Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 6
El canónigo Antonio Ordóñez de Villaquirán Juan Corbalán de Celis y Durán
“Gran músico que adornaba el coro y altar de la catedral con su música”.
asuntos entre los clérigos, reclamación en la que eran apoyados por la Audiencia3.
Natural de Tordesillas, hijo de Antonio Ordóñez de Alcaraz, ayuda de cámara de la reina doña Joana, y de doña Isabel de Villaquirán, dueña de dicha reina1.
En abril de 1577 encontrándose en Chambo, se arrepentía de este enfrentamiento con el obispo diciendo que su ilustrísima era un meritísimo prelado y como mal súbdito, siendo inducido por el deán Soto y por el tesorero Valderrama “me descomedí y alargué en hacer y decir cosas en deservicio de su ilustrísima, con pasión, no mirando que es mi señor prelado, de lo cual me pesa bien y católicamente”
En 1575, siendo presbítero, se encuentra en Roma solicitando alguna dignidad, consiguiendo cartas de recomendación para el Inquisidor general del Perú, obteniendo el 13 de septiembre de dicho año una canonjía en la iglesia catedral de Quito2. Permanece durante una década en esta ciudad, desempeñando el cargo de maestro de ceremonias. En 1576, junto con el deán Bartolomé Fernández de Soto y el tesorero Leonardo de Valderrama, se enfrentaba con el obispo fray Pedro de la Peña por negarse éste a nombrar un juez eclesiástico que tratase los 1
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Pero se le debieron complicar los asuntos, y en 1579 andaba huido, a causa de haberse ordenado su encarcelamiento tras un proceso, que se había iniciado en 1576, en el que se le acusaba de adúltero; de haber dicho misa estando excomulgado; de andar por las noches disfrazado de seglar portando armas; de vivir deshonestamente; y de dar mal ejemplo. Había sido excomulgado
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por pegar una bofetada a Álvaro Guerrero, clérigo subdiácono de la catedral. Fue encerrado en la cárcel eclesiástica, pero consiguió escapar de ella. Vuelto a prender y encerrar, escapó nuevamente, y esta vez huyó al Cuzco, y desde allí paso a los Charcas4.
concilio, había mandado que ninguna dignidad ni prebendado de esa iglesia fuese preso ni se procediese contra él, sin haberse elegido por el Capítulo dos jueces, pues con ello se evitaban muchos escándalos y agravios, como los que sin causa y razón el obispo y su provisor cada día les hacía, como todo el mundo sabía en la ciudad, pues todas las dignidades y prebendados vivían con mucho recogimiento, cristiandad y buen ejemplo, y por ello el obispo debería honrarlos y premiarlos con buenas obras y no andar molestándolos y afrentándolos cada día, encarcelándolos en su cárcel pública, en la torre de esta iglesia, entre gente infame y que habían cometido grandes delitos, no haciendo lo mismo con los clérigos que el mismo había ordenado,” antes disimula con ellos y les da cárcel honrosa, encargándoles cargos y provechos, que en ellos no caben”.
El canónigo Villaquirán, en abril de 1577, se había quejado ante la Audiencia del proceder del chantre Diego de Salas, provisor del obispado, al que acusaba de haberlo hecho encarcelar sin haber cometido ningún delito, y que para ello no había pedido el consentimiento de los dos tercios del Cabildo, según disponía el Concilio de Trento. La Audiencia viendo la manera incorrecta de proceder del provisor, que había actuado sin atenerse a lo que estaba mandado, le ordenó que dejase salir de la prisión y liberase al canónigo. A esta orden replicaba el obispo diciendo que desde la fundación de esa iglesia, los prelados tenían la potestad de dirimir en las causas civiles y criminales de los prebendados de dicha iglesia, y así lo había hecho, y que en relación a lo mandado por el concilio de Trento sobre que los prebendados pudiesen nombrar un juez para dirimir sus causas, se debía entender que esto regía solamente en aquellas partes donde hubiese este privilegio o costumbre, y no era el caso en esta iglesia. A pesar de ello la Audiencia le contestó que se debía guardar lo proveído por ellos.
Seguía declarando que después que llegó a este Obispado el obispo Pedro de la Peña, el Cabildo eligió jueces, para que juntamente con él dirimiesen las causas tocantes a los prebendados, y se eligieron para ello al arcediano Pedro Rodríguez de Aguayo y al canónigo Gómez de Tapia. Después, en otro cabildo, fueron elegidos el chantre Francisco de Rojas, ya difunto5, el 5
El 17 de febrero de 1573 se enviaba una cedula real al presidente y oidores de la Audiencia de Quito para que averiguasen los bienes que pertenecieron al canónigo Francisco de Rojas, que reclamaba su hermano y heredero Cristóbal de Rojas, vecino de Madrid. AGI. Quito 211, L.1, F.262v262r. En 1592 sus hermanos Cristóbal y
El deán Bartolomé Fernández de Soto aclaraba que el rey, conforme a lo dicho en el 4
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dicho canónigo Soto, y él mismo, “y por esta causa el obispo nos prendió y nos molestó con mucho rigor”. Suplicaba al rey que hiciese cumplir lo mandado en el Concilio. Firmaban la declaración, los canónigos Soto y Villaquirán, junto con el tesorero Leonardo Valderrama .
