© De la Clínica, sus recuerdos © Ismael Augusto Sulca Velásquez Coronel PNP (r) © Copyright - Ismael Augusto Sulca Velásquez
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Antiguo edificio Policial del CINPIP sito en Av. Aramburú Nº 550 – Surquillo Lima-Perú
DE LA CLÍNICA, SUS RECUERDOS (Complejo Policial ‘Walter Rosales León’ Surquillo 1970 -1996)
Eran por aquellos tiempos en el que la policía peruana sufría sus grandes transformaciones con la llamada Reorganización Policial iniciada allá por el año 1986. En la quinta cuadra de la Av. Aramburú, en Surquillo funcionaba el CINPIP (otrora Alma Mater de la Policía de Investigaciones del Perú - PIP) en donde su máximo lema era: “Ser peruano es una bendición, ser policía un honor, y ser detective un privilegio”, así como la Dirección de Criminalística (que posteriormente dio origen a la denominación ‘Policía Científica’) ubicada en el 5to y 6to. piso del mismo edificio. Lo que muchos sabían pero pocos conocían, era que en la cuadra dos de la calle Las Garzas (costado izquierdo del Complejo) de un momento a otro se hizo conocido un lugar que era como un ‘huarique’ donde se ofrecía deliciosos desayunos sólo para conocidos y entre sus asistentes estaban los agentes de la PIP, en su mayoría el personal de la Dirección de Criminalística, Escuelas del CINPIP, así como de la Sanidad policial. El Complejo Policial se fue modificando para albergar otras dependencias de la entonces Fuerzas Policiales y con posterioridad la actual Policía Nacional del Perú, y así dieron paso a los integrantes de la Inspectoría General, Dirección de Criminalística, Policía Judicial, Policía del Ministerio Público, Sanidad policial, de diferentes códigos de procedencia
(BGC, PIP, GRP y Sanidad) en donde el primer lunes de cada mes estaba designado para ‘pasar lista de Diana’ entre todo el personal que las conformaban, pero sucedía que a llamar a algunos de ‘esos’ supuestos conocidos, dentro de la formación alguien respondía “¡Está en la clínica!”, y los superiores que no estaban muy enterados al respecto, creían que se encontraba internado en la clínica de la sanidad policial por alguna enfermedad en particular. Con el fin de conocer a mayor detalle lo que significaba la historia de aquel lugar conocido como ‘La Clínica’ se fue convocando a los herederos del lema ‘Honor y Lealtad’ que con justa razón podían dar mayores luces sobre las ocurrencias de aquel misterioso recinto, y en una especie de conciliábulo, o más bien como si fuera producto de una ‘mesada’, empezaron a aparecer por la mente, los verdaderos amigos, cada uno de ellos envueltos en una especie de manto oscuro con capucha y parecía que decían lo que los oídos querían escuchar.
El primero de ellos era la voz de una mujer quien en un tono de misterio sólo supo decir que en la cuadra dos de aquella calle vivía la familia Frías, de cuyo fundador y su señora ya habían fallecido hace tiempo. Recordaba que cuando era sólo el primer piso había como un ‘pasaje’ (pasadizo) en el que la familia ofrecía desayunos cómodos, y alguna de otra vez los amigos de la PIP solían referirse como ‘La Clínica’ sin saber el porqué. Recordaba también que había un coronel de ojos claros que le gustaba asistir que después de su estadía salía un poco ‘girao’(ebrio) pero que no hacía ningún problema. Poco después se escuchó la voz de quien dijo ser el dentista Juan Sanabria Capcha y que alguna vez había escuchado que la famosa ‘clínica’ era donde los ‘Rayas’(miembros de la Policía de Investigaciones)
y algunos que otros efectivos de la sanidad ubicado en el segundo piso del complejo, solían disipar sus penas, y que tal vez pudo haber sobrevivido hasta el año 1991, ya que el Policlínico adyacente fue inaugurado en 1987.
