DEFARrAWENTO DE SANIDAD DE PUERTO RICO E. GARRIDO MORALES, M.D., Dr.P.H. COMISIONADO
CAMPAÑA ANTI-TUBERCÜLOSA
EL TRATAMIENTO DE LA TUBERCULOSIS EN EL HOGAR
Por el Dr. J, RODRIGUEZ PASTOR Especialista en l'uberculosis del Departamento de Sanidad de Puerto Rico.
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SAN JUAN, P. R. NBaOOIADO DE Matesiales, Impeknta, t Teanspobtb 1935
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DEPARTAMENTO DE SANIDAD DE PUERTO RICO E. GARRIDO A10RALES, M.D., Dr.P.H. COMISIONADO
CAMPAÑA
AMTI-TÜBERCÜLOSA
EL TRATAMIENTO DE LA TÜBERCÜLOSIS EN EL HOGAR
Por el Dr. J. RODRIGUEZ PASTOR Especialista en Tuberculosis del Departamento de Sanidad de Puerto Rico.
SAN JUAN, P. B. ■
Negociado de Materiades, Imprenta, t Transporte 1935
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NOTA PRELIMINAR
La cartilla presente se ha preparado para combatir uno de los grandes obstáculos que ofrece el tratamiento de la tuberculosis en
el hogar: La ignorancia de los familiares del paciente y del paciente mismo en cuanto a la manera de conducir el tratamiento. Natural mente, que no pretendemos que esta cartilla sustituya al médico.
Todo tuberculoso debe hallarse continuamente bajo la vigilancia de un facultativo, y los consejos y direcciones de éste deben recibir la más cuidadosa atención del enfermo y sus familiares. A falta de médico particular, el enfermo debe asistir a las consultas de tuber culosis de la Unidad de Salud Pública más cercana.
Esta cartilla solamente tiene por fin presentar al enfermo y a sus familiares, en forma sencilla y explícita, una exposición escrita
de las mismas indicaciones que éstos reciben del médico, con el objeto de que les sirva de memorándum para referencia diaria. J. R. P.
EL TRATAMIENTO DE LA TUBERCULOSIS EN EL HOGAR
TISIOFOBIA
Antes de escribir sobre el tratamiento de la tuberculosis en el
bogar es necesario decir algunas palabras sobre esa aberración del sentido común, producto de la ignorancia y del egoísmo humano: la tisiofobia (terror de la tisis). Un poco de conocimiento es a veces más perjudicial que la igno rancia crasa. Muchas personas que se tienen por muy entendidas conciben la tuberculosis como una enfermedad tan contagiosa como
el sarampión o la viruela y creen que basta respirar el mismo aire que respira un tuberculoso para contraer inmediatamente su enfer medad.
Tales personas llegan a sentir un terror tan intenso por la tuber culosis, que rayan en maniáticas en su ansiedad por defenderse del contagio. No se atreven por nada del mundo a visitar un sanatorio anti-tuberculoso. Tienen una vaga idea de que la atmósfera en estos sitios no contiene los componentes ordinarios, sino que es más bien una densa nube de gérmenes mortíferos, que entran ávidamente por boca y nariz de todo el que allí respira a pulmón Ueno. Algunos tisiófobos, personas de buena voluntad, pero dominados por completo por su miedo morboso a la tisis, no se eximen de visitar aquellos de sus amigos que padecen de tuberculosis, por no pecar de inatentos; pero se muestran tan excesivamente precavidos en el curso de su visita que dejan al enfermo sumido en intensa depresión de ánimo.
Llegan al cuarto del paciente con un pañuelo empapado en al coholado, que acercan a la nariz de vez en cuando en la idea de que, oliendo alcoholado, no pueden oler gérmenes. Se sitúan a cuatro o cinco metros del enfermo, y sostienen la respiración mien tras el enfermo habla, respirando tan sólo cuando se llevan el pañuelo empapado en alcohol frente a la nariz. Al volver a su casa des pués de la visita se dan un baño con alcoholado y se lavan la cara con una solución de sublimado corrosivo.
No tratamos de dar a comprender que no se deban tomar ciertas precauciones al acercarse a un tuberculoso. La tuberculosis es una
enfermedad contagiosa, que puede transmitirse de una persona a otra. No está bien besar ni abrazar a un tuberculoso, ni menos acercarle los niños para que jueguen con él; no es bueno acer carse mucho a un tuberculoso descuidado que tose continuamente sin cubrirse el rostro, y no es prudente visitar sin necesidad a tuberculosos ignorantes que escupen en el piso y no se mantienen limpios. Pero ambos extremos son perniciosos. Tengamos siempre buen cuidado de tomar las precauciones necesarias sin herir la
susceptibilidad del paciente con actitudes groseras, y sepamos cuá les precauciones debemos tomar y cuáles no. Muchas de las pre cauciones que toman los tisiófobos son innecesarias, además de ser
crueles para el paciente. No hay peligro alguno en pasar un rato en la habitación ventilada y limpia de un tuberculoso que cuida de su persona y sabe disponer de sus esputos. No hay excusa en estos casos para sostener la respiración ni usar pañuelos empapados en
alcoholado, ni para lavarse la cara con una solución de sublimado después de la visita.
La tuberculosis no se transmite por el aire con la facilidad que muchas personas creen. Si el paciente sabe cuidar de sus esputos y la habitación es limpia, clara y ventilada, se puede respirar a pul món lleno dentro de ella sin temor alguno de inhalar gérmenes que puedan causarnos daño.
Una vez que la enfermedad se ha detenido, cuando el paciente apenas tose ni expectora, cuando no hay fiebres ni otros síntomas de
actividad y el esputo no contiene gérmenes de tuberculosis, se puede vivir y trabajar con una persona 'que haya tenido tuberculosis sin peligro alguno para la salud, especialmente si esa persona es educada y ha aprendido a tomar las precauciones que todo enfermo tubercu loso consciente de sus deberes debe aprender. II LA NECESIDAD DE CUIDARSE A TIEMPO
La necesidad de un diagnóstico temprano en la tuberculosis no será nunca bastante encarecida. Tan importante es, que de esto
depende en gran parte el éxito o el fracaso del tratamiento. Toda persona que tenga síntomas sospechosos de tuberculosis debe ir sin
dilación donde un médico competente, sometiéndose a un minucioso examen general, que incluya una radiografía del pecho.
Los familiares del paciente muchas veces son culpables de que este llegue a un grado avanzado de la enfermedad sin recibir los be
neficios de un tratamiento adecuado. Por miedo a que se enteren
los vecinos, y por mal entendidas consideraciones al enfermo, prefieren mantenerse alejados del médico, contentándose con las engañosas, pero halagüeñas, seguridades que les dan los "curiosos" y demás curan deros de oficio, y creyendo sus disparatadas opiniones en cuanto a la supuesta naturaleza de la enfermedad, o bien, obstinados en no acep tar la verdad dolorosa, van de un médico a otro basta que encuentran uno que piadosamente (?) les engaña. Entonces ya se dan por sa
tisfechos, y mientras tanto el infeliz paciente sigue debilitándose, basta que la enfermedad ha asumido tal gravedad que no se necesita médico para hacer el diagnóstico. La tuberculosis viene casi siempre acompañada de fiebres. Fiebres
que se repiten con frecuencia por las tardes, especialmente si el paciente tiene tos, deben siempre infundir fuertes sospechas de tuber culosis pulmonar. A veces la fiebre ocurre sin que el paciente se dé cuenta. En estos casos, el termómetro es el mejor medio de des cubrirla. Cuando hay dudas debe tomarse la temperatura del pa ciente varias veces al día (especialmente por la tarde) por espacio de dos o tres semanas.
Una bronquitis de más de dos meses de duración, dolores frecuen tes en el pecho, debilidad inexplicable, pérdida de peso, expectoración de sangre al toser, sudores nocturnos, una afección tenaz de la gar ganta cuya causa se desconoce, frecuentes ataques de dispepsia, deben inducir al paciente a consultar al médico sin pérdida de tiempo, pues cualquiera o varios de estos síntomas pueden indicar el principio de una tuberculosis.
La causa específica de la tuberculosis es el llamado "bacilo de Koch", un germen que se encuentra en los esputos de las personas afectadas de tuberculosis pulmonar.