que había sido proveído de una de las canonjías vacantes. Villaquirán, como maestro de ceremonias del cabildo lo examinaba en las ceremonias de la misa, y lo daba por no apto, alegando que “no solamente no se las sabe, sino que hace ceremonias que en este nuevo rezado ni en el antiguo jamás se usaron”, y así mismo en el evangelio de San Juan, que se dice al finalizar la misa, dice muchas mentiras y cosas que no están en el mismo. Lo examinaba también en misa cantada, y decía que no respondía a tiempo porque no oía nada, y andaba con el rostro girado hacia el coro para ver si movían los labios y habían acabado.
El 13 de mayo de 1585, estando la sede vacante, Villaquirán era nombrado visitador general del obispado. A finales de julio de este año, el deán y cabildo, en sede vacante, se reunían para examinar al canónigo Sancho de la Cueva6 Juan Bautista, canónigo en Cuba, todavía reclamaban que se enviasen dichos bienes. AGI. Quito 211, L.3, F.57r-57v 6 El canónigo Sancho de la Cueva, había llegado como soldado al Perú hacia 1557, año en el que estando en Cali le acusaron de haber dado muerte a un soldado de la compañía del capitán Delgadillo. Años más tarde era ordenado sacerdote en Quito por el obispo García Díaz Arias. Después, siendo administrador general del obispado el arcediano Pedro Ruiz de Aguayo, se supo lo de la muerte del soldado, y se le hizo un proceso del que salió libre de culpa, pues al parecer le había dado muerte en defensa propia. Fue cura beneficiado de la doctrina de Chocorbes, en la ciudad de Guamanga, y últimamente, viejo y sordo, el cabildo lo tenía de cura en el Hospital de Quito. En enero de 1584, estando en la Corte, había conseguido que le proveyesen la canonjía que había quedado vacante por muerte de Gómez Tapia, que vimos había solicitado el beneficiado Juan Antonio de Rueda. A su regreso a Quito, en julio del año siguiente, presentaba al cabildo la cédula real de su nombramiento para que, una vez examinado, se le diese la colación de su canonjía. Además del examen que le hizo Villaquirán, el canónigo Juan Francisco Talavera lo examinaba de canto, y dijo que dudaba mucho y no sabía cantar, pues no oía nada, ni dándole voces. El cabildo sentenciaba
En 1586 regresa a España con licencia del Cabildo, aún en sede vacante, y pasa a Roma al año siguiente para suplicar que se le concediese una dignidad mayor, pero, a pesar de su trato con varios cardenales y con el duque de Olivares, a la sazón embajador de SM, no le conceden la gracia y que a pesar de los graves defectos que tenía en latinidad, ceremonias y canto, suficientes para reprobarlo, además de sus muchos años y ser torpe de entendimiento, hubiesen suplido todo ello, pero que su sordera de ambos oídos le impedía servir el ministerio de la canonjía. Después de seis años de largo proceso, en el que Sancho de la Cueva, alegaba que cuando su majestad y los del Consejo de Indias le proveyeron de la canonjía ya estaba sordo, y no fue impedimento para ello, pues se la habían dado en reconocimiento de sus muchos años de servicio. Decía que la negativa del cabildo era porque los canónigos no querían que con su nombramiento les disminuyese la renta que cobraban. En abril de 1590 el cabildo tuvo que acatar el nombramiento y se le daba colación de su canonjía. AGI. Quito 83, N.24
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regresa a la Corte, donde continúa sus peticiones hasta que en febrero de 1592, y tras sus fallidos intentos, regresa a Quito a ocupar su canonjía7 donde fallecería unos años después, pues el primero de diciembre de 1594 vemos que se despachaba una cedula de presentación de Diego de Lasarte8 a una canonjía de la iglesia de Quito, que había quedado vacante tras la muerte del canónigo Villaquirán9.
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AGI. Pasajeros. L.7, E. 1505 – Pasajeros L.7, E. 1558- Contratación 5235, N.1, R.22 8 Diego de Lasarte, era natural de Miranda de Ebro. En 1603 solicitaba que se le concediese la canonjía de la iglesia de Santa Fe en el nuevo reino de Granada, que había quedado vacante por muerte de Francisco de Vargas. Decía que su canonjía de Quito era de más calidad, pero quería ir a Santa Fe porque allí tenía a su hermano, el contador de la Hacienda real Juan Beltrán de Lasarte. Fallecía en Quito en octubre de 1612. AGI. Quito 9,R.15,N.117 y AGI. Contratación 345, N.13 9 AGI. Quito 80,N.38
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