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XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013

El edificio de Roberto Boker y Cía: del primero al último migrante alemán Mónica Silva Contreras Universidad Iberoamericana, México

RESUMEN: Los más conocidos aspectos de algunos de los primeros edificios comerciales modernos en la arquitectura moderna mexicana se refieren a la procedencia de algunas de las familias y empleados de tiendas, empresas bancarias y aseguradoras, en muchos casos también ellas de procedencia extranjera. El edificio de la Casa Boker es la materialización de la historia del enraizamiento de una familia alemana hasta su definitiva naturalización como parte de la cultura moderna de la ciudad. Además de la valoración de su significado estético, pero sobre todo técnico, esta notable pieza del patrimonio del siglo XX mexicano se vincula a un patrimonio inmaterial incuestionable: el origen de quienes contribuyeron decididamente con la modernización del país y consecuentemente con la modernidad arquitectónica mexicana. Es ese el valor que uno de los primeros edificios modernos de México tiene para Pedro Boker, el último de los ferreteros en la línea hereditaria iniciada en Reimscheid.


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec. Octubre 2013

INTRODUCCIÓN: DE LO MÁS A LO MENOS CONOCIDO La historiografía de la arquitectura mexicana ha destacado suficientemente el eclecticismo historicista de los edificios en tiempos porfirianos, el cual coincide con situaciones culturales, políticas y económicas similares en otros contextos de Latinoamérica. Ese eclecticismo contribuyó a que, ante las premisas de la arquitectura funcionalista y los vínculos políticos de arquitectos en una y otra tendencia, dichos edificios permanecieran infravalorados durante gran parte del siglo XX. En relación con lo anterior, es un poco más conocido el rol que los edificios de esas casas comerciales como parte de la modernización de la construcción en la arquitectura de México. En ese sentido, el caso de El Palacio de Hierro no es aislado, sino que varias de las casas comerciales pioneras de esos años formaron parte de esa modernización. La participación de algunos inmigrantes en la modernización comercial de México, entre ellos el ejemplo de los “barcelonetas”, quienes protagonizaron la instalación y maduración de algunas de las más importantes casas comerciales del siglo XIX, tal vez sea el más conocido. Sin embargo, es escasamente conocida la importancia que en ese ámbito tuvieron los comerciantes de materiales de construcción, pues no se ha difundido su rol en la disponibilidad de herramientas, equipos, marcas de productos para la tecnificación de la arquitectura e incluso para el proyecto y construcción. La incorporación de las historias de fondo a los recientes intentos por conferir la trascendencia que tuvo la arquitectura de tiempo porfiriano, es decir, aquellas historias que vinculan a los involucrados en la realización de muchos de sus mejores ejemplos, considerando ente ellos no sólo a los realizadores directos – arquitectos, ingenieros, contratistas – sino a los propios mandantes del edificio, puede contribuir a una valoración integral del patrimonio construido. El ejemplo de la casa Boker, con su reconocible edificio en el centro histórico de la ciudad de México, permite la posibilidad de entender una valoración integral que involucra la historia de los propios comerciantes como claves para responder a preguntas básicas: ¿Cómo fueron las conexiones entre los propietarios de esas casas comerciales con los arquitectos y constructores de esos años de modernización porfiriana? ¿Cómo fueron los vínculos con quienes producían los materiales de construcción necesarios? ¿Cómo eligieron a los profesionales que recibieron el encargo de construir para ellos? ¿Cómo ocurrió el proyecto y construcción del edificio en relación a la gestión de la empresa familiar? En el intento por dar respuestas a esas preguntas es posible recorrer caminos que abren la perspectiva a la valoración física del edificio, a su componente material referido a la estética de las formas, los materiales y las técnicas constructivas que lo hicieron posible. Pero esos caminos también abren el panorama de las relaciones comerciales en el centro histórico de las ciudades, de los vínculos sociales que formaron parte de los procesos de encargo, proyecto y construcción, así como del rol que propietarios y gerentes tuvieron, de ese modo, en la morfología de la ciudad, en la edificación de verdaderos monumentos a la modernidad mexicana que dejaba el siglo XIX y entraba al XX. LA NEGOCIACIÓN DE UN ALEMÁN EN EL CENTRO DE LA CIUDAD Un “migrante accidental” La historia de la casa Boker comienza en Reimscheid, ciudad en Renania del Norte-Westfalia - hoy en día parte del sector administrativo de Düsseldorf – cercana a Wuppertal y Solingen. En esa localidad, caracterizada por la producción de herramientas para la agricultura y más tarde para maquinarias, hacia 1829, los hermanos Heinrich y Robert Boker – herreros de oficio - comenzaron a fabricar sables para satisfacer la demanda de la inestable situación política europea, que eventualmente enviaron a los Estados Unidos durante la Guerra Civil. De la siguiente generación, Hermann Boker emigró a Nueva York en 1862 y ahí fundó una empresa de importación, H. Boker & Co., para comerciar los productos familiares y de la región. El hijo de Heinrich, nacido en Reimscheid en 1843, luego de una escala en Nueva York, durante la cual fundó la empresa Boker, Holder & Co., llegó a México en 1865 y habiendo fallecido su socio durante el trayecto, instaló una casa comercial con su nombre: Roberto Boker. Su primo Heinrich fundó en Solingen la empresa productora de cuchillos Heinrich Boker & Co. en 1869, cuya representación en América estaría a cargo de las casas fundadas en Nueva York, México, y Buenos Aires. La llegada de Roberto Boker a México con su encomienda comercial se inserta en el panorama de otros ferreteros y comerciantes en el ramo de maquinaria y herramientas, entre los cuales se hace evidente el predominio británico y alemán. Una edición especial del diario The Mexican Herald incluyó la reseña de varias de esas casas comerciales especializadas, encabezadas por Sommer, Hermann y Cïa., cuya amplia variedad de productos se exhibía y vendía repartida entre varios edificios en la ciudad, seguida de G. Lohse y Cía. Sucrs., con una variedad de mercancías similar a la de la Casa Boker, mientras Fogarty y Dickinson había mantenido su especialidad en maquinarias, del mismo modo que A.Philipp y Cía. Sucrs., ambas con importantes sedes en San Luis Potosí. En


