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Los Abuelos: Molestos viejos vulnerables

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Historia de los

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14 Los Abuelos

Esos molestos viejos vulnerables

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La pandemia hace que se establezcan nuevos parámetros para medir a los ancianos, que se convierten, de pronto, en una piedra en el zapato, porque son el segmento social más vulnerable al contagio

Todavía a inicios del siglo pasado, el que llegaba a los 40 años se dejaba crecer la barba, se buscaba un bastón, y olvidaba impulsos y ardores juveniles. Ya no se diga una mujer que a los treinta no se hubiera casado, era declarada oficialmente solterona y tenía que resignarse a que su vida sería la de vestir santos. Una de las grandes proclamas humanitarias de la civilización moderna, basada en los formidables avances de la ciencia, ha sido la conquista de índices cada vez más altos de longevidad, sobre todo en los países del primer mundo. En Estados Unidos la esperanza de vida en 1900 era de 47 años, cuando hoy es de ochenta; y España, en el mismo periodo, pasó de 32 a 83 años. En medio siglo, aún América Latina ha ganado 25 años en expectativa promedio de vida, para situarse en 75 años.

El concepto de vejez temprana, entendida como senilidad, duró por muy largo tiempo en la historia de la humanidad, salvo si aceptamos como válidas las copiosas edades que se mencionan en el Antiguo Testamento, que deberíamos atribuir mejor a un error en las cuentas de los escribas. A ese anciano que mira reflexivo hacia el pasado como una forma de prepararse ante la inminencia de la muerte, desahuciado por sí mismo, se le encuentra hoy en el gimnasio.

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Atlético, bien bronceado, puede servir como modelo de ropa deportiva, con un palo de golf en la mano. La gloria de la tercera edad empieza a parecer tan inmarcesible, que hay quienes piensan necesario inventar una cuarta. Y también las parejas felices de ochenta están en la publicidad, anunciando seguros de salud, vitaminas milagrosas y cremas rejuvenecedoras, ya no se diga el Viagra, porque el sexo entra también en el catálogo de derechos restituidos. Los viejos tienen sueños, esperanzas, necesidades espirituales, y también materiales, y hay que satisfacerlas. Ese ha sido un notable reconocimiento que se han ganado viviendo más; son un segmento no despreciable del consumo. Pero la pandemia del coronavirus, que saca filo al sentido de supervivencia, hace que se establezcan nuevos parámetros para medir a los viejos, que se convierten, de pronto, en una piedra en el zapato, porque son el segmento social más vulnerable al contagio. Es el grupo de riesgo por excelencia, y de allí se tiende a extraer las más variadas y coloridas conclusiones. La que más me cautiva es la que establece que hay una urgente necesidad de escoger entre la economía y los viejos. O sacrificamos la economía, o sacrificamos a los viejos, esa es la propuesta Ninguno hubiésemos deseado jamás un aislamiento de estas características. A los niños no solo se le ha roto su rutina de visitar a sus abuelos, también se les ha roto el corazón al no poder compartir esos momentos tan únicos. Carta de un niño a su abuelo: “Abuelo, me alejan de ti y estoy molesto”. Abuelo, me alejan de ti y estoy molesto. Puede ser que haya hecho algo malo y me estén castigando sin verte. Siento que te estoy fallando. Anoche escuché a mamá decirle a una amiga por teléfono que se sentía agobiada y triste por lo que viene, por mí... Decía que su jefe probablemente la despedirá. Papá sigue trabajando repartiendo comida al súper y lleva una mascarilla. A mamá le duele que estés solo. Ayer le prohibieron verte. Asegura que eres fuerte y estarás bien atendido. Abuelo, no podemos abrazarte y acariciarte la cara. Te gustaba, sonreías al verme y sentirme. Me gustaba enseñarte las tareas que hago en el cole y contarte chistes. Confío en la gente que está buscando una vacuna. Médicos y enfermeros nos ayudan y curan. Esto es como una prueba, como un juego de la Play. Hay que pasar diferentes fases hasta ganar la partida.

