From the Desk of: Adrián Procel

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FORM THE DESK OF: ADRIÁN PROCEL Detenerse a contemplar una obra de Adrián Procel es enfrentar una paradoja. Por una parte, la obra parece seducirnos hacia el placer puramente estético de contemplar la reproducción perfecta y altamente sensual de algo real y cotidiano que ha sido seleccionado para su representación, aparentemente al azar. Muchas veces amplificada a escala gigantesca, la imagen del objeto enfocado parece adquirir la verosimilitud de una imagen fotográfica. Sin embargo, al mismo tiempo que comenzamos a dejarnos llevar por la seducción inicial, la representación misma nos va revelando—a través de sus detalles y de forma gradual pero cierta—que la imagen tiene un alto grado de ficción y de irrealidad. Así, pronto caemos en cuenta que si bien contemplamos una re-

presentación pictórica aparentemente hiperrealista, la obra parece abstraer de la realidad sólo algunos rasgos que pudiéramos llamar como esenciales para reconocer la imagen. En otras palabras, la obra de Adrián Procel nos confronta con la paradoja de una obra pictórica en apariencia altamente figurativa e hiperrealista pero que en realidad es esencialmente abstracta. Es posible trazar una genealogía histórica de la obra de Adrián Procel que le lleva de forma directa a la aparición, a fines de los años sesenta, de la primera pintura fotorrealista en la obra de productores anglosajones como Richard Estes, Robert Cottingham, Don Eddy o, especialmente, en los retratos monumentales que Chuck Close presentó en la documenta 5 de 1972. Sin embargo, las preocupaciones de esta primera generación de fotorrealistas estaban íntimamente ligadas a la reivindicación de la pintura como medio para la representación de imágenes en relación a la fotografía. La obra de estos autores, por tanto, ha


Relato B II, 2014 (detalle). Acrílico sobre tela, 140 x 210 cm. Cortesía Alternativa Once.

estado enfocada en relativizar la exactitud del medio fotográfico demostrando la superioridad de la representación pictórica por su capacidad para seleccionar detalles y con ello llegar a un grado más alto de verdad óptica. Adrián Procel, en cambio, ha querido ir más allá del carácter meramente óptico de la representación fotorrealista y se ha enfocado más bien en situar su trabajo en una zona que oscila entre la mayor ilusión hiperrealista y un reductivismo visual extremo. En sus obras, Adrián Procel despoja a los objetos representados de su materialidad y los convierte en meras conjeturas de lo que es real, en meras abstracciones de la realidad. En su ejecución impecable y en su escala monumental, las obras nos aproximan de lleno a objetos que aparecen casi reales en su dimensión visual. Sin embargo, cada imagen está despojada de ciertos detalles clave que pudieran corroborar la materialidad del objeto: el artista en realidad nos ha dejado sólo con los rasgos suficientes para que

podamos reconocer la imagen más bien como una imagen formada por nuestra memoria. Pero las imágenes que constituyen nuestra memoria han sido ya filtradas y reducidas a meros símbolos o representaciones de lo experimentado: son en realidad abstracciones cuya apariencia mental sólo tiene sentido como representaciones que hace nuestro ser. Esta realidad visual, interna y abstracta, es el verdadero sujeto de las obras de Adrián Procel. Por ello, cuando contemplamos sus obras no estamos observando la representación de objetos reales sino la representación fotorrealista de fragmentos de nuestra propia conciencia.

Miguel González Virgen Crítico de arte


Cambio de posición, 2001. Acrílico sobre tela, 140 x 200 cm. Colección particular.

NAVE GENERADORES PLANTA ALTA Centro de las Artes | Parque Fundidora Av. Fundidora y Adolfo Prieto s/n Col. Obrera, Monterrey, N.L. T. (81) 8479 0010 al 14 Permanencia: Septiembre 4, 2016

Todo público Entrada libre


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