Latinos en el Béisbol Capitulo 3

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No puedo recordar que se me haya dado un nombre racista en Panamá. Rod Carew, campeón de bateo.1 Si eres latino y negro y quieres ser coach, también tienes que ser un Tío Tom; tienes que decir que sí a todo. Orlando Cepeda.2

Después del sensacional juego de Miñoso y de Clemente, los dueños de los equipos de grandes ligas comenzaron a competir para adquirir jugadores latinoamericanos de talento; el reclutamiento tuvo un período acelerado a fines de la década del 50 y principios de la del 60, cuando un poderoso movimiento de derechos civiles desafió la discriminación contra los negros. 1

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Rod Carew e Ira Berkow: Carew, Nueva York, Simon and Schuster, 1979, p. 15. Además del libro Carew, otras fuentes principales para este capítulo son Felipe Alou y Herm Weiskopf: Felipe Alou... My life and baseball, Waco, Word Books, 1967; Bruce Brown: “Cuban baseball”, The Atlantic, 253:6, junio de 1984, pp. 109-114; Orlando Cepeda y Bob Markus: High and inside: Orlando Cepedas story, South Bend, Icarus Press, 1983; James D. Cockcroft: Latin America: history, politics, and U.S. policy, Chicago, NelsonHall, 1995; Juan Marichal y Charles Einstein: A pitchers story, Nueva York, Doubleday, 1967; Michael Oleksak y Mary Adams Oleksak: ob. cit.; John Roseboro y Bill Libby: Glory days with the Dodgers and other days with others, Nueva York, Atheneum Press, 1978; Rob Ruck: ob. cit. Cepeda: ob. cit., p. 149.


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La gente de los Estados Unidos reaccionó cuando vio en las pantallas de televisión que los gobernadores sureños impedían la entrada a las escuelas de los niños negros y que la policía soltaba a sus perros agresivos y punzaba con picanas eléctricas a los manifestantes pacíficos. Al enfrentarse a una protesta nacional y a millones de manifestantes que marchaban por las calles, el Congreso finalmente pasó iniciativas de ley de derechos civiles, en 1964 y 1965, que prohibían la discriminación en la vivienda y en el empleo. Las órdenes presidenciales y los decretos de la corte reclamaron enseguida “acciones asertivas” para poner en práctica las iniciativas de ley de los derechos civiles. Para compensar los siglos de injusticia, debería dárseles trato preferencial a “las minorías”, incluidas a las mujeres, en determinados casos. Los scouts del béisbol se esparcieron por toda la cuenca del Caribe. En la República Dominicana se les llegó a conocer como “los cátchers negros”. Rutinariamente mentían a las futuras estrellas y a sus padres, “engañándolos, o lo que es peor, incluso secuestrándolos”.3 Algunos scouts se convirtieron en mánagers de los equipos latinoamericanos para poder echarles el ojo a los nuevos talentos. Un scout de Cincinnati administraba el equipo de Aragua en Venezuela cuando vio a un short-stop adolescente, David Ismael Concepción. Lo contrató ahí mismo, diciéndole que “ningún club le da bonos a los jugadores latinos”.4 De hecho, Concepción tuvo que desembolsar 44 dólares para los guantes y los zapatos antes de irse a los Estados Unidos. Apodado Flaco por su compañero de equipo Tony Pérez, Concepción jugó 19 temporadas y ayudó a llevar 3

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Paula J. Pettavino y Geralyn Pye: Sport in Cuba: the diamond in the rough, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1994, pp. 40 42. Art Rust, Jr.: Get that nigger off the field, ed. cit., p. 199.


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a los Rojos a cuatro series mundiales y a dos campeonatos mundiales entre 1970 y 1976. Los columnistas de béisbol lo consideraban el tercer gran short-stop latino, tras los pasos de los venezolanos Chico Carrasquel y Luis Aparicio, Jr. Durante las décadas del 80 y del 90, los béisbolistas latinos que se habían convertido en scouts o en entrenadores trataron de poner fin al abuso de que eran objeto los jugadores latinos. Felipe Alou, futuro “mánager del año”, comentó para Sports Ilustrated en 1981: “Contratan a 25 muchachos y quizá solo uno sea un buen jugador. Es como si tiraran una red al mar, con la esperanza de atrapar un pez grande. El problema es que si no atrapan un pez grande, devolverán de regreso a todos los chicos”.5 En 1984 se estableció un límite de edad mínima de 17 años para los jugadores latinos que firmaban con un club de grandes ligas. En un esfuerzo por atraer la atención de todos los scouts “al sur de la frontera”, también las futuras estrellas estadounidenses se inscribían con frecuencia para jugar durante el invierno en el Caribe. Los aficionados de la República Dominicana, por ejemplo, se encontraron entre los primeros que celebraron las proezas de grandes jugadores del futuro como Willie Stargell, Frank Howard, Steve Garvey, Kevin Mitchell y Tim Raines.6 En la cambiante atmósfera política de la década del 60, los futuros beisbolistas latinos, al igual que los afronorteamericanos, podían responder ya a los insultos racistas sin tanto temor a represalias. Viendo el justo enojo y los primeros avances del movimiento negro por el poder, 5 6

Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 184. Ruck: ob. cit., pp. 110-111.


