~a, Elegia de reyes: ~~
i Llora I / Llora coraz6n que ves pasar al olvido lo que en nosotros ha sido encanto, dicha, ilusi6n! i Ya se fue la tradici6n que mds nuestros nos hacia I i Ay I i Madre melancolia I i Que ya no so mos noso tros I i Ahora es igual que los otros el que fue nuestro gran dia I Es interesante la reacci6n que se opera en Luis Munoz Rivera al leer este libro. El 9 de junio de 1916, Muiioz Rivera escribe al poeta desde Washington sabre Aromas del terrufzo: «Su pagina en nuestros anales adquirira mayor precio, mejor brillo, cuanto mas se esfume en el crepusculo de mi puebfo infeliz la sombra DE LO QUE FUE, DE LO QUE TODAVIA ES, y de lo que NO SERA en el porvenir.» Pueblito de antes, que refleja la vida en el ultimo tercio del siglo diecinueve es su libro redondo e integral que condensa desde todas las actitudes del poeta
el mundo interior puertorriqueiio inconsciente y defensivamente replegado en la aldea clasica. Es interesante observar que Virgilio Davila no es el espectador literariamente frio que se objetiva fotograficamente. Es el paisajista minuciosamente humano y amoroso que destaca con la pincelada feliz las esbozos espirituales de la naturaleza y el paisaje humano exterior. Nos recuerda las acuarelas y las cuadros sombrosos de don Miguel Pou y la luz hermosa del amanecer y los tipos ep El velorio de Oller. Alga indefinible que es la presencia intima de nuestra personalidad y que nos recuerda la tinaja fresca del coraz6n de El Jibaro, de Alonso. Ana Margarita Silva nos dice en su obra critica El jibaro sabre estos sonetos: «Cada soneto tiene la fugacidad de una acuarela y el conjunto es un album de preciosas estampas donde las figuras son tipos clasicos coma en las novelas de Gald6s o R6mulo Gallegos,» Debemos agradecer el amor con que Carlos Orama Padilla nos fija en su biografia del poeta la estampa fl.el de su caracter. 1 La obra tiene momentos felices, sabre todo en el primer capitulo, en que nos traza la infancia y formaci6n moral del poeta. Me parecen hermosas estas palabras: «El nifio aspir6 hondo el aroma que venia en la brisa saturada par las valles y se llev6 grabada en las oidos la canci6n del viento jugando en los bambus.» Luego nos recuerda un poema informal del poeta recordando su infancia :
y como me gustaba, si en ardorosa siesta cruzaba a nado el rio, rompiendo el charco azul, oir pitar el viento si el viento se escondla en el airoso y debil ramaje del bambu. Salaz del alma en el paisaje que es coma grabarse uno en la tierra y esta en uno. Este libro nos deja magnificamente esbozada la figura venerable y maravillosa de Jose Ricardo Davila, padre del poeta, que coma un Francisco Giner enseii6 a las nifios a amar alegremente el conocimiento, impregnados en la brisa y las colores de nuestro campo. El es el espiritu inspirador en toda la vida y la obra de Virgilio Davila. Maestro en la gracia magica de atraer a la verdad sencilla y a la belleza, el alma de nuestra infancia. Hemos recordado a Virgilio Davila coma un simbolo en la vigencia etica de su significaci6n para nuestra exacta puertorrique:iiidad. Lo vemos hoy desde ayer, aiiorantes, desde una soledad .remota. Podria quedar en el mero ejercicio de la evocaci6n y el analisis, detenido en el aroma de su propio ser poetico, si no lo actualizamos en el estudio y reconocimiento par parte de nuestra juventud, para que se cumpla a traves de el, coma a traves de todas las expresiones culturales, la continuidad espiritual de nuestra nacionalidad. No debemos caer, coma se ha advertido tantas veces, en la escualida patrioteria, ni en un jibarismo a ultranza. Es falsa toda concepci6n etica y estetica, de nuestra personalidad que no se susiancie en la sedimen1. Creemos aconsejable la revision y reedici6n de esta obra de Orama Padilla.
.31
tacion natural de lo que verdaderamente somos, brotada desde el momenta del nacimiento de nuestra verdadera personalidad en el siglo diecinueve. Debemos afirmar nuestros valores autoctonos para encontramos. j Que se vuelvan a cantar las canciones escolares de Virgilio Davila y Braulio Duefio ! Racer que nuestra juventud conozca nuestros valores del pasado es la ilnica forma de cimentar el porvenir para la proyecci6n universal.
32
Recordemos las palabras que sabre Virgilio Davila dijera Matias Gonzalez Garcia en 1916: ÂŤEs boy el Unico que alcanza a producir en nuestro animo aquel dulce sabor que Hamara el gran Pereda "el sabor de la tierruca", y el ilnico que por nuestros nervios hace correr esa sensacion deleitosa a la vez que emocionante de todo lo que crece, vive y palpita en nuestro suelo.Âť
Origen y difusion del vocahlo «cacique» Por RICARDO E. ALEGR1A
ANOS DESPUES DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA P OCOS chos de los vocablos de la lengua aruaca que se
MU·
hablaba en las Antillas Mayores, se incorporaron al es· panol. De todos estos, el termino cacique es el que ha tenido USO y difusi6n mas interesantes. Usado originalmente por los conquistadores espa· noles para designar al jefe politico de un grupo abori· gen, el vocablo se ha usado tan extensamente, que aun· que subsiste ailn entre varios grupos indigenas, su ori· gen y verdadera significaci6n han sido objeto de diver· sas teorias. Aparece por primera vez en la literatura hist6rica en un extracto del diario del primer viaje de Cristobal Col6n. En el pasaje de este diario correspondiente al 18 de diciembre, estando el Almirante en la costa nordeste de la Espanola, se hace la siguiente anotaci6n: « ••• vieron a alguien, que el Almirante tom6 por el gobernante de la provincia, a quien llamaban Cacique.» El doctor Chanca, en su carta al Cabildo de Sevilla, describiendo el segundo viaje de Col6n, dice: uCon frecuencia nos visitaba aquf un gran nfunero de indios acompafiados de sus caciques que son sus capitanes o jefes.» El cronista Fernando Gonzalo de Oviedo, al tratar de la visita de Col6n a La Espanola, dice: «... de alli el Almirante sali6 con todos sus hombres, y poco despues vinieron a conversar con los cristianos muchos indios pacfficos de los dominios del Rey Guacanagari, a quien los indios llaman Cacique del mismo modo que nosotros los cristianos usamos la palabra Rey.» Aunque toda esta evidencia demuestra, sin lugar a dudas, que el vocablo es de origen antillano, el fraile Pedro Sim6n le atribuye origen diferente. Cree el fraile que la palabra «cacique» fue introducida en America por los conquistadores y que la misma procede del arabe y tiene el mismo significado que la palabra xeque para las gentes del reino de Mogazan. 1 Estudios lingiiisticos rnodernos corroboran la informaci6n suministrada por los cronistas coetaneos a la conquista y colonizaci6n de las Antillas. Fue el doctor Brinton, el primero en demostrar con sus estu1. Pedro Simon, Noticias historiales de las conquistas de Tierra firme en las Indios Occidentales, Bogota, M. Rivas, 18821892, S vols., I, p. 220.
dios lingilisticos la relaci6n que existe entre los aborigenes de las Antillas Mayores y los indios aruacos del nordeste de America del Sur. 2 En su estudio discute la etimologia del vocablo «cacique» que hall6 ser palabra aruaca. Segiln el, «Cacique» viene de la palabra Kassiquan que significa «tener o mantener una casa», y esta a su vez procede de us$equa que significa casa. Este valioso estudio del doctor Brinton se llev6 a cabo con una tribu aruaca que para este tiempo (1871) estaba ubicada en la regi6n entre los rios Corentyne y Pomeroon, en las Guayanas inglesa y holandesa. En este estudio el doctor Brinton recogi6 un gran nfunero de palabras usadas por los aruacos de America del Sur, identicas o muy similares a las usadas por los aborigenes de las Antillas Mayores al tiempo de la Conquista, y que han llegado a nosotros a traves de las fuentes hist6ricas, la toponimia y las nomenclaturas para designar la flora y la fauna. Las Antillas Mayores fueron el punto donde los conquistadores espanoles hicieron su primer contacto con el indio americano y entablaron sus primeras relaciones culturales con los aborigenes. Este hecho explka por que los espanoles adoptaron muchas palabras antillanas que luego difundieron por otras regiones de America y del Pacifico. Vocablos tales como canoa, huracan, ajf, macana, hamaca, etc., de la lengua aruaca antillana fueron transplantados por los conquistadores a otras regiones donde en muchos de los casos, los vocablos fueron adoptados por los grupos indigenas y mestizos. Ejemplo de esta difusi6n es el vocablo mafz que siendo de origen antillano, se us6 y fue difundido e impuesto por los conquistadores a casi toda la America Hispana. Esta misma situaci6n existe con respecto al vocablo «cacique». Cuando los espafioles descubrieron, bien al comienzo de la Conquista, que los indios de las Antillas Mayores llamaban a sus jefes «caciques», adopta· ron dicho termino. Luego, cuando extendieron el area de sus conquistas e hicieron contacto con otros grupos 2. Daniel G. Brinton, "The Arawak language of Guiana in its linguistic and ethnological relations". Tran1actions of the American Philosophical Society (Philadelphia, 1871), Vol. XXIX, paginas 427-444.