Toda persona que padece síntomas sospechosos de tuberculosis debe enviar su esputo a un laboratorio. Sin embargo, no debe con fiarse demasiado en un solo examen del esputo. Si el resultado es
negativo la primera vez, debe enviarse el esputo dos o tres veces más a intervalos de algunos días. Hay que recordar que una persona puede estar tuberculosa sin que el bacilo de Ivoch aparezca
en el esputo. Así, pues, aunque el examen de esputo sea negativo, si hay síntomas sospechosos y el médico lo prescribe, debe instituirse el tratamiento.
Toda persona con síntomas de tuberculosis debe tomarse una ra diografía del pecho. Los Rayos X constituyen el medio más eficaz que existe boy para diagnosticar la tuberculosis, ya que permiten descubrir esta enfermedad mucho antes de que el análisis de esputo 7
sea positivo, j aun antes de que aparezcan síntomas o signos físicos de consideración.
La tuberculosis es una enfermedad traicionera.
Acecha sus víc
timas, busca la ocasión propicia, y entonces las ataca; pero de tal modo, que en la mayor parte de los casos la víctima no se da cuenta de que ha sido atacada. El principio de la tuberculosis es casi siem pre muy poco dramático. Puede simular un catarro común, una
dispepsia corriente, una afección más o menos molesta de la gar ganta, un paludismo leve; y el paciente casi siempre sigue su vida
ordinaria en el trabajo creyéndose "casi bien", hasta que vienen los síntomas graves, alarmantes, que marcan la verdadera naturaleza
del mal. Por eso, por ser una enfermedad tan engañosa la tuber culosis, es que debemos estar constantemente alertas contra ella.
En ocasiones la tuberculosis se inicia con síntomas agudos, y puede confundirse con la influenza, la liebre tifoidea, la pulmonía o la malaria. Este ataque agudo puede durar varias semanas, al cabo de las cuales el paciente se restablece sin que se sospeche la natura leza del mal. Más tarde, sin embargo, los síntomas se recrudecen. La tuberculosis no es una afección limitada solamente a los pul mones. Puede atacar cualquier parte del cuerpo humano, y hay tu
berculosis de la piel, de los huesos, de las glándulas, de las coyun turas, de las meninges, del peritoneo, del cerebro, de la sangre, de los ríñones, etc., etc.
Es fácil comprender, por lo que antecede, la diversidad de sínto mas a que pueden dar lugar los múltiples aspectos de esta enferme
dad. De aquí la importancia de consultar a un médico cuando sen
timos en nuestro organismo algo anormal, por leve que esta anor malidad pueda parecer a nuestros propios ojos. III PRINCIPIO
DEL TRATAMIENTO
Una vez que el médico, después de habernos examinado, nos ha dicho que padecemos de tuberculosis pulmonar, es nuestro deber deci dirnos a luchar con tesón hasta conseguir una curación tan completa como sea posible. No hay en estos casos ocasión alguna para cogernos pena. Nuestra suerte depende del valor con que afrontemos la si
tuación. Tendremos en nuestra lucha un aliado formidable, que no nos ha de abandonar un momento: La Naturaleza. Será una batalla
larga, tal vez de varios años; pero si la conducimos bien, hay muchas probabilidades de éxito a nuestro favor. No olvidemos un momento
que la tuberculosis es una enfermedad curable; que muchos se han
curado y se curan todos los años siguiendo los mismos procedimientos que nosotros hemos de seguir.
Lo primero ha de ser conseguir una habitación bien ventilada, con un buen balcón o un patio donde podamos pasar la mayor parte del día al aire libre. Se puede levantar una tienda de campaña en el patio, colocando en ella una camita militar, y de este modo gozar de mucho aire tanto de día como de noche. También se puede co
locar la cama en un balcón o galería protegido por ramas de palma contra la lluvia, y, cuando no hay fiebre, podemos pasar el día en una hamaca o silla de extensión en el balcón o patio. El descanso en cama es indispensable en el tratamiento de la tuberculosis. Demás
están todas las otras medidas que se tomen, si no se descansa sufi cientemente.
La habitación del enfermo tuberculoso debe tener pocos muebles, y no debe tener cortinas, ni otras colgaduras de tela que puedan acu mular iDolvo.
Las ventanas de su habitación no se cerrarán a nin
guna hora del día o de la noche. Cuando la casa es terrera, se pro tegerán las ventanas por medio de tela metálica o traviesas de ma
dera, de modo que puedan dejarse abiertas sin temor alguno. El paciente debe llevar una vida muy metódica. Debe tener un
buen termómetro, siempre que sea posible, y tomarse la temperatura todos los días a las 9 de la mañana, a las doce, a las dos, a las cuatro, a las seis de la tarde, y a las ocho de la noche. La temperatura se toma colocando el termómetro debajo de la lengua por cinco minutos, y el resultado se anota en un pedazo de papel para enseñárselo al
médico. El paciente debe pesarse semanalmente y anotar el peso. Si se hace ejercicio por prescripción facultativa, la cantidad y ca lidad del ejercicio deben también anotarse. Para anotar la temperatura, se puede usar el siguiente esquema: TEMPERATURA
A. M. 9:00
M. 12:00
P. M. 2:00
P. M. 4:00
•
P. M.
P. M.
0:00
8:00
DomiiiRO Peso Horas de descanso en la cama durante el día.
Después de almuerzo, el enfermo debe tratar de dormir durante
dos horas. Esta siesta es muy provechosa, porque divide el día en 9
dos partes, eliminando así el cansancio que regularmente siente el tuberculoso por las tardes. Después de la siesta el enfermo se siente tan reanimado como por la mañana. Por la noche, a las nueve, es ya hora de dormir; y por nada debe distraerse al enfermo con visitas o conversaciones de familia
hasta altas horas de la noche, como es costumbre en algunos hogares. Las comidas deben ser a horas regulares, y fuera de esas horas
el paciente no comerá nada. La costumbre de comer un pedazo de dulce ahora, tomar una taza de café después y un mantecado más tarde, a cortos intervalos, destruye a menudo el apetito y daña el estómago, dificultando la curación. Es mucho mejor tener horas re
gulares para todo, dando así buena oportunidad a los órganos di gestivos para que digieran bien los alimentos. El enfermo tuber
culoso debe hacer todo lo posible por conservar sus órganos digestivos en la mejor condición posible por medio de una alimentación sana, variada y metódica.
El clima es de secundaria importancia en el tratamiento de la tuberculosis. Si bien es verdad que el aire frío de las montañas be
neficia a muchos pacientes, hemos de aceptar que un tuberculoso puede curarse en cualquier clima, siempre que siga el debido trata
miento, y que resulta contraproducente, en muchos casos, separar al paciente de su hogar y su familia para llevarlo a lejanos y extraños parajes, donde tal vez lo exponemos a grandes miserias y sufrimientos que han de disminuir su vitalidad. IV EL DESCANSO
Hemos dicho que el descanso es una de las medidas más impor tantes que se conocen para curar la tuberculosis. Mientras hay fieire que pasa de 37.5". centígrados, y pulso, que aun descansando, pasa
de 90, el^ paciente no debe levantarse de la cama bajo ningtma cir cunstancia.
La cama del enfermo debe tener un buen colchón, y las sábanas, fundas, etc., deben mantenerse escrupulosamente limpias. Siempre que sea posible, el paciente tendrá su cama en un balcón durante todo el día, de modo que goce plenamente del aire fresco. No es igual pasar el día en un cuarto que pasarlo en un balcón. Por
bien ventilado que sea el cuarto, el balcón es siempre mucho más conveniente para el enfermo afectado de tuberculosis. Se deben pa sar por lo menos ocho horas diarias al aire libre, en el balcón o en el patio. 10
Por la ncehe, si no dispone de un porch protegido contra la lluvia, debe dormir el paciente en un dormitorio que tenga ventanas por dos lados cuando menos, y estas ventanas deben permanecer comple tamente abiertas toda la noche. Cuando la casa es terrera, se pueden proteger las ventanas con traviesas de madera o con tela metálica,
según ya hemos explicado. La tela metálica es muy conveniente, porque, siendo fina, evita la entrada de los mosquitos, especialmente si se usa también en las puertas. Al lado de la cama, el paciente necesita tener una mesita con un
jarro de agua y un vaso, el termómetro, un reloj, las medicinas y al gunos libros o revistas para leer.
El termómetro, después de usarse, debe sumergirse en un vaso con una solución de agua sublimada, o de formalina al 2 por ciento, y conservarse allí.
Mientras tenga fiebre, el enfermo no se levantará de la cama.