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los latinos de todo el país se comenzaron a levantar para insistir también en sus derechos: los trabajadores agrícolas en California y Texas; los estudiantes puertorriqueños que se unían a los miembros de las pandillas para llevar a cabo programas de desayunos infantiles y centros de salud públicos en las grandes ciudades (los Young Lords); los estudiantes que salían de las escuelas públicas para protestar en contra de la educación inferior (los blowouts [reventones]).7 Una vez más, los dueños de los clubes de béisbol mostraban su mala disposición a contratar a los negros y preferían a los latinos. Pero bajo la embestida del creciente movimiento de los derechos civiles, tuvieron que contratar a ambos —en especial a los negros. En las dos ligas mayores, los latinos y los negros comenzaron a ganar la mayoría de los premios al “jugador más valioso”. La Liga Nacional, con dos veces más negros y latinos que la Liga Americana en 1959, ganó 28 de 35 juegos de las estrellas entre 1954 y 1969. El ascenso de los movimientos de protesta social en la década del 60 también animó al sindicato de jugadores. Este obtuvo un aumento del salario mínimo que llegó a los 10 000 dólares en 1968 y a 40 000 dólares en 1981. En 1972, los dueños de los equipos trataron de disolver el sindicato. Se negaron a dar a los jugadores algo del dinero que obtuvieron en su nuevo contrato de televisión con la NSC por 70 millones de dólares. Los jugadores se fueron a la huelga por 13 días y al año siguiente obtuvieron un arbitraje salarial. Para entonces, el movimiento feminista y el movimiento de los derechos de los homosexuales se habían unido a 7

Para mayor información, ver James D. Cockcroft: The Hispanic struggle for social justice, ed. cit., y Hedda Garza: Latinas: Hispanic women in the United States, ed. cit.


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otros movimientos para exigir la libre elección y derechos igualitarios. Los beisbolistas decidieron que ya era tiempo de abolir la cláusula de reserva que los ataba a sus equipos, y que evitaba que escogieran libremente dónde jugar —ser agentes libres. Armados con decisiones de la corte a su favor, los jugadores ganaron el Acuerdo Básico de 1976, que permitía que se aplicara a los jugadores la modificación de agentes libres después de seis años de juego en las grandes ligas. Los salarios promedio de jugador subieron de 52 300 dólares a 143 756 en 1980, a cerca de medio millón de dólares en 1991 y aún mayores en 1996.8 En un esfuerzo para impedir que los jugadores pudieran llegar a ser agentes libres, los dueños cancelaron completamente su propia oferta de tres años para la agencia Obre a mediados de la década del 80. Los jugadores que eran agentes libres no tenían otra alternativa que aceptar cualquier salario que se les ofreciera. Los salarios promedio de los jugadores disminuyeron en realidad en 1987. En efecto, esta colusión secreta de los dueños operó como la antigua cláusula de exclusividad. Cuando la Asociación de jugadores protestó, el arbitraje multó a los dueños con alrededor de 280 millones por daños causados.9 Marvin Miller, ex representante de la Asociación de jugadores, afirmó que el escándalo de la colusión sobre8

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Cuando vieron el éxito de la sindicalización de los jugadores y el contrato colectivo, los árbitros también salieron a escena. Las huelgas de la Major League Umpires Association en 1970, 1979, 1984 y 1995 les hizo ganar un respeto merecido desde tiempo atrás y una mejor paga. Los dueños apenas sintieron estos castigos. La asistencia iba en aumento —de 45 a 55 millones en el período comprendido entre 1982 y 1990— y les caían del cielo los ingresos provenientes de la televisión y de los anuncios publicitarios.


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pasó con mucho el escándalo de los Medias Negras, cuando ocho jugadores de los Medias Blancas de Chicago aceptaron dinero de los apostadores para dejarse ganar la serie de 1919. Esta vez, la “dificultad” involucraba a todos los funcionarios principales del béisbol de grandes ligas, incluso a “dos comisionados del béisbol, durante tres temporadas... equivalente a arreglar no solo partidos, sino competencias por el título, incluidas las series de postemporada”.10 Para principios de la década del 70, los afronorteamericanos sobrepasaban sustancialmente el número de latinos en las ligas mayores. Juntos, los no blancos sumaban el 42 por ciento de todos los órdenes al bate, comparado con tan solo el 12 por ciento en la década del 50.11 Los latinos de todos los “matices” sumaban más de un décimo de los jugadores de grandes ligas. La barrera del color estaba derrumbándose, aunque el racismo y el antisemitismo continuaban con formas más sutiles. Ya en 1962 la serie mundial presentó un equipo formado por muchos latinos, los Gigantes de San Francisco. Los Gigantes tenían dos veces más negros y latinos que los demás equipos de la Liga Nacional juntos. Estuvieron a punto de destronar a los defensores del campeonato mundial, los Yanquis de Nueva York, quienes asimismo tenían dos jugadores latinos. Los columnistas de deporte llamaron a la llegada de más y más estrellas provenientes de América Latina “invasión”, como si el béisbol fuera un juego exclusivo de los Estados Unidos y se llenara de intrusos. La verdad, por supuesto, era que el béisbol latinoamericano se había entremezclado con el de los Estados Unidos desde la época en que se jugaron los primeros partidos de ligas mayores. 10 11

Dan Gutman: Baseball Babylon, ed. cit., p. 352. Rust: ob. cit., p. 214.


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A lo largo de los últimos años del siglo XIX y durante todo el siglo XX, los latinos y los afronorteamericanos revolucionaron el béisbol en varias áreas: en el bateo, en el fildeo y en la velocidad de carrera por las bases (Bert Campaneris, Roberto Clemente, Rod Carew, Lou Brock, Rickey Henderson, Kenny Lofton); en el poder al bate (Willie Mays, Hank Aaron, José Canseco, Juan González), y en el pitcheo (Rube Foster, Martín Dihigo, los Tiant, Bob Gibson, Juan Marichal, Fernando Valenzuela, Dennis Martínez). Los latinos y afronorteamericanos hicieron de la estrategia de correr las bases y del fildeo los factores más importantes en el juego. Se llevaron 89 de 98 títulos de liga por bases robadas de 1947 a 1991 y un sinnúmero de galardones “guantes de oro”. Los latinos también mantuvieron su tradición de “hacerlo todo”. Por ejemplo, en 1965 el cubano Bert Campaneris, siguiendo los pasos de su compatriota Martín Dihigo (ver el capítulo 3), se convirtió en el primer jugador de grandes ligas que jugara en las nueve posiciones en el mismo partido. El venezolano César Tovar duplicó la hazaña tres años después, y nadie la ha igualado desde entonces. En 1988, José Canseco, nacido en La Habana, se convirtió en el primer jugador en la historia que combinó 40 jonrones y 40 bases robadas en una temporada. La prensa acusó inmediatamente al musculoso Canseco de usar esteroides, cargo que negó por completo. Los reporteros comenzaron a utilizar la frase “el coctel Canseco” para referirse al uso de esteroides en el béisbol, aunque no había ni una sola evidencia para apoyar el cargo inicial. Comenzando con Roberto Clemente, los latinos congelaron los títulos de bateo de la liga. En 1966, cuatro de