33
aborigenes de Norte, Sur y Centro America, aplicaron la palabra aprendida en las Antillas a los jefes de esos grupos. De ahi que el termino «cacique» este hoy en uso en todas las tierras conquistadas por los espaiioles. El vocablo «Cacique» aun se usa entre los indios Pueblo. El termino se emplea en el pueblo de Acoma para designar al personaje mas importante de la aldea, el mas honrado y respetado. 3 En los pueblos de San Felipe' y Santo Domingo• se le llama «cacique» a la persona mas importante de la comunidad, eje de las organizaciones religiosas y sociales. Segt'.r.n la doctora Parsons, en el pueblo de Jemez, el «cacique» tiene suma importancia en la vida religiosa de la comunidad, pero esta excluido de toda funci6n politica. a El termino se emplea en toda la literatura de MesoAmerica para designar a los jefes de las tribus y aldeas. En Yucatan, sin embargo, de acuerdo con el doctor Redfield, el termino se aplica al maestro de ceremonias de ciertos festivales religiosos. ' Este significado que los indios mayas ban dado hoy dfa al vocablo es muestra indudable del cambio cultural que se ha operado entre ellos. Los actuales festivales religiosos de Yucatan son vestigios de las ceremonias religiosas que los mayas celebraban cuando todavfa la cultura aborigen estaba exenta de la influencia europea. En aquellos tiemp.os el jefe de la aldea era tambien el personaje principal de los festivales religiosos. A estos jefes los espaiioles le dieron tambien el apelativo de «Cacique». Con el correr del tiempo, las aldeas fueron asimilando cada .vez mas la influencia europea hasta que los poderes politicos del jefe tradicional o cacique desaparecieron. Sin embargo, el termino «cacique» acab6 por identificarse con la persona que en la aldea tenfa a su cargo la direcci6n de estos festivales. El uso del vocablo tambien se generalizo en la America . del Sur. La mayorfa de las primitivas fuentes hist6ricas se refieren a los jefes de las tribus o aldeas como «Caciques». El padre Gumilla usa el vocablo «Cacique» al referirse a la principal autoridad de una cultura en al region del Orinoco. a Entre los indios caribes de las Antillas Menores tambien hallamos el uso del termino despues de haberlo introducido Ios conquistadores espafioles. A este respecto nos dice Rochefort : 0
«En fin, tienen el Gran Capitan o comandante en jefe a quien llaman Ouboutuo ..es este el mismo a quien los espafioles llaman Cacique ..como otros indios y a veces nuestros salvajes, lo hacen por imitarlos.» El vocablo «cacique» se ha difundido tan ampliamente que hoy dfa se usa, tanto en espaiiol como en ingles, para designar a aquellas personas que ejercen influencia polftica en una poblaci6n o region. Esta acepci6n tuvo su origen en la polftica "colonial espafiola que conservo las organizaciones polfticas indfgenas como intermediarias entre los indios y la autoridad espafiola. La Corona espafiola concedi6 a los jefes o caciques ciertos privilegios que determinaron, aun despues de la desaparicion total de la organizacion polftica indfgena, la supervivencia del prestigio y autoridad de los caciques en la vida polftica y social de sus pueblos y aldeas. Un uso interesante del vocablo es el que hace el fil6sofo ingles John Locke. Cuando en 1669 se le encomendo redactar una constituci6n para la colonia de Carolina, en Norte America, Locke establecio en ella tres categorias de nobleza, «landgraves», casiques y barones. 10 En resumen, podemos concluir que el vocablo «cacique», aunque de origen aruaco, fue escuchado por primera vez en las Antillas Mayores por los espafioles y que estos lo difundieron, habiendo sido adoptado mas tarde induso por otras ctilturas aborigenes. Su uso at'.r.n persiste, aunque en algunos casos su significado ha variado a causa de la desintegraci6n de la estructura polftica indfgena."
3. Leslie A. White, "The Acoma Indians" in 47th Annual Report, Bureau of American Ethnology. Washington D. C., 1932. pp. 17-192. 4. Leslie A. White, "The Pueblo of San Felipe" in Memoirs of the American Anthropological Association, Menasha, Wis., 1932, No. 28. 5. Leslie A. White, "The Pueblo of Santo Domingo" in Memolrs of the American Anthropological Association, Menasha, Wis., 1935, No. 43. 6. Elsie C. Parsons, Pueblo Indian Religion, Chicago, University of Chicago Press, 1939, 2 vols. 7. Robert Redfield, The Folk Culture of Yucatan, Chicago, University of Chicago Press, 1941, p. 295. 8. Joseph Gumilla, S. J., El Orinoco llustrado, Bogota, 1944. pagina 93. 9. Charles de Rochefort, Histoire naturel/e et morale des Iles Antilles de l'Amerique, Rotterdam, 1658. 10. John Locke, "The Fundamental Constitution of Carolina", Old South Leatflets, Boston, Vol. VII, No. 172, p. 393.
34
,·
La misi6n social de la danza de Juan Morel Campos Por A.MAURY VBRAY.
SB HA DICHO YA DE LA OBRA DE ESTE ARTISTA NUBS¡ M UCHO tro. El afio ha sido dedicado a la celebraci6n del
I
centenario de su nacimiento. El Instituto de Cultura Puertorriquefia, el Ateneo Puertorriquefio, la Radio, la Television y la Prensa del pafs le han rendido homenaje. Distinguidos musicos se han interesado por SU obra. Nuestro pianista JesU.S Marfa Sanroma, ademas de haber interpretado cincuenta danzas suyas para un album de discos, ha hecho un estudio estadfstico que comprende la multiplicidad de sus ritmos, las tonalidades preferidas y demas caracteristicas de sus danzas. De igual manera el compafiero Hector Campos Parsi ha hecho un estudio de su obra. Emilio S. Belaval ha afiadido a la bibliograffa moreliana necesarias rectificaciones en torno a la veracidad hist6rico-ambiental del musico poncefio y de SU epoca. Maria Luisa Mufi.oz ha escrito un justo analisis de la danza de concierto En altamar. Afiadase los innumerables certamenes que abarcan diversos aspectos de la personalidad artfstica y humana de nuestro gran artista. No pretendemos hacer un estudio completo de la obra de Juan Morel Campos. Tampoco lo vamos a analizar musicalmente, porque de esto se han ocupado ya otras personas. Vamos, sf, a enmarcar la figura de Juan Morel Campos dentro del panorama de nuestra sociedad puertorriquefia, ubicando asf su personalidad en terreno legf timamente nuestro, al considerar la danza de Juan Morel Campos y su misi6n social. La historia de la danza puertorriquefia no es tan viej a como algunos suponen. No es posible encontrarla en las primeras paginas de nuestro siglo XIX y menos aun buscarla en los siglos anteriores. Puede, sin embargo, que su esencia estuviera gestandose en nuestro setecientos, pero no cobra forma definitiva ni se hace realidad ambiental hasta la cuarta decada de nuestro siglo pasado. Por otra parte, no es conveniente limitar la danza ilnica y exclusivamente en torno a la figura de Juan Morel Campos. Seria injusto con los demas artistas que participan en su desarrollo e incurririamos en el grave error de alterar nuestra realidad hist6rica. Para llegar a comprender el valor de la danza de Morel Cam-
pos es necesario estudiar la obra de todos aquellos maestros que participan en su evoluci6n artistica. J u¡an Morel Campos entra de lleno en el mundo de la danza puertorriquefia aproximadamente para el afio de 1875. Esta es una epoca fructffera a la vez que crucial en nuestra definici6n hist6rica. La danza de Morel Campos nace y crece en Ponce. Va paralela al desarrollo espiritual de esa ciudad surefia. Llega a la mayoria de edad por los afios del ochenta cuando Ponce va a la vanguardia del movimiento polftico puertorriquefio. Esta danza es tan poncefia como la arquitectura de sus casas terreras macizas de colores parcos, de recias balaustradas, rodeadas de jardines en su topograffa plana y lisa, sin contornos. La danza de Morel Campos esta saturada del ambiente tfpicamente poncefio. Revela los rasgos definitorios de aquella sociedad austera, regionalista, sobria y recalcitrante del Ponce ochentista. La danza de Juan Morel Campos es primero poncefia y luego puertorriquefia. Logra mantenerse inc6lume porque no la tocan influencias extranjeras. El elemento poncefio en la danza de Morel Campos es incuestionable. De Ponce sale para toda la Isla. Lleva un criollismo disefiado por su autor. Los ojos de los demas compositores estan fijos en la danza de la Perla del Sur, pese a que se establezca en San Juan una escuela de danzas encabezada por Braulio Duefio Col6n, Julian Andino, Casimiro Duchesney muchos otros mas. No obstante, la danza poncefia es la que establece pautas. Este fen6meno no se inicia con Juan Morel Campos; afios antes el capitalefio Manuel Gregorio Tavarez se estableci6 en Ponce y dio forma a su danza en aquella ciudad. La danza es un factor importantisimo y decisivo en la formaci6n de nuestro contorno animico. Por muchos afios es la preocupaci6n suprema de nuestros compositores. El compositor puertorriquefio hace musica de caracter general, pero el sello de la puertorriquefiidad lo busca en la danza. Ese es el caso de Braulio Duefio Col6n, de Casimiro Duchesne, de los hermanos Heraclio y Federico Ramos, de Juan Rfos Ovalle, de Angel Mislan, de Jaime Pericas, de Jose Quint6n, de Monsi-