Esta regla debe obedecerse con gran escrúpulo. Después que la ca lentura cede definitivamente, se le permite ir al cuarto de baño una vez en el día. Después se le deja sentarse un rato en una silla de ex tensión, al lado de la cama; más tarde se le permite tomar el desa yuno o el almuerzo en el comedor, y así, poco a poco y con mucho
cuidado, se le va permitiendo mayor ejercicio cada día, hasta que llega la época en que puede andar uno o dos kilómetros al aire libre sin que esto le ocasione daño alguno. ¿Puede un tuberculoso curarse sin acostarse en la cama?
Es
posible, desde luego; pero el que, sabiendo que tiene tuberculosis, se arriesga a seguir trabajando y se niega a acostarse, está jugando al azar; se está exponiendo a un riesgo grave que le puede costar la vida.
Es necesario acostarse al principio de la enfermedad, cuando hay mayores posibilidades de curación. El descanso en cama nunca hace daño, y siempre hace bien. Así, aun no teniendo fiebre, el paciente tuberculoso debe acostarse por varios meses al principio de su en fermedad. Y si hay fiebre, debe estar en cama tanto tiempo como sea necesario; no solamente hasta que ceda la calentura, sino aun mucho después que ésta haya cedido. El descanso en cama al aire libre aumenta el apetito, mejora la circulación, tonifica el sistema nervioso y ayuda a la cicatrización de la lesión tuberculosa.
Para los que sufren de síntomas activos, tales como fiebre, tos pertinaz, hemoptisis, o sudores nocturnos, el descanso en cama es
una medida salvadora; porque evita que sigan los venenos del ger men tuberculoso difundiéndose por el cuerpo, y da descanso al pul11
món, ayudando a que el foco de la enfermedad se cicatrice lo más pronto posible. La curación de la tuberculosis es siempre un proceso muy lento.
La cicatriz que se forma alrededor del foco es al principio fácilmente rompible, y puede destruirse con cualquier esfuerzo corporal. De ahí que sea tan importante el descanso al principio de la enfermedad. Manteniéndonos en la cama, damos ocasión a que esta cicatriz se so
lidifique, formando una pared resistente de calcio alrededor del foco, aislando así a los gérmenes destructores y evitando que sus venenos sigan haciendo daño al organismo.
El tratamiento de la txtberculosis es con más frecuencia cuestión de años que de meses.
No debemos olvidar esto. Por no recordarlo,
muchos han perdido la vida. El paciente afectado de tuberculosis
debe saber que su enfermedad es muy lenta de curar, y que re quiere continua atención; y debe mantenerse siempre en guardia, aun cuando parezca estar restablecido. ¡Cuántas veces un enfermo cree
hallarse completamente bien, porque no tiene fiebres, ni sudores noc turnos, ni tos apenas, j, engañado por este aparente bienestar, se entrega al trabajo excesivo, a la vida irregular y a los placeres, para caer nuevamente con síntomas más graves que antes! Son estas indiscreciones las que más dificultan el tratamiento.
Muchos que se pudieron curar, no se curaron por no tener suficiente fuerza de voluntad para seguir fielmente el tratamiento un año más.
Un año de tratamiento antituberculoso no significa precisamente un año en cama; pero sí un año de vida muy regular, muy tran quila, muy descansada. Después de levantarse de la cama, el en
fermo seguirá sujeto al régimen que le aconseje el médico, y no se apartará en lo más mínimo de sus prescripciones. Solamente así es posible conseguir una curación satisfactoria.
Aun después de sentirse perfectamente bien, y de haber sido dado de alta por el médico, la persona que haya padecido de tuberculosis
deberá llevar una vida muy metódica y sosegada durante todo el resto de su vida, sin olvidarse de las reglas de conducta aprendidas durante el tratamiento. Se acostará invariablemente antes y después del almuerzo, media hora antes y una hora después. A las nueve de la noche estará ya en la cama. Evitará todos los excesos. Pasará los domingos acostado en la cama o en una silla de extensión al aire
libre. Procurará trabajar en un sitio donde la ventilación sea per fecta, y, si le fuere posible, pasará la mayor parte del día al aire. Dormirá siempre en el sitio más ventilado que pueda conseguir. Se alimentará con alimentos variados, sanos, nutritivos y de fácil di gestión. 12
Aquellos que han tenido tuberculosis harán bien en aprender a ser lentos y tranquilos en todos sus modales. Hablar sosegadamente, en voz baja y suave, no tomar parte en discusiones acaloradas, pensar más que hablar, no apresurarse, no incomodarse por nada, no estar de pie mientras se pueda estar sentado, y no estar sentado mien tras se pueda estar acostado: tales hábitos de acción, que pa recen la filosofía de un vago incorregible, son precisamente los que cuadran a un individuo que tenga o baya tenido tuberculosis. Ser vago es una maldición en el mundo activo, y una bendición para el que padece de tuberculosis. Ser vago: expresa, concienzuda y re
matadamente vago, por lo menos durante el período de curación, es la cualidad bendita que salva a los tuberculosos. Durante la convalecencia, ya no precisa ser vago absoluto, pero
sí extremadamente apegado a la comodidad. El trabajo se hará acostado, siempre que se pueda, y, cuando esto no sea posible, se usará una silla de extensión, y si esto tampoco es posible, se usará una hamaca, y en último término una butaca, una silla o un banco. Si la naturaleza de la labor nos prohibe estar sentados, de pie en
tonces—no hay más remedio; pero tan pronto como se pueda, a descansar nuevamente. En una palabra, el trabajo más importante del enfermo tuberculoso es descansar; y mientras con más eficiencia
y voluntad se descanse, lo mismo en el período activo que en el de
convalecencia, más pronto y mejor se dominará la enfermedad.
LA COLAPSOTEEAPIA
hlo solamente se considera de importancia en el tratamiento de la
tuberculosis el descanso general del organismo, sino también el des
canso especial del órgano afectado. Varias de las medidas terapéu ticas más en boga durante los últimos años para atacar la tubercu losis han tenido por base el principio de que, consiguiendo que el pulmón afectado se colapso y descanse, se puede conseguir que se detenga o se cure definitivamente la enfermedad. A estas medidas que tienden a colapsar el pnlmón afectado de tuberculosis se les da el nombre común de colapsoterapia. Entre ellas, la más importante es el neumotorax artifiehl.
El neumotorax artificial se aplica por lo regular a aquellos pa
cientes que tienen un solo pulmón afectado, aunque en ciertas cir cunstancias puede aplicarse a casos bilaterales. Por medio de un apa rato especial se introduce, mediante nna aguja hueca, cierta cantidad de aire alrededor del pulmón enfermo. La aguja se inserta en el es pacio que queda entre dos costillas, y la lectura de un manómetro
indica cuándo atraviesa la pleura parietal y llega al sitio donde con viene introducir el aire. Poco a poco se va admitiendo éste, hasta
llegar a la cantidad conveniente, que suele ser desde 200 hasta 700 gramos o más, según las condiciones del caso y el criterio del especia lista.
La entrada del aire atmosférico al espacio que queda entre el pulmón y la pared torácica da por resultado colapsar el pulmón. Si se sigue, a intervalos frecuentes y regulares, introduciendo aire en
el mismo sitio, puede llegarse a comprimir el pulmón enfermo hasta
el extremo de dejarlo reducido a una pequeña masa de tejido denso. Muchos pacientes mejoran maravillosamnte con este tratamiento; pero tal operación sólo debe confiarse a médicos expertos, que estén acos tumbrados a hacerla, y hay que tener en cuenta que no todos los casos de tuberculosis pueden tratarse de esa manera.
Después que se ha practicado el neumotórax artificial una vez,
el pulmón tiende a inflarse de nuevo, y es preciso repetir la operación con frecuencia (regularmente una o dos veces por semana al princi pio, y cada 15 días después) por espacio de varios años. Ordinaria mente se estima que el tratamiento de neumotórax debe continuarse
sin interi'upción por tres años cuando menos. Seguido fielmente de este modo, es la medida más eficaz que se conoce para la curación de esta enfermedad.
Cuando hay muchas adherencias entre la pleura parietal y el pulmón es a veces imposible conseguir un neumotórax artificial sa-
tisfactorm. En algunos de estos casos pueden cortarse las adheren
cias mediante una operación llamada neuniolisis inirapleurál, hacién dose posible entonces el colapso del pulmón afectado. También se practica en estos easos una operación, llamada frenicectomía, que consiste^ en cortar en el cuello un pedazo del nervio frénico (que es
el nervio que controla el diafragma), paralizando así aquella mitad de ese músculo que corresponde al nervio cortado. Esto hace que el diafragma suba en el lado afectado, reduciendo así el volumen de la caja torácica y consiguiendo algún colapso del pulmón.
