Matías Villafañe. Llamado Expositores

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EJE 1. INICIACIÓN CIENTÍFICA, COMPLEMENTACIÓN EN LA FORMACIÓN EJE 2. LA VIVENCIA COMO PARADIGMA TRANSITORIO, DESDE LO TANGIBLE A LO INTANGIBLE HABITAR HUMANO / HABITAR CIUDAD: DINERGIA DE PRÁCTICAS SOCIALES Y CONFORMACIONES EN EL ESPACIO PÚBLICO DEL GRAN SAN JUAN. LA MEMORIA COMO MATERIALIDAD PROYECTUAL. Matías Villafañe matiasalbertovillafane@gmail.com / +549 264 510 1284

Becas Internas de Investigación y Creación / Estudiante Avanzado / Convocatoria 2015-2016 Carrera: Arquitectura y Urbanismo Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño - Universidad Nacional de San Juan


SÍNTESIS A partir de la necesidad de “construir” un concepto de “frontera” para el campo de estudio del hábitat, desde el “Habitar”, que incorpore otros aspectos, además de lo relacionado con lo espacial, que hagan referencia a las prácticas y conceptos de los habitantes como dimensiones que dan cuenta del alcance de las relaciones cotidianas que se construyen al “Habitar”, este trabajo busca problematizar en su desarrollo, las visiones estáticas y físicas geométricas que han servido para interpretar el hábitat urbano y en específico el espacio público. Superar estas visiones implica considerar las dinámicas de sus habitantes, la relación de su gestación, continuidad y sostenibilidad asociada a la práctica del Habitarcon-el-Otro. Esta práctica esencial es tomada como la propia construcción de las formas particulares de vida, e interesa poder explorar y describir los sistemas de relaciones desde los que se construyen y explican los sentidos propios del hábitat público y colectivo, en este caso del Espacio Público como Lugar Urbano. En esta propuesta se busca indagar críticamente en zonas particulares de la Ciudad de San Juan, específicamente la Plaza “25 de Mayo” y la zona conocida como “El Carrascal”. Por tanto esta investigación busca caracterizar e interpretar aspectos del habitar humano que se construyen desde quienes producen y habitan estos espacios, siendo resignificados más allá del propósito para los que fueron creados. Palabras claves: Espacio Público, Lugar Urbano, Prácticas Sociales, Conformaciones


MARCO TEÓRICO A partir de un marco determinado por estudios actuales e interdisciplinarios sobre el espacio público, se propone problematizar el campo de lo público implica poner en discusión, cuestionar, mostrar las tensiones de lo que incomoda. Aceptando que la arquitectura se constituye como un acto de imaginación, de anticipación, de prefiguración de lo habitable, la acción de imaginar se constituye en un componente conceptual y operativo claramente reconocible en la misma. Sin embargo, no suele ser tan precisa la función decisiva a la que está destinada esa producción de formas habitables concretadas a través de diversas y variadas técnicas y materiales. Con el fin de avanzar en la comprensión sobre como acontece la producción de hábitat urbano contemporáneo en nuestras ciudades, es necesario reconocer la multiplicidad de tramas desde las que este se constituye. Para abordar este aspecto es ineludible reflexionar de manera sistemática acerca de habitar ciudad, para desentrañar como se tejen en el tiempo y en el espacio distintas redes o tramas sociales, económicas, culturales, políticas en las que se imbrican e hibridan elementos y procesos tanto técnicos, funcionales, materiales, formales como sociales, políticos, y económicos e igualmente imaginarios, vivénciales, estéticos y simbólicos. Indagando sobre el campo teórico, político y fáctico de acción inherente a la construcción de conocimiento en hábitat, territorio y territorialidad, advertimos la posibilidad del habitar como potencial entrada para la superación de ciertas limitaciones en las perspectivas clásicas o positivistas desde las que se ha indagado hábitat. En esta posibilidad, reconocemos habitar como acontecer y hecho, referido a aquellas tramas de vida que auto-producen grupos humanos particulares en relación con los otros, en concordancia con las valoraciones, idearios, imaginarios, deseos, circunstancias, y posibilidades, que se pueden expresar, o no, en materialidades, acciones y prácticas cotidianas, configurando entornos habitados signados por lógicas propias: espaciales, culturales, económicas, sociales y políticas. Incursionar en lo conceptual, político, fáctico, y práctico de hábitat remite a indagar en el habitar como entrada conceptual y metodológica clave, ya que su naturaleza antrópica, dinámica y de producción individual y social lo configura como elemento constituyente básico del hábitat. Habitar como acciónexpresión puede entenderse como antecedente en la constitución del hábitat; lo cual a su vez estaría respaldado en el sentido de las fuerzas individuales o sociales que impregnan la ciudad con sus energías. Tal acción, es realizada por individuos en unos casos y por colectivos en otros, ambos como habitantes, deriva en huellas territoriales que debemos comprender. La indagación por quienes habitan, desde su condición de sujetos, conduce ineludiblemente a reconocer que los habitantes, en su pensar, hablar, accionar y discurrir, van configurando cotidianeidades, marcas, signos, pertenencias, normas,


identidades, imaginarios, significaciones, proyecciones y discursos, que finalmente en un movimiento continuo van espacializando, materializando, estructurando, marcando y dotando de sentidos. En este sentido, el trabajo propone identificar, caracterizar y problematizar aspectos del habitar humano, en el “El Carrascal”, la Plaza “Francisco Narciso Laprida” y la Plaza “25 de Mayo” en torno a los modos de producción y apropiación del espacio público como lugar urbano, a partir de la aplicación del Modelo General de “Teoría del Habitar” desde las rutas que plantea Roberto Doberti. OBJETIVOS PARTICULARES •

Indagar y problematizar acerca de las concepciones de “Hábitat”, “Habitar”, “Habitar Ciudad” y “Lugar Urbano” desde la perspectiva de quienes habitan lugares urbanos como espacios

públicos. Interpretar, relacionar y valorar, aspectos teóricos, fácticos y vivenciales que habiliten a detectar puntos de coincidencias y particularidades entre los casos estudiados desde la Teoría del

Habitar. Identificar y caracterizar las prácticas sociales presentes en los sectores propuestos como inescindibles respecto de la idea de “Habitar ciudad” y las configuraciones materiales

necesarias para su conveniente desarrollo. Identificar y caracterizar modificaciones en la configuración material de los sectores y su entorno inmediato, tal que permita indagar en las prácticas que se han sucedido en el tiempo.