ta Ferrer, de Jesus Figueroa, de Simon Madera, de Jose E. Pedreira y de tantos otros. Solo Aristides Chavier sigue practica distinta motivada, quizas, por su antipatia hacia la danza. La danza Bego a ser, por lo tanto, la aspiraci6n por excelencia del arte musical puertorriquefio. Otras formas nuestras ban surgido esporadicamente, pero a veces, al no escribirse, se debilitaron o se perdieron. La danza forma parte de nuestra cultura musical y revela lo tipico y autentico de nuestra sociedad a traves de su desarroBo historico. El derrotero politico de la Isla sirve de marco a la danza puertorriquefia. No seria dificil emplazar la danza en tres epocas fundamentales : epoca de Tavarez, epoca de Morel Campos y epoca de Quinton. Estas tres figuras se levantan sefieras en sus respectivos tiempos. Los tres perfodos podemos Bamarlos: formacion, plenitud y consecuencia de la danza puertorriquefia. Estos periodos coinciden con tres interpretaciones distintas de nuestra vida politica; primero, el separatismo, que en el campo de nuestra danza coincide con el perfodo de su formacion; segundo, el asimilismo y el autonomismo, que abarca casi la totalidad de la obra de Juan Morel Campos y finalmente el cambio de soberania en el cual cae de Beno la danza de Jose Ignacio Quinton. La danza de Juan Morel Campos corresponde al asimilismo y autonomismo politicos. Por eso precisamente dejara hueBa mas profunda en nuestra historia musical. Como ha crecido y se ha definido en media de esta filosofia politica ha Begado a aduefiarse definitivamente en la entrafia de nuestro intimo ser. La danza de Juan Morel Campos se nutre fundamentalmente de la danza de Manuel G. Tavarez; es digna heredera de la antigua contradanza espafiola y de la habanera cubana traida a Puerto Rico en el 1844, en el sequito del General Aristegui. Desde un principio afinc6 en nuestro marco social. Por eso llega a ser el testimonio mas convincente del florecimiento de nuestra sociedad colonial ochocentista y, por consiguiente, del nacimiento de nuestra primera sociedad puertorriquefia. Feliz acontecimiento de transformacion de la sociedad puramente colonial espafiola en nucleo de la sociedad puertorriquefia, que se define con rasgos propios en el Ultimo tercia de nuestro sigla xx, ya que ha estado en gestacion en las epacas anteriores. El fenomeno que produce la abra de Juan Morel Campos es interesantisima, porque sobrepasa los limites de lo propiamente musical para revelar un ademan de cultura general. Hecha halagador para nosotros los musicos puertorriquefios. La obra de Morel Campos expresa el sentir y el pensar nuestro, nos revela en toda nuestra autenticidad. Tiene sabor popular, no hay que buscar en ella academicismo puro. Serfa vano enumerar imperfecciones tecnicas que solo interesan desde el punto de vista del analisis musical, y esta danza trasciende el campo de la musica. Par otra parte, las inconsecuencias tecnicas determinan la frescura y espontaneidad innegables de la danza de Morel Campos, que se hace portavoz de un pueblo que aprende a cantar sin retaricismo ni pretensiones, porque es un pueblo joven e impulsivo. Esta danza es el media expresivo por excelencia de la sociedad puertorriquefia de fin de siglo XIX. En ella se ampara nuestro pueblo cuando descubre la maravilla de su propio ser, Por eso se convierte en nues36
tro bailable mas genuino. Los demas bailables traidos a la Isla o nacidos en nuestro marco antillano ocupan siempre segundo puesto respecto de la danza. La danza es el primer baile de caracter intimo de nuestra burguesia naciente. Es baile destinado a una pareja sola, distinto a la contradanza, del lancero o del rigodon, donde entra de Beno el conglomerado de gente necesario para llevar a cabo un baile de figuras. Es un baile de una mayor intimidad. Los factores que intervienen en la superacion de la danza de Juan Morel Campos no son menos curiosos. Lo que habia sido feliz intento en Tavarez se queda en el ambito de las pequefias salas de familia. El crecimiento social hace posible la creacion de centros so- ;. dales y circulos de recreo donde se dan cita los contertulios de nuestra incipiente sociedad. La juventud juega papel predominante. El vehiculo por excelencia para mantener las relaciones sociales de ambos sexos viene a ser la danza. Para este tiempo crece y se fortalece nuestra orquesta tipica de baile, orquesta reducida, a juzgar por fotografias y partituras de la epoca. Esta orquesta que interpretaba lanceros, mazurcas y rigodones va a ser el media de instrumentacion de las danzas. La danza de Morel Campos se impone definitivamente en nuestras salas de baile. No es de dudar que exija una coreografia ajustada a su cadencia graciosa y variable. La estructura de la danza ha de regirse por la tonica que rige la sociedad. La introduccion de la vieja contradanza es ahora el paseo elegante donde la pareja camina majestuosa por el salon de baile. La gracia y el donaire de este paseo infunde gracia y donaire a la parej a que baila. Este ademan de sutileza y gracia se mantiene durante todo el baile. El esperado solo de bombardino, fiel velador de la tradicion de la danza, va a quebrar la candorosa cantinela para convertirse en el heraldo del virtuosismo instrumental de nuestra musica. Por eso las orquestas de baile se esmeran en conseguir el mejor bombardino. Asi se destacan Angel Mislan Huertas, Domingo Cruz, Cocolia y el mismo Morel Campos. Esta danza llegara a ser el ritual de nuestra vida social, el molde justo por el cual pasa la juventud de varias generaciones. Es la academia y la balanza de nuestro criteria social. Es la oportunidad para el discreteo amoroso, para la fntima revelacion de amorosos reclamos y de tiernos reproches. i Que de secretos guardan De tu lado al paraiso, No desconfies, Cede a mis ruegos! La danza puertorriquefia revela la burguesfa aristocratica de nuestra sociedad. Se es mas agraciado cuando mejor se baila la danza. Hay quien siempre prefiere una a las demas. La danza preferida viene a aunar las relaciones amorosas de la juventud asi coma los lazos de amistad mas sinceros . .Todavia recuerdan algunos su danza preferida. Todavia esta viva esa ensofiacion. La danza de Morel Campos recoge la hidalguia de nuestro ser borincano; los matices mas delicados de la cortesia que unidos hacen una delicia. La vida cobra un valor inapreciable con ella, la mujer puertorriquefia acrecienta su gracia y su ternura; la feminidad se ennoblece. Hay quien habla hasta de la belleza de la fea. EI caballero dirige la danza; es el responsable de su ejecucion, decide los pasos y su ÂŤgraciosa parejaÂť los slgue con esmerada prestancia. Como la danza revela el orden de nuestra sociedad, el hombre rige el destino
de la danza de igual manera que rige el destino del hogar. La mujer es el remanso donde se cristalizan los votos de la felicidad conyugal y donde se mece placido el sentimiento del hombre futuro. La danza de Morel Campos es la divisa de esta sociedad. Su tematica es rica; no se limita a la ensofiacion romantica. Tiene gozo de mediania dorada y en ella se manifiestan los valores de la estructura social puertorriquefia de la epoca. Las danzas de Morel Campos abarcan todos los ambitos de nuestra sociedad insular. De ahi precisamente la gran variedad de su obra y la multiplicidad de :ms facetas. Por la gran diversidad y las variadas modalidades que despliega en su danza no podriamos asegurar que Juan Morel Campos sea el protagonista de toda su obra musical. Tal vez sea el mejor cronista de su epoca. Su obra es el mural donde se retrata toda una generacion, toda una epoca y toda una vida de pueblo. Supo ver y expresar en su musica el amplio panorama sentimental de su pueblo. Parco en su decir cotidiano, reservado en sus opiniones, con una clara disposici6n pa"ra hacerse de amistades, poco conocemos de su yo in· timo. Este escaso conocimiento de su personalidad ha dado margen a la leyenda. Nuestro pueblo sabe forjar fantasias magnificas que engalanan nuestro acervo cul· tural y poetizan nuestra existencia. Ademas, la tematica de su obra contribuye a que se tejan interpretaciones romanticas de su condicion animica. La mayoria de sus danzas, engarzadas, forman un collar de frases amorosas que ban servido para que personas ingeniosas hayan creado fantasias poeticas. Sin em· bargo, estos titulos no siempre coinciden con el espiritu del texto musical, ni mucho menos con el sosten rit· mico. Valdria la pena citar los casos de la controversia Maldito amor, El asalto o De tu lado al paraiso para hacer clara, esta afirmaci6n. Se desprende de todas ellas un marcado lirismo sentimental donde la frase musical casi siempre es reina y senora de la danza. La danza mo· reliana tiene una raiz Unica, y un disefio insustituible pese a las magnificas combinaciones ritmicas, a su ad· mirable manejo de los matices, y sobre todo, al logro de la pluralidad arm6nica. Al azar se pueden escoger Suefio de amor, compuesta en el afio terrible del 87, Felices dias, Tormento, Ausencia, Tuya es mi vida, Toda coraz6n, Bendita seas, Tu imagen y tantas otras. Todas ellas estan concebidas en marcos ritmicos distintos. En cada una de ellas el contorno mel6dico es particularisimo, pero la construccion tematica de la cancion va siempre en actitud ascendente. Morel Campos tiene el mas genuino y extraordinario sentido de arquitectura musical de todos nuestros compositores de danzas. Esto es posible por su dominio del elemento de lo dramatico y por su predileccion por lo inusitado. Basta recordar a Di que me amas, magnifico ejemplo de esta tecnica. Por otro lado encontramos un curioso parentesc'O entre al· gunas de sus danzas. Las frases iniciales de Tormento y Candorosa· son hermanas gemelas. No podriamos atestiguar cual se deriva de cual. Cabe la posibilidad de creer que ambas danzas fueran concebidas bajo la misma rafaga de euforia artistica. Como si fuera poco es clara su pasion por emplear moldes identicos de esqueleto ritmico en danzas distintas como es el cas0 de la ya mencio~ada Candorosa y la expresiva No desconfies.
