Colaboradores con Dios

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Agosto de 2016 Estimados Pastores, Ancianos, Predicadores Laicos, Directores de Mayordomía Es un privilegio saludarles al cierre del año 2016. Sé que alcanzan a percibir ya el ambiente navideño. Es sorprendente la manera tan veloz como el tiempo avanza; apreciamos mucho su interés en facilitar que este material valioso con énfasis en mayordomía llegue a la iglesia. Una vez más les invitamos a anticipar el uso de un sábado cada mes para hablar de la mayordomía cristiana. Para ello ponemos en sus manos este material valioso que deseamos pueda estar en posesión del predicador designado con anticipación, para una buena preparación al exponerlo. No siempre, entendemos, puede concordar el sermón de mayordomía con los diez minutos de mayordomía, puesto que en ocasiones hay otro proyecto en puerta; sugerimos se agende con presteza la oportunidad de exponerlo en otro sábado. Este material de diez minutos puede acompañarse de un informe financiero del tesorero, o bien de instrucción adecuada en el uso del sobre con énfasis en usarlo para la fidelidad y dadivosidad. Apreciamos mucho sus comentarios y su participación activa en la búsqueda de una mayordomía fiel. No olvide la promesa divina: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apoc 2: 10).

Ptr. Adan Dyck Director de Mayordomía Unión Mexicana del Norte


Sermones y 10 minutos de Mayordomía

10 MINUTOS DE MAYORDOMÍA El TESTIMONIO DE lA bIllETERA Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mat. 6: 33). Pedro abrió su gastada billetera de cuero y miró su contenido. Tenía tres recortes de periódico con los juegos de futbol en los que había sido portero, unas cuantas tarjetas de visita, dos postales de Escocia, varias cartas de recomendación y suficiente dinero para comer por dos semanas. Había dejado su trabajo en un taller mecánico de Escocia, les había dicho adiós a su familia y a sus amigos y había venido a los Estados Unidos porque creía que eso era lo que Dios deseaba para él. Cuando desembarcó en Nueva York, el 5 de abril de 1927, no sabía cómo Dios iba a proveer para él, pero estaba seguro de que lo haría. El joven escocés no sabía de la manera maravillosa en que su Padre celestial abriría las puertas de la oportunidad para él. Pero tenía confianza en las palabras de despedida de su madre: “No te olvides de tu versículo, mi muchacho: ‘Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas os serán añadidas’. Años atrás te puse en las manos de Dios y él no te dejará; sé que te cuidará, no te preocupes”. Dios cuidó de Pedro. Le ayudó a encontrar un trabajo apropiado, impresionó a algunos hombres de negocios para que lo apoyaran durante dos años mientras asistía a clases en el seminario. En cierta ocasión lo llamaron desde una tienda avisándole que viniera a buscar un traje que alguien había pagado para él. Durante todos esos años de depresión de la década de los treinta, siempre hubo suficiente dinero en su billetera para salir de sus apuros. Pedro Marshall llegó a ser ministro religioso en Washington D. C., y capellán del senado de los Estados Unidos. En uno de sus sermones, dijo: “Puedo testificar que, mediante la fe, la oración y la confianza en Dios, cada una de mis necesidades ha sido suplida”. Dios también suplirá todas tus necesidades si pones tu confianza en él. Jesús ha prometido que si buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia como nuestro primer objetivo en la vida, confiando en él acerca de todas nuestras necesidades, él nunca nos va a defraudar. Si cumplimos las condiciones, Dios cumplirá su Palabra. Dios es tan real como tu billetera. Él va a suplir todas tus necesidades. Puedes poner toda tu confianza en él.

