PROLEGÓMENOS PARA LA HISTORIA EMPRESARIAL DEL NORORIENTECOLOMBIANO

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PROLEGÓMENOS PARA LA HISTORIA EMPRESARIAL DEL NORORIENTE COLOMBIANO: DE LOS NEGOCIOS COLONIALES AL ESTABLECIMIENTO COMERCIAL REPUBLICANO Por: Silvano Pabón Villamizar Historiador UIS La historia empresarial para el mundo hispánico y los tiempos modernos empieza en estas partes con la misma empresa conquistadora. La Conquista del Nuevo Mundo se hizo, desde la perspectiva española, con la empresa privada, la legitimidad de la Corona y un carácter militar en su organización. El almirante, descubridor, conquistador y poblador de tierras en América debió presentar un proyecto a las cortes o autoridades competentes para conseguir una “capitulación”, donde se le confería por parte del Estado monárquico español la gracia y títulos para venir a Indias y emprender una campaña descubridora y de conquista de un determinado territorio. Una vez obtenía la capitulación, buscaba la financiación para poder armar los barcos y comprar lo necesario para su viaje y sostenimiento de la hueste. Luego reclutaba los hombres que lo habrían de acompañar, organizándolos militarmente por rangos, de acuerdo al aporte que cada uno de ellos hiciera al enrolarse, esto es si llevaba un caballo, un arcabuz o una espada. Así, estas empresas de conquista, privadas por tener que proveerse sus propios recursos, debidamente legitimadas o amparadas por la Corona Española, y estructuradas militarmente en tanto que quien firmaba la Capitulación era erigido como Capitán General y Gobernador de las tierras que fuera a descubrir y conquistar. Una vez descubierto el territorio a conquistar y elegido el sitio donde se iba a poblar la hueste se procedía a protocolizar la fundación de una ciudad. Fundada la ciudad se nombraba e instituía el primer Cabildo que la gobernara, cambiando de inmediato el carácter militar de la hueste por el de un ente civil y político que administraría en justicia y razón los términos de esa nueva jurisdicción, donde se empezaban a construir los espacios vitales, en forma individual, como la empresa económica que cada conquistador y poblador emprendía. Como empresa de conquista, ya antes de fundar la ciudad, se habían repartido el botín de guerra y rescates propios de las correrías y apuntamiento de indios. Este procedimiento lo ejecutaron desde Cristóbal Colón, todos los conquistadores y fundadores de ciudades como Don Gonzalo Jiménez de Quezada, quien ejecutó la capitulación de Los Lugo para conquistar el Altiplano Andino del Nuevo Reino de Granada, Don Pedro de Orsúa y Don Ortún Velasco, conquistadores y fundadores de la ciudad de Pamplona de Indias, y Don Francisco de Cáceres, fundador de la ciudad del Espíritu Santo de La Grita en actual territorio venezolano. Todos ellos regentaron una empresa privada de carácter militar con legitimidad estatal. En el marco del desarrollo empresarial individual asumido por cada uno de los vecinos españoles en las nuevas ciudades, se suscitaron varios frentes de inversión y trabajo empresarial. Uno, la empresa minera, que para el caso de la ciudad de Pamplona, fue muy próspera en los primeros años al descubrir las


minas de oro de Páramo Rico y los aluviones del Río del Oro. Allí los pamploneses desarrollaron compañías mineras con sendas cuadrillas de indios y negros que labraron ingentemente esas minas, enriqueciendo rápidamente los más aventajados y mejor administradores de ese renglón extractivo. Dos, la unidades agroganaderas, establecidas y desarrolladas en las mejores tierras de los valles fértiles de la jurisdicción, fundamentalmente soportadas en la abundante mano de obra gratuita que ofrecían las comunidades indígenas sojuzgadas, tal como se les obligó a trabajar para los empresarios agrícolas en sus estancias y grandes haciendas así desarrolladas. El producto de estas empresas agrícolas y ganaderas tenía como destino los mercados mineros, las ciudades y los mercados de larga distancia como los puertos del río Magdalena y la Plaza de Cartagena para el caso de los hacendados pamploneses tempranos. Y, tres, la empresa comercial o mercantil y de los transportes. Importantes compañías y empresas individuales o mixtas se constituyeron para desarrollar el comercio, tanto de corta como de larga distancia en estas ciudades, así como para el transporte de mercaderías. El espíritu emprendedor y asociativo para el trabajo y la producción fue muy fuerte y dinámico en estas partes desde los primeros tiempos de vida hispánica. Se constituyeron numerosas compañías y algunas sociedades para producir bienes específicos, para juntar capitales y ser más competitivos, o simplemente para ayuda mutua. Muchas para administración de capitales y recursos, como para explotar a medias un bien como una mina, una encomienda o una hacienda. Múltiples contratos de asociación o constitución de compañías y sociedades se desarrollaron en toda esta extensa región de la vieja Pamplona colonial. Se asociaron maestros artesanos y oficiales para la elaboración de obrajes, se asociaron mineros y encomenderos, como encomenderos y terratenientes para montar criaderos de ganado, se asociaron comerciantes, se asociaron criadores de mulas y arrieros para crea compañías de transporte. En fin, entre otros muchos objetivos empresariales fueron desarrollados a lo largo de todo el periodo colonial y los primeros tiempos de la República, bajo premisas un tanto elementales pero muy prácticas en lo que fue un juego asociativo y administrativo muy dinámico y significativo para la producción y la economía de aquellos tiempos. En el año de 1590, el Capitán Juan Velasco de Montalvo contrató la fabricación de un molino de piedra para el beneficio de sus minas en Las Vetas, $160 pesos de buen oro le costo ponerlo “moliente y corriente”. Con este capital: mina, molino y herramientas, así como con una cuadrilla de indios de su encomienda, el avezado Capitán firma un contrato de asociación con un minero llamado Gaspar de Rebolledo, cuyo objeto era la explotación o beneficio de sus minas, incluyendo minas que poseía en sociedad con otros mineros como Pedro de Torres, quien le beneficiaba una mina de plata. El minero Rebolledo como socio de Velasco tendría de su contraparte además de lo ya expuesto, el suministro del maíz y la carne para el sostenimiento de las cuadrillas de labor; es decir, Velasco aportaba el grueso de la inversión, mientras que el socio minero ejecutaría los trabajos. Para la liquidación de beneficios se pactó un 75% para el socio capitalista y el restante 25% para el socio minero1. Otro ejemplo podría ser el caso de Bernardino 1

PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio Hispánico en Pamplona. San José de Cúcuta: Cámara de Comercio, 1986. p.55


Fernández, escribano público de la ciudad de Pamplona, quien en 1582 compró al cura Beneficiado de la ciudad de Vélez una mina con su cuadrilla de esclavos negros, con todas las herramientas, bateas y molino en los aluviones del Río del oro, sitio de Cañaverales, y la entregó como capital en un contrato de asociación a Miguel Sánchez, alcalde de minas del Río del Oro precisamente, para que la beneficiara bajo el control y administración del comerciante pamplonés Hernando Díaz y labores del minero Diego Martín; dando cuenta estricta de su producido para las respectivas liquidaciones anuales que se harían entre socios2. En la producción ganadera se constituyeron algunas sociedades como la del Capitán Nicolás de Palencia y Juan de Tolosa en 1590, quienes se asociaron, poniendo caca uno 100 yaguas, 100 vacas y dos burros garañones o reproductores. Juan de Tolosa pondría sus tierras en Móluga y Leuta y Nicolás de Palencia los indios vaqueros y arrieros, sacados de su repartimiento de Sopotá, para el beneficio de la empresa. Los dividendos serían repartidos por partes iguales3. En el Valle de Cúcuta se destacaron en el Siglo XVI y principios del XVII empresario como el Capitán Alonso Rangel, Don Dionisio Velasco, Don Alonso Carrillo y el Padre Juan Bargueño del Castillo, beneficiado de la Iglesia Mayor de la ciudad de Pamplona. Este último en asocio con Don Alonso Carrillo logró en sus mejores años enviar o exportar lotes o recuas de 100 y 150 muletos para domar con destino a los mercados den Reino y Santafé de Antioquia. En aquel tiempo y durante varias centurias se consideraba que los semovientes producidos en estos valles eran de muy buena calidad, especialmente las mulas, pues se cree que entre sus pasturas se encontraba una hierba o pequeño arbustito nativo denominado “orégano”, el cual contenía nutrientes y propiedades muy positivas para el crecimiento y vigor de estos animales4. Para la empresa ganadera en todo el nororiente del Nuevo reino y la Provincia de Pamplona los valles de Cúcuta o “Llanos de Cúcuta”, como se les solía llamar en aquellos tiempos, fueron un escenario sumamente privilegiado. De una parte, porque por estas tierras y caminos entraban al Nuevo Reino y Pamplona sendos lotes de ganado provenientes de la Gobernación de Venezuela, de Barinas, Barquisimeto y los Llanos venezolanos. En 1590, pasaron por este Valle lotes de ganado por valores superiores a los $1.000 pesos de buen oro, como el que transportara Gonzalo Serrano, vecino de Pamplona, quien trajo de Venezuela mil cien pesos de oro en vacas y mulas (unas 400 cabezas) para Doña Mariana de Cuellar, mujer de Don Pedro Alonso Tercero, avezado ganadero pamplonés. O los lotes de ganado vacuno, mular y equino que trajo Don Dionisio Velasco desde sus estancias en San Cristóbal a este Valle de Cúcuta, con destino a los mercados de Pamplona y Tunja, en aquel mismo año5. Negocios propios de estas actividades productivas de alto vuelo empresarial se registraron por la sociedad constituida entre Antonio López, vecino y mercader de la ciudad de Ocaña, y Don Juan Ramírez de Andrada, encomendero minero y 2

Idem Ibid., p.76 4 Idem 5 Ibid., p.77 3


solvente empresario pamplonés, quienes en cierta ocasión compraron a los herederos de Don Dionisio Velasco un lote de “cien carneros cojudos y capados” a razón de cinco tomines y medio cada uno, para ser vendidos en el Puerto de Ocaña y enviados a Cartagena6. Sin embargo como objeto de estudio para este trabajo, llama sin duda poderosamente la atención, como antecedente al movimiento empresarial decimonónico, aquellas compañías mercantiles que desde el siglo XVI animaran el comercio y la economía colonial en estas partes del imperio. Una vez establecidos los circuitos comerciales de la Provincia de Pamplona, consolidados los mercados, tanto para los productos de “la tierra”, como para los géneros importados o venidos de ultramar, los mercaderes de larga distancia solían asociarse en compañías bimembres para hacer sus negocios de ingreso y cobranza, consignación y distribución de mercancías en las distintas plazas. Generalmente se asociaba un encomendero minero, un minero, o un terrateniente próspero, quienes habiendo acumulado algún capital en metálico solían constituir como inversionista una compañía con un experto mercader y darle su oro para que éste fuera a Cartagena a esperar la Flota de Indias (que venía unas o dos veces al año) y comprara un embarque de “todo género de mercaderías” de Europa, las trajera a Pamplona y las rematara. Una vez hechas las ventas y recuperada la inversión, el inversionista tendría su capital, más el 50% de las utilidades, una vez se liquidara la compañía. “Este tipo de compañía fue la más usual en aquellos tiempos, Juan del Rincón, vecino encomendero y minero de la ciudad de Pamplona, se asoció con Juan de Ortega, mercader y vecino de Ocaña y residente en Pamplona, con el objeto de introducir a esta ciudad mercaderías europeas. Para tal efecto, Juan del Rincón aportó $700 pesos de buen oro, los cuales Juan de Ortega invirtió en ropas y otras mercancías; una vez hecho el remate de las mismas en Pamplona, el Señor del Rincón como inversionista, recibió el principal, más el 50% del mismo, es decir unos $1.050 pesos de buen oro”. “En lo sucesivo, todos los años, por los meses de febrero a marzo, se armaban en Pamplona las compañías y sociedades que traían a la ciudad sendos cargamentos de mercaderías extranjeras”. “También existieron algunas sociedades mercantiles especializadas en la exportación de harina, azúcar y conserva de Pamplona hacia Ocaña, los mercados de Cartagena, río Magdalena y la Costa Norte”.

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Idem. El precio de una vaca era de dos pesos en promedio, una yegua costaba tres pesos, un buey cinco pesos, un caballo 10 pesos, una mula valía unos 15 pesos y un cerdo o una oveja costaban medio peso en promedio. Recuérdese que un peso de buen oro en polvo de veinte kilates tenía 10 tomines y un tomín era igual a 12 granos, mientras que un peso de buen oro fundido sólo se dividía en ocho tomines.


