a relación entre el ser humano y las flores se remonta a tiempos ancestrales en los que se aprovechaban sus propiedades medicinales, cosméticas y, por su color, aroma y belleza, ya era tradición ofrecérselas a los dioses y a los difuntos. Según Ralph Solecki, (autor del libro Shanidar, the first flower people) puede que ya los neandertales las usaran en algún ritual relacionado con sus muertos. Desde oriente hasta occidente han sido fuente de inspiración de artistas y poetas a lo largo de la historia. Si las flores duermen, ¡qué dulcísimo sueño! , escribió Bécquer entre tantas de sus rimas que citaban a las flores.
En la actualidad una flor sigue siendo un precioso regalo a un ser querido. Su ternura y delicadeza han marcado su asociación histórica con la mujer, desde el ramo de la novia hasta el día de la madre, aunque cada vez son
La estĂŠtica juega un papel importante en cada uno de los participantes.
mĂĄs los encargos para padres que reciben los floristas, hasta el punto de que el 19 de marzo se ha colocado en el calendario como la cuarta fecha importante de venta de flores cortadas. AsĂ lo cuenta Juan Daniel Marichal,
propietario de cultivos Aloha-Flor, quien comenzara su actividad floricultora en el aĂąo 86 con un solo invernadero en la zona norte de la isla de Tenerife. "Le dio por las flores, -relata su hija Cintia- y la verdad es
que Canarias es una Comunidad Autónoma excepcionalmente buena para la venta de flores. El negocio no ha parado de crecer". Ya desde los noventa, un estudio avalado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente colocaba a Canarias como la segunda Comunidad Autónoma -después de Andalucía- en cultivo y venta de flor cortada.
Unos cincuenta agricultores y floristas trabajan en esta campaña En su plantación, que hoy en día comprende más de 60.000 metros cuadrados, unos cincuenta agricultores y floristas cultivan y cortan flores que pasan a refrigerarse hasta el momento de la selección. A veces a mano y otras a máquina, se hacen ramos, se empaquetan y se guardan en cubos y cajas. Es entonces cuando se apilan en grandes furgones de reparto que las llevan a floristerías de la isla y de otras islas. En Canarias como en otras partes del mundo que hayan tenido influencia católica, el recuerdo de un familiar o amigo fallecido lleva cada 1 de noviembre a creyentes y no creyentes a comprar al menos una flor y colocarla en el cementerio o dondequiera que descansen sus restos. Se trata del día de Todos los Santos, que en las islas se celebra con el nombre de "el día de finados". Una antigua
tradición marcaba conmemorar a los difuntos en la víspera de este día en reuniones familiares. Vecinos del pueblo se reunían en las casas, asaban castañas y otros frutos secos y tomaban anís y vino mientras los más ancianos contaban historias y anécdotas sobre los ya fallecidos para honrar su memoria. Con el paso de los años se ha ido perdiendo esta costumbre y, en la noche del 31 de octubre se ha hecho más popular, sobre todo entre los más jóvenes, la anglosajona fiesta de
halloween. Sin embargo, tanto el 31 de octubre como el 1 de noviembre, abuelos con hijos y nietos hacen cola a las puertas de todos los cementerios de las islas para que no falten flores a sus seres queridos en esta señalada fecha. En Aloha-Flor confirman que la mayor venta de flores de todo el año se produce durante la semana previa al día de finados. "Vendemos unas 500.000 unidades -apunta Cintia, que trabaja en la administración de la
La mayor venta de flores se produce en la víspera de finados
empresa familiar-. A pesar de no ser un artículo de primera necesidad, no podemos quejarnos de las ventas. La única medida que hemos tomado por la crisis ha sido no subir los precios en este par de años, pero es preferible mantenerlos y que las flores estén al alcance de más gente". Para esta campaña llegan a importar flores de Kenia, Ecuador y Holanda, pues la demanda es difícil de abarcar.
“Cien ramos de veinte para Victoria”, se escucha en el almacén y de fondo, esquivando restos de pequeños tallos y hojas verdes, el traqueteo de carros que llevan y traen numerosas variedades de flores: crisantemos, orquídeas, azucenas, gerberas, gladiolos, rosas…, de todos los colores. "Nosotros tenemos los históricos de cada año, pero aun así, es completamente impredecible la cantidad exacta de cada tipo de flor que se va a vender", comenta Juan Daniel, quien asegura que cada año se genera una especie de moda y no se sabe por cuál apostar a la hora de plantar. El año pasado se perdió crisantemo, pues no tuvo el éxito que suele tener en esta fecha. Este 2014, la tendencia parece ser el lilium, conocido comúnmente como lirio o azucena. “Vamos a ver qué pasa”, concluye mientras arquea las cejas y se encoge de hombros. Desde la antigua Grecia, el lirio era símbolo de pureza, tanto que más tarde, los cristianos lo asociaron a la Virgen María. Según Francisco, que a sus 44 años lleva ya 14 trabajando en invernaderos, el lirio “es agradecido” pues no precisa ningún cuidado especial, “basta con darle de comer para que crezca”, afirma. Francisco comprende que la tarea de estos días es bastante dura, pero ya está curtido y se contenta con la frase tan escuchada por estos tiempos: “por lo menos hay trabajo”. Su compañera Consolación, de 48 años, coincide con Francisco y se muestra agradecida por poder trabajar aunque sea
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en los invernaderos en los que empezó junto a muchos de sus compañeros que cuando apenas había cumplido 16 un día como este salen del almacén o años. “Uno no estudió, pues le toca del huerto para ocuparse de atender a trabajar agachado”, dice resignada la los clientes que vienen a por flores o tarrinas que mujer. Ellos han dos, junto a Jessica y sus compañeros encargado siete de sus previamente. compañeros, del puesto de flores En el puesto plantan más de de flores, el 25.000 comienzan su jornada a ramo de crisantemos en veinte rosas menos de una las cinco de la mañana cuesta 8 hora con una euros. La destreza de espanto para seguir su jornada flor más cara es el anturio grande que recolectando rosas, crisantemos y vale 3,50 euros cada uno. El famoso cargando y descargando furgones. lilium oscila entre 1,50 y 2,50 Consolación recuerda años más dependiendo de la variedad y entre las agotadores que estos últimos y achaca flores más baratas siguen estando los este sosiego a la crisis “yo creo que la crisantemos que se consiguen a 3 euros gente ya no gasta tanto dinero en el ramo de cinco. Jessica comienza su jornada descargando flores de los enramar”, opina. camiones, como todos, alrededor de las La familia exporta flores a todas cinco de la mañana para que esté todo las islas, vende a floristerías y tiene sus listo cuando empiece a llegar la gente propios puntos de venta al público, al cementerio. “Menos mal que este entre ellos uno conocido como el año nos ha tocado buen tiempo -se kiosco de Santa Lastenia, a las puertas alegra una compañera suya-. Hay gente de mayor cementerio de la capital que se gasta más de 100 euros en el ramo y después si llueve o hay viento chicharrera. se les va destrozando en lo que llegan a En este puesto trabaja Jessica colocarlo”.
