“¿Hasta cuándo las víctimas vamos a seguir co
Trabajo desarrollado por alumnos de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Sergio Arboleda, quienes se entrevistaron con las víctimas a través de la Fundación Victímas Visibles , a ellos agradecemos su esfuerzo y dedicación .
ontando la historia entre nosotros mismos?” Con estas palabras de Delis Palacios, Víctima de la masacre de Bojayá, recordamos la necesidad de las víctimas de ser escuchadas; de ser dignificadas y reparadas.
No sé si aún existe ese cariño entre hermanos como el qu yo tenía con Miguel. De los siete hermanos, él y yo éramosmuy unidos de verdad. Ya había experimentado la pérdida de un ser querido. He tenido que lidiar con la muerte de siete familiares cercanos: José Antonio (un hermano) hace unos quince o veinte años, por cirrosis. En esa época, en Guasca los hombres salían temprano de trabajar y por tradición solían tomar tinto con aguardiente para el frío, entonces imagínese cómo caía eso al hígado; además, tenía un hábito alimenticio muy variable. También perdí a mi única hermana. Ella se casó muy joven, como a los dieciocho años… y así mismo murió muy joven. Por eso digo que nunca tuve hermana. A mi padre lo perdí cuando tenía once años. Y a mi madre hace un par. Pero nada me lastimó más que perder a Miguel. Ese sábado 27 de abril .de 2005, él se fue a las 4 de la mañana a ordeñar su ganado lechero. Debía dejar lista la leche por que el camión pasaba entre 6 y 6:30 a recogerla. La finca donde vivía mi hermano Miguel queda retirada del pueblo de donde vivo, a pocos minutos. Ese
día me dijo: “yo no vengo esta noche”. No me preocupe al principio porque en la finca tiene casa propia, su casa. “Más bien mañana madrugo y me tiene desayuno”. Me dijo eso porque yo le había dicho que ese día quería subir a la finca con él. Yo subía cada 15 días y quería subir ese día. No me dejó ir con él diciéndome que tenía que recoger el otro ganado, que era el de carne, y encargarse de los novillos. Eso es una cantidad de que haceres que toman tiempo. El domingo me levanté antes de las 6 de la mañana sospechando que mi hermano iba a llegar con hambre en la madrugada. Además tenía que prepararle el baño, por que él tenía que bañarse después de toda una noche de trabajo con el ganado. A las 6:15 llegó Jorge, mi otro hermano, junto con su esposa. Dado que el cuarto de mi hermano estaba justo enfrente de la cocina, por donde se entra a la casa, Jorge entró y se fue directo al cuarto, sin saludarme.
Noté que estaba angustiado. Más, en su tono de voz, cuando me preguntó: “¿Miguel no está aquí?” Inmediatamente supe que algo no andaba bien y subí al carro de unos amigos a buscarlo. La sensación que tuve fue de mucha preocupación, que pasó a ser ansiedad, después angustia; pero fue en el instante cuando no pude más, que se convirtió en dolor. Íbamos en la mitad del camino del trayecto de mi casa a la finca de Miguel y ahí estaba: tendido en la carretera con dos impactos de bala en la sien. Yo digo que fue la guerrilla por las circunstancias y el contexto: Hace 10 años ocurrió el rompimiento de los procesos de paz en la infame zona de distención del gobierno Pastrana. Cuando esa zona perdió toda su presunta viabilidad, los guerrilleros se esparcieron por toda Cundinamarca; es así como en las noches, y ocasionalmente en la tardes, podían verse guerrilleros pasar por Guasca. La finca de mi familia es bastante extensa y rica en una variedad inmensa de víveres y animales. Miguel era una persona muy reservada. Yo, aun siendo su mejor amiga y confidente, estoy segura de que me ocultó algo. Nada grave, pero cuando