Acto seguido, otra voz femenina que sólo atinó a decir que representaba a Edith Salinas Muñoz dijo que cuando era muy jovencita recién los alrededores del Complejo, estaba en etapas de construcción y que alguna vez sí había oído hablar de la ‘clínica’ pero que no sabía dónde quedaba. En eso se escuchó la voz de Walter Cubas Rentería quien decía estar a cargo del Departamento de Balística y Explosivo Forense(antigua área del polígono de tiro) de la Dirección de Criminalística, quien muy animadamente agregó que en ese lugar vendían desayunos del ‘tipo alemán’ (“sánguches sabrosos para ser asentados con unos vasos de cerveza”) y que muy posiblemente le decían ‘La Clínica’ debido a que era un lugar donde el personal “curaba sus heridas, sus penas, sus desdichas, sus ‘mancadas”. Y cuando otra voz le interrumpió diciendo que el general Zuta Valqui y otros generales de Inspectoría trataron de intervenir o cerrar ‘La Clínica’, dijo: “No pudieron, porque era un domicilio particular al que sólo podían entrar los ‘amigos y
conocidos’ previa identificación con el ‘santo y seña’ que se habían inventado y que cambiaban casi mensualmente”. En eso Cubas Rentería agregó “Al Comando sólo le quedaba expedir Memorandums en el que se instaba a no asistir a dicho recinto”. Otra voz no identificada entre murmullos dijo que personal de la sanidad policial solía decir que la llamaban como la ‘UCI’ (unidad de cuidados intensivos) porque había que tener ‘mucho cuidado’ en saber entrar y también salir de aquel lugar, para no ser sorprendidos por los ‘sabuesos’ de la Inspectoría General, ya que en sus propias narices habían un grupo de personas que pertenecían a los ‘hombres de las narices rojas’, los comúnmente llamados ‘borrachines’ o contingentes de la triple A (Asociación de Alcohólicos Anónimos) que no se podía combatir, y que ya había jurisprudencia al respecto al considerarse como enfermedad de trabajo o a consecuencia del mismo. Cuando ya todo estaba tomando un cariz de simpatía a los recuerdos mencionados, se oyó la voz de Manuel Natalio Tsuchida Tello quien afirmó que cuando él estuvo en el CINPIP, entre los años 1968 al 1971, jamás oyó sobre la mencionada ‘clínica’ y que por aquellas épocas todo era baldío y que no había casas en construcción alrededor del complejo. Y con una voz más de adulto precavido, dijo entre dientes que “Esas cosas no se podían permitir a cercanía de su Alma Mater”, tal y cual como lo venían indicando. En eso cuando se había producido unos murmullos comentando lo acontecido se oyó la voz de Jorge Calle Cáceres, colegiado en los Tribunales Policiales, y hoy con el influjo que le da sus labores de periodista, dijo haber estudiado en el CINPIP entre los años 1973 y 1976 y recuerda que en el complejo sólo funcionaba la Escuela y en el 5to. y 6to. piso estaba la Criminalística, y que tanto en el primer como el tercer piso había unos consultorios y camas del servicio de sanidad. Agregó además que escuchó decir por terceros que en el año 1978 a un cadete ayacuchano de 4to año, lo expulsaron precisamente por haberlo sorprendido libando licor en la famosa ‘Clínica’ (Los demás pensaron que sólo era para meter miedo a los demás cadetes). Siguió en el ínterin el abogado Rolando Andrés Cueva López quien sólo dijo haber estudiado en el CINPIP entre 1983 y 1987 y que por esos entonces no tenía conocimiento de la llamada ‘clínica’.