METODOLOGÍA Siendo esta investigación de tipo cualitativa, se orienta principalmente hacia la construcción teórica desde un estudio de campo tipo fenomenológico experimental tomando como objeto de estudio la práctica social. El esquema metodológico propuesto es de tipo cualitativo para deducir relaciones y la elaboración de reflexiones sobre las vinculaciones entre Espacio Público como Lugar Urbano, sus transformaciones, los actores y las prácticas. Fases metodológicas: • • • •

Análisis de antecedentes históricos sobre los sectores urbanos propuestos. Observación y registro gráfico, fotográfico y multimedial situacional y físico/espacial. Registro y relevamiento de datos cualitativos acerca de las prácticas sociales. Interpretación y relación de datos cualitativos con registros situacionales y los físicos espaciales.

Se trata de un proceso de investigación participante, sobre lo interpretado del “hábitat” en tanto conformación físico perceptual, lo interpretado del “Habitar” en tanto prácticas sociales detectables expresadas en programas y estrategias espaciales. Los modos de registro crítico-reflexivo se organizaran articulados con etapas de orden conceptual y de acontecimientos vivenciados, en el compromiso de generar un conocimiento que posibilite construir pautas propias del saber/hacer arquitectónico. (Materialidad Proyectual).  Variables De Análisis


• • •

Sistema de Conformaciones materiales que albergan las prácticas. Los discursos que circulan en torno a las prácticas. Imaginarios y representaciones de los sujetos de las prácticas.

DESARROLLO Explorar el habitar Ciudad desde la Teoría del Habitar habilita, y permite elaborar, nuevos caminos entre disciplinas constituidas sin respeto por las fronteras y las jerarquías. Se trata de un trabajo que no se consolida en certezas recibidas, por lo tanto, acepta la posibilidad de contener errores u olvidos, pero también es un trabajo que contiene la esperanza de comprender mejor nuestro estar y nuestro hacer. Estas tareas -las exploraciones- están del otro lado de los fundamentos. Las exploraciones no contradicen o desprecian lo sistemático - en ese caso, no aportarían a la construcción de la teoría sino a su anulación o disolución-, pero no se anudan ni se elaboran con el orden y la lógica interna de la fundamentación; su función es abrir su horizonte y, a la vez, alertarle de sus probables desviaciones. Las exploraciones no tendrían rumbo sin la fundamentación que las oriente, las posibilite y las delimite a través de las categorías con que su montaje conceptual organiza el territorio a explorar. De este modo, las exploraciones pasaran a ser parte de un proyecto teórico, que no se convalida en lo anecdótico por interesante que sea porque su sentido es confirmar, refutar, corregir ese montaje conceptual que las impulsa, sugerir sus ampliaciones e indicar sus debilidades. Para hacer más coherentes y eficaces las exploraciones se propone que sean guiadas por algunos conceptos y criterios -entendidos como "rutas"- que organicen los recorridos. Originalmente, la palabra "ruta" significaba un camino abierto cortando el bosque, atravesando el terreno. Se trata, entonces, de "atravesar el Habitar", de encontrar sentidos y direcciones que pasen a través de los tiempos, de las escalas dimensionales, de los grupos sociales, de las idiosincrasias regionales; no para ignorarlos sino, por el contrario, para que la ruta muestre sus similitudes y sus diferencias internas, sus vetas de organización y sus intrincadas relaciones. Se delimitan y eligen cuatro rutas, cuatro caminos desde donde observar el Habitar: la ruta de las densidades, la ruta de las focalizaciones, la ruta de las especificaciones y la ruta de las veladuras. Ruta de las densidades En la elección de esta ruta -de esta multiplicidad ligada de puntos desde donde reconocer, palpar y observar el Habitar- no se nos escapa que el Habitar toma cierto carácter de sustancia. No en el sentido ontológico o filosófico del término, sino en uno más directo y cotidiano: en un sentido metafórico que lo aproxima a la materia -digamos a la piedra, a la harina o a la esponja. Más aun, podemos precisar la idea asimilando al Habitar con un cuerpo material, entendiendo que se trata de un cuerpo muy complejo compuesto por diferentes partes o sectores que presentan densidades variables; tan variables que van desde lo espeso, duro y pesado a lo liviano, fluido, poroso y etéreo.


EI Habitar no tiene así un único modo o rango de densidad sino densidades disimiles, abiertamente categorizadas. En el abigarramiento de las multitudes urbanas o en la dispersión casi solitaria de ciertos campesinados rurales puede leerse una diferencia notable en una dimensión importante del Habitar: proximidad o distanciamiento. Pero aun con el mismo distanciamiento físico entre las personas, el Habitar resulta distinto, toma una densidad diferente. Si se trata de un grupo que se comunica fluidamente, recibe diaria información sobre decenas de temas, escucha por medios técnicos cientos de voces y sonidos, o si hablamos de un grupo que elige, o al que se le impone, la introspección o la atención exclusiva sobre lo que lo rodea y exige sus decisiones cotidianas. Las densidades del Habitar parecen organizarse según una amplia gama de criterios o parámetros: densidades espaciales -que tratarían acerca de la cercanía concreta de los cuerpos, de la ocupación mayor o menor del espacio por edificios, utensilios, ornamentos o escrituras- densidades temporales -relacionadas con la velocidad con que se ejercen los comportamientos, con el número de sus reiteraciones, con la pausa o la aceleracióndensidades de estímulos -desde el privilegio del sosiego en el límite del anonadamiento hasta la necesidad del paroxismo de las sensaciones visuales, sonoras o corporales. No se pueden agotar los tipos o modos de densidades con que se habita sino apenas indicar algunas de sus posibilidades, e indicar de qué manera decisiva establece alternativas de Habitar. Con todo, hay que señalar una dirección adoptada por la historia reciente: parece inclinarse hacia la acentuación de la densidad, hacia la concreción o la ilusión de un plus de habitar aumentando su densidad. Un decisivo desafío para la sociedad contemporánea es lograr que ese aumento de densidad, que ese plus de habitar y hablar no tenga como contrapartida la dispersión del sujeto, la porosidad rala de la conciencia, el deshilacha miento de la cultura, la atenuación o eliminación de la actitud básica de comprensión, valoración y cuestionamiento de lo real. Ruta de las focalizaciones Si imaginamos al Habitar como un plano, resulta que este no se presenta como una entidad homogénea, pareja, lisa. Por el contrario, es parte fundamental de su estructuración mostrar puntos notables, focos o nodos que se oponen a otros lugares menos marcados, más propensos a una continuidad reiterativa. En general, los focos se vinculan, real o virtualmente -ya sea por medio de avenidas o circuitos espaciales o a través de evocaciones o asociaciones mentales-, de manera que se impone la idea de líneas o ejes que dibujan el plano, definiendo puntos de encuentro o intersecciones -los focos- y sectores enmarcados o eventualmente atravesados por las líneas - las áreas generales o no marcadas. Por otra parte, no todos los puntos notables tienen la misma jerarquía y también existen permanentes procesos de generación o calificación de los nodos, de manera que podemos pensar en gradientes que van desde lo claramente focal, lo fuertemente destacado, a lo más constante o estabilizado.


