Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 5
El maestro de capilla Miguel de la Torre Juan Corbalán de Celis y Durán Natural de Cáceres, de la villa de las Garrovillas, hijo del hidalgo Melchor de la Torre, y de María Angulo, vecinos que fueron de dicha villa, había venido al Perú junto con don Pedro de Silva a quien su majestad había hecho merced de la gobernación y conquista de las provincias del Dorado, asignándole cierto número de clérigos y religiosos para que le acompañasen1, encontrándose entre ellos el licenciado Miguel de la Torre el cual, según relataba, participó en la desastrosa jornada de don Pedro, de donde, dice, salió muy maltratado como los demás. En la probanza de sus servicios, realizada el 6 de octubre de 1574, indicaba que había pasado desde España al Perú en compañía de don Pedro en 1566, a quien acompañó “hasta donde dicho gobernador entró”, asistiendo a la gente, 1
Debían acompañarle “seis clérigos de misa o frailes, por esta vez, a cargo de la corona: el padre Castilblanco; Mocha, el de la Torre; el padre Abrego, del hábito de Santo Espíritu; Francisco Pérez; Pedro Corredor; y otro. SIMON, fray Pedro. Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Madrid 1627, p.579
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“hasta su perdición y desbarate, de donde salió perdido como las demás personas de su compañía”. En marzo de 1566 don Pedro Maraver de Silva había obtenido del licenciado Fernando de Santillán, presidente de la Audiencia de Quito, el título de gobernador de las provincias de Pomeguas, Omaguas y el Dorado2. En el año 1556 don Pedro Maraver de Silva, saliendo de la ciudad de Santa Fe con veinticinco españoles, había entrado por los llanos de Venezuela caminando hacia el Sur, hacia las provincias del Perú, explorando durante más de dos años las tierras que llamaban el Dorado, descubriendo la tierra de los omaguas y la sierra del Quinaco, fundando una población que llamaría la Nueva Xerez, de la que sería nombrado por la princesa gobernadora capitán y justicia mayor el 20 de agosto de 1560. Se había fundado el pueblo en los llanos de Pasca, en el valle de Bombasaque, a 14 leguas de la ciudad de Nueva Valencia. AGI. Patronato 154,N.3,R.3 y Lima 567, L.8, F.330r330v. Según el capitán Diego Soleto, que le acompañaría en esta entrada, y más tarde en la de 1569, la expedición no fue muy exitosa, debido sobre todo a la inoperancia de don Pedro y a la mala previsión de alimentos que había hecho. AGI. Santa Fe, 124, N.10. Después de varios años intentado proseguir con su exploración y considerando que la mayor 2
Con este nombramiento se vino a España para informar directamente al rey de la calidad y riqueza de las tierras que pensaba conquistar, y cual era el lugar más conveniente por donde se debía entrar a las mismas, pero no sería hasta dos años más tarde, el 15 de mayo de 1568 cuando lograba obtener de la corona las correspondientes capitulaciones para la entrada a las tierras que denominarían Nueva Extremadura3.
como consecuencia de una mala sangría, que le tuvo al borde de la muerte, le impidió contralar a su gente la cual, a pesar de las proclamas que había hecho advirtiendo que la deserción sería castigada con la pena de muerte, desertó dejándolo abandonado, no pudiéndola recuperar a pesar de los intentos que hizo para ello, ya que no obtuvo la ayuda de la Audiencia del nuevo reino de Granada (7 agosto 1571), que mientras tanto había concedido la jornada al adelantado Ximenez (Gonzalo Ximenez de Quesada), por lo que acudió a la Audiencia de los Reyes (13 septiembre de 1572), donde tampoco fue escuchado, decidiendo volver a España a proseguir su reclamación5.