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los cinco mejores bateadores de la Liga Nacional eran latinos, con los hermanos dominicanos Mateo y Felipe Alou ocupando el primero y el segundo lugar. El hijo de Felipe, Moisés, es la sensación en el bateo de Montreal en la década del 90, con un promedio de .301 hasta 1994. Los latinos reunieron 9 de 20 títulos de bateo en las grandes ligas durante la década del 60. El panameño Rod Carew prácticamente se había apropiado del primer lugar en bateo en la década del 70. Los latinos, en general, al igual que los afronorteamericanos, tenían promedios más altos de bateo y de slugging que los blancos. Los jugadores de color estuvieron a la cabeza en jonrones durante 13 años consecutivos.12 La mayoría de los jugadores latinos lograron todo esto mientras jugaban en dos temporadas, porque sus aficionados “en casa” mantenían la expectativa de que jugaran en las ligas de invierno. Inicialmente, Cuba tenía el número mayor de nuevos jugadores latinos de las grandes ligas. Para principios de la década del 60, los cubanos Tony Oliva de los Mellizos, Zoilo Versalles y Tony Pérez de los Rojos, Luis Tiant, Jr., de los Medias Rojas, Mike Cuéllar de los Orioles, y Bert Campaneris de los Atléticos de Oakland “ganaron casi todos los galardones de ofensiva y defensiva que había para los jugadores de grandes ligas: el de novato del año, el guante de oro, el campeonato de bateo, el de jugador más valioso y el premio CyYoung”.13 Luego, después que los Estados Unidos rompiera con el gobierno revolucionario de Fidel Castro en 1960-1961 (ver el capítulo 7), la provisión de peloteros cubanos se secó. Los jugadores de otros países latinoamericanos 12 13

Ibídem. Brown: ob. cit., p. 110.


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tomaron el relevo, con la República Dominicana y Puerto Rico reemplazando a Cuba como la fuente más grande de talento. Venezuela no estaba muy atrás, y contribuyó al Salón de la Fama con el short-stop Luis Aparicio, Jr. Aparicio nació en 1934 en Maracaibo, Venezuela, lugar de una de las reservas petroleras más grandes del mundo. Su padre, Luis Aparicio, era un famoso shortstop, estrella de las ligas venezolanas, que había rechazado una oferta de trabajo de los Senadores de Washington en 1939. Frank Lane, gerente general de los Medias Blancas, ofreció más que Hank Greenberg, de Cleveland, por los servicios de Aparicio, y para 1956 Luis era el short-stop titular de Chicago. Al final de la temporada fue el novato del año. Los Go Go Sox, bajo el mánager Al López, fueron por el título en 1959, y Tiant robaba 56 bases. De 1956 a 1964, Luis estuvo a la cabeza de la Liga Americana en bases robadas. En su carrera dentro de las ligas mayores, que duró 18 años, Luis Aparicio jugó más juegos como short-stop que cualquier otro jugador en la historia, y ganó ocho guantes de oro por su fildeo. Estableció el récord en grandes ligas de dobletes, y participó en 1 553 de ellos. Terminó su última temporada con un respetable promedio al bate de 273 (262 de por vida). Los latinos como Aparicio hicieron una ciencia del fildeo. También hicieron una ciencia del bateo, y algunos, como Rod Carew y el californiano Keith Hernández, escribieron libros de gran venta acerca de cómo pegar de hit. Con los números en la mano, Rod Carew y Roberto Clemente fueron los mejores y más constantes bateadores de la segunda mitad del siglo XX. Carew bateó para más de 300 en quince temporadas consecutivas. Estableció un récord de bateo en la liga de .388 en 1977, y ganó el campeonato de bateo por cincuenta puntos, el margen


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más alto en la historia de las grandes ligas. Fue elegido jugador más valioso ese año. Finalizó una carrera de 19 años en 1955 con un promedio de por vida de .328, con 3 053 hits y siete títulos de bateo (solo Ty Cobb y Honus Wagner obtuvieron más). En 1991, Rod Carew se convirtió en uno de los veintidós jugadores de toda la historia que han sido elegidos para el Salón de la Fama en su primer año de elegibilidad. Al igual que Roberto Clemente, el otro bateador latino que alcanzó la marca de los 3 000 hits, Carew era un filántropo. En 1977 se le homenajeó con el Premio Roberto Clemente por sus obras de caridad. A diferencia de Clemente, en su infancia Carew no tenía campos de juego donde batear y correr. Cuando era adolescente, en la década del 50, Rod y su madre dejaron su hogar en un barrio populoso de negros de la zona del canal de Panamá y dirigieron sus pasos a la selva de asfalto y a las calles llenas de basura de la ciudad de Nueva York. Al joven Rod le fue difícil adaptarse. “Toda la transición fue dura —dijo más tarde—. Todo, del idioma a la sobrepoblación y a las ratas”.14 Más que nada, el racismo al estilo estadounidense lo molestaba, y lo molestó durante toda su vida. Para escapar, jugaba pelota en los lotes baldíos. Un día, durante un partido en un lote baldío, uno de los compañeros de juego de Rod, un adolescente judío cuyo padre era un scout de los Mellizos de Minnesota, se dio cuenta de sus posibilidades y convenció a su padre para arreglar una prueba en secreto durante la práctica de bateo previa al partido entre los Yanquis y los Mellizos en el Yankee Stadium. Cuando Carew bateó varios lanzamientos por encima de las bardas de los jardines, Sam Mele, entonces 14

Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 136.