Para Juan Morel Campos la danza puertorriquefia no tiene patron fijo. No puede tenerlo, porque su danza esta por eucima de toda abstracci6n musical. La condi· ci6n ritmica sirve a veces de pretexto para desarrollar el discurso melodico. Otro tanto ocurre con el desdobla· miento de las partes centrales. Morel Campos se interesa en la unidad global de la danza. No conoce las trabas de un disefio austero como el usado en las dan· zas que le anteceden. No hemos encontrado ejemplos de danzas suyas que aparezcan trabajadas en el disefio arcaico. Ni siquiera en su primera epoca, ni en Maldito amor, del afio de 1884, afio de la muerte de Manuel Gregorio Tavarez. Partamos de esta danza para sostener la tesis de su originalidad. No podemos citar cronol6gicamente ninguna otra obra anterior que no sea El sopapo, de 1870, la cual conocemos solo de 11ombrl!. Maldito amor nos deja ver la reciedumbre de su personalidad artistica, espontanea, dramatica y expresiva. Es una revolucion ritmica, ya que en ella se logra el encabalgamiento del ritmo a base de facetas acentuadas. De esta epoca comienza el espiraJismo intangible de SU obra que ha venido a engalanar nuestra leyenda musical. Es menester considerar que Morel Campos, a pesar de que toma prestado el disefio original de su maestro Tavarez no asume la responsabilidad de continuar la obra de este. Es una reacdon a aquella. La danza de Morel Campos es una modalidad romantica distinta a la de Tavarez que obedece principalmente al giro es· trepitoso que en aquel entonces va a tomar nuestro mundo de ideas. Morel Campos inicia su danza; su danza ilnica. El impacto dramatico que produce la danza de Morel Campos es tan poderoso que absorbe toda la produccion de esta indole de SU epoca. Va mas alla. Se convierte en el sello de la sociedad puertorriquefia y recurrir a ella es afincarse definitivamente en los valores de esta sociedad. El fenomeno musical, como era de esperarse, ha es· tado presente durante todo este desenvolvimiento social. .. Pero la musica dejaria de ser musica si no se hi· ciera parte integrante de todo este maridaje. Con la danza de Morel Campos comienza el manoseado decir de «aire de la danza)), Esto, (por que? ... (Aca· so no tiene una notacion musical definida? ... Posiblemente una notacion musical que es el pretexto para mantener viva una idiosincracia telurica incapaz de ser expresada en la medida musical. (Que es entonces el aire de la danza? Es "el gesto de interpretacion con sabor folklorico un mensaje que hace posible la comunion de un pueblo en la religion de su superacion humana. La danza moreliana es la consecuencia de muchos otros factores. No es de dudar que el mas destacado sea la condicion politica que se arrastra con ella. Lo que aparece como una insistencia es lo puertorriquefio; quien sabe si lo expresado en tono desesperado en la obra de Tavarez, se convierte en resoluci6n placida y conformista en la obra de Morel Campos. En esta el contorno melodico, pese a su gran variedad estilistica, fluye espontaneo, sin modalidades desesperadas. Este decir, en la danza moreliana, es sereno y terso, sin tribulaciones. El dramatismo que asoma inesperadamente en muchas de las danzas de Morel Campos es propio del dra· ma que se inicia en nuestra vida en los momentos de la
37
plenitud de su obra. Ese gesto de inseguridad de nuestro mundo politico y social queda retratado perfecta mente en su danza. Por eso su melodia es huidiza y ver tiginosa. Cuando la vamos a captar ya se nos ha ido Ese nerviosismo elocuente es el que da paso a los mas grandes momentos de todas SUS danzas. Luego qm lleva una frase musical a las mas grandes jerarquias de purificaci6n la deja perder porque no le interesa c porque a lo lejos ya despunta otra que le complace mas Es un deseo inaplacable de captar belleza; es un frene si de aspiraci6n constante. Morel Campos deja de ser el musico para convertirse en el poeta de la idea musical y es de ahi precisamente de donde emerge el sentido de la forma tan propiamente suyo. Como ese sentido de la forma trasluce un momento de la vida de nuestro pueblo necesariamente tiene que ser imperecedero. Todavia nos mueven las mismas dudas, las mismas vicisitudes, Ia misma inseguridad y hasta la misma postraci6n conformista que se destaca en la danza de Morel Campos. Todavia tenemos, aunque nos pese, parte de esa epoca con nosotros. Nos pa-
rece impropio que nos adulteren y no.s mixtifiquen nues¡ tra danza moreliana con interpretaciones esporadicas. La danza de Morel Campos es la plasmaci6n mas lograda de nuestra condici6n animica. Ha dejado de ser bailable y se ha convertido en for. ma de arte, arte puramente puertorriquefio. c:Quien sabe si pasadas estas categorias se convierta en forma canci6n? c:Por que no decirlo asf? Si es un mensaje que nos llega hecho canci6n y que anida en su seno el espf~ ritu de esa misma cadencia vertiginosa, inconstante, pero sumisa y humilde que da el perfil de nuestra personalidad. La danza de Morel Campos ha ido con nosotros al bautismo de nuestra sociedad organizada, No es impropio hablar de su misi6n social si consideramos estos pormenores. Ha estado a nuestro lado constantemente. Esto nos lleva a pensar que todos somos hijos de la danza puertorriquefia y especialmente de la de Juan Morel Campos por la acertada relaci6n sanguinea y porque todos hemos crecido consciente o inconscientemente al calor de su remanso maternal.
l
DOCUMENTOS PUERTORRIQUE&OS
Un Programa de Gohierno en 1511 Por ISABEL GUTI~RREZ' DEL ARROYO
E L IDEAL MISIONERO ADSCRITO A
LA CONQUISTA y A LA CO· lonizaci6n del Nuevo Mundo por las hulas alejandrinas de 1493 vino en conflicto muchas veces con el m6vil econ6mico naddo de la entrafia misma de aquella epica empresa. Una pagina temprana de nuestro haber documental - la Instrucci6n que Fernando el Cat6Iico entrega al Teniente de Gobernador, Juan Cer6n, y a su Alguacil Mayor, Miguel Diaz, el 25 de julio de 1511 1 - muestra el juego de dichas fuerzas a las que el vaiven hist6rico, atizado por las humanas ambiciones, puso en conflicto. Muestra asimismo la voluntad del Cat6Iico Moiiarca de lograr ya en aquella fecha el equilibrio entre ellas. Antes de detenemos en los puntos ilustrativos a nuestro prop6sito de dicho documento, conviene tocar siquiera de pasada los acontecimientos y circunstancias hist6ricas generadores de aquella pugna. Las hulas alejandrinas expedidas en 1493 impusieron a los Reyes de Espana la misi6n apost6lica de propagar la fe cristiana en el Nuevo Mundo. Por las Bulas de 3 y 4 de mayo de 1493 el Sumo Pontifice declaraba que en virtud «de la autoridad del Omnipotente Dios a Nos en San Pedro concedida y del Vicariato de J esucristo que ejercemos en las tierras .... damos, concedemos y asignamos» a los Reyes de Castilla y de Le6n y sus sucesores, todas las islas y tierras firmes halladas y por hallar. Pero junto con la soberanfa que sobre dichas tierras se conferfa, el Pontifice agregaba esta encomienda: «OS mandamos ... procureis enviar a las dichas tierras firmes e islas, hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y expertos, para que instruyan a los susodichos naturales y moradores en la Fe cat6lica y les ensenen buenas costumbres, poniendo en ello toda la diligencia que convenga ... » Diplomas pontificios posteriores fijaron concretamente las prerrogativas y responsabilidades que al efecto correspondian a la Corona. Por Bula de 16 de noviembre de 1501 ( Eximiae Devotionis Sincerita$) se concedi6 a los Reyes «percibir y llevar licita y libremente» en
todas las islas y provincias los. diezmos, a condici6n de «dar y asignar dote suficiente a las Iglesias que en las dichas Indias se hubieren de erigirio, con la cual sus Prelados y rectores pudieran sustentarse y ejercitar c6modamente ·el culto divino. Aigunos afios despues, el 28 de julio de 1508, el Pontifice Julio II concedi6 a la Corona el privilegio de erecci6n y organiza~i6n de todas las iglesias de America: que nadie las pudiese erigir ni construir sin el expreso consentimiento de· la Corona; que tuviesen y ejerciesen el derecho de patronazgo y el de presen· taci6n de arzobispos; obispos·, prebendados y benefi• ciados. 2 • Todas estas concesiones erigieron a la Corona de Espana en cabeza de la Iglesia en America. Es obvio el grado de supeditaci6n de la Iglesia al Estado en materia de gobiemo administraci6n. Q;:,_ed6 instituido el «Estado-lglesia» segiln lo denominara Fernando de los Rios, y que con certera precision define asf Silvio Za· vala·: «la organizaci6n politica que se enfeuda· a la fina· lidad trascendente de la Iglesia y que trata de combinar sus facultades de orden humano con la misi6n re' . ligiosa». 3 Al adscribirse por dichas hulas alejandrinas de 1493 esta finalidad misionera a la conquista y colonizaci6n del N1:1evq Mundo, la empresa cobr6 para la Corona de Espana el caracter de problema de conciencia. Venfa ella comprometida a proveer los medios. para la evangeIizaci6n del indio y la salvaci6n de su alma, obligandose en conciencia a desterrar los obstaculos que pudiesen impedir la realizaci6n de aquel fin. Habfa, sin embargo, junto a esta finalidad misionera, otro objetivo nacido de la entrafia misma de la conguista: el econ6mico, y que muy pronto y de modo grave iba a entrar en pugna con aquella finalidad. Porque la conquista de America, no cabe duda, fue una empresa econ6mica. Tenfa que serlo. Toda actividad humana, por raz6n de la misma naturaleza del hombre, tiene implicaciones econ6micas. El hombre es un ser eco-
1. Vease su texto en el Boletln Hist6rico de Puerto Rico, San Juan, P. R., lmprenta Cantero Fernandez y Co., 1914-1927, 14 vols., II, p. 67 ss.
2. Textos de la bulas en el Boletin de Historia Puertorriquena, San Juan, P. R., 1948-1950, 2 vols., I, p. 302 ss. 3. Cf. Silvio Zavala, La Colonizacj6n Espanola en Amirica, Buenos Aires, Bmec6 Bditores, S. A., 1944, p. 56.
