El reto del educador en la escuela actual. En la actualidad, ha sido constante el cuestionarnos qué es lo que ocurre con la educación, ¿cuál es el papel del maestro? O ¿qué compromiso existe con los padres de familia, con relación a la educación de sus hijos? Este tipo de cuestionamientos nos llevan a buscar las respuestas en elementos inmediatos que no necesariamente explican de manera suficiente los problemas de la educación en nuestros días: si los programas de la SEP están muy a modo para los alumnos, o el hecho de que no deba haber alumnos reprobados, que si los papás trabajan, que si están separados, que la tecnología actual nos rebasa, de la mala información o información tergiversada de las redes sociales, la mala comunicación, etc. Todo esto es, como se dijo anteriormente, una serie de pretextos, que hacen que día a día nos vayamos hundiendo en un pozo sin fondo sin respuestas veraces. Esto nos llevará tarde o temprano a tener niños y jóvenes –quizá sí– bien adiestrados para conseguir un lugar en alguna universidad, lograr un título universitario, y si corremos con suerte, conseguir un trabajo “más o menos” que le permita tener un ingreso “más o menos” suficiente. Pero, ¿cómo lograr que nuestros jóvenes lleven la semilla de la solidaridad y la superación para tener una mejor sociedad comprometida con la fe y la justicia? ¿Cómo lograr mejores mexicanos que busquen el bien común, que sean más íntegros, honestos y leales con los demás? Se habla de una educación en valores, pero ¿cuáles? Si estos valores que se forjan en la escuela se encuentran muchas veces con el vacío de los valores de casa. La familia es el lugar ideal para forjar los valores, es una meta alcanzable y necesaria para lograr un modo de vida más humano, que posteriormente se transmita a la sociedad entera. El valor nace y se desarrolla cuando cada uno de los integrantes de la familia, de la escuela, del trabajo, de la comunidad, en conjunto, asume su responsabilidad, sin olvidar que los padres son los modelos más importantes para los niños. La familia es el verdadero núcleo formador de hombres en la sociedad actual. Los profesores no pueden suplir lo que los progenitores no dan; sin embargo, ¿cuántas veces hemos tenido que recoger los pedazos de un corazón destrozado? ¿Cuántas veces hemos tenido que enjugar lágrimas de desaliento? ¿Cuántas veces hemos tenido que dar valor, coraje que quizá no tenemos, en aras de nuestra misión? y ¿qué mejor forma que atendiendo a las palabras del Papa Francisco, no siendo “mercaderes de hechos” sino siendo ejemplos de vida? y en lo que corresponde al acompañamiento en su formación es una premisa incuestionable la congruencia que tengamos como personas ya que ésta será el ejemplo más grande que podamos regalar. Unamos nuestras voluntades, los actores de la educación: alumnos, padres de familia y maestros, caminemos juntos y no olvidemos el valor esencial de la actividad humana: “el amor” hacia nuestros próximos.