Dubois Vive

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asada la independencia, Valparaíso y Santiago se constituyeron como las dos ciudades más importantes del país, donde se concentraba la economía y la política. El liberalismo económico y globalización de materias primas permitieron encarar obras necesarias para unir la nación. Desde 1840 este puerto se convierte en el más importante del Pacífico, por su disposición geográfica y tranquilidad para hacer negocios. En la mitad del siglo XIX comenzó la construcción del ferrocarril que unía las dos urbes y que permitió la emergencia de localidades de diversos tamaños a lo largo de su vía. El salitre es la llave a la bonanza. La industria elevó su productividad con el ingreso de maquinaria y la línea férrea construida desde el norte. En la séptima década del siglo XIX la producción se incrementó en un 172%. El 70% de las transacciones salitreras se hicieron desde acá, el mineral estaba en la ruta. A esto se suma la entrada a Europa del trigo y el cobre, con cifras alcanzadas entre 1873 y 1875 que solo se repitieron en 1915 en caso del cobre. En la remodelación de la industria salitrera destacaron capitales porteños. En 1880 comenzó el corretaje en Valparaíso. Alfredo Lyon Santa María transa acciones, bonos y letras de cambio desde su oficina. En 1892 se crea el salón de corredores, que continúa en la Bolsa de valores de la ciudad en 1898. En 1905 esta se convierte en Sociedad Anónima.

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La construcción de iglesias de religiones diferentes a la cristina marcan hitos de la presencia migrante en Valparaíso. La Iglesia Saint Paul´s en el Cerro Concepción(1858), La Union Church(1869) en calle Condell y la Capilla Evangélica Luterana en el Cerro Concepción((1898). El viejo continente nunca estuvo más cerca; la continua llegada de barcos traía mercadería y moda, esta de marcada influencia francesa. Las amplias faldas eran la tendencia desde mediados del siglo XIX. La preocupación por la ropa se materializaba que cada salida definía una tenida distinta. Era tanto en Europa como en Valparaíso, una época de ostentación.


Los cerros Alegre, Concepción y cierta parte del plan se definían por los hitos de estilo arquitectónico europeo, generalmente victoriano, como el Palacio Lyon, donde funciona hoy el Museo de Historia Natural. A veces se sintetizaba: un ejemplo es el Palacio Polanco, de estilo ecléctico, que ha sido ocupado como Casino de Carabineros, ubicado en avenida Brasil con calle Las Heras. El edificio Luis Cousiño, recientemente rescatado, fue construido entre 1881 y 1883, su esquina en punta de diamante parece la proa de un barco. Otro ejemplo híbrido, entre el eclecticismo y el neoclasicismo, es el Palacio Ross, construido entre 1888 y 1890, actualmente utilizado por el club Alemán. Desde la mitad del siglo XIX, los chilenos pobres huyeron del campo para acercarse a las ciudades, una migración silenciosa, que en gran parte absorbió Valparaíso. Entre los años 1885 y 1895 se contabilizaron nuevos 23.000 habitantes. Al año 1907 se contaba 50.000 más, 190.951 en total. En un contraste brutal, se hacinaban en conventillos. El promedio de personas por una pieza era 8. De los más de 500 conventillos, sólo 200 estaba realmente habilitados. Hoy se considera alrededor de las 300.000 personas la población de Valparaíso. No había, no hay tiempo para pensar en una ciudad con una oferta laboral limitada. Salen de las piezas con lo que saben, se despliegan por la ciudad socavando el proyecto de entonces. El aguatero o el que vendía carne ensangrentado gritaban al lado de quienes parecían disfrazados para una fiesta de salón. El humo de los anticuchos y sopaipillas de la Plaza O´Higgins al lado de los trajes del Congreso Nacional.

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Cada domingo los valores se elevan en los arriendos disponibles de la ciudad. Los habitantes, los hijos de los hijos de los hijos de los chilenos pobres deben quedarse arriba, ir subiendo, alejándose del plan. Como lo hace el fuego cada tanto, para precarizar aún más la existencia. El plan está diseñado para que transiten estudiantes consumiendo, los turistas son cuidados por la policía en la ruta patrimonial.

La ciudad que espera DUBOIS Por Cristóbal Gaete

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Los hijos de los hijos caminan con sus paños y los extienden por la ciudad. En el Diario La Estrella se contabilizan- el 21 de enero del 2013- 86 puestos de comida ambulante autorizados, 200 no autorizados. 78 solicitudes recibió entre 1874 y 1888 la autoridad para trabajar de manera independiente. Las quejas de los negocios establecidos parecen las mismas que hoy. Esperan que la policía los retire, pero a principios del siglo XX el cuerpo estaba en formación, y solo se contaban con 336 funcionarios para 120000 personas. Hoy tienen mucho más poder, respeto, pero nadie los enviará a limpiar las calles.

Todos esos paños confluyen en la Avenida Argentina el día domingo, en una feria que es una serpiente gigante con brazos en las calles adyacentes. No ha llegado el mall pero dicen que se viene, la posibilidad de consumir las marcas que en las calles se piratean o se consiguen tibias. Rubén Darío llegó en 1886 a Valparaíso para estar 1000 días y casi nadie se dio cuenta de quién era, excepto el hijo genio y deforme del fallido presidente Balmaceda. Las publicaciones tuvieron un auge tremendo; en la declaración de intenciones redundaban en decir que el ánimo era ilustrar, hacer pensar a una ciudad que se enriquecía ciega. Si hoy hay alguien como Rubén Darío jamás lo sabremos, hacer 100 copias de un libro es desaparecer, y poco más se hace si no es útil a la sociedad en algún fondo concursable. Al poeta lo enviaron acá, y en la rudeza del puerto hacia el arte se forjó un carácter unívoco. La plaza Victoria sirvió en la primera parte del siglo XIX como lugar de escarnio público, sea para animales o para personas. Se transaban esclavos mapuche. Hoy no parece tan distinto,

luego del disparo de Guiseppe Briganti sobre dos jóvenes en la protesta. En 1837 fueron fusilados allí quienes traicionaron a Portales, que definió el carácter del Estado chileno. Briganti parece el brazo del Estado (desarmado) que se entregó al capital. Esos dos jóvenes no han sido los únicos caídos en las protestas, un año paradigmático para la historia social porteña es 1903, donde una movilización dirigida por el anarquista Magno Espinoza llevó a la masa contra El Mercurio de Valparaíso, donde cayeron cuerpos en un número que la historia popular contó como 7. El Mercurio miente era antes El Matasiete. La bohemia porteña ya existía, como la oferta de prostitución. Hoy aparece renovada o deformada, según el punto de vista; el comercio sexual se ejerce en algunos topless y la bohemia ha pasado a llamarse carrete, en discotecas que parten desde la tarde al pulso del reggaetón. Con pase escolar es más barato, si entras a la universidad podrás emborracharte desde temprano, la noche llegará antes. Curado, no podrás pensar. Ni movilizarte como lo han hecho en las calles

las columnas pidiendo cambios profundos en educación, socavando el poder del Estado en las calles. Las sociedades obreras eran agitadores culturales, pues sus constantes reuniones siempre tenían números artísticos. Hoy, quienes caminan por Yungay hallan las fiestas obreras escondidas de día domingo, los llamado popularmente “caldillo de vieja”. En las casas se armaban cantinas para sobrevivir, bastaba una niña que cantara. Estas fiestas eran solo permitidas el día domingo y los feriados. Durante la segunda parte del siglo XIX se construyeron grandes teatros, con capacidades muy superiores a las que hoy tienen. El decreto de la Alcadía Municipal del 22 de febrero de 1889 consideraba 709 espectadores para El Teatro de la Victoria, 990 para el Nacional, 250 para el Odeón. Aquel decreto lo firmó Alejo Barrios; en los documentos de la época aparecen nombres que hoy están impresos en calles y parques. El teatro se hace en lugares que no son del todo aptos, las compañías porteñas los utilizan y resignifican. Treinta personas era la total


capacidad de La táctica del avestruz/el color secreto, en el subterráneo de un bar pachangero patrimonial. En Sitio eriazo, en la Subida Ecuador, un lugar que parece parte de la posguerra, se organiza un espacio que produce alimentos y entrega cultura alternativa.

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Las tertulias era el espacio de reunión en Valparaíso. Rosario Orrego, la primera periodista y prosista chilena, recibía en 1870 a intelectuales internacionales. Las danzas de origen europeo eran las más practicadas entre las clases alta y media: contradanzas, polka, zamacueca y la habanera. Con el cambio de siglo se integró la influencia norteamericana como el vals Boston, el one step, el fox trot y el shimmy. Paralelamente, comenzó a tomar el lugar que aún tiene el tango. La ópera era un género de gran penetración en el público, al punto que las compañías salvaban sus giras a partir de esta ciudad. Las estudiantinas, zarzuelas y otros espectáculos era parada obligatoria antes de Lima, capital del virreinato, que mantenía influencia. La vida artística de Valparaíso se representaba en las casas de música, que eran la mayor cantidad en Chile.

