Repensando el futuro
Transformando la Universidad Abstract: Nuestra manera de repensar el futuro es mirar hacia la Universidad y proponer una nueva manera de estar presentes en la misma. ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros en un espacio tan rico en el que convivimos con jóvenes universitarios como nosotros, con las mismas inquietudes y necesidades? De esta pregunta que nos hacíamos y ante la situación de apatía que advertíamos en el ambiente universitario, surgió la iniciativa de movilizarnos para montar una exposición en la Universidad, de tal manera que pudiésemos entrar en diálogo con compañeros que no sólo fuesen estudiantes de Derecho como nosotras, sino que fuese una exposición que tuviese un interés universal, en el que poder debatir con estudiantes de distintas carreras. Por lo tanto, con esta ponencia queremos dar a conocer nuestra experiencia, contando lo que supuso montar una exposición sobre la iniciativa de un grupo de jóvenes cristianos que ahora gestionan algunas cárceles en Brasil, con el fin de movilizar a los jóvenes para que sean protagonistas en un sitio tan importante como es la Universidad.
Laura Calpe Ríos, 21 años, estudiante de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Valencia, España. Piedad Merino García, 23 años, estudiante de Derecho y Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España. Ana Llano Torres: profesora de Teoría de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid.
ÍNDICE
I.
INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES HISTÓRICOS
II.
QUÉ ESPERÁBAMOS NOSOTRAS DE LA UNIVERSIDAD
III.
MANOS A LA OBRA, ACTUANDO EN LA UNIVERSIDAD
IV.
CONCLUSIONES
V.
BIBLIOGRAFÍA
VI.
ANEXO
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I.
INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Ante el lema que se proponía para este año en el UNIV: “Repensando el futuro”, nosotras, como estudiantes del Grado en Derecho y del Grado en Derecho y Filosofía, hemos pensando que la mejor manera de repensar el futuro es dirigir nuestra mirada hacia la Universidad, como lugar privilegiado del que han salido los grandes maestros y como lugar que nos lanza al mundo para poder participar en él de una manera más activa, siendo consciente de que nosotros, los jóvenes, somos el futuro de la sociedad. Universitas magistrorum et scholarium es la acepción en latín de Universidad, que viene a significar comunidad de profesores y alumnos. Este concepto de comunidad nos desvela los orígenes de lo que pretendía ser la Universidad en un primer momento. Antes de contar porqué hemos elegido la Universidad como objeto de nuestra inquietud por repensar el futuro, nos gustaría hacer un breve recorrido histórico de esta institución, para posteriormente explicar nuestra experiencia de cómo creemos que los jóvenes deberían vivir su tiempo universitario. No podemos hablar del nacimiento de las universidades europeas y analizar el comportamiento de sus alumnos y maestros, sin remontarnos a la Edad Antigua, ya que no podemos obviar la importancia de la Academia fundada por Platón en el 388 a.C. y el Liceo, fundado por Aristóteles en el 366 a.C. Tanto la Academia como el Liceo no eran universidades según el concepto que se tiene hoy en día de las mismas, pero fueron lugares de los que nuestra universidad ha podido aprender, ya que en dichas academias, maestros y profesores se juntaban en busca de la verdad, y ésta ha sido también una de las pretensiones que ha tenido la universidad en sus comienzos, esa idea de comunidad en busca de la verdad. En definitiva, la Academia y el Liceo perseguían el mismo ideal: la vida en común con el fin desinteresado de conocer. Podemos advertir que el nacimiento de las primeras universidades lo encontramos en la Edad Media. Nacieron de forma independiente a los Estados, eran la unión de alumnos y maestros quienes fundaban la Universidad, una comunidad organizada como los gremios medievales, por lo que contaban con unos derechos similares a éstos. Si bien es cierto que hay que recordar que durante la Edad Media y hasta el surgimiento de las universidades, el saber prácticamente solo se podía encontrar en los monasterios y las catedrales, con la aparición de las primeras universidades el saber empieza a ser estudiado, además de en los lugares de culto como solía hacerse, en todas las partes del mundo. En 1088 nace la Universidad de Bolonia, la más antigua del mundo occidental. Uno de los rasgos característicos de esta universidad es que los propios estudiantes eran los que la gobernaban. De tal manera que en 1158 su protector, Federico I Barbarroja, estableció que cada escuela se estableciera como una societas de socii (grupo de estudiantes) supervisada por un dominus (maestro), remunerado por parte de los estudiantes.