y
39
n6mico. De modo, pues, que la conquista y colonizaci6n de America plante6 el grave problema de armonizar estos dos fines, ambos validos, ambos .insoslayables. Sin embargo, su diversa categori'.a moral hizo dificil la armonia y provoc6, en ocasiones, agudas crisis en la administraci6n indiana. Explicable es, pues, que la Corona diera seria atenci6n al objetivo econ6mico; de el dependia el arraigo de la acci6n colonizadora que suponi'.a, entre otras cosas, el resolver el problema capital de satisfacer las legftimas ambiciones de mejoramiento material de colonos y pobladores. Habian ellos abandonado y arriesgado cuanto posei'.an, incluso sus vidas, al trasladarse y aclimatarse en un nuevo media geografico desconocido, donde el peligro asediaba de tantas maneras. En justicia les correspondfa una retribuci6n material. Ahora bien, si el espanol querfa obtener lucro de su empresa, venfa obligado a utilizar el brazo indi'.gena en las faenas mineras y en las agrfcolas de subsistencia. Pero a este respecto existfa una sima casi insalvable entre los dos distintos sistemas de vida, el espa:fiol y el indfgena. El indio antillano vivfa en un regimen econ6mico de subsistencia; para el la economi'.a de lucro que trataba de implantar el espanol careci'.a de sentido. Miembro ademas de una sociedad primitiva, sus costumbres, mas faciles y libres, no se acomedian al esfuerzo ftsico continuado y a la mas dura disciplina que el regimen econ6mico espa:fiol les imponi'.a. Esto, unido a la ausencia del afan de lucro, explica su renuencia a contratar libremente sus servicios. Cuando en 1508 se inicia la colonizaci6n de Puerto Rico, habi'.a ya el precedente de la experiencia adquirida en la Isla Espanola respecto de la convivencia con los indios. Destacanse en esa experiencia americana previa al establecimiento de nuestra primera fundaci6n, Caparra, tres hechos decisivos. El· primero, la declaraci6n sabre la libertad legal del indio hecha en 1500. Tuvo por fin esta declaraci6n, primera de su clase, el desaprobar el intento de Col6n de proveer a la Corona de una lucrativa fuente de ingresos con el trafico de indios caribes esclavos. El segundo, la orden de marzo de 1503 prohibitiva del trabajo compulsorio. Para esa fecha ya se tenfa conciencia de los efectos nocivos de tal sistema. Por aquella medida se dejaba al indio libre para contratar, o no, sus servicios, y en caso afirmativo, seri'.a s6lo mediante el pago de jornales. El tercer hecho decisivo, la cedula de 20 de diciembre de 1503, revocatoria de la medida prohibitiva del trabajo compulsorio. Qued6, pues, legalizado el sistema de repartimientos, es decir, el trabajo compulsorio mediante pago de jornal y mantenimiento. Porque se habfa comprobado que la orden prohibitiva del trabajo compulsorio habia resultado ineficaz y, aun mas, perjudicial a los intereses econ6micos de La Espanola, ya que si se dejaba libre al indio, este abandonaba las labores mineras y agri'.colas y hufa del trato de los espanoles, imposibilitando la obra de evangelizaci6n. Conviene tener presente que junta a la declaraci6n del principio de libertad legal del indio, subsisti'.a la condici6n de esclavitud li'.cita para los indios adquiridos en calidad de esclavos mediante rescates, para los cautivos de guerra y para los que no se avenian a vivir en polici'.a. Dentro de esta ultima distinci6n cai'.an los llamados indios canibales, los caribes de las indias comarcanas. Esta ex-
cepci6n de esclavitud li'.cita permiti6 la provlSlon de mano de obra esclava en nuestra Isla y posiblemente fue su principal fuente. ' El lector habra apreciado en el corto lapso que cubre el esquema anterior la trayectoria zigzagueante de la polftica de la Metr6poli respecto del indio. Era ello efecto de la tension entre las dos fuerzas que hemos analizado: los principios eticos y religiosos que la Metr6poli veni'.a comprometida a hacer valer con el pueblo aborigen y los intereses econ6micos. Los primeros imponi'.an a la Corona la responsabilidad de velar por el bienestar corporal del indio, de asegurar su supervivencia. S6lo asi podrfa cumplirse con la misi6n religiosa de la evangelizaci6n y salvaci6n de su alma. A la luz de la anterior exposici6n, el documento puertorriqueno que hemos de analizar presenta particular interes. El fin de dicho documento es fijar las pautas de gobierno que por voluntad del Rey Cat6lico debfan poner en vigor Juan Cer6n y Miguel Diaz, Alcalde Mayor y Alguacil Mayor, respectivamente, en el gobierno de la Isla de San Juan. Esta «Instrucci6n», ya lo advertimos, lleva la fecha de 25 de julio de 1511. Consta ella de trece artkulos y, de ellos, cinco versan exclusivamente sabre los indios, su buen trato, doctrina, trabajo, etc.; tres, sabre asuntos econ6micos e igual nilmero sabre asuntos religiosos; uno sabre politica de avenencia con Ponce de Le6n (Ponce y sus partidarios quedaban destituidos de sus oficios en el gobierno de San Juan, oficios que habri'.an de servir Ceron, Diaz y sus tenientes), y otro, sabre los caribes y c6mo prevenir sus incursiones. De los articulos de dicho documento el segundo es el que introduce el tema de los indios. Por el se encar· ga que en las minas anden todos los indios que buenamente puedan, teniendo «mucho cuidado» y poniendo «gran diligencia para que los indios sean muy bien tratados e industriados en las cosas de nuestra santa Fe cat61ica y no sean maltratados como lo ban sido algunas veces en La Espanola». Se advierte luego que siendo la Isla de San Juan pequena y no grande como La Espanola, podra haber «muy buena orden», mejor que en La Espanola. Este artfculo es un claro ejemplo del juego entre las dos fuerzas que venimos considerando, el m6vil econ6mico y la responsabilidad misionera. Observese como se apreda a que vaya el mayor numero a las minas - son ellas la principal fuente de riqueza - ; de otra parte se pone tambien gran empeno en el buen trato del indio. Pero no debe olvidarse que era precisamente en las faenas mineras donde mas se abusaba de la fuerza y resistencia del indio. Si el trabajo minero los agotaba fisicamente al extrema de poner en peligro sus vidas, (c6mo iba a cumplirse con la responsabilidad que en conciencia correspondia de «industriarlos» en las cosas de la fe? Otro artkulo, el quinto, abunda tambien en la necesidad de que acudan indios a las minas estipulando que todas las personas que tuvieren indios de repartimiento «O en otra cualquier manera», deberi'.an llevar a las minas la tercia parte de ellos. La voluntad de conciliar estos intereses aparentemente opuestos, se observa asimismo en el artkulo tres. En 4. Cf. Silvio Zavala, La E11comie11da Indiana, Madrid, 1935, Cap. I.
40 ,.
el se exhorta a traer a San Juan de las islas comarcanas los mas indios que se pueda, pero previniendo que «Se les haga muy buen tratamiento»; especificamente, que «no se les eche ningunas cargas a cuestas, ni cosas de peso, porque se les hace mucho embarazamiento ... » Conviene recordar que estos indios rescatados en las islas comarcanas venian casi siempre en calidad de esclavos y que en muchos casos se esclavizaban ilegalmente. Fue por esta raz6n que la expedici6n de rescate lleg6 a considerarse una de las practicas mas reprobables de la acci6n colonizadora indiana. Sin embargo, en el empeno de conseguir el brazo indfgena, se dejaba el portillo abierto para la comisi6n de· ilicito cautiverio. La transportacion de cargas por los indios, tema secundario en el articulo tercero que acabamos de considerar, es el asunto principal del duodecimo. Por el manda el Rey no consentir ni dar lugar que se echen cargas a cuestas a los indios para que «non se quebranten». Y advierte, con manifiesto sentido economico, que de no ser asi «no se puede haber provecho de ellos ... en las minas». Ya para esa fecha tenfa noticias el Rey Catolico de la protesta levantada por los defensores del indio en La Espanola, a causa de las excesivas cargas que se le obligaban a transportar y, aprovechando esa experiencia, advierte a Ceron y a Diaz que guarden lo decretado para aquella Islay bajo las mismas penas. Reitera, ademas, que hagan que «los dichos indios sean muy bien tratados con aquel amor y buen tratamiento que convenga, pues sabeis el fruto que se recrece en ser bien tratados». El repartimiento constituye el tema del articulo septimo. Recuerdese que para 1511 el repartimiento, es decir, el trabajo compulsorio mediante paga, estaba legalmente en vigor. Se argilia que esta institucion al hacer factible la explotacion economica, aseguraba la supervivencia de la colonia, a la vez que fomentaba el concurso entre el pueblo indigena y el espafiol. Esto redundaba en bien del primero porque aprendia el indio a vivir en policia y facilitaba el instruirlo en las verdades de la fe catolica. Es, pues, explicable la preocupacion e insistencia del Rey en el articulo septimo de nuestro documento; para que se le remita informadon fidedigna sabre los repartimientos. Inquiere sabre el nilmero de indios que hay en la Isla, cuantos estan repartidos, cuales sirven bien y cuales mal, cuantos vecinos hay y los indios repartidos que tiene cada uno, asi de «naborias de casa» como de los que ban de llevarse a las minas. La «buena doctrina de los indios» es el asunto exclusivo del articulo decimo de la «lnstruccion». Se aduce que para «el servicio de Dios Nuestro Senor» y para bien de los indios nuevamente convertidos de la Isla de San Juan, «Conviene se tomen los mas indios que se pudieren haber para los doctrinar y ensenar como se hace en la Isla Espanola»; en ello cchabeis de tener mucho cuidado y solicitud». Apoyo su peticion en el hecho de que los indios ya doctrinados «podran dar muy buena doctrina a los otros y de ellos la tomaran muy mej or que de nadie». Pondera la eficacia de este metodo
cuando afirma que con el se lograria «mucho fruto y SUS animas Se redimiran y salvaran de que Dios sera muy servido». Termina exhortando a que se ponga en este asunto «el recaudo, cuidado y diligencia que vereis que conviene». Huelgan los comentarios: el «EstadoIglesia» cumplia asi con los imperativos nacidos de la naturaleza que le fuera impuesta por las hulas alejan· drinas. Los articulos restantes (fuera del que traza la politica a seguir para lograr la avenencia con Ponce de Le6n, y del ultimo que versa sabre la prevencion contra los asaltos caribes) se dividen por partes iguales entre afanes econ6micos y responsabilidades de Patrono Real. El sexto se ocupa de las salinas : del «muy buen recaudo» y «mucha diligencia» que en ellas hay que poner «para que granjeen de la manera que mas provecho a nuestras rentas convenga», fijando el impuesto real que por ellas habra de pagarse. Iguales prevenciones incluye el articulo novena, pero aplicables, en este caso, a la industria minera; sabre el mismo asunto trata el artkulo quinto, del cual ya nos ocupamos al tratar de los repartimientos. Las responsabilidades de Patrono Real, ·independientemente de la evangelizacion del indio, determinan el contenido de los artkulos cuarto, octavo y undecimo. El cuarto y el undecimo amonestan sabre los deberes religiosos y en general sabre normas cristianas de conducta: que se hagan pregones contra el juego y las blasfemias; que se provean los medias para impedir violaciones contra la abstinencia de carnes en Cuaresma, terminando con la siguiente advertencia: «en esto debeis tener mucho cuidado, pues sabeis cuanto Nuestro Senor sera deservido de lo contrario». El octavo ordena que «luego en llegando procurareis con la mas diligencia que se pueda que se haga en la Isla un monasterio de frailes de San Francisco, porque es religion y personas de quien se recibe muy buena doctrina y mucha consolacion». Advierte que es necesario que haya en la Isla clerigos y frailes que administren los sacramentos y curen de la salud de las animas, porque desde que asi se hizo en La Espanola y se celebro con toda reverencia el Santo Sacrificio y se administraron los sacramentos, plugo a Dios Nuestro Senor «Cesar en ella las tormentas y los terremotos». Por el mismo articulo ordena la construccion de la iglesia para que se reserve en ella el Sacramento, aconsejando ccque sera bueno que se nombre de la advocacion de San Juan Bautista, pues que esa dicha Isla tiene su nombre». Esta voluntad de lograr el equilibria entre dos fuerzas, que se revelaban inconciliables - de modo tan obvio puesto de manifiesto en este documento puertorri-· queno -, fue nota dominante de las piezas legislativas con que Espana trato de estructurar un regimen de convivencia entre indio y el espanol. Fue asimismo la tension entre estos dos tan vitales intereses lo que en buena medida determin6 los movimientos contradictorios que muchas veces siguio en su trayectoria, en la primera mitad del siglo dieciseis, la legislacion definidora de la posicion jurfdica y social del indio.