La decadencia de Valparaíso comenzó en 1900. Santiago comenzó a centrar la actividad; en 1906 el terremoto botó parte importante del puerto; en 1912 se abrió el puerto de San Antonio y dos años más tarde el Canal de Panamá. Hoy vivimos visitados por los enamorados de la decadencia, artistas que se irán después de fotografiar nuestra miseria, europeos que se enamorarán de una sudamericana. Las rejas no los dejarán ver el puerto, el movimiento de los containers, como el mar se aleja de nosotros mientras celebramos la farándula y sus goles. El modelo europeo da paso hoy a uno norteamericano, para la instalación de un mall en la zona de la estación Barón. La Empresa Portuaria de Valparaíso licitó la zona para la construcción de un centro comercial que intervendrá una zona eminentemente patrimonial, quitándole el sentido ciudadano. En el siglo XIX, esa era una zona ocupada en tomas de terreno.

Pero Valparaíso expulsó a Mc Donalds, y habrá nuevos lugares de esconderse del proyecto comercial turístico. Pliegues en escaleras para ver la ciudad, ver los rayados que la grafitean, la reescriben. Un horizonte más arriba para huir de los planes del puerto referentes al Terminal 2, que bloqueará la vista desde el plan. Se ampliará la zona en 185 kilómetros afectando las especies, además de intervenir profundamente el sector de Laguna Verde, edén de los porteños, y colapsar las vías de acceso a la ciudad desde allí y Placilla.

La finalidad de estos proyectos está lejos de las necesidades de la ciudad. Tanta alteración para 473 empleos directos, y la expulsión de quienes trabajan en el Muelle Prat, que dan la felicidad sencilla del turista: ver una ciudad a lo lejos, desde el mar. La contaminación del agua inhibiría la pesca artesanal y ya no sería lo mismo sentir el agua en San Mateo o Las Torpederas. A menos que nos organicemos y lo impidamos.

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9 de marzo de 1905

Hace dos días, los crímenes eran distintos. Eran peleas de arrabal, cuchillazos de borrachos. Hoy alguien atacó a un extranjero rico e influyente de Santiago. Como nadie podría comprender algo así, en las calles alrededor, mientras caminaba hacia Huérfanos 865, decían que era un suicidio. Pero hay alguien que no sabemos quién es, pero que no podemos imaginar como un delincuente común, comunicándose con gruñidos con sus colegas, al borde del vicio. Lo apuñaló en el corazón con un cuchillo que atemoriza a otros extranjeros exitosos. Sea quien sea, es alguien que está en el corazón de la ciudad, o que vive en él, como el miedo. Ernesto Lafontaine, telegrafista en Santiago, de origen francés, conoció el cuchillo en su corazón hace dos días. Aquel hombre tenía 54 años, había enviudado y tiene un hijo que estudia. Era amable con su colonia, no dudaba en prestar o relacionar a quién se lo pedía. Su cuerpo fue golpeado con un laque de plomo y rematado con la puñalada al corazón. Tenga o no cómplices, el victimario fue presa de éxtasis: rompió todo en la oficina, o quizá eso fue sucediendo en el forcejeo con la víctima. Debe haber quedado impregnado con su sangre. En la calle Huérfanos, la policía buscó un sospechoso entre quienes curioseaban y discutían del llamativo crimen. Dos cuadras siguió a un tal Emile Dubois el detective. Su acento francés lo marcó, igual que sus opiniones que parecían acabadas, seguras, desafiantes. En una vitrina, el extranjero se detuvo, miró por el reflejo. Se enfrentaron; con Dubois afirmando su inocencia caminaron a la comisaría. Uno al lado del otro, entrando al cuartel, se estampa la diferencia de vestimenta entre el sospechoso y el detective. Esta se agrava exponencialmente cuando es dejado con los detenidos en un patio. Aquel sospechoso parecía asqueado de estar cerca de lo más oculto de nuestra sociedad.

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Pese al apetito que debía sentir, ni siquiera quiso comer de los platos de lata que entregaron al almuerzo. Dos horas después es llamado y frente al Jefe de sección de seguridad son expuestos los motivos por los que fue aprendido: se lo ha visto rondado la oficina de la víctima, tiene un carácter amenazador y lleva sangre en sus zapatos. Sigue detenido. En el hotel de calle San Diego donde se aloja, las referencias son buenas, pese a las deudas contraídas, un móvil para llevar a cabo un robo parcialmente frustrado. El hijo de Lafontaine dice que solo le robaron mil pesos y un reloj, que lleva el nombre de su dueño escrito de manera imborrable. Respecto a la sangre, afirma que mató un pollo para una dieta de su hijo enfermo. El jefe ya conocía esa situación. Lo liberan. Solo un loco podría ir con zapatos manchados de sangre a la escena de un crimen reciente.

9 de septiembre de 1905

El miedo parece haber viajado en tren al puerto, una ciudad en un auge sin precedentes, que parece no tener techo. Cinco días atrás, en la calle Blanco, de gran actividad comercial, el cuchillo atravesó el corazón de Reinaldo Tillmanns, de ascendencia alemana, un hombre de 65 años de edad. El miedo parece extenderse sin control a la velocidad que la sangre se esparce por el suelo, lenta, gruesa, incontenible. El Mercurio de Valparaíso une este hecho al acaecido en marzo en la capital: “Un nuevo asesinato ha venido a agregarse a la larga lista de los crímenes alevosos de que en el último tiempo se ha hecho víctimas a personas conocidas del vecindario de Valparaíso…Es así este crimen la repetición de los demás de que han sido víctimas personas de posición en Valparaíso y que por desgracia, han quedado sin esclarecimiento y sus autores en la más completa impunidad”. Esta vez, el crimen es más limpio. El cuerpo de Tillmanns solo recibió la puñalada en el corazón, no hubo forcejeo, lo que supone un ataque sorpresivo y cierta expercitia. Menor fue el robo, diamantes que denunciarían al ladrón y treinta pesos. Escaso botín para un hombre cercado.


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17 de abril de 1906

8 de octubre de 1905

Como si fuera un relato unido a la generación del pánico, el asesino se apresura en clavar un nuevo corazón otra vez, el 5 de octubre. El hambre, las deudas del malvivir lo acechan y debe volver a atacar. Esta vez fue también un descendiente de alemanes quién cayó: Gustavo Titius, empresario ligado a la minería, de 55 años. El estado de Titius al ser hallado muestra una lucha mucho más fiera esta vez: la puñalada al corazón no fue precisa y recibió otras por la espalda. Una figura adecuada para cómo atacaba en el mapa de la ciudad el asesino, en el centro, con la intención de impactar de manera definitiva. Urriola con Prat, el centro comercial, donde estaba la bolsa. En un edificio lleno de oficinas de gente que hace dinero sin sudar, de forma inteligente. Pero esta vez la lucha vale la pena, el asesino se apodera de un botín importante, del pago de los jornales de un mes de una mina en Limache. Tres mil pesos, contra los treinta del asesinato anterior. Sin duda, el asesino conocía a la víctima, sino cómo saber el momento del ataque con tal precisión. En alguien en cierta medida como ellos, que mezclan los idiomas, que sueña con riqueza, que no teme mirar a los ojos el deseo. Como un acto más de un blasfemo, dejó el cuerpo en cruz. Seguro era su intención robar todo lo que pudiera. La posición del cuerpo permitió voltear sus bolsillos, sacar los anillos y el reloj, y dejarlo de forma inquietante. La caída del macizo cuerpo sobre el entablado no es lógica, debe haber sonado como un golpe seco que nadie quiso escuchar. Paradójicamente, desde esa noche el asesino podrá descansar. El miedo se profundiza. Los hombres corren buscando permisos para portar armas. No confían en la policía.

Esta noche del aterrador otoño ha caído un nuevo extranjero, camino a su mansión. Es Isidoro Challe, comerciante de origen francés. No fue del todo limpio; hay una puñalada en la muñeca que muestra la resistencia de Challe, cinco más en su estómago y la firma del asesino: el remate en el corazón. La herida fue hecha con el mismo cuchillo que hirió a Titius y Tillmanns, de once centímetros. Lo que lo aparta de los otros asesinatos es el móvil: esta vez no hubo recompensa alguna para el victimario, que parecía no buscarla. Quizá la recompensa era aquel cuerpo desparramado. Y el móvil era el odio. Las indagaciones acerca de los muertos en serie los muestran como sujetos miserables, que prestan dinero con interés. El juez a cargo del caso, Santa Cruz, de manera contraria a sus objetivos, desata cierta simpatía por el asesino al revelar información de los muertos. En la clase atacada, el miedo parece una roca que se lanza contra la impericia de nuestro cuerpo. El Diario Ilustrado, en su editorial de hoy, pide: “Si es necesario avóquese los procesos un ministro de Corte, vótense fondos extraordinarios, pero dese lugar, cueste lo que cueste a la vindicta pública. Es inconcebible, en pleno siglo XX un duelo singular entre un criminal y la sociedad entera, un duelo que se prolonga por años, y en el cual va resultando vencida la sociedad. Situación semejante es un reto a todos, es la burla de la justicia, es el escarnio de la autoridad. La paz social exige la sanción de esa cruzada de crímenes”. La policía de Valparaíso tuvo la oportunidad de atrapar al ladrón, pero no actuó. Los vecinos John Adam y Jorge Mutschler pidieron auxilio al Guardián Juan Contreras al escuchar los gritos rompiendo la noche, que respondipo que era un pleito de casados. Lo lograron convencer de subir con ellos, se enfrentaron a un individuo corriendo en su dirección; Contreras no reaccionó, lo que facilitó el escape en la dirección contraria del autor del crimen. Como un signo de impaciencia, en el mismo edificio, hay dos rasguños de cuchillo.