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Tal importancia tenía estudiar en aquella época que hasta las autoridades se comprometieron a proteger a los académicos que viajaban hasta Bolonia con el propósito de estudiar, es decir, los estudiantes tenían un gran prestigio social. Por otro lado, aunque existía una cierta intrusión por parte de autoridades políticas, se declaró legalmente la Universidad como un lugar donde la investigación podría desarrollarse independientemente de cualquier otro poder, lo que fue un evento fundamental en la historia de las universidades europeas. Era una época en la que tanto a los maestros como a los pupilos les interesaba realmente la búsqueda de la verdad, para lo que empleaban entre otros métodos la disputatio, un recurso basado en la dialéctica. La disputa, en el sentido propio de la palabra, era el método universal, el único instrumento de que se disponía para someter las cosas a la razón. Con esta disputatio, que sería lo que hoy entendemos por debate, se establecía un diálogo (discusión) entre alumnos y profesores que juntos cooperaban con el fin de llegar a una verdad común. Posteriormente, con la llegada de la Edad Moderna podemos advertir que la Universidad entra en una crisis, principalmente por la pérdida del carácter crítico. Las universidades se van quedando como “estancadas en el pasado” y la elaboración y búsqueda del saber de la época comienza a producirse fuera de ellas, hasta el punto de que algunas universidades llegan a oponerse a los ideales del Renacimiento y a los avances provocados por los movimientos científicos. La Edad Moderna es una época que introduce importantes cambios sociales y políticos. Hay una necesidad imperante de romper con la tradición y construir una visión del mundo y una moral distinta a la escolástica, lo que también influye en la educación universitaria, que deja de interesarse por formar buenos cristianos y pasa a preocuparse por formar buenos ciudadanos. Se produce un cambio en el objetivo de la educación, de tal manera que decae el interés por forjar el espíritu del académico y se pasa a la lucha por adornarle con conocimientos y habilidades. Además, la Universidad en dicha época deja de ser una institución libre y autónoma para convertirse, a diferencia de las Universidades Medievales, en un organismo público, estatal, sometido al poder de los gobernantes. Todo este cambio que se venía advirtiendo en la Edad Moderna estalla con la llegada de la Revolución Industrial en la que parece que todo tenga que “servir”, “ser útil”, “producir”. Lo que interesa ya no es formar buenos cristianos, ni siquiera buenos ciudadanos, sino formar ciudadanos capaces de cumplir las funciones que la sociedad demanda. Esto nos hace recordar, inevitablemente, la famosa imagen de Charles Chaplin en la película de Tiempos Modernos; imagen que nos revela como el tiempo lo va devorando todo a la par que el espíritu de la persona, su libertad, se ven absorbidos por la realización de un trabajo mecánico y continuo del que el ser humano no se siente protagonista. Tras la Segunda Guerra Mundial, con la instauración del Estado de Bienestar que busca la igualdad de oportunidades, se produce una expansión de los sistemas educativos. La clase media empieza a tener acceso a la educación universitaria, donde ven una oportunidad de promoción y movilidad social. Se creía que la Universidad dejaría de ser tan elitista. Sin embargo, la educación que comenzó a impartirse en la mayoría de universidades era fuertemente autoritaria y se transmitía la ideología de las clases dominantes. Este es uno de los hechos que desencadena la revuelta estudiantil de mayo del 68, en la que los estudiantes tratan de transformar algunos ideales sociales.
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Nos atrevemos a dar un salto histórico desde la Segunda Guerra Mundial hasta la época actual, olvidando acontecimientos que nos precedieron, pues queremos adentrarnos en una reflexión más directa sobre nuestra época. El gran reto de nuestra Universidad, como escribió nuestra maestra Ana Llano, es el de recuperar la unidad perdida y el de redescubrir un principio sintético sin el cual es imposible educar e integrar cualquier saber con el yo. Esto es así porque nos encontramos en una Universidad en la que predomina una especie de alianza entre la racionalidad meramente técnica o instrumental, es decir, todo lo que heredamos de la Edad Moderna, y la irracionalidad nihilista propia de nuestro tiempo. Coincidiendo ambas concepciones de la razón en un claro rechazo del primado de la verdad, de manera que los estudiantes nos hemos dejado de preguntar lo que las cosas son, asumiendo sencillamente que el mundo está ahí y viviendo paralizados ante lo que sucede.