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013 el área de maquinarias para minería destacaba también Pablo Bergner Ltc., o Juan Bannister Sucesores en maquinaria para la producción, mientras que con ramos similares al de Boker estaban Korff, Honsberg y Cía., Valentín Elcoro y Cía., El martillo, de Waldemar Julsrud, entre otros comerciantes, contratistas y representantes de firmas técnicas de gran prestigio internacional (Financial, Commercial and Industrial Edition, junio 19 de 1903, pp. 9-28). Roberto Boker iniciaría su negocio con una permanencia temporal indispensable y un viaje a Reimscheid durante el cual conocería a la joven que convertiría en su esposa y traería a vivir a México. Luego de unos años de trabajo en el país, se produciría la vuelta de la pareja a Alemania en 1873, donde nacerían y crecerían sus hijos. Luego de eso, el fundador de Boker y Cía. sólo viajaría a México en tres ocasiones. Vínculos de un mercader transnacional La prosperidad del negocio en México a cargo de Max Boker desde 1869, sobrino del fundador, se evidenció con la ampliación de la variedad de productos y de representaciones durante los años que cerraban el siglo XIX. De la representación de cuchillería familiar y máquinas de coser Singer, la empresa pasó a tener un amplio catálogo de productos y servicios que ofrecía desde su sede en la calle Cadena (hoy Venustiano Carranza). Tampoco Max Boker permanecería muchos años en México, pues regresaría a Reimscheid y actuaría como agente de compras en Europa para la Casa Boker de México, mientras Carl Friederichs y Rudolf von Lübeck, también de procedencia alemana, fueron los encargados locales del negocio a partir de su ingreso como socios a la firma en 1884 y 1893. Aun cuando mucho del consumo de manufacturas en México fuera de procedencia europea, hacia 1900 se fue produciendo un cambio importante. Para los años del cambio de siglo, dos terceras partes de las importaciones mexicanas provenían de Estados Unidos. La imagen de las tiendas francesas y norteamericanas, que se habían desarrollado durante el último cuarto del siglo, tanto en sus modos comerciales – que permitían el acceso directo de los clientes a las mercancías - como en el tipo arquitectónico – fachadas con grandes superficies vidriadas, espacios de múltiples alturas con bóvedas de estructura metálica y vidrio - fue la clave para encargar un edificio tras la idea de la moderna tienda por departamentos. Los cambios comerciales generaron un nuevo tipo arquitectónico, con un pasado apenas reconocible en los antiguos mostradores de madera que separaban a los compradores de los vendedores en almacenes con ofertas poco variables. Las dinámicas de los mercados internacionales implicaban productos novedosos que sobrepasaban lo meramente necesario. Como parte de la escalada comercial que habían significado los tiempos de paz porfirianos, fueron varios los edificios dedicados a oficinas y comercios entendidos en esos modernos términos. De gran impacto para la sociedad de esos años fue la terminación en 1891de uno con estructura metálica a la vista para el negocio de Tron y Cía., El Palacio de Hierro. Un par de años más tarde se realizó otro edificio, cuya estructura es mucho más decorada – consecuente al carácter de la empresa – para la Joyería La Esmeralda, a cargo de constructores especialistas en este tipo de obras: Francisco Serrano y Eleuterio Méndez. Se trataba de casas comerciales que buscaban a atracción del público mediante la amplia exhibición de sus productos, con precios fijos, incluso mediante rótulos en las fachadas que anunciaban la gran variedad de los mismos, en que lo dependientes pasaban a un segundo plano ante la atractiva presencia de los objetos del deseo. A pesar de la novedosa imagen de esas tiendas, muchos negocios conservaron durante años la atención personalizada, debida a la solicitud de productos específicos o a la recomendación de piezas con usos concretos. Aun cuando la Casa Boker había ampliado enormemente su oferta, buena parte de la misma exigía la relación entre un comprador casi siempre convencido de su necesidad y un vendedor tras un mostrador sobre el cual disponer las opciones disponibles. La distribución de las mercancías por departamentos seguramente maduraba aún en un tiempo en que se definían los mismos en cada establecimiento comercial. La imagen de El Palacio de Hierro fue más fuerte, a los ojos de Friederichs, que la de El Centro Mercantil, obra de Daniel Garza y Gonzalo Garita (1896-1897) cuyo programa implicaba una combinación de funciones que, como los años probarían, habría resultado adecuada para la Casa Boker. El edificio, “en la esquina de la Plaza de Armas y calle de Tlapaleros”, se construyó en el contexto de “…una hermosa avenida, amplia y alegrada por un buen número de edificios comerciales, de pocas pretensiones artísticas, pero muy bonitos dentro de la sencillez del estilo propio del objeto para que fueron construidas” (México moderno, El mundo ilustrado, diciembre 26 de 1898, p. 494). El Centro Mercanitil fue calificado de ensayo según la reseña periodística, pues ofrecía ventajas novedosas a los comerciantes, profesionales y hombres de negocios de la ciudad: “…en el centro de la ciudad y en el corazón mismo del movimiento mercantil, un hermoso almacén o despacho, ventilado, lleno de luz, con alumbrado eléctrico especial para las noches, magníficamente asegurado contra los cacos mediante inviolables puertas de acero y un servicio propio de vigilantes con elevador gratuito, con fuerza motriz si la necesitare, todo esto en un edificio sólido, de bella fachada y ornamentación interior no menos lujosa y elegante…” (México moderno, El mundo ilustrado, diciembre 26 de 1898, p. 494) Su planta baja estaría dedicada a almacenes comerciales, el mayor de ellos dedicado a ropa daría nombre al edificio, que contaba con elevadores, buzones de correo, teléfonos y con “la instalación eléctrica más importante que se conoce en México” eléctrica, contaba con “veintitrés almacenes y cien despachos”, pues José de Te-