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30 de abril de 1906

El terror no era solo físico. Julio Duprés, que compartía el rasgo avaro de Challe, comenzó a recibir cartas informándole que era el próximo: “En bien de usted y de su familia, vengo a abrirle los ojos para evitarle una gran desgracia. Sé de un modo seguro que los cómplices del asesinato del monsiú Chal han acordado matarle a usted cuando entre por la noche a su casa en el caso de seguir alludando a la polisía”. La lengua ocupada en la carta da un rodeo complejo, pero irrumpido por groseras faltas de ortografía y de exactitud en el apellido de la última víctima. Es el disfraz de un delincuente sofisticado, que toma el habla chilena para parecer un asesino de bajo pueblo. Me cuesta creer que uno de ellos llegara al corazón de la ciudad, a menos que sea por este último crimen, el cual no fue realizado en la oficina, por ende, no implicaba acceso a riqueza alguna. Frente a la presión de los poderosos, nos sueltan en las calles. Debemos buscar de día y de noche, en salones y prostíbulos. No hayamos nada, imaginamos algo errado. Donde sea que está el asesino, sabe que lo buscamos.

3 de junio de 1906

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Mientras más se vigilaba, más se llamaba al ladrón, que ya gastaría el dinero robado en su gran golpe. Se mostraba lo pequeño que era Valparaíso, todos los crímenes en cinco cuadras. El corazón de la ciudad, o su cerebro, donde se decidía cómo se movían los cuerpos en el puerto, en las minas, la fuerza de trabajo. Un viejo dentista de origen inglés, sobre sesenta años, Charles Davies, era el próximo elegido. Pero el asesino erró, al abrir la puerta de la oficina en la plaza Aníbal Pinto lo esperaba Davies, un hombre mayor pero resistente, que aguantó el golpe del laque. Faltó la firma, porque mientras huía Emile Dubois se recuperó Davies, que gritó al guardia. El asaltante cruzó hacia Melgarejo, Blanco y Errazuriz, para ser atrapado en Bellavista, mientras era agredido con peñascos por quienes parecían jugar. Era un reflejo, quizá; perseguir el mayor asesino de la clase alta, mientras caían miles de porteños anónimos por la peste.

El Estado contra Luis Brihier

Dubois comienza a existir al ser apresado. Es donde comienza a crear su mito, con la altivez que encaró el camino al patíbulo. Su rostro es el de la estatua, frente a las caras móviles, olvidadas, de quienes lo procesaron. Charles Davies reconoció a Dubois cuando lo trajeron a su oficina. Está sucio, embarrado; la impostada elegancia comienza a caer, como si fuera una vuelta al pueblo pescador de Etaples en Francia. La pregunta de origen tiene respuesta única; mientras las que responden al tránsito presentan variaciones.



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Como si su existencia en Valparaíso fuera lo tangible, y todo lo demás es caminar por la ciudad bajo pesada niebla, en la que cualquier esquina mal tomada te deja a la intemperie, en una historia interrumpida. Afuera de la oficina de Davies lo esperan gritos e insultos. Arregla sus ropas y sale fumando, con tranquilidad. El rostro de la estatua comienza a erigirse, frente al silencio de quienes esperaban alguna muestra de debilidad. Su habitación de calle Cumming es allanada y se encuentra una lista de adinerados extranjeros, donde se hallan víctimas marcadas por una cruz, además de especies que lo vinculan definitivamente con ellas: diamantes, documentos bancarios y llaves. Las herramientas de ataque fueron recogidas de las calles durante la primera noche detenido, pesquisado el cuchillo con la medida que entró al corazón de los muertos. El interés convirtió el caso en un folletín diario de nueves meses por la especial personalidad del sospechoso, un animal enjaulado que golpeaba con retórica. Llegó a pedir una nota de agradecimiento por todas las noticias que generaba. Fue revelado el modus operandi: pedía dinero aprovechando la red de solidaridad de los migrantes a la que no podría acceder un chileno. De ahí los puntos que forman la breve red de movimiento del asesino. Lo llevan a Santiago, frente al juez Santa Cruz, engrilletado durante todo el camino. Se lo cela con énfasis, esperando los cómpli-

ces, inexistentes. Se identifica como Emile Dubois, hijo de José Dubois y María Rosa Morales. Los que si llegan son los curiosos, que desean visitarlo. Frente al juez, vuelve a colocar su rostro quieto frente a las acusaciones. Lo custodian armados, el público quiere lincharlo, pero mantiene una actitud que atraviesa, en su firmeza, la sociedad, como el cuchillo al corazón. Su cuerpo, envuelto en el mismo traje que fue apresado, es puesto en una celda de barro y paja en el Cerro Cárcel-lo que hoy llamamos Parque Cultural Valparaíso-. Recibe a Juan Achurra, que lo tortura junto otros agentes, buscando la confesión. Su celda se inunda con las lluvias, su ropa está inmunda y el grillete va quemando el pantalón. Es trasladado, según El Mercurio: “El calabozo que se le destinó es una pieza de bastante extensión, de paredes de cal y piedra, de un metro y medio de espesor. El techo es bóveda de ladrillo y las puertas son de fierro”. En medio del proceso son detenidos en Santiago unos criminales chilenos por el crimen de Lafontaine. Son juzgados a muerte, pero Santa Cruz considera que sus declaraciones fueron hechas bajo tortura. Con pocos días de diferencia se captura en Iquique a De Witt, otro migrante con problemas laborales y judiciales en Perú y Chile. Valparaíso cae derrumbado por el terremoto del 16 de agosto de 1906. Dubois es liberado de su celda y sus grilletes por otros detenidos. El resto de los amotinados esperan que lidere la fuga, pero se dan cuenta que es una causa perdida, que no es el impresionante asesino que describen los medios en un


