Junio solidaridad

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MES DE JUNIO 2015

SOLIDARIDAD

El término solidaridad tiene su origen en el latín. Deriva del adjetivo solidus, solida, solidum cuyo significado es sólido, macizo, consistente, compacto. Para formar esta palabra, se le ha sumado a la raíz el sufijo –ario que significa pertenencia y el sufijo –dad que indica la formación de sustantivos abstractos de cualidad. Por tanto se puede considerar como el concepto original de este vocablo la acción y efecto de expresar la cualidad de lo solidario (lo que pertenece a la solidez de adherirse a una causa). Clase: sustantivo, femenino, singular. (De solidario). 1. f. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. 2. f. Der. Modo de derecho u obligación in sólidum. Real Academia Española © Todos los derechos reservados

También es “la relación entre las personas que participan con el mismo interés de una cosa”. (Diccionario Larousse) SINÓNIMOS DE SOLIDARIDAD: Apoyo, ayuda, respaldo; adhesión; unión, hermandad, fraternidad, concordia ANTÓNIMOS DE SOLIDARIDAD: Indiferencia, egoísmo, desamparo, desunión. EJEMPLOS DE USO Y FRASES “Cuando ocurrió la inundación en la zona, todo el resto del país demostró su solidaridad enviando dinero, ropa, alimentos, transportes y hasta trasladándose algunas personas para ayudar en el lugar”. Se refiere en este caso a un gran apoyo ante un desastre natural. “El profesor de Lingüística estuvo explicando y ejemplificando a sus alumnos las solidaridades sintagmáticas dentro de una lengua”. En este ejemplo se utiliza como dependencia de una palabra con las partes que la conforman y con otras palabras del contexto. El sustantivo está en plural. “Gracias a la solidaridad de la gente de todo el mundo que firmó el pedido, se evitó que el hombre fuera condenado a muerte”. Se usa en esta oración como adhesión para evitar una muerte. “En sus vacaciones se ha llevado el libro ‘Las solidaridades


misteriosas’ de Pascal Quignard para leerlo tranquilamente en la playa”. Aquí se aplica a hechos de la vida de la protagonista del libro. El sustantivo está en plural. “En estos momentos de crisis económica aguda en muchos países, lo único que permite que la gente sin empleo pueda comer y pagar sus cuentas, es la solidaridad de quienes tienen trabajo y los ayudan”. Menciona en esta frase el valor de unió En un mundo rápido y competitivo muchas personas tienden a pensar que la clave para sobrevivir está en buscar sólo su beneficio personal, sin importar lo que ocurre con los demás, se les llama individualistas. Al no dar ayuda, no la reciben. Piensan en sólo en sí mismas y efectúan cada acción evaluando su propia conveniencia. LA SOLIDARIDAD DE LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS La solidaridad nos obliga a ir más allá de nosotros mismos, de nuestros intereses personales o necesidades particulares. Este valor nos invita a preocuparnos por otras personas. Somos solidarios cuando nos damos cuenta de que existen individuos o grupos a los que podemos ayudar: gente que sufre hambre o pobreza extrema, que es discriminada, que vive las consecuencias de un desastre natural, que padece alguna enfermedad, etcétera. Pero esto no basta. Para que la solidaridad esté completa no es suficiente darse cuenta de que podemos brindar apoyo, sino hacerlo. Es decir, se trata de reconocer las necesidades de los demás y actuar. Existen muchas formas en las que puedes poner en práctica la solidaridad. En el cuento que acabas de leer, los vecinos de Martín aportaron cada uno un poco de dinero para que él pudiera ir al campeonato de ajedrez. Pero también se puede ser solidario contribuyendo con nuestro trabajo, nuestro tiempo o dando ánimos a quienes lo necesitan. Y cuando varias personas colaboran para alcanzar un bien común, la solidaridad permite lograr cosas que los individuos por sí solos nunca podrían conseguir. México ha sido siempre un pueblo generoso. Así, cada vez que en nuestro país o en el extranjero ocurre alguna catástrofe de grandes proporciones (terremotos, inundaciones, epidemias, hambrunas) la mayoría colaboramos sin dudarlo. También lo hacemos cuando se requiere recaudar fondos o prestar servicio en favor de los más necesitados. Uno de los mejores ejemplos de esto ocurrió en 1985, cuando un terrible terremoto causó graves daños en la Ciudad de México. El mismo día del temblor, cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles para ayudar en las labores de rescate. Sin embargo, éste no ha sido el único caso; en muchas otras ocasiones los mexicanos hemos respondido al llamado de quienes lo necesitan, tal como ocurrió cuando, en 2010, el pueblo de Haití solicitó nuestra ayuda tras el devastador sismo que se registró allí.


