LOS HABITANTES DE 'LOS ÁNGELES'

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© Copyright Ismael Augusto Sulca Velásquez

© Los Habitantes de ‘Los Ángeles’

Ediciones ‘LUCERO’ Domicilio legal: Calle Ayacucho 618 La Perla, Callao Teléfono: Celular 989178250 Correo-e: tribunal_cuarta_sala@hotmail.com

Edición Virtual: Enero del 2018

Se permite copia parcial del contenido sólo con fines educativos, de comentario y de difusión indicándose datos del autor y de la obra.

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MEMORABLE RECUERDO DE LOS HABITANTES DE ‘LOS ÁNGELES’ Habíamos acordado encontrarnos a una hora determinada entre las 12.30 y las 13.00 horas en un lugar céntrico y accesible como para poder llegar de distancias extremas como desde Ventanilla y San Juan de Lurigancho. El lugar estaba determinado en la Av. Gregorio Escobedo en Jesús María, primero se dijo como referencia la Derrama Magisterial, pero como no lo conocían, mejor se ubicó al Teatro Peruano Japonés, ya que también es un paradero obligado para todos los ómnibus que transitan por ese lugar. Se había indicado inicialmente el punto de encuentro pero no el lugar exacto a donde acarrearíamos posteriormente para el Almuerzo del reencuentro entre personas ya entrados en años que habían dejado de verse por espacio de cincuenta años solares en esta galaxia y especialmente en este planeta que se llama Tierra. Todo estaba preparado con antelación, al menos eso se suponía. Eran dos hermandades que ya se habían contactado por el internet y

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habían tenido la buena fortuna de intercambiar información, primero respecto a su pueblo en común, como lo es Concepción, y después a las fotos que se publicaban en el Facebook. Pues se trataba de las hermanas Bellido LLamocca y los hermanos Sulca Velásquez.

Como buenos ex-policías Antonio y Augusto llegaron antes de la hora convenida. Tenían que hacerlo, porque ellos eran los oferentes y los que hacían dado esa iniciativa. Hacía un Sol radiante, que fue necesario comerse un helado de crema y estar al tanto de la hora de llegada de las invitadas. Pasaban los minutos y nada. Total se les dio un margen de media hora como para los retrasos consabidos, y más que todo por la distancia por recorrer. Los hermanos ya estaban preocupados. Uno de ellos dijo que “tal vez lo hayan olvidado” y el otro aseguró que había sido verificado. “Hay que darle tiempo. Vienen desde de Ventanilla” –fue el acuerdo momentáneo- Pero lo que más les inquietaba era que la mesa ya estaba reservada y que pasada la hora, había que esperar como cualquier parroquiano. Bueno al final eso no importaba, porque la emoción era el reencuentro después de cincuenta años.

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Rinnnng…rinnnng…. Sonó el celular de un número poco conocido en el que una de las hermanas hacía conocer que la hermana mayor (Hortensia) no iba a poder acudir a la cita ya que se le había subido la bilirrubina y se encontraba postrada en cama, y que ese era el motivo de la demora. “Por favor si nos pueden esperar” –indicó disculpándose- “No hay problema, vénganse despacio” se les dijo como para calmarlas. Y los hermanos se pusieron a dialogar entre ellos y tomarse una foto en las rejas de la boletería del Teatro, y tal era la curiosidad de la gente, que pensaban y preguntaba que si iban a presentar algún espectáculo y a qué hora abrían la entrada. Eso era tal vez por la fachada en el que nos encontrábamos con sombrero y lentes oscuros, esperando la llegada de las invitadas. Rinnng…rinnnng sonó el celular de nuevo para hacer saber que ya estaban en el lugar, y no se dieron cuenta de nosotros. (De seguro nos confundieron con los de la seguridad del Teatro) y se dirigieron hacia la esquina para ser mejor vistas. En eso nos encontramos y nos saludamos muy amablemente, estaban muy contentas las hermanas Paulina Octavia y Dolores, a quienes reconocimos de inmediato entre la sorpresa y la alegría. Y cuando ya caminábamos en la dirección que se les indicó, la hermana mayor Paulina hizo una indicación “¿Por aquí queda el Rinconcito Ayacuchano? ¿No queda por Lince?”…. A lo que le contesté “Ese es otro ayacuchano” y seguimos en la ruta hacia el segundo piso del Centro Comercial de San Felipe.