El foco es tal gracias a que contrasta con lo que no lo es, por estar rodeado y sostenido por zonas que, en ese sentido, son relativamente parejas, homogéneas. La ciudad, ese reverso concreto del código del Habitar, hace particularmente ostensible la importancia, variedad y sutileza de las focalizaciones que pulsan el Habitar. La ciudad ha sido muchas veces compuesta o leída por la articulación de sus monumentos -es decir, sus prodigios, gloriosos o monstruosos- y de su tejido - los lugares de la reiteración, de la previsibilidad. Y es la misma ciudad la que suele organizar sus vías de transporte, sus circuitos comerciales, sus canales de distribución y aprovisionamiento, sus ámbitos de recreación, sus ejercicios culturales según nodos y redes. Con todo, si las focalizaciones constituyen una ruta adecuada para explorar el Habitar es porque ellas se manifiestan en la estructura íntima y primaria del Habitar, en la organización de las conformaciones y comportamientos que contexturan cada práctica social. Pueden estar al unísono en juego, uno o varios focos: competir, aliarse o alternarse. Puede haber focalizaciones fuertes y contundentes y otras tenues y sutiles, pueden generar transformaciones o determinar formas estables. En el Habitar, las focalizaciones pueden convocar y ser entonces lugares de reunión -centrípetas- o dispersar y ser concentraciones fugaces que sirven para orientar los recorridos - centrifugas-; pueden verse como la posibilidad de la creatividad y la libertad o como la representación de la imposición o la restricción despótica. La ruta de las focalizaciones se adentra en el tiempo del Habitar hasta sus orígenes mismos. El foco es el "fuego" alrededor del cual se instituyeron los principios de la socialidad, la superación de la oscuridad natural de la noche donde se cocinaron los alimentos y se desarrollaron las técnicas que nos hicieron propiamente humanos. Ruta de las especificaciones Es plausible, verosímil y hasta casi seguro que los Sistemas del Hablar y del Habitar hayan empezado a funcionar en las primeras comunidades con muy pocas unidades, con repertorios restringidos. También podría espejarse la frase diciendo que fueron las comunidades las que empezaron a funcionar a partir de la construcción y distribución de primitivos Sistemas del Hablar y del Habitar. En cualquier caso se estaría en un momento germinal que nos pondría frente a unas pocas voces diferenciadas, asociadas a un equivalente y pequeño número de conceptos, menciones o referencias; y frente a unas pocas conformaciones en correspondencia con unos pocos comportamientos caracterizados, distinguidos, convenidos y convalidados. La exploración por esta ruta reconoce procesos de especificación, los que también suponen progresivas especializaciones en todas las escalas de consideración: desde la escala de la ciudad -ciudades comerciales, turísticas, industriales- hasta la escala de los utensilios y artefactos de uso domésticos o técnico -particularización de la vajilla y los cubiertos, de las butacas y asientos o de los instrumentos quirúrgicos. También se descubren especificaciones de funciones o roles en cada práctica social, muchas veces marcadas por diferencias de indumentaria o de gestualidad, de límites discursivos o de posiciones y


ocupación en los distintos ámbitos. La nómina seria enormemente extensa, aun teniendo en cuenta que no son relevantes las variantes esporádicas, personales y caprichosas, sino solo las diversas variedades que ingresan en la sistemática del Habitar, es decir que resultan habituales, reiteradas, tipificables. EI desarrollo de la civilización puede pensarse como el crecimiento continuo e incesante de las especificaciones en el interior de los Sistemas del Hablar y del Habitar, es decir, como la progresiva partición, ampliación y diferenciación tanto de la masa conceptual como de la masa conductual. Ruta de las veladuras La veladura en el Habitar, que se desarrolla de mil maneras distintas, es esa característica que hace del Habitar una entidad muchas veces atisbada, una entidad que interpone velos, transparencias relativas que conjugan sus requerimientos de privacidad e intimidad con su condición de código, de comportamientos regulados, de necesaria socialidad estructural. Las veladuras son ocultamientos simbólicos, disminuciones de la nitidez, enunciación dudosa del recato, incitación a una observación desde "afuera". Lo que esta tras el velo se encuentra, de alguna medida, tapado, pero también esta potenciado en su valor a interés. Desde otra perspectiva, a través de los siglos y con diferentes procedimientos en cada comunidad, las veladuras -atenuación de la mirada y, a la vez, acentuación del deseo- se hicieron indumentaria, ventana, persiana, tules, opalinas, gestualidad retenida pero indicativa, fachada de edificio, concretando así la ciudad de la modernidad y, casi en aparente sinonimia, mascara de los actuantes como distancia inexorable entre nuestros roles funcionales y el sujeto que los sustenta. La ruta de las veladuras, diferente y distanciada de las anteriores, se manifiesta, sin embargo, como uno de los muchos atajos sinuosos e inesperados, que la exploración del Habitar requiere para intentar un mapa inevitablemente complejo, fascinante pero también siempre precario e incompleto. Algunas consideraciones sobre el espacio público como lugar urbano A partir de integrar los conceptos que surgen desde la Teoría del Habitar, la Teoría Sociofísica del Lugar, el Urbanismo Ambiental Hermenéutico y la Teoría de los Imaginarios Urbanos, podemos establecer que el espacio público ha mantenido diferentes roles en la sociedad urbana. En función de las circunstancias sociales, políticas y económicas de cada momento, se ha constituido en escenario de la representación colectiva en la ciudad. El espacio público puede ser un instrumento de control político, de reivindicación, o también de expresión y afirmación ciudadana. La crisis económica y social global de los últimos años, parece recuperar de nuevo el protagonismo de los espacios públicos –especialmente los más representativos– en el entramado de la ciudad.