¿Y TÚ QUÉ PIENSAS…? • ¿Te consideras una persona solidaria? ¿Por qué? • ¿Has trabajado como voluntario para alguna asociación que apoye a los necesitados? • En caso de desastre, ¿ayudarías a los damnificados? • ¿Aceptarías donar sangre a una persona enferma? LA SOLIDARIDAD ES MI VALOR Una persona solidaria está dispuesta a dar lo mejor de sí y a unir su esfuerzo al de los demás para conseguir metas comunes que los beneficien a ellos como grupo, pero también a otras personas con causas distintas a las propias que por algún motivo están en desventaja. Ser solidario consiste en ponerse en el papel de quienes sufren un problema o tienen una necesidad e invitar a otros a que se unan para ayudarlos. La solidaridad es un valor útil en todos los ámbitos: permite el apoyo entre los diversos miembros de una familia, construye comunidades urbanas y escolares más sólidas y resistentes, edifica naciones en las que todos los individuos se sienten responsables y trabajan por el bien común. La unión entre las personas da origen a cuerpos compactos, unidos y enteros con poder y capacidad de transformación mayores al que tienen sus integrantes por separado. ESPÍRITU DE EQUIPO Los Juegos Olímpicos, desde su inicio, han sido un ejemplo de solidaridad pues su realización sólo resulta posible gracias al esfuerzo de decenas de naciones y cientos de individuos que dan juntos lo mejor de sí con el propósito de celebrarlos. Después de superar tensiones políticas y diplomáticas hoy toman parte en ellos casi todos los países del mundo. La delegación correspondiente a cada uno comparte la responsabilidad y el esfuerzo de representar a su nación ante el mundo y llevar buenos resultados de regreso. Cuando es así los participantes son recibidos como auténticos héroes. Sin embargo, hay todavía una expresión más clara y directa de la solidaridad en la esencia de los deportes mismos: el juego en equipo. Aunque existen prácticas individuales donde todo depende de una persona y de quienes la ayudaron a entrenarse (la halterofilia es uno de ellos), hay otras en que el desempeño individual cuenta para un resultado de conjunto (como el nado sincronizado o el patinaje sobre hielo en parejas, en los Juegos de Invierno). Hay también un grupo de deportes cuya esencia misma es la cooperación de los miembros de un equipo que puede ser numeroso. El buen resultado sólo es posible cuando éstos se coordinan y se entregan a una causa común.


Con seguridad tú mismo identificas varios de ellos, empezando por el futbol que practicas, pero hay muchos más. El Comité Olímpico Internacional reconoce, entre otros, el baloncesto (o básquetbol), el balonmano, el voleibol, el waterpolo (cuyo objetivo es anotar goles en una piscina), el hockey sobre césped y sobre hielo (en el que se enfrentan dos equipos para hacer el mayor número de anotaciones), las diferentes variedades de piragüismo y remo (en las que los participantes luchan por hacer avanzar sus vehículos por el agua), el voleibol y el voleibol de playa. El número de integrantes es variable de acuerdo con la disciplina. Su diversidad nos demuestra que en todos los espacios y circunstancias existen oportunidades para el trabajo en equipo y la coordinación de habilidades. Un deporte eliminado del programa, el “juego de la soga”, es tal vez la muestra más visible del esfuerzo compartido: dos equipos de ocho personas tiran de una cuerda buscando jalar al equipo opositor hasta una marca central. En él resulta claro que, cuando suman su esfuerzo, ocho personas juntas tienen más fuerza que ocho personas separadas. Más allá de obtener la victoria, los practicantes de los deportes en equipo adquieren sólidos vínculos de compromiso y concordia.