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec. Octubre 2013 resa y Miranda aspiraba hacer del mismo un gran centro de negocios (Figueroa i Domenech 1899, p. 96). No en vano estaba vinculado a importantes personalidades de la vida pública porfiriana, entre ellos algunos profesionales libres seguramente interesados en instalarse en tan moderno edificio. En ese panorama la Casa Boker tendría vínculos con Lewis Bacmaister, quien a partir de 1885 trabajó tanto con Boker como con Sommer, Hermann y Cía., representó a Fried Krupp en México, así como a Siemens & Halske, y quien asociado al arquitecto Hugo Dorner construyó importantes estructuras en la Ciudad de México. Se trataba de un círculo comercial y social no muy amplio, en el cual las relaciones personales serían fundamentales e implicaron el desarrollo de la industria de la construcción y la incorporación de nuevas técnicas en la arquitectura. LA CONSTRUCCIÓN DE UN EDIFICIO MODERNO Una firma de arquitectos especializada Cuando el edificio en la calle de Cadena se hizo insuficiente para la Casa Boker, no sólo en términos de área disponible para el importante negocio en que se había convertido, sino además en términos de carácter consecuentes con esa importancia, se abrió la posibilidad de construir una nueva sede. Esta debía permitir la realización cómoda de las transacciones comerciales, tanto la venta de sus manifacturas, como la negociación de las mismas con los proveedores nacionales, así como la coordinación de las ventas que al interior de la República realizaban los enviados desde la capital. Para tal labor fue escuchada la recomendación de un sobrino de Roberto en Nueva York, no sin que antes hubiera intentos por contratar el edificio en México (Buchenau 2004, p. 55), que apuntó a la oficina DeLemos & Cordes, conocidos arquitectos en el círculos de comerciantes e industriales alemanes en Nueva York. Asociados a partir de 1884, Theodore Wilhelm Emile De Lemos (1850-1909), había nacido en Holstein y fue educado en la Bauakademie de Berlín, mientras August Wilhelm Cordes (1850-?), era originario de Hamburgo y formado en Berlín y Viena. Una muy buena parte de sus proyectos y obras fueron para germano parlantes emigrados a Nueva York, así como a sociedades ligadas a los mismos. De ahí que el primer proyecto conocido de la asociación de arquitectos fuera la sede de la Arion Society – Park Avenue y 59th St., 1885-87 – la cual organizaba conciertos de música clásica y canto coral, con preminencia de autores y figuras alemanas, pues su propósito era “la perpetuación del amor por algunos de los elementos característicos de la civilización germana” (The William Steinway Diary, 1861-1896, citado en septiembre 2013, disponible en http://americanhistory.si.edu/steinwaydiary/annotations/?id=761). En una relación social similar les sería encargado el Hospital Alemán – Park Avenue y 77th St., 1888-1889 – así como también el empresario cervecero John Eichler (Johann Phillip Eichler), nacido en Rothemburg y emigrado a los Estados Unidos en 1853, encargara su propia casa a sus compatriotas arquitectos. Para la fecha de su primer proyecto en México la firma acumulaba una notable experiencia en el diseño de edificios comerciales y de oficinas. Algunos de ellos, sin grandes pretensiones, fueron estructuras funcionales para la instalación de fábricas o almacenes comerciales, como el Meitz Building para los fabricantes de motores de combustion Carl Weiss & August Mietz, así como edificio en el 102-106 de Wooster Street, 1890-1891. Pero ente los edificios comerciales y de oficinas que avalaron su selección como proyectistas del edificio Boker vale la pena mencionar el Eimer & Amend building de 1886, para los químicos de origen alemán Carl Eimer y Bernard G. Amend, importadores y fabricantes de aparatos para laboratorios de química y física. Los arcos en los niveles más bajos de la fachada fueron motivo de los pisos más altos en el Armeny & Marion building, originalmente construido para Frank Raub en 1890. Las ventanas con marcos de hierro fundido, que sobresalen en la fachada de este último serían similares al edificio para Keuffel & Esser Co., 1892-1893, una tienda especializada con pasillos en su doble altura que permitirían alcanzar buena parte de la mercancía disponible en el local. Los elementos de fundición, como columnas, ventanas y cornisas, caracterizaron la producción de edificios comerciales de la firma. Dos edificios corporativos forman parte del catálogo de los diseñadores durante la última década del siglo XIX, el edificio para Kuhn, Loeb & Co. (of New York and Germany), construido en 1894, ya desaparecido, y la sede del Chattanooga Times Building, para Adolph S. Ochs, en Chattanooga, Tennessee, 1891-92. La esquina de este último, rematada con un templete con asta y bandera, no fue común entre los trabajo ejecutados por De Lemos & Cordes, pero fue un motivo que repetirían años más tarde en el edificio Boker. La experiencia en tiendas departamentales de la firma, entre las cuales se insertaría el edifico en la Ciudad de México, destaca Siegel, Cooper & Co. (1895-1897), en los 616-632 de Sixth Avenue. Las dimensiones de la estructura no permiten establecer comparaciones con los trabajos anteriores de los arquitectos, pues sólo sería comparable – seguramente fue el aval – a la ejecución del edificio para R.H. Macy & Co. Department Store, en 19011902, en Broadway y West 34th Street. Se trata, en todos estos casos, de edificios caracterizados por la composición tripartita en sus fachadas que distingue la formación de los arquitectos en la tradición académica europea, en las que se integran muy diversos materiales en acuerdo a la función que cada uno debe expresar hacia la ciudad, en muchos casos con la integración de importantes elementos de hierro fundido. Estos no sólo como parte de la construcción de las estructu-


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013 ras, sino en buena medida como complemento ornamental, debido a las formas escultóricas que sin problema podían vaciarse en fundición. Entre los edificios que vendrían después de la primera experiencia en México, estaría el de Adams & Co. Dry Goods Store, realizado entre 1900 y 1902), y que resulta asombrosamente similar al Edificio Boker, en cuanto a la paleta de colores resultante de los materiales empleados, así como las cornisas y otros elementos a la vista que denotan el parentesco con el edificio en la capital mexicana. La siguiente obra en la Ciudad de México, el edificio para The Mutual Insurance Company, 1903-1905, fue una obra madura de los arquitectos, comparable, en forma y función, con algunas de sus obras en los años ochenta en Nueva York, tales como el Eimer & Amend building o el Armeny & Marion building. Ambas obras, tanto el Edificio Boker, como el de “La Mutua”, resultan, entonces, edificios neoyorquinos asentados en la Ciudad de México, cuyo aspecto exterior es el resultado del manejo compositivo que caracterizó la formación de los arquitectos, de la combinación de los materiales empleados en su construcción, cada uno de acuerdo al carácter tipológico en que se insertaron: el edificio para una gran tienda y un edificio de oficinas. Estos edificios serían destacados en la experiencia de Theodore De Lemos en la nota que anunciaba su fallecimiento se indicaba “…uno de los más conocidos arquitectos en este país, en Alemania y en México…” y a la enumeración de sus más importante obras se incluían el edificio para la Mutual Life Insurance Company y el edificio Boker (Theodore De Lemos, Architect, is Dead, The New York Times, abril 12 de 1909). El