Las nuevas tecnologías de la comunicación han tenido un papel muy destacado en la constitución y gestión de los nuevos movimientos sociales urbanos, pero los colectivos organizados más activos en todo el mundo siguen optando por el espacio público urbano como lugar de expresión de la ciudadanía. La experiencia urbana es compleja, fundamentalmente por la naturaleza de su principal elemento activo: el ciudadano. El ciudadano no es un sujeto estable y esa inestabilidad revierte en tensión sobre su hábitat colectivo, que es el espacio público. Precisamente, esa tensión humana sobre el espacio urbano es la que lo cualifica: “En el meollo de la estructura de los procesos urbanos está el intercambio social –las transacciones comerciales, los cambios de información, las intrincadas y complejas redes de interacciones– a través de las cuales los ciudadanos tratan entre sí y satisfacen la interdependencia de la cual depende su forma de vida y su bienestar. Ningún recinto cerrado, público o privado, alcanza un nivel de publicidad tan alto como el propio espacio urbano. Las cualidades democratizadoras y no excluyentes que son inherentes al espacio público por definición, se revelan mediante la celebración de interacciones colectivas. ¿Qué mejor lugar de contacto interpersonal y regeneración social que el espacio público urbano? Ésta podría ser la cuestión que nos haga reflexionar sobre la dimensión social del mismo como lugar de encuentro y de ejercicio de los derechos ciudadanos: El espacio público es el lugar donde todo ciudadano tiene derecho a circular, a estar y hacer. El poder transitar remite a la libertad de movimiento, el poder estar remite a la apropiación del espacio y el poder hacer remite a la participación en el espacio público. Enfatizando este último aspecto nos lleva a la consideración de que el espacio público es siempre un espacio colectivo donde se encuentran los diferentes, los actores diversos, las partes que comparten el espacio y que al hacerlo lo elevan a la categoría de público y colectivo, es decir, los diferentes toman conciencia de la diferencia porque son susceptibles de encontrarse, interactuar y finalmente interaccionar, por ello el compartir el espacio creativamente significa estar en un lugar, ser parte, sentirse parte, tomar o tener parte y hacer lugar. En consecuencia, el espacio público, es aquel espacio de propiedad pública, y de dominio y uso público. La propiedad pública infiere un sentido político, el dominio público un sentido cultural y el uso público un sentido social. La presencia habitual de actividad en un espacio urbano denota el éxito del mismo como lugar de encuentro y como foro ciudadano. Las relaciones interactivas son las que constituyen la vida urbana y la urbanidad en sí misma. La variedad de actividades es el parámetro indicativo de la versatilidad de uso con que el espacio público fue concebido. Íntimamente relacionado con el concepto de actividad urbana aparece también el concepto de acto urbano, como suceso singular y concreto celebrado en un espacio público. Pero en el espacio público urbano, actividades y actos no siempre han sido una constante en el uso del mismo. Tres episodios de la reciente historia urbana argentina, asociados a tres experiencias


paralelas sobre el espacio público, así parecen atestiguarlo: la necesidad de control durante la dictadura, la reivindicación ciudadana durante la transición y la apuesta cívica de las primeras corporaciones locales democráticas. Posteriormente, con las nuevas corrientes sociales, económicas, culturales y políticas enraizadas en el pensamiento posmoderno, aparecerían nuevas percepciones del espacio público que lo arrimarían poco a poco hacia una espiral agónica de resultados inciertos. Pero los recientes episodios urbanos en casi todo el mundo y particularmente en el conjunto de aquellos países atravesados por diferentes crisis, han parecido poner en evidencia un nuevo impulso del espacio público como lugar de expresión ciudadana. A los fines de este congreso, se presenta el caso paradigmático de la Plaza 25 de Mayo como espacio para las manifestaciones. Delimitada por las calles Rivadavia al norte, Mendoza al oeste, Mitre al sur y General Acha al este, esta plaza fue el punto central de la refundación de la ciudad tras su traslado en 1593, siendo en ese entonces la Plaza Mayor alrededor de la cual fueran distribuidos los diferentes edificios institucionales de la época. A lo largo de la historia social, política y urbana de la Ciudad, la Plaza tomó cada vez más protagonismo. Tras el terremoto de 1944 y con la aplicación de los planes de reconstrucción aparece la Avenida Central que en su recorrido desde la Avenida Rawson hacia el Oeste solo se corta en dos puntos: la Plaza Aberastain y la Plaza 25 de Mayo, lo que genera una mutua jerarquización entre la Avenida y ambas plazas al plantear el uso institucional de esta vía. El área tiene una fuerte presencia institucional, comercial y de servicios, destacándose la presencia de la Catedral (tanto pre como posterremoto). Al estar definida por dos calles con fuerte tránsito en dirección Norte-Sur como son las calles Mendoza y General Acha, hay un fuerte flujo de personas que usan el transporte público y que buscan la referencialidad de la plaza para determinar en su cercanía puntos de llegada y de partida. Topográficamente no presenta grandes diferencias de nivel, lo que hace que la configuración de la plaza sea en un solo plano y mantienen un solado continuo. El diseño actual comprende una combinatoria de espacios estancos y circulación, pudiendo diferenciar 3 sectores específicos. Los primeros tres se corresponden concéntricamente siendo estos el centro de la plaza con la fuente, el anillo de circulación que toca los puntos medios de las aristas que definen la circulación perimetral. Estos sectores se vinculan por las medianas y diagonales. Estos senderos se ensanchan en sus putos medios entre el anillo circular y el centro de la plaza y en el caso de las diagonales tienen canteros y macetas. En estos puntos sobre las medianas se ubican la estatua de Fray Justo Santa María de Oro hacia Mendoza, la estatua de Domingo Faustino Sarmiento hacia General Acha y el mástil de la Bandera Nacional hacia Rivadavia. Hacia Mitre solo hay un cantero circular frente a la entrada al Teatro Municipal.


La marcha y la manifestación, como concepto general, son formas de protesta, de visibilidad de un conflicto o de un reclamo. En el caso de esta práctica fue interesante que muchos de los actores no fueran afectados directamente por el motivo de la protesta, por lo que fue importante preguntarse el por qué marcha alguien a quien “no le falta nada”, que lo lleva a salir a la calle, a reclamar por algo. Y es entonces cuando se revela uno de los fundamentos que le da fuerza: la solidaridad, el reconocimiento de un otro que estuvo en algún momento y ya no está, o por otros que no tienen las mismas posibilidades en materia de derechos, o de acceso a ciertas cosas. Se marcha porque disgusta/angustia la idea de pensar que hay gente que tiene menos posibilidades que y que nadie está haciendo nada por esas personas y esas circunstancias, y la marcha se configura en la forma de sumarse a una lucha que es grande y es muy diversa. Marchar como práctica pretende demostrar que las posibilidades se consiguen si se lucha por ellas. Usualmente, en San Juan, las marchas comienzan en la Plaza 25 de Mayo y de ahí se dirigen a otros puntos de la ciudad, o se desarrollan alrededor de la plaza. La selección del lugar para comenzar la marcha no es una cuestión meramente librada al azar. Se elige este punto como punto de partida por la importancia y el rol que tiene dentro de la ciudad de San Juan: ésta considerada como la plaza central de la ciudad, y se encuentra en una zona muy transitada los días de semana, por lo tanto, es un lugar ideal para reunir a la gente si lo que uno quiere, como es el caso de las marchas, es visibilizar una situación, y darle relevancia. Frente a la Catedral ciudadana es usualmente donde se arman las columnas para comenzar la marcha, y donde empiezan y terminan las convocatorias que son sólo alrededor de la plaza y no se dirigen a otros puntos reconocidos de la ciudad. La selección de este lugar como punto específico de comienzo y de finalización de la marcha no es tampoco azaroso, dado que la catedral tiene ciertas características que la hacen el lugar ideal: La primera, es uno de los lugares donde la gente se detiene en el centro de San Juan, ya sea para sentarse, porque es tomada como un punto de encuentro al conformarse como hito y mojón en la ciudad de San Juan, o simplemente por cuestiones religiosas, pero se conforma como un lugar de congregación de gente. La otra característica de la catedral que la hace un lugar ideal es la escalinata de acceso, que permite la realización de actos antes y después de las marchas haciendo que este atrio pueda ser empleado escenario. Cada marcha es distinta, y por eso el hasta dónde de una marcha es más difícil de definir, a diferencia del desde dónde, que ya se encuentra definido y establecido. Hasta dónde llega la marcha depende mucho del concepto y el reclamo de la misma: no es lo mismo una marcha para reclamar por el boleto escolar, que se realiza hasta el Centro Cívico, para poder reunirse luego de la marcha con los encargados de tránsito y transporte; que una marcha conmemorando el 24 de