ACCIONES DE SOLIDARIDAD

LA RUTA DE LA SOLIDARIDAD Se dice que los humanos somos seres comunitarios. ¿Qué significa esto? Quiere decir que formamos parte de la sociedad y que dependemos los unos de los otros para sobrevivir, desarrollarnos y crecer como individuos. Si eres solidario con tus semejantes no sólo los ayudas a ellos, sino también a ti mismo, pues estás contribuyendo a que el mundo en el que vives sea un lugar mejor. Hay personas que acostumbran aislarse; es decir, que se apartan de los demás y prefieren ocuparse de sus propios asuntos. A esa gente no le gusta cooperar, no se compromete y no sabe trabajar en equipo. Dicha actitud es contraria a la solidaridad, la cual nos invita a participar con otras personas y nos compromete a servir a los demás y trabajar a su lado para lograr objetivos comunes.


VALORES EN ACCIÓN • Identifica algunos de los problemas sociales de tu comunidad y piensa cómo puedes contribuir a su solución. • Pregunta a tus padres si existen en tu barrio asociaciones civiles que ayuden a personas necesitadas. • Organiza con tus compañeros un concierto, una obra de teatro o una kermesse y dona las ganancias a alguna organización altruista.

PADRES CON VALOR Cada familia, sin importar su composición ni la cantidad de sus integrantes, es un equipo cuyos miembros están obligados a colaborar si quieren mantenerse unidos y lograr metas que los beneficien a todos. Dichas metas son, entre otras: felicidad, estabilidad, armonía, salud y prosperidad. En este sentido, los padres no deben olvidar que la solidaridad dentro de la familia es un valor fundamental que no sólo refuerza los lazos afectivos, sino que también permite construir hogares más sólidos. • Organice actividades familiares en las que participe toda la familia. • Busque artículos periodísticos sobre personas que han actuado de manera solidaria y léaselos a sus hijos. • Dedique algún tiempo a prestar servicio comunitario. • Emprenda un proyecto en casa (por ejemplo, pintar las paredes) y asigne a cada habitante una tarea.

PALABRAS PARA LAS FAMILIAS La familia y el ámbito doméstico ofrecen el campo ideal para el entrenamiento en el valor de la solidaridad. Gracias a ustedes los chicos pueden alcanzar la meta. 

Realice el ejercicio frecuente de pedir a los niños que se pongan en el lugar de las demás personas. La empatía es el principio de la solidaridad.

Invítelos a participar en las acciones necesarias para resolver los problemas cotidianos y comparta sus inquietudes con ellos. Por ejemplo, “No me rinde el gasto. ¿Qué podemos hacer?”.

Cree entre ellos una conciencia de responsabilidad social, infórmeles que los chicos de la calle o los indígenas que sufren por la sequía requieren nuestras acciones.


Enséñeles a cooperar en los acopios que se realizan en situaciones de emergencia nacional o internacional. Lleven juntos lo que puedan, aunque sea una lata de atún o una botella de agua para beber

UN MENSAJE PARA LOS PADRES

EL PODER DE LA FAMILIA La esencia de la familia es la solidaridad. Los miembros que la conforman están unidos para apoyarse entre sí. Sin embargo, la realidad actual es que cada uno de ellos parece andar por su cuenta: los padres, sumidos en la lucha para sacar adelante el hogar, y los hijos solos en sus actividades, dudas y problemas. Es momento de hacer un cambio; los hijos deben cobrar conciencia de los asuntos del hogar y participar en su conducción, los padres deben estar más cerca de los hijos para orientarlos. Por otra parte, esa familia unida no puede aislarse como entidad separada, debe acercarse a los demás parientes y amigos para tender una red de cariño y esperanza.

MAESTROS CON VALOR La escuela es un ámbito privilegiado para aproximar a los niños y las niñas al tema de la solidaridad. Lo anterior en razón de que dicho valor posee un carácter social, es decir, es una experiencia comunitaria que se presta muy bien para el trabajo de grupo. Los maestros tienen oportunidad de planear y poner en marcha proyectos colectivos orientados hacia causas valiosas. De esta forma, los estudiantes entenderán en la práctica lo que significa ser solidario en relación con una persona o con una comunidad. • Organice un debate en el aula sobre el significado y alcances de la solidaridad. • Anime a sus alumnos a realizar actos solidarios. • Muestre a los estudiantes todo lo que puede lograrse al sumar esfuerzos. • Invite al grupo a emprender actividades colectivas en beneficio de ancianos o personas de escasos recursos.