Después de proveerse de tres navíos y embarcar 450 hombres4 partió hacia Canarias el 19 de marzo de 1569, saliendo desde allí rumbo a las costas de la hoy Venezuela, desembarcando en la isla de la Margarita, donde desertaron unos 100 hombres junto con Bravo hidalgo, uno de los maestre de campo que llevaba. Llegó al puerto de la Borburata con el resto de la gente a finales de mayo de 1569, pero como se acercaba el invierno, y no era prudente seguir adelante por lo infranqueable que se ponían los llanos, los repartió entre las estancias que había en los alrededores de la Nueva Valencia, unas nueve leguas tierra adentro. Una grave enfermedad
Pero mientras tanto, había pasado el plazo que se le concedió para llevar a cabo la entrada, por lo que tuvo que solicitar una prórroga (9 enero de 1574), momento que aprovechó el Consejo de Indias para modificar las capitulaciones que se le habían concedido hacía ya más de siete años, aduciendo que mientras tanto se habían promulgado nuevas disposiciones para los descubrimientos. Por fin, el 7 de noviembre de este año 1574 obtenía sus capitulaciones, y estando realizando los preparativos necesarios, llegó orden de paralizar todas las jornadas que
parte de las tierras se encontraban más cerca de la demarcación de la real Audiencia de Quito que de la de Nueva Granada, solicitaba a su presidente licencia para entrar desde su distrito. AGI. Patronato 154, N.3, R.3 3 AGI. Indiferente 416, L.4, F. 1r-6v; y F.6v-10v 4 El 5 de febrero de 1569 obtenía del rey poder rebajar en 50 hombres los 500 que se comprometió, alegando que “ a causa de la alteración y levantamiento nuevamente sucedido en el reino de Granada”, se le había ido parte de la gente. AGI. Indiferente 416, L.4, F.46r
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Aunque don Pedro, en los distintos memoriales y escritos que envió al Consejo, no hace ninguna mención a la entrada que se hizo en 1569, dando a entender que no pudo llevarla a cabo, fray Simón la relata con minuciosidad, y cuenta lo desastrosa que resultó. SIMON (1627) pp.576-591. A esta entrada es a la que se refiere Miguel de la Torre.
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se estaban preparando para ir a las Indias, por lo que don Pedro solicitaba (7 julio 1575) se le dejase partir, alegando que las tierras que iba a explorar eran unas de la más ricas y pobladas de las Indias, pero no consiguió salir hasta mediados del siguiente año 1576. Diego Ulloa de la Vega, que una vez terminada la jornada escribiría una relación de ella, fechada el 30 de diciembre de 1576, dice que don Pedro “salió para Nueva España en 12 de jullio deste año sin meter bastimento alguno”. Esta tercera entrada que llevaría a cabo don Pedro resultó ser un fracaso aún mayor que las anteriores, debido otra vez, sobre todo, a la falta de previsión de suficientes alimentos. Aunque en la crónica Ulloa no hace referencia a ello, según fray Simón, don Pedro falleció en la jornada, aunque tal vez muriese algo después como consecuencia de ello.
donde era maestro de capilla, “muy diestro en la composición del canto de órgano y toda música”, que enseñaba públicamente en la iglesia, enviaba al Consejo una probanza de sus servicios, acompañada de un largo memorial en el que exponía lo que él pensaba que había de hacerse para facilitar la conversión de los indios, que principalmente consistía en la conveniencia de no aprender su lengua como hasta ahora se procuraba, sino que ellos aprendiesen la castellana “porque estando los yndios y hablando en su natural lengua, siempre apetesçen su detestable natural y pessima y baxa inclinaçión, que es bolverse a sus antiguos y diabólicos ritos, como gentes que la leche conque fueron criados de sus pasados aun la tienen en los lavios”. Recomendaba también que no se proveyesen para Indias obispos que residiesen en España “por causa que los de allá vienen traen grandissima codiçia por plata y enriqueçer de presto, y de aquí viene que hazen grandes vexaçiones y disgustos y aún sin justiçias a los subditos, y se hazen mal quistos con todos géneros de gentes cegándolos la codiçia, rayz de todos los males”, y que cuando fuese necesario nombrar algún obispo o prelado “se ubiere de proveer para estas partes, sea de los que acá estamos, que estamos en la tierra ya rompidos y la codiçia seca, y el entendimiento de la tierra en la mano, y la experiençia de como se a de gobernar ella”.
Tras la desafortunada entrada de don Pedro, en la que había participado de la Torre gastando en ella todo lo que tenía, consiguió que se le proveyese el curato de la ciudad de San Sebastián de Mariquita, en el nuevo reino de Granada, parroquia en la que estuvo cerca de un año, al cabo del cual pasó a la ciudad de Quito, donde el obispo fray Pedro de la Peña “viendo su buena vida, muchas letras y habilidad” así en derecho canónigo como en el uso del oficio eclesiástico, lo nombró cura de la iglesia catedral. En octubre de 1574, y cuando ya hacía tres años que ejercía de cura en la catedral,
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