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COlAbORADORES CON DIOS

Lectura bíblica Marcos 10: 17-22 Himno de apertura # 8 Himno de clausura # 65 Introducción. (Lea Marcos 10:17-22) (vv. 21-22). “Una cosa te falta”, dijo Jesús. “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. Cristo leyó el corazón del príncipe. Una sola cosa le faltaba, pero esta era un principio vital. Necesitaba el amor de Dios en el alma. Esta sola falta, si no era suplida, le resultaría fatal; corrompería toda su naturaleza. Tolerándola, el egoísmo se fortalecería. A fin de que pudiese recibir el amor de Dios, debía renunciar a su supremo amor a sí mismo. {DTG 478.3} Cristo dio a este hombre una prueba. Le invitó a elegir entre el tesoro celestial y la grandeza mundanal. El tesoro celestial le era asegurado si quería seguir a Cristo. Pero debía renunciar al yo; debía confiar su voluntad al dominio de Cristo. La santidad misma de Dios le fue ofrecida al joven príncipe. Tuvo el privilegio de llegar a ser hijo de Dios y coheredero con Cristo del tesoro celestial. Pero debía tomar la cruz y seguir al Salvador con verdadera abnegación. {DTG 478.4} “Honra a Jehová de tu sustancia, y de las primicias de todos tus frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Prov. 3: 9, 10). “Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son escasos más de lo que es justo, mas vienen a pobreza. El alma liberal será engordada: y el que saciare, él también será saciado” (Prov. 11: 24, 25). “Mas el generoso piensa en cosas generosas, y él por cosas generosas será hecho estable” (Isa. 32: 8, VM). En el plan de salvación, la sabiduría divina estableció la ley de la acción y de la reacción; de ello resulta que la obra de beneficencia, en todos sus ramos, es doblemente bendecida. El que ayuda a los menesterosos es una bendición para ellos y él mismo recibe una bendición mayor aún. I. La gloria del evangelio Para que el hombre no perdiese los preciosos frutos de la práctica de la beneficencia, nuestro Redentor concibió el plan de hacerle su colaborador. Dios habría podido salvar a los pecadores sin la colaboración del hombre; pero sabía que el hombre no podría ser feliz 4


Sermones y 10 minutos de Mayordomía sin desempeñar una parte en esta gran obra. Por un encadenamiento de circunstancias que invitan a practicar la caridad, otorga al hombre los mejores medios para cultivar la benevolencia y observar la costumbre de dar, ya sea a los pobres o para el adelantamiento de la causa de Dios. Las apremiantes necesidades de un mundo arruinado nos obligan a emplear en su favor nuestros talentos -dinero e influencia- para hacer conocer la verdad a los hombres y mujeres que sin ella perecerían. Al responder a sus pedidos con nuestros actos de beneficencia, somos transformados a la imagen de Aquel que se hizo pobre para enriquecernos. Al dispensar a otros, los bendecimos; así es como atesoramos riquezas verdaderas. La gloria del Evangelio consiste en que se funda en la noción de que se ha de restaurar la imagen divina en una raza caída por medio de una constante manifestación de benevolencia. Esta obra comenzó en los atrios celestiales, cuando Dios dio a los humanos una prueba deslumbradora del amor con que los amaba. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). El don de Cristo revela el corazón del Padre. Nos asegura que, habiendo emprendido nuestra redención, él no escatimará ninguna cosa necesaria para terminar su obra, por más que pueda costarle. II. La generosidad es el espíritu del cielo El abnegado amor de Cristo se reveló en la cruz. Él dio todo lo que poseía y se dio a sí mismo para que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo del Salvador. El principio que proclama es de dar, dar siempre. Su realización por la benevolencia y las buenas obras es el verdadero fruto de la vida cristiana. El principio de la gente del mundo es: ganar, ganar siempre; y así se imagina alcanzar la felicidad; pero cuando este principio ha dado todos sus frutos, se ve que sólo engendra la miseria y la muerte. La luz del Evangelio que irradia de la cruz de Cristo condena el egoísmo y estimula la generosidad y la benevolencia. No debería ser causa de quejas el hecho de que se nos dirigen cada vez más invitaciones a dar. En su divina providencia Dios llama a su pueblo a salir de su esfera de acción limitada para emprender cosas mayores. Se nos exige un esfuerzo ilimitado en un tiempo como este, cuando las tinieblas morales cubren el mundo. Muchos de los hijos de Dios están en peligro de dejarse prender en la trampa de la mundanalidad y avaricia. Deberían comprender que es la misericordia divina la que multiplica las solicitudes de recursos. Deben serles presentados blancos que despierten su benevolencia o no podrán imitar el carácter del gran Modelo. III. Las bendiciones de la mayordomía Al dar a sus discípulos la orden de ir por “todo el mundo” y predicar “el evangelio a toda criatura”, Cristo asignó a los hombres una tarea: la de sembrar el conocimiento de su gracia. Pero mientras algunos salen al campo a predicar, otros le obedecen sosteniendo su obra en la tierra por medio de sus ofrendas. Él ha puesto recursos en las manos de los hombres, para que sus dones fluyan por canales humanos al cumplir la obra que nos ha asignado en lo que se refiere a salvar a nuestros semejantes. Este es uno de los medios por los cuales Dios eleva al hombre. Es exactamente la obra que conviene a este; porque 5