Otro método de los que se usan para obtener descanso del pulmón afectado de tuberculosis, es la operación denominada toracoplastia. Hay var;as formas de esta operación, pero todas tienden a reducir el
volumen de la caja torácica, mediante la resección total o parcial de vanas costillas, para colapsar el pulmón enfermo. Como se ve, el fin primordial es idéntico al que se persigue en el neumotórax arti
ficial. Ambas operaciones tienden a conseguir descanso para el pulmon enfermo. La diferencia consiste en que en el neumotórax se in14
troduee aire alrededor del pulmón para colapsarlo, mientras que en la toracoplastia se consigue este mismo fin reduciendo el volúmen del tórax en el lado afectado.
El colapso pulmonar, además de procurar descanso para la parte enferma, impide que se extienda la lesión: porque comprime muchos de los pequeños bronquios y los vasos linfáticos cercanos al foco, deteniendo de este modo la emigración de material infectado a otras partes del pulmón, y evitando la expectoración de bacilos, con lo cual se consigue también que el enfermo deje de ser peligroso para los que conviven a su alrededor. Al colapsarse el pulmón se cierran con frecuencia las cavidades, aún las de gran tamaño. Toda persona que padezca de tuberculosis pulmonar hará bien en consultar con un es
pecialista sobre la conveniencia de someterse al neumotórax artificial o a alguna otra forma de colapsoterapia. Esto debe hacerse sin pér dida de tiempo, pues el éxito de estas medidas depende mucho de la prontitud con que se instituyan. Afortunadamente, nuestro De partamento de Sanidad ofrece a todos los enfermos pobres la oportu nidad de someterse a estos tratamientos sin costo alguno. VI LA ALIMENTACION
¿ Qué alimentación debe tener un tuberculoso ?
No se pueden contestar preguntas de esta naturaleza sin expo nerse a ser demasiado dogmático: porque cada organismo. humano
tiene sus peculiaridades en cuanto a la digestión.
En general puede decirse que la alimentación del tuberc^oso ha de ser (a) variada, (6) sana, (c) abundante, pero no excesiva, (cZ) a horas regulares.
Hasta hace poco se creía que para curar a un tsiberculoso era preciso atiborrarlo de alimentos fuertes, y se prescribían huevos, le che y carne en cantidades que para individuos sanos se considerarían excesivas. A esto se le llamaba "sobre-alimentacion'.
El error de este método de alimentación puede verse fácilmente: cantidades excesivas de alimentos tienden a descomponer la diges
tión, y aunque por el momento pueden engordar al paciente, tarde o temprano acabarán por causarle trastornos gastro-intestinales, que han de empeorar la enfermedad. El método más prudente consiste en graduar la cantidad y calidad de los alimentos de acuerdo con los poderes digestivos del enfermo. Muchos pacientes pueden ali mentarse abundantemente e ingerir una buena cantidad de huevos y leche en el día sin sufrir el menor trastorno. Otros, por el con15
trario, no pueden digerir con tanta facilidad y necesitan que se les alimente con más cuidado y en menores cantidades. En ningún caso debe comerse con exceso. El tuberculoso nece sita alimentarse hien. Esto quiere decir que debe comer alimentos sanos y variados, que debe masticar bien, que debe tener buen cui dado de que su digestión sea perfecta en lo posible. No quiere decir que debe comer demás. Después de todo, no es la cantidad de ali mentos que ingerimos sino la cantidad que asimilamos, lo que nos
alimenta. El problema no está en comer mucbo, sino en comer hien. En climas cálidos como el nuestro, no pueden comerse carnes en
exceso sin padecer tarde o temprano de trastornos digestivos. La parte principal de la alimentación han de constituirla los vegetales, y tales alimentos concentrados como la leche y los huevos. Deben comerse ensaladas de alguna clase en las dos principales comidas del día. Debe tomarse leche en todas las comidas.
Las comidas deben ser variadas. El arroz y las habichuelas, aun que están bien para uno o dos días en la semana, no deben comerse
exclusivamente todos los días. Hay miles de platos sencillos que pueden confeccionarse con un poco de ingenio, usando una gran va riedad de alimentos, sin necesidad de gastar excesivas cantidades de dinero.
La mucha grasa en las comidas, las salsas excesivamente condi
mentadas y los alimentos fritos son por lo regular de difícil digestión y no se adaptan bien a los débiles poderes digestivos del tuberculoso. Deben, por lo tanto, evitarse.
^ Los ponches entre las comidas quitan el apetito y a menudo hacen más daño que bien. Tres comidas sanas y nutritivas al día es todo lo que necesita un enfermo tuberculoso; y mientras menos se coma
fueia de las horas regulares de estas tres comidas, mejor. VII EL AIEE LIBEE
_ En el tratamiento de la tuberculosis, el aire es una medicina: aire puro y fresco a todas horas del día y de la noche.
No basta con pasarse el día en un cuarto bien ventilado Es ne
cesario exponerse a la brisa, colocarse donde el aire entre y salga libremente, y se sienta en las mejillas la caricia estimulante del viento. Un halcón, un porch, una azotea, un patio; éstos son los
sitios donde el paciente afectado de tuberculosis debe pasar la mayor parte del día. Alpien ha dicho que se respira cien veces más aire puro a la intemperie, que en el cuarto más ventilado que pueda haber. 16
El paciente necesita gozar de la brisa, porque la brisa estimula la piel, y tonifica la circulación; y al hacer esto mejora el apetito, hace bajar la fiebre, disminuye la tos y fortalece el sistema. Cuando menos ocho horas en el día debe pasar el enfermo espuesto
a la brisa, en el balcón, el patio, o la azotea. Si hace frío, debe ir bien arropado, y en los días calurosos se protegerá contra el sol de la tarde; pero no debe dejar de tomar diariamente una dosis gene rosa de aire puro y fresco.
Es bueno recordar que en las azoteas o en los balcones altos el aire es casi siempre más puro y provechoso, porque contiene menos polvo y menos bacterias, y es un poco más fresco y estimulante. Por la noche se debe dormir con todas las ventanas enteramente
abiertas, y debe procurarse que haya ventilación de dos lados. No basta abrir una sola ventana, como hacen muchos pacientes, cerrando todas las demás. Se deben abrir todas las ventanas que haya, pero
por lo menos debe haber dos abiertas, que den a distintos lados. De ese modo se renueva el aire con más facilidad y se mejora mucho la ventilación.
La cabecera de la cama debe dar a una ventana abierta, y es
•a veces mejor colocar la cama en el centro de la habitación, que en
una esquina. Muchos arrinconan sus camas de tal manera, que pier den de gozar la mejor parte de la brisa saludable que corre en el cuarto cuando se establece una buena ventilación.
Aquellos que sean lo bastante afortunados para tener un buen porch donde pasar la noche, deben aprovecharse de este privilegio, porque el bien que ha de hacerles dormir de este modo ha de ser ■muy notable. La tienda de campaña es buena, cuando puede levan tarse uno de sus lados para dejar libre entrada al aire. La casa de campaña ordinaria, después que se cierra, no es todo lo ventilada que fuera de desear.
Después que una persona se acostumbra a dormir al aire libre, adquiere cierta inmunidad a las corrientes de aire, tan temidas por los que duermen encerrados; y se hace menos susceptible a los ca tarros.
Precisa aclarar que en esta enfermedad no convienen las respi raciones profundas, que pueden hacer daño al pulmón enfermo. La noción popular, común en Puerto Rico, de que la luz de la luna hace daño, y que no conviene dejar las ventanas abiertas cuando bace luna llena, no sea que los maléficos rayos vengan a ejercer su
influencia sobre los que duermen, es, como tantas otras nociones que .corren de boca en boca, enteramente falsa. 17
El hábito del aire libre debe cultivarlo el paciente durante su.
enfermedad, y conservarlo después de restablecido. Cuando se halle en condiciones de hacer ejercicios, todas sus actividades serán al aire libre. Andar es el mejor de los ejercicios para aquellos que han te nido tuberculosis. Correr a cabaUo y en automóvil son diversiones que puede permitirse con provecho el convaleciente, siempre con la anuencia del médico.