marzo, que se realiza hasta la Ex Legislatura, que durante la última dictadura militar fue utilizada como centro de detención clandestina. Entonces, el lugar de finalización de la marcha está íntimamente relacionado con la finalidad de la misma, pero siempre son puntos estratégicos dentro de la ciudad de San Juan a nivel visibilidad, y rol que cumplen en la ciudad. Otra cuestión importante a tener en cuenta en una marcha no es sólo el hasta donde, si no el por dónde, dónde se hace más visible la columna, el reclamo. Es por esto que las marchas siguen caminos preestablecidos. Para conectar el punto de partida y el punto de llegada usualmente se utilizan calles como la Mendoza, Gral. Acha, Av. Libertador, Av. Central, Av. Alem, entre otras, ya que son calles muy transitadas, cuyo corte permite la visibilidad de la marcha. La marcha, como concepto general, tiene ciertas características que todos los participantes suelen conocer, y que están preestablecidas y aceptadas por todos. Cuando se va a una marcha, acepta ciertas normas, que se conocen, y se sabe que no se pueden romper, porque si no la práctica no tendría sentido. Se acepta, esté o no esté en un partido político, la idea de marchar encolumnado, a un ritmo determinado, lo que permite la visibilidad de la marcha como un bloque, dentro del cual no se puede salir. Otra de las cuestiones que está normada, es el recorrido de la marcha, y se acepta seguir ese camino pautado de antemano, sabiendo que no debe salirse de la columna, ni cortar camino por otras calles para llegar más rápido. Existen también ciertas reglas implícitas, que nadie las menciona, pero que se conoce y entienden. Una de ellas es que durante las marchas hay que intentar no tener problemas ni inconvenientes con otras personas que están marchando y reclamando lo mismo, porque un conflicto entre actores de una misma marcha le quita seriedad al reclamo, conflicto u hecho que se quiere visibilizar, poniendo el centro de la mirada de los habitantes de la cuidad en el foco de violencia y no en el foco del reclamo. Otro ejemplo de regla implícita y preestablecida es la de no tener ni generar conflictos con la policía, esta es una regla que viene de los años más duros de nuestro país, donde el que reclamaba desaparecía, donde el que tenía conflictos con la policía desaparecía o donde simplemente el que estaba parado en el lugar incorrecto en el momento incorrecto, desaparecía. Con los años, la vuelta de la democracia y la lucha por los derechos humanos, este tema se fue haciendo más leve, pero existe y está en nuestro país esa cuestión latente de que la policía no es exactamente quien está para proteger. Existen densidades que tienen que ver con las fechas particulares donde se realizan estas prácticas: 24 de marzo, convocatorias por lemas como #NiUnaMenos y apoyo a otras causas. También existen manifestaciones convocadas por reclamos que dependen del clima de descontento social. En el espacio que interesa describir, estas prácticas se caracterizan por una primera concurrencia más bien dispersa,


con el armado de las columnas frente a la catedral. Y que otros casos llegan a ese mismo punto o aprovechan el atrio para discursos. Dentro de las focalizaciones tal vez uno de los elementos que suele caracterizar a las marchas son las banderas, pancartas con diversas consignas y emblemas. Captan la atención y sirven para organizar a los grupos que participan de las manifestaciones. A veces se focaliza en personas afectadas directamente por las causas, como los familiares de Félix Raúl Tellechea, o por aquellos elegidas para pronunciar discursos. En las especificaciones siempre entrarán las consignas o lemas como primer requisito para que la marcha tenga sentido. También será necesario que el motivo de la marcha necesite ser difundido o tomado en cuenta por las autoridades. Por la escala de las marchas será que se desdibuje el borde de la plaza, integrando la calle y las veredas de las manzanas. Las marchas no tienen lugar “dentro” de la plaza, sin embargo son las que aún le dan carácter institucional a la misma y es en ella donde muchas veces se organiza el movimiento. Muchas cosas no se dicen sobre las marchas: el saber que se va en orden, que no se puede agredir, que hay gente perteneciente a otros espacios que controlan y chequean quienes asisten forman parte de las veladuras. Junto a esto vienen las sensaciones sobre que tanto control se hace a la marcha y que tan significativa se vuelve o que tan cala en quien tiene que escuchar el mensaje. /

INDAGACIONES SOBRE UN PRÁCTICA ESPECÍFICA:

LAS MARCHAS EN PRIMERA PERSONA Relatado por Rocío Sevilla Todas las marchas han sido significativas, porque a todas fui convencida de apoyar el reclamo, el concepto o el trasfondo que había detrás de cada una, pero hay algunas marchas, que se quedan siempre en la memoria de uno, no por lo que significan para la ciudad, para el pueblo o para un colectivo de gente, si no por lo que significan para uno mismo. Hay una marcha particular, que la recuerdo nítidamente, la marcha del 24 de marzo del 2013. Fue la primera vez que marché encolumnada como militante de un partido político, marcó, en muchos sentidos, un antes y un después en mi historia de marchas, por muchas características que tuvo. Lo primero que la hizo diferente, fue que fue la primer y la última vez que marché con mi papá, que en los 70 fue militante de izquierda, y tuvo muchos compañeros detenidos y desaparecidos durante la última dictadura militar, esto le agregó un significado especial para mí, compartir la lucha y el reclamo por los 30 mil detenidos desaparecidos con alguien que lo había vivido desde muy cerca y que conocía ampliamente esa realidad y esas presencias que se evocaban, los desaparecidos ya no eran una idea en abstracto, tenían nombre, tenían historias, conocía sus caras, conocía el dolor y el miedo de quienes los habían buscado, de quienes los habían llorado y ahora también, compartía el camino de lucha con ellos.