Solidaridad 

Organiza a tu grupo de amigos para hacer algo juntos en bien de la comunidad; por ejemplo, una brigada para mantener limpias las calles.

Si notas que tus padres o los adultos responsables de ti están en dificultades, cita a una reunión familiar donde cada quien ofrezca lo que puede hacer.


¡Lee el periódico! Pon especial atención en las noticias nacionales sobre grupos marginados o comunidades afectadas por algún problema general. Imagina soluciones y conversa sobre ellas con tu familia.

Si vives un problema habla de él con tu familia o compañeros de clase en comunidad.

PALABRAS PARA LOS DOCENTES La escuela es el espacio más adecuado para fortalecer las competencias relacionadas con el valor de la solidaridad y ustedes, los mejores entrenadores técnicos para chicos de “alto rendimiento”. 

Fomente el trabajo en equipo dentro y fuera del aula.

Cree en los niños la conciencia de ser un grupo que debe estrechar sus vínculos para auxiliar a alguno de los integrantes en desventaja.

Combata el odio o el sentido de competencia entre salones. Coordine con los demás maestros y directivos acciones de coordinación intra-escolar.

Recuérdeles que, como estudiantes, tienen responsabilidades ante la sociedad. Son la generación que lleva en sus manos el futuro del país. Invite a los padres o responsables de los menores a participar en las actividades escolares, sean éstas de trabajo, mantenimiento o recreación.

UN MENSAJE PARA LOS MAESTROS

EL GRUPO ESTÁ LISTO La base de la solidaridad es la conformación de un grupo con un objetivo común. Usted, como maestro al frente de un conjunto de alumnos, ya cuenta con ese grupo. Su labor, en ese sentido, consiste en dar verdadera cohesión a los miembros solucionando los conflictos o diferencias que los distancian y haciéndoles ver la fuerza que pueden adquirir si trabajan juntos. Una vez superada esa fase, se trata de dar un paso adelante y usar esa solidaridad en acciones comunitarias dentro y fuera de la escuela. Para ello, nada mejor que trazar un proyecto objetivo: por ejemplo, realizar mejoras a la escuela o ayudar a los niños que presentan alguna desventaja física o económica.

POR EL CAMINO DE LA SOLIDARIDAD En el poema del escritor Roque Dalton, se refiere a una persona que permanece encerrada en una celda, y la consuela diciendo que allí recibe todo el amor del mundo. Con ello nos hace ver que cuando alguien sufre algún problema, puede cobrar fuerzas gracias a la ayuda de las demás personas que, en conjunto, lo apoyan para resolver su situación. Ser solidario es comprometerse, trabajar y esforzarse para ayudar a los demás, aunque su situación no nos afecte en lo personal.


Esta ayuda se vuelve más poderosa cuando distintas personas se suman al mismo proyecto, como la asistencia a las víctimas de un desastre natural o a un grupo vulnerable, como los niños en situación de calle o los refugiados de otra nacionalidad. La clave está en elevar al máximo tu generosidad y compartir tus ideales.

Frases Célebres de Solidaridad Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos » Martin Luther King Hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro » William Shakespeare No sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy » Gregorio Marañón Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos » Apuleyo Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos » Juan Donoso Cortés No hay bien alguno que nos deleite si no lo compartimos » Séneca Cuando los hombres se ven reunidos para algún fin, descubren que pueden alcanzar también otros fines cuya consecución depende de su mutua unión » Thomas Carlyle Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga » Homero


Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza » Marco Aurelio

La solidaridad es la ternura de los pueblos » Gioconda Belli La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos » Juan Pablo II Buscamos la solidaridad no como un fin sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal » José Martí La solidaridad social y política que necesitamos para construir una sociedad menos fea y menos agresiva, en la cual podamos ser más nosotros mismos, tiene una práctica de real importancia en la formación democrática » Paulo Freire Si das la luz para encender la vida de tu hermano, en ti brillará más esplendorosa » Albert Schweitzer Debe exigirse la distribución de la riqueza » Papa Francisco Todos para uno y uno para todos » Alejandro Dumas Los naturalistas han observado que una pulga lleva sobre su cuerpo otras pulgas más pequeñas, que a su vez alimentan a otras pulgas más diminutas. Y así, hasta el infinito » Jonathan Swift