Sermones y 10 minutos de Mayordomía despierta en su corazón las simpatías más profundas y le mueve a ejercitar las más altas facultades de la mente. Todas las cosas buenas de la tierra fueron colocadas aquí por la mano generosa de Dios, y son la expresión de su amor para con el hombre. Los pobres le pertenecen y la causa de la religión es suya. El oro y la plata pertenecen al Señor; él podría, si quisiera, hacerlos llover del cielo. Pero ha preferido hacer del hombre su mayordomo, confiándole bienes, no para que los vaya acumulando, sino para que los emplee haciendo bien a otros. Hace así del hombre su intermediario para distribuir sus bendiciones en la tierra. Dios ha establecido el sistema de la beneficencia para que el hombre pueda llegar a ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado y para que al fin pueda participar con Cristo de una eterna y gloriosa recompensa. IV. Reuniéndose alrededor de la cruz El amor que tuvo su expresión en el Calvario debiera ser reanimado, fortalecido y difundido en nuestras iglesias. ¿No haremos todo lo que está a nuestro alcance para fortalecer los principios que Cristo comunicó a este mundo? ¿No nos esforzaremos por establecer y desarrollar las empresas de beneficencia que necesitamos sin más demora? Al contemplar al Príncipe del cielo muriendo en la cruz por vosotros, ¿podéis cerrar vuestro corazón, diciendo: “No, nada tengo para dar”? Los que creen en Cristo deben perpetuar su amor. Este amor debe atraerlos y reunirlos en derredor de la cruz. Debe despojarlos de todo egoísmo y unirlos a Dios y entre sí mismos. Juntaos alrededor de la cruz dominados por un espíritu de sacrificio personal y de completa abnegación. Dios os bendecirá si hacéis lo mejor que podéis. Al acercaros al trono de la gracia y al veros ligados a ese trono por la cadena de oro que baja del cielo a la tierra para sacar a los hombres del abismo del pecado, vuestro corazón rebosará de amor hacia vuestros hermanos que están todavía sin Dios y sin esperanza en el mundo. -JT 3, 401-404.19 Conclusión Uno de los que apoyaban al gran misionero inglés Guillermo Carey fue Andrés Fuller. Mientras Fuller buscaba los fondos para apoyar a Carey, un hombre le dijo: “Bien, doctor Fuller, viendo que es usted, le doy cinco libras”. Fuller le respondió con profunda seriedad: “Viéndote, yo no daría nada. Pero viendo al Señor Jesucristo, ¿cuánto le daría?”. El hombre entendió la diferencia y dijo: “Viendo al Señor Jesucristo, le daría cincuenta libras” (sigueme.net). Cuando entendemos que nuestra labor en este mundo es de mayordomos, debemos cada día contemplar al Señor Jesucristo y recordar que un día vendrá para pedirme cuentas. Invitación. ¿Cuántos quieren ser hoy colaboradores con Dios en la causa de predicar su evangelio con acciones de bondad y amor? ¿Quieren colocarse en pie?

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Sermones y 10 minutos de Mayordomía

10 MINUTOS DE MAYORDOMÍA PODER PARA hACER lAS RIqUEzAS Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas (Deut. 8: 18). Cuando Andrés Carnegie llegó a los Estados Unidos como inmigrante, era un niño muy pobre; pero cuando se jubiló, en 1901, poseía por lo menos 400 millones de dólares. Pasó los próximos 19 años distribuyendo su fortuna porque creía que era un pecado morir rico. Resulta fácil comprender cuánto son 400 millones de dólares. Digamos que tú puedes gastar un dólar por minuto durante el resto de tu vida. En una hora podrías gastar 60 dólares, o bien 1,440 por día. Si siguieras gastando esa cantidad todos los días, demorarías unos dos años en gastar el primer millón de dólares, y la enorme cantidad de 760 años para gastar el dinero de Andrés Carnegie. Carnegie creía que después de haber hecho provisión para satisfacer las necesidades de su familia debía emplear el resto de su riqueza en beneficio de la humanidad. Dio mucho dinero a los colegios y universidades. Hizo edificar 2,509 bibliotecas gratuitas. Estableció un fondo especial para socorrer a los héroes que arriesgaron sus vidas para salvar a otros. Dio mucho a sus ex empleados y a una cantidad de iglesias. Antes de morir, el 11 de agosto de 1919, había gastado 350 millones de dólares. Lo que he leído acerca de Andrés Carnegie me ha hecho pensar que él hubiera estado de acuerdo con la señora Elena G. de White, cuando dijo: “Dios no nos ha dado riquezas para que las utilicemos siguiendo nuestros caprichos, para complacer nuestros impulsos, para gastar o retener a gusto. No debemos usar las riquezas en forma egoísta, dedicándolas tan solo para nuestro gozo personal. Tal proceder no es correcto en nuestra relación con Dios o con nuestros semejantes, y terminará por acarrear únicamente confusión y dificultad” (RH, marzo 31, 1896). No es pecado ser rico. La Biblia dice que Dios nos concede la habilidad de obtener riquezas. El talento que permite ganar dinero es un don valioso, y si se lo usa con sabiduría puede ser de mucho beneficio para la sociedad. ¿Qué haces con el dinero que recibes? ¿Lo desperdicias? ¿Apartas una porción para darla a Dios? ¿Piensas en los millones de niños y adultos que se acuestan con hambre todas las noches? Recuerda quién te da la facilidad de ganar dinero. Dios desea ver cómo emplearás tu dinero.