En algunos sanatorios se enseña a los pacientes a fabricar canas tos, pintar loza, preparar artículos de barro, encuadernar libros y
hacer una multitud de labores sencillas, que les sirven de recreo y a la vez les son- de utilidad para el futuro.
Muy bien puede el paciente aprender alguna de estas labores en su casa y practicarla en la cama o desde la siUa de extensión. Los
materiales se consiguen con facilidad, y siempre se encuentra algún amigo que sepa de estas cosas, y que se preste con gusto a enseñarlas. El paciente hallará en tales trabajos una distracción saludable y útüVIII
LA EXPECTORACION DE SANGRE Y LA TOS
La expectoración de sangre al toser es frecuente causa de alarnn^ y desencanto en el paciente afectado de tuberculosis.
No todos los enfermos que padecen de esta enfermedad expectoran sangre. Por lo menos el cincuenta por ciento de ellos nunca mani fiestan este síntoma.
La expectoración de sangre al toser no debe ser motivo de alarma
para el paciente. En la inmensa mayoría de los casos cede en poco tiempo si el enfermo se acuesta y permanece enteramente quieto.
Lo que nunca debe hacer una persona que expectora sangre, es correr, ni gritar, ni tratar de toser fuerte. Esto empeora la situación.
^ vez de mejorarla, porque la excitación estimula la hemorragia. El paciente debe en estos casos acostarse tranquilamente y perma necer tan quieto como le sea posible. Algunos pedacitos de hielo para tragar, y un gorro de hielo sobre el pecho, son medidas pro vee osas. Se hará venir un médico en seguida, y las direcciones de éste se seguirán al pie de la letra.
El enfermo procurará no hablar ni moverse de la cama durante vanos días.
Después que ocuire una hemorragia de esta naturaleza, el enfermo sigue expectorando pequeñas cantidades de sangre durante algunosdías. Esto va cediendo poco a poco si permanece quieto. 18
El que un paciente expectore sangre no quiere decir que esté precisamente en un grado avanzado de tuberculosis. Algunos tienen hemoptisis al p' rinci'pio de la enfermedad, cuando la lesión es muy pequeña. En estos casos la sangre viene de pequeños aneurismas que se forman en los vasos sanguíneos cercanos al foco de la enfermedad. Muchos se han curado después de haber tenido hemoptisis copiosas y frecuentes.
La expectoración de sangre puede ser el primer síntoma de la tuberculosis. Estos son los casos que por lo regular se curan con más facilidad: porque el paciente se alarma, va en seguida donde
el médico, y se somete a un buen tratamiento desde el principio. Si todos los casos de tuberculosis empezaran con hemoptisis, mu chos más se curarían.
Precisamente lo más malo de la tuberculosis es que es una en
fermedad engañosa en su principio: que empieza sin que la víctima apenas se dé cuenta, y que va ganando terreno sin ocasionar grandes dolores ni molestias. Si la tuberculosis empezara, como la apendi-
citis, con un gran dolor, todo el que adquiriese esta enfermedad iría donde el médico desde el principio, y serían muchos más los que se curarían.
En algunos casos de tuberculosis, la hemoptisis viene a ser lo que el dolor en la apendicitis: un aviso a tiempo que causa alarma
y hace que el paciente vaya en seguida donde el médico. Si el pú blico entendiera, como entienden los médicos, el valor de un primer síntoma enérgico al principio de una enfermedad peligrosa, se ex clamaría universalmente:
"Dios bendiga el dolor de la apendicitis, y Dios bendiga también las hemoptisis que anuncian el principio de una tuberculosis." La tos es el síntoma más molesto de la tuberculosis. Esta pro
bado, sin embargo, que la mayoría de los pacientes tosen de más. La tos de la tuberculosis se puede controlar perfectamente en muchos casos, y el enfermo que quiera saberlo no tiene sino que hacer la prueba, usando un poco de fuerza de voluntad. Cuando hay flema en el pecho, naturalmente esta flema debe salir, y es preciso entonces que el paciente tosa para expectorarla; pero muchas veces la tos es seca y en estos casos puede dominarse con relativa facilidad. Una bebida fría, y en otros casos una bebida caliente, tomada poco a poco, pueden servir para aliviar la tos cuando ésta es exce siva y no puede calmarse por otros medios; pero los mejores cal mantes para la tos son la cama y el aire libre. Los que siguen fiel
mente el tratamiento de descanso absoluto al aire libre son los que más fácilmente y con mayor prontitud dominan la tos. 19
De todos los síntomas de la tuberculosis, la tos, que es con fre
cuencia el primero en aparecer, es regularmente el último en desa
parecer. Muchos pacientes siguen tosiendo aun después de sentirse completamente bien, y esta tos puede persistir por varios años, des pués que todos los demás síntomas ban desaparecido. IX EL USO DE MEDICINAS EN LA TUBERCULOSIS
No deben tomarse hiedicinas de ninguna clase a menos que éstas sean prescritas por el médico. Los "patentizados" en forma de ja rabes, "vinos" y emulsiones, tabletas, pildoras, etc., que se anuncian en los periódicos para la curación de la tuberculosis, son remedios
engañosos que, en la inmensa mayoría de los casos, sólo sirven para echar a perder la digestión del paciente. Algunos enfermos igno rantes se hacen de ilusiones con medicinas de esta naturaleza, porque Fulano les dijo que Zutano se había curado con tal o cual jarabe, y compran el patentizado para hacer la "prueba". Lo trágico de todo esto está en que "la prueba" muchas veces determina un desen
lace fatal; porque la tuberculosis humana no es enfermedad en que se puedan hacer experimentos terapéuticos sin correr gravísimos pe ligros.
A veces una medicina de esta naturaleza determina el principio de una gastroenteritis crónica que destruye toda posibilidad de cu
ración. Pero el mal que hacen al tuberculoso "las medicinas paten tizadas" que auuncian los periódicos no se limita al efecto que éstas puedan tener en la digestión del paciente. El gran mal de estos en gañabobos terapéuticos está en el desvío que causan en la mente del
enfermo, quien, si es ignorante, como a menudo sucede, fácilmente se deja seducir por la palabrería del anuncio, desobedeciendo las ad
vertencias del médico en la esperanza de que el milagro se efectúe y la medicina del anuncio lo cure sin necesidad de seguir régimen alguno. Las consecuencias no tardan en dejarse ver. En ocasio nes puede habm- una falsa mejoría, como tan a menudo sucede
en la tuberculosis, y esto da ocasión para que amigos y familiares se maravillen de lo milagroso de la "medicina" y para que el anuneiante reciba un testimonio con un retrato (para publicación) donde se le dice de cómo su nunca bien alabado menjurje está salvando a la humanidad doliente. El paciente entonces se exhibe por las calles de su pueblo, para dar idea de su buena salud y poder decir a los admiradores vecinos: "Yo soy el caso aquel que se curó tomando el jarabe de X". Para mejor probar que está curado, nuestro paciente 20
vuelve al trabajo, baila, se retira a altas boras de la noche, sus
pende el neuinotóras, si lo estaba recibiendo, y cree innecesario seguir el régimen de vida aconsejado por el médico. Entonces viene el gran desencanto. Se inicia un intenso decaimiento. Se presentan fiebres altas, la tos se recrudece y el paciente "curado" está peor que nunca, y cuando llama al médico nuevamente puede que sea ya demasiado tarde.
¿Qué mal ha causado el patentizado del anuncio a este enfermo? Le ha hecho perder un tiempo precioso, lo ha desviado del camino de su curación para lanzarlo por extraviadas e inseguras veredas, lo ha
engañado haciéndole creer que iba camino de la salud cuando iba camino de la muerte; lo encontró lleno de esperanza y lo ha dejado sumido en la desesperación.
¡Cuántos tuberculosos han sido precipitados a la tumba por men jurjes de esta índole, preconizados como salvavidas por comerciantes sin escrúpulos! Cada día aparecen en los periódicas nuevos anuncios de esta naturaleza, y cada día son muchos los incautos que caen. Los remedios que se anuncian para "curar" la tuberculosis hacen legión,
pero de todos ellos no hay uno sólo que merezca la aprobación del
médico consciente. La tuberculosis no se cura con medicinas: ^ se cura con colapsoterapia (neumotórax y cirujía torácica) y con el régi men de descanso en cama, alimentación y aire puro y fresco a todas horas que hemos descrito.