“Bernardino de Torres, encomendero y productor de azúcar en el valle de Cúcuta, se asoció con el mercader Juan Becerra en Octubre de 1582, con el propósito de poner en Ocaña 100 fanegas de trigo y 100 arrobas de azúcar por viaje en una arria de 25 caballos”. “El sistema de compañías bimembres para el tráfico y distribución de los géneros europeos en Pamplona dio buenos resultados prácticos y fue muy rentable, como se evidenció en la liquidación que de su compañía hicieron Pedro García Román y el Capitán Juan del Rincón, en septiembre de 1590. García Román había entregado al Capitán del Rincón $1.594 pesos con tres tomines y cinco granos de oro por concepto de los $1.000 que de él, había recibido el año anterior para introducir mercancías europeas por Cartagena”7. Innumerables compañías mercantiles y productivas se registraron en Pamplona entre 1574 y 1603, época estudiada por el Historiador Silvano Pabón Villamizar, entre los que se contabilizan no menos de 60 reconocidas como las más estables y duraderas, con capitales superiores a los $600 pesos por socio8. Otro género importante de sociedades coloniales fueron las compañías para fabricar obrajes. En 1574 se asociaron Pedro Rodríguez y Sebastián Hernández, plateros, con el propósito de proporcionarse ayuda mutua. Diego Bautista y Gaspar Rodríguez, sastres, se asociaron en 1590 para montar una tienda de telas y ropas confeccionadas por ellos. Juan del Campo y Alonso Pérez, carpinteros, firmaron en 1597 un contrato de compañía para montar un taller de carpintería y producir y administrar obras en sociedad9. COMPAÑIAS PARA OBRAJES EN PAMPLONA DEL SIGLO XVI OFICIALES ASOCIADOS Rodrigo Pérez y Sebastián Hernández Juan Bautista y Lorenzo de Pedemonte Diego Bautista y Gaspar Rodríguez Miguel de Hoyos y Pedro Laguna Juan del Campo y Alonso Pérez Gregorio Roldán y Benito Núñez Francisco Cortés y Agustín de Espinoza

PROFESION Plateros Plateros Sastres Zapateros Carpinteros Sastres Albañiles

FIN Ayuda Producción Producción Trabajo Producción Producción Construcción

AÑO 1574 1577 1590 1590 1597 1602 1602

Fuente: PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio Hispánico en Pamplona. Son José de Cúcuta: Cámara de Comercio, 1996. 7

Ibid., p. 98-99 Ibid., p. 99-103 9 Ibid., p. 137 8


En el Siglo XVIII importantes empresas comerciaron desde los puertos de Cádiz a Cartagena, como de ésta a las ciudades del interior por el río Magdalena. De Santafé por el camino de Honda y de ésta a través de la boga, de puerto en puerto (Tamalameque y Mompox) hasta Cartagena y viceversa, circulaban todo género de mercancías con un especial sistema de alianzas y oposiciones entre comerciantes de las dos plazas mayores. Las empresas y comerciantes de Cartagena solían imponer condiciones y precios a los comerciantes de Santafé, a fin de cuentas la puerta de salida al mundo exterior para la mediterránea capital sería insoslayable el puerto de la Heróica. Sin embargo, la empresa más notable de todos los tiempos, en el mundo hispánico en América, fue la Guipuzcoana. Una verdadera tras oceánica y supraimperial que controlaba el comercio y la navegación mercantil desde Caracas a las Antillas, Maracaibo y Veracruz hasta los puertos peninsulares como Cádiz y la misma Sevilla. Era una organización muy compleja con múltiples relaciones, que tuvo su incidencia en este Valle de Cúcuta en tiempos del auge de la producción cacaotera. Ahora bien, exceptuando la Guipuzcoana y un par de casos más, la mayoría de las empresas de la Colonia tardía eran bimembres. Generalmente un socio en cada puerto o ciudad extrema de un circuito mercantil. Por ejemplo, se constituían compañías o sociedades entre un comerciante de San José y uno de Maracaibo, cuyo objeto fundamental era el intercambio de mercancías en doble sentido, de una plaza a la otra; y quizá lo más importante, para el tráfico de títulos valores, en tanto que la mayoría de los negocios se hacían con “cartas de obligación” o “cartas de pago”, en el proceso de envío y consignación de mercancías. Compañías. En tiempos republicanos tempranos, aún bajo las prácticas crediticias tradicionales, se constituyeron y liquidaron compañías agrícolas, cuyo objeto era el cultivo y beneficio del cacao; para lo cual se invertían tierras, esclavos, herramientas, agricultores expertos y capital para jornales y semillas. En 1825 se protocolizó la liquidación de una compañía agrícola muy particular, constituida por Don Pedro Santander. Al fallecer el socio mayoritario, Don Pedro, Doña María Josefa Rangel procedió a su liquidación, apoyada en Don Manuel García Herreros, esposo de Doña María Jesús Santander, heredera de los bienes del fallecido Don Pedro Santander. El otro socio, Don Narciso Vergara, también había muerto, de tal modo que se procedió a liquidar dicha compañía en el marco de la mortuoria de los referidos socios. El capital referenciado a título de heredad, pagados los gastos, era de $1.600 fuertes10. Continuando con algunos casos de compañías en la primera mitad del Siglo XIX, se encuentran compañías que se instituyeron para administrar bienes del Estado, incluso para recaudar las rentas del Erario Público. Se constituían compañías de dos o más socios para rematar el recaudo de los estancos, tanto de tabaco como de licores o aguardiente, así como para rematar el usufructo de un bien público como un peaje o unas bodegas. En 1832 una compañía, constituida por Juan Gómez, Lázaro Díaz y otros socios, remató y aseguró a favor de las rentas de la 10