Lo que nosotros tenemos que practicar hoy, es la solidaridad » Ernesto "Che" Guevara Siempre se debe preferir el bien general al particular. Nuestro beneficio particular no debe tomarse en cuenta cuando se trata del bien común » San Juan Bosco “El lazo más fuerte de simpatía humana debería ser unir a las personas de todas las naciones y todas las lenguas”. —Abraham Lincoln “Nacimos para unirnos con los demás hombres y formar una comunidad con la raza humana”. —Marco Tulio Cicerón “He comprendido que mi bienestar sólo es posible cuando reconozco mi unidad con todas las personas del mundo, sin excepción”. —León Tolstoi “Creo en la unidad esencial de todas las personas y, en general de todo lo que vive”. —Mahatma Gandhi “Estamos en la Tierra para ayudar a los otros”. —W. H. Auden “Nuestro espíritu humano exige sin demora la solidaridad y la unión entre pueblos y naciones, más allá de las diferencias que podrían separarlos”. —Augusto Roa Bastos “Fomentar la comprensión entre los seres humanos es condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. —Edgar Morin “El mejor camino hacia la solidaridad humana es la búsqueda y el respeto de la dignidad individual”. —Pierre Lecomte du Noüy


“El aislamiento es un creciente obstáculo para la solidaridad política”. Elfriede Jelinek

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“Cuento de Navidad"

Texto original: "Cuento de Navidad" fue originalmente una novela corta escrita por Dickens. Es una extraordinaria novela, pero demasiado extensa para los niños o para incluirla aquí.

Lo que sigue es una versión resumida, pero bastante completa, de esta bella historia navideña **************** Scrooge era de puño apretado, un viejo pecador exprimidor, escurridizo, codicioso, raedor, y avaricioso. Duro y encerrado en sí mismo que tenía un negocio junto con su difunto amigo Marley, quien hace 7 Navidades, porque era Navidad, había muerto. Nadie en las calles le hablaba, pues sabían bien la respuesta venidera. La mañana anterior a la víspera de Navidad, Fred, el sobrino de Scrooge, lo visita a su despacho para desearle Felices Navidades e invitarlo a cenar a casa. Scrooge rechaza rotundamente la invitación, es grosero y huraño y juzga a su sobrino por no tener mucho dinero. Fred, a pesar de la negativa de su tío, se retira amablemente y sin enojo alguno. Poco después, un par de caballeros le pidieron a Scrooge que hiciera un donativo caritativo para la gente pobre; no obstante y como era de esperarse, Scrooge se negó a ayudarlos y cuestionó la utilidad de los asilos y las cárceles para la gente necesitada. Bob Cratchit, empleado de Scrooge quien ganaba tan sólo 15 chelines, estaba transcribiendo cartas en su cuchitril y pasaba un frío intenso, pues Scrooge ahorraba hasta para carbón. Éste esperaba que fuera la hora de salida para regresar a casa con su familia y festejar la Navidad. Scrooge le advirtió que al día siguiente, pese a ser Navidad, tendría que ir a trabajar desde muy temprano sin falta, pues de lo contrario, perdería su trabajo.