Un ramo de lirios acompañados de unas lluvias para el nicho donde descansan los restos del marido de Nieves Déniz, de 74 años, que acude al cementerio puntual a su cita el día previo a finados. “Hace ya 23 años que murió mi marido. Fue un buen hombre y muy buen padre”, asevera la mujer. Apenas ha amanecido y Nieves y sus tres hijas esperan a la entrada del cementerio a que abran las puertas para pasar a poner las flores antes de que la multitud se haga con el lugar y no haya escaleras ni grifos disponibles. El cementerio de Santa Lastenia cuenta con más de 20.000 nichos y 100 panteones y a primeros de noviembre están todos repletos de flores. Incluso hay personas que compran un par de
"Mi marido fue un buen hombre y muy buen padre" ramos de crisantemos para que ninguno quede sin enramar. La familia de Nieves regresa al cementerio una semana más tarde a cambiar las flores ya marchitas por unas plásticas que
Nieves prepara en su casa. “Aunque también le traemos flores en navidad o su cumpleaños”, añade Yayi, la mayor de las hermanas, que sujeta la escalera en la que Mari, de 53, se sostiene para colocar el ramo. Ellas dos se encargan de clavar los tallos en la empapada esponja verde. Entretanto, la más joven de la familia, de nombre Nieves, como su madre, prefiere no intervenir en la parte artística. Desde hace cinco años también tienen que comprar flores para su abuela materna, “la abuela era una mujer con genio, pero con un gran sentido del humor”, señala Mari mientras su madre observa el nicho con una mano en la cintura, “yo no me olvido de los seres queridos. Será que soy de campo y, yo qué sé”, comenta la mujer con gesto de aflicción al mirar atrás.
Griselda Plasencia, de 87 años, y su hermana Lola, de 92, recorren una parte del cementerio a pie y cuentan que solían venir cada semana a traer flores frescas a sus respectivos maridos pero “ya las piernas no dan pa tanto”, se queja Lola que a su edad anda con la
"Ya las piernas no dan pa tanto" ayuda de un bastón. “Tengo miedo a caerme, por eso lo llevo”, apunta sin detener su paso. Griselda lleva lirios y crisantemos a su esposo que falleció hace casi 14 años. “Cuando se le marchitan vuelvo y le traigo un ramo de flores plásticas y se las voy cambiando cada mes. Hay quien las llama flores del olvido, pero yo no me olvido nunca y si un día no puedo venir, por lo menos sé que no le faltan sus flores”, explica la octogenaria que se apresura cuanto puede para terminar su ramo y bajar a ayudar a su hermana. “Tenemos una hermana mayor, de 97 años y nos llevamos las tres de maravilla -afirma la mujer con una
sonrisa-. Cada domingo salimos juntas a comer al norte o al sur, según nos dé. Tenemos nuestros bonos y vamos y venimos en guagua”. Una vez colocado y limpio todo alrededor, Griselda se despide de su esposo con un entrañable beso que lleva de su mano al cristal. “Ay, señor -dice-, poco más puedo hacer yo ya”. Lola, algo menos ágil que su hermana, pero de espíritu joven, termina su ramo poco más tarde y recuerda cómo hace 18 años se acercaba cada día al cementerio y se sentaba un par de horas junto a la tumba de su recién fallecido marido, “le traía flores y venía a verlo. Después empecé a venir una vez a la semana y ahora venimos una vez al mes y cuando hay fechas señaladas”, relata la mujer.
Las hermanas Plasencia terminan su cometido del día y emprenden el camino a casa. Aún no marca el reloj las diez de la mañana y ya se empiezan a abrir los capullos de los ramos que se colocaron el día anterior. El lugar ofrece un aspecto que intercala color y frescura con sequía y decadencia mientras espera paciente que el resto de flores lleguen desde los expositores de las tiendas hasta los sepulcros. Cada rincón del mundo tiene su manera de venerar a sus muertos. Muchos coinciden en hacerlo el día de Todos los Santos y su denominador común es la ofrenda al difunto que incluye frutos, velas, dulces, flores, comidas, bebidas o algún objeto que le agradara en vida. En España, aunque cada vez se acostumbra más a incinerar a los que se van, allá donde se guarden sus restos se coloca una flor. Y en Canarias conserva este gesto desde la infancia hasta la vejez y hasta aquel portarretratos con la foto del bisabuelo en el salón es buen justificante para comprar un ramo más el día de finados.
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