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Llegado al lugar la mesa estaba ya ocupada, pero no tuvimos que esperar mucho ya que el mismo dueño Sr. Hugo Crespo nos invita a sentarnos en una que ya había sido desocupada. Ya puestos en acomodo nos pusimos a conversar y a querer saber qué había sido de nuestras vidas en tantos años transcurridos y tantos otros que se nos venía a la cabeza, entre los compases de la música y la orden que teníamos que hacer para almorzar. En que nos enteramos que unos estaban a dieta, otros prohibidos de carne y de grasas, otros de azúcar, en fin todo lo que el cúmulo de los años nos tiene reservado como para no enfermar o cuidarnos convenientemente.

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Hugo Crespo Sánchez con María Jesús Rodríguez ‘La Misky’

En fin lo que había sido el motivo era el de degustar comida ayacuchana un mote, o patasca, caldo de gallina y toda la lista que se nos presentó, pero parecía que la que la que nos atendía no nos escuchaba bien y se demoraba, por la gran cantidad de personas concurrentes. En eso la buena de Dolores me indicó que había traído, preparado por ella misma, un plato especial de ‘picante de atajo’ con su mote y humitas sabrosas, y que si se demoraban mucho yo podía estar comiendo algo para matar el hambre y la espera. En eso recordé que días antes le había comentado que si llevaba ese plato nos sentaríamos en alguna banca del parque, pondríamos alguna mantita y ahí mismo comeríamos lo preparado, lo que nos causó una risa enorme por la ocurrencia. En ese mismo momento les alcancé un presente de bombones de chocolate, sin saber que están a dieta ni tomaban azúcar. Nos tomamos las fotos obligadas como para tener un recuerdo y dar fe de cómo nos encontrábamos después de tanto tiempo. Y así discurrió el Almuerzo entre un calorcito sofocante, las melodías de la música del arpa y la guitarra y la viva atención del mismo dueño Hugo Crespo, conocido como ‘El rey pachamanquero’ o ‘rey de la pachamanca’ record de Guinnes en la

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pachamanca más grande del mundo, que hasta el mismo Gastón Acurio acudió a felicitarlo.

Parecíamos cuatro niños viejos mirándonos las caras de la sorpresa que nos puede dar la vida, sentados en la ventana de nuestras antiguas casas que por designios del tercer incendio, quedaban frente a frente con las puertas partidos por la mitad, la de Juan Ochoa y familia y Leopoldo Sulca. Eso era lo que veíamos al comienzo pero conforme avanzamos en el almuerzo los recuerdos se hacían más intensos en cuanto a contenido y a la propia intensidad. Los nombres se hacían obligados como para pasar lista escolar. Sólo diré que fueron muchos entre los que puedo recordar que empezamos con el ‘Cucho’ (se llama Gregorio y otros lo conocen de niño como ‘Goyito’) que está mal en el hospital en donde Antonio se había encontrado con su hermano Raúl ‘Tolola’ Benavides Flores y con el Daniel ‘El Pale’, hijos del viejito Víctor Benavides y la Sra. Otilia, antiguos residentes del Pasaje de ‘Los Ángeles’ de la avenida Contralmirante Mora 260 Callao, juntamente con la familia Rojas e hijos Rubén ‘El Cofla’, Oswaldo, Alfredo ‘Charavilo’, Laura, Esperanza y del ‘Negro negro’, hasta que nos daba el recuerdo. Sobre mi amiguita Esperanza (la de los rulos rubios) recuerdo yo alguna vez le corté los cabellos en una especie de rito del ‘cortepelo’ que había en

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ese entonces, por el cual su mamá vino a buscarme, preguntando que ¿quién había sido el que había hecho tal osadía? Y al comprobar la edad que teníamos –seis años- se le desvaneció las ganas de llevarme a la Comisaría de Chacaritas, ya que mi madre Sabina le había dado las disculpas del caso. Desde ese momento la señora cada vez que me veía me llamaba cariñosamente ‘compadre’)

También nombramos a la familia de don Alberto Rizzo y su señora Cecilia e hijos Modesto (hijo primer compromiso), Manuel ‘Mañuco’, Sra. Esperanza, Otilia, Hilda, y Alberto ‘Gaba’; la familia de la señora Alejandrina Pasquel e hijos César, Víctor 'El Chancho' y Eduardo; la familia Benavides Flores con Estela a la cabeza, Raúl 'Tolola', Naty (quien falleció de joven en un accidente de moto con un paisano Aparicio Najarro ‘Apacha’ –gran ebanista él-), Cecilia, Gregorio y Daniel. A la familia Carrillo con Manuel (padre) señora Esperanza e hijos Carmen, Martha, Manuel y Carlos ‘Calincho’ (que hoy radican en los EEUU). Lo mismo fue cuando nombramos al ‘Patita’, su esposa y sus hijos que eran procedente de Tarma o Jauja, quien se dedicaba a la venta de ‘Melcocha’ en el invierno y de raspadilla en el verano. Este vecino era muy trabajador y muy pegado a su religión que no se metía con nadie. Era casi un mudo ante los escándalos de la