diseño del edificio Boker en exóticas tierras cálidas tendría para los proyectistas y su equipo de trabajo una connotación especial. Entre las perspectivas del proyecto destaca particularmente una en que la cubierta aparece poblada de plantas. La idea de una terraza jardín con palmeras debió parecer natural al ejecutor de la vista, ambientada en una calle con carruajes y gente de diverso aspecto. Constructores internacionales El trabajo de Cordes y DeLemos con constructores de vanguardia en los Estados Unidos tendría una experiencia inicial e importante en la realización del Arion Club, en 1886, con la Guastavino Fireproof Construction Company. La propuesta de Rafael Gustavino no fue la ganadora del concurso al cual se sometió la sede de la asociación cultural, pero luego sería llamado a construir el edificio. La colaboración entre DeLemos y Cordes con la compañía establecida en 1857 por Samuel Milliken, padre de Edward Fullerton (1862-1906) y Foster Milliken (1863- 1945), también con sede en Nueva York, acababa de materializarse en la construcción de la tienda por departamentos Siegel-Cooper (1895-1897) en la Sexta Avenida, entre calles 18 y 19, de aquella ciudad. La enorme estructura metálica manifiesta al transeúnte el carácter que le confieren sus dimensiones, así como los materiales a la vista de la firma de constructores que también caracterizaron el trabajo de la sociedad de arquitectos alemanes. Gran cantidad de edificios con estructura metálica, para muy diversas funciones, fueron construidos por la firma en proceso de expansión desde 1890 hasta su bancarrota en 1907, entre ellos destacan unos trece de ellos edificios de oficinas y comercios en ciudades de Estados Unidos, que incluyeron estructuras como el Hotel Majestic – 72nd St. at Central Park, 1894 – según proyecto del arquitecto Alfred Zucker, el Hotel Royalton – 43rd St., 1898 – de la oficina Rossiter & Wright, o el edificio para R.G. Dun - Reade Street y Broadway – proyectado por los arquitectos George Edward Harding and William T. Gooch. A estos modernos edificios de oficinas se sumarían conocidas estructuras, como el Hayward/Kohl en San Francisco, de los arquitectos George Percy & Willis Polk en 1901, así como el edificio que el industrial cervecero Ellis Wainwright, de St. Louis había encargado a Dankmar Adler y Louis Sullivan en 1891, una de las primeras obras a cargo de Milliken Brothers. A sus obras de carácter urbano habrían de sumarse numerosas instalaciones industriales, todas ellas en lugares como Hawaii, Johannesburgo, Ciudad del Cabo, Puerto España, diversas localidades en Cuba, México o Siberia. Para los tiempos en que la millonaria empresa se declarase en quiebra, tendría a su cargo obras de tal magnitud de importancia como el Singer Building, según proyecto de Ernest Flagg, el cual sería el edificio más alto del mundo durante algún tiempo, así como el contrato por las estructuras metálicas para la Pennsylvania Station de Nueva York (Milliken Brothers fail for $6,500,000, The New York Times, Junio 11 de 1907), en la que también sería contratista de importancia Rafael Guastavino con su sistema de bóvedas tabicadas a prueba de incendios. Más allá de la perfilería y las estructuras de acero, entre las cuales destacaban sus puentes e instalaciones industriales, que constituían la mayor parte de los contratos, procedían de su enorme planta en Staten Island N.Y. toda clase de elementos ofrecidos para la construcción de acuerdo a los más diversos proyectos. El catálogo de la empresa ofrecía columnas de fundición, fuentes, relojes y otros elementos arquitectónicos complementarios, además de tanques de agua, ventiladores, ventanas y puertas, así como quioscos y otros elementos de mobiliario urbano. Los elementos de fundición a la vista era ofrecido por lo fabricantes eran ofrecidos con diversos acabados: “…in ‘Verde Antique’ of various shades in imitation of old cooper, oxidized by exposure to the weather… if required can be electroplated in imitation of bronze…” (Milliken Brothers, 1905, p. 360). El “verde antique” parece haber sido usado en varios elementos a la vista entre los edificios ejecutados por De Lemos y Cordes, tal vez a partir de la oferta de Milliken Brothers. Si bien había muchos otros proveedores en los Estados Unidos, el alcance de la empresa en Staten Island debió ser muy grande, además que otros edificios muestran la cercana colaboración en-


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec. Octubre 2013 tre las dos compañías. De ahí que no sorprende encontrar el diseño de la cornisa del Edificio Boker entre las páginas del catálogo de Milliken Brothers: “Esta cornisa tiene 10 pies de altura y está hecha completamente de lámina de cobre, exceptuando los paneles internos del friso, los cuales están relleno con losas de mármol” (Milliken Brothers 1905, p. 405). El edificio para la casa Boker sería la puerta de ingreso para el trabajo de sus arquitectos y sus constructores en México. La presencia de la empresa en el país puede seguirse a partir de la prensa local, principalmente la editada en inglés. En el diario The Two Republics se reseñó la visita de Foster Milliken “…para inspeccionar el progreso de las obras en el edificio de Roberto Boker y Cía…”, el cual era descrico como “…un esqueleto completamente metálico, el primero de su clase alguna vez construido en México”. La afirmación no era tan cierta, pues aún cuanto era una de las primeras grandes estructuras metálicas en México, los edificios de La Esmeralda o El Palacio de Hierro y algunos otros más ya le habrían precedido. El periódico continuaba su reseña describiendo: La obra de acero del segundo piso está bien encaminada, aún cuanto estuvo retrasada debido a fallos en la llegada del material. Cuando el edificio esté terminado, habrá sido calculado para resistir cualquier terremoto posible ya que no está soportado por sus paredes, las cuales pueden ser parcialmente derribadas por un impacto sin afectar la estabilidad del edificio, ya que éste se soporta en el entramado de acero “The Two Republics, febrero 16 de1899, p. 5). En su paso por la Ciudad de México, Foster Milliken venía de Honolulu, donde la empresa tenía a cargo la construcción de varias instalaciones industriales, luego iría a Guadalajara y Tampico, para luego dirigirse a La Habana, donde además de instalaciones azucareras, construirían el edificio más grande de la ciudad a inicios del siglo XX. Algunos de los trabajos de la empresa serían conocidos en los ámbitos mexicanos angloparlante (The Mexican Herald, septiembre 21 de 1904, p. 2). Las estructuras de Milliken Brothers, fueron parte de la moderna infraestructura mexicana de tiempos porfirianos, pues además de los entramados para los edificios de la Casa Boker y de “La Mutua”, realizarían