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NUESTRO GENEROSO bENEFACTOR

Lectura bíblica Génesis 1: 27-31 Himno de apertura # 59 Himno de clausura # 65 Introducción. (Lea Génesis 1: 31) Adán y Eva estaban encantados con las bellezas de su hogar edénico. Se deleitaban con los pequeños cantores que los rodeaban revestidos de brillante y primoroso plumaje, que gorjeaban su melodía alegre y feliz. La santa pareja unía sus voces a las de ellos en armoniosos cantos de amor, alabanza y adoración al Padre y a su Hijo amado, por las muestras de amor que la rodeaban. Reconocían el orden y la armonía de la creación que hablaban de un conocimiento y una sabiduría infinitos. Continuamente descubrían en su edénica morada alguna nueva belleza, alguna gloria adicional, que henchía sus corazones de un amor más profundo, y arrancaba de sus labios expresiones de gratitud y reverencia a su Creador. {HR 22.3} Qué dicha maravillosa sería vivir en el huerto de Edén. Aún hoy tenemos mucho que admirar y valorar de la provisión de Dios para nosotros los seres humanos. Pero algo ha sucedido, hemos olvidado al Benefactor. I. Nuestro generoso benefactor (Sal. 103: 13) El poder de Dios se manifiesta en los latidos del corazón, en los movimientos de los pulmones y en las corrientes vivificadoras que circulan por los millares de conductos del cuerpo. Estamos endeudados con él por cada momento de nuestra existencia y por todas las comodidades de la vida. Las facultades y las aptitudes que elevan al hombre por encima de la creación inferior constituyen el don del Creador. Él nos da sus beneficios en gran cantidad. Estamos en deuda con él por el alimento que comemos, el agua que bebemos, la ropa con la que nos vestimos y el aire que respiramos. Sin su providencia especial, el aire estaría lleno de pestilencia y veneno. Él es un generoso benefactor y preservador. El sol que brilla sobre la tierra y da esplendor a toda la naturaleza, el fantasmagórico y solemne resplandor de la luna, la magnificencia del firmamento tachonado de brillantes estrellas, las lluvias que refrescan la tierra y que hacen florecer la vegetación, las cosas preciosas de la naturaleza en toda su variada riqueza, los elevados árboles, los arbustos y las plantas, las espigas ondeantes, el cielo azul, los verdes prados, los cambios del día y la noche, la renovación de las estaciones, todo esto habla al hombre acerca del amor de su Creador. 8