Ahora me siento un poco como tú, abuelo, encerrado en mí mismo y en- tre cuatro paredes. No podemos ha- cer lo que queramos. Deseamos huir con fuerza, aunque no es lo correcto y nos frenan. Solo pienso en el mo- mento de reencontrarnos y volver a abrazarte y besarte. Eso sí cura cual- quier pena. “Espérame por favor, no te olvido”.

Debemos tener a los mayores muy presentes

La norma esencial es: quedarse en casa y tranquilizarse. “Hay que impe- dir que las medidas vulneren a los ni- ños y cuando no se pueda romper la distancia física, es importante hablar en términos presentes.

Cuando volvamos a ver a nuestros seres queridos les abrazare- mos fuertemente. Con esto nuestros menores se sentirán más seguros”, Los niños están con sus padres, mien- tras los abuelos no pueden traspasar las puertas de su casa. Debemos apo- yar a la población mayor, escuchar y dar importancia al estado psicológico de nuestros menores, poniendo de nuestra parte para que esta etapa transcurra positivamente.

Es conveniente buscar otros métodos para comunicarse. “Hay que introducir a las personas ausentes en las conversaciones, revisar fotogra- fías donde aparezcan y facilitar que se produzcan llamadas, videollama- das y mensajes entre ellos. Vale más que sepan cómo están que cualquier razonamiento”

El niño necesita sentirse protegido

Necesitamos aprender a vivir tem- poralmente sin muestras de afecto y contacto con los más allegados. El niño vive entre barreras, frialdad y distancia entre personas. Resulta desolador. Les queda a los padres el duro trabajo de explicarle, hacerle sentir protegido, cómodo en su refu- gio y con el pensamiento puesto en mejoras futuras.

El amor mejora todo y estamos limitados para darlo. No obstante, hay que tener fe e ilusión por recuperar la vida que teníamos. “Lo que vemos cambia lo que sabemos. Lo que sabemos cambia lo que vemos” (J. Piaget).

El ser humano debe abrirse al mundo y llenarse de enseñanzas que le permitan conocer, madurar y enfrentarse a lo que venga. Sin alarmar al niño, los padres facilitará que sobrelleve la situación.

En estos tiempos en los que la crisis del coronavirus manda, abuelos y nietos se han visto obligados a separarse de manera indefinida por motivos de seguridad. Una situación que no es fácil de llevar ni para unos ni para otros. Aunque es evidente que los mayores salen peor parados ya que, en muchos casos, se han quedado confinados y solos en casa. Para tratar de que el cariño de sus nietos adolescentes les llegue ahora que tanto lo necesitan.

La Asociación Española de Pediatría (Dra María García-Onieva, pediatra y secretaria general de la Asociación Española de Pediatría AEP) ha lanzado una entrañable iniciativa:

Esta campaña intenta promover que los jóvenes manifiesten su apoyo y afecto a las personas mayores. “El objetivo, en cierto modo, es devolver el favor a todos esos abuelos que un día se aniñaron y cuidaron de sus nietos. Toca devolverles el cariño recibido en estos momentos en los que pueden estar asustados, solos y son especialmente vulnerables”, “Es lo menos que se puede hacer por ellos, que tan a menudo son quienes les crían”. En concreto, según la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE), uno de cada cuatro abuelos españoles se hace cargo de sus nietos.

Para agradecerles ese gesto, la AEP pide a los jóvenes y niños que se abuelicen enviando mensajes de aliento, cariño y esperanza a los mayores a través de Instagram con el hashtag #Abuelémonos.

Después de todo, son ellos quienes mejor se manejan en esta red social. Se trata, además, de aprovechar la relación especial que tienen con sus abuelos. “Hemos percibido que son un colectivo muy sensible con los abuelos, porque ven en ellos esa voz de la experiencia que habla, no desde la paternidad que tiene a partes iguales la obligación de exigir y de querer, sino desde la experiencia que solo quiere querer, la ternura en la mirada del abuelo que te está diciendo lo mismo que te dirían tus padres... pero de otra manera”

Evidentemente, los abuelos también añoran a sus nietos, cuyo cuidado entienden a menudo, “como esa segunda oportunidad de hacer lo que no hicieron con sus hijos, por una razón u otra.

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