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mánager de los Mellizos, gritó: “¡Saquen de aquí al muchacho antes de que alguien lo vea!”15 Los Mellizos le permitieron graduarse en la preparatoria y después lo contrataron por un bono de 5 000 dólares. Después de estar tres años en las ligas menores, Carew pasó a los Mellizos en 1967, donde jugó como primera y segunda bases y fue nombrado novato del año. Billy Martin, mánager de los Mellizos, que en su tiempo fue segunda base de los Yanquis de Nueva York, tomó a Carew bajo su custodia y se convirtió, según sus palabras, “en mi maestro... como un segundo padre para mí”.16 Una cosa que Carew aprendió de Martin fue cómo robar bases. En 1969 igualó el récord de las ligas mayores de Pete Reiser de robos del home (7). El año siguiente, Rod se enamoró y se casó con Marilynn Levy. Marilynn relató más tarde lo que sucedió cuando invitó a Carew por primera vez a la casa de sus padres. Era la época de Pascua. “Mis sobrinitas pusieron un póster en la pared durante el seder* «Adivina quién viene a cenar». Era una popular película de Sidney Poitier de la época acerca de los matrimonios mixtos. Llevé a mi madre a verla con el fin de prepararla”.17 En 1979, Carew se quejó cuando el dueño de los Mellizos, Calvin Griffith, hizo ciertos comentarios acerca de los aficionados negros que Carew consideró como racistas. Forzó un intercambio en ese año y terminó su carrera con los Ángeles de California. El año en que se retiró del béisbol, 1985, Carew recibió el reconocimiento que más valoró por sobre todos 15

Ibídem. Ibídem. * Es la fiesta en que se celebra el éxodo de Egipto, y los judíos lo observan efectivamente el primer día de la Pascua. [N. del T.]. 17 Ibídem. 16


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los demás, una Medalla de Honor del gobierno de Panamá y el retiro permanente de su número, el 29, en su tierra natal. “Fue una experiencia conmovedora para alguien que ha conservado a propósito su ciudadanía panameña con la esperanza de darle a la juventud de ese país un modelo a seguir”.18 Los jugadores latinos revolucionaron el bateo, pero también contribuyeron al mejoramiento de los estilos de pitcheo que prevalecían en la década del 60. Era una época en que el gran serpentinero zurdo Sandy Koufax, de origen judío, y los sobresalientes derechos de bola rápida Don Drysdale y Bob Gibson eran comparados con los más grandes lanzadores de todos los tiempos. En un principio, la prensa tardó en reconocer a otro gran pítcher, un joven lanzador latino con una increíble patada alta antes de lanzar. Gibson, un afronorteamericano, reconoció que este sensacional latino era, sin duda, “el mejor pítcher” del momento.l9 Algunos veteranos dijeron que aquel latino era el mejor que jamás hubieran visto, incluso mejor que el fabuloso Martín Dihigo o que Carl Hubbell. El latino de que se hablaba era ni más ni menos que el dominicano, y futuro miembro del Salón de la Fama, Juan Marichal. Infortunadamente, una controvertida reyerta en el béisbol a finales de agosto de 1965 afectó la reputación de Marichal y retrasó su admisión en el Salón de la Fama hasta 1983. Pero hay mucho más que decir acerca de este extraordinario jugador. Juan Antonio Marichal Sánchez nació en 1938 en una granja cerca de la frontera entre República Dominicana y Haití. Cuando tenía tan solo tres años, el padre de Juan murió, y su madre, a base de trabajo duro, lo crió 18 19

Ibídem. Ruck: ob. cit., p. 8.


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a él y a sus dos hermanos y una hermana mayores en la granja de la familia, cultivando verduras y cuidando un rebaño de cabras. La madre de Juan quería que terminara la escuela, pero él tenía otras ideas. Creció escuchando los partidos de béisbol dominicanos en la radio. “Me encantaba el béisbol y soñaba con jugarlo. Y les diré, me siento muy orgulloso de que, habiendo venido de esa pequeña comunidad, haya llegado hasta Cooperstown”.20 Al igual que otras futuras estrellas dominicanas, Juanito hacía bates con ramas que cortaba del árbol vasima (“que parece un manzano, solo que más grande”), las ponía a secar al sol, las desbastaba y las lijaba. Para hacerse un guante, “tomaba un pedazo de arpillera, lo enmarcaba todo alrededor con un pedazo de cartón, le cosía las orillas con hilo de pescar, y lo doblaba todo por el medio”. Como pelota, Juan tomaba una pelota de golf vieja y la envolvía en tiras de medias de mujer. Luego “tomaba cincuenta centavos e iba con un zapatero y se la daba para que le cosiera una cubierta de piel a la pelota”. Si no tenía los cincuenta centavos, usaba en vez de piel cinta de aislar. En los primeros años de su adolescencia, Juan fue reclutado por la compañía bostoniana United Frut, con sede en Boston, para pitchear en su equipo de Manzanillo por 18 dólares a la semana. En 1956, a la edad de 17 años, después de una victoria sobre el equipo de la Fuerza Aérea, Juan recibió un telegrama del hijo del dictador, Rafael Trujillo (1930 -1961), que le exigía “reportarse a la fuerza aérea en ese mismo instante”. Nadie se atrevía a decirle que no al dictador en esa época. Trujillo era un ex guardia de una plantación de azúcar entrenado por la milicia estadounidense como parte de un nuevo ejército creado durante la ocupación de la 20

Ibídem.