Esa marcha también fue importante por el ejemplo que me dio mi papá en ella, que es que la lucha no se abandona ni cuando uno está por abandonar este mundo. Él estaba bastante enfermo, y aunque en ese momento no lo sabíamos, le quedaban pocos meses de vida, se cansaba muy fácilmente y no resistía mucho de tiempo de caminata. Las marchas del 24 de marzo son bastante largas en su recorrido por la ciudad, porque parten de la plaza 25 y llegan a la Ex Legislatura, al lado del Estadio Aldo Cantoni, lo que implica muchas cuadras de recorrido. Esa marcha partió de la Plaza 25, más específicamente de la puerta de la Catedral, alrededor de las seis de la tarde; dio la vuelta a la plaza, como es usual, retomó por Calle Mendoza, y se desvió hacia el Oeste por Av. Central. A lo largo del recorrido de la marcha pude observar distintos puntos de nuestra ciudad, en los que a veces uno no se detiene, pero que debido al problema de salud de mi papá, en esta marcha en particular pude observar con detenimiento, por caminar la ciudad a otro ritmo, un ritmo más pausado. Me di cuenta de que la columna pasaba por muchos establecimientos educativos de nuestra provincia a lo largo de su recorrido, la Facultad de Filosofía, las escuelas EPET 2, EPET 4. Al doblar por Alem desembocábamos en la Escuela Normal Sarmiento y en la Superior Sarmiento, ubicadas en frente de la plaza Laprida. Lugares muy transitados durante los días de semana, y bastante transitados ese día feriado con calorcito de marzo, que invita a los niños a jugar a la plaza. Nos cruzamos con muchos niños en el recorrido, en la plaza 25, la plaza Laprida y el Parque, niños que nos miraban y que gritaban, y que por primera vez, o no, se enteraban de que algo ocurría, de que algo había pasado alguna vez hacía ya muchos años ese día. Es muy curioso lo que generan las marchas cuando uno las observa desde adentro o desde afuera, son muy distintas las situaciones. Marchar encolumnado tiene una mística sin comparación, las canciones, los compañeros, la camaradería. Todos somos parte de eso, de esa fiesta, de ese acontecimiento que es la marcha. Todos saltamos, todos cantamos, todos conocemos y nos sabemos las canciones, son parte del ritual, son parte de la esencia, si no estuviera el canto, no sería una marcha. Se escucha el bombo, si no estuviera el bombo, no sería una marcha. ¿Y el que lo ve de afuera? El que lo ve de afuera se extraña, le llama la atención toda esa gente, cantando, gritando, saltando, todos juntos, en una fila, que se extiende por cuadras y cuadras, recorriendo la ciudad, haciéndola propia por unos instantes. El que lo ve de afuera no termina de entender ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué?, pero sabe que algo pasa, que ese grupo de gente algo reclama, algo evoca. 30mil compañeros detenidos desaparecidos: ¡PRESENTES! Escucha desde afuera, un solo grito, un solo reclamo. Queremos saber dónde están, todavía los estamos buscando. La marcha se congregó en frente de la ex legislatura, llegamos alrededor de las 20 horas, estaba atardeciendo, nos costó llegar, lo dimos todo y llegamos, mi papá estaba contento, lo había logrado, por él, por mí, por sus compañeros. Pensó en ellos,


lo sé, los seguía buscando, después de tantos años, todavía no sabía dónde estaban. Pero los seguía evocando, para poder llegar al final de esa marcha. Cada marcha es particular, pero algunas nos dan lecciones de vida, ese día yo entendí por qué había que marchar, no por uno mismo, sino por aquellos que no estaban ahí para salir a marchar, por aquellos cuyas voces eran débiles o se habían apagado, aquellos cuyas voces eran fuertes y resonaban, pero que necesitaban más voces para hacerse oír. Por otros, para otros, para demostrar que estamos dispuestos a pelear hasta donde sea necesario por un mundo mejor y más justo para todos. Sistema de conformaciones materiales que albergan las prácticas Los aspectos que se corresponden con esta variable son aquellos que se fundan en la importancia de la Plaza 25 de Mayo dentro del tejido urbano de la ciudad de San Juan. Al entender que los ciudadanos perciben que el límite y bordes de la plaza la exceden y comprenden otros puntos como las inmediaciones sobre la Avenida Central y el atrio de la Catedral se explica en este caso el punto de partida de la marcha. Se rodea la plaza que está consagrada al poder político y al poder religioso para continuar por el eje cívico institucional y conectar con otros espacios públicos de alta visibilidad como la Plaza Laprida, el Parque de Mayo, el Centro Cívico, la actual Legislatura y la antigua. Con la referencialidad de la plaza en este caso la calle pasa a tomar una función para la que originalmente no está prevista, como ser el tránsito peatonal. Considerando que la práctica social de la marcha puede dividirse en varios momentos, entonces existen conformaciones específicas para cada uno. El momento de la concentración se da en lo que la gente identifica como “el interior de la plaza”. Los grupos se congregan en canteros, bancos, la fuente: todos aquellos lugares que pueden oficiar de asiento. Otros aprovechan las formas que ofrecen las circulaciones y sus dimensiones para congregar de a grupos más grandes. Elementos como el mobiliario, edificios cercanos, cartelería son puntos de encuentro o referencia donde los diferentes grupos que acuden a las manifestaciones se concentran. Es importante resaltar que el uso de banderas, carteles, instrumentos musicales lleva a que algunos grupos se ubiquen en aquellos puntos donde se facilita el despliegue de estos elementos. Estos puntos presentan diferentes jerarquías según la distancia al punto de inicio. Así, los grupos que encabezan las columnas se ubican cerca de la Catedral y desde ahí se ordenan los demás participantes. La organización de la columna lleva a expandir el borde imaginado de la plaza hacia la calle, llevando la práctica hacia la calzada de la calle donde los grupos aprovechan su ancho para terminar el despliegue de banderas y elementos. En este punto es destacable el hecho de que a pesar de que la práctica va hacia lo que se entiende como “el exterior de la plaza” quienes participan tienen la idea de que aún se está en ella, por lo que mentalmente el límite de la plaza se excede.


