Ismael Augusto Sulca Velásquez
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Teléfono: Celular 994870875 - 989178250 Correo-e: tribunal_cuarta_sala@hotmail.com Edición: Julio del 2012
Producido en Lima Perú
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Historias y Anécdotas de Humor Policial
EL JUGADOR ESTRELLA (44 Comandancia GC, Comisaría de Quillabamba 1980)
Cuando en el año 1979 me desempañaba como Teniente GC Jefe de Línea de Paucartambo en el Cusco, no tenía ni la más remota idea de que mi cambio para el año 1980 saliera para la enigmática y calurosa ciudad de Quillabamba en la Provincia de La Convenión del Departamento de Cusco. Pues así fue sin que haya „movido‟ o me haya valido de influencia alguna, pues tenía que cumplir los requisitos básicos que por ese entonces se manejaba en la Benemérita Guardia Civil del Perú, y de paso conocer la zona de ceja de selva del Cusco, y camino del majestuoso Machu Picchu.
Plaza de Armas de Quillabamba
Con la orden incorporación superior en mis manos tuve que embarcarme en la estación del tren (único medio conocido y seguro) para llegar a mi destino, en donde por recomendación de unos verdaderos amigos, me aconsejaron viajar a medio día para disfrutar del paisaje y la tranquilidad y así llegar en horas de la noche, cuando el calor ya no me haría estragos en el cuerpo. Y así lo hice, llegando como a las 22.00 horas a la estación de Pavayoc, y entre el tumulto de la llegada y los pasajeros, tomé un taxi que me llevó a un hospedaje que daba frente a la Plaza de Armas, en donde se podía distinguir frondosos árboles de mango, del cual habría de probar tiempo después, muy próximo al local policial de la 44 Comandancia GC y sede de la Comisaría de Quillabamba, en el cual trabajaría por ese año.
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Al día siguiente cuando desperté y tomaba conocimiento del clima reinante, me sobresalté demasiado al sentir un sopor o un calor no acostumbrado, que me causó un gran impacto, al respirar el aire caliente, que la dueña del establecimiento donde estaba hospedado me recomendó no hacer movimientos bruscos ni movilizarme demasiado rápido, para ir acomodando mi temperatura al del ambiente, y en acto seguido me invitó un mate de coca „cliente‟ para calmar mis susto inicial, ante la copiosa sudoración que empezaba a mostrar. Ya vestido con mi clásico uniforme tropical en el cual se empezaba a mostrar los signo de sudoración a eso de las diez de la mañana me presenté a mis superiores, empezando por el Comandante GC Leoncio Fritz Cáceres Ballón -de quien tenía referencias que era una buena persona, correcta y respetuosa- quien dispuso mi incorporación a la Comisaría de Quillabamba. Luego me presenté al Mayor Raúl Valenzuela Niño de Guzmán, Segundo Jefe de la Unidad –con quien, en ese año, haríamos popular la expresión ¡El Papá Ruca!, como una exaltación levantando los brazos con „taco‟ y todo, cuando se lograba la jugada del triunfo (algo así como una „Minga‟, parecido a un ¡Gol!), cuando jugábamos billas en el casinoPosteriormente me presenté al Capitán José Portocarrero Castro, quien sería mi Comisario en Jefe, y de paso a los demás Oficiales como el Teniente José Linares Zavala –más antiguo que yo y casado con una quillabambina de apellido Mendoza- y los Alfereces que se me presentaron fueron Jesús Arturo Villanueva Del Castillo, Guillermo Federico Gálvez Mellán, Jorge Ruiz Rojas, y el Alférez GC Manuel Fernández Díaz (quien después se casaría con Roxana Camacho Castro, de Quillabamba), quienes recién se habían incorporado a la Comandancia. Adelante el Guardia Surco, Alfereces GC Villanueva, Gálvez y Ruiz. Puerta izquierda Capitán GC Portocarrero y puerta derecha Tnte. GC Sulca