los del edificio principal de Correos, la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, el Teatro Nacional y el Palacio Legislativo. Estos dos últimos ya afectados por el ocaso del gobierno de Porfirio Díaz, así como la quiebra de la compañía constructora. Los problemas económicos de la firma serían conocidos en México, tanto como en los Estados Unidos, pues si el New York Times los reseñaba en su edición del 11 de junio de 1907, el Mexican Herald lo haría tres días después. Si bien las notas de prensa indicaban que los aprietos administrativos de la empresa serían temporales y que la misma cumpliría con los compromisos adquiridos, en México los conflictos políticos se orquestarían para que las dos mayores piezas de arquitectura porfiriana quedaran en vilo. Un ingeniero mexicano para suelo mexicano Así como desde la Casa Boker se había seleccionado a una reconocida firma de arquitectos y muy posiblemente a través de ellos la estructura y la mayor parte de los materiales de construcción fueron responsabilidad de una notabilísima empresa constructora de experiencia internacional, la cotidianidad de las obras sería también encargada a uno de los mejores profesionales disponibles en la Ciudad de México de ese tiempo. No era la primera vez que Gonzalo Garita se entendía con el fangoso subsuelo de la Ciudad de México, pues ya el ingeniero militar había trabajado en las obras de El Centro Mercantil, tal vez el primero de los edificios de oficinas modernos de la capital, a las órdenes de Daniel Garza. El mismo equipo había trabajado en la cimentación del edificio para el Banco Hipotecario (“Los cimientos del Banco Hipotecario”, El imparcial, enero 21, 1907, 2). Sin embargo, el edificio Boker sería la primera obra que daría gran notoriedad al ingeniero que trabajaba junto con el representante de Milliken Borthers, William Davis. La descripción de las obras de cimentación del edificio, que se extienden bajo la banqueta de las calles en aras de distribuir el peso de la estructura en la mayor área posible, deja ver la implementación de técnicas y materiales modernos en el mismo desde el subsuelo: En un mes desapareció el antiguo hotel [La gran sociedad], pues hasta sus cimientos se demolieron, iniciándose las obras del 20 de agosto de 1898. El área disponible medía 2,215 metros, la cual fue excavada en toda su extensión a cerca de dos metros de profundidad, rellenándose con concreto compuesto de piedra triturada, arena y cemento. Para poder colocar el concreto en el agua del subsuelo, sin que esta se llevara el cemento antes de fraguar, se metió en 24,500 sacos, en los cuales se gastaron 50,000 metros de manta resistente. La fuerza del concreto se reforzó después con un emparrillado de acero, quedando así preparado el terreno para la edificación (Inauguración de la Casa Boker, El imparcial, julio 3 de 1900, p.1). La descripción del sistema constructivo empleado en el edificio Boker es consecuente con las ilustraciones del mismo contenidas en el amplio catálogo promocional editado por la empresa en 1905, del mismo modo que los fueron las obras de cimentación con los esquemas mostrados por los constructores: …no menos notable fue la construcción de los techos, en los que, además de las viguetas de hierro, se emplearon tela de alambre reforzada por varillas y una capa de concreto de cemento.


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013 Para formar la azotea, se hizo uso del mismo concreto en buenas proporciones, cemento alemán puro, hojas de cartón alquitranado, entre las capas de cemento y ladrillo vidriados (Inauguración de la Casa Boker, El imparcial, julio 3 de 1900, p.1) La descripción publicada en la prensa capitalina no coincide, sin embargo con los materiales con los que efectivamente fue construido el edificio. Posteriores trabajos en el mismo permitieron conocer que sobre las varillas del sistema constructivo empleado por Milliken Brothers, un relleno de tezontle sustituyó al concreto. La ligereza de ese material, así como su baratura, por ser un producto local, funcionó durante muchos años en el edificio. La experiencia de Garita tal vez sería la razón para este cambio de prácticas, pues ante la cimentación no había opciones, pero la liviandad de la estructura era un requisito fundamental. Del mismo modo en que el Edificio Boker abrió las puertas a la realización de otros proyectos a los arquitectos y a los contratistas de la estructura metálica, la construcción de la notable tienda abrió nuevas posibilidades al trabajo de Gonzalo Garita. Los vínculos de la Casa Boker con importantes personalidades del gobierno porfirista seguramente fueron importantes en su nombramiento como ingeniero responsable de las obras de reforma al Palacio Nacional a partir de 1900. El nombre del ingeniero era garantía para la cimentación de estructuras modernas y así también haría notar su experiencia en la construcción de la casa principal de Correos, según proyecto arquitectónico de Adamo Boari (1902-1907). Parte del equipo que trabajó en la construcción del edificio Boker repitió la experiencia con la construcción del edificio para “La Mutua” (The Mutual Life Insurance Company) entre 1903 y 1905, con Gonzalo Garita a la cabeza, según proyecto arquitectónico elaborado por De Lemos y Cordes y cuya estructura estuvo a cargo de A.R.Whitney & Co., Ingenieros y Contratistas de estructuras metálicas con oficina en Broadway, Nueva York (Directory to the Iron and Steel Works of the United States, citado en septiembre 2013, disponible en http://www.mocavo.com/d/452475/141). Garita inició el siglo XX con exitosas experiencias que lo convirtieron en el profesional a quien, junto a Manuel Gorozpe y Guillermo Beltrán Puga, se consultó la recimentación de las obras de Monumento de la Independencia cuando fallara en 1907 (“El primer monumento de la República. Un trabajo notabilísimo de cimentación. Los estudios de tres ingenieros”, El imparcial, enero 23, 1908, 1), pero su trabajo abarcó mucho más que los conocidos edificios públicos. Su experiencia incluyó también la cimentación a otras obras casi desconocidas por la historiografía de la arquitectura mexicana: El señor Ing. Gonzalo Garita, comisionado por la Secretaría de Comunicaciones para dirigir algunas de las construcciones y reparaciones de edificios públicos… en el edificio destinado a escuela en la cuarta calle del Ciprés, de esta ciudad. … La cimentación de este edificio será como la de los más modernos, con emparrillados bien calculados de cubiertos con cemento. El edificio será formado por un esqueleto de hierro que va a construir una compañía del país, especialista en esta clase de construcciones y que será cubierto de piedra y tabique (“Edificio para una Escuela”, El imparcial, junio 17, 1905, 1). La estructura sería