En este punto es donde el atrio de la Catedral cobra relevancia. La escalinata y la plataforma se configuran como escenario para permitir discursos facilitando la visión hacia los oradores. La jerarquía que aporta la presencia institucional de la Iglesia es clave, ya que al ser considerada una de las instituciones más fuertes de la sociedad sanjuanina también es destinataria de reclamos, causas y pedidos. Los discursos que circulan en torno a las prácticas En el caso estudiado es muy importante el relato histórico sobre la época de la Dictadura y las memorias que se transmitieron de generación en generación. Más allá del enfoque mediático que haya tenido este episodio de la historia argentina, es importante el testimonio directo de la experiencia de un padre que sufrió la violencia de esa época. La reivindicación de ideas, derechos y reclamos históricos forman parte de estos discursos que dan contenido a la manifestación pública: “Memoria Verdad Justicia”, los nombres y las fotos de los desaparecidos, el reclamo por los nietos/as e hijos/as, las canciones de protesta… todas son voces que definen a la manifestación y le dan sentido al espacio público como ámbito de expresión ciudadana y de información para quienes no se sienten parte del reclamo o no acusan su importancia. Las banderas de los diferentes espacios políticos y ciudadanos también son parte de esta expresión. Enuncian ideas que definen a esos movimientos y que les dan identidad. Hacia el interior de la práctica se replican los discursos que la ordenan: sugerencias como circular en grupo, no apartarse, evitar confrontaciones, tomar ciertas direcciones o regular los tiempos. Existen en este caso una serie de momentos, iniciando con las convocatorias donde el discurso se orienta a reivindicar aquellos pedidos y reclamos por los que se cree necesario manifestarse públicamente. Luego el discurso se orienta a una instancia organizativa donde se determinan puntos de congregación, recorridos y lugares donde finalizar las marchas. En el desarrollo de la práctica existen cuatro tipos de discursos a veces superpuestos: uno social, donde la gente dialoga no necesariamente sobre la causa de la convocatoria, sino sobre aspectos cotidianos, lo que sería definido como una conversación casual. Existe un discurso sobre el contenido de la marcha donde se reivindican las ideas sea con canciones o con proclamas. Hay una serie de discursos seleccionados para que algunos oradores se expresen a la multitud. Finalmente existe un discurso paralelo que acompaña y busca reforzar la visibilidad de la acción, conformado por un código escrito, grafico, dado por las banderas, imágenes y graffitis. El discurso final tiene que ver con la crónica personal y la crónica periodística, donde a partir de los intereses de los sujetos se muestran algunos o todos los aspectos de la convocatoria. Es acá donde hay que destacar el rol social del periodismo, los medios de comunicación y las redes sociales que suelen registrar desde el inicio de la convocatoria. Muchas veces de acuerdo a los intereses que atienden hacen


hincapié en aspectos parciales, como ser episodios aislados de vandalismo o violencia. Este enfoque suele ser en virtud de minimizar el motivo de la convocatoria. En otras ocasiones el discurso de la crónica pasa por aspectos generales sin profundizar en los reclamos. Esta última instancia se constituye en el punto máximo de visibilidad de la práctica, ya que las causas llegan a un público que no es aquel que realizó la manifestación ni quienes la contemplaron presencialmente por encontrarse en las inmediaciones del recorrido. Este momento suele ser a nivel social el que termina de convalidar los lemas y causas sometiendo toda la práctica y su contexto a la opinión pública. Por otro lado es en la crónica donde se termina de definir el rol urbano que cumplen los espacios públicos reforzando las ideas que destacan que actividades suceden en cuales espacios. Imaginarios y representaciones de los sujetos de las prácticas Cuando la gente sale a manifestarse busca la visibilidad / publificación de una causa. No es casual entonces que en la elección de la Plaza 25 de Mayo se tome siempre como punto de partida, recorrido o llegada, ya que lo refuerza la carga simbólica como plaza principal, lugar urbano institucional y lugar histórico donde a lo largo del tiempo numerosos actos han tomado lugar. La referencia histórica de quienes pasaron por ese lugar y fueron dirigentes sociales pronunciando sus discursos en marchas anteriores cargan la memoria social con los antecedentes que dan espesor a la causa. El marco institucional dado por los monumentos, su ubicación sobre el eje cívico institucional de la Avenida Central y la presencia de la Catedral con su atrio otorgan la escala donde persisten las ideas de que se llegará más lejos con el mensaje. Es en esta práctica donde se expresa en su total magnitud el rol cívico de habitar el espacio público tal cual fue explicado en el abordaje teórico. Resulta crucial llevar el mensaje, replicarlo y que aquel-otro que se reconoce lo entienda y lo acompañe. Es la visibilidad del mensaje lo que se busca llevando la marcha a la calle. Esta práctica siempre conlleva un sentido solidario de salir a la calle por el reconocimiento de la necesidad y el dolor de otro con la esperanza de lograr alguna respuesta por parte de los responsables y la sociedad en sí. La cercanía con una causa y el conocimiento de la experiencia de alguien cercano, en este caso con el propio padre, hacen que el ejercicio de la práctica cobre más relevancia ya que el componente afectivo se suma al compromiso ciudadano, logrando significar la práctica desde un espectro más amplio. Salir del espacio conocido de los ámbitos privados a la calle supone traspasar el umbral de lo propio para lanzarse a lo compartido. Cada jornada es un adentrarse a la sorpresa de lo que depara el girar cada esquina, muchas veces en una mecánica automatizada por la velocidad de la vida urbana de hoy en día.


Sin embargo, ese ámbito común los ciudadanos es para otros tantos un espacio vivido al ritmo de la manifestación y de la supervivencia que buscan llamar la atención e interpelar a la rutina diaria. Introducir el debate en torno al espacio público es comenzar a adentrarse en un espacio amplio de una polisemia. Tanto que se puede reconocer en las formas de apropiación subjetiva que cada sector social hace del mismo. En este sentido sirve resaltar la calle y la plaza y cómo cada uno de esos sectores interactúa necesariamente con el espacio público inmediato y lo hace propio, imprimiéndole sus necesidades, sus actividades, su idiosincrasia, sus anhelos y deseos, entramándose con él en un vínculo estrecho que da cuenta de su identidad. Además, cada sujeto lo ha empleado a su manera y a su turno como espacio de protesta también. En este punto, cierto es que una parte de la población desearía eximir al espacio público de ser el escenario eminente de expresiones de reivindicación y de protestas, pero no se debe perder de vista que la ciudad ha sido por excelencia el escenario central de luchas sociales. En los últimos años, hemos presenciado el surgimiento de experiencias tanto de denuncia como también de reparación del tejido social, donde “cacerolazos”, “escraches”, “piquetes”, “cartoneo”, “okupaciones” y “culto a tragedias” son algunas de las expresiones urbanas más visibles en los años recientes. La memoria nos recuerda una situación de anarquía y movilización generalizada, en la que la calle es tomada por la ciudadanía como espacio re-significado para prácticas deliberativas y solidarias, pero también para vandalismos y desobediencias. Si bien mucho tiempo después del Proceso de Reorganización Nacional la situación ha cambiado y han ido menguando y mutando sus actores, de alguna manera estas prácticas se instalaron en el paisaje cotidiano, incorporados definitivamente dentro del repertorio de los medios de acción colectiva directa. La apropiación del espacio es cómo cada actividad se integra al mismo, se produce cuando un grupo ocupa y reinstala en un ámbito para desarrollar una actividad, entrelazando su vida con ese espacio social, creando un acontecimiento que se suma a la historia del lugar. Los distintos sectores sociales suelen tener repertorios de acciones, es decir, poseen de algún modo “libretos para protestar” en cada ámbito, algunos de los cuales son más homogéneos, otros más heterogéneos. Los espacios guardan una memoria de los acontecimientos que se desarrollan a diario en ellos, e incluso, muchos quedan signados durante décadas por la trascendencia de hitos históricos o actividades que los marcan para siempre. En este sentido, existe un permanente proyecto de discusión del simbolismo y de los espacios públicos que nunca queda definido de una vez y para siempre. Así hay algunos espacios que han quedado bastante significados, entre los que la Plaza 25 de Mayo es uno de ellos, la representación del espacio político por naturaleza en San Juan. La Plaza es, en el campo de la movilización, también el espacio permanente en disputa: ahí fueron las movilizaciones por


