Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 20
El deán Matías Rodríguez de la Vega
Juan Corbalán de Celis y Durán
Matías Rodríguez estuvo de canónigo algún tiempo en la catedral de Lima, siendo presentado a la dignidad de maestrescuela de la iglesia de Quito por recomendación del Real Acuerdo de la Chancillería de esa ciudad, y del reverendo arzobispo don Bartolomé Lobo Guerrero. El nombramiento, que ya esperaba desde hacía unos meses1, se daba en Madrid el 2 de marzo de 1619, donde se encontraba entonces el bachiller don Matías. Se había graduado en ambos derechos, civil y canónico, en la Universidad de Salamanca, donde sabemos estudió junto con Diego López de Mora, con el que coincidiría años más tardes en la catedral de 1
Los expedientes de limpieza de sangre y soltería de los criados que pensaba llevar consigo ya se habían iniciado a finales de 1618, señal de que ya esperaban partir para Indias. AGI. Pasajeros L.10, E.1554 y E.1619
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Quito. Partió para esta ciudad a finales de dicho mes de marzo, embarcando en los galeones de la armada junto con dos criados, de los tres que podía llevar consigo, Alonso de Presa, muchacho de 15 años, natural de la villa de Carrión y Andrés de Talamanca Palomares, natural de Alcázar de San Juan. Tomaba posesión de su dignidad ese mismo año de 1619, ocupándose del servicio de la iglesia y de asistir al coro en los oficios divinos y demás obligaciones con la puntualidad debida, dando en todas las ocasiones buena nota de su persona, modestia, trato y buena correspondencia, sin causar escándalo alguno, como era público y notorio. El obispo fray Alonso de Santillán le nombraba Visitador y Examinador general del obispado, asistiendo durante ese tiempo a
los exámenes de los beneficios y a los de los ordenantes como examinador sinodal.
Esta promoción la había solicitado un par de años antes, en 1623. En efecto, en febrero de ese año solicitaba de la real Audiencia que se le diese certificación de los méritos y servicios que había prestado hasta entonces en esa catedral para poder acudir con ello ante su majestad y pedir se le concediese otra mayor dignidad de la que tenía, “en cualquiera de las iglesias de Lima, las Charcas, México, Puebla de los Ángeles, o en esta ciudad de Quito”. El presidente Antonio de Morga encargaba de oficio al fiscal Melchor Suárez de Poago, que llevase adelante dicha petición. Llamaba a declarar al licenciado Jerónimo de la Plaza, canónigo de la catedral, de 49 años de edad. Decía que lo conocía desde que vino por maestrescuela a esta catedral, donde le había visto proceder con mucho ajuste de su persona y dar buena cuenta de las ocupaciones que había tenido, y así mismo sabía que era graduado en derechos, y había visto los títulos de su graduación por la Universidad de Salamanca, y que hablaba y trataba como hombre de letras, y que era muy buen letrado. Terminaba diciendo que al presente dicho Matías era provisor y vicario general del obispado, cargo que le había concedido la sede vacante3.
A primeros de octubre de 1622, fallecía el obispo Santillán, y el cabildo en sede vacante, estando satisfecho con el trabajo que le había visto desempeñar anteriormente, le nombraba provisor y vicario general, cargo en el que estuvo dos años, administrando justicia con la aprobación general. Según informaba la Audiencia había reedificado las iglesias parroquiales de San Roque y San Sebastián, donde no se podían antes administrar los sacramentos por el mal estado en que se Durante este encontraban2. tiempo se ocupó en algunos asuntos de gran importancia para esa iglesia, ocupándose también de ciertos pleitos que llevaban algún tiempo pendientes en el real Consejo de Indias, “detenidos en los despachos por falta de persona inteligente que los llevase”, para lo cual fue nombrado Procurador General del obispado con el fin de que viajase a la Corte a resolver estos temas pendientes. Estando para partir, el 30 de enero de 1625 entraba en la ciudad el nuevo obispo Francisco de Sotomayor, al que se le comentó el caso y tuvo tiempo de aportar algunas directrices sobre ello. Estando en el puerto de Cartagena a punto de embarcar para España, le llegaba la noticia que su majestad le había hecho la merced de ser presentado para la dignidad de arcediano. 2
Otro de los declarantes, el gobernador don Melchor de Peñalosa, decía que lo conocía desde el tiempo en que dicho licenciado había ido a los reinos de España “a sus pretensiones”, y que se lo había encontrado en Portobelo estando para embarcar. 3
AGI. Quito 10,R.11,N.147
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AGI. Quito 50, N.46
Luego lo había visto venir a esta iglesia como maestrescuela. Declaraba también que había oído decir que en los reinos de Castilla, sirvió a su majestad, pero no sabía en que ministerio. A su llegada a la Corte, y estando atendiendo los encargos que le traían a ella se tuvo aviso de que había quedado vacante la dignidad de deán, y su majestad le hizo merced de presentarle para ella4, y así mismo el reverendo comisario general de la Santa Cruzada le dio el titulo de Subdelegado General del tribunal de la provincia de Quito.
