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SERIOSHKA HELLMUND
HELLMUND ARTISTA VISUAL SERIOSHKA
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Es 1968 y entre los conflictos estudiantiles en el mundo y la cercanía a los juegos olímpicos en México, en un año que comenzó con una nevada atípica en la ciudad de México y termina con el dolor de la matanza estudiantil en Tlatelolco y la alegría de la fiesta olímpica… en ese año, en Abril, yo nací, cómo tantísimos otros… con total desconocimiento de todo aquello que pasaba a mi alrededor y de los designios de los astros, de la política, de la sociedad y de la geografía que eventualmente, quizá, me llevaron por derroteros totalmente inesperados.
Y es así en donde, en medio de las expectativas de mis padres de que mi carrera profesional fuera el derecho, un exitoso paso por la UNAM, absorta con las cátedras del maestro Burgoa y con la nariz metida en un libro de Ortega y Gasset, yo doy un giro de 180 grados y tímidamente me formo en la fila de servicios escolares de la ENAP, ahora FAD, buscando una inscripción y dando el primer paso de un sendero tortuoso y fantástico, doloroso y maravilloso del arte. Entro a la universidad a los 19 años, después de haber ganado un año entre la preparatoria y la reanudación de los estudios, un año que quedó marcado por un viaje de estudios a Italia, a la academia “Lorenzo de Médici” en Florencia, donde estudié con Rose Shakinovsky y Claire Gavronsky pintura e historia del arte, estudié restauración y escultura…
Regresé al abrazo de la familia, regresé a un abrazo que siendo el mismo ya era otro, yo ya no era la niña que se había ido sin saber si regresaría corriendo. En una ciudad desconocida, aprendí a conocerme y cuando regresé, regresé sin irme de las calles empedradas, de exquisitos momentos de soledad, de respirar el aire desde nuevos pulmones, regresé casi valiente, casi lista para enfrentar al mundo desde mis 47 kilos, mis 19 años y mi mirada furiosa, desde una tristeza y una melancolía que nadie entendía, desde una rabia y una impotencia que se tradujeron en constantes enfrentamientos, en cuadros furibundos, en tratar de amaestrar al monstruo… pero el monstruo ya no era yo, era mi poco talento natural, era la oposición de mis padres y era saberme tan fuera de lugar como un home run en un partido de básquet.
Aprendí a desayunar huevos tibios con vino, a vivir sola, a vender pulseritas tejidas en el ponte vecchio, aprendí que el amor no siempre viene en la forma de un caballero con brillante armadura, si no quizá, en la mirada perdida de una pelirroja exiliada de su natal Nueva York. Ahí aprendí a masticar el italiano, a sobrevivir con menos de 10 dólares al día, a tomar té en las cafeterías y pedir más agua caliente para repetir. Aprendí a perderme en las medievales calles de la ciudad, a reconocer el dorado incandescente de las piedras de Piazza Signaría… y aprendí a salirme del guión sin gracia, torpemente aprendí a hacer lo que era el impulso de mi loco corazón cobarde que buscaba la valentía en cada hermosa esquina, cada mirada esquiva, cada sueño destruido y en los muros de la ciudad y las calles rodeadas de bandas de muchachos que por drogadictos eran peligrosos y por peligrosas las calles, la renta era mucho más accesible.
Aprendí a moverme más allá de una escuela de curas o monjas, y aprendí a no ruborizarme al pintar una modelo desnuda, aprendí el manejo del óleo y la adictiva costumbre del arte. Comencé a ver los espacios entre las formas, a entender la perspectiva, a enamorarme de las grandes obras, a conmoverme hasta las lágrimas frente a un cuadro, cuando el tiempo deja de existir y el corazón se convierte en una masa adolorida, cuando el roce de la belleza es tan profundo que el corazón, que no tiene receptores al dolor, te hace doblarte y cruzar los brazos tratando de protegerlo de ese golpe, de ese suspiro que es un huracán, de ese susurro que ya no me dejaría jamás… pasara lo que pasara.