(EN LA FOTO LOS CADETES DE 2DO AÑO VICTOR HUGO CHAVEZ MELENDEZ y HUGO YAMASHIRO)
Cuando al parecer ya se tenía entendido algo sobre la denominada ‘Clínica’ intervino Julio Lorenzo Granados Ticona, quien confió que se encontraba muy contento por su nuevo vehículo del año, y dijo haber estudiado entre los años 1983 y 1985 y sabía que en el complejo sólo funcionaba el CINPIP, incluido los Vigilantes-alumnos, la Criminalística en el 5to y 6to piso, Comunicaciones en 7mo piso con su famosa frase “Pepe Indio Pepe” (PIP) y la sanidad en el primer piso, y que luego oyó decir que la ‘Clínica’ era un ‘chupódromo’ al costado del complejo, y que después del traslado de los cadetes a la Campiña entre 1987 y 1988 a consecuencia de la Reforma Policial, sólo quedaron personal de Criminalística y ya empezaban a instalarse los de Inspectoría General y la Policía Judicial y del Ministerio Público, así como empezaba a funcionar los llamados CERAPS donde se otorgan los Certificados de Antecedentes Policiales, que da justamente casi al frente de la famosa ‘clínica’. En eso pidió la palabra un ex alumno del Colegio Policial ‘Alipio Ponce Vásquez, de Barrios Altos, Miguel Angel Oriundo Walde quien señaló que sí existió ‘La Clínica’ pero la llamaban ‘la clínica de zapatos’ por eso de los ‘lunes de zapatero’, era para "cortarla" de los estragos de fin de semana, y que estaba frente de la puerta lateral de ingreso al Complejo, agrega que en algún momento fue un "punto de encuentro" de sólo íntimos amigos o algo así, no se permitía la atención de extraños, era como un círculo cerrado sólo para conocidos. Para cuando este conciliábulo había tomado un cariz peculiar entre murmullos y comentarios al respecto, se escuchó una voz que trataba de mantenerse en el anonimato, pero que a buen entendedor se trataba de un ‘raya’ genuino, de esos que habían pisado la calle y todos sus laberintos, que en un lenguaje coloquial al estilo del negro ‘Mama’, procedió a indicar los siguiente: “ Yo conocí ‘La Clínica’ por afuera y por dentro, y recuerdo que llegó a funcionar desde 1984 hasta 1995 aproximadamente. Le decían ‘La Clínica’ porque todos iban a ‘curarse de
sus males’ y de sus ‘resacas’ y muy sobretodo en fechas memorables como el 15 de Setiembre, Día del Detective de antaño”… “La mayoría dice no conocerlo pero sé de algunos que les gustaba tomar la ‘cerveza sin gas’. Sí, ‘sin gastar ni un solo centavo’, pero cuando ‘se las ponían’ ahí estaban. Y continuó diciendo: “Yo lo conocí cuando tenía una puerta de triplay ya desgastada por el uso de los años, en donde atendían una pareja de esposos, de aspecto provinciano, con ricos desayunos, pero la atención máxima era con los licores ‘espirituosos’ que ahí todos ‘resbalábamos’. De esto pueden dar crédito mis amigos ‘rayas’ Leopoldo Vásquez Poma “El Manotas”, Elías Urriola Gonzales ‘Don Urri’, el suboficial Pedro River Belleza, el Comandante César Suárez, quien festejó ahí su ingreso a la ESUPOL, así como el finado cajamarquino Víctor Manuel Correa Fernández, y los Coroneles conocidos como ‘Luchito’ y el ‘Químico Bobadilla’ de ojos verdes, que solían salir bien ‘sazonadazos’ todos los viernes de cada semana”. Dijo también recordar que los generales José Guadalupe Zuta Valqui, Raúl Loarte Ramos, Luís Alberto Malásquez Durand, a la sazón cada quien como Inspector General en su debido tiempo, quisieron de algún modo acabar con la ya famosa ‘Clínica’, pero no pudieron, pero si nombraron servicios especiales, como de aquellos que se nombran para las custodias por ‘detenciones domiciliarias’ con el único fin de impedir el ingreso, y así poco a poco lo fueron ‘secando’. Y antes de dar por concluida su participación, la anónima voz agregó que cuando el General Félix Medardo Murazzo Carrillo, era cadete de 4to. año en 1972, desde los balcones que eran los dormitorios se podía observar al vecindario del frente, en la que en una de ellas había una dama muy bella que solía tomar el sol en poca vestimenta, y quien cayó bajos sus influjos fue el cadete (Ciro Montero), que le dieron de baja por haber sido sorprendido por el marido de aquella en plenos amoríos en la vivienda, siendo correteado con arma de fuego, y no, como se dijo, por libar en ‘La Clínica’. Y así, se fue apartando cubriéndose el rostro y confundiéndose entre todos los presentes. Y cuando ya creíamos saberlo todo sobre la tan comentada ‘Clínica’ se oyó la voz de un personaje natural de Moyobamba, San Martín, que a todas luces parecía conocerla mejor que nadie, ya que quien dijo ser Marcos Díaz Robalino, más conocido como ‘Robalino’, había trabajado en