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aparece


folletín de no ficción, encerrado junto a 597 reos más. Esa noche la autoridad actúa con total impunidad, cayendo inocentes. Si huye Dubois, no tendrá la posibilidad de escapar del patíbulo después; si muere, será uno más esa noche. No actúa, quienes lo hacen caen abatidos. Es hallado bajo unas ruinas con el aspecto alterado. Es castigado hasta que delata el plan. La defensa del abogado Agustín Bravo apuntó que la pena de muerte era incivilizada. Se recuerdan dos meetings por su libertad, uno atribuido a la organización de este abogado la noche del juicio; en la Mancomunal de obreros se reunieron cuatro mil personas. Alega demencia; Dubois no acepta ser defendido por esa vía, ni el latir de su corazón vale tanto como su orgullo. Toma su propia defensa; se encierra en su celda a prepararse, leyendo el código penal. El sicólogo argentino que lo retrata dice que demoraba exactamente lo mismo entre palabra y palabra. Su cuerpo se deteriora, engorda, hiede como su habitación, pero está decidido a salvarse. Dubois enfrenta la corte con una seguridad que imanta expectación. Declara que está convertido en el culpable perfecto de una serie de crímenes, y que, de suceder otros, también se le imputarían. De hecho, durante el proceso hasta de Perú llegaban nuevas informaciones atribuyéndole nuevos delitos. Su discurso de defensa va perdiendo fuerza, al punto que Dubois vuelve a pedir el apoyo de algún abogado. Engrilletado, es puesto en su celda. Tal como Valparaíso, pierde su garbo, y comienza la decadencia. Es visitado por Úrsula y su hijo. Escribe pidiendo indultos. Nunca hay miedo en el rostro del nacido como Luis Brihier Lacroix, que se endureció trabajando con su padre, herrero, y su madre, tabernera. Otra versión existente afirma que su madre lo abandonó al nacer y su padre lo reprendía constantemente, que lo criaron sus abuelos paternos. La dupla encargada de su primera biografía afirmará que era hijo de escritor, que soñaría los crímenes de ficción y los llevaría a cabo. Un artista del crimen. Se dirá que robó bancos en Francia, que falsificó dinero en Inglaterra. Que montó una obra en España y mató al protagonista. Su destino era derivar, incluso en la ficción. En 1893 llega al nuevo continente. Participó en alzamientos en Perú y Ecuador, en espectáculos de zarzuela en Venezuela. Desde su paso por Colombia no será solo un individuo, se enamoraría de él Úrsula, que con sólo 15 años cruza fronteras para estar con él, arrastrando a su hijo. Él mismo aumentaría el enredo con otra versión, la propia: al embajador de Francia le pidió pasajes de vuelta a Colombia como ciudadano de ese país, acudiendo su ascendencia francesa. Esta petición, sumada a su fama de sableador(petardista, entonces) muestran cuan escasos resultaban sus recursos. Otra información de su relato, esta vez tomada en la larga entrevista concedida a El Mercurio de Valparaíso el 13 de agosto de 1906, desmiente su mitificada presencia en una revolución en Venezuela: “No es verdad. Me encontré en un tiroteo, es cierto, pero como cualquiera otra persona. Asaltaban un pueblo las fuerzas revolucionarias y yo me hallaba dentro de la ciudad. Eso es todo”. La versión más respetada (Hirmas, 1968; relatos que sintetizan por lo menos en lo biográfico las declaraciones de testigos vinculados a Dubois) fija que su rastro por el mundo está seguido por la sangre; del pueblo natal emigró por matar al padre de una novia. Como segunda estación llega a las minas en Paso de Calais, allí conoce su cuchillo un mayordomo que lo había injuriado. Transita por su país hasta que es apresado por robo en Arras. En la cárcel decide partir a América. Al embarcarse cambia su nombre: Emile Dubois. Llega a las minas del Callao a trabajar, después de acudir a las redes de mendicidad de un extranjero. De Colombia a Panamá y viceversa; conoce a Úrsula y la conquista en un largo cortejo. Altera su apellido a Murraley. Trata de ser actor y fracasa, enamora a Catalina, amiga de Úrsula. Roba para continuar al lado de las mujeres, las lleva a Bogotá. Allí hace clases de francés y finge ser veterinario. Una revolución lo hace comenzar su carrera militar como teniente, rápidamente asciende a capitán. Los subordinados lo consideran cruel. La fiebre amarilla lo retira. Viaja a Ecuador con Úrsula, Catalina emigra a Perú. En Guayaquil no encuentra trabajo, se denomina Ingeniero en minas. En Perú, Úrsula es parte del personal de servicio del Hotel Mauri, consigue trabajo para Dubois en las minas de Huancacha, Bolivia. La mujer se queda en Oruro mientras él sube a las minas. En la altura se vuelve loco, mata un caballo.


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Catalina se prostituye en Oruro; Dubois la ocupa como cebo para robar y asesinar a un amigo que había juntado varios meses de trabajo y se retiraba de las minas. Lo troza en su cama, al lado de su hijo (nacido en Iquique en 1903) y lo distribuye en la ciudad. Viaja a Arequipa, en Mollendo se embarca a Chile. Le deja libras esterlinas a Úrsula, que es apresada junto a Catalina. Él, si lo sabe, no le importa. Viaja a Valparaíso. En el trayecto apuesta y pierde dinero, la neblina lo abraza. Las calles, desconocidas, invitan a perderse en cualquier giro. Se queda en un hotel. Pierde el último dinero en otras apuestas. Consigue dádivas monetarias con el dueño del hotel, inaugurando los sablazos en el territorio. Va a Santiago. De vuelta en Valparaíso se encuentra con Úrsula. Le deja dinero y se separan. Toma una pensión en Cochrane, en el cerebro financiero, las calles que hoy son pobladas por bancos. Allí comienza a confeccionar la lista de personas poderosas del puerto que caminan cerca del edificio de la Bolsa, sus itinerarios, el que será marcada por algunas cruces: Tilmanns, Titius y Challe. Se cambia a Rawson, a un hotel de baja calidad, tal como hoy lo sería en esa calle. Empieza un romance con Elcira, una criada del barrio. Para conseguir dinero empeña el reloj de oro de Lafontaine con el nombre de Luis Brihier Lacroix; se cambia a calle Cumming. Espera que vengan por él, en el centro de la ciudad. Mucha gente apareció desde la tarde anterior al fusilamiento. Dubois siempre recibió a los curiosos, vinculándose con todas las capas sociales. Parte de esa amabilidad era pagada con sobres de dinero y cigarros. En la víspera de su fusilamiento, el 26 de marzo de 1906, contrae matrimonio con Úrsula en su celda. Se despide y se acuesta, pero no logra dormir. Pide que no venden sus ojos, y grita que apunten bien a su corazón. Su fusilamiento se llenó de personas que en altura querían mirar sus últimos momentos. Su hijo recibía monedas de piedad en la entrada. La masa se abalanzó sobre su cuerpo caído, apenas los guardias pudieron contenerla.


a historia, el misterio, la escenificación, el culto convirtieron a Emile Dubois en un personaje constitutivo de Valparaíso, en tanto comparte sus características con la ciudad y su mito. Las distintas posibilidades artísticas absorben esa influencia, una forma de devolver a Valparaíso a Dubois. Fue tanta la importancia del caso, la saga de crímenes, que Carlos Pezoa Véliz sin nombrarlo-aún no era capturado- hizo hablar a una de sus acaudaladas víctimas en Reportajes Fúnebres, texto de periodismo ficción publicado en La Comedia Humana en noviembre de 1905. Reinaldo Tillmanns se perfila como un usurero en una tumba que parecía un arsenal de artillería, y el juez Santa Cruz parece alguien obsesionado por hallar un culpable, como lo diría más tarde Dubois.

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Dubois

en el arte Por Cristóbal Gaete

“Cuando recordamos a Dubois, es toda la psicología del puerto que revive; los atardeceres misteriosos, las callejuelas propicias al golpe de mano, el aburrimiento sin fin de la noche porteña. La obscuridad hizo germinar en ese cerebro protervo, degenerado, la idea del crimen monstruoso” -Joaquín Edwards Bello-

Dubois por Camilo Mori *

El impacto del caso, la fijación en la memoria de la audiencia, hizo que escritores lo tomaran como elemento de sus creaciones. Daniel Meneses, poeta de la Lira popular, hizo versos al fusilamiento con el cuerpo aún tibio. Otros estuvieron dispuestos a narrar los vacíos de la historia de Dubois, rellenándola con dosis de ficción, generando un híbrido donde resulta confuso separar la realidad de lo inventado. Tagle y Morales publicaron La verdadera historia de Dubois en 1907. La ficción superaba el contenido mismo del libro, pues suponía el libro basado en un manuscrito entregado por Úrsula (colombiana, esposa de Dubois) y Elcira (chilena que conoció en Valparaíso). Los escenarios hallaron en el personaje una historia adecuada, y también la tomaron de manera sincrónica, como La captura i fusilamiento de Dubois. Este era un drama llamado histórico- nacional en seis cuadros, escrita especialmente para el Circo popular de la Empresa Díaz y Campos. En la portada hay una ilustración de la portada. Otra obra similar, en tanto su anonimato de autor y destinada a la escenificación es Mis memorias: mi vida poética cantable y bailable: para piano, arma y guitarra y otros dos humanos instrumentos. Ambas datan de 1907. Otro libro también parece cubierto por el manto de la ficción desde su emisión es el que firma unos años después Inocencio del Campo, quien dice ser un ex convicto de la cárcel de Valparaíso y cuenta la historia de la fuga fallida. Este es mucho más citado que el anterior. Dos importantes novelistas chilenos también escribieron su versión de la historia: Carlos Droguett y Patricio Manns. El primero construye la novela Todas esas muertes(España, 1971, Premio Alfaguara), en que un artista se convierte en alguien de acción debido a su disconformidad con la injusticia, e incluso hace dialogar a a Dubois con Pezoa Véliz-a quién le cayó una pared en Viña del Mar ese día-, al igual que Manns. Es interesante como estos libros trabajan a partir de una derivación o densificación de la ficción del personaje, cosa que no sucede con otros libros que lo tienen como protagonista. Hacen de Dubois un ventrílocuo, deforman sus intenciones.


En libros que refieren las historias del crimen connotadas Dubois ha sido un personaje recurrente. En Las memorias del Inspector Cortés(1976, René Vergara), Los más sensacionales crímenes de Chile(1966, Claudio Espinoza) o Crímenes bajo sospecha: crónica roja en el Gran Valparaíso(2005, Mauricio Palma). Incluso el realizador de cómics Germán Adriazola sitúa a Batman persiguiendo a nuestro santo asesino. Abraham Hirmas, periodista policial, escribió un libro sobre el caso en los sesenta.

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En la poesía de los ochenta es un personaje recurrente. Lo visitan, entre otros, Eduardo Correa y Cristóbal Alamón. Rastreando producciones recientes hallamos la obra de teatro Un reloj… una llave… un culpable… Dubois, de la Compañía Laclaqueteatro, y una exposición centrada en su figura de la galería Bahía Utópica de muchos artistas. Parece lógico que un personaje así vuelta a las tablas, de la mano de la Compañía Teatro Turba, con Dubois Santo/ asesino.