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convivencia en multitud, y que posteriormente a la pérdida que le causara los incendios de las casas se dedicó a la embriaguez renegando del dios al que se encomendaba por no haberlo sabido proteger, saciando su sed de licor entre las canciones de la rokola de la cantina de Apolonio del dúo de Martha e Isabel ‘Las Golondrinas’ del Mantaro como ‘Hermosa noche de luna’, ‘Mi gran amor’ y ‘Ayrampito’… Se llegó a nombrar a Mauricio Ochoa Martínez, señora Alicia e hijos Jaime, Rolando, ya que vivían al fondo del pasaje en donde se reunían los incipientes orígenes del club procedentes de Chacarí, donde también tenían una clase de conjunto musical con Mauricio en la guitarra, Pedrito Alarcón en el violín y otros como Bonifacio Gutiérrez, en donde el invitado de honor era yo como su cantante ‘de lujo’ o un atrevido que le gustaba la música vernacular. (‘Aguila Negra’ era mi canción preferida y la que más me sabía) la Sra. Alicia debe de acordarse bien de ello. Todo eso lo conté delante de Antonio, Paulina y Dolores, que se echaban a reír de tamaña presunción.... También se nombró a mi tío Epifanio Gallegos Sulca le decían ‘El Cabo’ y a su hijo Malaquías. La familia de los Zárate Chuchón con Julián, Indalicio, y la ‘Chama’ Rosita.

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Pasaron también en los recuerdos la familia Fernández Llamoja, con don Doroteo y doña Fortunata con Yolanda, Olga, Alfredo, Cristina, Esther y Celia, sobretodo la gran paliza que don Doroteo le había dado a Salomón, hijo de don Leoncio, por haber quebrado el honor de la familia, y lo hizo con eso que en la sierra se llamaba ‘verga de toro’. Y entre ellos a doña Bartola LLamojha, honorable dama y cariñosa mujer que nos engreía con sus caramelitos y galletitas que nos regalaba de su escaso negocio. La familia de la tía Felícitas Zea y sus hijas Clementina, Yolanda y Dora ‘La Pepa’. En eso nos vino también a los recuerdos los grandes de la juventud y sus ‘grandes’ hazañas como Alejandro Alarcón, sobrino de Pedrito Alarcón ‘El Cachaco’ del Fuerte Real Felipe, quien imitaba grandemente al gran Rafael de España cuando se había quedado ‘Sin Laura’. De Ignacio Martínez ‘Niño Pepe’, y del famoso ‘Cucuscha’, mi primo Moisés Velásquez, cuando se lo llevaron a la Comisaría por jugar fulbito en plena vía pública, que debido al ímpetu que le podía pateaba la pelota con tanta fuerza contra los vehículos cuyos choferes que quejaban a la autoridad. Hubo que hacer la ‘operación’ rescate de los calabozos de la Comisaría, a cargo de mi señora madre doña Sabina. También entraron a la colada Rodrigo Galindo Zea, Lidia Zea Luque, Pepe Quintanilla, Eusebio Fernández ‘Paloma’ y familia, Leoncio Fernández y su hijo Salomón, Feliciano Cárdenas Y Natividad e hijos Arturo y Magda ‘Reyna’; familia de los tíos Gregorio Zea Cornado y Flora Martínez e hijas Haydé, Ida y Efraín; familia Lazón Zea con Juan Sixto y Teodosia Zea, Juan Fermín –en Venezuela-, Abella, María, Marcela, Jorge, Guillermo y Conce (de Concebida)…. Siguieron Guzmán Sulca Zea y las ‘pashñas’ que lo seguían a él, parece que el tío Domingo era una especie de Rodolfo Valentino con las chiquillas que por algunas de ellas tuvo que pisar los calabozos del Real Felipe. No diré con quiénes por respeto a sus memorias, pero sí que hubo una relación de página y medio, que la buena de Paulina recordaba muy bien, por ser ella la mayor, y por confesión la única bisabuela del grupo.