AHNC-NS, Caja 006. Tomo 013. Ff 164r-165v


Villa de San José el ramo de la bodega del Puerto de los Cachos. En el Puerto de los Cachos se habían construido unas bodegas enormes para recibir y salvaguardar las mercancías que ingresaban o salían por el río Zulia, para y desde Maracaibo, justo al terminar el camino de San Buenaventura, que más tarde se convertiría en el camino de hierro o Ferrocarril de Cúcuta11. Para 1840 ya existían unas cuantas compañías extranjeras como “Schon Willink y Cía.”, que sin ser o haber sido constituidas en San José, se habían asentado como factorías de sus casas matrices en Maracaibo, Las Antillas o Europa. En aquel año, el ocho de febrero, el Señor Christen Mathias Hjademaal aceptó una obligación de José Antonio Montovio por $2.398 pesos fuertes y 4 reales, del valor de un embarque de mercancías que le consignaba en su tienda. El pago se haría en un tiempo no superior a un año a favor de Schon Willink y Cía., o a quien estuviese en esa fecha ejerciendo la representación en San José de Cúcuta de dicha compañía. En San José de Cúcuta se asentaron, pusieron sucursales o factorías las compañías europeas como las danesas “Schon Willink y Cía.” y la de “Enrique Schimlinski y Cía.”; establecidas con un agente o representante, quien se encargaba de realizar los diferentes negocios. Así se encontró que para 1846, el 14 de abril, los agentes de estas compañías denunciaron el naufragio de un bongo en el río Zulia, cargado de mercancías, las cuales se habían ido a pique o habían sido hurtadas. Sentaban enérgica protesta por la falta de cooperación del gobierno frente a este tipo de percances12. En el juego de las relaciones mercantiles hacia el mercado de larga distancia, se requirió de la formalización de los negocios a nivel de agencias, casas de comercio y compañías mercantiles. Estas agencias y compañías funcionarían en esta plaza estableciendo relaciones de intercambio según el orden internacional vigente, en tanto que se trabaja de un circuito comercial binacional con destino al mercado mundial. Ello planteó la necesidad de establecer casas o agencias con representación múltiple, especialmente entre venezolanos y colombianos, incluso con la participación de los mismos gobiernos. En 1867, el 31 de mayo, se presentaron ante notario en San José de Cúcuta los Señores José Luis Catalán, Idelfonso Orquinaona y Antonio José Urquinaona como apoderados de José Ramón Fonseca y Joaquín Valbuena, ciudadanos venezolanos, para constituir una sociedad mercantil denominada “Catalán Fonseca y Cía.”, con capital del gobierno y ciudadanos venezolanos. Su objeto sería la incorporación de mercaderías europeas a esta plaza, especialmente medicamentos y químicos, para ser distribuidos por las ciudades y pueblos, tanto colombianos como venezolanos. Su capital inicial sería de $15.446 pesos por socio, puestos en efectivo13. Se preveía que los gobiernos, tanto de Venezuela como de Colombia, tendrían

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AHNC-NS, Caja 008. Tomo 017. Ff 122r-123v AHNC-NS, Caja 017. Tomo 033. Ff 74r-75v 13 AHNC-NS, Caja 019. Tomo 036. Ft 137r-139r 12


acciones e interés muy positivos en ella, pues se trataba de importar bienes para la salud pública, además de impulsar el comercio con el mundo. La presencia de extranjeros en San José cobraba cada vez mayor importancia, afectando todos los aspectos de la vida económica, social y política de la ciudad. La colonia venezolana, que de hecho era la más numerosa, negociaba fuertemente con propiedad inmobiliaria, tanto rural como urbana. Son innumerables los negocios, y de considerables cuantías, los que celebraban en esta plaza los ciudadanos venezolanos, incluyendo por supuestos negocios con el Estado. Es así como en 1867, el 31 de mayo, Don Joaquín Parra, ciudadano venezolano, aseguró con sus fiadores los derechos sobre la administración de las bodegas del Puerto de Los Cachos. Negocio relacionado con la Compañía del Camino de San Buenaventura, las rentas de propios y el comercio de esta plaza. El importe o pago inicial afianzado era de $2.000 pesos14. Otra compañía extranjera en la cual los venezolanos lideran el proceso fue constituida en 1861, bajo la denominación “García Sandi y Cía.”. Los socios eran el ciudadano venezolano Diego García y el Súbdito italiano Lorenzo Pedro Sandi. Su objeto era el comercio con mercaderías importadas y de la tierra. El capital inicial era de $18.800 pesos en moneda venezolana, de los cuales Diego García había puesto $16.400, como socio mayoritario; en tanto que Sandi se encargaría de los negocios y de las operaciones, dada su experiencia en ello15. De hecho, al examinar el universo documental se observa que muchos de los capitalistas o inversores mayores son venezolanos, quienes negociaban con ciudadanos europeos para montar sus sociedades. Los italianos tenían fama de sagaces y habilidosos negociantes, astutos y aventureros. Los alemanes se percibían como serios, organizados, estrictos y emprendedores. Los franceses eran vistos como laboriosos, más que comerciantes, ingeniosos industriales, interesados en la producción de bienes y servicios. Ahora bien, el registro de sociedades y compañías en la Plaza de San José se venía dando con cierta modestia, lo mismo que los negocios que éstas venían realizando a lo largo de la primera mitad del Siglo XIX. Pero el verdadero desarrollo de este tipo de organizaciones se fue consolidando realmente fue a partir de la Reforma Liberal, más concretamente desde el año de 1861. Sin embargo, no han de despreciarse los negocios hechos en los años anteriores. Por ejemplo, en orden ascendente, tenemos para la década de 1820 a 1829 el registro de una sociedad muy importante, ya comentada en líneas anteriores, la constituida por Don Pedro Santander y Don Narciso Vergara, liquidada en 1823. En la década de 1830 a 1839 igualmente sólo tenemos el registro de una compañía importante, la de Juan Vicencio Gómez y Cía., destinada a la administración de las bodegas del Puerto de los Cachos, así como al tráfico de mercaderías. Para la década de 1840 a 1949 la presencia de compañías y sociedades productivas es mucho mayor, pues ya se perfila tímidamente el sistema liberal moderno. Se constituyeron o negociaron representativamente unas ocho compañías, entre las que se destacan la instituida por el Señor Teodoro Schon en 1840, bajo el título de “Schon Willink y Cía., dedicada al 14 15