Abraham Hirmas Emilio Dubois, un genio del crimen

Carlos Droguett Todas esas muertes

Patricio Manns La vida privada de Emile Dubois

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Teatro Turba Dubois Santo Asesino

Tagle y Morales La verdadera historia de Emile Dubois

Inocencio del Campo E.Dubois, relación verídica de sus crimenes y aventuras

Marcelo Escobar Mito del reyno de Chile

Sergio Ayala Buscando la leyenda

C.Musacchio Revista Sucesos


na de las frases atribuidas a Dubois en los momentos finales es “para el pueblo seré un santo”. Es un extraordinario caso de anticipación. Un delincuente muerto hubiese caído a la fosa común del cementerio de Playa Ancha, pero se pagó por un año de sepultura. El alcaide pagó el ataúd(antes recibió una nota de agradecimiento del francés por la grata estadía), fue trasladado en un carretón. Sobre su nombre real un trabajador del cementerio escribió Alias Dubois. Debido al alto impacto de su muerte comenzaron a visitarlo de inmediato. A las peticiones se sumaron las atribuciones de torceduras del destino, como la muerte de Montt, presidente que le negó el indulto. En la lógica de permanencia de las animitas, Dubois entra sobrado si tomamos la explicación de Víctor Rojas: “la animita surge de la muerte temprana, impactante, que troncha una vida. La creencia es que la persona fallecida ha de continuar una suerte de vida paralela, y puede hacer favores. Para establecer una instancia de contacto, se construye una especie de casa que se llama animita”. El ataúd con el cuerpo fue lanzado a la fosa común, los árboles cercanos se llenaron de placas de agradecimiento desde 1908. Se creó una animita y el lugar se acomodó para que la gente pudiese permanecer. La construcción de un muro para limitar el cementerio sirvió para las nuevas placas en un lugar perfecto para el mito, al borde del acantilado. El cronista Hugo Cortés lo describe de este modo: “En un vértice del cementerio de Playa Ancha, oculta encontramos la inscripción que señalaba su morada. En trazos negros, mal escritos, asomaba el nombre del tristemente célebre criminal. DUBOIS 17

Dos fechas apenas perceptibles era todo cuanto podría observarse. Digo mal, porque algunas velitas de luz mezquina acompañaban, como turnándose, a Emilio Dubios, “animita milagrosa”, para el sentimiento popular”. Entre los registros del culto de Rojas, está la Sociedad de amigos de Emile Dubois entre 1959 y 1970, que llevaban un memorial de los favores, la manifestación de su presencia o las soluciones que les otorgaba en el mismo entorno del camposanto. En 1986 la construcción de un camino costero quitó importante espacio al cementerio, incluyendo el sector que albergaba la animita. Rojas consiguió que se iniciara una campaña para mantener el culto, a través de un cuaderno que se llenó de firmas, además de entrevistas en El Mercurio de Valparaíso a pudientes creyentes. Se dio a conocer que gente relevante estaba en deuda con Emile, e incluso le realizaban misas en la parroquia San Juan Bosco.


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El lugar donde está hoy data de aquella mudanza, que incluyó el robo de las placas de mármol. La memoria del agradecimiento se redujo para volver a nacer; el hito de continuar el emplazamiento colaboró a difundir el santo milagroso para quienes no lo conocían. Así como Rojas ha sido el encargado de mantener el mito por escrito, tuvo en el enterrador del cementerio Juan Asenjo el cuerpo de la fe, quién pidió trabajo y lo encontró al lado de Dubois. Cuenta Rojas que Juan nunca se perdonó el robo de las placas y que al morir esperaba con los brazos abiertos a don Emilio. Hoy, a falta de sus restos, una ilustración de Dubois nos recibe sonriendo. La esquina que forma el lugar apenas da abasto para las placas que se yuxtaponen. Una tarde cualquier se ve a personas fumando y acompañándolo. El origen de ellos es disímil, gente que anda a pie y vehículos imponentes. En su peregrinación silenciosa, articulan una fe. Una fotocopia repetida da cuenta de una oración que le reconoce sus facultades de santo: (*)ORACIÓN A EMILE DUBOIS : SERVID A DIOS CON ALEGRÍA VENID A TU PRESENCIA CON REGOCIJO SOLO A DIOS LE DEBO EXPLICACIONES SON ALGUNAS PALABRAS QUE DIJO EMILIO ANTES DE SU MUERTE TRAS SER CONDENADO AL FUSILAMIENTO. LIBRA DE MI ALMA OH DIOS DEL LABIO MENTIROSO Y DE LA LENGUA FRADULENTA. ALCANZARE MIS OJOS A LOS MONTES DE DONDE VENDRÁ MI SOCORRO. OH EMILIO TU QUE ESTAS CERCA DE DIOS COMPARTIENDO EL SENDERO DE LA LUZ CONCEDE MI PETICION

Por Cristóbal Gaete QUE TANTO ME ANGUSTIA. (PEDIR EN SILENCIO) REZAR UN PADRE NUESTRO EN MEMORIA DEL SANTO. POR FAVOR EMILIO TU QUE ESTAS CERCA DE DIOS INTERCEDE ANTE EL Y PIDE POR MI ALMA. TE DOY GRACIAS POR LO QUE TENGO Y POR LO QUE VIENE EN MEMORIA DE MI VIDA, NO OLVIDES MIS SÚPLICAS Y PETICIÓN, NO ME OLVIDES Y LLÉNAME DE GRACIA QUE TANTO NECESITO EN EL NOMBRE DE DIOS. POR FAVOR, SACAR 10 FOTOCOPIAS Y DEJARLAS EN LA TUMBA. Otro motivo que aparece para tal culto, ya extraviado en algún video de youtube realizado por escolares, es la redestribución de la riqueza obtenida en sus robos. Un relato periférico, mantenido por la oralidad de abuelos de adultos que decían que “él[Dubois] había sido el defensor de los pobres y después lo habían ajusticiado(..)Este hombre había luchado por la gente más pobre”. Reinaldo Tillmanns, una de sus millonarias víctimas, descansa en el Cementerio n°2, con los ricos, al lado de figuras esclavistas. Sobre sus restos han tirados dos muertos más. El camposanto de Playa Ancha nació para el proletariado a fines del siglo XIX. Los restos de Dubois se perdieron en la fosa común, pero no fueron sepultados para la memoria. La energía de los anónimos olvidados parece confluir con él, sedimentando muy cerca del océano. (*) Se respeta la tipografía y ortografía.

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sta obra surge del interés por trabajar la dramaturgia con un material y con un concepto gestado en Valparaíso. Elaborar una ficción con la fisonomía del puerto, plasmar esa impresión que entrega la ciudad al caminar entre su arquitectura. Vestigios que quedan escondidos entre el óxido y el abandono, construcciones majestuosas, que nos permiten imaginar cómo fueron esos años. Dubois santo asesino es una reflexión poética en torno a la figura y al caso Dubois. Los personajes fueron trabajados como conceptos, voces en el discurso que articula la creación de un mito, donde los diálogos con la muerte o los soliloquios con su yo interno son solo trasmisiones de ideas.

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prisma Dubois Por Gustavo Rodríguez

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La estructura narrativa está organizada por capítulos donde se desarrolla el tránsito de este personaje, los datos del caso, las implicancias políticas, sociales e históricas de esta historia porteña. La temática de la obra reflexiona en torno a la ontología de la violencia, quién la origina y quién la responde; había mucha violencia en el ambiente, los medios de comunicación la utilizan con fines políticos. Es por eso que dentro del texto hay varias citas a El Mercurio de Valparaíso de la época dándole un perfil de documental al texto. La estructura dramática de Dubois santo asesino está basada en las ideas narrativas de Bertolt Brecht, dramaturgo alemán que utilizaba lo que en sus palabras se denominaba como distanciamiento: un efecto narrativo para que el espectador o el lector mantuviera la conciencia de lo que estaba leyendo o espectando, y así poder comparar lo que estaba observando con su entorno, ¿en qué estado estaba nuestra ciudad en relación con el pasado? ¿Cuál es su evolución? El espíritu de la dramaturgia de este texto plantea mi necesidad como autor de recoger parte de esta reflexión en torno a la ciudad. Relacionarla con nuestro presente, con nuestra historia. Emile Dubois se hizo famoso gracias a la fe del pueblo, pero también por la creación de artistas e intelectuales en torno a su figura. Las prostitutas y los ladrones lo eligieron como su protector, su santo. El único que se ensució las manos con gente que representaba a una elite inescrupulosa. Dubois asesinó, pero no asesinó a cualquiera y eso el pueblo lo agradece.