Sermones y 10 minutos de Mayordomía Él nos ha unido a sí mismo mediante estas muestras que ha puesto en el cielo y en la tierra. Nos cuida con mayor ternura de lo que lo hace una madre con un hijo afligido. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Sal. 103:13).-RH, sept. 18, 1888. II. Los que reciben continuamente deben dar constantemente - ley de la creación Así como recibimos continuamente las bendiciones de Dios, así también debemos dar constantemente. Cuando el Benefactor celestial deje de darnos, sólo entonces se nos podrá disculpar, porque no tendremos nada para compartir. Dios nunca nos ha dejado sin darnos evidencia de su amor, porque siempre nos ha rodeado de beneficios. . . A cada instante somos sostenidos por el cuidado de Dios y por su poder. Él pone alimento en nuestras mesas. Nos proporciona un sueño pacífico y reparador. Cada semana nos da el día sábado para que reposemos de nuestras labores temporales y lo adoremos en su propia casa. Nos ha dado su Palabra para que ésta sea como una lámpara para nuestros pies y una lumbrera en nuestro camino. En sus páginas sagradas encontramos sabios consejos; y tantas veces como elevamos nuestros corazones hacia él en penitencia y con fe, él nos concede las bendiciones de su gracia. Pero por encima de todo se destaca el don infinito que Dios hizo al dar a su Hijo amado, por medio de quien fluyen todas las demás bendiciones para esta vida y para la vida venidera. Ciertamente la bondad y la misericordia nos asisten a cada paso. Solamente cuando deseemos que el Padre infinito cese de proporcionarnos sus dones, podremos exclamar con impaciencia: ¿Tendremos que dar siempre? No sólo deberíamos devolver siempre nuestros diezmos a Dios que él reclama como suyos, sino además llevar un tributo a su tesorería como una ofrenda de gratitud. Llevemos a nuestro Creador, rebosantes de gozo, las primicias de su munificencia: nuestras posesiones más escogidas y nuestro servicio mejor y más piadoso.-RH, feb. 9, 1886. III. La única forma de manifestar gratitud es dar (1 Crón. 29: 14) El Señor no necesita nuestras ofrendas. No podemos enriquecerlo con nuestros donativos. El salmista dice: “Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crón. 29: 14). Dios nos permite manifestar nuestro aprecio de sus mercedes por medio de esfuerzos abnegados realizados para compartir las mismas con otras personas. Esta es la única manera posible como podemos manifestar nuestra gratitud y nuestro amor a Dios, porque él no ha provisto ninguna otra.-RH, dic. 6, 1887. IV. El argumento de Pablo contra el egoísmo (2 Cor. 8: 8, 9) Pablo procuró desarraigar de los corazones de sus hermanos la planta del egoísmo, porque el carácter no puede estar completo en Cristo cuando retiene el egoísmo y la codicia. El amor de Cristo en sus corazones los induciría a ayudar a sus semejantes en sus necesidades. Procuró estimular su amor señalándoles el sacrificio que Cristo había hecho por ellos. Les dijo: “No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro. Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8: 8, 9) . 9


Sermones y 10 minutos de Mayordomía Este es el poderoso argumento que usa el apóstol. No es el mandamiento de Pablo sino el del Señor Jesucristo. . . ¡Cuán grande fue el don hecho por Dios al hombre, y cuán propio de Dios fue hacerlo! Él dio con una liberalidad que jamás podrá ser igualada, a fin de salvar a los rebeldes hijos del hombre y de inducirlos a ver su propósito y a discernir su amor. ¿No queréis demostrar por medio de vuestros dones y ofrendas que no hay nada que consideráis demasiado bueno para aquel que “ha dado a su Hijo unigénito”?-RH, mayo 15, 1900. El espíritu de liberalidad es el espíritu del cielo. El espíritu de egoísmo es el espíritu de Satanás.-RH, oct. 17, 1882. Conclusión Una pobre mujer, muy anciana, estaba plantando un manzano cuando fue rudamente interrumpida por alguien que le dijo: - ¿Por qué planta usted árboles cuyos frutos no puede llegar a comer? Levantando la anciana la cabeza, replicó: - Alguien plantó árboles antes de que yo naciera y yo comí de su fruto, y ahora planto para otros, para que la memoria de mi gratitud exista cuando yo me haya ido. Invitación. ¿Cuántos quieren hoy sembrar lo que deseamos que nuestros hijos cosechen mañana? ¿Qué actitud estás sembrando? (Ponga la mano en su corazón). Póngase de pie y repita conmigo: “Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crón. 29: 14).

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Sermones y 10 minutos de Mayordomía