Malvinas, fueron el 2001, prácticamente fue la plaza del ‘sí’, fue la plaza del ‘no’, fue el cacerolazo del otro día, la de la proteste antiminera, la del Ni Una Menos, la del matrimonio igualitario. La disputa del espacio público se reconoce tanto en numerosas experiencias de denuncia, pero, al mismo tiempo, también en otras de reparación del tejido social que han surgido y adquirido visibilidad en las últimas décadas. Durante la primera década de este siglo, el Área Metropolitana conoció un abanico amplio de resignificaciones del espacio público que el tejido social encontró como forma de volver a cohesionarse. En consecuencia, el espacio público es construido por múltiples actores, desde múltiples lados, y no requiere simplemente una construcción por parte del Estado, desde arriba. También respira la construcción cotidiana desde los diferentes actores que la sociedad contiene. Y en esa diversidad, gana la ciudad. REFLEXIONES FINALES Este trabajo y su modalidad etnográfica han implicado un gran trabajo desde el abordaje teórico para llegar a una metodología que vincule el enfoque filosófico y epistemológico de la Teoría del Habitar con el enfoque metodológico disciplinar propuesto por el Urbanismo Ambiental Hermenéutico. Seguramente muchas de sus implicancias y relaciones están por develarse, especialmente cuando se puedan terminar de vincular todas las dimensiones y modelos propuestos por ambos enfoques, lo que desde este momento genera nuevas preguntas y cuestionamientos. Un abordaje total de las prácticas que hacen que el espacio público sea un lugar urbano es un trabajo infinito, ya que culturalmente siempre estamos generando nuevas apropiaciones, nuevas prácticas y nuevos significados, por lo que siempre se tratará de una mirada cronotópica particular. El trabajo permite una mayor profundización en estos campos, aportando nuevos matices a como desde las disciplinas proyectuales se aborda el diseño de la ciudad, colocando en un primer plano al sujeto que habita y sus respectivos “otros”. Esta aproximación sin lugar enriquece la lectura que se hace sobre la ciudad y como la habitamos, especialmente porque ha sido un buen inicio para comenzar a develar aquello que parece tan obvio como el habitar en sí. En lo personal, este trabajo ha brindado algunas pistas y pautas sobre la investigación previa al proyecto que durante algunos años y en el ejercicio del Taller de Arquitectura siempre ha quedado un poco relegada. La tendencia académica a resolver un problema cuantitativo sin problematizar antes a los habitantes, sus prácticas y la forma en la que se apropian del espacio siempre ha supuesto una dificultad al momento de generar propuestas que se relacionan armónicamente con la ciudad y que respondan a las reales necesidades de la sociedad. Las observaciones y las entrevistas aportaron conceptos que hacen al carácter humano del espacio para los grupos sociales que hacen uso del espacio público, dotándolo del carácter de lugar.


Gran parte del estudio se ha realizado desde la lectura y desarrollo de modelos grรกficos, y tal vez uno de los aportes a estas conclusiones sea el modelo que a continuaciรณn se propone:



El trabajo teรณrico que antecediรณ al desarrollo del trabajo prรกctico permitiรณ comprender la importancia de las trazas como signo que carga de memoria al espacio convirtiรฉndolo en lugar, lo que luego se confirmรณ con las entrevistas donde los interlocutores dejaron entrever la real importancia de los lugares y sus conformaciones para la realizaciรณn de las prรกcticas seleccionadas. Tal vez esta etapa del trabajo haya sido una de las mรกs importantes ya que estudiar la tesis doctoral de Zรกrate y al incorporarse las referencias Imaginarios Urbanos y el rol de los medios de comunicaciรณn al prรกcticamente duplicarse los contenidos abordados el marco teรณrico se abrieron varias rutas posibles.


Estas trazas que hacen memoria son potencialmente materialidad proyectual para las propuestas urbanas y arquitectónicas. La memoria colectiva incluye a los recuerdos y memorias que atesora y significa el conjunto de la sociedad. Existe una memoria individual que se vincula estrechamente a la memoria de grupo, manteniendo esta dinámica en constante mutación y haciendo que la memoria sea siempre social. Los relatos particulares y las imágenes se reproducen y reformulan, pero también se cuestionan e impugnan a través de imágenes nuevas y así sucesivamente. El recuerdo como tal sólo emerge en vinculación con personas, grupos, lugares o palabras. Así los marcos sociales de la memoria se componen de combinaciones de ideas o conceptos, imágenes y representaciones, logrando que la memoria colectiva sea compartida, transmitida y construida por el grupo o la sociedad. La memoria colectiva se respalda mediante una producción continua de formas de representación. El rol de los medios de comunicación y la digitalización produce un flujo de memorias que domina en otros planos que exceden a la experiencia. La memoria colectiva de hoy, donde los medios de difusión son muchos más amplios contribuye a la producción de los imaginarios sociales y urbanos donde llegamos a compartir un sentido de legado e identidad con muchos seres humanos que no se conocen necesariamente. Cuando el ejercicio proyectual indaga en las prácticas sociales y sobre todo en la memoria que albergan la hipótesis de proyecto entonces se puede enriquecer y resignificar, manifestando en la espacialidad posibilidades que atiendan a un programa que excede lo funcional y que por lo general no se tiene en cuenta. A fin de cuentas “Habitamos, que no es poco”.


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