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Carnet de identidad

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Mario Obrero

Mario Obrero

Los tilos ya han florecido. Los he estado observando durante mis paseos. Sus hojas tienen forma de corazón, bordes aserrados, y son ligeramente peludas. Las flores, ocultas bajo las hojas, nacen en pequeños racimos amarillos y huelen, como dijo Rimbaud, a las tardes de junio:

No puedes ser formal con diecisiete años. ─Es una hermosa tarde, de bocks y limonadas, De cafés ruidosos con arañas brillantes. ─Y vas por la avenida, bajo los tilos verdes.

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Desafiante y aburrido el joven poeta camina por la ciudad hablando solo, buscando algún modo de perder el tiempo o de matarlo. Diecisiete años son quizá pocos años para un poeta, pero son en cambio muchos para un tigre. Si nacen en libertad, los tigres viven solo unos diez años. En cautiverio, sin embargo, su esperanza de vida aumenta y pueden vivir hasta veinte. Así que Rimbaud, aquella tarde, debía de ser un poeta muy joven o un tigre que acababa de escapar del zoo. Diecisiete años tiene también Mario Obrero, el poeta que nos acompaña como invitado estrella (las de mar, si son grandes, viven hasta los treinta años) a este número 32 de conVersos. Con Rimbaud, además de la precocidad, Obrero comparte ese no-sé-qué-cosa-es: si audacia o temeridad, si inocencia o descaro.

es difícil vivir en un río nombrado por todos los poetas en una higuera poblada de todos los pájaros (…) todo lo que sé todo lo que no sé promulga su anuncio entre los peces

Raquel Figueiras, artista plástica y poeta, ha venido a visitar nuestro Mirador por segunda vez. En la primera ocasión (fue en el número 17 de la revista) Figueiras nos trajo sus Nidos de la mano de Esther Lucio Marino. En esta, es Paloma Espartero quien dialoga con sus ciudades inclinadas: «Los ojos» escribe Paloma «de las ciudades pájaro carecen de párpados». Maravilla.

Otro tesoro que nos trae este número 32 es el recorrido que Tirsa Caja, en Poeta a la Carta, hace sobre Blanca Varela. El viaje comienza con una foto de la poeta y Octavio Paz en París; para luego perder su rastro en una de esas curvas que solo Varela sabe dar: «más antigua y oscura que la muerte / a mi lado / coronada de moscas / pasó la vida»; y acaba en las manos reposadas de Gamoneda.

El toque alegre y picante de la revista lo pone Manuela Sola Castro en Territorios diversos, con una di-versión de Caperucita roja, «Chocolates con churros», que estoy segura habría hecho las delicias de Rimbaud. Y, para terminar,

nuestra habitual y querida sección de Fondo de armario, donde nos acompañan los poemas astrales de Carmen Crespo; los tan delicados y quietos de Claudio Carrillo; las palabras que se-asoman-y-no de Esther Lucio Marino; y la poesía horizontal y deliciosa de Tirsa Caja. Esperamos que os guste la revista. Y, por favor, cuando hayáis terminado de leerla, no dejéis de dar un buen paseo entre los tilos con Rimbaud: «¡Los tilos huelen bien, en las tardes de junio! El aire es tan suave, que hay que entornar los ojos».

Nieves Pulido

Poeta a la carta

Tirsa Caja nos entreabre la puerta para acceder al cuerpo poético de Blanca Varela en: Blanca Varela - “Esta ínfima y rebelde herida de tiempo que soy”-

Hay una foto circulando en alguna publicación de internet que muestra a una jovencísima Blanca Varela sentada en el respaldo de un banco, en París. A su lado Octavio Paz y su marido el pintor Fernando de Szyszlo. Nostálgica foto, en el París de 1949, epicentro cultural que nos sitúa en la ebullición literaria y artística de entonces; envidiable, a pesar de que fueron años difíciles en una devastada Europa marcada por la penuria física y moral de la posguerra. El papel de la literatura desde ahí era defenderse, defender la vida, como afirma Octavio Paz en el prólogo a Ese puerto existe, primer libro de la autora, del que fue impulsor, propiciando su publicación. “No creíamos en el arte. Pero creíamos en la eficacia de la palabra, en el poder del signo. El poema o el cuadro eran exorcismos, conjuros contra el desierto, conjuros contra el ruido, la nada, el bostezo, el claxon, la bomba. Escribir era defenderse, defender la vida. La poesía era un acto de legítima defensa. Escribir: arrancar chispas a la piedra, provocar la lluvia, ahuyentar a los fantasmas del ruido, el poder y la mentira. Había trampas en todas las esquinas. La trampa del éxito, la del “arte comprometido”, la de la falsa pureza. El grito, la prédica, el silencio: tres deserciones. Contra las tres, el canto. En aquellos días todos cantamos. Y entre esos cantos, el canto solitario de una muchacha peruana: Blanca Varela. El más secreto y tímido, el más natural.” Suficiente motivación esa foto para situar y definir la poética de la autora, enmarcarla en el contexto histórico y cultural, en el antes y el después, en las oportunidades para una labor creadora a la que se entregó desde niña, aun sin saber qué sucedía dentro de ella y por qué esa necesidad de escribir. “Yo fui a París en 1949, el mismo día que me casé con Szyszlo, porque todos los jóvenes de mi época pensaban que era el centro del mundo artístico, donde las ideas estaban naciendo.” Europa señala su entrada definitiva en la poesía, en contacto con un grupo de creadores, en un tiempo despojado de ilusiones y de perspectiva. Ese “largo túnel”.