41 0
San Juan en 1880 Par ARTURO C6RDOVA LANDRON
E N 1880 SAN JUAN ES AUN UNA CIUDAD RELIGIOSA
y MILI-
tar. Entre sus blancas almenas dijerase contempia:r nostalgica el cerrado horizonte por donde ya no emproan las veleros piratas de las pasados tiempos. Cercada por baluartes y murallas, llena de iglesias y cafiones, es austeramente mfstica y guerrera. Por sus calles silenciosas y estrechas ambulan alegres soldados de Espafia y clerigos de teja y manteo. Templos y cuarteles, clarines y campanas dan a la esclarecida ciudad un alma romantica y un perfil marcial. Por la epoca en que Salvador Brau llega a la capital de la isla subsiste el tipico pavimento con cantos rodados del rfo, constituyendo las aceras unas gastadas losas de cantera traidas de Canarias en 1784. No hay alcantarillado, acueducto ni luz ele_ctrica, aunque la ciudad ya esta completamente edificada en todo su amurallado perfmetro, delineados sus barrios extramuros de la Marina y Puerta de Tierra; definitivamente trazadas sus calles y erigidas sus casas de rojos ladrillos y argamasa. Cinco monumentales puertas ferradas comunican la ciudad con el exterior. La celebre Puerta de San Juan al oeste, en remotos tiempos la entrada al recinto amurallado; la de San Justo, al sur, en donde las Capitanes Generales recibian las Haves de la invicta ciudad; la de San Jose, sabre el viejo Matadero, y la de Santa Rosa, que conducia al cementerio de Santa Maria de la Magdalena, ambas al norte. Superandolas a todas par lo gigantesca y cicl6pea hallabase la doble Puerta de Santiago, hacia el este, demolida con la de San Justo hacia el 1892. Sabre el profundo foso entre estas dos puertas monumentales tendfase un puente levadizo con pontones de polea y cadenas para levantarlo. A las viejas lamparas de aceite del siglo xv111 han sucedido ya las faroles de gas fluido que desde 1820 vierten sabre calles y muros vagarosas penumbras. Con su quebrado perfil de antigua urbe marroqui -precipitandose al mar por la vertiente del cerro en que se inclina-, San Juan es una ciudad austera y monastica, hecha de contempladones y silencios, entre fortalezas y castillos roqueros. Toda evoca entre sus apretados muros el misticismo de las dias de Santa Teresa y San
42 0
Juan de la Cruz. De suerte que a no ser par el fervido mar que la circunda San Juan es coma Avila o Soria en la estepa castellana... Aqui coma alla rodeada esta de almenas y torreones; nombres de martires y santos llevan sus calles, sus castillos y sus plazas; de luto riguroso vistese en la festividad de Todos las Santos; y muda se torna y tragica en la solemnidad de la Semana Santa, celebrando el incruento sacrificio de Cristo con la mas alta devoci6n cristiana. Aqui coma alla, aunque ya no existe el Santo Tribunal de la Inquisici6n que el obispo Manso nos trajera, la Santa Madre Iglesia esta presente en todas partes sin dar reposo al pensamiento ni tregua al espiritu. Para ello en nuestra vetusta organizaci6n politica prevalece el sentido teocratico-militar. El hogar, la familia, la escuela, saben de sus disciplinas severas, hasta mas alla de la muerte.
* * * La ciudad aun se significa par sus magnfficas mansiones solariegas de clasico tipo colonial, con encalado zaguan que se alonga entre penumbras; patio enlosado al fondo con aljibe de ancho brocal, y amplia y sefiorial escalera. Poseen, ademas, estas casas el doble encanto de sus persianas y sus balcones, refugio sefiero de las discretas doncellas que ya en el siglo xvn inmortalizaba el cronista don Diego de Torres, considerandolas las mas hermosas mujeres de todas las Indias; y que, por honestas, recatadas y de tan lindo juicio, todos los hombres prudentes debian de venir a casarse a Puerto Rico. Porque es pe piedra todo es sonoro en la ciudad; y porque esta llena de rinconadas y oquedades medrosas, en ella todo retumba con eco resonante. A toda hara, indistintos y discordes, percibense las mil ruidos urbanos: el lejano preg6n de las buhoneros, el confuso cantar de las gallos, el triangulo musical de las barquilleros, la flauta melanc61ica de las amoladores, las canciones de corro por alamedas y plazas bajo el rojo dose! de las flamboyanes ... A veces, henchido de emoci6n y afioranza, es el preludio armonioso de un piano inimdando de acordes la
calle silenciosa; la pesada carreta de bueyes que pasa lenta sobre los pulidos cantos rodados; el jibaro arisco y magro, caballero en desmedrado rocin hacia los mercados, 0 1 por contraste, la charolada victoria del Capitan General que retorna a la Fortaleza desde los jardines de la Convalecencia. Sobre todos estos ecos y rumores se alongan y resuenan incesantes los claros clarines de los cuarteles y las voces polifonicas de las campanas. San. Juan, que es catolica urbe de iglesias y conventos, llena esta de espadafias y campanarios. Las campanas del convento de San Jose, en lo alto de la ciudad primitiva, camino del camposanto; las de Catedral, frente a la silenciosa Caleta; las de San Francisco, en el centro mismo de la ciudad; las de Santa Ana, en la ruta al puerto; las de las Carmelitas Calzadas, en la empinada calle del Santo Cristo. Las de Parvulos, las de San Ildefonso, las de las capillas del Cristo y la Concepcion ... Las campanas tafien resonantes en visperas y maitines. Vibran alegres por los que nacen y doblan tristes por los que mueren. Repican jubilosas en bodas y bautizos. Se las escucha al despuntar el dia, desde la misa del alba ; y al caer la tarde, para la novena y el toque de queda. Cuarteles y castillos prestigian la ciudad, segunda plaza fuerte de toda la America, dandole heroico perfil marcial. En el centro de la urbe alzase la plaza de .Armas frente al Palacio de la Tesoreria, alta, cuadrangular, maciza, imponente, como hosca vision de Castilla; la de San Francisco, recoleta entre olorosas acacias y en suave declive a la sombra de un cuartel y un convento; la de Santiago, con la estatua en bronce del conquistador de Puerto Rico y la Florida; y la de San Jose en lo alto de la ciudad, antesala sombria del convento de dominicos y lugar de lagrimas y duelos ... Si la ciudad se contempla arida y hoscq, en su estrecho drculo de piedra, en cambio su vision de castillo medieval se acentua al lado alla de las fortificaciones, cuando traspuesto el Bastion y la Puerta de San Justo, al sur, umbria alameda a la vera del mar, sefiala el Paseo de la Princesa entre encendidos flamboyanes ; o cuando al lado alla del Baluarte y la Puerta de Santiago, hacia el este, el Paseo de Covadonga prol6ngase bajo el follaje espeso de los almendros. Ailn no ha huido de la vieja ciudad colonial el inefable encanto de las cosas de antafio. Umbrios jardines la circundan. Silenciosas glorietas son rincones de ensuefio; y plazas y alamedas prestlin a su apacible existencia un lento ritmo de tropical languidez. De noche, a la luz de sus faroles, todo queda sumergido en misteriosas penumbras: las casas, las gentes y las cosas. A veces ocurre que, en medio del vasto silencio y entre esta capelardente luz de anochecer, pasa el santo viatico hacia la mansi6n de un moribundo. i El viatico de 1880 ! Entonces en la sombra suena con melancolico son la campana de la parroquia y la campanilla que lo precede y anuncia. Como a una secreta consigna la calle desierta se llena de undivagas luces. Arriba y abajo tiemblan y se agitan las lamparas votivas y los cirios encendidos. Leves voces, amortiguados rumores, pasos sigilosos por donde se abren puertas y ventanas largo tiempo cerradas. i Que inquietud y que pesadumbre en el alma de todos por el que va a morir I... De subito suena un clarin lejano. Redoblan unos
tarribores entre vibrantes voces de mando. El viatico pasa ya ante el cuartel de Artilleria y la guarnicion presenta sus armas a los acordes de la Marcha Real. c:No parece, acaso, que estamos en Castilla, entre los heroicos muros de la ciudad de Avila y en los tiempos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa? ... San Juan tiene ailn la brumosa apariencia de una ciudad provinciana, sin forasteros ni violencias urbanas. En su apacible interior, donde se amortigua el rumor de vida de sus calles agrisadas y tristes, la vida carece de complicaciones y complejidades. Es, sin duda, una autentica ciudad colonial entre sus viejos muros de oxidadas piedras. Ailn hay ruidosas competencias de volantines por las azoteas y alegres peleas de gallos en el fondo de sus patios. Dianas, cabalgatas, alboradas y ferias con gitanos y ta116res 1 son las atracciones en las tfpicas fiestas patronales, celebrandose con inusitado esplendor los rosarios cantados de la Santa Cruz. Aunque las familias de calidad cultivan con amor la vida hogarefia, saben tambien de los goces que brinda la fortuna. En una epoca y un medio en que la mujer, por la moral social prevaleciente, es tan ductil a la influencia religiosa de la Espana absolutista y clerical, ellas aqui son tan diestras en los deportes como en el dominio del piano y el telar. La musica y el baile constituyen su mayor deleite, y ningiln deporte las entusiasma tanto como el de la equitacion. En este arte son ya famosas desde los lejanos tiempos del can6nigo don Diego de Torres, por su maestria en el dominio de las riendas y sus alardes de audacia montando a la jineta en los mas briosos corceles. Es asi como se las contempla en grupos bulliciosos en las fiestas de la Natividad recorriendo valles y montafias en alegres parrandas. Su acendrada dedicacion a la piedad, su religioso fervor, sin fingida mojigateria, no les impide concurrir a los salones llenandoles con su discreta y depurada gracia, distinguiendose preferentemen te en los torneos del amor y la galanteria. Ailn es cosa rara verlas sin duefias en la calle, camino de la visita o de la iglesia, y, como en los remotos dias de la colonizacion, son castas, piadosas y prudentisimas. Con gracia y distincion espontanea usan para la calle ampulosas y crujientes faldas, reminiscencias del hueco mirifiaque, que las hace irresistibles en las graves reverencias de la contradanza. Para estar en casa lievan unos blancos vestidos con sutiles encajes y discretos descotes. Dividiendosela graciosamente con una crencha se parten en dos mitades la cabellera undosa, recogiendola en artistico peinado, cayendola en largas trenzas por la espalda, o luciendola en rizados bucles como en los tiempos romanticos de 1830. Espronceda y Becquer son sus poetas favoritos, viendose a las mas apasionadas recitar con Hrica unci6n las octavas reales del Canto a Teresa y las Rimas inmortales. Mientras languidecen de amor leyendo a Lamartine y a Chateaubriand, los hombres viven apasionados por el bello sexo, prevaleciendo en los salones la nota galante y gentil, con una agudeza ingenita para las fl.ores ret6ricas que el romanticismo hace inevitables. La urbanidad y la etiqueta son estrictas en todo momerito. Para los que irifringen los canones de esta severa ortodoxia social hay tremendas sanciones. Altivos y valientes, los hombres dirimen las ofensas al honor con la