cimentada de modo muy similar al de sus obras más destacadas, pues entre los muchos edificios para la instrucción pública que se construyeron durante esos años, Gonzalo Garita, sería comisionado por la Secretaría de Comunicaciones para dirigir algunas de las construcciones y reparaciones. La descripción de los trabajos de la escuela en la cuarta calle del Ciprés, en la colonia Santa María la Ribera, indicaba: Se dio principio al trazado para la excavación de los cimientos de acero y concreto, de acuerdo enteramente con las especificaciones; se practicó la excavación, se hizo el relleno de concreto para recibir el emparrillado y se colocó todo esto; se hizo el relleno de concreto entre las viguetas y traves… (“La construcción de un Edificio Escolar. Rapidez en las obras”, El imparcial, enero 23, 1906, 1). Al estar más avanzadas las obras se hacía saber que se trataba de “… un edificio que se extiende de Oriente a Poniente, con amplios salones, varios patios, pasillos y corredores... El armazón del edificio es de hierro y sus materiales principales, cantera y tabiques ligeros. La obra a que nos referimos está muy avanzada…” (“El progreso de la instrucción pública. Otros edificios escolares. El Carmen y Santa María de la Ribera. Visita del Sr. Lic. D. Justo Sierra. Entrega de uno de los edificios”, El imparcial, marzo 7, 1906, 3). Como el anterior, Garita fue el proyectista y director de las obras de la Escuela Superior número 28, terminada en 1905 en la esquina de las calles de Mina y Humboldt, nueva calle que se había abierto como consecuencia del proyectado Panteón Nacional en los predios del Panteón de San Fernando. Aunque las notas de prensa no lo indican, posiblemente el edificio también fuera un ejemplo, entre los muchos que se construían en la ciudad, en que se emplearon técnicas y materiales modernos para su cimentación y estructura (“Apertura de una calle”, El


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec. Octubre 2013 imparcial, septiembre 11, 1905, 1; “Los modernos edificios escolares. Próxima visita del Sr. Presidente”, El imparcial, febrero 27, 1906, 1). La imagen de esas obras dejan ver que no sólo de formas y materiales aparentes está hecho el patrimonio construido de la primera década del siglo XX en México, sino que de una notable modernización de la industria de la construcción y de interesantes relaciones entre personas, instituciones, empresas y comerciantes, no sólo en el medio local sino en ámbitos internacionales. La imagen del edificio Boker como obra de proyectistas y constructores extranjeros da paso también a la valoración de un realizador notable para la historia de la ingeniería en México y para el patrimonio moderno de la capital. La inauguración de una espléndida sede El propósito de los socios de Roberto Boker y Cía. era una realidad gracias a la selección de notables profesionales que en el ámbito nacional e internacional. El costoso edificio no sólo era garantizado ante hundimientos del terreno, sismos e incendios, sino que además resultaba una presencia notable en el contexto de aquella antigua calle de Tlapaleros. Se trataba de un moderno edificio, con ascensores para llevar a los potenciales clientes hasta la exhibición de mercancías diversas en sus tres niveles, con instalaciones de calefacción y correo interno, con instalaciones sanitarias que hacían honor a los fabricantes representados: La casa Boker cuenta con una instalación de alumbrado eléctrico: en todos sus departamentos se ven distribuidos 34 luces de arco de 1,200 bujías; escalinatas amplias y dos elevadores eléctricos, uno para carga, en que puede caber un coche y que levanta hasta 1,500 kilos, y otro para el servicio de empleados y para los clientes (Inauguración de la Casa Boker, El imparcial, julio 3 de 1900, p.1). La visión de una tienda por departamentos tuvo éxito, pues así fue descrita un par de años después de su inauguración, cuando se destacaba a “…la gran tienda por departamentos de Roberto Boker y compañía, de ventas al mayor y al detal de herramientas, artículos para el hogar, carruajes, mobiliario, productos finos, ferrocarriles portátiles y maquinarias de todo tipo…”, todo en una inmensa área distribuida en tres pisos, con once ventanas de exhibición hacia las calles de Coliseo y Espíritu Santo (Financial, Commercial and Industrial Edition, The Mexican Herald, junio 19 de 1903, p. 4). La descripción de los objetos, marcas se iniciaba con una precisión importante: El negocio de Boker y Compañía es estrictamente departamental siendo cada departamento una tienda en si misma, surtida con todo lo pertinente a su línea y a cargo de hombres completamente competentes y experimentados en sus departamentos. Este sistema departamental ahora visto en tantas tiendas del mundo es de no menos valor para el cliente, por cuanto se ocupa de empacar y despachar como parte de la comercialización y venta. Los varios departamentos están bien organizados y dos modernos ascensores contribuyen al rápido manejo de los negocios así como al confort de los patrones (Financial, Commercial and Industrial Edition, The Mexican Herald, junio 19 de 1903, p. 4). La descripción de la tienda incluyó un recorrido que explicaba la distribución de la amplia variedad de mercancías en los tres niveles: En la planta baja encontraremos los departamentos dedicados a la exhibición de herramientas, artículos para el hogar de toda clase, papelería, máquinas de escribir, y maquinaria de toda clase para minería, agricultura e industria. El inventario en ferretería y materiales de construcción es completo, con todo en esa línea y es sabido que es lo mejor en México. Lo mismo puede referirse al inventario en cuchillería y utensilios de cocina. Boker y Compañía son agentes de las máquinas de escribir Remington. La línea de maquinaria incluye aplicaciones para todos los ramos, el inventario en implementos para minería y granjas es particularmente diverso. El hombre de minas o dueño de plantación no necesita más que ver el inventario de Boker y Compañía para suplir sus necesidades. En el segundo piso está el inmenso surtido de mobiliario de oficina y residencial, así como artículos finos y accesorios eléctricos. Artículos de utilidad así como de belleza pueden encontrarse aquí. Para la persona que contemple comprar mobiliario y artículos finos de cualquier tipo así como cajas fuertes, este departamento es especialmente comentado, porque en ninguna parte hay más completa y variada existencia. El inventario en una elegante línea de bronces y artículos decorativos está representada todo el año, el hombre a cargo del departamento hace su elección mediante visitas personales al Norte y a Europa, lo que permite a la firma estar siempre actualizada en cuanto a los cambios de la “moda” en esas líneas.