En este contexto, en ese tiempo irrepetible, tendría oportunidad de conocer a escritores y artistas de la época como Sartre y Simone de Beauvoir, Breton, Fernand Leger, Henri Michaux, Giacometti, entre otros. Con ellos frecuentaría los cafés emblemáticos compartiendo reuniones y tertulias. En pleno escenario del surrealismo y existencialismo, la participación pública de las mujeres en la poesía era casi irrelevante. Blanca en un mundo exclusivo de hombres, en el que, sin adherirse explícitamente a ninguna bandera feminista, lleva en todo momento una vida que habla por sí misma del derecho a la libertad. Libertad que ella misma se otorgó: “Yo creo que de lo que se trataba era de que la poesía fuera un lenguaje para todos. No pensaba en la mujer o en el hombre, pensaba en un individuo, un ser humano que me daba lo mismo fuera hombre o mujer. (…) Lo más interesante que está pasando en el Perú, en particular, es el movimiento poético femenino. Las mujeres están escribiendo cada vez mejor. Y ese titulito que le ponen a veces a la poesía femenina, eso de poesía erótica femenina, me parece que sobra. (…) El hombre escribe lo que le da la gana. Y eso también deben hacer las mujeres.”

Nacida en 1926 en la ciudad de Lima, venía alimentándose de las vanguardias de los años treinta en su país, del desgarro de Vallejo, del surrealismo de Moro y Westphalen. Desde su entrada en la universidad, fue compañera de generación de Sebastián Salazar Bondy, de Javier Sologuren y Jorge Eduardo Eielson entre otros, con quienes compartió inquietudes, tertulias literarias y primeras publicaciones en revistas. En sus años en París, surrealismo y existencialismo eran corrientes estéticas que conformaban la atmósfera artística del momento y que fueron dejando algún rastro en la poesía de Varela. En el caso del surrealismo, esta influencia es más reconocible en sus primeros versos, aquellos que forman parte de El fuego y sus jardines, presencia que va difuminándose y con la que explícitamente no se identifica, por exceso de verbosidad. El surrealismo le atraía por la riqueza de las imágenes y por la ruptura y libertad que representaba, pero lejos del automatismo y la intervención del subconsciente, en su poética no todo queda en manos del azar. En contacto con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, con la que mantuvo buena sintonía a pesar de la diferencia de edad, incorporó el existencialismo como actitud filosófica ante el mundo: “Conviví muy de cerca con los existencialistas y arraigaron en mí el dolor de existir y el compromiso con la vida. Con los surrealistas comparto sólo su rebeldía y su afán

de libertad”, llegó a decir. El existencialismo de alguna manera marcó su poesía para siempre, en el tono nihilista de muchos poemas, el absurdo, el desasosiego, el abandono de dios, presentes siempre a lo largo de su trayectoria. Aún así su obra no acaba de encajar en ninguna de las tendencias literarias del momento, sino que las ignora para emprender su solitaria y particular aventura literaria, sin precio, sin claudicación, desde la honestidad siempre, nutrida de reflexiones acerca del ser humano. Ni la llamada generación de los 50, ni aquella clasificación simplista entre poetas puros y sociales, bastan para contener su poesía. Octavio Paz la excluyó definitivamente de cualquier clasificación: “Blanca Varela es un poeta de su tiempo. Y, por eso mismo, un poeta que busca trascenderlo, ir más allá. Apenas escrita la última frase, siento su inexactitud: en poesía no hay más allá ni más acá. Vanidad de las clasificaciones literarias (…): a nada se parecen más estas líneas de un poeta del siglo XIV (el Almirante Hurtado de Mendoza): A aquel árbol que mueve la hoja, / Algo se le antoja..., que a estos versos de Blanca Varela (que también recuerdan a Buson y a Bashô): Despierto. / Primera isla de la conciencia: / Un árbol. La poesía no tiene ni nombre ni fecha ni escuela. Ella también es un árbol y una isla. Una conciencia que despierta.”