se es tan cercano a alguien y ambos se quieren tanto, es muy difícil dejar pasar el hecho que no te digan algo aunque te lo cuenten con su silencio. Pero algo que él sí me dijo, y creo que sólo yo supe, fue que una tarde, casi noche, una gente de la guerrilla se acercó a la finca para pedirle que le vendiera algunas papas del sembradío. Él supo quienes eran de inmediato, me lo recalcó, y les permitió tomar lo que necesitaran sin nada a cambio. Le pidieron un favor. Ellos jamás piden favores, y la vida perdida de Miguel lo comprueba. Le pidieron que los dejara cargar los celulares cuando fuera necesario. En un pueblo es muy difícil guardar un secreto, todos se conocen y todo se sabe. Miguel les dijo que no podía hacer eso, por que si el ejército se llegaba a enterar de lo más mínimo o escuchaba un rumor al respecto, lo matarían. La vida de los apolíticos en el campo es así. Hermosa en la forma de vivir, pero mordaz en contexto. Temer por la propia vida sin haber elegido un bando es una situación cruel. Ellos se fueron sin más, pero desgraciadamente volvieron. Su asesinato ocurrió sin testigos, pero hay que oír cómo la gente que lo conocía, aunque no tan bien como solo yo, lo acusó de ladrón o informante. A quién le cabe en la cabeza que a un hombre cuya vida fue trabajar en su finca y quien a nadie, hizo daño, mereciera acabar en medio de una carretera. Pero lo juzgaron. ¡Cómo decían de cosas!; lo vieron como una especie de ajuste de cuentas. No me importan sus conclusiones, ¿acaso han perdido con dos disparos en la cabeza a la persona que significaba la mitad de su vida? Si es así, sabrán que los chismes solo impactan a quien no conoce la verdad, y aunque nadie haya estado para presenciar lo que le hicieron a Miguel en ese momento, fui yo quien viví toda la vida junto a él. Los primeros días me abandoné en la incógnita de las razones por las que pudieron haber matado a Miguel. Su vida era tan simple, pero tan valiosa, que aún no lo concibo. Me considero víctima por que fui, junto a mi sobrina a quien crié junto a Miguel, la afectada de corazón. Si yo no hubiera estado ahí para ella, a pesar de como yo estaba, la niña hubiera acabado en peor estado. Lo digo así: en los ocho años de duelo con el
recuerdo, la ayuda más importante que recibí fue de mi niña, mi sobrina, porque ayudándola a ella, ella me ayudó a mí. No como algunos familiares, cuya muerte solo significó un pleito por la finca y, por qué no, por una reparación del Estado. ¿Qué fueron los años en los que más necesite ayuda si no el momento indicado para reparar los daños emocionales? He vagado con un intenso dolor durante ocho años; la verdad, y a esta altura, la única ayuda del Estado que espero, es psicológica. La mayoría de gente la emprende es contra el Gobierno, pero a todas estas, no tiene la culpa. El Gobierno ha hecho lo que puede. Yo entiendo el poder y las fuertes bases de la guerrilla. Por lo cual, no estoy de acuerdo en que a raíz de lo que me sucedió a mí, y a otras víctimas, formemos una guerra. Hay dos clases de víctimas: aquellas cuya experiencia las llenó de vigor y las impulsó a trabajar por ser dirigentes de los maltratados y aquellas, que admiran a las primeras, pero que su horizonte es poder hacer las paces con sus recuerdos. Por fortuna, los recuerdos de Miguel se presentan constantemente en mis sueños. Ahí somos igual de felices como solíamos serlo en la finca, con nuestros animales, el lago y la quebrada llena de peces; y el uno para el otro. Pero sólo en sueños. Sólo en sueños.
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Créditos 2012, CRÓNICAS SOBRE VÍCTIMAS EN COLOMBIA Dirección Editorial JUAN CARLOS RAMOS HENDEZ Diseño, ilustración, texto y maquetación: Jhuan Raúl de la Sierra Corrección de estilo: CAMILA GIL
Con el apoyo de: FUNDACIÓN VÍCTIMAS VISIBLES COMUNIDAD DE MADRID UNIVERSIDAD SERGIO ARBOLEDA Printed in Colombia / Impreso en Colombia
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... ESPERE LA PRÓXIMA SEMANA OTRA CRÓNICA SOBRE LAS VÍCTIMAS EN COLOMBIA!
NO MAS LÉELAS, SUS HISTORIAS HACEN PARTE DE NUESTRA HISTORIA.
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