Fernández de Quirós y el licenciado Diego López de Mora, y conforme a la erección estaba vacante una canonjía. Los racioneros eran el doctor Francisco Martínez del Valle5, Juan Méndez, Juan de Lara Manrique, estando también vacante una ración. Como las rentas decimales habían crecido mucho en ese obispado, decía que todas estas prebendas tenían Francisco Martínez del Valle. Bachiller, ordenado sacerdote en 1600, había ejercido de beneficiado en distintos lugares de españoles e indios “haciendo mucho fruto entre ellos con la predicación en la lengua Inga”. Había sido vicario y visitador en Quito, y capellán de su Audiencia, siendo en 1610 cura párroco de la ciudad de San Juan de Machangara. Hijo de españoles humildes, mantenía en su casa con gran pobreza a ocho hermanos, nietos de dos conquistadores de esas tierras, por lo que el deán de Quito (Francisco Galavis) solicitaba se le diese alguna prebenda en alguno de los dos obispados nuevos, o en cualquier otro del Perú. AGI. Quito 80, N.41. En 1618 era racionero de la catedral, y en ese año el cabildo decía de él que era un imprudente en su proceder y costumbres, y que había predicado torpemente contra las loables costumbres y buen proceder del obispo fray Luis López, lo que había ocasionado una disputa entre el obispo Ribera y el convento de San Agustín. AGI. Quito 80, N.44. El presidente Antonio de Morga, que había sido avisado por el rey para que ayudase al obispo en la disputa entre el cabildo y los dos racioneros, Valle y Francisco Cabrera, decía que había hablado con el obispo y éste le había comentado que las culpas y excesos de los que se les acusaban, no eran tan considerables como había dicho el cabildo, y mucho menos en el caso de Cabrera, y que si el racionero del Valle se había excedido algunas veces, ya fue por ello corregido. Entendía Morga que todo ello se debía a los pleitos que tenían los racioneros y el cabildo sobre sus preeminencias y aprovechamientos. AGI. Quito R.8, N.93 5
Encontrándose don Matías en Madrid, el 30 de abril de 1629, el Consejo recibía un escrito del presidente Morga en el que informaba, entre otras cosas, que a pesar de que el rey había hecho merced del deanato a don Matías Rodríguez de la Vega, éste se encontraba en España y no había venido todavía a servir su prebenda. Informaba del estado de la iglesia señalando a quienes le habían sido concedidas las prebendas y dignidades: el deanato, como hemos visto, se había concedido a don Matías; a don García Fernández de Velasco se le había nombrado arcediano; a Miquel Sánchez de Solmirón, maestrescuela; y al doctor Juan de Quirós, tesorero. Indicaba que la dignidad de chantre se encontraba vacante. Los canónigos que había en ese momento eran el doctor don Jerónimo Plaza, don Francisco de Mira y Arellano, don Francisco de Cabrera, el bachiller Antonio 4
El nombramiento está fechado en Madrid el 31 de mayo de 1629. AGI. Contratación 5793, L.2, fol.21v-22r
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suficientes sustento6.