Puesta en escena

Fotografías por Jorge Moreno V. (*)

Dubois santo asesino se desarrolló durante el segundo semestre del año 2010. El estreno se llevó a cabo en el verano del 2011 en la capilla Santa Ana, que está ubicada en el Cerro Cordillera, a un costado de la Población Obrera, construcción centenaria. Con la memoria del puerto en nuestro entorno la propuesta creativa fue la de trabajar


desde el vestigio. La unión de lo histórico y lo contemporáneo es la idea central que atravesó el diseño de la puesta en escena, tanto en el vestuario, los elementos escenográficos y la iluminación. Se utilizaron focos de teatro tradicional, linternas y velas, resignificando la capilla como una inmensa animita y vinculando el espacio de representación con la imagen de Dubois en Valparaíso. El perfil experimental de la compañía de Teatro Turba se vio reflejado en la obra en el uso del espacio escénico en 360° estimulando la experiencia estética del espectador. El personaje de Dubois fue interpretado por cuatro actores, por lo tanto la conducción de la narración estaba sujeto a la capacidad de los interpretes de comunicarse con los espectadores, imprimiéndole al montaje algo que supera el

espectáculo y le otorga el carácter de vivencia y experiencia que va más allá de una obra de teatro. La realización de escenas en ambientes reales y en presencia de observadores tan próximos a la acción, nos permitió indagar en formas de la representación inexploradas hasta ese entonces por nosotros. El invitar a los espectadores a estar inmersos en las situaciones, los convirtió en testigos íntimos, puntos de vista que nos condujeron a una dimensión en que se vieron reemplazadas algunas convenciones del arte teatral, para dar paso una manifestación que consideró el cómo las personas se expresan en lo cotidiano. Una búsqueda expresiva hacia lo natural y crudo de lo humano que transformó la manera de enfrentarnos a la escena , acercándonos al lenguaje cinematográfico


Anochece. La bahía, la ciudad, su historia, su arquitectura. Año nuevo botellas vacías, borrachos, travestis, el patrimonio desnudo. Desde aquí comienza la cuenta regresiva.

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Todo es una cuestión de elección lo bueno, lo malo todo se mezcla. Al final resulta un embutido de ángel y bestia. Una pasta que tomo la forma de cualquier cosa. Todo es una cuestión de elección, de poder…

-Crees que todo es mentira, que sólo es un reportaje, crónica de diario, mito urbano - No tienes idea las noches desvelado que pase leyendo tus aventuras. – ¿Te dio miedo? Por eso no me gustan las armas de fuego, por cobardes, yo toco piel, yo apuñalo piel, yo destripo piel, la navaja parte en dos y basta, punto final.


Sinópsis argumental

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El hermoso asesinato de Emile Dubois Por Gustavo Rodríguez M. y Felipe Díaz G.

ño 2020. Santiago de Chile en la mañana, el sol ilumina el pavimento de la pista de aterrizaje. AURORA Brihier(26), francesa caucásica, camina tranquila por la manga del aeropuerto, guarda en su bolso de mano un ejemplar en francés de La vida privada de Emile Dubois, de Patricio Manns, novela acerca de su bisabuelo, primer asesino en serie de Chile, fusilado en Valparaíso a principios del siglo XX. Rumbo a las aduanas recuerda las manos de Patricio, en París, en un bar cerca de la casa de sus padres. Sostuvieron una conversación literaria que derivó en los muertos y exiliados de la dictadura. También recuerda cuando su padre le contó como llegó Patricio a su casa: mojado por la lluvia y emocionadísimo al saber que había encontrado un rastro del linaje de Dubois en Francia. Sus hermanos eran pequeños y ella aún no había nacido, pero ahí está ese libro en su bolso, una pista para resolver el misterio que circunda la muerte de su antepasado, por una condena judicial que considera injusta, mientras el funcionario del aeropuerto timbra su pasaporte. El sol aparece tras los cerros de Valparaíso, un centenar de personas baja por calles y escaleras, muchos de ellos llevan un bigote postizo. La brigada Dubois comienza su ajetreo, llevan pancartas, instrumentos musicales, pinturas, papel y explosivos para usar en el centro de la ciudad. EMILIO Morales(24) porteño, moreno y delgado, está sentado en el mirador del cerro Playa Ancha, satisfecho y consciente de su aporte a la formación de la brigada. Revisa su mochila, lleva sprays de pintura y las bombas molotov que la organización preparó anoche. Mira hacia el puerto, el sol despunta en dirección a Olmué, el borde costero está repleto de contenedores, grúas y en el muelle barón un mall. Lanza un escupo en la pendiente y desciende una escalera cerro abajo uniéndose a los otros brigadistas.

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Suena el despertador por un segundo y lo apaga DANIELA (28), de tez blanca y pelo negro, está acostada mirando un dibujo amorfo hecho con un dedo en el vidrio empañado de la ventana, aún no amanece. Piensa que el cambio de horario es una buena medida del gobierno si lo que quieren es mantener una población estática, con sueño, frío y mal humor. Abruptamente se levanta a encender el equipo de música y suena la cuña informativa de una radio comunitaria, la locutora está hablando de la votación de una ley de propiedad de imagen. Cae un chorro de agua fría en la cabeza de Daniela, grita tan fuerte que interrumpe el descanso de los gatos que viven en el techo. Daniela va cerro abajo en su bicicleta con una mochila cargada de afiches, una botella con engrudo y un rodillo, pasa entre los autos y los charcos de agua hasta llegar a plaza Sotomayor. Dobla a la calle Cochrane, demora 15 segundos en pegar 7 afiches juntos, se aleja y mira la imagen de Emile Dubois estampada en el anuncio, unas gotas de sangre adornan el rostro invitando al estreno de una obra de teatro. La lluvia cae, avenida Pedro Montt está repleta de personas manifestando su descontento. Cantan y bailan al ritmo de batucadas andinas, acusan a políticos y empresarios y reclaman derechos. Al llegar a 300 metros del edificio legislativo, la policía irrumpe con armas químicas por la calle frente al Teatro municipal. Aurora se esconde tras un kiosco, sus ojos pardo bajo una mascara antigás, su mano enguantada cubriendo con plástico la óptica de su cámara: las armas de los policías descendiendo de un bus. Emilio incita a un grupo de encapuchados a destrozar una farmacia, la saquean. Una turba pasa por fuera de la tienda huyendo del carro lanzaguas de la fuerza policial, Daniela se azota contra la puerta de vidrio de la tienda tras recibir un chorro de agua en la rueda trasera de su bicicleta. Emilio acude a su auxilio mientras ella tose a ojos cerrados en el suelo, él intenta levantarla pero se resiste, entonces toma sus cosas y le pasa su mochila para que extraiga un inhalador. Una bomba de pintura desprende 2 afiches. Media tarde en el décimo piso del edificio de la Compañía Sudamericana de Vapores,la hora de colación ha terminado y retornan los trabajadores de este departamento, algunos bostezan. La oficina esta fresca, el sol se cuela por entre las persianas iluminando la fotografía de Carlos(37), alto y barbón, es el encargado del sistema operativo electrónico de la empresa, elegido como el trabajador del mes, la foto ha estado ahí los últimos tres meses y es lo suficientemente grande como para distinguirlo desde el final del pasillo, donde está la fotocopiadora. Se abren las puertas del ascensor y desciende operando su teléfono, desde ahí tiene acceso total, su conocimiento en tecnología avanzada lo convierte en el pilar de la estabilidad de su empresa. Carlos está en su escritorio, un lugar pulcro y ordenado en donde todo parece estar dispuesto a ser utili-