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Posteriormente conocí y le di mis respetos al Capitán GC César Montoya Pineda, quien recientemente se había hecho cargo de la Jefatura de Sector de Pavayoc, al mismo que bautizamos (secretamente) como „El Shimuko‟. Ya que constantemente se le oía decir que había desayunado un „shimuko‟. Shimuko por allá, Shimuko por acá. Pues se refería a un tipo de serpiente que hay en la zona que al consumirla en una especie de „sudado‟ proporcionaba una vitalidad en la salud y la piel, así como un vigor sexual muy apreciado, del que „alabardeaba‟(se jactaba) con mucha frecuencia. En otras oportunidades decía que sólo había disfrutado de un „zúngaro‟ (pez-gato, de la familia del bagre). Por supuesto que en base a la tradición policial me dieron veinticuatro horas para instalarme en la Comisaría, que quedaba en el mismo frontis de la Plaza de Armas de Quillabamba, llevando mis pertenencias y equipajes al segundo piso del local, en donde al día siguiente me haría cargo de la Sección Denuncias y también como Oficial de Servicios y Permanencia, hasta que lleguen los demás cambiados. La amistad que cultivamos entre el Comisario y los demás oficiales fueron más que significativas por la modalidad del trabajo, por la cercanía de la misma, y por la actitud del comporta-miento en provincia así como por el calor mismo de la zona. Y así fueron pasando los días y los meses entre escuchar las canciones de José Luís Rodríguez „El Puma‟, caminatas entre la Comisaría, la pensión en el restaurante „Astral‟ de la familia Herrera Bornaz, de los tragos en el Hostal „Don Carlos‟, las conversaciones en el bazar-librería con Miriam Mendoza Elorrieta y alguna que otra Kermesse o Ferias en la población en donde el plato especial y muy pedido eran los „cancachos‟(asados) de „Viscachas‟ traídas de la zona de Vilcabamba; y así también como las visitas obligadas a los descansos de la „playa‟ del río Sambaray, en momentos de alegría, disipación y un poco de alcohol. Que cuando se enteraban que llevabas la espalda con picaduras de mosquitos o zancudos, de
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inmediato te decían tus amigos “seguro que te has ido al Sambaray”. Ya casi para el segundo semestre del año cuando el servicio marchaba como „viento en popa‟ las reuniones y los encuentros con la familia del Comandante Cáceres Ballón, entre sus hijas Débora Juliana y Greta Margot, así como con sus hijos Leoncio Fritz, y Jorge Luís „Coco‟, y también de las amistades mayores, se fueron haciendo más que cercanos y del cual empecé a participar con mayor regularidad, en el que se me invitó a ser parte del Grupo del Juego de naipes, especialmente conocido como „La Canasta‟ o „Telefunken‟, en el que su esposa, doña Graciela „Chela‟ Zoila Zegarra Rivera de Cáceres, era la más entusiasta y deseosa que yo asistiera con mayor regularidad los días jueves a las ocho de la noche, por supuestamente los días que estaba libre en el servicio o tenía que cambiar de turno. Como yo no era ducho en esta clase de juegos ni tenía la más mínima noción, ya que desde muy temprano en mi vida policial no le tenía un buen concepto a los juegos de azar, que incluso los perseguía en mis servicios de calle, tanto en Lima como provincias, pero por tratarse de un alto Jefe y la condescendencia con el que se me trataba le hice un poco el esfuerzo, en donde los participantes me enseñaban con gran dilección, para lo cual sólo se apostaba un mínimo de céntimos de sol por cada juego, en el que quedaba un „fondo‟ o „pozo‟ para el ganador que tenga mayor puntaje, y que al final del mismo yo resultaba perdiendo entre unos diez y quince soles por noches de aprendizaje. “Ya me tocará ganar, cuando aprenda bien” –me decía yo mismo para darme valor ante las pérdidas constantes. Y así todos los jueves los reuníamos, y se entablaba más amistad entre los asistentes, entre los que puedo recordar estaban, el Comandante Leoncio Cáceres Ballón, su esposa, el Capitán de la Sanidad Policial Humberto Mendoza Pinedo, su esposa Julieta Oliart Pinto, el señor Mario Lira y su esposa doña Lula, don Rafael Aragonés y su esposa doña Paula, así como doña „Chepita‟ Aragonés y otros amigos.