la Sanidad policial por más de treintaicinco años como enfermero y se conocía ‘al revés y al derecho’ dicho local y todas la truculencias que ahí ocurrieron. Supo aclarar que cuando fue destinado a trabajar en el local de la PIP, desde el año 1973, ya funcionaba la mencionada ‘Clínica’ calculando que ‘operó’ hasta 1996, fecha en la que pasó al retiro, como él dice “ya hace dieciséis años”. Y lo recuerda muy claro porque el doctor César Aguilar Cuadros, Coronel de la Sanidad policial era un asiduo concurrente y sus palabras eran: “Denme un par de serpentinas bien heladas, que voy a curar mis heridas”… Otras veces decía “Me voy a remojar a la clínica… -y luego aclaraba- “A remojar la garganta… no sean mal pensados”. También recuerda que en una circunstancia se oyeron tiroteos de balas al aire efectuados por miembros de la GC en unos casos y los de la PIP y Guardia Republicana, en otros, en tiempos en los que se disputaban la prevalencia y quién era mejor que el otro. Continuaba diciendo que otro de los asiduos concurrentes era el doctor Carlos Díaz Pacheco, ‘El ciego’ y le decían también el ‘Campiñero’ porque había laborado gran parte de su tiempo en La Campiña, Chorrillos, y una de sus frases favoritas para salir de apuros en los relevos por la gran cantidad de pacientes, él mismo le dijo en su ‘cara pelada’: “Hazte el cojudo, y serás feliz”. Y recalcó, como se habían referido al Coronel Químico en cierta oportunidad llegó a escuchar de algunos de sus mismos compañeros “Cómo ese ‘sarnoso’ y borracho de m…. había logrado ascender a coronel” cuando los demás no pudieron lograrlo. Y cada vez que éste coronel se presentaba a la posta por algún dolor en las piernas, ‘Robalino’ dice que lo curaba con una frotación misteriosa que lo calmaba, y cuando aquél le preguntaba “¿Qué me estás echando, charapa?”, él todo calmado le contestaba “Pomada de las Diosas, Mi Coronel”, cuando en la pura realidad no era más que vaselina bien perfumada. El charapa ‘Robalino’ continuó su alocución diciendo que la familia que vivía y atendía en ‘La Clínica’ era de procedencia norteña y que mayormente la atención no era por la comida sino por los tragos que ahí se servían. Resaltó que cuando el primer piso estaba lleno de la oficialidad tenía que ocupar el segundo piso no terminado y aún con el techo en esteras, y había un modo especial para hacer los pedidos de las ‘chelas’, con seis golpes efectuados con un ladrillo sobre el techo se quería decir que se traigan media docena de cervezas. Todo dependía de
la cantidad de golpes que se escuchaban, y ya el mozo estaba atento a los pumm, pumm (golpes de ladrillo) para subir con el pedido efectuado. Y como no había baño se había habilitado un cilindro donde a veces se caían los patos o las gallinas que abundaban por alrededor. Dijo también que alguna vez escuchó decir que el mismo Luís Arbulú Alcas “se había dado un salto por aquel huarique”, pero lo hizo con un sentido de humor figurado sanmartinense, porque él bien sabía que ‘El ciego’ Arbulú era un destacado atleta dos veces campeón sudamericano de salto alto, 3ro en un Panamericano, y campeón sudamericano de básquet. Recordó también que su querido amigo y paisano el General Néstor Tafur López (de Amazonas, y quien fuera Director de Seguridad del Estado entre el 26 NOV 90 al 09 ENE 92) lo llamaba por teléfono NEC para indicarle que se presentara a su oficina, en el cual le proponía ‘catar’ las botellas de vino que éste tenía en su anaquel. Y, “al cabo de la ‘quinta’ probada ya no podía distinguir cuál de ellos era el mejor para compartir con sus colegas generales” reafirmaba. Y habló también que tenía un catálogo de muestra colgado en la pared con una selección de agujas hipodérmicas de diferentes tamaños y grosores, en las que las más gruesas eran para generales, y según el grado disminuía también lo hacía su grosor, hasta que el más delgado y fino era para los cocineros. Era con el fin que aquellos lo atendieran mejor a la hora de repartir el ‘rancho’. “Y eso daba sus resultados”, terminó diciendo en una carcajada, de esas que suelen dar los ‘charapas’ en momentos que pudo manifestar estas memorias. Y todos los presentes también se quedaron ‘boquiabiertos’ por lo que pudo contar el ‘charapa’ ‘Robalino’ y le mostraron sus respetos al cederle un lugar de privilegio y sea el primero en abandonar la sala, bajo la promesa de no hablar más sobre el tema. Porque valgan verdades de la ‘Clínica’ y sus recuerdos ya no queda nada, y los habitantes que hoy la ocupan nada quieren saber cuando alguien pregunta por ello o de alguna