zado, repleto de fotografías de niños con muleta en posición de campeones, grupos completos luciendo sus medallas. Enciende su computadora para identificar y analizar patrones de movimiento financiero, examina sistemas de vigilancia inteligentes y se vincula con diversos grupos subversivos. Recuerda tantos nombres sin cara de los héroes anónimos que combatían a la dictadura de Pinochet: Ramiro, Negro, Lobo, José Joaquín, Tamara, entre otros. El auxiliar de aseo le interrumpe, no hay nadie mas en la oficina, Carlos toma sus cosas, camina y enciende un cigarrillo, se detiene en el ventanal a ver el resplandor del sol en las ventanas de los edificios de Viña del mar y Con-con. Una luz del cielo choca contra una superficie de madera negra, se expande y contrae, difumina y se endurece. A 6 metros de altura esta el técnico iluminador sobre la punta de una escalera moviendo las cuchillas de un foco. Se oye la voz de un hombre haciendo pruebas vocales con la ópera Carmen de Bizet. Es ALEXANDER (30), robusto, pelo negro y tez blanca, actor que interpreta al inmigrante francés Emile Dubois en la obra teatral El hermoso asesinato de Emilio Dubois. Bajo la luz se acomoda el bigote postizo en el cuello y hace el ademán de pasar un objeto a Claudio(29), actor que interpreta a una de las víctimas del asesino: el empresario Alemán Gustavo Titius. Este hace el gesto de recibir el objeto, y el haz de luz reduce su tamaño iluminando solamente la mano. En el camarín de espejos, decenas de inhaladores provenientes de una mochila se dispersan en el piso, Daniela está cerca desnuda y mojada. Alexander canta con mucha potencia mientras atiende el chat y revisa la prensa en su teléfono. Claudio traslada la escalera con el iluminador, este alza la voz pidiéndole al técnico de sonido en la caseta que suba los contraluces. Daniela está desnuda, camina desde el fondo del teatro entre decenas de sabanas tendidas, movidos por una ventisca. Al ocaso, Aurora toma una cerveza y coge su cámara, se dirige al balcón de su habitación a observar las fotografías del enfrentamiento de esta mañana. Le llama la atención una en donde aparece el apellido Dubois en un afiche. En su computador la prensa constata dos jóvenes muertos en la protesta de hoy. Escribe sobre un mapa en la pared repleto de anotaciones, hay decenas de libros y revistas en los muebles, recortes y fotografías en la cama y la alfombra, ropa, platos con restos de comida, botellas y ceniceros en el suelo. Se da un baño de tina y el televisor transmite el noticiario que muestra los incidentes de la manifestación, entre los que se distingue a Daniela recibiendo un chorro de agua. La noticia se propaga rápidamente por las redes sociales despertando el interés y la curiosidad por ver a la actriz en el estreno de mañana. A las 5 de la mañana, Aurora esta dormida en el piso con la cabeza apoyada en su cama, las puertas del balcón se abren de par en par, despertándola.

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En el camarín del teatro del Parque Cultural de Valparaíso está Alexander frente al espejo, fijando su bigote postizo con pegamento, le comenta a Daniela y los otros actores que el festival de teatro que organiza ha logrado el financiamiento gracias al apoyo de su padre, intendente en varios períodos de gobierno, principal impulsor de la construcción del Terminal 2 y el Mall barón. La sala está repleta, excepcionalmente se transgreden algunas normas de seguridad para ubicar espectadores en las escaleras y en los pasillos técnicos en altura. Se apagan las luces, Daniela respira, cierra los ojos buscando percibir el silencio. Esta estática al centro del escenario, interpreta a Adikia, alegoría de la injusticia que ronda a Dubois, un espíritu alejado de la pulsiones humanas, encarnado por una hermosa bestia vestida de cuero, tull y plumas negras. Mira cada uno de los rostros del publico pensando en que la figura de Dubois en Valparaíso es fundamental para la humanidad, un precedente en la forma de enfrentar el poder, mirarlo cara a cara y afrontar la muerte de ser necesario. La atmósfera se vuelve azul y Alexander comienza a balancearse lentamente con una maleta en la mano, se suman Claudio y Paola (30), actriz. Entre el público se pueden apreciar a algunas autoridades políticas y administrativas, diversos medios de comunicación, intelectuales, artistas y estudiantes; para Alexander es una motivación para pasearse por el escenario hablando con mas fuerza, convicción y desplante. Daniela ama su oficio y reconoce el talento de su compañero al escuchar las ideas que salen de su boca, pero se enfurece cada vez mas al darse cuenta que esa virtud la utiliza en su vida para esconder la verdad. Paola refriega unas sabanas en una bañera de metal al fondo, Claudio estira su mano para recibir el abrecartas que Daniela tiene en la mano. El gesto de compromiso, coherencia y lucidez que Alexander le otorga a Dubois la distrae de su interpretación como nunca se le vio. Daniela ya no quiere compartir escena con él, no soporta la mentira en este lugar, no puede controlarse. Siente como emerge la necesidad, como hierve la sangre en su cuerpo, canta Carmen de Bizet con la daga en la mano, se arrastra hacia él, lo trepa y este la abraza. Aurora esta en segunda fila del público y acciona una ráfaga de disparos en su cámara, capturando el momento exacto en que Daniela entierra una daga en el cuello de Alexander, este emite el alarido más profundo y espontáneo que ella hubiese escuchado en escena, algunos espectadores horrorizados se cubren la vista, otros desconcertados aplauden, Claudio perplejo intenta seguir la actuación con humor, pero están todas las miradas puestas en el bulto que está en medio del escenario. El telón comienza a cerrarse y el fade de iluminación es abrupto, alguien solicita al público que se retiren rápidamente, todos se escandalizan. La luz se vuelve a encender tras el telón, el equipo socorre a Alexander, el publico evacua. Daniela sale del camarín apresurada, se pone un abrigo largo, al amarrar su pelo deja caer su bolso, lo recoge al instante y sale por el estacionamiento que colinda con una calle de tierra, se escucha el murmullo desde el teatro y baja por una escalera a la calle Elías.



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Ahí esta Emilio tratando de abrir la cerradura de un auto, Daniela se desvía a la calle que sube al cerro contiguo, pero la intercepta Carlos y le ofrece escapar en el auto en que Emilio ya se encuentra de copiloto. Carlos desde su celular intercepta la transmisión de las líneas de la policía, conduce por calle Atahualpa y sube la calle Cumming entre decenas de personas saliendo del PCDV, Daniela en el asiento trasero mira como van dejando atrás el gentío. Al llegar al final de la calle empinada se ve la bahía abajo y la policía en lo alto, Carlos dobla y se esconde con el motor apagado en un callejón. La policía pasa, reanudan el escape y llegan a destino, Daniela baja del auto y va hasta el final del callejón que desemboca en una quebrada convertida en un basural, un mirador de tierra que conecta con la población Montedónico, en el camino La pólvora. El viento le refresca la cara, su mente se esclarece, queda un instante sintiendo el frío, la voz de Carlos la invita a casa de Emilio. El joven gira la llave de agua caliente de la tina, Daniela entra a la casa y observa el lugar, se acerca a un hermoso altar dedicado a la figura de Emile Dubois, Carlos le entrega una botella de vino, y ella brinda por Dubois dejando caer un chorro de vino en una mesita de vidrio, mira la mancha unos instantes y empina la botella en su boca. Aurora esta recostada en su cama, enciende el televisor y el computador, los informativos y las redes sociales señalan

que el hijo del intendente se encuentra grave en la clínica tras haber sido atacado mientras actuaba en una obra de teatro. Aurora mueve sus dedos sobre el visor de la cámara para generar un acercamiento a una fotografía donde aparece Carlos tomando el brazo de Daniela. El sol ilumina el rostro maquillado de Daniela, Carlos le tiende un vaso con jugo de naranja, le esta contando el procedimiento a seguir para esconderla cuando un ruido en el techo los sorprende, saca su pistola, camina por un pasillo, el sonido parece una conversación, le pega una patada a la puerta y entra. Sentado en el borde de la ventana con un bolso gigante y chillón está Luchito Mario(40)alto, delgado y travestido, hablando acaloradamente por teléfono con Emilio acerca de un trabajo especial y urgente a realizar en ese lugar. Se voltea y ve el arma apuntándole, se asusta y sigilosamente le pasa el celular a Carlos, este habla con Emilio y se tranquiliza. Aparece Daniela y el travestido se espanta al darse cuenta que se trata de la principal sospechosa del ataque de anoche al actor Alexander Larraín. En el baño está Luchito Mario con sus utensilios transformando el aspecto físico de Daniela, mientras Carlos y Emilio conversan en el dintel de la cocina detalles acerca del traslado de Daniela a una casa en Laguna verde. Daniela, de melena corta color castaño claro, anteojos y un maquillaje tenue, va

sentada en el asiento de atrás observando la inmensidad del Océano Pacífico al entrar a la cuesta Laguna Verde, Emilio al volante habla por teléfono con un abogado, miembro de la brigada que actúa en favor de los detenidos en la protesta. Anochece y el auto se detiene frente a un portón de metal, Emilio revisa el papel que indica esa dirección, se baja y las luces del auto iluminan su figura. Daniela esta en el patio mirando las estrellas de una noche sin luna, escucha el sonido del viento al mover los árboles y el canto de las aves, el estruendo de leños cayendo de los brazos de Emilio la interrumpe. Aurora lleva un vestido negro y una chaqueta de gamuza, entra al hall del palacio Baburizza y observa una maqueta enorme del Terminal 2 de Valparaíso. El salón principal está decorado con elegancia y sencillez, hay agentes de seguridad, autoridades políticas y administrativas, miembros de directorios de las principales empresas de Valparaíso y periodistas, todos comentan el incidente en el teatro. El ambiente esta denso y Aníbal Larraín (65), Intendente de la región, da la bienvenida a la ceremonia de inauguración del Mall Barón. Aurora le toma fotografías junto al grupo que lo rodea, entre ellos está Carlos vestido de traje negro, lo sigue de cerca con el zoom, grabándolo. Aurora camina agitada en dirección al baño de mujeres, se encierra en uno de los cubículos, extrae su celular y abre