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Y la ENAP, era un refugio, amigos tan perdidos como yo, tan jóvenes y frágiles como yo, tan ajenos a las reglas y tan decididamente locos, que aún son los amigos que abrazo. Entrar a un salón que olía a encausto, con el maestro Nishizawa, serio, sarcástico y sabio era un lujo que nunca me ha dejado. Entender el uso de los materiales y aprender de la paciencia del temple, la sensualidad de la cera, la fragilidad de la acuarela. Aprendí desde mis neuronas más profundas a reconocer el olor de la caseína y a tener cuidado del blanco de albayalde, ese veneno que da vida a los cuadros desde dentro, que es luminoso y que vendían en la farmacia cosmopolita y ahora, está prohibido y es imposible encontrarlo, ya no más a las mezclas de yema de huevo con el polvo luminiscente… a los dedos llenos de la mezcla que sabíamos que entraba por la piel, el polvo que trabajábamos sin mascarilla… quizá por eso lo retiraron del mercado…
Pero ser artista sigue siendo un riesgo, con o sin algunas substancias peligrosas, sigue siendo un riesgo poner en un lienzo pedazos del alma, usar el soplete en el taller y encontrar que se rompe la soldadura, buscar el tono exacto de rojo y al cambio de luz, saber que no era ese… Sigue siendo un riesgo buscar exposiciones, ventas, aprobación y encontrar ese rechazo tan cotidiano, al grado de que ya no duele… Pero más aún el riesgo de convertirte en una diva, o caer en una depresión profunda, el riesgo de vender tus convicciones, de no comer carne por semanas. El riesgo de olvidarte que si no dibujas ya perdiste todo, el peligro de la abstracción, que te hace olvidarte de la importancia de la forma. El peligro de las tendencias, de caer en el precipicio de un estilo y dejar la búsqueda por vivir en la zona de confort, huir de la tentación de creer en falsas lisonjas y en críticos hostiles… Ser artista es caminar en el filo de la navaja, cómo cuando se está frente a la terrible blancura de un lienzo y poner las primeras manchas, o cómo cuando se está en una cantina de Garibaldi, observando la sordidez y la vida honesta del que nada tiene, los albañiles travestis y los sardos que escapan hacia la bodega cuando llegan los capitanes. El prostituto que te cuenta que su mamá le regaló las tetas que con tanto orgullo te pide que toques, la mujer que sonríe desdentada desde una esquina, el hombre que te sigue furtivamente entre las calles obscuras de un centro de ciudad más vivo de noche que de día. El filo de la navaja en el trato con los pares, la honestidad que duele y ayuda, los amigos cabrones, serios, que te apoyan, te empujan y estimulan la creatividad y la conversación. Las pláticas intensas de cantina, las lágrimas por los amores y desamores, las ideas que no se concretan, las que son más grandes que una, las que son más pequeñas… la fragilidad de los conceptos y de nuestra verticalidad dudosa…
Y un día, me di cuenta, que al mirar hacia atrás, había exposiciones en los 5 continentes, bienales y menciones honoríficas, cuadros vendidos, exposiciones pactadas, gente conocida, mi nombre a veces familiar en círculos no tan íntimos… miro hacia atrás y veo cientos de libretas, cientos de ideas, un puñado de maestros que nunca me dejaron sola, 90 cajas de libros, un anillo y una esposa amorosa, la pequeña célula a la que llamo hogar con un perrito que jamás ha dudado de mí. Una familia amorosa aunque siempre dudosa y de poca fe, haciendo su mejor esfuerzo por entender una vida tan lejana a todo su entorno, a su mundo, al mundo que imaginaron. Un curriculum de envidia, y aun las dificultades para vender, aun la búsqueda de una fuente alterna de ingresos, hoy la construcción de un taller más grande y más completo, la emoción de la compra de herramientas y material. Aun el cotidiano esfuerzo de un escorzo o de una geometría imaginada. Aun el reto. Apenas, la mitad de un camino, de una vida vivida, intensa, y cuadros, esculturas, grabados, escenografías, guiones, almacenados en el pedazo de mi alma que más intensamente agradece los golpes de belleza que me dejan sin aliento.
¿Cómo se ha desarrollado tu trabajo? Soy trabajadora incansable, independientemente de los reveses y la fortuna de la vida, he logrado seguir trabajando en el arte siempre, a veces en cartulina, a veces con lino. Estudio todo el tiempo, leo, observo, visito museos, platico con amigos, me inscribo a cursos y, aunque he tenido bloqueos, dudas, desilusiones, pasado el mal trago, regreso a la compañía de pinceles y herramientas.