10 MINUTOS DE MAYORDOMÍA ¿Cuáles son tus prioridades? ¿Das a todas las cosas el lugar que les corresponde? ¿Qué es lo más importante en tu vida: el juego… el estudio? ¿Qué es para ti lo primero? ¿Quizá sea la comida, el dinero, o el televisor? ¿O Quizá lo primero para ti sea el amor de Dios? Para todo hay tiempo, dijo el sabio Salomón. ¿Tienes tiempo para jugar; tiempo para estudiar; tiempo para trabajar y tiempo para ganar dinero? ¿Tienes también tiempo para descansar y tiempo para ver TV? Pero… ¿no tienes tiempo para Dios? Dar a todas las cosas el lugar que les corresponde de acuerdo a su importancia. ¿Qué es más importante para ti? ¿Lo que puede complacerte a ti mismo, o lo que complace y agrada a Dios? ¿Cuáles son tus prioridades? Si desperdicias tu tiempo y no te organizas en actividades productivas, serás un perdedor, un fracasado. Ty Cobb, una estrella del béisbol, aprendió esta lección durante el juego de apertura de la temporada de béisbol en Augusta, Georgia, en 1905. Cobb tenía 19 años de edad, mientras se paseaba por el jardín alrededor del campo de juego. Muy seguro de sí mismo por su popularidad dentro del equipo, se desplazó hasta su lugar en el jardín con una bolsa de palomitas. Con el guante debajo del brazo izquierdo y la bolsa de palomitas en la mano derecha, masticaba tranquilamente una de las palomitas saladas, mientras… Uno por uno, los miembros del equipo contrario le fallaban a la pelota y quedaban fuera. ¡De repente! Ty observó que la pelota venía directamente hacía él. ¿Qué podía hacer? ¿Debía tirar la bolsa de las palomitas? ¡No, no quería hacerlo! Después de todo, había pagado por ellas. La pelota pasó zumbando, Ty Cobb quedó tranquilamente ensimismado. ¡De pronto! Una voz fuerte lo sacudió. –¿Qué te estás creyendo, Cobb? -dijo el administrador, mientras miraba fijamente al joven Ty. Después del juego, aún muy disgustado, el administrador preguntó a Ty Cobb: –¿Te pagamos para jugar pelota, o para comer palomitas? –Para jugar, señor -respondió el joven avergonzado. –¡No fue esa la impresión que recibí en el juego esta tarde! -dijo el administrador-. ¿Sabes?, podrías llegar a ser un buen beisbolista, Ty. Es más, podrías llegar a ser famoso algún día, si tan solo te concentraras en el juego. Nunca llegarás a nada, si sigues como hasta ahora. 11


Sermones y 10 minutos de Mayordomía Y esta fue la última vez que Ty comió palomitas cuando tenía que jugar beisbol. Descubrió sus prioridades y llegó a ser una estrella del beisbol porque aprendió a darle el primer lugar a las cosas más importantes. Mantiene el porcentaje de bateo más alto, una marca de 367. ¿Has descubierto tus prioridades en el juego de la vida? ¿Sabes qué es lo más importante para ti en tu vida? Jesús dijo: “Mas buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas os serán añadidas”. ¿A qué le das mayor importancia? Cuando haces alguna cosa ya sea en la escuela, en la casa, en la calle, ¿piensas en ti, en tus amigos o en Dios? ¿Quién está primero en tus planes? ¿Es Jesús el centro de tu vida? Y en ese juego, ¿das a Dios el primer lugar? ¿Será más importante para ti pasarla bien ahora con los juegos, los amigos, las diversiones? ¿O será para ti lo primero prepararte para ser un ganador en esta vida y en la vida eterna? Recuerda, Cristo es el centro de tu vida. ¿Serás una estrella que brille a perpetua eternidad? ¿Tu porcentaje será alto? ¿Establecerás una nueva marca, tu record será único para la eternidad? ¿Quieres pedirle a Jesús que él sea el centro de tu vida? Oremos ahora y díselo personalmente (cada uno ore en silencio y de la manera que prefiera: sentado, de pie, de rodillas). Dile a Jesús si deseas que él sea el centro de tu vida.

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¿POR qUÉ DIOS EMPlEA A lOS hOMbRES COMO ENCARGADOS de distriBuir sus reCursos?

Lectura bíblica Isaías 58: 5-12 Himno de apertura # 75 Himno de clausura # 109 Introducción. (Lea hechos 9: 36-41). “La resurrección de Dorcas” Un joven artista estaba tratando de copiar una de las más hermosas pinturas del mundo, hecha por Rafael. Había ido a Florencia a estudiarla, y luego se dedicó a copiar esta obra maestra. Al terminar, el artista veía que había hecho una pintura hermosa, pero que no podía en ninguna manera compararse con la excelencia del original. “¡Ah, si pudiera posesionarme del espíritu de Rafael!”, exclamó el joven, “solo entonces podría pintar como el gran maestro”. Cuando aceptamos al Señor Jesucristo, él nos concede la ayuda del Espíritu Santo para darnos la fortaleza que necesitamos para vivir y servirle según su voluntad. Mientras más nos domine el Espíritu Santo en nuestra vida, tendremos más poder para hacer de nuestra vida una obra maestra. Así como este joven artista, debemos anhelar tener ese espíritu de los personajes que nos dejaron poderosas lecciones. Dorcas no ha muerto. Es tiempo de levantar su espíritu y trabajar por otros. I. ¿Por qué Dios emplea a los hombres como los encargados de distribuir sus recursos? Dios no depende de los hombres para promover su causa. Podría convertir a los ángeles en embajadores de su verdad. Habría podido revelar su voluntad por medio de su propia voz cuando proclamó la Ley desde el Sinaí. Pero ha elegido emplear a los hombres para que hagan su obra a fin de cultivar en ellos el espíritu de liberalidad. Cada acto de abnegación realizado en bien de otros fortalecerá el espíritu de generosidad en el donante, y lo vinculará más estrechamente con el Redentor del mundo, quien “por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8: 9). Y la vida puede ser una bendición para nosotros únicamente en la medida en que cumplimos el propósito divino para el cual fuimos creados. Todas las buenas dádivas que Dios hace al hombre constituirán una maldición a menos que este las emplee para hacer felices a sus semejantes y para promover la causa de Dios en el mundo.RH, dic. 7, 1886. 13