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Alberto Fernández con Cathy Hermanos Fernández

Pedrito Alarcón

Reubicación: Con cada incendio (dos parciales y uno total) que se produjeron éramos reubicados en distintos lugares, en la Calle Atalaya, el flamante Edificio por terminar de San Juan Bosco, y muchos otros emigraron a la ciudad Satélite de Ventanilla. Y para no ser víctimas de más incendios mediante el Fondo Nacional de Vivienda, durante el Primer Gobierno Nacional (1963 – 1968) Presidido por don Fernando Belaunde Terry, se mandó a construir nuevas viviendas con material de eternit, en los que de un total de cincuenta familias quedamos sólo ‘los veinte del ave maría’, y que fuera motivo y presagio de esta reunión de sexagenarios en acción... El pasaje 'Los Ángeles' fue el recodo en el camino a la capital de los inmigrantes provenientes del lejano Concepción en los que amalgamaron sus costumbres con los nuevos retos de su propio destino en un lugar de criollos porteños acostumbrados a la viveza, el discurrir social y el salto del progreso que, bien llevado, pudiera ser un trampolín a mejores oportunidades... Se hace necesario recordar que el pasaje 'Los Ángeles' fue el centro de todas las actividades sociales de los hijos provenientes de Concepción cuando de una u otra manera se fueron formando los Clubes que los

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integraban como Club Independiente Concepción, Club Social Chacarí, Centro Social Concepción, ya que el Racing Club era de los propios residentes de Lima, en especial de Breña, y de igual forma los demás Anexos.

No podía dejar de nombrarse al ‘Callejón de los Brujos’ donde residían algunos propensos a los amarres, a las diatribas, a los conjuros de las almas perdidas, a las mesadas de media noche, a los convites enredados con los que hacían perder la cabeza a los elegidos así como el ‘trabajito’ de unir lo que a veces era un imposible, en los que la mayoría vendían emolientes y otras yerbas. Y ahí también vivían mis amigos de juego Máximo, Esteban y ‘La Gringa’… Este Callejón quedaba entre el Pasaje Los Ángeles, luego el Astillero y la esquina donde vivían la familia Gamboa, los Julcas y más allá los Saldañas y los Pacherres… En otra dirección estaba el ‘Callejón de los Diablos’ y como siempre había sido vetado y había cierta rivalidad con ‘Los

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Ángeles’ no tocamos ese tema porque también habría mucho de qué hablar.

En fin esto es lo que más pude recordar, lo demás pueden preguntarle a mi hermano Antonio, a Paulina y a Dolores, que sí nombraron a mi tío Víctor Venancio cuando los llevó de paseo en su ‘chalana’ por el mar abierto en donde recuerdan haber llegado hasta la isla San Lorenzo “¡Era la primera vez que conocía el mar y no sabía nadar, qué miedo!” –exclamaba Paulina- pero no se mareó en la ruta… Todo esto recordábamos cuando ya tomábamos un lonchecito en la tarde de café en el ‘Aguaymanto’ luego de tomarnos unas fotos en el parque, en el que seguíamos chalando.

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Mama Bartola y compaùía Sabina, Sarita, Donatilda y Clara de Quintanilla

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Como para ir terminando podríamos agregar que los recuerdos son las informaciones más bonitas que tenemos. Son las joyas más hermosas que podamos evocar. Y el compartirlas, entre conocidos o amigos, es la gracia más divina que podamos alcanzar. Y eso fue lo que hicieron una tarde de 13 de Enero del 2018 unos cuatro angelitos que habían ido de distintos caminos para juntar y hacer un nudo de todo aquello que se conversó. Porque cada personaje que se les venía a la memoria vivía tal como había sido como si vinieran de lejanos lugares donde la paz y los sueños se revuelcan en un salto de júbilo como para ser nombrados y revividos. Fueron incontables los niños, los jóvenes y los ancianos como también sus pares de amigas, vecinas y de abuelas que acordaron talvez volverse a encontrar de aquí a cien años cuando se mencionen sus nombres, sus hazañas, sus fábulas, sus pequeñas cosas de la vida por el que fueron recordados. Los fantasmas del Pasaje ‘Los Ángeles’ aún viven entre nosotros y vivirán mientras los queramos recordar. Y nos despedimos, ya entrada la noche y el viaje en la ruta de regreso, con la promesa de un nuevo reencuentro, pero esta vez en la ciudad Satélite de Ventanilla en donde viven gran número de los que aquí se han nombrado… Pero eso ya será otra historia. FIN

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Antonio Paulina Octavia Dolores y Augusto

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