43 0
espada y la pistola, en campo abierto. Para el cumplimiento de estas severas reglas no hay excepciones. Tai como en la Espana de Jose Cadalso, «el color de los vestidos es triste; las concurrencias pocas ; la divisi6n de los sexos fielmente observada, las mujeres recogidas y los' hombres celosos». Ademas, j oh, atavismo de la herencia ancestral ! nuestro mayor defecto es el orgullo. «Cada particular -como afirma Cadalso en sus Cartas Marruecas-, funda su vanidad grandisima en haber tenido muchos abuelos.» La vida de sociedad, no obstante, es sencilla, morigerada y pacilica, caracterizandose por su amor a lo regional, el respeto a la familia y el temor de Dios. ::ie viste a la moda de Londres y Paris, existiendo una sociedad refinada en cuyos salones aristocra ticos se organizan fiestas suntuosas. Ya desde principios del siglo estan en boga los bailes franceses. El rigod6n, la gavota, el minue, la polca, el vals, se alternan con los bailes regionales. En los salones se comenta y se hace el amor, con la fruici6n tentadora que es para el hombre perenne anhelo frente a la mujer. Se discute de politica y se intriga en las imprentas y en las trasboticas, adonde acude la flor y nata de la intelectualidad criolla. Se habla de a,rte y de ciencia en la imprenta del sabio Acosta y de literatura y politica en la libreria de Gonzalez Font. En la catedra del Ateneo se declaman las estrofas de Gautier Benitez y Alejandro Tapia, y se escucha el verbo elocuente de Manuel Corchado. En los parnasillos literarios de la divina Lola, del parnasiano Elzaburu, del romantico Gautier, del enciclopedico Tapia, del satirico Fernandez Juncos, del elocuente Corchado se conspira sin cesar, mientras se crea un arte aut6ctono y ret6rico de legitima raigambre puertorriquefia. Aunque se habla oe arte y de literatura lo que a todos interesa, en realidad, es la politica, nuestro eterno afan. La politica, que siendo un arte, es tambien fuerza incoercible para estos hombres enamorados del derecho y la justicia. En todas partes y a todas horas se conspira y se intriga peligrosamente contra todos los protervos que sostienen el regimen absolutista y desp6tico. La literatura es s6lo un medio; el fin primordial inmediato es la patria y la libertad, de la que son todos fanaticos adoradores. Perseguidos, encarcelados, desterrados, los hombres se endurecen y vigorizan en la lucha por constituir ·un pueblo con honor. Sefialando errores y proyectando rutas, un fervoroso entusiasmo les anima; un ideal redentor les guia con el ardor y la impetuosidad que transmite al espiritu la insolencia de la tirania. Tales hombres pertenecen a una estirpe de recios caracteres, de politicos excepcionales por su integridad y su pasi6n. De esta profunda devoci6n por la patria toman ellos su fuerza extraordinaria para defenderla con la impavidez que luego les hara inmortales en la memoria de su pueblo. El sentido positivo y realista de la poUtica revistese de social trascendencia e indiscutible realidad. La politica es un arte vasto y complejo en nuestro medio tan precario. Se lucha por resolver grandes problemas politicos y econ6micos, por caros ideales de redenci6n social, por constituir una patria libre, por crear una conciencia nacional...
44
Lo que .nos falta ahora: comuni6n de prop6sitos, elevaci6n de ideales, dignidad colectiva, desinteres, cohesi6n, altruismo, hizo posible entonces la obra redentora. c:Que ha pasado para que .ahora vivamos los hombres sin aquel fervido entusiasmo por el ideal? c:Sin aquellos magnilicos ejemplos de sincero patriotismo, orientadores de la opini6n publica? c:Por que este marasmo, esta inerda, esta abominable crisis de los ideales de patria y libertad, de los sentimientos de elevaci6n y de concordia? c:Acaso nuestro egoismo y nuestra ambici6n, sobreponiendose a todas las causas nobles, son los culpables de tan tremenda bancarrota? ... Es asi como al sentido realista y positivo de la politica contemporanea ha sucedido la acci6n abstracta e intrascendente que arranca de nuestro espfritu las puras esendas que dieron intrepido entusiasmo a nuestros antepasados. La corrupci6n, la venalidad, la insinceridad, el rebajamiento de los caracteres, que luego hemos conocido agitandose con aterrador cinismo en el fondo de nuestra politica, si existian entonces, hallabanse ocultos, para dar paso, en cambio, al entusiasmo, a la abnegaci6n, al sacrificio, al desinteres, a la fe, que daban tono y temple a las almas de aquellos patriotas incorrup! tibles. Lo que fue una realidad intima y profunda, hace s6lo medio siglo, es hoy solamente una entelequia y un equivoco. De ahi que ideas y sentimientos que movieron y agitaron a los hombres del pasado en una vasta y firme solidaridad, ahora s6lo sirvan por desunirnos y dispersarnos, fragmentandonos cada vez mas, lanzandonos a la voragine de odios y rencores suicidas. Fernandez Juncos, Elzaburu, Blanco, C6rdova, Corchado, Acosta, Baldorioty, Celis Aguilera, Ferrer, Alonso, Jose Pablo Morales, son los que en la ciudad agitan la opini6n y mueven el pensamiento de la muchedumbre hacia las grandes reivindicaciones sociales. Abajo, el pueblo ailn se divierte dando al olvido los estigmas del coloniaje. El amor, el baile, el juego, las mujeres, el licor -la escuela en que por sendos siglos se le prostituye- todavia lo tienen como hechizado y embebecido. Tai es, a grandes rasgos, la epoca y el ambiente en la muy noble y muy leal capital de Puerto Rico, a media. dos de 1880, cuando, en esta insigne ciudad y entre estos hombres pr6ceres, hace su aparici6n el altisimo poeta ...
ARTURO C6RDOVA LANDR6N, escritor y periodista, naci6 en San Juan en 1883. Muy joven ailn ingres6 en el periodismo. Pue redactor de La Correspondencia, El Carnaval, El Clamor del Pais (segunda epoca) y colaborador de Puerto Rico Ilustrado. Su ensayo hist6rico-biografico Salvador Brau: SU Vida, SU obra, SU epoca, publicado en 1949, fue premiado por el Ateneo Puertorriquefio. Dej6 ineditas dos novelas hist6ricas inspiradas en los problemas del choque de culturas a que Clio origen en 1898 el cambio de soberania en Puerto Rico. El trabajo que publicamos es el capitulo VIII de la obra mencionada.
\
SAN JUAN Vista c;lesde el Castillo de San Crist6bal
.. 45_
l
I u .....1............
ivo general de Puerto Rico
B rriquefia se ha organizado el Archivo General de
AJO LA DIRECCI6N DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTO-
Puerto Rico, en que se reuniran y conservaran, puestos aJ.akance de los estudiosos e investigadores, los documentos publicos de valor hist6rico de Puerto Rico. El Archivo cuenta ya con importantes fondos documentales procedentes de la Real Intendencia, la Audiencia Territorial, la Diputaci6n Provincial y otros organismos e instituciones de la epoca espafiola. ' â&#x20AC;˘
46
Una ley reciente exige la autorizaci6n del Archivo General para la destrucd6n de cualquier documento publico bajo la custodia del Gobierno. Peri6dicamente el Archivero visita las diferentes dependencias. del Gobierno y determina cuales documentos ban perdido SU valor adrninistrativo y deben pasar al Archivo General. ¡ En un futuro pr6ximo, y en virtud de una l!!Y del Congreso de Estados Unidos, tambien pasaran a la custodia del Archivo los documentos publicos trasladados a Estados Unidos a raiz de la ocupaci6n norteamericana de la Isla en 1898.
El Archivo ha iniciado el inventario de los documentos referentes a Puerto Rico que existen en los archivos ¡espafioles. Ha organizado, tambien, un archivo de micropeliculas y pr6ximamente comenzara la publicaci6n de documentos ineditos de nuestra historia. Para la organizaci6n del Archivo General, se ha obtenido el asesoramiento de los Archivos Nacionales de Estados Unidos, varios de cuyos funcionarios, entre ellos su director, doctor Wayne C. Grover, nos ban visitado para ofrecernos su orientaci6n y consejo. Miembros del personal de nuesti;-o Archivo, por ofro lado, ban recibido entrenamiento especial en los Archivos Nacionales de Estados Unidos. El Archivo General tiene su sede proVisional en el edificio numero 305 de la calle de San Francisco, en San Juan. Entre otras facilidades cuenta con una camara de fumigad6n al vacio y un taller para la restauraci6n y laniinaci6n de documentos. Dirige el Archivo el senor Luis Manuel Rodriguez Morales.
,â&#x20AC;˘
-
47 0
••I'.
