Shabbat 28 Octubre 2017 8 Kheshvan 5778
SECCIÓN 1
Resumen de la Parashá [Lej-Leja] Génesis 12:1-17:27 DI-S habla con Avram, diciéndole "Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré". Allí, dice Di-s, hará de Avram una gran nación. Avram y su mujer Sarai, acompañados por su sobrino Lot, viajan a la Tierra de Cnaan, donde Avram construye un altar y continúa difundiendo el mensaje de Di-s. La hambruna causa que el primer judío viaje a Egipto, donde la hermosa Sarai es llevada al palacio del Faraón; Avram se escapa de la muerte porque se presentan como hermano y hermana. Una plaga evita que el rey egipcio toque a Sarai y ella lo convence de que debe devolverla a Avram y compensarlo con oro, plata y ganado. De vuelta en la Tierra de Cnaan, Lot se separa de Avram y se establece en la malvada ciudad de Sdom, donde es capturado cuando el ejército de Quedarlaomer y sus tres aliados conquistan las cinco ciudades del Valle de Sdom. Avram sale con una pequeña banda a rescatar a su sobrino, derrota a los cuatro reyes, y es bendecido por Malki-Tzedek el rey de Salem (Jerusalén). Di-s sella el Pacto Entre las Partes con Avram, donde el exilio y la persecución (Galut) del pueblo judío le son informados y la Tierra Santa es asignada a ellos como su herencia eterna. Aún sin hijos diez años luego de su arribo a la Tierra, Sarai le dice a Avram que se case con su sirvienta Hagar. Hagar concibe, se vuelve insolente hacia su señora, y se escapa cuando Sarai la trata duro; un ángel la convence de retornar y le dice que su hijo será el padre de una nación numerosa. Ishmael nace en el año 86 de la vida de Avram. Trece años después, Di-s cambia el nombre de Avram por Avraham ("padre de multitudes") y el de Sarai por Sara ("princesa"), y promete que tendrán un hijo; de este hijo, a quien deben llamar Itzjak ("se reirá"), surgirá la gran nación con la cual Di-s establecerá Su pacto especial. Avraham es mandado a circuncidarse a sí mismo y a sus descendientes como "una señal del pacto entre tú y Yo". _____________________ Fuente: http://es.chabad.org/library/article_cdo/aid/514191/jewish/Resumen-de-la-Parash.htm
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SECCIÓN 2
ENFOQUE ADVENTISTA [Gén. 12] DE AQUÍ en adelante Abram es el héroe de la narración del Génesis. Esta es la primera revelación dada por Dios a Abram que se registra, aunque se sabe por Hch. 7: 2 que Dios se le había aparecido por lo menos una vez antes. La palabra de Jehová comienza con una orden, continúa con una promesa y termina con una bendición. Estos tres aspectos importantes caracterizan toda manifestación de Dios para el hombre. Las promesas de Dios se cumplen y sus bendiciones se reciben tan sólo cuando sus mandamientos son obedecidos. Generalmente los hombres están deseosos de recibir las bendiciones de Dios y ver la realización de sus promesas, pero sin cumplir con sus requerimientos. El llamamiento de Dios demandaba que Abram rompiera completamente con el pasado. No sólo tenía que salir de la tierra de los dos ríos, Mesopotamia, en la cual estaban situadas tanto Ur como Harán, sino que también tenía que renunciar a sus vínculos familiares y aun a la casa de su padre, para no volver nunca más a los de su propia sangre y raza. Fue una dura prueba. Seguramente no debe haber sido fácil que Abram rompiera todos los lazos con su amada patria, una tierra en la que había pasado toda su vida y a la que estaba unido por muchos tiernos vínculos. Un joven puede salir de su país natal con poco pesar, pero no es fácil que un hombre de 75 años haga una decisión tal. Sin duda Abram se preguntaría cómo podría cumplirse la promesa en vista de que no tenía hijos y no era joven. Tan sólo el ojo de la fe, puesto en las promesas de Dios, podía penetrar el futuro y contemplar cosas que el ojo natural no podía ver. La verdadera grandeza debía resultar del acatamiento de las órdenes de Dios y de la cooperación con su propósito divino. Ahora todas las familias de la "tierra" habían de recibir una bendición por la obediencia de un hombre que fue hallado fiel. Los cristianos de hoy, como sus descendientes espirituales, comparten la bendición impartida a Abram (Gál. 3: 8, 29). La bendición que le fue concedida finalmente uniría a las familias divididas de la tierra, y cambiaría la temible maldición pronunciada sobre la tierra, debido al pecado, transformándola en una bendición para todos los seres humanos. Todas las promesas siguientes dadas a los patriarcas y a Israel aclararon o ampliaron la promesa de la salvación ofrecida a toda la raza humana en la primera promesa hecha a Abram. Gozosamente Abram obedeció el llamamiento del Señor, sin argüir y sin mencionar condiciones para su obediencia. Sencillamente "fue". La riqueza de Abram y de Lot consistía principalmente en grandes rebaños de ganado y manadas de ovejas. Abram era un hombre próspero (cap. 13: 2), pero su prosperidad de ninguna manera resultó ser un obstáculo para su vida religiosa.