Cuando Scrooge regresó a su casa sintió que el ambiente estaba especialmente extraño y misterioso, pero ignorando dicha percepción, se colocó su camisón y gorro de dormir. Cuando éste estaba sentado en un sillón, se oyeron estruendos y campanas en la casa, y el espectro de su difunto socio, Marley, apareció ante él cargando cadenas que representaban su penitencia por haber sido mezquino y avaricioso en vida. En principio, Scrooge no quiere creer lo que ven sus ojos, pero los estruendos y gritos de Marley, lo someten a escuchar. Marley hizo su aparición para advertirle a Scrooge que debido a su comportamiento, él estaba destinado a viajar sin descanso y que aquello también le ocurriría a él de no cambiar su actitud, por ello le daban la oportunidad de reivindicarse y tres espectros se encargarían de visitarlo en las noches consecuentes a la 1:00. Cuando el espectro de marley salió por la ventana, Scrooge se dispone a dormir. A las 4:00, Scrooge se despertó, y a partir de entonces, el reloj comenzó a avanzar con rapidez, dando las campanadas y haciendo pasar un día entero en cuestión de minutos. Al dar la 1:00, apareció ante él el primero de los 3 espectros. Era una extraña figura, como un anciano del tamaño de un niño. Su cabello, que colgaba por su espalda y su nuca, era blanco, quizá por la edad, y no obstante, la cara no tenía la menor arruga y el más tierno vello aparecía sobre su piel. Los brazos eran muy largos y musculosos; las manos, las piernas y pies igual, como si su presión fuese de una fuerza inusual. Vestía una túnica del blanco más puro y alrededor de su cintura llevaba un lustroso cinturón, cuyo brillo era hermoso. Sostenía una rama de fresco y verde acebo en la mano, y en contradicción con el emblema invernal, su vestido iba adornado con flores veraniegas. Desde la coronilla de su cabeza irradiaba un chorro de luz clara y brillante y usaba un gran apagaluces como gorra, que ahora sostenía debajo del brazo. Este espíritu se presenta como el Espectro de las Navidades pasadas, quien lleva a Scrooge a su pueblo de infancia. Ambos entran a una casa antigua donde observan a Scrooge de niño leyendo un libro e imaginándose historias. El viejo Scrooge siente enorme gusto y nostalgia al recordar aquellos momentos cuando viajaba con la imaginación. Poco después, lo lleva a la misma casa, pero Scrooge ya es un poco mayor y su hermana, alegre y hermosa, lo visita para llevarlo a casa con su padre a pasar la Navidad. Scrooge recuerda con amor a su hermana, quien murió poco después de haber tenido a Fred, su sobrino.


Posteriormente, el espíritu lo lleva al despacho de Fezziwig, su primer jefe, quien tenía 2 aprendices y los alojaba en su casa. Era Navidad y había un festejo en la oficina a donde todo el mundo asistió, bailó y se divirtió. Scrooge sintió en aquel momento, la necesidad de hablar con su empleado Cratchit. Después el espíritu lo lleva a verse más grande, codicioso y con ojos de lucro discutiendo con su novia quien le reprocha haber cambiado porque se ha dejado atrapar por la avaricia. Ella le advierte que lo dejará, pues el ídolo de oro la ha desplazado. Ante esto, Scrooge le suplica al espíritu no ver más, pero éste le toma por los brazos y lo lleva a casa de Belle, su antigua novia, en compañía de sus hijos y su marido. Este último, le comenta a Belle que ha visto a Scrooge completamente solo y que su socio, Marley, está a punto de morir. Scrooge le suplica al espectro no ver más, que pare la tortura y al regresar a casa, cae en un profundo sueño. Esta vez, Scrooge no quería que este fantasma lo tomara desprevenido, así que abrió las cortinas de su cama y lo esperó despierto. Al dar la 1:00, nadie había ido por él, pero cruzando su puerta se reflejaba una luz roja. Scrooge se levantó para ver qué había tras la puerta y se encontró con el segundo de los 3 espíritus, dentro de su recámara repleta de comida y manjares. El espectro iba vestido con un sencillo manto verde, bordeado de piel blanca. Esta prenda colgaba tan suelta de su amplio pecho desnudo, como si desdeñara ser preservado o escondido por ningún artificio. Sus pies, que se observaban debajo de los amplios pliegues de la prenda, también estaban desnudos; y sobre su cabeza no llevaba otra cosa que una corona de acebo, engarzada por relucientes trozos de hielo. Sus rizos castaño oscuro eran largos y sueltos; libres como su genial cara, sus ojos chispeantes, su mano abierta, su alegre voz, su franco comportamiento y su aire jovial. En su cintura lucía un antiguo cinto, pero no había ninguna espada en él y la antigua vaina estaba enmohecida. El espíritu se presentó como el espectro de las Navidades Presentes, siendo de los más jóvenes de los más de mil ochocientos hermanos que tenía.