II.
QUÉ ESPERÁBAMOS NOSOTRAS DE LA UNIVERSIDAD
Cuando cursamos bachillerato todo se orientaba a prepararnos para ser buenos universitarios. Los estudiantes del s. XXI entramos en un espiral de “agobios” y de aprendernos materia a contrarreloj para aprobar la PAU y convertirnos en universitarios. Nosotras entramos en la Universidad con muchas ganas de aprender, veníamos de un colegio en el que nos tenían muy cuidadas, en el que el trato con los profesores era algo cotidiano, se asemejaba a la idea de comunidad con la que se creó la Universidad, puesto que existía una relación muy estrecha entre profesores y alumnos. Sin embargo, cuando llegamos a la Universidad, en contraposición con los colegios o los institutos, nos encontramos con unos edificios enormes y unas aulas llenas de gente, lo que hace bastante más difícil la relación con los profesores. Todo ello nos abría la oportunidad de conocer ideas nuevas, formas de expresarnos y entender el mundo, establecer diálogos intensos e interminables sobre política, cultura, sociedad… En cambio, lo que nos encontramos fue una sociedad en la que predominaban las ganas de salir de fiesta, de relaciones frívolas, banales, superficiales. Nos encontrábamos ante una gran parte de universitarios que vivían de fin de semana en fin de semana, siendo la semana para ellos un mero trámite, un valle de lágrimas que hay que atravesar hasta la llegada del próximo jueves universitario. Y esta situación nos hacía preguntarnos si no era posible vivir la semana disfrutando y aprendiendo. Teníamos la sensación de que nosotros pasamos por la universidad pero la universidad no pasa por nosotros. En definitiva, esperábamos mucho de la universidad, un espacio en el que podíamos aprender acerca de la vida y de conocimientos más generales para lanzarnos al mundo. Y al final, nos fuimos encontrando inmersas en el día a día, en una rutina ahogante en la que lo único que hacíamos era estudiar para ir pasando un examen. Estudiar, pero sin preguntarnos por el porqué de las cosas o si nuestro compañero de al lado había tenido un buen día. Simplemente nos limitábamos a ser sujetos sin tener relación los unos con los otros. De tal manera que la mayoría de los estudiantes de Derecho solo se interesan por el Derecho, los de Física por estudiar Física, los de Química igual y así sucesivamente.
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Apreciábamos, además, lo difícil que resultaba establecer un diálogo entre nuestros compañeros puesto que el hecho de crearse asociaciones de estudiantes dentro de la universidad, en vez de unir, produce un aislamiento. De tal manera que cada asociación se limita a vivir en su zona de confort sin establecer una comunicación entre los distintos grupos. Ante esta situación nos surgía la siguiente pregunta: ¿dónde está la comunidad de alumnos, de universitarios que unidos junto con los profesores, con los grandes maestros, intentan preguntarse por las cosas y aprender de una realidad que es común a todos? Si estamos atentos a la realidad de las cosas, nos daremos cuenta de que, en un cierto sentido, todo está unido, es decir, que aunque seamos juristas o estudiantes de Filosofía también es bueno interesarnos sobre las energías renovables o el avance en el saber de la energía nuclear, que seamos partícipes de una comunidad y no de un individualismo, no solo social sino también de conocimientos. En medio de esta situación nos ha acompañado Ana Llano, profesora y ya hoy maestra y amiga, a la que gracias a Dios conocimos el primer día de universidad. En la primera clase nos cautivó ver en ella su amor y preocupación por los estudiantes, ya que para ella no éramos un número sino una persona con su historia concreta, con nombre y apellidos. Ana siempre nos ha animado a vivir en la Universidad pero, sobre todo, nos ha animado a vivir. Recuerdo perfectamente como en sus clases repetía una y otra vez con una mezcla de rabia y entusiasmo o esperanza que los jóvenes de hoy vivimos dormidos, que quiere que despertemos, que pensemos la vida. Siempre hemos escuchado con asombro, y un poco de envidia, todo lo que ella, y sus amigos, hacían en la Universidad Complutense: periódicos, happenings (unos eventos con exposiciones, mesas redondas, juegos y conciertos a los que llegaron a acudir sesenta mil estudiantes), conferencias, exposiciones, ... En primero de carrera, cuando nos daba clase, le pedíamos una y otra vez que invitase a alguna persona que nos interesaba escuchar, que montase la exposición de la Rosa Blanca porque la queríamos ver, pero Ana siempre nos repetía “yo ya hice lo mío, esto es cosa vuestra”. ¡Qué lástima que lo hayamos entendido en el último curso! Sin duda, la semilla de la iniciativa que ahora contaremos surgió de ver a Ana, de la envidia que nos