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Si bien es cierto que con frecuencia la riqueza hace más difícil que su poseedor quede calificado para el reino de Dios, de ninguna manera es un obstáculo fatal (Mat. 19: 23-26). Esta es la mayor bendición: La mayor riqueza es cuando una persona de recursos se considera como mayordomo de Dios, y usa la riqueza que le ha sido confiada para la honra de Dios y para el adelantamiento de su reino, entonces la riqueza es una bendición y no una maldición. La tierra de Canaán incluía no sólo Palestina sino también Fenicia y la Siria meridional. Se necesitaba fe para creer que los cananeos, ahora organizados en ciudades poderosamente fortificadas, serían desposeídos y su tierra dada a un anciano sin hijos. La evidente improbabilidad de la realización de una promesa tal, la convertía en una difícil prueba de la fe del patriarca. El terreno, santificado por la presencia de Dios, fue dedicado por Abram como un lugar de culto para la Divinidad. El altar allí levantado y los sacrificios ofrecidos daban testimonio del Dios del cielo y protestaban silenciosamente contra la idolatría de ese lugar. Así Abram prometió públicamente lealtad al verdadero Dios. Siendo el amo de una gran familia, también sintió una responsabilidad hacia sus siervos de inculcarles un conocimiento más perfecto del Dios a quien él servía (cap. 18: 19). El sacrificio testificaba de la creencia de Abram en la muerte del Hijo de Dios como expiación por el pecado. Finalmente, en relación al incidente ocurrido en Egipto por la mentira de Abram al Faraón debiera haberle enseñado a confiar en Dios antes que en la eficacia de sus propios hábiles planes. El hecho de que Dios liberara a sus siervos rescatándolos de circunstancias creadas por ellos mismos es una evidencia de su misericordia y amor. Los que profesan tener fe en el Altísimo quizá a veces procedan como indignos de su vocación, y sin embargo Dios con frecuencia induce a sus oponentes a que los respeten. El Señor sigue siendo fiel a sus hijos aun en los momentos de infidelidad de ellos (ver 2 Tim. 2: 13). Pero es presunción proceder deliberadamente [mal] suponiendo que Dios nos salvará de resultados adversos. Ante una tentación como ésta, Cristo replicó: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mat. 4: 7). ___________________ Fuente: CBA. T. 1. Cap. 12.