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República Dominicana por los infantes de marina en los primeros años de la década del 20. Uno de los primeros actos de Trujillo, después de convertirse en dictador, fue cambiar el nombre del contendiente perenne del campeonato, el equipo de béisbol Sandino de la norteña ciudad de Santiago. Los jugadores y aficionados le habían puesto este nombre al equipo a fines de la década del 20, en honor de Augusto César Sandino, el líder popular de la guerrilla que peleaba entonces contra los infantes de marina estadounidenses en Nicaragua. Muchos padres dominicanos han bautizado desde entonces a sus hijos recién nacidos con el nombre de César (como Sandino), incluido a un sorprendente número de jugadores de ligas mayores: César Cedeño, Julio César Franco, etc. El nuevo nombre del equipo Sandino fue Las Águilas, nombre que los diplomáticos estadounidenses asumieron que se refería al ave nacional de los Estados Unidos. Los aficionados dominicanos se reían por lo bajo. El nombre de su equipo de todos modos homenajeaba a Sandino, conocido en toda América Latina como El Águila de El Chipote (la montaña que sirvió de fortaleza a Sandino en Nicaragua). Cuando los trabajadores amenazaban con la revuelta, Trujillo mataba. En 1937, por ejemplo, ordenó al ejército que matara a 25 000 cortadores de caña haitianos que habían construido chozas ilegales en las provincias fronterizas de occidente, no lejos del pueblo de Juan Marichal. Para mejorar su imagen después de este episodio, Trujillo creó en 1950 una liga de verano con cuatro equipos que habían estado jugando durante décadas. Uno de ellos, Escogido, era propiedad del cuñado de Trujillo. Naturalmente, el equipo pronto lució a los mejores jugadores, incluidos a Marichal y futuros miembros de las grandes ligas como Felipe, Matty y Jesús Alou, así como a Ozzie Virgil, el primer jugador de color que se uniera a los Tigres de Detroit (1958).


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Después de entrar al equipo de la Fuerza Aérea, Marichal aprendió rápidamente que no solo no le estaba permitido decir no al dictador, ¡sino que más le valía no perder partidos! Él y sus compañeros de equipo fueron llevados a prisión durante cinco días y se les cobró una multa de dos dólares a cada uno por perder un doble partido. La mayor parte del tiempo, el equipo ganaba, encabezado por futuras estrellas de las ligas mayores como Juan y los elegantes bateadores y jardineros Manuel Manny Jiménez y Manuel Manny Mota. Mota acumuló un promedio global de bateo de .304 en sus veinte temporadas en grandes ligas. En 1957, Juan Marichal ponchó —lanzando de lado en su primera entrada—a jugadores de ligas mayores que jugaban béisbol de invierno en la República Dominicana. El entrenador de los Gigantes de San Francisco, Salty Parker, lo contrató tan solo por 500 dólares para jugar en un equipo subsidiario en Indiana. De ahí se cambió al equipo subsidiario de doble A de los Gigantes en Springfield, Massachusetts, donde el piloto Andy Gilbert le enseñó como tirar de arriba abajo. Marichal se hizo famoso por su patada alta, que le añadía velocidad a la bola rápida y dejaba perplejo al bateador. En julio de 1960, Juan Marichal debutó con los Gigantes retirando a todos los bateadores de los Filis de Filadelfia durante 6 entradas y un tercio, sin permitir hit hasta la octava entrada. Terminó la temporada con un excelente récord de 6-2. En septiembre de ese año, Juan tomó una habitación en una casa cerca del Candlestick Park, que era propiedad de Blanche Laverne Mama Johnson, una amigable afronorteamericana. Su compañero en los Gigantes, Felipe Alou, y su esposa María, vivían cerca de ahí. El hermano más joven de Felipe y compañero de los Gigantes, Matty Alou, también se cambió a la casa de Mama Johnson.


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El jardinero dominicano Felipe Rojas Alou, cuya juventud había sido semejante a la de Marichal, precedió a Juan en las ligas mayores en 1958. Acumuló un promedio de .286 en 17 temporadas. Después manejó equipos en la República Dominicana y en Venezuela. En 1994 fue el único mánager latino de las ligas mayores. Ese año, después de llevar a los Expos de Montreal a un récord de 74-40 en una temporada corta, recibió 27 de los 28 votos de primer lugar para el título de Mánager del Año. En 1948, después de la temporada de entrenamiento de primavera de Jackie Robinson en la República Dominicana, Felipe Alou se convirtió en un aficionado al béisbol (ver el capítulo 4). En 1955, a los 19 años, Felipe fue a los Juegos Panamericanos de la ciudad de México como corredor de pista y campo; también como lanzador de jabalina. Cuando el equipo de béisbol necesitaba un jugador extra, tomaba el bate y pegaba algunos grandes batazos. Los scouts de las grandes ligas lo observaron y dijeron: “Debemos tenerlo”.21 Alou firmó con los Gigantes de San Francisco. Deseaba quedarse en casa, pero un tío había criticado al dictador Trujillo, el padre de Alou había perdido su trabajo y Felipe se había visto forzado a dejar la universidad de Santo Domingo, donde había comenzado a estudiar un curso propedéutico de medicina. “Cuando veía las desgastadas paredes de nuestra casa, los cuartos atestados, el cansancio en el rostro de mis padres —todo acentuado por nuestra pequeña y titilante lámpara de petróleo—, solo podía esperar que vinieran tiempos mejores y que yo ayudara a hacerlos realidad”. Felipe y sus hermanos en verdad hicieron realidad “los tiempos mejores”. El bateo de Felipe fue superado por el 21

Marichal: ob. cit., p. 89.


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de su hermano Matty (promedio de .307 de por vida), aunque ningún dominicano pudo igualar el poder de jonronero que tenía Felipe en esa época. Felipe pegó 207 cuadrangulares en su carrera en grandes ligas. Más tarde, los bateadores dominicanos George Bell, Pedro Guerrero y Rico Carty pasaron la marca de los 200 jonrones. El hermano más joven, Jesús Alou, bateó para .280 en su carrera. Los tres hermanos Alou en conjunto superaron los 5 000 hits, batiendo el récord anterior que establecieron los tres hermanos de la familia DiMaggio. En 1961, el pueblo dominicano se revolvía cada vez más bajo el yugo de la tiranía de Trujillo. La CIA mandó asesinar a Trujillo, y los dominicanos lo celebraron por las calles. Los scouts del béisbol estadounidense también lo celebraron. El scout de Pittsburgh, Howie Haak, recordó que le habían dicho: “Nunca vas a contratar a nadie que Trujillo quiera que juegue en su equipo... No fue sino cuando nosotros [la CIA] nos libramos de él cuando se abrieron las puertas”.22 Juan Marichal esperó a que las cosas políticas se calmaran y después se casó con Alma Rosa, el 28 de marzo de 1962. Cuando los aficionados lo vieron más tarde en la embajada de los Estados Unidos buscando los documentos de residente para él y para su nueva esposa, pensaron equivocadamente que se estaba convirtiendo en ciudadano del país que había respaldado a la dictadura de Trujillo durante muchas décadas. Esto puso muy nervioso a Juan. En 1962, los tres hermanos Alou, Orlando Cepeda, el short-stop José Pagán y Juan Marichal llevaron a los Gigantes de San Francisco a ganar su primer título. Cuando 22

Alan M. Klein: “Culture, politics, and baseball in the Dominican Republic”, Latin American Perspectives, 22:3, verano de 1995, p. 116.