OBRA POÉTICA

Toda persona que se aventure a leer a Blanca Varela se expone a quedar marcada por esa herida de vida que está presente ya en el primer poemario y que mantendrá como temática central con pocas variaciones. “Esa podría ser mi poesía, un riesgoso viaje a ninguna parte, para volver y empezar otra vez y otra vez.” La exploración de la realidad y la aceptación de la misma, a la que interroga sin obtener respuesta. “Creo que comencé a escribir para ver si «alguien» contestaba mis más secretas y obsesivas preguntas; esas que sólo pueden hacerse los niños cuando descubren la sordera total de los mayores, de Dios, del mundo, del cosmos.”

Desde su primera publicación, se aprecia un tránsito gradual que va desde la búsqueda de sentido, el escepticismo, el nihilismo , el desgarramiento metafísico. Su producción no demasiado extensa suma un total de ocho libros publicados: Ese puerto existe ( 1949- 1959), Luz del día (1960-1963), Valses y otras falsas confesiones (1964-1971), Canto villano (1972-1978), Ejercicios materiales (1978), El libro de barro (1993-1994),Concierto animal (1999) y El falso teclado (2000-2001). Poética de lo que acontece, el existir mismo con todo lo que lo que acarrea. Pronto aprendió que la poesía no estaba en la superficie de las cosas. Constantemente huyó de la expresión efectista, del ruido poético, de la hojarasca. Por el contrario, por encima de ningún reconocimiento social se mantuvo fiel a su particular identidad poética, apostando por la autenticidad, a través de una escritura honesta y libre, despojada de ínfulas, sabiendo lo difícil de su empresa, el duro enfrentamiento de la escritura a la dificultad de decir. Ser poeta no es fácil.

Último poema de junio ( Ejercicios materiales)

Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La her mosa, la violenta flor del ridículo. Pétalo de carne y hue so. ¿Pétalos? ¿Flores? Preciosismo bienvestido muerto de hambre, vaderretro.

Se trata simplemente de heridas congénitas y felizmente mortales.

Luz alta. Bermellón súbito bajo el que te despiertas de pie, caminando a ninguna parte. Pies, absurdas criaturas sin ojos. No se parecen sino a otros pies. Y además estas manos y estos dientes, para mostrarlos estúpidamente sin haber aprendido nada de ellos.

Dulce animal, tiernísima bestia que te repliegas en el olvi do para asaltarme siempre. Eres la esfinge que finge, que sueña en voz alta, que me despierta.

Blanca se esforzó en equiparar la verdad con la vida, de ahí la constante preocupación por estar “en el sitio de mi alma”. Busca no mentir cuando no puede hacer otra cosa que escribir inevitablemente desde la desesperación, el absurdo, la necesidad de entender. En ella hay una constante preocupación por la autenticidad y la lucha por conseguirla. Habla del alma como lugar y señala un fuerte contraste materia/espíritu: “verbo que no alimenta, cifras que no sacian.”

Conversación con Simone Weil

─los niños, el océano, la vida silvestre, Bach ─el hombre es un extraño animal.

En la mayor parte del mundo la mitad de los niños se van a la cama hambrientos.

¿Renuncia el ángel a sus plumas, al iris, a la gravedad y a la gracia?

¿Se acabó para nosotros la esperanza de ser mejores ahora?

La vida es de otros. Ilusiones y yerros. La palabra fatigada. Ya ni te atreves a comerte un durazno.

Para algo cerré la puerta, di la espalda y entre la rabia y el sueño olvidé muchas cosas.

La mitad de los niños se van a la cama hambrientos.

─los niños, el océano, la vida silvestre, Bach. ─el hombre es un extraño animal.

Los sabios, en quienes depositamos nuestra confianza, nos traicionan.

─los niños se van a la cama hambrientos´ ─los viejos se van a la cama hambrientos.

El verbo no alimenta. Las cifras no sacian.

Me acuerdo. ¿Me acuerdo?

Me acuerdo mal, reconozco a tientas. Me equivoco. Viene una niña de lejos. Doy la espalda. Me olvido de la razón y del tiempo.

Y todo debe ser mentira porque no estoy en el sitio de mi alma. No me quejo de la buena manera. La poesía me harta. Cierro la puerta. Orino tristemente sobre el mezquino fuego de la gracia.

─los niños se van a la cama hambrientos. ─los viejos se van a la muerte hambrientos

El verbo no alimenta. Las cifras no sacian.

─el hombre es un extraño animal.

Este poema, en comparación con otros, incluso dentro del mismo poemario está hiper puntuado. Utiliza todos los tipos de puntuación, guión dialógico, interrogación, comas y puntos para separar cada verso, cada oración. Poema collage hecho de múltiples yuxtaposiciones, mediadas de silencios, en el que conviven varias voces. Los versos entrecortados y secos producen un gran impacto expresivo. La repetición intensifica el sentido que va y vuelve y señala lo que importa. Su poética cargada de significados en tensión se construye con la menor carga posible de referencias personales sobre sus propias vivencias. Escéptica voz que no da por sentado ningún orden, sino que observa y cuestiona la realidad. Se nutre de la vida, sus vaivenes y circunstancias, de la condición humana. En ella hay crudeza, desgarro, desesperanza. Y silencio. Con una estética esencialmente austera, limpia de adornos innecesarios, mezcla sin embargo, incluso dentro de un mismo libro, poemas de una estricta concisión con otras composiciones expansivas, de verso largo, versículo o bien alternancia de ambos.