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Como dice el dicho „mal en el juego, pero con suerte en el amor‟ yo seguía en mis clases de aprendizaje en el „Juego de la Canasta y el Telefunken‟ en el que a veces se me permitía ganar algunos puntos mas no el monto del „pozo‟. A lo sumo en el deporte sólo practicaba el fulbito del cual el equipo que organicé salió subcampeón en ese año, ante jugadores de la talla del mismo Alférez Manuel Fernández Díaz, Luís Laguna Ramírez, el arquero Gómez Segura, Mendoza Zeta, del „Pato‟ -aunque después supe que era „Papo‟- o „Papi‟ Flores(chalaco que sí la movía fantásticamente) y de mi amigo Luís Espejo Lívano, aunque más „bullanguero‟ y atizador de fuego cuando decía “que suene el cuero, que suene el cuero” para arengar a los jugadores que pateen la pelota a la misma vez, con un sonido particular, de disputa en el juego. Hasta que me llegó un dato -un trascendido- en el que me iban a cambiar temporalmente a la Jefatura de Línea de Pucyura, ya que el titular, Alférez GC Jorge Ruiz Rojas, había solicitado vacaciones y un permiso especial para dirigirse a Lima con el fin de realizar gestiones personales juntamente con su esposa Silvia García Hinsbi, con quien había venido de Vilcabamba. Al principio no tomé en cuenta esta designación ya que yo era Teniente y la plaza era para un Alférez, pero como en el reglamento decía que se podía designar a un Teniente, lo dejé a criterio del Comandante en Jefe, puesto que habían otros Alfereces que podían cubrir dicho requerimiento. Por aquellos días había participado muy encomiablemente en el llenado del techo de material noble de uno de los lados de la Comandancia, pero como tal vez no había „cargado tanta lata‟, de seguro que me habían „tirado dedo‟ y me „premiaban‟ con destino a Pucyura en el distrito de Vilcabamba, provincia de La Convención. “A cazar vizcachas” –se decía cuando lo destacaban a ese lugar-
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Al principio no lo podía creer pero al ver la Orden, mediante Memorandum firmado por el 1er. Jefe, no tuve más remedio que aceptar y cumplir con el superior, y ya me alistaba y relevaba con el Teniente José Linares Zavala, y cuando tuve la oportunidad de despedirme de la esposa del Comandante, se enteró de aquel cambio, y presurosa como era, y mostrando un asombro más significativo que el mío, se constituyó a la oficina de despacho del Comandante, en donde pude observar y hasta oír el siguiente diálogo: “¡Leoncio! ¿Es verdad que van a cambiar al Teniente Sulca a Pucyura?” A lo que mi Jefe asintió y trató de justificar dicha decisión. Y a modo de asentimiento y pregunta a la vez la señora le indicó: “Pero Leoncio… Leoncio ¡No te has dado cuenta que el Teniente Sulca es nuestro „jugador estrella‟... ¿Y quién lo va a reemplazar los jueves?” –le insistió- “Ya veré lo que hago” –fue la respuesta de mi estimado Jefe. Y la señora „Chela‟ salió de la oficina como una tromba, seguida de una ráfaga de viento con unos ojos saltones, más que de costumbre -casi diría yo enfurecida y echando chispas- pero yo ya me encontraba en el segundo piso sin atinar en nada, para que no se diga después que había pretendido „tirar pecho‟ para no ir a la Línea de Pucyura. A las horas siguientes y luego de la cena de costumbre de aquel día, recibí una contraorden de parte del Furriel del Comandante en el que se me informaba que la Orden primaria quedaba sin efecto, y que por el momento se había dispuesto que el Sargento más antiguo se hiciera cargo de la Línea, en ausencia del Alférez GC Jorge Ruiz Rojas. Personal de la 44 Comandancia GC llenando techo del segundo ambiente
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Más calmado, con el nuevo Memorandum entre mis manos, ya estando en el dormitorio que compartíamos con el Alférez Guillermo Federico Gálvez Mellán, tendido sobre la cama y con las manos entrecruzadas bajo la nuca, mirando el techo en el cual se encontraban algunos zancudos, pensaba para mí mismo y quizá pude expresar en voz alta, algo así como: “Ahhhh…Lo que son las
cosas, mi estimado Guillermo”... “Lo que resulta el no saber jugar a las cartas y perder unos cuantos soles, cada noche de los días jueves”… “Pues eso, me libró de un viaje al lejano Pucyura, y de paso me dejó a disposición del amor en Quillabamba”. Y el Alférez Gálvez, como contagiado con lo que yo le refería, también mirando al techo, en la misma posición que yo, a modo de consuelo, sólo atinó a decirme: “No se preocupe, Mi Teniente, „Todo pasa por algo‟” –y luego pronunció las mágicas palabras que por esos tiempos se nos había hecho casi costumbre ante las cosas que no nos podíamos explicar: “Así pasa, cuando sucede, Mi Teniente”. Y nos pusimos a dormir para soñar con lo que vendría después. Pues sí, tenía pensado seguir conociendo mejor a una amiga arequipeña llamada Cecilia, ya que su compañera del SESIGRA, llamada Marcia se entendía con mi amigo, el Alférez Gálvez, para lo cual salíamos en „pareja de correrías‟ pero en la misma ciudad, sin llegar a disfrutar de las idílicas estancias por el río Sambaray. Además, también sólo puedo decir que, por esas épocas, por efecto del licor en una de esas „noches‟, de pasiones escondidas fue que me llamaron „El Saboreado‟, aquel que quiso probar cómo era el sabor del licor de almendras en los labios de una dama, pero en cambio recibí de otros cómplices, una dosis de amor del que tengo el más bello de los recuerdos. Pero esa… esa es otra historia.