AHNC-NS, Caja 019. Tomo 036. Ft 139r.-140v AHNC-NS, Caja 021. Tomo 040. Ft 60v-64r


importe y distribución de mercancías de todo género; hizo presencia destacada en esta Plaza a partir de 1842 “Gruner y Cía.”, regentada por Hernan Wilhem Precht, con importantes negocios en Curazao y Puerto rico. Otras compañías destacadas en esta década de los años 1840 al 1849 fueron: “Pacheco Fortoul y Cía.”, gerenciada en 1843 por Abdón Gutiérrez realizaba jugosos negocios con Don José Olivieri, súbdito italiano. “Rafael Parra y Cía.” Que comerciaba con los italianos Giovannetti y Miguel Agustini. En la modalidad de representaciones o factorías se destacan en ésta década el Agente de “Saint Thomas”, John Marcial, y los representantes de “Bayer Ramírez”, quienes negociaban con el interior del país, especialmente con las ciudades de Bucaramanga, El Socorro y San Gil. Del mismo modo fueron notables algunos negocios hechos en esta Plaza por compañías de La Guaira, Venezuela, por compañías mercantiles como “Foster y Manson”, “Deleitar Mancrea Pearce y Cía.”, y “Hermanos Blohn y Cía.”, quienes enviaban mercancías a “Ramírez Niño y Cía.”, del comercio de esta Villa. Todas ellas en una dinámica y un empeño muy particular en esta ciudad, que poco a poco se iba configurando como una excelente plaza de comercio, y que merced al desarrollo de algunas vías, las extraordinarias ventajas agrícolas y los favorecimientos del gobierno; la convirtieron en un imán para empresarios y emprendedores de todo género y nacionalidad. Continuando con esta misma mirada, puede observarse cómo en la década de 1850 a 1859 el juego empresarial sigue consolidándose con la llegada de nuevas y solventes compañías, siete de ellas nuevas más las que venían de la década anterior y aún no se liquidaban. Entre ellas pueden citarse: La Casa de Comercio “Fossi Berti y Cía.”, realizando negocios de gran valía con Don José María Antomarchi; “Niño y Hernández y Cía.”, fundada por Guillermo Niño y Anacleto Hernández, con el objeto de comerciar con frutos de la tierra y mercaderías extranjeras. La notabilísima “Spannocchia Ferrero y Cía.”, constituida el seis de marzo de 1853 por Don Juan Antonio Spannocchia y Don Aurelio Ferrero16. “Antonio Muñoz Pérez y Cía.”, disuelta en 1859 por sus fundadores Antonio Muñoz y Domingo Pérez. Los hermanos Aranguren, Manuel, Antonio y Juan son avezados comerciantes internacionales en esta Plaza de San José, estableciendo alianzas y sociedades comerciales con casas neoyorquinas como “Blohm Mecklemburg”, con quien transaban sumas cercanas a los cien mil pesos. En Cúcuta se constituyeron como “Aranguren García y Blohm Mecklemburg” en 1859. Y, por último en esta década, se constituyó la “Compañía Reyes Niño”, cuyos socios eran reconocidos exportadores de café y otros productos, y en cierta ocasión se comprometieron la pagar en mercancía la suma de US3.538 dólares con 53¢ a Antonio Aranguren en New York. Por otro lado, en ramos distintos al comercio hubo compañías muy singulares como la “Compañía empresa de la Obra del Teatro”, cuyo objeto era la obra pública del teatro o coliseo para la ciudad, para lo cual recibieron el calidad de donación un lote o solar en 1853, en julio 13. Esta transacción estaba asociada a

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En 1856 vendían al General Leonardo Canal, caudillo y guerriante conservador, la legendaria Hacienda de Carrillo en varios contados de $4.800 pesos.


las rentas parroquiales y fue otorgada por Don Felipe Salas, a la sazón presidente del Cabildo de este distrito17.

600 500 400 300 200 100 0

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-1 18 82 9 30 -1 18 83 9 40 -1 18 84 9 50 -1 18 85 9 60 -1 18 86 9 70 -1 18 87 9 80 -1 18 88 9 90 -1 19 89 9 00 -1 19 90 9 10 -1 91 9

Negocios y Registros Empresariales

Negocios y Registro de Compañías y Sociedades Siglo XIX

Tiempo en Décadas Fuente: Archivo Histórico Notarial de Cúcuta (AHNC-NS). En el gráfico anterior puede observarse cómo en la década de 1860 a 1869 se produce un vertiginoso aumento en el registro de compañías, como en el número de negocios realizados por éstas. Como se observa en el gráfico anterior, mientras en la década de 1840-1849 se registraron 13 compañías y en la década de 18501859 se registraron 11, entre los años de 1860 a 1869 se protocolizaron 223 transacciones empresariales, tanto en registro de nuevas compañías como en diversos negocios entre ellas. Luego en la década de 1870-79 se protocolizaron en el mismo sentido 374 documentos. La siguiente década de 1880-89 tuvo un comportamiento muy similar con 373 negocios y registros; mientras que en las décadas siguientes las cifras alcanzaron los 371 para 1890-99. Entre los años consecuentes a la Guerra de los Mil Días hasta 1909 la cifra de negocios y registros de compañías y sociedades decayó notablemente, protocolizándose apenas 277 negocios; pero con el advenimiento de la segunda década del nuevo Siglo XX, los negocios empresariales alcanzaron la no despreciable cifra de las 514 protocolizaciones. Por otro lado, frente al universo del comportamiento económico de San José de Cúcuta el gráfico resulta excepcionalmente diagnóstico, especialmente frente a las coyunturas históricas que se iban dando. Obsérvese cómo el desarrollo empresarial es sostenidamente ascendente hasta la década de 1870, más 17

AHNC-NS, Caja 025. Tomo 047. Ff 289v-293v.