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triunfaron contra los Dodgers de Los Ángeles, cinco de los nueve jugadores en el campo de los Gigantes eran latinos. El pueblo dominicano se dio cuenta finalmente de que Marichal no había optado por la ciudadanía norteamericana y les dieron, a él y a los Alou, una ardiente bienvenida a casa en el aeropuerto de Santo Domingo. Miles de personas llegaron en autobús y en burro de los pueblos y ciudades de las afueras para vitorear a los primeros dominicanos que jugaban en una serie mundial. A pesar de sus lesiones, Marichal terminó con 13-10 en 1961 y alcanzó un récord de 18-11 en 1962. En la temporada de 1963, ganó 25 partidos y solo perdió 8, lanzó sin hit cuando jugó contra los Colt 45 de Houston. En la novena entrada de ese partido hizo lo que siempre hacía cuando iba ganando. Literalmente salió corriendo al montículo y casi sin detenerse ponchó a los dos primeros bateadores. Sin pausa sacó al tercero con una palomita de foul. El exuberante estilo de pitcheo de Marichal le dio una gran popularidad. Juan estaba aún más orgulloso de un duelo de pitcheo de 16 entradas, que duró cuatro horas y diez minutos, en el cual le ganó al as zurdo de los Bravos de Milwaukee, Warren Spahn, gracias a un jonrón de Willie Mays. Alvin Dark, mánager de los Gigantes, se refirió al juego como “el mejor duelo de pitcheo que haya visto”.23 En 1964, Dark, un sureño blanco, puso a jugar a un equipo de casi puros principiantes de color: tres latinos y tres afronorteamericanos. A finales de julio, se citó una declaración de Dark para el Newsday: “Tenemos problemas porque tenemos muchos hispanohablantes y negros en nuestro equipo. Simplemente no son capaces de 23

Marichal: ob. cit., p. 162.


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competir con el jugador blanco en lo que se refiere a su viveza mental... No podemos hacer que la mayoría de los jugadores hispanos se sientan orgullosos de su equipo como lo hacemos con los jugadores blancos. Y simplemente no tienen tanta agudeza mental. No pueden ajustarse a las situaciones porque no tienen esa viveza mental”.24 En su autobiografía, Marichal relata incidentes en los que Dark llama a los latinos “boys”* y lanza al suelo la comida de los jugadores latinos después de un partido perdido. El primera base de los Gigantes, Orlando Cepeda, escribió después en su autobiografía: “Puedo decir sencilla y honradamente que Alvin Dark era un mentiroso y un racista... Odiaba a todos los jugadores negros y latinos, y dividió al equipo en tres campamentos: los negros, los blancos y los latinos... Esto es lo que tengo que decir de Dark. No creo que sea el único en el béisbol que piensa de esa manera”.25 Cepeda recordó que cuando se reportó al entrenamiento de primavera, en 1962, vio un letrero que decía: “Habla inglés, estás en los Estados Unidos”. Dark indicó a los jugadores que “dejaran de hablar español en la casa club”. Cepeda informó a Dark: “Es mi idioma, y es un crimen contra mi herencia y mis raíces. Cuando los jugadores estadounidenses vienen a Puerto Rico en el invierno, no hablan español, y eso no me molesta en lo más mínimo”.26 24

Ibídem, p. 174. En la misma página de su autobiografía, Marichal dice que él nunca vio “disensión racial en los Gigantes bajo el mando de Dark o de cualquier otra persona”. * Boy es una palabra despectiva para designar a un sirviente. [N. del T.]. 25 Cepeda: ob. cit., pp. 33, 43. 26 Ibídem, p. 35.


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Debido a que Cepeda era un latino negro alto, orgulloso y musculoso, los aficionados le llamaban cariñosamente the Baby Bull [el Toro Bebé]. Cepeda, con un promedio de por vida de .297 y 379 jonrones, en 1967 fue el primero de tres jugadores a los que se votó por unanimidad como el jugador más valioso de la Liga Nacional (los otros dos son Mike Schmidt, 1980, y Jeff BagweIl, 1994). Era hijo del afamado superestrella puertorriqueño Pedro Perucho Cepeda, también conocido como el Babe Ruth puertorriqueño. Orlando Cepeda comenzó su carrera en ligas mayores en 1958, el año en que los Gigantes se cambiaron de Nueva York a San Francisco, metiéndole un altísimo jonrón a Don Drysdale en su segundo turno al bate. Nombrado novato del año, acumuló un promedio de 34 jonrones al año en sus primeras 7 temporadas, bateando por encima de. 300 en seis de ellas.27 Para enfriar los fuegos raciales, la administración de los Gigantes reemplazó a Álvin Dark, en la temporada de 1965, por Herman Franks, quien hablaba español desde la época en que manejaba equipos en el béisbol de invierno en Puerto Rico. Por supuesto, los jugadores latinos dieron la bienvenida al cambio de mánager. Marichal, sin embargo, rezongaba. Después de una temporada de 21-8 en 1964, recibió un miserable aumento de sueldo para el siguiente año de 60 000 dólares, mien27

Un arresto que ocurrió después de su retiro y el haber sido enviado a prisión por habérsele encontrado mariguana en su maleta en el aeropuerto de San Juan pudieron haberle costado a Orlando Cepeda el ser elegido para formar parte del Salón de la Fama. Sin embargo, siguió siendo una voz fuerte en la campaña contra el uso de las drogas, y todavía puede ser elegido. Ha habido escándalos relacionados con drogas mucho peores en el béisbol desde los tiempos de Cepeda.