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una carpeta de fotos del día del atentado al hijo del intendente, las compara con las imágenes de su cámara y sonríe, sus manos se secan en la cálida ventisca de una máquina. Durante el cóctel Carlos tiene una copa en la mano y una grabadora en el bolsillo exterior de su chaqueta, está conversando alegremente con el alcalde y un grupo de concejales, hace preguntas precisas y lanza bromas ácidas, hasta que es saludado por Aurora. Se presenta como periodista recién llegada al país, pregunta por Daniela y lo invita a un trago. Se acomodan en la barra, ella pide dos whiskies sin hielo, él sonríe y lo prueba, dice saber de quien habla, declara estar afectado por el hecho, que se viven tiempos convulsionados en la sociedad chilena. Ella lo mira a los ojos por unos segundos y le pregunta por el paradero de la actriz, él se acerca suavemente y le dice al oído que observe el bolsillo interior de su chaqueta, ella accede y ve un arma de fuego, da la vuelta y camina en dirección a la salida del edificio, Carlos toma un botellín y camina tras ella mientras saca un cigarrillo de una caja de metal. Salen al mirador del paseo Yugoslavo, bajan por la escalera El Peral, Carlos lanza su cigarrillo encendido frente a los pies de Aurora, ella se detiene, él la presiona contra la pared, toma su rostro, le pregunta quién es y que hace aquí. Ella declara ser periodista y le informa que el motivo de su visita a Chile es investigar la muerte de su bisabuelo, que estuvo presente en la función de teatro y ha registrado el momento exacto del incidente. Bajan por la cuesta Balmaceda en auto, el camino es de tierra, repentinamente Carlos apaga el motor y las luces, le ordena a Aurora que descienda del auto y se arrodille de espaldas con los brazos en la nuca, ella obedece y él introduce la punta del cañón de su pistola en la cabellera rubia. Suena un disparo a lo lejos y ella se estremece, él le cuenta que están en una zona en donde la gente suele cazar conejos. Aurora se voltea a mirarlo y le dice que no es necesaria la tortura, que prefiere contar todo lo que quiera frente a frente, en una conversación serena. Carlos saca una cerveza de un bolsillo interior de su chaqueta, la destapa y se la ofrece, Aurora sacude su ropa, bebe y confiesa no estar de parte de la policía,los políticos y los empresarios, que al llegar a Chile se ha enterado de la efervescencia social y casualmente asistió al estreno de la obra teatral inspirada en la historia de su bisabuelo, circunstancias que incrementan su deseo por esclarecer las dudas de su pasado y reivindicar la figura de Emile Dubois. Carlos marca el numero telefónico de Emilio, espera mirando la parte alta de los pinos que hay a su alrededor, no contesta, le arrebata la botella, sube al auto, enciende el motor, las luces y abre la puerta del copiloto. Aurora corre al auto y sube, abraza a Carlos , este impávido aguarda unos segundos y reanuda el viaje. Es madrugada, el cuerpo de Emilio se zambulle en una piscina temperada, Daniela está sentada junto a la chimenea, su cuerpo desnudo lo cubre una frazada, mira por el ventanal en dirección a la piscina. El sonido de un vehículo se acerca a ellos, entra al recinto el auto conducido por Carlos, a su lado va Aurora con la vista vendada. Aurora escucha el sonido de un proyector mientras es conducida por Emilio a sentarse a la mesa, oye como vierten líquido en un recipiente y le descubren la vista. Frente a ella se ven imágenes en la pared, registro de cada una de las acciones llevadas a cabo por la brigada Dubois desde que Carlos y Emilio la impulsaran. Daniela ríe de vez en cuando al ver imágenes de prensa en que las autoridades emiten palabras de indignación, y en otras se suma a la perplejidad de Aurora. La cocina de la casa es un lugar acogedor, es una antigua construcción de adobe. Junto a una pared hay un recipiente de barro que contiene el fuego a leña, a menos de un metro de altura un fierro sostiene la tetera. Emilio ceba el mate mientras Carlos habla de la situación social insostenible que atraviesa Chile, que el incidente en el teatro es una motivación para realizar una maniobra más arriesgada y que Aurora es la persona indicada para lograrlo. Emilio pronuncia la palabra coyuntura y demostración en reiteradas ocasiones, Daniela plantea la posibilidad de aprovechar su situación, afirma no tener miedo, prefiriendo arriesgar su vida antes que pasar su existencia en la cárcel. Aurora, que ha estado en silencio alimentando el fuego, da a conocer todos los datos que puedan

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servir para elaborar un plan. Es de madrugada, hay neblina y ventisca en el cementerio número tres de Playa Ancha, conocido por sus tumbas coloridas y decoradas con remolinos de viento, globos y flores, hay banderas verdes de Santiago Wanderers, el club de fútbol de la ciudad. Tras el patio de niños del cementerio, en un costado al frente del mar, esta la animita de Emile Dubois, está lleno de velas y placas de agradecimiento por sus favores concedidos. Ahí están Aurora, Carlos, Emilio y Daniela para encomendarse al santo, afinar detalles y cerciorarse que todo funciona según lo planificado, en la víspera de la inauguración del Terminal 2, brindan. Santiago, amanece. En el asiento de atrás de un Mercedes Benz esta el Intendente junto su hija(10)cantando, se detienen en un semáforo en rojo. En la calle contraria, frente a ellos está Daniela junto a Emilio conduciendo un auto Nissan V16. El chofer del Mercedes pretende estacionar frente a la puerta del colegio, pero hay un furgón escolar amarillo detenido con la luz intermitente encendida, así es que se detiene tras él y baja del auto junto a su hija. Emilio desciende del auto vestido de escolar, mientras el intendente se despide de su hija, quedándose frente al pórtico hasta que la niña se pierde entre decenas de niños. El intendente da la vuelta y siente la pistola de Emilio contra sus genitales. Daniela abre la puerta del furgón escolar desde el interior, el intendente entra al vehículo y Emilio lo amordaza contra el suelo, Aurora al volante avanza lentamente entre el gentío y dobla en la esquina perdiéndose entre el tráfico de Providencia. El chofer del Mercedes Benz atiende el chat de su teléfono. El furgón avanza por Santiago, toma la salida a la ruta 5 norte en dirección a Valparaíso, ingresan a la cuesta la dormida con el fin de despistar, llegan a Olmué y toman el troncal sur en dirección al puerto, dobla por la ruta Las palmas y luego al camino La pólvora hasta salir por el túnel Las ánimas, desembocando en el lugar de almacenamiento de containers en el sector de la aduana. Aurora los deja en la puerta del hotel Prat, ahí está Carlos esperándolos. La pieza tiene grandes ventanas, hay una lámpara de fierro forjado. El ministro está amarrado a una silla, Carlos le pregunta cuánto dinero tiene en su cuenta. Emilio le da un puñetazo en la cara, Carlos le solicita los datos necesarios para hacer una transferencia bancaria a diferentes cuentas. 150 millones de pesos son transferidos. Le obligan a firmar una nota pidiendo perdón por todos los actos de corrupción que ha cometido, cuenta en detalle las coimas que ha recibido para justificar la inversión que se ha hecho del proyecto que cambió para siempre la fisonomía de Valparaíso. Emilio le amarra el cuello con una cuerda, lo cuelgan del techo y su suben de pie en una silla, mientras Daniela le confiesa ser la autora del ataque a su hijo. Carlos patea la silla y el cuerpo se retuerce. El grupo sale y Aurora cierra la puerta.

fin

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BIBLIOGRAFÍA bAnónimo. E Dubois. Relación verídica de sus crímenes y aventuras por Inocencio del Campo. Valparaíso: Sociedad “Imprenta y Litografía Universo”. 1907. bEstrada, Baldomero(comp.). Valparaíso. Progresos y conflictos de una ciudad puerto 1830- 1950. Santiago: RIL Editores, 2012. bGaete, Cristóbal. Carlos Pezoa Véliz: uso de espacios públicos al comienzo del Siglo XX. Valparaíso: Ediciones Perro de Puerto, 2013. bHirmas, Abraham. Emilio Dubois, un genio del crimen. Santiago: Zig – Zag. 1967. bRojas, Víctor. Valparaíso, el Mito y sus Leyendas. Santiago: RIL Editores. 2001. bRubio, Graciela. Testimonios para una memoria social. Valparaíso; 1870 -1917. Valparaíso: Editorial Puntángeles. 2007. bAnónimo. E Dubois. Relación verídica de sus crímenes y aventuras por Inocencio del Campo. Valparaíso: Sociedad Imprenta y Litografía Universo. 1907 bTagle, E.; Morales, C. La verdadera historia de Dubois. Santiago de Chile. 1907.

FOTOGRAFÍAS

bLe Blanc. Felix. Álbum: vistas de Valparaíso. Valparaíso. 1830-1914. bRevista Sucesos. Valparaíso. 3 de Enero 1907, 7 de Febrero 1907, 28 de Marzo 1907. bHans Frey. Valparaíso. 1900-1950. bMattensohn y Grimm. Valparaíso. 1910




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