concretamente hasta el Terremoto de 1875. De ahí en adelante los negocios y registro de compañías se mantienen más o menos estables hasta la llegada de la Guerra de los Mil, cuando por razones lógicas, se produce un descenso en la actividad económica, más aún cuando Cúcuta sufre los rigores de de un cruento y destructivo sitio militar. Sin embargo, aunque los avatares de la Guerra bajó el número de los grandes negocios por debajo de los 300, una vez que termina la confrontación armada la economía y los negocios se recuperan, a tal punto que para la segunda década del Siglo XX la cifra de negocios empresariales supera los 500. Estructura Administrativa de las Compañías. Hay unos elementos sustanciales en la estructura administrativa de una compañía. Se constituían fundamentalmente por escritura pública, tanto el registro notarial de la razón social como las condiciones o estatutos bajo los cuales se irían a administrar. Los elementos de mayor cuidado eran: la denominación, la definición orgánica y estructura administrativa, el objeto de trabajo, los socios, el capital, el término o liquidación, y por último las condiciones o cláusulas de rigor, como papel de los socios, sus derechos y deberes, obligaciones y responsabilidades, así como lo financiero y contable. La denominación corresponde a la razón social de la compañía, “Catalán Fonseca y Cía.”, por ejemplo. La definición correspondía a enunciar la naturaleza de la asociación o compañía, es decir, si era una sociedad mercantil, una compañía de comercio, una sociedad mutual, una Compañía anónima, una sociedad agrícola, una sociedad colectiva regular, entre otras. El objeto hace referencia a la especificidad de sus acciones: el comercio del café, importaciones y exportaciones, obras públicas, entre otros. Las condiciones eran el decálogo de obligaciones y deberes de los socios, las formas de administrar el capital, el régimen de pérdidas y ganancias, e incluso los términos de su liquidación (Ver cuadro). En el caso específico de “Riedel i Compañía”, por ejemplo, se protocolizó mediante escritura pública número 313 de 1º de septiembre de 1864, definida como una sociedad mercantil, apta para todo tipo de negocios, con domicilio en San José de Cúcuta. Los socios eran los señores Antonio Muñoz, Manuel N. Guerrero y Rodolf Alwin Riedel; los primeros naturales de Maracaibo Venezuela y el último súbdito alemán. La administración de la Casa de Comercio “Riedel i Compañía” estaba a cargo de todos y cada uno de los socios de mancomún y cada uno de ellos haría uso de su firma. El capital de la compañía lo aportó el socio Antonio Muñoz, mientras que Manuel N. Guerrero y Rodolf Alwin Riedel “solo ponen su industria personal”. Las utilidades se partirían por partes iguales para los tres socios, salvo por el 6% más para el socio capitalista, considerando que si los otros socios ponían un capital a la compañía, igualmente ganarían ese 6% más. Cada socio podía tomar para sus gastos personales hasta $2.400 pesos, deducidos de sus utilidades, y hasta mil pesos más con un interés del 6%. El término o duración de la compañía se estableció para cuatro años, declarando prorrogada su existencia si en ese tiempo ninguno de los socios manifestaba, por lo menos seis meses antes, su voluntad de no continuar. Como cláusula limitante o de exclusividad se previó que ninguno de los socios emprendería asociación o compañía con otras


personas, naturales o jurídicas, pues debían poner todo su empeño y capital en el desarrollo de ésta18. “Riedel y Compañía” es uno de esos diversos casos donde un socio capitalista entrega un dinero importante a unos comerciantes reconocidos, estableciendo una compañía mercantil o industrial y de servicios, dividiendo equitativamente sus utilidades. En esta ocasión, llama la atención cómo el socio capitalista es venezolano y los dos restantes, un paisano suyo y un alemán. Como este caso, otros se registraron en el mismo sentido, donde venía un empresario o capitalista venezolano y se asociaba con un compatriota suyo o con un europeo, no precisamente con un cucuteño o colombiano, sino con o un alemán o un italiano. La estructura administrativa de una compañía se establecía claramente en sus estatutos o cláusulas, algunas muy generales como condiciones propias de los mercados de capital y algunas otras como condiciones muy particulares a cada caso, según el objeto de trabajo y los tipos de socios y de capitales que la integraban. En 1864, el 15 de diciembre, se protocolizó una sociedad denominada “Berti Hermanos”, constituida por los señores Andrés Berti Tancredi y Francisco Berti Tancredi, naturales de “Marina de Marciana, Isla de Elba, Italia”. Definida como una “casa de comercio”, “Berti Hermanos” tenía por objeto operaciones mercantiles de todo género, ya fuera por cuenta propia o por consignación de terceros. El capital constitutivo era de $90.000 de ocho décimos; $60.000 aportados por Francisco Berti y $30.000 por su hermano Andrés. La duración de la sociedad sería de cinco años prorrogables por las partes19. Entre las condiciones o cláusulas estatutarias más notables se tenía: 1. La dirección de la Casa estaría a cargo del socio Andrés Berti Tancredi, quien se ocuparía única y exclusivamente de su compañía, sin emprender otro tipo de negocios fuera de ella. 2. El socio Francisco Berti tendría como obligación hacer las compras de mercaderías en Europa y enviarlas por Maracaibo a la plaza de San José, sede de la Casa. 3. Las ganancias y perdidas se liquidarían así: 10% para el socio Andrés Berti Tancredi, y del resto dos terceras partes para Francisco Tancredi y una tercia para Andrés. Además al socio Andrés se le abonaría el 6% anual sobre $20.000 de su capital. 4. Los gastos de operación como sueldos de dependientes, arriendos, transportes, bodegas, bestias de carga, viajes, entre otros, se consideraban gastos de la Compañía. Los gastos familiares y sociales serían de cada uno en particular. Sin embargo, el socio director o gerente, Andrés Berti Tancredi, podía tomar cada año hasta $3.000 para sus gastos, reintegrándolos con un interés del 0,5% mensual.

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AHNC-NS, Caja 027. Tomo 053. Ff 174-177 AHNC-NS, Caja 027. Tomo 053. Ff 441r-444v