Grahacio~es
Instituto de
E
C~tura
musicales del PueriorriqueY.A _
"' L INSTITUTO DE CULTURA PuERTORRIOUENA HA INICIADO
, un . programa para recoger 1en discos fonograficos las producciones musicales principales o caracteristicas. de nuestros mas destacados c.ompositores y 'de m.i.est!a musica folkl6rica y popular. El programa incluye las· siguientes series: 1) Serie historica (siglo xix y princi- , pios del xx); 2) Serie contempordnea; 3) Serie folklOrica, y 4) Serie popular. Se han grabado ya los dos primeros discos de la Serie historica: Obras de Manuel G. Tavarez, ejecutadas al piano por su hija la pianista Elisa Tavarez; y Obras de Jose I. Quinton, interpretadas por el Cuarteto Figueroa y la pianista Nydia Font. La serie incluira discos representativos de Juan Morel Campos, Federico y Heraclio Ramos, Julian Andino, Aristiµes Chavier y otros compositores del pasado. ' La Serie de mU.sica .contempordnea cuenta ya con las siguientes grabaciones: l)ivertimiento del Sur y Sonata en Sol para piano, del joven compositor Hector Campos Parsi, obras ejecutadas por musicos de la orquesta del Festival Casals; La bruja de Loiza y Sonata para Viola, de Jack Delano, ejecutadas por los artistas Jesus · Maria Sanroma, Walter Trampler, Inna Isem y Nyd~a Font; y Obras de Jose E. Pedreira, ejecutadas por Elisa Tavarez, J~sus M. Sanroma, Hilda Andino, Olga Iglesias, Henry Hutchinson, Esteban Moreno, Marta Montanez de Casals y Luz HutchillSon. Pr6ximamente se grabara un disco de canciones de arte de los compositores Amaury Veray, Hector CaJJ?.pOs Parsi, Monsita Ferrer, Jose E. Pedreira y Narciso Figueroa. lnterpretara las· canciones la soprano Maria Esther Robles, acompafiada al piano por Jesus Maria Sanroma. La Serie folklorica se ha iniciado con el disco Renadio del cantar folklOrico de Puerto· Rico, grupo de canciones recogidas por la profesora Monserrate Deliz, que interpreta la soprano Olga Iglesia, acompafiada por un coro. Esta en preparaci6n otro disco sobre la ptena, interesante modalidad de nuestra musica folkl6rica. La sei-i.e popular se iniciara pr6ximamente con la grabaci6n de un disco que recogera canciones de nueslros mas des!3cados compositores i>opulares.
MUllCA PVHfOUJOl)li.IA SIBE Df MUlfCA CONllMPOIANfA •MUM. J
ElllllHmi IHil 11111 S11r11j
lllu &1~111
k Est1b1 llrtll
111rr 111a11111 1111 11111111 llfll l11t1Nz n cm
•tut
t1'
.. '
'
•"'*'".. '
Sonata en I.a menor W\LTill rR.Ult't.kL•Wii
n •
MAllA.
~N•o•A.
......
La Bruja de Lolu
llllA
I
48
tNnnuro 01 CUUU•i••• JOl"°U•R•
l
1 NYDIA '1JHT
La industrializaci6n y sus consecuencias Par Josli M.
LA INDUSTRIALIZACION COMO MEDIO
.1
LA INDUSTRIALIZACION ES PARTE DE UN ESFUERZO MAYOR
encaminado a crear las condiciones necesarias para lograr el bienestar general. Los fines de la industrializaci6n estan, pues, subalternados a fines mas amplios y de ellos derivan su legitimidad. Sentada esta premisa, conviene ahora recordar cual era el estado de Puerto Rico antes de que se iniciara el proceso de industrializaci6n y par que se inici6 este. El panorama de Puerto Rico con anterioridad a 1940 era mas o menos el siguiente: imposibilidad de crear bienes en grado suficiente y de distribuirlos equitativamente; dependencia casi exclusiva en una agricultura de monocultivo; falta de innovaci6n tecnica; fuerza obrera no diestra, enferma y sin ambiciones, con habitos de trabajo de tipo feudal; un Estado debil, incapaz para enfrentarse a las problemas en forma conjunta y en diversos frentes a la vez; desproporci6n entre las capacidades de las clases dirigentes y las dilemas de la circunstancia; estructura social rigida y estratificada. Este era a grandes rasgos el panorama, esta la condici6n y la circunstancia. Ese era uno de las polos dialecticos de cualquier intento profundo encaminado a alterar aquella estructura. Tamar la circunstancia coma problema radical, innovar un cuadro de ideas para la acci6n, crear instrumentos . multiples para enfrentarse a ella, adoptar una disposici6n dialectica y flexible frente a ideas, fines y medias, esa fue en sintesis, brevisima, la actitud de las hombres del 1940. Y dentro de ese marco se encomienda a la industrializaci6n realizar determinados fines colectivos: disminuir el desempleo, crear capital, formar una fuerza obrera diestra y flexible, aumentar la proporci6n del ingreso nacional que va a la fuerza obrera y efectuar a la larga una alteraci6n en la vida de la masa, etc. Al principio se cree que la industrializaci6n puede llevarse a cabo par acci6n directa del Estado, y asi se hace. Luego, circunstancias de diversa indole motivan un cambio de tactica. Se cambian las medias: se formula un programa de incentivos (exenci6n de impuestos, facilidades de diversa indole a la empresa privada), se
LAZARO
depende mas de las industriales y el capital norteamericanos, etc. clmplican estos cambios un cambio en las fines mas amplios de todo el programa de reforma colectiva? l Quedan aquellos fines comprometidos par el uso de estos nuevos medias? cNo sera mas bien que las fines iniciales no podian conseguirse con las medias utilizados al principio? De todos modos, la realidad presente es la resultante de las opciones concretas tomadas cuando se adoptaron las nuevos medias, y es a ella a la que debemos concretarnos en nuestro analisis.
Consecuencias sociales del proceso de industrializadi6n. -AI analizar las consecuencias sociales del P.roceso de industrializaci6n debemos separar ciertos procesos que actuan paralela y simultaneamente con el y que concurren a formar los perfiles de la nueva sociedad. Me refiero especialmente a la guerra mundial, con sus consecuencias de movilidad, aceleraci6n de contactos, traslado de grupos enteros de poblaci6n a contextos desconocidos, y me refiero a la migraci6n que constituye probablemente el mas importante factor de cambio en la sociedad puertorriquefia despues de la guerra. Concedamos, ademas, de partida, las dificultades de analizar la nueva sociedad, de apresar su naturaleza. De todos modos apuntemos ciertas notas visibles de esta nueva realidad. Algunas son ya una realidad, otras se perfilan coma tendencias. Es urbana y no rural, aunque habra una zona indeterminada en que se mezclaran ambas notas; no es agricola - la fuerza obrera ha cambiado de eje hacia ocupaciones no agricolas ; es niovil - moverse de una parte a otra, de una ocupaci6n a otra, de una clase a otra, sera cada Vez mas SU no ta definitiva; Sera mas estratificada; no sera pobre-al menos en el sentido, pongamos par caso, de 1820; acaso sera mas uniforme, pero pudiera ser mas diversificada,¡ el Estado no serd la estructura dominante; los procesos politicos cambiaran de contextura ; se han alterado y continuaran alterando los procesos de formaci6n de los cuadros dirigentes. cHasta d6nde es la industrializaci6n responsable de este nuevo perfil? Ya dije que no es posible aislar el proceso de la industrializaci6n de otros procesos - la
49
guerra mundial y la migraci6n, por ejemplo, que actuan paralela y simultaneamente y concurren a la produc~ cion de una nueva sociedad. P,or otra parte, el pleno efecto de la industrializacion no es visible todavia y no podra serlo hasta tanto esta alcance el doble caracter que la constituiria en proceso dinamico de cambio : 1) que se nutra de si misma; 2) que desarrolle dinamicas de direccion automaticas, internas al proceso mismo. Puerto Rico es una sociedad que se industrializa; no es todavia una sociedad industrial. Por ese SU caracter incompleto, ailn no pueden ni deben atribuirse a la industrializacion determinados problemas, que tanto preocupan a la opinion publica actualmente, como el aumento en la tasa de divorcios o de abandono de menores, o de la delincuencia juvenil, etc. Recuerdese que otros procesos actuan conjuntamente con este. Sin embargo, cabe sefialar algunos fenomenos atribuibles al proceso de industrializacion: 1) determinado desequilibrio ecol6gico de la actividad economica desplazamiento hacia determinadas zonas (San Juan, Ponce); 2) desequilibrio interno entre la agricultura y las industrias manufactureras; 3) empleo de mujeres en situaciones de disciplina industrial donde antes esta condici6n no se daba; 4) diferencias en la estructura de salarios; S) desequilibrio entre los empresarios locales y los norteamericanos - muchas de las nuevas fabricas dependen de personal dirigente, capital y tecnica norteamericanos. Perspectivas: Puerto Rico entr6 en el proceso de industrializacion para unos fines muy determinados, que por conveniencia podriamos Hamar habilitar las condiciones del bienestar general. Esos fines eran mas inclusivos que los de programa de industrializaci6n mismo y suponian que a este habrian de acompafiar fines mas amplios, tales como el incrementar el bienestar general y proveer las condiciones dentro de las cuales pudiesen las personas encontrar un marco de alternativas que les permitiesen buscar la vida buena. Luego, el supuesto central del programa era que habrian de regir sobre el unos fines explicitos, susceptibles de direcci6n por 6rganos, agentes e instrumentos
en los que se encontrase un consenso de los fines generales de la sociedad. La disyuntiva presente es la siguiente: si el proceso alcanza su plena madurez dentro de las condiciones que ya sefialamos, lSe le podra continuar dirigiendo hacia sus fines primarios y fundantes o alcanzara una dinamica y estructura internas, con sus propios fines, que le pongan fuera del alcance de 6rganos, agentes e instituciones portadores del consenso de los fines basicos de la sociedad? lDeterminara el proceso de industrializaci6n el que la estructura social sea de una naturaleza tal que impida o retarde el que los fines basicos puedan obtenerse, si estos discrepan de los internos al proceso mismo? lEntonces, quien dirige a quien? Apurando los terminos: lquien manda en nuestra sociedad? lUil proceso que se rige de por si y en si, o la sociedad a traves de sus mecanismos rectores? lEn que etapa nos encontramos: md.s acd o mds alld del punto en que el. proceso se convierte en irreversible yen que son ya tantos los centros de decision y los fines que se persiguen que ya no existe un conjunto de fines generales de la sociedad como tal? lExiste hoy aquella comiln decision que se manifesto tan potente en 1940? Finalmente, c:que se quiere y quien lo quiere? c:Quien es el actor central en el futuro de Puerto Rico? Estas son preguntas que una sociedad consciente tiene que formularse, pues una sociedad no es un mecanismo ciego y sus leyes no estan presididas por el fatalismo necesario de las leyes fisicoquimicas. Una sociedad es una union de personas capaces de escoger los fines que se proponen alcanzar y de adoptar los medios a ellos conducentes. Cualquier intento de sustituir las tradiciones culturales que han moldeado el pensamiento y la vida de los pueblos durante muchos afios por una civilizacion cosmopolita artificial no s6lo produce un empobrecimiento espiritual, sino que afecta adversamente a la misma existencia fisica de un pueblo. La lucha contra la miseria no puede tener como meta la mera difusi6n de la prosperidad material, sino el dar a cada miembro de la sociedad la oportunidad de participar activamente en la vida de la mente y del espiritu.
50
,.
.. . ~
>