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013 El tercer piso se distingue por la exhibición de carruajes, camiones y automóviles, así como maquinaria agrícola. La compañía actúa como agente de los celebrados y ampliamente conocidos carruajes, camiones y carros eléctricos Studebaker, así como por los famosos automóviles White Steam. Fabricantes franceses y alemanes de primera clase hacen del inventario de Boker y Compañía, en esta línea también, la más completa a ser encontrada al sur del borde de Texas and New Mexico. En el tercer piso se podrá encontrar una línea completa de baúles, carriolas para bebés, hules y material de plomería. De las más finas bañeras y accesorios manufacturados por la Standard Manufacturing Company de Pittsburg, PA, a la más sencilla bañera de zinc sin ningún accesorio, se podrán conseguir accesorios para cualquier baño (Financial, Commercial and Industrial Edition, The Mexican Herald, junio 19 de 1903, p. 4). La descripciones de la gran inauguración de la tienda el 3 de julio de 1900 corresponden a un evento social de máxima jerarquía, con la presencia del Presidente de la República y de importantes personalidades del gobierno porfiriano, en el cual “…sólo hubo una bebida y esa fue champagne, deliciosamente helada y servida con la mayor abundancia” (A grand opening, The Mexican Herald, julio 4 de 1900, p. 8). A cargo del discurso por parte de la Casa Boker estaría Carl Friederich, quien agradeció su presencia al Presidente en nombre de los propietarios allí presentes: Heinrich, Roberto y Franz Boker. La respuesta de Díaz sería un elogio a las posibilidades comerciales del país en esos años, al edificio cuya apertura festejaban, al crédito a la reputación profesional de su constructor y a la inteligencia, laboriosidad y honor comercial del gerente de la firma comercial. El edificio Boker parecía abrir un futuro promisorio para la empresa, pero el enorme costo de las obras, así como una errada estrategia de mercadeo, que incluyó no sólo la arquitectura de una tienda departamental, sino una equivocada distribución de la mercancía en sus tres niveles, lo convertirían en una pesada carga para las finanzas de la casa comercial. Se abría, entonces, un tiempo de crisis para un negocio en la sede equivocada. UN PROPIETARIO DE SEGUNDA GENERACIÓN Franz Boker a cargo del edificio La descripción del espacio arquitectónico en que ocurría el magnífico despliegue de la mercancía disponible para los clientes de la Casa Boker, corresponde sin lugar a dudas, a la satisfacción por parte de los arquitectos y constructores, de la demanda planteada por sus gerentes: En el centro del edificio hay un gran peristilo cubierto por un lucernario. Tanto el segundo como el tercer piso tienen vista sobre ese peristilo y la hermosa escalera que conduce hasta ellos comienza en el lado oeste del mismo. Debido a la deslumbrante blancura de la piedra empleada, a la costosa alfombra roja que ha sido tendida en la escalera y al llamativo despliegue de jarrones y otros objetos de arte in los arcos del segundo y tercer piso, ayer por la tarde el peristilo parecía más bien el escenario de una palaciega residencia privada que el centro de un gran establecimiento comercial (Buchenau 2004, p.61) La gran escalera y el lucernario sobre el atrio en el centro de los tres niveles correspondían al tipo arquitectónico deseado. Todas las tiendas por departamentos de Europa y América eran variaciones de ese mismo tema, inicialmente con estructura metálica a la vista, más tarde revestidas como prevención ante los incendios y poco después ejecutadas en concreto armado. Pero en la Casa Boker prevalecería la noción de una tienda especializada, con atención personal en términos tradicionales para la venta de productos específicos. A pesar de la exhibición de mercancía de grandes dimensiones - ¡en la última planta! - el ramo comercial en que se había cimentado el negocio implicaba la consulta y asesoría especializada de los empleados, un modo tradicional de comerciar de acuerdo a las necesidades específicas de los clientes. Lo más buscado por los clientes tradicionales de la antigua calle de los tlapaleros estaba abajo, mientras lo más costoso y seguramente menos requerido en la planta más alta (The Mexican Herald, Junio 19, 1903, p. 4). Seguramente muchos de los asiduos a la tienda nunca se aventuraron a explorar más allá de la gran escalera debido a que lo que requerían estaba en la planta baja, en un precioso mostrador de caoba. El último viaje de Roberto Boker a México en 1904 fue precisamente para liquidar el 40% de las mercancías en existencia (Buchenau 2004, p. 61). Seguramente todo aquello ajeno al eje que había motivado la fundación de su casa comercial. A cargo de su hijo Franz, quien al hacerse cargo de la empresa familiar ya consideraba al edificio un gran fracaso comercial, los 2,515 metros cuadrados se hicieron inmensos para la vuelta a los ramos tradicionales de la tienda. El edificio Boker no era el apropiado para la Casa Boker. Había resultado demasiado costoso - desde la cimentación hasta las ventanas de guillotina con vidrios dobles y curvos - para sus usos comerciales, demasiado grande para la venta en mostradores y para la oferta y acuerdos sobre catálogos del encargo de maquinarias o grandes equipos. No deja de ser oportuna la imagen del interior del edificio para Keuffel & Esser Co. en Nueva


