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El otro 2 de abril

Por Ignacio Conde

Pienso en el 2 de abril, y me invade el triste dolor del recuerdo de la guerra, una tragedia argentina, donde nuestros hijos, los hijos de las familias que conforman esta nación, fueron a la guerra, sufrieron el dolor y el tormento de la injusticia que plantea este mundo, con imperialistas, conquistadores y saqueadores que inclinan la balanza en la organización de las naciones.

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Pienso en mi hijo, y pienso en el otro 2 de abril, en la tragedia mundial que viven nuestros hijos, los hijos de las familias que forman esta comunidad global, donde el índice a escala mundial muestra que 1 de cada 100 niños que nacen, está en el espectro (TEA). Aquí en el país, 1 de cada 37, (otra tragedia argentina). Heredamos el mundo de nuestros padres y abuelos, pero el concepto de familia se está transformando; cada vez es más disruptivo con el modelo que presenta la sociedad.

Las sociedades ya no son el resultado de las aspiraciones de un pueblo, su idiosincrasia, legado cultural y valores; hoy se modelan en laboratorios de ingeniería social.

La obsolescencia programada y la contaminación, junto a la industria de la comida chatarra, representan a uno de los principales depredadores de nuestra naturaleza, clima y salud. Provocado en nosotros y nuestros hijos, desórdenes como las intolerancias alimenticias, las alergias, la obesidad, la celiaquía, la diabetes o el cáncer, por nombrar solo algunas de una larga e interminable lista... ¿Y cómo dejar de pensar en los químicos y metales pesados de toda la industria cosmética y farmacológica, creando adicción y deterioro paulatino de todo el sistema orgánico vital?

Está claro que el mundo no está preparado para lo que se avecina, tampoco se están tomando medidas preventivas. Las estadísticas hablan por sí mismas en todos los órdenes y áreas de la vida globalizada. Una sociedad preparada y entrenada para la supervivencia del más apto, donde rige la ley de la selva y la competitividad extrema, donde no hay lugar para los seres sensibles o “Especiales”. Cómo continuar cuando leemos las estadísticas y comprendemos que para dentro de aproximadamente una década, uno de cada dos niños estará en el amplio espectro del Autismo.

Cuando se piensa en los derechos, en las leyes, las normas y las regulaciones que hay en la burocracia de este sistema- que no tiene respuestas para una epidemia endémica y al exponencial crecimiento de casos y diagnósticos del espectro- nos golpea en el rostro la triste realidad de estar a ciegas en un mundo de sordos. No podemos pensar en ello, porque el propio mundo no nos cierra, es un cálculo imposible, es casi una reflexión paradojal que nos sume en el laberinto existencial de no poder mitigar la angustia que provoca un mundo “Contra Natura”. Que el día del autismo coincidiera (al ser internacional) con la conmemoración de la guerra de Malvinas, señalando dos hitos muy fuertes, difíciles de ser compartidos en una misma ceremonia, no es casualidad. Hoy como argentino asumo que la casualidad no existe: hablamos de otra guerra perdida, donde los padres como soldados en un campo de batalla hostil, tienen que enfrentar diariamente las peores penurias, abandonados por quienes debían protegerlos. Padeciendo la persecución del estado y las instituciones en cada paso que se da, porque las regulaciones parecen estar siempre en contra de nuestro libre albedrío o derecho constitucional a elegir sobre nuestra propia vida y nuestro propio cuerpo y el de nuestros hijos; de como alimentarnos, o medicarnos, o como lo hacemos con nuestros hijos especiales. Ignorando el cómo perdemos las ener- gías o las pocas fuerzas que nos restan -porque si no eres padre de un niño especial no sabes de su demanda cotidiana y permanente- ante la burocracia de un sistema diseñado para que siempre pierdas o te canses y abandones.

Muchos emprendimientos han surgidos de estos padres que, al no encontrar alternativas válidas en la sociedad, han puesto manos a la obra para crearlas a pesar de las dificultades familiares y económicas que implica tener hijos especiales. La sociedad a través de las dudosas y oscuras ONGs y el sistema, responden con críticas y persecuciones, pero sólo estos valientes padres tienen la osadía de intentarlo.

Las necesidades de estos niños, productos de un sistema depredador y contaminante, devuelven a los padres su lugar y su rol: la defensa de su hogar, de sus hijos y de sus derechos.

Pelear con abogados y recursos de amparo a las obras sociales y prepagas para poder costear un tratamiento indigno. Pelear con instituciones para poder brindarle una mínima educación esencial. Pelear con los sobre precios de todos los alimentos naturales libres de tóxicos. Parecería que hay que hacerlo todo por fuera del sistema, porque este no está preparado para darles un lugar en el mismo.

Cuando pienso en el 2 de abril como padre, pienso en nuestros hijos y el mundo que les dejamos y siento la herida abierta, el dolor y la vergüenza de que, aunque no lo veamos, les dejamos un mundo donde no tienen cabida, donde todo está hecho para que queden afuera, donde la contaminación visual y sonora los repele y los asusta, donde el prejuicio y el miedo los discrimina y los castiga. Donde los padres somos la última barrera de defensa entre la vida digna y el desamparo.

Otro 2 de abril con el corazón abierto, tratando de no perder las esperanzas de recuperar el territorio perdido, como padres, como argentinos, como seres humanos  iconde@fyn5.com

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