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Antonia Díaz
Percute cada tecla en una cuerda vocal y su vibración empuja las ondas de aire más allá de la mano que la mía sostiene, atraviesan los cristales, hacen temblar las ramas de los árboles, se enredan entre las palmas y estas, al mecerse, las lanzan sobre los montes azules e, impulsadas por la piedra, surcan el cobalto de la noche, y, de roca en roca, van cruzando la escarcha, el espejo de la tierra, deslizándose en el éter y en el tiempo, para volver una tarde de marzo —con un ligero aire de levante que anuncia la tibieza— a impresionar mi tímpano, estilete más preciso que el recuerdo.
- ¿Qué escuchas, hija? - La sonata no. 20 de Schubert, el andantino.
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