daba. Nunca acabábamos de entender que siempre nos dijese "yo me quedé en la universidad (como profesora) porque disfruté tanto aquí siendo estudiante que no me quise ir”; (es increíble que haya profesores con esta vocación, con este cariño tan grande hacia la Universidad y hacia sus alumnos) esta frase la hemos empezado a entender también este curso, cuando hemos visto que en la Universidad también podemos “liarla”, como siempre nos invita el Papa Francisco, tener iniciativas, que tomemos las riendas de nuestra vida. Si contamos estas cosas no es más que para animar a todos los universitarios y preuniversitarios a que tengan iniciativas, a que no tengan miedo y se lancen a dar a conocer aquello que les interesa y les mueve, a que creen diálogo. Si hemos encontrado Algo grande en la vida, tenemos que querer compartirlo con todos, y debemos hacerlo. De hecho, sobre lo de crear diálogo, en una clase, Ana nos dijo que quien no se atreve a dialogar sobre sus valores, sus ideas, su fe, …, es que tiene miedo de que les convenzan de lo contrario, de que estos no sean bastante fuertes; y Juan Pablo II ya nos dijo a los jóvenes: “no tengáis miedo”.
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III.
MANOS A LA OBRA, ACTUANDO EN LA UNIVERSIDAD
La idea de montar una exposición en nuestra facultad surgía de todas nuestras preguntas y necesidades y de la situación de apatía que advertíamos en la universidad. Además, teníamos ganas de llegar de una manera u otra a nuestros compañeros, de entrar en diálogo con ellos, que sucediese un hecho nuevo, que pasase algo diferente en la universidad con lo que pudiésemos aprender los unos de los otros. Queríamos recuperar esa comunidad de alumnos y maestros que buscaban la verdad juntos. En definitiva, teníamos la pretensión de ofrecer a los universitarios o de dar a conocer una nueva forma distinta de estar en la universidad, que no se redujese todo a estudiar y aprobar un examen, sino que nosotros tenemos la capacidad de dejar huella y cambiar el mundo. Montar una exposición en la universidad ha sido toda una aventura. En primer lugar, fue para nosotras una oportunidad que apareció sin previo aviso. Una amiga en un cumpleaños nos comentó la idea de llevar una exposición acerca de las cárceles de APAC en Brasil a nuestra Facultad de Derecho, pensando que podía ser interesante para los alumnos de allí, aunque hemos de mencionar que el tema tenía un interés más universal, puesto que la exposición no sólo trataba de las cárceles en Brasil, sino de un grupo de jóvenes que habían creado una especie de asociación con el fin de ofrecer una nueva manera de estar y de tratar a los presos, ya que las cárceles comunes de Brasil no cuentan con unas condiciones muy humanas, situación que fue denunciada en varias ocasiones e incluso un Informe del Human Rights Council de Naciones Unidas relata que en dichas cárceles se vive un panorama devastador de violencia y trato inhumano. A la hora de montar la exposición no todo fue tan fácil como pensábamos, tuvimos que movilizarnos de verdad y dejar a un lado nuestro tiempo para ponerlo en común y que la exposición pudiese salir adelante. En primer lugar, tuvimos que pedir permiso al vicedecano de Derecho para que nos autorizase a montar la exposición en el mismo hall de la Facultad de Derecho. Una vez habíamos conseguido su permiso, tuvimos que empezar todo de cero. No teníamos nada. Solo teníamos los paneles que constituían la exposición pero, para exhibirlos, necesitábamos estructuras donde poder sostenerlos. Tuvimos que comprar madera para hacer las estructuras y también compramos cables para poder colgar los paneles y fotografías en el hall de la Universidad. Además de esto, estudiamos la exposición y nos organizamos para que durante una semana siempre hubiese alguno de nosotros haciendo de guías, explicando el contenido de la exposición “Del Amor nadie huye” a todos los que se interesasen, teníamos claro que había que estar ahí y compartir el tiempo con los visitantes, era la mejor manera, si no la única, de entablar un diálogo, de intercambiar opiniones. Algunos profesores incluso concertaron un pase para venir con sus alumnos, o incluyeron la visita a la exposición como una práctica obligatoria de su asignatura. En nuestro empeño por lograr un intercambio de opiniones y una profundización en el tema principal de la exposición: la reinserción de los presos, y el perdón y la misericordia con que éstos son tratados en los Centros de APAC (Asociación para la Protección y Asistencia a los Condenados), organizamos también una mesa redonda, invitando a expertos en distintas materias estrechamente relacionadas, como un catedrático de Derecho Procesal, una mediadora penal, una jurista de Instituciones Penitenciarias, y una notario y también mediadora.