Sermones y 10 minutos de Mayordomía II. Triste resultado de la insistente búsqueda de ganancias Este creciente apego por la obtención de dinero, el egoísmo engendrado por el deseo de ganancias, es lo que amortece la espiritualidad de la iglesia y aleja de ella el favor de Dios. Cuando la cabeza y las manos están ocupadas constantemente en planear y trabajar para acumular riquezas, los derechos de Dios y la humanidad quedan olvidados. Si Dios nos ha bendecido con prosperidad, esto no quiere decir que debemos apartar de él nuestro tiempo y atención para dirigirlos a las cosas que él nos ha prestado. El Dador es más grande que el don. Hemos sido comprados por un precio y por lo tanto no nos pertenecemos a nosotros mismos. ¿Hemos olvidado cuál fue el precio infinito pagado por nuestra redención? ¿Ha muerto la gratitud en el corazón? ¿La vida de Cristo no es un reproche para una vida de comodidad egoísta y complacencia?. . . Estamos cosechando los frutos de este sacrificio de abnegación infinita; y sin embargo, cuando hay que trabajar, cuando se necesita que nuestro dinero ayude a la obra del Redentor en la salvación de las almas, nos apartamos de nuestro deber y oramos para que se nos excuse. Pereza innoble, descuidada indiferencia, y egoísmo malvado sellan nuestros sentidos para que no veamos los derechos de Dios. ¡Oh! ¿Debe Cristo, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, cargar con la pesada cruz, llevar la corona de espinas y beber la amarga copa, mientras nosotros descansamos cómodamente, nos glorificamos a nosotros mismos y nos olvidamos de las almas por las que murió para redimirlas mediante su sangre preciosa? No; demos mientras podamos hacerlo. Hagámoslo mientras tenemos fuerzas para hacerlo. Trabajemos mientras dura el día. Dediquemos nuestro tiempo y nuestros medios al servicio de Dios a fin de recibir su aprobación y su recompensa.-RH, oct. 17, 1882. III. Nuestro mayor conflicto es con el yo Nuestras posesiones en esta vida son limitadas, pero el gran tesoro que Dios ofrece en su don al mundo es ilimitado. Abarca todo deseo humano y sobrepasa nuestros cálculos finitos. En el gran día de la decisión final, cuando cada uno sea juzgado por sus obras, se hará callar toda voz que hable en favor de la justificación de sí mismo; porque se verá que el Padre en su don a la humanidad, dio todo lo que poseía, y resultará evidente que los que han rehusado aceptar ese misericordioso ofrecimiento carecen de toda excusa. No tenemos ningún enemigo exterior a quien debemos temer. Nuestro gran conflicto lo tenemos con nuestro yo no consagrado. Cuando dominamos el yo somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Hermanos míos, ahí está la vida eterna que debemos ganar. Peleemos la buena batalla de la fe. Nuestro tiempo de prueba no está en el futuro, sino en el momento presente. Mientras éste dura, “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6: 33) -las cosas que ahora con tanta frecuencia ayudan a Satanás en sus propósitos sirviendo como trampas para engañar y destruir. -RH, marzo 5, 1908. IV. Una fea mancha - egoísmo Nunca debemos olvidar que se nos ha puesto a prueba en este mundo a fin de determinar nuestra aptitud para la vida futura. No podrá entrar en el cielo ninguna persona cuyo carácter haya sido contaminado por la fea mancha del egoísmo. Por lo tanto, Dios nos 14