rentas
para
su
tiempo al gobierno de su tribunal, convocando con cuidado y puntualidad los días para celebrar audiencia, atendiendo a las publicaciones de la santa bula, y con ello al aumento de la hacienda real. En ocho años había enviado a España 140. 984 pesos, sin tener recargo alguna en su contra, y ello debido al cuidado, solicitud e inteligencia con que había llevado su delegación. Desde que se erigió ese tribunal en Quito, hacía ya treinta años, los oratorios y capillas que se permitían en las casas particulares, estancias y obrajes, pagaban las licencias por tenerlas a vida del que la pedía y de sus herederos, pero el descuido y el engaño a la hacienda real, hacía que no se volviesen a pagar. Tratando de remediarlo propuso al tribunal que las licencias se concediesen tan solo de dos en dos años, tiempo que duraba la predicación de la santa bula, lo que redundó en beneficio de dicha hacienda real. En estos años el Consejo de Cruzada ordenó que los ministros y comisarios de los partidos y demás personal de los tribunales de esos reinos sirviesen a su majestad con un” donativo gracioso”, para lo cual le remitieron los despachos necesarios, saliendo en persona a recogerlos a Latacunga y Riobamba, desde donde escribió a los demás partidos para que aportasen su donativo. Se recogieron 699 pesos que se remitieron en registro aparte, según se indicaba en los despachos, junto con la plata recogida de la expedición de la bula En una declaración sobre sus servicios que solicitaba en
Despachados los asuntos que le habían llevado a la Corte en un tiempo relativamente corto, regresó de nuevo a su obispado, solicitando licencia de embarque el 19 de julio de 1629, habiéndola solicitado cinco días antes los dos criados que le acompañaban Baltasar Agustín, natural de Zaragoza y Bartolomé Serrano natural de Cuenca7. A su llegada a Quito dio cuenta al cabildo y obispo de lo negociado durante su procura con entera satisfacción, siendo recibido al ejercicio de su prebenda de deán en el año de 1630. Atendió a su cargo de deán asistiendo a las cuestiones de gobierno de la misma, disponiendo lo tocante al coro en cuanto su asistencia al mismo y la de de los demás prebendados, para el buen funcionamiento y lucimiento del culto divino, convocando a los cabildos los días señalados, “saliendo a la defensa de las loables costumbres y exenciones y estatutos de la iglesia sin que se haya en todo este tiempo interpolado causa particular mía de tratos ni contratos ilícitos, ni haber dado mal ejemplo, ni causado escándalo en la república y obispado, viviendo quieta y pacíficamente con la buena nota y modestia debida, como todo es público y notorio”. Como Subdelegado de la Santa Cruzada, realizó una labor muy meritoria acudiendo en ese 6
AGI. Quito 11,R.3, N.57 AGI. Pasajeros, L.11, E.1598-159991604 7
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1639, declaraba que todos estos trabajos de la cruzada los hacía sin tener salario ni provecho alguno8.
comentado suceso de la fuerte riña que tuvieron un canónigo de esa iglesia con un racionero de ella. Llegó a tanto la disputa que el racionero con animo de castigarlo con fuerza se vino a la catedral con un alfanje desenvainado y se dirigió al coro, donde el cabildo estaba a punto de celebrar maitines, en busca del canónigo, y aunque fue un hecho escandaloso, no hubo ningún herido. Se quejaba el obispo que no había podido castigar a los culpables porque los prebendados se defendían unos a otros y no había manera de administrar justicia, y además de ello, como el canónigo era Comisario de la Inquisición, también se estaba impidiendo que él o su provisor castigasen el delito, pues aquel para lograr la inmunidad había acudido al santo tribunal de Lima10.
A finales de 1629 entraba en la ciudad el nuevo obispo Pedro de Oviedo con cedula de su majestad para servirle como obispo de ella, y el cabildo obedeciendo a su majestad y poniendo sobre sus cabezas su real cedula, le daba el gobierno de dicha iglesia, llegando las bulas de posesión a los pocos días. A finales de abril de 1630 el cabildo notificaba al rey lo contento que tenía el prelado a todo este obispado, por sus conocimientos tan aventajados, su virtud y el celo que había demostrado hasta entonces, lo que prometía muchos bienes en esa provincia. Comunicaban que había traído en su compañía, como ya vimos, al maestro fray Juan Maroto, monje de la orden de san Bernardo, gran religioso y letrado, que estaba leyendo la cátedra de Teología de esa ciudad y que todos estaban muy alegres con su venida9, sentimiento que difiere bastante de la postura que poco después tomaban los prebendados contra el obispo, según comentábamos cuando hablábamos del chantre Juan de Quirós.
El deán Matías Rodríguez de la Vega fallecía el 14 de julio de 163911, quedando vacante su plaza, que sería ocupada por el hasta entonces maestrescuela Miguel Sánchez Solmirón.
A primeros de 1631, estando el obispo fuera de la ciudad, había tenido lugar el entonces 8
AGI. Quito 51, N.20 En esta información declaraban el canónigo Francisco de Vera y Arellano, de 40 años de edad, el sacristán mayor de la iglesia catedral don Melchor de Morales, de 39 años, y el canónigo Diego López de Mora, de 48 años. 9 AGI. Quito 80, N.58
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AGI. Quito 77, N.33 AGI. Quito 77, N.65