A la realidad

y te rendimos diosa el gran homenaje el mayor asombro el bostezo

En su primer poemario Este puerto existe, su yo poético, masculino al inicio, pronto cambia. Alguna máscara o personaje en ocasiones suplanta ese yo, para huir de lo confesional. La poesía ─viene a decir─ no tiene género. El sujeto lírico no es otro que el ser humano y el animal humano. Este yo masculino se hace evidente en el poema Puerto Supe: “En esta costa soy el que despierta/ entre el follaje de alas pardas” O en este otro fragmento de:

Los pasos:

Cuando niño di muchos aquellos cuentan hasta morir, los más puros y crueles. Aquel hacia la mariposa o hacia el gato que murió al poco tiempo, o aquel hacia la madre, para llorar sobre su oscura falda sin olores, sobre su vientre que amo todavía como mi casa, pecera, nido sombrío y fresco.

En su búsqueda del sentido de la existencia, puede aún generar poemas esperanzados:

La lección

Como una moneda te apretaré entre mis manos y todas las puertas cederán y lo veré todo y la sorpresa no quemará mi lengua y comprenderé entonces el crecimiento de las plantas y el cambio de pelaje de las pequeñas crías.

Hallaré la señal y la caída de los astros me probará la existencia de otros caminos y que cada movimiento engendra dos criaturas, una abatida y otra triunfante, y en cada mirada morirá la apariencia y desnudo y bello te arrojará la fábrica entre nosotros.

Luz del día se configura como una alternancia entre la oscuridad y su sombra. La sombra es un lugar en el que se puede confiar, la luz por el contrario proporciona una visión plana: “Somos una forma que cambia con la luz/ hasta ser solo luz, solo sombra.” Utiliza en el siguiente poema, igual que en otros muchos casos, el juego de contrarios para conseguir tensión: “inmóvil río que crece. Centro de la niebla, desgarrón luminoso.” También enumeraciones exhaustivas y repeticiones, recursos expresivos que son frecuentes en casi todos sus poemas.

No estar

No estar, no estar, no estar. Un reflejo a la entrada de la cueva, la carrera en medio del día, la mañana invisible, la nube de polvo. Desde el fondo tirar la red. ¿Quien cae? ¿Quién vive? Esto es la noche. Esto soy yo. No quiero ver las estrellas. no quiero ver lo que ha de morir,

ni imaginar tu rostro ni moverme hacia lo que amo.

Inmóvil tras mi cuerpo soy un río que crece, que avanza en la noche.

Tiempo, rostro de limo, espejo trizado. Repite este aire caliente que gira, hazlo una piedra, un círculo en el agua que me devora. Lánzame mil veces de espaldas, despéñame, lléname de ojos devuélveme mis palabras, mis pensamientos, más violentos que la luz.

Recuerdos donde tú eres yo Y haces el mismo gesto de amor en la oscuridad.

Voy hacia la ventana, me asomo al día negro y allí estoy, al centro de la tiniebla. algo roto, sustancia herida, desgarrón luminoso súbitamente borrado, color apartado de los labios, luz ambigua, noche de fuego y hielo, silencio, muros de ecos, ser de espaldas.

En su tercer poemario, Valses y falsas confesiones, empieza a prescindir de la puntuación, aunque ya antes había experimentado con la ausencia de la misma. Los “Valses” son poemas que apuestan por la imagen, la metáfora y la extensión frente a la contención. Composiciones largas, más abiertas, ligadas al recuerdo de su Lima natal en algún caso, con cadencia que imita los movimientos de vals, vueltas que vuelven.

Vals del ángelus

Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo, la de la última sala, junto a las letrinas, la de la herida

negra como un ojo bajo el seno izquierdo. Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus crías, la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe abor tar en cada luna, la que sangra todos los días del año. Así te he visto, vertiendo plomo derretido en las orejas inocentes, castrando bueyes, arrastrando tu azucena, tu inmaculado miembro, en la sangre de los matade ros. Disfrazado de mago o proxeneta en la plaza de la Bastilla ─Jules te llamabas ese día y tus besos hedían a fósforo y cebolla, de general de Bolivia, de tanquista en Vietnam, de eunuco en la puerta de los burdeles en la plaza México. Formidable pelele frente al tablero de control; gran chef de la desgracia revolviendo catástrofes en la inmensa marmita celeste. Ve lo que has hecho de mí. Aquí estoy por tu mano en esta ineludible cámara de tor tura, guiándome con sangre y con gemidos, ciega por

