A larga distancia
Autora: Katherine Rivera
Para mi madre, quien a pesar de estar lejos siempre la guardo en mi corazón.
Gracias a Supérate Raíces y ConTextos.
Desde pequeña tuve un lugar preferido en la casa de mi abuelita materna, era entre dos sillones que para mi eran más que sillones, era una cueva, donde solo yo podía entrar, un lugar donde podía llegar, sentarme y llorar a mares, donde podía reír hasta que mi estómago estallara o simplemente un lugar para pensar. Era mi refugio cuando mi día estaba apagado y triste. Pasaba largos ratos sentada en mi cueva, entre esos sillones color marrón, que para mí lo eran todo en esos momentos de tristeza y angustia.
La vez que mas tiempo pase ahí, fue una tarde donde todo parecía terminarse, y cada segundo que pasaba, era un segundo de soledad. En esa tarde mi abuela se acercó a mi, me abrazo y dijo que tenía una noticia para mí, dijo que mi mamá ya no estaría conmigo. En ese momento no entendía a que se refería, no me quería ni imaginar que podía haberle pasado a mi madre o en donde estaba; mi abuela suspiró profundamente y me explicó que mi mamá se había ido, decía que todo era para nuestro bienestar, que mi mamá trabajaría fuera del país para que nosotros estuviéramos en mejores condiciones económicas; sin embargo, yo aún no entendía la razón de por que mi madre había decidido irse estando nosotras bien, o por qué se había ido sin antes decirme alguna palabra.
En ese momento me quedĂŠ sin palabras, estaba completamente muda o como dicen, me habĂa comido la lengua el ratĂłn.
Una tormenta se apoderĂł de mis ojos, suspiraba y suspiraba profundamente, hasta tal punto en que mis ojos rebalsaban de lĂĄgrimas y entrĂŠ en llanto.
Pasaba días y noches, pensando en el porqué mi madre no dijo palabra alguna. Pasó el tiempo y me mudé con mi papá.
Yo iba creciendo sabiendo que mi madre en algún lugar del extranjero, me estaba extrañando y aún amando, sabiendo que la luna que acompañaba mis noches, era la misma luna que mi madre miraba.
Una llamada tras otra, eran las que re c i b í a a d i a r i o ; m e l l e n a b a d e exasperación cuando el teléfono estaba sonando, porque sabía que mi madre era la que me estaba llamando.
De nuevo sonó el teléfono.
Sin mirar a donde iba, solté mi taza con chocolate, se balanceaba para un lado y para el otro, salpicando, salí corriendo y contesté. ¡Era mi mamá! Tuvimos una larga conversación. Quería preguntarle si algún día volvería, pero tenía miedo, ¿a qué? No sé, pero no me atrevía a preguntarle. Me armé de valor y me decidí a decírselo.
-¿Cuando volverás? - Pregunté yo, con un nudo en la garganta. -Muy pronto, te lo prometo. Nuevamente mis ojos se inundaban y rebalsaban de lágrimas. Mi madre me decía continuamente "Te amo, te extraño" yo le respondía de igual manera, pero mientras lo escuchaba, más ganas de llorar me daban. En ese momento me embaucaban mis sentimientos, fue cuando...
...La llamada se perdió en el silencio y dejé de escuchar la voz de mamá. Me encerré en la idea de que mamá ya no me quería, a pesar de lo que decía.
Mi abuelita de parte de papá, corrió hacia mi, con un fuerte abrazo me consoló. Pasé días pensando que mi mamá había colgado a propósito; sin embargo, un día que fui a casa de mi abuelita materna, ella me explicó que mi mamá no había colgado a propósito, si no que se había quedado sin saldo y que de igual manera, mamá también había llorado. Me sentí tan aliviada al saber eso, puesto que mi madre aún me quería.
Frecuentemente hablo con mamá aunque me gustaría hablar con ella más seguido, pero ella trabaja todo el día, al igual que yo estudio.
Pero a pesar de eso, sé que mi madre en algún lugar del extranjero, me está extrañando y aún amando.
Katherine Rivera (Febrero,1999) Escribe su primer libro inspirado al amor a su madre y en la experiencia que vivi贸 al ver a su madre partiendo al extranjero.