Ciertas medicinas, es verdad, son de algún valor en el aHvio de síntomas tales como la tos, los sudores nocturnos, la inapatencia,
etc., que oeuiu'en en el curso de la tuberculosis; otras sirven de tó nicos y pueden ser en algunos casos muy provechosas; pero tales me dicamentos deben ser siempre prescritos por el médico, quien es el
único capacitado para prescribirlos, y hajo ningún pretexto dele el
enfermo tomar medicina alguna sin antes consultar a un facultativo.
INFLUENCIA DEL CARACTER EN LA CURACION DE LA TUBERCULOSIS
Todo médico que ha trabajado con tuberculosos ha tenido ocasión de observar la facilidad con que algunos pacientes en estado algo avanzado mejoran al someterse al tratamiento, y la dificultad con que algunos otros, en estado mucho menos avanzado, responden al mismo régimen. Esto no es de extrañar, porque existen grandes va riaciones en todos los organismos humanos. Pero una de las obser21
vaeiones que pueden hacerse en estos casos, al estudiar un gran nú mero de pacientes, es la íntima relación que parece existir entre el carácter del enfermo y el curso de la enfermedad.
En personas de carácter tranquilo, flemático y resignado, la me joría se inicia con facilidad desde que se instituye el tratamiento, y las curaciones son mucho más frecuentes. Por el contrario, en aquellas otras personas que siempre han sido nerviosas, histéricas,
voluntariosas, impacientes, la curación se hace mueho más difícil, y en algunos easos imposible.
No hay otra enfermedad en que el carácter del enfermo ejerza tan poderosa influencia en su curación.
El enfermo tuberculoso ha de mantenerse a todas horas en buen
estado de ánimo. Ha de tener mucha paciencia para sobrellevar con tranquilidad todos los contratiempos de su enfermedad. Ha de tener
constancia para llevar a cabo el tratamiento prescrito, por un espacio
de meses o años si fuese necesario. Ha de mantenerse siempre de buen humor, sin incomodarse por nada, pues cada bravata le retrasa
un tanto en su curación. Ha de estar a todas horas lleno de espe ranza. Ha de acostumbrarse a obedecer escrupulosamente las órde nes de su médico.
La tuberculosis es una enfermedad de recrudescencias, y a menudo se inicia una mejoría que puede durar algunas semanas o algunos meses, y el enfermo se cree curado por completo; pero después, al cometer cualquier desarreglo, vuelven a manifestarse todos los sínto
mas de antes. Estas mejorías engañosas son las que muchas veces
determinan la ruina del paciente; porque éste, creyéndose curado porque se ve libre de síntomas, empieza a cometer toda clase de desa
rreglos: suspende el neumotorax, hace trabajos pesados, se acuesta
tarde, se descuida en la alimentación, y se debilita de tal manera,
que la enfermedad no tarda en volver a manifestarse peor qué
nunca. El tuberculoso debe siempre mantenerse en guardia con tra estas falsas mejorías, teniendo buen cuidado de no descuidar el
tratamiento. Aun en los casos en que la mejoría es cierta y segura, se debe continuar el tratamiento de neumotórax, si lo estamos reci
biendo, y debe seguirse una vida muy metódica, siempre bajo la su pervisión del médico.
El paciente afectado de tuberculosis ha de ser un fllósofo Ha
de aprender a ver la vida a través de los grandes ideales, colocán dose para ello en un plano superior al de la mayoría de los hombres.
Ha de entender que las cosas que el mundo considera grandes—el triunfo personal, la fama, la popularidad, el dinero-nada son cuando se miran desde las alturas. Los hombres son gigantes vistos desde 22
la tierra. Pero vistos desde la cumbre son pigmeos. Asimismo son grandes las pasiones mundanas para el que se revuelve en eUas; y pequeñas, insignificantes, para el que las estudia desde lo alto. La
grandeza y la pe'queñez son dimensiones relativas, dominadas ante todo por la perspectiva. Un edificio de cincuenta pisos parece un juguete de muchachos si se mira desde las cumbres del Himalaya. Lo único grande, infinito, que existe, es el Ideal de perfecciona miento que todo ser humano lleva en sí. Los ideales son eternos. Es lo único eterno y dimno que posee la humanidad.
Para los espíritus que se alimentan de la vanidad mundana, para los que tienen su existencia enclavada en el solar estrecho de las
pasiones mezquinas, la enfermedad tuberculosis es una horrible ca lamidad; mas para aquellos otros que saben remontarse por sobre todo lo mezquino y respirar el aire puro de los nobles y altos ideales, la tuberculosis se convierte en un crisol que, lejos de abatir el es
píritu, lo templa más a la batalla ruda, lo ennoblece mas, lo eleva y purifica.
Tener tuberculosis puede ser, para unos, una desgracia, y para
otros un privilegio. Un privilegio fue la tuberculosis para Edward L. Trudeau, porque le condujo a instalar el primer sanatorio anti
tuberculoso que se fundó en América, e hizo su nombre inmortal. Un privilegio ha sido la tuberculosis para muchos espíritus de alta con textura moral, que han visto en la enfermedad una oportunidad de dedicarse al estudio y la reflexión, y de derramar sobre el mundo la bendición de nobles acciones y nobles ideas, engendradas en el su
frimiento, que primero es obstáculo y después acicate para el triunfo. ¡Cuántas buenas obras "se han producido en el mundo al calor molesto, pero estimulante, del sufrimiento! ¡Cuántas personas que nunca pensaron seriamente en su vida, han adquirido preciosos há bitos de reflexión al enfermarse 1 Las rosas exhalan su mejor per fume cuando las estruja una mano cruel. Asimismo exhala su me
jor perfume el alma humana cuando la estruja el sufrimiento. La tuberculosis, como ya hemos dicho, es una enfermedad de me
jorías y recaídas. A veces, cuando el enfermo se cree ya curado por completo, cualquier indiscreción trae consigo una nueva recaída, que amarga el carácter del paciente y le hace sentirse tentado de perder toda esperanza y abandonarse a la desesperación. Es en estos momentos precisamente que el paciente tuberculoso necesita de
una gran reserva de optimismo para hacer frente a la ola pesimista que entonces le amenaza. Se necesita gran fuerza de carácter, una voluntad enérgica y mucha fe en el poder protector de la Natura
leza, para mantener el buen humor en tales momentos. Son ratos de 23
prueba, y de cómo nos comportemos en ellos depende el éxito final' de la lucha. Conviene al paciente, por lo tanto, inundar su alma^ de saludable optimismo, de modo tal que nunca, en ningún momento,. le falte esa luz de consuelo y de fe que nos hace sonreír ante Ib ad versidad. XI EDUCACION
La educación del tuberculoso es una parte esencial de su trata miento.
El tuberculoso debe conocer la naturaleza de su enfermedad, debe-
familiarizarse con todos los detalles del tratamiento y debe condu cirse de tal manera que deje de ser un peligro para los que convi ven a su alrededor. Un tuberculoso educado, que sabe lo que tieneque hacer para curarse y para proteger a los demás contra el con
tagio, deja de ser un enfermo peligroso. Con tal paciente se puedevivir en la misma casa sin miedo alguno de contagiarse. La tuberculosis s§ transmite de una persona a otra más común mente por medio del esputo, que en la mayoría de los casos contieneen grandes números el germen causante de la enfermedad.
El tuberculoso educado no escupe nunca en el piso, sino en reci pientes especiales de cartón, que quema después para destruir así los gérmenes.
Cuando no existen facilidades para quemar los recipientes de car
tón, o no pueden conseguirse éstos, debe usarse un pocilio de hierro aporcelanado con tapa de resorte, con un poco de creso. Por las
tarde se derrama en el inodoro el contenido del pocilio, y éste se lava con agua hirviendo.
El sol y el aire matan fácilmente los gérmenes de la tuberculosis.
Por esta razón el tuberculoso es mucho menos peligroso cuando vive al aire libre que cuando vive encerrado; porque en los cuartos obs curos, sucios y mal ventilados los gérmenes persisten en los esputos y en el polvo del esputo seco por muchas semanas después de salir
del cuerpo, mientras que en los sitios donde hay mucho sol y mucho aire no pueden vi-vir más que unos cuantos minutos.