obra y gracia de tu divina baba. Mira mi piel de santa envejecida al paso de tu aliento, mira el tambor estéril de mi vientre que solo conoce el ritmo de la angustia, el golpe sordo de tu vientre que hace silbar al prisionero, al feto, a la mentira. Escucha las trompetas de tu reino. Noé naufraga cada mañana, todo mar es terrible, todo sol es de hielo, todo cielo es de piedra. ¿Qué más quieres de mí? Quieres que ciega, irremediablemente a oscuras deje de ser el alacrán en su nido, la tortuga desollada, el árbol bajo el hacha, la serpiente sin piel, el que vende a su madre con el primer vagido, el que solo es espalda y ja más frente, el que siempre tropieza, el que nace de ro dillas, el viperino, el potroso, el que enterró sus piernas y está vivo, el dueño de la otra mejilla, el que no sabe amar como a sí mismo porque siempre está solo. Ve lo que has hecho de mí. Predestinado estiércol, cieno de

ojos vaciados. Tu imagen en el espejo de la feria me habla de una terrible semejanza.

“La poesía tiene una música interior: la respiración del individuo, del ser humano. Yo creo en la poesía como expresión y creación, no como asunto verbal ni juego de palabras. Soy muy feroz a veces... uso adjetivos que no son los que poéticamente tienen prestigio y no me importa, porque la necesidad del poema es mucho más importante que mi propia necesidad. La poesía para mí es un motivo para vivir. Si tengo una religión, sería la poesía” Feroz, efectivamente con los adjetivos, feroz con lo postizo y lo convencional, la crítica feroz a lo institucionalizado. Irreverente, su religión es otra. Poema de tono y forma muy diferente, por su desnudez y concisión es este perteneciente al mismo poemario. En él aparece la ironía como modo de rebajar la tensión que produce tan atroz realidad:

Poderes mágicos

No importa la hora ni el día se cierran los ojos se dan tres golpes con el pie en el suelo, se abren los ojos

y todo sigue exactamente igual En Canto villano la relación del sujeto con el mundo se va estableciendo en un ámbito más cotidiano, de ahí el calificativo de villano. Hay elementos que se van domesticando, lo que contribuye a intensificar su significación. Aunque la estética de la autora se mantiene austera, se aprecia una mayor inquietud expresiva. Dos formas completamente opuestas en su composición se alternan: poemas brevísimos, a veces algo sentenciosos, dan paso a otros de largo desarrollo, incluso de varias páginas.

Reja

cuál es la luz cuál la sombra

La voz poética va progresando hacia el escepticismo. Aparece la ironía al tratar temas tabú, al desacralizar y mirar con ojos no creyentes. Desengañada de las tradiciones cristianas y maestra en el arte de manejar los contrarios, da la vuelta a las interpretaciones bíblicas, humaniza lo divino: “desprotegido niño hecho a medias.” La última estrofa una vez más expresa la dificultad de decir, la escritura sin asideros.

Cruci-ficción

de la nada salen sus brazos

su cabeza sus manos abiertas sus palmípedas manos su barba redonda negra sedosa su rostro de fakir

hecho a medias un niño un dios olvidadizo lo deja sin corazón sin hígado sin piernas para huir en la estacada lo deja así colgado en el aire en el aire arrasado de la carnicería

ni una línea para asirse ni un punto

ni una letra ni una cagada de mosca en donde reclinar la cabeza

En el siguiente poema, representativo de su yo lírico femenino, son de destacar los tres últimos, potentes adjetivos: “atenta, desarmada, sola.” Animal de palabras, a media voz entre la palabra y el silencio. En el “casi”. Y sola y desarmada.

Media voz

la lentitud es belleza copio estas líneas ajenas respiro acepto la luz bajo el aire ralo de noviembre bajo la hierba sin color bajo el cielo cascado y gris acepto el duelo y la fiesta

no he llegado no llegaré jamás en el centro de todo está el poema intacto sol

ineludible noche

sin volver la cabeza merodeo su luz su sombra animal de palabras husmeo su esplendor su huella sus restos todo para decir que alguna vez estuve atenta desarmada sola casi en la muerte casi en el fuego

El atrevimiento, la curiosidad y la desobediencia son castigados, cuando se trata de una mujer. Blanca fue considerada por algunos como no feminista. La propia apreciación de Octavio Paz, que, de manera un poco ambigua la define como un verdadero poeta (así, en masculino) donde, según como se mire, puede hallarse una crítica soterrada a otras escrituras escritas por mujeres o bien una defensa de la independencia de género en la poesía. Ella fue poeta, fue mujer y fue, a mi modo de ver, feminista de la forma más autentica de serlo: de comportamiento. Las actitudes no se cambian solo con banderas. El siguiente poema podría representar quizá la rebeldía que es imprescindible para que las actitudes cambien. Su desobediencia dará lugar a la obtención de un nombre propio femenino, pasando de ser animal de sal a ser animal de palabra.