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tras que sus rivales blancos Drysdale y Koufax ganaban más de 100 000 dólares. En 1965 otros acontecimientos añadieron más tensiones particulares al béisbol estadounidense. Los “disturbios” provocados por jóvenes negros iracundos del gueto se estaban volviendo comunes. Se debatía una legislación adicional de los derechos civiles en el Congreso norteamericano. Al mismo tiempo, la guerra de Vietnam se calentaba. Los Estados Unidos estaba atascado en esa guerra larga y muy costosa, que finalmente perdió en 1975. Los atletas negros hablaban más fuerte. El campeón de boxeo de peso completo Muhammad Ali dijo: “Ningún vietnamita me ha llamado nunca nigger”.28 Igualmente mala, en lo que a muchos jugadores latinos se refería, fue la invasión de la República Dominicana para sofocar un levantamiento que buscaba restituir en la presidencia a Juan Bosch. Este había sido electo democráticamente, y después fue derrocado por el ejército dominicano, que era apoyado por los Estados Unidos. El gobierno de los Estados Unidos consideró al reformista agrario Bosch como una amenaza para los intereses de las principales compañías azucareras estadounidenses. Durante la mayor parte del verano de 1965, los dominicanos de piel oscura que respaldaban a Bosch se involucraron en luchas callejeras contra los infantes de marina estadounidenses. Los jugadores dominicanos como Marichal estaban preocupados por sus seres queridos. “Lo que más anhelaba por sobre todas las cosas —escribió Juan más tarde— 28

Las palabras de Ali, que se citan con frecuencia, se convirtieron en el nombre de un documental ganador de un premio a fines de la década del 60 que mostraba la creciente movilización de los afronorteamericanos en contra de la guerra.


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era una forma democrática estable de gobierno”.29 Decenas de millares de soldados estadounidenses finalmente “restauraron el orden” en Santo Domingo, pero no de manera absoluta. La temporada dominicana de la liga de béisbol invernal tuvo que ser cancelada. En la siguiente primavera, Marichal puso un anuncio, de una página completa, en el periódico más leído de Santo Domingo, instando a los dominicanos a votar en las elecciones presidenciales. Los votantes dijeron burlones que si Marichal buscaba la presidencia “sería una avalancha”. De hecho, el candidato ganador, Joaquín Balaguer, ex secretario del fallecido dictador Rafael Trujillo, escogió como compañero de carrera al primo de Juan Marichal, que también se llamaba así. El astuto ganador, Balaguer, que a mediados de la década del 90 todavía era presidente (aunque ya estaba viejo y ciego), se hizo llamar “el Marichal del Palacio Presidencial”.30 En 1965, mientras los tiroteos continuaban en las calles de Santo Domingo, se produjo un horrible pleito entre Juan Marichal y el cátcher de los Dodgers de Los Ángeles, Johnny Roseboro, en el Candlestick Park. Quizá porque los dos combatientes eran uno latino y el otro afronorteamericano, la prensa que seguía el béisbol blanco trató la riña de manera desproporcionada. Ha habido pleitos mucho peores en la historia del béisbol, antes y después.31 El incidente ocurrió en un partido entre los Dodgers y los Gigantes durante la entonces tradicional carrera de 29 30

31

Marichal: ob. cit., p. 176. Según la revista Time del 10 de junio de 1966, p. 92. Para mayor información acerca de la intervención de los Estados Unidos en la República Dominicana, ver Cockcroft: Latin America..., cap. 10. Para más ejemplos, ver Richard Scheinin: Field of screams: the dark underside of America’s national pastime, Nueva York, Norton, 1994.


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fin de temporada por el título. La rivalidad entre estos dos equipos, que constantemente era alentada por la prensa, databa de los días en que los equipos jugaban en Brooklyn y Nueva York, respectivamente. Además, añadían leña al fuego las tensiones raciales que atormentaban la nación. Poco antes, en otro juego, Don Drysdale había estado cerca de rasurar al jardinero central de los Gigantes, el afronorteamericano Willie Mays, con dos lanzamientos pegados. En el último juego, Marichal venció a dos bateadores de los Dodgers en la segunda entrada. Uno de ellos, el afronorteamericano Maurie Wills, era el líder del equipo y, además, compañero de cuarto de Johnny Roseboro. A la siguiente vez que Mays fue a batear, el as de los Dodgers, Sandy Koufax, lo quiso alejar del plato, pero la pelota pasó sobre la cabeza de Mays y fue a dar al backstop. Según Roseboro, el afable Koufax era “incapaz por su forma de ser de lanzarle a nadie a la cabeza, de modo que tomé las cosas en mis propias manos. Cuando vino Juan a batear, fui hasta Sandy para decirle que le lanzara abajo y pegado y yo haría que le silbara a Marichal la pelota en el oído desde detrás del plato”.32 Entonces, Marichal se paró en el plato para tomar su turno al bate y pateó el suelo, determinado a defender su reputación como el mejor bateador entre los pítchers.33 Tal como le había dicho Roseboro, Koufax lanzó una bola baja y adentro. Sacándola del guante con su mano libre, la lanzó de regreso a Koufax, de modo que pasara muy cerca de la cabeza de Marichal. “Creo que la sangre 32 33

Roseboro: ob. cit., p. 6. En la siguiente temporada, Marichal dejó sin hit a Mays con hombres en posición de anotar, acumulando un extraordinario promedio de .524 en situaciones como esa, comparado con el promedio de Mays de .358.