¿Cómo definirías tu estilo y qué buscas en la pintura? No creo que sea mi trabajo definir mi estilo… Yo pinto y cada experiencia nueva reformula mi trazo y mis formas… y yo no busco en la pintura, exploro, matizo, experimento, pero no tengo una meta, simplemente esto es lo que hago… y quizá por ello, he tenido la fortuna de no repetirme demasiado, tal vez nunca encuentre nada… tal vez eso sea mejor.
¿Por qué escogiste pintura y no otra expresión artística? Yo pinto, esculpo, hago grabado, monotipia, escenografía, diseño de interiores, dibujo, arte objeto… no escogí la pintura, escogí el arte.
¿Cómo fue tu acercamiento al mundo del arte? Vaya, supongo que el arte es algo que uno respira desde que nace, al igual que la cultura… el mundo del arte y el arte son cosas distintas, a veces divorciadas y al menos, se distancían con frecuencia y muy pocas veces se acercan. El arte ha sido mi compañía y los artistas de siempre mi familia. El mundo del arte es un escaparate al que pocos tienen acceso y que tiene más cercanía con la mercadotecnia y la moda que con el arte.
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¿Recuerdas tu primer deslumbramiento, tu primera vez de precisar plasmar, derramar, volcarte sobre una superficie? No, supongo que las primeras veces mias son las primeras veces de todos los niños, un papel, una crayola y manos a la obra, no hay más mundo que ese que se extiende sobre el piso, la pared, la hoja en blanco, el gis en el pavimento, dibujar en el polvo de la acera…
¿Qué pintores han influido en tu vida, y quién te gusta de los actuales? Artistas bienamados son Kandisnky, Rembrandt, Da Vinvi, Hildegarda Von Bingen, Klimt, Rothko, Agnes Martin, que liga la respuesta a la segunda parte, ella me gusta, me gusta Carmen Herrera, Claire Gavronsky, William Kentridge. Y más que gustarme, los admiro profundamente y respeto su trabajo y su ideología.
¿Crees que la Galería importa mucho en una exposición? Si y no… Una buena galería con buena iluminación y distancia para apreciar la obra ayuda a que la obra viva y se muestre en todo su esplendor, una galería no tan bien diseñada, pequeña y con no tan buena iluminación te obliga a ser más creativo y a buscar un entorno poco fácil.
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¿Qué es lo que quieres transmitir con tus obras? La posibilidad de la contemplación.
¿Qué sigue para ti? Seguir adelante, continuar, buscar, pensar y vivir hasta el día en que muera.
Tu frase favorita. La ciencia y el arte son las dos actividades humanas que cambian al mundo.
¿Qué aconsejarías a los jóvenes que empiezan en este complejo mundo de la pintura? El arte no es una profesión, es una forma de vida, cuando la religión y las instituciones educativas han fallado en la promoción de los valores, en hacer jerarquías amorosas e intelectuales sanas, que hagan del mundo un mejor lugar, nos queda el arte. Nos queda el Guernica, nos queda Goya, la empatía de Rembrandt, la espiritualidad de Rothko, la valiente abstracción de Hilma auf Klimt, el pensamiento de Cezanne, la vida de Artemisia Gentileschi, las enseñanzas de Hildegarda von Bingen… Cuando nada queda, siempre queda el arte, la filosofía… y sí, el arte es difícil, pero mucho más difícil, vivir sin arte. En un mundo caótico, violento, perdido… tenemos el arte, tenemos la música, tenemos la arquitectura. Es lo que nos ayuda a vivir. El arte y la naturaleza, es lo que permanece en el espíritu de la humanidad.
Agradecimientos: Agradezco a Rose Shakinovsky y Claire Gavronsky, por haber creído en mi, mucho más de lo que yo creía en mi. Agradezco a mis padres y hermanos porque aún sin entendernos nos hemos querido siempre y me han apoyado cuando el suelo se ha movido bajo mis pies. A mi esposa, por su incondicional amor y por momentos de reflexión y crecimiento. A todos los artistas que han venido antes que yo, que me acompañan y me guían, que me cuentan sus historias y me acompañan en las mías.
FOTÓGRAFA ANDREA LÓPEZ