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Las luces del arte encendidas | Elisa Montesinos

LAS LUCES DEL ARTE ENCENDIDAS

| Elisa Montesinos

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La historiadora del arte y doctora en Etnohistoria María Esperanza Rock, ha trabajado desde el territorio contribuyendo al pensamiento crítico, reflexivo y creativo. Su taller Etnografías visuales de campo logró despertar gran entusiasmo entre los asistentes, quienes pudieron revisar con ella algunas técnicas etnográficas para mediar en el arte. Estas son sus reflexiones en torno a la formación de gestores culturales para el cambio.

Banderas

Los territorios tienen sus propios códigos, sus propios ritmos y crean sus propios sistemas de vivencia, o más bien sobrevivencia si se trata de territorios colonizados como lo es Latinoamérica.

En este contexto el arte es y seguirá siendo un derecho humano, una forma de transmitir sensibilidades, compartirlas y generar lenguajes profundos, así como también visibilizar problemáticas que se quieren ocultar o pasar por alto. Por tanto, se vuelve fundamental crear sistemas territoriales, locales y creativos de arte. Independiente de las corrientes, estilos y/o movimientos que estos transiten, pues se convierten en testimonios, registros y muchas veces banderas de lucha social.

Microcuradurías, curadurías desde la marginalidad es un aporte a ello. Necesitamos formar –o “de-formar” en sus diversas acepciones– a gestores del cambio, a humanos que conformen una masa crítica desde una propuesta creativa, afectiva y efectiva. Tenemos un desafío a corto, mediano y largo plazo.

Lo que no entra en la pantalla

Las crisis son grandes fuerzas que dan paso a la destrucción de un sistema que fracasa. Es entonces donde debemos caer, colisionar con nosotros mismos para repensarnos y replantearnos los sistemas desde otro lugar. Se puede ver como un profundo problema/oportunidad si es que afrontamos estos quiebres como umbrales de cambio.

En este sentido y en lo que recientemente ha pasado, hubo una respuesta casi espontánea y sin mucha reflexión de traspasar la experiencia artística en general a soportes visuales digitales. Aunque la crisis nos empujó a todos a tener que usar estos nuevos medios, aún no tengo muy resuelta mi percepción ante este fenómeno. Incluso hoy, luego de transcurrido un año laboral y académico, ya se comienza a sentir el fracaso del intento de “humanizar” relaciones “virtuales” incorporando cada vez más tecnología, pues en concreto sigue siendo simplemente tecnología, una computadora, un celular. Hay algunas interpelaciones artísticas que sin duda pueden hacer uso de esto y potenciar

muchísimo sus alcances. No obstante, hay muchísimas otras que definitivamente no entran en la pantalla, o no de esa forma al menos.

La experiencia humana transita en complejidades donde el presente (ese regalo) no puede experimentarse ni explorarse en modos no presenciales. Entonces quizás el aporte de esta tecnología en estos casos pueda ser de difusión y llegar a más audiencia virtual. No obstante, hay momentos trascendentales donde lo que se necesitan son espectadores, y recién ahí se completa la obra, el mensaje.

Esta crisis sin duda nos empuja a observar otros rumbos, otras formas, y nos lleva a reflexiones que aún están en proceso. Solo ruego no sucumbir a lo que ha sido una tónica constante de manipulación, de sinsentidos y banalidades complejas, muy difíciles de detectar por quienes siguen en esta sociedad del espectáculo, como la nombró Guy Debord en el siglo pasado.

Agentes de cambio

Me es altamente motivador observar a artistas jóvenes liderando sus propios procesos creativos en un contexto de importante descuido. Bien sabemos que Antofagasta, a propósito de la minería, genera gran parte del capital monetario del país, lo que podría verse reflejado en la educación, la ciencia y la cultura. Paralelamente, la educación chilena se orienta a seguir generando personas que se mantengan dentro del mismo modelo de progreso y desarrollo. Un modelo que trabaja duro por grandes sumas de dinero para terminar exportando materia prima y comprar luego en el mercado un producto altamente sofisticado y muy costoso. Es un círculo que carece completamente de energía circular, sustentabilidad y sostenibilidad. Y precariza nuestro “consumo”, pues todos consumen mercado asiático y gringo, mientras que pocos consumen mercado nacional, y para qué hablar de consumir cultura y arte.

Es gratificante observar autodisciplina, automotivación, talentos y empujes propios en contextos de mucha hostilidad en el quehacer artístico, a pesar de ubicarse geográficamente en un territorio económicamente muy activo. Esta iniciativa de formación es sustentada y sostenida por grupos de jóvenes y artistas diversos, en reciprocidad con los gestores, productores y mediadores de SACO, quienes sistemáticamente han buscado la forma de mantener las luces del arte encendidas.

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