El tuberculoso educado nunca tose ni estornuda sin antes cubrirse
la boca y la nariz con una servilleta de papel; porque él sabe que en las pequeñas gotas de esputo que salen de su boca al toser pueden escaparse gérmenes de tuberculosis que pudieran infectar a una per sona que se hallase a corta distancia. Las servilletas de papel que se usan para este fin se queman después de usarse. Al lado de la
cama debe prenderse una bolsa de papel para echar las ser-vdlletas 24
Tisadas. Cada servilleta se usa una sola vez. Por las tardes, el saco •de papel se quema con su contenido. Las servilletas pueden ser de papel de seda, o pueden hacerse en la casa con papel corriente o
■con periódicos, y se colocan en cantidad suficiente al alcance del en fermo (debajo de la almohada o en la mesa de noche). El tuberculoso educado duerme solo, porque sabe que esto es con veniente para mejorar sn salud y para proteger la de sus familiares; usa solamente sus propios cubiertos, su taza, su plato y su vaso, que •mantiene separados de los del resto de la familia, y que hace hervir cada vez que los usa, y hace que sus ropas, toallas, etc., se laven aparte de las demás. El tuberculoso educado no besa a los niños, ni los coge al hombro, ni juega con ellos, porque sabe cuan susceptibles son las criaturas •tiernas al contagio.
El tuberculoso educado nunca traga su propio esputo, porque sabe •que esto lo expone a contraer tuberculosis intestinal; siempre se lava las manos cuidadosamente antes y después de cada comida, se baña con regularidad todos los días; mantiene sus ropas escrupulosa
mente limpias; cuida de que sus dientes y su boca se mantengan en perfecto estado de limpieza y trata de toser todo lo menos po sible, porque sabe que los ataques de tos le restan energías y le re trasan la curación.
La tos puede dominarse perfectamente en la mayoría de los casos, y una vez educado el paciente, rara vez se le oye toser. Un distinguido continental que visitó un sanatorio en Puerto Eico en ocasión en que se celebraba para los pacientes una función de
cinematógrafo, mostró su extrañeza al notar que, a pesar de haber
congregados allí más de cien enfermos tuberculosos, no se había oído toser una sola vez durante las horas que había durado la función.
Esto mismo se observa en todo sanatorio donde los pacientes han sido enseñados a dominar o evitar los accesos de tos. A veces pa samos días enteros al lado de uno de estos pacientes sin oírlo toser. Uno de los medios de suprimir la tos consiste en tratar de "des
garrar '' cada vez que se sienten deseos de toser. Cnando de este modo se consigue expectorar, las tentaciones de toser se calman. La quie tud tiende mucho a suprimir la tos.
Cuando el enfermo se man
tiene quieto durante el día, los accesos de tos disminuyen conside rablemente.
Es de gran importancia que se mantengan los niños enteramente
separados de toda persona que manifieste síntomas de tuberculosis.
. íJsta separación es aun más urgente cuando se trata de bebés menores 25
de dos años de edad; porque estas tiernas criaturas son excesiva mente sensibles al contagio tuberculoso.
Cuando una mujer atacada de tuberculosis, con bacilos en el es
puto, da a luz, no debe haber duda alguna sobre la conducta a seguir: si se quiere salvar al niño, hay que separarlo por completo de la madre sin contemplaciones de ninguna especie, porque se ha pro bado que una gran proporción de los bebés que viven en íntimo con tacto con pacientes atacados de tuberculosis avanzada, sucumben a. esta enfermedad.
En las casas donde hay bebés, precisa mantenerse alerta en cuantoa los visitantes que padecen de catarros crónicos. Muehas de estaspersonas padecen en realidad de tuberculosis, mas como desconocen su enfermedad, no tienen escrúpulo alguno en besar cuantos niño» ven, cogiéndolos al hombro y jugando con ellos, casi siempre con gran beneplácito de los papas de las criaturas. Muchas personas de edad, que tosen continuamente sin jamás sentirse otros síntomas de
consideración, son tuberculosos sin saberlo, y si se les examinara et esputo probablemente se hallaría que éste contiene bacilos de Kocht Tales personas pasan por tener "catarros pasmados", bronquitis cró nica, etc., y como se sienten casi bien, en muchos casos no acuden donde el médico.
El paciente tuberculoso tiene gran oportunidad de instruirse permedio de la lectura. No debe dejar de aprovecharla. La cama y la silla de extensión dejan de ser monótonas cuando hay libros útiles e interesantes que leer, y cuando el enfermo sabe deleitarse en el estudio, o en la distracción que ocasiona la literatura reereativa, cuando se sabe escogerla debidamente.
Hay un gran número de libros publicados en inglés, expresa mente para ser leídos por pacientes afectados de esta enfermedad..
Al final de este panfleto, bajo el epígrafe de "Bibliografía", hallará el paciente una lista de algunos de estos libros, con los nombres de los autores y los precios. Escribiendo a la National Tuberculosis As-
sociation, 50 West 50th. Street, New York, se pueden conseguir tales libros a poco costo, y .su lectura ha de ser para el enfermo tuberculosotan útil como interesante. XII
LA TUBERCULOSIS DE LAS GLANDULAS, DE LOS HUESOS Y DE LAS COYUNTURAS EN LOS NIÑOS—LA TUBERCULOSIS
INTESTINAL—LA TUBERCULOSIS TRAQUEAL
Las formas de tuberculosis glandular, de los huesos y de las co yunturas no son comunes en Puerto Rico. La buena costumbre- de
hervir la leche antes de tomarla es probablemente lo que ha librado 26
a muchos de nuestros niños de estas formas de tuberculosis, que se adquieren a veces tomando leche cruda de vacas tuberculosas. La tuberculosis glandular (escrófula) es más común entre nos
otros que la tuberculosis de las coyunturas o la forma ósea. En las tres afecciones, el niño necesita mucho aire libre, alimen tación sana y descanso. La luz solar se puede emplear en la forma de "baños de sol" que consisten en exponer el cuerpo a la acción de los rayos solares, empezando por una exposición de los pies du rante cinco minutos el primer día. La siguiente tabla dará una idea de la manera como deben gra duarse los baños de sol. BAÑOS DE SOL
Los pies
10 15 20 25 30 35
minutos.. minutos.. minutos.. minutos.. minutos.. minutos..
Las piernas (basta las
Los muslos
rodillas)
caderas)
10 15 20 25 30
minutos.. minutos.. minutos.. minutos.. minutos..
(hasta las
10 15 20 25
El abdomen
El pecho
minutos.. minutos.. 10 minutos.. 5 minutos minutos.. 15 minutos.. 10 minutos minutos.. 20 minutos.. 15 minutos
Estos baños de sol no deben aplicarse sin antes consultar un mé dico; pues, aunque son muy provechosos en muchos casos, no lo son en todos; y en algunos pueden ser perjudiciales. En la tuberculosis ósea es esencialísimo que haya reposo absoluto de la parte afectada. Si la lesión empieza en una cadera o en una rodilla, como a menudo sucede, es de suma importancia que esa ex tremidad se mantenga en absoluto reposo por espacio de algunos
meses, y en ocasiones por más de un año. El niño debe mantenerse acostado en una cama con la pierna perfectamente estirada y quieta.
Esta parte del tratamiento es tan importante que sin la misma se hace casi imposible la curación. Casi siempre, para mejor asegurar
el reposo de la parte afectada, es conveniente inmovilizar ésta por medio de un enyesado o por medio de un aparato de acero prepa rado especialmente.
Mientras más pronto se instituya el reposo, mejores han de ser los resultados.
En la tuberculosis de la espina dorsal, o mal de Pott, que se
manifiesta regularmente por medio de una giba que se va formando
poco a poco en la espalda debido a la destrucción de las vértebras afectadas, el tratamiento consiste en inmovilizar la espalda, bien
por medio de un enyesado, o mediante un corset de acero o celu loide hecho a la medida del paciente. ■27
El primer síntoma de la tuberculosis en los huesos, sea ésta en las extremidades o en lá columna vertebral, es casi siempre dolor al
mover la parte afectada. Después pueden sobrevenir supuración,
pérdida de peso, deformidad y los demás síntomas que marcan el diagnóstico; pero el dolor al mover la parte es regularmente el pri mer indicio claro de la enfermedad existente.
Si se descuida, la tuberculosis ósea o de las coyunturas puede conducir a deformidades muy notables y a menudo incorregibles.