5. Cada año, el último de diciembre, la Casa debía realizar un balance general de cuentas e inventarios, pérdidas y ganancias, enviando un reporte detallado y soportado al socio ausente. 6. “Dos años después de cada balance, cada socio cada socio podrá disponer de la parte de ganancias que le haya tocado, i si no dispusiere de ella, la Casa le abonará un interés del seis por ciento anual”. 7. La liquidación estaría a cargo del socio director, apoyándose en el otro socio si lo tuviere a bien. Y, si quedaren mercancías créditos, se partirán en terceras partes; dos para el Socio Francisco Berti y una para el socio Andrés Berti Tancredi. Sobre la cartera o créditos por cobrar, se nombraría un tercero para recuperar ese capital, pagando un 3% sobre el recaudo. 8. Tenían los socios absolutamente prohibido afianzar o garantizar créditos a terceros con base en el capital de la Casa de Comercio, salvo para satisfacer las cargas aduanales por las importaciones. Eran 16 cláusulas en total, las que se comprometían los socios a cumplir con todo rigor, pues de ello dependía el éxito de los negocios y su Casa de Comercio en sí. Había sido redactada y constituida en octubre 1º de 1859, conviniendo en 1864 una prórroga por otros cinco años más. La era muy rentable, el alcance de sus negocios era universal, pues el Señor Francisco Berti enviaba mercancías (con especial interés perfumes y cosméticos) desde Alemania, Francia y la mima Italia a esta Plaza, y el Señor Andrés Berti Tancredi se encargaba de distribuirla en estos mercados. Además, era tal el prestigio y la solvencia de “Berti Hermanos” que no solo negociaba con mercancías propias, sino que recibía en consignación mercaderías europeas de otros comerciantes, ampliando la gama de productos ofrecidos y la competitividad como empresa. De hecho, una vez constituida, la casa de comercio “Berti Hermanos” asumió transacciones crediticias, en torno al tráfico de mercancías, tanto de importaciones como de exportaciones, así como en la distribución local y regional de las mismas. Por otro lado, el personaje más reconocido en esta Plaza fue Don Andrés Berti Tancredi, gerente o director de “Berti Hermanos”. Había llegado a San José alrededor de 1840 proveniente de San Cristóbal, y el 1842 negociaba diversas mercancías con muy buen desempeño. El 12 de septiembre de aquel año, recibió de Don Manuel Mutis Amaya un embarque de 1450 sombreros finos de alta calidad fabricados en Girón, a razón de dos pesos unidad, comprados por adelantado con un embarque de mercancías europeas enviadas desde San José de Cúcuta hacia Bucaramanga por el camino de Pamplona20. En 1846, aún reconocido como comerciante de la Plaza de San Cristóbal, se comprometió a entregar en San José a Don Antonio Blasini, súbdito italiano, 200 cargas de café proveniente del Táchira valoradas en $2.244 pesos fuertes21; café que de inmediato se despachaba por el Camino de San Buenaventura a Maracaibo. 20

AHNC-NS, Caja 015. Tomo 029. Ff 287r-288v AHNC-NS, Caja 017. Tomo 033. Ff 100r-101v En aquella década, con su esposa venezolana, se ocupaban de enviar café del Táchira a esta Plaza. Así en 1846 se comprometieron a estragar a Miguel Agostini, otro italiano, 300 cargas de café puestos en San José de Cúcuta, valorado en una suma cercana a los $4.000 pesos.

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El Señor Andrés Berti Tancredi realiza sus primeros negocios con propiedad raíz en esta Plaza desde 1850 cuando compró un solar por cien pesos, justamente en la Calle Principal del Comercio22. En 1857 compra a Don José Bosch, súbdito italiano, una casa en construcción con cerca de tapia pisada, techo de ladera con “dieciocho lumbres” en puertas y ventanas, situada en la esquina “formada por las calles de La Libertad y de Moreno”, por $1.200 pesos fuertes23. Luego en 1863 compró “Las Sabanas de Tasajero” por $1.600 pesos24. En 1865 se hace socio de Compañía del Camino de San Buenaventura25, de la cual fue presidente en 186726. Más adelante, en 1874, Don Andrés Berti Tancredi oficiando como apoderado de su hermano Francisco Berti Tancredi, residente en Italia, vende al Señor Eliseo Suárez las propiedades de “La Culebra” y “La Tigra” en San Cayetano, pertenecientes a “Berti hermanos”, declarando haber recibido un pago parcial de $2.133 pesos27. Otro frente de negocios importante que asumiera Don Andrés como gerente de “Berti Hermanos” fue la importación de ganado desde Venezuela. Sendos lotes de ganado vacuno pasaban la frontera para ser comercializados en esta Plaza e incluso llevados al interior. Así, en 1861, en diciembre 3, se comprometía Don Andrés a pagar a Doña Rosa Angarita, ciudadana venezolana vecina de San Cristóbal, la suma de $1.130 pesos por un hato de reses que le enviara desde aquella ciudad tachirense28. Y justo en este negocio de importación de ganado vacuno desde Venezuela, debió iniciar un proceso de reclamación judicial ante el Gobierno de venezolano, a través de su apoderado el agente de la Casa “Kruitzu y Rivodó” del comercio de Caracas, para recuperar 58 novillos de ceba que le habían confiscado para el sostenimiento de las tropas de la Provincia de Táchira, valorados en $4.130 pesos de moneda venezolana. Igualmente se les encuentra comprando embarques de mercaderías a comerciantes de otras latitudes, que por alguna o otra razón tenían dificultades en su tránsito por este Valle. Tal es el caso de un embarque de mercancías que compra “Berti Hermanos”, en diciembre de 1861, a un comerciante de la Plaza de San Gil, el Señor Tito Silvestre Silva, quien se vio obligado a vender su cargamento de mercaderías importadas (por razones de seguridad y dificultades en el transporte), por la suma de $58.954 pesos, recibiéndolas en el estado en que se encontraran; pues se hallaban depositadas en las bodegas de la Aduana Nacional en el Puerto de Los Cachos29. En materia crediticia y negocios con otras casas de comercio puede verse a “Berti Hermanos” protocolizando o aceptando hipotecas y títulos valores de montos 22

AHNC-NS, Caja 022. Tomo 042. Ff 95r-96v AHNC-NS, Caja 029. Tomo 56. Ff 104r-111v 24 AHNC-NS, Caja 028. Tomo 055. Ff 92r-95r 25 ÁNGEL MOGOLLÓN, Rafael Eduardo. Los Berti. EN: Gaceta Histórica Nº 122 (Diciembre). San José de Cúcuta: Academia de Historia de Norte de Santander, 2001. p. 77 26 AHNC-NS, Caja 019. Tomo 036. Ff 248v-294v 27 AHNC-NS, Caja 055. Tomo 106. Ff 142r-144v 28 AHNC-NS, Caja 021. Tomo 040. Ff 177v-178v A juzgar por el precio del ganado en aquella época, entre $4 y $10 pesos por cabeza, el número de semovientes superaba los 200. 29 AHNC-NS, Caja 021. Tomo 040. Ff 179v-181r 23