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec. Octubre 2013 York, realizado por De Lemos and Cordes casi diez años antes, con sus vitrinas llenas de objetos que un público especializado llegaría a buscar con intenciones y necesidades muy precisas, con pasillos en su doble altura que permitieran a los empleados alcanzar la enorme variedad de esos objetos. También coincide con la distribución de funciones que finalmente organizaría Franz Boker en el edificio, la descripción de El Centro Mercantil que en 1905 indicaba la disposición de los departamentos de la tienda, siempre con mostradores y grandes muebles con vitrina tras los vendedores, mientras los niveles superiores permanecieron ocupados por diversos despachos comerciales y profesionales (El Centro Mercantil, El mundo ilustrado, enero 1 de 1905, p. s/n). La venta de la escalera al gobierno de Veracruz para su instalación en el Palacio de Gobierno de Xalapa implicó la conversión del edificio en inmueble de oficinas y locales de alquiler. Se trató de una solución lucrativa acorde a un edificio moderno, pero con negativas consecuencias para el espacio de una grand magasin, que vincula, entonces, la historia del edificio Boker con la historia de la sede ejecutiva veracruzana y las razones de sus compradores. Un cambio de nombre en 1909 para la empresa no afectó a la casa comercial: no sólo siguió siendo conocido como “la Casa Boker” sino que se mantuvo ese nombre en vínculo con el edificio en la memoria urbana. A pesar de los avisos publicitarios en la prensa de la época, fue más fuerte la Casa Boker que la Compañía Ferretera Mexicana. Epílogo Un siglo XX de altos y bajos comerciales y políticos tuvo lugar dentro del edificio Boker. En términos físicos, las inundaciones de la década 1950 y un incendio en 1975 dieron al último de los ferreteros en la línea hereditaria iniciada en Reimscheid, Pedro Boker, biznieto del fundador, la oportunidad para conocer los detalles de su construcción. Las reformas a su estructura, las drásticas modificaciones a su espacio arquitectónico original se explican a la luz de los eventos en la historia del edificio. Sin embargo, algunas oficinas, la vista desde algunas de sus ventanas, podrían ser hoy iguales a como fueron cuando el proyecto neoyorkino llegó a la Ciudad de México. CONCLUSIONES Detrás de las fachadas, de los asuntos estilísticos o formales, reside toda la complejidad técnica de los edificios – en este caso, elevadores, correo neumático, calefacción, servicios eléctricos y de agua corriente, y aún tras estos asuntos técnicos, que pocas veces están a la vista, siguen viviendo los pormenores de la historia del edificio, de su proyecto y de su construcción. Ese contenido inmaterial del patrimonio material facilita la comprensión de su valor arquitectónico constructivo, a la vez que confiere valor a través de una atractiva historia familiar y urbana, familiar e internacional. Para el edificio Boker, más allá de la historia de la Arquitectura, una imprescindible historia de las relaciones comerciales y sociales, no sólo en la Ciudad de México, sino con las compañías y productos extranjeros representados, se hace necesaria para comprender las razones para la selección de arquitectos, contratistas, constructores, materiales, técnicas y formas decorativas. Todo ello hace parte de una valoración verdaderamente integral de un edificio que sirvió de llegada a los arquitectos neoyorkinos a la Ciudad de México, así como a los constructores transnacionales de estructuras metálicas y que por tanto, explica su participación en la historia de la arquitectura moderna de la capital e incluso fuera de ella. El edificio conserva su sentido, a pesar de sus modificaciones físicas, porque aún está vivo, no sólo en sus funciones, pues sigue siendo la sede de la empresa familiar, sino porque es testimonio de esa empresa cuya familia, a su vez, se retrata en un inmueble de fuerte presencia en el centro histórico de la Ciudad de México. Del mismo modo en que esa familia encuentra correspondencia en Reimscheid, en Nueva York o Buenos Aires, el edificio Boker encuentra su parentela en Nueva York, St. Louis, La Habana o Suráfrica. La historia familiar, en casos como este, es fundamental para la comprensión del ethos de un edificio moderno en la Ciudad de México 1900. Explica cómo el mismo es patrimonio de un tiempo en que la arquitectura y la industria de la construcción se hicieron internacionales. La importancia de estas historias de fondo, historias “contadas” como parte de la historia de los ciudadanos permiten a los ciudadanos de hoy en día ponerse en los zapatos de esos protagonistas de hace más de cien años, contribuye a entender relaciones y nexos que explican la historia de la ciudad y de su arquitectura desde sus aspectos más pragmáticos, tal vez los más cercanos al ciudadano de a pie. REFERENCIAS Buchenau, J., 2004: Tools of Progress: A German Merchant Family in Mexico City, 1865-present. Albuquerque: University of New Mexico Press. Figueroa Domenech, J. Guía general descriptiva de la República Mexicana, México: Ramón de S.N. Araluce, 1899. Gayle, M. y Gillon, E.V., 1974: Cast-Iron Architecture in New York: A Photographic Survey, New York: Dover. Martínez Gutiérrez, P., 2005: El Palacio de Hierro: Arranque de la modernidad arquitectónica en la Ciudad de Mé-


XXXIII Symposium ICOMOS Mexicano, Coatepec, Octubre 2013 xico, México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Milliken Brothers, 1905, Catalogue…, Londres. Oschendorf, J., 2010: Guastavino Vaulting: The Art of Structural Tile, New York: Princeton Architectural Press. Parissien, S., 1999: McKim, Mead and White Pennsylvania Station, New York, 1905-10. En Lost Masterpieces, Londres: Phaidon, pp. s/n. Silva Contreras, M., 2011: Arquitectura y materiales modernos: funciones y técnicas internacionales en la ciudad de México 1900-1910. Boletín de monumentos históricos, tercera época número 22, pp. 181-207.


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