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Participamos unos catorce estudiantes. Tres de ellos fuimos coordinadores y el resto se dedicaron a ayudar en otras tareas. Lo más maravilloso es que los que participamos en el montaje de la exposición éramos estudiantes de distintas carreras. Había estudiantes de Arquitectura, de Física, de Comunicación Audiovisual, Historia del Arte, Edificación, Arqueología, Derecho, Filosofía, entre otros. Fue alucinante que universitarios de distintas carreras nos reuniésemos con un propósito común y aprendiendo los unos de los otros. Esta multiplicidad de estudiantes fue un verdadero lujo a la hora de montar la exposición puesto que cada uno podía aportar su visión desde una perspectiva distinta. Por ejemplo, los que estudiaban edificación se encargaron de medir el hall para que la exposición ocupase el espacio adecuado, los arquitectos se encargaron del montaje adecuado de las estructuras para que los paneles se pudiesen sostener, es decir, cada uno tenía su función y todos participábamos de un mismo bien común que era la ilusión por dar a conocer en la Universidad que los jóvenes podemos hacer mucho con nuestros pequeños síes cotidianos.
IV.
CONCLUSIONES
La experiencia de montar una exposición en la Universidad no sólo fue un ayuda para nosotras, sino que fue una manera de poder entrar en diálogo con el resto de universitarios que día a día nos cruzamos por los pasillos. Tuvimos la oportunidad de dar a conocer una realidad como era la de las cárceles en Brasil para poder preguntarnos, junto con el resto de compañeros, sobre cómo queremos construir nuestra sociedad, el futuro. El resultado que percibimos durante la exposición y una vez que ésta había finalizado fue la gran cantidad de alumnos de distintas facultades que la visitaron, el agradecimiento y la ilusión de muchos de nuestros profesores, incluso una profesora preguntó a sus alumnos en su examen final que qué habían aprendido al ver la exposición. Con esta experiencia que tímidamente nos atrevemos a compartir, tenemos la intención de provocar a los jóvenes para que sean partícipes en su universidad, que no solo se dediquen a estudiar, sino que se lancen sin miedo a descubrir, a investigar, a exponerse, que tomen las riendas de su vida y ofrezcan a la Universidad, a sus compañeros y al mundo en general aquello que ellos mismos son. Que seamos capaces de ganarle el pulso a esta corriente nihilista que ha dejado de creer.
¡Hagan lío! Pero un lío que nazca de conocer a Jesús. Papa Francisco.
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BIBLIOGRAFÍA Páginas web: -
www.asociacion-universitas.es
www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-nacimiento-de-launiversidad_7629/6 -
www.lahistoriaconmapas.com
-
www.universitologia.files.wordpress.com
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www.unibo.it
Artículos: -
Marín, Higinio (28 de enero de 2018). Apatía juvenil. El Levante,
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Andrés Gallego, José. (1999). Situación actual de la Universidad.
www.asociación-universitas.es -
Lobkowicz, Nikolaus. (2003). Conferencia. www.asociación-universitas.es
-
Lobkowicz, Nikolaus. (2009). La universidad y las academias. www.asociación-universitas.es
• Restán Martinez, Javier: Catálogo de la exposición DEL AMOR NADIE HUYE. LA EXPERIENCIA DE LAS CÁRCELES DE APAC EN BRASIL, de la XXXVII edición del Meeting de Rimini. Ed Cesal, 2017
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