Va Eva

animal de sal si vuelves la cabeza en tu cuerpo te convertirás

y tendrás nombre

y la palabra reptando será tu huella

En este siguiente, como en otros poemas, está presente también la ironía como modo de afrontar el desengaño o la desesperanza. La huella del existencialismo transversal a toda su obra, lo absurdo, la falta de sentido. Una vez más la imposibilidad de decir: ”boca pintada del silencio”, también boca irreverente que se atreve a decir sobre la ciencia. El poema termina parodiando a Quevedo, “polvo seremos más polvo enamorado”.

Monsieur Monod no sabe cantar

querido mío te recuerdo como la mejor canción esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres que ya no soy que ya no seremos y sin embargo muy bien sabemos ambos que hablo por la boca pintada del silencio con agonía de mosca al final del verano y por todas las puertas mal cerradas (…)

querido mío

a pesar de eso todo sigue igual el cosquilleo filosófico después de la ducha (…)

sigue apta para todos la vida perdurable intacta la estupidez de las nubes intacta la obscenidad de los geranios intacta la vergüenza del ajo los gorrioncitos cagándose divinamente en pleno cielo de abril Mandrake criando conejos en algún círculo del infierno y siempre la patita de cangrejo atrapada en la trampa del ser o del no ser

tú sabes la pasión la obsesión la poesía la prosa el sexo el éxito o viceversa el vacío congénito el huevecillo moteado entre millones y millones de huevecillos moteados tú y yo you and me toi et moi tea for two en la inmensidad del silencio en el mar intemporal en el horizonte de la historia porque ácido ribonucleico somos pero ácido ribonucleico enamorado siempre

En el poema que da título a su quinto poemario, está muy presente la animalidad del ser humano a través de lo corporal incluyendo el adentro, vísceras, grasas, fluidos. El cuerpo como si se tratara de una res se entrega al matarife, con el dolor casi humano del propio ser humano. Lo que a su vez implica la humanización del animal. El destino, despiadado, se materializa en la mano de dios. Ese dios con minúscula, que así siempre lo nombró. Las enumeraciones, numerosas y recurrentes son chorros de voz que parecen emanar sin mediación de ningún propósito previo, sino que aparecen sin ser buscadas y propician el poema en desarrollo.

Ejercicios materiales

Convertir lo interior en exterior sin usar el Cuchillo (…)

lo exterior jamás será interior el reptil se despoja de sus bragas de seda y conoce la felicidad de penetrarse a sí mismo como la noche

como la piedra como el océano conocimiento amor propio sin testigos

conocerse para poder olvidarse dejarse atrás una interrogación cualquiera rengueando al final del camino un nudo de carne saltarina un rancio bocadillo caído en la agujereada faltriquera de dios enfrentarse al matarife entregar dos orejas un cuello cuatro o cinco centímetros de piel moderadamente usada un atadillo de nervios

algunas onzas de grasa una pizca de sangre y un vaso de sanguaza sin más condimento que un dolor casi humano (…)

que así vamos y estamos que así somos en la mano de dios

En esta escena final, materializa conceptos tan abstractos como la eternidad: “bisagra, pequeño ruido en la noche de la carne.” La puerta adquiere en su obra una fuerte simbología, que suele tener relación con la muerte

Escena final

he dejado la puerta entreabierta soy un animal que no se resigna a morir

la eternidad es la oscura bisagra que cede un pequeño ruido en la noche de la carne

soy la isla que avanza sostenida por la muerte o una ciudad ferozmente cercada por la vida o tal vez no soy nada solo el insomnio y la brillante indiferencia de los astros desierto destino

inexorable el sol de los vivos se levanta reconozco esa puerta no hay otra

hielo primaveral y una espina de sangre en el ojo de la rosa

Ejercicios materiales, en clara alusión a los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, plantea el contraste cuerpo/ espíritu, que se resuelve en una cierta renuncia cercana al ascetismo. Los sentidos y las percepciones que llegan a través de ellos.

Lección de anatomía

más allá del dolor o del placer inescrutable balbuceando su lenguaje de sombras y brumosos colores

la carne convertida en paisaje en tierra en tregua en acontecimiento en pan inesperado y en miel en orina en leche en abrasadora sospecha en océano en animal castigado en evidencia y en olvido (…)

flor de carne carnívora entre los dientes de carbón ah la voz gangosa entrecortada dulcísima del amor saciándote saciándome saboreando el ciego bocado

los mondos los frágiles huesecillos del amor ese fracaso de hambre esa tristeza futura como el cielo de una jaula (…)

Más allá del dolor y del placer la negra estirpe el rojo prestigio la mortal victoria de la carne

A menudo sus poemas entran en diálogo con obras del arte y la cultura de su tiempo.