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latina de Juan empezó a hervir”, contó más tarde Roseboro. 34 Marichal sintió la pelota lanzada por Roseboro “silbar” en su oído, y le gritó: “¿Por qué haces esto?” Según Marichal, Roseboro contestó: “¡Jódete!”35 Marichal blandió el bate y tocó en la cara a Roseboro. Al instante, ambas bancas se vaciaron y siguió una breve pendencia. El propio Roseboro afirmó: “Yo lo provoqué [el incidente]... Vi la pelota pasar junto a su nariz. Desde luego que fue intencional. Quise que lo sintiera”.36 Mays acabó por pegar un jonrón que significó tres carreras, para los Gigantes; y estos ganaron el juego. Más tarde, Marichal se excusó públicamente, pero Giles, presidente de la liga, lo suspendió por ocho días y le puso una multa de 1 750 dólares, “la más elevada que nunca se le había impuesto a un jugador de grandes ligas”, según Roseboro.37 También se le prohibió a Marichal que pitchara en una serie que se iba a jugar en Los Ángeles, según él “por los recientes disturbios de Watts”. Con ello se refería a los levantamientos del barrio negro de Watts en Los Angeles, que se dispararon debido a la brutalidad de la policía. Con los sentimientos alcanzando tales alturas, Juan pensó que el béisbol organizado no quería “complicar [las cosas] cuando apareciera yo en el campo”. 34 35 36 37

Roseboro: ob. cit., p. 5. Ruck: ob. cit., p. 81. Roseboro: ob. cit., pp. 6-7. Ibídem, p. 10. Después del incidente, Roseboro se convirtió en un famoso cátcher defensivo, bateando solo .249 de por vida. Después concluyó que el incidente los había dañado tanto a él como a Marichal, puesto que parecía que solo por eso los conocían. En un partido de veteranos, en 1976, finalmente se dieron la mano frente a la prensa, aunque Roseboro bromeó diciendo: “Quizá no debimos hacerlo, porque ahora no tendrán nada que escribir”. (Roseboro: ob. cit., p. 11).


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Su suspensión de ocho días se volvió de “once días si tomamos en cuenta la prohibición de Los Ángeles”. 38 A los ojos de la mayoría de los observadores, esto costó a los Gigantes el título de 1965. Roseboro escribió: “Desde luego, queríamos que uno de los mejores lanzadores quedara fuera de la pelea por el título. Tal como sucedió, perdió dos salidas y nosotros ganamos por dos juegos... Marichal fue famoso y ayudó a hacer famoso a Roseboro. Él fue el villano y yo fui el héroe. Nada se hizo contra mí”.39 Roseboro demandó a Marichal por más de 100 000 dólares y acabó por llegar a un arreglo en la corte por alrededor de 7 000 dólares siete años más tarde. Después de la confrontación de Roseboro y Marichal de agosto de 1965, la prensa tuvo un día de fiesta retratando a Marichal como un “latino de sangre caliente”. Los jugadores latinos en general fueron más estereotipados que antes. Se les señalaba como atletas descontrolados que no jugaban “según las reglas”, aunque antes del incidente el mundo del béisbol había puesto el sobrenombre de el Muchacho Alegre a Marichal por su “siempre viva sonrisa y su buena disposición”.40 En la década del 80, Juan Marichal contó al comentarista de béisbol, Rob Ruck, cuando todavía se hablaba de los latinos como “demasiado emocionales”, que “hay un montón de jugadores norteamericanos que hacen lo mismo. Es parte del juego. Es la excitación lo que te hace actuar así”. Pero la prensa sigue retratando hoy a los latinos como “de sangre caliente”. ¿Qué sucedería si a los jugadores blancos se les impusiera el estereotipo de 38 39 40

Marichal: ob. cit., p. 186. Roseboro: ob. cit., p. 10. Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 82.


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tramposos e impostores, como lo demostró el hecho de las apuestas e incluso la conducta delictiva de los jugadores durante el escándalo de los Medias Negras o la pérdida de la gracia de Pete Rose? En 1966, cuando Marichal tuvo una temporada, su tercera seguida, de 20 victorias y un increíble porcentaje de carreras limpias de 2,13, los Gigantes no le ofrecieron aumento alguno de salario. Juan se aguantó y recibió los 75 000 dólares. En 1967, después de una temporada brillante de 25-6 con 2,23 de carreras limpias, Juan volvió a aguantarse, y finalmente recibió la suma de seis cifras que quería: 100 000 dólares. Los Gigantes presionaron a Juan Marichal y a los demás jugadores latinos para que dejaran de jugar pelota de invierno en la República Dominicana, cosa impensable para Juan, quien observó: “Si no juegas, toda la gente se te echa encima”.41 Los dueños de los equipos acusaron también a Marichal de exagerar o incluso de fingir sus lesiones. Una fractura del pie en 1962 no pudo verse en los primeros rayos X. Solo cuatro años después, una nueva placa de rayos X del pie cada vez más deforme de Marichal mostró la fractura original. Cuando Marichal le pidió entonces al médico que le viera el otro pie, el bueno; el médico rehusó: “Sería como proclamar que has ganado noventa juegos sobre dos pies fracturados, y no quiero ser el médico que diga esto en su informe, ya que me acusarán de buscar publicidad.42 En vísperas de la votación de 1983 para el Salón de la Fama, Johnny Roseboro pidió públicamente que se eligiera a Marichal. Exhortó además a la gente para que se olvidara del incidente de 1965. El sorprendente récord de Marichal mostraba 243 victorias contra solo 142 41 42

Ruck: ob. cit., p. 79. Marichal: ob. cit., p. 51.


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juegos perdidos; un espectacular promedio de carreras limpias de 2,89; seis temporadas de más de 20 victorias; 52 blanqueadas; un juego sin hit, y el hecho de ser ocho veces elegido para el juego de estrellas (con dos victorias en su haber). Juan Marichal recibió el 83,6 por ciento de los votos. Dedicó su triunfo final al pueblo dominicano y a todos los latinos. En su tierra, los dominicanos bailaban por las calles. Para entonces, Marichal vivía retirado en la República Dominicana y se le apodaba El Millonario. Más tarde se convirtió en director de los scouts latinoamericanos para los Atléticos de Oakland.


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