Ambos viajaron hasta la ciudad y pese al frío que hacía, se respiraba una sensación de calidez y alegría. Fueron a casa de su empleado, Bob Cratchit y vieron a su familia antes de la cena de Navidad. Cratchit tenía varios hijos: dos pequeños, Martha, Peter y el pequeño y enfermo Tiny Tim, quien cojeaba de una pierna. En casa de Cratchit cenaban un pequeño pavo y pudín que cocinó su esposa, asimismo, cantaban villancicos alegremente. Scrooge le preguntó al espíritu si Tiny Tim viviría, pero éste le contestó que de no cambiar su situación, preveía una silla vacía y una muleta abandonada. A Scrooge le dio mucha pena que el pobre Tiny Tim pudiese fallecer debido a su enfermedad. De allí, partieron a casa de su sobrino Fred, quien festejaba la Navidad en compañía de su familia, brindaba por el tío Scrooge, pese a su negativa y burla respecto a la celebración. Scrooge estaba muy emocionado al ver la reunión, pues jugaban a la gallina ciega y todos se divertían mucho, él deseaba poder estar en el festejo. De regreso a casa de Scrooge, el espectro comenzó a envejecer y de los pliegos de su manto sacó un niño y una niña: amarillentos, flacos, andrajosos, huraños, lobunos, pero postrados en su humildad. El espectro dijo que eran los hijos del hombre y le recordó a Scrooge las palabras que pronunció con los caballeros que le pidieron caridad en su oficina para los pobres. En punto de las doce, el espíritu desapareció y Scrooge divisó un fantasma solemne, con sábana y caperuza, que venía, cual una niebla, por el suelo, en su dirección. El fantasma se acercaba lenta y gravemente en silencio, parecía desparramar pesadumbre y misterio. Iba arropado con una prenda negra, que le escondía la cabeza, la cara, su forma, y no dejaba nada visible de él excepto una mano extendida. Scrooge le preguntó si era el espectro de la Navidad por Venir, pero el espectro no contestaba ni pronunciaba una sola palabra, únicamente señalaba con su mano la dirección. Scrooge le seguía en la sombra de su manto. Primero fueron a la ciudad y escucharon a varios hombres de negocios, que Scrooge conocía, hablar de la muerte de alguien. Después visitaron la casa de un señor que le compraba a unas mujeres las cortinas de cama y ropas del difunto, cual aves de rapiña. El siguiente lugar que visitaron fue la casa de una pareja que discutían sus deudas, dado que la persona a la que le debían, había muerto, sin embargo, cualquier cosa, era mejor que seguirle debiendo al difunto. Posteriormente, fueron a casa de Bob Cratchit y se percibía la ausencia de Tiny Tim y la profunda tristeza que ésta provocaba en sus familiares, asimismo, Bob platicaba que había visto a Fred, el sobrino de Scrooge, quien fue muy amable con él e incluso le ofreció trabajo a su hijo Peter.


Finalmente, fueron al cementerio y el espectro señalaba una lápida en particular, en la cual estaba inscrito el nombre de Scrooge, por tanto, éste le suplicó que le permitiera reivindicarse y que de ahora en adelante honraría todas las Navidades. Pese a sus súplicas, el espectro lo rechazaba y en último sollozo de Scrooge, el espectro se convirtió en la columna de su cama, permitiéndole sentirse liberado e infinitamente feliz por esta segunda oportunidad. A partir de ese momento, Scrooge juró tener siempre presentes a los tres espíritus de la navidad y decidió iniciar un cambio drástico en su vida. Al salir a la calle, comprendió que aquel día era la víspera de Navidad, así que le encargó a un muchacho comprar el pavo más grande de la tienda para enviarlo, en el anonimato, a casa de Cratchit. Inmediatamente después, se encontró con el señor que le habría pedido caridad para los pobres y Scrooge le ofreció una suma muy considerable. No se dilató para ir a casa de su sobrino y pasar la Navidad en compañía de su familia, tal y como la habría visto con el segundo espectro. A la mañana siguiente, Scrooge esperaba a Cratchit en la oficina, quien llegó un poco tarde. Scrooge lo regañó por su tardanza, pero era parte de una farsa para notificarle que le aumentaría el sueldo y que le ayudaría a sobrellevar los problemas de Tiny Tim. Scrooge cambió radicalmente, se volvió bueno y generoso. Tiny Tim, quien no murió, tuvo a Scrooge como un segundo padre. A veces la gente se reía del cambio de Scrooge, pero él era feliz.