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SECCIÓN 3
COMENTARIO FINAL Emulando a los Patriarcas de la antigüedad DE ABRAHAM está escrito que “fue llamado amigo de Di-s”, “padre de todos los creyentes”. Santiago 2:23; Romanos 4:11. El testimonio de Di-s acerca de este fiel patriarca es: “Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”. Y en otro lugar dice: “Yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Elohim, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Elohim sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. Génesis 26:5; 18:19. Fue un gran honor para Abraham ser el padre del pueblo que durante siglos había sido guardián y preservador de la verdad de Di-s para el mundo, de aquel pueblo por medio del cual todas las naciones de la tierra iban a ser bendecidas con el advenimiento del Mesías prometido. El que llamó al patriarca lo consideró digno. Es Di-s el que habla. El que entiende los pensamientos desde antes y desde muy lejos y justiprecia a los hombres, dice: “Lo he conocido”. En lo que tocaba a Abraham, no traicionaría la verdad por motivos egoístas. Guardaría la ley y se conduciría recta y justamente. Y no solo temería al SEÑOR, sino que también cultivaría la religión en su hogar. Instruiría a su familia en la justicia. La ley de Di-s sería la norma de su hogar. El amor de Abraham hacia sus hijos y su casa lo movió a resguardar su fe religiosa, y a inculcarles el conocimiento de los estatutos divinos, como el legado más precioso que pudiera dejarles a ellos y por su medio al mundo. A todos les enseñó que estaban bajo el gobierno del Di-s del cielo. No debía haber opresión de parte de los padres, ni desobediencia de parte de los hijos. La ley de Di-s había designado a cada uno sus obligaciones, y solo mediante la obediencia a dicha ley se podía obtener la felicidad y la prosperidad. Su propio ejemplo, la silenciosa influencia de su vida cotidiana, era una constante lección. La integridad inalterable, la benevolencia y la desinteresada cortesía, que le habían granjeado la admiración de los reyes, se manifestaban en el hogar. Había en esa vida una fragancia, una nobleza y una dulzura de carácter que revelaban a todos que Abraham estaba en relación con el cielo. No descuidaba siquiera al más humilde de sus siervos. En su casa no había una ley para el amo, y otra para el siervo; no había un camino real para el rico, y otro para el pobre. Todos eran tratados con justicia y compasión, como coherederos de la gracia de la vida. ¡Cuán pocos son los que siguen este ejemplo en la actualidad! Muchos padres manifiestan un sentimentalismo ciego y egoísta, un mal llamado amor, que deja a los niños gobernarse por su propia voluntad cuando su juicio no se ha formado aún y los dominan pasiones indisciplinadas.
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Esto es ser cruel hacia la juventud, y cometer un gran mal contra el mundo. La indulgencia de los padres provoca muchos desórdenes en las familias y en la sociedad. Confirma en los jóvenes el deseo de seguir sus inclinaciones, en lugar de someterse a los requerimientos divinos. Así crecen con aversión a cumplir la voluntad de Di-s, y transmiten su espíritu irreligioso e insubordinado a sus hijos y a sus nietos. Así como Abraham, los padres deberían “mandar a su casa después de sí”. Enséñese a los niños a obedecer a la autoridad de sus padres, e impóngase esta obediencia como primer paso en la obediencia a la autoridad de Di-s. El poco aprecio en que aun los dirigentes religiosos tienen la ley de Di-s ha producido muchos males. La enseñanza tan generalizada de que los estatutos divinos ya no están en vigencia es, en sus efectos morales sobre las personas, semejante a la idolatría. Aquellos que procuran disminuir los requerimientos de la santa ley de Di-s están socavando directamente el fundamento del gobierno de familias y naciones. Los padres religiosos que no andan en los estatutos de Di-s, no mandan a su familia que siga el camino del SEÑOR. No hacen de la ley de Di-s la norma de la vida. Los hijos, al fundar sus propios hogares, no se sienten obligados a enseñar a sus propios hijos lo que nunca se les enseñó a ellos. Y este es el motivo por lo cual hay tantas familias impías; esta es la razón por la que la depravación se ha arraigado y extendido tanto. Al igual que los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a Di-s deben levantar un altar al SEÑOR en todo lugar que se establezcan. Si alguna vez hubo un tiempo cuando todo hogar ha de ser una casa de oración, es ahora. Los padres y las madres tienen que elevar sus corazones a menudo hacia Di-s para suplicar humildemente por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga sobre el altar de Di-s el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y alabanza. YESHÚA se complace en morar en un hogar tal.1 Facilitador. JOSÉ G. BARITTO L. Comunidad Judía Adventista Caracas - Venezuela
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