Estos parecen en ocasiones un pretexto para tratar con distanciamiento del yo sus temas obsesivos: el desengaño, el desencanto. En Malévitch, más que el propio tema pictórico, interesan sus reflexiones metafísicas: la abstracción como reducción de la realidad que es compleja, incierta e inexacta. Trazos existencialistas que nunca abandonará.

Malévitch en su ventana

1

ah mon maitre me has engañado como el sol a sus criaturas prometiéndome un día eterno todos los días

de lo inexacto me alimento y toda el agua de los cielos es incapaz de lavar esta ínfima y rebelde herida de tiempo que soy

polvo rebelde si con los cabellos de polvo desordenado para siempre jamás por un peregrino pensamiento persigo toda sagrada inexactitud suave violencia del sueño

palabra escrita palabra borrada palabra desterrada voz arrojada del paraíso catástrofe en el cielo de la página hinchada de silencios

aquí el ojo comienza a desteñirse a no ser

y la voz se quiebra inaudita (alguien ha perdido definitivamente su balsa) a la deriva sobre el océano sopla el viento de la indiferencia por la puerta entreabierta llega la aurora más silenciosa y pálida que nunca (…)

3

hoy me despierta

con su delgado resplandor abstracto la esperanza la oscuridad del naufragio se escapa como un gato por la ventana y alguien vuelve si

alguien vuelve desvelado y sin prisa con un pequeño rectángulo de eternidad entre las manos

Sin fecha

A Kafka

Suficientes razones, suficientes razones para colocar primero un pie y luego otro. Bajo ellos, no más grande que ellos ni más pequeña, la inevitable sombra que se adelanta y voltea la esquina, a tientas.

Suficientes razones, suficientes razones para desandar, descaer, desvolar. Suficientes razones para mirar por la ventana. Para observar la mano que cuenta a oscura los dedos de la mano.

Poderosas razones para antes y después. Poderosas razones durante. La hoja de afeitar enmohecida es el límite. (…)

Defenderse del incendio con un hacha. Del demonio con un hacha, de dios con un hacha. Del espíritu y la carne con un hacha.

No habrá testigos. Se nos ha advertido que el cielo es mudo. A lo más se escribirá, se borrará. Será olvidado Y ya no existirán razones suficientes para volver a colocar

un pie y luego el otro. No obstante, bajo ellos no más grande que ellos ni más pequeña, la inevitable sombra se adelantará. Y volteará la misma esquina. A tientas.

Los animales en manos de los hombres, seres indefensos al igual que los niños “una niña, un animal, una idea” que no pueden zafarse de la crueldad, en este caso simbolizada en los tábanos. La corona de moscas parece una referencia a la pasión cristiana, bajando una vez más el tono hacia un suceso “menor”, cotidiano y a veces invisible. Y por ello mucho más despiadado.

Ternera acosada por tábanos

podría describirla ¿tenía nariz ojos boca oídos? ¿tenía pies cabeza? ¿tenía extremidades?

Solo recuerdo el animal más tierno llevando a cuestas

como otra piel aquel halo de sucia luz

voraces aladas sedientas bestezuelas infamantes ángeles zumbadores la perseguían

era la tierra ajena y la carne de nadie

tras la legaña me deslumbró el milagro mortecino la víspera el instinto la mirada el sol nonato

¿era una niña un animal una idea? ah señor qué horrible dolor en los ojos

qué agua amarga en la boca de aquel intolerable mediodía en que más rápida más lenta más antigua y oscura que la muerte a mi lado coronada de moscas pasó la vida

El libro de barro es su poemario más unitario, compuesto por 23 poemas en prosa, con evidentes rasgos surrealistas que dan como resultado composiciones de una extraordinaria belleza expresiva. Basado en la memoria y el olvido colectivos, en busca del origen. La especie se replica en cada individuo. El barro que somos, el barro al que volvemos.

Hundo la mano en la arena y encuentro la vértebra perdida. Sombra de marfil, desangrada. Mi padre sonríe. De este lado del mar la espuma es oscura. Huele a fiera me dice la pequeña amiga. El mar huele a vida ya a muerte, respondo. Supongamos que es así.

La salud aferrada a la roca. Piedra sensible a la luz. El cazador carece de manos y pies. Es ciego y desea. Y su deseo es el bosque bajo el agua, poblado de sexos en flor o de flores maestras que horadan el silencio con sus grandes picos rojos y lentos.

Pero clasificar estos poemas como prosa poética no es tal vez adecuado. Lo que se aprecia aquí son numerosas yuxtaposiciones que, indistintamente, podrían haberse distribuido como cortes versales. Una vez más Blanca pasa por encima de toda convención formal, al hacer lo que el momento del poema le pide.

La mano de dios es más grande que él mismo. Su tacto enorme tañe los astros hasta el gemido. El silencio rasgado en la oscuridad es la presencia de su carne menguante.