considerables, que muestran la solvencia de su Compañía. En 1868 aceptó una hipoteca suscrita por Don Francisco de Paula Andrade, ciudadano venezolano, quien como socio de la Casa de Comercio “Andrade Hermanos”, se obligó con todos sus bienes a pagar a Los Berti la suma de $29.220 pesos fuertes30. Fueron gravados con esta carga hipotecaria todos los bienes de “Andrade Hermanos”, tanto los raíces como los mercantiles y empresariales. Sin embargo, todo no era color de rosa para los comerciantes extranjeros en esta paraíso fiscal llamado San José de Cúcuta en aquellos tiempos. Los comerciantes se veían enfrentados a diversas vicisitudes frente a lo difícil de los caminos, lo extenso de sus viajes, los riesgos del transporte en mula pasando ríos y caños, donde las mercancías delicadas se solían dañar; y quizá lo más difícil, los problemas políticos en este país como el Venezuela, con guerras civiles y gobernantes incompetentes y corruptos al frente de los entes territoriales, amén de un sistema judicial poco garante de la igualdad y la imparcialidad. En 1861, el 22 de junio, Don Andrés Berti Tancredi, como socio director de Casa de Comercio “Berti Hermanos”, denuncia públicamente los atropellos de que había sido víctima su empresa, al haberle capturado y confiscado en el Puerto de Los Cachos, por parte del Comisario Nacional Miguel de Paz, el bongo “Tancredi” para ponerlo al servicio público y transporte de milicias del gobierno31. Hablaba de daños considerables para su Compañía, así como de abusos contra la libertad de negocios o de empresa, fundamental para el desarrollo de su economía. En aquel mismo año le fue confiscado violentamente por las tropas del Gobierno un cargamento de 95 de sal que tenía en las bodegas del Puerto de Los Cachos, las que traía de la Laguna de Maracaibo para el Comercio de esta Plaza. Las confiscaciones o incautaciones de mercancías y bienes por parte del Gobierno a estas compañías extranjeras ponían en riesgo la estabilidad y prosperidad de la economía de la Plaza y la región misma, aunque no menos onerosos resultaban las imposiciones de “bonos de deuda pública”, muy comunes por aquella época para financiar la fuerza pública, las guerras civiles y la misma burocracia estatal. Por último, después de innumerables negocios, un reconocido éxito empresarial y patrimonial de Los Berti Tancredi en esta ciudad, deciden liquidar “Berti Hermanos” en agosto de 1870, reformando temporalmente la escritura originaria para conferir Francisco Berti Tancredi, que hasta aquella fecha se había mantenido fundamentalmente en Europa, plenos poderes para que oficiara como socio liquidador. Así las cosas, luego de realizar un exhaustivo balance del estado de la Compañía, se reformaron las cláusulas tercera y trece de la escritura constitutiva original de 1859; quedando el Socio Francisco no solo con la obligación de hacer las compras sino con la dirección de la Compañía, en tanto que en adelante residiría en esta ciudad32. En su proceso de liquidación debieron los Hermanos Berti conferir diversos poderes para recurar cartera, mercancías en consignación, vales y giros pendientes, entre otros negocios de orden crediticio, tanto en el exterior como en el país y la ciudad. Por ejemplo debieron conferir poder especial al Doctor Marco Antonio Estrada para que cobrara a “Andrade 30

AHNC-NS, Caja 036. Tomo 070. Ff 338v-340v Don Francisco de Paula Andrade es célebre agrimensor que trazó la plaza y calles para la reconstrucción de Cúcuta después del Terremoto de 1875. 31 AHNC-NS, Caja 021. Tomo 040. Ff 101r-103r y 150r-152r 32 AHNC-NS, Caja 043. Tomo 083. Ff 159v-172r


Hermanos”, casa de comercio, la suma de $29.164 pesos con 19¢ más los intereses correspondientes33. Resulta igualmente significativo en el proceso de liquidación de esta Sociedad, la venta que hacen Los Berti Tancredi de una acción que tenía su Casa de Comercio en la Compañía del Camino de San Buenaventura, por la suma de $8.716 pesos de 8/10 con 29¢34. Las acciones de la referida Compañía eran 12, y una de ellas había sido comprada por de Don Andrés Berti Tencredi, hecho que le había merecido la presidencia de la misma en años anteriores. En ese mismo proceso de liquidación “Berti Hermanos” entregó en calidad de pago a Don Tomás Balanzó una casa de tapia y teja, con solar cercado en pared de tapia, de 26 varas de frente por 44 de fondo, situada en “la Carrera Primera del Sudeste, antes de La Libertad”; para cubrir una deuda de la Sociedad que ascendía a los $3.016 pesos de ley. Es así como el análisis descriptivo y relacional que se hace de una compañía o sociedad como “Berti Hermanos” arroja claridad sobre la estructura y procesos administrativos llevados por las distintas casas de comercio que operaron en San José en el Siglo XIX. Incluso puede advertirse que a partir de un estudio de caso como “Berti Hermanos” pueden construirse generalidades estructurales y procedimentales en el sistema empresarial y mercantil decimonónico. Ahora bien, si se analizaran otros casos, de los de mayor importancia para el desarrollo empresarial de San José de Cúcuta en el Siglo XIX, como lo fueron la Compañía Regular Colectiva de Comercio denominada “Van Dissel Thies y Compañía”, constituida con un capital de $224.000 pesos por Rodolf Alwin Riedel, Enrique Thies, Ernesto Hanckel, Emilio Georg Meletta y Gilberto Van Dissel, todos súbditos alemanes; o la Sociedad Mercantil Colectiva “Andressen Möller y Compañía”, fundada por los señores Crhistian Andressen Möller y Werner Steinvorth con un capital de $80.000 pesos; o la Sociedad Regular Colectiva y de Comercio “García-Herreros Maldonado y Compañía”, constituida en 1894 por Don Julio García-Herreros y Benigno Maldonado con un capital de $70.000 pesos, destinada a la importación y exportación de mercancías desde esta Plaza; podrá verse el juego de capitales extranjeros y locales, los negocios y objetos de trabajo, las distintas redes mercantiles que se establecían, las relaciones con el Estado, las relaciones entre empresas, sus operaciones crediticias y de giros, amén de sus estructuras administrativas. En consecuencia, el estudio descriptivo y analítico de este tipo de empresas, casas de comercio o compañías regulares de comercio dan una visión muy completa del panorama económico y empresarial de San José de Cúcuta en el Siglo XIX; especialmente en lo tocante a agentes, productos, capitales y personalidades que van configurando las elites socioeconómicas y políticas que más adelante vinieron a liderar y gobernar este Departamento y región a lo largo del Siglo XX.

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AHNC-NS, Caja 043. Tomo 083. Ff 172v-173v AHNC-NS, Caja 043. Tomo 083. Ff 173v-174v


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