Sermones y 10 minutos de Mayordomía prueba aquí entregándonos posesiones temporales a fin de que el uso que hagamos de ellas demuestre si se nos pueden confiar las riquezas eternas.-RH, mayo 16, 1893. V. Nuestras posesiones son tan sólo un depósito Por cuantiosas o reducidas que sean las posesiones de una persona, ésta debe recordar que las ha recibido tan sólo en calidad de depósito. Debe rendir cuenta a Dios de su fuerza, habilidad, tiempo, talento, oportunidades y recursos. Esto constituye una obra individual; Dios nos da para que seamos como él generosos, nobles y benevolentes al compartir lo que tenemos con otros. Los que olvidan su misión divina procuran tan sólo ahorrar o gastar para complacer el orgullo o el egoísmo, y éstos puede ser que disfruten de los placeres de este mundo; pero ante la vista de Dios, estimados en base a sus realizaciones espirituales, son desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. Cuando se emplea la riqueza en forma debida, ésta se convierte en un dorado vínculo de gratitud y afecto entre el hombre y sus semejantes, y en un fuerte lazo que une sus afectos con su Redentor. El don infinito que Dios hizo en la persona de su Hijo amado exige expresiones tangibles de gratitud de parte de los recipientes de su gracia. El que recibe la luz del amor de Cristo queda por ese motivo bajo la más definida obligación de iluminar con esa luz bendita a las almas que están en las tinieblas.-RH, mayo 16, 1882. VI. Para despertar los atributos del carácter de Cristo El Señor permite que hombres y mujeres experimenten sufrimientos y calamidades a fin de arrancarlos de su egoísmo y para despertar en ellos los atributos de su [Cristo] carácter: compasión, ternura y amor. El amor divino realiza sus llamamientos más conmovedores cuando nos pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo expresó. Él fue varón de dolores, experimentado en quebrantos. Él fue afligido con todas nuestras aflicciones. Él ama a hombres y mujeres como una adquisición hecha con su propia sangre, y nos dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13: 34).-RH, sept. 13, 1906. VII. El honor más elevado y el gozo más grande Dios es la fuente de vida, luz y gozo para todo el universo. Sus bendiciones, como rayos de sol, fluyen desde él hacia todas las criaturas que él ha hecho. En su amor infinito ha concedido a los hombres el privilegio de llegar a ser participantes de la naturaleza divina, para que ellos a su turno compartan las bendiciones con sus semejantes. Esto constituye el honor más elevado y el gozo más grande que Dios pueda derramar sobre los hombres. Estos son conducidos más cerca de su Creador al convertirse en esta forma en participantes de los trabajos de amor. El que rehúsa llegar a ser un “obrero juntamente con Dios” -el hombre que por amor a la complacencia egoísta ignora las necesidades de sus semejantes, el avaro que amontona sus tesoros- está privándose de la bendición más rica que Dios puede proporcionarle.-RH, dic. 6, 1887.

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Sermones y 10 minutos de Mayordomía Conclusión Cierto día, un granjero estaba trabajando en sus tierras cuando llegó un inspector del gobierno. Al bajarse de su camión, el inspector le dijo: “Voy a inspeccionar su terreno para asegurarme de que no haya ninguna violación de la ley aquí”. El granjero le dijo: “Muy bien, señor, pero no se meta al campo de atrás”. El inspector sacó su placa de identificación y le dijo: “¿Ve usted esta placa? Esta placa indica que yo tengo autoridad para inspeccionar donde yo quiera, y usted no me puede prohibir la entrada a ninguna parte de su terreno. ¿Entendido?”. El granjero se disculpó y le dijo que fuera a inspeccionar donde él quisiera. Luego, volvió a su trabajo. Al rato, escuchó unos gritos de desesperación. Al acercarse al lugar de donde provenían, observó que el inspector se había metido precisamente al campo de atrás, y que un toro muy bravo lo estaba persiguiendo. Desesperado, el inspector pedía ayuda. En eso, el granjero le gritó: “¡La placa! ¡Enséñele al toro la placa!”. No estoy seguro si le habrá servido la placa al inspector en esa situación. Dudo que le haya importado mucho al toro, y sospecho que más bien lo habría enfurecido más. Nuestra placa de identificación debe hablar de nuestra actitud. Dios quiere que reflejemos el cielo en nuestros actos de servicio a los demás y con esto experimentar el mayor gozo, el gozo de dar. Invitación. ¿Estás listo para recibir la placa de un mayordomo fiel? (Meta la mano a su bolso o bien a los bolsillos de su pantalón). Oremos para aprender a ser fieles mayordomos de Dios.

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