Resplandor difunto siempre allí. Siempre llegando. Revelación: balbuceo celeste.

Día cerrado es él. Dueño de su mano, más grande que él.

Se evidencian, continuamente recurrentes en ella, la imposibilidad de nombrar y el juego de contrarios:

¿Qué dice ese cuerpo inmóvil en su movimiento? Está solo. Lo otro es aire alrededor de la isla que danza.

Digo isla y pienso en mar. Digo mar y pienso en isla. ¿Son lo mismo?

Se suceden vacío continuo y plenitud sin nombre.

Los poemas de Concierto animal se desarrollan en torno al más desgarrado dolor. Aquí no siempre ha conseguido eludir la referencia personal, un yo doliente y desesperanzado. Un aullido en silencio frente a la muerte de lo más amado, el hijo. Aparece la vejez, el deterioro, la aceptación de la muerte.: “Morir cada día un poco más/recortarse las uñas/ el pelo/ los deseos”

La muerte se escribe sola una raya negra es una raya blanca el sol es un agujero en el cielo (…)

la pobre niña sigue encerrada en la torre de granizo el oro el violeta el azul enrejados

no se borran

no se borran

no se borran

Para leer a Varela también hay que estar dispuestos a leer entre líneas. Las yuxtaposiciones abundantes crean huecos de silencio que el lector ha de llenar. El verso “no se borran” con largos silencios en medio ha de ser llenado de un dolor para el que no existen palabras. En El Falso Teclado, su último libro, vuelve a la palabra contenida y exacta.

Visitación

dejé el demonio encerrado en un cajón en su pequeño lecho de crespón

afuera el ángel vuela toca la puerta

espera

en una mano la rima como una lágrima en la otra el silencio

como la espada

échame de mi cuerpo son las doce

sin sol ni estrellas

Nuevamente la sabia lección del animal que nos enseña la aceptación y la serenidad ante la muerte como parte de la vida:

Nadie nos dice

nadie nos dice cómo voltear la cara contra la pared y

morirnos sencillamente así como lo hicieron el gato o el perro de la casa o el elefante que caminó en pos de su agonía como quien va a una impostergable ceremonia batiendo las orejas al compás del cadencioso resuello de su trompa

solo en el reino animal hay ejemplos de tal comportamiento cambiar el paso acercarse

y oler lo ya vivido y dar la vuelta

sencillamente dar la vuelta

Sencillamente morirnos, sencillamente dar la vuelta. Los numerosos críticos y estudiosos de su obra y ella misma coinciden en que una feroz auto exigencia la llevaba a repasar exhaustivamente su trabajo, dándose pocas veces por satisfecha. Ese puede ser el motivo de su más bien escasa obra publicada, a pesar de escribir mucho. Pero al lector esa escritura, que afirma ser tan trabajada, parece llegarle como recién salida de la entraña, como obedeciendo a un mandato en el que la poeta es vehículo y tiene el deber de transmitir, obligación de la que no puede sustraerse. Tal es su autenticidad y su fuerza. Tampoco los lectores podemos sustraernos a su lectura que nos arrastra desde el primer poema.

No se me ocurre otro modo de terminar esta humilde y siempre insuficiente tentativa de ahondar en la poética de Blanca Varela que con un fragmento del epílogo que Antonio Gamoneda aportó para su poesía reunida bajo el título Donde todo termina abre las alas, en donde el propio autor confiesa que ante la experiencia de su lectura, que refiere como breve y cegador aspecto textual, nada puede hacer, sino entablar un diálogo entre los poemas de Blanca y sus propias palabras, que se funden, “no para valorar el texto ni interpretarlo convencionalmente, sino para comulgar con su tensión”.

Blanca:

Tu infancia cerca del pájaro carnívoro. ¿Conoces Puerto Supe pues al alcaudón verdugo? Canta y las aves acuden a sus blancas uñas. Luego las crucifica en los espinos. Desgarra y canta a causa del amor y se alimenta de lo que ama y crucifica. Sueña con pétalos sangrientos, no se sabe si es pájaro que llora. Blanca: ¿vino a ti alguna vez el alcaudón llorando?

BIBLIOGRAFÍA

Blanca Varela: Donde todo termina abre las alas: Poesía reunida (1949-2000), comentada por Adolfo Castañón. Galaxia Gutemberg, 2001. Blanca Varela: Como Dios en la nada (Antología 1949-1998), comentada por José Méndez. Visor, 2005. Blanca Varela: Y todo debe ser mentira, selección y prólogo de Olga Muñoz Carrasco. Galaxia Gutemberg, 2020. Blanca Varela: Canto Villano: Poesía reunida, ( 1949- 1996), (Prólogos de Paz, de Roberto Paoli y Adolfo Castañón). Fondo de cultura económica, 1996, México. Olga Muñoz Carrasco: Sigiloso desvelo. Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

Fondo de armario

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