Urge, por lo tanto, iniciar el tratamiento correctamente, bajo la di rección de un médico, desde el principio. La tuberculosis intestinal en los adultos se presenta por lo re
gular en individuos afectados de tuberculosis pulmonar, especialmente en aquellos que tragan sus esputos. Casi nunca se presenta en in dividuos sanos. Los primeros síntomas son vagos e indefinidos. A menudo lo primero que se nota es la repetición frecuente de trastornos
gastrointestinales, pérdida de apetito y estreñimiento. Estos sínto
mas deben poner al paciente en guardia. El medio más seguro de hacer un diagnóstico lo facilitan los rayos X. Se toman varias ra
diografías de los intestinos, a intervalos regulares, después de ha berse ingerido una comida de bario. Este procedimiento, conducido por un radiólogo experto, es de gran valor en el diagnóstico de la tuberculosis intestinal.
Si no se inicia el tratamiento a su debido tiempo, la enfermedad
tiende a progresar, y se presenta entonces una diarrea muy persis tente, con abundantes evacuaciones al día, de materia obscura, acho colatada y a veces de extrema fetidez; dolores abdominales, con
dolor a la presión y rigidez abdominal, especialmente en la región ilíaca derecha.
Uno de los tratamientos que se usan es la aplicación de los rayos ultravioletas, por la lámpara de cuarzo, o por medio de la luz solar.
Es imprescindible que el paciente guarde desde el principio un des canso absoluto en cama y que se modifique la dieta, eliminando toda materia de difícil digestión.
En los niños, la tuberculosis intestinal puede ser primaria, es decir, puede sobrevenir sin que el paciente padezca de tuberculosis pulmonar. Regularmente es ocasionada por la leche de vacas tuber
culosas. Los síntomas consisten en desórdenes del sistema diges tivo, especialmente diarrea y pérdida del apetito, debilidad general, fiebre, pérdida de peso y emaciación extremada. El tratamiento es parecido al de las otras formas de tubereulosis: Descanso absoluto en cama, y aire puro y fresco a todas horas. La alimentación ha de
graduarse necesariamente de acuerdo con los débiles poderes diges tivos del paciente, pero ha de ser tan nutritiva como sea posible. V8
La tuberculosis intestinal en los niños puede evitarse hirviendo la leche de vaca antes de usarla.
La tuberculosis de la laringe (tisis traqueal) es una consecuen
cia de la tuberculosis pulmonar y no se ve sólo en pacientes que .
ya tienen sus pulmones afectados.
Puede curarse en sus princi
pios por medio de lo que se llama "la cura del silencio" (el "silence cure", de los americanos), que consiste en mantenerse en completo silencio, sin articular una sola palabra, durante las veinticuatro ho ras del día. Este tratamiento es muy eficaz, y da resultados asom
brosos en algunos casos. A veces tiene que pasarse el paciente meses enteros sin hablar; pero bien vale la pena el sacrificio. Los síntomas de la tuberculosis traqueal son ronquera, pérdida
de la voz en algunos casos, y dolor en la laringe, a veces, especial mente al toser. RESUMEN
Para los fines de tratamiento, es prudente considerar como sín tomas de tuberculosis cualquiera de los siguientes: Una tos de más de dos meses de duración.
Fiebres que se repiten con frecuencia, especialmente si ocurren por la tarde.
Debilidad inexplicada. La expectoración de sangre al toser. Pérdida de peso sin causa aparente. Sudores nocturnos.
Cualquier afección de la garganta de larga duración y de causa indefinida.
Frecuentes ataques de pleuresía.
I Qué debe hacer la persona que sufre síntomas de esta naturaleza t Debe, en primer lugar, comprender la gravedad de cualquiera de estos síntomas, por poca molestia física que le causen, y ponerse in mediatamente en guardia para que el mal no asuma caracteres desas trosos. Debe a la vez recordar que la tuberculosis es una enfermedad
curable, cuando se trata a su debido tiempo, y en seguida decidirse firmemente a dominarla en su principio. Para esto es preciso que la persona que sufre tales síntomas se resigne a permanecer en cama
hasta que éstos desaparezcan, especialmente si el termómetro indica fiebres por la tarde. Algunas veces será preciso acostarse por es pacio de muchos meses; pero el sacrificio bien vale la pena, pues puede ser el recurso precioso que salve la vida al paciente. Además del descanso en cama, el enfermo deberá consultar a un especialista sobre la conveniencia del tratamiento de neumotórax artificial, o de alguna otra forma de colapsoterapia. La colap29
soterapia es el recurso más valioso que tenemos hoy en día para el tratamiento de la tuberculosis pulmonar. El neumotorax, una vez iniciado, debe continuarse con absoluta regularidad y sin in terrupción por un período no menor de tres años; pues, si se in
terrumpe prematuramente, pueden formarse adherencias en el es pacio pleural que impidan más tarde su continuación. El enfermo tuberculoso debe alimentarse de manera generosa, tomando leche en abundancia y nutriéndose con alimentos sanos y variados, pero evitando todo aquello que pueda causarle trastornos digestivos. El otro recurso de que se ha de valer para combatir su mal, es el libre goce del aire puro y fresco. Ha de dormir con puertas y ventanas abiertas, de modo qiie la ventilación sea lo más amplia
posible. En algunos sanatorios, los pacientes duermen casi a la in temperie, lo mismo en el invierno que en el verano. No convienen las respiraciones profundas, que pueden hacer daño al pulmón en fermo.
Cumpliendo ñelmente estas indicaciones desde el principio, bajo la dirección del médico, y procurando vivir despreocupadamente, libre de pesares y de temores, el paciente verá con satisfacción la gradual desaparición de sus síntomas y el deseado retorno de su preciada salud.
Después de sentirse curado, el paciente tuberculoso debe tomar toda clase de precauciones para no recaer. Su vida será siempre
metódica y descansada y, a la menor señal de alarma, a la cama otra vez, de modo tal que no haya ocasión para nuevos recrudeci mientos. Al reanudar su trabajo, debe hacerlo poco a poco, gra duando sus actividades de acuerdo con los consejos e indicaciones de su médico.
30
BIBLIOGRAFIA
Todos los libros mencionados a continnación se pueden conseguir escribiendo a la National Tuberculosis Association, 50 West 50tb. Street, New York, N. Y. Nombee del Libbo
Nombee del Autoe
Peecio
Bules for Recovery from Pulmonary Tu berculosis Xiawrason Brown Consumption, "Wbat it Is and What to
-
Do About it _Jolin B. Hawes The Battle rnth Tuberculosis and How
to Wiu it
l^iug D. MacDougall
$1.50 $1. 25
$2. 50
The Cure of Pulmonary Tuberculosis by
Eest and Exercise Hugh M. Kinghom Tuberculosis and How to Combat it P. M. Pottenger An Autobiography Jídward L. Trudeau Eecovery Eecord for Ese in Tuberculosis-Webb and Eyder Tuberculosis — Nature, Treatment and Prevention Linsly E. Williams
$2.50 $2. 00 $4.00 $2. 00
Information for the Tuberculous F. M. Wittich How Shall I be Saved from Consump
$1.50
tion? Elis A. Henry Home Care of Consumptives Prench L. Eoy The Castle of Cheer Charles H. Lerrig Outwitting the Tuberculosis Bugs Mary Mack Tuberculosis. A Primer and Philosophy-McDugald and McLean Saint's Eest Mrs. Sadie Seagrave
$2. 00 $1- 50 $1.00 $1. 50 $1. 00 $!• 50
$0. 30
What You Should Know About Tuber
culosis
Department of Health of New York
Gratis
Consumption, A Preventable and Curable Disease
L. P. Plick
31
$1- 25
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NOTA
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El Departamento de Sanidad lia establecido Centros Anti-Tuber-
culosos para la aplicación del neumotórax a pacientes pobres, en lassiguientes ciudades: San Juan—^Marina, al lado del Hospital Cuarentenario. Ponce—Hospital de Tuberculosis de Ponce. Mayagü'ez—Al lado de la Unidad de Salud Pública.
AguadÁlla—Detrás del Hospital Municipal. Arecibo—Al lado de la Unidad de Salud Pública. Caguas—^A1 lado de la Unidad de Salud Pública.
Guayama—Hospital de Tuberculosis de Guayama. Fajardo—En la Casa-Alcaldía.
Bayamón—En el edificio de la Unidad de Salud Pública.
Dos enfermos pobres que deseen recibir este tratamiento deberání
acudir a cualquier Unidad de Salud Publica, donde recibirán uii& carta o tarjeta para que puedan ser atendidos en el Centro Anti— Tuberculoso más cercano.
El tratamiento de neumotórax, para que sea efectivo, debe coqtinuarse con absoluta regularidad y sin interrupción por un períodono menor de tres años.
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