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EL GIGANTE EGOÍSTA Oscar Wilde

Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto. Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos para escucharlos. -¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a otros. Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a


su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció con él durante siete años. Transcurridos los siete años, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín. ¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz agria. Y los niños salieron corriendo. -Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. -Ya es hora de que lo entendáis, y no voy a permitir que nadie mas que yo juegue en él. Entonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel: Prohibida la entrada. Los transgresores serán procesados judicialmente. Era un gigante muy egoísta. Los pobres niños no tenían ahora donde jugar. Trataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas piedras, y no les gustó. Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado. -¡Que felices éramos allí!- se decían unos a otros. Entonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. Solo en el jardín del gigante egoísta continuaba el invierno. Los pájaros no se preocupaban de cantar en él desde que no había niños, y los árboles se olvidaban de florecer. Solo una bonita flor levantó su cabeza entre el césped, pero cuando vio el cartel se entristeció tanto, pensando en los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y se echó a dormir. Los únicos complacidos eran la Nieve y el Hielo. -La primavera se ha olvidado de este jardín- gritaban. -Podremos vivir aquí durante todo el año. La Nieve cubrió todo el césped con su manto blanco y el Hielo pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al viento del Norte a pasar una temporada con ellos, y el Viento aceptó. Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de las chimeneas. -Este es un sitio delicioso- decía. -Tendremos que invitar al Granizo a visitarnos. Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo, hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardín corriendo lo más veloz que pudo. Vestía de gris y su aliento era como el hielo. -No puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar- decía el gigante egoísta, al asomarse a la ventana y ver su jardín blanco y frío. -¡Espero que este tiempo cambiará! Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno. -Es demasiado egoísta- se dijo. Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve danzaban entre los árboles. Una mañana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una música deliciosa. Sonaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad solo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de bailar sobre su cabeza, el Viento del Norte dejó de rugir, y un delicado perfume llegó hasta él, a través de la ventana abierta. -Creo que, por fin, ha llegado la primavera- dijo el gigante; y saltando de la cama miró el exterior. ¿Qué es lo que vio? Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance de su vista, había un niño. Y los árboles se sentían tan


dichosos de volver a tener consigo a los niños, que se habían cubierto de capullos y agitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los pequeños. Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped. Era una escena encantadora. Sólo en un rincón continuaba siendo invierno. Era el rincón más apartado del jardín, y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía en torno a él. -¡Sube, pequeño!- decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo. -¡Qué egoísta he sido- se dijo. Ahora comprendo por qué la primavera no ha venido hasta aquí. Voy a colocar al pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para siempre. Estaba verdaderamente apenado por lo que había hecho. Se precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín. Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser invierno. Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó. Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con ellos. Desde ahora, este es vuestro jardín, queridos niños- dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro. Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más hermoso de los jardines que jamás habían visto. Durante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante. -Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol?- preguntó. El gigante era a este al que más quería, porque lo había besado. -No sabemos contestaron los niños- se ha marchado. -Debéis decirle que venga mañana sin falta- dijo el gigante. Pero los niños dijeron que no sabían donde vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante se quedó muy triste. Todas las tardes, cuando terminaba la escuela, los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver. El gigante era muy bondadoso con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y a menudo hablaba de él. -¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir. Los años transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba más débil. Ya no podía tomar parte en los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su jardín. Tengo muchas flores hermosas- decía, pero los niños son las flores más bellas. Una mañana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba el invierno, pues sabía que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores. De pronto se frotó los ojos atónitos y miró y remiró. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran doradas, frutos de plata colgaban de


ellas y debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto quiso. El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó cerca del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó: ¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y las mismas señales se veían en los piececitos. -¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el gigante. -Dímelo para que pueda coger mi espada y matarle. -Noreplicó el niño, pues estas son las heridas del amor. -¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas ante el pequeño. Y el niño sonrió al gigante y le dijo: -Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso. Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de capullos blancos.


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