que otra referencia. Sólo los que por ahí ‘resbalaron’ conocen en sus interiores tanto como sus querencias y sus desdichas, porque sólo en tragos a veces se dice la verdad y momentáneamente se puede creer ‘curarse de algún mal’. Antiguamente en todos los grandes complejos policiales existían ‘tiendecitas’ donde subrepticiamente se vendían licor sólo a los policías conocidos como la famosa ‘Tía Rebeca y sus sobrinas’ en La Campiña, Chorrillos; en el Complejo Policial de la calle Los Cibeles en el Rímac funcionaba el desaparecido ‘Chanca Lomo’ y otro ya clausurado conocido como del ‘Tío Lolo’, que estaba casi al frente a la puerta lateral, por el lado de lo que ahora es la DIRECFIN (ECONOMIA), era una tienda bien surtida, había de todo y por supuesto también vendía desayuno para el Personal PNP, pero para los conocidos se habilitaba el segundo piso y se armaba la grande. En la DIRREHUM PNP había un Mayor que cada vez que llegaba el día viernes se paraba en la puerta de la Oficina y gritaba "Por si acaso, me sobra 5 soles", “Nos vamos al Lolo”, y se aprovecha la oferta de tres chelas por cinco soles; y por ahí también se escuchaba otra voz que decía a mí también me sobra 5 soles, a lo que el Especialista Quiroz decía inmediatamente “pícame el diente y el resto es mío” y así se armaba las tardes de los Viernes. La ‘Cámara de gas’ entre la avenida España y el Jr. Chota o el ‘Nakasone’ de la Av. Alfonso Ugarte; y los cadetes de La Campiña para ‘despistar al enemigo’ solían reunirse en el centro de Lima, en ‘La Jarrita’ entre la Av. Wilson y Uruguay. Lo cierto de todo esto que debido a las restricciones de su acceso y más debido a las grandes transformaciones en la policía peruana, la Escuela de la entonces PIP fue trasladada a otro lugar, y la mayor parte del personal que por ahí laboraba fueron cambiados o pasaban a la situación de retiro, y muy sobre todo lo que le dio el estoque final a la famosa ‘Clínica’ fue la presencia del personal de Inspectoría General y las continuas modificaciones que se estaba efectuando en el Reglamento del Régimen Disciplinario de la nueva Policía Nacional del Perú hasta la dación y publicación de la Ley 28338, así como su modificatoria Ley 29133, en el que se sancionaba severamente a los implicados en la ingesta de alcohol o las llamadas ‘bebidas espirituosas’.
Y de lo que se haya dicho sobre la famosa ‘La Clínica’ no tiene parecido alguno de lo que pudo o pueda seguir habiendo en el mundo entero. Bares como La Clínica o sus similares los hay México, Italia, Brasil y otros lugares, pero el que más llama la atención es un Bar con ese nombre que funciona en Singapur(El bar se encuentra en Clarke Quay, en el centro de Singapur y tiene una sala especial para ‘emergencias’) en donde los camareros varones están vestidos de doctores y las mujeres de enfermeras, todo el ambiente pareciera que se está en un hospital o decorado como una clínica, las sillas son con ruedas, los nombres de los tragos guardan relación con los procedimientos o instrumentos médicos, “denme un jeringazo de vodka”, “aviéntenme el resucitador”(trago doble), y si se quiere vino, lo cuelgan para que parezca una transfusión de sangre, y las cuentas son alcanzados como recetarios médicos, entre otros.
De seguro que algún afortunado que conocía de estos menesteres tuvo a bien en ponerle el nombre a la aludida clínica de esta historia. Y dando fin a este relato, al término de esta reunión los personajes que fueron sacados como de la ficción, para no desentonar con lo acontecido, fueron invitados a terminar los festejos en un lugar propicio para con lo que aquí
se había disertado, se fueron a almorzar al restaurante ‘Las Brujas de Cachiche’ en Miraflores, precisamente en aquel salón donde se había llevado a cabo un conciliábulo muy diferente del que, como ‘La Clínica’, ya nadie pretende tener memoria, seguramente por la ‘resaca’ de la vergüenza y del olvido.